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El ensamblaje mineral FENGITA + Al-CLORITA indica que se han alcanzado las condiciones de la facies del
esquisto verde del metamorfismo de bajo grado. La fengita es una muscovita impura, típica de bajas
temperaturas, que muestra un leve pleocroismo verdoso al microscopio, siendo fácil confundirla con la
verdadera muscovita, o con su variedad de grano fino, la sericita; la clorita alumínica es también de color
verde muy pálido en sección fina. La fengita mantiene los vívidos colores de interferencia de 3º-4º orden de
la muscovita, la Al-clorita puede aparecer pseudo-isotrópica o con colores anómalos de interferencia azules,
marrones o verdes (las Fe-cloritas: azul violáceo; Mg-cloritas: marrón). La paragonita, mica sódica, es casi
imposible de diferenciar de la muscovita al microscopio o en muestra de mano, sólo se puede identificar por
medio de difracción de rayos X. En general, las micas paragonita, muscovita, sericita y fengita se denominan
colectivamente “micas blancas”, mientras que las variedades de biotita y xantofilita se denominan “micas
negras”. Las cloritas en muestra de mano tienen color verde intenso a oscuro, pero nunca negro. La pirofilita
y su homólogo magnesiano, el talco, también son fáciles de confundir con micas blancas, sobre todo cuando
tienen hábito hojoso o plumoso. Sólo correlacionando el tipo de roca con su mineralogía será posible
identificar con certeza estos minerales. Obviamente, en una roca rica en serpentina, brucita, etc., si hay un
mineral que aparenta ser mica blanca, de seguro es talco; contrariamente, en una roca pelítica, muy rica en
Al, con poco o nada de minerales máficos, ese mineral puede ser pirofilita, pero es posible que sea mica
blanca, o que los dos minerales coexistan en equilibrio. Es evidente el problema de definir el comienzo del
metamorfismo en rocas pelíticas, la mejor manera es a través de la DRX, sin dudas.
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El efecto más notable es el aumento en la cristalinidad de la illita, que se debe a que ésta pierde el agua
molecular intercapas que contiene y la sustituye por K +; cuando la transformación es completa y se alcanza
el metamorfismo de bajo grado, la illita se ha transformado en fengita y también se forma clorita a expensas
de la illita-montmorillonita de capas mezcladas. La transformación se observa como un leve desplazamiento
y agudización del pico de DRX producido por los planos con d = 10-20 Å, que aparecen entre 8-10º 2
utilizando un ánodo de cobre (CuK). En cuanto a las rocas carbonáticas, sólo podrán indicar cambios
iniciales si su composición es impura, es decir, si se trata de dolomías silíceas y/o arcillosas, o si son
margas. En estas rocas la entrada al campo del metamorfismo puede ser indicada por la aparición de
laumontita, wairakita, prehnita o pumpellita, todos silicatos cálcicos.
Al parecer los cambios metamórficos al principio son intragranulares, meramente cristalográficos, pero a
medida que el metamorfismo avanza, comienzan a abarcar a todos los minerales de la roca: son
penetrativos, cambiando la textura y la mineralogía de porciones cada vez mayores de la corteza terrestre.
MÁRMOL
CALIZA CALCÍTICO CaO + CO2 Calcita
CaO Calcita
CO2 MgO
Forsterita MARMOL
SiO2 DOLOMÍTICO
ARENISCA CUARCITA
Al2O3 Flogopita
SiO2 Cuarzo
K2O
750º C - 6 kb
DOLOMÍA
ARCILLOSA 750º C - 6 kb
Fig. 7-1. Sólo las rocas con variados componentes químicos (impuras) serán capaces de generar un conjunto
metamórfico diagnóstico. Si se llevan tres rocas sedimentarias de diferente mineralogía, como caliza, arenisca y
dolomía arcillosa, a las condiciones de 750ºC y 6 kb (facies granulita), las dos primeras sólo recristalizan, sin
formar ningún mineral nuevo, mientras que la dolomía arcillosa, debido a su mineralogía más variada y mayor
número de componentes químicos, genera el conjunto calcita-forsterita-flogopita, típico de la facies granulita
para rocas carbonáticas. En efecto, bajo cualquier condición de (T,P), las rocas “puras” no formarán conjuntos
diagnósticos de metamorfismo, pero las rocas “impuras”, a distintas condiciones de (T,P), exhibirán
mineralogías distintas y diagnósticas, es decir, facies metamórficas. Afortunadamente las rocas impuras son las
más comunes.
(a) (b)
Intrusión ígnea
(c)
(d)
70 km
Orógeno
colisional
(e)
(d)
15 km 1
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Fig. 7-2. Etapas en la formación de un cinturón metamórfico. (a-b) Sedimentación y subsidencia en una cuenca
marina llevan a los sedimentos al campo de la diagénesis. (c) Marcos tectónicos propicios para formar cuencas
con gran acumulación de sedimentos: complejo de subducción y margen pasivo. (d) La colisión continental en
el mecanismo más idóneo para generar los esfuerzos compresionales y la fuerte deformación asociada al
metamorfismo regional. (e) Esfuerzos tectónicos compresionales de cizalla (1), transforman los sedimentos, su
basamento ígneo-metamórfico y las rocas ígneas intrusionadas o interestratificadas en ellos, en un cinturón
metamórfico. La transformación metamórfica se rige principalmente por el gradiente geotérmico existente
durante el metamorfismo, que de gran manera depende del marco tectónico donde éste ocurrió. La intrusión de
plutones graníticos anatécticos eleva localmente el gradiente geotérmico produciendo aureolas de contacto en
la roca caja adyacente a los plutones (rayado inclinado fino). Fragmentos deformados y metamorfizados de
litósfera oceánica quedan atrapados como ofiolitas en el núcleo del cinturón (en negro). Fallas de corrimiento
afectan al cinturón metamórfico contribuyendo a su complejidad, formando rocas cataclásticas y desplazando
bloques de rocas metamórficas hacia otros niveles, inferiores o superiores, o al trasladarlos horizontalmente
varios centenares de km. Fallas transcurrentes, lístricas o normales pueden también afectar al cinturón en
etapas posteriores de su evolución. (c) Modificado de Dickinson (1974); (d) Modificado de Dewey y Bird (1971).
