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Acción rescisoria
por fraude de acreedores
Ramón García Gómez
Profesor Colaborador de Derecho Civil
Universidad de Salamanca
SUMARIO:
I. Introducción.
II. Ámbito del análisis
III. Concepto y naturaleza de la acción revocatoria por fraude de acreedores
1.- Idea básica
2.- Distinción entre las acciones revocatorias y las acciones de nulidad:
La simulación absoluta y el negocio fiduciario.
3.- Relación entre las acciones rescisorias y la tercería de dominio en los ámbitos
reconvencionales.
IV. Requisitos de ejercicio de la acción pauliana
1.- Preexistencia del crédito
2.- Concurrencia de un acto de enajenación
A.- Contenido patrimonial del acto de enajenación del deudor
B.- Minoración o reducción de la capacidad económica del deudor en perjuicio del
acreedor: la cuestión de la insolvencia de hecho
C.- Atribución de ventaja patrimonial a tercero
3.- El fraude causado al acreedor a consecuencia del acto de disposición del deudor
A.- Consideraciones generales
B.- El denominado “consilium fraudis”
C.- Las presunciones de fraude
4.- La subsidiariedad de la acción revocatoria
5.- El plazo de ejercicio de la acción pauliana como requisito adicional
V.- Cuestiones procesales de legitimación
VI. Algunas estadísticas
Cuadro de sentencias estudiadas
I. INTRODUCCIÓN
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de fuente o causa), sino también de un incumplimiento imputable al deudor que haya
causado un daño en el derecho de crédito que debe ser reparado. Concurriendo tales
extremos, el acreedor dispone de mecanismos para dirigirse contra el patrimonio del
deudor y destinarlos a la cobertura del crédito. Dichos instrumentos tienen como objeto
realizar el valor de los bienes del deudor y dedicarlo a la satisfacción del interés
crediticio (vid. arts. 584 y ss. de la Ley 1/2000, de 7 de enero, de Enjuiciamiento Civil).
Como venimos indicando, el principio del art. 1911 CC., en cuanto medida de garantía
general, se completa con una serie de medidas conservativas del patrimonio de deudor
cuyo objeto es que aquél permanezca íntegro, es decir, no disminuya o devengue
insuficiente para asegurar el cumplimiento de las obligaciones contraídas. Mediante
estas medidas, el acreedor ejerce determinadas acciones cuyo fin es evitar que dicho
patrimonio se reduzca de cualquier forma, ya evitando que salgan valores del mismo o
reintegrando los que no debieron salir, de manera que siempre existan bienes suficientes
para poder garantizar las obligaciones contraídas. Tales vías conservativas son,
fundamentalmente, las reguladas en el art. 1111 CC., es decir, la acción subrogatoria (y
la denominada acción directa) y la acción revocatoria o pauliana, objeto de análisis en el
presente informe. En ambas, su función económico-social las convierte en eficaces
instrumentos de la protección crediticia.
Dejando a un lado la subrogatoria y la directa, por caer fuera de los límites de este
estudio, respecto de la acción paulina, el art. 1111 CC., in fine, afirma que “Los
acreedores (…) pueden también impugnar los actos que el deudor haya realizado en
fraude de su derecho”. Por ello el acreedor puede impugnar cuantos actos haya
realizado el deudor en fraude del derecho de crédito, impidiendo que el deudor enajene
o se desprenda de bienes con el objeto de quedar insolvente y no poder hacer frente al
cumplimiento de sus obligaciones. Por lo que su efecto es reintegrar al patrimonio del
deudor los bienes que fraudulentamente fueron enajenados. La regulación de esta acción
hay que encontrarla en los arts. 1290 a 1299 CC., dedicados a la “rescisión de los
contratos”, puesto que el art. 1291 CC., señala, en su párrafo 3º, que son rescindibles
“Los contratos celebrados en fraude de acreedores, cuando éstos no puedan cobrar los
que se les deba”. De esta forma, la acción pauliana es considerada como una especie del
fraude de ley, que requiere, para su prosperabilidad (SSTS. 8 Julio 1988, 7 Diciembre
1989, 30 Abril 1990, 6 Abril 1992 y 28 Octubre 1993, entre otras), de la concurrencia de
una serie de requisitos:
1º.- La existencia de una relación obligatoria, es decir, de un crédito anterior que no se
halle especialmente garantizado, se encuentre o no vencido, o de un crédito posterior
donde se demuestre que el deudor realizó el acto impugnado con la finalidad de privar
al acreedor de las garantías para hacerlo efectivo.
2º.- La realización de un acto, contrato o enajenación efectuado por el deudor en
beneficio de un tercero, que produzca un empobrecimiento del primero, y que caso de
tratarse de transmisión onerosa, se justifique la complicidad del tercero. En otras
palabras, que dicho acto sea realizado en fraude de acreedores (“consilium fraudis”).
Este fraude al derecho de crédito no precisa un animus nocendi sino la mera conciencia
del perjuicio (sciencia fraudis), aunque en los actos a título gratuito se presume. En este
sentido, son también revocables aquellos pagos actos hechos en estado de insolvencia
por cuenta de obligaciones a cuyo cumplimiento no podía ser compelido el deudor al
tiempo de hacerlos (art. 1293 CC).
3º.- Que la enajenación haya provocado un perjuicio a los acreedores, es decir, un daño
al acreedor, que queda sin posibilidad de percibir su crédito. Dada la dificultad de la
probanza del ánimo fraudulento del deudor, la ley presume que existe dicha intención en
toda enajenación a título gratuito (art. 1297. 1º CC) y en la enajenación a título oneroso,
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cuando el deudor-transmitente hubiese sido condenado por quiebra, insolvencia o
suspensión de pagos o estuviese sujeto a un procedimiento de embargo de bienes (art.
1297. 2º CC).
4º.- El ejercicio de la pauliana es un recurso subsidiario, ex art. 1294 CC y, a diferencia
de la subrogatoria, sujeto a un plazo de caducidad de cuatro años (art. 1299. 1º CC),
cómputo que ha de comenzar desde que se produjo la enajenación. Para las personas
que estén sujetas a tutela y para los ausentes los cuatro años no empezarán a contarse
hasta que haya cesado la incapacidad de los primeros o hasta que sea conocido el
domicilio de los segundos (art. 1299. 2º CC.).
Dado que la revocación tiene por objeto el reintegro al patrimonio del deudor de los
bienes que fueron fraudulentamente enajenados, el art. 1295. 1º CC. indica que obliga
“…a la devolución de las cosas que fueron objeto de contrato con sus frutos y el precio
con sus intereses”. Ello lógicamente afecta a los terceros que adquirieron bienes del
deudor y contra los cuales se dirige la revocación, si bien los efectos son distintos,
según hubieren adquirido a título oneroso o gratuito, y si actuaron de buena o de mala
fe. Así, el tercer adquirente a título gratuito debe reintegrar los bienes adquiridos en todo
caso ex art. 1295. 1º CC; el tercer adquirente a título oneroso que haya actuado de buena
fe, queda consolidado en su adquisición ex art. 1295. 2º CC., de manera que el acreedor
sólo podrá dirigirse contra el deudor fraudulento; y, finalmente, si el tercer adquirente lo
es a título oneroso, pero actuó de mala fe, no sólo habrá de reintegrar los bienes
adquiridos ex art. 1295. 1º CC., sino además “… indemnizar a (los acreedores) de los
daños y perjuicios que la enajenación les hubiese ocasionado, siempre que por
cualquier causa, le fuere imposible devolverlas” (art. 1298 CC.).
