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Situación actual del pandillaje en adolescentes en el Perú:

Edad:

Según Cesar Ortiz Anderson nos dice que a principios de los noventa el accionar del pandillaje
juvenil era cada vez más notorio en los Asentamientos Humanos y Zonas Marginales de la
ciudad. Rápidamente aparecieron grupos de pandillas en barrios populosos y otros distritos.

En la actualidad existen más de 700 pandillas juveniles en todo el país, conformadas en la


mayoría de los casos por adolescentes jóvenes cuyas edades fluctúan entre los 13 y 24 años;
juntándose en grupos de 20 a más de 100 jóvenes.

Actúan generalmente bajo los efectos del alcohol o algún tipo de drogas y sus días preferidos son
los fines de semana donde salen a "guerrear", hacer violencia o delitos en diferentes calles de la
ciudad.

 Ortiz, Cesar (2004): “Espacios sociales y violencia pandillera en Lima”. Wilfredo


Kapsoli, Cesar Ortiz et al.: Modernidad y pobreza urbana en Lima. URP, Lima

Según Jonathan Meza Mauricio nos dice que generalmente los jóvenes integran una pandilla
hasta promediar un máximo de 25 años. Por ello decimos que la pandilla es una etapa
de socialización por la que algunos adolescentes y jóvenes de sectores populares optan y a través
de la cual entran en contacto y conocen a diferentes actores sociales. A medida que el pandillero
aumenta en edad, las vivencias que estos tienen con el grupo resultan menos significativas y
empieza a despertar en ellos otros intereses, y por ende buscar nuevas experiencias en otros
espacios. El lugar que deja el pandillero saliente es ocupado por un nuevo precoz adolescente
deseoso de integrar el mundo pandillero. De esta manera, la pandilla del barrio se perpetúa en
el tiempo, y son las diferentes generaciones de jóvenes pandilleros que se encargan de darle vida.

 Meza, Jonathan (2001): “Los factores sociales que explican el pandillerismo juvenil”.
Investigaciones Sociales, N° 8, UNMSM, Lima.

Según Julio Mejia Navarrete nos dice que se estima que existen alrededor de 12128 jóvenes
involucrados en 410 grupos de pandillas y los que son responsables de 5318 hechos delictivos
(EMG-PNP, 2008), según otra fuente oficial por concepto de “pandillaje pernicioso” los delitos
registrados se incrementaron de 164 en el 2005 a 1244 en el 2012 (INEI, 2014). La mayoría de
acciones violentas de las pandillas provienen de los jóvenes de los sectores populares y medios
empobrecidos, las mismas que se encuentran compuestas de 7 a 20 miembros, con una edad entre
13 y 20 años y son básicamente de sexo masculino, aunque existen pandillas mixtas y otros
grupos conformados solamente por mujeres.

 Mejía, Julio (2005): “Medios de comunicación y violencia. Los jóvenes pandilleros de


Lima”. Espacio Abierto, Vol. 14, N° 3, Universidad de Zulia, Maracaibo
Situación Geográfica en el Perú:

El Ministerio del Interior y la Policía Nacional detalla que este número se distribuye en 410
pandillas de barrio, deportivas y escolares que aprovechan los fines de semana para cometer sus
fechorías.

El distrito con más pandilleros es San Juan de Lurigancho, seguido por Comas, Ate, Callao, Villa
María del Triunfo, Los Olivos, San Martín de Porres, San Juan de Miraflores, La Victoria,
Rímac, Surco y El Agustino. Las horas preferidas para enfrentarse con otras bandas son entre las
seis de la tarde y las seis de la mañana.

Por otro lado, el estudio revela que casi 11 mil son menores de edad. Más de nueve mil oscila
entre los 18 y 24 años y el resto son mayores de 24 años. Para el secretario del Conasec, Eduardo
Pérez Rocha, los menores siguen el ejemplo de los cabecillas de las bandas, es por eso que cada
vez más pequeños se inician en el mundo del hampa.

