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POR FAVOR SEÑORES ESTUDIANTES ES IMPORTANTE LEER POR SU DÍA

una vez más conmemoramos una de las efemérides más importantes


del mundo literario: el fallecimiento de Miguel de Cervantes y
Saavedra, el autor de El Quijote de la Mancha, y del dramaturgo
inglés William Shakespeare cuyas obras Hamlet, Romeo y Julieta,
y Otelo, entre otras, han reflejado la conducta humana universal.
Muchas veces representadas y versionadas en el cine, la música y el
teatro, estas tragedias constituyen un tesoro artístico. Este año les
rendimos homenaje, además, porque se cumple el cuarto centenario
de su muerte, sin que se olvide su obra.
Por Manuel Peña Muñoz, escritor y especialista en literatura infantil.
En Londres y Stratford upon-Avon, el pueblo natal de William Shakespeare, se han
iniciado numerosos congresos, conferencias, lecturas y representaciones teatrales
en el Globe Theater, junto al río Támesis, como una manera de acercar a las jóvenes
generaciones a la obra del gran dramaturgo. Al ver las obras montadas como en su
época, en un auténtico teatro isabelino, los lectores se sienten motivados para leer
la obra de Shakespeare y reflexionar sobre sus grandes temas, presentes también
en la sociedad contemporánea: el amor, los celos, la muerte, la identidad, el poder,
la libertad y la justicia.
Por su parte, en España también se suceden los festejos destinados a realzar la
figura de Cervantes, el gran referente de la cultura hispánica. Una de las
representaciones teatrales y musicales más ricas es el espectáculo Cervantina,
basado en fragmentos de El celoso extremeño, El licenciado Vidriera, El retablo de
las maravillas y, desde luego, El Quijote de la Mancha.
Entre tanto, en Madrid, se presentó en la Real Academia Española un libro que
contiene reproducciones de manuscritos cervantinos. Estos autógrafos inéditos que
estaban en el Archivo de Simancas desde el siglo XIX constituyen un valioso
documento que nos acerca a este “príncipe de los ingenios”, capaz de crear libros
de poesías, comedias, entremeses, cuentos, novelas pastoriles y la primera novela
española moderna que se inicia con estas palabras: “En un lugar de la Mancha, de
cuyo nombre no quiero acordarme…”
Este Don Quijote está considerado una de las obras más importantes de la literatura
universal así como el libro más editado y traducido a todas las lenguas después de
la Biblia. Unión poética entre fantasía y realidad, entre idealismo y sentido común,
esta obra maestra de la literatura española sigue inspirando (por diferentes vías y
canales) a las nuevas generaciones por sus temas, estilo y contenidos.
En la actualidad, se siguen realizando versiones y adaptaciones al cómic, teatro,
radio, televisión y cine. También sus personajes y ambientes son fuente de
inspiración para los ilustradores desde los primeros que llevaron al Quijote y Sancho
al grabado en madera hasta los contemporáneos, desde Salvador Dalí que los
ilustró en un mundo de fantasía onírica hasta los más vanguardistas que emplean
collage, fotografía, grabado calcográfico, litografía y estampación digital. El Quijote
siempre se inventa y reinventa a sí mismo.
Libros, rosas y enamorados
Miguel de Cervantes murió un 23 de abril por consiguiente se escogió este día para
celebrar mundialmente el Día del Libro, ya que coincide con la fecha de la muerte
de Shakespeare y del escritor Inca Garcilaso de la Vega. Inicialmente esta
celebración arraigó en España desde 1930, especialmente en Barcelona, donde la
festividad coincide con el Día de Sant Jordi, su santo patrono, por lo cual, la ciudad
vive un clima festivo en medio de la primavera catalana. La Rambla de Las Flores
se llena de puestos de libros y rosas. Así, en la ciudad de tradición editorial por
excelencia, es común que los catalanes se intercambien un libro y una rosa en
homenaje al santo, el amor y la cultura literaria.
Premio Cervantes
Este mismo día se entrega el Premio Cervantes, en la Universidad de Alcalá de
Henares, en la Comunidad Autónoma de Madrid, ciudad de nacimiento del autor de
El Quijote. El premio destaca a un autor español o latinoamericano en forma
alternada. Su primera edición data del año 1976. Desde entonces, cada 23 de abril,
el rey de España entrega este premio que equivale al Nobel de las letras hispánicas.
Diversos autores lo han obtenido, entre ellos Jorge Guillén, Alejo Carpentier, Jorge
Luis Borges, Carlos Fuentes, María Zambrano y Jorge Edwards. En los últimos años
han sido Elena Poniatowska (México/2013), Juan Goytisolo (España/2014) y
Fernando del Paso (México/2015).
Cervantes
Nacido en Alcalá de Henares, España, el 29 de septiembre de 1547, fue nombrado
Miguel siguiendo con la tradición española de recibir el nombre del santoral del día
del nacimiento. Hijo de Rodrigo y Leonor, de la que poco se sabe, fue soldado,
novelista, poeta y dramaturgo. Formó parte de la Armada Cristiana, por la que
combatió en la batalla de Lepanto, donde quedó malherido de la mano izquierda,
seccionándosele un nervio; de ahí el apodo de Manco de Lepanto. Fue capturado y
llevado a Argel, donde estuvo prisionero cinco años. Ahí empezó a escribir. Pero no
es hasta 1597, cuando, de vuelta a la cárcel, engendra su Quijote de la Mancha. No
obstante, sólo en 1605 se publica la primera edición. Ello marcó el comienzo de la
novela moderna.
Shakespeare
Originario de Stratford-upon-Avon, Birmingham, Inglaterra (1564-1616), es
considerado el más grande escritor de la literatura inglesa de todos los tiempos. La
fecha de nacimiento no se conoce porque, en esos tiempos, solo se registraba la
fecha bautismal, que solía ser dentro de la semana siguiente al nacimiento. Se tiene
documentación de que lo bautizaron el 26 de abril, por lo que se suele otorgar el día
23, tal vez para hacer analogía con la fecha de su muerte, según el calendario
gregoriano (en realidad, 3 de mayo en nuestro calendario). A los 22 años se trasladó
a Londres, donde se hizo conocido como actor y dramaturgo. Simultáneamente,
realizaba, además, otros oficios, pues, pese a la fama, no llevaba una vida
ostentosa, sino todo lo contrario, bastante humilde.
Ilustración de María Paz Muñoz
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Vicente Reinamontes: “La ilustración y la gráfica


chilena abren nuevas maneras de ver la historia”
Mayo 26, 2016
by mpmunoz
Su verdadero nombre es Vicente Reyes Montealegre y es diseñador
de narrativas visuales y proyectos creativos. Codirige la editorial Pupa
Press y piensa en el diseño como una herramienta para promover el
desarrollo individual, social y cultural. Sus ilustraciones de Al sur de
la Alameda han dado la vuelta al mundo con una grandísima acogida
y un también gran abanico de reconocimientos nacionales e
internacionales para la obra escrita por Lola Larra. Ahora ilustra la
portada de este número de nuestra revista, transmitiendo en lenguaje
gráfico un viaje por los diferentes formatos de la lectura con los que
contamos hoy en día.
Por Claudio Aguilera

Ilustraciones de Vicente Reinamontes


Imagina el aterrizaje de un ovni en el jardín de tu casa. Ahora cambia el platillo
volador por un libro y la improvisada pista por una librería. Más o menos así se sintió
la llegada de Al sur de la Alameda, la novela escrita por Lola Larra, ilustrada por
Vicente Reinamontes y publicada por Ekaré Sur, en 2014.
Nos detenemos en su portada. Y en el ilustrador. La primera, de alto contraste, con
una buena dosis de pop y otro tanto de experimentación. Su cuidado diseño e
impresión, que en la primera edición incluía un troquelado y otros detalles que
hicieron brillar los ojos de los cazadores de libros bellos. El segundo, tenía que
reflejar una historia cautivadora ambientada en el Chile reciente que funcionaba
como testimonio de una época, relato de iniciación y crónica de un movimiento
social, dirigida a un público juvenil pero imposible de etiquetar. Imágenes de un
estilo y una oscuridad poco habitual en las estanterías nacionales, y bastante
diferentes a todo lo que habíamos visto en la editorial que lo publicaba, que iban y
venían con total libertad entre la ilustración y la historieta, dando como resultado un
mestizaje difícil de clasificar.
Todo hacía de este libro un objeto singular, refrescante y lleno de sutiles
complejidades. Por eso, su presencia en el planeta LIJ (literatura infantil y juvenil),
poco acostumbrado a los sobresaltos, no pasó indiferente. En Chile y el mundo
comenzó a hablarse de una obra que recogía hechos locales con un lenguaje
universal; que no necesitaba de magos, vampiros, hombres lobo ni universos de
fantasía post apocalíptica para atraer a los jóvenes lectores. Y los premios y
reconocimientos no tardaron en llegar, incluidos todos, absolutamente todos, los
galardones destinados a distinguir al libro ilustrado y a la literatura infantil y juvenil
chilena.
“Llegué a preguntarme si era normal que un libro recibiera tantos premios”, reconoce
Reinamontes al momento de evaluar este intenso período. “Entré al proyecto con
una ingenuidad tremenda. Me gustaba la propuesta, estaba muy alineada con lo
que quería hacer, y me concentré en que el libro quedara bien. Nunca proyecté el
impacto o recepción que iba a tener. Por eso, todo ha sido una enorme sorpresa”.
A pesar del sorpresivo, y sorprendente, resultado, el ilustrador Vicente Reinamontes
parecía estar destinado a integrar el equipo de Al sur de la Alameda.
Él había vivido esos meses fervorosos, con sus alegrías y contradicciones. “Cuando
leí el texto, me sentí muy identificado con el protagonista, porque yo iba a un colegio
privado donde nadie tenía idea de lo que estaba pasando. Así que, con algunos
compañeros, nos organizamos e hicimos fanzines y afiches, y tratamos de generar
debate para hablar del tema. Pero sobre todo fue una época importante a nivel
personal, porque ya estaba totalmente fuera del clóset y estaba dando microluchas
en varios frentes. Entonces esa revolución interna tenía una relación con lo que
estaba pasando afuera, algo que también le sucede a los personajes del libro”.
Tras aquellas primeras incursiones en el mundo de la auto publicación, durante sus
estudios de diseño siguió uniendo activismo y gráfica y abriendo un campo de
trabajo que aún explora a través de su editorial Pupa Press. “Cuando me
contactaron de Ekaré Sur estaba terminando mi proyecto de título, que realicé con
organizaciones vinculadas a la diversidad sexual. Me interesaba usar el fanzine, la
ilustración y el diseño como herramienta de expresión, pero jamás pensé que podría
hacer un libro en esa línea”, comenta.
-Siempre la ilustración y la gráfica han estado vinculadas a los movimientos
sociales. ¿Crees que libros como Al sur de la Alameda, Los años de
Allende y Lota 1960 están retomando ese antiguo rol?
-Sí, me gusta lo que está pasando con la ilustración y la narración gráfica porque
están abriendo nuevos imaginarios y nuevas maneras de visualizar la historia de
nuestro país. Y eso es porque permite desarrollar una sensibilidad especial para
aproximarse a los temas sociales. Además, genera un vínculo con los hechos en
diversos niveles, más allá del contenido, incluyendo sensaciones, colores y
maneras de leer la imagen. ¡Qué distinto va a ser para un joven enterarse del
movimiento estudiantil a través de una novela ilustrada en vez de a través de un par
de capítulos de un texto de historia!

“Me interesaban el fanzine, la ilustración y el diseño


como formas de expresión”
-Libros como los que hemos mencionado dejan en claro que la ilustración no
es solo para niños.
-Me da risa cuando se dice que la ilustración es solo para niños porque todo lo que
veo en Internet y muchos de los libros que están llegando a las librerías están
dirigidos a adultos. Las obras Gay gigante, de Gabriel Ebensperger, y Diario de un
solo, de Catalina Bu, son dos ejemplos de estas nuevas publicaciones que se
atreven a jugar y a romper con las preconcepciones en torno a la ilustración y que
muestran que los adultos están dialogando y disfrutando de los libros ilustrados.
Algo que también debe motivar a los ilustradores a exigirse más, correr riesgos y
atreverse a hacer proyectos que los diferencien del resto.
-¿Crees que ha habido también un cambio en el mundo del libro infantil y
juvenil chileno?

