Está en la página 1de 211

II» « T T

BERNARD SESBOÜÉ

JESUCRISTO
EL ÚNICO
MEDIADOR
Ensayo sobre la redención y la salvación
KOINONIA Bernard Sesboüé S. J.
27

JESUCRISTO,
EL ÚNICO MEDIADOR
Ensayo sobre la redención y la salvación
Tomo I

PROBLEMÁTICA Y RELECTURA DOCTRINAL


«Hay un solo Dios, y también un
solo mediador entre Dios y
los hombres, Cristo Jesús, hombre
también, que se entregó a sí mismo
conx> rescate por todos».
(1 77m 2, 5-6)

SECRETARIADO TRINITARIO
F. Villalobos, 82
37007 SALAMANCA (España)
Tradujo Alfonso Ortíz García sobre el original francés Jésus-Christ, Wtúque
Media teur
ÍNDICE

Puede imprimirse:
José Luis Aurrecoechea, Censor
5 de mayo de 1990
PRESENTACIÓN (J. Doré) 15
Imprímase:
Mauro, obispo de Salamanca
12 de junio de 1990 INTRODUCCIÓN: EL SALVADOR Y LA SALVACIÓN 19
i. JESÚS, ES DECIR, YAHVÉHSALVA 19
La identidad del Salvador 20

II. LA NECESIDAD DE LA SALVACIÓN 21


La buena nueva de la salvación, corazón del misterio cristiano... 21
¿Tenemos necesidad de salvación? 22
Las dos imágenes bíblicas de ¡a salvación 24
La salvación, liberación 25
La salvación, plenitud de vida 31

III. LA CRUZ GLORIOSA DEL SALVADOR 35


Ser salvado por alguien 35
El misterio de la cruz: escándalo y locura 36
© Desclée, París 1988 La cruz del resucitado 38
La marcha que proponemos 38
© Secretariado Trinitario
F. Villalobos, 82
Teléf. (923) 23 56 02
37007 SALAMANCA (España) PREVIERA PARTE: PROBLEMÁTICA

CAPÍTULO I: EL MALESTAR CONTEMPORÁNEO 41

I. ALGUNOS TESTIGOS DE ESTE MALESTAR 42


ISBN: 8 4 - 8 5 3 7 6 - 8 5 - 4
Depósito Legal: S. 614-1990 Hans Küngylas interpretaciones de la muerte de Jesús 42
La crítica psicoanalítica de Jacques Pohicr 43
La ilusión de la redención cristiana: Oeorges More! 45
Una interpretación no-sacriñcial del cristianismo: Rene Girard 46
Natham Lcitesyel «asesinato de Jesús» 49
Impresión y encuademación: La salvación por revelación de Frangois Varone 51
Gráficas Cervantes, S. A.
Ronda Sancti -Spíritus, 9 y 11 II. LOS GRANDES TEMAS DE LA CONTESTACIÓN 52
37001 Salamanca
¿Por qué pasa por la muerte la salvación cristiana? 53
8 índice índice y

Lo odioso de una justicia compensatoria y vengador 54 El «admirable» intercambio 103


Ei rechazo de la pretensión cristiana a la universalidad 54
El malestar ante la idea de sustitución 55 II. LA MEDIACIÓN DE CRISTO EN LA TRADICIÓN TEOLÓGICA 104
¿D¡o Jesús un sentido a su muerte? 56 Mediación de Cristo y recapitulación en Ireneo 104
La experiencia déla mediación de Cristo: Agustín 106
Del Cristo mediador al Cristo sacramento jos
CAPÍTULO 2: LA SITUACIÓN DOCTRINAL DE LA SOTERIOLOGIA 59 La unidad del mediador según Cirilo de Alejandría no
Mediación y soteriología en la edad media 111
I. UN TESTIMONIO BÍBLICO MULTIFORME 59
La mediación en la soteriología moderna y contemporánea 113

II. UN TESTIMONIO DOGMÁTICO REDUCIDO 02


III. MEDIACIÓN, ALIANZAY COMUNIÓN INMEDIATA 115

III. UNA DOMINANTE INVERTIDA DEL MOVIMIENTO DESCENDENTE AL


IV. UNA SOTERIOLOGÍA DE LA MEDIACIÓN 120
MOVIMIENTO ASCENDENTE 65

IV. LOS MECANISMOS DE LA «DESCONVERSIÓN» DEL VOCA BULARIO 70 SEGUNDA PARTE: ESBOZO TEOLÓGICO DE UNA HIS-
Dos esquemas no convertidos: la compensación y la pena vindi-
TORIA DOCTRINAL
cativa 70
CAPÍTULO 4: PRELUDIO: «POR NOSOTROS», «POR NUESTROS
El mecanismo de un «corto-circuito» 72
PECADOS», «POR NUESTRA SALVACIÓN 127
El olvido de los tres participantes 74
«Por nosotros» 128
El desconocimiento de la metáfora y de la metonimia 76
«Por nuestros pecados» 131
«Por nuestra salvación» 132
V. UN FLORILEGIO SOMBRÍO 78
Los reformadores del siglo XVI: venganza divina y compensación 79
PRIMERA SECCIÓN: LA MEDIACIÓN DESCENDENTE 135
Los católicos en el siglo XVI: venganza divina y compensación 81
Siglo XVII: la dramatización del castigo divino 82
CAPÍTULO V: CRISTO ILUMINADOR: LA SALVACIÓN POR REVE-
Siglo XIX una enseñanza corriente 85
LACIÓN 137
. Siglo XX bajo el signo de la velocidad adquirida 90

I. EL TESTIMONIO DE LA ESCRITURA 137


VI. UNA REACCIÓN SALUDABLE 94 Jesús, maestro de verdad y revelador del Padre 138
«Mirarán al que traspasaron» 139
Epifanía y teofania 140
CAPÍTULO 3: CRISTO MEDIADOR, REFERENCIA PRIMERA DE LA
La luzylas tinieblas 141
SOTERIOLOGÍA 99
La salvación como conocimiento 142

I. JESÚS MEDIADOR SEGÚN EL NUEVO TESTAMENTO 100


II. EL TESTIMONIO DE LA TRADICIÓN 143
«El único mediador entre Dios y los hombres» 100
«El mediador de una alianza nueva» y «el sumo sacerdote» 101
índice 1 1
10 índice

heneo y el evangelio déla libertad 193


En los padres apostólicos 143
Agustín: cuando la gracia libera al libre albedrío 198
En los padres apologetas del siglo II 146
Constantinopolitano III: la salvación realizada por la libertad
En heneo de Lión 147
humanizada de Cristo 201
En los padres alejandrinos 149
Salvación y liberación del hombre en la sociedad 202

III. REVELACIÓN Y SALVACIÓN HOY 151


III. ACTUALIDAD DE LA SALVACIÓN COMO LIBERACIÓN 205
El hombre y el conocimiento 152
Cristo libera y cura nuestra libertad 206
La revelación como salvación 154
La solidaridad de las libertades 208
Teología y teologías de la liberación 209
CAPÍTULO 6: CRISTO VENCEDOR: LA REDENCIÓN 157

CAPÍTULO 8: CRISTO DIVINIZADOR 215


I. EL TESTIMONIO DE LA ESCRITURA 158
La vida de Jesús: un combate misterioso 158
I. EL TESTIMONIO DE LA ESCRITURA 216
El pueblo que Dios se ha adquirido 159
Adopción filial y don del Espíritu 216
La redención: liberación y rescate 160
El nuevo nacimiento del bautismo 217
¿De qué fue liberado el hombre? 162
La vida nueva, participación en la vida trinitaria 219
El precio y el rescate: cómo no llevar demasiado lejos ¡a metáfora 163

II. E L TESTIMONIO DE LA TRADICIÓN 219


II. E L TESTIMONIO DE LA TRADICIÓN 166
La vocación del hombre creado a imagen y semejanza de Dios 220
El testigo privilegiado: heneo y la justicia hecha al hombre 166
Los grandes argumentos sotcriológicos 223
¿Se pagó el rescate al demonio? 170
Presentación sistemática: el punto de partida, la regla de fe 225
El espíritu de la liturgia 176
Presentación sintética: doble solidaridad y mediación 228
Evolución ulterior de la categoría de redención 180
Presentación sintética: Espíritu del Padre y del Hijo 229
Encarnación y/o misterio pascual 230
III. RECUPERACIÓN CONTEMPORÁNEA DE LA REDENCIÓN 182
La problemática occidental de la gracia 235
Una reevaluación doctrinal 182
Ser y no-ser del demonio 183
III. HOY: DIVINIZACIÓN Y AUTOCOMUNICACIÓN DE DIOS 237
Una teología de la cruz y de la resurrección 184
Debates contemporáneos en torno a la divinización 237
El trabajo déla redención en la historia 187
La dialéctica del deseo de Dios 239
El nuevo vocabulario de la divinización 240
CAPITULO 7: CRISTO LIBERADOR 189

CAPÍTULO 9: CRISTO, JUSTICIA DE DIOS 243


I. EL TESTIMONIO DE LA ESCRITURA ., 190
Jesús liberador 190
I. EL TESTIMONIO DE LA ESCRITURA 245
La nueva alianza déla libertad 191
La justicia de Dios según la Biblia 245
Cuando Jesús cumplió toda justicia 246
II. E L TESTIMONIO DE LA TRADICIÓN 193
12 índice índice 13

El evangelio de Pablo 247


El sacrificio de Cristo en santo Tomás de Aquino 300
Todos justificados por gracia 248 La doctrina sacrificial del concilio de Trento 302
Amplificación y desvio sacrificiales en los tiempos modernos 307
II. EL TESTIMONIO DE LA TRADICIÓN 251
La experiencia de Agustín 251
IV. UN BALANCE: SACRIFICIO E IMAGEN DE DIOS 310
Pelagioyla ilusión déla libertad 252 De la ambivalencia a la conversión 310
Agustín y la soberanía de la gracia 253 Sacrificio de Cristo y sacrificio cristiano 312
El «sola gratia» y el «sola fíde» de Lutero 257 El peso de las palabras 312
La sesión ff del concilio de Trento sobre la justificación (1547) . 259
Las discusiones de los tiempos modernos sobre la gracia 267

CAPÍTULO 11: LA EXPIACIÓN DOLOROSA Y LA PROPICIACIÓN 315


III. JUSTICIA Y JUSTIFICACIÓN EN LA TEOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 268
El problema ecuménico de la justificación por la fe 268
I. .LA EXPIACIÓN EN LA CONCIENCIA CONTEMPORÁNEA 315
La cuestión de la justicia en la historia 271
Justificación por la fe y teología de la liberación 272
II. EL TESTIMONIO DE LA ESCRITURA 317
El Antiguo Testamento: expiación, intercesión y perdón 317
La cólera de Yahvéh 320
SEGUNDA SECCIÓN: LA MEDIACIÓN ASCENDENTE
El Siervo doliente de Yahvéh 321
El Nuevo Testamento: Cristo, nuestra expiación 326
CAPÍTULO 10: EL SACRIFICIO DE CRISTO 277
2 Corintios 5, 21 y Calatas 3, 13 331

I. DEL SENTIDO COMÚN COTIDIANO A LA HISTORIA DE LAS RELIGIONES 278


III. EL TESTIMONIO DE LA TRADICIÓN 333
La lección del sentido común 278 La expiación de Cristo en los padres de la Iglesia 333
La enseñanza de la historia de ¡as religiones 279
Expiación y reparación de amor 339

II. EL TESTIMONIO DE LA ESCRITURA 281


IV. UN BALANCE: EL SUFRIMIENTO Y LA EXPIACIÓN EN NUESTRO TIEMPO 341
El sacrificio del cordero pascual 281
La paradoja cristiana del sufrimiento 341
El ritual de ¡os sacrificios y su significación 283
El sufrimiento de Dios, único consuelo para el sufrimiento del
La crítica del sacrificio en los profetas 284
hombre 347
Jesús y el sacrificio 285
La expiación: una necesidad del hombre 349
El lenguaje sacrificial de Pablo 287
El testimonio de la carta a los Hebreos 288
CAPÍTULO 12: LA SATISFACCIÓN 351
III. EL TESTIMONIO DE LA TRADICIÓN 291
Los padres de la Iglesia de los cuatro primeros siglos 291
I. EL TESTIMONIO DE LA TRADICIÓN 351
Agustín: una teología del sacrificio 294
La entrada de la saúsfacción en la teología 351
Agustín: sacrificio de Cristo y sacrificio de la Iglesia 297
San Anselmo: el horizonte del Cur Deus homo? 353
14 índice

San Anselmo: la argumentación de base 356


Justicia para san Anselmo 361
Las ambigüedades de una conversión en proceso 366
El lugar de la satisfacción en la soteriología de santo Tomás 371
El concilio de Trento: de la justificación a la satisfacción 376
PRESENTACIÓN
II. UN DISCERNIMIENTO NECESARIO 378
Yves de Montcheuil: una revalorización de ¡a satisfacción 378
La reparación, verdad de la satisfacción 380

1. La presente obra es la segunda que ofrece el padre Bernard


CAPITULO 13: DE LA SUSTITUCIÓN A LA SOLIDARIDAD 383
Sesboüé S. J., profesor en el Centro Sévres de París en la colección
«Jésus et Jésus-Christ». Con los dos tomos que piensa consagrar a la
I. LA SUSTITUCIÓN 384 exposición del «misterio de la redención», esta obra se sitúa en la
Un elemento de verdad en la sustitución 385 misma perspectiva que la anterior, dedicada igualmente al «misterio
Del siglo XVI al siglo XX en torno ala sustitución penal 386 de la encarnación». Si la redención es la obra del Verbo encarnado,
Del siglo XlXal siglo XX la satisfacción vicaria 391 es lógico que en varios pasajes el presente estudio remita al anterior,
del mismo modo que la obra precedente, dedicada a una encarnación
II. LA REPRESENTACIÓN Y LA SOLIDARIDAD 393 que es redentora por esencia, valga la expresión, dejaba esperar y es-
La experiencia de la solidaridad 393 taba pidiendo de suyo la continuación que ahora se nos brinda.
Solidaridad y salvación 394 2. Por tratar de la salvación, estas páginas se refieren a un dato de
La solidaridad en la Escritura 395 la fe cristiana que presenta las dos características paradójicas siguien-
tes: primero, la de estar en el corazón de la revelación, a pesar de que
Solidaridad y universalidad de ¡a salvación 398
nunca ha sido objeto de ninguna definición magisterial expresa; se-
La salvación de todos por uno solo 400
gundo, la de superar totalmente la inteligencia humana, a pesar de
Universalidad de Jesús y misterio de la Iglesia 403
haber dado origen a una gran diversidad de expresiones conceptuales
que ninguna otra verdad dogmática ha conocido en grado tan alto.
SÍNTESIS: LA RECONCILIACIÓN Esta situación está ya por sí misma pidiendo una explicación.
Pero la necesidad de ésta es mayor aún si se observa que, a lo largo
CAPÍTULO 14: LA RECONCILIACIÓN Y EL PERDÓN 407 de los siglos y hasta la época contemporánea, se ha derivado de aquí
toda una proliferación de secuelas y deformaciones, acompañada de
I. EL TESTIMONIO DE LA ESCRITURA 409 sus respectivas críticas y contestaciones...
La reconciliación realizada por la cruz 409 El autor, como se verá, es un excelente conocedor de la materia.
El mensaje de ¡a reconciliación 411 Antes de proponer en una IH Parte (que formará el segundo tomo) su
propia síntesis soteriológica sobre bases neotestamentarias seguras,
dedica una / Partea la definición de una problemática general. Para
II. LA RECONCILIACIÓN, NUEVO NOMBRE DE LA SALVACIÓN 412
ello se remonta del «malestar contemporáneo» a la «referencia pri-
La salvación, misterio de reconciliación 413
mera» de toda soteriología cristiana: la mediación de Cristo o, mejor
El ministerio de la Iglesia, ministerio de la reconciliación 416
dicho, el Cristo mediador. De este modo delimita el terreno en el que
se desplegará la investigación a la que consagra lo esencial de este
TRANSICIÓN 419
16 PRESENTACIÓN
PRESENTACIÓN 17

primer tomo; ése será el terreno de toda la historia cristiana a través sitismo, cortocircuito y des-conversión. Esto significa hasta qué
de veinte siglos, que recorrerá precisamente en una // parte titulada punto el acto teológico se realiza aquí como discernimiento y como
«Esbozo teológico de una historia doctrinal». juicio.
3. Queda de este modo planteado el examen atento de cada una Vale la pena subrayar este hecho en una época en la que, sin duda
de las principales categorías a través de las cuales el pensamiento como en las demás, pero también con mayor generalidad que en las
cristiano ha intentado expresar el misterio de la «redención», siendo restantes, se hace sentir entre los creyentes la necesidad de una luz
esta última designación (especialmente privilegiada, como es eviden- que les permita no engañarse ni en su fidelidad ni en su apertura.
te) sólo una de las varias expresiones a las que ha recurrido la histo- 5. El que tiene los medios de realizar los discernimientos necesa-
ria de la fe y de la teología. Se han recogido nueve categorías, a las rios para dar un juicio fundado sobre el pasado y el presente, es capaz
que se añadirá otra más, la décima, que se presentará in fine como igualmente de presentar las contraposiciones que se esperan y de
sintética: la de la reconciliación. El autor las va ordenando —cinco abrir o reabrir caminos para una mejor inteligencia de los mismos.
de un lado, cuatro del otro— según dos movimientos que estructuran Así pues, dentro de la lógica de este primer tomo vendrá a continua-
el conjunto de la exposición así como atraviesan el conjunto del desa- ción otro —para el que sirve de transición la conclusión de éste—,
rrollo doctrinal: un primer movimiento que podemos llamar descen- que ofrecerá a los lectores una «proposición soteriológica» original.
dente y otro que, por contraste, se presenta como ascendente. En él volverá el lector sobre la Escritura para releer en ella la procla-
Se nos muestra que, según estos dos movimientos claramente dis- mación, que hoy sigue resonando, de Jesucristo Salvador del mundo
tinguibles, es siempre la misma realidad fundamental la que aparece: y Redentor de los hombres: «Mediator Dei et hominum».
esa mediación salvífica de Jesucristo de la que se dijo desde el princi- Joseph Doré
pio y se ha subrayado aquí mismo que constituye la referencia prime-
ra de la soteriología cristiana. En cada una de las etapas se lleva a 25 febrero 1988.
cabo la investigación de tal manera que cubra toda la duración histó-
rica durante la cual se utilizó la categoría respectiva. Una simple oje-
ada sobre el índice de materias bastará, sin embargo, para observar
una diferencia sugestiva en la exposición de las diversas categorías,
según la sección en que se han situado. En efecto, en la primera sec-
ción (mediación descendente) se notará que la secuencia es siempre
ésta: Escritura, tradición, época contemporánea. En la segunda, por el
contrario (mediación ascendente) se invierte este orden y se parte
esta vez de la situación contemporánea para referirse luego al testi-
monio de la Escritura (si es que existe), interrogarse luego sobre la
tradición y llegar finalmente a una valoración más reflexiva. Este
simple dato, inscrito en el plan mismo de los capítulos, se verá que es
muy rico en sugerencias y que está cargado de consecuencias.
4. Sin embargo, no puede decirse ni mucho menos que la obra se
limite a una encuesta, por muy exhaustiva y preciosa en resultados
que pueda ser. En realidad, en este caso el análisis va acompañado
del diagnóstico. Sin perdernos en laberintos y sin ceder jamás a esa
polémica tan poco elegante y en el fondo estéril de la que la historia
nos ofrece tantos y tan disuasivos ejemplos, el autor consigue no so-
lamente identificar las diversas corrientes y derivaciones, sino desta-
car a la vez sus causas y sus efectos. En este contexto aparecen con
frecuencia en su pluma, como se observará, estos tres términos: para-
Introducción
El Salvador y la salvación

I. JESÚS, ES DECIR, YAHVÉH SALVA

«No hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que
nosotros debamos salvarnos» (Hech 4, 12). Este nombre es el de Jesús,
cuya etimología significa «Yahvéh salva». Por tanto, de este nombre es
del que ha de partir y a donde tiene que volver todo estudio de la salva-
ción. Nuestra salvación es el mismo Jesús. Lo mismo que en otra época
Orígenes no dudaba en afirmar que Jesús es el evangelio1, que es el
reino en persona2, también hoy Karl Rahner nos habla del «suceso de la
salvación que es Jesucristo mismo»3. Esta luz debe iluminar toda nues-
tra reflexión e impedirnos caer en la trampa de una racionalización de-
masiado fácil de la causa y de los efectos de la salvación dentro de un
sistema en el que la persona de Jesús sería tan sólo un elemento. «Jesús
es la salvación —dice también Rahner—, no sólo la enseña y prome-
te»4.
Es verdad que sigue siendo necesario, recurriendo a la Escritura y a
la tradición de la Iglesia, analizar las diversas metáforas y categorías a
través de las cuales se expresa la realidad de la salvación en la revela-
ción y f n la fe. Pero estas categorías, a pesar de su solidaridad y com-
plemeítariedad, siempre serán en sí demasiado pobres en comparación
con la persona misma de Jesús a partir de la cual toman sentido. Quizás
haya sido un error sustantivizarlas, hablando de redención, de justifica-
ción, de divinización, de sacrificio, de expiación y hasta de satisfac-
ción, con el riesgo de cosificarlas y de olvidar que no son más que cali-

1. ORÍGENES, Comm. in Joh. I, V, 28-29: S.C. 120, Cerf, París 1966, 75.
2. ORÍGENES , ¡n Malt. XIV, 7 (comentando Mt 18, 23): G.C.S. 40, 289.
3. K. RAHNER, Curso fundamental sobre la fe, Barcelona 1979, 343.
4. Ibld, 349.
20 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR EL SALVADOR Y LA SALVACIÓN 21

ficativos de la persona y de la acción de Jesús. San Pablo era muy cons- otra cara de una realidad única. Analizará los diversos aspectos de la
ciente de ello cuando no vacilaba en decir que Jesús en persona se ha obra salvífica de Cristo por nosotros a partir del lenguaje elaborado en
hecho para nosotros «justicia, santificación y redención» (1 Cor 1, 30). el Nuevo Testamento y desarrollado en la tradición eclesial. Partirá de
la identidad humano-divina de Jesús que lo constituye único Mediador
entre Dios y los hombres. Antes se iba de la salvación a la identidad;
La identidad del Salvador ahora se irá de la identidad a la salvación. Dos procedimientos solida-
En un libro precedente de esta misma colección, Jésus-Christ dans rios y complementarios, que están en una situación de prioridad recí-
¡a tradition de l'Eglise, partí de reflexiones análogas al desarrollar la proca el uno ante el otro. La problemática y el modo de la exposición
fórmula «Jesús es el Cristo». Porque el término Cristo, es decir Mesías, serán simplemente distintos, por razones que se deben a la vez al conte-
expresa ante todo lo que Jesús es y hace por nosotros. Pero luego indica nido y a la historia de las doctrinas.
también el «para Dios» de Jesús y por tanto su identidad completa. De
esta forma la perspectiva soteriológica está en el punto de partida de
toda reflexión cristológica, como demuestra claramente el desarrollo n. LA NECESIDAD DE LA SALVACIÓN
del dogma a partir de la cuestión reformulada continuamente: ¿Quién
tiene que ser en definitiva Jesús de Nazaret para que pueda salvarnos de
verdad? Por tanto, se puede decir con E. Schillebeeckx que «Dios salva La buena nueva de la salvación, corazón del misterio cristiano
a los hombres por Jesucristo» es una afirmación de «primer grado» en La identidad concreta entre la persona de Jesús y la buena nueva de
la fe cristiana, y que la expresión explícita de la identidad de Jesús es la salvación del hombre nos revela algo que está en el corazón de la fe
una afirmación de «segundo grado»5. Porque Jesús no puede salvarnos cristiana. Porque «se impone un hecho bien sólido en el nivel de la reve-
si no es, en la unidad de una misma persona, el verdadero Dios y el ver- lación...: es la fe en la salvación ofrecida por Yahvéh o por Jesucristo...
dadero hombre que ha confesado la tradición cristiana de forma cada lo que explica la formación de la unidad literaria que es la Escritura, así
vez más precisa y hasta especulativa. Asumiendo igualmente esta soli- como la constitución de loque se presenta como el pueblo de Dios. En
daridad original entre la soteriología y la cristología, Karl Rahner opina la revelación la redención no presenta únicamente el papel de un tema
que la cristología debe encontrar «el punto de partida fundamental y de- (como la creación...), sino que tiene una función estructural: la fe, la efi-
cisivo... en un encuentro con el Jesús histórico»6 y que la relación entre cacia de los sacramentos, gravitan en torno a ella o son su expresión.
el creyente y Cristo es la que tenemos con el «Salvador absoluto», dado Este factor de orden soteriológico es el centro de irradiación del mensa-
que la salvación que él nos trae es la «comunicación de Dios mismo a la je bíblico: ¡Pablo anuncia a Jesús crucificado y sólo a él! Pero esto
humanidad»7. constituye el centro de la enseñanza de ¡a Iglesia, así como de su
Así pues, la soteriología y la cristología son inseparables; si se tra- vida» 8 . Karl Barth, entre otros muchos, hace el mismo diagnóstico
tan en dos obras diferentes cada una de estas polaridades no es ni cuando habla de la doctrina de la reconciliación: «Se trata del centro de
mucho menos para introducir entre ellas una escisión que sería irreme- lo que constituye el objeto, el origen y el contenido de la predicación y
diablemente mortal. Tan sólo las limitaciones del lenguaje discursivo por tanto de la dogmática... A partir de aquí, se debe y se puede cierta-
del hombre legitiman este doble tratamiento, ya que no es posible decir- mente pensar en una periferia. Pero sólo puede pensarse en ella a partir
lo todo a la vez. El primer libro intentaba desarrollar, a través de la tra- de aquí. Cualquier error y cualquier laguna en el conocimiento del cen-
dición y del recurso a la Escritura, todo lo referente a la identidad de tro mencionado falsearía inmediatamente el conocimiento de todo lo
Jesús, el mismo que nosotros, pero a la vez distinto de nosotros y el demás9. Más recientemente Walter Kasper realiza este mismo discerni-
Otro en relación con nosotros. Y lo hacía presuponiendo siempre y ex- miento: «La unidad de creación y redención es 'el' principio hermenéu-
presando ya en parte la realidad de la salvación. Este libro presenta la tico fundamental para la eiégesis de la Escritura»10.

5. E. SCHILLEBEECKX , Jesús. La historia de un viviente, Cristiandad, Madrid 1981,


511-514. 8. E. HAULOTTE, La rédempion (a roneo), Lyon-Fourviére 1967, 5.
6. K. RAHNEX, O. C.,215. 9. K. BARTH, Dogmatique IV, I, 1, 57, Labor ct Fides, Geneve 1966, t. 17, 1.
7. bid, 233s. 10. W. KASPER, Jesús, el Cristo,Sigúeme, Salamanca 19793, 247.
22 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR EL SALVADOR Y LA SALVACIÓN 23

El análisis de los múltiples testimonios escriturísticos de la reden- la salvación. Esa misma palabra ha quedado devaluada a sus ojos. La
ción y de la salvación ilustrará abundantemente estos juicios. Contenté- satisfacción de muchos de sus deseos parece cerrar para él los horizon-
monos por ahora con una alusión elemental. En el Nuevo Testamento la tes últimos de su existencia más allá del disfrute inmediato del presente.
experiencia de la salvación está ligada inmediatamente a la confesión
Reflexión fácil y demasiado superficial, que deja de lado no sólo los
de Jesús, como Cristo (Mesías), Señor e Hijo de Dios, y por tanto Salva-
dramas y el sufrimiento de nuestro tiempo, sino incluso la sutil meta-
dor. Todo el acontecimiento de Jesús tuvo lugar «por nosotros», «por
morfosis de la angustia inherente a la condición humana. El «monstruo
muchos» (Me 10, 45; 14, 24), en una expresión más detallada «por
de iniquidad» del que hablaba Pascal sigue palpitando en nosotros y
nuestros pecados» (1 Cor 15, 3), y en un lenguaje más personal «por
arroja sobre nuestras mayores satisfacciones la sombra de unas cuestio-
mí» (Gal 2, 20). El evangelio de Juan subraya el amor de Jesús por los
nes sin respuesta fácil: ¿para qué todo esto? ¿qué sentido tiene esta exis-
suyos «hasta el extremo» (Jn 13, 1), ya que «nadie tiene mayor amor
tencia? ¿en qué consiste tener éxito? ¿cómo conseguirlo? La cuestión
que el que da su vida por sus amigos» (Jn 15, 13). El amor que Jesús
de la salvación nos resulta tan insoslayable como la cuestión de Dios.
tiene «por nosotros» es el gran motivo de su venida, el corazón de su
Las dos son estrechamente solidarias. Diría incluso que la primera es
misión. La exégesis reciente ha podido inventar el término de «pro-
más insoslayable que la segunda, ya que es ante todo una cuestión sobre
existencia»" para expresar el ser mismo de Jesús. El símbolo de Nicea-
nosotros mismos. La prueba de ello está en que los humanismos ateos
Constantinopla señala también este eje central del misterio cristiano,
intentan también responder a la cuestión de la salvación del hombre.
cuando introduce la secuencia relativa a la encarnación, la vida, la
muerte y la resurrección de Jesús con la mención «por nosotros los La historia de las religiones manifiesta claramente hasta qué punto
hombres y por nuestra salvación». le preocupa al hombre la búsqueda de la salvación a través de la particu-
laridad de sus culturas y de las variaciones de su historia. En todas las
grandes religiones, antiguas o presentes, tanto en las cósmicas como en
¿Tenernos necesidad de salvación? las que se apoyan en una palabra revelada, y hasta en las manifestacio-
nes contemporáneas del «retorno de lo religioso», prescindiendo de la
Pero ante la repetición de estas afirmaciones tradicionales se plantea ambigüedad de algunas de sus manifestaciones sectarias, leemos siem-
enseguida una cuestión: ¿tenemos realmente necesidad de ser salva- pre la expresión diferenciada de una respuesta a la cuestión de la salva-
dos? Porque la salvación no es una buena nueva más que para los que ción del hombre. Según una forma de investigación diferente, pero mu-
sienten una necesidad absoluta y urgente de ella. Los boat people que chas veces correlativa, de la perspectiva religiosa, la historia de la
van errando en esas frágiles embarcaciones a merced de las tempesta- filosofía da testimonio de esta misma precocupación: decir el sentido
des y de los piratas no tienen necesidad de grandes discursos para com- del hombre en el universo, plantear el problema de lo absoluto, intentar
prender lo que puede ser su salvación. Si el comandante de un barco que la vida humana se logre. Esta preocupación se expresa incluso en la
capaz de subirlos a bordo, de alimentarles y de llevarlos a una tierra crítica más aguda del riesgo de proyectar los deseos del hombre en una
acogedora les grita: «os voy a echar una mano, ¡subid!», les lanza la realidad ilusoria Hasta las filosofías de la rebelión intentan salvar la
buena nueva de una salvación cuya evidencia no se discute. Cuando dignidad y el honor del hombre enfrentado con un destino absurdo12.
esos hombres y esas mujeres le manifiestan su gratitud, le dirán segura- Hoy asistimos igualmente a la reaparición de la gnosis, bajo la forma de
mente: «Es usted nuestro salvador. Sin usted habríamos muerto; le de- una búsquedi de la salvación por la ciencia Casi no es necesario repetir
bemos la vida». ¿Pero puede considerarse esta situación extrema como cómo el molimiento marxista, en su doble dimensión filosófica y polí-
el símbolo de la condición humana? Hoy se dejan oír muchas voces di- tica, constituye la propuesta, por no decir la imposición, de una forma
ciendo que el hombre no tiene por qué plantearse las «cuestiones últi- de salvación colectiva mediante la fuerza mesiánica que reside en la
mas». El desarrollo de las sociedades de consumo le permite responder clase obrera.Sabemos hasta qué punto el tema de la liberación de las di-
a sus necesidades esenciales y hasta conseguir una «calidad de vida» versas formas de opresión política es una poderosa palanca en muchos
desconocida hasta ahora. El hombre de hoy ya no vive en la angustia de países para movilizar a los pueblos con vistas a una salvación que ad-
quiere a menudo , a título simbólico, un valor absoluto. De forma con-
11. H. SCHURMANN, ¿Cómo entendió y vivió Jesús su muerte? Sigúeme, Salamanca
1982, 129-163. 12. Por ejenplo, ALBERT CAMUS en L'homme revoltéy Le mythe de Sisyphe.
24 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR EL SALVADOR Y LA SALVACIÓN 25

movedora el hombre de buena voluntad que era Raymond Aron termi- La otra situación fundamental de miseria humana es la esclavitud;
naba así sus memorias poco antes de desaparecer: «Recuerdo una ex- si la anterior estaba inscrita ante todo en las relaciones del hombre con
presión que empleaba a veces cuando tenía veinte años, en mis conver- la naturaleza, la segunda surge ante todo de las relaciones del hombre
saciones con los camaradas y conmigo mismo: "conseguir una con el hombre. Las costumbres militares de los antiguos querían que el
salvación laica". Con o sin Dios, nadie sabe al final de su vida si se ha vencedor se llevara a su patria como prisioneros a los soldados venci-
salvado o perdido... Recuerdo esta fórmula sin temor y sin temblor»13. dos, deportando a veces poblaciones enteras para hacerlas esclavos. Ese
Si la salvación cristiana está bien especificada en cuanto a su natura- pueblo, desterrado de sus raíces, privado de su libertad, llevaba una
leza y su contenido, la cuestión y la necesidad de la salvación constitu- existencia inferior, se veía de ordinario sometido al trabajo forzado, y
yen un dato antropológico fundamental. Quizás nuestro tiempo ha cam- soñaba con su liberación. Desgraciadamente, nuestra época ha conoci-
biado su lenguaje, pero la verdad es que no se ha escapado de su do y conoce todavía situaciones de este tipo: deportación de poblacio-
realidad. nes, campos de concentración, gulags, el trabajo que pretende hacer li-
bres a los hombres15, secuestros, rehenes, situaciones de opresión
Las dos imágenes bíblicas de la salvación económica y política. Esta situación fue en la que cayó también el pue-
blo de Israel, desde el momento en que desapareció el faraón que había
Las raíces antropológicas de la cuestión de la salvación pueden ma- conocido José (Ex 1,8). Por eso la liberación política de la esclavitud
ravillosamente ilustrarse por medio de las dos situaciones humanas fun- egipcia se vivió como el símbolo de una liberación de todo mal y del ac-
damentales que sirven de referencia a la elaboración del concepto de ceso a la tierra prometida, es decir, de una vida feliz y tan larga como
salvación: la de la enfermedad, que se opone al bien elemental de la fuera posible. El paso del mar Rojo (la pascua) y la entrada en la tierra
salud, y la de la esclavitud, opuesta a la condición de libertad. de Canaán constituían para Israel el acontecimiento fundador de su his-
La enfermedad, signo precursor de la muerte, pone en juego nuestra toria, por el que había conocido la experiencia del compromiso libera-
misma existencia. Amenaza con arrebatarnos el bien por excelencia dor de su Dios a su lado para salvarlo de la servidumbre. Las teologías
que es la vida. Es el signo de nuestro «ser para la muerte», es decir, de de la liberación han vuelto a encontrar én nuestros días el valor tan
una finitud al mismo tiempo irremediable e inaceptable, mientras que denso de este simbolismo.
hace zozobrar nuestras relaciones con el mundo y con nosotros mismos Estas dos situaciones de desgracia, la enfermedad y la muerte por un
en el sufrimiento físico y moral. Al contrario, la salvación es la salud lado, la violencia que somete al hombre a su semejante por otro, se han
(en algunas lenguas, y concretamente en el griego bíblico, estos dos cernido siempre sobre la humanidad de forma radical; pertenecen a la
sentidos coinciden en la misma palabra), es la vida. Del que sale de una condición humana. No conocen de este mundo más que salvaciones
grave operación se dirá que se ha salvado y hasta que ha «resucitado». provisionales. A través de las vicisitudes de su existencia, por consi-
El convaleciente llamará de buen grado a su médico su salvador. Tam- guiente, cada uno de los seres humanos se ve enfrentado con la cuestión
bién es éste el lenguaje de la Biblia: los salmos están Henos de gemidos de una salvation absoluta y definitiva, es decir, de una vida plenamente
pidiendo la ayuda de Dios para recobrar la salud (Sal 6; 30; 38; 41; 102). libre y definitivamente «resucitada».
Por Otra parte la enfermedad se presenta como signo de pecado y en ella
se acumulan todos los tipos de adversidad. También en los evangelios
vemos a Jesús lleno de compasión por los enfermos: cuando los cura, La salvación, liberación
los «salva», ya que el mismo término designa la vuelta a la salud física
y la salvación total de la persona ante los ojos de Dios, en particular la Estas dos referencias bíblicas nos permiten profundizar en la noción
liberación del pecado (Mt 9,22; Me 3,4; 5,23.24.28; 6,56; etc...)H. La de la salvación según sus dos connotaciones esenciales: primero una
recuperación de la salud se convierte en el símbolo eficaz de la salva- connotación negativa, la de una situación desgraciada de la que nos
ción y de la entrada en el reino. libra la salvación; y luego una connotación positiva, la concesión de un
bien decisivo16.
15. Es coincido el lema siniestro que acogía a los deportados en la entrada de los
13. R. ARON, Mémoires, Julliard, París 1983, 751. campos nazis: «Arbeit macht freí».
14. Para la insistencia en el sentido espiritual, cf. Mt 18, 11; Le 7, 50; el vínculo 16. Cf. Enyclopedia Umversalis, art. Salut,en donde se subrayan los dos sentidos
entre los dos sentidos se subraya en Sant 5,15-20. d e las palabras ¿emanas Erlósung y Heil,t. 14, 643.
26 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR EL SALVADOR Y LA SALVACIÓN 27

«El interlocutor de una teología actual es el hombre doliente, que esta muerte impregna toda su existencia. Está igualmente sometido a
tiene experiencia concreta de la situación de infelicidad y es consciente la enfermedad, anuncio de la muerte en el corazón mismo de la vida,
de la impotencia y de la finitud de su condición humana. Este sufri- como hemos visto. La medicina lucha cada vez mejor contra la enfer-
miento puede revestir múltiples figuras: la figura de la explotación y la medad y la muerte, pero sus victorias más espectaculares chocan con
opresión de la culpa, de la enfermedad, de la angustia, de la persecu- un límite infranqueable; si cada vez gana más batallas, acaba siempre
ción, del destierro y de la muerte en sus diversas formas. Estas expe- perdiendo la guerra El trabajo del hombre, necesario para su supervi-
riencias del sufrimiento no son fenómenos marginales y residuales de la vencia y para la trasformación del mundo, es apasionante en muchos
existencia, como el lado sombrío del ser humano; se trata de la condi- aspectos: creatividad, humanización del universo, realización del hom-
ción humana como tal»'7. Estas reflexiones de Walter Kasper expresan bre a través de su propia acción. Pero está también marcado por una
atinadamente la intensidad con que nuestro mundo cultural de estos fi- valencia negativa: es duro, penoso, a veces alienante y peligroso; hace
nales del siglo XX experimenta el problema del sufrimiento y del mal sufrir (¿no se llaman las salas de parto salas de trabajo?), en una pala-
en general, aun cuando el hombre se haya tenido que enfrentar desde bra, es «laborioso». Finalmente, pasamos hoy por la experiencia de la
siempre con él. Las atrocidades de nuestro siglo, perpetradas ayer y contradicción: los esfuerzos más legítimos del trabajo humano por
hoy en casi todos los continentes contra poblaciones enteras, vuelven a transformar y hacerlo más humano chocan con los límites de la natura-
caer como una lluvia acida que viene a gangrenar la conciencia de cada leza y producen efectos negativos sobre nuestro mundo ambiental. Por
individuo y ahondar su angustia; se trata del tema de «vivir y pensar otro lado, en su relación global con la naturaleza el hombre experi-
después de Auschwitz». menta siempre su fragilidad y su dependencia insuperable respecto a
En este problema del sufrimiento y del mal resulta difícil establecer ciertas fuerzas naturales anónimas; es periódicamente víctima de ca-
una distinción inicial entre lo que parece imponerse a todos nosotros tástrofes geofísicas que se abaten ciegamente sobre él, prescindiendo
como un destino o una fatalidad, o al menos como una condición natu- de cuál haya sido la parte que le toque a su responsabilidad (por ejem-
ral, y lo que es consecuencia de las decisiones libres del hombre y com- plo, cuando construye imprudentemente sobre terrenos expuestos a te-
promete por tanto su responsabilidad. Esta frontera tan difícil de trazar rremotos).
pertenece al misterio opaco del mal que se escapa de toda racionalidad. Está además la división de los hombres entre sí, esto es, el mal y el
La actitud religiosa tradicional situaba el centro de gravedad del mal en sufrimiento que afectan a la esfera de la sociedad. Chocamos aquí con
el terreno de la libertad humana; los tiempos modernos insisten más en una implicación entre lo sufrido y lo querido imposible de discernir.
la objetividad de nuestra finitud y de nuestra contingencia, cuando no Aparece esta división en los tres terrenos-clave de la vida familiar, de la
sientan al mismo Dios en el banquillo. Es cierto que «la cuestión de vida económica y de la vida política. La familia es el lugar del ejercicio
Dios y la cuestión del sufrimiento aparecen correlacionadas»18 y que el de la sexualidad, que engendra relaciones privilegiadas entre el hombre
problema de la justificación del pecador se ha convertido a menudo en y la mujei, entre los padres y los hijos, entre los hermanos y hermanas.
los tiempos modernos en el problema de la justificación de Dios. Sin Puesto que la sexualidad humana se arraiga en la sexualidad animal,
entrar aquí en todo el análisis que merecería este tema, me gustaría sim- aunque distinguiéndose radicalmente de ella, supone a la vez una rela-
plemente describir brevemente a continuación la serie de divisiones que ción del hombre con la naturaleza y una relación inter-humana: el insti-
afectan al hombre, en virtud a la vez de su finitud y de su pecado, po- tuto de lareproducciónse convierte en deseo amoroso. Pues bien, este
niéndolo en una situación desgraciada respecto a las reconciliaciones lugar por excelencia de la comunicación y del amor es también un lugar
correspondientes a las que aspira como a una liberación. de división, de antagonismo, de muros infranqueables y de incapacidad
Está en primer lugar la división del hombre y de la naturaleza, un para comunicar. Aparecen en él muchas ambivalencias, fracasos (el nú-
mal y un sufrimiento que se nos imponen como una evidencia. El hom- mero de divorcios...) y hasta perversiones en las relaciones; la relación
bre es un ser marcado para la muerte, absurda y escandalosa ante los no dominada con la naturaleza repercute en las relaciones interhuma-
ojos de su deseo de vivir plenamente y para siempre. La angustia de nas, surgiendo la dominación, la violencia, la posesión egoísta. Muchas
veces las personas son tratadas allí como objetos (prostitución). Puede
17. W. KASPER, El Dios de Jesucristo, Sigúeme, Salamanca 1985, 189. decirse que el fracaso de la familia y el fracaso de la relación hombre-
18. ltxd.,190. mujer son de los problemas más graves de nuestra sociedad.
28 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR EL SALVADOR Y LA SALVACIÓN 29

Resulta banal recordar el maleficio que se cierne sobre las estructu- creciendo en la misma medida que crecen los medios técnicos. El hom-
ras económicas y sociales, tanto bajo el nombre de capitalismo como de bre de hoy n o es peor que el de la sociedad tradicional; lo que pasa es
socialismo. El «socialismo con rostro humano» sigue siendo un sueño que dispone de más medios. El siglo XX ha tenido que pasar por la tris-
todavía. Es el maleficio de la explotación del hombre por el hombre, en te experiencia de la trágica eficacia que han dado a los regímenes totali-
el plano individual y colectivo, nacional e internacional; el maleficio de tarios los medios de la racionalidad técnica para la realización de la
las estructuras de injusticia que afectan a las relaciones económicas, por «condición inhumana» 21 .
el hecho de estar gobernadas por el egoísmo humano, fuente secreta de
violencia. A los maleficios de siempre, a los que acompañaron el desa- Finalmente, todos los hombres se descubren divididos contra sí mis-
rrollo industrial del siglo XIX, vemos añadirse ahora los que correspon- mos; en el corazón mismo de nuestra conciencia, en esa instancia secre-
ta de nuestra libertad, pasamos por la experiencia de una contradicción
den a la era de la sociedad post-industrial. El crecimiento rápido de los
que se nos impone como una ley irremediable de nuestro obrar, pero de
medios técnicos de producción es cada vez más difícil de poner al servi-
la que somos libremente cómplices. Nos parecemos a aquel hombre
cio del bien común y engendra una nueva forma de paro. La compleji-
bajo la ley que describía Pablo: «Realmente, mi proceder no lo com-
dad infinita de las relaciones económicas mundiales las hace indomina-
prendo; pues no hago lo que quiero, sino que hago lo que aborrezco...
bles, hasta el punto de que se escapan de toda racionalidad. El mismo
Querer el bien lo tengo a mi alcance, pero no el realizarlo, puesto que
progreso técnico, a pesar de sus admirables éxitos, exaspera la división
no hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero» (Rom
norte-sur que atraviesa al mundo: algunos países cada vez más ricos se
7, 15.18-19). Esta alienación secreta de nuestra libertad nos hace reali-
enfrentan con otros que están sumidos en una pobreza inhumana. Pablo zar la experiencia de lo que Solzhenitsin describe como «malicia» de
VI denunció ya este desequilibrio creciente 19 , ya que la cuestión social una forma tanto más conmovedora cuanto más ingenua. Su héroe del
se h a convertido en una cuestión mundial. Asi, en la misma medida en Pabellón de los cancerosos, Kostoglotov, que acaba de salir del hospi-
que el hombre escapa de su alienación frente a la naturaleza, vuelve a tal, visita el parque zoológico de la ciudad cercana. Descubre entonces
caer bajo la alienación de lo que parece ser una fatalidad nueva, resulta- la jaula vacía de un mono, en la que se leía este aviso, escrito a vuela
do de las decisiones de su libertad. Por otra parte, el modelo de una eco- pluma:
nomía desarrollada y de una sociedad de consumo engendra eso que
Paul Ricoeur llamaba en lenguaje teológico la codicia, esto es la «"El mono que aquí vivía se ha quedado ciego por culpa de la cruel-
«cautividad del deseo» y la «bulimia del consumidor» 20 . La búsqueda dad insensata de un visitante. Un malvado ha arrojado tabaco a los
de un «cada vez más» en el orden del tener, del disfrutar y del poder, ojos del macaco rhésus..."
que ha adquirido un valor de modelo de civilización, es de hecho la bús- ¡Aquello le impresionó! Hasta entonces, Oleg había estado paseando
queda de un infinito malo que pervierte los valores humanos más eleva- con la sonrisa complaciente del que ha visto ya muchas cosas; pero en-
dos y hace al hombre finalmente desgraciado. tonces le entraron ganas de ponerse a gritar, a chillar, a alborotar todo
el parque, como si hubieran tirado tabaco a sus propios ojos.
En la esfera de la vida política, la historia de los hombres atestigua ¿Porqué...? ¿Simplemente porque sí...? ¿Sin razón alguna? Más que
sin duda algunos éxitos debidos a un consenso social equilibrado y todo lo demás, era aquella simplicidad infantil de la redacción del Ie-
feliz. Pero fueron momentos de un equilibrio frágil y precario. Los pue- rren) lo que le oprimía el corazón. De aquel desconocido que se había
marchado impunemente no se decía que era anti-humano, no se decía
blos felices carecen de historia, se dice, pero la historia de los hombres
q u e era un agente del imperialismo americano. Se decía que era un
es de ordinario la de sus relaciones de violencia: dominación y esclavi-
mal/ado. ¡Y esto era lo escandaloso! ¿Por qué decir que era simple-
tud, guerras cada vez más mortíferas, racismo, colonialismo, genoci-
mente un malvado?»22.
dios, torturas, campos de concentración... El poder político es una nece-
sidad para la regulación de la vida en sociedad. Pero parece como si Sí, ¿per qué el hombre es malvado? Se trata de un hecho contra el
estuviera ligado un maleficio al ejercicio de todo poder que tiende a que aparentemente no podemos hacer nada y que sin embargo nos
franquear sus propios límites. Este maleficio de la voluntad de poder va compromete. Porque no basta con decir «el mundo es malo» o «los
otros s o n malos». Si quiero ser honesto conmigo mismo, he de reco-
19. En su encíclica Populorum Progressiode 1967. 21. Expusión de J. SoiiMET, L'honneur de la liberté, Centurión, París 1987, 153.
20. P. RICOEUR , Previsión économique et choix éthique: Esprit 346 (1966) 186-187. 22. A. SJLZHENITSIN, le pañllon des cancéreux, Julliard, París 1968, 666-667.
EL SALVADOR Y LA SALVACIÓN 31
30 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR

nocer mi propia connivencia con la maldad ambiental: «yo soy malo» toma de conciencia del sin-sentido de la existencia humana, bien diag-
Realizo en mí mismo secretamente lo que denuncio violentamente en nosticado por P. Ricoeur:
los demás; ya lo indicó certeramente san Agustín que, ya desde niño,
«Comprender nuestro tiempo es poner juntos en relación directa los
le gustaba trampear en este juego: «¿Qué cosa había que yo quisiera dos fenómenos: el progreso de la racionalidad y lo que yo llamaría de
menos sufrir y que yo reprendiere más atrozmente en otros, si lo des- buena gana el retroceso del sentido... Estamos tocando aquí el carácter
cubría, que aquello mismo que yo les hacía a los demás?» 23 . Yo soy de insignificancia que afecta a un proyecto simplemente instrumental.
malo y voluntariamente malo. Aquel niño, vestido antes con el traje de Al entrar en el mundo de la planificación y de la perspectiva desarro-
la inocencia, está también marcado por la violencia de conflictos afec- llamos una inteligencia de los medios, una inteligencia de la instru-
tivos, por la envidia (tan bien descrita por Agustín) 24 , por el egoísmo. mentalidad —allí es verdaderamente donde hay progreso—, pero al
Hay un no sé qué de perversidad en los niños. Y si observo mi pasado, mismo tiempo asistimos a una especie de difuminación o disolución
me doy cuenta de que nací a mí mismo en la connivencia con el mal, de los fines. La falta cada vez mayor de fines en una sociedad que au-
lo mismo que nací en la solidaridad del lenguaje recibido. No soy menta sus medios es sin duda la fuente más profunda de nuestro des-
contento. En el momento en que proliferan lo manejable y lo disponi-
capaz de indicar el momento alfa de mi entrada en el circuito del mal.
ble, a medida que se satisfacen las necesidades elementales de comida,
Como cualquier otro, ese mal es fuente de sufrimiento, pero este sufri- de vivienda, de ocio, entramos en el mundo del capricho, de la arbitra-
miento me llega a lo más hondo, porque se me presenta como una riedad, en eso que podríamos llamar el mundo del gesto cualquiera.
lepra de mi propia libertad. «¡Pobre de mí! —dice también san Descubrimos que lo que más les falta a los hombres es la justicia cier-
Pablo— ¿Quién me librará de este cuerpo que me lleva a la muerte?» tamente, el amor sin duda alguna, pero más aún la significación. La in-
(Rom 7, 24). Llamada angustiosa a la liberación de una situación into- significancia del trabajo, la insignificancia del ocio, la insignificancia
lerable... de la sexualidad, ésos son los problemas en los que acabamos desem-
bocando»26.
Finalmente, el hombre realiza la experiencia de una última divi-
sión, que recapitula todas las demás: está separado de lo «Absoluto». Esta enumeración, quizás un poco árida en sus deseos de ser so-
Utilizo aquí adrede una expresión indefinida que se sitúa más acá del bria, de la larga serie de divisiones que caracterizan a nuestra condi-
reconocimiento explícito de un Dios personal. Estamos invencible- ción humana se resiste a pactar con cualquier tipo de pensamiento.
mente impregnados del deseo de lo Absoluto, sea cual sea el nombre Pero por poco que logremos evadirnos de nuestras distracciones coti-
que le demos: lo Absoluto de la felicidad, lo Absoluto de la vida en su dianas, ésos son precisamente los problemas con que chocamos. De
calidad y en su duración, concebido especialmente a partir de la expe- todas formas, afectan a nuestra manera de vivir, porque están ligados a
riencia del amor. La mayor felicidad de un gran amor pretende ser la cuestión de la felicidad. No nos olvidemos tampoco de la frase de
total y eterna. «Nuestra situación no nos causaría sufrimiento, si no tu- Pascal: « L a grandeza del hombre es grande porque se sabe miserable;
viéramos al menos la idea latente de una existencia deteriorada y de un árbol n o se sabe miserable» 27 . Una vez más esta descripción, sim-
una existencia lograda y plena, si no buscáramos al menos implícita- plemente feromenológica del sufrimiento y del mal dibuja lo que es el
mente la salvación y redención. Porque aspiramos como hombres a la hecho de nuestra finitud y de nuestra contingencia (en dogmática cris-
salvación, sufrimos en nuestra situación de desgracia y sólo por eso tiana: lo q u e está ligado a la creación) y lo que corresponde a la liber-
nos rebelamos contra ella. Si no hubiera una "nostalgia hacia lo total- tad y al pecado del hombre (en lenguaje cristiano: el pecado). Esboza
mente otro" (M. Horkheimer), nos contentaríamos con lo existente y en profundidad la doble razón por las que tenemos una necesidad radi-
no aspiraríamos a lo que no es» 25 . Pues bien, toda la historia tanto de cal de liberación, de reconciliación, en una palabra, de salvación.
los individuos como de las sociedades atestigua que el hombre no
puede alcanzar lo Absoluto por sus propias fuerzas; peor aún, que sus La salvación plenitud de vida
relaciones con lo Absoluto están de alguna manera cortadas. En nues-
tro mundo cultural esta alienación de la Absoluto desemboca en la Para e l hombre que se está ahogando, la salvación consiste en ser
llevado a tierra, en calentarse, en volver a la vida; para el enfermo, es
23. SAN AGUSTÍN , Confesiones I, XIX, 30: en Otras II, BAC, Madrid 1946, 357.
24. lbid.1, VII, 11: o. c.,583. 26. P. RICOEUR , art. cit, 188-189.
25. W. KASPER, El Dios de Jesucristo, o. c , 190. 27. B. PASCU., Pensamientos n. 114, en Obras, Alfaguara, Madrid 1981, 380.
32 JESUCRISTO, E L ÚNICO MEDIADOR EL SALVADOR Y LA SALVACIÓN 33

la curación; para el prisionero, es la libertad, la calidad de vida entre de nuestras relaciones con Dios. Lo que se nos da aquí abajo estaría
los suyos. Porque si la salvación es por un lado liberación (Erlosung) abocado al fracaso y sería por tanto ilusorio, si no se viera barrido por
del sufrimiento y del mal, es también la concesión de un bien decisivo una forma de vida definitiva y absoluta Al contrario, si la cara terrena
(Heit). Si se quiere caracterizar el contenido de la salvación del hom- de la salvación no es más que la mitad de esa ficha cuya otra mitad
bre en general, nos encontramos siempre con el término de vida: ser sigue estando escondida en el misterio de Dios, es decir, si tiene un
salvado es vivir, vivir plenamente y vivir para siempre. Vivir plena- valor simbólico en el sentido fuerte de la palabra, entonces tenemos la
mente es vivir en libertad y en el amor, es poder realizar los deseos certeza de que nuestra vida está ya «salvada» desde aquí abajo, esto
más profundos. En otras palabras, es encontrar la «felicidad». es, de que tiene un sentido y de que puede construir algo definitivo.
Para todo ser humano la cuestión de la salvación es sin duda la del
Esto es precisamente lo que viene a decirnos la buena nueva del
éxito definitivo de su vida. Esta cuestión pasa inevitablemente por el
reino de Dios, revelado y realizado en Jesucristo. Nos dice que esta-
compromiso de su libertad: ¿qué voy a hacer con mi vida, la única rea-
mos ya radicalmente salvados, aquí y ahora, tanto del mal que nos
lidad de que dispongo? Tengo la responsabilidad de hacer que tenga
afecta como del que hacemos nosotros, si queremos recibir esa salva-
éxito o que fracase. Como dice claramente K. Rahner, «en tanto el
ción en la fe y sacar sus consecuencias en nuestra manera de vivir. No
hombre como sujeto libre está encomendado responsablemente a sí
nos dice que escaparemos de forma mágica del sufrimiento y de la
mismo, en tanto él ha devenido para sí mismo como objeto de su au-
muerte, pero sí que podemos convertirlos a ejemplo de Cristo y darles
téntica y originaria acción una de la libertad, la cual afecta al todo de
una fecundidad definitiva Porque también nos dice que esa salvación
su existencia humana, puede hablarse ahora de que el hombre tiene
contiene un rostro oculto que se revelará en nosotros en el reino tras-
una salvación y de que la auténtica pregunta personal de la existencia
cendente que constituye Dios con todos los resucitados, llamados a
es en verdad una pregunta de salvación»24. Pero al mismo tiempo,
verlo por toda la eternidad. Esta salvación, en su doble aspecto de gra-
como muestra abundantemente la reflexión anterior sobre la salvación
cia en este mundo y de gloria en el reino de Dios, es «vida eterna»,
como liberación, el hombre realiza la experiencia de su incapacidad
porque es otra del don que Dios nos hace de su propia vida en su Hijo
para realizar su salvación basado únicamente en su libertad. Inmerso
Jesucristo, enviado por él a nuestro mundo para establecer una alianza
en el misterio de un destino que le supera, enfrentado sin cesar con los
eterna entre Dios y el hombre. Más allá de todos nuestros deseos, Dios
fallos de su propia libertad, aguarda la buena nueva de una salvación
prepara para quienes lo aman «lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al
que le revele la vocación que tiene más allá incluso de su conciencia
corazón del liombre llegó» (1 Cor 2, 9).
inmediata, y le conceda poder responder libremente a la llamada que
se le dirige. Esta revelación de felicidad y de vida va ciertamente acompañada
Este deseo de la salvación como plenitud de vida concierne evi- de la revelación del misterio abismal del pecado, que no haré más que
dentemente a nuestra existencia presente. El anuncio de una salvación mencionar aquí dado que no es objeto de este libro. Pero, se dirá, ¿no
que no fuera capaz de dar sentido, valor y felicidad a nuestra vida ac- debería hablarse del pecado antes de hablar de la salvación? A esta
tual y traernos una primera reconciliación con el mundo, con los cuestión haj que responder decididamente que no, por poco que nos
demás, con nosotros mismos y con Dios, no sería más que opio del mostremos atentos al movimiento de la revelación. La revelación no
pueblo. Pero nuestra vida de a<¡uí abajo sigue estando marcada por la va del pecado a la salvación, sino de la salvación al pecado. Dios no
muerte que hace contradictorio el deseo de una salvación absoluta y empieza sumergiéndonos en el abismo de nuestros propios pecados,
definitiva en el marco de nuestra existencia terrena Queremos vivir del pecado de la humanidad y del mundo, del origen misterioso del
para siempre, y cualquier muerte, cualquier separación de nuestros pecado del lombre, que tiene su fuente en un acto de libertad tan real
seres queridos se vive como un sufrimiento a primera vista opaco. como irrepiesentable, para hacer que nos desanimemos y «perdamos
Pero también sabemos que la continuación perpetua de nuestra vida el corazón», como decía Pascal. Tanto en el Antiguo como en el
empírica es inconcebible y que llevaría consigo una especie de infier- Nuevo Testimento, Dios viene primero a salvarnos «con mano fuerte
no. La realización plena de la salvación compromete la trascendencia y brazo extendido», y es dentro de la salvación y de la vida que nos
ofrece donde nos revela en toda su radicalidad la dimensión teologal
del pecado, rechazo rebelde y orgulloso del don mismo de Dios, ver-
28. K. RAHNER, O. C, 59.
dadera catáítrofe de la libertad humana. Por consiguiente, la salvación
34 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR EL SALVADOR Y LA SALVACIÓN 35

cristiana no depende de una cierta concepción del pecado; es más bien realizar su vocación. Finito en su origen creado, infinito por su voca-
el pecado el que ha de comprenderse a la luz de la salvación y estu- ción de ver a Dios, es incapaz de dar por sí mismo el paso de un térmi-
diarse normalmente después de ella. no al otro. ¿A qué se debe este «derrengamiento», esta «misteriosa
¿Pero es el pecado la única razón por la que el hombre necesita la claudicación»?32 ¿No se tratará de una chapuza creadora? No, es el re-
salvación? ¿Puede decirse que, si el hombre no hubiera pecado, no sultado inevitable del designio que quiere hacer participar a un no-
habría habido necesidad de salvación? La respuesta a esta cuestión Dios de la vida misma de Dios. Esto, por hipótesis, no puede dárselo
—una respuesta paradójica en apariencia, pero previsible después de el hombre; no puede más que recibirlo. Independientemente incluso
lo que hemos visto de la finitud y de la contingencia del hombre— es: de todo pecado; porque el hombre no puede realizarse como hombre
«¡sí!»; pecador o no, el hombre se encuentra ante Dios en cualquier hi- más que en Dios, porque la cima de su humanización no puede ser
pótesis en situación de una necesidad radical de salvación. No se trata más que una divinización, por eso el hombre no puede «salvarse» por
ni mucho menos de elucubrar sobre cuál habría podido ser la condi- sí mismo. Es éste un dato fundamental que parece quizás alienante al
ción del hombre pecador en este mundo; carecemos en este caso de hombre que se ha hecho pecador y que a veces «se horroriza de ser
toda representación. Pero esta cuestión límite nos permite llegar al una criatura», pero se trata en el fondo de la otra cara de su grandeza.
misterio del hombre tal como sigue siendo hoy. La paradoja de la an- Porque Dios es misterio y el hombre está ortológicamente vinculado
tología cristiana, que viene a fundamentar lo que habíamos vislumbra- al misterio de Dios, hay también misterio en el hombre. Este dato se
do en nuestra descripción anterior, está en revelarnos que el ser del impone como fundamental en toda la doctrina de la gratuidad de la
hombre descansa sobre un desequilibrio misterioso. Como criatura, es gracia. A fortiori, el hombre pecador y desorientado respecto a su pro-
un ser finito. Por este título, hay entre él y Dios una distancia infran- pio fin no puede liberarse a sí mismo de las divisiones que lo desga-
queable, al menos por lo que a él respecta. Pero también ha sido crea- rran.
do «a imagen y semejanza de Dios» (Gen 1, 26) y por este nuevo títu-
lo está dirigido por una vocación, la de conocer a Dios, la de verlo y En el lenguaje de la Escritura y de la tradición eclesial volveremos
comulgar de su propia vida. «Seremos semejantes a él, porque le vere- a encontrar estos dos aspectos de nuestra salvación: liberación del pe-
mos tal cual es» (1 Jn 3, 2). Haciéndose eco de esta revelación del cado y divinización. Si el occidente ha subrayado más el aspecto pro-
misterio del hombre en el designio de Dios, Ireneo lanzó aquella frase piamente redentor, el oriente se ha complacido en poner el acento en
célebre, que a menudo se cita a medias: «La gloria de Dios es el hom- el aspecto divinizador. Pero distinguir no es separar; es lógico que
bre vivo; pero la vida del hombre es ver a Dios»29. Agustín expresará estos dos aspectos, sea cual fuere la dominante del discurso, forman
más tarde esta misma idea según el tono de su experiencia personal: una unidad concreta que siempre habrá que respetar.
«Nos has hecho para tí, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta
que descanse en ti»30. Muy recientemente el concilio Vaticano II se ha
expresado de este modo: «El aspecto más sublime de la dignidad hu- HI. LA CRU2 GLORIOSA DEL SALVADOR
mana se encuentra en esta vocación del hombre a la comunión con
Dios»31. Esta vocación pertenece al designio creador de Dios sobre el
hombre, que es un designio de adopción filial. «Nos ha elegido en él Ser salvado por alguien
(Cristo) antes de la creación del mundo, para ser santos e inmaculados Si la humanidad, abandonada a sus propias fuerzas, no puede reali-
en su presencia, en el amor; eligiéndonos de antemano para ser sus zar su salvación definitiva, en el sentido que hemos dicho, tiene nece-
hijos adoptivos por medio de Jesucristo» (Ef 1, 4-5). sidad de uri Salvador. Por eso, su historia está tan profundamente mar-
La paradoja se debe al hecho de que el hombre no puede realizarse cada por li esperanza religiosa, por el deseo y por la fe de que el
perfectamente como hombre por sus propias fuerzas. No puede él solo mundo divino, sea cual sea el modo con que se le represente, escucha
la llamada del hombre y viene a liberarlo. Esta es la razón de los di-
versos mesíanismos, antiguos o modernos, honrados o engañosos, que
29. IRENEO , Adv. haer. IV, 20, 7, Cerf, Paris 1984, 474. se manifiestan a lo largo de los tiempos periódicamente. La misma re-
30. SAN AGUSTÍN, Confesiones I, 1: o. c, 325.
31. Gaud¡uitietSpes29, 1.
32. H. DE LUBAC, El misterio de ¡o sobrenatural, Estela, Barcelona 1970, 161.
36 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR EL SALVADOR Y LA SALVACIÓN 37

velación cristiana se inscribe en una espera milenaria de un Mesías ve- Ya san Pablo no quería saber nada más entre los Corintios que «a
nido de Dios. Nunca hemos de olvidar que el término Cristo es un tér- Jesucristo, y éste crucificado» (1 Cor 2, 2). Cuando los judíos pedían
mino mesiánico. milagros y los griegos buscaban en sus palabras la sabiduría, Pablo les
Pero ¿quién será ese salvador? Un hombre parece ser al mismo predicaba a «un Cristo crucificado, escándalo para los judíos, necedad
tiempo necesario e insuficiente para ello; un «super-hombre» sería a la para los gentiles» (1 Cor 1, 23). Escándalo y necedad que son de todos
vez demasiado y poco; Dios mismo, sin duda, ¿pero de qué manera? los tiempos y que vuelven a aparecer hoy. En efecto, ¿qué puede
¿Al final de la historia, en el momento del encuentro escatológico de haber más contrario a la salvación que la imagen de un hombre des-
la humanidad con Dios? ¿O bien por su intervención activa y llena de preciado y subido al cadalso? Serán necesarias todas las maravillas del
gracia en el seno de nuestra historia? ¿Pero podrá Dios asumir una so- arte cristiano, sin contar con la conversión del corazón, para superar
lidaridad existencial con los hombres? ante la imagen del crucificado el horror que cualquier hombre siente
ante la horca o la guillotina. Escándalo de la muerte del justo entrega-
La revelación cristiana, que radicaliza la afirmación de que el do en las manos triunfantes de los malvados... Escándalo del silencio
hombre no puede salvarse a sí mismo, nos anuncia el gran gozo de de Dios que deja hacer... Locura de proclamar que esta cruz es nuestra
que nos ha nacido un Salvador (cf. Le 2,10-11). En Jesús de Nazaret, única esperanza... Locura de pretender que la salvación de todo hom-
nacido en Belén, un hombre como cualquiera de nosotros, en Jesús es- bre, ayer, hoy y mañana, depende de ella... Podríamos continuar largo
tablecido Cristo y Señor por su resurrección de entre los muertos y tiempo la lista de los escándalos y de las locuras...
manifestado por Dios como su propio Hijo, Dios Padre ha intervenido
en favor de cada uno de nosotros con una iniciativa de amor absoluto Hay que decir además que el escándalo de la cruz ha dado lugar en
y nos ha dado su Espíritu. En Jesús, muerto y resucitado, yo comprue- el curso de los años a ciertas interpretaciones que han falseado su sen-
bo no solamente que Dios existe, sino que yo existo para él, que él tido y que hoy nos parecen inadmisibles. El verdadero escándalo po-
quiere ser mi liberador y darme su propia vida. «Amor, ergo sum», demos decir que ha quedado como ocultado por los falsos escándalos
pudo decirse glosando la célebre fórmula de Descartes. Dios me ama; abusivamente añadidos por los hombres, como si no nos hubiéramos
luego existo y toda mi vida adquiere sentido y valor eterno. Y descu- convertido nunca para comprender la cruz por lo que realmente es. La
bro que el acto salvador que Dios realiza por mí es también el acto de idea que se ha hecho de ella ha sido siempre solidaria de la idea que se
un hombre como yo, que compromete libremente su vida en una mi- ha tenido de Dios. La cruz nos invita a convertir nuestra idea de Dios.
sión de salvación, arrancándonos a todos de las fuerzas del mal y lle- Pero la idea tenaz de un Dios vengador ha pervertido a veces el miste-
vando a cabo en él por nosotros el paso a Dios su Padre. Porque el que rio de la cruz. Entonces se corre la gran tentación de endulzarla, de re-
nos reconcilia con Dios y nos comunica la adopción filial es el único ducirla a algo razonable, o de ponerla un poco entre paréntesis y no
Mediador entre Dios y los hombres (cf. 1 Tim 2,5), ya que es verdade- ver en ella más que un accidente del recorrido, algo que está al mar-
ramente Dios y verdaderamente hombre. gen del misterio positivo de la salvación.
El catecismo del concilio de Trento decía: «Ciertamente, el miste-
El misterio de la cruz: escándalo j locura rio de la cruz debe ser considerado como el más difícil de todos»33.
Perfectamente consciente de esta dificultad, me gustaría afirmar con
La imagen grandiosa que recapitula todo nuestro tema es la de toda claridad mi objetivo. Haré todo lo posible por descartar estos fal-
Cristo en la cruz. Si nuestra salvación se confunde con la persona del sos escándalos, estas piedras de choque capaces de herir a los peque-
Salvador, ésta es ahora inseparable de los dos trozos de madera en los ños por los que murió Cristo. Pero no haré nada por orillar el verdade-
que fue clavado y que tra2an las cuatro grandes direcciones que abra- ro escándalo de la cruz, por disimularlo o relegarlo a un lugar discreto.
zan al universo entero. En este punto la tradición cristiana no ha inten- Creo con toda mi fe que está en el corazón del misterio cristiano y
tado nunca disimular las cosas: la cruz reina sobre nuestros altares, en quiero dejarla en ese lugar central. Creo que el escándalo y la locura
nuestras iglesias, en nuestras casas y hasta en nuestros caminos. La de la cruz es «fuerza de Dios y sabiduría de Dios» (1 Cor 1, 24) y que
llevamos como una insignia. La señal de la cruz abre nuestra plegaria
y acompaña a nuestras celebraciones. La cruz es el símbolo por exce- 33. Catecismo romano, 4* art. del Símbolo, 6: «Certe crucis mysterium omnium
lencia del cristianismo, lo mismo que la media luna es la del islam. difficillimum exisümandum est».
38 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR

ningún discurso podrá agotar su contenido. Tiene razón J. Moltmann


cuando dice que la cruz resiste a todas las interpretaciones34. En un
primer tiempo hay que acogerla con toda su facticidad, en su lumino-
sidad opaca, tanto en su belleza como en su horror, sin intentar racio-
nalizarla o «recuperarla», ni siquiera con una llamada fácil e inmedia-
ta a la resurrección. Mi estudio no reducirá el misterio de la cruz a un
conjunto de ideas claras y distintas perfectamente dominadas. Hablaré
de una lógica divina, que sigue siendo un misterio para nosotros y que
comporta un superávit de sentido que sólo es accesible al corazón.

La cruz del resucitado


Dicho esto, también es verdad que la cruz es inseparable de toda la
vida de Jesús y de su resurrección35; es la cruz del resucitado, la cruz
ya gloriosa de san Juan y de la tradición oriental, así como el resucita-
do es también llamado por los ángeles del sepulcro «el crucificado»
(Mt 28, 5). Cuando se habla de la cruz, se entiende muchas veces la
parte por el todo, es decir, el momento más conmovedor del misterio
pascual de muerte y de resurrección. Fue un error atribuir toda la vir-
tud de nuestra salvación a la cruz solamente, olvidando el alcance sal-
vador de la resurrección. Esta dicotomía desastrosa no podía menos de
desfigurar la cruz y relegar la resurrección al rango de una simple con-
firmación extema. Si la salvación del hombre es la plenitud de la vida
participada con Dios mismo, la vuelta a la vida y el acceso a la vida
gloriosa del resucitado anuncia y realiza ya de manera ejemplar el
contenido de nuestra salvación. Primera Parte
La marcha que proponemos
PROBLEMÁTICA
En esta obra seguiremos una marcha muy similar a la anterior. En
la primera parte expondré la problemática contemporánea y tradicio-
nal que condiciona al estudio de la soteriología. En la segunda, pro-
pondré un esbozo de la historia doctrinal de la soteriología, pasando
revista a los términos-clave que la han expresado en la Escritura y a lo
largo de la tradición. En la tercera parte, que dejaremos para un segun-
do tomo, volveré a la Escritura para esbozar una «propuesta soterioló-
gica» que intentará ser a la vez narrativa y sistemática.

34. J. MOLTMANN, El Dios cruciñcado. Sigúeme, Salamanca 1975, cap. II: Las re-
sistencias de la cruz contra sus interpretaciones (50-115).
35. O. GONZÁLEZ DE C ARDEDAL, Jesucristo redentor del hombre: Estudios Trinita-
rios 20 (1987) 314-315.
1
El malestar contemporáneo

La importancia que tiene para la fe cristiana la doctrina de la re-


dención y de la salvación explica la gravedad de las dificultades que
hoy se experimentan en su anuncio y en su predicación. La forma más
elemental del malestar que se respira en el ambiente reside en la obs-
curidad del vocabulario trasmitido por la tradición y por la liturgia res-
pecto a la cultura contemporánea: divinización, redención, justifica-
ción, a fortiori sacrificio, expiación, satisfacción o sustitución, otras
tantas palabras que se presentan cubiertas ahora por una gran opacidad
y que no remiten a ninguna experiencia o realidad. No cabe duda de
que los términos de liberación y de reconciliación, que hoy se han
vuelto justamente a descubrir, tienen un impacto real en nuestro
mundo cultural, pero su empleo sigue siendo muchas veces un tanto
vago y no han sustituido aún a las categorías precedentes.
Pero hay algo más grave todavía; no se trata tan sólo de obscuri-
dad, sino de contestación. Cuando algunos hombres de buena voluntad
se ponen a explorar el sentido de estos términos tradicionales y chocan
con el misterio de la muerte sangrienta de Jesús, lo que creen com-
prender de él provoca en su ánimo un sordo malestar, que a veces pasa
a ser una objeción confesada y hasta finalmente un rechazo bien claro.
Estas reacciones se encuentran tanto «en la base» como entre los inte-
lectuales. De la reacción espontánea podemos asumir este testimonio
que recoge J. F. Six:
«Hay un Jesús que no acaba de convencernos; es el Jesús crucificado,
mártir. Desde niños nos han dicho que había muerto por nuestros pe-
cados. Pero esto ya no se puede soportar. Es algo que nos desborda.
Nos han mostrado a un Jesús, un hombre inocente, que paga por los
demás; paga, se trata de una deuda; ¿y a quién paga? ¡a Dios! Se trata
de un Padre enérgico que exige la muerte del hijo, la castración... Y
42 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR EL MALESTAR CONTEMPORÁNEO 43

Dios saca una doble ganancia del Gólgota: se ve finalmente satisfecho sino, como en el derecho romano, una justicia concebida muy a lo hu-
en sus sentimientos de padre ofendido y pone a los hombres, sus hijos, mano (iustitia conmutativa) e incluso la lógica del derecho.-En razón
en un estado de inferioridad para siempre respecto a él: que Cristo de esta lógica la muerte de cruz queda aislada del mensaje y la vida de
haya muerto de ese modo, por la voluntad del Padre, condena a los Jesús, al mismo tiempo que de su resurrección: Jesús, en el fondo,
hombres, nos condena a nosotros, bien a obedecerle ciegamente, bien vino para morir. El anuncio concreto, la actitud, el sufrimiento y la
a vernos absolutamente culpabilizados, o incluso a las dos cosas a la nueva vida del Jesús de Nazaret histórico no desempeñan en esta teo-
vez»1. ría ninguna función esencial»4. Tendremos que volver sobre el pensa-
Recojamos de momento estas palabras sin juzgarlas; si la predica- miento de san Anselmo, decisivo en occidente, esperando dar un jui-
ción y la catequesis de la redención han evolucionado sensiblemente cio equitativo sobre él.
desde hace algunos decenios, la mentalidad corriente de los cristianos Küng propone igualmente una limpieza rigurosa de la idea de sa-
sigue estando impregnada de un discurso ambiguo en donde las afir- crificio expiatorio o propiciatorio, debido a que en el mundo moderno
maciones más fundamentales de la fe se ven parasitadas y a veces per- en el que ya no se ofrece ningún sacrificio cultual «el término sacrifi-
vertidas por una sistematización degradada que trasmite ciertas ideas
cio resulta enormemente equívoco e ininteligible a falta de algo equi-
de Dios primitivas, peligrosas y hasta odiosas2. Por consiguiente, será
valente en el campo de nuestra experiencia»5. Convendría por consi-
útil considerar con mayor precisión el pensamiento de algunos testigos
guiente expresar de otras maneras el significado universal de la
contemporáneos de este malestar y atender a los temas principales de
la contestación. muerte de Jesús «por nosotros», elemento esencial de nuestra fe en
Cristo.
Küng critica del mismo modo la noción de divinización, que tanto
decía en la gran época de la teología griega, pero que hoy está despro-
I. ALGUNOS TESTIGOS DE ESTE MALESTAR
vista de significado: «Pero ¿qué hombre razonable quiere hoy llegar a
ser Dios? Algunas máximas patrísticas que enardecían entonces, como
Este mismo género de crítica aparece en algunos teólogos o inte- 'Dios se ha hecho hombre para que el hombre se haga Dios', tropiezan
lectuales. Resumiré algunos de sus testimonios que datan de los últi- hoy con una incomprensión casi total... El problema actual no es tanto
mos quince años. la divinización del hombre cuanto su humanización»6. K. Rahner con-
fesaba que lo que más le había chocado en este libro macizo, pero dis-
Hans Küng y las interpretaciones de la muerte de Jesús cutible, es el desprecio, por no decir el rechazo de la divinización7.
En su célebre obra, Ser cristiano, Hans Küng observa en primer Sea lo que fuere de las matizaciones que él mismo hizo a su crítica,
lugar que, si la reflexión cristiana primitiva gira siempre en torno a la Küng apunta certeramente uno de los tres puntos principales de la con-
muerte de Jesús en la cruz, ni el Nuevo Testamento ni la patrística nos testación contemporánea.
presenta un modelo de interpretación unificado de esta muerte, que se
imponga a título de norma exclusiva3. A continuación expone la teolo- La crítica p sicoanalítica de Jacques Pohier
gía del occidente latino, principalmente a partir de la doctrina ansel- A la luz del psicoanálisis, Jacques Pohier denuncia en las nociones
miana de la satisfacción, a la que reprocha su esquema de pensamien- de expiación, de satisfacción y de sustitución una empresa del hombre
to jurídico: «Es claro: lo que domina en esta teoría de la redención no y unas «concepciones que acabarán apoderándose de la muerte de
es la gracia, la misericordia y el amor, como en el Nuevo Testamento, Jesús y derivando su significación en provecho de sus propios fines»8.
En efecto, «la vida y la obra de Jesús de Nazaret no se definen por lo
1. J. F. Six, Reñís difféients de Jésus-Christ: Unité des Chrétiens 15 (julio 1974)
21. 4. /tód.,538.
2. He podido experimentar este malestar durante una sesión celebrada sobre la 5. Ibid, 541.
obra de R. Girard. El público cristiano asistente, bastante numeroso, se habia sentado 6. Ibid.,562.
entusiasmado por la lectura del pensamiento no-sacrificial de R. Girard, que lo liberaba 7. K. RAHNER , Erre chréúen: dans quelle Église?, en J. R. ARMOGATHE (ed.), Cota-
de las ideas sacadas, con razón o sin ella, de la catequesis recibida en otros tiempos. ment étre chrétien? La réponse de Hans Küng, DDB, Paris, 94.
3. H. KUNO, Ser cristiano, Cristiandad, Madrid 19773, 533. 8. J. POHIER, Quandje dis Dieu.Seuil, Paris 1977, 155.
44 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR EL MALESTAR CONTEMPORÁNEO 45

que fue su vida y su obra»9. Estas concepciones, por el contrario, es por lo que le gustaría ser, para que pudiera recrearse con los más
harán de la muerte de Jesús una obra que tiene valor en sí misma y da fantasmagóricos e ilusorios de sus deseos»14. En apoyo de su tesis, el
sentido a toda su vida. El dolorismo y el masoquismo no bastan para autor subraya la ausencia de los temas expiatorio, satisfactorio y susti-
explicar este desplazamiento. Está en juego algo mucho más grave: tutivo en la enseñanza de Jesús. Protesta finalmente, con un gusto du-
«la muerte de Jesús de Nazaret... se pone al servicio de una causa que doso, de lo que él llama la hipérbole cristiana en la valoración cuanti-
es precisamente un asunto de muerte, a saber, el pecado»10. El pecado tativa y cualitativa de los sufrimientos de Jesús: «La muerte de Jesús
del hombre quería la muerte de Dios: desobediencia y agresión contra no es el capital del dolor»15.
el «padre», un deseo de muerte ejercido contra él, un deseo de ocupar El exceso manifiesto de las críticas de J. Pohier y su injusticia
él mismo su lugar (cf. Gn 3, 5). Este deseo de muerte merece que Dios cuando las dirige contra el mismo Nuevo Testamento y contra las afir-
quiera a su vez la muerte del hombre. Para que el hombre recobre la maciones más importantes de la tradición cristiana no bastan para qui-
vida, es preciso entonces que intervenga otra muerte: la de Jesús. El tarles toda la razón. Es verdad que el esquema que surgió de la psico-
hombre y Dios se ponen aquí de acuerdo para hacer morir a Jesús, ya logía de las profundidades ha parasitado a veces y hasta pervertido las
que su muerte es la condición necesaria para su reconciliación. «No representaciones del misterio de la redención. Tendremos que tomarlo
hemos de extrañarnos de que en cada época del cristianismo, desde los en cuenta, a fin de evitar las trampas de un esquema que anida en el
tiempos neotestamentarios con san Pablo hasta nuestros días con teó- hombre pecador y echar sobre el lenguaje cristiano una mirada con-
logos como Pannenberg, pasando por Agustín y Lutero, esta operación vertida de verdad. Porque el problema es demasiado grave a los ojos
de rescate por sustitución, 'satisfacción' o sacrificio haya sido la razón de la fe para poder resolverlo de una manera tan masivamente negati-
principal del crédito que se concedía a la muerte de Jesús de Nazaret y va. Por eso tendremos que analizar cuidadosamente las nociones de
del reconocimiento que se le prestaba»". El rescate se convierte así en expiación, de redención, de sustitución y de satisfacción.
la doctrina de Anselmo de Cantorbery. Pero el autor cita también a san
Pablo de manera inmediata, ya que en él estaría omnipresente la fuer-
za de los esquemas de expiación y de redención por sustitución y por La ilusión de la redención cristiana: Georges Atore/
satisfacción12. Puesto que la satisfacción de los derechos de Dios exige El rechazo de Georges Morel no sólo se refiere a la encarnación en
la muerte, la sustitución de los hombres pecadores por Jesús permite general16, sino más concretamente a la redención. «Con la tesis abs-
considerar que los seres humanos han sufrido verdaderamente la tracta de la encarnación se derrumban normalmente las estructuras
muerte merecida por sus pecados. Pohier hace observar que el hombre imaginarias ligadas a ella, en particular la idea cristiana de la reden-
encuentra también su «satisfacción» en esta teoría, que le permite ción»17. Atribuyendo a san Pablo el desarrollo de una escena grandio-
«llevar a cabo él mismo una muerte de Dios, cuyo significado está sa de la redención, el autor cita numerosos pasajes de la carta a los Ro-
lejos de ser unívoco»13. manos. El razonamiento paulino está basado para él en un tipo de
cálculo avaro de nuestros recursos y de los recursos de Dios. Más
Mucho más radicalmente que Küng, Pohier critica igualmente la tarde, en san Anselmo, esa dosificación calculadora se mostrará casi
idea de la divinización del hombre, expresión del deseo que éste tiene en estado puro. Morel critica igualmente la manera con que J. Ratzin-
de escapar de su contingencia original. Ve en ella la correlación simé- ger interpreta la noción «convertida» de la expiación en la revelación
trica de la sustitución. «El extremo de la afirmación sobre la culpabili- cristiana: «No es el hombre el que se acerca al hombre. Con la iniciati-
dad mortífera guarda simetría con el extremo de la afirmación sobre la va de la fuerza de su amor, Dios restablece el orden, justificando al
divinización gloriosa... Tanto en la muerte como en la resurrección... hombre injusto con su misericordia creadora, revivificando al que es-
Jesús sustituyó al hombre para que el hombre pudiera sustituirlo que
14. Ibid., 161.
15. Ibid., título del cap. IV, 173-188.
9. lbid., 156. 16. Cf. B. SESBOÜÉ, Jésvs-Christ dans la tradition de l'Eglise, Desclée, París 1982,
10. Ibid.,157. 122-125.
11. Ibid., 158. 17. G. MOREL, Questions d'homme, 3: Jésus dans la théoríe chrétienne, Aubier,
12. /Md, 161. París 1977, 125.
13. Ibid., 159.
46 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR EL MALESTAR CONTEMPORÁNEO 47

taba muerto... Ésta es la revolución que trajo el cristianismo en la his- asesinato. Éste es el sentido de la predicación del reino, de la enseñan-
toria de las religiones»18. En efecto, no es el hombre el que se reconci- za del sermón de la montaña y de las maldiciones contra los fariseos,
lia con Dios, sino que «en Cristo estaba Dios reconciliando al mundo comparados con sepulcros blanqueados (Mt 23, 27.34-36; Le 17, 47-
consigo» (2 Cor 5, 19). Pero semejante concepción hace de Dios un 48). No hay nada en los evangelios que sugiera que la muerte de Jesús
dueño paternalista que manipula a los hombres como objetos, inclu- es un sacrificio en el sentido de expiación y de sustitución. No cabe
yendo nuestra misma libertad. Supone que Dios empezaría abando- duda de que se cumplió un proceso victimario en el momento de la pa-
nando al hombre para salvarlo a continuación". El autor critica ade- sión, puesto que se consiguió la unanimidad de todos contra uno. Pero
más la idea de sustitución, ya que ninguna libertad puede sustituir a la pasión es denunciada como una injusticia clamorosa. Por eso Girard
otra. Es verdad que Maximiliano Kolbe salvó la vida del padre de fa- propone una lectura no sacrificial del texto evangélico: Jesús y su
milia cuyo sitio ocupó en el bunker de la muerte, pero no pudo salvar Padre son ajenos a toda violencia; la violencia es siempre cosa de
su libertad. Rigurosamente hablando, no lo salvó, porque nadie puede hombres. Por tanto, la muerte de Jesús no es sacrificial en el sentido
ocupar el lugar de otro en ese nivel. Realmente, para Morel, «el amor de que hubiera un pacto sacrificial entre Jesús y su Padre, como si éste
de Dios se sigue ofreciendo históricamente a cada uno, lo mismo que exigiera la muerte de su Hijo para vengar su justicia y el Hijo se ofre-
cada uno puede desde lo más profundo de su miseria levantar sus ojos ciera a satisfacer esta justicia. Realmente Jesús muere por no someter-
hacia el Otro, una vez que ha percibido que ese poder no es un poder o se a la violencia ni pactar con ella. No es al Padre a quien haya que
que es un poder sin motivo. Por eso es un falso problema buscar cuál pedir cuentas de este acontecimiento, sino a todos los hombres, a la
es el que va a dar el primer paso en esta historia... Realmente, en el humanidad solamente. La doctrina de san Pablo va en este mismo sen-
amor, incluido el perdón, el Otro no puede menos de desear dejarnos tido: «Existe en Pablo una verdadera doctrina de la victoria esplendo-
toda nuestra iniciativa, fuera de toda idea de sustitución o de media- rosa, pero todavía oculta, que representa el fracaso aparente de Jesús,
ción»20. Según esta misma lógica hay que excluir la «ilusión de una una doctrina de la eficacia de la cruz que no tienen nada que ver con el
mediación eclesiástica»21. En definitiva, toda la mediación redentora sacrificio»22. El autor observa que esta doctrina está recogida por Orí-
realizada por el Verbo encarnado queda formalmente rechazada por genes. Sólo la epístola a los Hebreos constituye una excepción, por su
Morel. interpretación del salmo 40 (cf. Heb 10, 5-10) y su valoración del
tema sacrificial. Por lo demás, «la definición sacrificial de la pasión y
de la redención no merece figurar entre los principios que es posible
Una interpretación no-sacrifícial del cristianismo: Rene Girará deducir legítimamente del texto neotestamentario»23.
La obra de Rene Girard es hoy demasiado conocida para que sea ne-
cesario volver sobre los fundamentos de su antropología. Detengámo- Pues bien, la cristiandad se ha basado, durante quince o veinte si-
nos solamente en su lectura del texto bíblico. A diferencia de los docu- glos, en la lectura sacrificial y en este sentido se ha alineado como
mentos religiosos de la humanidad, la Escritura judeo-cristiana encierra todas las culturas «en ciertas formas mitológicas, producidas por el
una originalidad específica: no justifica la violencia que, en todos los mecanismo fundador»24. A los ojos de R. Girard es el malentendido
demás lugares, engendra el mecanismo victimario que tiene en el sacri- más colosal de la historia. Ya en su forma de comportarse el cristianis-
ficio la conclusión periódica. A pesar de ciertas ambigüedades, esto re- mo histórico se convirtió en perseguidor: los hijos cristianos han repe-
sulta ya verdad en el Antiguo Testamento y lo es mucho más en el tido el error de los padres judíos, aunque sólo sea tratándolos a éstos
Nuevo. Es propio de la revelación evangélica denunciar el asesinato como chivo expiatorio. La violencia ha vuelto a imponerse y el cristia-
fundador de la sociedad y la solidaridad entera de la humanidad en este nismo, como el mundo moderno que ha salido de él, viven sobre un
fundamento sacrificial restaurado. De este modo las cosas siguen en
su sitio: «este carácter perseguidor del cristianismo histórico está liga-

