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quiten los créditos de quienes nos esforzamos para brindarles está historia traducida. Esta no
es una traducción realizada por una editorial o autopublicada por los mismos autores en
habla hispana.
Esperamos disfruten de esta historia.
Traductoras
America_12 Mary Haynes PrincessK
NataliCQ Jane Nyx
Mariela Jazmín Majo
Hailo0 Kotita89
Dianna' Piopolis 3
Moderadora de Corrección
Mae
Correctoras
Ori St Delphi Annabrch
Jazmin Nyx
Dianna' Yeeis.m
Jane' Koté
NataliCQ
Revisión Final
NataliCQ
Diseñadora
Jazmín
Índice
Sinopsis Capítulo 18
Capítulo 1 Capítulo 19
Capítulo 2 Capítulo 20
Capítulo 3 Capítulo 21
Capítulo 4 Capítulo 22
Capítulo 5 Capítulo 23
Capítulo 6 Capítulo 24
Capítulo 7 Capítulo 25 4
Capítulo 8 Capítulo 26
Capítulo 9 Capítulo 27
Capítulo 10 Capítulo 28
Capítulo 11 Capítulo 29
Capítulo 12 Capítulo 30
Capítulo 13 Capítulo 31
Capítulo 14 Capítulo 32
Capítulo 15 The Power
Capítulo 16 Sobre la Autora
Capítulo 17
Sinopsis
Los Parcas están riendo a más no poder...
Ha pasado un año desde que Seth hizo el trato con los dioses que comprometió
su vida a ellos. Y hasta ahora, los trabajos que le han dado han sido violentos y
sangrientos —lo cual es algo bueno para él. Pero ahora Apolo tiene algo más en
mente para Seth. Él tiene que hacer de protector, manteniendo sus manos y dedos
fuera, y para alguien que realmente tiene un problema con la moderación, esta
nueva asignación podría ser la más difícil de todas.
Josie no tiene idea de cuál podría ser el acuerdo de este loco y caliente chico,
pero es una buena apuesta que su llegada signifique que la nueva vida que ella
empezó después de salir de casa está a punto de ser arrojado a una Olímpica-
batidora que la convertirá en puré. O Josie está enloqueciendo o una pesadilla
directamente salida de un antiguo mito está yendo tras ella. 5
Pero podría ser la improbable atracción latente entre ella y los dorados ojos, y
ocultos secretos de Seth lo que pueda llegar a ser lo más peligroso de todo.
Porque la historia una vez más se ha vuelto a repetir.
Titan #1
1
Traducido por NataliCQ
Pero en la muerte, eran todos iguales, lo cual era sucio, maloliente, y muerto.
Mi mirada se dirigió de nuevo a las puertas dobles abiertas. Centinelas estaban
aquí. Podía sentir su recelo a entrar en el edificio, el sabor de su ansiedad en la
punta de mi lengua. Una leve sonrisa levantó las comisuras de mis labios. Ellos
sabían que yo estaba aquí. Podían sentirme, también, pero era algo muy diferente a
ellos.
Yo era un mestizo, pero también era el Apollyon, un niño de un puro y un
mestizo, unión que había sido prohibida desde hace miles de años, ya que un
Apollyon era más poderoso que lo que cualquier puro o mestizo podrían aspirar a
ser.
Y siempre llegaba a los escondites de los traidores antes que ellos, por lo que los
Centinelas eran por lo general dejados con la limpieza, lo cual estaba seguro que les
encantaba absolutamente.
La primera en entrar fue una mujer mestiza vestida igual que yo. Su pelo negro
estaba recogido en un pequeño nudo ordenado en la parte superior de su cabeza.
Era mayor, probablemente en sus treinta y tantos años. Era bastante raro que un
Centinela viviera tanto tiempo. Su piel oscura palideció cuando se detuvo justo en
7
la entrada. Apretó los puñales de titanio en sus manos mientras esperaba algo
vicioso salir de debajo del caos sangriento.
La Centinela inclinó su cabeza hacia lo alto, y la luz del techo se deslizo a través
de sus amplios pómulos. Tenía una cicatriz debajo de su ojo derecho, la piel más
clara en tono. Me vio y se quedó inmóvil.
Mi sonrisa se ensanchó.
Detrás de ella, otro Centinela entró corriendo, casi estrellándose con ella. Él me
vio y susurró—: Seth.
Dijo mi nombre como si yo fuera el monstruo debajo de la cama, y en cierto
modo me gustó eso. Luego otro Centinela y otro entraron. El quinto tomó un
vistazo a mi trabajo de diseño de interiores y se desplomó. Golpeando sus manos
sobre sus rodillas, vomitando su cena.
Bonito.
Nuestra sociedad existe completamente desconocida para el mortal promedio y
había operado bajo lo que se conoce como la Orden de Razas durante miles de
años. La Orden había sido desmantelada, lo que significa que los mestizos ya no se
ven obligados a elegir entre convertirse en Centinelas —cazando criaturas violentas,
protegiendo puros, haciendo cumplir las leyes, y por consiguiente usualmente
muriendo muy rápidamente en el trabajo— o sirvientes, que era un trabajo que
realmente no era un trabajo, sino más bien como la esclavitud. Desde entonces,
muchos puros mimados habían firmado para ser Centinelas, compensando la
pérdida de los mestizos que habían más o menos dicho: “Olvida esta mierda, estoy
fuera”.
Apolo, el dios del sol y otras cosas molestamente importantes que hacen que
matarlo sea prácticamente imposible a menos que uno quiera acabar con el mundo,
se encogió de hombros.
—Tal vez lo hice.
Había estado teniendo una buena noche. Comí filete y langosta para la cena.
Asesiné algunas personas. Asusté algunos puros y mestizos. Planeé hacer otra visita
a todas las chicas de la universidad que había descubierto hace unos tres meses.
Esas chicas podrían animar a cualquier tipo. Pero ahora él estaba aquí. Todo iba a
bajar por un tubo de mierda desde este punto.
Irritación pinchó en mi piel, haciendo que los glifos se agitaran sin cesar a través
de ella. Apolo y yo tuvimos una historia, una muy mala historia. Él no podía
matarme. Yo no estaba seguro de cómo cualquiera de los dioses del Olimpo podría
matarme, pero sabía que lo harían, eventualmente. Simplemente no todavía; aún
me necesitaban.
—¿Qué quieres?
Inclinó la cabeza hacia un lado. —Uno de estos días me hablarás con respeto,
Apollyon.
—Uno de estos días te darás cuenta de que no te respeto.
Los Centinelas en la habitación me miraron como si acabara de bajar mis
pantalones y sacudir mis genitales en sus rostros.
Una tensa sonrisa apareció en los labios del dios, una especie de oculta-tus-
niños-y-seres-queridos sonrisa, pero como no tenía ninguna de esas cosas, no me
deje intimidar.
—Tenemos que hablar.
Antes de que pudiera responder, chasqueó los dedos, y estaba de repente de pie
fuera de la mansión, mis botas en la arena, el olor de la sal abrumando mis
sentidos, y el océano yaciendo en mi espalda.
Un gruñido de ira se levantó en mi garganta. —Odio cuando haces eso. 9
La sonrisa en su rostro aumentó. —Lo sé.
Lo detesto absolutamente, y el bastardo lo hace cada vez que puede,
generalmente cerca de cada cinco minutos cada vez que he estado en su presencia y
en su mayoría sin ningún propósito. A veces me haría estallar de habitación en
habitación por el placer de hacerlo. El último año de mi vida había sido una
verdadera prueba de mi corta paciencia.
—¿Sobre qué tenemos que hablar? —Rechiné, cruzando los brazos para evitar
golpearlo con una ráfaga de akasha, el quinto y más poderoso elemento que sólo los
dioses y el Apollyon podían utilizar. No lo mataría, pero seguro como el infierno le
picaría como una perra.
Apolo desvió la mirada hacia el oscuro océano. —¿Tienes que ser siempre tan
sucio?
Mis cejas se levantaron. —¿Eh?
—Allá —dijo, señalando con la barbilla donde las luces de la mansión brillaban
en la distancia—. ¿Tienes que ser siempre tan sucio cuando matas a los que nos
traicionaron?
—¿Tengo? No.
Apolo lo ignoró. —Usa tu cerebro, por una vez, Seth. Eres un tipo inteligente.
Sé que lo eres. Y sabías malditamente bien que cuando Ares fue derrotado desde
ahí habría un efecto dominó.
—Sí. Podría recordar eso.
Se acercó un buen metro detrás de mí, y sabía que iba a detenerse de intentar
golpearme hasta la próxima semana. —Sabíamos que habría efectos secundarios.
Era un riesgo que teníamos que tomar, igual que liberar a Perses. Pero cuando Ares
murió, todos nosotros nos debilitamos de una forma u otra. No nos dimos cuenta
que una de las más grandes grietas en nuestra armadura estaría en las salas
sepultando a los Titanes. Cómo Perses se dio cuenta de eso y entró en el Tártaro
para liberarlos es desconocido y realmente no importa en este momento. Algunos
de ellos están libres. Así que hay algunas almas, sombras. Y no cualquier almas
ordinarias, sino almas antiguas que apoyaron a los Titanes cuando gobernaban.
Atónito, me quedé mirando al dios. —Así que, ¿me estás diciendo que ninguno
de ustedes consideró que esto podría suceder?
Me devolvió la mirada.
Tosí una risa seca sin sentido del humor. —Esto es grandioso, Apolo. ¿Tenemos
Titanes vagando por ahí?
—Ellos están en algún lugar. ¿Dónde? No tenemos ni idea. Están bloqueados de
nuestra visión. —Apolo se estiró, frotando una mano por su rubio cabello—. Están
conspirando para derrocarnos.
—¿Lo crees? Quiero decir, estoy seguro que todavía están enojados por ser
derrocados por Zeus y la tripulación canoa en primer lugar. —Quería reír de nuevo,
pero nada de esta mierda era graciosa. Si me importaba mucho algo,
probablemente estaría más preocupado que molesto—. ¿Así que ustedes quieren
que los atrape o algo así?
Esa tenía que ser la razón por la que estaba aquí. Tan retorcido como era, me
agradó esta solicitud. Tratando con Remediaciones estaba consiguiendo aburrirme, y
localizando los Titanes lo más probable era que terminaría conmigo dejando de
existir a este nivel. Tan poderoso y temible como era, no podía acabar con un
montón de Titanes sin acabar muerto. Todo lo que quería decir era que estaría
muriendo antes de lo esperado.
Oh, bien.
Debido al acuerdo que hice hace más de un año que puso mí culo en el abismo
eterno en lugar del culo de mí segunda-persona-menos-favorita, había un reloj
gigante de cuenta atrás sobre mí cabeza. Cuando los dioses ya no pensaran que era
útil para ellos, encontrarían una manera de acabar conmigo. Entonces mi eternidad
como un siervo de Hades comenzaría. Pero el acuerdo... sí, había valido la pena.
12
No por él, sino por ella.
Apolo me observaba de cerca, con atención. —No.
Mis ojos se estrecharon. —¿No qué?
—No voy a enviarte detrás de ellos. Todavía no —dijo, sorprendiéndome en
silencio, una rareza—. Tengo otra tarea para ti. Necesitas salir al sur de Virginia
inmediatamente. Enviaría tu soleado-y-arco iris culo allí, pero ahora que me has
molestado, te llevará las veinte o algo así horas para llegar allí.
Bueno. Eso era irritante, pero me gustaban los viajes por carretera, así que como
sea.
—¿Qué hay en el sur de Virginia?
—La Universidad de Radford.
Esperé.
Esperé un poco más, y luego suspiré. —Bueno. ¿Quieres que me inscriba en la
universidad? —pregunté, y Apolo inclinó la cabeza hacia atrás y rió tan fuerte, que
en realidad gritó. Fruncí el ceño—. ¿Qué demonios es tan divertido sobre esa idea?
—Tú. Universidad. Usando tu cabeza. Eso es lo divertido.
Estaba a segundos de volarlo con akasha.
La sonrisa desapareció del rostro de Apolo. —Hay alguien importante allí que
debes proteger a toda costa, Seth.
Mis labios se curvaron en una sonrisa. Enviarme de guardia… cliché.
—Bueno, ese en un pequeño detalle.
La sonrisa de Apolo se volvió descarada. —Sabrás quien es cuando la veas. —
Una nube de humo apareció mientras agitaba su mano, y mientras se perdía en la
noche, vi que tenía un trozo de papel—. Este es su horario. No deberías tener
ningún problema para encontrarla.
Frunciendo el ceño, tomé el papel y rápidamente lo observe. Era un horario de
clases… un aburrido horario lleno de clases de psicología y sociología.
—Bueno. ¿Y qué exactamente se supone que debo hacer con esta persona?
—Mantenla con vida.
Exhalé ruidosamente. —No me digas, Apolo.
—Ambos tienen que ir al Covenant en el sur de Dakota… a la Universidad de
allí.
Mi columna se enderezó como si alguien me golpeara. Ese era el último lugar
donde quería ir. Allí había gente que no quería ver. —¿Por qué? ¿Quién es esta
persona? 13
La sonrisa de Apolo regresó, me guiñó un ojo, y luego se fue. Sólo así. Poof.
Estaba un segundo y al siguiente no. Hijo de puta, también odiaba eso. Más que un
poco molesto, mi mirada cayó sobre la hoja de papel. Había iniciales en el horario.
J. B.
Sonaba como un nombre idiota.
Volviéndome hacia el océano, dejé escapar una serie de maldiciones dirigidas a
Apolo, y mientras el viento levantaba los pelos más cortos que habían escapado de
la banda de cuero que estaba sujetando el cabello lejos de mi cara, juré que escuché
esa bastarda risa.
No podía decir que me sorprendió que Apolo no me hubiera dado mucho
trabajo. El idiota era conocido por ofrecer poca o ninguna información, o entregar
lo que sabía en dosis en los momentos más inoportunos, por lo general después de
que la información hubiera sido útil.
Una cosa era segura; a quien sea que se suponía que debía mantener a salvo
realmente tenía el maldito final del acuerdo, teniendo en cuenta que la última
persona que había tenido la tarea de proteger había terminado con una bala de
titanio en su frente.
2
Traducido por America_12
Mamá dejó escapar un gran suspiro, haciendo que la conexión entre nosotras
crepitara en mi oído. —Cariño, me gustaría que no estuvieras tan lejos, donde no
puedo ayudarte, o estar cerca de ti cuando me necesites.
Mi madre era mentalmente inestable.
No de ese tipo “Ja, ja, tu madre es tan loca”, sino del tipo que estaba cien por
ciento convencida que, hace veinte años, un honesto-ángel-de-Dios la había
visitado en medio de la noche y la había dejado embarazada de mí.
Sí.
Un diagnóstico de esquizofrenia, había estado comportándose bien el último par
de años ya que se había pegado a su régimen médico, pero todos esos años antes de 14
esa fecha habían sido duros, algunas veces daba miedo, y siempre estaba exhausta.
No ayudó que mamá haya sido tan joven cuando había quedado embarazada,
apenas de diecisiete años, y en la pequeña ciudad donde había crecido, la gente no
era amable con las jóvenes madres solteras. Y la comunidad desde luego no había
comprendido sobre su enfermedad mental, tampoco.
—Mamá, realmente tengo que irme —le dije en mi teléfono, mirando hacia la
puerta de la habitación de la residencia momentáneamente abierta. Erin Fore entro,
prácticamente brillando de su carrera de la mañana a lo largo del New River Valley
de las montañas Blue Ridge. Ella prefería salir a correr fuera, a pesar de que
teníamos un gimnasio en nuestra residencia. Yo preferí holgazanear en una
máquina elíptica. Dándole duro, corriendo en una maquina espantosa que requiere
esfuerzo.
—Realmente desearía que vinieras a casa. Estas al otro lado del mundo —dijo.
Luché contra la urgencia de suspirar. Esto es difícil para mamá. Permanecía
diciéndomelo a mí misma. —No es “al otro lado del mundo.” Tú estás en
Missouri. Yo estoy en Virginia. No es lejos, mamá.
Los ojos marrones oscuros de Erin se encontraron con los míos y simpatía lleno
su mirada. Habíamos sido compañeras de piso por los últimos tres semestres, casi
dos años. Ella sabía todo acerca de mis problemas con mamá, y entendió
completamente por qué me estaba especializando en psicología. Debido a la
enfermedad de mi madre, estaba fascinada en cómo trabaja el cerebro humano y
todas las cosas que podrían salir mal con él. Crecer y tratar con la enfermedad
mental me había dado una perspectiva única sobre el efecto dominó sobre otros
miembros de la familia. Quería ayudar a las personas con la enfermedad, y también
ayudar a los que estaban de cuidadores.
Pero era más que eso. Tal vez si entendía cómo funcionaba la mente, sería
capaz de evitar la misma suerte que mi madre.
—Me sentiría mejor si vinieras a casa. —Continuó cuando yo ni siquiera había
hablado—. Hay buenas escuelas aquí. Cuando te fuiste después de este verano, fue
difícil, Josephine. Te quiero en casa. Las cosas no están bien.
Me quedé inmóvil mientras estaba deslizando mis sandalias en mis pies, medio
inclinada con mechones de cabello castaño claro colgando en mi rostro. Me quedé
mirando mi cabello, viendo las vetas casi blancas que se mezclaban con el color
más normal. No me había puesto esas vetas rubias allí. Se habían formado cuando
estaba en la escuela media.
Mamá había dicho que era probable que aparecieran gracias a mi padre ángel.
Eso sonaba bien, pero era más que probable que se hayan formado por pasar mis
veranos fuera en el lago. Por alguna razón, nunca se habían desvanecido, y ya que
me gustaba de esta manera, nunca me teñí el cabello.
La culpa se revolvió en mi estómago, y pensé lo mismo que había pensado cada
día desde que vine a la universidad. No debería haberla dejado. Pero el pueblo había
estado matándome lentamente. Necesitaba alejarme, necesitaba vivir, y mis abuelos
habían apoyado esa necesidad. Querían que tuviera una vida normal, hasta el
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punto de que habían ahorrado cada centavo para enviarme a la universidad, para
que me fuera lejos de la intolerancia y la responsabilidad que implica ser la hija de
mi madre.
—Josephine —susurró.
Nadie me llamaba Josephine a excepción de mi madre, pero eso no fue lo que
hizo que mi corazón dejara de latir. Me enderecé, alejándome de Erin mientras me
dirigía a la pequeña cómoda y agarraba un brazalete de imitación de oro. Bajé la
voz, a pesar de que no tenía sentido hacerlo en nuestro estrecho dormitorio.
—¿Qué no esta bien?
—El mundo está en sus últimas etapas. —Si bien sus palabras silenciosas eran
nefastas, la tensión se filtró fuera de mis hombros. Esto no era nada nuevo—. No
puedes haber olvidado lo que sucedió el año pasado.
Nadie en su sano juicio podría haber olvidado toda la destrucción cataclísmica
que parecía haber ocurrido en todo el mundo. Un ciclón había limpiado del mapa
grandes porciones de la costa de Carolina del Norte. Volcanes, terremotos a gran
escala, tsunamis, ciudades enteras habían sido destruidas. Países habían estado al
borde de la Tercera Guerra Mundial. Realmente había parecido el fin del mundo, y
hubo un momento pequeñito cuando yo había tenido miedo de que tal vez mi
madre había estado en lo cierto, pero entonces todo se había detenido, simplemente
se detuvo, y desde entonces, todos —el mundo entero— eran todo un vamos-a-
sostener-nuestras-manos-y-amarnos-los-unos-a-los-otros. Incluso los países que
habían estado luchando entre sí desde siempre habían parado su derramamiento de
sangre, y la paz ahora prevalecía y todas esas cosas buenas.
Tomó que millones de personas murieran para despertar a todos, pero no había
sido la película 2012 viniendo a la vida. El mundo no había terminado.
Simplemente había sido la perra madre naturaleza que puso a la humanidad en su
lugar.
—Mamá, el mundo no está terminando. —Cogí otro brazalete, éste de un color
oro más opaco, y lo puse en mi muñeca izquierda—. Todo está bien. Estoy bien. Y
tú estás bien, ¿verdad?
—Sí, cariño, pero yo sólo... tengo un mal presentimiento —susurró en el
teléfono, produciendo de nuevo la tensión que recorría en mis hombros—. Ya
sabes, realmente un mal presentimiento.
Fue difícil soportar la siguiente respiración así que cerré los ojos. Un “mal
presentimiento” era la palabra clave para las recaídas de las alucinaciones visuales y
auditivas, ella escapando de mis abuelos y poniendo inadvertidamente su vida en
peligro. Mi corazón comenzó a golpear rápido. Cuando me di vuelta, Erin estaba
sentada en su angosta cama, colocándose los zapatos. Preocupación apareció
francamente en su hermoso rostro.
—¿Qué tipo de “mal presentimiento” tienes?
Mamá empezó a hablar sobre cómo estaba teniendo sueños sobre mi padre. 16
—Un gran cambio está llegando. Todo el mundo va a...
Mientras hablaba, Erin vocalizó: “¿Está ella bien?”
Un henley marrón oscuro se tensaba sobre sus anchos hombros y sus brazos
estaban muy bien definidos. Su cabello rubio estaba recogido en su nuca por una
banda de cuero marrón. Cabellos cortos se habían soltado, ocultando su rostro
mientras sus largos dedos se envolvían alrededor de la correa de mi bolso.
Oh mi, mi… él tenía unas manos bonitas.
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Su piel era dorada, todo el camino hasta donde estaban enrolladas las mangas
hasta sus antebrazos. Nunca había visto una tez así. No estaba bronceado, sino otra
cosa. Mi aliento flotó hasta mi garganta, y luego se detuvo mientras él se
enderezaba.
¡Santo Hottie-McHotters!
Un mentón curvo, casi obstinado, estaba emparejado con una mandíbula fuerte.
El labio superior era sólo un poco más delgado que el inferior y esos mechones de
cabello ahora acariciaban sus amplios, altos y dorados pómulos.
Entonces vi sus ojos.
Me sacudí hacia atrás, perdí el equilibrio, y mí trasero cayó en el escalón detrás
de mí. Tal vez más tarde estaría avergonzada, pero en ese momento, lo único que
podía hacer era mirarlo fijamente.
Tenía que ser el hombre más hermoso que jamás hubiera visto, y no era una
broma. Ni siquiera podía pensar en alguien en la televisión, en las revistas, o en las
películas que se pareciese a él. Su belleza masculina era delicada y todavía dura al
mismo tiempo, áspero y suave, un enigma total de esplendor, pero sus ojos...
Eran del más extraño color, un rojizo ámbar. No había manera de que pudieran
ser naturales. Pero, maldita sea, esos lentes de contacto estaban emparejados con
pestañas sorprendentemente oscuras y cejas de un tono o dos más oscuro que su
cabello.
De pronto me pregunté si era posible tener un orgasmo visual, porque creo que
podría haber experimentado uno, excepto que... este irreal y hermoso hombre me
miraba con ojos de color miel que permanecían amplios.
Y la forma en que me miraba no era buena —casi como si no pudiera creer lo
que estaba viendo—, como si me hubiera crecido otra cabeza. Aunque sabía que no
iba a ser la ganadora de señorita estados unidos en el corto plazo con el día que
había pasado, no tenía ni idea de por qué me estaba mirando como si de repente
quisiera vomitar.
O golpear algo.
—Hijo de puta —dijo, y mi bolso se resbaló de sus dedos y cayó una vez más en
un ruido sordo.
Si ya no estuviera sentada en mi trasero, me hubiera caído sobre el de nuevo. Su
voz... lentamente negué con la cabeza, esperando que hablara de nuevo, porque era
la voz más profunda y suave que había oído alguna vez, con un ligero acento que
no podía identificar.
Necesitaba decir algo, pero lo único que podía hacer era sentarme allí y mirarlo
fijamente con abierto asombro. Y pensar en el hecho de que el único maquillaje que
llevaba puesto era brillo labial, y yo era el tipo de chica que necesitaba por lo menos
algo de rubor, máscara de pestañas... y un rostro completamente maquillado.
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó.
21
Mi boca se secó a medida que continuaba mirándolo como si mi cerebro
hubiera sufrido un cortocircuito, lo que era posible. Se sentía como si hubiera
perdido algunas células del cerebro, tal vez un par de sinapsis, y tal vez algunas
otras cosas… importantes.
Se disparó hacia adelante, moviéndose tan rápido como la llamativa serpiente
de cascabel que había visto una vez en el lago detrás de casa, tan rápido que no tuve
manera de moverme. Una mano se posó en la barandilla por sobre mi cabeza, y
otros dos escalones por encima de mí, y él estaba allí, frente a mi, respirando el
mismo oxígeno que yo. La dimensión de la escalera con sus limpias paredes rojas
se estrechó y el espacio pareció mucho más pequeño que antes.
Nuestras miradas se encontraron, y... y tan loco como sonaba, sus ojos...
Parecían como si hubiera algún tipo de luz detrás de ellos.
—¿Son tus iniciales J.B.?
Internamente, me di cuenta que era una pregunta extraña.
—¿Cómo sabes eso? No nos conocemos. Estoy segura, porque me hubiera
acordado de eso. —Ahí iba de nuevo, divagando como una idiota—. Quiero decir,
soy buena recordando rostros.
Especialmente con los extraordinariamente hermosos rostros… sí, recordaba esas.
Sus espesas pestañas bajaron, cubriendo sus ojos brevemente mientras
murmuraba—: Mierda.
Parpadeé. —¿Discúlpeme?
—¿Tu nombre?
Una parte de mi quería preguntarle cuál demonios era su nombre, pero fui
sorprendida con la guardia baja y respondí—: Josie. Josie Bethel.
Su mirada voló de regreso a la mía y durante un buen rato no habló. Una
sensación de hipersensibilidad rozó mi piel, formando diminutas protuberancias.
La tensión se vertió en el aire como si barriles se hubieran abierto sobre nosotros.
Mi pulso se detuvo mientras tomaba una respiración superficial.
Un músculo se contrajo a lo largo de su mandíbula y sus labios se abrieron
cuando dijo—: ¿Quién mierda eres?
22
3
Traducido por Mariela
Mis ojos tenían que engañarme, como una especie de retorcido deseo
cumpliéndose o algo así. El cabello era del color equivocado. Demonios, ni siquiera
estaba seguro de qué color de cabello tenia esta chica. ¿Castaño claro? ¿Rubio?
¿Rubio claro? ¿Todos los tonos en uno solo? Y su nariz era demasiado pequeña,
pero esta chica, ella se parecía…
Ni siquiera me atrevía a terminar el choque de trenes que era ese pensamiento.
Sus ojos, de un tono de azul profundo que era persistentemente familiar, se
fijaron en los míos. Cuando no respondió a mi pregunta, decidí tomar un enfoque
más sensible. Mi mano salió disparada, envolviéndose alrededor de su muñeca.
Esperé por algo, un cambio, una fisura de poder señalando lo que ella era.
23
Nada.
Sus ojos se abrieron, casi consumiendo su rostro, y había un toque de inocencia
en su mirada repentinamente cuidadosa que no había visto en mucho tiempo.
—¿Q-qué estás haciendo? —Tiró de su brazo, pero no llegó muy lejos.
Ignore su pregunta. Estaba concentrado en tratar de descifrar qué demonios era
ella y por qué en el infierno yo estaba aquí.
No había sido consiente de ella cuando había pasado por la escalera, tarde, de
acuerdo con el horario que tenía. Ni siquiera había esperado encontrar a la
misteriosa J.B. después de esa clase. Mierda, ni siquiera la había sentido hasta que
me topé con ella en las escaleras, siendo demasiado rápido para que cualquier ser
humano me viera, y termine sorprendiéndola. Definitivamente no era una pura o
una mestiza, porque la hubiera sentido. Así que, no se escondía en el mundo de los
mortales, como algunos de ellos habían logrado hacer en el pasado. Pero cuando
me enderecé y vi su rostro, supe… sólo supe que tenía que ser la persona que Apolo
me había enviado a encontrar, y sus iniciales lo habían confirmado.
No había nada especial saltando de su piel a la mía, ninguna conciencia de todo
lo que la convertiría en única. Se sentía mortal, pero no podía serlo, porque no
habría ninguna razón por la que Apolo querría que custodiara a una chica
universitaria mortal. A menos que esta fuera otra forma deformada de castigo, y
demonios, en realidad no me sorprendería.
—Me estás haciendo daño —susurró.
Su voz rompió a través de mis pensamientos. Mi mirada cayó a donde mis
dedos se cerraban alrededor de su delgada muñeca. La piel alrededor de mi mano
estaba volviéndose blanca. Mierda, le estaba haciendo daño. Solté mi agarre como si
su piel hubiera quemado la mía. Sorpresa revoloteaba a través de mí, pero no tenía
ni idea de si era real o sólo una ilusión de que no tenía realmente la intención de
hacerle daño.
A veces ya no estaba muy seguro de lo que eran mis intenciones.
—¿Qué eres tú? —preguntó, arrugando la nariz mientras hablaba—. ¿Aparte de
un chico caliente con obvios problemas de espacio personal y del manejo de la ira?
Parpadeé hacia ella. ¿Pensaba que yo era un chico caliente? Bueno, por supuesto
que lo hacía.
—Dios. Que suerte —continuó, sobando la piel alrededor de su muñeca y
mirándome con algo más que desconfianza—. ¿Por qué todos los chicos calientes
tienen que ser unos locos idiotas? —Se levantó. Sus ojos se encontraron con los
míos mientras daba un paso hacia un lado, presionándose contra la pared—. ¿Qué
quieres?
Seth, ¿qué quieres? Esas palabras del pasado estaban acompañadas por enojados
ojos marrones como el whisky. Retrocedí tan rápido que me sorprendió que no me
hubiera dado a mí mismo un golpe.
—¿Sabes qué? No quiero saberlo. Es probablemente una buena cosa que no lo
haga. Sólo voy a tomar mi bolso y seguir adelante. ¿Está bien? Bien, suena bien
24
para mi. —Se movió rodeando la pared—. Esta soy yo yéndome.
Una extraña sensación de déjà vu se apoderó de mi mientras ella se alejaba,
literalmente golpeando su hombro con el mío, y levantando su bolso.
—Locos idiotas —murmuró en voz baja—. Soy un imán de bichos raros.
Me di la vuelta mientras ella corría por las escaleras, lejos de mí como si yo
fuera la persona maniaca con la cual no quería toparse en un callejón oscuro. Y
bueno, eso no estaría demasiado lejos de la verdad. Algunos probablemente
preferirían estar cara a cara con una arpía en lugar de conmigo.
En una serie de puertas, se detuvo a mirar por encima del hombro, y de nuevo,
me llamó la atención la familiaridad de esos profundos ojos azul oscuro, de la curva
de su obstinada mandíbula y barbilla, y la forma en arco de sus carnosos labios.
Desde mi punto de vista, realmente podía verla ahora. Si ese suéter de gran tamaño
no escondiera su culo, apuesto a que coincidía con su cara en forma de corazón.
Era como tomar a dos personas que conocía y mezclarlas entre sí para formar
una persona completamente nueva, y eso era totalmente desconcertante.
Entonces se había ido, saliendo por la puerta, y yo me quedé de pie en el lugar
como un imbécil.
Seth, ¿qué quieres?
Mis ojos se abrieron y la escalera estaba teñida en color ámbar. No, joder no. Me
tambaleé hacia atrás contra la pared. No tenía sentido, pero maldita sea, yo había
estado aquí antes.
Maldita sea.
Iba a cometer dios-masacre sobre Apolo.
—¿Cómo en el mundo puedes conseguir que tu cuello se doble así sin quitarte la
vida? —pregunté.
—Habilidades, yoga.
Erin hacia yoga y meditación religiosa, diciendo que ayudaba a fusionar su yin
y yang o algo así. Una vez me había dicho que tenía buenas rachas, y
contorsionándose en posiciones que lucían dolorosas ayudaba a mantener “buenas
vibraciones” a su alrededor. Lo cual era extraño, porque nunca había visto a Erin
perder los estribos en los dos años que llevaba conociéndola.
Erin se desenrolló a sí misma de una especie de perro hacia abajo o un pony
hacia arriba, y me sonrió. —Revisa debajo de la cama.
Curiosa, dejé caer mi bolso y pasé sobre sus piernas. Inclinándome, levanté la
colcha y mis ojos se abrieron al tamaño de platillos cuando vi la botella. La tome y
apreté contra mi pecho mientras le susurraba. —¡José!
Su mueca se extendió a una sonrisa. —El mejor novio de la historia.
De pie en medio de la suite del ático en el hotel que no está demasiado lejos de
Radford, le grité a Apolo por cuarta vez desde que entré por la puerta.
Finalmente, hubo una respuesta en forma de una fisura de energía impregnando
el ambiente. El aire caliente soplaba sobre la parte trasera de mi cuello. Me di la
vuelta, maldiciendo cuando vi a Apolo parado justo allí. Se había transportado a sí
mismo en la sala prácticamente encima de mí.
—Dioses —espeté—. Hay por lo menos doscientos cincuenta metros cuadrados
aquí, amigo, no necesitabas aterrizar sobre mi.
28
Apolo se rió mientras cruzaba los brazos. —¿Me llamaste?
Me enfrenté con el dios. Estábamos casi a la misma altura, poniéndolo a él tal
vez una o dos pulgadas por encima de mi metro ochenta y cinco. —¿Quién es ella?
Hubo una pausa. —Josephine Bethel.
Lo miré mientras la irritación giraba como un ciclón a alta velocidad. —Me he
dado cuenta de eso. Gracias.
—¿Es así? Por cierto, estás lejos de un buen comienzo con toda esta cosa de
“protegerla”. ¿Lo estás haciendo remotamente? ¿Es una nueva habilidad tuya de la
que no soy consciente? —Se dio la vuelta, inclinando la cabeza hacia un lado.
Parecía estar mirando a la cadena colgando del ventilador de techo. Segundos más
tarde, confirmó esto al llegar y tirar de la cadena.
La luz hizo clic encendiéndose.
Tiró de la cadena de nuevo.
La luz se apagó.
Oh, por amor de los dioses, él tenía un serio caso de déficit de atención a veces.
—Apolo —dije.
Dando la impresión de haber olvidado que estaba aún en la habitación conmigo,
bajó la mano lentamente. —No has hecho la pregunta correcta, Apollyon.
Me obligué a dar un paso atrás antes de usar el elemento aire, envolver la
cadena de oro brillante alrededor de su grueso cuello, y convertirlo en una piñata de
dios del sol.
—No es una mestiza o una pura. Se siente como una mortal, pero ella...
—Negué con la cabeza, dándome la vuelta. Pasando a la gran ventana, abrí la
cortina. El anochecer había caído, trayendo una nube de niebla a las cimas de las
montañas cubiertas de árboles.
—¿Qué, Seth? —preguntó Apolo en voz baja.
No podía creer que iba a decir esto, pero Apolo no iba a darme la información.
Esa no era la forma en que funcionaba. Deslizando mis dedos lejos de la cortina,
cerré los ojos. —Ella se parece... me recordó a Alex.
Alex.
Alexandria Andros.
La chica que una vez había pensado era una mestiza normal, pero había
resultado ser otra Apollyon, el verdadero Apollyon. Yo fui el que se suponía no
debía de suceder, a pesar de que había nacido primero. Yo había llegado a existir
porque Ares había tratado de controlar el Olimpo controlándome a mí. Y peor que
ser un descendiente de ese imbécil, él había casi logrado convertirme en el Dios
Asesino, el ser supremo que era el resultado de que un Apollyon absorbiera las
habilidades de otro. Fue por eso que tener dos Apollyons en una generación estaba
prohibido.
29
Y había caído directo hacia los juegos de Ares. Lo jodí, lo jodí de una manera
que había terminado con Alex pasando una buena parte del año —y de todos los
años por la eternidad— en el inframundo. Eso era algo por lo que nunca podría
perdonarme. No importa la compensación que hice o los tratos que pacté.
Aclaré mi garganta y continué—: No del todo. Cabello diferente. Nariz y ojos
diferentes, pero incluso sonó como ella por un segundo. —Me reí, y sonaba
áspero—. Si no te conociera, pensaría que ellas están relacionadas de alguna
manera, pero eso no es posible. ¿Verdad?
No hubo respuesta mientras Apolo se quedó mirándome.
Y luego perdí los estribos.
Símbolos aparecieron en mi carne. La lámpara del escritorio de estilo ejecutivo
explotó en una lluvia de chispas y vidrio tintineante. El olor a ozono quemado llenó
el aire. Viento arreció, soplando las pequeñas libretas de cortesía fuera de las
mesitas de noche.
—No es posible, Apolo.
Arqueó una rubia ceja. —No estoy sorprendido de que te recuerde a
Alexandria.
Por un momento, no podía moverme ni decir nada. Mis labios se empujaron en
una mueca mientras tropecé un paso atrás. Esperé a que dijera algo más, cualquier
otra cosa. Aprehensión se deslizo sobre mi cuello.
—¿Qué es ella? —dije con voz áspera, tensa. La necesidad de destruir algo
ondulaba sobre mí como una onda de choque.
Apolo bajó la barbilla y segundos pasaron antes de que hablara.
—Es una semidiós.
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4
Traducido por Hailo0
Esa tenía que ser la última cosa que esperaba que dijera Apolo.
—¿Una semidiós? —repetí como si hubiera aprendido a hablar hace unos
segundos—. ¿Un semidiós real y vivo?
—¿Opuesto a uno falso y muerto? —Se rió entre dientes, orgulloso de sí mismo,
y luego suspiró cuando mis ojos se estrecharon en él—. Solías tener sentido del
humor, Seth.
—Tenía un montón de cosas —repliqué. Sus rasgos se afilaron y su boca se
abrió como si deseara hablar sobre ese tema, pero eso no era lo importante aquí—.
No ha habido un verdadero semidiós en miles de años, no desde que los mortales
adoraban a los dioses.
31
—Eso es cierto. Estuvimos de acuerdo en no crear más cuando nos retiramos al
Olimpo, pero lo que también es cierto es que ella no es la única.
Lo miré fijamente, y luego soltó una breve carcajada. —¿Hay semidioses
vagando por la Tierra? Sabes, esto hubiera sido bueno de saberlo hace un año o
algo así, cuando estábamos siendo destruidos. —Los semidioses eran como el
Apollyon, sus poderes ayudando solamente a los dioses. Eran poderosos. Y
también eran como Pegasus. Supuestamente existía, pero desde que se hizo el
Olimpo, nunca lo había visto—. Espera. Esto no tiene sentido. No sentí nada en
torno a esa chica. Ella seguro que no actuó como un semidiós, y eso no explica por
qué me recuerda a... ella.
—¿Es tan difícil decir su nombre? —preguntó Apolo—. Creo que hace unos
minutos fue la primera vez que has dicho su nombre desde su pelea contra Ares.
Me dolía la mandíbula de lo duro que estaba apretando mis muelas.
—Lo que sea —dijo Apolo, su atención regresando al ventilador en el techo—.
No hablemos de ello. Sé el mejor chico con problemas que puedas ser.
Tomé una respiración profunda. No sirvió de nada. —No tengo problemas.
Echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada. Las pinturas de las cercanas
montañas Blue Ridge se sacudieron. —Tienes más equipaje que United Airlines.
