Está en la página 1de 4

Resumen de la lectura.

Esta lectura comienza con una breve descripción histórica acerca de cómo México ha estado en una
desventaja tanto en lo económico como en lo social, ya que cuando estaban las monarquías y burgueses,
estos eran los que tenía el control de toda la economía del país. Durante la etapa de la post
independencia, el país estaba en un proceso en el cual se estaban disputando entre los sectores más
acaudalados las riendas políticas y económicas del país. México se encontraba adelantado 200 años
entre las naciones del Atlántico Norte se expandieron en diversos sectores como; las materias primas,
manufacturas, el capital y la fuerza de trabajo. Tras perder medio territorio a manos de Estados Unidos y
sí a eso le se le suma la intervención francesa con Maximiliano de Habsburgo se vio más limitado el
capital en el país. Una de las producciones más activas en esa época fue la agricultura, con una marcada
diferencia entre la producción campesina de cultivos básicos, como el auto consumo y la producción
agrícola comercial de las haciendas y ranchos ya que los circuitos comerciales era restringidos y las crisis
agrícolas se presentaban con frecuencia.

La clase dominante y la burguesía eran sectores de medio ascenso, su antecedente fueron los
prestamistas, comerciantes y hacendados que lograron hacerse de gran capital en el país desde finales
de las colonias. Los extranjeros tienen mucha influencia con comerciantes y empresarios de distintas
partes del mundo aumentando el flujo comercial en el capitalismo mundial. El proceso de la burguesía
tuvo relevancia a mediados del siglo XIX en la construcción de fábricas textiles y de algodón, la fuerza
de trabajo venía de parte de trabajadores libres que no recibían una paga en dinero, utilizaron un
sistema de pago llamado; tienda de raya. El desempeño de la burguesía con su movilidad y poca
estabilidad fueron un factor importante para que llegara inversión por parte del extranjero como una
forma de aminorar riesgos en la inversión industrial y poder asegurar más ganancias.

La industria textil con capital de mexicanos, españoles e ingleses conformaron varias compañías textiles
en los años treinta del siglo XIX. Al combinar la hacienda con la fábrica fortalecían su posición en la
fuente marina y agricultora como grandes acaparadoras del campo. Los empresarios textiles
empezaron a controlar la distribución y comercialización de hilados a mayor escala en la Ciudad de
México; como El Palacio de Hierro, Fábricas de Francia y otros establecimientos modelaron el gusto de
las clases dominantes. Los cambios de dueños en las fábricas textiles se caracterizaban del
comportamiento empresarial durante la segunda mitad del siglo XIX. Las fábricas de textiles eran las
que más dominaban el mercado pues en 1843 había 53 en el país y para 1880 crecieron hasta 97 que
se encontraban esparcidas por todo el país, unas en el centro del país, norte y unas pocas en el sur. La
energía eléctrica hizo que el proceso productivo se volviera constante a diferencia del vapor, esto
expandió la capacidad productiva y tecnológica con la alta velocidad y procesos automáticos. En
muchas tiendas era obligatoria la compra en las tiendas de raya, las jornadas más extenuantes y
salarios más bajos. A mediados de siglo XIX se registró un gran flujo de trabajadores migrantes a los
centros textiles que venían de medios agricultores y combinaban ese trabajo y en sus tiempos libres en
las fábricas. Los consorcios extranjeros se establecieron en las industrias para fortalecer y abastecer
sus firmas comerciales como la unión de empresas agricultoras, comerciales, comerciales y financieras;
la inversión de capital en las sociedades anónimas fomentó crecimiento y modernización para ser más
funcionales.

La legislación de 1887 redujo las sociedades anónimas y estimuló la creación de empresas más
grandes como el área de la metalúrgica y ferrocarrileras en Monterrey, la producción regional fue
absorbida casi en su totalidad por la demanda estadounidense e inglesa entre 1890 a 1902. La
extensión ferrocarrilera se extendió de norte a sur, las formas de organización de la propiedad minera
combinaba la propiedad individual con las propiedades de las familias y los empresarios locales que
controlaban un número grande de minas en todo el bajío del país y parte del norte. La minería reforzó
su pedo en la economía en las últimas décadas, un ejemplo de esto son los metales preciosos,
producción y exportación de minerales. La ley minera de 1887 atrajo de nueva cuenta inversores
ingleses, norteamericanos y franceses; con la ampliación a grande escala de las industrias base como;
carbón, hierro y acero a través de la modernización tecnológica en la era del porfiriato. Durante 1896-
1910, hubo un crecimiento del PIB de 5.35 y 2.84% respectivamente en muchas ramas como la
papelera, química, alimentos y bebidas.

