1. Introducción
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Para mayor abundamiento acerca de la caracterización de las lenguas de
especialidad, así como también sobre los diversos planteamientos que se han venido
haciendo de estas mismas lenguas desde los años sesenta del siglo XX hasta el
momento actual, véanse: (Martín Zorraquino, 1997); (Cabré, 1993); (Cabré y Gómez
de Enterría, 2006).
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Tomamos el concepto de funciones del lenguaje directamente desde la tradición
lingüística que va de Bühler a Jakobson.
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y gracias a las que se interrelacionan; son estos mismos rasgos los que las
diferencian de la lengua común con la que comparten el mismo sistema
lingüístico. Además, también presentan marcadas diferencias entre ellas
mismas, ya sea por su inclusión en un ámbito de especialidad determinado
(ciencias experimentales, ciencias no experimentales o humanas, técnicas,
etc.), o también por su realización en situaciones comunicativas concretas,
rasgo este último que condiciona su nivel de empleo ya sea de
especialización, semidivulgación, divulgación, etc.
Las lenguas de especialidad como ya hemos indicado son
subsidiarias de la lengua común con la que comparten rasgos de carácter
estructural, tales como la morfología y la sintaxis y, en consecuencia, los
procedimientos para la formación de palabras. Sin embargo se diferencian de
la lengua común porque poseen terminologías propias, además de otros
rasgos lingüísticos −fundamentalmente sintácticos y estilísticos− pragmáticos
y funcionales que las caracterizan (Cabré, 1993). Son el léxico y las marcas
discursivas de los textos especializados los rasgos lingüísticos más
destacados que las distinguen de la lengua común.
Las lenguas de especialidad son patrimonio de los especialistas que
las emplean para poner en práctica la comunicación científica, tecnológica y
profesional, aunque hoy traspasan constantemente el umbral de especialidad
y llegan hasta el hombre de la calle. Este fenómeno se produce gracias a la
intensa labor divulgativa que ejercen los medios de comunicación. Es
frecuente que los vocabularios especializados lleguen a insertarse en el
discurso de la publicidad donde pueden establecer, con respecto a la lengua
común, relaciones interactivas de carácter bidireccional (Cortelazzo, 1994).
Lo que nos lleva a afirmar que muchas veces es difícil marcar los límites que
existen entre lengua común y lengua de especialidad, especialmente en
algunos sectores como, por ejemplo, el de los productos financieros, la
cosmética, la nutrición, la electrónica, etc.
De esta manera los términos especializados pasan a funcionar en un
nivel lingüístico más cercano a la lengua común alejándose de aquel otro más
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especializado para el que habían sido acuñadas las nuevas voces. Es por esto
por lo que hoy el contexto de investigación y enseñanza de las lenguas de
especialidad se sitúa en la más reciente Teoría Comunicativa de la
Terminología (Cabré, 1999), ya distante de la rígida Teoría General de la
Terminología que ubicaba cada lengua de especialidad únicamente dentro del
contexto delimitado por su propio ámbito o área temática.
Cada una de las lenguas de especialidad posee aspectos peculiares
estrechamente relacionados con el grado de especialización y el nivel de uso
que de ellas hacen los usuarios según sea la temática, interlocutores,
contexto, intención del hablante, etc. Además, estas lenguas poseen carácter
universal en la misma medida en que son universales la ciencia y la técnica.
Son lenguas que identifican a los usuarios como miembros de una comunidad
científica o profesional con un estilo comunicativo propio, esto es,
pertenecientes a un grupo en el que la lengua de especialidad actúa como
elemento de identificación. De ahí que las lenguas de especialidad puedan
traspasar todas las fronteras y posean carácter interidiomático, con lo que
facilitan la comunicación precisa que exige la ciencia, la tecnología y los
contextos profesionales.
Los usuarios de una lengua de especialidad deben poseer un
conjunto de conocimientos y competencias necesarios para dominar lo que
podríamos llamar doble competencia, tanto por el conocimiento de los
referentes funcionales del ámbito especializado, como por el de la lengua de
especialidad de que se trate (Schifko, 2001).
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científico; a la formación del autor del texto; a los conocimientos que poseen
los receptores para los que el emisor/autor ha elaborado su texto y; por
último, al medio que sirve de soporte para la transmisión de la comunicación
especializada.
Es evidente que dentro de un ámbito concreto, según se trate de
comunicación escrita o comunicación oral, se utilizarán procedimientos
diferentes. Incluso cuando se trata de una misma comunicación oral, también
puede variar el tipo de discurso empleado según el lugar donde se ponga en
práctica la situación comunicativa. De la misma manera, podemos comprobar
diversos niveles de discurso científico escrito, atendiendo al tipo de
publicación en la que se produce la comunicación.
