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HECHOS/IDEAS

TICIO ESCOBAR

Arte indígena:
el desafío de lo universal*

Introducción

E
ste texto pretende considerar las posibilidades de afirmación
y continuidad que tiene el arte popular de origen indígena en
la extraña escena globalizada. Ya se sabe que las culturas
nativas asentadas en las diversas regiones de la América Latina an-
tes de la Conquista habían desarrollado formas potentes de arte: ya
fuera el de las altas culturas precolombinas o el de los pueblos sel-

Revista Casa de las Américas No. 271 abril-junio/2013 pp. 3-18


váticos o llaneros del Cono Sur que, aunque no alcanzara la institu-
cionalidad monumental de aquel, conformó complejos sistemas de
producción artística. Se sabe también que el encuentro intercultural
desarrollado a lo largo de los tiempos coloniales produjo no solo
casos feroces de extinción y etnocidio, sino también fuertes proce-
sos simbólicos e imaginarios de reajuste y reposición transcultural.
Ahora bien, ¿tendrá el arte proveniente de estas culturas capa-
cidad de sobrevivir y crecer en condiciones opuestas a las que les
dieron origen? La pregunta es muy complicada porque involucra no
* Este artículo fue publicado en Una
solo el concepto general de cultura sino específicamente el de arte;
teoría del arte desde América Lati- y lo hace en el contexto de una tradición que discute lo artístico de
na, ed. José Jiménez, Badajoz, MEIAC; sistemas diferentes al occidental y en un momento en que el propio
Madrid, Turner, 2011. lugar del arte universal aparece bajo sospecha.

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Gran parte del debate contemporáneo acerca de de la realidad, inaccesibles por otra vía, y poder así
lo cultural supone la reconsideración de figuras que, movilizar el sentido, procesar en conjunto la memo-
en sus versiones esencialistas, habían sido dadas ria y proyectar en clave de imagen el porvenir co-
de baja. Enfrentadas a la contingencia y al azar de munitario. Sin embargo, a la hora de otorgar el títu-
mil historias cruzadas, pueden arrojar nuevas pistas lo de «arte» a estas operaciones, salta enseguida
sobre problemas que también han burlado el cerco una objeción: en el contexto de las culturas indíge-
del nuevo siglo y regresan empecinadamente con nas, lo estético no puede ser desprendido de un
sus mismas preguntas y sus viejos fantasmas. Por complejo sistema simbólico que fusiona en su es-
eso, sin pretender responder aquella interrogante peso interior momentos diferenciados por el pen-
compleja que, obviamente, no puede ser zanjada, samiento occidental moderno (tales como «arte»,
este artículo se acerca a ella y la merodea revisan- «política», «religión», «derecho» o «ciencia»). Las
do nociones que pueden llegar a enriquecer su for- formas estéticas se encuentran en aquel contexto
mulación y buscan vincularla con otras cuestiones confundidas con los otros dispositivos a través de
necesarias. En función de ese propósito, asume la los cuales la sociedad organiza sus conocimientos,
discusión de algunos de estos conceptos comen- creencias y sensibilidades. Es decir, en las culturas
zando con el propio término «arte indígena». indígenas no cabe aislar el resplandor de la forma
de las utilidades prosaicas o los graves destinos tras-
Acerca del arte indígena cendentales que requieren su oficio auratizante. Es
más: tales culturas no solo ignoran la autonomía del
El canon occidental arte sino que tampoco diferencian entre géneros ar-
tísticos; las artes visuales, la literatura, la danza y el
Hay una cuestión central que aparece a la hora de teatro enredan sus expresiones en el curso de am-
abordar el tema del arte indígena: ¿cómo puede de- biguos y fecundos procesos de significación social
finirse el límite de lo artístico en el contexto de cul- que se apuntalan entre sí en el fondo oscuro de ver-
turas en las cuales la belleza, lo estético, impregna dades inaccesibles.
el cuerpo social entero? Apenas formulada, esta pre- Estas confusiones presentan apuros teóricos va-
gunta resulta demasiado similar a la que se plantea rios, derivados de la economía propia del pensa-
hoy con relación al esteticismo difuso contemporá- miento moderno que se empeña en regir en terrenos
neo. Este tema será tratado posteriormente, pero extranjeros y se desorienta al transitarlos. Desde
conviene ya formularlo para marcar un horizonte Kant, la teoría occidental del arte autonomiza el es-
de coincidencias sobre el fondo de una escena cru- pacio de este separando forma y función mediante
zada por diferencias que parecen insalvables. una sentencia definitiva y grave: solo son artísticos
Cuando se habla de «arte», nos referimos a un los fenómenos en los que la primera se impone so-
conjunto de objetos y prácticas que recalcan sus bre las funciones que enturbian su apariencia (usos
formas para producir una interferencia en la signifi- rituales, económicos, políticos, etcétera). Condicio-
cación ordinaria de las cosas e intensificar la expe- nado por las razones particulares de su historia, el
riencia del mundo. El arte indígena, como cualquier arte occidental moderno requiere el cumplimiento de
otro, recurre a la belleza para representar aspectos determinados requisitos por parte de las obras que

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lo integran: no solo la autonomía formal, sino tam- la obra producida serialmente reitere con fuerza las
bién la genialidad individual, la renovación constante, verdades repetidas de su propia historia). Por lo
la innovación transgresora y el carácter único y origi- tanto, desde la mirada reprobadora del arte mo-
nal de cada una de aquellas obras. El problema es derno, tales expresiones son consideradas meros
que estos requerimientos, específicos de un modelo hechos de artesanía, folclor, «patrimonio intangible»
histórico (el moderno), pasan a funcionar como ca- o «cultura material». No cumplen los requisitos de
non universal de toda producción artística y como la autonomía formal moderna: no son inútiles, en el
argumento para descalificar aquella que no se ade- sentido kantiano del término; se encuentran com-
cuare a sus cláusulas. Y lo hacen impulsados por las prometidas con ritos arcaicos y prosaicas funcio-
razones fatales de la hegemonía, que convierten la nes, empantanadas en la densidad de sus historias
perspectiva de un sector en manera única de mirar el turbias y lastradas por la materialidad de sus so-
mundo y de enunciarlo. Por eso, ciertas notas que portes y el proceso de sus técnicas rudimentarias.
definen el arte realizado durante un trecho corto de La dicotomía entre el gran sistema del arte (fruto
su extenso derrotero (siglos XVI al XX), devienen ar- de una creación esclarecida del espíritu) y el circui-
quetipos normativos y requisitos ineludibles de toda to de las artes menores (producto de oficios, testi-
producción que aspire al título de artística. monio de creencias llanas) sacraliza el ámbito de
Esta extrapolación abusiva de los rasgos de la mo- aquel sistema. Por un lado, los terrenos del arte
dernidad introduce una paradoja en el seno mismo quedan convertidos en feudo de verdades superio-
del concepto de lo artístico. En principio, la clásica res, liberadas estas de las condiciones de producti-
teoría occidental del arte entiende que este se cons- vidad que marcan la artesanía y de los expedientes
tituye a partir de un misterioso cruce entre el mo- litúrgicos que demanda el culto bárbaro. Por otro,
mento estético (el de la forma sensible, el lugar de devienen recogido recinto del artista genial, opues-
la belleza) y el poético (el del contenido: el relám- to al ingenioso y práctico artesano o al oficiante
pago de un indicio de lo real, la fugaz manifestación supersticioso y exaltado.
de una verdad sustraída). Según esta definición, el
arte resulta expresión esencial de la condición hu- Dos alegatos
mana desde sus mismos orígenes y a través de todo
su periplo largo; pero a la hora de aplicar esa defi- No obstante esta desobediencia de los paradigmas
nición solo registra como legítimamente artísticos modernos, sigue siendo conveniente hablar de arte
los productos que cumplen las exigencias del es- indígena. Este reconocimiento supone asumir la di-
tricto formulario moderno. ferencia de las culturas otras: significa admitir mo-
Las expresiones del arte indígena, como casi todo delos de arte alternativos a los del occidental e im-
tipo de arte no moderno, no llenan esos requisitos: plica recusar un modelo colonial que discrimina entre
no son producto de una creación individual (a pesar formas culturales superiores e inferiores, dignas o
de que cada artista reformule los patrones colec- no de ser consideradas como expresiones privile-
tivos), ni generan rupturas transgresoras (aunque giadas del espíritu. Bajo este título se abogará por
supongan una constante renovación del sentido so- el uso del término «arte indígena» mediante dos ale-
cial), ni se manifiestan en piezas únicas (aun cuando gatos básicos.

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De la diferencia y sus formas les funciones utilitarias o excelsas finalidades cultu-
rales, enredado con los residuos de formas desco-
Desde el fondo incierto de la historia y cubriendo el nocidas, oscurecido en sus bordes que nunca coin-
mundo hasta sus últimos rincones, diversas socie- cidirán con los contornos nítidos de una idea previa
dades no-modernas trabajan la alquimia oscura del de lo artístico. Lo bello apunta más allá de la armo-
sentido mediante la refinada manipulación de la apa- nía y de la fruición: despierta las potencias dormi-
riencia. Lo hacen entreverando formas y funciones, das de las cosas y las inviste de sorpresa y extrañe-
belleza y utilidad: la guirnalda que inflama la frente za; las aleja, quebranta su presencia ordinaria y las
del chamán o enaltece la del cazador, las pinturas arranca de su encuadre habitual para enfrentarlas a
que ornamentan con opulencia los cuerpos huma- la experiencia, inconclusa siempre, de lo extraordi-
nos para divinizarlos o hacerlos rozar el límite de su nario. En estos casos, las creencias religiosas y las
condición animal, las vasijas depuradas en sus di- figuras míticas que animan las representaciones ri-
seños o sobreornamentadas para el culto o la fiesta tuales requieren ser recalcadas mediante la mani-
profana, así como el diseño seguro de tantos uten- pulación de la sensibilidad y la gestión de las for-
silios comunes inmersos en la cotidianidad de los mas. Las imágenes más intensas y los colores
pueblos indígenas. Todos estos gestos y objetos, sugerentes, así como las luces, composiciones y las
antes que apelar a la fruición estética, buscan refor- figuras inquietantes ayudan a que el mundo se ma-
zar, mediante la belleza, sin duda, significados so- nifieste en su complejidad y en sus sombras; en su
ciales que crecen mucho más allá de los terrenos incertidumbre radical, en vilo sobre las preguntas
del arte. Una vez más: la belleza no tiene un valor primeras: aquellas que no conocen respuesta.
absoluto; sirve como alegato de otras verdades. Por otra parte debe considerarse que existen
Pero la falta de autonomía de lo estético no signifi- operaciones artísticas que van más allá del alcance
ca ausencia de forma. Aun mimetizada, sumergida de lo estético. Esto es especialmente claro en cul-
en la trama espesa del conjunto sociocultural y con- turas no-modernas y en ciertas operaciones del arte
fundida con las muchas fuerzas que dinamizan el ha- contemporáneo, pero también atraviesa todo el
cer colectivo, la forma estética se encuentra induda- devenir del arte en general. Para definir mejor este
blemente presente: anima desde dentro las certezas tipo de operaciones tomemos como ejemplo el caso
primeras y empuja en silencio la memoria pesada y de los rituales, ámbito privilegiado del arte indíge-
cambiante de la comunidad. La belleza trabaja clan- na. La escena de la representación ceremonial se
destinamente para apuntalar verdades y funciones que encuentra demarcada por un círculo de contornos
requieren el aval de su propia imagen en la escena de tajantes. Al ingresar en él, las personas y los obje-
la representación: subraya funciones, inflama verda- tos quedan bañados por la luminiscente distancia
des, intensifica figuras fundamentales; se tensa hasta que supone estar del otro lado, más allá de la posi-
el límite, obligada a decir lo que está fuera de su al- bilidad de ser tocados, fuera del alcance del tiempo
cance y, al hacerlo, llena el horizonte cultural de re- ordinario y el sentido concertado. De este lado de
lámpagos, inquietudes y presagios. la línea que dibuja el cerco del espacio ceremonial,
Así, en las culturas indígenas lo estético significa los hombres y las cosas obedecen a sus nombres y
un momento intenso pero contaminado con trivia- sus funciones: no son más que utensilios profanos

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y muchedumbre sudorosa y expectante agolpada Los otros derechos
en torno al escenario. Al cruzar la raya invisible que
Pero hay otras razones, de carácter político, para
preserva la distancia y abre el juego de la mirada,
argumentar en pro del término «arte indígena». El
los objetos y los hombres se desdoblan. Ya no coin-
reconocer la existencia de un arte diferente puede refu-
cide cada cual consigo mismo y, más allá de sí, de-
tar una posición discriminatoria que supone que la
viene oficiante, dios o elemento consagrado. ¿Qué
cultura occidental detenta la prerrogativa de acce-
los ha auratizado? ¿Qué los ha distanciado y vuelto
der a ciertas privilegiadas experiencias sensibles. Y
inquietantes indicios de algo que está más allá de sí?
puede proponer otra visión del indígena actual: abre
Ante esta pregunta se abren dos caminos, entrecru-
la posibilidad de considerarlo no solo como un ser
zados casi siempre. Son los que, titubeante, sigue el
marginado y humillado sino como un creador, un
arte en general: el que privilegia la apariencia estéti-
productor de formas genuinas, un sujeto sensible e
ca y el que hace inflexión en el concepto.
imaginativo capaz de aportar soluciones y figuras
Ante la pregunta acerca de qué ha otorgado un
nuevas al patrimonio simbólico universal.
excedente de significación, un valor excepcional, a
Por último, el reconocimiento de un arte diferente
ciertos objetos y personajes que aparecen, radian-
puede apoyar la reivindicación que hacen los pue-
tes, en la escena ritual, la primera vía es la de la
blos indígenas de su autodeterminación y su derecho
belleza, recién referida más arriba. El otro itinerario
a un territorio propio y una vida digna. Por un lado,
es el que se abre al concepto: a esos objetos y per-
la gestión del proyecto histórico de cada etnia re-
sonajes los ha hecho raros y distantes, los ha aura-
quiere un imaginario definido y una autoestima bási-
tizado el hecho de saberlos emplazados dentro de
ca, fundamento y corolario de la expresión artística.
la circunferencia que los separa del mundo cotidia-
Por otro, los territorios simbólicos son tan esenciales
no y los ofrece a la mirada. Este es un camino largo
para los indígenas como los físicos; aquellos son ex-
que, estirando un poco los términos, podría ser ca-
presión de estos; estos, proyección de aquellos. Por
lificado de conceptual, en el sentido de que coinci-
eso, resulta difícil defender el ámbito propio de una
de, por ejemplo, con la vía abierta, o instaurada,
comunidad si no se garantiza su derecho a la diferen-
en el arte moderno por Duchamp: es la idea de la
cia: su posibilidad de vivir y pensar, de creer y crear
inscripción de los objetos la que los auratiza, in-
de manera propia.
dependientemente de sus valores expresivos o for-
males; fuera del círculo establecido por la galería o
el museo, el urinario o la rueda de bicicleta no brillan, El arte indígena en cuanto arte
no se distancian, no se exponen a la mirada; no sig- popular
nifican otra cosa que la marcada por sus funciones
prosaicas. Fuera del círculo consagrado de la cul- Una vez planteada la utilidad de emplear el término
tura indígena, las cosas coinciden, opacas, consigo «arte indígena», conviene hacerlo como una modali-
mismas y no remiten a la falta primera o la plenitud dad específica de arte popular. Esta conveniencia
fundante. Acá la belleza no tiene nada que hacer: resulta de la expansión de procesos coloniales y pos-
solo importa un puesto; la noción de un puesto. La coloniales de «popularización» de lo indígena y de
distancia está marcada por el concepto. mestizaje e hibridación intercultural. Pero también

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proviene de la posición asimétrica que ocupan los ciones azarosas que pueden repelerse o entrecru-
pueblos indígenas en el contexto de las socieda- zarse y, aun, confundirse en algún trecho breve de
des nacionales latinoamericanas; posición que los sus itinerarios diversos. Pero también determina ten-
equipara a los demás sectores excluidos de una dencias ambivalentes en el seno de la cultura popular
participación social plena: aquellos que, en sentido que, o bien promueven posturas conservadoras, o
estricto, pueden ser llamados populares. El arte po- bien impulsan apuestas disidentes. Esta misma ambi-
pular, que incluye el indígena y que será mejor consi- güedad hace que dichas culturas se vuelvan, recelo-
derado enseguida, se afirma desde la expresión de la sas, sobre sus propias reservas de memoria y deseo
diferencia. Y lo hace a través de las muy diversas o elijan incursionar en los terrenos adversarios y tomar
prácticas de sectores marginados que precisan reins- de ellos argumentos nuevos para corroborar sus par-
cribir sus propias historias para asumir los desafíos ticularidades y retomar, quizá, sus caminos viejos.
que impone o propone la cultura hegemónica. Asumiendo estos supuestos, podemos caracteri-
Empleada desde hace décadas por pensadores zar la cultura popular como el conjunto de prácticas,
como García Canclini, la figura gramsciana de he- discursos y figuras particulares de sectores ubicados
gemonía ha devenido útil para trabajar el concepto desfavorablemente en la escena social y marginados,
de lo popular en la América Latina. En esta direc- por lo tanto, del acceso a diversas instancias de po-
ción, el conflicto intercultural no supone necesaria- der. Este menoscabo determina que a las culturas
mente una imposición forzosa ejercida por un polo populares no les convenga el modelo instituido de
dominante sobre uno dominado, sino un conjunto representaciones y opten por continuar desarrollan-
de procesos que incluyen tanto la capitulación, el do formas alternativas de producción simbólica. El
repliegue y la pérdida como complejos juegos de concepto de «arte popular» designa un ámbito es-
seducción, estrategias de resistencia y movimientos pecífico dentro de los territorios de la cultura po-
de negociación y acuerdo. Lo popular se afirma ante pular. Se refiere a puntos intensificados, difíciles,
el poder hegemónico no como pura exterioridad suyos: tensiones, discordancias y rupturas, pliegues,
suya, sino como postura alternativa ante él: la posi- contracciones y crispaciones formales ocurridos en
ción desventajosa de grandes mayorías o minorías ese ámbito y dirigidos a replantear el sentido social a
que, relegadas de una participación efectiva en lo través de diversas maniobras formales. Según queda
social (lo económico, lo cultural o lo político), pro- sostenido, tales maniobras, realizadas paralelamente
ducen discursos, realizan prácticas y elaboran imá- a las del arte hegemónico, no operan en forma autó-
genes al margen o en contra del rumbo hegemóni- noma sino en concurrencia y hasta en fusión con otros
co; hoy, el marcado por la cultura capitalista. movimientos que traman el hacer social.
Así, lo popular subalterno y lo hegemónico se re- A partir de estas consideraciones, el arte popular
lacionan no como sustancias completas enfrentadas puede ser identificado a través de tres notas suyas.
en una disyunción lógica absoluta sino como momen-
tos de un conflicto contingente que admite desenla- La negación
ces imprevistos y provisionales. Este hecho determi-
na que la tensión entre uno y otro término no implique Esta cualidad parte de la situación asimétrica en que
emplazamientos fijos sino puestos variables: disposi- se encuentran los sectores populares: marginados

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de una presencia plena en las decisiones que los La diferencia
involucran, excluidos de una participación efectiva
en la distribución de los bienes y servicios sociales La creación artística popular tiene rasgos particula-
e ignorados en su aporte al capital simbólico de la res, diferentes a los que definen el arte moderno
colectividad. Históricamente, el concepto de pueblo occidental. No levanta para la belleza una escena
es, así, definido por descarte: la plebs, los residuos separada ni reivindica la originalidad de cada pieza
de la república autoconciliada, el Tercer Estado (lo producida ni aspira a la genialidad ni a la constante
que no pertenece a la nobleza ni al clero), lo no-domi- innovación. Pero es capaz de proponer otras mane-
nante, lo no-proletario, lo no-occidental, etcétera. ras de representar lo real y movilizar (o interferir, tras-
El arte popular cubriría el remanente de lo que no tornar) el flujo de la significación social. En diversas
es ni erudito ni masivo y crecería marcado por el regiones de la América Latina, pueblos apartados e
estigma de lo que no es. intensos crean obras que, repitan o renueven las
pautas tradicionales, dependan o no de funciones
varias, se produzcan individual o serialmente y co-
La afirmación rrespondan a creadores reconocidos o autores anó-
Las discusiones de la teoría crítica cultural han nimos y/o colectivos, son capaces de asumir pers-
llevado a discutir el término «popular» no tanto pectivas propias para intentar expresar lo que está
mediante una carencia (lo marginal, lo excluido, lo más allá de la última forma; que es ese el oficio del
subalterno), sino a partir de un movimiento pro- arte y ese su destino o su condena.
ductivo que interviene en la constitución de las
identidades y la afirmación de la diferencia. Por eso, El arte popular en cuanto
si bien el concepto de «arte popular» se ha defini- latinoamericano
do desde una omisión y desarrollado en cuanto
Los lugares de la periferia
antagonista (lo opuesto al arte hegemónico), hoy
parece conveniente subrayar sus momentos posi- Este título pretende avanzar hacia el tema de las
tivos: el arte popular implica un proyecto de cons- relaciones entre el concepto de arte popular hasta
trucción histórica, un movimiento activo de inter- hacerlo confrontar con las circunstancias de la es-
pretación del mundo, constitución de subjetividad cena global y las exigencias de una ineludible
y afirmación de diferencia. A través de la creación posición acerca de lo universal. En trance de ha-
de formas alternativas, distintas colectividades ela- cerlo, apela ahora a un encuadre más amplio y trae
boran sus historias propias y anticipan modelos a colación lo latinoamericano en cuanto periférico.
sustentables de porvenir: reubican los mojones de La cuestión que rige para todas las formas subal-
la memoria y reimaginan los argumentos del pacto ternas de arte y cultura es determinar hasta qué punto
social. La consistencia autoafirmativa del arte po- ellas pueden dar cuenta de sus propias historias
pular constituye un referente fundamental de iden- empleando (aunque sea parcialmente) sistemas de
tificación colectiva y, por lo tanto, un ingrediente representación marcados por los modelos hegemó-
de cohesión social y un factor de resistencia cultu- nicos. El arte periférico, el producido en la América
ral y contestación política. Latina en este caso, se desarrolla tanto mediante

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estrategias de resistencia y conservación como posibilita reivindicar la diferencia del arte latinoame-
mediante prácticas de apropiación, copia y trans- ricano no mediante su impugnación abstracta a los
gresión de los modelos metropolitanos; tales prác- modelos del arte central sino a partir de posiciones
ticas se encuentran por lo tanto ante el desafío de propias, variables, determinadas por intereses espe-
asimilar, distorsionar o rechazar los paradigmas cen- cíficos. Desprendidas de emplazamientos fijos, os-
trales en relación con la memoria local y de cara a cilantes –tanto como las posiciones centrales–, las
proyectos históricos particulares. periféricas adquieren una movilidad que les permite
El modelo de oposición centro/periferia a partir desplazarse con agilidad. Entonces pueden cambiar
del cual suele ser trabajado el concepto de «arte la- sus puestos para concertar, debatir o enfrentarse a
tinoamericano» presenta problemas. Enunciada desde aquellas en movimientos que respondan a los azares
el lugar del centro (el llamado «Primer Mundo»), la de la contingencia histórica antes que a un cuadro
periferia (o «Tercer Mundo») ocupa el lugar del otro. formal de oposiciones lógicas. Esta soltura permite
Este significa el inevitable costado oscuro del Yo oc- ejercer la diferencia cultural no como mera reacción
cidental: la copia degradada o el reflejo invertido de o resistencia defensiva sino como gesto político afir-
la identidad ejemplar. Según esta perspectiva, el otro mativo, obediente a sus propias estrategias. No se
no representa la diferencia que debe ser asumida, trata, pues, de impugnar o aceptar lo que venga del
sino la discrepancia que habrá de ser enmendada: centro porque viene de allí, sino porque conviene o
no actúa como un Yo ajeno que interpela equitativa- no a un proyecto propio.
mente al Yo enunciador; se mueve como el revés Desde estas consideraciones, el arte latinoameri-
subalterno y necesario de este. Y ambos se encuen- cano puede dejar de ser concebido como una figura
tran trabados entre sí mediante un enfrentamiento autosuficiente, idéntica a sí; como un santuario con-
esencial y especular que congela las diferencias. sagrado al origen mítico, el final feliz de una heroica
Desde este esquema, el arte indígena es considera- síntesis histórica o la contracara relegada del arte
do o bien como la matriz ahistórica de las verdades universal. Por eso, hablar de «arte latinoamericano»
originarias o bien como ingrediente primero o condi- puede resultar útil en cuanto su concepto no designa
mento de la alegre ensalada posmoderna: el potaje una esencia sino una sección, pragmáticamente re-
kitsch que reclama el nuevo mercado de lo exótico. cortada por razones políticas, conveniencias históri-
Para discutir este modelo conviene imaginar es- cas o eficacia metodológica; en cuanto permite nom-
trategias de contestación a la hegemonía central que brar un espacio, discursivamente construido, en el
no pasen por el mero antagonismo reactivo. Ante la que coinciden o se cruzan jugadas alternativas de sig-
oposición metafísica entre lo uno y lo otro (el centro nificación y propuestas que se resisten a ser enuncia-
y la periferia, lo latinoamericano y lo universal) cabe das desde las razones del centro.
asumir la mutua inclusión de los términos opuestos e
imaginar un tercer espacio de confrontaciones o vai- Elogio del desencuentro
venes. No debe esperarse, pues, un desenlace defi-
nitivo para la oposición centro/periferia, cuyos tér- Encubridora de conflictos, la historia oficial ha re-
minos fluctúan siempre empujados por discordias y currido al eufemismo «encuentro de culturas» para
conciertos diversos. El desanclaje de estos términos referirse al brutal choque intercultural que supuso la