18. J. RATZINGER, Foi chrétieime hier et*avjowd'hui, Mame 1969, 198, citado por
G. MOREL, O.C, 132. 22. R. GIRARD , El misterio de nuestro mundo, Sigúeme, Salamanca 1982, 224.
19. G. MOREL, Ibid., 133. 23. Ibid., 257. Este punto de vista está mas matizado en el libro siguiente del
20. Ibid, 136-137. mismo autor, Le bouc é/ni'ssai/e,Grasset, París 1982.
21. Ibid., 137. 24. Ibid., 212.
48 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR EL MALESTAR CONTEMPORÁNEO 49

do a la definición sacrificial de la pasión y de la redención»25. La ¿No es verdad que en algunos discursos teológicos, pastorales, espiri-
mayor equivocación ha sido la de retomar el término de sacrificio, que tuales, la idea de sacrificio ha funcionado en las tierras cristianas de
no puede menos de ocultar y hasta de hacer retroceder el carácter es- la manera que se denuncia? Su juicio exigiría no pocas matizaciones.
pecífico del cristianismo, reduciéndolo a la idea de un pacto sacrificial La tradición cristiana, en el sentido más amplio de la palabra, se libra
e inyectando así de nuevo la violencia en la divinidad. «Por no haber —como veremos30— del proceso intentado por Girard. Pero hay que
comprendido la relación de Cristo con su propia muerte es por lo que reconocer, especialmente en los tiempos modernos, una cierta
los cristianos, siguiendo la Carta a los hebreos, han adoptado el térmi- «desconversión» en la interpretación de la noción de sacrificio. La teo-
no de sacrificio: solamente les han impresionado las analogías de la logía se ha dejado parasitar por los grandes arquetipos no convertidos
pasión con los sacrificios de la ley antigua. No han visto más que estas de la conciencia humana pecadora. Siempre se ha sentido honrada al
analogías estructurales, sin ver su incompatibilidad»26. La espirituali- reconocer sus pasos en falso. Tendremos que recoger este dossier deli-
zación del sacrificio a lo largo de su prolongada historia desde el Anti- cado de los textos en el siguiente capítulo.
guo Testamento y bajo la influencia del mismo ha podido darle un Entretanto el término sacrificio está ahí, ampliamente atestiguado
valor ético muy refinado, ya que el sacrificio de suyo constituye la en el Nuevo Testamento (del que no podemos excluir la carta a los
conducta de oblatividad más noble, pero sigue siendo verdad que Hebreos), presente en nuestras liturgias, en nuestra catequesis, en
«todo proceso sacrificial, incluso y especialmente cuando se vuelve nuestra teología, penetrando en nuestras conciencias. Por eso mismo
contra sí mismo, no corresponde al verdadero espíritu del texto evan- es insoslayable. Ésta es la primera respuesta que hay que dar a Girard,
gélico»27. Así pues, no hay que extrañarse por el hecho de que «el an- antes de analizar una palabra tan compleja y ver en qué medida coinci-
ticristianismo moderno no es más que el revés del cristianismo sacrifi- de su justa comprensión cristiana con ciertos aspectos de la lectura
cial y por consiguiente la forma de perpetuarlo»28. no-sacríficíal que hace Girard de las Escrituras cristianas3'.
Para comprender debidamente esta requisitoria hay que tener pre-
senta la definición que Girard da del sacrificio: Nathan Leitesyei «asesinato» de Jesús
«Las palabras sacrificio y sacri-ficar tienen el sentido concreto de Nathan Leites, un «especialista en ciencas humanas», publicó en
hacer sagrado, de producir lo sagrado. Lo que sacri-fica a la víctima es 1982 un libro cuyo título y subtítulo hacen pensar peligrosamente: ¿El
el golpe que le da el sacrificador, la violencia que mata a esa victima, asesinato de Jesús, medio de salvación? Atolladero de ¡os teólogos y
la que la aniquila y al mismo tiempo la sitúa por encima de todo y la
hace en cierto modo inmortal. El sacrificio se produce cuando la vícti- desplazamientos de la cuestión^2. Su idea de fondo es muy sencilla:
ma cae presa de la violencia sagrada; es la muerte que produce la desde siempre, según el autor, la doctrina cristiana ha sostenido que
vida...»29. una ejecución capital había realizado la salvación de los hombres.
Pues bien, esta afirmación de la «fe» tradicional ya no se admite y los
De momento intentemos tan sólo escuchar esta contestación masi- teólogos modernos intentan soslayar con más o menos claridad un
va y radical, ya que opone como dos bloquesel texto evangélico y la punto doctrinal que se ha hecho insoportable. El libro, por otra parte
transición cristiana y persigue incluso en las Escrituras el uso abun- muy interesante, constituye un voluminoso dossier en donde el autor
dante de la categoría de sacrificio. Sin duda la definición que da Gi- va desgranando según un plan lógico innumerables afirmaciones de te-
rard del sacrificio es demasiado estrecha y no abarca toda la realidad ólogos cristianos, católicos y protestantes, desde hace un siglo. Plan-
que la ciencia de las religiones le reconoce a esta categoría; más aún,
no tiene suficientemente en cuenta la conversión radical de sentido
que este término conoce en el contexto cristiano. Dicho esto, ¿no pone 30. Cf. inñra, el capítulo dedicado al sacrificio, 277-313.
Girard el dedo en algo que es muy real en el cristianismo histórico? 31. Entre la abundante bibliografía sobre R. Girard, cf. 3. GUILLET , Rene Giraré et
le sacríñee: Études 351 (julio 1979) 91-102; P. GARDEIL, La Cene et la Croix. Aprés
Rene Girard: Reflexión sur la mort redemptrice. NouvRev Theol 101 (1979) 676-698.
25. ffid.,258. P. VALADIER, BOUC émissaire et Révélation chrétienne: Etudes 357 (agosto-septiembre
26. /¿id., 258-259. 1982) 251-260; E. RJCHS, Rene Girard et le bouc émissaire: RevThPh (1983/III) 285s;
27. Ibid, 276. P. GISEL. Du Sacríñee: Foi et Vie: vol. 83 (julio 1984) 32-37.
28. Ibid, 259. 32. N. LEITES, he meurtre de Jésus, moyen de salut? Embarras des théologiens et
29. Ibid. déplacements de la question, Cerf, París 1982.
50 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR EL MALESTAR CONTEMPORÁNEO 51

tea sucesivamente tres cuestiones clave: ¿qué tipo de muerte? ¿quién con una idea caricaturesca que identifica con el dogma cristiano. El
es su autor? ¿cuáles son sus resultados? mismo título revela esta concepción: no se trata de la muerte de Cris-
En el primer punto los teólogos cristianos experimentan un males- to, sino del asesinato de Jesús. Este deslizamiento entre las palabras es
tar manifiesto ante el «pathos» tradicional de la cruz e intentan relati- altamente significativo, ya que pone de relieve el aspecto más odioso
vizarla o minimizarla: se refugian en su incomprensibilidad; ven en de esta muerte, el asesinato, para atribuirle una fecundidad saludable.
ella simplemente el fundamento del conocimiento de nuestra salva- Pues bien, la tradición cristiana no ha presentado nunca el asesinato de
ción; la cruz no es finalmente más que un momento en la vida de Cristo en cuanto asesinato como acontecimiento de salvación. Nunca
Jesús y se comprende en función de ella; no es en definitiva más que ha dicho que los asesinos de Jesús fueran los ejecutores justos de los
una muerte ordinaria o un breve paso hacia la resurrección. designios del Padre. Pero lo que ciertamente ha de calificarse como
¿Quién es el autor de esa muerte? La tradición respondía sin vaci- contrasentido plantea una tremenda cuestión: en su ingenuidad misma,
lar: es el Padre el que ledio a Jesús la orden de morir. Pero esta res- este libro es testigo de un grave cortocircuito doctrinal que ha afectado
ponsabilidad del Padre resulta hoy escandalosa; se subraya por el con- en los tiempos modernos a las representaciones de la teología, de la
trario la relación amorosa que se da entre el Padre y el Hijo y se oculta catequesis y de la espiritualidad. ¿Cómo es que una persona de buena
el hecho de que «es el mismo Padre el que hace sufrir a Jesús»33. Se fe se ha visto llevada a remitirnos desde fuera (él no es cristiano) se-
dirá entonces que el Padre sufre por la muerte de su Hijo. Se verá mejante idea de la comprensión cristiana de la muerte de Cristo? Por-
igualmente en Jesús al instigador de su propia muerte, con el riesgo de que su principio hermenéutico le lleva a acusar de «deslizamiento» a
rozar la idea de una muerte suicida. Pero se insistirá sobre todo en el los autores contemporáneos que tienen la valoración más justa del
hecho de que fueron los hombres los que hicieron morir a Jesús. La misterio redentor. Pero lo que nos hace más daño en este libro son las
fuente de la salvación estaría entonces en «la obediencia amorosa de interpretaciones que todavía quedan en las ideas de un Dios que exige
Jesús a la orden del Padre que le exigía ser fiel, incluso hasta la muer- la sangre de su Hijo para satisfacer su justicia. Paradójicamente, Lei-
te, a su misión de proclamar el evangelio»34. Y el autor indica, como tes es favorable a estos «deslizamientos» que reducen el nuevo escán-
si hubiera hecho un descubrimiento: «Me parece que tiene porvenir dalo de la cruz y tienen el porvenir en su favor, mientras que duda de
esta tesis, que evita el escándalo del asesinato del Hijo por el Padre»35. su verdadera ortodoxia. Esta inversión de los valores vale la pena ser
analizada más de cerca.
El resultado de esta muerte es el perdón de Dios. Pero entonces, ¿a
qué se debe esta condición sangrienta? Se rechaza firmemente que el
rescate que constituía Jesús fuera pagado a Dios y se intenta reducir el La salvación por revelación, según Francois Varone
esquema del perdón a la actitud incondicional del padre del hijo pródi-
go. La sustitución del culpable por el inocente constituye igualmente Muy recientemente, en un libro que ha obtenido un gran éxito, Ese
una dificultad. Se busca entonces pasar de la idea de castigo a la de re- Dios de quien se piensa que quiere el sufrimiento37, Francois Varone
generación. Se insiste finalmente en la solidaridad asumida por Cristo ha desarrollado una teología de la redención en la que opone vigorosa-
con los hombres y sus sufrimientos. Y el autor concluye: «Todos estos mente dos esquemas. El primero estructura la salvación según la reli-
desarrollos del pensamiento sobre la pasión son aptos para reducir lo gión: se trata de un esquema ascendente que va del hombre a Dios pa-
que he llamado el nuevo escándalo de la cruz»36. sando por la inmolación y la satisfacción. El segundo estructura la
La cuestión que plantea este libro, a la vez bien informado sobre la salvación según la fe: es un esquema descendente que va de Dios al
teología reciente y benévolo en su investigación, procede de la idea hombre y pasa por un sacrificio de revelación. En el primer caso los
previa y espontánea que el autor se hace de la redención cristiana. actos de la redención son la sustitución, la compensación y la imputa-
Como parece ignorar la historia de la tradición antigua, se ha quedado ción; en el segundo consisten en inaugurar, revelar y atraer38. Se re-
chaza claramente el primer esquema, ya que trasmite el lenguaje de la
justicia, en el que parece necesario un castigo, y hace funcionar la sa-
33. Ibid, 82.
34. Ibid.,9».
35. Ibid. 37. F. VARONE, Ce Dieu censé aimer la souffrance, París, Cerf 1984.
36. Ibid.,174. 38. Comento el esquema de F. VARONE , o.c, 135.
52 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR EL MALESTAR CONTEMPORÁNEO 53

tisfacción «como un mecanismo de intercambio»39. La alergia contem- ¿Por qué la salvación cristiana pasa por una muerte?
poránea ante la idea corriente de la satisfacción de un Dios irritado se
expresa perfectamente en el nivel teológico. Por consiguiente, sólo se La muerte, como hemos visto, es la indicación por excelencia de
retiene el segundo esquema, pero integrando la idea de sacrificio de aquello de lo que el hombre necesita ser salvado. Por eso sin duda la
manera paradójica en el seno del movimiento descendente. En este muerte es en nuestro mundo cultural el objeto de una especie de re-
punto el autor se desmarca de R. Girard y explica el concepto neotes- presión. Se ha podido hablar de un tabú de la muerte o de «la muerte
tamentario de sacrificio. prohibida»40.
Esta teología, sugestiva en muchos aspectos en lo que afirma, se La muerte es lo que no tiene sentido y lo que constituye el signo de
apoya en una contestación fundada de la degradación de la idea de sa- un sin-sentido definitivo de la vida. Se busca por consiguiente borrarla
tisfacción. Sin embargo tiene algunas lagunas, ya que no da cuenta del de todo lenguaje, hasta engañar a los que ella amenaza inmediatamen-
conjunto de las categorías bíblicas que se inscriben en el movimiento te. Es verdad que varios libros y diversos medios de comunicación so-
ascendente y rechaza todo significado de una idea justa de satisfac- cial han levantado estos últimos años este tabú. Pero sigue aún profun-
ción. Hay que retener su insistencia en la salvación por revelación. El damente arraigado en las mentalidades. Por otra parte, registramos en
discernimiento realizado por el autor no siempre es satisfactorio, ya nuestras sociedades la abolición cada vez más generalizada de la pena
que practica algunas amalgamas. Pero nos hace pensar en la urgencia de muerte, considerada como una violencia injustificable y como un
de una conversión de las categorías que expresan el misterio de la re- crimen legal. Esta evolución de la moralidad es indiscutiblemente un
dención. progreso. Pero estos dos puntos de vista convergen a la hora de hacer
No pretendo haber pasado en estas páginas revista a todos los testi- insostenible la proposición de un condenado a muerte como salvador
monios del malestar contemporáneo ante las ideas asociadas corriente- de la humanidad.
mente al tema de la redención. Existen notables diferencias entre los En efecto, una muerte, la muerte, es todo lo contrario de una salva-
que he evocado. Cada uno tiene sus aciertos y sus límites. Retengamos ción. ¿Cómo es posible que la muerte de Jesús, que es un asesinato co-
de todas estas críticas la necesidad de una verificación del dossier doc- metido mediante un suplicio horrendo, puede ser la fuente de un bien?
trinal de la soteriología cristiana en su historia y en sus categorías Lo que es mal es malo y no produce más que mal. Ya el judío Trifón
principales. presentaba en el siglo II esta objeción a Justino: no solamente abando-
náis a Dios para poner vuestra esperanza en un hombre41, sino que
«ponéis vuestra esperanza en un hombre que ha sido crucificado»42.
II. LOS GRANDES TEMAS DE LA CONTESTACIÓN Los judíos y los paganos estaban entonces perfectamente de acuerdo
en el hecho de que la cruz es escándalo y locura. Para nuestro mundo
cultural este escándalo es doblemente mayor. El mismo Pablo VI se
Me gustaría recoger ahora de forma más sistemática los grandes planteaba hace poco esta cuestión: «¿Cómo es posible que un drama
temas de la contestación contemporánea a la doctrina cristiana de la de muerte se convierta alguna vez en un misterio de vida?»43.
redención. Ya nos hemos encontrado con lo esencial de la misma en la
presentación de los autores. Intentar entender la cuestión que plantean El recurso al designio misterioso de Dios no hace más que acen-
no quiere decir aprobarlos o aceptar sus puntos de vista; lo único a lo tuar la cuestión: si Dios tiene el designio de salvar a la humanidad,
qu« nos compromete es a intentar darles una respuesta creíble y llevar ¿por qué fue necesario que este designio pasara por la muerte y por
a abo los discernimientos que permitan comprender de verdad el es- esa muerte? ¿Por qué la repetición de esos «es preciso» que aparecen
cándalo y la locura de la cruz.
40. Cf. Ph. ARIES, La mort inversée. Le changement des attitudcs dcvant la mort
dans les sociétés occidentales. La Maison-Dieu, n. 101 (1970) 57-89; Id, Essai sur
I'Mstoire de la mort en Occident du Moyen Age á nos jours, Seuil, París 1975, 61-72.
41. JUSTINO , Diálogo con Trifón VIH, 3. Irad. de D. Ruiz Bueno, en Padres Apolo-
gistas griegos, BAC, Madrid 1954, 315.
42. lbid.,X, 3; o.c.,318.
39. Ibid.,169. 43. Pablo VI, Osservatore Romano, 31 marzo 1977, 1.
54 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR EL MALESTAR CONTEMPORÁNEO 55

en labios de Jesús, especialmente para Lucas (Le 9, 22; 17, 25; 22, 37; otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvar-
24, 7.26.44)? ¿De qué necesidad se trata? ¿No será eso el signo de un nos» (Hech 4, 12). ¿Pero cómo un hombre perdido en la historia de
masoquismo morboso, orquestado por el «pathos» cristiano de la cruz, las generaciones puede ser causa de salvación para el mundo entero?
que parece exhortar a sus mejores discípulos más bien a morir que a ¿Cómo comprender que la vida y la muerte de un hombre son un
vivir? ¿No habrá allí una sacralización perversa de la muerte? acontecimiento escatológico, esto es, absoluto y definitivo? A medida
que el acontecimiento se aleja de nosotros en la historia, a medida
Lo odioso de una justicia compensatoria y vengadora que la humanidad toma nuevamente conciencia de sus posibilidades y
desarrolla mundos culturales muy alejados del de Palestina hace dos
El escándalo de la muerte no se debe tan sólo a la materialidad de
mil años, a medida finalmente de que la experiencia de la humanidad
la misma, sino también, y más todavía, al sentido que con frecuencia
se va haciendo cada vez más profunda y compleja, ¿no parece ridicula
se le da. Se le atribuye al cristianismo este razonamiento, inaceptado
semejante pretensión?
por la idea de Dios que supone: la justicia divina ha sido gravemente
lesionada por el pecado del hombre; esta justicia tiene que «aplacarse» Por otra parte, en el terreno de los hechos, ¿no se ve objetivamente
y verse satisfecha por una compensación dolorosa que esté a la altura contradicha esta universalidad? El cristianismo se presenta como un
de la gravedad de la ofensa. Esta idea de compensación va asociada a «phylum» religioso particular, en medio de otros muchos. No cabe
la de venganza o justicia vindicativa, que tiene que castigar en propor- duda de que a lo largo de los siglos ha conocido una extensión prodi-
ción con el mal cometido. Jesús, al aceptar su muerte sangrienta, satis- giosa, pero no sólo ha ocurrido eso con él; el Islam puede decir tam-
face a este doble aspecto de la justicia. Le ofrece a Dios la «condición bién lo mismo. Además, el cristianismo conoce las mismas vicisitudes
previa» para que aplaque su ira y le permita reconciliarse con la huma- históricas que cualquier otro movimiento espiritual en la humanidad.
nidad. La encarnación redentora se presenta entonces como una Hoy la dinámica de la expansión de ésta no funciona en beneficio del
«estratagema» inventada por Dios para obtener lo que el hombre peca- mundo cristiano. Este va siendo cada vez más minoritario, en prove-
dor se había hecho incapaz de conseguir. Porque no hay perdón sin un cho del Islam, de ciertas religiones de oriente, así como del agnosticis-
precio pagado como deuda a Dios. mo o materialismo en occidente.
Esta caricatura doctrinal demasiado extendida en las mentalidades
nos muestra a un Dios vengador que vuelve su cólera contra su propio El malestar ante la idea de sustitución
Hijo, un Dios de violencia, un Dios soberanamente injusto además,
porque instituye deliberadamente el sufrimiento, un Dios que quiere La dificultad anterior se localiza fácilmente en torno a la idea de
«hacer sangre». He oído alguna vez a un teólogo comparar el acto de sustitución, en la que ha insistido la teología de los tiempos modernos,
Cristo con el caso de Maximiliano Kolbe, que se ofreció a asumir hablando especialmente de «satisfacción vicaria». El «por nosotros»
sobre sí el castigo impuesto, para liberar a un padre de familia. ¿Tenía de las Escrituras es polivalente: quiere decir a la vez «por causa de
conciencia aquel teólogo de que así ponía a Dios en el mismo lugar nosotros», «en favor nuestro» y también, en cierto sentido, «en lugar
que a las S.S.? nuestro». Parece ser que la reflexión teológica no ha conservado mu-
Este resumen sirriplificador pone en discusión la comprensión de chas veces más que el tercer sentido, insistiendo en la idea de sustitu-
varios términos-clave de la teología de la redención: sacrificio, expia- ción, según un esquema imbuido de la idea de compensación y preci-
ción, satisfacción, sustitución. En amplia medida constituye una per- sado en el sentido de «sustitución penal». Jesús fue castigado por Dios
versión del pensamiento de san Anselmo, a quien se presenta hoy mu- en lugar nuestro por nuestros propios pecados.
chas veces como el origen de todos los malentendidos. La cuestión Este conjunto de representaciones resulta hoy problemático, no so-
sigue en pie: ¿por qué y cómo se ha llegado a esto? lamente por las razones ya señaladas (venganza y violencia de Dios),
sino también porque no acaba de verse cómo puede un inocente en
El rechazo de la pretensión cristiana a la universalidad este caso hacer algo en lugar de los culpables. ¿Cómo puede su liber-
tad sustituir a la libertad del pecador? ¿Cómo puede su libertad actuar
En cuestión de salvación el cristianismo muestra unas pretensio- sobre la mía? ¿Cómo puede modificar radicalmente la situación de mi
nes inauditas y, para muchos, injustificables: «No hay bajo el cielo relación con Dios? La respuesta clásica apela a la divinidad de Jesús:
56 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR EL MALESTAR CONTEMPORÁNEO 57

una respuesta indiscutible en su orden: si Jesús no hubiera sido en su a su muerte; o bien, Jesús habría hablado ya de ella con todas las cate-
vida y en su muerte Hijo de Dios a título personal, no habría podido gorías religiosas utilizadas por los textos del Nuevo Testamento. Cier-
evidentemente salvarnos. Pero esta respuesta resulta insatisfactoria te- ta distancia entre las palabras del Jesús pre-pascual y el discurso de la
niendo en cuenta la economía de la encarnación, ya que la salvación comunidad primitiva puede ser portadora de sentido, con tal que no se
realizada por el Verbo hecho carne pretende alcanzarnos por la media- introduzca un hiato o, peor aún, una contradicción entre el aconteci-
ción de su humanidad. De todas formas, la salvación traída por Cristo miento y su interpretación. Esta cuestión nos invita a articular en una
no puede dispensar al pecador del acto de libertad de su propia con- teología de la salvación, según su originalidad y su complementarie-
versión, con el riesgo de hacerse auténticamente inmoral. dad, el momento de los «días de la carne» de Jesús y el momento de la
Esta idea de sustitución ha estado demasiado aislada de la de soli- resurrección, tal como los comprendió la comunidad de los creyentes.
daridad, hasta el punto de que un teólogo tan poderado como Walter
Kasper no ha dudado en escribir: «Mucho va a depender para el futuro
de la fe el que se consiga o no asociar la idea bíblica de la sustitución
con la moderna de la solidaridad»44.

¿Dio Jesús un sentido a su muerte?


Esta cuestión nos viene de la exégesis contemporánea. Existe cier-
to desnivel entre el lenguaje propio de Jesús, tal como permiten alcan-
zarlo los métodos históricos, y el lenguaje de la comunidad primitiva
que interpretó su muerte con la ayuda de las categorías religiosas de
que disponía. Dirán entonces algunos: ¿no es la teología de la reden-
ción una creación de la comunidad, y de san Pablo en particular? Jesús
no da valor a su muerte. Concede gratuitamente el perdón como de-
muestran las parábolas (por ejemplo, la del hijo pródigo) y otras mu-
chas escenas evangélicas (la curación del paralítico, la pecadora en
casa de Simón, Zaqueo...) ¿No hay entonces una contradicción entre
la vida de Jesús y el sentido que después de él se quiso dar a su muer-
te?
Por otra parte, en la medida en que Jesús vio venir su muerte vio-
lenta, ¿pretendió darle algún sentido? Más aún, ¿quiso darle el sentido
absoluto que le reconoce la fe cristiana? En este punto es menester cri-
ticar los testimonios evangélicos, ya que fueron redactados posterior-
mente, cuando se elabora la interpretación de su muerte. ¿No se ha lle-
gado a decir que no podemos descartar la hipótesis según la cual Jesús
se habría «hundido» en la cruz? Se habría derrumbado ante el fracaso
y el sufrimiento.
Sin querer hacer un juego de palabras, esta cuestión es realmente
«crucial» para nuestro propósito. Para responder a ella hay que excluir
ante todo dos simplificaciones: Jesús no le habría dado ningún sentido

44. W. KASPER, Jesús el Cristo, o.c, 274.


2
La situación doctrinal de la soteriología

El dossier doctrinal de la redención en la Escritura y en la tradición


de la Iglesia se presenta de manera muy diferente del de la cristología,
centrado por completo en el estudio de la identidad humano-divina de
Jesús. Su documentación bíblica es masiva y multiforme, pero aparen-
temente poco unificada; en los desarrollos conciliares del dogma, por
el contrario, su lugar se muestra curiosamente bastante restringido. A
lo largo de la edad media su interpretación teológica ha dado lugar a
un cambio espectacular, tan grande que, si se produjese ante nosotros,
algunos exclamarían de buena gana que «nos han cambiado la reli-
gión». Más gravemente hay que reconocer que en los tiempos moder-
nos algunas de las categorías metafóricas de la redención y de la sal-
vación se han visto alcanzadas por un proceso inconsciente de
«desconversión», que ha afectado igualmente a la sistematización teo-
lógica del misterio. Felizmente se puede advertir a lo largo de este
siglo una reacción cada vez más franca de la teología contra el mundo
de representaciones utilizado corrientemente en la época anterior y
una vuelta a las concepciones de la gran tradición.

I. UN TESTIMONIO BÍBLICO MULTIFORME

El lenguaje de la Escritura es curiosamente abundante y variado


cuando se trata de la salvación. Ya en el Antiguo Testamento es cen-
tral el tema de Yahveh Salvador y liberador de su pueblo. Se basa en
la experiencia histórica de Israel, que se inaugura con la liberación de
Egipto y con la gesta del Éxodo y continua a través de toda su historia.
Yahveh es sin cesar el que compra o rescata a su pueblo para adquirir
60 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA SITUACIÓN DOCTRINAL DE LA SOTERIOLOGÍA 61

la propiedad del mismo. Le hace vivir en la esperanza mesiánica a tra- — Expiar, expiación, propiciación;
vés de la figura del rey davídico y de los anuncios proféticos. Estos se — Sacrificio, con toda la retórica de la sangre;
abren a las promesas escatológicas de una salvación definitiva en — Testimonio y martirio;
donde el día de Yahvéh será la revelación del reino de Dios, sinónimo
— Intercambio entre maldición y pecado por un lado y justicia
de paz, de liberación y de felicidad. Esta salvación será obra de la jus-
por otro;
ticia de Dios capaz de purificar a su pueblo de todos sus pecados. Esta
gran obra se inscribe en el proyecto de la alianza de Dios con su pue- — Las fórmulas kerigmáticas: «muerto por nuestros pecados»,
blo, realizada en el Sinaí, renovada continuamente a pesar de las repe- «por vosotros», «por nosotros».
tidas infidelidades de Israel y portadora del anuncio de la alianza En este vocabulario hay que distinguir entre las expresiones en que
nueva. Dios es el sujeto activo y el hombre el sujeto pasivo, y las frases en
que el hombre realiza algo ante Dios y por Dios. En Jesús, Verbo
Del lado del pueblo la fe en la salvación se expresa en la plegaria
hecho carne y Dios hecho hombre, Dios lleva a cabo humanamente la
de los salmos y en las llamadas suplicantes al Dios salvador, así como
salvación del hombre de una forma totalmente gratuita; pero en Jesús
en el culto del templo. No solamente Israel celebra todos los años el
también Dios permite al hombre volver a Dios en un momento de obe-
sacrificio pascual en memoria de la «redención» de la esclavitud en
diencia y de amor. Se trata de los dos aspectos de la mediación de
Egipto, sino que cumple toda la multitud de sacrificios prescritos. Ce-
Jesús que tendremos que examinar.
lebra la fiesta del kippur, es decir, las grandes jornadas de la expia-
ción, según el ceremonial ordenado por Dios para encontrar allí la re- Este breve inventario nos permite ya hacer algunas observaciones.
conciliación y el perdón. La perspectiva de la expiación se trasformará En primer lugar, casi todas estas categorías son metáforas o imáge-
y se espiritualizará con la figura misteriosa del siervo de Yahvéh que nes 2 , basadas en las relaciones humanas y traspuestas analógicamente
se convierte en el justo mártir y ofrece su existencia incluso como sa- según el registro propio de cada una de ellas. Además, este vocabula-
crificio. rio es recogido ampliamente por toda la tradición religiosa de la huma-
nidad. Para el que haya pensado un poco en el estatuto del lenguaje re-
Estas mismas categorías fundamentales se encuentran también en ligioso, estas primeras observaciones constituyen una evidencia y una
el Nuevo Testamento, rodeando a la persona de Jesús Salvador. Para necesidad. Para señalar sus relaciones con la trascendencia divina, el
no repetir los análisis que a continuación tendremos que presentar1, hombre no dispone más que de palabras que traducen la experiencia
nos bastará con ofrecer aquí un inventario meramente material de su que realiza en la inmanencia de este mundo y dentro de sus relaciones
vocabulario: con los demás. Cuando utilizamos estas palabras para decir nuestra re-
— Salvador, salvar, salvación; mediador; lación con Dios, hemos de ser conscientes de que por una parte expre-
— Redentor, redención, con la palabra tan densa teológicamente san algo que conocemos muy bien, pero por otra cambian de sentido
de «rescate»; en este mismo orden de ideas, los términos que evocan para decir algo muy distinto que nosotros no dominamos. Hay allí una
la mera idea de compra; primera conversión de sentido.
— Liberar, liberación; Del mismo modo la revelación cristiana no puede utilizar, para de-
— Entregar, entregarse; darse; finirse en el lenguaje de los hombres, más que los recursos propios de
— Justificar, justicia, justificación, vocabulario especialmente em- este lenguaje. Se injerta por tanto en esta primera conversión de senti-
pleado por Pablo. do; recoge el vocabulario religioso lentamente elaborado por la huma-
nidad, puesto que son las palabras que han tomado sentido para nosotros
— Perdonar, perdón, remisión de los pecados;
en el orden de la trascendencia. Pero ordinariamente lleva a cabo una
— Reconciliar, reconciliación; segunda conversión de sentido con ellas. Pues, por una parte, tiene
— Adopción filial de hijos de Dios; participación de la naturaleza
divina; la vida eterna;
2. Cf. M. J. NICOLÁS, Pour une théologie intégrale de la rédempfíon: Revue Tho-
1. En los capítulos de la segunda parte presentaremos con susreferenciasel voca- miste 81 (1981) 36; A. MANARANCHE, Pour nous les nomines la réiicinption, Fayard,
bulario relativo a cada categoría soteriológica. París 1984, 118, que habla de una serie de imágenes.
62 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA SITUACIÓN DOCTRINAL DE LA SOTERIOLOGlA 63

que purificarla de todos los elementos pecadores que las impregnan y miento pascual, que revela a su vez la unidad del misterio trinitario.
que trasmiten una idea de Dios demasiado hecha a imagen del hom- Esta mención no existe en el símbolo occidental, llamado símbolo de
bre; y por otra parte, tiene que realizar en ellas una revolución semán- los apóstoles, pero se presupone como algo que subyace a todo el
tica a fin de permitirles decir «lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al enunciado. En todo caso, la historia de la génesis de los símbolos ates-
corazón del hombre llegó» (1 Cor 2, 9). Esta segunda conversión es tigua la aparición de la mención soteriológica, sean cuales fueren sus
decisiva si se desea comprender de verdad el mensaje evangélico. formulaciones.
Además, la misma multiplicidad del vocabulario empleado y la va- La crisis pelagiana había girado en torno a la necesidad radical del
riedad de los registros utilizados demuestran que la salvación cristiana hombre respecto a la redención realizada por Cristo. Por eso el conci-
no puede expresarse en un lenguaje único que pudiera definirla por en- lio de Orange recuerda que ni la naturaleza ni la Ley justifican sin Je-
tero. La diversidad de las aproximaciones lingüísticas señala a su ma- sucristo, sino que la justificación y la salvación nos vienen por la
nera la trascendencia de la realidad aludida. La salvación cristiana es muerte de Cristo3. Los concilios II (553) y III (681) de Constantino-
un misterio que no puede reducirse a las ideas claras y distintas que pla4 son más explícitos que los anteriores sobre el alcance soteriológi-
tanto le complacían a Descartes. Y continúa siendo ese misterio dentro co del dogma cristológico, subrayando la comunicación de idiomas
mismo de los esfuerzos más legítimos y necesarios para decir su senti- por una parte y las dos voluntades en Cristo por otra. En efecto, es de-
do. Por consiguiente, hemos de evitar empeñarnos en reducir todo este cisivo que la voluntad humana de Cristo pueda cooperar libremente en
conjunto a una unidad demasiado simple. El peligro de ciertas teolo- nuestra salvación; esto supone la liberación de nuestra libertad, funda-
gías ha consistido en llevar a cabo simplificaciones abusivas. Necesi- mentada y salvada por la libertad de Cristo, a fin de que pueda reali-
tamos todas estas palabras, respetando su complementariedad, para zarse en su respuesta a la gracia.
dar cuenta la realidad de la salvación. No podemos librarnos de la Hay que esperar hasta el concilio de Trento para encontrar un
carga de manejar juntamente con coherencia todos estos vocabularios. «plato fuerte» conciliar sobre la salvación. Su sesión VI, de 1547,
sobre la justificación es sin duda la obra maestra doctrinal del conci-
lio. Trata con claridad de la redención y de la justificación. Apela es-
pecialmente a las categorías de satisfacción y de mérito. Será preciso
n. UN TESTIMONIO DOGMÁTICO REDUCIDO
estudiar este texto a propósito de estos términos5. El mismo concilio
desarrolló la temática del sacrificio a propósito de las relaciones entre
Y aquí nos espera una sorpresa En cristología podíamos referirnos el sacrificio de la misa y el sacrificio de la cruz (sesión XXII, en
a la serie imponente de concilios ecuménicos antiguos que iban crista- 1562).
lizando toda la trayectoria de la reflexión eclesial. Pero ahora no ocu- En 1653 el Papa Inocencio X afirma contra los jansenistas que la
rre lo mismo; mientras que la salvación y la redención están siempre universalidad de la redención pertenece a la fe de la Iglesia6, en refe-
en el primer plano del discurso de la Escritura, en los documentos de rencia a la voluntad salvífica universal de Dios que afirma la Escritura
la Iglesia casi siempre se suponen y se presuponen como una referen- (1 Tim 2, 4-6), y al sacrificio de Cristo por todos (1 Jn 2, 2)7.
cia normal, sin ser nunca objeto de definiciones solemnes. Existen
El concilio Vaticano I había puesto en su programa una segunda
ciertamente las alusiones, bastante numerosas por cierto, pero son de
ordinario marginales. Sin pretender trazar un cuadro completo, men- constitución dogmática «sobre la fe católica», que comprendía un ca-
cionaré sólo algunas de las más significativas. pítulo dedicado a «la gracia del Redentor». Este documento, dirigido
La primera y la más importante es evidentemente el «por nosotros
y por nuestra salvación» del símbolo niceno-constantinopolitano. Se
recoge aquí toda la gesta de Cristo, bajo el doble título de su motiva- 3. DS 391.
4. Cf. B. SESBOUE, Jésus Christ dans la tradition de l'Egüse, o. c , 155-180 (caps.
ción y de su finalidad, referida a la realización de nuestra salvación. VII-VIII).
Este dato fundamental se expresa en una narración: creemos en el 5. Cf. infra, cap. 9: «Cristo, justicia de Dios», 243-273.
Dios que llevó a cabo nuestra salvación por la misión de su Hijo y el 6. DS2005.
7. Esta cuestión se había debatido ya en el concilio de Quierzy en el año 853 contra
don de su Espíritu. Esta salvación constituye la unidad del aconteci- Gotescalco: DS 624.
64 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA SITUACIÓN DOCTRINAL DE LA SOTERIOLOGÍA 65

principalmente contra las negaciones racionalistas de la época y que Trento, ya que la Reforma había proclamado que la justificación por
subrayaba el carácter sobrenatural de la gracia, se quedó en cartera de- la fe era «el artículo que hacía sostenerse o caer a la Iglesia». Se trata-
bido a la interrupción del concilio. Insistía en las categorías de mérito ba por tanto de «justificar» la doctrina católica en su fidelidad a la Es-
y de satisfacción vicaria. Es evidentemente un reflejo de la teología de critura y reivindicar el carácter propiamente sacrificial de la eucaristía.
la época. Pero los tres proyectos sucesivos que tenemos no fueron más Pero estos pocos árboles no deben ocultarnos el bosque. La salva-
que parcialmente sometidos a discusión y no fueron objeto de ninguna ción constituye siempre el punto de partida y el presupuesto de todo
votación. Por tanto, es muy exagerado reconocerles «una gran autori- desarrollo dogmático. El «por nosotros y nuestra salvación» desempe-
dad teológica en virtud de las condiciones» de su redacción8, lo cual ña el mismo papel en la elaboración del dogma que en el símbolo. Si
corre el riesgo de atribuirles una cuasi-autoridad dogmática. En el mo- de suyo, por ejemplo, el cumplimiento de la mediación salvífica de
mento de establecerse el programa del Vaticano n se hicieron algunas Cristo presupone la ontología del Cristo Mediador, para nosotros y
peticiones en favor de una definición dogmática de la redención. Sus para la reflexión de la fe la experiencia de la salvación constituye el
autores creían paradójico que este misterio central no estuviera presupuesto y la motivación de las afirmaciones cristológicas.
«definido». Aquello era comprender mal el sentido y la naturaleza de
Por otro lado, ¿es posible «definir» lo que engloba todo el misterio
las definiciones eclesiales, que no tienen la finalidad de decirlo todo
cristiano? Porque, más allá de las contingencias históricas que no han
según un orden sistemático, sino de responder a las contestaciones de
ofrecido nunca la ocasión para una definición de la redención, se
la cultura y de la historia y a las preguntas de la razón humana que pu-
dieran poner en crisis alguno de los datos de la fe, hasta el punto de re- puede discernir un significado más profundo a esta laguna aparente: la
ducir el anuncio de la salvación a palabras vacías de sentido. redención estructura la totalidad de la fe hasta tal punto que se escapa
de toda definición. Esto indica la dificultad propia de toda teología de
En efecto, el significado de esta magna cosecha debe comprender- la redención y de la salvación.
se debidamente. No quiere decir que el dogma de la salvación sea se-
cundario o que haya atraído poco la atención. Se imponía hasta tal
punto que nunca fue objeto de una negación directa y formal. Pero ha
IH. UNA DOMINANTE INVERTIDA: DEL MOVIMIENTO DESCENDENTE AL
sido atacado lateralmente a través de la cristología, de la doctrina de la
gracia y de la interpretación de sus modalidades y de sus resultados en MOVIMIENTO ASCENDENTE
nosotros. Incluso un Pelagio, que reducía la pasión de Cristo a un
valor ejemplar, no pretendía negar la realidad de la redención. Más Las intervenciones magisteriales sobre la salvación no son sufi-
tarde, una tradición agustiniana estrecha y los jansenistas discutirían cientes para darnos acceso al acontecimiento fundamental que ha mar-
su universalidad. Abelardo, reaccionando ya contra ciertas concepcio- cado la historia de la teología en esta materia. La multiplicidad de me-
nes del «rescate», vio en la pasión de Cristo ante todo una demostra- táforas y de categorías utilizadas en el Nuevo Testamento abría el
ción del amor divino. Estará en el origen de lo que se ha llamado la te- camino a interpretaciones sistemáticas muy variadas. En esta rica di-
oría «subjetiva» de la redención, que pone en discusión —como indica versidad destacan algunos centros de gravedad. En efecto, las diversas
su nombre— la «objetividad» de la obra realizada para nosotros por categorías se ordenan según dos movimientos principales: uno va de
Cristo. Esía línea de pensamiento será seguida por Socin en el siglo Dios aJ hombre a través de Ja humanidad de Jesús; el otro va del hom-
XVI y, a través del siglo de las Luces, desembocará en las concepcio- bre a Dios, ya que en Jesús, el Hijo por excelencia, el hombre consi-
nes del protestantismo liberal. Por otra parte, el racionalismo de los gue pasar a Dios. Estos dos movimientos se basan en la persona hu-
tiempos modernos rechazará el carácter propiamente sobrenatural de mano-divina de Jesús, que goza de una solidaridad perfecta con Dios
la gracia y de la salvación cristiana. Todo esto explica el carácter co- y con los hombres. El primer movimiento es un movimiento descen-
yuntural y reducido de la mayor parte de las intervenciones del magis- dente; el segundo, un movimiento ascendente.
terio eclesial. Las únicas exposiciones de fondo son las del concilio de Pues bien, resulta que la tradición cristiana antigua de la Iglesia
—en líneas generales podríamos hablar del primer milenio—, y parti-
8. Como hace desgraciadamente L. RICHARD , Le mystére de ¡a réócmpáon, Decléc, cularmente la tradición patrística oriental, ha subrayado más el movi-
Tournai 1959, 185. El autor ofrece numerosos extractos del esquema propuesto. miento descendente; por el contrario, la tradición del segundo milenio,
66 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA SITUACIÓN DOCTRINAL DE LA SOTERIOLOGÍA 67

y especialmente la tradición occidental y latina, ha insistido más en el «No se trata ahora, como ocurría con la noción clásica, de una sola ac-
movimiento ascendente. El giro de una perspectiva a la otra puede si- ción divina, ininterrumpida y continua. La línea que iba de arriba
tuarse en Anselmo de Cantorbery (+1109). Ha sido un mérito de Gus- abajo se cruza con otra línea que va de abajo arriba, y esto porque apa-
tave Aulen, teólogo luterano sueco, en sus lecciones de Upsala en rece aquí la noción de una prestación desde abajo, de una satisfacción
1934, haber subrayado fuertemente este cambio de perspectiva. Aulen, ofrecida por Cristo en cuanto hombre, de una «compensación» ofreci-
sin duda, se ha dejado llevar, como suele ocurrir con los que descu- da a Dios, como dirá luego esta expresión especialmente característica
bren una idea profundamente justa, a un cierto unilateralismo, ligado a del siglo XVII. La doble perspectiva de la noción clásica de reden-
ción, según la cual Dios se reconcilia y reconcilia al mismo tiempo,
sus propios presupuestos teológicos. Evidentemente, los antiguos no
desaparece ahora. Por el contrario, sale a relucir otra división: Dios es
ignoraban el movimiento ascendente, ni los modernos ignoran el mo- en parte el sujeto y en parte el objeto de la obra de redención: sujeto
vimiento descendente. Toda la teología agustiniana del sacrificio de en cuanto que la pone en movimiento y la organiza, y objeto en cuanto
Cristo, sin hablar de la reflexión de otros padres orientales y occiden- que se trata de su propio cumplimiento".
tales, está allí para elevar un no formal a la primera afirmación. Igual-
mente, san Anselmo y más tarde santo Tomás suponen adquirido el Este fino análisis está pidiendo algunas observaciones críticas.
movimiento descendente que siempre quedara connotado en occiden- Aulen opone inmediatamente las dos concepciones sin intentar ver su
te. Pero lo cierto es que la dominante se invirtió y que el centro de gra- complementariedad. Esto se debe a su legítimo deseo de rehabilitar la
vedad de la reflexión teológica se desplazó en la manera de responder doctrina antigua del motivo de la redención, que ha sido juzgada peyo-
a la cuestión: ¿por qué murió Jesucristo? Los antiguos respondían ante rativamente por el occidente latino en virtud de sus connotaciones mi-
todo: para «rescatarnos», para «librarnos» de la muerte, del pecado y tológicas (la famosa concepción de los «derechos del demonio», en
del diablo. Esta «liberación de la violencia injusta que pesaba sobre la particular). Pero se debe también a una infravaloración de los dos as-
humanidad se llevó a cabo de forma onerosa, ya que fue objeto de un pectos de la única mediación de Cristo, para cada uno de los cuales in-
combate y fue el precio de una victoria de Cristo sobre las fuerzas del tervienen la divinidad y la humanidad. En el motivo clásico, es decir,
mal. En este sentido es como él dio su vida en «rescate». Los latinos, en el movimiento descendente, Aulen ve una acción de Dios solo12. Se
desde la alta Edad Media, contestan de una manera muy distinta: Cris- olvida de que este movimiento pone en obra a la humanidad de Cristo;
to murió en primer lugar para ofrecerse en sacrificio al Padre y satisfa- los antiguos teman una viva conciencia de ello, como demuestra la
cer a la justicia divina. Aulen interpreta así la primera doctrina: doctrina de la comunicación de idiomas y los debates sobre las dos vo-
luntades de Cristo, que giraban en torno al misterio de la agonía de
«La diferencia más clara entre el tipo dramático y el que se designa Jesús 13 . Los latinos, por su parte, no se han olvidado de que la media-
generalmente con el título de objetivo reside en el hecho de que el pri-
ción ascendente no es posible ni eficaz más que en el presupuesto de
mero considera lógicamente la redención ante todo como una acción
propia de Dios, como un acto divino ininterrumpido, mientras que el la mediación descendente y su teología de la gracia hace derivar toda
segundo encuentra sin duda la fuente de la redención en la voluntad de la eficacia salvífica del acontecimiento de Jesús, de la gracia de unión
Dios, pero vinculando por el contrario su realización a una prestación que tenía en cuanto Hijo. El sacrificio y la satisfacción son también
que se considera que realizó Cristo en cuanto hombre y por un camino actos «divinos». Por tanto, Dios no es en parte sujeto y en parte objeto
humano; por eso se trata aquí de un acto divino que se puede llamar de la redención; es totalmente sujeto, ya que la redención no depende
ininterrumpido»9. más que de su designio de amor, pero él quiere que venga también to-
talmente del hombre en su Hijo Jesús. No le basta entregarse al hom-
Para la segunda doctrina, que tiene su origen en Anselmo, por el
contrario, se interrumpe la línea de arriba abajo, mientras que sigue
«ininterrumpido el orden jurídico»10: 11. Ibid., 127-128.
12. ¿Habrá que ver aquí un rasgo de la Alleinwirksamieit Gottcs luterana? Aulen
ve en Lutero al autor que VOITÍÓ al «motivo clásico» de la redención. Ésta, lo mismo
que la justificación, es una acción de Dios solo, sin participación humana, incluso en
Cristo: "No se trata de una prestación que haya hecho Cristo qua homo, en y por su na-
9. G. AULEN, Cliristus Víctor. La notion ciirétiennc de rédemption, Aubicr, París turaleza humana»: o.c, 152. Sobre esta cuestión cf. el debate entre Y. Congar y M.
1949, 12-13 (trad. del sueco porG. Hoffman-Sigel). Lienhani Luther témoin de Jésus-Christ, Cerf, París 1973, 24-25.
10. Ibid., 129. 13. CX. B. SESBOUE , Jésus-Christ daos la tradición de l'Eglise, o.c, 167-173.
68 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA SITUACIÓN DOCTRINAL DE LA SOTERIOLOGIA 69

bre en una «autocomunicación perdonante» (Rahner), sino que desea


la de satisfacción. Les pareció a muchos el concepto-clave, que recapi-
que el hombre se entregue también a él en un libre amor. Por eso, en
tulaba en sí todos los aspectos de la redención.
Jesús le da al hombre la facultad de realizar su propia redención. Se
da, por tanto, una continuidad entre el movimiento descendente y el La tarea teológica que hoy se impone es la de valorar con claridad
movimiento ascendente, aun cuando aquel es lógicamente el primero el movimiento descendente de la soteriología, para restituirle su priori-
y hace posible el segundo; se da también una homogeneidad entre los dad. En efecto, todo viene de Dios. Pero no hay que caer por ello en
dos, ya que los dos se realizan por el Hijo único hecho hombre. un unilateralismo inverso; este movimiento debe articularse con el
movimiento ascendente en el respeto a la solidaridad de los dos aspec-
Dicho esto, el discernimiento realizado por Aulen contiene una
tos de la mediación. Sólo esta articulación puede permitir comprender
gran parte de verdad y el dualismo que revela su concepción de la me-
diación fue también el de algunas teologías. La inversión de la domi- de verdad el alcance del movimiento ascendente, cuyas interpretacio-
nante doctrinal se manifiesta especialmente en el cambio de dirección nes se desviaron un tanto en los tienpos modernos, como vamos a
según la cual se comprendieron muchas de las categorías bíblicas. La ver. El reconocimiento de estas «dos perspectivas complementarias»
redención, liberación del mal y del pecado en la Escritura, se hizo fue el que dio origen en 1959 al hermoso libro de Louis Richard dedi-
prácticamente sinónimo de satisfacción (se puede observar ya en santo cado al misterio de la redención'5:
Tomás)14, mientras que el «rescate» tenía que pagarse a Dios para sa- «Según la fórmula paulina, Dios, por la iniciativa de su amor miseri-
tisfacer su justicia, perspectiva que se consideraba mucho más pura y cordioso, reconcilia al mundo consigo, en el Cristo que se encarnó,
espiritual que las antiguas ideas que apelaban a un derecho del demo- murió y resucitó por nosotros (2 Cor 5, 19). Misterio de amor que su-
nio. Igualmente, el concepto de justicia es manifiestamente pera toda comprensión, incluso bajo la luz recibida de este amor.
«descendente» en Pablo: se trata de la justicia justificante de Dios para En esta perspectiva del Amor divino que nos libera del pecado dando
el hombre pecador; pero luego se convirtió en un concepto a Jesús a la humanidad, hay que comprender las nociones de rescate o
redención. En la perspectiva bíblica es Dios el que rescata, es decir, el
«ascendente»: el hombre tiene que satisfacer a la justicia divina. Final- que libera de la esclavitud del pecado...
mente se constata que los nuevos conceptos creados y utilizados en ... Esta perspectiva, que parte de Dios dándose al hombre por medio
occidente son todos ellos ascendentes: satisfacción, sustitución, satis- de su Hijo, no excluye ni mucho menos, sino que exige, la perspectiva
facción vicaria... que va del hombre a Dios por medio de Jesucristo, ya que la criatura
El predominio de la mediación ascendente, que atraía a todas las tiene que glorificar a Dios en su respuesta de amor filial y adora-
categorías de la redención, se desarrolló de forma continua a través de dor»16.
la Edad Media, para conocer a partir del siglo XVI una nueva fortuna. Todo el misterio es un misterio de amor: el amor es el que enlaza
De la idea de satisfacción se pasó a la de sustitución, ya que Cristo sa- las dos perspectivas. Tanto la segunda como la primera tienen que in-
tisfizo «en lugar nuestro». Esta sustitución se comprendió al menos terpretarse sobre el fondo del amor.
como una sustitución penal (Cristo sufrió el castigo de nuestros peca-
dos), cuando no como una sustitución en la culpabilidad y la condena- Puede observarse, con cierta nota de humor, que en el momento en
ción. Los textos fuertes de la Escritura fueron entonces 2 Cor 5, 21 (el que se descubrían las virtudes de la cristología desde abajo, a veces
Cristo «hecho pecado») y Gal 3, 13 (el Cristo «hecho maldición»), así con el riesgo de oponerse indebidamente a la cristología desde arriba,
como el logion del abandono de Jesús en la cruz (Mt 27, 46), interpre- se vuelve a descubrir el valor necesario de la soteriología de arriba,
tado en el sentido de una especie de «condenación» de Jesús. Algunas igualmente con el riesgo de rechazar toda soteriología de abajo. La ac-
de estas ideas fueron comunes a los teólogos protestantes y a los cató- titud teológica coherente debería seguir siendo la misma en ambos
licos. Se las vuelve a encontrar en el siglo XLX en el teólogo ortodoxo casos: mantener la solidaridad y proponer una articulación.
Bulgakov. A finales del siglo XVlfí aparece un nuevo concepto, el de Pero esta inversión de tendencia no se soldó únicamente con una
«satisfacción vicaria», que resume en sí mismo la idea de sustitución y visión unilateral. Se vio igualmente acompañada de otro fenómeno,
más peligroso aún: una «desconversión» de las categorías ascendentes.

14. Cf. S. Th. illa, q. 48, 3.4. El doctor angélico da prioridad aquí a las categorías
ascendentes. 15. L. RICHARD, O. C.
16. Ibid.,166.
70 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA SITUACIÓN DOCTRINAL DE LA SOTERIOLOGÍA 71

IV. LOS MECANISMOS DE LA «DESCONVERSIÓN» DEL VOCABULARIO Por ejemplo, las penas de prisión tienen un valor vindicativo, aunque
se insista en la protección necesaria de la sociedad contra el malhe-
Ya lo hemos visto: el lenguaje cristiano se basa en una doble con- chor y en el aspecto medicinal de esas penas (reeducación del delin-
versión de sentido de un vocabulario procedente de la experiencia hu- cuente, su cambio de vida).
mana tradicional y utilizado en las diversas religiones. La pedagogía No hay por qué despreciar este esquema antropológico, ya que
de la revelación consiste en trasformar el sentido de estas palabras, en tiene un valor social real; dirige el equilibrio de los intercambios en
purificarlas de sus connotaciones malsanas, consecuencias del pecado las relaciones humanas y permite la regulación de la violencia en las
del hombre, y en cargarlas de un nuevo valor a fin de hacerles decir lo sociedades. Pero este esquema ha sido proyectado espontáneamente
que ha sido propiamente revelado y dado por Dios. Este proceso de por la conciencia ancestral en el terreno de las relaciones entre el hom-
conversión de sentido toma cuerpo en un pueblo y pasa por la conver- bre y Dios. Es la forma negativa del do ut des. Es menester que los de-
sión del mismo a la fe. Pero esta conversión es frágil, ya que es acep- rechos de Dios sean vengados por una forma de compensación objeti-
tada por un pueblo amenazado por el pecado. Pues bien, el sentido va del pecado cometido, castigo oneroso o sacrificio, para que el
nuevo y convertido está en contradicción y choca con el sentido inscri- hombre vuelva a encontrar su benevolencia. Inmediatamente traspues-
to espontáneamente no sólo en la historia pasada de las religiones, to y poco atento a la trascendencia, semejante esquema concibe a Dios
sino también en el presente del inconsciente colectivo. Por eso existe a imagen del hombre. Ve en él un superjefe de estado, encargado de
el grave riesgo de querer explicar y comentar estas palabras, en teolo- imponer el orden en el mundo y en la sociedad, con los mismos me-
gía o en pastoral, a la luz de unos esquemas no convertidos que fun- dios. Y como todos los hombres son pecadores, el Dios pintado a ima-
cionan sin que uno se dé cuenta de ello. Por ese mismo hecho se llega gen del hombre tendrá inevitablemente ciertos rasgos pecadores.
a «desconvertirlos» e incluso a pervertirlos, haciéndoles afirmar cosas Pues bien, la revelación judeo-cristiana nos dice que Dios no es
escandalosas que no tienen nada que ver con el escándalo paulino de como el hombre; convierte radicalmente este esquema anunciando que
la cruz. El carisma de la infalibilidad de la Iglesia nos garantiza sin el Dios justo y santo es el que justifica al pecador en vez de vengarse
duda de que la fe misma no ha caído nunca en esta perversión; pero no de él, que es un Dios de perdón y de misericordia, de manera incondi-
podemos decir esto mismo de algunos discursos exegéticos, teológicos cional. V. Jankélévitch lo comprendió perfectamente cuando escribía:
y pastorales. «El mismo Aristóteles conoció el don, pero sólo la Biblia conoció de
veras el perdón»17. Porque Dios no exige nada más que la conversión
del corazón, el abandono del pecado y el retorno al camino de la justi-
Dos esquemas no convertidos: la compensación y la pena vindicativa
cia; y en este mismo terreno él da lo que ordena, puesto que el hombre
Todos estamos imbuidos del esquema antropológico sumamente no puede convertirse más que bajo su gracia. El que esta conversión le
fuerte de la compensación Basta, para convercerse de ello, preguntar resulte al hombre onerosa se debe a su adhesión objetiva al pecado,
a la conciencia popular. Este esquema lleva consigo la idea de que que le pide un cambio de actitud siempre costoso; el que se exprese en
tiene que haber una correspondencia tan exacta como sea posible entre unos actos concretos de reparación, esto se debe a que el hombre es
el mal cometido y su reparación. Esta correspondencia se traduce por cuerpo que vive en el tkmpo y una conversión sincera tiene que tomar
la imposición de un castigo con que se piensa reparar el mal cometido también cuerpo en el tiempo y negar el pecado por todos los medios
suprimiéndolo (por ejemplo, una restitución), o bien, si esto no es po- posibles. Todo esto queda perfectamente expresado en la parábola del
sible, constituir un sufrimiento de valor equivalente al sufrimiento hijo pródigo: «Matar el carnero cebado y dar un banquete en honor del
causado a la víctima, o eventualmente de un valor equivalente, pero arrepentido, dice tambiói Jankélévitch, es algo que resulta inexplica-
contrario, al placer obtenido del mal que se ha cometido. Por tanto, su- ble, injusto, la misteriosa fiesta del perdón»18.
frir el castigo será expiar. Esta concepción supone que los derechos de Resulta difícil negai que el esquema de la compensación, relacio-
la justicia tienen que ser rengados, y en la idea de compensación sub- nado siempre con el de la pena vindicativa, se haya infiltrado subrepti-
yace siempre la noción de «pena vindicativa». Todas estas ideas domi-
nan, consciente o inconscientemente, en virtud de un consenso tácito
17. V. JANKÉLÉVITCH , Lepardotí, Aubier, París, s.d., 167.
innato, la educación ¿e les hijos y el ejercicio de la justicia humana. 18. lbid.,101.
72 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA SITUACIÓN DOCTRINAL DE LA SOTERIOLOGÍA 73

cianiente en las teologías de la salvación. El desarrollo de las teorías miento y calor. Pero en caso de contacto inmediato entre los dos hilos
jurídicas de la redención, en donde se habla de imputación o de susti- se produce una hemorragia súbita de energía con los consiguientes
tución penal es un ejemplo evidente. Sin embargo, el misterio de la efectos nocivos y destructores. Por consiguiente, una buena utilización
cruz no puede estar en contradicción con la parábola del hijo pródigo. de la electricidad exige establecer un contacto, pero manteniendo una
Es verdad que el empleo en el Antiguo y en el Nuevo Testamento de forma de distancia o de resistencia.
todo un vocabulario, utilizado analógicamente y objeto de una profun- En el caso de la redención hay también un polo positivo: el amor
da conversión, parecía rondar muy de cerca al esquema de la compen- misericordioso del Padre que da a su Hijo a los hombres; es el amor y
sación, lo cual ha dado pie a estas interpretaciones «desconvertidas». la obediencia incondicional del Hijo que cumple su misión de reconci-
Esto resulta manifiesto para el término de expiación. Igualmente, liación de los hombres con Dios y entre ellos mismos, realizando el
¿cuántas teologías de la redención han buscado en la historia de las re- «sacrificio», es decir, el paso a Dios de sí mismo en nombre y en pro-
ligiones una definición del sacrificio, a fin de poder explicar el sacrifi- vecho de toda la humanidad. El polo negativo es la situación pecadora
cio de Cristo? La idea de compensación penal afecta entonces a la in- de la humanidad que se debate en unos males tan complejos en los que
terpretación del carácter doloroso y sangrante de la muerte de Jesús. están implicados el pecado y las consecuencias del pecado. Por su pe-
Los términos teológicos de la tradición cristiana de satisfacción y de cado los hombres viven en una separación mortífera de Dios; se ven
sustitución llegaron así a recoger, el uno la idea de una equivalencia igualmente afectados por un rechazo de la justicia y del amor de Dios
entre el mal y el sufrimiento, y el otro la de alguien que «paga» en y por una violencia que destruye su fraternidad.
lugar del otro. Las citas de Aulen hechas anteriormente asimilan es-
pontáneamente la noción de satisfacción a la de compensación". En La redención consistirá en poner en contacto esos dos polos en un
este punto Girard tiene razón: el hombre acusa a Dios de ser vengativo designio de reconciliación a través de la vida, de la acción y de la
y violento, porque le atribuye lo que su inconsciente pecador juzga ne- muerte de Cristo, y adquirirá toda su visibilidad en lo que Ignacio de
cesario. Pues bien, la redención es obra del amor divino y no hay nin- Antioquía llamaba de forma atrevida «la máquina de la cruz»21. La
gún texto bíblico que pueda interpretarse justamente en el sentido de cruz es el lugar del «duelo admirable», evocado por la secuencia pas-
una justicia conmutativa o de una justicia vindicativa20. cual22, entre la vida y la muerte, entre el amor y el odio. En la victoria
aparente de la muerte y del pecado, revela y realiza la victoria definiti-
va de la vida y del amor, así como la liberación y la conversión de los
El mecanismo de un «cortocircuito» hombres que vuelven a ser capaces en Cristo de realizar su vocación y
de pasar a Dios.
Concretamente, el parasitismo de la idea de compensación y de
pena vindicativa en las afirmaciones reveladas se apoyó en una espe- La cruz es el lugar de una misteriosa coincidentia oppositorum, en
cie de «cortocircuito» semántico, cuyo mecanismo es interesante des- donde una ejecución sangrienta, que es todo lo contrario a la buena
montar. nueva de la salvación, se convierte en la manifestación última de un
amor más fuerte que la muerte. Pero la justa percepción de esta
La imagen del cortocircuito puede ayudarnos a comprender esta «coincidencia» supone que hay que respetar la antinomia de los
idea. El cortocircuito se debe al contacto inmediato entre la fase posi- «contrarios» y su respectiva responsabilidad. El cortocircuito consiste
tiva y la fase neutra de una línea eléctrica. Entre los dos hilos hay una en la confusión entre los contrarios y en la atribución inmediata al
diferencia de potencial cuya energía se puede dominar y utilizar cuan- polo positivo de lo que pertenece al polo negativo. La perversión con-
do atraviesa un aparato que hace resistencia y permite obtener movi- siste entonces en hacer pasar de un polo al otro la violencia y en pre-
sentar como un bien lo que es ante todo obra del mal y de los hombres
pecadores, es decir, la ejecución sangrienta de Cristo en la cruz. Olvi-
19. La idea de compensación sigue pesando sobre la exposición reciente de M. J. da sencillamente que el asesinato en cuanto tal no tiene nada de salu-
NICOLÁS, art. cit,62, a pesar de propugnar una conversión de los conceptos. Es verdad
que su exposición se basa en las expresiones de santo Tomás. Pero ¿es legítimo traducir dable, que la muerte en cuanto muerte no puede ni mucho menos ser
recompensatio por «compensación»?
20. Cf. J. GALOT , La lédemption mystére d'Alliance.D.D.B., Paris-Bruges 1965,
96-107, donde el autor analiza los textos bíblicos que podrían aducirse erróneamente en 21, IGNACIODE ANTIOQUÍA, Ad Ephes.iX, 1.
este sentido. 22. «More el vita daello conílixere mirando. Dux vitae mortuus regnat vivus».
74 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA SITUACIÓN DOCTRINAL DE LA SOTERIOLOGÍA 75

objeto de un designio de Dios. La pasión de Cristo es salvífica porque «¿Qué quiere decir "reconciliados por la muerte de su Hijo"? ¿Es que
convierte esta obra de muerte en obra de vida, en el combate que em- Dios Padre, airado contra nosotros, vio la muerte piacular de su Hijo y
prende contra ella, con las armas absolutas del amor, del don de sí se aquietó su ira contra nosotros? ¿Acaso el Hijo se había ya reconci-
mismo y de la obediencia liado con nosotros, hasta dignarse morir por nosotros, mientras el
Padre aún humeaba en su furor y sólo se aplacaba a condición de que
su Hijo muriera por nosotros? Que es lo que en otro lugar dice el
El olvido de los tres participantes mismo Doctor de los gentiles cuando escribe: ¿Qué diremos, pues, a
estas cosas? Si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que
El «cortocircuito» atribuye inmediatamente al designio de Dios, y no perdonó a su Hijo, sino que por todos nosotros lo entregó, ¿cómo
por tanto al Padre, la responsabilidad de lo que es debido a la liber- no nos va a dar con él todas las cosas?... Pero yo veo en el Padre un
tad pecadora de los hombres. A la pregunta de «¿por qué la reden- amor de prioridad. Nos amó no sólo antes de morir su Hijo por
ción pasa por la cruz y por la muerte violenta de Jesús?» no hay más nosotros, sino antes de la creación del mundo... El Hijo, a quien el
Padre no perdona, es entregado, pero no contra su voluntad, pues de
que una respuesta posible: porque los hombres pecadores en su tota-
él está escrito:'Me amó y se entregó por mí'»24.
lidad, tanto paganos como judíos, rechazaron el anuncio del reino y
entregaron a la muerte al Justo, considerando que era insoportable su La fórmula de Rom 8, 32, que evoca aquí san Agustín: «El que
presencia en medio de ellos (cf. Sab 2, 12). Este dato se afirma de la no perdonó a su Hijo...» ha sido interpretada a veces, en contra del
manera más formal en el kerigma primitivo: «A éste (Jesús Nazare- contexto que indica claramente su sentido, según la idea del pacto sa-
no)... vosotros le matasteis clavándole en la cruz por manos de los im- crificial: Dios inmoló a su propio Hijo en aras de su justicia. Pero
píos; a éste, pues, Dios le resucitó librándole de los dolores del san Agustín comprendió perfectamente que toda la pasión es el fruto
Hades» (Hech 2, 23-24). Este texto dice admirablemente lo que es de una iniciativa absoluta del amor de Dios que entrega a su Hijo a
obra de los hombres, la muerte, y lo que es obra de Dios, Ja resurrec- nosotros, a nuestra libertad de hombres pecadores que le damos
ción. Los relatos de la pasión subrayan la misma idea, incluso en las muerte. Tan sólo por la inversión de la situación que está en el cora-
palabras de perdón dichas por Jesús en favor de sus verdugos (Le 23, zón de la acción redentora, el Hijo entregado a nosotros se entrega
24). para nosotros. Porque el cortocircuito se olvida siempre de esta inver-
En efecto, no hemos de olvidar nunca que en la pasión hay tres sión del por por el para realizado por la muerte de Jesús. Muerto por
participantes: el Padre que entrega a su Hijo para reconciliar a la hu- obra del pecado de los hombres en una violencia injusta, Jesús muere
manidad con él; el Hijo que se entrega al Padre y a sus hermanos en para sus pecados, es decir en favor de los hombres 25 .
un amor que lo lleva hasta sufrir la muerte; los hombres pecadores, Esta misma inversión afecta a todas las fórmulas bíblicas que atri-
testigos de un rechazo de Dios que los lleva incluso al asesinato. San buyen en definitiva el misterio de la muerte de Cristo al designio de
Agustín había meditado ya en los diferentes sentidos del tradidit, Dios como causa primera. Éste es el sentido de la fórmula de los He-
según se trate del Padre, del Hijo o de Judas: «¿Qué es lo que distin- chos antes mencionada, que encierra esta indicación: «A éste, que fue
gue al Padre que entrega a su Hijo, al Hijo que se entrega a sí mismo y entregado según el determinado designio y previo conocimiento de
al discípulo Judas que entrega a su Maestro? Lo siguiente: que el Dios, vosotros le matasteis...» (Hech 2, 23). Tal es también el sentido
Padre y el Hijo lo hicieron por caridad, y Judas por traición» 23 . El re- del «es preciso» (Le 17, 25) o de los «¿no era necesario...?» (Le 24,
chazo o el olvido de esta triangulación del drama conduce inevitable- 26). Estas expresiones no quieren decir que los verdugos hayan hecho
mente al «pacto sacrificial» denunciado por Girard: un Dios irritado una buena acción al matar a Jesús. Dicen todo lo contrario: al ser los
exige la muerte sacrificial de su Hijo para aplacar su justicia. Pone una hombres lo que son, su obra de muerte contra Jesús era inevitable y
condición previa al ejercicio de su misericordia. San Agustín, glosan- Dios lo sabía. Pero su amor todopoderoso no retrocedió e incluso fue
do a san Pablo, nos muestra que esta idea no existió nunca en la anti-
gua tradición de la Iglesia:

24. AGUSTÍN , De Tkin. XIEI, XI, 15: trad. L. ARIAS, Obras de san Agustín V, BAC,
Madrid 1948, 73J.
23. AGUSTÍN, Comm. ¡n 1 epist.Joh. VII, 7: SC 75, 327. 25. Cf. B. RFV , Jésis-Chrit, chenin de notre Coi, Cerf, París 1981, 94.
76 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA SITUACIÓN DOCTRINAL DE LA SOTERIOLOGÍA 77

capaz de hacer que entrara ese mal en su propio designio, a fin de re- penal. La sangre será el precio, la verdadera contrapartida exigida para
cuperarlo en un bien infinitamente mayor. el perdón del pecado de los hombres. La sangre tendrá un valor objeti-
vo en sí misma. Por este hecho, Dios Padre representará el papel de un
El desconocimiento de la metáfora y de la metonimia sádico y los cristianos se compremeterán en un culto sadomasoquista.
Toda la expiación realizada por Jesús en el sentido bíblico de esta pa-
Las categorías neotestamentarias son más bien metáforas que con- labra se verá pervertida y llegará a ser una falsa concepción del sufri-
ceptos, como hemos visto. El cortocircuito que lleva a cabo una per- miento reparador.
versión de sentido se apoya precisamente en el desplazamiento simbó- Cuando Juan cita la frase de Caifas: «Vosotros no sabéis nada ni
lico del lenguaje que procede por metáfora, en nombre mismo de la caéis en cuenta que es mejor que muera uno solo por el pueblo y no
coincidencia de los contrarios. El lenguaje bíblico y tradicional se que perezca toda la nación», no vacila en decir que, a su manera, Cai-
basa muy particularmente en la metonimia, que define así el Petit- fas profetizó «que Jesús iba a morir por la nación, y no sólo por la na-
Robert: «Procedimiento del lenguaje por el que se expresa un concep- ción, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban
to por medio de un término que designa otro concepto unido al prime- dispersos» (Jn 11, 50-52). Al escribir esto, sabía muy bien lo que
ro por una relación necesaria (la causa por el efecto, el continente por decía; era consciente del cambio radical de sentido entre las ideas de
el contenido, el signo por la cosa significada)». Los ejemplos que se Caifas y la realidad del misterio. La corrección universalista que hace
dan son los siguientes: «Beber un vaso (contenido), amotinar la du- a la reflexión de Caifas lo muestra ya claramente. Caifas juzga preferi-
dadlos habitantes), son metonimias». En nuestro caso un elemento ble abandonar a Jesús a la venganza de los romanos, a los que calmará
que es imagen (o signo) de otro, evoca y hasta simboliza todo un con- esta ejecución aislada. Así se evitarán sus crueldades contra el conjun-
junto complejo (significado). to del pueblo. Por tanto, para él Jesús será el chivo expiatorio del pue-
Lo que podríamos llamar el pathos de la cruz, es decir, la valora- blo, en beneficio de una reconciliación (provisional) con los romanos.
ción afectiva de un misterio que se reconoce como insondable, se basa Pero Juan, desde lo más hondo de su fe, lee en esta frase cruel, por
en la metáfora y en la metonimia. Estas tienen un poder de evocación metáfora y metanoia, un anuncio de la realidad más misteriosa. Lejos
tanto mayor cuanto que se apoyan en una antinomia más de identificar a Dios con los romanos policiales y vengadores, lee en
«escandalosa»: el desencadenamiento de la violencia absoluta se in- la pasión la realización del designio de salvación y de unidad para
vierte para convertirse en el lugar de la revelación del amor absoluto. todos los hijos de Dios.
Pongamos por ejemplo la «retórica de la sangre» en el Nuevo Tes- I-a representación tradicional de la cruz y del crucifijo se basa en
tamento. Son innumerables las expresiones que atribuyen nuestra re- esta misma metáfora. ¿Tiene acaso el crucifijo la finalidad de glorifi-
dención a la sangre de Cristo (Rom 5, 9; Heb 9, 12.14; 1 Jn 1, 7; 1 Pe 1, car un suplicio infame? ¿Quién aceptaría poner en un lugar distingui-
18-19; Le 22, 20; la nueva alianza en la sangre derramada de Jesús, do de su casa la representación de un ahorcado? ¿Quién, a no ser un
etc..) La sangre recapitula simbólicamente toda la obra realizada por sádico, podría complacerse en semejante espectáculo? Sin embargo,
la pasión de Jesús. El contexto precisa muchas veces en qué sentido se eso es lo que hace la Iglesia. ¿Será para recordarnos sin cesar que la
toma este término: traduce el don de sí que llega hasta el final dando venganza del Padre ha caído sobre el Hijo para castigarlo hasta la
pruebas del amor más grande. La sangre es por tanto el símbolo del muerte? Eso sería algo odioso y estaría en contradicción tanto con el
amor reconciliador que tomó cuerpo visiblemente en nuestro mundo. evangelio como con todas las liturgias de la cruz. Contemplamos al
Metafóricamente, se comparará con la sangre de los sacrificios; pero el que hemos traspasado (cf. Jn 19, 37), no a un maldito de Dios. La re-
objeto de la analogía es apoyarse en una institución religiosa muy co- presentación de la cruz no puede justificarse más que en nombre de
nocida para poder expresar la originalidad y la trascendencia de la san- una «estética teológica» en el sentido que le da H. Urs von Balthasar a
gre de Cristo, derramada en su sacrificio existencial, frente a la sangre esta expresión26. No se trata solamente de la estética propia de la re-
de los animales, derramada de manera cultual y bajo la forma de susti- presentación pictórica o escultórica. Sea lo que fuere del realismo exa-
tución. Por eso este nuevo y único sacrificio logra abolir los antiguos.
26. Cf. H. TJRS VON BALTHASAR , Gloría. Una estética teológica l. La percepción de
Si se olvida todo este contexto bíblico, entonces podrá verse en la la íoima, Encuentro, Madrid 1985, 22 ss.
sangre de Cristo el símbolo de una condenación a muerte de tipo
7K JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA SITUACIÓN DOCTRINAL DE LA SOTERIOLOGÍA 79

gerado de ciertas representaciones, leemos en la cruz el símbolo de un Los reformadores del siglo XVF: la cólera de Dios se abate sobre
amor que transfigura el horror en belleza y denuncia el pecado en el Cristo
mismo momento en que lo perdona. Cristo desfigurado por los azotes Con el desarrollo de la teología de la satisfacción, la Edad Media
de los hombres en el anonadamiento de sí mismo, al final de una exis- se había dejado seducir un poco por el esquema de la justicia conmu-
tencia en la que dio la más alta prueba de amor, revela la propia gloria tativa. Se había abierto camino la idea de la sustitución, en la que in-
de Dios manifestada en lo más hondo de lo que más se le opone. Coin- sistirán los tiempos modernos introduciendo en ella la concepción de
cidentia oppositorum: el árbol de muerte se convierte en árbol de una justicia vindicativa. Entre una y otra teología, la historia impone
vida. Era ya ésta la teología de Juan, que veía en la elevación de Cris- citar el papel de los reformadores, aun cuando ellos hablan a partir de
to en la cruz una primera etapa de la glorificación. El crucifijo recapi- un universo muy distinto. En efecto, ellos hacen intervenir de forma
tula en una imagen impresionante la totalidad del misterio pascual de dramática el tema de la cólera de Dios abatiéndose sobre Cristo, que
muerte y de resurrección que lleva a cabo nuestra salvación. Por eso la sustituye a la persona de los pecadores. Los autores católicos acomo-
fe cristiana no se ha cansado nunca de meditar en los innumerables daron el paso a esta orientación nueva, pero integrándola en una pers-
acordes de este simbolismo. La figura de sus dos brazos cubre los cua- pectiva nueva distinta de la de los reformadores. Efectivamente, la
tro puntos cardinales y nos remite a la cruz cósmica de la creación, concepción de la justicia de Dios no es la misma en una y otra parte;
según las perspectivas de Justino y de Ireneo 27 . Los dos brazos abier- es descendente en Lutero y ascendente en los católicos. Así pues, en
tos de Jesús expresan su voluntad de abrazar todo el universo en la los pocos textos que vamos a citar, nos quedaremos en una lectura
obra de reconciliación por la que acepta verse desgarrado. bastante material, que es precisamente la misma que ejercerá su in-
fluencia posteriormente en la teología católica29.
Lutero se sintió realmente fascinado por el versículo de Gal 3, 13,
V. U N FLORILEGIO SOMBRÍO sobre el que volverá cuatro veces en una interpretación cada vez más
radical. Recojamos algunas fórmulas del último comentario del año
Acabo de lanzar una grave acusación contra las interpretaciones 1535:
soteriológicas de los tiempos modernos. Sin pretender dar aquí el re-
«Todos los profetas vieron que Cristo sería el bandido mayor de todos,
sultado de una encuesta sistemática que todavía está por hacer, me el más homicida y adúltero y ladrón y sacrilego y blasfemo, etc. que
gustaría solamente fundamentar e ilustrar mis ideas con una breve jamás lubo en el mundo, ya que no es su persona la que él lleva, no es
serie de ejemplos. Sé muy bien el peligro de focalizar en un aspecto el ya el Hijo de Dios nacido de la Virgen, sino un pecador, que tiene y
pensamiento de algunos autores que a veces dicen otra cosa muy dis- que lleva el pecado de Pablo, que fue blasfemo, perseguidor y violen-
tinta, sin escaparse siempre de ciertas contradicciones. Este to; el pecado de Pedro querenegó de Cristo; el de David, que fue adúl-
«florilegio» estará hecho de textos sacados de la teología propiamente tero, homicida y que hizo blasfemar el nombre del Señor a los paga-
dicha, de la elocuencia sagrada (en donde la retórica fácilmente exage- nos; en una palabra, el que tiene y el que lleva todos los pecados de
ra las cosas) o también de la catequesis. Conviene distinguir estos gé- todos en su cuerpo. No es que él mismo haya cometido esos pecados,
neros literarios, para no atribuir a todos ellos el mismo valor. La inter- sino los que hemos cometido nosotros, cargándolos sobre su cuerpo a
pretación penal del sacrificio de Cristo desborda la comprensión del fin de satisfacer por ellos con su sangre»30.
sacrificio de la misa. En estos textos aparecerán continuamente los Así pues, nuestros pecados se han hecho «tan propios de Cristo
versículos de la Escritura para fundamentar el discurso: Gal 3, 13, que como si los lubiera cometido él mismo» 31 . Entonces su inocencia se
habla de Cristo hecho maldición, y 2 Cor 5, 21, que proclama a Cristo v e como conprometida por los pecados y la culpabilidad del mundo
hecho pecado por nosotros28. entero. De ahí esa paradoja:

27. JUSTINO , / Apol. 60, citando e interpretando a Platón. Cf. M. F EDOU. La visión 29. Volveresobre la diferencia entre el punto de vista de los reformadores y el de
de ¡a Croixdans l'euvre de saint Justin, "philosophe et martyr": Rechexches augusti- los católicos a propósito de la sustitución: cf. mó'4300-302.
niennes 19 (1984) 72-81; IRENEO, Demonst. praed. apost. 34; Adv. haer. V, 18, 3. 30. LUTERO , Comm. in Gal, cap. 3, v. 13, en Oeuvres XV, Labor et Fides, Genéve
28. Volveré sobre esta intrepretación en el capítulo dedicado a la expiación: cf. 19 69, 282.
úifra.31 5-350. 31. Ibid.,2&.
80 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA SITUACIÓN DOCTRINAL DE LA SOTERIOLOGÍA 81

«Como en esa misma persona, que es el mayor y el único pecador, se


encuentra igualmente la justicia eterna e invencible, hay pues dos nuestra redención, puso su alma en sacrificio satisfactorio por el peca-
cosas que se enfrentan: el pecado más grande, el único pecado y la jus- do, como dice el Profeta (Is 53, 5-11), para que toda la execración que
ticia mayor, la única justicia»32. se nos debía como pecadores, una vez arrojada sobre él, ya no se nos
imputara»35.
En este enfrentamiento, la justicia saldrá victoriosa y el pecado
será vencido para la salvación de todos. Por eso, a fin de hacernos jus- Los católicos en el siglo XVI: venganza divina y compensación
tos, el mismo Cristo e s maldecido por Dios y es hecho pecado en el
sentido de «hecho pecador»: La nueva orientación no es una especialidad de la reforma. He aquí
un texto de meditación atribuido indebidamente a Taulero, que fue tra-
«Cuando queremos expresar del mejor modo posible que un hombre ducido al latín en 1548 por el cartujo Surius y que se difundió amplia-
es criminal, decimos que es el crimen mismo. En efecto, es una cosa mente por Europa. Se trata de la agonía de Jesús:
muy grande llevar el pecado, la cólera de Dios, la maldición y la
«Está postrado y reza, no como un Dios ni como un justo, sino como un
muerte. Por eso, el hombre que siente seriamente estas cosas se hace
pecador público..., como si fuera indigno de ser escuchado por su Padre
verdaderamente pecado, muerte y maldición, etc. » 3 3 .
y se avergonzase de levantar los ojos al cielo. Se encuentra como abati-
En este texto se relaciona 2 Cor 5, 21 con Gal 3, 13: hecho maldi- do por Dios, enemigo de Dios, para que nosotros, enemigos de Dios, nos
ción, Jesús es maldito a los ojos de Dios; hecho pecado, lleva la perso- hiciéramos amigos e hijos escogidos de Dios. Está escrito: Es terrible
nalidad misma del pecador ante Dios. caer en manos del Dios todopoderoso, y he aquí que el manso Jesús, por
nosotros, espontáneamente, se entregó amorosamente, permitiendo que
En el comentario a Is 53, se dice de Cristo que es el objetó de la cayera sobre él toda la cólera, la venganza y el castigo de Dios Padre...
cólera misma de Dios: Cristo, en su inmenso dolor, habla como si en él, el hombre interior reci-
biera sobre sí la sentencia de Dios, en lugar de los pecadores»36.
«Por eso Cristo, Hijo de Dios, es... la única persona... que tomó sobre
sí nuestros pecados y derivó sobre ella la cólera de Dios por culpa de Por parte católica en el siglo XVI recojamos este comentario de la
nuestros pecados... En efecto, la cólera de Dios no podía aplacarse ni noción de satisfacción que da el Catecismo del Concilio de Trento,
apartarse más que por una víctima tan grande y de tal categoría como que apela precisamente al esquema de la justicia conmutativa y de la
el Hijo de Dios, él que no podía pecar»34. compensación:
Se habrá observado la perspectiva dialéctica en que se sitúan estas «Satisfacer, en genera 1, es pagar íntegramente lo que se debe. Decimos
afirmaciones: Cristo es a la vez inocente y pecador; a través de la pa- que uno está 'satisfecho' cuando no le falta nada debido. En el caso espe-
sión se efectúa el intercambio entre nuestro pecado y su justicia. Lo cífico de la reconciliación con un amigo, satisfacer significa ofrecer
cierto es que Lutero dramatiza y orquesta fuertemente el tema de la aquello que es suficiente para reparar la ofensa y la injuria que se le
cause. En otras palabras: satisfacción es la compensación del mal inferi-
sustitución y nos muestra a un Cristo maldecido por su Padre. Su in-
do... Y como en ello puede haber muchos grados, divídese la satisfacción
terpretación del salmo 22 va en este mismo sentido. Se leerá allí es- en vaias especies: a) La satisfacción más excelente es sin duda aquella
pontáneamente la afirmación de un castigo sustitutivo de Cristo, a por laque se ofrece a Dios, en compensación de nuestras culpas, todo lo
punto de olvidar el aspecto de «solidaridad redentora» que igualmente que aél se le debe en estricto rigor de justicia. Tal satisfacción suficiente
se encuentra en ese texto. para aplacar perfectamente a Dios y volverlo propicio, únicamente pudo
Calvino expresa estas mismas ideas con mayor sobriedad: ser ofrecida por Jesucristo en la cruz, precio supremo e íntegro de nuestra
deuda de pecadores... La oferta y el sacrificio de Cristo fueron plena y
«Así pues, cuando Cristo fue clavado en la cruz, quedó sujeto a la total satisfacción, perfectamente adecuada a las exigencias contraídas
maldición. Era menester que así fuera, porque la maldición que se nos por lahumanidad con el cúmulo de pecados cometidos»37.
debía y que estaba preparada por nuestras iniquidades, fue trasferida a
él, para que nos viéramos libres... Por consiguiente, a fin de pagar 35. J. CALVIN, institvtionde la religión chrétienne, II, cap. XVI, 6, Labor et Fides,
Genéve 1955,1. II, 264.
32. Ibid.,285. 36. TAUIÍRO, Exercitia de vita etpassione Salvatoris nostri Jesu Christi.cc. 1 y
33. /¿id, 292. 46, Colonia 1Í17, 69 y 381, cit.por M. RICHARD, O.C, 179.
34. LOTERO , Enarr. uberíor cap. 53 is.; ed. de Wittenberg (1574), t. %, 216, 219. 37. Cateésmo romano, cap. 24, 1; trad. de P. Martín Hernández, BAC, Madrid
1956, 576 s.
82 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA SITUACIÓN DOCTRINAL DE LA SOTERIOLOGÍA 83

Siglo XVII: la dramatización del castigo divino Tras este preámbulo, el orador pasa a describir los diversos sufri-
mientos y tormentos de Jesús en la cruz, a fin de producir un efecto de
La idea de compensación se extiende en el siglo XVII. Pero la
progresión:
compensación exige el castigo. Asociando estas dos ideas, el protes-
tante holandés Grotíus, jurista de formación, presenta así el motivo de «Figuraos, pues, cristianos, que todo cuanto habéis escuchado no es
la redención por la sangre: más que un débil preparativo: era menester que el gran golpe del sacri-
ficio de Jesucristo, que derriba a esta víctima pública a los pies de la
, «Dios no quiso dejar que pasaran tantas y tan graves faltas sin un justicia divina, cayera sobre la cruz y procediera de una fuerza mayor
ejemplo insigne. La razón de ello estriba en que todo pecado disgusta que la de las criaturas.
vivamente a Dios, y tanto más cuanto es más grave... Este soberano
En efecto, sólo a Dios pertenece vengar las injurias; mientras no inter-
disgusto era conveniente que Dios lo atestiguase por algún acto; y
venga en ello su mano, los pecados sólo serán castigados débilmente:
para ello no hay nada más indicado que la pena... Además, la impuni-
sólo a él pertenece hacer justicia a los pecadores como es debido; y
dad tiene como resultado hacer que se aprecie menos la falta, mientras
sólo él tiene el brazo suficientemente poderoso para tratarlos como se
que el mejor medio para detener la tendencia al mal es el temor al cas-
merecen. «¡A mí, dice, a mí la venganza! Yo sabré pagar debidamente
tigo. De ahí el proverbio: soportar una injusticia pasada es fomentar
lo que se les debe: Mihi vindicta et ego retribuan» (Rom 12, 19). Era
una nueva. Así pues, la prudencia impone al jefe la obligación de san-
pues preciso, hermanos míos, que él cayera con todos sus rayos con-
cionar.
tra su Hijo; y puesto que había puesto en él todos nuestros pecados,
... Así pues, Dios tenía grandes motivos para castigar al pecador, sobre debía poner también allí toda su justa venganza. Y lo hizo, cristianos,
todo si se tiene en cuenta la grandeza y la multitud de los pecados. no dudemos de ello. Por eso el mismo profeta nos dice que, no conten-
Pero Dios ama por encima de todo al género humano. Por eso, aunque to con haberlo entregado a la voluntad de sus enemigos, él mismo
tenía el derecho y la voluntad de infligir a los pecados de los hombres quiso ser de la partida y lo destrozó y azotó con los golpes de su mano
la pena que se merecen, es decir, la muerte eterna, quiso dispensar de omnipotente: Et Dominus voluit conterere eum in infirnútate (Is 53,
ello a los que tienen fe en Cristo. Pues bien, había dos medios de per- 10). Lo hizo, lo quiso hacer: voluit conterere, se trata de un designio
donar: o dar un ejemplo, o no darlo. Con mucha sabiduría, Dios esco- premetidado. Señores, ¿hasta dónde llega este suplicio?; ni los hom-
gió el medio que le permitiera manifestar a la vez un mayor número bres ni los ángeles podrán jamás concebirlo»39.
de sus atributos, a saber, su clemencia y su justicia, en otras palabras,
el odio al pecado y la solicitud por hacer observar la ley. Bossuet invoca en esta ocasión la profecía del Siervo doliente. Su
... De este modo Dios nos aparta eficazmente del pecado. Porque la texto continua con la cita de Gal 3, 13 y da lugar a un largo desarrollo
conclusión es fácil: si Dios no quiso perdonar los pecados, ni siquiera a sobre la manera como la maldición de Dios cae sobre Jesucristo.
los pecadores arrepentidos, sin que Cristo los sustituyera para sufrir su
castigo, con mayor razón no dejará impunes a los que se obstinen»38. Los acentos de su contemporáneo Bourdaloue no son menos fer-
vientes a l a hora de invocar la venganza de Dios que se abate sobre
Así es como el legalismo jurídico de Grotius pasa de la idea de Jesús:
compensación a la de punición y castigo; los dos esquemas están se-
cretamente ligados y se atraen mutuamente, prescindiendo de cuál es «El Padre eterno, con una conducta tan adorable como rigurosa, olvi-
dando que era su Hijo y considerándolo como su enemigo (perdonad-
el que figura en primer plano. Dios Padre castiga a Cristo en lugar
me todas estas expresiones), se declaró perseguidor suyo, o mejor
nuestro para dar ejemplo y manifestar su justicia. dicho, el jefe de sus perseguidores... No bastaba la crueldad de los ju-
El mismo Bossuet pone toda su arte oratoria al servicio de la evo- díos para castigar a un hombre como éste, a un hombre cubierto de los
cación dramática de la venganza de Dios que se calmó en la cruz a crímenes de todo el género humano; era menester, dice san Ambrosio,
costa de su Hijo: que Dios se mezclara en ello, y es lo que la fe nos descubre sensible-
mente
«Era preciso que todo fuera divino en este sacrificio; era necesaria una
satisfacción digna de Dios, y era menester que Dios la hiciera; una Sí, cristianos, es Dios mismo y no el consejo de los judíos el que en-
venganza digna de Dios, y que fuera también Dios quien la hiciera». trega i Jesús... Desde que te volviste contra él y descargando sobre él

