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(Explicación del pirrafo IV del Titulo Praliminar del Código Civil)

POR

PAULINO ALFONSO

SANTIAGO DE CHILE
JMPRENTA CERVANTES
BANDERA, 73
-
18QS
DE LA INTERPRETACIÓN DE LA LEY
--%%o-

(Esplieacibn del párrafo IV del Titulo Prclirninar del COdigo Cii il)

Llámase i~rter~uetaci&~z a'£ ?as leyes la determinación del ver-


dadero sentido de ellas, especialmente cuando su sentido es os-
curo 6 se presta A. dudas.
La interpretación puede ser nut4ztz'cn Ó doduirtal; es autén-
tica la que procede del Poder Legislativo, que siendo el poder
que forma la ley, es el único A quien incumbe la facultad de in-
terpretarla con fuerza generalmente obligatoria; y es doctrinal
lo que procede de los jurisconsultos, jueces y abogados.
Al poder judicial corresponde la facultad de interpretar las
leyes de un modo particularmente obligatorio respecto de las
causas que actualmente se sometan A su conocimiento, pues d e
lo contrario, carecería de 1a posibilidad de administrar justicia
en aquellos casos, por lo demás muy frecuentes, en que la desin-
teligencia de las partes recae sobre la manera como h a de ser
entendido y aplicado algún texto legal.
Remitesc don Andrés Bello acerca de esta materia, al articu-
lo I~zter~vetaci& del Xep~vtouiode Merlfn, en el cual, ddndose
cuenta de la discusión que motivó el Proyecto de1 Código Ci-
vil francds, en lo reIativo á Ia determinación de las facultades
d e los jueces para intcrpretar las Icyes, se dice que en dicha
discusión sc hizo notar la necesidad dc no restringir demasia-
d o á este respecto las facultades d e la judicatura, con menos-
cabo d e la realización de los fines para que ha sido instituida,
por Iiuir del peligro de que se abrogue en la interpretación d e
las Icyes un papcl que sólo corresponde al Podcr Legislativo;
ideas qiie, aceptadas, dieron margen á la dirposición del artícii-
lo 5.0 del referido Código, qiie prohibe á los juecespro~tzr?zcia~se
por ?~!LZ de disposicihn getelrertrly veglnntentn?~iíz,sobre las causas
que se sometan A su conocimiento.
Más reconocida en los miembros de los tribunales dc justi-
cia la facultad de interpretar las leyes de un modo particular-
metite obligatorio, ha querido el legislador, á fin d e prevenir en
lo posible erróneas interpretaciones, dictar las reglas principa-
les á qiie en esta importantísima materia han de ajustar su con-
ducta. En la imposibilidad relativa de incluir en el Código un
trntaclo completo sobre el particular, circnnscribióse el legisla-
dor ;i la consigiiacióti de aquéllas que le parecieron mAs útiles,
sea 1mr su propia importancia intrínseca, sea por la convcnien-
cia de proscribir rigurosamcnte máximas d e interpretación an-
t c s admitidas como saludables y valederas.

C u a n d o el s e n t i d o d e la ley es claro, n o se d e s a t e n -
,derA s u t e n o r literal, á p r e t e x t o de consultar s u espíritu.
P e r o bien se puede, p a r a interpretar u n a e x p r e s i ó n
osrrrr(z de la ley, recurrir á s u intención 6 espíritu, cla-
xarnc:nte manifestados e n ella m i s m a 6 e n la historia fi-
d e d i g n a de s u establecimiento.