El 70% de los 24 mil pandilleros abandonó el colegio. Algunos ni siquiera han acabado la
primaria. Lo preocupante es que más de 15,500 viven con ambos padres. Pérez Rocha explica
que el problema surge porque los progenitores no se dan un tiempo para hablar con los hijos,
salen a trabajar y llegan tarde. Mientras tanto, los hijos faltan a clases, se juntan con delincuentes
y nadie los controla.

El coronel Remy Ramis, jefe del Escuadrón de Emergencia, señaló que entre enero y diciembre
del año pasado intervinieron 110 hechos delincuenciales cometidos por estas bandas. En 2009
hubo 105 incidencias. Las faltas más comunes fueron daños a inmuebles, robo y lesiones.

SOLUCIONES. Para el general Francisco Pasco, jefe de la región policial del Callao, la
ociosidad propicia la delincuencia, por ello, se debe crear más puestos de trabajos.

“En mi jurisdicción hay más de 150 mil jóvenes desempleados, si les ofrecieran un trabajo
estable la cantidad de pandilleros disminuiría notablemente”, aseguró.

Por su parte, Eduardo Pérez Rocha sugirió que los gobiernos locales deben promover
los beneficios que brinda el enrolarse al servicio militar voluntario, para que más jóvenes opten
por esta opción y puedan tener un futuro mejor. Las autoridades tienen la última palabra.

 Sánchez Aguilar, Aníbal. Criminalidad y Seguridad Ciudadana en el Perú del siglo XXI.
Hacia un Sistema Integrado de Estadísticas de la Criminalidad y Seguridad Ciudadana,
Lima, 2018.
NIVEL EDUCATIVO:

La función de la escuela es brindar las condiciones para la formación intelectual, social y


vocacional de niños y adolescentes; es también un medio importante para la inserción del joven
en la vida adulta a través de la profesionalización educativa. Para las personas de sectores
populares, la educación es el principal medio de ascenso social. Volviendo a citar la investigación
de Mejía, generalmente los pandilleros han asistido a colegios estatales y la mayoría de ellos han
sido expulsados o han desertado. Esto evidencia la crisis del sistema educativo nacional que es
uno de los más atrasados de Latinoamérica: los contenidos no responden a las necesidades reales
y cotidianas de los educandos, maestros con deficiente formación y baja remuneración, entre
otros. Ahora, con relación al problema que estamos tocando, el sistema educativo estatal tiende a
expulsar o a hacer insostenible la asistencia de un adolescente o joven que presenta problemas de
conducta y disciplina al colegio. Por ello, para los expulsados o desertores las pandillas juveniles
de lima francisco villegas a 79 escolares, el no haber terminado la secundaria significa un trauma,
pues al verse frustrado el mandato generacional de ascenso social a través del estudio, el joven ve
truncadas sus expectativas de éxito, y como consecuencia desiste de poder lograr un proyecto de
vida formal y reconocido por la sociedad. Habiéndose negado al joven el medio para su
reconocimiento social; la pandilla –citando a Tong– proveería de un reconocimiento que no le dio
la sociedad: la posibilidad de ser respetado por sus contemporáneos debido básicamente por sus
habilidades para la pelea. Así, en el contexto del mundo pandillero saber pelear provoca la
admiración de los miembros de la pandilla, genera la atracción de las chicas y produce temor y
respeto en las pandillas rivales.

 SANTOS, M. (2017) La Vergüenza de los Pandilleros. Lima: Ceapaz.

NIVEL SOCIOECONÓMICO:

La pobreza no es un factor para inclinarse al robo, ya que se puede realizar otro trabajo digno que
nos lleve a realizar nuestras habilidades en el trabajo. (ORTIS, César 2001)

Da cuenta del nivel de vida de un sector poblacional, de su capacidad adquisitiva dentro de la


sociedad. Existe 3 indicadores que da cuenta de la situación económica de los jóvenes.
En el Perú la población desempleada se encuentra entre los 14 a 24 años de edad (13,1 %);
mientras que la subempleada llega al 49.9%. El 63% de jóvenes está desempleado o
subempleado. Si para el común de los jóvenes es difícil conseguir un empleo, los involucrados en
pandillas, están en desventaja debido al menor nivel educativo y escasas capacidades y
habilidades; esto sin considerar la carencia de recomendaciones, la "imagen personal", y los
prejuicios y desconfianza que generan en sus potenciales empleadores. (ORTIS, César 2001)