-Claro, un libro como Los años de Allende no podría haber salido hace 10 años, y
eso que estamos hablando del 2006. Ojalá que las editoriales sigan tomando
riesgos. Y se atrevan a dar el siguiente paso y a no solo mirar a nuestro país, sino
abrirse al mundo, incorporar otros imaginarios, aprender a mirar el mundo desde
Chile.
Valía la pena un libro como este
A pocos meses de instalarse en Londres, el mundo está a la vuelta de la esquina
para Vicente Reinamontes. Elegida en 2014 como la mejor novela juvenil por el
suplemento Babelia, del diario español El País, parte del prestigioso catálogo White
Ravens que realiza año tras año la International Youth Library de Alemania, Premio
2015 de la Fundación Cuatrogatos, con sede en Estados Unidos, Al sur de la
Alameda es una inmejorable carta de presentación internacional.
Pero su trascendencia es una más de las sorpresas que le ha dado el libro. “Siempre
pensamos que era demasiado local. Pero ha coincidido con una serie de
movimientos sociales en distintas partes del mundo, lo que le ha dado contingencia.
Pero sobre todo es un libro que se concentra en las experiencias humanas. No se
queda en la politiquería. Es sobre los cambios personales y nadie queda indiferente
a eso”.
“Ojalá que las editoriales sigan tomando riesgos, den
el siguiente paso y se abran al mundo”
Fue en México donde Vicente Reinamontes dimensionó el real impacto de la
publicación. Y donde también recibió el reconocimiento más importante de todos los
alcanzados hasta ahora. Invitado a participar en una serie de actividades en el
marco de la Feria del Libro de Guadalajara, tuvo la oportunidad de escuchar a
jóvenes, profesores y estudiantes que habían leído el libro. “Una mujer joven se
puso a hablar y en un momento mostró una de las ilustraciones. Comenzó a llorar.
Estaban conmocionados porque la desaparición de los 43 estudiantes de
Ayotzinapa sigue siendo una herida abierta para ellos y la novela los tocaba a un
nivel muy profundo. Ahí entendí el propósito y sentido de hacer un libro como este”.
-¿Te preocupa que tu siguiente libro logre la misma repercusión que ‘Al sur
de la Alameda’?
(Silencio) No, no tanto. Trato de ser lo más humilde y modesto que puedo con el
tema de los reconocimientos. Los valoro, pero me quedo con la ingenuidad con que
entré al proyecto y las satisfacciones que he obtenido hasta ahora. De lo contrario,
sería un poco frustrante. Lo que sí me interesa es que el siguiente libro me enganche
de la misma manera y con la misma fuerza que Al sur de la Alameda.
“Me gustó la propuesta de Al sur de la Alameda, pero
nunca pensé el impacto que alcanzaría”
Para Vicente Reinamontes ese compromiso es el sello de su obra. Lo que le da
coherencia sin importar si es editor, ilustrador o diseñador, si hace un fanzine
intimista, una ilustración para una revista, un afiche por una causa social o un libro
premiado mundialmente. Sin importar si cambia de estilo, de paleta o de país. Sin
que importen los aplausos ni las medallas.
Vicente Reinamontes
Nació en Santiago, estudió diseño en la Universidad Católica, y fue pasante en el
taller del renombrado artista chileno, Sebastián Errázuriz, en Nueva York.
Publicado en RHUV Nº23
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El mundo del libro está cambiando
Mayo 24, 2016
by mpmunoz

Buenas noticias para el libro infantil. Buenas, no, ¡buenísimas! Los


datos nos dan la razón. La literatura infantil y juvenil está disfrutando
de sus mejores tiempos. Un fenómeno que se viene dando durante
los últimos 15 años, que eleva con fuerza la producción de libros para
niños y jóvenes. Los invitamos a ver por dónde navega el mundo
editorial hoy en día.
Por Aminie Filippi
Recientemente la Cámara del Libro nos dio un excelente dato. Según su último
informe estadístico, en 2015 la producción de libros aumentó en Chile en un 9,9%
con respecto al año anterior. Y lo mejor: se puede decir que este incremento se
debe principalmente a la buena salud que goza la literatura infantil y juvenil, ya que
esta categoría ocupa el primer lugar de la producción total. Para entendernos bien,
de los 6.268 títulos editados en Chile el año pasado, 624 corresponden a libros para
niños y jóvenes, nada más y nada menos que el 10% del total. Esta cifra ha ido en
constante ascenso en las últimas décadas: se ha multiplicado por cuatro en 15 años,
un crecimiento que hace honor al surgimiento de nuevas historias y al
posicionamiento de nuevos y grandes escritores, ilustradores, además de nuevos
tipos de libro, nuevas editoriales y nuevas librerías. “Un auténtico boom”, como lo
define Alejandro Melo, presidente de la Cámara Chilena del Libro, quien también
señala que “este panorama es muy distinto a lo que ocurría antes del cambio de
milenio y confirma que estamos experimentando un proceso de transformación de
la industria editorial en nuestro país, en la que conviven las grandes editoriales,
librerías y distribuidores con otros agentes editores de corte independiente.
Además, han surgido nuevas corporaciones que se han desvinculado de la Cámara
para focalizarse en sus propias necesidades”. Se refiere, obviamente, a la
Asociación de Editores de Chile y la Cooperativa de Editores de La Furia del Libro,
que pese a algunas diferencias, también confluyen con la Cámara en ferias tanto
nacionales como internacionales. La idea de una colaboración conjunta está dirigida
a “potenciar una marca sectorial potente y en constante crecimiento”, agrega Melo,
concluyendo que “ya no somos solo un sector; hoy somos una industria”.
Sergio Tanhnuz, director de publicaciones generales de la editorial SM y
vicepresidente de Ibby Chile también es de la opinión que la literatura infantil está
subiendo como la espuma. “Si alguien en 1990 hubiera dicho que en los medios
generales se iba a hablar de LIJ (literatura infantil y juvenil), que los rankings iban a
incluir LIJ, que en las vitrinas iban a destacar portadas de LIJ, lo habrían tachado
de loco.”
Ilustración de Joanna Mora Vallejo
¿Por qué hablamos de un ‘boom’?
El directivo de SM nos explica que la LIJ en Chile se levanta en un panorama muy
alentador ya que hay una tremenda diversidad editorial: editoriales clásicas,
nacionales, con distinto enfoque, con distintos tipos de catálogo, con distintos tipos
de lectura y, al final, con diferentes tipos de lector. “Este auge de la literatura infantil-
nos dice- se puede deber a varios motivos. Uno de ellos es el debate acerca del
niño, la infancia y la lectura que se plantea hoy en día, desde el punto de vista
académico, en centros lectores, universidades, Ministerio de Educación (Mineduc),
el Consejo Nacional de Cultura y las Artes (CNCA), la Dirección de Bibliotecas,
Archivos y Museos (DIBAM). Por otro lado, también hay un alza en lo juvenil, algo
insospechado desde la historia de la lectura. Justo en el minuto en que lo digital
amenazaba con sustituir todo lo existente, ha surgido una gran diversidad editorial
impresa y especializada, con buena dosis de historias atractivas para jóvenes”.
Termómetro del mundo editorial
El presidente de la Cámara del Libro nos cuenta que “la industria editorial está muy
atenta a las tendencias y gustos que van adquiriendo los lectores. Por lo mismo, las
editoriales y los autores han debido afinar sus sentidos y estar alertas a los intereses
de la gente. Se hace imprescindible monitorear no solo las ventas de las librerías,
sino también las redes sociales y todos los espacios de comentarios públicos, lo
que recomiendan los booktubers, estar pendientes de las descargas de los libros
electrónicos, de los capítulos que se saltan los lectores o los párrafos que marcan
en sus dispositivos. Todos estos espacios son verdaderas fuentes de información
para las editoriales, para producir libros que satisfagan todas las preferencias del
público”.
En 2015 la producción de libros aumentó en Chile en
un 9,9%. Y lo mejor: esto se debe a la buena salud de
la literatura infantil y juvenil
La edición por dentro
Pero empecemos por el principio. Para editar y publicar un libro, hoy en día se hace,
básicamente, a través de tres mecanismos: el clásico y más frecuente es que el
autor llega a la editorial con su obra y debe esperar a que el editor lea su
original. “Esto es complicado para los escritores porque los editores tienen mucho
que leer y los tiempos se prolongan; la espera se hace muy larga”, señala
Tanhnuz. “Pero no solo eso -continúa-, el editor ahora tiene también bastantes más
funciones que antes. Hasta hace poco, solo hacía honor a su nombre, es decir,
editaba los textos. Sin embargo, en la actualidad, el editor es un profesional que
acompaña a la obra de inicio a fin, es decir, desde que recibe el original hasta su
venta, incluyendo la revisión, la promoción, las acciones de marketing, a veces, la
distribución, etc.”
La segunda opción es el concurso literario, una fórmula ideal para la captación de
originales de escritores conocidos o no, principiantes o veteranos, porque se tiene
el tiempo acotado, ya que hay un plazo de finalización), por lo que el editor se
concentra solo en leer los originales postulantes. Con el concurso Barco de Vapor,
por ejemplo, la colección que lleva su nombre ha aumentado sus títulos chilenos del
5 al 40%, en 10 años.
Por último, hay una tercera vía: la editorial es la que se encarga de buscar al
autor. “En este caso, el editor va a buscar al escritor que crea que puede aportar
algo en determinado ámbito, por lo que suele hacerlo con autores que le gusten o
que conozca bien”, nos cuenta Tanhnuz.
Al promover el producto nacional reforzamos
nuestra identidad, pero también nos sumimos en un
pequeño aislamiento
Predilección por lo nuestro
En general, en la mayoría de los países, actualmente predomina la producción local.
Tanhnuz ve aquí un inconveniente: “hay un hecho del que nosotros mismos
estamos orgullosos y tiene su lógica, que es promover la producción nacional de
cada país y por lo tanto su identidad; en Chile, es difícil, salvo contadas
excepciones, encontrar un libro venezolano, boliviano, brasileño… Lo que más
encontramos en Chile son libros chilenos. Lo que hace que nos aislemos un poco
más y que no exista una circulación fluida de libros”. De hecho, Tanhnuz detalla
que “los libros más vendidos son los nacionales; sobre todo si hablamos de la no
ficción”. Nos habla del caso de SM: “de los 40 libros más vendidos de literatura
infantil y juvenil, los títulos chilenos son menos de la mitad del catálogo general. No
obstante, en ventas, un 80% corresponde a autoría chilena”.
Las razones para que esto sea así radican en la orientación temática, que viene
dada desde las políticas públicas y las acciones de promoción de la lectura, además
de las tendencias y los nuevos hábitos lectores. Por otro lado, influye la facilidad tan
práctica y doméstica que supone tener un autor nacional, especialmente en un país
con la situación geográfica que tiene Chile. “Así, el autor puede promover
personalmente su libro, es decir, que puede desplazarse fácilmente a colegios,
bibliotecas, ferias del libro…”, explica Tanhnuz.
La otra cara de la moneda es que, por este aislamiento, en Chile se encuentra un
porcentaje muy bajo de toda la producción editorial elaborada en castellano, que
mayoritariamente proviene de España y México, con un volumen editorial