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rescisorio, puesto que deja sin efecto actos o contratos que originariamente
fueron válidos…” (STS, Sala 1ª, de lo Civil, de 20 de octubre de 2005)
Algún pronunciamiento la considera como una categoría o especie del fraude de ley:
“Por lo que respecta a la acción pauliana o rescisoria, la misma es
considerada por la mejor doctrina como una "species facti" del fraude de Ley,
requiere para su prosperabilidad, según reiterada jurisprudencia” (SAP
Girona, Secc. 1ª, de 3 de mayo de 2005).
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en el exterior. El art. 1.276 CC declara que la expresión de una causa falsa en los
contratos dará lugar a la nulidad, si no se probase que están fundados en otra verdadera
y lícita. La simulación es absoluta cuando se finge un negocio aunque en realidad no se
esté realizando ninguno. El negocio jurídico inexistente no produce efecto jurídico
alguno como tal, si bien cuando se hubiera procedido a su ejecución se hace necesaria la
restitución de las cosas que hubieran sido materia del contrato, o bien, cuando esto no
sea posible, su valor. Mientras que la simulación es relativa cuando se finge un negocio
para enmascarar otro que es el que realmente se quiere realizar, es decir, se crea un
negocio aparente con el fin de ocultar la verdadera relación existente. Presupone un
acuerdo simulatorio y produce como consecuencia que el negocio aparente o simulado
devenga nulo y que el negocio disimulado u oculto sea válido si reúne los requisitos
necesarios:
“En este sentido, en orden a la simulación se requiere: a) Una divergencia
querida y deliberadamente producida entre la voluntad y su manifestación. b)
Un acuerdo simulatorio entre las partes o entre el declarante y el destinatario
de la declaración en los negocios unilaterales receptivos. c) Un fin de engaño a
los terceros al acto. Careciendo de regulación específica, tanto la moderna
doctrina como la jurisprudencia coinciden en afirmar que las cuestiones
relativas a la simulación deben contemplarse a través de la causa,
considerando que ésta es un vicio de la causa, y que por tanto es de aplicación
el art. 1276 del Código Civil según el cual «la expresión de una causa falsa en
los contratos dará lugar a la nulidad, si no se probase que estaban fundados en
otra verdadera y lícita». Por otra parte debe tenerse presente que con arreglo
al precitado artículo 1276 del Código Civil, los contratos pueden ser
absolutamente simulados, en cuyo caso frente a la apariencia negocial no se
quiso dar vida a tal negocio, o relativamente simulado, en cuyo caso, bajo la
apariencia de un negocio (simulado) se quiso y se llevó a cabo otro distinto
(disimulado). Asimismo, tanto la doctrina como la jurisprudencia entienden que
«la simulación es una cuestión de hecho sometida a la libre apreciación de los
órganos jurisdiccionales inferiores (Sentencia del Tribunal Superior Justicia de
Cataluña de 16 de julio de 1992 y del TS de 10 de julio de 1984 y de 17 de
diciembre de 1992) por lo que, si no se revela ilógico el criterio de los mismos,
no es revisable en casación» (SAP Barcelona, Sección 4ª, de 17 de diciembre de
2004)
Para ello será preciso que se justifique la causa verdadera y lícita en que se funda el acto
que las partes han pretendido ocultar y el cumplimiento de las formalidades requeridas
en la norma:
“… Para poder dar respuesta a tal petición, se ha de tener en cuenta que, entre
otras, la Sentencia del Tribunal Supremo de 8 de febrero de 1996 pone de
manifiesto que la simulación contractual "se produce cuando no existe la causa
que nominalmente expresa el contrato, por responder éste a otra finalidad
jurídica distinta sin que se oponga a la apreciación de la simulación el que el
contrato haya sido documentado ante fedatario público". En el presente caso, el
motivo alegado no puede prosperar por cuanto el citado negocio es válido ya
que existió causa para el otorgamiento de las capitulaciones, que era la de
establecer un régimen de separación de bienes entre los cónyuges para
repartirse los bienes de su sociedad, entre ellos la vivienda familiar. Por tanto,
no pudiendo considerarse que el contrato respondiera a otra finalidad jurídica
distinta a la pretendida, no adolece de defecto de causa. Cuestión distinta es la
relativa al análisis de los actos de liquidación de la sociedad que se realizaron
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con posterioridad y en la misma fecha, tras la citada disolución” (SAP Madrid,
Secc. 13ª, de 28 de febrero de 2005)
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“… Se ejercitan de manera subsidiaria dos acciones distintas: con carácter
principal, se pretende la nulidad por simulación absoluta de los contratos… al
entender que no ha existido voluntad negocial alguna, pretendiéndose crear una
simple apariencia sin substrato ninguno. De manera subsidiaria… se ejercita la
denominada acción pauliana o de rescisión contractual por fraude de
acreedores. Respecto a la acción de nulidad por simulación…, debe decirse que
la misma fue ejercitada por el ahora recurrente, desde dos puntos de vista en
cuanto a sus efectos: a) respecto del peligro que existe para el cobro de su
crédito reconocido en sentencia todavía no firme y b) respecto a sus derechos
expectantes de legitimario de su madre. La declaración de nulidad de los
contratos impone que quien la inste esté asistido del necesario interés jurídico
en ello (SSTS 12-12-1960; 8-2-1972 y 26-5-1997), o lo que es lo mismo se hace
preciso que el demandante se vea perjudicado o afectado en alguna manera por
el contrato y la falta de todo interés evidentemente priva al tercero para el
ejercicio de la acción (Sentencias de 14 y 15-12-1993 y 21-11-1997)”. (SAP
Girona, Sección 2ª, 8 de Junio de 2005).
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misma sea estimada, presupuestos a los que alude en reiteradas resoluciones la
doctrina jurisprudencial…” (SAP Madrid, Secc. 9ª, de 18 de marzo de 2005)
“Así planteado, cualquiera que sea la opinión que se tenga acerca de si la
rescisión por fraude de acreedores es o no excluyente de la nulidad por causa
ilícita cuando la ilicitud consista precisamente en la finalidad fraudulenta del
negocio traslativo, lo cierto y verdad es que ni el fallo impugnado es
incongruente, puesto que se ajustó de un modo prácticamente literal a lo pedido
en la reconvención, ni, lo que es más importante, la parte hoy recurrente puso
reparo alguno en su contestación a la reconvención a esa aparente acumulación
de acciones incompatibles entre sí que ahora quiere presentar como un
problema de congruencia o incongruencia pero que en realidad es una cuestión
nueva y como tal inadmisible en casación”(STS, Sala Primera, de lo Civil, de 4
de Febrero de 2005).
