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Investigadores
Pedro Roel Mendizábal
Miguel Ángel Hernández Macedo
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Ingrid Huamaní Rodríguez
ÍNDICE
PRESENTACIÓN 9
2. TECNOLOGÍA DE PUENTES 32
3. PUENTES COLGANTES 33
9
tivo de los pobladores de las comunidades de Huinchiri, Chaupibanda,
Choccayhua y Ccollana Quehue, todas estas situadas en el m encionado
d istrito.
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El Q'eswachaka de Canas. Ingeniería y tradición en las comunidades
de Quehue docu m enta las raíces y los rasgos de un p roceso que, co m o
hem os indicado, se ha logrado sostener por cientos de años, a pesar de
los múltiples ca mbios propios del tiempo , no solo en la región cusqueñ a,
sino a nivel nacional y global; y hace un recorrido por los p rocesos histó -
ricos que vivió la provincia de Canas, en general, y el distrito de Quehue,
en particular, para buscar las causas materiales y los contextos sociales,
econó micos y culturales que han permitido la continuidad, desde tiem-
pos p rehispánicos, de una técnica constructiva ancestral y su celebración
asociada. Así ta mbién, co m o marco explicativo de esta costu mbre, el libro
docu m enta el proceso de otras dos i mportantes festividades tradicionales
de la región: la celebración de la fiesta de la Virgen Asunta de Langui y el
Tupay Toqto, cuya p resencia y persistencia en Canas permite ay udarnos a
co mprender las particularidades culturales de los habitantes de las altu-
ras de Cusco.
Final mente, desea mos resaltar que esta publicación es el resultado del
trabajo conjunto de un grupo de profesionales de la Dirección de Patri-
m onio In material, del Qhapaq Ñan y de la Dirección Desconcentrada de
Cultura de Cusco. Con esta investigación, el Ministerio de Cultura da a
conocer el p roceso histórico y la fuerz a cultural de una sociedad que transmite su
devenir a través de sus fiestas, costu mbres y tradiciones.
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CAPÍTULO 1
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El Q’eswachaka de Canas
1 La plaza del antiguo t razado inca constaba de dos secciones, separadas por el
río Huatanay. La Hauk’ay pata era la plaza ceremonial, rodeada de los edificios
más i mportantes de la ad ministración y la religión oficial, mientras que en la
otra plaza, lla mada Cusipata, se concentraba la población llana o hatunruna, com o
partícipe en las ceremonias; esta últi ma era ta mbién el espacio para los mercados
o catu, que se celebraban periódica mente en la ciudad. La ad ministración colonial lotiz ó y
cubrió con edificaciones esta parte de la plaza, convirtiendo la antigua Hauk’ay pata en la Plaza
de Ar mas, cuyo t razado fue proyectado sobre los antiguos recintos cusqueños, como aún per
manecen hoy en día (ver A ngles 1988: 74 -87; Rostworowski 1983: 83).
2 El tér mino anti refiere al sol naciente (dirección este).
3 La extensión del A ntisuy u ha sido objeto de controversia, dado que se suele iden -
tificar al poblador a mazónico como el anti, lo que incluiría a los pobladores de la
región norte de los actuales departa mentos de San Martín, A mazonas y la ceja de
selva ecuatoriana.
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El Qhapaq Ñan y los puentes colgantes
Uno de los fines de esta organiz ación era la ad ministración de los recursos
disponibles, con los cuales se mantenían las ca mpañas mili-
tares, las obras públicas y, en especial, las relaciones de recip rocidad y
redistribución entre el Estado y las poblaciones som etidas. El Estado pro -
veía el sustento para mantener la mano de obra a partir de los recursos
recaudados y redistribuidos a lo largo de diversas instancias de gobierno
y de los pueblos tributarios, en tanto que la población, organiz ada en
ayllus o unidades mayores derivadas de aquellos, era m onitoreada para
el desarrollo de obras específicas co m o ca minos, puentes y otras edifica -
ciones a cargo de maestros y conocedores en tecnología nativa. A ca mbio,
4 Los nombres de los ca minos longitudinales, tanto de sierra como de costa, son
tér minos acuñados por el proyecto Qhapaq Ñan del Ministerio de Cultura.
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El Q’eswachaka de Canas
OLOMB A
BRAS L
OCÉANO
BOL V A
PACÍF CO
Proyectos integrales
ARGENT NA
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El Qhapaq Ñan y los puentes colgantes
se les retribuía con co mida y bebida que era consu mida en las actividades
festivas que aco mpañaban al trabajo propia m ente dicho. Este conjunto de
actividades, establecido formal m ente co m o un contrato recíp roco entre
los incas y las poblaciones tributarias, incluía a la vez el trabajo y la acti-
vidad ritual y festiva. 5
La red vial que recorría este a mplio espacio era indispensable para el
control directo de los territorios integrados al Tawantinsuy u, así co m o
para el acceso a los recursos. De las nu m erosas obras públicas realizadas
por la ad ministración cusqueña, esta red de ca minos es sin duda la más
notoria por su extensión, pues cubre en parte los actuales territorios de
Argentina, Bolivia, Chile, Colo mbia, Ecuador y Perú. Obra de increíbles
proporciones, se esti ma que su recorrido alcanzó una longitud de 60 mil
kilómetros solo en el Per ú — de los cuales se han identificado más de 25
mil—. Si se toma en cuenta que la civilización andina conoció con la Con-
quista una brusca interrupción de su desarrollo autónomo, puede consi-
derarse al Qhapaq Ñan co m o la exp resión más acabada del conoci miento sobre el
territorio, el cli ma, los materiales disponibles y la tecnología de construcción, así co m
o sobre la organiz ación del trabajo que durante este breve período de la historia
prehispánica produjo un i mpresionante con -
junto de obras. Fue a la vez una puesta a punto y un resu m en de los logros
de una civiliz ación.
5 P uede decirse lo mismo de las actividades colectivas, lla madas “faenas”, que se
practican actual mente en las comunidades andinas, aunque exceden larga mente
el aspecto pura mente laboral para convertirse en una actividad compleja que une
elementos rit uales, festivos y lúdicos, incluso con una fuerte carga emotiva.
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El Q’eswachaka de Canas
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El Qhapaq Ñan y los puentes colgantes
8 Apu: señor. Allikaq: (=ascendido) persona ascendida por sus méritos. Kamachikuq:
autoridad local menor. Hatunruna: varón adulto y casado (definiciones tomadas de
Gua mán Poma 1980 [1615], tomo III, glosario).
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El Q’eswachaka de Canas
(Chincha), Pachaca mac (Li ma), Chiquitoy Viejo (La Libertad) y Cabez a de Vaca (Tu
mbes), entre otros.
9 Gua mán Poma hace referencia explícita mente a cinco “Cuscos” en su capítulo
sobre las Ordenanzas del Inca: “Manda mos que ayga otro Cuzco en Quito y otro en
Tu mi (Pa mpa) y otro en Guanoco (Pa mpa) y otro en Hatun Colla y otro en Charcas
y la cauesa que fuese el Cuzco y que se ajuntasen de las prouincias a las cauesas al consejo y
fuese ley” (Gua mán Poma de Ayala 1980 [1615]: 161-162).
10 Ushnu: platafor ma de piedra coronada por un asiento, ubicada en la plaza cen -
t ral de los centros ad ministrativos de diversa categoría, desde donde la pareja
gobernante presidía las ceremonias públicas, en especial las que i mplicaban
libación rit ual. El ushnu más conocido está hoy en el complejo de Vilcashua mán
(Ayacucho), tiene for ma pira midal; en Huánuco Pa mpa, adop ta la for ma de una
platafor ma si mple. Nor mal mente construidos con ma mpostería de piedra, podían
ser labrados igual mente en la piedra viva, como los que sobreviven hoy en el com -
plejo de Sacsayhua man, Cusco, y en Yunguyo, P uno. Existe una categorización más completa
e n Monteve rde (2010).
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El Qhapaq Ñan y los puentes colgantes
“Gobernador de los puentes”, en Nueva Corónica y Buen Gobierno , Felipe Guamán Poma de
Ayala, 1615.
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El Q’eswachaka de Canas
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El Qhapaq Ñan y los puentes colgantes
11 Huanca: piedra sagrada de gran ta maño asociada a los mitos de origen de una
comunidad. A veces se le identifica como su mismo ancestro y otras como su
representación directa (especial mente, cuando tiene una for ma si milar al apu
considerado origen de un pueblo).
12 Huaca (quechua, wak’a): lugar u objeto de carácter sagrado concebido como una
presencia corpórea de un ancestro mítico o una entidad divina de carácter creador
u ordenador con el que se establece una relación de adoración y respeto. El tér -
mino huaca podía designar a un hecho geográfico como una montaña, una laguna,
una cueva o un ojo de agua. Ta mbién definía el carácter sagrado de un cuerpo
momificado, de una piedra (como la illa) o de una construcción religiosa — que es
la acepción más difundida en el lenguaje cotidiano actual—.
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ESPACIOS ASOCIADOS
El Q’eswachaka de Canas
AL QHAPAQ ÑAN
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El Qhapaq Ñan y los puentes colgantes
Por otro lado, ayer co m o hoy, existen a la vera de los caminos las apache-
tas, lugares donde los viajeros acumulan pequeñas piedras co m o ofrenda a
los cerros para pedir que la marcha pase sin contratiempos o co m o agrade-
cimiento por no haber encontrado problemas en el camino andado. Con el
tiempo, muchas de estas terminaron convirtiéndose en sitios de adoración,
y aún hoy se pueden encontrar en lugares estratégicos co m o abras o pasos
entre los cerros en los que se sigue tributando a los apus.
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El Q’eswachaka de Canas
Las calzadas empedradas eran altas, hechas sobre relleno y con cana-
les de drenaje cuando cruzaban territorios hú m edos co m o bofedales. En
las zonas de altura, la calzada podía ser de tierra afirmada, co m o en la
costa, mientras que en el llano podía ser ancha, co m o se puede observar
al sur de Huánuco Pa mpa (Huánuco), donde llega a tener 16 m etros de
ancho, o estrecha, co m o cuando el ca mino subía o bordeaba una ladera,
alcanzando un máxi m o de tres m etros (Hyslop 1992: 105).
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El Qhapaq Ñan y los puentes colgantes
de los pueblos som etid os. Por poner un ejemplo, la calza da que co nduce
a l complejo de Hua ma n marca 13 está hecha co n lajas d e piedra oscura
de la regió n, las mismas que se utilizan en la ma mpostería del citad o
co mplejo arqueológico. En alg un os casos, puede suponerse que el levan - ta mie nto
se h acía con la participación de un personal especializado, e n
las vías más i mportantes y en las labores que revistieran mayor dificul -
tad. Otra motivación para ello era de carácter si mbólico. Seg ún se relata
en diversas cró nicas, los t res últi m os i ncas (Pachacutec, Tupac Inca y
Huay na Capac) tenían gran i nterés en la construcción de ca minos que
destacaran por su calidad y por el tipo de obstáculo a superar, co m o una
dem ostració n del poder del soberan o cusqueñ o. Com o refiere Hyslo p
(1992: 31), el ca mino tenía diversos significados para quienes estaban
relacionados con este sistema. Para los i ncas era, en cuanto Qhapaq
Ñan, un vehículo i ndispensable de su sistema a d ministrativo, mientras
que para las poblacio nes som etidas, una muestra patente del poder y la
a utoridad cusqueñas.
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El Q’eswachaka de Canas
Los muros colindantes a la calzada eran de dos tipos: los muros pro -
pia mente dichos, que se levantaban en a mbos bordes del ca mino, eran
hechos de piedra para garantizar su p rotección; y los muros de conten-
ción, que eran levantados en la ladera de los cerros para sostener las pla-
taformas sobre las cuales pasaba el ca mino en terrenos de descenso. El
ancho del ca mino y su trayectoria eran señalados con hileras de piedras
(a veces canteadas) que eran distribuidas por uno o por los dos lados del
ca mino. Los canales de drenaje, que iban a lo largo de la calzada y en
ocasiones cruzándola, protegían el ca mino del exceso de agua en zonas
lluviosas y hú m edas. A veces, estos estaban cubiertos por lajas de piedra;
en otros casos, el canal solo estaba protegido en el tra mo que cruzaba el
ca mino bajo el cual pasaba. Ta mbién los había abiertos y elevados para
recoger la hu m edad del terreno y p roteger las calzadas.
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El Qhapaq Ñan y los puentes colgantes
Camino Inca que conduce al complejo de Huamanmarca, en Yauyos, Lima. Nótese las
lajas de piedra oscura, características de la región, usadas en sus construcción (imagen
superior) y el muro de contención (imagen inferior)
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El Q’eswachaka de Canas
2. TECNOLOGÍA DE PUENTES
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El Qhapaq Ñan y los puentes colgantes
pertenecen a este tipo los hechos con un conjunto de maderas que podían
cubrir distancias de hasta catorce m etros. En a mbos casos, los puentes
estaban sostenidos por estribos de ma mpostería, tosca o labra da. Cuando
había que cubrir una distancia mayor a la que podía alcanzarse con un
puente si mple, se optaba por plantar sobre el lecho del río una serie de
hileras de piedra cubiertas con lajas, solución que solo se encuentra en
la sierra central, co m o en el puente ubicado a orillas del lago Lauricocha,
en el distrito homón i mo (Hyslop 1992: 219), o el ya desaparecido puente
de Izcuchaca, (Huancavelica) que cubría con este medio unos 32 metros
de longitud (Hyslop 1992: 220). Otra variante de los puentes de madera se
sostenía en bancos de piedra y tierra o en voladizos que sobresalían en
a mbos estribos del puente, estructura que requería de soportes volu mi-
nosos de madera. Algunos ejemplos fueron registra dos en los sitios de
Huánuco Viejo y Chuquiba mba, en la actual Huánuco, y posiblemente se
trató de una solución de la región que los incas integraron al Qhapaq Ñan.