FAMILIAR:

Un contexto de relevancia incuestionable en el desarrollo adolescente es la familia, dentro del


cual se puede subrayar el clima familiar como uno de los factores de mayor importancia en el
ajuste psicosocial del adolescente (Estévez, Murgui, Musitu y Moreno, en prensa; Estévez,
Musitu y Herrero, 2005; Martínez, 1996; Stevens, De Bourdeaudhuij y Van Oost, 2002). El clima
familiar está constituido por el ambiente percibido e interpretado por los miembros que integran
la familia, y ha mostrado ejercer una influencia significativa tanto en la conducta, como el
desarrollo social, físico, afectivo e intelectual de los integrantes (Schwarth y Pollishuke, 1995,
Steinberg y Morris, 2001; ZimmerGembeck y Locke, 2007).

La desintegración familiar:

La familia como institución básica de la sociedad está en crisis; hay un alto porcentaje de
separaciones y abandono familiar. Por otro lado, la ausencia de los padres, empujados por la
crisis para dedicar más tiempo a la obtención del ingreso 21 familiar, genera un vacío, que
sustituye la crianza de los hijos por otros familiares. Las presiones económicas eliminan los
momentos dedicados a la integración familiar, la afectividad y la recreación entre padres e hijos.
Este abandono familiar y moral, en diferentes grados y formas, algunos violentos y traumáticos,
contribuye a que los jóvenes y adolescentes sean fácilmente captados por las pandillas, en las que
encuentran apoyo, afectividad, identificación y referencia grupal. Los adolescentes consideran
primordial el aspecto formativo dentro del hogar, que exista un entorno cálido cuando no se da
este comienza a sentirse marginado e inseguro. Por ello, se refugia en grupos que, aunque
destructivos, lo hacen sentirse miembro como un curativo a su soledad. Alarcón, R. y Urbina, E.
(2001)

La violencia social y familiar:

Los jóvenes recurren a la pandilla porque en el hogar encuentran y violencia, e incomprensión.


En los barrios han copiado, estos métodos violentos. Muchos ven estos ejemplos y creen que la
autoridad y respeto deben ser impuestos por la fuerza, con el abuso del poder, el desprecio del
derecho de los 22 demás, en medio de una corrupción sin precedentes. En las familias, la
violencia contra la mujer y los hijos, se ha incrementado dramáticamente. El maltrato y abuso
sexual infantil y adolescente tiene como principales abusadores a los propios miembros de la
familia. Estas situaciones marcan la vida de nuestros niños y adolescentes, inclinándoles a
soportar o descargar violentamente los traumas que llevan en quienes consideran más débiles o
sensibles. ALARCÓN, R. Y URBINA, E. (2001:112).

CARACERISTICAS DE UN ADOLESCENTE QUE INTEGRA UNA PANDILLA:

-Los jóvenes integrantes de una pandilla se agrupan por afinidad e intereses comunes.

- Patentan una denominación, un símbolo y adoptan seudónimos entre sus miembros.

- Integran un grupo, que es un espacio de apoyo, afectos y compromisos, de expresiones de


conductas violentas y afirmación de pertenencia grupal por encima de la identidad individual.

- Al pertenecer e identificarse con el grupo, adquieren confianza, seguridad y firmeza en su


desplazamiento territorial y en los enfrentamientos. Las pandillas se identifican y "sacan cara"
por su barrio, demarcando su territorio y límites, lo que provocan enfrentamientos contra otras.

- Las pandillas, a fuerza de violencia, han adquirido un "respeto" social negativo por la agresión
y el vandalismo que producen. Palacios, J. (1988).

El Secretario Técnico del Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana (Conasec), Eduardo Pérez
Rocha, informó que a partir de un estudio realizado el año 2009 en 42 distritos de Lima
Metropolitana y 7 del Callao se descubrió que existen aproximadamente 22.000 pandilleros en
410 grupos de los tipos barrial, deportiva y escolar.

