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Teologia e Historia
Teologia e Historia
Año: 1988.
Páginas: 61 – 67.
Por otro lado, Metz alude que la existencia de una teología tradicional necesita de la
existencia de un axioma encerrado con una visión antigua que en muchos casos encubre
intereses concretos. Por ende, la teología y la iglesia nunca son políticamente inocentes. En
este sentido, el autor resalta que hay un problema epistemológico o de verdad que la
teología debe resolver. Para esto, se toma en cuenta que es de suma importancia la relación
entre el interés y el conocimiento ya que los intereses pueden ser capaces de expresar la
verdad siempre y cuando sean o lleguen a ser universales, es decir, una verdad expresada
para todos como la biblia. Además, se menciona que la búsqueda de justicia ayuda a la
búsqueda de verdad y esto al mismo tiempo se fundamenta en la práctica de un buen
cristiano. Por esto, el buscar a Dios, estar a la disponibilidad de él y la justicia para vivos y
muertos no se pueden separar. Asimismo, se resalta que es necesario no tan solo ser
destinatarios de la narración de historias de fe o de vida, sino más bien ser portadores de
ellos para estar sujetos del lenguaje en memoria de Dios y con esto, superar el modelo
tradicional de la iglesia en el que los fieles solo podían ser receptores.
Esta lectura nos invita a abrir la mente y aprender que la teología está relacionada
con los problemas actuales del hombre, que no se puede dejar de lado la importancia de la
relación entre lo mundano y lo divino porque hay antecedentes históricos que no se pueden
volver a repetir. Además, la responsabilidad del hombre en la historia es muy visible y casi
injustificable. Por esta realidad, el hombre actual ya no puede justificar en Dios cada una de
sus faltas. Cada quien tiene conciencia de lo que hace y por eso debe tomar responsabilidad
de cada uno de sus acciones. Asimismo, la teología está estrechamente vinculado con la
historia, nuestro día a día y el cómo vivimos nuestra fe. Es importante reconocer la realidad
actual y los cambios constantes en el que estamos inmersos. Hablar de Dios ahora es muy
diferente a como fue en los siglos anteriores y esto es algo que debemos tener presente.