Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
CONTEXTO DE INVESTIGACIÓN. *
* Versión ligeramente modificada del capítulo 12 de Rogers, Carl R. y Kinget, G. Marian: Psychoterapie en
Menselijke Verhoudingers: Theory en Praktjk van de Non-directive Therapie. Utrecht, Holanda, Uitgeverij
Het Spectrum, 1960.
217
La estimulación de la investigación.
Una de las características más importantes de la orientación terapéutica
centrada en el cliente es que, desde su comienzo, no sólo ha estimulado la
investigación, sino que ha existido en un contexto de pensamiento investigador.
La cantidad y variedad de estudios realizados es sorprendente. En 1953,
Seeman y Raskin hicieron un análisis crítico de las tendencias y orientaciones
de la investigación en el campo de la psicoterapia centrada en el cliente con
adultos; en este estudio describieron o mencionaron casi cincuenta trabajos
realizados sobre el tema. En 1957, Cartwright publicó una bibliografía
comentada sobre la investigación y elaboración de teorías en ese campo, en la
cual incluyó 122 referencias. Este último autor, al igual que Seeman y Raskin,
omitió todas las publicaciones referentes a la investigación sobre terapia lúdica
y terapia grupal centrada en el cliente. No cabe duda de que la teoría y la
práctica de la psicoterapia centrada en el cliente han puesto en marcha una
enorme cantidad de estudios empíricos. Parece razonable preguntarnos la causa
de este hecho.
En primer lugar, la teoría de la psicoterapia centrada en el cliente nunca ha sido
considerada un dogma ni una verdad incuestionable, sino una enunciación de
hipótesis o un instrumento para acrecentar nuestros conocimientos. En general,
pensamos que una teoría, o cualquier elemento de una teoría, sólo es útil si
puede comprobarse empíricamente. En nuestra opinión, la verificación objetiva
de cada aspecto significativo de nuestra hipótesis era la única manera de
separar los conocimientos de los prejuicios individuales y de las impresiones
generales por las expectativas del observador. Si una investigación es objetiva,
ello implica que otro investigador, al reunir y elaborar los datos de manera
idéntica, deberá llegar a descubrimientos iguales o semejantes y extraer las
mismas conclusiones. En resumen, desde el comienzo pensamos que el campo
de la psicoterapia se enriqueció gracias a la verificación abierta y objetiva de
todas las hipótesis, con métodos comunicables y reproducibles.
Una segunda razón del efecto estimulante que el enfoque centrado en el cliente
ejerce sobre la investigación reside en la conciencia de que el estudio científico
puede comenzar en cualquier parte y en cualquier nivel de refinamiento, ya que
la ciencia es una orientación y no un grado determinado de desarrollo
instrumental. Desde este punto de vista, la grabación de una entrevista
constituye el comienzo -aunque modesto- de una tarea científica, puesto que
resulta más objetiva que el simple recuerdo de la entrevista. Cualquier
conceptualización elemental de la terapia y cualquier instrumento para evaluar
estos conceptos -por burdos que sean- suponen una actitud más científica que
la de no intentarlos. De esta manera, los investigadores sintieron que podían
comenzar a trabajar con espíritu científico en los campos que para ellos
218
revestían mayor interés. De esta actitud han surgido una serie de instrumentos
de creciente precisión para analizar protocolos de entrevistas, y se ha dado el
primer paso en la evaluación de constructos aparentemente tan intangibles
como el concepto de sí mismo o el clima psicológico de una relación
terapéutica.
Así llegamos a lo que considero la tercera razón del éxito alcanzado por nuestra
teoría en lo que respecta a la estimulación de las investigaciones. En general,
nos hemos limitado a aquellos constructos de la teoría que son defíníbles en
términos operacionales. Esto parece haber satisfecho una urgente necesidad de
los psicólogos y otros estudiosos, que deseaban profundizar los conocimientos
en el campo de la personalidad, pero se veían impedidos de hacerlo a causa de
la existencia de constructos teóricos no susceptibles de ser definidos en
términos operacionales. Consideremos, por ejemplo, el fenómeno general
implícito en términos tales como “sí mismo”, “yo”, “persona”. Si se desarrolla
una teoría que incluye los aspectos conscientes e inconscientes del individuo
-como lo han hecho algunos autores-, no hay, por el momento, manera
satisfactoria de darle una definición operacional, Pero si se limita el concepto
de sí mismo a los aspectos conscientes, este constructo puede definirse con
mayor precisión operacional mediante la técnica Q, el análisis de los protocolos
de entrevistas, etcétera, con lo que se inaugura todo un campo de investigación.