El también ex director de la Policía Nacional del Perú comunicó que el 45% de los pandilleros
son menores de edad, el 38% tiene entre 18 y 24 años, y el 17% entre 24 y 40 años.
Asimismo, el 49% de estos individuos vive con sus padres, el 28% solo con la mamá, el 5%
solo con el papá, y el 18% con otros familiares. El 70% de ellos no estudia.

“El problema es que con el hecho de que ahora tanto padre como madre trabajan entonces lo
dejan al chico sin ningún tipo de control y a su vez asumiendo responsabilidad. Entonces buscan
alguien a quién imitar, y ahí es donde viene el aspecto de liderazgo de los que están en este
momento en pandillas”, dijo en RPP Noticias.

Por otro lado, un informe del Ministerio del Interior señala que en el año 2001 los distritos con
mayor número de pandillas registradas fueron: Callao, El Agustino, San Juan de Lurigancho,
Villa El Salvador, Comas, Villa María del Triunfo, Santa Anita, Ate Vitarte, Loa Olivos, San
Martín de Porres. Alarcón, F. V. (2005). Las pandillas juveniles de Lima. espacio abierto, 1(1),
73-95.

Asimismo, El psicólogo social Federico Tong comentó que actualmente la situación del
pandillaje se ha agravado, pues aunque habrían disminuido estos grupos, pertenecer a uno de
ellos se está convirtiendo en el primer peldaño de la carrera delictiva de un adolescente.
"Las pandillas están desapareciendo y muchas se están convirtiendo en bandas delictivas. Antes
eran grupos de amigos del barrio que tomaban en la calle, apedreaban a sus rivales y podían
cometer ciertos delitos comunes, pero ahora los amigos se agrupan para robar, cometen delitos
más graves, como la extorsión, y se enfrentan a balazos", explicó.

Tong refirió que, según la Policía Nacional, solo en Lima ya hay 20 pandillas que pasaron a ser
bandas delictivas.

"Podríamos decir que hoy en día en el Callao ya prácticamente no hay pandillas, pues todos los
grupos son bandas organizadas. Esa es una tendencia que se viene para el Perú y, aunque la
transición todavía es menor, ya es visible y contagiosa. Si no entendemos esa complejidad, se
corre el riesgo de que los pandilleros, que todavía son mayoría, empiecen a asumir mayores
peldaños en la escala delictiva", advirtió. Diario Perú21 (2015).

Consecuencias en la adolescencia que conforman las pandillas :

Sin perder generalidad, considerando el caso de las pandillas en Estados Unidos,8 los expertos
han identificado un gran número de factores de riesgo que estadísticamente aparecen vinculados a
la adhesión a pandillas y actividades delictivas. Estos factores de riesgo abarcan las diferentes
dimensiones de la vida de un joven:

Individuo.- Sus formas de ocio (TV, videojuegos, Internet) pueden fomentar la violencia y la
agresividad, la incomunicación y la pérdida de relaciones sociales. El consumismo o la diversión
van desplazando al esfuerzo.

 Familia.- Las normas de disciplina y la relación con los padres juegan un papel vital en el
comportamiento social (en este caso, antisocial) del menor. Tan perjudicial puede ser una
actitud demasiado laxa y falta de interés de los progenitores como una actitud autoritaria
que merme la comunicación.9

 Escuela.- El bajo rendimiento, el absentismo escolar y el fracaso escolar favorecen la


delincuencia. La colaboración entre el centro y los progenitores es básica.

 Amistades.- El contacto con “malas influencias” aumenta el riesgo, aunque el menor


proceda de un ambiente socializado. Los jóvenes tienden a imitar las conductas más
cercanas.

 Vecindario ó comunidad.- Víctimas de la discriminación social y excluidos de las


decisiones importantes, muchos jóvenes carecen de planes o proyectos de vida, y son
considerados incapaces de adaptarse al medio social, por lo cual toman la delincuencia
como alternativa de supervivencia. El fácil acceso a las drogas, la falta de oportunidades
de empleo, salud, educación y espacios para la cultura y el deporte.
Es importante destacar, sin embargo, que estos estudios han demostrado que no hay un único
factor de riesgo responsable; más bien, es la acumulación de múltiples factores de riesgo a través
de múltiples categorías los que aumentan en gran medida la probabilidad de actividades
delictivas. Por lo tanto, la delincuencia no es atribuible a un solo factor de riesgo, ya que algunos
jóvenes expuestos al factor de riesgo no lo cumplen y otros jóvenes sin el factor de riesgo si se
ven inmersos en estos comportamientos.