Olvida eso. Tienes más problemas que Medusa, y esa mujer hace que el interior de
los pensamientos de una loca de los gatos parezca un lugar tranquilo.
—Te odio.
—Me hieres directamente en el corazón, amigo.
Mi paciencia era casi la misma que la de Cerberus después de que alguien trató
de quitarle un juguete. —¿Qué pasa con la chica, Apolo?
Se dejó caer en el sillón de cuero, su gran forma casi tragándolo. —Es una larga
historia.
—Qué sorpresa.
Ese comentario fue ignorado en gran medida. —Todo comenzó con tu
nacimiento, por lo que hay algo más que puedes agregar a tu montaña de lástima.
Me preguntaba si existía un repelente anti-dios y donde podría encontrarlo.
—Sabíamos en el momento que naciste que existía la posibilidad de un Dios
Asesino, desde que Alexandria tenía fecha prevista para nacer unos años más tarde.
No sabíamos quién de nosotros era responsable de tu nacimiento, pero sabíamos
que querrían utilizarte para su propio beneficio.
—Este paseo por el carril de los recuerdos me aburre. —Me crucé de brazos.
No se vio afectado, se acomodó más cerca de la cama, movió sus botas arriba de
ella, y estiró sus piernas vestidas de cuero. —El riesgo de ustedes dos nos obligó a
unirnos para llegar a un plan de contingencia en caso de que mierda proverbial
sucediera.
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Fruncí el ceño. Había algo mal en escuchar a Apolo utilizar la palabra “mierda”
en una oración.
—Los Doce acordamos que teníamos que hacer algo —continuó. Los Doce
eran el núcleo de los Olímpicos, los más poderosos. Había más dioses, tantos que
nadie podía hacer un seguimiento de ellos, dado que se reproducían como conejos,
pero Los Doce tenían toda la atención—. Así que decidimos hacer algo que
ninguno de nosotros había hecho en miles de años. Creamos doce semidioses.
¿Doce? Santas bolas rostizadas de Hades. —Así que, déjame adivinar. Tú y
Zeus, Hefesto, Dioniso, Poseidón, Hermes, y Ares —escupí el nombre del hijo de
puta, y luego continúe—: embarazaron a mujeres humanas, y luego Hera,
Artemisa, Atenea, Afrodita y Deméter ¿quedaron embarazadas?
—Así es por lo general cómo funciona el hacer bebés —respondió secamente—.
Una vez que nuestras bellas damas concibieron, transfirieron sus crías dentro de
mujeres mortales. Y antes de que nacieran los doce semidioses, sus habilidades
fueron bloqueadas por lo que, hasta que fuera necesario, no serían nada más que
mortales. No podíamos tener semidioses corriendo furiosamente por el mundo de
los mortales.
Rodé los ojos.
—Los semidioses son más poderosos que los puros. Lo sabes, Seth. El éter que
les heredamos no se ha diluido. Pueden controlar todos los elementos, incluyendo
el akasha. No les podíamos dar rienda suelta.
Aspiré una bocanada de aire mientras retrocedía. Sí, lo hacía, y eso fue un buen
golpe bajo contra mí. Estúpido.
—Los ojos —le dije, dando un paso hacia él—. Sus ojos me eran familiares.
Una lenta sonrisa se formó en su boca, y luego parpadeó. Cuando los abrió de
nuevo, dejé escapar una fuerte maldición. Eran una mezcla de azul oscuro, casi
normales, ojos mortales. Los mismos ojos que habían estado detrás de gruesas y
largas pestañas, y los mismos ojos con los que Josephine Bethel me había mirado.
—Es tuya, ¿no? ¿Esa chica ahí atrás? —Giré mi brazo, señalando con un dedo
en dirección a la universidad. Una extraña sensación se extendió por mi pecho. Era
extraña, pero sabía lo que era. Temor—. Ella es tu hija.
La sonrisa de Apolo se extendió hasta exhibir sus dientes blancos. —Lo es. Y
cuando sus habilidades se liberen completamente, tendrá todo el poder que yo
tengo, no como Hércules o Perseo o cualquiera de los originales que sólo tenían
algunas de nuestras habilidades, hemos descubierto algunas cosas desde entonces. Y
eso significa que ella puede convertirte en un arbusto que huele a pis de gato, así
que recuerda eso cuando estés a su alrededor.
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Hmm, ¿cómo reaccionaría si supiera que había estado viéndole el culo a su hija?
Pero realmente no me importaba si me podía convertir en el maldito Kraken. Lo
que me importaba era el hecho de que estaba relacionada con ella, con Alex. Era
por ello que se parecían. Después de todo, Apolo era el tátara mil veces bisabuelo
de Alex, y todos comparten el mismo sabor de éter. Así que a pesar de que los
poderes de la chica estuvieran bloqueados, aun así estaba captando algo.
Mis ojos encontraron los suyos. —Esto es un desastre, Apolo. Lo sabes,
¿verdad?
Inclinó la cabeza. —Pude ver que sería… incómodo para ti.
¿Incómodo? Casi me reí, pero no lo hice, porque quería darle un puñetazo en la
cara. Lo último que quería era algo que me recordara el desastre que hice, todas las
malas decisiones que había tomado, y esta chica sería un recordatorio constante.
Podía sentir en mi pecho extenderse la ira y la inquietud, porque no había nada que
pudiera hacer. Los dioses, específicamente Apolo, eran mis propietarios. Podría
luchar contra eso, pero al final me vería obligado a seguir el juego, y la parte de
obligar no sería linda. Ese era el trato que había hecho.
Apolo se giró para que su perfil fuera visible, y una mirada que decía que estaba
pensando en algo o en alguien muy alejado de esta habitación cruzó su rostro.
—Al mejorar mi habilidad, la he mantenido a salvo durante años, pero con los
Titanes, yo... me temo que eso no va a ser suficiente. —Su gran cuerpo se
estremeció con su próximo aliento—. Tú piensas que nosotros somos malos. Crees
que somos indiferentes, pero los Titanes son verdaderos monstruos, anormalmente
crueles, y todo con lo que han tenido que sobrevivir estos miles de años han sido
pensamientos de venganza. Y me temo que a algunos de ellos ni siquiera les
importa recuperar el Olimpo, algunos están más concentrados en la venganza.
¿Era esto... verdadero temor lo que estaba percibiendo de Apolo? Mierda, no
había sospechado que fuera capaz de una cosa así.
—Luché contra Hyperion y fue a él a quien sellé en su mausoleo. Fue una
batalla sangrienta y... bueno, vamos a decir que Hyperion tiene todos los motivos
para vengarse de mí. Al momento en que se dé cuenta de que tenemos semidioses
en la Tierra, estará buscando a mi hija. —Apolo se volvió hacia mi—. Él no sólo va
alimentarse de ella. La destruirá para vengarse de mí. Es mi hija, Seth. Cuida de
ella, y no lo olvidaré.
Guau. Todo lo que podía hacer era mirarlo fijamente. Eso tenía que ser una de
las cosas más compasivas que jamás había oído salir de la boca de Apolo o de
cualquier dios, para el caso.
Y entonces desapareció de la forma en que todos los dioses hacían cuando
acababan una conversación.
Incliné la cabeza hacia atrás, cerré los ojos y exhalé lentamente. —Esto es un
desastre.
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5
Traducido por Hailo0
¿En serio dije eso? Sí, lo hice, y si tuviera tiempo, me hubiera golpeado en las
bolas, pero por desgracia, mi muestra-y-cuenta con la chica había ido tan bien
como caminar dentro del palacio de Hades con tiras de carne colgadas alrededor de
mi cuello mientras llamaba a los “cachorritos” para que salieran a jugar.
Tal vez podría haberlo manejado mejor. Por otra parte, ¿cómo da uno
amablemente esa clase de noticias? ¿Con té y galletitas? Mi estómago gruñó.
Dioses, estaba hambriento.
Con la bolso de Josie en mi mano, caminé fuera del jardín que rodea la
biblioteca y pasé a través del césped. Sabía dónde estaba su dormitorio, en qué piso
estaba y cuál era su habitación. Podría darle algo de tiempo para digerir la
44
información, pero había visto el pánico en sus ojos azules, tan fuerte y crudo que
podía saborearlo. Darle tiempo sería contraproducente. Ella utilizaría esas horas
para convencerse a sí misma de que nada de esto era real.
Mi mano se apretó alrededor de la correa. Lástima que no podía golpearla en la
cabeza o algo, y darle la verdad y el conocimiento de nuestro mundo a ella. Un
truco hábil como ese sería muy útil en este momento.
Aún más jodido era el hecho de que cuando mordí mi labio inferior pude
saborear su piel, y eso envió un rayo de oh-sí directo a todos mis lugares felices. No
que eso tomara mucho. Una briza podría hacer el mismo tipo de efecto, y Josie…
no era el tipo de chica por la que yo iría. Tendía a ir por chicas más ardientes. No
chicas lindas que existían en algún lugar entre sencilla y dulce.
Acababa de cruzar el punto medio en el largo jardín cuando sentí de repente una
pesadez aceitosa deslizándose por mi piel. Me detuve, entrecerré la mirada
pasándola por los árboles y los estudiantes apresurándose atrás y adelante en el frío
de la noche. Mi atención aterrizó en un tipo de mediana edad con un maletín. Los
símbolos se movieron por mi piel en advertencia, pero incluso sin ellos, hubiera
sabido que algo no estaba bien sobre ese tipo.
Estaba de pie en medio del césped, mirándome fijamente. En la pálida luz de la
luna, sus labios hicieron una mueca de desprecio.
Interesante. Parecía mortal, pero apostaría mi brazo a que no lo era… al menos,
ya no.
El hombre se giró, caminando rápidamente en dirección opuesta. Miré
rápidamente hacia donde el dormitorio de Josie se alzaba en la distancia, pero
entonces di la vuelta. No me tomó mucho tiempo alcanzar al tipo mientras
pasábamos debajo de un grupo de robles. Dejando caer la bolso en el suelo, extendí
mi mano y la apreté sobre su hombro. Una sacudida subió por mi brazo, y la
sensación turbia y espesa creció.
Sí, algo no estaba bien sobre este tipo.
Lo giré y miré fijamente sus ojos llorosos, un color desvaído carente de vida.
Inhalando, atrapé un olor rancio a almizcle que me recordó cuando estuve en el
inframundo. Un olor no muy agradable.
Golpeando mi mano en el centro de su pecho, lo empujé contra el grueso tronco
de un roble, moviéndonos fuera de la trayectoria de los transeúntes desprevenidos.
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Mi labio se curvó. —Hueles a muerte.
La cosa dentro del hombre ladeó la cabeza hacia un lado y rió con un sonido
agudo que capturó un poco de atención. —Es curioso que conozcas el olor —dijo,
su voz distorsionada como si estuviera de pie al final de un largo túnel—. Ya que tú
también apestas a muerte.
Rodé los ojos. —Guau. Esa fue una respuesta inteligente.
—Jódete —gruñó.
—Incluso más ingeniosa. Apuesto que puedes mantener una conversación
realmente profunda. Hablaremos sobre la economía de mierda después.
La cosa pareciendo un hombre sonrió. —Y apuesto a que Hades va a disfrutar
enterrando cada artículo imaginable por tu culo cuando finalmente llegues allá
abajo y te conviertas en su juguete masticable personal. —Se rió mientras mi mano
se apretaba alrededor del cuello de su camisa—. ¿Qué? Todos conocen el trato que
hiciste, Apollyon.
Mis ojos se entrecerraron mientras mi mirada se desviaba por encima de él.
Tenía que haber una razón por la que olía como si hubiera pasado por el
inframundo y se hubiera rociado a sí mismo con colonia de muerte con un toque
extra del río Estigio. Mi mirada se disparó de vuelta a su rostro mientras recordaba
lo que Apolo había dicho sobre cuando los Titanes habían escapado.
—Eres una jodida sombra.
Arqueó una ceja, y esos ojos desvaídos se volvieron completamente negros.
—Y ya es muy tarde.
La cosa lanzó su cabeza contra el árbol con tal fuerza que el cráneo del hombre
sonó como un trueno. Abrió la boca y empujó un Supernatural, el programa de
televisión que Deacon siempre parecía estar viendo cada vez que estaba dentro de
un radio de diez kilómetros de él. Humo negro salió, girando entre los árboles,
oscureciendo las ramas antes de desaparecer en la noche. Deje caer mi mano, y el
tipo golpeó el suelo, muerto.
Miré hacia el cuerpo. Junto a él estaba su maletín caído. Había un nombre
grabado, algo que termina en Ph. D. —Bueno, mierda.
Girándome, tome la bolso del suelo y seguí mi ritmo. Las sombras estaban en el
campus, y no había ninguna duda en mi mente de que eran los que habían
escapado con los Titanes. Lo que significaba que había una muy buena posibilidad
de que los Titanes fueran conscientes de la ubicación de Josie.
Seguí las sombras más gruesas, moviéndose más rápido de lo que los mortales
podrían registrar, convirtiéndose en nada más que una ráfaga de viento hasta que
golpeé el camino pavimentado que conducía al Muse Hall.
Desacelerando, troté por las escaleras y abrí la puerta esperando que Josie se
hubiese calmado. Lo último que necesitaba era que se asustara y saliera corriendo
hacia las colinas mientras yo tenía unas malditas sombras vagando por el campus, y
peor aún, un posible Titán o dos o cinco.
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Mientras me dirigía hacia los ascensores, una morena se dio la vuelta desde
donde estaba sentada en el brazo del sofá. Las esquinas de sus brillantes labios se
alzaron mientras su mirada me seguía a través del vestíbulo. Tuve una buena vista
de su pecho cuando se inclinó, cruzando los brazos bajo sus pechos. El suéter
escotado mostró más que suficiente para llamar mi atención.
Maldición.
Para el momento en que entré en el ascensor, me sentí algo molesto. Una
sonrisa tiró de mis labios cuando me di vuelta, enfrentando la puerta cerrándose. La
chica seguía mirando. Moví mis dedos hacia ella, y luego me centré en temas
menos interesantes, pero por desgracia, más importantes. Como la manera de
convencer a Josie de que esto era real y que ninguno de nosotros estaba loco antes
de que otra sombra —o algo peor— apareciera.
Por lo que sabía sobre las sombras, podían poseer cuerpos mortales y podían
hacer casi cualquier cosa. Y eran también peligrosos en su forma de espíritu.
Podrían matar a mortales fácilmente, por lo que se plantea la cuestión: ¿por qué
estaba Josie todavía en pie y caminando si las sombras ya estaban aquí? ¿Por qué
no se la habían llevado? A menos que eso significara que sus órdenes eran no matar
a los semidioses.
O, la burla de la sombra de que ya era muy tarde significaba que Josie yacía en
algún lugar desangrándose.
—Mierda —susurré, tentado a lanzar la bolso a través de las paredes del
ascensor. Dudaba que Apolo estuviera encantado si ya fuera demasiado tarde. La
inquietud se agitó en la boca de mi estómago, y realmente, yo estaría menos que
emocionado conmigo mismo. Aparte de estar toda histérica y llamarme Pollyanna,
parecía que podría ser una chica genial.
Pero era una chica linda y genial con una corta esperanza de vida, ya que tenía
Titanes detrás de ella.
Cuando las puertas se abrieron, me trasladé al pasillo, en dirección a su
habitación al final. Podría haber estado a unos cuantos pasos cuando sentí
enroscarse la conciencia de algo con un montón de éter, más del que un puro
llevaría en su sangre, incluso más del que yo tenía.
Eso significaba que en algún lugar en este piso había algo muy divino. No un
puro o un mestizo, y definitivamente no otro Apollyon, ya que yo era el único en la
tierra ahora mismo. Y no era la misma sensación que tuve cuando me di cuenta de
la sombra. La sensación aumentó cuando llegué a la puerta de Josie, y mientras
agarraba el pomo, maldije en voz baja. Sí, había algo con una gran cantidad de éter
y estaba en su habitación. Y maldita sea si no sentí ese vacío en mi estómago, ese
vacío que rogaba ser llenado con el poder que sólo podía dar el drenar éter.
Normalmente podía ignorar el impulso cada vez que Apolo estaba alrededor,
porque su estupidez eclipsaba todo lo demás.
Pero joder. Era como la compulsión de un maldito daimon buscando una dosis.
Y eso me molestó.
47
Girando el pomo de la puerta, utilicé el elemento fuego y derretí los engranajes
internos. Ábrete Sésamo. Hubo un chirrido en el interior de la habitación, mientras
entraba, pateando la puerta detrás de mí. No me tomó mucho tiempo encontrar a
Josie, ya que la habitación era del tamaño de una caja de zapatos. Estaba sentada
en una cama a mi derecha, con la espalda apretada contra la pared, los ojos muy
abiertos y el cabello extraño multicolor colgando sobre sus hombros, más allá de
sus pechos. Su rostro estaba pálido como el de un daimon.
—Traje tu bolso —anuncié, arrojándola para que cayera en una colchoneta azul
sesgada en el suelo.
—Mierda —susurró, parpadeando varias veces—. No eres real. No eres real.
Suspiré, cambiando de postura. —No esto otra vez.
Abrió la boca, pero luego la puerta estrecha cerca del pie de su cama se abrió.
Pensé que era una puerta de armario, pero no podría haberlo sido, a menos que una
chica semidesnuda estuviera escondida allí.
Si es así, este era mi tipo de dormitorio.
Pero al momento en que conseguí una muy buena mirada a la chica alta con
pantalones cortos que apenas la cubrían y un sujetador deportivo, supe que había
encontrado la fuente de todo ese éter de los dioses.
La chica parecía tener la edad de Josie, que basado en lo que Apolo había dicho
tenía que estar cerca de los veinte. Su cabeza se giró hacia mí, el movimiento muy
como de serpiente.
Mis músculos se tensaron. Nuestros ojos se encontraron como dos toros listos
para chocar cuernos.
—¿Lo ves? —preguntó Josie, apretando los puños llenos de la manta—. ¿Lo ves,
Erin?
—Sí, lo veo. —Cuadrándose hacia mí, una pared de furia al rojo vivo irradiaba
de ella, prácticamente recubriendo la habitación.
—¿Te conozco? —le pregunté.
Sus rasgos se afilaron mientras abría los labios, dejando al descubierto los
dientes de tiburón.
—Has matado a una de mis hermanas.
—¿Qué? —chilló Josie.
Miré a la chica. Durante el tiempo que estuve con Ares, yo... había matado a un
montón de gente. Algunos puros. Algunos mestizos. Algunos eran incluso
mortales. Básicamente, cualquier persona que se había metido en su camino. No
muy diferente a lo que hice para los dioses restantes.
—Vas a tener que enumerar eso para mí.
48
Se echó hacia atrás como si hubiera recibido una bofetada, y sí, tal vez pude
haber sido un poco más sensible con mi solicitud de información adicional, pero era
un imbécil, y aparentemente todos los demás también lo sabían.
La sonrisa que apareció en su rostro era casi agradable, excepto por los dientes
afilados y la calidad de las púas en los bordes de la misma. Entonces la chica que se
hacía llamar Erin dio un paso adelante, quitando su fachada mortal.
Su carne se volvió gris turbio, quitando el profundo tono de su piel. Alas grises
brotaron de su espalda, alcanzando al menos unos dos metros y fue algo
impresionante. Sus dedos alargados formaron garras que podrían destripar a
alguien con un giro de muñeca. Su cabello negro estaba alrededor de su cabeza,
formando un millar de pequeñas serpientes negras que giraban el aire a su
alrededor. Los oscuros ojos desaparecieron y aparecieron los completamente
blancos.
—Oh Dios mío —susurró Josie, luciendo como si estuviera tratando de
fusionarse con la pared detrás de ella—. Dios mío. Dios mío.
—Furia —gemí—. ¿En serio?
Erin —el nombre era tan gracioso ahora, teniendo en cuenta que la palabra
griega real para furia era Erinias— se levantó del suelo.
Elevando mi brazo, dejé ir una descarga de akasha. La luz azul brillante crujió
como un rayo cuando chocó contra su pierna, haciéndola girar hacia arriba y atrás.
Golpeó la pared junto a la cama. El yeso quedó agrietado mientras se recuperaba.
Por corazonada me agaché y me giré cuando la furia voló por encima de mi cabeza.
—¡Josie! —grité, al verla ir caminando a través de la cosa que estaba en la 50
puerta como si fuera su propio salvador personal.
—¡No!
Se dio la vuelta hacia mí mientras el hombre, que se parecía a un estudiante
promedio, la agarraba.
—Ven conmigo —dijo, envolviendo su mano alrededor de su muñeca. Le
retorció el brazo con fuerza, sus ojos poniéndose completamente negros, y ella gritó
cuando la tiró hacia atrás contra él.
Me lancé hacia adelante mientras Erin finalmente se daba cuenta del cambio en
la situación. Ella giró, buscando la sombra mientras sus alas rugían a través del aire
en el mismo momento en que Josie se liberó. Un ala la golpeó en el pecho, la
levantó en vilo. Me tambaleé hacia ella, pero ya era demasiado tarde. Chocó contra
las persianas que cubrían la estrecha ventana. El cristal se agrietó, y entonces estaba
cayendo hacia delante. Maldición, me deslicé por el suelo, atrapándola por la
cintura antes de que se cayera en la alfombra. Le di la vuelta, tirando de ella hacia
mi pecho. Dejándola en el suelo, deslicé una mano debajo de su cuello mientras
enderezaba su cuerpo.
Pestañas gruesas de un marrón oscuro revolotearon sobre sus mejillas. Su piel
estaba pálida mientras presionaba una mano por encima de sus pechos. Sus latidos
se mantuvieron estables bajo mi palma. Rápidamente quité mis dedos de su pecho,
haciendo caso omiso del movimiento mientras comprobaba su caja torácica. Tal
vez la palabra clave era “intentaba” hacer caso omiso de la curva de sus pechos,
que lucían más llenos de lo que esperaba.
Era un total y jodido cretino a veces.
Rechinando mis dientes, extendí la mano y quité la masa espesa de cabello de su
frente. Nada parecía roto. Inconsciente, pero aún con vida… por ahora.
Miré hacia arriba cuando la furia atrapó a la sombra por el estómago. La sangre
corrió, y estalló. La sombra echó su cabeza hacia atrás, liberándose en un humo
negro que se estrelló contra el techo, haciendo vibrar las paredes.
—Oh, no lo creo —disparó la furia, abriendo la boca. Su pecho se levantó
mientras inhalaba. El humo negro se quedó inmóvil, su centro borboteando y
moviéndose en pequeños zarcillos en forma de dedos.
La furia inhaló de nuevo, y la sombra se contrajo, siendo aspirada a través de su
amplia boca. Su garganta se hinchó mientras la última voluta de humo se fue
agitando antes de que también desapareciese en el vientre de la furia.
—Sí —murmuré, mis dedos en el cabello de Josie—. Eso fue... asqueroso.
Se dio la vuelta hacia mí, pero su mirada se posó en el cuerpo tendido de Josie.
Inmediatamente, cambió de nuevo a su forma mortal mientras se dejaba caer al
otro lado de ella. Se estiró hacia Josie, pero por alguna razón que estaba más allá de
mí, moví una mano a la nuca de Josie y la otra a su cadera, guiándola a mi regazo.
La mirada que le envié a la furia debió de haber sido leída fuerte y claro, porque 51
retiró sus manos.
Sostuvimos nuestras miradas una vez más, y luego suspiró, sus hombros
temblando, y hundió la barbilla contra su pecho.
—La han encontrado.
7
Traducido SOS por NataliCQ
Sabía que estaba soñando, porque estaba en casa, sentada en la mesa de roble
dorada en la vieja cocina de estilo rural en la casa de mis abuelos, y estaba usando
una versión adulta del vestido rojo que había querido tanto y que había usado casi
todos los días durante varios meses antes de que mi abuela me lo quitara. La falda
era roja con volantes blancos, y la camisa tenía un moño rojo unido a ella, también
lleno de volantes blancos que formaban una V a cada lado. Cuando tenía cuatro,
este atuendo había sido lindo —adorable incluso— pero con veinte años, ya no
tanto.
Mamá estaba sentada frente a mí, luciendo tan joven y vulnerable mientras
miraba su taza de té. Mi respiración se detuvo cuando inclinó la taza a un lado.
Oh Dios, recordaba esta mañana. Nunca la olvidaré. 52
Cerrando mis ojos con fuerza, los reabrí para encontrar a mi mamá
observándome. Sus labios separados, y todos los músculos de mi cuerpo se
esforzaban por levantarse, pero estaba enraizada a mi asiento en ese maldito
vestido de vaquera, reviviendo la mañana de hace dieciséis años.
—Estás destinada para algo grande, cariño. —Sus profundos ojos marrones
vagaron por mi cara, desenfocados—. Tienes que estarlo. Sigo diciéndome que es la
razón por la que estás aquí. Tiene que haber una razón por la que mi vida terminó
cuando comenzó la tuya. Tiene que haber un punto en todo esto.
Al igual que antes, cuando escuché por primera vez esas palabras, un dolor muy
real se deslizó a través de mi pecho, cortando profundamente a través de los tejidos
y órganos. A los cuatro años, no entendía lo que esas palabras significaban, que yo
no estaba planeada y que era un error, pero había sentido su significado, y había
sabido en ese momento que mi mamá no me quería. Sabía que me amaba, pero no
me había querido.
Inclinó la cabeza hacia un lado y levantó sus pestañas. —Pueden drenar el éter
de los semidioses, que es lo que hace que nuestra sangre sea diferente a la de los
mortales. Los dioses tienen más éter, seguido por los semidioses, los Apollyon, los
puros y luego los mestizos.
Ahora que mis manos no estaban apretando nada y él todavía sostenía una, no
sabía qué hacer con ellas. —Eso es un montón para procesar.
—Sí, bueno, tienes que lidiar con esto.
Cuando oí correr el agua en el baño, exhalé en voz alta y luego jalé la camisa
por encima de mi cabeza. No había ventanas en el cuarto de baño para que ella
hiciera una loca huida, y mientras estuviera utilizando el tiempo de calidad uno-a-
uno para convencerse de que algo de esto era real, al menos todavía estaba allí y no
gritando corriendo de vuelta al campus.
Esta conversación había ido mejor que la última, lo que era positivo.
Suspirando, subí la cremallera del bolso y luego me fui a la zona del bar.
Abriendo la mini-nevera, tomé una cerveza y luego me acerqué a la silla. Haciendo
estallar la tapa, ni siquiera me molesté en tratar de convocar a Apolo. Sabía que no
iba a aparecer.
Tomé un largo trago antes de dejarme caer en la silla gruesa acolchada donde
62
había puesto mi trasero cuando había traído a Josie al hotel. Me senté allí durante
unas horas, mirándola dormir como una especie de acosador antes de irme a la
ducha para lavar el débil aroma persistente del inframundo. Pero tenía una razón
válida para mantener un ojo en ella. Se había roto su linda y buena cabeza. Tuvo
que ser la sangre que tenía en sus venas, a pesar de que sus habilidades estaban
selladas, lo que evitó que necesitara un viaje a la sala de emergencias.
Inclinando la botella hacia mis labios, me pregunté si había habido situaciones
en el pasado donde ella se había alejado de accidentes graves o lesiones
prácticamente ilesa. ¿Había ignorado esos casos, atribuyéndolos a la suerte?
¿También sabía que dormía como un muerto?
Desde el momento en que la había colocado en esa cama y tirado las mantas
sobre ella, no se había movido de donde la había puesto. Ni una sola vez. No se dio
vuelta sobre su costado. No rodó sobre su estómago. Ni siquiera se sacudió.
El constante bombeo de agua cesó en el baño. Finalmente. Tenía que haber
suficiente agua en esa bañera para que se ahogara.
Bajé la botella al brazo de la silla mientras volvía mi mirada entrecerrada hacia
la puerta del baño. Ella no...
No la conocía en absoluto, así que no tenía idea de lo que era capaz. La chica se
había preocupado de estar enferma como su madre, y tal vez lo estaba.
Maldita sea.
Levantándome de la silla, puse la botella en el soporte de madera y fui a la
puerta del baño. La inquietud se reunió en la boca de mi estómago, la sensación
viajando hacia arriba. Me incline, giré la perilla, y la encontré cerrada. No era un
problema. La energía del elemento fuego se extendió por mi brazo, y el calor se
envolvió alrededor de mi palma, abrasando la perilla y derritiendo la parte interior
de la cerradura.
La cerradura desapareció.
Ja.
Mentalmente preparándome para cualquier cosa, abrí la puerta. Y para lo que vi
no estaba, definitivamente, preparado.
Josie estaba en la bañera, no ahogándose, lo que era bueno. Lo malo estaba en
que estar en la bañera significaba que estaba completamente desnuda. Tal vez eso
no era algo malo. Está bien. Definitivamente no era algo malo.
No podía recordar a ningún chico que alguna vez me mirara así a menos que
estuviera sosteniendo una cesta de alitas de pollo o algo así. Pero en ese momento,
con el dorso de sus manos abrasando mi piel, si hubiera bajado su boca a la mía,
había una buena oportunidad de que me hubiera quedado allí y lo dejara.
No estaba segura de lo que eso decía sobre mí.
Empujando esos pensamientos a un lado, me levanté mientras estiraba mi
cinturón, asegurándome de que todavía estaba apretado. —Tengo que ir a casa a
ver a mi mamá. Necesito hablar con ella. —La culpa se revolvió a través de mí,
aunque sabía que era ridículo. ¿Quién hubiera pensado que algo de lo que había
estado diciendo durante años era cierto?
Seth se cruzó de brazos mientras me miraba. —¿Y no puedes sólo, no sé, tomar
el teléfono y llamarla?
—Puedo, pero quiero verla. —Frustrada y sintiendo cerca de un millar de otras
emociones, levanté las manos para tirar de mi cabello suelto, pero me detuve
cuando la estúpida parte superior de la bata se abrió de nuevo. Agarrando los
bordes, el aleteo estuvo de vuelta cuando me di cuenta de la forma en que él pareció
respirar profundamente. Necesitaba concentrarme, y no en el aleteo—. No espero
que lo entiendas o incluso que te importe, así que no voy a entrar en el millón de
razones por las que tengo que darle a mi mamá una enorme disculpa,
probablemente con un jardín de flores, y que no es apropiada para una llamada
telefónica. Quiero estar con ella. Quiero abrazarla. ¿Está bien? Así que tengo que
verla. No llamarla.
Esas cejas elegantemente arqueadas subieron lentamente. —¿Te das cuenta de
que divagas? Mucho.
Calor se propagó por mis mejillas. —No. Nunca me lo habían dicho.
—Me resulta difícil de creer —respondió secamente.
Mis ojos se estrecharon, y cuando sonrió, me debatí entre el deseo de golpearlo
en la cara o... o sonreírle de vuelta. Esa era una respuesta exasperante. —Se supone
que me vas a llevar a Dakota del Sur. ¿Por qué no puedo hacer una parada en
Missouri y ver a mi mamá en el camino?
—Nunca dije que no podías.
Mis ojos se encontraron con los suyos. —Entonces voy a ver a mi madre antes
de que me arrastres al medio de la nada.
Inclinó la cabeza hacia un lado y su cabello, ahora seco en ondas suaves, rozó
su rostro. —No creo que eso sea inteligente.
71
—Y no pedí tu opinión.
Una ceja se levantó.
Lo confronté, tomando una respiración profunda mientras mis manos se
apretaban en la bata. —No puedes detenerme.
Me miró un momento y luego echó la cabeza hacia atrás, riendo
profundamente. Un escalofrío se enroscó alrededor de mi columna vertebral. Qué
risa tan agradable. —¿No puedo detenerte? Tú no puedes detenerme, Joe.
—¡No me llames Joe!
Su barbilla bajó cuando la diversión curvó sus labios. —Lo siento. Joe-sie.
—Oh, Dios mío, eres tan molesto —murmuré a medida que empezaba a pasear
a lo largo de la cama—. ¿Cuál es tu trabajo? Quiero decir, ¿por qué estás aquí
conmigo? Eres mi niñera, ¿verdad?
Su mirada ámbar siguió mi movimiento con inquietante intensidad. ¿Siempre
miraba fijamente a la gente como si pudiera ver directo en sus pensamientos
privados más íntimos?
—Prefiero el término “guardián” por encima del de “niñera”. Se supone que
debo mantenerte viva, no darte de comer, beber y entretenerte con los dibujos
animados de Disney.
—Como sea. Eres un niñero sexy medio ninja que tiene que protegerme —repuse,
distraída por un momento por el destello repentino en su mirada atigrada.
Tomando una respiración poco profunda, levanté la barbilla—. Debido a que mi...
mi padre te ordenó que lo hicieras. Y es Apolo, así que supongo que es súper
poderoso y no alguien al que deseas molestar. Y también, estoy adivinando, ya que
tenía a otra... persona cuidándome, no me quiere muerta, por lo que estaría
bastante indignado contigo si termino sin respirar, ¿verdad?
Sus labios se apretaron mientras el resplandor se desvanecía en sus ojos. —Algo
así.
—Así que, para hacer tu trabajo más fácil, sólo debes dejar que vaya a ver a mi
madre. Si no, vas a tener que pasar la mitad del tiempo preocupándote por asesinas
criaturas míticas disparándome, porque en el momento en el que pueda huir para
hacerlo, lo haré. Te lo prometo, Sethie. Y entonces, estaré por ahí corriendo
frenéticamente sin protección.
Su boca se abrió ligeramente cuando inclinó la cabeza hacia un lado y entonces
me impactó. Se rió de nuevo mientras abría sus brazos. —Eso fue ingenioso.
Lo intenté y fracasé en ocultar mi sonrisa triunfante. —Ya me lo imaginaba.
—No es inteligente —añadió con un encogimiento de hombros—. Pero, bueno,
¿qué es lo peor que podría pasar? Terminas muerta y yo terminaría deseando estar
muerto. O los Titanes o las sombras te siguen a casa y pones a toda tu familia en
peligro. Es un riesgo, pero no es un problema. 72
Mi sonrisa se desvaneció de mi rostro. Bueno, eso no sonaba bien.
Caminando hacia el otro lado de la cama, tomó una almohada, la ahuecó y la
dejó caer de nuevo contra la cabecera. Luego jaló la pesada manta y sábana.
—¿Cuándo nos vamos? ¿Ahora? Si es así, necesito ropa. —Necesitaba ropa
como hace cinco minutos—. Y probablemente mi bolso y mi teléfono celular.
Supongo que tengo mis identificaciones. Nunca se sabe cuándo…
—Tu amiga va a traer esas cosas, probablemente en un par de horas. No sólo
está haciendo la limpieza, está por ahí explorando y asegurándose de que nada se
acerca a este hotel.
¿Tenía que usar esta bata por un par de horas más? Podría ponerme mi vieja
ropa, pero olía rara, a rancio y húmedo.
Seth me miró. —Así que no vamos a ninguna parte hasta mañana.
—¿Mañana?
—Sí. —Se lanzó sobre la cama, haciendo que el colchón rebotara, pero lo hizo
con un nivel de gracia que era algo sorprendente. Tendido de espaldas, cruzó los
brazos detrás de la cabeza. Lindos bíceps, esa posición realmente los mostraba.
—¿Qué estás haciendo?
Movió sus caderas. —¿Qué parece? —Fuera lo que fuera, se veía bien.
Esos labios formaron otra sonrisa y oré porque no pudiera leerme la mente.
Podía ser que necesitara preguntar sobre eso más adelante. —A diferencia de
alguien, sin decir nombres. —Me miró fijamente—. No he tomado una siesta de
cuatro horas. Así que voy a utilizar estas próximas dos horas para dormir.
Mi boca se abrió, pero la cerré. No podía quejarme de que quisiera dormir. Eso
era sencillamente grosero. ¿Pero qué diablos iba a hacer mientras él dormía?
Aferrándome a la bata como si de eso dependiera mi vida, pasé mi peso de un pie
otro mientras miraba alrededor de la espaciosa habitación de hotel.
—Josie.
Me volví hacia él, mi aliento contenido. ¿Cómo es que alguien en el mundo
podía lucir tan... tan bien simplemente acostado en la cama?
—¿Qué?
Tenía los ojos medio cerrados, atrayendo la atención sobre sus gruesas pestañas
puntiagudas. —Ven aquí.
Otro escalofrío se deslizó sobre mi piel. —¿Estás tratando esa cosa de control
mental de nuevo? Porque no está funcionando.
Se rio entre dientes. —No, no lo estoy. Simplemente ven aquí.
Mi corazón se disparó en mi pecho. —No creo que sea una buena idea.
—¿En serio? —murmuró, sonriendo perezosamente—. ¿Por qué?
73
No tenía una buena respuesta, porque lo que estaba pensando era muy
presuntuoso de mi parte. Cuando no respondí, rodó sobre su costado y extendió su
brazo sobre el espacio vacío entre nosotros.
—Ven aquí —dijo de nuevo.
Atrincherándome, sacudí la cabeza. —¿Por qué?
—Porque va a hacerme sentir mejor.
—Esa, definitivamente, no es una razón suficiente.
Se rió de nuevo. —Eso no fue muy agradable, Joe.
—No me agradas —susurré.
Su sonrisa se extendió hasta que transformó su rostro, llevándose algunos de los
flancos abiertos de su belleza. —Mira. No voy a molestarte o algo así. —Movió sus
dedos mientras yo lidiaba con una sensación muy extraña y realmente inquietante
de decepción, que me hizo sentir como si necesitara terapia—. Necesito dormir un
poco, para poder estar alerta después, pero es difícil hacerlo cuando parece como si
estuvieras a segundos de lanzarte hacia la puerta. Todo lo que quiero que hagas es
que te sientes aquí. Incluso puedes ver la televisión. Voy a dormir con eso, pero te
necesito aquí, a mi lado.
Te necesito.
Mordisqueé mi labio inferior. Por supuesto, no había querido decir que me
necesitaba, pero todavía había un peligroso espiral abajo en mi vientre. Mentalmente
me abofeteé, necesitaba conseguir controlar mis hormonas. No conocía a este tipo.
Ya ni siquiera me conocía a mí misma. Sexo y todas las cosas malas necesitaban ser
las cosas más lejanas de mi mente.
La cama era enorme. Podría sentarme fácilmente en un lado mientras él dormía
en el otro. Su razonamiento sonaba lógico y no iba a ser estúpida y huir, siempre y
cuando me tratara bien. Sabía que no sería capaz de defenderme. No tenía ningún
poder increíble como el prenderle fuego a mi mano.
Lo necesitaba, y Dios, eso apestaba.
2
En ingles original “Misery” se traduce Miseria y cuya pronunciación es parecida a la de Missouri.
Y no dijo nada después de eso. Yo tampoco lo hice. Permaneciendo callada,
seguí quieta mientras lo miraba hasta que supe que estaba dormido, porque su
rostro se relajó y sus labios se abrieron. Y seguí observándolo. En su sueño, lucía...
lucía joven. Vulnerable. Nada normal, ya que incluso en reposo, había una
cualidad irreal en los ángulos y planos de su rostro, pero... no sabía. Se veía
diferente. Aun increíblemente guapo, pero había una cualidad de humanidad ahí y
ver eso era un alivio, sobre todo porque sabía que mi vida estaba literalmente en sus
manos.