Un t ipo peculiar de puente, era el de balsas, para el que se d isponía una
hilera de embarcaciones de totora colocadas lateral mente y a marra das
una junto a otra, formando una base que era cubierta con un tablero hecho
ta mbién con totora y tierra apisonada a m odo de calzada. Final mente, otra
alternativa co mún mente usada para cruzar los ríos o barrancos era la
oroya o huaro, sistema que consistía una cuerda atada a a mbos extremos
que llevaba colgada una especie de cajón o cesta i mpulsada manual m ente
por el pasajero. Todas estas soluciones, sin embargo, no podían cubrir la
distancia abierta por los grandes ríos de los Andes.
3. PUENTES COLGANTES
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El Q’eswachaka de Canas
Barandas de fibra
trenzada (paja o cabuya)
Cables de fibra trenzada
(paja o cabuya)
El material de los puentes colgantes era casi exclusiva mente la fibra vegetal: en
estos se utilizaba paja, pasto, ra mas, tallos y enredaderas de
diversas especies co m o el arbusto lloque ( Kageneckia lanceolata), el cha-
chaco m o (Escallonia resinosa), la tasta ( Escallonia patens), el sauce (Salix
humboltiana), un arbusto de las quebra das lla mado chilca ( Baccharis
polyantha) y el chuchau ( Fourcoroya andina); ta mbién se usaba el maguey
o cabuya ( Agave americana), cuyas variedades han sido lla madas pita,
aloe o penca, y el ichu ( Stipa ichu), una gra mínea de altura muy extendida
en el área andina y utilizada para fabricación de sogas y diversos ense -
res. 14 Estos materiales, mucho más abundantes que la madera, pasaban
por un proceso de elaboración que incluye el secado, prensado y desme -
nuz ado del material hasta ser reducido a fibras que luego se convertían
en soguillas y estas, a su vez, en sogas más gruesas, hasta crear un cable
cuyo grosor pudiera igualar el de una persona p ro m edio y tuviera una
longitud que cubriera la distancia entre los dos soportes.
La naturaleza del material y las condiciones climáticas hacían del puente una
estructura perecible, lo que obligaba a su mantenimiento y renovación
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El Q’eswachaka de Canas
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El Qhapaq Ñan y los puentes colgantes
Para pasarlas de la otra parte del río pasan los indios nadando o en
balsas, llevan atado un cordel delgado, al cual atan una maroma, como
el brazo, de un cáña mo que los indios lla man cháhuar; a esta maroma
atan una de las criznejas, y ti ran de ella gran multitud de indios hasta
pasarla de la otra parte. Y habiéndolas pasado todas cinco, las ponen
sobre dos estribos que tienen hechas de peñas vivas, donde las hallan
en comodidad, y, no los hallando, hacen dos estribos de cantería tan
fuerte como la peña.
La puente de Apurí mac, que está en el ca mino real del Cuzco a los reyes
[Li ma] tiene el estribo de peña viva y el otro de cantería. Los estribos
hacia la parte de tierra son huecos, con fuertes paredes de los lados.
En aquellos huecos de una pared a otra, tiene cada estribo atravesadas
cinco o seis vigas, tan gruesas como bueyes, puestas por su orden y
compás como una escalera de mano; por cada viga de éstas hacen dar
una v uelta a cada una de las criznejas gruesas de mi mbre de por sí,
para que la puente esté ti rante y no se afloje con su mismo peso, que es
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El Q’eswachaka de Canas
grandísi mo; pero, por mucho que la ti ren, siemp re hace vaga y queda
hecho arco, que entran descendiendo hasta el medio y salen subiendo
hasta el cabo, y con cualquier aire que sea algo recio se está meciendo.
Tres criznejas de las gruesas ponen por suelo de la puente, y las otras dos
por pretiles a un lado y a otro, Sobre las que sirven de suelo echan madera
delgada como el brazo, atravesada y puesta por su orden en forma de zarzo,
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quedando todo el ancho de la puente, la cual será de dos varas de ancho.
Echan aquella madera para que guarde las criznejas, porque no se rompan
tan pronto, y átanla fuertemente con las mismas criznejas. Sobre la madera
echan gran cantidad de rama atada y puesto por su orden; échanla porque
los pies de las bestias tengan en qué asirse no deslicen y caigan. De las
criznejas bajas que sirven de suelo, a las altas que sirven de pretiles, que
hace pared por todo el largo del puente, y así queda fuerte para que pasen
por ella hombres y bestias (Garcilaso de la Vega 1985 [1609], vol. 1: 135-136).
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El Qhapaq Ñan y los puentes colgantes
“Puente del Apurímac”, ilustrado por L. Gibbon, en Un viaje por tierras incaicas. Crónica de
una expedición arqueológica (1863 - 1865) , de George Squier. “A la izquierda de las chozas,
meciéndose a gran altura en una graciosa curva, entre los precipicios de ambos
lados, con aspecto maravillosamente frágil y sutil, estaba el famoso puente del Apurímac”,
comenta el explorador norteamericano.
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El Q’eswachaka de Canas
El Qhapaq Ñan fue m otivo de ad miración por parte de los pri meros
españoles que utilizaron este sistema de co municación. Pedro Piz arro,
el hermano de Francisco Piz arro, y Miguel de Estete, fueron los p ri meros
cronistas en registrar las calzadas, los puentes y la organiz ación de los
ta mbos y centros ad ministrativos. Sin embargo, quien m ejor los describió
fue Pedro Ciez a de León (1555), quien con su curiosidad y observación
precisa detalla la tecnología de los puentes algunas décadas antes que
Garcilaso de la Vega. Ta mbién existen testi monios de Vaca de Castro
(1543), Agustín de Zárate (1555), el toledano Pedro Sarmiento de Ga mboa
(1572) y Martín de Murúa (1590), mientras que en el siglo XVII el indí-
gena Felipe Gua mán Po ma de Ayala (1615) y el jesuita Bernabé Cobo (1653)
describieron el ca mino co m o un sistema con centros ad ministrativos
principales y ta mbos, información que ha sido esencial para su posterior
reconstrucción histórica.
A partir de Ciez a, todos los cron istas que describen los ca minos y
puentes hablan con frecuencia de su desgaste. Tal co m o lo expresaron los
cronistas más de una vez, los españoles eran reticentes a cruzar los puen-
tes colgantes por su gran altura y su frágil aspecto, pero luego descubrie -
ron que no era usual caer de ellos por la solidez de su tra ma, incluso si
los puentes necesitaban reparación (Sancho de la Hoz (1968 [1534]: 11-13).
Estos puentes estaban hechos para condiciones distintas a las traídas por
los españoles, como el transporte a lomo de ani males cuyo peso ligero
y finas patas no causaban gran daño en el piso. Este riesgo sí era claro
con los ani males de origen europeo co m o los caballos y el ganado con
pezuñas córneas co m o vacunos, ovejas y cabras. Lo mismo se puede decir
de los vehículos que podían transportar cargas o personas, por lo general
dem asiado volu minosos para el diseño original de estos puentes. La cal-
z ada del Qhapaq Ñan fue usada desde el inicio de la presencia española
co m o ca mino de herradura para viajeros a caballo o acémila, siendo este
uno de los factores que más ha contribuido a su deterioro.
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El Qhapaq Ñan y los puentes colgantes
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El Q’eswachaka de Canas
Parte funda mental para la reco nsideració n del valor del Qha paq Ñan
fue el i nterés d e los viajeros europeos y n ortea m erican os d el siglo XIX,
quienes ta mbién co n ociero n los pu entes que a ún se enco ntraban en
uso —y, por tanto, en co ntinua ren ovació n— y elaboraro n los p ri meros
mapas de las rutas seg uidas. Esto es lo que se encuentra en la obra de
Alexander vo n Hu mboldt (1802), a fi nales del periodo colo nial, y en los
posteriores relatos del suizo Jakob vo n Tshudi (1838 -1842), el alemán
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El Qhapaq Ñan y los puentes colgantes
En tanto que esta tecnología era redescubierta por los viajeros y estu-
diosos, el auge co m ercial del guano y de la minería en el siglo XIX engen -
draba áreas de desarrollo capitalista que planteaban la necesidad de crear
nuevas alternativas viales para la expansión del m ercado interno y para
el mejora miento del tránsito de productos y de la fuerza de trabajo. Este
fue el m otivo para la exploración y apertura de los antiguos ca minos de
herradura de acceso hacia la selva entre 1851 y 1868 y, en la segunda
mitad de este siglo, la construcción de las pri meras vías de ferrocarril
que se superpusieron a las antiguas rutas del Qhapaq Ñan. Las obras para
el paso de ferrocarriles traerían consigo la novedad de los puentes de
m etal, lo que alteró definitiva m ente el flujo poblacional ante la demanda
de recursos y mano de obra.
El siglo XX, siglo del Indigenismo y de los grandes estudios sistemá - ticos sobre
la cultura andina, fue ta mbién el de los grandes proyectos de desarrollo vial, de la
crisis y caída del sistema de haciendas, de la emigra -
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El Q’eswachaka de Canas
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El Qhapaq Ñan y los puentes colgantes
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El Q’eswachaka de Canas
Existen todavía muchos e i mportantes tra mos del Qhapaq Ñan que, al
no haber sido integrados al sistema vial construido desde la década de
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El Qhapaq Ñan y los puentes colgantes
1920, quedan aún reconocibles y vigentes co m o ca minos a pie o de herra - dura para
una gran cantidad de pueblos del área rural. No obstante, casi
la totalidad de puentes antiguos puede considerarse desaparecida. Esto es aún más
cierto en lo que respecta a los puentes colgantes, en tanto que los grandes puentes m
etálicos para el tránsito de vehículos han hecho inne - cesarios estos puentes de uso
pura m ente peatonal, cuyo levanta miento requiere de una sólida organización
comunal, en tiempos en que la econo -
mía y sociedad rurales se han orientado a una mayor individualización y
urbaniz ación. Por ello tiene especial valor la continuidad de la costu mbre
del levanta miento de un puente colgante sobre el cañón del río Apurí mac,
por un conjunto de co munidades en el distrito de Quehue, provincia de
Can as, e n el departa me nto del Cusco; pue nte que, según Regal (1972: 32),
se lla maba Si mpachaka y que actual m ente conocem os co m o Q’eswachaka.
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CAPÍTULO 2
ECONOMÍA, ORGANIZACIÓN
POLÍTICA E HISTORIA DE CANAS
La persistencia de una costu mbre co m o la renovación anual del puente
Q’eswachaka es un fenó m eno que necesita explicarse a partir del con -
texto espacial, la situación socioeconó mica y la organiz ación política de la
provincia de Canas. Ta mbién debe tenerse en cuenta la relación que esta
actividad ha tenido con p rocesos históricos significativos, co m o el esta-
bleci miento del Tawantinsuy u y del sistema colonial, la rebelión de Túpac
A maru, la resistencia contra la clase ga m onal republicana y la Reforma
Agraria, que han quedado en la m em oria de esta población.
Espacio
La provincia de Canas se ubica en el sudeste del departa mento de Cusco.
Por el norte li mita con las p rovincias de Aco mayo, al este con la p ro -
vincia de Canchis y el departa mento de P uno, al sur con la provincia de
Espinar y al oeste con la provincia de Chu mbivilcas. Los distritos que la
con forman son, al norte, Túpac A mar u, Pa mpa marca y Yanaoca; al oeste,
Quehue y Checca; al sur, Kunturkanki, y al este, Langui y Layo. Su capital,
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El Q’eswachaka de Canas
PROVINCIA DE CANAS
ACOMAYO CUSCO
CANAS
Pampamarca
Túpac Amaru
Yanaoca
CHUMBIVILCAS
CANCHIS
Langui
Quehue
Checca
Layo
Kunturkanki
ESPINAR PUNO
Límite provincial
Límite distrital
Ríos
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Economía, organización política e historia de Canas
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El Q’eswachaka de Canas
Economía
La principal actividad econó mica en la provincia de Canas es la ganadería,
ocupación que se encuentra favorecida por el gran nú m ero de pastizales,
reservas naturales de agua y tabladas ganaderas que do minan la región.
Dado que se trata de un espacio que consta de varios pisos altitudina-
les, con pastos estacionales co m o recurso funda mental, los pastores se
desplaz an por los diversos pisos ecológicos a lo largo del ciclo produc -
tivo anual. En las alturas m edias, el ganado que se cría suele ser ovino y
vacuno, mientras que en las zonas de mayor altura son ca m élidos (alpacas
y lla mas). Una vez que finaliz a el periodo de lluvias, los pastos naturales
disponibles están en los bofedales de mayor altura, con la ventaja de un
cli ma más benigno en la temporada seca.
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Economía, organización política e historia de Canas
CUADRO N.° 1
Producción pecuaria en la pro vincia de Canas
Vacas en ordeño
TOTALES
(cabezas)
Porcinos
(cabezas)
(cabezas)
(cabezas)
(cabezas)
(cabezas)
PRODUCCIÓN
Vacunos
(unidad)
(unidad)
Llamas
Ovinos
Alpaca
PECUARIA
Cuyes
Aves
TOTAL REGIÓN
CUSCO 507,051 130,141 1’937,742 182,940 654,576 184,421 925,883 1’230,842 6’095,430
Total Canas 43,891 5,748 242,339 3,268 27,251 9,668 12,165 26,603 370,933
Yanaoca 5,665 774 46,601 800 4,108 2541 3,109 9,791 73,389
Checca 7,512 1,027 52,490 223 2,930 1000 1,574 494 67,250
Langui 3,776 483 19,440 152 803 399 1,190 2,944 29,187
Layo 6,346 735 29,264 338 13,734 1078 2,553 5,509 59,557
Quehue 3,500 622 26,161 180 1,200 2500 475 1,315 35,953
Túpac Amaru 3,767 569 16,132 1,181 50 438 1,143 3,502 26,782
Fuente: Dirección Regional de Agricultura, Cusco; en Gobierno Regional del Cusco 2012: 52.