38. GROTÍUS, Defensiofídeicatholicae de satistactione Christi (1617), J. Lange,


Leipzig 1730, cit. por J. RIVIÉRE, Le dogme de la rédemption. Etude théologique, Gabal- 39. J. BOSSUET, Caréme des Minimes, pour le Vendredi Saint, 26 mars 1660, 3 e
da, París 1931, 442-443. point: Oevvres iratoires, ed. J.Lebarcq, D.D.B., París 1916, t 3, 385.
84 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA SITUACIÓN DOCTRINAL DE LA SOTERIOLOGÍA 85

tu cólera levantaste la mano contra él, se echaron sobre esta presa ino- llega a afirmar la pena de daño, a partir de las palabras de abandono
cente y reservada a su furor. Pero ¿reservada por quién, sino por ti,
de Jesús en la cruz; este tema tendrá también una larga carrera. Sin
Dios mío, que en su venganza sacrilega encontrabas el cumplimiento
de tu venganza santal Porque eras tú mismo, Señor, el que justamente embargo, es curioso cómo en dos ocasiones el orador siente cierto ma-
cambiado en un Dios cruel, hacías sentir, no ya a tu siervo Job, sino a lestar: pide perdón por las expresiones que emplea y tiene miedo de
tu Hijo único, la pesadez de tu brazo. Hacía tiempo que esperabas esta que lo interpreten según el pensamiento de Calvino. Este último deta-
víctima; había que reparar tu gloria y satisfacer tu justicia... Este sal- lle muestra que la perspectiva que domina ampliamente a la doctrina
vador clavado en la cruz es el sujeto que tu justicia rigurosa se ha pre- de la redención es en gran parte común a las confesiones cristianas. En
parado a sí misma. Golpea ahora, Señor, golpea: está dispuesto a reci- todo este desarrollo no se habla ni una sola vez de la misericordia de
bir tus golpes; y sin considerar que es tu Cristo, no pongas ya los ojos Dios, sino sólo de su justicia. Es lógico que la satisfacción de ésta es
en él más que para acordarte... de que, inmolándolo, satisfaréis ese previa para el ejercicio de aquella, a través de la «conmutación» de
odio con que odias el pecado. pena que interviene entre Cristo y nosotros.
Dios no se contenta con golpear; parece querer reprobarlo, dejándolo
y abandonándolo en medio de su suplicio: Deus meus, Deus meus, ut
quid dereliquisti me?(Mt 27, 46). Este abandono y este desamparo de Siglo XTX una enseñanza corriente
Dios es de alguna manera la pena de daño que era menester que Cristo
Esta elocuencia de pulpito hizo escuela en el siglo XVIII y más
sufriera por todos nosotros, como dice san Pablo... Era menester, si se
me permite usar esta palabra, pero vosotros captáis su sentido y no aún en el XIX. Los testimonios de este siglo son especialmente abun-
creo que sospechéis que yo la uso en el sentido de Calvino, era menes- dantes: no llegan más allá de Bourdaloue, pero aclimatan en el mundo
ter que la reprobación sensible del Hombre-Dios colmase la medida de cristiano todo un sistema de pensamiento que sigue pesando hoy sobre
la maldición y el castigo que se deben al pecado... Pero no os escanda- nosotros.
licéis, ya que después de todo no hay nada en este proceder de Dios Antes de citar a los oradores, conviene señalar la influencia ejerci-
que no sea según las reglas de la equidad No es en el juicio final da por Joseph de Maistre. A comienzos del siglo XIX, este filósofo
donde nuestro Dios ofendido e irritado se satisfará como Dios; ni es en tradicionalista desarrolla un curioso «tratado sobre los sacrificios» con
el infierno donde él se declara más auténticamente el Dios de las ven- estas dos ideas fundamentales: hay «en la efusión de sangre una virtud
ganzas; es en el calvario: Deus ultionum Dominus (Sal 93). Es allí
expiadora útil al hombre»41, y «siempre y en todas partes se ha creído
donde su justicia vindicativa actúa libremente y sin trabas, ya que allí
no está limitada, como lo está en otras partes, por la pequenez del su- que el inocente podía pagar por el culpable»42. Convencido de que «el
jeto al que tiene que castigar»40. paganismo no pudo engañarse en una idea tan universal y tan funda-
mental como la de los sacrificios, esto es, la de la redención por la
Era preciso citar extensamente este texto de una rara violencia, no sangre» 43 , reduce tranquilamente la idea cristiana del sacrificio a la de
sin méritos literarios, y muy significativo en muchos aspectos. La ar- la historia de las religiones. No vacila, por ejemplo, en aplicar al mis-
gumentación es en principio la de Bossuet: el suplicio de Jesús no terio de la cruz los versos de Esquilo: «Miradme, es Dios que hace
viene en definitiva de los hombres, sino que es obra del mismo Dios. morir a un Dios» 44 . La gran notoriedad del autor llegará a difundir su
La venganza de Dios se encarna de alguna manera en la de los judíos, pensamiento incluso en la teología. Según Louis Foucher, el neoto-
hasta el punto que no acaba de comprenderse por qué la una es santa y mismo del siglo XIX, que tiene en Monsabré uno de sus representan-
la otra sacrilega. Se habrá observado la solidaridad que se mantiene tes, se relaciona en parte con la corriente tradicionalista 45 .
entre «las reglas d e la equidad» y la «justicia vindicativa». Bourdaloue
41. J. DE MAISTRE, Les soirées de Saint-Petersbourg ou entretiens sur le gouverne-
ment temporal efe la providente, suivies d'un traite sur les sacrifices, t. II, Pélagaud,
Paris-lyon 1854,372.
40. BOURDALOUE, Premier Sermón sur ¡a Passion de Jésus-Christ, en Oeuvres 42. Ibid., 391
completes, Rousselot, Metz 1864, t. 4, 218-220. Los subrayados son míos. Texto co- 43. Ibid, 388-389.
mentado por L. MAHIEU, L'abandon du Christ sur la croix Melanges de Science reli- 44. bid., 152.
gieuse 2 (1945) 234-235. Estos textos de Bossuet y de Bourdaloue atestiguan la imagen 45. L. FOUCHER, La philosophie catliolique en France au Xl}¿ siécle avant la rc-
de un «Dios terrible» y son la expresión de una forma de «pastoral del miedo» que atra- naissance thomiste et dans sonrapport avec elle (1800-1880), Vrin, París 1955, 262-
vesará varios siglos: cf. J. DELUMEAU, Le peché et la peur. La culpabiíisation en Occi- 263.- Sobre la teología de la salvación en el siglo XIX, cf. igualmente E. GERMAIN, Par-
dent (XIII-XVIIIs/éefes], Fayard, París 1983, en particular 321-331, donde se cita a Bos- ler du salut? Aux origines d'me mentalité religieuse. La catéchése du salut dans la
suet y a Bourdaloue, y 447-469: «Un Dieu aux 'yeux de lynx'». France de la Restauraticn, Beachesne, París 1967.
Hl, JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA SITUACIÓN DOCTRINAL DE LA SOTERIOLOGÍA 87

Escuchemos ahora al Padre Monsabré en sus conferencias de Así, pues, Dios comenzó por hacer justicia... Aquí es donde se espesan
Notre-Dame: las sombras del misterio. Se decidió una sustitución, que pondría al
justo,- al santo, en el lugar del culpable... Se satisfizo la venganza y
«Dios ve en él como el pecado viviente... Y penetrado del horror que nada pudo ya detener la efusión de la misericordia»49.
la iniquidad divina inspira a la santidad divina, su carne sagrada se
convierte, en lugar nuestro, en un objeto maldito... Ante ese espectácu- Comentando la escena de la agonía, mons Gay analiza de este
lo la justicia divina se olvida del rebaño vulgar de los humanos y no modo la angustia de Jesús:
tiene ojos más que para este fenómeno extraño y monstruoso sobre el
que se va a satisfacer. Perdónale, Señor, perdónale; es tu Hijo. No, «También él teme la justicia de Dios... -Tiene miedo de la cólera de
no; es el pecado; es preciso que sea castigado. Propio Filio non pe- este juez justamente irritado y cuya irritación, como él mismo la ve,
percit Deus"»46. pasa al furor. -Tiene miedo de la maldición divina, porque la verdad es
que Jesús, la bendición viviente e infinita, tiene que ser maldito por
El «cortocircuito» es una vez más manifiesto: Dios se convierte en todos por haberse hecho pecador por todos...
el verdugo de Jesús. El término de satisfacción deja lugar aquí a un te- ¡Padre mió, si es posible...! —No es posible— Jesús ve levantarse
rrible «satisfacerse». ante él este decreto inmutable, salido de las profundidades de la esen-
Porque Monsabré no se olvida de la compensación necesaria: cia divina y unánimemente promulgado por todos los atributos divi-
nos: "Oportet Christum pati!", ¡es preciso que Cristo padezca. Esto no
«El perdón sin compensación eclipsa hasta tal punto la justicia que re- puede ser revocado y tan sólo Dios puede cambiarlo... He aquí, por
almente me asombro. Dios es bueno, pero es sabio. Sin querer impo- tanto, a Jesús, reducido y apretado entre las iniquidades de todo el
ner límites a su misericordia, comprendo mejor su acción si va prece- mundo que él tanto abomina; he aquí la inexorable justicia del cielo,
dida de una satisfacción concedida a su justicia por la expiación del que le hace temblar; he aquí el decreto divino que lo carga de esta ini-
pecado; si el hombre culpable no vuelve a Dios, rescatado por penas quidad para satisfacer esta justicia.... Es preciso que se abra a este
voluntarias que los humillen... y compensen el eterno castigo que ha doble diluvio del pecado y de la pena, que coma este pan amargo de
merecido...»47. nuestras iniquidades, que beba hasta las heces el vino áspero de la có-
lera celestial; es preciso que absorva este fango humano y esta ven-
La oposición dualista entre la justicia y la misericordia es evidente: ganza divina; es preciso que él, el santuario del mundo y el corazón de
la primera tiene que preceder a la segunda. Nunca había dicho Ansel- la humanidad, se convierta en su estercolero» 50.
mo nada igual. Si Dios quiere así el castigo de su Hijo, ¿por qué no in- Volvemos a encontramos con la alusión a Gal 3,13 y a 2 Cor 5, 2 1 ,
terpretar con esta misma óptica el misterio eucarístico? Monsabré a propósito de la cual el orador pasa de Cristo hecho pecado al Cristo
habla así del misterio del sacerdote: hecho pecador. Este texto atestigua una vez más la transferencia a
Dios de lo que es propio de los hombres. Vemos, pues, cuál era la idea
«¡Qué poder has dado, Dios mío, a tus sacerdotes, al decirles: "Haced de Dios que alimentaba las conciencias a través de las predicaciones
esto en memoria mía"! Su palabra se ha convertido en un instrumento
de este tipo. En otro sermón, Mons. Gay vuelve al tema de la pena de
más agudo que el cuchillo que degollaba a las víctimas de la antigua
daño:
ley... Ellos ponen una vida divina en donde no había más que una ma-
teria inerte y, con ese mismo golpe, dan la muerte»48.
«El abandono sólo de Dios, es el infierno; pero el abandono de un
Siguiendo con las Conferencias de Notre-Dame, mons. d'Hulst Dios experimentado por un Dios, ¿quién dirá lo que es?»51.
afirma, con más sobriedad, que la satisfacción de la justicia, que pasa
El padre Juan Come, oblato de María Inmaculada, fue profesor y
por la venganza, es un paso previo para la misericordia:
superior del seminario mayor de Francia en la segunda mitad del siglo
«Había que contentar ante todo a la justicia. Mientras ella reclamaba
lo que se le debía, la misericordia estaba ligada y como impotente.
49. MGR.D'HULST, Conféiences de Notre-Dame, Caréme de ¡981. Retraite de la se-
maine sainte, vendredi saint, íoussielgue, París 1903, 325.330.335: enJ. RIVIERE, O. C...
e
46. M. L. MONSABRÉ, Conférences de Notre-Dame de París, Caréme 1881, 49 234.
Conférence, París 1886, 24-25, citado por J. Riviere, o. c.,233. 50. MOR. GAY, Sermonsde Caréme, t. 2, Houdin, Paris-Poitieis, 1908; Passion
47. ¡bid.J, enJ. R rviERE, o. c.,232. povrle vendreü sai/il,217.21)-220: en J. RIVIERE, O. c, 235-236.
48. Ibid., Caréme 1SS4, 76Conferénce, París 1885, 181. 51. Ibid.,146: en J. RIVIEKE, O. C.,239.
JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA SITUACIÓN DOCTRINAL DE LA SOTERIOLOGÍA 89

XIX. Su gran obra de espiritualidad, publicada al final de su vida, nos «La Ley inexorable caía sobre su víctima,
56
ofrece un eco de lo que se enseñaba por aquella época He aquí lo que una sangre inmensamente valiosa aplaca su furor»
dice sobre la agonía de Jesús:
No es extraño que semejantes interpretaciones del misterio cristia-
«Dios mismo va a lanzar sobre él el anatema; será el excomulgado no de la salvación hayan dado ocasión a lo que santo Tomás llamaba
universal, el maldito. Se espanta ante los terribles golpes que la cólera la «irrisio infidelium». La idea de Dios que transmitían fue objeto de
divina va a descargar sobre él para hacerle expiar los crímenes del gé- un rechazo categórico por parte de las conciencias reacias a una doc-
nero humano y que constituirán para su alma y su cuerpo la más horri- trina en la que veían a un Dios que ordenaba cometer un crimen. Por
ble de las pasiones52.
una contradicción absurda, los hombres se salvaron cometiendo una
Interpreta del mismo modo el grito de abandono de Jesús en la fechoría de la que se decía satisfacer una justicia odiosa. M. Blondel
cruz con ayuda de Gal 3,13 y 2 Cor 5 , 2 1 : citaba este texto de Víctor Hugo dirigido a los teólogos: la caricatura
iba acompañada de una ironía sardónica:
«Aquí es Dios en cierto modo abandonado de Dios; es la humanidad
de Jesús rechazada, por así decirlo, de su divinidad... Cargado de «Prestáis a Dios este razonamiento:
todos los crímenes de los hombres, convertido en el pecado universal, En otro tiempo, en un lugar de encanto bien escogido
maldito por nosotros, colgado entre las iniquidades de la tierra y las puse a la primera mujer y al primer hombre;
cóleras del cielo... Jesús prueba el sentimiento y experimenta en cierto comieron, a pesar de la prohibición, una manzana:
modo un real desamparo... Jesús quiso experimentar el tormento de por eso sigo castigando a los hombres.
los condenados (la sed), como si experimentase la pena de daño... Los hago infelices en la tierra y les prometo
«Jesús se presenta a los ojos del Padre como el pecador universal, en el infierno, donde Satanás se revuelca entre brasas,
como el pecado viviente, como un ser maldito... Dios no ve en él a su un castigo sin fin por el pecado de otro.
Hijo amado, sino la víctima por el pecado, el pecador de todos los Su alma cae en llamas y su cuerpo en carbón.
tiempos y de todos los lugares sobre los que va a hacer pesar todo el No hay nada más justo. Pero yo soy muy bueno
rigor de su justicia»54. y esto me apena. ¡Ay! ¿Qué hacer? ¡Una idea!
«... Espectáculo extraño el que se ve en la cruz: Dios persiguiendo a Les enviaré a mi hijo a Judea;
un Dios, abandonando a un Dios, el Dios desamparado quejándose y lo matarán. Y entonces —por eso lo acepto—,
el Dios que abandona mostrándose inexorable. habiendo cometido un crimen, serán inocentes.
... Era el golpe supremo. Habiendo descargado Dios su cólera, su justi- Viéndoles así cometer un pecado completo,
cia se vio enteramente satisfecha y Jesús pudo morir... Todo se ha con- les perdonaré el que no han cometido;
sumado, la víctima acaba de exhalar su último suspiro, se ha cumplido eran virtuosos, yo los hago criminales;
la inmolación que satisfac e a la justicia de Dios»ss. entonces podría abrirles de nuevo mis brazos paternales,
y de esa manera se sávará esta raza,
Sería interesante seguir todos estos temas en los cánticos propues- una vez lavada su inocencia con un crimen» 7.
tos a los fieles en el siglo XLX y primera mitad del XX. No existe, que
Las Poesías filosóficas de madame Ackermann tienen otro tono y
sepamos, una encuesta sistemática. Cito a título de ejemplo el famoso
expresan una protesta contra una justicia que condena al inocente:
«Minuit, chretiens», hace poco desaparecido y que todavía algunos
echan en falta, y un cántico de los reformados: «¡No a este instrumento de un infame suplicio,
en el que vemos en un divino Inocente
«Media noche, cristianos; es la hora solemne
en que el Hombre-Dios desciende a nosotros 56. Citado por P. GARDEIL, La Cene etía Croix: NRT 101 (1979) 678.
para borrar la colera de su Padre». 57. VÍCTOR HUGO , Oeuvres completes, Pocsie, t. IX, Le pape, la pitié supréme. Rc-
ligions et religión. Vane, Ollendorff, París 1927. Esta pieza pertenece ai conjunto Reli-
gión! et re!igion,l. Querelles, VII chcí d'oeuvre, 212-213. M. BLONDEL la cita, sin dar
52. J. CORNE, Le mystére de Notre-Seigneur Jésus-Chiist, t. 4: Le sacríSce de la referencia, en La phiiosophie et l'esprit chrétien, t. I, P.U.F., Paris 1944, 319-320.
Jesús, París, s. d., 89-90: en J. RIVIERE, O. a,236. Con el título «Un pamphlet de Victor Hugo», J. RIVIERE, Le dogme de la rédemption
53. Ibid, 218-220: en J. R IVIERE, O. C, 237. dans la théologie contemporaim, Alibi 1948, 424-434, comenta el poema de una forma
54. Ibid., 321: en J. RIVIERE, o. c.,232. marcadamente apologética y lamenta que Blondel concediera una importancia excesiva
55. Ibid,, 350-351 y 226: en J. RIVIERE , o. c.,238. a estas «odiosas elucubraciones» (p. 434).
90 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA SITUACIÓN DOCTRINAL DE LA SOTERIOLOGÍA 91

y bajo los mismos golpes, expirar la justicia! «El principio de la sustitución penal, inaceptable como tesis general y
¡No a nuestra salvación, si es a costa de sangre! en estricto derecho, ya que es de la esencia del castigo caer sobre un
Porque el amor no puede ocultamos este crimen, culpable, adquiere un valor muy distinto en el caso de la redención,
aunque lo rodee de un velo seductor. primero por la solidaridad de naturaleza que hace de Cristo el repre-
A pesar de su abnegación, ¡no incluso a la víctima sentante nato de la humanidad entera; segundo, por la generosidad que
y no sobre todo al sacrificador! le hace ofrecerse espontáneamente, solo por todos, a los golpes de la
¿Qué importa que sea Dios, si su obra es impía? justicia divina; finalmente, por la voluntad divina a la que agradó la
_ . . 60
¿Cómo? ¿Es su propio Hijo al que ha crucificado? A

Podía perdonar, pero quiere que se expíe. sustitución» .


Inmola, iy a esto se llama tener piedad!»58. La obra de Edouar Hugon, Le mystére de la Réderrptiorf1, que
data de 1922, es un ejemplo perfecto de la teología «común» de la
El filósofo Nietzsche reacciona de forma análoga: época en su expresión escolástica. Hugon quiere ser tomista y desarro-
lla su tratado de la manera más clásica. No busca ninguna originali-
«¿Cómo pudo Dios cometer aquello? La perturbada razón de la peque-
ña comunidad dio con una contestación asombrosamente imbécil: dad; intenta simplemente exponer el «concepto completo» de la reden-
Dios había consentido que se sacrificase a su propio hijo con objeto de ción en conformidad con el dogma de la Iglesia. En un texto que
perdonar los pecados de los hombres. ¡Cómo! ¡Así se acababa con el constituye su declaración de intenciones, he aquí cómo pasa de la me-
Evangelio en un instante! ¡El sacrificio expiatorio y bajo su forma más táfora al concepto:
repugnante, más bárbara: el sacrificio del justo por las culpas de los
pecadores! ¡Qué espantoso paganismo!» 59. «Hemos de analizar ahora las diversas nociones contenidas en el con-
cepto de la redención. La palabra designa el rescate de un esclavo me-
He hablado de «desconversión» y hasta de «perversión»: Nietzs- diante un pago, un precio convenido. Redención dice más que repara-
che ve en estas doctrinas un retorno al paganismo. Estos testimonios ción y restitución... Lo que la caracteriza, es el pago de un precio por
del siglo XIX coinciden con la contestación contemporánea del sa- la deuda contraída, el rescate por un cautivo... Aquí se despierta todo
crificio, tal como se expresa en Rene Girard. Una lógica implacable un montón de ideas: idea de esclavitud, idea de rescate, idea de reinte-
gración en el estado de libertad. ¿Quién es el esclavo? ¿De qué escla-
—hay que reconocerlo— ha afectado desde dentro a la interpreta-
vitud se le libera? ¿A qué condición primitiva se le devuelve? ¿A
ción del misterio de la redención, a través de una deriva secular y muy quién hay que pagar el precio y cuál es el precio? El esclavo es el gé-
a menudo inconsciente de sí misma. Los autores, todos de buena fe, nero humano perdido por el pecado. Pues bien, el pecado implica dos
están convencidos de que es éste el mensaje de la Escritura e intentan, desgracias: primero, una mancha en el alma...; en segundo lugar, la
mal que bien, conciliar lo que llamará Girard «el pacto sacrificial» con obligación de sufrir un castigo proporcionado a la falta...
los otros aspectos de la salvación. El criminal, deudor ante todo con el ofendido, está también sometido
al verdugo que inflige el castigo. Aquí el ofendido es Dios; el verdugo
es el demonio, a quien Dios ha permitido que fuese entregado el hom-
Siglo XX bajo el signo de la velocidad adquirida bre por el pecado, separándose de su verdadero amo...
Se dirá quizás que estos testimonios del siglo XIX proceden más ¿A quién hay que pagar el precio del rescate? Evidentemente, a aquel
de la pastoral y de la espiritualidad que de la teología propiamente que es el amo del esclavo y que ha sido ofendido. Está claro que el
ofendido no es Satanás, sino sólo Dios... Dios habría podido con toda
dicha Pero es fácil demostrar que en los primeros decenios del siglo
justicia dejar al pecador bajo la cautividad del demonio en castigo de
XX la tesis de la sustitución y de la expiación penal se había converti- la falta...
do en una doctrina clásica. He aquí lo que escribe el teólogo Adhémar
Pero el demonio, por ello, no había adquirido ningún derecho real
d'Alésen 1913:
sobre el género humano; no nos habíamos hecho propiedad suya. Si
hay un rescate que pagar, es solamente a Dios, no a Satanás. Por eso
58. L. ACKERMANN, Poésies. Premieres poésies, poésies philosopliiques, A. Leme-
ire, París 1871, 143-144. 60. A.D'ALES, Le dogme catholique de la Rédemption: Etudes 135 (1913, II) 180.
61. E. HUGON, Le mystére de la rédemption, Téqui, París 1922. Agradezco a C.
59. F. NIETZSCHE, El Anticiisto,4\, en Obras inmortales I, Teorema, Barcelona Guillon el que haya llamado mi atención sobre esta obra tan representativa, muy olvida-
1985, 74-75. da hoy.
92 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA SITUACIÓN DOCTRINAL DE LA SOTERIOLOGÍA 93

decimos que Jesucristo ofreció su sangre como precio de nuestra re- tal. Busca en un bien perecedero un gozo indigno, que ama hasta lle-
dención, no ya al demonio, sino a Dios su Padre. gar a despreciar a Dios... El orden exige, por tanto, que el que repara
Esta teoría de los derechos del demonio, que había podido seducir a sufra una pena sensible en compensación por el placer ilegítimo que
algunos escritores eclesiásticos, se vio definitivamente arrinconada en ha saboreado el pecador; y ... el dolor sufrido por la reparación tiene
la Edad Media y nuestros grandes teólogos limpiaron para siempre a que ser también inmenso, llegando hasta el desprecio de la naturaleza
la teología de ella... que ha sido escogida para satisfacer, de manera que esta naturaleza
¿Cuál será este precio? Para que haya redención propiamente dicha, quede como quebrada y aplastada, reducida como a la nada...
en sentido pleno, y no simplemente remisión del pecado o liberación Ésta es la sublime razón de la expiación penal; por eso la satisfacción
del culpable, se necesita una satisfacción igual a la ofensa, por consi- de Cristo tenia que ser también un sacrificio, sumamente doloroso,
guiente la del Hombre-Dios... completo, universal»64.
Así pues, en la redención la idea primera es la de una satisfacción pro-
porcionada a la ofensa y que, reparando la falta, aplaque a Dios, lo La doctrina del sacrificio propuesta por Hugon cae en gran medida
haga propicio a la humanidad» 2 . bajo los golpes de la crítica de Girard. Estamos ciertamente ante un fe-
nómeno de «desconversión».
No hay aquí nada de emoción oratoria ni de dramatización, sino
una demostración fría que sigue la metáfora en todas sus consecuen- Esta mentalidad teológica estaba tan establecida en los espíritus
cias, sin preguntarse por el carácter analógico de la trasposición. Por que pesó también en el trabajo de los exégetas, prescindiendo de cuál
eso Hugon insiste más en el aspecto de la justicia conmutativa y de la fuera su preocupación por dejarse enseñar por el texto mismo de la Es-
compensación igual que en el de la venganza divina. El argumento critura. Así pudo decirse a propósito de la importante Teología de san
parte de la idea de redención para llegar a la de satisfacción: la prime- Pablo de Ferdinand Prat65: «El esquema teológico de la satisfacción
ra se reduce exactamente a la segunda. Todo el centro de gravedad del vicaria, aplicado exclusivamente a la muerte de Cristo, estropea el
libro está constituido por el movimiento ascendente; el movimiento análisis de la teología paulina en un exégeta que sin embargo se mues-
descendente, segundo por no decir secundario, no interviene más que tra tan deseoso de respetar los textos» 66 . Lo mismo ocurre con Alexis
al final del volumen. El autor expresa su satisfacción por el hecho de Medebielle, cuyo artículo Expiation del Supplément au Dictionnaire
que los teólogos escolásticos hayan desembarazado a la teología de la de la Bible ejerció una real influencia; este autor interpreta el logion
teoría grosera de los derechos del demonio; no se pregunta por el ries- del rescate (Mt 20, 28; Me 10, 45) en el sentido de una satisfacción
go tan odioso incluido en la afirmación de que se pagó a Dios el pre- ofrecida a Dios por el pecado 67 , y 2 Cor 5, 21 en el de una sustitución
cio de nuestra salvación. Pues bien, aquí es donde interviene el y una imputación 68 . Se trata de dos exégetas de principios de siglo.
«cortocircuito» mencionado anteriormente. La parte del pecado, del Pero otros autores más recientes siguen presuponiendo las mismas no-
mal y del adversario en el drama de la pasión queda totalmente borra- ciones en los textos bíblicos: «Para explicar la muerte de Cristo —escribe
da y todo se reduce al pacto sacrificial y satisfactorio con Dios. El P. Lamarche—, numerosos e ilustres exégetas piensan que es posible
mismo demonio se convierte en el «verdugo» de Dios; es el ejecutor encontrar en el Nuevo Testamento una interpretación en que se mez-
de las altas obras de su justicia, lo cual equivale a atribuir a Dios algo clen las representaciones sacrificiales y una teoría de la satisfacción:
demoníaco. Esta articulación conceptual servirá de pauta de lectura a Cristo es la víctima que con su sangre expía nuestras faltas; lleva en
los textos de la escritura. lugar nuestro el pecado del mundo y, tomando sobre sí el castigo del
pecado, la muerte, nos libra de ella» 69 . El autor saca aquí sus expresio-
La compensación satisfactoria exige evidentemente el castigo do- nes de R. Bultmann y cita en apoyo de su tesis algunos textos de J.
liente. Hugon, que cita a Monsabré 63 , no coincide con él en el fondo,
sino en la forma, cuando habla del sacrificio de Cristo:
64. Ibid., 101-102.
«Para comprender hasta qué grado de sufrimiento tiene que llegar la 65. F. RÍAT , Teología de san Pablo, México 1947, 2 vols.
satisfacción, consideremos lo que el hombre hace por el pecado mor- 66. P. GRELOT, Peché origine! et rédemption examines á partir de l'épitre aux Ro-
znarás. Essai théologique, Desclée, París 1973, 203, n. 6.
67. En Supplément au Dictionnaire de la Bible, t. 3 (1934) col. 254.
68. Ibid.,col. 181, enunalarga cita de R. J. HOLTZMANN.
62. E. HUGON, o.c, 9-14, passim. 69. P. LAMARCHE, Le Christ est-il mort pour nous?, en Annoncer la morí du Seig-
63. Ibid., 87, citando la Cuaresma de 1881 del padre Monsabré. neur. Un dossier théologique,Lyon 1971, 28.
94 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA SITUACIÓN DOCTRINAL DE LA SOTERIOLOGÍA 95

Gnilka, L. Cerfaux, F. J. Leenhardt y H. Conzelmann70. Algunos de rual con el dogma de la Iglesia, los teólogos y los exégetas han ido re-
ellos opinan que se trata en este caso de una formulación arcaica que accionando lentamente, pero seguros. Los primeros signos de interro-
hoy exige ser actualizada o adaptada. gación y de malestar aparecen entre los mismos que se ven sometidos
Incluso la figura del «chivo expiatorio» (Lev 16, 21-22) se ha in- al esquema dominante. El mejor ejemplo de ello es el teólogo de la
vocado en apoyo de 2 Cor 5, 21, como fundamento bíblico de la doc- primera mitad de siglo. Jean Riviére (1878-1946), que consagró su
trina de la sustitución penal, como si se hubiera querido de antemano vida al estudio de la redención. Su primer mérito fue entregarse a in-
dar razón a las acusaciones de R. Girard. Para L. Sabourin, que ha es- vestigaciones históricas concretas en los diversos períodos del desa-
tudiado este dossier históricamente, la utilización de esta categoría bí- rrollo doctrinal. Aunque muchas de sus interpretaciones leen errónea-
blica en la interpretación de la redención se remonta al siglo XVI71. El mente según el movimiento ascendente ciertas afirmaciones que se
primer testigo es Teodoro de Beza, discípulo de Calvino. Lo siguieron inscriben normalmente en el movimiento descendente que va de Dios
tanto los católicos como los protestantes: Estius, Cornelio a Lapide en al hombre, sus dosiers siguen siendo sumamente preciosos y yo
el siglo XVÜ, H. Lesétre en el XLX y E.B. Alio en 193772. mismo me he sentido afortunado de poder recurrir a ellos. Riviére no
Finalmente, si todavía hay necesidad de mostrar que estos esque- lleva a cabo ninguna revolución en el universo teológico de la reden-
mas siguen vivos en nuestros días, permítaseme citar un texto que ción; la idea central sigue siendo para él la de la satisfacción vicaria,
considero atroz y que ofrece una fácil excusa al contrasentido cometi- con la que identifica siempre la noción de redención. Conoce a Hugon
do por N. Leites. Al final de un artículo que hacía una apología de la y se refiere a él como una autoridad. Sin embargo, toma claramente
pena de muerte, un sacerdote se atreve a ver en la ejecución de Jesús «sus distancias respecto a la teoría de la expiación penal»74 y no tiene
la fuente de todas las gracias: indulgencia alguna con los textos del siglo XIX de los que traza un in-
ventario (anteriormente cité algunos de ellos). Intenta conciliar, sin
«En el interior del cristianismo —¿por qué no voy a hablar de ello—?, conseguirlo, la afirmación del amor infinito de Dios, que está en el
el suplicio padecido por Jesucristo es un valor supremo, redentor de origen de toda redención, con la opción misteriosa divina que «decretó
todos los pecados. A la luz de la cruz, que es un cadalso de ejecución,
la pena de muerte adquiere toda su significación sobrenatural, infinita- como condición previa la vida y la muerte de su Hijo»75.
mente fecunda y benéfica. Nosotros, los cristianos, adoramos a un El giro se acentúa abiertamente con Louis Richard, casi contempo-
Dios condenado a muerte y ejecutado, situamos en la ejecución de ese ráneo de Riviére, cuyas publicaciones sobre la redención se extienden
inocente la fuente de todas las gracias y de la salvación del mundo»73. de 1923 a 1959. Desde el principio, su ponderación de la doctrina es
diferente de la de Riviére: destaca la perspectiva descendente y en par-
Sí, adoramos a un Dios crucificado y ése es el escándalo paulino. Pero
ticular la doctrina griega de la divinización. Mantiene todavía, con Ri-
nunca jamás la Iglesia ha visto en su ejecución en cuanto tal la fuente de
viére el concepto de satisfacción vicaria. Pero en su último libro de
todas las gracias, ni en su suplicio el valor supremo. De «desconversión»
1959, refundición del de 1932, se muestra influido por toda la renova-
en «desconversión» se llega a la perversión del misterio.
ción bíblica contemporánea, especialmente por los trabajos de Stanis-
las Lyonnet; ha leído el libro de Aulen y, sin aceptar incondicional-
mente sus ideas, capta toda la pertinencia de la doctrina patrística de la
VI. UNA REACCIÓN «SALUDABLE» victoria de Cristo e intenta mantener en la presentación del misterio la
prioridad de la iniciativa del amor divino. Procura articular lo que él
Sin embargo, contra la fuerza de esta velocidad adquirida, contra llama «los dos aspectos complementarios del misterio de la reden-
la mentalidad que había llegado a identificar su propia lógica concep- ción» en un capítulo que nos ofrece el fondo de su pensamiento76. Re-
chaza la idea de un rescate pagado a Dios en justicia: «Si la atribuimos
70. lbid.,29-30.
71. L. SABOURIN, Rédemption sacríñcielle, une enquéte exégétique, D. D. B. 1961
141. 74. C. GUILLON, La Úiéolcgie catholique de la rédemption au X)f siécle. Etapcs
72. Referencias en J. GALOT, O. C, 260, n. 3; cf. L. SABOURIN, Le bouc énüssaire, d' une évolution, Inst. Cath., Paris 1985, 23 (Mémoire de Majtrise en théologie).
fíguie du Chiist?: Sciences Ecclésiasüques 11 (1959) 45-79. 75. RIVIÉRE, Rédemption, en Dict. de Th. Cath., t. XIII, 2, 1937, col. 1982. Cf.
73. R. L. BRUCKBERGER, Powquoije suis partisan de la peine de mort: Le Fígaro sobre J. Riviére el juicio de C. GUILLON, O. C.
Magazin(18mayo 1985) 163. 76. Texto citado supra, 69.
96 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA SITUACIÓN DOCTRINAL DE LA SOTERIOLOGÍA 97

a Dios, c o m o perfección, nuestra virtud de justicia, n o le conviene consecuencia o u n efecto d e aquella. Durrwell h a tenido el mérito de
desde luego bajo l a forma de justicia conmutativa; con él no hay nin- recordar que la resurrección era la piedra de toque de la predicación
g ú n intercambio estrictamente hablando» 7 7 . M á s aún, denuncia la n o - apostólica y que la pasión pertenece a u n movimiento que tiene su tér-
ción de u n a reparación previa: « N o digamos que la justicia divina re- mino en la glorificación. L a salvación se realizó primeramente en la
c l a m a u n a reparación previa al ejercicio de su misericordia, puesto persona de Jesús; se identifica c o n esta persona, c o n la que h a y que
que todo procede del amor gratuito y misericordioso. Entre ese a m o r y entrar e n comunión para poder participar de ella. La existencia cristia-
la justicia exigente n o existe ningún "conflicto", del que la encarna- n a e s u n a participación en este misterio del paso d e Cristo a Dios.
ción del Hijo sea la solución divina» 7 8 . Desgraciadamente Durrwell n o se h a explicado formalmente e n refe-
U n teólogo demasiado pronto desaparecido, Yves de Montcheuil, rencia a la doctrina «clásica»; por consiguiente, n o muestra en qué
en sus célebres Lecciones sobre Cristo, dadas durante la última guerra puede modificar su perspectiva el sentido de los conceptos de reden-
y publicadas después de su muerte 7 9 , rechazaba de forma más decidida ción y d e satisfacción 83 .
la concepción corriente de la satisfacción penal. Rocojamos solamente E n la actualidad los afortunados efectos de la renovación bíblica y
aquí s u t o m a de posición crítica, antes de volver sobre su pensamiento de la renovación patrística se hacen sentir ampliamente e n este t e m a
en el capítulo dedicado a la satisfacción 8 0 : tan delicado, c o n los trabajos de St. Lyonnet, P . Grelot, X. León-
Dufour, J. Guillet, A . Vanhoye, por no citar m á s que algunos repre-
«Se ha presentado con frecuencia la satisfacción de Cristo como una sentantes franceses en el terreno bíblico, y c o n los d e L. Malevez, L.
deuda pagada de algún modo a la justicia de Dios, que debía ser pre- Bouyer, J. Moingt, el anglicano H. E. W . Turner, J. P . Jossua y otros
viamente satisfecha para que pudiéramos ser perdonados. A veces se muchos en el patrístico. Por su parte, las síntesis teológicas de u n K.
ha presentado también esta satisfacción como una expiación propia- Rahnér o d e u n H. U r s v o n Balthasar se inscriben, a pesar de todo lo
mente dicha: Jesús habría sufrido en la cruz el castigo debido al peca- que los separa, e n u n nuevo mundo de pensamiento. Las grandes líne-
do y, una vez aplacada de este modo la cólera divina, Dios habría po- as d e fuerza de la teología contemporánea están orientadas d e modo
dido dar libre curso a su voluntad de amar...
m u y diferente.
Lo que es característico de esta forma de explicar las cosas es que
Dios, queriendo perdonar, quiso poner a su perdón esta condición pre- Sin embargo, los viejos esquemas tienen la vida dura. U n largo ar-
via: que su justicia recibiera una satisfacción. Por tanto, los sufrimien- tículo reciente de Marie-Joseph Nicolás reacciona de forma saludable
tos y la muerte de Cristo serian ante todo una satisfacción ofrecida a la contra muchas afirmaciones «clásicas»: N o , Dios rio h a querido direc-
justicia de Dios. Como se le ofrece en nombre nuestro, en lugar nues- tamente la crucifixión de su Hijo; «el asesinato de Jesús fue obra de
tro, se le llama satisfacción "vicaria"... los hombres y d e su libertad» 84 . Entre Cristo y nosotros se trata más de
Nos gustaría señalar el punto débil de una teoría... según la cual la solidaridad que de sustitución. Los d o s caminos de acceso al misterio
muerte de Cristo es u n a satisfacción ofrecida a la justicia de Dios, de la redención, descendente y ascendente, necesarios para una
como si Dios se hubiera visto alcanzado en su ser por el pecado» 81. «teología integral» quedan suficientemente expuestos en dicho artícu-
lo 85 . Se considera que hay que superar el sistema llamado de la satis-
Después de la segunda guerra mundial, F.-X. Durrwell ha ejercido facción vicaria 86 . Sin embargo, la explicación que se da de la satisfac-
una influencia muy saludable en la soteriología con su libro de múlti- ción sigue siendo solidaria de la idea de compensación y no se
ples reediciones y refundiciones, La resurrección de Jesús, misterio desprende realmente de la noción de satisfacción previa87.
de salvación*2. La teoría que se había hecho clásica de la redención
casi n o dejaba ningún lugar a la resurrección. Ésta no era más que una Cerf, París 1976 (la trad. española, La resurrección de Jesús, misterio de salvación, Her-
der, Barcelona 1967, está hecha sobre la l1 ed. francesa).
83. Cf. C.GUILLON, o. c, 68-69.
77. M. RICHARD, O. C, 267. 84. M.-J. NICOLÁS, art. cif., 39-40.
78. Ibid., 267-268. 85. ¡bid.,42.
79. Y. DE MONTCHEUIL, tecons sur le Christ, Epi, París 1949. 86. Ibid.,69.
80. Cf. fofra, capítulo sobre la satisfacción, 378-380. 87. Ibid., 62-63. Su homónimo de Friburgo, J. H. NICOLÁS, Synthése dogmatique,
81. Y. DE MONTCHEUIL.O. c, 127-128. La última frase causó problemas en su tiem- De la Trimté á la Trinité, Beauchesne, París 1985, está lejos de respetar el programa de
po; volveré sobre ello. los dos caminos de acceso al misterio de la redención. El capítulo dedicado a la
82. F. X. DURRWELL, L¡ résurrecüon de Jésus, mystére de salut. Elude biblique, «Salvación de los hombres por la sangre de Cristo», rechaza la explicación por la sustitu-
Mappus, Le Puy-Lyon 1950;2* ed. revisada
a í
y aumentada, 1955;
2
3s-68 eds. sin cambiar; ción penal, pero sigue estando construido exclusivamente sobre la noción de
7* ed. revisada y aumentada, 1963; 8 -9 eds. sin cambiar; 10 ed., totalmente reformada, «satisfacción vicaria», pp. 497-524.
3
Cristo mediador,
referencia primera de la soteriología

Las reflexiones precedentes, especialmente el discernimiento de


los dos movimientos solidarios, descendente y ascendente, de la sote-
riología, nos conducen a un centro de perspectivas que no es otro sino
la mediación de Cristo. Por eso, ese término ya ha asomado varias
veces en esta exposición. Jesús es nuestro Salvador; él es en persona
nuestra salvación. Si se plantea entonces la cuestión: «¿En nombre de
qué puede ser nuestro Salvador?», se impone la respuesta: «Porque es
el mediador entre Dios y los hombres». Este término de mediador
constituye el vínculo no solamente entre la cristología y la soteriolo-
gía, sino también entre el misterio eterno de la soberana y benévola
Trinidad y la comunidad universal de los hombres, reunidos en Iglesia
a lo largo de los tiempos por el designio de Dios, a fin de conducirlos
al reino sin fin del Padre, del Hijo y del Espíritu. Puesto que estamos
en el corazón de la articulación de los diversos misterios de nuestra fe,
es normal que nos volvamos a encontrar con la noción de mediación,
que asegura la comunión entre el mundo de Dios y el de los hombres,
así como la coherencia y la unidad entre los diversos momentos de
una misma historia de salvación.
Pero la mediación cristiana no es un concepto abstracto: tiene un
rostro, se ha hecho una persona en Jesucristo. Por eso, Jesús es des-
ignado en el Nuevo Testamento como mediador, y también como
sumo sacerdote. El es el lugar de un intercambio entre Dios y nos-
otros, un intercambio que la tradición calificará de «admirabile com-
mercium». El término de sacramento utilizado más tarde a propósito
de él alude a esta misma realidad. Así pues, tendremos que analizar
los mayores testimonios de su mediación en la Escritura y en la tra-
dición teológica, ver qué es lo que abarca, y mostrar cómo permite
organizar en torno a ella las grandes categorías doctrinales de la sal-
vación.
100 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR
CRISTO MEDIADOR, REFERENCIA PRIMERA DE LA SOTERIOLOGÍA 101

I. JESÜS MEDIADOR SEGÚN EL NUEVO TESTAMENTO


Un eco explícito del término de mediador son las innumerables
menciones del «por Cristo» en el Nuevo Testamento: la creación,
«El único mediador entre Dios y los hon±>res» como la salvación, nos viene del Padre por Cristo. La confesión de
La expresión más concentrada de la mediación de Cristo se en- fe de 1 Cor 8, 6, la más próxima en el plano de las fórmulas a la de
cuentra en un versículo de la primera carta a Timoteo, en una fórmula 1 Tim 2, 5-6, expresa claramente ese por mediador:
acuñada como una confesión de fe: «Para nosotros no hay más que un solo Dios, el Padre,
«Porque hay un solo Dios, del cual (proceden) todas las cosas y hacia el cual (vamos)
y también un solo mediador entre Dios y los hombres, y un solo Señor, Jesucristo, por quien (son) todas las cosas
Cristo Jesús, hombre también, y por el cual somos».
que se entregó a sí mismo como rescate por todos.
Éste es el testimonio dado en el tiempo oportuno» (1 Tim 2, 5-6). La falta de verbos en el texto griego obliga a suplirlos a partir del
contexto. Algunos opinan que el paralelismo entre los dos artículos in-
Esta fórmula resume e interpreta a la vez el kerigma primitivo, ha- vita a traducir así el segundo: «Jesucristo, por el que todo viene a la
ciendo intervenir la categoría de mediación. Está estructurada como existencia y por el cual vamos al Padre». En este caso, el texto indica-
una confesión con dos artículos, el uno dirigido al Dios único y el otro ría los dos lados de la mediación de Cristo, el lado descendente referi-
a Cristo (cf. 1 Cor 8, 6). Este artículo cristológico designa a Cristo a la do a la creación y el lado ascendente relacionado con la salvación. El
vez según su identidad y según su acción. Se le confiesa como el himno de la carta a los Colosenses es más explícito todavía: su prime-
«mediador entre Dios y los hombres». El término sustituye aquí a los ra estrofa celebra la mediación de Cristo en el orden de la creación:
títulos de Señor o de Hijo que aparecen en otras confesiones: no hay «Todo ha sido creado por él y para él» (1, 16); la segunda, su media-
más que un solo mediador, lo mismo que no hay más que un solo ción en el orden de la salvación, ya que plugo a Dios «reconciliarlo
Señor y un único Hijo. Indica por tanto a aquel que está en vínculo in- todo por él y para él en la tierra y en los cielos» (1, 20). La mediación
frangibie con Dios y que puede por ese título ser objeto de la confe- del Verbo en la creación se subraya igualmente en el prólogo de Juan
sión cristiana. El mediador está del lado de Dios y viene de Dios. Pero (1, 3 y 10), mientras que su mediación en el orden de la salvación se
este origen no basta para constituir al mediador; es preciso que esté evoca por su encarnación (1, 14).
también del lado de los hombres. Por eso la encarnación se expresa
bajo la forma de «Cristo Jesús, hombre también». Por tanto, Cristo
está a la vez del lado de Dios y del lado de los hombres; en su persona «El mediador de una Alianza nueva» y «el sumo sacerdote»
se encuentran el fundamento y la condición de posibilidad de toda me-
diación entre Dios y los hombres. Finalmente, lo mismo que el kerig- Moisés había sido el mediador que había promulgado la Ley anti-
ma gravita en torno al anuncio de la muerte y resurrección de Jesús, gua (Gal 3, 19). Consciente de la novedad radical que había tenido
también al final la fórmula acaba mencionando que Cristo «se entregó lugar con Cristo, el autor de la carta a los Hebreos lo presenta como
á sí mismo como rescate por todos». Esta evocación del sacrificio de «el mediador de una alianza nueva» (Heb 9, 15; 12, 24) entre Dios y
Cristo recuerda el logioi del rescate (Mt 20, 28; Me 10, 45) y también la humanidad, de una alianza «tanto mejor cuanto que está fundada en
sin duda la figura del Siervo doliente (Is 53, 11-12). El cumplimiento promesas mejores» (Heb 8, 6). En efecto, el papel propio del media-
oneroso de nuestra salvación se expresa con el vocabulario propio de dor es no solamente hacer posible una alianza, sino realizarla: ésta
la redención. Así se indican en pocas palabras la contribución del me- descansa en la iniciativa totalmente gratuita de Dios, pero exige una
diador y la actividad de su mediación. La mención del «por todos», respuesta del hombre. Cristo cumple estos dos aspectos de la media-
variante del «por nosotros» o de «por la multitud», pertenece también ción: por una parte nos concede el don de la alianza, por otra parte es
a la primerísima interpretación eclesial de la muerte y de la resurrec- en él y por él como tenemos en adelante acceso ante Dios, ya que
ción de Jesús. Este texto nos dice por consiguiente la correspondencia «está siempre vivo para interceder» en favor nuestro (Heb 7, 25).
entre el «en sí» de Cristo y su «para nosotros»: el término de mediador Para desarrollar la exposición de la mediación de Cristo, el autor
muestra la unidad de arabos. de la epístola, —sólo él entre los escritores neotestamentarios— utili-
za ampliamente el lenguaje sacerdotal y declara a Cristo único y defi-
102 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO MEDIADOR, REFERENCIA PRIMERA DE LA SOTERIOLOGÍA 103

nitivo sumo sacerdote. Efectivamente en la antigua alianza «el sacer- mente a la mediación descendente. «Cristo es "apóstol y sumo sacer-
docio se define como una empresa de mediación»1. La función del sa- dote de nuestra profesión de fe" (3, 1). El aspecto de la autoridad de la
cerdote consiste en dar al pueblo la posibilidad de comulgar con Dios. palabra es el primero que se desarrolla (3, 1 - 4 , 14). A continuación
Éste es el elemento central en el funcionamiento del sacerdocio: per- es cuando viene el aspecto de compasión sacerdotal y de ofrenda sa-
mitir una «acogida favorable obtenida ante Dios». Entre los aspectos crificial (4, 15 - 5, 10), quedando por otra parte subordinada su efica-
ascendentes de la función del sacerdote está el sacrificio que establece cia a la palabra»5.
o repara el vínculo con Dios. El sacerdote procura también al pueblo, Este es el contexto en que el autor desarrolla la actividad sacrifi-
según el movimiento descendente, los beneficios nacidos de la rela- cial ascendente de Cristo sumo sacerdote, inscrita por completo en el
ción obtenida, en particular el perdón de los pecados, las respuestas horizonte de la obediencia y del envío a misión.
que vienen de Dios y las bendiciones2.
Pero A. Vanhoye, cuyo pensamiento acabo de resumir, subraya la
El «admirable» intercambio
novedad radical del sacerdocio de Cristo respecto al sacerdocio de la
antigua ley, tal como la presenta el autor de la epístola Primeramente, La Escritura expresa también la mediación de Cristo apelando al
el cargo de sumo sacerdote era objeto de una ambición: Cristo obtiene tema del intercambio. En la persona de Jesús se produce un misterioso
esta gloria por el camino del rebajamiento y de la muerte. En segundo intercambio entre Dios y los hombres. No se trata formalmente del in-
lugar, la función de sumo sacerdote se basaba en la separación del tercambio entre su divinidad y nuestra humanidad, tema que recogerá
mundo profano: Cristo, por el contrario, asume una solidaridad que lo ampliamente la patrística griega y que la liturgia calificará de
asemeja en todo a sus hermanos. Es interesante esta inversión de senti- «admirable». Se trata ante todo del intercambio de su riqueza con
do. Para el sumo sacerdote antiguo era lógica su unión con la humani- nuestra pobreza: «Conocéis bien la generosidad de nuestro Señor Jesu-
dad; había que subrayar por tanto toda la serie de separaciones purifi- cristo —escribe san Pablo—, el cual, siendo rico, por vosotros se hizo
catorias que situaban al sumo sacerdote en la esfera divina. Al pobre a fin de que os enriquecierais con su pobreza» (2 Cor 8, 9). Es
contrario, el vínculo de Jesús con Dios es lógico y conviene subrayar además el intercambio de su fuerza con nuestra debilidad: «Pues, cier-
la solidaridad en la que él fue establecido con nosotros y que hace de tamente, fue crucificado en razón de su flaqueza, pero está vivo por la
él «un sumo sacerdote misericordioso y digno de fe» (Heb 2, 17). Por- fuerza de Dios. Así también nosotros: somos débiles en él, pero vivi-
que le corresponde al sumo sacerdote ser «tomado de entre los hom- remos con él por la fuerza de Dios sobre vosotros» (2 Cor 13,4). Lle-
bres» (Heb 5,1). Para el autor de la carta, el término de sumo sacerdo- vado hasta el límite, este intercambio se convierte en el de su plenitud
te tiene el interés de indicar de forma sintética la relación de Jesús con contra nuestra nada. Porque el amor de Cristo, que sobrepasa todo co-
Dios y su relación con los hombres; evoca también a la vez la pasión y nocimiento, nos colmará «hasta la total plenitud de Dios» (Ef 3, 19);
la gloria3. Todo esto quiere decir que la mediación ascendente tenía la pero esta comunicación de la plenitud nos viene del que primero se re-
prioridad sobre la descendente en el sacerdocio antiguo. Es muy dis- bajó y «se despojó de sí mismo, tomando nuestra condición de siervo,
tinto lo que ocurre en Cristo: ha sido establecido sumo sacerdote por haciéndose semejante a los hombres..., obedeciendo hasta la muerte y
declaración divina, sobre el fundamento de su filiación (Heb 5, 5-6). muerte en ciuz» (cf. Flp 2, 7-8).
Porque procede de Dios y ha venido a nosotros rebajándose, puede es- Los dos versículos que han alimentado tanto la lectura en
tablecer «realmente una comunicación perfecta y definitiva entre el «cortocircuito» de la relación entre el Hijo y el Padre están precisa-
hombre y Dios (9, 24-28)»4. Además, el autor de la carta no separa mente conslruidos sobre el tema del intercambio. «A quien no conoció
nunca la palabra de Dios del sacerdocio; al contrario, concede una im- pecado, le hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia
portancia primordial a la función de enseñanza, que pertenece igual- de Dios en <1» (2 Cor 5,21): el intercambio es aquí el de nuestro peca-
do por su justicia. Hemos hecho recaer sobre él todo el poder del peca-
1. A. VANHOYE, Sacerdotes antiguos, sacerdote nuevo en el Nuevo Testamento, Si- do del mundo; hemos hecho de él todo lo que el pecado es capaz de
gúeme, Salamanca 1984, 48. hacer. «Ha sido hecho pecado» es una metonimia que dice la acción
2. Ibid
3. Cf. Ibid, 95 s.
4. /tód.,218. 5. Ibid., 119.
104 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO MEDIADOR, REFERENCIA PRIMERA DE LA SOTERIOLOGÍA 105

por el efecto. El rostro macilento de Cristo en la cruz nos devuelve la otra parte, si no hubiera sido Dios el que nos había otorgado la salva-
imagen de nuestro pecado. Pero en ese mismo momento nos comunica ción, no la habríamos recibido de forma estable. Y si el hombre no hu-
su justicia: la santidad de su forma de morir provoca nuestra conver- biera estado unido a Dios, no habría podido recibir en participación la
sión y traspasa nuestro corazón (cf. Hech 2, 37). En Gal 3, 13 el inter- incorruptibilidad. Porque era menester que el "mediador de Dios y de
cambio es el de la maldición por la bendición: «Cristo nos rescató de los hombres", por su parentesco con cada una de las partes, las redujese
la maldición de la ley, haciéndose él mismo maldición por nosotros, a ambas a la amistad y a la concordia, de forma que al mismo tiempo
pues dice la Escritura: "Maldito todo el que está colgado de un made- Dios acogiera al hombre y el hombre se ofreciera a Dios. En efecto,
¿cómo habríamos podido tener parte en la filiación adoptiva de Dios, si
ro" (Dt 21, 23), a fin de que llegara a los gentiles, por Cristo Jesús, la
no hubiéramos recibido por el Hijo la comunión con Dios? ¿Y cómo
bendición de Abraham, y por la fe recibiéramos el Espíritu de la pro- habríamos recibido esta comunión con nosotros haciéndose carne?
mesa» (Gal 3, 13-14). El amor de Cristo por nosotros ha sido tan gran-
de que ha aceptado ser maldito frente a la ley, puesto que era ésa la in- Este hermoso texto, en el que Ireneo organiza en torno al tema de
famia sagrada que se aplicaba al que colgaban del cadalso. Pero, en la mediación la mayor parte de las categorías cristianas de la salva-
intercambio, él nos ha comunicado la bendición misma de Dios, que ción, nos indica magníficamente en qué se fundamenta la mediación
no es más que su propio Espíritu. El autor de la epístola a Diogneto de Cristo y lo que realiza Cristo es mediador entre Dios y los hom-
comprenderá perfectamente estos textos paulinos tan atrevidos y bres en virtud de su «parentesco» y de su solidaridad con las dos par-
«dialécticos» en este movimiento de admiración: «¡Oh dulce trueque, tes. Este «parentesco» hace que sea verdaderamente Dios y verdadera-
oh obra insondable, oh beneficios inesperados! ¡Que la iniquidad de mente hombre, por una especie de necesidad descubierta a posteriori
muchos quedara oculta en un solo Justo, y la justicia de uno solo justi- en la coherencia de la salvación que se nos ha revelado. Era preciso
ficara a muchos inicuos!» 6 . que un hombre llegara a ser vencedor de aquel que había vencido al
hombre en el principio. «Era preciso», para que pudiéramos entrar en
comunión con Dios, que el Verbo entrase en comunión con nosotros
n. LA MEDIACIÓN DE CEISTO EN LA TRADICIÓN EN IRENEO revistiéndose de la carne de nuestra humanidad. Porque «era preciso»
que la comunión con Dios viniera de Dios mismo. Sólo Dios habla
El texto de 1 T i m 2, 5 sobre el único mediador conoció un gran bien de Dios, dirá más tarde Pascal; del mismo modo, sólo Dios puede
éxito en la tradición teológica, ya que ofrecía una categoría sintética conceder la filiación adoptiva, es decir, la participación en la vida de
que permitía ordenar los múltiples aspectos de nuestra salvación. Al- Dios que Ireneo llama «incorruptibilidad». En definitiva, sólo Dios
gunos sondeos, inevitablemente llenos de lagunas y por tanto arbitra- puede salvar al hombre.
rios, entre los padres de la Iglesia y los teólogos nos ayudarán a perci- Lo que realiza la mediación de Cristo, es a la vez reconciliación
bir todo su alcance. entre Dios y los hombres y el intercambio divinizador. Todo se lleva a
cabo según el doble movimiento que viene de Dios (el que «acoge al
hombre»), para poder venir luego del hombre («que se ofrece a Dios»).
Mediación de Cristo y recapitulación en Ireneo El tema del sacrificio se evoca aquí con cierta discreción. Cristo realiza
Ireneo de Lión, al parecer, es el primero que pone la afirmación de en su persona ese doble movimiento descendente y ascendente, hacien-
la mediación de Cristo al servicio de una teología de la salvación que do de este modo posible el intercambio de la divinización: «Porque
se convierte en é l en recapitulación de todas las cosas en Cristo. He ésta es la razón por la que el Verbo se hizo hombre, y el Hijo de Dios
aquí cómo comenta 1 Tim 2, 5 en dos pasajes importantes de su obra: Hijo del hombre: para que el hombre, mezclándose con el Verbo y re-
cibiendo así la filiación adoptiva, se hiciera hijo de Dios» 8 . O también:
«Así pues, mezcló j unió, como ya hemos dicho, al hombre con Dios. el Señor hizo «descender a Dios entre los hombres por el Espíritu... y
Porque si n o hubiera sido un hombre que hubiera vencido al enemigo subir al hombre hasta Dios por medio de su encarnación» 9 .
del hombre, el enenigo no habría sido vencido con toda justicia. Por

7. IRENEO DE LION, Adv. Ajer.III, 18, 7: Cerf, París 1984, 365-366.


6. ADiognetolX, 5: trad. D.Ruiz BUENO, Padres apostólicos, BAC, Madrid 1985 , 8. Ibid., III, 19, 1: o. c , 358.
856.
9. M V . l , i: o. c.,570.
106 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO MEDIADOR, REFERENCIA PRIMERA DE LA SOTERIOLOGÍA 107

Ireneo recoge este m i s m o t e m a e n otro texto e n donde d o m i n a m á s L a v i d a d e A g u s t í n estuvo desde siempre i m p r e g n a d a del deseo d e
bien l a «reconciliación»: D i o s . P e r o este deseo se v e í a c o m o impedido p o r su debilidad d e cria-
«Por eso, en los últimos tiempos, el Señor nos ha restablecido en la t u r a y d e p e c a d o r . A g u s t í n c o n o c e l a m e t a d e l a p e r e g r i n a c i ó n del
amistad por medio de su encarnación; hecho "mediador de Dios y de h o m b r e , pero n o c o n o c e el c a m i n o . E n e s a situación espiritual, descu-
los hombres", inclinó en favor nuestro a su Padre contra el que había- bre las Ennéadas d e P l o t i n o , q u e le p r o p o n e n u n a p e d a g o g í a d e la
mos pecado y lo consoló de nuestra desobediencia por su obediencia, c o n v e r s i ó n del h o m b r e a D i o s , ligada a u n a doctrina de la e m a n a c i ó n
concediéndonos la gracia de la conversión y de la sumisión a nuestro q u e n o s señala el origen d e n o s o t r o s m i s m o s , q u e es al q u e d e b e m o s
creador» 10 . volver. E s t o s «libros substanciales» provocaron e n él u n «incendio in-
c r e í b l e » 1 5 y le hicieron pasar p o r l a experiencia d e u n éxtasis místico.
L a mediación ascendente se e x p r e s a e n términos d e intercesión, lo
Sin e m b a r g o , esta experiencia sublime d e s e m b o c ó e n u n fracaso' 6 : n o
c u a l t r a d u c e r e a l m e n t e el lenguaje b í b l i c o d e la e x p i a c i ó n . Cristo
solamente n o fue duradera, sino q u e dio origen a u n a represión: « N o
«inclinó» y « c o n s o l ó » a l P a d r e , a n t r o p o m o r f i s m o s m á s j u s t o s y con-
p u d e fijar e n tus c o s a s invisibles m i vista, antes, h e r i d a d e n u e v o mi
vincentes q u e los q u e hablan d e c o m p e n s a c i ó n o de castigo vengador.
flaqueza, volví a las c o s a s ordinarias, n o llevando c o n m i g o sino u n r e -
Ireneo tiene u n a h e r m o s a imagen d e l c a r i ñ o d e D i o s q u e tiene necesi-
c u e r d o a m o r o s o y c o m o apetito d e viandas sabrosas q u e aún n o p o d í a
d a d de ser « c o n s o l a d o » de nuestro p e c a d o . L a mediación descendente
comer» 1 7 .
afecta a la gracia d e nuestra c o n v e r s i ó n , e s decir, a l a restauración de
n u e s t r a libertad. Así p u e s , A g u s t í n realizó la experiencia d e su incapacidad p a r a al-
c a n z a r a D i o s . Se e n c o n t r a b a e n el m a y o r d e s c o n s u e l o , y a q u e lo
M e d i a d o r d e la salvación p o r ser a n t e t o d o mediador d e la crea-
ú n i c o necesario e r a inaccesible p a r a él. F u e entonces c u a n d o su a m i g o
ción, el Verbo de D i o s , impreso e n f o r m a d e cruz en la creación ente-
Simpliciano le hizo descubrir el prólogo del evangelio d e J u a n y las
ra, h a v e n i d o a su propio terreno: se h i z o carne y «fue colgado del m a -
cartas d e Pablo. Y Agustín, q u e por entonces n o apreciaba las Escritu-
dero, a fin d e recapitular en él todas las c o s a s » " .
ras y las c o n s i d e r a b a c o m o u n escrito v u l g a r , hizo allí el d e s c u b r i -
S i g u i e n d o a I r e n e o , T e r t u l i a n o a n a l i z a la m e d i a c i ó n d e C r i s t o
m i e n t o desconcertante del m e d i a d o r . A p r e n d i ó a «alegrarse c o n t e m -
sobre el fundamento d e sus d o s n a t u r a l e z a s . Y a h e m o s visto anterior-
blor» y e s a s c o s a s le «entraban por las entrañas» 1 8 . C o m p r e n d i ó , c o n
m e n t e 1 2 q u e p a r a él «la carne es el q u i c i o d e la salvación»' 3 , esto e s ,
la a y u d a d e P a b l o , q u e acababa d e pasar p o r la experiencia descrita en
que la h u m a n i d a d d e Cristo es la « p l a c a giratoria» d e la comunicación R o m 7, 13-25: e s t a b a i m b u i d o d e u n a oposición interior entre l a ley d e
de los d o n e s d e D i o s a nuestra propia h u m a n i d a d . O r í g e n e s desarrolla D i o s y la ley del p e c a d o q u e estaba en sus miembros. P a r a salir d e ese
i g u a l m e n t e , a partir del himno d e l o s Colosenses, la d o b l e mediación círculo infernal, el esfuerzo racional tenía q u e dejar u n sitio a la fe, el
c r e a d o r a y salvadora d e Cristo 14 . P e r o r e c o j a m o s en san A g u s t í n esta orgullo tenia q u e c e d e r a la humildad. El mediador será para él el ca-
m i s m a doctrina c o n otro acento. m i n o y le dará lo q u e no puede obtener c o n sus propias fuerzas:

«Y buscaba yo el medio de adquirir la fortaleza que me hiciese idóneo


La experiencia de la mediación de Cristo: Agustín para gozarte: ni había de hallarla sino abrazándome con el «Mediador
entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús» (1 Tim 2, 5), «que
E n A g u s t í n , la mediación d e C r i s t o a d q u i e r e un valor totalmente es sobre todas las cosas Dios bendito por los siglos» (Rom 9, 5), el cual
n u e v o , y a q u e n o es solamente u n a a f i r m a c i ó n doctrinal esencial, sino clama y dice: «Yo soy el camino y la verdad y la vida» (Jn 14, 6), y el
ante t o d o el fruto de la experiencia l i b e r a d o r a , largo t i e m p o esperada, alimento mezclado con carne ( que yo no tenia fuerzas para tomar), por
y p o r e s o m i s m o m u c h o más d e s c o n c e r t a n t e e iluminadora. haberse hecho el Verbo carne, a fin de que fuese amamantada nuestra
infancia por la Sabiduría, por la cual creaste todas las cosas.

10. IbidV, 17, 1: o. c.,619, 15. AGUSTÍN , Contra AcadcmicosU, 5: B. A. 4, D. D. B., París 1939, 69.
11. Ibid.V, 18, 3: o.c, 625 El texto hace referencia a Ef 1, 10. 16. Cf. P. COURCELLE, Kecherches sur les Confcssions de sainl Augustin, de Boc-
12. Cf. B. SESBOUE, Jésus-Quist dans la tradition, o. c , 76-77. eará, París 1968, 157-165.
13. TERTULIANO, Deresurrtctione carnisVIII. 17. AGUSTÍN , Confes. Vil, 17, 23 y en Obras II, BAC, Madrid 1946, 591.
14. ORÍGENES, Deprinc. 11,6, 1: SC 252, 1978, 308-311. 18. Ibid. VII, 21,27: o. c, 595 y 597.
CRISTO MEDIADOR, REFERENCIA PRIMERA DE LA SOTERIOLOGÍA 109
108 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR

Pero yo, que no era humilde, no tenia a Jesús humilde por mi Dios, ni r a n aquellas palabras "El V e r b o se hizo c a r n e " , ni sospecharlo siquiera
sabía de qué cosa pudiera ser maestra su flaqueza»19. p o d í a » 2 1 . «Pero lo c o m p r e n d e r á releyendo la Escritura. Sacramentum
es intraducibie... E s lo q u e está oculto e n u n a c o s a visible y q u e se
T e x t o c o n m o v e d o r en que A g u s t í n n o s h a c e ver la intimidad de su h a c e eficaz e n y p o r su realidad visible y sensible. L a h u m a n i d a d d e
c o n v e r s i ó n en la fe: a c e p t a al m e d i a d o r , el c a m i n o q u e h a v e n i d o a Cristo es el s a c r a m e n t o de la presencia y de la actividad del V e r b o ; la
nosotros y p u e d e conducirnos hasta D i o s . L a h u m i l d a d de Cristo, des- m u e r t e e n la cruz es el sacramento de la misericordia de D i o s , del acto
cubierta p o r A g u s t í n , designa la kénosis de su encarnación y de su pa- por el q u e nos c o m u n i c a la v i d a divina. Se v e y n o se v e . Se ve a Cris-
sión. P u e d e convertir el orgullo que m i n a b a d e s d e dentro lo mejor d e t o morir, pero esta m u e r t e es c o m u n i c a c i ó n de la v i d a divina a l a hu-
su actividad filosófica. E n los libros d e los platónicos había leído cier- m a n i d a d , eficacia e n y por u n acontecimiento de la historia y u n acon-
tamente q u e al principio era el V e r b o . « E n cuanto a que: "él vino a su tecimiento sensible y corporal» 2 2 .
casa p r o p i a y los s u y o s n o le recibieron, y que a cuantos le recibieron
A g u s t í n interpreta así la muerte del Salvador:
les dio potestad d e nacerse hijos d e D i o s creyendo en su n o m b r e " , n o
lo leí allí» 2 0 . A g u s t í n establece la relación entre el prólogo de J u a n y el «A esta nuestra doble muerte consagró nuestro Salvador su muerte
h i m n o de Filipenses 2 , 6 - 1 1 ; estos d o s textos le revelan la iniciativa única, y para obrar nuestra doble resurrección antepuso y propuso su
inaudita del a m o r de D i o s a l o s h o m b r e s , en la p e r s o n a del que se única resurrección como sacramento y ejemplo... Vestido de carne
había h e c h o su m e d i a d o r . Lo q u e le e r a imposible, a h o r a se le da. A mortal, muere sólo en la carne y resucita en la carne sola, y así la ar-
partir del m o m e n t o en que acepta recibirlo todo de Cristo, su debilidad moniza con nuestra doble muerte, siendo sacramento del hombre inte-
se transforma en fuerza. Se ve libre de sus p e c a d o s y su deleite en el rior y ejemplo del exterior» 23 .
bien p u e d e c a n t a r victoria. E s t a e x p e r i e n c i a se c o n v e r t i r á en él en la
P u e s bien, Cristo e s sacramento p o r l a m i s m a razón que le hace ser
teología d e la relación entre g r a c i a y libertad. Por otra parte, l a media-
m e d i a d o r , ya que e n la unidad de su p e r s o n a y de su obrar se articulan
ción d e Cristo n o le arranca del t i e m p o , c o m o el éxtasis platónico. La
lo visible y lo invisible, lo h u m a n o y lo divino:
salvación cristiana se lleva a c a b o en el acontecimiento histórico d e u n
h o m b r e y n o s a l c a n z a a través d e n u e s t r a historia y en nuestra t e m p o - «Él es mediador de Dios y de los hombres, por ser Dios con el Padre y
ralidad. L a lenta mediación e n t r e n o s o t r o s y n o s o t r o s m i s m o s q u e se hombre con los hombres. El hombre no podía ser mediador, separada-
realiza e n el t i e m p o d e nuestra e x i s t e n c i a q u e d a c o n d i c i o n a d a p o r la mente de su humanidad. He aquí el mediador: la divinidad sin la hu-
acción de la constante mediación de Cristo. manidad no es mediadora; la humanidad sin la divinidad no es media-
dora; pero entre la divinidad sola' y la humanidad sola se presenta
como mediadora la divinidad humana y la humanidad divina de Cris-
to»".
Del Cristo mediador al Cristo sacramento
A g u s t í n p o n e , c o n la idea de Cristo sacramento, u n j a l ó n que será
S i g a m o s t o m a n d o a Agustín p o r guía. El d e s c u b r i m i e n t o q u e ha fecundo e n la teología occidental y con el que volveremos a encontrar-
h e c h o de la h u m i l d a d de Cristo c o m o ejemplo c a r g a d o de u n a fuerza nos. E n él la confesión del Cristo mediador se resuelve en una plegaria
de c o n v e r s i ó n lo lleva a analizar la m e d i a c i ó n d e Cristo con la ayuda d e a c c i ó n de g r a c i a s en la q u e se articulan los d o s aspectos, d e s c e n -
del t é r m i n o « s a c r a m e n t o » . E s t á claro q u e n o h a y que dar a l a palabra dente y ascendente, de la mediación:
sacramentum en sus escritos el sentido exacto q u e tiene para nosotros,
cuando h a b l a m o s d e los sacramentos de la Iglesia. Está más bien cerca «Mas el verdadero Mediador, a quien por tu secreta misericordia reve-
del t é r m i n o d e «misterio». Pero A g u s t í n expresa a partir de esta pala- laste a los humildes y lo enviaste para que con su ejemplo aprendiesen
b r a u n a c o n c e p c i ó n d e las relaciones entre lo visible y lo invisible que hasta la misma humildad; aquel Mediador entre Dios y los hombres, el
pertenece sin d u d a a la noción d e sacramento y p o n e en j u e g o la reali- Hombre Cristo Jesús, apareció entre los pecadores mortales Justo In-
d a d m e d i a d o r a de Cristo. «Mas q u é misterio (sacramentum) encerra-
21. Ibid.Vll, 19,25: o. c.,591.
22. P. AOAESSE, L'anthropolope chrétienne selon saint Augustin. Image, liberté,
peché etgráct, Centre-Sévres, Paris 1980, 59.
19. Ibid.VU, 18,24: o. c,591. 23. AGUSTÍN , De Trin. IV, 3, 6, en Obras V, BAC, Madrid 1948, 329-331.
20. Ibid. VII, 9, 13: o. c, 571-579. 24. AGUSTÍN , Sfermo47, 21: PL 38, 310.
110 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO MEDIADOR, REFERENCIA PRIMERA DE LA SOTERIOLOGÍA 111

mortal, mortal con los hombres, justo con Dios... Porque en tanto es hombre, ya que por el contrario sigue siendo lo que era, una vez hecho
Mediador en cuanto Hombre; pues en cuanto Verbo no puede ser in- carne»27.
termediario, por ser igual a Dios, Dios en Dios y juntamente con él un
solo Dios. En otra ocasión, Cirilo aplica de este modo el intercambio entre la
¡Oh, cómo nos amaste, Padre bueno, que no perdonaste a tu Hijo riqueza y la pobreza a la constitución humano-divina de Cristo:
único, sino que le entregaste por nosotros, impíos! ¡Oh, cómo nos
amaste, haciéndose por nosotros, quien no tenía por usurpación ser «Por tanto, necesariamente, el que existe y subsiste tiene que haber
igual a Dios, obediente hasta la muerte de cruz, siendo el único libre sido engendrado según la carne, transportando a él lo que es nuestro,
entre los muertos!... Por nosotros se hizo ante ti vencedor y víctima, y para que los retoños de la carne, es decir, los seres corruptibles y pere-
por eso vencedor, por ser víctima; por nosotros sacerdote y sacrificio cederos que somos, permanezcan en él; en una palabra, es preciso que
ante ti, y por eso sacerdote, por ser sacrificio, haciéndonos para ti de él posea lo que es nuestro para que nosotros poseamos lo que es suyo.
esclavos hijos, y naciendo de ti para servimos a nosotros»25. En efecto, "por nosotros se hizo pobre, el que es rico para enriquecer-
nos con su pobreza" (2 Cor 8, 9)»28.
Estos acentos son muy distintos de los del «florilegio sombrío», nos
trazan el camino de una verdadera teología cristiana de la salvación.
Mediación y soteriología en la Edad Media
La unidad del mediador según Cirilo de Alejandría LEL primera referencia a la mediación de Cristo no es lo propio de
la patrística. También santo Tomás pone su soteriología en dependen-
Cirilo de Alejandría, el contemporáneo oriental de Agustín, basa
cia expresa de la cristología del mediador. Cristo es mediador entre
toda su cristología en la mediación de Cristo. Los debates de su época
Dios y los hombres en cuanto que «comunica con cada uno de los dos
no lo llevarán tanto a subrayar la doble realidad divina y humana de
extremos»:
Jesús como a insistir en su unidad concreta necesaria. Porque toda se-
paración entre ellas deja abierto el foso entre el hombre y Dios. Si la «En efecto, en cuanto que comulga con los hombres, ocupa su lugar
unión según la hipóstasis no es indisolublemente real, se desvanece la ante el Padre; pero en cuanto que está en comunión con el Padre, tras-
realidad del mediador: mite a los hombres los dones del Padre. Por eso, en su primera venida,
como vino a satisfacer por nosotros ante el Padre, se apareció en la
«Así pues, él es tenido por mediador desde este punto de vista: mues- forma de nuestra debilidad; pero cuando su segunda venida, como lle-
tra unidas y juntas en él unas cosas muy alejadas por su naturaleza, gará para cumplir la justicia del Padre sobre los hombres, tendrá que
que tienen entre sí una distancia inconmensurable, y nos vincula por manifestar la gloria que le pertenece en virtud de su comunión con el
su mediación con Dios Padre26. Padre; por eso se aparecerá en forma gloriosa»29.
De esta unión y de esta unidad es de donde le viene su poder para En la Suma Teológica, santo Tomás vuelve sobre la definición de
salvarnos. Cristo mediador:
El Verbo encarnado no pudo salvar al hombre más que por el
hecho de ser verdaderamente Dios en cuanto que es verdaderamente «La libor del mediador consiste propiamente en unirse a aquellos
hombre, es decir, en cuanto que es uno y el mismo en cuanto Dios y entre los cuales ejerce esta función, pues los extremos se juntan en el
medio. Pero el unij de una manera perfecta a los hombres con Dios
en cuanto hombre:
compite ciertamenle a Cristo, pues por Cristo son reconciliados los
«Así pues, él es divinamente creador y vivificador, por ser vida, com- hombres con Dios, según se dice en la Carta a los Corintios: «Dios es-
puesto de propiedades humanas y de otras que son sobrehumanas, taba en Cristo reconciliando al mundo consigo». Por tanto, sólo Cristo
para dar una especie de término medio; en efecto, es "mediador entre
Dios y los hombres" según las Escrituras, Dios por naturaleza misma
con la carne, verdaderamente, pero no como nosotros, puramente 27. ID., Dialog. de Imam. 709e: SC 97, 1964, 287.
28. ID., Chiistus est unus, 722 a-b; ibid, 327-329.
29. SANTO TOMAS. In sen. IV, 48, 1, ad 2 sol. Se observará que el movimiento de
25. AGUSTÍN , Confess.X, 43, 68-69; o. c, 783-785. mediación ascendente es citadael primero; para santo Tomás, es él el que justifica la ké-
26. CIRILO DEA LEJANDRIA, Dialog. de Trímt. I, 405 d: SC 231, 1976, 187. nosis. Hay aquí una evolución significativa.
112 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO MEDIADOR, REFERENCIA PRIMERA DE LA SOTERIOLOGÍA 113

es el perfecto mediador entre Dios y los hombres, por cuanto reconci-


ción» 36 ; la muerte de Cristo es la causa «sacramentalmente ejemplar y
lió con su muerte al género humano con Dios»30.
meritoria» del perdón del pecado, mientras que la resurrección fue la
La mediación está ordenada a la reconciliación, tal como se da causa «instrumentalmente efectiva y sacramentalmente ejemplar» de
también en nuestra experiencia humana y tiene su fundamento en el la nuestra37. La pareja ejemplar/sacramental es una fórmula interesante
Nuevo Testamento. Santo Tomás insiste igualmente en el hecho de que se encontraba ya en Agustín.
que Cristo es mediador en cuanto hombre. Porque el mediador, para En el siglo XVI, Lutero resume toda esta corriente de la tradición
ejercer su oficio de vinculación, tiene que mantener cierta distancia con esta fórmula: «Las santas Escrituras no conocen más que un solo
con cada uno de los dos extremos. En cuanto Dios, Cristo no tiene sacramento, que es el mismo Cristo Señor»38.
ninguna distancia respecto al Padre. Por el contrario, en cuanto hom- La originalidad de san Buenaventura está en hacer remontar el fun-
bre, «dista de Dios por su naturaleza y de los hombres por su dignidad damento último de la mediación de Cristo al misterio trinitario. Efecti-
en gracia y en gloria. Además, es en cuanto hombre como le compete vamente, en la Trinidad el Hijo es «el medio de las tres personas» 39 .
unir a los hombres con Dios, transmitiéndoles sus preceptos y sus En efecto, es producido por el Padre y participa de la producción del
dones y satisfaciendo y abogando por ellos ante Dios. Por tanto, con Espíritu 40 . Buenaventura ve aquí una correspondencia con la situación
toda verdad se dice que Cristo es mediador en cuanto hombre» 31 . de Cristo entre Dios y el mundo:
Santo Tomás se muestra igualmente heredero del vocabulario «Si la rectitud suprema está en Dios, tomado en sí mismo como tam-
agustiniano por su uso del término de sacramento a propósito de Cris- bién principio y fin de todas las cosas, hay que poner en él una perso-
to. Muestra cómo la constitución estructural de los sacramentos pre- na que, de suyo, sea un medio... También es preciso que, en el movi-
senta una profunda analogía con la de Cristo, ya que los sacramentos miento de difusión y de reintegración de las cosas, exista un
están de algún modo modelados como el Verbo encarnado: en un caso intermediario; éste tiene que encontrarse por su origen más bien en la
se añaden «las palabras a las cosas sensibles, pues en el misterio de la difusión, y por parte del que vuelve más bien en la reintegración. Los
seres han venido de Dios por el Verbo divino; por eso, es preciso, con
encarnación la Palabra de Dios se unió a una carne sensible» 32 . En
vistas a su completo retorno a él, que el mediador entre Dios y los
ambos casos, la «cosa» y la «carne» quedan santificadas y reciben el hombres no sea solamente Dios, sino también hombre, para llevar a
poder de santificar gracias a la «palabra» y al «Verbo» que están uni- los hombres a Dios»41.
dos a ellas. Lo mismo que la humanidad de Cristo es el «instrumento
conjunto» de su divinidad, también los sacramentos son «instrumentos
separados». Así Cristo es a la vez signo y causa de nuestra salvación, La mediación en la teología moderna y contemporánea
causa principal por la autoridad de su divinidad 33 y causa instrumental
Los grandes teólogos sistemáticos han concedido siempre un lugar
por su humanidad. La «naturaleza visible» asumida en la unión hipos-
importante a la idea de mediación. Así ocurre, por ejemplo, en el siglo
tática desempeña un papel de mediación entre Dios, fuente de salva-
XIX con Matthias Scheeben 42 . En el siglo XX Barth nos ha dejado un
ción, y el hombre, su beneficiario. Por eso, los «misterios de la carne
ejemplo elocuente de ello. Toda su soteriología está construida en
de Cristo» son los sacramentos originales de nuestra salvación. (Santo
torno a «la doctrina de la reconciliación» 43 : pues bien, para él, las ex-
Tomás es consciente de la proximidad de sentido entre las dos pala-
presiones «mediador entre Dios y los hombres» y «reconciliador del
bras misterio y sacramento). Por eso «la pasión de Cristo es llamada
mundo con Dios» son prácticamente sinónimas 44 . He aquí cómo arti-
sacramento» 34 ; santo Tomás habla del «sacramento de nuestra reden-
ción» 35 ; la transfiguración es el «sacramento de la segunda genera-
36. ID., Opvscula 53, a. 3.
37. ID., Conp. Theol., 239.
30. SANTO TOMAS, 5. Th. III, q. 26, a. 1, corp., en Suma Teológica, t. XI, BAC, Ma- 38. LUTERO. Disputatio de fideinfusa etacquisita(1520), 18: ed. Weimar t. 6, 86.
drid 1960, 959. 39. S. BUENAVENTURA , BrtviloquiumW', 2, 6.
31. lbid. a. 2, corp.: o. c, 962. 40. Buenaventura explicitaaquí uno de los aspectos de la teología del Filioque.
32. Ibid.q. 60, a. 6, corp. en Suma Teológica, t. XIII, BAC, Madiid 1957, 34. 41. ID. , De reductione, 23.
33. /foid.,q. 64, a. 64, a. 4, corp.: o. c, 120. 42. Cf. M. SCHEEBEN, LOS misterios de] cristianismo 62, Estella 1967.
34. fo„ InSent.1V, d. l , q . l,a. l.sol. 1. 43. Ci.infrí, 317-323.
35. ID., Opuse ufo 53, a. 3. 44. Cf. K. ÍARTH, DogmañqueW, 2, 1, 64, Labor et Fides, Genéve 1968, t. 20, 99.
114 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO MEDIADOR, REFERENCIA PRIMERA DE LA SOTERIOLOGÍA 115

cula la reconciliación y la mediación, apelando en cada ocasión al El tema de Cristo-Sacramento ha sido igualmente recogido con
«arriba» y al «abajo»: fortuna en nuestro siglo. Para Y. de Montcheuil, el sacrificio de Cristo
es el sacramento del sacrificio de toda la humanidad, es decir, que el
«Si no hemos podido hablar del Dios reconciliador y del hombre re-
paso a Dios de Jesús a través de su pascua es el sacramento del paso
conciliado más que mirando "arriba" y "abajo", a partir de Jesucristo y
volviendo a él sin cesar, tampoco podemos hablar de él sin tener que de todos a Dios:
enfrentamos con el acontecimiento único y total de la alianza realiza- «El sacrificio de Cristo es... el sacramento del sacrificio de la humani-
da en él entre Dios y el hombre... En efecto, Jesucristo es el mediador dad... El sacrificio histórico realizado una vez en un momento del
entre Dios y el hombre, porque en él la reconciliación del hombre y su tiempo y en un lugar determinado, es el sacramento del sacrificio rea-
estar reconciliado con Dios se han hecho un mismo y único aconteci- lizado por el Cristo total. Volvemos a encontramos aquí con la idea...
miento. La existencia de Jesucristo..., es una existencia entera, no es
de que Cristo es el primer sacramento, el gran sacramento»47.
más que su ser y su obra de mediación. En otras palabras, sólo Jesu-
cristo es el mediador entre Dios y los hombres» . En 1960, E. Schillebeeckx desarrolló y sistematizó la doctrina de
Cristo «sacramento primordial» en un bello libro titulado Cristo, sa-
Del lado católico, Karl Rahner aborda la mediación de Cristo cramento del encuentro con Dios"*. En efecto, el encuentro con el
desde el punto de vista de la teología trascendental que le es familiar. Cristo terreno es el sacramento —la mediación— del encuentro con
¿Dónde se sitúa en el hombre la precomprensión de la mediación, para Dios. Todos los actos de la vida de Jesús son a la vez la manifestación
que ésta pueda ser aceptada y comprendida? La existencia humana se y la actuación del amor divino a los hombres y del amor humano a
basa en la intercomunicación de todos los hombres entre sí. Esta inter-
Dios. Dada la condición histórica de la huminidad, el sacramento del
cuminicación, que pertenece al ser concreto del hombre y siempre per-
encuentro con Dios tiene que guardar su visibilidad concreta. Es lo
manece, lo inserta en una red innumerable de mediaciones, ya que
que se produce a través de la economía eclesial de los sacramentos,
cada uno de ellos no se realiza a sí mismo más que abriéndose a los
que permite considerar el misterio de la Iglesia «cuerpo del Señor»
otros y acogiendo el don que le llega de ellos. Este intercambio, que
como un sacramento del Cristo celestial. Si Cristo es el sacramento
constituye el amor humano, presupone un amor absoluto que le da
fundador, la Iglesia que lo recibe todo de él aparece como el sacra-
fundamento y posibilidad. Este amor absoluto no puede ser más que
mento fundado, a la vez signo y realidad, pero también ministerio de
propiamente divino. Esta condición del hombre postula por tanto la
la única mediación de Cristo. Esta perspectiva tiene la ventaja de
existencia de un mediador absoluto. Cuando la historia de la interco-
municación humana y de las relaciones entre Dios y la humanidad poner de relieve la coherencia y la continuidad de la soteriología cris-
llega a su cima escatológica, a través de la comunicación que Dios tiana a través de los diferentes tiempos de la historia de la salvación.
hace de sí mismo, o sea, cuando el ofrecimiento y la aceptación de esa Se trata de un punto capital, si se quiere dar cuenta de la universalidad
comunicación son irreversibles, entonces nos encontramos frente a lo de la salvación realizada por Cristo.
que la dogmática cristiana llama encarnación, muerte y resurrección
del Verbo divino 46 . La mediación de Cristo realiza la voluntad de sal-
vación de Dios con cada uno de los hombres en particular. Porque, de m. MEDIACIÓN, ALIANZA Y COMUNIÓN INMEDIATA
suyo, toda historia de salvación es mediadora de salvación para los
demás. La salvación por la mediación absoluta de Cristo presupone al Los diversos sondeos que acabamos de hacer en la tradición teoló-
mismo tiempo que radicaliza la intercomunicación humana. Como el gica permiten discernir más de cerca la naturaleza y la función de la
mundo es uno, la intercomunicación alcanza su cima y su meta en Je- mediación. Ya han aparecido varios acordes a partir del vocabulario
sucristo, el mediador absoluto dado por Dios. empleado: medio, término medio, a diferencia de intermediario, pero
también vínculo, reconciliación, comunicación. El medio es el lugar

