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DILEMA ÉTICO REALACIONADO CON LA VIDA


“EL ABORTO”

MARÍA CAMILA RUIZ MOJICA

FUNDACIÓN UNIVERSITARIA DEL ÁREA ANDINA


FACULTAD DE CIENCIAS DE LA SALUD
ESPECIALIZACIÓN EN GERENCIA EN SEGURIDAD Y SALUD EN EL TRABAJO
BIOÉTICA

BOGOTÁ D.C.
2019
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Contenido

Introducción 3

Dilema ético del aborto 4

Conclusiones 11

Lista de Referencias 14
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Introducción

El aborto se puede definir como la expulsión de un embrión o de un feto, natural o provocada,


durante la etapa no viable de su vida intrauterina, es decir, momento donde no tiene ninguna
posibilidad de sobrevivir.

El aborto implica la destrucción de un feto, el aborto espontáneo se produce cuando se


expulsa la criatura del interior de la madre por distintos motivos sin propósito de dañar al feto,
accidentalmente o por enfermedades sobrevenidas. Este suceso no recibe sanción moral ni
jurídica de ninguna índole. Causa tristeza y malestar generalmente por parte de la madre por la
pérdida del hijo que esperaba con ilusión.
El aborto provocado, es la destrucción del embrión o del feto con propósito de realizar la
expulsión y destrucción.

Existen diferentes formas de realizar aborto provocado como: el uso de la píldora del día
después PDD, esta píldora está aprobada por la FDA desde 1999, en su defecto contrarresta el
embarazo las primeras 24 horas con eficacia del 95%, progresivamente disminuye la eficacia en
un 58% si se toma después de 72 horas. Este método evita la implantación adecuada del
embrión, impidiendo la anidación y por ende la continuidad de la gestación del embrión.
Otra forma de imposibilitar la continuidad del embarazo, son las agresiones al nasciturus o lesiones
al feto.
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Dilema ético del aborto

Diferentes posiciones frente al aborto y sus enfoques socioculturales demostrando el


dilema que nace en las diferentes miradas que tiene la sociedad.

Mario Sebastiani, Medico de la división de Tocología y miembro del Comité de Bioética del
instituto Universitario del Hospital Italiano de Buenos Aires Argentina, Expone en su artículo el
aborto como un bien social lo que implica las diferentes posiciones que tiene los actores
relacionados con el aborto en nuestra sociedad e identificó los rasgos de tres diferentes grupos:
están los que se encuentran en contra del aborto velando por la santidad de la vida, el segundo
grupo, son quienes están a favor de la despenalización del aborto encontrando su fundamento en
el hecho de que el aborto es un problema de salud pública que afecta la dignidad de la mujer, y el
tercer grupo son las posiciones intermedias, no están a favor ni en absolutamente en contra del
aborto.
No está de acuerdo con el primer grupo diciendo que están en estado de confort política “Es
preciso resaltar las consecuencias de su propia posición, y responsabilizarlos de las
consecuencias que implica la penalización del aborto: si el objetivo de someter al aborto a la
ilegalidad es defender la vida de los embriones, la penalización del aborto no cumple su objetivo.
Argentina, como ejemplo de un país latinoamericano, muestra que la cantidad de abortos
estimados supera de 3 a 5 veces la incidencia de los países en los que la interrupción es legal. Por
año se internan en los hospitales, mayormente del sector público, aproximadamente 60 mil
mujeres por complicaciones del aborto y un colectivo estimado entre 100 y 150 mujeres mueren
por año por estas complicaciones”

El segundo grupo, desde el punto de vista práctico, la posición pro vida es contradictoria.
Invierten una enorme cantidad de poder y dinero en demonizar al aborto y a las mujeres que
recurren a la interrupción del embarazo y prácticamente no hacen nada o muy poco para prevenir
el embarazo no deseado. Así, lejos de contribuir a proteger la vida embrionaria disminuyendo la
cantidad de abortos, contribuyen a su alta incidencia.
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El tercer grupo, en cambio cavila en su postura continuamente. Cree que el aborto debe ser legal,
pero desaconsejado, o legal, pero con plazos estrictos, transigiendo en las 12 o 14 semanas de
embarazo como una concesión políticamente correcta que limita lo políticamente incorrecto del
aborto. O bien piensan que son los médicos los que deben decidir si el aborto encuadra o no bajo
una lista limitada ―una "tablita"― de causales de admisibilidad, convirtiendo a la profesión
médica, ya de por sí muy paternalista, en guardabarreras de las decisiones reproductivas de las
mujeres.

