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Fernando Iwasaki
Doctor en Historia. Es narrador, en-
sayista y crítico. Ha ejercido como
historiador, profesor universitario,
columnista, y director de fundacio-
nes y revistas culturales. Entre sus
más de veinte obras, destacan las
novelas Neguijón (2005) y Libro
de mal amor (2001); los ensayos
Dentro del fundamentalismo religioso ba- fueron ni más santas ni más poderosas: simplemente
rroco, llama la atención el gran número de leyeron más que Rosa (1993, p. 600).
beatas que hubo en el virreinato del Perú
durante las primeras décadas del siglo XVII. Acabaron como don Quijote, enloqueci-
Alentadas por lecturas devotas y textos hagio- das por sus lecturas; y fácilmente se puede ver
gráficos, las alumbradas llevaban una vida que en ellas el paradigma de la sociedad barroca.
resultaba sospechosa, porque quedaban fuera De entre todas esas mujeres, una me resultó
de la autoridad conventual o matrimonial, y especialmente fascinante: Luisa Melgarejo.
porque resultaban un exagerado catálogo de Seducido por su historia, decidí convertirla en
beatitud. La Inquisición trató de poner coto a personaje (secundario, si se quiere, pero fun-
este fenómeno mediante sentencias condena- damental para la trama) de mi novela Neguijón
torias. Como ya apuntamos en otro lugar, (2005), donde aparece haciendo cola para que
le saquen todas las muelas, y así demostrar la
las alumbradas repitieron todos los prodigios de existencia del neguijón, un gusano invisible
[santa] Rosa y además presentaron estigmas, sacaron que provoca la caries, y es mencionado por Luisa Melgarejo de Soto, ángel de
almas del purgatorio, volaron por la ciudad, tuvieron tratados de medicina, además de por autores luz o de tinieblas
‘embarazos místicos’ y parieron santos varones. No como Dante, Cervantes y Shakespeare. En la FERNANDO IWASAKI CAUTI
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varón constituía una conducta poco recomen- Soto «a más de diez años [...] que auía tenido
dable, y la Inquisición intervino para acabar reuelación de que dentro de quinze días se auía
con las habladurías y chanzas que circulaban de morir, y embiaron a llamar a sus padres, que
sobre el Relator de la Audiencia y Rector de heran el padre Juan de Villalobos y el rector
la Universidad, pues, al decir de Gaytán, «se que entonces hera de la Compañía de Jesús. Y
hacía público que doña Luisa hera la ymagen y en fin, por oraciones se amansó esto y la dejó
el doctor Soto la vacinica4» (AHN, Inquisición Dios acá» (ibídem).
1647-1). El primero de los confesores jesuitas de
Aunque era sabido que «el doctor Soto Luisa Melgarejo fue el místico Diego Álva-
tiene un libro grande en que a escondidas de rez de Paz, quien le ordenaba transcribir sus
su muger doña Luisa de Soto, hurtándole las revelaciones para luego leerlas, según declaró
llaues, ua trasladando lo que su muger scriuía» el padre Francisco de Contreras en el proceso
(AHN, Inquisición 1647-1, f. 12v), cuando los inquisitorial. ¿Qué podía encontrar en ellas
comisarios le presionaron para que entregara un asceta reconocido y de vasta obra publica-
al Santo Oficio los manuscritos de su esposa, da esencialmente en Europa5? Señala Vargas Pedro Berruguete. Auto de fe
presidido por Santo Domingo.