45. Ibid.1V, 1, 1, 58: o. c.,1 17, 129.


46. Cf. K. RAHNER, Der Eine Mittler und die Viel&lt des Vermitüimgen, ei Schrif- 47. Y. DE MONTCHEUIL, Mélanges théologiques, Aubier, París 1951, 53; cf. infra,
ten zur Theologie, Bd. 8, Benziger Veilag, Einsiedein 1967, 218-235; ID., Elements de 228-229.
theologie spirítuelle, D. D. B., París 1964. 35-49. 48. E. SCHILLEBEECKX, dista, sacramento del encuentro con Dios, Dinor, San Se-
bastián 1971.
116 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR
CRISTO MEDIADOR, REFERENCIA PRIMERA DE LA SOTERIOLOGIA 117

central de encuentro y de paso de dos compañeros, un lugar que les es


común y los reúne. En un silogismo, lo mismo que en matemáticas, se que tú lo apruebes, sino porque podemos pensar de veras la misma
habla de término medio, es decir, de lo que permite establecer una re- cosa y construir a partir de eso una relación. Así pues, el lenguaje se
lación de identidad o de igualdad entre dos afirmaciones o dos núme- desvanece en el mismo momento en que cumple su función. Cuando
ros. El término medio hace pasar de unos a otros. El término de inter- ya no tenemos nada que decirnos, esto se debe a un rechazo de la co-
mediario expresa, por el contrario, una realidad más exterior; siente su municación, o porque se ha llegado a una comunicación tan fuerte que
propia consistencia, que sigue sin alterarse, sea cual fuere el vínculo nos pone en comunión inmediata incluso por encima del lenguaje. El
que contribuye a crear. Sigue siendo extraño a las dos partes como lenguaje es a la vez nosotros mismos y el otro, y es entre nosotros
agente de su vinculación. Una buena imagen del intermediario es la como algo que nos permite comunicar y comulgar, esto es, pasar de
que nos da el catalizador, que hace posible o acelera una reacción quí- alguna forma el uno al otro.
mica entre dos cuerpos, pero permaneciendo él sin cambio después de Es curioso cómo designamos las técnicas modernas audiovisuales
la reacción. La mediación es una realidad mucho más profunda; por de comunicación con el término de media. Este término designa evi-
eso la fe cristiana ha rechazado siempre que Cristo sea un intermedia- dentemente la instrumentalidad específica, la densidad del órgano de
rio entre Dios y el hombre, un tertium quid ontológico, que lo manten- trasmisión que tiene sus leyes, sus posibilidades y sus límites, y per-
dría a distancia del hombre y de Dios. mite elevar el acto del lenguaje al nivel planetario y asegurar una co-
municación de masa. Pero los media son algo más: son formas de len-
La primera analogía de la mediación se nos ofrece en el terreno fa-
guaje, son lenguaje, y ejercen la mediación propia del lenguaje. Como
miliar de la política. Entre dos países en conflicto, la O. N. U., por
toda lengua, son portadores de valores y de no-valores, transmiten un
ejemplo, ejercerá una misión de mediación. Lo hará en nombre de la
mundo simbólico, están ligados a una cultura. Por consiguiente, ejer-
adhesión de esos dos países a su organismo. O bien, un país en situa-
cen una auténtica mediación.
ción de amistad y de confianza particular con los dos adversarios pro-
pondrá sus «buenos oficios». Igualmente, el «defensor del pueblo» El lenguaje ha sido siempre el objeto privilegiado de la reflexión
puede intervenir como mediador en conflictos sociales o sindicales, o filosófica. El análisis de su naturaleza y de sus condiciones de validez,
atenderá a los casos en que el ciudadano entra en conflicto con la ad- su relación con la verdad son de siempre. Aristóteles fue el primero
ministración de los poderes públicos. La mediación es un acto que que ideó la teoría del silogismo, que se basa por completo en el papel
desemboca en un acuerdo entre los protagonistas, en una reconcilia- del término medio, capaz de hacer pasar válidamente de la afirmación
ción o en la paz. Una vez ejercida, se desvanece, ya que los antagonis- A a la afirmación B. El término medio del silogismo es propiamente
tas han llegado a una relación inmediata. Pero en este terreno resulta mediador. En los tiempos modernos, y no sin una referencia a la afir-
difícil a veces distinguir lo que corresponde al intermediario o al me- mación teológica de la mediación de Cristo, Hegel ha construido una
diador. filosofía en la que el movimiento dialéctico pasa siempre por una me-
diación. Rahner nos recordaba hace poco que el hombre es un ser de
El lenguaje nos pone en un camino más próximo a la verdadera mediación debido a su condición social de intercomunicación. Se
mediación y nos permite comprender que ésta es una categoría-clave puede decir también que el tiempo permite cumplir la mediación que
de la filosofía. El lenguaje es el mediador por excelencia en la comu- va de nosotros a nosotros mismos.
nicación entre los hombres. Define de alguna manera al hombre como
ser de intercomunicación: ser hombre es hablar. Pero tiene también su Todas estas reflexiones sobre el lenguaje tienen un sentido espe-
realidad propia: es un instrumento codificado según unas leyes preci- cialmente denso para nuestro propósito, cuando pensamos que el pró-
sas. Es original en cada uno de los interlocutores, ya que es fruto de logo del evangelio de Juan llama Verbo, es decir Palabra, a la persona
una cultura y de una historia colectiva y personal. Sin embargo, es de Jesús. En él la palabra divina se ha hecho palabra humana. Pero la
común a los dos, que se comprenden a través de él, bien porque ha- palabra divina tiene tal consistencia que en Dios mismo es ya persona
blan la misma lengua o bien porque siempre es posible una traduc- y, al haceise hombre, se convierte en persona humanizada. Jesús,
ción. Pero el lenguaje no tiene realidad más que en el acto de la comu- Verbo hecho carne, se lace así para nosotros el «exégeta» de Dios (cf.
nicación, tanto si es oral como escrita. Yo te digo mi pensamiento y tu Jn 1, 18: exégésato), es decir, traductor al lenguaje de la existencia hu-
pensamiento se hace tuyo como si fuera mío, no ya forzosamente por- mana de la palabra de Dios en estado puro. Su palabra es a la vez re-
velación y comunicación de Dios a los hombres y respuesta del hom-
118 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO MEDIADOR, REFERENCIA PRIMERA DE LA SOTERIOLOGÍA 119

bre a Dios en la obediencia y el amor. En Jesús se cumple la comunica- pascua, sino que es ya en sí misma ese acto de pasar. No debemos
ción inmediata en un movimiento constante de intercambio entre la re- oponer nunca la encarnación al misterio pascual en el análisis de nues-
velación y la plegaria. Y se cumple en él por nosotros, para ponernos tra salvación. Como bien había visto Cirilo de Alejandría, la primera
también a nosotros en comunión inmediata con el Padre. La Palabra impone la realidad del segundo. Poner en discusión la encarnación es
que es Jesús es divina, es decir, no se desvanece como ocurre con las «anular el misterio de la piedad»49, ya que entonces se desvanece todo
palabras humanas. De ella hay que decir a la vez que se desvanece y no lo que se realizó en pascua entre Dios y el hombre. Así es como los
se desvanece. Se desvanece, ya que de lo contrario no cumpliría la me- concilios de Éfeso y de Calcedonia analizaron y comprendieron la
diación que consiste en un movimiento de paso; y no se desvanece, ya identidad humano-divina de Cristo: el Verbo se hizo carne, es decir,
que ese movimiento es ahora eterno. Es por tanto aquello de lo que de- asumió su humanidad al nivel de su ser personal; se convirtió en ese
pende nuestra comunión con Dios desde siempre y para siempre. hombre Jesús que en la unicidad de su persona filial sigue siendo con-
Así pues, la única mediación de Cristo tiene la finalidad de llevar a substancial con el Padre según la divinidad y se hace consubstancial
cabo la alianza definitiva entre Dios y los hombres, es decir, asegurar con nosotros según la humanidad50. Su encarnación lo constituye me-
al mismo tiempo su reconciliación y su comunión inmediata. Se pone diador. Pero esta «ontología» no tiene que comprenderse de forma es-
al servicio de un doble movimiento y de un doble paso: el movimiento tática; expresa una relación viva y dinámica entre el Creador y la cria-
y el paso de Dios al hombre y el movimiento y el paso del hombre a tura. No es cosa, sino acto. Esto significa que no puede afectar tan
Dios. Por consiguiente, la mediación de Cristo no tiene nada de estáti- sólo al momento alfa de la existencia terrena de Jesús. Se inscribe en
co. Su movimiento es constante y será eterno. Efectivamente, si el el tiempo, es duración, realiza concretamente el intercambio que le va
único sacrificio del único mediador ha ocurrido necesariamente en un estructurando a medida que Jesús avanza en su misión. Si por un im-
momento único de nuestra historia y en un lugar único de nuestra tie- posible se la separase de las condiciones concretas de la existencia de
rra, su realidad de hecho es transhistórica; pertenece a un nunc eterno. Jesús, sería puramente formal y vacía. El «sin confusión ni separa-
La misma Escritura nos descubre que la mediación de Cristo no se li- ción» de Calcedonia se dice de la relación entre las dos naturalezas;
mita al momento de su pasión, de su muerte y de su resurrección. Se vale también analógicamente de la relación entre el ser y el obrar de
origina en el momento mismo de la creación. El Verbo, que es a los Cristo, entre su constitución humano-divina y su misión.
ojos del Padre el que eternamente tiene que encarnarse ( Verbum incar- Se comprende entonces que Cristo no sea uno más entre Dios y el
nanduní), es el mediador de la creación antes de ser el mediador de la hombre: es totalmente lo uno y totalmente lo otro, sin ser nunca una
salvación, pero también porque tiene que mediar la salvación. «Porque pantalla entre ellos. Viviendo este intercambio incesante que le hace ir
en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las vi- de Dios al hombre y del hombre a Dios y vivir como hombre su filia-
sibles y las invisibles... Todo fue creado por él y para él» (Col 1, 16). ción eterna mientras que vive su ser creado humano como Hijo, reali-
Es el Hijo «por quien también hizo los mundos» (Heb 1, 2). «Todo se za en sí mismo para nosotros la comunión inmediata de Dios y del
hizo por él —añade por su parte Juan— y sin él no se hizo nada de hombre. Todos los caminos que van de Dios al hombre y del hombre a
cuanto existe» (Jn 1, 3). Del mismo modo, la mediación de Cristo con- Dios se cruzan en él, ser de comunión. En él el misterio entero de la
tinúa después de la resurrección; sigue siendo obra de su humanidad Trinidad, dentro del cual tiene función de medio, como subrayaba san
gloriosa, que está sentada a la derecha del Padre. Jesús «está siempre Buenaventura, entra en comunión con la humanidad entera, esa larga
vivo para interceder» en favor nuestro (Heb 7, 25). Eternamente pre- familia que camina a través de los siglos de la historia entre la crea-
sente junto al Padre, esta mediación debe también estar siempre pre- ción y la última venida de ese mismo mediador. No se puede concluir
sente y activa entre nosotros en su Iglesia por el don de su Espíritu. sino lo que concluía Ireieo: «Cuando se encarnó y se hÍ2o hombre, re-
Así es como la Iglesia se convierte en el «sacramento» de esta media- capituló en sí mismo la larga historia de los hombres y nos procuró la
ción. Al lado del Padre, Jesús sigue siendo uno de nosotros; en su salvación de forma resumida»51.
Iglesia, es Dios con nosotros. Su mediación reconciliadora y diviniza-
dora es desde siempre y para siempre.
49. CIRILODEALEJANDRÍA Quistos estunus, 721 c: SC 97, 327.
Definir así la mediación de Cristo presupone que la constitución 50. Cf. B. SESBOUÉ, JéswChrist dans la tradition, o. c , 132-143.
ontologicd de Cristo está no solamente al servicio de este paso, de esta 51. IRENEO, Adv. haer. III, 18,1: o. c.,360.
120 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR
CRISTO MEDIADOR, REFERENCIA PRIMERA DE LA SOTERIOLOGLA 121

IV. UNA SOTERIOLOGlA DE LA MEDIACIÓN


mal. En el surco de esta expresión doctrinal muy ampliamente atesti-
guada en el Nuevo Testamento, ocupa su lugar la perspectiva de la li-
La primacía de la mediación de Cristo impone la estructura de este beración, que aporta a este tema nuevos acordes y recoge hoy toda la
libro. Porque la referencia a la persona del mediador permite organizar carga afectiva (el «pathos») que tenía tradicionalmente el de la reden-
en su verdadera unidad el abundante vocabulario bíblico y tradicional ción. Los padres de la Iglesia también desarrollaron largamente el
que escribe el misterio de la salvación bajo múltiples aspectos. Una te- tema de la divinización del hombre por Cristo, subrayando así que
ología de la salvación tiene que dar cuenta de la totalidad orgánica y nuestra salvación no es solamente liberación de una servidumbre, sino
complementaria de estas expresiones, definiendo el espacio semántico también, al mismo tiempo, entrada en la comunión de la vida divina
en el que cada una adquiere su verdadero significado. La historia nos como hijos adoptivos. Es la otra dimensión, evocada anteriormente, de
ha mostrado que las opciones unilaterales pueden desequilibrar peli- la salvación. La doctrina de la justicia justificante de Dios y por tanto
grosamente todo el edificio. de la justificación del creyente por la gracia mediante la fe es central
El intercambio mediador que se realiza en Cristo implica, como en san Pablo y se articula con la doctrina de la redención. Pero resulta
hemos visto, dos momentos: el descendente, que va de Dios al hom- que este tema, entre los padres orientales, se quedó en una especie de
bre, y el ascendente, que va del hombre a Dios. Las grandes categorías presupuesto implícito. Vuelve a la superficie en occidente con san
de la redención y de la salvación en la Escritura y en la tradición se si- Agustín y se convierte en la referencia central de la soteriología de la
túan espontáneamente en estos dos movimientos. Reforma. Por eso, el concilio de Trento le dedicó todo un capítulo
Por ser el mismo Hijo de Dios, Jesús realiza el don sin retorno de doctrinal. Nunca se repetirá bastante que esta doctrina de la justifica-
Dios a los hombres. El es Dios con nosotros, Emmanuel, Dios-dado, ción se inscribe en el movimiento descendente: se trata del acto de
que lleva a cabo su misión entregándonos su propio Espíritu. «Yo he Dios que justifica al hombre, no del acto del hombre que hace justicia
venido para que tengan vida y la tengan en abundancia» (Jn 10, 10). a Dios.
Pero este don de la vida, ofrecido a unos seres humanos a los que el
pecado ha establecido en la muerte, toma inevitablemente la figura de Por ser verdaderamente hombre, Jesús realizó el don sin retorno
una redención y de una liberación onerosa que tienen que vencer el re- del hombre a Dios. En efecto, el don de Dios al hombre supone que
chazo del hombre. Según este movimiento de mediación descendente, éste sea acogido o recibido. Pues bien, la acogida por parte del hom-
bre del don de Dios no puede consistir más que en el don del hombre a
puede decirse que Dios ama al hombre hasta la muerte. «Tanto amó
Dios. Tanto en un caso como en el otro, el don no puede ser exterior al
Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que cree en él
donante: si Dios se da, el hombre debe a su vez dar se en un amor que
no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3, 16). Para darnos la vida,
la Escritura llama nupcial. Esta era precisamente el proyecto original
Jesús da su propia vida, tomando sobre sí la prueba de la muerte. Por
de la creación: Dios daba Adán a él mismo, para darse a él. Para que
tanto, todo tiene su fuente en el amor {ágape) de Dios que, al entregar se cumpliera ese proyecto, era preciso que Adán respondiera a esta
a su Hijo, nos concede el don de convertirnos y de creer. oferta de comunión, aceptara recibirse de Dios y se diera a él en retor-
Muchas de las categorías bíblicas y tradicionales se inscriben en no en un acto de preferencia y de paso (pascua) que no es sino el sacri-
este movimiento. El orden en que aquí las presentamos y tratamos a ficio. Lo que Adán, o sea, la humanidad desde su origen, se negó a re-
continuación no pretende ser sistemático ante todo: corresponde apro- alizar, lo realiza el nuevo Adán, Jesucristo, en su existencia de amor y
ximadamente al orden por el que estos temas se desarrollaron en la de obediencia, sellada por el misterio pascual de su paso a Dios. Jesús
historia, a través de un acto continuamente repetido de interpretación realizó este sacrificio fundamental de comunión en un cuerpo de peca-
y de sistematización de los datos de la Escritura. El primero que hay do, es decir, en una existencia sometida a las condiciones del pecado
que retener es el de Cristo iluminador y revelador del conocimiento de de la humanidad. Por eso su sacrificio pasa por la cruz, en la que
Dios, de un conocimiento que es vida y salvación. Esta perspectiva arrostra de manera victoriosa la contradicción de la injusticia y del re-
está atestiguada en los primerísimos padres de la Iglesia, como eco a chazo. Segin este movimiento de mediación descendente, puede de-
un dato bíblico cierto. El segundo tema es el de la redención en el sen- cirse que el hombre ama a Dios hasta la muerte. Este acto de Jesús, en
tido preciso y etimológico de rescate, de compra y de libertad, realiza- representación de la humanidad de la que se ha hecho solidario, per-
da por Cristo a lo largo de un combate victorioso contra las fuerzas del mite en adelante a los hombres, cuya libertad sometida hasta entonces
122 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO MEDIADOR. REFERENCIA PRIMERA DE LA SOTERIOLOGÍA 123

ha quedado finalmente liberada, entregarse a Dios en sacrificio de todas estas categorías son solidarias: no solamente comunican entre sí,
agradable olor, en sacrificio espiritual, puro y santo. sino que se sobreponen unas a otras. Será fácil apreciarlo. Su exposi-
Otro registro de categorías corresponde al movimiento ascendente. ción sucesiva intenta dar razón de su totalidad y subraya las corres-
La primera que hay que retener es evidentemente la de sacrificio, pondencias y las interferencias que jalonan el espacio de la soteriolo-
esencial al Nuevo Testamento y constantemente atestiguada en la tra- gía. Igualmente, la distinción entre mediación descendente y
dición. Es necesaria para una justa comprensión de la cruz, de la euca- mediación ascendente, indispensable para mi propósito, no debe com-
ristía y de la existencia cristiana. En vinculación estrecha con el tema prenderse como una separación. La una y la otra son realizadas por la
del sacrificio, el Nuevo Testamento utiliza el vocabulario de la propi- misma persona y a lo largo de un mismo acontecimiento. Toda la vida
ciación o de la expiación, en un sentido convertido que con frecuencia de Jesús, como cada uno de sus gestos, nos comunica a Dios y nos
se desconoce. A este registro bíblico, la tradición eclesial fue añadien- conduce a Dios, indisociablemente. Por eso las categorías soteriológi-
do progresivamente otros términos, que se han convertido a su vez en cas están impregnadas de la remisión de un movimiento al otro. Inclu-
categorías técnicas de la salvación. A partir de san Anselmo, la cate- so hay algunas difíciles de clasificar, en la medida en que expresan la
goría de satisfacción domina en la teología occidental. Se la entiende globalidad de la salvación más allá de estas explicaciones, como ocu-
ordinariamente como una sustitución penal o una satisfacción vicaria. rre por ejemplo con las fórmulas kerigmáticas «por nosotros» y «por
Hoy, aunque conservando el elemento original de verdad presente en nuestros pecados». Por otra parte, la misma Escritura construye fór-
la idea de sustitución, se vuelve cada vez más a la noción de solidari- mulas que realizan la transición entre las categorías descendentes y las
dad ascendentes: «(Todos) son justificados por el don de su gracia, en vir-
Terminaremos el recorrido con una reflexión sobre la reconcilia- tud de la redención realizada en Cristo Jesús, a quien Dios exhibió
ción. En efecto, este término sirve para dar el paso entre el movimien- como instrumento de propiciación por su propia sangre...» (Rom 3,
to descendente y el movimiento ascendente y expresa su síntesis. La 24-25). O también: «Vivid en el amor, como Cristo os amó y se entre-
reconciliación es un acto de Dios que tiene al hombre por objeto; pero gó por nosotros como oblación y víctima de suave aroma» (Ef 5, 2).
supone también la reciprocidad, ya que el hombre debe «dejarse re- Igualmente en Juan: «No es que nosotros hayamos amado a Dios, sino
conciliar». La reconciliación es hoy el objeto de un nuevo descubri- que él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros
miento, no sólo a propósito del sacramento que lleva actualmente su pecados» (1 Jn 4, 10). En la tradición de la Iglesia el término de repa-
nombre, sino también como expresión que resume toda la obra de la ración tuvo también un sentido descendente, de Dios que «repara» el
salvación. ser herido «leí hombre, y un sentido ascendente, del hombre que
«repara» ante Dios. Pero ya vimos más arriba cómo ciertos pasos de
La prioridad lógica de la mediación descendente es absoluta: todo un movimiento al otro fueron el producto de una confusión y de una
viene en primer lugar de Dios y de su gracia. Toda acción de retorno «desconversión».
del hombre a Dios se realiza en la gracia. Por este título hay que tratar
en primer lugar de la mediación descendente. Esta prioridad lógica se Finalmente, todas estas categorías no son más que interpretacio-
encuentra justificada igualmente en el plano cronológico, en la medida nes de un acontecimiento cuya plenitud sigue siendo inaccesible para
en que se puede decir que la dominante de la soteriología del primer nosotros. Entre el acontecimiento y la categoría hay una distancia y
milenio fue descendente. Pero la misma eficacia de la mediación des- un desnivel p e es el de la aplicación metafórica y analógica. Las ca-
cendente consiste en hacer posible la mediación ascendente: si Dios lo tegorías serán siempre más pobres que el acontecimiento y la persona
hace todo, en Jesús le concede también al hombre hacerlo todo. Abre, de Jesús. Por tanto, deben referirse siempre a este acontecimiento y a
por tanto, al tratamiento de las categorías ascendentes que, histórica- esta persona No hablan realmente más que a la luz de este aconteci-
mente, constituyeron la dominante soteriológica del segundo milenio. miento, que convierte su sentido. Jamás hay que imponerlas al mismo,
De esta forma la sucesión del estudio de las categorías, estructurada como si se lubiera desarrollado desde el origen dentro de su registro.
por la mediación, tendrá el mérito de ser una breve historia doctrinal. Esa fue la equivocación en que cayeron las exposiciones teológicas
Aquí como en otros lugares, distinguir no es separar. El carácter antes denuntiadas. A propósito de la soteriología vale evidentemente
discursivo del lenguaje humano obliga a hablar sucesivamente de cada todo lo que rale el discurso sobre Dios: el lenguaje cristiano no tiene
uno de los temas y, en cierta medida, a aislar los puntos de vista. Pero más remedie que conjugar siempre la afirmación, la negación y el ca-
124 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR

mino de la eminencia a propósito de la redención, de la liberación, de


la justificación, así como a propósito del sacrificio, de la expiación y
de la satisfacción52.

Segunda parte
ESBOZO TEOLÓGICO DE UNA
HISTORIA DOCTRINAL
52. La afirmación central del cristianismo sobre la única mediación de Cristo
muestra cómo no se puede hablar de una mediación de María más que en un sentido su-
mamente analógico. No se trata evidentemente de lo mismo. El título de «María media-
dora» que apareció en la Edad Media aludía ante todo a su intercesión. Chocó a los re-
formadores, debido al texto de 1 Tim 2, 5-6. Pío XII, muy impresionado por la
argumentación bíblica, puso término a ciertas exigencias relativas a una definición dog-
mática de la mediación de María y se abstuvo de emplear este título, utilizando prefe-
rentemente la expresión «la que intercede». El Vaticano II, en el capítulo 8 de la Lumen
Gentium reafirmó solemnemente la única mediación de Cristo (n. 60) y usó una vez la
palabra «mediadora» a propósito de María, en una lista de títulos que expresan todos
ellos la intercesión de la Virgen (n. 62). Juan Pablo II, en la encíclica Redemptoris
materúe 1987 recoge la afirmación de 1 Tim 2, 5-6, antes de atribuir a María una
«mediación maternal», precisando que se trata de una mediación subordinada a la del
único mediador (n. 41), cuyo contenido es la intercesión que María inauguró en Cana
(n. 22,40).
4
Preludio: «por nosotros», «por nuestros
pecados», «por nuestra salvación»

Antes de inventariar los diferentes conceptos bíblicos y tradiciona-


les que sirvieron de cuerpo lingüístico al desarrollo de la doctrina de
la salvación, situándolos según el doble movimiento mencionado, des-
cendente y ascendente, de la mediación, conviene remontarse a las
fórmulas germinales que constituyen la matriz de los futuros desarro-
llos y contienen la proclamación, el kerigma, del acontecimiento de
nuestra salvación realizado por Cristo. Este punto de partida, que lo
dice ya todo de una manera sumamente sencilla, sigue siendo un
punto de referencia y un criterio de discernimiento que permite mirar
a la luz de un mismo sol el arco iris en que se difractan los múltiples
términos que expresan el misterio de nuestra salvación.
¿Dónde encontrar estas fórmulas y cómo saber que son las más an-
tiguas? Hay que interrogar a la soteriología primitiva del kerigma de
la fe en sus expresiones más comunes y complementarias. El sentido
salvífico de la muerte de Cristo se deduce de dos fórmulas repetitivas:
«por nosotros» y «por nuestros pecados». Algunos piensan que no hay
por qué establecer una distinción entre estas dos expresiones, de las
que la primera no hace más que personalizar simplemente la segunda'.
Sin embargo, la partícula por no puede tener el mismo sentido en ios
dos casos. A través de la variante se vislumbra una polivalencia del
por. El por se explícita en dos direcciones: por una parte, «en favor
nuestro» o «para nuestra vida», y por otra, «debido a» nuestros peca-
dos. Pero desde el punto de vista de su función en el kerigma, las dos
fórmulas son homologas. Inspirándose en otras expresiones soterioló-
gicas del Nuevo Testamento, el símbolo de Nicea-Constantinopla se

1. Cf. S. I£ON-IXJFOUR, La mort rédcmptrice du Chríst sclon le Nouveau Testament,


en Mort pour IBS peches, Bruxelles 1976, 18.
128 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR PRELUDIO: «POR NOSOTROS», «POR NUESTROS PECADOS»,... 129

inscribe más bien en la perspectiva del «en favor de» cuando dice: Nuevo Testamento y se inscribe en las diversas categorías que tradu-
«por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación». cen el misterio. La multiplicidad de contextos y de vocabularios per-
La exégesis insiste en el carácter primitivo de estas formulaciones. mite situar la significación de este elemento constante:
X. León-Dufour pone de relieve otras dos interpretaciones fundamen- Gal 2, 20: «Vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entre-
tales, contemporáneas o anteriores, pero en todo caso independientes gó a sí mismo por (hyper) mí»;
de la que está en el origen de nuestro lenguaje sobre la redención. La Gal 3, 13: «Cristo nos rescató... haciéndose él mismo maldición
primera parte del contraste entre la muerte y la resurrección: el carácter por (hyper) nosotros;
escandaloso e «insensato» de esta muerte del justo queda abolido por Rom 5, 6: «En efecto, cuando todavía estábamos sin fuerzas, en el
la experiencia de su resurrección. Jesús está vivo y Dios le ha hecho tiempo señalado, Cristo murió por (hyper)los impíos»;
justicia La segunda interpretación hace entrar a la muerte de Cristo en
Rom 5,8: «Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por
el designio de Dios, mostrando que todo se ha cumplido «según las Es-
(hyper) nosotros»;
crituras». En este designio la muerte de Jesús adquiere un «valor esca-
tológico», es decir, que se trata de un acontecimiento definitivo con un Rom 8, 32: «(Dios) no perdonó a su propio Hijo, antes bien lo en-
valor universal2. En la medida en que haya que reconocer una anteriori- tregó por (hyper) todos nosotros»;
dad a estas dos interpretaciones sobre el «por nosotros», hay que obser- Rom 14, 15: «¡Que por tu comida no destruyas a aquel por (hyper)
var sin embargo que se muestran mudas o implícitas en cuanto a la ex- quien murió Cristo»;
presión de la relación de esta muerte de Cristo con los hombres. El 1 Cor 1, 13: «¿Acaso fue Pablo crucificado por (hyper) vosotros?»
«por nosotros» constituye por tanto la primera expresión formalmente 1 Cor 11, 24: «Este es mi cuerpo que se da por (hyper) vosotros»;
soteriológica del acontecimiento de Jesús, sobre la base del símbolo in- 2 Cor 5, 15: «Y murió por (hyper)todos, para que ya no vivan para
dicado por el propio hecho: la muerte ha sido destruida por la vida; el sí los que viven, sino para aquel que murió y resucitó por (hyper)
incidente escandaloso se inscribe en un designio que le supera y lo ellos»;
trasforma. Entonces el hecho ya no es opaco, sino portador de un senti-
2 Cor 5, 21: «A quien no conoció pecado, le hizo pecado por
do inagotable. Este sentido se concreta en el por nosotros y responde a
(hyper) nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en él»;
todo lo que fue la vida de Jesús. Lo mismo que vivió por nosotros, sus
hermanos, murió también por nosotros. 2 Cor 8, 9: «Conocéis bien la generosidad de nuestro Señor Jesu-
cristo, el cual, siendo rico por (día)vosotros se hizo pobre a fin de que
Quedan por discernir los acordes de la polisemia del famoso por, os enriquecierais con su pobreza»;
que en griego se expresa por diversas preposiciones: hyper, peri, anti, Ef 5, 2: «Cristo nos amó y se entregó por (hyper) nosotros, como
día. W. Kasper, analizando las fórmulas construidas con hyper, afir- oblación y víctima de suave aroma»;
ma: «El hyper tiene en estos contextos un triple significado: 1. por 1 Tim 2, 6: «Se entregó por (hyper) nosotros a fin de rescatarnos
amor nuestro; 2. en nuestro favor; 3. en nuestro lugar. Las tres signi-
de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo que fuese suyo»;
ficaciones resuenan conjuntamente y en ellas se piensa cuando se trata
de expresar la solidaridad de Jesús como centro más íntimo de su ser Heb 5,1: «Todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres
de hombre»3. Esta reflexión nos pone en la pista de la comprensión de y está puesto en favor de (hyper) los hombres en lo que se refiere a
las diversas fórmulas del Nuevo Testamento. Dios»;
Heb 9,24: «Penetró Cristo... en el mismo templo, para presentarse
ahora ante el acatamiento de Dios en favor (hyper) nuestro;
«Por nosotros»
Me 10,45 (= Mt 20, 28): «El Hijo del hombre ha venido... a servir
Recojamos ante todo las fórmulas en «por nosotros», que son las y a dar su vida como rescate por (anti) muchos».
más numerosas. Su aparición es común en numerosos textos del
Me 14,24: «Esta es mi sangre de la alianza que va a ser derramada
2. Ibid., 14-17. por (hyper) muchos» (= Mt 26, 28: peri).
3. W. KASPER, Jesús el Cristo, Sigúeme, Salamanca 19793, 267. Cf. igualmente el Le 22,19: «Este es mi cuerpo que va a ser entregado por (hyper)
análisis de K. Barth sobre el sentido del «por nosotros»: «Dogmatiquc. vol. IV. La doctri-
ne de la réconcihation, ], 1, 59. Labor et fides, Genéve 1966, t. 17, 243. vosotros»;
130 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR PRELUDIO: «POR NOSOTROS», «POR NUESTROS PECADOS»,... 131

Le 22, 20: «Este cáliz es la Nueva Alianza en mi sangre, que va a anti, mientras que 1 Tim 2, 6 mantiene el hyper). También se le
ser derramada por (hyper) vosotros»; puede encontrar en los dos textos evocados a menudo Gal 3, 13 y 2
1 Jn 3, 16: «En esto hemos conocido lo que es el amor: en que él Cor 5, 21, en donde se opone la bendición y la justicia que son de
dio su vida por (hyper) nosotros»; Cristo a la maldición y al pecado que él asume misteriosamente por
1 Pe 2, 21: «Cristo sufrió por (hyper) vosotros». causa de nosotros, y por tanto en cierto sentido «en lugar nuestro».
No cabe duda de que está aquí en embrión la idea de la sustitución.
A esta larga serie de textos se puede añadir el logion de Caifas, al Pero sería un grave error aislarla de todo el contexto, para quedarse
que el cuarto evangelista reconoce —más allá de su inmediatez sólo en ella, siendo así que interviene en segundo o en tercer plano de-
cruel— un valor profético: trás del «en favor nuestro» y del «por causa de nosotros». Sería olvi-
Jn 11, 50-52: «Si caéis en cuenta que es mejor que muera uno solo dar el movimiento de intercambio que se afirma primero sobre la base
por (hyper) el pueblo... Como era Sumo Sacerdote, profetizó que de una solidaridad. El intercambio entre lo que Cristo recibe y sufre de
Jesús iba a morir por (hyper) la nación, y no sólo por (hyper) la na- nosotros y lo que él nos da se expresa más directamente que la sustitu-
ción, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban ción. Por otra parte, el «en lugar nuestro» connota también el «en
dispersos». nombre nuestro» en el texto de Heb 9, 24. Delante de Dios Cristo nos
Esta larga enumeración permite descubrir una dominante bastante representa a todos en nombre mismo de la solidaridad que han estable-
clara: en la mayor parte de los casos, el «por nosotros» significa «en cido con nosotros su encarnación y su condición humana.
favor nuestro». En griego, la preposición hyper es como mucho la más Volveremos a encontrarnos con muchos de estos a propósito de las
usual. El «por nosotros» se suele poner en vinculación directa con la diversas categorías soteriológicas que utilizan. Es interesante observar
iniciativa amorosa de Dios y de Jesús por nosotros. En favor nuestro y cómo el «por nosotros» va acompañando a la idea de redención o de
por amor es como el Padre entregó a su Hijo y el Hijo se entregó a sí justificación así como a la de sacrificio.
mismo, dando su vida en rescate, derramando su sangre, dándonos a
comer y a beber su carne y su sangre. En este contexto, las fórmulas
de Gal 3, 13 y de 2 Cor 5, 21, que han causado problemas en la histo- «Por nuestros pecados»
ria, adquieren un valor muy distinto, bien en virtud de las expresiones
que las acompañan (por ejemplo, Gal 2, 20 y 2 Cor 5, 15), bien en vir- La fórmula «por nuestros pecados» es menos frecuente, aunque
tud de la idea de intercambio sobre la que están construidas, y que se quizás más primitiva. Es una variante del «por nosotros» que precisa
encuentra en 2 Cor 8, 9. Ese «por nosotros» es universal: se trata de la su motivación. Ya hemos visto que Rom 5, 8 asocia y articula entre sí
multitud de seres humanos. «Por nosotros», «en favor nuestro» equi- las dos expresiones: «Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió
vale a decir «por nuestra salvación», sobre todo si se tiene en cuenta por nosotros». Esta fórmula se encuentra en los resúmenes kerigmáti-
que el obrar de Cristo está impuesto por nuestra situación desgraciada: cos más antiguos, pero también en otros textos:
éramos pecadores (Rom 5, 8), teníamos necesidad de vernos libres de Gal 1, 34: «El Señor Jesucristo, que se entregó a sí mismo por
toda iniquidad (Tit 2, 14) y de poder vivir ante Dios. (hyper) nuestros pecados».
Pero ese «en favor de» comprende también la idea de un «por Rom 4, 25: «Creemos en Aquel que resucitó de entre los muertos a
causa de», según la estructura lógica de la causa final. En virtud de Jesús Señor nuestro, quien fue entregado por (día) nuestra justifica-
nuestra situación de pecadores es por lo que Cristo tuvo que vivir y ción»;
sufrir por nosotros. En este sentido nuestras fórmulas comulgan con 1 Cor 15,3: «Cristo murió por (hyper) nuestros pecados, según las
las que dicen «por nuestros pecados»; encontraremos una que asocia Escrituras»;
estas dos expresiones. Los dos sentidos se encuentran en vasos comu-
Heb 5, l:«Todo Sumo Sacerdote... está puesto en favor de (hyper)
nicantes.
los hombres en lo que se refiere a Dios para ofrecer dones y sacrificios
¿Será preciso decir que el «por nosotros» encierra igualmente el por (hyper) los pecados». (La primera parte de este versículo se citó
sentido de «en lugar nuestro»? No en todas las fórmulas está esto ya en la listi anterior; también aquí el «por los hombres» se asocia al
claro. Aflora fácilmente en el logion del rescate (donde Mt y Me dicen «por los pecados»).
132 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR PRELUDIO: «POR NOSOTROS», «POR NUESTROS PECADOS»,... 133

Heb 10, 12: «Él (Jesús), habiendo ofrecido por (hyper) los pecados Así, pues, con toda razón puede el símbolo de Nicea-
un solo sacrificio, se sentó a la diestra de Dios para siempre». Constantinopla glosar el «por nosotros» de la Escritura añadiéndole «y
1 Pe 3, 18: «Pues también Cristo, para llevarnos a Dios, murió una por nuestra salvación». Su formulación se sitúa en línea recta con los
sola vez por (peri) los pecados, el justo por (hyper) los injustos». kerigmas y pone en el corazón del Credo lo que está en el corazón del
Cristo murió por nuestros pecados: ésa es la buena noticia de la Nuevo Testamento: el anuncio de nuestra salvación gracias al aconte-
salvación en uno de sus testimonios más originales. El porsignifica a cimiento de Cristo.
la vez «debido a» (lo cual es más claro en la preposición dia de Rom Este conjunto de fórmulas constituye la matriz de toda doctrina
4, 25) o «por causa de», y por otra parte «para librarnos de». El «en cristiana de la salvación por la muerte y la resurrección de Jesús. He
favor de» no puede referirse a los pecados, sino a los hombres pecado- ofrecido citas abundantes para subrayar la constante aparición de un
res. La fórmula de 1 Pe 3, 18 explícita bien este dato: Cristo murió de- dato esencial y mostrar la inserción del por en contextos que apelan a
bido a los pecados y en favor de los injustos. La de Rom 4, 25 pone de varias categorías, en las que se propone una doctrina más desarrollada
relieve este mismo vínculo en el lenguaje de la justificación, distribu- de la salvación. Pero éstas deberán interpretarse siempre a la luz y en
yendo los dos sentidos entre la muerte y la resurrección, articulación función del por. La salvación es para nosotros: es ante todo un don
que no debe nunca olvidar la fe: Jesús se entregó por causa de nues- que Cristo nos ha hecho, siendo tanto en su vida como en su muerte el
tros pecados y resucitó con vistas a nuestra justificación. Esta expre- «pro-existente», el que vive por sus hermanos, de la misma manera
sión connota la idea de intercambio entre Cristo y nosotros y los dos que vive por el Padre. A pesar de la diferencia de contenido, esos dos
dia no tienen exactamente el mismo sentido. por se implican mutuamente en un amor único. Ese por indica la prio-
La carta a los Hebreos expresa este mismo dato en el lenguaje sa- ridad de la mediación descendente. Pero compromete también a la me-
crificial, inspirado metafóricamente en el culto del antiguo templo. La diación ascendente, ya que la salvación de los hombres consiste en lle-
muerte de Cristo fue un sacrificio por los pecados, es decir, por el per- varlos al Padre y hacerles pasar a la vida de Dios. Por eso, el por, que
dón de los pecados. Finalmente, no hay que olvidar en el «por causa connota muchas veces la noción de intercambio entre lo que nosotros
de» que son nuestros pecados, es decir los pecadores, los que son la hacemos por Cristo y lo que él hace por nosotros, va asociado igual-
causa de la muerte de Cristo. Son la causa directa de la misma, ya que mente a la idea de sacrificio. Así pues, esta breve partícula tiene que
seguir siendo la guía de nuestra encuesta.
el justo fue entregado al capricho de los malvados.

«Por nuestra salvación»


La fórmula «por la salvación» (eis sótérian) está bien atestiguada
en el Nuevo Testamento, pero no tiene una función homologa a las
dos anteriores en los resúmenes de la fe. No está asociada literaria-
mente a la mención de la muerte y resurrección de Cristo, mientras
que la idea de la salvación está evidentemente incluida en las dos
fórmulas anteriores. La expresión más cercana se encuentra en la
carta a los Hebreos, que al evocar los sufrimientos y la obediencia
del Hijo, dice que «se convirtió en causa de salvación eterna para
todos los que le obedecen» (Heb 5, 9). Igualmente, «puede salvar
perfectamente a los que por él se llegan a Dios, ya que está siempre
vivo para interceder en su favor «hyper autón» (Heb 7, 25). La equi-
valencia entre la salvación y la vida se expresa en esta fórmula joáni-
ca: «El pan que yo voy a dar es mi carne por (hyper) la vida del
mundo» (Jn 6, 51).
Sección Primera
LA MEDIACIÓN DESCENDENTE
5
Cristo iluminador:
la salvación por revelación

«No cabe duda de que el concepto de Cristo Maestro de verdad,


ofreciendo como parte integrante de su obra redentora para la humani-
dad el conocimiento y la iluminación, es un elemento fundamental de
la doctrina cristiana de la redención. Una doctrina de la cruz que no
explicase en qué se ha hecho mejor el mundo gracias a ella no podría
pretender representar la totalidad de la tradición cristiana», escribe H.
Turner1, que da la prioridad a este tema en su estudio patrístico de la
salvación. Sorprendente quizás para nosotros, esta perspectiva doctri-
nal es en efecto fundamentalmente bíblica y se encuentra ya explicita-
da entre los primerísimos testigos de la tradición que son los padres
apostólicos y los apologetas. Veremos que sigue teniendo hoy toda su
significación.

I. E L TESTIMONIO DE LA ESCRITURA

Si la salvación del hombre consiste en entrar en comunión de vida


con Dios, 10 puede haber salvación para él sin «conocer» a Dios.
«Conocer» a Dios, con todos los acordes existenciales que posee este
término e n la Biblia (en donde un marido «conoce» a su mujer) no
puede ser solamente fruto del esfuerzo humano. Para ello se necesita
que Dios serevele, que manifieste de verdad su misterio, que establez-
ca con el hombre una relación viva, a fin de conducirlo finalmente a
«verlo». Es«es precisamente el don de la «revelación» que se realiza a
través de los dos Testamentos. Para Dios, darse a conocer al hombre y

1. H. E . V. TURNER, Jesús le Sauveur. Essai sur la doctrine patrístique de la Ré-


demption, C e d , París 1965, 51.
138 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO ILUMINADOR: LA SALVACIÓN POR REVELACIÓN 139

realizar su salvación son dos cosas inseparables y que caminan a la Padre que lo ha enviado. No dice más que lo que el Padre le ha ense-
par. El misterio pascual, cumbre del cumplimiento de nuestra salva- ñado (Jn 8, 28).
ción, es al mismo tiempo la cumbre de la revelación trinitaria de Dios. Pero Jesús no es solamente Maestro de sabiduría y de verdad. Es
No hay amor sin conocimiento: el que Dios revele su propio misterio en sí mismo la verdad (Jn 14, 6). Muy pronto será identificado por sus
y el que conceda comulgar vitalmente del mismo no constituyen más discípulos con la misteriosa Sabiduría preexistente al lado de Dios, de
que una misma y única realidad. La salvación es la vida, pero la vida la que hablaba la literatura sapiencial del Antiguo Testamento (cf.
es conocer amorosamente a Dios. Dos fórmulas, la primera de san Prov 8; Job 28; Sab 7; Eclo 4-6; Bar 3). E. Schillebeeckx discierne
Juan y la segunda de la tradición paulina, expresan esta identidad: también un modelo cristológico sapiencial, que ve en Jesús a la Sabi-
«Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero y duría preexistente que se ha encarnado, se ha abajado, pero ha sido
a tu enviado Jesucristo» (Jn 17, 3); y también: «Dios, nuestro Salva- glorificada2. Pues bien, la Sabiduría estaba oculta en Dios y no podía
dor, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conoci- ser accesible a los hombres más que si Dios la revela. En Jesús la Sa-
miento de la verdad» (1 Tim 2, 4). biduría viene a la tierra para hacerse mediadora de la revelación divi-
La luz es el símbolo del conocimiento. Todos hemos hecho la ex- na. Jesús es un «mistagogo» que conduce al misterio de Dios, ya que
periencia de la relación que hay entre nuestra vida y la luz. Nos gustan él mismo viene de Dios3. En términos joánicos, es la Palabra, el Verbo
los climas luminosos, las casas bien soleadas. El sol suele ser sinóni- de Dios. Es nuestra salvación en cuanto que nos da a conocer al Padre.
mo de vacaciones felices. Una vivienda sombría es triste, y hasta mal-
sana, si es que no evoca la noche del calabozo. Por otra parte, biológi-
camente la vida de las plantas y de los animales sería imposible sin los «Mirarán al que traspasaron»
beneficios de la fotosíntesis inducida por la luz y el calor del sol. Tam- Sólo en la palabra de Jesús tiene valor la revelación salvífica.
bién en el plano moral sabemos que el bien se hace a pleno día, mien- Todos los actos de su vida, su muerte y finalmente su misma persona
tras que el vicio se oculta; el uno realiza las obras de la luz, el otro las son revelación de Dios. Por eso mismo mirarlo, contemplarlo en los
acciones de las tinieblas. Este simbolismo ha marcado profundamente misterios de su existencia tiene para nosotros valor de salvación. Por-
la historia de las religiones y las representaciones mitológicas. El sol que la revelación procede en Jesús a través de lo que podríamos lla-
ha sido considerado muchas veces como un Dios. Los «infiernos» o el mar, en un vocabulario más tardío, la «causa ejemplar». No cabe duda
«sheol» bíblico son lugares sombríos y tenebrosos donde sólo se con- de que este tema ha sido explotado abusivamente en la tradición por la
serva una sombra de vida. Los cultos mistéricos y la gnosis están herejía pelagiana y por las teorías de Abelardo y de los Socinianos que
siempre orientados hacia el don de la luz y del conocimiento. Por reducían el acto de la salvación al valor de un «buen ejemplo» que se-
tanto, no es extraño que la revelación judeo-cristiana haya asumido guir. Pero estos excesos no deben hacernos olvidar que es preciso re-
este tema tan denso para expresar la manifestación de Dios. En el Be- conocer la ejemplaridad única de la vida de Jesús. Es ejemplo en el
nedictos se designa a Cristo como «luz que viene de lo alto» (Le 1, sentido más fuerte de esta palabra, un ejemplo que ejerce una causali-
78). dad de conversión que le es propia.
La reflexión del centurión al pie de la cruz es ya la expresión de
Jesús, maestro de verdad y revelador del Padre este valor trasformador y liberador del ejemplo: «Verdaderamente este
hombre era hijo de Dios» (Me 15, 39) o «ciertamente este hombre era
Desde su entrada en la escena de la vida pública Jesús enseña, pero justo» (Le 23, 47). A través de la variante de las dos fórmulas, el cen-
como hombre que tiene autoridad y no como los escribas (Me 1, 22). turión muestra que se ha visto tocado por el ejemplo que Jesús ha
Se le llama con frecuencia «Rabbí», porque es un maestro de Sabidu- dado en su muerte y que ha cambiado su corazón. Esta manera de
ría gracias a su anuncio del Reino. Pero la sabiduría que él revela morir le ha revelado el misterio de Dios y de la verdadera justicia,
viene de Dios, que es el único que conoce y que puede revelar: «Nadie
conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie
sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar» (Mt 11, 27). 2. E. SCHILLEBEECKX , Jesús. La historia de un viviente, o. c , 397-400; cf. también
B. SESBOUE, Jésus-Christ dáosla tradition, o. c, 294-295.
Todo el evangelio de Juan presenta a Jesús como el revelador del 3. E. SCHILLEBEECKX, O. C.,399.
CRISTO ILUMINADOR: LA SALVACIÓN POR REVELACIÓN 141
140 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR

muy diferente de aquella de la que era ejecutor. La libertad de Cristo vacío. Porque el ángel del Señor tenía., «un aspecto como el relámpa-
ha trasformado su propia libertad; su ejemplo ha sido para él gracia de go y su vestido blanco como la nieve» (Mt 28, 3).
salvación. El cuarto evangelio, que insiste mucho en el «ver» y que
presenta la pasión según un modo contemplativo, nos propone la esce- la luz y las tinieblas
na de la sangre y del agua como el testimonio de lo que él mismo ha
visto, leyendo en ella el cumplimiento de la profecía de Zacarías: La salvación traída por Cristo se comprende como la victoria de la
«Mirarán al que traspasaron» (Jn 19, 37, citando a Zac 12, 10). Para luz que viene de Dios sobre las tinieblas en que gime la humanidad.
él, ese «ver» está ordenado al «creeo>. Este lenguaje es una herencia del Antiguo Testamento para el que
Dios es el creador de la luz (Gen 1, 1-5), se envuelve de luz como de
En las epístolas el ejemplo de Cristo es objeto de una invitación a un manto (Sal 104, 2) y finalmente se revela como la luz eterna de la
imitarlo. San Pablo introduce así el gran himno cristológico de la carta que es reflejo la Sabiduría (Sab 7, 26). Por eso el nacimiento del prín-
a los Filipenses: «Tened entre vosotros los mismos sentimientos que cipe mesiánico se anuncia proféticamente en términos de luz: «El pue-
tuvo Cristo» (Flp 2, 5). El gesto de anonadamiento y de elevación de blo que andaba a oscuras vio una luz intensa Sobre los que vivían en
Cristo, vivido en el desprendimiento absoluto, es el que los cristianos tierras de sombras brilló una luz» (Is 9, 1). Del mismo modo, la nueva
tienen que imitar. En un contexto análogo, la primera carta de Pedro Jerusalén es evocada líricamente como una ciudad de luz que atrae a
se muestra aún más explícita en su exhortación: «Cristo sufrió por sí a todos los pueblos: «Caminarán las naciones a tu luz, y los reyes al
vosotros, dejándoos ejemplo para que sigáis sus huellas» (1 Pe 2, 21). resplandor de tu alborada» (Is 60, 3f.
Los relatos lucanos de la infancia de Jesús celebran en el gozo a
Epifanía y teoíanía Cristo luz: Zacarías exaita en su cántico eí nacimiento def precursor
que dará a su pueblo «conocimiento de salvación por el perdón de sus
No es extraño que las redacciones evangélicas hayan referido mu- pecados» (Le 1, 77) y preparará los caminos para que «nos visite una
chas veces las escenas de la vida de Jesús en términos de manifesta- Luz de la altura, a fin de iluminar a los que se hallan sentados en tinie-
ción o de epifanía. Tal es el caso de la visita de los magos al niño blas y sombras de muerte» (1, 78-79). El nacimiento de Jesús da lugar
Jesús, en Mateo, que lee allí la manifestación de la salvación a los pa- a una teofanía angélica: la gloria del Señor envuelve de luz a los pas-
ganos. También es lo que ocurre con muchos milagros, manifestacio- tores (Le 2, 9). Del mismo modo, el anciano Simeón, tomando a Jesús
nes que provocan la fe. En su lenguaje característico, el evangelio de en sus brazos, dice en su acción de gracias: «Han visto mis ojos tu sal-
Juan subraya este hecho a propósito del milagro de Cana: «Así, en vación...: luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel»
Cana de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales. Y manifestó su (Le 2, 30-32). Estos textos, por otra parte, están llenos de reminiscen-
gloria, y creyeron en él sus discípulos» (Jn 2, 11). Con un seguro ins- cias de las profecías del Antiguo Testamento (Mal 3, 20: el «sol de
tinto, la liturgia pone en relación estas dos «epifanías» de Jesús, en su justicia»; Is 42, 6: el Siervo que será la luz de las naciones).
infancia y en el umbral de su ministerio público. También las enlaza
con la teofanía del bautismo de Jesús. El tema de la oposición entre la luz y las tinieblas se sitúa en el
evangelio de Juan al comienzo del libro y constituye un «indicativo»
Efectivamente, en dos escenas importantes de los evangelios, la de todo el relato: «En ella (la Palabra) estaba la vida y la vida era la
epifanía se hace teofanía. En primer lugar, en el bautismo de Jesús, luí de los hombres (observemos la aproximación entre vida y luz), y
manifestación trinitaria que adquiere un valor de investidura del Hijo la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron... La Pala-
por el Padre. El cielo «se abre», es decir, Dios se revela y manifiesta bra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este
su benevolencia con los hombres. Igualmente Pedro, Santiago y Juan mundo» (Jn 1,4-5 y 9), Entre los hombres hay unos que no acogen la
son los testigos de la transfiguración de Jesús; ésta se nos describe en luz y serán juzgados por ella: «La condenación está en que vino la luz
términos d e sol y de luz: «Se transfiguró delante de ellos; su rostro se al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque
puso brillante como el sol y sus vestidos blancos como la luz» (Mt 17, sus obras eran malas» (Jn 3, 19). Por el contrario, los que acogen el
2). Los discípulos «vieron la gloria de Jesús» (Le 9, 32). Esta revela-
ción de la gloria del Hijo de Dios es una anticipación de la resurrec-
ción y anuncia la luz de las teofanías del sepulcro encontrado abierto y 4. L a liturgia ha escogido este pasaje como primera lectura de Epifanía.
CRISTO ILUMINADOR: LA SALVACIÓN POR REVELACIÓN 14 3
142 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR

timo indica el acabamiento y la perfección de este organismo. Pues


Verbo-luz reciben el «poder de hacerse hijos de Dios» (Jn 1, 12). En
bien, éste es unas veces la caridad (cf. 2 Cor 8, 7; 1 Cor 13, 13), y
varias ocasiones el evangelista pondrá en labios de Jesús afirmaciones
otras el conocimiento (gnósis: cf. Rom 15, 13-14: fe, esperanza, per-
solemnes sobre su relación con la luz: «Yo soy la luz del mundo: el
fecto conocimiento/. La lista que sigue el ritmo fe-esperanza-caridad
que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la
será sin duda la preferida, bajo la influencia del himno a la caridad de
vida» (Jn 8, 12). La curación del ciego de nacimiento es una obra de
1 Cor 13; pero Pablo dice también allí: «Ahora conozco de un modo
salvación realizada por aquel que es la «luz del mundo» (Jn 9, 5) y de-
imperfecto, pero entonces conoceré como soy conocido» (1 Cor 13,
vuelve al ciego no sólo la luz de los ojos, sino también la de la fe (9,
12). El interés de esta variante está en la correspondencia entre el co-
38). Porque la luz está ordenada a la fe: «Yo, la luz, he venido al
nocimiento y el amor como expresión del cumplimiento de la vida sal-
mundo para que todo el que crea en mí no siga en tinieblas» (Jn 12,
vada y santificada. Existe una solidaridad y una complementariedad
46). La hora de la pasión será el momento culminante de este combate
entre los dos términos: conocer es amar; amar es también conocer de
entre la luz y las tinieblas; el traidor Judas sale en medio de la oscuri-
una forma concreta. Pablo habla igualmente de «la sublimidad del co-
dad de la noche (Jn 13, 30) para ir a entregar a su maestro; la hora del
nocimiento de Cristo Jesús, mi Señor» (Flp 3, 8).
príncipe de este mundo es también la del «poder de las tinieblas» (Le
22, 53). Lo mismo que el amor consiste en que Dios fue el primero en
amamos, también el conocimiento viene de Dios que nos conoció pri-
Herederos del mismo simbolismo, los escritos paulinos describen mero. El conocimiento de Dios que es salvación no puede ser más que
nuestra salvación como el paso del reino de las tinieblas al de la luz. el fruto de una iniciativa reveladora que viene de Dios en Jesucristo.
¿No es por otra parte la luz esplendorosa de Cristo, que se apareció a Conocer a Dios es realizar espiritualmente este conocimiento que Dios
Pablo en el camino de Damasco (Hech 9, 3; 22, 6; 26, 13)? Por eso es- tiene de nosotros: «Ahora, que habéis conocido a Dios, o mejor, que él
cribe a los Corintios: «El mismo Dios que dijo: "Del seno de las tinie- os ha conocido...» (Gal 4, 9). «Mas si uno ama a Dios, ése es conocido
blas brille la luz", ha hecho brillar la luz en vuestros corazones, para por él» (1 Cor 8, 3).
irradiar el conocimiento de la gloria de Dios que está en la faz de Cris-
Por eso el anuncio del «evangelio de la gloria de Cristo» es una
to» (2 Cor 4, 6). Y a los Colosenses: «Gracias al Padre que os ha
«iluminación» (2 Cor 4, 4), lo mismo que «se ha manifestado ahora
hecho participar en la herencia de los santos en la luz. El nos libró del
con la manifestación de nuestro Salvador Cristo Jesús» (2 Tim 1,10;
poder de las tinieblas y nos trasladó al reino del Hijo de su amor» (Col
cf. Tit 2, 13). El día del bautismo es aquel en que se recibe la luz y se
1, 12-13). Le hace eco una fórmula semejante de la primera carta de
saborea el don celestial (Heb 6, 4). Esta salvación que se inaugura en
Pedro: «Para anunciar las alabanzas de Aquel que os ha llamado de
el conocimiento de Dios a través de la Palabra y del sacramento se re-
las tinieblas a su admirable luz» (1 Pe 2, 9). Este paso de las tinieblas
alizará eternamente en el conocimiento inagotable de la visión:
a la luz tiene que traducirse en el cambio de las obras: «En otro tiem-
«Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque
po fuisteis tinieblas; mas ahora sois luz en el Señor. Vivís como hijos
le veremos tal cual es» (1 Jn 3, 2).
de la luz; pues el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y
verdad» (Ef 5, 8-9). Esta misma exhortación se encuentra en la prime-
ra carta de Juan: «Si caminamos en la luz, como Él mismo está en la
luz, estamos en comunión unos con otros» (1 Jn 1, 7). j j . EL TESTIMONIO DE LA TRADICIÓN

En los padres apostólicos


La salvación como conocimiento
El tema de la salvación como conocimiento es familiar a los pa-
Si esto es así, el conocimiento es salvación, lo mismo que la salva- dres de la Iglesia, en particular a los de las primeras generaciones cris-
ción es conocimiento. Este tema del verdadero conocimiento (gnósis) tianas. Clemente romano propone así, a ejemplo de Pablo, una lista de
es profundamente paulino. Hay en Pablo diversas listas de virtudes, virtudes que comienza por la fe, menciona la piedad, la generosidad y
inspiradas en listas de los moralistas de la época, variables en su com-
5. Cf. DUPONT, Gnósis. La cormaissance religieuse dans les épitres de Saint Paul,
posición, pero cuyo primero y último término no son libres. El prime- Nauwelaerts-Gabalda, Louvain-Paris 1949, 393-409.
ro es generalmente la fe, que indica el comienzo de las virtudes. El úl-
144 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO ILUMINADOR: LA SALVACIÓN POR REVELACIÓN 145

l a hospitalidad p a r a terminar c o n el conocimiento perfecto y seguro 6 . Te damos gracias, Padre nuestro,


P a r a é l la mediación d e Cristo se ejerce p o r excelencia bajo l a forma por la vida y el conocimiento
d e l camino del c o n o c i m i e n t o : que nos manifestaste
por medio de Jesús, tu siervo.
«Por él fijamos nuestra mirada en las alturas del cielo; por él contem- A ti sea la gloria por los siglos-
plamos como en espejo la faz inmaculada y soberana de Dios; por él Te damos gracias, Padre santo, por tu santo Nombre,
se nos abrieron los ojos del corazón; por él, nuestra inteligencia, in- que hiciste morar en nuestros corazones,
sensata y entenebrecida antes, reflorece a su luz admirable; por él y por el conocimiento y la fe y la inmortalidad
quiso el Dueño soberano que gustásemos del conocimiento inmortal» 7 . que nos diste a conocer
por medio de Jesús, tu siervo.
E n efecto, el c o n o c i m i e n t o q u e n o s v i e n e d e C r i s t o es m u c h o
A ti sea la gloria por los siglos»".
m a y o r q u e el q u e n o s p r o p o r c i o n a b a l a a n t i g u a alianza; supone p o r
tanto u n riesgo m á s g r a v e : Esta insistencia repetitiva es característica: se invoca esta misma
razón en el momento de la acción de gracias sobre el cáliz, puesto en
«Ya lo veis, hermanos: Cuanto mayor conocimiento se dignó el Señor
relación con la Iglesia llamada «viña de David», luego en el momento
concedernos, tanto es mayor el peligro a que estamos expuestos» 8 .
de la que se hace sobre el pan partido, y finalmente en la acción de
E n él h a y o t r a s fórmulas m á s parecidas a las del N u e v o T e s t a m e n - gracias que sigue a la comunión. El conocimiento va asociado por una
to; h e aquí u n a c o n u n a tonalidad paulina y otra c o n u n a tonalidad j o á - parte a la vida y por otra a la inmortalidad, es decir, a la participación
nica: en los atributos propiamente divinos.
Ignacio de Antioquía recoge este tema de la luz para evocar los
«Pediremos con ferviente oración y súplica al Artífice de todas las
cosas que guarde íntegro en todo el mundo el número contado de sus
«tres misterios sonoros que se cumplieron en el silencio de Dios» 12 : la
escogidos, por medio de su siervo amado Jesucristo, por el que nos virginidad de María, su parto y la muerte del Señor:
llamó de las tinieblas a la luz, de la ignorancia al conocimiento de la «Ahora bien, ¿cómo fueron manifestados a los siglos? Brilló en el
gloria de su nombre» 9 (cf. 1 Cor 12, 13). cielo un astro más resplandeciente que los otros astros. Su iuzera in-
«Abriste los ojos de nuestro corazón, para conocerte a Ti, el solo Altí- explicable y su novedad produjo extrañeza. Y todos los demás astros,
simo en las alturas...; conozcan todas las naciones que Tú eres el solo juntamente con el sol y la luna, hicieron coro a esta nueva estrella;
Dios , y Jesucristo tu siervo, y nosotros tu pueblo y ovejas de tu reba- pero ella, con su luz, los sobrepujaba a todos...
ño (Sal 78, 13)»10 (cf. Jn 17, 3). Desde aquel punto, quedó destruida toda hechicería y desapareció toda
L a p l e g a r i a eucarística d a siempre gloria a D i o s en virtud del acon-
iniquidad. Derribada quedó la ignorancia, deshecho el antiguo impe-
rio, desde el momento en que se mostró Dios hecho hombre para lle-
tecimiento d e J e s ú s . El m o d e l o que se n o s p r o p o n e en la Didaché, o
vamos a la novedad de la vida perdurable»13.
Doctrina de los doce Apóstoles, se fija, sobre todo d e n t r o d e este
a c o n t e c i m i e n t o , e n el conocimiento q u e n o s procuró: Este astro misterioso hace pensar a la vez en la estrella que guiaba
a los magos (Mt 2, 9) —aunque su desarrollo no se hace con el mismo
«Te damos gracias, Padre nuestro,
espíritu que el de Mateo— y en el sueño de José (Gen 37, 9)14. Pero en
por la santa viña de David, tu siervo,
definitiva ese astro más luminoso que todos los demás no es otro sino
la q u e nos diste a conocer
el mismo Cristo, «Dios aparecido en forma de hombre», cuya luz es
por medio de Jesús, tu siervo.
A ti sea la gloria por los siglos...
una vida nueva.

6. CLEMENTE ROMANO, Ep. ad Cor. 1, 2: trad. de D. Ruiz Bueno, en Padres apostó- 11. Didaché9, 2-3 y 10, 2: o. c, 86-87 (los subrayados son míos).
licos, BAC, Madrid 19855, 178. 12. IGNACIO DE A NTIOQUIA, Ad Ephes. 19, 1: o. c, 458.
7. Ibid. 36, 2: o. c , 211 (los subrayados son míos). 13. Ibid. 19, 2-3: o. c.,458.
8. Ibid. 4 1 , 4: o. c.,215. 14. El Protoevangelio de Santiagoll, 2 ofrece un relato parecido, pero más próxi-
9. Ibid. 59, 2: o. c , 231-232. mo a Mateo que Ignacio de Antioquía; trad. A. DE SANTOS OTERO, Lee evangelios apó-
10. Ibid. 59, 3-4: o. c, 232-233. crifos, BAC 1956, 182.
146 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO ILUMINADOR: LA SALVACIÓN POR REVELACIÓN 147

En los padres apologetas del siglo II Otro apologeta, Teófilo de Antioquía, describe la conversión a la
fe con la imagen del ciego que recobra la vista:
Justino, filósofo y mártir, describe su larga búsqueda de la verdad
a través de las diferentes escuelas filosóficas, búsqueda largo tiempo «Los que ven con los ojos corporales observan lo que ocurre en la
inútil hasta que el descubrimiento del cristianismo fue para él una ilu- vida sobre la tierra; distinguen entre la luz y la oscuridad, entre lo
blanco y lo negro, entre lo sucio y lo hermoso... De la misma manera
minación. Un día se encontró a orillas del mar con un misterioso an-
podría decirse de los oídos, del corazón y de los ojos del alma que les
ciano que le habló de los profetas, «testigos fidedignos de la verdad», resulta posible captar a Dios. En efecto, Dios es percibido por quienes
que anunciaron a Cristo y cuyas palabras se cumplieron. Éste le invita pueden verlo después que se han abierto los ojos de su alma. Todos
a rezar para que «se te abran las puertas de la luz, pues estas cosas no tienen ciertamente ojos, pero algunos los tienen velados y no perciben
son fáciles de ver y comprender por todos, sino a quien Dios y su la luz del sol; si los ciegos no ven, no es porque haya dejado de brillar
Cristo concede comprenderlas» 15 . Inmediatamente, dice Justino, «sentí la luz del sol; son los ciegos los que tienen que achacarlo a ellos mis-
que se encendía un fuego en mi alma y se apoderaba de mí el amor a mos y a sus ojos»19.
los profetas y a aquellos hombres que son amigos de Cristo, y refle-
xionando conmigo mismo sobre los razonamientos del anciano, hablé La iluminación de la conversión supone que se cumplan al mismo
que esta sola es la filosofía segura y provechosa»' 6 . El término de filo- tiempo las debidas condiciones morales. Pero se trata sobre todo de un
sofía designa aquí la fe cristiana, como única sabiduría verdadera que cambio existencia], tal como nos lo presentan los textos de la Escritura
supera todas las demás. En el contexto de la búsqueda intensa de la sa- (cf. 2 Cor 4, 3-6; Ef 1, 18).
biduría que preocupaba a las escuelas de su tiempo, búsqueda de co-
nocimiento y hasta de gnosis, Justino sitúa así el cristianismo como el En heneo de Lión
camino que hace llegar al conocimiento de la verdad. Más adelante en
su obra, describe de nuevo la conversión a Cristo como una ilumina- Ireneo emprendió una lucha vigorosa contra la falsa gnosis que
ción: «(Dios) sabe que todavía, a diario, hay quienes se hacen discípu- hacía estragos, al parecer, entre las comunidades cristianas de su tiem-
los del nombre de Cristo y abandonan el camino del error. Y éstos, po. Cuando titula su gran obra Contra las Herejías, «Denuncia y refu-
iluminados por el nombre de este Cristo, reciben dones según lo que tación de la gnosis de nombre mentiroso» 20 , da a entender que para él
cada uno merece» 17 . Esta iluminación está ligada al bautismo, que Jus- el cristianismo constituye la «verdadera gnosis», es decir, el auténtico
tino es el primero en llamar phótísmós, iluminación: conocimiento de Dios. Pues bien, es la pasión de Cristo la que nos
proporciona este conocimiento saludable:
«Este baño se llama iluminación, para dar a entender que son ilumina-
dos los que aprenden estas cosas. Y el iluminado se lava también en el «El Señor sufrió para llevar al conocimiento y a la cercanía del Padre
nombre de Jesucristo, que fue crucificado bajo Poncio Pilato, y en el a los que se habían extraviado lejos de él... La pasión del Señor, al
nombre del Espíritu Santo, que por los profetas nos anunció de ante- traernos el conocimiento del Padre, fue fuente de salvación... Por su
mano todo lo referente a Jesús»18. pasión, el Señor destruyó la muerte, eliminó el error, aniquiló la co-
rrupción, disipó h ignorancia; manifestó la vida, mostró la verdad,
El tema del bautismo como iluminación, inspirado sin duda en al- dio la incorruptibilidad»21.
gunas expresiones de la carta a los Hebreos citadas anteriormente, se-
Encontramos en est< texto las mismas asociaciones entre muerte,
guirá siendo clásico en toda la época patrística. Cirilo de Jerusalén di-
error e ignorancia por una parte, y vida, conocimiento, verdad, por
rigirá sus catequesis bautismales a los que tienen que ser iluminados
(phótizomenoi) y sus catequesis mistagógicas, que siguen los ritos de
la iniciación cristiana, a los recién iluminados (nephótistoi).
19. TEÓFILO DE ANTIOQUI*, Tres libros a Autólico;o. c , 768 ss. Cf. W. RORDORF,
La foi • une illumination: Theil. Zeitschrift 23 (1967) 161-179, que sitúa el tema de la
15. JUSTINO, Diálogo con Tritón!, 3, trad. de D. Ruiz BUENO, en Padres apologis- iluminación cristiana en relaciéi con el platonismo (no se trata de acercarse al mundo de
tas griegos (siglo II), BAC, Madrid 1954, 314. las luces, sino del descubrimieto personal de Cristo, p. 166) y con los cultos mistéricos
16. Ibid. 8, 1: o. c, 314-315. (en donde la iniciación adquieitel valor de una iluminación).
17. Ibid. 39, 2: o. c.,366. 20. Tal es el subtítulo del klversus haereses, Cerf, París 1984, 5.
18. JUSTINO, / ApoJo^ia 61, 12-13: o. c.,251. 21. IRENEO , Adv. haer. 11,10, 3, o. c, 210-211 (los subrayados son míos).
148 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR
CRISTO ILUMINADOR: LA SALVACIÓN POR REVELACIÓN 149

otra, que son fuente de salvación. Siguiendo esta misma intuición, Ire-
del hombre, sobre la que tendremos que volver. Pero el conocimiento
neo ve en la historia de la salvación un largo proceso que conduce pro-
y la visión son liberación de las tinieblas de la ignorancia y del error.
gresivamente al hombre a ver a Dios. Es sabido que la famosa fórmula
Los dos aspectos esenciales de nuestra salvación quedan connotados
«la gloria de Dios es el hombre vivo», termina con una identidad pal-
pable entre la vida y la visión: «la vida del hombre es ver a Dios» 22 . en este tema de la visión, que podemos decir que es de inspiración joá-
Esta frase está incrustada en un largo desarrollo que describe el proce- nica.
so de revelación y de acostumbramiento del hombre a la visión de Ireneo ilustra ampliamente su pensamiento con la cita de textos bí-
Dios, según el movimiento de ascensión trinitaria que va del Espíritu blicos que describen las visiones de los profetas y de Juan en el Apo-
(= las profecías del Antiguo Testamento) por el Hijo (= la revelación calipsis. La correspondencia entre ver y vivir es el leitmotiv.
de Cristo en el Nuevo Testamento) hasta el Padre (= la bienaventuran-
za escatológica): En los padres alejandrinos
«En efecto, desde el principio el Verbo anunció que Dios sería visto
En Clemente de Alejandría y en Orígenes el tema de la salvación
por los hombres, que viviría y trataría con ellos en la tierra... Los pro-
fetas anunciaban, pues, de antemano que Dios sería visto por los hom- cristiana como verdadero conocimiento o «verdadera gnosis» adquiere
bres, según lo que dice también el Señor: "Dichosos los corazones todavía más relieve por medio de una elaboración filosófica y teológi-
puros, porque verán a Dios" (Mt 5, 8)... Por sí mismo... el hombre no ca que no es posible tratar aquí 24 . En ellos es donde son mayores las
podrá jamás ver a Dios; pero Dios, si quiere, será visto por los hom- reminiscencias platónicas y la influencia de los cultos mistéricos que
bres, por los que él quiera, cuando quiera y como quiera. Porque Dios consideraban la iniciación como una iluminación. Pero no hay que ol-
lo puede todo: visto en otros tiempos por medio del Espíritu según el vidar nunca la transformación profunda que les hacen sufrir para cris-
modo profético, visto luego por medio del Hijo según la adopción, tianizarlas 25 .
será visto de nuevo en el reino de los cielos según la paternidad, pre-
Para Clemente el bautismo en la fe es una iluminación, es decir,
parando previamente el Espíritu al hombre para ver al Hijo de Dios, y
conduciéndolo el Hijo hacia el Padre, y dándole el Padre la incorrup- una entrada en el conocimiento de Dios:
tibilidad y la vida eterna que se deriva de la visión de Dios para quie- «Hemos sido iluminados, lo cual significa que hemos conocido a
nes lo ven. Porque lo mismo que los que ven la luz están en la luz y Dios... No me reprochéis que diga que he conocido a Dios... Al ser
participan de un esplendor, así los que ven a Dios están en Dios y par- bautizados, hemos sido iluminados; al ser iluminados, hemos sido
ticipan de su esplendor. Pues bien, el esplendor de Dios es vivificante. adoptados como hijos; al ser adoptados, nos hemos hecho perfectos; al
Por tanto, los que ven a Dios tendrán parte de la vida. Ése es el motivo hacernos perfectos, recibimos la inmortalidad»26.
de que aquel que es inaferrable, incomprensible e invisible se ofrezca
a ser visto, comprendido y aferrado por los hombres: para vivificar a Esta primera iluminación de la fe tiene que desarrollarse en la exis-
quienes lo captan y ven.... Porque es imposible vivir sin la vida y no tencia cristiana, en un largo proceso de progresión en el conocimiento
hay vida más que por la participación en Dios, y esta participación de Dios. J. Moingt resume así el pensamiento de Clemente sobre las
consiste en ver a Dios y en gozar de su bondad. relaciones entre fe y conocimiento: «Si la fe es un germen divino
Así, pues, los hombres verán a Dios para vivir, haciéndose inmortales puesto en el alma, su perfección consiste en crecer para completar
por esta visión y alcanzando a Dios»23. toda la conducta de la vida. Si consiste inicialmente en adherirse fir-
H e r m o s o texto que ofrece una bella visión de nuestra salvación. memente al verdadero Dios gracias a Cristo, su finalidad tiene que ser
Toda l a economía salvífica es una economía de la visión. Pues bien, la conocer mejor a Dios dedicándose a comprender la enseñanza que
visión es el modo propio con que una criatura, que conoce y que ama, Cristo dio de sí mismo y a recibir la ciencia que Dios comunica de sí a
participa de la vida de Dios. Esta participación nos hace recibir en co- todos los que le buscan a través de su Hijo»27. Dirigiéndose a los paga-
municación la incorruptibilidad y la inmortalidad, es decir, los atribu-
24. Cf. J. MOINOT, La gnose de Clément d'Alexandrie dans ses rapports avec la foi
tos p r o p i o s de la vida divina. Este lenguaje describe ya la divinización et Is philosopliie: Rech. Se. Reí. 37 (1950) 195-251.398-421.537-564; 38 (1951) 82-
118.
22. 7iaJ.IV, 20, 7: o. c.,474. 25. Cf. W. RORDORF, art. cit., 171.
23. 7iaJ.IV, 20, 4-6: o. c, 471-472 (los subrayados son míos). 26. CLEMENTE DE ALEJANDRÍA , Paedag. I, VI, 25, 1 y 26, 1: SC 70, 1960, 157-159.
27. J. MOINGT, art. cit. 37(1950) 199, resumiendo Stroma. VII, 10, 55, 1-3.
150 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO ILUMINADOR: LA SALVACIÓN POR REVELACIÓN 151

nos p a r a llamarlos a la conversión, Clemente, e n el Protréptico, les in- P o d e m o s d e t e n e r n o s a q u í e n nuestra llamada a q u e c o m p a r e z c a n


vita c o n e n t u s i a s m o a pasar d e las tinieblas a l a luz y a c o n t e m p l a r a m á s testigos d e la s a l v a c i ó n p o r revelación, n o porque esta perspectiva
Cristo, luz comparable c o n el sol: d e s a p a r e z c a en los p a d r e s d e la é p o c a siguiente, sino porque los auto-
res de los tres p r i m e r o s siglos s o n los m á s significativos en este senti-
«Acabemos, pues, acabemos con el olvido de la verdad; despojémonos
de la ignorancia y de la oscuridad que tapan nuestra vista como una nie- do. A n t e r i o r m e n t e v i m o s c ó m o A g u s t í n establecía u n a relación entre
bla, y contemplemos luego quién es realmente Dios, haciendo primero el Cristo ejemplo y el Cristo sacramento 3 1 . Podríamos invocar e n este
subir hasta él esta exclamación: "¡Salve, oh luz!" Ha brillado la luz del m i s m o s e n t i d o a s a n L e ó n M a g n o 3 2 y a otros m u c h o s p a d r e s , tanto
cielo para nosotros, que estábamos sepultados en las tinieblas y aprisio- orientales c o m o o c c i d e n t a l e s , p a r t i c u l a r m e n t e e n la t r a d i c i ó n d e la
nados en sombras de muerte; luz más pura que el sol, más dulce que la c o n t e m p l a c i ó n m í s t i c a ( G r e g o r i o d e N i s a ) . L a salvación p o r revela-
vida de este mundo. Esta luz es la vida eterna, y todo el que participa de ción s e g u i r á siendo e n adelante, a u n q u e de u n a manera m á s discreta,
ella tiene vida, mientras que la noche evita la luz, desaparece llena de u n elemento esencial en l a teología cristiana.
miedo y cede su lugar al día del Señor; todo se ha hecho luz indefectible y
el occidente se ha convertido en oriente. Esto es lo que significa 'la cria-
tura nueva" (Gal 6, 15); porque "el sol de justicia" (Mal 3, 20), que cabal-
ga sobre todo el universo, visita igualmente a toda la humanidad, imitan- ni. REVELACIÓN Y SALVACIÓN, H O Y
do a su Padre, que "hace brillar sobre todos los hombres su sol" (Mt 5, 45)
y destila el rocío de la verdad. Es él el que ha cambiado el occidente en
¿Tiene h o y todavía algún sentido el t e m a de la salvación p o r reve-
oriente, el que ha crucificado a la muerte con la vida, el que ha arrancado
al hombre de su perdición y lo ha rescatado del firmamento» 28 . lación y el de la iluminación del h o m b r e ? ¿ N o lo descalifica su c o n n o -
tación intelectual e n provecho d e u n a s perspectivas m á s realistas? E n
E n c o n t r a m o s en los textos de Clemente las equivalencias q u e veía- un p a s a d o n o m u y lejano ciertos prejuicios anti-intelectuales, entre los
m o s y a e n Ireneo: tinieblas, ignorancia, muerte p o r u n a parte, luz, v i d a clérigos y los laicos, han dado la prioridad a la acción e n d e t r i m e n t o
a d o p c i ó n , inmortalidad, por otra. P e r o el lirismo de Clemente le h a c e de u n a profundización del contenido d e la fe y de u n a reflexión con-
c o m p a r a r el itinerario d e Cristo c o n el cabalgar del sol: acostándose e n templativa. Parece ser que h o y la t e n d e n c i a se h a i n v e r t i d o , d e b i d o a
l a m u e r t e , vuelve a levantarse e n u n eterno amanecer. u n a reacción vital. Igualmente, e n u n pasado m á s reciente, s e h a soste-
L a o b r a d e O r í g e n e s p o d r í a i g u a l m e n t e atestiguar estos m i s m o s nido de b u e n a gana, e n una perspectiva m á s b i e n m i n i m i z a n t e , q u e la
a c e n t o s . Orígenes c o m e n t a c o n a m o r las fórmulas del prólogo del evan- v e r d a d e r a diferencia entre los cristianos y los n o - c r i s t i a n o s n o e r a el
g e l i o d e J u a n q u e hablan del V e r b o luz. P a r a él e s esencial la función r e - q u e u n o s estuvieran s á b a d o s y los otros n o , sino el q u e u n o s lo supie-
v e l a d o r a del V e r b o encarnado 2 9 . Implica toda u n a pedagogía q u e se ins- r a n y los otros n o lo supieran. Esta diferencia e n el o r d e n d e l c o n o c i -
c r i b e e n la historia de la salvación y q u e reposa en el doble carácter d e m i e n t o e r a j u z g a d a finalmente c o m o inesencial r e s p e c t o a l a realidad
s u h u m a n i d a d , velo q u e manifiesta a la divinidad, y pasa por l a e n s e - m i s m a d e la salvación. Esta teología q u e q u e r í a s e r g e n e r o s a ¿ d a b a
ñ a n z a progresiva d e Cristo. P o r tanto, l a fe inicial tiene que c o n d u c i r al cuentas del valor propiamente salvífico del c o n o c i m i e n t o d e la revela-
c o n o c i m i e n t o , c o n tal q u e el creyente practique las obras de la fe. S e h a c i ó n ? Si es así, ¿es capital la evangelización? ¿ N o se e n c u e n t r a m u y
a c u s a d o a v e c e s a Orígenes d e ser «elitista», c o m o si hubiese p a r a él lejos d e aquel « i a y d e nü si no predicara el e v a n g e l i o ! » d e s a n P a b l o
d o s clases d e cristianos, los « s i m p l e s » y los que son admitidos a l c o n o - (1 C o r 9, 16)?
c i m i e n t o . D e h e c h o , no se trata d e d o s clases d e cristianos, s i n o d e d i - Las objeciones pueden venir t a m b i é n de otro h o r i z o n t e . ¿ N o h a e s -
v e r s a s etapas en el c a m i n o de l a fe, q u e los capacitan p a r a ir r e c i b i e n d o tado siempre u n p o c o presente en n u e s t r a c u l t u r a el r i e s g o p e l a g i a n o
p r o g r e s i v a m e n t e u n alimento m á s rico y p o r tanto u n conocimiento m á s de reducir la redención realizada por Cristo a u n s i m p l e e j e m p l o exte-
p r o f u n d o tanto en el terreno místico c o m o en el terreno moral 3 0 . rior? Se s a b e q u e Abtlardo cayó e n u n a i n t e r p r e t a c i ó n p u r a m e n t e
«subjetiva» de la salvación, que se reduciría « a la s i m p l e r e v e l a c i ó n

28. CLEMENTE DEA LEJANDR1A, Protrep.Xl, 114: SC 2, 1941, 175.


29. Cf. M. HARL, Origéne et la fonction révélatrice du Verbe incarné, Seuil, París
1958. 31. Cf. supra, 108-110.
30. /bid, 264-266. 32. LEÓN MAGNO, 2S sera de resurrecúone, (59), 1: SC 74, 1961, 129.
152 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO ILUMINADOR: LA SALVACIÓN POR REVELACIÓN 153

de la caridad de Dios al hombre, manifestada sobre todo por la pasión, en comunicación con Dios es conocerlo y amarlo. No se puede amar
que suscita nuestro amor y nos libra así del pecado»33. Este exceso en sin conocer. El conocimiento abre al amor y el amor mueve al conoci-
el ejemplarismo aparece de nuevo en el protestantismo liberal: la obra miento. Tanto en la gracia como en la gloria, la salvación del hombre
de Cristo ejerce una influencia moral, debido a la grandeza del amor está por tanto en el conocimiento y en el amor.
manifestado y a la intensidad de su llamada al arrepentimiento. Por eso el Vaticano II nos presenta a Cristo como aquel que en un
A estas dos series de objeciones hay que responder a la vez con mismo movimiento revela plenamente a Dios al hombre y manifiesta
una reflexión sobre el hombre y con una reflexión sobre la propia re- al hombre a sí mismo: «En realidad, el misterio del hombre sólo se es-
velación. El tema de la salvación por el conocimiento mantiene toda clarece en el misterio del Verbo encarnado. Porque Adán, el primer
su pertinencia, con tal que no se quede aislado, sino que se le manten- hombre, era figura del que había de venir, es decir, Cristo nuestro
ga en comunicación con las otras categorías bíblicas y tradicionales, Señor. Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del
como ocurre con los testimonios recogidos anteriormente. La comple- Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hom-
mentariedad de los temas no es en este caso una simple suma, sino bre y le descubre la sublimidad de su vocación»36. En Cristo se revela
una interpretación de todos ellos. y se realiza a la vez la vocación del hombre: esta realización es al
mismo tiempo el don hecho a toda la humanidad de poder realizar su
vocación en Cristo.
El hombre y el conocimiento Este breve recuerdo antropológico muestra suficientemente que la
dimensión de revelación de Dios se comunica por la mediación de pa-
El hombre es persona y sujeto. Es por eso libertad. En cuanto tal, labras humanas y se encuentra consignada en el lenguaje de las Escri-
está invitado a poseerse a sí mismo. La presencia a sí mismo y el com- turas inspiradas por Dios. Por eso el Verbo mismo de Dios se hizo en
promiso en una vida responsable exigen que se conozca según su Jesús palabra humana para revelarnos al Padre (Jn 1, 18), ya que sólo
identidad profunda y su vocación. No puede vivir como hombre sin él es el que lo conoce de verdad (Mt 11, 27). Por eso, el anuncio de la
tener conciencia de sí: el ejercicio de esta conciencia de sí pone en Palabra es esencial al ministerio de la nueva alianza, ministerio del
juego una necesidad irreprimible de conocimiento. En él el conoci- evangelio, a la vez buena nueva y fuerza de vida, en una palabra,
miento y la voluntad, así como el conocimiento y el amor, están indi- evangelio de salvación (Ef 1, 13). Por eso, la liturgia de la eucaristía,
solublemente ligados. Pero el hombre es también un ser de trascenden- viva recapitulación del misterio cristiano, tiene siempre una liturgia de
cia; está abierto al infinito de la realidad, porque es espíritu; vive su la palabra con la que forma una sola cosa. Por eso la admisión en el
propia fínitud en un horizonte infinito. Es el que plantea todas las bautismo de adultos no puede hacerse sin una catequesis previa y el
cuestiones. Se descubre a sí mismo como misterio nunca aclarado, bautismo de los niños compromete a recibir una catequesis desde que
como deseo nunca satisfecho; por eso está imbuido de una angustia despierta su razón. Poi eso la oración, como acto de inteligencia y de
congénita34. amor, es esencial a la vida cristiana, que no puede prescindir de la
Si el hombre está constituido de este modo, la salvación no puede contemplación. Por eso la vida monástica le concede tanta importan-
venirle más que por la revelación del conocimiento de lo que él es y cia a la «lectio divina», sabrosa asimilación de los textos de la Escritu-
de lo que es el Absoluto al que tiende por todos los poros de su ser. El ra y de los grandes testigos de la fe. Por eso el deseo de una unión
hombre es «presencia a sí mismo», «luminosidad interior y autopose- mística con Dios, es decir, de una experiencia de fe que conceda cada
sión personal». La comunicación de sí que Dios le hace no puede lle- vez mayor lugar a un conocimiento llamado «infuso», comunicado in-
gar a él más que en «la unidad fundamental del conocer y del amar». mediatamente por Dios, marca la vida de todos los grandes santos. Por
«Una autocomunicación de Dios... significa de antemano una comuni- eso la «fe del carbonero» no puede presentarse jamás como un ideal y
cación a él como ser espiritual y personal»35. Para Dios, comunicarse todo cristiano está obligado a hacerse de alguna forma teólogo, pro-
es darse a conocer y amar de manera inmediata. Para el hombre, entrar fundizando en el contenido de su fe. Porque la fe hace comprender y

33. L. RICHARD, O. C, 138.


34. Cf. K. RAHNER, Curso fundamental sobre la fe, o.c, 44-62. 36. Gaudium et Spes 21, 1; cf. 10, 2. He desarrollado este punto en Jésus-Christ
35. Ibid, 147-148. dans la tradition,o. c , 189-193.
154 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO ILUMINADOR: LA SALVACIÓN POR REVELACIÓN 155

pensar. Por eso la teología es una función necesaria para la vida de la que no puede encontrar su felicidad más que en el conocimiento y el
Iglesia. Sin duda resulta fácil criticar los desarrollos abstractos, las amor.
cuestiones absolutas, y hasta los errores; porque no hay nada tan difí- La historia de la salvación nos muestra por otra parte que la revela-
cil como hablar de Dios. Pero la acusación de intelectualismo o de re- ción y la realización de la salvación progresan a la par. Esto vale para
dundancia resulta primaria y fundamentalmente injusta frente a la gran el Antiguo Testamento como para el itinerario de la existencia de
tradicón teológica. La teología es la expresión de una fe que no se Jesús. Por su palabra y sus actos, Jesús revela el misterio del reino, es
cansa nunca de intentar comprender (fídes quaerens intellectum) en decir, el misterio de Dios que se comunica a los hombres. Esta revela-
nombre de un deseo de conocer que es en el fondo un deseo amoroso. ción es ya participación, como subrayan las curaciones y las conver-
Esta es la razón por la que la teología ha investigado, por ejemplo, en siones. Pero la revelación y el don progresan y llegan a su cima en el
el misterio de la llamada Trinidad inmanente, es decir, la Trinidad misterio pascual. Esta es la manifestación última y definitiva del mis-
eterna, presupuesto y fundamento de su manifestación en la economía terio trinitario que se comunica a los hombres y que acaba con el don
de la salvación. Al obrar así, ha actuado como una esposa enamorada del Espíritu, don de luz al mismo tiempo que fuerza de amor y de con-
que no se contenta con conocer el rostro que su marido vuelve espon- versión. Paul Tillich ha subrayado enérgicamente este punto. Para él
táneamente hacia ella, sino que se muestra insaciable, a partir de allí, «la historia de la revelación y la historia de la salvación son la misma
para averiguar todo lo que le concierne en su pasado y en sus antece- historia»37. Más aún, la revelación es idéntica a la salvación38. Por su
dentes, en todo lo que precedió a su encuentro. Sea cual fuere la po- parte, Hans Urs von Balthasar ha construido su «estética teológica» en
breza objetiva de los resultados de esta búsqueda respecto a la inmen- tomo a la manifestación de la gloria de Dios, cuya cima se sitúa en el
sidad del misterio de Dios, éstos son eminentemente preciosos a los misterio de la cruz, en donde la kénosis del Hijo desfigurado en virtud
ojos del que ama e intenta comprender. Este conocimiento tiene tam- de un amor más fuerte se convierte en transfiguración del Hijo y en re-
bién un valor de salvación; está impregnado del don del Espíritu que velación definitiva de la gloria del Dios trinitario. Porque la fe hace
conduce a su Iglesia hacia la verdad entera (cf. Jn 16, 13). ver, según la perspectiva joánica. Y la verdad comunica con la belle-
Examinando las cosas desde otro ángulo, Cristo sigue siendo en za. La verdad suprema de la revelación es también la belleza suprema
nuestra cultura, llamada post-cristiana, un ejemplo en el sentido fuerte que arrastra la adhesión de todo el ser39. Pero la verdad y la belleza
de la palabra. Muchos hombres de buena voluntad, que no son capaces son también inseparables del bien. Nuestra salvación se sitúa en este
todavía de leer en él la revelación de la verdad de Dios, perciben sin punto de convergencia. Lo que se manifestará plenamente en la eterni-
embargo en su vida y en su muerte la verdad del hombre. Esta ejem- dad está ya presente y ya desde ahora podemos decir con Juan: «La
plaridad de Cristo no desempeña simplemente la función de un valor Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros, y hemos visto
que imitar. Tiene en sí misma una eficacia y los antiguos teman razón su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia
cuando hablaban de causa ejemplar a propósito de ella Aunque recibi- y de verdad» (Jn 1, 14).
da muy parcialmente, la luz de Cristo es revelación y gracia de salva-
ción.

