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Humpty Dumpty
"El lenguaje, nos diría Gorgias, no es un instrumento que sirva para representar la
realidad sino para dominar y manipular al otro, para convencerlo y plegarlo a
nuestra voluntad. El que mejor maneja el lenguaje no es el que emplea las
palabras de acuerdo con su significado habitual sino el que más éxito tiene
convenciendo a los demás. No se trata de convencer al otro de un modo racional y
argumentado, porque para hacer algo así es necesario que las palabras tengan un
significado común. Se trata más bien de persuadirlo o 'hechizarlo' para que
comulgue con nuestras ruedas de molino".
El poder se ha inspirado a menudo en Gorgias y se presenta siempre de la mano
de la hipérbole de un lenguaje manipulador. De ahí que la madre de todas las
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Instituto Superior de Formación Docente “Dra Carolina Tobar García”
Profesorado de Educación Inicial 2do. Año
Lengua, Literatura y su Didáctica II
Esp.Prof. Sup. Lucio Carrancio
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Profesorado de Educación Inicial 2do. Año
Lengua, Literatura y su Didáctica II
Esp.Prof. Sup. Lucio Carrancio
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hombre, se conservan finalmente sólo por una forma específica, un orden lexical o
sintáctico, en una palabra, un lenguaje: la escritura absorbe en adelante toda la
identidad literaria de una obra. Una novela de Sartre sólo es novela por la fidelidad
a cierto tono recitado, intermitente por lo demás, cuyas normas fueron establecidas
en el transcurso de toda una geología anterior de la novela; de hecho, la escritura
recitativa, y no su contenido, reintegra la novela sartriana en la categoría de las
Bellas-Letras. Más aún, cuando Sartre intenta quebrar la duración novelística, y
desdobla su relato para expresar la ubicuidad de lo real (Le Sursis), la escritura
narrada recompone por encima de la simultaneidad de los acontecimientos, un
Tiempo único y homogéneo, el del Narrador cuya voz particular, definida por
accidentes reconocibles, cubre el develamiento de la Historia con una unidad
parasitaria y da a la novela la ambigüedad de un testimonio que puede ser falso.
Por ello vemos que una obra maestra moderna es imposible, ya que el escritor, por
su escritura, está colocado en una contradicción insoluble: o el objeto de la obra
concuerda ingenuamente con las convenciones de la forma, y la literatura
permanece sorda a nuestra Historia presente y el mito literario no es superado; o el
escritor reconoce la amplia frescura del mundo presente, aunque para dar cuenta
de ella sólo disponga de una lengua espléndida y muerta; frente a la página en
blanco, en el momento de elegir las palabras que deben señalar francamente su
lugar en la Historia y testimoniar que asume sus implicaciones, observa una trágica
disparidad entre lo que hace y lo que ve; bajo sus ojos, el mundo civil forma ahora
una verdadera Naturaleza, y esa Naturaleza habla, elabora lenguajes vivientes de
los que el escritor está excluido: por el contrario, la Historia coloca entre sus dedos
un instrumento decorativo y comprometedor, una escritura heredada de una Historia
anterior y diferente, de la que no es responsable y que sin embargo es la única que
puede utilizar. Nace así una tragicidad de la escritura, ya que el escritor consciente
debe en adelante luchar contra los signos ancestrales todopoderosos que, desde el
fondo de un pasado extraño, le imponen a la Literatura como un ritual y no como
una reconciliación.
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Profesorado de Educación Inicial 2do. Año
Lengua, Literatura y su Didáctica II
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Definición de escritura
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Lengua, Literatura y su Didáctica II
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Para Barthes, existen tres realidades formales de las que dispone el escritor para
su expresión: la lengua, el estilo y la escritura. La lengua es un horizonte compartido
por todos los hablantes, es el límite de lo que se puede decir, es un objeto social
por definición, no por elección; por lo tanto, no es un lugar de compromiso para el
escritor, sino una naturaleza. El estilo es la expresión de su mitología personal, la
historia de su pasado; su origen es más bien biológico, ya que nace y se desarrolla
junto con él; sin embargo, dado su origen, no se trata de una elección sino de una
naturaleza, como la lengua. Barthes plantea que el verdadero lugar de elección y
compromiso es la escritura: a diferencia de la lengua y el estilo, la escritura no es
naturaleza sino función: une a la creación con la sociedad y se adhiere a las grandes
crisis de la historia. Ya que no es naturaleza, su configuración es de índole
simbólica: encierra al discurso en un signo total que expresará una postura frente a
la realidad. Para resaltar esta característica de la escritura, Barthes la opone a la
palabra (la lengua); así, se ve que la primera, al ser simbólica, encierra una intención
que está más allá del lenguaje; ya que se configura como un signo total, su
significado es dado en su unidad y no en la sucesión de sus signos. La palabra, por
otro lado, cobra su significado en la sucesión, en su movimiento de signos vacíos,
y su intención es solamente comunicar. La escritura nace de la reflexión del escritor
sobre el uso social de la forma y será, por lo mismo, un modo de pensar y entender
la literatura.