55
El Q’eswachaka de Canas
Los drásticos ca mbios del cli ma en la sierra sur, que p roducen fenó m e -
nos estacionales co m o el friaje, son causa de muertes y enfermedades en
los ani males. La asesoría de la Agencia Agraria, el Senasa (Servicio Nacio -
nal de Sanidad Agraria), el Prona machcs (Progra ma Nacional de Manejo
de Cuencas Hidrográficas y Conservación de Suelos) y el Plan Meriss de
m ejora de riego del Ministerio de Agricultura, vehiculada por las orga -
nizaciones no guberna mentales que trabajan en la zona, ha incidido en
el cuidado de los ani males, lo que incluye la extensión de los cultivos
de forraje co m o la alfalfa, la avena forrajera y el rye grass, además de
la i mplementación de corrales y cobertizos para p rotegerlos de las bajas
temperaturas. Hay que acotar que estos planes son puestos en p ráctica en
los distritos con mayor proyección, co m o Yanaoca, Checca y Layo, antes
que en distritos co m o Quehue. En este últi m o, las cuatro co munidades se
han organiz ado por cuenta p ropia para crear una emp resa co munal para
el manejo y comercialización de ganado ovino, vacuno y de alpacas (CAJ
2009: 76).
56
Economía, organización política e historia de Canas
CUADRO N.° 2
Pro ducción agrícola en la pro vincia de Canas
GRANO SECO
FORRAJERA
RYE GRASS
AMILACEO
ALFALFA
OLLUCO
CEBADA
QUINUA
GRANO
AVENA
TRIGO
DISTRITOS
HABA
MAIZ
PAPA
PRODUCCIÓN (T)
TOTAL REGIÓN
CUSCO 111,222 107,895 22,770 17,126 56,882 31,342 353,376 1,796 27,683 18,846
Total Canas 6921 67210 1470 345 228 508 8706 62 6732 328
Fuente: Dirección Regional de Agricultura, Cusco, en Gobierno Regional del Cusco 2012: 48.
un creci miento econó mico sostenido del rubro. De hecho, toda innova-
ción e intento de m ejora proviene de los proyectos i mplementados por
el gobierno regional, las municipalidades y diversas organiz aciones no
guberna mentales con p resencia en la región.
57
El Q’eswachaka de Canas
58
Economía, organización política e historia de Canas
Quehue tiene una vía de conexión con la pista que une la capital pro -
vincial Yanaoca con el distrito de Livitaca (Chu mbivilcas), ruta que parte
de un ca mino original del Qhapaq Ñan que ha sido convertido en vía
carrozable. A partir de esta carretera parten otras vías m enores, muchas
de las cuales son solo trochas carrozables de terreno afirmado que conec -
tan a las co munidades con las capitales de distrito y de la provincia. Las
distancias que cubren estos recorridos oscilan entre los 2 y los 38 k m
(CAJ 2009: 72). Algunos de los ca minos en uso son rutas reconocidas de
origen p rehispánico o tra mos m enores del Qhapaq Ñan reutilizados. Los
más co mpletos son los ca minos que unen a Quehue, Chaupibanda y Huin-
chiri, p arte del com plejo arqueológico asociado al puente Q’eswachaka, y el tra mo
—parcial m ente abandonado— que conecta Chaupibanda con la localidad vecina de
Tisca.
Servicios
Un indicador que coloca a Canas co m o una de las provincias más pobres
del país es la carencia de servicios básicos. En los últi m os años, los dis -
tritos de Checca, Túpac A maru, Kunturkanki y Quehue han sido conside -
rados por el Gobierno Regional del Cusco co m o “ bolsones de pobrez a”, ya que han
sobrepasado a mplia m ente el nivel crítico.
59
El Q’eswachaka de Canas
60
Economía, organización política e historia de Canas
2 Fuentes: INEI, Datos del Censo de Población y Vivienda 2007. MINEDU, Censo de
Talla Escolar 2005; PNUD, Infor me del Desarrollo Hu mano 2006.
61
El Q’eswachaka de Canas
Organización política
La p rovincia de Canas fue creada a i nicios del período republicano y,
t ras varios gobiern os y refor mas a d ministrativas ocurridas a lo largo
de este tiempo, alcanzó hacia la década de 1950 la distribución que
tiene h oy. En este plano, las municipalidades de p rovincia y de distrito
son las i nstitucio nes centrales de esta regió n, pero estas últi mas co m -
parten jurisdicció n co n otras entidad es encarga das d e diversos rubros
del gobiern o y la vida pública. A nivel de p rovincia, estas i nstitucio nes
son la Gobernatura Provincial de Canas, la Fiscalía Provincial Civil y
de Fa milia, el Juzga d o de Pri mera Instancia Provincial, el Juzga d o de
Paz Letra d o y la UGEL (Unidad de Gestió n Educativa Local), a las que
se su man p rogra mas y sucursales de i nstitucio nes de alcance nacio nal
co m o la Agencia Agraria Canas (Prona machcs), el Instituto d e Manejo
de Ag ua y Med io A mbiente (IMA Cusco), el Progra ma Nacional de Asis -
tencia Ali mentaria (PRONAA Cusco), la Jefatura Provincial de la PNP de
Canas, y el Centro de Salud de Canas. Otras i nstitucio nes p resentes son
la Prelatura d e Sicuani y diversas organiz acio nes n o g uberna mentales
co m o Cáritas del Perú, Arariwa, World Visio n, Kausay, Plan Internacio nal
y Cosude.
62
Economía, organización política e historia de Canas
Comunidades campesinas
La co munidad ca mpesina es la institución más i mportante de la región.
La historia de la mayor parte de estas organiz aciones —53 en total, según
la Subdirección de Comunidades Ca mpesinas del Cusco (Valencia A. y
Valencia T. 2003: 56)— puede trazarse desde la época prehispánica.
Durante la Colonia, las co munidades fueron reorganiz adas, lo que per -
mitió la repro ducción de la p oblación nativa como un esta mento aparte y
disgregado en unidades locales. Desde aquella época, la ad ministración
de las comunidades ca mpesinas se ha li mitado a su propia demarcación,
sin que tenga un mayor co mpromiso con los asuntos de las co munidades
63
El Q’eswachaka de Canas
Cuadro N.° 3
Ubicación de las comunidades campesinas del distrito de Quehue
Choccayhua
64
Economía, organización política e historia de Canas
A co mienzos del siglo XX, la organiz ación de las co munidades en Quehue —así
co m o en la mayoría de las co munidades indígenas herederas
de la reorganiz ación de los ayllus bajo el sistema colonial— aún se encon -
traba p residida por un varayoq, que fungía co m o autoridad y rep resen-
tante de la co munidad al exterior. Otra i mportante instancia deliberativa
era el consejo de ancianos y la asa mblea general o ayllay. Sin embargo,
la legislación relacionada a las co munidades ca mpesinas instaura da en
los gobiernos de Leguía (1920) y de Benavides (1936) y, posteriormente, la dispuesta
con la Ley de Reforma Agraria (1968), desesti maron esta orga - niz ación tradicional,
relegándola a un papel ritual y si mbólico.
La organiz ación tradicional heredada del Virreinato fue desplaz ada por
el actual gobierno co munal, pero reconocida luego por la misma población
local co m o su “autoridad política”. Esta se co mpone de una junta direc -
tiva que consta de un presidente, un secretario, un tesorero y un grupo
de vocales que se reúnen periódica mente en una asa mblea co munal y
en la que participan todos los co muneros calificados y diversos co mités
65
El Q’eswachaka de Canas
Otra autoridad represe ntativa es el tenie nte gobernador, elegido por votación de
todos los miembros de la comunidad para resolver conflictos
internos concretos y coordinar la solución de los daños ocurridos en la infraestructura,
especial m ente en las chacras. Ta mbién existen organi-
z aciones de base co m o los co mités del vaso de leche existentes en Cco - llana
Quehue y Huinchiri, las APAFA (asociación de padres de fa milia) en Chaupibanda y
Ccollana Quehue, y los co mités de autodefensa (Ccollana Quehue y Hui nchiri).
Justicia
En pocos rubros se revela m ejor la relación conflictiva que la sociedad
nacional mantiene con los pueblos indígenas que en el sistema de justicia,
pues, sin áni mo de si mplificar, la toma de decisiones en las co munida-
des casi siempre ha partido de crit erios opuestos a lo s del Estado. Las
poblaciones rurales andinas acuden a su propio sistema de justicia en la
m edida en que con él resuelven los aspectos que atañen exclusiva mente
a la co munidad. Esta decisión ta mbién se debe a que no tienen confianza
e n el siste m a judicial formal. Por otro lado, mie ntras que e n el siste m a de
66
Economía, organización política e historia de Canas
67
El Q’eswachaka de Canas
propiedades y el abigeato. 4 Las sanciones por incu mpli mientos suelen ser
compensaciones pec uniarias o en trabajos comunales, pues se considera
que los delitos alteran el orden público y co mprom eten la tranquilidad de
la co munidad. Más difíciles son los casos de los conflictos por posesión
de tierras, avivados por el p roceso de tit ulación de tierras iniciado por el
Estado a fines de la década de 1980 —un acelerado proceso de minifun -
diz ación para una población que continúa en un creci miento lento pero
sostenido—.
De hecho, la mayor parte de las sanciones puede resu mirse en el tér - mino
“reinserción”, esto es, e n la normalización de las partes e n conflicto
con la co munidad o con una parte de ella a través de trabajos co munales o
actos públicos de reconciliación. Este es ta mbién el sentido de otras penas
m enos benévolas co m o la multa en dinero o el encarcela miento, que se
entienden co m o formas de reparación por incu mpli miento o por robo,
especial m ente en el caso del abigeato.
4 Aunque este es un problema muy intenso en la región, en los últi mos años ha
disminuido gracias a la organización de las rondas comunales.
68
Economía, organización política e historia de Canas
La relación que la co munidad tiene con los representantes del Estado, incluso en
cargos ocupados por ca mpesinos de su misma condición, se
li mita al aspecto más puntual. La desconfianz a que genera el sistema
estatal parte de una percepción anclada en la conocida falta de eficiencia
en la atención de problemas sociales y co mbinada con el afán de i mpo -
nerse sobre el derecho consuetudinario, el cual muchas veces entra en
conflicto con las costu mbres de la población. Esto es especial m ente claro
en algunas p rácticas co m o los tinku o batallas rituales, que han sido con - tinua mente
condenados por autoridades y m edios de co municación. Las
autoridades más cercanas con las que la población tiene contacto más
constante han sido en las últi mas décadas el teniente gobernador, el juez
de paz, la fiscalía provincial y la Policía Nacional.
5 Contraria mente a lo que se ha dicho muchas veces, los casos de ajusticia miento
popular son excepcionales y responden a coy unturas históricas precisas como
el levanta miento popular contra el Estado o el ga monalismo, como se verá más
a delante. Las consecuencias de costu mbres com o el tinku ta mpoco son llevadas al
sistema judicial.
69
El Q’eswachaka de Canas
70
Economía, organización política e historia de Canas
p rovincias m enos pobladas (cuadro N.° 5). Quehue es, a la vez, uno de los distritos
con m enor densidad poblacional de Canas.
71
El Q’eswachaka de Canas
Cuadro N.° 4.
Ev olución de la población en Canas 1961 - 2007 (por distrito)
Censo 1961 Censo 1972 Censo 1981 Censo 1993 Censo 2007
N° DISTRITO
1 YANAOCA 7,675 26.83 8,244 26.13 7,697 23.17 9,923 25.14 9,701 25.33
2 PAMPAMARCA 2,064 7.22 2,111 6.69 2,116 6.37 2,292 5.81 2,047 5.35
3 LAYO 4,056 14.18 4,599 14.57 5,621 16.92 6,472 16.39 6,217 16.24
4 TUPAC AMARU 2,886 10.09 2,983 9.45 3,367 10.14 3,399 8.61 2,965 7.74
5 QUEHUE 2,264 7.92 2,409 7.63 2,770 8.34 2,906 7.36 3,260 8.51
6 CHECCA 4,163 14.55 4,527 14.35 4,856 14.62 5,850 14.82 5,983 15.62
7 KUNTURKANKI 3,041 10.63 4,016 12.73 4,492 13.52 5,463 13.84 5,494 14.35
8 LANGUI 2,455 8.58 2,657 8.45 2,298 6.92 3,171 8.03 2,626 6.86
TOTAL 28,604 100 31,546 100 33,217 100 39,476 100 38,293 100
Fuentes: Revilla y Gutiérrez 1967: PRODERM 1981: 54; Gobierno Regional del Cusco 2013: 11
Cuadro N.° 5
Ev olución del porcentaje de la población de Canas en el
departamento del Cusco
TOTAL CUSCO 233,900 243,042 486,592 611,972 715 237 832 504 1 028 763 1 171 403
TOTAL CANAS 17,647 35,866 26,839 28,604 31,546 33,217 39,476 38,293
Fuentes: PRODERM 1981: 43, Gobierno Regional del Cusco 2013: 11. INEI 2007 (Balance)
El cuadro N.° 5 incluye información del Anuario Estadístico del Perú (1971) y los censos
nacionales entre 1940 y 1972
72
Economía, organización política e historia de Canas
Cuadro N.° 6
Ev olución del porcentaje de la población de Canas
según área urbana y rural
% POBLACIÓN
URBANA 15.11% 12.68% 11.55% 11.44% 13.87% 16,83%
Fuentes: PRODERM 1981: 43, MTC 2003: Gobierno Regional del Cusco
2013: 11. INEI 2007: http://proyectos.inei.gob.pe/web/biblioineipub/
bancopub/Est/Lib0352/CAP1-4.htm
riores a la Reforma Agraria indicaron que había una proporción más baja
de lo que podría esperarse de población urbana, concentrada en su mayor
parte en la capital provincial de Yanaoca. En la últi ma década, esta pro -
porción ha superado el nivel que tenía en 1940, si bien no ha habido alte -
raciones de i mportancia en los últi m os setenta años. Siguiendo a Kubler
(1952) y los actuales censos, la provincia de Canas posee la mayor propor -
ción de población indígena en el departa mento de Cusco, en no menos de
un 90% (Glave 1989). Dentro de este panora ma, Quehue es actual m ente el
distrito con mayor proporción de población rural de la provincia de Canas (92.12 %).