Con el transcurso del tiempo, es probable que los estudios resultantes permitan
dar una definición operacional de todos los acontecimientos inconscientes.
El empleo de constructos definibles en términos operacionales ha tenido aun
otro efecto: ha hecho por completo innecesario el uso de los términos “éxito” y
“fracaso”, que no tienen utilidad científica alguna como criterios en los estudios
acerca de la psicoterapia. En lugar de pensar en estos conceptos globales y mal
definidos, los investigadores pueden formular predicciones específicas en
términos de constructos definibles operacionalmente. Luego estos constructos
pueden confirmarse o refutarse sin que se emitan juicios de valor acerca de si el
cambio representa un “éxito” o un “fracaso”. De esta manera se ha eliminado
uno de los principales obstáculos que se oponian al adelanto científico en este
terreno.
Otra de las razones de la eficacia que este sistema ha tenido en las
investigaciones reside en el hecho de que los constructos son de carácter
general. Puesto que la psicoterapia es un microcosmos de relación
interpersonal, aprendizaje y cambio significativos, los constructos desarrollados
para ordenar este campo tienen amplias probabilidades de utilización. Algunos,
tales como el concepto de sí mismo, la necesidad de respeto positivo o las
condiciones del cambio de personalidad pueden aplicarse a una extensa gama
de actividades humanas. Por consiguiente, estos constructos pueden emplearse
para estudiar problemas tan diversos como el liderazgo industrial o militar, las
modificaciones de la personalidad
219
220
El foco de evaluación.
En 1949 Raskin llevó a cabo un estudio sobre la fuente de valores o el foco del
proceso de evaluación. Su premisa fue que la tarea del asesor no consiste en
pensar por el cliente, ni acerca del cliente, sino con él. En los dos primeros
casos el foco de evaluación indudablemente reside en el asesor, pero en el
tercero, éste se esfuerza por pensar y empatizar con el cliente en el marco de
referencia de este último, y por respetar sus procesos de valoración.
Raskin se preguntó si durante la terapia cambia el foco de evaluación del
cliente. En otras palabras, se propuso averiguar si, en el transcurso del
tratamiento, sus valores y normas comienzan a depender en menor medida de
los juicios y expectativas ajenos, y sí, en cambio, se fundan en una mayor
confiabilidad de su propia experiencia.
Para poder estudiar este problema objetivamente, Raskin emprendió los
siguientes pasos:
221
Los doce items clasificados con mayor frecuencia se usaron para construir e
ilustrar una escala de focos de evaluación que iba de 1,0 a 4,0. El grado 1
representaba una dependencia total de la evaluación ajena; el 2 comprendía los
casos en que había una preocupación. notable acerca del juicio de los demás,
pero también cierta insatisfacción por esta dependencia; en el grado 3 se
incluían las expresiones características del individuo, que no sólo respeta su
propio juicio -al igual que los valores y expectativas ajenas- sino que también
conoce la diferencia entre autoevaluación y dependencia de los valores de los
demás; el grado 4, por último, se reservó para los casos en que era evidente la
confianza del individuo en su propia experiencia y juicio como fuentes básicas
de valores.
Un ejemplo del grado 3 puede dar una imagen más vívida de esta escala. La
siguiente afirmación se clasificó en esa fase:
“Por lo visto, he tomado una decisión que me pregunto si será acertada.