En consecuencia, es imprescindible plantear la necesidad de
establecer una tipología de textos de especialidad para la programación de la
enseñanza–aprendizaje de una lengua con fines profesionales. La
clasificación de los discursos de especialidad se puede realizar a partir de
criterios tales como la situación comunicativa, la formación y, en
consecuencia, el grado de especialización de emisor y receptor y el tipo de
soporte que nos proporciona el mensaje (Loffler-Laurian, 1983).
Los discursos así clasificados se sitúan en tres niveles, el primero
corresponde a un entorno de especialización científica; cuando la
comunicación se desarrolla en un ámbito de investigación universitario o
similar. En este primer nivel el emisor y el receptor son investigadores
científicos, el soporte es una publicación dirigida únicamente a especialistas.
Son textos muy especializados que suelen recoger las actas de congresos o de
reuniones científicas, muchas veces con proyección internacional. Este
primer nivel del discurso científico especializado únicamente puede ser
empleado para programar la enseñanza destinada a los alumnos que posean
un conocimiento alto de la lengua de especialidad. Emplearemos estos textos
para programar actividades de consolidación de conocimientos en el último
tramo de los niveles superiores del aprendizaje de la lengua.
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Conviene recordar aquí que el aprendizaje de la lengua de especialidad sólo se puede
comenzar después de que el alumno haya consolidado el primer nivel de adquisición
de la lengua común.
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Véase 2.
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Es por esto por lo que el profesor debe prestar atención especial a las
tareas relacionadas con la descripción, tipologización y estudio de los textos
de especialidad con fines metodológicos a fin de llevar a cabo los pertinentes
análisis que pueda requerir cada texto. Siempre de acuerdo con su temática y
su nivel, valorando para su explotación en el aula algunos aspectos tales
como:
la configuración textual en cuanto al tipo de párrafos y frases;
el empleo de los tiempos verbales; valor específico de algunos
tiempos determinados;
el valor de la primera persona del plural denotando la presencia de
un equipo, ya sea de investigación, ya de trabajo, o de un equipo
técnico;
las frecuentes nominalizaciones con la consiguiente formación de las
nuevas unidades léxicas;
el componente léxico semántico de carácter específico;
terminología, fraseología especializada, etc.;
valor de las estructuras sintácticas que son propias de los textos
especializados: unidades sintagmáticas complejas; unidades
sintagmáticas de carácter preposicional; construcciones predicativas
específicas: especialmente la pasiva con se y pasiva de agente, etc.;
el valor funcional y lingüístico de algunos recuadros con datos
complementarios que pueden ofrecer algunos textos;
la información gráfica adicional que proporciona cierto tipo de
textos;
los glosarios como fuente del vocabulario propio del área temática y
también como mapa conceptual de la materia.
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las diversas áreas del dominio que en él están representadas. Sin considerar la
posibilidad, también señalada por Clear, de eliminar cantidades equivalentes
de los textos más antiguos que contiene el corpus, porque cuanto mayor sea
el volumen de textos de especialidad que tenga el corpus, mayor será su
representatividad (Pearson, 1998). El corpus monitor así compilado acogerá
gran cantidad de palabras términos y semitérminos dado el volumen textual
constante que lo mantendrá en continua actualización, de tal manera que sea
un corpus dinámico (Torruella y Llisterri, 1999).
Otro aspecto prioritario es la representatividad del corpus sobre todo
en cuanto a la naturaleza de los textos ya que estos serán fiel reflejo de una
situación comunicativa concreta, es decir, del nivel de especialización.
Valoraremos la densidad terminológica de los textos, incluyendo para ello
discursos de un nivel de especialización intermedio, junto con otros del nivel
bajo o de divulgación; prescindiendo del nivel de especialización más alto, ya
que este nos proporcionaría un nivel de lengua que se distancia del
aprendizaje de los alumnos. Los textos seleccionados en los niveles
intermedios de especialización nos van a proporcionar la densidad
terminológica adecuada y además van a favorecer la presencia de estructuras
reformulativas o explicativas que contribuyen al enriquecimiento de los
alumnos en cuanto a los contenidos gramaticales. La elección de los textos en
los niveles indicados también favorecerá la presencia de un número muy
considerable de semitérminos o léxico subtécnico del área de especialidad,
que es imprescindible para cubrir los objetivos propuestos al diseñar el
corpus textual.
En resumen, cuanto mayor sea el corpus y el número de niveles
textuales que acoja más posibilidades tendrá de ofrecernos una muestra real
de lengua para llevar a cabo el proceso de enseñanza–aprendizaje de la
lengua de especialidad. Por último solo queda recordar que el corpus también
proporciona al profesor los patrones gramaticales más recurrentes del área del
Español lengua de especialidad que debe incluir en su programación, y
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6. Conclusiones
Bibliografía
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