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El Futuro No Es Un Destino. La Escritura en Psicoanálisis Como Construcción de Nuevas Narrativas.
El Futuro No Es Un Destino. La Escritura en Psicoanálisis Como Construcción de Nuevas Narrativas.
Este punto de conexión liga al discurso analítico con la persuasión del discurso
político, y al menos el al menos en relación al psicoanálisis no podemos asegurar su
eterna vigencia, por el contrario, la construcción de narraciones pueden tener una doble
direccionalidad: la enseñanza por un lado y el estatuto del hecho y de la verdad por el
otro2. Porque tanto uno como el otro pueden propiciar pensar algo allí donde reinó un
sufrimiento, una necesidad y que pueda devenir en un estado que logre aliviar las cargas
del impedimento. Tanto a nivel individual (las llamadas neurosis de destino por Freud),
como político-social (las narrativas neoliberales), el destino se presenta como una
consecuencia lógica y necesaria. Ese destino tiene las marcas del tiempo pretérito y el
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Ob.cit.pag.35
trabajo analítico es eficaz cuando se logra prescindir de esa fuerza para devenir en la
construcción de un futuro.
Si olvidamos esta relación que hay entre el análisis y lo que llaman el destino, esa
especie de ocaso que es del orden de la figura –en el sentido en que se emplea este
término para decir figura del destino como se dice también figura de la retórica- ello
significa simplemente que olvidamos los orígenes del análisis, porque sin esta
relación el análisis no hubiera podido dar ni un paso siquiera. (Cassin, Barbara:
2013, p.45)
El relato es una bisagra7, es el gozne de la abertura por descubrir ese interior tan
enigmático y fuerte que puede tanto favorecer la evocación como impedir la
reconstrucción de la propia historia, por lo cual la negación y la renegación cobran
relevancia a la luz de los sucesos y enunciados que nos interesa descifrar. El goce y la
promesa están ligadas a una estructura de ficción, signada entre el padecimiento y la
necesidad imperiosa de creer en la palabra, porque quién no le otorgue una dimensión
ética y perjudicial a la misma no podrá conferirle un estatuto de liberación. En ese
trayecto se inicia un recorrido laberíntico donde el sujeto recorre las sendas del bien decir
sin poder evitar los embates de la negación y el encubrimiento, y allí donde la veracidad
y el “decir falaz”, son dos vectores que convergen para pensar en un trabajo analítico: una
experiencia de valor simbólico que requiere el vencimiento de las resistencias y superar
las normativas del destino. Es al interrogar su propia historia, pero también la historia
política de la que forma parte, que un sujeto puede instalar la dimensión del futuro, ya
que no hay futuro sino a partir de interrogar la influencia de un tiempo pretérito.
El destino, sólo en un trabajo analítico puede dejar de ser un misterio y una carga
de connotación negativa, en tanto resulte posible prescindir de su valor unívoco y
omnipresente para que pueda pasar a ser otra cosa. En ese pasaje se inscriben las marcas,
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La particular relación entre lo sagrado y lo profano, lo prohibido y lo permitido puede ser
analizado desde diferentes aspectos, y la bisagra permite el ingreso a la cualidad íntima de las
cosas encubiertas, como también analizar la influencia de la cultura, la religión y los modos de
constituir los lazos afectivos, que no admiten la certeza de una función natural y universal, por el
contrario la construcción en análisis deviene en poner en duda esa certeza que oficia de
imposición, para dar lugar al advenimiento de algo genuino.
las huellas y el corolario que forma parte del concepto de Inconsciente, donde los
enigmas y el encubrimiento suelen devenir en poderosos nudos resistenciales.