Cuando uno pertenece a una familia donde el hermano entró en la universidad y
todos tienen bastante capacidad, me pregunto si está bien ver que soy como soy
y que no puedo hacer esas cosas. Siempre traté de ser lo que otros pensaban
que debería ser, pero ahora me pregunto si no sería mejor darme cuenta de que
soy como soy.” (6, pág. 151)
3. Luego Raskin empleó la misma escala para evaluar 59 entrevistas
pertenecientes a diez casos breves, grabados en su totalidad y ya sometidos a
otras investigaciones. Después de clasificarlas, pero antes de analizarlas, quiso
determinar la confiabilidad de sus juicios. Para esto eligió al azar una frase
relacionada con el núcleo de evaluación en cada una de las 59 entrevistas y las
sometió al juicio de otro juez que ignoraba su origen y el momento de la terapia
a que pertenecían las entrevistas. La correlación entre ambas series de
clasificaciones fue 0,91, lo cual puso de manifiesto un alto grado de
confiabilidad.
4. Después de crear una escala de intervalos iguales y demostrar que se trataba
de un instrumento confiable, Raskin intentó averiguar si el foco de evaluación
se había desplazado durante la terapia. El puntaje promedio de las primeras
entrevistas en los diez casos fue 1,97; el de las últimas, 2,73; la diferencia fue
significativa en el nivel 0,01. De esta manera, quedó confirmado ese aspecto de
la teoría de la psicoterapia centrada en el cliente. Hubo aún otra confirmación:
estos diez casos fueron estudiados con otros métodos objetivos, de modo que
se contaba con más de un criterio para pronunciarse acerca del grado de éxito
obtenido. Si examinamos los cinco casos considerados como más exitosos
veremos que en ellos el desplazamiento del foco de evaluación fue más notorio
que en el resto: el promedio de las primeras entrevistas fue 2,12, en tanto que el
de las últimas alcanzó a 3,34.
222
223
compuesto por diecinueve individuos que concurrían al Centro de
Asesoramiento de la Universidad de Chicago en busca de ayuda personal y se
los invitó a participar en una investigación sobre la personalidad. Puesto que
todos los invitados accedieron -con excepción de unos pocos, que no pudieron
modificar sus horarios para concurrir a las entrevistas-, el grupo era
representativo de los alumnos que concurrían al Centro para tratarse. Tres
individuos comenzaron un tratamiento individual, otros tantos iniciaron una
terapia combinada, individual y grupal, y seis fueron sometidos a una terapia de
grupo. Como control se reunió un grupo de diecisiete individuos a quienes no
se suministró tratamiento alguno, cuya edad y nivel educacional eran
semejantes a los del grupo de terapia.
Todos los individuos, ya pertenecieran al grupo de terapia o al de control, se
sometieron al mismo procedimiento experimental, cuyos aspectos más
significativos expongo a continuación. Los individuos fueron conectados
mediante electrodos a un polígrafo que registraba la conductancia de la piel
palmar (RGP) y la frecuencia cardíaca y respiratoria. Después de un período de
reposo, necesario para establecer la línea de base, se informó a los individuos
que se estudiaría su inteligencia, para lo cual se examinaría su memoria para los
números. La cantidad de dígitos utilizada que los sujetos debían retener
aumentaba progresivamente, hasta que el individuo se equivocaba. Después de
un descanso de dos minutos se volvía a comenzar con una serie de números
diferentes, hasta provocar otro fracaso, al que seguía un tercero, al cabo de un
nuevo período de reposo. Debido a que todos eran estudiantes, el amor propio
puesto en la tarea y la frustración consiguiente resultaban muy claros, ya que la
experiencia parecía arrojar dudas sobre su capacidad intelectual. Después de
otro período de descanso, se despidió a los participantes y se les comunicó que
se los volvería a llamar en otra oportunidad. En ningún momento se insinuó que
el experimento podría relacionarse con la terapia, y las pruebas descriptas se
realizaron en otro edificio.
Después de completar el tratamiento, los participantes fueron citados
nuevamente y sometidos al mismo procedimiento experimental: tres episodios
de frustración y recuperación; paralelamente se llevaron a cabo mediciones
autónomas continuas. Los miembros del grupo de control también fueron
citados y sometidos al mismo procedimiento.