el pusilánime Rector respondió «que los pape- Ugarte (1951, p. 103) que en el tomo III de
les que ha uisto y escrito la dicha doña Luysa su monumental De Inqvisitione Pacis (1617),
Melgarejo su muger, están en poder del padre Diego Álvarez de Paz enumeró quince grados
Diego Martínez de la Compañía de Jesús su de contemplación divina u oración perfecta, 4
El chiste tiene una sutileza que
confesor, y del padre Francisco de Contreras gracias a la ayuda de un alma muy pura y de merece ser explicada, porque se-
que asimismo lo es, y del padre Diego de To- extraordinario trato con Dios a quien se enco- gún el Diccionario de Autorida-
des, «bacinica» era el recipiente
rres» (ibídem, f. 23). mendó. Vargas Ugarte sugiere que esa persona «de que freqüentemente se valen
Luisa Melgarejo estaba entonces fuera de debió ser Rosa de Santa María, quien también las mugères para sus menestéres
corporales», mientras el «bacín»
la autoridad conyugal y bajo otra protección dibujó una Escala Mística de quince grados6: estaba destinado a los hombres,
masculina, no necesariamente más férrea. Em- «no sabemos que el P. Álvarez de Paz tuviera y reservado a «los excrementos
pero, la Inquisición quiso restaurar el orden trato con Rosa, pero pudo saber de ella por mayores».
matrimonial en esa casa –que según los tra- su confesor, el P. Martínez» (1963, p. 245). Lo 5
tadistas era el reflejo del orden de Dios en la cierto es que ambos trataron a Luisa Melgarejo. Las obras más conocidas de Die-
go Álvarez de Paz fueron De
tierra– y entre los cargos contra Luisa Melga- ¿Habrá sido ella quien inspiró a la santa y al vita spirituali ejusque perfectioni
rejo incluyó uno que tal vez pusiera en nuevos teólogo? libri quinque (Lyon, 1608); De
vita religiose insitvenda libellus
aprietos al doctor Soto. A saber, que «se quería Sin embargo, no todos los jesuitas se rin- (Lyon, 1612); Editio nouisima
con voz del Señor escusar de otros exercicios dieron ante el carisma de Luisa, y el 12 de recognita (Maguncia, 1614);
de trabajo doméstico y uiuir en ocio, cosa sos- julio de 1622 el padre Juan Muñoz la denunció De Virtvtvm adeptione (Colonia,
1615); De Inqvisitione Pacis sive
pechosa» (ibídem, f. 7). ante el Tribunal del Santo Oficio, desatando el Studio Orationes (Lyon, 1617) y
A diferencia de las beatas de su entorno, pánico entre los confesores y allegados de la Meditationes tripartitae Omnibus
tam Saecularis, quam Religio-
Luisa Melgarejo no fue una santurrona influen- Melgarejo. Interrogado por el paradero de los sis (Colonia, 1664). Todas ellas
ciable sino una mística influyente. Sus con- manuscritos de su protegida, el «Venerable» tuvieron numerosas reediciones
en Francia, Alemania, Italia y
temporáneas la imitaron, Rosa de Santa María Diego Martínez tuvo que admitir: Países Bajos.
le consultaba sus escritos (Meléndez, 1681,
p. 311) y el vulgo la admiraba: en su declara- Después de hauer prendido esta ynquisición a doña 6
El descubridor de los dibujos de
ción, Isabel de Soto decía: «Yo estube en casa Ynés Velasco, les pareció a este declarante y a los Rosa de Santa María fue el domi-
del doctor Soto nuebe años, […] y uide tanta dichos padres Contreras y Torres, que pues la Inqui- nico Luis Gettino, quien precisó:
«Los grados de la Escala Mística
santidad en su muger, andaua yo embidiosa sición hauía tomado los papeles de la dicha doña Ynés, bosquejada por Santa Rosa, son
por sauer su vida» (ibídem). Sin embargo, su algún tiempo podría ser que también pidiese los pa- quince, representados en quince
escaloncillos, figurados por tiras
triunfo más significativo fue el embaimiento y peles de la dicha doña Luisa de Soto, y que sería bien de papel. Quince grados estable-
subyugación que desplegó sobre una orden tan que los biesen despacio, para mirar si hauía alguna ce también el P. Álvarez de Paz,
hermética y circunspecta como la Compañía cosa que desdijese de la doctrina Cathólica y de lo que aunque la mayoría de los místicos
los reducen a menor número»
de Jesús: fueron meros peleles en sus manos el enseñan los santos en esta materia. (AHN, Inquisición (1937, p. 20).