envidiable; se favorece más lo local en desmedro de lo extranjero. “En una feria del
libro grande como pueden ser la de Madrid, Buenos Aires, Guadalajara (México)…
muchísimos libros de los que ves ahí, no llegan a Chile y, por lo tanto, se queda una
gran cantidad de producción en español de buena calidad que aquí desconocemos”,
acota el director de publicaciones de SM.
Una forma de publicar un libro es por medio de la
autoedición; este año se registraron 872 títulos
autoeditados, la mayor cifra en los últimos 15 años
Autor y editor, todo en uno
¿Es una percepción particular nuestra o en la actualidad también existe
paralelamente más autoedición en Chile? Llamamos autoedición a aquella en la que
el propio autor es el editor responsable. Los recientes datos que nos proporciona la
Cámara del Libro nos resuelven la duda con números: durante 2015 se registraron
872 títulos autoeditados, es decir, un 13,9% del total de libros producidos, la mayor
cifra alcanzada en los últimos 15 años. Y eso que con este porcentaje solo hablamos
de las publicaciones que están registradas en la Agencia Chilena del ISBN (que
representa la Cámara del Libro desde 1987); hay que considerar también, aunque
es un dato casi imposible de medir, a las publicaciones que no tienen este número
ni registro público, que solo han sido creadas con fines personales, sin proyecciones
comerciales ni de distribución.
Antes de seguir, para hablar con propiedad, distinguiremos, eso sí, entre
autoedición y edición independiente. Francisco Mouat, periodista, escritor, editor y
librero, entre otros oficios, nos lo explica bien: “lo primero es no confundir una
editorial independiente, que tiene un catálogo cuidado, con otras entidades que
operan como productoras de libros o impresoras de libros, que reciben un original
de una persona que, pagando, puede recibir un libro de papel en sus manos. No
estoy en contra de que si una persona quiere hacer su libro lo haga. Tampoco en
contra de que haya empresas que ofrezcan el servicio. Con lo que no estoy de
acuerdo es con que esto se camufle con un valor literario que, a veces, la obra no
tiene”.
Hecha esta salvedad, Sergio Tanhnuz tiene otra mirada sobre la autoedición: “creo
que es un fenómeno que se viene dando desde el inicio de los tiempos, desde
siempre, no es nada nuevo; de hecho, muchos escritores empezaron su carrera
autoeditándose, especialmente en el campo de la poesía”. Esto es comprensible
habida cuenta de los costos económicos y también logísticos que supone editar un
libro.
La ilustración se posiciona
Ya sabemos, entonces que la producción que más se vende, al menos en Chile, es
la nacional y, que al parecer, este modelo se repite en el resto de países de América
Latina. Pero vamos a fijarnos también en la calidad. Y junto con esa calidad de
textos, también hablamos de la calidad de las ilustraciones. Sergio Tanhnuz resalta
que “existe un gran surgimiento de ilustradores; muchos son de buen nivel, aunque
no todos lo son”. Ahora bien, “todo ilustrador de buen nivel pública”, dice el
representante de Ibby. Y, en un nuevo y renovado mundo de ilustradores, hay
también una carencia según Tanhnuz: “faltan buenos escritores nuevos, porque no
ha habido una generación de recambio en los últimos 10 años. Son pocos y son los
mismos de siempre”. Lo cierto es que la imagen y el diseño se han tomado una
parte importante de este mapa. A veces, incluso, hay publicaciones en las que las
ilustraciones tienen más peso que el propio texto. ¡No hay más que contar las
numerosas exposiciones y ferias donde éstas se muestran tal y como son, por
ejemplo, la organizada por Plop! Galería, espacio especializado en ilustración,
historieta y gráfica, que ha visto nacer a conocidos dibujantes.
Florecen nuevas editoriales
Rápidamente también surgen editoriales que echan a andar los motores y van
encontrando su lugar. De hecho, el informe de la Cámara del Libro muestra que en
2015 se incorporaron por primera vez al sistema ISBN 172 nuevos agentes editores,
de los cuales 124 se instalaron en la Región Metropolitana, donde se concentra el
82,55% de la producción del libro.
Anteriormente decíamos que hoy conviven sanamente los grandes sellos con
extensos catálogos con pequeñas editoriales mucho más modestas pero
significativas en calidad. Francisco Mouat, director de la librería Lolita y el sello
homónimo, resalta esta realidad. “El día en que no haya editoriales independientes,
que solo existan grandes cadenas de librerías y no las de barrio, en que solo haya
economía a gran escala y no micro, estaremos muertos”.
Mouat opina que merece que nos detengamos en ciertos “cuidados” que deben
tener las editoriales independientes: “lo primero, hay que ser muy conservador,
cauto, medido, no caer en el entusiasmo, ser ajustado y rápido”. Lo dice por
experiencia. “Es fácil engolosinarse y querer hacer más de la capacidad que se
tiene. En nuestro tercer año, por ejemplo, llegamos a publicar 12 títulos y nos dimos
cuenta de que esa cantidad era una salvajada para nosotros, porque, pese a que
conseguimos crear un catálogo muy potente, el costo económico y humano fue
demasiado alto”. A los cinco meses de constituirse, en 2010, Lolita Editores publicó
su primer libro (Luna en Capricornio) con un capital realmente irrisorio. Actualmente,
esta editorial tiene el modelo que quería tener: edita unos siete libros al año, con un
equipo de tres editores, una diseñadora y un buen acuerdo con la misma imprenta
de siempre.
De los 172 nuevos agentes editores que se
incorporaron este año por primera vez al registro
ISBN, más del 80% se encuentran en la Región
Metropolitana
Unos referentes pioneros
Francisco Mouat afirma que “cada vez se edita más y mejor. Hay un mundo
impresionante y atractivo con el que el libro electrónico no puede competir. Hay
muchas editoriales que están haciendo trabajos increíbles”. Y nosotros añadimos
que, sobre todo, esto ocurre en la industria del libro infantil y juvenil, ya que ellas
han dado a luz páginas y páginas impresas con historias e imágenes de lo más
creativas y atractivas. Les hablamos de muchas editoriales y no nos gustaría
dejarnos ninguna fuera, pero en especial comentaremos acerca de dos, bien
representativas y que nacieron con sudor y lágrimas, que tuvieron dificultades, pero
para las que ha valido la pena todo el esfuerzo, ya que reflejan el panorama en el
que el libro está siendo el mayor protagonista.
Así, Ediciones Ekaré, recientemente premiada como mejor editorial infantil de
Centro y Sudamérica, por la Feria del Libro Infantil de Bolonia, es un claro ejemplo.
Con más de 40 años de vida, ha atravesado por todo este proceso de
transformación que está experimentando el libro en nuestro país. Una de sus
fundadoras, la chilena Verónica Uribe, recuerda sus comienzos, en una reciente
entrevista en la radio, cuando formaba parte del Banco del Libro de Venezuela, en
1974, constituido por un grupo de mujeres interesadas en reformularse como
ciudadanas. “Eran todas voluntarias y constituían una curiosa mezcla de maestras
jubiladas con jóvenes progresistas, que dio como resultado un trabajo muy original
de promoción de la lectura.” Cuatro años después, junto a Carmen Diana Dearden,
puso en marcha la editorial Ekaré (que significa “cuento” en el hablar de la cultura
pemón), con libros para niños que dan cuenta de la realidad e identidad
latinoamericana.
En 1993, Uribe volvió a Chile, donde fundó Ekaré Sur, que no es una filial de la
anterior, sino una entidad autónoma (“algo que le debía a Chile”), pero con la misma
plataforma de distribución. La editora reflexiona acerca de su función: “los editores
tenemos la responsabilidad de responder al anhelo de los niños de descubrir y
relacionarse con personajes e historias que los hagan viajar”.
“Los editores tenemos la responsabilidad de
responder al anhelo de los niños de descubrir y
relacionarse con personajes e historias que los hagan
viajar”, dice Verónica Uribe, de Ekaré Sur
La editorial Amanuta es otro buen reflejo de lo que hoy pasa en Chile con el libro
infantil. Desde 2002 publica libros para niños (y hasta para bebés), rescatando
historias, personajes, mitos, leyendas, tradiciones de nuestro país y acercando
nuestro legado cultural a los más pequeños. Los artífices de esta aventura son Ana
María Pavez y Constanza Recart, quienes, en aquellos años, echaban de menos
libros bonitos que retrataran la realidad chilena. “Habíamos visto libros buenos,
coloridos, pero siempre eran de otros sitios, con las realidades de otros países”, nos
cuentan. La creatividad y la identidad fueron, y siguen siendo, la gran clave de su
trabajo. “Eso y que empezamos trabajando en una casa, guardando los libros en la
otra, llevándolos nosotras mismas a su destino…”. Contenidos y formatos atractivos
las han llevado a posicionarse y consolidarse como una de las editoriales infantiles
más importantes del país, con un catálogo con más de 100 títulos de cuidada
factura, que distribuyen en todo Chile.
Pero sus comienzos, como decíamos, no fueron fáciles. El mercado en que
incursionaban era muy difícil de abordar, pero, como buenas emprendedoras y
convencidas de su deseo, supieron darle la vuelta. “Antes, la oferta cultural en Chile
era muy pobre, se pensaba que los niños no eran aptos para apreciar algo bueno,
entonces no importaba lo que se les ofreciera; no había un estándar de calidad”,
recuerda Ana María Pavez.
Tendemos a decir que se lee más porque hay mayor producción de libros y
asequibilidad a ellos. Pero estos dos factores no siempre implican mejor nivel de
lectura. “Realmente este crecimiento exponencial se explica porque cuando
empezamos, no había nada, partíamos de cero, por lo que todo sumaba más”,
matiza Recart.
En ese contexto cultural nació Kiwala conoce el mar, obra con la que “logramos
introducir a los niños en el mundo precolombino”, nos cuenta Constanza. Fue un
éxito rotundo. Al principio, la editorial que les publicaría les pedía modificar tantos
aspectos, ninguno de los cuales las convencían, por lo que tomaron la decisión final:
fundarían su propia editorial.
Una vez en ese escalón, más dolores de cabeza: encontrar buenos
ilustradores. “Cuando empezamos, tampoco había ilustradores en Chile; solo
algunos de la vieja escuela. Tuvimos que buscar estudiantes de diseño en las
universidades y reclutarlos como ilustradores”, nos cuentan. De hecho, Amanuta fue
un caldo de cultivo de nuevos dibujantes jóvenes como la misma Paloma Valdivia,
con quien publicaron Kiwala conoce el mar, Francisco Olea, Raquel Echenique…
Se dieron cuenta del lugar donde estaban situadas cuando “un año, en un seminario
en Bogotá -cuenta Ana María Pávez- notamos que la gente sabía de nosotras; por
las mismas fechas fuimos a Bolonia; ahí vimos que no pasaba lo mismo”. Ante esa
situación dicotómica, había que reaccionar. “Una opción era acotar nuestro
producto a Chile -señala Recart- y otra, darle continuidad a la editorial”. Ya tienen
un camino recorrido: en Latinoamérica son más que conocidas. El resto viene
ahora: “queremos internacionalizarnos, abarcar otras realidades, abrirnos”,
coinciden.
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Constanza Mekis: “El mundo de la lectura
sensibiliza todos los sentidos”
Mayo 23, 2016
by mpmunoz

