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Mí querido general:
Yo no dudo de que la mayor parte de la Nueva Granada y del Sur darán a Ud. su voto para
vicepresidente.
En cuanto a lo que Ud. me dice de haber militar, no puedo negar que Ud. tiene razón en el
fondo; pero mi antiguo orgullo y mi delicadeza se me oponen de un modo invencible. Sin
embargo, no teniendo yo dinero y debiendo pagarle a Ibarra su haber de cinco mil pesos,
que le tomé en Angostura de una casa que tomó para que se vendiese por unos mil pesos
que se pagaron por el viaje de mi hermana a Guayana, ahora debo pagárselos para que
pueda trasladarse con su familia a donde pueda. Tenga Ud. la bondad mandárselos pagar
por mi cuenta en el tesoro público. Le estaré Ud. de eso muy agradecido. El pobre Ibarra
ha servido mucho: ha quedado medio loco, está casado y tiene hijos ajenos. Por
consiguiente quiero que Ud. lo coloque bien y del modo que sea de su gusto. La capitanía
del puerto de Guayaquil es un excelente destino que el que lo tiene quiere renunciarlo por
ganar al comercio más; da cinco o seis mil pesos al año y puede ser perfectamente bien
desarrollado por Ibarra con un regular ayudante de marina, que siempre tiene a sus
órdenes. Déle Ud. este destino a Ibarra pues debe renunciarlo ahora mismo Luzarraga. Si
no quiere este destino hágalo Ud. gobernador de una de las provincias del Sur, que él
conoce muy bien, y que lo quieren infinito por su buen carácter y servicios. Yo le aconsejo
que venga al Sur porque es lo mejor y más tranquilo de Colombia.
Todo el mundo me escribe de Venezuela que aquello está muy malo, que me vaya para
allá llevando tropas. Por consiguiente, yo me iré para allá con 6.000 hombres de los de
este excelente ejército. Si no, no voy ni a Bogotá tampoco, que más miedo le tengo a
Colombia que a la misma España. Por consiguiente, he dado órdenes para que pasen al
Istmo 4.000 hombres del modo siguiente. A principios de septiembre saldrán de Arica a
las órdenes de Sandes 1.600 hombres. 2° El batallón Vargas saldrá a principios de octubre
con 1.400 plazas del puerto de Quilca también para el Istmo. El batallón de Araure se
embarcará en el Callao a principios de diciembre con 1.200 hombres con igual dirección.
Todas estas tropas formarán una división de 4.000 hombres a las órdenes de Sandes; y
después en enero o febrero seguirá el general Lara con los batallones Rifles, Vencedor y el
Regimiento de Húsares, llevando en todo 2.500 a 3.000 hombres. La división de Sandes
deseo ardientemente que pase a Caracas y Valencia. La de Lara puede ir a Cartagena y él
puede ser un excelente intendente de aquel departamento: no se perderá en sus manos,
yo lo juro. La tropa lo idolatra y es el más hombre de bien que tiene el mundo; además el
hombre más amigo de Padilla. Montilla puede servir en mil otras cosas. Pero nadie puede
impedir a la revolución de Cartagena que idolatre su jefe como sucede con los soldados
de Lara, pues los cuida como si fueran sus hijos. En cuanto a Venezuela puede ir a
mandarla el Gran Mariscal de Ayacucho, que es todo un hombre, y todo de azúcar, según
su nombre francés. Si este país quiere una división colombiana la de Córdova quedará. El
general Salom puede mandar o el departamento de Harinas o el de Maracaibo. En caso de
apuro acuérdese Ud. del manco Carreño que es muy amado donde quiera. Las tropas que
están en Venezuela y Cartagena pueden ir a una expedición marítima o reducirse a
cuadros. Santa María me escribe desde México convidándome a una expedición a La
Habana, que México dará 6.000 hombres y buques si quiero. El año que viene trataremos
de esto, sin olvidar lo que he dicho antes sobre esta expedición.
El 26 de este mes me iré al Alto Perú a arreglar aquellos negocios y después que organice
el país me volveré a Lima a entregarle al Congreso su mando. Y en el mes de marzo me iré
al Congreso de la Federación, en el Istmo, a ver que hace y como está. Después me iré a
Bogotá a ver cómo está eso, y después me iré a Venezuela, por supuesto, con muchas
fuerzas y muchas facultades. El Sur queda perfectamente asegurado con la división de
Córdova sea en Lima o en los departamentos suranos. La presidencia no la ejerceré jamás
en Bogotá, aun cuando me la den. Mi objeto por ahora no es más que poner en orden a
Venezuela, dar mis ideas generales a mis amigos y descansar un poco en cualquier parte,
porque ya no puedo con mi cuerpo. Cada día me siento más viejo, más débil y por todo
me descompongo.
Adiós, mi querido general, Ud. verá que esta carta no deja de tener algún interés, medítela
Ud. bien.
Ha llegado un tío mío carnal a Caracas, que fue mi padrino, hombre muy estimable y muy
honrado; conoce en negocios de rentas, estuvo empleado en la tesorería de Madrid y en el
Consejo de Hacienda más de veinticinco o treinta años ha. Ha corrido cortes y ha estado
en las cortes de España, siempre de suplente por Venezuela, tiene mucho juicio y ha leído
algo; es un hombre en todo muy parecido a Peñalver, pero con infinitamen te más mundo,
pues ha pasado en Europa cuarenta años. Vea Ud. en que lo puede Ud. emplear, pues ha
perdido todo con la ruina de su fortuna. Si Ud. quiere tener la bondad, puede consultarle
el destino que quiera, además le ruego a Ud. le mande pagar de mi cuenta en el tesoro
público de Caracas cinco mil pesos para que pueda trasladarse donde lo destinen. Adjunto
a Ud. unas cartas de algunos recomendados por mí. Torres es un excelente hombre; y el
Martínez Pérez ha sido patriota.
Incluyo a Ud., mi querido general, dos oficios para el ministro de Hacienda escritos con
aquella ingenuidad que yo acostumbro y para excusarme a mí mismo si es posible. Ruego
a Ud. que mande a pagar a Ibarra los cinco mil pesos y a mí tío otros tantos. Pero que no
salgan de la secretaría mis oficios, porque no quiero que nadie vea en las oficinas del
tesoro. Recomiendo a mí tío oficialmente, para que tenga Ud. un pretexto con que
hacerlo.
[BOLÍVAR]