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De semejante sumario se desprenderán ciertas ausencias cuyo interés no puede eludirse por una
declaración de falta de méritos:
1-Las nuevas adquisiciones de la fisiología, los hechos del sexo cromosómico por ejemplo y sus correlatos
genéticos, su distinción del sexo hormonal, y la parte que les corresponde en la determinación anatómica-
o únicamente lo que aparece del privilegio libidinal de la hormona masculina, o incluso la ordenación del
metabolismo estrógeno en el fenómeno menstrual-, si bien siempre se impone la reserva en su
interpretación clínica, no dejan de dar qué pensar por haber quedado ignorados por una práctica donde
se alega de buen grado un punto de vista mesiánico sobre unos quimismos decisivos.
La distancia mantenida aquí con respecto a lo real puede plantear en efecto la cuestión del corte interesado,
la cual, si bien no debe hacerse entre lo somático y lo psíquico solidarios, se impone entre el organismo y
el sujeto, a condición de que se repudie para este último la cuota afectiva con que la ha cargado la teoría
del error para articularlo como el sujeto de una combinatoria, única que da su sentido al inconsciente.
2-Inversamente, una paradoja original del punto de mira psicoanalítico, la posición clave del falo en el
desarrollo libidinal, interesa por su insistencia en repetirse en los hechos.
Aquí es donde la cuestión de la fase fálica en la mujer redobla su problema por la circunstancia de que
después de haber hecho furor entre los años 1927-1935, haya sido dejada desde entonces en una tácita
indivisión al capricho de las interpretaciones de cada uno.
Será interrogándose sobre sus razones como podrá romperse esa suspensión.
Imaginaria, real o simbolica, referente a la incidencia del falo en la estructura subjetiva a la que se acomoda
el desarrollo, no son aquí las palabras de una enseñanza particular, sino aquellas mismas donde se señalan
bajo la pluma de los autores los deslizamientos conceptuales que, por no estar controlados, condujeron a
la atonía de la experiencia después de la parálisis del debate.
Debe destacarse el hecho de que Jones en su ponencia ante la Sociedad de Viena, que parece haber quemado
la tierra para toda contribución ulterior, no haya podido ya producir sino su adhesión pura y simple a los
conceptos kleinianos en la perfecta brutalidad en que los presenta su autora: entiéndase la
despreocupación en que se mantiene Mélanie Klein-incluyendo a los fantasmas edípicos más originales en
el cuerpo materno- de su proveniencia de la realidad que supone el Nombre-del-Padre.
Si se piensa que a esto es a todo lo que llega Jones en la empresa de reducir la paradoja de Freud, instalando
a la mujer en la ignorancia primaria de su sexo, pero temperado también por la confesión instruida de
nuestra ignorancia-empresa tan animada en Jones con el prejuicio de la dominancia de lo natural, que le
parece gracioso asegurarla con una cita el Génesis-no se ve que es lo que se ha ganado.
Porque puesto que se trata de la injusticia que se hace al sexo femenino (“¿una mujer nace o se hace?”,
exclama Jones) por la función equívoca de la fase fálica en los dos sexos, no parece que la feminidad quede
más especificada por el hecho de que la función del falo se imponga aún más equivoca por hacerla
retroceder hasta la agresión oral.
Tanto ruido en efecto no habrá sido en vano si permite modular las preguntas siguientes en la lira del
desarrollo, puesto que es esa su música.
1-El mal objeto de una falofagia fantástica que lo extrae del seno del cuerpo materno, ¿es un atributo
paterno?
2- Elevando el mismo al rango de buen objeto, y deseado como un pezón más manejable (sic) y más
satisfactorio (¿en qué?), la pregunta se precisa: ¿es de la misma tercera persona de quien se toma? Pues no
basta con adornarse con la noción del genitor combinado, hay que saber además si es en cuanto imagen o
en cuanto símbolo como se constituye ese híbrido.
3-Puesto que el clítoris, por muy artísticas que sean sus solicitaciones, se impone sin embargo en lo real,
¿cómo viene a compararse con los fantasmas precedentes?
Si es de manera independiente como pone el sexo de la niña bajo el signo de una menos-valía orgánica, el
aspecto de redoblamiento proliferante que toman por ello los fantasmas los hace sospechosos de
pertenecer a la fabulación “legendaria”.
Si se combina (también él) tanto con el mal como con el buen objeto, entonces se requiere una teoría de la
función de equivalencia del falo en el advenimiento de todo objeto del deseo, para lo cual no bastaría la
mención de su carácter “parcial”.
4-De cualquier manera vuelve a encontrarse la cuestión de estructura que introdujo el enfoque de Freud,
a saber que la relación de privación o de carencia en ser que simboliza el falo, se establece de manera
derivada sobre la carencia en tener que engendra toda frustración particular o global de la demanda, y que
es a partir de este sustituto, que a fin de cuentas el clítoris pone en su lugar antes de sucumbir en la
competencia, como el campo del deseo precipita sus nuevos objetos(en primer lugar el niño por venir) con
la recuperación de la metáfora sexual en la que se habían adentrado ya todas las otras necesidades.
Esta observación señal su límite a las cuestiones sobre el desarrollo, exigiendo que se las subordine a una
sincronía fundamental.
Errores y Prejuicios
En el mismo punto conviene preguntar si la mediación fálica drena todo lo que puede manifestarse de
pulsional en la mujer, y principalmente toda la corriente del instinto materno. ¿Por qué no establecer aquí
que el hecho de que todo lo que es analizable sea sexual no implica que todo lo que sea sexual sea accesible
al análisis?
1-En lo que se refiere al supuesto desconocimiento de la vagina, si por una parte difícilmente puede no
atribuirse a la represión su persistencia frecuente más allá de lo verosímil, queda el hecho de que aparte
de algunas observaciones (Josine Müller) que declinaremos por el propio motivo de los traumatismos en
que se manifiestan, los partidarios del conocimiento “normal” de la vagina se ven reducidos a fundarlo
sobre la primacía de un desplazamiento de arriba debajo de las experiencias de la boca, o sea a agravar
grandemente la discordia, la cual pretenden mitigar.