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CRÍTICA LITERARIA
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José Domínguez Caparros
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UNIVERSIDAD NACIONAL
DE EDUCACIÓN A DISTANCIA
CRÍTICA LITERARIA
Madrid, 1990
Primera edición revisada,
modificada y actualizada. 1989
© UNIVERSIDAD NACIONAL
DE EDUCACIÓN A DISTANCIA - Madrid
José Domínguez Caparros
Reservados todos los derechos y
prohibida su reproducción total o parcial
Depósito legal: M. 27.680-1994
ISBN: 84-362-2424-8
Tercera edición, julio 1991
1.a reimpresión, septiembre 1994
Imprime:
Impresos y Revistas, S. A. (IMPRESA)
Herreros, 42. Políg. Ind. Los Ángeles
GETAFE (Madrid)
ÍNDICE
5
Tema 7: El nacimiento de la poética: Aristóteles ....................... 117
Introducción. La poética de Aristóteles: la poesía; los géneros literarios;
la tragedia; la comedia; la epopeya; el lenguaje literario. Una ciencia de
la literatura.
6
Tema 14: Tópicos de la teoría literaria clasicista ........................ 271
Caracterización de la literatura. Los géneros literarios. El lenguaje litera
rio. Bibliografía.
7
Tema 20: La «nouvelle critique» francesa ...................................... 405
Introducción. Representantes de la «nouvelle critique». Roland Barthes.
Tzvetan Todorov. Gérard Genette. Otros críticos relacionados con la
«nouvelle critique». Conclusión. Bibliografía.
8
Tema 27: Postestructuralismo: pragmática literaria .................... 561
Introducción. La literatura como hecho comunicativo. Literatura y actos
de lenguaje. Nota sobre la deconstrucción. Bibliografía.
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UNIDAD DIDACTICA I
ESTILÍSTICA Y MÉTRICA
Tema 1
EL COMENTARIO ESTILÍSTICO
Resumen esquemático
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Casi siempre que se emprende un comentario de textos, parece
obligado empezar haciendo unas declaraciones acerca de lo que es,
o no es, un comentario, y sobre el carácter del que uno se dispone
a hacer. Esta costumbre nos indica, por lo menos, dos cosas: que se
puede hacer más de un tipo de comentario, y que la práctica del
comentario no tiene un límite claramente perfilado. Las dos cosas se
comprueban en los resultados de los muchos ejemplos de textos
comentados. Parece deseable la exposición de algunas ideas gene
rales sobre el comentario, no en su aspecto técnico concretado en
un método, sino en el aspecto general de su carácter.
En el caso del comentario estilístico, que es del que se va a tratar
aquí, conviene diferenciar claramente lo que es la descripción del
estilo del texto, y lo que es una interpretación del mismo. Para la
descripción del estilo, hay que conocer perfectamente los instrumen
tos que una larga tradición —desde la elocutio retórica a la moderna
estilística— pone al alcance del analista. Figuras fónicas, sintácticas,
cambios de significado o tropos, figuras de pensamiento, métrica (si
el texto está en verso) son instrumentos imprescindibles que debe
conocer forzosamente quienquiera pretenda hacer un comentario es
tilístico.
La interpretación supone que el texto tiene otro significado, no
evidente, necesitado, por tanto, de ser desvelado en el trabajo inter
pretativo. Que el texto literario es uno de los más necesitados de
interpretación, lo ilustran las definiciones que resaltan precisamente
como característica esencial de la literatura la ambigüedad connatu
ral de su significación. Barthes, Todorov o Julia Kristeva, por citar a
la famosa nouvelle critique francesa, se han referido a esta cualidad
del lenguaje literario. Si el texto es ambiguo, hay dos salidas: el
texto se queda ambiguo, y, por tanto, la interpretación será ¡nterpre-
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tación de nada, porque lo que cuenta, en literatura, es un juego de
significados. Se trataría de algo semejante a lo que ocurre en el dic
cionario: no hay un sentido primero, sino que una palabra remite
forzosamente a otra. La crítica será entonces una cadena de símbo
los producida a partir del texto, como piensa R. Barthes.
La otra salida es suprimir la ambigüedad del texto considerándolo
como un icono, un símbolo de algo. Y aquí volvemos a encontrar
multitud de respuestas, pues habrá quien interprete el texto como
expresión de un sentimiento personal del autor, como ejemplo de
una doctrina exterior (psicológica, religiosa, sociológica...), o como
ejemplo de la literatura de una época o de un autor (interpretación
histórico-literaria). En cualquier caso, el sentido de la interpretación
se encuentra en algo superior, en lo que se inserta, y exterior al
texto (un autor, una doctrina, una literatura).
Voy a ¡lustrar estas ideas con el ejemplo del comentario de un
poema de Vicente Aleixandre. Intentaré describirlo e interpretarlo en
el contexto de la obra del autor. Para la descripción, es suficiente
con el uso de los utensilios que enumera la estilística. Un ejemplo
de tal enumeración se encontrará en mi Introducción al comentario
de textos (1977). Para la interpretación, nos auxiliará el conocimiento
de trabajos fundamentales sobre la obra de Vicente Aleixandre.
Empiezo con la descripción. En mi exposición no se va a reflejar
el análisis independiente de cada uno de los niveles del lenguaje
literario normalmente diferenciados (fónico, sintáctico, semántico y
referencial), aunque en el trabajo previo haya habido que analizar
independientemente cada uno de los aspectos. Prefiero ir comentan
do de principio a fin el poema de Aleixandre, titulado «Hija de la
mar», del libro La destrucción o el amor (1935).
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playa o cuerpo dorado, muchacha que en la orilla
es siempre alguna concha que unas ondas dejaron.
17
boca, cuello, por ejemplo), y las propiedades de cada una se ajusta
ban a un canon muy fijo de belleza (el cabello es oro, prácticamente
siempre; o los dientes son perlas).
Estos versos, lo mismo que todo el poema, tienen muy trabajado,
con el apoyo de la métrica, el aspecto sintáctico; y, así, puede ob
servarse cómo los versos 2, 3 y 4 responden al mismo esquema de:
núcleo + adjetivación, donde la adjetivación puede ser: de + sust.
(de presencia); oración de relativo (que a sí misma se ignora, que
estremece).
El segundo grupo de cuatro versos también suprime el verbo
principal, y empieza con la comparación de inocencia con mar en
que vives. En este momento se encuentra la primera referencia al
mar. Vienen después dos exclamaciones (cada una de ellas ocupa un
verso); están relacionadas asindéticamente, y presentan un fuerte
paralelismo en la construcción, que empieza con anáfora de qué (ex
tendióle a la primera sílaba de la palabra que sigue, pe) y continúa
en la aposición de sendas metáforas referidas a la muchacha (isla
intacta) y al pecho (playa o arena amada). Las dos metáforas ponen
en relación a la muchacha con el mar. En este segundo grupo de
versos aparece, pues, el elemento marino, ausente en el primero,
aunque está en el título. El verso 8 es una ampliación de la frase
constituida por una oración de relativo que se refiere a arena (que
escurre entre los dedos aún sin forma —de pecho—).
El tercer grupo de cuatro versos se construye también sin verbo
principal, y se refiere a la disponibilidad amorosa de la muchacha
(niña). Aquí se organiza el contenido en alegoría, con dos planos:
uno, el constituido por el mar; otro, el referido a joven. El mar afirma
plenamente su presencia en el poema. La equivalencia entre los dos
planos, tal como yo la entiendo, es la siguiente:
cuerpo playa
ojos brisa
mirar orear
18
es el plano real y cuál es el plano metafórico o alegórico. Habrá
ocasión de verlo en lo que sigue.
La sintaxis de este tercer grupo, central, es una sintaxis reposada
(aposiciones, subordinación circunstancial). Percibo una aliteración
de la consonante dental sonora d en el verso 12:
muchacha concha
cuerpo dorado playa
armoniosa inerte
fiebre [calor]
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El vaivén de vocales (a-u-a-o-a / u-a-o-a) puede adquirir un tinte
simbólico por referirse al vaivén rítmico de las olas.
El quinto y último grupo de cuatro versos proclama el dominio
del elemento marino, que empezaba a imponerse en el grupo ante
rior. La imagen que explica estos versos es la del mar como origen
de la muchacha, o del trozo de playa con forma de muchacha. La
única diferencia entre uno u otro sentido reside en entender en sen
tido real, o como personificación, los imperativos «vive» (v. 17), «es
cucha» (v. 18) y «sé» (v. 19). Podemos entender «muchacha» como
ser animado real que está en la playa, y tendremos la visión de la
joven o niña que ha salido del agua. Reduciremos, entonces, los ver
sos al sentido primero, de la siguiente manera:
Vive, vive como el mismo rumor del mar [metonimia: rumor por rumor
del mar] de que has salido [metáfora: nacido por salido; aunque está
prácticamente lexicalizada]; escucha el son de la mar [metáfora: tu ma
dre imperiosa por mar]; sé tú resto [metáfora: espuma por resto, lo que
queda] que queda después de aquel encuentro del mar y Ia tierra [me
táfora: amor por encuentro], después de que la orilla, agua y origen
[metáfora: madre por origen] se retira.
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va: endecasílabos con acentuación perfectamente acorde con los ti
pos clásicos (versos 4, 11 y 18), y muy abundantes hemistiquios hep-
tasílabos, especialmente perceptibles en los no raros alejandrinos del
poema (versos 10, 14, 15, 16, 19 y 20). Nueve, de los veinte versos,
presentan la forma clásica del endecasílabo, o del alejandrino. Hay,
pues, un recuerdo de la métrica tradicional, regular, especialmente
de la silva tal y como la usan los modernistas (mezcla de heptasíla-
bos, endecasílabos, alejandrinos compuestos de dos heptasílabos, y
otros versos de número impar de sílabas). No se puede decir que se
trate de verso regular con algunas irregularidades, sino que hay que
decir, más bien, que se trata de verso libre, organizado de acuerdo
con el pensamiento y la sintaxis, pero en el que se encuentran es
porádicos ecos de la métrica tradicional. Igualmente tradicional es la
división en cinco grupos de cuatro versos, a modo de estrofas, aun
que falte la rima. Pero, hay que repetirlo, se trata de verso libre que
refuerza la organización sintáctica y temática del poema. Al ir co
mentando cada grupo de cuatro versos, hubo ocasión de notar sus
peculiaridades temáticas y formales.
La segunda observación que quería hacer se refiere a la forma
original de la construcción con la conjunción o. Carlos Bousoño, en
su trabajo sobre la poesía de Vicente Aleixandre, dedica un capitulo
(el 22) a «La conjunción identificativa o». De acuerdo con la teoría
allí expuesta, comentaré los seis ejemplos de construcción con o. En
el verso 1, corazón o sonrisa, la conjunción establece una relación
adjetivante del segundo término con relación al primero (corazón
sonriente), al tiempo que se mantiene la sinécdoque. Relación de
sinécdoque (la parte por el todo) establece el segundo ejemplo de o
entre playa o arena (verso 7). Entre adjetivos, o iguala, establece una
dependencia entre ellos, y esto es lo que ocurre en el caso del verso
10 (derribado o tendido). Muy original y expresivamente rico es el
uso de la conjunción o con valor imaginativo, es decir, como signo
de igualdad —y consiguiente creación de metáfora— entre los tér
minos unidos. Este es el valor de los otros tres ejemplos del poema:
verso 10, cuerpo o playa, donde cuerpo = playa; verso 15, playa o
cuerpo, donde playa = cuerpo; verso 20, agua o madre, donde agua
= madre. El valor identificativo, creador de metáforas, expresa la
identidad, la igualdad sustantiva de todos los seres, en el contexto
de una metamorfosis universal (C. Bousoño, 1956: 370-371).
Doy fin, así, a la descripción del aspecto formal. A partir de la
explicación centrada sólo en el texto, podemos pensar que el motivo
de la inspiración, la realidad expresada es puramente imaginaria, se
funda en la visión de una muchacha en la playa —saliendo del
agua— o en la visión de un fragmento de playa que se asemeja a
21
una muchacha. No es unívoca la referencia del texto, quizá porque
el mismo poeta pretende esa ambigüedad en favor de la fusión de
elementos, en favor de un panteísmo universal. Pienso que ésta es
la explicación, pero entonces pasamos a otra fase del comentario, a
la interpretación.
La interpretación consiste en dar una explicación del texto que lo
integra en un contexto más amplio (la psicología del autor, la socie
dad, la obra, la historia literaria, etc.). El texto es entendido a partir
de esos contextos; por eso la impresión de variedad que producen
los comentarios de textos literarios. Sin entrar ahora en que la pre
paración del lector influye —y mucho— en los resultados del comen
tario, me interesa destacar que la diversidad se explica en gran me
dida por la diferencia de los contextos en que se inserta el texto.
En el caso concreto que me ocupa, voy a optar por una interpre
tación histórico-literaria que explica el texto en el marco de la obra
del autor. No me interesa, pues, una comprensión del poema a partir
de una teoría psicológica, aunque supongo que un psicoanalista, por
ejemplo, podría decir también algo en este caso concreto. Tampoco
la historia o la sociología me van a guiar en la interpretación.
Que un poema forma parte del conjunto de la obra de un único
creador, es verdad que no necesita ser demostrada; pero, si alguien
dudara, hay hechos tan objetivos como la repetición de construccio
nes, imágenes, metáforas... que ilustran tal comunidad de génesis.
Es lógico pensar que el primer nivel de ¡ntertextualidad de un texto
se encuentra en la misma obra a la que pertenece. Como muestras,
en el caso que me ocupa, véanse los ejemplos siguientes tomados
de La destrucción o el amor. La concha es término de comparación
para referirse a una persona en la playa:
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La presencia del mar en la poesía de Vicente Aleixandre queda
ilustrada, sin entrar en más detalles, con el título de los poemas a
que pertenecen los ejemplos citados.
Está claro que el poema se integra en la obra, y está claro tam
bién que el tema —la fusión de la muchacha y el mar— se explica
en el contexto de la forma de crear propia de V. Aleixandre. En efec
to, prácticamente todos los estudios señalan como propiedades de
la poesía aleixandrina el panteísmo, la simbiosis del ser y la natura
leza, la confusión cósmica. Por no extenderme en la presentación de
testimonios —véanse, por ejemplo: Bousoño, 1956: 37-156; Luis,
1977: 15-16; Cano, 1977: 18-19, 27-32—, me limito a recoger unas
cuantas manifestaciones de Dámaso Alonso, quien, con su agudeza
crítica, fue el primero en señalar estas características, en comentario
inmediato a la aparición del libro de Aleixandre. «El poeta y la na
turaleza —dice Dámaso Alonso (1935:779)— están, a solas, frente a
frente en el libro, o, mejor que frente a frente, entrelazados como un
ser único y, a la par, multitudinario». De ahí la transformación de los
seres: «Transfusión o transformación, pero en formas simultáneas;
proteica posibilidad múltiple de la Naturaleza Omnípara. El mundo
es fluido; las formas no son más que avatares» (780). Por eso, «las
formas más dispares de la realidad están vincularmente entrelazadas
o co-fundidas» (781). Los temas son las fuerzas elementales en su
absoluta desnudez —el mar, el viento, la selva— y las «formas hu
manas suelen aparecer transfundidas [...] en otros elementos no hu
manos» (783).
La caracterización de la poesía de Vicente Aleixandre hecha por
Dámaso Alonso explica el sentido del poema comentado. Este debe
ser entendido como un ejemplo de la fusión de seres humanos y
elementos de la naturaleza. ¿Ha servido, entonces, de algo el comen
tario estilístico? Pienso que ha servido de mucho, pues la fusión cós
mica, panteísta, de la poesía aleixandrina encuentra su expresión lin
güística en la ambigüedad referencial que hemos descubierto con el
análisis estilístico.
BIBLIOGRAFÍA
23
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Completas. Madrid, Gredos, Vol. IV, 1975, 779-788.
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Bousoño , Carlos: 1956, La poesía de Vicente Alelxandre. Madrid,
Gredos, 1977, 3.a edic.
Cano , José Luis: 1977, Edición de Vicente Aleixandre, 1935.
Díez Borque, José María: 1977, Comentarlo de textos literarios. Mé
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Varios A utores: 1973, 1974, 1979 y 1983, El comentario de textos.
Madrid, Castalia.
— 1980, Comentarlo de textos literarios. Madrid, UNED.
24
Tema 2
Resumen esquemático
Introducción
1. Prosa y verso
— Diferencias:
a) El ritmo es la dominante del lenguaje en verso.
b) Carácter distinto de la segmentación.
c) Ritmo progresivo en el verso, y regresivo en la prosa.
— Teorías que matizan la separación entre verso y prosa:
Pedro Henríquez Ureña, Daniel Devoto.
— Conclusión:
1. No hay mecanismos automáticos de diferenciación.
2. El ritmo domina el verso: segmentación rítmica.
3. Importa la conciencia de la percepción del verso.
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4. La disposición gráfica, muestra de intención rítmica.
2. Métrica
— Disciplina que trata de normas métricas.
— Clases de métrica: teórica, descriptiva, histórica;
estructural, generativa, musical, acústica.
3. Ritmo
— División del tiempo en unidades simétricas que forman serie.
— Funcionamiento del ritmo: impulso rítmico, tiempo de espera
(anticipación, resolución), espera frustrada.
4. Metro
— Esquema de la estructura de una forma métrica.
— Las divergencias de análisis resultan de aplicación de normas
diferentes.
— La norma métrica en el funcionamiento de la literatura: To-
machevski.
5. Verso y versificación
— Verso:
® Unidad básica de la segmentación rítmica.
• Definición de Daniel Devoto.
— Versificación:
• Ordenación del discurso en un conjunto de versos.
• Varían los elementos rítmicos de la versificación.
• Elementos de la versificación castellana.
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Como en todas las disciplinas que tratan de la comprensión de
un objeto, también en métrica es necesario partir de unos conceptos
que ayuden a establecer generalizaciones y hagan posible una refe
rencia a los fenómenos estudiados con la garantía de que no cambia
el sentido en el que estamos empleando las denominaciones. Al mis
mo tiempo, el establecimiento de los conceptos fundamentales ayu
da a identificar los fenómenos esenciales que interesan a la métrica.
Parece que es muy importante conocer la naturaleza del objeto
de estudio, es decir, la naturaleza del verso, como manifestación tex
tual distinta de la que conocemos como prosa. Interesa también sa
ber qué carácter tiene la disciplina que estudia el verso; es decir, no
es inútil el conocimiento de qué es lo que tiene que hacer la métrica,
y de si hay distintas clases de métrica. Para hacer una buena des
cripción del verso, presta una ayuda imprescindible el tener una idea
clara sobre lo que es el ritmo, el metro, el verso, la versificación, y
otros conceptos relacionados con el verso como fenómeno comuni
cativo —estoy pensando en los conceptos de modelo y ejemplo de
verso, y de ejecución—. De todo ello se tratará someramente en este
tema. Puesto que los conceptos que se va a intentar perfilar pueden
aplicarse a todas las versificaciones, independientemente de la len
gua concreta en que se manifieste el verso, es por lo que pertenecen
a la métrica general y teórica.
Para todas las cuestiones que voy a tratar en el tema, puede con
sultarse mi trabajo Métrica y Poética (Domínguez Caparros, 1988a).
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1. PROSA Y VERSO
«Me despedí de! viejo lanchero, y a pasos elásticos dejé el muelle, to
mando el camino de la casa, y haciendo filosofía con toda la cachaza de
un poeta, en tanto que una brisa glacial, que venía de mar afuera, pelliz
caba tenazmente las narices y las orejas».
Rubén Darío
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na final en las tres palabras siguientes, finales de miembros de pe
ríodo: poeta, afuera, orejas. El ejemplo de rima asonante que pre
sentan estas palabras no constituye un fenómeno genuinamente rít
mico, sino estilístico.
Cuando nos encontramos con un texto en verso, sin embargo, el
ritmo funciona de manera progresiva, es decir, esperamos que la
unidad percibida se repita. La lectura se hace de acuerdo con una
expectativa. Ejemplo:
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rítmico, patrón métrico, disposición gráfica...—, para resumir su pen
samiento en cinco tesis: 1. Los límites entre prosa y verso son im
precisos, pues no pueden establecerse basándose en elementos for
males o espirituales, que son iguales en las dos formas; 2. La exis
tencia del verso depende de la sensibilidad del autor o del lector,
independientemente de la disposición gráfica; 3. El verso existe, aun
aislado, cuando se le restituye su estructura rítmica propia, sin tener
en cuenta la serie o la referencia a un patrón métrico; 4. La oposi
ción entre verso y prosa puede verse, ya como gradación de escri
turas, ya como dos maneras opuestas; 5. Verso es lo que se siente,
y se hace sentir, como verso; su existencia depende, pues, del «poe
ta que lo postula», y, sobre todo, de «quien lo reconoce como verso»
(Devoto, 1980-1982: 45-50).
Ideas de las que hay que partir para la mejor comprensión de las
diferencias entre prosa y verso, en un moderno planteamiento de la
métrica, son: 1. No se pueden concretar mecanismos que automáti
camente nos diferencien el verso y la prosa; 2. El ritmo en el verso
es dominante, y, por tanto, la segmentación del discurso está so
metida a las exigencias rítmicas, mientras que en la prosa la seg
mentación está motivada por razones sintácticas; 3. En la existencia
del verso es importante la conciencia de su percepción, que se refle
ja: o con la referencia a un patrón métrico, o con lo que se llama
ritmo progresivo —se espera que aparezcan ciertos elementos rítmi
cos—; 4. Por último, la disposición gráfica es importante, por cuanto
que manifiesta la intención rítmica del autor.
2. MÉTRICA
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formas, estamos en la métrica histórica. Ejemplo de métrica histórica
es el de la excelente obra de Tomás Navarro Tomás (1956). No hay
que explicar que, por supuesto, estas distintas orientaciones pueden
aparecer juntas en un mismo trabajo, como ilustra el manual de Ru-
dolf Baehr (1970).
La métrica ha utilizado, en sus acercamientos al verso, las distin
tas teorías lingüísticas del siglo XX, y, así, hay una métrica estruc
tural inspirada en los principios del estructuralismo y cuyos máximos
representantes son John Lotz y Seymour Chatman; y hay una métri
ca generativa, cuyo máximo exponente es Morris Halle. En sus aná
lisis del verso, la métrica puede resaltar lo que éste tiene de común
con la música, y entonces da lugar a las teorías musicales del verso
—Navarro Tomás, por ejemplo, concibe el verso como fenómeno rít
mico cercano a la música—; o puede analizar sola y exclusivamente
el aspecto fónico, y entonces se constituye en métrica acústica —ios
trabajos métricos de Antonio Quilis siguen esta orientación—. La mé
trica puede tener en cuenta, además de los aspectos lingüísticos, to
dos los factores literarios (estéticos y convencionales) del verso, y
entonces se convierte en métrica poética o estilística. Teóricamente,
esta sería la orientación preferible, pero todas tratan aspectos que
ayudan a un mejor conocimiento del verso, de su carácter fronterizo
entre lo lingüístico y lo literario. Un desarrollo de estas cuestiones
puede encontrarse en mi Métrica y Poética (1988a: 31-52).
3. RITMO
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El tiempo de la manifestación lingüística del texto está dividido
en cuatro unidades simétricas, caracterizada cada una de ellas por:
constar de nueve sílabas métricas; estar delimitada por pausa; tener
un acento en la octava sílaba; repetir los fonemas, a partir del último
acento, en otra unidad (-oro, -er). La manifestación del ritmo supone
la existencia de un patrón métrico o metro que hace que se pueda
identificar la realización física como idéntica a lo esperado, o no. En
este sentido, conviene señalar que la simetría se basa en un acuerdo
convencional. La igualdad temporal entre dos grupos de ocho sílabas
no es exacta, y, sin embargo, se tienen por ¡guales; en una estrofa
—la lira, por ejemplo, con versos de 7 y 11 sílabas— los grupos
pueden no ser ¡guales; si un elemento rítmico —la rima, por ejem
plo— aparece fuera del lugar convencionalmente señalado, no se
percibe como factor rítmico.
De la importancia de este concepto, nos podemos hacer idea por
la cantidad de adjetivaciones y fenómenos relacionados con él. Pa
san de veinticinco las clases de ritmo registradas en mi Diccionario
de métrica española (Domínguez Caparros, 1985: 138-144).
Merece la pena detenerse un poco en el funcionamiento del rit
mo. Los conceptos de impulso rítmico o inercia rítmica, tiempo de
espera (anticipación, momento progresivo; resolución, momento re
gresivo), espera frustrada (dinamización) son básicos para la expli
cación del ritmo.
El lector percibe la existencia de un esquema métrico a través de
la inercia rítmica, que se crea una vez que se repite, por ejemplo, un
acento en una misma posición. Desde el punto de vista del autor, el
esquema puede ser descrito como una especie de impulso que do
mina el material lingüístico dado. Sin esquema no habría ritmo poé
tico, pues las alternancias serían neutras.
Los conceptos de «inercia rítmica» o «impulso rítmico» no hacen
más que ilustrar una característica del tiempo poético. Esta caracte
rística es, según R. Jakobson (1960: 367-370), la de ser un tiempo de
espera. Dos son los momentos de este tiempo poético de espera: un
momento progresivo, de anticipación dinámica; y otro regresivo, de
solución dinámica.
La espera puede verse frustrada por la no aparición del elemento
esperado en el momento regresivo, es decir, por la no resolución de
la anticipación dinámica. En este caso, se da un momento dinami-
zante del ritmo, desautomatizador de la extrema regularidad rítmica.
Ejemplo máximo de irresolución de la anticipación dinámica lo cons
tituye el verso libre.
El ritmo, según se desprende de la descripción de su funciona
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miento que acabo de hacer, es algo dinámico, como es lógico que
lo sean las artes del tiempo, entre las que está la literatura.
4. METRO
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ocurre en los casos de acentuación rítmica secundaria, o en los de
diéresis y sinéresis, por ejemplo.
Conviene no olvidar, sin embargo, que frecuentemente los análi
sis que un autor hace de determinado tipo de versificación no coin
ciden con los que del mismo tipo de versificación hace otro autor.
En este caso, nos encontramos con el establecimiento de normas
métricas distintas. De ahí, por ejemplo, la discusión sobre la natura
leza de la versificación medieval castellana, y los intentos de expli
carla por los principios de la regularidad silábica, hasta que Menén-
dez Pidal estableció que se trataba de una versificación irregular, y
señaló los límites de la oscilación en el número de sílabas de los
versos.
Por lo que se refiere a la importancia de la norma métrica en el
funcionamiento de la literatura, transcribo las siguientes palabras de
Tomachevski (1927:154-155): «En el cuadro de una determinada es
cuela poética, el metro representa la norma a la que obedece la len
gua poética. El metro es el rasgo distintivo de los versos en relación
con la prosa. [...] El papel de las normas métricas es el de facilitar la
comparación, el de revelar los rasgos mediante cuyo examen pode
mos estimar el carácter equivalente de los períodos del discurso; la
finalidad de estas normas es descubrir la organización convencional
que rige el sistema de los hechos fónicos. Este sistema es indispen
sable para la unión entre el poeta y el auditorio, ayuda a comprender
la intención rítmica que el autor ha puesto en su poema».
5. VERSO Y VERSIFICACIÓN
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Cada uno de los cuatro fragmentos delimitados por pausa que
constituyen el texto es portador de los siguientes elementos, que, al
repetirse, engendran el ritmo: diez sílabas métricas; acentos en las
sílabas tercera, sexta y novena; repetición alternativa de los sonidos
finales de cada grupo a partir de la última vocal acentuada (-eve,
-ico, -eve, -ico).
Daniel Devoto (1980-1982), sin embargo, define el verso como lo
que se siente y se hace sentir como verso, aunque se trate de un
verso aislado. Lo importante, según él, es la ejecución en verso, es
decir, recibir el texto como lenguaje en verso. Esta ejecución en ver
so agrega a la secuencia fónica las categorías rítmicas que describe
la métrica: silabeo, acentuación, pausas...
La versificación es la ordenación del discurso en un conjunto for
mado por la unión de segmentos individualizados por pausas en fun
ción de un principio rítmico. El carácter rítmico de los segmentos
viene determinado por la repetición de un(os) elemento(s) lingüísti-
co(s). Cada lengua elige aquellos elementos que pueden constituir el
ritmo de su versificación. Incluso, dentro de la historia de cada len
gua, unas veces pueden elegir unos elementos, y otras, otros. Esto
depende de los distintos tipos de versificación que convivan en un
momento, y también de la evolución de la literatura. La versificación
tiene, pues, un carácter relativamente convencional. Sus límites es
tán marcados por las características de la lengua.
Por lo que se refiere a la versificación castellana —prescindiendo
de los distintos tipos—, los elementos que engendran el ritmo son:
el número de sílabas, delimitado por la aparición de pausas; la dis
tribución de los acentos; y la utilización de la rima. En un tipo de
versificación se darán todos, en otro faltará alguno, o algunos, de
estos elementos. Y hay, incluso, un tipo de versificación en que nin
guno de estos elementos se ordena con total simetría (versificación
libre). En este caso, el elemento rítmico dominante es de índole sin
táctica, semántica o visual. De los elementos rítmicos del verso cas
tellano, y de los tipos de versificación, se tratará en temas posterio
res.
35
o realización de verso es la manifestación lingüística del verso, es
decir, el verso concreto en la forma lingüística escogida por el poeta;
esta manifestación incluye las constantes señaladas por el metro
más las variables estilísticas concretas. El ejemplo de ejecución es la
interpretación concreta hecha por un lector o un recitador de dicho
verso. Esta interpretación depende del modelo de ejecución que
adopta el receptor, quien puede elegir entre los estremos marcados
por un estilo, un modelo, estrictamente rítmico (tendente a poner de
manifiesto la escansión de los elementos rítmicos) y un modelo cer
cano a la prosodia de la prosa. Ejemplo:
36
BIBLIOGRAFÍA
37
Tema 3
Resumen esquemático
1. La sílaba:
— Unidad cuantitativa.
— Determinación del número de sílabas del verso:
• Sílabas de la pronunciación común y sinalefa.
• Hiato o dialefa.
• Diéresis.
• Sinéresis.
• Equivalencia de finales agudo, llano y esdrújulo.
2. El acento:
— El acento de la pronunciación común puede modificarse rít
micamente.
39
— Clases de acento métrico: acento rítmico, antirrítmico, extra-
rrítmico.
— Tipos de ritmo acentual: yámbico, trocaico, dactilico, anfibrá-
quico y anapéstico; el análisis rítmico de Navarro Tomás.
3. La pausa:
— Propiedades rítmicas.
— Pausa y cesura; problemas terminológicos.
— El encabalgamiento: definición; carácter estilístico; clases:
abrupto y suave.
4. La rima:
— Definición; función rítmica; reglas; su valoración.
— Rima consonante: definición; consejos para su uso.
— Rima asonante: definición; peculiaridades fónicas de su fun
cionamiento.
40
El verso es una manifestación rítmica de elementos que tienen
relevancia en la lengua. Es decir, el sistema métrico utiliza, como
factores rítmicos, elementos que le proporciona la lengua. Por ejem
plo: si las lenguas románicas no dan valor lingüístico a las diferen
cias cuantitativas, difícilmente podrá basarse en la cantidad su sis
tema métrico. En las lenguas clásicas, por el contrario, donde la can
tidad silábica es significativa, el sistema métrico puede fundarse en
las diferencias de cantidad, y, de hecho, se funda en ellas.
En la versificación castellana, son elementos lingüísticos suscep
tibles de constituir factores rítmicos los siguientes: la sílaba, el acen
to, la pausa y el timbre. No quiere esto decir que forzosamente en
todo verso tengan que estar ordenados rítmicamente todos los ele
mentos; eso, como veremos, dependerá del tipo de verso.
Si, por un lado, el sistema métrico utiliza rítmicamente elementos
propios del sistema lingüístico, por otro, el ritmo (dominante del len
guaje versificado, según sabemos) ejerce un papel a veces defor
mador, papel que supone una violencia sobre el lenguaje. Ejemplo
de este papel deformador son las licencias y características propias
del sistema métrico en relación con cada uno de los factores rítmicos
(diéresis, acentuación y desacentuación rítmica, equivalencias a final
de verso...). Veamos, en particular, cada uno de los factores rítmicos.
1. LA SÍLABA
41
que el número de sílabas no es fijo o fluctúa dentro de unos límites
(tal ocurre en la versificación Ubre, en la acentual o en la fluctuante,
como se verá más adelante).
¿Cómo determinar el número de sílabas del verso? En principio,
el número de sílabas del verso corresponde con el número de síla
bas de la pronunciación común. Como fenómeno de la pronuncia
ción común hay que considerar también la sinalefa o reunión, en una
sílaba, de dos o más vocales contiguas y pertenecientes a palabras
distintas. En la sinalefa pueden entrar dos vocales iguales, dos vo
cales diferentes, y «grupos de tres, cuatro y hasta cinco o seis vo
cales, con tal de que estén dispuestas en orden de progresiva aber
tura, de progresiva estrechez, o con las más abiertas en el centro»
(Lapesa, 1971: 74). Ejemplo:
42
Allí, contento, tus moradas sean;
allí te lograrás, y a cada uno
de aquellos que de mí saber desean,
les di que no me viste en tiempo alguno.
Fray Luis de León
43
pués del último acento del verso (o del hemistiquio del verso com
puesto). Es lo que se conoce como equivalencia de finales agudos,
graves y esdrújulos. El final de verso, parte en la que se incluyen la
última sílaba acentuada, las sílabas átonas que sigan (si las hay) y
la pausa, equivale siempre a la suma de una sílaba tónica y una
átona, independientemente de que tras la última sílaba tónica haya
una, dos o ninguna sílaba gramatical. El modelo, pues, es el del ver
so llano. En el verso compuesto, el final de verso aparece al final de
cada hemistiquio.
Y el misterioso bramido
se escucha del huracán,
que azota los vidrios frágiles
con sus alas al pasar.
José de Espronceda
Todos los versos del ejemplo tienen ocho sílabas métricas, aun
que terminan en palabra llana (bramido), aguda (huracán, pasar) o
esdrújula (frágiles).
2. EL ACENTO
44
Yo soy ardiente, yo soy morena,
yo soy ei símbolo de la pasión;
de ansia de goces mi alma está llena.
¿A mí me buscas? —No es a ti, no.
Gustavo Adolfo Bécquer
Es un estrecho camino
do entre la arena menuda
brota a pedazos un césped
que el caminar dificulta.
José Zorrilla
45
a la aliteración de d, reforzándola y mitigando el posible efecto ne
gativo sobre el ritmo.
Acento extrarrítmico es el situado en el interior del verso, en un
lugar no exigido por el esquema del modelo de verso, y en una
posición no inmediata a la ocupada por un acento rítmico. En el ver
so de Lope de Vega, sois del mar de escribir lucido norte, los acen
tos de primera y tercera sílabas no configuran ninguno de los tres
tipos fundamentales de endecasílabo que se describirán en el tema
siguiente, pero tampoco están junto a un acento rítmico.
De la importancia del acento final de verso (o de hemistiquio de
verso compuesto), hubo ocasión de darse cuenta al hablar de la
equivalencia de finales agudos, llanos y esdrújulos. Una palabra o
partícula átonas colocadas en esta posición final, automáticamente
se acentúan métricamente.
Costumbre muy arraigada entre los tratadistas de métrica es la
de aplicar los nombres clásicos de trocaico, yámbico, dactilico, anfi
bráquico y anapéstico a los diferentes tipos de ritmo acentual. El
ritmo trocaico (--) es el constituido por la acentuación cada dos sí
labas, empezando por la pri mera:-' — El ritmo yámbico (--) es
un ritmo binario también, pero que empieza a acentuar en la segun
da: Los ritmos ternarios (acento cada tres sílabas) son:
el dactilico (---- 1----- 1— ...), que acentúa la primera; el anfibráquico
( - - — —— --...), que acentúa la segunda; y el anapéstico (— -— 1—
-...), que acentúa la tercera. Estas calificaciones son empleadas fre
cuentemente para definir los tipos rítmicos de los diferentes versos.
Pero hay que advertir que Navarro Tomás utiliza esta manera de
análisis del ritmo de los versos con una importante particularidad:
no tiene en cuenta las sílabas anteriores al primer acento —es decir,
empieza el análisis en el primer acento del verso—, y entonces so
lamente hay un ritmo binario (el trocaico, que es el que empieza con
sílaba acentuada) y un ritmo ternario (el dactilico, que comienza con
sílaba acentuada). Junto a ellos, distingue Navarro Tomás el ritmo
mixto, mezcla de ritmo binario y ternario (es decir, cuando los acen
tos aparecen cada dos y cada tres sílabas en un mismo verso). Esta
manera de describir el ritmo acentual origina las calificaciones utili
zadas para nombrar los tipos de versos. Así, un verso cuyo esquema
acentual sea — —— - - será un eneasílabo anfibráquico, pero se
gún Navarro Tomás será un eneasílabo dactilico. Es importante tener
en cuenta esto para comprender las correspondencias entre los tipos
descritos por Navarro Tomás y los descritos por otros tratadistas que
siguen la forma tradicional.
46
3. LA PAUSA
47
Vega no impide que haya sinalefa (sagrado, ai). En el cuarto verso,
la terminación aguda anterior a la cesura (tenéis) no se cuenta por
dos sílabas. La cesura marca más el acento anterior, y, de esta ma
nera, afirma el ritmo. Al no ser fijo su lugar, la cesura constituye uno
de los recursos mediante los que dotar al verso de variedad.
Conviene advertir que hay autores que llaman cesura o cesura
intensa a la pausa entre hemistiquios de versos compuestos; y lla
man pausa interna o medial a lo que hemos llamado cesura.
Importante fenómeno estilístico relacionado con la pausa es el del
encabalgamiento. El encabalgamiento es el desajuste producido en
la estrofa por la no coincidencia de la pausa versal y la pausa mor-
fosintáctica. Se da encabalgamiento cuando la pausa versal divide
un grupo de palabras que no admite pausa en su interior. Grupos
que no admiten pausa son los formados por: sustantivo y adjetivo;
sustantivo y complemento determinativo; verbo y adverbio; pronom
bre átono, preposición, conjunción, artículo más el elemento que les
sigue; tiempos compuestos y perífrasis verbales; palabras con pre
posición; oraciones adjetivas especificativas (Quilis, 1984: 79). Con
todo, hay quienes entienden el fenómeno del encabalgamiento en un
sentido más amplio, y señalan la existencia del fenómeno en casos
distintos de los mencionados, como en el caso de la separación de
verbo y complemento directo.
48
entre los complementos rítmicos, es decir, en los fenómenos estilís
ticos del verso.
Se llama abrupto el encabalgamiento cuando termina antes de la
quinta sílaba del verso encabalgado; y suave, si termina después.
4. LA RIMA
49
En el primer ejemplo hay igualdad de todos los sonidos a partir de
la vocal que lleva el acento en los versos primero y tercero, y en los
versos segundo y cuarto. En el segundo ejemplo hay igualdad de
parte de los sonidos —sólo las vocales— a partir de la vocal acen
tuada en los versos pares (e-a).
La función rítmica de la rima está en relación con su carácter
reiterativo. Y es esta reiteración la que contribuye a la organización
del verso en grupos estróficos. Por otra parte, del carácter reiterativo
se deriva su contribución a la función poética: en la rima se contra
ponen, o se asocian, las palabras también por su sentido.
La rima es un fenómeno métrico que desborda ampliamente lo
meramente técnico para entrar en lo estilístico. En la historia de la
literatura, cada época o cada movimiento hace de la utilización de la
rima uno de los rasgos que puede tenerse entre los más caracterís
ticos de su poética.
Las reglas generalmente admitidas en el uso de la rima son las
siguientes: 1.°, evitar la mezcla de rima asonante y rima consonante;
2. °, no utilizar dos veces la misma palabra en la rima; 3.°, no emplear
palabras homónimas; 4.°, no rimar una palabra simple con su com
puesta; 5.°, debe rehuirse el empleo de terminaciones muy frecuen
tes, como son las desinencias verbales, por ejemplo; 6.°, buscar pa
labras que no hayan sido muy empleadas para rimar.
La valoración de la rima no ha sido unánime por parte de quienes
han dedicado su atención a este fenómeno. Entre quienes valoran
negativamente la rima, como Nebrija, tienen fuerza las siguientes ra
zones: 1.°, el sentido se ve forzado por la necesidad de encontrar
una palabra que rime; 2.°, la semejanza de sonidos puede cansar;
3. °, se llega a estar más atento, en cuanto lector, a la aparición del
sonido que al sentido de las palabras.
Hacia una valoración positiva —prescindiendo de su función rít
mica, que por sí la justificaría— apuntan las siguientes razones; 1.°,
intensifica la emoción del poema; 2.°, puede convertirse en un ele
mento engendrador de la ¡dea poética, y en causa de las mayores
bellezas; 3.°, es uno de los medios que el poeta emplea para crear
el tiempo ideal, artificial, en que se da el poema.
Los tipos fundamentales de la rima son dos: rima consonante y
rima asonante.
La rima consonante es la reiteración, en dos o más versos, de
todos los sonidos de las palabras finales a partir de la vocal de la
sílaba tónica.
51
de cada copo. Escenas
sin vanidad, se cubren
con andamiajes, trémulas
escayolas, molduras
de un instante. Es la feria
de la mentira, ahora
es mediodía en plena
noche, y se cicatriza
la eterna herida abierta
de la tierra y las casas
lucen con la cal nueva
que revoca sus pobres
fachadas verdaderas.
52
Hay otras muchas distinciones que tienen que ver con la rima.
Según su colocación, por ejemplo, se diferencia rima continua, alter
na, abrazada, pareada, interna, en eco... Pueden verse todos estos
subtipos de rima en Domínguez Caparros, 1985.
5. ANÁLISIS MÉTRICO
53
El acento métrico cae sistemáticamente en la sexta sílaba de cada
hemistiquio, y varía la posición de los otros acentos interiores: v. 7:
2,6/4,6; v. 2: 2,6/2,6; v. 3: 4,6/2,6; v. 4: 2,6/2,6; v. 5: 2,6/2,6; v. 6: 2,6/
4,6; v. 7: 2,6/2,6; v. 8: 4,6/2,6; v. 9: 2,6/2,6; v. 10: 2,6/2,6. Aunque
varían las posiciones, es muy evidente la acentuación en sílabas pa
res. El ritmo acentual es yámbico. No importa que falten algunos de
los acentos que, según el esquema del ritmo yámbico, deben ir en
todas las sílabas pares. El ritmo se percibe igual, y, si estuvieran
todos los acentos, sería machacón en exceso.
Los versos llevan pausa al final (hemos visto el efecto que tenía
sobre las palabras agudas) y entre los hemistiquios (impedía la si
nalefa en los versos 3, 6 y 7).
La rima es consonante (coinciden todos los sonidos a partir de la
última vocal acentuada) y se distribuye de dos en dos versos:
AABBCCDDEE. Esta distribución, como se verá, se llama pareado.
En conclusión, se trata de pareados en alejandrinos yámbicos. La
conclusión del análisis trata de establecer el tipo de verso y el tipo
de estrofa. Hasta ahora hemos visto los elementos rítmicos; en los
temas siguientes trataremos de hacer una relación de las principales
clases de versos y de estrofas.
BIBLIOGRAFÍA
54
Tema 4
Resumen esquemático
55
bo (alejandrino a la francesa), alejandrino, versos más largos.
56
1. VERSOS DE ARTE MENOR Y DE ARTE MAYOR, SIMPLES Y
COMPUESTOS
57
de sílabas, pueden distinguirse dos grandes grupos de versos: los
versos regulares y los versos irregulares.
Noche
triste
viste
ya
aire,
cielo,
suelo,
mar.
Gertrudis Gómez de Avellaneda
58
El verso de tres sílabas (trisílabo) lleva acento rítmico en la se
gunda sílaba, y se confunde, pues, con un pie rítmico anfibráquico.
Ejemplo de hexasílabo y trisílabo:
Veinte presas
hemos hecho
a despecho
del Inglés.
José de Espronceda
Música triste
lánguida y vaga
que a par lastima
y el alma halaga.
José de Espronceda
59
El verso de seis sílabas (hexasílabo) tiene acento en la quinta y en
una de las primeras sílabas: si lo lleva en la segunda, su ritmo es
anfibráquico; si lo lleva en una sílaba impar, su ritmo es trocaico.
60
El filósofo decía
(ya lo sabéis) que en nacer
nadie puede merecer,
pues no supo que nacía;
en la virtud que adquiría
después del conocimiento
fundaba el merecimiento,
de suerte que en esta acción
merece su inclinación
y luce su entendimiento.
Lope de Vega
61
Como verso compuesto, el decasílabo lleva acento en la cuarta y
novena sílabas, con pausa —que impide la sinalefa y hace equivalen
tes los finales— tras la quinta sílaba. Se compone de dos pentasíla
bos. El llamado verso asclepiadeo, ensayado por Leandro Fernández
de Moratín para imitar la versificación clásica, es un ejemplo de de
casílabo compuesto.
62
Y luego con gracioso movimiento
se fue su paso por el verde suelo,
con su guirlanda usada y su ornamento;
desordenaba con lascivo vuelo
el viento sus cabellos; con su vista
se alegraba la tierra, el mar y el cielo.
Garcilaso de la Vega
63
En ti el hábil orfebre cincela el marco
en que la idea-perla su oriente acusa,
o en su cordaje harmónico formas el arco
con que lanzar sus flechas la airada musa.
Rubén Darío
64
—contando, entonces, una sílaba métrica más— o tras la séptima
sílaba de palabra llana —no haciendo, por tanto, la sinalefa—, estos
versos suenan perfectamente como alejandrinos.
El alejandrino se ha convertido, después de Rubén Darío, en el
verso compuesto más importante de la versificación castellana, y tie
ne una gran vitalidad en la poesía del siglo XX. Está formado por
dos hemistiquios de siete sílabas separados por pausa. Cada hemis
tiquio lleva acento rítmico en la sexta sílaba, y normalmente también
en alguna de las primeras sílabas.
65
sus quebrados —por ejemplo: octosílabo y tetrasílabo, endecasílabo
y heptasílabo, alejandrino y heptasílabo— no se considera forma de
versificación irregular. También conviene señalar que en la versifi
cación de cláusulas es posible encontrar igualdad en el número de
sílabas de los distintos versos de la combinación, pero se considera
como un tipo de versificación irregular desde el momento en que el
principio que la regula es la colocación de los acentos a determina
das distancias, siendo, por tanto, posible la desigualdad en el nú
mero de sílabas de los versos. Son tipos clasificables dentro de la
versificación irregular: la versificación fiuctuante, la versificación
acentual, la versificación libre, la versificación de cláusulas y los in
tentos de versificación cuantitativa.
66
o varios acentos más en el interior, en una posición no preestable
cida.
Llegaos, cavallero,
vergüenga no ayades;
mi padre y mi madre
han ydo al lugar,
mi carillo Minguillo
es ydo por pan,
ni vendrá esta noche
ni mañana a yantar;
comeréys de la leche
mientras el queso se haze.
Anónimo
68
De gentes que puedan pensar ni creher
El nostro infortunio, nin menos saber
Las causas de nostra total perdición».
Marqués de Santularia
69
Lo característico es el ritmo —llamado de gaita gallega o muiñei-
ra— que hace que se puedan combinar entre sí las tres clases de
versos —en el ejemplo se mezclan decasílabos y dodecasílabos—.
Son ritmos originarios de Galicia, donde se cantan y se bailan con
la gaita, y desde donde se extienden a la poesía castellana, princi
palmente en composiciones cantadas y bailadas. El teatro de Siglo
de Oro utiliza este ritmo en sus composiciones cantadas frecuente
mente.
70
suías del mismo tipo riimico. Frecuentemente ei numero de silabas
de los distintos versos es igual, pero esta clase de versificación no
se puede considerar isosilábica, ya que la unidad de medida es el
grupo de sílaoas con el acento en una posición fija y determinada
por el tipo rítmico.
Los versos del primer ejemplo tienen una construcción regida por
la acentuación de la tercera sílaba oe un grupo formado por cuatro
(— -l_). |_os versos dei segundo ejemplo se ordenan en grupos de
tres sílabas con acento en la tercera [cláusula anapéstica). Este tipo
de versificación, con acentos en lugares muy precisos, produce con
facilidad la impresión de monotonía.
71
Lleno está de zarzales y peñascos el tétrico suelo
un hondo precipicio por un lado amedrenta la vista:
por otro hasta las nubes soberbio sube un hórrido monte;
delante, el océano su grave majestad representa.
Sinabaldo de Mas
BIBLIOGRAFÍA
72
Tema 5
Resumen esquemático
1. Combinaciones estróficas.
— De dos versos: pareado.
— De tres versos: terceto (encadenado), tercetillo, soleá.
— De cuatro versos: copla, cuarteta, serventeslo, redondilla,
cuarteto, cuaderna vía, cuarteto lira (estrofa sáflca, estrofa de
Francisco de la Torre), seguidilla.
— De cinco versos: quintilla, quinteto, lira.
— De seis versos: copla de Jorge Manrique, sextilla, sexteto,
sexta rima, sexteto lira.
— De siete versos: septeto.
— De ocho versos: copla de arte mayor, copla de arte menor,
copla castellana, octava real, octava aguda, octavilla aguda.
— De nueve versos: novena.
— De diez versos: copla real, décima antigua, décima espinela,
ovillejo.
73
2. Composiciones de estructura fija.
— Formas medievales y tradicionales: zéjel, villancico, canción
medieval, cósante.
— Formas italianas: canción (estancia), sextina, soneto.
3. Series no estróficas
— Formas medievales y tradicionales: serie épica, romance (he
roico, endecha, romancillo).
— Formas italianas: silva (verso suelto).
— Verso libre moderno.
74
El conjunto de versos que constituye la manifestación métrica
concreta se presenta normaimente organizado de acuerdo con una
estructura. Puede ocurrir que el esquema ae composición del poema
esté fijado ae antemano, corno ocurre, por ejemplo, en el soneto. En
ese caso se está ante formas de composición fija. Puede ocurrir que
el poema ordene ios elementos rítmicos con arreglo a un patrón es
tructural de simetría que se repite a lo largo del mismo. Estamos
entonces ante una combinación métrica estrófica.
La disposición puede no repetir ningún esquema, y nos encontra
mos entonces ante series no estróficas.
1. COMBINACIONES ESTRÓFICAS
Hipogrifo violento,
que corriste parejas con el viento,
¿dónde rayo sin llama,
pájaro sin matiz, pez sin escama
y bruto sin instinto
natural, al confuso laberinto
de esas desnudas peñas
te desbocas, te arrastras y despeñas?
Pedro Calderón de la Barca
75
El terceto se compone de tres versos de arte mayor, normalmente
endecasílabos, con rima consonante. La forma más usada de dispo
sición de la rima es la del terceto encadenado: ABABCBCDC...YZYZ.
El terceto en versos de arte menor se llama tercetillo, tercerilla o
tercerillo.
76
La cuarteta: cuatro versos de arte menor, normalmente octosíla
bos, con rima consonante: a b a b. Si los versos son de arte mayor,
se llama serventesio.
Arder ve a la abrasada
canícula, y del mundo el desaliento;
y ve en su mies dorada
a un tiempo de él el próvido sustento.
Juan Meléndez Valdés
77
Dos tipos de cuarteto lira son: la estrofa sáfica y la estrofa de
Francisco de ¡a Torre. La estrofa sáfica consiste en la combinación
de tres endecasílabos y un pentasílabo con acento en primera sílaba.
No lleva rima, aunque a veces se puede encontrar con ella, o con
rima interna del segundo verso con una palabra del tercero.
Mariquita me llaman
los arrieros,
Mariquita me llaman
voyme con ellos.
Anónimo
78
La seguidilla es combinación propia de la poesía ligera de inspi
ración popular, tal como atestigua su irregularidad silábica. Sus te
mas más frecuentes son alegres, de carácter amoroso, irónico y bur
lesco, aunque no falten los temas serios, tristes o dramáticos. Se
asocia la seguidilla con los bailes rápidos, festivos y airosos (sevilla
nas, manchegas, parrandas...).
La seguidilla compuesta es una seguidilla con un estribillo de tres
versos: el primero y el tercero son pentasílabos, y riman en asonan
te; el segundo es un heptasílabo y queda suelto.
79
Si de mi baja lira
tanto pudiese el son que en un momento
aplacase la ira
del animoso viento
y la furia del mar y el movimiento.
Garcilaso de la Vega
80
No más pedirte que tu blanca diestra
en mi sombrero ponga el fino lazo,
que en sus coiores tu firmeza muestra,
que allí le colocó tu airoso brazo;
no más entre los dos un albedrío,
tuyo mi corazón, el tuyo mío.
José de Cadalso
El ánimo constante
armado de verdad, mil aceradas,
mil puntas de diamante
embota y enflaquece; y desplegadas
las fuerzas encerradas,
sobre el opuesto bando
con poderoso pie se ensalza hollando.
Fray Luis de León
81
ción de la rima son: A B B A A C C A ; A B A B B C C B ; A B B A
A C A C.
82
posiciones más frecuentes de ia rima son: a b b a c d d c ; a b a b
c d c d ; a b b a c d c d ; a b a b c d d c.
83
y en el cielo profundo, desierto,
reina puro el espléndido sol.
José María Heredia
84
Pues el tiempo es ya pasado
y el año todo complido
desde que yo fui entrado
en orden de enamorado
y el ábito receñido,
y pues en tal religión
entiendo siempre durar,
quiero hacer profesión
jurando de coragón
de nunca lo quebrantar.
Juan de Mena
Forma parte del grupo de coplas que, con distintas formas, son
muy frecuentes en la poesía medieval. Su cultivo llega al siglo de
oro.
La d é c im a a n tig u a es combinación de diez versos que riman en
consonante y se dividen en dos grupos: uno de cuatro seguido de
otro de seis versos; o uno de seis versos seguido del grupo de cua
tro. Lleva entre dos y cinco rimas distintas, que en el grupo de cua
tro versos suelen ir abrazadas o cruzadas (a b b a, a b a b) y adoptan
disposiciones más variadas en el grupo de seis versos.
85
pero era una llama aquélla,
que eclipsas divina y bella,
siendo de iuces crisol;
porque hasta que saie el sol,
parece hermosa una estrella.
Pedro Calderón de ¡a Barca
86
2. COMPOSICIONES DE ESTRUCTURA FIJA
estribillo
l Paguen mis oios pues vieron
a quien más eme a sí auisieron.
cuerno o
mudanza Vieron una tal beldad
que de grado y voluntad
1.‘ estrofa mi querer y libertad
verso de cativaron y prendieron.
vuelta
verso de
vuelta más tristes aue nunca fueron.
87
De origen mozárabe, el zéjel se emplea en canciones de amor y
preferentemente en las de escarnio. Su uso llega hasta el siglo XVII.
Se diferencia del villancico por la forma de la mudanza y la ausencia
del verso de enclace. El nombre de estribóte está relacionado con la
utilización de este esquema métrico como conclusión, o finida, de un
poema más amplio en la poesía medieval.
