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Gutiérrez Estévez
Gutiérrez Estévez
Tanto los grupos étnicos, como las naciones, afirman, por analogía
con los individuos, que tienen «antepasados». Los «antepasados»
nacen, como las versiones de la propia historia colectiva, de las ne-
cesidades del presente. Situándose al margen de cualquier conside-
ración biológica, puede decirse que no son los «antepasados» quie-
nes generan a los hombres actuales, sino que son éstos los que con-
ciben, inventan y construyen narrativamente a «sus antepasados» en
función de su estrategia presente. La necesidad de poseer una iden-
tidad histórica -de elaborar una imagen estable de sí mismos que
vaya más allá de las variaciones circunstanciales de cada época-
conduce a los pueblos a considerar como «sus antepasados» a todos,
o más frecuentemente a una parte, de quienes les precedieron en su
actual territorio; o, en otros casos, a considerar como tales a quienes,
en otro territorio lejano más o menos mítico, se ha escogido para
que representen sus «orígenes» y, por tanto, la fuente legitimadora
de su posición en el mundo.
Los «antepasados» son algunos de los que, habiendo permaneci-
do un tiempo en el espacio emblemático del grupo (coincida o no
con el territorio del presente), han sido elegidos para representar un
papel de paternidad histórica para las gentes actuales. La elección de
«antepasados» puede obedecer a muy distintos criterios (por ejem-
plo, la consideración, fundada o no, de que se comparte con ellos
la lengua, "el carácter» o determinadas costumbres), pero es, además,
una elección variable según varían los intereses presentes del grupo.
Así, quienes en un momento dado, pueden ser tratados, homenajea-
dos o reivindicados como «antepasados», pueden, en otro momento,
pasar a ser repudiado~, negados o denostados como tale~. Son éstos
León-Ponilla, M.; Gutiérrez E.tévez, M.; Gossen, G. H., Y Klor de Alva,J.J. (ed•. ), De P",labra
y Obr", tn el Nuevo Mundo, vol. 1, lmágenej inuritnicas, Madrid, Siglo XXI de España, 1992.
pp. 417-442.
418 De Palabra y Obra en el Nuevo Mundo
1. MAYAS Y MAYEROS
con los «mayas» de las tierras Altas de Chiapas o con los «mayas»
quichés de Guatemala, lo que puede ser aceptable, pero también con
los «mayas» que construyeron Uxmal o gobernaron en Chichén Itzá,
lo cual es más dudoso.
Ellos, por su parte, en la sociedad más amplia en que están in-
sertos, no reciben ni se dan a sí mismos el nombre con que los
etnólogos los conocen. Los términos de «mestizo», macehual o «ma-
yero» son los que, en diversos contextos y con diferentes connota-
ciones, están consagrados por los usos sociales yucatecos. El de «mes-
tizo» es el nombre con que, hoy día, se designa con más frecuencia
al grupo étnico, que en otros lugares de Mesoamérica, se llama "in-
dio». Paradójicamente los «indios» de Yucatán son llamados «mes-
tizos». Entre los requisitos que justifican la aplicación de este tér-
mino se privilegia el vestido; hay un vestir de "mestizo» y de «mes-
tiza". Como indicaba Redfield ya en 1933: «Si un hombre viste
pantalones de algodón, camisa de algodón y sandalias especiales es
un "mestizo"; si una mujer usa huipil y rebozo es una "mestiza";
no importa cuál sea el color de su piel. Correspondientemente, cual-
quiera que lleva modernas ropas europeas es gent~ "de vestido"" l.