73
El Q’eswachaka de Canas
Hacia fines del pri mer milenio de nuestra era, que corresponde al final
del período de los grandes desarrollo s regionales —conocido en arqueo -
logía co m o el Intermedio Temprano—, una serie de oleadas migratorias
redefinieron el panora ma étnico de los Andes. Los ay mara, población de
lengua aru proveniente de lo que corresponde actual m ente a las provin-
cias de Yauyos y Huarochirí (Li ma), se expandieron por buena parte de la
sierra sur, incluyendo los territorios del actual departa mento del Cusco
y las vías de co municación del altiplano con los valles interandinos. Este recorrido se
puede co mprobar hoy en las toponi mias y en la variante del
6
quechua hablado hoy en esta región, con una fuerte influencia ay mara.
6 Esta teoría, propuesta inicial mente por Alfredo Torero (1964, 1984, 1987 y 2002) y
complementada por Rodolfo Cerrón -Palomino (2000a, 2000b), ha sido puesta en
cuestión por investigaciones recientes, que señalan que no hay indicios de tales
oleadas migratorias, y que una expansión de tales proporciones debía responder a
factores de peso, los cuales se encuentran no en los períodos intermedios de desa -
rrollo regional, sino en los de expansión de una sociedad o cultura particulares,
que marcaron a toda o parte de la región andina, conocidos como horizontes. Antes
de la expansión inca, estos han sido el Horizonte Medio, asociado a la expansión
política Wari, y el Formativo Medio, asociado a la difusión cultural de Chavín de
Huántar. La expansión Wari, hacia el norte a partir del 800 d.C. habría sido el factor
del desplaza miento del ay mara de su territorio original, que se situaría no en la
sierra sur de Li ma sino en un espacio más a mplio, que incluye al área de exten -
sión de la cultura Nazca y su área de influencia en Ayacucho. Más aún, Heggarty y
Beresford -Jones (2010) proponen que la pri mera expansión del ay mara es mucho
más antigua, con la influencia cultural de Chavín de Huantar, siendo su área origi-
naria de expansión, por tanto, la sierra y costa norte, en el pri mer milenio antes de
Cristo.
7 Hemos tomado esta denominación de Glave (1989), y con ella nos referiremos a
la etnia prehispánica cuyos descendientes confor man la población de la actual
provincia de Canas.
74
Economía, organización política e historia de Canas
ron por a mbas márgenes del río Vilcanota. Los kana, cavina y ayaviri se
distribuyeron por la margen izquierda del Vilcanota, mientras los kanchi
se emplazarían en la margen derecha. Los ayaviri estaban distribuidos
en la zona occidental del Collao, y mantenían una alianza política con los
kanchi. Todos estos pueblos formaban una federación de largo aliento, en
8
virtud segura mente de un origen lingüístico común. Estas etnias pac-
taron alianzas co m o pueblos independientes, pero a la vez estaban en
constante rivalidad por el control territorial, uno de los posibles orígenes
de las diversas formas de co mpetencia ritual que han sobrevivido hasta
hoy en estas provincias.
Siguiendo la lógica del uso del espacio andino co m o una serie de ocu-
paciones discontinuas (Murra 1972), existían emplaza mientos kana en
sitos más lejanos co m o La mpa (P uno), Paruro y Aco mayo (Cusco), lo que
dificulta hacer una deli mitación precisa de la extensión de este grupo. El
cronista Pedro Ciez a de León da una p ri mera visión de los kana:
Los pueblos de ellos [de los kana] se lla man en esta manera, Hatuncana,
Chicuana, Horuro, Cacha, y otros que no cuento. Andan todos vestidos
y lo mismo sus mujeres, y en la cabeza usan ponerse unos bonetes de
lana grandes y muy redondos y altos.
Antes que los incas los señoreasen tuvieron en los collados fuertes
sus pueblos, de donde salían a darse guerra. Después los bajaron a lo
llano, haciéndolos concertada mente. Y ta mbién hacen como los canches
sus sepulturas en las heredades, y guardan y tienen unas mismas
costu mbres. En la comarca de esos canas hubo un templo a quien
lla maban Ancocagua, en donde sacrificaban confor me a su ceguedad.
En toda esta comarca de los canas hace frío y lo mismo en los canches
y es bie n proveída de m ante ni mientos y gan ados. Al ponie nte tie ne n la
mar del Sur y al oriente la espesura de los Andes. Del pueblo de Chiquana
que es de esta p rovincia de los canas hasta el de Ayavire habrá quince
leguas, en el cual tér mino hay algunos pueblos de estos canas y muchos
llanos y grandes vegas bien aparejadas para criar ganados, aunque el
ser fría esta región demasiada mente lo estorba. Y la muchedu mbre de
yerba que en ella se cría no da p rovecho sino es a los guanacos y vicuñas
(Cieza 2005: 291).
8 La diferenciación étn ica entre Canas, Canch is, Quispicanch i y Collas no se man i -
fiesta por lo pronto en los restos de cultura material analizados por la arqueología.
“Se observan grandes si militudes en la organización del asenta miento, for ma de
las viviendas, estilos de cerá mica y prácticas funerarias, lo cual puede demostrar
un grado considerable de si militud cultural a t ravés de la región” (Sillar y Dean
2002: 231).
75
El Q’eswachaka de Canas
Los kana n o t uviero n algo si milar a un centro o poder unifica d or sin o que fue
ron un grupo con un patrón de ase nta mie nto dispe rso e n peque -
ños grupos de viviendas repartidas dentro del área de cada conjunto
d e fa milias, co m o son actual m ente las estancias ganad eras, al mando
cada co njunto emparenta d o de un curacazgo i ndependiente. Todas estas
unida des estaban aliadas por el criterio étnico de un origen co mún.
El cuarto te mplo esti mad o y frecuentado por los Ingas y nat urales de
la p rovi ncia fue la g uaca d e A ncocag ua, d o nde ta mbién había oráculo
muy antig uo y tenid o en gran veneració n. Estaba pegad o con la
p rovi ncia d e Hat un Cana y a tie mpos iban d e muchas partes con gran
d evoció n a este d e monio [a] oír sus vanas respuestas; y había en él gran
su ma de tesoros porque los Ingas y tod os los de más los ponían allí. Y
dícese ta mbién que si n los muchos ani males que sacrificaban a este
diablo, que ellos tenían por dios, hacían lo mismo de alg unos i ndios e
i ndias, así y como conté que se usaba en el cerro de Guanacaure (Cieza
2005: 364 - 65)
Este centro era el referente del sector urco del pueblo de los kana, al
que pertenecía el co njunto de poblacio nes entre Pichig ua, Coporaque
y A ncocag ua, el cual tenía su par co mplem entario uma. El pueblo de
Yauri e ra, por eje mplo, el par complementario uma de los ayllus urco de
Pichig ua. El conjunto uma de la etnia Kana estaba confor mado por los
76
Economía, organización política e historia de Canas
77
El Q’eswachaka de Canas
de los cusqueños, los kana consideraron más prudente negociar con estos. Cieza
describe este hecho co m o un triunfo de la diplo macia y hace además una leve
mención al uso de caminos antes de la presencia Inca:
Deter minado por el Inga de i r al Collao, salió de la ciudad del Cuzco con
mucha gente de guerra y pasó por Mohina y por los pueblos de Urcos y
Quiquixana. Co mo los canches supieron de la venida del Inga, acordaron
de se juntar y salir con sus ar mas a le defender la pasada por su tierra;
y por él entendido, les envió mensajeros que le dijesen que no tuviesen
tal p ropósito porque él no quería hacerles enojo, antes deseaba de los
tener por a migos y que si para él se venían los p rincipales y capitanes,
que les daría a beber con su p ropio vaso. Los canches respondieron a
los mensajeros que no estaban por pasar por lo que decía por defender
su tie rra de quien e n ella e ntrase. Vueltos con la respuesta, e ncontraron
con Viracoche Inga en Cangalla, e lleno de i ra por lo poco [en] que los
canches tuvieron su embajada, ca minó con más p riesa que hasta allí. Y
llegado a un pueblo que ha por nombre Co mbapata, junto a un río que
por él pasa, halló a los canches puestos en orden de guerra y allí se dio
entre unos y otros la batalla, donde de a mbas partes murieron y fueron
los canches vencidos y huyeron los que pudieron y los vencedores t ras
ellos, pre ndie ndo y m atando. Y h abie ndo pasado gran rato, volvieron
con el despojo t rayendo muchos cautivos así hombres como mujeres.
Llegados los embajadores de los canas, fueron bien recibidos por Inga
Viracocha y les respondió que fuesen los p rincipales y más viejos de los
canas a Ayavire, adonde se verían, y que como hubiese estado algunos
días en el templo de Vilcanota se daría p riesa a verse con ellos. Y dio
78
Economía, organización política e historia de Canas
Los canas, oíd a la respuesta, mandaron poner mucho mantenimiento por los
caminos10 y abajaban de los pueblos a servir al Inga, que con mucha
justicia e ntendió e n que no fuese n agraviados e n cosa algun a; y eran
proveídos de ganado y de azua que es su vino. Y como hubo llegado al
vano templo, hicieron sacrificios conforme a su gentilidad, matando
muchos corderos para el sacrificio. De allí caminaron para Ayavire,
donde los canas estaban con mucho proveimiento de bastimento; y el
Inga les habló amorosamente y con ellos asentó su concierto de paz como
solía con los demás. Y los canas, teniendo por provechosos para ellos
el ser gobernados por tan santas y justas leyes, no rehusaron el pagar
tributos ni el ir al Cuzco con reconocimiento (Cieza 2005: 433 -434).
Esto puede explicar por qué la presencia física del Tawantinsuy u fue
más notoria en el territorio de los kanchi, co m o solía darse en zonas rebel-
des, que en el territorio de los kana, a quienes se le permitió mantener
intacta su organiz ación confederada y su distribución étnica. La p resencia
inca sí causó alguna alteración e n Yanaoca, donde f ue ron instalados mit-
makuna de diversas procedencias. Luego de do minar militarmente a los
canchis, los incas establecieron su centro regional de ad ministración en Tinta,
curacazgo cuyos do minios abarcaban los pueblos de Pa mpa marca, Tungasuca y Suri
mana, más el futuro pueblo de San Juan de la Cruz en territorio de Quispicanchi
(Glave 1992: 40). Los linajes reales del Cusco se emparentaron con los linajes locales
de este curacazgo, acaso para asegu- rarse su fidelidad; este fue el argu m ento por el
cual el cacique canchi José Gabriel Condorcanqui, conocido en la historia co m o
Túpac A maru II, pudo recla mar su parentesco con los antiguos incas del Cusco,
cuando lideró la rebelión indígena que mayor trascendencia tuvo en tiempos
virreinales.
10 Subrayado nuestro.
79
El Q’eswachaka de Canas
80
Economía, organización política e historia de Canas
Partido de Canas y Canchis, por Pablo José Oricaín (dibujado en 1786), Archivo General
de Indias, Sevilla; planos: Perú/Chile N.° 99. Reproducido de Aparicio (1970: 191-192).
11 “Después de haber los españoles ganado al Cuzco con más de t res años y haber los
sacerdotes y caciques alzado los grandes tesoros que todos estos templos tenían,
oí decir que un español lla mado Diego Rodríguez Elemosín sacó de esta guaca
[A ncocagua] más de t reinta mil pesos de oro; y sin esto se ha hallado más, y toda -
vía hay noticia de haber enterrado grandísi ma cantidad de plata y oro en partes
que no hay quien lo sepa, si Dios no, y nunca se sacarán si no fuera acaso o de
ventura” (Cieza 2005: 364).
81
El Q’eswachaka de Canas
Los antiguos wamani de los kana y los kanchi habían sido divididos
por Francisco Piz arro en veinticuatro enco miendas. En estas nuevas juris -
dicciones fueron repartidos los pueb los de Hatuncana (rebautiz ado co m o Santa Lucía
de Pichigua de Jatun Cana), Yauri, Coporaque, Checasupe y Corasupe (Checa),
Layosupa (Layo) y Languisupe (Langui). Los dos p ri me -
ros, como caso excepcional, fueron inicial mente concedidos a un curaca
cusqueño, Melchor Carlos Inca, a quien estuvo sujeto el curaca kana don Francisco
Chuquicanco, y otros caciques a cargo de este (Glave 1989: 248). Pichigua mantuvo
esta i mportancia durante el p ri mer siglo que siguió a la Conquista, mientras que
Coporaque fue adscrita al do minio directo de
la Coron a.
82
Economía, organización política e historia de Canas
centro de poder de los grandes curacas locales al enco m endero (Sillar y Dean 2002:
245).
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b utarios reducid os en el pueblo de San A ndrés de Checa (Guerra Carreño 1982: 96).
Estos quince pueblos estaban repart idos ade m ás e ntre once curatos o
d octrinas —jurisdiccio nes para la d octrina i mpartida por el clero cató -
lico—, uno d e los cuales correspondía a la misma reducció n d e Checa,
que i ncluía ig ual mente a Quehue como su anexo. Al i nterior de estos
pueblos, el sistema de autoridades seg uía el modelo del “ pueblo” español, co
mpuesto por alcaldes, regid ores y alg uaciles, siend o sus funcio narios de orige n i
ndígen a, elegidos por la población. Los e m ble m as de este sis - tema co mbinaban
las enseñas de origen nativo co n los m otivos i mplan - tad os por el sistema españ ol.