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Conquista sobre los territorios indígenas. Afortu- siguen constituyendo una referencia fundamental del
nadamente, el término «encuentro» obedece en cas- arte latinoamericano, definido en gran parte desde
tellano a dos acepciones distintas, contrapuestas a los juegos de miradas que cruza con el centro, des-
veces; designa tanto una coincidencia como una de los forcejeos en torno al sentido. Y, por eso, la
colisión: un desencuentro. Gran parte de la diferen- tensión entre los modelos centrales y las formas
cia cultural puede ser considerada asumiendo ese apropiadas, transgredidas o copiadas por las peri-
doble sentido: es cruce y choque, pero, sobre todo, ferias, o a ellas impuestas, constituye un tema vi-
es diferimiento y disloque. gente y que requiere continuos replanteamientos.
En la América Latina, la modernidad del arte Este conflicto ocurrió desde los primeros tiem-
popular, como la de otras formas de arte, se de- pos y, a su modo, sigue ocurriendo. La coloniza-
senvuelve a partir de los desencuentros producidos ción europea de los territorios de América significó
por el lenguaje moderno central al nombrar otras un proceso de desmantelamiento de las culturas
historias y ser nombrado por otros sujetos. Sus autóctonas y de imposición violenta de los lengua-
mejores formas se originan mediante deslices, jes imperiales. Pues bien, en cuanto puede asumir
equívocos y malentendidos; yerros involuntarios e una postura propia ante esta situación (sea de re-
inevitables lapsus. Pero también surgen de las dis- signada aceptación o de airado rechazo, sea de
torsiones que producen las sucesivas copias, de las complacida apropiación o incautación calculada),
dificultades en adoptar signos que suponen técni- el arte popular colonial logra definir formas expre-
cas, razones y sensibilidades diferentes y, por su- sivas particulares. Guarda en su origen la memoria
puesto, del conciente intento de adulterar el sentido de terribles procesos de etnocidio y de rencor, de
del prototipo. Así, muchas obras destinadas a cons- vaciamiento y persecución. Pero sus formas no tra-
tituir degradados trasuntos de los modelos metro- ducen fielmente estos conflictos, y no los resuelven,
politanos recuperan su originalidad en la medida en por cierto, ni efectiva ni simbólicamente. Simple-
que por error, ineficacia o voluntad transgresora mente se afirman animadas por sus tensiones, por
traicionan el rumbo del sentido primero. Fieles, a ve- el esfuerzo que supone el enfrentarlas, por las ener-
ces, a sus aspiraciones anticolonialistas o al ritmo gías que despiden, quizá.
de sus tiempos propios; presas, otras veces, de Como los primeros indígenas misionalizados que
actos fallidos, desatinos y confusiones, las diversas comenzaron copiando sumisamente los modelos
formas de arte latinoamericano hicieron dramáticas barrocos para terminar desmontando el sentido del
alteraciones de los tiempos, la lógica y los contex- prototipo, así, muchas otras formas fueron capaces
tos de las propuestas modernas. de torcer el rumbo del trazado impuesto por la di-
Así, las culturas periféricas se hallan desencaja- rección hegemónica. El arte popular mestizo creci-
das en relación a las figuras propuestas o impuestas do después se consolidó a través de profundas dis-
por la modernidad central, que siempre llegan dife- torsiones y destiempos tanto como de feroces
ridas, diferentes. Si bien la hegemonía ya no es ejer- forcejeos en torno al sentido que dieron como re-
cida a partir de emplazamientos geográficos ni enun- sultado un arte diferente. Lo que estaba concebido
ciada en términos absolutos, las posturas que se como producto de copia de segunda mano termi-
asuman ante sus preceptos o sus cantos de sirena nó constituyéndose en una expresión nueva.

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Es que los designios de la dominación nunca pue- establece una separación tajante entre los manu-
den ser enteramente consumados. Y esto es así no facturados artesanalmente en forma tradicional y los
solo porque las estrategias del poder se vuelven, fabricados de manera industrial. Estas separacio-
desde cierto punto, descontroladas, sino porque los nes se exacerban durante la postindustrialización y
terrenos del símbolo son esencialmente equívocos la hegemonía de los mercados globales, cuando la
y cobijan una ausencia central que no puede ser masificación tecnomediática y la mercantilización de
colmada. Aun los más duros procesos de domina- lo cultural llegan a extremos nunca antes previstos.
ción cultural, los más feroces casos de etnocidio, Por eso, el futuro de las artes populares, basadas
no pueden cubrir todo el campo colonizado y de- en gran parte en artesanías, parece estar condicio-
jan, a su pesar, una franja vacante. En ese baldío nado por sus oposiciones, enlaces y confusiones
opera la diferencia; desde allí, los indígenas, prime- con el arte ilustrado, por un lado, y la cultura masi-
ro, y los mestizos y criollos, después, produjeron, a va, por otro. Este doble condicionamiento remite a
veces, (sub)versiones particulares, obras que logra- la cuestión del alcance de los cambios en el arte
ron asir algún momento de alguna verdad propia y popular.
escapar, de ese modo, del destino espurio que les
tenía asignado el proyecto colonial. Según quedó Los privilegios del cambio
referido, en muchos casos los indígenas comenza-
ron imitando meticulosamente los patrones occiden- Gran parte del discurso acerca de la cultura popu-
tales y terminaron doblegando el sentido de los lar indígena se encuentra teñida en la América Lati-
modelos. Del mismo modo, a lo largo del tiempo na por los discursos nacionalistas y populistas que
escindido que empezaba entonces, las mejores for- se encuentran en los orígenes de las definiciones
mas del arte latinoamericano fueron (son) aquellas oficiales de lo popular. El nacionalismo considera la
que lograron afirmarse en la breve oquedad que Nación como una sustancia completa encarnada en
dejan abierta los desajustes del poder y los extra- el Pueblo, concebido como conjunto social homo-
víos de la imagen, y pudieron nutrirse de los ímpe- géneo y compacto: un sujeto ideal que nada tiene
tus condensados que allí se refugian. que ver con las exclusiones y las miserias que su-
fren los indígenas reales. Mitificada, la producción
El arte indígena ante la modernidad artística se vuelve fetiche o reliquia, remanente fijo
de un mundo condenado a la extinción. Congelado
La quiebra del sistema de producción artesanal ge- en su versión más pintoresca, el arte popular queda
nerada por la revolución industrial perturba profun- convertido en ejemplar sobreviviente de un mundo
damente el destino de la cultura popular; de toda la originario arcaico cuya mismidad debe ser preser-
cultura, en verdad. Por una parte, instaura el divor- vada de los avatares de la historia.
cio entre los reinos privilegiados del arte –relacio- Este argumento romántico, alegato de ideologías
nado con la autonomía de la forma– y los terrenos nacionalistas que precisan fundamentar el Ser Na-
inferiores de la artesanía –heredera de prosaicos em- cional sobre bases incólumes, promueve una dife-
pleos utilitarios–. Por otra parte, dentro de los pro- rencia básica entre el arte culto y el popular. El pri-
pios productos utilitarios, aquella revolución mero se encuentra forzado a innovar continuamente

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bajo la amenaza de perder actualidad; el segundo deberán conservar de sus propios acervos y qué
se halla destinado a permanecer idéntico a sí mis- sacrificar de ellos está mal planteada: en ningún caso
mo so pena de adulterar sus verdaderos valores y puede ser resuelta desde afuera del ámbito de las
corromper su autenticidad original. Así, mediante propias culturas involucradas. Cualquiera de ellas
este esquema categórico, intransigente, se asignan es capaz de asimilar los nuevos desafíos y crear
puestos y funciones según el guion prefijado de la respuestas y soluciones en la medida de sus pro-
historia: al arte popular le corresponde el pasado; pias necesidades. Según estas, el arte popular pue-
al culto, el porvenir. Uno debe dar cuenta de sus de conservar o desechar tradiciones centenarias
raíces y ser el depositario del alma indígena o mes- tanto como rechazar con fuerza o aceptar con ga-
tiza; el otro debe estar vertiginosamente lanzado a nas bruscas innovaciones acercadas por la tecno-
la carrera lineal y continua del progreso. logía o las vanguardias del arte.
Aunque se volverá sobre este tema, conviene ade- No existe una «autenticidad» en el arte fuera
lantar que una dicotomía equivalente afecta el pen- del proyecto de la comunidad que lo produce. Por
samiento de la relación entre lo universal y lo particu- esto, cualquier apropiación de elementos foráneos
lar: un arte propio, local, auténtico y original se opone será válida en la medida en que corresponda a
a la universalidad como si esta constituyera una sus- una opción cultural vigente, mientras que la míni-
tancia entera y cerrada, ajena. Tal dicotomía es res- ma imposición de pautas ajenas puede trastornar
ponsable del viejo dilema: o se mantiene la pureza el ecosistema de una cultura subordinada. Obvia-
ancestral o se diluye el legado de la memoria en los mente, aquella apropiación y este trastorno nada
flujos abstractos del Todo. Esta falsa alternativa ha tienen que ver con orígenes ni fundamentos: son
promovido innumerables e innecesarias dicotomías cuestiones políticas. Y en cuanto tales, suponen
y simplificaciones. Desde sus inicios modernos, el arte disputas en torno al sentido e involucran, nueva-
de la América Latina se ha debatido, lleno de culpas, mente, la cuestión de la diferencia.
ante disyunciones planteadas sobre un mismo princi-
pio: la fidelidad a la memoria propia versus el acce- Las otras modernidades
so a la contemporaneidad. O bien, el atraso de la
provincia versus la obsecuencia ante el poder de las Aunque el arte popular latinoamericano comparta
metrópolis. Pero comprobado está que la alternativa con el vanguardístico ilustrado la condición asimé-
entre autoencierro y alineación es inútil; la reclusión trica de lo periférico, hay diferencias que ameritan
de identidades supuestamente intactas resulta tan ser remarcadas en relación con el proyecto moder-
perniciosa como la adopción servil de los cánones no. Cuando los artistas populares, específicamente
coloniales. El enclaustramiento no es una buena es- indígenas, se apropian de imágenes modernas o
trategia; la mejor alternativa ante la expansión impe- contemporáneas, no están cumpliendo un progra-
rial es salirle al paso e intentar reformular y transgre- ma explícito de asimilación o impugnación de los
dir las reglas de su juego en función de los proyectos lenguajes metropolitanos: responden a estrategias
propios. de sobrevivencia o expansión; incorporan con na-
Por eso, la pregunta acerca de si las culturas tra- turalidad nuevos recursos para continuar sus pro-
dicionales pueden o no cambiar o qué es lo que pios trayectos, iniciados en tiempos precolombinos

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las más de las veces; incautan figuras con las cuales las o las submodernidades– constituyen una de las
habían cruzado una mirada de identificación o un fuerzas que levantan y perturban la promiscua es-
guiño seductor. cena cultural contemporánea. El concepto de «hi-
Es decir, el empleo que hace el arte indígena del bridez cultural» se refiere en parte al entreverado
capital simbólico moderno occidental no constituye espacio global en el que coinciden, deformados en
una postura sistemáticamente asumida ante la cues- parte, el arte culto, el de masas y el popular, mez-
tión de si cabe ceder ante los hechizos de la moder- clados entre sí, a veces en forma demasiado apre-
nidad o sacrificar la «autenticidad». Por eso, estos surada. Indudablemente, este concepto permite
decomisos, préstamos o intercambios intercultura- asumir mejor la trama espesa de transculturaciones
les carecen de la gravedad y el aire culpable de las y discutir, así, tanto los sustancialismos que este-
apropiaciones vanguardísticas del arte ilustrado. Y reotipan lo popular como los historicismos que ha-
por eso las culturas populares utilizan sin tanto re- cen del devenir ilustrado la única vía genuina y bien
milgo y miramiento formas, recursos y procedimien- encauzada. Pero el mismo concepto, el de «hibri-
tos contemporáneos e incluso saben disputar con dez», se vuelve problemático cuando cae en la tram-
maña circuitos tradicionalmente reservados a la cul- pa que delata y resulta, a su vez, esencializado. Este
tura masiva o erudita. riesgo remite a dos cuestiones. La primera tiene que
Es que el acceso a la modernidad desde lo su- ver con la absolutización del fragmento; la segunda,
balterno se produce en forma extraña a la lógica con la esencialización de lo híbrido.
moderna y, consecuentemente, implica un estorbo,
cuando no una contrariedad, a su despliegue orde- Primera cuestión: mediaciones
nado. Los grandes temas de la agenda moderna (el
ideario programático, las figuras de tendencia, pro- La primera cuestión (relativa a un tema ya mencio-
greso, actualización y ruptura, la autonomía de lo nado) se levanta ante posiciones que sustancializan
estético, el peso de la autoría, etcétera) siguen sin la particularidad y hacen de la dispersión un destino
aparecer en la producción artística popular aun cuan- inevitable. El descrédito de las totalidades y los fun-
do ella incursiona en ámbitos regidos por racionali- damentos y el abandono de los grandes relatos
dades modernas. Por eso los artistas indígenas y modernos han promovido la apertura de un esce-
mestizos aceptan, o sustraen, imágenes y concep- nario favorable a la diferencia pluricultural. Pero la
tos nuevos en la medida en que resulten útiles a sus proliferación de las demandas particulares ocurre
propias historias. Y cuando lo hacen con talento y en detrimento de los principios de la emancipación
convicción producen resultados genuinos, formas universal de origen ilustrado. Encerradas en sí, las
recientes o viejas figuras reanimadas, auténticas en posiciones que exaltan la segmentación y la con-
su radiante impureza. sideran una categoría autosuficiente, terminan
promoviendo la desarticulación de las demandas
Las otras posmodernidades particulares y estorbando la posibilidad de que com-
partan un horizonte común de sentido. Y entorpe-
Esos impuros procesos de mezclas que producen cen, por eso, la convergencia de los intereses sec-
las otras modernidades –las modernidades parale- toriales en proyectos colectivos, indispensables no

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solo para la congruencia del cuerpo social sino para acentúa el universal. La idea de una ciudadanía in-
la eficiencia de las propias jugadas particulares. dígena resulta fundamental para garantizar formal-
Confrontadas entre sí a partir de códigos comunes mente las condiciones simétricas del juego de lo
que faciliten la negociación y el intercambio, las sectorial y lo general, lo propio y lo ajeno, que
culturas indígenas tienen mejores posibilidades de moviliza y arriesga el curso de la cultura. Y deviene
inscribir sus demandas en un ámbito abierto al in- imprescindible para imaginar la participación de los
terés público. pueblos-otros en la utopía necesaria de una ciuda-
Por otra parte, esencializar la diversidad consti- danía global afirmada sobre las diferencias.
tuye ocasión de nuevos sectarismos y autoritaris-
mos varios y puede oscurecer la perspectiva de Segunda cuestión: Misceláneas
universalidad que requiere todo proyecto de arte
como horizonte de posibilidades. De ahí la necesi- Al exaltar la mezcolanza cultural, ciertas tenden-
dad de replantear sobre bases más complejas la cias posmodernas, generalmente académicas y re-
tensión entre lo particular y lo universal. Y esta ope- lacionadas con el multiculturalismo norteamerica-
ración exige concebir ambos términos no como re- no, ven en ella un emblema del latinoamericano
ferentes autónomos ni momentos de una relación posmoderno «típico»: el híbrido marginal y exóti-
binaria ineludible, sino como fuerzas variables cuyo co que celebra ritos ancestrales bebiendo Coca-
interjuego moviliza negociaciones y supone reposi- Cola. Así, el concepto esencializado de la identi-
cionamientos, avances y retrocesos, conflictos no dad basada en lo «auténtico» es sustituido por otro
siempre resueltos, soluciones provisionales, inespe- fetichizado fijado en su momento de pura mezcla
radas. Pero la escena confusa, fecunda, donde ac- y convertido en un banal popurrí; la imagen fol-
túan esas fuerzas requiere la mediación de políticas clorizada de la extrema alteridad contemporánea:
culturales, instancias públicas ubicadas por encima aquella capaz de fusionar ingeniosamente los ele-
de las lógicas sectoriales. Tanto como garantizar mentos más dispares.
la diversidad, estas mediaciones deben propulsar Cercanas a esta posición, las ideas de abolición
condiciones aptas para la confrontación intercul- de todas las fronteras interculturales y de desterri-
tural. Y deben alentar la posibilidad de que los dere- torialización absoluta de las identidades reimaginan
chos de las minorías coexistan con miradas de con- el espacio simbólico planetario como una superfi-
junto. Miradas que permitan cruzar proyectos por cie homogénea y conciliada, desplegada. Levanta-
encima del inmediatismo de las demandas particu- das las fronteras, mezclados entre sí todos los sig-
lares y puedan coordinar discursos y prácticas sin nos y las imágenes, el nuevo escenario mundial es
sustantivizar la totalidad ni arriesgar las diferencias. concebido como una totalidad palpitante y nervio-
Por eso, resulta importante instalar el tema de sa en cuyo intrincado interior resulta imposible dis-
las identidades locales en el espacio de la sociedad tinguir las señas de la diversidad. Esta postura im-
civil, escena preparada para negociar la disputa entre pide reconocer el hecho de que –aunque las distintas
las demandas parciales y el bien común. E, instala- culturas vean difuminarse sus contornos, comercien
do allí, conviene vincularlo con la figura de ciuda- entre sí técnicas, ideas e imágenes y abreven con
danía. Si aquel subraya el momento particular, esta resignación o entusiasmo de un capital simbólico

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cada vez más indiferenciado– cada una de ellas Desafíos masivos
mantiene lugares propios desde donde participa del
festín global o de sus migajas. Y, mientras conser- Con relación al primer sistema, se parte del dato de
ven la vigencia de sus argumentos, las culturas indí- que las industrias culturales y las tecnologías masi-
genas serán capaces de cautelar el dominio de sus vas de comunicación e información han adquirido
matrices de significación y la peculiaridad de sus pro- una incidencia contundente en la recomposición de
yectos históricos. De cara a estos, combinarán los la vida cotidiana, la educación, la transformación
ingredientes del menú global de forma específica y de los imaginarios y las representaciones sociales y,
lograrán que ellos resulten distintos en cada esce- por ende, en la dinámica del espacio público. Re-
nario particular. sulta indudable que los procesos de masificación
Por eso, aunque el arte indígena no pueda hoy de los públicos, así como los de homogeneización
ser considerado como un cuerpo completo y cerra- y cruce intercultural que promueve la industrializa-
do, impermeable en sus formas a las de la cultura ción de la cultura, pueden significar un acceso más
erudita y la industrializada, es importante que su di- amplio y equitativo a los bienes simbólicos univer-
ferencia sea preservada. Las disyunciones binarias sales, enriquecer los acervos locales y permitir apro-
que enfrentan en forma fatal lo popular –ya sea con piaciones activas de los públicos. Ahora bien, el
lo ilustrado, ya con lo masivo– requieren ser des- cumplimiento de estas posibilidades requiere el con-
montadas. Pero esta operación no debe suponer la curso de condiciones históricas propicias: existencia
alegre equivalencia de todas las formas ni desco- de niveles básicos de simetría social e integración
nocer la pluralidad de los procesos de identifica- cultural, vigencia de formas elementales de institu-
ción y subjetividad. Desde sus memorias y sus po- cionalidad democrática, mediación estatal y acción
siciones distintas, ante cuestiones cada vez más de políticas culturales capaces de promover pro-
compartidas, las diversas comunidades étnicas se ducciones simbólicas propias y relaciones transna-
arrogan el derecho de inscribir a su manera la me- cionales equitativas, así como de regular el merca-
moria común y producir objetos y acontecimientos do y compaginar los intereses de este con los de la
que anticipen posibilidades alternativas de futuro. sociedad civil.
Un futuro cuyas tantas sombras solo pueden ser Es obvio que estas condiciones están muy lejos
rasgadas mediante el filo de imágenes construidas de ser cumplidas en las castigadas sociedades lati-
desde las mismas colectividades. noamericanas. Entonces, se corre el grave riesgo
de que, enfrentada a una contraparte sociocultural
Breves intersecciones extenuada y vulnerable, la expansión avasallante del
nuevo complejo tecnológico cultural exacerbe las
Una vez salvada la especificidad del arte indígena y desigualdades, arrase con las diferencias y termine
antes de cerrar este artículo, conviene no obviar los postergando las posibilidades de integración cultural
tratos que aquel arte mantiene con otros sistemas y, por lo tanto, las de movilidad y cohesión social. Y,
culturales con los cuales comparte el escenario con- entonces, cualquier política que busque facilitar el
temporáneo: la masificación cultural y el arte de fi- acceso democrático al nuevo mercado cultural y pre-
liación ilustrada. tenda que ese movimiento se apoye en un capital

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simbólico propio, debe enfrentar grandes cuestio- La promiscuidad del aura
nes que involucran dimensiones distintas: cómo for-
talecer la producción significante propia de modo En torno a la segunda cuestión, la de las relaciones
que sirva de base a industrias culturales endóge- entre el arte indígena y el erudito contemporáneo,
nas y de contraparte de las transnacionales; cómo se produce una coincidencia inesperada, ocurrida
hacer de ellas, canales de experiencias democra- paralelamente al interés que aquel despierta en este
tizadoras; cómo impulsar un consumo más parti- y al tráfico, más o menos furtivo, que mantienen
cipativo. Y, mirando más lejos, cómo promover ambos. Sucede que, al anular la autonomía del arte,
integración social y convocar la presencia del Es- la estetización difusa del mundo cancela aquella dis-
tado en lo cultural. Y, más lejos aún, cómo erradi- tinción kantiana que separaba la forma del objeto
car la exclusión y la asimetría, vigorizar la esfera de sus usos y utilidades. El arte contemporáneo
pública e impulsar instancias efectivas de autoges- vacila ante el giro imprevisto de sus privilegios y el
tión indígena. derrumbe de sus dominios resguardados. En prin-
Obviamente, este artículo no pretende ubicarse cipio, la inmolación de la autonomía del arte, el
ante estas preguntas desmesuradas. Pero quiere sacrificio del aura, tiene un sentido progresista y
mantenerlas abiertas, pues trazan el contorno de los corresponde a un afán democratizador: permitiría
grandes desafíos que enfrentan las formas tradicio- la conciliación del arte y la vida cotidiana y el acceso
nales del arte para conservar la vigencia en medio masivo a la belleza; produciría el feliz rencuentro de
de un escenario bruscamente alterado. la forma y la función. Pero, paradójicamente, la vieja
De hecho, aquellas formas tradicionales saben utopía de estetizar todas las esferas de la vida huma-
ingeniarse para transitar este espacio embrollado. na se ha cumplido, no como conquista emancipato-
Constituye un lugar común en el ámbito de los estu- ria del arte o la política, sino como logro del merca-
dios sobre cultura negar hoy una oposición tajante do (no como principio de emancipación universal
entre lo masivo y lo popular. Paralelamente al caso sino como cifra de rentabilidad a escala planetaria).
de milenarias experiencias civilizatorias arrasadas, La sociedad global de la información, la comunica-
es evidente la emergencia de una nueva cultura po- ción y el espectáculo estetiza todo lo que encuentra
pular constituida a partir de un sistema activo de a su paso. Y este desborde de la razón instrumental,
consumo: estrategias diversas que, a pesar de las esta metástasis de la bella forma, neutraliza el poten-
grandes asimetrías ya mencionadas, permiten apro- cial revolucionario de la pérdida de autonomía del
piaciones de los sistemas tecnológicos e indus- arte. El viejo sueño vanguardista es birlado al arte
trializados y generan vínculos con la experiencia por las imágenes complacientes, omnipresentes, del
propia y el propio proyecto. Pero, coincidentes diseño, los medios y la publicidad.
en gran parte con esos sistemas y entrelazados a Ante esta situación, reconquistar el oscuro lugar
menudo con ellos, persisten tozudamente mode- del arte, recobrar el disturbio de la falta –el espe-
los organizados alrededor de matrices simbólicas sor de la experiencia aurática, en suma–, puede re-
propias de origen tradicional que luchan por cau- sultar un gesto político contestatario: una manera de
telar su diferencia, aun apelando a formas cada resistir la autoritaria nivelación del sentido formatea-
vez más mixturadas. do por las lógicas rentables. Es que la autonomía del

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arte ha sido cancelada no con vistas a la liberación a través del trabajo de la distancia –de la esgrima de
de energías creativas constreñidas por el canon las miradas–, mantener habilitado el (des)lugar de la
burgués. Lo ha sido en función de los nuevos im- diferencia, el (des)tiempo de lo diferido.
perativos de la producción mundial que hace de El secreto del arte indígena mantiene abierto el
los factores disgregados del arte (belleza, innova- espacio de la pregunta y el curso del deseo sin par-
ción, provocación, sorpresa, experimentación) es- ticipar de las notas que fundamentan el privilegio
tímulo de la información, insumo de la publicidad exclusivista del aura ilustrada: la obstinación in-
y condimento del espectáculo. dividualista, el afán de síntesis y conciliación, la
No se trata, obviamente, de restaurar la tradición vocación totalizadora, la pretensión de unicidad, la
autoritaria e idealista del aura, sino de analizar su jactancia de la autenticidad o la dictadura del signi-
potencial disidente y crítico: la distancia aurática abre ficante. En el arte «primitivo», el aura que aparta el
un lugar para el juego de las miradas, relega la pleni- objeto, y lo hace entrar en tembloroso desacuerdo
tud del significado y permite inscribir la diferencia. Y con su propia apariencia, no invoca el poder de la
es en este punto donde el arte indígena –falto de au- forma pura y autosuficiente: ilumina, promiscuamen-
tonomía en sus formas, tenso de nervio aurático– te, desde dentro, el cuerpo bullente de la cultura
puede demostrar que las notas que marcan aquella entera. Y como bien quisiera hacerlo el arte con-
tradición idealista son contingentes. Y, entonces, per- temporáneo, hace de la belleza un vestigio arisco y
mite imaginar otras maneras de cautelar el enigma y, breve de lo real. c

Homenaje a Albers, 1998. Técnica mixta, 275 x 250 cm


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MÓNICA GONZÁLEZ GARCÍA

Una provincia del mundo.