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febrero 1999; 16 abril 2002; 8 abril, 8 julio y 18 noviembre 2003. Y como la
resolución recurrida no tuvo en cuenta el planteamiento de la codemandada
aquí recurrente, y se atuvo únicamente a la formulación reconvencional, es por
ello que debe estimarse el recurso de casación” (STS, Sala Primera, de lo Civil,
de 11 de Febrero de 2005)
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“… bastando con que exista para que pueda ser objeto de fraudulento impago,
cual indica la Sentencia del Tribunal Supremo de fecha 5 de mayo de 1997 o la
de 11 de noviembre de 1993” (SAP Madrid, Secc. 9ª, de 18 de marzo de 2005)
La aplicación de esta doctrina, como indica entre otras la STS de 28 de junio de 1994,
ha de hacerse, pues, mediante un estudio concreto o en términos generales; pues existe
ya una clara línea jurisprudencial, con precedente en las STSS de 18 de marzo de 1929
y de 7 de enero de 1958, y que se desarrolla a partir de la Sentencia de 14 de junio de
1958, siendo de destacar la SSTS de 2 marzo 1981, 17 febrero 1986, 24 noviembre
1988, 11 noviembre 1993, 28 junio 1994, 5 mayo y 28 noviembre 1997, 16 junio 1999,
29 marzo y 11 octubre 2001, de la que cabe resumir:
“…la aplicación de la acción pauliana a créditos existentes pero no exigibles al
tiempo de la enajenación fraudulenta, o incluso a los de próxima y segura o
muy probable existencia, constituyen este previsible futuro el determinante de la
actuación torticera del deudor, que mediante los actos dispositivos se coloca en
situación de insolvencia en perjuicio de su acreedor" (SAP Madrid, Secc. 13ª,
de 28 de febrero 2005 y SAP Castellón, Secc. 3ª, de 2 de diciembre de 2004).
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rescisión de los contratos celebrados en fraude de acreedores, que el crédito a favor del
actor, que le legitima para entablarla, sea anterior o preexistente a la fecha de los actos
de disposición patrimonial tildados de fraudulentos (STSS, entre otras, 13 octubre de
1911, 27 enero 1962, 15 noviembre 1995, 15 septiembre 1997 y 30 de julio 1999), en
algunas resoluciones se hace referencia explícita a la necesidad de liquidez y
exigibilidad del crédito (SSTS 10 diciembre 1948 y 13 febrero 1992) (Vid. SAP Madrid,
Secc. 13ª, de 28 de febrero 2005 y SAP Castellón, Secc. 3ª, de 2 de diciembre de 2004).
Por su parte, otras resoluciones, ahondando en la línea argumental expuesta, indican que
es posible aplicar la acción revocatoria a créditos existentes pero no exigibles al tiempo
de la enajenación fraudulenta, e incluso a los de próxima y segura o muy probable
existencia,
“… pues constituyen este previsible futuro el determinante de la actuación
torticera del deudor, que mediante los actos dispositivos se coloca en situación
de insolvencia en perjuicio de su acreedor” (SAP Castellón, Secc. 3ª, de 2 de
diciembre de 2004).
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El segundo de los requisitos que la Jurisprudencia exige para que la acción pauliana
tenga éxito y prospere es la existencia de un acto de enajenación de bienes, realizado
por el deudor, a favor de terceros con el ánimo o intención de perjudicar a sus
acreedores, de modo que le convierta en insolvente. Es decir, la realización de un acto
(art. 1111 CC), contrato (art. 1291 CC) o enajenación (art. 1297 CC) efectuado por el
deudor-demandado, en beneficio de un tercero, que produzca un empobrecimiento del
primero, y que caso de tratarse de transmisión onerosa, se justifique la complicidad del
tercero. En otras palabras:
“… Un acto de contenido patrimonial, ya sea de enajenación, gravamen o
renuncia en cuya virtud se produzca un menoscabo económico al deudor” (SAP
Madrid, Sección 9ª, de 18 de Marzo de 2005).
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económica del deudor, como la aportación a una sociedad (STS. de 9 de marzo
de 1.961), la modificación de capitulaciones matrimoniales (STS. de 8 de julio
de 1.988) y un arrendamiento excesivamente beneficioso para el arrendatario,
productor de una real desvalorización de la finca arrendada (STS. de 3 de junio
de 1.967);
En otras palabras, la realización de un acto (art. 1111 CC), contrato (art. 1291 CC) o
enajenación (art. 1297 CC) efectuado por el deudor-demandado, en beneficio de un
tercero, que produzca un empobrecimiento del primero, y que caso de tratarse de
transmisión onerosa, se justifique la complicidad del tercero (SAP Girona, Sección 1ª,
de 3 de mayo de 2005).
Eso sí, el hecho de que el acto se verifique con posterioridad sólo puede pretenderse si
se lleva a cabo en atención al crédito futuro,
“… tampoco se vería privado de virtualidad por el hecho de que el crédito fuera
anterior o posterior siempre que resultase acreditado que los negocios jurídicos
en cuestión se llevaron a cabo en consideración al crédito futuro (SSTS de 2 de
marzo de 1.981 y de 17 de febrero de 1.986)” (SAP Barcelona, Secc. 15ª, de 9
de Marzo de 2005)
Ahora bien, tales actos de enajenación han de ser perfectos y válidos ara que puedan ser
invocados,
“Al respecto, hemos de indicar que los actos objeto de la acción rescisoria
(artículo 1111 y 1291. 3º del CC.) son actos verdaderos y, en principio, válidos,
como ocurre aquí con respecto a la donaciones de inmuebles y a las
participaciones de la sociedad que se hace en favor de los hijos” (SAP Las
Palmas, Secc. 5ª, de 31 de mayo de 2005)
“… la rescisión por fraude de acreedores, contemplada en los artículos 1.111 y
1.291.3º del Código Civil, supone la existencia de un contrato válido que, en
tanto que perjudique a los derechos de los acreedores de los contratantes, podrá
ser rescindido a instancias de estos” (SAP Girona, Secc 2ª, de 8 de junio de
2005).
Sea como fuere, de la misma forma que es preciso demostrar la existencia del crédito,
es también necesario demostrar que el deudor ha transmitido el bien a un tercero y que
se acredite el fraude, es decir, el perjuicio al acreedor, siendo todo ello una cuestión de
hecho (STS 12-7- 1940,27-4-1962, 9-11-1966 y 21-10-1998); por otro lado, la
jurisprudencia ha dado al fraude el significado de que el deudor ha de ser consciente del
perjuicio que causa, o lo que es lo mismo, ha de conocer que después de realizado el
acto no le quedan bienes bastantes para satisfacer sus compromisos (STS 7 de enero de
1958) (SAP Madrid, Secc. 13ª, de 28 de Febrero de 2005).
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B.- Minoración o reducción de la capacidad económica del deudor en perjuicio del
acreedor: la cuestión de la insolvencia de hecho
Como ya se ha advertido con anterioridad, el acto de contenido patrimonial o de
enajenación realizado por el deudor ha de provocar, invariablemente, un menoscabo
económico en su patrimonio. Este requisito es reproducido incesantemente por las
resoluciones estudiadas (vid, por todas, SAP Madrid, Sección 9ª, de 18 de Marzo de
2005). Por tanto, la salida de bienes del patrimonio del deudor ha de ser la ratio de una
desventaja o reducción de su capacidad económica y este efecto se explica por la
presencia del principio de responsabilidad patrimonial del deudor frente a sus
acreedores,
“La jurisprudencia que interpreta la acción rescisoria o pauliana es muy
clara al respecto. El patrimonio del deudor es garantía común de los
acreedores, pero conservando este la facultad de disponer, esta disposición
puede hacerse en fraude de los legítimos intereses de sus acreedores. La
acción tiende a hacer efectivo éste derecho para proteger el crédito, desde el
momento en que se produce, configurándose como una acción de tipo
rescisorio, puesto que deja sin efecto actos o contratos que originariamente
fueron válidos” (STS, Sala 1ª, de lo Civil, de 20 de octubre de 2005).