La delincuencia juvenil es un comportamiento precursor de la pertenencia a pandillas. Dicho de


otro modo, prácticamente todos los jóvenes que se unen a una pandilla evidencian haber
participado en actos delictivos con anterioridad. Los estudios también muestran que los
antecedentes de la participación en pandillas empiezan a entrar en juego mucho antes de llegar a
la edad típica para unirse a una pandilla. Para los jóvenes de mayor riesgo, un patrón clave que se
repite parece comenzar en edades de 3-4 años, con la aparición de problemas de conducta,
seguido por el fracaso en la escuela primaria a edades de 6-12 años; el inicio en la delincuencia
en torno a 12 años de edad; unión a pandillas en torno a las edades de 13-15; y delincuencia
crónica, seria y violenta, en adelante desde mediados de la adolescencia (Howell y Egley,
2005).11

Diagnóstico de la prevención:
La violencia juvenil es un síntoma de las dificultades existentes para construir una sociedad
integral; la velocidad de las transformaciones y los conflictos derivados de los nuevos cambios de
la sociedad, el desempleo, la exclusión educativa y laboral, la pobreza, la hiperaceleración del
tiempo político, la descompensación de antiguas redes de solidaridad, la explosión demográfica
en los grandes centros urbanos, el consumo abusivo de alcohol y drogas, los nuevos imaginarios
sociales, los medios de comunicación, etc.; condicionan los ámbitos de la integración social, en la
reproducción cultural y en la socialización de todos, en especial de las nuevas generaciones que
no encuentran mecanismos claros de inclusión social. En este sentido, la manifestación de
conductas antisociales y la comisión de infracciones a la ley penal no constituyen fenómenos
aislados del entorno social; por el contrario, son consecuencias de la inestabilidad que presenta
una realidad social determinada, sumado a factores individuales con que cuenta la persona para
interactuar en sus distintos ámbitos de desarrollo. De este modo, el mejor de los esfuerzos
estatales para evitar este tipo de conductas radica en atenuar los factores que las provocan. De ahí
que el enfoque preventivo resulta ser el más adecuado y eficiente para implementar mecanismos
de control. LIWSKY, N. (1997). Pautas Generales para la formación de planes gubernamentales
de prevención de la delincuencia juvenil. En: El Fenómeno de la Violencia Juvenil: Causas y
posibilidades de cambio, Seminarios, volumen 1, Consejo de Coordinación Judicial, Lima, pág.
57.
En la actualidad, muchos estudios han esbozado determinados factores que, si bien no influyen de
igual forma a todos los adolescentes, pueden favorecer la aparición, en un determinado momento,
de una conducta delictiva. En tal sentido, el análisis de los mismos se torna necesario en la
construcción de una política criminal para niñas, niños y adolescentes en conflicto con la ley
penal. El estudio de los factores de riesgo de Hawkins y Catalano, permite tener un marco de
referencia para analizar las variables que predisponen una conducta antisocial del adolescente y
deben ser abordadas desde el plano de la prevención. (Ver cuadro N°1)
Abordaje o intervención:
En un artículo acerca, de El pandillaje juvenil: un abordaje sociológico para un análisis jurídico,
Jerjes Loayza, Sociólogo y Abogado, Magíster en Estudios Políticos, es docente del
departamento de Sociología en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y del
departamento de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Nos dice, el
pandillaje ha representado, por mucho tiempo, el constante enfrentamiento generacional entre las
juventudes desbocadas y un mundo adulto que se dedicó a controlar y castigar toda actitud
disfuncional que amenace la seguridad de la sociedad.
El presente escrito busca explorar, de manera breve, las motivaciones que se construyen en torno
a la violencia juvenil criticando la supuesta libertad de elección que sus integrantes aplicarían
para convertirse en pandilleros. Tomemos el caso emblemático de Brad de 14 años dado que su
vida es atravesada por la violencia doméstica en su familia, tanto su padre como su hermano lo
han golpeado física y psicológicamente llevándolo a la necesidad de escapar de su hogar en
múltiples ocasiones.
Brad ante el miedo que le proporciona su propia familia, recurrirá a sus pares, la socialización
horizontal aparece aquí como una necesidad y no como una elección, ante la violencia del
hermano. Por su parte el padre, un hombre que había estado once años en la cárcel, trataba con
crueldad a su menor hijo. La intensidad con que expresa el odio hacia su padre marcaría su
accidentada socialización, debido a lo cual escaparía de su casa para independizarse a su corta
edad ganándose la vida tocando el cajón en las líneas de transporte público de la avenida
Abancay en el Centro de Lima: «Por la Av. Grau y Av. Abancay, alquilaba a 8 lucas el cuarto,
son caras y con pulgas (…). Tres veces me he escapado de mi casa, lloraba (…). Me pegaban y
yo me iba. Son condiciones infrahumanas en las que ha tenido que sumergirse dado que habría
huido de su propio hogar debido a la violencia de la cual era víctima. Nuevamente no se