El aborto no debe ser visto como una lucha entre religiosos y ateos sino como una necesidad que
impone el estado laico en cuestiones de salud pública y de dignidad de las personas. El segundo
grupo pro vida justifica su postura en la intención de disminuir o evitar la muerte de los
embriones: la bibliografía ha demostrado con creces la ineficacia de esta actitud y de esta
posición. El tercer grupo que también demoniza el aborto o lo considera una tragedia, no sólo es
incorrecto desde la experiencia de la mayoría de las mujeres, sino que es una verdadera estafa
moral por parte de un grupo radicalizado que no acepta las decisiones libres, individuales y
morales de las mujeres. Este grupo, pro vida, se ha ocupado sistemáticamente de mostrar a las
mujeres como egoístas y hedonistas, que sólo piensan en sí mismas. Sin embargo, la decisión del
aborto es una decisión, la mayoría de las veces, que muestra un gran componente de
responsabilidad.

La mirada sobre lo malo del aborto debe quedar atrás dando paso a una mirada relacionada con
lo razonable y lo aceptable. Es por ello que el acceso al aborto legal, seguro y gratuito es un bien
social necesario para el desarrollo y el desempeño de la mujer en la sociedad. Aborto es libertad
reproductiva, responsabilidad, tolerancia y autonomía personal. Así es como propongo que entre
todos saquemos al aborto de su lugar sórdido y escondido de la sociedad, para considerarlo en
cambio como un evento propio del comportamiento sexual y reproductivo. Si hay derecho a
tener hijos debe existir sin falta el mismo derecho para no tener hijos. Se debe buscar la
armonización moral entre los conceptos de tener y no tener hijos y no privilegiar a uno sobre el
otro. Sobre todo, teniendo en cuenta que tener es un aborto es menos peligroso que tener un hijo,
salvo cuando el aborto es ilegal
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M Sebastiani, 2018, Revista de Bioética y Derecho, tomo No 43, Barcelona. Recuperado


http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1886-58872018000200004

A continuación, una perspectiva al aborto, desde los cuatro principios de la bioética:

Autonomía En El Aborto: Determinante de ser el juez y ejecutor de uno mismo. La


primera y más importante de todas las consecuencias de la autonomía y las libertades
individuales consiste en que los asuntos que atañen sólo a la persona debe decidirlos únicamente
ella, pues de lo contrario se le arrebataría su condición ética, se la reduciría a su condición de
objeto, se la cosificaría, se la convertiría en medio para los fines que por fuera de ella otros
eligen (el Estado, la Iglesia, grupos de la sociedad civil organizada, la familia, etc.). Cuando el
Estado reconoció la autonomía de la persona en la Constitución de 1991, resolvió dejarla que
decidiera sobre su propia vida, sobre lo bueno y lo malo, sobre el sentido de su existencia. Es tan
extremo este respeto, que el Estado no tiene la facultad de proteger al ciudadano contra sí mismo.
La decisión de una mujer de interrumpir un embarazo no deseado, decisión que tiene que ver con
su integridad, es un asunto que sólo le concierne a quien decide sobre su propio cuerpo. Razón
tienen los grupos de mujeres cuando gritan durante sus protestas «Ni de la Iglesia ni del Estado,
mi cuerpo es mío y yo decido».

Beneficencia En El Aborto: Este principio denota el actuar en pro del mayor número de
dinámicas, siendo éstas el individuo, la familia, la sociedad, la nación, el planeta y el
universo.
Muchas personas critican diciendo que el tiempo y energía que se gasta tratando de despenalizar
el aborto debería usarse en la prevención de embarazos no deseados. Otros argumentan que antes
de despenalizar el aborto habría que pensar en castigar a los violadores. En materia de derechos
sexuales y reproductivos no es lo uno o lo otro, sino lo uno y lo otro. ¿Quién dijo que teníamos
que escoger entre castigar a un violador y ofrecerle a la víctima la posibilidad de interrumpir ese
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embarazo? Se debe apuntar a una sociedad con total cubrimiento de educación sexual de calidad,
total acceso a anticonceptivos 100% eficaces y niveles nulos de violencia sexual. Esta sociedad
es una utopía que ni siquiera los países más desarrollados y con una mayor equidad de género
han alcanzado; sin embargo, es el ideal y en eso estamos todos de acuerdo. Pero incluso en esa
sociedad ideal, sigue siendo necesario el aborto legal para casos que no pueden prevenirse con
educación o anticonceptivos como los que le pedimos a la Corte que liberalice: peligro para la
vida o salud de la mujer, graves malformaciones fetales que hagan imposible la vida por fuera
del útero materno y embarazo por causa de violación. La despenalización parcial del aborto no
busca alcahuetear ni mucho menos promover la irresponsabilidad sexual, sólo ofrecerles
opciones a mujeres en circunstancias extremas.