Se calcularon diversos índices fisiológicos en ambos grupos. Las únicas
diferencias significativas se relacionaron con la velocidad de recuperación
observada en ambos tests. En general, puede decirse que el grupo de terapia
se recuperó de la frustración más rápidamente en la prueba final que en la
inicial, mientras que los resultados del grupo de control fueron inversos (su
recuperación fue más lenta durante la segunda serie de frustraciones).
Permítaseme aclarar esto. El “cociente de recuperación” –basado en el RPG-
del grupo de terapia acusó un cambio significativo en el nivel 0,02 y tendiente a
una recuperación más veloz de la frustración.
224
225
Según Bergman, las expresiones del cliente en respuesta a las palabras del
asesor podían agruparse en las siguientes clases:
1. Con una frecuencia mayor que la debida al azar, la reflexión del asesor
acerca de un sentimiento origina en el cliente un examen continuo del sí
mismo, o insight. Esta relación es significativa en el nivel 1 por ciento.
2. Las respuestas del asesor de tipo 1 y 2 (basadas en una evaluación e
interpretativas, o bien de “estructuración”) inducen a un abandono de la
exploración del sí mismo, también con mayor frecuencia que la atribuible
a la casualidad. La significación en este caso también es del 1 por ciento.
3. El pedido de aclaración tiende a provocar una repetición del pedido del
cliente, o bien a disminuir el insight y la exploración del sí mismo. Estas
consecuencias son significativas en los niveles 1 y 5 por ciento
respectivamente.
227
228
229
230
231
Este plan nos permitió reunir una gran cantidad de datos susceptibles de
análisis. Presentamos ahora una reseña de los principales hallazgos.
La Escala ME demostró poseer un grado satisfactorio de confiabilidad, en
manos de cualquier evaluador -ya fuera el cliente mismo o sus amigos-
observadores- a pesar de que la coincidencia entre los distintos jueces no fue
muy estrecha.
Las evaluaciones de la conducta de los miembros del grupo de control que no
recibieron tratamiento no variaron de manera significativa durante ninguno de
los períodos en que se subdividió el estudio.
Los clientes que integraban el grupo de autocontrol tampoco cambiaron
significativamente durante el lapso de 60 días que precedió al comienzo de la
terapia, ya sea según su propia evaluación o la de sus amigos.
A diferencia de lo que se esperaba, tampoco cambió -según el observador- la
conducta del cliente en el transcurso del tratamiento ni durante el período que
abarcó la terapia y el seguimiento. Esto, por supuesto, contradecía nuestra
hipótesis. Nos pareció conveniente averiguar si este hallazgo negativo
correspondía a todos los clientes, independientemente del movimiento
observado durante su psicoterapia. Con este objeto se subdividieron los clientes
en grupos de movimiento máximo, moderado y mínimo, según el juicio emitido
por los asesores.
Así se observó que en los casos de movimiento máximo los amigos
consideraron que la madurez de la conducta del cliente había aumentado (5 por
ciento de significación). En el grupo de movimiento moderado sólo hubo un
pequeño cambio, mientras que en el de movimiento mínimo el cambio fue
negativo, en el sentido de una conducta menos madura.
Hubo una correlación clara y significativa entre el juicio del terapeuta acerca
del movimiento en la terapia y las observaciones de los amigos con respecto a
los cambios producidos en la conducta diaria del cliente. Esta correlación
reviste un interés especial, puesto que el juicio del terapeuta sólo se fundaba en
las reacciones del cliente durante las horas de terapia, ya que desconocía el
comportamiento de éste fuera de ellas; los amigos, por su parte, formularon sus
evaluaciones sobre la base de la observación externa, pues ignoraban lo que
sucedía en el tratamiento.
232
El último estudio que deseo presentar fue realizado hace algún tiempo por
Barrett-Lennard. Este autor se basó en un planteo teórico mío acerca de las
condiciones necesarias para el cambio terapéutico y postuló que sí se cumplían
cinco condiciones de la relación, se operaría
233
en el cliente el cambio deseado. Con el objeto de investigar este problema
desarrolló un Inventario de Relación -diferente para el cliente y el terapeuta-
que serviría para estudiar cinco dimensiones de la relación. Hasta este
momento sólo ha analizado los datos referentes a la percepción de la relación
por parte del cliente. Veamos cuáles fueron sus hallazgos.