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Temperatura: El gradiente geotérmico GG en una zona donde ocurre el metamorfismo se debe a varios
factores, pero el principal es el marco tectónico. La Tierra como planeta es relativamente “caliente”, su
gradiente cortical promedio es de unos 25ºC/km, lo que significa que si se perforara un pozo muy profundo
en la corteza, hasta el MOHO, a unos 40 km de profundidad (algo que actualmente no es posible hacer) y se
midiera la temperatura por medio de una termocopla que se bajara dentro del pozo, se obtendría un gráfico
casi lineal o GEOTERMA que representaría la variación de la temperatura con la profundidad; la pendiente de
esa curva (T/z), es el gradiente geotérmico, GG. Gradientes determinados en cinturones muy bien
expuestos y detalladamente estudiados revelan patrones no siempre lineares, sino convexos-arriba o abajo,
en la gran mayoría de los casos. Para los propósitos de este curso introductorio es suficiente considerar
gradientes rectilíneos, aunque no debe olvidarse que a veces no lo son.
Actualmente no son posibles en ninguna parte de la corteza terrestre gradientes inferiores a 6ºC/km, pero
en zonas de actividad volcánica reciente son posibles gradientes superiores a 50ºC/km. Esto es muy
importante y merece una discusión más a fondo. Siguiendo el ejemplo de la Fig. 7-2, la formación de un
cinturón metamórfico pudo ocurrir, en diferentes marcos tectónicos actuales o pasados, bajo distintos
regímenes geotérmicos. Si asumimos un gradiente “normal” de 25ºC/km, se tiene que a 10 km de
profundidad las rocas en ese cinturón estuvieron expuestas a una temperatura de 275º C (asumiendo una
temperatura superficial promedio de 25°C), a 15 km de soterramiento se alcanzaron los 400º C, a 20 km los
525º C y en la base del cinturón, a más de 30 km de profundidad, hubo más de 775º C. Empero, si se tiene un
gradiente elevado, de 50ºC/km, la temperatura de 775º C se alcanzará tan sólo a 15 km de profundidad;
contrariamente, con un gradiente bajo, de 10ºC/km, a 40 km de profundidad se habrán alcanzado sólo unos
425º C. Es decir, tanto la diagénesis como el metamorfismo comenzarán a profundidades más someras, a
unos pocos km de profundidad, en los marcos con alto gradiente geotérmico, formándose minerales estables
a altas temperaturas y bajas presiones, como andalucita, cordierita y sillimanita; además la anatexis, o fusión
parcial de dichos metasedimentos puede comenzar a unos 650º C en un ambiente hidratado y apenas a 12-13
km de profundidad, generándose magmas graníticos hidratados que ascenderán y serán intrusionados dentro
del mismo cinturón metamórfico (ver Fig. 7-5). Contrariamente, en cuencas con gradientes bajos, la
diagénesis y el metamorfismo ocurrirán a niveles muy profundos y ni siquiera a 40 km de profundidad podrá
ocurrir anatexis. En estas condiciones se forman minerales de alta presión, estables a temperaturas bajas a
moderadas, como lawsonita, glaucofano y jadeita (ver Fig. 7-7).
La intrusión de magmas graníticos o gabroides, sobre todo si se trata de cuerpos batolíticos o lopolíticos
de gran tamaño, causa un aumento local del gradiente geotérmico, lo que se traduce en un metamorfismo
de contacto, limitado de unos cuantos centenares de metros a unos pocos km alrededor de los contactos
del cuerpo intrusivo con la roca caja (Fig. 7-4). Ésta sufrirá los efectos de un marcado recalentamiento, que
puede alcanzar temperaturas hasta de 700-800ºC en las cercanías del contacto intrusivo; debido a la mala
conductividad térmica de las rocas, la T disminuye notablemente al alejarse de la intrusión, tanto así que las
rocas situadas a cierta distancia no muestran señal alguna de alteración o cambios. Los cambios producidos
son drásticos en las rocas cercanas al intrusivo e incluyen recristalización y neomineralización, con la
destrucción de todas las texturas y la mineralogía originales. Las rocas algo lejanas al cuerpo intrusivo
sufrirán cambios mineralógicos y texturales cada vez más leves, mientras que las más lejanas, como se dijo
antes, no sufrirán cambio alguno. La zona de rocas alteradas es bastamente concéntrica con los contactos
intrusivos y se denomina aureola de contacto. Este tipo de metamorfismo es local, limitado sólo a las
cercanías y contactos de ciertos cuerpos intrusivos, siendo algo más extenso si la roca caja es carbonática.
Presión: Una masa de roca que está siendo afectada por metamorfismo se halla bajo un estado de
esfuerzos inducido por fuerzas externas. Estas incluyen el peso de la roca suprayacente o presión litostática
Plit y esfuerzos laterales de cizalla, de origen tectónico tec = 1. Los últimos dan origen a la foliación y a
pliegues. La presencia frecuente de foliación, lineaciones y pliegues en los grandes cinturones metamórficos
indica que las rocas que recristalizaron a grandes profundidades se comportaron plásticamente, por ello se
pueden considerar sobrepresiones tectónicas ’tec sólo a temperaturas inferiores a 300°C. Dado que,
normalmente, los poros de las rocas están saturados con una fase fluida, existe una presión de fluidos Pf,
que es igual a la suma de las presiones parciales de todos los componentes del fluido:
A profundidades menores de 10 km la fase fluida se puede conectar a través de fracturas y diaclasas con
la atmósfera, por consiguiente, Plit > Pf. A profundidades mayores de 10 km, la fase fluida se halla sellada en
los poros de las rocas, la deformación es visco-plástica y por consiguiente se asume que Plit = Pf. Los
valores de PO2 y PCH4 son extremadamente pequeños, 108 veces menores que PH20 o PCO2. Su importancia
radica en que, relativamente hablando, una alta PO2 define un ambiente oxidante (con presencia de Fe 3+,
indicada por los minerales hematita y magnetita, y CO 2, indicada por la calcita), mientras que una alta PCH4
define un ambiente reductor (con Fe2+, indicado por la ilmenita, y con CH4, indicado por el grafito, es C puro).
Si la recristalización, la neomineralización y/o la deformación no son muy intensos, como ocurre en las
etapas iniciales del metamorfismo, a profundidades relativamente someras y temperaturas bajas a
moderadas, la roca resultante puede conservar algunas texturas heredadas de su precursor (protolito) ígneo
o sedimentario. Estas se denominan texturas reliquias y proveen información muy útil acerca del origen de
la roca precursora. Si la estratificación original se conserva dará buenas evidencias de la evolución
estructural del terreno metamórfico. Las texturas blastoporfídicas y blastofíticas son frecuentes en las rocas
ígneas máficas metamorfizadas, respectivamente basaltos o diabasas. En algunas calizas y lutitas,
metamorfizadas a mármoles y filitas, respectivamente, pueden preservarse fósiles, a menudo deformados,
pero identificables y datables. En los metaconglomerados y metareniscas es posible observar los cantos o
granos cuarzosos originales aplastados o alargados por la deformación visco-plástica y la imbricación de los
mismos. Dado que el trabajo en rocas metamórficas es una especie de “investigación detectivesca”,
cualquier dato o evidencia que aporte información acerca del protolito de una roca metamórfica será muy
bienvenido por el petrólogo metamórfico.