Durante 22 años estuvo a la cabeza de uno de los proyectos más


ambiciosos en el ámbito del fomento lector nacional: dotar a los
establecimientos educacionales de las más atractivas colecciones
infantiles y juveniles. Por sus manos han pasado cientos de libros y
ha observado de cerca los cambios de la escena editorial.
Conversamos con Constanza Mekis, hasta hace unos meses
coordinadora de las bibliotecas escolares CRA, sobre el devenir de la
edición de literatura infantil y juvenil en Chile y el amplio panorama al
que se enfrentan hoy los profesionales del sector.
Por María Isabel Molina
Constanza Mekis, fundadora del proyecto Bibliotecas Escolares CRA del Ministerio
de Educación de Chile y actual presidenta de IBBY Chile. Fotografía de Cristóbal
Marambio (2014)
En su comedor hay decenas de fotografías de escritores. Todas del mismo
tamaño y perfectamente enmarcadas. Con esa misma mezcla de prolijidad y
regocijo, Constanza Mekis aborda los temas relacionados con el fomento lector,
los cambios en la calidad de las publicaciones chilenas y las transformaciones en
las prácticas de la lectura de los niños.
En su rol de coordinadora de las bibliotecas CRA (Centros de Recursos del
Aprendizaje), cargo que dejó recientemente, fue una testigo privilegiada de los
cambios editoriales. Conversamos sobre editores, libros, ilustración y lectores.
A muy grandes rasgos, ¿ha cambiado la edición infantil y juvenil en los
últimos 15 a 20 años?
Rotundamente, sí. Ha habido un cambio sideral en cuanto a las formas de leer, al
acceso del libro y a la valoración del objeto libro. En los años noventa lo que
presentaban algunas editoriales en Chile eran obras clásicas, que año a año se
reeditaban. Estoy pensando en autores tradicionales como Coloane, Marcela Paz,
Baldomero Lillo o lo que hacían Zig-Zag o Pehuén, en ese momento. Eran
colecciones muy básicas: la materialidad de las ediciones no iban a la conquista
del lector, a pesar de que tenían contenidos muy interesantes. En 10 a 12 años ya
se vio un gran cambio: las editoriales dijeron “aquí estamos y tenemos que hacer
un cambio”, que vino aparejado de nuevos factores y nuevos actores.
Mekis distingue en ese panorama tres momentos: uno que inicia Amanuta, con
sus colecciones ilustradas, otro con Pehuén, editorial ya establecida pero que
hace un fuerte giro y un tercer momento, con la aparición de sellos como Hueders,
Letra Capital, Grafito, Confín, Gata Gorda… “Hoy hay apuestas muy claras y
precisas con respecto a posicionar el libro álbum, de darle una fuerza al cómic. Ha
sido muy interesante el proceso hacia el campo patrimonial u otros géneros, como
el libro más visual y existe hoy un posicionamiento más fuerte de la ilustración”.
Sin embargo, este gran desarrollo no ha sido del todo parejo. Unos campos han
crecido más que otros. “Se nota la supremacía que ha tenido el campo de la
ilustración versus el campo narrativo: ahí tenemos una deuda y estamos debiendo
nuestra riqueza de las palabras, de las ideas”.
Al comenzar, ¿revisaban catálogos extranjeros?
Claro. Sobre todo lo proveniente desde España, con apuestas de editoriales
emergentes, que conseguían derechos y hacían buenas traducciones de obras
francesas o alemanas que estaban en boga y podían llegar a Chile. Vimos cómo
se iba poblando de materiales de calidad y la pregunta era ¿por qué esto que llega
desde fuera no hacerlo desde acá? Y hoy, a pesar de que no ha cambiado el
predominio extranjero en cuanto a las colecciones, ya se puede notar cierto
equilibrio.
¿Y cómo fue tu proceso como lectora cuando te encontraste con estos
libros?
Fue una grata sorpresa. Uno aplaudía estos libros que sorprendían tanto en la
factura de tapa dura, que no se deshojaran, como en que no eran de papel roneo
sino de papel de calidad. Porque antes todo era paupérrimo: las ilustraciones eran
en blanco y negro porque, claro, era muy costoso.
¿Sabían ustedes de lo importante que sería el CRA y el rol que iban a jugar
en la edición?
No, no fuimos conscientes de que estábamos insuflando algo tan extraordinario
alrededor. Existía la necesidad de tener un catálogo robusto en distintas áreas y
poco a poco las editoriales nos fueron acompañando. Primero hubo una
conciencia editorial de responder y después, desde una respuesta básica, ellos
mismos, al verse beneficiados fortalecieron su propia mecánica al entregar
mejores libros. Era un engranaje o máquina creativa que se fue abriendo e
invirtiendo, porque a su vez hizo eco en el mundo de los ilustradores. Se creó un
círculo virtuoso.
¿Se posicionan en el mundo editorial formatos o contenidos en desmedro de
la diversidad?
Creo que la gracia de toda esta evolución -o revolución- del campo editorial es que
nos aproximamos a una diversidad de propuestas. Pero, depende. Porque ¿cómo
hoy los libros nos muestran la diversidad de la familia, por ejemplo? Ahí no está
tan presente esta diversidad. Por otra parte, en un momento se dice “ah, se
necesitan leyendas”, y vamos todos con la leyenda. Ahora está la locura del libro
informativo. Todavía hay una reacción a lo que se necesita y no una reflexión
sobre cuáles son los grandes vacíos que existen en nuestro desarrollo editorial, un
estudio profundo o un análisis en cuanto a temáticas, géneros, materialidad. Nos
falta mayor conciencia de lo que producimos y lo que necesitamos.
¿Cómo reaccionan los establecimientos?
Hay un tremendo desafío porque hemos visto que desde la escuela eligen lo
tradicional. ¿Cómo producir ese encantamiento para que ellos se entusiasmen por
algo que no conocen? ¿Qué profesores están hoy capacitados para trabajar el
cómic desde sus propias disciplinas? ¿Ven la potencialidad de este u otro lenguaje
o está deshabitado el profesor en cuanto a las prácticas y didácticas de estas
nuevas formas de leer?
Eso nos lleva a hablar de cómo el desarrollo editorial va acompañado de la
lectura…
Exactamente. Y es ahí donde uno debiese poner la mayor cantidad de inteligencia,
colaboración, aportes del extranjero y de creadores nuestros para llegar al corazón
de la escuela y a la red de profesores con estas nuevas formas de leer. Y, si bien
es cierto, los coordinadores y encargados CRA han tenido un conocimiento, eso
“no hace verano” cuando tienes un grupo de alumnos y profesores que requieren
encantarse con estas temáticas y construcciones tan diversas de hoy.
“Uno debiese poner la mayor inteligencia,
colaboración y aportes de nuestros creadores para
llegar al corazón de la escuela y a la red docente con
estas nuevas formas
de leer ”
¿Y si ahondamos en las prácticas de la lectura?
No le podemos pedir a este ciudadano que sea lector crítico y autónomo si
tenemos una familia que no cuenta todavía con las herramientas culturales;
porque leer no es solo leer un libro, sino leer una obra de arte o el cine o el mundo
natural; entender la música, enfrentar una fotografía o entender la visión del autor
en su contexto.
No obstante, hay factores de género que se han modificado: hoy podemos ver al
padre llegar a leer; antes iba directo a ver la tele. Que la mujer cuente historias a
los hijos, es más tradicional, pero hoy eso también lo hace el padre y me parece
interesante como transformación cultural.
¿Cuáles serán los desafíos para las editoriales?
Los sellos se han focalizado en la ficción y hay que generar una producción de no
ficción. Y ahí son otras inversiones. Pero los sellos también se han dado cuenta de
las necesidades del lector, en que se cruzan el campo de la ficción y no ficción de
una manera natural. Hay que engarzar ambos mundos: al lector le gustan la
magia, el fútbol, la cocina, pero también la poesía y lo onírico.
En el ámbito actual de la edición, se habla de la autoedición o que faltan
miradas regionales.
Ahí está el gran juego de la diversidad, que sea más inclusivo y las regiones se
vean fortalecidas. En los extremos de nuestro país, tanto en Punta Arenas como
en el Norte, he visto ediciones interesantes. Pero debiesen existir fondos
regionales para creación de editoriales en distintas zonas.
¿Cuál es tu sueño para esta sociedad lectora?
Más que nada lo que genera la lectura, que es tener conciencia del otro. Si
tenemos eso en nuestro caminar es porque hemos visto, conocido y nos hemos
sensibilizado con los que piensan los demás. El mundo de la lectura sensibiliza
todos los sentidos, tienes opinión, fundamentación y se te abre el corazón. Sería
extraordinario que esa capacidad surja desde la escuela, la familia, el campo
social para tener una sociedad digna.
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Los márgenes del libro


Mayo 22, 2016
by mpmunoz
Si es inevitable la mala literatura, nada justifica un libro mal hecho
Por Ricardo Mendoza, profesor universitario, editor y diseñador de libros
Anoto reflexiones deshilachadas, asedios esporádicos al asunto que tratamos
aquí. Advierto que soy un actor/espectador marginal, porque elegí vivir en la
periferia del imperio. Porque no concibo la producción de libros como industria. La
juzgo un oficio, una artesanía que “designa un impulso humano duradero y básico,
el deseo de realizar bien una tarea, sin más”1, cuyo centro es el texto y su espacio
de ejecución escrita, el libro, como un escenario de la lectura.
Tocante a las transformaciones del mundo editorial, la principal es su
consolidación como “industria editorial” que emana a veces coherente, rigurosa y
con calidad en ciertas áreas; otras veces, un revoltijo de obras maestras basura
pseudocientífica y best-sellers del olvido.
Esto permite visualizar mejor las diferencias entre las editoriales
transnacionalizadas y las pequeñas, surgidas en Santiago y en provincias. Éstas,
creadas por escritores asociados a gestores o diseñadores, suelen ajustarse a un
tema como poesía, novela gráfica, ciencia ficción, ensayo… Acogen la literatura
creativa de su entorno y variados temas regionales. Técnica y materialmente
diversificadas, pueden afrontar ediciones costosas en imprentas de alta calidad,
impresiones digitales caseras o de corto tiraje, hasta propuestas “cartoneras” o
experimentales.
En su mayoría personalizados, estos microeditores -editores artesanales, o
alternativos, como suelen llamarnos- han proyectado a autores y temas
emergentes, enriqueciendo la literatura chilena.
Quizás la intemperie no sea un mal ambiente salvo en la única gran dificultad:
cómo hacer circular esos libros en los que se ha depositado tanta fe, dinero y
esfuerzo; las distribuidoras masivas son una vía, no la única; los canales web son
otra.
Dije “única dificultad” porque nunca ha habido tantas facilidades y herramientas
para producir libros como hasta ahora. Si es inevitable la mala literatura, nada
justifica un libro mal hecho. Una vez dije que “la computación nos ha devuelto el
esplendor de la tipografía; son tantas nuestras ventajas que no hay ninguna
disculpa para producir libros ilegibles, excepto nuestra torpeza, nuestra pereza o
pobre talento”. Liberados de la extenuante y lenta labor del “tipo alzado” y el
diseño manual, es nuestro deber entregar libros eficaces para reunir al texto con
sus lectores.
Y aunque el costo es alto, el financiamiento se ha expandido; más allá de las
discusiones sobre su uso político, los fondos concursables han sido de los factores
que más han incidido en la producción de libros y proliferación de microeditoriales.
“Nunca ha habido tantas facilidades y herramientas
para producir libros como hasta ahora”
Una palabra acerca del iva: solo es relevante porque afecta a un producto cuyo
circuito eleva el precio varias veces por encima del costo base. Y ese costo es
más alto en un tiraje microeditorial, limitado a 500 o 1.000 ejemplares. Y dos
palabras para el libro electrónico.2 La primera, cuando apareció, algunos
vaticinaron su muerte: el libro impreso en papel, pese a su milenario prestigio,
sería aniquilado por la novedad, la liviandad, la funcionalidad del ebook. Nada de
ello ocurrió. Siempre sostuve que el precio sería bajo solo hasta su instalación, y
creo que así ha sido: baratas son las ediciones electrónicas de clásicos y libres de
derechos, las demás tienden a acercarse al valor de un libro de papel. En rigor,
¿por qué pagar por todo? Hay gigantescos repositorios como Project Gutenberg3,
que ofrece más de 50.000 libros libres en Txt, Doc, Epub, Pdf, Html. La segunda,
sus herramientas de diseño todavía son básicas, las tipografías insuficientes, los
formatos toscos y limitantes las máquinas.
Así como creo que el libro en papel no desaparecerá, también creo que
el ebook está en su prehistoria.
1 Richard Sennett, El Artesano, Anagrama, 2009.
2 Hablo de epub, mobi o azw, por ejemplo, o de hipertextos (cuyo texto es elástico
y fluye adaptándose a soportes y resoluciones cambiantes), no de versiones
electrónicas estáticas de un libro usualmente diseñado para papel, como el pdf.
3 Project Gutenberg (www.gutenberg.org) advierte sobre las malas consecuencias
que podría tener sobre nuestra materia el Tratado Transpacífico (TPP), que
debería ser conocido por todos nosotros.

Ricardo Mendoza Rademacher (1954), es profesor de Estado en Artes Plásticas (U.


de Chile) y escritor. Enseñó Dibujo, Historia del Arte y Apreciación Artística en el
Instituto de Artes Plásticas de la Universidad Austral de Chile de Valdivia, entre
1977 y 1982. Hasta 1995 fue diseñador gráfico independiente.
En 1985 inició actividades como editor y diseñador de libros, bajo el sello propio
de Ediciones Kultrún. A la fecha, ha publicado más de 200 títulos de poesía,
cuento, novela, fotografía, investigación cultural y ciencias, todos ellos
pertenecientes a escritores, artistas e investigadores de la zona sur de Chile.
En 1995 se incorporó a la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (DIBAM /
MINEDUC) como Director del Museo de Sitio Castillo de Niebla, en cuya función,
amén de actividades administrativas, ha participado como investigador
iconográfico y documental en proyectos museográficos; se ha involucrado
activamente en temas patrimoniales regionales.
Ha publicado los libros Con palabras (poesía, edición personal, 1983), Escenas de
la vida del bufón Íñigo Mendoza (poesía, publicación del Concurso Luis Oyarzún,
Edición del Gobierno Regional de los Lagos, 2003), Los deseos consumidos
(poesía, Ediciones Kultrún, 2005); y numerosos artículos, crónicas, reseñas
críticas y presentaciones de libros.
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María Teresa Andruetto: “El lenguaje es la mayor


construcción de la cultura”
Febrero 23, 2016
by mpmunoz

Ganadora del prestigioso Premio Hans Christian Andersen 2012, la


escritora argentina María Teresa Andruetto conversó con HUV sobre sus inicios en
el mundo de las letras, su dilatada trayectoria y los principales lineamientos de su
obra.
Por Bernardita Cruz M.
Ilustración de Consuelo Moreno
https://www.flickr.com/photos/consuelomorenod/
“Creadora de libros sensibles, profundos y poéticos con una clara base literaria”.
Así describió el jurado del Premio Hans Christian Andersen a la escritora argentina
María Teresa Andruetto, la primera mujer de habla hispana en recibir uno de los
reconocimientos más prestigiosos de la literatura infantil y juvenil. El galardón se
entrega cada dos años y distingue a un autor por el conjunto de su obra.
Cuando recibió la noticia, ella estaba en su casa, devolviendo la vajilla que había
arrendado para el matrimonio de una de sus hijas. “Me sorprendí, me asusté
también y lo llamé a mi marido; le pregunté si podía dejar el trabajo y regresar a
casa”, recuerda.
Autora de numerosos libros para niños, jóvenes y adultos, María Teresa lleva más
de treinta años interviniendo en el campo de la literatura infantil –trabajó en la
formación de maestros, fundó centros de estudio y revistas especializadas, dirigió
colecciones y participó en planes de lectura– y es conferencista habitual en todo
tipo de actividades del ámbito literario.

Entre sus títulos más destacados de LIJ se cuentan El anillo encantado, Huellas
en la arena, La mujer vampiro, El País de Juan, El árbol de lilas, El
incendio, Solgo, Miniaturas, Stefano y Veladuras.
Desde el pequeño poblado de las Sierras Chicas, a 40 kilómetros de la ciudad de
Córdoba, donde vive en un terreno grande con una pequeña huerta y algunos
animales, María Teresa conversó con Había una Vez.