Inciso 1.0-Si el legislador, á quien debe suponerse suficiente-


mcrite versado en la materia sobre la cual hace recaer sus dis-
posiciones, y en el lenguaje con que las expresa, dice algo con
claridad, será porque quiere que, así como lo dice, se entienda y
s c practique; pues si otro hubiera sido su Animo, no habría
dicho lo que dijo, sino una cosa diversa. Dcjar, pues, de enten-
d e r sus disposiciones en el sentido claro que ellas ofrecen, bajo
cualquier pretexto, aunque sea en razón de las consecuencias
absurdas 6 perjudiciales á que ello dé lugar, aunque sea so capa
de consuItar su íntención ó espíritu, es desobedecer abierta-
mente su voluntad soberana, es sublevarse contra la autoridad
de la ley, es convertirse de intérprete en legislador.
Nunca se insistirá lo bastante acerca de la necesidad de res-
petar cual se debe el fundamental principio de interpretación
consignado en el inciso que estudiamos.
No stlo provee ese principio á que sea reconocido y acatado
el verdadero pensamiento del legislador; provee también A evi-
tar las funestas consecue~~cias que se seguirían de reconocer á
los jueces la facultad peligrosisima de interpretar las leyes d e
una manera Licenciosa y arbitraria. Bajo un régimen semejante,
no habría derecho alguno que pudiera considerarse seguro, aun
cuando contara con el apoyo aparente de disposiciones legales
cxplicitas i perentorias. Disminuiríase, pues, en proporcidn con-
siderable el beneficio queel establecimiento de las buenas leyes
repoí-ta á las sociedades humanas.
No puede negarse que, por la imposibilidad de que el legis-
lador prevca todos los casos y por la inconveniencia de que es-
tatuya sobre casos raros y excepcionales, puede llegar á suceder
que la aplicación' de la ley resuf'te á las veces absurda, inequi-
tativa, y contraria á la intención ó espíritu del legislador; no
puede negarse tampoco que, en principio, sería tal vez preferi-
ble una regla de interpretación, según la cual pudiera en tales
casos estarse á dicha intención ó espíritu.
Prácticamente, empero, no es lo mismo; lo seria tal vez si las
leyes hubieran de ser invariablemente aplicadas por hombres
de integérrima probidad y de rectísimo criterio; mas, como los
magistrados pocas veces alcanzan en el hecho tan rdevantes
dotes, los inconvenientes de1 sistema que el Código patrocina,
si bien'efcctivos, serán, con mucho, menos graves que los incon-
venientes del sistema opuesto.
Veamos un ejemplo. Dispone el Código en su articuIo 208,
que para que pueda efectuarse la legitimacion de los hijos na-
cidos antes del matrimonio y no recoiiocidos por 10s padres Ie-
gitimantes corno hijos naturales de ambos, es preciso que 10s
padres designen los hijos á quienes confieren este beneficio, y a
estén vivos 6 muertos, en un instrumento público, que deberá
otorgarse á la fecha del matrimonio, 6, en caso de impcdimento
gravc, dentro de los treinta días subsiguientes á ella, so pena do
nulidad; restricción que tiene por objeto dificultar el fraude que
pudieran cometer los cónyuges, legitimando aparentemente á
un extraiio, con fines de indecoroso medro personal.
Pues bien, conforme á lo dispuesto en el inciso que estudia-
mos, no será válida la legitimación si no se ha otorgado el res-
pectivo instrumento público á la fecha del matrimonio, 6, en
caso d e impcdimento gravc, dentro d e los treinta días subsi-
guientes, aunque se ofrezca probar de una manera fidedigna
que los presuntos legitimados son cfectivarnentc hijos d e los
presuntos legitimantes.
Lo dicho no es, empero, un obstáculo para que pueda y deba
á las veces limitarse la natural amplitud de significado de algu-
na disposición legal, á mérito de otra disposición d e la ley, sin
perjuicio de la cual haya aquélla de entenderse.
Así, por ejemplo, el inciso 1.0 del articulo 180, el cual
establece que el hijo que nace después d e expirados los ciento
oclicnta días subsiguientes al matrimonio, se reputa concebido
en él y tiene por padre al marido, no debe considerarse aplica-
ble al hijo que nace después d e expirados los trescientos días
subsiguientes á la disolución del matrimonio, porque, según lo
prescripto en el inciso 1.0 del artículo 185, está obligado el juez
A declarar la ilegitimidad de ese hijo á pctición d e cualquiera
persona que tenga interés actual en ello.
E! inciso 2.0 del artículo 1069 prescribe que para conocer la
voluntad del testador, se estará m&s á la sustancia de sus dis-
posiciones que á las palabras de que se haya servido.
Así también, el artículo 1560 prescribe que conocida clara-
mente la intención de los contratantes, debe estarse más á ella
que á lo literal de las palabras.
Como las leyes se hacen con el mayor esmero posible por
personas de ordinario profundamente versadas en las respecti-
vas materias, y hábiles en el manejo d e la letrgua d e que se sir-
ven, es lógico, respecto de ellas, suponer que dicen siempre lo
que quieren decir.
Mas, como los actos testamentarios y contratos suelen ser
otorgados de prisa, y por personas incompetentes, que se cuidan
poco de proveer á la excelencia de la forma gramatical y lite-
raria en la expresión de su pensamiento, habria sido absurdo y
ocasionado á torcer con frecuencia, y á sabiendas, la verdadera
voluntad de los testadores y contratantes, el hacer respecto d e
ellos una suposición análoga.
Inciso 2.0-Entiéndese por osczcro lo confuso, lo falto de c1a-
ridad, lo poco inteligible.
O que se presta á dos 6 m6s interpreta-
Llámase ~ J ? Z ~ & T L lo
ciones.
Aun suponiendo que la ambigüedad no se comprenda en la
oscuridad á que en este inciso se refiere el Cddigo, parece que
cabría siempre establecer por analogía que los pasajes ambi-
guos pueden ser interpretados recurriendo á la intención 6 es-
píritu de la ley, claramente manifestados en ella misma, 6 en
la historia fidedigna de su establecimiento.
Algo análogo cabe observar respecto de los casos no previs-
tos por Ia Iey, pero que quepan, sin embargo, dentro de su in-
tención 6 espiritu.
Acostumbrábase antiguamente acompafiar los preceptos le-
gales de los motivos ó razones que habían inducido al legisla-
dor A establecerlos.
Raras veces se observa ahora el mismo procedimiento.
Mas, aun cuando la razón dc la ley no sc exprese en la ley
misma, muchas veces podrá, sin e m b a r g ~ desprenderse
, con
evidencia de su contexto.
Asf, por ejemplo, de lo prescripto en el articulo I 172, que de-
fine la porción conyugal como aquella parte del patrimonio del
difunto que la ley asigna al cónyuge sobreviviente qae carece
.de Lo ~lecesnviopava SZL coiZgYttn s~ste~ztacíú~z,se deduce que la
conveniencia de proveer á ésta es el fin que el legislador se h a
propuesto al establecerla.
Asi también, la disposición del articulo 412 del Código, la
cual establece que, por regla general, ningún acto 6 contrato en
q u e directa ó indirectamente tenga interés e1 tutor Ó curador,
podrá ejecutarse 6 celebrarse sino con autorización de los otros
tutores 6 curadores generales del mismo pupilo, 6 del juez en
subsidio, ha sido establecido con el fin manifiesto de garantir al
pupilo contra los fraudes que en esta materia, y en su perjuicio,.
pudieran cometerse por el tutor 6 curador.
S e pone también el legislador en el caso de que la intención
6 espíritu de la ley se manifieste claramente en la historia fide-
digna de su establecimiento.
Entiéndese por histovín ~llanarración y exposición verdadera
d e los acontecimientos y cosas memorables.t, (Diccionario d e la
Lengua.)
Llámase$ded&?zo (de las palabras latinas fin(, fe, y a'igtzz~~,
digno) lo que es digno de fe 6 crddito.
L a palabra eskzblecimie~ztoestii tomada aquí en el sentido d e
institución de la ley.
Según estas definiciones, se llamará /tistorinfirteu!ig~zn(Ipd es-
de Zn ley la narración digna d e crédito d e la que
tnbleci?~zie?zio
ocurrió al instituirla.
Adviértase que, conforme á las palabras dignn a'e cridito, no
debería considerarse como fuente de interpretación doctrinal la
narración qne hiciera alguna persona privada d e lo que oyó de-
cir al redactor d e la ley en orden á su intención 6 espíritu al
dictar tal 6 cual disposiciói~d e la misma: sería preciso quc ello
constara de documentos reconocidos como autCnticos, ó cuya
autenticidad pudiera fehacientemente demostrarse.
Forman parte, por ejemplo, de la historia fidedigna del csta-
blecimiento de la ley, los proyectos d e las leyes y códigos, las
actas d e sus comisiones revisoras, las discusiones habidas en las
cámaras legislativas cuando fueron presentados á su aproba-
ción, etc.
Y especialmente forman parte de la historia fidedigna del es-
tablecimiento del Código Civil, los proyectos sobre los libros
tercero y cuarto, publicados en El Avnzicnrzo en los aííos 1846
y 1847, el proyecto de todo el Código presentado á la Comi-
sión Revisora en 1853, la primera rcdacción que ésta di6 al mis-
mo proyecto, publicado no ha mucho en la edición d e las obras-
completas d e don Andrés Bello, y el proyecto aprobado por el
Congreso Nacional en 1855, que difiere en algunos puntos d e
la edición oficial del mismo CGdigo.
L a Comisión Revisora del Proyecto de Código Civil, que tan
felizmente y con tan marcado patriotismo supo desempeñar l a s
tareas encomendadas á su celo, omitió dejarnos constancia cs-
crita de sus deliberaciones, la cual habría sido preciosa para
conocer en muchos casos cl vcrdadcro cspfritu del legislador,
Fclizmcnte, no han incurrido en la misma omisión algunas
de las demás comisiones revisoras de los proyectos de Códigos
que se han convcrtido y están por convertirse en leyes dc la
RcpúbIica.
Asf, por ejemplo, existen libros impresos en que se contic-
ncn las actas de las cornisiones revisoras de los proycctos d e
Código Penal y de Código de Etijuiciamiento Civil.
Y es de esperar que en lo futuro no se descuide preparar
oportunamente, respecto de los demds códigos que sc elaboren,
un medio de interpretacidn de la ley, tan fácil, tan seguro y
tan eficaz, como cl que se desprende del conocimiento y estudio
de las actas de sus comisiones revisoras.
Prcscindicndo de las fuentes ya indicadas dc interpretación
de nuestro Código Civil, merecen aún llamar la atencidn á estc
propósito, las anotaciones con que don AndrCs Bello acompaiió
los proycctos de I 846 y de 1847 sobre los libros tercero y cuarto;
la controversia entre cl mismo sefior Bcllo y don Miguel María
Güemes sobre varios artículos del primero de dichos proycctos;
fa enunciación de las fuentes de algunas dc las disposiciones del
proyccto de 1853, hccha á continuación de cada uno de los
libros dcl mismo Proyecto, siendo de advertir que estas fuentes
no deben en concecucncia atribuirse á las respectivas disposi-
ciones del Código, bien que las unas y las otras suelan á las vc-
ces coincidir; las observaciones que algunos jueces de letras hi-
cieron al Proyccto de Código de 1853; el mensaje con que el de
1855 fuP presentado A la consideración del Congreso Xacional;
y, por último, las breves anotaciones hechas al Código por don
Andrés Bcllo hasta el articulo 76, y que vieron por primera vez
la luz pública en el opdsculo Dan ArzlEvés Belfoy e l Cdd;Bo Civil,
de rni distinguido amigo don Miguel Luis Amunátegui y Reyes.
Fuerza lógica no escasa, tiencn también para la interpretación
de algunas disposiciones del Código los articulas en que el scííor
Bello absolvió algunas dificultades que acerca de las mismas le
fueron propuestas después de la fecha en que empezaron í i ser
obligatorias.
Fuente útil d e consulta son, asimismo, los manuscritos en
q u e se contienen los borradores del Código, hechos frecucnte-
mente de puño y letra de don Andrés Bello. Por desgracia,
pocos se conservan, sin que se sepa absolutamente el paradero
d e los demás.
Mas, por satisfactcrio y decisivo que sea el arbitrio de inter-
prctacidn derivado d e la historia fidedigna del establecimiento
d e la ley, es preciso no olvidar que él constituye sólo un arbi-
trio subsidiario, del cual no es lícito echar mano cuando el caso
d e que se trata está resuelto claramente por la ley, aún cuando
esta resolución sea absurda y parezca contrariar abiertamente
la intención 6 espiritu del legislador, manifestados en la ley
misma, ó en la historia fidedigna de su establecimiento.
A mérito de estas mismas consideraciones, parece, por lo me-
nos, dudosa la oportunidad con que don Andrés Bello hizo valer
la historia fidedigna del establecimiento de la ley, derivándola
d e sus propios recuerdos, y d e los recuerdos de don José Ga-
briel Ocampo, miembro quefué de la Comisión Revisora, cuando
consultado sobre la mejor manera de interpretar el núinero 1.0
del artículo 1618 del Código, di8 de él una interpretación in-
compatible con el principio d e que cuando el sentido d e la ley
es claro, no se desatenderá su tenor literal, á pretexto de con-
sultar su espíritu. L a disposición de ese número aparece en el
Código con algún sentido, absurdo, si se quiere, pero verdadero.
Agrega don Andrés Bello que es una parte precisa de la her-
menéutica la restaiiración del texto legal cuando está mani-
fiestamente viciado; pero iqué ley confiere á los tribunales la
facultad de restaurar el texto de las leyes, variando la forma en
q u e han sido promulgadas por el Presidente de la República,
con audiencia del Consejo de Estado, cuando, rí su juicio, esa
forma se encuentra viciada? Y si esa ley no existe, es el caso d e
aplicar lo dispuesto en el artículo 150 de la Constitución, en
virtud del cual tininguna magistratura, ninguna persona, ni reu-
nión de personas, puede arrogarse, ni aun á pretexto de circuns-
tancias extraordinarias, otra autoridad ó derechos que aquéllos
que expresamente les hayan conferido las leyes, so pena d e nu-
lidad
L o que conviene hacer en semejantes casos, es solicitar una
disposición legislativa que autorizadamente restablezca el texto
Iegal, arbitrio que de preferencia indicaba don Andrés Bello
e n el artículo de que se ha habladc.