76
10
Traducido por Jane
Mi padre. Todavía no podía asimilar eso, pero sabía que no estaba cómoda con
la forma en que sonaba. —Por favor, deja de decir que es mi padre. Pudo haber
donado algunos espermatozoides, pero eso es todo lo que hizo. No es mi papá. Mi
abuelo es lo más cercano a un padre que tengo, porque me crió. Me ama.
Inclinó la cabeza hacia un lado mientras sus cejas se juntaban. —Apolo te ama,
también. Sé que puede ser difícil de creer, pero lo hace. Se aseguró de que siempre
estuvieras a salvo. Protegida.
La cosa era, no necesité eso mientras crecía. O si lo hice, fui completamente
ajena. Lo que necesitaba era un papá. El abuelo era genial e hizo todo lo que pudo, 80
pero no era lo mismo.
Aparté esos pensamientos. —Te ha enviado para velar por mí.
Abrió la boca y volvió a cerrarla. Cuando asintió, un movimiento sinuoso
revolvió mi estómago. —Lo hizo.
—Así que no eres realmente de DC, ¿verdad? Y no corrías en la secundaria. —
Cuando negó con la cabeza, mi pecho se apretó como si hubiera caído en un
molinillo de jugo.
—Crecí en el Olimpo, pero he visitado DC muchas veces. Me gustan los museos
—dijo tímidamente—. Sé que no es lo que te dije.
¿Siquiera tienen escuelas en el Olimpo?
—Tienes razón. Todo de ti, de nosotras, ha sido una mentira.
Se puso de pie, apartando de su hombro de un tirón su cola de caballo rizada.
—No podía decirte la verdad. No me habrías creído.
También tenía razón en eso, pero no lo entendía. —Sabes que no tuve amigos al
crecer, ¿no?
Lanzando su mirada hacia la ventana, asintió. —Lo sé.
—Los otros niños no eran amables conmigo, porque sus padres no eran buenos
con mi familia —dije, tragando el endurecimiento repentino en mi garganta—.
Cuando llegué aquí, esperé lo mismo. Realmente no conocía nada mejor, pero te
conocí y eras tan agradable y tan abierta, y... —Presionando mis labios, sacudí la
cabeza—. Tenías que ser mi amiga.
Sus ojos se abrieron mientras su cabeza se giraba hacia mí. —Tenía que estar
cerca de ti, sí, pero eso no cambia que me agrades sinceramente. —Dio un paso
hacia mí—. No fingí eso.
Una parte de mí entendía eso, pero no podía dejar de preguntarme cómo
hubiera sido nuestra relación si ella fuera... normal.
—Lo siento —dijo en voz baja, y mi mirada se desvió hacia ella. La sinceridad
se encontraba en su hermoso rostro y conmovedores ojos. Verla así hacía difícil
creer que podría convertirse en una criatura parecida a un murciélago gigante con
serpientes en el cabello—. Te conozco, así que sé que esto te ha hecho daño. Y me
gustaría poder haberme sentado a hablar contigo acerca de lo que soy y por qué
estaba aquí, pero se nos ordenó mantener la verdad oculta. Y por tu bien, esperaba
que nunca lo averiguaras. No. No lo mal entiendas —dijo cuando abrí la boca—.
No porque quería seguir mintiéndote, pero si vivías el resto de tu vida sin saber
nada de esto, significaba que estabas a salvo. Ninguno de nosotros sabía que esto
pasaría con los Titanes. Nos estábamos preparando para...
—¿Qué? —pregunté cuando no terminó.
Erin miró hacia la puerta cerrada. —Nos estábamos preparando para luchar
81
contra el Dios Asesino. Él te ha hablado de en lo que podría haberse convertido,
¿verdad?
Asentí. —Me dijo algo de eso.
La tensión se deslizó en sus movimientos cuando cruzó los brazos sobre su
pecho. —Nos preparamos para un tipo diferente de batalla. Ninguno de nosotros
previó los Titanes o... —Su frente se arrugó mientras sus hombros se encorvaron—.
Apolo confía en el Apollyon, en Seth. Te confió a él.
Vellos muy pequeños en todo mi cuerpo se levantaron. Eso no sonaba bien.
—¿Debo estar preocupada por algo más que los Titanes?
Se quedó quieta por un momento y luego negó con la cabeza. —Hay cosas
sobre nosotros, sobre nuestro mundo, que no entiendes y que llevarían las normas y
juicios sociales mortales a estándares mortales. Y de todos modos, te irás en un par
de horas, ¿verdad? ¿Adónde vas? Iré, también. Me han dicho que regrese, ahora que
Seth está aquí.
—¿Regresar? ¿Y la escuela? —pregunté estúpidamente.
Tomo uno de mis bolsos y lo puso a los pies de la cama. —No necesito estar
aquí más tiempo.
—¿Pero cómo puedes simplemente desaparecer?
Otro bolso se unió a la de la cama. —Así como tú. La gente va a pensar que
fuiste a casa. Emergencia familiar. Y así la gente deja la universidad todo el tiempo.
—Se encogió de hombros como si no fuera gran cosa—. ¿Entonces a dónde vas?
—Vamos a ver a mi madre primero —contesté, distraída por cómo estaba
organizando mis bolsos y lo que había dicho—. Entonces supongo que vamos a
algún lugar en Dakota del Sur.
—Ah, la Universidad. Es algo así como Radford, pero más frío. Lleno de puros
y mestizos y tal vez un dios o dos. —Abriendo un bolso, tomo un par de jeans y los
arrojó sobre la cama. Se rió, el sonido era como campanas de viento—. Lo siento.
Estoy tratando de imaginar a Seth en Osborn, Missouri. Creo que es genial que
vayas a ver a tu mamá. Tal vez saber lo que ahora sabes te ayudará a entenderla
mejor. Y también dejarás de preocuparte de que tengas algún tipo de enfermedad.
No la tendrás.
—Sí, supongo que borrare esa preocupación. —Cogí el sujetador y bragas que
tiró hacia mí—. ¿Así que no irás con nosotros?
Negó con la cabeza. —Si lo hiciera, probablemente acabaría mutilando a Seth
en algún momento, y ese como que destrozaría el propósito de velar por ti. Pero no
es como si nunca fueras a verme otra vez. Lo harás. Pero necesito ayudar a
localizar a los demás semidioses. También necesitan protección.
Me había olvidado de los otros. Poniéndome de pie y sosteniendo mi ropa
interior cerca de mi pecho, vi a Erin sacar un ligero suéter rosado, y una vez más
comprendí que, en algún momento, iba a ser necesario luchar contra los Titanes,
82
ayudar a sepultarlos en la Tierra de la Salsa Tártara.
—Mierda —susurré.
Erin me miró bruscamente. —¿Qué?
—Ni siquiera puedo caminar sobria en línea recta, pero soy básicamente un
arma, ¿no? También lo son los demás semidioses. Voy a tener que luchar contra un
titán.
Sus ojos se encontraron con los míos antes de alejarse. —Vas a estar bien, Josie.
¿Voy a estar bien? Eso era como decirle a alguien que estaba a punto de saltar en
aguas infestadas de tiburones que estarían bien.
Rodeando la cama colocó los jeans y el suéter en mis brazos. —Debes ducharte
y prepararte antes de que Seth regrese. A menos que quieras que te vea en esa bata
de nuevo, que por cierto, no hace nada para ocultar tus atributos.
Oh, Jesús.
Dejé que me empujara hacia el baño, pero me detuve justo en el interior y la
miré. Nuestros ojos se encontraron, y de alguna manera supe —simplemente
supe— que después de que cerrara la puerta, se iría, y no estaba segura, no
importaba lo ella dijera, si la volvería a ver.
Nuestra amistad se había construido en mentiras. No había que ignorarlo, pero
los dos últimos años... había estado allí para mí cuando era la estudiante de primer
año asustada e ingenua, lejos de casa por primera vez. Estuvo allí la primera vez
que bebí tequila, y sostuvo mi cabello mientras vomitaba todo más tarde esa noche.
Estuvo allí cuando fui a mi primera cita con el chico de mi clase de Sociales 101, y
luego me rescató cuando empezó a hablar de invitarme a conocer a su madre a los
cinco minutos de nuestra incómoda cena. También estuvo allí cuando mi mamá
tuvo una terrible recaída y se perdió durante días, terminando en Tennessee. Se
había convertido en mi mejor amiga, y eso no era algo que pudiera olvidar. No
importaba cuán malo y doloroso era saber que la base de nuestra amistad había
sido construida precariamente en un montón de mentiras, eso no cambió todo lo
que hizo por mí.
No podía guardarle rencor.
Dejando caer mi ropa en el suelo, salté hacia adelante. Sus ojos se abrieron
cuando mis brazos rodearon sus hombros. La acerqué en un abrazo feroz. Y no dije
nada. Ninguna de las dos hizo lo hizo cuando me devolvió el abrazo. Nos
quedamos allí por unos minutos, y cuando nos separamos, sus ojos profundos
brillaban con lágrimas.
—Será mejor que te prepares —dijo, su voz gruesa mientras sonreía débilmente.
El nudo en mi garganta me dificultaba hablar, así que asentí mientras
retrocedía. Necesité tomar una respiración profunda antes de hablar. —Eres mi
mejor amiga, no importa qué. 83
Sus ojos se cerraron un momento fuertemente mientras susurraba—: Eres mi
mejor amiga, también. No importa qué. —Entonces dio un paso atrás, su sonrisa
extendiéndose mientras hacía el signo de la paz.
Por alguna razón, sabiendo lo que ella era, eso me hizo reír cuando agarré la
puerta. Pero no fue hasta cuando la puerta del baño estuvo cerrada que realmente
comprendí que se iba y yo... quería otro abrazo.
Abriendo la puerta, mis hombros cayeron. Como había sospechado momentos
antes, la habitación del hotel estaba vacía. Erin se había ido.
11
Traducido por NataliCQ
En mi defensa, soy un chico, así que cuando tenía la posibilidad de elegir entre
mirar un montón de árboles o el trasero de una mujer, estaba probablemente
eligiendo el trasero. Y era un buen trasero, también. Rechoncho. No era demasiado
difícil imaginarlo desnudo debajo de esos jeans que abrazaban su trasero y muslos
torneados. El suéter color rosa que llevaba puesto, exponiendo un poco de piel a lo
largo de la parte baja de su espalda. Eh, era una zona muy tentadora del cuerpo a la
que nunca le había prestado atención.
Extendí la mano antes de que supiera lo que estaba haciendo. Mis dedos
cerniéndose justo por encima del borde de su suéter, preparándose para tirarlo hacia
84
abajo, cuando sacudí mi mano de vuelta. Una serie de hormigueos recorrieron mis
dedos, casi como si mi piel estuviera protestando por no tocarla.
¿Qué mierda?
Buscando una distracción, examiné el estacionamiento del hotel de nuevo. No
había sombras vengativas merodeando, desafortunadamente. Mi mirada se movió
de nuevo a Josie, y a su trasero mientras se movía, estirándose aún más.
Suspiré. Tal vez gruñí un poco, porque su trasero se detuvo, y no estaba seguro
de si debería estar aliviado o decepcionado por eso.
—¿Por qué no sigues adelante y te subes? —sugerí.
Su cuerpo quedó inmóvil. —Sólo otro segundo.
—¿Qué es lo que buscas allí? ¿Las respuestas a la vida?
—Ja. Ja —respondió, con la voz ahogada—. Erin empacó todo, así que no sé
dónde están las cosas. ¡Aja! —El triunfo resonó en su voz—. Lo encontré.
—¿Qué? ¿Accidentalmente guardó algunos corazones de vaca allí?
Josie voló desde la parte trasera del Porsche, apretando una delgada y negra
cosa electrónica rectangular en su mano. Dio un paso hacia mí, y esa cosa negra
chocó contra mi brazo.
—¡Oye! —Di un paso atrás, doblando mi mano sobre mí brazo ardiendo.
Realmente me golpeó. Me dio un manotazo en serio con algo. Estaba jodidamente
aturdido—. ¿Qué demonios fue eso?
—¡Ella no come bebés o corazones de vaca!
—¿Cómo lo sabes? —desafié, malditamente sabiendo que las furias tendían a no
comer bebés o corazones, pero como fuera. Su suéter tenía el cuello en V. Por
supuesto. Sus pechos casi desafiaban las limitaciones de su suéter. Me moví,
extendiendo mis piernas. Esto era simplemente ridículo—. ¿Buscaste en Google la
dieta de una furia mientras estabas pasando el rato en la parte trasera del auto? ¿Era
eso lo que estabas haciendo todo este tiempo?
—Erin es vegetariana, listillo. —Frunció sus labios y arrugó su nariz de esa
linda manera de nuevo. ¿Linda? Maldita sea—. O por lo menos verduras y esa
mierda es todo lo que la he visto comer siempre. Y no estaba Googleando. Estaba
buscando mi Nook, que ahora he encontrado. Es un requisito para cualquier viaje
por carretera.
—Nerd.
Su brazo voló de nuevo mientras se preparaba para golpear a lo que parecía ser
mi cabeza esta vez. Agarré su brazo antes de que diera el golpe. —No me golpees
con eso otra vez.
Profundos ojos azules brillaron. —Te voy a golpear con esto de nuevo si quiero. 85
—Si me golpeas con eso de nuevo, voy a doblarte en el respaldo de este coche,
justo en frente de todo el mundo y todos los dioses, y golpear tu trasero como tu
mamá debería haber hecho.
Su boca se abrió. —No te atreverías.
Sin siquiera usar mucha fuerza, tiré de ella hacia adelante, y antes de que
pudiera apartarse, rodeé con mi brazo su cintura, manteniéndola en su lugar. Mi
cuerpo se calentó inmediatamente en cada lugar que estábamos conectados. Ella
era un poco más baja que yo, pero estábamos alineados lo suficientemente bien en
todas las áreas importantes. Tan enfocado como estaba en toda su suavidad
presionándose contra mí, se me olvidó qué demonios estaba haciendo. ¿Algo sobre
nalgadas en su trasero?
Eso era un maldito buen plan.
—Sí me atrevería —le dije, mi voz bajando de tono—. Y realmente también,
disfrutaría de ello.
Echó la cabeza hacia atrás, sus labios separándose mientras nuestras miradas se
encontraban. —Yo no disfrutaría de eso.
Incliné mi cabeza, llegando tan cerca a besarla que mi ingle se apretó con
necesidad. El repentino calor lo estaba abarcando todo. —Creo que el rubor que
viaja a través de tus mejillas me dice que lo disfrutarías tanto como yo lo haría. Tal
vez más.
Su suave exhalación envió otra sacudida a través de mí mientras su aliento
bailaba sobre mis labios. —No estoy sonrojándome —dijo—. La brisa es fresca. Y
tengo la piel sensible. Me sonrojo con mucha facilidad, lo cual es divertido teniendo
en cuenta que tengo un poco de sangre del dios del sol en mí. Figuraría…
Puse la punta de mis dedos en su mejilla, deteniendo su charla. Entonces sus
ojos se abrieron, el azul volviéndose tan profundo que si no tenía cuidado podía
caer directo en ellos y hacer algo realmente estúpido.
Y había un montón de ideas estúpidas viniendo a mi mente en este momento.
Arrastré mis dedos a su boca, mi toque ligero como una pluma. Cuando llegué a
sus labios entreabiertos, la suavidad de ellos contra las puntas de mis dedos disparó
la necesidad en algo malditamente cerca de lo primitivo. La sensación era cruda, y
mientras presionaba sus labios juntos, toda la maldita cosa se volvió contra mí,
porque mis partes dolían ahora.
—Mentirosa —le dije.
Josie se echó hacia atrás, pero su pecho subía y bajaba rápidamente. —No me
agradas.
Mordí mi labio inferior, pero eso no detuvo mi sonrisa. —Tampoco me agradas.
Me lanzó una mirada asesina por encima del hombro mientras rodeaba un lado
de la camioneta, en dirección hacia el lado del pasajero.
86
Este iba a ser un viaje malditamente largo.
No hablamos después de que le dije a Seth que lo sentía por lo que había vivido
cuando era niño, o de cierta forma, lo que no había experimentado. Tuve
dificultades con mi mamá, pero aun así tenía a mis abuelos, y sonaba como que
Seth no tuvo a nadie. Una gran parte de mí se sintió mal por Seth. Sabía lo que se
sentía saber que no eras querido; la picazón y el ardor que existía dentro de ti cada
día sabiendo que sólo fuiste un accidente. Viniste a esta vida con tus padres
desando poder deshacer el acto que te trajo aquí. Ese tipo de conocimiento infectó,
pudrió y arruinó partes de mí incluso sabiendo que mi mamá, a pesar de todo, me
amó.
El cielo fuera del Porsche se desvaneció del atardecer hasta la noche. No
habíamos hablado más que unas pocas palabras el uno al otro cuando finalmente
nos detuvimos por comida. La hamburguesa no me calló bien y otra hora pasó 92
antes de que él hablara nuevamente.
Era cerca de las nueve cuando su profunda voz, con un ligero acento, se
extendiera a través del oscuro interior. —Creo que debemos detenernos por la
noche. Descansar un poco y volver a la carretera temprano así podemos llegar a tu
casa por la tarde.
Mi estómago se desplomó mientras me sentaba más erguida. —Creo que
podemos seguir avanzando. Todavía tengo la llave de la casa. Podemos entrar, y
tenemos una habitación extra donde puedes dormir. Quiero decir, no estamos muy
lejos de St. Louis, y son sólo otras cuatro horas más o menos de ahí.
—He estado conduciendo por cerca de nueve horas. Estoy cansado.
—Puedo conducir.
Resopló. —No va a suceder.
Mis ojos se estrecharon. —¿Por qué no? ¿Piensas que no puedo conducir? Puedo
conducir muy bien. Podría conducir en nascar si quisiera.
Sus labios se crisparon mientras negaba con la cabeza. —No es eso. Estoy
cansado. Necesito estar alerta, y esto no va a venir de dormir en el asiento del
pasajero mientras estás jugando a nascar con un Porsche. —Me observo fijamente,
y en la penumbra, sus rasgos se ensombrecieron—. ¿Estás nerviosa por quedarte
otra noche conmigo, Josie?
Guau. No sólo golpeó ese clavo justo en la cabeza. Golpeó ese clavo a través de
la madera.
Su mirada volvió de vuelta a la carretera mientras llevaba el Porsche al carril
derecho. —Porque esta noche no va a ser la única noche. Estás atrapada conmigo,
nena, al menos hasta que te lleve a Dakota del Sur.
Mi boca se abrió y luego la cerré, irritación erizó mi cuero cabelludo como si
cien hormigas de fuego acabaran de hacer un baile por el.
—Realmente no te agrado.
Se rió oscuramente. —No necesitas agradarme.
Rodé mis ojos. —Veo eso.
—¡Oh, no hay forma en que veas eso! —Estrellé mis manos en mis piernas—. A
menos que tengas, como, ojos de gato o algo.
—Veo mejor en la oscuridad que como lo hace un mortal —contestó. Estaba
sonriendo con esa sonrisa sabelotodo cuando mandé una mirada de muerte en su
dirección—. Creo que este es un lugar lo suficientemente bueno.
Cruzando mis brazos mientras él tomaba la salida, me hice hacia atrás y resistí
la urgencia de lanzar un gran berrinche que haría a un niño de dos años sentirse
orgulloso. Tomó el primer alojamiento que encontró.
—Esto ni siquiera es un hotel. —Señalé afuera mientras él giraba en el
93
aparcamiento de grava—. Es un motel, las puertas están afuera. El tipo de puertas
que los asesinos seriales tocan mientras estas durmiendo.
—Funcionará. —Estacionó la SUV en dos espacios—. No es un área de mucho
tráfico. Parece que sólo hay otras dos personas aquí, y si un asesino en serie toca a
la puerta, será la última puerta que estará tocando.
—Se ve como la serie de televisión Bates Motel —murmuré.
Seth rió.
Odié su risa. Está bien, no odié su risa. Era un agradable sonido profundo. Él ya
estaba fuera del Porsche para el momento que desabroche mi cinturón de
seguridad. Golpeteó mi ventana, una mirada de impaciencia asentándose en sus
rasgos. Rodé mis ojos nuevamente, y respondió abriendo la puerta por mí.
—¿Necesitas ayuda? —ofreció—. Puedo levantarte, tirarte sobre mi hombro y
llevarte dentro. —Se inclinó, poniendo una mano en el asiento seguida de mi
pierna. Una hebra de su cabello caía suelto, curvándose hacia la esquina de sus
labios—. Podríamos fingir que somos recién casados.
Lo miré boquiabierta. —De ninguna manera.
—Tal vez tengan una suite de luna de miel. Oh, eso suena como un plan. —Se
hizo hacia atrás—. Espero que tengan una cama con forma de corazón.
Deslizándome fuera de mi asiento, gentilmente cerré la puerta de golpe detrás de
mí y luego avancé pasándolo. ¿Hay lugares que realmente tengan camas con forma
de corazón? Eso es algo llamativo.
Me emparejó con sus largas zancadas. —Mantente cerca.
No respondí mientras él abría la puerta debajo del letrero rosa neón de abierto.
Era un pequeño vestíbulo, sorprendentemente limpio y algo acogedor,
completamente decorado al estilo country. Muchas cestas y bayas rojas, vides
verdes, y pequeñas escalones de madera cubrían cada pulgada cuadrada. El olor de
la vainilla y algún tipo de fruta era agradable.
Seth se acercó hasta el escritorio y golpeó con la mano la campana. Una puerta
blanca se abrió y una señora mayor se apresuró fuera, plegando una revista. Ella le
dio un vistazo a él y su boca se abrió. Él apoyó la cadera contra el mostrador, sus
labios formando una lenta sonrisa que probablemente incluso tendría a la abuela
abanicándose.
—Necesito una habitación para mi chica y para mí —dijo con esa voz suya.
Alejándome, rodé mis ojos y empecé a inspeccionar la canasta más cercana.
Había pequeños artículos de tocador en el interior. Lindo. Me moví a lo largo de la
repisa, llegando a un grupo de canastas que parecían vacías.
—Bueno, dulzura, tenemos un buen número de habitaciones esta noche, así que
eres afortunado —dijo la señora, y entonces Seth habló, su voz baja. 94
Mis dedos se deslizaron sobre algo suave. Lo tomé, y mi boca cayó abierta.
Las cestas estaban llenas de condones.
Oh Dios mío. ¿Qué tipo de motel tenía cestas llenas de condones en el vestíbulo
en lindas pequeñas cestas de mimbre? Me quedé mirando el envoltorio marcado
extra-grande, acanalado-para-su-placer. ¿Dónde estábamos y qué tipo de personas
suelen alojarse aquí?
—Josie.
Me giré hacia Seth. Su mirada se movió de mí a mi mano y sus cejas se alzaron
y su sonrisa se transformó en una sonrisa de infarto que llegó a sus ojos,
iluminándolos y calentándolos. Seth sin sonreír era hermoso, ¿pero sonriendo?
Era… guau. Robaba el aliento.
Y yo aún estaba sosteniendo los condones.
Calor se extendió en mi rostro.
—Son por parte de la casa, cariño —dijo la señora detrás del mostrador—.
Toma todos los que quieras. —Guiñó un ojo—. Yo lo haría si fuera tú.
Oh Dios mío.
Como si fuera una pequeña víbora, dejé caer el condón de vuelta en la cesta,
crucé los brazos, y me rehusé a tocar algo más en este lugar.
Seth se dio vuelta hacia la señora y obtuvo la llave de la habitación.
Extrañamente, no lo vi sacar ninguna identificación o dinero antes de que viniera
donde lo esperaba. —¿Tomaste suficientes condones, cariño?
—Cállate —siseé, saliendo por la puerta que tan cortésmente abrió para mí—.
¿Le pagaste? —pregunté una vez que estábamos afuera.
Rió. —No. Eso es lo genial sobre las compulsiones. Consigues muchas cosas
gratis. Como ese dulce Porsche.
Tropecé con mis pies. —Eso es tan… tan malo.
—Sólo estás celosa de que todavía no puedas hacerlo.
Bien. Tal vez estaba un poco celosa. Lo seguí pasando varias puertas, y
terminamos en la última que estaba enseguida del campo y una espesa arboleda.
Apuesto a que se aseguró de obtener esta habitación por alguna razón ninja.
Cuando la puerta se abrió, estaba aliviada de ver que no era una suite de luna de
miel.
Manteniendo el mismo tema del vestíbulo, era todo country en la habitación.
Cestas. Escalones de madera cubiertas con viñas y bayas. Un aroma a calabaza
especiada nos recibió.
Había una sola cama.
Ni siquiera una grande. 95
O incluso un sofá.
Di la vuelta. —Hay sólo una cama.
—Sí —respondió, dirigiéndose hacia la puerta—. Sólo había una anoche y lo
hicimos funcionar. Bueno, me convertiste en almohada de cuerpo entero, pero
funcionó.
Oh por dios. Cerré mis ojos y tomé una profunda respiración antes de reabrirlos.
—Esto no es aceptable. Necesitamos dos camas.
—Estará bien. Quédate aquí. Voy por nuestros bolsos.
Entonces se fue, y pisoteé. Una vez. Y luego dos, como alguien de cinco años,
pero no me importaba cuan estúpido era. No podía dormir en la misma cama que
él otra vez, porque aparentemente era una acurrucadora, y no iba a pasar por eso
una segunda vez.
Mi mirada se desvió sobre la acogedora habitación. Había una puerta estrecha
hacia un baño que no se veía para nada como el de la habitación de hotel de Seth.
Y había otra con una pequeña ventana al lado de la cómoda. Me acerqué a ella,
moviendo hacia atrás la cortina, y vi una pequeña terraza con paredes de
privacidad.
Escuchando abrirse la puerta principal, me giré. Seth entró, dejando caer el
bolso con sus cosas en el suelo y los tres bolsos que empacó Erin para mí en la
cama. Esperé a que hiciera algún tipo de comentario sarcástico, pero no lo hizo.
Todo lo que hizo fue girar su bolso y rebuscar hasta que sacó un pantalón de nylon.
Luego desapareció en el baño.
Resistí la tentación de golpear mi cabeza contra la pared y pensé que encontrar
algo para ponerme sería más productivo. Abrí el primer bolso y encontré un
montón de ropa. Luego me moví al segundo bolso que estaba llena de camisetas sin
manga, ropa interior y sujetadores. El tercer bolso estaba lleno de más ropa y unos
zapatos, pero nada con lo que podía dormir.
Mi corazón dio un vuelco pesadamente. Regresé al primer bolso y volví a
revisar mientras mi estómago comenzaba a hundirse.
—Te estás viendo con un poco de pánico.
Salté ante el sonido de la voz de Seth. Estaba de pie detrás de mí, y ni siquiera
había escuchado la puerta abrirse o a él salir del baño. —Dios, ¿cómo puedes
moverte tan silenciosamente?
Sus labios se inclinaron en una esquina mientras tiraba la ropa que había estado
usando en el piso alfombrado. —Es una habilidad adquirida.
Quería esa habilidad adquirida desde que me sentía como si estuviera trotando
alrededor como una mula de tres patas. Mi mirada cayó. Estaba sin camisa. De
nuevo. El buzo que llevaba parecía que se sostenía a sus estrechas caderas por algún
tipo de acto de Dios. No podía dejar de preguntarme si nació con genes
impresionantes, o si tenía que trabajar por sus abdominales como el resto de la
96
humanidad.
—Me gusta tu cabello suelto —solté, y luego me golpeé mentalmente. ¿Me gusta
tu cabello suelto? ¿Quién le dice eso a un chico? Pero era verdad. No muchos
chicos podían soltarse el cabello, pero lo hacía. Le agregaba rebeldía.
Seth me miró, la cabeza inclinada hacia un lado. No dijo nada, pero en serio,
¿Qué decía uno a eso? Sintiéndome como una idiota, me di la vuelta hacia los
bolsos. Mi búsqueda de ropa para dormir era desesperada.
—Voy a matar a Erin —dije.
Se paró más cerca, alcanzando y pasando un dedo por la correa de un bolso.
—Puedo solucionar eso, pero tengo que preguntarte por qué quieres matarla
cuando dijiste que la habías perdonado.
Mi mirada siguió el movimiento de su mano. —No me empacó nada para
dormir.
—Puedes dormir desnuda —sugirió—. No me voy a quejar. Y dormiré desnudo
si eso te hace sentir mejor.
Dejando caer mis hombros, le envíe una mirada seca. —Gracias por ser tan
servicial y de ayuda.
Se rió entre dientes cuando se movió hacia su bolso. Se agachó, sacó una
camisa.
—Puedes dormir usando esto. —Me la aventó, y la atrapé antes de que me
golpeara la cara—. O desnuda. La opción es tuya.
Sosteniendo la camisa en alto, tuve que admitir que funcionaba mejor que todo
lo que tenía conmigo. Murmure un “gracias” mientras buscaba hasta que encontré
la pequeña bolsa de maquillaje que tenía todos los productos esenciales en ella. Me
dirigí al baño, concentrándome en estar lista para dormir, tirando de mi cabello en
una cola de caballo, lavándome el rostro, y cepillándome los dientes. No dejé a mi
mente vagar a algo más.
Cuando dejé el baño, Seth ya había movido los bolsos al suelo y un lado de la
estrecha cama tenía las cobijas dobladas. Dudé al pie de la cama, mordisqueando
nerviosamente mi labio inferior.
Seth se enderezó, pareciendo olvidar lo que estaba haciendo mientras me
miraba fijamente. La camisa era súper larga en mí, terminando unas pocas
pulgadas arriba de mis rodillas, casi cómico, pero sus ojos brillaban de pronto de un
color rojizo, y sentí como si la camisa fuera ceñida.
—Gracias por, um, la camisa —dije nuevamente. Mis dedos se torcieron
alrededor de la cintura mientras miraba alrededor de la habitación antes de
asentarla nuevamente en él. Seguía mirándome—. Debe haber cosas en mi casa que
pueda tomar, así no tendría que seguir pidiéndote prestada tu ropa. 97
Su garganta hizo un trago lento, pero no dijo nada mientras asentía con
sequedad. Dejó caer la almohada y comenzó a girar hacia la cama pero se detuvo,
mirándome nuevamente de esa manera completamente intensa.
—Realmente no veo mujeres vistiendo mi ropa seguido.
Por alguna razón eso me hizo feliz, lo cual era estúpido, porque no me
importaba si todo un piso de dormitorio usaba su ropa. —Bueno, no suelo, um,
ponerme ropa masculina, así que…
Sus labios temblaron. —Es bueno saberlo.
Arrastré mi peso de un pie al otro mientras una serie de escalofríos recorría mi
piel.
Y mantuvo sus ojos en mí. —Nunca lo experimente antes.
—¿Experimentar qué?
Una extraña tensión se deslizó en su expresión, afilando sus rasgos. —El porqué
es tan excitante ver a una chica vistiendo tu ropa.
Mis ojos se abrieron hasta que sentí que se iban a salir de mi cabeza.
Bajó la barbilla y mechones de su cabello cayeron hacia adelante, rozando su
mandíbula. —Es realmente excitante.
Calor se deslizó a través de mis venas en una carrera vertiginosa. Incapaz de
sostener su mirada por más tiempo, miré lejos mientras tomaba una respiración
profunda que no parecía hacer nada por mi repentina falta de aliento. Pensé acerca
de estar de pie enfrente de él en bata, cuando él había unido los bordes. Como si
estuviera obligada, mi mirada se movió de nuevo a él.
Sin ninguna advertencia, estaba justo en frente de mí, tan cerca que sus pies
descalzos rozaron los míos. Contuve el aliento que seriamente no iba a ningún
lugar mientras él colocaba la punta de sus dedos contra mi garganta, justo en mi
pulso latiendo salvajemente. Fue un ligero toque, pero lo sentí en cada parte de mi
cuerpo.
—¿Saberlo te hace sentir incomoda? —preguntó, su voz suave y baja.
Sí. No. —No lo sé —admití.
Sus dedos se movieron hacia abajo por mi cuello, donde el cuello de su camisa
yacía. Mi corazón dio una patada contra mis costillas mientras dos de sus dedos se
deslizaron debajo del cuello de la camisa, siguiendo la línea de mi clavícula hacia
donde estaba la base de mi garganta. No tenía idea de lo que él estaba haciendo o si
quería que se detuviera de tocarme o me siguiera tocando. El sentido común me
dijo que debería querer que se detuviera.
Dio unos golpecitos con el dedo allí y luego su mano se movió hacia arriba y
hacia un lado, curvándose alrededor de la base de mi cuello. Su pulgar estaba
contra mi pulso, y este se volvió loco mientras él inclinaba mi cabeza hacia atrás.
Bajó la cabeza hasta que su boca estaba por encima de la mía, tan cerca que podía
98
saborear su aliento mentolado.
El tiempo pareció detenerse y luego ladeó la cabeza. —Me pone incomodo —
habló en sólo un susurro, y mientras lo hacía, sus labios rozaron la esquina de los
míos, mandando un derroche de sensaciones a través de mí. Pánico. Confusión.
Anhelo. Deseo. Se acercó más, sus piernas tocando las mías. Cuando habló otra
vez, sus labios estaban cerca de mi oído—. Sólo porque estoy yendo en contra de
mi naturaleza justo ahora.
Me estremecí por la combinación de nuestra cercanía, la sensación de su suave
cabello en mi mejilla, y la forma en que sus pulgares se presionaron contra mi
pulso. Una pesadez casi dolorosa se movió dentro de mi pecho y luego bajó, mucho
más abajo. Mis dedos temblaron cuando la loca idea de levantar mis manos y
colocarlas en su pecho chocó contra mí.
—Cuando quiero algo, voy por ello —continuó en la misma voz baja,
seductora—. Ni siquiera lo pienso dos veces, pero contigo… tengo que pensar. —
Sus labios golpearon sorpresivamente un punto sensible justo debajo de mi oído.
Me estremecí mientras un pequeño y rasposo sonido se deslizaba fuera de mi
garganta—. Y eso te hace probablemente muy, muy afortunada.
Seth se hizo hacia atrás, su mirada persistente por un momento antes de que se
diera la vuelta y me dejara de pie ahí, en una completa pérdida en cuanto a lo que
acababa de suceder y queriendo, extrañamente, no ser tan afortunada.
Solté el aliento que no me di cuenta que estaba conteniendo. Mi garganta se
sentía locamente apretada y mi corazón estaba haciendo un pequeño baile inestable
en mi pecho. A pesar de que no estaba cerca de mí ahora, todavía había
nerviosismo en la habitación que hacía que la camisa que vestía se sintiera muy
pesada. Nunca había tenido una… reacción tan visceral con un chico antes,
especialmente uno que había conocido por dos días.
Dos días, y ya había dormido en la misma cama que él, ahora estaríamos
haciendo eso otra vez, cuando yo nunca había compartido la cama con un chico
antes. Dos días desde que mi vida había comenzado a desmoronarse al
encontrarme con él en las escaleras, y sólo un día desde que había aprendido la
verdad acerca del mundo y de mí misma, pero el tiempo se sentía más que eso. Tal
vez era porque todo estaba intensificado. Había confiado en esto, en el mundo de
Seth, pasando hora tras hora con él, y con todas estas cosas locas sucediendo,
incluso mi cuerpo estaba reaccionando de manera diferente.
Pero nada de eso importaba. Una vez que llegáramos a Dakota del Sur, sonaba
como si él fuera a desaparecer, y sólo extraños me rodearían. A pesar de que nos
acabábamos de conocer, realmente ya no consideraba a Seth un extraño. Mis
rodillas estaban temblando.
Seth se sentó en la cama y levantó su mano, frotándola por su cabello mientras
me miraba. —¿Te haría sentir más cómoda si tomo una de esas sillas para pasar la
noche?
Sorpresa se estrelló a través de mí. Ni siquiera pensé que ofreciese eso, 99
especialmente después de anoche, pero el simple hecho de que lo ofreciera quitó
algo de mi rigidez. Me ablandé un poco más.
—No —dije, obligando a mis pies a moverse a la otra parte de la cama—. Eso
no es necesario. Eres un chico grande y yo soy una chica grande.
Arqueó una ceja, pero permaneció en silencio mientras me metía en la cama,
empujando rápidamente mis piernas desnudas debajo del edredón. Mientras me
ponía sobre mi espalda, juntando mis piernas y mis manos apretadas contra mi
pecho, él se levantó y se dirigió hacia el interruptor de luz. En el momento en que
la habitación se oscureció, comencé inmediatamente a retractarme la parte de
“chica grande”. Cuando la cama se hundió con el peso de Seth, debí haber dejado
de respirar un poco. Y cuando el colchón se hundió nuevamente mientras él se
acomodaba, enfrentándome, pude haber tenido un leve ataque cardiaco.
—¿Josie? —Su voz era suave en la oscuridad.
—¿Sí? —espeté.
Hubo un momento de silencio. —Si quieres usarme como una gran almohada
otra vez, no me importa.
Abrí mi boca y una risa sorprendida estalló de mí. Moderadamente avergonzada
y en parte divertida, volví la cabeza hacia él. Con mi visión adaptada a la
oscuridad, puede distinguir los planos y ángulos de su rostro.
—Gracias.
—Sólo pensé en dejártelo saber. En realidad me gustan los abrazos. Y me gusta
lo que normalmente viene antes y después de acurrucarse —continuó. Y no podía
luchar contra el tirón de una estúpida sonrisa—. Apuesto a que hay condones en
esas cestas sobre la cómoda.
—Oh, dios mío —le dije, y otra risa se me escapó mientras miraba hacia otro
lado, poniendo mis manos en mi cara—. ¿Qué tipo de motel tiene condones en la
cesta del vestíbulo?
Seth se rió entre dientes mientras extendía la mano, alejando mis manos de mi
rostro. No respondió, pero tampoco soltó mis manos. Nuestras manos yacían en el
espacio minúsculo entre nosotros. Sus dedos envueltos sin apretar alrededor de los
míos. No sé porque lo hizo o porque su mano se mantuvo así, pero cuando el
silencio se extendió y su respiración se hizo más profunda, sus dedos se quedaron
entrelazados con los míos. El último pensamiento que recuerdo antes de dormirme
fue que no había forma en que me durmiera esa noche.
100
13
Traducido por Mary Haynes
Y mira lo que había conseguido Alex. Mira a lo que eso me había llevado.
Me detuve antes de alcanzarla. No necesitaba ir por este camino con ella. Tan
pronto como viera a su madre, iba a llevar su culo a Dakota del Sur, y luego estaría
terminado. Dándome la vuelta, salí y fui por su bolso, agarrando el primer suéter
que vi y entregándoselo. —Sal cuando estés lista —le dije con voz ronca.
Entonces cerré la puerta detrás de mí. Apoyándome en ella, maldije mientras
cerraba los ojos. Si no hubiera percibido a los daimons y salido, hubieran seguido
marcándola. Hubieran seguido hasta que ya no hubiera éter, al igual que los
Titanes harían si la atrapaban.
—Mierda.
Abriendo los ojos, miré a ciegas en la habitación cuando escuché el agua en el
baño encendiéndose. ¿Qué diablos estaban haciendo los daimons por aquí de todos
modos? Estábamos cerca de St. Louis, y había una comunidad de puros cerca de la
ciudad, pero aun así. Era extraño que estuvieran aquí. No me habrían percibido
hasta que estuvieran jodidamente cerca en la parte superior del motel.
¿Coincidencia? No creo en esa mierda.
Teníamos que salir a la carretera.