“Son requisitos de la acción pauliana o rescisoria por fraude de acreedores
ejercitada, no sólo la existencia de un crédito contra el dueño de la cosa
enajenada y la realización de un acto por virtud del cual salga ésta del
patrimonio del que la enajena” (SAP Las Palmas, Secc. 5ª, de 31 de mayo de
2005).
En resumidas cuentas, es menester un acto por virtud del cual salgan bienes del
patrimonio del que enajena, como afirma la SAP Asturias, Secc. 7ª, de 19 de abril de
2005, que den lugar a una verdadera reducción sustancial de la capacidad económica del
deudor,
“… Parece evidente que la firma del convenio regulador en los términos
expuestos y con posterioridad al nacimiento de la deuda redujo de forma
sustancial la capacidad económica del deudor y tras la reconciliación
admitida por el demandado no se ha vuelto a la situación anterior a la crisis
matrimonial, perjudicándose claramente al acreedor. La esposa sigue
manteniendo la titularidad de los bienes enajenados en pago de la pensión
compensatoria. Debe destacarse también que la esposa del apelante tiene, y
tenía al tiempo de la firma del convenio regulador, un negocio propio (…) y
por ello independencia económica (…) por lo que no parece que concurrieran
al tiempo de la firma del convenio aquellas circunstancias de desequilibrio
patrimonial que la ley contempla como presupuesto para el pago de la
pensión convenida de mutuo acuerdo por los esposos” (SAP Barcelona, Secc.
17ª, de 11 Abr. 2005).
Ahora bien, las resoluciones estudiadas ponen un especial énfasis respecto a la posible
situación de insolvencia en la que puede quedar el deudor a consecuencia de la salida de
bienes de su patrimonio. Así, a título de ejemplo, la SAP Girona, de 3 de mayo de 2005,
considera, como requisito sine qua non para el ejercicio de la acción rescisoria que,
“…Se coloque el deudor en una situación de insolvencia desconociéndose
bienes sobre los cuales se pueda ejercitar el derecho de crédito, requisito que
ha siendo flexibilizado por la jurisprudencia; entendiendo que no se precisa
una precedente declaración judicial ni un previo juicio acerca de la existencia
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de la reseñada insolvencia, bastando se justifique que el "acto", en el sentido
más amplio (enajenación, contrato, donación...), se realizó con propósito de
menoscabar y minorar su patrimonio, careciéndose de otro medio legal para
cobrar lo que se le adeudada” (SAP Girona, Secc 1ª, de 3 de mayo de 2005).
“Para que prospere la acción pauliana, al amparo de los arts. 1111 y 1291 y
ss. CC, la jurisprudencia exige que … se coloque el deudor en una situación
de insolvencia desconociéndose bienes sobre los cuales se pueda ejercitar el
derecho de crédito, requisito que ha siendo flexibilizado por la
jurisprudencia; entendiendo que no se precisa una precedente declaración
judicial ni un previo juicio acerca de la existencia de la reseñada insolvencia,
bastando se justifique que el "acto", en el sentido más amplio (enajenación,
contrato, donación...), se realizó con propósito de menoscabar y minorar su
patrimonio, careciéndose de otro medio legal para cobrar lo que se le
adeudada” (SAP Barcelona, Secc. 15ª, de 23 de junio de 2005)
Por tanto, el éxito de la acción pauliana está en que se produzca esa situación fáctica de
insolvencia, pues de no acreditarse, no prosperará,
“… no se da la situación de insolvencia como requisito necesario para el
éxito de la acción revocatoria por el hecho de encontrarse trabajando en
activo, cuando de los documentos aportados resulta que percibe por tal
trabajo una retribución mensual muy poco superior al salario mínimo
inembargable; y que ambas ventas se realizaron a favor de familiares… y si
además, a pesar de la referida venta, los primeros demandados continúan
incluso residiendo en la vivienda vendida, son datos todos ellos más que
suficientes para presumir la existencia de un "consilium fraudis" y que tales
transmisiones no tenían otra finalidad que la de detraer tales bienes de su
patrimonio a fin de defraudar los legítimos derechos de los acreedores, ante la
próxima y segura obligación de tener que hacer frente al pago de las deudas
frente a ellos contraídas por la sociedad de la que eran administradores”
(SAP Salamanca, de 20 de enero de 2005).
Puesto que, en consecuencia, basta una mera situación de hecho, no se precisa entonces
ni la obtención de una declaración previa de insolvencia ni que ésta sea total o absoluta,
“… que no es necesario obtener la declaración previa de que el acreedor
carece de todo otro recurso legal, antes de ejercitar la acción rescisoria
(SSTS. de 25 de junio de 1.904, 21 de diciembre de 1.913 y 30 de enero de
1.986)” (SAP Salamanca, Sentencia de 20 de enero de 2005).
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jurisprudencia en reiteradas ocasiones que "no es preciso para el éxito de la
acción revocatoria que la insolvencia en que se sitúe el deudor con la
transmisión impugnada sea absoluta (SSTS 7-2-1991, 31-10-1994 y 31-12-
1998)" (STS 15 febrero 2000 (RJ 2000\678). Y en la presente litis está
acreditado que el apelado sólo contaba con la vivienda donada para hacer
frente al pago de su deuda, además de la referida concesión administrativa”
(SAP Castellón, Secc. 3ª, de 2 de diciembre de 2004)
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“… De ahí que la acción pauliana es recurso subsidiario (artículo 1294 del
Código Civil) al que únicamente es posible acudir por los acreedores "cuando
no puedan cobrar de otro modo lo que se les debe", ejercitando una acción
propia que la ley les otorga para lograr la ineficacia frente a ellos de los actos
del deudor que le coloquen en una situación de insolvencia patrimonial para
pagar sus deudas o cumplir sus obligaciones. La doctrina entiende que los
actos fraudulentos contra los que la acción pauliana reacciona son aquellos
actos perjudiciales para los acreedores, mediante los cuales se les defrauda
de manera real y no fingida, siendo por ello que se requiera una previa
persecución de bienes del deudor que no ha podido prosperar, así como una
finalidad de pago, pues los acreedores ejercitan la acción pauliana a fin de
satisfacerse con lo que obtengan” (SAP Madrid, Secc. 13ª, de 28 de febrero de
2005).
Esta idea se advierte en numerosas resoluciones, pues en punto a la citada
subsidiariedad, es incuestionable que la acción pauliana se reviste de ese carácter no
sólo desde un punto de vista jurídico sino también económico. Y esa es la razón por la
que la propia doctrina jurisprudencial ha flexibilizado la aplicación de esta exigencia
declarando que no es preciso una persecución real de todos y cada uno de los bienes con
resultado infructuoso (STS 17/7/2000), ni obtener en un juicio previo la declaración de
insolvencia (SSTS 30/1/86 29/2001, 2/4/2002), como tampoco es preciso que el deudor
se coloque en situación de insolvencia total, ya que basta que los bienes no sean
suficientes para satisfacer a sus acreedores, (SSTS 31/10/1994, 20/2 y 19/9 y 27/6 de
2002), o producido una notable disminución patrimonial que impide al acreedor
percibir su crédito o que el reintegro del mismo le sea sumamente dificultoso (SS
31/12/1998, 23/9/2002). Estas aseveraciones se reproducen en la STS de 30 de enero de
2004 y en la SAP Barcelona, Secc. 17ª de 11 de abril de 2005, en las que también se
indica que es el deudor quien ha de precisar y señalar otros bienes para excluir la
legitimación de la acción revocatoria y que no se puede gravar al acreedor con la prueba
del hecho negativo de la insolvencia del deudor,
“La Jurisprudencia, en numerosas resoluciones, ha examinado la doble faceta
de carencia de bienes y de otro medio legal para obtener la reparación del
perjuicio económico, configurándola en torno a la imposibilidad de obtener la
satisfacción del crédito (S. 28 junio 2002) -imposibilidad, real y efectiva, de
cobrar, como señalan las Sentencias de 5 noviembre 1995 y 19 junio 2001-.
