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INTRODUCCIÓN: Hay cultos donde no impera la razón.

Es más, en algunos de ellos la gente pierde la


razón. Sus decisiones son tomadas por una manipulación, o por exacerbación de las emociones. En aquellos
cultos donde se le rinde pleitesía a la criatura antes que al Creador, los excesos de la carne, acompañados de
indeseables prácticas, son las que toman el control.

Hay cultos donde se le rinde honor a los astros, a la naturaleza, y hasta los animales. En los tales no puede
haber un culto racional, pues va contra todo lo impensable o sostenible por la mente humana.
¿Qué decir del culto que se le rinde a Satanás? Sabido es que el diablo le gusta que se le adore. Él quiso esa
adoración en el cielo, pues su propósito era subir hasta el trono donde moraba el mismo Dios, pero como
Dios no comparte su gloria con nadie, toda vez que ha sido preparada sólo para su Hijo, Satanás fue arrojado
de allí. Pero el diablo ha seguido buscando adoradores, así como Dios busca a los suyos. Cuando Cristo fue
tentado, Satanás le ofreció todo los reinos de la tierra si postrado le adorara. Pero Cristo sabía que el único
digno de culto era Dios. Sin embargo Satanás no ha desistido en este empeño de adoración, de manera que
promueve su propio culto. Así tenemos que muchas mentes incautas le están rindiendo adoración y con ello
están comprometiendo sus mentes a un culto que en lugar de darles libertad, les seguirá esclavizando. Sin
embargo, el culto que Dios espera de nosotros debe ser un culto racional. Él no quiere un culto donde sólo
haya emociones, muchas de ellas controlando o manipulando nuestras decisiones. Él está interesado en el
culto donde se ore en el espíritu, pero que también se ore con el entendimiento. Donde se cante con el espíritu,
pero también que se cante con el entendimiento. Fue por esto que Pablo, al reconocer la tendencia que hay en
el ser humano de seguir más las emociones que la razón, planteó la necesidad de presentarle al Señor un culto
racional. Veamos cuál es su naturaleza.

I. UN CULTO RACIONAL REQUIERE DE UN SACRIFICIO VIVO

1. Llama la atención que Pablo, quien pudo usar de su autoridad apostólica para exigir lo que a continuación
se propone presentar, usa el lenguaje del amor y apela a hacer las cosas no por una mera obligación sino de
una manera voluntaria. Así, pues, lo primero que invoca es a las misericordias divinas. Llama a sus lectores
“hermanos”, y les exhorta amablemente con un “os ruego por las misericordias de Dios”. Lo que les va a
pedir no está basado en las exigencias humanas, sino el proceder divino. Las misericordias de Dios
sobrepasan su ira, y siempre son “nuevas cada mañana”. ¡Bendito atributo!.

2. Y lo primero que les pide es que presenten al Señor “un sacrificio vivo”, haciendo alusión a aquellos
sacrificios estipulados por la ley, los cuales eran colados delante del altar, listos para cuando fuera la ocasión
de presentárselos a él. Note que este sacrificio también tiene que ver con un cuerpo, como eran aquellos
sacrificios cruentos. Claro está que la diferencia ahora es que estos cuerpos son vivos, indicándonos que es
el cuerpo y no sólo nuestra alma, como suponían los gnósticos, que debería ser ofrecido. Por cuanto Cristo ya
fue el cordero ofrecido por nuestros pecados, ahora Dios requiere que le presentemos nuestros cuerpos, siendo
ahora perdonados por la sangre de Cristo, para que sean de igual manera usados para su servicio. Los
sacrificios que damos a él, ahora son vivos; él no acepta otra cosa. Debemos asegurarnos de no ofrecer una
adoración muerta.