Las palabras de la ley se entenderán en su sentido


natural y obvio, según el uso genera1 de las mismas pa-
Babras; pero cuando el Iegislador las haya definido ex-
presamente para ci~ertasmaterias, se les dará en éstas su
significado legal.

llLas palabras de la ley se entenderán en su sentido natural


y obvio, según el uso general de las mismas palabra.;.tt
Entiendese por xntr~rnl lo perteneciente á la naturaleza, 6
conforme á la calidad 6 propiedad de las cosas.
Scntido natural de las palabras será, pues, el que le corres-
ponda de suyo, por lo que buenamente suenan, sin violencia d e
ninguna especie.
Es obnlio lo que se encuentra ó pone delante de los ojos, y en
sentido figurado, lo muy claro y que no tiene dificultad.
Por f~sogenerrtdde las palabras no ha de entenderse aquí eI
uso vicioso, aunque esté muy generalizado, y a que ha de dis-
currirse sobre la base de que el legislador conoce el Ienguaje
d e que se sirve, y lo emplea correctamente. Asi, por ejemplo,
la palabra cobrar está tomada en el Código (artículo 647, inci-
so 2.0) en el sentido de percibir, que es el que genuinamente Ic
corresponde, y nó en el dc recZaiiznr, que cs el que vulgar y or-
dinariamente se le atribuye.
Para conocer el sentido natural y obvio de las palabras, se-
gún el uso general de las mismas, conviene echar mano de un
diccionario de la lengua; y parece natural preferir el de la Real
Academia Espafíola, á la cual, por tácito y casi general asenti-
miento de todos los paises en que se habla el castellano, se re-
conoce el supremo derecho' de legislar, con fuerza moral obli-
gatoria, en materias de Ienguaje.
Prescindiendo d e la exposición de las demás razones en que-
estc asentimiento se apoya, cabe observar que las resoluciones
d e la Real Academia tienen, cuando menos, el prestigio que les
d a la sabiduría de este alto cuerpo, en el que figuran muchas
d e las personas que más han descollado en el conocimiento y
manejo de nuestra lengua.
11Perocuando el legislador las haya definido expresamente
para ciertas materias, se les dará en éstas su significado legal.1,
Dueño es, en efecto, el legislador de atribuir á las p a l'i b ras
la significación quc quiera; lo que no obsta para que deba pro-
ceder discretaincnte en el ejercicio de csta facultad. Mas, desde
el momento en que el legislador, haciendo uso de ella, dcfina
ciertas palabras, no podremos, sin rcbelarnos contra su auto-
ridad soberana, atribuirles diverso significado, aun cuando
las definiciones de la ley no guarden armonía con el sentido
natural y obvio de las palabras, según el uso gencral cle las
mismas.
Así, por ejcmplo, dice el inciso 2.0 del artículo 36 del Código
Civil, que se llaman hijos natztvaZes en estc Código, los q u c han
obtcnido el reconocimiento de su padre ó madre, 6 ambos, otí>r-
gacio por instrumento público; siendo así que ordinariamente
se llaman hijos natzwnles los que lo son s610 por la naturaliza,
esto es, los que han resultado de una unión sexual no sancio-
tiada por la ley.
Así, también, dice el inciso 2.0 del artículo 702, que se llama
posesión regztlnr la que procede de justo título, y ha sido adqui-
rida de buena fe, artrzqrie la hz~enafeno szrbsista LEesfrt~rSde adqui-
rida ZLzposesióiz;y que, por consiguiente, se puede ser posecdor
regular y posecdor de mala fe, tdrminos que en el lenguaje na-
tural, obvio, currientc, habrían sonado como incompatibles.
Puedc, empero, que el legislador se valga d e términos defi-
nidos por la ley en sentidos diversos de sus acepciones legales.
Mas, evidentemente, no será lícito atribuirles dichos sentidos,
sino cuando del contexto de las disposiciones de que se tra-
t e se deduzca con toda claridad que cl legislador quiso atribuír-
selos.
Así, por ejemplo, cuando una ley hable d e poseedoues, men-
cionando entre ellos á los arrendatarios y usiifructuarios, no de-
berá entenderse que toma la palabra en su sentido Icgal, sino
en sil acepción ordinaria 6 equivalente á tenedores.
Algo análogo cabe observar de los casos en que las leyes ca-
lifican de niízos á personas mayores de siete afios.

L a s palabras técnicas de toda ciencia 6 a r t e se toma-


pán e n el sentido q u e les d e n los q u e profesan la misma
ciencia 6 arte, á menos q u e aparezca claramente q u e se
h a n tomado e n un sentido diverso.