Estirándome, me detuve en seco de deslizar mi mano sobre mi pecho. Las
manchas rojas habían comenzado a secarse, su sangre. Esa agitación estaba de
vuelta en mis entrañas, girando y girando mientras me alejaba de la puerta,
deteniéndome frente a un polvoriento espejo pequeño sobre un aparador.
Todavía estaba allí de pie cuando Josie salió, vestida con un suéter nuevo, su
cabello en ondas rubias y marrones alrededor de su cara. Ninguno de los dos habló
durante un largo rato.
—Quédate aquí —le dije—. Necesito... necesito limpiarme.
Su mirada rebotó alrededor de la habitación, sin posarse en mí mientras se
sentaba en el borde de la cama, su barbilla agachada. —Me voy a quedar aquí.
Me quedé en la puerta del cuarto de baño por un momento, con ganas de
decirle... decirle que me hubiera gustado que nunca hubiera experimentado lo que
se sentía ser marcado, que no iba a tener que vivir con las cicatrices, pero esas
palabras no se formaron.
Y esas palabras no tendrían sentido, porque estaba seguro de que esta no sería la
última vez que experimentaría algo que desearía que no lo hiciera. Era sólo el
comienzo.
111
14
Traducido por Jazmín
Eso ni siquiera sonaba creíble para mí, y sonrió. —Tú —dijo, tocando la punta
de mi nariz—, eres una terrible mentirosa.
Parpadeé.
Se deslizó hacia atrás, moviendo el coche fuera del aparcamiento y avanzando.
Empujando sus hombros, se movió de nuevo a la carretera. Me quedé mirándolo
un momento, dándome cuenta de que su pelo estaba suelto de nuevo, los extremos
de aspecto suave yaciendo en sus anchos hombros, suavizando las líneas en su
rostro.
Dios, realmente era algo para mirar, y tenía que centrarme en lo que era
importante. Estaba a minutos de ver a mi mamá, de realmente verla después de
saber la verdad, y necesitaba concentrarme.
Un manojo de nervios se formó en mi vientre cuando avanzamos por el familiar
camino. La luz del sol se filtraba a través de las pesadas ramas, proyectando
sombras sobre el capó del Porsche y el parabrisas. ¿Qué le iba a decir a mamá?
¿Qué podía decir?
—Eres una chica inteligente —dijo, girando por el estrecho camino que
conducía a la casa. Creo que dejé de respirar mientras apretaba el cinturón de
seguridad—. Lo afrontarás y avanzarás.
Mi corazón latía como un tambor de acero cuando la casa quedó a la vista. La
casa de dos pisos que tenía más de cien años y tuvo que haber sido una belleza en
sus días de gloria. No es que fuera decrépita ni nada, pero la pintura blanca estaba
despegándose de las tablas de madera del exterior y el techo necesitaba ser
reemplazado, especialmente en el porche. Pero para mí, era mi hogar, hermoso en
una triste, un poco envejecida, manera.
¿Envejecida? Se me ocurrió entonces mientras grava crujía bajo los neumáticos
del Porsche. ¿Detendré el envejecimiento una vez que mis poderes súper especiales
se desaten sobre un mundo inconsciente? Miré a Seth. —¿Los semidioses
envejecen?
Sus cejas se unieron cuando se detuvo cerca de la vieja camioneta Ford de mi
abuelo. —Guau. Casual. Pero no, no lo hacen. De vuelta en el día, hubo siempre
algunas dificultades que pasaron, y entonces se encontraban en estado de completos
semidioses. Algunos están... están listos y dejan de envejecer a ese punto.
Guau. Me dejé caer en el asiento, mirando el columpio en el porche que
probablemente no podría mantener más mi peso. Me gustaría detener el
envejecimiento. Santo cielo. Podría estar atrapada entre los veinte y veintiún años
para siempre. Al igual que siempre. —¿Envejeces?
Hubo una pausa. —Sí, envejezco, pero eso realmente no va a ser un problema.
Lo miré bruscamente, no me gustaba la forma en que dijo eso. —¿Por qué?
Seth apretó el botón del motor, apagándolo. Tenía la mandíbula tensa mientras
tiraba de la liga de cuero de su muñeca y ponía su cabello en una cola de caballo.
—Eso no es algo de lo que tengas que estar preocupada en este momento, Joe.
Tienes que entrar. Odio decir esto, pero no tenemos mucho tiempo. Tenemos que
volver a la carretera, porque realmente estamos tentando a la suerte al parar aquí.
Necesito llevarte a Dakota del Sur.
—¿Así puedes dejarme e irte? —La pregunta salió antes de que pudiera
detenerme, y me miró bruscamente. Aspiré una bocanada de aire, considerando el
por qué había preguntado eso—. Y deja de llamarme Joe. —Me desabroché el
cinturón de seguridad. Él tenía razón, pero estaba haciendo tiempo—. ¿Cuándo es
tu cumpleaños? Tienes veintiún años, ¿cierto?
Me miró, su boca se curvó en las esquinas, como si no supiera si debía sonreír o
fruncirme el ceño. —Mi cumpleaños es el dos de mayo. Tendré veintidós.
—Mi cumpleaños es el trece de octubre. A veces cae en viernes trece, y eso es un
poco escalofriante, ¿cierto? Como si fuera un caminante gato negro o una escalera
viviente en la que nadie quiere pasar por debajo.
Suspiró mientras negaba con la cabeza. —¿Quieres que me quede aquí y te
espere? 115
Supuse que no podía posponerlo más. Alcanzando la puerta, empecé a decirle
que sí, pero eso no fue lo que salió de mi estúpida boca. —No. Quiero decir,
¿puedes entrar, también? Mis abuelos pueden pensar que eres mi novio o algo así,
pero te voy a presentar como mi amigo, y estarán bien. Creo que eran hippies en
sus días.
Sus labios estaban haciendo esa cosa curva de nuevo. —¿Por qué no tu novio?
Me quedé mirándolo. —Porque no eres mi novio. —Eso parecía obvio.
—¿Soy tu amigo?
Había sonado realmente curioso, y eso lo hizo más socialmente torpe que yo, y
como que me gustó por eso. —Sí, eres mi amigo —decidí, y alzó una perfecta ceja
dorada—. No sé por qué. Eres malhumorado, pero puedes ser divertido cuando lo
deseas. Un poco mente sucia, sin embargo. A veces, incluso agradable, y sé que
sólo nos conocemos desde hace un par de días, y creo que... Creo que te conozco
casi tan bien como conozco a Erin. Así que, sí, amigos.
Seth me miró por un momento, y luego se rió profundamente, hombros
temblando. —Fuera del coche, Joe.
Me bajé del coche. —Gracias, Sethie.
Me lanzó una mirada que estaba llena de diversión mientras rodeaba la parte
frontal del Porsche. Mirando a la puerta principal, mi corazón saltó a mi garganta.
Tomé una respiración profunda. —¿Estás seguro de que me veo bien?
—Si —dijo.
Entonces corrí escaleras arriba, ignorando los dolores y molestias del duro
aterrizaje de antes, mientras las tablas de madera crujían bajo mis pies. Al abrir la
puerta de tela metálica, no me sorprendió cuando encontré la puerta interior
desbloqueada. El único tipo de delito por estos lares era robo de vacas. Al entrar en
el estrecho vestíbulo, llamé en voz alta. —¿Mamá? ¿Abue?
Seth se coló detrás de mí, silencioso como un maldito ninja, de alguna manera
cerrando la puerta detrás de él sin hacer el molesto sonido que hizo cuando la abrí.
Caminé por el pasillo cuando mi abuela salió de la cocina. Lo que había
ocurrido esta mañana con los daimons dejo de existir en el momento en que la vi.
Abue no era tan vieja, sólo estaba en los finales de sus cincuentas, más rellenita que
estrecha, e incluso aunque su rostro era avejentado, sus ojos marrones estaban
siempre tan brillantes y llenos de vida.
—Cariño, ¿qué estás haciendo aquí? —Secándose las manos en la parte
delantera de sus pantalones, avanzó y salió disparada hacia mí antes de que pudiera
responder. Sus abrazos eran siempre feroces y blandos. Me dolió un poco esta vez,
pero no importaba. Había extrañado estos abrazos. Se echó hacia atrás, con una
amplia sonrisa—. ¡Esto es una sorpresa! —Estirando el cuello, gritó—: ¡Jimmy!
¡Josie está aquí!
116
Hice una mueca por el dolor en mis tímpanos.
Abue dio un paso atrás, sosteniendo mis manos mientras miraba por encima de
mi hombro. Sus ojos se abrieron. —Cariño, ¿quién es?
Sintiendo mi rostro arder, me volví hacia Seth. —Este es, um, este es Seth... —
Y me di cuenta de que no tenía ni idea de cuál era su apellido—. Es un amigo.
—¿Un amigo? —Abue me envió una mirada que decía claramente que estaba
haciendo algo mal, y quise tirarme debajo de la pequeña mesa contra la pared.
Guiñó un ojo, y no a mí, y tragué un gemido—. Bueno, entren. Ambos. Les traeré
un poco de té dulce. Está fresco, al igual que tu, cariño. Jimmy está en la cocina,
comiendo pastel, a pesar de que el médico le dijo que tenía que empezar a comer
más verduras y menos dulces y carne a causa de su diabetes, pero ya sabes cómo es.
Juro que se ha comido la mitad de la tarta de manzana desde que la saqué del
horno anoche, así que si ustedes dos quieren una rebanada, sugiero que encuentren
una escopeta y amenacen su vida con ella. Ah, y si quieren, el café sigue caliente.
Mis labios se fruncieron cuando Abue se giró y desapareció por la puerta. Seth
se detuvo a mi lado, golpeando mi hombro con el suyo. Él estaba sonriendo
mientras bajaba su barbilla, susurrando en mi oído. —Me arriesgaré con una
suposición y diré que te pareces a tu abuela.
—Ya no somos amigos —me quejé.
Se rió entre dientes mientras yo caminaba por el gran comedor. Un jarrón de
tulipanes, el favorito de mamá, yacía en medio de la mesa de roble. Seth se quedó
ligeramente detrás de mí cuando nos dirigimos a la cocina y comedor, y así como la
abuela había dicho, mi abuelo estaba en la mesa, una rebanada de pastel del
tamaño de mi cabeza en frente de él y un periódico en la otra mano. Mi abuelo
tenía la más impresionante cabeza repleta de cabello, buenos genes o algo así,
porque no había ni siquiera una raya de color gris entre sus mechones marrones. O
estaba usando alguna tintura de cabello para hombres.
Mirando por encima de sus gafas de montura oscura, bajó el periódico cuando
sus ojos color avellana pasaron de mí a Seth. —¿Quién es éste?
—Seth. Sin apellido al parecer, porque no me dieron uno —respondió Abue,
sosteniendo dos tazas y dejándolas junto a dos vasos—. Es un amigo.
Abrí la boca, pero mi abuelo abrió la suya primero. —¿Te gusta el pastel,
muchacho?
Oh Dios, ¿realmente acababa de llamar a Seth “muchacho” y preguntarle si le
gustaba el pastel? Esta conversación no iba según lo planeado.
Hubo algo como una risa ahogada detrás de mí. —Me encanta el pastel, señor.
Sus ojos se estrecharon en nosotros mientras se sentaba, cruzando los brazos
sobre su camisa de franela que había tenido desde que yo era una niña. —Bien. No
confío en nadie en mi casa que no le guste el pastel.
117
Antes de que esta conversación pudiera continuar, salté. —No me puedo
quedarme mucho, pero necesito ver a mamá. ¿Está en su habitación?
Abue terminó de poner al menos la décima cucharada de azúcar en la taza de
mi abuelo, lo que me hizo fruncir el ceño, teniendo en cuenta que eso no iba a
ayudar con su diabetes. Puso la taza en frente de él. —Hilary no está aquí, cariño.
—¿No está aquí? —Eso era diferente. Mamá no dejaba la casa sin uno de mis
abuelos—. ¿Dónde está?
Ella sonrió mientras se giraba hacia la nevera, abriendo la puerta y sacando una
gigante jarra de té. —Esta con un amigo.
Los nudos nerviosos de antes estaban de vuelta, multiplicándose como mogwais
alimentados después de la medianoche. Negué con la cabeza. Mamá no tiene
amigos. —¿Que amigo?
—Uno realmente agradable. Están en unas mini-vacaciones. —Echó un vistazo
a mi abuelo mientras servía el té—. O algo así.
Seth se acercó, una presencia repentinamente tensa en la acogedora cocina.
Tomé aliento, pero se quedó atascado. —Bueno. Están siendo chistosos. ¿Está
arriba?
—Se ha ido —respondió mi abuelo, recogiendo el periódico—. ¿Cuando dijo
que estaría de vuelta? ¿Ella y ese joven agradable que también le gusta el pastel? —
Frunció el ceño—. No puedo… recordar...
Abue se encogió de hombros mientras se sentaba a la mesa, poniendo los vasos
abajo. —No es asunto nuestro. Ahora, ¿quieren beber este té o no?
Me quedé mirándolos, un poco estupefacta por un momento. No había manera
en el infierno que mis abuelos dejaran a mi mamá irse con alguien —especialmente
un “él”— y creer que no era asunto suyo. Los observé por un momento. Mi abuelo
comiendo su pastel. Abue ordenando los vasos. Algo estaba mal aquí, muy mal.
Dando un paso atrás, me encontré con Seth.
—Josie —dijo en voz baja.
Girando, salí de la cocina y corrí de vuelta a la sala principal. Me moví a la
izquierda, dando dos pasos a la vez. —¿Mamá? —Llamé, golpeando el pasillo que
olía vagamente a naftalina y manzana canela. Volé pasado las fotos enmarcadas,
más allá de mi antiguo dormitorio y el de mis abuelos, a la última habitación al
final del pasillo.
La puerta estaba abierta.
Patiné en la habitación, respirando profundamente cuando mi mirada frenética
osciló sobre el dormitorio. La cama estaba vacía y hecha. No había frascos de
pastillas yaciendo en la mesa de noche. Las pantuflas de mamá no estaban en el
suelo junto a la cama.
Con mis manos temblando, fui a la cómoda y abrí un cajón. Vacío. Me moví al
siguiente y al siguiente. Todos estaban vacíos. Girándome, pasé las manos por mi
cabello, tirando de los pesados hilos hacia atrás.
118
Mamá no estaba allí.
Esto no estaba bien. No estaba bien en absoluto.
Me lancé a la mesita de noche, abrí el pequeño cajón de allí. Estaba atascado,
pero se abrió. Su libro favorito —una novela romántica histórica de Joanna Lindsey
que había leído una y otra vez, hasta que las páginas estaban saliéndose— seguía
aquí, escondido junto a un paquete de pañuelos. Las pastillas que tomaba le hacían
llorar.
Tropezando hacia atrás, me quedé mirando el pequeño libro de bolsillo en el
cajón. ¿Qué estaba pasando?
—¿Josie?
Me volví al oír el sonido de la voz de Seth. Parado en el umbral. —¿Dónde está?
—Cuando no respondió de inmediato, pánico erosionó mi frágil entendimiento en
un pensamiento racional—. ¿Donde está, Seth?
—No lo sé, pero...
Me aleje de él, irrumpí hacia el armario y abrí las puertas. Mamá no tenía
mucha ropa, sobre todo cosas cómodas como pantalones de tela y pantalones
vaqueros desgastados, pero tenía algunos vestidos.
No estaban.
Seth dijo mi nombre otra vez, y esta vez estaba más cerca que antes. —Tiene
que estar en alguna parte. Tal vez está en el lago. —Eso no explicaba la ropa
faltante o las píldoras—. A veces va allí. Y el tiempo no es malo hoy.
Negó con la cabeza. —No creo que este allí.
—No. —Lo esquivé cuando llego a mí, apresurándome hacia la puerta, pero él
estaba justo detrás de mí, pasando un brazo alrededor de mi cintura, tirando de mí
hacia atrás contra su pecho.
—Detente por un segundo, Josie. Ella no está en ning...
Una explosión de fuerza que ni siquiera sabía que tenía en mí me permitió salir
de los brazos de Seth. Gritó mi nombre, pero salí hacia el pasillo, fuera de control
cuando el miedo por mi madre se apoderó de mí, hundiéndome sus afiladas garras,
enterrándose profundamente. Cedí a él y corrí.
—Mierda.
Esto era cincuenta veces peor. Las cosas estaban definitivamente mal, y no era
sólo por la conversación sobre el pastel.
119
Corrí detrás de Josie. Maldita sea, esa chica era rápida cuando quería serlo, y
fuerte, también, anormalmente fuerte en el momento que se liberó, especialmente
teniendo en cuenta lo que había pasado esta mañana. Ya estaba abajo, volando por
la puerta principal. Maldiciendo en voz baja, salté de la escalera y aterricé en el
pasillo.
—Cristo santísimo. —El abuelo de Josie tropezó en la pared junto a la puerta,
su mano contra su pecho.
Maldición.
—Olvide que vio eso. —Me dirigí a la puerta aún abierta, devolviéndome por
un segundo, lanzando otra compulsión—. Y... no sé... coma un poco más de pastel.
Entonces estaba fuera, cruzando el porche de un salto. Golpeando la grava, vi
su figura en la línea de árboles. Fui tras ella, persiguiéndola a través de los altos
robles, y luego desapareció en una curva. Aumentando la velocidad, salí de los
árboles y patiné sobre piedras color arena, pateando las piedras pequeñas hacia el
aire.
Josie estaba a unos metros delante de mí, de pie cerca de una pila de madera a la
deriva, mirando a través de las tranquilas aguas de un enorme lago. Aparté un
mechón de cabello que se había soltado detrás de mi oreja mientras miraba su
rígida espalda.
Dioses, la última cosa que necesitaba era que se escapara así, pero maldita sea,
sus emociones eran pesadas, tangibles en la fría briza, prácticamente una tercera
entidad entre nosotros.
—Se ha ido —dijo, dándose la vuelta. Sus ojos azules brillaban mientras me
miraba, su expresión suplicante, y hubo un tirón en mi pecho, un sentimiento de
inquietud, porque no podía responder a esa callada súplica. Cerrando sus ojos, los
abrió de nuevo y pasó por delante de mí, volviéndose hacia los árboles. Me volví,
aliviado cuando se detuvo, de espalda a los árboles—. Algo está mal con mis
abuelos. Nunca estaban bien con ella saliendo... o con alguien llevándosela.
Dando un paso adelante, me detuve cuando una mirada que decía que estaba
lista para echarse a correr de nuevo brilló en su cara. —Creo que tus abuelos están
bajo una compulsión.
—¿Una compulsión? —susurró, y una repentina ráfaga de viento arreció sus
palabras, lanzándose por los alrededores—. ¿Alguien como tu ha estado aquí? ¿Se
llevó a mi mamá y se metió en la cabeza de mis abuelos?
Me di cuenta de que esto no iba a terminar sin problemas, pero no había
ninguna razón para mentir. —Podría ser un puro, o un dios o...
—¿O qué? —Dio un paso atrás, sus manos apretándose en puños—. ¿O qué? —
gritó.
Podría haber sido un Titán. Pero tomar a su mamá y poner a sus abuelos bajo
una compulsión no tenía sentido. Si sabían donde vivía Josie, sabían sobre su
120
mamá, dudaba que alguien hubiera estado vivo en esa casa. Pero de nuevo, el único
Titán que había conocido era Perses, y era lo suficientemente fastidioso para
mostrarme que los Titanes eran capaces de cualquier cosa.
—Dios. Esto no está bien. Mi madre no ha hecho nada malo.
—Lo sé —le dije lo más cuidadosamente posible—. Lo entiendo.
—¿Lo entiendes? —Se rió mientras levantaba sus manos, tirando de su pelo
hacia atrás—. ¿Cómo demonios lo entiendes, Seth? ¿Alguna vez has tenido todo tu
mundo al revés? ¿Te dijeron cosas que nunca pensaste que fueran ciertas? ¿Tu
madre habría sido posiblemente secuestrada por una criatura mítica?
—No. —Y entonces me sorprendí a mi mismo—. Pero conozco a alguien que lo
tuvo. Conocía a alguien que tenía todo su mundo al revés, que perdió a su madre y
un montón de otras personas. —No podía creer que estaba hablando de ella, de
Alex, pero seguí adelante—. Por lo que he visto esto antes. Sé que es duro, pero
tenemos que seguir juntos. Tus abuelos están bien, por lo que me lleva a creer que
quien se llevó a tu mamá no quiere molestarlos o hacerles daño. Esa es una buena
señal.
Su garganta se movió mientras tragaba saliva. Algo de pánico retirándose de su
expresión, pero sus músculos estaban tensos, y sabía que iba a correr de nuevo.
Realmente no podía culparla. La chica había pasado por muchas cosas y
probablemente necesitaba espacio y tiempo, probablemente alguien que pudiera
consolarla, pero no podía perseguirla por todas partes, y apestaba en todo el asunto
del consuelo.
Y se nos acababa el tiempo.
Josie dejó escapar un sonido que me rasgó tan intensamente como unas garras
furiosas, y giró su cintura, a punto de emprender el vuelo. Di un paso hacia
adelante, listo para taclearla en caso de que lo necesitara, pero antes de que pudiera
correr, el suelo bajo mis pies comenzó a temblar. Antes de que pudiera tomar mi
próximo aliento, un gran y terrible sonido —como mil gritos lanzándose a lo largo
de una montaña— estallaron.
Conciencia se deslizo por mi espina dorsal cuando los símbolos en mi piel se
movieron, arremolinándose en advertencia, y dioses, era una realmente, realmente
mala señal.
121
15
Traducido por Koté
Me volví hacia él, pero la mirada en sus ojos me dejó muerta. Negué con la
cabeza. —No. No…
Seth me arrastró hacia él y se retorció, cayendo de rodillas cuando otro fuerte
crujido reverberó y el parabrisas del Ford explotó en una lluvia de vidrio.
—Dioses —gruñó, empujándome al suelo y de espalda contra el Porsche—.
Quédate abajo.
Saltó hacia arriba y alrededor, pasando rápidamente por el estrecho espacio
cuando otro disparo sonó, golpeándolo en el capó de la camioneta. Me empujé
sobre mis manos y rodillas.
Mi abuelo estaba en la puerta, una escopeta de dos cañones en sus manos. La
levantó, apuntando directamente hacia Seth. Me puse de pie. —¡Abuelo! ¡No!
123
No me escuchó mientras bajaba los escalones del porche, disparando otra
ronda. Grité cuando Seth se lanzó a la derecha mientras los perdigones pasaban
zumbando junto a él.
Seth se movió tan rápido como me imaginaba lo haría una pantera en la selva,
subiendo los escalones. Agarró el cañón de la pistola, retorciéndolo fuera de las
manos de mi abuelo y lo arrojó al suelo delante del Porsche. El sol se reflejaba en la
daga cuando Seth la levantó en alto.
—¡No! —grité, corriendo de entre los dos vehículos—. ¡Seth! ¡No!
Seth vaciló una fracción de segundo mientras miraba en mi dirección. Mi abuelo
se hizo a un lado, levantando la pierna y aterrizándola de una patada en el
estómago de Seth, tirándolo hacia atrás. Con un gruñido, Seth se estrelló contra la
barandilla de madera de las escaleras.
—¿Qué...? —Patiné hasta detenerme en la parte inferior de la escalera, mirando
hacia mi abuelo. No había visto venir eso.
Mi abuelo me enfrentó.
—¡Josie, vuelve atrás! —gritó Seth.
Vi los ojos de mi abuelo... o la falta de ellos. Eran negros como la boca de un
lobo. Sin pupilas. Sólo puro negro. Di un paso atrás. Tomé una fuerte respiración, y
el olor de la suciedad y la decadencia me rodearon.
Sonrió. —Hemos estado buscándote, hija de Apolo.
Oh, mierda.
—Ese no es tu abuelo. —Seth estaba de repente delante de mí, empujándome
hacia atrás—. Ya no.
Mi cabeza no podía procesar eso. Capté lo que estaba diciendo, vi lo que quería
decir con mis propios ojos, pero no quería entender. No podía.
129
16
Traducido por Mary Tecates
Por enésima vez desde que llegamos a la camioneta, miré a Josie. Estaba
130
inmóvil, con los ojos en la carretera. En algún momento, había soltado la escopeta
y está ahora yacía sobre sus rodillas. Las únicas palabras que había hablado
conmigo desde que dejamos la casa eran cuando le pregunté si estaba bien, lo que
era una pregunta estúpida. Su labio estaba sangrando de nuevo. La sangre se había
secado a lo largo de la parte delantera de su garganta, pero el moretón alrededor de
su cuello era dolorosamente visible, formando una huella de mano, y no era un
puñetazo en el estómago saber que Hyperion podría haberla ahorcado hasta morir
o quebrado su cuello, mientras que yo había estado allí.
Mierda.
Antes, cuando Apolo me había hablado de los Titanes y había pensado que él
quería que fuera por ellos, no me habría importado si caía en una lucha en contra
de ellos. Demonios, incluso había habido una pequeña parte de mí que tenia ganas
de hacerlo, pero ahora era diferente. Si caía en una lucha contra Hyperion, también
lo haría Josie.
Pero no debería preocuparme por eso. No podía. Preocuparme por algo o
alguien era inútil en este momento de mi vida.
Tenía que llevarla a Dakota del Sur y entonces estaría a salvo. Algo así. Y yo
estaría... necesitaba escapar, pero en este momento estaba concentrado en ella.
—Creo que podemos parar por un momento —dije, rompiendo el silencio
mientras la miraba de nuevo. Habíamos estado en la carretera durante unas cinco
horas, con cerca de cuatro más por recorrer—. Tiempo suficiente para echarte un
vistazo y…
—Estoy bien. —Me interrumpió, sin dejar de mirar hacia adelante—. No quiero
parar. Sólo quiero llegar a dónde vamos.
Una brizna de malestar se asentó en mis entrañas. —Josie, fuiste marcada esta
mañana, dos veces, y te enfrentaste con un Titán. Tu garganta estaba sangrando y
yo... —También quería asegurarme de que estaba bien y no sólo en el sentido físico.
Lo que había visto pasarle a su familia, por encima de todo lo demás, era mucho.
Demasiado para que cualquiera pudiera soportarlo.
—Estoy... estoy bien. Como dije, no... no quiero parar. Quiero seguir. Quiero
continuar e irme lo más lejos de allí como me sea posible.
El músculo de mi mandíbula se tensó en respuesta a sus palabras. Aw, maldita
sea, esto... esto no era bueno. —Josie, yo... siento lo de tus abuelos. No se lo
desearía a nadie.
—Tenías razón. Dijiste que era peligroso, pero no te hice caso. No debería haber
vuelto a casa. —Respiró tan fuerte que sonó—. Es mi culpa.
—Esto no es tu culpa. Tu no lastimaste a tus abuelos, Josie. Hyperion lo hizo.
No pongas esa clase de mierda sobre ti misma.
No respondió y cuando la miré, me di cuenta de que esas palabras no habían
cambiado ni una maldita cosa. Mi mirada se centró en la carretera. El tráfico se 131
estaba congestionado mientras más nos acercábamos a Sioux Falls. Ahí habría un
montón de hoteles, pero también habría una importante comunidad de puros cerca,
lo que significaba que habría más daimons.
Después de unos minutos, volvió a hablar. —El chico... el ninfo, dijo que mi
mamá estaba a salvo. Que Apolo se la llevó. ¿Él haría eso?
Si es así, no mencionó ese hecho, pero por otra parte, Apolo raramente le dice a
alguien lo que está haciendo. Decidí ser Paul Positivo con esto. —Probablemente
sabía que Hyperion eventualmente sabría dónde estaba tu familia y sabía que podía
utilizar a tu mamá para atraerte.
—Entonces, ¿ella está a salvo?
No dije nada, porque esperaba que lo estuviera.
Josie tomó otra respiración entrecortada. —No pude luchar contra él. No pude
hacer nada para detenerlo o para ayudarte.
No era de lo que esperaba que hablara en este momento, pero al menos estaba
hablando. Cambiando a la calle de al lado, pasé un sedán súper lento. —No estás
capacitada, Josie. No estás…
—¿Me puedes entrenar? —dijo, y finalmente pude sentir su mirada en mí y
estaba seguro de que vio mi boca abierta—. ¿Puedes entrenarme para luchar como
tú?
No tenía ni idea de cómo responder a eso. Lentamente sacudiendo mi cabeza,
aparté los crecientes recuerdos de entrenar a otra persona, otra chica. Por otra
parte, entrenar a Alex había sido completamente diferente. Alex ya sabía cómo
luchar y yo no había sido el único que trabajaba con ella.
—Soy el mejor boxeador que respira y ni siquiera estoy tratando de ser
arrogante al respecto. Pero apenas me sostuve contra Hyperion. Además de eso,
entrenarte no va a cambiar lo que pasó con tus abuelos.
—Ya lo sé, pero al menos me gustaría ser capaz de hacer algo más que estar allí
y gritar. O ver a otras personas ser golpeadas, ¡o verlas morir! —Sus labios
temblaban cuando la miré—. Si viene tras de mí otra vez, no voy a ser capaz de
defenderme ni nada.
—Vas a estar a salvo en la Universidad —le dije, y el ácido se revolvió en mi
estómago, porque no estaba seguro de cuán segura estaría. No tardaría mucho para
que Hyperion supiera dónde estaba escondida y no tenía idea de cómo planeaban
mantener al Titán fuera. Había probablemente salas, hechizos protectores, pero
ninguna sala era un infalible cien por cien.
—No puedo quedarme allí para siempre —respondió, levantando una mano a
su cuello. Empezó a tocar el lugar donde el daimon la había marcado antes, pero
retiró su mano. Hubo una pausa tensa—. ¿Lo harías? ¿Entrenarme?
Los músculos de mis hombros se tensaron. ¿Entrenar a Josie, como había
entrenado a Alex? Casi me reí ante la estúpida ironía de todo eso, pero nada acerca
de esto era gracioso. —Josie, no estoy... no estoy seguro de lo que haré después de
132
que te lleve a la Universidad. Tu padre podría tener otros planes para mí y...
Y no podía quedarme allí.
—Está bien. Te irás —dijo en voz baja y miró hacia otro lado, lanzando su
mirada sombría por la ventana del pasajero—. ¿Crees que alguien allí me
entrenaría?
Era posible. Centinelas todavía eran entrenados en la Universidad y allí habría
muchos alrededor. Lo único que necesitaba era que el Decano del Covenant
aceptara, y asumía que todavía era Marcus Andros, el ex decano del Covenant de
Carolina del Norte y el tío de Alex. Lo haría, especialmente una vez que se enterara
de lo que ella era y quién era para él. Alguien la ayudaría.
Con amplios ojos sin pestañear, observé al elegante hombre quien era casi igual
de alto que Seth girar en un mocasín reluciente.
—Síganme —ordenó.
Y no nos esperó. Asintiendo hacia el hombre con la cicatriz en su cara, siguió
caminando, afortunadamente sin pasar por una gran escalera de caracol que sabía
que nunca sería capaz de subir, ya que en este momento quería acostarme en
posición fetal y no moverme por un mes.
Cada musculo dolía y quemaba, y mi cuerpo palpitaba mientras caminaba junto
a Seth, afortunadamente, las personas de negro con una expresión no muy feliz
mantuvieron su distancia mientras nos seguían a través del vestíbulo absolutamente
impresionante.
138
Me concentré en los diseños complejos grabados en cada pulgada del edificio,
en vez de dejar a mi mente volar de vuelta a Missouri. Si lo hacía, estaría en esa
posición fetal y no saldría de ella. Parte de mi corazón había sido destrozado en
Osborn, y junté cada hilo de fuerza que tuve dentro de mí para mantenerlo junto.
Así que me concentré en los dibujos de hombres altos y mujeres usando togas, en la
hermosa escritura que tenía que ser un idioma antiguo, y en las brillantes estatuas
blancas.
Nunca había visto algo como esto en mi vida, ni siquiera en los museos.
El hombre cruzó bajo otro pasaje abovedado, por un estrecho pasillo, y luego
entró en una sala común muy iluminada con un largo sofá y varios sillones. El
hombre con cicatriz nos siguió, cerrando la puerta detrás de nosotros antes de
inclinarse hacia la pared que parecía de arenisca.
Seth dejo caer nuestras bolsas en el piso a un lado de la puerta, y yo me detuve.
Muerta de cansancio, me mecí un poco mientras el extraño se movió hacia el
centro de la habitación, cruzando los brazos sobre su pecho mientras nos miraba.
Bajando, Seth tomó mi mano y me guió hasta el sofá, sin quitar sus ojos del
hombre, pero no había desaparecido la sorpresa que se dibujó en el rostro del
hombre mayor cuando su mirada cayó en nuestras manos unidas.
—Siéntate —dijo Seth en una voz suave.
No iba a discutir con eso. En el momento en que mi trasero toco los cojines
gordos, me agradeció. Seth no se sentó. Se quedó de pie a mi lado, con los brazos
cruzados también. Por un momento, los tres se dedicaron a algún tipo de pelea
extraña de miradas, y no tenías que ser un genio para darte cuenta que había algo
de historia allí. No una buena historia, pero estaba demasiado cansada, demasiado
agotada, y sólo... demasiado aturdida para que si quiera me importara.
Entonces el hombre mayor me miró, y sé que se quedó viendo mi cuello. El
cuello del suéter había sido estirado en mi lamentable pelea contra Hiperion,
revelando la marca. Debí de haberme visto como un desastre, pero no me preocupe
por eso. Él suavizó su dura expresión con una ligera curva de sus labios. —No se
nos ha presentado. —Su voz era profunda, culta—. Soy Marcus Andros, el Decano
de esta Universidad, ¿y tú eres...?
Resistí la tentación de mirar a Seth, porque no podía confiar en él en este
momento. Él había dejado claro antes que se iría tan pronto como llegáramos aquí,
y ahora estábamos aquí.
Juntando mis manos para evitar que temblaran, las puse entre mis rodillas.
—Mi nombre es Josie Bethel, y soy... —Mis cejas se fruncieron—. No estoy
muy segura de lo que soy.
Sus cejas se elevaron en su frente mientras miraba a Seth. El hombre de la
cicatriz se rio suavemente y dijo—: Cariño, no creo que alguno de nosotros sepa
muy bien lo que somos, pero esa es probablemente la presentación más extraña que
he escuchado en mucho tiempo.
139
Seth se puso rígido. —Creo que dijo que su nombre era “Josie”, y no “cariño”,
la última vez que lo comprobé, Solos.
El hombre de la cicatriz, que supuse era Solos, volvió a reír, pero era Marcus
quien parecía casi atónito mientras miraba a Seth, que parecía como si estuviera a
punto de tirar a alguien a través de una pared.
Me moví e hice una mueca cuando un dardo de dolor se disparó por mi pierna.
Mi paciencia con, con todo, comenzó a flaquear. —Él me trajo aquí porque le
ordenaron hacerlo. Es su trabajo.
La cabeza de Seth giro hacia mí y sus cejas doradas se fruncieron mientras sus
ojos se estrechaban. ¿Qué había dicho para ganar esa mirada? Sólo la verdad, así
que como sea. Rebote mi rodilla, ignorando el dolor sordo que se disparó por mi
pierna.
—¿Puedo preguntar por qué? —Marcus se sentó en una silla de piel en frente de
nosotros—. Asumo que tu sabes qué somos, basados en tu condición. —Hubo una
pausa—. Sin ofender, Josie, pero no puedo entender por qué él te traería aquí.
—Porque no es una mortal —respondió Seth, y hombre, la habitación se quedó
tan callada que pude haber oído a un grillo cantar.
Marcus parpadeó mientras sacudía la cabeza. —Seth, no es una de nosotros.
—No dije que lo fuera, pero gracias por aclarar lo obvio —contestó, y líneas
blancas se formaron alrededor de la boca de Marcus—. No es una de nosotros. Es
completamente diferente.
Solos arqueó una ceja. —¿Nos vas dar los detalles o vas a prolongar esto el
mayor tiempo posible?
Por un segundo, pensé que Seth iba a arrojar algo a la cabeza de Solos, tal vez
una de esas cuchillas puntiagudas, pero se sentó a mi lado, tan cerca que su pierna
entera se presionó contra la mía. —¿Están al tanto de lo sucedido con los Titanes?
Frente a nosotros, Marcus se enderezó. —Por supuesto. Y hemos tomado las
medidas necesarias para asegurar que nuestros estudiantes y los que están aquí
están a salvo, y no sólo de ellos.
Seth sonrió. —Mensaje recibido —contestó, y no tenía idea de lo que eso
significaba—. Así que están resguardados contra los Titanes.
Asintió. —Lo estamos, ¿pero qué tiene que ver esto con ella?
Me pregunté cómo podrías protegerte contra algo tan poderoso y espeluznante
como Hyperion. Probablemente involucraba la sangre de una docena de vírgenes o
algo igualmente arcaico y escalofriante.
Seth se inclinó hacia delante, encontrándose con los ojos verdes más brillantes
que había visto, y luego soltó la bomba. —Josie es hija de Apolo. Es una semidiosa.
140
Marcus y Solos giraron sus miradas hacia mí. Los ojos de ambos hombres
estaban amplios, y se me quedaron mirando como si de repente me hubiera
transformado en un dragón de tres cabezas. —No —dijo Marcus—. No hay
semidioses en la tierra, y de cualquier forma, la habríamos sentido si fuera uno.
¿Qué clase de…?
—Sus poderes están atados, Marcus. Esa es la razón por la que no la sientes. Y
no es la única —explicó Seth mientras me alcanzaba, agarrando mi rodilla con su
mano, inmovilizándola.
—Lo siento —mascullé, lanzando mi mirada a su mano. Mientras Seth
empezaba a hablar, explicando lo que yo era a nuestra embelesada audiencia,
cuántos de nosotros había, y todos esas cosas, mantuvo su mano en mi rodilla.
Observé sus largos y elegantes dedos. Elegantes pero letales.
El peso de su mano me hizo sentir rara, y no me gustaba al mismo tiempo que
reconocía que había algo reconfortante en la presión, casi de pertenencia.
—Dioses —murmuro Marcus, atrayendo mi atención hacia él. Todavía me
estaba viendo—. Una semidiosa, una semidiosa de nacimiento. Nunca pensé que
estaría vivo para verlo.
Me retorcí incomoda y Seth quitó su mano. —Apolo me dijo que la trajera aquí.
Necesita estar a salvo, Marcus, hasta que el resto de los semidioses puedan ser
localizados.
El siguiente respiro que tomé se atascó. ¿Por qué me importaba si era sólo un
trabajo para Seth? No era como si él fuera Erin, pero por alguna razón, saber que él
también había recibido la orden de ser parte de mi vida, no importa lo breve,
también picaba como si hubiera entrado en un nido de avispas.
—Sí. —Parpadeó el hombre, mirando hacia otro lado por un momento antes de
que su mirada se moviera hacia mí—. Ella es muy importante.
Esto se estaba poniendo muy incómodo, pero al menos no me estaba echando.
Necesitaba usar eso a mi favor. —Quiero ser entrenada —declaré, y sip, todos
realmente me estaban viendo otra vez, incluyendo a Seth—. Como los… los
Centinelas. ¿Pueden hacer eso mientras estoy aquí?
