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EL ORIGEN DE PUNTARENAS

Carlos Soto Monge (8-5-1902 / 3-8-1992)

Fue acaso en un ensueño, que Dios en sus altares


mantuvo, al ver sus obras, que todas eran buenas,
cuando una idea sublime, de áureos luminares,
llenó su mente y dijo: «¡Sociéguense los mares
y surja de las aguas la ciudad de Puntarenas!»

Obedecieron luego los mares, y al instante


tornáronse sus ondas tranquilas y serenas,
y ante el poder supremo, eterno y palpitante,
se vio sobre el PacíFico, cual un jardín Flotante,
la bella y soberana ciudad de Puntarenas.

El sol al contemplarla prendió sus mil fanales,


la brisa trajo músicas melódicas y amenas;
y aquel pensil sembrado de conchas y corales
fue luego un paraíso, don alzáronse triunfales
los múltiples portentos de Dios en Puntarenas.

¡Irguióse el cocotero! Lo mismo la natura


tendió verdes alfombras por todas las arenas,
los típicos manglares vistieron de hermosura,
brillaron en el cielo prodigios de pintura
y mil efecto raros de luz en Puntarenas.

Entonces dulcemente volaron las gaviotas,


cruzando en las alturas las nubes de luz llenas;
mientras en las palmeras, arpas al viento rotas,
posáronse mil pájaros, para elevar sus notas
y líricos arpegios a Dios y a Puntarenas.

Y Dios, ya satisfecho, sintiéndose admirado


ante el poder de Él mismo, tendió sus manos buenas
y viendo que del seno del mar había sacado
una obra prodigiosa, le dijo al mar: «¡Cuidado!,
y tú, ¡bendita seas!», le dijo a Puntarenas.

Julio, 1935.

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