El villancico es un poema de forma fija cuyas partes son: un es
tribillo inicial —llamado cabeza, villancico, letra o tema— de dos, tres
o cuatro versos; y la estrofa o pie, dividida en tres partes: dos mu
danzas simétricas y una vuelta, constituida por tres o cuatro versos
de los que ei primero —verso de enlace— tiene la misma rima que
el último de la mudanza, y los demás —o al menos el último— en
lazan mediante la rima con la cabeza. El villancico emplea normal
mente octosílabos o hexasílabos. Puede constar de más de una es
trofa y, en este caso, el estribillo se repite al final de cada estrofa.
La parte más estable es la redondilla —o cuarteta— que constituye
las dos mudanzas, mientras que el estribillo y el firiai —vuelta— pue
den presentar bastantes modificaciones de forma y extensión.
88
El asunto de la cabeza del villancico, sobre todo entre los poetas
cultos, sirve de texto que se glosa en las siguientes estrofas. No hay
limitación de asuntos, aunque los más frecuentes pertenecen a la
poesía amorosa y a canciones religiosas, especialmente de tema na
videño.
La canción medieval es un poema que comienza con un estribillo
o cabeza —generalmente una redondilla, pero también una quintilla
o una estrofa de tres versos—, sigue con una redondilla, y termina
con una estrofa similar a la cabeza y que repite sus rimas (vuelta).
El verso empleado es el octosílabo o el hexasílabo. La canción podía
constar de una sola copla o de varias coplas que se ajustan al mismo
orden. Alguna vez, la vuelta lleva un verso de enlace con la redon
dilla anterior, por influencia del villancico.
Señora de hermosura
por quien yo espero perderme,
¿qué haré para valerme
deste mal que tanto dura?
Vuestra vista me causó
un dolor cual no pensáis,
que si no me remediáis,
moriré cuitado yo.
Y si vuestra hermosura
procura siempre perderme,
no pienso poder valerme
deste mal que tanto dura.
Yo creo que mejor fuera
el morir cuando nací,
que no que siempre dixera
'Por venceros me vencí'.
Que si vuestra hermosura
del todo quiere perderme,
no podrá, triste, valerme
deste mal que tanto dura.
Juan del Encina
89
A aquel árbol que vuelve la foja,
algo se le antoja.
Aqueí áruoi oe Dei mirar
face ae maña ñores quiere dar.
Algo se le antoja.
Aquel árooi de bel veyer
face ae maña quiere florecer.
Algo se le antoja.
Face de maña rlores quiere dar,
ya se demuestra, salíalas mirar.
Algo se le antoja.
Face ae maña quiere florecer,
ya se demuestra, salíalas a ver.
Algo se le antoja.
Ya se demuestra, salíalas mirar,
vengan las damas ia fruta cortar.
Algo se le antoja.
Ya se demuestra, sandias a ver,
vengan las aarnas la fruta coger.
Algo se le antoja.
Diego nurtaao ae Mendoza
Cada pareado coge parte ael sentido aei anterior y añade aigún
concepto nuevo. Es forma popular que sueie tratar temas morosos.
La canción petrarquista o italiana esta compuesta de estancias. La
estancia es una estrota formada por un numero vanaDie de enaeca-
síiaoos y heptasíiabos —no menos ae nueve ni más de veinte, nor
malmente— sin oraen predeterminado en su distribución, y rimados
en consonante. Aunque no es ooiigatorio, es frecuente que la estan
cia se ajuste ai siguiente esquema: una tronie, o capo, formada por
dos píes, normalmente de tres versos, uníaos por ia rima; un esla
bón, voita, chiave o llave, generalmente un heptasiiaoo que rima con
el último verso de la fronte, pero que pertenece sintácticamente a a
sirima; una sínma o coaa, con rimas independientes ae ¡a fronte, en
la que se inciuye e¡ esiaoón y dos o tres pareados, o ai menos suele
terminar en un pareado. Hay quien aplica ei nornore de coaa exclu
sivamente al pareado con el que suele terminar la sirima.
90
Puesto que ellas merecen
siríma
eslabón
coda
1 ser de vos escuchadas,
he lástima que van perdidas
por donde suelen ir las remediadas;
a mí se han de tornar
adonde para siempre habrán d'estar.
Garcilaso de la Vega
91
En el ejemplo se reproducen la primera y la quinta estancia, así
como el remate, de la Canción Tercera de Garcilaso. Mientras las dos
estancias tienen la misma estructura, el remate reproduce el esque
ma de los seis primeros y dos últimos versos de la estancia.
La canción a la italiana es una de las formas líricas por excelen
cia, y trata del amor o de otras clases de sentimientos, especialmen
te del elegiaco y del bucólico. Puede tratar igualmente asuntos he
roicos, ya que se considera una forma noble y elevada de poesía. La
canción tiene distinto carácter según predominen los endecasílabos
o los heptasílabos. Así, frente al tono grave que le imprime la abun
dancia de endecasílabos, el predominio de heptasílabos le proporcio
na un aire ligero, más apropiado para el tratamiento de temas en un
ambiente elegiaco o bucólico.
La sextina es un poema de treinta y nueve endecasílabos, dividi
do en seis estrofas de seis versos y un remate de tres versos. Los
versos de cada una de las estrofas no riman entre sí, pero todos los
versos repiten la misma palabra final de los versos de las otras es
trofas en un orden distinto. El orden de la segunda estrofa se ajusta
a la siguiente regla: se empieza repitiendo al final del primer verso
la palabra final del último verso de la estrofa anterior, y luego se van
alternando las palabras finales de los versos iniciales y finales. Las
siguientes estrofas siguen esta regla también. Según esto, la dispo
sición de la rima obedecería al siguiente esquema:
1 2 3 4 5 6
A F C E D B
B A F C E D
C E D B A F
D B A F C E
E D B A F C
F C E D B A
El remate utiliza las seis palabras finales. Cada verso incluye una
en el medio y otra al final.
Como ejemplo, se reproduce la primera estrofa, la última y el
remate de una sextina de Fernando de Herrera.
3. SERIES NO ESTRÓFICAS
94
La serie no es una estrofa cuya estructura se repíta en ei poema,
sino que podría relacionarse con bloques de contenido, de la misma
forma que la estrofa se relaciona con el párrafo sintáctico.
El romance es un poema formado por una serie de octosílabos
—indeterminada en cuanto al número de versos—, con rima asonan
te entre todos los versos pares, y con ios versos impares sueltos.
Puede estar dividido por ei sentido en grupos ae cuatro versos, y
pueden intercariarse estribillos o canciones —en versos octosílabos
o de otra ciase—. Cuando ei romance está compuesto en versos dis
tintos del octosílabo, recibe denominaciones específicas.
Las formas más frecuentes del verso suelto son las series de en
decasílabos, heptasílabos y pentasílabos, solos o combinados entre
sí. El modelo de esta forma es italiano. Por carecer de rima, se con
sideró un tipo de verso más cercano del verso latino, y por eso se
emplea en traducciones y es aconsejado para asuntos heroicos de
amplio desarrollo. Porque el verso sin rima renuncia a uno de los
elementos rítmicos, se hace necesario que esté más trabajado, no
tándose enseguida todo prosaísmo. De ahí que se tuviera por más
difícil que el verso en el que hay rima.
El verso Ubre moderno, perteneciente a la versificación irregular,
se presenta también normalmente en serie no estrófica.
96
BIBLIOGRAFÍA
97
Feiipe: 19Ü5, Ortología clásica ae la lengua castella
Robles D é g a n o ,
na. Madrid, Marcelino Tabarés.
Tomachevski, Boris: 1927, «Sur le vers», en T. Todorov (ed.), Théorie
de la littérature. París, Seuil, 1965, 154-169.
98
UNIDAD DIDÁCTICA I!
100
Tema 6
Resumen esquemático
101
-fT
A la hora de intentar sistematizar el pensamiento de Platón sobre
la literatura, la primera dificultad que se presenta es que este pen
samiento ni se encuentra reunido en una obra determinada ni es
homogéneo. En efecto, casi todos los diálogos platónicos hacen al
guna alusión a la literatura, ai tiempo que los juicios sobre ella emi
tidos cambian sutilmente de las primeras a las últimas obras.
Un estudio muy amplio del pensamiento de Platón sobre la lite
ratura es el de Paul Vicaire, 1960. Conviene también leer el capítulo
que dedica a la obra de Platón, en su historia de la literatura griega,
A. Lesky (1963: 535-577).
Después de una breve introducción a la teoría literaria anterior a
Platón, se tratará de construir la «Poética» que Platón no escribió en
forma de tratado.
103
dor: admira a Esquilo y a Sófocles, mientras critica duramente a Eu
rípides y a los sofistas y rétores.
Una de las ideas centrales del pensamiento platónico (la inmora
lidad de la poesía y su poder corruptor) se encuentra ya en Jenófa-
nes de Colofón (fines s. VI), Heráclito, Píndaro o Eurípides. Se criti
can, sobre todo, las falsedades y la falta de respeto con los dioses.
En lo concerniente a los practicantes del arte, esto nos demuestra
que, ya antes de Platón, hay una conciencia de la existencia del arte
literario como un dominio particular de las artes.
Si uno se adhiere al pensamiento de Wimsatt y Brooks (1957: 3-
4), podrá decir que hay teoría literaria desde el mismo momento en
que hay un poema. La invocación que Homero hace a la musa, al
principio de su /liada (¡Canta, diosa, la cólera de Aquiies, hijo de
Peleo...!) supone la creencia en la inspiración divina, ayuda del poe
ta, y este es un pensamiento de larga historia. López Eire (1980: 103-
118) analiza la poética precientífica de Homero, y Verdenius (1983)
también parte de Homero en su caracterización de la crítica literaria
griega.
Más interesante resulta el pensamiento de los sofistas y tratadis
tas de retórica, en tanto en cuanto sus intereses van dirigidos explí
citamente al estudio del lenguaje y su poder. La necesidad de pre
cisar el sentido de las palabras, de fijar su empleo, de estudiar el
valor de las letras, las sílabas y el ritmo de la frase, está presente en
Protágoras, en Pródico (quien daba charlas orales sobre la sinonimia)
o en Hipias (con sus interpretaciones de los poetas). Destaca sobre
todos Gorgias, el siciliano que en el año 427 viaja a Atenas llevando
consigo el conocimiento más avanzado de retórica. Para nuestro pro
pósito, tiene especial importancia su teoría del poder de la palabra,
que tanto en el discurso como en la poesía ejerce un dominio sobre
el alma. Para Gorgias, «la palabra es capaz de aplacar el miedo, de
disolver la tristeza, de exaltar la alegría, de animar la compasión. En
la tragedia los oyentes se emocionan con estremecimientos de mie
do y lágrimas de compasión. Pero la tristeza que sienten causa pla
cer en su mismo dolor» (Bruyne, 1963, I: 31). La concepción del arte
como creador de ilusión, pues entre lo verdadero y lo falso está lo
que «parece verdadero», también pertenece a Gorgias. La diferencia
ente palabras bellas y feas (Licimnio) o la distinción de los tres es
tilos: grandioso, humilde y mixto (debida a Antístenes, según Teo-
frasto) son otros tantos temas del pensamiento crítico literario ante
rior a Platón, muchas de cuyas preocupaciones se enmarcan en este
ambiente.
Tampoco son desconocidas para Platón las interpretaciones ale
góricas de la obra de Homero por parte de Metrodoro de Lámpsaco
104
y Estesímbroto de Tasos (Ion, 530c), dentro de la tradición fundada
por Anaxágoras.
A. La literatura
1. Definición
105
que después escribirá Aristóteles. Bien es verdad que en el Ion se
alude a la existencia de este arte de la poesía: «Porque supongo
existe un arte de la poesía en general» (1969: 145). Se pueden agru
par las observaciones de Platón sobre la poesía en dos grandes apar
tados: uno que habla de la falsedad y del poder corruptor de la poe
sía, y otro que se dedica a la naturaleza de la mimesis y de la ins
piración.
106
nada a un saber adquirido, sino que es posible gracias a cualidades
innatas instintivas, y a una intervención del poder divino. Y lo mismo
en el Ion. (La idea de la inspiración como un estado entusiástico,
que emparienta ai poeta con el adivino o el profeta, se encuentra ya,
antes de Platón, como un elemento de la religión dionisíaca, y en el
pensamiento de algunos filósofos como Heráclito, Empédocles y, so
bre todo, Demócrito.) Es en el Ion donde se dibuja por primera vez
una teoría, todavía muy encubierta, de la imitación en poesía: «Un
poeta está vinculado a una Musa, el otro a otra»; «los poetas no son
otra cosa que los intérpretes de los dioses, estando cada uno de
ellos poseído por aquel de quien recibe la influencia».
107
responde que es inspiración e imitación; que su relación con la rea
lidad es errónea muchas veces; y que su influencia en los ánimos
puede ser nefasta. De ahí la necesidad de una censura sobre toda
actividad literaria.
108
nette critica la posibilidad de ver ya en Platón la triple distinción
actual. Platón siempre, según Genette, está hablando de géneros re
presentativos, miméticos (Genette, 1979: 14-15).
Detengámonos un poco en lo que Platón nos dice de cada uno
de los géneros.
b) Poesía épica
109
ya, cuanao Arístóxeies dice en su Poética que Homero compone
obras no solamente bellas, sino que constituyen imitaciones dramá
ticas. Por otra pane, no falta cierta semejanza entre el rapsoda que
interpreta el poema y el actor que interpreta la tragedia. Del rapsoda
se exigía cierta mímica, según demuestran las indicaciones escénicas
que tenían los papiros homéricos. Los poemas homéricos eran divi
didos en «episodios» por los rapsodas para la recitación, antes de
ser divididos en «cantos» por los alejandrinos. Estos «episodios» tie
nen cierto carácter dramático.
Ademas, épica y dramática coinciden, en parte, en la mimesis,
pues ya sabemos que en ia epopeya se da un tipo mixto de narra
ción (estiio indirecto) e imitación (estilo directo, vivificación de los
personajes).
En ei fondo, la razón de la asimilación momentánea de epopeya
y tragedia puede estar en la forma en que Platón se ocupa de la
poesía: el contenido le interesa más que la forma y, en este sentido,
la tragedia utilizará los mitos propios de la epopeya.
Por lo que se refiere a los efecms psicológicos y morales de la
epopeya, señala Platón, en las Leyes, que es el género que más gus
ta a ios ancianos, frente a ia comedia, favorita de ios niños mayores,
y la tragedia, que cuenta con el favor de las mujeres cultivadas, ia
juventud y «quizá, así lo imagino, ei conjunto del público» (1969:
298). Por otra parte, el sentimiento de miedo y de piedad, que se da
en la tragedia, se da también en la epopeya (1969: 701).
c) Poesía dramática
110
cía de placer y llanto: «¿Te acuerdas asimismo de los esDectácuios
trágicos, en los que uno goza con su proDio llanto?» (1969: 1248).
Por otra parte, si bien comedia y tragedia responden a un mismo
tipo de mimesis, siempre son diferenciadas, aunque en un lugar del
Banquete se asimilan: «...pero lo caoital fue que Sócrates los obligó
a reconocer que era propio del mismo hombre saber componer tra
gedia y comedia y aue el que con arte es poeta trágico, también lo
es cómico» (1969: 597). Como ejemplo de diferenciación, en el pa
saje, tantas veces aludido, del libro III de la República, se afirma que
«ni siquiera las mismas personas llegan a practicar a la perfección
dos narraciones imitativas tan próximas entre sí como la comedia y
la tragedia» (1969: 706-707).
Dentro del género teatral, el drama satírico no es nombrado nun
ca expresamente por Platón, y por eso habría que suponer que,
cuando habla de comedia, hay que entender comedia y drama satí
rico. (Esquilo, Sófocles y Eurípides escribieron dramas satíricos que
Platón no puede ignorar. Este género se acercaba a la comedia por
las extravagancias del coro; y a la tragedia, por la elección de mitos
y personajes.)
d) Conservadurismo de Platón
111
flauta, lo mezclaron absolutamente todo, y, sin quererlo, tuvieron la
Inconsciencia de lanzar contra la música la calumnia de que en ella
no cabía ortodoxia de ninguna clase, y de que el placer del aficio
nado, tanto si éste era culto como si era un patán, era el que juzgada
con más exactitud» (1969: 1328). En esta línea está la crítica de las
composiciones sin música, sin ritmo ni armonía, que se hace en las
Leyes, y que parece referirse a una especie de poemas en prosa
(1969: 1403).
3. Conclusión
B. El lenguaje literario
112
El aspecto técnico es asimilado a la retórica, y ésta no ocupaba un
lugar tan privilegiado en la teoría platónica como para dedicarle el
más mínimo espacio descriptivo. Platón, en el Gorgias, afirma: «La
actividad poética es, pues, una especie de oratoria popular... una ora
toria popular de tipo retórico» (1969: 396). Cuando Sócrates en la
República condensa en forma narrativa unos versos de Homero, lo
hace en prosa «ya que —dice— no tengo dotes poéticas» (1969:
706).
Es decir, lo que importa a Platón, en lo referente a la poesía, no
es tanto el funcionamiento de la palabra como el contenido temático.
De todas formas, en el diálogo consagrado al lenguaje, el Crátilo,
cabría esperar algún indicio de análisis del funcionamiento del len
guaje poético. Por supuesto, no encontramos de forma explícita tal
análisis. Si acaso, tenemos alguna observación de fenómenos que,
desde nuestra perspectiva de hoy, juzgamos como propios del fun
cionamiento poético. Así, cuando se alude a una doble denomina
ción en la Ufada, donde unos nombres son utilizados por los dioses
y otros por los hombres (vaior connotativo de los nombres, diríamos
actualmente) (1969: 514-515). O cuando se habla de los nombres
propios motivados en su significación por palabras emparentadas fo
néticamente. Así, Agamenón toma la significación de «hombre capaz
de llegar con tenacidad hasta el térmico de sus decisiones», en la
siguiente explicación: «Que este hombre es admirable (agastós) por
su perseverancia (epinmoné) es lo que indica el nombre de Agame
nón» (1969: 517). Explicaciones de este tipo, tan abundantes en el
Crátilo, ilustran lo que Bally llamará «campo asociativo». Alusiones
a juegos de palabras y al valor simbólico de las consonantes, se
encuentran también en este diálogo. Naturalmente, Platón refiere es
tas observaciones al lenguaje en general, y no al lenguaje poético en
particular.
Posiblemente tiene mucha importancia para la despreocupación
de Platón, en lo referente a análisis detallados del lenguaje, la estima
que tales análisis ocupan en el quehacer de los sofistas, contra los
que Platón no deja de situarse en toda ocasión.
Hay, además, ciertos métodos de crítica literaria con los que Pla
tón muestra explícitamente su desacuerdo. En primer lugar, la acti
vidad del rapsoda Ion, que podría representar algo similar a una crí
tica exaltadora, que toma el texto como pretexto, no es ni un arte ni
una ciencia, según queda explicitado en el diálogo del mismo nom
bre que el rapsoda. Una segunda actividad crítica consiste en la ex
plicación de textos, y, a este respecto, Platón señala en varios luga
res (Hipias Menor, Protágoras, Fedro) la ambigüedad de sentido del
texto, que difícilmente puede ser interpretado sin la presencia del
113
autor, pues, con un poco de habilidad, se puede hacer decir al texto
lo que se quiera, según prueba ei comentario que en el Protágoras
se hace de Simónides (1969: 180-185). Un tercer tipo de crítica, la
alegórica, que cuenta con una tradición anterior, es rechazado por
Platón. En la República se condenan las historias de los poetas que
presentan a los dioses de forma inmoral, aunque dichas historias
sean alegóricas: «No podrán admitirse en la ciudad, sean alegóricas
o no, esas historias que hablan de cómo Juno fue aherrojado por su
hijo..., o todas las teomaouias inventadas por Homero. Porque el
niño no es caoaz de distinguir dónde se da o no la alegoría» (1969:
697). En el Fedro se condena la interpretación alegórica del mito de
Bóreas y Oritia, aunaue «tales interpretaciones tienen por lo demás
su encanto, pero reouieren en el que se dedica a ellas demasiado
ingenio y trabajo», pues exigen una exDlicación racional de todos los
demás mitos (1969: 854).
Podría pensarse aue Platón, consecuente con su idea metafísica
de la verdad única, está en contra de cualquier uso metafórico. Sin
embargo, no falta alguna Interpretación de tipo alegórico en Platón.
Así, cuando afirma aue «Homero no se refiere más que al sol cuando
habla de la cadena de oro» (Teeteto, 1969: 900). Y tarrmaco falta la
utilización del mito en las explicaciones platónicas.
II!. CONCLUSIÓN
114
pensamiento platónico está en los comentarios a que ha dado lugar
el mito de ia invención oe la escritura, ai final del Fedro. Theuth
presenta su invento como capaz oe convertir en saoios a todos los
egipcios, a 10 que Thamus responde que la escritura ofrece la apa
riencia del saoer, pero no el saoer. En cuanto discurso, lenguaje, ia
poesía se ve indudablemente afectada por el desamparo y la ambi
güedad: «Y lo mismo ocurre con ios escritos: podrías pensar que
hablan como si pensaran; pero si los interrogas sobre algo oe lo que
dicen con ia intención de aprender, dan a entender una sola cosa y
siempre la misma... Y cuando los maltratan o ios insultan injusta
mente tienen siempre necesidad oe auxilio oe su padre, porque ellos
solos no son capaces oe oerenoerse ni de asistirse a sí mismos»
(1969: 882).
Jacques Derrida (1972: 91-260) comenta las implicaciones de la
postura platónica en una teoría de ia interpretación y sentido litera
rios. También Emilio Liedó (1985) ha destacado la riqueza teórica del
pensamiento de Platón en este punto, y lo vivo que sigue siendo el
problema alií discutido acerca de la comprensión de ios escritos.
115
Tema 7
Resumen esquemático
A) La poesía.
a) La poesía es imitación.
1. El medio de imitación literaria.
2. El objeto de imitación literaria.
3. Los modos de la imitación literaria.
b) Origen de la poesía.
c) Relación poesía-realidad: verosimilitud.
d) La fábula.
C) La tragedia.
a) Definición.
b) Partes o elementos de la tragedia.
c) Partes o elementos esenciales.
1. Canto.
2. Fábula.
3. Caracteres.
4. Pensamiento.
5. Espectáculo.
117
d) Partes cuantitativas.
e) Efecto psicológico de la tragedia: la catarsis.
f) Clases de tragedias.
D) La comedia.
E) La epopeya.
a) Definición.
b) Epopeya y tragedia.
1. Unidades dramáticas.
2. Partes del poema épico.
3. El elemento maravilloso.
4. Elocución.
5. El público.
6. Ventajas de la tragedia soore la epopeya.
F) El lenguaje literario.
a) Elocución y pensamiento.
b) La metáfora.
c) El estilo como eiección.
d) La sustitución como criterio estilístico.
118
I. IN TR O D U C C IÓ N . OBRAS DE A RISTÓTELES SOBRE LITERATURA
119
que presenta mayor interés para nosotros es el libro III, donde se
trata de la elocución, constituyendo un auténtico tratado de estilísti
ca, que debía de recoger muchas de las enseñanzas de los sofistas
sobre la prosa. En cuanto a la Poética, diremos que no nos ha lle
gado completa la obra, pues falta el libro que trataba de la comedia.
Ambas obras están entre los escritos «esotéricos» de Aristóteles, es
decir, los escritos que servían de base para la enseñanza, y se pue
den fechar en el período de madurez, o tardío, de su producción.
Es interesante conocer un poco por encima la historia de los ma
nuscritos de las obras de Aristóteles, según una tradición recogida
por Estrabón y Plutarco. Las obras de Aristóteles pasan a su discí
pulo Teofrasto, de éste a su discípulo Neleo, que las lleva a la ciudad
de Escepsis, donde los herederos de Neleo las entierran para que no
vayan a la biblioteca de Pérgamo. Al cabo de 170 años son sacadas
y vendidas al bibliófilo ateniense Apelicón Teyo, que las hizo copiar.
A su muerte, la biblioteca es transportada a Roma por Sila, donde
se dan a conocer al gramático Tiranión, y, gracias a éste, llegan a
conocimiento de Andrónico Rodio, que saca varias copias de ellas.
Aunque en el siglo II de nuestra era hay un interés por las obras de
Aristóteles, la Poética y la Retórica quedan un poco al margen, y sólo
se editan y estudian con suma atención en el siglo XVI en Italia, de
donde se extenderán a toda Europa. Para terminar esta historia, se
ñalaremos dos hechos: primero, que ni Horacio conoció el texto de
la Poética aristotélica, ni Cicerón ni Quintiliano el de la Retórica, aun
que todos estos autores recogen doctrinas propias del peripatetismo,
pero por vías indirectas. El aristotelismo de Horacio viene de Neop-
tólemo de Parió, discípulo de Teofrasto, a su vez discípulo de Aris
tóteles. El segundo hecho que queremos señalar es que la primera
traducción de la Poética al castellano se publica en 1626, obra de
Alonso Ordóñez das Seijas y Tobar. Esta traducción no se reeditará
hasta 1778, «suplida y corregida» por Casimiro Flórez Canseco. Los
humanistas españoles, pues, debieron manejar la Poética en traduc
ciones latinas o italianas.
Conocidos los datos exteriores fundamentales de la obra aristo
télica, pasemos ahora a analizar su contenido teórico. Para nuestro
propósito, nos interesa sobre todo la Poética y el libro lil de la Re
tórica.
120
II. LA POÉTICA DE ARISTÓTELES
A. La poesía
a) La poesía es imitación
Todas las artes son imitaciones, pero se diferencian entre sí: por
los medios que utilizan en su imitación, por imitar objetos diversos,
o por imitar de diverso modo.
121
poetas elegiacos y a otros poetas épicos, dándoles el nombre de
poetas no por la imitación, sino en común por el verso» (1447, a, b).
Notemos la clara diferenciación erare verso y poesía. La poesía o
literatura es un tipo de imitación, y rio consiste en ei verso. Pues
Empéaocles, a pesar de escribir en verso, es naturalista y no poeta.
Y Queremón, aunque mezcla distintas clases de versos, es poeta,
según explica Aristóteles a continuación. Más aoeiante insistirá otra
vez en que la esencia de ¡a literatura no es ei verso, sino ia imita
ción: «De esto resulta claro que ei poeta deoe ser artífice de fábulas
más que de versos, ya que es poeta por la imitación, e imita ¡as
acciones» (1451, b).
Por ¡o demás, el lenguaje, el medio de la imitación artística, es lo
mismo prosa que verso: «El cuarto ae los elementos verbales (de la
tragedia) es ia elocución; y digo, corno ya quedó expuesto, que la
elocución es la expresión medíante ias palabras, y esto vale lo mis
mo para el verso que para la prosa» (1450, b).
122
te la contraria de la que hacía Platón (recordemos que Platón esta
blecía el siguiente orden de preferencia: ditirambo, eoopeya, trage
dia):
«Homero es digno de alabanza por otras muchas razones, pero
sobre todo por ser el único de los Doetas que no ignora lo que debe
hacer. Personalmente, en efecto, el poeta debe decir muy pocas co
sas: pues, al hacer esto, no es imitador. Ahora bien, los demás con
tinuamente están en escena ellos mismos, e imitan pocas cosas y
pocas veces. Él, en cambio, tras un breve preámbulo, introduce al
punto un varón, o una mujer, o algún otro personaje, y ninguno sin
carácter, sino caracterizado» (1460, a).
Señalemos aue el poeta oue dice personalmente muchas cosas
no es imitador, y esto es un defecto, con lo que la imitación, con
denada en la teoría platónica, es considerada como piedra de toque
del valor literario en la teoría aristotélica.
En una primera aproximación, la poesía (literatura) queda carac
terizada en la teoría aristotélica como imitación (narrativa —por boca
del poeta o por boca de otro— o dramática) por medio del lenguaje
(en prosa o en verso) de una acción humana (mejorando, igualando
o empeorando respecto a nosotros). Todavía conviene precisar al
gunas facetas de la poesía, como: el origen de la imitación y, por
tanto, el origen del arte: la relación entre arte y realidad; el concepto
de fábula.
b) Origen de la poesía
123
el que es de buen natural o bien el que se ha ejercitado» (1410, b).
También en la Retórica dice que el lenguaje propio del tono patético
conviene a la poesía, «puesto que la poesía es cosa inspirada» (1408,
b) . Frente a la teoría platónica del poeta divino, inspirado por un
dios, en Aristóteles se mantiene un equilibrio entre lo racional, lo
intelectual y lo emotivo, y esto se veía también en el origen intelec
tual (por la imitación se aprende) y afectivo de la poesía (agrada). Y,
sobre todo, en favor de una concepción técnica de la poesía está el
mismo hecho de que escriba un tratado.
124
lismo aristotélico. Veamos el largo párrafo siguiente, ilustrativo del
realismo racionalista aristotélico:
«En suma, lo imposible debe explicarse o en orden a la poesía, o
a lo que es mejor, o a la opinión común. En orden a la poesía es
preferible lo imposible convincente a lo posible increíble... En orden
a lo que se dice debe explicarse lo irracional; así, y porque alguna
vez no es irracional; pues es verosímil que también sucedan cosas
al margen de lo verosímil.
En cuanto a las contradicciones, hay que considerar en qué sen
tido se han dicho, como los argumentos refutativos en la dialéctica,
y ver si se dice lo mismo, en orden a lo mismo y en el mismo
sentido, de suerte que el poeta contradiga lo que él mismo dice o lo
que puede suponer un hombre sensato. Pero es justo el reproche
por irracionalidad y por maldad cuando, sin ninguna necesidad, re
curre a lo irracional...» (1461, b).
Una lógica especial es reconocida para la poesía, y esta lógica se
basa en lo convincente, verosímil, no contradictorio y necesario.
Siempre que se den estas condiciones, no importa que en la poesía
haya algo imposible. Notemos la gran diferencia respecto a Platón,
quien en nombre de la verdad, y de las contradicciones que se dan
en la poesía, la condenaba. Para Aristóteles, es posible decir que el
poeta ha pintado las cosas tal como deberían ser. E incluso las lo
cuciones inapropiadas pueden encontrar una explicación en el con
texto. En definitiva, el conflicto arte-realidad se resuelve: por la nor
ma especial del arte, que permite pintar las cosas tal como deberían
ser; por la opinión común, la verosimilitud; por el contexto. Sólo si
no hay una razón, una necesidad para recurrir a algo irracional, es
cuando se rechaza lo imposible. La razón lo justifica todo. Se trata
de encontrar una explicación, una interpretación racional a todo; de
que nada escape a la razón.
Dejando aparte los problemas artísticos, veamos, en la Retórica,
la asimilación de la verdad a lo verosímil, ilustrativa de la posición
de Aristóteles: «Pues tanto lo verdadero como lo verosímil es propio
de la misma facultad verlo, ya que por igual los hombres son sufi
cientemente capaces de verdad y alcanzan por la mayor parte la ver
dad; por eso tener hábito de conjeturar frente a lo verosímil es pro
pio del que también está con el mismo hábito respecto de la verdad»
(1355, a).
d) La fábula
125
ción de la acción es la fábula, pues llamo aquí fábula a la composi
ción de los hechos» (1450, a). Esta disposición de los hechos, que se
sometía a la necesidad racional, según vimos en el aoartado anterior,
es la que da toda la fuerza a la tragedia, hasta el ounto de que se
puede prescindir del esoectáculo y de la música (notemos el con
traste con Platón):
«La fábula, en efecto, debe estar constituida de tal modo que, aun
sin verlos, el que oiga el desarrollo de los hechos se horrorice y se
compadezca oor lo que acontece; oue es lo oue le sucedería a quien
oyese la fábula de Edipo» (1453, b).
El aspecto literario del teatro, que funciona igual con la simple
lectura, es puesto en evidencia oor Aristóteles: «Además, la tragedia
también sin movimiento produce su orooio efecto, igual que la epo
peya, pues sólo con leerlo se ouede ver su calidad» (1462, a). Es
decir, el efecto deoende de cómo se hava disDuesto la acción de la
fábula, del argumento. Lo literario está en el argumento, oue, como
vimos, crea sus leves de verosimilitud.
Resumiendo: si todo arte es imitación, el arte poético (literario)
se distingue oor el medio que emolea (el lenguaje), creando sus pro
pias leyes de verosimilitud, basadas en un realismo racional, no fo
tográfico. De ahí la importancia de la fábula (el argumento), es decir,
la disposición y entramado de los hechos imitados. Notemos el equi
librio aristotélico en cuanto al arte considerado como técnica o ins
piración, pero con la razón explicando siemore todo, hasta lo irracio
nal.
126
Los g é n e ro s p o é tic o s , io mismo que ias artes, se diferencian por
el m e d io con el que imitan, por el objexo que imitan, y por ¡a m a n e ra
como imitan.
''^ M o d o
Dramático Narrativo
127
García Berrio comenta las razones que los comentaristas del Re
nacimiento dan para la exclusión de la lírica, y señala el carácter no
bien definido que tal género tiene en la teoría de la época. Los tra
tadistas señalaban, de forma manifiesta, el carácter no mimético de
la poesía lírica (García Berrio, 1977: 94-100).
128
C. La trag ed ia
a) Definición
129
es la fábula, pues llamo aquí fábula a la composición de los hechos,
y caracteres, a aquello según lo cual decimos que los que actúan
son tales o cuales, y pensamiento, a todo aquello en que, al hablar,
manifiestan algo o bien declaran su parecer» (1449, b-1450, a). Ya
tenemos, pues, enumerados y definidos todos los elementos de las
tragedias. Según los medios, el objeto y la forma de la imitación,
Aristóteles clasifica estos elementos como sigue: «Necesariamente,
pues, las partes de toda tragedia son seis, y de ellas recibe su cali
dad la tragedia; y son: la fábula, los caracteres, la elocución, el pen
samiento, el espectáculo y la melopeya. En efecto, los medios con
que imitan son dos partes; el medio de imitar, una; las cosas que
imitan, tres, y, fuera de éstas, ninguna» (1450, a).
La tragedia se completa con las partes cuantitativas que Aristó
teles describe en el capítulo 12, y que son: prólogo, episodio, éxodo
y parte coral (párodo y estásimo). Dice Aristóteles: «Hemos dicho
anteriormente qué partes de la tragedia es preciso usar como ele
mentos esenciales; pero desde el punto de vista cuantitativo y en las
que se divide por separado, son las siguientes: prólogo, episodio,
éxodo y parte coral, y ésta se subdivide en párodo y estásimo. Estas
partes son comunes a todas las tragedias; son peculiares de algunas
los cantos desde la escena y los cornos» (1452, b). Notemos que aquí
Aristóteles hace una descripción de la tragedia de su tiempo y no da
una descripción característica de notas esenciales de la tragedia.
Según todo lo anterior, un esquema de la definición de tragedia
y sus partes, esenciales y cuantitativas, sería el siguiente:
TRAGEDIA
IMITACIÓN PARTES ESENCIALES PARTES CUANTITATIVAS
CANTO PRÓLOGO
MEDIO: lenguaje ELOCUCIÓN
EPISODIO
FÁBULA
OBJETO: acción CARACTERES PARTE CORAL
PENSAMIENTO (párodo y estásimo)
FORMA: actuación ESPECTÁCULO ÉXODO
EFECTO PSICOLÓGICO: CATARSIS (compasión y temor).
130
c) Partes o elementos esenciales
1. Canto
2. Fábula
131
no por maldad, sino por un gran yerro, o de un hombre cual se ha
dicho, o de uno mejor antes que peor» (1453, a). Un ejemplo de
fábula (acción) de estructura doble es la Odisea, que termina de
modo contrario para los buenos y para los malos.
Los efectos de la tragedia (compasión y temor) deben surgir de
la fábula, y no debe ser todo el aparato escénico, el espectáculo, el
que los produzca, pues estos efectos deben surgir de los hechos, e
incluso si solamente se escucha la fábula sin verla representada. Por
lo demás, en la estructuración de la fábula, la sucesión de los hechos
debe estar presidida por lo necesario o verosímil, así como el desen
lace debe resultar de la fábula misma. Lo irracional debe estar fuera
de la fábula. En fin, el poeta puede inventar nuevas fábulas, pero, si
se decide a tratar temas tradicionales, no debe cambiarlos (esto iría
contra la verosimilitud).
3. Caracteres
132
modo». Los caracteres de la tragedia, sean cuales sean (aun irasci
bles o indolentes) deben ser excelentes, pues la tragedia imita per
sonas mejores que nosotros.
4. Pensamiento
5. Espectáculo
d) Partes cuantitativas
133
tragedia que precede al párodo (primera aparición) del coro. El epi
sodio es una parte completa de la tragedia entre cantos corales com
pletos, es decir, se correspondería con los actos del teatro tradicio
nal. El coro, hoy desconocido en nuestro teatro, debe ser conside
rado como un actor, formar parte del conjunto, y contribuir a la
acción, según Aristóteles. La primera aparición es el párodo. El éxo
do es una parte completa de la tragedia después de la cual no hay
canto del coro.
f) Clases de tragedias
D. La comedia
135
tes, «el primero que, abandonando la forma yámbica, empezó a
componer argumentos y fábulas de caractér general» (1449, b). Hay,
en efecto, cierto parentesco entre la comedia y el yambo, en cuanto
al objeto al que se refieren, pero también hay diferencias, que Aris
tóteles explica de esta forma: en la comedia, en efecto, «después de
componer la fábula verosímilmente, asignan a cada personaje un
nombre cualquiera, y no componen sus obras, como los poetas yám
bicos, en torno a individuos particulares» (1451, b). La comedia tiene
un carácter más general que el yambo, lo mismo que la poesía tiene
un carácter más general que la historia.
Otra diferencia, entre comedia y tragedia, aparte del objeto de
imitación y el hacer a los hombres peores, se refiere a la unidad de
acción. En efecto, la fábula doble, con un fin diferente para buenos
y para malos, como se da en la Odisea, es más propia de la comedia
que de la tragedia.
Como ya dijimos, falta de la Poética la parte que debía tratar am
pliamente de la comedia, según sabemos por una alusión de la Re
tórica (1372, a), y por la promesa que hace, en una parte de la Poé
tica, de hablar más adelante de la comedia: «Del arte de imitar en
hexámetros y de la comedia hablaremos después» (1449, b).
E. La epopeya
a) Definición
b) Epopeya y tragedia
136
segundo lugar, por la forma de la imitación, la epopeya es narrativa
y la tragedia dramática; en tercer lugar, en cuanto a la extensión del
tiempo, la epopeya es mayor; en cuarto lugar, las partes de la epo
peya se encuentran todas en la tragedia, pero hay dos partes cons
titutivas de la tragedia que no se dan en la epopeya (el canto y i i
espectáculo).
1. Unidades drámaticas
137
2. Partes del poema épico
3. El elemento maravilloso
138
4. Elocución
5. El público
F. El lenguaje literario
139
Poética, y el Libro III de la Retórica. Es evidente que, para Aristóteles,
el lenguaje literario goza de cierta autonomía, consiste en un uso
especial del lenguaje común, en una elección entre las posibilidades
que ofrece la lengua. Se puede decir que es el primer teórico del
estilo literario, llegando a la descripción de algunos de sus mecanis
mos propios.
a) Elocución y pensamiento
b) La metáfora
140
del cuarto». Aristóteles lo ejemplifica con Dioniso (dios del vino) y la
copa; y Ares (dios de la guerra) y el escudo. La proporción que es
tablece es:
141
configurará el estilo poético (literario) como distinto (desviación) del
normal. Pero hay que procurar mantenerse en el justo medio.
A la concepción del estilo como elección pueden responder las
siguientes palabras de Aristóteles: «La excelencia de la elocución
consiste en que sea clara sin ser baja. Ahora bien, la que consta de
vocablos usuales es muy clara, pero baja... Es noble, en cambio, y
alejada de lo vulgar la que usa voces peregrinas; y entiendo por voz
peregrina la palabra extraña, la metáfora, el alargamiento y todo lo
que se aparta de lo usual. Pero si uno lo compone todo de este
modo, habrá enigma o barbarismo; si a base de metáforas, enigma;
si de palabras extrañas, barbarismo... Por consiguiente, hay que ha
cer, por decirlo así, una mezcla de estas cosas; pues la palabra ex
traña, la metáfora, el adorno y las demás especies mencionadas evi
tarán la vulgaridad y bajeza, y el vocablo usual producirá la claridad»
(1458, a).
La posibilidad de modificación del significante como recurso para
el buen estilo viene ejemplificada en las siguientes palabras de Aris
tóteles: «También contribuyen mucho a la claridad de la elocución y
a evitar su vulgaridad los alargamientos, apócopes y alteraciones de
los vocablos; pues por no ser como el usual, apartándose de lo co
rriente, evitará la vulgaridad, y, por participar de lo corriente, habrá
claridad» (1458, b). La importancia que Aristóteles concede a la me
táfora queda patente en las siguientes palabras: «Es importante usar
convenientemente cada uno de los recursos mencionados, por ejem
plos, los vocablos dobles y las palabras extrañas; pero lo más im
portante con mucho es dominar la metáfora. Esto es, en efecto, lo
único que no se puede tomar de otro, y es indicio de talento; pues
hacer buenas metáforas es percibir la semejanza» (1459, a). Cada
género, por lo demás, tiene su estilo.
142
que sustituyó un solo vocablo poniendo en vez del usual y corriente
una palabra extraña, un verso resulta hermoso y vulgar el otro» (y a
continuación el ejemplo) (1458, b). Esto es estilística moderna.
G. La ciencia de la literatura
143
queda comprobada por la obligada referencia a Aristóteles al tratar
todas las cuestiones que importan a la teoría general de la literatura.
Los ejemplos de referencias actuales a Aristóteles son numerosí
simos; por citar algunos, véase el lugar del filósofo griego en un
reciente resumen de poética (Suhamy, 1986: 13-15), o la valoración
que del estagirita se hace en la completísima síntesis de teoría lite
raria hecha por A. García Berrio y T. Hernández Fernández (1988: 14-
21). Muy interesante resulta la reflexión llevada a cabo por José An
tonio Martínez García (1983), tratando de comentar la vieja poética
desde las preocupaciones de la moderna teoría literaria. Las referen
cias a Aristóteles son las dominantes, lógicamente, en ese trabajo.
144
Tema 8
Resumen esquemático
I. Tratadistas.
a) Autores latinos.
1. «Rhetorica ad Herennium».
2. Cicerón.
3. Horacio.
4. «Dialogus de Oratoribus».
5. Quintiliano.
b) Autores griegos.
a) Concepto de literatura.
1. Imitación, decoro y verosimilitud.
2. Finalidad de la literatura.
3. Genio y arte.
4. Otras cuestiones.
c) El lenguaje literario.
1. El estilo como elección.
2. Las figuras de estilo.
3. El «decorum» del estilo.
4. Equilibrio fondo-forma.
5. Los tres estilos.
En Grecia son los filósofos (Platón y, sobre todo, Aristóteles) los
que crean la ciencia de la literatura. Serán los mismos artistas quie
nes en Roma escribirán sobre el arte de la palabra. Y esto porque
en Roma, como veremos, si se escribe sobre literatura, es porque
hay un contexto polémico que lleva al artista a justificar su visión
del arte. Esto es válido, sobre todo, para los dos grandes teóricos de
la literatura latina: Cicerón y Horacio. El contexto polémico explicará
también el que las obras sobre teoría literaria no se planteen una
visión de conjunto del arte, sino que, de acuerdo con la práctica de
cada autor, miren más hacia la prosa (Cicerón) o hacia la poesía
(Horacio). Ahora bien, en estas visiones parciales subyacen los prin
cipios generales establecidos por los griegos, y principalmente por
Aristóteles, transmitidos en la helenización de Roma a partir del siglo
II a.C. De todas formas, algunos desplazamientos importantes en
cuanto a la concepción de la literatura (confusión retórica-literatura)
son perceptibles al final del período.
Intentaremos un acercamiento a esta época: primero, mediante
un repaso cronológico a los autores más importantes; en segundo
lugar, trataremos de sistematizar la postura de los autores latinos
respecto a tres cuestiones: qué es la literatura, cuál es su campo, y
en qué consiste el lenguaje literario. Dado el carácter más pragmá
tico que teórico de la crítica latina, serán más abundantes las refe
rencias al tercer punto que a los dos primeros.
147
I. TRATADISTAS
a) Autores latinos
7. «Rhetorica ad Herennium»
148
latina, y de las figuras de pensamiento y de dicción (la clasificación
de las figuras procede de los estoicos). Junto a todo esto, tiene el
mérito de ser el primer tratado del estilo de la prosa en latín.
2. Cicerón
149
que el aprender mecánicamente unas reglas retóricas. El libro terce
ro, dedicado a la elocutio, es el que mayor interés ofrece para la
teoría del estilo. Tres son los preceptos que deben tenerse presentes
al hablar: la corrección, la claridad y la elegancia y conveniencia.
Para la elegancia, es importante la amplificación. Al tratar de los
adornos del discurso, se consideran las palabras separadamente y
las palabras en la frase (su ordenación, el ritmo, las figuras de pen
samiento y de dicción, la adaptación al asunto).
El Brutus es la primera historia de la oratoria latina. En esta obra
intenta Cicerón demostrar con los hechos su concepción del orador:
la dificultad del arte de la palabra, dada la necesidad de una amplia
formación. Al mismo tiempo, se deduce la tesis de que la oratoria
latina culmina en él, en Cicerón mismo. Y esto le sirve para defen
derse implícitamente de los ataques de los jóvenes oradores aticis-
tas, entre los que se encuentra su amigo Bruto. Pero es su Orator la
obra que explícitamente responde a las preguntas del aticista Bruto.
Dice Cicerón: «Me preguntas, pues, y por cierto con mucha frecuen
cia, qué género de elocuencia apruebo más y cómo me parece aquel
al que nada puede añadírsele y que yo juzgo el más acabado y per
fecto» (Orator, 1,3). Es decir, Bruto le exige que tome partido clara
mente. Pero Cicerón tratará de hacer el retrato del perfecto orador
«tal cual quizá no ha existido». De todas formas, la defensa frente a
los «aticistas» estará presente en su teoría. Y así, se hablará de los
tres estilos, de las figuras, de la palabra y de la frase, deteniéndose
ampliamente en el análisis del ritmo de la prosa latina. Aquí es don
de Cicerón se muestra como auténtico teorizador de la prosa latina.
En la teoría ciceroniana hay que diferenciar la parte que corres
ponde a la tradición que viene de Aristóteles y Teofrasto, la que pro
cede de la retórica de la Academia platónica y la que viene de los
tratadistas griegos posteriores. En este sentido, une las funciones del
orador, según Aristóteles (mouere, concillare, docere), con la teoría
de los tres estilos de Teofrasto (sublimis, mediocris, tenuis). Pero
Cicerón tiene una concepción personal del orador (necesidad de una
amplia formación filosófica, aparte del conocimiento de la técnica
retórica) y esta visión es la que da originalidad a su teoría. Diremos,
pues, con sus editores y traductores al castellano: «Pero en el Orator
Cicerón no es un compilador de pensamientos ajenos. Aun cuando
se llegara a poder determinar la fuente de cada capítulo, siempre
resultaría que «el todo es más que la suma de las partes» (O. Seel).
Es ciceroniana la composición, la adaptación al latín de la termino
logía griega, la humana aplicción de teorías abstractas, el interés ge
neral y no de especialista escolástico, lo que en definitiva es «hu-
manitas ciceroniana» {El Orador, Introducción, XX-XXI).
150
3. Horacio
151
donde se encuentra el entronque de la doctrina de Horacio con la
literatura de su tiempo. En efecto, la insistencia en la necesidad de
unidad se explicaría por la tendencia de cierta literatura contempo
ránea de Horacio al uso de fragmentos brillantes, que a veces no
tienen que ver con el tema de la obra. Los poetas «neoalejandrinos»
(Catulo, Calvo) cultivaban un tipo de poesía donde no se da una
regularidad del plan, donde no hay una adaptación de fondo y for
ma, con evidente preferencia por la última. De ahí la actualidad de
la teoría horaciana para la literatura de su época.
La preponderancia de la teoría dramática en la obra de Horacio
puede explicarse, bien por una influencia de la teoría aristotélica (re
cordemos que Aristóteles trata sobre todo de la tragedia), bien por
la necesidad que tiene la literatura latina de un teatro comparable
con el griego (conocidas son las intenciones de Augusto en el sen
tido de impulsar el teatro). Por lo demás, su silencio sobre la épica
se podría explicar por la contemporaneidad del gran épico Virgilio;
y su silencio sobre la lírica se explicaría por el cultivo que de ella
hace el mismo Horacio. Sea lo que sea, lo cierto es que la obra de
Horacio, por una parte, adopta un plan tradicional en los estudios
teóricos, mientras que, por la otra, entronca con la realidad histórica
de la literatura contemporánea. Y en este sentido, su actitud es si
milar a la del Cicerón implicado en las polémicas de su tiempo sobre
estilo «aticista» o «asianista». Ambos adoptarán una postura inter
media (necesidad de equilibrio entre fondo y forma); ambos coinci
den, también, en teorizar la parcela de literatura que ellos mismos
practican. De ahí su aire pragmático, y su falta de vuelo filosófico.
Para terminar con la obra de Horacio, diremos que la fecha de la
Epístola ad Pisones no es conocida con exactitud, pero puede situar
se entre el año 23 y el 13 a.C. Por lo demás, reseñamos como epís
tolas interesantes para la crítica literaria, las dirigidas a Floro y a
Augusto, en el Libro II de las epístolas de Horacio.
Una valoración de la obra teórica de Horacio, la podemos encon
trar en las palabras de Galvano del la Volpe, cuando afirma que «si
es verdad que en Horacio se ha perdido gran parte de la sustancia
filosófica de la teoría estética aristotélica, sustancia que solamente
será recuperada por los comentaristas italianos del Cinquecento
—los cuales, por lo demás, tuvieron a mano el texto aristotélico— y
por Lessing, también es verdad que en el origen del gusto literario
moderno hay que situar, como todos saben, a Horacio con su racio
nalismo estético equilibrado, con su «sentido común» que tan pro
fundamente habría de influir en críticos como Boileau, Pope y Sa
muel Johnson, para no hablar de otros muchos de menor categoría»
(1971: 56-57).
152
4. «Dialogus de Oratoribus»
5. Quintiliano
153
descubre su obra completa a principios del siglo XV. Desde enton
ces, será el maestro de la retórica hasta principios del siglo XIX. Es
traducido al castellano en 1799 y 1887, si bien ya antes sus teorías
son introducidas en España por Nebrija y Juan Luis Vives, y amplia
mente seguidas por todos los preceptistas.
b) Autores griegos
154
Todas estas obras representan el desarrollo de la teoría literaria
iniciada por Aristóteles y continuada a través del helenismo.
155
a) Concepto de literatura
156
es cosa útil imitar lo que se ha bien inventado. Y es tai la condición
de toda la vida, que deseamos hacer nosotros mismos aquello que
nos parece bien en otros». Pues, según dice un poco más adelante,
«el conocimiento de las cosas por imitación nos es más fácil a noso
tros que a los que no tuvieron modelos que imitar». Para Quintiliano,
pues, entre el arte y la realidad hay algo que nos ayuda en nuestro
acercamiento artístico a la misma y que no se puede ignorar: los
artistas anteriores. Adviértase la gran diferencia respecto al Platón
que condena el arte por ser imitación de la realidad y, por tanto,
falso. Para Quintiliano son válidas incluso las imitaciones de las imi
taciones de la realidad. Dentro de esta concepción está su reducción
de la imitación a arte, cuando dice: «La perfección de la oratoria
depende de la naturaleza, arte y ejercicio. Añaden algunos la imita
ción, pero nosotros la reducimos al arte» [Lib. III, V).
2. Finalidad de la literatura
3. Genio y arte
157
4. Otras cuestiones
7. Géneros en prosa
158
la reprensión si siempre usásemos los mismos, porque la prosa no
debe ser ni rítmica como un poema ni carente de ritmo como la
conversación del vulgo... Sea, pues, la prosa, como antes he dicho,
mezclada y matizada con los ritmos, y no del todo suelta ni por en
tero rítmica» (Orator, 195-196).
Y más explícitamente: «Pues también los poetas han suscitado la
cuestión de en qué se diferencian de los oradores; antes parecía que
era sobre todo en el ritmo y en el verso, pero ahora ya el ritmo
mismo se ha extendido entre los oradores. En efecto, todo lo que
cae de algún modo bajo la medida de los oídos, aun cuando esté
lejos del verso —pues el verso ciertamente es un defecto en la pro
sa— se llama ritmo» (Orator, 66-67). La poesía busca más la sonori
dad de las palabras y se sujeta más estrictamente al ritmo, al tiempo
que «la libertad de formar y componer las palabras es mayor que en
nosotros». Se apoya en Aristóteles, quien «prohíbe que haya verso
en el discurso, pero manda que haya ritmo» (Orator, 172). Estas fron
teras un tanto vagas entre la prosa y la poesía, si se quiere fijarlas
objetivamente en mecanismos lingüísticos especiales, casi se borran
en la teoría de Tácito: «Exigitur enim iam ab oratore etiam poeticus
decor» («Pues se exige ya también del orador el adorno de la poe
sía», Cap. XX). El arte literario se va haciendo único para prosa y
poesía.
Por lo que se refiere a los géneros en prosa, y dejando aparte los
tres géneros de oratoria (género deliberativo, judicial y epidíctico,
cada uno de ellos con su estilo propio), hay que destacar la inclusión
de la historia como género oratorio. La historia, en efecto, según
Cicerón, no es más que una especie vecina del género oratorio epi
díctico. Es en el género epidíctico donde se buscan «frases más bri
llantes que persuasivas, se apartan a menudo del asunto, insertan
fábulas, dan más claramente sentido metafórico a las palabras y las
disponen como los pintores disponen los varios colores». En una
palabra, es el tipo de discurso que más se acercaría a la poesía en
su 'arte'. Seguidamente caracteriza Cicerón la historia: «Linda con
este género (el epidíctico) la historia, en la cual por una parte se
narra con ornato y por otra se describe a menudo un país o una
batalla; se intercalan también discursos y arengas, pero en éstos se
requiere un estilo llano y fluido, no el tenso y penetrante del orador.
Esta elocuencia que buscamos debe distinguirse de la de estos his
toriadores no muy de otro modo que la de los poetas» (Orator, 65-
66 ) .
Resumiendo, Cicerón distingue los siguientes tipos de «elocuen
cia» (entiéndase «elocuencia» como tipos de discursos literarios): la
de los filósofos («el estilo de los filósofos es blando, nacido a la
159
sombra, no está provisto de sentencias y palabras populares ni su
jeto a ritmos, sino que es más libremente suelto»); la de los sofistas
(o género epidíctico, que ya hemos caracterizado); la de los historia
dores; y la de los poetas. (Orator, 61-68).
2. Géneros en verso
160
Filosófica
Prosa Sofística (epidíctica)
Historia
Oratoria
Tragedia
Teatro Comedia
ELOQUENTIA Drama satírico
(ya Cicerón y, sobre
todo, Tácito y Quin-
tiliano) Verso Épica
(Poesía) Lírica
Otras Elegiaca
clases Yámbica
Epigramática
c) El lenguaje literario
161
Una doctrina similar encontramos en Quintiliano: «Llamamos elo
cución a lo que llaman los griegos phrasis. La podemos considerar
en las palabras tomadas de por sí o unidas en la oración. En las
palabras de por sí hemos de cuidar que sean castizas, claras, ador
nadas y acomodadas al fin que intentamos. Si consideramos las pa
labras unidas entre sí, deben ser correctas, bien colocadas y figura
das» (Libro Vil, cap. /).