Sin embargo, la propia doctrina jurisprudencial ha flexibilizado la aplicación
de la exigencia declarando que no es preciso una persecución real de todos y
cada uno de los bienes con resultado infructuoso (SS. 17 julio 2000 y 17 julio
2002), ni obtener en un juicio previo la declaración de insolvencia (SS. 29
marzo 2001, 2 abril 2002), como tampoco es preciso que el deudor se coloque
en situación de insolvencia total, ya que basta que los bienes no sean
suficientes para satisfacer a sus acreedores (SS. 31 octubre 1994, 20 febrero y
19 septiembre 2001, 27 junio 2002), por haberse disminuido las posibilidades
económicas efectivas (S. 9 mayo 2001) o producido una notable disminución
patrimonial que impide al acreedor percibir su crédito o que el reintegro del
mismo le sea sumamente dificultoso (SS. 31 diciembre 1998, 23 septiembre
2002). A propósito de la carencia de bienes no resulta admisible la mera
afirmación en sentido contrario cuando la doctrina de la Sala 1ª del T.S. tiene
declarado que es el deudor el que ha de precisar y señalar otros bienes para
excluir la legitimación de la acción revocatoria (S. 19 septiembre 2001)…”
SAP Les Illes Balears, Secc. 3ª, de 7 de abril de 2005).
17
La doctrina jurisprudencial, como se puede comprobar, ha insistido mucho en el
carácter subsidiario de la revocatoria, considerando como premisa de la misma que los
acreedores no puedan cobrar de otro modo lo que se les deba (vid. STS de 27 de marzo
de 1992), aunque ello no suponga ni la necesidad de tenerse que acreditar la insolvencia
en un procedimiento previo, ni que tal insolvencia haya de ser total (vid. SSTS de 24 de
diciembre de 1.996, citando anteriores de 28 de junio de 1912, 7 de enero de 1958, 13
de enero de 1986, 6 de abril, 12 de mayo y 25 de noviembre de 1992).
Por otro lado, no se puede gravar al acreedor con la prueba del hecho negativo de la
insolvencia del deudor, como vienen advirtiendo numerosos pronunciamientos (SSTS
de 11 abril 2001 y 12 diciembre 2002) y reproduce la SAP Les Illes Balears, Secc. 3ª, de
7 de abril de 2005), si bien tiene cierta repercusión en orden al cómputo de plazos de
ejercicio de la rescisoria (vid. infra).
Por otro lado, como más tarde analizaremos, dado que el acto de disposición del deudor
ha de causar, además, un perjuicio en los intereses del acreedor, será preciso analizar en
qué momento la situación de insolvencia fue creada,
“… Hay una efectiva transmisión de bienes por los deudores a terceros con
posterioridad a la existencia de la deuda y declaración de responsabilidad en
los supuestos de los actos realizados en el año 1997, y, en relación a las
donaciones efectuadas en el año 1995, un mes después de conocer el inicio
del expediente de derivación de responsabilidad, tampoco puede dudarse de
la posibilidad del ejercicio de la acción, ya que la jurisprudencia - cuya
muestra son las sentencias citadas en la resolución hoy apelada-, ha venido
admitiendo tal posibilidad si la insolvencia fue provocada anteriormente a la
vista de la obligación que se iba a contraer o, como en el presente caso, se le
iba a imputar, siendo que, al momento de presentarse la demanda, el Sr.
Francisco aparece como deudor de un crédito vencido y exigible” (SAP Les
Illes Balears, Secc. 3ª, de 7 de abril de 2005).
18
“… proporcionándole una ventaja patrimonial en tanto que el acreedor
resulta perjudicado por la disposición en favor del tercero y que su
declaración de ineficacia le favorezca, no teniendo otro medio para resarcirse
del daño…” (SAP Barcelona, Secc. 15ª, de 9 de marzo de 2005)
Como bien advierte la SAP Salamanca, de 20 de enero de 2005, siguiendo los criterios
jurisprudenciales más recientes, es requisito de la acción revocatoria que el acto de
disposición de bienes a título oneroso o gratuito realizado por el deudor en cuya virtud
se produce un menoscabo económico provoque un perjuicio al acreedor o acreedores
que, de esa forma, no pueden cobrar de otro modo lo que se les debe; el perjuicio para
los acreedores viene determinado porque en virtud del referido acto no queden bienes
para cobrar lo que se les deba; y sobre ello ha establecido el Tribunal Supremo. De ahí
que sea precisa
“… una relación de causalidad inmediata entre uno y otro (SSTS. de 9 de
noviembre de 1.907 y de 1 de julio de 1.940) (…) que no se conozcan otros
bienes que los que son objeto del contrato, aunque puedan existir (STS. de 31
de diciembre de 1.907) y que no es necesario obtener la declaración previa de
que el acreedor carece de todo otro recurso legal, antes de ejercitar la acción
rescisoria (SSTS. de 25 de junio de 1.904, 21 de diciembre de 1.913 y 30 de
enero de 1.986)…” (SAP Salamanca, de 20 de enero de 2005).
El acto dispositivo otorgado por el deudor es realizado con la intención de sustraer los
bienes a la acción de los acreedores por lo que se otorga una ventaja patrimonial al
adquirente,
“El deudor ha celebrado un acto o contrato posterior que beneficia a un
tercero, proporcionándole una ventaja patrimonial por cuanto el Sr. Carlos
transmitió a su esposa la nuda propiedad de las fincas… reservándose solo el
derecho de usufructo sobre las viviendas citadas, y a la compañía… la plena
propiedad de la finca. Es más, a pesar de haber transmitido dicha finca, sigue
disfrutándola su esposa, que evidentemente ha obtenido una ventaja
patrimonial” (SAP Barcelona, Secc. 14ª, de 20 de diciembre de 2004).
19
3.- El fraude causado al acreedor a consecuencia
del acto de disposición del deudor
Por tanto, el acto dispositivo del deudor provoca la imposibilidad del acreedor de
percibir su crédito: el “eventos damni” y fraude al derecho de crédito: “consilium
fraudis”. Analizado el primero en el epígrafe anterior, interesa ahora analizar el
segundo, pues,
“…Son requisitos de la acción pauliana o rescisoria por fraude de acreedores
no sólo la existencia de un crédito contra el dueño de la cosa enajenada y la
realización de un acto por virtud del cual salga ésta del patrimonio del que la
enajena, sino también el propósito defraudatorio tanto del que enajena como
del que adquiera la cosa, además de la ausencia de otro medio que no sea la
rescisión para obtener la reparación del perjuicio” (SAP Las Palmas, Secc. 5ª,
de 31 de mayo de 2005).
