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El Cerebro Moral

Patricia Churchland

Domingo, 4 de mayo de 2014

Reseña del libro de Patricia S. Churchland El cerebro moral: lo


que la neurociencia nos cuenta sobre la moralidad.

Patricia S.Churchland (16 de julio de 1943) es una filósofa canadiense-


norteamericana que desarrolla su labor docente en la Universidad de California y en el
Instituto Salk, donde se ocupa de biología y neurociencia. En su obra El cerebro moral: lo
que la neurociencia nos cuenta sobre la moralidad1 pretende mostrar la base neuronal de
la conducta moral del hombre, lo que puede englobarse dentro de la disciplina llamada
neurofilosofía. La obra parte de un presupuesto central: los seres humanos somos
sociales por naturaleza, tal como defendieron en su momento Aristóteles, Hume y Darwin.

Este libro se puede sumar a los diferentes intentos llevados a cabo por otros
autores, para dotar a la naturaleza humana y a la moral de un cierto fundamento
biológico. Dichos autores son Marc D. Hauser2, Steven Pinker3, Debra Niehoff4, Antonio
Damasio, David Brooks5 y la contribución española de Camilo José Cela Conde y
Francisco Ayala en su libro Senderos de la evolución humana6; en concreto, en el capítulo
titulado "La filogénesis de la moral" donde se abordan la relación entre el altruismo
genético y el moral, la evolución del comportamiento moral, la coevolución genético-
cultural, etc.

La hipótesis central del libro de Churchland es que «la moralidad se origina en la


neurobiología del apego y en los vínculos afectivos». (Churchland 2012: 85) El objetivo
secundario es mostrar que la filosofía moral puede tener un fundamento tangible, material,
alejado de la mera opinión. Tras la declaración de intenciones de la Introducción, la autora
desarrolla sus planteamientos en los siete capítulos restantes; en los cuales se parte
desde la moral del individuo, centrada en los valores y en su base cerebral, hasta llegar a
la religión; tratada como ejemplo de moral aplicada a una colectividad y sustentada en la
misma. De dicho recorrido podemos concluir que para la autora la moral tiene un
fundamento individual; centrado en el cuidado de uno mismo en sus inicios;
posteriormente en el de la descendencia, y finalmente, en el resto.

Churchland afirma que, en primer término, el circuito neuronal del sujeto se ocupa del
cuidado de uno mismo. El sentimiento de inseguridad por la descendencia genera apego
a la misma, siendo éste uno de los fundamentos neurológicos de la moral. En el segundo
capítulo la autora reconoce la dificultad de mostrar los cambios genéticos relacionados
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con la conducta social y cognitiva, lo que supone por ahora un límite a su investigación.
En este capítulo, a la pregunta de si la moralidad es algo exclusivo de los humanos, la
autora responde que los animales tienen moral, y que la ausencia de lenguaje no lo
impide.

En el capítulo tercero se trata el cuidado de los demás; ya he comentado que para la


filósofa la moral comienza, en cierta forma, por el cuidado de uno mismo, y que se
extiende, en un primer término a la descendencia, y posteriormente, a los demás. El
cuidado de uno mismo se hace en base a la homeóstasis que es «el proceso mediante el
cual el medio interno del organismo se regula para aproximarse al rango necesario para la
supervivencia» (Churchland 2012: 40) El origen de la empatía hacia los descendientes es
comportarnos como si ellos estuviesen en nuestro circuito homeostático, es decir, como si
formasen parte de nuestro yo. Además, las hormonas, la dopamina, la oxitocina y la
vasopresina favorecen la cooperación, la protección de los otros y el apego a la pareja;
que formando una familia contribuye a reducir la imprevisibilidad vital y la ansiedad
asociada a la misma. Además de estos factores, en la sociabilidad intervienen: la
capacidad para predecir los comportamientos propios y ajenos, y un sistema neural de
recompensas y castigos.

El capítulo cuarto se centra en la cooperación y la confianza. La oxitocina favorece la


confianza e interviene en las tareas de la mente cuando se ocupa de predecir las
conductas. Por otra parte, la reputación y los castigos a malhechores también son
importantes para establecer pautas de castigo y cooperación. También se puede afirmar
que el cuidado cooperativo de los hijos favorece una mayor cooperación social. En el
capítulo quinto Churchland se ocupa de la importancia de los genes en el desarrollo
cerebral y en la determinación de la conducta. Pese a lo que muchos piensan; no puede
establecerse relación de un gen concreto con un comportamiento determinado, debido a
la pleiotropía de los genes. Por ello, con mucho tiento, la autora se cuida de otorgar
relevancia excesiva a los genes respecto de la moral, pues, como ella misma reconoce;
«los genes son importantes en lo que somos, pero no sabemos en qué medida»
(Churchland 2012: 125) Sobre la existencia de una posible moralidad innata, concluye que
no hay una base genética que limite nuestra conducta a una forma concreta.