3. Y para que ese sacrificio sea vivo, tiene que ser “santo y agradable a Dios”.

La Biblia nos da claras advertencias respecto a lo que debiéramos hacer con el cuerpo. Nos dice por un lado
que el cuerpo no es para las impurezas sexuales; o sea, no es “para la fornicación”. Pero contrario a esto nos
dice que el cuerpo es “para el Señor y el Señor para el cuerpo”. Y en la misma exhortación se nos dice que
presentemos nuestros miembros como instrumentos de justicia, pero que además que “glorifiquemos a Dios
en nuestros cuerpos” (1 Co. 6:12-20). Con esto se deja claro que nuestros cuerpos deben ser apartados
(santificados) sólo para el Señor. La meta de todo creyente es poder sacar la aprobación divina sobre cómo
está usando su cuerpo. “Agradable a Dios”, es el reto que todos tenemos cuando le ofrecemos a Dios nuestro
culto racional. Si no apartamos nuestro cuerpo de todo lo que lo puede contaminarlo, ese culto ni será
agradable ni será racional. Nuestros cuerpos no son instrumentos para pecar sino de adoración a Dios.

II. UN CULTO RACIONAL DEMANDA DE UNA SOLA ENTREGA


1. La otra cara de un culto racional es que la tiene que ver con nuestras decisiones: si vamos a seguir las
corrientes de esta vida, o seguir bajo la dirección divina. El texto nos sigue exhortando de esta manera: “… no
os conforméis a este siglo…”. Esto supone una lucha a la que se enfrenta el creyente toda vez que seguimos
en este mundo, mientras aguardamos la Patria que está por venir. Es obvio que existen múltiples razones por
las que el apóstol confronta a sus muy amados hermanos de Roma a no ser parte de la vida de “este siglo”.
Tanto el de ellos como el que tenemos ahora son “siglos malos”.

2. El creyente vive bajo una amenaza continua. El mundo pareciera no detenerse en buscar nuevas cosas para
complacer todos los deseos, de manera que no haya necesidad de buscar otros deleites más que los suyos.
Observe al servicio de quién está la moderna tecnología. Escuche usted cuál es el temas de las canciones.
Mire usted hacia dónde lleva cada moda. Vea usted por qué el sexo es el gancho de toda publicidad. Note
usted cuál es el fin de tanta comodidad. Por supuesto que la finalidad de este “siglo” es que nosotros los
creyentes, los llamados a impactarlo con el mensaje de Cristo, estemos siendo mas bien impactado por él, que
no le ofrezcamos un mensaje de esperanza.

3. La demanda de este pasaje es a no amoldarnos a este siglo malo (Gá. 1:4). A no ajustarnos a sus maneras
y valores moribundos. Es muy claro que nosotros vivimos en el mundo pero no somos de este mundo.
Cuando Jesús oró por sus discípulos reconoció esta verdad: “Yo les he dado tu palabra; y el mundo los
aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo” (Juan 17:14). Si nuestro culto ha de
ser racional debemos estar persuadido que la única relación que debiéramos tener para con este mundo es que
seamos sal para preservarlo y luz para que “seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en
medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo”
(Fil. 2:15). ¿Qué podrá esperarse de este mundo si el creyente no le da sabor y lo preserva o no resplandece
para su salvación?. Si nos acoplamos a este mundo se perderá la cosecha de esta generación.

4. ¿Cómo vivir, entonces, en este mundo y no conformarnos a é? El mismo apóstol Pablo, hablando a su
discípulo Tito, y sabiendo cuán fácil es ceder a las presiones del mundo, le exhortó de esta manera:
“Enseñándoos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y
piadosamente” (Tito 2:12). Recordemos que el mundo pasa y sus deseos, pero el que hace la voluntad de Dios
permanece.

III. UN CULTO RACIONAL SE LOGRA A TRAVÉS DE LA RENOVACIÓN

1. Ahora Pablo contrasta la exhortación de no conformarse a este siglo por “transformaos por medio de la
renovación de vuestro entendimiento”. Esta palabra “transformaos” es la misma que se usó cuando Cristo fue
transfigurado en presencia de sus discípulos (Mt. 17:2), y es la misma que Pablo usa cuando habla a sus
hermanos corintos para que ellos vayan reflejando cada vez más la imagen de Cristo, al decirles que deben ser
transformados “de gloria en gloria” (2 Cor. 3:18). De modo que el llamado no sólo es para dejar las cosas que
pueden influenciarme en el mundo, sino a transformarme para ir en una dirección mejor. Somos llamados
para ir en pos de la excelencia.