encuentra de cara a una elección sino a un ejercicio de sobrevivencia. Prueba de ello es su deseo
de movilidad social dado que deseaba ganar dinero y pagar sus propios estudios en un colegio
particular en donde reciba una mejor educación: “no tengo plata para irme a un particular (…)
nadie me apoya en mi casa” dice con cierto enojo.
Brad acepta, con absoluta sinceridad, haberse “malogrado”, es decir ingresar a pandillas.
Atribuye la causa a la ausencia de sus padres “mi papá trabaja lejos, mi mamá también, por eso
nadie me controla”. Con su testimonio Brad refleja su deseo de evitar el comportamiento
anómico que puede producir su desbocado camino. Sin embargo, el poderoso resentimiento de
Brad hacia su propia familia no deja de crecer apoderándose de sus propias emociones: «…Si
pudiera, les saco la mierda a mi viejo y a mi hermano». El caso de Brad es un claro ejemplo de la
errónea generalización que se suele aplicar hacia jóvenes pandilleros dado que cada uno de ellos
posee motivaciones que deben ser contextualizadas.
Si bien en el caso de Brad se reconoce a la familia como una amenaza, ésta puede significar para
otros adolescentes la posibilidad del alejamiento y reflexión en torno a estas interacciones
peligrosas. El mayor temor que mostraron los entrevistados es que su transgresión cause malestar
alguno en sus propias familias, ya sea interfiriendo en la privacidad de sus hogares, o con el
simple hecho de que sus padres o familiares más cercanos se enteraran de los actos delictivos que
protagonizaban sus menores hijos e hijas. Si bien muchos familiares están enterados de las
actitudes delincuenciales de sus sobrinos y/o hijos, no cesan de insistirles a los menores que dejen
estas costumbres. Sin embargo, en el mundo de la vida del cual forma parte este comportamiento
junto a los pares del adolescente transgresor, cada acción tiene una valoración propia, es por ello
que son capaces arriesgar sus vidas diariamente al salir de su casa, pues serán presa de enemigos
capaces de herirlos seriamente.
Panchito era un adolescente de catorce años que estaba a punto de ser expulsado por haber sido
encontrado en estado de ebriedad fuera del colegio en horas de clase, sin embargo, su auxiliar
confiaba en que aún se le podía “salvar”. La violencia en su comunidad cercana era de tal
magnitud que se vio obligado a tomar medidas en busca de un respeto: «Todos me buscaban
pelea me decían “mongolito”, me decían “debes avivarte”».
La presión existente era inmensa, siendo los compañeros, e incluso los vecinos quienes abusaban
del más débil, golpeándolo e insultándolo, provocando un aprovechamiento del sentimiento de
inseguridad generado en la víctima. Para facilitar la conversión de la sumisión a la transgresión
violenta, el alcohol y las drogas funcionarán como anestesias sociales, otorgando la fortaleza
suficiente para romper la moral consensuada. Sostenía Panchito, por ejemplo, que sólo atinaba a
robar si absorbía pasta, “absorbes y ya, para ir de frente nomás, ¡como si nada!”, explica. En
efecto, el inicio para muchos de estos adolescentes no sólo es la guerra urbana, sino el robo.
Panchito se inició en las peleas una tarde en la que escapó del colegio, animado por la ausencia
del profesor. Ingirió bebidas alcohólicas y tomó parte de una pelea entre sus compañeros y los
“Menachos”, pandilla de Huaycán. Por aquel entonces, se limitaba a lanzar piedras, aun no sabía
pelear. El mismo día siguió consumiendo alcohol dirigiéndose a la zona H, junto a otros
adolescentes. Fue en una esquina en la cual empezó, “estaba esperando que alguien se descuide
pa’ robarle”. Cuenta su experiencia como delincuente: «(En una ocasión, en pleno robo) (…) a la
mujer le tiran puñete y se cae, y al pata lo agarran de atrás. Yo tengo mi capucha y así nadie me
reconoce. Le saqué como veinte soles y un celular. Sacamos como 50 soles en total. Regresamos
como a las 11:00 pm. (…) como si nada»
El alcohol y las drogas, funcionan, de este modo, como anestesias sociales, que le otorgan la
fortaleza suficiente para romper la moral consensuada. La regulación legal deja de tener sentido
gracias a su carácter anónimo, utilizando una capucha para evitar ser reconocido por las víctimas.
Al preguntársele por su estado de ánimo posterior al robo respondía: “Normal, ya me respetaban
ya nadie me dice nada, nadie”. La sensación de respeto de los demás integrantes de la pandilla
hacia una determinada persona producto de este tipo de “hazañas” desde la mirada clandestina es
vital para quien le urge formas de protegerse contra la presión del resto de pares. Éstos inducirían
constantemente al agredido a formar parte de la pandilla bajo el peligro de seguir siendo objeto
de abusos.
A través de las dos entrevistas se pueden plantear importantes conclusiones. Se destaca la
imposibilidad de una libre elección por parte de los testimonios, con lo cual se disminuye la
hipótesis que culpa por entero al pandillero, quien no solo actúa por una carencia de referentes
que regulen su vida: será víctima de violencia doméstica a manos de la crueldad de su propia
familia o será presa del entorno violento al cual está obligado a pertenecer ante el peligro de ser
victimizado. (POLEMOS., 2018).