La revelación como salvación


En definitiva, revelación y salvación son dos términos intercam-
biables, si se les comprende en toda su riqueza bíblica. Porque el
«conocer» del que allí se trata no es un acto de la razón pura, sino un
acto existencial que compromete a toda la persona como voluntad,
amor y libertad. Conduce al gozo perfecto. Por eso la visión eterna
prometida al hombre se llama «visión beatífica». Por su parte, la sal-
37. P. TILLICH, Teología sistemática I, Ariel, Esplugas de Llobregat 1972, 190.
vación cristiana se dirige a un espíritu vivo, creado a imagen misma 38. Ibid., I B .
de Dios e inundado del deseo de comulgar con él, es decir, un espíritu 39. Tema central en la estética teológica de H. Urs von Balthasar.
6
Cristo vencedor: la redención

El tema de la salvación por revelación nos orientaba ya hacia la


cruz. La forma con que Jesús sufre su pasión es la cima de la revela-
ción del Dios trinitario en su amor absoluto a los hombres. Esta reve-
lación es fuerza de vida y de conversión: es salvación.
¿Pero bajo qué forma se ha revelado esta salvación? Bajo la
forma de un combate oneroso y victorioso emprendido por Cristo
contra todas las potencias del mal, del pecado y de la muerte. Esta
victoria que le costó la vida a Cristo y lo condujo a la resurrección es
llamada corrientemente redención. La victoria y la redención están
asociadas en la Escritura y en la tradición, y no hay que destruir
nunca este binomio. Estas dos palabras constituyen una expresión
privilegiada, literariamente quizás la más abundante, de la mediación
realizada por Cristo. Dominan toda la enseñanza de los padres de la
Iglesia dentro de una perspectiva francamente descendente. Impreg-
nan nuestra liturgia. Siguen presentes en la teología medieval y en la
de los tiempos modernos, aun cuando su interpretación se haya visto
a menudo reducida a la idea de satisfacción. El tema de la victoria re-
dentora de Cristo es el objeto de un redescubrimiento en la teología
contemporánea.
El término de redención ha sido tan preponderante que ha llegado
a expresar la totalidad de la salvación, según la figura estilística que
hace tomar la parte por el todo. En este sentido todo este libro está
dedicado a la redención. Prefiero sin embargo evitar el empleo de
esta palabn según este uso más extendido, para conservarle su senti-
do propio y original, olvidado muchas veces debido a la confusión o
a la contaminación que se ha producido entre las diversas categorías
soteriológkas.
CRISTO VENCEDOR: LA REDENCIÓN 159
158 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR

I. E L T ESTIMONIO DE LA ESCRITURA Esta victoria es por nosotros: Juan lo repite siguiendo a Pablo. Per-
mite a los que creen ser ya vencedores del maligno (1 Jn 2, 13-14) y
La vida de Jesús: un combate victorioso del mundo, puesto que «la victoria sobre el mundo es nuestra fe» (1 Jn
5, 4). En las cartas a las siete Iglesias del Apocalipsis se designa al fiel
Todos los evangelistas a porfía nos muestran que la vida entera de como el «vencedor» (Ap 2, 7.11.17.26; 3,5.12.21).
Jesús fue un combate. Este combate, ya victorioso por las conversio-
nes y curaciones que produjo, acaba con la victoria paradójica de la
cruz. En Marcos, la predicación de Jesús choca desde el comienzo con El pueblo que Dios se ha adquirido en Cristo
la hostilidad. En efecto, Jesús echa los demonios y es acusado de ha- La victoria de Cristo fue onerosa: le «costó» la vida. Esto significa
cerlo en nombre del propio Beelzebul (Me 3, 22). Pero en realidad él que «pagó con su persona». Estas expresiones en forma de imagen
es el hombre fuerte (3, 27), capaz de derribar al adversario. Este com- provienen del vocabulario comercial y nos permiten comprender mu-
bate contra el diablo es ilustrado por Mateo y por Lucas en la escena chas fórmulas del Nuevo Testamento en donde este carácter oneroso
de la tentación en el desierto: un triple asalto y una triple derrota del se señala mediante el vocabulario de la compra o del rescate, es decir,
maligno. Lucas señala al final de la escena: «Acabado todo género de de la adquisición o redención-liberación. El vocabulario griego distin-
tentación, el diablo se alejó de él hasta un tiempo oportuno» (Le 4, gue bien entre la compra y el rescate, aunque nuestras traducciones
13), es decir, hasta la pasión. En el incidente de Beelzebul Lucas modernas generalizan a menudo el empleo de la palabra rescate debi-
opone al hombre fuerte el «hombre más fuerte», capaz de triunfar de do al contexto de liberación de la esclavitud. Las dos ideas coinciden
él y de «repartir sus despojos» (Le 11, 22). Pues bien, el Bautista en muchos aspectos, pero es conveniente recoger sucesivamente los
designa al mismo Jesús como aquel que es más fuerte que él (Le 3, acordes de cada una.
16). En los umbrales del combate de su pasión, Juan hace decir a
Jesús: «¡Ánimo! Yo he vencido al mundo» (Jn 16, 33). Este mundo es Recojamos las expresiones más significativas: «¡Habéis sido bien
aquel en que habita el espíritu del mal. Este combate interviene al comprados!» (1 Cor 6, 20; la misma fórmula en 7, 22). El verbo grie-
final de un relato en que la tensión va subiendo continuamente entre go (agorazein) evoca la compra en el mercado, en la plaza pública
Jesús y el proyecto de muerte que sus adversarios forman contra él. (agora). También, «Cristo nos compró (rescató) de la maldición de la
ley» (Gal 3, 13) o «envió Dios a su Hijo..., para comprar (rescatar) a
Por eso la interpretación teológica del acontecimiento de Jesús se
los que se hallaban bajo la ley» (Gal 4, 5). La traducción por rescatar
hace espontáneamente en términos de victoria. La resurrección la ha
es aquí tentadora (de hecho es la que emplea la BJ). O también en el
hecho manifiesta y ha convertido a la cruz misma en una insignia de
Apocalipsis: «Con tu sangre compraste para Dios hombres de toda
victoria. Pablo celebra así la obra de Cristo: «Canceló la nota de cargo
raza, lengua, pueblo y nación; y has hecho de ellos para nuestro Dios
que había contra nosotros, la de las prescripciones con sus cláusulas
un reino de sacerdotes» (Ap 5, 9-10; cf. 14,3). Otro término de com-
desfavorables, y la suprimió clavándola en la cruz. Y, una vez despo-
pra (peripoiésis) connota la idea de salvar de un peligro y conservar:
jados los Principados y las Potestades, los exhibió públicamente, in-
«Pastoread la Iglesia de Dios —dice Pablo a los presbíteros de
corporándolos a su cortejo triunfal» (Col 2, 14-15). Porque «Dios...
Éfeso—, que él se adquirió con su propia sangre» (Hech 20, 28). O
nos lleva siempre en su triunfo, en Cristo» (2 Cor 2, 14). Esta victoria
también el célebre texto sobre el sacerdocio real de la primera carta
tendrá su manifestación plena «cuando (Cristo) entregue a Dios Padre
de Pedro que cita a Ex 19, 5-6: «Vosotros sois linaje elegido, sacerdo-
el reino, después de haber destruido todo Principado, Dominación y
cio real, nación santa, pueblo adquirido» (1 Pe 2, 9).
Potestad. Porque debe él reinar hasta que ponga a todos sus enemigos
bajo sus pies. El último enemigo en ser destruido será la Muerte» (1 ¿Cómo comprender estas expresiones? Espontáneamente se impo-
Cor 15, 24-26; cf. 1 Pe 3, 22). El Apocalipsis presenta igualmente en ne al espíritu una referencia cultural: tal es el caso de la liberación del
Jesús al que «ha triunfado, el León de la tribu de Judá, el Retoño de esclavo, vendido a menudo en el mercado. Un bienhechor compra al
David» (Ap 5, 5), al que «se le dio una corona, y salió como vencedor propietario un esclavo, para devolverle la libertad. Lo hacía a veces
para seguir venciendo» (Ap 6, 2). La victoria escatológica del Mesías con una intención religiosa, ya que esa liberación se presentaba como
se describe allí ampliamente, bajo los rasgos del jinete fiel y verdade- ofrenda para congraciarse con un dios. Se hablaba entonces de un
ro, rey de reyes y señor de los señores» (Ap 19, 11-21). «liberto de Dios», lo mismo que Pablo llamará al cristiano un «liberto
160 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO VENCEDOR: LA REDENCIÓN 161

del Señor» (1 Cor 7, 22). La analogía es real y este tema se recoge pueblo, Dios lo libera y se convierte en el redentor de Israel. «Yo soy
según una metáfora consciente de sí misma. Pero parece ser que la he- Yahvéh, yo os libertaré de los duros trabajos de los egipcios; os libraré
rencia del Antiguo Testamento está más presente todavía en este len- de la esclavitud y os salvaré con brazo tenso y castigos grandes. Yo os
guaje. La gran referencia es la liberación del pueblo de Israel de su es- haré mi pueblo, y seré vuestro Dios» (Ex 6, 6-7). El Deuterononño re-
clavitud en Egipto, que fue a la vez un acto de rescate o de liberación pite las mismas afirmaciones en pasado: «Por eso os ha sacado Yah-
—coincidiendo entonces el registro político y el comercial— y una véh con mano fuerte y os ha librado de la casa de la servidumbre, del
compra, es decir, la adquisición de un pueblo del que Dios quiere poder del Faraón, rey de Egipto» (Dt 7, 8). Fórmulas análogas apare-
hacer su pueblo por la alianza del Sinaí. El texto principal es el del cen en los libros históricos (2 Sam 4, 9; 7, 23; 1 Mac 4, 11) y sobre
Éxodo, al que remitían hace poco la primera carta de Pedro y el Apo- todo en los salmos, donde la redención, entendida en sentido espiritual
calipsis: «Si de veras escucháis mi voz y guardáis mi alianza, vosotros y universal, se convierte en objeto de la plegaria del creyente:
seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos, porque mía es «Redime, oh Dios, a Israel de todas sus angustias» (Sal 25 [24], 22;
toda la tierra; seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación «Rescátame, Yahvéh, tenme piedad» (Sal 26 [25], 11); «con Yahvéh
santa» (Ex 19, 5-6). Así se inaugura la posesión mutua de Yahvéh y está el amor, junto a él abundancia de rescate; él rescatará a Israel de
de su pueblo: «Escuchad mi voz y yo seré vuestro Dios y vosotros se- todas sus culpas» (Sal 130 [129], 7-Sf.
réis mi pueblo» (Jer 7, 23). En referencia a este mismo acontecimiento
hay numerosos textos bíblicos que hablan del pueblo «que yo me he En los profetas y en los salmos, Dios es por excelencia el go'elde
formado (adquirido)» (Is 43, 21): «Acuérdate de la comunidad que de Israel, es decir, su redentor, su «rescatador». Lo mismo que los miem-
antiguo adquiriste, la que tú rescataste, tribu de tu heredad» (Sal 74 bros de una familia están obligados a protegerse entre sí, tal como lo
[73], 2). El versículo de este salmo pone en paralelismo bíblico la conoció Israel en la institución del go'el, es decir el defensor y protec-
compra o adquisición y el rescate o redención. Puede decirse con St. tor de los intereses de un individuo o de un grupo, capaz por completo
Lyonnet que en un mismo misterio el tema de la redención evoca el de rescatar al que tuve que venderse por esclavo para pagar una
lado negativo, la liberación de la servidumbre y el de la adquisición el deuda3, también Yahvéh «reivindica como suyo» y rescata a su pue-
lado positivo, según el cual el pueblo pasa a ser objeto de la posesión blo, no ya con un espíritu de venganza, sino acercándose a él con
amorosa de Dios1. amor. Este tema aparece particularmente en el libro de la consolación
de Israel (2- Isaías): «No temas... Yo soy tu ayuda... Tu redentor es el
Santo de Israel» (Is 41,14; cf. 43, 1; 43, 14; 44, 6; 46, 4; 48, 17). El
La redención: liberación y rescate término de redentor está ligado al de salvador (43, 11.12) y al do crea-
dor (43, 15), ya que se trata del pueblo que Dios se ha formado (43,
Rescatar dice más que comprar. El segundo término pone de relie- 21). «Ahora, así dice Yahvéh, tu creador, Jacob, tu plasmador, Israel:
ve el carácter oneroso de una liberación. A Dios no le bastó No temas, que yo te he rescatado, te he llamado por tu nombre; tú eres
«comprar» a su pueblo, tuvo que «rescatarlo», tomarlo de nuevo con- mío» (Is 43, 1). Este entrelazado de vocabulario nos dice no solamente
sigo, ya que el pecado se lo había robado de alguna manera. Este res- que la redención es salvación, sino que es re-creación, creación nueva,
cate es también una liberación: éstos son los dos acordes del término lo mismo que la creación original era ya ofrecimiento de salvación y
de redención. Este término, bajo su doble forma (lytrósis, apolytrósis) salvación. La primera «compra» que Dios hizo del hombre fue la de
es frecuente en el Nuevo Testamento (Le 1, 28; 1, 68; 2, 38; Rom 3, su creación. Es en la creación donde comienza la historia de la salva-
24; 8, 23; 1 Cor 1, 30; Ef 1, 7; Heb 9, 12...). Tiene una vinculación se- ción y la redención es la recuperación salvadora, la reparación del pri-
mántica con la idea de rescate, sobre la que habrá que volver. mer mundo en una crexión nueva. Remontándose a los orígenes, el
Este vocabulario de la redención tenía ya un sentido técnico en el tema de la redención alude también al porvenir. La gran esperanza
Antiguo Testamento. Se refiere siempre a la liberación de la esclavi-
tud de Egipto que terminó con la alianza del Sinaí. Para adquirir a su
2. Cf. ibid, 37. -El térmiio hebreo es aquí padáh, traducido por los LXX con lytró-
sis, litrousthai.
1. Cf. Si. LYONNET, Depeccato et redemptione. II. De vocabulario redemptionis 3. Cf. R. DEVAUX, Instiliciones del Antiguo Testamento, Herder, Barcelona 1964
Pont. Inst Bibl., Roma 1980, 57. 52-53.
162 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO VENCEDOR: LA REDENCIÓN 163

mesiánica se expresa en términos de redención. El Mesías rescatará y


salvará definitivamente a su pueblo. por temor a la muerte, al señor de la muerte, es decir, al diablo, esta-
ban de por vida sometidos a esclavitud» (Heb 2, 14-15)7. Esta muerte
Así pues, el vocabulario de la redención es en el Nuevo Testamento
es la muerte eterna del hombre, consecuencia del pecado, simbolizada
una herencia espontánea del Antiguo: lo que entonces estaba prefigura-
concretamente por la muerte corporal, que Jesús aceptó sufrir a fin de
do y anunciado se ha realizado en Jesucristo4, convertido en redentor, destruirla por su resurrección.
en go'el de su pueblo. Como se ha dicho, la redención no tiene más que
Por tanto, la redención no puede comprenderse sin una referencia
una connotación negativa: es liberación de la esclavitud y toma de po-
explícita a la resurrección: Cristo, al final de su combate victorioso,
sesión por parte de Dios en una alianza. «(Jesucristo) se entregó por
pasó de la muerte a la vida. Este paso lo dio por nosotros, a fin de que
nosotros a fin de rescatamos de toda iniquidad y purificar para sí un
también nosotros pudiésemos pasar de la muerte a la vida. Por tanto,
pueblo que fuese suyo, fervoroso en buenas obras» (Tit 2, 14).
la realidad de la resurrección de Cristo es un símbolo, en el sentido
fuerte de esta palabra, de nuestra salvación, como liberación del peca-
¿De qué fue libedrado el honbre? do y de la muerte y como don de la vida plena y definitiva
La personificación del pecado y de la muerte tiene sin duda un as-
La redención supone una esclavitud. ¿De qué fue rescatado enton- pecto mítico. Pero este lenguaje sigue siendo significativo para nos-
ces el hombre? Fundamentalmente del pecado. «Destacándose sobre otros en la medida en que expresa la nefasta trascendencia de la fuer-
un trasfondo figurativo que recuerda al éxodo y recogiendo un tema za del mal y del pecado respecto a la experiencia empírica que
esencial de las promesas proféticas, (la redención) muestra a Dios li- tenemos de ellos. Más allá de nuestras faltas personales existe un
berando a los hombres de la esclavitud o de la cautividad del Peca- «pecado del mundo», sobre el que hoy reflexiona la teología8, con
do»5. Pero se personifica de buen grado al pecado: es una Fuerza que unas secuelas y una trama inexplicable de injusticia y de violencia. De
actúa en el mundo, ejerciendo una tiranía injusta contra el hombre. En esta situación es de la que viene a redimirnos Cristo en un proceso in-
la hora de la muerte de Cristo el pecado fue condenado en la carne augurado por el acontecimiento pascual y que acabará al final de los
(Rom 8, 3). Este pensamiento paulino tiene un paralelismo en Juan: tiempos, cuando el Señor haya sometido a todos sus enemigos bajo
«Ahora es el juicio de este mundo; ahora el Príncipe de este mundo sus pies (cf. 1 Cor 15, 26-27).
será echado abajo (o: fuera)» (Jn 12, 31; cf. 16, ll) 6 . La redención se
realiza por el combate victorioso de Cristo contra el pecado.
Detrás del pecado y de la fuerza del pecado está el adversario, el El precio y el rescate: ¿cómo no llevar demasiado lejos la metáfora ?
Príncipe de este mundo. Está también la muerte, signo y salario del
La palabra «redención» sugiere inevitablemente otras preguntas:
pecado, vencida por la resurrección de Cristo: «Cristo, una vez resuci-
¿qué precio se pagó por ese rescate? ¿a quién se pagó ese precio?
tado de entre los muertos, ya no muere más, y la muerte no tiene ya
Cuando se intenta responder a estas cuestiones a la luz del Nuevo Tes-
señorío sobre él. Su muerte fue un morir al pecado, de una vez para
tamento, no hay que olvidar nunca que el tema de la redención es una
siempre; mas su vida es un vivir para Dios» (Rom 6, 9-10). También:
metáfora que refleja una verdad trascendente respecto a todas nuestras
«Su gracia... se ha manifestado ahora en la manifestación de nuestro
transacciones comerciales o nuestras negociaciones para la liberación
Salvador Cristo Jesús, quien ha destruido la muerte y ha hecho irradiar
de unos rehenes. Una metáfora no debe llevarse nunca hasta el fin, por
luz de vida y de inmortalidad por medio del evangelio» (2 Tim 1, 10).
la sencilla razón de que es una metáfora. Ya hemos visto anteriormen-
Este mismo es el lenguaje de la carta a los Hebreos: Cristo participó
te el error de E. Hugon, por haber querido tratarla con todo el rigor
de nuestra carne y de nuestra sangre «para aniquilar, mediante la
que merece un concepto.
muerte, al señor de la muerte, es decir, al diablo, y libertar a cuantos,

4. Cf. LYONNET , o. c.,42.


5. P. GRELOT, Peché oríginel ct rédemption examines á partir de l'épltre aux Ro- 7. Cf. Ibid., 355.
mains, Desclée, París 1973, 236. 8. Cf. P. SCHOONENBERG, H poder del pecado, Lohlé, Buenos Aires-México 1968;
6. Ibid., 255: se relaciona este texto con las afirmaciones de Rom 8, 1-3. ID , Elhombre en pecado, en Nysteríum salutis.vol. II, Cristiandad, Madrid 1970, 946-
1039.
164 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CR1STO VENCEDOR: LA REDENCIÓN 16 5

A la primera de estas dos preguntas el Nuevo Testamento responde lleva a los hombres en lo más hondo de su corazón, ofrece por ellos el
sin vacilar que el precio pagado fue la sangre de Cristo: «En él tene- precio más alto. La metáfora es cualitativa y no cuantitativa. Otras ex-
mos por medio de su sangre la redención» (Ef 1, 7). Otros textos son presiones del Nuevo Testamento nos dicen lo mismo, relacionando la
más explícitos todavía: «Y penetró en el santuario una vez para siem- actitud de Jesús, no ya con el servicio, sino con el amor: «Me amó y
pre, no con sangre de machos cabríos ni de novillos, sino con su pro- se entregó a sí mismo por mí» (Gal 2, 20); «Nadie tiene mayor amor
pia sangre, consiguiendo una redención (¡ytrósis) eterna» (Heb 9, 12). que el que da su vida por sus amigos» (Jn 15, 13); del mismo modo,
«Habéis sido rescatados de la conducta necia heredada de vuestros pa- «el buen pastor da su vida por las ovejas» (Jn 10, 11). Estos paralelos
dres [= la esclavitud del pecado], no con algo caduco, oro o plata, sino nos llevan a lo esencial: el don de sí mismo de Jesús «hasta el extre-
con una sangre preciosa, como de cordero sin tacha y sin mancilla, mo» (Jn 13, 1) en favor de los hombres. El término de multitud
Cristo, predestinado antes de la creación del mundo» (1 Pe 1, 18-20). ("muchos"), presente en el logion de Jesús, nos remite a las perícopas
Esta sangre traduce la realidad onerosa de la muerte de Cristo. Se la de la institución de la eucaristía: «Esta es mi sangre de la alianza, que
entiende en un sentido sacrificial, por metáfora con los sacrificios de va a ser derramada por muchos» (Me 14, 24; cf. Mt 26, 28). Es allí
la antigua ley. Sin embargo, esa sangre no se derramó en un sacrificio donde Jesús nos indica el sentido que quiso darle a su muerte: el don
cultual, sino en el acto de un sacrificio existencial. El «por nosotros» supremo realizado por nosotros. Éste es sin duda el origen de la afir-
que impregna toda la existencia de Cristo lo condujo al don de su mación de la fe primitiva, interpretando la muerte de Jesús como re-
vida9. La sangre de Cristo significa que nuestra redención le «costó» dentora, como una muerte por nuestros pecados.
la vida.
Esto mismo se dice tres veces en el Nuevo Testamento con el tér- Si esto es así, se ve inmediatamente que el Nuevo Testamento no
mino de rescate. Un logion de Jesús, repetido dos veces, dice en efec- puede dar ninguna respuesta a nuestra segunda pregunta: ¿a quién se
to: «Tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir le pagó ese precio? De hecho, no hay ningún texto que ofrezca la
y a dar su vida como rescate (lytron) por muchos» (Me 10, 45; cf. Mt menor indicación a este propósito. La cuestión se sale de los límites de
20, 28). El tercer empleo se encuentra en la fórmula sobre el único pertinencia de la metáfora. Las teorías excogitadas a partir de allí han
mediador de 1 Tim 2, 5-6, que sirve de lema a este libro: «Cristo analizado este término como un concepto, olvidándose de que es una
Jesús, hombre también, que se entregó a sí mismo como rescate (an- imagen". No hay un rescate pagado a nadie en el sentido objetivo de
tilytron) por todos». Evidentemente, esto quiere decir ante todo lo si- la palabra. Evidentemente, no se le pagó al demonio; menos aún es
guiente: vino a «pagar con su persona», no vaciló en «ponerse a pre- posible pagárselo al Padre en compensación de nada. Orientar la refle-
cio», esto «le costó caro»: su actitud de servicio lo llevó hasta la xión en este sentido iría en contra del movimiento descendente en el
muerte, que fue el «rescate» de su generosidad. Empleamos estas fór- que se inscribe el logion; se trata de una iniciativa que viene del
mulas fuera de todo contexto de transacción comercial o política, para Padre, entregando a su Hijo a los hombres; se trata del gesto del Hijo
expresar el esfuerzo oneroso que se realiza para lograr o conseguir al- entregándose igualmente hasta dar su vida. El contexto no es aquí el
guna cosa que tiene un precio muy elevado para nosotros. Por ejem- del sacrificio o la expiación. Ha habido una contaminación peligrosa,
plo, una ascesis alimenticia rigurosa es el precio que hay que pagar, el
rescate, por los éxitos de un deportista. En el caso de Jesús este len-
guaje nos indica la generosidad de un amor que no se detiene jamás, rión extrema para la parte culpable mediante el pago de cierta cantidad Pero se trata allí
ni siquiera ante el umbral de la muerte, y al mismo tiempo el precio de una metáfora: si el precio jagado es la muerte del Hijo del hombre, es porque se trata
del precio más alto que puede pagar una generosidad loca.
enorme que tienen para Cristo aquellos por los que da su vida10. Como 11. Cf. E LAMARCHE, íe Christ est-il inort pour nous?, en Aimonccr la mort du
Scigneur, o. c, 28-34.- La imagen üenea la vez menos y más sentido que el concepto:
meros sentido, porque se basa en una analogía y algunos de sus aspectos son los únicos
pertinentes, mientras que en un concepto adecuado todos sus aspectos pueden entrar en
9. Desarrollaremos esta perspectiva en el capítulo dedicado al sacrificio, infira, 277- el universo lógico de las categorías con que se relaciona; más sentido, porque la imagen
313. es una unidadsensible y concreta que funciona por sí misma dentro de un cuerpo de cir-
10. Cf. el interesante estudio de A. SCHENKER, Substitvtion du chátiment ou prixde cunstancias particulares. IndiKe unos efectos espontáneos de sentido, que pueden ser jus-
la paix? Le don de la vie du Fils de lliomme en Me 10, 45 et paraüéles á la lumiére de tos o erróneos Los desarrollo sobre el destinatario del rescate son efectos de sentido in-
¡a'Ancien Testament, en Varios, La Pique du Christ, Mystére du salut. (Mélanges Durr- ducidos espontáneamente poj la imagen. El error consistió en no criticar ese efecto de
well), Cerf, Paris 1982, 75-90, que apela a la práctica del koíer, arreglo que evita la san- sentido en su origen y en analizarlo como si se tratase de una coherencia conceptual.
166 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO VENCEDOR: LA REDENCIÓN 167

en los exégetas y e n los teólogos, q u e h a r e d u c i d o indebidamente los catar al hombre digno de muerte se hiciera lo mismo que éste era, es
textos q u e h a b l a n del rescate a l a i d e a d e u n sacrificio compensatorio. decir, un hombre reducido a la esclavitud por el pecado y retenido
bajo el poder de la muerte, a fin de que el pecado fuera matado por un
hombre y de este modo el hombre saliera de la muerte» 13.
n. E L T E S T I M O N I O D E LA TRADICIÓN Esta e x p o s i c i ó n d e la r e d e n c i ó n e n m a r c a al texto antes citado 1 4
sobre la m e d i a c i ó n . L a afirmación central e s clara: Cristo entabló u n
c o m b a t e doloroso e n favor d e l h o m b r e . V e n c i ó al «fuerte», e s decir, al
T r a s el t e m a d e l a iluminación, l o s p a d r e s d e la Iglesia leyeron d e
adversario satánico; destruyó y m a t ó al p e c a d o . Ireneo dirá m á s a d e -
m a n e r a preferencial en la Escritura l a afirmación d e la redención. Or-
lante q u e destruyó l a muerte 1 5 . V o l v e m o s a encontrarnos c o n la trilo-
q u e s t a r o n la c o n c e p c i ó n d r a m á t i c a d e l c o m b a t e victorioso d e Cristo
g í a bíblica del p e c a d o , el d e m o n i o y la muerte. A l hacerlo a s í , Cristo
con el p e c a d o , la m u e r t e y el d e m o n i o . Inscribieron hasta tal p u n t o su
dio la salvación al hombre, es decir, rescató la desobediencia del
reflexión e n el m o v i m i e n t o d e la m e d i a c i ó n d e s c e n d e n t e q u e llegaron
mismo con su obediencia. Ireneo dirá incluso que Cristo «recapituló,
a preguntarse si el rescate q u e e r a la v i d a m i s m a d e Jesús n o guardaría
con su obediencia e n el madero, la desobediencia que había sido co-
a l g u n a relación c o n ciertos derechos del d e m o n i o . Se trataba sin d u d a
metida por medio del madero» 16 , poniendo así en paralelismo antinó-
de u n error, p e r o m u c h o m á s limitado d e l o q u e a v e c e s se h a dicho, y
mico el pecado de Adán y la pasión de Jesús. La redención es para él
q u e encierra dentro d e sí u n elemento d e sentido q u e h e m o s d e captar.
un aspecto de la recapitulación, por la que Cristo recoge a toda la crea-
T a m b i é n h a b r á q u e recoger el testimonio d e la liturgia. V e r e m o s ade-
ción y la conduce a su fin. Porque el hombre a quien Cristo dio la sal-
m á s c ó m o el t e m a d e la r e d e n c i ó n fue e v o l u c i o n a n d o en u n sentido
vación es la obra modelada por él, la que le pertenece por origen. En
m u y distinto a partir d e la E d a d M e d i a
una correspondencia simbólica de la que tiene el secreto, Ireneo nos
dice que Cristo murió el sexto día de la semana, el día de la creación y
El testigo privilegiado: Ireneo y la justicia hecha al hombre de la desobediencia de Adán: «Recapitulando en sí aquel día, el Señor
C o m o e s imposible, en el m a r c o de este v o l u m e n , llamar a atesti- llegó a su pasión la víspera del sábado, que es el día sexto de la crea-
g u a r a t o d o s l o s testigos, d e t e n g á m o n o s e n el testimonio d e Ireneo, ción, en el que fue modelado el hombre, otorgándole así por medio de
q u e m e r e c e ser destacado p o r la claridad y la belleza d e s u s textos. su pasión el segundo modelado, el que se hace a partir de la muerte» 17 .
D e s p u é s d e recordar la p a r á b o l a del buen samaritano, figura de Jesús Esta salvación conduce a la liberación y a la vida18 del hombre. Todo
q u e tuvo c o m p a s i ó n del h o m b r e maltratado p o r los b a n d i d o s y curó se inscribe en el amor compasivo y misericordioso de Dios al ser que
incluso sus heridas 1 2 , Ireneo presenta así el combate redentor de Cris- ha creado. La redenciones una segunda creación.
to: El t e x t o se amplía entonces y hace intervenir un dato original: por
«Nuestro Señor es ciertamente el único verdadero maestro; es verda- medio d e la redención Dios tenía que hacer justicia al hombre mismo.
deramente bueno, él que es Hijo de Dios; soportó el sufrimiento, él Por eso, «era preciso» que el redentor fuera un hombre. Si hubiera
que es el Verbo de Dios Padre convertido en Hijo del hombre. Porque sido de o t r o modo, el enemigo no habría sido vencido con toda justi-
luchó y venció; por una parte, era hombre, combatiendo por sus padres
cia. P o r q u e el combate de Jesús con el adversario e s una revancha
y redimiendo su desobediencia por su obediencia; por otra parte, enca-
sobre el combate original del Edén en que el demonio había vencido
denó al «fuerte» (cf. Mt 12, 29; Me 3, 27), liberó & los débiles y otor-
gó la salvación a la obra modelada por él, destruyendo el pecado. Por- al h o m b r e . Por tanto, es menester que las reglas de la revancha sean
que 'el Señor es compasivo y misericordioso' (Cf. Tit 3, 4) y ama al las m i s m a s que l a s del primer combate. Si n o , no h a b r í a
género humano. «recapitulación» de la desobediencia, es decir, trasformación liberado-
Así pues, como ya hemos dicho, mezcló y unió al hombre con Dios.
Pues si no hubiera sido un hombre el que venció al adversario del
hombre, el enemigo no habría sido vencido con toda justicia... Era 13. Ibid. 111, 18, 6-7: o.c. 365-367. Los subrayados son míos.
preciso, por consiguiente, que el que tenía que matar el pecado y res- 14. ¡bid.,tl.supra, 104-106.
15. Ibid.,\\i, 23, 1, citado infra, 168169.
16. Ibid.J, 19, 1: o.c,626.
17. Ibid.\, 23,2: o.c,6)7.638.
12. IRENEO , Adv. Haer. III, 17, 3: o.c., 358. 18. Rasgosubrayado en II, 23, 1, cilado inba, 168-169.
168 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO VENCEDOR: LA REDENCIÓN 169

r a de la situación del h o m b r e p o r l a obediencia de Jesús. El hombre n o y el hombre que había sido hecho cautivo fue liberado de las ataduras
h a b r í a sido liberado d e verdad. E n esta c o n c e p c i ó n tan original d e la de la condenación» 21 .
justicia (diferente de la justicia bíblica, así c o m o de la justicia que h a y E s t e texto recoge los m i s m o s t e m a s que el anterior, de la triple vic-
q u e h a c e r a Dios) no v e m o s n i n g u n a especial relación con Satanás ni toria de Cristo sobre el adversario a fin d e devolver al h o m b r e la vida.
e s b o z o a l g u n o de la f a m o s a teoría d e los derechos del d e m o n i o " . E n Pero la óptica es distinta: el sujeto activo de la redención es Dios
efecto, p a r a Ireneo, el d o m i n i o d e Satanás sobre el h o m b r e es radical- mismo, invencible, que no puede por tanto tolerar la victoria de la ser-
m e n t e injusto, ya que tiene su o r i g e n en la violencia y la mentira. D e - piente sobre el hombre, pero también longánime, que no abandona al
trás d e su lenguaje mítico, la tesis d e Ireneo expresa u n a verdad p r o - hombre más que por algún tiempo en manos del adversario y viene a
funda; es preciso que la revancha venga del propio vencido. tomarlo de nuevo consigo, «recapitulando» su obra original.
Haciéndose hombre, viviendo la misma situación de combate con el He aquí ahora cómo habla Ireneo del rescate y de la sangre de
adversario, el Verbo le concede al hombre vencer al que lo había ven- Cristo, siguiendo el mismo movimiento de pensamiento que viene de
cido. Un hombre se convierte en redentor del hombre. La redención Dios y va hacia el hombre:
restablece por takto al hombre en una situación de justicia y cede en
honor del hombre. No se queda fuera de él, como algo externo; es la «(El verbo) es perfecto en todo, ya que es a la vez Verbo poderoso y
libertad de un hombre la que libera a todos los hombres. Tendremos hombre verdadero, habiéndonos rescatado por su sangre de la manera
que volver sobre ello. Si es verdad que la redención es en esta doctrina que convenía al Verbo, "entregándose a sí mismo en rescate" (1 Tim
2, 6) por los que habían sido hechos cautivos; pues la Apostasía había
un acto «ininterrumpido» de Dios, según la expresión de Aulen, no es
dominado injustamente sobre nosotros, siendo así que pertenecíamos a
menos verdad que esta acción de Dios hace intervenir el acto del hom- Dios por nuestra naturaleza, y nos había alienado contra nuestra natu-
bre, un punto de vista que había ignorado Aulen20. raleza haciéndonos discípulos suyos; siendo poderoso en todo e inde-
Pero este combate es tamben el combate de Dios mismo con el ad- fectible en su justicia y respetando esta justicia fue como el Verbo de
Dios se volvió contra la misma Apostasía, rescatando de ella su pro-
versario; lo que está en juego en nuestra redención.es que no fracase el
pio bien no por la violencia, al estilo de la que había dominado sobre
designio de Dios sobre el hombre. Esta es la grandeza del drama que nosotros al principio..., sino por ¡a persuasión, como convenía que
encuentra su desenlace en la economía de la recapitulación: Dios lo hiciera, recibiendo por persuasión y no por violencia al que él
quería, para que al mismo tiempo quedara a salvo la justicia y no pere-
«Por tanto, era indispensable que, viniendo a la oveja perdida, recapi-
ciera la antigua obra modelada por Dios» .
tulando una "economía" tan grande y buscando a su propia obra mo-
delada por él, el Señor salvase a aquel mismo hombre que había hecho Ireneo conoce bien los textos bíblicos que hablan de la redención
a su imagen y semejanza, es decir, a Adán..., para que Dios no fuese
por la sangre; los cita incluso abundantemente: «El Señor reconcilió al
vencidoy no fracasase su obra de arte. En efecto, si el hombre creado
por Dios para vivir, tras la herida de la serpiente corruptora, hubiera
hombre c o n el Padre, reconciliándonos consigo mismo por su cuerpo
perdido la vida sin esperanza de recobrarla y se hubiera visto definiti- de carne y redimiéndonos con su sangre, según lo que dice el apóstol a
vamente arrojado a la muerte, Dios habría sido vencido y la malicia los Efesios: "En él tenemos la redención adquirida por su sangre, la re-
de la serpiente se habría impuesto a la voluntad de Dios. Pero como misión d e nuestros pecados" (Ef 1, 17). Y también: "Los que antes es-
Dios es invencible y longánime, empezó usando la longanimidad...; tabais lejos, ahora estáis cerca gracias a la sangre de Cristo" (Ef 2,
luego, por el "segundo Adán" (1 Cor 15, 47), aherrojó al "fuerte", se 13). Y e n otra ocasión: "En su carne destruyó la enemistad, la ley con
apoderó de sus armas y destruyó la muerte, devolviendo al hombre la sus mandamientos y decretos" (Ef 2, 14-15). Por lo demás, en toda
vida que le había arrebatado la muerte... Por eso, con toda justicia fue esta epístola el apóstol atestigua claramente que hemos sido salvados
hecho a su vez cautivo por Dios aquel que había cautivado al hombre, por la c a r n e de nuestro Señor y por su sangre»23. Esta expresión de la
redención por la sangre le recuerda el don que Cristo hizo de sí mismo
19. Como hace injustamente G. AULEN, Christvs Víctor, o.c, 52: «Ireneo piensa como rescate. Pero se guarda mucho de llevar la metáfora demasiado
que siempre este rescate es pagado, por así decirlo, a las potencias maléficas, la muerte
y el diablo»; opinan lo contrario H. TURNER, Jesús le Sauveur, o.c,61 y L. RICHARD , Le
mystére de la redemption, o.c, 104. 21. IRENEO, Adv. Haer.\\\, 23, 1; o.c, 386-387. Los subrayados son míos.
20. ¿Será la perspectiva luterana de G. AULEN, O.C, 56-57, la que le hace minimi- 22. Ibid. \ , 1, 1: o.c. 570. Los subrayados son míos.
zar en Ireneo el lugar que éste da al hombre Jesús en nuestra salvación? 23. Ibid. \ , 14, 3; o.c, 610-611.
170 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO VENCEDOR: LA REDENCIÓN 171

lejos planteándose la cuestión de a quién hubo que pagar el rescate. Es grandes obispos del siglo IV. La perspectiva dominante es constante
verdad que afirma que el Verbo rescató de la Apostasía, que simboliza en todos ellos, aunque mencionan igualmente el acto sacrificial por el
aquí al enemigo diabólico, su propio bien; en efecto, el hombre que que Jesús se entregó a su Padre. Pero aquí se plantea una nueva cues-
estaba bajo el poder de la Apostasía fue liberado de ella, para volver a tión: los sucesores de Ireneo no fueron tan reservados como él ante el
su pertenencia original. Pero el modo de este rescate no pasa por la deseo de saber a quién se entregó el precio del rescate. Algunos de
violencia, sino por la persuasión, como conviene a una obra de la jus- ellos llevaron la metáfora hasta desembocar en una teoría con algunas
ticia de Dios en favor del hombre. Esta persuasión no puede evidente- variantes que se ha llamado la de «los derechos del demonio». ¿Qué
mente referirse al maligno; se refiere al hombre y evoca la conversión ha ocurrido exactamente? Esta teoría impresionó lo bastante a los si-
de su libertad ante el misterio pascual cumplido por el Verbo encarna- glos siguientes para contribuir a la inversión de la respuesta y condu-
do. La persuasión es la fuerza ejemplar del amor de Cristo y la fuerza cir a hablar de un rescate pagado a Dios. Hoy se vuelve a encontrar el
de la verdad, que responden a la violencia y a la mentira del tentador. elemento de verdad que se oculta en un lenguaje eminentemente míti-
Nos encontraremos de nuevo con Ireneo a propósito de este tema de la co y se aprecia que las posiciones de los padres eran mucho más mati-
liberación de nuestra libertad. zadas de lo que a veces se ha dicho. Abramos, pues, este dossier.
Orígenes es el primer testigo de esta teoría:
Esta victoria de Cristo se dirige a todos los hombres, en particular
a los que le precedieron en el tiempo. Por eso Cristo desciende a los «Reconoced la verdad de lo que escribe san Pedro: no hemos sido res-
infiernos para anunciar la buena nueva a los antiguos. Recogiendo el catados a precio de plata o de oro corruptible, sino con la sangre pre-
texto de la primera carta de Pedro (1 Pe 3, 18-19), Ireneo escribe: ciosa del Hijo unigénito. Si hemos sido comprados por un precio,
como afirma igualmente san Pablo, sin duda hemos sido comprados a
«El Señor bajó a los lugares inferiores de la tierra, para llevarles tam-
alguien que nos tenía como esclavos, a alguien que reclamó el precio
bién a ellos la buena nueva de su venida, que es la remisión de los pe-
que quiso para devolver la libertad a los que estaban sujetos a él. Pues
cados para cuantos creen en él. Pues bien, creyeron en él todos los que bien, es el demonio el que nos sujetaba; habíamos sido vendidos a él
anteriormente habían esperado en él, es decir, los que habían anuncia- por nuestros pecados; por tanto, él reclamó como rescate la sangre de
do de antemano su venida y cooperado en sus "economías": los justos,
los profetas y los patriarcas»24.
He aquí otro texto no menos característico:
Bajo esta imagen mítica Ireneo intenta subrayar la universalidad
de la victoria de Cristo en la historia La gran objeción, para un cristia- «¿Pero a quién dio Cristo su sangre como rescate? Desde luego, no a
no de su época, era efectivamente ésta: ¿cómo es que Cristo, que llegó Dios. ¿No será entonces al demonio? En efecto, éste nos tenía bajo su
al final de los tiempos, pudo salvar a la larga serie de generaciones poder hasta que, por rescate de nuestra liberación, se le dio el alma de
que le precedieron? Si su victoria es escatológica y vale hasta el final Jesucristo. El Maligno había sido engañado y llevado a creer que era
de los tiempos, tiene que ser también «protológica» y afectar a la obra capaz de vencer a aquel alma, sin ver que, para conseguirla, tenía que
someterse a una prueba de fuerza superior a la que podía esperar utili-
modelada por Dios desde su origen. La bajada a los infiernos es el
zar. Por eso la muerte, con la que creía haberlo vencido, no pudo con
punto extremo de la bajada de Dios al hombre, del movimiento des- él (cf. Rom 6, 9). Entonces Cristo, hecho libre entre los muertos y más
cendente de la mediación de Cristo, al mismo tiempo que una miste- fuerte que el poder de la muerte, es tan poderoso sobre la muerte que
riosa anticipación de la resurrección, el punto de retorno a la manifes- todos los que quieran, entre los que están a merced de la muerte, pue-
tación gloriosa de la mediación ascendente. den seguirle, sin que la muerte tenga dominio sobre ellos. Pues el que
está con Jesús es más fuerte que la muerte»26.

¿Se pagó el rescate al demonio? Estos dos textos ilustran muy bien el tema del combate victorioso
entablado por Cristo contra el diablo y la muerte. El primero insiste en
Una ilustración más completa de la doctrina patrística de la reden-
ción exigiría apelar a otros testigos, como Justino, Orígenes y los

25. ORÍGENES , Comm. in episL Rom. 2, 13: PG 14, 91 ls.


24. Ibid. IV, 27, 2: o.c, 498. 26. ORÍGENES, Comm. in Mat. lí, 8: PG 13, 1398B.
172 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO VENCEDOR: LA REDENCIÓN 173

el rescate «reclamado» por el diablo, es decir, la sangre de Cristo. Pro- su pretendida victoria. Pero la imagen mítica conocerá su conversión
sigue la comparación en un contexto comercial: si hubo compra o res- en Agustín, que habla esta vez de los hombres: «Los que habían derra-
cate, hubo que pagar a alguien un precio. Pero el segundo texto, que mado su sangre al perseguirlo, la han bebido al creer»29. No son ya los
excluye como una evidencia que el precio haya sido pagado a Dios pobres diablos los que beben una sangre que envenena sus entrañas;
(hay que desechar esta idea), no hace más que plantear la cuestión del son los hombres los que beben la sangre que les da la vida.
rescate pagado al diablo. De hecho, las cosas no pasaron según el Gregorio de Nisa recoge en el siglo IV esta misma idea, para mos-
modo de transacción, sino según el modo de combate. En ese combate trar cómo superó Dios con su astucia la acción de Satanás. El diablo
el demonio perdió la partida, pues no tema la fuerza suficiente para su- se ha visto totalmente burlado. Es impresionante en este sentido su
perar aquella prueba; fue vencido por uno más fuerte que él. No se le Discurso catequético. En el rescate del hombre, Dios no podía actuar
dio el alma de Cristo; la resurrección demuestra que se le escapó más que según la justicia, evitando el camino de la violencia. Por
como a la muerte misma. Al mismo tiempo, todos los hombres que tanto, fingió que proponía una transacción comercial, pero con la in-
deseen seguir a Cristo pueden también escapar de la muerte. Por tanto, tención de engañar al demonio. También en las transacciones para ob-
el Maligno se ha visto engañado y no ha recibido ningún rescate. Esta- tener la liberación de un rehén, se encandila al enemigo con la posibi-
mos así en el orden de la metáfora, que indica el carácter oneroso de la lidad de pagarle un rescate, pero buscando sus fallos y sin que la
redención y la misteriosa necesidad, para el que quiera librarse de un promesa constituya ningún compromiso serio. Sin embargo, la con-
mal, de revivir la confrontación con ese mal en un proceso liberador. cepción de Gregorio supone que el demonio tiene un derecho real
Ese es el dato antropológico que aquí se oculta, lo mismo que llenará sobre el hombre, que se ha vendido libremente a él:
más tarde el esquema de la satisfaccción.
Otro texto de Orígenes describe esta misma victoria con la metáfo- «Puesto que nos habíamos vendido voluntariamente, el que por bon-
dad nos buscaba para devolvernos la libertad tenía que concebir no ya
ra de la sangre, diciendo de manera muy mítica cómo se perdieron los
un procedimiento tiránico de salvación, sino un procedimiento confor-
demonios: me con la justicia. Pues bien, un procedimiento de este género es dejar
«Según la voluntad de Dios, habiendo tomado la forma de esclavo, se que el posesor escoja el rescate que desea recibir en pago del que tiene
30
ofreció como víctima por el mundo entero, entregando su sangre al cautivo» .
príncipe de este mundo según la sabiduría de Dios "que ninguno de
los príncipes de este mundo conoció, pues si la hubieran conocido, no Así pues, se ha corrido la perspectiva respecto a Ireneo, para quien
habrían crucificado al Señor de la gloria" (1 Cor 2, 8) y esa sangre que el dominio del demonio era una injusticia. «¿Qué rescate tenía que
habían bebido no habría apagado tanto su sed como sus fuerzas, y no preferir entonces naturalmente el posesor?» ¿No sería el poder sobre
habría destruido su reino, y no les habría ocurrido lo que dice Cris- aquel «que le superaba en elevación y en grandeza», es decir, Cristo,
to:"He aquí que el príncipe de este mundo ya está juzgado" (Jn 16, 11) cuya vida entera está marcada por su dominio sobre los elementos de
y "Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo" (Le 10, 18)»27. este mundo para el bien de los hombres? Por eso precisamente el de-
monio escogió al Salvador como rescate por los prisioneros encerra-
«Los demonios vistos bajo la forma de espíritus ctónicos, ávidos dos en los calabozos déla muerte. Pero aquí interviene la astucia: en
de sangre, pero bebiendo una sangre demasiado pura y fuerte para Jesús la divinidad se oculta bajo la envoltura de la humanidad, para
ellos, la sangre de Cristo, han sido destruidos por aquel de quien coger al adversario en la trampa:
creían sacar una vida nueva»28. El realismo de esta imagen sigue alu-
diendo a la derrota de los espíritus malignos en el mismo momento de «El poder adverso no podía entrar en contacto con Dios si éste se pre-
sentaba sin disimulo, ni soportar su aparición si tuviera lugar sin velo.
27. ORÍGENES, Comm. inepist. Rom. 4, 11: PG 14, (1000c). Cf. CIRILO DE JERUSA- Por eso Dios, para ofrecer un señuelo más fácil al que intentaba sacar
LEN, Catech. bapt. 12, 15. mayor ventaja en el trato, se ocultó bajo el ropaje de nuestra naturale-
28. G. MARTELET, La rédemption, (a roneo), Lyon-Fourviére, 44.- La curación del za, de manera que el demonio, como un pez voraz, precipitándose
endemoniado de Gerasa nos da una idea de ello: Jesús le dice al espíritu inmundo: «Sal sobre el cebo de h humanidad, quedara preso en el anzuelo de la di-
de este hombre» (Me 5, 8), y al hombre: «¿Cómo te llamas? (v. 9). Pero es el espíritu el
que responde: «Mi nombre es Legión»; una vez desenmascarada su identidad, al no
poder tolerar este elemento de verdad sobre él, el espíritu abandona su presa y se precipi- 29. AGUSTN , Comm. in lepist.Joh. VIII, 10: SC 75, Cerf, París 1961, 363.
ta en las aguas de la muerte. 30. GREGOSIODEN ISA, Cttech.ñdei 22; trad. A. Maignan, DDB, París 1978, 65-66.
CRISTO VENCEDOR: LA REDENCIÓN 175
174 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR

vinidad. Así, habiendo hecho la vida su morada en la muerte, habien- justo. L a victoria se describe aquí e n términos d e justicia y d e justifi-
do venido la luz a brillar en las tinieblas, se vería desaparecer lo que cación d e los h o m b r e s e n u n sentido paulino.
se opone a la luz y a la vida» 31 . Pero y a desde l a é p o c a patrística se criticó vigorosamente el aspec-
Esta teoría n o e s c o m p l e t a m e n t e coherente consigo misma, y a q u e to comercial y jurídico d e l a teoría de los derechos del d e m o n i o :
c o m i e n z a c o n la idea d e la justicia d e u n trato comercial q u e respeta y «El que fue vendido, ¿dices que es Cristo? —escribe un autor anóni-
a c a b a c o n u n e n g a ñ o . B a j o estos d o s a s p e c t o s p l a n t e a u n p r o b l e m a mo en un texto atribuido por mucho tiempo a Orígenes—. ¿Quién era
« m o r a l » : D i o s caería e n la torpeza d e u n pacto c o n el m a l i g n o , y se el vendedor? ¿Has pensado en la fábula que dice que el que vende y el
convertiría, a ejemplo d e l adversario, e n mentiroso y t r a m p o s o c o m o que compra son hermanos? Si el diablo que es malo vendió algo al
él. Esta interpretación m a n e j a entonces la comparación de u n a m a n e r a que es bueno, el que ha renunciado así a la envidia y a toda clase de
m á s p e l i g r o s a q u e e n O r í g e n e s , y a q u e parece olvidar q u e se trata d e mal será justo. Por tanto, Dios mismo será el vendedor. Pero sería más
verdadero decir que los hombres que se entregaron a sí mismos por
u n a metáfora. P o r otra parte d a u n m a l ejemplo a l a teología posterior,
sus pecados han sido liberados por la misericordia de Dios... ¿Acaso el
q u e se creerá obligada a reaccionar contra u n a teoría tenida por grose-
diablo considera la sangre de Cristo como el precio de compra del
ra, pero c o n s e r v a n d o s u s presupuestos. hombre? ¡Qué inmensa y blasfema locura!» 34 .
A c o n t i n u a c i ó n l a teoría « s e afinará» d a n d o lugar a lo q u e se h a
l l a m a d o « e l e s q u e m a j u r í d i c o del rescate». S e hablará entonces d e u n a I g u a l m e n t e , G r e g o r i o de N a c i a n z o , c o n t e m p o r á n e o d e su h o m ó n i -
«cierta forma d e justicia» o d e u n a concesión p o r parte d e Dios. P a r a m o d e N i s a , reacciona enérgicamente c o n t r a l a idea de u n rescate p a -
J u a n C r i s ó s t o m o , el d e m o n i o h a i d o m á s allá d e s u s propios derechos g a d o al d e m o n i o :
llevando a J e s ú s a la muerte, y a q u e J e s ú s n o e r a culpable de p e c a d o
«¿A quién y por qué se pagó esa sangre derramada por nosotros, esa
a l g u n o ni tenía p o r q u é someterse a la muerte 3 2 . Agustín legará igual- noble y preciosa sangre de un Dios hecho nuestro sacerdote y nuestra
mente a la Edad M e d i a l a doctrina del « a b u s o d e p o d e r del d e m o n i o » : víctima?... Si es al demonio, ¡qué injuria! ¿Cómo suponer que va a re-
cibir n o solamente un rescate de Dios, sino a Dios mismo como resca-
«La justicia divina entregó el humano linaje a la tiranía de Lucifer a
te, con el pretexto de ofrecerle un salario de su tiranía tan sobreabun-
causa del pecado del primer hombre... En cuanto al modo como el
dante que debería en adelante en justicia ahorrarnos a nosotros
hombre ha sido entregado al poder de Satanás, no se ha de entender
mismos? Y si es al Padre, pregunto cómo es posible esto. No es él el
cual si fuera por un acto positivo o una orden de Dios, sino solamente
que nos tenía cautivos... Es verdad que se dice que el Padre recibe;
por su justa permisión... Fue el demonio debelado, no por el poder,
pero fue sin que él lo pidiese o estuviera en la necesidad, sino por la
sino por la justicia de Dios... Y así plugo a Dios, para arrancar al hom-
economía de nuestra redención y porque era preciso que el hombre
bre del poder de Satanás, vencer a Luzbel, no con la potencia de su
fuera santificado por la humanidad de Dios, y que él mismo nos lleva-
brazo, sino con su justicia...
se hacia sí por su Hijo mediador, triunfando del tirano con su
¿Cuál es la justicia que venció a Satanás? La justicia de Cristo. ¿Cómo
poder» 35 .
fue derrotado? Porque, no encontrando en él nada digno de muerte, sin
embargo l e mató. Es, pues, justo que los deudores, por él encadena- G r e g o r i o rechaza formalmente q u e el rescate se p a g a s e al diablo.
dos, sean libres cuando ponen su fe en aquel a quien sin tener culpa
N o p u e d e haber u n contrato de justicia entre D i o s y el d e m o n i o . P e r o
dio muerte afrentosa. Esto se llama ser justificados por la sangre de
t a m b i é n excluye q u e s e pagara a D i o s , lo cual pondría a Dios e n l a p o -
Cristo (Rom 5, 9)»33.
sición de u n posesor injusto, hipótesis grotesca. P o r otra parte G r e g o -
Para A g u s t í n l a esclavitud d e la h u m a n i d a d bajo el p o d e r d e l de- r i o r e c u e r d a que D i o s rechazó el sacrificio d e Isaac. Esta reacción del
m o n i o e s u n a especie de c o n c e s i ó n d e D i o s al m i s m o t i e m p o q u e u n sentido c o m ú n c r i s t i a n o fue d e s g r a c i a d a m e n t e o l v i d a d a a c o n t i n u a -
justo castigo d e l pecado. Pero l o esencial e s la victoria liberadora de la ción. El t e x t o de G r e g o r i o hace intervenir a l P a d r e de Jesús, n o c o m o
justicia de Cristo, m á s fuerte q u e la injusticia que se atreve a matar al destinatario d e u n p r e c i o exigido, sino c o m o el q u e t o m a la iniciativa
d e l i b e r a r n o s por m e d i o de s u Hijo. El e s q u e m a director sigue siendo

31. Ibid. 24: o. c.,69.


32. JUAN CRISÓSTOMO , Hom in evang. Joh. 67, 2: PG 59, 372. 34. Ps. ADAMANTIUS, Dial, ¡erecta ñde, 1, 27: PG 11, 1756-1757.
33. AGUSTÍN , DeTrínitateXIII, 12, 16; 13, 17; 14, 18: Obras V, o. c, 735-743. 35. GREGORIODE NACIANZO,Oral 45: PG 36, 653ab.
176 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO VENCEDOR: LA REDENCIÓN 177

el de la mediación descendente y el del triunfo de Cristo sobre la tira- plegarias eucarísticas36. Pero ignora por completo el tema de la satis-
nía del demonio. También es verdad que el Padre aparece como facción penal, al menos en su forma oficial. Muy distinto es lo que
«receptor», pero somos nosotros a los que él ha recibido una vez que ocurre en los textos de diversas devociones, particularmente de los
hemos sido liberados y llevados a él por su Hijo. Por consiguiente, via-crucis, que merecerían un análisis particular. Muchos de ellos han
también se evoca el aspecto ascendente de la mediación. Apunta sufrido la influencia de la teología y de la predicación de los tiempos
igualmente la idea de sacrificio con la mención de Cristo convertido modernos.
en «nuestro sacerdote y nuestra víctima», pero en un movimiento de Baste evocar brevemente la liturgia de la semana santa, la del mis-
gratuidad, sin ninguna idea de justicia que haya que cumplir con terio pascual. Está evidentemente dominada por la lectura de los gran-
Dios. des textos bíblicos: los cuatro relatos de la pasión, los anuncios profé-
En estas teorías a veces poco afortunadas y frecuentemente ticos del Antiguo Testamento (en particular la profecía del siervo
equívocas, el demonio no recibe nada en definitiva. No se lleva doliente de Is 53) y los textos apostólicos que constituyen el esqueleto
consigo ningún rescate en cambio por la liberación de los hombres. de la interpretación bíblica del misterio de Cristo. El domingo de
La enseñanza negativa de estas teorías radica en que nos recuerdan Ramos relaciona el triunfo de Jesús bajo las palmas en el momento de
que la redención no se inscribe ni mucho menos en un esquema ju- su entrada en Jerusalén con el relato de su pasión, en la que se enfren-
rídico, ni respecto al demonio, ni respecto a Dios. Su enseñanza ta amorosamente con los judíos y los paganos coaligados para darle
positiva, o el elemento de verdad que traducen en un lenguaje míti- muerte. El texto característico del día y de la semana, que constituye
co, es la del carácter oneroso de nuestra redención, en el curso de su hilo conductor y su «leyenda» (en el sentido de la fórmula que dice
la cual Cristo tuvo que arrancarnos del poder del pecado, que des- al pie de una imagen lo que ésta representa) es el himno de Filipenses
encadenaba contra él toda su violencia y su injusticia hasta quitarle 2, 6-11, donde se describe el doble movimiento de Cristo en su miste-
la vida. Esta fuerza del pecado viene misteriosamente de más alia rio pascual: movimiento de descenso y de «kénosis», en la obediencia
de nuestro mundo, como nos dice el Génesis al hablar de la ser- hasta la muerte en la cruz, al que responde el movimiento de subida
piente y san Pablo (Rom 5, 12); constituye una especie de pecado gloriosa que desemboca en su consagración como Señor. Durante toda
del mundo y se manifiesta a través del compromiso de las liberta- la semana los responsos del Oficio y de la liturgia eucarística glosarán
des humanas: su cima está en el acto por el que Jesús fue llevado estos versículos, para hacer meditar a los fieles el sentido del aconteci-
a la muerte. Este combate, en el que está en juego la suerte de la miento cuya memoria están celebrando.
humanidad, tiene un valor escatológico. Finalmente, la ventaja de La celebración solemne de la Cena, el jueves santo, evoca la pri-
estas teorías consiste en que no separan nunca la cruz de la resu- mera comida pascual de la ley antigua y recuerda la institución de la
rrección y ven en la cruz misma, más allá de las apariencias, el eucaristía (1 Cor 11, 23-26), después de leer el relato del lavatorio de
momento de la victoria de la santa libertad de Cristo sobre las li- los pies, ejemplo simbólico del amor de Jesús que «llega hasta el ex-
bertades pecadoras. tremo» por sus hermanos. Se insiste en la iniciativa de Jesús, que da
así el sentido de la muerte que arrostra libremente y hace de su per-
sona y de su existencia un don por nosotros. Como da su vida por
El espíritu de la liturgia nosotros, puede darnos su cuerpo y su sangre como alimento y bebida.
«Lex orandi, lex credendi», la regla de la oración es una regla de Nos encontramos aquí en el movimiento descendente. La liturgia re-
fe. Por tanto, no será inútil confortar estas ideas tradicionales de la re- cuerda adenás que se trata de un sacrificio, del único sacrificio, que
dención con la manera no menos tradicional que habla de ella la litur- hace pasar a Jesús de este mundo a su Padre, actualizado y hecho pre-
gia latina. A través de las evoluciones y de las reformas periódicas, su sente a través de los tiempos gracias a la institución de la eucaristía.
espíritu sigue siendo el mismo y sigue trasmitiendo hasta nosotros tex- El viernes santo concentra nuestra atención en la celebración de la
tos muy antiguos. Sus celebraciones del misterio pascual se inscriben pasión. En ella no hay nada que evoque la idea de justicia hecha por el
en el doble movimiento de la mediación. El tema descendente del
combate victorioso de Cristo está lleno de densidad en sus textos; co-
noce también el tema ascendente del sacrificio, particularmente en las 36. Cf. ínfi-j, 351-352.
CRISTO VENCEDOR: LA REDENCIÓN 179
178 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR

Hijo al Padre ni u n a p e n a impuesta p o r el Padre al Hijo. Se lee la pa- En plenitud de vida y de sendero
sión según san J u a n , q u e t o m a ante el acontecimiento u n a óptica con- dio el paso hacia la muerte porque él quiso.
templativa y permite v e r m á s allá del horror d e la crucifixión la mani- Mirad de par en par el paraíso
festación d e la g l o r i a d e D i o s en Jesucristo. L a oración universal hace abierto por la fuerza de un Cordero» 38 .
brotar en todas las situaciones d e los h o m b r e s y de la Iglesia la fecun-
didad d e la redención. V i e n e a continuación la veneración s o l e m n e d e D u r a n t e e s t a adoración se cantan igualmente los «improperios», o
la cruz, presentada c o m o el árbol d e la salvación, árbol d e vida, fuente r e p r o c h e s d i v i n o s , q u e e n u m e r a n t o d o lo q u e D i o s h a h e c h o p o r su
de gozo p a r a el m u n d o : p u e b l o d e s d e los o r í g e n e s h a s t a el c a m i n o h a c i a el Calvario d e J e s ú s ,
o p o n i e n d o e s t a larga serie d e beneficios al r e c h a z o del p u e b l o , a su
«Mirad el árbol de la cruz falta d e fe y a su p e c a d o , llegando finalmente a la crucifixión d e Jesús.
donde estuvo clavada la salvación del mundo»
U n estribillo c o n m o v e d o r pone r i t m o a este cántico:
Hasta hace p o c o l a procesión d e la cruz iba a c o m p a ñ a d a del h i m n o «Pueblo mío, ¿qué te he hecho?
de san Fortunato (siglo V I ) , q u e asocia la cruz a la resurrección hasta ¿en qué te he ofendido?
tal p u n t o q u e la s e g u n d a hace y a de la p r i m e r a u n triunfo. H e aquí al- ¡Respóndeme!»
g u n o s extractos q u e desarrollan el t e m a del c o m b a t e redentor y victo-
rioso. P o r q u e «el verdadero culto d e la cruz e s inseparable del d e la r e - El q u e habla es ante todo el P a d r e , q u e e n v i ó a los profetas y a su
Hijo, y luego el m i s m o J e s ú s , sometido a las crueldades d e la pasión.
El cántico sugiere cuáles p u d i e r o n ser los sentimientos del P a d r e ante
«Tu cruz adoramos, Señor, el sufrimiento d e su Hijo: dolor, pero también misericordia. Distribuye
y tu santa resurrección alabamos
m u y c e r t e r a m e n t e las responsabilidades del d r a m a entre los tres acto-
y glorificamos.
Por el madero ha venido la alegría res.
al mundo entero» El oficio del sábado santo, ahora el de la Vigilia pascual, es a la
(Antífona) vez la celebración de Cristo luz y de Cristo glorioso. Se abre con el
oficio de la luz, en el que el cirio pascual, entrando en la iglesia e ilu-
¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!
minándola progresivamente, simboliza la luz del resucitado. El cánti-
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto. co del Exultet, gran eucaristía de la luz que se remonta a los antiguos
¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza sacraméntanos, establece un paralelismo entre las dos victorias de la
con un peso tal dulce en su corteza! luz sobre las tinieblas: el paso del mar Rojo y la noche de la resurrec-
(Antífona del Himno) ción.
¡Cantemos la nobleza de esta guerra, «Ésta es la noche
el triunfo de la sangre y del madero; en que, rotas las cadenas de la muerte,
y un Redentor, que en trance de Cordero, Cristo asciende victorioso del abismo.
sacrificado en cruz, salvó la tierra! ¿De qué nos serviría haber nacido
si no hubiéramos sido rescatados?
Dolido mi Señor por el fracaso ¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros!
de Adán, que mordió muerte en la manzana, ¡Qué incomparable ternura y caridad!
otro árbol señaló, de ñor humana, Para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo!
que reparase el daño paso a paso. Necesario fue el pecado de Adán,
Y así dijo el Señor: ¡Vuelva la Vida y que Amor redima la condena! que hasido borrado por la muerte de Cristo.
La gracia está en el fondo de la pena
y la salud naciendo de la herida.
38. Misal Romano, Ed. típica aprobada por la Conferencia episcopal española,
37. L. BOUYER, Le mystére pascai, Cerf, París 1950, 342. Coed. litúrgicos, 1978, 267-271.
JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO VENCEDOR: LA REDENCIÓN 181
180

¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor!... blico y pafrístico p a r a c o n v e r t i r s e , p o r u n lado, en s i n ó n i m o de salva-
Ésta es la noche en que estaba escrito: c i ó n en g e n e r a l , y por t a n t o , e n sinónimo d e satisfacción en u n a pers-
"Será la noche clara como el día, pectiva a s c e n d e n t e . El p u n t o d e vista descendente de la redención per-
la noche iluminada por mi gozo!" (Sal 138 [139] 12-11» 39 d u r a t o d a v í a en A n s e l m o de C a n t o r b e r y c o m o u n a herencia patrística
q u e resulta n a t u r a l , p e r o n o está y a en el c o r a z ó n d e su p r o p i a refle-
L a redención es la victoria d e Cristo luz sobre las tinieblas del p e -
x i ó n , y a q u e las interpretaciones antiguas le p a r e c e n insuficientes. Lo
c a d o , lo m i s m o q u e la c o l u m n a de fuego había permitido en otro tiem-
m i s m o o c u r r e en santo T o m á s , c u a n d o reflexiona sobre el término de
p o al p u e b l o h e b r e o e s c a p a r d e la esclavitud d e E g i p t o . El lirismo del
redención y sobre la metáfora subyacente. Preguntándose sobre las di-
autor, con una a u d a c i a increíble, llega a p r o c l a m a r necesario y biena-
versas m a n e r a s con que l a p a s i ó n de Cristo realiza n u e s t r a salvación,
v e n t u r a d o u n p e c a d o que ha p e r m i t i d o tal Redentor. T o d o el misterio
e n u m e r a el m é r i t o , la satisfacción, el sacrificio y finalmente la reden-
se refiere a la iniciativa y a l a « c o n d e s c e n d e n c i a » de D i o s , que h a c e
c i ó n " . El p u n t o de vista ascendente es y a preponderante. Pero todavía
entrar a nuestra salvación en sus designios. El cielo y la tierra, D i o s y
resulta m á s significativo v e r c ó m o santo T o m á s introduce en la m i s m a
los h o m b r e s , e s t á n a h o r a r e c o n c i l i a d o s y e s t a b l e c e n d e n u e v o u n a
categoría d e r e d e n c i ó n , al lado de l a perspectiva antigua de la libera-
alianza. L a larga liturgia de la palabra que sigue a la celebración de la
ción d e la esclavitud del p e c a d o , la idea n u e v a de otra cautividad res-
luz v a desarrollando ante los creyentes las grandes etapas de la histo-
pecto a la justicia de D i o s q u e hay que satisfacer:
ria d e la salvación, desde la creación, a través de las diversas redencio-
nes realizadas por D i o s , hasta la resurrección, redención definitiva. La «De dos maneras estaba el hombre obligado por el pecado: primero,
liturgia bautismal, que asocia el simbolismo del a g u a al de la luz, da a por la servidumbre del pecado, pues según se lee en san Juan (18, 34),
los c a t e c ú m e n o s y recuerda a los bautizados su entrada en el misterio "quien comete el pecado es siervo del pecado". Y en san Pedro (2 Pe
de la muerte y la resurrección. 2, 19), "cada uno es siervo de aquel que le venció". Pues, como el dia-
blo venció al hombre, induciéndole a pecar, quedó el hombre someti-
L a liturgia de la misa del d í a d e pascua, finalmente, v u e l v e sobre
do a la servidumbre del diablo.- Segundo, por el reato de la pena con
el tema del c o m b a t e victorioso del cordero pascual, en la h e r m o s a se-
que el hombre queda obligado según la divina justicia...
cuencia Victimae paschali laudes: Pues como la pasión de Cristo fue satisfacción suficiente y sobreabun-
«A la víctima pascual, cristianos, dante por el pecado y por el reato de la pena del pecado del género hu-
ofreced el sacrificio de alabanza. mano, fue su pasión algo a modo de precio, por el cual quedamos li-
El cordero ha rescatado a las ovejas, bres de una y otra obligación... Cristo satisfizo, no entregando dinero
el Cristo inocente ha reconciliado o cosa semejante, sino dando lo que es más, entregándose a sí mismo
al hombre pecador con el Padre. por nosotros. De este modo se dice que la pasión de Cristo es nuestra
Muerte y vida se enfrentaron redención» 42 .
en un duelo prodigioso.
Murió el Dueño de la vida; Este texto n o s h a c e palpar concretamente el gran giro que dio la t e -
viviendo, reina ahora» 40 . ología de l a redención: las cosas empiezan a bascular en un sentido a s -
c e n d e n t e frente a l a p e r s p e c t i v a d e s c e n d e n t e . Santo T o m á s e x p l i c a
F i n a l m e n t e , d e s d e el siglo IV, la Iglesia v e n e r a en septiembre la l u e g o c o n claridad q u e debido al p e c a d o el h o m b r e estaba en d e u d a
cruz gloriosa de Cristo c o n su orgullo p l e n a m e n t e p a u l i n o : «Regnavit tanto c o n e l diablo c o m o con D i o s . P e r o se requería la redención del
a ligno Deus: ¡Dios reinó desde la cruz!» h o m b r e e n justicia respecto a D i o s , n o respecto al diablo: «pues n o al
diablo, s i n o a D i o s , había d e ser p a g a d o el rescate» 4 3 . La metáfora del
precio q u e pagar, q u e busca siempre su aplicación, se traspasa del dia-
Evolución ulterior de la categoría de redención
b l o a D i o s . En o t r a s palabras, la categoría dominante será desde a h o r a
El t é r m i n o de r e d e n c i ó n siguió siendo u n a categoría principal de la
soteriología. Pero se fue distanciando c a d a v e z m á s de su sentido bí- 41. TOMASDE AQUINO, S. 71. III, q. 48, art. 1-4: en Suma Teológica XII, BAC, Ma-
drid 1955, 475-485.
39. Ibid.,280-282. 42. Ibida.i, corp: o. c.,483.
40. Trad. litúrgica. 43. 7tód,a.4,ad3:o. c.,485.
182 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO VENCEDOR: LA REDENCIÓN 183

cada vez más la satisfacción. Esta inversión fue proclamada como un Ser y no-ser del demonio
progreso durante largo tiempo. Se vio en ella una espiritualización,
una purificación de la teología, una superación del arcaísmo «que to- He mencionado varias veces en este capítulo el carácter mítico de
davía subsistía en los padres, cuya soteriología se movía en categorías ciertas representaciones patrísticas. Pero ¿dónde está la línea de de-
superficiales» 44 . ¿Es esto verdad? marcación en este terreno? Inevitablemente surge una cuestión en
nuestra mente: ¿a qué realidad se refiere este lenguaje? ¿Existe el de-
monio? ¿Es un ser personal?
Son otras tantas cuestiones que no encuentran respuestas claras, ya
ni. RECUPERACIÓN CONTEMPORÁNEA DE LA REDENCIÓN
que el misterio negativo del mal es de los más oscuros. Comprender el
pecado, el mal y el «Maligno» es en cierto modo darles un estatuto en
Una reevaluación doctrinal el orden de las cosas y justificarlos ante la razón, siendo así que son
ante todo y sobre todo un sin-sentido, algo que no se explica. De ahí el
Este juicio no es compartido hoy por muchos autores. Hemos visto carácter opaco y en gran parte ininteligible de todo lo que tiene que
anteriormente que la renovación de la soteriología contemporánea ver con el adversario del hombre, «mentiroso y padre de la mentira»
consiste en la valoración de la perspectiva descendente. Aulen es un (Jn 8, 44) que desencadena toda su violencia contra Cristo. Sin embar-
testigo característico de este nuevo giro, a pesar de su unilateralismo. go, ¿cómo negar la experiencia que todos tenemos de la presencia
Pero no es el único. Ya en 1965 indicaba el padre de Lubac: «He aquí entre nosotros del mal y del pecado? Más aún, si se tiene en cuenta
que de diversas partes se nos invita, no sin razón, aunque a su vez no que además de atravesar nuestras vidas y de comprometer nuestra res-
exenta en ocasiones de parcialidad, a revisar este proceso. Hace falta, ponsabilidad, vienen de más lejos que nuestra humanidad, de un más
se dice, volver a los valiosos y tan profundos testimonios de la anti- allá incomprensible: nos superan y desbordan, nos arrastran en su lo-
güedad cristiana, que un "desarrollo" unilateral, extremando el pensa- cura, nos llegan a manipular. ¿No sugiere san Pablo que por la falta de
miento de san Anselmo, había eliminado sin razón. Hace falta hallar un hombre la fuerza del pecado rompió una especie de dique, para en-
de nuevo la idea de la victoria de Cristo y devolver a la resurrección trar en el mundo con todo su cortejo de sufrimientos y de perdiciones
de Cristo, en nuestros tratados de la redención, el lugar principal que (Rom 5, 12)?
jamás hubiese tenido que perder... Severa, pero justa lección dada a
nuestra moderna suficiencia» 45 . Veinte años más tarde, este juicio se En el Credo confesamos que Dios es el «creador del cielo y de la
ve plenamente confirmado. El giro cada vez más unilateral de la sote- tierra, de todo lo visible e invisible? Esto significa que «las energías
riología, primero en la edad media y luego en los tiempos modernos, de la creación no están encerradas dentro de los límites que las con-
hacia el punto de vista de la satisfacción se soldó con la pérdida de cepciones propias de las ciencias, y hasta la filosofía, asignan a la ex-
una doctrina rica de sentido y con el olvido de la solidaridad entre la periencia humana en el espacio y en el tiempo, tal como las definen
muerte y la resurrección de Cristo. En vez de ser glorificada como una esas mismas ciencias» 46 . La creación es abundante y sobreabundante;
victoria y una liberación, a pesar del testimonio evidente de la liturgia, se nos escapa en gran parte. La Biblia nos muestra así a un Dios rode-
la muerte de Cristo fue comprendida como una satisfacción penal. ado de criaturas espirituales, llamadas ángeles, es decir «mensajeros»,
Ante ese hecho la resurrección no se presenta ya como el centro del ya que le sirven en su comunicación con nosotros. Nos habla también
kerigma, sino como una consecuencia, como un corolario o como una de la serpiente tentadora (Gen 3), presencia original del Maligno ante
simple confirmación. Pero la teología contemporánea tiene que guar- el hombre todavía inocente, del diablo que se enfrenta a Jesús (Mt 4,
darse de imitar a los que la precedieron, sustituyendo un olvido por 5; Le 4, 2), del adversario (1 Pe 5, 8) y de los demonios expulsados
otro y silenciando el verdadero alcance de la mediación ascendente. por Jesús (Me 1, 34...) Pero rechaza siempre el dualismo que opondría
un principio absoluto del mal a Dios en un combate eterno. En el
campo del mundo donde Dios había sembrado buen grano, el enemigo

44. J. RiviERE, Le dogme de la rédemption au debut du Moyen-Age, Vrin, París


1934,4. 46. E. POUSSET, Les créatures invisibles: anges et démoiis, en G. GILSON ct B. S ES
45. H. DE LUBAC , El misterio de lo sobrenatural, Estela, Barcelona 1970, 38. BOUE, Parole defoi, paroles de'Eglise, Droguet-Ardant, Limoges 1980, 85.
184 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO VENCEDOR: LA REDENCIÓN 185

ha venido a sembrar cizaña (Mt 13, 24-30). Como los ángeles, los de- riores el uno al otro; el crucificado es ya el Señor, el resucitado sigue
monios son criaturas de Dios; si se han hecho malos, es en virtud del siendo «Jesús, el Crucificado» (Mt 28, 5). Es posible releer hoy esta
uso de su libertad. Pero la oposición a Dios de los ángeles caídos los teología con una simple trasposición, ya que sus metáforas nos siguen
pone en una situación paradójica: hablando, desprendiéndola de sus excrescencias mitológicas.
«Si unos seres han sido creados así ante la faz de Dios —escribe E. Esta teología no suaviza el combate que condujo a Jesús a la muer-
Pousset—, sin tener que crecer en la duración, por decisiones parciales te, como si se tratase sólo de un breve paso finalmente olvidado por la
y sucesivas, son lo que son por un acto único de su libertad. Este acto resurrección. La salvación cristiana pasa eternamente por el escándalo
debe pensarse a la vez como un instante y como una permanencia... de la cruz: escándalo del justo, cuya existencia es considerada como
De este modo la libertad de los ángeles puede concebirse como el sí o insoportable por los malvados; escándalo del amor que sucumbe bajo
el noque se dicen una vez por todas. Sí o no a Dios: ángeles o demo- los golpes del odio; escándalo del proyecto de vida que cae ante el
nios.
proyecto de muerte; escándalo de la traición del discípulo y del aban-
Aquí comienzan las ilusiones más comunes... Pensamos el sí o el no
dono de los amigos: escándalo finalmente del silencio de Dios que
como dos actos idénticos, que hacemos simplemente preceder por el
signo «+» o «—». Pues bien, habría que comprender ante todo que el «abandona» así a su Hijo en manos de unas libertades pecadoras. Sí,
sí a Dios construye al que lo dice (también nosotros experimentamos la muerte del hombre crucificado, propuesta como misterio de salva-
esto); lo personaliza, puesto que le hace participar de la vida y de la ción, es un escándalo que resiste y se renueva en todas las generacio-
inteligencia de Aquel que es el principio de todo ser, de toda verdad, nes. Porque no tenemos derecho a subestimar los sufrimientos de
de toda sabiduría. El no a Dios destruye, hace perder la unidad interna Jesús, espirituales, morales, físicos, aunque constituyan un secreto que
y la coherencia sin las que una persona no puede ser realmente ella siempre se nos escapará. No tenemos ni que aislarlos del contexto de
misma. Por tanto, es un engaño preguntar si Satanás es una persona; y la misión de Jesús, para concentrar en ellos una mirada morbosa o
también es un engaño replicar que no es ciertamente un ser personal. buscar comparaciones cuantitativas, ni tomarlos como beneficios o
Es un ser que no se sostiene, porque es el acto que lo destruye todo y pérdidas de poca importancia. Debemos conservar su valor simbólico
se destruye a sí mismo. Como un loco que se afirmase matando a todo
y real: nos dicen el «valor» con que nos apreciaba el amor de Dios y
el mundo y acabara matándose a sí mismo» .
de su Cristo, y cuál fue el «precio» de nuestra salvación. Representan
Esta definición de Satanás, que es una no-definición, nos hace cap- también todos los sufrimientos de la humanidad de la que Jesús quiso
tar la verdad de las representaciones que llamamos «míticas» en las hacerse solidario hasta tomarlos sobre sí. Es también éste el lenguaje
Escrituras y en los padres. Nos dice por qué la obra del adversario es del amor.
la muerte del hombre y su esclavitud en los vínculos del pecado. Nos El tema del combate doloroso nos dice también con claridad dónde
hace comprender la dimensión escatológica del combate entablado por están las responsabilidades y de dónde viene la misteriosa
Jesús contra esa fuerza de muerte, que venció aparentemente por unos «necesidad» de esta muerte. A la cuestión que no podemos contener:
instantes en la muerte de Jesús, pero que fue definitivamente vencida «¿Por qué nuestra salvación pasa por esta muerte sangrienta?», se nos
por la fuerza del amor y de la vida resucitada. respondió con la cruz de Cristo: «Porque el poder del pecado que ate-
naza a los hombres e s fuerza de muerte, de violencia y de injusticia».
En este sentido la cruz nos devuelve la imagen de nuestro propio peca-
Una teología de la cruz y de la resurrección do en su resultado último. Esto es lo que el pecado ha hecho de Cristo
El tema de la redención, combate oneroso pero victorioso de Cris- y esto es loque intenta hacer de los hombres a lo largo de toda la his-
to, constituye una verdadera teología de la cruz. Es su forma más tra- toria, cuando se abandonan a él. Esta revelación es cruel y se com-
dicional. Pero es siempre una teología de la cruz luminosa y gloriosa, prende que los destinatarios de la predicación primitiva tuvieran el co-
que no opone el viernes santo al día de pascua, ni la theologia crucisa razón «compungido» (Hech 2, 37) cuando se les hablaba de ese Jesús
la theologia gloriae. Para ella los dos momentos del misterio son inte- que habían crucificado, Pero debemos considerar igualmente el libre
compromiso de Jesús, cuya misión le hace enfrentarse con el mal en
su propio terreno, hastael punto de recibir sobre sí mismo la violencia
concentrada El perdónno es un toque de varita mágica, sino una em-
47. Ibid., 85-86.
186 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO VENCEDOR: 1A REDENCIÓN 187

presa de conversión. Se jugó en esa lucha en que Jesús, para condenar berador, para profundizar en la misteriosa alquimia que hemos evoca-
el pecado sin condenar al pecador, para abrir una separación liberado- do rápidamente. Pero esta liberación no tiene sólo un aspecto negati-
ra entre el uno y el otro, aceptó de antemano ser la víctima del pecado. vo; positivamente es una adquisición nuestra por parte de Dios. Dios,
En ese combate, el Padre está siempre al lado del Hijo, amando y juz- nuestro Creador y Salvador, nuestro protector (go'el), nos toma con él
gando como él, sufriendo con el sufrimiento de su Hijo; él «no perdo- y nos considera como suyos; no somos ya servidores, sino amigos (cf.
nó ni a su propio Hijo, antes bien lo entregó por todos nosotros» (Rom Jn 15, 15). Esta adquisición establece entre él y nosotros una situación
8, 32). de posesión amorosa y mutua que nos permite decir de verdad
Finalmente y sobre todo, este combate fue un combate victorioso y «nuestro Señor»48. La redención no dice solamente liberación del pe-
la misma muerte fue victoria No sólo la resurrección es su solución cado, sino también comunión en la vida de Dios: connota los dos as-
gloriosa sino que ya en la tarde del viernes santo se manifestó que el pectos que hemos reconocido como esenciales a la idea cristiana de la
amor es más fuerte que la muerte. Porque no es evidentemente la eje- salvación.
cución del condenado lo que tiene un valor salvífico; esta ejecución La cruz cambia entonces de sentido: el cadalso se convierte en tro-
sigue siendo lo que es, un pecado y un crimen. Ni lo es tampoco la in- feo, el madero ensangrentado en un trono donde brilla la gloria del re-
tensidad de los sufrimientos de Jesús. Es la cualidad del amor, de la sucitado. Jesús reina sobre el madero, en donde se revela como el vi-
justicia y de la obediencia al Padre que mostró Jesús ante sus adversa- viente eterno.
rios. Su derrota no es más que apariencia. Es verdad que perdió la
vida; es verdad que el Padre no lo hizo bajar de la cruz. Pero el amor El trabajo de la redención en la historia
con que dio su vida es más grande que la violencia de quienes se la
arrebataron: «El Padre me ama, porque yo me desprendo de mi vida Si esto es así, queda en pie una cuestión seria: ¿qué signos concre-
para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita, yo la doy voluntariamen- tos percibimos en nuestro mundo de esta victoria conseguida por Cris-
te» (Jn 10, 17-18). «Porque el amor es fuerte como la muerte» (Cant to sobre todas las fuerzas del mal, de la violencia, de la injusticia, del
8, 6) y al pie de la muerte es lícito decir con Pablo: «Muerte, ¿dónde sufrimiento y de la muerte? ¿Acaso el mundo no sigue su camino des-
está tu victoria? Muerte, ¿dónde está tu aguijón?» (1 Cor 15, 55, citan- pués de la cruz como si no hubiera pasado nada? A los ojos de los
do a Is 25, 8 y Os 13, 14). El acto por el que Jesús dio su vida como hombres, el mal parece siempre triunfar y tener la última palabra. El
«rescate» a la muerte es aquel por el que nos libera del pecado y de la carácter absurdo y el sin-sentido rodean siempre como un mar inmen-
muerte. Porque en el acto de la cruz se produjo una alquimia misterio- so a los islotes de sentido y de amor donde plantamos una tienda frá-
sa: Jesús cambió una obra de muerte en obra de vida. La manifesta- gil, siempre dispuesta a verse aplastada Continuamente estamos reali-
ción más odiosa del pecado de los hombres se convierte en la revela- zando la experiencia de que el pecado camina hacia la muerte. ¿No es
ción más pura de Dios. El que dio su vida libremente, da la vida. El una apuesta atrevida apostar la vida por la salvación venida de Cristo,
amor absoluto, encontrándose con la contradicción absoluta, manifies- es decir, por la victoria del sentido sobre el sin-sentido, de la verdad
ta su omnipotencia. El centurión que presidía la ejecución confiesa su sobre el error, del bien sobre el mal, de la felicidad sobre el sufrimien-
fe (Me 15, 39), o por lo menos proclama la justicia de Jesús (Le 23, to, del amor sobre la fuerza ciega, en una palabra, de la fe y de la espe-
47). "Y el discípulo amado ve en el signo del agua y de la sangre que ranza? Es todo el problema de la «violencia continuada» después del
brotaron del costado de Jesús un testimonio para la fe. Porque la victo- cumplimiento pascual y del don del Espíritu. Se trata de algo paradóji-
ria de Jesús en su muerte es la victoria de una libertad amorosa sobre co, puesto que «abre la era mesiánica sin exorcizar la violencia históri-
unas libertades pecadoras; tendremos que volver sobre ello. 49

ca» .
Así, pues, este combate victorioso es una liberación y una adquisi- Este problema tan difícil y angustioso nos recuerda en primer lugar
ción. Es verdad que el término «rescate» encuentra hoy mayores difi- que pertenece al misteriede Cristo el no estar acabado: la muerte y la
cultades para movilizar la afectividad de la fe. Es mejor hablar de libe- resurrección de Jesús situaron paradójicamente, en un tiempo de una
ración, término más en consonancia con nuestro vocabulario habitual,
48. JUSTINO, / Apolog. 31,1.
que recapitula actualmente en lo esencial la carga doctrinal de la pala- 49. CH. DUQUOC, Mcssianísmc de Jesús eí discrétion de Dieu. Essai sur la limite de
bra «redención». Por eso dedicaremos el próximo capítulo a Cristo li- h chrístologie.labor et Fides.Gencve 1984, 244.
188 , JESUOUSTO, EL ÚNICO MEDIADOR

historia que continúa, el acontecimiento escatológico que cumple el


sentido de toda la historia. Pero este acontecimiento no habrá desple-
gado toda su efectividad hasta el día que se realice la recapitulación de
7
todas las cosas en Cristo y haya resucitado el Cristo total. Hasta enton- Cristo liberador
ces continúa la figura de este mundo y la Iglesia, cuerpo de Cristo,
tiene que vivir el mismo combate que su Cabeza. Conoce a la vez su
costado dolorido y ya glorioso, ya que tiene que realizar la experiencia
de la muerte así como de la resurrección, descrita por el Apóstol
Pablo. Reconoce, por tanto, los signos de la salvación puestos en la
historia a través de las manifestaciones de santidad, de justicia, de
amor, de inteligencia y de belleza, de felicidad y de vida, que son
otros tantos jalones que marcan el camino del reino en génesis. Pero
sabe también que el tiempo de la historia sigue siendo el tiempo del
combate contra las fuerzas del mal siempre en obra, y que la seguridad
que tiene de prevalecer sobre las puertas del infierno no le impide se-
guir siendo pecadora50, obscurecienco entonces o retrasando la marcha Entre redención y liberación hay una simple diferencia de matiz,
de la salvación. Pero vive en la certeza y en la esperanza de que la vic- pero también una gran desemejanza. Una diferencia de matiz, ya que
toria de Cristo es una victoria para ella y que es ya su propia victoria. los dos términos remiten a una situación análoga y expresan en el
fondo la misma realidad; una gran desemejanza, sin embargo, porque
el registro semántico es muy distinto. El término de redención recuer-
da más el estado de esclavitud anterior y el carácter oneroso de eman-
cipación, mientras que el de liberación, más positivo, evoca un porve-
nir lleno de esperanza para el que se ha creado una situación
totalmente nueva. El segundo vocabulario es más abierto, más
«mesiánico». Actualmente es objeto de una intensa carga afectiva;
prácticamente todas las investigaciones en busca de una mayor justi-
cia, de una vida mejor para el hombre se expresan en términos de libe-
ración. Francia conoció la liberación de su territorio después de la
ocupación alemana en 1944. La postguerra ha traído la liberación de
las tutelas coloniales. Hoy la «teología de la liberación» está en todos
los labios. Culturalmente, se habla de la liberación de la mujer, y de
otras muchas. Pero este término no alude solamente a situaciones polí-
ticas y sociales. Nos conduce a la antropología fundamental, si es que
el hombre es fundamentalmente libertad, o por lo menos vocación a la
libertad, y vive rodeado de muchas trabas y determinismos proceden-
tes de su psicología, pero también de la manera con que él comprome-
te personalmente su vida. El lenguaje cristiano nos dice que el hombre
está fundamentalmente sometido al pecado y que necesita una libera-
ción radical.
Así, pues, este contexto nos invita a considerar por sí mismo el
tema de la salvación como liberación y libertad, siguiendo el mismo
50. Cf. M. SALES, Sainteté etpéché daosl'Église, en G. GILSON et B. SESBOUE, O. C, método que en los capítulos precedentes, pero sin olvidar su solidari-
267-270.
dad particular con el tema de la redención. «Por la humanización de
190 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO LIBERADOR 191

Dios en Jesucristo —escribe W. Kasper— se ha cambiado la situa- y el pecado (Jn 8, 46), con una libertad esencial y ejemplar. Finalmen-
ción de perdición en la que todos los hombres están presos y por la te, ante Dios su Padre es libre con una libertad amorosa y filial, que se
que están íntimamente determinados. Esa situación se rompió en un traduce en obediencia Por eso camina libremente hacia su pasión, ya
lugar y este nuevo comienzo determina ahora de forma nueva la situa- que asume su misión y lo que podríamos llamar su «destino» con una
ción de todos ¡os hombres. Por eso la redención se puede entender libertad soberana (Jn 9, 18). Es propio del hijo ser libre en la casa pa-
como liberación^. terna (Mt 17, 26). Es propio de Jesús no estar nunca solo (Jn 8, 29),
sino hacerlo todo en comunión con el Padre. La escena de la agonía
nos muestra que esta libertad amorosa y obediente pasa por la prueba
I. EL TESTIMONIO DE LA ESCRITURA
suprema, pero sin verse trabado por ella El ejemplo de la libertad de
Jesús nos muestra realizada en él la vocación del hombre: ser hombre
es ser libre como él. El rostro de su libertad es un «Ecce homo: ¡he
Si el tema de la liberación tiene una gran densidad en el Antiguo aquí el hombre!» (cf. Jn 19, 5).
Testamento, dado que Israel nació de su liberación de la esclavitud de
Egipto, liberación que lo condujo a la alianza y a la ley, el vocabulario El ejemplo de la vida y de la muerte de Jesús tiene un valor libera-
de la liberación resulta raro y se aplica siempre a la realidad civil del dor para nuestras propias libertades. Jesús libera por el anuncio del
hombre libre o liberto respecto a la del esclavo2. Este vocabulario se evangelio, que es un evangelio de libertad; viene a dirigirse a los po-
hace más abundante en el Nuevo Testamento, pero sigue estando en bres y a los cautivos, a los ciegos y a los oprimidos (Le 4, 18-19), para
minoría respecto al de la redención. Constituye una variante original devolverles una libertad que es ante todo un perdón de sus pecados,
de la misma que conviene respetar como tal. Por eso es una pena que pero que también se manifiesta en los signos de curación. La curación
ciertas traducciones modernas de la Biblia hayan traducido demasiado devuelve «la libertad de sus movimientos»7 al paralítico. El «mundo
sistemáticamente el conjunto semántico ligado a la idea de redención simbólico» que crea mediante la predicación del reino, sus llamadas a
en términos de liberación3. Esta preocupación por la actualización de la conversión, la salvación traída a los cuerpos y el reparto del pan8 es
la palabra de Dios encierra a veces el peligro de desfigurarla. un mundo de libertad. Las trasformaciones del corazón o conversiones
que obran la palabra y la actuación de Jesús son otras tantas liberacio-
nes del pecado, de la muerte y de la ley. Ya hemos visto la conversión
Jesús liberador de la libertad del centurión al pie de la cruz ante el ejemplo de libertad
que dio Jesús en su forma de morir. Está también la del buen ladrón
Los evangelistas se muestran muy avaros en el uso del término li- (Le 23, 42). B evangelio de Juan tematiza los hechos, según el espíri-
beración4. Pero este hecho no puede ocultar un dato primordial: Jesús tu característico de su estilo, haciendo decir a Jesús: «Si os mantenéis
se presenta como «hombre libre»3. Su libertad es tan grande que no fieles a mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis
necesita reivindicarla. Es libre frente a las autoridades políticas y reli- la verdad y la verdad os hará libres» (Jn 8, 31-32). Y a pesar de las
giosas, libre frente a los hombres e incapaz de dejarse influir por nadie protestas de los judíos que pretenden ser libres desde Abrahán, Jesús
(Me 12, 14). Es igualmente libre frente a los sucesos, que acoge sin prosigue: «Si, pues, el Hijo os da la libertad, seréis realmente libres»
forzarlos y a través de los cuales lleva a cabo su misión con una deci- (Jn8,36).
sión inquebrantable6. También es libre frente al demonio (Mt 4, 1-11)
La nueva alianza de la libertad
1. W. KASPER, Jesús el Cristo, Sigúeme, Salamanca 1979 , 253.
2. Cf. St. LYONNET, De peccato ct reémptione, II. De vocabulario redemptionis, El gran doctor de la libertad cristiana en el Nuevo Testamento es
Pont. Inst. Bibl., Roma 1980, 40.
3. La T.O.B., por ejemplo. san Pablo. Le gusta emplear este registro para expresar la realidad de
4. Nunca se emplea en ellos la palabra libertad; sólo en tres ocasiones aparece la la salvación. Se trata quizás de un rasgo típico del ciudadano romano,
palabra libre, dos veces liberar.
5. CH. DUQUOC ha titulado una de sus obras Jesús, hombre libre. Esbozo de una
cristoloáa, Sigúeme, Salamanca 1982 , asociando libertad y autoridad en Jesús.
6. Este triple rasgo de la libertad de Jesús ha sido subrayado por J. GUILLET, Líber- 7. Ibid.coi. 802.
té-Ubération, en Dict. de Spiritualité, t. 9, Eeauchesne, París 1976, col. 799-802. 8. Cf. B. SESBOUE, Jesús dansla tradition, o. c , 233-247.
CRISTO LIBERADOR 193
192 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR

consciente del valor simbólico de la libertad cívica. Se trata sobre todo bre que vive bajo el imperio del pecado se ve afectada por una especie
de un hombre que ha pasado por la experiencia personal de la libera- de lepra que le impide realizar el bien que quiere, impulsándole a
ción en el camino de Damasco; él, el fanático de la observancia de la hacer el mal que no quiere (cf. Rom 7, 15-23). Afortunadamente, «la
ley, ha sido liberado por la gracia de Jesucristo. Y lejos de querer rea- ley del espíritu que da la vida en Cristo Jesús te liberó de la ley del pe-
lizar en adelante su propia justicia, ha aceptado ser encontrado en cado y de la muerte» (Rom 8, 2). Así pues, la salvación actúa como la
Cristo, con la justicia que viene de Dios (Flp 3, 9), y hacerse «siervo liberación de nuestro libre albedrío, que no está ya encadenado en la
de Jesucristo» (Rom 1,1). Defiende esta libertad contra los falsos her- contradicción entre un deseo espiritual ineficaz y la tentación egoísta
manos que «se infiltraron para espiar la libertad que tenemos en Cristo de la «ley de la carne», que se impone muchas veces. Este libre albe-
Jesús, con el fin de reducirnos a esclavitud» (Gal 2, 4). La reivindica drío es ahora capaz de obrar por Dios. Liberado del pecado, el hombre
como su carga apostólica: «¿No soy yo libre? ¿No soy yo apóstol? se libera igualmente de la ley en cuanto que ésta, a pesar de ser la ex-
¿Acaso no he visto yo a Jesús, Señor nuestro?» (1 Cor 9, 1). Pretende presión de la voluntad de Dios, «le da al pecado la ocasión de suscitar
seguir siendo «libre de todos» (1 Cor 9, 19). Entonces, ¿por qué su li- la rebeldía y la ambición (Rom 7, 7-12)»9 y es incapaz de hacer al
bertad va a ser juzgada por otro (cf. 1 Cor 10, 29)? Por eso, cuando ve hombre justo ante Dios. A este aspecto interno de la liberación corres-
que los gálatas sienten la tentación de volver a la ley de la circunci- ponde un aspecto exterior y cósmico: la creación misma «será liberada
sión, les recuerda su fe en el único liberador: «Para ser libres nos li- de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa liber-
bertó Cristo. Manteneos, pues, firmes y no os dejéis oprimir nueva- tad de los hijos de Dios» (Rom 8, 21). ¿No se ha visto alcanzado el
mente bajo el yugo de la esclavitud... Porque, hermanos, habéis sido mundo entero de los hombres, en sus estructuras sociales, por esta
llamados a la libertad; sólo que no toméis de esa libertad pretexto para fuerza de liberación?
la carne» (Gal 5, 1 y 13). Lo que valió para él vale también para el Las otras epístolas apostólicas conocen igualmente el lenguaje de
«nosotros» de todos los cristianos. la salvación como liberación: «Obrad como hombres libres, y no
Así pues, Pablo anuncia la salvación hablando del don eminente de como quienes hacen de la libertad un pretexto para la maldad, sino
la libertad cristiana. Para él hay una cosa clara: la primera alianza en- como siervos de Dios» (1 Pe 2, 16); «El que considera atentamente la
gendraba para la esclavitud, la segunda es una alianza de libertad (cf. ley perfecta de la libertad y se mantine firme..., será feliz» (Sant 1, 25;
Gal 4, 21-31). Esta liberación es paradójica; porque, si por un lado nos cf. 2, 12). Como se ve, este tema comunica ampliamente con los
libera la ley del pecado y de la muerte, por otro nos entrega a la escla- demás, sin perder nada de su originalidad.
vitud de la justicia. Al menos, es éste el lenguaje imaginado con que
se dirige a los Romanos: «Liberados del pecado, os habéis hecho es-
clavos de la justicia. Hablo en términos humanos, en atención a vues- ü . ELTESTIM ONIO DE LA TRADICIÓN
tra flaqueza natural... Al presente, libres del pecado y esclavos de
Dios, fructificáis para la santidad; y el fin, la vida eterna» (Rom 6, 18- Los testigos de la tradición antigua sobre la libertad y la liberación
19.22). A veces juega con los dos sentidos, espiritual y cívico, de la del hombre son, una vez más, numerosos. En la necesidad de escoger,
palabra diciendo: «El que recibió la llamada del Señor, siendo escla- seguiré destacando a Ireneo y a Agustín, debido al mismo tiempo a la
vo, es un liberto (apeleutheros) del Señor; igualmente, el que era libre calidad excepcional de sus textos y al deseo de mostrar cómo la diver-
cuando recibió la llamada, es un esclavo de Cristo» (1 Cor 7, 22). Esta sidad de lenguajes soteriológicos coexiste en el mismo autor, que
confusión aparente de las categorías expresa la trascendencia absoluta juega con su complementariedad.
de la libertad cristiana respecto a la libertad cívica. Frente a aquélla,
ésta carece ya de importancia, se ha hecho inesencial e inoperante por
la liberación de todos en Jesucristo (cf. Gal 3, 28; 1 Cor 12, 13; Col 3, Ireneo y el evangelio de la libertad
11). Lentamente sin duda, las consecuencias de estas declaraciones
darán un golpe fatal a la institución de la esclavitud antigua. A la pregunta: «¿Cómo puede alcanzarnos la victoria redentora de
Cristo y tener un efecto liberador sobre nosotros?», la respuesta de Ire-
Pablo describe esta liberación en el doble registro de la interiori-
dad del hombre y de sus perspectivas cósmicas. La voluntad del hom- 9. J. GUILLET , art cit., col. 807.
194 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO LIBERADOR 195

neo es clara: «Porque Cristo libera nuestra propia libertad que se había pequeños, se nos dio el Pan perfecto del Padre bajo la forma de leche
h e c h o e s c l a v a del p e c a d o y realiza en él y para nosotros la conversión —fue su venida como hombre—, para que alimentados por así decirlo
del h o m b r e a Dios, p a r a que p u d i é s e m o s t a m b i é n nosotros d a r gloria a en los pechos de su carne y habituados por esta lactancia a comer y a
D i o s con t o d a libertad». P e r o la libertad personal del h o m b r e n o es beber el Verbo de Dios, pudiéramos guardar en nosotros mismos el
u n a cosa; n o se le p u e d e liberar c o m o se libera u n cuerpo encarcelado. Pan de la inmortalidad que es el Espíritu del Padre» 11 .
L a o p e r a c i ó n es infinitamente m á s delicada, y a que tiene lugar en lo
Bajo u n a forma paradójica e imaginaria, Ireneo descubre u n a ver-
m á s íntimo d e nosotros m i s m o s . Lo m i s m o q u e D i o s n o p o d í a crear
d a d profunda s u b r a y a n d o q u e la imposibilidad p a r a un ser c r e a d o de
u n a libertad y a h e c h a , sino solamente a u n h o m b r e llamado a la liber-
e n c o n t r a r s e de a n t e m a n o en u n a situación d e perfección a c a b a d a n o
tad y capaz d e orientarse a sí m i s m o hacia D i o s , tampoco puede devol-
viene de Dios, sino d e nosotros. P o r q u e entonces n o seríamos nosotros
v e r n o s nuestra libertad, u n a vez que está encadenada, sin devolverle la
los q u e h a r í a m o s la o p c i ó n p o r D i o s que es esencial en esta situación.
capacidad de convertirse ella m i s m a . E s t a correspondencia entre crea-
A D i o s n o le g u s t a v e r n o s a r r o d i l l a d o s c o m o e s c l a v o s ni m o v i d o s
ción y salvación de la libertad atraviesa t o d a la reflexión antropológi-
c o m o m a r i o n e t a s . D e ahí la n e c e s i d a d d e ese devenir, de e s e creci-
c a de Ireneo.
miento d e la libertad q u e permite pasar de u n alimento a otro, s e g ú n
E n el primer p u n t o es m u y explícito. Contra los gnósticos que opi- una i m a g e n que v i e n e de Pablo (1 Cor 3 , 2).
n a n que el h o m b r e está predeterminado a ser espiritual, «psíquico», o I r e n e o v a m á s lejos todavía: la l o n g a n i m i d a d d e D i o s permite que
material, es decir, en definitiva b u e n o o m a l o , y que una pretendida li- la e x p e r i e n c i a o r i g i n a l del m a l se convierta en bien p a r a el h o m b r e y
bertad del h o m b r e sería p a r a D i o s u n a acusación de i m p o t e n c i a o de lo abra a la obediencia:
malicia, Ireneo p r o p o n e u n a de las reflexiones m á s profundas de la
«Habiendo usado Dios longaminidad, el hombre conoció tanto el bien
historia del pensamiento cristiano sobre l a libertad:
de la obediencia como el mal de la desobediencia, a fin de que el ojo
«En semejante hipótesis, responderemos, el bien no tendría ningún en- de su espíritu, tras adquirir la experiencia de lo uno y de lo otro, optara
canto para ellos, la comunión con Dios carecería de valor y no habría por el bien con decisión y no fuera perezoso ni negligente ante el man-
nada apetecible en un bien que les sería adqurido sin movimiento ni dato de Dios... Por eso recibió una doble facultad, poseyendo el cono-
preocupación ni aplicación por su parte, sino que habría surgido auto- cimiento de lo uno y de lo otro, a fin de hacer una opción por el bien
máticamente y sin esfuerzo» 10 . c o n conocimiento de causa. ¿Cómo habría podido tener este conoci-
miento del bien, si hubiera ignorado lo contrario?... Si desechas este
Insiste entonces el a d v e r s a r i o : ¿Por q u é ha c r e a d o Dios u n a liber- conocimiento de lo Tino y de lo otro y esta doble facultad de percep-
tad en devenir? E s q u e n o p o d í a ser de o t r a manera: ción, sin saberlo, suprimirás al hombre mismo que tú eres» 12 .