¿Cómo fue su relación con los libros en la infancia? ¿Fue una niña muy
lectora?
Sí, una lectora voraz, que se internaba en libros, periódicos, fotonovelas, papeles
sueltos… ¿Mis libros favoritos? Fueron distintos según las épocas: cuando era
muy pequeña, Las aventuras de Tom Sawyer, Corazón, Pinocho, las biografías
de San Francisco de Asís o de Santa Teresita de Liseaux; después, ya más
grande, hacia los 12 o 13 años, descubrí la literatura argentina, el cuento
rioplatense, y me fascinó. También leí de chica mucha poesía: Alfonsina Storni,
Juana de Ibarbourou, poetas patrióticos como Olegario Andrade, más exóticos
como Rabindranath Tagore, o poetas de choque como Almafuerte. No siempre
entendía lo que querían decir, pero me gustaba leerlos en voz alta, escuchar cómo
sonaban…
¿Escribía de pequeña? ¿Recuerda cuál fue la primera historia que quiso
llevar al papel?
De chica, 8 o 9 años, adquirí el vicio de inventar historias. Lo hacía de forma oral,
para mis compañeras de grado. Escribí sobre eso en Mentir, un breve texto que
está en mi página web (www.teresaandruetto.com.ar). En cuanto a escribir
historias, lo primero creo que fue un esbozo de cuento escrito en unas hojas de
carpeta de tres perforaciones que derivó de una tarea escolar, una redacción que
nos habían pedido en sexto grado, el personaje se llamaba Dina; no recuerdo
mucho más que eso. Pero poco después, esas búsquedas narrativas se
desplazaron a la poesía, ¡la adolescencia pide poemas!
¿Cómo llegó a ser escritora? ¿Cuáles fueron sus inicios?
Me fui haciendo, fui tras esta pasión por las historias, fascinada por lo que leía,
cada vez más ávida y con deseos de inventar historias también yo. En los inicios
estuvo el deseo y el amor de mi mamá por las palabras y tras eso, seguramente,
mi deseo de parecérmele. Y el vicio de leer. Y mi timidez de niña que me refugiaba
en los libros, en ese mundo imaginario, más interesante tal vez que el mundo que
me rodeaba. Y, sobre todo, el deseo temprano de comprender a los otros, de
ponerme en el lugar de otro, de otros, porque desde muy chica me sorprendía el
hecho de que no todos pensáramos de igual manera sobre cada cosa.
Participa activamente en charlas y congresos. ¿Qué la lleva a emprender
esos desafíos? ¿La difusión y formación son materias que van de la mano
con su rol de escritora?
Hacer de puente entre libros y personas ha sido mi trabajo. Encontré pronto que
esto que me gustaba, leer, podía ser mi modo de ganarme la vida y eso es lo que
hice dando talleres, formando a maestros y profesores, enseñando en la escuela
media, escribiendo reseñas de libros o revisando escritos de otros… Un modo de
vivir, un trabajo, además de una pasión o un vicio. Ya no doy clases y he dejado
mis talleres, tarea que llevé adelante durante casi 30 años, pero sigo participando
en charlas y congresos, eso más que antes, ya en mi condición de autora.

¿Qué importancia tiene para usted el lenguaje?


Mucha, casi todo… Es la mayor construcción de la cultura, creo. Un espejo en el
que se refleja y refracta la sociedad toda, nosotros y los otros.

En varias entrevistas ha dicho que no le gusta la división entre literatura a


secas y literatura infantil…
Es lo que intento al escribir, pero también al llevar libros de otros a un grupo de
niños o de jóvenes: que lo que les acercamos a los lectores en formación sea ante
todo literatura. Me gustaría que no necesitara de ese adjetivo que muchas veces
la restringe y la recorta.

En muchos de sus libros hay una anécdota, un personaje, un lugar que salta
de la realidad a la ficción. ¿Es un ejercicio consciente o un impulso que la
lleva a escribir?
Realidad y ficción son dos caras de una misma moneda, todas nuestras ficciones
nacen de nuestra percepción de lo real, el imaginario está plagado de realidad,
nuestra imaginación es apenas un breve vuelo, un pequeño salto. ¡Nunca nos
alejamos demasiado del suelo! Y eso es en parte un impulso, y en parte un
ejercicio de conciencia.

Sus propias experiencias, sus raíces, también han quedado plasmadas en su


obra; de hecho, ha nombrado a Stefano como su libro más preciado. ¿Qué la
llevó a escribirlo?
Lo escribí un tiempo después de la muerte de mi padre, pensando no tanto en lo
que a él le había sucedido (mi padre fue un inmigrante italiano en Argentina, igual
que Stefano, el protagonista del libro), sino sobre todo en el sentimiento de
pérdida de la migración, que podía percibir en él y en muchas otras personas que
conocí.

Ha dicho que la literatura debe sacudir al lector. ¿A qué se refiere?


Debe interpelarlo, interpelar nuestra inteligencia o nuestras emociones, nuestra
subjetividad, o todo eso al mismo tiempo. Los libros que me gustan son libros que
me hacen pensar o sentir lo que antes no había sabido pensar ni sentir.

¿Qué siente hoy con respecto al Premio Andersen? ¿Es una responsabilidad
muy grande recibir una distinción de este tipo?
Siento alegría y mucho agradecimiento. Un agradecimiento que no sé bien a quién
destinar, a los lectores diría, y sobre todo a la vida. A veces siento un poco de
agobio, cuando no puedo responder como quisiera, ni en el tiempo en que
quisiera, a lo que me piden. Responsabilidad frente a la escritura y frente a los
otros es algo que he sentido siempre, eso no ha cambiado.

Me tocó ver la alegría y orgullo de muchos autores chilenos al saber de su


premio. En su opinión, ¿existe una identidad latinoamericana en el mundo de
la LIJ?
Sí, sin duda. Se trata de una identidad que tiene que ver sobre todo con la lengua.
Nuestra lengua común nos hace sentir que, más allá de los matices y
particularidades que nos diferencian, compartimos una misma patria. A eso, que
es fundamental, se agrega nuestra misma condición de países periféricos y el
momento particular –momento de mayor conciencia sobre sí– que vive
Sudamérica.

El jurado del premio destacó el hecho de que sus libros tratan tópicos tan
variados como la injusticia, el amor, los mundos interiores, la pobreza o
cuestiones políticas. ¿Se siente igual de cómoda en todas esas temáticas?
Sí, porque no las he vivido como cuestiones temáticas. Lo que hice fue hundirme
en una escena, ir tras las huellas de un personaje o de unos personajes para ver
qué había allí. A veces encontré amor o asombro o alegría; otras veces miseria,
injusticia, problemas políticos; a veces varias de esas cuestiones al mismo tiempo.

Además, el jurado dijo que su obra es “sensible, profunda y poética”. ¿Usted


también es un poco así?
¡Espero que sí! El adjetivo poética puede caberle tal vez a la escritura, no sé si a
mi persona, porque estoy acostumbrada al trabajo y la observación quizás más
que al ensueño, pero me considero sensible e intento, sí, mirar en profundidad.

Hoy, ¿está trabajando en un nuevo proyecto literario? ¿De qué se trata?


Al momento del premio estaba trabajando en una novela. Casi no he vuelto a ella
desde aquel día, pero imagino que de a poco todo se irá remansando, irá
encontrando su tiempo, llegará el verano y podré retomarla…


Cuando era muy pequeña me mandaron con un papelito en la mano a comprar
algo a un bar/almacén. Tal vez porque era muy pequeña y tenía miedo de
perderme fui mirándome los pies. Cuando levanté la cabeza estaba en un sitio
desconocido, aunque no muy lejos de casa. Unas mujeres me preguntaron mi
nombre y no supe decirlo, no sé si porque era pequeña o porque estaba asustada.
Me encontró el cartero del pueblo, me preguntó si mi mamá se llamaba Cleofé, me
cargó en el canasto de las cartas y me llevó de regreso a casa. Es el recuerdo
más antiguo que tengo.

Una lee el pasado a la luz de lo que vino después. En ese momento, y por mucho
tiempo, fue nomás eso, el susto de haberme perdido. Siendo ya adulta, pensando
en los comienzos, aquel recuerdo de infancia cobró significado para mí: una niña
inmersa en un mar de papeles, en un mar de palabras. Una niña guiada por o
perdida en un papelito que lleva en la mano, unas anotaciones de su madre. Niña
reencontrada por el nombre extraño de su madre, niña inmersa en un canasto de
cartas, de mensajes… Todo eso, y más aún, está para mí ya en ese recuerdo
remoto.

Escribí sobre él de diversos modos (al entrar en Mentir, en mi pagina web, está un
relato llamado Extravío): poema, ensayo, novela, conferencia… No sé si aquella
escena me determinó a ser escritora, imagino que son muchas las pequeñas,
ínfimas cosas, que van construyendo lo que elegimos, lo que somos, pero sí sé
que para la persona que acabé por ser, aquello se significó fuertemente como el
comienzo (o quizás ya había comenzado) de una relación muy fuerte con las
palabras, con la escritura.
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Benjamin Lacombe: “Los niños son muy sensibles


a las metáforas”
Febrero 23, 2016
by mpmunoz
Cientos de personas disputándose un lugar para verlo de cerca, pedirle un
autógrafo o recibir una ilustración largamente soñada… Benjamin Lacombe
definitivamente causó revuelo en su visita a Chile, organizada por Edelvives y
Contrapunto. En medio de su apretada agenda, el francés conversó sobre arte e
ilustración con la Revista HUV.

Por Bernardita Cruz M. y María José González C.


Fotografías de Camilo Mendoza T.
www.mesagrafica.cl
Tras una exitosa visita a Argentina, caracterizada por largas filas de fanáticos y
auditorios repletos, el autor e ilustrador Benjamin Lacombe llegó en mayo a
Santiago con un programa de actividades que incluyó firmas de libros y diversos
encuentros con el público local. Al igual que lo sucedido al otro lado de la
cordillera, el hombre detrás de los inolvidables Melodía en la ciudad, Los
Amantes Mariposa, Ondina, El Herbario de las Hadas, Blancanieves, Cuentos
Macabros y tantos otros éxitos literarios, fue altamente requerido por su
fanaticada local.
Una de esas actividades fue una charla abierta en la Biblioteca Nicanor Parra de la
UDP, donde Mónica Bombal, coordinadora de Lee Chile Lee desde el Mineduc,
presentó apasionadamente al autor francés: “Lacombe es un artista curioso. En su
prolífera obra ha incursionado en distintos géneros, técnicas y formatos creando
un espectro de atmósferas que hacen difícil clasificarlo dentro de un estilo
determinado. Vemos sus diseños en pañuelos, en carteras y en joyas.
Reconocemos cómo otros artistas se inspiran en sus personajes de rostros
pálidos, enormes ojos y labios rojísimos, y realizan muñecas y esculturas (…) Nos
maravillamos con su reinterpretación de los clásicos, con su apuesta por
incorporar la música a la lectura (…) Comprobamos cómo juguetea con los
distintos formatos cargando de cuerpo, relieve y volumen sus escenas favoritas de
relatos clásicos (…) Admiramos cómo se atreve a dar el salto a lo que aún parece
una aventura para muchos: el formato digital”.
Muchas más son las palabras que permiten presentar y describir la obra y
personalidad de Benjamin Lacombe. En nuestro Especial de Artes Visuales nos
deleitamos con su propia voz.

¿Por qué decidiste presentar en el Cono Sur Nuestra Señora de


París y Swinging Christmas, dos libros con referentes tan ajenos a
Latinoamérica?
No vine específicamente a presentar esos libros. Vine a encontrarme con mi
público y los libros que acaban de salir son esos. Pero es interesante la
coincidencia porque ¿qué hay más francés que Notre Dame? Me parece atractivo
presentar estos dos libros acá; sería una lástima que como parisino viniera a
hablarles de Don Quijote. La riqueza de contar con importaciones de literatura
extranjera está justamente en los aportes que se pueden traer de esa otra cultura.
En todos los lugares donde vas recibes mucho cariño de tus seguidores.
¿Cómo lo tomas?
Para mí fue especialmente emocionante la semana pasada en Argentina. Era la
primera vez que visitaba ese país y fue extremadamente conmovedor encontrarme
con el público, hablar un poco, compartir experiencias, sentir su cariño… ¡Me
dieron montones de regalos!

Uno tiene cierto miedo de no estar a la altura de sus expectativas. Traté de dar lo
máximo de mí, hablar con todo el mundo, hacer dibujos para todos. Pero da un
poco de susto: hay personas que llegan temblando o llorando, y uno trata de
consolarlos, de decirles: “Aquí estoy, ¡tranquilo!”.
Tienes 32 años y eres un ilustrador muy reconocido internacionalmente.
¿Cómo llevas eso?
El reconocimiento es una noción relativa: soy conocido en algunos medios y
países, pero hay mucho que despejar todavía. Sobre todo porque tengo un estilo
particular de álbumes y libros y hay ciertos mercados que son reticentes al tipo de
libros que yo hago, que esperan de la LIJ una propuesta más simple, colorida y
alegre.

