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Introducción

Antes de iniciar esta resumida presentación de la Enciclíca Rerum Novarum, del Sumo Pontífice leon
XIII, publicada por el Vaticano el 15 de Mayo del año 1891, base principal de la doctrina de la Iglesia
sobre justicia social, fundamentada principalmente en las palabras de Jesús:”Amaos unos a otros
como yo os he amado”, demos una breve mirada al ambiente politico-social de la segunda mitad del
siglo XIX, tiempo en que surge a la luz este maravilloso escrito papal en plena revolución industrial.

Europa había sido sacudida decenios atrás por varias guerras con sus inevitables secuelas de horror,
de hambre y de conmoción social, mientras la revolución industrial avanzaba dinámica pero -a veces-
despiadadamente. La miseria era bastante generalizada y, como siempre, parte de la clase pobre
esperaba por los “mesías” salvadores de la sociedad con ideas nuevas y esperanzadoras. Nos
quejamos ahora de tiempos difíciles, de falsos líderes demagogos y absolutistas, de materialismo
rampante, de deserciones de cristianos, etc, pero aquellos no eran tiempos mejores que éstos.

Un liberalismo rampante preconizaba ideas socializantes y autoritarias bajo el lema de “proteger el


derecho de los trabajadores, en una visión utópica - no necesariamente mal intencionada en muchos-
de paz, hermandad y de propiedad perteneciente a todos por igual, lo cual evitaría, pregonaban ellos,
la fuente de la avaricia, de la envidia, de la injusticia social y de la pobreza”; siempre la utopia de un
cielo material en la tierra.

Era un ambicioso intento explícito o implícito de suplantar la religión, basándolo todo más en la ciencia
que en la revelación. Se proyectaba aquel esfuerzo liberal extremista en ignorar todo lo que oliera a
espiritualidad y leyes divinas, ofreciendo, como gratificación, la dicha material. (Perdonen la irrupción
en la política actual, pero esto me parece como un anticipo arcaico de la aseveración, maliciosa e
ignorante a la vez, del actual presidente de Venezuela hace unos años cuando se refirió a la Cuba
actual como “el mar de la felicidad”).

Recordemos que el siglo XIX contó con la presencia de los dos grandes ideólogos estrellas del
socialismo moderno. Como es de suponer me refiero a Karl Marx, quien murió en el año 1883 y a
Federico Engels, contemporáneo del anterior, fallecido sólo cuatro años después de Rerum Novarum.
Ambos filósofos alemanes, el primero emigrado a Francia por serias discrepancias con las autoridades
prusianas, donde desarrolló su carrera y el segundo trasladado por su padre, un industrial alemán, a
Inglaterra para que “aprendiera” el capitalismo como accionista de una compañía alemana en Londres.

Esto solamente sirvió para exaxcerbar las ideas de Engels ante los abusos que presenció debido a
interminables horas de trabajo, a niños incorporados inmisericordemente a trabajos de adultos y a
atropellos por parte de algunos patronos, cuadro que posteriormente se vino a llamar “capitalismo
salvaje”, causa y pretexto en aquel tiempo -y aún hoy día -, como todos sabemos, de ideas inaplicables
y falsos mesías politicos que batallan por un inoperante socialismo para perpetuarse en el poder.
Posteriormente Engels se trasladó a París donde mantuvo una estrecha amistad con Carl Marx el resto
de su vida. Su obra “maestra” fue el famoso libro “El Capital”.
Incidentalmente recordemos que, para esa época, era muy activo también el movimiento laboral en
los EEUU. Ya en Septiembre del 1878 se celebra en Boston el primer Labor Day, organizado por la
Labor Central Union de Nueva York. En Junio de 1894 se desencadena la famosa huelga Pullman (sí
los trenes Pullman) donde mueren trabajadores al tratar la autoridad de refrenar la misma.