No Maleficencia En El Aborto: Éste determina el no ir en contra de alguna de las


dinámicas arriba mencionadas. Catalogar el aborto como un delito no ha demostrado persuadir
a las mujeres que quieren interrumpir un embarazo de no hacerlo. Cuando una mujer se
encuentra en una situación tan desesperada que prefiere convertirse en delincuente antes que, en
madre, la pena anunciada por el Código Penal no la convence de no abortar, sólo la obliga a
acudir a procedimientos inseguros que ponen en peligro su vida. Las mujeres pueden llegar a
usar ganchos de ropa, vidrios, líquido de frenos para carros, veneno para ratas y muchas otras
horrorosas opciones en medio de su desesperación, sin importar qué tan peligroso pueda ser para
ellas. Por tal razón, el Ministerio de Protección Social hizo esta afirmación en uno de los
conceptos que envió a la Corte Constitucional: la penalización del aborto no salva fetos, pero sí
mata mujeres. A quienes les interese más salvar fetos que mujeres, que busquen una alternativa
más efectiva para lograr su propósito, pues la penalización del aborto claramente no funciona

Justicia En el aborto. El principio de justicia en términos simples se define como el


otorgar a cada quien lo que le corresponde. Abortar de manera segura y confidencial en un
país donde el aborto es un delito sin excepción es un lujo que el dinero puede pagar, o bien
comprando un pasaje a Miami o a cualquier lugar donde la práctica no esté penalizada, o
pagándole a un médico privado dispuesto a hacerlo. Es una realidad que quienes pagan el costo
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de la ilegalidad del aborto son las mujeres de escasos recursos, las más vulnerables, las que viven
en zonas rurales, las que tienen menos acceso a la información, las más jóvenes. Estoy segura, y
así lo he dicho ante varios auditorios, de que, si las esposas de presidentes, ministros y
congresistas tuvieran que sufrir el trauma de un aborto clandestino y peligroso, la legislación
penal colombiana sobre el aborto habría cambiado hace tiempo. Peor aún, es también a las
mujeres que viven en la pobreza a quienes les diagnostican más frecuentemente enfermedades
que junto con el embarazo ponen en peligro sus vidas o gravísimas malformaciones fetales,
resultado de una mala nutrición o de vivir en ambientes malsanos. Las adolescentes embarazadas
son las que presentan más complicaciones mortales al momento del parto, por no tener un cuerpo
lo suficientemente desarrollado para la maternidad. En cualquier caso, no podemos negar que la
penalización del aborto tiene efectos mucho más graves para ciertos grupos de mujeres que para
otros. Esta es una de las razones que exigen que los servicios de aborto en los casos
despenalizados por la Corte sean prestados por los servicios públicos de salud a todas las mujeres
que lo requieran.

Dicho esto, al enfrentarnos al tema del aborto nos encontramos en la situación de un binomio,
madre-hijo, que se ve forzado a ser separado para el escrutinio de los 4 principios mencionados.
Sin embargo, el tema del aborto ha sido abordado desde el punto enteramente materno, por lo
que los defensores del mismo determinan como punto cardinal la voluntad y beneficio de la
madre sin tomar en cuenta que se ejerce ineludiblemente una acción de derecho sobre un tercero.
Este tercero en discordia, el producto de la concepción se ve sin ningún tipo de consideración en
la mayoría de los casos y su carácter legal se ve por demás empañado y a veces literalmente
hecho a un lado. Siendo elevado el principio de autonomía materno sobre el de autonomía fetal,
el cual no puede ser ejercido. Desde el punto de vista obstétrico, entendemos al producto de la
concepción como un ser único desde el momento de su detección por cualquier método de
diagnóstico, lo que hace que la conducta terapéutica vaya encaminada al bienestar o beneficencia
del binomio, sin embargo, en situaciones de gran gravedad para la madre el producto siempre
ocupa un lugar secundario. Para el auxilio de la obstetricia, el desarrollo del embarazo se ha
dividido en semanas de gestación, y respecto a éstas, cualquier patología lleva una conducta y
terapéutica establecida. Ahora, al momento de perderse la viabilidad del embarazo o más
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concretamente la vitalidad del producto de la concepción, la Organización Mundial de la Salud


