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Día 22, del mes que ya no importa, del año que desapareció en mis
vagos recuerdos del vago mundo que me hundió como animal. Lo
único que recuerdo es el golpe de aquel policía ignorante, solo estaba
en el momento equivocado, en el lugar equivocado. El culpable fue por
el callejón, ¡y aquí estoy cuatro años después!, nadie noto mi ausencia
pues solo vivía para existir y existía para vivir.
Ayer fue la audiencia con el juez, tan gordo, tan ‘’pulcro’’, tiene más
cara de violador que ningún otro en la sala, seguramente un perro
pedófilo, ya tenía las de perder, y si… perdí… ¡perdí!, pena de muerte
para el asesino, ¡ciegos malditos!. Solo me queda una noche de
oxígeno para luego ir a la famosa y confortable silla, un choque
eléctrico en la cabeza podrá ser el mayor golpe de suerte, solo en mi
celda me digo “¿Quién fue?, si mal no recuerdo tenía unos pantalones
caqui, un pasamontañas y una chompa negra, pero pude identificar
una marca en su mano, le faltaba un dedo, el meñique, un pequeño
detalle demasiado tarde para recordar ¿no crees?”. Ya no importa, ya
nada importa más que llegar temprano a esa silla que acabará con
toda esta bella ilusión que llamamos vida, vaya vida la que nos toca.
Ahora veo que no todo es tan malo, es la hora de ser para mí ser, al
fin…