Chimbote, Arguedas
y la globalización en El zorro
de arriba y el zorro de abajo*

C
onfesando no entender ya lo que ocurría en Chimbote ni en el
mundo, José María Arguedas entreteje la ficción de su última
novela con una serie de desahogos sobre su dificultad para
escribir y, consecuentemente, para seguir viviendo. Su expreso de-
seo de morir arranca menos, quizá, de un afán por ofrecer su vida
como catarsis de despedida de la «calandria consoladora» (Argue-
das, 1996: 246), y más de un vértigo epistémico1 al dudar del

Revista Casa de las Américas No. 271 abril-junio/2013 pp. 19-33


1 Acuñé este término, que designa una sensación de vacío frente al lenguaje,
o de vaciamiento de la letra como vehículo de comunicación, para referirme
a la desesperación experimentada por el poeta cubano José Martí en Nueva
York, hacia el final de la década de 1880, ante la imposibilidad de traducir en
palabras fenómenos nuevos y aterradores por él percibidos pero todavía no
codificados, como es, en su caso, la emergencia de un imperialismo estadu-
nidense desvergonzado, que manifiesta abiertamente sus intenciones hege-
* Este artículo fue presentado en el Con- mónicas sobre Cuba y la América Latina: «Interpretamos esta experiencia de
greso Internacional Los universos li- extrañamiento con el lenguaje como vértigo discursivo provocado por un
terarios de José María Arguedas, rea- vaciamiento epistémico ante la “visión” de una realidad inaprensible o
lizado por la Universidad Nacional cognoscitivamente inexistente que, desprovista de verbo, semántica e his-
Mayor San Marcos de Lima, en julio toria, precisa codificación para adquirir presencia “ontológica” en el ima-
de 2011, para conmemorar el centena- ginario colectivo» (González, 2009: 211). En Arguedas identifico también
rio del nacimiento de ese autor. este vértigo epistémico que, estimulado por una circunstancia exterior

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poder «hímnico»2 de los zorros para promover un la globalización neoliberal en sus provincias más mar-
paradigma de solidaridad en el Perú y en el mundo. ginales –aquellas que sustentan la vida «metropolita-
«Estos “zorros” se han puesto fuera de mi alcance» na» y «cosmopolita» de los ausentes pero omnipre-
–admite el escritor– «corren mucho o están muy le- sentes dueños del capital.
jos» (179). El nuevo modelo de sociedad subalterna El zorro de arriba y el zorro de abajo es pun-
«global» derivado del capitalismo neoliberal –gesta- zante evidencia literaria del origen del más reciente
do en la segunda mitad del siglo XX y propagado a modelo de imperialismo global que, en Chimbote,
ultranza en nuestros días–, comenzó a vislumbrarse pareciera haber querido inaugurar un renovado ca-
con crudeza en Chimbote a partir del monstruoso pítulo de opresión colonialista –racial y cultural– que
nacimiento de una empresa multinacional dedicada a con sangre india y negra, mestiza y subalterna, ha
la producción masiva de harina de pescado, aconte- venido escribiendo la historia desigual de nuestra
cimiento que no solo desestabilizó el ecosistema América Latina. Tal como hicieran, entre los siglos
marino de la localidad sino que también desfiguró el XV y XIX, diversas épicas imperiales al legitimar su
paisaje humano de la ciudad. Frente a esa inédita extensión planetaria con tautológicos y unilaterales
fuerza destructora que acentuaba el riesgo de extin- discursos redentores –como el de la religión católi-
ción del elusivo mundo maternal perseguido por Ar- ca, la civilización europea y la democracia estadu-
guedas, las cansadas energías utópicas del narrador nidense–, la extensión de la globalización económi-
optan por ceder el incomprensible escenario a las ca se escribe hoy, desde las cosmópolis virtuales de
nuevas generaciones. Eso sí, no sin antes dejar un nuestros días, como el simultáneo e irrevocable im-
testimonio literario de la génesis de los trastornos perio del capital, inmune a la oposición de individuos
económicos, sociales y ecológicos provocados por o colectividades, de Estados o gobiernos. Incluso
las sacralizadas instituciones que nuestras oligarquías
incomprensible –«...no entiendo a fondo lo que está pa- heredaron subordinadamente de la ilustración eu-
sando en Chimbote y en el mundo» (Arguedas, 1996: ropea y que impusieron hegemónicamente en el
79)–, se traduce en la sensación de agotamiento de sus
energías creadoras para dar cuenta de esa nueva realidad
espacio continental, como el Estado, la República
y acaso intervenir en ella con su escritura redentora, como y la Soberanía nacional, han sido a su vez permea-
intentara en Todas las sangres: «Allí, en esa novela, ven- das por la expansión imparable de la globalización
ce el Yawar mayu andino, y vence bien. Es mi propia neoliberal.
victoria» (Arguedas, 1996: 79). Desde una perspectiva histórica, podemos leer
2 Retomamos la impresión y la lúcida adjetivación de Anto- el paso de los siglos «modernos» como el aumento
nio Cornejo Polar, quien en su artículo «Un ensayo sobre
Los zorros de Arguedas», se refiere al agotamiento del
sistemático de los afectados negativamente por las
escritor en sus dos últimos trabajos novelísticos: «Pare- modernidades hegemónicas y subalternas que co-
ce, en efecto, que la fe hímnica que sostiene a ambos [El existen en nuestro continente y el resto del globo,
zorro de arriba y el zorro de abajo y Todas las sangres], «sistemas-mundo» interconectados –para retomar
y a muchos otros escritos de Arguedas, se quiebra en la el concepto de Immanuel Wallerstein3– que organi-
representación novelesca de la caótica y degradada reali-
dad de Chimbote y en la inútil lucha contra la muerte que 3 Immanuel Wallerstein creó este término en su libro homó-
narran los “diarios” y las cartas de despedida que se nimo The Modern World-System. En el primer volumen de
incluyen en la novela» (Cornejo Polar, 1996: 300). su serie, Wallerstein explica que escogió el concepto

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zan nuestra vida planetaria desde las primeras confi- do la definición de globalización propuesta por
guraciones de la modernidad. «No hay escape», sos- Roland Robertson, según la cual esta es un fenó-
tiene don Ángel,4 «en el Perú y el mundo mandamos meno de compresión del tiempo y el espacio,5 el
unos cuantos» (Arguedas, 1996: 100). De otro lado, sujeto subalterno global se distingue de los sujetos
el paso del tiempo moderno se manifiesta en las pe- coloniales anteriores por la lucidez y la conciencia
riferias como la extensión violenta e insalubre de una respecto a su lugar en el mundo. En este marco –por
epidemia de heridas, enfermedades y laceraciones ocupar dos extremos del espectro colonial de posi-
provocadas por estos renovados paradigmas de bilidades de negociación con la globalización y por
modernidad a nivel local –es decir, donde surgen representar dos tipos de conciencia global produ-
versiones subalternas de la modernidad–: heridas que cidas por una periferia local– es que defino al ubi-
Esteban de la Cruz, el loco Moncada y los «cochos» cuo pero invisible Braschi como «sujeto glocal he-
cargan consigo cuales mártires de la globalización. gemónico», y al lúcido y delirante loco Moncada
Como reflexiona doña Jesusa sobre Moncada: «Loco como «sujeto glocal subalterno». Estas conceptua-
por causa de nuestros pecados; pobrecito... Predica lizaciones derivan del diálogo con la idea de «sujetos
y como a santo lo martirizan» (165). globales» desarrollada por Jean-François Bayart en
A continuación analizo a Braschi y al loco Mon- su libro homónimo, quien esboza su hermenéutica a
cada como dos productos locales de la penetración partir de las reflexiones de Nietzsche sobre la inven-
corrupta de la globalización. ¿Qué los diferencia de ción de nuevas posibilidades de vida, y de Foucault
otros sujetos subalternos latinoamericanos repre- sobre la subjetivación y la creación de nuevos mo-
sentados hasta entonces por la literatura? Siguien- dos de existencia (Bayart, 2007: 28). Bayart sugie-
re que el «sujeto global», además de estar conciente
world-system o sistema-mundo como unidad de análisis de su pertenencia al mundo como totalidad, cons-
para entender los paralelismos y conexiones de los efec- truye formas individuales y originales de relacionar-
tos locales de la colonización en diferentes puntos del se con la globalización, las cuales lo determinan a
planeta. Así, en relación con lo que afirmamos en el texto
principal, el sociólogo concluye que «[u]n sistema social 5 Robertson señala que la «[g]lobalización como concep-
y todas las instituciones que lo constituyen, incluyen- to se refiere tanto a la compresión del mundo como a la
do a los Estados soberanos del mundo moderno, son el intensificación de la conciencia del mundo como totali-
loci de un rango más amplio de grupos sociales –en dad. Los procesos y acciones a los cuales el concepto de
contacto, en colisión y, sobre todo, en conflicto con los globalización se refiere se han desarrollado, con algunas
demás» (Wallerstein, 1974: 9). interrupciones, durante muchos siglos, pero el protago-
4 Cabe notar que su afirmación es ingenua al revelar el nismo dado a la discusión de la globalización ha ocurrido
convencimiento de que él, como Braschi, ocupa un lugar hace relativamente poco tiempo. Mientras la discusión
privilegiado entre los favorecidos por la última versión está estrechamente vinculada a la forma y la naturaleza
del capitalismo global experimentado por Chimbote. Sin de la modernidad, la globalización se refiere claramente
embargo, al mismo tiempo, muestra la efectividad del a avances recientes. En el presente libro, la globaliza-
sistema económico en términos de promover, entre quie- ción es concebida en términos más amplios que esos,
nes actúan como engranajes menores o intermedios de pero su énfasis principal está en línea con la creciente
su maquinaria mundial, la ilusión de ser pieza fundamen- aceleración tanto de una interdependencia global con-
tal de su funcionamiento y consecuentemente receptor creta como de una conciencia de totalidad global en el
primario del lucro por ella producida. siglo XX» (Robertson, 2000: 8).

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ser o actuar de cierta manera. «[E]llos», explica el Aunque ambos son periféricos con respecto al epi-
crítico, «son “sujetos morales” no en el sentido de centro del capital que engendra la industria de hari-
una sumisión inconfundible a una regla exterior, sino na de pescado en Chimbote, la introducción de la
en el sentido de “pertenencia” a esa regla: un “modo «regla exterior» del mercado los hace concientes
de subjetivación” es la manera en que un individuo de su lugar en el mundo. Braschi crece junto con la
coloca esta regla en práctica» (130). En otras pala- fábrica para luego desaparecer del paisaje chim-
bras, para Bayart cada individuo negocia su gra- botano convertido en lo que Bayart llamaría un «hé-
do de participación en esta regla, razón por la cual roe de la globalización» (186), es decir, alguien que
no se trataría de sujetos esenciales ni víctimas ab- desde abajo comienza a jugar el juego que le per-
solutas de una situación de opresión. En cambio, mite brillar según los valores promovidos por la glo-
el crítico sugiere entender estos nuevos modos de balización neoliberal hasta ocupar un lugar prota-
existencia como creaciones culturales originales que gónico dentro de su constelación. Por participar
determinan solo parcialmente el «estilo de vida» directamente en el diseño de las reglas de la globa-
que un hombre o mujer construye para negociar lización en Chimbote, es que sugiero leer a Braschi
su pertenencia al paradigma socioeconómico cir- como sujeto glocal hegemónico. Por su parte, el
cundante. loco Moncada, aunque no participa del paradigma
Estas ideas, que por su énfasis en la agencia in- económico y social creado por la industria de hari-
dividual pecan de insensibles ante las limitadas po- na de pescado, está inevitable aunque conciente-
sibilidades de «negociar con la regla externa» que mente afectado por su presencia. No puede libe-
poseen quienes subsisten a la sombra de los mo- rarse totalmente de este paradigma, pero decide
dernos paisajes creados por la globalización,6 nos existir a un lado de su paisaje glocal,7 declarándo-
aportan, sin embargo, un léxico y reflexiones teóri- se independiente de sus engranajes. El costo de su
cas útiles para elaborar una exégesis de los persona- marginalidad, de su elegida «no pertenencia» al sis-
jes del universo arguediano de El zorro de arriba y tema, es altísimo e impacta directamente su econo-
el zorro de abajo. Así, como anuncié más arriba, mía doméstica y su salud mental. Pese a ser pre-
propongo entender a Braschi y al loco Moncada sentado como mártir de los pecados del mundo, el
como sujetos glocales por su ubicación geográ- loco es, no obstante, un «héroe anti-globalización»,8
fica marginal en el mapa de la división internacio- incorrupto por los mecanismos dispuestos en Chim-
nal del trabajo orquestada por la globalización.
7 El paisaje glocal de Chimbote, o paisaje creado localmen-
6 Bayart se enfoca en el aspecto creativo de las negociacio- te como efecto de la globalización, incluye la industria y
nes «desde abajo» con la globalización, lo cual llega a todas las instituciones y urbanizaciones derivadas de
llamar, siguiendo a Michel Foucault, una «estética de la ella, como los barrios obreros y los prostíbulos.
existencia». No obstante, me parece incómodo ignorar el 8 Antonio Cornejo Polar dice que, como Moncada, los
juicio ético a los epicentros de la globalización, donde se niños y otros pobladores de Chimbote son «sobrevi-
goza –como han hecho durante las dos grandes olas de vientes» de las adversidades. Pero podemos señalar, en
colonización europea del resto del mundo– de los bene- diálogo con el crítico, que pueden ser considerados tam-
ficios de restringir el rango de posibilidades de negocia- bién «héroes anti-globalización» por su capacidad para
ción a la mayoría de los habitantes del planeta. enfrentar con dignidad su marginalidad en el marco de la

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bote para cooptar a sus habitantes. Ubicado en el su magia al resto del mundo afectado por la globa-
extremo menos privilegiado de los sujetos glocales lización con el fin de limpiarlo, purificarlo y redimir-
descritos por la novela de Arguedas, propongo en- lo.9 Esta intuida poética «global-local-global» no se
tender al loco Moncada como un sujeto glocal su- alcanza a desarrollar y asistimos, en cambio, a la
balterno. interrupción de la historia y a la muerte del escritor.
El análisis del lugar ocupado por Braschi y el loco Ambos, tanto el fin abrupto de la vida de Arguedas
Moncada en el universo simbólico de la novela tie- como el de la posibilidad de redención de Chimbo-
ne por fin aproximarnos al esclarecimiento de la te y el mundo por vía literaria, son fracasos que
poética de la obra, del debilitamiento progresivo de resultan dolorosamente sintomáticos, alegóricos y
esta poética como posibilidad redentora del mundo visionarios de la interrupción violenta que sufriría
extraliterario, de la consecuente muerte del autor y luego el esperado nacimiento de la «calandria de
de la repercusión de El zorro de arriba y el zorro fuego» en los pueblos de la América Latina (Ar-
de abajo como proyecto fallido de recorrido «glo- guedas, 1996: 246). De allí el enorme valor profé-
bal-local-global» o «centro-periferia-centro», des- tico de El zorro de arriba y el zorro de abajo
tinado quizá a combatir el emergente paradigma de para registrar el advenimiento de una nueva era de
capitalismo mundial mediante la figura redentora del
loco Moncada. Aunque desconocemos los tramos 9 Los zorros, en efecto, habrían sido capaces de irradiar su
finales de la novela, deducimos de los diarios ínti- energía al resto del planeta. Hablando del poder de los
mos que Arguedas buscaba liberar el universo co- zorros a partir del texto recuperado por Arguedas, Dio-
rrupto de Chimbote mediante el poder hímnico de ses y hombres de Huarochirí, Martin Lienhard señala:
«Conciencias totalizadoras de sus zonas respectivas,
los zorros. Esta energía, capaz de hacer retornar el
los zorros conocen el conjunto y el pormenor, lo visible
mundo a su orden maternal, espiritual y solidario, y lo oculto, el presente y el pasado de todas las cosas
acaso podría haber llegado a transformar el orden que ocurren» (1990: 30). Y, más adelante, el crítico suizo
planetario dentro –y fuera– del universo literario de agrega: «El zorro, en su calidad de actor y de signo de la
la novela. Sugerimos, por ello, que la intención poé- tradición oral, teatraliza la lucha entre tradición noveles-
ca y tradición popular en el mismo interior del texto. En
tica de la obra apunta a un trayecto «global-local-
esta lucha “textual”, el zorro –“lector” responsable y
global», pues se inicia presentándonos la descom- pueblo– representa uno de los valores del pueblo perua-
posición derivada de la explotación global del no precolombino, contemporáneo y futuro: contra las
pescado de Chimbote, leitmotiv seguido por el cre- jerarquías, la fraternidad y la reciprocidad; contra la su-
ciente protagonismo de los zorros andinos, locales, misión ideológica y cultural, una resistencia creadora ra-
dicada en el inmenso patrimonio cultural andino (takis
y su habilidad para transformar el tiempo y el espa- cómicos y serios, danzas, relatos míticos, cuentos, etcé-
cio chimbotanos en un mundo maternal, espiritual y tera). Es de este universo que saca el zorro sus poderes
solidario. Por último, pensamos que, tras redimir la “sobrenaturales”: el de modificar el tiempo y el espacio, o
bahía peruana, los zorros podrían haber irradiado su propio tamaño; el de volver transparente su indumen-
taria o a sus interlocutores; el de “poseer” –en un senti-
do religioso– a sus interlocutores (don Ángel, el Tarta,
globalización. Dice Cornejo Polar: «Allí, en las barriadas, don Cecilio). Tales poderes parecen ser la figuración
los niños saben estar “solos, sin pegarse a las faldas de mítica de las potencialidades del pueblo peruano anti-
nadie, cualquiera que fuera su edad”» (1997: 80). guo y contemporáneo» (Lienhard, 1990: 143).