«Aquíse objetará quizás: "¡Cómo! ¿No pudo hacer Dios al hombre E s t e texto, q u e anticipa ciertas ideas de los filósofos de los t i e m p o s
perfecto desde el principio?" Conviene saber que para Dios, que es m o d e r n o s , muestra l a n e c e s i d a d a n t r o p o l ó g i c a d e e s t a c a p a c i d a d d e
desde siempre idéntico a sí mismo y que es increado, todo es posible optar libremente p o r e l bien o por el mal. P o r otra parte, la experiencia
si se piensa sólo en él. Pero los seres producidos, por el hecho de reci- del m a l contribuye t a m b i é n a hacer al h o m b r e « m á s escrupulosamente
bir posteriormente su comienzo en la existencia, son necesariamente atento a conservar el b i e n o b e d e c i e n d o a D i o s » .
inferiores a su Autor... En efecto, lo mismo que una madre puede dar
Sin e m b a r g o , l a e x p e r i e n c i a d e l p e c a d o a u m e n t a el p r o b l e m a d e l a
un alimento perfecto a su recién nacido, poro éste es todavía incapaz
génesis d e l a libertad. ¿Cómo podría el h o m b r e con su libertad y a cau-
de recibir u n alimento por encima de su edad, así también Dios podía,
por su parte, dar desde el principio la perfección al hombre, pero el tiva h a c e r la experiencia del bien, capaz de imponerse sobre la del
hombe e r a incapaz de recibirla, porque no era más que un niño. Por mal? ¿ C ó m o podría encontrar de nuevo la rectitud de su orientación
eso mismo nuestro Señor, en los últimos tiempos, cuando recapituló hacia D i o s ? La disposición divina de la salvación por la encarnación
en sí todas las cosas, vino a nosotros, no tal como podía hacerlo, sino del V e r b o se revela apropiada a esta situación. La desobediencia del
como nosotros éramos capaces de verlo... Así también, como a niños hombre tiene que «recapitularse» en y por la obediencia de Cristo.

11. Ibid.lV.lS, 1: o. c.,551-552.


10.feENEOIE L ION, Adv. haer. IV, 37,6: SC, Cerf, París 1984, 549.
12. Ibid.,\V 39, 1: o. c, 5J5-556.
196 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO LIBERADOR 197

¿Qué es lo que significa en este caso «recapitular»? Que Cristo viene «enemistad original contra la serpiente» 16 . Pero mientras que la liber-
a revivir en concreto la prueba del hombre en su combate con el ene- tad de Adán había sido derrotada por el adversario, la de Jesús derrota
migo tentador, a fin de darle una salida contraria 13 . La desobediencia al enemigo a partir de los enunciados de la Escritura que expresan el
del hombre queda así negada dialécticamente y suprimida por su con- mandamiento del Padre. La primera tentación se refiere al alimento,
trario, la obediencia de Cristo; así es como se supera y desemboca en como ocurrió con el fruto del árbol del bien y del mal. Pero Jesús
una situación nueva. El hombre recobra en Cristo su libertad y su ca- vence en ella con la palabra: «Está escrito: "No sólo de pan vive el
pacidad de obedecer a Dios. Si se nos permite aquí un anacronismo fi- hombre"» (Mt 4, 4). «Así la saciedad que el hombre había conocido
losófico, diríamos que se trata de algo parecido a la Aufhebung hege- en el paraíso por la doble nutrición fue destruida por la penuria que
liana: una «superasunción» de la situación, que pasa por una negación sufre en este mundo», comenta Ireneo 17 . La segunda tentación se basa
de la situación anterior, asumida libremente por Cristo. Al pensar así, en una mentira que intenta suscitar en el hombre el orgullo y la vana-
Ireneo explota a su manera el paralelismo paulino entre el segundo y gloria contra Dios. Pero Jesús responde: «También está escrito: "No
el primer Adán: tentaras al Señor, tu Dios"» (Mt 4, 7). «Así el orgullo que había en la
serpiente fue destruido por la humildad que hay en el hombre» 18 . Lo
«Lo mismo que "por la desobediencia de un solo hombre", que fue el
mismo ocurre con la tercera tentación, en la que Jesús se niega a ado-
primer modelo a partir de la tierra virgen, "muchos han sido constitui-
dos pecadores" y así perdieron la vida, así era menester que "por la rar al diablo proclamando: «Está escrito: "Al Señor tu Dios adorarás,
obediencia de un solo hombre", que es el primero nacido de la Virgen, sólo a él darás culto"» (Mt 4, 10). «Por esta tercera victoria —continúa
"muchos fueran justificados" y recibieran la salvación»1''. Ireneo— el Señor alejaba definitivamente de sí a su adversario... y la
trasgresión del mandamiento de Dios perpetrada en Adán quedaba
La obediencia del segundo destruyó el efecto de la desobediencia
destruida por la observancia del mandamiento de la ley, que observó
del primero. Ya Pablo subrayaba la superioridad de la obediencia y de
el Hijo del hombre negándose a trasgredir el mandamiento de Dios» 19 .
la gracia sobre la desobediencia y el pecado (Rom 5, 15-21). Ireneo,
El acto de libertad de Jesús, nueva y verdadera cabeza de la humani-
por su parte, amplía este paralelismo a la formación de Adán y de
dad, tiene el poder de anular en cierto modo el primer acto de libertad
Jesús —modelado el uno por Dios a partir de una tierra virgen y mo-
del hombre. El sí anula los efectos del no. La libertad de Jesús lleva a
delado el otro por Dios y por la Virgen—, a fin de mostrar la solidari-
cabo la liberación de la nuestra. A su vez, el diablo fue «vencido por
dad que los une entre sí y que permite al segundo liberar al primero.
medio del hombre y encadenado por los mismos grilletes con que él
Por eso los que rechazan el misterio del nacimiento virginal de Jesús
había encadenado al hombre, para que el hombre así liberado pudiera
no tienen «parte en la libertad que nos viene por el Hijo, como dice él
volver a su Señor... Porque su encadenamiento fue la liberación del
mismo: "Si os libera el Hijo, seréis verdaderamente libres" (Jn 8,
hombre» 20 .
36)» 15 .
Los dos tiempos evangélicos más fuertes de este combate de libe- El otro gran momento del combate liberador de Jesús es evidente-
ración son la tentación de Jesús en el desierto y la pasión. Ireneo lee mente la cruz:
en la primera escena el acto por el cual Jesús revive el combate de la «Así pues, si el Señor vino de una manera manifiesta a su propia pose-
tentación original del paraíso. Es allí donde el Señor «recapitula» la sión, si fue llevado por su propia creación —que él mismo lleva—, si
recapituló por su obediencia en el madero la desobediencia que se
13. Cf. E. SCHARL, Recapitulado mundi. Der RekapitulationsbegriCí des heiligen había cometido por el madero.., [y el texto continúa evocando el para-
Irenáus und seine Anwendung aufdie Kórperwelt, Pont. Univ. Greg., Roma 1940, que lelismo entre Eva desobediente y María obediente a las palabras del
habla aquí de «Aufhebung durch das Gegenteil».
14. IRENEO , Ibid, III, 18, 7: o. c, 367.
ángel]..., si una vez más el pecado del primer hombre quedó sanado
15. Ibid., III, 19, 1: o. c, 267. Ireneo asocia a su demostración el paralelismo antité- por la rectitud de conducta del Primogénito, si la prudencia de la ser-
tico entre la desobediencia de Eva y la obediencia de María, siendo la primera «causa de
muerte» y la segunda «causa de salvación para ella misma y para todo el género huma-
no» (III, 22, 4: o. c, 385). Eva ató un primer nudo que engendró otros muchos en la his- 16. ¡bid.V,2\,2: o. c, 630.
toria; María desató el primer nudo, lo cual permite paulatinamente ir «liberando» los res- 17. Ibid.,631.
tantes según un movimiento regresivo. Este es el «giro» que se produjo de María a Eva 18. Ibid.,632.
por la liberación de los hombres. Este texto tan fuerte atribuye la participación de María 19. Ibid.
en nuestra salvación a la obediencia que la convierte en madre del Salvador. 20. lbid.V,2\,3: o.c.,633.
198 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO LIBERADOR 199

piente fue vencida por la simplicidad de la paloma, y si quedaron rotos


entonces todos los lazos que nos sometían a la muerte, entonces son de la libertad divina y que pasa a ser el don de la libertad de los elegi-
estúpidos todos esos herejes...» '. dos. En definitiva, la libertad es la caridad. En este sentido hemos de
comprender el célebre adagio de Agustín: Ama, et fac quod vis! ¡Ama
El paralelismo es ahora entre el madero de la cruz, lugar de la obe- y haz lo que quieras!
diencia de Cristo, y el madero del árbol del paraíso, lugar de la deso- Por tanto, no hemos de identificar la libertad así definida con el
bediencia de Adán. Allí se realizó definitivamente la misma poder de elegir o libre albedrío, que es el corolario necesario de una li-
«recapitulación». La victoria redentora de Cristo es la liberación del bertad en devenir. Muchas veces confundimos la esencia de nuestra li-
hombre, es decir, la conversión de su libertad. bertad con la experiencia empírica que tenemos de ella y que es siem-
pre indirecta. Porque en el ser temporal y corporal que somos, la
libertad se inscribe progresivamente en la multitud de opciones coti-
Agustín: cuando la gracia libera al libre albedrío dianas que lleva a cabo nuestro libre albedrío. La distinción entre li-
La consideración que hace Ireneo de la libertad del hombre seguía bertad (libertas) y libre albedrío (liberum arbitrium) es por tanto esen-
siendo de algún modo objetiva. No entraba en las sutiles circunvolu- cial en la reflexión de Agustín.
ciones de la subjetividad humana. Recogiendo la misma reflexión doc- Pues bien, el hombre utilizó desde el principio su libre albedrío en
trinal, Agustín le confiere un nuevo giro, particularmente sensible a un acto pecador de rechazo a Dios. Se «apartó» de aquel que es la
los modernos, ya que presta un lenguaje a nuestra experiencia íntima. fuente de su vida y cuya amistad (es decir, la gracia) es necesaria para
Desde el origen el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de caminar hacia él. En lenguaje agustiniano, el hombre perdió de hecho
Dios y está inbuido de un deseo de Dios, que lo constituye: «Nos has la libertad, pero no el libre albedrío (sin el cual ya no sería hombre).
hecho para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ahora está «desorientado», herido, sin poder querer ya el bien de
ti», proclama Agustín al abrir sus Confesiones12. forma estable. No puede con sus propias fuerzas reparar este daño.
Está en cierto modo alienado respecto a sí mismo. Pero sigue dispo-
Pero no puede realizar ese deseo más que llevado por el don de
niendo de su poder de elegir. Puede incluso a veces elegir el bien, pero
Dios que cambia el corazón del hombre para que se dirija a él y susci-
una ley de pecado inscrita en él le mueve a hacer voluntariamente el
ta así su propia libertad. Desde el acto original de nuestra creación, «el
mal. Es la división interna del hombre pecador que describe san Pablo
estar-vuelto-hacia que es don de Dios se convierte en volverse-hacia
en Romanos 7. Es la contradicción existencial en que se encuentra
que es libertad»23. Dios suscita al crearnos una libertad germinal, inco-
aquel que no puede evitar escoger voluntariamente el mal. Es el signo
ativa, o una vocación a la libertad, mediante el don de gracia que
por excelencia de una libertad encadenada y sometida. La situación
acaba nuestra creación. No puede llegar más lejos, puesto que —como
que aquí se considera prescinde por hipótesis de la gracia de Cristo:
hemos visto— es propio del ser libre constituirse a sí mismo en su li-
así es el hombre, si se le considera separadamente de la salvación.
bertad o, en términos clásicos, el ser «causa de sí».
Pero Agustín ha pasado por la experiencia del Cristo mediador de
Esta libertad incipiente del hombre es fundamentalmente orienta-
la curación y de la restauración de nuestra libertad. Por su humildad y
ción hacia el Bien, la Justicia y la Caridad, es decir, un amor a Dios y
su kénosis, es decir, por un amor desprendido, la auténtica libertad de
a los demás que supone a la vez preferencia dada, don de si y despren-
Cristo viene a curar nuestra libertad, haciéndose a la vez ejemplo y sa-
dimiento de sí mismo. Pasa por la ratificación efectiva del deseo de
cramento. Su humildad nos libera de nuestro orgullo, signo de l a des-
Dios que se nos ha dado por creación y vocación. Cuanto más crece,
viación de nuestro libre albedrío y de la pérdida de nuestra libertad:
más espontánea es, más se convierte en deleite y dicha, más excluye la
hipótesis del pecado y más se acerca a la necesidad, que es lo propio «Reconoce la enseñinza de una humildad tan grande... Tú estás hasta
tal punto bajo el yugo del orgullo humano, que sólo la humildad divi-
na puede librarte de él... El camino de la humildad viene de otra parte:
21. IbidV, 19, 1-2: o. c.,626. viene de Cristo... Esen esta humildad como nos acercamos a Dios»24.
22. AGUSTÍN , Con&sionesl, 1, 1: Obras II, BAC, Madrid 1946, 325.
23. P. AGAESSE, L'anihropologie chrétienne selon saint Augusún. Image, libertó et
gráce. Centre Sévres, Paris 1980, 28.
24. AGUSTÍN , Enarr. ¡n PsM. 31,18: Obras XIX, BAC, Madrid 1964, 410.
200 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO LIBERADOR 201

Siendo ejemplo, Cristo es también sacramento, es decir, signo efi- tiempo y acompaña al devenir de nuestra santificación. La gracia no
caz de nuestra liberación: es nunca una cosa; es el amor de Dios que se hace en nosotros amor
de Dios. Nuestra libertad es la libertad de Cristo para nosotros que se
«Es para nosotros de utilidad suma creer y retener, con inalterable fir- convierte en nosotros en libertad para él.
meza en el corazón, cómo la humildad obliga a Dios a nacer de una
mujer, y entre vejaciones innúmeras fue conducido por los mortales a El hecho de que Cristo haya podido liberarnos del pecado por su
la muerte, siendo medicina eficaz contra la hinchazón de nuestra so- propia libertad se debe a que él era el único entre los hombres que no
berbia y sacramento recóndito que desata el nudo del pecado»25. era pecador 27 . Esta excepción capital procede de que él era el Emma-
nuel, el Dios con nosotros. Su libertad personal, humanamente vivida,
La libertad «kenótica» y amorosa de Cristo, que llegó hasta la obe- fue mediadora entre la libertad divina y nuestras libertades humanas:
diencia de la cruz, constituye la causa a la vez ejemplar y eficiente de «Al que le agrada el bien sin haber experimentado el mal, es decir,
la curación de nuestra libertad. Agustín utiliza el lenguaje del remedio antes de sentir la pérdida del bien, elija retenerlo para no perderlo, y
y de la curación, hablando del que viene a restaurar lo que está herido será digno de ser ensalzado sobre todos los hombres. Si esto no fuere
y enfermo. La forma con que concibe esta curación liberadora no tiene de una gloria singular, no se atribuiría a aquel Niño que nació de la
nada de mágico: sólo una libertad puede hacer nacer una libertad con raza de Israel, que se llamó Emmanuel, es decir, Dios con nosotros, y
su poder contagioso. Es la experiencia que obliga a realizar continua- nos reconcilió con Dios siendo hombre mediador entre Dios y los
mente la educación: la libertad amorosa de los padres y de los maes- hombres. Verbo en Dios siendo hombre mediador entre Dios y los
tros es lo que permite al niño abrirse también él a la libertad y al amor. hombres. Verbo en Dios y carne entre nosotros, y Verbo Carne entre
Dios y nosotros. De él dice el profeta: Antes de conocer el niño el bien
Pues bien, la gracia de Dios con nosotros no es sino su libertad bené-
y el mal, desprecíala malicia para elegir el bien (Is 7, 16, LXX)»28.
vola y amorosa que nos llama a él y se da a nosotros. Lo que vale en
el orden fundamental de la creación primera vale de manera más ma-
nifiesta todavía en el de la salvación. La libertad totalmente recta de Constantinopolitano III: la salvación realizada por ¡a libertad huma-
Jesús, Verbo encarnado, revela y cumple al mismo tiempo, en su exis- nizada de Cristo
tencia de hombre marcada por la muerte, la vocación del hombre a la En otro lugar 29 he expuesto la problemática del concilio III de
libertad, en su plena rectitud de caridad por Dios y por los hombres. Constantinopla (681), consagrado a la verdad de la voluntad humana
Volveremos a encontrarnos con este aspecto cuando analicemos la no- libre de Jesús. Me bastará en esta ocasión con relacionar esta cuestión
ción agustiniana de sacrificio. Porque todo se sostiene y se comunica con la perspectiva de nuestra salvación comprendida como liberación.
mutuamente. Pero de momento hemos de fijarnos en la curación de lo
Mucho antes del Constantinopolitano III, Apolinar negaba que
semejante por lo semejante y en la correspondencia entre el acto de
Jesús dispusiera de un alma inteligente y libre. En efecto, según él, el
Cristo en su misterio pascual, acto de libertad ejemplar que se ofrece a
poder de decisión de ese alma humana habría combatido necesaria-
la contemplación, y la actividad interior de la gracia que viene a libe-
mente contra la voluntad del Verbo. Por consiguiente, se imaginó una
rar nuestra libertad cautiva, o a curar nuestra libertad herida, y a de-
especie de centauro teológico, en el que el Verbo de Dios asumiría di-
volver a nuestro libre albedrío la capacidad de hacer el bien. A través
rectamente un cuerpo humano sin alma. L a reacción de la fe no se
de su experiencia, Agustín expresa la verdad cristiana según la cual la
hizo esperar; si así fuera, Cristo no habría podido curar y liberar nues-
gracia de Dios en Cristo es la fuente de nuestra libertad. La gracia y la
tra voluntad libre, ese hégémonikon, es decir la capacidad de gober-
libertad no son nunca dos factores del mismo orden que trabajen en el
narnos a nosotros mismos. En efecto, no h a podido sanar más que lo
mismo plano 26 . La primera tiene siempre la primacía absoluta en nues-
tra conversión a Dios y da lo que ordena, es decir, el uso de una liber-
tad devuelta a ella misma. Está claro que la curación de nuestra liber-
tad, si supone un punto de paso absoluto, se ejerce también en el 27. Jesús es el único hombre que no debió nunca al pecado y no tenia necesidad de
ser rescatado. María, su madie, pertenecía a la raza de los pecadores salvados, pero su li-
beración del pecado original tomó para ella, no la forma de una curación, sino la de una
preservación: es el dogma d«la Inmaculada Concepción.
25. AGUSTÍN , De Trinit. VIH, 5, 7: Obras V, BAC, Madrid 1948, 513.
28. AGUSTÍN , De Genesiid litt. VIII, 14, 32: Obras XV, BAC, Madrid 1957, 983.
26. Cf. Y. DE MONTCHEUIL, art. cit. supra, cap. 9, n. 13, p. 235. 29. En Jésus-Chríst dan la tradition, 167-173.
202 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO LIBERADOR 203

que ha asumido. Vale aquí plenamente el principio soteriológico de lo tíana. Si la libertad del hombre ha sido radicalmente curada y liberada
semejante por lo semejante. La voluntad propiamente humana de Cris- mediante la entrada creyente y bautismal en el misterio de Cristo, el
to, es decir, su libertad verdaderamente humanizada, realiza nuestra comportamiento de los cristianos en la ciudad tiene que manifestar
salvación y libera nuestra voluntad. La escena de la tentación de Jesús, algo de ello. No es que sea posible en este mundo una sociedad per-
luminosa para Ireneo, se había convertido injustamente en una piedra fecta, dado que prosigue el combate de la salvación y que la manifes-
de tropiezo para Apolinar. tación plena de la reconciliación de todas las cosas en Cristo no puede
En el siglo VII coleaba todavía algo de esta dificultad, con la tenta- ser más que escatológica. Pertenece, sin embargo, a la salvación cris-
ción de atribuir a Cristo una sola voluntad, en detrimento de la integri- tiana que se pongan en concreto, aquí y ahora, algunos signos visibles.
dad de su naturaleza humana proclamada en Calcedonia. Pues bien, si Los padres de la Iglesia eran perfectamente conscientes de esta exi-
la libertad tiene que ver con la persona, hay que decir de ella todo lo gencia. Pero ellos la traducían en un mundo cultural, político y social
que se dice de la persona: lo mismo que la persona del Verbo está ple- profundamente distinto del nuestro. Entre ellos y nosotros se da toda
namente humanizada en Jesús y se convierte en persona humana, tam- la distancia de la historia, de la evolución de la conciencia, y en parti-
bién la libertad del Verbo se hace libertad plenamente humanizada, se cular, de la que procede de la influencia secular del cristianismo en las
ejerce a través del principio humano de operación que es la voluntad, costumbres y estructuras de la sociedad. Este dossier tan complejo,
y se convierte por tanto en libertad humana. Así es como actuó con- con sus sombras y sus luces, sólo puede suscitar aquí nuestra atención
cretamente en la historia de Jesús a través de una serie de opciones de muy brevemente.
su libre albedrío, algo que no pertenece al Verbo en cuanto Verbo. Así La primera cuestión es sin duda la de la esclavitud. La llamada a la
pues, Jesús vivió su propia libertad de Hijo bajo el modo de tener que fe crea una situación nueva de fraternidad entre los hombres y delante
realizarla, pero sin conocer el pecado. Asumió por tanto en su propia de Dios no hay ya hombre libre ni esclavo, decía san Pablo. De hecho,
persona nuestro modo humano de ejercicio de libertad. Por este título en las comunidades cristianas todos reciben el mismo bautismo, son
es como pudo convertirse en palanca de liberación de todas las liberta- admitidos a la misma mesa eucarística, todos tienen derecho al mismo
des humanas. matrimonio y acceden a los mismos ministerios. Los esclavos tienen
En este sentido nuestra salvación viene también del hombre: en derecho en adelante al descanso dominical. Hay en todo esto un fer-
Jesús, el Cristo, el hombre coopera con la gracia. Esta cooperación mento liberador que hará moverse lentamente a la sociedad y dará un
viene por entero de la gracia «capital» de Cristo, perfectamente eficaz golpe fatal a los principios en que se basaba la legitimidad de la escla-
en su humanidad. Por tanto, todo viene de Dios y todo viene del hom- vitud en el mundo antiguo. Sin embargo, a ejemplo de Pablo, los auto-
bre: todo viene de la gracia que ofrece la libertad sin pecado de Cristo res cristianos no invitan a los esclavos ni a la emancipación ni a la re-
y todo viene del hombre Jesús que se compromete por Dios con total vuelta. Esta actitud nos sorprende, sobre todo cuando insisten en el
libertad. En Jesús «el don de la salvación es una obra de liberalidad..., deber de obediencia de los esclavos a sus amos. La fe y la caridad
hasta el punto de elevar al beneficiario a la dignidad de co-donador. transforman las conciencias y las relaciones, sin tocar para nada el de-
Así es como Cristo, lejos de sacrificar nuestra libertad, la fundamenta recho. Luego, desde Constantino hasta Justiniano, se irá inscribiendo
y la "salva" en su verdad; no libera al hombre a pesar de salvarlo, sino en la legislación un movimiento de humanización del derecho de los
que lo salva dándole el poder de liberarse, y de liberarse cooperando esclavos. Correlativamente, los obispos como Crisóstomo y Agustín
en la obra salvífica de Cristo, de la misma manera que la persona divi- condenan la esclavitud en nombre de la dignidad de la creación,
na del Hijo "salva" su libertad deificándola»30. común a todos los hombres. En la Edad Media la esclavitud s e con-
vierte en servidumbre; el estatuto del siervo, que no es el del hombre
Salvación y liberación del hont>re en la sociedad libre, es totalmente distinto del de los esclavos antiguos desde el punto
de vista de los derechos personales y familiares. A partir del siglo X,
La cuestión que siempre nos hemos visto llevados a plantear es la la Iglesia se opone a lapráctica corriente de la servidumbre de l o s pri-
de la inscripción en el orden social de los efectos de la salvación cris- sioneros de guerra, «acción la más fuerte —escribe Marc Bloch que
jamás haya ejercido el cristianismo, de una forma realmente un poco
30. J. MOINGT, e n G. MARTELET, La Rédemptionc (a roneo), Lyon-Fourviére, 11. indirecta, sobre el progreso de la libertad humana, y quizás sobre la
204 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO LIBERADOR 205

estructura social en general»31. Esta evolución es bastante típica de la de libertad en la organización de la sociedad. En el contexto de su
forma con que el cristianismo ha ejercido su influencia, demasiado época, trabajaba por una cierta forma de «seguridad social». Es caracte-
lentamente sin duda. Por eso mismo se hace más trágica la recaída que rístico que, al morir, los paganos y los judíos lo lloraran lo mismo que
se produjo a partir del siglo XVI con la triste trata de negros. El occi- los cristianos, pues se habían beneficiado también ellos de sus iniciati-
dente creará así, en los países cristianos, un nuevo régimen de esclavi- vas. Al igual que numerosos obispos de su época y de los siglos siguien-
tud que no quedará abolido hasta el siglo XIX, y cuyas secuelas racis- tes, Basilio actuó como «defensor civitatis» en casos de calamidad, in-
tas todavía tenemos que lamentar. terviniendo sin cesar ante los poderes públicos a fin de obtener justicia
en favor de las víctimas de la arbitrariedad o de los avatares de la fortu-
Los padres de la Iglesia actuaron igualmente por la justicia social y na. Lo mismo hizo Agustín, como demuestra su correspondencia.
la defensa de los enfermos y de los oprimidos, en un mundo en el que
se daban cita unas inmensas fortunas al lado de una gran miseria po- No tengo ni mucho menos la pretensión de sostener que la actitud
pular, y en donde esta desigualdad era un factor de estancamiento eco- de la Iglesia en estos terrenos haya sido siempre perfecta. Eso sería ol-
nómico. Con Juan Crisóstomo, un gran testigo de esta actitud fue tam- vidar la evidencia de que la Iglesia es al mismo tiempo santa y peca-
bién Basilio de Cesárea. Basilio organizó primero la lucha contra el dora. Lo que importa a mi propósito es mostrar que, para los grandes
hambre; en períodos de hambre, cuando subían los precios, su predica- testigos de la fe, pertenece a la salvación traída por Cristo el curar no
ción «musculosa» hizo abrir los «graneros de los ricos»; organizó re- solamente la libertad interior, sino también trasformar por medio de la
partos de comida y cantinas para los hambrientos; pensando en un intervención de las libertades humanas recuperadas de su inercia el
plano más elevado, almacenó granos para que no se repitieran seme- orden mismo de la sociedad. Aunque esta trasformación se inscribe en
jantes situaciones; fundó la «Basilíada», a la vez ciudad hospitalaria, un combate nunca acabado, sigue siendo un signo esencial de la reali-
sanitaria y residencial, donde eran acogidos los enfermos y los ancia- dad del evangelio.
nos, los incurables y los extranjeros. Esta institución fue lo suficiente- Podría continuar esta cita de testigos. Santo Tomás conoce el térmi-
mente importante para que se desarrollara toda una vida económica y no de «liberación del género humano»33 y lo utiliza cuando se sitúa en
se diera trabajo a numerosos gremios artesanos. la perspectiva de la mediación descendente, a diferencia de la categoría
de redención que utiliza en un sentido ascendente. El tema de la libertad
Pero Basilio no se contentó con organizar «obras sociales». Predi- cristiana será también capital para Lutero: la fe libera al hombre de la
có una doctrina sobre la riqueza que en ciertos aspectos nos parece re- servidumbre de la ley34. Nos libera en particular del «siervoalbedrío»35.
volucionaria. Recortó el destino común de los bienes materiales y la
responsabilidad aneja a toda propiedad privada. Los mejores conoce-
dores contemporános de su pensamiento discuten incluso por saber si
DJ. ACTUALIDAD DE LA SALVACIÓN COMO LIBERACIÓN
aceptaba el principio de la propiedad privada32. Basilio condena igual-
mente el préstamo con intereses, que daba lugar en su época a tasas
usureras. Porque para él el dinero es de suyo estéril: multiplicarlo a La libertad pertenece al ser del hombre en cuanto que es persona.
partir de él mismo es una injusticia. Este juicio afecta sobre todo al Resume la grandeza del hombre. Dice incluso cuál es su semejanza
préstamo para el consumo, cuando un hombre necesitado tiene que con Dios. Porque, si el hombre es una libertad creada, una libertad en
pedir prestado para su subsistencia y la de su familia, y no al préstamo devenir, lo cierto es que está llamado a hacerse a sí mismo y a com-
para la producción. Basilio recuerda igualmente la obligación de tra- prometer su existencia de manera irrevocable. Rahner define la liber-
bajar para todos. En todo ello, y a pesar de las lagunas y ambigüeda- tad del hombre como k «facultad de lo definitivo», o también como
des de sus ideas, aparece como el precursor de un orden de justicia y «la facultad de lo eterno»36. Por tanto, la libertad es una participación

31. M.BLOCH, Les Ármales 1947, 165. 33. 5. 77i.III, q. 46, art. 1,2 y 3.
32. Véanse las opiniones opuestas sobre este punto en S. GIET, Les idees et l'action 34. Cf. LUTERO, Tractatts de libert. christ., en Oeuvres II, Labor et Fides, Genévc
sociale de saint Basiie, Gabalda, Paris 1941; Y. COURTONNE, Intr. a las Homelies sur la 1966, 279.
richesse, Paris, Firmin-Didot, 1935; H. GRIBOMONT , Saint Basiie. Evangile et Églisc, 35. ID., De servo arbitrio Ibid. V, 1958, 11-236.
Mélanges, Abbaye de Bellefontaine 1984, 65-77. 36. K. RAHNER, Curso fmkmental sóbrela fe, o. c., 123s.
CRISTO LIBERADOR 207
206 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR

en la mayor prerrogativa divina. La salvación es ante todo la de nues- gía»37. En su persona Cristo es «el portador del Ser Nuevo»38, es decir,
tra libertad, ligada a su vez a nuestra inteligencia iluminada y conver- de la unidad esencial de lo divino y lo humano, de lo infinito y lo fini-
tida por Cristo. Por tanto, no es inútil volver sobre los dos elementos to. Es portador del Ser Nuevo por la totalidad de su ser, indisociable-
personal y colectivo —que hay que distinguir sin separar— de la sal- mente por sus palabras, sus hechos y su pasión, en beneficio de toda la
vación como liberación, tal como se les percibe en nuestra actualidad. humanidad encerrada en una alienación existencial con signos multi-
formes y en un destino pecador que no puede vencer. «El destino tiene
a la libertad sometida a servidumbre, pero sin suprimirla Esto es lo
Cristo libera y cura nuestra libertad que expresa la doctrina de la esclavitud de la voluntad»39, que desarro-
lló Lutero. Pues bien, la aparición del Ser Nuevo en la persona de
Un ejemplo reciente puede ayudarnos a comprender lo que aquí Cristo es la gran paradoja del cristianismo: «La afirmación cristiana
está en discusión, es decir, la fuerza de conversión inherente a una li- de que el Ser Nuevo se ha manifestado en Jesús como Cristo es para-
bertad imbuida por un amor que llega hasta el extremo. Porque no dójica. Constituye la única paradoja del cristianismo que lo engloba
hay conversión, si no es libre; sólo una libertad puede convertirse. todo»40. ¿En qué consiste? «La paradoja del mensaje cristiano está en
Cuando el padre Maximiliano Kolbe, hoy canonizado, se presentó a que en una vida personal la imagen de la humanidad esencial se ha
sustituir a un padre de familia en el bunker del hambre, desconcertó manifestado en las condiciones de la existencia sin ser vencida por
la lógica del mal con la fuerza del amor. Porque era «normal» que el ellas»"". Esta es la manera con que Tillich subraya la libertad sin peca-
oficia] de las SS, que había decidido aquella hecatombe por venganza do de Cristo, en la que ve el signo de su divino-humanidad. Jesús ha
sádica, rechazase la sustitución. La lógica perversa de la acción que venido a un mundo concretamente marcado por la alienación y el pe-
estaba cometiendo no podía ser indiferente a aquella peripecia que era cado: tales son las «condiciones de la existencia» encontradas y asu-
una forma de contestación. Mejor dicho, esta propuesta corría el ries- midas por él. Su contagio le afectaba por todas partes. Pero Jesús no
go de excitar el gozo maligno que podía provocar en él la idea de fue vencido. No se encuentra en él ninguna huella de alienación, nin-
hacer morir arbitrariamente a un padre de familia indispensable a los guna incredulidad, ninguna marca de hybris o de orgullo. La escena de
suyos. Pero el SS aceptó: fue la primera victoria del padre Kolbe. Por la tentación en el desierto, a la que Tillich, como en otros tiempos Ire-
unos momentos, el SS fue sensible a la belleza del gesto de amor y lo neo, atribuye una gran importancia, ilustra la victoria de Jesús sobre
respetó. Se abrió una brecha en su proyecto de muerte. Su libertad toda forma de concupiscencia Tampoco Jesús entró nunca en convi-
vivió un breve relámpago de conversión. Se le impuso lo que era her- vencia pecadora con los hombres por la mediación del lenguaje mar-
moso, justo, bueno y verdadero. ¿No nos dicen los evangelios algo cado por la alienación. Denuncia simplemente las cuestiones trampo-
parecido a propósito de la muerte de Jesús en la cruz? Ya hemos re- sas que le planteaban. La cruz es el símbolo de la sumisión suprema
cogido la confesión del centurión. Lucas nos dice que muchos, «al de Jesús a las condiciones de la existencia hasta el sacrificio de su par-
ver lo que pasaba, se volvieron golpeándose el pecho» (Le 23, 48). ticularidad: «Él que es el Cristo se somete a las negatividades más ex-
Esto nos permite comprender mejor la misteriosa alquimia en que tremas de la existencia y... éstas no pueden romper su unidad con
consiste la victoria de la cruz. No tiene nada de mágico. Es la victoria Dios»42. Igualmente, «la resurrección es la restitución de Jesús como
de una libertad santa sobre las libertades pecadoras. No se trata de Cristo, restitución que se arraiga en la unidad personal nunca perdida
aplastar al adversario, ni de ejercer una coacción sobre él; se trata de de Jesús y de Dios en el impacto de esta unidad sobre los espíritus de
una llamada al mismo tiempo que de una fuerza nueva para la conver- los apóstoles»43. La victoria de la libertad santa de Jesús sobre la alie-
sión. Como agotada, por haber agotado toda su carga de violencia, la
libertad pecadora coincide con la libertad santa. La derrota del mal se 37. P. TILLICH, VeristeneeetChrisl Théologie systémaüque, ül.L'Age de l'homme,
transforma en victoria de la libertad en el mismo vencido. La econo- Lausanne 1980, 179 (trad. esp. Teología sistemática \l. La existencia y Cristo, Sigúeme,
mía de la encarnación llega hasta allí; la victoria de Dios sobre el mal Salamanca 1981 ).
38. Ibid, 147.
toma la figura de la victoria de la libertad del hombre Jesús sobre los 39. Ibid., 99-100.
hombres pecadores. 40. Ibid., 113.
41. Ibid., 117.
Según su propia concepción teológica, Paul Tillich ha aceptado 42. Ibid., 188.
43. Ibid. 187.
esta perspectiva. Para él «la cristología es una función de la soteriolo-
208 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO LIBERADOR 20V

nación pecadora que afecta a la humanidad es la revelación misma de rioridad es «de naturaleza intersubjetiva»48. Esto supone que la comu-
su unidad con Dios. La cuestión de la salvación recibe entonces su res- nicación de la salvación como liberación pasa a través de las liberta-
puesta en la aceptación por la fe de que la alienación de la existencia des humanas: es la trasmisión de la fe por el anuncio del evangelio y
—y por tanto de la libertad— está ya vencida por el acontecimiento de la celebración de los sacramentos realizados en la Iglesia, comunidad
Jesús como Cristo. Este acto de fe es una liberación. Abre a la acogida de vida de los que han sido captados por Jesucristo. El encuentro y el
del Ser Nuevo y a la participación del hombre en su realidad. diálogo tienen aquí una función que desempeñar. La gracia, considera-
Más recientemente, Rene Girard ha hecho unas reflexiones seme- da como la libertad amorosa de Dios con nosotros y como fuerza de li-
jantes en el vocabulario de la violencia. Recoge como Ireneo el parale- beración no es por tanto una realidad puramente interior: tiene un as-
lismo antinómico de los dos Adanes y ve en la victoria de la libertad pecto externo, primeramente en el acto histórico de la libertad de
de Jesús sobre la violencia el signo de la divinidad misma de Cristo. Cristo cuyo valor ejemplar ya hemos visto, y luego en la vida de la
Puesto que en él coinciden la palabra y la existencia, Cristo es verda- Iglesia y de los cristianos mediante el testimonio existencial dado de
deramente en su muerte la Palabra, el Verbo hecho carne: Jesucristo y la fuerza contagiosa de unas relaciones convertidas y li-
bres.
«Decir que Cristo es Dios, nacido de Dios... es repetir una vez más Esta dimensión de la salvación se basa en un dato antropológico
que es absolutamente extraño a este mundo de la violencia, en cuyo
seno están aprisionados los hombres desde que el mundo es mundo, fundamental: «La realización de la libertad —sigue diciendo Kas-
esto es, desde Adán. El primer Adán es también un hombre sin peca- per— presupone, pues, un orden solidario con ésta... La libertad con-
do, ya que fue él el primero que al pecar hizo entrar a la humanidad en creta está vinculada a presupuestos económicos, jurídicos y políticos;
este círculo del que no ha salido desde entonces. Por tanto, Cristo está sólo es posible donde los demás respetan nuestro espacio de libertad.
en la misma situación de Adán, expuesto a las mismas tentaciones que La libertad del individuo es la de todos, la libertad de todos presupone
todos los demás hombres, pero él conquista esta vez, contra la violen- naturalmente que cada uno sea respetado. De modo que cada indivi-
cia y en favor de toda la humanidad, la batalla paradójica que todos duo es portador de la libertad de los demás, cada uno es llevado por
los hombres, desde Adán, no han dejado nunca de perder»44. todos los demás»49. Esta perspectiva es esencial para comprender la
función concreta de la mediación realizada por el Verbo en su encar-
La solidaridad de ¡as libertades nación y el lado propiamente humano de la solidaridad que ha asumi-
do con nosotros. Esta solidaridad nos conduce a la universalidad de la
En el marco moderno de una «ontología personal e intersubjeti- salvación, sobre la que tendremos que volver. La humanidad libre de
va» 4i , W. Kasper interpreta, siguiendo el ejemplo de Ireneo, la reden- Jesús es mediadora de nuestras libertades salvadas.
ción «como la libertad traída por Jesucristo y como la libertad que
Jesucristo mismo es»46. Subraya la anterioridad de la salvación respec-
to al acto subjetivo por el que la hacemos nuestra: «La salvación es Teología y teologías de la liberación
tan real que nos califica ya antes de nuestra decisión haciendo posible
Esta solidaridad de las libertades nos conduce naturalmente al exa-
a ésta... La nueva situación creada por Cristo nos sitúa otra vez en
men de la dimensión colectiva y social de la liberación. La expresión
concreto en la libertad de decidir. Suelta el encatenamiento de la deso-
«teología de la liberación» está hoy en labios de todos: nos viene de la
rientación bajo la vieja situación, contraponiéndole una nueva y real
América Latina. Partió de la toma de conciencia de ¡a contradicción
posibilidad. Ahora el hombre no se encuentra sin alternativa»47. Pero
escandalosa que existe entre el anuncio evangélico de la salvación de
la anterioridad de esta salvación no debe comprenderse a la manera de
todo el hombre y de todos los hombres en Jesucristo y las situaciones
un objeto, puesto que se trata de la persona del mismo Jesús y de su
de alienación y de miseria que son consecuencia de un «desorden esta-
propia libertad. Ocurre con la salvación como con el pecado: su ante-
blecido» de injusticia, ligado a las estructuras políticas, económicas y
sociales, tanto en el plano nacional como en el internacional. Pablo VI
44. R. GIRARD, El misterio de nuestro mundo, o. c, 255.
45. W. KASPER, Jesús, e¡ Cristo, o. c, 255.
46. Ibid., 254. 48. Ibid.,255.
47. Ibid 49. Ibid., 175.
210 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO LIBERADOR 21 1

decía que «la cuestión social ha pasado a ser mundial»so. Pueblos ente-
secuencia surge por sí misma: «la comunión de todos los hombres con
ros comprueban que están en situación de dominados. En muchos de
Dios pasa por la liberación del pecado, raíz última de toda injusticia,
ellos, el desnivel entre ricos y pobres recuerda, después de varios si-
de todo despojo, de toda disidencia entre los hombres»54. Esta concep-
glos de cristianismo, la situación que conocía Basilio de Cesárea.
ción teológica de la liberación supone una «conversión al prójimo»55,
Mientras que la libertad de cada uno supone un orden de libertad para
aspecto indispensable del «paso del hombre viejo al hombre nuevo,
todos, la violencia y la opresión niegan la condición humana de liber-
del pecado a la gracia, de la esclavitud a la libertad»56. Semejante con-
tad. Ante semejante situación, la teología clásica parece irreal: ¿cómo
versión debe tener un reflejo exterior y contribuir a la conversión de
dar una consistencia concreta al anuncio evangélico de la liberación?
las estructuras sociales que pueden considerarse legítimamente como
No es mi propósito dar un juicio sobre tal o cual teología. Dentro del
cristalizaciones, en la vida de los hombres, de las opciones de libertad
proyecto de este libro, intentaré mostrar el vínculo que existe entre la
que toma cada uno y ciertos grupos de los mismos. En este sentido el
liberación de los hombres y la salvación en Jesucristo51.
hombre se convierte en «co-partícipe de su propia salvación»57. Por-
Hay que observar en primer lugar que la expresión «teología de la que «la liberación traída por Jesucristo no se reduce a un plano religio-
liberación» no intenta señalar un nuevo sector de la teología que haya so que toque superficialmente el mundo concreto de los hombres»58.
nacido en nuestros días, como ha podido hablarse de la teología del Es liberación integral y afecta a todas las esferas de la existencia hu-
trabajo, de la teología de las realidades terrenas o hasta de la teología mana, familiar, económica, social y política. Así pues, la teología de
de la creación. De lo que se trata es de la totalidad de la teología cris- la liberación tiene que enfrentarse con el nuevo estado de la realidad,
tiana en cuanto que es en su corazón mismo una teología de la salva- no ya para deducir de allí una política, sino para «dejamos juzgar por
ción, recogida en un nuevo contexto. Lo que está sobre el tapete es la palabra del Señor»59.
una nueva manera de hacer teología. En otras palabras, la teología de
la liberación está llevada por la intuición fuerte de que la Iglesia se ve Por tanto, esta orientación teológica se mostrará especialmente
hoy enfrentada con un desafío radical, un desafío que pertenece al atenta a todas las mediaciones capaces de hacer pasar el mensaje de la
orden del «status confessionis», es decir, de la aparición de un dato salvación liberadora a la realidad concreta. Intentará dar cuenta de la
tan crucial para la confesión de fe que la decisión que se tome ante él correlación necesaria entre «ortodoxia» y «ortopraxia». Analizará las
es en definitiva una decisión en favor o en contra de la fe. La promo- diversas estructuras de la sociedad en la perspectiva de su
ción de la justicia o la opción preferencial por los pobres, en un «conversión» y por tanto de su trasformacion radical. Se interrogará
mundo y en unos países donde la alienación de los hombres es aplas- por todo lo que se pone en juego con la palabra y la actuación de la
tante, es un problema de fe y de salvación, que no interesa solamente a Iglesia. Mirará por la renovación del rostro de ésta. Se pondrá a la es-
su credibilidad sino incluso a su esencia. Porque el rechazo de la justi- cucha del testimonio cristiano que se expresa a través de la vida y de
cia es un rechazo de Dios, un rechazo de la liberación del hombre en la fe de los más pobres. En esta tarea tendrá que chocar inevitablemen-
Jesucristo. te con los innumerables conflictos que perturban nuestro mundo e in-
tentará comprometerse en ellos con el espíritu de Cristo liberador, en-
En efecto, «la liberación por la fe»52 es un don de Dios que se tra- frentándose con las fuerzas del mal y luchando por vencerlas en su
duce en exigencia de cara a los hermanos: «Cristo salvador libera al propio terreno.
hombre del pecado, raíz última de toda ruptura de amistad, de toda in-
justicia y opresión, y lo hace auténticamente libre, es decir, vivir en Semejante esfuerzo rio puede soslayar una reflexión sobre la socie-
comunión con él, fundamento de toda fraternidad humana»53. La con- dad como tal. Para ello la teología tendrá que recurrir a los diversos
análisis propuestos por las ciencias humanéis, la psicología, la etnolo-
50. PABLO VI, Ene. «Populorum Progressio» (26 marzo 1967), n. 3.
51. Cf. Les Ubérations deshonunes et le salut en Jcsus-Christ. Réflexions proposé- 54. IbJd., 119.
es par le Conseil permanent de l'Episcopat, Centurión, Paris 1975. 55. IbJd.,2>0.
52. Es el título que llevaen francés la obra de G. GUTIÉRREZ, Beber en su propio 56. IbJd.,6í.
pozo, Sigúeme, Salamanca 1986. 57. Ibid., 299-210.
58. I D ., Praxis de la liberación, teología y anuncio del evangelio: Concilium 96
53. G. GUTIÉRREZ, Teología de la liberación. Perspectivas, Sigúeme, Salamanca (1974) 69-70.
19745, 69. 59. ID., Teología de la liberación, o. c, 15.
212 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR
CRISTO LIBERADOR 213

gía, la sociología. En este terreno la teología de la liberación se ha en-


contrado con el análisis marxista, creyendo que puede obtener del terio de la salvación según la vocación del hombre a la libertad. Se de-
mismo categorías válidas para una «praxis de liberación», y ha pensa- nuncia el pecado como la raíz de las alienaciones humanas. Se propo-
do que estas categorías podían ser utilizadas independientemente de la ne el evangelio como la buena nueva de la liberación cristiana. La Ins-
ideología materialista que constituye su horizonte. Había en esta posi- trucción trata de la misión liberadora de la Iglesia por la salvación
ción una ambigüedad real, eventualmente peligrosa. Era tentador, por integral del mundo, justifica el amor preferencial por los pobres y pro-
ejemplo, considerar la lucha de clases como un hecho, siendo así que pone la doctrina social de la Iglesia como una «praxis cristiana de la
se trata de una categoría marxista que funciona en el interior de toda liberación»62. Toma en cuenta la dimensión ética de la liberación, que
una ideología e interpreta el hecho de las luchas sociales como un se añade a su dimensión soteriológica63.
tiempo necesario para el establecimiento de la dictadura del proletaria- La teología de la liberación sigue estando todavía por hacer en
do. La fascinación de las pautas de lectura marxista ha representado gran medida. Tiene sin duda necesidad de afirmar sin cesar su discer-
un papel en algunos desarrollos de esta teología, pero la evolución ca- nimiento. Pero desde ahora hemos de mostrarnos agradecidos con ella,
mina en el sentido de una lucidez cada vez mayor60. Por eso la Con- ya que ha hecho comprobar a numerosos cristianos que la salvación,
gregación para la doctrina de la fe publicó en 1984 un documento, po- que es a la vez redención, emancipación y liberación, hace del comba-
niendo severamente en guardia contra la penetración del análisis te victorioso de Cristo sobre las fuerzas del mal el combate de la Igle-
marxista en la teología. Aun reconociendo la plena legitimidad de la sia a través de los tiempos de nuestra historia hasta el triunfo escatoló-
expresión «teología de la liberación»61 y las realizaciones válidas de gico del Cristo total64.
algunas de estas teologías, el documento recoge en una síntesis impre-
sionante los diversos aspectos del análisis marxista, en cuanto que nie-
gan directamente el contenido de la fe. Esta lente de aumento tiene el
interés de señalar bien el círculo infernal en que corre el riesgo de en-
cerrar una utilización ingenua de ciertos conceptos, así como el posi-
ble contagio de los temas de la violencia. Se corre allí el riesgo de so-
meter el evangelio a una reducción política que es su misma negación.
Sin embargo, este cuadro tan lúcido es el fruto de una reconstrucción
intelectual y de una organización coherente de temas que están disper-
sos por los autores y que no funcionan ni mucho menos según la
misma formalidad que en el documento. Ninguno de ellos se recono-
cería en la totalidad de la doctrina reconstruida de ese modo. Pero los
debates que entonces se provocaron sirvieron para clarificar la situa-
ción.

Este discernimiento particularmente negativo de la Congregación


no fue sin embargo la última palabra sobre el tema. Dos años más
tarde, en 1986, este dicasterio publicaba una nueva Instrucción de un
tono sensiblemente diferente y que constituye una verdadera «teología
de la liberación», en la medida en que se lee todo el conjunto del mis-

60. Cf. G. PETITDEMANGE, Ihéologie(s) de la Ubération et marxisme(s): C.A.R.S.


Suppl. au n. 307 (1985)38-53.
61. Congregación para la doctrina de la fe, Instrucción sobre algunos aspectos de 62. Congregación para la doctrina de la fe, Instrucción sobre la libertad cristiana y
la «teología de la liberación», Documentos Vida Nueva, 1984.- Cf. Théologies de la li- la liberación, Documentos Vida Nueva, 1986, sobre todo caps. II a V.
bération. Docvments et débats, Cerf/Centurion, París 1985. 63. lbid.,n.2Í.
64. Cf. B. SESBOUE, Jésus-Christ dans la tradition, o. c, 202-205.
8
Cristo divinizador

La salvación cristiana tiene dos elementos inseparables, la libera-


ción del pecado y la entrada en la vida de Dios, que son como las dos
caras de una misma moneda. Estos dos elementos estaban ya presentes
en las categorías que hemos tratado. La iluminación es a la vez una
erradicación de las tinieblas del mal y una entrada en la visión de
Dios. La redención es liberación del mal, pero también libertad y en-
trada en una vida libre como la de Jesucristo. Así pues, el tema de la
divinización ha sido ya tocado en los capítulos precedentes. Sin em-
bargo, hay que tratarlo por él mismo, dada su importancia tradicional
y antropológica. Con él se desplaza un poco la dominante de la refle-
xión: si se sigue dando una connotación del lado «negativo» de la sal-
vación, es el lado «positivo» el que pasa a primer plano.
El deseo de la divinización, esto es, el deseo de acceder a la condi-
ción y a la felicidad divinas, ha llenado toda la historia de la humani-
dad y sigue en pie actualmente, aun cuando utilice un lenguaje más
velado. Lo demuestra abundantemente la historia de las religiones. Por
no tomar más que algunas referencias contemporáneas del nacimiento
del cristianismo, pensamos en el ideal religioso de los griegos y en las
religiones de los misterios, totalmente polarizadas en torno a la asimi-
lación del alma con Dios y al acceso a la inmortalidad bienaventurada.
La diferencia con el mensaje del Antiguo Testamento en esta materia
no recae en el deseo de la divinización, sino en el cómo de su realiza-
ción; para los griegos esto es fruto del esfuerzo humano —que se en-
cuentra tematizado en la investigación filosófica—, mientras que entre
los judíos es un don de Dios1. Antropológicamente, es legítimo decir
que la relación del hombre con el absoluto pertenece a la definición

1. Cf. J. GROSS, La divinisation du chréüen d'aprés les Peres grecs. Contribution


historique a la doctrine de la gráce, Gabalda, Paris 1938, 81.
216 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO DIVIMZADOR 217

misma del hombre y marca su existencia con una dimensión insosla- les enseña a orar diciendo «Padre nuestro» (Mt 6, 9) o «Padre» (Le 11,
yable. 2). Pero es sobre todo en la pluma de Pablo y de Juan donde encontra-
Así pues, tendremos que recoger este tema central primeramente mos las afirmaciones más claras de nuestra adopción filial: el misterio
en la Escritura y luego en la tradición, donde ocupa un espacio muy de muerte y de resurrección de Jesús, «primogénito entre muchos her-
amplio, antes de ver cómo se renueva en la actualidad, a pesar de cier- manos», (Rom 8, 29), «primogénito de entre los muertos» (Col 1, 18)
tas contestaciones, bajo el vocabulario de «autocomunicación de nos concede renacer por la fe a una vida nueva, una vida filial «en
Dios», es decir, del don que Dios nos hace de sí mismo y de su propia Cristo». «Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús» (Gal
vida, que es lo que constituye para Rahner el dato central del cristia- 3, 26). El paso de la esclavitud a la libertad es también paso del estatu-
nismo y el punto de partida del mensaje cristiano. to de esclavo al estatuto de «hijos adoptivos»: «La prueba de que sois
hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su
Hijo que clama ¡Abbá, Padre! De modo, que ya no eres esclavo, sino
hijo; y si hijo, también heredero por voluntad de Dios» (Gal 4, 6-7).
I. EL TESTIMONIO DE LA ESCRITURA
Lo que nos hace hijos, trasformándonos interiormente, es el don del
Espíritu mismo de Dios, que en adelante habita en nosotros y nos con-
Al comienzo Dios creó al hombre a su imagen y semejanza (Gen duce: «En efecto, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios
1, 26), imprimiendo en él de antemano una vocación a hacerse su pro- son hijos de Dios. Pues no recibisteis un espíritu de esclavos para re-
pio y libre compañero. Por eso, la creación del hombre es ya un acto caer en el temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos
de salvación, a la vez que invitación a vivir en el trato con Dios y don que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! El Espíritu mismo se une a
primero para llegar a ello. Esto es tan cierto que la tentación original nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si
se presenta como la cara contraria de esta vocación. En efecto, la ser- hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos de Cristo»
piente le dice a la mujer: «El día en que comiereis del fruto del árbol (Rom 8, 14-17; cf. 8, 23). Esta habitación del Espíritu hace de nosotros
se os abrirán los ojos y seréis como dioses» (Gen 3, 5). El pecado del el templo de Dios (1 Cor 3, 16-17; 2 Cor 6, 16) y de su Espíritu (1 Cor
hombre consiste en convertir su vocación en tentación, en querer obte- 6, 19). La epístola a los Efesios sitúa esta adopción en el corazón del
ner por sí mismo lo que Dios quería darle por pura generosidad. designio benévolo de Dios, del que somos objeto antes de la creación
Pero no por ello quedó abolido el designio de Dios sobre el hom- del mundo: «Eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos
bre. Dios inaugura su obra de salvación constituyéndose al pueblo de por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, para ala-
Israel que considera como hijo suyo (Ex 4, 22; Os 11, 1; Jer 3, 19; 31, banza de la gloria de su gracia» (Ef 1, 5-6). La carta a los Hebreos,
9.20; Sab 18, 23). Esta filiación adoptiva englobaba a todos los miem- por su parte, nos recuerda que Dios intenta corregirnos como hijos
bros del pueblo de Dios, que se dirigían a él como a su Padre (Dt 14, (Hb 12, 5-12).
1; Sal 73, 15;...). La piedad judía se sentía orgullosa de su filiación
El vocabulario de Juan es muy parecido. El prólogo de su evange-
adoptiva. Pablo reconocerá más tarde que la adopción pertenece a los
lio refiere la venida del Verbo entre los suyos con la intención de dar a
israelitas (Rom 9, 4). Con el libro de la Sabiduría la idea de la filia-
los que le recibieron «poder de hacerse hijos de Dios» (Jn 1, 12). En
ción divina adquiere un sentido individual y trascendente2.
su primera carta el apóstol se admira de esta vocación y de este don:
Todos estos temas conocen en el Nuevo Testamento su cumpli- «Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios,
miento. pues ¡lo somos!... Queridos, ahora somos hijos de Dios» (1 Jn 3, 1-2;
cf. 3, 10).
Adopción filial y don del Espíritu
El nuevo nacimiento del bautismo
En los evangelios sinópticos Jesús designa a Dios ante sus oyentes
como «vuesto Padre celestial» (Mt 6, 1; 7, 11; Me 11, 25; Le 11, 13) y La imagen de la adopción evoca la inserción de un niño extraño en
un nuevo ambiente familiar que le comunica todo cuanto constituye su
2. Ibid, 77-80. vida. En un sentido analógico el niño adoptado realiza por tanto la ex-
CRISTO DIVIMZADOR 219
218 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR

periencia de un nuevo nacimiento. El Nuevo Testamento recoge esta to somos una «nueva creación» (Gal 6, 16). Nos hemos despojado del
metáfora de forma muy realista: sólo se recibe la vida por nacimiento; hombre viejo para revestirnos del hombre nuevo (Col 3, 9-10).
por tanto, no se puede recibir la vida de Dios, la de los hijos de Dios,
sin nacer de nuevo.
La vida nueva, participación en la vida trinitaria
Este nuevo nacimiento (cf. 1 Pe 1, 3) es para nosotros el fruto de la
resurrección de Jesucristo. Se realiza ante todo por la predicación de Esta vida nueva hace de nosotros los hijos del Padre, los hermanos
la Palabra que nos hace nacer a la fe. Porque somos engendrados por de Cristo y los templos habitados por el Espíritu Santo. Es por tanto
la Palabra de Dios, que actúa en nosotros como una semilla incorrupti- en nosotros la participación en la misma vida trinitaria. San Pablo
ble (1 Pe 1, 23). Esta hace de nosotros «niños recién nacidos» que tie- llama a esta vida una «vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro»
nen que desear «la leche espiritual pura» (1 Pe 2, 2; cf. Sant 1, 18.21). (Rom 6, 23). El nombre de Cristo resume toda su vida: «Para mí la
Pero nuestro nuevo nacimiento pasa también por el bautismo, del que vida es Cristo» (Flp 1, 21); o también habla de «Cristo, vida vuestra»
nos habla el Nuevo Testamento a la vez como de un baño de regenera- (Col 3, 4). Esta vida está todavía oculta en Dios (Col 3, 3), pero se
ción y como de una participación en el misterio de muerte y resurrec- manifestará en toda su plenitud por nuestra resurrección definitiva en
ción de Cristo. Porque para renacer, hay que morir: se juntan los gran- un cuerpo espiritual e incorruptible (1 Cor 15, 42-55). Como hemos
des símbolos del nacimiento y de la muerte. visto, esta asimilación a Cristo es obra del don del Espíritu y nos cons-
Efectivamente, por una parte, hemos sido salvados «por medio del tituye hijos en el Hijo.
baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo» (Tit 3, 5).
Es una temática que recogerá el evangelio de Juan. Ya en el prólogo el También para Juan, Jesús es en persona «la resurrección y la vida»
evangelista, al hablar de los que han recibido el poder de hacerse hijos (Jn 11, 25); es «la vida» sin más (Jn 14, 6), es decir, la vida eterna; es
de Dios, indica que «no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni el pan de vida (Jn 6, 35.48). Los que creen en él tienen la vida eterna
de deseo de hombre, sino que han nacido de Dios» (Jn 1, 13). La se- (Jn 3, 36). Jesús da la vida al mundo (Jn 6, 33). El que bebe su sangre
milla propia de este nacimiento bautismal viene de Dios. Por eso, en tiene la vida eterna (Jn 6, 55). Esta vida eterna consiste en conocerlo a
su conversación con Nicodemo, Jesús anuncia la necesidad para todo él y a su Padre (Jn 17, 3). Este lenguaje de la vida, que sustituye en
hombre de «nacer de lo alto» (Jn 3, 3). Su interlocutor toma esta frase este evangelio al del reino, remite a la vida de Dios, cuya cualidad tri-
tan al pie de la letra que le pregunta cómo puede un hombre ya viejo nitaria también se expresa en Juan.
entrar de nuevo en el seno de su madre para nacer por segunda vez.
La segunda carta de Pedro recapitula todo este tema de la adop-
Jesús explica así su pensamiento: «El que no nazca de agua y de Espí-
ción filial y de nuestra generación en la vida de Dios con una fórmula
ritu no puede entrar en el reino de Dios». Lo nacido de la carne, es
única en su género: nos hacemos «partícipes (o: en comunión, koinó-
carne; lo nacido del Espíritu, es Espíritu» (Jn 3, 5-6). El bautismo de
noi) de la naturaleza divina» (2 Pe 1, 4). Es la expresión más próxima
agua simboliza un nacimiento, no ya carnal sino espiritual, el que
al substantivo divinización o deificación (theopoiésis), que no se en-
lleva consigo el don del Espíritu Santo (cf. Hech 2, 38), que hace de
cuentra en el Nuevo Testamento, pero que se convertirá en un leit-
nosotros hijos del Padre en Jesucristo. Este nacimiento que viene de
motiv de la teología patrística. La salvación cristiana consiste en nues-
Dios nos arranca del pecado, ya que «todo el que ha nacido de Dios no
tra entrada en comunión vital con el misterio mismo de la naturaleza
comete pecado porque su germen permanece en él» (1 Jn 3, 9).
de Dios.
Pero, por otra parte, este nacimiento es una muerte y una resurrec-
ción. En su célebre texto de Romanos 6, Pablo utiliza la polivalencia
del simbolismo del agua que no solamente purifica, sino que realiza
U . E L TESTIMONIO DE LA TRADICIÓN
una obra de muerte y una obra de vida. Nuestra inmersión en las aguas
bautismales es una inmersión en la muerte de Jesús, con el que somos
sepultados para morir al pecado, y con el cual renacemos a una vida
nueva con él (Rom 6, 4-8). Nuestra muerte es una muerte al pecado y El dossier de la divinización en la antigua Iglesia es infinitamente
nuestra vida es una vida para Dios en Jesucristo (Rom 6, 11). En Cris- rico, ya qu« para ella la salvación traída por Jesucristo se concibe ante
CRISTO DIVIMZADOR 221
220 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR

afirmación primera del Génesis (1, 26) en la perspectiva escatológica


todo y sobre todo como nuestra divinización gracias al don del Espíri- de san Juan: «Sabemos que, cuando (Dios) se manifieste, seremos se-
tu Santo. Hemos de tener en cuenta el tema del hombre imagen de mejantes a él, porque le veremos tal cual es» (1 Jn 3, 2). Todo comien-
Dios, los grandes argumentos soteriológicos que dirigieron el desarro- za por la elección del hombre, es decir, por su vocación a la diviniza-
llo del dogma cristológico 3 , la naturaleza de la solidaridad asumida ción. Lo «deiforme» en el hombre es querido de alguna manera antes
por el Verbo encarnado con toda la naturaleza humana, la relación del mismo hombre, puesto que el hombre ha sido creado para hacerse
entre encarnación y misterio pascual y finalmente el tema de la gracia. «deiforme». Según este designio, el hombre es creado a imagen de
Dios y esta imagen constituye su propia naturaleza. Por tanto, la crea-
ción es ya una divinización incoativa. Ya que el ser integral del hom-
La vocación del hombre creado a imagen y semejanza de Dios bre supone su relación viva con Dios, Adán es creado en la gracia y la
Si el término de divinización tiene tanta resonancia afectiva y espi- gracia entra en su constitución de criatura a imagen de Dios.
ritual entre los padres, es porque para ellos el hombre creado a imagen Desde este origen hasta el fin del hombre se va desarrollando una
y semejanza de Dios tiene la vocación de realizar lo mejor posible esta dinámica que, a lo largo de toda la historia de la salvación y a pesar
semejanza. «Se nos ha propuesto parecemos a Dios tanto como es po- del pecado, permitirá al hombre hacerse el compañero divinizado de
sible a la naturaleza humana», dice san Basilio de Cesárea4. Ya hemos Dios. El esquema de la imagen y de la semejanza sirve para jalonar
visto esta perspectiva al preguntarnos sobre la necesidad de salvación este itinerario según las modalidades principales. Algunos padres opi-
que todos sentimos: sólo Dios puede «contentar» al hombre. Y volvi- nan que la imagen y la semejanza son dadas, perdidas, recuperadas y
mos a verla en el tema de la revelación y del conocimiento, para ver y crecen a la par. Otros han advertido cierto matiz entre los dos textos
vivir a Dios. de Gen 1, 26 y Gen 1, 27: el primero señala la intención de crear al
Pero en primer lugar, ¿qué hay que entender por divinización? En hombre a su imagen y como su semejanza; el segundo dice simple-
el pensamiento cristiano no se trata de un esfuerzo del hombre en un mente que el hombre ha sido creado de hecho a imagen de Dios. Opi-
intento de llegar por una serie de purificaciones a su origen divino. Se nan por tanto que la realización primera no cumplió la totalidad del
trata de un don, de una comunicación de la vida divina que Dios proyecto: el hombre tiene que pasar de la imagen a la semejanza.
mismo hace al hombre. El hombre es criatura; no podrá nunca ser Entre estas dos modalidades, el lenguaje de Ireneo es un tanto flui-
Dios por origen. Dios no tiene más que un Hijo eterno, Cristo. Pero el do. Nos dice por una parte que el hombre «ha sido hecho a imagen y
hombre puede hacerse Dios por participación, es decir, puede recibir semejanza» 6 , que «se hace a imagen y semejanza» 7 , y que el Hijo de
en parte y como don las prerrogativas de la vida de Dios: libertad, san- Dios nos devuelve lo que habíamos perdido en Adán, «es decir, ser a
tidad, justicia, amor, inmortalidad e incorruptibilidad, por recoger en imagen y semejanza de Dios» 8 . Pero también, y en el mismo contexto,
esta última palabra el vocabulario tan apreciado por los padres grie- establece una diferencia entre la imagen y la semejanza, en particular
gos. Puede vivir en sociedad con la Trinidad. Esta divinización es para cuando pone este esquema en relación con la composición del hombre
Atanasio sinónimo de adopción final. como cuerpo, alma y espíritu, según el esbozo antropológico dado por
san Pablo (1 Tes 5, 3). Así, el hombre separado de Dios queda reduci-
«Uno solo es el Hijo por naturaleza; nosotros nos hacemos igualmente
do a no ser más que un cuerpo y un alma; es ciertamente imagen de
hijos, no ya como el en naturaleza y en verdad, sino según la gracia
del que nos llama. Aun siendo hombres terrenales, somos llamados Dios, pero no semejanza suya. Al contrario, el hombre habitado por el
dioses, no ya como el Dios verdadero o su Logos, sino como quiso Espíritu es cuerpo, alma y espíritu; se hace a semejanza de Dios. Esta
Dios, que nos ha conferido es la gracia» . semejanza le confiere la incorruptibilidad, es una participación en la
vida divina 9 . Por tanto, es la presencia del Espíritu, y en términos mo-
¿Cómo se realiza esta divinización? A través de un itinerario que
conduce al hombre desde su origen hasta su fin. Los padres releen la
6. IRENEODE LION, Adv. haereses V, 6, 1: o. c.,583.
7. Ibid.H, 38, 3: o. c, 553.
8. Ibid., III, 18, 1: o. c , 360.
3. Cf.B. SESBOUE, Jésus-Cfuist dans la tradition, o. c , 98-100 y 119-120. 9. Cf. Ibid. V, 6, 1: cf. Y. DE ANDIA. Homo vivens, IncorruptiWité et divinisation
4. BASILIO DE CESÁREA , De Spiritu Sancto I, 2: SC 17bis, Cerf, París 1968, 253. de lliomme sc'on Irénée de Lyon, Etudes augustiniennes, París 1986, 68-72.
5. ATANASIO , Adv. arianos III, 19: o. c, 215.
CRISTO DTVINIZADOR 223
222 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR

afinidad que existen entre el hombre y Dios, ya que son necesarios


demos de la gracia, lo que constituye la diferencia entre la imagen y la para que el deseo de Dios pueda impregnar al hombre15. Agustín sigue
semejanza. Esta última, por otro lado, es objeto de un crecimiento a este mismo camino: la imagen y la semejanza van siempre a la par.
través de una vida consagrada a la imitación de Cristo. Están presentes en la creación de forma incoativa; disminuyen y son
Esta progresión es solidaria de la revelación del contenido de la heridas juntamente por el pecado, como un espejo manchado; son res-
imagen por la encarnación del Verbo: tauradas juntas por la gracia de Dios, y serán consumadas en el hom-
«En efecto, en los tiempos anteriores se decía ciertamente que el hom- bre glorificado. El pecado nunca las hace perder por completo, ya que
bre había sido hecho a imagen de Dios, pero esto no se veía, ya que el el hombre no vuelve a caer nunca de nuevo en el estado de simple na-
Verbo era todavía invisible, ese Verbo a cuya imagen había sido turaleza. Por muy alejado que esté de Dios, siempre seguirá animán-
hecho el hombre; por otro lado, éste es el motivo de que la semejanza dolo su vocación a ver a Dios16.
se hubiera perdido fácilmente. Pero cuando el Verbo se hizo carne,
confirmó la una en la otra: hizo aparecer la imagen en toda su verdad, Esta visión teológica del hombre a imagen y a semejanza de Dios
haciéndose lo mismo que era su imagen, y restableció la semejanza va acompañada de una visión espiritual y mística, ya presente en Gre-
con el Padre invisible por medio del Verbo hecho ahora visible»10. gorio de Nisa y en Agustín. Se formalizará luego en el Pseudo-
Dionisio y en Máximo el Confesor, y atravesará la Edad Media, parti-
Se da así una misteriosa reciprocidad de la imagen entre el hombre cularmente en los grandes autores monásticos: san Anselmo, Ruperto
y Cristo. En efecto, el Hijo es «la imagen del Dios invisible» según de Deutz y san Bernardo17.
san Pablo (Col 1, 15). Si el hombre fue hecho a imagen de Dios, esto
significa que es imagen de Cristo. Pero antes de la encarnación seguía
estando en la sombra la realidad de la imagen. Por eso el Verbo se en-
Los grandes argumentos soteriológicos
carna a imagen de aquel que es su propia imagen, a fin de revelarle la
verdad de esta imagen que lo constituye y devolverle así la semejanza La certeza de la divinización traída por Cristo y dada con el Espíri-
perdida. La encarnación revela entonces la profundidad de la tu en la vida de la Iglesia constituyó la motivación primordial de la
«connaturalidad» que existe entre el hombre y Dios. Ya las arras del elaboración de los dogmas trinitario y cristológico. En efecto, la Escri-
Espíritu acostumbran al hombre a captar y a llevar a Dios, pero «la tura nos revela tres nombres divinos que estructuran los tres artículos
gracia entera del Espíritu... nos hará semejantes a él y cumplirá la vo- del símbolo de la fe. En la invocación de estos tres nombres se celebra
luntad del Padre, ya que hará al hombre a imagen y a semejanza de la liturgia del bautismo que realiza nuestro nuevo nacimiento en Dios
Dios»11. y nuestra entrada en el misterio de muerte y de resurrección de Cristo.
También Clemente de Alejandría coloca el término de la salvación Por el Hijo y en el Espíritu el Padre nos acoge como hijos suyos y nos
en la semejanza plena del hombre con Dios12. Para Orígenes, la ima- comunica su propia vida Pero para que este don sea auténtico, es pre-
gen de Dios que hay en nosotros es también la imagen de Cristo13, ciso que el Hijo y el Espíritu sean Dios en el sentido fuerte y eterno de
pero la semejanza es el don del cumplimiento final. Comentando Gen esta palabra Si no, serían simples criaturas y no serían capaces de co-
1, 26-27, escribe: municarnos la vida de Dios. Es preciso que la Trinidad que se nos ma-
nifestó en la historia de la salvación y la Trinidad tal como es eterna-
«El hombre ha recibido la dignidad de la imagen ya en su primera cre- mente en sí misma no sean más que una sola y misma Trinidad. Es
ación, pero la perfección de la semejanza está reservada para la consu- preciso que Dios se nos revele tal como es y que sea en sí mismo tal
mación»14.
como aparece, para que sea verdad la contestación de Jesús a Felipe:
Gregorio de Nisa, por el contrario, no establece ninguna diferencia «Felipe, el que me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Jn 14, 9). Para
entre la imagen y la semejanza. Insiste mucho en el parentesco y en la

10. IRENEO, Adv. haeresesV, 16,2: o. c.,617-618. 15. GREGOÜIODE NISA, Decreat. hominisXVh SC 6, 1943, 151-161.
11. ;i»dV,8, 1: o. c.,588. 16. Cf. P. AGAESSE , L'anthropologie chrétienne selon saint Augustin. Image, liber-
12. Cf. J. GROSS, O. C, 172-174. té, peché etgráce, Centre Sévres, París 1980, 27.
13. ORÍGENES, Hom. in Genesiml, 13: SC 7 bis, 1976, 61. 17. Cf. «Divinisaticm», en Dicúoimaire de Spirítualitélíl, Beauchesne, París 1957,
col. 1399-1413.
14. ORÍGENES, Deprincipüs III, 6, 1: SC 268, 1980, 237.
224 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO DMMZADOR 225

decir las cosas más técnicamente, es preciso que las relaciones es una mentira y la fe de los cristianos se queda vacía. Ya no hay sal-
«económicas» de las personas divinas actuando en común por nuestra vación; todos permanecen en sus pecados. Ya no hay esperanza de
salvación revelen las relaciones eternas que las unen entre sí indepen- vida en Dios. Poner la esperanza en Cristo solamente para esta vida es
dientemente de nosotros. Las misiones del Hijo y del Espíritu tienen condenarse a ser los más desventurados de entre los hombres. Es en-
que revelar sus procesiones en el interior de la Trinidad. Más aún, la tonces cuando interviene el tercer movimiento de la argumentación
realidad del intercambio salvífico entre Dios y el hombre, realizado (20-34) a partir de un ¡No! enérgico. Pablo no opone ninguna contra-
por Cristo en el Espíritu, supone la realidad del intercambio trinitario argumentación a la lógica de la revisión desgarradora. El despliegue
entre el Padre, el Hijo y el Espíritu, de los que el Hijo es como el tér- de la misma basta para manifestar su imposibilidad. El ¡No! de Pablo
mino medio. La comunicación que Dios hace de sí mismo a los hom- expresa un reflejo vital de su fe. La hipótesis se refuta en sí misma
bres tiene por fundamento la comunicación trinitaria que lo constituye mediante el enunciado de sus consecuencias. La verdad es que Cristo
en sí mismo. La realidad de las relaciones trinitarias condiciona la rea- ha resucitado de entre los muertos y que por él viene la resurrección
lidad de las relaciones establecidas por las personas divinas con los de todos los muertos. Su resurrección es para nosotros, para nuestra
hombres. salvación, para nuestra vida eterna en Dios.
Lo que es interesante, y desconcertante para nosotros, es el movi- En nombre de este mismo reflejo de fe reaccionarán los padres de la
miento que subyace a esta argumentación, tal como la acabamos de Iglesia ante los diversos cuestionamientos de los misterios trinitario y
sintetizar para el misterio trinitario. No se trata de deducir la realidad cristológico, que proceden de una lectura errónea de la Biblia o bien de
de la salvación de la realidad trinitaria. Al contrario, se parte de la cer- las dificultades que plantea la razón. Hemos de darles ahora la palabra.
teza de la salvación para inventariar la naturaleza y la estructura de la
Trinidad: ¿qué deberá ser ésta para que creamos que nuestra salvación
no ha sido en vano? Este mismo resorte funciona para el desarrollo de Presentación sintética: el punto de partida, ¡a regla de fe
la cristología: ¿qué deberá ser Cristo para que la mediación que asume
en provecho de nuestra salvación sea real? Es preciso que sea Hijo de Como no es posible seguir aquí cronológicamente los innumera-
Dios en el sentido fuerte y eterno de este término, a fin de poder co- bles enunciados de la apelación al argumento soteriológico, nos basta-
municarnos la vida de Dios; es preciso que sea verdaderamente hom- rá proponer una expresión sintética y un tanto sistematizada de los
bre como nosotros, a fin de poder llegar a nosotros; es preciso que sea mismos. Consideraremos la época patrística como un todo; esto es
uno y el mismo, como Dios y como hombre. De lo contrario, la distan- perfectamente legítimo, ya que nos encontramos en un terreno de pro-
cia radical que hay entre Dios y el hombre volvería a introducirse den- fundo consenso. Resulta incluso interesante observar cómo reaparecen
tro de sí misma y quedaría aniquilada su mediación. fórmulas análogas en la pluma de los padres a través de los siglos.
Este tipo de argumentación tiene un origen bíblico en la célebre El punto de partida de la argumentación es siempre —explícita o
respuesta de Pablo a los Corintios que iban diciendo que no hay resu- implícitamente— la regla de fe bautismal. En efecto, el símbolo y el
rrección de los muertos. Este largo texto (1 Cor 15, 1-34) puede anali- bautismo constituyen el fundamento mismo de la fe y de la salvación.
zarse según tres movimientos. El primero (1-11) es el recuerdo del Nos remiten directamente al acontecimiento fundador narrado en el
evangelio recibido y trasmitido, esto es, de la regla de fe apostólica kerigma de pentecostés y estructurado según los tres nombres divinos:
(aun cuando esta palabra aquí anacrónica), que va desarrollando los Jesús de Nazaret ha sido acreditado por Dios; fue crucificado por los
diversos testimonios de la resurrección de Jesús, dando una lista de las impíos, pero Dios lo resucitó y constituyó Señor y Cristo; derramó el
apariciones. La objeción del adversario no se ha expresado todavía, Espíritu (cf. Hech 2, 22-36). Los que escuchan esta palabra y se abren
pero ya se percibe como motivando esta insistencia en la resurrección. a la fe arrepintiéndose de sus pecados, reciben el bautismo y con él el
El segundo movimiento (12-19) consiste en tomar en serio la objeción don del Espíritu. Basilio de Cesárea en el siglo TV es un excelente tes-
(«no hay resurrección de los muertos») y en sacar las consecuencias tigo de esta conciencia de la fe bautismal como referencia fundamen-
normales. Pablo la recibe a título de hipótesis y se entrega a una revi- tal de toda reflexión sobre la salvación:
sión desgarradora del contenido de la fe. En efecto, si no hay resurrec-
ción de los muertos, Cristo no ha resucitado, la predicación apostólica «¿Como somos cristianos? Por la fe, dirá todo el mundo. Pero ¿de qué
manirá nos salvamos? Porque hemos renacido de lo alto, evidente-
226 JESUCRISTO, EX ÚNICO MEDIADOR CRISTO DIVINIZADOR 227

mente, por la gracia del bautismo. Porque ¿cómo seríamos de otro elevó a la amistad con Dios y a la comunión con todo el que vive
modo? Después de haber adquirido la ciencia de esa salvación realiza- según los preceptos de Jesús»21, i
da por el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo, ¿vamos a abandonar "la
forma de la enseñanza" (cf. Rom 6, 17) recibida? Atanasio (siglo IV):
... Es un daño similar partir sin el bautismo o haber recibido uno que «(El Verbo) se hizo hombre, para que nosotros nos hagamos Dios; y él
carezca de uno solo de los puntos venidos de la tradición.... Porque si mismo se hizo visible por su cuerpo, para que tengamos una idea del
el bautismo es para mí principio de vida y si el primero de los días es Padre invisible; soportó los ultrajes de los hombres, para que tenga-
el de la regeneración, está claro que la palabra más preciosa será tam- mos parte en la incorruptibilidad»22.
bién la que se pronunció cuando recibí la gracia de la adopción fi-
lial»18. Gregorio de Nisa:
«Somos semejantes a él si confesamos que él se hizo semejante a nosotros,
El bautismo es solidario de la invocación trinitaria; la gracia de la para que haciéndose lo que somos nos hiciera tal como él es23.
adopción filial nos viene de la cadena de comunicación que va del «Habiéndose mezclado el Verbo con el hombre tomó en sí toda nues-
Padre al Hijo y al Espíritu. Romperla en uno de sus eslabones es por tra naturaleza, para que por esta mezcla con la divinidad, toda la hu-
tanto ponerse fuera de la salvación y de la adopción. Basilio piensa manidad se divinizara en él y toda la masa de nuestra naturaleza fuera
aquí en los que no creen que el Espíritu pertenezca a la esfera de la di- santificada con las primicias» 24.
vinidad; pero el argumento sería el mismo para los que no creen que el Juan Crisóstonv:
Hijo es Dios en sentido fuerte. «(El Verbo) se hizo hijo del hombre, siendo verdadero Hijo de Dios,
Sobre este fundamento y en el espíritu de la Escritura se formaliza para hacer de los hijos del hombre hijos de Dios»25.
el principio del intercambio salvífico que explicita el «por nosotros» y
Agustín (comienzos del siglo V):
«por nuestra salvación». Por nosotros Dios se hace hombre, para que
«Hecho partícipe de nuestra flaqueza mortal, nos hizo particioneros de
en él nos hagamos Dios. Existe una correlación dinámica entre la hu-
su divinidad»26.
manización de Dios y la divinización del hombre. La una está ordena-
«Dios quiere hacerte dios, no por naturaleza como lo es aquel a quien
da a la otra. La verdad de la primera compromete a la realidad de la engendró, sino por gracia mediante adopción. Del mismo modo que
segunda. Es el principio más repetido de los padres; por eso conviene él, al hacerse hombre, participó de tu mortalidad, así te hace a ti, exal-
constatar su aparición en fórmulas muy semejantes: tándote, partícipe de su inmortalidad»27.
heneo (siglo II) La base de esta argumentación sobre el intercambio salvífico se ha
«Ésta es la razón por la que el Verbo se hace hombre y el Hijo de desplazado respecto a la de la Escritura: donde Pablo hablaba de inter-
Dios, Hijo del hombre: para que el hombre, mezclándose al Verbo y cambio entre maldición y bendición (Gal 3, 13-14), entre justicia y pe-
recibiendo así la filiación adoptiva, se haga hijo de Dios»19. cado (2 Cor 5, 21) o entre riqueza y pobreza (2 Cor 8, 9), los padres,
«El Verbo de Dios, Jesucristo nuestro Señor..., debido a su amor so- en una perspectiva más ontológica, hablan de un intercambio entre la
breabundarte, se hace lo mismo que somos nosotros para hacer de naturaleza divina y la naturaleza humana —intercambio disimétrico
nosotros loque él es» 20 . por otra parte—, entre las prerrogativas de la una y los límites de la
otra. Pero el principio es el mismo y encuentra su fundamento en la
Orígenes (siglo III):
«Con Jesús empezaron a entrelazarse la naturaleza divina y la natura- iniciativa del rebajamiento y de la kénosis divina en Jesús (Flp 2, 6-
leza humara, para que la naturaleza humana, por la participación en la 11) y de la encarnación del Verbo (Jn 1, 14) dos afirmaciones bíblicas
divinidad, se divinizara, no sólo en Jesús sino también en todos los
que, con la fe, adoptan el género de vida que Jesús enseñó y a los que 21. ORIGEN, Contra CelsumlTl, 28: SC 136, 1968, 69.
22. ATANASIO DE ALEJANDRÍA, Deinearn. Verbi 54, 3: SC 199, 1973, 459.
23. GREGORIO DE N ISA, Contra Apoll. XI: PG 45, 1145a.
24. Ibid.yC/; PG 45, 1152c; trad. J. P. JDSSUA, Le salut, incarnation ou mystére
pascal, Cerf, Paris 1968; este autor cita otros textos análogos de Gregorio en la nota 46.
18. BASILIO DE CESÁREA, O. C.X, 26: o. c, 337 25. JUANCUSOSTOMO , Hom. inJoh.XI., 1: PG 59, 79.
19. IRENEO, A/v.laeresesIII, 19, 1: o. c, 368. 26. Aousrm, De TrinitatelV, 2, 4: Obras V, BAC, Madrid 1948, 325.
20. MdV, praeio. o, 568. 27. AGUSTÍN , Sermón 166, 4, en OirásXXIII, BAC Madrid 1983, 629.
228 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO DIVINIZADOR 229

que están en la base de la cristología patrística. En todo caso, resulta Pero estos dos principios no son suficientes: si en Jesús las dos so-
difícil expresar con mayor claridad que la salvación del hombre con- lidaridades fueran exteriores la una a la otra, no pasaría nada de la pri-
siste en su divinización. mera a la segunda. En su combate contra Nestorio Cirilo de Alejandría
desarrolla lo que podríamos llamar el principio de mediación ya evo-
Presentación sintética: doble solidaridad y mediación cado anteriormente31. La comunicación de propiedades que se realizó
en Cristo, es decir, las apropiaciones que van de la humanidad a la di-
El intercambio salvífico supone a la vez una doble solidaridad de vinidad y las comunicaciones que van de la divinidad a la humanidad,
Cristo con Dios y con el hombre en su unidad mediadora A medida son el fundamento mediador del intercambio que tiene lugar entre
que las diversas herejías vayan atacando bien a la verdadera divinidad Dios y nosotros. Rehusar esta mediación es, para Cirilo de Alejandría,
de Cristo, bien a su verdadera humanidad, o bien a su unidad de Verbo «conculcar la raíz de nuestra salvación y destrozar la piedra funda-
encarnado, se irá explicitando y precisando cada vez más el principio mental de nuestra esperanza»32.
del intercambio salvífico.
Ya la lucha contra los diferentes gnosticismos había llevado a la
formalización del principio de la solidaridad humana, cuando se ponía Presentación sintética: Espíritu del Padre y del Hijo
en discusión la verdad concreta de la carne de Cristo. Así ocurrió cuan-
do Apolinar negó el alma humana, inteligente y libre, del Hijo encarna- El principio de solidaridad y de comunicación divinas vale tam-
do. Este principio es el siguiente: el Hijo vino a salvar al hombre ente- bién para el Espíritu Santo que es el don recibido del Padre y del Hijo.
ro y por eso mismo asumió una humanidad completa. Salvó lo que él Porque si el Espíritu trasmitido en el bautismo no es personalmente
mismo había asumido; no salvó lo que no había asumido. Si no es inte- Dios, sino simplemente un don creado, por muy sublime que sea, no
gralmente hombre, no salva al hombre entero. Por eso tenía que tener somos divinizados y seguimos siendo extraños a Dios. Cuando Atana-
un cuerpo verdaderamente humano y un alma verdaderamente huma- sio se enfrenta con los adversarios del Espíritu, aplica espontáneamen-
na. Orígenes formula este primer principio en el primer contexto: te el mismo principio que había anunciado anteriormente a propósito
del Hijo:
«El hombre no habría podido salvarse por entero, si (el Salvador) no
se hubiera revestido del hombre entero»28. «Por el Espíritu es por el que somos llamados partícipes de Dios...
Pues l)ien, si el Espíritu fuera una criatura, no tendríamos por él ningu-
Gregorio de Nacianzo hace lo mismo frente a Apolinar: na participación de Dios, sino que estaríamos unidos a una criatura y
seríanos extraños a la naturaleza divina, sin participar en nada de
«Lo que no ha sido asumido no ha sido curado; lo que se salva es lo
ella»3!.
que ha sido unido a Dios»29.
Por otra parte, el debate de Nicea lleva a la formulación del princi- Este mismo principio es el que subyace al Tratado sobre el Espíri-
pio de solidaridad y de comunicación divina: si el Hijo no es Dios por tu Santo de Basilio de Cesárea, como acabamos de ver3''. Pero Basilio
naturaleza y por origen, por el mismo título que el Padre, no pudo co- habla aquí con prudencia, evitando fórmulas demasiado directas capa-
municarnos la adopción filial. ces de chocar a los débiles; afirma vigorosamente que el Espíritu está
con el Padre y el Hijo compartiendo sus prerrogativas divinas, sin
Es éste el estribillo continuo de Atanasio contra Arrio: decir formalmente que el Espíritu sea Dios. Su amigo Gregorio de Na-
«Si el Verbo fuera una simple criatura, la reparación de la humanidad no cianzo no tiene estas preocupaciones:
habría sido posible... Si el Hijo fuera pura criatura, el hombre seguiría «Si el Espíritu no üene que ser adorado, ¿cómo me divinizo por el
siendo puramente mortal, sin estar unido a Dios... El hombre no podría ser bautismo? Si tiene que ser adorado, ¿cómo no va a ser digno de culto?
divinizado, unido a una criatura, si el Hijo no fuera verdadero Dios»30.