162
Dentro de la descripción de los mecanismos estilísticos, destaca
remos finalmente el embrión de metodología estructuralista, con el
uso de la sustitución como criterio de estilo, que se encuentra en
Cicerón: «La importancia que tiene hablar bien se puede probar, ya
si se deshiciera con una trasposición de palabras la bien construida
disposición del cuidadoso orador... Y si se tomara alguna frase in
forme de algún orador descuidado, y cambiando un poquito el orden
de las palabras se la redujera a una forma bien encajada, se conver
tiría en ajustado lo que antes había sido flojo y suelto» (Orator, 232-
233). Algo de esto ya vimos en Aristóteles.
4. Equilibrio fondo-forma
163
5. Los tres estilos
164
timientos o finalidad del discurso: «Y cuantos son los deberes del
orador tantos son los estilos: el sencillo en el probar, el templado
en el deleitar, el vehemente en el conmover» (Orator, 69). Y en otro
lugar: «Pero estos estilos hay que combinarlos y variarlos a veces»
[Orator, 103). Lo mismo en la poesía: «¿Es que debo yo conceder a
Homero, a Enio, a los demás poetas, y sobre todo a los trágicos, que
no usen en todos los pasajes la misma tensión y que la cambien a
menudo, que incluso a veces se acerquen al estilo cotidiano de la
conversación, y yo mismo no podría apartarme jamás de aquella ve
hementísima tensión?» (Orator, 109). Trata Cicerón de los mínimos
detalles de cada uno de estos estilos, que no vamos a especificar.
Quintiliano repite una doctrina parecida a la de Cicerón, pero ha
bla de la posibilidad de estilos intermedios: «Mas no se halla redu
cida la elocuencia precisamente a estos tres géneros de estilos. Por
que así como entre el sutil y el vehemente se ha puesto otro tercero,
así éstos tienen sus grados diferentes. Y aun entre estos mismos hay
alguno que, siendo como medio entre dos, participa de la naturaleza
de ambos. Porque el estilo sutil no consiste en tal precisión que no
pueda darse más o menos sutileza; en el vehemente cabe más y
menos, así como el templado o se remonta sobre la misma vehe
mencia o se hace inferior a la sutileza, y así se encuentran casi in
numerables especies que tienen entre sí alguna diferencia» (Libro
XII, cap. X, IV).
En resumen, el estilo es elección y combinación, sujetas a la nor
ma de lo decoroso o conveniente, y está adornado con las figuras.
En relación con lo decoroso (prepon aristotélico) tres son los tipos
de estilo: grave, tenue y medio.
165
I
Tema 9
Resumen esqumático
1. La retórica en Grecia.
a) La retórica antes de Platón: Córax, los pitagóricos y los
sofistas.
b) Platón y la retórica.
c) Isócrates y Anaxímenes de Lámpsaco.
d) La retórica aristotélica.
e) Teofrasto.
f) Los estoicos y la retórica.
g) La retórica de Hermágoras.
2. La retórica en Roma.
a) «Rhetorica ad Herennium». Cicerón y la retórica.
b) Tácito y Quintiliano.
c) La retórica griega de la época de Augusto.
d) El tratado «Sobre lo sublime».
e) La segunda sofística.
A) La invención.
1. Materia del discurso.
2. Establecimiento de la causa.
3. Recursos de la elocuencia.
4. Los «lugares» y la argumentación.
167
B) La disposición.
C) La memoria.
D) La elocución.
E) La acción.
V. Conclusión.
168
Intentaremos dar una somera visión de lo que fue la retórica en
el mundo clásico griego y latino. Este panorama se puede desdoblar
en dos aspectos: 1) un aspecto histórico, diacrónico; 2) un aspecto
sistemático, sincrónico. Se trataría, primero, de dar un repaso breve
a la evolución de la retórica, e intentar, después, sistematizar el cuer
po de doctrina retórica antigua. Vamos a dividir, por tanto, el pre
sente capítulo en dos partes: historia de la retórica, y sistema retó
rico clásico.
1. La retórica en Grecia
169
nes, es necesario convencer a los jurados populares con razones ve
rosímiles. La importancia de la palabra se hace evidente, y el uso de
la palabra se convierte en objeto de enseñanza. Los primeros maes
tros de retórica son Empédocles de Agrigento, Córax y Tisias. Córax
es el primero que cobra por sus enseñanzas. En cuanto al contenido,
la retórica siciliana es una retórica basada en la verosimilitud, que
es tan importante como la verdad. Córax diferencia ya las cinco par
tes del discurso: exordio, narración, argumentación, digresión y epí
logo.
Por esta misma época y lugar, los pitagóricos practican y teorizan
una retórica, no científica, sino psicológica, basada en dos principios:
uso de estilo y argumentos distintos según los diferentes oyentes, y
el empleo constante de la figura de la antítesis. Detrás de estos prin
cipios está la dicotomía: mundo de la verdad/mundo de lo opinable
(Parménides). En el mundo de la verdad reina el razonamiento cien
tífico, mientras que, en el mundo de lo opinable, adquiere una gran
importancia la fascinación engañosa de la palabra. La palabra tiene
un poder oculto, y por aquí la retórica enlaza con la magia y con la
medicina, su fuerza está en una persuasión irracional, no es una
ciencia demostrativa (como pretende la retórica de la verosimilitud),
sino psicológica.
La retórica pasa a la Grecia continental por obra de Gorgias,
quien llega a Atenas el año 427 a.C. Gorgias interesa sobre todo por
la atención que presta al aspecto artístico de la prosa: simetría de la
frase, aliteraciones, metáforas, antítesis reforzadas con asonancias.
Se da un emparentamiento entre retórica, poética y música. Por aquí
se empieza a destacar la 'literatura' como arte. Se confunden la pro
blemática de la persuasión retórica y la de la ilusión poética, y esto
se relaciona con las doctrinas pitagóricas antes aludidas.
b) Platón y la retórica
170
es a la justicia lo que la cocina es a la medicina». La retórica sólo
tiene razón de ser en función de la justicia.
En el Fedro se dan las directrices para una retórica cuya función
es la de conducir las almas, para lo que hay que conocer los tipos
de alma y los tipos de discurso propios de cada alma (recordemos
la tradición pitagórica de este pensamiento). En cuanto al método
del arte de la retórica, no es otro que el de la dialéctica: «¿No es
verdad que es de este modo como se debe reflexionar acerca de la
naturaleza de cualquier cosa? En primer lugar, ¿es simple o multifor
me aquello sobre lo cual queremos ser técnicos nosotros mismos y
capaces de hacer técnicos a otros? Después, si es simple, debemos
considerar sus posibilidades: ¿cuáles son y a qué actuación están
ordenadas por naturaleza y de qué índole son también respecto del
padecer y bajo qué efectos? Y si tienen más formas, después de
contarlas, habrá que examinar sobre cada una lo que antes se exa
minaba a propósito de una sola: ¿qué es lo que por naturaleza hace
o padece y por efecto de qué?» (1969: 879). Según este método ana
lizará las almas y los tipos de discursos, para terminar explicando
por qué un determinado tipo de alma es persuadido por un tipo de
discurso. En resumen, «quien no enumere la naturaleza de sus oyen
tes, y no sea capaz de distinguir las cosas según sus especies y de
abarcarlas en una sola ¡dea, jamás será un técnico de los discursos
en la medida en que ello es posible para un hombre» (1969: 881).
d) La retórica aristotélica
171
en una primera etapa, Aristóteles no pasa de las teorías platónicas
contra la retórica sofística, tal y como se desprende de su Grito (sólo
quedan fragmentos de esta obra aristotélica, escrita hacia el 360
a.C.). Allí se defendía que la retórica no es un arte, puesto que no
tiene un fin. Muy otro es, sin embargo, el pensamiento aristotélico
maduro, tal y como se presenta en los tres libros sobre la Retórica.
En esta obra la retórica es constituida en arte que tiene por campo
propio los argumentos retóricos (entimemas), y se sitúa junto a la
dialéctica, al tratar ambas de las cosas que en cierto modo son de
conocimiento común a todos y no corresponden a ninguna ciencia
determinada. La retórica se define como «la facultad de considerar
en cada caso lo que cabe para persuadir». Y «no es su misión per
suadir, sino ver los medios de persuadir que hay para cada cosa
particular».
Platón negaba a la retórica la calidad de arte, por no encontrár
sele un campo específico de aplicación, y los sofistas basaban todo
el cometido de la retórica en el persuadir. Aristóteles salvará estos
obstáculos y constituirá un campo específico para la técnica retórica;
en este sentido, se puede decir que es su fundador.
La exposición que hace Aristóteles del arte retórica se puede
comparar a un tratado de la comunicación, y podemos decir que el
libro primero es el libro del emisor (el orador), y trata de los argu
mentos que el orador debe tener presentes de acuerdo con los gé
neros retóricos (deliberativo, demostrativo, forense), que, a su vez,
vienen determinados por el público. El libro segundo estaría dedi
cado al receptor; en él se analizan las pasiones y ios argumentos,
teniendo en cuenta la forma en que son recibidos. El libro tercero
trata del mensaje mismo: la elocución (propiedades del lenguaje ora
torio) y la disposición de las partes del discurso.
e) Teofrasto
172
rica aristotélica. Después de él, los rétores y filósofos profundizarán
algunos puntos de esta retórica o ampliarán el horizonte, introdu
ciendo nuevas exigencias filosóficas, o específicas de la práctica ora
toria y literaria.
g) La retórica de Hermágoras
173
Género racional:
1. Conjetural: cuando se conjetura, por ejemplo, sobre el autor
de una acción.
2. Definitorio: cuando se trata, por ejemplo, de definir si una
acción es delictiva o no.
3. Calificativo: si se trata de calificar una acción de acuerdo con
la intención del ejecutante de ella.
4. Traslativo: si se cuestiona la facultad del juez para decir.
Género legal:
1. Cuando el espíritu y la letra de la ley parecen no concordar.
2. Cuando dos leyes se contradicen.
3. Cuando una misma ley admite varias interpretaciones.
4. Cuando se deduce de la ley algo no explícito en ella.
2. La retórica en Roma
174
mentó racional de la técnica abstracta y el elemento empírico de la
experiencia.
b) Tácito y QuintUiano
175
sorpresa y la oratoria a la evidencia. Las fuentes del estilo sublime
(elevado) son cinco: A) innatas: aptitud para los pensamientos ele
vados y la pasión; B) técnicas: la forma particular de las figuras (de
pensamiento o de dicción); la nobleza de la expresión (elección de
palabras; y la elocución figurada) y la composición.
e) La segunda sofística
176
este resumen, seguimos el que hace Albert Yon en la introducción a
su edición del Orator de Cicerón.
La retórica es el arte de convencer, lo mismo que la dialéctica, de
la que se diferencia en que sólo intenta crear una opinión, y no llega
a una «verdad objetiva». Ambas 'disertan', pero, mientras la dialéc
tica 'diserta' y 'habla', la retórica 'dice' y 'adorna'. A la hora de asig
nar unas tareas propias a la retórica, hay que tener en cuenta: pri
mero, el auditorio y el fin del discurso; segundo, las fases de la
elaboración del discurso. De acuerdo con la primera exigencia, ya
desde Aristóteles se distinguen tres géneros de discursos:
177
A. La invención
2. Establecimiento de la causa
178
2) El texto puede tener dos sentidos (ambigue scriptum), y se
trata de saber cuál es el bueno.
3) El texto puede no tener el sentido que quería darle su autor
(discrepantia scripti et uoluntatis), y se trata de saber si debe
prevalecer el espíritu (sententia) o la letra (uerba).
3. Recursos de la elocuencia
179
La argumentación supone dos operaciones: 1) elección de argu
mentos (proporcionados por los lugares) y orden en que se presen
tarán. Aunque se suele tratar del orden en la invención, esta cuestión
tiene más que ver con la disposición. 2) Dar forma al argumento, al
razonamiento. El arte del razonamiento pertenece a la dialéctica,
pero la retórica no es lógica, y tiene su forma peculiar de razona
miento, como ya señalara Aristóteles, en el entimema (silogismo in
completo —le falta una de las premisas—, y basado en una premisa
verosímil —un indicio—. Por ejemplo: «El hombre es mortal, luego
Sócrates es mortal», donde falta (se sobreentiende) la premisa «Só
crates es hombre»).
Aunque no entremos en detalles, diremos que gran parte de la
Retórica de Aristóteles está consagrada al estudio y enumeración de
los lugares, y que Cicerón dedica una obra (Tópica) a esta parte de
la Retórica.
B. La disposición
180
se puede suprimir la narración. En cada una de las partes predomina
un tipo de recursos, y, si en el exordio predomina el intento de
atraerse la simpatía del público (concillare), en la confirmación-refu
tación, el convencerlo (probare), y en la peroración, el conmoverlo
(mouere).
C. La memoria
D. La elocución
3) La ornamentación en función
de la satisfacción del oído
181
Hemos suprimido una relación de tropos y figuras, por lo variable
y problemático, tanto de su definición como de su clasificación. Los
elementos que fundamentan este tratamiento de la ornamentación
son: por una parte, el considerar la palabra aisladamente o en gru
po; por otra, el fijarse en el sonido (significante) o en el sentido
(significado) de la palabra.
Dentro de la cuarta parte de la elocución, la conveniencia (deco-
rum), entraría la problemática de las clases de estilo, que hemos
tratado en un tema anterior. El empleo de un estilo u otro vendrá
determinado por el asunto, el público, el momento o la personalidad
del orador. Por eso, se puede decir que la conveniencia domina toda
la elocución, y en parte toda la retórica, que sólo trataría de estudiar
qué es lo más conveniente para cada discurso.
E. La acción
182
oratoris», de la que dependen las operaciones aristotélicas; 2) la
«oratio», a la que se asocian las partes del discurso que hemos men
cionado en la disposición; 3) la «quaestio» o asunto (contenido del
discurso), de que dependen los géneros de discurso (judicial, deli
berativo y epidíctico).
c) Quintaliano adopta una postura intermedia. Parte de una téc
nica, no especulativa, sino práctica y pedagógica, y en esta técnica
diferencia: 1) las operaciones de Aristóteles y Cicerón: de arte; 2) el
operador: de artífice; 3) la obra misma: de opere.
183
f Lugares extrínsecos
f Convencer: argum ento
I. Inventio 1 Lugares intrínsecos
( M over
In
rebus
f Quaestio infinita G. epidíctico
)
II. Dispositio
| Quaestio definita G. d eliberativo
Vis G. judicial
orato- ■
ris
In ■ IV. Actio
verbis
V. Memoria
M over
A m p lifica ció n : fo n d o y form a. Tam bién en
otros lugares se da am plificación.
Doctrina - IV. Peroración
Dicendi Resumen: en cada uno de los géneros.
Oratio -
Conven Conjetural
cer Forma de los argum entos
C onfirm ación Definitoria y
en esta parte
y refutación
C alificativa J
| De teoría
Indeterm inada Sus argum entos
l De práctica
G. epidíctico: fo n d o y fo rm a . Lugares.
Quaes
tio G. d eliberativo: fondo y form a. Lugares.
Determinada
Estados de la causa: conjetura, d efinición,
184
V. CONCLUSION
185
Tema 10
LA NEORRETÓRICA
Resumen esquemático
I. Retórica y filosofía
V. Gérard Genette.
IX. Conclusión.
187
Presentado el sistema de la retórica antigua, vamos a hablar aho
ra de lo que de este sistema queda en la teoría literaria actual. Y no
nos vamos a referir a conceptos tales como «metáfora», «ritmo»...
que, nacidos en la retórica, han pasado a formar parte del instru
mental de todo crítico literario, sino al resurgir de la posibilidad de
aprovechamiento de ciertos enfoques de la retórica, después de su
desprestigio general, que empieza con el Romanticismo y se consu
ma a finales del siglo XIX o principios del XX.
Retórica tiene un sentido general —todo lo que tiene que ver con
el convencimiento, la persuasión— que explica su utilización en dis
tintas clases de estudios. Se trataría de la que George Kennedy llama
retórica secundaria (1972: 3-4). W. S. Howell (1975: 234-255) muestra
su desacuerdo con tal ensanchamiento de la retórica, hasta incluir la
literatura, como hacía Kenneth Burke.
Para las causas de la decadencia de la retórica, véase Todorov
(1977: 138-139).
I. RETÓRICA Y FILOSOFÍA
189
sofía por la retórica. Este interés está representado en la obra de
Chalm Perelman y L. Olbrechts-Tyteca (1958) sobre la argumenta
ción.
V. Florescu resume las causas de la revalorización de la retórica:
«Así, el interés excepcional que los filósofos conceden, en estos úl
timos tiempos, a los problemas de la lengua; el desarrollo de la lin
güística como «ciencia humana total»; la rehabilitación de la sofísti
ca; la insistente proclamación de la reducida eficacia de la lógica
formal y el florecimiento de lógicas no formales preparan la rehabi
litación de la retórica y su reintegración en el interior de la proble
mática» (1960: 123).
190
pesar de esto, algunas semejanzas entre la retórica clásica y la de
ios estructuralistas son, según Kibédi Varga: ni la una ni la otra se
preocupan por el autor; en ambas el sujeto está fuera de la obra,
cuyo fin es la escritura, según la crítica actual (recuérdense los ejer
cicios de imitación propios de la enseñanza retórica); sólo queda el
lenguaje. Frente a la idea decimonónica de perfectibilidad infinita, de
progreso histórico, la retórica y el estructuralismo están por la idea
de repetición de variantes: la obra es un método. Por lo demás, la
concepción de la actividad crítica como interpretación creadora se
emparienta con la retórica, que unía explicación y creación.
Quizá convenga decir que, en sus últimos tiempos, la retórica se
encuentra reducida a lo que primitivamente sólo era un parte: la
elocutio; e incluso, dentro de la elocutio, sólo se trata de los tropos
y figuras. Tal es la materia del tratado del último gran retórico fran
cés: Pierre Fontanier (1827-1830). Y éste es el concepto de retórica
que está presente en los estructuralistas, cuando apenas se habla de
inventio o dispositio, y mucho menos de memoria o actio.
En los desarrollos posteriores al estructuralismo, sin embargo, sí
se ve el enorme potencial que hay en las partes de la retórica que
no son la elocutio. Pozuelo (1988), García Berrio (1984) dan cuenta
de las posibilidades de ensanchamiento de la nueva retórica. La
atención de la teoría literaria actual a los aspectos pragmáticos de la
comunicación literaria, atención que concede un lugar importante al
receptor, lleva consigo el acrecentamiento del interés por las otras
partes de la retórica.
191
no de la semejanza, y dicen cristal en lugar de ventana, o cielo en
lugar de Dios. En segundo lugar, puede resultar afectada la capaci
dad de combinación, y entonces la frase se convierte en un montón
de palabras sin relación, junto a una tendencia a emplear metáforas
del nombre olvidado.
Cabe pensar en una estructura bipolar del lenguaje y en una do
ble directriz semántica del discurso, «pues un tema puede suceder a
otro a causa de su mutua semejanza o gracias a su continuidad. Lo
más adecuado sería hablar de desarrollo metafórico para el primer
tipo de discurso y desarrollo metonímico para el segundo, dado que
la expresión más concisa de cada uno de ellos se contiene en la
metáfora y la metonimia, respectivamente». Esta tipología se puede
extender a una caracterización de géneros literarios. Como ejemplo,
Jakobson habla de predominio metafórico en la canción lírica rusa,
o en el movimiento romántico; y de predominio metonímico en la
épica heroica rusa, o el realismo literario del siglo XX.
Como vemos, el trabajo de Jakobson es enormemente rico en
sugerencias en relación con el comportamiento verbal y «para la
conducta humana considerada globalmente». Así, en el campo del
psicoanálisis, Jacques Lacan (1966: 196) asociará los dos mecanis
mos por los que se manifiesta el contenido latente del sueño, según
Freud, condensación y desplazamiento, con metáforas y metonimias,
respectivamente. La fecundidad de las observaciones sobre los tro
pos va a despertar un interés general por la retórica. Mi trabajo so
bre la retórica en la interpretación psicoanalítica (Domínguez Capa
rros, 1989) comenta el uso de las dos figuras (metáfora y metonimia)
en el psicoanálisis.
192
logia. Las retóricas varían fatalmente por su sustancia (aquí el sonido
articulado, allá la imagen, el gesto, etc.), pero no forzosamente por
su forma; incluso es probable que exista una sola forma retórica,
común, por ejemplo, al sueño, a la literatura y a la imagen. Así la
retórica de la imagen [es decir, la clasificación de sus connotadores]
es específica en la medida en que está sometida a las constricciones
físicas de la visión (diferentes de las constricciones fonadoras, por
ejemplo), pero general en la medida en que las «figuras» no son más
que relaciones formales de elementos». La retórica, según esto, pro
porcionaría, a través de su teoría de las figuras (metonimia, asínde
ton...), el instrumento con el que intentar un estudio de las relaciones
formales que se establecen entre los significantes de cualquier sis
tema semiológico. Los significados vienen dados por la ideología.
En un magnífico ensayo, Roland Barthes hace un repaso histórico
y sistemático de la retórica antigua. El trabajo lleva por título «L'an-
cienne rhétorique. Aide-mémoire», y lo más valioso del mismo es la
constante presencia del pensamiento actual en la interpretación o
presentación de la historia y del sistema retóricos. Es decir, conti
nuamente se relacionan los temas de la vieja retórica con problemas
lingüísticos o sociológicos propios de nuestros días, con lo que la
vieja retórica recibe un soplo de actualidad. De ahí el interés con el
que se lee un trabajo sobre materia tan árida. No vamos a dar cuen
ta pormenorizada de su contenido, y sólo vamos a resumir las con
sideraciones que Roland Barthes hace al final. Estas son tres: 1.a )
«La convicción de que muchos de los rasgos de nuestra literatura,
de nuestra enseñanza, de nuestras instituciones de lenguaje (¿hay
una sola institución sin lenguaje?) serían aclarados o comprendidos
diferentemente si se conociera a fondo (es decir, si no se censurara)
el código retórico que ha dado su lenguaje a nuestra cultura». De
ahí la necesidad de una historia de la retórica, ensanchada por una
nueva manera de pensar. 2.a ) Hay una especie de acuerdo obstinado
entre Aristóteles (de donde ha salido la retórica) y la llamada cultura
de masas, como si el aristotelismo perviviera en la practica cultural
de las sociedades occidentales. Esta práctica se funda, por medio de
la democracia, en una ideología del «mayor número», de la norma
mayoritaria, de la opinión común (recordemos las «mayorías silen
ciosas», cuyo parecer es «explicitado» por los políticos de todos los
países). Y Aristóteles basa toda su teoría en la «verosimilitud», lo
que se acepta como probable. 3.a ) Toda nuestra literatura, formada
por la retórica y sublimada por el humanismo, ha salido de una prác
tica político-judicial (recordemos que el origen de la retórica está uni
do a conflictos de propiedad, y que su razón de existir está en la
práctica forense o política). Así, la literatura está más relacionada de
193
lo que parece con la sociedad, pues «allí donde los conflictos más
brutales, de dinero, de propiedad, de clases, son tomados a su car
go, contenidos, domesticados y mantenidos por un derecho de Es
tado, allí donde la institución reglamenta la palabra ficticia y codifica
todo recurso al significante, allí nace nuestra literatura». De ahí la
necesidad de una nueva práctica del lenguaje, bajo el nombre de
texto, de escritura. Parece como si en el último Barthes, con la aper
tura hacia nuevos problemas (teoría del texto, placer del texto, psi
coanálisis), hubieran disminuido la confianza o el interés por una
utilización «científica» de la retórica. Además, la retórica no es re
ducida sólo a la elocutio, sino que se analiza como lo que fue entre
griegos y latinos: saber que regulaba una práctica pública, judicial y
política.
V. GÉRARD GENETTE
194
VI. T. TODOROV Y LA RETÓRICA
195
su objeto». Después de analizar las teorías y clasificaciones de los
tropos hechas por Du Marsais (s. XVIII) y Fontanier (s. XIX), intenta
Todorov una clasificación, basándose en criterios de la lingüística. Si
se infringe una regla lingüística, tenemos una anomalía, y, si no se
infringe ninguna regla, tendremos una figura. De acuerdo con la re
gla que se infrinja, cuatro son los grupos de anomalías: 1) anomalías
que van contra la relación lingüística sonido-sentido; 2) anomalías
que van contra la sintaxis; 3) anomalías que van contra la semántica;
4) anomalías que van contra la relación signo-referente (cosa desig
nada). (Véase un cuadro de la clasificación de las figuras en 1967:
231.)
196
xis, semántica o relación signo-referente), y de las operaciones que
sobre la norma (o grado cero) se efectuarían para producir la figura
(supresión, adición, permutación).
La retórica del Groupe p tiene mucho que ver con la teoría esti
lística, pues ya su concepción del lenguaje literario está bastante pró
xima de las de un Jean Cohén o un Riffaterre. Por lo demás, la re
tórica propuesta por el grupo se olvida de las partes tradicionales de
la inventio y la dispositio, y , en este sentido, enlaza con el último
estudio de la retórica francesa antes de su desaparición, tal y como
se encuentra en Du Marsais y Fontanier. En estos tratadistas la re
tórica era sólo una teoría de la elocutio. La retórica del Grupo p es
también una teoría de la elocutio literaria, de la estilística. Por eso,
más que de un resurgir de la retórica, habría que hablar de un re
surgir de la elocutio retórica; de una confluencia de intereses entre
la formalización a que había llegado la retórica en su estudio de la
elocutio y la formalización de la estilística.
Desarrollo de sus posturas, con atención a los aspectos teóricos
y, especialmente, a los prácticos de la lectura de la poesía, puede
encontrarse en Groupe p, 1977.
VIII. «COMMUNICATIONS», 16
197
gaciones neorretóricas. En este grupo se inserta el estudio de Roland
Barthes sobre la antigua retórica de que ya hablamos. Un artículo de
Pierre Kuentz («La 'retórica' o la puesta al margen») se interroga so
bre la significación ideológica de la utilización de la noción de «des
viación» en la retórica, y otro de Gérard Genette («La retórica restrin
gida») en que se critica la tendencia a reducir todas ¡as figuras (y
toda la retórica) a la metáfora y la metonimia, y declara ¡a necesidad
de una «nueva retórica», que sería una semiótica de todos los dis
cursos. (Notemos el parentesco de esta idea con la concepción que
Barthes tiene de la retórica como teoría de los connotadores, es de
cir, de las relaciones formales entre los significantes de una semió
tica connotativa.)
En resumen, podemos decir que no se ha dado un resurgir de la
retórica en su forma clásica —es verdad que la retórica en sus últi
mos tiempos era sólo un tratado de tropos y figuras, es decir, se
reducía a la elocutio—, sino que en lo que se llama «nueva retórica»,
dentro de la crítica literaria, cabría diferenciar tres concepciones di
ferentes: 1) la retórica sería una teoría del discurso (Barthes, Genet
te); 2) la retórica sería un estudio de tropos y figuras, que serviría
de instrumental auxiliar en el estudio del lenguaje literario; 3) la re
tórica sería una nueva forma de la estilística de la desviación (Grou-
pe p). Sólo la primera orientación, creemos, supone una auténtica
renovación y comprensión del espíritu de la retórica antigua.
Los límites del resurgir del interés por la retórica están perfecta
mente marcados por las siguientes palabras de Claude Brémond, en
la introducción al número de Communications que estamos comen
tando: «La renovación de los estudios retóricos se concentra por el
instante sobre un sector privilegiado del antiguo ars persuadendi: la
teoría de las figuras. Los artículos que publicamos aquí atestiguan la
importancia del esfuerzo en curso para redefinir, resituar, reclasificar
las figuras reseñadas en otra edad bajo nombres de los que sólo
algunos nos siguen siendo familiares. De las cuatro o cinco partes
de la retórica tradicional, sólo la elocutio se beneficia de una verda
dera renovación. Es muy pronto para prever si la inventio, la dispo-
sitio, la actio, la memoria han salido para siempre de nuestro hori
zonte intelectual, o si, con la ayuda de algún rodeo, no hacen más
que esperar su turno de entrada».
EX. CO¡\¡eiUS!ÓN
198
de la retórica —general o particular—, La vocación de ciencia general
de los discursos que tuvo la retórica en gran parte de su historia
confluye con la vocación de generalidad que tiene otra disciplina tí
pica del siglo XX: la semiótica. La irrupción de la semiótica en !a
teoría literaria, con la consiguiente llamada de atención sobre aspec
tos extratextuales (especialmente en la parte que presta atención al
receptor: la pragmática), se une al agotamiento de los modelos lin
güísticos exclusivamente textuales, y a una especial atención al fe
nómeno de la lectura. Todos estos son factores que favorecen la
recuperación de las otras partes de la retórica.
De manera clarividente, en un trabajo de 1984, el profesor García
Berrio ha pasado revista a todos estos problemas, y ha propuesto
un programa de integración de la retórica tradicional, y las modernas
disciplinas del discurso, en una retórica general literaria de base lin
güística.
La vitalidad de la retórica es tal que corre el peligro de que la
neorretórica se convierta en un cajón de sastre donde cabe todo, lo
mismo que hace unos años todo era estructuralismo. Este peligro ha
sido señalado por el profesor Pozuelo Yvancos (1988: 181), pero no
deja de ser un índice de pujanza. Pujanza que queda demostrada en
la reflexión que sobre la nueva disciplina, su historia en los últimos
años, causas del interés por ella, y perspectivas en la teoría literaria,
ha llevado a cabo el citado profesor, quien concluye: «En sólo die
ciséis años se ha producido una verdadera revolución teórica y se
han abierto vías de la investigación que habrán de situar a la Retó
rica —vieja auxiliar de la Filología— en la vanguardia de los estudios
semiótico-literarios de los próximos años» (1988: 211).
Indice de lo imprescindible que resulta hoy, al teórico de la lite
ratura, un conocimiento de la retórica, es que la Asociación Española
de Semiótica dedique su III Simposio Internacional (UNED, Madrid,
5-7 diciembre 1988) al tema de «retórica y lenguajes».
BIBLIOGRAFÍA
199
1974. (Las citas corresponden al texto de esta edición.) Otras tra
ducciones de la Poética de Aristóteles: Ed. de Juan David García
Bacca, Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1982 (4.a edic.);
Edic. bilingüe de Aníbal González, Madrid, Taurus, 1987; Trad. de
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204
UNIDAD DIDÁCTICA III
Resumen esquemático
207
c) La teoría literaria de San Isidoro de Sevilla.
1. Teoría de la fábula.
2. Teoría del estilo.
3. Cristianización de la teoría literaria.
208
I. LA ENSEÑANZA LITERARIA AL FINAL DEL IMPERIO
a) La gramática
209
sino también la métrica y el lenguaje figurado. Por ejemplo, Mario
Victorino y Diomedes estudian juntas la gramática y la métrica. Pero
la gramática puede hacerse equivalente a arte literario general, se
gún la concepción de Mario Victorino: «ars grammatica, quae a no-
bis litteratura dicitur, scientia est eorum quae a poetis, historiéis ora-
tibusque dicuntur».Y Maximino Victorino: «grammatica quid est?
scientia interpretandi poetas atque historíeos et recte scribendi lo-
quendique ratio». Y esto nos sirve para enlazar con la explicación de
textos.
b) La explicación de autores
210
c) La c o m p o s ic ió n lite ra ria
a) Los apologetas
Durante los cuatro primeros siglos del cristianismo, hay dos eta
pas claramente diferenciadas. Una primera, en que la nueva religión
es perseguida; y otra, en que el cristianismo es reconocido como
religión oficial. En la primera etapa (siglos I a III), los cristianos son
objeto de burla por parte de los cultos rétores, entre otros, que se
mofan de su rudeza expresiva y de la inferioridad literaria de sus
textos. Lógicamente, los creyentes empiezan, ya en el siglo II, a de
fenderse y a atacar, a su vez, los principios de la cultura literaria. Es
la época de los apologetas de los siglos II y III (Atenágoras, Minucio
211
Félix, San Clemente de Alejandría, Tertuliano, Taciano, Orígenes, Ar-
nobio). Sin entrar en detalles, dos temas servirán de apoyo a estos
autores en su argumentación. En primer lugar, el desprecio de la
forma adornada en cuanto productora de engaño. Es decir, contra la
acusación de desaliño formal, los cristianos dicen que la verdad (el
fondo) no necesita de adornos, que sólo sirven para ocultarla, y por
esto pueden considerarse como inmorales. Recordemos el entronque
que la desvalorización de la forma agradable tiene con las teorías
platónicas. Esto supone también una radicalización en la separación
fondo/forma. En segundo lugar, si a la tesis anterior se objeta que
también hay elementos de verdad en los autores paganos, los cris
tianos reconocerán que pueden encontrarse en tales autores «semi
llas» de verdad, pero que tal existencia se explica por la anterioridad
cronológica de los escritos bíblicos, de donde los autores paganos
sacarían sus formas literarias y, lógicamente, también algunas «se
millas» de verdad. Es ésta una postura sostenida ya anteriormente
por los autores judíos helenizantes, que relacionan la filosofía griega
y la doctrina bíblica (Aristóbulo, s. II a.C.; Filón, s. I a.C.-l d.C.).
b) La interpretación alegórica
212
c) La retórica cristiana de San Agustín
213
La c o n s o la c ió n d e la filo s o fía intenta la síntesis de estoicismo y re
signación cristiana.
a) Casiodoro
En África, las escuelas siguen vivas, según cabe deducir del he
cho de que Prisciano (fines s. V-principios s. VI), que será catedrático
de latín en Constantinopla, sea africano. Por lo que se refiere a Es
paña, hacia finales del siglo VI la cultura se encuentra totalmente
establecida. Es la época de San Isidoro y su hermano San Leandro,
de San Ildefonso de Toledo, de San Braulio y de Tajón de Zaragoza.
Se fundan escuelas episcopales dedicadas a la formación cristiana, y
se fomenta la formación de escuelas rurales a cargo de los sacer
dotes. Hay que destacar la importancia de las bibliotecas de Sevilla
y de Toledo, donde se encuentran autores clásicos, como demuestra
el material utilizado por San Isidoro para sus E tim o lo g ía s . Otro per
sonaje que hay que mencionar es San Julián de Toledo (642-690),
214
cuya Ars Grammatica tendrá un gran éxito entre los anglosajones
(Aldhelmo, Beda el Venerable, Alcunio) y entre los carolingios. Apar
te de citar a numerosos autores, San Julián utiliza en sus obras doc
trinas de Donato y Maximino Victorino, entre otros.
En la Galia, aunque en el siglo VI es posible aún conocer los
programas de gramáticos profesionales, en el s. Vil ya se ha perdido
todo resto de ideal clásico. En las Islas Británicas tiene importancia
para la teoría literaria la obra de Aldhelmo (s. Vil).
1. Teoría de la fábula
215
versos, no es poeta, ya que narra hechos reales. Frente a la historia
está la fábula, que cuenta hechos posibles (argumento) o imposibles
(fábula, en sentido fuerte). Dice San Isidoro: «Inter historiam et ar-
gumentum et fabulam interest. Nam historiae sunt res verae quae
factae sunt. Argumenta sunt quae, eísi facía non sunt, fieri tamen
possunt. Fabulae vero sunt quae nec facía sunt, nec fieri possunt,
quia contra naturam sunt» (Lib. I, cap. XLIV). Y en cuanto a Lucano:
«Unde et Lucanus ideo in numero poetarum non ponitur, quia vide-
tur historiam composuisse, non poema» (Lib. VIII, cap. Vil). Este pro
blema enlaza con la cuestión de la verosimilitud y las formas de
imitación verbal. En la más pura tradición clásica, San Isidoro sitúa
el arte dentro del campo de lo verosímil y opinable: «Quando aliquid
verisimile atque opinabile tractatur nomen artis habebit». Y por lo
que se refiere a la imitación verbal, diferencia las tres clases ya dis
tinguidas por Platón: cuando sólo habla el poeta (narrativa), cuando
nunca habla el poeta (dramática), cuando hablan tanto el poeta como
los personajes (mixto, épica).'
216
enorme, por el éxito de las Etimologías en la Edad Media. Curtios
valora así las teorías de San Isidoro: «La 'poética' de San Isidoro
incorporó al sistema de conocimientos de la Iglesia occidental el pa
trimonio científico de la tardía Antigüedad pagana» (1948: 643).
217
Por lo que se refiere a la teoría literaria, interesan, sobre todo:
Alcuino y sus tratados de métrica y de retórica; Rabano Mauro, vul-
garizador de la Doctrina Christiana de San Agustín, y el anónimo
compilador de unos comentarios a la Poética de Horacio.
218
te, es útil (poesía ética) y se relaciona con la verdad; por la otra, es
agradable (fábulas y comedias) y se relaciona con la probabilidad.
Volviendo al aspecto creativo, fíctivo, de la poesía («ars fingen-
di»), la fábula y el argumento deben estar presididos por el principio
de la verosimilitud. El poeta representa la realidad, aunque la verdad
física y moral no se presenten inmediatamente, sino a través dei
lenguaje figurado. Por lo que se refiere a la composición («ars com-
ponendi»), la unidad y conexión de los miembros deben estar pre
sentes siempre.
Dentro del campo de la elocución literaria, es interesante el valor
sociológico que por primera vez se da a cada uno de los tres estilos
clásicos en los Scholia in Horatium. Así, el estilo humilde se relacio
na con las cosas humildes, el medio con las cosas que poseen ricos
y pobres, el sublime con los bienes y cualidades propios de los po
derosos. Se puede pensar ya en un primer esbozo de la rueda de
Virgilio. En todo caso, la expresión debe estar regida por el equili
brio. Edgar de Bruyne ve el resumen de la estética en el deber que
tiene el poeta de escribir «recte, bene, pulchre. Recte quantum ad
colores, bene quantum ad sententiam, pulchre quantum ad ornatum
verborum». La primera cualidad (recte) se refiere a la adaptación a
las propiedades del objeto tratado; la segunda (bene), a la verdad
del contenido físico o ético; la tercera (pulchre), a la expresión bella,
evitando tanto palabras demasiado ordinarias como expresiones
muy oscuras por su grado de figuración o su concisión.
Con esto damos por resumidos los principales puntos de la teoría
literaria carolingia. No resulta difícil advertir su entroncamiento con
toda la teoría anterior, tanto clásica como cristiana. El gran valor del
renacimiento carolingio no se cifra sólo en este alineamiento con la
cultura anterior, sino en habernos transmitido también numerosos
textos clásicos, que se copiaron y guardaron en sus bibliotecas y
monasterios. Sin embargo, no llegarán al espíritu de los clásicos con
la misma actitud de los humanistas del siglo XV, pues en el siglo IX
es muy patente la unión del espíritu cristiano al clásico.
219
gradas a las traducciones que se hacen en España y en Italia meri
dional, Aristóteles será conocido y ejercerá un enorme influjo en la
cultura de la época. El centro de la cultura occidental está en Francia,
donde Chartres será el foco de los estudios humanísticos durante el
siglo XII. En el siglo XIII, París consigue la hegemonía, y prefiere la
dialéctica a la gramática y retórica.
a) La gramática
220
cuadro único de la repartición de los estudios, como ejemplo equili
brado puede darse el de Rodolfo de Longchamp (hacia 1216), que
tomamos de Edgar de Bruyne:
1. Philosophia o sapienda.
A) Theoretica: teología, geometría (quadrivium), ciencia natural
(physica).
B) Practica: ética, política (con derecho), economía.
2. Eioquenda.
Gramática, retórica, lógica.
3. Poética.
Historia, letras arguméntales, fábulas.
4. Mechanica.
De las que hay infinitas clases.
c) El «ars dictandi»
221
acuerdo con las reglas retóricas. Se refiere lo mismo a la prosa que
al verso, pues ¡os dictamina pueden ser métricos (cuantitativos, a la
manera clásica), rítmicos (silábicos) y prosísticos, añadiéndose des
pués la prosa rimada. Entre prosa y poesía no hay límites.
Siguiendo el ejemplo de las artes dictaminis, surgen después
otras artes especializadas, como las artes notariae o las artes ser-
mocinandi o praedicandi.
d) La retórica
e) La poética
222
versificatoria es un poco anterior a 1175; Geoffroi de Vinseuf, que
escribe una Poetria nova alrededor del año 1210; Gervais de Melkley,
cuya Ars versificatoria pertenece al primer tercio del siglo XIII; Ev-
rard l'Allemand, que escribe un Laborintus también en el siglo XIII;
Jean de Garlande, inglés afincado en París, y que escribió una Poe
tria. Opúsculos de menor importancia son los pertenecientes a Ek-
kerhard IV ( t i 060), De lege dictamen ornandi, y a Marbode, De apto
genere dicendi (s. XII). No vamos a detallar diversas composiciones
menores relativas a las figuras retóricas, y que tienen interés para la
teoría literaria. Algunas pertenecen a autores ya citados, como Mar-
bode, Geoffroi de Vinseuf o Jean de Garlande.
7. La disposición
2. La amplificación y la abreviación
223
3. El estilo
Relacionadas con la teoría del estilo están también las dos ma
neras de adornarlo: difícil y fácil. El adorno difícil se consigue por el
uso de los tropos; y el adorno fácil, mediante los «colores» de la
retórica (figuras de dicción y de pensamiento). No vamos a hacer ni
siquiera una relación de tropos y figuras mencionados por estos au
tores, que generalmente siguen en este punto a Donato y la Rheto-
rica ad Herennium.
Otros temas relacionados con la teoría del estilo son: necesidad
de que el estilo se adapte a la cualidad de las personas, y de obser
var las conveniencias propias de los distintos géneros (recordemos
a Cicerón y su teoría del «decorum»); defectos que hay que evitar;
224
papel del juicio, el oído y el uso en la elección conveniente; formas
de tratar originalmente un asunto antiguo; efectos que produce en
la poesía una cierta colocación de las palabras.
Las principales fuentes de la teoría literaria medieval son el De
inventione de Cicerón, la Rhetorica ad Herennium y el Ars Poética de
Horacio. También tienen gran importancia las observaciones, que se
convierten en reglas, propias de la actividad de explicación de textos,
que se lleva a cabo en las enseñanzas de gramática y retórica, a las
que antes nos hemos referido.
225
la retórica. Terminamos mencionando la traducción del De inventio-
ne ciceroniano hecha por don Alfonso de Cartagena.
Hay que decir, sin embargo, que la teoría medieval en Castilla
dista mucho de ser conocida completamente. Charles Faulhaber ha
estudiado los fondos bibliográficos medievales como primer paso
para el conocimiento de las teorías retóricas vigentes hasta el siglo
XV. De este estudio se deduce que la teoría literaria en la Edad Me
dia castellana respondería a las siguientes líneas maestras: «En pri
mer lugar, podemos desechar las artes poetriae como influencia im
portante en Castilla durante la Edad Media. En cambio, para el siglo
XIII debemos investigar, sobre todo, la preponderancia de la Rheto-
rica ad C. Herennium y el De inventione. También sobresale, en la
segunda mitad del siglo, el ars dictandi, el cual parece dominar du
rante el sigio XIV; pero debe investigarse la posibilidad de que Aris
tóteles haya influido en las obras escritas a finales del XIII y princi
pios del XIV. La literatura del siglo XV será, según este esquema, de
signo exclusivamente ciceroniano» (1973: 159).
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227
s..„ - -"i
Tema 12
Resumen esquemático
I. Introducción
229
I. INTRODUCCIÓN
231
ben en lengua vulgar desde fines del siglo XVI, y esto puede contri
buir a hacer creer que no ha existido un pensamiento teórico sobre
la literatura antes de esta fecha, sobre todo cuando leemos que «la
aparición de una poética renacentista en lengua vulgar presenta en
España un carácter tardío» (1953: 567). Para no caer en error, hay
que destacar que Vilanova se refiere solamente a la poética en len
gua vulgar.
Antonio García Berrio matiza más la amplitud de la producción
teórica en el campo de la literatura. Aunque no hay ningún tratado
sistemático anterior a 1580, es posible encontrar el estudio de algu
nas cuestiones en tratados de retórica: «Por consiguiente, sólo en la
tradición de tratados retóricos, iniciada en 1515 con el escasamente
valioso de Nebrija, y en la de comentarios horacianos con el español
Sánchez de las Brozas, podemos rastraer datos anteriores a 1580, si
no siempre estrictamente orientables directamente a la poesía, sí al
menos hacia la literatura ampliamente entendida con el anejo de la
preocupación estilístico-compositiva asumida a través de la Retórica»
(1975: 29). Los datos aportados por el profesor García Berrio (espe
cialmente en 1980: 13-243; 1988: 15-42) nos permiten hacernos una
idea más completa, rica y matizada, del panorama de la teoría lite
raria de la época.
Se opone con fuerza a la idea de una supuesta pobreza de la
teoría literaria del siglo XVI Karl Kohut, para quien «la afirmación de
que antes de fines del siglo XVI en España y Portugal no hubo prác
ticamente ninguna teoría literaria no es más que un simple prejui
cio». Y señala como factor más importante de este prejuicio «la exis
tencia de una idea demasiado restringida de teoría literaria, que
equipara con excesiva presteza teoría literaria y poética, excluyendo
así retórica e historiografía, así como también el complejo literatura
y sociedad» (1973: 14).
232
eos; prólogos, aprobaciones, elogios; discusiones ocasionales de
problemas teóricos en obras de todo tipo. Junto a la sistematización
de teorías contenidas en los apartados anteriores, hay que tener en
cuenta la difusión y conocimiento (influencia, traducciones) del pen
samiento clásico y de la rica producción italiana de este período en
el campo de la teoría literaria. Pasamos a hacer una reseña de cada
uno de estos apartados.
c) Retóricas
233
en su aspecto técnico, en ei siglo XVI. El decaer de la riqueza doc
trinal de la retórica en el siglo XVII coincide con el tratamiento de
los problemas literarios en obras específicamente dedicadas a la li
teratura. Para el período anterior a 1580, García Berrio destaca al
gunas partes de las siguientes obras retóricas: de Luis Vives, el De
ratione dicendi (1533); de Antonio Llull, el De oratione (entre 1554 y
1558); del Brócense, el De arte dicendi (1558). El mismo García Be
rrio señala que «en la expresión retórica como en la poética desta
caba el genial Vives la importancia inabdicable del elemento formal
incluso sobre las prestaciones al lector derivadas del contenido». A
propósito de Antonio Llull, observa «la notable capacidad para la
síntesis aristotélica especiosa en época positivamente temprana des
de la difusión de ¡as doctrinas de la Poética en Italia». Y en cuanto
a la aportación del Brócense, consiste ésta en una «lúcida organiza
ción de la doctrina poética horaciana» (1975: 30).
234
primera edición en griego de la Poética de Aristóteles es la de 1508
en Venecia, en un volumen colectivo que lleva por título Rhetores
Graeci. La primera traducción latina renacentista de la Poética se
debe a Giorgio Valla, en 1498, y la traducción latina hecha por Pazzi
se publica en Venecia en 1536. Italia conoce también el primer co
mentario de la Poética aristotélica: el de Robortello, publicado en
Florencia en 1548 con el título de Francisci Robortelli Utinensis in
librum Aristotelis De Arte Poética Explanationes. Otros comentarios
del siglo XVI en Italia son los de Maggi (1550), Vettori (1560), Cas-
telvetro (1570) y Piccolomini. La primera traducción de la poética
aristotélica que se hace a una lengua vulgar se debe a Bernardo
Segni (1549). Otras traducciones italianas del siglo XVI son las de
Castelvetro (1570) y Piccolomini (1572). Damos todos estos datos
para situar mejor la actividad española con respecto a la italiana, que
se coloca, sin duda, en la cabeza del movimiento renacentista. Apar
te de que estos datos son importantes para la explicación de la ac
tividad teórica desarrollada en poéticas originales del siglo XVI, de
las que trataremos en un apartado posterior.
Por lo que se refiere a España, la primera impresión de la Poética
de Aristóteles en traducción castellana se hace en Madrid en 1626.
La traducción es de Alonso Ordóñez das Seijas y Tobar. Otra traduc
ción del siglo XVII no llegó a imprimirse y se conserva sólo manus
crita. Se trata de la que hizo Vicente Mariner en 1630. El Cardenal
Cisneros tenía el proyecto de una edición completa y comentada de
Aristóteles en griego y español, pero este proyecto no se llevó a
cabo. Refiriéndose a la valoración de la Poética aristotélica en el si
glo XVI, escribe Karl Kohut: «Se puede afirmar como seguro que los
humanistas españoles de la primera mitad del siglo XVI ya la cono
cían, pero que, por lo visto, no le otorgaban gran importancia... Du
rante el siglo XVI, la incorporación de la Poética fue más débil que
en Italia, pero si la comparamos con Francia, España llevaba la de
lantera en este aspecto» (1973: 21).
En cuanto a Horacio, su Epístola ad Pisones es traducida en 1591
por Vicente Espinel, y por Luis Zapata en 1592. Las obras teóricas de
Cáscales y de Juan de Robles incluyen también la traducción de
grandes fragmentos de la Poética horaciana.
Existen también comentarios a las dos principales poéticas clási
cas, la de Aristóteles y la de Horacio, en el siglo XVI. De los comen
tarios a Aristóteles, sólo nos quedan las noticias de uno de Núñez,
hoy perdido, y de la actividad de Aquiles Estago en la elaboración
de un comentario a la poética aristotélica (Kohut, 1973: 18).
En cuanto a los comentarios de Horacio, el primero es el de Aqui
les Estago (In Q. Horatij Flacci poéticam comentarij, Amberes, 1553).
235
Siguen los comentarios en latín del Brócense (1558), de Pedro Veiga
(1578), de Tomás Correa (1587), de Falcó (1600), de Jorge Gómez de
Alamo (1639), y de Cáscales. En castellano, Villén de Biedma (1599)
comenta la Poética de Horacio. También hay noticias de comentarios
manuscritos por parte de Fructuoso de San Juan. Para la presencia
de la teoría horaciana, es fundamental García Berrio, 1977.
Todos los datos anteriores sobre comentarios y traducciones de
las poéticas clásicas tienen que completarse con el estudio, que de
jamos de lado, del trabajo desarrollado sobre autores clásicos que
tienen gran importancia en la teoría literaria, como, por ejemplo. Pla
tón, Cicerón o Quintiliano. Pero el conocimiento de los clásicos por
parte de los humanistas españoles sólo se puede calibrar si tenemos
en cuenta las relaciones de España e Italia en esta época. Aunque
no está suficientemente estudiada la utilización que los humanistas
españoles hicieron de todo el trabajo desarrollado en Italia, un ejem
plo de la influencia italiana en el campo de la poética puede ser la
cita de poéticas italianas que hace Palmyreno en su Retórica (1566-
67): Minturno, Pigna, Robortello, Lambrino, Escalígero y Feliciano.
Junto al trabajo desarrollado por los humanistas sobre textos clá
sicos directamente emparentados con la teoría literaria, interesa tam
bién el estudio de los comentarios a otras obras, como el de Herrera
o el Brócense a la obra de Garcilaso; o el de Estago a Catulo; el de
Fernández de Villegas a Dante, y el de Núñez a Mena.
236
ejemplo, el capítulo 48 de la primera parte del Quijote, donde se
habla de la comedia; o los múltiples lugares de la obra de Lope en
que hay referencias a preceptiva dramática, que han sido estudiados
por Luis C. Pérez y F. Sánchez Escribano (1961). Se trataría de sis
tematizar la teoría latente en los numerosos sitios en que se practica
la crítica literaria.
Una ¡dea de la diversidad de estos lugares nos la dan las palabras
de José Manuel Blecua: «...la crítica literaria en la Edad de Oro se
ofrece desde ángulos bastante diversos e imprevistos, como ocurre
en otras literaturas. Desde prólogos (de La Celestina a los de algunas
comedias de Lope, pasando por fray Luis de León), a las propias
obras literarias (el caso del Quijote es el más eximio de la historia),
poemas breves o extensos (sonetos, como la Receta para hacer So
ledades, de Quevedo, o La Filomena, de Lope); sátiras más o menos
crueles, como la Perinola; sermones, alusiones literarias de Diputa
dos en Cortes, memoriales al rey, como los que pedían las supresio
nes de las comedias, terminando por las retóricas y poéticas, sin
olvidar los vejámenes, las parodias literarias de las nuevas maneras
o los ensayos en forma de cartas, como los de Lope, por ejemplo»
(1967: 39). Como vemos, se impone una enorme labor de lectura y
recopilación de datos. También es verdad que, por lo que se refiere
a la crítica literaria subyacente en esta práctica crítica, la variedad
será menor de lo que cabría esperar, y los principios podrían redu
cirse a los de la poética clásica renacentista, cuyos autores reseña
mos en el apartado siguiente.
237
que frecuentemente son tratados de métrica (Sánchez de Lima, Ren-
gifo). El humanismo remodela el tr iv iu m tradicional (gramática, re
tórica y dialéctica) con la incorporación de ia poesía y la historiogra
fía, formando el conjunto que se llamó le tra s h u m a n a s (s tu d ia h u -
m a n ita tis ). Ahora bien, en el humanismo español sigue
predominando la idea de que poesía e historiografía están subordi
nadas a ia retórica (por ejemplo, en Vives) hasta fines de! siglo XV!.
En Italia, la independización de ia poética se produce con Vida en
1527, mientras que en España esto no se da hasta fines del XVI, Esto
explicaría ia abundancia de retóricas antes de 1580, con la consi
guiente escasez de poéticas en sentido estricto, y el predominio de
poéticas sobre retóricas de alguna importancia a partir de esta fecha
(Kohut, 1973: 31-33). La situación objetiva de nuestras disponibilida
des de documentos para el estudio de la literatura se explica, pues,
por la concepción teórica de la literatura. De ahí la necesidad de
acudir a la retórica para el estudio de la teoría literaria en la mayor
parte del siglo XVI.
Ya hemos dicho que la independización de la poética data de fe
cha muy anterior en Italia (Vida, 1527). Recordemos ios principales
tra ta d is ta s de p o é tic a y la fecha de su obra en el siglo XVI italiano:
Vida (1527), Daniello (1536), Muzio (1551), Varchi (1553), Cintio
(1554), Fracastoro (1555), Minturno (1559), Partenio (1560), Julio Cé
sar Escalígero (1561), Viperano (1579), Patrizzi (1586), Tasso (1587),
Denores (1588), Buonamici (1597) y Summo (1600). Todos estos son
nombres que aparecerán frecuentemente en los tratadistas españo
les.
Comparada con la lista de tratadistas italianos, la de ios españo
les —si totamos p o é tic a en el sentido de tratado más o menos com
pleto del sistema literario—, se reduciría, para los siglos XVI y XVII,
a los siguientes nombres: Alonso López Pinciano, Luis Alfonso de
Carvallo y Cáscales. Resúmenes menos importantes se encuentran
en: Juan de la Cueva, Soto de Rojas o Suárez de Figueroa. Las obras
del Brócense, Herrera, Carrillo y Sotomayor, González de Salas, Lope
de Vega, Jiménez Patón, Juan de Robles y Gracián no pueden ser
clasificadas como tratados generales de teoría literaria, pues es evi
dente en ellas: la preocupación por un género literario particular
(Lope de Vega, por ejemplo), la preocupación estilística (Gracián, por
ejemplo), o el carácter circunstancial de intervención en una polé
mica del momento (Carrillo y Sotomayor, por ejemplo). Esto no quie
re decir que se niegue el supuesto de la existencia de teorías gene
rales implícitas en el tratamiento del problema más concreto al que
se dirigen. Estas observaciones quizá se entiendan mejor después de
la breve presentación que haremos de cada una de las obras. Deja
238
mos aparte las obras de Sánchez de Lima (1580) y de Juan Díaz
Rengifo (seudónimo de Diego García Rengifo: 1952), por responder
más a la concepción de ia poética como simple métrica, si bien es
cierto que alguna que otra observación de interés literario general
puede encontrarse allí.