teólogo y asceta Diego Álvarez de Paz; Joseph 1647-1, declaración de 16.XI.1623)
de Arriaga, autor de la célebre Extirpación de
la Idolatría del Pirú (Lima, 1621); y el rector Aunque el padre Contreras se esforzó en
del Colegio de San Pablo, Juan Villalobos. Una demostrar que «la dicha doña Luisa decía que
muestra de la continua zozobra en que vivían hera una ignorante», tuvo que admitir que,
Luisa Melgarejo de Soto, ángel de
esos jesuitas por culpa de la Melgarejo tuvo para escribir sus revelaciones, «hauía uisto luz o de tinieblas
que ver con una ocasión relatada por Isabel de algunos libros místicos» (ibídem). Los manus- FERNANDO IWASAKI CAUTI
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cina de la recoleta jesuita. Ello demuestra una Aunque todo el XVII fue una centuria pro-
vez más los privilegios que le daba su original digiosa y fecunda en místicos y penitentes den-
«carta de hermandad», aunque una lectura más tro del virreinato peruano, la primera mitad del
objetiva del testamento revela que el interés de siglo tuvo la virtud de reunir en Lima a todas
la Compañía por Luisa no tenía su origen –co- las figuras de santidad que, en distintos grados,
mo veremos– en las revelaciones y favores que reconoce la iglesia católica. Dicho fenómeno
recibía del cielo: en ausencia de herederos for- nada tiene que ver con insondables designios
zosos, Luisa Melgarejo designó como legatario divinos sino, más bien, con la acusada piedad
universal al Colegio de San Pablo, dejándole de una sociedad que promovió canonizaciones
obras de arte, esclavos y alrededor de dos mil y fervorosos cultos populares. Consideramos
pesos depositados en la Caja de Lima, a cuenta que la intensa escritura y edición de hagiogra-
del salario del finado doctor Soto. Al parecer, fías dentro del virreinato peruano constitu-
Luisa no sólo era una incondicional devota de yó un fenómeno singular dentro del barroco
la orden jesuita sino además una extraordinaria iberoamericano, ya que los protagonistas de
Fernando Iwasaki, Neguijón.
cliente, ya que había entregado seis mil pesos tales Vidas –los santos y sus devotos– fueron Portada.
de a ocho reales al Colegio de San Pablo, con prácticamente los mismos en el apretado lapso
el compromiso de recibir una pensión anual de cincuenta años, como estudiamos en 1994.
equivalente al 5% del depósito. Sin embargo, las Vidas de santos requerían
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Sin embargo, su legado más importante de los testimonios e informaciones recogidos Aunque en los siglos XVI y XVII
consistió en su propia casa («dicha casa me en los procesos canónicos, donde diversas era corriente que alguien cam-
biara de nombre con frecuencia
la traspasó el contador Gonçalo de la Masa a personas acudían espontáneamente a declarar –máxime si se trataba de una
quien di de traspaso cinco mill pesos»). La vi- los milagros y resplandecientes gracias que mujer amancebada y sobre todo
vienda de Luisa se encontraba «frontero de la apreciaron en los hombres y mujeres fallecidos después de acceder al estado
matrimonial–, ignoramos la pro-
yglecia del dicho Colegio de san Pablo», acaso en «olor de santidad». Notarios, en suma, de lo cedencia del apellido «Ponce de
en el mismo lugar donde veinte años más tar- maravilloso y lo imaginario. León», pues los padres de Luisa
fueron Alonso Jara Melgarejo
de el jesuita Francisco del Castillo estableció En Lima se instruyeron numerosos proce- –hijo de Lope García y de Leonor
su «Casa Real de las Mujeres Amparadas de la sos que tuvieron como finalidad corroborar las García– y Francisca Ortiz de
Zúñiga –hija de Alonso Rodrí-
Purísima». Vale la pena añadir que entonces el «virtudes heroicas» de otros tantos personajes, guez de Aguaza y de Francisca
virrey Conde de Lemos pagó por la propiedad y Luisa Melgarejo tuvo especial protagonismo Ortiz de Zúñiga. Ver: Catálogo
unos once mil pesos, lo que quiere decir que en la mayoría de esos casos, como correspondía de Pasajeros a Indias durante los
siglos XVI, XVII y XVIII (Sevilla,
dos décadas después de muerta, Luisa todavía a una testigo de su sensibilidad y espirituali- 1946), vol. III (1539-1559), nº
seguía haciendo milagros para la Compañía. dad. 3487, p. 264.