20
Por “consilium fraudis” ha de entenderse la simple previsión del daño, es decir, la
conciencia del perjuicio que el empobrecimiento real o fingido causa al acreedor; y
desde el punto de vista del adquirente que contrata con el deudor que opera con base
fraudulenta, tampoco se exige que aquél actúe con intención dañosa, sino que será
suficiente que el adquirente lo conozca o aprecie la malicia, que es como debe
entenderse la complicidad del adquirente en el fraude (SSTS. de 10 de julio de 1.928, 28
de enero de 1.966 y 16 de junio de 1.970). Por ello, el “consilium fraudis” implica la
celebración de un negocio dispositivo celebrado por el deudor en fraude de sus
acreedores,
“… con la complicidad o conocimiento de la persona con la que contrata y
hace suyos los bienes para dejarlos fuera de la acción de su acreedor, por lo
que no basta por si solo el perjuicio causado con el negocio en cuestión, sino
que es preciso que vaya acompañado de este propósito defraudatorio, tanto
del que enajena como del que adquiere la cosa objeto de la enajenación (SSTS
17 de Marzo de 1.972; 28 Octubre 1.993; 28 Nov 97, entre otras), puesto que
de otra forma se dejaría sin protección al adquirente, que es parte en el
negocio perjudicial pero que puede ser ajeno a la deuda, desde la idea de que
su interés es tan digno de tutela como el del acreedor defraudado y de que
goza de la protección de la apariencia…” (STS, Sala 1ª, de lo Civil, de 20
Oct. 2005).
En todo caso, el consilium fraudis supone que el deudor ha de ser consciente del
perjuicio que causa, o lo que es lo mismo,
“… ha de conocer que después de realizado el acto no le quedan bienes
bastantes para satisfacer sus compromisos” (STS 7 de enero de 1958) (SAP
Madrid, Secc. 13ª, de 28 de febrero de 2005)
21
“… El fraude de acreedores al no quedar bienes bastantes para el pago de las
deudas teniendo en cuenta que para el surgimiento del mismo no se requiere o
exige una intención claramente dolosa o "animus nocendi" (Sentencia del
Tribunal Supremo y entre otras como la de fecha 17 de julio de 1990) sino que
basta con una "sciencia fraudis" o sea una conciencia o conocimiento de que
se puede producir perjuicio al acreedor (Sentencia del Tribunal Supremo y
entre otras de fecha 1 de diciembre de 1997 o 27 de abril del año 2.000)
bastando por ello a tal fin y como indica la Sentencia del Tribunal Supremo de
fecha 4 de septiembre de 1995 con que el adquirente conozca la situación de
insolvencia en la que queda el deudor transmitente” (SAP Madrid, Secc. 9ª,
de 18 de marzo de 2005).
Por ello, las resoluciones se inclinan por un concepto amplio de consilium fraudis como
conciencia en el deudor del perjuicio que el empobrecimiento de su patrimonio causa al
acreedor, bastando, para su apreciación esa simple conciencia, no una actividad dolosa o
intencional, lo que equivale a objetivizar el requisito,
“… como señala la STS de fecha 12/03/04 la prosperabilidad de la acción
pauliana o rescisoria exige la concurrencia de "un determinado propósito que
viene a configurar el llamado "consilium fraudis", entendido, de manera
amplia, como "conciencia" en el deudor del perjuicio que el empobrecimiento
real o fingido causa al acreedor, e interpretado por la sentencia de 6 de abril
de 1992, como actividad intencionada y directamente dolosa o bien como
simple conciencia de causarlo, llegando a alcanzar cuotas de cuasi-
objetividad si el perjuicio se ocasiona por simple culpa civil o
impremeditación" (sentencia de 31 de diciembre de 1998)… Además, la
existencia de fraude en los contratos a efectos de posibilitar su rescisión, no
está limitada a los casos de presunción que establece el art. 1297 del Código
Civil, si no que puede apreciarse medios y modos distintos de los que el
precepto señala, según resulte de la prueba que se practique” (SAP Asturias,
Secc. 7ª, de 19 de abril de 2005)
Por las razones argumentadas, básicamente por la dificultad en numerosas ocasiones, de
determinar la scientia fraudis, para valorar el fraude hay que atender al estado de los
negocios del deudor, su situación económica y las reclamaciones existentes contra él.
“… Además hay que examinar si con el negocio celebrado el deudor era
consciente de que con la enajenación no le quedarían bienes bastantes para el
pago de sus deudas, lo que implica conciencia del perjuicio que ocasiona
(STS 14/1/35, 7/1/58, 30/4/85) y en este caso la posición de administrador de
la empresa revela la necesidad de conocer el estado de sus cuentas, la
evolución del negocio y también la posible existencia de deudas con
proveedores…” (SAP Barcelona, Secc. 17ª, de 11 de abril de 2005).
De modo que, atendidos los criterios antes señalados, las resoluciones sitúan el
problema en una simple cuestión de prueba,
“… sobre la existencia del acuerdo, de la complicidad o del conocimiento
defraudatorio, sujeta al arbitrio judicial, cuyas apreciaciones deben
respetarse en casación (SSTS 28 de Junio de 1912; 16 de Marzo de 1989; 13
de Febrero de 1992; 14 de Abril de 1998) (STS, Sala 1ª, de lo Civil, de 20 Oct.
2005).
22
“… En cualquier caso tampoco se constata que exista ánimo de perjudicar a
la actora con la compraventa entre los codemandados puesto que la misma
obedece a solventar una situación de apuro económico del vendedor con la
venta de un bien de carácter privativo y se acredita que, a pesar de la venta se
han seguido atendiendo los pagos de las necesidades de la hija en la cuantía
en la que se venían realizando, ni puede dudarse de la adquisición como
tercera de buena fe de la Sra. Elvira por mucho que sea hermana del
vendedor, cuando se acredita que realiza los pagos por la adquisición de la
vivienda y tiene conocimiento del carácter privativo de la misma por constar
así en el Registro, sin que pueda serle achacado un conocimiento previo del
contenido de un convenio regulador entre los esposos por mucho que tenga
conocimiento de que su hermano le indique que el destino de parte del precio
se dedique a atender los pagos que se venían realizando. Por todo ello
entendemos no existe viabilidad para estimar la acción rescisoria formulada
por fraude de acreedores y en consecuencia debemos estimar los recursos
formulados en tal sentido” (SAP Madrid, Secc. 9ª, de 18 de Marzo de 2005).
23
Y añade la resolución apuntada que, para su existencia en las enajenaciones onerosas
basta la mera conciencia del perjuicio y, en cuanto a terceros, su complicidad, en tanto
que, en las gratuitas basta la apreciación del perjuicio al acreedor,
“… que para su existencia en las enajenaciones onerosas basta con que el
deudor se percate de que con su enajenación no le quedarán bienes bastantes
para el pago de sus deudas, lo que implica conciencia del perjuicio que
ocasiona (SSTS. de 14 de enero de 1.935, 7 de enero de 1.958 y 30 de abril de
1.985), y en cuento al tercero, que lo conozca o aprecie la malicia, lo que
equivale a la complicidad en el fraude; y c) que en las gratuitas no es
exigible, bastando con el perjuicio al acreedor” (SAP Salamanca, de 20 de
enero de 2005)
Por esta razón, para que una adquisición a título oneroso pueda ser revocada por fraude
de acreedores mediante la pauliana es necesario que, además del fraude del deudor,
exista fraude del tercero, que consiste en
“… cooperar con el deudor al acto fraudulento o simplemente conocer el
fraude del deudor, la grave situación económica por la que éste atravesaba y
que ambos sean conscientes del perjuicio que causan al acreedor actual
recurrido, imposibilitándolo para hacer efectivo su crédito (Sentencia T.S. 17-
07-90)” (SAP Asturias, Secc 7ª, de 19 de abril de 2005).
Resulta así, por lo dicho y según se desprende del citado artículo que para proceder a la
revocación del acto dispositivo del deudor a título oneroso se requiere que el tercero
actúe de mala fe, es decir, que sea cómplice en el fraude. El consilium fraudis despoja
de legitimidad a la adquisición del tercero y por ello justifica que ésta quede sin efecto
como consecuencia de la revocación. Esta afirmación tiene una relevancia
insospechable a los efectos del art. 34 de la Ley Hipotecaria, pues,
“…demandadas las dos partes de un contrato de compraventa de inmueble
(contrato oneroso), esto es, vendedor y comprador, por supuesto "consilium
fraudis" a los fines de que se declare su rescisión por fraude de acreedores, el
adquirente comprador no puede beneficiarse, en principio, inscrita la
titularidad en el registro, de la protección que se dispensa al tercero, "ex"
artículo 34, pues, precisamente, su buena o mala fe resulta litigiosa” (SAP
Asturias, Secc. 7ª, de 19 de abril de 2005)
De ahí que la demanda rescisoria no pueda prosperar, sin perjuicio de otras acciones
indemnizatorias, si se establece finalmente que el adquirente a título oneroso, actuó de
buena fe y, por ello, sin obligación de devolución de la cosa según los artículos 1295 y
1298 del Código Civil,
“… el subadquirente (o adquirente de quien adquirió del deudor) si es
adquirente de buena fe, se halla protegido por el párrafo segundo del artículo
1298 del Código Civil. El subadquirente, aún inscrita la adquisición del
24
inmueble en el Registro de la Propiedad, no se halla protegido, como tercero,
conforme al artículo 37 de la Ley Hipotecaria en los supuestos previstos por
el número cuarto, letras a) y b), que son, precisamente, los afectados por el
segundo párrafo del número cuarto del artículo 37 de la Ley Hipotecaria”
(SAP Asturias, Secc. 7ª, de 19 de abril de 2005)
De otra parte, se recuerda que el artículo 1297 del Código Civil presume fraudulentas
“… las enajenaciones a título oneroso hechas por aquellas personas contra
las cuales se hubiese pronunciado antes sentencia condenatoria en cualquier
instancia” (SAP Asturias, Secc. 7ª, de 19 de abril de 2005)
25
En cambio, para otros pronunciamientos, dicho carácter no es tan transparente, por lo
que cabe que el deudor niegue el fraude (y lo pruebe) como causa en una enajenación a
título gratuito, con lo que la presunción sería “iuris tantum”,
“… se presumen celebrados en fraude de acreedores, todos aquellos contratos
por virtud de los cuales el deudor enajenare bienes a título gratuito, si bien no
comparte la Sala la afirmación de que se trata de una presunción "iuris et de
iure", sino de una presunción legal que admite prueba en contrario,
correspondiendo ésta al deudor que niega el fraude como causa de la
rescisión pretendida por el acreedor (Sentencias del Tribunal Supremo de 7 de
marzo y 11 de octubre de 2001, entre otras), prueba que en el presente caso no
se ha producido” (SAP Les Illes Balears, Secc. 3ª, de 4 de febrero de 2005).
Y este carácter fraudulento de la donación es apreciado por la citada Resolución sin que
obste la polémica del carácter de la presunción (“iuris tantum”, como afirman las SSAP
de 7 marzo, 11 abril y 11 octubre 2001; o “iuris et de iure”, SSAP 18 enero 1991, 16
febrero 1993, 19 septiembre 2001 y 22 abril 2003),
“… porque no hay prueba alguna en contrario de tal apreciación; y, por otra
parte, en el caso de donación no es necesario demostrar ningún concierto del
donatario con los donantes (S. 11 abril 2001), tanto más si se tienen cuenta
las circunstancias del caso (parentesco paterno-filial entre donantes y
donatarios, y la naturaleza de los bienes donados)” (SAP Les Illes Balears,
Secc 3ª, de 7 de abril de 2005).
Pero también porque resulta acreditado el acto de disposición realizado, a título gratuito,
por el deudor, tal y como expone el pronunciamiento estudiado, dado que,
“… con la transmisión del único bien de su propiedad, se ha colocado
voluntariamente en situación de insolvencia, impidiendo al acreedor hacer
efectivo su crédito” (SAP Les Illes Balears, Secc 3ª, de 7 de abril de 2005).
Existen algunos supuestos en los que la enajenación se presume fraudulenta para ambas
partes siempre y cuando concurran determinadas circunstancias que permitan la
destrucción de cualquier presunción de buena fe del adquirente,
26
“… ya se hubiese dictado sentencia condenatoria para el deudor o
expedido mandamiento de embargo de bienes, flexibilizando de esa forma la
prueba que permita destruir la presunción de buena fe a partir de una suma
coordinada de indicios, que no se da en el presente caso con los datos que
tiene en cuenta y valora la sentencia, pues con anterioridad a la fecha del
título que se esgrime en apoyo de la demanda, ni se había dictado sentencia
alguna condenatoria ni expedido mandamiento de embargo de bienes a que se
refiere el indicado precepto…” (STS, Sala 1ª, de lo Civil, de 20 Oct. 2005).
De modo y manera que la presunción de fraude desaparece cuando se acredita que las
enajenaciones tuvieron por objeto satisfacer obligaciones anteriormente contraídas
(SSTS 2 de enero de 1912; 29 de diciembre de 1.993 y 28 de Octubre 1.988)
“… habiendo declarado asimismo que la constitución de hipoteca sobre
bienes propios del deudor no tiene su causa en la mera liberalidad del
bienhechor (artículo 1274 del Código Civil), por lo que tampoco cabe aplicar
en este caso la presunción de fraude del artículo 1297, párrafo primero, del
Código Civil (STS. 28 de Noviembre 1.997). En definitiva, lo verdaderamente
pretendido por la parte recurrente no es acreditar que la sentencia ha
incurrido en un error en la apreciación de la prueba de presunciones, como se
dice en el motivo, sino imponer su propia presunción con afirmaciones incluso
poco conformes con la realidad y lógica de las cosas, como es el conocimiento
por las entidades de crédito de la situación patrimonial de sus deudores, por
el simple hecho de serlo, cuando la parte actora no acreditó este
conocimiento, ni ello se deduce de los actos llevados a cabo por dichas
entidades financieras, que tampoco tenían que conocer la condición de
acreedora de quien recurre ni el carácter preferencial de sus créditos,
actuando en defensa del suyo” (STS, Sala 1ª, de lo Civil, de 20 Oct. 2005).
De modo que la acción sólo podrá ejercitarse cuando el perjudicado carezca de todo otro
recurso legal para obtener la reparación del perjuicio, y, en consecuencia reviste un
doble carácter,
“…Se trata de una subsidiariedad económica y jurídica, con independencia…
del alcance que en la perspectiva jurídica quepa atribuir al precepto del art.
1294 CC.” (SAP Les Illes Balears, Secc. 3ª, de 7 de abril de 2005).
27
La ratio de la dicha subsidiariedad económica y jurídica es explicada con certeza por
numerosas de las sentencias objeto de estudio y valga como muestra el dictado de la
citada SAP Les Illes Balears de 7 de abril de 2005, según la cual ha de girar en torno a
la imposibilidad de obtener la satisfacción del crédito, hoy ciertamente flexibilizada en
la medida que basta una insolvencia fáctica relativa del deudor,
“… La Jurisprudencia, en numerosas resoluciones, ha examinado la doble
faceta de carencia de bienes y de otro medio legal para obtener la reparación
del perjuicio económico, configurándola en torno a la imposibilidad de
obtener la satisfacción del crédito (S. 28 junio 2002) -imposibilidad, real y
efectiva, de cobrar, como señalan las Sentencias de 5 noviembre 1995 y 19
junio 2001-. Sin embargo, la propia doctrina jurisprudencial ha flexibilizado
la aplicación de la exigencia declarando que no es preciso una persecución
real de todos y cada uno de los bienes con resultado infructuoso (SS. 17 julio
2000 y 17 julio 2002), ni obtener en un juicio previo la declaración de
insolvencia (SS. 29 marzo 2001, 2 abril 2002), como tampoco es preciso que
el deudor se coloque en situación de insolvencia total, ya que basta que los
bienes no sean suficientes para satisfacer a sus acreedores (SS. 31 octubre
1994, 20 febrero y 19 septiembre 2001, 27 junio 2002), por haberse
disminuido las posibilidades económicas efectivas (S. 9 mayo 2001) o
producido una notable disminución patrimonial que impide al acreedor
percibir su crédito o que el reintegro del mismo le sea sumamente dificultoso
(SS. 31 diciembre 1998, 23 septiembre 2002)…” (SAP Les Illes Balears, Secc.
3ª, de 7 de abril de 2005).
28
reintegro del mismo sea sumamente dificultoso…(Sentencias del Tribunal
Supremo y entre otras como las de fechas, 7 de febrero de 1991, 28 de octubre
de 1993, 24 de junio de 1994, 31 de diciembre de 1998, 27 de abril del año
2000)” (SAP Madrid, Secc. 9ª, de 18 de marzo de 2005).
Claro está, que el éxito de la acción revocatoria exige, obviamente que también se
demuestre que el acreedor no puede obtener la satisfacción de sus créditos de ninguna
otra manera, si bien evitando convertir esa prueba en una probatio diabolica,
“…no puede exigírsele al demandante una prueba diabólica de la inexistencia
de bienes, sino que también se impone al deudor, conforme al principio de
facilidad probatoria, designar aquellos que permitan demostrar que su
patrimonio es suficiente para hacer frente a sus responsabilidades sin
necesidad de proceder a la rescisión de los negocios jurídicos que haya
podido concluir. Por consiguiente, el carácter de remedio excepcional y
subsidiario de esta acción queda plenamente justificado” (SAP Girona, Secc.
2ª, de 8 de junio de 2005).
29
“… como requiere algún texto del derecho comparado, caso del artículo 611
del Código portugués. Por otro lado, no cabe vincular la falta de
concurrencia de este requisito… al hecho de que la acreedora no haya instado
ningún mecanismo dirigido al cobro de la deuda, sino de que tenga,
efectivamente, otros medios de satisfacerla, cosa que no ocurre en el presente
supuesto en el que la demandada no ha acreditado, tal y como le correspondía
según lo dicho más arriba, que gozaba de otros bienes en su patrimonio para
atender el pago de la misma” (SAP Barcelona, Secc. 15ª, de 9 de marzo de
2005).
30
la parte que alega la excepción, por lo que su falta de acreditación ha de
parar sobre la parte a quien incumbía su probanza, sin que la misma pueda
ser sustituida por insinuaciones o suposiciones que carecen de fundamento
fáctico. Por tanto, la decisión de la magistrada "a quo" de rechazar la
caducidad alegada por la parte demandada, en relación a las donaciones
otorgadas mediante escritura pública… debe ser mantenida por la Sala al
haberse interpuesta la demanda… sin haber transcurrido cuatro años desde el
día inicial del cómputo fijado en la sentencia apelada” (SAP Les Illes Balears,
Secc. 3ª, de 7 de abril de 2005).
Esta afirmación es reiterada por la SAP Les Illes Balears de 7 de abril de 2005, al
declarar que,
“… A propósito de la carencia de bienes no resulta admisible la mera
afirmación en sentido contrario cuando la doctrina de la Sala 1ª del T.S. tiene
declarado que es el deudor el que ha de precisar y señalar otros bienes para
excluir la legitimación de la acción revocatoria (S. 19 septiembre 2001), y que
no se puede gravar al acreedor con la prueba del hecho negativo de la
insolvencia del deudor (SS. 11 abril 2001, 12 diciembre 2002)” (SAP Les Illes
Balears, Secc. 3ª, de 7 de abril de 2005)
31
1111 y 1291-3º del Código Civil, en relación con el artículo 359 del mismo
cuerpo legal (debe entenderse que en cuanto a este último precepto se sufre el
error de referirlo al Código Civil, en lugar de a la Ley de Enjuiciamiento Civil
de la que realmente forma parte). Se señala que la Audiencia Provincial, al
acoger la petición de rescisión por fraude del contrato de compraventa…
contradice la doctrina de esta Sala según la cual la pretensión de rescisión
por fraude de acreedores, no puede ser ejercitada en vía reconvencional en los
incidentes de tercería de dominio, por poseer unas exigencias peculiares, de
acuerdo con el artículo 1111 del Código Civil, así como un marco propio de
probanzas, en atención a su naturaleza subsidiaria, requiriendo, en suma un
proceso independiente, fuera de la tercería. Respecto a esta alegación ha de
tenerse en cuenta que la ahora recurrente nada había manifestado en su
escrito de contestación a la reconvención acerca del defecto que ahora
tardíamente denuncia. En consecuencia, se está tratando de introducir una
cuestión nueva, lo que está vedado en vía casacional ya que su admisión
generaría una evidente indefensión para la contraparte, al verse privada de
alegar y probar cuanto considerase conveniente al respecto…” (STS, Sala 1ª,
de lo civil, de 19 de abril de 2005).
V. ESTADÍSTICAS
32
CUADRO DE SENTENCIAS ESTUDIADAS
AP. Illes Balears Oliver Barceló LA LEY JURIS: Ejecución de títulos Estimación parcial
(Secc. 5.ª) Auto 2066893/2005 judiciales
20/06/2005
*
Número identificativo de la sentencia en la Base de Datos de Actualidad Civil en Internet.
33
AP. Illes Balears Moragues Vidal LA LEY JURIS: Acción rescisoria. Estimación
(Secc. 3.ª) 1961457/2005 Contratos de de la demanda
07/04/2005 compraventa,
donación y renuncia a
herencia
AP. Madrid Zarzuelo LA LEY JURIS: Requisitos de la Desestimación de
(Secc. 9.ª) Descalzo 1973324/2005 acción rescisoria. la demanda
18/03/2005 Contrato de
compraventa
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