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opresiones en nuestro continente, derivada de las –Ahora, don Ángel, Braschi produce, Braschi
colonizaciones anteriores, así como del potencial compra; está aquí y en el Japón y Rusia; fabrica
de resistencia de un nuevo sujeto glocal subalterno, harina y fabrica locos también, ciegos también, y
conciente –como el loco Moncada– de su lugar en él y su tropa de águilas sin detención se han alza-
el engranaje político y económico del mundo.10 do hasta donde no hay sol ni luna. // –Cierto,
amigo Diego. Le he dicho que exagera usted.
Braschi, o el sujeto glocal Pero ha volado muy alto..., ¿hasta dónde dijo
usted? // –Hasta donde no hay sol ni luna... //
hegemónico
–¡Eso, por las huevas del cangrejo, sea dicho en
Siempre referido en tercera persona, la omnipre- buen romance! Solo desde esas alturas se man-
sente ausencia de Braschi hace de él una especie da, se dispone, se arregla, se pone en vereda a
de Dios en negativo, o «anti-Dios», dentro de la mezcolanzas tan peores que mierdas de chan-
corrompida cosmogonía original de Chimbote –co- cho de barriada, como es esta... país [116].
rrompida, claro, debido a la hegemonía y deprava-
ción omnipotentes de su deidad mayor. El todopo- La omnipresente ausencia de Braschi se explica
deroso creador de Chimbote rige los destinos de –extrapolando el reiterado comentario de don Die-
los habitantes del puerto, quienes, tras incorporar- go–, por la transfiguración de Braschi en deidad y
se al mecanismo social establecido por la industria su posterior asunción «donde no hay sol ni luna»,
pesquera, venden cuerpo y alma al trabajo, a cam- es decir, a un lugar fuera de la historicidad subalter-
bio del generoso flujo de billetes emanado de las na del chimbotano común. Es el nuevo Cielo del
anchovetas; y al vicio, organizado para recapturar todopoderoso «anti-Dios», un cielo en negativo
los abultados salarios obreros y engrosar más los habitado por Braschi y esos pocos «que mandan»
bolsillos del «culemacho mundial», del temido y en la cosmogonía creada por el capitalismo global.
venerado genio-inventor Braschi. La oscura omnipotencia de Braschi proviene,
La calidad de progenitor del Chimbote global como sugieren las metáforas perversas e imágenes
activa la transformación «mítica» de Braschi en divi- sexuales en la novela, de la corrupción corporal y
nidad local. Al conversar con don Diego, el zorro espiritual tanto del creador de Chimbote como del
de arriba, don Ángel afirma con admiración: «Le he grueso de sus habitantes. En la perorata inaugural
mostrado este inmenso arco de luz que orilla la parte de Chaucato, el mediano pescador insinúa que
sur de la bahía que es casi la mitad de toda la playa el temor de Braschi se infunde mediante la imagen
sin igual de Chimbote. Mírela bien, amigo. Es obra de un «Dios» antropófago. El hambre del culemacho
de Braschi» (115-116). Don Diego, reconociendo la no se satisface solo con el fruto del mar, la ancho-
ubicuidad planetaria del capitalista pesquero, gene- veta –clara referencia cristiana al Dios bíblico que
ra el siguiente intercambio de reflexiones: multiplica los peces para alimentar a su rebaño;
a diferencia de Jesús, Braschi engulle su propia
obra–, multiplica peces y hombres a fin de consu-
10 Como dice Martin Lienhard, «Arguedas, en efecto, es
más un escritor del presente y del futuro que del pasa- mirlos por igual. «Ahora comes gente», invoca
do» (1990: 14). Chaucato apostrofando a la deidad chimbotana, y

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agrega regresando a la tercera persona: «Miles de una provincia del mundo, tal como expone don Ángel
miles viven de él; en cambio él les come las huevas» al visitante de arriba:
(Arguedas, 1996: 27-28).
La corrupción de cuerpo y alma se da no solo Braschi es águila. Aprende rápido y vuela. Todo
por la profanación del cuerpo de Braschi, sino tam- este... este plan, se hizo sobre la experiencia del
bién de los cuerpos que incorpora a su industria. Chimbote atunero, chico. Después vino la an-
Braschi y sus trabajadores participan en una cade- choveta. ¿Comprende? Entonces «calculamos y
na perpetua y circular de «joder y ser jodidos» a fin dirigimos»: los criollos son todavía más ansiosos
de sostener y alimentar la modernidad subalterna de de vicios que los serranos. Son como yo, pero
Chimbote –modernidad «convexa» instituida por la no tienen frenos. A los pobrecitos serranos les
violencia fálica del capitalismo global. «Dicen que haremos enseñar a nadar, a pescar. Les pagare-
pa’comer grande hay que elevarse, como pájaro mos unos cientos y hasta miles de soles y ¡cara-
en la mar», reflexiona Chaucato sobre la metodo- jete! como no saben tener tanta plata, también
logía del éxito del creador y añade: «A Braschi, que les haremos gastar en borracheras y después en
se hacía montar en el burdelito di’antes, ¿quién puta putas y también en hacer sus casitas propias que
lo ve ahora en Chimbote?» (28). La corrupción de tanto adoran estos pobrecitos [92].
trabajadores y pobladores opera como energía cen-
trípeta que impulsa a todos al burdel, apelando a la El puerto, la tierra, la topografía que sostiene el
necesidad carnal del macho y a la necesidad eco- vicio es asimismo víctima del enviciado sistema habi-
nómica de la hembra.11 Así emerge Chimbote como litado por Braschi, sistema de violación continua de
Chimbote para satisfacción última del capitalismo glo-
11 Para Arguedas la bahía y la iniciación sexual estuvieron bal. La primera en la brutal cadena de transgresiones
siempre ligadas a la pérdida de la inocencia y a la corrup- es la propia bahía, pura hasta el nacimiento de Bras-
ción. En el siguiente fragmento, Lienhard señala la con- chi como «anti-Dios». Chaucato, descrito en la no-
notación que tiene la iniciación descrita por Arguedas vela como «padre» de Braschi, rememora ese mo-
en uno de sus diarios y su conexión con Chimbote: «En
los Diarios, la iniciación sexual por obra de la chichera mento «fundacional»: «Yo comencé a miar primero
de Ukuhuay no significa, sin embargo, la entrada del en la bahía pa’Braschi; al agua limpia le metimos hue-
iniciado (el narrador) en la colectividad adulta de su gru- vo. Braschi ¡putamadre!, tú has hecho la pesca» (27).
po, sino, por el contrario, su separación y su alejamien- Así, el resultado de «meterle huevo» al agua limpia
to. Por lo tanto, el inicio de una vida sexual (adulta) va es la prostitución de la bahía misma y, por extensión,
asociada a una ruptura irremediable con lo “andino”, la
pureza; paralelamente, la costa, opuesta a la sierra, lle- del Perú a causa de la intervención extranjera, como
ga a ser un equivalente de la sexualidad y la corrupción. El intuimos de los comentarios de Zabala y el Tarta:
“episodio de Fidela”, que precede al desplazamiento
(biográfico) del narrador a la costa y prepara [...] el des- Zabala estiró el brazo y señaló la bahía. // –Esa es
plazamiento narrativo de la sierra a la costa, significa la gran «zorra» ahora, mar de Chimbote –dijo–.
esta compleja transición geográfica, moral, narrativa y
cultural. Casi inmediatamente después, el telón se abre Era un espejo, ahora es la puta más generosa
sobre el escenario chimbotano con su bahía, sus prostí- «zorra» que huele a podrido. Allí podían caber
bulos, sus lodazales» (Lienhard, 1990: 40). cómodamente, juntas, las escuadras del Japón y

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de los gringos, antes de la guerra. Los alcatraces como «héroe de la globalización»12 no solo goza de
volaban como señores dueños. // –De-de d’esa sus beneficios, sino que transita por sus metrópolis,
«zo-zo-zorra» vives, maricón –le contestó el Tar- las más remotas del planeta, conocidas solo de oí-
ta. Vi-vi vive la patria [41-42]. das por los chimbotanos. «Braschi aprendió e hizo
crecer una de sus alas», cuenta don Ángel a don
Cornejo Polar y Lienhard han comentado la pros- Diego explicando enseguida que «la otra se la hizo
titución que sufre el puerto de Chimbote en la nove- crecer en las cosmópolis norteamericanas y euro-
la. El primero indica, con respecto a la inmigración peas» (Arguedas, 1996: 93). Donde nunca llega olor
serrana para trabajar en la pesca y la consiguiente a harina de pescado y la anchoveta se transa ape-
vejación de la bahía, que «[l]a dinámica de la aso- nas como valor bursátil, ese es el Cielo inalcanza-
ciación costa-prostituta, que tiene relación con la ble de Braschi.
vieja interpretación de la sierra varonil y la costa
femenina, explica también la obsesiva imagen del Moncada, o el sujeto glocal
mar como inmenso sexo de mujer» (Cornejo Polar,
subalterno
1997: 239). En relación con la degradada imagen
de los personajes femeninos de la novela, Lienhard Si por incorporar la provincia de Chimbote al mun-
interpreta su lugar en la narrativa como alegoría de do Braschi es el primer eslabón de la poética «glo-
los efectos del capitalismo en sus regiones más pe- bal-local-global» sugerida por Arguedas en El zorro
riféricas: de arriba y el zorro de abajo, el segundo eslabón
–de carácter local en esa modernidad subalterna
La prostituta, más claramente que los demás tra-
bajadores, pone al desnudo los mecanismos del 12 Siempre con una aproximación sesgada a los tipos de
sistema capitalista para el cual los hombres sujetos globales surgidos de la negociación con el sis-
cuentan solo como productores de riqueza y tema, Bayart, refiriéndose principalmente a futbolistas
y deportistas, define al «héroe de la globalización»:
de beneficios para pocos. Al equiparar la bahía de
«[M]ayor importancia puede ser atribuida, para los
Chimbote y la prostituta, se alude a los que se propósitos de este trabajo, a la emergencia “desde abajo”
benefician de la primera sin dejarle ningún pro- de “tipos humanos”, o incluso héroes de la globaliza-
vecho, arruinándola en su ecología: el capitalis- ción, quienes hacen alarde de su habilidad para supe-
mo mundial, el imperialismo [Lienhard, 1990: 83]. rar sus dificultades, encarnar itinerarios de ascenso
social, crear nuevas formas de solidaridad y sociabili-
dad, desplegar cualidades morales y físicas apropiadas
De manera similar a cuando el emigrado del Ter- al cambio de escala que enfrentan y ser creadores de
cer Mundo deja circulando tras de sí la leyenda del una estética plebeya de la existencia, a veces constitu-
viaje redentor al Primer Mundo, y su ausencia es tiva de la manera en que la edad y el género son perci-
mitificada por quienes reciben remesas desde el bidos en términos morales» (Bayart, 2007: 186). Como
dijimos, aunque no concordamos con la «estetización»
exterior, Braschi deja en Chimbote una estela fluo-
de las negociaciones subalternas de un lugar en el sis-
rescente de admiración y envidia. Él es la celebri- tema, el léxico de Bayart nos parece útil para analizar
dad autóctona cuya trayectoria muchos querrían los sujetos coloniales-globales que identificamos en
emular. Pero Braschi ha ascendido ya muy alto: El zorro de arriba y el zorro de abajo.

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producida por el capitalismo global en su incipiente que Moncada debe pagar por su localización al
versión neoliberal– puede ser leído en la delirante margen del infernal sistema económico braschiano:
lucidez del loco Moncada. La relación especular en «Yo, el único, estrella libre de los cielos océanos»
blanco y negro, en positivo y negativo que existe en- (143). El loco Moncada es sujeto glocal subalter-
tre Moncada y Braschi, representantes respectivos no, crítico del sistema global porque sabe que al lo-
de la salud y la enfermedad del «Chimbote-mun- calizarse en el margen debe –al igual que otros seres
do», se desprende de uno de los desarticulados marginales como él– cargar el peso de su vicio, cual
comentarios «verdad-verdadera» del loco Monca- cruz de la humanidad formada por el aluvión mundial
da durante su peregrinación inaugural al cemente- de perros muertos que el lloqlla de la globaliza-
rio, cargando la cruz más grande, y en dirección ción13 arrastró, por intervención de Braschi, hasta
contraria, de entre todos los cargadores de cruces la provincia-puerto de Chimbote. De la conversa-
de los muertos pobres de Chimbote. Antes de mas- ción entre el compadre Esteban de la Cruz y su
ticar los huesos recién triturados del gallo de la pa- primo, cuando este vomita las oscuras secuelas del
sión frente a la línea de tren, el loco Moncada se trabajo en la mina de carbón y le aconseja al primero
presenta ante su popular audiencia: «¡Yo soy la sa- botar cuatro onzas del residuo mineral para limpiarse
lud, yo soy la vida de la vida...», haciendo de inme- y evitar morir de «la enfermedad del pulmón negro»,14
diato la salvedad de distinguirse del «sarcófago, tu-
berculosis, Braschi!». Y aunque desconocemos la
13 Aunque no lo define como un «lloqlla de la globaliza-
circunstancia que gatilla el desquiciamiento de Mon-
ción», Cornejo Polar habla del lloqlla que cae sobre
cada, intuimos –a partir de una de sus prédicas pú- Chimbote como una consecuencia de la explotación
blicas– que el agente es el propio Braschi: internacional de la harina de pescado en el puerto. «En
efecto», dice Cornejo Polar, «el boom de la harina de
Unos se emborrachan para devorar sangre hu- pescado atrae sobre el puerto una incontenible avalan-
cha humana. Caen sobre Chimbote masas de indios [...],
mana caliente-inocente ¡lo juro yo! Emborrachan
de criollos [...], de extranjeros (españoles, yugoslavos,
primero a sus víctimas. Como a pavos de pas- norteamericanos del Cuerpo de Paz y de la congregación
cua florida, estrella matutina que brota de mi dien- Maryknoll); de pescadores, campesinos, comerciantes,
te mayor, de este, de este colmillo que tengo, el pequeños capitalistas [...]; de políticos, curas, monjas,
único. Porque el otro se lo comió Braschi en un hampones, prostitutas, etcétera. Chimbote se convier-
te rápidamente en un laberinto múltiple, atosigado de
banquete de ballenas. ¡Amigos, caballeros y ca-
hombres provenientes de todas las latitudes y de todas
ballos, Chimbote-Perú-Sudamérica, borrachos las razas [...] que afanosamente buscan comprender las
extranjeros! [143]. misteriosas normas del remolino que los rodea y ser
partícipes del esplendor que soñaron» (Cornejo Polar,
Si recordamos el comentario de Jesusa, la espo- 1997: 241).
sa de Esteban de la Cruz, quien define a Moncada 14 La neumoconiosis o «enfermedad del pulmón negro»
como «[l]oco por causa de nuestros pecados», es frecuentemente adquirida por los mineros del carbón
por la inhalación prolongada y sin protección de polvo
deducimos asimismo que si Braschi es agente de de carbón. Sus síntomas son bronquitis crónica, tos y
su desquiciamiento, no pudo, sin embargo, ser dificultad respiratoria, todos los cuales –además de otros
agente de su corrupción. La locura es así el precio peores– padecen Esteban de la Cruz y su primo.

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entendemos que el cuerpo de los mineros también –¿Cómo somos? ¿Qué somos, compadre, don
está contaminado del lloqlla empujado por el ca- Esteban de la Cruz? ¡Eso! Ya he hablado exac-
pitalismo foráneo en el Perú: to, como un gusano que se atornilla y que des-
pués hace un foradito pestoso en la carne del
–Primo, carajo –dijo don Esteban–. Tú, jodido caballo, así estamos en este barrio Bolívar del To-
ya entonces. Como hombre chicharra vas morir toral. ¿Por qué, compadre? Porque somos gu-
de carbón. [...] ¿Así es que capitán polaco mina sanos parásitos en el falso ano de las quinientas
se lleva carbón qu’hemos hociqueado lampa hectáreas que tiene la Corporación. ¿Estamos o
barreno? ¿Dispués, todos piones obreros taco- no estamos a la orilla del Totoral de La Calzada,
neados carbón-veneno quidamos? // –Aukillu, es decir, de la laguna, lodazal, aguada, rebrote
montaña antiguo, señor grande. Sabe. // –Capi- del gran río Santa que corre detrás de esa mon-
tán polaco gringo, ¿más rey entonce, primo? // – tañita de Coishco? // –Seguro, compadrito, se-
Espera, oye, Parobamba. Gringo es sacre –y el gurito –contestó don Esteban entusiasmado.
primo ya estaba fatigado del pecho, como un fuelle [...] // –Seguro, compadre don Esteban. Este
apolillado–. Gringo polaco soborna gobierno, lodazal-aguada es ahora un falso ano de la Cor-
primo. ¡Bota carbón, Estebán, hermanito, día y poración. La acequia que pasa delante de nues-
noche! Pesa bien. ¡Botas de tu pecho cuatro tras chozas, ¿qué es? Desagüe del lodazal; falsa
onzas, uno ya’habrás retrucado; botas de gringo vena, tripa de cagarrusa del lodazal. Y detrás de
polaco! ¡Carbón mundo volteas volteando! Dos nuestras chozas está el anillo de totora que guar-
tiene que haber qui’han botado carbón de su da el agua donde ¡ja, ja, ja! algunas garzas de
cuerpo. ¡Dos tiene que haber! Hombre Paro- blanco inmaculado buscan gusanos. ¿Estamos en
bamba-bajo está esperando. Volteas carbón una lengüita de tierra barrosienta, compadre? Los
mundo; limpio, nada metal gringo queda, bande- catres de los vecinos que están más lejos del
ra peruano [159-160]. puente de la acequia, ¿no tienen sus patas meti-
das mismo en el barro como patas de asno, com-
Como el loco Moncada, Esteban de la Cruz y su padre? [140].
primo saben que su miseria y su enfermedad han
patrocinado el lucro de empresarios mineros ex- Y luego, como desafiando su asfixiante condi-
tranjeros. Así, la lucidez sobre el lugar que él y otros ción de subalternidad y como recordándose a sí
como él ocupan en la modernidad subalterna y pe- mismo su (costosa) libertad, el loco añade: «Yo
riférica de Chimbote es tema de conversación que estoy aquí porque me da la gana. Porque soy el
emerge espontáneamente de la reflexión conjunta centro de los estallidos internacionales de nubes y
del loco Moncada y su compadre Esteban de la flash de los fotógrafos. Así seré y soy. En el loda-
Cruz. La imagen utilizada para representar el en- zal, falso y verdadero del ano del Perú, mundo»
granaje planetario que también a ellos busca arras- (140). En este desafío radica la conciencia inter-
trar, alude una vez más a la podredumbre moral y mitente pero luminosa de ser ínfimo oponente de
corporal extendida en Chimbote como efecto local un mecanismo planetario –pequeñez que, no obs-
de la economía global. Dice Moncada: tante, es rechazada por el loco Moncada, quien

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intuye y reclama que su sufrimiento y el de las per- El loco Moncada opera así, en la poética de la
sonas como él constituye una redención potencial novela, como un Jesús moderno,16 enemigo del
«de los pecados del mundo». Como sugiere su «anti-Dios» Braschi, único fuera de su nefasta es-
ingreso en la narración, arrastrando la cruz mayor fera de influencia y, por tanto, único personaje lo-
del puerto-piedra de toque del lodazal de la glo- cal y «temporal» de la novela que se presenta como
balización, y como claramente propone Jesusa, depositario de la energía maternal –en asfixiante
Moncada arrastra en su locura todos «nuestros peligro de extinción dentro del universo de la nove-
pecados», los «pecados del mundo», los pecados la– que puede redimir a Chimbote, al Perú y al
de quienes participamos en mayor o menor medi- mundo. Si se hubiera producido el encuentro de
da de la «regla exterior» impuesta en el mundo la clarividencia delirante del loco Moncada con la
por la globalización. El loco Moncada es un már- penetrante visión hímnica de don Diego, se habría
tir que desde su fresca locura y su digna subalter- desencadenado acaso la alquimia redentora que El
nidad enfrenta la corrupción local15 y que, ade- zorro de arriba y el zorro de abajo necesitaba
más, entiende su martirio rebelde como posibilidad para contrarrestar la poética de la violación que
de redención universal: termina predominando en la obra. Pero el agota-
miento de las fuerzas utópicas de Arguedas-narra-
A mí están retratándome con televisión de los ex- dor y Arguedas-sujeto acaba por privarnos del final
tranjeros. Yo voy a salir retratado en todos los redentor que la justicia poética de la literatura podría
periódicos del mundo, de mí se ha de acordar la haber conjurado –como hiciera en Todas las san-
humanidad. Toreo; no me cornea ninguna de las gres–17 desde el cosmos literario de Los zorros.
tentaciones que hacen rico a Braschi, al comer-
ciante Mohana que quiso ser alcalde. Ahora ya
los toros no me embisten; todos han sido torea- 16 También Lienhard ha comentado esta identificación de
dos [54, énfasis de la autora]. Moncada con Jesús: «Moncada es realmente un pro-
feta, un nuevo Jesucristo, pero en un universo domi-
nado por el imperialismo el papel de vidente no puede
no llevar a la locura al que lo asume. La lucidez, a los
15 Cornejo Polar lee también, en la alusión al sapo, la capa- ojos del espectador oprimido y alienado ideológica-
cidad del loco Moncada y su compadre Esteban de la mente, toma la forma de la locura» (1990: 98).
Cruz para adaptarse «con dignidad» al lodazal que los 17 Cornejo Polar explica con claridad el lugar de la «muerte
rodea. En última instancia, la podredumbre del lodazal redentora» de Demetrio Rendón Willka en Todas las
es caldo de cultivo para nueva vida. Dice Cornejo Po- sangres, y de lo que Arguedas describe como el «triun-
lar: «[...] don Esteban no se aísla ni se margina de la fo del yawar mayu» o «río de sangre»: «[...] la muerte
realidad; por el contrario, reconoce que solo incorpo- de Demetrio Rendón Willka permite la irrupción del fu-
rándose al mundo, hundiéndose en él, se podrá encon- turo en la novela. Al momento de su fusilamiento –dice
trar la salvación, la salvación de uno y de todos. Aun- el narrador– se “escuchó un sonido de grandes torren-
que su mujer lo cree loco por pensar que el “sapo es tes que sacudían el subsuelo, como si las montañas
animal de respeto”, Esteban de la Cruz insiste [...]. La empezaran a caminar”, y ese sonido se expande y cubre
alegoría del sapo esconde toda una filosofía de vida: el universo íntegro: todos los personajes lo escuchan,
sumergirse en la realidad, aunque maligna, y luchar cualquiera que sea su ubicación espacial. Es el aterra-
contra ella» (Cornejo Polar, 1997: 252). dor sonido de un mundo que se quiebra y destruye

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Más allá de finales intuidos y añorados por al- de conocimiento es poder» (Wallerstein, 1974: 10).
gunos –probablemente muchos– lectores de la Por su parte, Walter Mignolo define este cambio
novela, Moncada emerge y se anuncia como figura potencial como la emergencia de «un paradig-
clave para entender y construir resistencia en la era ma otro», lo que consiste en un «quiebre epis-
actual. Pese a identificar su lugar en la cultura chim- témico irreducible a la cronología lineal de Michel
botana a un costado del «desagüe del lodazal» del Foucault ni a los cambios paradigmáticos de Tho-
lloqlla de la globalización, el loco Moncada re- mas Kuhn». Tampoco, añade el crítico, es un nuevo
presenta la válvula de escape a la «regla exterior» «abstracto universal»; por el contrario, lo forman
del sistema, la posibilidad de construir una oposi- «los movimientos pluriversales de pensamiento y
ción ética, no negociada, al desigual paradigma acción decolonial alrededor del globo» (Mignolo
del capitalismo neoliberal global. Y esa posibili- y González García, 2006: 46).
dad proviene del conocimiento de su localización
geopolítica en ese sistema y de la capacidad de –como Reflexiones finales
definen algunos críticos poscoloniales– producir
una resistencia epistémica que, por la creciente La relación entre el capitalismo global y la explota-
conciencia global de los sujetos subalternos de ción local dictada por el emergente paradigma eco-
nuestros días, puede revertir las injusticias del pla- nómico neoliberal se lee, desde la poética brutal
neta y construir un paradigma de solidaridad uni- con que se teje la narración de El zorro de arriba
versal. Esta «conciencia global» que según críti- y el zorro de abajo, a partir de la imagen de la
cos como Robertson y Bayart caracteriza la era violación perpetua, penetración forzada y reitera-
actual, debe ser interpretada y utilizada por noso- da de la que nadie puede escapar sin comprometer
tros, desde la periferia de la globalización, como salud física, mental y/o espiritual. La ausencia de
una oportunidad histórica para rescribir los innu- consentimiento inicial a la penetración se sigue,
merables relatos de opresión y desigualdad ex- en muchos casos y tras los cuidadosos «cebar»
tendidos planetariamente por el capitalismo des- y «corromper» controlados por Braschi, en una
de las primeras olas de colonización europea del búsqueda voluntaria del vicio –como se observa
resto del mundo en el siglo XV. Es una posibilidad en los asistentes al prostíbulo «el corral»–, exten-
histórica de un cambio radical del paradigma de diéndose así la red de agentes y víctimas de la des-
los sistemas-mundo definidos por Wallerstein composición infernal del Chimbote global. Pode-
pues, como este señala, «[l]a habilidad del hom- mos deducir, en consecuencia, que la globalización
bre para participar inteligentemente en la evolu- ha extendido con mayor intensidad que los movi-
ción de su propio sistema depende de su habilidad mientos coloniales anteriores el capital de las me-
para percibir el todo». Y enfatiza luego: «Esa clase trópolis europeas, norteamericanas y asiáticas a las
provincias periféricas mundiales, y que sus méto-
dos de cooptación son aún más poderosos. Al res-
definitivamente; es, al mismo tiempo, el himno de la es-
peranza, el que surge del nacimiento de otro mundo dis- pecto, don Ángel le habla a don Diego sobre la
tinto, del verdadero “nuevo mundo”» (Cornejo Polar, eficacia de los mecanismos creados localmente para
1997: 214). cebar y corromper a los pobladores de la bahía:

