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Autor: Johann Babtist Metz.

Año: 1988.

Páginas: 61 – 67.

Título: La pugna de la teología para la integración de la historia y de la sociedad.

Alumna: Bohorquez Flores Ruth Noemi

Johann Babtist Metz es un teólogo alemán nacido el 5 de agosto de 1921 en


Welluck, ciudad de la región de Baviera. Fue profesor de teología en la universidad de
Münster en 1963 y en 1954 fue ordenado presbítero. En muchas de sus obras, destaca la
importancia fundamental de la política dentro de la reflexión teológica, algo que lo lleva a
ser considerado como padre y precursor de la teología política, algo que serviría como
impulso para el surgimiento de la llamada teología de la liberación, tal y como se evidencia
en su ensayo titulado como La pugna de la teología para la integración de la historia y de la
sociedad en el que nos muestra una caracterización de tres principales modelos teológicos
como el paradigma neoescolástico, el paradigma trascendente idealístico y el paradigma
postidealístico.

El paradigma neoescolástico es todavía el más dominante si se habla de la iglesia en


todo su esplendor e historia. Se caracteriza por ser tradicionalista y por la praxis
neoconservadora que se maneja por medio de un tipo de enseñanza escolástica. Sin
embargo, no es factible para resolver los problemas actuales del mundo moderno porque
tiene aún su mirada en el pasado logrando aislar al católico de la relación dual entre lo
social y lo espiritual. El paradigma trascendente idealístico, se caracteriza por hacer uso de
la de la enseñanza de los padres y de la escolástica en el que no da lugar a las cosas de este
mundo sino más bien a lo divino como es el caso de la salvación personal que forma parte
de un punto fundamental para la separación de lo mundano y lo divino. Además, en el este
paradigma se hace una mirada casi completa de la realidad en la que se encuentra la iglesia
actual para fomentar la crítica y esto empuja al llamado del Concilio vaticano II en 1962. El
paradigma del Postidealístico, a comparación de los dos paradigmas anteriores, pretende
conservar productivamente la herencia eclesial – teológico con el confrontamiento de los
retos de la sociedad actual. Ante es esto, en necesario que el hombre aprenda a
responsabilizarse de lo que hace y no solo ahora, se tiene que tomar conciencia que los
actos humanos no deben justificarse en la persona de un piadoso Dios que todo hace y
provee. Este último paradigma, nace como una alternativa a los dos paradigmas que se
mencionó líneas arriba en el que se toma en cuenta la realidad en el que se vive, es decir,
ahora ya no se separa lo humano de lo divino sino por el contrario, van de la mano porque
los problemas actuales necesitan de una intervención teológica.

Según el autor, la teología postidealística enfrentaría tres grandes retos. Primero, la


teología tropieza con el fin de su inocencia histórica y social. En este punto la teología debe
buscar una nueva conexión con la historia porque es inevitable que los problemas históricos
en el que el protagonista es el hombre no pasen desapercibidos. Ante esto, es necesario
olvidar la separación de los acontecimientos humanos de los sucesos divinos. Segundo, La
teología tropieza con el fin de una sistemática sin ubicación ni sujeto. Aquí, se resalta la
naturalidad en el que se está convirtiendo hablar de pobreza sin un fundamento histórico de
por medio. Se nos olvida que los diferentes hechos históricos toman un papel muy
importante en la base de la pobreza y es de suma ayuda tomar conciencia y comprometerse
asumiendo una postura crítica para que estos hechos no vuelvan a pasar. Tercero, La
teología tropieza con el fin de su monocentrismo cultural. En este último, se infiere a que se
ha impuesto una única manera de ver a Dios dejando de lado otras culturas, otras visiones.
En este sentido, se busca el diálogo y se deja de lado el afán de imponer la cristiandad.

Por otro lado, Metz alude que la existencia de una teología tradicional necesita de la
existencia de un axioma encerrado con una visión antigua que en muchos casos encubre
intereses concretos. Por ende, la teología y la iglesia nunca son políticamente inocentes. En
este sentido, el autor resalta que hay un problema epistemológico o de verdad que la
teología debe resolver. Para esto, se toma en cuenta que es de suma importancia la relación
entre el interés y el conocimiento ya que los intereses pueden ser capaces de expresar la
verdad siempre y cuando sean o lleguen a ser universales, es decir, una verdad expresada
para todos como la biblia. Además, se menciona que la búsqueda de justicia ayuda a la
búsqueda de verdad y esto al mismo tiempo se fundamenta en la práctica de un buen
cristiano. Por esto, el buscar a Dios, estar a la disponibilidad de él y la justicia para vivos y
muertos no se pueden separar. Asimismo, se resalta que es necesario no tan solo ser
destinatarios de la narración de historias de fe o de vida, sino más bien ser portadores de
ellos para estar sujetos del lenguaje en memoria de Dios y con esto, superar el modelo
tradicional de la iglesia en el que los fieles solo podían ser receptores.

Esta lectura nos invita a abrir la mente y aprender que la teología está relacionada
con los problemas actuales del hombre, que no se puede dejar de lado la importancia de la
relación entre lo mundano y lo divino porque hay antecedentes históricos que no se pueden
volver a repetir. Además, la responsabilidad del hombre en la historia es muy visible y casi
injustificable. Por esta realidad, el hombre actual ya no puede justificar en Dios cada una de
sus faltas. Cada quien tiene conciencia de lo que hace y por eso debe tomar responsabilidad
de cada uno de sus acciones. Asimismo, la teología está estrechamente vinculado con la
historia, nuestro día a día y el cómo vivimos nuestra fe. Es importante reconocer la realidad
actual y los cambios constantes en el que estamos inmersos. Hablar de Dios ahora es muy
diferente a como fue en los siglos anteriores y esto es algo que debemos tener presente.

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