239
—y no meramente parafrástico— de su contenido, con especial aten
ción a las fuentes italianas, trabajo que «quizá redujera notablemente
el crédito a su originalidad».
Nos parece justa la valoración de la obra del Pinciano en las si
guientes palabras de García Berrio: «...el cuerpo de la Philosophía
debe considerarse más bien, a nuestro juicio, como una sólida acli
matación en la Poética española de una serie de tendencias muy
bien definidas y aceptadas ya hasta el aburrimiento en la teoría eu
ropea de base aristotélica. Pese a lo cual no deja de ser cierto que
en España no había encontrado aún dicha teoría el fundamento só
lido de un tratado riguroso; y todo ello se adquirió ciertamente en
las páginas del médico Pinciano, nuestro indiscutible primer teoriza-
dor poético del Siglo de Oro» (1975: 34).
Abundando en esta misma valoración, oigamos las palabras de
Sanford Shepard: «La originalidad de Pinciano consiste en haber
reunido muchos elementos relativos a la teoría aristotélica formando
con ellos una unidad aceptable a la mentalidad renacentista, aun
cuando tuviera que modificar los conceptos originales. La finalidad
de Pinciano no es, por tanto, creadora, sino más bien organizadora.
La materia existía ya antes de Pinciano, pero con relación al mundo
antiguo. Pinciano encuadra la teoría aristotélica en el marco del pen
samiento renacentista» (1970: 27). Pero es que una autovaloración
de Pinciano, en el mismo sentido que las dos citadas, la encontra
mos en las siguientes palabras de don Gabriel, en su respuesta a la
epístola tercera: «Alabo mucho a essos vuestros amigos, no que
sean los primeros fundadores desta doctrina, mas que sean los pri
meros que a su patria la traen, y juntamente con ella otras, ni en su
patria ni en la estrangera tocadas» (1596, I: 231).
240
a cada uno de los temas. Los diálogos se subdividen en párrafos, al
final de cada uno de los cuales se resume la doctrina en una octava,
constituyendo el conjunto de octavas una poética en verso de escasa
calidad.
Si en el Pinciano es dominante la visión aristotélica de la litera
tura, en Carvallo la balanza se inclina a favor de Platón. Vilanova
(1953: 615-616) compara a ambos autores y dice: «Es evidente que
su talla de preceptista no alcanza ni con mucho la importancia ex
cepcional del Pinciano, de quien paradójicamente proceden sus me
jores ideas, y que su obra está muy lejos de ofrecer un conjunto de
doctrinas tan denso y profundo como el de la Filosofía Antigua Poé
tica». Con todo, le asigna las cualidades de: independencia frente «al
despotismo intelectual de las doctrinas aristotélicas», y originalidad
«en la fusión del concepto aristotélico de la mimesis con la teoría
platónica de la enajenación».
Cierto cambio de perspectiva en la obra de Carvallo, que le da un
valor más moderno, sobre todo en relación con la creación literaria
de su época, es señalado por Antonio García Berrio: «La tantas veces
repetida componente platónica a que se da entrada en esta obra, así
como sobre todo el aporte doctrinal horaciano, a nuestro juicio mu
cho más efectivo, hacen del Cisne de Apolo un digno y raro preludio
teórico de la naciente conciencia formal-hedonista del arte desde la
que se comienza a vislumbrar, con el Manierismo, la fisonomía de
una nueva poética, la barroca, que suponía sobre todo una decisiva
alteración de los presupuestos generales teórico-estéticos sobre los
cuaies se establecía el sistema general literario» (1975: 34).
3. Cáscales
241
Tratado sistemático de teoría literaria, al tiempo que tercera y úl
tima poética importante del siglo de oro español, son sus Tablas
Poéticas, cuya redacción se termina en el año 1604, pero que no se
publican hasta 1617. La obra se estructura en diez diálogos entre
Piero y Castalio, divididos en dos grupos: las cinco primeras tablas
tratan de la poesía «¡n genere»; y las cinco últimas, de la poesía «in
specie». En el primer grupo se trata de la naturaleza de la poesía, de
la fábula, de las costumbres, de la sentencia y de la dicción. En el
segundo grupo se abordan las cuestiones relacionadas con los gé
neros literarios: epopeya, épicas menores (égloga, elegía y sátira),
tragedia, comedia y lírica.
Cáscales es el único tratadista que cuenta, desde 1975, con un
trabajo extenso sobre sus fuentes, doctrina y significado. Me refiero
al estudio de Antonio García Berrio, que ha aparecido en una versión
puesta al día, Introducción a la poética clasicista, y que sigo en este
momento. La obra del murciano constituye la más completa recopi
lación de tópicos aristotélicos y horacianos referidos a la teoría lite
raria. Su originalidad es nula y «las Tablas se presentan como un
centón de textos bastante mal conectados, ajustados en un esquema
poético aristotélico de ninguna novedad; y sobre todo inverosímil
mente anacrónico» (1988: 15). En cuanto a sus fuentes, «las Tablas
poéticas son en la inmensa mayoría de su extensión, y positivamen
te en todas las doctrinas que en ellas se suelen ponderar como fun
damentales, un plagio literal de tres de los más difundidos tratados
italianos de la Poética: el Comentarlo de Robortello a la Poética de
Aristóteles; la redacción italiana L'arte poética de Sebastiano Mintur-
no...; y los Discorsi dell'arte poética de Torquato Tasso...» (1988: 17).
Cáscales conoce y utiliza la obra del Pinciano. En la tabla sobre la
dicción plagia algunos fragmentos del epítome de Retórica del Bró
cense. Estimado por Lope de Vega, conoce Cáscales la máxima di
fusión de su doctrina en el siglo XVIII (su obra se reedita en 1779).
242
géneros literarios, sobre todo al teatro, y a problemas estilísticos. En
los versos 541 a 559 de la epístola segunda encontramos una rela
ción de tratadistas que nos puede orientar sobre las bases teóricas
de Juan de la Cueva. Allí se cita a; Horacio, Escalígero, Cintio, B¡-
perano (sic), Vida, Pontano, Minturno y Aristóteles. Notemos la au
sencia de todo nombre español. Menéndez Pelayo considera la obra
de Juan de la Cueva como la primera imitación española de la Poé
tica de Horacio, tanto por su forma como por su espíritu.
En la curiosa obra de Cristóbal Suárez de Figueroa, El pasajero
(1617), encontramos un breve resumen de poética clásica, junto al
tratamiento más amplio de problemas relacionados con el teatro.
Este resumen tiene interés por cuanto puede suponer el armazón
teórico de su proyectada poética: «Así, pues, me infundís ánimo,
pienso dar en breve a la imprenta una Poética Española, que, por lo
menos, saldrá con buenos deseos de acertar» (1617: 52-93). En el
resumen se habla de la poesía como imitación, y de sus tres espe
cies (épica, escénica y mélica) muy brevemente (1617: 49-51).
El Discurso sobre ¡a Poética de Pedro Soto de Rojas, editado por
primera vez en 1623, es cursioso por constituir un intento de explicar
filosóficamente los principios de ¡a poesía. Nos habla allí de la forma
sustancial (imitación), y de la causa material (locución); de la causa
eficiente (don divino), y de la causa final (deleitar y enseñar). Como
vemos, se trata de los mismos principios clásicos presentados de
forma escolástica.
Bajo este epígrafe reunimos una serie de obras que, aunque pre
suponen muchos de los principios generales de poética, no se pre
sentan como tratados sistemáticos de teoría literaria. Haremos una
presentación cronológica de algunos de estos trabajos. Y aunque en
el tratamiento de aspectos particulares habría que incluir infinidad
de pasajes de las más variadas obras, nos vamos a limitar a aquellas
cuyo fin primordial está especialmente relacionado con la teoría o la
crítica literaria.
Entre los comentarios a la obra de Garcilaso, hay que citar, en
primer lugar, al Broncense con sus Anotaciones de 1576, reeditadas
en 1581. Tiene interés por la doctrina defendida a propósito de la
licitud o ilicitud de imitar a los autores clásicos. Vilanova lo llama
«primer teorizador de la doctrina de la erudición poética y ferviente
partidario de la teoría de la imitación» (1953: 573). Señala también
243
su concordancia con la doctrina de Julio César Escalígero en este
punto.
Más interés tienen las A n o ta c io n e s de Fernando de Herrera a la
obra de Garcilaso (Sevilla, 1580), cuya aparición califica Vilanova de
«el máximo acontecimiento en el campo de la estética literaria del
siglo XVI, con anterioridad a la publicación de la F ilo s o fía A n tig u a
P o é tica del Pinciano» (1953: 574). La obra, orientada a la poesía líri
ca, no constituye un arte poética completa. Otra nota que conviene
destacar es el carácter asistemático, impuesto por la misma índole
del trabajo. Este trabajo de Herrera enlaza con una tradición de au
tores italianos que ya habían desarrollado estudios del mismo tipo.
La primera obra enraizada en problemas contemporáneos, referi
dos al teatro, es el A rte n u e v o de h a c e r c o m e d ia s de Lope de Vega,
publicado por primera vez, con las R im as, el año 1609. El fondo teó
rico que Lope desarrolla en los 389 versos endecasílabos está dentro
de los principios del aristotelismo, y parece querer justificar sus in
novaciones mostrando que no desconoce la teoría dramática de cor
te clasicista, tal y como la expone el primer comentador de Aristó
teles, Robortello.
Referida a problemas de la lírica está la obra de Carrillo y Soto-
mayor, L ib ro de la e ru d ic ió n p o é tic a (Madrid, 1611). Aunque allí se
pueden encontrar principios generales relativos al arte literario, la
intención del libro se centra en una defensa de la erudición (oscuri
dad) poética. Vilanova dice que «es más bien un discurso polémico
y un manifiesto de escuela que un arte poética elaborada con ver
dadero rigor preceptivo» (1953: 643).
El manual técnico de retórica consagrado a los escritores espa
ñoles lo encontramos en la obra de Bartolomé Jiménez Patón, E lo
c u e n cia E sp a ñ o la en A rte (Toledo, 1604). Esta obra vuelve a ser pu
blicada con ampliaciones en el gran trabajo de Patón, M e rc u riu s T ri-
m e g ís tu s (Baeza, 1621). Vilanova considera a Patón como «el gran
teorizador retórico de los poetas españoles del barroco» (1953: 663).
Su doctrina está tomada de la larga tradición retórica clásica, pero
va ilustrada con ejemplos de escritores españoles.
El D is c u rs o p o é tic o , de Juan de Jáuregui (Madrid, 1624), está en
el mismo campo de problemas que la obra de Carrillo y Sotomayor.
Pero su actitud es bien diferente, como se advierte ya en el subtítulo
de la obra: «Advierte el desorden i engaños de algunos escritos. Las
causas del desorden y su definición». En los se is c a p ítu lo s de la obra
trata: las causas del desorden y su definición; los engañosos medios
con que se yerra; la molesta frecuencia de las novedades; los daños
que resultan y por qué modos; el vicio de la desigualdad y sus en
gaños; la oscuridad y sus distinciones. Con la obra de Jáuregui, la
244
teoría literaria se agranda por la parte de la estilística, pero la doc
trina estilística referida a problemas contemporáneos siempre está
avalada por la autoridad de la teoría clásica.
En la línea de la obra de Jiménez Patón, pero con mayor dosis
de doctrinas literarias, está la obra de Juan de Robles, El culto se
villano (1631). El desequilibrio de la obra, que es una conjunción de
retórica y tratado del estilo, se ve en el hecho de que, de los cinco
diálogos, dos están dedicados a problemas estilísticos (sobre la elo
cución y sobre el decoro estilístico), mientras que sólo en uno se
trata de la retórica (el segundo), siendo el primero una especie de
introducción («... de los nombres Crítico y Culto y sus calidades»), y
el quinto, un tratado de ortografía. Vilanova caracteriza la obra de
Juan de Robles como «el desarrollo de un verdadero programa edu
cativo destinado a formar un hombre de mundo elocuente y culto»
(1953: 667). La obra es interesante también por las referencias biblio
gráficas de obras filológicas del siglo de oro (retóricas, ortografías).
En cuanto a su situación respecto a tratadistas anteriores, dice Vila
nova que «en él confluyen las ¡deas renovadoras de Jiménez Patón
acerca de la necesidad de crear una verdadera retórica castellana, y
la tradición crítica de Fernando de Herrera heredada por la escuela
sevillana, fundidas en un interés exclusivo por la literatura en lengua
vulgar» (1953: 668).
Aunque centrada en problemas del teatro, la obra de González de
Salas es el comentario más amplio que en el siglo de oro se hizo a
la Poética de Aristóteles. Por eso trata de cuestiones que interesan a
una teoría general de la literatura. La Nueva idea de la tragedia, o
ilustración última al libro singular de Poética de Aristóteles (Madrid,
1633) sigue el plan de la obra aristotélica, ampliado con unos capí
tulos dedicados al aspecto material de la representación teatral clá
sica (música, instrumentos musicales, danza, actores, aparato teatral
y adorno del teatro). Tendremos ocasión de referirnos a algunas ob
servaciones de González de Salas que nos lo muestran preocupado
por los problemas literarios de su época, como puede ser la cuestión
de la oscuridad poética.
Algunos puntos de teoría literaria, relacionados sobre todo con
problemas del momento, son tratados por Cáscales en sus Cartas
Filológicas (1634). Así, cuando se muestra partidario de la claridad
poética en la carta, dirigida a Luis Tribaldos de Toledo, titulada «So
bre la obscuridad de "Polifemo" y "Soledades" de don Luis de Gón-
gora», o cuando trata de problemas del teatro en la carta titulada «Al
Apolo de España, Lope de Vega Carpió, en defensa de la comedia y
representación dellas».
Encontramos también doctrina literaria en dos epístolas de Bar
245
tolomé Leonardo de Argensoia (1562-1631): A Fernando de Soria y
A un caballero estudiante (publicadas en sus Rimas, Zaragoza, 1634).
Menéndez Pelayo dice que estas dos epístolas son lo que «en cas
tellano se parece más a la Poética de Boileau», y tiene a Bartolomé
Leonardo de Argensoia por «legislador severísimo de la escuela ara
gonesa». Sobre su punto de partida crítico, dice Sanford Shepard:
«En la teoría literaria de Argensoia los preceptos aristotélicos y ho
rádanos se funden con el principio de que el poeta no debe ser un
imitador servil de las reglas clásicas» (1970: 187).
Con Gracián y su Agudeza y arte de ingenio (1642 y 1648) tene
mos un auténtico tratado de estilística, un tratamiento independiente
de todo el problema de la expresión literaria. Que Gracián era cons
ciente del nuevo terreno donde sitúa sus teorías, lo vemos en las
siguientes palabras: «He destinado algunos de mis trabajos al juicio,
y poco ha al Arte de Prudencia: éste dedico al Ingenio, la agudeza
en arte, teórica flamante, que aunque se traslucen algunas de sus
sutilezas en la Retórica, aun no llegan a vislumbres; hijos güérfanos,
que por no conocer su verdadera madre, se prohijaban en la Elo
cuencia. Válese la agudeza de los tropos y figuras retóricas, como de
instrumentos para exprimir cultamente sus conceptos, pero condé
nense ellos a la raya de fundamentos materiales de la sutileza, y
cuando más, de adornos del pensamiento» (I: 45). Las palabras que
hemos subrayado nos parecen la primera manifestación consciente
de ruptura entre estilística y retórica, donde siempre se trataba del
estilo en el apartado sobre la elocución. El tratado del ingenio supera
a la retórica, según Gracián, aunque algunos de los fundamentos de
la sutileza (tropos y figuras) siempre se habían descrito en la retórica
«por no conocer su verdadera madre». Estamos de acuerdo con An
tonio García Berrio cuando dice: «Sólo en el Barroco y con su teo-
rizador Gracián, a mediados ya del siglo XVII, nuestro país adquiría
por vez primera la conciencia de autonomía artística necesaria para
establecer la reflexión relativamente independiente sobre las fibras
motoras más profundas del arte literario» (1975: 23). Incluso sor
prende la terminología de Gracián, que no desdice de un moderno
tratado de estilística en algunas ocasiones: «estilo claro, pero muy
tenso y elegante» (II: 250), por ejemplo. Para la teoría literaria de
Gracián, véase: Pelegrín, 1979; Pozuelo, 1980; García Berrio, 1980a;
Hernández, 1986.
Para terminar, sólo mencionamos la República literaria, de Diego
Saavedra Fajardo (1584-1648), obra compuesta en su juventud y cu
yos últimos retoques son posteriores a 1640, es publicada en 1655.
Allí se pueden encontrar juicios sobre los más diversos escritores
246
clásicos y españoles. Su estética está teñida claramente de platonis
mo.
Con esto terminamos la relación de los principales lugares donde
se puede estudiar la teoría literaria del siglo de oro. Que hay muchos
fragmentos de obras donde se puede encontrar doctrina de estética
literaria, ya lo hemos dicho, y queda demostrado, por ejemplo, en la
antología de preceptiva dramática que han hecho Federico Sánchez
Escribano y Alberto Porqueras Mayo con el título de Preceptiva dra
mática española dei Renacimiento y el Barroco. También en las an
tologías de prólogos de esta época, hechas por A. Porqueras Mayo,
se encontrará ocasionalmente el tratamiento de alguna cuestión de
teoría literaria.
Un esquema cronológico, provisional y muy simplificado, de la
teoría literaria española del siglo de oro podría abarcar los tres apar
tados siguientes: a) hasta 1580, la teoría literaria debe buscarse prin
cipalmente en retóricas y en material muy diverso todavía no siste
matizado; b) de 1580 a 1620 aproximadamente, época en que apa
recen las principales poéticas clasicistas españolas junto a trabajos
orientados a problemas particulares del momento (poesía y teatro
principalmente); c) a partir de 1620, sigue el tratamiento de proble
mas particulares, y se llega a la independización de la estilística en
Gracián.
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250
Tema 13
In s tru c c io n e s p a ra e l e s tu d io d e l te m a
Resumen esquemático
I. Introducción.
251
III. Traducciones de tratados clásicos y extranjeros de teoría litera
ria.
a) Traducciones de tratados clásicos grecolatinos.
b) Traducciones de Boileau.
c) La traducción de Hugo Blair.
d) La traducción de Batteux.
e) Reimprensión de tratados clásicos españoles.
252
I. INTRODUCCIÓN
253
(1973: 11-12). Y lo mismo Lázaro Carreter: «Había surgido la crítica
con el fin de debelar el error, adoptando el tono autoritario y severo
que representan la obra de Feijoo o el Diario de los literatos. La
crítica merece el respeto y la admiración de los hombres doctos...
Pero esta crítica es incomprensible para el hombre español. Si el
género aparece con fines distintos, en seguida adopta la virulencia
tradicional en nuestra historia literaria» (1949: 227-228). Dejando
aparte las circunstancias concretas que motivan esta actividad crítica,
es necesario para la teoría literaria sistematizar los principios, explí
citos o implícitos, en función de los que se valoran las obras criti
cadas.
Otro campo que habría que investigar es el de las obras relacio
nadas con la polémica en torno al teatro. Aunque estos escritos se
dirigen, en principio, a un género literario determinado, muchas ve
ces las críticas se basan en principios generales de corte aristotélico.
Brevemente vamos a reseñar los autores y tratados específica
mente relacionados con la teoría literaria, deteniéndonos un poco
más en Luzán, que, sin duda, ocupa el primer lugar; en las traduc
ciones de obras teóricas, tanto clásicas como europeas; en los perió
dicos más importantes para la crítica literaria; y en las academias en
que se tratan cuestiones literarias.
a) Feijoo (1676-1764)
254
III); «Disputa de cuá! sea el constitutivo esencial de la poesía» (Carta
XIX del tomo V).
b) Luzán (1702-1754)
1. Estructura de la «Poética»
255
por muchos sabios y erudidos varones, divulgadas entre todas las
naciones cultas y, generalmente, aprobadas y seguidas. Mira si ten
drás razón para decir que son opiniones nuevas las que peinan tan
tas canas» {1737: 59). Y todavía alcanzan más antigüedad, si nos
fijamos en la postura racionalista del clasicismo, pues «todo lo que
se funda en razón es tan antiguo como la razón misma». Estas pa
labras de Luzán salen al frente de ciertas opiniones que llegaron a
sus oídos, cuando la obra se estaba imprimiendo, y que supondrían
un rechazo por la novedad propugnada en ella. Contra el ataque del
aspecto preceptivista de la obra, afirma Luzán que «el que graduare
mis proposiciones de bachillerías, habrá de dar este mismo grado a
lo que enseña un Aristóteles, un Quintiliano y o tro s m u c h o s c é le b re s
e s c rito re s a n tig u o s y m o d e rn o s co n c u y a s d o c trin a s c o m p ru e b o m is
o p in io n e s » (1737: 60. El subrayado es nuestro).
2. F u e n te s de la «Poética»
256
autoridad italiana). El número de las fuentes clásicas es sólo el doble
del número de las fuentes francesas —lo cual es en sí asombroso en
vista de las nociones corrientes acerca del predominio de las fuentes
francesas—, pero la doctrina de la Poética es aproximadamente cua
tro veces más clásica que francesa (quiere decirse que Luzán cita a
una autoridad clásica 4,0 veces para cada vez que cita a una autori
dad francesa). Más aún, la doctrina es una vez y media más clásica
que italiana y francesa juntas (esto es, Luzán se refiere a una fuente
clásica 1,5 veces para cada vez que se refiere a una fuente italiana o
francesa). También es posible afirmar ahora de modo definitivo que
la influencia francesa ejercida en la Poética, de Luzán, es una influen
cia completamente secundaria» (1970: 77).
Todos estos datos hay que manejarlos sólo como orientación,
pues es posible que se tomen muchas ideas sin citar las fuentes. Lo
que verdaderamente indicaría algo sería el estudio de las ideas que
adopta o copia, según señalaba Juan Cano (1928) en su estudio so
bre Luzán. Ahora bien, en el campo de la poética de tipo clasicista,
este estudio resulta casi imposible, dado el entronque común y la
posibilidad de múltiples combinaciones, así como de préstamos in
directos. Por eso, más que clasificar a Luzán como italianizante o
como afrancesado, habría que considerarlo como «el último de los
críticos de la antigua escuela ¡talo-española, a la cual permanece fiel
en todo lo esencial y característico, teniendo sobre el Pinciano o so
bre Cáscales la ventaja de haber alcanzado una cultura más varia y
más extenso conocimiento de extrañas literaturas, como la francesa
y la inglesa» (Menéndez Pelayo, 1889, I: 1194). Y Russell P. Sebold
(1970: 92-94), en el mismo trabajo que comentamos: «Ya es obvio
que Luzán no fue sino el más importante de una serie de poco co
nocidos escritores españoles que mantuvieron vivo en España el
concepto clásico de la poética (esto es, el concepto cosmopolita, el
unitario) durante la horrible sequía literaria de los últimos decenios
del seiscientos y los primeros del setecientos». Y para terminar con
esta cuestión de las influencias, citemos la opinón de Lázaro Carreter
(1949): «Ideas falsas de que Luzán hizo una Poética francesa, italiana
o a mitad de camino entre ambas. Lo que Luzán hizo fue una Poética
como los franceses. No se limitó a trasegar un vino elaborado, sino
que las mismas uvas las hizo fermentar aquí, y a la española». La
prueba está en el interés que pone Luzán al explicar las reglas uni
versales de la poética con los ejemplos particulares de la literatura
española.
257
3. La segunda edición de Ia «Poética» (1789)
258
mática...». Fernández González (1867: 46) habla del escaso éxito de
la segunda edición de la Poética, pues, aunque «mejorado notable
mente el libro, había pasado de moda». Por lo que se refiere a su
influencia en la teoría literaria, todavía no tenemos el conocimiento
suficiente de las teorías del siglo XVIII como para hacer una evalua
ción aproximada de la difusión teórica de Luzán.
Puede verse la recopilación de juicios sobre la obra de Luzán que
trae G. Makowiecka (1973).
Hoy siguen vigentes las opiniones de Menéndez Pelayo sobre la
Poética, que se pueden resumir en la siguiente valoración: «En su
línea, y como expresión teórica del pensamiento de una escuela, la
Poética de Luzán no ha sido superada, ni rectificada, ni añadida,
como tampoco lo ha sido la Retórica de Mayans y Sisear, pudiendo
estimarse ambos libros como las dos columnas de la preceptiva li
teraria del siglo XVIII» (1889, I: 1211).
259
d) Jovellanos (1744-1811)
e) Hermosilla
260
autor aplicaba por igual a la literatura... y a cuantas materias trató
su pluma...». De los dos volúmenes de que consta este tratado, el
primero está dedicado a las reglas comunes a todas las composicio
nes, y constituye un auténtico tratado de la expresión literaria de los
pensamientos. El segundo volumen habla acerca de las reglas parti
culares de cada uno de los géneros que hay de composiciones lite
rarias (en prosa: oratoria e historia; en verso: lírica, teatro y épica).
Menéndez Pelayo señala el influjo del Arte de escribir de Condi-
llac y alaba sobre todo la primera parte, que «quizá no tiene superior
en ninguna Retórica castellana». Para la segunda parte, la fuente se
ñalada por Menéndez Pelayo son las Lecciones de Hugo Blair, que
«están saqueadas a manos llenas en todo lo relativo a la teoría de
los géneros literarios». Antonio Alcalá Galiano juzga así el Arte de
hablar: «El autor despliega en la obra su saber y un gusto más bien
seco que delicado: puede advertir lo que es malo, pero no tiene sen
sibilidad ni gusto para lo que es excelente. En una palabra, es un
crítico del juste milieu» (1834: 120).
Un dato que quizá convenga tener en cuenta, para explicar la
influencia del libro de Hermosilla, es el que consiguiera el privilegio
de ser texto obligatorio, y único, en las cátedras de humanidades
desde 1825 a 1835. Pasamos por alto los datos significativos de esta
influencia en el siglo XIX, y, sólo como muestra del prestigio de Her
mosilla, citamos la opinón de Aurelio Ribalta en 1922, cien años des
pués: «Hermosilla ha sido y sigue siendo leído por los hombres de
más tino y originalidad. Don Eduardo Benot [fines siglo XIX] leía a
Hermosilla, que todavía no ha sido superado en lo fundamental». Y
añade más adelante que «es el más autorizado y sensato entre los
tratadistas que andan por las escuelas, extranjeros y españoles» (Do
mínguez Caparros, 1975: 14).
f) Martínez de la Rosa
261
XIX, valora así las obras de Hermosilla y Martínez de la Rosa: «...dos
obras de que ahora vamos a tratar, aunque brevemente, por lo mis
mo que son tan conocidas y estimadas, y que su influencia ha sido
enorme en nuestra enseñanza. Me refiero al Arte de hablar, de don
José Gómez Hermosilla y a la Poética, de don Francisco Martínez de
la Rosa, base de cuantas retóricas y poéticas se han venido escri
biendo para la enseñanza elemental hasta estos últimos tiempos»
(1889, I: 1440). Históricamente, con la Poética de Martínez de la Rosa,
se cierra el segundo período de la poética clasicista española, abierto
por Luzán. El primero sería el de los siglos XVI y XVII. Las raíces
clásicas, italianas y, en menor medida, francesas de este segundo
período han quedado de manifiesto.
262
clásica en algunos españoles», según Menéndez Pelayo, es la Poética
de Manuel Norberto Pérez del Camino. Esía obra apareció en Bur
deos, en 1829, y, fundándose en Aristóteles, Horacio y Vida, traduce
literalmente a Boileau muchas veces. Otras poéticas o libros sobre
crítica literaria pueden encontrarse citados en la frecuentemente
mencionada obra de Menéndez Pelayo o en los repertorios bibliográ
ficos de Juana de José Prades (1954) y de Alfredo Carballo (1956).
263
b) Traducciones de Boileau
264
c) La traducción de Batteux
265
decimos principios ciasicistas, nos referimos menos a unos precep
tos que a una actividad razonadora, en la que se sobreentiende toda
la teoría clasicista, ya para defender, ya para atacar determinadas
obras o prácticas literarias.
a) Los periódicos
b) Las academias
266
Entre las otras academias del siglo XVIII, citamos la Academia del
Buen Gusto (1749-1751), a la que asiste Luzán, Que las posiciones de
los asistentes a estas reuniones no son uniformes, lo manifiesta la
actitud de Porcel, tan contrario al clasicismo rígido en afirmaciones
como la que asegura que «la poética no es más que opinión, que ia
poesía es genial, y que, a excepción de algunas reglas generales y
de la sindéresis que tiene todo hombre sensato, el poeta no debe
adoptar otra ley que la de su genio...» (Menéndez Pelayo, 1889, I:
1240-1241). Claro que nosotros no creemos muy alejada del clasicis
mo la necesidad de «algunas reglas generales» sensatas.
A la tertulia de la Fonda de San Sebastián acuden un catedrático
de poética, escritores (Cadalso, Tomás de Iriartte), editores de trata
dos de preceptiva de siglos anteriores (Francisco Cerdá y Rico, quien
había reeditado a González de Salas) o eruditos italianos. M. Pelayo
(1889, I: 1272) caracteriza el ambiente de esta tertulia diciendo que
«predominaba entre ellos más bien ¡a corriente latino-itálica que la
del clasicismo francés, excepto en la cuestión dramática».
Especial importancia para la difusión de la teoría literaria tiene la
Academia de Letras Humanas, que funciona en Sevilla a finales de
siglo (1793-1801). Entre sus miembros, se puede citar a Reinoso, Ar-
jona, Blanco, y Lista. Menéndez Pelayo hace el siguiente recuento de
obras de teoría literaria allí examinadas: «Sucesivamente fueron leí
dos y estudiados en común los inmortales tratados de Luis Vives De
causis corruptarum artium y De tradendis disciplinis, el Ensayo del
P. André sobre ¡a Belleza y un Análisis del gusto por Formey, que
entonces corría con aprecio, La Perfecta Poesía de Muratori, el Mé
todo de estudios de Rollin, el del abate Fleury, las Lecciones de Blair,
y mayormente los Principios de Literatura de Batteux, de quien los
académicos sevillanos parecen haber hecho estimación singular»
(1889, I: 1415). Esta práctica nos parece muy sintomática de la im
portancia que adquiere la teoría literaria en ia actividad de escritores
y estudiosos de fines del siglo XVIII y principios del XIX.
267
defensa del teatro del siglo de oro. Es decir, el fondo teórico, para
defensores y detractores, son las mismas leyes clásicas. Lo que pasa
es que interpretan estas leyes de forma distinta. Un ejemplo de lo
que decimos puede ser el Discurso crítico (1750) de Zabaleta. A tra
vés de estas discusiones sobre ejemplos concretos, la teoría dramá
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269
Tema 14
Resumen esquemático
I. Caracterización de la literatura.
a) La Poética. Arte y naturaleza.
b) La literatura como imitación de la realidad: teoría de la imi
tación.
c) La verosimilitud.
1) Poesía e historia.
2) Materia de la poesía.
d) Teoría de la fábula.
e) Finalidad de la poesía: enseñar y agradar.
271
f) Teoría sobre la lírica.
g) Teoría sobre la novela.
El lenguaje literario.
a) El problema de la oscuridad del lenguaje poético.
b) Teoría de los tres estilos.
c) El «decoro» lingüístico de la obra literaria.
Resumir, en espacio tan breve como el que nos hemos impuesto,
la teoría clasicista, parece imposible, y forzosamente tiene que lle
varnos a una simple enumeración de problemas. En las obras de
Weinberg, 1961, y García Berrio, 1977, 1980, 1988, se encontrará una
exposición mucho más amplia y detallada de cuestiones, de las que
prácticamente sólo podemos hacer una relación. En este sentido,
para un acercamiento a la riqueza de matices y discusiones plantea
das en el marco de la poética clasicista, es imprescindible la lectura
del libro del profesor Antonio García Berrio, 1988.
• Cuando decimos teoría clasicista, nos estamos refiriendo a la teo
ría del siglo de oro y del neoclasicismo, es decir, la teoría que va
desde el siglo XVI a principios del siglo XIX. El resumen que vamos
a hacer tendrá, por este motivo, otra limitación: no se podrá dar
cumplida cuenta de los cambios de énfasis en aspectos teóricos, que
forzosamente tienen que darse en período tan amplio.
Si se llama «clasicista» a la teoría literaria de esta época, es por
que, _desd_e el Renacimiento hasta el Romanticismo, el punto de re
ferencia teórico para la discusión de las cuestiones que tienen que
ver con la literatura, es la autoridad de la poética clásica grecolatina,
en su formulación aristotélica y horaciana principalmente.
En el pensamiento clásico, la literatura es concebida como una
de las artes que imitan la realidad. Su diferencia está en ser imita
ción que utiliza el lenguaje como instrumento. Gran extensión tienen
el grupo de cuestiones emparentadas con el problema de la relación
de la literatura con la realidad. Así, la literatura debe imitar verosí
milmente la realidad; de aquí su diferencia de la historia. Respecto
a la realidad «en bruto», la literatura no conoce restricciones —puede
tratar cualquier materia—, y las reglas que imponen una selección
son reglas literarias —verosimilitud, géneros literarios—. El estudio
273
de la realidad conformada literariamente da lugar a la teoría de la
fábula, que se asemeja bastante a lo que hoy llamamos teoría del
relato. El aspecto «formal» de la literatura es tratado cuando se es
tudian los mecanismos estilísticos propios del lenguaje poético o la
cuestión de la relación entre prosa, verso y poesía. El aspecto social
de la literatura se plantea al hablar de su finalidad: enseñar y agra
dar. Vamos a apuntar, seguidamente, algo relativo a todas estas
cuestiones.
I. CARACTERIZACIÓN DE LA LITERATURA
274
a la naturaleza, en esta tiene la naturaleza el primo lugar, porque sin
ella no se puede nada bien dezir» (1602, II: 189).
Luzán destaca la importancia de las reglas, pues «el solo ingenio
y la naturaleza sola no bastan, sin el estudio y arte, para formar un
perfecto poeta» (1737: 411). En general, por parte de los tratadistas
se reconoce la necesidad del conocimiento teórico. Esto no es de
extrañar, cuando la razón de sus obras es precisamente proporcionar
este conocimiento teórico.
275
tado (así, produce placer la pintura de un monstruo por muy horrible
que éste sea). Sigue Luzán a Monsignani en la distinción de dos
clases de imitación: la que parte completamente de la invención
(este tipo se aplica generalmente a las acciones humanas), y la que
parte de la evidencia (enargía) y se aplica a las cosas de la natura
leza. Explica Luzán: «Con la invención debemos, principalmente, ase
mejar a las historias de las acciones humanas sucedidas otras accio
nes que puedan suceder; con la enargía debemos imitar las cosas
ya hechas por la naturaleza o por el arte, haciéndolas no sólo pre
sentes con menudas descripciones, sino también vivas y animadas.
De suerte que si la invención cría de nuevo una acción tan verosímil
que parezca verdadera y no fingida, la enargía infunde en las cosas
tal movimiento y espíritu, que parezcan no sólo verdaderas, sino vi
vas» (1737: 99). Luzán diferencia también los tres modos clásicos de
imitación.
Hay dos temas en estrecha relación con el de la literatura en
cuanto imitación de la realidad: el de la comparación de la pintura
con la poesía, y el del lugar que la imitación de los autores del pa
sado tiene en el quehacer literario.
En cuanto al primero, aunque la cuestión aparecía en la teoría
anterior a Platón, será Horacio quien acuñe el lema, repetido hasta
la saciedad, de Ut pictura poesis. Un solo ejemplo: el de Carvallo,
cuando dice: «Estas figuras pues que los antiguos pintauan, vinieron
los Poetas a trasladarlas en letras, y pintarlas bocalmente en sus
elegantes versos, que esta es una de las razones, porque dixo Oracio
in Poeti. Tenían ygual licencia con los pintores» (1602, I: 111).
Puede verse el tratamiento de esta cuestión en: García Berrio,
1977a, 1988: 60-65; Calvo, 1981; Costa, 1987.
En cuanto al segundo tópico, se encontrará un temprano plantea
miento de la cuestión en los comentarios del Brócense y de Herrera
a Garcilaso. La actitud clasicista es favorable a la imitación de la
literatura del pasado, pues, en la concepción clásica de la literatura,
ei aspecto cultural (reglas, imitación) desempeña un papel funda
mental, tanto para el escritor como para el crítico. El acercamiento
literario a la realidad no es un acercamiento directo —sin interme
diarios—, ni ingenuo. La actividad literaria depende en gran medida
del bagaje cultural con que se analice la realidad.
c) La verosimilitud
276
verosimilitud, norma suprema que rige la imitación literaria. El Pin-
ciano expresa esto con las siguientes palabras: «...digo que el objeto
no es la mentira, que sería coincidir con la Sophística, ni la Historia,
que sería tomar la materia al histórico; y no siendo historia, porque
toca fábulas, ni mentira, porque toca historia, tiene por objeto el ve
risímil que todo lo abraga. De aquí resulta que es vna arte superior
a la Metaphysica, porque comprende más mucho y se estiende a lo
que es y no es» (1596, I: 220).
De todos los tratadistas españoles de teoría clásica, es Luzán
quien presenta más razonadamente toda la teoría acerca de la vero
similitud. A este problema dedica un capítulo entero. ¿Cuál es el fun
damento de la verosimilitud? La opinión común. Magistralmente ex
plica Luzán el mecanismo por el que se van formando los criterios
que decidirán acerca de la verosimilitud. «Todos tienen presentes en
la memoria las ¡deas o imágenes de las cosas vistas u oídas, y co
tejando luego con estas ideas e imágenes, ven, en una ojeada, si se
parecen o no unas a otras, y entonces se dice que son verosímiles
o inverosímiles aquellos lances, aquella locución, etc. Paréceme,
pues, que la verosimilitud no es otra cosa sino una imitación, una
pintura, una copia bien sacada de las cosas, según son en nuestra
opinión, de la cual pende la verosimilitud; de manera que todo lo
que es conforme a nuestras opiniones (sean éstas erradas o verda
deras) es para nosotros verosímil, y todo lo que repugna a las opi
niones que de las cosas hemos concebido es inverosímil. Será pues
verosímil todo lo que es creíble, siendo creíble todo lo que es con
forme a nuestras opiniones» (1737: 150).
No hay que recordar la procedencia aristotélica de todas las cues
tiones relativas a la verosimilitud.
7. Poesía e historia
277
encontrarse en los autores clasicistas. Ver García Berrio, 1988: 88,
134-142. Es muy interesante la reciente exposición del problema en
Lozano, 1987.
2. Materia de la poesía
d) Teoría de la fábula
278
social. ¿Qué función cumple la literatura?, ¿para qué se escribe? La
respuesta a esta pregunta en la teoría clasicista es invariablemente
el tópico horaciano: aut prodesse aut delectare (aprovechar o agra
dar). Así, el Pinciano: «Mas falta, dixo Ugo, que, allende de ser he
cha con plática, para ser legítimo poema, ha de tener el fin también,
que es enseñar y deleytar; que las imitaciones que no lo hazen, no
son dignas del venerable nombre poema» (1596, I: 199).
Ver Cáscales, 1617: 137-39; Luzán, 1737: 97; García Berrio, 1988:
96-106.
279
b) Teoría sobre la tragedia
280
ción de tópicos que producen risa —en estrecho parentesco con la
retórica—; comparación entre tragedia y comedia —formalmente
muy similares, y con diferencias más bien de contenido—.
Ver López Pinciano, 1956, III: 7-20, 76-77; Carvallo, 1602, II: 14-19;
Cáscales, 1617: 203-227; Luzán, 1737: 403-406.
La teoría del drama español del siglo de oro se encontrará en el
Arte Nuevo de hacer comedias en este tiempo, de Lope de Vega. La
divergencia, respecto a algunas normas de los tratadistas anteriores,
podemos ejemplificarla en estos versos:
281
d) Cuestión de las tres unidades dramáticas
282
modo mixto diferencia la épica de la lírica y de la poesía dramática.
Otras particularidades de la épica están en los temas que trata o en
la manera en que se encajan los episodios en la fábula, es decir, en
la forma en que se articula el relato.
Dedican los tratadistas una considerable extensión al estudio de
este género: López Pinciano, la epístola undécima; Cáscales, la tabla
sexta; Luzán, el libro cuarto.
Como muestra, veamos el pensamiento del Pinciano acerca de la
forma y materia épicas: «...la épica es imitación común de acción
graue; por común se distingue de la trágica, cómica y dithirámbica,
porque ésta es enarrativa y aquellas dos, actiuas; y por graue se
distingue de algunas especies de Poética menores, como de la pa
rodia y de las fábulas apologéticas, y aun estoy por dezir de las
milesias o libros de cauailerías». El resumen acerca de las caracterís
ticas de la épica es el siguiente: «...epiloguemos assí las qualidades
de la épica: primeramente, que sea la fábula fundamentada en his
toria: y que la historia sea de algún príncipe digno secular; y no sea
larga por vía alguna; que ni sea moderna ni antigua; y que sea ad
mirable; ansí que, siendo la tela en la historia admirable, y, en la
fábula, verisímil, se haga tal, que de todos sea codiciada y a todos
deleytosa y agradable» (1596, III: 178).
Resumiendo, la épica es tenida por un género noble, tanto por su
materia como por su finalidad. El estudio del poema épico responde
al esquema aristotélico del estudio de la tragedia: partes cualitativas,
que suelen ser las mismas de la tragedia, y partes cuantitativas. En
el estudio de la narración como parte cuantitativa suele haber obser
vaciones que hoy nos son útiles para lo que se llama teoría del re
lato (relación literatura-historia-realidad; diferenciación de una ma
teria exterior a la obra y de una materia literaria). Lingüísticamente,
la épica se caracteriza por un tono elevado.
283
lírica. La importancia de Cáscales en la teoría española consiste en
que por primera vez se atisba una concepción de la lírica que tiene
bastante que ver con la concepción moderna. Aunque inspirado en
modelos italianos, Cáscales tiene el mérito de avanzar mucho en la
fijación de identidad para la lírica sobre la concepción del Pinciano,
por ejemplo, un tanto confuso (1596, III: 96-125). Señala García Be-
rrio: «Pero por casual e indirecto que fuera su origen, de lo que no
cabe duda es de la influencia que el manual de Cáscales debió de
ejercer en el desarrollo y cimentación de la teoría moderna sobre los
géneros, que en España se implantaría así, decididamente, como
conciencia teórica estable en el siglo XVII» (1988: 413).
Junto a la clara identificación de la lírica, el otro mérito de Cas-
cales es su teoría sobre el concepto: «Conceptos son las imágines
de las cosas que se forman en nuestra alma diversamente, según es
diversa la imaginación de los hombres. Las palabras son imágines
de las imágines; quiero dezir, aquellas que por medio del oydo re
presentan al alma los conceptos sacados de las cosas» (1617:234-
235). La esencia de la lírica está en los conceptos, en una realidad
mental que depende de la imaginación de cada uno, y estos concep
tos diferentes son los que determinan el estilo de la lírica.
El progresivo avance de la lírica como sinónimo de poesía (hoy
se asimilan prácticamente poesía y lírica) está claramente atestigua
do en Luzán, quien consagra el libro segundo de la Poética a la uti
lidad y deleite de la poesía.
Para concluir, observemos cómo, en la teoría sobre la lírica, se
da un desplazamiento desde descripciones exteriores —que incluyen
elementos hoy no considerados fundamentales (como la música y el
baile), siguiendo fielmente la teoría clásica griega— a un intento de
caracterización partiendo de la realidad mental (concepto), lo que lle
va a una progresiva identificación de la lírica con la poesía en ge
neral, según se aprecia ya en Luzán.
284
que una clase de épica: la que se basa en pura ficción (1596, III: 164-
166).
Se han señalado influencias del Plnciano en la teoría de Cervan
tes. Aunque nosotros no vamos a entrar en los detalles de la teoría
cervantina sobre la literatura, ni sobre la novela en particular, reco
mendamos la lectura del libro de Edward C. Riley (1971).
Cáscales alude también a la novela, pero su alusión, copiada de
un comentario del Minturno al Orlando de Ariosto, se comprende
mejor en la discusión de los tratadistas italianos sobre los «romanzi»
que como un intento de teorizar sobre la novela. El párrafo se en
cuentra en la tabla dedicada a la epopeya —la novela se piensa,
pues, como un tipo de épica— y es una crítica de las interrupciones
en el tiempo de la narración con episodios que aumentan el suspen
se. Es esta una práctica de los escritores de libros de caballerías, no
autorizada por el ejemplo de Virgilio ni de Homero, según Cáscales.
Comparada con estas escasas alusiones, destaca la extensión que
a principios del siglo XIX Hermosilla dedica a las novelas y cuentos,
que tienen un apartado especial, dentro del tratado, bajo el título de
Historia ficticia.
285
que propugna como cualidad del lenguaje literario precisamente lo
contrario: la oscuridad, la opacidad del texto poético. Nos estamos
refiriendo a Góngora y a ¡o que tradicionalmente se viene llamando
Culteranismo. Inmediatamente surge el conflicto entre la teoría lite
raria de corte clásico y la práctica poética. Las cuestiones que se
plantean son: ¿es lícita una práctica literaria que contraviene tan des
caradamente la teoría clásica?; ¿es posible encontrar una justifica
ción teórica, aun dentro de la misma corriente clasicista, a esta nue
va concepción del lenguaje poético?
Distingue el Pinciano tres formas de oscuridad: dos buenas y una
mala. La primera se da cuando el poeta, por exigencias políticas, se
ve obligado a hablar en clave a fin de salvar su persona. La segunda
forma de oscuridad radica en una falta de preparación del lector. Es
decir, se trata de una oscuridad para el lector, pero no para el escri
tor. Sólo la tercera forma de oscuridad cae bajo la responsabilidad
del poeta y por eso es mala: «La tercera oscuridad es mala y viciosa,
que nunca buen poeta vsó, la qual nace por falta de ingenio de
inuención o de elocución, digo, porque trae conceptos intrincados y
difíciles, o dispone, o, por mejor dezir, confunde los vocablos de ma
nera que no se dexa entender la oración» (1596, II: 161-162). Para el
Pinciano, pues, sólo es reprobable la oscuridad lingüística, no otros
tipos de oscuridad motivados socialmente (ya por exigencias de cen
sura, ya por desnivel cultural entre el escritor y el lector).
En general, la oscuridad que se condena es la lingüística, no la
que procede de asuntos tratados por el poeta y desconocidos para
el lector. Ya Herrera decía que la oscuridad que «procede de las co
sas i de la doctrina es alabada», y que «ninguno puede merezer la
estimación de noble poeta, que fuese fácil a todos i no tuuiese en
cubierta mucha erudición i conocimiento de cosas» (Almeida, 1976:
106-107).
Dentro de la problemática concreta del gongorismo, el que es
tenido por su teorizador máximo, Luis Carrillo y Sotomayor, encuen
tra argumentos en la misma teoría clásica para defender cierta os
curidad del lenguaje poético. El argumento máximo es que la oscu
ridad será tal, en la mayor parte de los casos, sólo para el lector y
no para el escritor.
El capítulo VI del Discurso poético de Juan de Jáuregui se titula
«La obscuridad, i sus distinciones» y constituye, en nuestra opinión,
uno de los planteamientos más claros del problema. Distingue Jáu
regui los clásicos dos tipos de oscuridad: la de las palabras, que es
la que verdaderamente debe llamarse oscuridad; y la de las senten
cias (materia, argumento, conceptos y pensamiento), que debe lla
marse más bien dificultad. Pues bien, según lo anterior, los poetas
286
oscuros, contemporáneos de Jáuregui, merecen su ataque porque
son oscuros incluso para los otros poetas y porque detrás de su
oscuridad no hay pensamientos que la justifiquen (1624; 110-111).
En su carta «Sobre la obscuridad del 'Polifemo' y 'Soledades' de
don Luis de Góngora», Cáscales ataca la oscuridad procedente de la
frasis poética: «¡Harta desdicha que nos tengan amarrados al banco
de la obscuridad solas palabras! Y ésas, no por ser antiguas, no por
ser inauditas, no por ser ficticias, no por ser nuevas o peregrinas,
sino por dos causas: la una por la confusa colocación de partes, la
otra por las continuas y atrevidas metáforas, que cada una es viciosa
si es atrevida, y juntas mucho más» (1634: 159-160). Pues la oscuri
dad es aceptable cuando se debe a: alguna doctrina exquisita; al
guna palabra ignorada de los hombres semidoctos; la intención de
ocultar algún concepto deshonesto; la poesía satírica. En el fondo de
esta posición de Cáscales está la tradicional distinción de una oscu
ridad debida a la dificultad del contenido y una oscuridad debida a
la expresión. Sólo esta última es reprobable.
Independientemente de los distintos matices, cabe afirmar, como
conclusión, que, aunque se ataca la oscuridad expresiva, no está au
sente de la teoría clásica una propiedad del lenguaje literario: su
opacidad, su relativa oscuridad.
287
materias distinguidas: «En humilde estylo tratará las cosas humildes,
y en el mediano, las medianas, y las graues, en el graue» (1602, II:
115).
No olvida Luzán el tratamiento de esta cuestión clásica de la poé
tica. En primer lugar, menciona los distintos intentos de hacer una
tipología de los estilos, basándose en los modos propios de cada
zona geográfica (según esto, se distinguían los estilos asiático, ático
y rodio) o incluso en la época, pues «vemos que en un siglo ha
reinado más un estilo que otro». Luzán deja de lado estas tipologías
de tipo geográfico o temporal y fija claramente su criterio de diferen
ciación: «Pero la más cierta y segura regla, que se debe seguir para
determinar el estilo, no ha de ser ni la nación, ni el siglo, ni el genio,
sino la materia misma, que es la que señala al poeta y al orador
aquel género de estilo en que debe escribir» (1737: 227).
Con la tipología de estilos, la teoría clásica intenta fijar unos cri
terios que califiquen el estilo, que lo valoren de acuerdo con la ma
teria y la forma que se aplica al tratamiento de dicha materia. Sería
el esquema que haría posible una clasificación y valoración al final
del análisis del estilo de una obra.
288
sica sobre el decoro lingüístico con los siguientes versos del Ejem
plar Poético de Juan de la Cueva:
BIBLIOGRAFÍA
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290
Tema 15
Resumen esquemático
I. Introducción.
291
c) «Sturm und Drang».
d) Herder.
e) Goethe.
f) Schiller.
g) La estética de Kant.
292
I. INTRODUCCIÓN
293
literaria en esta época son Italia, Francia, Inglaterra y Alemania. Italia
y Francia destacarían por el grado de elaboración a que llevan el
clasicismo, mientras que Alemania será la gran productora de teorías
más renovadoras. Antes, sin embargo, convendría hacer una presen
tación somera de las principales doctrinas que conforman el corpus
neoclásico, a partir de las cuales se entenderán mejor las aportacio
nes e innovaciones de los críticos que estudiamos.
a) La imitación de la naturaleza
294
«imitación de la naturaleza» pueden entenderse casi todas las varian
tes del arte: desde el naturalismo estricto hasta la más abstracta
idealización, con todos los grados intermedios.
295
d) Finalidad de la literatura
e) El gusto
f) Cambios teóricos
296
Esta concepción se observa en el pensamiento de Herder, Goethe,
los románticos alemanes o en Coleridge. Quizá el cambio más inten
so y evidente, a mediados del siglo XVIII, fue el centrarse del interés
crítico en las reacciones del público, lo que hace que el neoclasicis
mo se disuelva en afectividad y sentimentalismo. El arte se identifica
con la persuasión, la retórica y la emoción pura.
g) El sentido histórico
a) Voltaire
297
dos políticamente en la Francia del siglo XVIII sea, al mismo tiempo,
el representante de la más ardua defensa de los principios literarios
clásicos del siglo anterior. Nos referimos a Voltaire (1694-1778), de
fensor de las «sabias reglas» de las unidades dramáticas y, por tan
to, crítico lleno de reparos hacia el teatro de Shakespeare, por ejem
plo. El talante clasicista de Voltaire es patente en su concepción del
estilo, que divide en tres grados, según la doctrina tradicional: na
tural, templado y elevado; o en su adhesión al principio del «deco-
rum»: «La perfección consiste en saber ajustar el estilo a la materia
que se trata».
b) Diderot
298
del autor. En definitiva, se da en Diderot una evolución semejante a
la de dos autores alemanes: Goethe y Schiller, quienes, después de
una juventud llena de sentimentalismo romántico, vuelven a sentar
el credo neoclásico, pero desprovisto de viejos dogmatismos.
c) Buffon
Entre los demás teóricos del siglo XVIII francés, relacionados con
el clasicismo, nos vamos a referir a Buffon, Marmontel y La Harpe.
De Buffon (1707-1788) se ha citado, y se sigue citando, su frase: «El
estilo es el hombre», que suele interpretarse como el estilo es la
expresión de la personalidad del autor. Pero esta interpretación no
es correcta, dentro del contexto de la obra del naturalista, que lleva
por título Discours sur le style (1753). En efecto, para Buffon lo im
portante es el tema, no la técnica o la retórica, pues el escribir bien
se reduce a pensar bien. El estilo es una virtud puramente intelectual
—orden, continuidad, desarrollo razonado—, es el elemento humano,
el espíritu que ordena y comunica ¡deas.
d) Marmontel
e) La Harpe
299
una serie de conferencias, cuya publicación se inicia en 1799, con el
título de Cours de ¡ittérature ancienne et moderne, y que en 1805
consta ya de 16 volúmenes. En lo esencial, sus creencias son las del
neoclasicismo francés, aunque hay un lento cambio, desde las pri
meras afirmaciones dogmáticas sobre las reglas hasta una concep
ción literaria más propia del sentimentalismo. Según La Harpe, exis
ten principios literarios válidos eternamente para todos los tiempos
y lugares: las reglas son verdaderos guías, sentimiento estético so
metido a método. Quizá sea al hablar de la poesía cuando se hace
más evidente el sentimentalismo de La Harpe, sobre todo en el pró
logo a una traducción de los salmos (1798). La poesía necesita calor
íntimo, afirma, si bien su definición está claramente marcada por el
racionalismo: la poesía es «el lenguaje de la imaginación guiada por
ia razón y el gusto».
No nos detendremos en la obra de otros autores como Mercier,
Condillac, A. Chénier o A. Rivarol.
a) Gravina
300
tragedia (1715), proclama la superioridad de ésta como género lite
rario.
b) Muratori
c) G. Vico
301
menores, entre ios que destacan Cesarotti, llamado el «Herder italia
no», y Baretti, que convivió en Inglaterra con el doctor Johnson.
302
tudio de las reacciones de! lector (habla de un lector corriente, «uni
versal»), ni por el análisis del buen gusto.
La psicología del artista no merece un estudio detallado por parte
de Johnson, al no preocuparse por un análisis del genio ni de la
imaginación. Sí está muy dentro del despertar del sentido histórico
moderno, al tener en cuenta el descubrimiento de la literatura ingle
sa primitiva, la erudición y la historia literaria. Dentro de esta preo
cupación histórica se enmarca su obra Uves ofthe poets (1779-1781).