Pero, en realidad la forma de vestir no es sino el signo, emblemático,
escogido por los grupos étnicos en interacción como el de máximo
valor o utilidad, para la diferenciación. Los «mestizos» no son sólo
gente que usan ropas pintorescas; "hablan el maya (aunque la ma-
yoría es completamente bilingüe hoy día), y son los únicos que si-
guen practicando los antiguos ritos del bosque, de la milpa y del
hogar; únicamente ellos reconocen y rinden homenaje a los viejos
dioses mayas de los bosques, el viento y la lluvia. Aunque se les
conoce por "mestizos" y no sean evidentemente los representantes
impolutos de varios milenios de cultura maya, sí son, sin embargo,
los herederos modernos de una tradición popular en la cual predo-
minan las costumbres indígenas» 2. Al nombrarse como «mestizos»
se oponen a «la gente de vestido», los «catrines», los que usan ropas
urbanas de carácter regional (la guayabera) o internacional. Los «ca-
trines» tienen un mayor dominio del castellano que los «mestizos»,
menosprecian el trabajo agrícola y no hay «milperos» entre ellos,
que, a todos los efectos, constituye su «grupo étnico» con sus fron-
teras bien definidas 11. Nunca se refiere a la lengua que comparte
con otras comunidades locales que, para él, son ajenas. Un indígena
de San Juan Chamula, por ejemplo, es un «chamula» y no un «tzot-
zil», aunque su lengua sea el tzotzil. Un indígena de Almolonga, en
Guatemala, es un «almolongueño», y no es un «quiché», aunque la
lengua de su pueblo sea el quiché. En cambio, quienes hablan maya
yucateco se nombran a sí mismos como «mayeros» y no hacen re-
ferencia enfática o sustantiva a su origen local. La explicación, pro-
bablemente, reside en las diferentes características de su respectivo
pasado prehispánico (con mayor unificación cultural y política en
Yucatán que en Chiapas), reforzadas por circunstancias sociales y
económicas que, en el presente, han permitido el afloramiento de
una conciencia regional yucateca. En todo caso, parece indudable
que las diferencias locales y, consecuentemente, la identificación 10-
calista, tienen mucha menos significación con respecto a los «mayas»
yucatecos que con relación a otros grupos hablantes de lenguas
mayas.
El término «mayero» permite, claro está, diferenciar al que habla
«la maya» del hablante de castellano, pero establece además otra
distinción más importante con respecto al mecanismo autoidentifi-
catorio de la población indígena yucateca, la diferencia entre «ma-
yero» y «maya». El empleo de un término ad hoc para referirse,
mediante el sufijo «ero» a un hablante de la lengua no es algo casual;
es el resultado del interés por distinguir a los «mayeros» de los
«mayas». Estos últimos son los que vivieron en el pasado, los «an-
tiguos», los que construyeron los «cuyos» (los templos, pirámides
o palacios de piedra), los que dejaron un testimonio visible de su
existencia en la tierra yucateca y, como luego se verá, quienes inter-
vienen, indirecta pero continuamente, en la vida cotidiana de los
«mayeros». Éstos no se ven a sí mismos como «mayas», no se nom-
bran como tales y se esfuerzan por señalar las diferencias que los
separan, a despecho de los etnólogos que, invariablemente, los nom-
bran como «mayas» yucatecos.
Los «mayeros», por otra parte, saben, y éste es un saber que
opera explícitamente en su conciencia, que los «mayas» habitaron
antes el mismo territorio de la península de Yucatál'l. Piensan que
los «mayas antiguos» formaron parte de un mundo y de una huma-
los otros sí son mayas también, pero es diferente su idioma de ellos. Las
letras que tienen las ruinas de Uxmal es su idioma de ellos, es el idioma de
ellos, es otra forma de idioma, como entonces nosotros estamos hablando
otro idioma. Lo que tuvo esa gente, pasaba que no formaron pueblos; o sea
vecino por vecino y enfrente otros vecinos. No hubo. Ellos, donde les gustó
hicieron su casita; pero de otra manera, de pura piedra, embutidas están.
1979, p. 139.
426 DI? PaLzbra y Obra m I?I Nuwo Mundo
Il J. E. Thompson, -Historia y rt?ligión dI? los mayas, México, Siglo XXI, 1975,
pp. 397-417.
14 A. M. Tozzer, Mayas y Lzcandonl?s. Un I?studio comparativo, \.' ed., 1907,
México, Instituto Nacional Indigenista, 1982, pp. 179-180.
IS Véase A. M. Tozzer, ob. cit., p. 12.
Imágenes interétnicas 427
f. ..] los antepasados de que u Tzicbatco ten, de que yax raza bine aluxoob
letiee ca tu formato ciudado aburrido tu/aca casi mundoi u mehmu ruinaso
u ruina ppati bey le cu chaantah mene raza beheelaa desde que kuch tu kin
u terminado siglobee taaz a avisarto bine men Dios. Halibee hijos, teexee,
dzooc teexii mulu cin cinzceex cu taa diluvio [. ..j
entonces ca yanhi u/ah raza u/ah raza anhie indios maa chunazcoon respeto,
maachi u vestircubaoo maachi u tratara e razao ti u yet critianoe, chan
helaane eu cinzcoo tioobii letioo u kaatoo mandar letioobee mala gente mala
raza, impresentable, toda la vida vive en el monte, toda la vidaee tianoo
kaxe te euxanoobee. Entonces eu ta indiosee ca tal españolesoo eaa cinzaboo
ca ueh men e guerrao guerra segundo este segundo guerra ti cimi ula razao.