En el capítulo dedicado a las habilidades sociales se tratan la corteza prefrontal, a


la que se otorga el origen de la inteligencia en la conducta social, y la capacidad de
imitación, que nos evita el proceso de ensayo-error. Además, favorece la capacidad de
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atribuir estados mentales y, junto con la empatía, parece tener cierta relación con las
neuronas espejo. Posteriormente trata las normas, donde se reflexiona sobre la
universalidad de la Regla de oro, y se repasan los planteamientos morales de filósofos
como Kant, Singer, Bentham o Moore. Churchland reconoce que la crítica central a su
libro es que se centra en el ámbito descriptivo de la moral, en lo que el hombre es;
dejando de lado lo que para muchos es el centro de la moral, el deber ser, la
normatividad. Siguiendo a Hume, no se podría extraer el deber ser del ser. La filósofa
rechaza la falacia naturalista y los planteamientos de Moore sobre la separación de
valores y hechos naturales.

El último capítulo lo dedica a la relación entre moralidad y religión. Para Churchland


la moralidad es un «fenómeno natural con fundamento en la selección natural, la
neurobiología, moldeada por la ecología local y modificada por los avances culturales».
(Churchland 2012: 209) Por ello reivindica el fundamento neurobiológico de la conciencia
y reconoce a la religión como fuente de principios morales, pero no como fundamento de
la moral, pues existen religiones sin Dios y ateos con principios morales. La cultura crea
instituciones para crear confianza y la religión puede ejercer dicho papel en las relaciones
individuales y grupales.

El libro de Patricia Churchland me parece un buen ejemplo de la denominada


Tercera cultura, impulsada por John Brockman en su libro The third culture; en el mismo
se recoge la idea de C.P Snow en Las dos culturas; donde se defiende que la separación
entre la cultura humanística y científica es artificial y que debe ser superada por una
tercera cultura que una a ambas y las supere. Respecto al libro, podríamos preguntarnos:
¿hay en el libro cierto equilibrio entre los elementos biológicos y culturales, o predomina la
biología por encima de la cultura, mostrando un cierto determinismo biológico de la moral
humana? En mi opinión, se otorga demasiada relevancia a lo biológico, o mejor dicho, se
minusvalora la importancia de la cultura y la sociedad en la moral humana.

La autora reconoce en la Introducción y en otras partes del libro, las limitaciones de


sus planteamientos al no complementarlos con la cultura; entendiendo a ésta como el
pasado histórico, las instituciones humanas o la cosmovisión de un grupo humano
concreto. Por contra, sí reconoce la relevancia del entorno ecológico para la moral.

A primera vista, los códigos morales son tan diversos que se nos plantea muy difícil
aceptar una posible naturaleza moral universal común a todos los hombres. En el libro se
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llega a plantear el debate sobre la existencia o no de esos universales morales con base
genética; esta hipótesis parece una actualización de una de las premisas, ya refutada, del
evolucionismo antropológico: la unidad psíquica de la humanidad. Si existiesen esos
genes que fundamentan nuestra moral, lo que la filósofa reconoce como difícil de
demostrar debido a su pleiotropía, podríamos plantearnos si podrían ser modificados por
el entorno o por prácticas culturales; tal como ocurre con la epigenética, y así cambiar y
evolucionar nuestra moral. Con ello se quiere decir que la cultura no sólo puede
determinar la moral; también podría cambiar nuestros fundamentos biológicos de la
misma, tal como ha ocurrido en el pasado durante nuestra larga evolución.

Churchland rechaza definir la moral pero sí se preocupa de tratar la existencia de


la misma en los animales; al respecto, Frans de Waal7 nos muestra que ciertos animales
son morales, e incluso que tienen sentido de la justicia -entendida como reciprocidad y
equidad- capacidad de restricción y de cooperación cuando ello no les reporte beneficio, y
altruismo, siempre que no se vean sometidos a agresividad por los demás. Especialistas
como Michael Tomasello defienden que los primates superiores pueden leer la mente de
los otros.

El libro que he tratado ofrece ciertos fundamentos biológicos de nuestra conducta


moral, pero ésta no puede quedar reducida a lo biológico únicamente pues, en mi opinión,
estamos determinados por el entorno social en que vivimos. Richard Wilkinson8 nos
muestra que las condiciones sociales afectan a nuestro cuerpo y a nuestras expectativas
vitales; la confianza y la cooperación, que Churchland asocia a elementos como la
oxitocina, para Wilkinson se ven afectadas directamente por las desigualdades sociales.
Ambos coinciden en que la cooperación y la confianza nos hacen más morales y felices,
pero con la tendencia biológica no basta cuando la situación social las impide y no las
fomenta, debido a la desigualdad económica y social.

1 Patricia S. Churchland, El cerebro moral: lo que la neurociencia nos cuenta sobre la


moralidad. Barcelona, Paidós, 2012.

2 Marc D. Hauser, La mente moral: cómo la naturaleza ha desarrollado nuestro sentido


del bien y del mal. Barcelona, Paidós, 2008.
El Cerebro Moral
Patricia Churchland

3 Steven Pinker, La tabla rasa, el buen salvaje y el fantasma en la máquina. Barcelona,


Paidós, 2005.

4 Debra Niehoff, Biología de la violencia. Barcelona, Ariel, 2000.

5 Véase la divertida e interesante conferencia de Brooks en:


<http://www.ted.com/talks/david_brooks_the_social_animal?language=en>

6 Camilo José Cela Conde y Francisco Ayala, "La filogénesis de la moral" en Senderos de
la evolución humana, Madrid, Alianza Editorial, 2005.

7 Véase la conferencia en TED:

8 Richard Wilkinson, Las desigualdades perjudican: jerarquías, salud y evolución humana.


Barcelona, Crítica, 2001. También es interesante su conferencia:

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