Claro, es más bien la situación europea de su tiempo lo que decide a León XIII a definir la doctrina
social de la Iglesia pero la basa, como ya dijimos, en la misma enseñanza de Cristo. Cristo es
inspiración para la inter-relación justa, racional y juridica entre patrón y obrero, entre empleado y
capital, entre pobre y rico, entre dueño y subordinado; relación que no tiene que ser antagónica para
ser conveniente para ambas partes.
Por extensión, de los enunciados de la encíclica pueden perfectamente derivarse guías justas para las
relaciones económicas entre naciones o entre negocios, donde los dumpings, los
subsidios desproporcionados y el mantenimiento de tazas de cambio monetarias artificialmente bajas
originan un proteccionismo casi nunca justificado, causa de desempleo en otras naciones. Ojalá estos
interesantes temas, que implican distintas formas de justicia social (internacional en estos casos, pero
que no deja de ser humana) puedan ser incluídos por especialistas en las conferencias venideras.

Aunque en la década de los 1970 casi un 60% de los habitantes de la tierra tenían regímenes más o
menos socialistas, debido a su “alta ineficiencia” queda muy poco de aquello, Y ese poco, confiamos,
desaparecerá por su propio peso. Parece que, como una muestra más de la sabiduría de nuestra
milenaria Iglesia, en buena parte basado en los principios de la Rerum Novarum y otras directivas, el
mundo va entendiendo que la armonía entre las clases no requiere la implantación de sistemas
utópicos y abusivos sino un verdadero pacto social, fundamentado en la justicia que surge de la
PALABRA.

Después de estos breves antecedentes históricos, y como muestra de la especial preocupación de la


Madre Iglesia por los desposeídos, por la justa relación entre capital y trabajo y por la estabilidad social
requerida para mejorar el bienestar de las naciones, como si León XIII estuviera hablando en pleno
siglo XXI, pasamos a exponer algunos artículos de la Encíclica, que comienza así:

A nuestros venerables hermanos los Patriarcas,


Los Primados, los Arzobispos, Obispos y otros
Ordinaries de lugares que mantienen la Paz y la
Comunión con la Santa Sede.

Derechos y Obligaciones de Capital y Trabajo

#1- “Una vez que la pasión revolucionaria por los cambios tomó forma, ha perturbado por largo tiempo
a los gobiernos y presionado para que pasara más allá de la esfera política y hacerse sentir en la
esfera económica, lo cual no sorprende. Los elementos del conflicto actual son inconfundibles. De
hecho, los nuevos desarrollos de la industria y los maravillosos descubrimientos de la ciencia,
cambiaron las relaciones obrero-patronales. La riqueza de unos pocos y la pobreza de las masas ha
provocado una mayor cohesión entre los trabajadores, todo esto unido a la declinación en la moral
cristiana.

La gravedad del estado de cosas actuales afecta en estos momentos todas las mentes con penosa
aprehensión; los sabios lo discuten; hombres prácticos proponen diferentes esquemas; se originan
meetines populares, legislaciones, y todos los dirigentes de las naciones están consternados.

No hay ninguna duda que estos temas han calado profundo en el público”.

Habla ahora Su Santidad sobre tolerancia y regulaciones entre ambos obreros y patronos:

#4- “El problema es difícil de resolver y no libre de peligros, dice. La frontera entre poderosos y
proletarios no es fácil de definir. Debe de haber regulación entre sus relaciones mutuas. La
controversia es realmente peligrosa porque en algunos lugares la verdad ha sido torcida y amañada
por personas turbulentas, dedicadas a pervertir el sentido común y la verdad para incitar a las masas
a la sedición y al desorden”. (Agregamos que este párrafo -y otros no leídos- anticipan en décadas lo
sucedido en la ex-Unión Soviética y sus satélites, así como en China, Cuba y otros países con variados
y sutiles matices).

A continuación se refiere al derecho de los obreros:

#30- “Entre los deberes concernientes a los trabajadores está el desempeñar concientemente el
trabajo que han aceptado. De ninguna manera hacerle daño físico a la propiedad o a los empleadores
y no asociarse con pervertidos que promueven esperanzas desproporcionadas que sólo llevan a la
destrucción de la justa riqueza y al desastre”.