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Es evidente, al nivel de afloramiento y en muestras de mano, que las rocas metamórficas se comportaron
visco-plásticamente cuando fueron deformadas en lo profundo de la corteza. En los cinturones metamórficos
regionales el plegamiento, sobre todo en rocas esquistosas, es visible a todas las escalas, desde mm a
varios km. Asimismo, el flujo visco-plástico del material mineral se evidencia en el engrosamiento de los
ápices de los pliegues, que se realza cuando se pliegan venas y vetas de cuarzo previas. Sin embargo, una
muestra de mano de roca metamórfica es rígida y frágil, nada parecido a lo que era durante la deformación
metamórfica. Es difícil establecer la profundidad mínima a la que las rocas se comportan plásticamente. Bajo
gradientes geotérmicos normales entre 20-30ºC/km parece ser que dicho límite es de unos 12-15 km; de
seguro con gradientes más elevados dicho límite es más somero, mientras que con gradientes de baja
temperatura, podría ser más profundo. Además, las rocas metamórficas formadas a varias decenas de km
de profundidad se hallan, con frecuencia, desde pocos metros sobre el nivel del mar a las más altas cimas
montañosas, por lo tanto, algún proceso muy importante de levantamiento y erosión las debió llevar a esos
niveles superficiales o grandes alturas, por denudación de unas decenas de km de rocas suprayacentes.
Los procesos de tectónica global, en especial las colisiones entre continentes y/o arcos volcánicos, son
responsables de los esfuerzos y de los gradientes geotérmicos reinantes durante el metamorfismo regional,
así como de los procesos de orogénesis y levantamiento. Durante su ascenso, las rocas metamórficas
perdieron su comportamiento visco-plástico y al llegar al umbral de 12-15 km comenzaron a tener un
comportamiento frágil, siendo afectadas por fallas, kink-bands y diaclasas. La gran mayoría de los
afloramientos metamórficos muestra siempre evidencias de fallas o zonas de cizalla y exhibe, por lo menos,
cuatro juegos de diaclasas y uno o más períodos de plegamiento superpuestos. Es obvio que el estudio
detallado de un cinturón metamórfico puede tomar varias décadas, incluso si es efectuado por un grupo de
investigadores de ciencias de la Tierra que trabaje en estrecha cooperación y coordinación. Un cinturón
metamórfico muy familiar es la cordillera del Caribe, donde se asientan la capital de la república, Caracas, y
otras importantes ciudades como Los Teques, Cagua, La Victoria, Maracay, Valencia, San Felipe, Pto.
Cabello, Guarenas-Guatire y Carúpano. Esta cordillera sufrió un metamorfismo de bajo grado hace unos 75
Ma (Cretácico Tardío), debido a la colisión rasante y oblicua del arco de Grenada con el margen norte del
continente sudamericano. Otro importante cinturón metamórfico, de grado bajo a medio, y edad Paleozoico
medio, aflora en el núcleo de los Andes venezolanos, estados Táchira, Mérida y Trujillo, pero como
remanentes erosionales, algo discontinuos, en las altas sierras.
En conclusión, los cambios que sufren las rocas durante el metamorfismo incluyen: movimientos
intergranulares, microcizallamiento, microfracturamiento, neomineralización, es decir, crecimiento de cristales
nuevos estables a las nuevas condiciones de (T, P, Pf), y recristalización de los minerales originales de la
roca, generalmente de agregados granulares finos a cristales euhedrales a subhedrales gruesos.
Metamorfismo de contacto (MC): ocurre en o cerca de los contactos de cuerpos intrusivos medianos a
grandes, estando relacionado directamente con el calor y los fluidos provenientes de esos plutones. Produce
rocas notablemente recristalizadas y neomineralizadas llamadas hornfels o corneanas, dispuestas en
aureolas más o menos concéntricas alrededor de los plutones. Debido al cambio brusco de temperatura
desde la intrusión hacia la roca caja la aureola de contacto generada consta de zonas que difieren
marcadamente en mineralogía (Fig. 7-4). Los efectos del metamorfismo de contacto son muy notables
cuando rocas sedimentarias pelíticas o carbonáticas se hallan en contacto con plutones graníticos epi-
mesozonales o con grandes intrusivos gabroides. El espesor y la mineralogía de la aureola dependen, sobre
todo, del tamaño de la intrusión y, en menor grado, de la temperatura del magma intrusivo. Las aureolas
alcanzan hasta 3-4 km de espesor alrededor de los grandes intrusivos graníticos o gabroides, pero sólo
tienen unos cm o metros en los contactos de los mantos o diques de diabasa. Este metamorfismo
normalmente se halla limitado al rango de P < 1-3 kb y T 400-800°C.
Asociados al metamorfismo de contacto producido por plutones graníticos o sieníticos hipoabisales
(epizonales) pueden ocurrir fenómenos metasomáticos debidos a la circulación de aguas magmáticas
residuales o aguas formacionales activadas por el calor de la intrusión. Éstos dan origen por alteración y
metasomatismo hidrotermal, sobre todo en rocas carbonáticas, a rocas de silicatos de Ca y Mg llamadas
skarns, a las cuales se encuentran, casi siempre, asociados importantes depósitos de menas metálicas.
Metamorfismo regional (MR): a esta categoría pertenecen los extensos cinturones metamórficos, típicos
de cordilleras plegadas mesozoico-paleozoicas y escudos precámbricos. La gran mayoría de las rocas
producidas por el metamorfismo regional exhibe una característica foliación esquistosa, debida a la intensa
deformación, pero ésta no es universal, sobre todo en las etapas iniciales del metamorfismo o en rocas
carentes de minerales con hábito hojoso o acicular. Los únicos criterios universales que tipifican el
metamorfismo regional son: su gran extensión areal (los cinturones tienen de decenas a cientos de km de
ancho y de centenares a miles de km de longitud) y la ausencia de una clara vinculación con cuerpos
intrusivos mayores, que no obstante pueden estar presentes dentro de ellos. El reconocer una sola categoría
de metamorfismo regional, que abarque tanto al metamorfismo regional dinamotermal como al
metamorfismo de enterramiento se adecúa muy bien a los modernos modelos de tectónica global, donde se
relacionan diversos regímenes de (T,P) y gradientes posibles con marcos tectónicos específicos (ver Fig. 11-2).