determinó que a la pérdida gestacional menor a las 20 semanas o de menos de 500 g de peso se le
denomina aborto. El aborto que implica el conflicto bioético es aquel que es provocado, y por
muchos años ha sido penado por la ley en muchas naciones, incluida por supuesto México, al
considerarse un tipo de homicidio. Las implicaciones bioéticas por parte del personal de salud y
en primer lugar de los obstetras ha sido causa de un gran debate, el cual jamás podrá ser ganado
por ningún grupo o individuo por las actitudes y creencias propias de cada uno de ellos. Aun si
tratamos de aplicar los 4 principios bioéticos arriba mencionados, no se podrá obtener una
unanimidad, puesto que de ellos el principio de Justicia es el que nos lleva a consideraciones más
allá de toda discusión político-religioso-social, puesto que los argumentos vertidos en cualquier
discusión pueden ser de total validez para aquel que los defiende. Ante esta incapacidad de
resolución unánime entra en auxilio una figura si bien no del todo justa en todas acepciones, sí
determinante en el actuar de un grupo social determinado: la ley. En este país fue autorizada la
interrupción del embarazo, siempre y cuando tuviera una indicación materna determinada por
alguna afección de alta mortalidad tanto materna como embrionaria fetal, supervisada por un
Comité de Bioética. Sin embargo, el 15 de noviembre de 2006 y revisados el 4 de mayo de 2007,
son publicados en la Gaceta Oficial del Distrito Federal los “Lineamientos generales de
organización y operación de los servicios de salud relacionados con la interrupción del embarazo
en el Distrito Federal”. Los cuales llevan como justificación para la legalidad del aborto
provocado, la disminución de: 1. Morbimortalidad materna 2. Número de familias desintegradas
3. Injusticia social. Puntos dados por el gran problema de clandestinidad y sub-registro. Sin
entrar al estudio médico y embriológico de la gestación hasta la semana 12, lo que atañe a este
artículo es la discusión sobre el aspecto de las implicaciones personales ante una determinación
legal aplicable en un territorio determinado. El ser humano, dentro de sus derechos
fundamentales cuanta con el de la libertad, tanto de pensamiento como de acción, esta última
normada por las leyes del territorio donde se encuentre, así mismo se enfrenta a los límites de esa
libertad al encontrarse frente a otro individuo, quien cuenta con los mismos derechos; el punto
álgido no es el de la libertad o el de los derechos, sino en la mismísima definición de individuo o
de persona, la cual no está bien definida en el caso del producto de la concepción no-nato. Esto
es el principal motivo de controversia en la aplicación de los principios bioéticos a las
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determinaciones legales, puesto que al no tener bien establecido el concepto de individuo, los
conceptos de derechos se ven en un nebuloso territorio de discusión infructuosa, aún más ante
una determinación de legalidad en la interrupción de un embarazo. Sin ser lo anterior ajeno a los
encargados de la impartición de justicia y de la legislación permiten la entrada de una figura
mediadora ante únicamente la aplicación de la ley, mas no ante la determinación de las
implicaciones bioéticas: El Objetor de Conciencia. Este objetor de conciencia es una figura un
tanto oscura y mal determinada, puesto que se exenta de la aplicación de la ley por una
determinación exclusivamente de su voluntad determinada por sus creencias, cualesquiera que
éstas sean, además de otorgarle un poder de acción o no acción, por ser éste el que en un
momento dado será el último ejecutor. Sin embargo, es esta figura del objetor de conciencia la
que marca el alcance de una ley enfocada al respeto del ejercicio de los derechos de la mujer
embarazada, al mismo tiempo que se encuentra como equilibrio entre ésta y el estado. Por lo
tanto, la interrogante que queda es hasta dónde el objetor de conciencia es el auténtico personaje
que incluye el concepto de justicia en la interrupción del embarazo y hasta dónde el derecho de
una mujer sobre su cuerpo es mayor que aquél del ser que lleva en su vientre. En todo caso un
tercero queda a merced de la voluntad del exterior que lo rodea sin contar con una identidad bien
definida y con derechos cambiantes según el juez que tenga que enfrentar.
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Conclusiones

A menudo se enfoca la cuestión del aborto como si fuese sólo una cuestión relativa a los

derechos del feto; y a menudo como si fuera sólo cuestión de los derechos de la mujer.