En una serie de casos nuevos -donde estaba seguro de poder lograr diversas
evaluaciones objetivas del cambio operado- Barrett-Lennard aplicó su
Inventario de Relación a cada cliente, después de la quinta entrevista.
Mencionaré varios ítems de cada variable para aclarar mejor la naturaleza de su
trabajo.
El autor estaba interesado, por ejemplo, en evaluar la medida en que el cliente
se sentía comprendido empáticamente. Para ello elaboró una serie de ítems, que
el cliente debía calificar según una escala de seis puntos, desde los más ciertos
hasta los absolutamente falsos. Como podrá verse, estos ítems representan
diferentes grados de comprensión empática:
Le importo.
Se interesa por mí.
Siente curiosidad acerca de qué es lo que me moviliza, pero no se interesa
realmente por mí como persona.
Le resulto indiferente.
Me desaprueba.
234
Algunos hallazgos son interesantes. Por ejemplo, los clientes atribuyeron las
cuatro primeras cualidades con mayor frecuencia a los terapeutas más expertos
que a los de menor experiencia, con el “deseo de darse a conocer” ocurrió lo
contrario.
En los clientes más alterados de la muestra, las cuatro primeras evaluaciones se
correlacionaron significativamente con la evaluación objetiva del cambio en la
personalidad y con el grado de cambio observado por el terapeuta. La
comprensión empática y el cambio se asociaron entre sí de manera también
muy significativa, pero la autenticidad y el nivel de independencia en la
consideración se asociaron igualmente con los tratamientos exitosos. El deseo
de darse a conocer no se relacionó de manera significativa con otras variables.
Por consiguiente, podemos afirmar con cierta seguridad que una relación
terapéutica tiene mayores probabilidades de ser efectiva cuando el terapeuta
manifiesta una mayor coherencia o autenticidad, mayor consideración, respeto
incondicional y agrado hacia el cliente. Estas cualidades parecen ser los
principales factores determinantes del cambio en la personalidad y la conducta.
Lo expuesto permite afirmar que estas cualidades pueden medirse u observarse
en pequeñas muestras de la interacción en un momento relativamente temprano
de la terapia y, que aun en estas condiciones es posible predecir sus resultados.
Este trabajo es uno de los más interesantes que se han realizado para poner a
prueba aspectos cada vez más sutiles de la teoría de la psicoterapia centrada en
el cliente. Por esa razón, este estudio no se ocupa de problemas técnicos ni de
conceptualizaciones, sino que aborda directamente cualidades íntangibles de la
actitud y la experiencia. Pienso que la investigación en psicoterapia está hoy en
condiciones de estudiar esos
235
aspectos intangibles. También creo que los estudios realizados en este nivel
indican la posibilidad de obtener datos útiles y discriminativos, como pueden
serlo, por ejemplo, las pruebas que confirman la función de las cuatro primeras
variables antes mencionadas y la falta de pruebas para la quinta.
Merece destacarse el hecho de que todas las cualidades de la relación que se
hallan asociadas con el progreso durante la terapia se refieren a actitudes. Si
bien es posible que la amplitud de los conocimientos profesionales o las
habilidades y técnicas también sean un factor de cambio, el presente estudio
sugiere que para estimular un proceso terapéutico positivo pueden bastar
ciertas cualidades de la actitud y de la experiencia por sí solas,
independientemente del conocimiento intelectual o de la capacitación médica o
psicológica.
Esta investigación también representa un avance en otros aspectos del tema, ya
que fue una de las primeras especialmente diseñadas para estudiar los
elementos causales o determinantes del cambio en la psicoterapia. Los
progresos de la teoría y los perfeccionamientos metodológicos nos permiten
esperar un número cada vez mayor de investigaciones sobre la dinámica de la
modificación de la personalidad. Tal vez así un día podamos identificar y
evaluar las condiciones que producen un cambio constructivo en la
personalidad y la conducta.
236
237
238