Como bien apuntó Eguiguren: «Los jesuitas La primera ocasión se le presentó con las
vendían las donaciones recibidas y al cabo de informaciones recogidas sobre la vida y vir-
pocos años los descendientes de los nuevos tudes del lego montillano Francisco Solano,
compradores las volvían a la Compañía de Je- quien falleció en Lima hacia 1609. Por enton-
sús en las mismas o más crecidas fundaciones». ces nuestra personaje ya vivía amancebada y
(1949, p. 743). firmaba como Luisa Ponce de León8, aunque
El albacea de los bienes de Luisa Melgarejo ello no le impidió presentarse como «muger
fue el padre Francisco de Contreras –Rector ligítima del doctor Juan de Soto, relator en la
del Colegio de San Pablo y antiguo confesor real audiençia desta çiudad» (AMAE, Santa
de la difunta–, el mismo que pronunció su ora- Sede, legajo 152, f. 231). Melgarejo «dixo que
ción fúnebre (Mendiburu, 1933, p. 295), y que, conoçió al padre fray Françisco Solano porque
en 1623, había enmendado los manuscritos de fue padre de penitencia désta», y dio un preciso
Luisa y respondió así a los inquisidores: testimonio acerca de la maravillosa muerte del
franciscano cordobés:
este declarante ha hablado diuersísimas vezes a la
dicha doña Luisa Melgarejo, tomándole quenta de Esta testigo fue al monasterio de nuestro padre San
su conciencia y confesándola y haciéndole preguntas Françisco a besar la mano a el dicho sancto, y le uio
sobre los misterios que le heran rebelados, y la ha que estaua el rostro lindo y olorosso, aunque auía
hallado con altíssimos sentimientos del misterio de la tanta gente que no pudo llegar a su santo cuerpo. Y
Santíssima Trinidad, del de la Encarnación, aprecio y le uio que un religiosso del dicho conuento le alçaua
estima extraordinaria del misterio de la redención de uno de los braços del dicho santo y lo ponía a la parte
Luisa Melgarejo de Soto, ángel de
Jesuxpo, y con gran desprecio de sí misma (AHN, que quería, el qual no estaua enuarado como otros luz o de tinieblas
Inquisición 1647-1). cuerpos difuntos, sino muy tratable, aluo y lindo, que FERNANDO IWASAKI CAUTI
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se dexaua gouernar a cualquier parte como onbre. Y se decía que hera una persona gran sierua de Dios, la
allí dauan reliquias del áuito del dicho sancto, que qual toda la casa ynterpretó que hera la dicha doña
estimauan y reuerençiauan con mucho respeto y Luisa (AHN, Inquisición 1647-1).
deuoçión (Ibídem).
Sin embargo, no siempre las visiones de
No satisfecha con haber tenido a Fran- Luisa describieron el tránsito hacia la gloria.
cisco Solano de confesor, Luisa Melgarejo Toribio de Mogrovejo –segundo arzobispo de
cultivó la amistad de Rosa de Santa María y Lima y organizador de la iglesia colonial fa-
procuró estar cerca a ella a la hora del trán- llecido en 1606– mantuvo agrias disputas con
sito, para gozar de los presuntos favores que virreyes y funcionarios, cuyos rastros pueden
las hagiografías otorgaban a los íntimos con- seguirse a través de las fuentes de la época.
fidentes de los santos. Así, la famosa visión Ninguno de sus contemporáneos imaginó que
Santa Rosa de Lima.