2. Asistimos a un mundo que es devoto de la renovación. Las innovaciones tecnológicas que fueron una
novedad el año pasado, en tan sólo un año ya es obsoleto y periclitado. Hay una carrera contra reloj para
renovar todo. ¿Por qué esa tendencia? Porque la competencia de los que están en el mismo negocio es muy
grande. Porque los mercados internacionales les interesa mantener feliz y satisfecho al cliente. De allí las
nuevas novedades. Y si esto sucede en el mundo de la mercadotecnia, cuánto más debería existir en el campo
espiritual, pues esto es lo que al final cuenta para nuestro destino eterno.

3. Pablo habla de una necesaria renovación, pero no de nuestro cuerpo pues el mismo cada vez más se va
deteriorando, sino en el entendimiento; eso es, en su mente, en su razonamiento. Hay que renovar al “hombre
interior” porque el exterior se va desgastando. En esto hay un anhelo permanente en la palabra. David pedía:
“Crea en mi, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mi” (Sal. 51:10). El profeta
Isaías nos recuerda que: “Los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas;
correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán” (Is. 40:31). Si no nos renovamos en el entendimiento
somos propensos a vivir la misma vida y con el tiempo vamos decayendo en el crecimiento. Si no renovamos
nuestro entendimiento en las cosas espirituales jamás podemos ser creyentes victoriosos.

IV. UN CULTO RACIONAL CONDUCE A CONOCER LA VOLUNTAD DIVINA

1. ¿Cuál es el propósito de la transformación de nuestro entendimiento? Para que “comprobéis cual sea la
buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”. Si nuestro culto es racional; eso es, si lo que hacemos para
Dios tiene el sentido del sacrificio vivo, de la entrega santa de todo nuestro ser, no nos será difícil comprobar
cuál es la voluntad de Dios. Queremos comprobar quién es Dios y cómo obra, pero no somos dados a
presentarle primero nuestras vidas en el altar de su presencia. Conocer la voluntad divina sigue siendo el
asunto más difícil para cada creyente. Por lo general conocemos lo que nosotros queremos, pero no siempre
sabemos lo que Dios quiere para nosotros. Comprobéis significa someter a prueba, todos los
días en la práctica, que la voluntad de Dios para nosotros tiene y es lo mejor.

2. Note primero cómo es la voluntad de Dios. En este texto tenemos tres definiciones: Buena, agradable y
perfecta. De esto se desprende que la voluntad de Dios siempre será lo mejor para cada uno. Es buena, eso
significa que aquello que nos parece raro y difícil de entender, Dios está obrando para bien. Es agradable, eso
significa que la voluntad de Dios no es como esos remedios que repugnan nuestro paladar una vez que son
tomados. No hay nada desagradable en lo que Dios hace y tiene para nosotros. Y sobre todo, es perfecta. La
imperfección está de nuestro lado. Lo que Dios hace es perfecto. Hasta ahora no ha hecho nada imperfecto.
Observe, que a pesar de la deformación que ha hecho el pecado, las cosas que Dios ha hecho tienen el sello de
la perfección.

3. La voluntad de Dios se encuentra en

la Biblia de forma explicita y de forma implícita. Es cierto que no hay una agenda programada que consulto
de una manera específica para aplicarla a cada caso, pero si hay principios rectores a través de los cuales
puedo guiar mi vida, y de esa manera estaré conociendo cuál es el plan que Dios tiene para mí. Un asunto
importante que hay que tomar en cuenta cuando queremos hacer la voluntad de Dios, es aplicar el principio de
la llamada “Oración Modelo”, cuando Cristo dijo: “… no sea hecha mi voluntad, sino la tuya”. La voluntad de
Dios ya está revelada en la palabra. Lo único que necesitamos es ser “hacedores de la palabra, y no tan sólo
oidores”.

CONCLUSIÓN: El texto comienza hablándonos de la palabra “presentéis”. He aquí el secreto del culto
racional. Eso significa traerle al Señor todo lo que somos y tenemos. Como María de Betania, quien por amor
al Señor preparó el más costoso perfume y una vez que tuvo el encuentro con su Maestro, lo quebró
derramándolo sobre su cabeza, como preámbulo de lo que sería su muerte. Cuando nos presentamos delante
del Señor debemos estar preparados para quebrar el “vaso”. Solo así podrá ser usado para el Señor. ¿Qué tipo
de culto le estamos ofreciendo al Señor? ¿Es un culto mentalmente espiritual?

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