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Lo que puedo decirle es que los que entraron a padora del mundo. La concha exige pincho, ¿no es
la pesca se embravecieron con la plata que ga- cierto, Mudo?» (25-26).
naban. Oiga, de un sol diario que agarraban, La poética de la violación perpetua de Chimbo-
de vez en cuando en sus pueblos, aquí sacaban te creada por Arguedas en su novela póstuma, ale-
hasta cien y hasta trescientos o quinientos dia- goriza el subyugador e infernal efecto del capitalis-
rios. Para ellos se abrieron burdeles y cantinas, mo global de reapertura continua de la «herida que
hechos a medida de sus apetencias y gustos; eso no cicatriza» por ser abierta una y otra vez por las
sale casi solo; después se le ceba. ¿La mafia? violentas penetraciones de la colonización. Toma-
Adiestramos a unos cuantos criollos y serranos, mos este concepto de Octavio Paz, quien lo usa
hasta indios para que… ¿cómo es, cómo es la para aludir al episodio de violencia entre la Malin-
palabra? ¡Para «provocadores»! Ellos armaban che y Hernán Cortés que engendra la cultura mexi-
los líos; sacaban chaveta y enseñaron a sacar cana y la idiosincrasia machista de «lo abierto» y
chaveta, a patear a las putas; aplaudían la pren- «lo cerrado», contexto en el cual «[l]a idea de la
dida del cigarro con billetes de a diez, de a qui- violación rige todos los significados» (Paz, 1997: 85).
nientos, a regar el piso de las cantinas y burdeles Asimismo, lo tomamos de la «herida» articulada por
con cerveza y hasta con wiski. Un chino de ex- Gloria Anzaldúa –en diálogo implícito con Paz–
periencia, seco de cuerpo, abrió el «corral» con para describir su propia subalternidad de lengua,
nuestra complacencia. Allí desuellan a los chivos cultura, raza, género y opción sexual como latina y
pobres, a los más desgraciados. Pero en el sa- lesbiana en los Estados Unidos, experiencia que
lón Rosado y en las cantinas, más en el de la Mignolo sintetiza como la «herida colonial».18 La
viuda, se regaba el piso hasta con wiski... [Ar-
guedas, 1996: 94]. 18 En el capítulo «The Wounding of the India-Mestiza»
de su libro Borderlands/La frontera. The New Mesti-
Esta producción y reciclaje constantes del vicio za, Gloria Anzaldúa retoma la reflexión de Octavio Paz
en El laberinto de la soledad, donde este llama la aten-
y la violencia que rige el intercambio entre la som-
ción sobre el episodio que origina el machismo mexica-
bra fálica de la globalización y la silueta uterina de no: la «entrega» de la Malinche al conquistador espa-
la periferia geográfica que nutre los imperios cor- ñol Hernán Cortés. Paz nos recuerda que la mala palabra
porativos de la actualidad, da lugar a una metáfo- sale siempre del macho, y luego aclara: «¿qué es la Chin-
ra extendida de la violación –en cuya dialéctica gada? La Chingada es la Madre abierta, violada o burla-
da por la fuerza. El “hijo de la Chingada” es el engendro
hegemónica de embestidas violentas de lo convexo
de la violación, del rapto o de la burla» (Paz, 1997: 87-
a lo cóncavo busca representar el sometimiento de 88). Con lucidez, pero trasluciendo sus propias pre-
entidades tanto femeninas como masculinas al impe- concepciones de género, Paz agrega: «Si se compara
rio del «joder y ser jodidos». «Entonces vas dere- esta expresión con la española, “hijo de puta”, se ad-
cho, a la anchoveta que Braschi, el culemacho, li’ha vierte inmediatamente la diferencia. Para el español la
deshonra consiste en ser hijo de una mujer que vo-
quitado a los “cochos” alcatraces», le comenta
luntariamente se entrega, una prostituta; para el mexi-
Chaucato al Mudo al comienzo de la novela, y aña- cano, en ser fruto de una violación» (88). Anzaldúa
de: «Ese, ese qu’está a tu lado, va’olvidar aquí el retoma la reflexión desde su subalternidad femenina:
ojete, porque la mar es la más grande concha chu- «Mí no vendió a mi gente: ellos a mí. Malinali Tenepat,

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herida colonial de Chimbote –que lejos de cicatri- sión de Arguedas al no entender este nuevo esce-
zar se agranda cada vez más por la reproducción nario, este nuevo enemigo surgido de la mutación
secular de las distintas versiones de la literal alego- más reciente del «monstruo» de la modenidad/co-
ría de la violación imperial– es una sinécdoque de lonialidad descrita por Mignolo, es lo que creo que
la herida colonial de la América Latina, laceración fulmina las energías utópicas del escritor. Como
que la novela de Arguedas anticipa como paradig- sugiere Lienhard, Arguedas colapsa de una «neu-
ma de la subalternidad actual, es decir, como «el rosis de la era del imperialismo en el Perú», de una
lado oscuro» de la modernidad por entonces en «neurosis transindividual» (1990: 35).
emergencia y que identifico como un tercer mo- El desencanto de Arguedas en El zorro de arri-
mento de las colonizaciones de la era moderna: ba y el zorro de abajo augura también el desen-
la modernidad de la globalización.19 La confu- canto de generaciones posteriores que, habiendo
crecido en el hostil mundo de dictaduras y experi-
mentos neoliberales durante las oscuras décadas
o Malintzín, se ha convertido en la mala palabra que
postreras del siglo XX latinoamericano, sostenemos
circula una docena de veces al día por los labios de los
chicanos. Puta, prostituta, la mujer que vendió a su como hálito de vida la aprendida nostalgia por ese
gente a los españoles son los epítetos que los chica- –todavía necesario– ideal de solidaridad colectiva,
nos escupen con desdén». Pero reclama que el fin a la y esa –más que nunca urgente– utopía de mundo
culpa debe partir de las propias mujeres: «La peor trai- mejor. Como dice Lienhard sobre El zorro de arri-
ción radica en hacernos creer que la mujer india en
ba y el zorro de abajo: «esta novela bien podría ser
nosotras es la traidora. Nosotras, indias y mestizas,
fiscalizamos a la india en nosotras, la brutalizamos y la –pero esto no depende exclusivamente de la litera-
condenamos. La cultura del macho ha hecho un buen tura, sino más bien de la historia– la primera de una
trabajo con nosotras» (Anzaldúa, 1999: 44). Walter serie nueva y todavía sin bautizar: una serie cuyos
Mignolo sintetiza las características del desprecio a la textos devolverán a las mayorías populares un papel
mujer mexicana, en México y en los Estados Unidos –y
activo» (1990: 9). El loco Moncada, con su lucidez
por extensión de la historia de la colonización española
del Nuevo Mundo, a la mujer latinoamericana–, como de sujeto glocal subalterno, encierra quizá la clave
la «herida colonial». Este concepto, trabajado durante crítica para hacer la utopía realidad.
años por el crítico, deviene subtítulo de su libro más
reciente, La idea de América Latina. La herida colo-
nial y la opción decolonial. Bibliografía citada
19 En mi tesis doctoral, mencionada más arriba, retomo el
Anzaldúa, Gloria: Borderlands/La frontera. The
modelo que introducen Mignolo y Quijano para en-
tender los dos movimientos colonizadores europeos New Mestiza, San Francisco, Aunt Lute Books,
ocurridos durante los últimos quinientos años (el ibé- 1999.
rico del siglo XV y el norteuropeo del siglo XVIII), alego-
rizados como monstruos de dos caras: la cara expuesta
de la modernidad y la cara oculta de la colonialidad. En ción. Esta globalización también tiene su lado oscuro
mi tesis señalo que un tercer movimiento (o monstruo) de colonialidad y es precisamente el que Arguedas está
emerge a fines del siglo XIX y es el del tercer paradigma mostrando en su novela El zorro de arriba y el zorro
de la modernidad, llamado en nuestros días globaliza- de abajo.

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Arguedas, José María: El zorro de arriba y el zorro Lienhard, Martin: Cultura andina y forma nove-
de abajo, Madrid, Colección Archivos, 1996. lesca. Zorros y danzantes en la última novela
Bayart, Jean-François: Global Subjects. A Politi- de Arguedas, Lima, Editorial Horizonte, 1990.
cal Critique of Globalization, Malden, Polity Mignolo, Walter y Mónica González García:
Press, 2007. «Towards a Decolonial Horizon of Pluriversality.
Cornejo Polar, Antonio: «Un ensayo sobre “Los A Dialogue with Walter Mignolo on and around
Zorros” de Arguedas, en Arguedas: El zorro de The Idea of Latin America», Lucero, No. 17,
arriba y el zorro de abajo, Madrid, Colección 2006, pp. 38-55.
Archivos, 1996. Paz, Octavio: El laberinto de la soledad, México,
––––––––––––: Los universos narrativos de José Fondo de Cultura Económica, 1997.
María Arguedas, Lima, Editorial Horizonte, Robertson, Roland: Globalization. Social Theory
1997. and Global Culture, Londres, Thousand Oaks
González, Mónica Fabiola: Transepistemología / Nueva Delhi, Sage Publications, 2000.
subalterna en Rubén Darío y José Martí. Es- Wallerstein, Immanuel: The Modern World-System.
téticas modernistas y modernidades imperia- Capitalist Agriculture and the Origins of the
listas en Chile y Nueva York, Berkeley, Uni- European World-Economy in the Sixteenth Cen-
versity of California, 2009. tury, San Diego, Academic Press, Inc., 1974. c

Collage No. 2, 2000-2001. Tul/cartón, 70 x 50 cm

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EMILIO DEL VALLE ESCALANTE

Literatura maya contemporánea


y la cuestión de la modernidad:
Xib’alb’a como alegoría
de la globalización
en Rosa Chávez y Pablo García*

H
oy en día, la modernidad occidental/occidentalizada es el
blanco de ataque de las críticas provenientes de los llama-
dos tercer y cuarto mundos. La modernidad es una nave
galáctica que en su marcha lineal acecha el espacio global del pasa-
do, el presente y el futuro. Sin embargo, desde todas las latitudes
Revista Casa de las Américas No. 271 abril-junio/2013 pp. 34-47

subalternas recibe proyectiles de pequeñas y muy diversas naves


que gradualmente emergen buscando desarticular e incluso destruir
su inescrupulosa marcha, iniciada en octubre de 1492. Algunas de
*
Los postulados que presento en este esas pequeñas naves desde entonces han sido tripuladas y lidera-
artículo han sido expuestos en las con-
das por los pueblos indios subalternizados por la modernidad, quie-
ferencias de la Asociación de Estu-
dios Latinoamericanos (Lasa) y de la nes desde entonces buscan restaurar su soberanía perdida. En efecto,
Native American and Indigenous Stu- la modernidad, entendida como una condición hegemónica cultural
dies Association (Naisa). Agradezco y económica (neo)liberal, desde una perspectiva maya, representa
el apoyo que el Institute for the Study la historia de los poderosos y cómo estos han adquirido su poder
of the Americas (Isa) y el Departamen-
sobre la base de la colonización de los pueblos indios. No debe
to de Lenguas Románicas de la Uni-
versidad de Carolina del Norte en Cha- sorprendernos entonces que una de las principales tareas del movi-
pel Hill me brindaron para asistir a miento y la literatura maya guatemalteca contemporánea se defina
estos eventos. como una contienda epistemológica con los otros, como un primer

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ejercicio discursivo por rescribir la historia y res- cosmovisión maya para desarrollar las condiciones
taurar una dignidad pisoteada por una vergonzosa de posibilidad de una resistencia anticolonial me-
historia guatemalteca moderna.1 En este sentido, diante la articulación de una conciencia subalterna
como lo indica Arturo Arias, esta literatura repre- colectiva.2
senta «un fuerte y vital contrarrelato a la discursivi-
dad Ladina [o mestiza]» (2007: 78). Casa solitaria: la globalización
En este artículo me propongo explorar la forma
y su prisión posmoderna3
en que la letra se transforma en balas de ataque
contra la nave galáctica, proveyendo un análisis de Casa solitaria de Chávez es un poemario que está
la literatura maya guatemalteca contemporánea re- hilvanado por entornos urbanos donde las expe-
presentada en los poemarios Casa solitaria (2005) riencias de los indígenas coinciden y coexisten con
de la poeta k’iche’-kaqchikel Rosa Chávez y las de otros sujetos marginales como prostitutas,
B’ixonik tzij kech juk’ulaj kaminaqib’ / Canto niños de la calle, travestis, drogadictos y homosexua-
palabra de una pareja de muertos (2009) del les. El poemario resiste el encasillamiento étnico,
poeta k’iche’ Pablo García. Como haré ver, por especialmente porque, contrario al posterior libro
medio de la metáfora del viaje estos poemarios de Chávez –Ab’aj / Piedra (2009)–, Casa solita-
presentan una desmitificación de y una crítica a las ria muy poco tiene que ver con las demandas o
narrativas hegemónicas modernas guatemaltecas de políticas étnicas enfatizadas por escritores mayas
la ciudadanía y la nación empleando xib’alb’a o el como Gaspar Pedro González y Calixta Gabriel
inframundo k’iche’ del Popol Wuj como una ale- Xiquin.4 Bien podríamos aventurar que el poema-
goría de la globalización. Chávez desarrolla xib’alb’a rio de Chávez define un marcado distanciamiento
como un tropo literario que se asocia a la ciudad o
«casa solitaria» para explorar la condición «infer-
2 La categoría de subalternidad usada en este ensayo es la
nal» moderna legada por la guerra civil y la globali- acuñada por Ranajit Guha, quien a su vez reconceptualiza
zación neoliberal. Por su parte, García lo hace para lo «subalterno» a partir de la teorización desarrollada por
explorar la condición colonizada de la subjetividad el intelectual italiano Antonio Gramsci. Por subalternidad
maya y la búsqueda por trascender esa condición se entiende el atributo general a sujetos o colectivos su-
bordinados en términos de clase, casta, edad, género,
infernal mediante un viaje a los orígenes. Mi ensayo
oficio o de cualquier otra manera (Guha, 1988: VII).
concluye sugiriendo que Chávez y García usan la
3 Esta sección sobre Casa solitaria proviene de mi artícu-
lo «Del campo a la ciudad: Xib’alb’a como alegoría de la
1 El movimiento maya en Guatemala tiene sus prece- globalización», en Bulletin of Hispanic Studies, vol. 89,
dentes a mediados de los años ochenta. Se consolida No. 2, 2012, pp. 193-209.
en el Congreso indígena latinoamericano de octubre 4 En Ab’aj / Piedra encontramos una conexión directa en-
de 1991. Propone el reconocimiento de los indígenas tre Chávez y sus antecesores. El libro es un precioso can-
como poblaciones diferenciadas y una restructuración to a los ancestros y, a través de la metáfora de la «piedra»,
del Estado-nación como pluricultural, plurilingüe y plu- Chávez entreteje su historia personal con su presente,
rinacional. Para estas discusiones y debates sobre el pasado y futuro. El poemario puede incluso leerse como
movimiento maya ver, entre otros, Cojtí, Bastos y Camus, un diálogo con Piedras labradas / Sculpted Stones (1995),
Warren, Montejo (2005) y Valle Escalante. de Víctor Montejo.

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de una primera generación de escritores indígenas dad. En ese sentido, el poemario desmitifica y sati-
que, respondiendo a un momento histórico pro- riza el espacio urbano –«eterno circo» (9)– como
fundamente caracterizado por el racismo y la mar- foco de un mundo moderno asociado con «progre-
ginalización política, se han dado a la tarea de de- so», «desarrollo», «prosperidad», «esperanza», «to-
nunciar violaciones a los derechos humanos de las lerancia», «igualdad», «orden» y «elegancia». Con-
poblaciones directamente afectadas por la guerra trario a estos adjetivos, las imágenes de la urbe
civil, dignificar, autorizar e inscribir sus especifici- ofrecidas por Chávez, como veremos, despliegan
dades lingüísticas, culturales y religiosas en la narra- entornos grotescos, mundanos y nauseabundos
tiva oficial de la nación. La nueva generación, ade- donde presenciamos la sobrevivencia de sujetos
más de explorar estos temas, añade otros elementos marginales a través de cuadros degradantes.
que incluyen una exploración y revalorización del Los poemas de Casa solitaria están escritos
cuerpo femenino indígena, imágenes eróticas, incluso en verso libre, con un lenguaje crudo y grotesco
lésbicas; los sonidos ya no son solo los de los pája- que despliega imágenes privadas de belleza, ar-
ros, el viento, los árboles, sino también los bullicios monía y orden. Carecen de títulos, dando un efecto
de la ciudad: gritos callejeros, los autos, luces o de impersonalidad. Chávez se vale de recursos
balazos que interrumpen la cotidianidad de la ex- retóricos como la personificación –«las piedras
periencia indígena urbana. En estos entornos se sudan / nadie les limpia la frente» y «el invierno
manifiesta también la visión de realidades indígenas vomita» (18)–, asíndeton –«como todos los días
arraigadas en una cosmovisión maya transformada. / respiro, jadeo, circulo / aprisiono, libero, rasguño»
Varios de los escritores mayas urbanos no han de- (34)– y la ironía –«y todo parece normal» (13),
jado su pasado ni su origen atrás, sino más bien se verso que concluye la siniestra rutina de un travesti
lo han guardado y transportado a la ciudad. que ha sido golpeado– para desarrollar imáge-
A partir de este contexto, Casa solitaria5 nos nes que despiertan una atmósfera sombría. Lue-
presenta un sujeto omnisciente –«es cierto yo lo vi go del primer poema, «hace un mes» (usaré la
todo» (18)– que se subsume en el inframundo o el primera línea para referirme a los poemas), el li-
«lado oscuro de la modernidad» (Mignolo, 1995). bro se divide en dos partes que evidencian una
El poemario se enfoca en sujetos marginales para estructura cíclica manifestada a través del verso
explorar los efectos concretos del legado de la «casa solitaria oculta en la alacena». Este aparece
guerra civil y la globalización, que han gestado un tanto en el poema que abre la primera sección,
paulatino deterioro de la humanidad. La «casa soli- «Pequeña dosis de placer autómata» (9), como
taria» se convierte en un tropo literario que adquie- en el que cierra esa parte y el libro, «desenchufar»
re diversas connotaciones metafóricas relacionadas (36). El verso denota aislamiento e incluso olvido:
al interior personal y la realidad cotidiana de quie- la casa oculta dentro de la alacena como objeto
nes sobreviven la globalización desde la subalterni- olvidado; y la soledad o alienación, explícita en
el adjetivo «solitario». Por otro lado, evidencia
5 Uso xib’alb’a en lugar de «xibalbá» siguiendo la última
traducción al Popol Wuj de Luis Enrique Sam Colop.
cierta invocación, manifestada a través de la alite-
Mantengo xibalbá para los autores que lo citan de esa ración del sonido «a» al final de cada palabra (sa,
manera. ria, la, ta, na).

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La primera parte del poemario, cuyas tramas tie- me dieron un disfraz de tela,
nen lugar en el espacio público, comprende un re- ese día lloré mucho, lloré mucho
corrido del sujeto-observador por los lugares sub- me daba vergüenza ponerlo
terráneos de la urbe. Los poemas describen la trama y enseñar las piernas,
de personajes marginales y despreciados en el la señora dice que en mi pueblo
orden y discurso hegemónico. La sección concluye todos somos shucos
con el poema «Fueron sus palabras», el cual des- por eso me baño todos los días
cribe una conversación entre el sujeto-observador mi pelo largo lo cortaron
y su madre. Esta última ofrece una plegaria a los dice que por los piojos,
dioses para «que aparten / la tristeza que llevo den- no puedo hablar bien castilla
tro» (19). La segunda parte ofrece una perspectiva y la gente se ríe de mí
más íntima y personal. Aquí encontramos poemas mi corazón
que hablan de engaño («Él, maquilló sus ojos»), se pone triste,
impaciencia («El niño le habla»), abandono («vos»), ayer fui a ver a mi prima
angustia («Nacemos al dolor») y desamor («Hoy el chofer no quería parar
somos los desencontrados»). En la mayoría de los y cuando iba a bajar, rápido arrancó,
poemas de esta sección los personajes se mueven apurate, india burra –me dijo
en espacios más privados, como habitaciones. Da yo me caí y me raspé la rodilla
la impresión de que ellos están dentro de la casa; a risa y risa estaba la gente
excepción del último, «desenchufar» (36), en el cual mi corazón se puso triste
el personaje habla en primera persona, describien- dice mi prima
do la acción de la voz poética en la calle, el espacio que ya me voy a acostumbrar
público. que el domingo vamos al parque central
El primer poema, «hace un mes», sirve como que hay salones para bailar
prefacio a las temáticas sobre miedo, encierro y vio- con los grupos que llegan a la feria de allá,
lencia verbal y física que Chávez explorará a través de mi pueblo,
de la experiencia de sus personajes urbanos en los estoy en mi cuartito
poemas de la primera y la segunda parte. Vale la contando el dinero que me pagaron
pena citar el texto completo a fin de desarrollar mejor menos el jabón y dos vasos que quebré
un análisis crítico de este. la señora dice que soy bien bruta
no entiendo por qué me tratan mal
Hace un mes ¿acaso no soy gente pues? [5].
vine a la capital
mi tata nos abandonó A pesar de su aparente simpleza testimonial, el
y en la casa el hambre dolía poema encierra complejidad en sus varias capas
yo trabajo en una casa discursivas subyacentes.
(la señora dice que de doméstica) Para empezar, a través de la metáfora de la «casa»,
aunque no entiendo muy bien qué es eso, despliega la dicotomía campo (la casa donde el

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«hambre dolía») y ciudad (la casa donde obtiene cortaron», «me dieron un disfraz de tela»), la acusa
trabajo como «doméstica» y el espacio público). de sucia («shuca») y «bruta» y se burla de ella debi-
La estructura se relaciona con la del poemario en la do a que «no pued[e] hablar bien castilla». Su expe-
medida en que muestra una forma cíclica e incluso riencia en el ámbito público no es tampoco ajena a
de espiral manifestada en la travesía de la «emplea- estas agresiones, como se ejemplifica con el chofer
da doméstica»: la casa donde el hambre dolía-la del bus que la transporta a casa de su prima. Él se
capital (ciudad)-la casa donde trabaja-la capital-el refiere a ella como «india burra» y la ridiculiza frente
cuartito de la casa donde trabaja. La imagen que a los demás cuando hace que ella se caiga al bajar
obtenemos del cuartito dentro de la casa, la cual del bus. Al relatar estas experiencias a su prima, esta
a su vez está en la «capital», se asocia al verso, le dice «que ya [se va] a acostumbrar», lo cual su-
«casa solitaria [cuartito] oculta en la alacena [casa giere que esta última ha vivido experiencias de agre-
+ ciudad]». Por otro lado, el poema evidencia sión semejantes, y evidencia un precedente históri-
una dimensión social. Con el abandono del padre y co marcado por un racismo ya naturalizado. Al
la migración del personaje a la ciudad se sugiere la regresar a la casa donde trabaja, en su «cuartito», la
ruptura del tejido social en el seno de las familias protagonista reflexiona sobre su propia condición
indígenas.6 A pesar de que el poema no hace refe- social como sujeto deshumanizado –«no entiendo
rencia al conflicto armado, la experiencia del per- por qué me tratan mal»– desarrollando una pre-
sonaje también sugiere el éxodo de miles de mayas gunta retórica («¿acaso no soy gente pues?») que
del campo a la ciudad en busca no solo de sobrevi- ironiza el simbolismo «civilizatorio» de la urbe.
vir, sino también de una mejor vida, como conse- Contrario a tal simbolismo y similar a la idea de la
cuencia de la injusticia y la pobreza instauradas por prisión como aparato de disciplina y castigo desa-
la guerra. Como se ve, lejos de encontrar la pros- rrollada por Michel Foucault (1975),7 la ciudad emer-
peridad deseada, la protagonista se enfrenta a un ge aquí como centro donde operan mecanismos vio-
mundo que la rechaza y agrede debido a su condi- lentos de control para regular y domesticar el cuerpo
ción étnica. –en este caso, indígena–. En oposición al «progre-
En los entornos de la «capital» sus especificida- so», «la esperanza» y «el bienestar social» asociados
des culturales son agredidas. La señora para quien a la urbe, la capital se convierte en un espacio hostil
trabaja como empleada «doméstica» la obliga a no que al margen de segregar y excluir a ciertos sujetos,
usar su traje tradicional, le corta su pelo («mi pelo lo implica su «domesticación». A la vez, la experiencia
descrita muestra un modus operandi que afirma
6 En su estudio sobre los procesos de mayanización y vida cómo la modernidad se constituye sobre la base de
cotidiana, Santiago Bastos y Manuela Camus (1996: VI)
delinean estas tendencias sobre las migraciones a las ciu- 7 Según Foucault, la prisión puede ser pensada como una
dades y a los Estados Unidos de poblaciones indígenas metáfora de un sistema carcelario mucho más amplio, el
como una de las consecuencias directas de los procesos cual incluye a otras instituciones como la escuela, los
fratricidas y modernizadores de las últimas décadas. Ver hospitales, instituciones militares, etcétera. Al crear «es-
especialmente las secciones «Ideologías en tensión: iden- pecialidades disciplinarias» (300), estas instituciones
tidad, cultura y modernidad» e «Ideologías y cambio so- funcionan para domesticar la actividad de sujetos en
cial: el multiculturalismo en su contexto histórico». la funcionalidad ordenada de una sociedad.

