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La clase que vive del trabajo y Duelo y trauma del desempleo

Elena Suárez

Como plantea el autor, la clase que vive del trabajo incluye a todos aquellos que venden su
fuerza de trabajo, teniendo como núcleo central a los trabajadores productivos. No se
restringe al trabajo manual directo, sino que incorpora la totalidad del trabajo social, del
trabajo colectivo asalariado. De esta manera, engloba tanto al proletariado industrial como
al conjunto de los asalariados que venden su fuerza de trabajo.

Uno de los fenómenos abordados en el texto es el del aumento del trabajo femenino. En la
actualidad alcanza más del 40% de la fuerza de trabajo en diversos países avanzados. No
obstante, se encuentra en desventaja frente al masculino, tanto en términos salariales
como de condiciones y derechos laborales.
Es curioso como el ámbito laboral es un reflejo de las situaciones y estructuras sociales,
pues el mismo fenómeno de inequidad se hace presente en la vida cotidiana.

Por ejemplo, como asegura el autor, las actividades de concepción o aquellas basadas en
capital intensivo son ocupadas por el trabajo masculino, en tanto aquellas dotadas de
menor capacitación, más elementales y frecuentemente fundadas en trabajo intensivo,
están destinadas a las mujeres trabajadoras, a los inmigrantes y o a los negros.
En la estructura organizacional hay un privilegio hacia los hombres, pues son vistos como
más capacitados y merecedores de una digna remuneración.

Un estudio comparativo entre Japón, Francia y Perú mostró que el trabajo manual y
repetitivo era atribuido a las mujeres, y el que requería conocimientos técnicos a los
hombres, ilustrando las creencias sobre la primacía de las capacidades del género
masculino.
De este modo, las mujeres estaban menos asociadas a las actividades de grupo y menos
solicitadas para dar sugerencias de mejora en el plano técnico, adicionalmente, eran
frecuentemente excluidas de los procesos de toma de decisiones.

Como plantea el autor, la mujer trabajadora realiza una doble actividad laboral, dentro y
fuera de su casa o dentro y fuera de la fábrica. Además de la duplicación del acto laboral,
ella es doblemente explotada por el capital. Debe cumplir con sus labores en el hogar al
tiempo que desempeña un rol en una organización.

Es importante resaltar que en el mundo se ha efectuado una construcción social sexuada,


donde los hombres y las mujeres que trabajan son diferentemente cualificados y
capacitados para el ingreso en el mercado de trabajo, y el capitalismo ha sabido apropiarse
desigualmente de esa división sexual.

Ante lo enunciado anteriormente, me surge un cuestionamiento sobre el origen del deseo


de trabajar y los factores que impiden renunciar ante la inequidad de género. ¿por qué las
mujeres continúan en un sistema que no reconoce que sus capacidades son independientes
a su sexo?

Encuentro una posible explicación en el texto siguiente. Las mujeres, así tengan numerosas
responsabilidades en su hogar y no sean tratadas con equidad en sus labores, consideran el
trabajo como un medio posibilitador para estructurar una identidad y desarrollar o
incrementar su autoestima, pues en el mundo somos reconocidos (en un primer momento)
por lo que hacemos: el psicólogo, la dermatóloga, la consultora, etc.

Por otro lado, para Freud, el trabajo permite desarrollar un sentimiento de apoderamiento
o dominio, permite desarrollar sentimientos de pertenencia, ambición y creatividad, y es
un modo de desarrollar los vínculos exogámicos, buscar reconocimiento social y logar una
independencia respecto de la autoridad de los progenitores.

Al contrario, el desempleo es considerado desde el psicoanálisis como un trauma a partir


del que se desarrollan ciertos desenlaces psicopatológicos.

De este modo, podría deducir que las implicaciones de no trabajar son percibidas como
menos deseables; es preferible permanecer en un sistema desigual, pero que posibilite un
ideal de desarrollo personal.

Otro punto que me llama la atención es la aplicación del locus de control interno y el locus
de control externo al contexto psicosocial. Así, se han descrito dos procesos secuenciales
frente al desempleo. En un principio, cuando el individuo pierde su trabajo, atribuye su
estado de desempleo a fuerzas sociales, económicas, políticas, ajenas a su voluntad y
dominio (locus de control externo); sin embargo, al no encontrar trabajo, el sujeto
considera que es debido a sus características personales, su pasado, sus acciones, etc. (locus
de control interno).

En este sentido, es fundamental reflexionar, no solo sobre las condiciones externas, ni


centrarse en los defectos personales a la hora de cuestionarse sobre el desempleo, pues lo
anterior puede conllevar a que no se desarrolle la capacidad de autoobservación y
autorregulación que permiten el mejoramiento, o el sujeto se estancará y deprimirá
pensando únicamente en su defectuosidad.

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