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Universidad del Valle

Facultad de humanidades
Taller Seminario de Teorías Literarias III
Profesor: Jacobo Arango
 
“Zona de detención” y “Punto de encuentro”: Elipsis de la violencia 
Por: Maribel Cañas

Ricardo Piglia es escritor, crítico, literario y guionista. Nace en el año de 1941 en


Adrogué, Argentina y fallece en el año 2017 en Buenos Aires, Argentina. Su obra Crítica y
ficción fue publicada en el año 1986 y se compone de una colección de entrevistas
realizadas al autor. El contenido de la obra permite al lector conocer las intenciones que
tenía Piglia para con su obra: mostrar su pensamiento crítico del campo artístico desde la
literatura y el campo social en relación con la política, despertar el interés de los lectores de
la amalgama de los dos campos mencionados, servir de base para nuevos estudios y dejar
su huella para la posteridad, etc.
La ambigüedad que ofrece toda obra literaria se enmarca en la relación que se establece
entre el lector y la obra. No impone su validez a una fecha de caducidad y por el contrario
permanece eternamente a la disposición de los diferentes lectores que lleguen a ella desde
diferentes temporalidades y espacios. Por lo tanto, la experiencia de cada lector es única,
pues la obra desprende diversos significados tal como lo menciona Barthes (1972) referente
a la pluralidad de los sentidos. “La obra detenta al mismo tiempo muchos sentidos, por
estructura no por la invalidez de aquellos que la leen. Por ello es pues simbólica: el símbolo
no es la imagen sino la pluralidad de los sentidos.” (P, 52). 


¿Cuál es uno de los muchos sentidos que desprende la lectura de crítica y ficción?
 La sociedad, la literatura y el poder son algunas de las temáticas que expone el autor, pues
existe cierta conexión entre estos conceptos. América Latina ha sido un continente
permeado por la violencia de la cual ha dejado secuelas no solo a quienes la vivieron en
carne propia sino también a quienes la han habitado después de. Esa violencia presente en
varios espacios ha sido la inspiración para la creación de diversas obras artísticas desde la

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literatura, la pintura y el cine; que más que inspiración es una forma de denuncia en la
necesidad de reflejar la verdad de diferentes espacios de América Latina. Un ejemplo de
ello es la obra Crítica y ficción de Ricardo Piglia.
Colombia es otro de los espacios donde la violencia se ha instaurado desde hace varias
décadas. Desde la guerra bipartidista, el asesinato de Gaitán, la creación de las guerrillas, el
narcotráfico, los paramilitares; por nombrar algunas. Estas son las causas que han generado
el terror en el ámbito colombiano. Todos estos sucesos se han construido en base a la
ambición por obtener el poder. Piglia como otros autores vislumbran en su obra la situación
de violencia de su país y expone cómo el lenguaje y la política se fusionan para formar un
discurso en el cual se condensa la realidad de un espacio.
 “Zona de detención” es la frase que el autor utiliza para ejemplificar dicha fusión. Tres
palabras que como un cántaro sostiene parte de la historia de la dictadura de Argentina (El
poder, la sociedad, la violencia, etc.). Y es que de frases se componen nuestras vidas, frases
contenedoras de significados, de sucesos del pasado y del presente que como protagonistas
de la violencia hemos actuado. Los grafitis adheridos en los muros como invasores
ocupando espacios libres, el vaivén y el grito de las pancartas que nos ven caminar por las
calles en la prisa de nuestra cotidianeidad y las palabras impresas en un libro son las
diferentes formas de lenguaje que proyectan las situaciones de violencia de viven las
sociedades. Esos lenguajes despiertan nuestra conciencia, nos ofrecen una verdad y evocan
recuerdos de las experiencias vividas. He aquí la relación entre el lenguaje y la situación
política que menciona Piglia en el capítulo titulado Los relatos sociales. 