Llámansepalaó~nstdcizicas las que sólo se emplean en alguna


ciencia 6 arte.
Llámanse tambidn pnlabvns tdcizicns las que, cmpleándoce en
cierto sentido en el lenguaje ordinario, se emplean en un sentido
diverso en el de alguna ciencia ó arte.
Rcspccto de las palabras de esta scgucda ecpecic, sólo sc en-
tenderfi que e\ iegislador les atribuye su sentido técnico, cuando
ello se deduzca con claridad de la naturaleza de la disposición,
6 del contexto de la doctrina legal.
i1A mcnos que aparezca claramente quc se han tomado en
sentido diverso.ll !luna palabra técnica, dice don Andrés Rcllo,
puede emplezrse impropiamcnte en una ,ley por falta de cono-
cimientos especiales en sus autores. ¿Seria racional tomarla en
diferente sentido que e1 legislador?lt
Hay ciertas palabras que son propias de la jurisprudencia, 6
tCcnicas de derecho. Cuando el legislador no las defina, d e b e d
atribuírseles el sentido que los jurisconsultos comunmente les
atribuyen.

1iEl contexto d e la ley servirá para ilustrar e1 sentido


d e cada u n a de s u s partes, d e manera q u e h a y a e n t r e
t o d a s ellas la debida correspondencia y arrnonia.
L o s pasajes oscuros de u n a ley pueden s e r ilustrados
p o r m e d i o de o t r a s leyes, particiilarmente si versan so-
bre el m i s m o asunto.^^
Inciso 1.0-La palabra cotztexto significa en su sentido recto
clorden d e composición 6 tejido de ciertas obras^^, y en su sen-
tido figurado llserie del discurso, tejido de la narracich, hilo d e
la historia,,. (Diccionario de la Lengua.)
Fúndase esta disposición en que es natural suponer que el
legislador haya querido ser lógico y corisecuente consigo mismo
en toda la trama de sus disposiciones.
Si, pues, del contexto de la ley se deduce claramente el pcnsa-
miento del legislador, y existe una disposición ambigua LI' os-
cura que así puede interpretarse en un sentido conforme á dicho
pensamiento, como contrario á él, es obvio que deberá ser pre-
ferida la primera de estas interpretaciones.
L a disposición de este inciso no es, empero, aplicable al case
en que haya dos ó más disposiciones claramente contradicto-
rias, ni al caso en que una disposicidn clara sea incompatible G
poco armonizable con el contexto de la ley.
E l legislador puede indudablemente incurrir en estos de-
fectos.
Vcreinos después qué arbitrio cabe tocar cuando ocurre el
caso de contradicción en las leyes.
S i existe alguna disposición clara, incompatible ó poco arrno-
nizable con el contexto de la ley, deberá aplicársele de prefe-
rencia, en razón de su especialidad, aun cuando dicho contexto
haya de ser consiguientetnente sacrificado.
Refiriéndose el Código en este inciso al contexto de la ley, e s
evidente que en él se trata del contexto d e una ley deterrni-
nada, máxiine cuando el inciso segundo tiene por objeto pres-
cribir que los pasajes oscuros d e una ley pueden ser ilustrados
por medio de otras leyes, particularmente si versan sobre e1
mismo asunto.
Y ello es lógico, supuesto que sólo en el caso d e tratarse d e
una ley determinada, cabe discurrir sobre la base en que se fun-
d a la disposición de este inciso.
Como las varias partes de una ley se entrelazan y relacionan
.entre sí, de la misma manera que las mallas d e una trama, ó los
liilos de un tejido, y crit-;io de aqui resulta naturalmente quc Ia
significación y alcance delas unas se subordina con frccuencia
4 la significación y alcance de las otras, itnpdnese la necesidad
de estudiarlas todas para penetrarse del verdadero pensamiento
del legislador, y darse cucnta cabal del contexto de su doctrina,
Inciso 2.0-No se rcficrc el Código en cste inciso á los pasajes
claros, porque ellos han dc interpretarse conforme á su tenor
literal, sin quc sea lícito recurrir para interpretarlos á otra fucnte
alguna de interpretación.
No dice el Código que los pasajes oscuros de una ley deberdn
ser iZzistrados, ó se ilzrstrnrn'n por medio de otras leyes, á dife-
rencia de lo que dice cn el inciso precedente sobrc que el con-
texto de la ley serzrivd para ilustrar el sentido de cada una de
sus partes, dc manera que haya entre todas eIlas la debida co-
rrespondencia y armonia. Dice sólo que los referidos pasajes
podrn'n ser ilustrados, c t c Y esto se debe á que si cs posible y
probable que los redactores de las distintas leyes hayan procu-
rado armonizar entre sí las disposiciones de las mismas, cabe
tambiCn la posibilidad de que sus pensamientos hayan sido di-
versos y aun contradictorios.
Dice el Código ilparticularmente si versan sobrc el mismo
asunto~t,porquc, en tal caso, cs más probable que en la rcdac-
ción dc la ley Ó lcyes dictadas con posterioridad se hayan tc-
nido prescntcs las disposiciones de la ley 6 leyes anteriores sobre
la misma materia.
Con mayor razón cabrá ilustrar los pasajes oscuros de una
ley por medio de otras leyes, si consta que la una y las otras
han sido redactadas por una misma persona, porque, en tal caso,
sube de punto la probabilidad de que se haya querido cstable-
cer, entre sus rcspectivas disposiciones, la debida corresponden-
cia y armonia.

