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Eudomar Rivera Examen Estrategias 2
Eudomar Rivera Examen Estrategias 2
Se trata una joven de 19 años. Trabaja como ayudante de enfermera en un hospital de ciudad y
vive sola.
Motivo de consulta: la paciente se levantaba por las noches, iba a la cocina y comía todo lo que
hubiera a su alcance. Se detenía sólo después de una o dos horas cuado no podía encontrar nada
más que comer. Los ataques de gula siguieron durante cinco años hasta que consultó a su médico
general, quien la derivó para tratamiento psiquiátrico, por una supuesta depresión relacionada con
sus ataques de ansiedad de comer. Sus episodios de gula estaban precedidos por sentimientos de
tensión severa y obtenían una cierta relajación, aunque esto iba acompañado por vergüenza y
desesperación. Durante el año anterior a la derivación los períodos de gula habían aumentado de
dos a tres veces por semana.
Por lo general ocurría a la noche después de dormir algunas horas. Después de comer como
desaforada se sentía explotar pero no vomitaba. Trataba de deshacerse de la comida tomando
grandes cantidades de laxantes. Su peso era inestable pero había logrado mantenerlo dentro de los
límites normales simplemente ayunando entre sus crisis de gula. Odiaba la gordura pero en
realidad, nunca había sido delgada. Sus ataques de comer en exceso la hacían sentir culpable y
desesperanzada. Había pensado en el suicidio tomando una sobredosis de los somníferos que su
médico clínico le había prescripto para su insomnio. Podía hacer su trabajo adecuadamente y sólo
había tomado unos días de reposo por enfermedad.
Mujer de 22 años de edad, estudiante de ciencias políticas. Nivel intelectual medio-alto. Vive con
sus padres y una hermana menor. Tiene pareja desde hace dos años.
A los 18 años comenzó a tener dificultades para conciliar el sueño, mantener su ritmo con
normalidad y padecer despertares nocturnos. Acude a la consulta del médico de familia acusando
síntomas de insomnio y malestar físico. Este le receta hipnóticos que tomó durante 3 meses, sin
presentar mejoría por lo que acude a la consulta.
En la evaluación del caso, se detectan síntomas de malestar físico, cansancio, apatía, irritabilidad,
inseguridad, sentimientos de inutilidad, dificultades para concentrase y para dormir. Este malestar
empezó cuando estaba cursando bachillerato.
La paciente informa sobre la preocupación constante ante los estudios. Le provoca gran
nerviosismo y a veces siente presión en el pecho. Afirma que a veces, cree que estas
preocupaciones no la dejan dormir, por lo que al día siguiente se siente cansada para continuar
estudiando.
Manifiesta un alto nivel de exigencia y superación en sus estudios y una falta de confianza en si
misma.
En el área social se desenvuelve sin problemas. Su círculo social es amplio, cuanta con distintos
grupos para salir y tiene dos amigas especialmente íntimas con los que tiene confianza para hablar
de cosas más personales.
La convivencia familiar es buena. El problema más central son las discusiones que mantiene con los
padres, debido a que no la dejan dormir cuando está cansada y esto provoca en la paciente cierta
frustración e incomprensión por parte de la familia.
La paciente es una mujer de 33 años. Es casada y trabaja como secretaria en el estudio de abogacía
de su esposo.
Motivo de consulta: visitó una clínica especializada en ansiedad, después de leer en una revista un
artículo sobre la hipocondría. Durante los años previos se había sometido a numerosos exámenes
médicos porque creía que estaba teniendo una afección cardíaca. El problema comenzó después
de dar a luz a su único hijo. Durante una clase de gimnasia post-parto de pronto notó un
incremento en los latidos de su corazón. Sentía puntadas fuertes en su pecho y tenía dificultad
para respirar. Comenzó a transpirar y temblar, se sintió mareada, sentía un hormigueo en su brazo
izquierdo y temió morir de un ataque al corazón. Inmediatamente dejó al niño en la clase y fue a la
sala de urgencias para que la atendieran. Se le hizo un electrocardiograma pero no se le detectaron
anormalidades. Desde entonces tiene crisis de ese tipo durante 15-30 minutos alrededor de cuatro
veces por mes. Solía pedir ayuda y buscó consejo médico. Durante diez años ha tenido demasiados
exámenes médicos, cada uno asegurándole que no tenía ninguna enfermedad física. Después de
las primeras crisis, comenzó a tener miedo de tener una lejos de su casa o estando en lugares
donde no se puede conseguir asistencia médica. La paciente sólo sale de su casa si lleva su
teléfono celular, lo que le permite comunicarse con el servicio de emi- emergencia si fuera
necesario. Aún de esa manera evita lugares aglomerados, centros comerciales y cines donde no
podría escapar rápidamente. Los ataques han continuado pero ocurren en los lugares donde ella
más teme. Reconoce que tanto los síntomas como su manera de evitarlos son poco razonables y
excesivos pero de todas maneras han dominado su vida. Se siente medianamente deprimida,
inquieta y tiene dificultad para dormir. Se siente insegura y también tiene dificultad para
concentrarse. Inicialmente la paciente fue tratada con una variedad de beta bloqueantes para el
“eretismo cardíaco". Su médico de familia le prescribió diazepam, y ha tomado 5mg tres veces por
día durante los últimos ocho años pero con escaso resultado.
Antecedentes: La paciente creció en una gran ciudad . Su padre era empleado público y su madre
era maestra. Tenía un hermano dos años menor, ingeniero. Dejó la escuela secundaria para asistir a
un instituto para secretarias y más tarde trabajó como secretaria en una firma de abogados. A los
22 años se casó con un abogado diez años mayor que ella, y al año siguiente tuvo un hijo. Debido a
sus crisis dejó su trabajo de tiempo completo y comenzó a trabajar medio día para su marido.
Tienen buenos ingresos y tienen un buen nivel de vida.
La paciente se describió a sí misma como de “tipo tranquila, pero nerviosa” y aunque a veces se
sentía tensa y aprensiva en situaciones inusuales. Siempre fue tímida, sensible a las críticas y reacia
a las relaciones con otras personas, a menos que las conociera bien.
Datos actuales: La paciente era de contextura frágil y pequeña. Al principio del examen se sonrojó
y estaba tensa, se mostraba tímida y reticente. Más tarde, sin embargo, se volvió más segura y
relajada. Impresionaba como anhedónica, pero no deprimida. No había sentimientos de reproche
personal, inhibición psicomotriz, ni signos de pensamiento desordenado o características
psicóticas. No se observaron intentos de tomar ventaja, llamar la atención de forma neurótica o
tendencia a dramatizar. Admitió, aunque dubitativamente, que sus temores eran excesivos.
Eudomar Rivera
C.I. v-07104859
HPS 131-00189V