Marcus se recostó mientras frotaba dos dedos sobre su ceja. —¿Entrenada? —
Miró hacia Seth y luego sacudió su cabeza—. Josie, nuestros Centinelas son
entrenados desde…
—Desde los ocho años. Lo sé, pero me patearon el trasero dos veces, cuando
huimos de los daimons, y luego de Hyperion. No pude hacer nada mientras esas…
esas cosas me mordían como si fuera una hamburguesa de queso. Luego Hyperion
me derribo como si fuera una muñeca de trapo. Y usó estas cosas… estas sombras
para matar a mis… —Mi voz se quebró, y tragué con fuerza—. Para matar a mis
abuelos, y no pude hacer nada. Estoy completamente indefensa si él entra aquí.
—Josie… —Empezó Seth
—Estas planeando irte, pero eso no quiere decir que no haya nadie aquí que
141
pueda ayudarme. —Giré mi mirada hacia el decano—. Por favor. ¿Qué daño puede
hacer? Si no, sólo estaré de brazos cruzados, ¿cierto? No puedo hacer eso. No
puedo simplemente estar así. Tengo que hacer algo. Por favor. —Y después puse las
cartas que tenía sobre la mesa. Era una cosa desagradable de hacer, pero no tenía
opción—. Si no pueden hacerlo, entonces no puedo quedarme aquí.
Seth movió bruscamente su cabeza hacia mí, sus ojos estrechándose como
rendijas ámbar enojadas. —Te vas a quedar aquí.
—Nadie puede verme las veinticuatro horas al día. Soy inteligente. Voy a
encontrar una salida. —Encontré su mirada con la mía—. Si nadie puede hacer
esto, entonces estoy fuera. ¿Y eso no apestaría, siendo lo importante que soy?
Ira resonaba a través de cada pulgada de mí, y no estaba muy seguro si iba
dirigida a la ahora callada Josie, a Solos que nos estaba guiando a los dormitorios o
a mí mismo.
Irritado en tantos niveles diferentes, ignoré cada intento de Solos por hacerme
conversación, y finalmente se rindió al momento en que cruzamos al otro patio. E
ignoré las miradas descaradamente curiosas de los estudiantes cuando entramos al 143
vestíbulo de la primera residencia.
Puros y mestizos estaban realmente juntos alrededor de los sillones y bajo la
gran pantalla de T.V que colgaba del techo. Josie debió haber estado distraída,
porque no les estaba prestando atención a los pocos Centinelas apoyados en el
vestíbulo. La mantuve cerca de mi lado aun si le gustaba a no. Los estudiantes
miraron abiertamente.
Sabían lo que yo era, pero no tenían idea de lo que Josie era. Josie sería un
misterio para ellos, y serían entrometidos, y ella no necesitaba eso en este
momento.
Solos caminó por uno de los amplios pasillos en la planta baja, pasando por
varias puertas cerradas. —Estas son las suites que usamos para nuestros invitados.
—Se detuvo al final del pasillo—. Estas dos habitaciones, una frente a la otra, están
vacías. Elije una. —Sonrió hacia Josie y mi mano se tensó alrededor de la correa de
del bolso que cargaba. Cuando me miró, el cabrón se rió entre dientes—. Puedes
tener cualquier habitación por el tiempo que planees quedarte.
No dije nada.
Se rió de nuevo mientras se volvía hacia Josie. —Voy a venir por ti tarde por la
mañana, te doy suficiente tiempo para descansar, y luego te llevaré a ver a Marcus.
Ella asintió. —Está bien.
—Si necesitas algo, encuentra a cualquiera de las personas de negro y ellos me
encontrarán, ¿de acuerdo? Como escuchaste, mi nombre es Solos.
Cuando asintió de nuevo, yo estaba muy cerca de golpearlo en la cabeza con el
bolso. Ella se volteó hacia la puerta de su derecha y Solos le entregó las llaves.
Murmurado gracias abrió la puerta y desapareció dentro. La atrape antes de que se
cerrara de golpe, dejándola medio abierta.
Mire hacia solos, encontrando su oscura mirada. —Ella no necesitará nada.
Solos arqueó una ceja. —¿Porque estás aquí? Sonaba como que te irías. —Antes
de que pudiera responder, el palmeó mi hombro—. Seth, es demasiado joven para
mí. Tranquilízate.
¿Qué mierda? No tuve oportunidad de responder eso tampoco, porque
continuó—: Pero hombre, si lo que dijiste de ella es verdad, acerca de ser la hija de
Apolo, tienes las bolas más grandes que ha conocido el hombre. Diviértete con eso.
Con eso, se volteó e hizo su camino por el pasillo. Me quedé de pie ahí por un
momento, queriendo fingir como si no tuviera idea de lo que estaba hablando.
Dioses, no había orinado alrededor de Josie, marcando mi territorio, pero no
podría haber sido más obvio.
Así que sí, ¿qué mierda?
Abriendo la puerta, entré a la habitación y dejé la puerta cerrada tras de mí. La
habitación era más grande y bonita que la que ella había tenido en Virginia. Mi 144
especie no se limitaba en gastos cuando se trataba de muebles y vivienda. Una
pequeña sala de estar, con un sofá de dos plazas, una mesa de café, y una barra de
cocina conducían a una habitación lo suficientemente grande para que cupiera una
cama de tamaño completo y una cómoda. Había incluso un baño y un vestidor.
Dejé caer los bolsos en la sala de estar cuando me detuve justo fuera del
dormitorio. Estaba de pie en frente de la cama bien hecha, mirando un cuadro en la
pared. Miré, y en cualquier otro momento me hubiera reído.
Era de su padre.
Apolo.
Y era una representación de él en su verdadera forma, usando pantalones
blancos, la cabeza llena de un cabello tan rubio que era casi blanco. En una mano
tenía un arpa de oro. No había manera de que alguien viéndola allí de pie cerca de
la pintura no pudiera ver algunas de las características que compartían.
No tenía idea de lo que pasaba por su cabeza en ese momento.
Sus ojos amplios encontraron los míos por un momento, y luego se volteó. El
lado de su cuello estaba expuesto de nuevo.
Ese jodido daimon la había marcado, dejando una herida en forma de media
luna que con el tiempo se desvanecería en una cicatriz de un tono más pálido que
su tono de piel normal. Fue marcada en el mismo lugar que Alex había sido
marcada, Alexandria Andros, la sobrina de Marcus. La otra Apollyon, la que se
supone que existiera. La chica que había ayudado a entrenar una vez que descubrí
lo que era. Y la chica por la que había dado el resto de mi vida para que pudiera
pasar la suya con el hombre que amaba.
Había pasado tiempo desde que me había permitido pensar realmente en ella,
desde que había permitido que algún pensamiento con respecto a ella corriera por
mi mente. No era porque hubiera roto mi corazón o elegido a alguien más sobre
mí. Me preocupaba por ella, lo más que había sido capaz de preocuparme por
alguien en ese entonces. No. No ser capaz de pensar en ella no tenía nada que ver
con la corta relación que tuvimos.
Tenía que ver con cuán gravemente la había engañado.
No tenía idea del porqué estaba pensando sobre esto ahora o permitiéndome
hacerlo. Tal vez servía como un recordatorio para largarme de aquí, porque cuando
miraba a Josie, no podía evitar pensar en que la historia se estaba repitiendo.
Aquí había todavía otra chica que tenía un destino trazado que nunca había
escogido, y sabía, que cuando se trataba de dioses, ella podía luchar contra ese
destino lo que quisiera, pero no cambiaría absolutamente nada. Su vida estaba en
piloto automático. Y conmigo involucrado, ese piloto automático estaba destinado
a estrellarse y arder. Ella no me necesitaba en su vida, y si supiera todo acerca de mí,
no me querría aquí.
Tenía que irme. Ahora mismo. Avanzar y volver a la carretera antes de que
Apolo apareciera y terminara atrapado aquí. Pero era más que eso. Tenía que salir
antes de que llegara al punto de que no quisiera irme.
145
Así que debí haberme girado y salido por esa puta puerta. Diciéndole adiós.
Deseándole buena suerte. Ella la iba a necesitar, y algo más.
Dándome la vuelta, mi mano se cerró en el marco de la puerta. Mi corazón latía
con fuerza en mi pecho mientras cerraba los ojos y la cerraba de golpe. Pasó un
momento y luego me giré y crucé los pocos metros entre nosotros. Sin decir una
palabra, tome su mano y la llevé al baño.
Ella necesitaba estar limpia
Y no me iría.
18
Traducido por Hailo0
Seth comenzó a girarse, pero extendí la mano, agarrando su brazo. Su piel era
muy cálida y firme bajo la mía. Su mirada se desvió hacia donde lo agarré.
—¿Te quedarías? —pregunté. 149
Una ceja se levantó mientras levantaba su mirada a la mía. —¿Quieres usar mi
cuerpo como almohada otra vez?
Adivinó lo que quería sin que tuviera que decirlo. Asentí con la cabeza de
nuevo, a pesar de que era algo más que el hecho de que fuera una almohada
impresionante. Tan necesitada como eso sonaba, no quería estar sola en este
momento. No quería que se fuera. Quería que se quedara aquí.
Una media sonrisa apareció en el rostro de Seth. —Ven entonces. Estoy
cansado. Mañana será un largo día.
Seth salió del baño, y vacilé por un momento, apretando los ojos fuertemente
contra la fiebre de emociones que se arremolinaban en mi interior como un
tornado. Lágrimas querían salir de mis ojos, pero no las dejé. Una vez que lo tenía
todo bajo control, abrí los ojos y me vi en el espejo ovalado apelando a la vanidad.
Con la piel pálida y manchas oscuras debajo de mis ojos cansados, lucía
demacrada. Miré mi cabello que estaba lleno de nudos y mi cuello marcado. La
marca de mordedura en forma de medialuna estaba roja. Mi estómago se hundió
mientras la adrenalina pulsaba a través de mí antes de evaporarse rápidamente.
Tragué saliva, mi mirada trazando mis propios rasgos familiares.
Mirando en el espejo, vi... me vi. Además de lucir como si hubiera sido
atropellada por un camión y estar atrapada en un túnel de viento, lucía como yo,
pero no era yo. Como le había dicho a Marcus, no estaba muy segura de lo que era,
y eso se veía en mis ojos.
Serás quien quieras ser, cariño.
Mi garganta se cerró. Eso era algo que mi abuela me había dicho cuando me
había llevado solicitudes para la universidad a la casa. En aquel entonces, había
sido todo sobre la elección de una carrera, no es algo que sonaba como destino o
suerte, que era como se sentía ahora.
Pensar en mi abuela dolía, y no podía hacerle frente, porque todo eso estaba
demasiado fresco y era algo que el entrenamiento no podía arreglar, algo que no
podía regresar en el tiempo y cambiarlo, y que... que no estaba lista para enfrentar.
150
—O tal vez no tan incómodo —dijo arrastrando las palabras mientras movía la
mano en mi cadera, deslizándola hasta mi cintura, creando pequeños espirales en la
boca de mi estómago. Detuvo su mano, como si me estuviera poniendo a prueba,
su pulgar apenas rozando el borde de mi pecho—. Tal vez algo totalmente
diferente.
No sabía qué decir, ni tampoco tuve la oportunidad. Un jadeo sobresaltado
separó mis labios mientras Seth rodaba. Estaba sobre mi espalda en un santiamén,
y Seth estaba sobre mí, sus poderosos brazos a cada lado de mi cabeza.
El próximo aliento que tomé se quedó atrapado en mi garganta. Su cabello
estaba suelto, curvándose alrededor de sus mejillas mientras me miraba. —¿Qué
estamos haciendo, Josie?
Con el corazón desbocado, obligué a mi respiración a reducir la velocidad. —
No lo sé.
—¿En serio? Yo creo que sí.
Una sensación nerviosa me recorrió, mezclándose con el ardor en mis venas. La
punta de mi lengua salió, mojando mis labios, y sus ojos se cerraron, mientras un
gran estremecimiento pareció recorrerlo. Cuando sus pestañas se levantaron, su
mirada era tan ardiente como el sol del verano.
—No deberíamos hacer esto. —Mientras decía esas palabras, su parte inferior
del cuerpo se unió a la mía—. No deberíamos estar haciendo nada como esto.
Cada músculo de mi cuerpo se tensó ante el peso y la sensación de él. Mis
manos se posaron en sus hombros mientras su frente caía a la mía. El aire que nos 152
rodeaba se espesó mientras mi corazón amenazaba con salirse de mi pecho.
Recordé cuando había dicho en la habitación del hotel fuera de St. Louis que
debería sentirme afortunada de que no estuviera cediendo a lo que quería, pero no
me sentía afortunada entonces, y estaba segura que no se sentía así ahora.
Saqué toda la valentía que tenía dentro de mí. —¿Por qué no?
—Hay varias razones —dijo, moviendo su cuerpo, y de repente la parte más
dura de él estaba presionando contra la parte más suave de mí.
No estaba preparada para eso o para cómo mi cuerpo iba a reaccionar. Estaba
húmeda. Me dolía. La camisa larga, su camisa, la cual llevaba puesta, mi ropa
interior, y la fina tela de su pantalón de dormir eran una barrera frágil entre
nosotros, pero, al mismo tiempo, era demasiado. Mis dedos llegaron al material de
su camisa mientras agarraba sus anchos hombros.
—Tu padre cortaría mis bolas si me meto entre esas bonitas piernas. —Su voz
era profunda y áspera mientras hablaba, su aliento caliente contra mis labios
entreabiertos—. Pero, ¿sabes qué? Perder mis bolas valdría la pena.
—No puedo creer que estemos hablando de tus bolas.
—Parece relevante, ¿no te parece?
Mis labios se curvaron en una sonrisa. —Sí... sí, creo que un poco.
—Mmm... —Su cabeza estaba inclinada y los extremos de su pelo se arrastraban
sobre mi mejilla—. Dioses, no puedo ni siquiera creer que voy a decir esto, pero has
pasado por mucho. Tratar con eso puede hacerte querer cosas que realmente no
quieres. —Una mirada de sorpresa se dibujó en su cara mientras levantaba su
cabeza, como si en realidad se hubiera sorprendido a sí mismo.
Por alguna tonta razón, eso hizo que mi pecho se ablandara, porque estaba
pensando en mí, y bueno, eso tenía que significar algo, ¿verdad?
Pasé mi pierna por el lado de la suya, el movimiento lo puso más cerca, más 153
profundo, y hubo una explosión de sensaciones ardientes. Un gemido sensual
surgió de las profundidades de Seth, y hubo una subida de calor en respuesta. Esto
era una locura, pero iba a suceder. Lo vi en la forma en que sus ojos dorados ardían
brillantes en necesidad.
—Te vas a arrepentir de esto —dijo Seth, y antes de que pudiera procesar lo que
significaban esas palabras, bajó la cabeza. Esos labios bien formados rozaron los
míos, tan ligeros como una pluma, una vez y luego dos veces. Mi agarre se apretó.
Su cabeza inclinada, y…
Un golpe sonó en la puerta del dormitorio, sacándonos del aturdimiento
embriagador. Me eché hacia atrás, presionando mi cabeza contra la almohada
mientras Seth se levantaba y maldecía al depositar una endemoniada mirada mortal
en esa dirección.
El golpe vino de nuevo, más fuerte y más insistente esta vez, sonando como si
policías estuvieran a punto de entrar por la puerta. Me aclaré la garganta. —¿Tal
vez es Marcus? Dijo que teníamos que hablar hoy.
—Es temprano. —Seth se alejó de mí y bajé mis manos a mis lados, sentía calor
y frío mientras se levantaba de la cama y me miraba. El fuego seguía ardiendo en su
mirada, pero su mandíbula estaba apretada. Su mirada cayó a mi pecho. Un
músculo saltó a lo largo de su mandíbula—. Quédate aquí.
Presionando mis labios, me senté y tiré mi camisa. Rodeó la cama fácilmente,
en dirección a la pequeña sala de estar, y yo me deslicé hacia delante,
preguntándome si tendría tiempo para encontrar un horno e ir y meter mi cabeza en
el interior. Nop. Oí la puerta abriéndose.
Y entonces oí a Seth decir—: Mierda.
Con los labios fruncidos, empecé a caminar hacia adelante, pero una voz
desconocida me congeló. —Así que es verdad —dijo un hombre—. Todo el mundo
estaba como “el Apollyon está aquí”, y había mucha emoción. No creía que Seth el
impresionante Apollyon se atrevería a honrarnos nuevamente.
—Es cierto. —Otra voz masculina desconocida, y mis ojos se abrieron mientras
empezaba a tirar de la manta hasta mi garganta—. Todo el mundo está hablando
de ello. Tuvimos que venir y verlo por nosotros mismos.
—Sí, estoy aquí. Me han visto —respondió Seth—. Ahora se pueden ir...
—Pero la cosa es —el segundo hombre habló de nuevo—, Solos nos dijo que
estabas en la habitación al otro lado del pasillo. Golpeamos. No contestaste. Así
que Luke tomó la llave.
—¿Tomaste la llave? —preguntó Seth—. Bien, ¿puedo tener esa llave? —Hubo
una pausa—. Gracias.
—De todos modos —dijo el chico que asumí que no era Luke—. Golpeamos esta
puerta y respondiste.
—Gracias por darme la descripción detallada de lo que acaba de suceder — 154
respondió Seth secamente.
—Y también hemos escuchado que no estás aquí solo —intervino el chico
llamado Luke—. Todos los fisgones están hablando, Seth, diciendo que trajiste a
una mortal aquí.
—Así que, por supuesto, estamos aquí —agregó el otro chico—. Porque
tenemos que ver esto.
¿Qué...?
Salté como una ninja de la cama y me metí en el baño, pero oí un suspiro muy
fuerte y muy exasperado de Seth justo antes de decir—: Como sea. Esto iba a pasar
tarde o temprano, así que pasen.
¿Pasen?
Mis ojos casi se salieron de mi cabeza, pero no tuve tiempo de hacer nada. Un
segundo después, dos hombres muy altos y muy guapos estaban en el dormitorio.
Se quedaron mirándome.
Me quedé mirándolos.
Uno de ellos tenía el cabello color bronce ingeniosamente desordenado, y estaba
vestido con una camisa negra de manga larga y jeans azul oscuro. Con brazos
enormes y, obviamente, un musculoso estómago, parecía que sabía mil maneras de
cómo matar a alguien.
El otro era más delgado, tenía la cabeza llena de rizos rubios y los ojos grises
más sorprendentes que había visto. Vestía pantalón de pijama a cuadros y un suéter
con cuello en V de un profundo azul. Ya estaba sonriendo, pero su sonrisa se hizo
más grande.
—Hola.
Miré hacia donde estaba Seth quien lucía como si quisiera golpear su cabeza
contra la pared. —Hola.
El rubio seguía sonriendo, mientras su amigo aún me seguía mirando.
Seth suspiró de nuevo. —El que está sonriendo como un loco es Deacon, y el
otro es Luke.
—Somos amigos de su… de Seth —dijo Deacon, y Seth hizo como si ellos no
fueran sus amigos.
—Ella es Josie —continuó Seth—. Por favor, no sean extraños y no la asusten.
—¿Extraños? —Deacon rodó sus ojos grises—. Ja. Lo que sea, amigo. Todo lo
que necesitas saber acerca de mí es que soy como un delfín en un mar de peces que
no son tan inteligentes —anunció, abriendo los brazos con un ademán.
Luke se volvió hacia él lentamente mientras sus cejas se elevaban.
—¿Qué? 155
Él se encogió de hombros. —Simplemente dije que tengo mucho en común con
los delfines. Son inteligentes. Soy inteligente.
Seth se pasó la mano por la cara.
Hubo un momento de silencio y, a continuación, Luke suspiró y sacudió la
cabeza, crispando los labios. —Es una buena cosa que crea que eres caliente como
el infierno.
Por increíble que pareciera, la sonrisa de Deacon se amplió aún más cuando se
volvió para mirarme. —Estamos juntos.
—Oh —dije, mirando entre los dos—. Hacen una gran pareja.
—Lo sabemos —respondió.
Luke se cruzó de brazos. Pasó un momento. —Tienes un increíble cabello.
—Um... —Levanté una mano, alisándolo. Esto era tan extraño—. Gracias.
158
19
Traducido SOS por NataliCQ
Su barbilla bajó mientras sus manos se cerraban en puños. —No pude hacer
nada cuando Poseidón destruyó el Covenant. ¿Sabes cuántas personas murieron ese
día? Trescientas cinco, Seth. No quiero que eso suceda de nuevo.
Enterarme de esa cifra fue como tragar una bala de plomo. Hizo que mi piel
estuviera en carne viva, incómodo. —No estoy pensando lanzar un truco así otra
vez.
Se apartó del escritorio y se levantó, y por el rabillo del ojo vi a Alexander
inclinarse hacia adelante. —Espero que no, pero tengo la responsabilidad sobre
estos estudiantes y aquellos que han buscado refugio aquí.
—Entiendo, pero esto suena como un montón de mierda para mí.
Levantó una ceja.
—¿Es así?
—Sí, lo es. —Los símbolos se movieron en mi piel. Él no podía verlos, pero
sabía que estaba captando el torrente de energía dando vueltas dentro de mí—.
Porque suena como si estuvieras dispuesto a tirar a Josie fuera de esas puertas. 163
—Nunca dije eso, Seth. Lo que estoy diciendo es que, si su presencia aquí, o la
presencia de alguien aquí, amenaza la seguridad del Covenant, voy a tener que
tomar medidas para rectificarlo —dijo—. Con suerte, eso no va a significar
expulsarla o a cualquier otra persona.
Eso no me dijo nada, y mientras miraba a Marcus, tuve que darle crédito por no
orinarse en sus pantalones y por proteger lo que era suyo. Pero yo tendría que hacer
lo mismo.
Marcus suspiró mientras miraba hacia donde Alexander estaba de pie. —Voy a
decir algo que sé que no vas a querer escuchar.
—Genial —murmuré.
Ignoró eso mientras apretaba sus manos sobre el escritorio. —Un montón de
cosas han cambiado. Algunas son las mismas. No has estado alrededor para ver
algo de eso, pero sé, sé, que has cambiado, y esa es la única razón por la que estás
de pie en esta oficina.
Una parte de mí quería preguntarle exactamente cómo pensaba que podía
haberme detenido, pero entonces debió haber leído mi mente. —Si pensara que ibas
a jodernos más, hubiera salido por la puerta por mi cuenta y te hubiera puesto una
bala entre los ojos. Sé que no te habría matado, pero hubiera hecho el tiempo
suficiente para desmembrar tu cuerpo, y luego descubrir cómo un Apollyon se arma
de nuevo.
Mis labios se inclinaron hacia arriba en las esquinas. —Bueno, es una
imaginación brutal la que tienes allí.
Sonrió. —Como dije, todavía tienes actitud, y sé que podrías terminar mi
existencia en un instante, pero has... has cambiado.
Sostuve su mirada y luego la alejé, apretando mi mandíbula. —¿Hay un punto
en esta parte de la conversación?
—En realidad no. Me gusta oírme hablar. —Marcus se sentó, enganchando una
rodilla sobre la otra mientras me miraba—. Como mencionamos ayer, hay barreras
contra los Titanes, pero estoy seguro de que te das cuenta que no van a durar para
siempre.
Volviendo a un terreno más cómodo, cambié mi peso. —También hay algunas
sombras. Una se apoderó del abuelo de Josie. —Hice una pausa—. Lo vio morir.
Sus labios se apretaron. —Eso es realmente lamentable. ¿Cómo lo está
manejando?
—No lo hace. —Y esa es la verdad.
Inclinó la cabeza. —¿Está con Deacon y Luke?
—¿Cómo lo adivinaste?
Una verdadera sonrisa se formó en sus labios. —Pensé que no les tomaría
tiempo encontrarte, y a ella. Deacon será bueno para ella, considerando que perdió
164
a sus padres. —Una mirada reflexiva invadió sus facciones—. Si hubieras llegado
unos meses antes, ella podría haber hablado con Alex. De todo nuestro pueblo, ella
lo entendería.
Inhalando por mi nariz, tomó todo de mí no mirar a su padre. Alex lo entendería.
Después de todo, había visto a su madre convertirse en un daimon y,
posteriormente, tuvo que poner fin a la vida de su propia madre.
Tiempos felices.
—¿Te preocupas por ella? —preguntó Marcus bruscamente.
Parpadeé.
—Josie —aclaró, como si eso fuera malditamente necesario en ese momento—.
Solos dijo que no dormiste en tu habitación anoche. —Levantó la mano—. Sí,
Solos los vigilaba, y, no, no me importa saber los detalles.
—Entonces no sé qué tipo de respuesta estas buscando —contesté.
Marcus me estudió por un momento, y luego oí la puerta abrirse. Me volví a
tiempo para ver a Alexander deslizándose fuera de la habitación. Muy pocas
personas podrían ser más silenciosas que yo. Al parecer él era uno de ellos. Cuando
me di la vuelta hacia Marcus, estaba mirando la puerta cerrada. —No confía en ti.
—No lo espero de él.
La mirada de Marcus se movió a la mía. —Lo hará un día.
Sonreí, pero todo era frágil y equivocado en ello. —¿Por qué lo haría? Era su
hija…
—Es también mi sobrina, no era, Seth, y tú pagaste una pesada restitución.
Algo golpeó alrededor de mi pecho, algo frío y hueco, un recordatorio muy real.
—No. No, no lo hice.
165
20
Traducido por America_12
Luke se echó a reír. —Sonaba diferente e interesante, así que, ¿por qué no? Él
está estudiando, o pretendiendo estudiar, historia antigua. 168
Deacon resopló. —¿Qué hay de ti?
Ese nudo creció. —Psicología, pero supongo... que no importa ahora.
—¿Por qué no? —Deacon frunció el ceño, lo que parecía que podría ser un
espectáculo poco común en su hermoso rostro.
Levanté las manos. —Bueno, con esto. No es como que me dejen inscribirme en
la universidad. Estoy aquí para... básicamente ocultarme. No para continuar mi
educación.
Luke me estudió de cerca por un momento. —Estoy seguro de que, si quieres,
Marcus te dejaría.
Tal vez lo haría, ¿pero cuál era el punto? Si sobrevivo a esto, ¿Podría volver a mi
antigua vida y ser una psicóloga? ¿Podría volver y ser cualquier cosa sabiendo lo
que realmente existe ahí afuera? Demonios, todo eso dependía de si sobrevivía.
—De todos modos —dijo Deacon mientras arrebataba una tira de tocino de mi
plato—. Así que, ¿tú y Seth? ¿Ya cogieron?
Casi me ahogo con mi jugo de naranja. —¿Qué?
—¿Cogieron? Ya sabes, te desnudó y tuvieron sexo salvaje, animal —aclaró
Deacon como si no supiera lo que es eso—. Tiene que ser sexo salvaje, porque no
me puedo imaginar a Seth haciendo algo gentil y suave, como tomarse las manos y
mirarse a los ojos, ese tipo de cosas que los demás hacen.
Oh. Por. Dios.
Luke rodó los ojos.
Calidez se vertió en mi cara mientras los dos chicos esperaban una respuesta,
pero estaba imaginándome eso crudo y duro. Sentí que lo necesitaba para avivarme
a mí misma, me retorcí. —Nosotros no hemos... Um, no hemos cogido.
Sus bocas se abrieron, y eso me hizo mover bajo su escrutinio. Para ocultar mi
vergüenza, metí tocino en mi boca, y casi gemí.
¡Santa mierda! Mis gustos orgásmicos estaban en toda mi boca. Era el mejor
tocino que había probado, salado y un poco dulce, como si hubiese sido bañado en
jarabe de arce. ¿De qué me había perdido estando sentada aquí y no comiendo?
—Espera un segundo —dijo Luke, inclinándose hacia adelante. Por encima del
hombro, tres estudiantes andaban por ahí, susurrando mientras nos miraban. A
ninguno de los chicos parecía importarle—. Él sí durmió contigo anoche, ¿verdad?
Asentí.
—¿Y no tuvieron sexo?
Sacudiendo la cabeza, mordí otro trozo de tocino. Dios, esto era lo mejor.
Deacon me miró como si fuera una criatura mítica. Espera… como que lo era.
—¿No han tenido relaciones sexuales en lo absoluto?
169
Y sin embargo, otro pedazo de cerdo se abrió camino a mi boca mientras
negaba con la cabeza de nuevo.
—Mierda. —Luke se echó hacia atrás en su asiento—. Creo que eso es más
impactante que tu esencia, bueno, lo que eres.
Lamentablemente, no había más tocino en el plato. —¿Por qué es eso tan
impactante?
Deacon arqueó una ceja. —Seth es un poco... mujeriego. Quiero decir, es de la
clase de hombres que es una puta. —Se rió entre dientes—. Y sé lo que se necesita
para ser un hombre-puta.
—Es cierto —bromeó Luke—. Deacon es lo que me gusta llamar “igualdad de
oportunidades” cuando se trata de sexo. Bueno, no desde mí. Somos monógamos,
¿pero antes…? —Sacudió la cabeza.
Um.
—La primera vez que él se presentó en el Coventant de la Isla Deity, que es de
dónde venimos, pasó por la mitad de los dormitorios en un tiempo récord —
continuó Deacon.
Lentamente bajé el jugo, mientras sentía que el estómago me caía a los pies, y
esa era una sensación incómoda ya que estaba llena de tocino. ¿Pasó por la mitad
de los dormitorios?
—Y entonces, cuando estaba en las montañas Catskill, fue a engancharse con
ésta chica. —Luke miró a su novio—. ¿Cuál era su nombre?
Se encogió de hombros. —No lo sé. Alex siempre la llamaba Tetas, pero creo
que era algo así como Thea o Tori. Algo con una T. Ella siempre estaba aquí en
algún lado. No la puedo extrañar.
Sentándome hacia atrás, obligué a mis pulmones a trabajar lentamente. —No
hemos tenido relaciones sexuales. Quiero decir, nos acabamos de conocer.
Luke arrugó la nariz. —Eso no importa cuando se trata de Seth.
—Guau —murmuró Deacon.
Me mordí el labio mientras trataba de calmar el horrible retorcijón en mi
estómago. No debería importarme que hubiera tenido sexo con toda una
universidad llena de chicas antes de conocernos, porque eso era tonto. No debería
importarme, porque no estábamos juntos.
Aumentó el retorcijón.
Pero había algo entre nosotros, ¿verdad? Esta mañana... había visto mis
sentimientos reflejándose en su mirada, ¿no es así? Me había mirado como si...
como si hubiera querido algo más que besarme.
Sin embargo, sólo porque quería meterse en mis pantalones no significaba que
había algo entre nosotros. Pero se quedaría, accedió a entrenarme, y no tenía que 170
hacerlo, y eso tenía que significar algo.
—Sabes, creo que esta es una buena cosa —anunció Deacon, llevando mi
mirada hacia él—. El hecho de que no se ha enganchado contigo tiene que
significar que le gustas.
Y así como así, porque yo era estúpida, el retorcijón se convirtió en un globo
que estaba lleno de esperanza y estaba levantándome de la silla, y dios,
probablemente era una mala señal.
—Y creo que sería muy bueno para él, ya sabes, estar con alguien, porque…
—¿Por qué no te hacemos un tour? —Cortó Luke, y Deacon lo miró con
dureza—. Tienes que ver este lugar.
Y así como así, estábamos de pie y saliendo de la cafetería, los chicos uno a
cada lado, y no había más charla de Seth enganchándose conmigo o cualquier otra
persona, y en pocos minutos, me distrajo todo lo estaba sucediendo a mi alrededor.
El lugar... era algo totalmente ajeno a mí. Los edificios académicos eran
enormes y ridículamente limpios. Los patios estaban fuera de este mundo, llenos de
todo, desde diversas rosas de jardín a flores tropicales que olían a dulce. Estatuas de
los dioses griegos en mármol y arenisca estaban por todas partes, un recordatorio
constante de que este lugar, sin importar lo bonito y espectacular que fuera, no era
del todo normal.
Mientras seguíamos por la pasarela con los extraños símbolos, empecé a
sentirme nerviosa, como un torrente de energía nerviosa. Pregunté qué eran los
símbolos.
—Esos son símbolos formando frases —explicó Deacon—. Básicamente,
explican cómo mantener fuera las cosas que no queremos aquí. Como Titanes. No
siempre funciona. Los daimons podrían entrar si pasaran los guardias, pero eso es
lo que son. Seth incluso los tiene en su piel.
Fruncí el ceño. —¿Qué? No vi ningún símbolo. Y se mantiene mucho sin
camiseta. ¿Están en su trasero o algo así?
Luke se echó a reír. —Eso sería interesante, pero los símbolos en su piel sólo
pueden ser vistos por los dioses u otro Apollyon. Tal vez incluso tú, una vez que te
vuelvas la salsa especial.
¿Salsa especial? Interesante, pensé, mientras dirigía la mirada hacia el gran edificio
en frente de nosotros, otro que parecía que fue sacado directamente de la antigua
Grecia. Una oleada de piel de gallina estalló debajo de mi suéter.
—Y esta es la biblioteca —anunció Luke, señalando el edificio—. Nosotros no
vamos allí.
Cruce mis brazos para protegerme del frío, entrecerré mis ojos hacia él. —¿No?
Negó. —Las bibliotecas siempre enrarecen a los mestizos.
171
Le di un vistazo a Deacon. Encogiéndose de hombros, dijo—: No tengo ni idea.
Una gran cantidad de mestizos son así. Es extraño. Pueden sentir a los daimons
cuando nosotros no podemos. Tal vez tienen la sensación de que hay algo debajo
de la biblioteca.
Otro escalofrío se enroscó alrededor de mi estómago, una agobiante sensación
extraña. —¿Debajo?
—Sí. Siempre hay catacumbas debajo de las bibliotecas —explicó Luke—. No
tengo idea de qué hay en ellas. No tengo planes de averiguarlo. Vamos, no hay más
que ver.
Entonces Deacon se agachó y tomó mi mano, haciendo que me tropezara.
Cuando miré hacia él inquisitivamente, simplemente hizo un guiño y siguió
caminando, balanceando los brazos entre nosotros como si fuéramos niños
pequeños, y no pude evitar sonreír.
Y no podía dejar de mirar por encima de mi hombro mientras pasábamos la
biblioteca, y no podía dejar de seguir mirando de nuevo, con ganas de ir allí. Sí, eso
era raro. Pero estaba viviendo algo raro ahora, viéndome inmersa en esto.
El almuerzo llegó y se fue. Lo mismo hizo la cena con los chicos, que estaba
suponiendo habían decidido no ir a clase ese día. Pasaron todo el día escoltándome
y ponían tanta comida en mi estómago que estaba segura de que iba a tener que
rodar de vuelta a mi habitación.
Aunque había pensado que empezaría el entrenamiento hoy, y la cruda pérdida
de mi familia permanecía al margen de mis pensamientos, me gustó salir con ellos.
Eran divertidos y animados y simplemente geniales. Incluso Luke, que parecía no
tener demasiado interés en mí esta mañana, pasó la mitad de su tiempo con su
brazo alrededor de Deacon y la otra mitad alrededor mío.
El sol empezó a ocultarse cuando hicimos nuestro camino de regreso a la
residencia de estudiantes, y mientras entrabamos en el vestíbulo, vimos a Seth
inmediatamente. Era como si mis ojos fueran atraídos pasando todos los rostros
bonitos directo al último rostro bonito.
Usando un traje negro, como el de Luke, y vaqueros desteñidos, estaba de pie
entre dos sofás de color rojo brillante, brazos musculosos cruzados sobre el pecho,
su cabello recogido.
Mi estómago dio una pequeña vuelta al verlo, y luego cayó cuando me di cuenta
que los traseros en esos asientos eran mujeres, todas increíblemente perfectas y en
todos los sabores, por lo que parecía.
Seth se dio la vuelta, su mirada ámbar parpadeando sobre nosotros. Le dijo algo
a una morena, quien miró por encima del hombro, y luego se echó a reír. No fue
una risita. Más como una respuesta a lo que él dijo, pero como que yo quería
172
apuñalar algo.
Él se acercó a nosotros. —¿Tienes un momento?
—He tenido varios momentos durante todo el día.
Guau. Bajé mis manos y las miré. Todo en todo el mundo había cambiado en
menos de una semana.
Eso jodió mi cabeza de una manera que hizo que fuera difícil respirar de manera
uniforme. Mis dedos se volvieron borrosos. Retorciendo mi muñeca, me estiré y
173
tomé el control de la mesa de noche, volteándome hacia el televisor y colocando el
primer canal que vi, porque realmente no estaba viendo nada.
Pasó una hora y hubo un golpe. Mi corazón latía como si se hubieran duplicado
sus latidos, me levanté de la cama y corrí hacia la puerta, abriéndola.
Era Luke. Sonrió. —Te compré algo de ropa de entrenamiento. Seth la ordenó y
adivinó tu talla.
Tratando de no dejar que la decepción se mostrara, tomé la ropa y vi que eran
en realidad de mi tamaño. Um. Bueno. No sé si debería estar agradecida o algo
perturbada de que Seth supiera las tallas de ropa de las mujeres.
Y que supiera mi talla.
Santa mierda.
El momento en el que Josie se quedó sin aire fue el momento exacto en el que
supe que la había jodido. Así como en el entrenamiento con otros mestizos y
Centinelas, no me había controlado. A pesar de que era una semidiosa y su cuerpo
tenía que ser resistente, sus poderes estaban atados y obviamente nunca había
estado en una lucha real, por lo que tirarla al suelo como si fuera cualquier otra
persona con la que estaba entrenando fue un jodido enorme error de cálculo por mi
parte.
Mierda, la jodi.
La inquietud explotó en mis entrañas mientras caía sobre mis rodillas a su lado.
Una ola de odioso bochorno me envolvió. Gruesas pestañas marrones se
desplegaron en su pálida piel. Llegué a ella, mis dedos cerniéndose sobre su mejilla.
—¿Josie?
Mi corazón literalmente dio un maldito golpe cuando esas pestañas
revolotearon y luego se levantaron. Ojos azules claros se encontraron con los míos.
—Ow.
Una risa ahogada se me escapó mientras levantaba su mano inerte, frotándola
entre mis palmas. —Mierda, Josie, lo siento. Debería haberte sostenido. ¿Estás
bien?
Se humedeció los labios, y eso envió una sacudida directamente a mi polla, lo
cual me hizo oficialmente un idiota. —¿Dónde estuviste anoche?
La pregunta casi me puso sobre mi trasero. De todo lo que esperaba que dijera,
no esperaba eso. Puse su mano en la lona mientras me mecía sobre mis talones.
—Se me pasó el día.
Eso era una mierda absoluta. El día no se me pasó realmente. Se había
prolongado después de que me encontré con Marcus. Había pasado una buena
parte del día rastreando a Josie y a los chicos como un acosador grado A, y luego,
cuando me dirigí de nuevo al dormitorio, me topé con Thea, y eso fue cerca de tres 180
malditos niveles de torpe. No debería haberme sorprendido de que estuviera aquí,
ya que el Covenant en los Catskills estaba todavía fuera de servicio. Si Josie y los
chicos no hubieran aparecido, probablemente habría masticado mi brazo para
escapar.
Pensaba en Josie y necesitaba espacio.