Lo favorable h odioso cle una disposición no se toma-


rá en cuenta para ampliar ó restringir su interpretación.
La extensión que deba darse á toda ley se determinará.
por s u g e n u i n o s e n t i d o y s ~ g ú nlas reglas d e interpreta-
ciGn precedentes.
13%sido regla casi constante de la jurisprudencia, que esta-
blecicí el Derecho Romano, y siguió el Español, que lo favora-
ble ú odioso de una disposición debía tomarse en cuenta para
ampliar 6 restringir su interpretación.
Entendíase por fnz~ornblelo que, sin perjudicará nadie, apro-
vechaba á uno ó más.
U se entendía por odioso lo que á alguno ó algunos irrogaba
perjuicio, y especialmente lo relativo á las disposiciones pe-
nales.
Fundábase esta regla en que debiendo entenderse dictadas
las leyes para el bien de los individuos que componen la comu-
nidad, parecía lógico discurrir sobre la base de que el legislador
hubicra querido atribuir la mayor amplitud posible á las dispo-
sicioi~esfavorables, y la menor posible á las odiosas.
Y, aun cuando según la buena doctrina, sólo cabía ampliar
6 restringir el sentido de algún precepto legal, á virtud de la
aplicación de este arbitrio de hermenéutica, en el caso de ha-
ber duda plausible sobrc su verdadera inteligencia, nuestro Có-
digo, siguiendo en esto al de Luisiana, ha querido proscribir
rigorosamente el empleo de dicha rcgla, que sin ser en manera
alguria indispensab!e, se prestaba á los más graves y fiecuentcs
abusos en la interpretación d e las leyes.
Lo dispuesto en cste artículo no es un obstáculo para que,
disciirriéndose por analogía, pueda á las veces resolverse un
caso no previsto por el legislador, con el criterio de una dispo-
sición relativa á un caso análogo.
Así, por ejemplo, tratátidose de dcterrninar si las donaciones
cntre vivos, que son actos juridicos que la ley no califica d c
contratos, se rigen por las leyes vigentes á la fecha de su ejecu-
ción, Ó por las vigentes á la época de su cumplimiento, puede
sostenerse lo primero, por haber establecido la ley d e 7 de oc-
tubre de 1861 que en todo contrato se entiendan incorporadas
las leyes vigentes ñ la época de su celebración.
Adviértase que no debe discutirse por analogía, tomando
por base disposiciones excepcionales, supuesto que en todo
Delvincoiirt, cii SLI curso de Cúdigo Civil, sostieiie qtie las succ-
siories se abren por I;L muerte civil, natural y presunta. E s igual
al jwincipio reconocido por el legislador cbileilo.
M. FsBc16ric Bfourlori, ~splicaridoel Código FrancBs, se expresa
asi, al trnt;rr de esta materia: t{La declnrnciún de amseiicia no
abre l i t s~cesión.Aunque los presuntos lierecieros entr~tiien pose-
siGu cie los bienes, uo existe eu ellos siiio un título presuntivo.
Pues si se descubre el día del fi~lleciri.iientodel ausente serán sus
l~crcderoslos que lo eran en ese c l í a ~ .
Cnrcía Goyena cleclara que In sncesióii se abre por In miierte
natural y, comentaiido esta ciisposicióii de sil obra, aiíncle qiie cn
ellii va sobreiiteiidi(la la rntlerte l~resii~ita declarnda cori arreglo á
la ley.
Ei inciso 1." del artícnlo terniirin salraildo los casos expresa-
mente exceptitadi~s.Supc)iie, en consecirericia, +ue hay excepcio-
nes, t:iilto al precepttt dc (irle la sucesión se abre en el momento
tle la muerte del difunto, como a1 qiie dispoiie que la ~~1cesiÚn se
nlire eri sn iíltirno doruicilio. Sin embargo, la títiica exce!1ci6n se
refiere & Itt época de la riiuertc, coriio Irit,><$overetnos,
E11 prinier Itigar, segíiii el Seiior Cu~ci,no hay escepciúii algtina
It la regla de qiie la apertura de la eiicesión se verifica eri el iíltitno
tloi3icilio del de cujzcs. P a r a estiirli~iel caso del clesapare-
ciclo y declarado rituerto presiintivamente, con arreglo á lo precep-
trinclo en el párrafo 3.*, títtilo 2 . O del libro 1.O del Código Civil,
La sucesi6n del desapnrccido se :lbre por una resoluci6ri judicial
que lo declara iiiiierto.
No se abre en el íiltin~odon~icilio que haya tenido el desapnre-
cído, siiio eu cl íiltinio domicilio qoe tiivo eii CIiilc. Pero colno la
ley lo finge n ~ u e r t oen Cliile, eii su ítltiriio cloriiicilio civil cliileno,
es i6gíco cine la sucesión se abra en el liignr en qiie se le Jeclaró
niaerto prcsuntivnmente.
El jurisconsiilto cliileuo Ú1tiiiia:nente citado, eostieiie en sil c i -
tedro de Cóífigo Civil, que no I i t i ~cucepciúil algniia y que lo estu-
diado en el p6rrafi) anterior es sólo aparente, no reviste todos Ios
caracteres nccee:trios para coiisi~lernrlnconlo tal. Siii embargo de
t:in autorizada opiuiúii, lo legislndo en el art. 15 dcl C6iiigo Civil,
establece una: en el caso de que rin cliileno muera ctomiciliado en
el extraiijero, la siicesióti se abririi en Cliile, eii el iiltiruo domici-
lio qiic tuvo en este país.
Ilespecto dcl rnompnto de la muerte existe la escepción del
muerto prestintivaniente, en el caso que la feclia declarada (le su
muerte sea anterior (j posterior ti la miierte iiat,ural, como es inuy
posible que suc-ilu.
L a regla del inciso 2." de este articulo es universal: se halla en
todas las legislaciones, por ser regla de ilereclio internacional. Los
romanos antiguos y a la 1iabf:rn establecido.
Se funtlo en la voluiitail del cle c?ljus, íliie, !1or Iinberse lieclio
rnienibro cle la sociednrl en cuyo seno miiere, rrianifiest,a rilarcndil
prefereiicitt por las instituciones y leyes q ~ i cla rigen. Si alandolió
sil anterior douiici!io, es natural suponer que su deseo fiié que la
(li~tribiiciónde sns bienes se reglara por las leyes ti que 41 sc so-
metió libre y espoiit8nenmente.
Lns excepcioiies legales á que sc rcfiere eút,e inciso, u o son riiás
que dos. 11% ya expresa y fundada en la disl)osición de dereclio in-
ternacional que se encierra en el refeiido art. 15 del Código Civil.
La otra se contiene en el art. 998 del rnisrilo c6digo. Eii el csso
de un extranjero que miiere domiciliado fuera del territorio chile-
no, cuya siicesicin en lo referente 5 los bienes situados en Chile y
respecto á su c ú i i ~ t ~ jye parientes cliilenos, se regla por las leyes
chilenas. Y es así aíin en el caso de que esa sucesión se abra fae-
ra de Cliile.
E l art. 998 citado, Iiabla s610 [le la siicesicín legítima; pero sien-
do un olvido, h todas luces nianifiesto, el profesor Setior Cood sos-
tuvo que la regla se exteii(1ía ti toda clase de sacesiones.

Art. 356. La delctcih de nnn nsigiin'cióii cs el a c t u a l


llariiailiieiito d e l a ley ;i aceptarla ó repucliarla.
La liereilcia 6 legaclo sc defiere al Ileredero 6 Iegat,ario
en cl i~ioiiieiitod e fallecer In llcl.sona de c u y a sucesión s e
t r a t a , si el Ileredero 6 legatario no e s llailiado coiic1ic:io-
iialiiieiit~e;6 cri el iiioiiieuto de cuiiiplirae la coiidicióli, si
cl Ilniiiail~ieiitoe s conclicional,
S a l v o si 1n coildicióii cs de no linccr a l g o qtlc de11ci)dn
clo la sola volunt,acl del asigriatnrio, p u c i e 1 1 e s t e caso l a
asigiiacióii sc defiere en el ilioiiiciito dc la muerte del tcs-
tador, íliiililo~e por el ~zsigilatario caucióil suficiente de
restituir la cosa asigriada con sus acccsioncs y frntos, eii
caso de ~oiit~raveiiirse á. Ia condici6n.
L o cual, sin ciiibargo, iio tendrS lugar cuando el testa-
d o liubicre
~ dispuesto qnc i~licntrnspeiidn Ia condicióii dc
no hacer algo, perteiiezca á otro la cosa asignada.