Lo que a mí me gusta es contar historias, desarrollar mi propio universo,


expresarme de distintas maneras. Recientemente diseñé vitrinas, hice objetos,
estoy trabajando en dos películas de animación, he hecho literatura ilustrada para
adultos, acabo de terminar un cómic… Lo que me interesa es no hacer dos veces
el mismo proyecto. Para que los lectores sientan que están en un descubrimiento
permanente yo mismo debo estar descubriendo cosas nuevas, asumiendo riesgos
y no haciendo solo lo que me resulta más cómodo.

Has dicho que estás a favor de dar “complejidad” a los libros para niños.
¿Cómo entiendes esa complejidad?
No necesariamente hay una voluntad de hacer más complejos los libros para
niños, sino que no quiero rebajar el nivel de lo que trato de comunicar porque esté
dirigido a ellos. Vale decir, contar de una manera muy simple, darle un final
positivo, poner detalles tiernos o entregar una moraleja. Creo que los niños son
capaces de comprender mucho más de lo que los papás creen que pueden.
He hecho libros sobre temas considerados tabú, como La niña silencio. Uno no le
entrega a un niño cuando se va a la cama una historia sobre una pequeña
maltratada, pero es un libro importante: cuando he visitado escuelas, veo que
conmueve a los niños, los hace reflexionar.
Debe haber libros para el puro disfrute. Yo no pretendo hacer solo libros difíciles y
pesados, pero me gustaría que se dijera de mis libros que permitieron un
momento de poesía que ayuda a evadirse, y también que nos hicieron reflexionar.

¿De qué manera desafías a los niños?


Mi idea de búsqueda está en el objeto libro. En el 2007 fui uno de los primeros en
utilizar la técnica de recorte láser. Fue en el inicio de Los Amantes Mariposa:
hice la puerta interior de un jardín japonés, la misma que lleva al corazón de la
casa y que coincide con el camino que recorre el personaje. Trato siempre que el
fondo y la forma estén estrechamente ligados. A veces me dicen: “Eso es muy
frágil para los niños” o “no es adecuado para ellos”, pero yo creo que hay que traer
cosas nuevas, papeles novedosos, formatos diferentes. En Ondina usé un
sistema de transparencias que hacen pensar en algo confuso. Hay un momento
en que, a nivel narrativo, se levantan los calcos y uno tiene una impresión de
evanescencia muy sutil. Los niños son muy sensibles a las metáforas.
Ilustración de Ondina, escrito e ilustrado por Lacombe (Edelvives, 2012).

En una entrevista dijiste que era difícil educar a los adultos para que leyeran
libros ilustrados. ¿Sientes que eso ha cambiado?
No sé cómo son las cosas aquí, pero en Francia, España, Alemania e Italia, en el
siglo pasado, se estimó que la literatura ilustrada y los dibujos animados eran
exclusivamente para los niños. Sin embargo, en el siglo XIX, e incluso antes,
existía una tradición de libros ilustrados y de animaciones destinadas a los
adultos. Recordé ese punto porque la literatura ilustrada conlleva otro tipo de
lectura. No hay que considerar la ilustración como una simple decoración. La
ilustración, incluso en su sentido etimológico, significa iluminar un texto. Una
buena ilustración conduce la lectura hacia otra parte, hacia otra narración, y
pienso que se pueden crear obras para adultos en ese sentido también.

¿Crees que actualmente los adultos están más abiertos a los libros
ilustrados?
Eso me parece, aunque no me gustan las delimitaciones que se hacen entre
literatura adulta y LIJ. Pienso que un buen libro puede leerse en distintos
momentos de la vida. También hay libros, como los que ilustré de Allan Poe o de
Victor Hugo, que exigen una edad mínima para poder acceder a ellos, pero no
creo que haya una edad límite para acercarse a un libro.

¿Qué rol cumplen las editoriales en esta separación pragmática de la


literatura infantil, juvenil y adulta?
No creo que sea un deseo de las editoriales crear esos límites. Se crean por
muchas razones: eficacia comercial, búsqueda de un nicho de cierta edad, autores
que tienen casos particulares. También hay un tema con las librerías, y ese fue el
problema fundamental cuando publicamos los Cuentos Macabros de Poe. En
Francia era el primer libro ilustrado para adultos que se publicaba en mucho
tiempo, y no tenía lugar en las librerías: no podían ponerlo en novelas estándar
por su formato, ni en cómic, ni en literatura juvenil. Les costó mucho definirlo y
finalmente cada librería usó su propio criterio. Ahora, en las grandes librerías, se
creó una sección de libro ilustrado mucho más abierta, ligada al cómic, a la novela
gráfica.

De Cuentos Macabros de Edgar Allan Poe, ilustrados por Lacombe (Edelvives,


2011).

¿Para ti, qué es el oficio de ilustrar?


Ser un buen ilustrador para mí es ir más allá de seguir un texto al pie de la letra y
aumentarlo. No hay nunca que parafrasear un texto; hay que conducirlo en otra
dirección. Dar luz a ciertos elementos, y necesariamente aportar la propia voz. En
mi caso, no me considero solamente ilustrador sino autor: de mis 25 libros he
escrito el texto de 18. Para mí es un trabajo de autor pues trato de desarrollar un
universo propio, de generar emociones con las imágenes, el texto y el objeto libro.

¿Te consideras un artista integral?


Ocurre lo mismo que cuando le ponen una etiqueta a un libro. Cuando uno es un
artista, uno necesita expresarse, y las etiquetas las ponen los otros. Yo tengo la
posibilidad de hacer distintas cosas, y tomo esa oportunidad aunque el objeto de
mi predilección sean los libros. Un creativo tiene, como su nombre lo indica, la
idea permanente de crear distintas cosas.

Para terminar, ¿cómo es tu relación con los niños?


No tengo hijos propios, pero tengo sobrinos y sobrinas con edades muy variadas
entre 8 meses y 15 años. También voy a los colegios y converso con los chicos.
Es un público que no duda en decir lo que piensa. Me gusta mucho eso: me
reconforta saber que mis decisiones son correctas. Veo cientos de niños por año
que me dan una opinión directa y me confirman lo que son capaces de
comprender.

Cuando comencé, me decían que lo que yo hacía no era para niños, que era muy
complicado, que tenía que hacerlo de otra manera. El problema es que hay ideas
preconcebidas y yo verifico que no son ciertas: los niños comprenden mucho más
de lo que suponemos y no les gusta que uno “les sobe el lomo”, que los infantilice,
que no los considere personas sino medias personas.

Conoce la obra de Benjamin Lacombe


© Benjamin Lacombe / ed Soleil / Metamorphose

www.benjaminlacombe.com
Libros

Cuentos silenciosos
Autor e ilustrador: Benjamin Lacombe
Textos: Antonio Rodríguez Almodóvar
Edelvives, 2010
ISBN: 9788426377203

Los Amantes Mariposa


Autor e Ilustrador: Benjamin Lacombe
Edelvives, 2008
ISBN: 9788426367976

Melodía en la ciudad
Autor e ilustrador: Benjamin Lacombe
Edelvives, 2010
ISBN: 9788426376978

Genealogía de una bruja


Autor: Sébastien Perez
Ilustrador: Benjamin Lacombe
Edelvives, 2009
ISBN: 9788426372475

Blancanieves
Autores: Jacob y Wilhelm Grimm
Ilustrador: Benjamin Lacombe
Edelvives, 2011
ISBN: 9788426381484

Nuestra Señora de París II


Autor: Victor Hugo
Ilustrador: Benjamin Lacombe
Edelvives, 2013
ISBN: 9788426390912
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Alejandra Acosta: “Los estilos son imitables, la


mirada propia no”
Febrero 23, 2016
by mpmunoz
Con una visualidad potente y personal, Alejandra Acosta ha construido un
imaginario sorprendente. Tras la calurosa recepción de Del Enebro y mientras
trabaja en nuevos proyectos para España, México, Argentina y Chile, conversó
con Claudio Aguilera sobre su trayectoria y su obra.
Por Claudio Aguilera
Periodista y socio fundador de PLOP! Galería

Fotografía de Juan Francisco Lizama


́ deslavada. Una cajita repleta de figurines
Un antiguo libro infantil. Una fotografia
minúsculos. Un adorno de bronce. Un viejo peluche de los años 80. Alejandra
Acosta busca secretos tesoros en un mercado persa. Se detiene y mira con
atención. Observa cada uno de sus hallazgos, tanteando trazos de su origen,
inventando para aquellos pedacitos huérfanos de pasado una historia, un futuro
dentro de sus obras.

“Al igual que los surrealistas, creo en el azar. Pero también creo en que hay que
salir a su encuentro”, dice mientras, encarnada en algún personaje sacado
de Nadja, la novela de André Breton, sigue caminando sin rumbo, pero alerta a su
próximo descubrimiento. Porque aun en medio del caos de antigüedades, trastos y
mercaderia ́ s dudosas, ella se mueve con seguridad y con la certeza de que, tarde
o temprano, encontrará la imagen precisa para completar su próximo collage.
Tal vez siempre ha sido así para esta diseñadora e ilustradora. Responsable de
uno de los libros más hermosos, terribles y conmovedores de los últimos años, Del
Enebro, publicado por los españoles Jekyll & Jill, y de dar forma a la inquietante
prosa de Maria ́ Luisa Bombal en El Árbol (Pehuén Ediciones), ha ido
construyendo una obra cada dia ́ más personal sin dejar de lado el juego ni la
búsqueda de nuevas posibilidades gráficas.
“El trabajo de Alejandra Acosta es como un animal invisible y sigiloso del que solo
podemos ver sus huellas”, ha resumido el poeta y artista visual español Alfonso
Brezmes. “Combinando el collage y el dibujo en una alianza letal cuyo resultado
podría resumirse en una palabra: escalofrío”, agrega.
Ciertamente, ya sea en un afiche para un seminario sobre fomento lector, una
ilustración de prensa, una portada que se publicará en México, o en algunos de
sus libros para niños, ella va dejando rastros de su forma de mirar el mundo, de su
relación con los textos y con el oficio de ilustrar.

Buscar

Como toda historia, esta historia comienza con un “habia ́ una vez”. Habiá una vez
una niña tiḿ ida que repletaba sus cuadernos de dibujos y se perdia ́ en viajes
interminables a través de las historias ilustradas de Las mil y una noches que su
abuela le pedia ́ leer en voz alta.
Con los años, ese gusto por la imagen quedó guardado, pero nunca se esfumó.
Después de estudiar diseño, colaboró en diversas revistas hasta que en el 2002
fue nominada al Premio Altazor por su trabajo como directora de arte de la
revista [Lat.33]. Fue entonces que decidió dejar su carrera para aventurarse como
ilustradora. “Al principio no fue fácil”, recuerda mientras hojea un viejo y anónimo
álbum fotográfico. “No conocia ́ a nadie en el mundo de la ilustración, así que
comencé a pedirles trabajo a los directores de arte que habia ́ n sido mis colegas.
Envié portafolios, hice horóscopos, cientos de ilustraciones para textos escolares,
hasta que poco a poco me volví ilustradora”.
Más tarde vinieron las portadas para los libros de SM y, en el 2009, dos hechos
fundamentales: la publicación en la Colección Barco de Vapor de Pazuca en la
duna de Marcela Paz, y la Mención Honorif́ ica en el prestigioso concurso A la
orilla del viento, del Fondo de Cultura Económica, con El niño con bigote, escrito
por Esteban Cabezas.

