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Un día perfecto para morir.

Día 22, del mes que ya no importa, del año que desapareció en mis
vagos recuerdos del vago mundo que me hundió como animal. Lo
único que recuerdo es el golpe de aquel policía ignorante, solo estaba
en el momento equivocado, en el lugar equivocado. El culpable fue por
el callejón, ¡y aquí estoy cuatro años después!, nadie noto mi ausencia
pues solo vivía para existir y existía para vivir.

Culpable me encontraron donde ayudar quise, eso le pasa a todo


aquel que mete su ser donde no debe, terco… terco como mula, nada
puedes hacer, eres uno contra mil que no vieron nada, y aun así se
empecinan en hallar un culpable, ¿correcto? ¿o incorrecto? No les
importa, solo quieren ver la primera cabeza rodar y calmar su ímpetu,
y yo, ¡solamente yo!... debo ser muy desafortunado o por el contrario
el más suertudo… Cuatro años, en cuatro paredes, no traen buenas
cosas.

Una sola noche me queda para acabar con esta pesadilla, ya no


recuerdo ni el rostro de aquella chica ensangrentada en medio de la
calle… solo recuerdo su cabello rojizo… aún puedo sentir su aroma
combinado con la sangre, sabrá el embustero cuántos agujeros le dejó
en el vientre, repugnante, asqueroso, ¡inhumano! Era bella, se me
hacía conocida de algún lado, pero no tuve mucho tiempo a su lado,
me hubiera gustado conocerla, invitarla a un café o quizá a cine, pero
no tuve tal fortunio. Rojas eran mis manos en un abrir y cerrar de ojos,
y en este mismo pestañeo la chica perdió el brillo de sus ojos para
desgarrar su existencia y dejarme solo con el garrote del policía de las
sombras.

Ayer fue la audiencia con el juez, tan gordo, tan ‘’pulcro’’, tiene más
cara de violador que ningún otro en la sala, seguramente un perro
pedófilo, ya tenía las de perder, y si… perdí… ¡perdí!, pena de muerte
para el asesino, ¡ciegos malditos!. Solo me queda una noche de
oxígeno para luego ir a la famosa y confortable silla, un choque
eléctrico en la cabeza podrá ser el mayor golpe de suerte, solo en mi
celda me digo “¿Quién fue?, si mal no recuerdo tenía unos pantalones
caqui, un pasamontañas y una chompa negra, pero pude identificar
una marca en su mano, le faltaba un dedo, el meñique, un pequeño
detalle demasiado tarde para recordar ¿no crees?”. Ya no importa, ya
nada importa más que llegar temprano a esa silla que acabará con
toda esta bella ilusión que llamamos vida, vaya vida la que nos toca.

5 de la mañana, faltan dos horas para mi partida, ninguna carta,


ninguna llamada, ni hablar de las visitas, empiezo a creer que la silla
es mi única amiga, ella no fallara, será certera. No pude dormir en toda
la noche, mirando en aquella ventana, entre los barrotes, una
grandiosa noche de luna llena de brillantes estrellas, me tranquilizaba,
me preparaba, me hacía querer seguir existiendo, solo para poder
verla una vez más… vaya suerte, una noche clara que serena mi
mente.

6 de la mañana, me arreglo para ir al clímax de mi historia, solo falta


una hora para ello, ya nada me agobia, su injusta política de justicia la
dejo atrás para relajarme en mi silla, no llega ni un alma, el teléfono
nunca sonó, a quien engaño, siempre supe que mi final sería tan solo
como el desarrollo de mi fugaz existencia, abandoné todo desde hace
mucho, quizá la suerte por fin me encuentra.

Pasa lentamente el tiempo, ¡perfecto!, así puedo quedarme un rato


más monologando incoherencias en mi mente, ¿Qué me espera más
allá de mi amiga, la silla de Thor? Quizá debería rezar ahora que estoy
cerca del fin, pero decido no hacerlo, eso sería tan hipócrita como los
justos que me rodean, quizá lo vea desde abajo esperándolos a que
entren en mi compañía, o quizá quede arriba burlándome de su
pestilencia, o simplemente entre en un mundo intermedio donde se
tiene lo que se quiere, eso sí sería el sueño hecho realidad, sea lo que
sea que venga pronto y me quite la curiosidad, es lo único que he
tenido para entretenerme durante 4 largos años, supongo que se irá
conmigo para zacearla en el más allá, suena hermoso “un día perfecto
para morir”.
6:55 de la mañana, estoy cómodo, la silla es tan confortable como
pensaba, mi amiga, mi única amiga, solo faltan 5 minutos y todo
terminará… Divago en los recuerdos de mi niñez, mis padres no están
ahí, recuerdo el repugnante colegio donde iba a que me robaran y
maltrataran, recuerdo mi trabajo, lo único bueno que tenía además de
mi perro Timito, me pregunto ¿Cómo estará? Espero que bien, eso es
todo, tan vacío como un libro en blanco, estoy por decirle al guardia
que tire de la palanca de una buena vez.

7 de la mañana, he muerto… Al fin soy libre, pero no puedo parar de


agobiarme. Todo fue muy rápido, solo contaron del diez al cero y un
choque paso por todo mi cuerpo, y para terminar mi mundo viendo la
mano de cuatro dedos en la palanca del guardia de mierda, ¡cerdo!…
Existí viviendo de la manera más vacía, para terminar viendo al ente
causante de mí desgracia…

Ahora veo que no todo es tan malo, es la hora de ser para mí ser, al
fin…

Andrés Felipe Cuervo Arango

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