Por otra parte, en el libro, Experiencias participativas con adolescentes y jóvenes en proyectos de
promoción del desarrollo juvenil y prevención de la violencia. El caso del Perú. Hace énfasis en
el punto 1.2.5 y nos habla acerca de la violencia contra pares y otros: pandillas, barras bravas y
manchas escolares violentas (pp.20 – 21).
Las pandillas, agrupaciones con una fuerte identidad de grupo y sentido de pertenencia al barrio,
defienden su territorio frente a otras pandillas; las barras bravas que, como agrupaciones
juveniles, están unidas por la pasión por su equipo de fútbol y su identificación con este, se
enfrentan a sus similares de equipos contrarios; y las manchas escolares violentas (o pandillas
escolares) se disputan el territorio en torno a sus colegios enfrentándose a otras manchas.
Estudiosos sobre el tema sostienen que las familias de estos jóvenes pueden o no ser
desestructuradas. Lo común, afirman, son el autoritarismo, los métodos violentos de crianza y la
carencia de expresión de los afectos con profundos bloqueos en la comunicación. Integran las
pandillas quienes tienen problemas familiares y encuentran en esos espacios su afirmación de
grupo: viven la pandilla como un sustituto de la familia (CEAPAZ, 2003).
Hasta febrero del año 2000, la Dirección de Participación Ciudadana (DIPARCI) de la Policía
Nacional empadronó a 390 pandillas de Lima y Callao e identificó a 12.300 adolescentes, jóvenes
y adultos. De esta muestra (que no es la totalidad del fenómeno), hasta 88% eran menores de 24
años de edad, con predominancia del grupo correspondiente a adolescentes de entre 12 y 17 años
(53%); de este total, el pandillaje barrial era el de mayor incidencia y proporciones (79,82%),
seguido por el escolar (10,9%) y finalmente por las barras bravas (9,29%). Diversos medios de
comunicación informaron en el 2002 que el número de pandillas llegaba a 1.200 solo en Lima,
sin contar otras formas de prácticas violentas ejecutadas por jóvenes, tales como las barras bravas
o las manchas de escolares que protagonizan batallas campales en la vía pública. Las pandillas y
las barras bravas se constituyen en espacios de socialización. Jóvenes de ambos sexos encuentran
en ellas referentes que no poseen en su familia o su escuela, y establecen en su interior lazos
emocionales y de identidad, así como sentimientos de pertenencia muy fuertes. Por esta razón, en
algunos casos pasan de ser líderes generadores de violencia a activos promotores del desarrollo
de sus comunidades.
Respecto a la violencia en la escuela, 42,1% de escolares consultados señalaron la presencia de
estudiantes pandilleros. Resulta revelador que alrededor de 20% opine que la violencia es
necesaria en el hogar, la escuela y el barrio, es decir, uno de cada cinco escolares muestra una
tendencia favorable al uso de la violencia en la vida cotidiana. Especialistas en salud afirman que
la violencia juvenil es un problema social con claros componentes asociados a la salud mental, y
que aún es insuficiente la investigación sobre el tema. Por otra parte, señalan que las conductas
violentas se deben afrontar mediante la promoción de valores, el fomento del uso adecuado del
tiempo libre y el desarrollo de acciones de prevención, recuperación y reinserción frente a este
tipo de conductas (Ragúz, 2002). Sin embargo, hasta hace unos años la respuesta del Estado ha
sido represiva, e incluso se consideró un avance la ley contra el pandillaje pernicioso. Expertos de
la Dirección Nacional de Participación Ciudadana señalan que el denominado pandillaje
pernicioso ha sido englobado en el campo de la delincuencia, pero que esta medida no soluciona
el problema. Debe ubicarse más bien, afirman, donde realmente se encuentra: en la
responsabilidad de todos, pues este fenómeno es consecuencia de una profunda crisis estructural.
Castro, A, Espinoza, E., (2006).