Bueno, necesitaba espacio, porque lo que casi había pasado entre nosotros ayer
por la mañana era algo que no... no había merecido. Era así de sencillo. El afecto
no estaba en mis cartas. Así que me pasé la mayor parte de la noche sin poder
dormir, en el maldito cementerio, sentado en el banco, mirando las estatuas
reparadas que había destruido la última vez que había estado allí, y con ganas de
nada más que de olvidar de alguna manera los pasados dos años de mi vida.
Josie me miró un momento, y luego tragó. —Oh. Está bien —dijo con voz
ronca, e hice mi mejor esfuerzo por olvidar eso también. Comenzó a sentarse y pasé
un brazo alrededor de sus hombros, ayudándola—. Soy... soy un asco.
Inapropiadas visiones bailaron en mi cabeza como una película porno. Genial.
La levanté sobre sus pies. —No eres un asco, Josie. Esa fue mi culpa. Tenía que
contenerme y…
—¿Hyperion se contendrá la próxima vez que me encuentre? —Dio un paso
atrás, y dejé caer mi brazo—. ¿No? ¿Lo hará un daimon, si pone sus manos sobre
mí? Supongo que eso es un no, también. Así que vamos a hacer esto otra vez.
Metiendo un mechón de cabello detrás de mi oreja, estaba mentalmente a medio
camino de la puerta, porque no quería hacer esto. Con Alex, no había pensado dos
veces sobre la posibilidad de accidentalmente herirla, pero era una preocupación
real con Josie, y eso apestaba. Mi estómago se revolvió cuando me obligué a
pararme detrás de ella.
Pero era más que eso.
Mi mirada viajó a la pared, donde todas las armas estaban exhibidas. No
importaba lo que ella hubiera dicho, no aceptaba totalmente el saber que tendría
que matar para sobrevivir. Todo este entrenamiento era inútil si no podía hacer eso.
Era basura... una moral tan mortal a la que aferrarse, una con la que yo nunca
había tenido ningún problema para dejar a un lado. Por un momento, pensé en
todas las personas que había cazado en el último año. Si Josie no podía matar para
protegerse a sí misma, ¿qué pensaría si supiera cuántos había matado yo?
—Cuando caigas, cruza los brazos sobre tu pecho. —Sacudiendo esos
pensamientos de mi cabeza, agarré sus brazos detrás de ella y los crucé sobre su
pecho. Entonces tomé un maldito buen puñado de sus caderas, y la oí inhalando
suavemente. Ignorar eso era imposible—. Inclina las caderas así y dirige tu barbilla
abajo. ¿Bien?
—Está bien —dijo, su voz más gruesa, más ronca.
Mi mandíbula trabajó horas extras. —Déjame verte hacerlo un par de veces. La
técnica. 181
Josie hizo lo que le pedí. Bajo mis manos, sus caderas se inclinan hacia adelante
mientras bajaba la barbilla, teniendo sus brazos sobre su pecho. Y cada vez que
sentía esos músculos tensos, tomó todo en mí para no tomar esas caderas y
transportarlas de vuelta a las mías.
Sus caderas se movieron otra vez, y casi gemí.
Necesitaba tener mi cabeza en el juego. Reorientándome a ella por las razones
correctas, le pedí que siguiera haciendo los movimientos hasta que fueran naturales,
pero mis manos persistieron cuando di un paso atrás, teniendo mente propia
mientras se deslizaban fuera.
Se dio la vuelta, enfrentándome. Su labio inferior estaba atrapado entre sus
dientes.
—¿Lista?
Hubo un asentimiento.
Maldiciendo esto y una docena de otras cosas, me giré hacia fuera, cogiéndola
por su hombro. Cayó, golpeándose contra la lona. No de la manera correcta.
—Maldita sea —gimió, desplegando sus brazos mientras miraba hacia el
techo—. Eso... eso duele.
Caminando hacia donde yacía, sus piernas en un ángulo poco habitual, tendí la
mano, y odié lo siguiente que dije—: Levántate. Hazlo otra vez.
Josie gimió mientras doblaba su mano en la mía.
La levanté.
Nos enfrentamos.
La derribé de nuevo.
Y no aterrizó correctamente.
Este iba a ser un largo día.
182
22
Traducido SOS por NataliCQ
El día se convirtió en una especie de pesadilla una vez que Luke llegó después
del almuerzo y también trató de derribarla. La frustración era como un caliente
sarpullido en cada pulgada cuadrada de mi piel, agravada por el hecho de que Luke
también estaba todo manos con ella, tratando de ayudarla a conseguir el
movimiento de cadera.
Quería rasgar sus manos lejos de sus muñecas y empujarlas en su boca, lo cual
era estúpido, considerando todas las cosas.
Luego estaba el grupo que se había formado en la puerta. Mestizos. Puros.
Deacon también había aparecido, pero estaba sentado en el borde de la colchoneta,
con los brazos apoyados en sus rodillas, luciendo como si todo lo que necesitara
fuera un tazón de palomitas de maíz. Pero los de la puerta, estaban todos curiosos
acerca del por qué un mestizo y un Apollyon estaban entrenando lo que parecía ser
183
una mortal. Thea estaba entre ellos, la camisa que llevaba tan escotada y ajustada
que sus generosos pechos estaban desafiando la gravedad y prácticamente
entrenando junto con nosotros tres.
Josie también se había dado cuenta.
Cada vez que se levantaba de la colchoneta, comprobaba al grupo acurrucado
en la puerta, y sus ojos siempre se desviaban a Thea. Era difícil no hacerlo, ya que
la chica estaba básicamente follándome con sus ojos.
Iba a tener que hacer algo al respecto.
—Tienes esto —dijo Luke, de pie delante de Josie—. Casi lo tenías la última
vez. Vamos a hacer esto otra vez, y entonces tenemos que correr.
Josie cambió su mirada a la mía. —Correr es una mierda.
—Correré contigo —le dije.
Luke palmeó su hombro. —También lo haré.
—Sí. ¿Podemos todos tomarnos de las manos mientras corremos? —preguntó
ella.
Solté un bufido. —Vamos a pasar de eso.
—Creo que es una gran idea —intervino Deacon—. Incluso correré con ustedes
si todos nos tomamos de las manos.
Luke le lanzó una mirada antes de apartarse de Josie, y me moví unos pasos
detrás de ella, preparándome mentalmente para ver a Josie girar en una viva y
respirante contusión.
Sacudió los hombros. —Lista.
El mestizo se disparó hacia adelante, golpeándola en los hombros, y ella tomó el
golpe sacudiéndose como una campeona. Sus caderas estaban en la posición
correcta, pero su cuello y hombros no lo estaban, y supe, cuando cayó al suelo, que
iba a doler como una perra.
No me detuve a pensar.
Saltando hacia adelante, la cogí por la cintura antes de que se estrellara contra la
implacable colchoneta por la que, literalmente, tenía que ser la enésima vez ese día.
Un leve gruñido salió de ella y sus ojos se ampliaron. —Seth —jadeó, agarrando
mis brazos mientras la enderezaba.
Mi mirada se encontró con la mirada de cuestionamiento de Luke, y
rápidamente la desvié. —No iba a aterrizar bien. No tiene sentido dejar que se
rompa la espalda.
—Buen punto. —Luke cruzó los brazos mientras una ceja subía—. Supongo que 184
lo damos por terminado y correremos.
—Me parece bien.
Una media sonrisa apareció en su rostro. —Creo que necesitas soltarla primero,
sin embargo.
Frunciendo el ceño, miré hacia abajo. Josie estaba mirándome, sus mejillas
sonrojadas. Mis brazos estaban alrededor de ella como si fuera una goma elástica.
La solté tan rápido que tropezó y tuve que cogerla de nuevo. Esta vez no me aferré.
Deacon se rió entre dientes.
Le envié una mirada que decía que estaba más que dispuesto a iluminar su culo,
y todo lo que hizo fue sonreírme. Estaba perdiendo mi toque.
Nos encaminamos hacia la puerta para tomar ir a correr. El grupo se dispersó
como cucarachas. Todos excepto unos pocos, siendo una de ellos Thea.
Ella se paseó justo por entre Luke y yo, haciéndome trastabillar en seco. Un
cuerpo —Josie— rebotó contra mi espalda y hubo una maldición ahogada de ella.
Suspiré.
Thea era hermosa. No había forma de evitar eso. Impresionante rostro y un
cuerpo que podría adornar una edición de traje de baño de Sports Illustrated. Y era
una chica agradable. Le gustaba divertirse, sobre todo mi tipo de diversión, pero su
perfecto rostro y cuerpo no estaban haciéndome nada.
Sonrió, mostrando sus dientes derechos ultra-blancos. —Hey.
Josie tropezó conmigo mientras caminaba alrededor, mirando a Thea. Luché
contra el impulso de sonreír o reír francamente. —Hola, Thea.
Tomando el final de su trenza con sus largos dedos, inclinó sus caderas hacia un
lado. —Me preguntaba si estabas haciendo algo esta noche.
Si haciendo algo significaba estar sentado afuera en el frío como un idiota,
entonces sí. —Sí, estoy un poco ocupado esta noche.
Puso mala cara, pero la luz en sus ojos verdes no se atenúo. —Tal vez en otra
ocasión.
Forcé una sonrisa, pero no respondí cuando me acerqué para rodearla. Josie
estaba mirando el suelo, la piel blanca alrededor de sus exuberantes labios. Me
dirigí hacia ella, para hacer qué, no lo sé, pero me detuve antes de parecer un
completo idiota.
Deacon arqueó una ceja, murmuró algo acerca de buscar comida, y se alejó.
Correr no fue tan jodidamente malo como el entrenamiento, pero para el
momento en que habíamos dado la vuelta al campus una vez, lo cual era alrededor
de dos millas y media, estaba seguro de que Josie iba a desmayarse y morir, y dejé a
Luke llevársela. El sándwich de ensalada de pollo que había comido para el
almuerzo debía haberse agotado completamente para este punto.
185
Me dirigí al edificio médico, agarré lo que necesitaba, y volví justo cuando el
cielo se oscurecía hasta el anochecer. Había tomado quizá dos pasos cuando sentí
una intensidad dirigida en mi dirección.
Dándome la vuelta, mis ojos buscaron las sombras espesantes. Inmediatamente
encontré la fuente.
Alexander estaba a varios centímetros atrás, ojos en mí. Nada en su expresión
era amable. Mis dedos se cerraron alrededor del frasco que había recogido en el
edificio médico. Esperé que se acercara, para hacer lo que fuera que él quería hacer,
lo que probablemente era mucho.
Un minuto pasó, y luego Alexander giró sobre sus talones y desapareció en las
sombras. Me quedé allí por un momento, sintiéndome extrañamente hueco. No era
como si quisiera un enfrentamiento con el hombre, sino que de una especie de
extraña y retorcida manera, quería que él hiciera lo que fuera que sentía que tenía
que hacer. ¿Golpearme? ¿Intentar patearme el culo? No lo detendría.
El frasco de repente se sentía pesado en mi mano, y lo levanté, pensando en su
propósito. De pie aquí todo emo no iba a conseguir nada.
De vuelta en mi dormitorio, me di una ducha rápida, me puse lo que estaba
cerca, y luego cogí el frasco. Tal vez una media hora había pasado para el momento
en que salí de la habitación, di un paso, y estaba frente a otra puerta.
Golpeé mis nudillos en la puerta, y luego esperé.
Unos momentos pasaron antes de que la puerta se abriera y allí estaba ella,
recién duchada. Cabello húmedo pegado a sus mejillas y hombros. Todavía
apestaba en el secado, y yo aún no me quejaba, porque la camisa que llevaba se
aferraba en los mejores lugares posibles, como a través de su vientre y entre la curva
de sus pechos. Y qué pechos encantadores que eran.
En serio.
Hombre, mi boca literalmente se aguó cuando sus pezones se endurecieron
contra la fina y húmeda camisa. Apuesto a que eran perfectos, rosados y pequeños.
Mis pantalones de repente se sintieron un par de tallas más pequeños. Genial.
—Hey —dijo, y cuando arrastré mi mirada hacia su rostro, sus mejillas estaban
ruborizadas graciosamente.
—¿Puedo entrar?
Su delicado ceño se frunció. —Sí, no... no tienes que preguntar. —Dio un paso
atrás, succionando su labio entre sus dientes.
Sonreí con fuerza a cambio. —¿Cómo te sientes? ¿Cómo está tu espalda?
Hizo una mueca mientras arrastraba los pies dentro del dormitorio. A la cama.
La misma cama en la que había estado debajo de mí. Perfecto. Se sentó en el borde.
—Definitivamente estoy un poco adolorida.
—Te traje algo que probablemente te ayudará con eso. —Sí, porque tenía una
186
razón para estar aquí que no implicaba mirar sus tetas—. Va a ayudar con la
hinchazón y el dolor, hacer que los moretones se desvanezcan rápidamente. Fue
creado para mestizos cuando están entrenando, a pesar de que tenemos una
tolerancia al dolor superior a la normal... —Y ahora estaba divagando.
—Oh, eso sería genial. —Miró el frasco—. ¿Qué hay dentro?
Moviéndome para sentarme a su lado, abrí la tapa. El aroma de mentol era
fuerte. —Es una mezcla de extractos de plantas, árnica y menta, en su mayoría. Te
ayudará. Y es probable que necesites usar esto todas las noches hasta que tu piel y
cuerpo se endurezcan.
Sus ojos encontraron los míos. —¿Sabías que esto pasaría?
Asentí.
—Gracias —murmuró.
Para ese momento, tenía que entregarle el frasco y salir de allí. Ella podría
encontrar la manera de poner el ungüento en su espalda, a pesar de que sería un
poco difícil hacerlo. Pero era inteligente. Podría averiguar cómo.
—¿Conseguiste algo de comer? —pregunté en lugar de dejarla.
—Sí, Luke me llevó a la cafetería. Comí, como, un kilo de papas fritas. —Sonrió
rápidamente y luego llevó la mirada a la televisión silenciada—. Todo el mundo se
queda mirándome. Es incómodo. —Con un encogimiento de hombros, se
estremeció—. ¿Comiste?
No. ¿Estás ofreciéndote? Dioses, mi mente estaba en el territorio triple-X.
—Estoy bien. —Ese hubiera sido el momento perfecto para irme, pero me giré
hacia ella—. ¿Quieres que ponga esto en tu espalda?
¿Qué demonios estaba haciendo? Una parte de mí oró para que dijera que no.
Mordió su labio inferior y eso me calentó más cuando sus pestañas se movieron
hacia arriba y sus ojos se encontraron con los míos. —¿Puedes?
El aire se filtró lentamente de mis pulmones. Esta era una mala idea. En
realidad, era una gran idea. Impresionante. La mejor que he tenido.
Jódeme.
—Acuéstate sobre tu estómago. —Mi voz sonaba áspera a mis propios oídos, y
si Josie se dio cuenta, no tenía ni idea de lo que estaba pensando. Pero se levantó e
hizo lo que dije, se puso sobre su vientre, cruzando los brazos debajo de su mejilla.
Sus ojos estaban cerrados y ese labio estaba todavía entre sus dientes, y no tenía
ni idea de por qué lo encontré tan sexy. Levantándome, caminé por un lado de la
cama y puse el frasco en la mesita de noche.
Maldiciendo a todo dios que conocía, recogí cuidadosamente las hebras de su
pesado y húmedo cabello fuera del camino, arrojándolas sobre un hombro.
187
Entonces, antes de llegar al grano, miré por encima de mi hombro y me aseguré de
que la maldita pintura de Apolo seguía donde la había movido, la cara vuelta hacia
la pared.
Deslicé mis dedos bajo el dobladillo de su camisa, arrastrándola toda la longitud
de su espalda. Se levantó un poco, y la camisa se reunió bajo sus pechos, pero la
tenía hasta arriba descubriendo sus hombros.
—Dioses —gruñí, mirando su espalda.
—¿Es tan malo?
Negué con la cabeza mientras miraba las marcas ya rojas y moradas a lo largo
de la parte superior de sus hombros. Un collage gigante de contusiones por golpear
la colchoneta una y otra vez, era normal de ver durante el entrenamiento. Más aún
cuando un Centinela estaba fuera en el mundo, luchando. Pero ver las manchas
violentas en su piel me sacudió. No me gustó eso.
—¿Seth?
Mi mirada se desvió a su rostro. Esos ojos estaban abiertos y estaba mirando por
encima del hombro. Exhalé suavemente cuando cogí el frasco.
—No te quejaste.
Una sonrisa torcida apareció mientras acomodaba la mejilla de nuevo en su
brazo. —Creo que me queje.
No, no como la mayoría de la gente que había creído que eran mortales hasta
hace una semana lo harían. Tome algo del ungüento, y luego me senté a su lado,
comenzando por su hombro derecho.
En el momento en que mis dedos la tocaron, saltó y dejó escapar una risita
ronca. —Lo siento. Está frío.
Nada se sentía frío mientras frotaba el ungüento suavemente sobre el moretón
que se extendía a lo ancho de sus hombros. Nada debería haberme encendido, pero
el simple hecho de tocarla me tiene en marcha. Había algo más bajo, un ligero
zumbido en mi sangre que tenía mis entrañas vaciándose en respuesta, provocando
una sensación de hormigueo en la parte posterior de mi garganta. No quería mirar
demasiado de cerca en eso.
Más ungüento terminó en mis dedos y en su piel. Antes de que supiera lo que
estaba haciendo, ambas manos estaban en su espalda, e incluso con el mentol frio,
su piel estaba calentándose bajo mis dedos mientras trabajaba los músculos tensos.
Diez minutos tenían que haber pasado antes de que alguno hablara. —Por
cierto, tu cabello se ve muy bien —dijo, suspirando como un gatito que dormitaba
en el sol caliente—. Incluso húmedo. Tienes un cabello impresionante. Estoy
celosa.
Mis labios se separaron en una sonrisa al mirar desde donde estaba trabajando
la leve caída en su espalda, a donde no había absolutamente ninguna contusión.
—Gracias, Joe.
188
—De nada, Sethie. —Hubo una pausa—. Realmente apesté en el
entrenamiento.
—Fue sólo un día. Conseguirás hacerlo.
—¿De verdad lo crees? ¿O simplemente estás tratando de hacerme sentir mejor?
—Tal vez un poco de ambos.
Se echó a reír, y pude sentirlo.
El chico más pequeño se levantó sobre sus pies como si una bola de demolición
invisible hubiera golpeado su estómago. Fue impulsado hacia atrás varios metros,
entre algunos de los chicos hacinándose en torno a él. El puro tenía que haber
estado utilizando el elemento aire. El chico más pequeño recobró el equilibrio con
facilidad, y luego se tambaleó hacia delante para lanzar un duro golpe.
—Mierda —murmuró Luke, poniéndose de pie.
—Detente —ordenó el tipo de cabello negro, su voz moviéndose como una
onda sobre la cafetería, y santa mierda, el chico más pequeño se detuvo en seco,
con el brazo congelado en el aire. Una mueca se formó en los labios del puro—. Ve
a la parte superior del edificio más alto que puedas encontrar, y luego salta por la
ventana.
Mis cejas volaron hacia arriba, porque eso tenía que ser la más frívola
remontada en la historia y esperaba algo mejor de un descendiente de una criatura
mitológica, pero entonces el tipo más pequeño se dio la vuelta y comenzó a
caminar hacia afuera. La inquietud se revolvió en mi estómago cuando lo vi cruzar
la cafetería.
—Oh dioses —dijo Deacon, poniéndose de pie mientras levantaba su voz—.
¡Qué alguien lo detenga! ¡Esa fue una compulsión!
193
Mi estómago cayó. Los chicos me habían llenado con un montón de cosas
durante el último par de semanas, y recordaba claramente que, incluso antes de que
se aboliera la Orden de Raza, utilizar compulsiones en mestizos estaba prohibido.
Lo había encontrado irónico ya que podían usarlo en mortales, siempre y cuando
nadie se pusiera en peligro, pero sabía que lo que el tipo de cabello negro acababa
de hacer era uno de los principales no-no, una enorme violación.
Luke se disparó hacia adelante, logrando estar frente al tipo más pequeño y
cerró las manos en los hombros del chico, pero el chico seguía tratando de seguir
adelante.
—¿Qué demonios? —gritó alguien, una chica. Salió de la nada, toda masa
muscular y piel oscura maravillosamente suave. Empujó a los puros de nuevo en la
mesa y luego rompió hacia adelante, curvando una mano alrededor de la garganta
del tipo como una profesional—. Si siquiera intentas tirar esa mierda conmigo, te
voy a romper el cuello. Deshaz la compulsión, idiota.
—Que te jodan —gruñó el puro.
El caos estalló. Platos se estrellaron contra el suelo. Se volcaron botellas de agua
y refrescos. Las mesas fueron volteadas mientras puños volaban y cuerpos fueron
azotados contra el suelo. Las puertas dobles en el centro de la sala estallaron
mientras Centinelas corrían dentro de la habitación, peleando cuerpo a cuerpo, y
estaban completamente tragados por el grupo luchando.
En la puerta, Luke todavía estaba luchando con el mestizo que estaba bajo la
compulsión, y Deacon estaba con él. Tenía sus brazos alrededor del mestizo por la
espalda, sus pies en sandalias enterrándose en el suelo, tratando de retenerlo.
Y luego todo se volvió horrible.
Un destello de color rojo brillante subió en la esquina, y alguien gritó. El olor a
ozono quemado y... y piel carbonizada llenó rápidamente la habitación. Me puse
de pie, mi boca abierta cuando una bola en llamas con forma humana salió
corriendo entre dos mesas volcadas, girando y girando. Gritos saliendo de la pobre
alma.
Dios mío.
Las garras del horror se apoderaron de mí y una parte de mi cerebro no podía
procesar lo que estaba viendo, siendo testigo de una persona siendo quemada viva.
Avancé hacia adelante, insegura de cómo ayudar, pero alguien —una chica—
corrió hacia la persona, sosteniendo un vaso de agua. Ella lo lanzó por los aires
mientras levantaba la otra mano. La corriente de agua se expandió rápidamente
extendiéndose como una red de agua.
Una mano se posó en mi hombro, girándome. Me tensé, dispuesta a ir toda
ninja y patear el culo de alguien. No reconocí al chico, pero era alto y tenía
impresionantes ojos como joyas, al igual que todos los puros.
Su mano se cerró sobre mi hombro, dedos enterrándose en mí. —Una maldita
mortal. Tú no perteneces aquí, no más que esos mestizos.
194
Antes de que pudiera decir una palabra, su agarre disminuyó, y luego me
empujó hacia atrás con la fuerza suficiente que golpeé la silla y la volqué. No me
detuve a pensar. Hace un mes lo hubiera hecho, pero no ahora.
Alcance detrás de mí y cogí el pesado plato de cerámica. El Covenant no usaba
plástico o papel, y resultó ser de gran beneficio para mí. Moví ese plato directo a la
cabeza del chico. El impacto sacudió mi brazo, y el chico cayó como un saco de
manzanas.
—Realmente no deberías haber hecho eso.
La fría voz envió un escalofrío por mi espalda, y antes de que pudiera dar vuelta
o tomar cualquier otra cosa que podría ser utilizado como un arma, una mano se
cerró en un puño en mi cola de caballo y tiró de mi cuello bruscamente,
haciéndome gritar.
—Y tú realmente no deberías haber hecho eso, idiota.
Entonces la mano se había ido, y me giré ante el sonido de la voz de Seth y mis
ojos se encontraron con su estrecha mirada. Sus labios eran delgados, sus mejillas
agudas mientras agarraba mi mano. Estaba furioso. —Vamos.
El que me había agarrado estaba en un montón arrugado en el suelo, y no
parecía que se estaría levantándose por un tiempo. —Pero…
—Este no es nuestro problema, Josie. Y va a empeorar antes de que se
detengan. Vas a salir de aquí antes de que alguien ponga tu dulce culo en llamas.
Escaneé la cafetería llena, centrándome en Luke y Deacon que seguían
luchando con el mestizo, y empecé a enterrar mis pies en el suelo, porque no
parecía bien dejarlos, pero Seth no estaba teniendo nada de eso.
Maldiciendo, se giró hacia mí y se agachó. Me lanzó sobre su hombro en un
nanosegundo, y entonces estaba moviéndose hacia adelante, esquivando fácilmente
las sillas volando y cuerpos rodando por el suelo.
En el pasillo, no me bajó, y cuando empecé a moverme, su mano golpeó abajo
en mi trasero, haciéndome gritar—: ¡Oye! ¡Seth, bájame! —Cuando no respondió y
siguió caminando, golpeé con mis puños su espalda.
—Ya basta, Joe.
—Seth…
—No confío en ti si te bajo. Probablemente correrás de vuelta allí y lograras
convertirte en un malvavisco tostado. —Abrió de una patada la puerta, e hice una
mueca mientras la lluvia fría me mojaba la espalda—. La mierda ahí atrás no va a
calmarse por un tiempo.
Mis dedos se clavaron en su térmica mientras la lluvia corría por mi espalda y
por mi cuello, haciéndome jadear. —Oh, Dios mío, no me agradas.
195
Hubo un rebote adicional en su paso que me tenía maldiciendo. Riéndose,
apretó su agarre en mí. —Sostente.
Grité mientras salía corriendo a través de la pasarela con la gracia y la velocidad
de una maldita gacela, pero todavía estábamos empapados para el momento en que
irrumpió en el vestíbulo de la residencia de estudiantes, y el hijo de puta todavía no
me bajó, no hasta que estuvimos dentro de mi habitación.
En el segundo en que me depositó en mis pies, me quité el cabello del rostro y
luego me disparé hacia adelante, golpeando su brazo. —¡Eso no era necesario!
Arqueó las cejas. —Aparentemente lo era.
Frunciéndole el ceño, di marcha atrás antes de pegarle de nuevo. Tuve que
tomar varias respiraciones profundas mientras me arrancaba la ropa mojada de la
piel.
—¿Sucede eso con regularidad?
—No tengo ni idea, pero no me sorprende. Algunos de esos puros son
verdaderos bastardos.
Renunciando a mi camisa, exhalé ásperamente. —El puro utilizó una
compulsión en un mestizo. Le dijo que fuera a saltar por una ventana.
—Eso es una mierda. —Seth comenzó a girar—. Quédate aquí hasta que Luke o
yo te digamos que está bien salir.
No sé qué lo hizo. Tal vez fue la adrenalina desvaneciendo por lo que había
pasado en la cafetería. Tal vez fue el áspero y duro entrenamiento. Tal vez fue la
frustración que estaba reprimida dentro de mí. Tal vez lo era todo.
De cualquier manera, perdí mi mierda un poco.
—¿Vas a irte de nuevo? Qué típico.
Se volvió hacia mí, ambas cejas levantadas. —¿Qué?
—¡Tú! Vas a irte de nuevo. Porque eso es todo lo que haces. Así que tengo que
sentarme aquí de brazos cruzados hasta que alguien me diga que está bien salir de
nuevo. Eso es una mierda.
Sus cejas de golpe bajaron. —Es por tu seguridad.
—¡Es una mierda! —repetí—. ¡Podríamos estar entrenando ahora mismo! Y
tengo que estar haciendo eso porque no puedo sentarme aquí y no hacer nada.
Seth dio un paso hacia adelante. —Has estado entrenando sin parar, Josie. Un
día o dos aquí y allá no va a cambiar nada.
Mis manos se cerraron en puños. —No lo entiendes —dije, dirigiéndome al
dormitorio—. Como sea. Ve y haz lo que haces en tu tiempo libre.
—¿Qué demonios, Josie? ¿Cuál es tu problema?
¿Cuál era mi problema? Pateé fuera mis zapatillas, me dejé caer y tiré de mis 196
calcetines, lanzándolos en la esquina de la habitación.
Seth estaba en la puerta. —Josie.
Tiré de mi cabello y lancé la banda de goma a través de la habitación, y cuando
lo miré, realmente perdí mi mierda.
—¡Y no puedo pensar en mis abuelos sin que me duela, o en mi madre sin
preguntarme si aún está viva! —Apretando los ojos cerrados, di un suspiro
tembloroso. Las lágrimas quemaban mis ojos mientras me dejaba caer en el borde
de la cama. Excepto, por supuesto, que medí mal y terminé aterrizando en mi
trasero en el suelo a los pies de la cama. El dolor ni siquiera se registró mientras
sacaba mis rodillas y apretaba mis manos contra mis ojos.
—Oye —Su voz estaba más cerca, y sentí su mano envuelta alrededor de mi
rodilla.
El próximo aliento que tomé quedó atascado. —Están muertos, Seth. —Mi voz
se quebró, porque era la primera vez que lo había dicho desde que había sucedido—
. Están muertos, ¿y a costa de qué? Eran buenas personas, personas estupendas. No
se merecían lo que les pasó.
Su mano se movió hasta mis brazos. Quitó uno, y bajé el otro mientras su
intensa mirada se bloqueaba con la mía de ojos llorosos. —Tienes razón. Ellos no
se merecían eso, Josie. Pero no puedes guardar esas cosas en ti. Ninguna cantidad
de entrenamiento ni nada te ayudará se te cierras. No es saludable.
—No me digas —repliqué, tirando de mi brazo. Limpié mis ojos con el dorso de
mis manos. Más lágrimas estaban formándose. El nudo en mi garganta estaba
haciéndose más grueso. Podía sentir cómo empezaba a desmoronarme, y obligué a
mis pensamientos a alejarse de ellos y de mi mamá, y me pegué a la siguiente cosa.
Lo solté sin pensar—. Y luego estás tú...
197
—¿Yo?
Lo miré. —Vienes aquí cada noche y me tocas y... me haces sentir estas cosas…
Seth se echó hacia atrás, poniendo distancia entre nosotros. —Josie…
Calidez llenaba mis mejillas, pero seguí adelante, porque, ¿por qué no? Era o
avergonzarme a mí misma o llorar delante de él. Iba a ir con la primera. —Me
tocas, y luego me dejas, y quiero que te quedes. Quiero que sigas tocándome, pero
entonces... te vas.
Oh, mierda.
Me quedé inmóvil mientras todos mis vellos estaban de punta por todo mi
cuerpo, y debajo de mí, Josie se puso rígida. Nada mata una erección más rápido
que Apolo apareciendo mientras me frotaba contra su hija.
No tenía ni idea de qué decir, así que sólo lo miré mientras mi corazón se
aceleraba.
—No tuvimos la oportunidad de pasar mucho tiempo juntos, y entiendo si te
sientes como si te hubiera abandonado, pero siempre he mantenido un ojo en ti, de
una manera u otra.
Todavía no tenía idea de qué decir.
Apolo inclinó su barbilla en alto, y un largo y torpe momento pasó. —Siento lo
de tus abuelos. Están en paz ahora, en el paraíso. Espero que sea un consuelo para
ti.
El aire se quedó atrapado en mi garganta cuando di un paso a un lado y me
senté en el borde de la cama sin caerme esta vez. ¿Era un consuelo para mí? Sí. No.
—¿Mi mamá?
—Está segura. No te puedo decir dónde está, pero permanecerá a salvo hasta
que la amenaza haya terminado —respondió mientras su mirada se movía sobre mi
rostro—. Estoy orgulloso de ti.
203
Mi boca se abrió, pero las palabras no se formaron. Mi respiración se enganchó
de nuevo, y sentí ese maldito nudo en mi garganta expandiéndose.
—Has demostrado una fortaleza notable, y te has mantenido entera en una
situación increíble —continuó, haciendo algo similar a poner mi corazón en un
exprimidor de jugos—. En lugar de no hacer nada, has optado por entrenar para
defenderte. Estoy orgulloso. —Hubo un momento de silencio mientras él miraba a
Seth—. Sin embargo, tu elección en hombres me preocupa.
—Creo que mi elección en hombres es bastante buena, gracias —le espeté de
vuelta antes de que pudiera detenerme.
La cabeza de Seth se volvió hacia mí, como si estuviera sorprendido de que lo
defendiera, lo que lo haría un idiota, teniendo en cuenta que acababa de tener mi
boca sobre la suya.
La sonrisa de Apolo reapareció y se extendió, suavizando la fría belleza
misteriosa de su rostro. —Bueno, entonces... —Su mirada se dirigió a Seth—.
Supongo que ella lo dijo.
Por una vez, Seth no tenía nada que decir, y cuando lo miré, seguía mirándome,
sus ojos dorados bien abiertos y su rostro era una pálida sombra.
—No puedo quedarme mucho tiempo. Estar en tu presencia... Bueno, me agota,
pero yo... —Sus cejas se arrugaron y se pasó de un pie a otro—. Pero sentí tu dolor
antes. Tenía que verte.
Ahí. Ese exprimidor estaba trabajando horas extras en mi pecho. —No sé qué
decir.
—No es necesario que digas algo.
—No... Lo es. Esto... esto es mucho. Todo esto es mucho. Ni siquiera te ves lo
suficientemente mayor como para ser mi padre. —Me reí, y sonaba un poco loco—.
Y te conocía. Eras mi amigo, mi único amigo, y tú... acabas de entrar mientras me
besaba con un chico, así que siento como que acabamos de cubrir los años de la
adolescencia que nunca tuve contigo.
Seth se atragantó con lo que sonaba como una risa.
—Permíteme decirlo, eso no fue una experiencia agradable —comentó Apolo
secamente.
—Pero estás aquí y has... has estado aquí de una forma u otra —le dije, pasando
una mano temblorosa por mi cabello—. Y eso tiene que significar algo —susurré,
mi voz ronca.
Su sonrisa se desvaneció un poco. —Pero en este momento, sé que no es
suficiente.
Apreté los ojos contra la repentina quemadura incontrolable, y en un instante,
sentí que estaba más cerca un segundo antes de que tocara un lado de mi rostro.
Mis ojos se abrieron, y él, un dios, el dios del sol, estaba de rodillas delante de mí.
Una oleada de energía se disparó a través de mí, siendo sorprendida por la 204
electricidad.
—Debes seguir siendo valiente, to paidímou, i zoíímou. Debes continuar siendo
fuerte. Nada a lo que te enfrentarás será fácil, pero siempre estaré velando por ti. —
Bajó la mano mientras se levantaba, dirigiéndose a Seth—. Y tú... eres muy
afortunado.
Y entonces se había ido.
Al igual que estaba aquí un segundo, y al siguiente se había ido.
—Bueno, eso no fue tan torpe... o tan violento como pensé que sería —anunció
Seth, obviamente acostumbrado a Apolo entrando y saliendo.
—¿Qué... qué dijo? —Mi mirada se desplazó desde el punto donde Apolo había
estado a donde estaba Seth—. ¿En el otro idioma? ¿Lo sabes?
Asintió con la cabeza mientras su rostro se suavizaba. —Dijo “mi hija, mi
vida”.
Mi corazón se apretó.
—Nunca pensé que lo tenía en él.
—¿Qué?
Seth frotó sus dedos por su cabello y luego dejó caer la mano. —Nunca pensé
que Apolo realmente se preocupara por alguien más que por sí mismo. No como
creo… como sé que se preocupa por ti. Tiene compasión. Sólo que nunca lo había
visto así antes.
No sabía lo que era eso, pero el tenue agarre que tenía en mis emociones se
destrozó. Me rompí completamente. Mi rostro se arrugó mientras un sollozo salía
de mí, sacudiendo mi cuerpo. Golpeé mis manos en mi rostro, pero no hizo nada
para detener las lágrimas. Mojaban mis palmas, deslizándose por mis mejillas y
sacudiendo mis hombros.
La cama se hundió, y fuertes y cálidos brazos rodearon mi cintura, y saber que
Seth había estado aquí, que no me había dejado, hizo que todo fuera mucho más
difícil para juntar de nuevo.
Seth hizo un sonido profundo desde la parte posterior de su garganta mientras
me empujaba sobre su regazo, pasando un brazo a mí alrededor. Su mano se curvó
alrededor de la parte de atrás de mi cabeza, y sin decir una palabra, me guio más
cerca. Al no tener experiencia con este tipo de lágrimas, me acurruqué lo más cerca
que pude, envolviendo mis brazos a su alrededor, y me aferré a él.
Y él se aferró a mí.
205
25
Traducido por Jazmín
Se rió, y sentí mis labios responder con una sonrisa. —Sí, buen punto.
—Con todo lo que estas tratando, creo que está bien poner eso en un segundo
plano por un tiempo. Solo no estés sorprendida si aparece de nuevo.
—Espero que no cuando estemos besándonos —murmuró irónicamente.
Me eché a reír, porque eso hacíamos, pero el humor se desvaneció rápido en esa
helada mañana. —Probablemente debería ir al lado.
Josie saltó fuera de mi pecho tan rápido que pensé había resortes bajo su trasero.
Plantando sus manos sobre mis muslos, se dio la vuelta para enfrentarme. —¿Vas a
irte ahora?
Abrí mi boca.
—Piensa antes de contestar esa pregunta, Sethie.
Atrapado entre el deseo de reír, besarla y salir de ahí, la miré por lo que pareció
un minuto completo. —Josie, yo... —arrastré la voz mientras veía que sus ojos se
estrechaban—. No estoy tratando de ser un cretino...
—¿En serio? Antes me besaste. Como realmente besarme, y suena como si
estuvieras a punto de cambiar eso, y sí, eso te convierte en un cretino.
—Maldita sea, eres luchadora cuando quieres serlo —murmuré,
condescendientemente entusiasmado por su demostrativa actitud. Pero cuando sus
labios se estrecharon, por un segundo, pensé que podría golpearme.
—Algunas veces realmente no me agradas —dijo.
—La cosa es, Josie, si realmente me conocieras, no te agradaría. —Alzando mi
pierna derecha, me moví, así había algo de espacio entre nosotros—. No estarías en
la misma habitación que yo.
Josie se sentó sobre sus pantorrillas, y quería conseguir un golpe de otra dosis de
genuina ira. —¿Porqué? —dijo en voz baja, sorprendiéndome—. Realmente me
gustaría saberlo, porque creo que te conozco. Te conozco mejor de lo que conozco
a nadie más. Así que dime porqué.
Empujando mis dedos por mi cabello, resistí la tentación de tirarlo.
—Vamos, Seth. Me viste en mi peor momento y no corrí. ¿Crees que lo haría?
Levanté la mirada, encontrando la suya inmutable. —¿Sabes lo que he estado
haciendo durante el último año? ¿Antes de ser enviado a buscarte? Estaba cazando
a quienes estaban del lado de Ares. Y por cazarlos, no quiero decir reuniéndolos
para un almuerzo y pastelillos, Josie.
208
—Imaginaba que no estabas almorzando con ellos —dijo, dejando caer su
trasero atrás. Sus ojos nunca dejando los míos.
—¿Lo hacías? —Me levanté, cambiando mi peso hacia mis brazos mientras
plantaba mis manos a ambos lados de sus piernas y la inclinaba así estábamos
frente a frente—. Aquellos que cazaba, estaban viviendo, eran personas vivas.
Algunos de ellos eran puros. Algunos de ellos mestizos. Y algunos eran mortales.
Aún sostenía mi mirada, y quería que mirara hacia otro lado, que me diera la
espalda y demostrara lo que yo pensaba. —Ninguno de ellos fueron arrestados o
juzgados en un tribunal. Todos fueron considerados culpables antes de que pusiera
mis ojos en ellos. Mis órdenes eran matarlos. Y lo hice.
Su pecho se levantó bruscamente, pero aun así, no miro hacia otro lado.
—No puedo ni empezar a contar el número de vidas que he terminado con estas
manos. Estas manos, Josie. —Levantándolas, las curve sobre sus rodillas—. Las que
quieren tocarte.