En resumen, la obra de Samuel Johnson es bastante variada y
uniforme, sin llegar a la monotonía, y, aunque está asido a las prin
cipales doctrinas de la crítica neoclásica, somete a éstas a una cons
tante reinterpretación.
Entre ios demás críticos ingleses del siglo XVIII, sólo citamos a
Hugh Blair, cuyo manual Lectures on Rhetoric and Belles Lettres
(1782) fue muy conocido en España a principios del siglo XIX.
303
zante, sensualismo e historicismo. En este sentido, se adelanta en su
neoclasicismo a Lessing, Goethe o Schiller; en su sensualismo, a
Herder; y en su historicismo, a Herder y a los hermanos Schlegel.
b) Lessing
304
que coincide con el curso natural de las cosas, pues la racionalidad
es lo que constituye lo creíble poético; 2) en haber restituido su sig
nificado genuino a los sentimientos catárticos aristotélicos. La catar
sis es interpretada como transformación de las pasiones en disposi
ciones virtuosas; 3) en haber reaccionado frente al fanatismo defen
sor de las reglas no esenciales, sin olvidar la necesidad de las reglas
esenciales, al tiempo que proclama la complementariedad de técnica
e inspiración en la obra de arte. Entre las reglas inesenciaies están
las unidades de tiempo y lugar o las reglas de los géneros literarios.
Entre las esenciales se cuentan la verosimilitud, la coherencia y la
unidad de acción.
En definitiva, Lessing trata de restablecer el credo neoclásico, no
en su versión francesa, sino mediante una amplia interpretación de
Aristóteles. Por eso mantiene el principio fundamental de la «mime
sis», la concepción de las reglas, aunque modificadas, y la opinión
de que la creación literaria es fruto de la reflexión tanto como del
talento.
d) Herder
305
primero que rompe de lleno con e! pasado neoclásico, y su pensa
miento será tenido en cuenta por los románticos alemanes. Las gran
des líneas teóricas de Herder pueden ser reducidas a las cuatro po
siciones siguientes: 1) la crítica literaria es un proceso intuitivo o de
atracción simpática; 2) la poesía no es imitación racional de la na
turaleza, sino creación, y el poeta, a semejanza de ¡a divinidad crea
dora, es un creador; 3) el creador representa las pasiones sin saber
lo, mediante el poder creativo de ¡a imaginación; 4) la historia lite
raria debe enfocarse sobre todo en su aspecto sociológico. En este
último aspecto se ha considerado a Herder como antecedente de H.
Taine, por lo mucho que insiste en el medio ambiente. También el
método de exposición cambia radicalmente respecto al neoclásico,
pues los términos técnicos (elegía, oda, dramático) pierden su valor
genuino y significan todo lo que al autor se le antoja, al tiempo que
el recurso a las metáforas es constante.
e) Goethe
306
a la representación. El estilo está por encima de la imitación, pura
mente objetiva, y de la manera, puramente subjetiva. Cuando Goethe
traía de definir sus criterios de enjuiciamiento, adopta los conceptos
de analogía orgánica, integridad, totalidad de la obra artística. Con
sidera la obra artística como miembro de una especie, y como apun
tando a la totalidad de la naturaleza y el arte.
Más adelante, Goethe adquiere conciencia del término «símbolo»,
y vuelve a enunciar más claramente la relación entre lo particular y
lo general. El símbolo se produce cuando coinciden el sujeto y el
objeto; representa la colaboración entre hombre y cosa, artista y na
turaleza; supone la profunda armonía entre las leyes del espíritu y
las de la naturaleza. Tiende a identificar lo típico y lo simbólico, y a
mantenerse así en lo esencial del clasicismo.
Las teorías propiamente literarias de Goethe se concretizan al tra
tar de los géneros literarios. Llevado por su concepción del desarro
llo orgánico, aplica un instinto de biólogo a las diferentes especies
poéticas. En su ensayo sobre las Formas naturales de poesía dice
que sólo existen tres formas naturales de poesía: la que narra cla
ramente {épica), la inflamada por el entusiasmo (lírica) y la que actúa
personalmente (dramática). Así se reconoce la existencia de unos gé
neros básicos. En cuanto a su posición ante la historia literaria, em
plea el concepto de período histórico y el de literatura universal. En
este último concepto, creación de Goethe, sugiere un esquema his
tórico de la evolución de las literaturas nacionales, que llegarán a
fundirse unas con otras y a confundirse en grandes síntesis.
f) Schiller
307
nua y sentimental (1795-1796). Según Schiller, la poesía ingenua es
la natural, la escrita con la vista puesta en el objeto; es un arte esen
cialmente realista y objetivo, pura «imitación de la naturaleza». La
poesía sentimental, por su parte, es reflexiva, consciente, personal,
musical, y se enfrenta al abismo que media entre la realidad y el
ideal. Ingenua es la poesía de la antigüedad, sentimental es la mo
derna. Últimamente Schiller trató de reconciliar lo ingenuo y lo sen
timental: la naturaleza, el arte y lo ideal son los tres grados que
corresponden a la poesía ingenua, a la sentimental y a la «sintética».
A pesar de intentar una reclasificación de la poesía según los mo
dos de sentir (satírico: toma por asunto la contradicción entre lo real
y lo ideal; elegiaco: oposición poética entre arte y naturaleza, entre
idealidad y realidad, con predominio de lo ideal; idilio: reino propio
de lo ideal, es el género más elevado de los modos sentimentales.
A estos tres modos sentimentales habría que añadir el ingenuo),
Schiller trata también de los géneros tradicionales, y especialmente
de la tragedia. Sin entrar en más detalles de su teoría, podemos
decir que, en lo esencial, está muy apegada al neoclasicismo, pero
sin caer en la adhesión a las «reglas», ni en las falacias didácticas o
el credo oficial. El influjo del idealismo de Schiller fue enorme en
todo el romanticismo alemán y, a través de él, en toda Europa.
Como justo remate del siglo XVIII, Schiller supone la condensación
y salvación del patrimonio de este siglo, y el manantial de las teorías
del siglo siguiente.
g) La estética de Kant
308
europeos. En Alemania, el documento capital es la revista Das At-
henaeum (1798-1800), redactada casi complemente por los Schlegel.
En Inglaterra, las Lyrical Ballads (1798), de Wordsworth y Coleridge,
obra a la que en 1800 Wordsworth añade un Preface, donde expone
sus teorías. En Francia, Madame de Staél, en 1813, expone las dife
rencias entre el arte clásico y el arte romántico en su obra De l'Alle-
magne, siguiendo a los Schlegel. El triunfo del romanticismo francés
se suele fechar en el éxito de Hernani (1830), de Víctor Hugo, o en
el prólogo de este mismo autor a su obra Cromwell (1827). En Italia,
la polémica entre clásicos y románticos se inicia en 1816 a propósito
de un artículo de Madame de Staél.
El común denominador del movimiento romántico, en cada uno
de estos países, es el repudio^ del credo neoclásico. Pero los sínto
mas de cambios decisivos en la historia de la crítica se manifiestan
propiamente en el siglo XVIII: concepción emocional de la poesía,
punto de vista histórico, abolición de la teoría de la imitación, de los
géneros y de las reglas. Así pues, los movimientos románticos no
rompen realmente con el caudal de ideas formuladas y establecidas
desde tiempo antes.
Alemania es el país donde se alumbra una nueva visión de la
poesía, debida en gran parte a Kant, Goethe y Schiller. Esta visión
es simbolista, dialéctica e histórica. Los grandes codificadores de
esta visión fueron los hermanos Schlegel, cuya obra tiene una enor
me importancia en el siglo XIX. Alemania pasa, pues, de pasiva asi
miladora del neoclasicismo francés, a principios del XVIII, a centro
de irradiación de las teorías críticas.
En Inglaterra, Jeffrey y Wordsworth siguen la orientación empíri
ca y psicologista de la poesía, heredada del siglo XVIII. La dirección
dialéctica y simbolista cuenta con Coleridge como representante.
Después de él, la crítica Inglesa vuelve al empirismo tradicional.
En Francia, Madame de Staél no pasa de ser una partidaria de la
poesía emotiva y sólo con Víctor Hugo surge la concepción simbolis
ta y dialéctica. En Italia, el romanticismo significa una consigna lite
raria en favor de lo verdadero y lo actual.
Se puede, pues, hablar de crítica romántica en dos sentidos muy
distintos. En sentido amplio, es una reacción contra el neoclasicismo,
y la adopción de un ideal poético centrado en la expresión y en la
comunicacioón emocional. Este Ideal ya había surgido en el si
glo XVIII. En sentido estricto, la crítica romántica supone una visión
de la poesía desde el ángulo dialéctico y simbolista. Esta visión ha
nacido de la ¡dea de analogía orgánica que sustentaron Herder y
Goethe, y que siguió evolucionando hasta entender la poesía como
una unión de contrarios y un sistema de símbolos.
309
VIII. REPRESENTANTES MÁXIMOS DE LA TEORÍA ROMÁNTICA
ALEMANA
310
ironía. En su concepto de novela cabe todo: romanticismo, ironía,
mitos, narraciones, cantares, etc. Al elevar la novela a la categoría
de primer género literario, se trastoca completamente la antigua je
rarquía.
Las cualidades de la obra literaria, como las de la belleza, son:
unidad (armonía y organización); multiplicidad (plenitud, riqueza y
vida); y totalidad (perfección). En la creación artística intervienen a
un tiempo fuerzas conscientes e inconscientes, el instinto y la inten
ción. No entraremos en una reseña de su labor como crítico de lite
raturas concretas, ni como historiador de la literatura. Sólo señala
remos su admiración por la literatura española: romances, Cervantes
y Calderón, sobre todo.
August Wilhelm Schlegel fue mucho más famoso que su herma
no en el extranjero, y es una especie de agente difusor de sus teo
rías. Formado en el espíritu clásico, muy pronto siente la atracción
de las teorías de Herder, de la idea de una literatura universal y del
cosmopolitismo literario. Interesado por el origen de la poesía, ve
que la esencia de ésta está en íntima relación con el origen y esencia
del lenguaje, que es también una especie de poesía.
El centro de las teorías de A. W. Schlegel está constituido por la
metáfora, el símbolo y el mito. La metáfora es para él el procedi
miento fundamental de la poesía. La metáfora tiene su razón de ser
en la restauración de la visión original y de la percepción inmediata,
en la concepción total y sistemática de la naturaleza y el universo.
Todo arte debe ser simbólico, es decir, debe presentar imágenes sig
nificativas, lo mismo que hace la Naturaleza, que crea simbólicamen
te, es decir, revela lo interno por medio de lo externo. El mito, aparte
de materia poética prima, es también la misma naturaleza vestida
poéticamente; es poesía, visión completa y total del mundo.
No cree en una poesía «natural» entendida como algo inconscien
te, a la manera de Herder, sino que en la poesía se combinan lo
consciente y lo inconsciente, oficio e inspiración, razón y fantasía.
Opone forma mecánica (conferida por impulsos exteriores) y forma
orgánica (innnata, desplegada desde dentro), y hace hincapié en la
unidad e indivisibilidad de la obra, en la mutua determinación del
todo y las partes. Atiende sobre todo a la forma interior.
En cuanto a los géneros literarios, se muestra A. W. Schlegel par
tidario del mantenimiento de su pureza, pero desde perspectivas dis
tintas de las del neoclasicismo. Da preferencia a la poesía dramática,
y la novela se ve como un género de tipo subjetivo, que maneja
personajes que son dóciles instrumentos en manos de su autor. La
novela quiere incluirlo todo, y puede valerse para sus fines de casi
todos los demás géneros. De fundamental importancia es su diferen-
311
dación de lo clásico y lo romántico como dos ideales poéticos, igual
mente válidos, pero incompatibles entre sí. Lo clásico se da en los
límites de lo finito, mientras que lo romántico aspira a lo infinito.
Tampoco vamos a examinar su posición frente a las diferentes lite
raturas y la historia literaria general. Comparte con su hermano la
admiración por Calderón.
b) Schelling
c) Novalis
d) Jean Paul
312
que desarrolla: poesía en general, imaginación, genio, poesía griega
y poesía romántica, lo cómico, humor e ingenio, caracteres y fábula,
novela y estilo. La poesía, para Jean Paul, es conjunción de lo par
ticular y lo general, y no olvida el papel que lo consciente tiene en
el proceso creador. De los Schlegel, toma la división de la poesía en
clásica y romántica. Lo más original de la Introducción son los apar
tados relativos al ingenio, al humor y lo cómico, que no vamos a
detallar.
313
f) A. Schopenhauer. Hegel
314
entre géneros, procedimientos, y una determinada fase de evolución
del arte o tipo de arte de los que hablamos.
315
sus obras críticas, citamos: Biographia literaria (1817), On Poesy or
Art (1818) y On the Principies of Genial Criticism.
Su postura estética general deriva de Schelling, y aspira a dar
una base epistemológica a esta estética. Es decir, trata de fundamen
tar esta estética en un método, que es «lo que une y hace de muchas
cosas una en la mente del hombre». Su teoría de la poesía se puede
concretar en tres grupos de problemas, relacionados respectivamen
te con el poeta, la descripción de la obra de arte y los efectos de la
obra en el lector. El poeta es un genio adornado de cualidades tales
como sensibilidad, pasión, voluntad, buen sentido, juicio, fantasía,
imaginación... Distingue genio e imaginación, elementos unificado-
res, de talento y fantasía, elementos combinatorios y mecánicos. La
obra de arte, por su parte, forma un todo. Todo, organismo, unidad,
continuidad, son palabras clave para entender la estructura de la
obra de arte, que es también representación del mundo y símbolo.
Con esto hay que unir el principio del placer y del sentimentalismo.
Su teoría de los géneros es vacilante y poco profundizada, compa
rada con la alemana. Baste con esto para tener una ligerísima idea
del crítico que traspasa todas las ideas alemanas al mundo anglo
sajón.
316
De entre las ideas de Leopardi, reseñamos su concepción de la
poesía como ilusión y fantasía. Poesía es lirismo, sentimiento y nada
más. Por eso, no puede ser imitación: «El poeta imagina y la ima
ginación no ve el mundo cual es...; finge, inventa, no ¡mita».
Dentro de la crítica italiana del siglo XIX, hay que citar también a
Francesco de Sanctis que, alejado cronológicamente del romanticis
mo, se basa en Hegel y otros autores alemanes, y constituye el an
tecedente del idealismo de B. Croce.
7. Madame de Staél
317
2. Stendhal
3. V ic to r H u g o
4. S a in te -B e u v e
318
por la afinidad entre las almas y por cierta continuidad histórica. Es
tamos ya en plena atmósfera naturalista.
5. H. Taine
BIBLIOGRAFÍA
319
en textos literarios españoles (siglos XVIII-XX)», en Bulletin His-
panique, 67, 253-273.
Schaeffer, Jean-Marie: 1980, «Romantisme et langage poétique», en
Poétique, 42, 177-194.
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1968, 4.a ed.
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1941.
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W imsatt , W. K. Jr., Brooks, Cleanth: 1957, Literary criticism. A short
history. London, Routledge and Kegan Paul, 1970.
320
NOTA INTRODUCTORIA A LA TEORÍA LITERARIA DEL SIGLO XX
321
de la pragmática sería el dato con el que ejemplificar esta conside
ración de la literatura más allá de lo exclusivamente textual.
Cada uno de los grupos corresponde a una de las tres unidades
didácticas que, a continuación, desarrollan la teoría literaria del si
glo XX.
Para no repetir, en la bibliografía de cada tema, todos los títulos
de los manuales y estudios generales que tratan de la teoría del si
glo XX, se da a continuación la ficha bibliográfica de los que más
hay que citar.
322
UNIDAD DIDÁCTICA IV
Resumen esquemático
5. Formalismo y marxismo.
a) Trotski y el formalismo.
b) Bujarin. «Prensa y revolución», 1924.
c) Búsqueda de un terreno común a formalismo y marxismo.
325
1. LA CRÍTICA LITERARIA EN RUSIA ANTES DEL MOVIMIENTO
FORMALISTA
a) Alexander Potebnja
327
de crear nuevos nombres. La poesía consiste entonces en un pensar
con imágenes verbales. Después veremos la oposición de los for
malistas a esta teoría de Potebnja, aunque en ella hay elementos que
anticipan algunos temas de los formalistas, como: el enfocar la poe
sía como un tipo de discurso especial; el unir el estudio de la lengua
y la ciencia literaria; o la concepción de la creación poética como
una liberación de la palabra.
b) Alexander Veselovski
c) Simbolismo y futurismo
328
do de los formalistas. El futurismo no dio producciones teóricas
comparables a las de los simbolistas, quienes contaron entre sus
teóricos a A. Biely y V. Brusov. El primero, con su obra Simbolismo
(1910), estudia las variaciones rítmicas, preludia el relativismo del
formalismo (cada escuela tiene su propia poética), quiere hacer de la
poética una ciencia lo más exacta, y utiliza métodos estadísticos.
Brusov, por su parte, subraya la conexión entre los aspectos fónico,
semántico y gramatical del lenguaje poético. Con todo, los formalis
tas se opondrán a las concepciones simbolistas, cada vez más filo
sóficas, de la palabra poética.
329
»La teoría de Potebnja, que consideraba la imagen como un pre
dicado cambiable que acompaña a un sujeto constante, teoría que
se reducía a decir que el arte es un método para la formación del
pensamiento, un método para facilitar el pensar, que las imágenes
son anillos de unión de varias claves, esta teoría ya era caduca»
(1972: 101).
En resumen, una crítica académica y una crítica simbolista, junto
al simbolismo y el futurismo en el campo de la creación poética,
dominan el ambiente en que aparece la teoría del formalismo ruso.
330
material visual con valor autónomo, si la música es la conformación
del material sonoro con valor autónomo, y la coreografía, del mate
rial gestual con valor autónomo, entonces la poesía es la conforma
ción de la palabra con valor autónomo, de la palabra «autónoma»,
como dice Klebnikov». Definida la autonomía de la literatura, se de
fine también la autonomía de la ciencia literaria: «Así, el objeto de
la ciencia de la literatura no es la literatura, sino la literariedad, es
decir, lo que hace de una obra dada una obra literaria» (1973: 11-
24). Lo que intenta Jakobson es el análisis de estos procedimientos,
que hacen la autonomía de la literatura, en la poesía de Klebnikov.
331
frecuentemente en su casa las reuniones de los miembros de la Opo
jaz. Así describe Sklovski la primera reunión de esta sociedad: «La
primera reunión de la Opojaz, la sociedad para el estudio del lengua
je poético, tuvo lugar en la cocina de un apartamento abandonado
de la calle Zukovski. Nos calentábamos quemando libros, pero es
que hacía frío y Piast tenía los pies dentro del horno» (1972: 101).
332
sonas que pasan por la calle. Así, los historiadores de la literatura se
servían de todo: vida personal, psicología, política, filosofía. En lugar
de una ciencia de la literatura, se creaba un conglomerado de Inves
tigaciones artesanales, como si se olvidara que estos objetos perte
necen a las ciencias correspondientes: la historia de la filosofía, la
historia de la cultura, la psicología, etc., y que estas últimas pueden
perfectamente utilizar los monumentos literarios como documentos
defectuosos, de segundo orden. Si los estudios literarios quieren
convertirse en ciencia, deben reconocer el procedimiento como su
'personaje' único. Después la cuestión fundamental es la de la apli
cación, de la justificación del procedimiento» (1973: 15).
En este sentido, los formalistas siguen el postulado de Klebnikov,
al que Jakobson aludía, de la palabra autosuficiente. Y así, Sklovski
postula la primacía del sonido sobre el significado en algunos tipos
de discurso, y Jakubinski nota la autonomía del sonido en la poesía
frente al discurso práctico, que es neutro.
Dos de los trabajos de Poética se dedican a la prosa de ficción.
Uno es de Eichenbaum, «Cómo está hecho "El Manto" de Gogol»,
donde se señala el carácter de estilización grotesca que informa a
esta obra. Y en el otro, que pertenece a Sklovski, se sienta que las
técnicas de construcción argumental se parecen, y son fundamental
mente idénticas, a los recursos de la orquestación verbal.
La noción de perceptibilidad de la construcción verbal, como ca
racterística del discurso poético, lleva a un reexamen de las teorías
acerca de la naturaleza de la poesía. Ya vimos cómo Jakobson hacía
mención de esta característica de la poesía.
El reexamen de las teorías acerca de la naturaleza de la poesía
afecta a una revisión de las teorías de Potebnja. De esta revisión se
encarga Sklovski en dos trabajos: «Potebnja» y «El arte como recur
so». Este último artículo es considerado como el manifiesto del for
malismo ruso, y en él se sostiene que la imagen poética no sirve
para hacer más comprensible la realidad, como sostenía Potebnja,
sino para todo lo contrario: extrañar el objeto. Dice Sklovski: «Po
tebnja y sus numerosos discípulos ven en la poesía una manera par
ticular del pensamiento, el pensamiento con la ayuda de las imáge
nes; para ellos las imágenes no tienen otra función que permitir
agrupar objetos y acciones heterogéneas y explicar lo desconocido
por lo conocido». Sklovski diferencia la imagen como medio práctico
de pensar, medio de agrupar los objetos, y la imagen poética, medio
de reforzar la impresión. Pues la finalidad del arte es «dar una sen
sación del objeto como visión y no como reconocimiento; el proce
dimiento del arte es el procedimiento de singularización de los ob
333
jetos y el procedimiento que consiste en oscurecer la forma, en au
mentar la dificultad y la duración de la percepción» (71; 76-97).
En un primer contacto con la revolución rusa, el formalismo es
acusado de escapismo, pero no hay que olvidar que O. Brik y L.
Jakubinski estuvieron trabajando en algunos campos de la tarea re
volucionaria, y que incluso la teoría formalista, en cierta manera, es
hija del ambiente revolucionario, caracterizado por el anticonformis
mo y el empirismo. De todas formas, hasta que no hubo un desarro
llo mayor de la teoría marxista de la literatura, el formalismo no tuvo
serios problemas para su labor teórica.
El avance del formalismo en los cinco primeros años de su exis
tencia es fabuloso, y en 1920 se funda en Petrogrado el «Departa
mento de Historia de la Literatura», en el Instituto Estatal de Historia
del Arte de Petrogrado. El presidente es V. Zirmunski y participan en
este departamento: S. Baluxati, B. Engelhardt, B. Eichenbaum, G. Gu-
kovski, V. Sklovski, J. Tinianov, B. Tomachevski y V. Vinogradov.
Desde este momento, hay una división de tareas entre la Opojaz,
como representante del formalismo militante, y el Instituto, donde se
centra la labor científica, con la publicación de una serie que lleva
por título «Problemas de Poética» y que cuenta con importantísimas
contribuciones formalistas.
Por lo que se refiere al Círculo Lingüístico de Moscú, al abando
nar Jakobson Moscú en 1920, dejó de ser importante para la teoría
literaria, y sus miembros se inclinan ya por la lingüística marxista,
ya por la lingüística husserliana.
A partir del año 1920, consolidada la escuela formalista, empieza
su desarrollo, que no estuvo exento tampoco de polémicas y dificul
tades.
334
a) Sintaxis y semántica poéticas
b) Historia literaria
335
literaria no es un campo de investigación, sino una forma de enfocar
los problemas literarios. Lo importante no son las personalidades,
sino su lugar en la evolución histórica. Un trabajo representativo de
la posición formalista, en el estudio de la evolución literaria, es el de
Tinianov «De l'évolution littéraire» (TL: 120-137).
De la investigación histórica se pasa a la teoría de la historia li
teraria. Veamos cómo explica Eichenbaum la posición formalista
frente a los problemas de historia literaria: «Debíamos destruir las
tradiciones académicas y desentendemos de las tendencias de la
ciencia periodística. A las primeras, había que oponer la idea de la
evolución literaria y de la literatura en sí, fuera de las nociones de
progreso y de sucesión natural de los movimientos literarios, fuera
de las nociones de realismo y de romanticismo, fuera de toda ma
teria exterior a la literatura, que nosotros consideramos como una
serie específica de fenómenos. A las segundas, debíamos oponer los
hechos históricos concretos, la inestabilidad y la variabilidad de la
forma, la necesidad de tener en cuenta las funciones concretas de
tal o cual procedimiento, es decir, de contar con la diferencia entre
la obra literaria tomada como cierto hecho literario y su libre inter
pretación desde el punto de vista de las exigencias contemporáneas,
de los gustos o de los intereses literarios» (TL: 67). Como vemos, si
el formalismo reivindica una autonomía para el estudio sincrónico
de la obra (estudia la literariedad), reivindica también la autonomía
de la obra estudiada diacrónicamente. Y dentro de este carácter au
tónomo se inscriben las nociones de «autocreación dialéctica de nue
vas formas» o del carácter dinámico de los géneros (Sklovski).
c) Diversidad formalista
336
parte integrante de la lingüística. Es curioso que estos autores, en el
posterior Círculo Lingüístico de Praga, den un carácter marcadamen
te lingüístico a los estudios literarios.
Por lo que se refiere a la pureza del método que se debe emplear,
se puede señalar también una fisura entre «moderados» y «extre
mistas». Como ejemplo de moderados, podemos citar a Zirmunski,
partidario de un pluralismo metodológico y para quien el formalismo
sólo tiene valor como método, y no como visión general de la lite
ratura. Quizá sea oportuno citar las palabras de Eichenbaum, en el
sentido de que el formalismo resulta «no de la constitución de un
sistema metodológico particular, sino de los esfuerzos para la crea
ción de una ciencia autónoma y concreta», y que para los formalistas
«no es el problema de método de los estudios literarios el que es
esencial, sino el de la literatura en cuanto objeto de estudios» (71;
31).
5. FORMALISMO Y MARXISMO
a) Trotski y el formalismo
337
de Sklovski en que éste negaba toda validez a la interpretación so
ciológica, basándose en la existencia de argumentos iguales en las
literaturas de países muy diferentes. Para Trotski no resultaba difícil
explicar este hecho, bien porque los argumentos se produjeran bajo
formas sociales similares, bien porque hubiera habido una relación
cultural entre estos países. Por lo demás, el culto a la palabra o la
preocupación exclusiva por los recursos verbales, sonaban a Trotski
como una especie de religiosidad especial del formalismo.
338
intentos por encontrar un terreno común a marxistas y formalistas.
Entre estos intentos, podemos citar el de A. Zeitlin, que publica en
la revista Lef, 1923, un trabajo titulado «El método marxista y for
malista», donde defiende la utilidad del formalismo en la etapa des
criptiva, previa a la interpretativa, de un estudio literario. Levidov
sostiene, en su trabajo «Proletariado y literatura» (1925), que sólo los
esfuerzos de formalistas y sociólogos darían una teoría marxista de
la literatura. B. Arvatov, portavoz del grupo «Lef», niega cualquier
diferencia entre la creación artística y cualquier otro tipo de produc
ción. Es decir, que hay que tratar los problemas de arte y sociedad
en términos puramente tecnológicos. Pero su teoría no interesó ni a
marxistas ni a formalistas.
El ataque sin duda más duro contra el formalismo es el que parte
de P. N. Medvedev, quien en su obra El método formalista en la
ciencia literaria señala la necesidad de una poética marxista. A partir
de aquí, la crítica marxista se divide en dos corrientes: una que se
aproxima a la obra de una manera puramente genética (explicación
por causas externas), y otra que adopta una posición cuasi-estruc-
tural. Más adelante nos referiremos a la crítica que M. Bajtin y su
círculo, al que pertenece Medvedev, hacen del formalismo.
Las repercusiones, en el formalismo, del enfrentamiento con el
marxismo, se ven en un reexamen de la posición inicial respecto al
problema de las relaciones de la literatura y la sociedad.
339
a) ¿Un método socioformalista?
b) La crisis formalista
340
entre sonido y significado. Al mismo tiempo, se requería una fami
liaridad en campos marginales de enorme importancia para el avan
ce de su método, como la lógica, la epistemología o la teoría del
lenguaje.
Lo cierto es que ni Eichenbaum era un metodólogo por excelen
cia, ni Sklovski un erudito. Sólo Jakobson y Tinianov eran capaces
de encontrar una salida, como se desprende de un trabajo conjunto
aparecido en 1928 en la revista Nouyi Lef, y titulado «Problemas en
el estudio de la Literatura y la Lengua», donde se analiza la relación
entre ciencia literaria y disciplinas emparentadas, y se presagia el
estructuralismo, al considerar la obra como un sistema. (Para las po
lémicas y posturas de formalistas y marxistas véase Titunik, 1973.)
Al final de los veinte, en Rusia, la literatura y la crítica se subor
dinan a la construcción del socialismo, bajo la dirección de la «Aso
ciación Rusa de Escritores Proletarios», que era quien fijaba las lí
neas de la crítica literaria. Si interpretaciones marxistas heterodoxas
de la literatura fueron desautorizadas, con mayor razón lo fue el for
malismo. De aquí que Sklovski, el más beligerante defensor del for
malismo en su nacimiento, se retractara públicamente, en enero de
1930, en la revista Literaturnaja Gazeta, con un trabajo de título tan
elocuente como «Un monumento al error científico». Dice Sklovski:
«Por lo que a mí se refiere el formalismo es algo que pertenece al
pasado. Todo lo que queda del formalismo es la terminología, hoy
en día generalmente aceptada, así como una serie de observaciones
tecnológicas».
A partir de este momento, es el cese de las investigaciones for
malistas y la desbandada general. Sklovski se dedica a reportajes,
guiones, memorias, documentales. Eichenbaum y Tomachevski, a la
anotación y edición de los clásicos de la literatura rusa. Vinogradov
estudia el estilo de los grandes poetas rusos, y Zirmunski se consa
gra a la investigación histórica y al folklore oriental.
Sólo después de la muerte de Stalin vuelven a aparecer algunos
trabajos de estos autores que tienen que ver con su labor formalista.
Podemos citar los siguientes: Sklovski, Prosa artística. Reflexiones y
análisis (1959); Tomachevski, Verso y Lengua (1959), y Vinogradov,
Estilística. Teoría del lenguaje poético. Poética (1963).
341
inviabilidad como movimiento dentro de la crítica rusa, B. Eichen-
baum señala los momentos principales y las adquisiciones más no
tables del formalismo en los siguientes términos:
342
Por lo demás, la valoración del formalismo ruso es totalmente
positiva en Europa occidental a partir de los años sesenta. Esta re
valorización va acompañada de un resurgir de los estudios críticos
de carácter formal-estructuralista, sobre todo en Francia. Con todo,
queremos señalar también la valoración, no exenta de crítica en al
gunos puntos, de Galvano della Volpe. Nota G. del la Volpe (1967:
139-155) el carácter saludable, antidogmático de los estudios forma
listas, frente a la estética especulativa y mística de los simbolistas.
Pero considera como defecto de la poética formalista: su plantea
miento tecnicista o estrictamente empírico. Esto lleva a las acusacio
nes de unilateralidad y superficialidad, que Galvano della Volpe con
creta en los siguientes puntos: 1. Reducción tecnicista de la categoría
estética básica de forma poética a la de forma lingüística, con lo que
se degrada el fin —el valor de verdad poética de ciertos significa
dos— a su medio —la palabra como instrumento expresivo—. 2. Im
posibilidad de utilizar las categorías técnicas individualizadas (mate
rial, forma, procedimiento...) para un adecuado conocimiento del va
lor estético-literario. 3. Esta imposibilidad se refleja en las siguientes
desviaciones del método: a) el olvido del elemento semántico en su
consideración de la lengua poética, que es caracterizada más bien
por su forma fónico-gramatical; b) de ahí, una falta de estudio ade
cuado de los tropos, y de la metáfora, en especial, sobre todo desde
el punto de vista semántico; c) la radical impotencia valorativa, es
decir, su incapacidad para emitir juicios de valor y, por tanto, su
impotencia crítica. Como vemos, el formalismo es atacado en el pun
to en que precisamente los formalistas hacían mayor hincapié: el
estudio autónomo, exclusivamente técnico, de la literatura.
343
literaria polaca anterior a la segunda guerra mundial está fuertemen
te influenciada por los formalistas.
René Wellek, checo afincado en Estados Unidos y coautor, junto
a Austin Warren, de la conocidísima Teoría literaria (1949), es , sin
duda, transmisor de la teoría formalista, pues en su obra hay abun
dantes muestras de un buen conocimiento del formalismo ruso. Véa
se, por ejemplo, la referencia a Tomachevski en el prólogo de la
primera edición (1949: 11-12).
Para el conocimiento de los formalistas en los países de Europa
occidental y en Norteamérica destacamos tres hechos. El primero fue
la aparición de la obra de Víctor Erlich El formalismo ruso, en 1955.
Esta obra sigue siendo básica para un conocimiento de la historia
del movimiento formalista. El segundo hecho es la conferencia que
Jakobson dio en la Universidad de Indiana en 1958 ante lingüistas,
antropólogos, psicólogos y críticos literarios. Esta conferencia se ti
tuló «Lingüística y poética», y trata de la especificidad del lenguaje
literario en relación con el lenguaje en general, considerado como
comunicación. Allí es patente la concepción formalista del mensaje
poético como aquel que llama la atención sobre el mismo mensaje.
Se trata, pues, de una función especial del lenguaje: la función poé
tica. A partir de la traducción de este ensayo al francés por N. Ruwet,
en los Essais de linguistique généraie (1963), las referencias a la teo
ría de Jakobson son constantes en la teoría literaria francesa. (Entre
paréntesis diremos que en 1973 ha aparecido una importante colec
ción de los trabajos de Jakobson, hecha por Todorov, en la que se
recogen sus estudios teóricos más sobresalientes de la etapa for
malista, y otros que son fruto de sus actividades en el Círculo Lin
güístico de Praga. Estos estudios se sitúan entre 1919 y 1937. Una
segunda parte recoge los trabajos de Jakobson durante los años 60
y principios de los 70. El título de la antología es Questions de Poé-
tíque.)
El tercer hecho importante, en el conocimiento del formalismo en
Occidente, es la publicación en 1965 de una antología de los escritos
principales de los formalistas, hecha por T. Todorov y titulada Théo-
rie de la littérature. A partir de estos materiales, el interés por el
formalismo ruso ha conocido su apogeo en los años 60 y 70, prin
cipalmente en la teoría literaria emparentada con el estructuralismo
francés. Muchos de los temas que atraen la atención de la crítica
francesa están estrechamente relacionados con cuestiones plantea
das por los formalistas hace más de sesenta años. Colecciones si
milares de textos de los formalistas aparecen después en inglés y
alemán.
Hoy las teorías formalistas son el punto de partida obligado para
344
el planteamiento de las principales cuestiones de teoría literaria, y
han conseguido, sin duda, el carácter de clásicos de la poética del
siglo XX.
BIBLIOGRAFÍA
345
Tema 17
Resumen esquemático
I. Introducción.
347
I. INTRODUCCIÓN
349
II. LITERATURA Y LENGUAJE. ESPECIFICIDAD DEL HECHO
LITERARIO
7. Sktovski
350
ble de su construcción... La creación de una poética científica exige
que se admita, desde el principio, que existe una lengua poética y
una lengua prosaica cuyas leyes son diferentes, idea probada por
múltiples hechos. Debemos comenzar por el análisis de estas dife
rencias» (TL: 46). En su artículo «El arte como procedimiento», 1917,
ya había afirmado Sklovski que «el ritmo estético consiste en un rit
mo prosaico violado» (TL: 97). Y algunos años más tarde (1929), en
«La construcción de la narración corta y de la novela», afirma: «El
poeta quita todas las señales de su lugar, el artista es el instigador
de la rebelión de los objetos. En los poetas, los objetos se insurrec
cionan, rechazando sus antiguos nombres y se cargan de un sentido
suplementario con el nombre nuevo... Así el poeta lleva a cabo un
desplazamiento semántico, saca la noción de la serie semántica don
de se encontraba y la coloca con la ayuda de otras palabras (de un
tropo) en otra serie semántica; así sentimos la novedad, la coloca
ción de un objeto en una nueva serie... Es uno de los medios de
hacer al objeto perceptible, de transformarlo en un elemento de obra
de arte» (TL: 184-185).
2. Jakobson
351
3. Otros formalistas
b) La función literaria
7. La sensación de la forma
352
de la sensación de la forma: «Si queremos dar la definición de la
percepción poética e incluso artística, ésta es la que se impone ine
vitablemente: la percepción artística es aquella percepción en que
experimentamos la forma (quizá no sólo la forma, pero por lo menos
la forma)» (TL: 43-44). Notemos la aparición del término forma, que
caracteriza a la escuela formalista, porque va a ser el concepto fun
damental a la hora de la descripción de la peculiaridad del hecho
literario. Por otra parte, forma es un término de estética general que
caracteriza a todo arte, y, por tanto, también al arte literario.
Todo un trabajo posterior de Sklovski titulado «El arte como pro
cedimiento», 1917, que es considerado como una especie de mani
fiesto del formalismo, desarrolla la idea de que el procedimiento de
percepción, a través de la singularización y de la forma difícil, es un
fin en sí para el arte, que tiende a romper el automatismo percepti
vo. Dice, por ejemplo, Sklovski: «La imagen poética es uno de los
medios de crear una impresión al máximo. Y en el mismo caso están
el paralelismo, la comparación, la simetría, la hipérbole, las figuras,
todos ellos procedimientos de la lengua poética que, como tales,
tienden a reforzar la sensación producida por un objeto» (TL: 79).
Entre las numerosas citas que podríamos hacer de este trabajo de
Sklovski, reproducimos los dos párrafos siguientes: «Y he aquí que
para volver la sensación de la vida, para sentir los objetos, para ex
perimentar que la piedra es de piedra, existe lo que se llama arte. El
fin del arte es dar una sensación del objeto como visión y no como
reconocimiento; el procedimiento del arte es el procedimiento de
singularización de los objetos y el procedimiento que consiste en
obscurecer la forma, en aumentar la dificultad y la duración de la
percepción. El acto de percepción en arte es un fin en sí y debe ser
prolongado: el arte es un medio de experimentar el acontecer del
objeto, lo que ya está 'acontecido' no Importa para el arte» (TL: 83).
Y más adelante: «Al examinar la lengua poética tanto en sus cons
tituyentes fonéticos y léxicos como en la disposición de las palabras
y de las construcciones semánticas constituidas por estas palabras,
nos damos cuenta de que el carácter estético se revela siempre por
los mismos signos: es creado conscientemente para liberar la per
cepción del automatismo; su visión representa el fin del creador y
está construida artificialmente de manera que la percepción se pare
en ella misma y llegue al máximo de su fuerza y de su duración»
(TL: 94). Según esto, todo procedimiento que retenga nuestra per
cepción será artístico, y el poeta intenta detener nuestra percepción,
para lo que utilizará todo tipo de procedimientos que no estén au
tomatizados. Si tenemos en cuenta que en el lenguaje comunicativo
la percepción de las palabras es prácticamente automática, el len-
353
guaje literario debe utilizar procedimientos diferentes o palabras di
ferentes o significados diferentes del lenguaje comunicativo.
Dentro de esta concepción del arte literario, se enmarcan multitud
de observaciones de los formalistas referidas tanto a la poesía como
a los artificios constructivos de la novela o la prosa. Veamos, por
ejemplo, lo que dice Jakobson: «Los tropos nos vuelven el objeto
más sensible y nos ayudan a verlo. En otros términos, cuando bus
camos la palabra justa que pudiera hacernos ver el objeto, elegimos
una palabra que nos es inhabitual, al menos en este contexto, una
palabra violada. Esta palabra inesperada puede ser lo mismo la ape
lación figurativa que la apelación propia: hay que saber cuál de las
dos está en uso» (TL: 101). Y afirmaciones más generales, del tipo
de la siguiente: «La forma existe en tanto que nos es difícil percibir
la, en tanto que sentimos la resistencia de la materia, en tanto que
dudamos» (QP: 12). Por eso puede afirmarse que «la poesía es la
puesta en forma de la palabra con valor autónomo», o que la poesía
es «el lenguaje en su función estética» (QP: 15).
354
III. LA «DESAUTOMATIZACIÓN», PRINCIPIO DE ESTÉTICA
GENERAL
355
tación de la verosimilitud es la siguiente: «Si en pintura, en arte fi
gurativo, se puede todavía tener la ilusión de una fidelidad objetiva
y absoluta a la realidad, la cuestión de verosimilitud 'natural' (según
la terminología de Platón) de una expresión verbal, de una descrip
ción literaria, está evidentemente desprovista de sentido. ¿Se puede
plantear la cuestión del grado de verosimilitud de tal o cual clase de
tropo poético? ¿Se puede decir que tal metáfora o metonimia es ob
jetivamente más realista que tal otra? Incluso en pintura el realismo
es convencional, es decir, figurativo. Los métodos de proyección del
espacio en tres dimensiones sobre una superficie, el color, la abs
tracción, la simplificación del objeto reproducido, la elección de los
rasgos representados son convencionales. Hay que aprender el len
guaje pictórico convencional para ver el cuadro, lo mismo que no se
pueden captar las palabras sin conocer la lengua» (71; 100). Lo im
portante de esta larga cita de Jakobson es el carácter construido,
formal, de todo arte, de la pintura lo mismo que de la literatura. La
literatura, la poesía se diferencia en que su material es el lenguaje,
según vimos anteriormente en el mismo Jakobson, y por eso la for
ma literaria se aprecia respecto al lenguaje comunicativo. Pero el
principio estético es el mismo para pintura o literatura.
356
cologismo de la ciencia literaria de su tiempo, no faltan, sin embar
go, las afirmaciones de la estrecha relación entre literatura y
sociedad ya en esos primeros escritos. Jakobson, por ejemplo, en
«La nueva poesía rusa», dice: «La teoría del lenguaje poético no po
drá desarrollarse más que si se trata la poesía como un hecho social,
más que si se crea una especie de dialectología poética» (QP: 13).
La vinculación entre literatura y vida social será más evidente en
la segunda época formalista, según veremos al hablar de la teoría
de la evolución literaria. También en esta segunda época se presta
más atención a las relaciones entre literatura y vida social, práctica,
según testimonia el artículo de Tinianov «El hecho literario», 1925.
Allí muestra Tinianov, con ejemplos, cómo hechos de la vida práctica
entran en la literatura, y cómo, al revés, la literatura puede conver
tirse en un elemento de la vida práctica: «En la época de la disolu
ción de un género, de central pasa a periférico, y un nuevo fenó
meno, procedente de la literatura de segundo orden o de la vida
práctica, ocupa su lugar» (TL: 74).
357
3. La función literaria y las leyes intrínsecas del cambio
358
Ejemplo de la revisión de conceptos generales empleados por la
ciencia académica, a que nos hemos referido antes, es el artículo de
Jakobson «Sobre el realismo artístico», 1921, Aun suponiendo que
la nota esencial del realismo fuera la verosimilitud, ésta es distinta
para el lector y para el autor, y esta diferencia viene dada por la
actitud reformadora o conservadora de uno y otro. De aquí la exis
tencia de cuatro verosimilitudes, por lo menos: la del autor refor
mador, la del autor conservador, la del lector reformador y la del
lector conservador, respecto a los usos artísticos de la época.
Terminamos esta breve reseña del pensamiento formalista sobre
la existencia de una ciencia histórica autónoma con la mención del
esquema que Vinagradov propone para la estilística, en su escrito
«Sobre las tareas de la estilística», 1922, donde hay lugar para una
estilística histórica. Diferencia Vinogradov el estudio funcional e in
manente, y el estudio histórico (retrospectivo y proyectivo). El pro
blema fundamental de esta estilística es el de «la confrontación de
los fenómenos estilísticos proyectados fuera y considerados, desde
el punto de vista de su parecido, en una sucesión cronológica y con
la finalidad de establecer fórmulas que expresen un orden de alter
nancia y de sustitución» (71; 113).
359
consiste en su posibilidad de entrar en correlación con los otros ele
mentos del mismo sistema y, consiguientemente, con el sistema en
tero. Al mismo tiempo, un elemento entra simultáneamente en rela
ción con la serie de elementos semejantes que pertenecen a otras
obras-sistema, incluso a otras series, y, por otra parte, con los otros
elementos del mismo sistema. La primera relación se llama función
autónoma (con elementos semejantes); y la segunda, función síno-
ma (con elementos distintos). El estudio de la literatura exige que se
tengan en cuenta estas funciones, pues el hecho literario sólo existe
como diferencial, ya respecto a la serie literaria, ya respecto a la
serie extraliteraria. Los fenómenos literarios no pueden considerarse
nunca fuera de sus correlaciones. El sistema de la serie literaria es,
ante todo, un sistema de las funciones de la serie literaria, la cual
está en perpetua correlación con las otras series.
Vista la necesidad del estudio de las funciones literarias en rela
ción con los fenómenos de la misma serie (obra o literatura, consi
deradas como sistemas), se plantea Tinianov, a continuación, el exa
men de la correlación entre la literatura y las series vecinas. En pri
mer lugar, ¿cuáles son estas series vecinas? La vida social, responde.
En segundo lugar, ¿cómo y en qué se correlacionan literatura y vida
social? Por su aspecto verbal. La literatura tiene una función verbal
respecto a la vida social. La personalidad literaria, el personaje de
una obra, representan, en ciertas épocas, la orientación verbal de la
literatura, y, a partir de allí, penetran en la vida social. Por ejemplo,
la personalidad literaria de Byron, la que el lector deduce de sus
versos, es asociada a las personalidades de sus héroes líricos, y de
esta forma penetra en la vida social.
No cree Tinianov en el rendimiento de un estudio de la psicología
del autor y el establecimiento de una relación de causalidad entre su
medio, su vida, su clase social y sus obras. También en el caso de
las «influencias» literarias, el momento y la dirección de tales in
fluencias dependen enteramente de la existencia de ciertas condicio
nes literarias. Por otra parte, la sustitución de sistemas se hace me
diante el cambio de función de los elementos formales.
Resumida la teoría de Tinianov —en la que, como vemos, hay
una confluencia de: consideración autónoma de la literatura, consi
deración de la literatura en su relación con la sociedad, y especifi
cación de la forma en que evoluciona el sistema literario—, veamos
cómo concluye su trabajo: «En resumen: el estudio de la evolución
literaria no es posible más que si la consideramos como una serie,
un sistema puesto en correlación con otras series o sistemas y con
dicionado por ellos. El examen debe ir de la función constructiva a
la función literaria, de la función literaria a la función verbal. Debe
360
esclarecer la interacción evolutiva de las funciones y de las formas.
El estudio evolutivo debe ir de la serie literaria a las series correla
tivas vecinas y no a las series más alejadas, incluso si son principa
les. El estudio de la evolución literaria no rechaza la significación
dominante de los principales factores sociales, al contrario, sólo en
este cuadro la significación puede ser esclarecida en su totalidad; el
establecimiento directo de una influencia de los principales factores
sociales sustituye el estudio de la modificación de las obras literarias
y de su deformación al estudio de la evolución literaria» (TL: 136-
137).
Dentro de este mayor interés por las relaciones entre literatura y
sociedad, en la segunda etapa del formalismo ruso, se sitúan las
afirmaciones de Tinianov y Jakobson en su trabajo conjunto «Los
problemas de los estudios literarios y lingüísticos», 1928: «La histo
ria de la literatura (o del arte) está íntimamente ligada a las otras
series históricas; cada una de estas series conlleva un haz complejo
de leyes estructurales que le son propias. Es imposible establecer
entre la serie literaria y las otras series una correlación rigurosa sin
haber estudiado previamente estas leyes» (71: 138). Notemos cómo
la autonomía de las leyes literarias no se ve mermada porque se
relacione literatura y vida social. La comprensión de las relaciones
entre literatura y vida social es fundamental para comprender por
qué, en un momento determinado, se elige una dirección o una do
minante.
361
1. Tomachevski y la definición de «género literario»
362
2. La evolución de los géneros literarios
363
puede explicar por su misma concepción de género, definible por los
rasgos más variados. Tomachevski apunta que, dada la imposibilidad
de una clasificación lógica, hay que adoptar una clasificación prag
mática y utilitaria, que puede llegar hasta la obra Individual. Dice:
«Hay que señalar que la clasificación de los géneros es compleja.
Las obras se distribuyen en amplias clases que, a su vez, se diferen
cian en tipos y especies. En este sentido, descendiendo la escala de
los géneros, llegamos desde las clases abstractas a las distinciones
históricas concretas (el poema de Byron, la narración corta de Che-
jov, la novela de Balzac, la oda espiritual, la poesía proletaria) e in
cluso a las obras particulares» (71: 306-307).
De los estudios concretos de los formalistas, parece poder dedu
cirse una amplia clasificación entre obras en prosa y obras en verso-,
y, dentro de las obras en prosa, entre narración corta o cuento y
novela. Frente a los simbolistas, que intentan, a principios de siglo,
la abolición de frontera entre verso y prosa, los formalistas insisten
en una neta diferenciación de estos dos géneros del arte literario.
Tinianov, por ejemplo, en El problema de la lengua poética dice:
«Aproximar los versos a la prosa supone que se haya establecido la
unidad y la continuidad sobre un objeto inhabitual, por lo que esto
no borra la esencia del verso; al contrario, se encuentra reforzada...
Cualquier elemento de la prosa, una vez introducido en la sucesión
del verso, se muestra bajo otra luz, puesto de relieve por su función,
y así da nacimiento a dos fenómenos diferentes: esta construcción
subrayada y la deformación del objeto inhabitual» (71: 64).
A la diferenciación entre narración corta y novela está dedicado
todo un estudio de Sklovski, «La construcción de la narración corta
y de la novela», 1929. De este tema se ocupa también Eichenbaum
en «Sobre la teoría de la prosa», 1925 (71: 202-204). No creemos
necesario entrar en la especificación de los procedimientos caracte
rísticos de cada uno de estos dos subgéneros de prosa.
BIBLIOGRAFÍA
364
nuación, los títulos de las obras donde pueden leerse los trabajos de
los formalistas:
Los siguientes títulos son útiles por tratar de algún aspecto par
ticular referido al movimiento formalista ruso:
365
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366
Tema 18
Resumen esquemático
I. Introducción.
367
I. INTRODUCCIÓN
369
II. M IJ A ÍL M . B A J T ÍN (1 8 9 5 -1 9 7 5 )
1. La obra de Bajtín
370
género literario, la ambigüedad); y la utilización dei concepto bajti-
niano de polifonía textual en el trabajo de Graciela Reyes (1985).
En la bibliografía se encontrarán otros títulos de trabajos que de
sarrollan y comentan aspectos particulares de la teoría de Bajtín.
Véanse, igualmente, los manuales citados en la introducción general
a la teoría del siglo XX. También se encontrarán referencias sobre
su vida y su obra en las introducciones con que se acompañan las
traducciones de las obras de Bajtín a las lenguas occidentales.
371
oposición lengua literaria y lengua común, teorías del género litera
rio y pensamiento sobre la evolución literaria.
Para tener una idea del tipo de crítica a la que Bajtín somete al
formalismo ruso, vamos a resumir el trabajo de 1924 titulado «El
problema del contenido, del material y de la forma en la obra lite
raria» (1975: 21-82). De este trabajo, extraemos las ideas que tienen
que ver con la crítica al formalismo.
Los formalistas, según Bajtín, parten de una actitud falsa ante la
estética general: tratan de construir un sistema de juicios científicos
sobre el arte literario «independientemente de los problemas de la
esencia del arte en general» (1975: 25), Sin una concepción siste
mática del dominio estético, no se puede separar, aislar, el objeto de
estudio de la poética, la obra literaria, fuera de la masa de obras
verbales de otra especie. La autonomía del arte está fundada y ga
rantizada por su participación en la unidad de la cultura, donde ocu
pa un lugar necesario e irremplazable. Por todo ello: «La poética,
sistemáticamente definida, debe ser la estética del arte literario»
(1975: 27).
Sin orientación estética general, la poética cae en una simplifica
ción extrema: se pega a la lingüística, y ésta llega a ocupar el papel
que está destinado a la estética general, y no el suyo, que es el de
auxiliar nada más. Por aquí se llega a una estima exagerada del ma
terial, que es lo que diferencia a las artes. Pero, ¿es legítima esta
exageración en la estima del material? Se tiende a concebir la forma
como la de un material dado, como una combinación del material
en los límites impuestos por la lingüística. Y esto es lo que única
mente les interesa, y todos los demás valores expresados por el artis
ta (éticos, religiosos, expresivos...) son, para los formalistas, nada
más que metáforas. La estética formalista es una estética material.
La estética material es inofensiva y fecunda cuando estudia sola
mente la técnica de la obra de arte. Es nefasta cuando se intenta
comprender y explorar la obra en su singularidad y su significación
estéticas.
Si no se conforma con la descripción técnica, la estética material
cae en errores y dificultades insuperables. En cinco apartados reparte
Bajtín los problemas que presenta la estética material.
372
2. La estética material no puede fundamentar la diferencia esen
cial entre el objeto estético y la obra material, entre las articulaciones
y uniones en el interior de este objeto, y las articulaciones y uniones
materiales en el interior de la obra: por todas partes muestra una
tendencia a mezclar estos elementos. Pues el objeto del análisis es
tético está en la obra tal y como aparece cuando el artista y el es
pectador orientan hacia ella su actividad estética. El objeto del aná
lisis estético (el objeto estético) es el contenido de la actividad esté
tica (contemplación) orientada a la obra. La estética material no va
más allá de la obra en cuanto material organizado, sólo llega a la
obra como objeto de la física o la lingüística.
3. En las obras de estética material se produce una constante e
inevitable confusión entre las formas arquitectónicas y composicio-
nales. (No vamos a explicar ahora estos importantes conceptos baj-
tinianos, que pueden verse definidos en este mismo trabajo: 1975:
34-36.)
4. La estética material es incapaz de explicar la visión estética
fuera del arte: la contemplación estética de la naturaleza, los aspec
tos estéticos del mito, de la concepción del mundo. En estos casos,
no hay, precisamente, un material organizado, una técnica.
5. La estética material no puede fundamentar la historia del arte.
Al separar las artes, y tratar la obra como una cosa, la estética ma
terial solamente puede hacer un cuadro cronológico de las modifi
caciones de los procedimientos técnicos de un arte dado, «pues una
técnica aislada no puede tener historia» (1975: 38).
373
otro sentido [que el de ia oposición]: que el grupo de Bajtín y ios for
malistas compartían cierto número de cruciales intereses en común; que
las teorías formalistas nutrieron y estimularon el pensamiento del grupo
Bajtín —y no sólo por reacción—; que en algunos aspectos, específica y
concretamente en el dominio de la poética, e¡ grupo Bajtín empleaba
conceptos muy próximos de los que estaban aún siendo formulados,
calificados y desarrollados luego por el método formal a medida que
evolucionaba; finalmente, que ambas líneas estaban destinadas a con
verger, y en efecto convergieron, pero sólo en otro lado y bajo diferentes
auspicios, en el estructurallsmo de ia Escuela de Praga, y especialmente
en la obra de lan Mukarovski» (1973: 215).
a) Asistematicidad de su pensamiento
374
uno de ellos contiene, de alguna manera, el conjunto de su pensa
miento, pero encierra también un deslizamiento, un desplazamiento
apenas perceptible en el seno de este mismo pensamiento, y que
frecuentemente es lo que le da interés» (1981: 25-26). Son tan varia
das las facetas del pensamiento de Bajtín, que el mismo Todorov
dice que «uno duda de que haya habido siempre en su origen una
sola y única persona» (1984: 83).