Las rocas dentro de un cinturón metamórfico regional se distribuyen en zonas que reflejan un aumento
en la intensidad del metamorfismo (Figs. 7-5 a 7-8). Cada zona se caracteriza por la presencia de uno o
varios minerales índices, formados en un rango definido de (T,P). El aumento en la intensidad o grado
metamórfico depende principalmente del aumento en la temperatura, aunque otros factores como la presión
y la composición de la fase fluida pueden afectar el patrón zonal. Los límites de las zonas son las isógradas
metamórficas, líneas imaginarias que indican la aparición, o desaparición, de un mineral o conjunto mineral
índice en una secuencia progresiva de transformaciones metamórficas, que se produce por un aumento en
el grado metamórfico: metamorfismo progrado. Las isógradas, en realidad, son superficies imaginarias
inclinadas, que unen puntos con igual grado metamórfico, su intersección con la superficie terrestre da lugar
a curvas isógradas mapeables. Las isógradas y las zonas demarcadas por ellas se corresponden entre sí.
Por ejemplo: la zona de la biotita se halla entre las isógradas de la biotita y del granate almandino; la zona
del almandino se halla entre las isógradas de biotita y estaurolita, etc. (Fig. 7-5).
El metamorfismo regional es un fenómeno muy dinámico. Las cuencas sometidas a este proceso tienen
fuerte subsidencia y son soterradas rápidamente, primero a profundidades de diagénesis, luego a las del
metamorfismo de muy bajo grado, y más abajo, a unos 20-25 km de profundidad se alcanzan las
condiciones de metamorfismo de bajo grado o de mayor grado. Así, sucesivamente, las rocas se van
reequilibrando a medida que aumentan la presión y la temperatura reinantes hasta alcanzar las condiciones
de alto grado, o de anatexis. Claro está no todos los cinturones metamórficos fueron soterrados hasta
alcanzar el metamorfismo del más alto grado, o la zona de fusión parcial o anatexis, pues el proceso de
soterramiento puede ser eventualmente detenido, siendo bruscamente interrumpido por la orogénesis y el
levantamiento tectónico. Así se bloquean las lentas reacciones metamórficas de blástesis y se comienza a
denudar al cinturón, eliminando por erosión unos 15-20 km de rocas suprayacentes hasta que, por fin, el
cinturón aflora en la superficie, donde puede ser estudiado. No todos los cinturones metamórficos han
alcanzado la misma profundidad de soterramiento, ni mucho menos han alcanzado las mismas temperaturas
o grado metamórfico. Ambos factores (T y p) están ligados al marco tectónico donde ocurre el metamorfismo
y al gradiente geotérmico T/p imperante durante todo el proceso metamórfico.
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Fig. 7-4. Aureola de contacto alrededor de un plutón granítico, en el norte de Escocia, mostrando las zonas
mineralógicas generadas por el gradiente de temperatura al alejarse de la intrusión. En esta localidad y dado el
gran tamaño del plutón de Ardara los efectos de contacto se notan hasta a 3 km de distancia del intrusivo. Son
raras las aureolas de contacto tan extensas. Modificado de Turner (1981).
Fig. 7-5. Cinturón metamórfico paleozoico, en el NE de U.S.A., perteneciente a los montes Apalaches. Se observa
una zonación de presión intermedia muy característica de terrenos orogénicos caledonianos: la zonación
barroviana, que desde menor a mayor temperatura es la siguiente: clorita – biotita – almandino – estaurolita –
cianita/sillimanita. Las condiciones aquí alcanzaron la anatexis y se generaron batolitos graníticos que
intrusionaron al propio cinturón. Un cinturón muy similar aflora parcialmente en el núcleo central de los Andes
de Mérida y muy posiblemente tiene una relación genética con éste. Tomado y modificado de Turner (1981).
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Para discutir problemas metamórficos específicos relacionados con diversos marcos tectónicos,
plutonismo, metalogénesis, etc., es conveniente reconocer varias subcategorías de metamorfismo regional.
Metamorfismo de enterramiento: es el que afecta las partes más profundas de gruesas secuencias
volcano-sedimentarias o de prismas de acreción. Puede ser correlacionado (por evidencias de campo) con
gradientes de profundidad-temperatura controlados estratigráfica o tectónicamente. Muchos de los cambios
progrados quedan a menudo incompletos, de modo que el conjunto metamórfico generado puede hallarse
junto con minerales residuales de la roca original. A profundidades moderadas estas rocas no presentan
foliación y pueden preservar algo de su fábrica y texturas originales. Su rango es: P = 112 kb; T =
200450°C (Figs. 7-6 y 7-7). En las partes más profundas de estos cinturones, sobre todo en los complejos
de subducción o prismas de acreción, se generan minerales típicos de alta presión, como lawsonita,
glaucofano o jadeita, existiendo rocas típicamente foliadas. Es esencialmente un subtipo del metamorfismo
regional, dado la escala a la que se manifiesta. El Terreno Carayaca, en la serranía del Litoral, y la
Asociación Volcanosedimentaria Villa de Cura, en la serranía del Interior, exhiben este tipo de metamorfismo
regional de alta presión.
Fig. 7-6. Cinturón metamórfico de enterramiento permo-triásico, en la isla sur de Nueva Zelanda. Se observa una
zonación de baja presión y temperatura característica del soterramiento de secuencias volcaniclásticas de
arcos volcánicos. La zonación desde menor a mayor temperatura es la siguiente. Diagénesis (heulandita-
analcima) / zeolitas metamórficas (laumontita) / prehnita-pumpellita (facies pre-esquisto verde). Tomado y
modificado de Turner (1981).
(a) (b)
Fig. 7-7. a) Cinturón metamórfico de enterramiento de edad Mesozoico, en el norte de la isla de Nueva Caledonia.
Se observa una zona de alta presión muy característica de zonas de subducción, con mèlanges ofiolíticas y
grandes cuerpos ultramáficos (ofiolitas). b) Detalle de la facies del esquisto azul de la figura (a) mostrando las
diferentes zonas metamórficas e isógradas de esa facies. Un cinturón con una zonación muy similar los
constituye la Asociación Metavolcanosedimentaria Villa de Cura, que aflora en la serranía del Interior, en
Venezuela Central. Modificado de Turner (1981).