31. Ct.sujra, 110-111.


28. ORÍGENES, Cdl. cum HeraclideV. SC 67, 1960, 71.
32. QRILODE ALEJANDRÍA, Christus unus, 722c:SC 97, 1964, 329.
29. GREGORIO NACIANCENO, Epist. 191: SC 208, 1974, 51. 33. ATANASIO, Epist. ad Serap. I, 24: SC 15, 1947, 126.
30. ATANASIO , Orat. contra aríanosll, 67.69.70: PG 26, 289-296. 34. Cf. supa, 225.
230 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO DrVTMZADOR 231

Y si es digno de culto, ¿cómo no va a ser Dios? Lo uno está ligado a


lo otro; se trata realmente de una cadena de oro y de salvación» 3 .
es en él donde reside la condición de posibilidad de la mediación divi-
nizante de Cristo. Los grandes debates de la época giraron, no en
C i r i l o de Alejandría recoge m á s tarde este argumento en sus Diálo- torno a la cruz y la resurrección, sino en tomo a la identidad ontológi-
gos sobre la Trinidad: ca de Cristo, tal como se realizó en su encarnación. Mejor dicho, los
padres tienen a veces fórmulas que parecen atribuir nuestra salvación
«Somos templos del Espíritu que existe y subsiste; igualmente hemos
sido llamados por causa suya dioses, por haber recibido en virtud de pura y simplemente a la unión hipostática de Cristo, en cuanto que al-
nuestra asociación con él la comunicación de la divina e inefable natu- canza a la totalidad de la humanidad y reviste un valor universal.
raleza. Por el contrario, si es en realidad extraño a la naturaleza divina, «Toda la naturaleza humana estaba en Cristo en cuanto que era hom-
separado de ella por la subsistencia, ese Espíritu que por sí mismo nos bre», escribe por ejemplo Cirilo de Alejandría37.
diviniza, entonces fracasa por completo nuestra esperanza, dotados Ante esta situación, los historiadores del dogma y los teólogos del
como estamos de ventajas que —no sé por qué— no nos conducen a
siglo XLX, en su deseo de clasificación de las diferentes categorías ^o-
nada. En efecto, ¿cómo ser dioses y templos de Dios, según las Escri-
turas, sino es por el Espíritu que hay en nosotros? Porque, ¿cómo po- teriológicas, mantuvieron la tesis de que la patrística antigua había
dría introducir a los otros en la cualidad de Dios el que está privado de desplazado el centro de gravedad de la fe cristiana desde el misterio
ella? Pero la verdad es que somos templos y dioses. No hay que pres- pascual a la encarnación, atribuyendo a ésta la causa verdadera de
tar ninguna atención a los que están en el error. Por tanto, el Espíritu nuestra salvación. Así Harnack, en su Manual de historia de los dog-
de Dios no es una substancia distinta de él»36. mai*, habla a propósito de Atanasio de «teoría física» de la salvación.
«Física» debe entenderse aquí en el sentido de «naturaleza»: la natura-
En esta limpia argumentación de Cirilo se habrá reconocido el leza divina realiza la divinización de la naturaleza humana según un
modo de proceder de Pablo en 1 Cor 15, aplicado esta vez a la cues- proceso «por así decirlo mecánico, esto es, de "contacto físico de lo
tión de la divinidad del Espíritu Santo. Cirilo analiza las consecuen- divino y lo humano en Jesucristo"» 39 . También se ha llamado a esta
cias de la posición del adversario —el Espíritu es una criatura— para pretendida doctrina «teoría griega».
nuestra divinización. Suponen la pérdida de nuestra esperanza. Pero la
certeza que tenemos de ser templos de Dios, considerada como un Este dossier se ha vuelto a abrir con nuevo interés gracias a L. Ma-
hecho, niega la hipótesis contraria como un error. levez y luego a J. P. Jossua'10, cuyos análisis vuelven a situar el centro
de la perspectiva de las afirmaciones patrísticas. Malevez ha mostrado
Todos estos argumentos soteriológicos derivan su fuerza del com-
que el esfuerzo indiscutible de los padres «por elaborar filosóficamen-
promiso mismo del cristiano en una fe viva. El sentido y hasta el ins-
te mediante el realismo de las esencias universales una afirmación que
tinto de fe que los impregna se parece mucho al instinto vital que hace
les parecía revelada (a saber, que el Verbo al encarnarse se había
desplegar a un hombre todas sus energías, simplemente «por salvar el
unido a todo el género humano) había sido mal comprendido» 41 . Gre-
pellejo», por utilizar una expresión realista. Cuando la fe cristiana se
gorio de Nisa, por ejemplo, que afirma que toda la humanidad no
ve amenazada por el lado de nuestra divinización, confiesa con un
forma en cierto modo más que un solo hombre, a pesar de la multipli-
mismo movimiento de nuevo la trinidad divina, la encarnación del
cidad de seres humanos, no defiende ni mucho menos que Cristo asu-
Hijo y el don del Espíritu, y salva el pellejo de los hijos de Dios.
miera toda la especie. La unión de todos los hombres no es un efecto
Fuera de la conciencia de esta conexión vital, la formalización de los
de la encarnación, sino su condición de posibilidad; existe ya antes de
argumentos correría el riesgo de caer en un juego estéril.
la encarnación «por el simple hecho de la inmanencia del e/t/os indivi-
Encarnación y/o misterio pascual
En su manera de hablar de la divinización del hombre, los padres
de la iglesia, particularmente los griegos pero también san Hilario de
Poitiers, insistieron mucho en el misterio de la encamación. En efecto, 37. CIRILO DE ALEJANDRÍA , Comm. in Joh, 5: PG 73, 753b.
38. A. HARNACK, Dogmcngeschichte, Mohr, Freiburg i. Br. 1898, 172-176.
39. J. GROS, O. C.,212.
35. GREGORIO NACIANCENO, Orat. 31, 28: SC 250, 1978, 333. 40. En su tesis Le salut incarnation OB mystére pasca!, o. c, 18-44, donde el autor
36. CIRILO DE ALEJANDRÍA , Dialog. efe Trínitate Vil: SC 246,1978, 167. recoge y sigue los análisis de L. Malevez.
41. J. P. JOSSUA, ibid, 20.
232 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO DTVIMZADOR 233

so en todo hombre»42. Los textos patrísticos no implican ni mucho pretendido hijo, un falsario. Y el grande y augusto misterio del Unigé-
menos una encarnación colectiva. Su pensamiento estaba sin duda im- nito hecho hombre no seria más que un cuento y una impostura: no se
pregnado de una concepción platónica de la naturaleza universal de la habría hecho hombre. Calificaríamos de Salvador y de Redentor al
humanidad, inmanente por su propia forma a la humanidad singular de otro, al que dio por nosotros su sangre, pero no a él» .
Cristo. Pero esta naturaleza universal no fue asumida y la fuente de
santificación que se deriva de esta comunidad de naturaleza no tiene Pues bien, toda la Escritura nos dice que hemos sido redimidos por
nada de automático. una sangre preciosa, por la sangre de Cristo, que Ignacio de Antioquía
calificará como la «sangre de Dios»46. Si fuera cierta la hipótesis del
Esta doble dificultad nos conduce por el camino del discernimien- adversario, la misma eucaristía quedaría vacía de contenido, ya que el
to de una doble verdad. La primera reside en la unidad irrompible de Verbo no nos daría en ella su sangre, sino la de otro47. Los sacramen-
la encarnación y del misterio pascual. Cuando los padres hablan de la tos dependen también de la realidad de la unión hipostática.
encarnación, no se preocupan únicamente de su primer momento, la
concepción virginal del Verbo de Dios o el nacimiento de Jesús. Pien- A esta unidad del ser y del obrar en Cristo corresponde una unidad
san en lo que constituye a Cristo por toda la duración de su existencia análoga en el creyente. Toda la humanidad queda de suyo englobada
de hombre y en el cumplimiento de todos sus misterios. Jamás oponen en el acontecimiento salvador realizado por el Verbo encarnado. Pero
el ser personal de Jesús a su obrar, como si pudiera existir lo uno sin éste no dispensa a nadie de la fe, de la recepción de los sacramentos y
lo otro. Al contrario, están convencidos de que el obrar salvífico de del combate espiritual emprendido en la gracia para apropiarse de la
Cristo no puede tener valor absoluto más que con la condición de ser salvación divinizadora.
el obrar del Verbo encarnado en persona. En este sentido tan concreto La otra verdad concierne a la universalidad de la salvación reali-
la encarnación condiciona el valor salvífico de la cruz. No olvidemos zada en virtud de la comunidad de naturaleza que se establece entre la
nunca la motivación soteriológica que les hace remontarse del aconte- humanidad particular de Cristo y la totalidad de la humanidad. El len-
cimiento pascual a la encarnación. Si escrutan este acontecimiento, es guaje de los padres resulta aquí desconcertante para nosotros, pero su-
para «salvar» esa motivación. Por otra parte, saben muy bien que una braya un tanto importante sobre el que hoy se dirige de nuevo la aten-
encarnación que no comprometiera en nada la vida santa que Cristo ción. ¿Cómo concebir el alcance universal de un acto de salvación
llevó por nosotros y por nuestra salvación no tendría ningún sentido. realizado una vez por todas dentro de los límites de la condición hu-
La unión hipostática ejerce su fecundidad en y por el misterio pascual. mana asumida por Cristo? Se puede responder sin duda que por el
Pero además, considerada de este modo, tiene en sí misma un valor hecho de la unión hipostática la naturaleza humana de Cristo está
salvífico; es un acto de salvación. «En efecto, a través de la cruz y de unida a la persona divina del Verbo, igualmente creadora, y que en
la resurrección, reproducidas y participadas en nosotros, es la eficacia ella estamos ya virtualmente presentes en virtud del designio benévolo
misma de la unión hipostática la que representa el papel decisivo en de Dios con nosotros (cf. Ef 1). Esta respuesta es perfectamente justa48
nuestra divinización, y no solamente la virtud de la pascua, aun cuan- en su orden e indica ya que la naturaleza humana de Cristo no puede
do esté sostenida por el teandrismo»43. La solidaridad de estos dos ser considerada como una naturaleza cualquiera en el seno de la huma-
puntos de vista estaba ya manifestada en Atanasio44 y fue vigorosa- nidad. Pero nos remite a la cuestión de cuál fue el vínculo asumido
mente defendida por Cirilo de Alejandría contra los adversarios nesto- entre esta naturaleza humana y nosotros, por el hecho de la encarna-
rianos. Efectivamente, si el Verbo y el hombre Jesús estuvieran sepa- ción. Acudiendo ante todo a una constatación elemental, podemos
rados en dos Hijos, decir que este vínculo se debe a la solidaridad de naturaleza que une a
todos los hombres entre sí y hace de la humanidad una comunidad his-
«ya no habríamos sido rescatados por Dios..., sino por una sangre ex- tórica enfrentada con un mismo y único destino, a través de la red
traña. Y el que murió por nosotros, seria un hombre cualquiera, un

45. CIRILO DE ALEJANDRÍA , Christus unus est, 76c-763a: o. c , 463.


42. Ibid., 21. El término eidos significa la forma de la humanidad presente en todo 46. IGNACIO DE ANTIOQUÍA , Adephes. 1, 1: SC 10, 1951, 69.
hombre. 47. CIRILO DE ALEJANDRÍA , loe. cit. 776c-777b, comentando Jn 6: o. c, 509.
43. Ibid.,38. 48. Cf. PH. JOBERT, Fondements de la théologie du Sacré-Cocur: RevThom (1976)
44. ATANASIO , Deincam. Verla, o. c, passim. 593-594.
234 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO DTVINIZADOR 235

compleja de las relaciones tanto sincrónicas como diacrónicas que se La problemática occidental de la gracia
establecen entre las libertades. El Verbo encarnado entró en su lugar
La teología latina habla menos formalmente de divinización y pre-
debido en el juego de estas múltiples solidaridades49, a fin de actuar
fiere el vocabulario de la gracia, que por otra parte está ampliamente
sobre la historia desde dentro de la historia. Pero hay más; la fe nos
presente en el Nuevo Testamento, sobre todo en los escritos paulinos.
enseña que esta solidaridad de destino con la comunidad pertenece al
Agustín, el primer teólogo de la gracia, ve la fuente de la misma en la
designio de Dios, pof el que constituye una totalidad única. La huma-
unión hipostática de Cristo, que constituye la gracia divinizante de la
nidad entera es la imagen única de Dios, rota hoy como un espejo por
humanidad de Jesús. Toda gracia que alcanza a los hombres es una ex-
el pecado, pero llamada a recuperar su integridad gracias a su agrupa-
tensión de aquella gracia original y una participación en su realidad:
ción en Dios.
En el designio de Dios esta humanidad tiene una Cabeza, el nuevo «Manifiéstese ya, pues, a nosotros, en el que es nuestra Cabeza, la
Adán. Su generación virginal a partir de María confiere a su nacimien- misma fuente de la gracia, la cual se derrama por sus miembros según
to el carácter de una generación nueva. En efecto, por una parte Jesús la medida de cada uno. Tal es la gracia por la cual se hace cristiano el
entra en la serie de generaciones humanas y pertenece por tanto a la hombre, desde el momento en que comenzó a creer; la misma por la
cual el hombre unido al Verbo desde el prinier momento de su existen-
misma humanidad que todos nosotros. Pero por otra parte, la interven- cia fue hecho Jesucristo; del mismo Espíritu Santo de quien Cristo fue
ción de Dios, que evoca simbólicamente la creación de Adán, da a su nacido es ahora el hombre renacido; por el mismo Espíritu por quien
nacimiento el valor de una creación nueva. Jesús se convierte en el se verificó en nosotros el perdón de los pecados y que hizo a Jesús
principio de la humanidad nueva. Por este hecho, él la recapitula de- limpio de todo pecado»51.
lante de Dios. En sí mismo restituye la imagen de Dios a su verdad.
Constituye así el punto de reunión de la humanidad que hay que re- De la plenitud de gracia del Verbo encarnado hemos recibido
conciliar y restaurar. todos nosotros, según la frase de san Juan (Jn 1, 16). La unión hipostá-
tica del Hijo nos hace participar de su filiación bajo el modo de la
Verbo encarnado, Cristo vive su existencia y su propio destino en
adopción. Si el vocabulario ha cambiado, la visión sigue siendo muy
los límites de la condición humana y realiza allí visiblemente el acon-
parecida a la de los padres griegos. En un célebre artículo de la Suma
tecimiento de la salvación como un acontecimiento de nuestra histo-
Teológica52 santo Tomás tratará también «de la gracia de Cristo en
ria. Pero, como su humanidad está unida a la persona del Verbo, los
cuanto que es cabeza de la Iglesia».
actos que pone son a la vez históricos y transhistóricos. Por un lado se
remontan a los orígenes y por otro cumplen el final de los tiempos. Este cambio de vocabulario obligará igualmente, a través del desa-
Principio de recapitulación desde el Alfa de los tiempos, Cristo la rrollo de la teología escolástica, a hacer un desplazamiento de acento.
acaba también en el Omega de la historia. Entre estos dos extremos la El término de gracia es más objetivo y remite menos directamente al
realiza en el curso de las generaciones haciéndose contemporáneo de orden de las relaciones personales entre el creyente y el misterio de
cada una de ellas, comunicando lo que él mismo es, no ya bajo el Dios. Por otra parte, la teología occidental esti más precocupada de la
modo de una generación camal, sino bajo el de una generación espiri- antropología de la gracia, es decir, de las condiciones de posibilidad y
tual que pasa por la fe y el bautismo. Recibiéndolo nosotros, renace- de las modalidades de nuestra unión con Dios en nosotros mismos.
mos en una humanidad nueva, espiritual, que es la de Cristo. Somos Por eso mismo insiste más en la gracia creada que en la gracia incre-
«injertados» en la humanidad de Jesucristo y nos hacemos miembros ada. Bajo su abstracción, esta última expresión designa simplemente
de su propio Cuerpo. Todos estos dones nos vienen de la fuerza de la la habitación trinitaria en nosotros, que se realiza por el don del Espíri-
divinidad, pero se llevan a cabo por la mediación de su humanidad, re- tu. La gracia creada, por el contrario, afecta a la parte de nosotros mis-
alizada una vez para siempre y ejerciéndose continuamente en el cuer- mos que ha sido transformada y adaptada con vistas a la recepción de
po a la vez histórico y místico que es su Iglesia50. este don. Se trata de un efecto sobrenatural producido en el alma por

51. AGUSTÍN, De praedest. sanctorumXV, 31, en Cbras VI, BAC, Madrid 1949,
49. Cf. VATICANO II, Gaudium et Spes 32, 2, citado infra, 397. 535.
50. M e inspiro aquí libremente en una nota inédita de J. Moingt. 52. S. Th. III, q. 8, a. 5.
236 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO DTVINIZADOR 237

Dios, que actúa en nosotros como causa eficiente de nuestra santifica- las constituyen a unas respecto a las otras. La referencia tiene que ser
ción, mientras que la gracia increada se comunica a nosotros según aquí la encarnación misma, obra ad extra si se considera simplemente
lo que ella misma es53. La gracia santificante tiene por tanto para la creación de la naturaleza humana de Jesús, pero también entrada de
nosotros una doble cara, increada y creada, que hay que evitar extra- esta naturaleza en una relación original y nueva con el Padre y el Espí-
poner como si fueran dos cosas. Con un mismo movimiento Dios ritu, por el hecho de que pertenece a la persona misma del Hijo.
nos ama y se nos da, haciéndonos amables y agradables a él. La teo- En el siglo XVII el teólogo Denys Petau (Petavio) reaccionó con-
logía escolástica, al distinguir con mucha sutileza diversas clases de tra la posición escolástica en nombre de un conocimiento mejor del
gracias, generalmente según parejas complementarias, a fin de poder pensamiento de los padres. Aunque corrigiendo algunas posiciones de
designar una realidad misteriosa según cortes distintos y planes dife- Petau, Théodore de Régnon recogió esta intuición esencial en el siglo
rentes, corre el peligro de atomizar los diversos puntos de vista y de XIX54. La posición escolástica, que sobrevivió hasta la segunda mitad
cosificar una multiplicidad de dones, en donde se trata realmente de la del siglo XX, se va viendo hoy cada vez más abandonada. ¿Para qué
dinámica de una relación. nos habría revelado Dios el misterio de sus tres personas, si al mismo
Por esta misma razón, es decir, por la insistencia que se le conce- tiempo hubiera decidido no comunicarse a nosotros en una relación
dió a la gracia creada, la teología escolástica llegó a reducir la inhabi- verdadera con cada una de ellas? El lenguaje de la Escritura y de los
tación trinitaria en nosotros a una relación que tendríamos con la natu- Padres tiene que ser tomado en serio en un punto tan capital.
raleza divina y no con las personas como tales. Sin embargo, el
lenguaje de la Escritura es muy claro en este punto: venimos a ser
hijos del Padre, hermanos del Hijo y templos del Espíritu Santo. San
Pablo distingue en nosotros la presencia de Cristo (Gal 2, 20; 4, 19; 2 III. HOY: DIVINIZACIÓN Y AUTOCOMUNICACIÓN DE DlOS
Cor 13, 5; Ef 3, 17...) y la habitación del Espíritu (Gal 4, 6; 1 Cor 3,
16-17; 6, 19; Rm 5, 5; 8, 9-11; Tit 3, 16...). Juan afirma claramente la
inmanencia mutua entre el Padre y el Hijo por una parte y los cristia- Debates contemporáneos en torno a la divinización
nos por otra. Su término preferido es el de morar (Jn 14, 16; 15, 4; 17, En un mundo tradicionalmente religioso el tema de la divinización
22; 1 Jn 3, 24). Los padres de la iglesia heredarán naturalmente este resultaba eminentemente fecundo para la fe. Su simple anuncio era
lenguaje. Pero la teología escolástica ve en él una grave dificultad, en una buena nueva. No ocurre lo mismo en un mundo secularizado, en
nombre del principio de que las acciones ad extra de Dios son necesa- donde la idea de Dios se va viendo cada vez más desterrada de las re-
riamente comunes a toda la Trinidad, en cuanto que es un Dios único, laciones públicas y hasta privadas. ¿Qué sentido tiene hablar de divini-
y no unas relaciones diferenciadas con cada una de las personas. Por zación al hombre de una sociedad profundamernte marcada por el ag-
tanto, habría que pensar que, cuando Cristo dijo: «Subo a mi Padre y nosticismo, cuando no por el ateísmo? Á\ mismo tiempo, ese hombre
vuestro Padre» (Jn 20, 17), se expresaría de forma bastante incorrecta privado de Dios siente la tentación de buscar su salvación en sólo sus
(!), si tuviéramos que comprender que «mi Padre» designa a la prime- recursos y de absolutizar su propia condición, incluida su finitud y su
ra persona de la Trinidad y «vuestro Padre» a la Trinidad entera. De contingencia. Este era el sentido de las críticas del tema cristiano de la
este modo muchos textos del Nuevo Testamento tendrán que dar lugar divinización del hombre que evocábamos al comienzo de esta obra,
a exégesis retorcidas. ¿No vendrá el error de pretender pensar la adop- más o menos radicales según los autores (H. Kung, J. Pohier y G.
ción filial y la divinización pura y simplemente según el modelo de las Morel)". En esta perspectiva la divinización puede parecer una espe-
operaciones ad extra, al modo de la creación? Es algo muy distinto lo cie de alienación de nuestro ser-hombre y una injuria a su propia dig-
que está en cuestión, puesto que se trata de la apertura de la Trinidad a nidad.
nosotros y de la invitación que las personas divinas nos dirigen para
participar gracias a una misteriosa asimilación en las relaciones que

54. T. DEREGNON, Etudss de thélogie positivtsur lasainte Trinité, l e serie: Exposé


da dogme, V. Reteaux, París 1892, en particular 341-365.
55. Cf.supra, 42-51.
53. En lenguaje técnico se haMa aqui de causalidad formal o cuasi-formal.
238 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO DrvTMZADOR 23<>

Es verdad que los mayores autores han tenido en este punto fór- tencia, sino la promoción de su autonomía. «Por eso Cristo es el más
mulas ambiguas o poco afortunadas. En su fervor por celebrar nuestra radicalmente hombre y su humanidad es la más autónoma y la más
divinización, algunos de ellos parecen anunciarnos la desaparición libre»60.
completa de nuestra situación de hombres. Así ocurre, por ejemplo,
con san Agustín al comentar el prólogo de Juan:
La dialéctica del deseo de Dios
«Dios nos llama para que dejemos de ser hombres. Esta dichosa tras-
formación no se verifica si antes no reconocemos nuestra condición de Pero no creamos que nuestra época haya dejado de estar imbuida
hombres»56. de la búsqueda de lo absoluto, aunque sea muchas veces de manera in-
consciente o ambigua, a veces desviada en ciertas expresiones idolátri-
Hay aquí indiscutiblemente una inflación del lenguaje. Tomada al cas o en el culto exclusivo al hombre. La dialéctica del deseo de Dios
pie de la letra, semejante fórmula caería en el error. Nuestra diviniza- sigue estando presente en la modernidad, a pesar de su ruptura con el
ción no puede arrancarnos de nuestro «ser-hombre», so pena de con- lenguaje tradicional61. Desde Pascal hasta Blondel, los apologistas y
denar a la incoherencia el designio creador de Dios. Sería suprimir la los filósofos han ahondado en el tema ya tematizado por un Gregorio
paradoja de la antropología cristiana57 por la eliminación de uno de de Nisa o un Agustín. Analizando la lógica de la acción humana, M.
sus términos. Para que la divinización nos diga algo, es preciso que se Blondel ponía de relieve el vínculo entre la idea y el deseo de Dios:
dirija a nuestro «ser-hombre», respetándolo en su consistencia. No pe- «No podemos conocer a Dios sin querer hacernos dios de alguna ma-
dimos que nos cambien en seres diferentes. Es el peso mismo de nues- nera»62. Pero esta situación pone al hombre en un aprieto: quiere ser
tra existencia el que deseamos ver asumido en Dios. Por otra parte, no Dios y no puede serlo por sus propias fuerzas; puede llegar a ser Dios,
podemos escapar de nuestra finitud creada; siempre seguiremos sien- pero con tal de abandonar su voluntad a otra voluntad distinta.
do criaturas ante Dios. Sin duda, Dios nos libera de la incapacidad na- «Querer y no poder, poder y no querer, es la opción misma que se
tural en que nos pone nuestra finitud creada para hacernos hijos por ofrece a la libertad: amarse hasta el desprecio de Dios, amar a Dios
adopción, pero lo hace por un don soberanamente respetuoso de lo hasta el desprecio de sí»63. Esta es por tanto la alternativa que se pro-
que somos. Realmente, en la perspectiva cristiana, no hay ninguna al- pone a su libertad: «El hombre aspira a hacer de Dios: ser dios sin
ternativa entre divinización y humanización: crecen a la par y llegan Dios y contra Dios, ser dios por Dios y con Dios: he aquí el dilema»64.
juntas al mismo punto. Este es el verdadero sentido de toda la refle- La gran visión teilhardiana de la subida del cosmos hacia el Cristo-
xión patrística. Lo ha repetido un documento reciente: «Entendida co- Omega ¿no constituye una forma moderna y típicamente cristiana de
rrectamente, la "deificación" hace al hombre perfectamente humano; divinización?
la deificación es la verdadera y suprema "humanización" del hom-
bre»58. Parece ser que este debate está inserto en un esquema de anta- Más recientemente Karl Rahner, cuya teología está esencialmente
gonismo entre Dios y el hombre. La divinización no podría hacerse preocupada por las condiciones antropológicas de la acogida de la fe
más que en detrimento de la humanidad. Cuanto más se acercase el cristiana, se ha entregado al análisis de la «experiencia trascendental»
hombre a Dios, más volatilizado quedaría en cuanto hombre. ¿No que anida en todo hombre. Porque el hombre es un sujeto finito, que
decía ya el viejo Eutíques que la humanidad de Cristo se pierde en su está atravesado por un deseo infinito en el orden del conocimiento y
divinidad como una gota de agua en el mar? Hay aquí un contrasenti- del querer. Realiza su experiencia gracias a la insatisfación en que lo
do sobre la misma encarnación59, contra el que ya habían reaccionado deja toda realidad conocida y poseída. Quiéralo o no, está llevado por
los antiguos concilios. En nuestro día K. Rahner ha mostrado bien que
la proximidad a Dios no es para el hombre la disolución de su consis-
60. K. RAHNER, Réñexiom théologiques sur Ihcarnation, en Écrits théologiqucs
III, DDB, Paris 1963, 97.
61. Recueido a aquel prisionero de Fresnes qu<había hecho el descubrimiento ma-
56. AGUSTÍN. Hom. in evang. Joh. I, 4, en Obras XIII, BAC, Madrid 1955, 77. ravilloso de nuestra divinización, leyendo el c. 17 desan Juan, y me decía en u n tono de
57. Cf. svpra, 33-35. reproche: «¿por qué no lo decís?».
58. Comisión internacional, Teología, cristología, antropología I, E. 4 (Doc. Cath. 62. M. BLONDEL, ¿Anfión (1893), P.U.F., Parisl950, 354.
1844 [1983] 123). Véase el conjunto de este capitulo. 63. Ibid.,355.
59. Cf. B. SESBOUE, Jésus-Christ daos la tradition, o. c, 132-134 y 147-150. 64. /«rf.,356.
240 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO DTvTNIZADOR 241

ese movimiento que trasciende siempre el orden de lo particular, de lo Esta iniciativa gratuita de Dios no se queda en la exterioridad del
explícito, que es también el de lo definido y limitado. Es «pura apertu- ser mismo del hombre. Para calificarla en su dimensión ontológica,
ra a absolutamente todo, al Ser en general»65. Por eso mismo se plan- Rahner utiliza el concepto técnico de «existencial sobrenatural»70. El
tea todas las cuestiones, sin poder nunca detenerse. No puede com- término existencial está sacado de la filosofía de Heidegger. A dife-
prenderse fuera de ese movimiento que viene de dentro de él y que lo rencia de existentivo, que designa el conjunto de comportamientos por
arrastra más allá de sí mismo, en cuyo seno se da ya un conocimiento los que el hombre dispone de sí mismo en el seno de su historia, exis-
de Dios que se ignora aún a sí mismo66. tencial se refiere a una estructura fundamental que afecta necesaria-
mente a los comportamientos existentivos. Por ejemplo, «la historici-
dad es un existencial del mismo sujeto»71, en el sentido de que el
El nuevo vocabulario de la divinización hombre no puede realizarse a sí mismo fuera de su dimensión históri-
ca. El ofrecimiento de la autocomunicación es entonces un existencial
La exposición de la divinización en las teologías contemporáneas sobrenatural, puesto que no afecta formalmente al hombre en razón de
adopta de buen grado un lenguaje nuevo. P. Tillkh, por ejemplo, la su naturaleza creada, sino en virtud de una iniciativa de Dios pura-
traduce mediante el concepto de «participación en el Ser-Nuevo»67 El mente gratuita.
Ser-Nuevo es el modo de existencia en el que la esencia del hombre se
Rhaner ha formalizado igualmente la correspondencia que los pa-
reconcilia con su existencia. Se revela y se realiza al mismo tiempo en
dres reivindicaron siempre entre la economía de la salvación, realiza-
Jesús. El Ser-Nuevo es el reino de Dios.
da por el Padre y el Hijo y el Espíritu, y la teología, es decir, la vida
Para K. Rahner, el hombre es el «evento de la comunicación libre eterna del Dios trinitario, bajo la forma de un axioma fundamental, ya
e indulgente de Dios»68. Es éste el título que le da al cuarto grado de que se juega en él el contenido mismo de la fe cristiana y de la reali-
su Curso fundamental sobre la fe, el primero en que toca lo específico dad de nuestra divinización: «La Trinidad dada en la historia de la sal-
cristiano. Porque lo propio del mensaje cristiano es anunciar al hom- vación y de la revelación es la "inmanente", porque en la autocomuni-
bre que el movimiento trascendental de su espíritu que lo empuja cación de Dios a su creación por la gracia y la encamación Dios se da
hacia Dios es dirigido por Dios mismo en su ofrecimiento de autoco- y aparece realmente como es en sí»72.
municación. Dios quiere comunicarse al hombre de manera absoluta,
libre, gratuita, pero también perdonante. La autocomunicación de Dios
resume para Rahner la totalidad de la salvación cristiana, con su doble
dimensión de gracia divinizadora y redentora. Hay autocomunicación
simplemente porque el donante es él mismo don. Dios se ofrece al
hombre por su propia iniciativa con vistas a una relación de conoci-
miento y de amor inmediatos. Esta autocomunicación es «el milagro
indebido del libre amor de Dios, el cual convierte a Dios mismo en
principio interior y en "objeto" de la realización de la existencia»69. Se
trata de una ofrenda o de un don, ya que le corresponde siempre a la
libertad humana vivir bajo el modo de la acogida o del rechazo.

65. K. RAHNER, Curso fundamental sobre la fe, o.c, 37.


66. F. VARONE, Ce Dieu censé aimer la souffrance, o.c., 167, evoca la liberación
del deseo del hombre que pasa de una decepción negativa ajite el mundo a una apertura
positiva a «otra cosa». Cuando Dios se revela en Jesús, «el deseo vacila ante la nove-
dad, ante la liberación de una confianza absoluta».
67. P. TILLICH, L'existence et le Christ. Théologie systématique III, L'age de
lliomme, Lausanne 1980, 208 (trad. española: Teología sistemáticall-lll. Sigúeme, Sa-
lamancal981 . 70. /fefd.,159.
68. K. RAHNER, O.C., 147. 71. Ibid.,il.
69. ffid, 155. 72. /tód.,169.
9
Cristo, justicia de Dios

La justicia y la justificación expresan una categoría esencial de la


Escritura para anunciar nuestra salvación. Si intervienen al final de
este recorrido de la mediación descendente, no es porque tengan un
valor inferior, sino porque han sido objeto de una tematización doc-
trinal con posterioridad a las otras. Los documentos más antiguos del
Nuevo Testamento, en particular el corpus paulino, las proponen con
un relieve impresionante. Pero la verdad es que los padres griegos,
seguramente en virtud de una coyuntural cultural que no ponía la
conciencia ni al sujeto en el primer plano de la consideración, no se
vieron llevados a desarrollar una doctrina de la justificación. Al con-
trario, la experiencia personal de Agustín sobre el pecado y la gracia
y luego su controversia con Pelagio le llevaron a descubrir las diver-
sas facetas de la doctrina de la justificación que seguirá estando en
adelante en el corazón de la dogmática occidental. La justificación
por la fe fue el lugar decisivo de la experiencia cristiana de Lutero y,
en el contexto polémico de la Reforma, el concilio de Trento dio
sobre la justificación una doctrina que puede considerarse como su
obra maestra. El documento conciliar constituye, como se ha dicho,
la referencia magisterial de primer orden sobre nuestro tema. Motivo
muchas veces de grandes debates confesionales, esta doctrina cristia-
na de la justificación por la fe es actualmente objeto de una reconci-
liación cada vez mayor. Por otra parte, sigue estando viva, aun cuan-
do el término de justicia tome en nuestro mundo cultural unos
acordes distintos. Es éste el importante dossier que nos toca estudiar
en este capítulo.
El contencioso confesional histórico sobre esta cuestión invita a
hacer de antemano unas cuantas precisiones de vocabulario. La teolo-
gía católica clásica distingue ordinariamente entre redención objetiva
244 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO, JUSTICIA DE DIOS 24í>

y redención subjetiva. La primera consiste en el acontecimiento reali- digna de la persona humana. Esta exigencia de justicia se extiende a
zado por Cristo, perticularmente en su misterio pascual, y tiene un los límites del planeta, en donde las relaciones internacionales, tanto
valor universal; la segunda se refiere a la apropiación personal de la políticas como económicas, están bajo el peso de injusticias conside-
salvación en la conciencia del creyente, es decir, su justificación y su rables. El compromiso de la justicia en favor de los más desfavoreci-
santificación. La cesura mayor entre estos dos aspectos, objetivo y dos se presenta como una prioridad, para enfrentarse con muchas de
subjetivo, se traduce en las palabras de redención y de justificación. las alienaciones que evocábamos al principio de este libro. Pero en
Esta división del vocabulario es extraña a las Iglesias de la Reforma. este mundo parece utópico hablar de un orden de justicia perfecto; se
Para ellas la redención universal se define como el acto de la justicia trata de algo que supera las posibilidades de las fuerzas humanas.
justificante de Dios, realizada primero en la cruz y luego en la deci-
sión que hace del pecador un justo, que Dios pone a su lado. Por Por otra parte, la justicia es para los moralistas una virtud. ¿No
tanto, todo este conjunto se llama justificación. Por el contrario, la te- desea cada uno de los hombres ser reconocido por «justo», es decir,
ología protestante se empeña en distinguir firmemente entre la justifi- por persona recta, leal, honrada, respetuosa de los demás? La justicia
cación como acto de Dios y la santificación, que es su consecuencia es en este sentido un ideal de vida, no muy lejos de la santidad. Uno
y trasforma al hombre interiormente. Esta diferencia de lenguaje ha puede verse llevado a morir simplemente por seguir siendo justo. La
engendrado no pocos malentendidos y sospechas que hoy empiezan a justicia y la santidad son una forma de salvación para el hombre que
decantarse1: acusación de un antropocentrismo ambiguo en los católi- intenta realizar su vocación. Pero el ideal y el deseo de la justicia per-
cos, acusación de una justificación exclusivamente extrínseca o sonal chocan constantemente con la debilidad humana, incapaz de ac-
«forense» en los protestantes. Este tipo de malentendidos es el fruto ceder a ella. Todos nosotros tenemos la experiencia de nuestros erro-
característico de la teología de la controversia. res con los demás, de nuestras cobardías, de nuestros compromisos y
de nuestras hipocresías que, según las palabras certeras y un tanto cí-
La justicia es un arquetipo fundamental de la existencia humana. nicas de Talleyrand, son un homenaje del vicio a la virtud. También
El término pertenece por una parte al vocabulario jurídico y designa aquí el hombre choca con una alienación radical: tiene necesidad de
una institución pública encargada de mantener la paz mediante el res- ser liberado y hecho justo. Pero ¿quién es en este mundo el que
peto del derecho entre los ciudadanos. La justicia responde a la vio- puede «justificar» de verdad?
lencia espontánea del hombre. Está al servicio de un estado de dere- Había que evocar estos dos registros de la experiencia humana
cho en el que la ley del más fuerte no tiene que ser la mejor. Protege para situar oportunamente la salvación como justificación. Este voca-
al débil, que ve pisoteados sus derechos, y castiga al agresor injusto. bulario se funda tan sólo en una analogía entre los que expresan
Su referencia es siempre un equilibrio respetuoso de la justa libertad ambos registros y la justicia de Dios con el hombre. Sin embargo,
de cada uno. Por eso su símbolo, presente siempre en nuestros juzga- ésta se revela como radicalmente distinta: trasciende toda justicia hu-
dos, es la balanza con el fiel vertical y los platillos rigurosamente ho- mana en que es capaz de hacer justo al que no lo es. No es una justi-
rizontales. Sean cuales fueren las insuficiencias de la justicia de los cia que intente castigar y restablecer más o menos atinadamente un
hombres, y hasta los abusos a los que se pueda prestar, es ésa su fun- orden de derecho violado, sino una justicia contagiosa, una justicia
ción y es ése su sentido. que se comunica a sí raisma. En esta justicia, Dios es sujeto y no ob-
En nuestros días la exigencia de la justicia adquiere una nueva jeto: es Dios el que hace justo al homfcre y no el hombre el que hace
amplitud. No se habla ya simplemente de justicia vindicativa (la que justicia a Dios. Por esc había que tratar de ella dentro del movimien-
castiga al agresor), ni de justicia conmutativa (la que preside el justo to de mediación descendente.
precio, el justo salario, los intercambios de prestación en general),
sino también de justicia distributiva y de justicia social: la que distri-
buye los bienes de este mundo, materiales, culturales y espirituales, I. EL TEST1M ONIO DE IA ESCRITURA
de forma que cada uno pueda tener su «parte justa» y llevar una vida
La justicia de Dios según la Biblia
1. Cf. La reflexión del teólogo luterano H. Asmussen citada por H. KUNG, La justi- lúa Biblia conoce lien el símbolo del equilibrio de los dos plati-
Scación según Karl Barth, Estela, Barcelona 1967, 205. llos de la balanza (cf. Lev 19, 36; Job 31, 6). Pero no se detiene en él
246 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR
CRISTO, JUSTICIA DE DIOS 247

para hablar de la justicia según Dios. Porque la justicia, o el respeto al


derecho, «es ante todo un asunto personal: la necesidad fundamental ra total a las necesidades de los hombres, particularmente de los más
de existir y de vivir»2. Por consiguiente, la justicia se verifica por ex- pequeños. Su justicia se dirige ante todo a los pecadores, ya que no
celencia en el acto de hacer derecho al pobre, al que no tiene nada. ha venido «a llamar ajustas, sino a pecadores» (Mt 9, 13; Le 5, 32).
Así es como la justicia de Dios (que no es cólera, decepción por la Esta justicia es la revelación de la justicia del reino de Dios para los
falta de correspondencia amorosa de su creación) quiere el bien y ase- hombres. Es ella la que lo conducirá hasta la muerte. Pero el traidor
gura al hombre la salvación. «Nunca en la Biblia la justicia de Dios va Judas reconoce que ha entregado la «sangre inocente» o «la sangre
asociada a un mal»3. Según la frase de St. Lyonnet, recogida por la de un justo» (Mt 27, 4); la mujer de Pilato aconseja a su marido que
TOB4, la justicia de Dios «no es la justicia distributiva que recompen- no se mezcle en los asuntos de «ese justo» (Mt 27, 19). Ya hemos
sa las obras, sino la justicia salvífica que realiza las promesas por gra- visto las palabras del centurión en la versión de Lucas: «¡Ciertamente
cia». Más profundamente todavía, «la justicia de Dios —escribe J. este hombre era justo!» (Le 23, 47).
Guillet, es la atención al derecho mas profundo, a la sed de existir y El «hacer y el enseñar» son siempre solidarios en la vida de Jesús.
de ser reconocido que anida en el corazón humano»5. Sólo Dios Por eso es esta misma justicia la que proclama y enseña en el sermón
puede decirnos en Jesucristo: «tú eres justo»; y «el hombre no puede de la montaña. Se dirigen dos bienaventuranzas a «los que tienen
escuchar esta palabra más que en la fe»6. Por tanto, la justicia de Dios hambre y sed de justicia» (Mt 5, 6) y a los que son «perseguidos por
no tiene nada de conmutativa o de vindicativa. En ese caso, Dios no causa de la justicia» (5, 10). Esta justicia tiene que ser superior a la
tendría más que culpables que condenar, sin ningún inocente que re- de los escribas y fariseos (Mt 5, 20); se inspira en la justicia de Dios
conocer. Su justicia es totalmente justificante y salvífica con ese que hace brillar el sol y caer la lluvia «sobre justos e injustos» (Mt 5,
pobre por excelencia que es el hombre pecador que aspira a vivir. 45); es finalmente una llamada a la perfección misma del Padre ce-
lestial (Mt 5, 48). La invitación a hacer justicia, muy presente en el
evangelio de Mateo, no corresponde al lenguaje de las epístolas pau-
^Cwmdo Jesús cumplió toda justicia linas. Pero la justicia es ante todo un don de Dios manifestado en la
persona de Jesús, que la proclama al mismo tiempo que el reino de
Jesús inaugura su ministerio pascual haciéndose bautizar por Dios. Por eso mismo, en su respuesta al don del reino, puede llegar a
Juan. Ante la extrañeza de éste, responde: «Déjame ahora, pues con- superar toda justicia humana.
viene que así cumplamos toda justicia» (Mt 3, 15). Da fórmula se re- Por otra parte, el vocabulario de la justicia se completa en los
fiere ante todo a un acto de obediencia y de fidelidad a la voluntad de evangelios con el de gracia. Lucas nos dice que el niño iba creciendo
Dios, pero manifiesta también una declaración de intención para toda y rebusteciéndose, lleno de sabiduría, porque «la gracia de Dios esta-
la vida de Jesús. Esta actitud inicial tiene un valor programático. De- ba sobre él» (Le 2,40), o que iba creciendo «en estatura y en gracia
lante de Dios y delante de los hombres Jesús se comportará como ante Dios y ante los hombres» (Le 2,52). Juan nos presenta al Verbo
«hombre justo», en un sentido mucho más radical que cuando esta encarnado como el que está «lleno de gracia y de verdad» (Jn 1,14),
expresión se aplica a José (Mt 1, 19), a otros santos personajes de los con la plenitud de aquel de quien todos hemos recibido «gracia por
relatos de la infancia (Le 1, 6; 2, 25) o al Bautista (Me 6, 20; Mt 21, gracia» (Jn 1,16). Porque si la ley fue dada por Moisés, «la gracia y
32). La justicia de Jesús es una actitud a la vez espiritual y moral que la verdad nos han llegado por Jesucristo» (Jn 1,17). La gracia y la
se expresa en su relación de obediencia amorosa al Padre y de apertu- justicia van a la par. Jesús es en su persona la fuente de una y de la
otra. Por consiguiente, tiene pleno derecho a enseñarla, porque asegu-
2. J. GUILLET, Chercher la justice:Cultures etFoi, Suppl. 1976, 14. ra su don.
3. Ibid.,15.
4. T. O. B., Nouveau Testament, Ccrí, París 1972, 452, nota w a Rom 1, 17.
5. J. GUILLET, art. cit., 16. El mismo autor ha expuesto su pensamiento de forma
más desarrollada en Justice-Foi-Loi, en Departcmcnt de Etudes Bibliques de l'I. C. P. La
vie de la Parole. De i'Ancien au Nouvcau Testament. Mclangcs P. Grelot, Desclée, Paris
1987, 345-353. El evangelio de Pablo
6. Ibid., 17.
E n el Nuevo Testamento, Pallo es el testigo privilegiado d e la
justificación por la fe. Para comprender bien su doctrina en esta ma-
248 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO, JUSTICIA DE DIOS 249

teria, hay que remontarse hasta su experiencia personal. Según su Esta proclamación inicial es el índice de toda la epístola. Pero el
propia confesión, el joven judío Saulo de Tarso intentó con todo el anuncio de la salvación se dirige a un mundo encerrado en el pecado
fervor de su ánimo realizar su propia justicia por medio de las obras y normalmente digno de la cólera de Dios. Bajo esta luz puede mani-
de la ley. Tenía motivos para sentirse orgulloso de ello: «Hebreo e festarse la radicalidad del pecado de la humanidad:
hijo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto al celo, perse-
guidor de la Iglesia; en cuanto a la justicia de la ley, intachable» (Flp «Pues ya demostramos que tanto judíos como griegos están todos
3,5-6; cf. Gal 1,14). Pero en el camino de Damasco hizo un descubri- bajo el pecado, como dice la Escritura: "No hay quien sea justo, ni si-
miento totalmente contrario y recibió el evangelio por una revelación quiera uno solo"... Que toda boca enmudezca y el mundo entero se
reconozca reo ante Dios, ya que nadie será justificado ante él por las
de Jesucristo. Había llegado hasta el límite de su deseo de conseguir
obras de la ley» (Rom 3, 9-10.19-20).
su propia justicia con sus fuerzas, pero no había encontrado a Dios.
No podemos hacernos con Dios con nuestras fuerzas. Por eso tene- En una sínteis vigorosa Pablo repite entonces la proclamación de
mos que aceptar vernos descabalgados, lo mismo que Pablo, caer por la salvación, que forma «inclusión» con la precedente:
tierra, recurrir a otro y dejarnos coger. Porque nadie puede decir de sí
mismo: «yo soy justo»; sólo Dios puede decirnos: «tú eres justo» 7 «Todos pecaron y están privados de la gloria de Dios y son justifica-
Así pues, Pablo perdió toda la confianza que tenía en sí mismo, para dos por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en
ponerla en Dios. No puso ya su orgullo o su «jactancia» en la ley, Cristo Jesús, a quien Dios exhibió como instrumento de propiciación
sino en la esperanza y en la gloria de Dios por Cristo Jesús (cf. Rom por su propia sangre, mediante la fe, para mostrar su justicia» (Rom
2,7-13; 5,2-11). Todo lo que era ganancia para él, resultó ser pérdida. 3, 23-25).
Su único bien fue el conocimiento de Jesucristo; su único deseo fue
Este texto tiene el interés de articular en torno a la categoría de
«ganar a Cristo y ser hallado en él, no con la justicia mía, la que
justificación otros dos vocabularios de la salvación: el de la reden-
viene de la ley, sino la que viene por la fe de Cristo, la justicia que
ción, acontecimiento realizado por Cristo y en cuyo nombre se
viene de Dios, apoyada en la fe» (Flp 3,8-9). Es allí donde se arraiga
produce la justificación de cada-uno, y el de la expiación o propi-
en él la dialéctica de la debilidad y de la fuerza que tanto le compla-
ciación, que volveremos a encontrar cuando tratemos de la media-
ce. Pablo puede sentirse orgulloso de sus flaquezas, porque él le ha
ción ascendente; este último se invoca con vistas a la revelación
dicho: «Mi gracia te basta; que mi fuerza se muestra perfecta en la
de lo que la justicia de Dios es para el hombre. Los dos movi-
flaqueza» (2 Cor 12, 9).
mientos de la mediación reciben aquí una connotación según la
verdad de cada uno. En otro lugar Pablo llama a Cristo
Todos justificados por gracia «sabiduría, justicia, santificación y redención» (1 Cor 1,30): todas
estas categorías encuentran su unidad original y su sentido en la
La vocación de Pablo es única, pero la experiencia que hizo tiene persona de Cristo.
un alcance universal. Revela la manera con que la salvación de Dios
alcanza al hombre. Vale para los paganos lo mismo que para los ju- La justificación del hombre es obra de la pura gracia de Dios.
díos. Con este espíritu es como el apóstol escribe a los Romanos la Pero se añade «mediante la fe». En efecto, al hombre tan sólo s e le
gran carta de la justificación por la fe: pide la fe para que sea beneficiario de la justicia y de la gracia.
«TTorque pensamos qtie el hombre es justificado por la fe, sin las
«Pues no me avergénzo del Evangelio, que es una fuerza de Dios
para la salvación de todo el que cree: del judio primeramente y tam- obras de la ley» (Rom 3,28). El gran ejemplo de la fe que propone
bién del griego. Porque en él se revela la justicia de Dios, de fe en fe, Pablo es el de Abrahái, del que dice la Escritura:
como dice la Escritura: "El justo vivirá por la fe"» (Rom 1, 16-17).
«"Creyó Abrahán en Dios y le fue reputado como justicia"... Esperan-
do contra toda esperanza, creyó y fue hecho padre de muchas nacio-
nes.. No vaciló en su fe al considerar su cuerpo ya sin vigor —tenia
unes cien años— y el seno de Sara, igualmente estéril; en presencia
7. ¡tíd. de la promesa divina, la incredulidad no le hizo vacilar, antes bien, su
fe le llenó de fonaleza y dio gloria a Dios» (Rom 4,3.18-20).
250 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO, JUSTICIA DE DIOS 251

Lo que vale para Abrahán, que creyó en la promesa, vale también Pero describe también una dinámica de trasformación del pecador
para nosotros, que creemos en el misterio de Cristo: por el don del Espíritu que actúa en él una vida nueva. La dimensión
exterior de la justificación se ordena a su dimensión interior y tiene
«Nosotros, a quienes ha de ser imputada la fe, nosotros que creemos
en Aquel que resucitó de entre los muertos a Jesús Señor nuestro, como fruto la santificación.
quién fue entregado por nuestros pecados, y fue resucitado para nues-
tra justificación» (Rom 4,24).
n. E L TESTIMONIO DE LA TRADICIÓN
El retorno a la vida del justo entregado por nuestros pecados nos
comunica la vida en la justicia. La fe hace vivir, ya que nos hace reci-
bir la justicia viva y vivificante de Dios. En la lógica de este texto la He dicho que los padres griegos no desarrollaron una doctrina for-
fe no es una obra nueva del hombre, que viniera de alguna forma a mal de la justificación. Pero esta afirmación general exigiría sin duda
sumarse con el don de la gracia. En la gracia y por la gracia es como alguna ciertas matizaciones. Por ejemplo, el sentido que tienen del
creemos en la gracia y somos agraciados. Esta fe viviente está imbui- admirable intercambio entre Dios y el hombre, anteriormente señala-
da de la caridad, ya que «el amor de Dios ha sido derramado en nues- do, no se olvida del tema paulino del intercambio entre la justicia de
tros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado» (Rom Dios y del pecado del hombre. Basta para atestiguarlo el hermoso
5,5). El amor que Dios tiene por nosotros se ha derramado ahora en texto, con que ya nos hemos encontrado, de la Epístola a Diogneto:
nuestros corazones, como agua purificadora y se convierte en la fuen-
«Porque ¿qué otra cosa podría cubrir nuestros pecados, sino la justi-
te misma del amor que tenemos a Dios. Puesto que Dios es el que cia? ¿En quién otro podíamos ser justificados nosotros, inicuos e im-
actúa en nosotros el querer y el obrar (Flp 2.13), esta fe que compren- píos, sino en el solo Hijo de Dios? ¡Oh dulce trueque! ¡Oh obra in-
de esperanza y amor es un puro don de Dios. La fórmula completa de sondable! ¡Oh beneficios inesperados! ¡Que la iniquidad de muchos
la justificación por la fe es la justificación por Ja gracia, mediante la quedara oculta en un solo Justo y la justicia de uno solo justificara a
fe, que es a su vez gracia muchos inicuos!»8
La salvación dada por Dios realiza entonces un acto perfectamen- Más arriba hemos visto9 el sentido original que adquiere en Ire-
te original de justicia, que separa no ya al justo del culpable, sino al neo la idea de la justicia en la salvación. Se trata de una justicia de-
pecado del pecador. Por un lado, por la cruz de Cristo, «condenó el vuelta al hombre que en Cristo y por Cristo se ha hecho vencedor del
pecado en la carne» (Rom 8,3) y el pecador se encuentra justificado que lo había vencido. La analogía puede parecer estar muy lejos de la
por el Espíritu, ya que la justicia que exigía la ley se cumple ahora en justificación de que habla Pablo. Pero no hay ninguna equivocidad,
nosotros (Rom 8,4). Se abre para nosotros el camino de una vida en ya que esta justicia es desde luego un don que Dios hace al hombre,
el Espíritu que nos convierte en hijos adoptivos de Dios (Rom 8,15). una liberación que hace así al hombre justo delante de Dios.
Esta vida nueva hace posibles las obras de la fe. Porque Pablo tiene
Pero hay que esperar a Agustín para que llegue a tematizarse en
plena conciencia de que la justificación por la fe no tiene que tradu-
occidente una verdadera doctrina de la justificación y de la gracia.
cirse por la libertad de pecar. Las obras no contribuyen a la justifica-
ción, sino que la justificación hace posibles las obras del amor. Lo
que importa para el que está en Cristo es «la fe que actúa por la cari- La experiencia de Agustín
dad» (Gal 5,6). Más tarde, la carta de Santiago insistirá mucho en
este punto, reaccionando sin duda contra las interpretaciones simplis- Ya n o s hemos encontrado dos veces con Agustín en nuestro r e c o -
tas y extremas de la enseñanza de Pablo (San 2,14-26). rrido, primero a propósito de su experiencia de la mediación de Cris-
to10 y luege a propósito de la relación entre la gracia y el libre albe-
Esta es, brevemente esbozada, la doctrina paulina de la justifica-
ción por la fe. Pablo lo expresa con un entusiasmo cristiano, en un es-
píritu de alabanza y de admiración ante el designio de Dios, del que
nada puede separarnos. Este tema encierra siempre en él una referen- 8. Epist. id Diognetum 9, 3, en Padres Apostólicos , BAC, Madrid 1985, 857.
9. Cf. supra, 166-170.
cia a la imagen jurídica de la justicia devuelta al cristiano, objeto de 10. Cf. sipra, 106-107.
decisión divina e «imputada» al hombre como en el caso de Abrahán.
252 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO, JUSTICIA DE DIOS 253

drío después del pecado". En ambos casos, Agustín experimentaba la pecadores; no pide nada imposible, ni abusivo; por tanto, la ley tiene
soberanía de la gracia liberadora que le vem'a de Jesucristo. que ser accesible al hombre; no hay pecado en donde no hay libertad
Estos encuentros nos hacen constatar una primera analogía entre personal; por consiguiente, Pelagio no puede admitir la trasmisión de
Agustín y Pablo: tanto en uno como en otro la experiencia determina una especie de pecado original, pecado hereditario que sería contrario
la doctrina. El judío Saulo contento de sí mismo y de sus obras había a la moral de Ezequiel (Ez 18). Cada hombre es un Adán para él
tenido que renunciar a sus privilegios y a la búsqueda desenfrenada mismo. Sea lo que fuere de la historia de la humanidad, a cada exis-
de la justicia por las obras de la fe. El pagano africano, mal converti- tencia le toca partir siempre de nuevo con sus fuerzas intactas.
do, que era Agustín, seducido largo tiempo por el maniqueísmo, Por otra parte, el hombre es libre: está «emancipado de Dios»,
luchó en vano por poner de acuerdo las miserias de su existencia car- adulto ante él. Si el «poder» le viene al hombre del Dios creador, el
nal con su deseo de Dios. Tanto el uno como el otro, pero el segundo «querer» y el «cumplir» son cosa suya; su libertad histórica es total;
a la luz de la doctrina del primero, tematizaron su experiencia y de- por tanto, puede hacer el bien y evitar el mal; puede incluso no pecar
dujeron de ella su lógica profunda, válida para todo cristiano. nunca (es la tesis de la iirpeccantia del hombre); su libertad vuelve a
partir de cero con cada acto nuevo, prescindiendo de cuál haya sido
su conducta anterior; a Pelagio le falta la persuasión de que nuestros
Pelagioyla ilusión de la libertad actos nos trasforman. Si el hombre peca, mantiene sin embargo toda
Pero intervino un nuevo elemento, que precipitó las cosas. Pela- su posibilidad de convertirse. En una palabra, el hombre puede lograr
gio, un laico asceta, natural de Gran Bretaña, se dio a conocer en por sí mismo su salvación con sus propios actos de libertad.
Roma a partir del año 380 en la dirección espiritual de personas de ¿Qué pasa entonces con la gracia? Pelagio no niega ni su existen-
la alta sociedad. Ejerció así una gran influencia y se enfrentó con los cia ni su papel. Reconoce una gracia que se confunde con la crea-
que hacían una apología demasiado fácil de la fe sin las obras, que él ción: está en el origen de nuestro libre albedrío; hay además una gra-
interpretaba como una autorización a pecar «con toda seguridad y li- cia de enseñanza, de sacorro exterior que nos viene del ejemplo de
bertad». Se hizo con discípulos entusiastas que radicalizaron su doc- Cristo; y está finalmente una gracia de perdón de los pecados, que es
trina, especialmente Celestio y Juliano, obispo de Eclana. Su ense- la remisión de una deuda, pero que no cambia el corazón. Puesto que
ñanza desencadenó una polémica larga y compleja, que se desplazó no hay pecado original, el bautismo no se les puede dar a los niños
de África a Palestina, para volver a África y pasar de nuevo a Roma; «para el perdón de los pecados»; no hace más que «abrirles el cielo».
'prque los pelagianos, turbulentos, viajaban por las diversas regiones
de la cristiandad de aquella época. Fue necesario que intervinieran Para Agustín, semejante doctrina es la negación de toda la ense-
los concilios locales y los papas12. ñanza paulina y joánica, la negación de la situación pecadora concre-
ta del hombre delante de Dios, cuya experiencia ha relatado en sus
En Agustín y Pelagio se enfrentaban dos concepciones totalmente
Confesiones, la negación de la prioridad absoluta de la gracia sobre
distintas del cristianismo, dos concepciones de la situación del hom-
nuestras obras, y finalmente y sobre todo la negación de la cruz de
bre ante Dios, del pecado y de la salvación. Una de las características
Cristo. Si Pelagio tiene razón, no tenemos necesidad de salvación;
de la doctrina de Pelagio es la de expresar las posiciones espontáneas
somos perfectamente capaces de conseguir nosotros solos nuestra sal-
de un sentido común primario y precrítico, de tal forma que a prime-
vación. Actualmente somos perfectamente sensibles a la abstracción
ra vista todos podemos reconocernos de buena gana c o m o pelagianos
antropológica de esta doctrina, cuyo optimismo puede seducir por u n
que se ignoran. Para Pelagio, la relación del hombre con Dios es ante
instante, pero que condena la realidad personal y colectiva del hom-
todo una relación de creación entre un Dios justo y un hombre libre.
Por una parte, Dios es justo: recompensa a los justos y castiga a los bre.

Agustín y la soberaníade la gracia


11. Cf. supra, 198-199.
12. Sobre Pelagio y esta historia, cf. G. DE PLINVAL, Pélage, Scs ccrits, sa vie et SÜ L a respuesta de Agustín a Pelagio lo condujo a desarrollar la con-
reforme, Payot, Lausanne 1943.
cepción, que ya tenía, de la soberanía de la gracia. Pero a medida que
se fue envenenando ladisputa, con la entrada de Juliano de Eclana y
CRISTO, JUSTICIA DE DIOS 255
254 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR

su violencia verbal y el paulatino envejecimiento de Agustín, su dis- de gracia. El comienzo de la fe (initium fidei) está también sometido
curso se hizo más tenso y llegó incluso a superar los límites de un a la prioridad absoluta de la gracia. Se trata de una explicitación de la
justo equilibrio. En este contexto polémico, acentuó ciertos rasgos lógica paulina.
discutibles de su concepción de la trasmisión del pecado original por 2. Lo mismo ocurre con la perseverancia en la justicia Esta prio-
la generación y de la predestinación. A veces se tiene la impresión de ridad vale no solamente de la primera justificación, sino de todo el
que el último Agustín hace perder toda su consistencia a la libertad proceso de la santificación: la gracia acompaña a todos nuestros
del hombre. Los elementos más ambiguos de su pensamiento están actos. Pues bien, los «semipelagianos» decían: una vez recibido el
en el origen de los debates sin salida de los tiempos modernos sobre don de la justificación, le corresponde al hombre ser fiel al mismo.
la gracia y de las posiciones jansenistas. Por consiguiente, hemos de Le toca colaborar con la gracia, ya que sus obras tienen que comple-
volver a la posición más justa del Agustín de la madurez, cuya doctri- tar necesariamente esa gracia en la realización de la salvación y para
na esencial fue canonizada por los concilios de Cartago (418) y de el mérito de la perseverancia. La fórmula sería entonces la inversa a
Orange (529). El pensamiento de Agustín ejercerá una influencia de- la anterior: Dios comienza y el hombre acaba. Una vez más Agustín
cisiva sobre la dogmática latina, particularmente sobre la teología de responde que no es así: ninguna actividad humana guarda proporción
santo Tomás. con el don de Dios. El hombre no puede merecer la vida eterna, ya
que entonces se daría un bien superior al que Dios le hace creándolo.
Según el proyecto de este libro, no voy a recoger aquí más que lo
El hombre no se encuentra nunca delante de Dios en la situación de
que concierne a la justificación y a la gracia. Inspirándome en un her-
disponer de un mérito independiente de su gracia. La lógica de la re-
moso texto de Yves de Montcheuil 13 , resumiré en unos cuantos pun-
lación gracia-libertad, que intervino en el momento de la primera jus-
tos las grandes líneas fundamentales del pensamiento de Agustín
tificación, sigue siendo la misma a continuación. Coronando nuestros
según su expresión más equilibrada. Encierra dos datos esenciales: la
méritos, Dios recompensa sus propios dones. Esta misma lógica rige
soberanía de la gracia y la realidad de la libertad humana.
igualmente en el caso de la perseverancia final. Tampoco aquí hay
1. Es la gracia la que comienza. Porque es siempre Dios el que da ningún derecho a decir: Dios comienza y el hombre acaba.
el primer paso ante el hombre. Esto se verifica en el plano universal
3. Sin embargo, queda en pie nuestra libertad. Porque la gracia
de la historia de la salvación, en la creación, en el don de la primera
no constringe a la libertad desde fuera, sino que la suscita desde den-
alianza y en el don definitivo del Verbo encarnado. Dios busca al
tro: la da a ella misma. Esta afirmación está a primera vista en contra-
hombre, como lo hacía el creador en el paraíso después del pecado:
dicción con el sentido común: una ayuda, una influencia es siempre
«Adán, ¿dónde estás?» (Gen 3,9). Esta iniciativa hace posible la res-
para nosotros un atentado contra la libertad que se define por la auto-
puesta del hombre, la expresión de su deseo, de su llamada y de su
nomía de la decisión {causa sui). Pero ya hemos visto la superficiali-
espera. Del mismo modo, fue la gracia invitadora de Dios la que per-
dad de este punto de vista, dado que sólo una libertad puede hacer
mitió el fíat de la Virgen. Lo que vale en el plano universal de la sal-
que nazca una libertad, sólo un amor puede hacer que nazca un
vación vale igualmente en el plano personal. La Iglesia se ha negado
amor 14 . La gracia es e n definitiva la libertad amorosa de Dios para
a admitir la tesis de los que han recibido el nombre —sin duda por
con nosotros; lejos de extinguir nuestra libertad, la engendra. Una
equivocación— de «semipelagianos», que opinaban que en el punto
prueba a contrario d e nuestra libertad reside en la posibilidad de
de partida de la fe era el hombre el que comenzaba y Dios el que aca-
decir que no, Esta libertad continuamente dada a sí misma y solicita-
baba. En esa concepción le correspondería primero al hombre dispo-
da por la gracia de Dios siempre puede «fallar», por recoger la pala-
nerse para la gracia, en un paso previo que desempeñaría la función
bra exacta de Agustín, y negarse. Pero esta prueba a contrario no
de una especie de mérito. Esto explicaría por qué unos se convierten
debe hacernos pensar que sólo hay libertad cuando el hombre dice
y otros no. A esta tesis, Agustín y la Iglesia después de él responden
que no. E s o sería una interpretación pecadora de la relación entre
que la preparación de la fe es igualmente un don de Dios y una forma
Dios y el hombre, considerados como dos rivales que se disputarían
un lugar único en la existencia.
13. Cf. Y de MONTCHEUIL, Notes medites,en Recherches et débats(l- serie poli-
copiado) n. 10, junio-julio 1950, 2-6
14. a . sup/a, 198-202.
256 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO, JUSTICIA DE DIOS 257

4. ¿Cómo comprender entonces la conciliación de estos dos fac- Esta es, según su núcleo esencial, la doctrina agustiniana de la
tores? Para ello hay que salir de la representación corriente según la gracia que justifica nuestra libertad. Se inscribe en línea recta con la
cual la gracia y la libertad son dos factores del mismo orden que se doctrina paulina, de la que constituye la interpretación eclesial. Santo
ejercen en el mismo punto, como si se tratara de dos caballos que
Tomás recogerá exactamente su contenido, dándole la forma sistemá-
tiran del mismo carro. En ese caso, el trabajo realizado por un animal
tica de la construcción escolástica. Se trata de un bien común de la
se une al que tiene que realizar el otro para sumarse con él. Pero
• Iglesia.
entre Dios y el hombre no puede haber una relación cuantitativa de
ese orden, como si una parte correspondiera a Dios y otra al hombre,
como si el don de Dios evitase que el hombre obrara. Porque la ac- El «sola gratia» y el «sola fide» de Latero
ción de Dios y la del hombre no están en el mismo plano, no pueden
Lutero es una vez más el testigo de la correspondencia entre la
competir entre sí. Todo viene de Dios y sin embargo todo es del hom-
experiencia personal y la doctrina. Desde su juventud, Lutero, nacido
bre. La analogía de la creación puede ayudarnos a comprender de
en 1483, era presa de la profunda angustia existencial de su tiempo,
qué se trata: el ser de la criatura depende por entero de la intención
la angustia de la salvación: ¿soy digno de amor o de odio? ¿me mira
creadora de Dios, sin la cual desaparecería. La criatura, sin embargo,
Dios como un amigo o como un enemigo? ¿no estaré caminando por
es distinta de Dios y dispone de una autonomía de acción real. Lo
el camino del infierno? ¿cómo librarme de la concupiscencia y del
mismo ocurre con la gracia que crea nuestra libertad espiritual. Su fi-
pecado que siento siempre en mí? Para aplacar esta angustia, Lutero
nalidad es suscitar ante Dios a un compañero verdaderamente «otro»,
entra en 1505 en la orden de los agustinos, que practicaba penitencias
libre y amante. Por eso, mi asentimiento a la gracia viene ciertamente
rigurosas. «Se agota» entonces, nos dice, en ayunos, vigilias, macera-
de mí aunque sigue siendo por su origen una gracia de Dios.
ciones, y frecuenta el sacramento de la penitencia. Pero a pesar de los
5. Lo que está en juego en la relación entre la gracia divina y la consejos de su director, Staupitz, vive sin cesar en el miedo a la justi-
libertad humana es el don de la vida de Dios, nuestra adopción filial cia de Dios. Sigue inundándolo la angustia de la condenación. La
y nuestra divinización. Esta vida no puede nunca ser objeto de una concupiscencia en todas sus formas, que tiene tendencia a confundir
«captación» por parte del hombre. Por definición el hombre no es con el mismo pecado, sigue viviendo en él. Ante Dios que lo juzga,
Dios, es y sigue siendo criatura. Para él, acceder a la libertad es acep- no es más que un pecador.
tar recibirse a sí mismo y su propia vocación, aceptar tener que res- Pues bien, en 1513 una iluminación espiritual trasforma la situa-
ponder a una invitación y a un don. El hombre es un acusativo antes ción gracias a su estudio de la carta a los Romanos. Descubre que
de ser un nominativo. Es el objeto del deseo de Dios, antes de ser el Dios no es el juez amenazante «que castiga a los pecadores y a los in-
sujeto de ese deseo y para poder hacerse tal. Este dato fundamental justos:
no es una consecuencia del pecado, sino que procede de nuestro esta-
tuto de criaturas, difícil de admitir ciertamente en nuestros días para «Entonces empecé a comprender que la justicia de Dios es aquella
muchos espíritus. Porque el hombre sigue estando siempre bajo la por la que el justo vive del don de Dios, a saber, de la fe, y que la sig-
tentación de hacerse dios por sí mismo, sin referencia a una alteridad. nificación era ésta: por el evangelio se ha revelado la justicia de
Dios, a saber, la justicia pasiva, por la que Dios misericordioso nos
El signo de esta dialéctica de un amor libre que suscita un amor justifica por la fe, según está escrito: "el justo vive por la fe". Enton-
libre es para Agustín el deleite o el placer. El amor liberado encuen- ces me sentí un hombre nacido de nuevo, que ha entrado en el paraí-
tra su dicha en amar y servir a Dios. En donde no hay constricción, so con las puertas de par en par. En ese mismo instante la Escritura
allí hay placer. se me apareció con otro rostro»1 .