[el enano] entonces, creo que ya le calcó que ya viene el diluvio. Entonces
decía él a la gente: "No sé que nos va a suceder, pero ya me parece que
nos vamos a acabar. La única forma que podemos saber esto, [es] que haya
un testigo que nos compruebe qué nos va a pasar. Está bueno. Ahora que
hagan un santo de madera». Hicieron un santo de madera, pero [lo] pusie-
ron en la candela [y] ceniza se volvió. Se volvió ceniza. Hicieron otro de
piedra, también se volvió cal. "Pues dos [veces] ya fracasamos ... [dijo el
enano] "Pues mira, el último, lo vamos a hacer de barro ... Nueve días y
nueve noches está ardiendo, está ardiendo, hasta que quedó colorado, [co-
lorado] está el barro. Entonces sí habló: "Sepa, sepa el Medio Pollito [el
enano], que se va a hacer el diluvio de anegación de agua». Entonces, por
eso hicieron esos cuyos altos sobre los cerros. El primer rey fue Tutul-Xiu.
El segundo Medio Pollito [el enano]. Ya no hubo un tercero. Ya no hubo.
Ya es el final de la emigración que vino. El [enano] estaba mandando cuando
el diluvio entró.
encantaban. Así cae la tarde, así cae el sol [pasa el tiempo J. Entonces los
pescadores que siempre estaban allí no estaban conformes, porque viendo
que había milpas y que tenían sus dueños no podían acercarse. Entonces un
día el más grande jefe de los itzaes decidió no encantar las milpas, y lo hizo
por curiosidad, para saber quiénes eran los españoles. Y así llegaron los
españoles y comenzaron a hablar. Los itzaes estaban dentro de su milpa
sembrando sandía, unas sandías grandes. Los caminos de sus pueblos eran
de piedra. Entonces entraron tres españoles para hablar con el dueño de la
milpa que era Tutul Xiu. Cuando los españoles llegaron al pueblo de los
itzaes encontraron a tres princesas hijas de Juan Tutul Xiu, ellas eran muy
blancas y extremadamente hermosas. Los españoles las robaron a las tres.
Cuando llegó el dueño de la milpa, el Rey Tutul Xiu, le contaron que sus
hijas habían sido robadas por los tres dzules. Entonces dijo Juan Tutul Xiu:
.. Esto no va a terminar pacíficamente, va a terminar gravemente». Entonces
Juan Tutul Xiu comenzó ir a Oriente a buscar a sus hijas. Allí se colocaron
en Uxmal, Maní, Cobá y Chichén Itzá, allí se colocaron. Allí quedaron para
siempre. Ahora en Chichén Itzá sólo se encuentran montones de piedra,
sólo piedras labradas se ven, sólo muñecos de piedra hay. Son la raza de
piedra. Pero no están muertos, sólo están encantados. Si los golpeas con un
martillo se vería que no están muertos. Puedes romperlos golpeándolos con
un martillo pero [ellosJ te obligarían a componerlos nuevamente. Si los
rompes, estás perdido, has cometido un gran delito 21.
Esto sucedió hace cien años. Un joven trabajador de la finca en cuyas tierras
estaban las ruinas de Uxmal, tiene a su madre muy enferma. Agobiado por
la falta de dinero para celebrar el velorio inminente, decide salir de cacería
en la noche del Jueves Santo; así, con lo que gane de la caza podrá pagar
los gastos. Se pierde en el monte, y está llorando, cuando escucha voces de
una conversación. Se acerca al lugar de donde vienen las voces y encuentra
una ciudad muy iluminada. Unas personas, que están allí sentadas, le hablan,
le preguntan qué hace y le reprochan el salir a cazar en esa noche del Jueves
al Viernes Santo. El joven se excusa por la necesidad en que se encuentra
y esas personas le regalan productos para él desconocidos: tabaco, vela, tela
de manta, café, azúcar y bizcocho; son las cosas necesarias para el velorio
de su madre. Con la ayuda de estas personas, consigue también una gran
cantidad de dinero que hay en una habitación cuidada por una serpiente. Le
dan instrucciones para que esconda ese dinero y sólo gaste, cada día, una
pequeña cantidad. Le indican el camino de salida y el joven se marcha. Al
poco de salir, mira para atrás y ve el lugar en que ha estado: es un «cuyo".