Sin embargo, en ese momento ya comenzaba a gestarse un nuevo cambio. Tras


un taller con el artista visual Mauricio Garrido, las tijeras y el papel cortado se
hicieron parte fundamental de su obra. Con el surrealista Max Ernst como figura
tutelar, Alejandra Acosta descubrió en el collage una forma de trabajo que
expresaba bien su relación con la materia y con la intensidad que deseaba
expresar en sus ilustraciones. “Recuerdo que cuando era niña no podia ́ evitar
acercarme a las esculturas, y siempre intentaba tocar un pedacito de ropa, un
tenedor, lo que fuera, en las casas museo. Quizás buscaba una conexión. Y me
doy cuenta de que mi proceso de construcción de un libro está muy ligado a eso.
Para mi,́ la creación de cada ilustración es un ritual, un momento en que te
enfrentas al papel y es tu piel la que habla. Nada más”.
Recortar

Alejandra Acosta estaba lista para dar el siguiente paso. Pero nuevamente la
oportunidad llegó por azar. Recorriendo internet, los editores españoles Jessica
Aliaga y Vić tor Gomollón descubrieron su trabajo y su afición por las aves, y le
encargaron ilustrar uno de los relatos menos conocidos y más descarnados de los
recopilados por los hermanos Grimm: Del Enebro.
Publicada bajo el sello Jekyll & Jill, la oscura y sangrienta historia se transformó,
en manos de la ilustradora, y con la complicidad de sus editores, en una exquisita
pieza de orfebreria ́ que ha recibido reconocimientos a ambos lados del Atlántico y
fue elegida el Libro Mejor Editado en Aragón (España) en el 2012.
“Las ilustraciones de este libro”, ha comentado el espano ̃ l Isidro Ferrer, Premio
Nacional de Ilustración, “tienen un tono particular, un tono silencioso, misterioso,
dulce y aterrador. Un tono que proviene de la renuncia, de un deseo expreso de
no demostrar las habilidades del ilustrador sino de adecuar la voz gráfica a la voz
de las palabras impresas”.
La publicación marcó un antes y un después en la obra de la ilustradora. No solo
porque le permitió dar a conocer su trabajo fuera del paiś , sino también porque ha
significado abordar otros textos, como El Árbol de Maria ́ Luisa Bombal, una de
sus autoras predilectas. Y para Alejandra Acosta, ávida lectora de poesia ́ ,
admiradora de artistas como Alejandra Pizarnik o Leonora Carrington, el encuentro
con la palabra del autor es siempre un desafio ́ y una oportunidad que recibe como
un regalo.
“Del texto depende todo”, explica. “Me tomo bastante tiempo para esperar que el
libro me dé una pista, y a partir de ese momento me agarro de una sola palabra o
una emoción para desarrollar todas las imágenes”.

¿Haces diferencias a la hora de ilustrar para niños o para adultos?

Con los libros enfocados para adultos me comprometo de una forma muy
emocional, y creo que eso también está relacionado con el tipo de texto que me
suele llegar, algunos muy oscuros y otros tristes. Entonces, cuando me toca
trabajar en un libro para niños me permito conectarme más con las sensaciones y
con la libertad. Con todos los encargos lo paso muy bien. No podria ́ vivir sin la
complejidad de un texto que me obligue a trabajar el triple o que incluso me
́ que significa ilustrar para niños.
desgaste, ni sin la alegria
Ensamblar
Madre de dos hijos y profesora universitaria, Alejandra Acosta divide su tiempo
entre proyectos para México, España, Argentina y Chile. “Me llegan correos de
editores que me dicen: tengo el libro perfecto para ti, incluye mujeres y pájaros”,
comenta entre risas acerca de dos de las figuras que se repiten en su obra
reciente. “Una vez incluso una colega me escribió pidiéndome disculpas por hacer
un libro de pájaros. ¡Yo no soy la ilustradora de los pájaros! Me encantan, pero
puede ser que mañana me ponga a dibujar ornitorrincos”.
De hecho, lejos de identificarse con un estilo definido, se da la libertad de jugar y
desarrollar una visualidad propia para cada proyecto. “Mi proceso es más bien
intuitivo, muy personal, y la técnica depende del estado de ánimo. Así como me
gusta disfrazarme, me gusta también probar diferentes lenguajes expresivos”.

¿Crees que el estilo está sobrevalorado?


Completamente. Tener un estilo puede ser bueno, como también puede
convertirse en una especie de trampa. Nunca me he fijado en la forma, sino que
en el fondo. En lo que quiere decir y comunicar el ilustrador, independiente de la
técnica que utilice para hacerlo. Todos los estilos son imitables, pero la mirada
propia, no.

El recorrido va llegando a su fin. Es hora de regresar. Algunos de los vendedores


comienzan a guardar sus reliquias. Otros se quedan cabizbajos, pensando en el
́ de mañana y sus oportunidades. Alejandra Acosta se marcha con su pequeño
dia
́ de tesoros a contar otras historias, a seguir inventando imágenes, alerta
botin
siempre a un nuevo hallazgo fortuito.

¿A qué le teme Alejandra Acosta?


Hay una sombra en la obra de Alejandra Acosta. Y tal vez ahí está uno de sus
mayores atractivos. Acostumbrados a que la ilustración sea un espacio siempre
luminoso y colorido, la autora deja en el lector una sensación inquietante. No se
trata de terror sino de algo parecido a la melancoliá que en Pazuca en la
duna tiene el rostro de la soledad, en El niño con bigote se materializa en la idea
de hacerse adulto, en El Árbol es un profundo abismo existencial y en Del
Enebro no es otra cosa que el lado más oscuro del ser humano. “Me parece que
es absolutamente inconsciente”, explica. “Pero estoy convencida también de que
cada obra se compone de pequeno ̃ s fragmentos de una, y en mi caso, más que
hablar de miedo, hablaria ́ de soledad, de un estado permanente de
contemplación, que es lo que me identifica. Quizás por esa razón mis personajes
siempre se presentan solos, perdidos, o silenciosos”, agrega sin dejar de confesar
que, a pesar de ser admiradora de Edgar Allan Poe y de Angela Carter, cuyo
libro La cámara sangrienta está ilustrando actualmente, les sigue temiendo a las
brujas y a los lugares oscuros, como cuando era nina ̃ .

Conoce la obra de Alejandra Acosta


Libros

Del Enebro
Autores: Jacob Ludwig y Wilhelm Karl Grimm
Ilustraciones: Alejandra Acosta
Jeckyll & Jill, 2012
ISBN: 9788493895044
El Árbol
́ Luisa Bombal
Autora: Maria
Ilustraciones: Alejandra Acosta
Pehuén, 2012
ISBN: 9789561605732

Pazuca en la duna
Autora: Marcela Paz
Ilustraciones: Alejandra Acosta
Ediciones SM, 2009
ISBN: 9789562646505
El niño con bigote
Autor: Esteban Cabezas
Ilustraciones: Alejandra Acosta
FCE, 2010
ISBN: 9786071602633

Para un ruiseñor
Autora: Maria van Rysselberghe
Ilustraciones: Alejandra Acosta
Errata Naturae, 2013
ISBN: 9788415217497
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Tagged Nº15

Lola Larra: “Siempre tuve la certeza de que lo que


quería hacer era escribir”
Febrero 23, 2016
by mpmunoz
En la historia de Lola Larra los libros están por todas partes. En su familia, tan
ligada a las letras, en su infancia rodeada de títulos y estímulos, en su trabajo en
Ekaré Sur, en su pasión por la escritura. Aquí, parte de esa historia y sus
motivaciones para escribir Al sur de la Alameda, uno de los libros chilenos
más premiados del 2014.
Por Bernardita Cruz M.
Los muros de un colegio en toma no fueron obstáculo para que la historia de un
grupo de escolares chilenos saliera al mundo. Escogida como la Mejor Novela
Juvenil del 2014 por el suplemento cultural del diario El País de España,
seleccionada por la Internationale Jugendbibliothek de Munich para su prestigioso
catálogo White Ravens, premiada por la Fundación Cuatrogatos y por el Banco del
Libro, distinguida en Chile con el Premio a la Edición de la Cámara Chilena del
Libro, Al sur de la Alameda definitivamente fue un libro que marcó pauta en el
2014.
Lola Larra, su autora, dice que nunca imaginó el éxito que tendría esta, su primera
novela gráfica. “Mis anteriores experiencias me han enseñado que es mejor no
esperar nada. El editor Jorge Herralde decía que los autores somos muy pesados
porque creemos que al día siguiente de publicado tu libro, el mundo tiene por
fuerza que haber cambiado. Lo cierto es que nada cambia”, afirma con una
sonrisa.

Periodista de profesión y autora de títulos como Puesta en escena (Edebé, 2010)


o Donde nunca es invierno (Edebé, 2013), Lola (cuyo nombre real es Claudia
Larraguibel) creció en Caracas y estudió y trabajó en Madrid. En España tuvo una
intensa actividad profesional en la que se paseó por una gama notable y variada
de medios que incluyó, entre otros, la revista Colors, El País, Rolling
Stone, Vogue y una corresponsalía con Radio Cooperativa. Hoy, alejada de ese
mundo, asegura que siempre intuyó que su carrera como periodista iba a ser corta
e intensa. “El buen periodismo vive y se alimenta de una curiosidad perpetua que,
pasados los años, va menguando en la mayoría de nosotros. O por lo menos eso
fue lo que me pasó a mí. El periodismo fue una escuela en la que viví cosas y
accedí a escenarios, acontecimientos y personajes que no hubiese conocido de
otra manera, y que finalmente me sirven como bagaje para escribir libros”.
Libros, libros y más libros
Lola creció entre libros. Literalmente. La biblioteca de su casa en Caracas,
recuerda, estaba llena de opciones para que todos buscaran y encontraran lo que
les apetecía. Las lecturas eran un tema de conversación en la sobremesa, un
tema que unía a la familia y los convocaba a comentar, discutir y plantear puntos
de vista. Y también estaba el Banco del Libro, donde trabajaba su madre, la
reconocida editora y fundadora de Ekaré, Verónica Uribe. “Yo pasaba muchas
tardes después del colegio en los galpones en los que en esa época estaban las
oficinas del Banco y luego las de la editorial Ekaré. Había una pequeña librería en
la que leí muchas novelas y cuentos. Y también estaba a mi disposición el Centro
de Documentación, a donde llegaban libros de todas partes del mundo. Tener
acceso a ese mundo me abrió la cabeza, desde muy pequeña”, recuerda.

Has dicho que nunca dudaste que serías escritora. ¿De dónde nace esa
convicción?
Escribo desde niña, no recuerdo si desde los 8 o 9 años. En algún lugar conservo
todavía algunos manuscritos de aquella época. Y siempre me he sentido muy
privilegiada de tener este espacio, este oficio que me permite pasarlo muy bien a
solas. Es una de las cosas que más disfruto, y por eso siempre tuve la certeza de
que lo que quería hacer era escribir. Supongo que muchas de mis decisiones en la
vida han estado marcadas por ese deseo. Pero me ha costado muchos años y
mucho esfuerzo lograr darle el tiempo, la calma y el espacio que requiere. En ese
sentido, mi regreso a Chile ha sido un buen refugio y me ha permitido organizarme
mejor.

Eres sobrina de María de la Luz Uribe y Fernando Krahn. ¿Qué recuerdos


tienes de ellos?
Lo primero que me viene a la cabeza es la casa estrecha y alta en la que vivían en
Sitges, un pueblo mediterráneo de cuento y una casa de cuento, con un pequeño
jardín penumbroso, lleno de plantas. Cuando los visitábamos, eran vacaciones
muy especiales. Fernando y María de la Luz siempre estaban inventando
proyectos en los que implicaban a todo el que estuviera a su alrededor: hacían
películas, obras de teatro, dibujos, sesiones de fotos, exposiciones, cuentos. Eran
personas muy especiales. Ambos muy serios, muy intelectuales, y a la vez
juguetones, lúdicos. El arte, para ellos, era un juego muy serio. Y a mí me
gustaba, sobre todo, que nos consideraran a nosotros, los niños, como sus
iguales; que nos invitaran sin prejuicios de edad a compartir esas experiencias
creativas.

En el mundo de la LIJ tu madre, Verónica Uribe, es figura fundamental. ¿Qué


sientes hoy al trabajar codo a codo con ella? ¿Imaginaste que eso pasaría
algún día?
Mis dos hermanos han trabajado con ella, en diferentes ocasiones, desde hace
mucho tiempo. Pero a mí no me parecía buena idea trabajar con la familia:
pensaba que eso podría enturbiar las buenas relaciones que teníamos, así que
preferí hacer mi camino sola. Cuando vine a vivir a Chile, en el 2006, Verónica me
invitó a fundar juntas Ediciones Ekaré Sur, una editorial que distribuye lo que viene
de Ekaré y que hace sus propios libros aquí, pensando en el público chileno. Nos
lanzamos y me he dado cuenta de que mis vaticinios estaban completamente
errados. Mi madre es la mejor compañera de trabajo que he tenido nunca. Nos
entendemos muy bien y nos complementamos. Y sobre todo aprendo mucho; es
una de las personas que más sabe de literatura infantil, y es una editora
extraordinaria. Ella lleva más la parte editorial y yo me ocupo más de la gerencia.
Pero somos una editorial mínima, así que al final todos hacemos de todo.