“Tuve la impresión de que todo se había vuelto explícito, que esos carteles decían la
verdad. La amenaza aparecía insinuada y dispersa por la ciudad” (Piglia,1986). 
Punto de encuentro
Estaban dispersos en el pueblo, algunos estaban hechos de latas de hierro con grandes letras
para los miopes, de letras tan blancas que encandilaban los ojos. Otros estaban hechos de
cartones. Obras de arte de los pobladores. No pasaban desapercibidos. Altivos posaban en
las entradas, imponentes al ser novedosos en un espacio recóndito rodeado de montañas. Ya

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no era la escuela, el puesto de salud, el polideportivo o la oficina del cabildo, ahora se
llamaban “Punto de encuentro”. Habían llegado para sustituir los verdaderos nombres de
aquellos espacios.
Tres palabras, la elipsis de un contexto de violencia. Los noticieros anunciaban la guerra.
Enfrentamientos entre guerrilla y ejército. La población estaba paralizada. Ya no había
actividades: no había clases, no había labores del campo, ni recreación. Solo guerra. En el
día el sonido de las ametralladoras, las detonaciones de las pipetas, el sonido de los aviones
y los gritos de la gente nos entonaba la melodía apoteósica del miedo y en la noche se
divisaba el trayecto de los disparos que como luciérnagas atravesaban los aires. Entonces
los letreros nos sonreían hasta persuadirnos de llegar a ellos, era la promesa del lugar
seguro cuando el peligro se asomaba. Punto de encuentro, el lugar que servía de refugio
cuando iniciaban los enfrentamientos de guerra. La verdad del contexto social de una
población entera, un territorio disputado entre dos bandos: el ejército y la guerrilla que
peleaban por obtener el poder de dicho territorio que conllevo a años de guerra donde los
más afectados fueron los campesinos. Pérdidas materiales, pérdidas de vidas y el
desplazamiento de muchas familias fueron las consecuencias.  
Los letreros anunciaban el peligro, significaban la amenaza de los habitantes y al mismo
tiempo se anunciaban como el espacio seguro que resguardaba a los habitantes de un
pueblo azotado por la violencia. El pueblo entero sabía lo que significaba aquel letrero
compuesto de una frase de tres palabras, “Punto de encuentro” era el microrrelato de la
guerra de un lugar llamado Toribio Cauca entre los años 2004 y 2012 aproximadamente.
Cada día y en cada susto la gente fue normalizando dicha situación. Cuando los
enfrentamientos se hacían más intensos todos corrían al refugio y cuando los disparos
cesaban entonces retornaban a sus casas. Ese ir y venir se convirtió en el nuevo hábito de
los habitantes que soportaron de todo. Algunos se quedaron y otros huyeron a las ciudades
más cercanas. Esa dualidad (peligro y seguridad) inmersa en un letrero tomó el control de
una población que no volvería a ser la misma. Tal como lo menciona Piglia (1986):
“La ciudad se alegorizaba. Por lo pronto ahí estaba el terror nocturno que invadía
todo y a la vez seguía la normalidad, la vida cotidiana, la gente que iba y venía por
la calle. El efecto siniestro de esa doble realidad que era la clave de la dictadura.

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La amenaza explícita pero invisible que fue uno de los objetivos de la represión.
«Zona de detención»: en ese cartel se condensa la historia de la dictadura.” 
(p.107) 

El ejemplo que he mencionado es el sentido que me ha dado a la obra de Crítica y ficción.


Sus líneas han evocado los recuerdos de mi mente de un suceso similar al que presenta
Piglia. Teniendo en cuenta la afirmación de Barthes referente a los diversos sentidos que
posee una obra, la experiencia que he mencionado anteriormente es el sentido que he
rescatado de mi lectura con el libro de Piglia. Por lo tanto, el lenguaje es el canal de
diversos significados. Critica y ficción es una obra que posee varias funciones entre ellas es
contar historias, servir como identificación con los lectores, y exponer la función del
lenguaje entre otras. El autor nos ha enseñado cómo un número reducido de palabras puede
contener la verdad de un enorme suceso de la sociedad.

Referencias

 Barthes, Roland (1972). Critica y verdad. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.
 Piglia, Ricardo (2000). Crítica y ficción. Barcelona: Editorial Anagrama.

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