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El abogado que usted no debe contratar

Todos los gremios tienen profesionales buenos, regulares, malos y hasta agresivos. Si un litigante abusa de usted puede denunciarlo. Conozca algunas
de las faltas disciplinarias en las que algunos de ellos incurren.
Por: Ricardo Ávila Palacios

El avaro
El Código Disciplinario del Abogado es la norma que regula la conducta de estos profesionales del derecho que
pueden incurrir en diversos tipos de faltas. Una de ellas consiste en no entregar a quien corresponda, y a la menor
brevedad posible, dineros, bienes o documentos recibidos en virtud de la gestión profesional o demorar la
comunicación de este recibo.
Así ocurrió con un abogado al cual la Sala Disciplinaria del Consejo de la Judicatura inhabilitó por cuatro meses
para ejercer su profesión tras comprobar que no entregó a su cliente una suma de dinero recibida en calidad de
agencias en derecho y costas procesales reconocidas en una actuación judicial.
El tribunal advirtió que esas conductas permanecen en el tiempo hasta que se cumpla el deber infringido o se tenga oportunidad de hacerlo.
El de mala fe
La más severa sanción que contempla el Código Disciplinario del Abogado le fue impuesta a una litigante que fue excluida de la profesión por
comprometerse con un cliente a obtener un resultado que era imposible. Para el Consejo de la Judicatura, es deber del abogado verificar el estado
del proceso para el cual se le contrata, pues si se compromete a obtener un resultado inalcanzable estaría obrando de mala fe.
En este caso, con sólo revisar previamente el estado del proceso la sancionada pudo haber concluido la imposibilidad de lograr lo que de ella se
esperaba. Hubo aquí, según la providencia, una falta al deber de conservar la dignidad y el decoro en las distintas gestiones.

El vago
Otro abogado fue suspendido del ejercicio profesional por dos años al incurrir en conducta indiligente tras aceptar la gestión confiada y no llevar a
cabo ninguna diligencia a lo largo del proceso judicial, perjudicando así los intereses de su cliente. No contento con ello, cobró honorarios profesionales.
El Consejo de la Judicatura concluyó que “el abogado implicado, a pesar de haber exigido dinero para llevar a cabo la gestión encargada, no cumplió
lo acordado (...) y por el contrario, les manifestaba que todo estaba bien y que el asunto iba por buen camino”.

El de la “vista gorda”
Un caso muy común es el del abogado que cobra sus honorarios y recibe el dinero de parte de su cliente, pero omite su obligación legal de expedir el
recibo al que tiene derecho quien lo contrata para demostrar el pago de lo pactado entre las partes.
En estos casos, señala la Sala Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura, el abogado incurre en una falta de honradez, pues constituye un
ejercicio indebido e irresponsable de la profesión el desconocer las normas que la actividad impone, en este caso el artículo 35 del Código Disciplinario
del Abogado.

El tramposo
Hay casos en los que no importa que una conducta determinada no tenga efectos adversos, como ocurrió con un abogado que actuó contra la recta y
leal realización de la justicia al enviar un correo electrónico a un testigo aconsejándole hacer en su declaración afirmaciones que no correspondían
con la realidad, en detrimento de su contraparte. Pese a que el testigo no alcanzó a declarar en el respectivo proceso como se lo aconsejó el abogado,
el Consejo de la Judicatura, que sancionó al litigante, reprochó que el profesional del derecho haya usado sus conocimientos jurídicos para defraudar
a su contendiente en detrimento de la propia administración de justicia. El fallo concluyó que esa conducta constituyó un acto tramposo pues pretendía
defraudar las aspiraciones jurídicas de la contraparte.
El injuriador
Una suspensión de ocho meses le fue impuesta a un abogado por usar en una audiencia expresiones inapropiadas contra su contraparte para
descalificar su redacción y criticar su apariencia personal.
La Sala Disciplinaria del Consejo Superior concluyó en su providencia que el sancionado infringió con su conducta el deber de obrar con mesura,
seriedad, ponderación y respeto hacia los concurrentes del proceso, y advirtió que, si bien es cierto que las contradicciones jurídicas requieren
oposición de pruebas, argumentos, razones de hecho o de derecho, en manera alguna pueden concitar o permitir que los abogados afrenten en sus
intervenciones procesales a quienes intervienen en el juicio sin que haya causal de justificación.

El mentiroso
Por mentir, omitir sus deberes y aprovecharse de la ignorancia de su cliente, un abogado fue suspendido en el ejercicio de la profesión tras demostrarse
que indujo a error a su poderdante, a quien convenció de que el proceso ejecutivo para el cual había sido contratado había terminado, pese a que el
mismo estaba vigente en un juzgado y seguía pendiente de una decisión final. Precisamente, el compromiso para que el contrato se hiciera efectivo
era la culminación de un proceso hipotecario que se promovía contra la persona engañada. En este caso, el litigante incurrió en mala fe y olvidó
defender la dignidad y el decoro de la profesión, previstas en el Código Disciplinario del Abogado.
El agresor
Otro litigante violó el deber de conservar la dignidad y el decoro de la profesión, que obliga a observar y exigir mesura, seriedad y ponderación, al
agredir físicamente a su contraparte en una reunión en la cual se acordaban asuntos relacionados con los bienes adjudicados en un proceso de
sucesión en el cual el abogado y la denunciante eran contrapartes.
El Consejo de la Judicatura demostró que el disciplinable, además de tratar con palabras soeces a una mujer, fue más allá del maltrato verbal y le
lanzó un pisapapeles de su escritorio que impactó en la espalda de la denunciante, quien respondió lanzándole una sombrilla. Por la riña, el abogado
fue suspendido dos meses del ejercicio de su profesión.

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