Refencias bibliográficas:
 (2018) “Factores Sociales que explican el Pandillerismo Juvenil”. En Revista de
Investigaciones Sociales Nº 8. Liman: UNMSM

 Sánchez Aguilar, Aníbal. Criminalidad y Seguridad Ciudadana en el Perú del siglo XXI.
Hacia un Sistema Integrado de Estadísticas de la Criminalidad y Seguridad Ciudadana,
Lima, 2018.

 SANTOS, M. (2017) La Vergüenza de los Pandilleros. Lima: Ceapaz

 Alarcón, R. y Urbina, E. (2001)

 ALARCÓN, R. Y URBINA, E. (2001:112).

 Ortiz, Cesar (2004): “Espacios sociales y violencia pandillera en Lima”. Wilfredo


Kapsoli, Cesar Ortiz et al.: Modernidad y pobreza urbana en Lima. URP, Lima

 Meza, Jonathan (2001): “Los factores sociales que explican el pandillerismo juvenil”.
Investigaciones Sociales, N° 8, UNMSM, Lima

 Mejía, Julio (2005): “Medios de comunicación y violencia. Los jóvenes pandilleros de


Lima”. Espacio Abierto, Vol. 14, N° 3, Universidad de Zulia, Maracaibo
 Portal Jurídico Interdisciplinario. (2018). El pandillaje juvenil: un abordaje sociológico
para un análisis jurídico. Recuperado de http://polemos.pe/pandillaje-juvenil-abordaje-
sociologico-analisis-juridico/
 Castro, A., Espinoza, E. (2006). Experiencias participativas con adolescentes y jóvenes
en proyectos de promoción del desarrollo juvenil y prevención de la violencia.
Recuperado de http://bvs.minsa.gob.pe/local/MINSA/1622.pdf

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