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la colonialidad (Mignolo, 1995; 2000): rechaza las quiere un significado de confusión y caos («metáfo-
especificidades culturales indígenas, pero a la vez se ra de letras revueltas»).
sirve de sus capacidades humanas para funcionar. El entorno en que estos personajes se mueven
La violencia que caracteriza el ámbito de la urbe es muy sombrío, marcado tanto por una paulatina
no la padecen solo los indígenas. Otros personajes degradación humana, como por un ambiente com-
subalternos diferenciados de Casa solitaria que han pletamente desesperanzador y grotesco, tal y como
sido empujados a los márgenes muestran experien- se expresa en «hambre», donde «apesta a cadáver
cias de violencia física y verbal semejantes a la que / somos los muertos» (18). Todas estas imágenes a
sufre la empleada «doméstica». Empleando imá- propósito de la condición inhumana vivida por es-
genes olfatorias, táctiles y sensoriales grotescas, tos personajes se simbolizan más claramente en «El
Chávez los representa en condiciones sumamente cielo se cubre de gris», donde se describe la agonía
degradadas, llegando al punto de adquirir dimen- de un gato moribundo:
siones animalescas o monstruosas. La prostituta de
«La putita es una trastornada», por ejemplo, «es El cielo se cubre de gris
una perra en la banqueta», «gran monstruo triste», la neblina polvo de cielo
con «pulmoncitos ahogados en estiércol», que hace le acaricia el lomo al gato
el amor entre «las moscas que giran y circulan / que sangra por el hocico
cosquillas en los genitales» (17). De forma similar, coágulos en la nariz
el travesti de «las luces se encienden» vive entre las su última cagada en el patio
«cucarachas» y en medio de «golpes, susurros, as- llovizna y el gato inmóvil
fixia» (13). Al igual que la «putita», sobrevive de lame el color y tiembla
«cogidas pagadas y mal pagadas» (ibíd.). Los ni- sus ojos de niño
ños de la calle de «Ciudad de ladrones chiquitos» son canicas transparentes
son una «pequeña villa de duendes», deambulan es tierno y asqueroso
«disfrazados / perros callejeros / adoptando la or- sus últimos maullidos
fandad humana» (10). Además de vivir en espacios en una bolsa plástica [12].
y condiciones repugnantes, los protagonistas habi-
tan también en medio de la soledad y el miedo, como El poema traduce un sentimiento de repugnancia
los niños de «A esta hora nadie habla», quienes, al ante una situación de impotencia. La atmósfera som-
llegar la noche, «se guardan solitarios / mientras sus bría (el cielo gris) ha sido intoxicada por la muerte,
padres se intoxican» (14), o también el de «Él es un personificada en la metáfora «la neblina polvo de
hijo anónimo» (15), que «le teme a las aves, los cielo», la cual acaricia al gato en «sus últimos mau-
perros, / las mariposas»; una «metáfora / de letras llidos». El gato, a su vez, alegoriza la condición
revueltas» (ibíd.). Paradójicamente, en este último mundana de los personajes marginales descritos
poema se contraponen elementos que supuestamen- anteriormente; sujetos animalizados en una socie-
te simbolizan libertad y belleza como «las aves» y dad preñada de lo banal. A través del oxímoron
las «mariposas», para más bien subrayar el miedo expresado en el verso «tierno y asqueroso», se
que estos despiertan en el niño, quien además ad- muestra una contradicción que subraya no solo la

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condición degradada del gato, sino también de los cia», «igualdad», etcétera), lo que obtenemos me-
otros personajes. La asociación entre los «ojos del diante la metáfora de la ciudad vinculada con la
niño» y el gato despierta incluso consternación e casa solitaria son entornos llenos de un «común
impotencia ante la situación frágil en la que los per- llanto cotidiano» (12), «canto[s] de pájaros en-
sonajes se desenvuelven. Ni sus «últimos maullidos» jaulados» (10). Cuando las luces de la ciudad «se
en la bolsa plástica guardan ya significación alguna encienden» (31) a las seis de la tarde en «Nace-
dentro del ambiente desesperanzador caracteriza- mos al dolor», las calles se vuelven tristes. La ima-
do por la urbe. gen de la urbe se asocia a una prisión caracterizada
La representación de estos sujetos y sus condi- no solo por su confinamiento, sino también por la
ciones animalescas e inhumanas recuerda a los incertidumbre, como se manifiesta en «Las hormi-
pordioseros del portal en El señor presidente (1946), gas corren», donde un «misterioso pajarillo»
de Miguel Ángel Asturias.8 Al igual que Asturias,
Chávez articula un ambiente espeluznante donde no observa perdido en las ramas
tienen significado las quejas o las experiencias de amigo de ausencias y soledades
los personajes; ni siquiera se oyen sus voces, ni se sabio conocedor de universos
les reconoce como entidades humanas en la prisión hipnotizado
de la casa solitaria donde todos coexisten. Ellos por las luces
están acostumbrados a un ambiente donde «todo que jamás se apagan
parece normal» (13), «Común llanto cotidiano» pequeño mamífero extraviado [28].
(12), «costumbre nada más» (14), moviéndose en
espacios confinados donde cotidianamente se en- En los entornos de la urbe, los personajes –me-
frentan a una violencia física y verbal naturalizada. taforizados aquí en el «misterioso pajarillo»– se en-
El futuro, incluso, parece marcado por la desespe- cuentran «hipnotizados» y «extraviados». Se trata
ranza, como lo indica «Nacemos al dolor» (31), el en todo caso de un mundo monstruosamente carica-
cual describe a «este mundo deshuesadero» con un turizado ya no por una violencia militar como en El
«final invisible» (ibíd.). señor presidente, sino por el legado de la guerra
Lejos del dictum asociado a la democracia y civil y la globalización que impulsan una violenta de-
la modernidad occidental («libertad», «toleran- mocracia que ha animalizado y deshumanizado a cier-
tos sujetos, relegándolos a lo más oscuro. En esos
8 Los pordioseros introducidos en el primer capítulo de la
espacios «modernos» y globalizados, la vida, meta-
novela de Asturias, como lo evidencian sus apodos, viven forizada y personificada en «La sangre»,
y se mueven en condiciones igualmente grotescas e inhu-
manas en la ciudad –el «mosco», «el cojo», etcétera–. ya no es un misterio
Pero si bien Asturias enfatiza el miedo que caracteriza y se vende, se alquila,
ha degradado a la sociedad debido al terror de estado que
deviene la dictadura militar de esa época, el entorno mun-
se roba, se devuelve,
dano, grotesco y violento de la urbe que emerge en Casa se derrama, se bebe,
solitaria, irónicamente, se da en un contexto supuesta- se orina, se decolora,
mente «democrático». ya no vale, no une, no detiene,

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no coagula, no sabe a hierro, B’ixonik tzij... no trata de la tentación de Satanás
se arman circos para absorberla [27]. sobre los personajes, sino más bien sobre cómo un
mundo donde «todo era jolgorio y parabién» (16)
Si bien el fin de la guerra civil y la llegada de la para un hombre y una mujer se convierte en un in-
globalización supuestamente implicarían tanto pros- fierno debido a que ellos han adoptado valores aje-
peridad material y espiritual como también la erra- nos a los de su cultura primigenia. Mientras Milton
dicación de la violencia, para los sujetos que las usa la Biblia como punto de referencia para la ex-
han sobrevivido desde los márgenes estas tenden- pulsión de Adán y Eva, García emplea el Popol
cias representan la instauración de un nuevo orden Wuj para reconceptualizar el «pecado original».
violento-democrático, caracterizado por la paulati- Además, contrario a la Biblia y el poema épico de
na deshumanización y degradación humana. La Milton, García universaliza a sus protagonistas al
ciudad o modernidad emerge como una prisión no emplear nombres propios.
o infierno para sujetos relegados a los márgenes El poemario está escrito en castellano y k’iche’
debido a su profesión (prostitutas), condiciones ét- y consta de una introducción y cuatro cantos. Aquella,
nicas (la empleada doméstica) o sociales (los niños compuesta de ocho estrofas de cuarenta versos, es-
de la calle), orientaciones sexuales, etcétera. tablece la temporalidad entre un «antes», cuando todo
«es jolgorio y parabién» (10) y un «después», cuan-
La descolonización de la subjetividad do la pareja cae al infierno. Inicialmente la pareja es
la «semilla de la luz» y «la flor de la estrella del Crea-
maya
dor / de la Creadora» (10); luego, son interrumpidos
Por su parte, en B’ixonik tzij kech juk’ulaj kami- por un cataclismo que los hace caer a xib’alb’a, don-
naqib’, Pablo García elabora una construcción dis- de se convierten en «los muertos del anverso y re-
cursiva de xib’alb’a que se relaciona con la condi- verso del infierno» (ibíd.). Al percatarse de su condi-
ción colonizada de la subjetividad indígena. Al igual ción de «muertos», desde el «reposo relativo del
que Chávez, emplea la metáfora del viaje por el silencio» (10) en xib’alb’a, la pareja comienza una
inframundo de una pareja de muertos, un hombre y travesía por los senderos más oscuros en busca del
una mujer (la voz poética colectiva), desarrollando «perdón de [su] pecado», de sus complementarios,
un proceso de descolonización mental y política a «Señor y Señora», creadores de la humanidad y el
través de cantos o plegarias para «resucitar» y re- universo. El primer canto incluye once poemas que
conciliarse con los dioses y evitar de ese modo una describen la situación infernal y las quejas de los per-
«segunda muerte infernal» (16). La representación sonajes a los castigos sufridos en el inframundo. Por
de la pareja en buena medida puede leerse como ejemplo, el hombre y la mujer han sido vaciados de
una rescritura de la expulsión de Adán y Eva del su «esencia viva», son convertidos en «juncos podri-
paraíso en el Génesis bíblico, e incluso del poema dos» (20), «cañas podridas del infierno» (24), «con-
épico de John Milton (1608-1674), El paraíso sumidores de animal muerto» (34), «terribles dur-
perdido (1667), el cual muestra la travesía de Adán mientes» (68) y fritos, tostados y pulverizados por
y Eva en busca de una reconciliación con su crea- los dioses de la muerte, Jun Kame (Primero Muerte)
dor, Dios. A contrapelo del Paraíso perdido, y Wuqub’ Kame (Siete Muerte) (20). El segundo

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canto consta de un solo poema, «Señor–Señora otra vez fuimos enojados» (16)–. Al emplear «can-
nuestros corresponsables y complementos» (56) y tos» para constituir la estructura de su poemario,
evoca a los creadores para llevar a cabo un proce- García también legitima y representa (performs) la
so de liberación del infierno a través de la autolim- oralidad como vehículo de trasmisión artística. Es-
pieza, autocorrección, autorresurrección y autorrea- ta oralidad en el poemario se manifiesta –siguiendo
lización solar para resucitar otra vez como «la flor a Walter Ong– a través de la onomatopeya –«zum-
de la estrella del Creador / de la Creadora» (57). ban los hierros por los aires» (42)–, la repetición
El tercer canto, compuesto por once poemas, es –«nuestros rostros / nuestros cuerpos / nuestros gus-
una serie de plegarias desde «la escuela infernal» tos / nuestras palabras» (18)– y la presencia cons-
(62), implorando la liberación de xib’alb’a a tra- tante de epítetos –«Somos el claro de sol / somos el
vés de una «educación solar cooperativa» (ibíd.). claro de luna blanca» (10)–. Los poemas además
Se describe aquí un recorrido que se asocia a una se caracterizan por sangrados que despliegan lar-
búsqueda por resucitar «la perenne vida de nues- gas pausas, las cuales ofrecen entonaciones que
tros corazones» (66). Finalmente, el último canto oscilan entre nostálgicas, agresivas, pomposas y
concluye con un «Agradecimiento» al Señor y la hasta burlescas. Los sangrados a veces se emplean
Señora por «habernos escuchado» (94). para desarrollar caligramas relacionados con el re-
Los poemas, en su mayoría, están escritos en ferente descrito, como la primera estrofa de «Con-
verso libre. En ellos García emplea un lenguaje al- sumidores de animal muerto» –uno de los poemas
tamente simbólico y construcciones estilísticas com- que componen el primer canto–, la cual describe la
plejas para desarrollar un ambiente sobre la base imagen del fuego a la entrada de xib’alb’a:
de la concepción filosófica dualista del Popol Wuj.
Como se sabe, el texto sagrado k’iche’ enfatiza la La lengua del fuego revolotea
contradicción, la paradoja y la complementariedad irradia
de los opuestos binarios como base epistemológica y calienta
de intersubjetividad y sociabilidad. B’ixonik tzij... si se le enciende
despliega esta tendencia discursiva dualista a través acopla
de la compaginación de los idiomas empleados, la y se le sopla [32].
evocación de una doble temporalidad caracteriza-
da por un «antes» y un «después» o un «ayer» y Los «revoloteos» del fuego calmoso emergen a
«hoy», la «pareja de muertos», el Señor y la Señora partir de los pausados acústicos establecidos en los
invocados y las oposiciones binarias que caracteri- sangrados, la estructura misma de la estrofa y la
zan el ambiente «infernal» de los personajes: cielo/ onomatopeya representada por los fonemas «tea»,
tierra, vida/muerte, luz/oscuridad, bondad/maldad. «dia», «ta» y «pla». La onomatopeya reaparece una
Por otro lado, García emula el libro sagrado k’iche’ vez más al final del poema cuando García imita el
mediante la forma de los poemas, los cuales se ca- sonido de un perro que «lame lo líquido» del infra-
racterizan por pareados continuos y versos que mundo, «riq’ riq’ riq’ hace» (ibíd.), nos dice.
despliegan contradicción –«Una vez fuimos tiernos Los principales recursos figurativos que García
/ otra vez fuimos tiesos / una vez fuimos risueños / explota son la metáfora y el símil, para desarrollar

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un imaginario paradójico y contradictorio alrede- de la voz poética indica: «Bebimos un río de de-
dor de la dicotomía luz/oscuridad. Como se hizo seos / después vomitamos un terremoto de sabion-
ver arriba, en el inicio se compara al hombre y a la deces» (28). Esta metáfora –«beber ríos de de-
mujer con imágenes luminosas y radiantes. Ellos son seos»– se extiende a través de preguntas retóricas
«la semilla de la luz», «la flor de la estrella del Crea- que ilustran ese distanciamiento de los valores an-
dor y Creadora», «el claro del sol y de la luna blan- cestrales: «¿Por qué dormidos nos encerramos en
ca» y quienes trascienden «esta tierra / al infierno / el la sepultura?», «¿Por qué nos convertimos en con-
universo» (10). En xib’alb’a estas imágenes lumino- sumidores de animal muerto?» (34), «¿Por qué nos
sas desaparecen, llevándonos a un nuevo escenario desarmonizamos / con el corazón del cielo y el co-
caracterizado por un ambiente sombrío. En el poe- razón de la tierra?» (40).
ma «Caña podrida» encontramos: «Nuestra mirada La experiencia de la asimilación aparece repre-
refleja un cielo ahumado / y un corazón desnudo sin sentada más explícitamente en la figura del «animal
tornasoles» (24). Se destaca igualmente cómo la racional», que metaforiza el proceso de la moderni-
pureza de una vida plena se marchita en el infierno tal dad y la imposición de valores ajenos en los perso-
y como se expresa en «Cuchicheamos»: los «tiernos najes. El animal racional es un ser «galopante» que
rostros se hicieron viejos rugosos» (20), el hombre emerge «desde la negrura de la Luna Negra» (18)
y la mujer parecen «llagas flacas / encorvadas / y para invadir los corazones de la pareja de muertos e
enclenques», así como también «llagas gordas / imponer valores ajenos «en los cuatro pilares y sos-
chorreamos / apestamos y aullamos» (ibíd.). La tenes de nuestros corazones» (22). Este animal
oscuridad aparece como el protagonista principal del consume «el fuego de nuestra esencia», convirtien-
escenario «infernal» de donde surge la «muerte glo- do a la pareja en «cañas podridas en el infierno»,
tona» que consume «el fuego de la vida» (78). sus cabezas «en desecadísimas piedras pómez». En
Se apagan así las imágenes radiantes y, con ellas, lugar de semillas de luz, ellos son «trementina seca de
los personajes, para dejarnos en medio de un mun- animal racional / amontonados entre Jun Kame Wu-
do caracterizado por la tenebrosidad y desolación. kub’ Kame» (22). Ellos han roto «la armonía / el bien-
Las imágenes luminosas en ese ambiente se evocan estar / y la paz de la esencia viva» (64) que los conec-
a través de plegarias caracterizadas por un tono de taba a sus creadores y, por eso, ya no se miran a sí
añoranza por un pasado que era pleno. Se solicita mismos «en el corazón del cielo y de la tierra» (18).
con ellas un retorno al mundo donde todo era «jol-
gorio y parabién» y el restablecimiento de la armo- Con la amargura y resequedad de nuestro dolor
nía «con nuestros padres y madres Estrella / Sirio / decimos a ustedes
Sol y Luna Blanca» (20). Señor–Señora
Sin embargo, el regreso y el restablecimiento de nuestros rostros
la armonía no puede darse sino hasta que el «peca- nuestros cuerpos
do original» sea eliminado. Los personajes han asi- nuestros gustos
milado valores ajenos que han creado una profun- nuestras palabras y nuestros trabajos
da alienación y fracturas subjetivas, tal y como se son ya el reflejo del animal racional,
expresa figurativamente en «Lagarto, Mono», don- / pensador [18].

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El tono solemne expresado a través de la anáfora El esfuerzo emancipador debe ser recíproco y
(«nuestros») subraya reiteradamente la imposición colectivo –«juntos siembren»–. La alusión a Tulan
de valores ajenos que inexorablemente «reflejan» ya Siwan (las siete cuevas/montañas de donde provie-
no un mundo original, sino la imagen desfigurada de nen las culturas mesoamericanas) sugiere una salida
la voz poética. El animal racional, en este sentido, del ambiente infernal que les permitiría a los perso-
representa la marcha de la modernidad que avanza najes resucitar de nuevo como las semillas y flores
destructivamente imponiendo una lógica que supone de luz del creador, y así vivir una perdurable o «sem-
una fragmentación y alienación –con amargura y do- piterna» vida ajena a los castigos del inframundo.
lor– de los valores ancestrales originales en los per- Las imágenes de luz/oscuridad evocadas por la
sonajes. Estas preocupaciones se ven aún más en la pareja de muertos en el poemario manifiestan, pues,
evocación de los valores ancestrales marginados: una condición colonizada que se asocia a la «infer-
nal» de los personajes. Si bien García plantea un
ya no seguimos la sabiduría solar retorno a los orígenes, no debemos interpretar esta
ya no sembramos nuestro corazón propuesta literalmente. Se trata, a mi juicio, de un
ya no sembramos nuestro maíz esencialismo estratégico (Spivak) para, por un lado,
ya no sembramos nuestro trigo reivindicar y dignificar la identidad maya y, por
ya no sembramos nuestro arroz el otro, contrarrestar el modelo hegemónico es-
en el amanecer tablecido, caracterizado por un neoliberalismo que
en el atardecer del Sol y de la Luna Blanca promueve e impone valores mercantilistas. En este
[36-38]. contexto, la idea de regreso a los orígenes, Tulan
Siwan, busca reimaginar un mundo donde los indí-
En rigor, mientras la oscuridad representa la genas mantenían su propia autonomía; un mundo
condición infernal, la subjetividad colonizada, la luz otro, ausente de la experiencia colonial instaurada
simboliza el pasado, la búsqueda del «rencuentro desde 1492 y restructurada a lo largo de la historia
con» y reivindicación de los valores ancestrales. en beneficio de los poderosos. Esta articulación dis-
La añoranza expresada en el tono de los poemas cursiva, a su vez, manifiesta un proyecto político
que emergen desde xib’alb’a sugiere un regreso a que se diferencia de otros proyectos «descolonia-
los orígenes primigenios de los protagonistas como les» (por ejemplo, el latinoamericanismo) en la me-
el único camino para «resucitar» de la muerte infer- dida en que evidencia a los pueblos indígenas como
nal, como se expresa en «Ayuda mutua», donde los los poseedores de una memoria precolombina libre
«maestros y maestras» le indican a los personajes: de un modelo mercantilista caracterizado por la
alienación. Esto tampoco es para sugerir que los
para que sean liberados del infierno mayas no poseían un modelo que consistía en una
necesario es que juntos siembren la flor de su división del trabajo y jerarquías económico-socia-
estrella les. No obstante, el propósito de García aquí es
tanto hombre y mujer, más bien sugerir la necesidad de rescatar elemen-
para volver a la armonía sempiterna de Tulan tos que sirvan para alcanzar, de nuevo, un grado de
Siwan [80]. autonomía cultural propia; una autonomía que po-

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seíamos en el pasado, de dignificar nuestra subjeti- va contienda en la cual los dioses del inframundo
vidad como indígenas en un mundo que a lo largo serán finalmente derrotados por los descendientes
de más de quinientos años ha marginalizado nues- de los primeros gemelos, Junajpu y Xbalamke. Se-
tros valores en su constitución nacional-moderna. gún Enrique Florescano, «la victoria del dios de los
«Resucitar» como semillas evidencia a mi juicio esa Gemelos divinos simboliza el fin de las contradic-
carga político-social de renacer como sujetos ple- ciones que se habían suscitado», así como también
nos, autónomos y dueños de nuestra historia y sub- «hace del cosmos un orden armonioso. A partir de
jetividad. El canto de plegarias a los dioses mayas ese momento el inframundo, la superficie terrestre
de la vida y la muerte apunta en esa dirección me- y el cielo, en lugar de combatir entre sí, se unen
diante versos que evocan el deseo de «vernos a para infundirle estabilidad al cosmos» (Florescano:
nosotros mismos» (62), «vivenciar aún la armonía / 37). Con la derrota de los dioses de xib’alb’a se da
el bienestar / y la paz de la esencia viviente» (64) y la aparición del dios del maíz, la cual «simboliza el
«resucitar aún en el jardín de la vida viviente» (68). comienzo de una era de abundancia y estabilidad
Se trata, pues, de «eliminar la espina del pecado» y apoyada en los agricultores, quienes se arrogan la
«al animal racional de nuestros cuerpos» (70) para función de proveedores del alimento humano y de
abrir el camino hacia el porvenir. sustentadores de la vida civilizada» (Florescano: 51).
Por otra parte, este proceso, como lo sugieren
Conclusión Frauke Sachse y Allen J. Christenson en su lectura
del Popol Wuj, alegoriza el de la siembra del maíz
La representación de la urbe, la experiencia de los y su nacimiento de la tierra. Este último implica abrir
personajes subalternos urbanos y la pareja de muer- una hendidura en la que se coloca la semilla. Esta
tos se asocian directamente con xib’alb’a en el se cubre con la tierra para recibir luz solar y agua
Popol Wuj. Como se sabe, xib’alb’a es un mundo de la lluvia o riego para su germinación.
subterráneo regido por espíritus de la enfermedad A partir de estos parámetros interpretativos y al
y la muerte; caracterizado por el dolor, el caos, la tomar en cuenta la explícita influencia del Popol Wuj
soledad, la oscuridad y la desesperanza. Aquí se en los poemarios de Chávez y García a través de la
encuentran los ríos de sangre y agua podrida (Po- metáfora del viaje por xib’alb’a, lo que ambos ale-
pol Wuj, ed. Sam Colop, p. 68), las casas del su- gorizan es el proceso mismo de la siembra del maíz.
frimiento donde los primeros gemelos, Jun Junajpu y En sus respectivas sagas por xib’alb’a (ciudad o
Wuqub Junajpu, pierden la contienda contra los dio- infierno) sus protagonistas personifican semillas de
ses de xib’alb’a al ser torturados y decapitados.9 No
obstante, consecuentemente se desarrolla una nue-
ta en la producción textual maya como una condición
9 La construcción de xib’alb’a como tropo literario de la adversa a las circunstancias materiales de existencia de los
nación y la (pos)modernidad caracteriza mucha de la lite- indígenas, temas que caracterizan El tiempo principia en
ratura guatemalteca. Entre otras obras, podemos men- Xibalbá (1985), de Luis de Lión, y más recientemente el
cionar el clásico Hombres de maíz, de Asturias, y The poemario B’ixonik tzij kech juk’ulaj kaminaqib’/ Can-
señores of Xiblablá, de Ronald Flores. La literatura maya to palabra de una pareja de muertos (2009), de Pablo
tampoco es ajena a esta tradición. Xib’alb’a se manifies- García.

