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El imperio de la innovación - http://www.tendencias21.net/innovacion/El-


imperio-de-la-innovacion_a1.html

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Mónica Edwards-Schachter

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El imperio de la innovación
Mónica Edwards Schachter

11 de Marzo 2008

http://www.tendencias21.net/innovacion/El-imperio-de-la-innovacion_a1.html

La vida parece subsumida al encanto de la innovación o, como se dijo en un


artículo publicado en el periódico The Times el 23/01/2008, la innovación es un
tópico candente que, además de describir el éxito del Sueño Americano, resulta
indispensable para la futura prosperidad de la economía global. Se habla de la
importancia de la innovación para el crecimiento económico y el supuesto
progreso de los pueblos, de redes densas y dispersas de innovación, de las claves
para gestionar la innovación, de sistemas de innovación, de innovaciones
radicales e incrementales, de organizaciones innovadoras, de actitudes
innovadoras y hasta del espíritu innovador. La innovación se asocia a la creación
de riqueza y mayores niveles de calidad de vida y, sobre todo, a la incesante
producción de los publicitados commodities (bienes de consumo).

http://www.tendencias21.net/innovacion/photo/art/default/880815-
1083554.jpg?v=1289519337
Nadie duda que la ciencia y la tecnología aportan el principal sustento a los
mercaderes de la innovación. Así parece expresarlo la estatua Spirit of
innovation, exhibiendo la imagen de un científico como la misma
personificación de la Aventura Americana en el pabellón World Showcase
del parque temático al que Walt Disney bautizó como Epcot (Epcot alude a
la visión del también innovador cineasta que pensó en un "prototipo
experimental de la comunidad del futuro”, Experimental Prototype
Community Of Tomorrow). Su bata y los artilugios de laboratorio que lo
rodean nos hacen pensar, ¿qué nuevo invento se trae entre manos este
señor?

Palabras como genialidad, invención y creatividad suelen asociarse


indiscriminadamente a la capacidad para innovar. Pero, ¿es esa la definición
de innovación? Si a etimologías nos remitimos, innovar proviene del latín
innovare, que significa cambiar o alterar las cosas introduciendo novedades.
El diccionario de la Real Academia Española coincide con esta
conceptualización. No obstante es la economía quien, como un lujurioso
sátiro, se ha apoderado de su esencia de ninfa y también de su paternidad,
definiéndola como: la introducción por primera vez con éxito en el mercado,
la sociedad o la comunidad de una idea, en forma de nuevos o mejorados
productos, procesos, servicios o técnicas de gestión y organización.

El manual de Frascati, publicado en 1992 por la OCDE (Organización para la


Cooperación y el Desarrollo Económico) viene a decir más o menos lo
mismo, indicando que la innovación es la transformación de una idea en un
producto vendible nuevo o mejorado o en un proceso operativo en la
industria y en el comercio o en un nuevo método o tipo de servicio social.
En otras palabras, la innovación es todo cambio, basado en el conocimiento,
que genera valor o, dicho en forma aún más simple, una idea que se
vende.

Fue el economista austríaco Joseph Alois Schumpeter el primero en


destacar la importancia de los fenómenos tecnológicos en el crecimiento
económico, diferenciando qué es y qué no es innovación. Desde su punto de
vista, sólo se consideran innovaciones tecnológicas la introducción en el
mercado de un nuevo bien o de un nuevo método de producción o una
nueva forma de tratar comercialmente un nuevo producto, aunque también
representen innovaciones la apertura de un nuevo mercado, la conquista de
una nueva fuente de suministro de materias primas o la implantación de
una nueva estructura en un mercado, como por ejemplo, la creación de una
posición de monopolio.

Impensable imaginar un mundo en el que no se hubieran inventado,


fabricado (y vendido) automóviles, aeroplanos, refrigeradores, teléfonos,
televisores, ordenadores… por mencionar algunas de las innovaciones
tecnológicas más importantes de nuestra historia. O, yendo aún más lejos,
¿dónde estaríamos sin innovaciones como la agricultura, la rueda y el
compás de navegación? Resulta apasionante hurgar hechos y fenómenos
que a lo largo de los siglos han contribuido a mutar esto que llamamos
realidad.

