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Bruno Bosteels

pp. 76-y ss.

Badiu, Hegel y las desventuras de la dialéctica

p. 88: qué es el sujeto y cuál es la función de la dialéctica según H. Lefevre

P. 89 Así, si entre ciertos exalthusserianos la formalización siste


mática
de la estructura bajo ciertas condiciones, que ellos llaman acontecimientos,
apunta a una ceguera sistemática o una incompletud cuya presencia ya presupone la
inscripción de un sujeto, entonces a la inversa podemos esperar encontrar restos de
la opacidad de la estructura, o lo que Sartre hubiera llamado elementos de lo prác
tico-
inerte, en el centro de los esfuerzos del sujeto para llegar a la conciencia. Hegel
mismo, de hecho, había dado a entender esta posibilidad de ver el papel principal
del sujeto, del espíritu, o del yo, no como un ejemplo de manual de síntesis y sublación,
sino como el poder para dividir la realidad en lo real y lo irreal, el poder para
desgajar lo concreto de acuerdo con lo actual y lo no actual, que no es más que una
forma de expresar la fuerza del otro de la conciencia, incluso de la muerte, en el
interior de la conciencia misma. «Pero este algo separado, lo irreal mismo, es un
momento esencial, pues si lo concreto es lo que se mueve es, solamente, porque se
separa y se convierte en algo irreal. La actividad del separar es la fuerza y la labor
del entendimiento, de la más grande y maravillosa de las potencias o, mejor dicho,
de la potencia absoluta», escribió Hegel en su Prólogo a la Fenomenología del espíritu.

90. En vez de oponer sujeto y sustancia como dos círculos cerrados sin intersección
alguna, la tarea real de la dialéctica debe entonces consistir en captar la articulación
de ambos a través de la división interna de su unidad

P. 93. Veamos en más detalle una instancia de esta crítica autorreflexiva del marxismo.
Como punto de partida, la actividad teórica de la conciencia puede situarse en dos
niveles, o como dos tipos de acto: «Dicho del modo más general, la teoría funciona
a través de dos actos pertecientes a un mismo proceso de conocimiento. Primero,
mediante quienes la piensan y la confrontan consigo misma como pensamiento abs
tracto;
segundo, en concreto, como praxis, cuando transforma adecuadamente, es
decir en consecuencia con él mismo, el objeto que le fue propuesto»22. Siempre que
sea interrumpido este régimen de consecuencias, la necesidad interna del concepto,
de ser una inquietud en movimiento pasa a conformar la objetividad siniestra de lo
práctico-inerte

P. 94. «La cuestión es entenderse sobre la dialéctica», escribe también Badiou:


«La dialecticidad de la dialéctica consiste justamente en que tiene su historia conceptual,
y en que divide la matriz hegeliana hasta el punto en que esta se revela en su ser
como una doctrina del acontecimiento, y no como la aventura regulada del espíritu.
Una política, más bien que una historia»24 A. Badiou, ¿Se puede pensar la política

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