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Metamorfismo de piso oceánico: es realmente un metasomatismo hidrotermal que ocurre en las dorsales
centroceánicas, dentro de la corteza oceánica nueva, a profundidades no mayores de 6-7 km, con una activa
circulación hidrotermal de agua marina infiltrada en la corteza oceánica y bajo muy elevados gradientes
geotérmicos (70130°C/km, los más altos del planeta debido a que aquí la litósfera es muy delgada y la
astenósfera se halla a pocos km de profundidad debajo del valle axial de la dorsal. Genera rocas metaígneas
fuertemente hidratadas, no-foliadas, como metabasaltos o metagabros, y también rocas muy alteradas
metasomáticamente, como espilitas, queratofiros, rodingitas y serpentinitas, que muestran una notable
variación de su composición química original. Se alcanzan presiones de 2-3 kb y temperaturas de hasta
650°C (Fig. 7-8). En realidad no es metamorfismo regional, sensu stricto, sino una alteración hidrotermal a
una escala muy grande, una mega-aureola hidrotermal, donde se generan minerales similares a los
metamórficos y una secuencia de “facies” aparente de: zeolita – esquisto verde – anfibolita, además de
menas de sulfuros masivos de origen vulcanogénico-hidrotermal y cuerpos de serpentinita.
Fig. 7-8. Metamorfismo (metasomatismo) hidrotermal de piso oceánico. Las rocas de la corteza oceánica debajo
del valle axial están sometidas a un elevado gradiente geotérmico y a una circulación profunda de agua marina
infiltrada dentro de la corteza. Esto produce una alteración hidrotermal a gran escala que origina rocas de
mineralogía metamórfica, no-foliadas, con una secuencia de “facies” aparente: Z: zeolita; EV: esquisto verde;
A: anfibolita. En negro, corteza oceánica normal, con 6 km de espesor, fuertemente adelgazada en el valle axial,
donde sólo tiene unos 2 km de espesor, estando la astenósfera justo debajo de ella. Tomado y modificado de
Dewey & Bird (1972).
Pirometamorfismo: ocurre en los contactos de chimeneas volcánicas con la roca caja atravesada por ellas.
Las condiciones son de muy baja P y temperaturas muy extremas (hasta 800-1.100°C). Es notable la
recristalización de la roca caja y los xenolitos, con la formación de especies minerales muy raras, sobre todo
en roca caja carbonática o pelítica. La autocombustión espontánea de capas de carbón provoca una especie
de pirometamorfismo de elevada temperatura, que recristaliza y neomineraliza las lutitas adyacentes a las
capas de carbón, pudiendo llegar incluso a fundirlas generando paralavas basálticas, a más de 1.200ºC,
como ha ocurrido en el Volcán de Sanare, en Lara, y la Formación Marcelina, en la sierra de Perijá, en el
oeste de Venezuela.
Metamorfismo cataclástico: ocurre en zonas de dislocación tectónica, como grandes zonas de fallas
transcurrentes, en las fallas normales que limitan los graben de los valles rift continentales o de la dorsal
centroceánica, en zonas de fractura oceánicas, en zonas de fallas transformantes (Fig. 7-9) o en zonas de
corrimientos regionales. Anteriormente se consideraba como un metamorfismo de tipo local pero hoy en día
se conocen extensas zonas de rocas cataclásticas en zonas de fractura oceánicas y continentales que
rivalizan en tamaño con los grandes cinturones metamórficos regionales (las zonas de fracturas en el este
del Pacífico, como la de Mendocino, etc., alcanzan más de 6.000 km de longitud y superan los 150 km de
ancho, por lo tant,o se equiparan en tamaño a toda la cordillera andina de Sudamérica).
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Durante la dislocación tectónica cataclástica la fábrica y la textura originales de las rocas sufren cambios
notables, debidos a la trituración mecánica y al cizallamiento (Fig. 7-16a-c). En las rocas graníticas o
gnéisicas la mayoría de los minerales (micas, máficos y cuarzo) recristalizan a agregados de grano muy fino,
sólo algunos cristales resistentes de cuarzo, feldespato K o plagioclasa permanecen como porfidoclastos
(con “c”), a veces formando "ojos", dando lugar a la textura augen (Fig. 7-16c). En las peridotitas del manto,
emplazadas tectónicamente como ofiolitas, los cristales de ortopiroxeno, de granate piropo o de espinela
forman porfidoclastos de varios mm a cm embebidos en una matriz muy fina triturada de olivino y
clinopiroxeno (esta fábrica se conoce como tectonita ultramáfica) (Fig. 7-15a). El rango de temperatura de
este metamorfismo raramente sobrepasa las condiciones de la facies del esquisto verde, pues no supera los
500ºC.
De acuerdo a la clasificación de Higgins (1978) con la intensidad del cizallamiento y la profundidad se
generan varios tipos de rocas cataclásticas:
Fig. 7-9. Metamorfismo cataclástico en fallas transformantes y zonas de fractura oceánicas asociadas a una
dorsal centroceánica activa. Otrora considerado como un metamorfismo de tipo local, el metamorfismo
cataclástico en este marco tectónico adquiere una categoría regional, debido a su gran extensión areal, que
rivaliza con la de las grandes cordilleras. Nótese la inyección de cuerpos visco-plásticos de serpentinita (en
negro) a través de los planos de las fallas transformantes. La figura se la derecha es una sección vertical de la
de la izquierda, a lo largo de la línea de corte AA’. Modificado de Dewey & Bird (1972)
Las rocas metamórficas abarcan todos los rangos composicionales que tienen sus rocas precursoras
ígneas o sedimentarias, por consiguiente, sus protolitos ígneos pueden variar de plutónicos a hipoabisales
a volcánicos, incluyendo piroclásticos y epiclásticos; de félsicos a ultramáficos y hasta alcalinos.
Similarmente, sus protolitos sedimentarios pueden ser psamíticos, pelíticos o carbonáticos, o combinaciones
entre éstos (grauvacas, margas), incluyendo también evaporitas, sedimentos metalíferos y carbones. Debido
a esto las rocas metamórficas son muy complejas, tanto química como mineralógicamente.
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Los minerales comunes que se originan por el metamorfismo regional son una veintena, de los cuales la
gran mayoría son silicatos y constituyen minerales índices del metamorfismo, bastante abundantes,
conocidos y de fácil identificación petrográfica. Por ello no se dispone ni de triángulos, ni de esquemas
simples de clasificación para rocas metamórficas, como ocurre en las rocas ígneas o en algunas
sedimentarias, y su clasificación se lleva a cabo utilizando al menos tres criterios diversos:
2) CLASE QUÍMICA: con énfasis en la composición química global de la roca, reflejada en su mineralogía;
PIZARRAS: rocas formadas mayormente por filosilicatos (muscovita, sericita, clorita, biotita) que se originan por
metamorfismo regional de lutitas, limolitas o tobas de ceniza. Son afaníticas y tienen foliación pizarrosa (planos a menos
de 0,5 mm) muy difícil de ver a simple vista, pero muy evidente a la lupa con 10X o en sección fina. Tienen una fisilidad
característica que produce lajas perfectamente lisas y paralelas (de ahí su nombre). Originalmente las pizarras de los
salones de clase eran lajas perfectamente lisas de pizarra verde (rica en clorita, evidentemente), con las cuales también
se cubren todavía los techos de las casas en muchos países alpinos, como Suiza o Francia.
