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VINCENT

Vincent Malloy siete años tiene.

siempre cortés, siempre obediente.

Ternura y respeto…lo que le pidáis,

pero sueña con ser todo un Vincent Price.

Vive con su hermanita, su perro y su gatito,

pero a él le gustan más arañas y vampiritos.

Una casa donde pueda inventar muchos horrores,

vagaría solitario por muchos corredores.

Vincent es amable cuando lo visita su tía,

que en estatua de cera con gusto convertiría.

Hace experimentos con su perro Abercrombi

y espera convertirlo en un horrible zombi.

Con su perro zombi a modo de forense

buscarán sus víctimas en la niebla londinense.

No siempre está pensado en horrible asesinato.

También lee y pinta para pasar el rato.

Otros niños leen Robinson Crusoe,

pero Vincent prefiere Edgar Allan Poe.

Una noche estaba leyendo un terrible relato

y encontró unas líneas que lo dejaron helado.

No podía vivir con historia tan cruel

enterraron viva a su bella mujer.

Cavó una tumba…¿Seguro que estaba muerta?

Aunque… ¡Vaya! La tumba era la huerta.


Su madre lo mandó a su cuarto castigado,

Vincent conoció el dolor del condenado.

A cumplir su condena, perspectiva horrorosa,

a solas con la foto de su querida esposa.

Solo y turbado, en su hueco espanto.

Entra su madre, de repente, en su cuarto.

Dice: “Si quieres ya puedes salir a jugar.

Hace un día precioso, te vas a apolillar”

Vincent quiso hablar. Lo intentó, más no pudo.

Tantos años solo lo habían dejado mudo.

Buscó un papel, encontró un lapicero

“Esta casa me puede, no saldé de este agujero”

Dijo su madre: “No estás poseído ni tampoco consumido.

Estos juegos tuyos demasiado lejos han ido"

"No eres Vincent Price sino Vincent Malloy.

Ni lo fuiste ayer, ni lo serás hoy”

“Tienes siete años y eres mi niño bonito,

así que sal a jugar y diviértete un poquito”

Más calmada ella salió por el pasillo

y Vincent se quedó mirándola por el rabillo.

La habitación daba vueltas y se tornaba oscura

según iba aumentando esa horrible locura.

Allí estaba Abercombri , su zombi perro y sirviente.

Su esposa desde la tumba, su voz lo dejó quieto.


Crujían entre mortajas las manos de su esqueleto.

Tantos horrores vividos en sueños y feos ritos

Convirtieron su risa en espantosos gritos.

Huyendo de la locura corrió hacia la salida,

pero cayó al suelo, inerte, como sin vida.

Su voz era tenue, lenta se escuchaba,

mientras que ‘El Cuervo’ de Poe, roncamente recitaba:

“Y mi alma, del fondo

de esa sombra que flota en el suelo,

no podrá liberarse

¡Nunca mas!

Tim Burton>

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