L a voz delación era irsada y a por la iegislacibn roniaila: se (?e-


rion (le cleferir y sil significado está enérgicamente expresado en el
~'riinerinciso de este artículo. P u r su origen roiiiano esta palnbra
ha sido y es eniples~daen todos los códigos y conlentadores anti-
guos y i~ioderiins.
Los ntitores que hati tratado est:i niatcria, ennmeran los cuatro
efectos priricípnles de la delación de la Iierericia: l." rtdquiere iii-
mediatamerite el asiguatario los dereclios p obligaciones del difiin-
to; 2." entra en posesióli de sus lrienes sin nitigiin l~ecliomaterial;
3.@adquiere igualmente el dercclio de t~*aiisniisióii, p 4." continúa
la persona del difiirtto en todo lo transmisible.
L a delación no va sienlpre unida 118 apertura de la sucesidn,
como en e1 caso de una asigrtación coiidiciorial. No son, pues,
iguales. Ln diferencia, sin embargo, se reitliza súIo cuando no se
verifican eii la misma Epoca.
La ley exige que el llaiiiamietito que se hace al asigtlatario h a
(fe ser actuai, es decir, del n~omerlto (le que se trata. No hay de-
Ittcidn si el llnmnmieuto es eventual 6 futuro,
Eii el inciso segundo se dispone que si 1% asignaciún cs pura g
simple, se difiere en el 1nowento iilismo del fflllecirnieuto del de
cujus, esto es, juntarneate con In xpertnra de la socesiCn. Si la
aaignaci6n es condicional se defiere en el niomeuto de ciimplirse
la condicióri. E n este inciso el legislador no emplea las palabras
asignación y asigiiatario que Iia definido en el art. 953, notándose
por ello repetición de las vcces heredero y legatario, repetición
que aunque no oscurece el sentido de la ley, quita slgo 6 l a Iiin-
pieza del estilo lisado en el cbdigo.
E n el inciso 3." se trata ctc una condicióli potestativa especia1
puesta a1 asignatario: la de no Iiacer algo que ctepend:r de su gola
volui~ttld.Segiín el inciso l." del art. 1478 la condición potestativa
que c o n ~ i ~ t íen
n la mera volrint,,zci del obliga,ztio, cs i~riln. E s la
3 -4
condici6n llamada asi voZo» por los autores y que por ser un acto
interno de volición, como si quiero ó no quiero, carece del vínciilo
del derecho, de la necesidad de la persona que se obliga.
Pero si consiste en un hecho voIuntario del obligado, vale, y por
ello el código, en el artículo de que nos ocupanlos, se refiere al
hecho de hacer 6 no algo que dependa de l a mera voluntad del
asignatario.
Como la ley sólo exige caución en términos geriéricos, es iiatn-
1-81que con cualquiera de las tres cauciones que el art. 46 estable-
ce-fianza-hipoteca y prenda, cumple el asignatario.
Si falta á la condición, tendrá que devolver los frutos de la cosa
asignada, porque su falta 10 liace poseedor de mala f%. Debe, pues,
hacer todas las restituciones que las leyes ordenan ií esa clase de
poseedoree.
E l 4." inciso no tiene importancia ninguna, porque si, segiín la
ley, la voluntad del testador clarariente manifestada es la ley su-
prema en eutas materias, carece de objeto la disposicibn en él coii-
tenida.
Este articrilo iio concuerda con el dereclio antiguo y moderno;
segiin Iae prescripcioiies de algiinos códigos, la asignacihn no se
defiere por la ley tk todos los asignatarios, pues exigen 6 los que
especialmente enurneraii pidan la posesión de ella 6 la justicia.
El código frances dice así: (los hijos natarales, el cónyuge so-
breviviente y el Estado, deben tiacerse poner en posesi6n por la
justicia». Con algunas modificacioues disponen lo mismo los códi-
digos sardo, holandks y de Luisiana. E l austriaco ea rnás tertui-
nante y disl~oiietodo lo contrario del uiiestro. (Nadie)) dice, (((lile-
da en posesión de pleno derecho de una herencia. 110s herederos
deben hacerse poner en posesi611 por el trihiinal)).
¿Por quB tanta divergencia? No se coniprende, pero se conoce á
primera vista la superioridad de la disposición (le niiestro ci>tiigo.
En primer lugar, el asignatario es continuadur de In persoiia
del difunto, le afectan los hechos del (JE C Z ~ U Sle
, gravan Ins mis-
mas cargas de él y le sucede en todos sus bieneg. Es justo enton-
ces que inmediatamente se le considere en posesión de lo que
constituye la sucesi6n.
Por otra parte, si estas consideraciones se aplican tanto á unos
como á otros asignatarios, es lógico colocarlos en la misiiia con-
ilici6n y abandonar ciistinciones odiosas que no tienen razGn de ser.
XII

Art. 957. Si cl licrcdcro ó legatario cuyos dcreclios 6,


la succsií,n no 11311 prescrito, ~:LIICCCantes de Iiabcr acep-
tudo 6 rcpncliado la licrertcia 6 legado qtie se lc lia clcferi-
do, transmite á sus liorcderoa cl dereclio dc aceptar ó rc-
pucliar dicha haiiencia 6 legado, a í ~ ncuando fit11~zcasin
sabcr que se lc lis deferido.
No sc pucdc cjcrccr este derecho sin aceptar Ia hcre~i-
cia de la lxrsolia que lo trailsi~iitc.

Si no se tratara en este artíciilo (le un caso enteramente nuevo


szci generis no tendria razón Üe ser el art. 957. E l dereclio que en
61 se establece es el tle trarlsrnisidn, que no es ni real ni personnl: es
dereclio especialísiruo. Entre los bieues de uila persona se liallan
todos los ciereclios reales y personales que le pertenezcan. Pero no
el de t~*ans;misión que cousiste en el derecho de aceptar ó repudiar
lo qne aíín no pertenecía nl de cujus, pues todavía no había acep-
tntlo Itl, asignación, Entre esos derechos, si no lo estableciera e s -
p r e s a n ~ n t eeste nrtículo, no 0e comprendería el de decir asi 6 no
aceptou. Es tina facilidad para que los heredercis vea,n si les con-
viene ficepfar ó repudiar..
La frase gcuyo~ctereclios Zt In siicesi6n no tian prescrito)), carece
de objeto. Si cada vez que se liablfira de algo en las leyes, hubiera
de agregarse es%fzase, tenilrinrnos una legidación sin base y lle-
un de recluiidancias. Es claro y evideute que cada articulo dispone
en correlacióri y armonía cou las demás del riiismo ctidigo. Si los
derecl~osde la sucesión han prescrito, es evidente que, aunque este
articulo nnda liubiere agregado, el heredero que ya carecía de ac-
ción á la liereiicia no trnnsrrbite la faciiltad de aceptar ó repudiar,
ya que el mísriio no la tiene por haberln perdido por prescrjp-
cióo.
E l Altitno inciso es consecuencia natiiral del primero. Sería in-
itiorsll que Pedro aceptara 1% Iieiencia del tío de Antonio y repu-
rtinra la (le éste.
Art. 358. Si clos ó iii:ís personas Ilamnclas 9 suceder
iiiia d otra se l-iallaii cii el caso clel art. 79, iiiiigiina cle
ellas succdcrti cri los Lieiies dc la otra.

L a clisposición copiada es peculiar de niiestro cbdigo. Desde el


clereclio romano los cótligos antigiios y niocternos contienen niaii-
(latos enternmente opuestos á los del art. 958.
Sin embargo, segíin Goyena y Dalloz, los crjtligos sueco, prn-
siano y 8i;striaco no admiten pres~inciories de haber sobrevivitlo
alg11no dc ellos: no se traiisniiteii B 1s sucesiúii eiitre sí.
Los roriiatios dabaii algiinas reglns pnra deteruiiriar cuál de dos
6 ~ 6 personas
s IlamatIas á suceder unas á otras, fallecidas en uri
mismo acontecimiento, coino terremoto, ruina, iucendio, naiifra-
$0, etc., Iia sobreviviilo y lia Iieredacto, en coneecuencin, al muerto
O tiiiiertos.
El c6dig0 francés estudió estas reglas y establece i i i i verdadeyo
sistema para la determinación del sobreviviente. Priiiieramente
estudia las circunstancias del acoiitecitniento y en defecto de estas
la edad y el sesos de las personas.
E l tlerecllo espafiol tambien establece sus reglns tendentes al
inismo fin.
D e tado esto se desprende que el legislador cliileno, para pre-
caver pleiiio~y cuestiones diflciles de solucionar, cortó el ~iiido
vordiano declarando que ninguno de los que se halle11 en esas cir-
D
cuiistan&s heredarti tí los otros. D e uiado que, In ritilidad (le la
disposicitjn ss B todos luces niaiiifiesta. Ella se estableciú en vista
de la infinidad (le abiisos que todos los (lías se cometían nl amparo
del sinnfimero (le conificiones y psesnncioues que los cócligos ex-
ti.anjcros y leyes pat,rins anteriores al nuestro establecian.