FILITAS: similares a las pizarras, pero de grano algo más grueso. Tienen foliación filítica, perceptible a simple vista
(planos entre 0,5–2 mm). Su fisilidad es algo imperfecta, comparada con la de las pizarras. A menudo contienen
importantes porcentajes de grafito y tienen color grisáceo a negruzco, con un brillo satinado.
ESQUISTOS: tienen una foliación visible a simple vista y marcada esquistosidad. Su mineralogía es muy variada, pero
abundan los minerales micáceos (micas, clorita), tabulares (cianita, cloritoide) o prismáticos (epídoto, anfíbol, estaurolita,
turmalina). Su fisilidad es imperfecta y tiende a formar superficies ondulantes, corrugadas o irregulares.
GNEISES: son rocas con foliación irregular, que se manifiesta como un bandeamiento muy conspicuo al nivel de
afloramiento y también en muestra de mano, con bandas claras (cuarzo-feldespáticas) intercaladas con bandas oscuras
(máficas: biotita, hornblenda, granate). Carecen casi por completo de fisilidad.
Nota: Contrariamente a lo que se describe en la literatura geológica de los años ‘40-’80, las diferencias
texturales de las rocas metapelíticas no se relacionan con el grado metamórfico alcanzado por éstas. Así
existen esquistos con cianita o sillimanita (grado medio) y gnéises con biotita y clorita (bajo grado). Lo que
realmente genera una textura pizarrosa, filítica o esquistosa marcada es el contenido inicial de FILOSILICATOS
(arcillas, clorita-smectita) en el sedimento o roca precursora original versus el de cuarzo-feldespato. Así las
pizarras y las filitas se originan a partir del metamorfismo de argilitas, lutitas o lodolitas, mientras que con
cada vez mayor contenido de cuarzo y feldespatos se generan esquistos y gneis, a partir de limolitas, wacas,
grauvacas o conglomerados, cuando no de rocas graníticas, tonalíticas o trondhjemíticas propiamente
dichas, también consideradas como cuarzo-feldespáticas. Por ese motivo pueden existir gneises con
protolitos ígneos o sedimentarios, mientras que los esquistos, filitas y pizarras son casi exclusivamente de
origen sedimentario debido a su alto porcentaje modal de filosilicatos.
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GRANOFELS: término general para rocas metamórficas imperfectamente o no foliadas, de grano medio a grueso. A
veces pueden confundirse con rocas ígneas o sedimentarias por no tener algún mineral índice metamórfico visible a
simple vista. En esta categoría se incluyen raras rocas de diópsido-escapolita que parecen ser producto del
metamorfismo de sedimentos evaporíticos, ricos en Ca, Mg y Cl; así como las metatobas y algunas epiclásticas.
2) CLASES QUÍMICAS
Son grupos de rocas metamórficas definidos de acuerdo a su composición química global, la cual refleja
en gran medida la naturaleza de los materiales precursores, pudiendo asociarse con su mineralogía final,
según el grado metamórfico alcanzado. Se han definido seis clases químicas, siendo las más comunes las
cuatro primeras:
(IV) Rocas básicas o máficas (BA): con > 35% de minerales máficos.
(V) Rocas ultramáficas o magnesianas (UM): con > 90% de minerales máficos.
De estas clases químicas las más útiles para determinar las condiciones de (T,P) del metamorfismo de un
cinturón dado son la clase pelítica (PG) y la clase máfica (BA), puesto que contienen la mayor variedad de
constituyentes químicos y tienen capacidad para generar varios minerales índices de metamorfismo. Puesto
que más del 70% de las cuencas sedimentarias están compuestas por rocas pelíticas, es de esperarse que
una proporción similar de los cinturones metamórficos esté formada por rocas metapelíticas; aun tomando
en cuenta que su volumen se verá disminuido debido a la compactación diagenética y la recristalización
metamórfica, la proporción de rocas metapelíticas en un cinturón dado casi siempre es superior al 60%.
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Cuando la textura y la mineralogía, así como los estudios de campo, permitan tener una buena idea de
los protolitos o rocas precursoras se usan los nombres de las rocas precursoras o de sus equivalentes
metamórficos precedidos por los siguientes prefijos:
ORTO : se usa para designar un protolito ÍGNEO, por ej.: ortogneis, ortoanfibolita. Las rocas metaígneas se
reconocen en el campo y en muestra de mano según diversos criterios, incluyendo: área de afloramiento
mapeable donde aparecen como cuerpos discretos, con contactos definidos, como flujos o cuerpos tabulares,
o como bloques y budines aislados; presencia de texturas reliquias ígneas y una mineralogía especial, que
refleja la química particular de las diversas familias de rocas ígneas. Es una nomenclatura un tanto ambigua,
puesto que una ortoanfibolita pudo haber tenido como roca precursora cualquier roca máfica, andesítica,
basáltica o gabroide, volcánica, hipoabisal o plutónica. Lo mismo puede decirse para el término ortogneis,
cuya roca precursora es algún tipo indefinido de roca granítica, tonalítica o diorítica.
PARA : designa un protolito SEDIMENTARIO y se antepone a un nombre textural, ej.: paragneis, para-
anfibolita. Las rocas metasedimentarias son, con mucho, las más abundantes dentro de un cinturón
metamórfico dado. El contenido de H2O y Al2O3 inicial tan grande y la particular abundancia de filosilicatos
de las rocas metapelíticas indican que no pudieron tener un protolito ígneo. Igualmente, los mármoles
representan invariablemente calizas o dolomías metamorfizadas: es muy improbable que se trate de
carbonatitas metamorfizadas, tan raras. Las cuarcitas, con un contenido de cuarzo superior al 70% son
siempre areniscas metamorfizadas, no existiendo rocas ígneas, ni siquiera cenizas volcánicas riolíticas, con
contenidos de SiO2 mayores del 75%, que implican porcentajes de cuarzo en volumen superiores al 60%,
con un contenido apreciable de feldespatos y micas.
META : este prefijo indica un buen conocimiento de la ROCA PRECURSORA O PROTOLITO, debido a que el
metamorfismo no destruyó completamente las texturas ígneas o sedimentarias de la roca original; ej.:
metagranito, metatrondhjemita, metadiabasa, metagabro, metarenisca, metaconglomerado, etc. Muchos
metasedimentos pueden contener fósiles, algo deformados, pero identificables, que pueden permitir datar
dichas rocas y por consiguiente, dar un estimado de la edad del cinturón metamórfico donde se encuentran.