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maíz que andan divagando por el infierno represen- Foucault, Michel: Discipline and Punish: The Birth
tado por el legado de la guerra civil y la globaliza- of the Prison, 2a. ed., Nueva York, Vintage
ción neoliberal. Sin embargo, contrario al libro sa- Books, 1995 [1975].
grado k’iche’, sus personajes permanecen todavía García, Pablo: B’ixonik tzij kech juk’ulaj kami-
en la prisión o el infierno subjetivo instaurado por la naqib’ / Canto palabra de una pareja de muer-
globalización. Tanto Chávez como García compar- tos, Guatemala, F&G Editores, 2009.
ten la idea de que la emancipación del legado colo- Guha, Ranajit: Elementary aspects of peasant in-
nial no podrá ocurrir sino hasta que desarrollemos surgency in colonial India, Delhi, Oxford, 1988.
las condiciones de posibilidad de un proyecto anti- Mignolo, Walter: The Darker Side of the Renais-
colonial que emerja desde el inframundo. En efec- sance. Literacy, Territoriality and Colonization,
to, se trata de trascender la experiencia colonial le- Ann Arbor, University of Michigan Press, 1995.
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ESTEBAN TICONA ALEJO

Eduardo Nina Quispe:


el emancipador, educador
y político aymara*

A
pesar de los trabajos pioneros de Roberto Choque (1985,
1986, 1992, 1996 y 2006), y Carlos Mamani (1991), y de
los míos propios (1992, 2005 y 2010), la rica experiencia y
propuesta educativa y política indígena de fines de los años veinte y
principios de los treinta del siglo XX del aymara Eduardo Leandro
* Las primeras versiones se publicaron Nina Quispe en Bolivia continúa siendo, en cierta medida, extraña.
bajo el título de «Conceptualización de Este trabajo busca sistematizar el contenido ideológico-político y
la educación y alfabetización en Eduar- programático-educativo que impartía a los aymaras, a fines de la
do Leandro Nina Qhispi» en Choque
década de 1920, como otro avance en la tarea de continuar inda-
et. al (1992: 99-108); «La educación y
Revista Casa de las Américas No. 271 abril-junio/2013 pp. 48-63

la política en el pensamiento de Eduar- gando en el legado descolonizador de Nina Quispe.


do Leandro Nina Quispe» en Ticona
(2005: 101-116) y «Eduardo Leandro
Nina Quispe: el político y educador
Breve contexto histórico
aymara» en Ticona (2010: 13-43). Con
En las primeras décadas del siglo XX Bolivia fue gobernada por dos
leves modificaciones se publicó como
«La educación liberadora de Eduardo tendencias políticas: el Partido Liberal (1900-1920) y el Republi-
Leandro Nina Quispe» en Entrepala- cano (1920-1930). La situación producida por la caída de los go-
bras, Nos. 3-4, revista de la carrera de biernos liberales después de 1920 y la asunción de los republicanos
Literatura de la UMSA, 2009. Por inte- no significó grandes cambios en la política de civilizar a los indios.
rés de Laura Gotkowitz, fue traducida
Según la interpretación histórica de Roberto Choque:
al inglés, bajo el título de «Education
and Decolonization in the Work of the
Aymara Activist Eduardo Leandro Entre 1910 y 1940 se empezó a teorizar sobre la educación indige-
Nina Qhispi» (Gotkowitz, 2011: 240-253). nal, por medio de discursos, artículos y libros. Existía preocupación

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sobre el tema de la educación del indio, llevando algunas provincias comenzó a ejecutarse la apuesta
a la práctica con entusiasmo la creación y el sos- de civilizar al indio, proporcionándole una educa-
tenimiento de las escuelas rurales [Choque y ción elemental «a fin de que no fuese peligroso para
Quisbert, 2006: 53]. el blanco, y no saliera de su medio físico (geográfi-
co)». Se buscaba que no migrase hacia los centros
La idea generalizada en el ámbito de la educación urbanos. Pero, contradictoriamente, había fuertes
rural durante los gobiernos liberales citados fue apos- acciones de despojo de tierras comunales por par-
tar por las «escuelas ambulantes», con el propósito te de los hacendados, en complicidad o con el si-
de alfabetizar a los indios1 en las primeras letras, pro- lencio de las autoridades del Estado anti-indio (Cho-
puesta que en la práctica quedó en las buenas inten- que y Quisbert, 2006: 64).
ciones. Otra medida fue la creación de «escuelas fi- En este escenario general aparece la figura de
jas» en distritos cercanos a la ciudad de La Paz. Eduardo Leandro Nina Quispe, nacido en un ayllu
En el período republicano, las propuestas peda- y expulsado de su lugar de origen por los patrones.
gógicas para el área rural fueron tratadas después En la ciudad de La Paz encuentra en la educación
de la experiencia indígena aymara en los centros de otra manera de seguir resistiendo a la coloniza-
reclutamiento militar del departamento de La Paz. ción interna.
Pero civilizar al indio mediante la educación básica
seguía siendo la política central del Estado oligár- Aproximación a la personalidad de
quico. A esta apuesta se sumaron fácilmente la Iglesia
Eduardo L. Nina Quispe
católica y la evangélica, aunque por separado. Pero
ambas instituciones tenían sus propios intereses con Nina Quispe nació en el ayllu Ch’iwu o Chivo del
el indio: evangelizar a través de la lectoescritura cantón Santa Rosa de Taraqu o Taraco (provincia
(Mendoza, 2007: 337-338). de Ingavi) el 9 de marzo de 1882. Fue hijo de San-
¿Por qué se quería civilizar al indio mediante la tiago F. Quispe y Paula Nina de Quispe, oriundos
educación? Felipe Segundo Guzmán, otrora ideó- de las provincias Ingavi y Pacajes, en el departa-
logo de la educación, lo expresa así: «El indio den- mento de La Paz, respectivamente. No sabemos
tro del coloniaje y la república, no ha sido ni es otra por qué optó por llevar primero el apellido de su
cosa que bestia destinada a tal o cual trabajo sin madre y luego el de su padre: posiblemente se de-
más retribución que el alimento cuando buenamen- biera a la persecución que sufría por parte de los
te quiere dárselo el patrón... entonces hay que civi- hacendados de su región (Nina Quispe, 1932: l).
lizar al indio» (Guzmán, 1910: 77). Las informaciones documentales sobre Nina
¿Cuál fue el resultado de estas políticas? En la Quispe se encuentran, en su mayoría, en los fon-
práctica fueron buenas las intenciones, aunque en dos de expedientes de la Prefectura y de la Corte
Superior de Distrito del Archivo de La Paz,2 y se
1 Indio era el término genérico para nombrar a los pueblos
ancestrales de la región andina (aymaras, quechuas y
urus). Se modificó a campesino después de la revolu- 2 Hoy administrado por la carrera de Historia de la Uni-
ción de 1952. versidad Mayor de San Andrés de La Paz.

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refieren principalmente a la consolidación y al ac- Yo estoy en contacto con las autoridades, estoy
cionar de la Sociedad República del Kollasuyo o el continuando la lucha, carajo. Los patrones me
Centro Educativo Kollasuyo, institución que tenía han expulsado, me han echado, me dijo. Había
como uno de sus principales objetivos fundar es- estado expulsado Nina Qhispi de su estancia. Eso
cuelas en ayllus, comunidades y haciendas rurales por los años veinte, uno, dos, tres; esos años
para todos los indígenas del país. Nina Quispe fue expulsaban indios en todas partes. Esos le ha-
uno de los gestores y directores de este centro en bían expulsado [Condori y Ticona, 1992: 118].
1930 (Choque, 1985, 1996 y 2006).
Sobre el tema de abrazar la emancipación, solo Según la documentación revisada en el Archivo
contamos con referencias orales en el testimonio de La Paz, la década de 1920 representa la culmi-
de don Leandro Condori Chura, quien otrora fue nación del conflicto territorial entre haciendas y co-
uno de los principales escribanos del movimiento munidades, y fue escenario de un alzamiento general
indio de los «caciques-apoderados». En un texto que afectó principalmente las áreas próximas al lago
autobiográfico escrito conjuntamente con el autor Titicaca. Como ejemplo se puede citar la rebelión
de este artículo, Condori Chura relata: de Taraqu (Taraco), Waqi (Huaqui) y Tiwanaku, en
el período 1920-1922, y la de Jesús de Machaqa,
Lo conocí en 1925. Vivía en la casa de mí tío, en 1921 (Mamani, 1991; Choque y Ticona, 1996).
donde yo también vivía, era su arrendatario. Ahí Por su parte, los expoliadores de tierras buscaron
pues diría a los indios. Hablamos bien porque el respaldo del poder judicial instaurando juicios de
era indio de Taraqu. Había sido siervo de Mon- desahucio contra sus «colonos». Estos les servirían
tes, indio de hacienda, esclavo de la hacienda. Por a los patrones para justificar sus agresiones y re-
este motivo se hizo Apoderado, para defender- sarcirse de los supuestos daños y perjuicios oca-
se. Ya era de edad, yo jovencito [...] [Condori y sionados por los indios, que se resistían a prestar
Ticona, 1992: 118]. servicios gratuitos en las haciendas. La usurpación
de tierras indias por parte de la oligarquía minero-
Este testimonio no coincide con informaciones feudal estuvo ligada a un proyecto de educación
documentales según las cuales la hacienda Ch’iwu indigenal que:
o Chivo fue en realidad «propiedad» de Benedicto
Goitia. Sin embargo, tanto Montes como Goitia consistía en civilizar y culturizar al indígena des-
compartían un dominio casi absoluto en Taraqu y de su etnocentrismo cultural occidental-criollo,
fueron no solo los mayores hacendados del altipla- para integrarlo a la «nacionalidad boliviana» como
no, sino también políticos correligionarios y hom- eficiente productor, mas para esto, las tierras no
bres de Estado. Don Leandro, oriundo de Tiwa- debían estar en poder del «indígena ignorante y
naku, compartía con Nina Quispe la condición de atrasado», sino en manos de emprendedores
indio expulsado por los terratenientes y víctima de la criollos [Claure, 1986: 37].
usurpación territorial. Según aquel recuerda, Nina
Quispe había tenido que huir de su comunidad for- Este es el contexto general específico en el cual
zado por un juicio de desahucio contra su familia: Eduardo Nina Quispe resultó expulsado de su ayllu

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y estableció su residencia en la ciudad de La Paz. mundo mestizo-criollo dominante. Respecto a su in-
Acerca de este período, Leandro Condori recuer- fancia y parte de la juventud, solo se tiene una pe-
da algunos rasgos de la personalidad y el estilo de queña referencia, en la que se refleja la extraordina-
trabajo de Nina Quispe: ria voluntad y capacidad de conocer el mundo criollo
a través del aprendizaje por cuenta propia del abe-
Vivía en Ch’ijini (hoy denominada zona El Gran cedario castellano. Al respecto, la periodista Ana
Poder),3 por eso lo visitaba libremente. Por las Rosa Tornero le consultó: «¿En qué escuela apren-
razones dichas había migrado a la ciudad. En ese dió a leer?», y Nina Quispe respondió:
entonces yo era joven y no comprendía por lo
que luchaba, además el patrón estaba destru- Desde pequeño me llamaba la atención cuando
yendo las estancias y muchos indios migraban. veía a los caballeros comprar diarios y darse cuen-
Cuando lo conocí aún era joven, apenas tendría ta, por ello, de todo lo que sucedía: entonces pen-
unos cuarenta [años]. Era de baja estatura, como sé en aprender a leer mediante un abecedario que
yo; sin embargo era hablador, hablaba harto y me obsequiaron; noche tras noche comencé a
hablaba bien de todo, hablaba como mujer... Era conocer las primeras letras; mi tenacidad hizo que
hablador, pequeño y flaco [...], inteligente y ha- pronto pudiera tener entre mis manos un libro y
blador, por eso también tenía ese cargo, por las saber lo que encerraba [El Norte, 28 de octu-
dotes señaladas. Él hablaba español, aunque no bre de 1928].
muy bien; quiero decir que no sabía correcta-
mente. También sabía escribir; quiero decir que La educación del indio: primera
no lo hacía perfectamente [Condori y Ticona,
etapa de lucha
1992: 118-119].
La lucha emprendida por Eduardo Nina Quispe para
La descripción de Leandro Condori pone de re- que el indio tuviera acceso a la enseñanza, implica-
lieve algunas peculiaridades de la personalidad de ba comprender el inicio de la recuperación de las
Eduardo, en las que estaba asentado su liderazgo: lo raíces culturales propias desde la educación. Pero
que más llamaba la atención de Condori era la con- también significaba la comprensión de una sacrifi-
dición de «hablador» de Nina Quispe. Si, por un lado, cada lucha de aymaras, quechuas y otros pueblos
este rasgo lo asemeja a las mujeres, por otro, es la nativos, en busca del acceso a la escuela. Como
condición imprescindible para el papel que le tocó señala Claure: «Ninguno de estos precursores de la
desempeñar como representante y mediador ante el educación indigenal se libró de castigos, cárcel, ame-
nazas, burlas y a veces la muerte» (Claure, 1986:
3 Hoy el antiguo barrio de indios Ch’ijini (traducido del 21).
aymara al castellano quiere decir lugar de césped o pasto) A partir de la segunda mitad de la década de
y de inmigrantes aymaras se ha convertido en una de las
zonas más comerciales de la ciudad de La Paz. Uno de los
1920 y principios de la de 1930, Eduardo Nina
símbolos culturales, no solo de este barrio sino de la urbe, Quispe comenzó a plantear que la liberación de los
es la fiesta de El Gran Poder, que se celebra cada año en aymaras, quechuas, tupí-guaraníes, moxeños y otros
honor al señor del Gran Poder. pueblos originarios de esta parte del continente

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americano sería posible a partir de una genuina edu- indio. A Gehain, que fungía como Director General
cación y alfabetización, con contenidos programá- de Instrucción Pública, se le atribuía aportar decisi-
ticos propios. Es en este entendido que empezó a vamente «una nueva evolución en la educación cul-
desarrollar su labor docente en La Paz. tural», que no era otra cosa que la castellanización
Sobre la base de los antiguos ayllus asentados del indio. Abel Retamoso, gran difusor de estas
en los suburbios de la ciudad se creó, desde tiem- ideas, decía:
pos coloniales, una serie de gremios indios. Estas
asociaciones se vieron fortalecidas con la migra- Constituida la colonia administrativa, civil y mili-
ción aymara, que se intensificó en las décadas de tar, sería labor primordial e indispensable la en-
1910-1920, a raíz de la represión terrateniente. Así señanza del castellano, ya que toda la cultura y
surgieron poderosas organizaciones gremiales indí- civilización tiene que difundirse en este idioma;
genas, como las de los albañiles, lecheros, picape- de otro modo, esa civilización tendría que some-
dreros, carniceros o matarifes, etcétera. Fue preci- terse o al idioma aymara o al idioma quechua, lo
samente en el gremio de matarifes donde Nina que haría mucho más difícil nuestros propósitos
Quispe estableció la base principal para la organi- [Retamoso, 1927: 44].
zación de la Sociedad República del Kollasuyo o
Centro Educativo Kollasuyo, en su primera etapa La prioridad estaba puesta en la castellanización
de creación, entre 1928 y 1930. como una manera de «preparar al indio para su al-
Paralelamente, el gobierno y la Iglesia católica fabetización» (Claure, 1986: 36). Eduardo Nina
de entonces, asesorados por intelectuales social- Quispe, pese a recibir la influencia de la Cruzada
darwinistas, intentaban implementar políticas indi- Nacional Pro-Indio en la tarea de alfabetizar, co-
genistas de educación mediante la Gran Cruzada menzó a forjar una escuela aymara en su propio
Nacional Pro-Indio, que pretendía «civilizarlo» y domicilio, a la que asistían en su gran mayoría los
borrar su identidad cultural propia. Según un docu- hijos de los matarifes. Esta experiencia es recorda-
mento de la Iglesia católica: da por él de la siguiente manera:

el indio por el momento y por muchísimo tiempo, Cuando se inició la Gran Cruzada Nacional Pro-
y tal vez casi nunca, podrá escalar a la altura de Indio leía los comentarios en los diarios; en las
los hombres civilizados, que tienen el concepto calles me detenía frente a los cartelitos y entonces
claramente formado del estado de adelanto del pensé: ¿Por qué no puedo secundar esta obra?
siglo en el que viven, casi hasta definirlo, si es po- Yo que íntimamente conozco la tristeza del indio
sible el estado del ambiente religioso, político, macilento y vencido; yo que he sentido sollozar en
social, comercial, industrial, etc. del mundo en- mi corazón el grito de una raza vejada, visité va-
tero [Un incógnito, 1926: 7]. rias casas de mis compañeros, haciéndoles com-
prender el beneficio que nos aportaría salir de los
El gobierno boliviano del presidente Hernando caminos ásperos de la esclavitud. Pasó el tiempo,
Siles, mediante el Ministerio de Instrucción Públi- mi humilde rancho era el sitio de reunión del gre-
ca, publicitaba la supuesta convicción de redimir al mio de carniceros; estos acordaron enviarme sus

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hijos para que les enseñara a leer [El Norte, 28 Lleno de alegría les comuniqué la buena nueva a
de octubre de 1928]. mis alumnos, y antes de que tomara posesión de la
clase hicimos la «challa» para que la buena suer-
La experiencia no tardó en ser recibida con sim- te nos ayudara, y así fue como día a día crecía el
patía por importantes autoridades del gobierno e in- número de mis discípulos. El inspector, señor
telectuales progresistas. Los primeros suponían que Beltrán, me obsequió algunos cuadernos, libros
estaban en tareas coincidentes y comunes, mientras y pequeño material de enseñanza. He ahí cómo
que los últimos encontraban una respuesta indígena a los siete meses pude lograr que mis alumnos
a los planteamientos del gobierno sobre la proble- tomaran parte en la exposición junto con otras
mática de la alfabetización y educación indígena. escuelas [El Norte, 28 de octubre de 1928].
De esta manera, Eduardo L. Nina Quispe se fue
convirtiendo en portavoz y líder de los ayllus y co- Al finalizar la primera gestión, el resultado de esta
munidades de distintas zonas del país, con amplias experiencia escolar con niños aymaras fue haber con-
facultades para representar a aymaras, quechuas y tado con cincuenta y siete alumnos como asistentes
tupí-guaraníes ante los gobiernos de turno. Su cons- regulares. Al terminar la tarea escolar de 1928, los
tante preocupación en bien de sus hermanos le per- educandos que pasaron por las aulas de su escuela
mitió abrir otros espacios de enseñanza. Este hecho no solo comenzaron a surgir como buenos alumnos,
fue relatado por él mismo en los siguientes términos: sino que estuvieron en capacidad de competir con
los estudiantes regulares de otros establecimientos
Mi casita era ya pequeña, y entonces pensé en municipales. Un certificado otorgado por el Inspec-
solicitar a la municipalidad un local más apropia- tor Técnico de Instrucción Municipal señala:
do para dictar mis clases. Personalmente hice ges-
tiones; muchas veces me detenía un buen rato en En el mes de octubre del año 1928, presentó en
las puertas, porque temía ser arrojado ya que mi el local del Teatro Municipal,5 conjuntamente con
condición social no me permitía hablar un poco los planteles educacionales municipales, una ex-
fuerte; sentía que mis pupilas se humedecieran [sic], posición de los trabajos ejecutados por los alum-
y esto mismo me daba impulsos para seguir ade- nos de la escuela de su cargo, habiendo mereci-
lante [El Norte, 28 de octubre de 1928]. do el aplauso de la prensa, de los HH. Concejales
y del público [cit. en Nina Quispe, 1932: 1].
Sus gestiones se vieron coronadas por el éxito al
serle concedida un aula de una de las escuelas mu- Estas acciones se lograron sin el apoyo de nin-
nicipales para que pudiera continuar su labor: guna subvención económica oficial, pues su labor
gratuita como maestro se alternaba con el trabajo
Al fin conseguí que me cedieran una clase en la
5 El Teatro Municipal es el ícono cultural de raigambres
escuela nocturna de la calle Yanacocha4 No. 150.
oligárquicas y fue edificado a mediados del siglo XIX.
Hasta el presente constituye el espacio cultural más im-
4 Esta calle está situada a escasos metros de la sede del portante de Bolivia, aunque el acceso a él se ha demo-
gobierno de Bolivia, en la Plaza Murillo. cratizado.