Diario de una toma


Al sur de la Alameda no surgió como un impulso espontáneo. Fue un proyecto
cuya gestación estuvo marcada por varios acontecimientos: en el 2006 Lola visitó
algunos colegios en toma, en el 2008 empezó a escribir el diario de Nicolás, en el
2011 comenzó a trabajar con Vicente y por fin, en enero del 2014, tuvieron el libro
listo.
¿En qué momento se integra al proyecto Vicente Reinamontes? ¿Cómo fue
la experiencia de trabajar juntos?
Cuando tenía lista una primera versión del manuscrito pensé que no era
demasiado interesante tener solo el punto de vista de Nicolás, su diario de la
toma. Faltaba algo más. Y en algún momento escribí un pequeño guión de esa
segunda voz, y me dije que sería bonito que ese segundo narrador contara su
historia en imágenes. Acababa de leer las cosas de Brian Selznick, por supuesto,
y estaba maravillada por la manera en que fluían texto e imagen. Entonces una de
las editoras, Sara Rodríguez, buscó y buscó hasta encontrar a Vicente, que fue
todo un hallazgo. Trabajamos juntos más de año y medio; nos reuníamos todas
las semanas Vicente, las editoras y yo. También con el director de arte. A medida
que se iba construyendo el relato en imágenes, el texto cambiaba: se acortaron
cosas, se escribieron otras, entraron nuevos personajes. Y a nivel gráfico se
tomaron decisiones como el color de páginas o el troquel de portada o las viñetas,
que aportaban a la historia, que no eran decorativas solamente. Todo tenía
sentido… Fue un proceso muy interesante, muy grupal y muy entretenido.

Los libreros del Club Kirico destacaron el hecho de que un libro para
adolescentes plantee el compromiso político “como algo que les puede
implicar”. ¿Era uno de los objetivos del libro?
No lo fue al principio. Al empezar no estaba pensando en reflejar un momento
histórico ni en documentar la ‘revolución pingüina’. Yo quería algo mucho más
modesto y sencillo. Quería contar cómo era una toma por dentro: el día a día, las
rencillas, cómo hacían para comer, organizarse, dormir… Y lo que me convocó a
escribir una novela, lo que me hizo clic para empezar, fue que la toma me pareció
una escenografía literaria fascinante; me atrajo aquel microcosmos en que
nosotros los adultos éramos unos intrusos. Es decir, mis razones no eran aún
políticas ni comprometidas, sino puramente literarias. Yo no estaba pensando en
la justicia social ni en la educación como un derecho. Yo estaba pensando en El
señor de las moscas y en La invención de Hugo Cabret. Estaba pensando en
literatura.
Pero todo eso fue cambiando cuando comenzó mi trabajo con Vicente. Allí le tomé
el peso a lo que estábamos haciendo. Gracias a él y también a mis editoras. En el
año y medio en el que trabajamos juntos en el libro, me di cuenta de que lo que
nos enseñaron (o nos recordaron) aquellos pingüinos en el 2006 es que no basta
con la felicidad individual. Que el bien común es algo de lo que no podemos
prescindir. Y esa toma de conciencia, ese paso, esa transformación de lo
individual a lo comunitario, de lo privado a lo público, es finalmente lo que le
sucede a Nicolás, el protagonista de Al sur de la Alameda.
Una de las cosas que llama la atención del éxito internacional del libro es
que algo que parece tan chileno pueda calar hondo en jóvenes de otras
partes del mundo. ¿Qué piensas sobre eso?
Si bien nunca pensé que la novela fuera un éxito, nunca dudé que podría interesar
en otros países. El movimiento estudiantil está en un momento efervescente, de
México a Hong Kong. No es la primera vez en la historia que los estudiantes
plantan cara y denuncian los problemas sociales y políticos. Y por eso pensé que
nuestra novela podía interesar tanto a un estudiante chileno como a uno
colombiano, o español, o argentino.

A fines de marzo se inauguró una muestra del libro en Valparaíso y tengo


entendido que preparan unos fanzines. ¡Al sur de la Alameda no para!
Cuéntanos un poco lo que se viene con el libro.
El fanzine de El cuaderno del gordo Mellado es un proyecto que queremos
presentar en la Feria de Guadalajara; ojalá se pueda. En un capítulo de Al sur de
la Alameda se cuenta cómo uno de los estudiantes, el Gordo Mellado, aprovecha
para dar clases de ‘Historia de las movilizaciones estudiantiles’ durante la toma.
Estamos trabajando en este fanzine, que es un facsímil del cuaderno de notas del
que se servía el Gordo Mellado para dar aquellas clases. En él se recorren los
movimientos estudiantiles más importantes del siglo XX y principios del XXI, y
quiere ser una invitación a conocer el papel que los estudiantes han jugado en los
grandes cambios sociales que han tenido lugar en la historia reciente. En nuestras
visitas a colegios nos hemos dado cuenta de lo poco que saben los estudiantes
sobre lo que han hecho sus pares; nadie se los enseña.
¿Tienes otros proyectos editoriales en marcha? ¿Vuelves a la novela
gráfica?
Estoy terminando, por fin, una novela en la que he trabajado mucho tiempo. Soy
de una lentitud exasperante. Apenas la entregue, me pondré con una novela
gráfica que debía haber terminado hace tiempo.
Al sur de la Alameda. Diario de una toma
Autora: Lola Larra
Ilustrador: Vicente Reinamontes
Ekaré Sur, 2014
ISBN: 9789568868130
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Conocer el pasado para entender el futuro


Febrero 23, 2016
by mpmunoz
En los libros de historia para niños encontramos las mismas tensiones que en los
de adultos: la historia oficial se ofrece como una acumulación de datos en favor de
los poderosos, mientras que la historia “menor” se ocupa de las vidas cotidianas
de la gente corriente. Los niños reciben una mientras buscan la otra, la de los
individuos y sus cosas, la del quehacer sencillo que refleja, casi siempre, los
placeres simples, los juegos, la forma de vivir y, también, el dolor y las dificultades
que los colectivos sufren cuando los poderosos no piensan en ellos.
Por Ana Garralón
Especialista en libros para niños
anatarambana.blogspot.com

www.julymacuada.com
Ilustración de July Macuada
Cuando hablamos de historia y libros para niños (en general), observamos que las
mismas discusiones que atañen al género para adultos se reflejan en la
producción de libros infantiles. La historia, como el recuerdo, forma parte de la
identidad cultural de una sociedad. De la manera en que se presenta y se plantea
dependerá igualmente cómo un colectivo pueda interpretar su pasado para
mejorar su presente y, quizás, su futuro.

Si durante mucho tiempo la historia fue considerada una ciencia, es decir, el


análisis de datos y estadísticas, hace ya años que la historiografía se fija en otras
cuestiones no menos importantes que los números, pero sí definitivas en cuanto a
la interpretación de acontecimientos situados en el tiempo y en el espacio.

La historia es, también, una forma especial de pensamiento. Carlo Ginzburg, en su


ensayo El hilo y las huellas, habla de la tarea del historiador como alguien que
tiene a veces un hilo –el hilo del relato que nos ayuda a orientarnos en el laberinto
de la realidad– y unas huellas. Esta amalgama de erudición, imaginación, pruebas
y posibilidades, hace que la tarea de historiar sea delicada y, por lo tanto,
conflictiva. Está la historia oficial, la que representa una verdad, usualmente la de
los poderosos. Y luego están las tantas otras historias –de los vencidos, de los
oprimidos y de los individuos– que muchas veces presentan otra realidad. Hay un
libro clásico de Marc Ferro sobre este tema, Cómo se cuenta la historia a los
niños en el mundo entero, en el que se desmonta la visión de las historias
oficiales, colonialistas y bienintencionadas en la medida en que pretenden
conformar un único pensamiento colectivo.
Historia y nación han ido muchos años de la mano. Esta tendencia ha afectado
mucho la producción de libros para niños. Por un lado, las coediciones han
favorecido un tipo de libros de historia supuestamente objetivos y neutros. Es
decir, la historia de los que detentan el poder: los grandes próceres, los reyes, los
castillos, Egipto, las culturas lejanas. Y siempre eludiendo las historias
contemporáneas, aquellas que todavía tocan heridas.

Hasta hace poco tiempo la historia no permitía la narración: se consideraba que un


historiador no debía “contar la historia” porque no era serio. En la actualidad se
reconoce que las fuentes de las que estudian los historiadores son subjetivas.
Muchas veces son testimonios de personas en primera fila de los hechos; otras
son documentos personales. Los historiadores reclaman igualmente el derecho a
ocuparse no solamente de las gestas públicas sino también de las escenas de la
vida privada: los “sin voz” oficial y, básicamente, la gente común y sus reacciones
ante circunstancias extremas. Los hechos públicos se confrontan con los privados,
y la labor del historiador es presentar un equilibrio entre ambos. Para ello necesita
la narración. Porque también en historia hay lagunas que la imaginación del
historiador completa.

En los libros para niños ocurre lo mismo: abundan los libros que presentan unos
hechos muy “objetivos” y, al mismo tiempo, aparecen historiadores formidables
que dan una vuelta de tuerca al tema. Esto se aprecia, por ejemplo, con las
colecciones Ecos de la Historia y Ya verás de la editorial mexicana Tecolote,
donde se busca de forma intencionada la voz de los que no aparecen en las
historias oficiales. Como no existe una única versión del pasado sino que este se
revisita según el presente, esta editorial propone una inteligente manera de
acercarse a los hechos de manera subjetiva.
Ernst Gombrich recuerda en Lo que nos cuentan las imágenes, un libro de
conversaciones, cuando un editor le pidió que tradujera para niños una serie de
libros sobre la historia y él prefirió escribir un texto nuevo. “Escribí un relato muy
colorista (…) Nunca había estudiado historia pero sabía que iba a poder encontrar
los hechos que necesitaba en la gran enciclopedia que teníamos en casa”. El
resultado fue Breve historia del mundo. La idea de que un niño puede
entenderlo todo si se le explica con un lenguaje sencillo hizo que este libro,
todavía hoy y luego de varias generaciones, se siga recomendando, justamente
por la imaginación que desprende. Su sensibilidad a los matices, los remolinos, las
extravagancias, las sombras y las rarezas del pasado, así como un gusto especial
por la vida cotidiana, aparecen en cada capítulo de esta emocionante historia de la
humanidad.
Al igual que Gombrich –que no se consideraba propiamente un historiador–
encontramos libros que reflejan una cuidada documentación, como el escrito por
Irene Vasco, La independencia de Colombia: así fue, donde, con un formato de
doble página y con alegres ilustraciones de Daniel Rabanal, repasa ese momento
histórico desde los hechos políticos hasta los sociales.
La historia, como se ve, está conectada con otros ámbitos: arte, antropología,
cultura popular, sociología y psicología, entre otros. La labor del divulgador es hilar
este conjunto de informaciones para entregar a sus lectores un texto con muchos
matices. L.P. Curtis Jr. nos dice en El taller del historiador que el
historiador “concibe su proyecto, reflexiona sobre él, busca pruebas, levanta
estructuras, deambula por los archivos, lee atentamente bibliografías y catálogos
(…) toma y clasifica notas, escribe una versión tras otra, pule la prosa”.
Una vez admitida la importancia de la prosa del historiador, su capacidad para
divulgar y observar los detalles, llegamos a lo que los franceses llaman la historia
“menor”, la historia de las pequeñas cosas, la de la vida cotidiana, la de los
individuos. Y aquí, al igual que en los libros para adultos, encontramos muchos
textos que parecen novelas o álbumes. Un ejemplo son los libros del ilustrador
Peter Sís, cuyas obras dedicadas a Darwin y a Galileo muestran la belleza y la
verdad de dos figuras fundamentales en la evolución de la ciencia. No es casual
que Sís haya elegido a estos dos científicos, viviendo en un país -Estados Unidos-
donde todavía está prohibido el estudio de las teorías de Darwin.

Así que en los libros para niños encontramos también pasión y compromiso. Los
mismos que encontramos en álbumes como La historia de Erika y Rosa Blanca,
en los que el ilustrador Roberto Innocenti, con un estilo hiperrealista, asoma a los
niños al horror del genocidio nazi. Es difícil no revolverse en la silla cuando uno lee
y mira estos dos libros que cuentan, cada uno, la historia de una persona que es,
en definitiva, la historia de un colectivo.
Igualmente comprometido, y en nuestro ámbito idiomático, es el libro Abuelas con
identidad. La historia de Abuelas de Plaza de Mayo y los nietos restituidos,
donde Carla Baredes e Ileana Lotersztain explican a los niños un episodio todavía
vivo en la historia de Argentina. Como ellas indican: “Hicimos el mayor de los
esfuerzos por ceñirnos a la verdad, aun sabiendo que no hay una única verdad y
que el debate está abierto”.
Jeanette Winter también nos ofrece libros para reflexionar sobre personas que, en
situaciones históricas excepcionales, han tomado decisiones que implicaban a su
comunidad arriesgando incluso la vida. La bibliotecaria de Basora o La escuela
secreta de Nasreen cuentan mucho más que un tratado sobre la guerra. Con lo
que parecen pinceladas, los niños adivinan la opresión, el miedo y la violencia.
Lo que la historia es, de qué trata, cómo procede y para qué sirve, son cuestiones
que están presentes en los libros para niños y ellos pueden ver a través de sus
lecturas que la historia es una idea, un problema, un mito, una pauta, una imagen,
una metáfora incluso. Es la constancia de las cosas que ha hecho el hombre y
cómo afectan a su presente. Tal vez con estos libros y con muchos otros más, los
niños puedan tomar decisiones para mejorar su futuro.

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