Esta co mposició n sig ue siend o ostenta da
h oy en las varas y las waraka, i nsignias de los cargos t ra dicio nales en diversas co
munidades del sur andin o.
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El Q’eswachaka de Canas
Otro caso, docu m entado hacia 1605, pero cuyas referencias datan de
1560, estuvo protagonizado por los ayllus de la reducción de Checasupa,
de raíz kana, y los de Yanaoca, reducción de origen mixto, pues incluía
mitmakuna trasladados por los incas y población kanchi (Glave 1989: 242).
Es aquí que se m enciona por p ri mera vez a Quehue, co m o anexo de la
jurisdicción de Checas upa, que no aparecía inicial mente en los padrones
fiscales. Sin embargo, uno de los ayllus originarios de Quehue, el ayllu
Ha mpatura, se encontraba en Yanaoca.
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Economía, organización política e historia de Canas
En el pri mer siglo y m edio del sistema colonial, las poblaciones indí- genas
mantuvieron los elementos básicos de sus econo mías étnicas, lo
16 Pero existía además otra causa para esta baja demográfica: eludir el posible
t rabajo en for ma de t ributo en las mitas. Para ello, la opción más socorrida fue
la migración temporal de la población t ributaria a otras regiones, en calidad de
forasteros o personas sin tierra al interior de las unidades indígenas, no siendo
sujetos de t ributación. Además, el circuito comercial potenciado por la minería
del Potosí i mplicaba una fuerte demanda de ani males de carga y t ransporte en las
alturas, una necesidad que favoreció la estrategia del usufructo de tierras comu-
nales de los indígenas que habían migrado en calidad de forasteros, pagando una
renta a los caciques locales y a los jefes de sus propias comunidades. Tal realidad
no aparecía, por supuesto, en los infor mes de funcionarios coloniales, que solo
entendían del registro de t ributario y el cobro de i mpuestos.
Asi mismo, la legislación colonial exi mía de la mita a las autoridades principa -
les, a miembros de la iglesia y los oficios como zapatero, herrero y tintorero. En
algunos centros poblados menores, esta política redujo la población t ributaria a
unas 25 personas. Incluso se registraron localidades sin t ributarios y autorida -
des ausentes. Era lógico que la ad ministración colonial buscara i mpedir a toda
costa la migración y creara una serie de presiones institucionales para mantener la
mano de obra en sus lugares de origen. Este sistema duró hasta la década de 1720,
cuando el cobro de t ributos a la población nativa fue reorganizado.
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c. Crisis y rebelión
Los levanta mientos indígenas de la segunda mitad del siglo XVIII fueron
consecuencia de una serie de crisis sucesivas que co mprom etían la viabi-
lidad misma del sistema colonial. A la presión excesiva sobre las econo -
mías indígenas se sobreponían graves p roblemas de corrupción y abusos
de diversas autoridades co m o los corregidores, el clero y los mismos caci-
ques, que se beneficiaban a costa de las propiedades del Estado colonial y
de las poblaciones nativas.
20 Glave (2000) hace un recuento detallado del conflicto al interior del corregi miento
de Tinta, con sus actores y eventos durante el año 1780, que precedieron a la
ejecución del corregidor en noviembre de ese año.
21 Las donaciones o cofradías eran uno de los medios privilegiados por el cual las
poblaciones indígenas lograron crear un referente de identidad, ya que gracias a
ellas podían mediar con los poderes políticos y eclesiásticos. En esta organización,
una comunidad se adscribía al culto de un santo representativo, al cual destinaba
sus recursos, tanto los de la comunidad misma, incluyendo el t rabajo organizado
según sus antiguas for mas de reciprocidad, como los particulares, entre ellos la
propiedad de predios que se legaban a la cofradía para financiar obras pías (Glave
2000: 66 -67). Las autoridades indígenas que asu mían rotativa mente el cargo de
alférez de las fiestas alrededor del santo de la devoción comunal —y podían en
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Túpac A maru era un descendiente del inca ho m óni m o que fuera eje -
cutado por el virrey Toledo en 1572, aunque entre sus ascendientes estaba
una criolla, Francisca Torres. Educado en la escuela de caciques de San
Francisco de Borja en el Cusco, bajo la enseñanza jesuita, se casó con
Micaela Bastidas, de Pa mpa marca ( jurisdicción de Yanaoca). Era ta mbién
comerciante, propietario de unas 70 piaras de mulas —alrededor de 700
cabez as—, por lo que ta mbién lo afectaban las reformas borbónicas. Su
formación, acorde con su elevada posición social, le instó a buscar una
solución por vía legal a las condiciones que se i mponían a la población
indígena, en particular a la mita minera. De este m odo, escribió nu m e -
rosas cartas al virrey e incluso visitó Li ma hacia 1777. Por entonces el
visitador José Antonio de Areche había llegado a la capital, investido de
una autoridad mayor que la del virrey, al cual sustituyó para i mponer el
una misma fiesta ser varios, distribuidos por días de fiesta o por una especia -
lización de sus obligaciones— corrían con los onerosos gastos de tales eventos,
incluyendo la “li mosna” para la iglesia. Con el creci miento de la población y por
ende del nú mero de cofradías, tal li mosna se convirtió en una fuente de ingresos
de creciente i mportancia para la institución eclesiástica.
Además, la iglesia arrendaba terrenos de sus estancias que, acrecentadas por las
don aciones hec h as por caciques indígen as devotos, alcan zaron extensiones con -
siderables, que incluían en esta región un nú mero correspondiente de cabezas de
ganado y de arrendatarios indígenas. En la provincia de Tinta, los arrendatarios
de estas estancias eran ayllus locales que hacía siglos se habían manejado como
pueblos pastores, y sus li najes dominantes eran una jerarquía local con derechos
adquiridos largo tiempo atrás e igual mente propietarios de sus territorios. Apro -
vechando el sistema de t rabajo comunal rotativo indígena, lograron hacer de estas
extensiones la fuente de ingresos más i mportante de la iglesia del siglo XVIII, con -
virtiendo a las autoridades del clero local en auténticos hacendados, que recibían
ingresos com o p ropietarios de estancias y com o rep resentantes de la iglesia. Los
corregidores, ante ello, intentaron por decreto li mitar e incluso prohibir algunas
de estas fuentes de ingreso, como el nú mero de alferados o el t rabajo en las estan -
cias propiedad de la iglesia, buscando aprovechar en ca mbio, mediante diversos
pretextos y de modo coercitivo, los recursos nativos. Por su lado, las poblaciones
indígenas, bajo pactos diversos de sus caciques con los poderes de turno y por
diversas raz ones de conveniencia, se pusieron de uno u otro bando.
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Túpac A maru opto por no tomar la ciudad del Cusco a pesar de que
la situación estaba a su favor, aun cuando esta alternativa le había sido
sugerida, y p refirió a mpliar su p resencia en otras p rovincias co m o La mpa
y Azángaro. Por el lado de la población rural, los indígenas habían dem os -
trado en su accionar que así co m o no querían la do minación española ni
del sistema colonial, incluida la Iglesia, ta mpoco estaban dispuestos a
ad mitir la dominación de criollos ni mestizos, en consecuencia estos sec-
tores optaron por no apoyarla, tem erosos de que los indios extendieran
su represión hacia ellos. Valiéndose de la delación y traición de algunos
de sus allegados, los vecinos criollos del corregi miento de Tinta, orga -
niz ados militarmente, lograron capturar a Túpac A maru en Langui. El
proceso y ejecución del líder y de su fa milia fueron de una espectacular
crueldad, y partes de los cuerpos de los líderes rebeldes fueron repartidos
por diferentes focos rebeldes, entre ellos la jurisdicción de Tinta, en sitios
co m o Tinta, Tungasuca, Suri mana, Coporaque, Yauri o Pa mpa marca (CDIP
1971, tom o 2, vol. 2: 776 -777). Tal exhibición, de propósito ejemplari-
zante, terminó convirtie ndo esta derrota e n un e m ble m a de la resiste ncia
de la población nativa y su capacidad de sacrificio.
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El Q’eswachaka de Canas
Gobierno de las Fuerz as Armadas del periodo 1968 -1975, que lo procla m ó
oficial mente como prócer de la Independencia, y que se valió de su figura
para p ro m over una Reforma Agraria que tendrá efectos muy p rofundos
en esta región, que lo había mantenido fiel m ente en su m em oria.
Pero mucho antes que este p roceso de lugar, los descendientes de los
kana, kanchi y chu mbivilcas pasaron alrededor de 150 años de vida repu-
blicana som etidos a un régi m en de hacienda, lo que redujo su capacidad
de reproducción al nivel de lo hu mana mente posible, carentes de dere -
chos y beneficios, situación en la cual se mantuvieron co m o grupo social
y co m o cultura.
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Las familias mistis incrementaron también sus propiedades sobre las estancias, co
menzando por las tierras del clero aún supervivientes y por
la co mpra por deudas a familias campesinas. Por últim o, pobladores mistis
del altiplano, animados por el pujante co mercio de lanas, empezaron a
reproducir la estrategia campesina de integrar pastos en sus propiedades,
por la apropiación directa o igualmente por la co mpra de propiedades. La
expansión de ambos sectores, el de los pastores y de los mistis, propietarios
de terrenos, entró en conflicto cuando los agentes fiscales empezaron a
incluir a estos propietarios en el padrón de contribuyentes en forma masiva desde le
década de 1870, y de modo oficial desde 1889, causando las prime- ras protestas de
parte de los propietarios campesinos que eran inscritos.
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Economía, organización política e historia de Canas
Todo esto llevó a una oleada de enfrenta mientos que autoriz a a hablar
de un verdadero levanta miento nativo en diversos puntos del sur del
país, y en esta región en particular, que, con antecedentes in m ediatos
en Tocroyoc en 1914, eclosionó durante el mandato de Augusto B. Leguía
en la década de 1920, con su punto más crítico entre 1921 y 1923. Uno de
los cataliz adores de este m ovi miento fue la Ley de Conscripción Vial, que
obligó a grandes masas ca mpesinas al trabajo de pavi m entación de las
carreteras, del que se ha hablado en la pri mera parte de este libro. Una
labor extra, formal m ente pagada pero real m ente gratuita, en condiciones
de trabajo ínfi mas, y que benefició a los intermediarios de esta mano de
obra con las emp resas constructoras, que no era otro que el sector misti
que supuesta m ente donaba recursos para los trabajadores.
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Nosotros hemos sido golpeados por los mistis; ya n inguno queda, solo
yo estoy sentado ( per manezco) en la comunidad de Hui nchiri. En 1917
yo era bebé, después ya siendo joven he visto como los mistis com etían
maltratos en las comunidades. Los hacendados por aquí hacían llevar
sus ani males, a las lla mas ta mbién les hacían cargar; hacían de nosotros todo lo
que querían.
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Los mistis, los hacenda dos n os explotaban, se llevaban nuestras ovejas, sus
muchachos, los jóvenes lo laceaban y se lo llevaban. Para aquel entonces yo había
entrado de personero. Casi siete años estába mos en juicio, decían que me iban a
matar pero no han podido hacerlo, como hombre que soy “P u ma Baltazar” yo me
defendía; así se ha defendido nuestra comunidad, ya no podían llevarse a nuestras
ovejas, ta mpoco a nuestros caballos.
Ta mpoco les gustaba que usára mos zapatos. Los mistis n os quitaban
y rem edándon os n os decían “¡Indios!” y lo botaban; solo querían que
usemos las ojotas de cuero de lla ma. Así me han hecho, por eso yo
me defendía como hom bre que soy. Los h acendados h an construido su
hacienda en tierras de la comunidad pagándoles diez, veinte soles y
ali mentos. De todo eso yo me defendía diciendo: “¡Soy P u ma el valiente!”.
Por tal raz ón he quedado cojo, ( porque) así me arrastraban por el suelo.
Sólo por ser hombre he resistido y me he quedado solo aquí.
No querían que fuéra mos a la escuela, nos maltrataban a los que í ba mos,
yo no sé escribir ni una palabra; como yo, otros no saben escribir. Con
Rangel P u ma hemos ido a la quinta (región) en el Cusco. No se había
llevado la escuela a Quehue; nosotros hemos pedido licencia en la
quinta región del Cusco, solo así hemos hecho construir nuestra escuela
con don Mario Huilca Rojo, yo y Lucio Callo.
Aquellos siete años de juicios a los que alude el señor Baltazar eran
parte de la defensa legal de la organiz ación co munal. Una de las más
i mportantes normas para la población indígena fue la Ley de Comuni-
dades indígenas, aparecida en la constitución de 1920, y que requería a
estas organiz aciones p resentarse con sus docu m entos de épocas p reté -
23 Este testi monio, como los que siguen, fueron obtenidos de pri mera mano durante
la construcción del puente de Q’eswachaka del año 2012. La mayor parte de ellos,
como el que presenta mos aquí, fueron relatados en quechua y t raducidos por la
antro póloga Marleni Martínez Vivanco.
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CAPÍTULO III
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Collana -
Consapata -
Checca
15 de
Tacomayo Virgen de la Natividad
septiembre
Rosasani -
3 de mayo
Sorosani -
Consa -
Consachapi -
Cebaduyoc -
Hanansaya -
Vilkamarka -
1 Este calendario toma como fuente al Gobierno Regional del Cusco (GRC 2013: 32-
35) y Callañaupa et al (2011: 12). La pri mera fuente consigna que en algunas
localidades no se practican fiestas del ciclo católico, sin indicar las raz ones de
tal abandono, aunque es de suponer que se debe a la presencia de confesiones
protestantes, repartidas en localidades de los distritos de Checca, Kunturkanki y
T úpac A maru.
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Limbani Alto -
Layo Huallatani -
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Ccotaña Machacoyo -
Urinsaya -
Llalla -
Túpac Amaru
Tungasuka -
Ccochapata - 3 de mayo
Cruz Velakuy
Tungasuca Ccollana 24 de setiembre
Virgen de las Mercedes
Pampahuasi Patrón San Isidro Labrador 15 de mayo
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Calendario festivo de Canas
Las fiestas patronales, instituidas original m ente con las reducciones coloniales,
operan como la representación de la unidad política bajo la
a dvocación de algún santo o Virgen. Algunas de ellas han alcanza d o
especial relevancia, con la Virgen de la Asunción del distrito de Langui
(15 de agosto), conocida popular mente como “Asunta”, cuya convocatoria
se ha id o acrecentand o en las últi mas décadas, y el patrón San Hilario
de Pa mpa marca (14 de enero) a cuya celebración se ha integra d o una
feria agropecuaria con i mportantes vínculos con el exterior. En su estad o
actual, estas fiestas reflejan muchos de los ca mbios o pera d os luego de
la liquidación del régi m en de hacienda y la pérdida de poder si mbólico
de la población misti, más nu merosa en distritos como Yanaoca, Layo o
Langui, y cuya p resencia era p rotagónica en el desarrollo de estas cele -
braciones.
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El Q’eswachaka de Canas
Siguiendo las órdenes del Concilio Limense, hacia la primera mitad del
siglo XVII fue construida la iglesia mayor, destinada a la Virgen, bajo cuya
advocación había sido establecida la reducción de Langui cerca de un siglo
antes. La historia registra el inicio de la devoción hacia 1689, cuando se
forma la primera cofradía de la Virgen de la Asunción, cuya fecha en el
calendario oficial católico es el 15 de agosto. La cofradía, forma de organi-
zación por la cual una co munidad rinde culto a una figura específica del
santoral católico, tenía una fue nte de fin anciamie nto para el suste nto del
culto y el ornato de la imagen y el templo que la albergaba. En Langui, esta
fuente estaba compuesta por unas 80 cabezas de (ovinos) en la estancia
de Vilcamarca, muestra de la importancia que este culto había alcanzado
al tiempo de su aparición. Como se ha visto en el capítulo dedicado a la
historia, en el área andin a en general y en la región de Can as en particular,
esta forma de organización dedicada al culto de un Cristo, una Virgen o
un santo se había multiplicado desde el siglo XVII, y se había convertido
en una importante renta para el clero y una de las fuentes de su poder
econó mico en época colonial y en especial en su últim o siglo de existencia.
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sentador de la fiesta ante las autorid ades. Aunque su p erformance pue d a parecer un
papel paródico de la labor de los alfera dos, él se ocupa de que cada paso en la
secuencia de la fiesta se cu mpla adecuada mente, seleccio -
nando a los que tendrán labores co m o llevar las andas —tiene la potestad
de suspender a aquellos que no hayan cu mplido adecuada m ente con las
labores que se les haya asignado— y vigila que la i magen de la Virgen esté
segura, incluso supervisa que los pobladores se quiten el sombrero ante
el paso de la i magen en procesión. Su segundo es el abanderado. El Turco
Capitán va vestido con pantalón y saco de frac de color blanco adornado
con cintas doradas y lentejuelas, botines negros y un bicornio por tocado.
Va p remunido de una espada de honor del ejército, que rinde ho m enaje
a la batalla de Arica, llevando la fa m osa frase de Bolognesi escrita en su
hoja. El abanderado va vestido con un saco de frac si milar a su superior.
Estos papeles eran asu midos tradicional mente por los “ notables” de la
capital del distrito, pobladores de origen misti, social y si mbólica mente
dominantes en el período anterior a la Refor ma Agraria; significativa-
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m ente estos roles aún rep resentan este si mbolism o en la fiesta, aunque ya no asu
man política m ente el rol do minante anterior.
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El Q’eswachaka de Canas
El 14 se celebra la víspera. Los carguyoq del día son los altareros, quie -
nes hacen p resentación de su labor, no sola m ente de los altares elabora -
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Calendario festivo de Canas
dos, sino de los conjuntos musicales que aco mpañan cada altar, bailando
con el sector de la población a la que representan e invitando co mida y
bebida a participantes y visitantes. Se hace la Entrada de los Cirios por
parte de los encargados de la misa principal, quienes portan las m encio -
nadas velas, a las cinco de la tarde. Luego, se realiza la deno minada Misa
de Sin Pecado, en la que se pide a la Virgen su bendición para que se dé
inicio a la festividad sin contratiempos. El oficio religioso es atendido por
la prelatura de la provincia de Sicuani. Durante las misas de esta fiesta
la feligresía pide bendiciones y milagros a la i magen de la Virgen, y no
es extraño que tales pedidos se manifiesten con actitudes de devoción
máxi ma, co m o orar de rodillas y llorar de emoción. Los p resentes parten
de ahí hacia la casa del o de los carguyoq que hicieron posible la realiza -
ción de la misa.
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Calendario festivo de Canas
Una revisión tan som era de una de las fiestas más i mportantes de la
región no puede reflejar segura m ente todo su significado e i mportan-
cia, pero retendrem os ciertos datos de i mportancia. El p ri mero y más
notorio son los efectos de la transformación social ocurrida en las últi -
mas cinco décadas en la región caneña. La evolución de las co mparsas,
muestra visual de las concepciones estéticas y de la historia inscrita en
estas rep resentaciones, es además un reflejo de los ca mbios de la socie -
dad regional. Tradicional mente, las co mparsas lla madas piaras de negros,
se p resentan con sus acémilas, aco mpañando al carguyoq, quien viste el
traje tradicional misti, y a sus capataces, vestidos de militar. Los orígenes
del culto y diversos aspectos, co m o el no mbre de Asunta o la p resencia
de cuadrillas de negros dirigidas por un personaje tan hispánico co m o
el Turco Capitán —representaciones a mbas del infiel converso a la fe
cristia na, cuyo triun fo pregona n— son clara mente de origen hispa no y
fueron mantenidas por la institución católica y por el estrato misti que
celebraba su origen español. Por el otro bando, es significativo que los
negros —que en este caso no estarían representando a la población de
origen africano llevada a A mérica en calidad de esclavos, sino a la pobla -
ción m ora musul mana, a la que los Reyes Católicos expulsaron de España,
obligando a cristianizarse a los que permanecieron en su territorio— sean
caracterizados por la población rural de origen indígena. Tal es en rea -
lidad la representación del triunfo de la fe cristiana sobre el paganismo,
uno de los temas básicos del género conocido co m o auto sacra mental,
origen de m uchas representaciones de personajes en las danzas andinas,
en particular las que aco mpañan a la i magen de la Virgen.
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levanta hoy la Catedral del Cusco. En a mplias zonas de los Andes centra -
les, y en particular en el Cusco, en las fiestas dedicadas a la Virgen están
presentes las co mparsas que representan a los distintos pueblos de la
historia y la mitología co m o otros tantos conversos que exp resan de este
m odo su som eti miento a la fe cristiana en una de las figuras centrales del
catolicis m o.
Imágenes de Guaman Poma de Ayala sobre apariciones milagrosas que ayudaron a los
españoles. Milagro del Señor Santiago Mayor, apóstol de Jesucristo; y Milagro de Santa
María.
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Calendario festivo de Canas
Esta costu mbre es conocida por la población de los Altos del Cusco
com o tinkuy o tupay,3 y es entendida más co m o un juego ( puqllay) que
co m o una confrontación a muerte. En realidad, este término se aplica en
toda el área quechua a un a mplio conjunto de competencias físicas. Este
es el sentido del tinku: el encuentro que puede ser de convergencia o con -
frontación, que en este caso se resuelve por m edio de una si mulación de
batalla entre contendientes de poblaciones ubicadas en áreas cercanas
durante un m o m ento de “crisis”, y que debe cul minar con el triunfo de
uno de los dos bandos o con el acuerdo entre a mbos.
Este particular tipo de tinku que se da cita en las alturas de Cusco no ha sido, por
supuesto el único, ya que la costumbre existía en muchas otras
áreas de la misma región —sin embargo, en m odalidades más simbólicas
que físicamente agresivas 4—. En la ciudad del Cusco existía hasta la década
de 1950 la costumbre del wichay uray, en la que los barrios de la zona baja
de la ciudad, donde estaban los barrios de San Blas y San Cristóbal, se
encontraban en el barrio de Picchu, cerca de Sacsayhuaman, para lanzarse
frutas. En esta misma época, los barrios cusqueños de San Sebastián y
Capilla Pata, en la zona de La Magdalena y el Arco, también realizaban
una confrontación festiva con piedras, razón por la que fue prohibida y
eventualmente olvidada. Según Brachetti (2001: 60 -61), existen todavía
2 Remy (1991) es quien, de todos ellos, ofrece una visión crítica de tales interpretacio -
nes, como producto de una mirada exótica en la representación del hombre andino.
3 El significado de a mbos vocablos es “encuentro”. Tinkuy es la exp resió n quechua,
m ientras que tupay proviene del castellano toparse. Se t rata de una for ma rit uali -
zada y for mal de encuentro de dos bandos, organizada en un marco festivo.
El tér mi no tinku define el encuentro y unión entre dos cosas equivalentes. Gon -
zales Holguín t raduce tinku com o “ unión de dos cosas”, el verbo tinkuni com o
encuentro de una cosa con otra y tinkumayo como unión de dos ríos. Pero ta mbién
lo define como división entre dos cosas unidas, a mbigüedad que se corresponde a
la dualidad propia del ordena miento social andino (ver Molinié 1999: 125).
4 El tinku como batalla rit ual se encuentra ta mbién en otras localidades de los A ndes
del centro y del sur. En Ayacucho, los pueblos de Vischongo y Pomacocha han
tenido una costu mbre si milar en Cangallo, durante el domingo de la Quincuagé -
si ma (Alencastre y Du mézil 1953). Ta mbién se le puede asociar con el takanakuy,
lucha grupal realizada en la frontera de los pueblos de Pancan y Huasquicha, en
Junín (Brachetti 2001:60). La costu mbre del Guerras Pa mpa, de nombre explícito y
que for ma parte de la festividad del Yarqa Aspiy de Cabanas (Lucanas, Ayacucho),
consiste en una contienda con látigos entre los grupos de danzantes y sus conjun -
tos de músicos, con la participación de los danzantes de tijera o danzaq. Juegos
si milares aparecen en diversas fiestas de Ayacucho, Apurí mac, Arequipa y P uno.
Ta mbién existen com o luchas individuales, com o el kuchuscha de Huancavelica, y
en danzas com o la k’achampa c usqueña.
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Las batallas entre los pueblos —el San Sebastián Tupay o Chiaraje y
el Tupay Toqto—, que son las que aquí nos ocupan, revisten un carácter
especial m ente violento, pues incluyen el uso de insultos, la aparición a
lo m o de caballos co m o una forma de desafío y el lanza miento de proyec- tiles,
usual mente piedras, con hondas a larga distancia. Los participantes
e n el tinku son considerados guerreros, pues su prese ncia sup one una
dem ostración de su fuerz a y habilidad y un acto de valentía por el riesgo
que i mplica esta costu mbre. Sin embargo, este encuentro no tendrá con -
secuencias en el trato social durante el resto del año. Es más, una de
las razones de su atractivo entre los participantes jóvenes es que con su
presencia en la batalla ad quieren prestigio ante una eventual pareja.
Durante esta tem pora da, el tinku se celebra en diversas ocasiones en la provincia
de Canas. El pri mero cronológica m ente hablando es el lla mado Concepción Tupay,
con motivo de la festividad de la In maculada Virgen
de la Concepción, que se realiza el 8 de diciembre. El segundo, lla mado Machu Niño
o Niño P uqllay, se celebra el 25 de diciembre, en el día de
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Calendario festivo de Canas
Navidad, mie ntras que el tercero, Wata Qallariy Tupa se celebra —co m o lo
indica su no mbre— en el día del año nuevo. Le siguen el Tupay Toqto, de
la pri mera sem an a de e nero; el San Sebastián Tupay, del 20 de enero o día
de San Sebastián; el Cu mpadre Tupay o Carnaval P uqllay, que se realiza
el jueves de co mpadres del Carnaval; y el P urificada Tupay, celebra do con
m otivo del festejo de la Virgen P urificada el 2 de febrero.
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Calendario festivo de Canas
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La costumbre del Tupay Toqto fue declarada Patrimonio Cultural de la Nación el año
2008.
Para el Tupay Toqto, las jóvenes van vistosamente ataviadas con vestimenta tradicional
de fiesta.
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Calendario festivo de Canas
Esta diná mica dura hasta el m o m ento del pri mer descanso ( samay) con comid a y
bebid a en el qhaswana pata, ta mbién lla mado sayana o “desde donde se observa”.
En este m o m ento se atiende a los heridos. Alrededor
de las dos de la tarde se hace el machu akulli o machu pikchu, “coqueo
viejo o usado”, y se reinicia la batalla que durará el resto de la tarde. En
esta etapa la violencia es mayor, pues los áni mos se encuentran azuzados
por el alcohol y las arengas de fa miliares y público. En esta confrontación,
cada bando debe intentar hacer retroceder al oponente y ocupar el espacio
contrario.
Quizás lo que más lla ma la atención no sea el peligro, sino que esta
costu mbre no sea en últi ma instancia la expresión de ano mia o desco m -
posición social. El hecho de que el tinku sea entendido co m o un puqllay o
juego evita que los daños colaterales se tom en co m o un acto de venganz a
o p rovoquen un conflicto social de envergadura, co m o sería de esperar si esta
violencia fuera desplegada fuera de esta ocasión. Las batallas r itua-
les disponen así de un espacio social m ente controlado y regulado que permite a los
participantes asu mir un rol de miembro del grupo ante sus
aliados y sus oponentes, así co m o ante las m ontañas/ apus y la Pacha -
ma ma/tierra que p residen la confrontación ritual, y ante todos los cuales
buscan ganar p restigio. Si para los solteros esta dem ostración de fuerz a,
133
El Q’eswachaka de Canas
habilidad y valentía es una ocasión para lucirse, para los ho mbres casados
es una ocasión de exponer su dignidad y valentía. Refrenda este carácter
dem ostrativo el que esta costu mbre obliga a participantes y asistentes a
llevar una versión especial m ente vistosa del traje tradicional para fiestas.
Es decir, que uno de los verdaderos objetivos es el “luci miento” de los
atractivos atribuidos a cada sexo (Remy 1991: 12).
Los sub p refectos enviaron rep resentantes a esos lugares para i mpedir
el juego; las dos partes los expulsaron a hondazos sin que haya habido
sanciones. Hace como 20 años, el subprefecto hizo ocupar el terreno
por la t ropa, con metralleta. Los indios se escondieron en los roquedales
vecinos y, una vez que la t ropa partió, libraron su combate a la luz de
la luna (…). Probablemente, lo que temían sin el combate (no agotar su
p ropia violencia) era peor que aquello de lo que las autoridades querían
p rotegerlos, su juego (Remy 1991:13).
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Calendario festivo de Canas
6 Sin embargo, a mbas costu mbres tienen como uno de sus participantes a los
poblados del distrito de Quehue, fronteriz o con Canchis, y que participa en el
bando del sector urco, cuando geográfica mente debería estar sit uado en el sector
uma. Brachetti supone que Quehue sería por tanto un pueblo de origen kanchi;
pero ya está establecido que su origen es kana, como el seg mento complementario
a los ayllus de Checca.
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El Q’eswachaka de Canas
reducción de Yanaoca (Glave 1989: 242). Pero aparte de ello, esta batalla no
se diferencia mayormente de la del Chiaraje, de modo que también podría
verse co m o una costumbre similar a una escala mayor. Para Brachetti (2001:
76), el conflicto tradicional que se resuelve en estas batallas es de los kana
con los collas del altiplano, pero la frontera étnica de ambos pueblos está
muy lejos del sitio de la batalla ritual, lo que invalidaría la hipótesis de que
estas batallas rituales provinieran de una rivalidad fronteriza entre estos
pueblos. No obstante, lo más importante es que no existe un testimonio de
pobladores que refiera, de m odo expreso o implícito, que el objetivo del
puqllay sea el cumplir con una exigencia de vidas humanas.
7 Tal argu mento se encuentra en Alencastre y Du mézil (1953: 21), Gorbak, Lischetti y
Muñoz (1962: 255), Gilt Contreras (1955: 4), Barrionuevo (1971: 79), Brachetti
(2001) y la Comisión A ndina de Juristas (2009: 76).
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Calendario festivo de Canas
Por otro lado, una práctica como esta habría llevado, tras varios siglos, a
la conclusión lógica de la i neficacia del sacrificio hu mano como medio
para lograr la fertilidad de la tierra, en una sociedad donde el recurso
hu mano es indispensable para la mantención y expansión de las fronteras
para la ganadería y la agricultura. La práctica sistemática de esta costu m-
bre sería econó mica mente costosa y atentatoria contra la integridad no
solo de los co mbatientes sino de la reproducción del grupo social. Más
aún, en el área de una civiliz ación que desarrolló una serie de conoci-
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El Q’eswachaka de Canas
Siguiendo todos los testi monios de pri mera mano, incluyendo la letra
8
de canciones entonadas durante las luchas rituales, y la misma prác -
tica de una batalla que se libra a distancia, se puede observar que “la
muerte es una posibilidad, pero nadie la espera n i la desea, n i para sí n i
para el contrario” (Remy 1991: 8). Posiblemente, una denuncia penal de
alguna muerte o accidente por parte de los fa miliares del afectado pon -
dría en peligro algo más i mportante que la costu mbre: podría significar
el quiebre de la cohesión social de la co munidad y sus ra mificaciones en
la región. No es raro, pues, que los contendientes actúen como e ne mi-
gos solo durante la realización de esta actividad, pero que en concepto la
definan co m o un “juego” y que el costo de esta actividad en la integridad
física sea mini miz ado en sus consecuencias sociales. Remy relata que en
sus pesquisas sobre la organiz ación de esta práctica, que los pobladores
de Que hue, prese ntes e n el Chiaraje e n el año de su investigación (1990),
respondían que la p resencia de las co munidades no es concertada, sino
parte de la “costu mbre” cuyo origen no está explicado con leyenda alguna.
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Calendario festivo de Canas
Canciones
La siguiente es una co mpilación de canciones del Tupay Toqto recogidas
entre los años 1962 y 1997 por diversos investigadores, contenidas en el
artículo de Abraha m Valencia Espinoz a y Tatiana Adela Valencia (2003)
con una traducción ap roxi mada hecha por los autores. Las canciones son
entonadas por los asistentes ubicados en las qhaswana pata de su grupo,
en este caso de las co munidades de Checca. Los versos son alternados
entre mujeres y varones, a m odo de diálogo, a mbos referidos a los co m - batientes.
Con un co mprensible maniqueísmo, propio del juego que se está desarrollando, los
versos alaban el valor, la fuerza y resistencia de
los participantes de su distrito, poetizando los claros riesgos del juego.
Varios análisis citan las i mágenes del yawar unupi, yawar mayu (agua
de sangre, río de sangre) o del rumi chikchi (graniz ada de piedras), co m o
figuras clara mente cruentas, a las que ta mbién se describe co m o “agua
de ayra mpu” y “confites tostados” (citas de la descripción de A. Barrio -
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El Q’eswachaka de Canas
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Calendario festivo de Canas
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El Q’eswachaka de Canas
Mujeres:
Turuy turuy sayaykunki Co mo un toro te has erguido, her
turachay fulano manito fulano,
sapachallan ch’eqeñuqa pero solito el ch’eqeño,
turachay hermano her manito her mano,
qanchis llaqtawan tantaykushian con siete pueblos se coteja,
turachay fulano her manito fulano,
ch’ulla turun sayayunki te yergues como un solo toro,
turachay fulano her manito fulano.
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Calendario festivo de Canas
Varones:
Sayankichu sayasaqmi Y te atreves a pararte,
wayqichay mansanay mi her manito manzanay (mi m
sapallanmi taytaykiqa an zana),
wayqichay mansanay uno solo es tu padre,
haqay supay langutaqa mi her ma nito manza nay,
wayqichay mansanay y aquel maldito langueño,
wiqinmanraq raukhamusu mi her ma nito manza nay,
wayqichay fulano. los apilemos con sus lágri mas, mi
her manito fulano.
Rumi chikchi ch’umantimpas
wayqichay fulano Si se escurriera el granizo de piedras,
ch’iñi chikchin chayqa ninkin her manito fulano,
wayqichay fulano dirás que es granizo menudo,
yawar mayu phawaqtimpas her manito fulano,
wayqichay fulano así corriera río de sangre,
qollpa mayu chayqa ninki her manito fulano,
wayqichay fulano dirás que es río de sulfato,
yawar mayu phawaqtimpas her manito fulano,
wayqichay fulano así corriera río de sangre,
taku unullan chayqa ninki her manito fulano,
wayqichay fulano. dirás que es agua teñida con tierra roja,
her manito fulano.
Sayaykichu sayasaqmi
wayqichay fulano Te pararás; sí, voy a parar me,
amapunin manchankichu her manito fulano,
wayqichay fulano pero nunca vayas a temer,
rumi chikchi chayaqtimpas her manito fulano,
wayqichay fulano así cayera granizo de piedras,
ch’iñi chikchin chayqa ninki her manito fulano,
wayqichay fulano dirás que es solo granizo menudo,
yawar mayu phawaqtimpas her manito fulano,
wayqichay fulano y si corriera río de sangre,
k’uchy mayu chayqa ninki her manito fulano,
wayqichay fulano dirás que es solo río temporal,
turuy turuy sayashasqa her manito fulano,
wayqichay fulano estaba parado como el toro,
sapachallan ch’eqachaqa her manito fulano,
wayqichay fulano. pero solito nomás el ch’eqeño,
her manito fulano.
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El Q’eswachaka de Canas
9 Las estrofas de las páginas siguientes han sido tomadas de Ca ma y Ttito (2003: 40,
46 -47).
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Calendario festivo de Canas
No tengan miedo,
No sientan
Cu ando llueva granizo,
Her manito fulano.
Vuelvan, retorne n,
Her manito fulano ( bis)
Mi her mano varón es solito,
Ponte, ponte,
Her manito fulano.
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El Q’eswachaka de Canas
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Calendario festivo de Canas
A pesar de ser perseguidas legal mente, estas costu mbres han conti-
nuado, al m enos desde el siglo XVIII, co m o relata Hopkins (1982) a partir
de un proceso seguido en Langui en 1772. Y co m o se ve en algunos de
los testi monios antes citados, esta ha sido otra tendencia periódica del
poder no -indígena regional, sea español o m estizo. Glave (1992) relaciona
esta costu mbre a la historia particular de los pueblos que participan en
ella, concluyendo que estas batallas rituales son un m edio para resolver
las diferencias tradicionales entre los ayllus, co mun mente dispersos y
siempre en expansión. A la co mpetencia de estas unidades locales por
la ocupación de territorios y el acceso a recursos —siguiendo la lógica
andina de ocupación discontinua del territorio—, se su m ó la i mpronta de
la redistribución arbitraria m ente dispuesta por la ad ministración colo -
nial, que generó nu m erosas disputas entre los pueblos de la etnia Kana y
de esta con pueblos vecinos.
Los tinku son en realidad batallas si mbólicas y lúdicas antes que una
forma de posesión efectiva de recursos o de gentes, co m o una forma
ritualizada de solución de las disputas reales. La violencia que presentan
no es por tanto un fin, sino un medio de resolución de diferencias, que
puede tener resultados cruentos, pero que no son el fin de tales accio -
nes. Los vínculos de solidaridad hacia uno u otro bando mantienen los
muy antiguos lazos de parentesco y alianza de los ayllus ancestros de las
actuales co m unidades ca m pesinas. En este últi m o aspecto, tienen para -
lelo con otra costu mbre de la región, que en ca mbio plantea la solidaridad
de un conjunto de comunidades en la construcción tradicional de una
obra ancestral: el levanta miento del pue nte Q’eswach aka, e n el distrito de
Quehue, que original m ente se realizaba en la semana siguiente al Tupay
Toqto, co m o una respuesta solidaria a la batalla ritual.
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CAPÍTULO IV
Los grupos hu manos que durante siglos ocuparon las p rovincias altas del actual
Cusco se extendieron y ra mificaron por toda esta región de forma independiente,
sobreviviendo en lo funda mental al reordena miento
i mpuesto por la Colonia. Esta circunstancia fue facilitada por las particu- laridades
que i mponía el m edio sobre el ap rovecha miento de recursos y, por ende, en la
organiz ación y las costu mbres de estos grupos.
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El Q’eswachaka de Canas
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El puente Q’eswachaka: una tradición renovada
2 “The skills necessary for this artfully constructed aboriginal structure are
expected to die with present generation of Quechua peasants” (Gade 1972: 98 - 99).
Gade e ncontró que e n la región única me nte per manecían e n uso t res pue ntes col-
gantes en el curso alto del río Santo Tomás, en Chu mbivilcas, Cusco, de estructura
más sencilla que el de Q’eswachaka.
3 Un artículo sobre los atractivos turísticos de los distritos de Canas, dice de Quehue:
“La inquietud de sus hijos, es la principal características (sic) de este pueblo que
se yergue como uno de los demás (sic) entusiastas de la provincia de Canas. Es un
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El Q’eswachaka de Canas
Los pobladores de mayor edad aún recuerdan la presencia de los agen- tes del
gobierno que i mplementaron la Reforma Agraria — de los Ministe - rios de
Agricultura, Educación, Salud y Transporte y Comunicaciones— y, posteriormente,
de las ONG que i mpulsarían la conformación de nuevas asociaciones de autogestión.
El nuevo aunque aún li mitado acceso a la
educación, a los servicios básicos y a progra mas de desarrollo, en aquella
época, debía ta mbién tener sus repercusiones en la configuración cultural
de la provincia y, co m o parte de ello, en el distrito de Quehue. Por lo
pronto, el abandono de la construcción del puente registrado por Gade no
duró mucho tiempo, y las habilidades y conoci mientos necesarios para su
reproducción no fueron olvidados.
pueblo donde los jóvenes de la nueva generación, aspira (sic) a coronar una profe -
sión en los diversos ca mpos del conoci miento hu mano. Gracias a esta inquietud,
un grupo de jóvenes procedentes de este distrito, lograron descubrir i (sic) explo -
rar las maravillosas grutas de ‘LIMBOT’OJO’, las mismas que hasta ahora hubieran
seguido per maneciendo en el fi r ma mento de lo ignoto.
El pueblo de Quehue, como parte integrante de la provincia de Canas, se identifica como el
más diná mico, aunque por circunstancias obvias no ha podido coronar
sus más caras aspiraciones”. Antorcha Caneña, N.° 2, 31 de octubre de 1970, p. 7.
4 Antorcha Caneña, N.° 1, 30 de setiembre de 1970, p. 21.
5 “Within a week Sue, Barreda and I were ju mping with joy on the brink of the upper
Apuri mac gorge, our shouts echoing from the opposite cliff. We had found the
154
El puente Q’eswachaka: una tradición renovada
c h aca still hanging! Three hundred feet below us, swaying over a deep Green poll, it glea med
like Inca gold. Downstrea m the voice of the Great Speaker, the Apuri mac, warned of rapids
beyond a dark defile.