El carácter del pensamiento de Bajtín justificaría una presentación
del mismo centrándonos en el concepto de dialogismo. Pues, se tra
te de la teoría del lenguaje, de la historia literaria o de la antropo
logía filosófica —corrientes de pensamiento presentes en Bajtín (To
dorov 1981: 26)—, siempre encontramos su teoría del dialogismo.
b) Teoría de ¡a novela
375
No creemos poder aclarar, en el marco de la presente exposición,
la idea de la novela de Bajtín, tal y como queda resumida en las
palabras anteriores. Palabras que deben tomarse como una incita
ción a penetrar detenida y atentamente en el rico pensamiento baj-
tiniano sobre la novela.
376
de todo discurso. Es la dirección natural de todo discurso vivo. El dis
curso encuentra el discurso de otro en todos los caminos que llevan
hacia su objeto, y no puede dejar de entrar en interacción viva e intensa
con él. Sólo el Adán mítico, abordando con el primer discurso un mundo
virgen y aún no nombrado, el solitario Adán, podía verdaderamente evi
tar de manera absoluta esta reorientación mutua en relación al discurso
de otro, que se produce en el camino hacia su objeto» (Todorov, 1981:
98).
377
tos de la cultura y de las artes. Este carácter es evidente en las dis
tintas colecciones de escritos que conocemos.
Para la información acerca de problemas y autores de la teoría
literaria rusa postformalista, pueden verse los trabajos de Segal
(1973), Todorov (1972), Lozano (1979) y Lhoest (1979). Mención es
pecial merece el magnífico trabajo de Ann Shukman (1977) sobre la
obra de Lotman, donde, al hilo del comentario del pensamiento de
este autor, se encuentran muy útiles noticias sobre las investigacio
nes rusas que tienen que ver con la literatura. Es de justicia mencio
nar el primer comentario extenso que en la teoría literaria española
se hizo del pensamiento de J. M. Lotman y que se debe a Antonio
García Berrio (1973: 394-404). Noticias sobre el desarrollo de la esti
lística funcional rusa se encontrarán en el libro reciente de Ludmila
A. Kaida (1986).
Textos de los principales representantes de la teoría literaria y
semiótica rusa de la época postformalista se pueden encontrar —en
español, francés o italiano— en las siguientes obras: J. M. Lotman
(1964, 1970a), J. M. Lotman y B. A. Uspenski (1976), J. M. Lotman y
Escuela de Tartu (1979), Tel Quel, 35 (1968), B. A. Uspenski (1968),
Roland Barthes y otros (1970), Comunicación (1972), Cario Previgna-
no (1979). Como se ve, hay materiales suficientes para un primer
acercamiento a las teorías postformalistas rusas de carácter semió-
tico.
En lo que sigue nos limitamos a una nota sobre la semiótica rusa
y sobre J. M. Lotman como figura más conocida en el terreno de la
teoría literaria.
2. La semiótica rusa
378
miótica rusa: 1. la noción de sistema modeüzante; 2. creencia en la
aplicabilidad de la teoría de la información al estudio de los fenó
menos culturales, y visión de la cultura como red de canales de co
municaciones; 3. papel esencial de la lingüística y la lógica en la
provisión de metodología para el estudio del sistema; 4. extensión
del objeto de la semiótica a todos los aspectos de la cultura humana,
y 5. reconocimiento de la rica vida intelectual del pasado ruso.
En 1964, J. M. Lotman organiza la primera escuela de verano en
Tartu (Estonia), y así queda formado el grupo semiótico de Moscú-
Tartu. El mismo Lotman organizará sucesivas reuniones, llamadas
escuelas de verano, y publicará una serie con los trabajos presenta
dos, cuyo título es Trabajos sobre los sistemas de signos. Esta co
lección es una de las principales fuentes para el acceso a la semió
tica rusa. Algunos de los textos de estas reuniones pueden encon
trarse en Cario Prevignano (1979) y en las colecciones antes
mencionadas.
En su presentación de la semiótica rusa, Frangoise Lhoest (1979)
concreta las principales figuras del grupo en los siguientes nombres:
el lingüista A. A. Zaliznjak; los especialistas en mitología y religión
eslava e indoeuropea, V. N. Toporov y V. V. Ivanov (editor del libro
de Bajtín, 1965); la especialista en lengua y mitología de los Veda, y
esposa de Toporov, T. J. Elizarenkova; el discípulo de Zirmunskij y
especialista en folklore y mitología de muy diversos países, E. M.
Meletinskij; A. J. Syrkin, residente en Israel y especialista en la India;
el historiador y germanista, A. J. Gurevic. Y como figuras más co
nocidas en occidente, B. A. Uspenski y J. M. Lotman. Del lingüista
B. A. Uspenski hay que decir que es conocido, sobre todo, por la
pronta traducción de su libro de 1970, Poética de la composición, al
inglés en 1973. Este trabajo es comentado por Todorov (1972), y tra
ta de! punto de vista, apoyándose en las teorías de Bajtín y Volos-
hinov sobre la cuestión.
F. Lhoest nota como características de la semiótica rusa: el que
no forman un grupo netamente separado del de otros estudiosos
—hay trabajos semióticos en publicaciones que no tienen este carác
ter, y en las colecciones de trabajos semióticos, los hay que no lo
son—; el predominio de los trabajos concretos, prácticos, en lingüís
tica, poética, semiótica de la cultura, sobre las discusiones teóricas
acerca de los sistemas significantes; el expresarse en artículos cor
tos, más que en grandes monografías. El resultado de todo ello es
«un mosaico multiforme y multicolor». La variedad de especialidades
a las que se dedican los cultivadores de la semiótica, especialidades
de rica tradición en los estudios rusos, contribuye, sin duda, también
a esta sensación.
379
3. Juri M. Lotman
380
del que una comunidad o individuo percibe el mundo, al tiempo que
modela el mundo para él. Una lengua natural (el español, el italiano,
etc.) es un sistema modelizante, porque a través de ella tenemos una
concepción del mundo; nuestra experiencia del mundo está deter
minada por el sistema lingüístico. Todos los sistemas semióticos se
construyen siguiendo el tipo del lenguaje, y por eso son sistemas
semióticos secundarios —para diferenciarlos de las lenguas naturales
y de los metalenguajes científicos—. Nada mejor que las palabras de
Lotman para explicar este concepto:
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383
• -* ■■r'
Tema 19
Resumen esquemático
I. Introducción.
385
e) Técnicas poéticas.
1. Tonalidad.
2. Ironía.
3. Ambigüedad y paradoja.
4. Juegos de palabras.
5. Los símbolos.
f) Conocimiento total del poema.
g) La significación general del texto.
h) La metáfora.
i) El New Criticism y la historia literaria.
386
1. INTRODUCCIÓN
387
¡I. FIGURAS MARGINALES
388
insatisfacción por ias limitaciones del New Criticism, es incapaz de
crear una teoría propia inteligible. Habla del lenguaje como un signo
(combinación del símbolo y la expresión). El símbolo es una suma
de significados al que se llega en virtud de todos los artificios de la
poesía (retruécano, rima, metro, tropos). Sin embargo, dice R. Wellek
que en sus últimos ensayos (Language as Gestual, 1952) «manifiesta
una desconcertante pérdida de contacto con todo texto» (1963: 232).
También se puede considerar en la periferia de este movimiento
a Austin Warren, quien en su Theory o f Literature (1949) aprueba las
tendencias principales del N.C.; a R. W. Stallman, por haber hecho
útiles antologías y bibliografías del N.C. (Critiques and Essays in Cri
ticism: 1920-1948, 1949); y a William Wimsatt, Jr., autor de The Ver
bal icón, por la síntesis y codificación que hace del pensamiento del
N.C.
389
(1957). Parte de Richards, pero llega a conclusiones diferentes. Ana
liza los poemas como estructuras de tensiones, como estructuras de
paradojas e ironías. La ironía se refiere, en un sentido muy amplio,
al reconocimiento de las incongruencias, de la ambigüedad, la recon
ciliación de los opuestos, que se da en toda buena poesía. Enfatiza
el significado del contexto del poema, su organicidad, y se muestra
contrario a una división del poema en fondo y forma. Además, el
crítico debe implicarse en un juicio sobre el poema, sin ceder a la
tentación del relativismo y el historicismo. Citamos, entre sus obras,
The Well Wrought Urn, Studies in the Structure o f Poetry (1947).
390
1. T. E. Hulme
2. T. S. Eliot
391
junto de objetos, una situación, una cadena de acontecimientos que
serían la fórmula de la emoción particular del poeta, en una colabo
ración del intelecto y del sentimiento. Por medio de este correlato
objetivo, especie de artefacto lingüístico, se produce el efecto corres
pondiente sobre el lector. La noción de correlato objetivo ha sido
utilizada por los New Critics en sus análisis de poemas concretos, al
tiempo que basan su reinterpretación de la historia literaria en tér
minos parecidos a como Eliot caracteriza el concepto de tradición.
Un amplio ensayo sobre la crítica de Eliot, puede leerse, en español,
en R. Wellek (1986: 289-354).
Entre los críticos ingleses a quienes los representantes del N.C.
han dedicado mayor atención (recordemos a Ransom y su The New
Criticism), hay que citar a I. A. Richards y a su discípulo William
Empson. De ellos, además, toman algunas de sus técnicas críticas.
3. I. A. Richards
392
chards a los elementos orgánicos del análisis semántico se une a la
tendencia de la crítica moderna por las lecturas microscópicas de los
textos, y señala un cambio en la actitud psicologista de sus primeras
posiciones. Esta evolución lo acercaría a las posiciones de los New
Critics americanos. Sobre Richards, puede verse Wellek (1986: 355-
380).
Como obras importantes para el conocimiento de las teorías de I.
A. Richards, citamos: Principies of Literary Criticism, Londres, 1924,
y PracticaI Criticism, 1929.
4. W. Empson
393
V. PANORAMA DE LAS PRINCIPALES TEORÍAS DEL NEW
CRITICISM
7. La ilusión genética
2. La ilusión psicológica
394
mo psicologista: el psicologismo, que supone una reacción física
ante el objeto estético (por ejemplo, una relajación corporal); y la
teoría de la alucinación, según la cual es necesaria una especie de
ilusión mental para el goce estético.
b) No distinción fondo-forma
395
Para explicar más detalladamente las relaciones entre forma y con
tenido, habría que desintegrar y refundir estos viejos conceptos, y
forjar un utensilio crítico, para separar los elementos lingüísticos co
munes al fondo y a la forma de las cualidades menos tangibles, me
nos materiales. Para Wimsatt, la forma abraza y penetra el mensaje,
constituyendo una sola significación que tiene mayor profundidad y
espesor que el mensaje abstracto o el adorno separado, y la dimen
sión poética está precisamente en la unidad dramática de una sig
nificación que coincide con la forma. De todas maneras, sólo com
prendiendo el concepto de estructura, se llegará a comprender la
superación de la tradicional distinción de fondo y forma, y el for
malismo de los New Critics.
c) Noción de estructura
Estos términos no tienen que ver con una crítica de valor, sino
que se refieren a estructuras verbales. Siguiendo a Brooks e inter
pretando su pensamiento, se puede decir que las connotaciones de
las palabras utilizadas por el poeta definen los puntos de vista ins
critos en el poema, y que la significación resulta de puntos de vista
complejos (complexes o f attitudes). Brooks distingue puntos de vista
396
superficiales y puntos de vista subyacentes. El que prevalezca una u
otra clase de puntos de vista, depende de relaciones correspondien
tes en las connotaciones y otros elementos lingüísticos del poema.
La estructura de un poema se relaciona ante todo con la estructura
dramática, donde se resuelven una serie de conflictos agudos. En el
poema, los conflictos se deben a la ambivalencia del lenguaje, cuyas
diversas manifestaciones suscitan puntos de vista complejos. La uni
ficación de puntos de vista sucesivos debe hacerse dramáticamente,
no lógicamente.
e) Técnicas poéticas
7. Tonalidad
2. Ironía
3. Ambigüedad y paradoja
397
miten sostener una especie de tensión dialéctica a lo largo de un
poema.
4. Juegos de palabras
5. Los símbolos
398
ción de la significación general del texto. La cuestión, que frecuen
temente se plantean, es la de saber si mediante una crítica objetiva
y convincente, que aborda la obra literaria por el análisis del texto,
se puede llegar a los aspectos más generales de esta obra. Apegado
a un absolutismo doctrinal, Brooks afirma que los juicios son toma
dos como si tuvieran valor universal. Pero la contradicción está en
que se buscan los criterios absolutos de un juicio crítico, por medio
de un método crítico que tiende a dejar de lado las ideas universales
contenidas en la obra, y se concentra en los elementos que son ver
daderamente contingentes. Separan valores y estructura, y suponen
que los valores se sitúan en la estructura, o sobre ella.
Para suprimir la separación entre absolutismo y relativismo, se
ha recurrido a la noción hegeliana de «universal concreto». Ransom
utiliza al principio este concepto, para designar los puntos de en
cuentro de la estructura lógica (universal) y de la «textura local»
(concreta). La tarea del crítico consiste en evidenciar las relaciones
entre concreto y universal. Wimsatt desarrolla una teoría donde el
«universal concreto» designa una síntesis completa de los dos polos.
Intenta una manera de explicar la poesía donde los detalles guarda
ran su integridad particular, sin ser integrados en categorías más
amplias. La metáfora es la que se encarga de encarnar lo concreto
universal bajo su forma más concretada, suficiente para una síntesis
total.
h) La metáfora
399
quedara reducido, por la aplicación de un sistema dogmático, que
no hiciera alusión más que al referente o se contentara con nuevas
paráfrasis. Por eso se limitaron a una distinción, un tanto superficial,
entre lenguaje poético y lenguaje científico.
400
mismo tiempo, en la primacía de la crítica en todas las ramas de los
estudios literarios.
401
La importancia de la Escuela de Chicago reside en el hecho de
que ha denunciado el simplismo de ciertos axiomas del N.C., como,
por ejemplo, la definición del lenguaje poético por simple oposición
al lenguaje científico. Y por esto se dedican a atacar las contribucio
nes de W. Empson y los New Critics al análisis lingüístico. Pues, si
es cierto que la palabra es importante en el poema, no es menos
cierto que las palabras no son tan importantes, al estar determinadas
por cada uno de los otros elementos del poema (personajes, pensa
miento..., siguiendo a Aristóteles).
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W imsatt , W. K.; Brooks, Cleanth: 1957, Literary Criticism. A Short
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403
Tema 20
Resumen esquemático
I. Introducción.
A. Su obra.
1. Títulos.
2. Carácter de la obra anterior a 1963.
3. Etapa estructuralista: 1963-1970.
4. Más allá del estructuralismo: 1970-1980.
405
a)Objetividad: lingüística, psicológica y
estructural.
b) El gusto.
c) La claridad.
2. Incapacidad de crear símbolos,
b) Los postulados de la nueva crítica.
1. El sentido plural del texto.
2. La ciencia, la lectura y la crítica literarias.
3. Su teoría del análisis estructural en 1970.
C. Un ejemplo de crítica estructural: Roland Barthes comenta
a Balzac.
1. La lexía.
2. Los códigos.
3. Ejemplo.
D. La literatura como sistema semiológico.
V. Gérard Genette.
Vil. Conclusión.
406
I. INTRODUCCIÓN
407
El auge del estructuralismo en antropología y en lingüística ex
plica también el nacimiento de la nueva crítica francesa de los años
60. Así, Claude Lévi-Strauss partía de que las formas sociales son un
lenguaje, de que el mito está articulado como un lenguaje. En lin
güística, cabe señalar el conocimiento que, ya antes del esplendor
de la nouvelle critique, tiene Barthes, uno de sus máximos represen
tantes, de la glosemática (como ejemplo valga el análisis que hace
del mito, en Mythologies, al que luego aludiremos), y de la lingüís
tica estructural en general, fruto de lo cual serán sus Elementos de
semiología (1964). Habría que señalar también la importancia que
tuvo la aparición, en 1960, de los Elementos de Lingüística General,
de A. Martinet, o la traducción de los Essais de Linguistique Géné-
rale, de Jakobson, hecha por N. Ruwet en 1963, donde se encuentra
el importante trabajo de 1958 presentado en el Congreso de Indiana
y titulado «Linguistique et poétique». Pero ya en 1962 aparece un
sintomático trabajo de Jakobson, en colaboración con Lévi-Strauss,
en que ambos autores comentan el poema de Baudelaire Les Chats.
En la nota previa decía Lévi-Strauss: «En las obras poéticas, el lin
güista distingue estructuras que muestran una analogía sorprendente
con las que el análisis de los mitos revela al etnólogo» (1962: 11). A
partir de este momento, tenemos ya el modelo de lo que es un aná
lisis estructural, aplicado a la literatura por dos grandes estructuralis-
tas, uno lingüista (Jakobson) y otro antropólogo (C. Lévi-Strauss).
En la formación de la corriente crítica estructuralista francesa, tie
ne una gran importancia el conocimiento de la teoría literaria del
formalismo ruso y de otras aportaciones al estudio de la literatura
producidas en la URSS. Las figuras claves de este conocimiento, por
parte de los críticos franceses, son Tzvetan Todorov y Julia Kristeva,
ambos búlgaros. El primero traduce una serie de importantes traba
jos de los formalistas rusos y los da a conocer por primera vez en
Occidente en una antología que lleva por título Théorie de la littéra-
ture, 1965, con un prólogo de Román Jakobson. La segunda da a
conocer los trabajos de Bajtín sobre Dostoievski y Rabelais, y la labor
llevada a cabo por los estudiosos de la semiología en Rusia. De los
estudios presentados en la antología de Todorov, los que más in
fluencia ejercen son el de Propp sobre las estructuras de los cuentos
populares y el de Sklovski sobre la tipología de la prosa narrativa.
En 1966 era traducida también al francés la Morfología del cuento,
de V. Propp, por M. Derrida, T. Todorov y C. Kahn.
408
II. REPRESENTANTES DE LA «NOUVELLE CRITIQUE»
1. Principales nombres
2. Publicaciones periódicas
a) C o m m u n ic a tio n s
409
saje narrativo; Tzvetan Todorov, quien, en un artículo titulado «La
descripción de la significación en literatura», propone un modelo de
análisis de la literatura distinguiendo varios planos, como hace la
lingüística (sonidos y prosodia, gramática —o plano de la forma del
contenido—, semántica —o plano de la sustancia del contenido). Ro-
land Barthes contribuye con dos trabajos: uno es el análisis semio-
lógico de un anuncio publicitario, y otro es sus Elementos de semio
logía, especie de manifiesto de la semiología estructural.
El número 8 de Communications, 1966, se consagra enteramente
al análisis del relato, y, junto a análisis concretos, allí encontramos
artículos que proponen una teoría del relato o del método de análi
sis. R. Barthes, Greimas, Bremond, Todorov, Genette, entre otros, co
laboran en este número. Artículos de Genette, Todorov y Barthes se
encuentran también en el número 11, titulado Lo verosímil, donde
se intenta un estudio de las leyes literarias que crean la ilusión de la
realidad en la obra. Por último, el número 16, Investigaciones retó
ricas, señala el interés que sintieron los representantes de la nouve-
lle critique por una reinterpretación de la retórica, única teoría del
discurso literario que existía en nuestra cultura occidental hasta el
siglo XIX. Volvemos a encontrar artículos de Todorov, Bremond, Ge
nette y Barthes. Este último con su magnífico trabajo de historia y
síntesis doctrinal de la vieja retórica.
b) Tel Quel
410
c) Poétique
a) Su obra
1. Títulos
411
1957; Sur Racine, 1963; Essais critiques, 1964; Critique et Vérité,
1966; Systéme de la mode, 1967; S/Z, 1970; L'Empire des signes,
1970; Sade, Fourier, Loyola, 1971; Le plaisir du texte, 1973; Roland
Barthes par Roland Barthes, 1975; Fragments d'un discours amou-
reux, 1977; Legón, 1978; La chambre claire, 1980. Después de su
muerte, han aparecido distintas colecciones de trabajos de Roland
Barthes (1981, 1982, 1984, 1987), unos publicados ya antes, otros iné
ditos.
A su obra se han dedicado monografías como las de Stephen
Heath (1974), Jonathan Culler (1983) o Vincent Jouve (1986); y las
revistas especializadas le han consagrado números monográficos:
Magazine littéraire, 1975; Poétique, 1981; Communications, 1982;
Critique, 1982. Una bibliografía de los escritos de Roland Barthes,
entre 1942 y 1982, puede encontrarse en T. Leguay (1982).
412
notativo, es decir, un sistema cuyo significante es un sistema ya
dado anteriormente —el sistema lingüístico— y cuyo significado,
para Barthes, es la ideología burguesa. Barthes se mueve dentro del
marxismo.
413
de los conceptos que aparecen en Critique et Vérité: la pluralidad de
sentidos de un texto. El libro consiste en una lectura de la obra de
Balzac, Sarrazine, y los conceptos metodológicos con los que se hace
esta lectura son los de lexía y código. Lexía es la unidad de lectura
que viene determinada por los sentidos que se pueden encontrar
(dos o tres como máximo). Es decir, una lexía es un fragmento de
extensión variable donde pueden apreciarse dos o tres sentidos. El
código es cada una de las fuerzas que pueden apoderarse del texto,
es decir, simplificando un poco, el código sería cada uno de los gran
des temas, o de los grupos de artificios narrativos, que dominan en
un texto. Según esto, Barthes divide el texto de Balzac en 561 lexías
(unidades de lectura) y en cinco códigos.
414
Barthes, 1975 —donde expone su vida y su actividad, sus obsesiones
y deseos, de la misma manera fragmentaria en que analiza un tex
to—, en 1977 aparece su obra Fragments d'un discours amoureux,
basada en un trabajo desarrollado en su seminario durante el año
1975, y donde analiza todo el lenguaje e imaginaciones desarrolladas
en torno al tema del amor como si fuera un texto, un discurso. Si
en el texto de Balzac aislaba las lexías como unidades mínimas, aho
ra aísla lo que llama figuras, localizables por ciertas frases que acom
pañan a las imaginaciones amorosas. Hay mucho de psicoanálisis en
este acercamiento al discurso amoroso. Por supuesto, los conceptos
estructuralistas son utilizados también de acuerdo con las necesida
des expositivas.
Lecon, 1978, es la publicación de la lección inaugural de la cáte
dra de semiología literaria, que Barthes ocupa en el Collége de Fran-
ce hasta su muerte, pronunciada el 7 de enero de 1977. El texto da
muchas de las claves del quehacer intelectual de R. Barthes. Trata
de la literatura (escritura o texto) como trabajo de desplazamiento
que se ejerce sobre la lengua, y como lugar de fuerzas de libertad,
de las que R. Barthes analiza tres: alojamiento de muchos saberes
(mathesis), representación (mimesis) y juego de los signos (semio-
sis). Con motivo de la explicación de esta tercera fuerza, la semiosis,
Barthes describe su pensamiento sobre la semiología, sus relaciones
con la lingüística, y la fragmentación y digresión como operaciones
fundamentales de su enseñanza semiológica. El siguiente fragmento,
del principio de este texto, ilustra bien el carácter inquieto del trabajo
intelectual de Barthes:
415
Como vemos, la obra de Roland Barthes es bastante heterogénea.
Hay una primera etapa, hasta 1963 aproximadamente, en que el es-
tructurallsmo todavía no ha sido utilizado sistemáticamente como
método de crítica literaria, y la crítica que hace es más bien temática,
sociológica, con elementos psicológicos. Entre 1983 y 1970 encontra
mos sus trabajos más propiamente estructuralistas (Elementos de se
miología, artículos mencionados de la revista Communications, Cri
tique et Vérité, S/Z), A partir de 1970 parece dibujarse una síntesis
de elementos presentes en su labor anterior: psicología, sociología,
semiología, teoría del texto. En este momento no es la preocupación
por la ciencia lingüística la predominante —como en trabajos ante
riores, donde, por ejemplo, el modelo lingüístico sirve para analizar
el relato o la moda—, sino una preocupación por analizar los fenó
menos culturales o literarios —concebidos como un texto significan
te, semiológico— con un método en el que se mezclan semiología,
psicoanálisis, política o lingüística. De ahí el parecido entre el que
hacer crítico de Barthes y el quehacer de un escritor de creación,
característica que en mayor o menor grado se da en todos sus tra
bajos. Sobre la última época de Barthes, ver Todorov (1981b).
416
por aquellos años. Por eso es mejor hablar de actividad y hombre
estructuralistas, caracterizados por un tipo especial de imaginación,
por la sucesión regulada de un cierto número de operaciones men
tales. El objetivo de toda actividad estructura lista es reconstruir un
«objeto», de modo que en esta reconstrucción se manifiesten las re
glas de su funcionamiento (las «funciones»). La estructura es un si
mulacro del objeto, un producto de la actividad del hombre estruc
tural, que toma un objeto, lo descompone y vuelve a recomponerlo,
produciéndose, entre los dos tiempos, algo nuevo, que es lo inteli
gible general. Es decir, se añade al objeto el intelecto, un sentido
basado en las funciones descubiertas entre la operación de descom
poner y la de recomponer.
Dos son, pues, las operaciones de la actividad estructuralista: re
corte y ensamblaje. Recortar el objeto de estudio equivale a encon
trar en él fragmentos móviles cuya situación diferencial (respecto a
otros fragmentos del mismo objeto) engendra un determinado sen
tido. Estos fragmentos se oponen a los que aparecen en el mismo
objeto (véase aquí la función sintagmática de la lingüística) y a los
que podrían aparecer en el mismo lugar (función paradigmática).
El ensamblaje es la operación por la que se fijan reglas de aso
ciación entre los fragmentos aislados del objeto de estudio. Se trata
de mostrar que la aparición de las unidades obedece a unas normas
constructivas, es decir, que el objeto tiene una forma (normas cons
tructivas), y que estas normas constructivas son las que dan el sen
tido a la obra. Así se llega a la construcción de un simulacro de la
obra, simulacro que no devuelve el mundo tal como lo ha tomado,
sino que: primero, manifiesta una categoría nueva del objeto, que es
la funcional; y segundo, «saca a plena luz el proceso propiamente
humano por el cual los hombres dan sentido a las cosas». Por eso,
en el estructuralismo «lo que es nuevo es un pensamiento (o una
'poética') que busca, más que asignar sentidos plenos a los objetos
que descubre, saber cómo el sentido es posible, a qué precio y se
gún qué vías». Por eso el hombre estructural podría ser llamado
homo significaos.
b) La crítica literaria
417
coanálisis (Ch. Mauron y Bachelard); y, últimamente, estructuralismo
o formalismo, iniciado en Francia por Lévi-Strauss en el campo de
la antropología. La crítica estructuralista aprovecha el modelo lin
güístico de Saussure, ampliado por Jakobson. (Dice Barthes que «pa
rece, por ejemplo, posible desarrollar una crítica literaria a partir de
dos categorías retóricas establecidas por Jakobson: la metáfora y la
metonimia».) Cualquiera de estos principios ideológicos es utilizable
por la crítica literaria y, por tanto, no está en ninguno de ellos la
esencia de la crítica. Lo que sí es necesario es confesar, y no tratar
de ocultar, el partí pris adoptado. Dice Barthes: «Dado que estos
principios ideológicos diferentes son posibles a/ mismo tiempo (y
por mi parte, en cierto modo, suscribo ai mismo tiempo cada uno
de ellos), sin duda la elección ideológica no constituye el ser de la
crítica, y la 'verdad' no es su sanción. La crítica no es hablar justa
mente en nombre de principios 'verdaderos'.» Llamamos la atención
sobre la confesión que hace Barthes entre paréntesis porque cree
mos que explica precisamente el carácter heterogéneo de su obra, al
que ya nos hemos referido.
La crítica, al tener que confesar los principios de los que parte,
es crítica de la obra y es crítica de sí misma, pues «la crítica dista
mucho de ser una tabla de resultados o un cuerpo de juicios, sino
que es esencialmente una actividad, es decir, una sucesión de actos
intelectuales profundamente inmersos en la existencia histórica y
subjetiva (es lo mismo) del que los lleva a cabo, es decir, del que
los asume». Y, descendiendo a su estatuto científico, la crítica es
discurso sobre un discurso; es un lenguaje segundo, o metaienguaje,
que se ejerce sobre un lenguaje primero, o lenguaje objeto. Por eso
la actividad crítica debe contar con dos clases de relaciones: la re
lación entre el lenguaje crítico y el lenguaje del autor analizado, y la
relación entre el lenguaje-objeto (el del escritor) y el mundo.
El carácter estructuralista de la crítica queda de manifiesto cuan
do Barthes asigna a su tarea un carácter exclusivamente formal, con
sistente no en «descubrir» en la obra o en el autor analizados algo
«oculto», «secreto», «profundo», que hubiera pasado inadvertido
hasta entonces, sino en «ajustar» (como un buen ebanista que apro
xima, tanteando inteligentemente, dos piezas de un mueble compli
cado) el lenguaje que le proporciona su época (existencialismo, mar
xismo, psicoanálisis) con el lenguaje, es decir, con el sistema formal
de sujeciones lógicas elaborado por el autor según su propia época.
Se trata no de descifrar el sentido de la obra estudiada, sino de re
construir las reglas y las sujeciones de elaboración de este sentido.
A partir de la concepción de la literatura como un lenguaje, sis
tema de signos, cuyo ser no está en el mensaje, sino en el «siste
418
ma», la crítica no tiene por qué reconstruir el mensaje de la obra,
«sino solamente su sistema, al igual que el lingüista no tiene que
descifrar el sentido de una frase, sino establecer la estructura formal
que permite a ese sentido transmitirse».
c) La crítica universitaria
419
a) La crítica tradicional y sus principios
420
un psicoanalista la objetivará de forma distinta que un practicante de
la psicología del comportamiento. Y si se apoya uno en la psicología
corriente, hay que tener en cuenta que esta psicología está formada
por lo que se nos ha enseñado sobre un autor, con lo que diríamos
de él lo mismo que ya sabemos.
En cuanto a la estructura del género, ésta depende del tipo de
estructuralismo que se adopte (genético, fenomenológico...). Es de
cir, que la objetividad a la que se podría llegar por la psicología o
por la estructura, supone que se ha elegido, entre varios, una psi
cología y un estructuralismo particulares, por lo que ya se trata de
interpretar de acuerdo con una teoría particular y no de encontrar
una objetividad. Entonces, la única objetividad posible es la que se
basa en el sentido literal del lenguaje, el sentido fijado en el diccio
nario. Pero esto supone el renunciar, por ejemplo, a una lectura de
los poetas evocando.
b) El gusto
c) La claridad
421
híbe hablar un lenguaje simbólico en nombre de la especificidad de
la literatura. Pero, si no se crea una serie de símbolos, lo único que
se puede decir de la literatura es que es literatura. Por el contrario,
Barthes defiende que, efectivamente, hay que estudiar las formas de
la literatura, pero también hay que ir después a los contenidos. Y,
por otra parte, el análisis estructural de la obra sólo se puede hacer
en función de modelos lógicos: la especificidad de la literatura sólo
se puede postular en el interior de una teoría de los signos. Para
tener el derecho de defender una lectura inmanente de la obra, hay
que saber lo que es la lógica, la historia, el psicoanálisis, es decir,
para devolver la obra a la literatura, hay que salir de ella y hacer
referencia a una cultura antropológica.
422
propio, para reducir sus ambigüedades, pero esta situación, que
cambia de un lector a otro, compone la obra, no la encuentra.
423
cación' del texto, un 'resultado positivo' (un significado último que
sería la verdad de la obra o su determinación), sino que inversamen
te se trata de entrar, mediante el análisis (o aquello que se asemeja
a un análisis) en el juego del significante, en la escritura: en una
palabra, dar cumplimiento, mediante su trabajo, al plural del texto».
Seguidamente analiza la novela de Julio Verne La isla misteriosa,
según dos códigos (o temas): el de la privación, y el de la coloniza
ción de la Isla, viendo los índices, construcciones, semas, comenta
rios o términos de acción que pertenecen a cada uno de estos có
digos. Aquí quedan patentes las labores de descomposición y en
samblaje típicamente estructuralistas. No vamos a entrar en los
detalles de este análisis, y sólo nos vamos a referir a la nueva pro
clamación que hace Barthes, al final, de la necesidad de una «liber
tad metodológica».
Y terminamos citando las siguientes palabras: «La propuesta del
análisis estructural no es la verdad del texto, sino su plural; por lo
tanto, el trabajo no puede consistir en partir de las formas para per
cibir, esclarecer o formular contenidos (para esto no sería necesario
un método estructural), sino, por el contrario, disipar, extender, mul
tiplicar, movilizar los primeros contenidos bajo la acción de una cien
cia formal.» No es necesario insistir en la constante animadversión
de Barthes hacia cualquier tipo de crítica que intente dar la «expli
cación», el sentido del texto. Esto ya lo vimos en sus artículos de
1963. Por otra parte, el estructurallsmo es el instrumento con el que
se pueden leer múltiples contenidos en la obra, y no un método
rígido que nos haga prever de antemano lo que vamos a encontrar
en el texto. Así se evita todo mecanicismo y todo dogmatismo.
424
material, es decir, en su disposición, como en el contenido. En cuan
to a la disposición, encontramos la alternancia de fragmentos teóri
cos con la parte dedicada al análisis concreto de la obra de Balzac.
En cuanto al fondo de la obra, uno se puede preguntar dónde clasi
ficar S/Z: ¿es el análisis de un texto? ¿es una obra de creación, es
decir, es un texto? El libro es todo esto a la vez y, sobre todo, es un
intento de teorizar la práctica de la lectura de la obra. Es decir, arran
cando de la lectura de la obra de Balzac, se hace una disección de
ésta, y se teoriza sobre el texto, la lectura, el lenguaje, el sentido, el
símbolo, la connotación...
Desde el punto de vista académico, nos vamos a ceñir a una ex
posición de los conceptos operativos con los que Barthes aborda la
obra de Balzac. Esta sería la parte metodológica de S/Z, que respon
de a una necesidad de estructurar de alguna manera. Pues no hay
que confudir esta parte con la totalidad del trabajo, alejado del es-
tructuralismo (entendido éste como búsqueda de una estructura ge
neral y única a la que responde la obra), por muchas razones: sobre
todo, por lo que hay de diseminación y pluralización del texto. Des
pués de esta introducción, vamos a presentar un fragmento de la
práctica que Barthes desarrolla en torno a Sarrazine.
7. La lexía
Los conceptos con los que Barthes opera la lectura de Balzac son:
la lexía y los códigos. Veamos qué entiende Barthes por lexía. La
lexía es una unidad de lectura, consistente en un fragmento corto.
La lexía puede comprender ya unas pocas palabras, ya algunas fra
ses. Será suficiente que ella sea el mejor espacio posible donde se
puedan observar los sentidos; su dimensión dependerá de la densi
dad de las connotaciones, que es variable según los momentos del
texto. Se desea simplemente que en cada lexía no haya más que
tres o cuatro sentidos por enumerar. Es decir, que para la determi
nación de una lexía, no se da un criterio objetivo exterior al sentido.
De ahí la arbitrariedad en cuanto a su longitud.
Barthes divide el texto de Balzac en 561 lexías. Un ejemplo de
esta unidad de lectura: el párrafo siguiente: «A pesar de la elocuen
cia de algunas miradas mutuas, él se admiró de la reserva en la que
se mantuvo la Zambinella con él.» Este párrafo lo divide Barthes en
dos lexías: a) «A pesar de la elocuencia de algunas miradas mu
tuas», y b) «él se admiró de la reserva en la que se mantuvo la
Zambinella con él». Cada una de estas lexías es comentada y referi
da a uno o más de los cinco códigos en los que Barthes clasifica los
significados de la obra de Balzac.
425
2. Los códigos
426
cas del texto, la creación de símbolos propios de cada texto. Es el
código que ofrece la posibilidad de una evaluación de las obras, se
gún su grado de simbolismo. Su regla es la metonimia —desplaza
miento de algo—, y su objeto es el cuerpo. Creación de sentidos
nuevos, y no mera representación. Aquí se situaría la originalidad de
cada obra.
3. Ejemplo
Primera lexía: «Cállese usted, replicó ella con ese aire imponente
y burlón que todas las mujeres saben tan bien adoptar cuando quie
ren tener razón.» Comentario: 1.—La mujer-reina ordena el silencio
(toda dominación comienza por prohibir el lenguaje), ella impone
(aplastando a su compañero en la situación del sujeto), ella bromea
(rehúsa la paternidad del narrador), código simbólico : la mujer-reina.
2.—código referencial: Psicología de las mujeres.
Segunda lexía: «¡Qué bonito tocador!, gritó ella mirando a su al
rededor. El raso azul produce siempre un admirable efecto en tapi
cería. ¡Qué fresco es!» Comentario: código proairético (o de la ac
ción) «Cuadro»: 1. lanzar una mirada alrededor. El raso azul, la fres
cura, o bien constituye un simple efecto de realidad (para hacer
«verdadero» hay que ser a la vez preciso e insignificante), o bien
connotan la futilidad de los comentarios de una mujer joven que
habla de decoración un momento después de haberse entregado a
un gesto extraño, o bien preparan la euforia en la que será leído el
retrato de Adonis».
El fragmento que acabamos de presentar no se puede entender,
naturalmente, sacado del contexto del libro, pues ya en el mismo
comentario se hace alusión a un fragmento posterior (Adonis). Sim
plemente queríamos ejemplificar cómo Barthes maneja lexías y có
digos en un intento de estructuración de la lectura. Si notamos que
esta división en lexías y su comentario referido a los cinco códigos
van precedidos o seguidos de fragmentos teóricos sobre muy diver
427
sos aspectos relacionados con la pluralidad del texto, la lectura, los
códigos, etc., nos daremos cuenta de la originalidad del trabajo de
Barthes. No tiene nada que ver con una crítica de tipo tradicional, ni
tampoco con una crítica estrictamente estructuralista, y esto hasta en
el aspecto más exterior del libro.
Para terminar, diremos que en esta obra Barthes teoriza, al tiem
po que practica, una concepción nueva del texto. El texto recobra su
valor etimológico y significa tejido, trenzado de sentidos diversos
que vienen de estos códigos connotativos. No hay, pues, un sentido
único del texto, sino una pluralidad de sentidos. Todos estos concep
tos estaban ya anunciados en su obra Critique et Vérité.
1. Significante
2. Significado
3. Signo [sentido] II. SIGNIFICADO [concepto]
I. SIGNIFICANTE [forma]
428
Pero, ¡nocente o no, veo bien lo que la imagen me significa: que
Francia es un Imperio, que todos sus hijos, sin distinción de color,
sirven fielmente bajo su bandera y que no hay mejor respuesta a los
detractores de un supuesto colonialismo que el celo con que este
negro sirve a sus pretendidos opresores. Me encuentro, pues, aquí
también, ante un sistema semiológico ampliado: hay un significante,
formado él mismo ya por un sistema previo (un soldado negro hace
el saludo militar francés); hay un significado (aquí es una mezcla
intencionada de francicidad y militarismo); hay finalmente una pre
sencia del significado a través del significante» (1957: 200-201). Se
gún esto, la literatura puede ser caracterizada también como un
mito, sobre todo la literatura tradicional, la que no cuestiona la sig
nificación «literaria». Dice Barthes: «El consentimiento voluntario en
el mito puede, por otra parte, definir toda nuestra literatura tradicio
nal: normativamente, esta Literatura es un sistema mítico caracteri
zado: hay un sentido, el del discurso; hay un significante, que es
este mismo discurso como forma o escritura; hay un significado, que
es el concepto de literatura; hay una significación, que es el discurso
literario» (1957: 221). Todo intento de reducir la literatura a un sis
tema semiológico simple supone una rebelión contra la Literatura, y
esto es lo que hace principalmente la poesía moderna, que intenta
transformar el signo en sentido, y tiene como ideal el llegar no al
sentido de las palabras, sino al sentido de las cosas mismas.
En sus Elementos de semiología, 1964, vuelve Barthes a hablar
de la literatura como un sistema semiológico segundo o connotativo.
El esquema que emplea en esta ocasión es el siguiente:
2 E R C
1 E R C
429
iV . T Z V E T A ÍM T O D O R 0 V
430
velle critique por la retórica, según vimos en Barthes y según vere
mos en Genette.
La obra colectiva Qu'est-ce que le structuralisme, 1968, recoge un
trabajo de Todorov sobre la Poética que ilustra perfectamente lo que
podría ser la teoría estructuralista de la literatura.
Si en la obra anterior expone Todorov su concepción de la lite
ratura, en su Gramática de! Decamerón, 1969, desarrolla un modelo
de la narración, aplicado a los cuentos de Boccaccio. Teóricamente,
la posibilidad de una gramática universal, tal como se postula en
diversos momentos de la historia de la lingüística (los modistas de
los siglos XIII y XIV, el racionalismo de los siglos XVII y XVIII, la
lingüística danesa del siglo XX, o Chomsky más recientemente), jus
tificaría el intento de buscar una gramática universal también para el
relato: «A nuestro modo de ver, el universo de la narración obedece
igualmente a la gramática universal.» Distingue en el relato tres as
pectos muy generales: el semántico, constituido por los contenidos
más o menos concretos que aporta; el sintáctico, combinación de las
unidades entre sí; el verbal, que son las frases concretas a través de
las cuales nos llega el relato.
En su estudio del Decamerón, trata sobre todo del aspecto sintác
tico, muy poco del semántico, y nada del verbal. En el aspecto sin
táctico, la unidad básica es la oración, unidad indescomponible que
puede presentar varios tipos de relaciones, según tres órdenes: ló
gico, temporal y espacial. El conjunto de oraciones susceptible de
formar una historia independiente es la secuencia. Dentro de las ora
ciones, diferenciará distintas categorías (nombre, adjetivo, verbo), re
feridas a su función narrativa. Baste esta enumeración de cuestiones
tratadas para darnos cuenta del carácter estructural del trabajo, que,
como el mismo Todorov señala, tiene en cuenta las teorías del relato
de los formalistas rusos, de V. Propp, de C. Bremond y de Greimas.
La Introduction á la littérature fantastique, 1970, intenta precisar
las características estructurales y temáticas de este género literario,
apoyándose tanto en una teoría como en una práctica analítica cla
ramente estructuralistas, de acuerdo con su concepto de la literatura.
Aquí atiende principalmente al aspecto verbal y semántico.
Poétique de la prose, 1971, es una serie de artículos, escritos en
tre 1964 y 1969, donde predominan los relacionados con la construc
ción de una teoría de la narración: tipología de la novela policíaca,
la gramática del relato, el secreto del relato, las transformaciones
narrativas, la búsqueda del relato, son algunos de los temas trata
dos.
Hacia 1972 se observa en el quehacer de Todorov cierto aleja
miento de los temas de teoría de la narración y un interés por la
431
semántica. En la revista Poétique, 1972, publica una «Introduction á
la symbolique»; en la misma revista, en 1974, publica unas «Recher
ches sur ie symbolisme linguistique»; en 1974 y 1975 desarrolla su
seminario titulado Rhétorique et symbolique: les théories de l'inter-
prétation. Fruto de estos trabajos es el libro Théories du symbole,
1977, donde hay una historia de la semiótica, es decir, una historia
del pensamiento occidental, desde los griegos hasta la retórica y
Freud, sobre el signo. Las alusiones al lenguaje literario son, natu
ralmente, constantes.
También es consecuencia de su trabajo en esta época el libro de
1978, Symbolisme et interprétation, que amplía las relaciones entre
teoría del signo y los problemas de la interpretación.
Otra obra de 1978, Les genres du dlscours, testimonia el despla
zamiento de interés del estructuralismo a problemas que tienen que
ver con la pragmática literaria, con el funcionamiento del discurso
literario. No faltan discusiones teóricas sobre la definición de la lite
ratura, o sobre la noción de género —en relación con la teoría de los
actos de lenguaje—. El título del libro es un homenaje a Bajtín.
A Bajtín y su círculo dedica Todorov un trabajo en 1981, MikhaJi
Bakhtine. Le principe dialogique. Esta obra ilustra una faceta cons
tante en el quehacer de Todorov como historiador de la teoría lite
raria, según se ve en sus muchos artículos aparecidos, principalmen
te en la revista Poétique, sobre estos asuntos.
Después de una incursión en temas históricos, con su La conqué-
te de i'Ámérique, 1982, Todorov ha publicado un libro en 1984, Cri
tique de la critique, que es importante porque explica un cambio
muy notable de actitud ante la crítica. Allí hay un repaso de los au
tores que más le han interesado (formalistas, Sartre, Blanchot, Bart-
hes, Bajtín, N. Frye, lan Watt), un constante referirse a la definición
de la literatura, y una propuesta de crítica dialógica —nótese la in
fluencia de Bajtín—, actitud nueva de Todorov ante el texto. Léase el
último trabajo «Une critique dialogique?», que explica perfectamente
el carácter de la crítica dialógica —¡a que busca la verdad— frente a
dogmatismo, inmanentismo o pluralismo. El siguiente párrafo puede
sintetizar la nueva postura de Todorov:
«[...] para que haya diálogo, es necesario que la verdad sea propuesta
como horizonte y como principio regulador. El dogmatismo acaba en
monólogo del crítico; el inmanentismo (y consiguientemente el relativis
mo), en el del autor estudiado; el puro pluralismo, que no es más que
la suma aritmética de muchos análisis inmanentes, en una copresencia
de voces que es también ausencia de escucha: muchos sujetos se ex
presan, pero ninguno tiene en cuenta sus divergencias con los otros. Si
se acepta el principio de la búsqueda común de la verdad, entonces se
practica ya la crítica dialógica» (1984: 187).
432
Parece que Todorov está muy alejado del optimismo estructura-
lista de los años 60 en la descripción inmanente y formal del texto
literario.
V. GÉRARD GENETTE
433
va poética debe ser abierta, debe teorizar los posibles literarios y no
sólo las obras reales, ya producidas. Poética y crítica deben mante
ner una relación de complementariedad.
Quizá el artículo donde mejor se expone la visión estructuralista
de Genette a propósito de la literatura sea el titulado «Structuralisme
et critique littéraire» (1966: 145-170). Entroncado con Lévi-Strauss y
con Barthes, concibe Genette la crítica literaria como la construcción
de estructuras a partir de los materiales ofrecidos por la obra, me
diante dos operaciones: análisis y síntesis. El carácter moderado del
estructuralismo de Genette queda manifiesto cuando no se declara
totalmente contrario a una crítica hermenéutica (que recrea la inte
rioridad de la obra), sino que ve cierta complementariedad entre esa
crítica, que toma la obra como sujeto, y la estructuralista, que la
toma como objeto.
Después de un breve trabajo sobre los géneros literarios, Intro-
duction á l'architexte, 1979, Gérard Genette demuestra su fidelidad a
los problemas literarios, e histórico literarios —en una línea no lejana
de la tradición filológica—, con sus dos últimos grandes trabajos:
Palimpsestes, 1982, y Seuils, 1987. En el primero trata del riquísimo
mundo de las relaciones que un texto literario puede mantener con
los anteriores (parodia, imitación, pastiche, reactivaciones genéricas,
prosificaciones y metrificaciones, etc.). En el segundo, se interesa por
el paratexto, es decir, por toda una serie de hechos literarios contex
túales que sin duda tienen una comunidad de interés en la presen
tación de la obra: peritexto editorial (formatos, cubiertas, coleccio
nes...), nombre del autor, títulos, dedicatorias, prólogos, notas, entre
vistas a propósito del libro, correspondencia... Como vemos, la
actividad desarrollada por Genette en estos trabajos es de la máxima
utilidad para el historiador de la literatura.
Para terminar, hay que mencionar la revisión de algunos concep
tos y problemas de Figures III que hace Genette en Nouveau dis-
cours du récit, 1983.
1. Bremond y Greimas
Junto a la obra de los tres autores tratados, que son los más
caracterizados representantes de la nouveUe critique, creemos que es
434
necesario referirse a otros dos autores cuyos trabajos sobre la narra
ción son de marcado carácter estructuralista, aunque ellos se hallan
en un plano más técnico que ideológico en el desarrollo de su labor.
Nos estamos refiriendo a C. Bremond y a A. J. Greimas. Del primero,
son importantes los artículos aparecidos en los números 4 y 8 de
Communications. El título del primer trabajo es «Le message narra-
tif», y en él Bremond hace una modificación del modelo de Propp.
El segundo, «La logique des possibles narratifs», sigue en esta mis
ma línea de perfeccionamiento del modelo de Propp. Lo que intenta
Bremond es una tipología universal de ¡os relatos y, al mismo tiem
po, un marco general para el estudio comparado de los comporta
mientos del hombre, pues a los tipos narrativos elementales corres
ponden las formas más generales del comportamiento humano. Una
obra extensa posterior a estos trabajos en su Logique du récit, que
se mueve dentro de las mismas preocupaciones.
En la Sémantique Structuraie, 1966, Greimas dedica una parte a
la construcción de un modelo de análisis más simple, capaz de ser
utilizado en un mayor número de descripciones, al tiempo que re
duce el número de funciones que Propp diferenciaba en los cuentos.
Dentro de la labor teórica de Greimas, hay que señalar el estudio
que va al frente de la obra colectiva Essais de sémiotique poétique,
1972, donde propone un modelo del lenguaje poético y su análisis.
El trabajo se titula «Hacia una teoría del discurso poético».
Ejercicios prácticos de análisis semiótico textual, pueden encon
trarse en su estudio sobre Maupassant, 1976. Actualmente, Greimas
es reconocido como una de las principales figuras de la semiótica
internacional. Véase su diccionario de semiótica, escrito en colabo
ración con J. Courtés, 1979.
2. Julia Kristeva
435
práctica significante, entre otras, dado que el lenguaje es el lugar
privilegiado donde se manifiestan los nuevos sentidos creados en
una sociedad: «Dicho de otra manera, puesto que la práctica (social:
es decir, la economía, las costumbres, «el arte», etc.) es abordada
como un sistema significante «estruturado como un lenguaje», toda
práctica puede ser científicamente estudiada en tanto que modelo
secundario con relación a la lengua natural, modelada por esta len
gua y modeladora de ella» (de la lengua) (1969: 27). Prefiere hablar
de texto, más que de literatura. Por otra parte, «la 'literatura' nos
aparece hoy como el acto mismo que capta cómo la lengua trabaja
e indica qué es lo que puede transformar mañana» (1969; 7). El se-
mioanálisis será la ciencia encargada de estudiar el texto, es decir,
el lenguaje (poético, literario u otro) donde se manifiestan superfi
cialmente las transformaciones históricas en curso. La literatura no
es más que una práctica privilegiada de manifestación de estas
transformaciones.
No pretendemos, ni mucho menos, dar cuenta del complicado
sistema conceptual desplegado por Kristeva en sus trabajos, que va
desde la filosofía a la economía, desde las matemáticas a la lógica,
desde la lingüística al marxismo, o desde la retórica ai psicoanálisis.
La citamos, sin embargo, porque ilustra perfectamente una de las
direcciones del grupo de los críticos estructuralistas: la de los miem
bros de Tel Quel, a partir de los 70 especialmente. Por otra parte,
muchos de estos elementos tampoco están ausentes del último Bart-
hes.
VI!. CONCLUSIÓN
436
método de análisis estructural consta de dos operaciones: aislar uni
dades mínimas y recomponer después una unidad estructural; 4.—la
crítica no debe ser normativa, y 5.—interés por la retórica antigua,
que, al ser una simple clasificación de los recursos literarios, se pa
recería bastante a una teoría literaria de tipo estructural.
Ya hemos visto que, entre los representantes de esta corriente
crítica, hay quienes son más radicales respecto a la crítica anterior,
y hay quienes buscan sus raíces en los críticos anteriores. Hay quie
nes se dedican a un trabajo exclusivamente técnico, y hay quienes
tienen más en cuenta otras disciplinas (psicoanálisis, por ejemplo),
aunque sean utilizadas estructuralmente.
Por eso, a partir del año 70 creemos poder apreciar una cierta
dispersión del grupo. Y mientras los miembros de Tel Quel evolucio
nan hacia posiciones parecidas a las representadas por Julia Kriste-
va, nace la revista Poétique, donde Todorov y Genette siguen desa
rrollando una labor parecida a la de los años 60, es decir, su preo
cupación se centra principalmente en una teoría de la literatura.
Roland Barthes, por su parte, parece mantenerse en una posición
intermedia, pero con una menor dosis del fervor estructuralista que
se apreciaba, por ejemplo, en sus Elementos de semiología o sus
trabajos en Communications, y una mayor inclinación al psicoanáli
sis —ya no el de la primera época, representado por Bachelard, sino
el de Freud, Lacan o Melanie Klein. Entonces es cuando empiezan a
pesar más conceptos como e! de placer, deseo, texto, subversión,
que nunca estuvieron ausentes de su crítica.
La muerte de Roland Barthes corrobora físicamente una muerte
anterior del formalismo francés como conjunto coherente de intere
ses centrados en la literatura. Por supuesto, las dos principales pu
blicaciones periódicas relacionadas con la nouvelle critique dedicarán
números de homenaje a Roland Barthes, y en ellos se encontrarán
valoraciones, análisis y datos que interesan al historiador de la teoría
literaria (Poétique, 47; Communications, 36). Y seguirán apareciendo
recopilaciones de trabajos de Barthes con el título de Ensayos críti
cos (Barthes, 1982 y 1984).
Todorov, por su parte, certifica el cambio de rumbo, tanto por su
dedicación a historiador de las teorías lingüísticas o literarias
—orientación que predomina en sus trabajos de la década de 1970—,
como por la confesión explícita de sus preferencias críticas actuales,
que él califica de «crítica dialógica» (Todorov, 1984: 179-193).
Sólo Gérard Genette parece continuar la misma línea de trabajo
centrado en el análisis y descripción de las estructuras literarias, se
gún testimonian sus obras más recientes (Genette, 1982 y 1987).
En 1979, las palabras escritas por Lucien Dállenbach, acerca de
437
las fuerzas que guían la crítica francesa del momento, reflejan cla
ramente el cambio de actitud:
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441
UM1DAD DIDÁCTICA V
444
Tema 21
Resumen esquemátieo
I. Introducción.
1. Crisis del estudio del lenguaje literario.
2. Estilo y estilística.
3. Los aspectos psicológicos en la lingüística.
a) La escuela idealista alemana.
b) La escuela saussureana.
4. Estilística de la expresión y estilística del individuo.
5. Estilística y retórica.
445
I. INTRODUCCIÓN
2. Estilo y estilística
447
pensamiento. Recuérdese que es en el siglo XIX cuando Humboldt
habla del lenguaje como ergon y energeia. Se reconoce, pues, un
poder creativo al lenguaje, y este poder creativo es el que utiliza el
escritor para expresar su vivencia de la realidad. El resultado lingüís
tico de esta expresión del pensamiento constituye el estilo de un
escritor.
— La estilística sería el estudio de la expresión lingüística propia de
una obra, un autor o una época. Bien es verdad que se puede: o
poner el acento en el estudio de la utilización de los mecanismos
lingüísticos, y en este caso la estilística se sitúa en el nivel lingüístico
de la expresión; o tratar la expresión del pensamiento desde el pun
to de vista de su elaboración, su desarrollo, su exposición, y, final
mente, la obra en relación con todas las circunstancias que la moti
van. En el segundo caso, el estilista busca más una ciencia de la
literatura. La estilística es, pues, una ciencia de la expresión y una
crítica de los estilos individuales.