Acto seguido menciona el derecho de los patronos:

#32- “Entre los más importantes deberes de los patronos es dar lo que es justo a cada trabajador. Los
ricos y los empleadores deben recordar que no hay ley que les permita, para su propio beneficio,
oprimir al necesitado o buscar ganancias abusando de otros”. (Este artículo recuerda un poco aquello
de”tu derecho termina donde comienza el mío”). Y continua el Santo Padre: #63- (Parte de) “Hay
siempre un elemento de justicia natural detrás de los acuerdos entre obreros y empleadores”.

Y con visión moderna, los impuestos [nuestros taxes] no se quedan fuera de la encíclica: (aunque
todos sabemos que los impuestos son más viejos que nuestra civilización occidental)
#67- “La autoridad pública no se debe ejercer con impuestos excesivos que drenen la riqueza privada
concedida por las leyes humanas y por la naturaleza. Los impuestos deben de ser aplicados
atendiendo al bien común, no taxando más allá de lo justo a empresarios o a individuos”.

Y, sabiamente, León XIII habla de sindicatos, gremios, uniones patronales y cámaras de comercio:

#68- “Trabajadores y dueños pueden desempeñar sus roles en la sociedad mediante instituciones con
las cuales unos y otros se acerquen en sus intereses”.

Sobre la propiedad privada:

“El derecho a poseer bienes privados no ha sido dado por la ley sino por la naturaleza y, por tanto, la
autoridad civil no puede abolirlos sino solamente moderar su uso y compaginarlo con el bien común”.
(Aquí agregamos: oigan bien esto los modernos dictadorzuelos).

Su Santidad León XIII termina su encíclica de esta manera:

“Por lo que respecta a la Iglesia, nunca ni bajo ningún aspecto regateará su esfuerzo, prestando una
ayuda tanto mayor cuanto mayor sea la libertad con que cuente en su acción; y tomen nota
especialmente de esto los que tienen a su cargo velar por el bienestar público. Canalicen hacia esto
todas las fuerzas del espíritu y su competencia los ministros sagrados y, precedidos por vosotros,
venerables hermanos, con vuestra autoridad y vuestro ejemplo, no cesen de inculcar en todos los
hombres de cualquier clase social las máximas de vida tomadas del Evangelio; que luchen con todas
las fuerzas a su alcance por la salvación de los pueblos y que, sobre todo, se afanen por conserver en
sí mismos e inculcar en los demás, desde los más altos hasta los más humildes, la caridad, señora y
reina de todas las virtudes. Ya que la ansiada solución se ha de esperar principalmente de una gran
efusion de la caridad, de la caridad cristiana entendamos, que compendia en sí toda la ley del
Evangelio y, que, dispuesta en todo momento a entregarse por el bien de los demás, es el antidoto
más seguro contra la insolvencia y el egoísmo del mundo, y cuyos rasgos y grados divinos expresó el
apóstol San Pablo en estas palabras: La caridad es paciente, es benigna, no se aferra a lo que es
suyo; todo lo sufre y todo lo soporta (I Corintios).

En prenda de los dones divinos y en testimonio de nuestra benevolencia, a cada uno de vosotros,
venerables hermanos, y a vuestro clero y pueblo, amantísimamente en el Señor os impartimos la
bendición apostólica”.

Hasta aquí unas brevísimas citas de las aproximadamente 20 páginas que contiene la
encíclica RERUM NOVARUM del visionista papa, Su Santidad León XIII. Cualquier empresario o
trabajador de buena fe, cristiano o no, va a encontrar en ella apropiadas ideas e iniciativas para que la
justicia y la armonía reinen en las relaciones obrero-patronales, por el bien de las familias, del sano
éxito de la iniciativa privada -esencial para el progreso material de la humanidad- y por la paz, la justicia
y la concordia de la sociedad en general y de la cristiandad en particular.
RERUM NOVARUM – ASAMBLEA DIOC 10-10-10

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