que tuvo después de la muerte de la terciaria llegaría a ser canonizado en 1726, y quizá por
limeña fue un testimonio decisivo para en- eso mismo sus procesos se iniciaron cuando
tronizar a Rosa de Santa María, pero que de nadie que le conociera en vida pudo acudir
nada habría servido sin el propio prestigio de a declarar. De ahí que Luisa Melgarejo no le
la visionaria. El contador Gonzalo de la Maza hubiera visto gozando del paraíso:
declaraba durante el proceso de beatificación
de Rosa de Santa María: [ha] vido al arçobispo de Lima –que era muerto– en el
purgatorio padeciendo mucho. Y prosigue, «me dije-
una de las personas que se hallaron al dicho falleci- ron eran penas de arçobispo regalado y así eran muy
miento –que fue doña Luisa Melgarejo, muger de el intensas. Estaua en una oscura mazmorra y, como
doctor Juan de Soto abogado desta Real Audiencia, me daban a entender lo mucho que hauía regalado su
persona de singular devoción a quien este testigo a cuerpo y lo mucho que padecía su alma, descubríame
comunicado de doce años a esta parte muy de cerca, y en lo que paran los descansos, olores y recreaciones
tenido muy estrecha amistad su marido y casa con la desta uida» (Ibídem, f. 10).
de este testigo– se arrobó y estubo en éstasis como este
testigo la a visto otras muchas vezes, así en su casa de Por contra, al «Siervo de Dios» Juan
el dicho doctor como en la deste testigo y en la yglesia Sebastián Parra de la Compañía de Jesús, lo
de la Compañía de Jesús, y estubo en el dicho éstasis vio en la gloria a solicitud del padre Diego
desde la una y un quarto –poco más o menos– hasta Martínez, varón «Venerable» de la provincia
las cinco de la mañana. Y estando en él prerrumpió en jesuita del Perú. Así lo relata Luisa en su
habla con el admirable modo con [que] este testigo la a manuscrito:
visto otras vezes. Y visto por este testigo y por la dicha
doña María de Usatigue, su muxer, les pareció era bien Mandome mi padre espiritual Diego Martínez, que
[que] se escriviese lo que se pudiese de la dicha habla. suplicase a Nuestro Señor me diese a entender si el P.
(Millones, 1993, pp. 193-194. La actualización de Juan Seuastián estaua en el cielo y qué lugar tenía en
puntuación y acentuación es nuestra) él, y este mandato fue el día de la santíssima Trinidad
por la tarde. Luego comencé a pedirle a S.M. animada
De igual manera, para la redacción de la con la virtud de la obediencia y con la consideración
hagiografía de su mentor y confesor –Diego de lo mucho que le agradan todas las cosas hechas por
Álvarez de Paz– los arrobos y revelaciones de ella a mi criador. Y el lunes por la mañana, estando yo
Luisa volvieron a ser concluyentes. Al menos, oyendo la missa última cantada, quando el Arcediano
ello se deduce de la denuncia que hizo el jesui- que la decía comenzó la primera oración por el dicho
ta Muñoz el 12 de julio de 1622: padre, entendí que estaua en el cielo y lo ui en el choro
de los santos dotores con palma y gran magestad. Y
Tanuién uio este denunciante que en la vida e historia fue altíssima la luz con que estaua, ylustrado mi enten-
del dicho P. Diego Aluarez de Paz, que por orden del dimiento, y grande el consuelo y júbilos de la alma y la
P. Prouincial Juan de Frías compuso el P. Joseph de embidia que le tenía. Y después que acabó la missa y
Arriaga y se leyó públicamente en el refectorio y se se fue el cabildo, se llegó el doctor Roca al lugar don-
embió a Roma para que se ymprimiese con las obras de se dicen los responsos y lo dijo por el padre Juan
del dicho P. Diego Aluarez, se refería entre otras Seuastián. Y estándolo diciendo se me representó otra
cosas esta aparición de su alma, y el modo de ella vez el dicho padre con más claridad. Y con semblante
Luisa Melgarejo de Soto, ángel de
luz o de tinieblas como cosa cierta y aueriguada. Y aunque allí no se glorioso y agradecido, le hechó su vendición al doctor.
FERNANDO IWASAKI CAUTI nombraua la persona a quien se apareció, en general Y con gloria accidental procedida de la missa que le
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