Sus labios se separaron. —Era tu trabajo, Seth, era...
—Era lo que yo era. Un verdugo. —La interrumpí, mi voz disminuyendo—.
Maté personas. A veces no lo hacía rápido. ¿Sabes en lo que eso me convierte?
No respondió.
Se lo facilité. —Un monstruo. Eso me convierte en un monstruo.
—No. —Sus manos aterrizaron encima de las mías, y cuando empecé a
alejarlas, las sostuvo—. No eres un monstruo, Seth. Hiciste lo que tenías que hacer.
Lo que te ordenaron hacer.
—Josie...
—Hay personas, mortales, que asesinan a otras personas todos los días, ya que
se les ordena hacerlo. ¿Eso hace a los hombres y mujeres en la milicia monstruos?
¿Qué hay sobre la policía? —Sus delgados dedos sostuvieron los míos—. ¿Habrías
hecho esas cosas si no te lo hubieran ordenado?
Por supuesto que no lo habría hecho. Había aprendido la lección bien antes de
que mis órdenes procedieran, ¿pero eso cambiaba el último año de mi vida? No. Y
no cambió todo lo que había hecho hasta entonces.
—¿Lo harías, Seth? ¿Lo habrías hecho si no te lo hubieran ordenado?
Cerré mis ojos y mi respuesta fue apenas un susurro. —No.
Apretó mis manos. —Es terrible. No voy a mentir y decir que no es una gran
cosa, pero te conozco. Hiciste lo que tenías que hacer, no porque querías. Hay una
diferencia allí. —Hizo una pausa mientras sus manos se deslizaban hasta mis
muñecas—. Atropellé una ardilla una vez.
Parpadeando abrí mis ojos, retrocedí tanto como me dejó.
—¿Qué? 209
—Atropellé una ardilla la segunda vez que conduje un auto —repitió—.
También atropellé un ciervo. Y cuando tenía diecisiete años, choqué a un gato.
Antes de irme a la universidad, choqué al retroceder a un perro.
—Dioses —murmuré.
Asintió con la cabeza, sus labios cayendo en las comisuras. —Su nombre era
Buddy y era un golden retriever. Al igual que el más amigable de todos los perros.
Oh dioses.
—Y el dueño de cinco años de edad lo vio. Buddy sobrevivió, pero soy un poco
como una asesina de masas cuando se trata de animales y estoy detrás del volante.
Mis labios temblaron. No era divertido. Tuve que seguir diciéndome eso. —
Cariño, eso no es lo mismo.
—Lo sé. —Se encogió de hombros—. Pero aun así. No estoy feliz por eso, pero
en serio me hizo sentir como una asesina serial de animales. Como si de alguna
manera ese fuera mi destino. Asesinar a todos los peludos amigos de cuatro patas.
La miré fijamente. No importa qué, ella era tan... tan mortal.
Josie se mordió el labio inferior mientras deslizaba sus manos hasta mis codos,
sus pulgares presionándose en el interior. —Tengo profundos, oscuros secretos.
—¿En serio? —Mi voz era baja y áspera. La opresión en mi pecho fue
disminuyendo—. ¿Cortaste las cabezas de tus Barbies o algo así?
Se rió en voz baja. —No, pero les corté el cabello y traté de teñirlo con
marcadores.
—Por supuesto —murmuré.
Levantando sus rodillas enfrente de mí, apretó su agarre sobre mis codos, y era
absolutamente incapaz de moverme. Estando indefenso por una chica quien pensó
que tenía secretos más oscuros que yo. —Deseé, más de una vez cuando era más
joven, tener una madre diferente. Eso es bastante malo.
Me encontré inclinándome hacia ella. Nuestros rostros separados por escasas
pulgadas. —Creo que la mayoría de las personas simpatizan con eso.
—Puede ser. Sólo estoy señalando que nadie es perfecto, especialmente yo.
Josie era lo más cercano a la perfección que había conocido, y ella no tenía ni
idea. La realización fue un disparo en mi pecho. ¿Cuándo había sucedido esto?
¿Cuándo había pasado de ser un espectáculo de un solo hombre, siempre solo, sin
nada significativo, a tener esto justo frente a mí, sobre mí? Cerré los ojos mientras
tomaba una respiración profunda. Ni siquiera sé por qué dije lo que hice. Por otra
parte, no sé por qué no le había dicho a Josie todas las cosas antes.
—No me siento de esa manera.
210
—¿Qué?
Cuando abrí los ojos, me miraba con esos grandes ojos azules. —Cuando estoy
contigo, no me siento como un monstruo. Lo olvido. —Y esa era la maldita
verdad, una verdad aterradora—. Me olvido de todas las cosas que he hecho que
me hacen no merecer esto.
Josie no respondió, y durante un buen tiempo, no se movió, pero luego sentí sus
suaves labios rozando mi frente. El suave y casto toque me impactó, y me tiré hacia
atrás, mirándola fijamente. Mi corazón latía como un taladro.
Su sonrisa era vacilante, pero su agarre en mis brazos era fuerte. —Te quedarás
conmigo —dijo, ruborizándose mientras inclinaba su barbilla—. Esta decidido, te
guste o no.
Luego se estiró, obligándome a apoyarme contra la cabecera de la cama y en mi
trasero, sus movimientos torpes y tímidos como era ella, mientras curvaba sus
brazos alrededor de mis hombros. Me puse rígido cuando se deslizó hacia abajo,
poniéndose cómoda en mi regazo. Una vez situada, agarró mis brazos y los dobló a
su alrededor.
Todo lo que podía hacer era mirarla fijamente, así mientras los segundos se
convertían en minutos, y cuando mis músculos comenzaron a relajarse, me quedé
ahí con ella.
26
Traducido por PrincessK
—Eso no significa que necesites correr como una —gritó, corriendo por el
camino principal que iba a través de los edificios académicos.
Esta vez puse una expresión que no duró mucho, porque sentí como si fuera a
desmayarme. Luke se había inclinado por una carrera al atardecer. No es que lo
culpara. Una corriente helada había bajado la temperatura a lo que se sentía como
un lugar que podía congelar pulmones y no podía sentir mi rostro.
Odiaba correr.
211
Sin embargo, no odiaba la vista que tenía al frente de mí.
Largos y gruesos músculos flexionados bajo su traje térmico gris oscuro. Mi
mirada bajó a su trasero, y casi tropiezo. En serio podría mirar su cuerpo todo el
día. Era una obra de arte.
Pero mi atracción hacia Seth iba más allá de lo físico. Aún era ese rompecabezas
que apenas había comenzado a armar. Como si tuviera todas las piezas externas
con los bordes lisos alineadas, pero el interior del rompecabezas todavía necesitaba
ser armado. Esos momentos en los que era indudablemente amable, o cuando era
paciente durante el entrenamiento, o cuando veía las bromas que salían naturales
que sabía estaban en su corazón… todo eso me había atraído hacia él.
Quería estar dentro de su cabeza. Quizás era algo que estaba dentro de mí al
querer estudiar psicología. Quizás solo era Seth. No lo sabía.
Habían pasado dos días desde que vi a Apolo y había tenido un pequeño
colapso mental, y dos días desde que nos habíamos besado. No había habido más
de esos, pero Seth no se había ido las dos últimas noches. Se quedó, y supongo que
eso fue un progreso, un frustrante progreso.
Había llegado a algún lado con él esa noche. Sabía eso, pero también sabía que
había muchísimo más que lo que él había compartido conmigo. Y no podía evitar
pensar en lo que Erin había dicho, sobre como Deacon y Luke se comportaban
alrededor de Seth.
Había más.
El extraño —pero que se estaba convirtiendo cada vez más y más familiar—
sentimiento pegado profundamente dentro de mi mientras pasábamos por la
biblioteca. Sin ningún motivo, disminuí el paso, y luego simplemente me detuve en
el medio del camino, sin pensar en el horrible viento que azotaba a través de las
estatuas y los arboles de olivo.
Mi mirada se desplazó por el largo y amplio juego de escalones más allá de los
barandales, y hacia las pesadas y quietas puertas.
—Oye. —Seth había regresado, su cuerpo bloqueando el viento—. ¿Estás bien?
Asentí. —Sí, es… —Sacudí mi cabeza, y le sonreí—. No importa.
Los rayos del sol acariciaban sus pómulos mientras sus cejas se unían. —¿Qué?
Mirando de nuevo hacia la biblioteca, me encogí de hombros. —Es solo que…
cada vez que veo la biblioteca, no lo sé, quiero ir adentro.
—Eso es extraño.
Reí mientras juntaba mis frías manos. —Lo sé.
—¿No la has visto con los chicos? —Seth agarró mis manos, capturándolas con
las suyas—. Dioses, tus dedos parecen cubos de hielo.
Mi mirada pasó de la biblioteca a él. Su cabeza estaba inclinada, y las cortas
hebras de su cabello caían libres, rozando sus mejillas, mientras frotaba sus manos
sobre las mías. Era una acción tan íntima para hacer que no quería responder al
212
principio. —No —dije tranquilamente—, ninguno de los chicos se siente atraído
por toda esa cosa de la biblioteca.
—Tampoco yo. —Se acercó, todavía concentrado en mis manos.
—¿Por qué eso no me sorprende?
Miro a través de sus largas y abundantes pestañas. —Debo informarte que soy
prácticamente un genio.
Resoplé.
—Pagarás por eso —advirtió suavemente. Mis dedos ya se encontraban
calientes ahora—. Así que, ¿quieres verla?
—¿Qué? ¿La biblioteca? ¿No debemos correr como cuatro kilómetros más o algo
así?
Seth se rió. —Joe, tú no puedes correr cuatro kilómetros.
Tirando de mis manos para liberarlas, lo golpeé en el hombro. —Tú solo espera
hasta que sea una semidiosa. Entonces correré cientos de kilómetros a tu alrededor.
Y no me llames Joe.
Sonrió mientras me alcanzaba, agarrando unas cuantas hebras de cabello
mojadas por el frio y poniéndolas detrás de mí oreja. Su toque se demoró.
—¿Que estás haciendo? —pregunté.
Sus pestañas se movieron hacia abajo, protegiendo esos ojos únicos. —No lo sé.
Mirándote.
Me reí a pesar de sentir mis mejillas sonrojadas. —Está bien.
Su sonrisa creció, y mi estómago voló. Llegue a pensar por un momento que me
iba a besar, pero su mirada se movió de mi hacia arriba de mi cabeza. Mientras su
sonrisa se borraba, me volteé.
Tres estudiantes estaban parados cerca de una estatua de una mujer en túnica
que asumí era una diosa. Estaban mirándonos abiertamente, no de una mala
manera, pero definitivamente de una forma rara. Eso pasaba mucho, especialmente
cuando me encontraba afuera con Seth. Donde quiera que íbamos, las personas se
le quedaban mirando. Justo como lo habían hecho cuando su madre lo puso en la
mira.
Mi piel picó con rabia. —Vamos adentro. Ahora.
Pestañeó y centró su mirada en mí. Forcé una sonrisa. —¿Una carrera hasta las
puertas?
Arqueó una de sus cejas burlonamente. —Te caerás en los escalones y te
romperás una pierna.
—Idiota. —Lo golpeé en el pecho, ni se movió—. Te comerás tus palabras 213
luego.
Giré para poder tener un buen inicio, pero para el momento en que alcancé la
mitad de los escalones, ya se encontraba parado junto a las largas columnas de
mármol. Pasé por su lado, volteándolo en el proceso.
La risa profunda de Seth flotó como música en el viento. Pasó por un lado
abriendo la puerta. La primera mirada de la biblioteca casi hace que caiga sobre mi
trasero.
—Buenos dioses —susurré, porque sinceramente, “dioses” era la única palabra
que encajaba con lo que estaba viendo.
Estatuas gigantes de dioses estaban posicionadas por todo el piso principal,
entre profundos pasillos llenos de estanterías, sostenían el segundo piso con sus
manos de mármol. La biblioteca era profunda e interminable, fría, y olía como si
hubiera naftalina detrás de cada libro.
Pero la rara, casi nerviosa, energía en la boca de mi estómago aumentó. Puse mi
mano sobre mi estómago, sintiendo una ligera nausea. Confundida, me alejé de
Seth y caminé entre las oscuras mesas de madera. No había nadie sentado en las
que se veían como sillas pesadas. Estaba tan tranquilo como había imaginado que
estaría una tumba.
Me encaminé hacia el primer pasillo, recorriendo con mis dedos los lomos de
los libros los cuales estaban libres de polvo. Las pilas tenían por lo menos dieciocho
pies de alto, y me pregunté si algunas de las personas aquí podrían volar, porque no
veía una escalera. Entonces, muchos de los puros podían convocar el elemento aire.
También Seth podía.
Y yo también sería capaz de hacerlo, una vez que mis poderes estuvieran
desatados.
Raro.
—¿Cubrió tus expectativas? —murmuró Seth mientras tocaba la parte baja de
mi espalda.
Temblé y sacudí mi cabeza. —Es realmente asombrosa.
—Sí, lo es.
Algo en su voz hizo que mirara hacia él, y cuando lo hice, estaba atrapada.
Estaba mirándome de una forma… bueno, de una forma con la que tenía muy poca
experiencia. Esa energía nerviosa bajó y otro temblor cruzó por mi columna.
Su mirada se alejó de la mía, hacia mi boca, y mis músculos se tensaron
mientras abría mis labios. Inmediatamente, olvidé el propósito de entrar en la
biblioteca. Un zumbido placentero invadió mis venas mientras me balanceaba
hacia él, sintiéndome acalorada y mareada, como si hubiera estado en el sol del
verano durante todo el día.
La barbilla de Seth bajó mientras levantaba sus manos hasta mis caderas.
Apenas me tocó allí, pero sus dedos quemaron a través de la fina tela de mis 214
pantalones. Empecé a pensar en la punta de sus dedos estando en otros lugares, y
me hizo marearme aún más. Inhalé profundamente y sentí su esencia, una mezcla
de aire libre y algo cítrico.
Llevó sus manos hasta mi cintura, y luego levantó una a mi cien. Lentamente,
trazó la curva de mi pómulo. Mi pulso vibraba mientras su intensa mirada seguía
sus dedos. Los arrastró por mi rostro y luego sobre mis labios entreabiertos.
—Seth.
Se echó hacia atrás, dejando caer su mano mientras se volvía con el sonido de la
voz. Cerré mis ojos con fuerza mientras me agarraba del borde de un estante.
Cuando los volví a abrir, miré sobre su hombro y vi a Marcus, el decano de la
universidad. No estaba solo. El hombre de la cicatriz estaba con él —Solos— y
también otro hombre mayor, vestido todo de negro, a quien había visto mucho
alrededor del campus.
—¿Qué sucede? —preguntó Seth, desplazando sus piernas para que su postura
fuera más ancha, un movimiento que ahora reconocía como una postura de pelea.
Un malestar creció en la boca de mi estómago.
Marcus asintió en mi dirección, y luego sus brillantes ojos se centraron en Seth.
—Necesitamos hablar.
La parte “en privado” no fue dicha, pero entendí lo que querían decir. Seth miró
sobre sus hombros hacia mí, y se encogió de hombros.
—Ya regreso —dijo.
—No voy a ningún lado. —Después del terrorífico caos en la cafetería, no
estaba dispuesta a deambular por el campus yo sola. De hecho ni siquiera había
comido ahí desde entonces. Los chicos normalmente me llevaban algo de comer al
centro de entrenamiento o a mi habitación.
Seth se unió al grupo de hombres de aspecto severo, e inmediatamente
comenzaron a hablar, sus voces muy bajas como para que pudiera escuchar, pero
no me detuvo de intentarlo. Aprendí rápidamente que era pésima leyendo labios.
Todo se veía como que estuvieran diciendo “Tomates” o “Te amo” y dudé de que
eso fuera lo que estaban diciendo.
Suspiré mientras me recostaba en la estantería, agradecida de que nada cayera
sobre mi cabeza. Eso hubiera sido vergonzoso con un poco de suerte. Ya podía
verlo ahora, cientos de libros cayendo.
Una repentina corriente fría entró por el pasillo, moviendo el cabello alrededor
de mis sienes y haciendo volar mi cola de caballo. Frunciendo el ceño, me volteé.
Una mujer estaba de pie a varios metros detrás de mí. Debe haber sido parte
fantasma, porque no escuché sus pasos acercarse.
Era increíblemente alta, tan alta como Seth, y muy esbelta. Elegante, sus manos
de dedos largos estaban dobladas en frente de ella. Su cabello rubio estaba agarrado
hacia arriba, una masa de rizos atados intrincadamente por toda la parte alta de su
cabeza. La mayoría de sus rasgos estaban escondidos detrás de unos grandes lentes
215
de sol con calidad de estrella de cine, pero por lo que pude ver, sus pómulos eran
puntiagudos, labios grandes y rosados.
—Hola, Josephine —dijo en un acento extranjero. Las esquinas de su boca se
alzaron en una fina, casi tímida, sonrisa.
Otro escalofrió pasó por mi piel. —¿Cómo… cómo sabes mi nombre?
Se acercó, y a pesar de que usaba zapatos de tacón, zapatos de tacón
puntiagudos, no hubo ningún sonido. Había una fuerte esencia a pachulí y flores de
naranja. —He estado esperándote.
Está bien. Eso no era raro ni nada parecido. Una gran parte de mi quería dar un
paso atrás, pero me mantuve en mi lugar. —¿Quién eres?
Inclinó la cabeza a un lado. —Soy la bibliotecaria.
Um. Sí. ¿Desde cuándo las bibliotecarias usaban lentes de sol adentro? Miré por
encima de mi hombro. Seth todavía se encontraba con el decano, y mientras Solos
hablaba, Seth miró hacia atrás. Nuestras miradas se encontraron, e inhalando una
respiración, volteé de nuevo a la bibliotecaria.
El espacio en frente de mi estaba vacío.
—¿Que dem…? —Caminé adelante, todo el camino hasta el final del pasillo y
miré a ambos lados. Nada, inclusive la esencia se había ido.
—¿Josie?
Volteándome hacia donde venía la voz de Seth, me encontré con él a mitad del
pasillo. —¿Qué estabas haciendo? —preguntó.
—Yo… no lo sé. —Parecía tonto mencionar a la señorita—. ¿Está todo bien?
Sus ojos buscaron los míos. —Hablemos mientras caminamos a los dormitorios,
¿está bien?
Eso no sonó bien, pero comencé a caminar con él. Una vez afuera, frotó una
mano por su frente. —Marcus limitó las idas y venidas de los estudiantes cuando se
enteró de que los Titanes escaparon de Tártaros. Sin embargo, grupos de Centinelas
entran y salen por esa puerta todo el tiempo. Algunos están cazando. Otros
patrullando. No hay forma de mantener esas puertas completamente cerradas por
un largo periodo de tiempo.
Crucé mis brazos sobre mi pecho para mantener a raya el frio, por el aire y por
lo que había sentido que traerían sus palabras.
—Todos los Centinelas se chequean cada hora. Nadie juega con eso. —Su voz
bajó mientras ponía una mano en mi hombro, mirándonos alrededor se
encontraban un grupo de estudiantes que simplemente se detuvieron en el medio
del camino. Esperó hasta que estuvimos varios metros alejados de ellos—. Un
grupo de exploración bastante grande ha desaparecido.
Oh no. 216
—Eso no es tan raro —continuó, su voz entrecortada—, no significa que tenga
algo que ver con Hyperion o los Titanes. Pudieron haberse metido en problemas
con daimons. O, lo dioses sabrán qué, puede ser algo totalmente diferente.
—Viene un “pero”, ¿cierto?
Una pequeña sonrisa se formó en sus labios. —Necesitamos asegurarnos de que
no hay conexión con los Titanes.
219
27
Traducido por Nyx
—¿Eh?
—Mortales —rodó los ojos—. Olvídalo. En la batalla final, Alex utilizo a Seth y
se convirtió en el Dios Asesino. Eso fue idea de Seth, porque sabía que, con sus
problemas en el pasado con el poder, era demasiado riesgoso como para que él lo
hiciera. Lucharon contra Ares juntos. Ganaron. El dios de la guerra ya no lo era.
Pero esa maldita profecía no se podía cambiar. Los dioses restantes aparecieron.
No permitirían que un Dios Asesino existiera. Alex... sabía eso, ya sabes. Sabía lo
que estaba haciendo, sabía el precio y aun así lo hizo. La chica... tenía agallas.
Me puse rígida, tan quieta que podía imitar una de esas estatuas.
—Seth estaba con ella. La abrazó mientras los dioses la mataban. 224
—¡Oh mi Dios! —grité, saltando de mi asiento—. ¿Qué quieres decir con que la
mataron? Ella hizo todo eso y ellos…
—Cálmate, abejita. Apolo se hizo cargo de ella. —Esperó hasta que me senté,
pero mi corazón todavía estaba corriendo, y no podía deshacerme de la imagen de
Seth sosteniendo a esta chica sin rostro mientras moría—. Cuando Apolo llevó a
Alex al Olimpo, resulta que le había dado la ambrosía, el néctar de los dioses. Su
muerte fue mortal, pero la ambrosía la hizo inmortal. Se convirtió en una semidiosa.
No como tú, siendo todo genial y naciendo de esa manera, pero no obstante, Apolo
la salvó.
—Oh. —Eso fue un poco confuso, pero estaba feliz de saber que no estaba
muerta muerta.
—Entonces Seth nos sorprendió a todos. Sabía sobre el acuerdo que Aiden
había hecho, y sabiendo que no podría estar con Alex, porque ella tenía que
quedarse en el Inframundo por, como, seis meses al año, como Perséfone, y el
hecho de que Alex nunca envejecería, hizo un trato con Apolo y Hades.
Contuve el aliento, esperando.
—Comprometió su vida a los dioses y su alma a Hades, prácticamente
convirtiéndose en su perra, a cambio de que Aiden también tomara la ambrosía.
3
Highlander: Película que cuenta la historia de los inmortales, humanos que sólo pueden morir
mediante la decapitación y que han existido a lo largo de los tiempos.
—Guau —murmuré.
—No creo que lo entiendas. Seth sacrificó su futuro, su otra vida, su todo para
que Aiden y Alex pudieran estar juntos —explicó Deacon, y, sí, lo entendí.
Simplemente no lo podía creer—. Por el tiempo que se quede aquí, y eso sólo hasta
que los dioses quieran, ellos lo controlan, y una vez que muera, será un esclavo de
Hades. Al final, lo dejó todo.
Retrocediendo, me quedé mirando a Deacon, totalmente estupefacta. —Oh por
dios, Deacon, yo no...
—¿No sabes qué pensar o qué decir? Lo entiendo. Ninguno de nosotros
realmente lo hizo. Nadie esperaba eso de él, pero lo que hizo fue enorme. Le dio
todo a mi hermano. Se lo dio todo a Alex, y al final, no consiguió nada.
Deacon se inclinó hacia delante, tomando un mechón de mí cabello. —Hasta
ahora.
Parpadeé.
—Te tiene, ¿verdad? —Dejó ir mi cabello—. Aún no respondas a eso. Te acabo
de decir que el chico que deseas puede que haya sido clasificado como un asesino
de masas a los estándares humanos y que prácticamente se volvió santo al final de
todo. ¿Cómo reconocerías esas cosas? —Se encogió de hombros—. Así que veamos
Supernatural. La nueva temporada está en este canal On Demand.
Era tarde.
Deacon se había ido hace una hora o algo así, y no había ninguna señal del
regreso de Seth, y no había manera de que pudiera dormirme en cualquier
momento cercano. Pensamientos llenaban mi cabeza. No sabía qué pensar de todo
lo que había oído, y estaba dando vueltas en la alfombra.
¿Que se suponía que tenía que pensar ahora de él? Había hecho cosas
terroríficas, pero al final, hizo lo correcto. ¿Eso deshace todo lo demás?
Pasando por la mesa de café por enésima vez, se me facilitó ver el conflicto que
había visto en su mirada muchas veces, el dolor que parecía permanecer bajo la
superficie. Él sentía remordimiento por cazar a los traidores.
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Y había sido uno de los más grandes traidores.
Deacon había tenido razón. ¿Cómo iba a relacionar esas dos mitades? Y eso era
incluso sin tener en cuenta el hecho de que había otra chica. Sí, se veía como un
punto discutible, pero aun así. Había renunciado a todo por ella.
A todo.
Pasé por la mesa de café de nuevo.
Todo en lo que podía pensar era que nada de esto era justo. Aquí estaba yo,
sintiendo lastima por mí misma y por las circunstancias, cuando otros estaban
mucho peor. Alex. Aiden. Seth.
Él había pasado de estar bajo el control de Ares y haber hecho cosas terribles,
para hacer casi lo mismo para Apolo. Eso no era justo. Estaba mal. Y era triste.
Pero eso no cambiaba lo que había hecho.
¿Seguía teniendo convicciones mortales demasiado cerca de mi corazón? Estaba
entrenando para defenderme, para luchar. No habría oportunidad de que un día
fuera a enfrentarme con esas personas, por cualquier razón, creía que estaban en el
lado correcto, y podría tener que matarlos para protegerme. Incluso los seres
humanos lo hacían.
Al acercarme a la puerta, escuché otra cerrándose en el pasillo, y mi corazón
saltó en mi pecho. No había nadie más en la habitación cerca de nosotros. Tenía
que ser Seth. Sin detenerme a pensar en lo que estaba haciendo, abrí mi puerta y
corrí por el pasillo, descalza y todo. Llegué a la puerta, tocando con mis nudillos.
Pasó un momento y ésta se abrió. Seth se quedó allí, con su cabello suelto
rozando sus hombros desnudos. Sosteniendo el térmico negro en su mano.
No estaba preparada para verlo, lo que significaba que probablemente debería
haber pensado todo esto en primer lugar.
—Hey —dijo, haciéndose a un lado—. Estaba por ir contigo.
Al entrar en su habitación por primera vez, me di cuenta de que se parecía a la
mía. Un salón. El dormitorio pasando la puerta estrecha, y una cocina pequeña a
mi derecha. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho mientras lo miraba a los ojos.
A los muchos secretos en aquellos ojos ámbar.
—¿Encontraste… encontraste algo? —pregunté, presionando mis manos juntas.
—Nop. —Los músculos de su estómago se tensaron y flexionaron mientras
lanzaba su camisa en el sillón.
Entonces levantó la mano, frotando los dedos por su cabello. —No hay rastro
de ellos. Nada. Marcus está aumentando la vigilancia en las puertas, por si acaso.
Con suerte, no hay nada de qué preocuparse.
—Eso espero —murmuré, levantando mi mirada hacia él. Era... era tan
hermoso, pero había mucha oscuridad existiendo en él.
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Sus cejas se fruncieron cuando dio un paso hacia mí. —¿Estás bien? ¿Pasó algo
mientras no estaba?
—Lo sé —solté, y entonces me bloqueé. Cada músculo.
Frunció el ceño. —¿Sabes… qué?
—Sé… sé lo de Alex —dije, apretando mis manos mientras el ceño fruncido se
deslizaba de su rostro y sus ojos se abrían—. Sé de Ares.
Seth dio un paso atrás mientras me miraba. —¿Lo haces?
Asentí. Mi pulso latía tan rápido que temía que estuviera enferma. —Lo sé todo.
Me miró fijamente durante un largo rato, y luego levantó la barbilla. Su rostro
era impasible, como una puerta cerrándose de golpe. —Si lo sabes todo, ¿entonces
por qué estás aquí, Josie?
Abrí la boca mientras negaba con la cabeza.
—Deberías estar en cualquier lugar menos aquí.
¿Debería? Crucé mis brazos abrazando mi pecho. —No sé qué decir, Seth.
—Sé qué decir por ti. —Un músculo vibró a lo largo de su mandíbula—. Te
desagrado. Soy un asesino. —Su voz era baja e incluso así me estremecí—.
¿Pensaste que lo que había hecho el año pasado era perdonable? Es porque no lo
sabías todo. Cuando te dije que era un monstruo, no estaba engañándote, Josie. Lo
soy.
—No —dije, y entonces hablé más fuerte—: Diste todo por Alex y Aiden. Diste
todo por sus vidas.
—¿Te dijeron que era un adicto? —Cuando asentí, se rió con dureza—. Y aun
así…. estas aquí.
—Seth…
Se encogió de hombros mientras tiraba la banda de cuero de su muñeca y
levantaba sus pesados brazos, retirando el cabello de su rostro. —¿A qué vida
estaba renunciado? No era tan grande para un sacrificio. Confía en mí. Merezco
esto. Y me merezco lo que viene después.
—No mereces nada de esto. —Di un paso adelante, ignorando la forma en que
su cabeza giró bruscamente hacia mí. Y en el momento en que las palabras
salieron, sabía que era como me sentía. Bueno o malo, era lo que sentía—. Tú no
mereciste nacer con una madre de mierda o tener una infancia de mierda. Debes
estar completamente seguro que no mereciste tener a alguien usando eso en tu
contra.
Su pecho subía. —No sabes de lo que estás hablando.
—Sé que Alex no merecía todo lo que fue lanzado en su contra. Al igual que tu
no lo hacías. Eso no quiere decir que no tomaste algunas opciones de mierda en 228
todo eso.
—Estoy bastante seguro de que lo que hice se podría resumir un poco mejor a
una elección de mierda. —Se rompió.
—Está bien. —La frustración se apoderó de mí y salté hacia adelante, sin llegar
a empujarlo—. Has hecho cosas terribles, Seth. Has hecho cosas horribles. ¿Es eso
lo que quieres oírme decir?
Empezó a mirar hacia otro lado.
—No. ¿Es eso? ¿Sólo quieres que siga diciéndote lo que quieres creer de ti
mismo? ¿Que no te mereces la felicidad? ¿Que eres un monstruo?
—¡Es porque lo soy! —gritó, frente a mí, y de cerca, sus ojos ardían. Un brillo
de color ámbar se deslizo por sus brazos, evaporándose tan rápidamente que no
estaba segura de que lo hubiera visto—. ¿Por qué no puedes verlo? Todo el mundo
lo hace. Espera. ¿Simplemente te vas a quedar allí y me dirás más historias sobre
cómo ejecutaste animales?
Mis ojos se estrecharon. —Cállate.
Sonrió.
—No te ven como un monstro. —Di un paso atrás—. Si lo hicieran, ¿Crees que
te dejarían entrar aquí? ¿Que Deacon te hubiera agradecido? ¿Que alguien no
hubiera puesto sus manos sobre ti y por lo menos intentado golpearte fuertemente?
Abrió la boca, pero no quería oírlo. —¿O que Apolo te pusiera a cargo de mí?
¿Qué no te hubiera despellejado vivo cuando nos encontró besándonos? ¿Porque no
puedes verlo?
Un momento de tensión pasó y luego bajó la barbilla, quedando frente a mí. Su
voz era baja cuando habló. —¿Así que puedes olvidar y perdonar todas las cosas
horribles que he hecho? ¿Es eso lo que estás diciendo?
Negué con la cabeza. —No. No estoy diciendo eso. Lo que estoy diciendo es
que no eres el culpable de tus acciones. No puedes ser indiferente con todo lo
demás.
Me miró, y guao, estaba un poco orgullosa de mi misma. Me aferré a eso. —Sé
que te preocupabas por las personas. Sé que te preocupabas por Alex. Y sé, sé, que
no hubieras hecho esas cosas si no hubieras sido manipulado. No estoy diciendo
que carezcas de responsabilidad, pero eso no es lo único que te hace quien eres.
Eres más que el Apollyon. Eres más que el chico que se puso de lado de Ares.
Eres... también eres el chico que dio un gran paso para corregir lo que había hecho
mal. Eres el chico que lamenta lo que ha hecho. Eres el chico que no se rió de mí
cuando dije que no tenía amigos en la escuela. También eres el chico que me dejó
convertirlo en una almohada, y te preocupas por…
Se movió hacia adelante, acunando mis mejillas. —Dilo otra vez.
—¿Decir qué? —contesté, agarrando sus muñecas—. Te dije un montón de
cosas. Ayúdame. 229
—Di que no soy sólo el Apollyon —susurró, su voz áspera.
Lágrimas se construyeron en mi garganta. —No eres sólo el Apollyon, Seth.
Sus ojos se cerraron, su rostro se tensó mientras sus dedos se extendían a través
de mis mejillas. —Ni siquiera sé quién soy. O lo que alguna vez fui.
Oh dios, eso rasgó a través de mi pecho. —Eres sólo... eres sólo Seth.
Un temblor recorrió sus brazos. —Y tú... tú eres más que mi salvación.
Di un grito ahogado mientras me dejaba ir y se daba la vuelta. Se tambaleó por
la puerta, sin su gracia normal. ¿Su salvación? Eso era... poderoso. Importante.
Plegué mis manos debajo de mi barbilla, lo seguí hasta el dormitorio. Se había
detenido frente a la cama, con las manos en las caderas, la cabeza inclinada y los
músculos a lo largo de sus hombros juntos. Todos los músculos de su espalda, hasta
los pantalones de baja altura, estaban tensos.
—¿Seth?
Levantó la cabeza, y oí la respiración que tomó justo antes de que me
enfrentara. Vi lo que sucedía. Cualquiera que fueran las paredes que había
elaborado perfectamente en torno a él se habían agrietado. Me miró de una manera
que nunca antes había visto.
—Si no vas a dejarme ahora mismo, no quiero ser responsable por lo que voy
hacer —dijo, su voz grave y áspera—. No estoy bromeando.
Me congelé mientras una serie de temblores se extendían a través de mi piel y
mis ojos se abrían. Una parte de mí pensó que sabía lo que él estaba diciendo.
Luego, estaba la otra parte que no estaba realmente segura de nada que no fuera el
hecho de que, tan loco como sonaba, confiaba en él. ¿Quién sabía lo que decía eso
de mí?
—Josie. —Su voz se quebró mientras sus brazos caían a sus lados.
En ese momento, supe que él necesitaba que me quedara. Realmente necesita
más que eso. Dejarlo no probaba nada de lo que acababa de decirle, y no quería
dejarlo. Mi estómago se agitó nerviosamente mientras daba un paso hacia él.
Eso fue lo más lejos que llegué.
Seth estaba delante de mí en un santiamén. Un brazo se curvó alrededor de mi
cintura y me tiró contra su pecho desnudo. Su otra mano sostenía la parte posterior
de mi cabeza, inclinando mi boca para encontrarse con la suya.
El beso…
Fue la cosa más suave y más dulce que jamás había sentido. Apenas allí, un
susurro sobre mis labios, pero tan potente, tan demoledor, que tuve que luchar
contra el aumento de las lágrimas. Y su poderoso cuerpo se estremeció contra el
mío mientras trazaba las líneas de mi boca. Había algo infinitamente tierno en ese
momento.
El beso… 230
Se robó mi alma, me reclamó en una forma que no sabía fuera posible. Se metió
dentro de mí, creando más que un incendio. Había esperanza en ese beso. Había
una promesa de más, de redención.
De salvación.
Mis labios se abrieron bajo los suyos, dándole la bienvenida, y el beso se
profundizó, pero no había nada apresurado en ello. Como una exploración lenta,
vacilante, me besó como si nunca hubiera besado a nadie antes, y en serio sabía que
no era el caso. Pero había algo nuevo, algo tentativo sobre la forma en que nuestras
lenguas se encontraron, y empecé a temblar.
Seth se echó hacia atrás, sus ojos se clavaron en los míos. —¿Quieres esto?
Encontré mi voz. —Sí.
—Estás loca.
Entonces su boca estaba sobre la mía, y cuando mis manos se posaron sobre sus
hombros, sentí que mis sentidos comenzaban a girar. Sus manos se movieron hasta
el dobladillo de mi suéter y no rompió el contacto hasta que fue necesario con el fin
de levantar el jersey por encima de mi cabeza. Lo dejó caer en el suelo, y entonces
extendió sus labios sobre los míos.
Sus manos se posaron en mis hombros, dedos tocando sobre las correas de mi
sujetador. Nunca había llegado tan lejos antes, así que cuando se echó hacia atrás y
su mirada recorrió mi cara enrojecida, labios entreabiertos y bajo mi cuello, tuve
que reprimir el impulso de cubrirme.
Mi cuerpo no era perfecto, no como el de él. Incluso con todo el entrenamiento
y las carreras, mi estómago todavía era suave y mis caderas seguían siendo amplias.
Dudaba que esas cosas alguna vez cambiaran, pero era difícil estar allí y dejarle
mirar hasta que se hartara.
Arrastró sus dedos por las correas y sobre las copas de encaje, haciendo que mi
respiración se detuviera y un derroche de sensaciones me inundaran. No le había
escondido la reacción de mi cuerpo. Cuando sus dedos llegaron a la V en mi escote,
sus manos se movieron hacia los lados, suavizando las puntas de mis pechos.
Tragué saliva, pero encontré que no podía conseguir que mi garganta trabajara.
Se acercó más, sus caderas presionándose contra mi vientre mientras ahuecaba mis
pechos. Sus pulgares se movieron, arrastrando círculos ociosos cada vez más y más
cerca de donde a mi realmente me dolía.
Mi corazón todavía latía con fuerza, y no estaba seguro de cuánto tiempo pasó
mientras nos quedamos allí. Josie estaba sosteniendo mi mano derecha, la mano de
mi daga, y estaba arrastrando la punta de su dedo a lo largo de mi palma, trazando
diseños vagos.
¿Ella no sabia que podía ser así?
Demonios, yo tampoco. En serio. Nunca en mi vida me había corrido sin
quitarme los bóxers, e incluso tan poderoso como había sido, todavía la deseaba.
Como un hombre de las cavernas, la palabra mía, mía, mía se repetía una y otra vez,
y sí, esa era una primera vez. Del tipo que jodía mi cabeza, sintiendo esto
poderosamente. No era como si fuera algo que hubiera ocurrido durante la noche.
Había sido construido durante un tiempo. 237
Ella lo sabía todo, cada maldita cosa sobre mí, y estaba aquí, en mis brazos,
gloriosamente cálida y suave. ¿Afortunado? Eso ni siquiera lo cubría. Ella era... era
un regalo. Salvación.
Era peligroso sentirme de esta manera, porque me hacía querer pensar en cosas
que no podía tener. Un futuro, por un lado, y luego estaba el hecho de que ella era
prácticamente un arma. Un día se enfrentaría a Hyperion. Mi brazo se apretó
alrededor de su cintura.
No quería pensar en nada de eso en este momento.
—Cuando era una niña... —dijo. Desde que nos pusimos cómodos, empezó a
hablar de cosas al azar, y no quería que se detuviera. Me gustaba el sonido de su
voz—. Era muy gordita. Mi abuelo solía llamarme Bola de grasa.
Sonreí contra su garganta. —Me gusta tu bola de grasa.
—Oh mi dios —se rió—. Eso suena tan mal.
—Es cierto.
—Apuesto a que no eras gordito. Probablemente naciste con un paquete de
ocho.
Agachando mi cabeza, presionó un beso en la cicatriz en forma de media luna
en su cuello, empujando la rabia que acompañaba el ver esa marca. —Era el bebé
más fuerte de los alrededores. Podía levantar dos botellas con un solo puño.
Su cuerpo se estremeció con su suave risa. —Eres ridículo.