Art. 959. Eii toda sucesi6n por causa de mncrte para


llevar irl efcc¿o las disposiciones del difunto ó de la ley, sc
deducirkn dcl acervo ó masa de bieiles que el difunto lia
dcjado, ir~clusolos cróditos hereditarios:
1.0 Las cost,as de le publicaciói~del tcstai-riento, si 10
liubiere, y las cleilida anexas Li la apertura dc la succsidii;
2. Las deudas Iiereditarias;
3." Los iil~puestosfiscales que gravarcii toda la masa
I-icrcditaria;
4." Las asignacio~icsaliilienticias forzosas;
5.0 La porción conyugal A que liubierc lugar, en todos
los órdenes de sucesión, nietios cil el de los descclidientes
legítiiiios.
El rcsto es el ctcei1voIiyttido de que dispoilc cl tcstador
ó la ley.

No pudi6ildose considerar bienes: sitio lo qtie existe (le1 difiiiito,


descontadas las cteiidas y cargas de esos bieries, se comprende per-
fectaiiiente el alcalice y significado de las disposiciones colitenidns
en el articulo de que nos ocuparnos, Ni 1s ley ni el testador p e -
den disponer de lo que se debe, que es cosa ajetia. Dluy coiiocido
es el principio de ilereclio segán el cual ({rlonde liay deudas no I ~ a y
herencia)). Previas estas lijeras consideraciones es de necesidad
concluir que el objeto del artíciilo consiste eu determinar el acer-
vo líqtiido de los bienes partibles de la siicesibi;. Aunque para ha-
cer esta detertninaci6a, la ley fija más adelniite, tlrt. 1185, ciertas
agregacioiles que debe hacerse li la niasa <te Ltieiies, lo qiie se Iln-
nin cofacio~iar,el prophsito cfel artic.olo es dar conocer el acervo
Ifqiiiilo. Y bien sabemos que para practicar uiia liqiridnei0u es ne-
cesario tlediicir y agregar todo Io que la ley orderta.
Eii la prSctica del fóro se llama cuerpo comzín bienes, In masa
de los del de czljus antes de que sean li~cliaslas deducciones y
agcgaciones legales. Las deduccioties se Ilarnnn bajas ilel ctcerpo
conbin de bienes.
l." Aunqiie las costu á que se refiere el núm. 1 . O del artictito
son reducidas, Iiay casos en que siiberi de algiinos centei)nres de
pesos. E n efecto, si B los gastos de pnltlicación del testanlento,
agregarnos los de la apertura (le la sucesi611, 1legamos á gastos no
peqi~cfios.Por el ~ r t 122
. f tiel rnisriio c6(ligo,-costns cle guarda,
nposiciijn (le sellos y facci6n de iuvciitario de los bienes de la sti-
ceeión,-se ve que la deducción primera puede llegar en algiiiias
ocasiones á centenares de pesos.
2." Deudas hereditarias son las contraitla3 por el tlifunto. Se
contraponeii A deudas testamentarias que son las coiitraítlas en el
testaulento: se llaman legados.
3.0 Cuando se protnulgó el C6digo Civil, en 1855, no existía
iinpuesto fiscal qiie gravara los bienes de la sucesi6n; pero Iiiibo
necesidad de establecer la ded~iccióndel níiin. 3 . O en previsión dc
lo que tarde 6 tenipraiio había de siiceder.
E u 1878 se dictó la ley que grava las herencias y donaciones
irrevocables. Wo grava toda la masa sino que grava cada asigna-
ción separadamente, si llega á dos mil pesos.
4." LBSasignaciones alimenticias forzosas que el testador dcba
por la ley tí ciertas personas, es natural que se Iiajen de la inam
de bienes. Son deudas qiie la iiatiiraleza impone al hombre en fa-
vor de personas á quienes di6 6 dehe el s<r, 6 qiie le están allegn-
das por los lazos de la sangre 6 de la gratit~;d.
5.0 L a porción conyiignl es iiiia delicia 5 fiavor del cGnyiige po-
bre. E s la cuarta parte (le los Sienes en los casos qiie no concurra
con descendientes legítimos (art. 1178). Cuando coucurre con
ellos, la porción conyugal es la legítirna rigiirosa de uno de loe
descendientes con quienes conciirrc.
E n concl~isión:todas estas baj:ts son verdaderas deudas 3- conio
tales deben deducirse de la mnsa de bienes.
E1 iiltimo inciso del articiilo manifiesta que la ley reconoce tres
acervos: 1." el acervo bruto, ilíquido, qiie son los bienes lieredita-
rios antes de hacer las dediiccioiies y agregaciones yn diclias;
2." el acervo liquido, Ilaniado asi por el artículo desde que se ve-
rifican las deducciones en él designadas, i 3 . O el acervo imaginario,
que consiste en el acervo qrie el cúdigo califica de liquido con más
las agregaciones colacionndas segúii las disposicioiies de los artí-
culos 1185, 1186 y 1187 del ccidigo. Á pesar de que el legislador
ltania imaginario este acervo, nada tiene de imaginario J- en reali-
dad es el más positivo J- cuantioso de los acervos.
Nada se dispone en el c6digo sobre los gastos de funerale~.En
el proyecto de código aprobado por el Congreso ocupaban el se-
gundo Ii~qar. Se siiprirnieron al piihlicar la edición oficial del
cótligo, indudal~lemelitepor ser natiirul que se ciihran antes que
toda otra cosa. E s la deuda mtis sagrada que los liereileros clelieii
a l difuutu. La naturalezti misma clama por el perfecto cumpli-
miento de ese deber.
Por lo demtís, en todas las Iegislacioues de los pueblos civiliza-
dos así se practica p es de regla. E u Espafia, según una l e y de
Toro, se sacaban los gastos de fuuerales de la quinta parte de que
el testador podía disponer á su arbitrio.

Ait. 960. Los iiiipuestos qiic gravaii toda la iuasa, se


esticndcn 6 las donaciolles revocables que se confiriilari
por la muerte.
Los inipuestos fiscales sobre ciertas cuotas 6 legaclos xc
cargardii S, los rcspcctivos asignatarios.

Donación revocable, art. 1136, es lo :mismo que donacibti por


causa (te muerte. Luego no es otra cosa que u n legado anticipado,
es decir, legado que produce efectos en vida del testador. Según
el precepto contenido eii el art. 1144, las donaciones revocables se
hacen irrevocables por el mero liecho de morir el donante sin ha-
berlas revocacto. Este es el caso del articulo de que nos ramos
ocupando.
E s lógico que los gravárnenes que se hacen efectivos en bieues
deterniinados sGlo sus aeiguatnrios los cubran.
De lo cual se desprende que si el testador asigna alguua cosa
libre de todo gravamen, es claro que sil voluntad ha sido gravar fi
los demás asignatarios con el. pago de los inipuestos correspon-
dientes al bien libre de gravamen asignado.