Rescatamos ese pasaje a otra cosa como un médium del trabajo analítico, donde la
fuerza de la influencia puede transmutarse a una pregunta por el futuro, sin dudas una
nueva modalidad de goce. Porque cuando el sujeto se interroga por su vida interroga a los
significantes de la época que ofician de certezas y dogmas a fin de reducir su poder
aunque no logre un borramiento total de esas huellas. Es quizás necesario un pasaje por
Freud y las neurosis de destino, además de una nueva lectura sobre tipos de carácter, no
sólo por el territorio cedido a la pulsión sino también por los mecanismos de defensa que
intentan frenar y evitar una satisfacción plena y perdurable. En ese terreno frágil, el sujeto
sabe que se dirige a otro para lograr un alivio y alimentar una promesa, por la senda de la
transferencia que promueve la libre asociación como condición sinequanon del trabajo
analítico. El psicoanalista suscribe a eso en tanto acepta ante todo reducir su respuesta al
monótono “asocie”, es decir dando la palabra a quien se dirige a él, abriendo así el
campo al desarrollo de la transferencia.( Allouch, 1984).
En esa línea directriz, construiremos una narrativa analítica que logre mediar entre
lo que se dice y lo que se recibe, entre el oírse y el escucharse, entre el amor incipiente y
la pulsión destructiva, el rodeo y la mediación para invocar y recordar. La rememoración
no es algo pasivo: es la recuperación de un conocimiento o una sensación ya tenida
precedentemente. Rememorar implica un esfuerzo deliberado de la mente, es una suerte
de profundización o búsqueda, porque deliberar es una forma de inferencia (Rossi, 2003).
La acción de inferir, desde su punto de vista etimológico significa sacar una consecuencia
de una cosa y este resulta otra de las finalidades del discurso analítico y político porque
en ambos está en juego la manera deliberativa sobre sí mismo. Utilizamos la expresión
“puesta en relato” de Erik Porge porque es una noción apropiada para pensar en la doble
vertiente de análisis: lenguaje y pensamiento, siendo estos dos campos de dominio los
apropiados para pensar en el estilo, el sentido y la insensatez de las nuevas narrativas.
Este desafío arroja nuevas líneas de análisis al incorporar la categoría de deseo, aportada
por el psicoanálisis porque a partir de esa categoría es posible pensar en nuevos modos de
decir las cosas que nos pasan y ese modo singular y colectivo del sujeto de bascular entre
la verdad y la pulsión de saber.
Y, para concluir con este trabajo es indispensable plantear que las inferencias son
los modos singulares que tiene cada cual para arribar a su verdad y, este juicio de valor se
lo puede deslizar a dos horizontes diferentes: por un lado, a la vigencia por la pregunta en
el psicoanálisis y por otro, la importancia de analizar y discernir los alcances del discurso
político en el contexto de mentiras, engaños y falsedades que socavan el efecto de verdad
y es el soporte en el fantasma que se desliza en los decires cotidianos. En definitiva, el
discurso se nutre de incógnitas, inquietudes e imposiciones que no siempre suelen ser
legitimidas. En tal sentido, cuando no hay legitimación en la función de autoridad, la
certeza deja de ser absoluta e inflexible porque empieza a perder crédito y fuerza al igual
que las falsas creencias, tan solidarias al discurso político como al psicoanálisis. Decimos
esto porque el pasaje de un segmento a otro permite descubrir la importancia que tienen
los deslizamientos y también las cosas que se dicen, porque allí habitan los indicios,
causas y otras marcas que exceden lo lingüístico y psicológico, para inscribirse en el
campo de la cultura sociopolítica. ¿Qué discursos y saberes leen los signos epocales que
devienen en las nuevas narrativas por descifrar?
Formulamos esta pregunta como cierre provisorio al trabajo no sin antes dejar
plasmado la importancia de la respuesta que cada uno da a la cuestión de su relación con
la verdad y de su relación con los otros, porque al decir de un historiador reconocido por
haber cruzado fronteras y haber logrado la confluencia de saberes y disciplinas, lo dijo
con estas palabras: una verdad sin sociedad no es más que un engaño y una sociedad sin
ese trabajo por la verdad no es más que una tiranía. (de Certau, M.1999, pag.33)
Bibliografía general: