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Universidad de Guanajuato Reporte de lectura #2

Licenciatura en Economía Mendoza Caudillo Emmanuel

Historia de México Grupo 102

EL PORFIRIATO
LAS FINANZAS PÚBLICAS Y EL DESARROLLO ECONÓMICO / SOCIEDADES RURALES Y
URBANAS / CULTURA por Elisa Speckman Guerra

La situación de la hacienda pública al inicio del Porfiriato era caótica, ya que se encontraba
en total quiebra. Las deudas contraídas con los prestamistas nacionales y extranjeros eran
enormes, la recaudación de impuestos se destinaba principalmente al pago de estas y los
contribuyentes se resistían a la creación de nuevos cargas.
Para remediar esta situación se redujo el gasto público, los recursos fueron administrados
con cautela, se ejerció mayor control de los ingresos, se crearon nuevos impuestos que
permitieron el comercio y se reestructuro la deuda interna y externa. Para lograr obtener
más recursos el gobierno federal ofreció un gran número de concesiones y una legislación
que garantizaba el incremento del margen de utilidad. Gracias a esto se atrajeron un
considerable monto de inversiones.
Por otra parte, gracias al contexto internacional favorable, se buscó posicionar al país a nivel
internacional como exportador de productos agrícolas y minerales, sin dejar de lado el
desarrollo de la industria y del comercio interior.
Para este fin se crearon diversas políticas legales, fiscales y de desarrollo material, cuyo
objetivo era la estimulación del mercado nacional. Estas eran las siguientes:

 Se expidió un código comercial que otorgo una reglamentación a la


comercialización.
 Se eliminaron las alcabalas ya que obstaculizaban el intercambio a distancia.
 En ciertos periodos se estableció una política proteccionista para ciertos sectores de
la industria.
 Se creó una política de subsidio a la industria y a la construcción de obras públicas y
de transporte.
Gracias a esta última política las vías férreas pasaron de 640 kilómetros en 1877 a 19,
280 kilómetros en 1910. El desarrollo de este transporte junto al de los puertos
favoreció al intercambio comercial, tanto interno como externo. Este aumento vino
acompañado por la multiplicación de la producción agrícola, mineral e industrial. Los

SPECKMAN, Elisa. “El Porfiriato: Las finanzas públicas y el desarrollo económico.-Sociedades rurales y urbanas.-Cultura” en NUEVA
HISTORIA MÍNIMA DE MÉXICO ILUSTRADA. México, El Colegio de México-Gobierno del Distrito Federal, 2008, pp. 364-391.
principales socios comerciales del país eran Estados Unidos, Europa y varios países del
Caribe.
Con respecto a las exportaciones, estas eran principalmente metales, como el oro, la
plata, el cobre, el zinc, el plomo y el petróleo, cuya extracción se concentró en los
estados de Sonora, Chihuahua, Sinaloa y Durango; y productos agropecuarios como el
henequén, el caucho y el café. Por otra parte, las importaciones consistían en
maquinaria y herramientas, artículos manufacturados y comestibles.
Dejando de lado el comercio, otro sector de gran importancia fue la industria. Esta se
transformó pasando de los talleres artesanales a las industrias manufactureras de
propiedad familiar y las industrias modernas que pertenecían a sociedades de
empresarios. Estas se concentraban en Nuevo León, Jalisco, Puebla, Veracruz y la ciudad
de México, y se dedicaban a la producción de cerámica, cigarros, calzado, cerveza,
textiles, papel o vidrio.
Si bien en general se logró el desarrollo del comercio y la industria, existieron
situaciones que evidenciaron varias problemáticas y contrastes:

 El contraste entre la agricultura de exportación y la de consumo muestra que


mientras la primera aumentó, junto a la minería de exportación, de 40.5 millones
de pesos en 1877 a 287 millones en 1910; la segunda sufrió un retroceso, ya que
en este mismo lapso la producción de productos como el trigo, la cebada y el
frijol se mantuvo a pesar del aumento poblacional.
 El contraste entre la industria ligera y la pesada muestra que ciertos factores
como el ineficaz sistema financiero y el desabasto de materias primas
provocaron el desarrollo tardío de la industria pesada.
 La desigualdad geográfica era evidente, ya que ciertas regiones se desarrollaron
más que otras, como la región norte, que contaba con una economía
diversificada, una población mayormente urbana y relaciones salariales
modernas.
 La desigualdad entre periodos intercalaba etapas de prosperidad con épocas de
crisis, como la ocurrida en la década de 1890 por la caída del precio de la plata.
Los cambios en la sociedad también fueron muy importantes. La población pasó de 9
millones de habitantes en 1877 a 15 millones en 1910. En este aumento poblacional
influyeron factores como el fin de los enfrentamientos civiles, la ampliación de los
mercados, la mejor distribución de los alimentos y los avances en la higiene y la medicina.
Junto a este incremento vino una dinamización poblacional. Estados como Chihuahua,
Coahuila, Durango, Nuevo León, Tamaulipas, Distrito Federal, Puebla, Veracruz, Sonora y
Nayarit recibieron una gran cantidad de migrantes provenientes principalmente de
Guanajuato, Jalisco, Michoacán, Hidalgo, Zacatecas, San Luis Potosí y el estado de México.

SPECKMAN, Elisa. “El Porfiriato: Las finanzas públicas y el desarrollo económico.-Sociedades rurales y urbanas.-Cultura” en NUEVA
HISTORIA MÍNIMA DE MÉXICO ILUSTRADA. México, El Colegio de México-Gobierno del Distrito Federal, 2008, pp. 364-391.
Si bien los migrantes se dirigían sobre todo a las ciudades, un gran porcentaje de la
población seguía siendo rural (90% de ella en 1900) y se encontraba distribuida en
haciendas, pueblos y ranchos. La desamortización y el deslinde favorecieron a los
hacendados, quienes tendieron a concentrar la tierra, aumentando sus latifundios a costa
de la propiedad corporativa. También algunos campesinos ricos y usureros sacaron
provecho del proceso, con lo que se reforzó la mediana propiedad.
En las sociedades rurales los hacendados ocupaban la cima de la pirámide. En la parte
intermedia se encontraban los rancheros, comerciantes, artesanos y algunos empleados de
las haciendas. En la parte inferior estaban los campesinos sin tierra, entre ellos se cuentan
los peones acasillados, trabajadores temporales, arrendatarios, aparceros y medieros.
Las condiciones de trabajo y de vida de estos campesinos variaban según el dueño de las
tierras, pero también según la región. En el norte del país las grandes propiedades eran
cultivadas por trabajadores temporales o por arrendatarios, a quienes los propietarios
tenían que ofrecerles mejores sueldos o exigirles rentas más bajas, debido a la escasa
población y la existencia de otras posibilidades de empleo. Por otra parte, en la región
centro-sur, los hacendados necesitaban mano de obra durante todo el año por lo que
preferían el peonaje y recurrían a diversas técnicas para retener a sus peones como el
sistema de endeudamiento y el enganche. Las pésimas condiciones de trabajo, así como la
defensa de la autonomía política, el salvaguardo de las tradiciones e idiomas y la oposición
a la usurpación de tierras, bosques y aguas comunales llevaron a los indígenas y campesinos
a producir numerosas rebeliones como la de los mayas en Yucatán y la de los yaquis en
Sonora.
Si bien la población rural era mayoría, durante esta época los centros urbanos crecieron de
manera notable. Entre estos sobresalen la ciudad de México, Guadalajara, Puebla, San Luis
Potosí, Monterrey, Cananea, Santa Rosalía, Monterrey, Torreón, Tuxpan, Progreso,
Guaymas, Manzanillo, Nuevo Laredo y Ciudad Juárez; todos estas ciudades contaban con
más de 20,000 habitantes para 1910. Los gobernantes y las elites deseaban que las urbes
reflejaran la prosperidad y el progreso de la nación para lo cual construyeron jardines y
amplias avenidas e implementaron medidas de seguridad y limpieza.
Sin embargo las ciudades no estaban preparadas para el fenómeno migratorio, lo que trajo
consigo la carencia de oportunidades de trabajo que terminaron por aumentar los niveles
de la delincuencia y la prostitución; de igual manera las condiciones poco dignas de vivienda
trajeron consigo graves problemas de salud. Para solucionar estos problemas los
gobernantes expidieron códigos penales y sanitarios, reformaron las cárceles y los
reglamentos de policía, hicieron obras de desagüe, pavimentaron las calles, construyeron
el drenaje, instalaron tuberías para el agua potable y realizaron una cruzada por mejorar la
higiene de las ciudades y de sus habitantes.

SPECKMAN, Elisa. “El Porfiriato: Las finanzas públicas y el desarrollo económico.-Sociedades rurales y urbanas.-Cultura” en NUEVA
HISTORIA MÍNIMA DE MÉXICO ILUSTRADA. México, El Colegio de México-Gobierno del Distrito Federal, 2008, pp. 364-391.
La sociedad urbana reflejaba una marcada estratificación social donde la riqueza se
concentraba en grupos reducidos que estaban integrados por hacendados, empresarios,
propietarios de casas mercantiles, banqueros y profesionistas eminentes. Dentro de los
sectores medios se encontraban profesionistas, empleados públicos y del comercio o el
transporte, y artesanos prósperos. Al final se encontraban los sectores populares que
estaban integrados por diversos grupos como sirvientes dependientes de locales
comerciales, artesanos, vendedores ambulantes y obreros.
Estos últimos, a pesar de ser una gran cantidad, no contaban con una legislación que los
protegiera: las huelgas estaban prohibidas, estaba permitida la explotación infantil, las
jornadas de trabajo eran abominables, podían ser despedidos sin ninguna justificación, no
estaban protegidos contra accidentes y se les pagaba un salario muy bajo. La política del
gobierno hacia los trabajadores oscilo entre la negociación y la represión. El presidente fue
más tolerante con las organizaciones mutualistas, y llevo una política represiva con las
organizaciones y los movimientos más radicales.
Con respecto a las corrientes filosóficas, sociales y religiosas existieron diversas formas de
entender al país, a la sociedad y al individuo. Entre ellas encontramos el liberalismo, el
positivismo y el conservadurismo. Mas sin embargo muchos optaron por una postura
ecléctica, que combinaba elementos del liberalismo y del positivismo. En el plano religioso,
el catolicismo era la religión más importante. Los mexicanos eran en su mayoría católicos.
El protestantismo tenía una presencia mucho menor. A pesar de las divisiones ideológicas
entre liberales, positivistas y conservadores compartían los mismos valores.
Las elites, las clases medias e incluso los grupos populares compartían las mismas nociones
acerca de la familia y la función de la mujer en el núcleo familiar y en el seno de la
comunidad. Se creía que la familia debía fundarse en el matrimonio, de preferencia
religioso. Cada género tenía un rol asignado: al hombre le correspondía el mundo de lo
público, mientras que la mujer debía restringirse al ámbito privado y dedicarse a las tareas
domésticas. Esto propicio que la legislación no les confiriera la posibilidad de votar u ocupar
cargos de elección popular, y que restringiera sus actividades laborales. Conforme se acercó
el siglo XX las mujeres fueron ganando espacios de participación y destaco el movimiento
feminista, que exigía igualdad jurídica y educativa con los varones.
Por otro lado, en la literatura y el arte se notaba una fuerte influencia europea, sobre todo
francesa. La arquitectura recogió diferentes estilos y los combino con gran libertad,
encontrando como ejemplos el teatro Juárez en Guanajuato y el teatro Doblado en León.
De igual manera se fomentó una cultura nacional y nacionalista, con elementos como la
literatura costumbrista, la literatura realista y el paisajismo mexicano. Una manera para
inculcar este sentimiento fue a través de la enseñanza de la historia y la inculcación a los
niños de los valores cívicos, esto por medio de la educación gratuita y obligatoria. Sin
embargo el proyecto educativo no tuvo el éxito esperado ya que se concentró en las zonas
urbanas y aun en ellas resulto insuficiente.

SPECKMAN, Elisa. “El Porfiriato: Las finanzas públicas y el desarrollo económico.-Sociedades rurales y urbanas.-Cultura” en NUEVA
HISTORIA MÍNIMA DE MÉXICO ILUSTRADA. México, El Colegio de México-Gobierno del Distrito Federal, 2008, pp. 364-391.

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