448
a) La escuela idealista alemana
b) La escuela saussureana
449
tructuras y su funcionamiento en el interior del sistema de la lengua,
es descriptiva; la segunda determina sus causas, es genética; la pri
mera se relaciona con la semántica o estudio de las significaciones;
la segunda es una estilística de las causas, y se relaciona con la
crítica literaria.
5. Estilística y retórica
450
sa); 2) estilística genética o estilística de! individuo (L. Spitzer, Dá
maso Alonso); 3) estilística funcional (a partir de las funciones del
lenguaje diferenciadas por Jakobson); 4) estilística estructural (M.
Riffaterre, S. R. Levin). A estas estilísticas, habría que añadir la esti
lística del habla o explicación de textos. En otra ocasión (1969: 27)
hace Guíraud una enumeración y caracterización de los tipos de es
tilística un tanto diferente. Traducimos:
451
2. La clasificación de A. Yllera
3. Otras clasificaciones
452
ción de M. Riffaterre—. La estilística de los temas intenta el análisis
de los significados, y quiere rehacer el camino que ha seguido el
artista. En esta segunda corriente incluye G. Antoine a: R. Barthes,
G. Poulet, J. P. Richard, J. Starobinski, G. Bachelard, M. Foucault,
J.-P. Sartre y E.-R. Curtius.
Aún podríamos citar a H. Hatzfeld y su diferenciación de una es
tilística de la retórica o de figuras de estilo (Lausberg), y una estilís
tica de la expresión. Esta última se subdividiría en dos: estilística
lingüística (Bally, Bruneau, Marouzeau) y estilística literaria (Vossler,
L. Spitzer, Dámaso Alonso). Pero H. Hatzfeld es partidario de una
sola estilística, «que es siempre lingüística, en cuanto al máximum
del material utilizado, psicológica en cuanto a la motivación, y al
mismo tiempo estética en cuanto a la forma exterior de un enuncia
do» (1975: 29). Claro que este deseo de Hatzfeld responde más a
una declaración programática que a una caracterización de las dife
rentes escuelas estilísticas.
La consecuencia que podemos sacar, del repaso de estas clasifi
caciones de la estilística, es que no está claro qué tipo de estudios
tienen que calificarse de «estilísticos» —hemos visto que investiga
ciones de tipo estructuralista se incluyen en la estilística, y hasta es
tudios de tipo temático son tenidos por G. Antoine como «estilística
de los temas»—, ni si la estilística es sólo un movimiento histórico
acabado y bien definido.
Ateniéndonos a las clasificaciones comúnmente aceptadas, po
demos distinguir tres tipos de estilística: 1) la crítica idealista (la que
Guiraud llama «estilística genética»): en este movimiento incluimos
a Vossler, L. Spitzer y la estilística española (Dámaso Alonso y Ama
do Alonso); 2) la estilística de la lengua (la que Guiraud llama «es
tilística descriptiva» o «estilística de la expresión»), arranca de Bally
y está representada especialmente por autores franceses; 3) estilís
tica estructural o funcional, donde estudiaríamos como maestros re
presentativos a R. Jakobson, M. Riffaterre, Groupe p, S. R. Levin y
Guiraud.
453
obra, y deja a la crítica y a la explicación de textos el cuidado de
integrar estos rasgos y explicarlos dentro de una situación específica,
la estilística idealista se empeña en el estudio de los hechos de habla
y en la crítica de las obras dentro de la totalidad de su contexto. Se
emparienta, pues, con la crítica literaria.
Para los idealistas, no hay diferencia entre el uso individual y un
sistema lingüístico abstracto. Es más, sólo es posible un estudio del
lenguaje en su manifestación individual, creativa, y, por tanto, esté
tica. Del doble aspecto del lenguaje (ergon y energeia ), sólo les im
porta el lado creador, que es el que verdaderamente se manifiesta.
El otro (el lenguaje como ergon) sólo es asequible después de una
abstracción. Por otro lado, esta manifestación individual, por ser
creadora, es estética. De ahí la asimilación que hace Croce de la lin
güística a la estética. Oigamos las siguientes palabras de Croce: «El
lenguaje es una creación perpetua; lo que se expresa una vez con la
palabra no se repite más que como reproducción de lo ya producido;
las siempre nuevas impresiones dan lugar a cambios continuos de
sonidos y de significados, o sea, a expresiones siempre nuevas. Bus
car la lengua modelo es, entonces, buscar la inmovilidad del movi
miento. Cada uno habla y debe hablar, según los ecos que las cosas
despiertan en su espíritu, es decir, según sus impresiones» (1902:
236). Esto por lo que se refiere a la consideración del lenguaje sólo
como energeia. Por lo demás, afirma Croce que «todos los proble
mas científicos de la lingüística son los mismos problemas de la Es
tética, y que los errores y la verdad de la una son los errores y la
verdad de la otra». Y más abajo: «A un cierto grado de elaboración
científica, la Lingüística, en cuanto filosofía, debe fundirse en la Es
tética» (1902: 237). Toda obra estética es fruto de una impresión, y
lo único que debe hacer el crítico es reproducir lo más exactamente
posible la impresión o intuición que dio lugar a la obra de arte.
2. La escuela alemana
a) K. Vossler (1872-1949)
454
reflejada en la evolución de su idioma (1913) y Espíritu y cultura en
el lenguaje (1925).
Así explica Amado Alonso el pensamiento lingüístico de Vossler,
en el prólogo a su traducción de Filosofía del lenguaje: «Si el len
guaje es acto de espíritu (enérgeia) y las formas fijadas no son más
que el producto (ergon) de esta actividad, y si toda actividad concre
ta de espíritu lo es sin remedio de un espíritu individual, será nece
sario por principio goznar la ciencia entera del lenguaje en ese quicio
del espíritu individual. Partiendo de ahí, pero sólo partiendo de ahí,
podrá luego la lingüística colectar y estudiar cuantos productos o
formas comunalmente fijadas quiera. Y como en ninguna ocasión se
muestra la acción del espíritu individual tan eminentemente como en
la poesía, ahí, en la obra de arte de la palabra, buscará de preferen
cia el lingüista sus materiales de estudio» (Vossler, 1923: 11-12). No
temos que la asimilación de lenguaje y estética, de acto creador in
dividual y lenguaje, sólo es una parte del concepto vossleriano del
lenguaje. Junto a este aspecto, que sin duda tiene la primacía, y en
esto es clara la huella de Croce, Vossler no olvida el lado colectivo,
lo que Saussure constituye en objeto de la lingüística bajo el nombre
de langue —opuesto a lenguaje y habla—. Ahora bien, Vossler no
elimina ninguno de los dos aspectos en su concepción del lenguaje,
sino que éste, como fenómeno espiritual, consiste en el ir y venir de
un polo al otro, pues, dice A. Alonso, «la creación individual nace ya
orientada por y hacia las condiciones del sistema espectante, y el
sistema de la lengua no tiene ni posible funcionamiento ni posible
historia más que gracias a la intervención de los individuos concre
tos que la hablan» (Vossler, 1923: 16).
Si nos hemos detenido en las teorías lingüísticas de Vossler, es
porque esto tiene interés para comprender su práctica crítica. Así,
aunque parte de la consideración del aspecto creativo del lenguaje
en el individuo —y este aspecto se manifiesta especialmente en la
poesía—, no olvida, sin embargo, el aspecto social; y Vossler inten
tará explicar cómo el escritor se forma, crea dentro de una lengua
donde pesan los elementos históricamente conformados. La estilís
tica o crítica estética estudia el lenguaje como creación individual y
estética. En Vossler predomina una orientación lingüístico-estética
que presta atención a la atmósfera en que el escritor crea su obra.
De ahí la preferencia por el estudio de un autor, una época, dentro
de su concepción un tanto filosófica de la crítica, en vez de estudiar
solamente un texto. La estilística de Vossler, que se preocupa por el
lenguaje literario como creación individual, es una estilística del ha
bla.
Vossler ha dedicado bastante atención a la literatura española e
455
influye en Spitzer, aunque éste se olvida un tanto del historicismo
de su maestro.
456
a estética. El lenguaje literario, al ser más creativo, sería más repre
sentativo. Por otra parte, es clave en el pensamiento de Spitzer, para
la posibilidad de estudiar la cultura de una nación, la fundamenta-
ción psicológica de su concepción del estilo, ya que «toda desviación
estilística individual de la norma corriente tiene que representar un
nuevo rumbo histórico emprendido por el escritor; tiene que revelar
un cambio en el espíritu de la época, un cambio del que cobró con
ciencia el escritor y que quiso traducir a una forma lingüística for
zosamente nueva» (1955: 21). Así, por medio del lenguaje se pasa al
alma del escritor.
Por lo que se refiere al creador, su pensamiento, su alma, «es
como una especie de sistema solar, dentro de cuya órbita giran atraí
das todas las categorías de las cosas: el lenguaje, el enredo, la tra
ma, son solamente satélites» de este sistema. El lingüista y el crítico
literario deben remontarse a la causa latente de estos recursos lite
rarios y artísticos.
Si el crítico accede a la mente del creador por medio de los de
talles estilísticos —desviaciones respecto a la norma—, es porque:
«Todo el que ha pensado recio y ha sentido recio, ha innovado en
el lenguaje. El impulso creador del pensamiento se traduce inmedia
tamente en el lenguaje como impulso creador lingüístico» (1955: 26).
Detrás del lenguaje hay una «forma interna», «sangre vital de la
creación poética», que «es siempre y en todas partes la misma, ya
puncemos el organismo en el lenguaje, o en las ideas, o en la trama,
o en la composición» (1955: 30-31). Aquí queda consagrada la uni
dad intrínseca de la obra literaria.
¿Cuál es el método para llegar a la unidad de la obra? (Observe
mos que, para Spitzer, método significa más «un procedimiento ha
bitual de la mente» que un plan o programa que regula por antici
pado una serie de operaciones con miras a alcanzar un resultado
claramente definido.) Conviene proceder desde la superficie hasta el
centro vital interno de la obra de arte; observar primero los detalles
en el aspecto superficial; agrupar los detalles, y tratar de integrarlos
en un principio creador que hubiera podido estar presente en la obra
del artista; tratar de explicar los otros detalles de acuerdo con el
principio creador para ver si la «forma interna» explica todos los
rasgos de la obra. Leo Spitzer da nombre a su método: «Mi método
de vaivén de algunos detalles externos al centro interno y, a la in
versa, del centro a otras series de detalles, no es sino la aplicación
del 'círculo filológico'» (1955: 35). Este método se basa en un prin
cipio inductivo, y como operaciones previas exigidas por el método,
sólo se le ocurre a Spitzer el dar el consejo de «leer y releer, pacien
te y confiadamente». Por supuesto, las observaciones hechas a pro
457
pósito de una obra no valen para otras obras, pues cada una es
única, y de lo que trata el crítico es «de colocarse también él en el
centro creador del artista mismo y de recrear el organismo artístico»
(1955: 52).
Una importante reformulación de sus principios críticos, con no
table tendencia al estructuralismo, se encuentra en la conferencia
pronunciada en Roma, en 1960, titulada «Desarrollo de un método».
Según Guiraud (1955: 73-74), de la teoría de L. Spitzer se derivan
algunas enseñanzas: 1) que la crítica debe ser interna y situarse en
el centro de la obra; 2) que el principio de la obra está en el espíritu
del autor; 3) que la obra proporciona sus propios criterios de análi
sis; 4) que la lengua es el reflejo de la personalidad del autor, y es
inseparable de los otros medios de expresión de que dispone; 5) que
la obra sólo es accesible por intuición y simpatía.
458
3. La escuela española
a) Dámaso Alonso
459
En dos aspectos: del habla corriente (estilística lingüística); del habla
literaria (estilística literaria o ciencia de la literatura)» (1950: 401).
Esta estilística no estudia sólo lo afectivo, como quería Bally, sino
los siguientes aspectos: afectivos, conceptuales e imaginativos. Pero
veamos cómo el mismo Dámaso Alonso expone sus diferencias res
pecto a Bally: «Expresemos con claridad nuestras diferencias respec
to a Bally. Creemos: 1.°) que el objeto de la Estilística es la totalidad
de los elementos significativos del lenguaje (conceptuales, efectivos,
imaginativos); 2.°) que ese estudio es especialmente fértil en la obra
literaria; 3.°) que el habla literaria y la corriente son sólo grados de
una misma cosa. Para Bally: 1.°) el objeto son los elementos afecti
vos; 2.°) y 3.°) sólo en la 'lengua' y precisamente en la 'usual'» (1950:
584). Ya que, en definitiva, Dámaso Alonso está totalmente de acuer
do con Croce, y dice que «todo el que habla es un artista».
El objeto del estudio estilístico consistiría en ver las relaciones
entre el significado y el significante. La unión de los dos constituye
la forma, que puede ser considerada desde dos puntos de vista. Si
se considera desde el significado, se habla de forma interior, y, si
desde el significante, forma exterior. El estudio de la obra puede
partir del significante (forma exterior) al significado, o desde el sig
nificado (forma interior) al significante. Y éstos son los dos métodos
posibles, en los que Dámaso no tiene mucha fe, para llegar a la
unicidad de la obra: «Varias veces, a lo largo de este libro, hemos
dicho que nos sentíamos Quijotes, es decir, que barruntábamos el
fracaso» (1950: 593).
Carlos Bousoño, discípulo y colaborador de Dámaso Alonso —por
ejemplo, en Seis calas en la expresión literaria española—, no puede
ser incluido propiamente dentro de una estilística idealista, tanto por
su concepción del lenguaje, que se aparta de Croce, como por la
finalidad, más bien descriptiva, de su obra Teoría de la expresión
poética, 1952. Un buen ejemplo práctico de su tipo de análisis esti
lístico se encontrará en el estudio sobre V. Aleixandre.
b) Amado Alonso.
460
y problemas concretos. Otro estudio concreto de Amado Alonso es
el titulado Poesía y estilo de Pablo Neruda.
«La estilística estudia, pues, el sistema expresivo de una obra o
de un autor, de un grupo pariente de autores, entendiendo por sis
tema expresivo desde la estructura de la obra (contando con el juego
de calidades de los materiales empleados) hasta el poder sugestivo
de las palabras» (1955: 82). No desecha Amado Alonso una estilística
de la lengua, al estilo de Bally, que sería previa a la estilística de la
obra literaria. Dice Amado Alonso que «la estilística, como ciencia de
los estilos literarios, tiene como base a esa otra estilística que estu
dia el lado afectivo, activo, imaginativo y valorativo de las formas de
hablar fijadas en el idioma» (1955: 81). Por lo que se refiere a la
estilística de la obra literaria, el principio en que se basa «es que a
toda particularidad idiomática en el estilo corresponde una particu
laridad psíquica» (1955: 78). No tenemos que comentar la raigambre
idealista de este principio.
También tiene carácter idealista el objeto asignado a la estilística
literaria: «La estilística atiende preferentemente a lo que de creación
poética tiene la obra estudiada o a lo que de poder creador tiene un
poeta» (1955: 81). Por otra parte, la obra, en cuanto creación poética,
tiene dos aspectos esenciales, y a ellos debe atender la estilística:
«...cómo está constituida, formada, hecha lo mismo en su conjunto
que en sus elementos, y qué delicia estética provoca; o desdoblando
de otro modo: como producto creado y como actividad creadora»
(1955: 82). Aquí hay que resaltar la importancia que Amado Alonso
da a la obra como producto con elementos que se relacionan, idea
que le acerca a una consideración estructuralista de la obra, algo
alejada del idealismo estilístico, amante de síntesis un tanto espec
taculares. Por lo que respecta a los contenidos de la obra, que son
«una visión intuicional del mundo», dice Amado Alonso que «lo
esencial y peculiar de la estilística es que la ve también como una
creación poética, un acto de construcción de base estética» (1955:
83). Y aquí está el lado en que A. Alonso se acerca más a la estilís
tica de Spitzer.
Por no olvidar la estilística de la lengua (recordemos que es la
fase previa a la estilística de la obra), por tener en cuenta la obra no
sólo como actividad creadora, sino también como producto con sus
elementos, se ha podido calificar de «integradora» la estilística de
Amado Alonso. Magníficamente queda resumida su concepción de
la estilística en el párrafo final de la Carta a Alfonso Reyes: «La es
tilística estudia el sistema expresivo entero en su funcionamiento y,
si una estilística que no se ocupa del lado idiomático es incompleta,
una que quiera llenar sus fines ocupándose solamente del lado idio-
461
mático es inadmisible, porque la forma idiomática de una obra o de
un autor no tiene significación si no es por su relación con la cons
trucción entera y con el juego cualitativo de sus contenidos» (1955:
86 ).
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464
Tema 22
ESTILÍSTICA DE LA LENGUA
Resumen esquemático.
I. Introducción.
465
”
I. INTRODUCCIÓN
467
de Stylistique frangaise (1909), al que había precedido otra obra ti
tulada Précis de stylistique (Ginebra, 1905). En el Traité, podemos
encontrar la definición y aplicación de la estilística al francés —toda
la segunda parte se centra en la práctica del análisis estilístico, con
numerosos ejercicios.
a) Definición de estilística
468
dios de expresión, ¿los buscaremos en el mecanismo del lenguaje
en general, o en una lengua particular, o finalmente en el sistema
de expresión de un individuo aislado?» (1909, I: 17). Según se bus
quen en uno u otro campo, tendremos tres estilísticas: 1) la estilís
tica general, que trataría de determinar las leyes generales que go
biernan la expresión del pensamiento en el lenguaje, y, para eso,
habría que estudiar todas las lenguas humanas, con el fin de aislar
sólo los rasgos comunes, lo que parece una empresa quimérica; 2)
la estilística de un idioma particular, que consistiría en trazar el re
trato psicológico de un grupo social, lo que parece bastante más
posible; 3) la estilística individual, que consiste en trazar el retrato
psicológico de un individuo.
469
d) Efectos naturales y efectos por evocación
a) Marouzeau, Bruneau
470
b) Marcel Cressot
c) N. S. Trubetzkoy
471
secuencia del temperamento y del comportamiento espontáneo del
hablante.
472
de anticipar el futuro, pues sus innovaciones pueden basarse tam
bién en el pasado (un ejemplo: los arcaísmos).
Bally trata también del placer estético en términos lingüísticos:
«...el placer que experimentamos en la forma literaria de una obra
no es más que un vasto fenómeno de evocación y reside en una
comparación permanente y manifiesta, por muy inconsciente que
sea, entre la lengua de todos y la lengua de algunos» (1909, I: 247).
Por tanto, lo literario reside en una oposición a lo corriente en la
lengua, en unas formas lingüísticas características.
b) La intención estética
473
mientos, pasa a ser literario. Pues, aunque el lenguaje natural expre
se sentimientos y contenga elementos afectivos, nunca hay en él una
intención estética. Lo que ocurre es que, a partir del lenguaje natural,
se crea la lengua literaria como un sistema, con su vocabulario y
construcciones específicas.
Por otra parte, hay que diferenciar netamente lengua literaria y
estilo. La lengua literaria está marcada por un carácter sistemático.
Dice Bally: «La lengua literaria es una forma de expresión que se ha
vuelto tradicional; es un residuo, una resultante de todos los estilos
acumulados a través de las sucesivas generaciones, el conjunto de
elementos literarios que la comunidad se ha asimilado, y que forman
parte del fondo común, aun permaneciendo diferenciados de la len
gua espontánea» (1926: 39). Ejemplos en español, referidos al voca
bulario, pueden ser: rostro, corcel, amar (en la lengua literaria) frente
a cara, caballo, querer; o construcciones sintácticas como la de la
frase: «cerrar podrá mis ojos la postrera sombra» (Quevedo). Ante
estas palabras y estas construcciones, un hablante de español pien
sa, sin duda, en la lengua literaria.
En el estilo, como expresión individual, sería donde se dieran in
novaciones expresivas no exentas del lenguaje corriente expresivo
(en este sentido, tiene razón la crítica idealista cuando resalta el as
pecto expresivo del lenguaje). Pero la diferencia entre estilo y len
guaje corriente expresivo radica en: 1) las creaciones espontáneas se
destacan del fondo de la lengua usual, y las del estilo se destacan
del fondo de la lengua literaria; 2) los motivos e intenciones: el len
guaje del poeta toma como fin lo que el hablante normal como me
dio, pues la expresividad (consistente en modificar una expresión
existente), en el hablante normal, es un medio para exteriorizar sus
impresiones, deseos, su voluntad, mientras que, en el artista, se trata
de trasponer la vida en belleza. Es como el guerrero que en batalla
hace unos determinados ejercicios (medios para un fin: la lucha, la
victoria) y que puede representar estos mismos ejercicios en un es
cenario (el medio se convierte en fin: aquí está lo estético).
Resumimos: para Bally, aun reconociendo la existencia de expre
sividad tanto en el lenguaje literario como en el corriente, es indu
dable que la lengua literaria se configura como algo distinto: por
formar una especie de sistema tradicional, con perfiles diferenciados
dentro del sistema lingüístico general (lo mismo que pueden diferen
ciarse el lenguaje científico o el del deporte), y por cumplir una clara
función estética (diferencial respecto a la lengua natural).
474
BIBLIOGRAFÍA
475
3& 1
Tema 23
Resumen esquemático
477
3. La obra literaria como hecho semiológico.
a) Relaciones obra-mundo exterior.
b) La obra como signo.
c) Tesis para el estudio semiológico de la obra literaria.
IV. Conclusión.
478
1. INTRODUCCIÓN: ESTILÍSTICA FUNCIONAL Y SEMIOLOGÍA
LITERARIA
479
II. EL «CÍRCULO LINGÜÍSTICO DE PRAGA»
480
los rusos fue a la vez estimulante y robustecedor; no hago más que
ser justo al decirles hoy lo mucho que apreciamos su aportación».
481
formalismo, pero que toma cuerpo hacia 1930, con los estudios de
Ernst Cassirer y los positivistas lógicos.
Los teóricos de la literatura del Círculo Lingüístico de Praga tie
nen en cuenta estos progresos, que amplían el campo del formalis
mo. Por eso ahora, tanto Mukarovsky como Jakobson sostienen que
la poética forma parte de la semiótica, más que ser una rama de la
lingüística. Dice Mukarovsky: «La obra de arte tiene un carácter de
signo.»
Tampoco se puede reducir la literatura a la literariedad, pues,
desde una perspectiva semiológica, no se pueden excluir delibera
damente los llamados factores extraliterarios. Los contenidos lógicos
o emocionales pueden ser un legítimo objeto de análisis, siempre
que se estudien como componentes de una estructura estética. El
formalismo, pues, da paso al estructuralismo con la noción de con
junto dinámicamente integrado (estructura o sistema). Es el mismo
paso que se da hacia el concepto de estructura en lingüística.
5. El cambio literario
482
6. Algunos trabajos importantes del «Círculo de Praga»
7. Conclusión
483
2.—Caracterización de la función poética; 3.—La obra de arte como
hecho semiológico.
a) Dialectos funcionales
484
y religiosas como factores externos, pero esto no explica por qué y
en qué se diferencia la lengua literaria de la popular. Algunas de las
características de la lengua literaria, debidas a su función, son: am
pliación y modificación (intelectualización) del vocabulario, debido a
su papel de expresión de la vida de la cultura y de la civilización;
creación de palabras-conceptos, y de expresiones para las abstrac
ciones lógicas, debido a la necesidad de expresarse con precisión y
de un modo sistemático; intelectualización, por la necesidad de ex
presar la interdependencia y la complejidad de las operaciones del
pensamiento; mayor regularidad y normatividad, por una actitud
más exigente hacia la lengua. La lengua literaria se manifiesta sobre
todo en el lenguaje continuo escrito. El lenguaje literario hablado se
aleja menos del lenguaje popular. El lenguaje literario tiende: por
una parte, a convertirse en lenguaje común, general, y, por otra, a
ser el monopolio de las clases dominantes. Como vemos, cuando el
Círculo Lingüístico de Praga habla de lengua literaria, se refiere más
a un tipo de lengua culta que a una lengua propia de los textos
literarios.
c) La lengua poética
485
obra a otra. Es decir, no se puede hablar de actualización poética, en
abstracto, sino de actualización dentro de la estructura estudiada,
pues: «La obra poética es una estructura funcional y los diferentes
elementos no pueden estar comprendidos fuera de su relación con
el conjunto. Elementos objetivamente idénticos pueden revestir en
estructuras diversas, funciones absolutamente diferentes» (1929: 39).
e) Resumen
486
para estudiar la lengua poética es su relación con la lengua de co
municación); tercero, el señalar la necesidad de valorar los recursos
estéticos dentro de una estructura, ya sea la estructura de la lengua
poética de una época, de una escuela o de una obra; y cuarto, el dar
un esquema para el estudio del lenguaje poético similar al esquema
del estudio del lenguaje de comunicación con su fonología, sintaxis
y semántica particulares.
f) El esquema de B. Havránek
1. Comunicación 1 Conversacional
2. Técnica de trabajo > Comunicativa Trabajo diario (de los hechos)
3. Técnica teórica J Científico
4. Estética Lenguaje poético
487
hace posible la utilización poética del lenguaje, y, sin esta posibili
dad, no habría lenguaje poético.
a) Jakobson y la poeticidad
b) Jan Mukarovsky
488
1. La denominación poética
2. La función estética
489
güística y poética». En los años sesenta se hablará también de fun
ción estilística (M. Riffaterre), o de función retórica (Groupe p), para
referirse a lo que Mukarovsky llama función estética.
490
una obra representa algo del mundo exterior que es aprehensible
por todos, Independientemente del carácter incomunicable que tiene
todo estado de conciencia subjetiva. Así queda claramente marcada
la diferencia entre el estructuralismo y la crítica idealista, subjetivista.
Para el estructuralismo existe algo objetivo, algo que es comprensi
ble para todos, y este algo es lo que hace posible un estudio de la
obra.
Transcribimos ahora las directrices que da Mukarovsky para un
estudio semiológico del arte, que él resume en las siguientes tesis:
491
cir, las modificaciones de la relación con la cosa significada) funcio
nan como factores de su estructura.
E. Las dos funciones semiológicas, comunicativa y autónoma,
que coexisten en las artes que tienen tema, constituyen juntas una
de las antinomias dialécticas esenciales de la evolución de estas ar
tes. Su dualidad se hace valer, en el curso de la evolución, por os
cilaciones constantes de la relación con la realidad.
IV. CONCLUSIÓN
492
BIBLIOGRAFÍA
493
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W in n e r , Thomas G.: 1979, Jan Mukarovsky: The Beginning o f Struc-
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494
Tema 24
L A T E O R ÍA G L O S E M Á T IC A D E L A L IT E R A T U R A . L A
E S T IL ÍS T IC A E S T R U C T U R A L
R e s u m e n e s q u e m á tic o
I. Introducción.
V. La lengua literaria,
a) Algunas clasificaciones.
495
1. T. Todorov.
2. N. E. Enkvist.
3. H. F. Plett.
4. J. A. Martínez García.
b) Introducción al problema.
c) Algunas colecciones de trabajos sobre el estilo y la lengua
literaria.
1. Th. A. Sebeok (1960).
2. R. Fowler (1966, 1975).
3. S. Chatman (1971).
496
I. INTRODUCCIÓN
497
18. TEORÍA GLOSEMÁTSCA DE LA UTERATURA
498
2. La teoría glosemática del estilo y 8a lengua literaria
a) S vend Johansen
Es Ef Cf <- Cs
Ccs
i
Ccf
T1 signo connotativo complejo
Ecf
T
Ecs
Eds Edf Cdf-> Cds signo denotativo
}
499
por ejemplo) muestran el uso estético (como Ecf) de la forma del
contenido denotativo; 4,—las preferencias por ciertos asuntos, las
idiosincrasias materiales e ideales del autor, son ejemplos de empleo
estético (Ecf) de las sustancias del contenido denotativo.
El contenido connotativo concreto de cada uno de estos signos
connotativos simples se explica en el contexto del signo connotativo
complejo. Es decir, el significado estético de un hecho de estilo se
explica en el contexto del texto o la obra entera en que se manifies
ta.
El signo connotativo complejo, lo trata Johansen en el análisis de
un poema de Víctor Hugo. Ve cómo los contenidos connotativos de
los signos connotativos simples sólo se pueden especificar cuando
se ponen en relación con el signo connotativo complejo, que es el
poema, es decir, cuando se relacionan todos los contenidos conno
tativos de todos los signos connotativos simples.
La forma del contenido connotativo (Ccf) consiste en las relacio
nes entre los elementos del contenido connotativo. La sustancia del
contenido connotativo es la experiencia estética, que puede manifes
tarse en una interpretación, o en reacciones espontáneas de carácter
no lingüístico.
500
no del contenido, por un fenómeno que podría llamarse cadena de
emociones. Lo característico del arte literario es la cadena de emo
ciones que hace que la lengua literaria tenga un carácter de ficción,
y no solamente de comunicación.
501
dos frases (por ejemplo: se han dado un puñetazo t se han dado un
puntapié); ejemplos de euglosias o cacoglosias: en el plano de la
expresión, serían los sonidos agradables o desagradables, y, en el
del contenido, los significados que evocan representaciones agrada
bles o desagradables; por fin, ejemplos de discordancias: en el plano
de la expresión, puede ser la utilización de un sonido extranjero, y,
en el del contenido, serían los neologismos o los significados contra
dictorios (oxímoron.) Como vemos, lo que intenta Leiv Flydal es una
clasificación de efectos estilísticos tomando como punto de referen
cia la expresión y el contenido, pero sin diferenciar entre forma y
sustancia. Nosotros sólo hemos dado unos ejemplos, elegidos entre
la multitud de efectos estilísticos que él reseña.
502
Cest.s = Interpretación
parole
I
Cest.f = unidades vacías
I
intuición de unidades
Eest.f = texto como selección
Es Ef<—-» Cf<— * Cs
<— *
«presentación» langue «lectura»
parole (no «esquema») actualización del contenido
parole
í
i
E est.s = lengua
est = estético.
503
4. G re g o rio S a lv a d o r: m o d e lo g io s e m á tic o d e c ien c ia lite ra ria
504
con el título de «Linguistlcs and Poetics» (1958), Jakobson define la
función poética en el cuadro de las funciones del lenguaje. Estas son
seis, de acuerdo con cada uno de los factores de la comunicación
lingüística. El siguiente esquema refleja los elementos de la comu
nicación, acompañados de su función corresondiente:
CONTEXTO
(referencial)
CONTACTO
(fática)
CÓDIGO
(metalingüística)
505
nes y estructuras que los comentaristas descubren en el soneto ci
tado.
Después del tiempo transcurrido y la actividad llevada a cabo por
el estructuralismo, hoy sorprende menos el tipo de análisis practi
cado por Jakobson, pero, en los años siguientes, dio lugar a muchas
precisiones y comentarios. El libro de José Vidal Beneyto (1981) nos
ahorra más detalles, pues allí se encontrará una recopilación de los
principales trabajos y datos para la discusión de la teoría y práctica
del análisis jakobsoniano.
506
chos sobre la poesía bajo el nombre de poética estructural. Y esto
porque no conviene asociar los estudios de la poesía a una deter
minada corriente lingüística, que ya no es la única ni la más avan
zada. El estatuto de la lingüística respecto de la literatura es el de
una disciplina auxiliar, como lo puede ser la fonética respecto de la
lingüística, según Ruwet: «Dicho de otra manera, la lingüística puede
aportar a la poétia cierto número de materiales, pero es incapaz, por
sí sola, de determinar en qué medida estos materiales son pertinen
tes desde el punto de vista poético o estético» (1968: 211). El estudio
de la poesía puede partir de dos posiciones distintas: 1.—la primera
consiste en registrar sistemáticamente, y en cierta manera ciegamen
te, el más grande número posible de equivalencias en cada nivel
tomado separadamente (fonético, fonológico, morfológico, sintáctico,
semántico). Esto es lo que hacen Jakobson y C. Lévi-Strauss.
2.—Otra posición consiste en elegir un solo nivel, y analizar allí las
equivalencias más evidentes. A partir de estas equivalencias en un
solo nivel, se pueden formular hipótesis sobre equivalencias posi
bles, tanto en este mismo nivel como en niveles diferentes. Desde
esta segunda posición, Ruwet analiza el soneto de Baudelaire «La
Géante».
A pesar de la separación postulada por Ruwet entre poética y
lingüística, en sus numerosos análisis de la poesía es constante la
utilización de la ciencia del lenguaje para el estudio de las particu
laridades del discurso poético. Y en un trabajo posterior (Ruwet,
1980) rompe una lanza en favor del poder explicativo de la teoría de
Jakobson, frente a las críticas de Genette o Todorov.
507
lenguaje, con especial referencia a la función poética, hace Miguel
Ángel Garrido Gallardo (1978).
Aunque Jakobson es importante en la teoría literaria por otras
razones (Todorov, 1971), su teoría del lenguaje literario como aquel
en que predomina la función poética —la función que llama la aten
ción sobre el mensaje—, es una referencia clásica en toda discusión
acerca de la naturaleza del aspecto verbal de la literatura.
a) M ichael Riffaterre
508
que hace porque está preocupado por el m odo en que quiere que se
descodifique su mensaje.» El p ro ce d im ie n to que utilizará el autor
será introducir como imprevisibles los elem entos que quiere que el
lector retenga, pues, al no estar previstos dentro de! contexto, lla
marán la atención del lector, y aquí te n e m os o tro de los elem entos
importantes en el estilo: el contexto.
Veamos ahora cómo entiende Riffaterre la función del lector en
el análisis estilístico. Es el lector, por ser el blanco elegido por el
autor, quien debe detectar el procedimiento estilístico. El in ve stig a
dor utilizará los juicios del lector (in fo rm a dor) com o m eras señales
objetivas de que ahí existe un rasgo estilístico, y prescindirá de los
juicios de valor que puedan acompañar a sus com entarios. La sum a
de informadores utilizados para cada estím ulo, o para una secuencia
estilística entera, recibirá el nombre de archilector, que hay que en
tender como suma de lecturas, y no com o una m edia. El objeto del
análisis estilístico es la ilusión que el texto crea en el espíritu del
lector.
Por otro lado, si la mayoría de los estilistas ven el pro ce d im ie n to
estilístico como transgresión de la norm a lingüística, Riffaterre pien
sa que hay que tomar como muestra el contexto y, según esto, el
estilo se crea por una desviación a p a rtir de un contexto. O igam os
la definición de contexto estilístico: «El co ntexto estilístico es un pa
trón lingüístico quebrantado p o r un elemento im previsible, y el con
traste resultante de esta diferencia es el e stím u lo estilístico», El con
texto estilístico está dete rm in a d o , en su extensión, por ¡a m em oria
de lo que se acaba de leer y la percepción de lo que se está leyendo.
No vamos a entrar en la caracterización del contexto que hace Rif
faterre, cuando distingue entre m icrocontexto y macrocontexto.
Terminaremos señalando las notas que d istingue n la estilística de
Riffaterre de toda la estilística a nterior. La de R iffaterre es una e sti
lística del texto, y no de la lengua ni del a utor; y, por otra parte, es
una estilística que parte dei lector y no del autor.
Posteriormente vuelve Riffaterre a destacar la im portancia del
momento receptivo en el funcionamiento literario. Dice, al fin a l de
un trabajo sobre «La explicación de los hechos literarios»: «Conclu
yamos: la aportación del análisis formal a la explicación dei fe n ó
meno literario me parece que es esencialmente el poner en claro que
este fenómeno se sitúa en las relaciones del texto y del lector, no
del texto y el autor, o del texto y la realidad. Por consiguie nte, al
contrario de la tradición, que aborda el texto por el e xterior, el acer
camiento de la explicación debe ser calcado del p u nto de partida
normal de la percepción del mensaje por su d estinata rio : debe ir del
interior al exterior» (1979: 27).
509
b) Groupe p
510
denación del estudio del estilo. Nosotros nos vamos a conformar con
una introducción general al problema de la lengua literaria.
V. LA LENGUA LITERARIA
a) Algunas clasificaciones
7. Todorov
511
2. N. E. Enkvist
3. Heinrich F. Piett
4. J. A. Martínez García
512
b) Introducción al problema
513
cuentro entre la lingüística y la literatura, que puede ilustrarse con
el trabajo emblemático de R. Jakobson.
514
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515
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to. Madrid, Editora Nacional.
516
3. Estilística estructural. La lengua literaria
517
Pagnini, Marcello: 1975, Estructura literaria y método crítico. Madrid,
Cátedra.
Plett, Heinrich F.: 1981, «Rhétorique et stylistique», en Kibédi Varga,
A. (ed.), Théorie de la littérature. París, Picard, 139-176.
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U l l m a n n , Stephen: 1964, Lenguaje y estilo. Madrid, Aguilar, 1973.
518
Tema 2B
L A E S T IL ÍS T IC A G E N E R A T IV A
R e s u m e n e s q u e m á tic o
I. Introducción.
519
4. James Peter Thorne: el estilo como dialecto.
5. Conclusión: nueva teoría para viejas observaciones.
520
I. INTRODUCCIÓN
521
meiotiké, pp. 281-284). Nosotros, como ya hemos dicho, nos vamos
a ¡imitar a trabajos que se sitúan dentro de una aceptación ortodoxa
de la teoría generativa tal y como la expone Chomsky.
El carácter de la teoría lingüística adoptada determina el que los
estudios de la literatura desarrollados con esta teoría se dirijan, so
bre todo, al análisis del lenguaje. Es decir, caen dentro de lo que se
podría llamar una estilística generativa, pues suponen la posibilidad
de entender el lenguaje poético, o literario, a partir de una gramática
generativa, ya sea la del lenguaje común, ya sea una gramática es
pecialmente postulada para el lenguaje literario. Sólo los desarrollos
posteriores de la lingüística, a que ha dado lugar la teoría generativa
(semántica generativa o lingüística del texto), se sitúan, aplicados a
la literatura, dentro de una más amplia teoría literaria, tal y como se
desprende, por ejemplo, de los trabajos del profesor de la Universi
dad de Amsterdam, Teun A. van Dijk. Se trataría de una poética ge
nerativa, en la que la lingüística del texto ocupa un lugar importante.
Delimitado el campo de nuestra exposición (repetimos: sólo
aquellos trabajos que aplican la teoría generativa ai estudio del len
guaje literario), pasamos a la cuestión de cómo se plantea el proble
ma del lenguaje literario dentro de la lingüística generativa.
522
desviación), y, por otro lado, fenómenos o intuiciones estilísticas
pueden justificarse mejor lingüísticamente a partir de una descrip
ción de tipo generativista.
Fernando Lázaro Carreter, partiendo de una triple caracterización
de los escritores según su comportamiento frente al contexto —for
ma del lenguaje, del discurso y esquemas de lengua común— (los
que actúan con libertad absoluta frente al contexto; ios que se plie
gan completamente a las necesidades del contexto, y los que se plie
gan al contexto supraindividual pero afirman, dentro de él, su indi
vidualidad), piensa que los métodos ideados para el análisis del len
guaje estándar no son aplicables a todas las obras. Estos métodos
son útiles en el caso de escritores que se someten al contexto, pero
resultan ineficaces si se trata de escritores que actúan con absoluta
libertad frente al mismo. Y sigue Lázaro: «Ello supone que una gran
parte de la poesía contemporánea es, hoy por hoy, inabordable por
la lingüística. Nunca como en estos casos alcanza tanto significado
la afirmación de que comprender un poema consiste sustancialmen
te en aprender un lenguaje.» Ahora bien, observa a continuación Lá
zaro Carreter que los problemas presentados por el lenguaje poético
«hoy se engloban dentro de la cuestión, tan viva, de los 'grados de
gramaticalidad'» (1969: 40).
523
estilístico situadas en el estudio de la actuación (1965: 173-175). En
el apartado 1.1. del capítulo 4, trata Chomsky la cuestión de los gra
dos de gramaticalidad, señalando tres tipos generales de desviación:
1.—cuando se da violación de una categoría léxica: ej. «la sinceridad
puede virtud (en lugar de asustar) al niño»; 2.—cuando hay conflicto
con un rasgo de subcategorización estricta (determinada por el con
texto sintáctico): ej. «Juan persuadió (en lugar de dio) una gran au
toridad a Pedro»; 3.—cuando hay conflicto con un rasgo selectivo
(los rasgos del tipo [+Humano][+An¡mado], por ejemplo): ej. «La
sinceridad puede admirar al niño», donde se viola la exigencia que
impone el verbo admirar de un sujeto animado y humano.
Se observará que algunas de las frases tenidas como desviadas
no son raras dentro de un contexto poético. Si tenemos en cuenta
que la afirmación de Chomsky, en el sentido de que la gramática
engendra directamente la lengua que se compone exclusivamente de
las frases no desviadas y que engendra de manera derivada todas
las otras secuencias, observaremos que la estilística cuenta con la
posibilidad de fundarse en esa parte de la gramática que engendra
de manera derivada las frases desviadas (1965: 201-208). Esta posi
bilidad será la que aprovecharán los estudiosos del estilo que aplican
la gramática generativa, según veremos más adelante.
A pesar de todo, no hay que olvidar que, desde el punto de vista
de la teoría general lingüística, la gramática sólo tiene por objeto la
competencia, y que los hechos estilísticos caen en el campo de la
actuación. Pues, a partir de aquí, entenderemos por qué Chomsky se
desentiende continuamente de los problemas del lenguaje literario,
como puede apreciarse en declaraciones concretas. En unos diálogos
mantenidos con Mitsou Ronat, en 1977, Chomsky responde a la pre
gunta de aquél sobre su opinión acerca de la poética generativa:
«Todos estos trabajos son muy interesantes. Sólo que como yo no
he contribuido en éstos para nada, no me siento habilitado para ha
blar de ellos. Ahí yo no tengo ninguna 'competencia': es uno de los
innumerables asuntos sobre los que yo no tengo nada que decir...»
(1977: 199-200).
524
líos de la generativa —lo que le da el distanciamiento necesario para
opinar sobre los trabajos de los autores que luego estudiaremos—,
y que plantea de una manera teórica las relaciones entre generativa
y poética (ciencia de la literatura). Al mismo tiempo, creemos que,
después de este estudio, disponemos del marco necesario para la
caracterización de los trabajos que nosotros hemos incluido dentro
de lo que se puede llamar estilística generativa.
Nos estamos refiriendo al artículo de Teun A. van Dijk titulado
«Modéles génératifs en théorie littéraire», 1973. Se parte de la con
sideración de gramática y poética como dominios diferentes, entre
los que pueden establecerse distintas funciones. En efecto, al servir
se en poética de teorías elaboradas en el dominio gramatical, ocurre
que la gramática da respuesta sólo a una parte de las cuestiones
pertinentes en poética, y que es necesario desarrollar otros modelos
—independientes o tomados de las matemáticas, la lógica y las cien
cias sociales— para responder a las cuestiones en las que se interesa
el teórico de la literatura. Así pues, las funciones de una gramática
generativa en poética son las siguientes: aplicación, extensión y ana
logía.
525
b) «Extensión» de la lingüística generativa al estudio de la
literatura
526
ducción de distinciones y nociones muy útiles, como «estructura de
superficie», «estructura profunda», «regla», «transformación», «deri
vación», «competencia», «actuación«, etc...; la utilización de métodos
deductivos y algorítmicos capaces de sistematizar nuestros conoci
mientos; la apertura de vías hacia otras gramáticas generativas, ma
temáticas y lógicas, indispensables para la representación de las es
tructuras literarias de los textos.
A partir del cuadro diseñado por T. A. van Dijk, nos es posible ya
entrar en la reseña histórica de los principales trabajos que han apli
cado, en mayor o menor medida, la gramática generativa al estudio
de la literatura. Veremos que casi todos ellos se quedan en la fun
ción aplicativa, aunque se planteen en el plano teórico problemas
relacionados con lo que T. A. van Dijk llama función extensiva o
analógica.
527
poéticos. Y, en este momento, Sol Saporta alude a los grados de
gramaticalidad, teorizados por Chomsky ya en 1956 en The logical
structure o f linguistic theory. A partir de esta teoría, es posible afir
mar que «si las secuencias se ordenan de algún modo respecto a su
grado de gramaticalidad, puede que sea factible dotar al lenguaje de
la poesía —en términos de densidad de esas secuencias— de una
gramaticalidad de 'nivel más bajo'».
Por otra parte, si se intenta aplicar la lingüística a la poesía, lo
que parece factible a partir de la teoría de los grados de gramatica
lidad, esta aplicación se hará mediante «la reintroducción dentro del
conjunto de datos que habían sido excluidos» (1958: 45). Es decir,
se haría mediante una extensión de la gramática a la consideración
de frases poéticas que pueden ser tenidas por agramaticales en la
gramática de la lengua estándar. En este sentido, las desviaciones
del lenguaje poético se caracterizan por la eliminación de algunas
restricciones de la gramática estándar, y por la introducción de nue
vas restricciones, como puede ser la rima, por ejemplo.
En el trabajo titulado «Expresiones casuales y no casuales dentro
de una estructura unificada», Voegelin propone también la construc
ción de una gramática que explique no sólo las expresiones casuales
(las expresiones del lenguaje estándar), sino las no casuales tam
bién. Con todo esto se conseguiría formar una gramática de la es
tructura unificada del lenguaje.
2. Samuel K. levin
528
Interesan en este momento otros dos trabajos de Levin. El pri
mero de ellos se titula «Poesía y gramaticalidad», presentado como
comunicación en el IV Congreso de Lingüística, y fue publicado en
1964. Allí sostiene que una gramática puede engendrar demasiadas
frases, o demasiado pocas frases. Esto segundo ocurre, si no existe
una regla que engendre una frase, o, cuando en la regla formulada
para engendrar una frase, se introducen restricciones que impiden la
generación de una secuencia particular. Pero precisamente este tipo
de frases, o que no genera la gramática, o que se impide que ge
nere, suelen ser muy frecuentes en poesía. La forma de que la gra
mática genere frases poéticas, caracterizadas por distintos grados de
gramaticalidad, consiste en: la introducción de una nueva regla, o el
paso de ciertos elementos de una clase a otra.
Levin analiza las dos frases He danced his did (él bailó su hizo) y
a grief ago (una pena pasada), la primera de Cumming y la segunda
de Thomas. En el caso de he danced his did, se podría introducir
una nueva regla o se podría hacer pasar did de la clase V (verbo) a
la clase N (nombre). Ahora bien, si se intenta ajustar la gramática
para que engendre enunciados del tipo he danced his did, se pro
ducen una serie de construcciones nuevas cuyos elementos no tie
nen nada que ver con la frase en cuestión (es decir, no tienen ningún
lazo semántico entre ellos), y entonces se obtendría un efecto de
dispersión, no la idea de fusión generalmente asociada al lenguaje
poético. Sin embargo, en la frase a grief ago, grief se asocia con
elementos que implican tiempo por su aparición junto a ago (year
—año—, por ejemplo), lo que da una riqueza de significado. Como
se ve, en este trabajo Levin parece haber cambiado un tanto la orien
tación de sus análisis lingüísticos, en el sentido de plegarse más a
lo que es una aplicación de la gramática generativa.
Todavía nos vamos a referir a un segundo trabajo de Levin, del
año 1971, titulado «Some uses of the grammar ¡n poetic analysis».
Toca aquí también la cuestión de si convendría extender la gramática
hasta que explicara las frases de un poema. Tanto por razones prác
ticas como teóricas, las gramáticas suelen limitarse a lo que se llama
lenguaje estándar, y «cualquier intento de hacer una gramática di
recta e inmediatamente adecuada a la poesía necesitaría incorporar
se un gran número de reglas especiales, particulares, muchas de las
cuales no serían nunca en efecto reglas necesitadas por una frase
particular o una oración de un solo poema» (1971: 19). De todas
formas, aun partiendo de una gramática exclusivamente dirigida al
lenguaje común, hay ciertas consecuencias importantes para el aná
lisis de la poesía.
En primer lugar, está la cuestión del lenguaje desviado, problema
5 29
que se relaciona con la cuestión de la gramaticalidad, como ya ocu
rría en Chomsky. Lo importante es que la explicación procede del
uso de la gramática como una especie de límite: «Las expresiones
que son interesantes desde el punto de vista de la poesía están mar
cadas por la gramática como frases que están en el margen del len
guaje» (1971: 21). Es decir, el papel de la gramática en la explicación
del lenguaje poético no es directo. A continuación, traía Levin de la
utilización que se puede hacer de las reglas de supresión, para el
estudio del lenguaje poético, analizando tres poemas cortos de Emily
Dickinson.
Naturalmente, es necesario valorar poéticamente la descripción
lingüística. Para esto, supone Levin que, así como la competencia
lingüística se manifiesta por un cierto tipo de juicios intuitivos (am
bigüedad, anomalía...), tienen que existir ciertas respuestas intuitivas
frente a la dimensión extra que supone todo lenguaje poético. Estas
respuestas, en el caso de la poesía, son intuiciones como «novedad»,
«unidad», «condensación», o algo por el estilo. En el análisis de la
poesía, hay que empezar, pues, con un intento de confirmación de
ciertos aspectos de la estructura que anteriormente suponemos, de
forma intuitiva, que existen en el poema. Entonces, el uso de la gra
mática se orienta hacia la confirmación de nuestras respuestas intui
tivas (por ejemplo, a mostrar por qué un poema lo intuimos como
condensado, nuevo o único). Se trataría de comprobar lingüística
mente nuestra competencia poética. Con esto, el estudio de la poesía
es, al mismo tiempo, independiente y dependiente de la gramática.
En cierta forma, Levin permanece fiel a su idea de 1962, en el
sentido de que la gramática de la lengua estándar no tiene por qué
explicar el lenguaje poético. Pero, por otra parte, el estudio del len
guaje poético se hace a partir de los límites que son explicados por
la gramática estándar. Es decir, Levin, si teóricamente está por una
extensión de la gramática generativa, prácticamente lo que hace es
una aplicación de la teoría generativa en el estudio del estilo litera
rio. Y cuando en 1962 intenta una gramática particular de la poesía,
vimos que los instrumentos con que se formula esta gramática son
de tipo estructuralista, y no generativo.
3. Richard Ohmann
530
1964 titulado «Generative Grammars and the Concept of Literary Sty-
le». Algunas de las cuestiones tratadas más en detalle en los dos
últimos trabajos de Levin, que hemos comentado, ya habían sido
discutidas por Ohmann, que puede ser considerado como un clásico
de la estilística generativa. Damos cuenta seguidamente de este im
portante estudio.
El estilo es una forma de escribir, y lo mismo que el hablante
sabe la gramática que emplea, aunque ningún análisis dé cumplida
cuenta de su intuición, el estudioso de la literatura, o el lector, po
seen también lo que se podría llamar la intuición estilística de la
especificidad de un escritor. Los teóricos del estilo sólo tratan de
explicitar, y elevar a un uso riguroso, una noción ya conocida por el
profano. De aquí la multitud de métodos críticos, que Ohmann re
seña después, llegando a enumerar hasta doce. El fracaso de estos
métodos, para explicar lo que experimentamos como estilo, tiene su
causa, según Ohmann, en «la ausencia en la base de una teoría lin
güística y semántica apropiada» (1964: 63). Esto es explicable tam
bién por la falta de una teoría coherente en la sintaxis y la semánti
ca.
Ahora bien, a partir de los progresos recientes de la gramática
generativa transformacional, existe la posibilidad: 1.—de clarificar en
gran medida la teoría estilística, y 2.—de proceder a una puesta al
día análoga en la práctica del análisis. En este trabajo se propone
Ohmann, sobre todo, justificar la primera afirmación e iniciar la de
mostración de la segunda. No entramos en los detalles de su con
cepción del estilo, que resumidamente podría describirse como «una
manera característica de utilizar el aparato transformacional de una
lengua» (1964: 69).
Nos vamos a referir todavía a otro trabajo de Ohmann del año
1966, titulado «Literature as sentence». Partiendo de la idea de la
literatura como un conjunto de frases, evidentemente, en las obras
se encuentran frases bien formadas en su mayoría, muchas desvia
das y algunas inacabadas. Se trata, no de definir la especificidad de
las frases literarias, sino de establecer en qué las frases pueden es
pecíficamente interesar al estudio de la literatura. Si tenemos en
cuenta que: 1.—la crítica se interesa en la interpretación de la obra;
2.—la teoría crítica se interesa en los elementos que producen efec
tos legítimos sobre la interpretación, y 3.—la frase es el dominio de
la estructura gramatical, y, por tanto, del sentido, de la comprensión;
entonces comprenderemos la importancia del estudio de la frase en
el estudio de la literatura, desde el punto de vista de la teoría lite
raria.
La gramática generativa, como teoría más elaborada de la frase.
531
desempeñará, pues, un importantísimo papel en el estudio de la li
teratura. Y, en este sentido, es básica la diferenciación entre estruc
tura profunda y estructura superficial, que, en cierta manera, Oh-
mann identifica con las tradicionales nociones de fondo y forma, res
pectivamente. Otro concepto importante es el de desviación. A partir
de aquí, Ohmann estudia tanto la prosa como el verso, y observa
que la construcción de la obra puede ser percibida mejor por el crí
tico si se centra en las estructuras profundas de las frases. Pues el
estilo se funda en la elección sintáctica, en el cuadro de la frase;
elección que corresponde a modos de significación, a formas de or
denar la experiencia.
En cuanto a la poesía, observamos que las frases desviadas, tan
frecuentes en poesía, ofrecen varias posibilidades de interpretación,
y que es el lector el que elige una. Las posibilidades interpretativas
se dan a partir de la gramática de la lengua estándar, porque el
poeta nunca abandona la lengua, sino que, aunque abandone los
modelos gramaticales, se apoya más profundamente en las estruc
turas lingüísticas.
Todos los autores a los que nos hemos referido hasta ahora de
sarrollan su labor en la tierra que dio origen a la teoría generativa
transformacional: Norteamérica. En Inglaterra, por esta misma épo
ca, J. P. Thorne intenta también una aplicación de la generativa al
estudio del estilo literario. Demos rápidamente cuenta de dos traba
jos de este autor que datan de 1965 y 1970.
El trabajo de 1965 se titula «Stylistics and generative grammars»,
y en él señala Thorne que la teoría de la gramática generativa em
pieza a ejercer cierta influencia sobre los estudios de estilística de
aquellos años. Reseña la teoría de Levin, a propósito de cómo estu
diar las frases del tipo de he danced his did, y, ante la dificultad de
extender la gramática a una explicación de todas las frases correctas,
más las frases que pueden observarse en la poesía, por ejemplo,
propone, como solución al problema de las frases poéticas, el con
siderar un texto, que contenga frases que resistan la descripción a
partir de la gramática de la lengua común, como muestra de una
lengua o un dialecto diferente. Así se podrían satisfacer las aspira
ciones sintácticas de la estilística, sin tener que reajustar la gramática
del inglés normal, sino descubriendo la gramática más adecuada
para la descripción de la estructura de esta lengua.