Art. 96 1. Scr6 capaz y digna de suceder toda persona


,2 quien la ley no haya declarado incapaz ó indigna.

iQni8nes pueden suceder por causa de muerte? El art,ículo re-


cientemente copiado nos lo dice (le una manera general. Corno la
regla es primero que la escepción, primerameiite la establece:
todos piieden heredar. L a exccpcióri l a foruia,u aquellos que l a ley
h a y a declarado incaytaces ú indignos.
E l legislador, tomando la materia de las sucesiones por cniisa
de muerte en su sentido filosófico 3- por el lado de la natiiraleza
de Ias afecciones liumanas, h a sefialado con todo esmero las reglas
que consiilera necesarias para la adqiiisición y para conservar, una
vez adquirida, una asignación. El que posee las cualidades para
adquirirla, es capaz; el qiie posee las necesarias p r a conservar esa
nsig;nación, es (ligrio. ¿Cuáles son entonces los iiicapaces 6 indig-
nos? L o s que carecen respectivumerite de las cualidades exigidas
p:ira adquirir 6 conservar l a asignación. En est,e artíciilo se coiu-
prende tanto lns perfioiias natiirnles coino las jurídicas, y a que el
legislador 1 1 0 iiistingue entre unas y otras.
L o s ronianos decían que tenia testamentificación pasiva el que
era capaz y digno de suceder. L a testnnientificnciún activa perte-
necía 6 los que podían testar.
E s t o se explica por el sisteiiia de sucesión por caiisa de inucrte
establecido entre ellos. E r a el testamento el qiie instituía lierede-
ros sin liiiiitacióii algunn. Asi lo disponía l a ley de las Doce T a -
Llna.
Desde el dereclio romano liasta los códigos y comentadores uio-
dernos, se reconocian la incapacidad $ la indignidad conlo motivos
que impiden suceder por causa de niiierte. E s algo que no se con-
testa sino que se tilira c o ~ u onecesario en las legislaciones.
Aiirique el código coloca e n este título sólo cuatro capacidades,
articiilos 962, 963, 964 y 065, existen en el riiisrno código algiirins
otras y se eiiciieiitran en los nrticnlos 206 y 1061. D e la indigni-
dad trata desde el nrt. 968 1)ar;i ailelniite, csistiendo tuiiibiéii las
iiidiguitlades de los artíciilos 114, 127 1300.
P a r a couservar el orden (le1 cjdigo, tratarenius eu cada artículo
de los ef'eclo.~y caracteres (le unas y otras.

Art. 962. I'aiaa ser capaz de suceder cs necesario esis-


tir iititiiral y civililleiitu al tieiiilw clt: al>r.irse la, silcesicíil:
sal\-()cjut; sc s u c t ~ l 1)oi.
: ~ clci~ccl~utlu truiisiliisióii, 3ugfiil cl
art. '33'7, pues entonccs bastar¿%existir al abrirse la suco-
sión dc la persona por qiiicn se tranetliitc la licroncia b lc-
gado.
Si la hereiicia 6 legado se deja bajo conclicióii suspcnsi-
va, serd tallibi¿li preciso existir en el ~iloilientodc culil-
l?lirsc la conclición.
Coti todo, las asigriacioncs 6 personas quc al tiempo de
abrirse la sucesión iio esistoii, pero se espera quc esistaii,
no se invalidarrlti por esta causa, si csistieren cliclias per-
sonas antes de espirar los treinta nilos subsiguientes h la
apertura dc la succsidn.
ValdrLii con las misinas liini$acio~ieslas asigilaciones
ofrecidas en premio á los que 1)rcstctl un servicio impor-
tante auiiqiie cl quc lo presta no haya esisticlo al liioilieli-
t o dc la ziiucrtc del tostador.

Los dereclics Q 1% suceaión quedan fijos y determinarlos en el


momento misiuo cte Ia muerte del de cujus, De ahí iiace que en ese
momento se deben reuiiir las c~ialiciadesnecesarias para suceder.
Sietido la no existencia, es decir, la nada, 1% wnyoi incapacidad
pnra ser objeto de todo dereclio, es lógico qile la ley exija la exis-
teucía p:ira ser capaz de siiceder.
No basta la existertcia nntural: ee necesario que tarnlién coti-
cirrra la civil. El iniierto civilmente, ark. 95, pierde su personali-
(lad relativamente ti la propieclnit tic los bienea y oltlignciories que
furm:in 1% siicesióil.
Es sabido qne no se existe ó por no haber naciílo n i estnr cu el
vierit.re materuo c11 ca1id:id de feto, 6 por liaber muerto dcspiiés
dc nacido.
L
Hay gran dlvergeilcia entre los juiisooiisultos sobre el niedio de
selislar con precisibn el principio dc In existencia humana. Citare-
mos solamente las legislaciones espaliola y francesa.
La ley S.", tit. S.", libro 10 (le la Nov. Bec. exige la condición
de vivir veinticuatro lloras des~tnbsde nacido. Es una disposicibii
que se presta á abusos J - que por Ias c~iestionesá que puede dar
origen no se adoptS eii Cliilc.
Los aiitctres franceses 6 este respecto esigcn que 1n cri~ttiranaz-
cn cn cst:ido de vivir (vinbie). Itepirta qiic no cii~i~ltleeste reqiiisi-
to el sér que nace constituido de tal manera que su viciosa orga-
nizacidn no lo dejarti vivir sino pocos monientos.
Entre los romanos el feto era considerado conio ser incierto,
deduciendo de ello qiie era incapaz de heredar.
El sal~iodon Andrés Bello para concluir con todas Ins cavilacio-
nes (le códigos y conientadores, estableció de tina manera cierta y
determinada el principio de la existencia de las personas. Esta,
dijo, principia al nacer (art. 74), afiadiendo al separarse coniple-
taniente de la madre. Basta nacer vivo, aunque se muera inmedia-
tamente después de nacido. L a importancia de esta disposición se
comprende en el caso de que ese peqnefio s6r sobreviva d la nia-
dise 6 al padre: si sobrevive transmitir6 6 sus Iierederos lo que he-
redó al padre 6 madre premuerto.
La criat,ura que muera en el vientre se considera como si no
hubiera existido (art. 77).
Con estas disposiciorics coiicluyi, la clada y quedaron fijos los
derechos que se adquieren con la existencia.
Alguiios autores franceses dicen qiie el feto debe ser considern-
(10 como incapaz, porque el naciuiiento constituye el principio de
la existencia legal de las personas. Pero la ley vela por el ser
existente en el vientre materno, ya que la concepción es el prin-
cipio y origen de la vida. Si la concepcibn le da vida, es naturctl
que el feto tenga derecho á las medios de conservar esa vida. Por
eso la ley lo coiisir?eia nacido para todo lo qiie le favorece.
Xriestra legislación establece tres clases (le muerte, de lo cual
se despreniie que son incapaces:-l." el muerto naturalmente;
2." el muerto civilmente, y 3." el declarado muerto por desapare.
cimiento.
E n Cfiile sólo esiste la muerte civii originada por la profesibn
religiosa. H a y muerte civil acarreada por vía de pena. Nuestro
Cídigo Penal no establece penas que la lleven consigo.
E n Francia el Código Napoleón reconoce la muerte civil, pero
una ley poste~ior,como ya lo lienios heclio notar, c~ncluyócon
esa disposición. Y como Deuioloinbe sostiene que no es incapaz el
muerto por desaparecimiento, llega á la conclusión de que para
los fraiiceses ~610existe la incapacidad de la no existencia natural
al tiempo de la apertura de la sucesióti.
Otros aiitores franceses, según lo liemos niafiifest,ado, admiten
la incnpncitlntl por In tleclnrnción (te iniiert,e presunta.
E n cciant,o 6, los extranjeros, en Francia, que en el dereclio au-
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