Cuando llega a su casa, su madre está muena y celebra el velorio con los
productos que ha recibido de los habitantes de las ruinas. Sus vecinos se
extrañan de la calidad, para ellos desconocida, de todos esos productos y
uno de sus amigos le interroga insistentemente, hasta que el joven declara
lo que sucedió. En castigo por su falta de discreción muere esa misma noche.
El amigo acude al mismo lugar en que se perdió el joven fallecido y finge
una situación semejante, con lloros y lamentaciones. Aparecen los habitantes
de las ruinas y le dan una paliza. El hombre se marcha y cuenta, lo que le
ha pasado a él y lo que le contó su amigo, al capataz de la finca y éste, a
su vez, se lo cuenta al dueño. El dueño de la finca decide ocultar lo que
sabe y se marcha a los· Estados Unidos. Regresa con dos noi1:eamericanos
que, con numerosos trabajadores, comienza a excavar el «cuyo". El trabajo
que hacen el primer día es anulado durante la noche y el «cuyo" amanece
intacto. El segundo día sucedió lo mismo. Los noneamericanos deciden
trabajar noche y día, pero durante la noche, una gran culebra que reside en
434 De Palabra y Obra en el Nuevo Mundo
los aluxitos son como enanitos de barro con sus sombreros del mismo ma-
terial. Viven en las cuevas y grutas con sus perritos de barro. A veces se les
oye tocar sus instrumentos que son algo así como trompetas, también de
barro. Si uno los alimenta cuidarán las milpas. Hay que llevarles bebida,
pozole y otras cosas y, así, ni un pájaro se atreverá a entrar en la siembra.
Apedrean a los ladrones. Siempre después de cosechar hay que llevarles los
primeros elotes. Sólo se les puede matar suspendiendo una gran piedra de
una reata sobre algún lugar donde ellos se amontonen. Cuando se pudre la
reata cae sobre ellos y los mata. Todavía existen muchos de estos seres.
Para los «mayeros», como para muchos otros pueblos de muy di-
versas regiones del mundo y épocas históricas, sus .. antepasados»
son diferentes; les atribuyen conocimiento y poderes muy distintos,
no necesariamente mejores ni peores, de los que ellos mismos poseen
en la actualidad. En ausencia de una disciplina profesional de la
historia, sin una historia formulada con pretensión de veracidad, las
diferencias entre los hombres actuales y los anteriores se encarnan
figurativamente, se concretan y particularizan, en múltiples .. histo-
rias», en numerosas narraciones referidas a .. aquel tiempo».
Mediante estos relatos, las diferencias entre la conducta de unos
y otros hombres se hacen percepción interiorizada del transcurso del
tiempo; el tiempo se hace patente en la conciencia por medio de la
representación narrativa de sus efectos en la vida social. Los «ma-
yeros» dicen que los "mayas» de la antigüedad vivían de forma di-
ferente, sabían cosas diferentes, tenían poderes diferentes; el tiempo
acabó con todo ello y se hizo polvo, ruinas.
Pero los «mayeros» --de modo semejante a otros mesoamerica-
nos y otros amerindios- consideran que el conjunto de las diferen-
cias con los predecesores se articulan entre sí y convergen para pro-
porcionar un sentido singular y propio a cada época o edad, para
expresar el destino diverso de los sucesivos períodos cosmogónicos.
Aunque a cada edad le sea asignada una clase de seres o de .. huma-
nidad» muy diferente, los «mayeros» no son, en cuanto a la lógica
empleada en esta concepción temporal, muy distintos de aquellos
pensadores europeos que dividen la historia en etapas y asignan a
cada una un carácter dominante con el cual la nombran y reconocen
(como, por ejemplo, las etapas «teológica», «metafísica» y «positiva»
de Comte, o tantas otras secuencias que han sido establecidas por
las diferentes corrientes historicistas). Sin embargo, los sucesivos
mundos o «soles» mesoamericanos no tienen una dirección explícita
tan marcada como en el historicismo y el concepto de «progreso»
no los subyace e impregna como a las filosofías de la historia ela-
boradas en el seno _de la tradición bíblica. Son estas semejanzas las
que, pese a todos los reparos que pueden hacerse a una división
tajante entre ellas, permiten distinguir la llamada concepción "lineal»
del tiempo de la concepción mesoamericana, impropiamente califi-
cada como «cíclica».
Imágenes ¡merétmeas 439