¿Amenaza los derechos fundamentales de la mujer la extensión de un mismo status moral a los

fetos? A diferencia de los fetos, las mujeres son ya personas; ¿deberían ser tratadas como algo

inferior cuando se quedan embarazadas? ¿Tienen las mujeres el derecho a interrumpir

embarazos no deseados? ¿Tiene el Estado derecho o quizá se debería por razones éticas a

prohibir el aborto intencionado? ¿Deberían permitirse algunos abortos y otros no? ¿El status

legal correcto del aborto el resultado directo de su status moral? ¿Debería ser legal abortar

incluso si es algunas veces o siempre moralmente malo?

Estas preguntas han desatado un intenso debate en las dos últimas décadas.

Curiosamente el aborto no era delito criminal en la mayor parte del mundo industrializado hasta

que durante la segunda mitad del Siglo XIX se promulgasen una serie de leyes antiaborto.

Hay casos en que los derechos morales de diferentes individuos humanos entran en aparente

conflicto.

Por regla general, estos conflictos no pueden resolverse justamente denegando un status moral

igual a una de las partes. Pero el embarazo es un caso especial porque en razón de la singular

relación biológica entre la mujer y el feto, la extensión de un mismo status moral y legal a los
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fetos tiene una consecuencia para los derechos básicos de la mujer, como el caso de riesgo de

salud de la madre, o su bienestar personal.

Así la extensión de los derechos morales básicos plenos e iguales al feto pone en peligro los

derechos básicos de la mujer.

Algunos datos de otros países que tienen legislación con despenalización sobre el aborto como

España, permite hacer otro tipo de análisis que tiene que ver con lo que en bioética se llama la

teoría de la “pendiente resbaladiza”

Según datos oficiales, desde 1.985 hasta 2.004 se han sobrepasado los 900.000 abortos

quirúrgicos, práctica denominada “Interrupción Voluntaria del Embarazo”.

En 1.985 la práctica del aborto se despenalizó en los supuestos de malformaciones del feto, grave

peligro para la salud de la madre, o en la eventualidad de un embarazo producto de una

violación.

El 98% de las Interrupciones Voluntarias de Embrazo se acogen al supuesto de grave peligro

para la salud psíquica de la madre.

El abuso legal llega al extremo que en la mayor parte de los casos son los propios

establecimientos donde se practica el aborto los que expiden la certificación correspondiente.


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No existe ninguna certificación correspondiente de la legalidad de estas prácticas por parte de

autoridad judicial.

La masiva destrucción de vidas humanas embrionarias y fetales es una conducta que no puede

considerarse digna ni saludable.

Sería interesante convocar a la clase médica como al conjunto de la ciudadanía junto con los

poderes públicos a una reflexión seria acerca del aborto voluntario

El cuidado y la protección de los miembros vulnerables de la sociedad es compromiso de los

profesionales de la salud, y sólo desde allí se propone esta reflexión para que se tomen medidas

que democráticamente protejan la vida humana, en especial la de los más débiles e indefensos de

la raza humana.
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Lista de Referencias

Góngora LCM, Pichardo UAC, 2011. Consideraciones bioéticas sobre el aborto, Revista acta
médica grupo Ángeles tomo No 1, pp 43-44, recuperado en
https://www.medigraphic.com/pdfs/actmed/am-2011/am111j.pdf

Vila-Coro, M. D. (2007). La bioética en la encrucijada: Sexualidad, aborto, eutanasia (2a.


ed.). Retrieved from https://ebookcentral.proquest.com

Lamus, F., Posada, N., & Restrepo, M. H. (2006). Ética y científicamente, despenalizar el
aborto es un desacierto. persona y bioética, vol. 10, no.1, 2006, pp.104-122. Retrieved from
https://ebookcentral.proquest.com

Hoyos, I. M. (2006). Problemática jurídica de la objeción de conciencia: De nuevo sobre el


fallo del aborto. persona y bioética, vol. 10, no.1, 2006, pp. 69-84. Retrieved from
https://ebookcentral.proquest.com

M Sebastiani, 2018, Revista de Bioética y Derecho, tomo No 43, Barcelona. Recuperado


http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1886-58872018000200004

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