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Lunes 23 De Septiembre
UN PROBLEMA DE SALUD EMERGENTE
Cigarrillos
electrónicos: ¿una cortina
de humo de las tabacaleras?
Salud 21 Sep 2019 - 9:00 PM
Por: Sergio Silva - Pablo Correa / @SergioSilva03 - @pcorrea78
El mercado global de vapeadores podría llegar a los US $48 mil millones en 2023. / Cristian Garavito / El
Espectador
En redes sociales se desató una discusión sobre la pertinencia de abrir las puertas
de la universidad a voceros de una de las industrias que más daño ha hecho a la
salud pública. De todas las cifras que se pueden esgrimir para poner en evidencia el
perverso negocio del tabaco, una de las más dicientes es que cada año mueren ocho
millones de personas por culpa del tabaco, incluidas 1.2 millones de fallecimientos
por afecciones relacionadas con el humo de segunda mano. Tantas como para
poblar una ciudad como Bogotá.
Estos aparatos son dispositivos conformados por un cartucho que contiene una
solución líquida con diferentes cantidades de nicotina, saborizantes y otras
sustancias químicas que al calentarse genera el vapor que se inhala por una
boquilla. La industria argumenta que le permiten a sus usuarios acceder a una dosis
de nicotina evitando las sustancias cancerígenas de los cigarrillos.
Un nuevo escenario
Viejas tácticas
Los hallazgos de ese grupo, liderado por Thomas Zeltner, un reconocido salubrista
suizo, era una de las muestras más contundentes de los métodos usados por las
tabacaleras para promover sus líneas de negocio. Por décadas habían fabricado
datos y manipulado la evidencia sobre las consecuencias de fumar. Todo, como
apuntó en La Silla Vacía, Andrés Vecino, investigador de la Escuela de Salud Pública
de John Hopkins, “a expensas de sus clientes”.
Las pruebas, presentes en millones de páginas que han salido a la luz pública luego
de un intenso litigio contra las empresas tabacaleras, son claras. En noviembre de
1988, por ejemplo, Geoffrey Bible, presidente de Philip Morris International, reunió
a los altos ejecutivos de la compañía en Boca Ratón, una ciudad al suroriente de
Florida (EE.UU.) donde acordaron “atacar los programas de control del tabaco de la
OMS, trazaron varias rutas para influir en las decisiones de ese organismo e
identificaron 26 amenazas globales para su industria. Para cada una planificaron
una contra estrategia.
Es difícil saber con precisión cuándo esta industria empezó a promover esas
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polémicas prácticas. Suzaynn Schick y Stanton A Glantz, investigadores del Centro
de Investigación y Educación para el Control del Tabaco de la Universidad de
California, dieron algunas pistas en otro artículo de 2007. Para ellos —al menos en
Estados Unidos—, desde la década de 1930 fue claro el interés de las principales
compañías en establecer relaciones “positivas” con científicos y universidades.
Manipulando datos
Ese es justamente uno de los temores de los que han enfrentado a las tabacaleras:
que vuelvan a confundir a la sociedad con datos manipulados. En diciembre del año
pasado un grupo de investigadores daneses en la U. de Copenhague, revisaron 94
estudios sobre los cigarrillos electrónicos. Querían identificar hasta qué punto los
trabajos financiados por la industria estaban bien diseñados y sus conclusiones
eran confiables. “El 95.1 % de los estudios sin conflictos de interés y el 39.4 % de
los estudios con conflictos de interés encontraron efectos nocivos potenciales. Solo
el 7.7 % de los estudios relacionados directamente con la industria del tabaco
encontraron daños potenciales”, concluyeron.
Por si fuera poco, como lo señalaron las investigadoras británicas Silvy Peeters y
Anna Gilmore, desde el 2001 quedó claro que el concepto de “reducción del daño del
tabaco” reconfiguró el discurso de la industria. Diversos documentos sugieren que
“British American Tobacco y Philip Morris International adoptaron el término
reducción de daños del Instituto de Medicina, y les trajo dos beneficios principales:
una oportunidad para reestablecer un diálogo y acceso a los encargados de formular
políticas; científicos y grupos de salud pública para asegurar beneficios de
reputación a través de una agenda emergente de responsabilidad social
corporativa”.
(Vea mañana la segunda parte de este reportaje: Lo que sabe la ciencia sobre los
cigarrillos electrónicos).
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