We clawed down the precipice to approach the span, which hung 60 feet above the
r iver.
Suddenly a voice cautioned: “Don’t cross! The bridge is dying! It was our fi rst
meeting with Luis Choqueneira.
He told us: “I a m one of the chaca camayocs [ keepers of the bridge]. My people feel
sad about abandoning the keshwa chaca for a new steel bridge upstrea m. So we’re
going to rebuild it when the New Year comes, just as we have done every year since
Tupa Inca ordered our ancestors to do so. Come back in January if you want to see”
(McIntyre 1973: 780 -781).
6 Entrevista del 9 de junio de 2012.
155
El Q’eswachaka de Canas
un docu m ental fil mado en esta época que participaban miembros de las tres co
munidades formal m ente reconocidas: Huinchiri, Chaupibanda y Ccollana Quehue —
Choccayhua ad quirió la categoría de co munidad ca m - pesina en 1975, aunque no se
refiere en estos reportajes si a cada comu-
nidad se le daba un papel especializado en el levanta miento del puente—.
156
El puente Q’eswachaka: una tradición renovada
Este ca mbio supuso una serie de ventajas, pues desde ese m o m ento
coincide con una temporada de gran interca mbio co m ercial: una feria,
y con una época de cli ma favorable para la visita de turistas e intere -
sados en general —m ejorías que son consideradas co m o un don del
Q’eswachaka—. La renovación del puente se asoció a un tiempo festivo de
corte cívico, puesto que en esta feria se realiza igual mente un festival de
danzas y música tradicionales. Se ha observado, de hecho, que una de las
danzas p resentes en este festival es una rep resentación de la renovación
del Q’eswachaka, incluyendo el armado de una maqueta del puente.
Apu Q’eswachaka
Un factor recurrente en los testi monios de los pobladores contemporá -
neos es la convergencia entre el sentido práctico de la construcción del
puente y la visión del mundo circundante, poblado por los dioses locales
de las m ontañas com o los apus y los aukis. Estos son los dioses patrones
que forman parte de la geografía circundante y a los que hay que tributar
y consultar antes de realizar cualquier actividad i mportante que afecte
esta relación con el entorno. Los testi monios al respecto siemp re apuntan
a la necesidad de mantener un diálogo con esta naturalez a ani mada, a la
157
El Q’eswachaka de Canas
Actualmente, durante los días de renovación del puente, se realiza un festival, en el cual
una de las danzas representa la construcción del Q’eswachaka, incluyendo el armado de
una maqueta del puente.
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El puente Q’eswachaka: una tradición renovada
Aquí ta mbién era un sitio que nos p rotegía, nosotros ya sabía mos, los
apus y los aukis nos decían: “No quiero que nadie se me acerque, yo
sabré”. Entonces un joven de San Jeróni mo, t rabajador del [ proyecto]
Qhapaq Ñan dice: “¿qué tanto p roblema don Cayetano, acaso es difícil
hacer?” Y el muchacho se puso a hacer el puente y a los dos días se
cayó y perdió la vida. 7 El puente Q’eswachaka es bien p o deroso, p or eso
nosotros ta mbién como nos dicen los apus y los aukis les ofrecemos y
no pasa nada, esta mos t ranquilos.
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El Q’eswachaka de Canas
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El puente Q’eswachaka: una tradición renovada
casi no pasa nada porque nos hem os organiz ado para hacer los pagos”. Es
claro ta mbién que esta labor solo puede ser hecha por los pobladores del
distrito, conocedores de la tradición, con el apoyo del paqo local, desig-
nado para ser el oficiante e intermediador de su población con los apus y
aukis de la región.
Este papel ritual del paqo es, pues, funda mental en la construcción
del puente. Es quien dialoga con las entidades o “señores” de las m on -
tañas. De ellos obtiene el conoci miento, que se revela en órdenes y en
historias sobre el origen y la razón de las costu mbres. Se considera que
este poder les ha sido investido a los especialistas por los apus a través de
otro paqo o por una revelación experi m entada por el poblador, escogido
por las fuerz as del entorno natural para ser su oficiante. El paqo Caye -
tano Ccanahuire, natural de Huinchiri, cuenta que recibió el poder de
los apus porque su esposa fue alcanzada por un rayo (en diversos relatos
del mundo quechua este hecho confiere poder de intermediación con los
apus); pero al m orir ella por este accidente, el poder le fue transmitido al
viudo, quien la m entaba, al igual que los apus, la pérdida de su co mpañera.
Es aquí que otros paqo y autoridades locales resuelven que Cayetano tenga
la responsabilidad de mediar en el diálogo, a través del ritual —“despa-
cho” en su testi monio— con los dioses del paisaje local y específica m ente
con el Q’eswachaka. El paqo de Huinchiri entiende que esta es una labor
para el beneficio de la comunidad, 9 evitando por este m edio los accidentes
fatales y la pérdida de la producción.
9 No todos los especialistas en la t radición andina operan con este sentido de cola -
boración con la comunidad. Existe ta mbién el lla mado layqa, que ha sido t raducido
como hechicero o malero, personaje apartado de la sociedad que se vale del poder
investido por la naturaleza para, a pedido del cliente que pueda abordarlo, causar
“daño” en for ma de enfer medad o de peligro de muerte a personas particulares.
El espíritu individualista y el uso de sus conoci mientos como un vehículo de la
ani madversión y las venganzas particulares es lo que diferencia al layqa del paqo,
orientado e n ca m bio e n m ante ne r el equilibrio al interior de su comunidad y de
esta con las fuerzas espirituales.
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El Q’eswachaka de Canas
Ccollana Quehue, Chaupibanda, todos participan por igual. Hoy todos nos
vemos las caras , qawanakuy.10 Antes no era así, antes por historia hacíamos
respetar a nuestro puente; mientras que ahora vienen de todas partes
haciendo su reclamo para recibir adecuadamente su parte. Está presente el
qawanakuy entre comunidades a causa de la visita de los turistas, quienes
siempre nos dejan algo. Pero yo estoy cumpliendo igual mi deber, siempre
acompañado de la persona que pone la mesa, mi servicio y mi despensero.
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El puente Q’eswachaka: una tradición renovada
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El Q’eswachaka de Canas
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El puente Q’eswachaka: una tradición renovada
El docu mental El puente de Ichu (Die Brücke aus Gras, 1979) retrata de
modo bastante completo el entorno cultural que enmarca la renovación del
puente. Aunque esta circunstancia no sea mencionada, este registro abarca los
tiempos inmediatamente anterior y posterior a la Reforma Agraria, cuando
esta costumbre se iba adaptando a una situación cambiante y asumiendo el
significado que tiene hoy en día. El Puente de Ichu fue presentado a partir de
1979 en diversos festivales de cine documental en Japón, Alema nia, Litua nia
y en el Primer Festival de Cine de Pueblos Indígenas celebrado en México en
1985, ganando reconocimientos en varios de ellos. Los Rosenthal continuaron
con la labor difusora sobre el puente con la edición del libro El puente de Ichu
(1993), una historia ilustrada con los dibujos a la acuarela de Christine. Esta
publicación trata las vivencias de una pareja de niños, de Huinchiri y de Chau-
pibanda, en el marco de la construcción del puente de Q’eswachaka; y como
contraste, presenta la agresiva y desagradable presencia de un comerciante
misti, deseoso de apropiarse de la producción nativa a bajo precio. La historia
se resuelve con el castigo del m alvado, caído al precipicio junto con el puente
viejo, y la preservación del conocimiento nativo como el bien más preciado.
Los registros sobre el puente Q’eswachaka han sido editados por lo general co m
o parte de docu m entales sobre el Perú p rehispánico, en con - creto, sobre el
Tawantinsuy u y el Qhapaq Ñan; por ello, a diferencia del trabajo seminal de Vignati
y los Rosenthal, en estos productos no suele concederse un espacio al testi monio de
los detentadores del patri monio,
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El Q’eswachaka de Canas
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El puente Q’eswachaka: una tradición renovada
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El puente Q’eswachaka: una tradición renovada
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El puente Q’eswachaka: una tradición renovada
Con esos pensa mientos, los incas deciden hacer un puente de paja, de
q’oya, como no había ningún puente sobre el río Apurí mac, cuando
corta mos de a mbos lados no van a pasar. Con este motivo los incas han
construido con q’oya, con q’eswa. Yo n o sé la historia pero los apus n os
han contado así.
171
no solo a los cerros de la región, sino al mismo puente como un apu m ás.
Recordando este hecho, refiere el chakaruwaq principal:
El t rabajo lo hemos hecho con sudor, con la fuerza, tenemos maltratadas las
piernas ta mbién; los del frente (de Ccollana Quehue) ta mbién están maltratados,
mis man os ta mbién están ras milladas. Esto esta m os
h acie ndo para el reconoci mie nto del Q’eswachaka a nivel mundial. Es
como un monu mento que esta mos manteniendo los de Huinchiri.
13 Asi mismo, se debe añadir que la UNESCO, durante la 38º reunión del Comité de
Patri monio Mundial de esta organización, que se celebró en Doha, Qatar, el 21
de junio de 2014, inscribió al Qhapaq Ñan o Sistema Vial A ndino en la Lista del
Patri monio Mundial, siendo uno de los componentes integrantes de este reconoci -
miento el puente Q'eswachaka. La inscripción del Qhapaq Ñan abarca 273 sitios en
137 seg mentos e incluye 303 sitios arqueológicos asociados, ubicados en Argen -
ti na, Chile, Bolivia, Ecuador, Colombia y Perú.
CAPÍTULO V
Q’ESWACHAKA. INGENIERÍA Y
TRADICIÓN ANDINA
El puente Q’eswachaka está ubicado sobre un tra mo del río Apurí mac,
cuyo lecho en este lugar está a una altitud aproxi mada de 3,700 m etros
sobre el nivel del mar. 1 Tiene una extensión de 28 m etros, un tablero de
1.20 m etros de ancho y se anuda en grandes bases de piedra que se yer -
guen en cada extremo de la quebra da. La segunda semana de junio de
cada año, cerca de mil personas de las co munidades ca mpesinas conti-
guas al puente (Huinchiri, Chaupibanda, Choccayhu a y Ccollana Quehue)
se reúnen con el propósito de reponerlo, construyendo todo un puente
nuevo y desechando el del año anterior. El puente nuevo conserva las
características de la estructura antigua, usando los mismos materiales
y téc nicas especializadas. La organización colectiva de la construcción,
a cargo de expertos del lugar, proviene del conoci miento especializado y
las técnicas tradicionales que se han transmitido de generación en gene -
ración.
175
El Q’eswachaka de Canas
tivo que involucra a todas las fa milias de las co munidades referidas. Esta
renovación se realiza bajo la modalidad de la mink’a o minga, una forma
andina de trabajo colectivo no remunerado que tiene co m o finalidad
obtener beneficios co munes. Desde tiempos rem otos, muchas de las acti- vidades
productivas que se realizan en los Andes se basan en este antiguo
sistema de reciprocidad. Entre otras actividades, la mink’a se e mplea e n
la cosecha de papas y maíz, en la li mpiez a de canales de i rrigación o,
cuando es necesaria una mayor cantidad de mano de obra, en el techado
de alguna iglesia o casa.
AN AHUACHO
HACHAPUCRO
CHIROCCOLLO
CHIRU AM A
CHITI AM A SUNTURA
PERCCARO
AM AY LAC A
PHA ANCA AM A
CCARHUACHO
PUCAMAYO
P tQ k HUANCARA AM A QUEHUE
CH ARAJE
TTUYO
HUALLATTOCCO
HUALLAOCCO
Pet b
CURU AM A
MACHACCOYO
HUINCHIRI
HUINCHIRI
AM A
ROSAS A A NAHUARA
CHIROCCOLLO
UWISHUANCA
Ltpv
L t d t t
R
Q bd
R dv POMORCCO
Cptdtt
Ctpbd
POYONCCO
CHUSPI A A
Ubicación del puente Q’eswachaka sobre el río Apurímac en el distrito de Quehue. A casi
cien metros se construyó un puente de metal en la década de 1960.
176
Q’eswachaka. Ingeniería y tradición andina
177
El Q’eswachaka de Canas
178
Q’eswachaka. Ingeniería y tradición andina
Primer día. Los comuneros fabrican q'eswa con las q'oya que han traído.
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El Q’eswachaka de Canas
180
Q’eswachaka. Ingeniería y tradición andina
Durante los tres días que dura la construcción del puente se hacen pagos a la Pachamama
y a los apu s para que la labor se pueda realizar.
181
El Q’eswachaka de Canas
la quebra da para fabricar un tapete que cubrirá el piso del puente. Para
esto tradicional mente utilizan ra mas y hojas de árboles del lugar, las que
son unidas cuidadosa mente usando ta mbién q’eswas. La elaboración de
182
Q’eswachaka. Ingeniería y tradición andina
este largo tapete toma todo el día y, una vez cul minado, es enrollado y trasladado
cerca del puente para ser colocado sobre el mismo al finaliz ar
la tercera jornada. Hacia el final de la tarde del segundo día, los duros
y los makis están ya firmemente sujetos a los estribos del puente y los
co muneros se retiran a sus hogares para reponerse de la intensa jornada.
183
El Q’eswachaka de Canas
Tercer día. Los chakaruwaq suelen terminar la construcción del puente hacia la mitad de la
tarde.
184
Q’eswachaka. Ingeniería y tradición andina
**** *
185
y una for ma de organiz ació n que han sabid o rep roducirse, sobrepasand o
duras co ndicio nes d e vida y graves co nflictos sociales, a da ptándose a un
m edio de posibilidades más bien escasas, a lo largo de siglos de expe -
r iencia.
Victoriano Arizapana al finalizar su trabajo. Desde hace más de dos décadas, es uno de
los chakaruwaq encargados de la construcción del puente.
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