Ejemplos de esto son frecuentes en Venezuela, cabe destacar la Formación Mireles, en el Macizo de El
Baúl, edo. Cojedes, la única unidad litológica del país donde se hallan fósiles algo deformados de trilobites,
de edad Ordovícico temprano, Tremadociense. Igualmente en mármoles de la Asociación Metasedimentaria
Caracas se hallaron fósiles de bivalvos deformados que arrojaron una edad Jurásico tardío, Kimmeridgiense.
Las metalavas a menudo preservan texturas blastoporfídicas o blastoamigdaloides que delatan su origen y
pueden exhibir una granulometría fina, reflejo de su textura afanítica o vítrea original, pero hay excepciones
a esta regla, sobre todo a medio-alto grado de metamorfismo. Las plutónicas preservan texturas porfídicas
(megacristales de feld. K), blastofíticas (metadiabasas), una granulometría de media a gruesa y hasta
estratificación rítmica y texturas cumulativas ígneas debidas al asentamiento gravitatorio (metagabros,
metatroctolitas, metanoritas, metapiroxenitas y peridotitas; ésta última a menudo serpentinizada).
A menudo se compara el trabajo del geólogo con el trabajo detectivesco. En este contexto el estudio de
los cinturones metamórficos es un verdadero ”cangrejo” policial, pues las rocas juegan a las escondidas con
los investigadores. La destrucción de evidencias que causa el metamorfismo regional es similar a la que
puede ocurrir en una escena del crimen que no haya sido debidamente protegida y acordonada. Mucho
esfuerzo se requiere para esclarecer los protolitos de un cinturón metamórfico. Algunos son relativamente
obvios, como los metaconglomerados y metagranitos. Los más problemáticos son siempre los de grano fino
a afanítico. Entre estos últimos destacan por su complejidad las metalavas, las metatobas y sobre todo los
sedimentos epiclásticos o volcaniclásticos. Mucha experiencia en petrografía ígneo-metamórfica se requiere
para acertar el origen de estas rocas que, por desgracia, son sumamente comunes en los cinturones
metamórficos, en especial cuando provienen de arcos insulares o márgenes activos.
Cuando se estudian rocas precámbricas esto será aun más complejo pues pueden haber sufrido varios
metamorfismos sucesivos, aunados a distintas fases de deformación e incluso alteraciones hidrotermales.
Rocas así de complejas son las que caracterizan la Provincia de Pastora-Botanamo, en el NE del Escudo de
Guayana. También son muy problemáticas las rocas de alto grado, sobre todo las granulitas y charnockitas,
como las que componen el Complejo Imataca, situado justo al norte de la provincia anterior. La
recristalización en Imataca ha sido tan grande debido a la alta temperatura de metamorfismo que las rocas
han perdido todas sus texturas originales y tienen una granulometría muy gruesa. Es casi imposible acertar
su origen como sedimentos volcaniclásticos, lavas, tobas u otro tipo de materiales.
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(a) (b)
a) Filita clorítica: D: 3 mm. Sección perpendicular a la foliación mostrando cuarzo microgranular, sericita, clorita y
algunos opacos. Existen venillas de cuarzo paralelas a la foliación.
b) Pizarra grafítica: D: 5 mm. Sección perpendicular a la foliación mostrando planos de foliación espaciados menos de
0,2 mm entre sí, debidos a la alineación paralela de minerales hojosos (clorita, sericita, grafito). Se notan cristales
cúbicos de pirita (en negro) con sombras de presión de cuarzo y clorita. La forma de las fibras de cuarzo en el cubo
inferior–derecho indica que el cristal rotó en sentido horario.
c) Esquisto albítico-micáceo-epidótico: D: 2 mm. Estilpnomelana (marrón rojizo), asociada con algo de proclorita
verde claro (incolora), con algunos prismas de epídoto (idioblastos de alto relieve), en una matriz granoblástica de albita.
Roca posiblemente producto del metamorfismo de una arenisca volcaniclástica, o de una toba andesítica.
e) Esquisto albítico-clorítico-epidótico: D: 2 mm. Hojuelas de clorita rodeando prismas de epídoto, en matriz de albita.
Algo de apatito, esfena y magnetita (negra) como accesorios. Roca posiblemente producto del metamorfismo de una
arenisca volcaniclástica o de una toba andesítica.
a) Mármol: D: 2,5 mm. Porfidoclastos de calcita en matriz de calcita finamente granulada. Se nota claramente el efecto
de la deformación post-metamórfica.
b) Mármol: D: 2,5 mm. Masa granular de cristales de calcita. Nótese la curvatura de los planos de maclado polisintético
(0112) debido a la deformación plástica de los granos.
c) Mármol: D: 2,5 mm. Masa foliada de cristales de calcita. Nótese la curvatura de los planos de maclado polisintético
(0112) debido a la deformación plástica de los granos.
d) Anfibolita: D: 2,5 mm. Anfibolita arqueana. Sección ortogonal a la foliación y a la lineación. Idioblastos de hornblenda
(clivaje rómbico), xenoblastos de oligoclasa, hojuelas de biotita marrón (oscura y con fino clivaje micáceo), y granos de
titanita accesoria. Es posiblemente un metagabro o una metadiabasa.
e) Anfibolita: D: 2,5 mm. Misma roca (c) anterior, pero cortada ortogonal a la foliación y paralela a la lineación. Se
observan algunos granos incoloros de cuarzo.
f) Anfibolita epidótica: D: 2,5 mm. Sección paralela a la foliación. Hornblenda y biotita definen la foliación, algunos
prismas mal terminados de epídoto (sombreado claro), en matriz de oligoclasa. Granos de esfena accesorios (oscuros y
de alto relieve) y algo de cuarzo accesorio.
a) Esquisto azul: D: 2 mm. Agujas de crossita (azul profundo) y prismas mal formados de lawsonita (incoloros y de alto
relieve), en una matriz de cuarzo granoblástico. Titanita y magnetita como accesorios. Leve foliación nematoblástica.