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cotidiano para obtener la subsistencia: «En el día tra- Pienso formar un Centro Cultural de indios y pe-
bajo en una panadería y en la noche me dedico a mis dir a los intelectuales que semanalmente nos ilus-
alumnos juntamente con mi hijo Mariano, que tiene tren con su palabra. Quisiera hacer también una
grandes condiciones para ser más tarde un hombre gira de propaganda por el altiplano y reunir a
de bien» (El Norte, 28 de octubre de 1928). todos los analfabetos. A principio del año en-
Los resultados de su trabajo encontraron eco en trante lanzaré un manifiesto por la prensa para
el presidente de entonces, Hernando Siles (1926- que vengan a mí todos los indios que desean
1930), con quien se entrevistó personalmente, ga- aprender a leer, así tendré la satisfacción de trans-
nándose la simpatía y el respaldo oficial: mitirles mis pequeños conocimientos [El Norte,
28 de octubre de 1928].
[U]no de mis recuerdos más gratos es la visita
que hice al señor Presidente de la República. Tí- Concepto de educación
midamente ingresé a palacio,6 pero luego que con-
versé con el caballero Siles desapareció mi te- «Jach’a jaqirus, jisk’a jaqirus jaqirjamaw uñ-
mor. Le expuse mis propósitos y me felicitó por jañaxa», es un proverbio aymara que, traducido
mi obra, prometiéndome ayudar en todo. Al des- literalmente al castellano, quiere decir: «Tanto a las
pedirme me abrazó cariñosamente. Sus palabras personas grandes, como a las pequeñas, hay que
me alentaron tanto, que gozoso les conté a mis mirar como gente». Es decir, que sin distinción de
alumnos de mi entrevista, haciéndoles ver cómo edad o posición social, es necesario el respeto mu-
la primera autoridad era ya para nosotros un gran tuo entre personas. Este dicho constituye uno de
apoyo [El Norte, 28 de octubre de 1928]. los principios éticos de la cultura aymara, por lo
que en todas las instancias de relación social se ha-
La experiencia educativa con niños aymaras y lla garantizada una comunicación respetuosa.
sus buenas relaciones con las principales autorida- Consideramos que Eduardo Nina Quispe aplicó
des, intelectuales y dirigentes comunales contribu- este principio en la enseñanza, convirtiéndolo en
yeron a la maduración del pensamiento de Nina la base ideológica de su propuesta educativa. Al
Quispe, quien ya tenía en 1928 el proyecto de crear respecto, apuntaba: «Lo primero que enseño es el res-
la Sociedad República del Kollasuyo o Centro Edu- peto a los demás. Les explico el significado de la
cativo Kollasuyo. También maduraba la forma de palabra justicia, haciéndoles ver los horrores que
implementar las tareas de alfabetización, de modo causa el alcoholismo, el robo y las consecuencias
que quienes protagonizaran la acción fueran los pro- de estos vicios» (El Norte, 28 de octubre de 1928).
pios aymaras analfabetos, que debían educarse de Esta propuesta muestra que Nina Quispe no solo
acuerdo con su propia realidad nacional y cultural. estaba preocupado por la educación, sino también
En la entrevista citada se refirió a sus proyectos de por una formación integral de sus educandos den-
la siguiente manera: tro de los principios éticos e ideológicos de su cul-
tura. Por eso buscaba que sus enseñanzas fueran la
6 Se refiere al Palacio de Gobierno, ubicado en la Plaza toma de conciencia del indio respecto a su realidad
Murillo. de opresión e injusticia. En este entendido, plan-

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teaba una especie de «educación liberadora», aun- del presbítero Dr. Tomás de los Lagos Molina, quien
que con un contenido de descolonización. Por eso fue nombrado presidente honorario. La información
se centraba en el tema de la «justicia», una idea periodística resalta que la sede de su fundación fue
avanzada y peligrosa para su época, ya que sus la escuela sostenida por la parroquia de San Sebas-
enemigos q’aras o criollos-mestizos solo veían en tián: «Ayer fue inaugurado solemnemente el Centro
su escuela el foco de formación «comunista» y de de Educación Indigenal en el local antiguo del Liceo
rebelión india. San Sebastián, habiendo asistido a esta ceremonia
Su lucha contra la opresión y explotación latifun- los representantes indígenas de los diferentes canto-
dista se hizo explícita en los memoriales que pre- nes» (El Norte, 24 de septiembre de 1929).
sentó ante los poderes públicos. Así la plantearon A partir de este Centro de Educación Indigenal,
en una solicitud dirigida a la Cámara de Senadores Eduardo Nina Quispe planteó que la solución al pro-
él y los preceptores indígenas Pedro Castillo, Adolfo blema de la educación se daría desde la toma de
Ticona, Feliciano Nina y Carlos Laura: conciencia de los propios indios y de su participa-
ción activa en el proceso de educación. La crónica
En nuestra calidad de preceptores indígenas que periodística resalta el discurso de Nina Quispe en
hace tiempo hemos dedicado nuestros esfuerzos esa ocasión:
a desanalfabetizar a nuestros congéneres, con-
currimos ante el H. Senado Nacional para pe- [A]brió la sesión el maestro Eduardo Nina Quis-
dirle respetuosamente se sirva dictar leyes y re- pe expresando que siendo un anhelo de todo pa-
soluciones legislativas en amparo de nuestra triota indígena preparar la instrucción y educación
desgradada raza... de la explotación inicua de entre todos los indígenas de la República se había
que es objeto de parte de propietarios latifun- resuelto proceder a la formación del Centro de
distas que no ven sino el provecho propio sin Acción Educacional que tenga por miras la difu-
que les importe el nuestro [26 de agosto de 1929, sión más amplia de la alfabetización del indio y a
cit. en Nina Quispe, 1932: 4]. cuyo efecto cada cantón tenga su representante...
Terminadas las palabras de Nina Quispe, los de-
El agudo racismo que existía y que aún subsiste más representantes abundaron en iguales expre-
por parte de la oligarquía criollo-mestiza con res- siones [El Norte, 24 de septiembre de 1929].
pecto a las sociedades indígenas nos lleva a dedu-
cir el difícil contexto en el que luchó y propugnó sus El principal planteamiento metodológico de la
ideas. En este ámbito surgió, el 23 de septiembre Sociedad, que auspició la fundación de numerosas
de 1929, la Sociedad de Educación Indigenal Ko- escuelas en todos los confines del país, consistió en
llasuyo, que tenía como principal objetivo la difu- la participación activa de los propios aymaras, que-
sión de estos mensajes de liberación, enmarcados chuas y guaraníes (izoceños y ava) en el proceso
dentro de una tarea de alfabetización y educación de educación, como un modo de garantizar que sus
del indio por los propios indios. contenidos no se desligaran de la realidad cultural
Al principio, la creación de la Sociedad tuvo el de las comunidades y permitieran fortalecer sus rei-
respaldo de algunas personalidades, como es el caso vindicaciones sociales y territoriales colectivas. Los

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miembros de la Sociedad –que incluía a caciques gramas para la educación de la raza indígena, asi-
de las provincias Cordillera, de Santa Cruz, y Gran mismo, pedirán que se asigne en el Presupuesto
Chaco, de Tarija– se vincularon con el fortaleci- una partida especial para crear escuelas libres. Otro
miento de la organización y la lucha legal de las de los puntos a considerarse es la supresión del
comunidades, ayllus y cabildos para lograr la an- pongueaje inculcando a la vez el respeto que
siada justicia propugnada en sus documentos y en debe el agricultor al patrón y hasta dónde debe
los contenidos de la educación impartida. colaborarlo, tratando por todos los medios po-
En este entendido, y a fin de sistematizar mejor sibles [de] que los propietarios sean los que es-
las ideas de los preceptores indígenas, Nina Quis- tablezcan en sus fundos escuelas [El Norte, 11
pe propuso la realización del congreso de maes- de mayo de 1930].
tros y representantes indios de diferentes comuni-
dades del altiplano, valle y oriente del país para el La entrevista de Ana Tornero
mes de julio de 1930. La crónica periodística rela-
a Nina Quispe7
ta el futuro acontecimiento de la siguiente manera:
La periodista Ana Rosa Tornero,8 antes de su en-
El infatigable Eduardo Nina Quispe, dirigente del trevista a Nina Quispe, parece estar convencida de
movimiento indigenal, ha visitado nuestra redac- que este había cursado estudios formales en alguna
ción en compañía de los representantes de los escuela, y que a ello se debía su incursión en la en-
diferentes cantones y «ayllus» que en breve ini- señanza; sin embargo –al parecer– fue grande su
ciarán el congreso de maestros indios. Nuestros sorpresa al escuchar de Nina Quispe que no asistió
visitantes, llegados de apartadas regiones, nos a ninguna escuela y que su formación obedecía a
han manifestado el deseo que tienen, porque de convicciones autodidactas, como testimonia la en-
una vez por todas los indios se alfabeticen y para trevista.
ello están empeñados en organizar un Congreso En Tornero se nota cierta actitud soberbia ante
que debe reunirse en las próximas fiestas julias su entrevistado, como cuando dice «le sometí a un
[El Norte, 11 de mayo de 1930]. interrogatorio» o a una especie de confesión; pero
a la vez siente alguna compasión por él, sobre todo
La acción del Centro Educacional Indigenal es-
taba respaldada por un decreto gubernamental de
7 Con el título Una entrevista a Nina Quispe. El maestro
1926, en el que se sentaban las bases y programas indio que sostiene una escuela a costa de sus propios
para la educación de indios en comunidades y ha- recursos, fue publicada en El Norte, La Paz, el 28 de
ciendas del país. Como parte de su temario, el con- octubre de 1928, pp. 1-4.
greso de maestros e indígenas iba a considerar 8 Ana Rosa Tornero, de Bilbao La Vieja, fue profesora de
Filosofía y Letras y directora de varios colegios estata-
[l]a petición que llevaran al Supremo Gobierno les en la ciudad de La Paz y en Cochabamba en las déca-
das de 1920 y 1930 del siglo XX. Además, fue fundadora
pidiendo que la Dirección General de Instruc- del primer periódico femenino Ideal Femenino, y de va-
ción Pública dé cumplimiento al Decreto de 1926, rios ateneos femeninos en La Paz y Cochabamba (Co-
en el sentido de que se sienten las bases y pro- rral, 1944: 82-83).

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por su condición de indio. Pero también nos muestra (Nina Quispe, 1932), ese convencimiento de la
una especie de levantamiento etnográfico al narrar- mudanza está expresado en la idea de la «Renova-
nos actitudes de Nina Quispe mientras tenía lugar ción de Bolivia», que no es otra cosa que construir
el diálogo, así como las impresiones que le causó. una sociedad diferente a partir de los ejes aymaras,
Queda claro que, pese a los avances en la investi- quechuas y mestizos, pueblos que para Nina Quis-
gación sobre Nina Quispe (Choque 1986, 1992 y pe son hermanos y todos bolivianos.
2006; Mamani, 1996; y Ticona, 2005), aún queda
pendiente la indagación sobre su propuesta peda- El rechazo al «traje típico»
gógica.
En la misma conversación Eduardo Nina cuen- La periodista le preguntó a Nina Quispe: «¿Qué
ta que han ch’allado o han realizado la libación a piensa usted del traje típico?», a lo que el entrevis-
la Pachamama en los nuevos ambientes de la es- tado respondió: «Sería mejor que desterráramos el
cuela que dirigía, lo cual es una muestra de su con- poncho. Nuestro traje hace que los extranjeros nos
vicción en prácticas andinas muy arraigadas en la miren con recelo y nos coloquen de inmediato la
formación de los niños. Pero lo más extraordinario máquina fotográfica; además, la diferencia de nues-
es su respuesta cuando Tornero pregunta: «¿Cuál es tro vestuario da lugar a que nos cataloguen en el
su plan de estudios?», y el entrevistado afirma: «[l]o plano de las bestias humanas».
primero que enseño es el respeto a los demás. Les Es muy contundente la respuesta sobre esos es-
explico el significado de la palabra justicia, hacién- tereotipos y la supuesta bestialidad del indio. Posi-
doles ver los horrores que causa el alcoholismo, el blemente para algún folclorista que valora el pon-
robo y las consecuencias de estos vicios». cho signifique estar en contra de la identidad del
Esta es una pregunta concomitante después de vestuario ancestral, pero el razonamiento agudo de
saber que Nina Quispe no había ido a ninguna es- Nina Quispe apunta a «desterrar el poncho» por-
cuela y es como decir ¿qué puede enseñar alguien que no es una vestimenta ancestral, sino más bien
que no ha sido educado formalmente? Resulta difí- impuesta por los colonizadores a los pueblos ay-
cil creer que alguien que sufrió la humillación co- maras y quechuas.
lonial de ser expoliado de sus tierras de origen y Su crítica a la toma fotográfica de los indios con
desarraigado de su hogar no haya perdido los gran- trajes típicos es frontal. En el fondo encierra el cues-
des valores del ser humano, incluido el respeto a tionamiento a la exotización del indio, a la costumbre
los demás. Enseñar la palabra justicia en tiempos de retratarlos siempre como pobres, práctica que
de injusticia resultaba paradójico y a la vez extraor- hasta ahora no ha desaparecido. Por último, Nina
dinario, porque existía la convicción de que en al- Quispe es muy consecuente con la idea de igualdad
gún momento el país tendría que cambiar. entre los seres humanos. Su respuesta resume, a la
En definitiva, la entrevista de Ana Rosa Tornero vez, varias preguntas: ¿solo el criollo-mestizo tiene el
a Eduardo Leandro Nina Quispe nos muestra las derecho de vestir con terno? ¿Acaso los indios no
profundas convicciones de este para cambiar el país, pueden hacerlo? ¿Los indios solo tienen derecho a
sobre todo desde el plano de la ética y los valores usar su ropa típica? En las pocas fotografías que exis-
humanos. En alguno de los boletines que publicaba ten de Eduardo Nina Quispe aparece con terno,

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sombrero e incluso paraguas, una forma práctica de clausuren las fábricas de alcoholes y aguardientes,
mostrar que también tenía derecho a llevar ropa oc- porque con la excesiva producción de estas bebi-
cidental, aunque eso no significó nunca la renuncia a das nocivas tratan de envenenar a nuestra raza viril
su identidad aymara. y laboriosa, y hacernos tan borrachos como son
ellos, los mestizos» (Ticona, 2002: 75).
La lucha contra el alcoholismo Nina Quispe, al abordar la relación de los pue-
blos indígenas con el alcoholismo, afronta un tema
Como he señalado antes, Eduardo Nina Quispe que siempre fue y es soslayado por varios sectores
apostó por una educación integral del ser humano, indígenas como un tabú. Estaba convencido de que
es decir, no solo le interesaba apropiarse de las no emprender la lucha era como ocultar un proble-
herramientas de la lectoescritura castellana, sino que ma originado y dinamizado por la política colonia-
también le preocupaban los valores morales y éti- lista para dominar mejor a los pueblos indígenas
cos de los aymaras y quechuas, frente a vicios como mediante el incentivo del consumo del aguardiente.
el alcoholismo y el robo. Lo puso de relieve en su
respuesta a Tornero: «Les explico el significado de La Sociedad República del Kollasuyo
la palabra justicia, haciéndoles ver los horrores que
causan el alcoholismo, el robo y las consecuencias La Sociedad República del Kollasuyo fue fundada
de estos vicios». ¿Por qué le preocupaban estos en Chuqiyapu marka o ciudad de La Paz, el 8 de
males? Aunque no contamos con investigaciones, agosto de 1930, por Eduardo Nina Quispe y se
la memoria oral andina nos relata que en muchas constituyó en centro generador de ideas, capaz
haciendas de la época y en las ciudades se produ- de luchar contra el sistema imperante, mientras las
cía cada vez más el consumo excesivo del aguar- autoridades educativas se esforzaban por estable-
diente por parte de los comunarios e inmigrantes cer escuelas normales rurales en los Andes, espe-
indígenas. También se cuenta que en las áreas ur- cialmente en Caquiaviri y Warisata, o las iglesias
banas el indio con traje típico era visto como posi- católica y evangélica pensaban darles «algún ofi-
ble ladrón o que por el solo hecho de recorrer las cio» y adoctrinamiento religioso. Los propios indí-
calles de La Paz vestido de esa manera era apresa- genas, como Nina Quispe o su paralelo Centro
do por las autoridades policiales de la época. Educativo de Aborígenes «Bartolomé de las Ca-
Hay que recordar que en esos años aún estaban sas»,9 pensaban cómo la «educación del indio»
vigentes ciertas prohibiciones a los indios, como el podía coadyuvar a la enseñanza, defensa y restitu-
ingreso a la Plaza Murillo o a la plaza principal de la ción de los territorios de los ayllus, amenazados y/o
sede del gobierno en la ciudad capital. Otro líder convertidos en haciendas.
de esta década en la región de Achacachi, departa-
mento de La Paz, que fue candidato a la diputación
en 1927, Manuel Chachawayna, en su plataforma 9 Este centro educativo fue creado por el movimiento in-
dio de los caciques apoderados (1912-1952). Después
de lucha redentora de los pueblos aymara y que- de la guerra del Chaco con el Paraguay (1935) fue pivo-
chua, anunciaba el combate contra el alcoholismo teado por el escribano del movimiento, Leandro Condo-
de la siguiente manera: «Me esforzaré para que se ri Chura (Condori y Ticona, 1992).

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A partir de su fundación, la Sociedad tuvo múlti- turales de la época, como Arturo Posnansky,10 Nina
ples actividades. A los pocos días de su inaugura- Quispe y la Sociedad República del Kollasuyo fue-
ción, Nina Quispe expresó la siguiente impresión al ron duramente combatidos por elementos políticos
semanario Claridad (1930: 4): de seguridad nacional, como la logia Legión Cívica.
En un informe del comandante de esa organización,
Por la grandeza del Kollasuyo, dedicándole to- Justiniano Zegarrundo, este acusaba a Nina Quispe
das sus atenciones y energías, para su resurgimien- ante la Prefectura en los siguientes términos:
to... El Centro Educativo Kollasuyo era una insti-
tución comunitaria de ayllus y markas, y su dinámica La Legión Cívica, que inicia una laboriosa cam-
se había extendido a varios departamentos de la paña contra los comunistas, adelantándose a la
República, como Potosí, Oruro, Cochabamba y última sublevación indigenal, ha tomado medidas
Chuquisaca; y en la época de la guerra del Chaco contra uno que se titula nada menos que Presi-
a Santa Cruz, Beni y Tarija. Lo más llamativo de dente de la República Kollasuyo, llamado Eduar-
este Centro era su constitución: estaba integrado do Nina Quispe, indígena que valiéndose de su
por todos los jilaqatas y representantes de los dis- condición de fundador de escuelas rurales, consi-
tintos ayllus. Por ejemplo, en el departamento de guió imponerse sobre la enorme raza indígena, te-
La Paz lo conformaban las provincias Murillo, jiendo, indudablemente, una vasta organización
Omasuyos, Larecaja, Muñecas, Camacho, Cau- subversiva. Este indígena y sus secuaces, contra
policán, Loayza, Sicasica, Pacajes, Nor Yungas, quienes hemos realizado una activa investigación,
Sur Yungas e Inquisivi. se encuentran actualmente en el panóptico con
pruebas suficientes (ALP-EP, 1934).
La guerra del Chaco y la prisión
Está claro que el papel de la logia Legión Cívica,
Una vez que estalló la guerra del Chaco (1932), especializada en la represión a los indígenas, es-
Eduardo Nina Quispe, al conocer las asechanzas de taba destinado a liquidar en el «frente interno» a
los enemigos del gobierno, cursó una nota de apoyo cualquiera que se opusiera a la «seguridad nacio-
al presidente de la República de entonces, Dr. Da- nal», en evidente amparo de los intereses latifun-
niel Salamanca, manifestándole que estaba preocu- distas y sectores reaccionarios del gobierno. La
pado: «[p]or la incomprensión momentánea de par- situación de la guerra con Paraguay (1932-1935)
te de algunos elementos impresionables que han coadyuvó para que acusaciones como la citada
llegado al punto de faltar a la autoridad cometiendo tuvieran el éxito deseado: acallar la tarea educati-
un desacato» (Nina Quispe, 5 de octubre de 1932). va y la protesta, y encarcelar a los cabecillas de las
La respuesta del presidente Salamanca no se hizo organizaciones indígenas.
esperar: «Tengo grato manifestarle que quedo muy
agradecido de su voz de protesta, ya que ella está 10 Nacido en Viena, Austria, arribó a Bolivia a fines del
siglo XIX. Fue uno de los primeros en estudiar la ar-
inspirada por un desinteresado patriotismo». queología de Tiwanaku y escribió Tiahuanacu, la cuna
A pesar de las buenas relaciones que había culti- del hombre americano. En los primeros años del siglo
vado con importantes personalidades políticas y cul- XX se convirtió en un intelectual muy influyente.

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La propuesta política de renovación ¿Cómo renovar o refundar Bolivia?
o refundación de Bolivia: la República
En De los títulos de composición de la corona de
del Kollasuyo España, Nina Quispe añadió el conocimiento del
En uno de sus documentos más importantes, titula- país en la década de los treinta, su territorio y divi-
do De los títulos de composición de la corona de sión administrativa. Para él y el movimiento indíge-
España, Nina Quispe plantea la propuesta de la na, el interés y el cuidado del patrimonio territorial
renovación de Bolivia. Mediante una compleja in- e histórico no involucraba solo lo referente al ayllu
terpretación, parte de los títulos coloniales, instru- y a la marka andina, sino la totalidad del territorio
mento más contundente del movimiento indígena en nacional. Por ejemplo, dice: «En las comunidades
sus movilizaciones para la defensa y restitución de la República, linderos o mojones se encuentra el
de los ayllus andinos. En una carta fechada el 14 de Centro Educativo Kollasuyo de la América. Nues-
septiembre de 1931 y dirigida al presidente Sala- tro territorio nacional tiene sus fronteras por límite
manca, solicitaba lo siguiente: al Norte los Estados Unidos del Brasil... etc.».
Equiparado con los mandatarios del mundo y
La sociedad que me honro presidir solicita res- reconocido en su trabajo educativo por la grande-
petuosamente que en cumplimiento de disposi- za de los pueblos indígenas, no cabe duda de que
ciones legales vigentes cuya copia acompaño, se Nina Quispe, a partir de su labor educativa y la
sirva disponer se proceda a la posesión admi- defensa del territorio de los ayllus y markas, avan-
nistrativa de las tierras que los títulos coloniales zó en la idea de la refundación de Bolivia sobre el
adquiridos mediante composición de la Coro- propio territorio. Por eso decía: «Todos los boli-
na de España reconocen en favor de los indí- vianos obedecemos para conservar la libertad. Los
genas, ya que casi la totalidad de esas tierras idiomas aymara y quechua habla la raza indígena, el
han sido expropiadas violentamente de sus po- castellano lo hablan las razas blanca y mestiza. To-
seedores [5]. dos son nuestros hermanos» (5).
Pensaba que Bolivia tendría un mejor destino si
Quedaba claro que los territorios de los ayllus, partía del reconocimiento de los pueblos indígenas,
legalizados mediante títulos coloniales, por haber pero también de los no indígenas. Esto es lo que
sido adquiridos en oro y compensados con traba- hoy se denomina la búsqueda de la convivencia in-
jos de mit’a en Potosí, otorgaban pleno derecho tercultural.
propietario a los ayllus y markas de la época. Este
era el argumento central del movimiento indígena Relación con los pueblos indígenas
para exigir al gobierno la inmediata posesión (en de la Amazonía, el Oriente y el Chaco
algunos documentos aparece como deslinde) ad-
ministrativa en favor de los ayllus, a pesar de que En 1934, como presidente de la Sociedad Centro
muchas de estas tierras estaban en poder de los Educativo Kollasuyo, Eduardo Nina Quispe incor-
expropiadores a partir de la Revisita de 1881. poró en su solicitud de deslinde general de territorios

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andinos a los pueblos indígenas guaraní, moxeño y entre la instrucción y la lucha por la reivindicación
chiquitano de los departamentos de Santa Cruz, Ta- territorial y cultural de las comunidades ancestra-
rija y Beni. Entre los nombres que acompañan estas les. Por lo que nos ha sido posible averiguar acerca
solicitudes figuran Casiano Barrientos, capitán gran- de sus contenidos educativos, estuvo presente tam-
de del Izozog, Saipurú y Parapetí de la provincia bién el interés en fortalecer las formas tradicionales
Cordillera, de Santa Cruz; Guardino Candeyo, Ti- de organización y autoridad, la consolidación de la
burcio Zapadengo y Manuel Taco, de Tarija; José identidad cultural indígena y la revalorización del
Felipe Nava, Sixto Salazar de Rocha, del Beni. pensamiento aymara, incluida la moral y la ética. El
Lo más interesante en su pensamiento es el ren- ideario de Nina Quispe no se detuvo en lo mera-
cuentro de los pueblos andinos y amazónicos. Una mente educativo, sino que adquirió un trasfondo
reciente publicación de la investigación de Isabelle político. No otra cosa es su propuesta de la reno-
Combes sobre los Isoso nos confirma la relación vación o refundación de Bolivia. La coyuntura ac-
de Nina Quispe con el capitán grande Casiano tual lo ubica como uno de los visionarios aymaras
Barrientos (Combes, 2005: 282-290). Aquí queda más extraordinarios del siglo XX.
pendiente investigar cuáles fueron las bases de esa
alianza. Bibliografía

Reflexiones finales Choque Canqui, Roberto: «Sociedad República del


Collasuyo», en boletín Chitakolla 25, La Paz,
La historia oficial de la educación boliviana reco- 1985.
noce las experiencias de Elizardo Pérez y hasta cierto –––––––––: La masacre de Jesús de Machaca,
punto de Avelino Siñani, en Warisata (1931), pero La Paz, Chitakolla, 1986.
hasta el momento no se reconocen otras experien- –––––––––: «La escuela indigenal. La Paz (1905-
cias como la de Eduardo Leandro Nina Quispe. 1938)», en Choque Canqui, Roberto et al.: Edu-
Para una revalorización de esta última es necesario cación indígena: ¿ciudadanía o colonización?,
profundizar el estudio sobre distintos aspectos de La Paz, Aruwiyiri, 1992.
la lucha educativa de los pueblos nativos a lo largo Choque, Roberto et.al.: Educación indígena:
del tiempo. La tarea pedagógica de Nina Quispe ¿ciudadanía o colonización?, La Paz, Aruwiyi-
se enmarca en un proceso de toma de conciencia ri, 1992.
de los propios educados acerca de sus derechos Choque Canqui, Roberto y Esteban Ticona Alejo:
y de la necesidad de una activa participación en la Jesús de Machaqa: la marka rebelde. Suble-
solución de sus problemas. vación y masacre de 1921, vol. 2, La Paz, CIP-
Las escuelas indigenales impulsadas por Nina CA/CEDOIN, 1996.
Quispe, así como la Sociedad Centro Educativo Choque, Roberto y Cristina Quisbert: Educación
Kollasuyo, representan una instancia más de la re- indigenal en Bolivia. Un siglo de ensayos edu-
sistencia del pueblo aymara contra la opresión crio- cativos y resistencias patronales, La Paz,
lla. En ellas siempre estuvo presente la conexión UNIH-Pakaxa-Ibis, 2006.

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otra forma de resistencia comunaria, La Paz, Andina (THOA)-UMSA, 1984.
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