El efecto inmediato en todo lo malo que ocasionaron estas industrias fue ampliar la fuerza de trabajo a
costa del empobrecimiento del campesino, romper relaciones con las sociedades comunitarias y
centrarse en la propiedad por parte de los hacendados, comerciantes y políticos. La modernización
impacta en jornadas extremas de explotación y tiendas de raya en el centro y sur del país. Después de
La Reforma pero en especial a mediados del porfiriato con la integración del mercado nacional
proporcionado por los ferrocarriles, agricultura crecen mucho más en el centro y sur del país. El sureste
y el Golfo se combinan la sujeción y explotación precapitalista con las jornadas laborales durísimas e
incluso cárceles. El crecimiento poblacional, la ampliación de los mercados de caminos y transporte,
modernización e introducción en mejoras en las técnicas de cultivo a partir de la mitad del siglo
dinamizan el campo mexicano, con la ampliación y acumulación del capital por parte de los
hacendados y rancheros que logran romper los límites locales y regionales de comercialización de sus
productos es incuestionable. En Michoacán los italianos se volvieron los productores más grandes de
arroz consumidos en el centro del país.
La explotación agrícola se expande a mediados de siglo como el chicle, cacao, café, vainilla, henequén,
etc. Iniciada la colonia presenta un auge inusitado en la segunda mitad del siglo XX. El creciente interés
por la explotación de los recursos naturales encontró su complemento en los gobiernos liberales y con
Porfirio Díaz estimuló la inversión con el extranjero. La explotación de madera se convirtió en un
negocio altamente lucrativo por la poca inversión y por la explotación de los arboles; era frecuente la
venta de indígenas a los contratistas extranjeros dedicados a la explotación de los bosques. La
recuperación del crecimiento exponencial y la ampliación del marcado de fuerza de trabajo libre, generó
la formación de una excelente mano de obra durante la década de 1880. El sistema de cultivo directo se
extiende por los hacendados con toda claridad tras la restauración de la república y el arribo de la paz.
La combinación del cultivo directo con la aparcería del maíz durante la segunda mitas de siglo posibilitó
la reactivación de la producción agrícola en la mesa central y desató un cambio en la estructura de la
producción, hacia la generalización de las relaciones capitalistas. A mediados del porfiriato la economía
de las haciendas se halla totalmente revitalizada con rendimientos por la inversión de capital extranjero.

La revolución de independencia inicia la formación del estado mexicano, pero es cuando triunfan los
liberales la guerra de Reforma y la restauración de la República cuando se logra la separación definitiva
de la iglesia.

Décadas después del código minero sería objeto de controversias, cuando las compañías extranjeras
sostendrían que sus concesiones otorgaban a los dueños de las minas el dominio absoluto sobre los
recursos del subsuelo; y lo que es lo más importante para el flujo comercial y la integración del
mercado, dominadas por ligas informales entre el gobierno quienes en su debilidad fiscal y territorial,
arrendaban oficinas de recaudación de las rentas federales, casas de monedas, etc. A partir de 1867
se va reduciendo el poder que tenían los particulares sobre las esferas monetaria, fiscal y crediticia. Los
ajustes monetarios se dieron dentro de un marco de constante devaluación de la plata entre 1870 y
1900 por la adopción del patrón oro por parte de países industrializados.

El primer banco que recibe la autorización para su creación fue el banco de capital francés, Nacional
Mexicano en 1882. El Banco Mexicano se fusiona con el Banco Mercantil Mexicano creado por
capitalistas españoles residentes creando así el Banco de México. La red bancaria se amplía a casi
todos los estados en la última década del siglo, alentada por el código de comercio de 1889. Desde el
gobierno de Juárez se empiezan a sanear y reestructuras las finanzas públicas, Hacienda es ahora por
algún tiempo la cuestión vital de México y durante su último periodo; Matías Romero impulsa la
transformación del impuesto del papel sellado por la renta del timbre que amplía la cobertura, además
de contratos mercantiles de compra-venta de arrendamiento y transacciones oficiales a gravámenes
sobre el consumo. La política hacendaría pone entredicho la ortodoxa liberal de los gobiernos
decimonónicos y evidencia que convirtieron al estado en un instrumento principal para realizar las metas
modernizadoras.

También podría gustarte