Está en la página 1de 1

“La pluma es más fuerte que la espada”… frase escrita casi al pasar en una obra de teatro inglesa de

1839. Frase que admite al menos dos interpretaciones y, por tanto, dos usos para construir el relato
sobre lo que fue y lo que debe ser la historia y el destino de los pueblos.

Por un lado, la pluma y la espada son el agua y el aceite. No hay comunicación ni mixtura real entre
ellas por más que se las fuerce hasta la emulsión. Es una interpretación dicotómica de esta frase
que se ha vuelto inmortal. Por un lado, la pluma, metáfora de la razón, la palabra, el discurso y
potencialmente el diálogo, el conceso y la paz. La espada, metonimia de la fuerza, de la violencia, la
guerra y la aniquilación del otro. Si, tal como lo bautizó Ricardo Rojas en 1933, San Martín fue nues-
tro “santo de la espada”, entonces desde esta lectura dicotómica nuestro prócer queda indefecti-
blemente identificado con la guerra que silencia y expulsa como ajena la palabra convincente tra-
zada por la pluma. No estaba presente en la intención de Rojas hacer esta interpretación, pero sí en
la de todos aquellos que quisieron imponer por la fuerza y la violencia en nuestro país proyectos
elitistas antipopulares que reivindiquen el rol mesiánico de las fuerzas armadas. Desde los inicios
del siglo XX, cuando Leopoldo Lugones con fervor anuncia que ya era hora de la “espada”, hasta el
golpe de estado del ’76 esta elite apostó a imponer esa visión distorsionada de que el bien de los
argentinos se consigue por la violencia del que porta la espada, y no por la pluma que persuade
racionalmente e invita al diálogo democrático. La interpretación de mutua exclusión entre palabra
y fuerza ponía a San Martín del lado del antecedente legitimador del golpismo. Curiosa contradic-
ción inconfesada. Es la pluma de un Mitre narrando la biografía del prócer la que habilita la estocada
discursiva contra la pluma misma; estocada que borra de un plumazo la palabra en el ágora. Pero,
asimismo, es la confirmación de que la pluma es más fuerte que la espada porque no hay imposición
por la fuerza que a la vez no necesite una letra, un discurso, un relato que le sirva de sustento,
soporte y fijación en el tiempo.

Y esta confirmación suena como una aceptación inconfesada de la otra interpretación de la frase “la
pluma es más fuerte que la espada”. Ahora no se refiere a términos excluyentes sino complemen-
tarios, pero estableciéndose una relación de jerarquía entre ellos. La espada siempre está al servicio
de la pluma que inscribe el presente en un relato que narra su pasado y su futuro, es decir, que lo
dota de sentido. Así, desde esta perspectiva, la pluma no puede ser sinónimo de paz, sino de guerra,
de la lucha llevada adelante por la palabra y el discurso. San Martín fue un luchador que quiso es-
cribir el relato de nuestra América libre y dentro de ese relato adquiría sentido la fuerza, la espada,
que se abre paso frente a la opresión rapaz. Desde su perspectiva, sólo a tajos de sable se iba a
poder ganar la página sobre la cual escribir la independencia de estas tierras. Después de todo, como
dijo a su Ejército al pie de la cordillera en 1819: “La guerra se la tenemos que hacer del modo que
podamos…”

Sin embargo, San Martín sabía que la pluma, la letra, la palabra es más fuerte… A continuación invi-
tamos a ver un video que resalta este aspecto de su figura. En nuestro presente estamos en la hora
de la pluma, no de la espada. Las luchas hoy más que nunca se llevan adelante con la palabra. Con
ella se escriben narraciones de lo que somos y debemos ser que nos quieren llevar a la dependencia
y a la desigualdad. La apuesta es seguir escribiendo nuestra historia dentro del relato sanmartiniano
de independencia, igualdad y unidad de los pueblos de nuestra América.

Link video: https://www.youtube.com/watch?v=70pG1PdOyU4

También podría gustarte