532
Por supuesto, el modelo, para la construcción de esta gramática
especial, debe ser la gramática estándar, pues de lo que se trata es
de ver en qué se diferencia la lengua (o dialecto diferente) de la
lengua común, y, para poder ver esta diferencia, es necesario que
las dos gramáticas sean de la misma especie. (Esta observación de
Thorne es importante, por cuanto la gramática del lenguaje poético
que él propugna no supone la necesidad de enunciar principios dis
tintos de los que rigen la gramática del lenguaje común, y por eso,
se trata, en cierta medida, de una ampliación de la gramática de la
lengua común.) Así se podrá discernir, en un poema, qué elementos
pertenecen a la lengua común y qué elementos pertenecen exclusi
vamente al poema.
La intuición desempeña un papel importante en el acercamiento
al estilo, tal como lo propone Thorne. Pues leer un poema «es fre
cuentemente como aprender una lengua extranjera». Y, cuando es
tudiamos una lengua, «aumentamos nuestra capacidad de captar in
tuitivamente sus estructuras» (1965: 94). En definitiva, si se supone
una lengua independiente, hay que suponer también una gramática
independiente. Por tanto, Thorne piensa que puede ser dañoso es
perar a construir una gramática de todas las frases, reconocidas
como gramaticales por los hablantes, para intentar el estudio de las
frases desviadas, pues muchas de estas frases (se puede decir ya)
nunca podrán ser explicadas por tal gramática.
El trabajo de Thorne de 1970 se titula «Gramática generativa y
análisis estilístico». Si en el trabajo anterior parecía referirse más
bien al lenguaje poético (a partir del análisis que hacía Levin de he
danced his did), ahora tiene en cuenta también los trabajos sobre la
prosa, hechos por Richard Ohmann, y con esto parece ampliarse el
concepto de estilo. Las formulaciones generales sobre las relaciones
entre gramática generativa y estilística son del tipo de la siguiente:
«...tanto 'no gramatical' como 'inaceptable' pueden relacionarse con
términos estilísticos tradicionales». O la importante afirmación: «Las
impresiones a que hacen referencia los términos impresionistas de
la estilística son clases de estructuras gramaticales. Tanto la capaci
dad para formarse juicios de este tipo como la capacidad para for
marse juicios acerca de la gramaticalidad y de la aceptabilidad cons
tituyen manifestaciones de la competencia lingüística.» O: «La mayor
parte de los juicios estilísticos tienen que ver con la estructura pro
funda» (1970: 198-199).
Refiriéndose a la poesía, vuelve Thorne a formular su idea de una
gramática para cada poema: «Detrás de la idea de construir lo que
es en realidad una gramática del poema está la idea de que lo que
el poeta ha hecho es crear una nueva lengua (o dialecto) y de que
533
la tarea que enfrenta el lector es de algún modo la de aprender esa
nueva lengua (o dialecto)» (1970: 204). Esta gramática se relaciona
ahora con la ¡dea expuesta por Katz (1964) de una «contragramáti
ca», que se encargaría de generar o interpretar las semioraciones de
una lengua, y aunque algunas de sus reglas no formen parte de las
reglas del inglés común, deben tener relación con ellas. En resumen,
el construir la gramática de una poema supone la elección de una
lectura de ese poema. En un nivel general, creemos que este último
trabajo de Thorne resume bastante bien el punto al que llega la es
tilística generativa. Como ya hemos dicho, los desarrollos posteriores
(gramática del texto) cambian un tanto el marco general en que se
sitúa el enfoque de la literatura.
534
do que fuera posible la clasificación de las frases en una escala de
gramaticalidad. En este sentido, el lenguaje literario sería una des
viación de la norma, por cuanto la agramaticalidad supone la sus
pensión o eliminación de ciertas restricciones. Pero, en otro sentido,
el lenguaje literario puede apartarse de la norma, si introduce unas
restricciones que no tiene la gramática general. Estas restricciones
pueden ser constantes, o adquirir sólo la forma de tendencias. Cuan
to mayor sea el número de tendencias y constantes, tanto mejor or
ganizado estará el discurso.
2. Samuel R. Levin
535
sentarse diciendo que es parcialmente variable y parcialmente inva
riable. Entonces se trataría de diferenciar elementos fijos y elemen
tos variables. En Ohmann está presente la idea de que el fondo pue
de expresarse de distintas formas, y estas formas constituirían las
diferentes clases de estilo, pues «la ¡dea de estilo sugiere que las
palabras de una página habrían podido ser diferentes, dispuestas de
otra forma, sin que esto acarreara una diferencia de sustancia. Otro
escritor habría dicho la misma cosa de otra manera. En pocas pala
bras, para que la idea de estilo sea pertinente, escribir debe suponer
una elección de fórmulas verbales» (1964: 65).
Por ejemplo, supongamos la frase: «Después de la cena, el Se
nador echó un discurso.» Según Ohmann, muchas otras frases po
drían expresar lo mismo de forma diferente. Por ejemplo: «Cuando
la cena hubo terminado, el senador echó un discurso»; «El fin de la
cena trajo consigo el discurso del senador»; etc. A la hora de deter
minar cuál de estas frases representa una variante estilística y cuál
es la original, sólo una gramática que define las relaciones formal
mente enunciables, de alternancia entre las construcciones posibles,
nos será útil. Y esta gramática es la gramática generativa.
Esta gramática nos dice, por ejemplo, que un sintagma verbal
puede rescribirse como verbo transitivo y sintagma nominal, o verbo
copulativo y adjetivo, o como verbo copulativo y sintagma nominal.
Observa Ohmann: «Las diferentes posibilidades de resentura, en este
estadio de la gramática, dan cuenta de algunos tipos principales de
frases, y dado que el sentido estructural de, por ejemplo, V + SN se
aparta considerablemente del de Ser + Adj., las preferencias de un
escritor por una u otra de estas formas deben constituir una elección
estilística de algún interés» (1964: 66). El estilo, que es «la facultad
de expresar de forma diferente un mismo contenido», se concretaría,
pues, en las alternancias transformacionales.
Lo interesante en la caracterización del estilo que hace Ohmann
es que no se limita a decir que el estilo es una desviación, sino que
un estilo puede perfectamente no estar caracterizado por frases des
viadas, ni agramaticales, y ser estilo, por cuanto supone la elección
de un tipo de transformaciones, o un tipo de frase más o menos
compleja.
Como vemos, para Ohmann tiene plena justificación la dicotomía
fondo/forma. El fondo se asociaría a las frases subyacentes, o es
tructura profunda, y la forma, a las distintas manifestaciones posi
bles para una misma frase, o serie de frases subyacentes. Así, en su
trabajo de 1966, dice Ohmann: «El contenido en gran parte perma
nece el mismo, ya que las frases de base permanecen sin cambios.
Pero el estilo, por su parte, difiere. Y cada revisión estructura y orien
536
ta diferentemente el fondo. Es a la luz de estas alternativas no escri
tas como la frase original adquiere en parte su sentido y su unicidad.
Es al nivel de la frase, parece, donde esta distinción entre fondo y
forma se impone y donde la intuición estilística encuentra su equi
valente formal» (1966: 104).
En definitiva, el estilo —para Ohmann— es siempre elección entre
las posibilidades correctas o implícitas en una lengua. Si esta con
cepción del estilo no es nueva, al menos merece atención el esfuerzo
de formalizar la elección recurriendo a la teoría lingüística y al mé
todo de la gramática generativa transformacional.
537
5. C o n c lu s ió n : n u e v a te o ría p a ra v ie ja s o b s e rv a c io n e s
538
1. La lingüística del texto sigue a la lingüística generativa
transformacional
539
tica, emisor, receptor y contexto—. Ejemplo de relaciones pragmáti
cas pueden ser las presuposiciones de elementos en el diálogo.
La teoría del texto se convierte en una teoría del discurso (del
lenguaje en su funcionamiento), ya que «la lingüística textual podría
concebirse como lingüística total, en la que se integrasen aquellos
modelos que se ocupan de aspectos puramente oracionales, dado
que el texto es la unidad lingüística de primer orden y engloba todas
las demás» (Albaladejo y García Berrio, 1983: 220). De ahí su interés
por las antiguas disciplinas encargadas del análisis del discurso: la
retórica y la poética.
4. Conclusión
540
apegado a la manifestación lingüística del texto, sin consideración
de los factores contextúales.
La segunda es que, dado que los hechos literarios difícilmente se
comprenden sin tener en cuenta el entorno exterior, contextual, la
lingüística del texto ofrece, sin duda, un apoyo precioso al estudio y
descripción del funcionamiento textual de los hechos contextúales.
Un estudioso del estilo, al que ha habido ocasión de referirse
anteriormente, N. E. Enkvist, lo ha visto claramente: «Podría decirse
que la lingüística del texto y el análisis del discurso cubren e incluso
rodean el área cercada antes por la estilística literaria, retórica y lin
güística tradicionales» (1985: 134).
BIBLIOGRAFÍA
541
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543
UNIDAD DIDÁCTICA VI
546
Tema 26
P O S T E S T R U C T U R A L IS M O : L A E S T É T IC A D E L A
R E C E P C IÓ N
Resumen esquemático
547
.. H#
I. INTRODUCCIÓN: LA CRISIS DE LA LITERARIEDAD
549
nómeno literario. No es que antes no haya habido referencias ai mo
mento de la recepción en la comunicación literaria (recordemos la
importancia que el lector tiene en la estilística de Michael Riffaterre,
y, antes todavía, la teoría de la catarsis aristotélica), pero ahora se
explica todo el fenómeno literario como fenómeno pensado para el
lector, y constituido precisamente en la recepción.
En el marco de la renovación de los estudios literarios en Ale
mania en la década de los sesenta, en la Universidad de Constanza
se forma un grupo en que se ve como salida una atención mayor a
la historia, la hermenéutica (interpretación) o la estética del efecto.
Los representantes más conocidos de la escuela de Constanza son
Hans Robert Jauss y Wolfgang Iser. Representantes de una genera
ción posterior son Karlheinz Stierle, Rainer Warning, Woif-Dieter
Stempel y Hans Ulrich Gumbrecht.
1. Antecedentes
550
naturaleza histórica de la interpretación: los prejuicios e ideas pre
concebidas son una parte fundamental de cualquier situación comu
nicativa.
Por lo que se refiere a la sociología de la literatura, Robert C.
Holub (1984: 45-52) cita a Leo Lówenthal y su afirmación de que el
efecto de la obra literaria pertenece a su ser; a Julián Hirsch, y a
Levin Schücking y su sociología del gusto.
Para la breve Introducción a la teoría de la recepción alemana,
nos vamos a ceñir ai comentario de algunos trabajos de los que
pasan por ser sus representantes más característicos: H. R. Jauss y
W. Iser.
551
«Resumiendo el doble dilema de las teorías formalista y marxista, lle
gamos a una conclusión no considerada por ninguna de ellas. Si pode
mos, por un lado, explicar la evolución de la literatura a través del cam
bio histórico de sistemas y, por otro, la historia general a través de la
interdependencia dinámica de las formaciones de la sociedad, debe ser
posible también establecer una relación entre la 'sucesión de los hechos
dentro de la historia de la literatura' y 'fuera de la historia de la litera
tura', que incluya los contactos entre literatura e historia, sin privar a la
primera de su carácter artístico, y sin reducirla a ser un mero reflejo de
movimientos sociales» (1970a: 67).
«En el triángulo formado por autor, obra y público, este último no cons
tituye sólo la parte pasiva, un mero conjunto de reacciones, sino una
fuerza histórica, creadora a su vez. La vida histórica de la obra literaria
es inconcebible sin el papel activo que desempeña su destinatario»
(1970a: 69).
552
pectaciones. Este sistema se determina, para cada obra en el mo
mento de su publicación, por: la tradición de su género, la forma y
materia de las obras anteriores más conocidas, y la oposición entre
los lenguajes poético y práctico.
3. —A partir del sistema de expectaciones, la obra establece una
«distancia estética» (grado de modificación de tal sistema), que mide
su carácter artístico (clase y grado de impresión sobre cierto públi
co). La distancia estética se materializa en la variedad de reacciones
del público y los juicios de la crítica.
4. —La reconstrucción del sistema de expectaciones de la obra del
pasado permite reconstruir las preguntas a que el texto respondió y
entender cómo el lector del pasado podía comprender la obra. Así
se evita confundir la interpretación actual y la interpretación históri
ca. La interpretación es un fenómeno histórico:
553
d) La experiencia estética
554
—identificación con el héroe— y la comedia, enfocados siempre des
de el lado receptivo.
3. Wolfgang Iser
555
sado, presente y futuro. En la confluencia de texto e imaginación, se
da una dimensión virtual del texto.
c) La coherencia representativa
d) Repertorio y estrategias
556
«/.../ en primer lugar, un repertorio de esquemas literarios conocidos
y de temas literarios recurrentes, junto con alusiones a contextos socia
les e históricos conocidos; en segundo lugar, diversas técnicas y estra
tegias utilizadas para situar lo conocido frente a lo desconocido. Los ele
mentos del repertorio se colocan constantemente en primer o segundo
plano, dando como resultado una estrategia de exageración, trivializa-
ción o incluso aniquilación de la alusión» (1972: 234).
5. Algunos ejemplos
557
En este momento, sólo nos detenemos en el trabajo de aplicación
concreta del concepto de «horizonte de expectativas» llavada a cabo
por Leonardo Romero Tobar (1979). Nos interesa la mención por ser
un trabajo temprano en el panorama español, por tener carácter
práctico, y por referirse a ejemplos de literatura española —los hu
manistas frente a la literatura medieval, historiografía literaria y si
glo XVIII, censura de obras eróticas en el siglo XIX—,
La recepción de un texto literario clásico (Virgilio) en la teoría
literaria española del siglo XVI, ha sido estudiada por José María
Pozuelo Yvancos (1984), dentro del marco teórico de la estética de
la recepción también.
BIBLIOGRAFÍA
558
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559
Tema 27
R e s u m e n e s q u e m á tic o
I. Introducción.
561
I. INTRODUCCIÓN
563
el desvío lingüístico, por ejemplo, ni cualquier otra explicación de
tipo inmanentista deben ser confundidas con la literariedad, con la
cualidad literaria de un texto.
No se le niegan al texto literario unas peculiaridades lingüísticas,
sino que esas propiedades —que, por otra parte, no son, individual
mente consideradas, exclusivas del texto literario— se explican como
dependientes de un contexto de comunicación que va más allá del
texto, y no como portadoras de la «esencia» literaria.
Lo literario, hoy, se ve como un funcionamiento, registro, uso lin
güístico marcado socialmente, más que como un conjunto de pro
piedades lingüísticas o hechos de estilo exclusivos del fenómeno li
terario; y éstos, si los hay, deben ser explicados por normas exterio
res, sociales.
Había de llegarse a este tipo de explicaciones, una vez que em
pieza a considerarse la literatura como hecho comunicativo, de fun
cionamiento social de los signos, es decir, como hecho semiológico.
Hemos visto la temprana consideración semiológica de la literatura
en Mukafovsky, y desarrollos posteriores como el de I. Lotman.
564
literaria, el emisor, hablante especialmente cualificado, cifra su men
saje «en ausencia de necesidades prácticas inmediatas que afecten
al autor o al lector» (1976: 19). Tampoco el receptor es solicitado por
una obligación práctica, y «no puede contradecir al autor, ni le es
posible prolongar el intercambio comunicativo» (1976: 24), aunque,
eso sí, puede emitir juicios de valor que expresen su asentimiento o
disentimiento. Por lo que se refiere al contexto, éste no es necesaria
mente compartido por autor y receptor: la obra conlleva su propio
contexto, el «mensaje literario remite esencialmente a sí mismo»
(1976: 26).
c) Algunos ejemplos
565
ficticio y, en ese sentido, se ha hablado de uso parásito del lenguaje.
Así se llega a una consideración de la literatura próxima a la clásica
de imitación, y opuesta a la historia (que cuenta lo que realmente ha
sucedido). Pero esto se comprenderá mejor con la teoría de los actos
de lenguaje aplicada a la literatura.
566
sean apropiadas, de alguna manera o maneras» (1962: 49). Si no, el
acto es nulo, Incompleto... Así, para que haya apuesta, es necesario
que haya sido aceptada por otro.
Lo interesante de todo esto es que el análisis lingüístico, si quiere
describir qué es lo que no funciona en un enunciado, tiene que con
siderar la situación total en que la expresión es emitida: el acto de
lenguaje total.
567
secuencias o efectos sobre los sentimientos, pensamientos o accio
nes del auditorio, o de quien emite la expresión o de otras personas.
Y es posible que al hacer algo lo hagamos con el propósito, inten
ción o designio de producir tales efectos» (Austin, 1962: 145).
Como conclusiones, cito dos de las cuatro que enumera Austin
hacia el final de su obra: «A) El acto lingüístico total, en la situación
lingüística total, constituye el único fenómeno real que, en última
instancia, estamos tratando de elucidar. B) Enunciar, describir, etc.,
sólo son dos nombres, entre muchos otros que designan actos ilo-
cucionarios; ellos no ocupan una posición única» (Austin, 1962: 196).
La teoría de los actos de lenguaje ha sido ampliada y desarrollada
por el filósofo John R. Searle, que ya es un clásico de la filosofía del
lenguaje común. Para nuestro propósito, es suficiente con el resu
men del pensamiento de Austin que acabamos de hacer.
568
ticas, adquiriendo, de esta manera, un sentido especial, distinto. La
literatura, pues, es una circunstancia especial de lenguaje.
Más adelante, al referirse a las circunstancias que rodean el «emi
tir una expresión», vuelve a aludir a la circunstancia especial en que
consiste la literatura, cuando escribe a pie de página:
569
que es un uso parásito del lenguaje; es un uso de actos de lenguaje
en circunstancias especiales. El quid de la literatura está en las cir
cunstancias y no en su realidad lingüística intrínseca.
570
rariedad' y no puede, por tanto, ser usada para definirlas como literatu
ra» (Pratt, 1977: 69).
Por tanto, hay que acudir a una teoría lingüística que estudie las
diferentes situaciones del uso lingüístico. Mary Louise Pratt dedica
todo un capítulo a esta teoría, que para ella no es otra que la de los
actos de lenguaje. ¿Qué modificaciones produce y qué ventajas tiene
esta teoría en la consideración de la literatura?
571
«En una palabra, un acercamiento a la literatura a través del acto de
lenguaje ofrece la importante posibilidad de integrar el discurso literario
en el mismo modelo básico de lenguaje que todas nuestras demás acti
vidades comunicativas» (Pratt, 1977: 88).
572
la teoría de los actos de lenguaje se llama «procedimiento conven
cional».
El reconocimiento de la importancia de estos «procedimientos
convencionales» en el acto literario de lenguaje tiene las siguientes
implicaciones para la teoría literaria general: 1) La noción de litera
tura es normativa; 2) No es necesario preocuparse por el problema
de la «literariedad», pues son las personas que leen, juzgan, escriben
y editan quienes hacen de una obra literaria una obra de arte.
c) A partir de este momento, apiica al estudio de la literatura la
teoría de Grice (Logic and conversation, 1967) sobre el Principio de
Cooperación y las reglas de la conversación. No vamos a entrar en
el análisis detallado de esta teoría y su aplicación a la literatura. Nos
limitaremos a transcribir la descripción del acto literario de lenguaje:
c) Conclusión
573
pueden calificarse de pragmáticas, en el sentido semiótico del tér
mino.
La referencia a la teoría de los actos de lenguaje es frecuente en
los trabajos últimos de teoría literaria sobre los más diversos aspec
tos. La similitud entre un acto de lenguaje y un género literario no
podía pasar inadvertida, lo mismo que el carácter «decolorado» del
uso literario del lenguaje y su relación con la propiedad mimética de
la literatura, señalada ya desde Platón y Aristóteles, como sabemos.
No comentamos los importantes trabajos de Richard Ohmann
acerca de la definición de la literatura, ni el de Samuel R. Levin sobre
la caracterización del poema lírico, aplicando de forma coherente la
teoría de los actos de lenguaje. Pueden leerse en la traducción pu
blicada por José Antonio Mayoral en 1987, Pragmática de Ia comu
nicación literaria. Destacamos que estos autores ya habían intentado
una aplicación de la lingüística generativa a la definición de la lite
ratura.
574
«Un texto no es un texto más que si esconde a la primera mirada, al
primer llegado la ley de su composición y la regla de su juego. Un texto
permanece además siempre imperceptible. La ley y la regla no se escon
de en lo inaccesible de un secreto, simplemente no se entregan nunca,
en el presente, a nada que rigurosamente pueda ser denominado una
percepción» (1972: 93).
«Habría, pues, con un solo gesto, pero desdoblado, que leer y escri
bir. Y no habría entendido nada del juego quien se sintiese por ello au
torizado a añadir, es decir, a añadir cualquier cosa. No añadiría nada, la
costura no se mantendría. Recíprocamente tampoco leería aquel a quien
la «prudencia metodológica», las «normas de la objetividad» y las «ba
randillas del saber» le contuvieran de poner algo de lo suyo. Misma be
bería, igual esterilidad de lo «no serio» y de lo «serio». El suplemento
de lectura o de escritura debe ser rigurosamente prescrito, pero por la
necesidad de un juego, signo al que hay que otorgar el sistema de todos
sus poderes» (1972: 94).
575
ticos norteamericanos como Hartman, Miller, De Man o Bloom. Entre
ellos, hay diferencia de actitudes: Geoffrey Hartman y J. Hillis Miller
representan la aplicación más extravagante, mientras que Paul de
Man se erige en el más sensato y coherente practicante de una de
construcción que se mueve en los límites de una teoría inmanente
del texto. Harold Bloom, por su parte, es conocido por su tesis acer
ca de toda lectura como mala interpretación.
En esta norta introductoria, solamente podemos remitir a los pa
noramas del movimiento deconstruccionista trazados por J. Culler
(1982) y C. Norris (1982), aparte de las referencias que puedan en
contrarse en los manuales que citamos en la introducción general a
la teoría literaria del siglo XX.
Hay ejemplos de intentos de aplicación de la deconstrucción en
nuestro ámbito cultural, como es el caso de Aguiar (1986) y Silver
(1985).
En reciente crítica del movimiento deconstructivista, John M. Ellis
(1988) resume tal teoría en los siguientes puntos: el discurso de
constructivista mina el estatuto referenciaI del lenguaje que va a ser
deconstruido; se cuestiona las ideas sobre el signo, el lenguaje, el
texto, el contexto, el autor, el lector, la interpretación y la crítica;
revisa completamente el pensamiento tradicional; no hay objetividad
fuera de uno mismo; «deconstruir» un discurso es mostrar cómo
mina la filosofía que afirma; el texto rehúye cualquier lectura como
privilegiada; la deconstrucción es lo contrario de cualquier forma tra
dicional de crítica. J. M. Ellis hace una valoración negativa, después
de razonar las contradicciones y debilidades del movimiento decons
tructivista.
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578
Tema 28
I. Introducción
1. Orientaciones sociológicas del siglo XIX.
2. Crítica sociológica y sociología de la literatura.
V. G. Lukács.
1. Vida y obras.
5 79
2. Contexto teórico.
3. Definición del arte.
4. El realismo literario.
5. Estudio de la literatura europea.
580
1. IN T R O D U C C IÓ N
581
situar también a H. Taine y su teoría dei milieu (ambiente), según la
cual «el medio ambiente» es el factor determinante de todo proceso
histórico y está sometido a las mismas previsiones que los fenóme
nos de la ciencia natural. Los fenómenos artísticos se estudian to
mando en cuenta el momento histórico, la raza y el conjunto de fac
tores que forman el medio, entre los que todavía no se cuentan los
económicos.
En Rusia, el gran crítico del siglo XIX, Belinski (1811-1848), tiene
en cuenta la exigencia de una consideración histórico-social de los
fenómenos artísticos. Sus continuadores dentro de la crítica rusa del
siglo XIX (Chernichevski, Dobroliubov, Pisarev) siguen considerando
la misma exigencia. Por esa línea se llega a Plejanov, crítico que ya
incorpora la teoría marxista en su crítica sociológica, y al que nos
referiremos más adelante.
La característica de todas estas consideraciones sociológicas de
la literatura durante el siglo XIX puede cifrarse en su carencia de
método. Y, en este sentido, la aparición de la teoría marxista va a
ser de una enorme importancia para la posibilidad de estudiar la
obra literaria en sus relaciones con la sociedad disponiendo de un
aparato conceptual y metodológico mucho más coherente. A partir
de este momento, las consideraciones sociológicas cobran nuevo
sentido a la luz de uno de los principios de la filosofía marxista,
expuesto por Marx y Engels en los siguientes términos: «La produc
ción de las ideas y representaciones, de la conciencia, aparece al
principio directamente entrelazada con la actividad material y el co
mercio material de los hombres, como el lenguaje de la vida real...
Los hombres son ios productores de sus representaciones, de sus
ideas, etc., pero los hombres reales y actuantes, tal y como se hallan
condicionados por un determinado desarrollo de sus fuerzas produc
tivas y por el intercambio que a él corresponde, hasta llegar a sus
formaciones más amplias» (1932: 25-26). Si consideramos la litera
tura como una manifestación de las «ideas y representaciones», a
partir de Marx y Engels es posible un estudio de las obras en cuanto
condicionadas por el desarrollo de las fuerzas productivas y el inter
cambio que le corresponde. En este sentido, el estudio de la litera
tura se ve auxiliado por toda la teoría marxista de la sociedad.
582
mo en una época. Esto implica una producción con miras al consu
mo, y una distribución del producto. De acuerdo con este doble ca
rácter, bajo el nombre de «sociología de la literatura» se sueien in
cluir dos tipos de investigaciones que son radicalmente distintas. El
primer tipo, tomando la sociedad como punto de partida, como su
jeto de la creación literaria, cree que no puede prescindirse de ios
elementos sociales que están en los inicios de toda obra literaria,
tanto los que se refieren al autor como los que se refieren al mo
mento histórico en que la obra es creada. En el segundo tipo de
estudios, la obra literaria se considera bajo el aspecto de su inciden
cia en la sociedad.
Se suele proponer el nombre de crítica sociológica para el primer
tipo, y el de sociología de la literatura para el segundo. La caracte
rística de la crítica sociológica, según J. M. Castellet, reside en que
«implica un juicio sobre la naturaleza de la literatura, a la que con
sidera esencial y estructuralmente social, frente a los criterios que
otorgan el predominio genético a otros factores como los formales,
los psicológicos, etc.». Por lo que se refiere a la sociología de la
literatura, «no implica ese juicio y puede ser elaborada al margen de
criterios ideológicos» (1976: 158).
La crítica sociológica se corresponde a lo que históricamente ha
sido la teoría marxista de la literatura, de la que se encuentran unas
notas en los escritos de Marx y Engels. Los jalones más importantes,
en el desarrollo de la teoría marxista de la literatura, están represen
tados por los nombres de Franz Mehring (Alemania) y Plejanov (Ru
sia), G. Lukács, la Escuela de Frankfurt y Goldmann. Dentro de la
teoría marxista habría que considerar también el pensamiento sobre
el arte de Lenin, Trotski o Mao Tse-Tung, donde es patente el interés
por la literatura como arma política, en la lucha de clases. Es cierto
que, detrás de esta consideración política, hay una concepción de la
literatura que se justifica dentro de la teoría marxista.
La sociología de ¡a literatura responde más a lo que sería un es
tudio del mercado literario, y el máximo representante de esta co
rriente es Robert Escarpit.
En este tema nos vamos a limitar a la presentación somera de la
teoría literaria del marxismo en su manifestación más clásica. Es de
cir, vamos a referirnos al pensamiento sobre la literatura en Marx y
Engels, Plejanov, la Rusia de la primera mitad del siglo XX, y G.
Lukács.
5 83
II. MARX Y ENGELS
a) Obra en colaboración
584
cordemos el párrafo citado anteriormente.) En esta misma línea, pue
de encontrarse alguna alusión en el Manifiesto comunista (1847-
1848): «¿Hace falta acaso una profunda perspicacia para comprender
que, al cambiar las condiciones de vida de los hombres, sus relacio
nes sociales y su existencia social, cambian también sus concepcio
nes, sus modos de ver y sus ideas, en una palabra, cambia también
su conciencia?» (Marx y Engels, 1969: 37).
b) Obra de Marx
585
c) Obra de Engeís: cartas a Minna Kautsky y a Miss Hárkness
586
minado material de pensamiento, que le ha sido transmitido por sus
predecesores y del que ella parte» (1969: 57). En segundo lugar, aun
que la base económica influye en las manifestaciones culturales, no
puede negarse una influencia a su vez de éstas sobre aquélla: «La
evolución política, jurídica, filosófica, religiosa, literaria, artística, etc.,
se apoya en la evolución económica. Pero aquellas reaccionan todas,
tanto unas sobre otras, como sobre la base económica. No es que
la situación económica sea la única causa activa y que todo lo demás
no sea sino efecto pasivo. Al contrario, existe acción recíproca sobre
la base de la necesidad económica, que en última instancia se im
pone siempre» (1969: 59).
R. Wellelk divide la evolución del pensamiento de Marx y Engels
sobre la literatura en tres épocas: una primera, relacionada con las
polémicas alemanas de los años treinta y cuarenta; una segunda, de
marcado determinismo económico; y una tercera, más tolerante y
flexible, dentro del marco del realismo y naturalismo tardíos. Este
mismo autor observa un enraizamiento de la teoría marxista en el
panorama alemán de los años 30 y 40, y una mezcolanza de ideo
logía radical, dialéctica hegeliana, determinismo económico y tipo
logía realista.
A fines del siglo XIX, Franz Mehring (1846-1919), en Alemania, y
G. Plejanov (1856-1918), en Rusia, intentan elaborar una teoría mar
xista de la literatura. Presentamos seguidamente la teoría de G. Ple
janov, elaborada en un país donde la teoría marxista encuentra con
diciones privilegiadas para su desarrollo después de la Revolución
de 1917.
587
histórico-social para provocar un cambio radical. La influencia de Ple-
janov en el primer decenio posrevolucionario es enorme, y su pen
samiento proporciona las coordenadas teórico-estéticas dentro de las
que se mueven las respuestas que se dan, en los años veinte, a los
problemas relacionados con la naturaleza histórica y la función social
de la poesía. Recordemos los enfrentamientos entre marxismo y for
malismo, a mediados de los veinte, y la necesidad de una investi
gación sociológica de la literatura, aceptada en la última época por
los mismos formalistas. En Trotski y en Lunacharski, por ejemplo, es
evidente el influjo de Plejanov, que llegará hasta las teorizaciones
marxistas de los años treinta.
588
IV. LA TEORÍA MARXISTA EN RUSIA EN LA PRIMERA MITAD
DEL SIGLO XX
1. Autonomía.
2. Necesidad de una valoración sociológico-ideológica de la li
teratura.
3. Punto de vista genético de clase.
4. Urgencia de la lucha de clases.
5. Posposición momentánea de la discusión teórica de los pro
blemas estéticos.
6. Utilización de la literatura y el arte como instrumentos de la
lucha de clases.
7. Preocupación exclusiva por el contenido y el destino de la
obra de arte.
8. Instrumentalización de la obra artística al servicio del Estado.
589
de una literatura proletaria. Este movimiento se enmarcaría también
en el punto 6.
2. Lenin y la literatura
590
3. Trotski y la literatura como arma revolucionaria
4. Lunacharski
591
janov como su creador, señala el carácter sociológico de la crítica
marxlsta, se adhiere al principio según el cual una obra literaria re
fleja siempre, consciente o Inconscientemente, la psicología de la cla
se que el escritor representa, nota el interés del crítico marxista por
el contenido y por la forma, y no olvida la necesidad del factor eva-
luativo.
V. G. LUKÁCS
1. Vida y obras
592
2. Contexto teórico
593
ca la aparente contradicción entre el carácter históricamente condi
cionado (en cuanto superestructura) y la continua eficacia del arte.
Esta contradicción no puede ser explicada por el relativismo socio
lógico.
4. El realismo literario
594
satisfactoriamente por qué la vanguardia, por ejemplo, parece haber
dado obras mejores que el realismo socialista de los países del Este
europeo. En realidad, Lukács intenta orientar la creación literaria.
Con Lukács, de todas formas, la crítica sociológica se desprende
de todo el determinismo y relativismo propios de una crítica meca-
nicista, y se convierte en auténtica investigación social, investigación
sobre las mediaciones entre base y superestructura literaria. Por otra
parte, la importancia concedida al factor histórico puede explicar la
evolución de los géneros literarios.
BIBLIOGRAFÍA
595
Tema 29
O T R O S A C E R C A M IE N T O S S O C IO L Ó G IC O S A L H E C H O
L IT E R A R IO
R e s u m e n e s q u e m á tic o
IV. Conclusión.
597
;
Si en el tema anterior nos hemos centrado en la presentación de
la teoría marxista clásica de la literatura, en éste vamos a referirnos
a otros acercamientos inspirados en el marxismo, como puede ser
el estructuralismo genético de Lucien Goldmann o la estética de la
negatividad de la Escuela de Frankfurt; a la sociología de la literatu
ra, con su representación clásica en los trabajos de Robert Escarpit;
y a la teoría de Jean-Paul Sartre.
5 99
dad y no permita al público dominarla no es una obra de arte»
(1970: 38). Pero realismo no quiere decir mera fotografía, sino una
acción crítica sobre la realidad también: «El elemento crítico en el
realismo no debe ser escamoteado. Es decisivo. Un simple reflejo de
la realidad, si fuera posible, no ¡ría en nuestra dirección. Hay que
criticar la realidad dándole forma, hay que criticarla de forma realis
ta. Es el elemento crítico el decisivo para el dialéctico, es en él donde
reside el compromiso. Y aquí la ciencia, y más concretamente la
ciencia marxista, puede venir en auxilio de la literatura» (1970: 74).
En esta labor crítica asignada a la literatura, la forma tiene una gran
importancia, pues: «La descripción de un mundo en perpetua trans
formación exige sin cesar nuevos medios de expresión» (1970: 43).
Vemos cuán lejos está Brecht de una concepción del realismo como
mero reflejo del mundo. La literatura realista es una literatura crítica,
basada en un juicio de la realidad.
a) Walter Benjamín
600
que mostraba interés sobre todo por las formas narrativas, y se pue
de fijar en el orden siguiente: poesía lírica —sede natural de la ma
nifestación de la utopía a través de la palabra—; poesía dramática
—en la que el mundo se destruye postulando algo que lo trascien
da—; narrativa, que fija demasiado en el mundo como para no acep
tarlo. La concepción de la literatura como negación tiene que llevar
lógicamente a un mayor interés por las obras de vanguardia, donde
la ruptura es más evidente. De ahí que Benjamín se interese espe
cialmente por Baudelaire [Iluminaciones II. (Baudelaire)], Kafka o
Brecht [Tentativas sobre Brecht (Iluminaciones III)]. De ahí también
un interés por el arte técnicamente reproducible (fotografía, filme,
cerámica), que significa un progreso sustancial en cuanto es una de
mocratización del arte.
b) T. Adorno
a) Obra
601
man. Citamos también dos artículos importantes para el conocimien
to de su método crítico: «El estructuralismo genético en sociología
de la literatura», 1967, y «La sociología y la literatura: situación ac
tual y problemas de método», 1967.
602
1. La relación entre vida social y creación literaria no se da en
los contenidos, sino en ias estructuras mentales. Estas estructuras
mentales están constituidas por categorías que organizan la concien
cia empírica de cierto grupo social y el universo imaginario creado
por el escritor.
2. Las estructuras mentales (o estructuras categoriales significa
tivas) son fenómenos sociales.
3. La relación entre estructura de la conciencia de un grupo so
cial y la del universo de la obra es una homología más o menos
rigurosa.
4. La unidad de la obra, su carácter literario, viene conferida por
las estructuras categoriales buscadas por el investigador sociólogo.
5. Las estructuras categoriales, tanto en el grupo social como en
su trasposición al universo imaginario del escritor, no son conscien
tes ni inconscientes (en el sentido freudiano de reprimidas), sino que
son no conscientes (lo mismo que un movimiento muscular), y por
eso no cabe apelar a un estudio psicológico del escritor o a una
indagación de sus intenciones. Sólo cabe una investigación de tipo
estructuralista y genético (1967b: 13-15).
603
culo de E. Balibar y P. Macherey «Sobre la literatura como forma
Ideológica», que se encuadra perfectamente dentro de una teoría
marxista de la literatura. También podríamos citar la confluencia del
marxismo, psicoanálisis y semiología en los trabajos de Julia Kris-
teva (Semeiotiké, 1969; La révolution du langage poétique, 1974),
donde el marxismo está muy presente, pero donde no se puede ha
blar exactamente de sociología, por más que no se olvide la socie
dad como escenario de fondo de sus teorías.
1. ¿Qué es escribir?
604
«Sobre la forma no hay nada que decir por adelantado y nosotros
no hemos dicho nada: cada uno inventa la suya y se juzga después»
(1948: 33). Lo importante es el tema del que se vaya a tratar, y des
pués se decidirá qué forma emplear. Aunque a veces ambas eleccio
nes se dan juntas, nunca es posible empezar por la elección del es
tilo. El escritor debe comprometerse enteramente en sus obras.
605
Junto a la labor de teórico de la literatura, Sartre ha desarrollado
también un trabajo de crítico literario, estudiando a Genet, Baudelai-
re o Flaubert, y a muchas obras y autores contemporáneos (por
ejemplo, L'Etranger, de Camus).
606
Ejemplos de las investigaciones sociológicas de Escarpit pueden
encontrarse, en castellano, en los siguientes trabajos: «La imagen
histórica de la literatura en los jóvenes», en R, Barthes y otros
(1967); «Lo literario y lo social», «Éxito y supervivencia literarias»,
«Literatura y desarrollo», en Escarpit y otros (1974).
IV. CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA
607
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610
Tema 30
Resumen esquemático
611
1. Carlos Bousoño.
2. Otros autores.
3. Poética del componente imaginario.
V. Conclusión.
612
I. INTRODUCCIÓN: CUESTIONES GENERALES
613
«Desde entonces (desde Freud), la bibliografía acerca de la incidencia del
psicoanálisis en el universo literario (...) es muy abundante, y aunque en
manera alguna está sistematizada, podemos reconocer ahora que ha pro
cedido sobre los siguientes cuatro aspectos: 1.—en el proceso de la crea
ción del texto literario; 2.—sobre la significación del texto, de la obra, en
tanto biografía «profunda» del autor; 3.—acerca de las significaciones y
metasignificaciones del texto en sí mismo, o bien en orden a su referen
cia a problemas genéricos de la conducta humana, sobre todo de carác
ter mitocéntrico; y 4.—en la significación del texto para el lector o recep
tor, tanto por su temática cuanto como objeto de logro del goce estéti
co» (1983: 252).
614
mundo de la realidad con el mundo de sus esperanzas y de sus
temores, o con un tipo de sensibilidad más primitivo, indiferenciado,
como se podría ejemplificar por la mayor capacidad sinestésica (vin
culación de las percepciones sensoriales procedentes de dos o más
sentidos) que se suele atribuir al escritor.
Todavía relacionados con esta primera cuestión del estudio psi
cológico del escritor, se pueden citar ios diversos intentos de trazar
una tipología de escritores. A la que hace Jung, nos referiremos en
un apartado posterior. Recordamos la famosa distinción que hace
Nietzsche, en El origen de la tragedia (1872), entre Apolo y Dioniso,
divinidades griegas representativas de dos clases y procesos artísti
cos distintos: la escultura y la música; estados psicológicos del en
sueño y de la embriaguez extática. Con Apolo se relacionaría el tipo
de poeta clásico, el artífice, y con Dioniso, el poeta de tipo románti
co, el poseso.
2. El proceso creador
615
Puede preguntarse también si la forma de transcribir tiene repercu
siones sobre el estilo literario. Hay escritores que prefieren escribir a
mano, por ejemplo Juan Goytisolo, o a máquina. Hemingway piensa
que la máquina de escribir solidifica las frases antes de quedar listas
para la imprenta, con lo que se entorpece toda labor de correción y
revisión.
En cuanto al proceso creador mismo, se dispone de los historia
les personales de algunos escritores, y del tratamiento general, por
parte de los psicólogos, de temas como la originalidad, la invención,
la imaginación... Wellek y Warren (1949: 108) conceden un lugar a
todos estos temas dentro de la psicología del escritor, cuando dicen:
«Todas estas teorías de que nos hemos ocupado pertenecen en pu
ridad a la psicología del escritor. Los procesos de su creación cons
tituyen objeto legítimo de la curiosidad investigadora del psicólogo.
Este puede clasificar al poeta según tipos fisiológicos y psicológicos;
puede describir sus dolencias mentales; puede incluso explorar su
subconsciente. Los testimonios del psicólogo pueden proceder de
documentos no literarios o estar sacados de las obras mismas. En
este último caso hay que contrastarlos con los testimonios documen
tales, para interpretarlos cuidadosamente».
3. La interpretación psicológica
616
principio del placer en Freud quedarán dibujadas las líneas del por
qué del placer estético.
1. introducción
a) La elaboración simbólica
617
mediante ei análisis, y psicoanalizar, al tiempo, el origen del placer
estético producido en ei receptor de la obra.
b) La expresión verbal
618
tablecer tales paralelismos (Jakobson, Lacan, Todorov) no coinciden
en sus resultados (Domínguez Caparros, en prensa).
Las observaciones de Freud sobre el «lenguaje» de los sueños
tienen que ver con un análisis estilístico del lenguaje literario. Ben-
veniste ha hecho una comparación entre ambos: «Pues es en el es
tilo, antes que en la lengua, donde veríamos un término de compa
ración con las propiedades que Freud descubrió como señaladoras
del «lenguaje» onírico. Llaman la atención las analogías que se es
bozan aquí. El inconsciente emplea una verdadera «retórica» que,
como el estilo, tiene sus «figuras», y el viejo catálogo de los tropos
brindaría un inventario apropiado para los dos registros de la expre
sión». Por ejemplo, en ambos lenguajes se dan metáforas, metoni
mias, eufemismos, elipsis... Y termina Benveniste: «Lo que hay de
intencional en la motivación gobierna oscuramente la manera como
el inventor de un estilo conforma la materia común y, a su modo,
se libera de ella. Pues lo que se llama inconsciente es responsable
de cómo el individuo construye su persona, de io que afirma y de lo
que rechaza o desconoce, y esto motiva aquello» (1956: 86-87).
c) Objeciones
2. Freud
619
tanto que individuo (cuando habla de Leonardo da Vinci o Dostoievs-
ki); de la creación propiamente dicha, y sus relaciones con otras for
mas de expresión del inconsciente, como son el juego, el sueño, el
chiste; de la lectura o de la crítica literaria entendida como descifra
miento de un sentido más profundo; del lector, como individuo que
entra en resonancia con el inconsciente del creador, y sobre el placer
estético que experimenta; de los símbolos fundamentales que trans
miten las obras (Edipo, Hamlet...); de los héroes de las obras, y de
los géneros a que pertenecen. Reseñaremos seguidamente sus tra
bajos sobre el arte y la literatura en especial.
620
obra de Freud dedicada completamente al estudio de una obra lite
raria. Pero, más que un análisis propiamente literario, es un estudio
sobre la creación y el creador, y, en segundo lugar, sobre los carac
teres y temas literarios. La obra de Jensen atrae el interés de Freud
porque en ella se cuenta la historia de un delirio, con abundante
material onírico, no soñado realmente, sino fingido. A partir de este
momento, Freud intenta demostrar que las leyes psíquicas son las
mismas en el sueño y en la ficción. Dice Freud: «Aunque nuestra
investigación no haya de descubrirnos nada nuevo sobre la esencia
del fenómeno anímico, nos presentará quizá una visión, bajo un nue
vo ángulo, de la naturaleza de la producción poética. Pero si los ver
daderos sueños pasan por ser creaciones totalmente contingentes y
desprovistas de toda norma, ¡qué no serán las libres imitaciones
poéticas de los mismos! Afortunadamente, la vida anímica posee
mucha menos libertad y arbitrariedad de lo que suponemos, y hasta
quizá carezca de ellas en absoluto» (1906: 107-108). Aquí está la cla
ve que justifica la asimilación del proceso creador al proceso de los
sueños y de la vida psíquica en general. Las mismas leyes psíquicas
regirían la ficción y el sueño. Pues la separación entre imaginación
y pensamiento racional está en la base, tanto del quehacer poético
como de la neurosis. Por eso se aplica el mismo método (traducir
un contenido manifiesto en su contenido latente), para la interpreta
ción de los sueños realmente soñados, y los fingidos. Y otra carac
terística común al sueño y a la ficción es su simbolismo, que deriva
de la ambigüedad, de la polisemia del texto, tanto onírico como fic
ticio. Por lo demás, la historia contada por Jensen en su obra es
paralela a la historia de una cura psicoanalítica: hacer consciente lo
inconsciente, cuya represión provoca la enfermedad. Pues toda la
historia de la novela de Jensen es la del descubrimiento, por parte
del arqueólogo protagonista, de su amor por una vecina amiga de
la infancia: amor que él había reprimido. Pero el inconsciente se ma
nifiesta a través de la búsqueda delirante de un personaje arqueo
lógico, que al final coincide con la amiga.
En El poeta y la fantasía (1908), Freud trata de su «vivísima curio
sidad por saber de dónde el poeta, personalidad singularísima, ex
trae sus temas (...) y cómo logra conmovernos con ellos tan inten
samente y despertar en nosotros emociones de las que ni siquiera
nos juzgábamos acaso capaces» (1908: 9). Una posibilidad de res
ponder a estas cuestiones está en encontrar al menos, entre noso
tros o en nuestros semejantes, una actividad afín a la composición
poética, con lo que se estaría de acuerdo con la afirmación de los
poetas en el sentido de que en cada hombre hay un poeta. Con tres
621
clases de actividades compara Freud ia creación poética: el juego,
¡as fantasías y el sueño.
Por lo que respecta al juego, dice Freud: «Acaso sea lícito afirmar
que todo niño que juega se conduce como un poeta, creándose un
mundo propio o, más exactamente, situando las cosas de su mundo
en un orden nuevo, grato para él». La característica del mundo poé
tico y el mundo del juego es su irrealidad, y «el poeta hace lo mismo
que el niño que juega: crea un mundo fantástico y lo toma muy en
serio; esto es, se siente íntimamente ligado a él, aunque sin dejar
de diferenciarlo resueltamente de la realidad» (1908: 10).
Cuando el hombre crece, y deja de jugar, sólo encuentra satisfac
ción en la fantasía. Y entonces es cuando Freud establece una rela
ción entre la creación poética y el sueño diurno, por una parte, y
entre el poeta y el ensoñador, el fantaseador. «Los instintos insatis
fechos son las fuerzas impulsoras de las fantasías, y cada fantasía es
una satisfacción de deseos, una rectificación de la realidad insatis
factoria» (1908: 12). Estos deseos normalmente son deseos ambicio
sos, que tienden a la elevación de la personalidad, o deseos eróticos.
Por eso, el héroe de todos los ensueños, y de todas las novelas, es
el yo invulnerable (el héroe narrativo siempre vence). ¿Cómo se
pone en funcionamiento el proceso creador? Dice Freud: «Un pode
roso suceso actual despierta en el poeta el recuerdo de un suceso
anterior, perteneciente casi siempre a su infancia, y de éste parte
entonces el deseo, que le crea satisfacción en la obra poética, la cual
deja ver elementos tanto de la ocasión reciente como del antiguo
recuerdo». La poesía y el sueño diurno son la continuación y el sus-
titutivo de los juegos infantiles.
En cuanto a la cuestión del placer estético, dice Freud que «el
verdadero goce de la obra poética procede de la descarga de tensio
nes dadas en nuestra alma». Y continúa: «Quizá contribuye no poco
a este resultado positivo el hecho de que el poeta nos pone en si
tuación de gozar en adelante, sin avergonzarnos ni hacernos repro
che alguno, de nuestras propias fantasías» (1908: 19). El poeta sería
un poco médico.
En Un recuerdo de infancia de Leonardo da Vinci (1910), Freud
estudia la obra y la personalidad del artista, basándose en una para
explicar la otra. Se trata de una mezcla de psicobiografía y psicocrí-
tica. A partir de un recuerdo de infancia, que por lo inverosímil pa
rece ser más bien un fantasma producido a partir de pensamientos
rechazados en la más temprana infancia, explica rasgos de la per
sonalidad y de la obra de Leonardo. Este trabajo tiene más que ver
lógicamente con una psicología del arte que con la crítica literaria
propiamente dicha.
622
Freud practica la crítica temática en su artículo El tema de la elec
ción del cofrecillo (1913). En El mercader de Venecia, los pretendien
tes de Porcia, bella e inteligente, deben elegir entre uno de los tres
cofrecillos que se les ofrecen. Los tres cofres son de oro, plata y
plomo, y el que otorga la victoria guarda un retrato de Porcia. Sólo
el que elige el cofre de plomo tiene derecho a casarse con Porcia.
Freud compara el tema con otros temas iguales o similares que apa
recen en la literatura y en la mitología, y por ciertas cualidades del
plomo y de Porcia (mutismo, palidez...), así como por la comparación
con las demás versiones del tema, llega a la interpretación de tal
elección como la elección de la muerte. Sin embargo, hay una con
tradicción, pues ¿cómo presentar como acierto tal elección?, ¿cómo
justificar las cualidades de belleza e inteligencia en algo tan poco
deseado como la muerte? Dice Freud: «La elección sustituye a la
necesidad, a la fatalidad. Y así, el hombre supera la muerte, que su
pensamiento ha tenido que admitir. No puede imaginarse un mayor
triunfo de la realización de deseos. Se elige allí donde en realidad se
obedece a una coerción ineludible, y la elegida no es la muerte es
pantable y temida, sino la más bella y codiciable de las mujeres»
(1913: 29-30). El efecto de la obra está en esta vuelta al mito imagi
nario, aparte de que tenga otros valores ideológicos. Hay que des
tacar, en la crítica temática que hace Freud, la utilización del método
de comparación o superposición de textos. Por otra parte, aquí no
se trata de explicar la obra por la psicología del creador, ni viceversa,
sino que se interpretan independientemente los temas literarios, aun
que desde el punto de vista del psicoanálisis.
Dejando aparte el estudio de Freud sobre el Moisés de Miguel
Ángel, por no relacionarse directamente con la literatura, destaca
mos, de su artículo Varios tipos de carácter descubiertos en la labor
analítica (1915-1916), la ejemplificaron que hace de estos tipos con
caracteres tomados de obras literarias. En la literatura, pues, se pue
den encontrar tipos diferenciados por el psicoanálisis. ¿Pueden todos
ios tipos literarios interpretarse también psicoanalíticamente? Los
que Freud diferencia en este artículo son: el que se cree «excep
ción»; los que fracasan al triunfar; el delincuente por sentimiento de
culpabilidad. Ejemplo del primer tipo es Glocester, de Ricardo III, de
Shakespeare; del segundo, Lady Macbeth; y del tercero, el «pálido
criminal», del que habla el Zaratustra de la obra de Nietzsche.
En otro trabajo, La inquietante extrañeza (1919), ejemplifica Freud
este sentimiento, debido al regreso de algo que ha sido familiar en
la infancia, pero que ha sido rechazado, a consecuencia de un sen
timiento de culpabilidad, en la obra de E.T.A. Hoffmann. Sin entrar
623
en detalles, observemos cómo Freud concede e! mismo valor ilustra
tivo a casos tomados de la literatura y a casos reales.
Aparte de un polémico prólogo a una traducción alemana de Los
hermanos Karamazov, Freud dedica al arte pasajes aislados de su
obra. Así, en Tótem y tabú relaciona la fuente del arte con la magia.
c) Conclusión
624
dos categorías: introvertido y extrovertido). Entre los escritores pre
domina la categoría intuitivo-introvertido, aunque a veces, en la obra
creadora, el escritor refleja su tipo o el tipo complementario.
Larga sería la relación que intentara registrar todos los ecos que
el psicoanálisis ha tenido en la obra de muchos críticos literarios. En
efecto, las referencias a Freud pueden encontrarse, por ejemplo, en
autores tan dispares como Leo Spitzer o Roland Barthes, pasando
por algún miembro más o menos ortodoxo del New Criticism como
K. Burke (Ruitenbeek, 1964). Nos hemos referido en temas anteriores
al lugar que tiene el psicoanálisis en Roland Barthes, desde el ba-
chelardismo de su Michelet par lui-méme a las referencias a Lacan
o Mélanie Klein en sus últimos trabajos. Pero es sobre todo en el
Grupo TeI Quel donde se presta la máxima atención a la aportación
del freudismo en el campo de la práctica literaria. (Pueden verse las
frecuentes referencias a Freud en la obra de Julia Kristeva, o el tra
bajo más específico de Jean-Louis Baudry «Freud et la création lit-
téraire».) El freudismo y el marxismo son las dos fuerzas que orien
tan el trabajo del grupo, como ya dijimos.
Dejando de lado acercamientos psicológicos a la literatura tan
fructíferos como los de Bachelard, Starobinski, J.-P. Weber o Marthe
Robert (quien estudia a Cervantes y Kafka), vamos a deternos algo
en el método de Ch. Mauron.
625
de los trabajos psicoanalíticos tradicionales de literatura. La psicocrí-
tica no intenta descubrir, a partir de la obra literaria, la neurosis del
escritor, sino que para ella lo esencial, en principio, es la obra mis
ma, y la utilización de los instrumentos psicoanalíticos está al servi
cio de la crítica literaria.
626
es sólo un lenguaje crítico, entre otros posibles, un sistema de lec
tura no neutro, sino que supone una elección, de acuerdo con la cual
se van a encontrar unas relaciones, determinadas por el método de
lectura elegido.
J. Melhman (1970: 373-383) también hace precisiones al método
de Ch. Mauron.
1. Carlos Bousoño
627
do, opuesto: lo que intentamos descubrir es, en efecto, no «represio
nes», sino significaciones que siempre operan emocionalmente so
bre el lector, y que se sitúan, no en el 'subconsciente', sino en el
'preconsciente' de éste, como diría Freud» (1970, I: 195).
Que Bousoño conoce la obra de Freud, y que recurre a ella oca
sionalmente para justificar algunas interpretaciones o postulados
teóricos, es cierto. Así, cuando concede un significado de muerte a
la mudez, como vimos que hacía Freud, en la frase poética «Amor
de piedra que sueña mudo» (1970, I: 213). Lo mismo cuando Bou
soño habla de «La poesía y el chiste: sus leyes», en el capítulo XVIII
de su obra, es inevitable la referencia a Freud, aunque no siga total
mente la teoría freudiana sobre lo cómico.
2. Otros autores
628
Durand y de J. Burgos, el profesor García Berrio va más allá, e in
tenta una investigación, por la vía de lo psicológico, de la posibilidad
de unas constantes fantásticas, que fueran lo permanente (lo poético,
la esencia de la poeticidad), frente a lo convencional de lo literario
(la literariedad). El trabajo de María Rubio (1987) ofrece un resumen
introductorio a este tipo de investigaciones.
V. CONCLUSIÓN
629
sobre psicoanálisis y literatura, o los de Michel Grimaud (1981) y
María G. Profeti (1985). Estos dos últimos ofrecen ejemplos de aná
lisis —Grimaud sobre el soneto «La Géante», de Baudelaire, María
G. Profeti sobre el soneto de Quevedo «A una nariz»—, y el de María
G. Profeti trae referencias a aplicaciones a la literatura española por
parte de distintos autores.
En el terreno conceptual, parece acertadísima la referencia al uni
verso literario como campo de actuación de la psicología en relación
con la literatura. Este concepto es útil para situar, también, los tra
bajos de sociología literaria, y otros acercamientos extrínsecos.
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