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La Abduccion de Luis Guzman PDF
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De igual manera, todos los derechos que de ella dimanen, cualquiera que sea la
naturaleza de estos, así como las traducciones que puedan hacerse, incluyéndose
igualmente las representaciones profesionales y de aficionados, las películas de
corto y largo metraje, recitación, lectura pública y retransmisión por radio o tele-
visión, quedan estrictamente reservados. Se pone un especial énfasis en el tema
de las lecturas públicas, cuyo permiso deberá asegurarse por escrito.
D L: M-9479-2014
A mi padre
La abducción de Luis Guzmán
Reparto
Luis no contesta.
Luis.— No sééé.
Voz de Max.— Voy a hacer algo de cena. Una tortilla o lo que sea,
para que cenes y te vayas a la cama.
Luis.— Nooo.
Entra Max.
Luis.— La comida.
Luis.— No la toco.
Luis.— ¿Y el programa?
Luis.— (Se ríe) No sabes lo que dices, Max. ¡Max, no sabes lo que
dices!
¡Eh!
LA ABDUCCIÓN DE LUIS GUZMÁN 13
Luis.— ¿Y la pregunta?
Pausa.
Luis.— No.
Pausa.
Luis no responde.
Max.— Joder...
Luis.— No, no, Max. Por ahí no. Los tacos, mejor no.
Max.— Joder.
Max.— Joder.
Max.— Hostia.
Luis.— Bueno.
Luis.— Bueno.
Pausa.
Pausa.
Pausa.
Luis.— Un, dos... Y... entramos. Estamos aquí con Maximiliano, que
ha venido de Londres a visitarnos, para hacer una pausa y respirar
aire puro. Buenas noches, Maximiliano. ¿Has venido a respirar aire
puro?
Max.— Quiero decir, antes de nada, que estoy muy contento de es-
tar en tu programa, Luis.
LA ABDUCCIÓN DE LUIS GUZMÁN 17
A pesar de que Luis le hace gestos para que continúe, Max no dice
nada más. Continúa bebiendo durante la entrevista.
Max no contesta.
Max.— Principalmente.
Max.— Solo hoy, que estoy con mi hermano. Que estoy celebrando.
Me había parecido.
Max no entiende.
Luis.— ¿Eh?
Max.— Sííí.
Luis.— ¿Cuántos?
Max.— Un millón.
Luis.— ¿Muerden?
Max.— Algunos.
Luis.— ¿Y el negro?
Silencio.
Max.— ¿Sabes por qué estoy aquí? ¿Qué estoy haciendo aquí, Luis?
Luis.— ¿Hoy?
Luis.— Yo, por las mañanas, preparo los programas. Preparo los
guiones. No tengo tiempo para estar en sitios.
¿Lo sabes? (Pausa) ¿Lo sabes? (Pausa) ¿¡Lo sabes!? (Pausa) Tus
oyentes están esperando.
Suenan los golpes otra vez. Luis entreabre la puerta. Al otro lado
hay una mujer: Clara, de unos treinta años. Lleva una gabardina y
está empapada por la lluvia.
Clara.— ¿Max?
Luis.— ¿Max?
Pausa.
Clara.— No te entiendo.
Pausa.
Pausa.
Luis.— Max ha muerto. (Pausa) ¿Lo sabes? ¿Lo sabes? Está claro
que no lo sabes. Estábamos esperando a José Luis, tan tranquilos,
y ha caído desplomado. Como un peso muerto.
Me sabe mal que te enteres así, a las tantas de la noche. Pero aho-
ra es mejor que te vayas. Lo que viene es solo para la familia. El
velatorio. Los pésames. El run run de los vecinos.
Max se despierta.
Clara.— ¿Qué?
Max.— ¿¡Clara!?
Luis.— ¡Se han equivocado, Max! ¡Hay una señora pero ya se va!
Max.— ¡Luis!
Luis.— Le doy la toalla pero luego se va, ¿eh? Que va a venir José
Luis y no le gusta encontrarse gente extraña.
Pausa.
Va a la cocina.
Voz de Luis.— ¡Hay una toalla azul marino, pero esta es la mía!
Esta no se la pienso dar.