¿Quién hubiera pensado que en un manuscrito de Herón de Alejandría o


algún discípulo cercano que llevaba por título Spiritalia seu Pneumatica
estaba el germen de un descabellado experimento que provocaría una gran
revolución: la máquina de vapor?, ¿que los prehistóricos signos xilográficos
de piedra y madera mutarían en la imprenta de Gutenberg o que los
códigos binarios deambularían en los infinitos hormigueros comunicativos
de la galaxia Internet?

Convivimos con la innovación, pero no somos demasiado conscientes de


ello. Compramos en el supermercado una nueva propuesta innovadora: 3
lonchas de jamón empaquetadas de forma individual o un huevo cocido en
un blister individual herméticamente cerrado, sin reflexionar demasiado
sobre su alto impacto ecológico. Al mismo tiempo, vamos a despedirnos casi
sin darnos cuenta de algo que en su momento fue otra revolución de los
ambientes cotidianos: las lámparas de filamento incandescente (que, por
cierto, Edison no inventó). Luego de casi 150 años de reinado, su uso será
definitivamente prohibido para el año 2012 y reemplazado por las nuevas
aspirantes a la corona: las “bombillas” que funcionan con diodos emisores
de luz, o LEDs.

Nos informan que el blue-ray, un disco óptico con una capacidad de


almacenamiento de 50 GB acaba de ganar la batalla por el almacenamiento
de datos y quizás en menos tiempo de lo que pensamos, nuestros DVDs
quedarán tan anticuados como en su momento pasó con los discos de pasta
y los magazines. Sin embargo, las conservadoras cerillas que llevan varios
siglos acompañándonos, continúan pernoctando plácidamente en los
escaparates de los supermercados; todavía no son víctimas de la muerte
por obsolescencia.

A pesar, de esta especie de fiebre en torno a la convergencia de las


tecnologías y a la búsqueda de otras aplicaciones, no sólo de artefactos
vivimos las personas. ¿Será este el sentido más pleno de la palabra
innovación? O como ha dicho Jan Fageberg, la innovación es tan vieja como
la humanidad misma y se corresponde con la tendencia intrínsecamente
humana a pensar de nuevas y mejores maneras de hacer cosas y a
intentarlas y ponerlas en práctica para modificar la realidad.

Una aproximación más prosaica y a la vez más intuitiva nos hace pensar en
innovación como sinónimo de la enorme capacidad del ser humano para
inventar, para crear, para soñar, para modificar, para promover nuevas
utopías… no sólo en relación a la ciencia y la tecnología.

Podemos encontrar innovación en la comercialización de la lechuga


(precortada, lavada y lista para servir), en el ejercicio de partidos políticos
(democracia innovadora), en la cocina y hasta en las funerarias (podemos
adquirir ataúdes de los formatos más inverosímiles). Pero también Calder
corporizó la innovación a través de sus esculturas dotadas de movimiento,
Picasso lo hizo con sus musas pictóricas y Peter Gabriel con sus
investigaciones musicales.

Y, aún escandalizando a los economistas y a más de un biólogo, es un


hecho que innovaciones ocultas, que trascienden nuestra humana
pretensión de gestionarla, forman parte de la vida y de nuestra condición en
el planeta. Cuando aquellas parientes lejanas, las cianobacterias,
“inventaron” una variante de la fotosíntesis (la fotosíntesis oxigénica)
sentaron las bases de nuestro futuro éxito evolutivo.

En mi opinión, aunque el cambio no perdona a nadie en la postmodernidad,


se acelera a ritmos vertiginosos y nos con-vence de que sólo la innovación
puede hacernos merecedores del triunfo o salvaguardarnos de la ruina
económica, la vida no es el mercado. Hay una amplia diversidad de niveles
en esto que llamamos realidad y en el tercer entorno que Javier Echeverría
bautizó como Telépolis no vivimos todos los habitantes del planeta.

Muchos apenas alcanzamos a entrever que hay un mundo de fascinantes


tecnologías prometedoras de un futuro tan dorado como virtual, otra
abrumadora mayoría puede apenas percibir los destellos de sus ráfagas
desde los precarios escenarios coexistentes en los “otros” entornos, los
territorios de la pobreza y la exclusión. Y aquí cabría decir: la innovación del
sur también existe.

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