Incapaz de evitarlo, acaricié su cuello, provocándole un escalofrío. Ya estaba
listo para la segunda ronda, pero me mantuve bajo control, satisfecho con
sostenerla. No pasó mucho tiempo para que se quedara dormida en mis brazos. Y a
pesar de que estaba cansado, me encontraba completamente despierto, centrado en
ella, absorbiendo el lento y constante ascenso y caída de su pecho, la forma en que
sus labios se separaban, y la longitud de sus pestañas.
Mientras estaba allí, por lo que parecieron segundos, pero podrían haber sido
horas, la bola de plomo en mi estómago resurgió y se puso un poco más pesada. La
duda se deslizó en mis pensamientos, disminuyendo la neblina satisfecha. No me
arrepentía. Joder no. Nunca me arrepentiría de estos momentos con Josie. El temor
era más profundo, originado por todo lo que había experimentado. Era esa gélida
sensación persistente de que a pesar de que la sostenía en este momento, iba a
deslizarse de mis dedos, y no había nada que pudiera hacer al respecto.
Sólo estaba funcionando con unas pocas horas de sueño, pero tan cursi como
sonaba, me sentía como si hubiera dormido durante una semana cuando me
desperté y encontré a Josie exactamente donde la había visto por última vez, en mis
238
brazos.
Estaba despierta, su rostro se dirigió hacia mí, y una pequeña sonrisa tiró de
esos labios. —Buenos días —susurró.
Cerrando la pequeña distancia entre nuestras bocas, la besé suavemente,
ignorando el resurgimiento repentino de lo que había estado pensando antes de
quedarme dormido. Sus labios eran suaves y cálidos bajo los míos, e infiernos, no
quería moverme de esta cama.
—Entrenar —murmuró cuando levanté la cabeza—. Tenemos que... —Jadeó
cuando arrastré mi lengua por su labio inferior—. Tenemos que entrenar hoy.
—Soy tu instructor. —Rodé, consiguiéndola justo donde la quería, debajo de
mí, mientras clavaba mis codos a cada lado de su cabeza. Sus piernas se abrieron, y
me coloqué entre sus muslos. Haría alguna mierda loca si pudiera hacer que mis
calzoncillos desaparecieran por arte de magia para que no hubiera nada entre
nosotros, pero la suavidad de sus pechos contra mi pecho era muy jodidamente
impresionante por su propia cuenta—. Puedes llegar tarde.
Me sonrió mientras colocaba sus manos sobre mi pecho, el toque vacilante.
—Bueno, gracias por darme permiso.
—No es necesario que me agradezcas. Simplemente soy así de cortés.
—Tengo la sensación de que si no salimos de la cama ahora mismo, no lo
haremos.
—No veo absolutamente nada malo en eso. —Bajando mi cabeza, presioné un
beso en su sien y luego otro en su mejilla—. Además, prometo que vas a conseguir
aumentar tu ritmo cardiaco aquí.
—Oh dios mío. —Se rió mientras deslizaba sus manos alrededor de mi cuello y
enredaba sus dedos en mi cabello. Me gustaba la forma en que se sentía. Infiernos,
me gustaba todo sobre esta mañana.
Mis labios encontraron los suyos otra vez y el beso... sí, era salvaje cómo algo
que había hecho cientos de veces antes pudiera sentirse tan diferente, tan nuevo. No
estaba seguro de lo que realmente significaba, pero ella tenía razón. La última cosa
que teníamos que hacer era dejar que... esto... se metiera en el camino de su
entrenamiento.
A veces mi madurez me sorprendía. Este era uno de esos momentos que
deseaba que pudiera recurrir al más egoísta no-doy-una-mierda Seth.
Suspirando, la besé una vez más, tomándola profundo y haciéndolo contar. Esta
vez, cuando levanté la cabeza, rodé mi pesado culo fuera de ella y balanceé mis
piernas sobre el borde de la cama. —Tienes razón. Vamos a estar bien hoy.
Josie se quedó allí por un momento, su rostro sonrojado y su mirada
desenfocada. La sabana se había deslizado, revelando una punta rosa, y sí, toda esa
cosa de la maldita madurez apestaba.
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Fue al otro lado del pasillo antes de que retrocediera en mi moderación recién
redescubierta, el tiempo suficiente para ducharnos y cambiarnos para el atuendo
entrenamiento. Unos cuarenta minutos habían pasado antes de que nos
encontráramos de nuevo en el pasillo y en el momento en que nuestras miradas se
conectaron mientras deslizaba la sudadera con capucha sobre una camiseta sin
mangas, sus mejillas se sonrojaron.
Ninguno de los dos habló durante un momento. Nos quedamos allí en el pasillo
en silencio, mirándonos el uno al otro. Sinceramente, no tenía ni idea de qué decir.
Esto... No tenía ninguna experiencia con esto. Pasar la noche con una chica y no
tener sexo. Verla de nuevo y no querer desviarme en la otra dirección.
Josie colocó un mechón de su cabello suelto detrás de su oreja mientras miraba
por el pasillo. —¿Estás listo?
Asentí y nos pusimos en marcha por el pasillo e hicimos la mitad del camino
antes de que hiciera algo totalmente cursi. Estiré una mano entre nosotros, encontré
su mano sin mirar, y enrosqué mis dedos con los de ella.
Levantó la vista, sorpresa parpadeando en su expresión, pero entonces sonrió, y
sí, esa sonrisa valía la pena.
Las cosas eran... un poquito torpes.
Ambos estábamos tratando de fingir que hace unas horas no habíamos estado
acostados en la cama juntos. Bueno, yo estaba tratando de fingir que no había
estado completamente desnuda y estaba haciendo mi mayor esfuerzo para no
dejarme pensar en dónde esos dedos y esa boca habían estado. Estaba seriamente
tratando de no pensar en nada de eso, dejándolo para un momento más apropiado
para obsesionarme.
Estaba fallando.
Aunque entrenar hoy había sido completamente mi idea, no era la más brillante.
Mis pensamientos se dispersaban y se obsesionaban con todo lo que había sucedido
la noche anterior.
Seth me rodeó. Su barbilla estaba hundida y sus labios curvados en una media
sonrisa que estaba totalmente en desacuerdo con lo que estábamos haciendo. Así
como esos ojos ámbar. Estaban llenos de malvados secretos que hacían difícil
concentrarse. Me quedé pensando en lo que pasaría cuando estuviéramos a puerta
cerrada. 240
Se lanzó hacia adelante, moviendo un brazo. Desprevenida, me lancé a un lado
en lugar de bloquearlo. —Presta atención —murmuró.
Levantando mis brazos en posición, entrecerré los ojos. —Estoy poniendo
mucha atención.
—No, no lo estás.
Se dio la vuelta, su brazo volando. En lugar de correr, entré al ataque, usando
mi antebrazo para bloquear el golpe. El impacto fue discordante, directamente a mi
hombro, pero me estaba acostumbrando a ello. La primera vez que había
bloqueado con éxito un golpe, había saltado alrededor de la colchoneta como un
conejito demente lloriqueando.
—Bien. —Seth bajó, y supe que estaba a punto de patear. Odiaba esas. Dando
un paso atrás, moví mi brazo hacia abajo en un arco como me había enseñado,
bloqueando la patada antes de que conectara con mi estómago.
—Podrías ser un poco más rápida. —Se enderezó cuando enrollé mis brazos.
Caminando delante de mí, salté y dejé escapar un pequeño chillido cuando su
mano conectó con mi trasero. Me giré hacia él, mi boca abierta. Me guiñó un ojo—
. Ves. Deberías haber anticipado eso.
Mis ojos se estrecharon, pero antes de que pudiera hacer algo realmente
estúpido, como tratar de darle una patada, las puertas de la habitación se abrieron y
Luke entró.
—Hey —le gritó Seth, levantando una botella de agua de la colchoneta. Tomó
un trago—. Llegas temprano.
Él asintió mientras dejaba caer una mochila junto a la puerta. —Sí, bueno,
alguna mierda pasó en la clase. Se terminó un poco antes de lo previsto.
—¿Qué pasó?
Luke se quitó su suéter, revelando bíceps impresionantes mientras Seth me
entregaba el agua. —Alguna mierda, pero no tan malo como lo que pasó en la
cafetería.
—Oh, no. —Tomé un sorbo, mi estómago inquieto.
Deteniéndose en frente de nosotros, pasó una mano por su desordenado cabello.
—Un puro y un mestizo se enfrentaron. Las sillas y mesas terminaron rotas. —
Miró a Seth, su expresión distante—. No veo que esto mejore.
—Yo tampoco. —Se volvió hacia mí, sacudiendo su dedo hacia la botella—.
Tienes que beber más. —Volviendo a Luke, no vio la cara que le hice—. ¿Qué crees
que Marcus vaya a hacer al respecto?
Se encogió de hombros. —¿Qué puede hacer? Separarnos no va a ayudar en
nada. Le dije a Deacon que no lo quería corriendo por ahí. Sé que puede cuidar de
sí mismo, pero... tiende a ser un poco demasiado optimista acerca de las cosas.
—Cierto —murmuró Seth.
241
El comentario sobre Deacon me pareció extraño, pero los chicos estaban
obviamente listos para volver al entrenamiento. Enrosqué la tapa del agua y la dejé
a un lado. Con Luke aquí, practicamos más técnicas de bloqueo hasta que sentí que
no podía levantar los brazos. Luego pasamos a romper agarres.
Otra cosa en la que no era particularmente buena.
Empecé con Luke, que hizo un agarre frontal con sus brazos alrededor de los
míos, capturándolos contra mis costados. Había un par de maneras de salir del
agarre. Podría tirar mi peso hacia atrás levantando las piernas, con la esperanza de
lanzar al atacante fuera de balance. O podría tirar mi peso hacia adelante, trayendo
al atacante conmigo, pero eso requería poner mis piernas posicionadas derechas, y
no era como si Luke fuera a quedarse allí y dejarme hacerlo.
—Tienes que dejar de tratar a Luke como si fuera Luke. —Seth se quedó en el
banquillo, los brazos cruzados sobre su pecho—. Te estás frenando.
—No lo estoy.
Detrás de mí, Luke se rió entre dientes. —Sí, lo estás. —Le lancé una mirada
por encima de mi hombro.
Arqueó las cejas. —Hay un montón de cosas que podrías haber hecho en este
punto. Pisoteado mi pie. O golpeado la parte trasera de tu cabeza con la mía.
Bueno, tenía razón en eso, pero...
Seth inclinó la cabeza hacia un lado y esperó.
—Mierda —murmuré con ira. Tenían razón. No quería lastimar a Luke.
—Tienes que dejar eso de lado, Joe. —Seth se movió hacia adelante,
desplegando sus brazos—. Si no puedes, esto no tiene sentido.
Nuestros ojos se encontraron, y Seth no tuvo que decirlo. Lo vi en su mirada.
Había una gran parte de él que no creía que yo fuera capaz de hacer nada de esto.
Miré por encima del hombro a la pared de las armas y hubo un retroceso mental
que no había desaparecido desde la primera vez que había visto todos los cuchillos.
Si estaba siendo honesta conmigo misma, también había una parte de mí que no
estaba segura.
Cristo.
Podía hacer esto. Tenía que hacer esto.
Los brazos de Luke estaban todavía a mi alrededor, y yo... Al infierno con eso.
Apretando los ojos, lancé mi cabeza hacia atrás. La parte superior de mi cráneo
conectó con la barbilla de Luke. El dolor estalló, ondulándose a través de mi cuero
cabelludo, pero los brazos de Luke cayeron inmediatamente.
—Maldita sea. —Se tambaleó hacia atrás un paso—. Tienes una maldita cabeza
dura.
Frotando la parte posterior de dicha cabeza, me volví hacia él, sonriendo. 242
Movía su mandíbula en círculos. —Me lo tomaré como un cumplido…
El brazo de Seth rodeó mi cuello desde atrás, cortando mis palabras. —¿Ahora
cómo vas a salir de esto? —Su voz era un susurro en mi oído.
Por un momento, estuve congelada. Su cuerpo apretado contra el mío y eso era
lo más cerca que habíamos estado desde esta mañana, cuando había estado sobre
mí, literalmente encima de mí, y yo había estado totalmente desnuda.
Oh señor.
Imágenes me inundaron. Inmediatamente, sentí mis mejillas calentarse. Una
vez mi cerebro fue allí, realmente fue allí.
—¿Simplemente te vas a quedar aquí? —preguntó Seth, su voz sonaba áspera.
Salí de ello. Frente a nosotros, Luke dejó de jugar con su mandíbula y estaba
observando. Moví mis caderas cuando agarré sus brazos, extendiendo mis piernas
por lo que una de ellas estaba entre las de Seth. La posición me permitiría no perder
el equilibrio al prepararme para darle la vuelta, pero la posición también me puso
en contacto directo con las... um, las partes bajas de seth.
Estaba tan no inafectado por esto.
El deber exigió que me dirigiera a la puerta, pero no había manera de que dejara
a Josie aquí por su cuenta. —Tenemos que llevarla de vuelta al dormitorio.
Su rostro estaba pálido. —Pero…
—Esto podría no ser nada, pero si lo es, no estás lista. —Su boca se abrió de
nuevo, pero la corté—. No estoy diciéndolo por ser un imbécil. Es sólo la verdad.
No estás lista y necesito que estés a salvo. ¿Está bien?
Parecía que iba a discutir por un momento, pero luego asintió. Tomando su
mano, tuvimos que arrastrar su trasero de vuelta a los dormitorios, pasando
Centinelas corriendo y estudiantes en pánico siendo acompañados a los edificios.
La llevé a mi habitación, pensando que por alguna extraña razón estaría más segura
ahí.
244
Me siguió dentro de la habitación. —Si es algo, ¿significaría...?
Miré por encima de su hombro, de repente atrapado entre dos instintos muy
diferentes. Uno era el de quedarme con ella, para asegurarme de que permanecería
a salvo. El otro era hacer para lo que había sido entrenado desde que tenía ocho
años, lo que se esperaba de mí debido a lo que era.
No eres sólo el Apollyon.
Su cabeza se movió, pero sus ojos estaban cerrados. Sus labios agrietados se
movían sin descanso, pronunciando una palabra. —Fa… fallé.
La llama se apagó.
Mi corazón se detuvo.
Los minúsculos vellos en todo mi cuerpo se levantaron, y abrí la boca, pero el
grito se cortó cuando una mano se enrosco alrededor de mi cuello, arrastrándome a
mis pies. De inmediato me puse en defensa. Alcanzando por detrás de mí, me
agarré de la gruesa muñeca y traté de girarla fuera del agarre.
Una risa profunda y oscura recorrió la habitación como una nube ominosa.
Erin gimió.
—Creo que debes darle a tu amiga un poco de tiempo para descansar. Después
de todo, la he hecho trabajar muy duro. 253
Horror me lleno, pero la furia me encendió hasta los talones, empapando cada
célula de mi cuerpo con su veneno al rojo vivo. —¡Hijo de puta! —grité—. ¡Hijo
desagradable de…!
No me estaba sosteniendo por más tiempo. Yo ni siquiera estaba de pie. Lo
siguiente que supe fue que estaba volando por el estrecho pasillo. Mis brazos se
agitaban, pero no había nada de que agarrarse.
Mi espalda golpeó el suelo, empujando el aire de mis pulmones cuando el dolor
explotó a lo largo de mi espalda. Aturdida, me quedé allí por un momento, incapaz
de moverme o pensar siquiera.
Dos pies calzados aparecieron a cada lado de mis piernas e Hyperion se inclinó
sobre mí, su expresión tallada en hielo y negros ojos absolutamente sin alma.
—¿Sabes lo que odio más que nada?
Abrí la boca, pero su mano se cerró sobre mis labios. —No. No quiero que
contestes. —Su sonrisa era más espeluznante que sus ojos—. Odio esperar. Y tuve
que esperar demasiado tiempo para conseguir poner mis manos sobre ti de nuevo.
Un segundo más tarde estaba sobre mis pies. Se inclinó hacia mí, obligándome a
inclinarme hacia atrás.
—¿Sabes también que los dioses velan por los Covenants? Deben haber visto a
mis amigos causando un poco de caos. —Seguía acercándose, y obligué a mi
cuerpo a moverse—. Y no estamos muy lejos del campus.
Me lancé a un lado, manteniéndolo frente a mí mientras trataba de recordar el
entrenamiento que Seth me había dado.
—Nos encontrarán. Y vendrán. —Se volvió hacia mí lentamente—. Tu padre
vendrá.
Me atraganté con una carcajada mientras buscaba en la habitación por un arma.
Había sillas polvorientas y una vieja mesa con una lámpara. Comencé a dirigirme
hacia ella, sin estar realmente segura de sí podría utilizarlo en su contra, pero tenía
que salir de allí. Tenía que tomar a Erin y salir de allí. —No, no lo hará.
Hyperion bajó la barbilla. —Oh, lo hará.
Torciendo la cintura, tome la lámpara. Mis dedos rozaron la base de metal
mientras yo era tirada hacia atrás y chocaba contra la pared con una mano en el
centro de mi pecho. Antes de que pudiera reaccionar, habló en un idioma que
quemaba mis oídos, y entonces sucedió. Fuego arrasó dentro de mí. No era una
chispa. No era un brasa. Era un incendio forestal en plena erupción. Mi último
pensamiento, antes de que el dolor se hiciera cargo, fue que le había prometido a
Seth que estaría allí cuando él regresara. Se lo había prometido.
254
La gran diferencia aquí es que, con Alex, había sido capaz de sentirla. Había
sido capaz de seguir su rastro, pero con Josie no sentía nada.
—Espera —dijo Marcus cuidadosamente, mirando hacia donde Artemisa estaba
de pie inmóvil como una de las estatuas en frente de la ventana—. Corres por ahí,
no tienes idea de por dónde empezar siquiera a buscarla. Deja que Artemisa haga lo
suyo.
Una vez que descubrimos que Josie había sido raptada, Artemisa había
aparecido y convocó a un gigante halcón de oro que tenía por ahí ahora,
recorriendo la montaña.
Y yo estaba aquí, de pie como un idiota atado de manos. La noche había caído
y Josie, ella estaba...
Alejándome de Marcus, pase mi mano por mi cabello. Luke estaba en la
esquina, frotando alguna mierda en el cráneo de Deacon. El puro no había hablado
mucho.
La puerta del despacho de Marcus se abrió. Dos centinelas se hicieron a un lado
mientras Solos entraba. —Todas las sombras se han retirado de la escuela. Hades y
su... eh, perro se encargaron de ello, y creo que... tengo que ir a vomitar ahora.
Marcus suspiró mientras se paseaba por la longitud de la habitación. Sabía que
quería hablar acerca de cómo jodido estaba todo, acerca de cómo tenía que proteger
todo el campus, pero le dio una buena mirada a mi cara y al parecer decidió que
valoraba su vida.
En la ventana, Artemisa se dio la vuelta de repente, y santa mierda, sus ojos
eran todos como de pájaro, de color amarillo brillante con las pupilas dilatadas.
—Los he encontrado.
—¿Dónde?
Su cabeza se inclinó hacia un lado. —Están alrededor de quince kilómetros de
aquí, todavía en Black Hills. En una cabaña. Hay cinco centinelas custodiándola.
—Parpadeó y sus ojos se volvieron totalmente blancos, que de alguna manera, era
una mejora—. Debe ser una trampa, no se fueron muy lejos.
—No me importa. ¿Puedes aparecerme allí como Apolo hace cuando está
aburrido? 255
Artemisa arqueó una ceja.
—Seth —Marcus se acercó a mí, pero se detuvo en seco—. Si se trata de una
trampa, debes detener...
—No me importa. —Me concentré en la diosa—. ¿Puedes hacerlo?
Marcus intentó de nuevo—: Seth...
—¡Se suponía que debía protegerla! —espeté, girándome hacia el decano. Los
símbolos reaccionaron a mi enojo, girando a través de mi piel.
Las pinturas en la pared se sacudieron y la sala se tiño de color ámbar. —Se
suponía que debía mantenerla a salvo.
Movió sus manos. —Sé que era un trabajo, pero…
—No era sólo un trabajo para mí —gruñí, y los ojos de Marcus se abrieron con
sorpresa—. Ir por ahí y defender el Covenant era un trabajo, uno del que me debería
de haber alejado, pero lo hice por mi deber, le falle a ella, y ella es cualquier cosa
menos un trabajo para mí.
—Te llevaré —dijo Artemisa con calma.
Empecé a decir “demonios sí”, pero ella saltó fuera de donde estaba de pie
frente a la ventana, apareció delante de mí, y luego puso una mano en mi hombro.
Una fracción de segundo después estábamos en el bosque, bajo una noche
estrellada, inhalando aire frío.
—Dioses —murmuré, tratando de orientarme.
Artemisa retrocedió. —Esto es lo más lejos que te puedo llevar. Un Titán te
espera y... yo perderé contra él.
Bueno, ¿no era eso tan tranquilizador como la mierda?
—Más allá de los árboles, él espera. —Su forma brillaba, desapareciendo—.
Buena suerte, Apollyon.
Y con eso, la diosa de la caza y la ropa transparente se había ido.
No tenía ni idea de por qué Artemisa había decidido ayudarme. Sí, Josie era
importante para los dioses, pero rara vez intervenían cuando era necesario, por lo
general aparecían sólo después de que su ayuda hubiera sido muy útil. Pero a
caballo regalado no se le miran los dientes. Y también sabía que estaba caminando
para encontrarme con un Titán.
Pero iba a volver con Josie, aunque eso me matase.
Corrí a través del grupo de árboles, saltando sobre las rocas, y dejando atrás el
último en cuestión de segundos. Nada de lo que había estaba tranquilo. La cabaña
quedó a la vista, agrandándose en la oscuridad, y los cinco Centinelas estaban
esperando. 256
Todo el asunto de “no matarlos” se había vuelto polvo en el viento.
Convocando akasha, sentí que mis células se iluminan mientras hacía tip-tap en
el quinto y más mortífero elemento. La espiral salió por mi brazo, formando un
arco fuera de mi mano. Golpeé al primer Centinela, me acerque y no había humo
negro saliendo de su boca.
No me extrañó que se hubieran largado al último momento.
Moviéndome hacia delante, me libré del segundo, el tercero, y luego el cuarto.
El último se apresuró, prácticamente corriendo directo hacia mi mano. Le di, justo
y cercano, enviando una sacudida de akasha directo de mi palma y hacia su pecho.
Iluminándose desde el interior, convirtiendo todas sus venas en un color ámbar
bajo su piel antes de reventar sus globos oculares.
Yo ya estaba en los escalones para el momento en que cayó.
No había manera de que estuviera engañándome a mí mismo pensando que
Hyperion no sabía que estaba aquí, así que no me moleste con el efecto fantasmal
dentro de la casa. Entrando en el espacio cerrado, el primer aroma que capte fue
sangre, y mientras mis ojos se acostumbraban a la oscuridad, caminé hacia un gran
cuarto oscuro.
La vi inmediatamente, y mi estómago se revolvió. Llegando a su lado, me
arrodillé, apretando los dientes mientras ella se apartaba de mí. La cadena
alrededor de su cuello la mantenía aquí, y mientras mis ojos hacían un recorrido
sobre ella, ni siquiera me atreví a obtener un destello de la animosidad que
normalmente sentía por su especie.
Lo que le habían hecho era monstruoso, cruel, y más allá de cualquier cosa que
pudiera entender. Incluso en mis momentos más oscuros, había existido un límite.
El Titán había traspasado todo eso.
Deslizando mis dedos por debajo de la cadena, convoque al elemento fuego,
derritiendo los eslabones de la cadena que, obviamente, ella había estado
demasiado débil para romper por su cuenta.
Liberé a la furia y me agaché, susurrando—: Fuera de aquí ahora, Erin.
No esperé para ver si escuchaba o si respondía. Si era inteligente, saldría de
aquí. Fui por el pasillo, hacia la habitación con poca luz, incapaz de prepararme
mentalmente para lo que podría ver.
Si Josie estaba... si estaba herida...
Entré en la habitación, mí mirada inmediatamente pasó a la silla en la esquina.
Mi corazón falló, y de repente recordé haber vuelto después de la pelea con Ares, a
cuando sostuve a Alex en mis brazos, hasta el momento en que simplemente se
volvió nada.
Hyperion estaba sentado en un viejo sillón, y enfrentando la puerta. Estaba
esperando. En su regazo, cubriendo los brazos de la silla, estaba Josie, su rostro sin
color. Apenas podía ver su pecho moviéndose bajo la camisa térmica que llevaba. 257
—Tenía hambre —dijo él, colocando una gran mano sobre su estómago—.
Estoy seguro que lo sabes, Apollyon, que los semidioses tienen un valor muy
interesante para nosotros. Esta en particular.
Una furia que nunca había conocido estalló dentro de mí, intensa y violenta.
—Déjala ir.
—¿O qué? —respondió Hyperion, mirando hacia abajo mientras ella comenzaba
a moverse. Sus pestañas se abrieron, y luego su pecho jadeó cuando su mirada se
centró en mí. Comenzó a incorporarse.
—Seth —susurró con voz ronca.
Akasha crepitó sobre mi piel, proyectando sombras. Tomó todo de mi no
lanzarlo, poniéndola en mayor riesgo. —¿Qué quieres a cambio de su seguridad?
Josie se quedó sin aliento, pero Hyperion me miró, curiosidad marcando su
expresión. —¿Qué podrías darme que me gustaría?
—Cualquier cosa —juré.
Hyperion me miró por un momento y luego se puso de pie, tirando a Josie a sus
pies. Me dirigí hacia ella, pero él se desvaneció y reapareció frente a mí. —Lo que
quiero es venganza por miles de años estando sepultado. ¿Cómo demonios puedes
darme eso?
No podía.
Rápido como un rayo en movimiento, lancé la daga Covenant profundamente
en su pecho, donde asumí estaba el corazón del hijo de puta, si es que tenía uno, y
luego me puse de rodillas. Girando alrededor, lo empujé, golpeando la empuñadura
de la daga, enterrándola aún más.
Hyperion ni siquiera se movió.
Mirando hacia la daga, me miró y arqueó una ceja. —¿En serio?
Joder.
Balanceándome, Hyperion me lanzó a través de una silla cercana. La cual
derrumbé con mi peso. Me di la vuelta sobre mi costado, tratando de levantarme.
Él estaba sobre mí en menos de un segundo, levantándome por mi cuello y
dándome un puñetazo en la mandíbula, echando mi cabeza hacia atrás. Me soltó y
aterricé sobre mis rodillas. Levanté mis brazos para bloquear la patada, pero mis
movimientos eran demasiado lentos. Su bota aterrizó en mi estómago, tirándome
sobre mi espalda.
Atrapé su bota antes de que cayera sobre mi cuello. Mis músculos esforzándose,
lo mantuve a raya, a una pulgada de aplastar mi tráquea.
—Tengo un secreto —dijo Hyperion.
Luchando por mantener el pie fuera, gruñí—: ¿Envidias mi cabello?
258
Se rió con frialdad. —Los Titanes pueden matar a un Apollyon, pequeño
pedazo de mierda.
Ah, Bueno, mierda...
Mi mirada estaba fija en Josie, y... y no pasó nada. Sus ojos dilatados rebotaron 259
de mí a su padre.
—¿Eso es todo? —Hyperion rió oscuramente—. Realmente decepcionante,
Apolo. Estoy casi avergonzado por ti.
Sonrió con frialdad. —Vamos, Hyperion, sabes que soy más llamativo que eso.
Entonces Apolo se movió, blandiendo una daga de aspecto malvado. Se movió
tan rápido que era difícil incluso para mí seguirlo. Su brazo se inclinó hacia atrás y
soltó la daga.
Voló por el aire, moviéndose de forma mortal.
Hyperion soltó a Josie, dando un paso a un lado, pero la... la daga no estaba
dirigida a él. No me di cuenta hasta que fue demasiado tarde.
Empujándome a mis pies, sentí que mi estómago se retorció de crudo terror. Se
levantó a través de mí como un monstruo chasqueando sus enormes mandíbulas.
—¡No! —grité, tropezando hacia adelante, convocando akasha.
262
32
Traducido por NataliCQ
Cuando abrí los ojos, estaba mirando hacia unas luces fluorescentes. Durante
unos momentos no me moví, ni pensé más allá de esas luces. Me di cuenta de que
estaba en una especie de habitación de hospital, pero no había ruidos, o un líquido
goteando, o una máquina de presión arterial, o un monitor de corazón. Tenía la
boca seca y mi pecho un poco adolorido, pero aparte de eso me sentía bien. No. Me
sentía más que bien. Me sentía un poco increíble, como si pudiera salir de esta
estrecha cama, y no sé, patear traseros o algo así, lo que era extraño…
Santo cielo.
Mi pecho.
Empujándome hacia arriba en una posición sentada, bajé la manta delgada y
descubrí que tenía una especie de horrible bata de hospital rosa brillante. Tiré de
263
ella y miré boquiabierta.
Apolo —mi padre— me había lanzado un cuchillo. El cuchillo me había
golpeado, incrustándose en mi pecho. Un disparo a muerte si hubiera visto uno,
pero no me había matado. Había hecho algo completamente distinto, y ahora había
débiles marcas blancas en mi pecho, y esas marcas creaban una forma.
Una línea recta de unas cinco pulgadas de largo con dos líneas alrededor de ella,
en la parte superior, el diseño casi parecía diminutas alas.
Colocando la bata de nuevo en su lugar, cerré los ojos. Bien. —Eso no es una
cicatriz normal.
—No. No lo es.
Un grito estalló fuera de mí al oír el sonido de la voz de Apolo. Mi cabeza se
giró hacia un lado. Estaba sentado en una silla al lado de mi cama, con una pierna
enganchada sobre la otra, y no había manera de que hubiera estado sentado allí
hace unos segundos.
Por lo menos esperaba que no hubiera estado cuando había estado revisando
mis senos.
—Es mi marca. Una de ellas —dijo, sonriendo ligeramente—. Algo así como un
rito de ascenso.
Lo miré por un momento, y luego exploté. —¡Me lanzaste un cuchillo!
—Lo hice —respondió con calma.
—¡Me lanzaste un cuchillo!
—Lo hice. —Se inclinó hacia delante, dejando caer su pie en el suelo—. Como
le dije a Seth, desatarte tu misma no sería fácil. Ojalá no hubiera tenido que hacerlo
de esa manera. Lo último que quería era hacerte daño. No disfruté de ninguna
parte de eso… bueno, además de la expresión en el rostro de Hyperion, pero la
única manera para mí de terminar tu ascensión era que pasaras a través de una
muerte mortal.
Mi cabeza se enredó en eso, pero había algo muy importante en lo que había
dicho. —Seth. ¿Dónde está Seth?
Apolo se me quedó mirando con unos ojos que hacían juego con los míos, y
cuando no respondió, tiré de la delgada manta. —¿Dónde está? —demandé, mi
ritmo cardíaco ralentizándose. Recordé verlo en el suelo. Recordé arrastrarme hacia
él. Nudos se retorcieron en mi estómago, y saboreé el miedo una vez más en la
parte posterior de mi boca—. Apolo. —Mi voz se quebró.
Cerró los ojos un instante. —Está en el cuarto de al lado, durmiendo. Está muy
bien, mi niña. —Cuando empecé a mover mis piernas fuera de la cama, levantó
una mano—. Sé que estás ansiosa por verlo por ti misma, pero confía en mí, él está
bien. Es el Apollyon. No serías capaz de matarlo.
Alivio aflojó mis hombros. —Gracias a dios.
264
La expresión de su rostro dijo que se sentía diferente. —Espero que un día ese
alivio no se vuelva temor.
Mirándolo, sentí como si alguien hubiera llegado alrededor de mi cuello y
estuviera apretando, al igual que lo hizo Hyperion. Tragué, tragué duro, pero me
mantuve atrás y empujé esa sensación lejos. Sabía todo acerca de Seth. No era de
extrañar que Apolo tuviera algunas... dudas. Pasaron varios segundos. —¿Qué hay
de Erin? Ella resultó muy mal herida. Él...
—Seth la liberó. Está en el Olimpo. Sanando.
Cerré los ojos, pero era incapaz de no ver la condición en la que había estado, el
daño que Hyperion le había hecho. —¿Voy a verla otra vez? ¿Pronto?
—Sí.
Eso fue una especie de alivio. Me dolía por ella, y tenía que verla con mis
propios ojos para creer que estaba bien.
—Hija…
Abrí los ojos, concentrándome. —¿Soy una... una semidiosa ahora?
—Conoces la respuesta a eso.
Por supuesto que lo hacía. La gente no levitaba sobre el suelo y tenían
llamaradas solares estallando de ellos si eran mortales.
—Tus poderes no están completos —continuó—. Hyperion no está sepultado.
Lo pusiste, básicamente, en un tiempo fuera. Cuando regrese, va a estar muy, muy
molesto.
Por alguna razón, me quedé atrapada en lo que fue probablemente la parte
menos importante de todo esto. —No voy a envejecer más, ¿verdad?
Sus doradas cejas se fruncieron.
—Lo siento —suspiré—. Es sólo que es una especie de… es una gran cosa.
—Lo es.
—Una muerte mortal. Así que... ¿morí? —Mi voz descendió en la última
palabra.
—Sí. Y no. Tu mortalidad pasó. Eres una semidiosa, ahora inmortal en la
mayoría de las formas. Todavía puedes perecer, pero no será fácil. Las
enfermedades humanas ya no te afectaran. Las heridas mortales no te matarán.
Poco a poco sacudí la cabeza. No tenía ni idea de qué decir a eso. Me sentía
igual, sólo un poco diferente, así que era difícil entender plenamente lo que me
había pasado. Una parte de mí quería, no sé, saltar de una ventana y ver si
aterrizaba sobre mis pies.
Alzó la mano, frotando su palma por el centro de su pecho, el movimiento
cansado. —Pero hay algo más que debes hacer. Hay un icono mío que tienes que 265
encontrar, como el resto de los semidioses tendrán que encontrar los suyos. Una
vez unidos y con todos los iconos, todos serán capaces de hacer frente a los Titanes.
—¿Un icono? ¿Qué significa eso?
—Hay una cierta bibliotecaria con quien creo deberías hablar —dijo
misteriosamente, y luego se levantó, exhalando entrecortadamente. Finas líneas
blancas aparecieron en las comisuras de su boca, y una pequeña preocupación se
reflejó. Lucía... cansado. No creía posible que los dioses pudieran cansarse.
Apolo se inclinó hacia adelante, presionando la punta de los dedos contra mi
mejilla, como lo había hecho en mi dormitorio, pero ahora su toque era fresco. Sin
quererlo lo había debilitado. Tomé algo de él. Pero si no hubiera hecho esa elección
de desatarme, hubiera muerto, o algo peor. Con Hyperion —con los Titanes—
había cosas mucho peor que la muerte.
—Gracias —dije, aclarando mi garganta, pero las palabras aún sonaban
ásperas—. Gracias por salvarme la vida.
Sus ojos se encontraron con los míos, y bajó la mano mientras se enderezaba.
Resplandeció en un azul brillante antes de desaparecer.
Me quedé mirando el lugar donde había estado de pie mientras me incorporaba,
colocando mi mano sobre mi mejilla. Lágrimas ardieron en mis ojos. No sé por qué
quería llorar. Probablemente porque tenía un montón de razones para hacerlo.
Tomando una respiración profunda, me tragué las lágrimas y me empujé fuera
de la cama. El suelo de baldosas estaba fresco bajo mis pies. Moví mis dedos, y
luego di un paso, y luego otro. Abrí la puerta, y de alguna manera,
simplemente sabía que tenía que girar a la derecha, como por algún extraño
instinto.
La siguiente puerta no tenía una ventana, por lo que giré el pomo y la abrí
lentamente. Mi aliento se detuvo, y mis rodillas repentinamente se debilitaron a
pesar de que me sentía con más energía de la que había tenía en... bueno, siempre.
Era como si lo estuviera viendo por primera vez. Como si una delgada película
hubiera sido retirada de mis ojos.
Seth yacía en la cama. Una manta había caído a su cintura, como si hubiera
dado vueltas en algún momento. No estaba en una bata. Llevaba el térmico negro
con el que lo había visto la última vez.
La puerta se cerró detrás de mí mientras caminaba a su lado. Un débil moretón
azul cubría un lado de su frente, justo encima de su ceja. Tenía el cabello suelto,
cayendo perfectamente alrededor de su cabeza, mientras que sabía que el mío era
un lío enredado. Había un corte en su labio inferior, otro moretón rojizo a lo largo
de su mejilla derecha.
Pero todavía era el hombre más hermoso que jamás había visto.
Mi pecho se levantó y cayó entrecortadamente mientras lo miraba fijamente.
Había venido por mí. Había luchado por mí, y había tomado una brutal y feroz
266
paliza por mí. Y lo había oído gritar por mí cuando la espada de Apolo me había
golpeado.
La emoción se arremolinó en mi pecho, potente y consumidora. No sabía lo que
significaba, o tal vez lo hacía, pero simplemente no quería darle un nombre, y eso
estaba bien, porque yo estaba aquí, y él lo estaba también.
Aun sabiendo que probablemente debería dejarlo descansar, todavía no podía
detenerme. Extendí la mano y toqué su brazo.
Una corriente pasó de él a mí, sacudiéndose a través de mi cuerpo. Antes de que
pudiera tirarme hacia atrás, sus ojos se abrieron de golpe, brillantes y dorados, y su
otra mano serpenteó hacia fuera, envolviéndose alrededor de mi muñeca. La
sacudida llegó de nuevo, más fuerte, ya que subió zigzagueando a través de mis
venas.
Entonces los vi.
Desde donde su mano estaba envuelta alrededor de la mía, sombras
comenzaban a tomar forma en su piel, formando patrones que mis ojos seguían,
debido a que se arremolinaban y desplazan hacia arriba por su brazo y luego a su
cuello, y en el lado de su cara. Eran símbolos que se movían y cambiaban
constantemente, formando diferentes diseños.
Sorprendentemente, mi cerebro empezó a ordenar esos símbolos, leerlos,
entenderlos, y bueno, eso era extraño, porque no podía leer griego, pero sabía que
estos símbolos eran sin duda de origen griego.
Fuerza.
Invencibilidad.
Del mismo modo que el caos se desata, caras conocidas del pasado regresan,
complicando el vínculo ya tenso entre Josie y Seth, y cuando el peligro de los
Titanes estalla con consecuencias devastadoras, el encanto oscuro del poder llama a
Seth de nuevo, pero esta vez Josie podría no ser capaz de recuperarlo.
Y cuando la lucha entre el poder y el amor se convierte en el campo de batalla
más mortal, no puede haber salvación.
Titan #2
Sobre la Autora
Jennifer L. Armentrout es una escritora
estadounidense. Publica también bajo el seudónimo
de J. Lynn. Vive en Virginia Occidental, estados
unidos. Todos los rumores que hayas podido
escuchar de este estado son ciertos. Bueno, en su
mayoría.
Cuando no está trabajando duro en la escritura,
pasa su tiempo leyendo, saliendo, viendo películas
de zombis y haciendo como que escribe. Vive con su
marido, el perro de éste, llamado Diesel y Loki, su
perrita Jack Russell. Su sueño de convertirse en
escritora empezó en clases de algebra, en la cual
pasaba el tiempo escribiendo historias cortas, lo que
explica sus pésimas notas en matemáticas.
Jennifer escribe fantasía urbana y romántica para
adultos y jóvenes.
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