(a) (b)
a) Eclogita cianítica, de tipo “B”: D: 3 mm. Porfidoblastos de granate piropo rosado (granular y fracturado), de cianita
(oscura y con clivaje marcado), en matriz de piroxeno onfacita (verde claro), con rutilo accesorio (negruzco).
b) Eclogita ofiolítica, de tipo “C”: D: 3 mm. Idioblastos de granate rosado (granular y fracturado) con bordes
cloritizados, en matriz de onfacita (verde claro) y glaucofano (azul pálido), con granos de rutilo (rojo oscuro) alterados a
titanita. La titanita, el glaucofano y la clorita son producto de metamorfismo retrógrado. Eclogitas iguales a ésta se hallan
con frecuencia como budines en la cordillera de la Costa, al norte de Venezuela, donde han sufrido alteración retrógrada
con la eliminación total o casi total del piroxeno y del rutilo, que han pasado a ser actinolita-glaucofano, clorita y titanita,
denominándose anfibolitas granatíferas. Algunas contienen también cianita, o paragonita, como alteración de zoisita.
a) Gneis cordierítico-plagioclásico: D: 3 mm. Xenoblastos de cordierita con halos pleocroicos alrededor de inclusiones
de circón y esfena, alterados en los bordes a pinita (clorita verde pálido, con clivaje micáceo fino); oligoclasa tabular
maclada, cuarzo incoloro, biotita marrón oscuro, intercalada localmente con muscovita, granate almandino (granular y
fracturado, cerca del borde inferior), agujas de sillimanita (borde superior derecho), grafito abundante (negro) y algo de
pirita (negra, cúbica). La compleja asociación mineral sugiere que la roca ha sido sometida a repetidos eventos
metamórficos, con grado distinto (polimetamorfismo).
b) Charnockita félsica: D: 3 mm. Granate fracturado y hornblenda verde (parte superior), diópsido (abajo a la izquierda)
e hipersteno (abajo a la derecha). Los minerales incoloros son cuarzo, pertita y andesina maclada. Rocas como ésta han
sufrido metamorfismo a las más altas temperaturas, posibles solo en la base de la corteza continental.
c) Charnockita diorítica (enderbita): D: 2 mm. Biotita con bordes alterados a granate (parte superior), granate con
inclusiones de ilmenita (a la derecha) e hipersteno (abajo a la derecha). Los minerales incoloros son pertita (mesopertita)
y algo de cuarzo.
d) Granulita: D: 7 mm. Roca sin foliación, casi carente de minerales hidratados (textura granoblástica). La matriz
incolora está formada de cuarzo granular y plagioclasa débilmente maclada. Los minerales de alto relieve son: prismatina
(raro borosilicato de Mg-Al), a la izquierda, en forma de agregados radiales; sillimanita en el borde inferior (con clivaje
marcado); y turmalina (granos anhedrales) cerca del borde derecho. La roca pudo haber sufrido un metasomatismo de
boro que ha originado la prismatina y la turmalina; o contrariamente, constituyó un sedimento lacustrino o marino rico en
dicho elemento.
e) Granulita: D: 2 mm. Roca poco foliada debida a trenes de biotita (hojuelas negras) subparalelos. La matriz contiene
cuarzo (incoloro), y ortosa (sombreado fino). Los porfidoblastos son de cianita (con clivaje marcado) y almandino (granos
fracturados).
f) Charnockita máfica: D: 2 mm. Porfidoblastos de almandino rosado, en una matriz granoblástica de hipersteno,
diópsido (con clivajes marcados), y andesina (incolora).
a) Serpentinita broncítica (meta-harzburgita): D: 2,5 mm. Bastita (antigorita) pseudomorfa de broncita (Fe-enstatita),
con clivaje residual marcado, en una matriz de antigorita con estructura reticulada (mesh structure) derivada del olivino.
Gránulos de óxidos secundarios delinean los contornos de los cristales de olivino originales. La roca parental era una
harzburgita (85% Olivino + 15% Opx).
b) Serpentinita (meta-dunita): D: 3 mm. Antigorita en hojuelas, sin orientación. Granos opacos de pirita anhedral.
a) Milonita: D: 5 mm. Grandes cristales deformados y rotos de feldespato (porfidoclastos) y trenes de granate granular
(alto relieve), en una matriz de grano fino de cuarzo y feldespato, foliada, y con venillas de cuarzo granoblástico.
b) Milonita: granito milonitizado. D: 5 mm. Grandes cristales deformados y parcialmente granulados de cuarzo,
microclino (borde inferior) y plagioclasa. (porfidoclastos), en una matriz granular de cuarzo, feldespato y biotita.
c) Augengneis: D: 6 mm. Porfidoclastos ovoidales de feldespato K y plagioclasa, en una matriz foliada de muscovita,
clorita y cuarzo, a travesada por cintillas de cuarzo granular no deformado. Es una textura muy común en los bloques
graníticos de basamento precámbrico o paleozoico que se encuentran en la cordillera de la Costa, en especial en el
Augengneis de Peña de Mora, de edad Mesoproterozoico.
Son rocas no-foliadas, que pueden a veces preservar una foliación o estratificación reliquia del protolito. Los hornfels son
de clase pelítica y de grano fino, con algunos grandes porfidoblastos; los mármoles de contacto son de clase
carbonática, de grano grueso, con mineralogías a menudo exóticas.
a) Pizarra quiastolítica: D: 3 mm. Porfidoblasto de quiastolita (andalucita con inclusiones carbonosas en forma de cruz),
ahora convertido a pinita (Al-clorita, muy clara, como alteración retrógrada). La fina matriz consiste de sericita, biotita,
con algo de cuarzo y grafito. Nótese como la foliación pizarrosa (casi vertical en este corte) ha sido destruida en las
cercanías del porfidoblasto en crecimiento.
b) Pizarra quiastolítica: D: 7 mm. Sección paralela a la foliación pizarrosa. Porfidoblastos de quiastolita alterada a
pinita, en una matriz fina de biotita, grafito y cuarzo. Nótese, en los cristales situados un poco más arriba del centro de la
sección. el núcleo de andalucita (de alto relieve e incoloro) que ha sobrevivido a la alteración,.
c) Hornfels andalucítico: D: 3 mm. Andalucita granular esponjosa, biotita, muscovita y magnetita en una matriz de
cuarzo granoblástico.
d) Mármol magnesiano de contacto: D: 3 mm. Forsterita granular (alto relieve) en una matriz de calcita granular (clivaje
marcado). Nótese la alteración parcial (reticulada) a serpentina (incolora a verde pálido) que rodea y corta a la forsterita.
e) Mármol magnesiano de contacto: D: 3 mm. Gran poiquiloblasto de diópsido (clivaje rectangular) que incluye
cristales idioblásticos de vesubianita (rectangulares). Otros cristales de vesubianita están embebidos en la calcita.
f) Mármol magnesiano de contacto: D: 3 mm. Idioblastos octaédricos de espinela (sombreados y con alto relieve,
cerca del borde inferior), y granos amarillentos de minerales del grupo condrodita-clinohumita, embebidos en brucita de
grano grueso (con clivaje marcado en una dirección, cerca del borde derecho) y calcita granular (con clivaje
romboédrico). La brucita, Mg(OH)2, proviene de la alteración retrógrada de periclasa, MgO.