Voz de Luis.— Y José Luis sin venir... ¿Eh, Max? Y José Luis sin
venir...
Luis.— ¿No?
Silencio.
Clara se levanta y se sienta en el sofá. Max se sienta en el sillón.
Luis se queda en la mesa.
Luis.— (A Max) ¿Lo ves? Estará encantada. (A Clara) Max es... A ve-
ces Max es un poco negativo. Como que no..., que no mira al futu-
ro, sino al pasado. Ese tipo de gente.
Un largo silencio.
Clara bebe. Max en el sillón. No se miran.
Luis mira a uno y a otro con curiosidad. Busca su grabadora y la
enciende.
¿Va por ahí? ¿Algún tema sin aclarar, pendiente? ¿Algún frente
abierto, Maximiliano?
Luis.— Piensa que estoy enfermo. ¿Él piensa que yo estoy enfermo?
Qué personaje, Maximiliano. Qué material en bruto para las ondas.
38 PABLO REMÓN
Clara.— Pregúntale.
Silencio.
Clara.— No.
Luis.— ¿No?
Luis.— ¡Es verdad! ¡Me mordería! ¡El otro me mordería! Esta mu-
jer tiene toda la razón. ¡Max, esta mujer tuya tiene toda la razón!
¿De dónde la has sacado?
A la mañana siguiente.
Ha dejado de llover. La estancia, cubierta por el sol de primera hora
de la mañana. En el salón, Max. Habla hacia la cocina.
Pausa.
Clara.— Es extraño.
Clara.— No.
Clara.— Lo sé.
Clara.— Lo sé.
Pausa.
Y por eso, Max, por ver de dónde has salido y quién eres ahora,
no puedo más que quererte. (Pausa) Es como si pudiera verte en-
tero por primera vez.
Luis.— Es que hay que tener mucho cuidado con el gas. ¿No se lo
has dicho?
Clara.— ¿Por qué dices mentiras? Es una mentira, eso que has di-
cho. Aquí no está ardiendo nada. ¿Siempre le cuentas mentiras a
Max?
Luis no contesta.
Tiene que ser difícil hacer un programa todas las semanas, aquí,
en este sitio tan pequeño. (Pausa) Lo que quiero decir es que tiene
que ser difícil conseguir invitados. (Pausa) ¿A quién has entrevis-
tado? (Pausa) ¿Quién ha salido en tu programa? (Pausa) ¿Quieres
que salga yo en tu programa?
Luis.— Lourdes.
Clara.— ¿Quién?
Luis.— Lourdes.
Luis.— Alfredito...
Clara.— Alfredito.
Clara.— ¿Y de ovnis?
Luis.— No.
(Le enseña el folleto) Mira esto. Mira este sitio. ¿No te gustaría vi-
vir en un sitio así? Mira cuánta luz, mira qué jardín. Hay una
piscina. Hay una piscina para el verano, para refrescarte en vera-
no. Para pasar esos días de calor sofocante, esos días de julio de
calor pegajoso y sofocante, en los que no se puede dormir. Eso se
acabó, porque aquí hay una piscina.
Luis.— ¿Tú por qué has venido? ¿Por qué me estás hablando de una
piscina?
Max.— No.
Max.— Sí.
Luis.— José Luis se pierde y llega ella. José Luis se pierde y justo,
justo, aparece ella. De la nada. Atracada por un blanco. Y se pone
su abrigo. ¡El abrigo de José Luis!
Apaga la grabadora.
Silencio.
Silencio.
Luis.— ¿Dónde?
Max.— No puede.
Luis.— ¿Dónde?
Luis.— ¿Y tú vienes?
Max.— No. Tienes que ir tú solo. Ahora van a venir a llevarte con
él. Y estarás bien. Estarás muy bien.
Pausa.
Pausa.
Silencio.
La miran.
Silencio.
Finalmente, Luis la ignora y se dirige a Max.
Luis.— Algo que solo sepamos tú y yo... (Pausa) Algo que solo se-
pamos tú y yo...
A negro
Agradezco su implicación, talento y generosidad a Ana, Fran y Emilio.
Esta obra es suya.
© David Katzenstein