6. En el caso del hombre pecador, la liberación de nuestra liber- De pronto pasa del odio al amor ante la expresión «justicia de
tad por la gracia no se hace de un solo golpe. La libertad devuelta a sí Dios»: antes le aterrorizaba, ahora lo libera. Lee entonces a san
misma sigue estando dividida y su devenir se cumple en el tiempo. Agustín, e i la tradición espiritual que estaba viviendo, ya que era
Progresivamente, la gracia que induce a la entrega de sí mismo a
Dios y a los demás, la ascesis y las buenas obras, consigue rehacer el
15. M. LITHER , Cteuvres.t. Vil, Labor et Rdes, Genéve 1962, 307.
acuerdo pleno de nosotros con nosotros mismos.
258 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR
CRISTO, JUSTICIA DE DIOS 259

monje agustino, y se da cuenta de que también él interpreta del


mismo modo a san Pablo: y la excomunión de Lutero en 1521. En Lutero, las violencias de len-
16
«Leí luego el De spirítu et littcra de Agustín , en donde contra toda guaje y la radicalización progresiva de sus ideas no facilitaron cierta-
esperanza encontré que también él interpreta la justicia de Dios de la mente el diálogo con la Iglesia Pero, por otro lado, tampoco ésta com-
misma manera: aquella de la que Dios nos reviste al justificarnos. Y prendió de verdad el alcance de su experiencia religiosa. En lugar de
aunque esto sea de una manera imperfecta y no explica claramente ver en él una llamada a un retorno al evangelio, sólo atendió a su con-
todo lo relativo a la imputación, le pareció conveniente enseñar que testación de la institución eclesial. Pues bien, el grito de Lutero, exten-
la justicia de Dios es aquella por la que somos justificados»17. dido por toda Europa gracias a la nueva invención de la imprenta, actuó
como un detonador. El reformador sintonizaba con la sensibilidad espi-
Así, las observancias religiosas y el significado que se les daba ritual de su época, llena de vitalidad, de búsqueda y de esperanza, a
habitualmente habían obscurecido el evangelio de la justificación por pesar de la decadencia de las prácticas y de los abusos eclesiásticos.
la fe. La virulencia de la experiencia vivida por Lutero explica ciertos
La doctrina luterana de la justificación por la fe no es más que la
aspectos de su doctrina. Su punto de vista y su lenguaje son existen-
formalización dealéctica de estos datos de su experiencia El evangelio
ciales18, y no ya ontológicos como en la teología escolástica. Esto es
hace pasar al hombre de la ley a la fe. El hombre, total y radicalmente
algo nuevo en la época y engendrará no pocos malentendidos. En su pecador, según una perspectiva que no distingue entre pecado original
traducción del famoso versículo de Rom 1,17 añade una palabra que y pecado personal, está separado de Dios. Está sometido a la ley, que
no está en el texto: «El justo vivirá por la fe sola». Esta innovación le revela su pecado sin liberarlo de él, y que es la expresión de la cólera
exacta en cuanto al sentido, resulta significativa de su reacción vio- de Dios sobre él. Dios es entonces para nosotros un Dios oculto, bajo
lenta contra las obras. Lutero subraya también que el acto de justifi- cuyo juicio temblamos, y que realiza en nosotros una obra extraña
cación es la decisión propia de Dios, que sigue siendo en este sentido (opus alienum). Por el anuncio del evangelio, el hombre puede encon-
exterior al hombre: es el aspecto «forense», es decir, exterior y jurídi- trar la paz pasando a la fe y abandonándose a la misericordia de Dios.
co de la justificación. La gracia es ante todo la mirada que Dios diri- El sola fide es su respuesta al sola gratia, en la que Dios nos concede
ge al hombre. La justificación no deja sitio a la moralidad natural. incondicionalmente la justicia, sin tener para nada en cuenta nuestra
Sin duda abre el camino a un proceso de santificación y las obras aportación. Este acto es el instante de Dios que encuentra sin cesar al
buenas son consecuencia normal. Pero el hombre revestido de la jus- creyente en el hoy de su existencia, para hacerle pasar constantemente
ticia de Dios sigue siendo pecador (simul peccator et justus), porque a la fe. Dios es entonces un Dios revelado que realiza en nosotros su
hace la experiencia de que, incluso después del bautismo, el pecado, obra propia (opus alienum). La justificación es un gozoso intercambio
considerado por Lutero como un estado mucho más que como una entre Cristo y el creyente: se nos imputa la justicia de Cristo Gusticia
serie de actos, sigue viviendo en él. Por eso el reformador insiste forense), que nos permite obrar de manera justa (segundo nivel de la
mucho en la conciencia interior que cada uno ha de tener de su pro- justicia), pasándole a Cristo el peso de nuestro pecado. El hombre jus-
pia fe y de la confianza en Dios que lo justifica. tificado, enfermo en vías de curación, sigue siendo pecador y peniten-
En el contexto de esta experiencia espiritual es donde explota el te. El sola fíde y el sola gratia están lógicamente vinculados con la
asunto de las indulgencias de 1517. El incidente de las 95 tesis publi- sola scriptwa, ya que sólo la Escritura atestigua para nosotros la Pala-
cadas en Wittenberg habría podido ser una cuestión sin importancia, bra de Dios. Se comprende entonces que para Lutero la justificación
pero resultó simbólica. Denunciando los manifiestos abusos simonía- por la fe sea el artículo que hace mantenerse en pie o caer a la Iglesia
eos de la predicación de las indulgencias, Lutero ataca entonces las (articulus stantis ve/ eadentis Ecclesiae).
obras presentadas como salvífícas y que distraían a los fieles de su fe
en la cruz de Cristo. Esto ocasionará el conflicto que todos conocemos La sesión és del concilio de Trento sobre la justificación (1547)
16. Cuyo título, inspirado en 2 Cor 3, 6, equivale a «De la gracia y de la ley». «¿Por qué tan tarde, cuando todo grita: ¡Concilio, concilio!?», re-
17. M. LUTHER , Oeuvres, t. VII, o.c. petía la época19. Uno de los dramas de la Iglesia en el siglo VI fue
18. Punto de vista subrayado por D. OLIVIER, Le procos Luther, 1517-1521, Fa-
yard, París 1971; La foi de Luther. La cause de VEvangile dans l'Eglise, Beauchesne,
Paris 1978. 19. Cf. H JEDIN, Historia del concilio de Trento, t. I, La lucha por el Concilio,
Eunsa, Pamplona 1972, 182.
260 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO, JUSTICIA DE DIOS 261

efectivamente el retraso con que se celebró el concilio de Trento. La «El decreto sobre la justificación, a pesar de tratarse de un producto
apelación al concilio vino de Lutero el año 1518 y el 1520; la repitió artificioso, es, en muchos aspectos, un trabajo excelente; cabe pre-
en 1523 la dieta de Nuremberg y se hizo en 1524 en nombre de los guntarse si, de haberse emitido este decreto a comienzos de siglo por
Estados alemanes. Pero para el papa León X, que había acabado tan el concilio de Letrán, metiéndose realmente en la carne y en la sangre
sólo en 1517 el concilio Lateranense V, el concilio estaba ya hecho. de la Iglesia, habría progresado la Reforma»20.
Clemente VII no lo quería y durante diez años hizo todo lo posible
En la lectura rápida que aquí propongo de este largo texto, atien-
por evitarlo. Pablo III tuvo a su vez necesidad de diez años para reu-
do más a la doctrina que a los cánones, ya que la exposición articula-
nido, ya que los conflictos europeos lo hacían periódicamente impo-
da de la doctrina es más significativa que la denuncia discontinua de
sible. Si Carlos V era favorable al mismo, a fin de rehacer la unidad
las proposiciones condenables. Destaco igualmente lo que el concilio
espiritual de su imperio, Francisco I se le oponía, prefiriendo el statu
llama «el primer efecto de la justificación», es decir, el proceso de
quo que debilitaba a su adversario. Con el correr de los años, los pro-
paso de un pecador infiel a la fe y a la justicia, en detrimento de los
testantes planteaban cada vez más exigencias sobre el mismo. El con-
otros estados (perseverancia y progreso en la justificación y recupera-
cilio era una especie de espejismo que retrocedía cada vez más. Se
ción de la justificación perdida), que ponen en movimiento la misma
puso en marcha en 1545, tres meses antes de la muerte de Lutero,
lógica.
con casi treinta años de retraso, y, teniendo en cuenta las interrupcio-
nes, duró dieciocho años. Durante este tiempo los luteranos y los cal- La primera justificación del pecador queda expuesta en sus dos
vinistas constituyeron verdaderas Iglesias. Hubo ciertamente algunos puntos de vista complementarios. El primero se refiere al presupuesto
intentos de presencia de los protestantes en Trento, pero sin resulta- global de esta justificación, que se encuentra en la economía divina
do. El concilio, que debía hacer una obra en común con ellos para la de salvación con la humanidad pecadora. La humanidad histórica,
reconciliación y la reforma de la Iglesia, se convirtió en un concilio según sus dos categorías bíblicas, los judíos y los paganos, está ence-
de Contra-reforma. rrada en el pecado, de tal forma que ni los paganos por las fuerzas de
la naturaleza ni los judíos por la observancia de la ley mosaica pue-
den liberarse de este estado para llegar a la salvación. Sin embargo,
El concilio tema ante sí un inmenso programa de trabajo en el en el corazón de esta incapacidad radical, la humanidad conserva una
doble terreno de los «dogmas» y de la «reforma». En el primer regis- capacidad para ser liberada, ya que no se ha extinguido su libre albe-
tro, abordó tres cuestiones de fondo: relación entre la Escritura y la drío, sino que sólo se ha «debilitado y desviado» (cap. 1). Por eso, el
tradición, el pecado original y la justificación, antes de emprender un Padre de las misericordias envió en la plenitud de los tiempos a su
largo recorrido por los sacramentos. Con ocasión de la sesión 6a, de- Hijo para redimir a los judíos y hacer que los paganos alcancen la
dicada a la justificación, el concilio redactó por primera vez, además justicia. Se observará la equivalencia que pone el concilio entre los
de una serie de 33 cánones, un largo documento doctrina] (doctrina) dos vocabularios de la redención y de la justificación (cap. 2). Esta
dividido en capítulos, que propone una enseñanza coherente y com- justificación adquirida por la sangre de Cristo tiene un valor para
pleta sobre el conjunto del tema. Todo ello fue objeto de debates se- todos; sin embargo, tiene que ser comunicada a los hombres por la
rios y profundos, de redacciones múltiples, teniendo que pasar el con- regeneración en Cristo, en donde se les concede la «gracia que los
cilio por la experiencia de diversas tendencias en su seno. Su redactor hace justos» (cap. 3). La justificación se presenta así como una tras-
fue Seripando, maestro general de los agustinos, la orden a la que ferencia, en la herencia, de la solidaridad pecadora que nos viene de
pertenecía Lutero. Es evidente la preocupación por explicarse con los Adán al estado de gracia y de adopción de hijos de Dios por el segun-
reformadores, pero también la de liberar a la doctrina católica de toda do Adán. Esta trasferencia, desde la promulgación del evangelio, se
sospecha de pelagianismo. La doctrina de fondo está de acuerdo con realiza por el bautismo (cap. 4). Esta exposición expresa en un len-
los fundamentos paulinos y agustinianos del pensamiento de Lutero. guaje muy paulino la soberanía de la iniciativa de Dios para la reali-
Pero la conceptualización es muy distinta: el concilio sigue hablando zación en Jesucristo de la salvación universal. Antes de considerar el
un lenguaje ontológico y no existencial. Su antropología es más opti-
mista que la de Lutero. La calidad del trabajo conciliar ha sido reco-
nocida por el teólogo protestante Harnack en estos términos:
20. Textocitado por H. KUNG, O. c , 104.
262 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO, JUSTICIA DE DIOS 263

aspecto interior de la justificación, el concilio sitúa el acto de Dios en justamente: «Es un colaborar, no en el sentido de una colaboración,
la historia. sino de un quehacer común. Al justificado se le exigen "obras" de
El segundo punto de vista adoptado por el concilio nos hace pasar justificado; al hombre que ha de ser justificado se le exige la colabo-
a la consideración del pecador en vías de justificación. Podríamos lla- ración en la fe...; es el asentir, el decir sí y amén, altamente activo en
marlo un punto de vista «existencial», si no se tratase sobre todo de su pasividad, del pecador arrepentido, desarrollado por el veredicto
un planteamiento lógico de los factores en juego. Este devenir es es- gracioso de Dios» 22 .
tudiado a partir del caso de los adultos. Este punto tiene su importan-
El concilio describe a continuación la serie de actos de esta prepa-
cia. Porque ninguna teología tiene que construirse a partir del caso
ración para la justificación. Se inspira para ello en un artículo de la
extremo del bautismo de los niños. Este último no puede compren-
Suma de santo Tomás 23 , pero sin recoger toda su sistematización. No
derse justamente más que a la luz de la justificación de los adultos. El
presenta una fenomenología concreta de este devenir, sino tan solo
leit-motiv de todo el desarrollo es el siguiente: la prioridad de la gra-
una enumeración de sus diferentes momentos estructurantes:
cia es absoluta y constante, pero se exige la cooperación de la liber-
tad humana por la sencilla razón de que ésta se da. La libertad puede «Ahora bien, (los hombres) se disponen para la justicia misma al
convertirse en aliada activa de la gracia solamente y en la medida en tiempo que, excitados y ayudados de la divina gracia, concibiendo la
que es ella misma liberada por la gracia. Así se recoge la doctrina de fe por el oído, se mueven libremente hacia Dios, creyendo que es ver-
Pablo y de Agustín. El primer punto está perfectamente de acuerdo dad lo que ha sido divinamente revelado y prometido...; al tiempo
con la doctrina de Lutero; el segundo tiende a corregir el unilateralis- que entendiendo que son pecadores, del temor de la divina justicia,
mo de su pensamiento en lo que se refiere a la libertad. El texto no del que son provechosamente sacudidos, pasan a la consideración de
la divina misericordia, renacen a la esperanza, confiando que Dios
permite ninguna confusión posible en cuanto a una «sinergia» de la
ha de serles propicio por causa de Cristo, y empiezan a amarle como
gracia y de la libertad; subraya solamente la eficacia trasformadora fuente de toda justicia y, por ende, se mueven contra los pecados por
de la gracia. Este leit-motiv volverá de nuevo a la escena a propósito algún odio y detestación, esto es, por aquel arrepentimiento que es
de la preparación para la justificación, del acto mismo de la justifica- necesario tener antes del bautismo; al tiempo, en fin, que se proponen
ción y finalmente del progreso de esta justificación. recibir el bautismo, empezar nueva vida y guardar los divinos manda-
mientos» (cap. 6: Dz 798)24.
En la preparación para la justificación, la gracia divina, que por
hipótesis no habita todavía en el hombre, solicita su libertad en una Se trata de una serie de actos que hay que proponer; por eso el vo-
anticipación gratuita y le da la posibilidad de volverse a Dios en un cabulario prefiere los verbos a los substantivos. Todos estos actos,
movimiento de acogida. Todas las palabras están debidamente pesa- impulsados y ayudados por la gracia (tal es el presupuesto fundamen-
das en la frase decisiva: tal), van jalonando la conversión de la libertad. Están estructurados
«Declara además (el sacrosanto concilio) que el principio de la justi- por la secuencia de fe-esperanza-caridad. Pero no se trata todavía de
ficación misma en los adultos ha de tomarse de la gracia de Dios pre- las tres virtudes teologales, que sólo pueden existir en el hombre jus-
veniente por medio de Cristo Jesús, esto es, de la vocación, por la tificado. Se trata de movimientos de creer y de esperar y de un co-
que son llamados sin que exista mérito alguno en ellos, para que mienzo de amor 5 , que esbozan un giro hacia la caridad y por tanto
quienes se apartaron de Dios por los pecados, por la gracia de Él que hacia la justificación misma. En ese momento, la fe, la esperanza y la
los excita y ayuda a convertirse, se dispongan a su propia justifica- caridad se convertirán en virtudes teologales infusas, aspecto creado
ción, asintiendo y cooperando libremente a la misma gracia» (cap. 5: de la habitación trinitaria. El texto señala una dinámica de conversión
Dz 797)21.
hasta su retorno completo a Dios.
El signo de la realidad y de la necesidad de esta cooperación es
que el hombre puede rechazar esta inspiración. Hans Küng comenta
22. H. KUJG , o. c, 264-265.
23. SANTO TOMAS , STh. III, q. 85, a. 5, corp.
21. Concilio de Trente, 6* sesión. Sobre ¡a justificación: trad. El magisterio de la 24. CONCILIO DE TRENTO, lbid., 229.
Iglesia, Herder, Barcelona 1963, 229. 25. Hubo grandes discusiones en tomo a la mención del amor al final de la prepa-
ración para la justificación, que fue sucesivamente afirmada, retirada y repuesta.
264 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO, JUSTICIA DE DIOS 265

asocia la gloria de Cristo, que es el corazón del designio de Dios, y la


Pero entre los actos de fe y de esperanza interviene el de temor de
vida eterna del hombre, en el espíritu de la tradición de la que Ireneo
la justicia divina: en efecto, la fe revela el pecado. Este temor no es
era el testigo al decir que «la gloria de Dios es el hombre que vive»27.
estático ni estéril: evoluciona hacia la consideración de la misericor-
La causa eficiente, realizadora de la justificación, es una vez más
dia y da lugar a la esperanza. Igualmente, después del comienzo del
Dios, que nos purifica y nos santifica en el Espíritu. Esta causa efi-
amor, el concilio habla de una actitud de arrepentimiento y de peni-
ciente va a situarse en la historia según la economía de la salvación
tencia. Así se prepara el hombre para el bautismo, una vez que su
que supone el acontecimiento de Cristo y el misterio eclesial de los
conducta ha llegado a la madurez.
sacramentos, se particulariza luego concretamente ante todo en la
La continuidad de este proceso desemboca entonces en una dis- causa meritoria, que es Cristo en persona En esta ocasión el concilio
continuidad radical, la del instante de la justificación, en donde la si- esboza el movimiento que va de la mediación descendente, el don de
tuación cambia «instantáneamente» —decía ya santo Tomás—, ya una justificación que tiene por motivo el amor que Dios nos tiene, a
que Dios realiza la justificación del impío y lo trasforma a él. El texto la mediación ascendente, expresada en los términos de mérito y de
del capítulo 7, cumbre de esta doctrina, analiza la estructura de la satisfacción, sobre los que tendremos que volver, bien advertidos del
justificación, en su aspecto negativo y positivo, con la ayuda del es- contexto en que se encuentran. A continuación se particulariza la
quema metafísico aristotélico-tomista de las causas. ¡Lenguaje emi- causa eficiente, en otro nivel, en la causa instrumental que es el bau-
nentemente ontológico! Esta sistematización cultural nos resulta hoy tismo, según la lógica de la encarnación. El bautismo es «sacramento
chocante en su forma. Pero, según todos los puntos de vista posibles, de la fe», expresión tradicional cuya mención es aquí importante. Fi-
no dice que Dios es el autor y la causa de nuestra justificación desde nalmente, la única causa formal es la justicia misma de Dios, pero el
su alfa hasta su omega: texto indica, recogiendo una fórmula de Agustín: «no aquella con
«Las causas de esta justificación son: la Gnal, la gloria de Dios y de que él (Dios) es justo, sino aquella con que nos hace a nosotros jus-
Cristo y la vida eterna; la enciente, Dios misericordioso, que gratuita- tos» 28 . Lo propio de la causa formal es asimilar el efecto a lo que es
mente lava y santifica, sellando y ungiendo con el Espíritu Santo de ella misma: lo «informa» en el sentido metafísico del término. Por
su promesa, que es prenda de nuestra herencia; la meritoria, su Uni- poner un ejemplo vulgar, si quiero pintar mi habitación de blanco, mi
génito muy amado, nuestro Señor Jesucristo, el cual, cuando eramos intención se ve impregnada de la forma de la blancura que deseo
enemigos (Rom 5, JO), por la excesiva caridad con que nos amó, nos poner en la habitación. Esta forma, presente a mi espíritu, presente
mereció la justificación por su pasión santísima en el leño de la cruz también en la pintura, asimilará la habitación a la blancura. Se hará
y satisfizo por nosotros a Dios Padre; también la instrumental, el sa- blanca. Si la causa formal de nuestra justificación es la justicia
cramento del bautismo, que es el "sacramento de la fe", sin la cual misma de Dios, esta justicia se hace en nosotros forma de nuestra
jamás a nadie se le concedió la justificación. Finalmente, la única propia justicia. Por una misma y única justicia somos al mismo tiem-
causa formal, es la justicia de Dios, no aquella con que él es justo,
po como justos (imputación forense) y designados, por serlo, justos
sino aquella con que nos hace a nosotros justos, es decir, aquella por
la que, dotados por él, somos renovados en el espíritu de nuestra con una justicia «inherente», es decir, que nos impregna y se hace re-
mente y no sólo somos reputados, sino que verdaderamente nos lla- almente nuestra. El concilio rechaza aquí implícitamente la idea de
mamos y somos justos, al recibir en nosotros cada uno su propia jus- una doble justicia, sobre la cual se había llegado a un acuerdo de
ticia, según la medida en que "el Espíritu Santo la reparte a cada uno compromiso entre protestantes y católicos en el coloquio de Ratisbo-
como quiere" (1 Cor 12, 11), y según la propia disposición y coope- na (1541). Según esta doctrina, la justicia de Cristo no hace sino im-
ración de cada uno» (cap. 7: Dz 799)26. putarse a nosotros; y somos llamados justos «debido a la justicia in-
herente por la razón de que hacemos obras justas»29. Esta solución de
La causa final es la última en el orden de la manifestación, pero la
compromiso se debía sobre todo a una mala teología, ni lo bastante
primera en el de la intención: consiste en la gloria de Dios y corres-
católica ni lo bastante protestante. Porque nuestra justicia es total-
ponde a dos lemas muy célebres de la época: el Ad majorem Dei glo-
mente de Dios y está totalmente en nosotros. No puede haber más
riam de Ignacio de Loyola y el Soli Deo gloria de Juan Calvino. Le
que una: ésta es la paradoja de la relación entre gracia y libertad. In-

26. CONCILIO DE TRENTO, Ibid., 230. 27. IRENEO , Adv. Haer. IV, 20, 7.
28. AGUSTÍN , De TrinitatcXW, 12, 15.
29. Livrt de Ratisbonnc, art. 5, 5; cd. Le Plat III, 16.
266 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO, JUSTICIA DE DIOS 267

sistiendo en la justicia por la que Dios «nos hace justos», el concilio estoy en él, que Dios me guarde; si no lo estoy, que Dios me ponga
evoca la persona del mediador entre la justicia de Dios y nuestra pro- en él».
pia justicia, Cristo, el Verbo encarnado, hecho por nosotros
«sabiduría, justicia, santificación y redención» (1 Cor 1, 30). En
todas estas causas sólo hay una que no se menciona, la causa mate- Las discusiones de los tiempos modernos sobre la gracia
rial, es decir, el hombre que goza de la justificación. La doctrina de la justificación por la fe es un bien común de la
La justificación tiene lugar en el momento en que «la caridad de Iglesia. Pero la preocupación por afinar continuamente en su análisis
Dios se ha derramado por el Espíritu Santo en los corazones de los dará lugar en occidente a toda una serie de debates teológicos, de
que son justificados» (cap. 7) y permanece inherente en ellos, trayen- mayor o menor importancia, que aquí sólo puedo mencionar. Gui-
do consigo la remisión de los pecados y el organismo teologal de la Ilaume du Bay, llamado Bayo (1513-1589), profesor de Lovaina,
fe, la esperanza y la caridad. Por tanto, la justificación no requiere so- puso en discusión la gratuidad de lo sobrenatural, sustituyendo,
lamente la fe, sino una fe viva, capaz de obrar por la caridad (cf. Gal según la frase de H. de Lubac, el misterio de amor entre Dios y el
5, 6). Chocamos aquí con la diferencia de temática subyacente de los hombre por unas «relaciones comerciales» 32 . Bayo oscilaba curiosa-
dos lemas fide viva (católico) y fide sola (protestante). El concilio mente entre las tesis de Pelagio, cuando se trataba del hombre antes
comprende la fórmula paulina de la justificación por la fe y de la jus- de la caída, y las posiciones más extremas de Agustín, cuando se tra-
tificación gratuita en este sentido: la fe es el comienzo, el fundamen- taba del hombre que se había hecho pecador. A principios del siglo
to y la raíz de toda justificación y «nada de lo que precede a la justifi- XVII se desencadenó una controversia entre dominicos y jesuítas en
cación, la fe o las obras, merece esta gracia» (cap. 8). Por el torno a las tesis respectivas de Báñez y de Molina sobre las relacio-
contrario, la fe luterana compromete la confianza-esperanza y supone nes entre la gracia y la libertad. A pesar de la celebración de numero-
ya la caridad. Los dos lenguajes tienen un fundamento paulino igual. sas sesiones de una comisión pontificia nombrada adhoc, el asunto
L. Bouyer subraya la importancia de esta afirmación conciliar: desembocó en una decisión en blanco. El Papa Pablo V se contentó
con prohibir a las dos partes que se censurasen mutuamente y les
«La misma doctrina católica, tal como se definió en Trcnto, no per-
mite hablar de una salvación por la fe y las obras, si con eso se en- pidió que se abstuvieran de «palabras demasiado duras que son el
tienden las obras que no fueran ellas mismas el producto de la gracia signo del resquemor». Cuando un problema se queda así sin solución,
salvífica acogida por la fe. Al contrario, como desea la afirmación es muy probable que su planteamiento no sea el más adecuado, y la
profunda de la causalidad total de la gracia en la salvación, son pro- «rabia teológica» no arregla nada33. El último episodio de la herencia
ducto de la misma tanto las obras buenas que se derivan de esta gra- de los excesos de un cierto agustinismo fue la crisis jansenista, cuyos
cia como la fe misma que la recibe»30. efectos se hicieron sentir durante mucho tiempo. Jansenio (1585-
1638) hatía sido formado en Lovaina por un discípulo de Bayo.
Por consiguiente el católico puede y debe adherirse al principio
Trató con Jean Duvergier de Hauranne, futuro abad de Saint-Cyran
del sola gratia. Pero el concilio niega (cap. 9) que haya que confun-
(1581-1643). Después de haber escrito su obra maestra, el Augusti-
dir la justificación por la fe con la certeza que se pueda tener de ella.
nus, murió siendo obispo de Ypres. La obra fue condenada por repro-
Como hemos visto, era éste un aspecto de la experiencia de Lutero.
ducir las tesis de Bayo. Jansenio insistía en las tesis del último Agus-
Pero las expresiones condenadas por el concilio no corresponden a la
tín y llegaba a negar por completo la libertad del hombre. O bien la
doctrina de éste 31 . Sin embargo, su insistencia bastante unilateral en
gracia subyugaba la voluntad del mismo de manera infalible en el
la subjetividad de la fe puede ser fuente de obsesiones y de escrúpu-
caso de los elegidos, o bien abandonaba a sí misma a una voluntad
los. La posición católica está perfectamente expresada en la respuesta
de Juana de Arco a sus jueces: «¿Estáis en estado de gracia? —Si

32. H. DE LUBAC, Surnaturel, Etudcs hlstoríques, Aubier, París 1946, 16.


33. Son conocidas las repercusiones que estos debates de escuela tuvieron en las
30. L. BOUYER, DV protéstanosme á ¡'Eglise.Cerf, París 1954, 55. Indias occideitales y cómo suscitaron uno contra otra dos sistemas misioneros: el del
31. Cf. J. ALFARO , Certitude de ¡'esperance et «certitudc de ¡agrace»: NouvThéol. bautismo a ukanza y el de la lenta inculturacion. A las disputas de la gracia responden,
94 (1972) 29. como en eco lejano, las disputas de los ritos.
268 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO, JUSTICIA DE DIOS 269

necesariamente pecadora. Así pues, esta doctrina ponía en discusión siempre delicado de su relación con la fe y con la libertad. Critica el
la universalidad de la salvación realizada por Cristo. El jansenismo papel puramente cognoscitivo que se atribuye a la fe en la justifica-
popular, rigorista y rígido, marcó durante mucho tiempo la piedad de ción en Barth. Éste abandona entonces un elemento importante del
los fieles en varios países de Europa. pensamiento luterano, a saber, que la fe es condición necesaria para
la salvación. La conclusión es sorprendente: «La tesis de la justifica-
ción por la fe sola, tal como la expone Barth, equivale paradójica-
mente a esto: el hombre es justificado por Cristo sin la fe»36. Boui-
n i . JUSTICIA Y JUSTIFICACIÓN EN LA TEOLOGÍA CONTEMPORÁNEA llard destaca igualmente la reticencia de Barth a la hora de reconocer
una real «cooperación» del hombre en la justificación, aun cuando
Los acentos existenciales que dieron en el siglo XVI toda su viru- esta palabra se encuentra en Pablo (1 Cor 3, 9).
lencia a la doctrina de la justificación no son ya los de nuestra época. Casi por las mismas fechas, H. Küng hizo en su libro La justifica-
Nuestra angustia ha cambiado de objeto. Quizás incluso esta doctrina cióii7 una larga exposición de la doctrina de Barth, seguida de un in-
está ahora demasiado olvidada y muchos de los cristianos son since- tento de respuesta católica. Su punto de vista es diferente: desea
ramente pelagianos sin darse cuenta de ello. Por otra parte, el sentido saber si, teniendo en cuenta la diversidad de las problemáticas, de los
moderno de la justicia desarrolla ciertas exigencias que parecen estar lenguajes y de los sistemas, Barth y los católicos están separados en
muy lejos de la acepción bíblica del término. ¿Habrá acaso una equi- la fe a propósito de la justificación. Al final de su estudio, Küng afir-
vocidad entre las dos significaciones? No es muy seguro. ¿Puede rea- ma un acuerdo esencial en la fe por ambos lados. Su exégesis de
lizarse la justicia para el hombre, bajo todas sus formas, sin que Dios Barth les pareció entonces a algunos demasiado conciliadora, pero
la dé? Sin volver sobre la fundamentación de la fe de hoy en esta nadie discutió la ortodoxia de la presentación que hacía de la doctrina
doctrina evangélica, hay que reconocer una actualidad de la justifica- católica. Este diálogo marcó Un paso importante en el camino de la
ción por la fe, primero en el diálogo ecuménico y luego en la búsque- reconciliación doctrinal. El mismo Barth, en una carta-prólogo, reco-
da de la justicia, tan característica de nuestra época. nocía la exactitud de las ideas que Küng le prestaba, decía que estaba
fundamentalmente de acuerdo con la presentación que éste hacía de
El problema ecuménico de la justificación por la fe la doctrina católica de la justificación y se declaraba incluso dispues-
to a ir a Trento para pedir perdón por las palabras demasiado severas
Karl Barth ha sido en nuestro siglo el mayor testigo protestante de que había pronunciado en su Dogmática contra la obra conciliar 38 .
la justificación por la fe. Su teología es la heredera de los grandes im- Küng terminaba sin embargo su análisis bartiano planteando una
perativos a la vez del pensamiento luterano y del pensamiento refor- cuestión que sigue todavía hoy constituyendo una dificultad para la
mado 34 . La doctrina de Barth dio lugar por los años cincuenta a un comprensión de la efectividad de nuestra justificación:
profundo diálogo con los teólogos católicos. H. Bouillard hizo un «¿En esta Dogmática, no se ha concedido demasiado poco a Dios,
largo y minucioso análisis de la misma en una obra magistral, objeto porque se ha atribuido demasiado poco al hombre? ¿No se merma el
de una tesis en la Sorbona sostenida en presencia del propio Barth35. honor de Dios con la merma del honor de su criatura?... El acto de
Bouillard, con una benevolencia que no excluye la acribia crítica, gracia de Dios ¿no es débil y poco convincente porque el hombre no
confronta el pensamiento de Barth con la doctrina paulina, sostenida es realmente agraciado?... El hombre y con él la encarnación de Je-
por el teólogo protestante como la norma última de su reflexión. Indi- sucristo ¿han sido tomados enteramente en serio? ¿No fracasa final-
ca particularmente los puntos en que el unilateralismo de Barth en el mente la criatura como compañera de Dios?»39.
terreno de la gracia corre el riesgo de comprometer el equilibrio

36. H. BOUILLARD, ibid., t. 2, 75.


34. Cf. K. BARTH, Dogmatique IV, 1,2, cap. XIV, 61, La justitication de l'hommc. 37. H. KÜNG , o. c.
Labor et Fidcs, Gcnéve 1966, t. 18, 170-299. 38. K. BARTH, Carta prólogo a H. Küng, o.c, XXII. Los textos más duros de Barth
35. H. BOUILLARD, Karl Barth, t. 2 y 3, Parole de Dicu et cxistcncc ¡míname, Au- sobre el concilio de Trento se encuentran en la Dogmatique, o.c, t. 18, 280-281.
bier, París 1957. 39. H. KJNG, o.c, 93-94.
270 CRISTO, JUSTICIA DE DIOS 271
JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR

Tras estos debates estaba ya permitido decir que existe un acuer- el evangelio» 44 . La reciente declaración común de la segunda Comi-
do de fondo entre protestantes y católicos sobre la justificación por la sión internacional anglicano-católica (ARCIC II), que trata de la sal-
fe40. Pero esta doctrina no juega el mismo papel por un lado y por vación y de la Iglesia, recoge la cuestión de la justificación por la fe
otro. Para los luteranos, por ejemplo, es una doctrina central, hasta el con el deseo de clarificar las dificultades en juego. El documento ter-
punto de que se confunde con el mismo evangelio; para los católicos mina con esta afirmación: «Creemos que nuestras dos Comuniones
sigue estando subordinada a la cristología, a cuya luz se comprende, están de acuerdo en los aspectos esenciales de la doctrina de la salva-
y no al contrario. La sistematización es legítimamente diferente en ción y en el papel de la Iglesia en este terreno»45. Un trabajo análogo
unos y en otros. Pero encierra además ciertos puntos de divergencia es el que se ha realizado entre protestantes y católicos en Alemania46.
que hacen precaria la actuación concreta de este acuerdo fundamental
y la someten a posibles retrocesos. Al católico siempre le resultará
La cuestión de la justicia en la historia
molesta la afirmación de que en la justificación todo le corresponde a
Dios y nada al hombre, así como la reticencia protestante ante la ca- La angustia existencial de nuestro tiempo por la justicia se ha
pacidad del hombre para cooperar con la gracia por efecto de la gra- desplazado de lugar. La humanidad grita justicia ante Dios debido a
cia. Esta dificultad es sin duda la fuente de lo que todavía nos separa los sufrimientos de este tiempo. Este es el punto de vista que desarro-
en eclesiologia41. lla el teólogo reformado J. Moltmann en su obra El Dios crucifica-
do47. Para él, la teología cristiana «tiene que incorporarse al grito de
Actualmente el diálogo ecuménico oficial, que en una primera los miserables hambrientos de Dios y de libertad desde la profundi-
fase había abordado preferentemente las cuestiones relativas a la dad de los sufrimientos de este tiempo»48.
Iglesia y a los sacramentos, se remonta por encima de estos proble- El grito de abandono de Jesús en la cruz simboliza el de toda la
mas para realizar una verificación del acuerdo esencial sobre la justi- humanidad que sufre:
ficación. Así es como el grupo mixto de diálogo luterano-católico en
los Estados Unidos ha publicado un largo informe histórico y doctri- «Mirándola desde lo hondo, la cuestión de la historia del mundo es
nal, en el que se lleva a cabo una importante purificación de la me- cuestión de justicia. Y tal cuestión desemboca en la trascendencia. La
cuestión de si hay Dios o no, es algo insustancialmente especulativo
moria del pasado. La intención reconciliadora no esquiva los proble-
comparada con el grito de los asesinados y matados en cámaras de
mas que todavía siguen en pie y señala los terrenos de investigación gas, con el de los muertos de hambre y los oprimidos, pidiendo a
capaces de hacer progresar el consenso. El enunciado de las conver- voces justicia. Si la cuestión de la teodicea se puede interpretar como
gencias encierra esta afirmación importante: «Por la justificación pregunta por la justicia de Dios en la historia de los sufrimientos del
somos a la vez declarados y hechos justos»42; o también: «La fe justi- mundo, entonces toda interpretación y exposición de la 'historia
ficante no puede existir sin la esperanza y el amor; desemboca nece- mundial' se halla en el horizonte de la cuestión de la teodicea ¿O es
sariamente en las buenas obras»43. La declaración final reconoce que que van a acabar los verdugos triunfando sobre sus víctimas inocen-
las partes han llegado en el asunto a un «consenso fundamental sobre tes? La fe pascual cristiana se encuentra, en definitiva, igualmente en
el contexto de la cuestión sobre la justicia de Dios en la historia:
¿triunfa el imperio inhumano de la ley sobre el Crucificado, o vence
40. Afirmación confirmada por el estudio del teólogo católico alemán O. H. PESCH,
el derecho divino de la gracia sobre las leyes de las obras y el
Theologie der Rechtfertigung bei Martin Luther und Thomas von Aquin. Versuch eincs poder?»49.
systematisch-theologischen Dialogs, Maienz 1967. El autor opina que no hay contradic-
ción sobre la justificación entre santo Tomás y Lutero. La diferencia entre ellos estriba
en que el primero practica una teología «sapiencial» y «ontológica», mientras que el se- 44. Ibid.,n. 164: loe. cit, 153.
gundo sigue una teología «existencial» y «relacional»; uno parte de la creación y el otro 45. Declaración común de la segunda Comisión internacional anglicano-católica
de la teología de la cruz. Cf. A. BIRMELE, Le salut en Jesús Christ dans les dialogues oe- (ARCIC II), n. 32. en Doc. Cath. 1936 (1987) 327.
cuméniques, Cerf-Labor et Fides, Paris-Genéve 1986, 53-54. 46. Se encontrará en la obra de A. BIRMELE, O.C, 45-125 el juicio de un teólogo lu-
41. Cf. Comité mixte catholique-protestant en France, Consensus oecuménique ct terano sobre el punto de acuerdo y desacuerdo entre luteranos y católicos sobre la justi-
diBerence fondamentales, Centurión, Paris 1987, 16-26. ficación.
42. Documento del grupo mixto de diálogo luterano-católico de los Estados Uni- 47. J. MOIIMANN, El Dios cruciñeado, Sigúeme, Salamanca 1975.
dos, Injustificación por la fe, n. 156/5, en Doc. Cath. 1888 (1985) 152. 48. J. MOLTMANN, o.c, 218s.
43. Ibid.n. 156/S: loe. cit., 152. 49. Ibid, 243.
272 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR CRISTO, JUSTICIA DE DIOS 273

Moltmann recoge en este texto el lenguaje teológico clásico de la rica» y el «proceso» de liberación corre el peligro de consagrar inde-
justificación por la fe, pero lo invierte en el sentido de una pregunta bidamente unos datos históricos sociales y políticos con un bautismo
que el hombre le plantea a Dios. La justicia y la gracia de Dios en la inconscientemente pelagiano y mantener la ilusión de que la justicia
historia se convierten en una cuestión de «teodicea»so. ¿Cómo justifi- en el mundo estaría al término de la acción trasformadora llevada a
car a Dios ante el problema del mal en el mundo? Dios será justifica- cabo por las capas sociales oprimidas. No cabe duda de que hay que
do si su propia justicia, es decir, el derecho de la gracia acaba triun- respetar el orden de las liberaciones propiamente humanas, y el esta-
fando de la ley de la fuerza. Esto es lo que está en juego en la blecimiento de la justicia en la sociedad de los hombres es un proyec-
resurrección de Cristo: to humano prioritario para el compromiso de las libertades. Pero en
«En la disputa sobre el resurgimiento de Jesús se trata de la cuestión definitiva, dada la vocación trascendente y escatológica del hombre,
sobre la justicia en la historia. ¿Pertenece al nomos (la ley) que, por a la que debe ordenarse finalmente todo esfuerzo temporal, la realiza-
fin, da a cada uno lo suyo, o es cosa del derecho de la gracia, tal y ción de la justicia es ante todo un acto y un don de Dios, realizado en
como fue revelado por Jesús y en el resurgimiento del Crucificado? Cristo, al que la libertad del hombre tiene que aportar su cooperación
El mensaje de la nueva justicia, que trae al mundo la fe escatológica, en la fe. Un libro reciente de G. Gutiérrez se titula, como hemos
dice que, de hecho, los verdugos no triunfarán definitivamente sobre visto, La liberación por la fe52, expresión que traduce la fórmula pau-
sus víctimas. Mas también dice que las víctimas al final no triunfarán lina. El autor desarrolla en él, dentro de una perspectiva espiritual, el
sobre sus verdugos. El que triunfará será el que murió primeramente tema de la liberación por la gracia de Dios, mediante la fe «que actúa
por las víctimas y luego también por los verdugos, revelando con ello por la caridad» (Gal 5, 6), subrayando frecuentemente la gratuidad de
una nueva justicia que rompe el laberinto de odio y venganza, hacien-
esta liberación. En su obra más antigua, el mismo autor mostraba la
do de las víctimas y verdugos perdidos una nueva humanidad con
una nueva hombría. Sólo donde la justicia se hace creadora, obrando prioridad de la gracia respecto a la obra humana de liberación:
el derecho para los privados de él y para los injustos, sólo donde un «Saber que en la raíz de nuestra existencia personal y comunitaria se
amor creador cambia lo despreciable y odioso, sólo donde es dado a halla el don de la autocomunicación de Dios, la gracia de su amistad,
luz el hombre nuevo, que ni es oprimido ni oprime, allí es donde se llena de gratuidad nuestra vida» .
puede hablar de la verdadera revolución de la justicia y de la injusti-
cia de Dios»51.

Esta lectura de la justificación por la gracia a escala del mundo ***


aplastado por la injusticia recuerda la declaración paulina sobre la
destrucción del muro del odio: Con la justificación se ha concluido la exposición de las grandes
categorías de la mediación descendente. Ahora, siguiendo siempre el
«Porque él es nuestra paz..., derribando el muro que los separaba, la
enemistad..., para crear en sí mismo, de los dos (pueblos, el judío y el movimiento de la fe y de la historia, nos toca considerar las catego-
pagano), un solo Hombre Nuevo, haciendo la paz, y reconciliar con rías de la mediación ascendente, que expresan el retorno del hombre
Dios a ambos en un solo Cuerpo, por medio de la cruz, dando en sí salvado a Dios en Jesucristo.
mismo muerte a la enemistad» (Ef 2, 14-16).

Justificación por la fe y teología de la liberación


Una tentación de la teología de la liberación sería la de pensar que
ésta es ante todo una obra humana. La insistencia en la «praxis histó-

50. Este término, que significa etimológicamente «justificación de Dios», se em- 52. G. GTIERREZ , Beber en su propio pozo, o. c; el título francés de la obra es La
plea desde el siglo XVII para designar el tratado que habla de la existencia de Dios y libération paila foi. Boire á sonpropre puits ou L'iünéraire spirítuel d'un peuple, Cerf,
del problema del mal. París 1985.
51. J. MOLTMANN, O.C, 248. 53. G. GUTIÉRREZ , Teología de la liberación, o. c, 269.
Segunda sección
LA MEDIACIÓN ASCENDENTE
10
El Sacrificio de Cristo

La abundancia de los testimonios de la Escritura constituye la ca-


tegoría de sacrificio en un polo esencial de la soteriología cristiana.
Tampoco la tradición se queda atrás en este punto. Pero a propósito
de este término sigue en pie el conflicto secreto entre una experiencia
religiosa fundamental de la humanidad, en la que la verdad y el error,
el bien y el mal cohabitan en una búsqueda obscura de Dios, y la no-
vedad cristiana que trasforma y convierte esta experiencia, asumién-
dola en gran parte dentro de la revelación de la alianza realizada por
Jesucristo. Ya hemos registrado anteriormente la crítica de R. Girard
y el fenómeno de «desconversión» del sentido del sacrificio en los
tiempos modernos. Por eso mismo me siento en la situación de tener
que hablar «bajo vigilancia» a lo largo de este capítulo. La verdad es
que la conversión de sentido del sacrificio en el cristianismo es de tal
categoría que cabe preguntar si en definitiva el sacrificio de Cristo no
se escapará del registro general del sacrificio.
«La Cruz es un sacrificio de tal manera que no lo es —escribe J.
Moingt—: sacrificio único en su género, que no entra en el género
sacrificial, un sacrificio que se realiza consumando en sí la razón de
ser y el sentido sacrificial de los otros sacrificios religiosos, que son
ineficaces y que no son agradables a Dios, un sacrificio que trasfor-
ma radicalmente la actitud religiosa de los hombres para hacerlos
dignos de la revelación y del culto al Dios nuevo revelado en la
Cruz»1.
L a concepción del sacrificio es en verdad rigurosamente solidaria
de la concepción d e Dios. El conflicto relativo a la comprensión del
sacrificio está por tanto ligado también al conflicto de las imágenes

1. J. Mo NOT , Morí pour nos pécfés. Recherche pluridisciplinaire sur la significa-


tion rédemptzice de la mort du Christ, Fac. Univ. St.-Louis, Bruxellcs 1976, 167.
278 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR EL SACRIFICIO DE CRISTO 27')

sobre Dios. Una es la imagen del Dios encolerizado e irritado, que


sacrificio de la vida, por ejemplo por una causa justa o en el campo
pone su omnipotencia al servicio de su venganza y del restableci-
de batalla. El valor moral del sacrificio depende evidentemente del
miento de sus derechos, y otra es la imagen cristiana de un Dios que
motivo que lo suscita; el sacrificio puede estar inspirado por un amor
no manifiesta nunca su omnipotencia mejor que en la omni-debilidad
gratuito, ayudado por la necesidad, imperado por la ambición y hasta
de Cristo en la cruz, y cuya mano fuerte se ha convertido en brazo
por el egoísmo, incluso pervertido por una tendencia masoquista. En
extendido en el madero por la reconciliación del mundo. Ese Dios re-
todos estos empleos de la palabra domina el carácter oneroso del sa-
vela su amorosa humildad y hasta su propio sufrimiento2. Ese Dios se
crificio; a nadie le agrada espontáneamente la privación o el sufri-
ha hecho compañero vulnerable del hombre en el deseo apasionado
miento. Por otra parte, aunque la referencia religiosa puede estar muy
de establecer con él una alianza de amistad. ¿Cómo un Dios que se
atenuada y hasta ser inexistente, lo cierto es que el sacrificio está li-
da al hombre no iba a querer que el hombre se diera a él? Aquí está
gado a un acto de libertad y por tanto a un cierto sentido que se desea
toda la razón del sacrificio.
dar a la vida.
Para arrojar la mayor claridad posible en este debate, hemos de En realidad, esta comprensión corriente del sacrificio connota
partir sin duda del sentido común y de la historia de las religiones, a siempre el origen religioso del término. El mismo diccionario lo
fin de mostrar a continuación la conversión progresiva de la categoría comprueba: «Ofrenda ritual a la divinidad, caracterizada por la des-
del sacrificio en la revelación judeo-cristiana hasta su plena manifes- trucción (inmolación real o simbólica, holocusto) o el abandono vo-
tación en el sacrificio único de Cristo. Podremos entonces tratar de la luntario de la cosa ofrecida». El hombre renuncia a consumir los
manera como la gran tradición cristiana comprendió el sacrificio y si- bienes de la tierra, para reconocer la soberanía de Dios sobre él, o
tuar en su lugar debido los aspectos regresivos que se produjeron en bien para granjearse su benevolencia y entrar en contacto con él. El
los tiempos modernos. Este recorrido nos llevará necesariamente a valor y hasta la moralidad del sacrificio serán aquí solidarios de la
evocar el sacrificio eucarístico y la existencia cristiana, en cuanto que concepción de lo sagrado y del misterio de Dios del que el hombre es
es un sacrificio espiritual, antes de proponer un balance de conjunto. capaz.

I. D E L SENTIDO COMÚN COTIDIANO A LA HISTORIA DE LAS RELIGIONES La enseñanza de la historia de las religiones
La historia general de las religiones atestigua que el sacrificio es
La lección del sentido común una categoría central de las mismas. El sacrificio ejerce una función
de comunicación y de intercambio entre el mundo del hombre y la es-
¿Qué es un sacrificio según nuestra conciencia espontánea? El
fera d e lo sagrado, el mundo de Dios o de los dioses. Lo que está en
diccionario responde atinadamente: «Renuncia o privación voluntaria
cuestión en el sacrificio es la relación del hombre con lo divino.
(con una finalidad religiosa, moral y hasta utilitaria)». Hacer un sacri-
Sacri-ficar, sacrum-facere, es hacer sagrado, es poner un objeto a dis-
ficio es renunciar a un bien, privarse de algo, incluso aceptar un sufri-
posición de lo divino. La manera concreta de hacerlo es renunciar a
miento. Lógicamente este acto negativo se refiere a un bien deseado
su u s o . El objeto del don será por tanto destruido, inmolado si se trata
y considerado como más importante. Un deportista hará el sacrificio
de u n animal. Se convertirá en una «víctima». Constituye una sustitu-
del tabaco o de la buena mesa para mantenerse en forma y batir un
ción del propio hombre; para expresar su vinculación con lo divino,
record. Unos padres harán sacrificios económicos para permitir a sus
el hombre sacrifica algo que posee, comprometiéndose a sí mismo en
hijos que sigan cursos superiores. Si el sacrificio afecta al género de
una actitud en la que reconoce la existencia de un poder superior al
vida, se hablará de sacrificio de sí mismo. Una madre, por ejemplo,
hombre y se somete a él. De esta manera el estatuto de los dioses y
se sacrifica por entero en aras de la educación de sus hijos. Se habla-
de l o s hombres se define por el sacrificio. Se piensa que a este acto
rá entonces de abnegación o de espíritu de sacrificio. La cima será el
del h o m b r e para c o n lo divino corresponde un acto de lo divino para
con e l hombre, una benevolencia, una protección, la paz asegurada,
2. Cf. F. VARILLON, L'humihé de Dieu, Centurión, París 1974; ID., La souñranee de la reconciliación en el caso de que el hombre reconozca que ha falta-
Dieu, Centurión, París 1975. do contra Dos. Hay en el sacrificio un cierto circuito de intercambio:
el h o m b r e intenta obligar a Dios y atarlo a él.
280 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR EL SACRIFICIO DE CRISTO 281

lísln estructura fundamental podrá variar considerablemente en los mecanismos de violencia en las sociedades humanas, sino tam-
función de dos parámetros: el primero, como hemos visto, es la ima- bién del papel de ciertas formas de sacrificio en la regulación de los
gen que el hombre se hace de Dios, en quien se atreve a proyectar sus mismos. Pero no puede pretender ser la última explicación del sacri-
impulsos de violencia y de venganza; el segundo es la situación en ficio, ni siquiera en el plano de la ciencia de las religiones, y cae en
que el hombre piensa que se encuentra frente a Dios, la de comunión el error cuando quiere prohibir todo lenguaje sacrificial en la esfera
o de pecado. El juego conjugado de estos dos parámetros induce del cristianismo. Por no poner más que un ejemplo, el chivo expiato-
tipos de sacrificios muy diferentes, que pueden llegar hasta los sacri- rio no es sacrificado, sino enviado al desierto; no puede ser objeto de
ficios humanos, cuando el dios es considerado como un Moloc que un sacrificio, ya que es impuro (Lev 16, 20.26)5. Por otra parte, este
sólo puede aplacarse con la inmolación de un niño o de un hombre, breve rodeo por el sentido común y la historia de las religiones nos
incluso con un acto de canibalismo. El acento podrá ponerse en el sa- muestra ante todo que el término de sacrificio está ahí, que imbuye
crificio expiatorio, destinado a aplacar a la divinidad encolerizada las mentalidades y que no puede ser expulsado de ellas; y en segundo
por los pecados de los hombres. Otras veces se resaltará más el sacri- lugar, nos dice que el sacrificio pertenece a una experiencia insosla-
ficio de comunión. La conducta sacrificial tiene igualmente una im- yable del hombre.
portancia esencial para la cohesión de los vínculos sociales y la regu-
lación de la violencia. Tal como aparece en la historia de las
religiones, está impregnada de una ambigüedad radical: puede estar
II. EL TESTIMONIO DE LA ESCRITURA
dominada por la idea de la violencia, de la dominación, y hasta por el
miedo y la muerte; puede también —a veces al mismo tiempo—
tener un sentido liberador tanto para el orden cultural y social como La revelación del Antiguo Testamento constituye una pedagogía
para el acceso del hombre al terreno de lo absoluto. En una palabra, de purificación y de conversión del sentido religioso del sacrificio, a
el sacrificio puede ser obra de vida o de muerte y a menudo es obra medida que hace acoger la noción de un Dios único, Creador y Salva-
de vida y muerte a la vez1. dor de su pueblo. El primer punto es sin duda la condenación de los
sacrificios humanos que se hace remontar hasta los tiempos de Abra-
La teoría sacrificial de Girard se inscribe en la concepción propia- ham6, subrayada por la reprobación de ciertos sacrificios a Moloc en
mente «sociológica» del sacrificio. El sacrificio logra la vida social el Levítico (18, 21; 20, 2) y en los profetas, que se practicaban ilegíti-
atravesada por la ñolencia y amenazada en su ordenación. Lo mismo mamente en la Jerusalén del siglo VII a. C. bajo la influencia de los
que L. Mumford liablaba de «vastas explosiones colectivas de odio» cultos cananeos7.
y M. Douglas de «esos márgenes vulnerables y esas fuerzas agresivas
que amenazan el orden de las cosas»4, también R. Girard ve en el sa-
crificio una técnica de aplacamiento catártico de la tensión de violen- El sacrificio del cordero pascual
cia que afecta a ur grupo social. Su teoría, por tanto, es ante todo an-
tropológica; tiene en cuenta el mecanismo psicológico de explosión y El sacrificio del cordero pascual, descrito en Éxodo 12, es total-
de remisión de la violencia en un grupo determinado. La figura que mente original, ya que está ligado al acontecimiento histórico de la
retiene de manera privilegiada es la del chivo expiatorio. Esta teoría salida de Egipto. El ritual es muy conocido: «En cada familia, se de-
tiene indudablemente un contenido de verdad no sólo a propósito de güella por la tarde un animal del ganado, cordero o cabrito. La vícti-
ma tiene que ser un macho, sin tara alguna y de un año de edad. Con
su sangre se untan las dos jambas y el dintel de la puerta de la casa.
La víctima se asa entera, con la cabeza, las patas y las tripas. Se la
3. Sobre el sacrifiíio cf. los artículos de los grandes diccionarios; las obras de R.
GIRARD ya citadas; M. ELIADE, Tratado de ¡listona de las religiones. Cristiandad, Ma- come con pan sin levadura y yerbas amargas. No hay que romper
drid 1974, 2 vols.; H. BIBERT-M. MAUSS, Essai sur /a nature eí la fonction du sacríñ-
ce: Année sociologiquevol. II, 1899; P. GISEL, DU sacrifíce; l'avénement de la person-
ne tace a la peur de la ieetá ¡a (ascinaúon de la mort: Foi et Vie 83/4 (1984) 1-45.
4. L. MUMFORD, Ltmythc de la machine, Fayard, París 1973; M. DOUGLAS, De ¡a 5. Cf. R. DE VAUX, Les sacrifíces de VAncien Testament, Gasbalda, París 1964, 59.
soillure, Maspero, París 1971; citados por R. BUREAU , La mort lédcmptrice du Christ a 6. Cí.ibid., 61-63.
la lamiere de l'ethno-saiologie des religions, en Mortpour nos peches, o. c, 103. 7. Cf./b/'d, 67-81.
282 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR EL SACRIFICIO DE CRISTO 283

y devuelto por él para el alimento de sus fieles, con el simbolismo de


ningún hueso de la víctima ni puede dejarse nada: hay que quemar una sangre protectora, todo esto profetiza ya el sentido del sacrificio
todo lo que no se haya consumido antes del amanecer. La comen con de Cristo y de su memorial.
los flancos ceñidos, con sandalias en los pies y el bastón en la
mano»8. La pascua es un sacrificio anual que se celebra en primavera
en todas las familias, sin intervención de ningún sacerdote y sin pre- El ritual de los sacriñcios y su signiñcación
sencia de ningún altar. R. de Vaux, buen conocedor de las institucio-
nes del Antiguo Testamento, se pregunta si «el sacrificio de tipo pas- La ley de los sacrificios en el Levítico atestigua la existencia de
cual no sería la única forma de sacrificio conocida por los israelitas numerosos sacrificios rituales. En el holocausto se quemaba la vícti-
hasta su instalación sedentaria en Canaán»9. La originalidad de esta ma por entero y no se le devolvía nada al oferente. Este último se
celebración es que se conmemora en ella un acontecimiento único de contentaba con imponer las manos sobre la víctima para mostrar que
la historia de Israel, la intervención todopoderosa de Yahvéh que ésta venía de él. El holocausto es ante todo un acto de homenaje,
había salvado a su pueblo liberándolo de Egipto para conducirlo a la hecho a Dios por medio de una entrega total, pero tiene también un
tierra prometida. Así pues, lo propio del sacrificio pascual es consti- valor expiatorio. Es por eso el tipo de sacrificio perfecto, de ofrenda
tuir un memorial (ziqqaron: Ex 12, 24). «La liturgia actualiza ese re- por excelencia". En la ofrenda animal, el fiel inmola a un animal
cuerdo del pasado y lo convierte en acontecimiento presente»10. El cuya sangre derrama el sacerdote sobre el altar. La grasa se quema
memorial es un sacrificio de acción de gracias por un beneficio reci- para Yahvéh y la carne es comida por el fiel y por los suyos. No es
bido, a la vez en el pasado y en el presente: el recuerdo agradecido normalmente un sacrificio expiatorio. Expresa el reconocimiento de
del pasado es una seguridad de la salvación presente. En los últimos la soberanía de Dios sobre la vida, en el momento en que el hombre
tiempos antes de nuestra era, la celebración de la pascua tomará tam- tiene necesidad de comer carne. Todas las matanzas de animales tie-
bién un valor mesiánico y expresará la esperanza de la salvación ve- nen una dimensión religiosa12. Los sacrificios expiatorios propiamen-
nidera. A diferencia de las otras religiones antiguas, la de Israel se te dichos comprenden: el sacrificio por el pecado; en el cual desem-
presenta como una religión esencialmente histórica peña un papel importante la idea de purificación ritual13; el sacrificio
de reparación, por otra parte difícil de distinguir del anterior, y los
El sentido de la pascua antigua es importante para nuestro propó- ritos, seguramente más tardíos, ordenados para el día de la expiación
sito, dado el vínculo que establece el Nuevo Testamento entre el sa- (Yom Kippur)*. El sacrifico de comunión comprende la inmolación
crificio del cordero pascual y el de Jesús, inmolado precisamente en de un aninal y una ofrenda vegetal; tiene la función de confesar y ce-
el momento de la celebración pascual (prescindiendo de cuál fue la lebrar la acción de Dios por el fiel y da lugar a una comida religiosa.
fecha exacta). Pablo no vacilará en decir: «Nuestro Cordero pascual, Es un sacrificio de alabanza y de acción de gracias. El traductor
Cristo, ha sido inmolado. Así que, celebremos la fiesta... con ázimos Aquila del \ntiguo Testamento al griego lo designará como eucha-
de pureza y verdad» (1 Cor 5, 7-8). Juan relaciona el hecho de que no ristía'5. Hatía también ofrendas, panes de oblación y ofrendas de in-
quebraron las piernas de Jesús después de morir con la prescripción cienso16
sobre el cordero pascual (Jn 19, 36). Tanto en un caso como en otro,
el acontecimiento dio lugar a la institución de un memorial. El térmi-
no de sacrificio pasa del primero al segundo. Sin duda, el paso de la 11. Cf. iüd., 36; The Interpreter's Dictíonary of the Bible. Supplementary vol.,
figura a la realidad constituye una novedad radical. Pero el hecho de Abingdon Pres, New York 1982, art. «Sacríñces and offeríngs, OT», 769; sobre el ri-
que el sacrificio anual de la antigua pascua sea la respuesta en la fe y tual de los saciificios en el A. T. cf. igualmente G. von Rad, Teología del Antiguo Tes-
tamentol. Sígame, Salamanca 1972, 317-331.
en la obediencia del pueblo a un acto salvífico de Dios, celebrado en 12. Cf. Th Interpretéis Dkt. , o.c, 769-770.
la acción de gracias con la ofrenda de un animal a la vez dado a Dios 13. Cf. R DE V A U X , Instituciones del Antiguo Testamento, Hcrder, Barcelona
1964, 532-535;71e Interpreter's Dict., o.c, 766-768.
14. Más atlante hablaré del día de la expiación: ¡titira, 307-309.
15. Cf. R. tE VAUX, Instituciones, o.c ., 534; Id, Les sacríñces, o.c, 36-41.
16. Cf. R. [fe VAUX , Instituciones, o.c, 536-538.
8. ¡bid.,9.
9. Ibid.21.
10. lbid.,25.
284 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR EL SACRIFICIO DE CRISTO 285

¿Cuál es el valor religioso de estos sacrificios? No pueden expli- tras que lo externo tenía que ser una expresión sincera de lo interno, a
carse por la preocupación de aplacar a un dios malo, ni como un don veces es por desgracia una máscara hipócrita, una coartada para la
interesado según el tipo do ut des, ni como un medio mágico de obediencia del corazón y una especie de seguro religioso de vida para
unión con la divinidad, ni como el banquete de Dios, idea contra la compensar la injusticia y el pecado. Es el riesgo de todo rito exterior.
cual protestan enérgicamente los salmos (cf Sal 49 [50]). R. de Vaux Y es también lo que ocurrió con los sacrificios en Israel.
define de este modo el sentido del sacrificio en el Antiguo Testamen-
Contra esta degradación de la práctica sacrificial levantaron su
to: voz vigorosa ¡os profetas (cf. Is J, ] 1-17; Jer 6, 20; 7, 21-22; Os 6, 6;
«El sacrificio es el acto esencial del culto extemo. Es una oración en Am 5, 21-27; Miq 6, 6-8). Es preciso comprender bien su polémica,
acción, es un acto simbólico que hace eficaces los sentimientos inte- ya que es «dialéctica»: no condenan los sacrificios en cuanto tales,
riores del oferente y la respuesta que Dios le da. Es algo comparable sino su perversión, cuando están en contradicción con una vida injus-
con las acciones simbólicas de los profetas. Mediante los ritos sacri- ta. Por eso, los profetas les oponen la obediencia a Yahvéh y la prác-
ficiales es aceptado el don hecho a Dios, es establecida la unión con tica del derecho y de la justicia, así como el respeto al pobre. Las dos
Dios, es borrada la falta del fiel. Pero no se trata de una eficacia má- fórmulas que resumen esta enseñanza son las siguientes: «Yo quiero
gica; es esencial que la acción externa exprese los verdaderos senti- amor, no sacrificio, conocimiento de Dios más que holocaustos» (Os
mientos del oferente y se encuentre con las disposiciones benévolas 6, 6) y: «¿Acaso se complace Yahvéh en los holocaustos y sacrificios
por parte de Dios. Si falta eso, el sacrificio deja de ser un acto de reli- como en la obediencia a la palabra de Yahvéh? Mejor es obedecer
gión»17.
que sacrificar, mejor la docilidad que la grasa de los cameros» (1 Sam
Esta definición compleja nos indica la finalidad del sacrificio: la 15, 22). El estilo hebreo asocia en estas fórmulas el «esto y no aque-
unión del hombre con Dios. Por eso éste comporta siempre un don. llo» con «esto más que aquello», que es su verdadero sentido. En
En efecto, el hombre se lo debe todo a Dios y es justo que exprese otras palabras, lo esencial no es la asiduidad de los sacrificios ritua-
concretamente el deseo de darse en compensación a Dios. En el sacri- les, sino la obediencia, el amor y la justicia. Los sacrificios no tienen
ficio, a través del don simbólico de un bien que le hace vivir, el hom- razón de ser más que para dar cuerpo simbólicamente a lo que se
vive y, en compensación, hacer que se viva de verdad. Los profetas
bre reconoce la soberanía divina sobre todas las cosas y sobre la vida
se comportan como predicadores que invitan a la religión del corazón
en particular, le rinde homenaje y le da gracias por poder usar de los
e invitan a espiritualizar el culto. Ejercen así una pedagogía decisiva
bienes de la tierra con una finalidad profana. Este don comporta por
para la revelación plena de la verdad del sacrificio; éste consiste, en
tanto una privación: no es que se quiera la destrucción por sí misma,
definitiva, en la totalidad de la existencia ordenada a Dios y a los
sino que ésta es la única manera de hacer la ofrenda irrevocable.
demás. La cima de esta revelación en el Antiguo Testamento se sitúa
Hace pasar la ofrenda al terreno de lo invisible, ya que se hace
en la profecía del Sierro doliente de Isaías (Is 52, 13 a Is 53), que
«subir» ese sacrificio a Dios. Por la privación de un bien útil, el sacri-
ofrece su propia vida en sacrificio18. Pero el Siervo no es todavía más
ficio toma también un valor expiatorio, es decir, el de una intercesión que una figura; habrá que esperar a Cristo para darle realidad.
para obtener el perdón. El sacrificio de comunión expresa la comuni-
dad de vida que se establece de este modo con Dios: se trata de un sa-
crificio gozoso.
Jesús y el sacriñcio
Cuando pasamos al Nuevo Testamento, hemos de reconocer con
La crítica del sacriñcio en los profetas R. Girard el sitio tan escaso que ocupa en los evangelios el t e m a sa-
crificial. La mención más significativa puesta en labios de J e s ú s es
Siempre es posible para el hombre introducir una ruptura antre lo
negativa. En cierta ocasión cita la fórmula de Oseas: «Id, p u e s , a
exterior del culto y lo interior de sus disposiciones religiosas. Mien-

18. Volveremos a encoitrarnos con este texto capital, iníra, 321-322, a propósito
17. R. DE VAUX Instituciones, o.c, 570-571. de la expiación
286 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR EL SACRIFICIO DE CRISTO 287

aprender qué significa aquello de: "Misericordia quiero, que no sacri- sentido del sacrificio a partir de su pro-existencia. Esta distancia
ficio"» (Mt 9, 13; cf. 12, 7); en otra ocasión se refiere a la del libro entre la realidad y el vocabulario era sin duda indispensable para ope-
de Samuel: «Amar al prójimo como a sí mismo vale más que todos rar la conversión de sentido necesaria del sacrificio que ya habían se-
los holocaustos y sacrificios» (Me 12, 33). Es verdad que los padres ñalado los profetas.
de Jesús ofrecieron en el templo, en el momento de la presentación,
«un par de tórtolas o dos pichones» (Le 2, 24). Si el sentido de las pa- El lenguaje sacrificial de Pablo
labras de la institución eucarística es ciertamente sacificial, no se em-
plea entonces sin embargo el término de sacrificio y los exégetas dis- Dicho esto, no es menos cierto que los autores de las epístolas del
cuten sobre lo que, en estas palabras, se remonta efectivamente a Nuevo Testamento utilizaron ampliamente el esquema sacrificial
Jesús o es más bien el fruto de la actualización litúrgica de la comu- para dar cuenta de la muerte de Jesús. La metáfora del sacrificio ri-
nidad primitiva19. tual los llevaba a subrayar su sentido espiritual y existencial, ya que
estaban interesados sobre todo por la actitud profunda que tiene que
Lo esencial radica manifiestamente en otra parte. Toda la vida animar todo sacrificio, la de la alabanza. Así es como hay que com-
pre-pascual de Jesús fue una «pro-existencia», es decir, una prender la fórmula de la carta a los Efesios: «Vivid en el amor como
«existencia para» el Padre y para sus hermanos, una entrega total de Cristo os amó y se entregó por nosotros como oblación y víctima de
sí misma que lo llevaría hasta el don de su vida. De esta forma toda suave aroma» (Ef 5, 2). La vida sacrificial de Cristo se convierte en
su vida tomaba el valor de un sacrificio existencia] que fundamentaba ley de la vida sacrificial de los cristianos. Ya el mismo Pablo invitaba
el sentido convertido que tomará el término de sascrificio en la tradi- a los Romanos a hacer de su vida un sacrificio espiritual, ofrecido a
ción cristiana desde el Antiguo Testamento. Esta existencia de Dios en conformidad con Cristo: «Os exhorto, pues, hermanos... a
«servicio» está orientada hacia el paso de Jesús al Padre y correlati- que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agrada-
vamente hacia el paso de todos sus hermanos reconciliados al Padre. ble a Dios: tal será vuestro culto espiritual» (Rom 12, 1). El mismo
El sacrificio de Jesús, que se expresa también en la oración, es la Pablo da una interpretación sacrificial de la eucaristía, haciendo una
forma que toma el retorno del Hijo al Padre cuando entrega su espíri- comparación antitética entre la mesa eucarística y las mesas de los
tu en sus manos. Al instituir la eucaristía, Jesús nos indica el sentido sacrificios antiguos y de los sacrificios paganos (1 Cor 10, 14-22).
que da a su muerte. Al compartir el pan y el cáliz, atestigua su inten- Esta interpretación se precisa en el relato que hace de la institución
ción de dar su vida por los que ama. Se entrega a sí mismo: esa muer- de la eucaristía adoptando un lenguaje sacrificial: el pan roto por
te cumplirá y acabará el sacrificio de su existencia. Jesús es su cuerpo «que se da por vosotros»; el cáliz es la nueva
Este conjunto de ideas es perfectamente coherente. Si Jesús «no alianza en su sangre (1 Cor 11, 24-25). Por eso mismo comer de ese
parece haberse preocupado de los sacrificios rituales más que para pan y beber de ese cáliz es anunciar la muerte del Señor hasta que
condenar su abuso», no se ve por qué iba a servirse de la categoría venga (1 Cor 11, 26). Del mismo modo, los relatos sinópticos de la
del sacrificio «para caracterizar su vida y su muerte»20. Por consi- institución de la eucaristía trasladan «a una terminología de sacrificio
guiente, no es extraño que los evangelios no nos digan nada que indi- la manera existencial en que Jesús considera su vida de 'servicio'» 21 .
que que Jesús haya asociado su vida y su muerte a la noción de sacri- Pero ya no hay exterioridad entre el don ofrecido y el que lo ofrece.
ficio ritual. Al contrario, toda su vida nos invita a reconsiderar el El don es el de la propia existencia. En términos clásicos se habla
aquí de identidad entre el sacerdote y la víctima.
La primera teología sacrificial de la muerte de Jesús no es la de la
19. X. LEON-DUFOUR, Jesús y Pablo ante la muerte, Cristiandad, Madrid 1982, carta a los Hebreoi2. Por tanto, no hay por qué oponer, como lo ha
101, opina que «el tenor exactode las palabras de la institución no puede ser determi- hecho R. Girard, su testimonio al del conjunto del Nuevo Testamen-
nado»; de una opinión bastante distinta es J. GUILLET, Jesús davant sa we ef sa mort,
Atibier, Paris 1971, 212, que piensa que es muy difícil «derivar de las palabras de la to. A l contrario, conviene situar su aportación en la totalidad de los
institución las precisiones que hacen del gesto de Jesús un sacrificio y una alianza».
20. X. LEON-DUFOUR, O.C., 110; sobre la relación de la existencia de Jesús con la
categoría de sacrificio, cf. las observaciones matizadas y sugestivas de F. J. LEEN-
HARDT, La mort ef le testament de Jésus, Labor et Fides, Genéve 1983, en particular 21. X. LEON-DUFOUR, O.C. , 108-109.
pp. 23-52 y «La mort de Jésus est-elle sacríñcielle?»: 116-127. 22. Ibid., 164-165.
288 EL SACRIFICIO DE CRISTO 28'J
JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR

escritos neotestamentarios. En el dossier de la interpretación sacrifi- luntaria que caracteriza a la pasión de Jesús. Este aspecto se manifes-
tó por medio de palabras y de actos, en particular por la institución de
cial de la muerte de Jesús hay que incluir probablemente el tema del
la eucaristía y por la actitud de Jesús en Getsemaní. La substancia de
cordero inmolado y resucitado de la primera carta de Pedro (l, 19- la afirmación por consiguiente no es ninguna novedad, pero la expre-
21) y del Apocalipsis (5, 12; e t c . ) , designado metafóricamente sión 'ofrecerse a sí mismo' sí que es una creación de nuestro autor.
como el cordero pascual de la primera alianza. Para hablar del don de sí realizado por Jesús, ni los evangelios ni
Pablo utilizan los verbos rituales prosphérein o anaphérein, sino que
El testimonio de la carta a los Hebreos emplean los verbos 'dar' o 'poner' o 'entregar'»25.

En esta carta, en la que es predominante el tema sacrificial, las En el caso de Jesús la expresión «ofrecerse a sí mismo» no corre
exégesis recientes de A. Vanhoye 23 han «descodificado» el funciona- el peligro de designar un suicidio ritual, ya que está demasiado claro
miento de la metáfora entre la realidad ritual y la existencia de Jesús. que Jesús fue ejecutado. Su pasión fue en primer lugar una pasividad.
Paradójicamente, la comparación va a subrayar siempre la diferencia Pero esta pasión fue para él ocasión de una actividad, por la que reali-
entre el sumo sacerdote de la antigua ley y Cristo nuevo sumo sacer- zó «una obra de trasformación positiva que supera en valor a la pri-
dote, en su persona por una parte y en su sacrificio por otra: mera creación. Esta obra es un 'sacrificio' en el sentido pleno de la
palabra, esto es, una transformación mediante una entrada en relación
«Pero presentándose Cristo sumo sacerdote de los bienes futuros, con Dios. Como ya hemos dicho, 'sacrificar' significa 'hacer sagra-
a través de una tienda mayor y más perfecta, do', impregnar de la santidad de Dios»26.
no fabricada por mano de hombre, es decir, no de este mundo,
y no con sangre de machos cabríos ni de novillos, Los sacerdotes antiguos eran incapaces de «ofrecerse a sí mismos,
sino con su propia sangre, ya que eran pecadores y tenían que presentar sacrificios por sus pro-
penetró en el santuario una vez para siempre, pios pecados» 27 . Cristo, por el contrario, es «sin tacha»: dispone de
consiguiendo una redención eterna» (9, 11-12). «la fuerza ascensional necesaria para elevarse hasta Dios» 28 . En la
línea de la contestación profética de los sacrificios, pero citando el
El autor insiste en la oposición entre la sangre de los animales de- salmo 40, el autor radicaliza la crítica. Todo el sistema antiguo es ca-
rramada ritualmente sobre el altar y la sangre de Cristo derramada en duco, debido a la incapacidad del hombre pecador para hacerse agra-
la cruz, simbolizando su vida entregada hasta el fin. Se trata del sacri- dable a Dios, y ha de ser sustituido por un «culto nuevo»:
ficio personal realizado por «la sangre de Cristo, que por el Espíritu
eterno se ofreció a sí mismo sin tacha a Dios» (9, 14). Esta mención «Por eso, al entrar en este mundo dice:
de la sangre permite comprender también la referencia aparentemente 'Sacrificio y oblación no quisiste;
pero me has formado un cuerpo.
obscura a esa «tienda no fabricada por mano de hombre»: ésta desig-
Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron.
na «el cuerpo glorificado de Cristo, nueva creación realizada en tres Entonces dije: ¡He aquí que vengo...
días gracias a la efusión de la sangre de Cristo»24. A. Vanhoye inter- a hacer, oh Dios, tu voluntad!...'
preta así la correspondencia antitética entre sacrificios antiguos y sa- Abroga lo primero para establecer lo segundo. Y en virtud de esta vo-
crificio de Cristo: luntad somos santificados, merced a la oblación de una vez para
siempre del cuerpo de Jesucristo... Habiendo ofrecido por los peca-
«Tanto por una parte como por otra hay sacrificio, y sacrificio san- dos un solo sacrificio, se sentó a la diestra de Dios para siempre»
griento, pero en el caso de Cristo se trata de un sacrificio personal, (Heb 10, 5-12).
existencial, y no de un sacrificio ritual. Cristo 'se ofreció a si
mismo': en esta afirmación el autor sintetiza dos elementos de la ca- Esta ofrenda es un acto humano de obediencia personal, conscien-
tcquesis del Nuevo Testamento, la presentación de Cristo como vícti- te y libre. Constituye a la vez un sacrificio por los pecados y u n sacri-
ma sacrificial p r una parte, y por otra el aspecto de abnegación vo-
25. Ibid.,206.
26. Ibid.,201.
23. A. VANHOYE, Sacerdotes antiguos, sacerdote nuevo según el Nuevo Testamen 27. Ibid.
to, Sigúeme, Salamanca 1984. 28. lbld.,208.
24. lhid.,202.
290 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR E L SACRIFICIO DE CRISTO 291

ficio de comunión, plenamente eficaz por ambos lados. Es indisolu- Cristo. Por su celebración, los cristianos reciben del único sacrificio,
blemente una ofrenda a Dios y una ofrenda por los hermanos: hecho presente y actual, el don de ofrecerse a su vez para una exis-
«El sacrificio de Cristo presenta dos aspectos inseparables, que se re- tencia eucaristica.
alizan uno mediante el otro. El primero concierne a la relación con
Dios: es el aspecto de la obediencia, de la adhesión personal a la vo-
luntad divina. El segundo concierne a la relación con los demás hom-
ILT. E L TESTIMONIO DE LA TRADICIÓN
bres: es el aspecto de la solidaridad fraterna, llevada hasta el don
total de sí. En lugar de aspectos podría hablarse de 'dimensiones' y
evocar así la dimensión vertical y la dimensión horizontal que se en- San Agustín es el padre de la Iglesia que más ha desarrollado la
cuentran y se unen para formar la cruz de Cristo. La unión de estas doctrina sacrificial. Pero ya antes de él el pensamiento cristiano había
dos dimensiones caracteriza de forma semejante al culto cristiano, recogido la enseñanza de la Escritura sobre el sacrificio espiritual.
transformación cristiana de la existencia»29.
Los padres de la Iglesia de los cuatro primeros siglos
Cristo se ofrece a sí mismo a Dios exponiéndose y entregándose a
los hombres hasta el fin. Su sacrificio se convierte entonces en la Hay unas cuantas ideas-fuerza que permiten organizar los nume-
carta de la existencia cristiana, transformada en ofrenda de obedien- rosos testimonios patrísticos sobre el sacrificio. La primera es que
cia a Dios y de servicio fraterno. Este es el objeto de las exhortacio- Dios no necesita de nada. No es ni un indigente que intente mejorar
nes finales del autor a sus destinatarios, que coinciden con la llamada su suerte a costa de los hombres, ni un Moloc que exija abusivamente
de Pablo (cf. Rom 12, 1) y con el de la primera carta de Pedro (1 Pe dones, ni evidentemente un vicioso que se complazca en hacer sufrir
2, 5): por Cristo «ofrezcamos sin cesar a Dios un sacrificio de alaban- a sus criaturas.
za, es decir, el fruto de los labios que celebran su nombre. No os olvi-
déis de hacer el Men y de ayudaros mutuamente; éstos son los sacrifi- «De nada en absoluto, hermanos, necesita el que es Dueño de todas
las cosas, si no es de que le confesemos»*'.
cios que agradan a Dios» (Heb 13, 15-16). El término técnico de
«El Señor, por medio de todos sus profetas, nos ha manifestado que
sacrificio, thysía, se aplica aquí a la vida de caridad fraterna. Es lo
no tiene necesidad ni de sacrificios, ni de holocaustos, ni de ofren-
mismo que hará Agustín.
das». (Sigue luego la cita de Is 1, 11-13, lugar clásico de la polémica
Vemos por consiguiente todo lo que en el empleo del término de de los profetas contra los sacrificios).
sacrificio encierra de diferencia y de oposición respecto a la antigua «...Todo esto lo invalidó el Señor, a fin de que la nueva ley de nues-
ley. Muchos autores dicen que el sentido nuevo es metafórico en rela- tro Señor Jesucristo, que no está sometida al yugo de la necesidad,
ción con el sentido antiguo. A. Vanhoye piensa por el contrario que tenga una ofrenda no hecha por manos de hombre».
«...Nos dice de estamanera: 'Sacrificio para Dios es un corazón con-
sacerdocio y sacrificio eran metafóricos en el Antiguo Testamento,
trito; don de suavidad al Señor, un corazón que glorifica al que lo ha
«ya que se aplicaban a una figura simbólica impotente, mientras que plasmado
en el misterio de Cristo esos términos han obtenido finalmente su
sentido real, con una plenitud insuperable» 30 . Sea de ello lo que Esta misma referencia a la crítica de los sacrificios por parte d e
fuere, la transformación continua del término de sacrificio desembo- los profetas se encuentra en la pluma del apologista Atenágoras:
c a en su verdadera «conversión», en línea recta con lo que proseguirá
«El Artífice y Padre de todo este universo no tiene necesidad ni de
luego en el pensamiento de los padres d e la Iglesia. sangre ni de grasa ni del perfume de flores y de inciensos. Él es el
Se establece una transición sacramental desde el sacrificio único perfume perfecto; nada le falta y de nada necesita. Para él, el máximo
de Cristo a los sacrificios personales y espirituales de los creyentes. sacrificio es que conozcamos quién extendió y dio forma esférica a
los cielos..., quién creó a los animales y plasmó al hombre... ¿Qué
La eucaristía es acrificio, porque es memorial del único sacrificio de

31. CLEMENTE DE ROMA, MCorínth. 52, 1: en Padres apostólicos, BAC, Madrid


29. lbid.,233. 19855, 225.
30. Ibid., 219. 32. Epist. Betnabael, 4-lftibid, 773-774.
292 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR EL SACRIFICIO DE CRISTO 293

falta me hacen a mí los holocaustos de que Dios no necesita? ¿Y qué mente cómo Ireneo hablaba de una reciprocidad de la imagen entre
falta me hace presentar ofrendas, cuando hay que ofrecerle sacrificios
Cristo y nosotros. Se da también para él una reciprocidad del sacrifi-
incruentos, que es culto racional?» 3.
cio entre el hombre y Dios. La ilustra con el ejemplo de Abrahán,
Igualmente, la Carta a Diogneto critica a los judíos por pensar que aceptó entregar a la muerte a su hijo Isaac: «Abrahán siguió afec-
que Dios tiene necesidad de sus ofrendas34. En todos estos textos no tivamente en su fe el mandato del Verbo de Dios, cediendo con dili-
se encuentra ninguna idea sobre una deuda del hombre que saldar en gencia a su hijo único y muy amado en sacrificio a Dios, para que
justicia. también Dios consintiera, en favor de toda su posteridad, entregar a
La segunda idea-fuerza es que lo que Dios exige en materia de su Hijo único muy amado en sacrificio por nuestra redención»38. El
observancias es para el bien de los hombres. Este es en particular el paralelismo es sorprendente, ya que Dios cumple lo que sólo se le
gran tema de Ireneo, que se añade al anterior: «El Señor ha enseñado había pedido a Abrahán; no es ya el objeto, sino el sujeto del sacrifi-
abiertamente que, si Dios les pide a los hombres una oblación, es en cio. El sacrificio es normalmente la preferencia que en todo le da el
beneficio del mismo que la ofrece, es decir, del hombre. Es lo que hombre a Dios; aquí es Dios el que le da la preferencia al hombre, en
vamos a demostrar»35. Recogiendo el mensaje bíblico sobre los sacri- detrimento de su propio Hijo. Ésta es la misteriosa implicación de la
ficios, Ireneo subraya la preferencia divina por la obediencia y por el mediación ascendente y de la mediación descendente.
corazón contrito y humillado. El rechazo de los sacrificios antiguos Estos textos nos han puesto ya en camino hacia la tercera idea-
por Dios no es obra de un «hombre irritado», sino un acto de pedago- fuerza: lo propio del culto cristiano es el sacrifício espiritual, es decir
gía que «enseña el sacrificio verdadero, aquel por cuya ofrenda al- el sacrificio personal y existencia! que se expresa en el reconocimien-
canzarán el favor de Dios y obtendrán la vida»36. Así, por el bien de to de Dios y en el amor al prójimo, cumpliendo así los dos primeros
sus discípulos, Jesús instituyó la oblación de la nueva alianza, es mandamientos de la ley, semejantes el uno al otro. Para Clemente se
decir, la eucaristía: trata de «confesar a Dios»; para la carta de Bernabéy para Ireneo, el
verdadero sacrificio está en el corazón que glorifica a Dios y que se
«También a sus discípulos aconsejó que ofrecieran a Dios las primi-
rompe por la contrición; para Atenagoras, es una adoración razona-
cias de sus propias criaturas, no porque tuviera necesidad de ellas,
sino para que ellas mismas no fuesen ni estériles ni ingratas. Tomó ble. Ireneo no se olvida de la actitud de caridad con el prójimo que
el pan que proviene de la creación, lo partió y dio gracias diciendo: tiene que acompañar a la rectitud del alma para con Dios:
"Esto es mi cuerpo". Y lo mismo el cáliz, que proviene de la creación • «No son los sacrificios los que hacen favorable a Dios. Si uno intenta
de la que formamos parte, declaró que era su sangre y enseñó que ofrecerlos con una pureza, una rectitud y una exactitud solamente
aquella era la oblación nueva de la nueva alianza. Esta oblación es la aparentes, sin que en su alma comparta con rectitud la comunión con
que la Iglesia ha recibido de los apóstoles y que en el mundo entero el prójimo, ni tenga el temor de Dios, no engañará a Dios ofreciendo
ofrece al Dios que nos da el alimento, como primicia de los propios ese sacrificio... Noson los sacrificios los que santifican al hombre, ya
dones de Dios bajo la nueva alianza. que Dios no tiene necesidad de sacrificios; son las disposiciones del
... Así pues, la oblación de la Iglesia, que enseñó el Señor a ofrecer oferente las que santifican el sacrificio, si son puras, ya que obligan a
en el mundo entero, es considerada como sacrificio puro ante Dios y Dios a aceptarlo como de un amigo»39.
agradable a él. No es que él necesite de nuestro sacrificio, sino que el
que lo onece es glorifícado él mismo por lo que ofrece, si su presente Estas ideas-fuerza se basan en las dos convicciones fundamenta-
es aceptado»?1'. * les recibidas de la Escritura. El único sacrificio válido a los ojos de
D i o s es el de Cristo: y el culto exterior de los cristianos es el sacrifi-
Así pues, por Cristo y en Cristo, el sacrificio es más bien un don
cio eucarístico, memorial del único sacrificio de Cristo, que les c o n -
de Dios al hombre que del hombre a Dios. Ya hemos visto anterior-
cede ofrecer su vida a lios como sacrificio espiritual. Son innumera-
33. ATENAGORAS, Suppl., 13, en Padres apologistas griegos, BAC, Madrid 1954, bles los testimonios de estas dos convicciones, a menudo articuladas
664 s.
34. M Diognetum III, 3: en Padres apostólicos, o.c, 848.
35. IRENEO DE LION, Adv. haer. IV, 17, 1: trad. A. Rousseau, Cerf, París 1984, 455.
36. Ibid.,IV, 17,2: o. c.,457.
37. Ibid.,W, 17,5 y 18, 1: o. c, 459-461. 38. Ibid. IV, 5, 5: o. c, 417-418.
39. #>¡d.IV, 18,3: o. c, «2-463.
294 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR E L SACRIFICIO DE CRISTO 295

entre sí, que encontramos en Justino 40 , en Ireneo, en Atanasio 41 , en El contexto de su reflexión permite comprender debidamente,
Cirilo de Jerusalén 42 , en Eusebio de Cesárea 43 , en Cirilo de Alejan- bajo su lenguaje un tanto abstracto, la definición tan rica que da
dría44, etc.
Agustín del sacrificio:
«Verdadero sacrificio es toda obra que se hace con el fin de unirnos a
Agustín: una teología del sacrificio Dios en santa compañía, es decir, relacionada con aquel bien supre-
mo, merced al cual podemos ser verdaderamente felices» .
En un desarrollo célebre de la Ciudad de Dios, Agustín ha ex-
puesto una teología del sacrificio, ejemplar por su fidelidad a la Bi- El corazón del sacrificio reside en el hecho de que nos pone en
blia y su profundidad antropológica En el corazón del verdadero comunión con Dios, es decir, nos hace pasar a Dios en su «santa
culto debido a Dios, debido al deseo de felicidad arraigado en todo compañía»: se trata de un paso, de una «pascua». Es el acto por el
ser humano, está el sacrificio. Siguiendo a sus predecesores, Agustín que el hombre se vuelve hacia Dios en un movimiento de adoración y
afirma que Dios no necesita para nada de nuestros dones y que los sa- de amor, por el que pone a Dios por encima de sí mismo y se despo-
crificios de la antigua ley no eran más que figuras del verdadero sa- see de su propio ser. Pues bien, esta comunión con Dios es al mismo
crificio que tiene por finalidad «que nos unamos a Dios y encamine- tiempo la felicidad del hombre, ya que el hombre está hecho para
mos al prójimo a este fin»45. Es entonces cuando asienta una de esas Dios, para verlo y descansar en él, y su corazón fuera de Dios está in-
fórmulas que le son características y que estructuran su teología: «El quieto y angustiado. Así pues, la comunión con Dios y la felicidad
sacrificio visible es el sacramento del sacrificio invisible, o sea, es un del hombre van a la par; pero lo uno y lo otro son imposibles sin el
signo sagrado» 46 . Esta distinción le permite interpretar la polémica de acto de nuestra libertad que responde positivamente a la invitación y
los profetas y de los salmos contra los sacrificios. En el salmo 50 al don de Dios y nos p n e en sus manos según el designio que él
[51] se dice a la vez que Dios rechaza los sacrificios y que quiere un tiene sobre nosotros. Eso es el sacrificio.
sacrificio: «No quiere sacrificio de res sacrificada, sino el sacrificio En esta primera definición ni siquiera se menciona la dimensión
de un corazón contrito. El sacrificio que Dios no quiere, según el pro- penitencial del sacrificio (renuncia, privación, sufrimiento). En efec-
feta, es figura del sacrificio que quiere»47. Toda una serie de citas ter- to, éste es un segundo dato, consecuencia inevitable del arrancamien-
minan entonces con el texto de Oseas, recogido por Jesús en el evan- to necesario del pecado que desorienta nuestra libertad. A la idea tan
gelio: «Por eso, donde está escrito: "Quiero la misericordia más que extendida de que el sacrificio ante todo «hace daño», Agustín respon-
el sacrificio", no conviene entender otra cosa más que el anticipado de con la idea del sacrificio que nos hace felices. El sacrificio no e s
por el sacrificio, porque lo llamado por todos sacrificio es signo del ni sadismo por parte de Dios, ni masoquismo por parte del hombre.
verdadero sacrificio. Ahora bien, la misericordia es un verdadero sa- Si es éste el sentido del sacrificio, éste no puede reducirse a l a
crificio» 48 . Dentro de la categoría de sacrificio es como Agustín ofrenda de cosas exteriores: por «toda obra buena» hay que entender
asume la conversión de sentido que va desde el sacrificio exterior al toda la existencia del hombre, todo lo que vivimos y realizamos p o r
sacrificio interior. amor a Dios y amor a nuestros hermanos, en la obediencia a los d o s
primeros mandamientos.El mismo hombre es un sacrificio:
«De aquí se deduetque el hombre consagrado en nombre de Dios y
40. JUSTINO, Dialog. cum Tryph. 117, 3: o. c, 505-506.
ofrecido por voto iDios, en cuanto que muere al mundo para vivir
41. ATANASIO DE ALEJANDRÍA, De incarn. Vcrbi 20, 1-25, 5: SC 199,337-359. para Dios, es sacrificio... El castigar nuestro cuerpo por la templanza,
42. CIRILO DE JERUSALÉN, Catech. mystag. V, 8: SC 126, 157. si esto lo hacemos,como es nuestro deber, por Dios, a fin de no dar
43. EUSEBIO D E CESÁREA, Dcmonstr. evang. I, 10: PG 22, 83-94. nuestros miembros como armas de iniquidad al pecado, sino como
44. CIRILO DE ALEJANDRÍA , Cíiristus est unus: SC 97, 433-515.
45. A G U S T Í N , De civ. Dci X, 5, en Obras XVI-XVII, BAC, Madrid 1958, 639;
armas de justicia aDios, es sacrificio. El apóstol, exhortando a esto,
sobre el sacrificio en Agustín, cf. I. BOCHET , Saint Augustin el le dcsir de Dicu, Etud. dice: "Y así os rutgo, hermanos, por la misericordia de Dios, q u e
August., París 1982,354-382.
46. AGUSTÍN , Ibid., 639.
47. Ibid.
48. Ibid., 641.
4 9 . lbid.^6: o. c.,641.
296 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR EL SACRIFICIO DE CRISTO 297

ofrezcáis vuestro cuerpo como hostia viva, santa, agradable a Dios, El a r g u m e n t o e s u n a fortiori: el a l m a es el lugar d e la libertad, la
que es el culto racional vuestro" (Rom 12, l)» 50 . que dirige las r e l a c i o n e s c o n D i o s . E s t a m b i é n un sacrificio y, para
A g u s t í n a n a l i z a el ser del h o m b r e según el b i n o m i o a l m a - c u e r p o . realizarlo, tiene q u e c o n v e r t i r s e del p e c a d o . P e r o el sacrificio no es
V o l v e m o s a e n c o n t r a r n o s aquí c o n el aspecto « s a c r a m e n t a l » d e su sólo u n a relación c o n D i o s , sino también u n a relación c o n los demás,
antropología, q u e e v o c á b a m o s a propósito d e la mediación d e Cris- del m i s m o m o d o q u e l o s d o s m a n d a m i e n t o s del a m o r forman un todo
to 5 1 . El cuerpo e s p a r a él a l a v e z el signo y el instrumento de las in- indivisible. N o p u e d e h a b e r sacrificio auténtico a D i o s q u e no pase
tenciones del a l m a . E n efecto, p o r u n a parte el cuerpo es signo del e s - por l a m e d i a c i ó n d e l a m o r al prójimo. Éste se expresa p o r acciones
píritu: el acto corporal permite a la intención espiritual t o m a r cuerpo corporales. Por c o n s i g u i e n t e , l a s « o b r a s d e misericordia» s o n sacrifi-
y expresarse. N o h a y historia sino p o r q u e h a y cuerpo. T o d o nuestro cios:
lenguaje — p a l a b r a s , g e s t o s , s o n r i s a s — p a s a p o r la m e d i a c i ó n del
«Siendo verdaderos sacrificios las obras de misericordia hacia nosotros
c u e r p o . P o r o t r a parte, el c u e r p o d e s e m p e ñ a u n a función d e instru- o hacia los prójimos, pero referidas a Dios, y siendo verdad que las
m e n t o y , e n este sentido, de c a u s a : el acto espiritual no se acaba de obras de misericordia no tienen otro fin que librarnos de la miseria y
verdad m á s q u e p o r el orden corporal y e n él. Mientras que u n a inten- hacernos felices, cosa que no se efectúa sino por aquel bien del que
c i ó n n o se t r a d u z c a en el orden d e la acción corporal, seguirá siendo está escrito: "Mi bien es adherirme a Dios" (Sal 72,28)...» 53 .
u n a « b u e n a intención», p e r o sin arraigo en el m u n d o y sin eficacia.
D e este m o d o e x p e r i m e n t a m o s q u e n u e s t r o s actos corporales n o s C i e r t a m e n t e , la misericordia n o e s un sacrificio si no se la refiere
c a m b i a n p a r a lo b u e n o o p a r a l o malo. a D i o s , y a que el sacrificio es cosa divina 54 . Pero en el caso contrario,
sus o b r a s son verdaderamente sacrificios, d e los que se n o s dice u n a
E s t a relación del cuerpo y del a l m a se percibe de m a n e r a ejemplar
vez m á s que su finalidad es procurarnos la felicidad.
en el sacrificio: n u e s t r a p r e f e r e n c i a a m o r o s a p o r D i o s y p o r los
d e m á s p a s a p o r gestos corporales, a la v e z signos e instrumentos d e
nuestro sacrificio espiritual. Este dato antropológico coincide c o n la Agustín: sacrificio de Cristo y sacrificio de la Iglesia
iniciativa d e la encarnación, q u e permite al V e r b o d e Dios d a r a su
sacrificio u n a figura exterior, p o r m e d i o d e su v i d a y d e su muerte. Esta doctrina general y antropológica del sacrificio se basa en la
Lo m i s m o ocurre c o n los sacramentos, gestos simbólicos de su huma- realidad única del sacrificio de Cristo, con el que la Iglesia está aso-
nidad e n favor nuestro q u e recibimos visible y corporalmente. El últi- ciada por giacia:
mo texto q u e h e m o s citado e x p o n e a s í el papel del cuerpo, en refe- «Resulta claro que toda la Ciudad redimida, en otros términos la
rencia a l a fórmula d e R o m 12, 1, d e s i g n a n d o a la p e r s o n a d e los congregación y sociedad de los santos ofrece a Dios su sacrificio
h e r m a n o s p o r su c u e r p o , q u e el apóstol exhorta a ofrecer c o m o hostia universal por ministerio del sumo sacerdote. Éste se ofreció a sí
viva y a g r a d a b l e a D i o s . E n la e v o c a c i ó n d e l sacrificio corporal, mismo en su pasión por nosotros, a fin de que nosotros fuéramos el
Agustín m e n c i o n a esta v e z la mortificación, c o n s e c u e n c i a necesaria cuerpo de esa cabeza. Y se ofreció según la forma de siervo. Ofreció
del p e c a d o . D e allí p a s a i n m e d i a t a m e n t e al sacrificio del alma q u e es esta forma y en ella se entregó. Según esta forma es mediador, según
indi sociable d e la mortificación: ella es sacerdote) según ella es sacrificio.. Todo este sacrificio
somos nosotros... Éste es el sacrificio de los cristianos: muchos, un
«Si el cuerpo del que se sirve el alma como de siervo o instrumento solo cuerpo en Cristo. Este misterio la Iglesia también lo celebra asi-
es sacrificio, ¡cuánto más lo será el alma cuando se encamina a Dios, duamente en el sacramento del altar conocido de los fieles, donde se
para que encendida en el fuego de su amor, pierda la forma de la con- le muestra que, en la oblación que hace, se ofrece a sí misma» .
cupiscencia del siglo y se reforme sometida a la forma inconmuta-
ble!» 52 .

50. Ibid., 641-642.


51. Cf. supra, 108-112 y J. CLEMENCE, Saint Augustin et le peché oríginel: 53. Ibid
NouvRevTheol. 70 (1948) 735. 54. Cf. Ib»., 641.
52. AGUSTÍN , Ibid.X, 6, o. c.,642. 55. ibid, 6*2-643.
EL SACRIFICIO DE CRISTO 299
298 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR

E n unas c u a n t a s frases de particular densidad Agustín recoge todo más que un solo sacrificio en el sentido total: el acto por el que la hu-
manidad predestinada... pasa del pecado en que se encuentra a la con-
el misterio sacrificial cristiano, q u e parte de Cristo, alcanza a la Igle-
sumación de la salvación... Pero la humanidad, abandonada a si
sia y se actualiza e n la eucaristía. Sólo Cristo p u d o realizar el sacrifi-
misma, es incapaz de ese sacrificio... La humanidad no puede
cio perfecto de ofrenda de sí m i s m o a D i o s p o r sus h e r m a n o s . Lo «sacrificarse» más que si se le da la gracia. Pues bien, la condición
h i z o en virtud de su e n c a r n a c i ó n , q u e lo h a constituido m e d i a d o r y de esta gracia es la encarnación. Por tanto, el sacrificio no es posible
sacerdote y lo h a c o n d u c i d o a la muerte y resurrección. Se evoca el sino porque Cristo está unido a la humanidad, para darle por su gra-
sacrificio de Cristo e n referencia a Flp 2,6-13, texto q u e encierra u n a cia el deseo de pasar del mal al bien... y facilitarle ese mismo paso...
alusión a la o p o s i c i ó n entre A d á n , que q u i s o c o n q u i s t a r c o m o u n El sacrificio histórico, realizado una sola vez en un momento del
botín la igualdad c o n D i o s (Gen 3,5) y se negó p o r tanto a ofrecerse a tiempo y en un lugar determinado, es el sacramento del sacrificio rea-
D i o s e n sacrificio de a m o r y d e obediencia, y Cristo q u e no reivindi- lizado por el Cristo total.... El sacrificio realizado por Cristo en la
có e s a igualdad, sino que se ofreció a sí m i s m o en la h u m i l d a d (tra- cruz es el símbolo, el signo, pero un signo eficaz, del sacrificio que
todos los hombres tienen que realizar»
ducción latina para A g u s t í n de la kénosis de Flp 2,7) y el desprendi-
m i e n t o de u n a o b e d i e n c i a q u e l l e g ó hasta la m u e r t e de c r u z . El
El t é r m i n o de s a c r a m e n t o se t o m a aquí en u n sentido analógico
sacrificio de Cristo se inscribe perfectamente e n la definición ante-
respecto a la eucaristía. Pero n o s c o n d u c e a ella. Sin el sacrificio d e
rior: en su p e r s o n a encarnada, J e s ú s es personalmente sacrificio: «El
Cristo, la h u m a n i d a d no p u e d e pasar a D i o s . Solamente la exteriori-
es el oferente y él la oblación» 5 6 . Su sacrificio encierra u n aspecto in-
dad de la cruz c o r r e r í a el riesgo de borrarse en nuestra memoria, si n o
terior, el a m o r al Padre y a sus h e r m a n o s , y un aspecto exterior, el
e s t u v i e r a s a c r a m e n t a l m e n t e s u b r a y a d a p o r u n s a c r a m e n t o exterior.
d o n d e su c u e r p o en su pasión, así c o m o la institución de la eucaris-
Ese s a c r a m e n t o exterior instituido es el misterio eucarístico, «el s a -
tía.
c r a m e n t o del altar», del que h a b l a Agustín, sacramento del único sa-
Pero el sacrificio de Cristo está ordenado al sacrificio de los h o m - crificio. E n este sacramento, e n el plano visible de la celebración, e s
bres r e u n i d o s e n Iglesia. Cristo no se ofrece solo al P a d r e ; s u m o sa- la Iglesia l a que ofrece. Pero según la realidad del misterio la m i s m a
cerdote u n i v e r s a l de la h u m a n i d a d , le ofrece toda la a s a m b l e a de los Iglesia es ofrecida p o r Cristo. P o r q u e — p r o s i g u e A g u s t í n — « d e e s t a
santos; c u m p l e el sacrificio de la C a b e z a que ofrece a todo el cuerpo realidad quiso q u e fuera sacramento cotidiano el sacrificio de la I g l e -
eclesial. La finalidad del sacrificio de los cristianos es la de n o ser sia. Ella, siendo c u e r p o de esa Cabeza, aprende p o r su m e d i o a ofre-
m á s q u e u n s o l o cuerpo en Cristo p a r a a l a b a n z a del P a d r e . Aquí se cerse a sí misma» 5 8 . E l sacrificio de Cristo no sustituye al nuestro; a l
lleva a cabo u n paso de la multiplicidad de los sacrificios a la unidad. contrario, nos p e r m i t e realizarlo. Se verifica aquí la relación funda-
Cada u n a de las buenas acciones de un h o m b r e p u e d e ser considerada mental e n t r e gracia y libertad: el sacrificio de Cristo n o s libera y n o s
c o m o un sacrificio, pero en definitiva la existencia entera de un h o m - permite realizar n u e s t r o paso a Dios.
bre constituye su sacrificio único. I g u a l m e n t e , se p u e d e considerar a
Ésta e s h d o c t r i n a agustiniana del sacrificio, de la que un c o m e n -
la h u m a n i d a d entera c o m o un solo sacrificio, h e c h o d e la multiplici-
tarista h a p e d i d o d e c i r lleno de a s o m b r o q u e era «puro c r i s t i a n i s -
d a d de sacrificios existenciales de t o d o s los h o m b r e s a través de las
m o » 5 9 . Su sentido d e la grandeza de D i o s n o supone ningún a t e n t a d o
generaciones. El sentido de la historia d e los h o m b r e s es el paso de la
c o n t r a la grandeza d e l hombre. Si la divinización del h o m b r e e s s u
h u m a n i d a d a D i o s , es su larga peregrinación de su p a s c u a hacia D i o s .
v e r d a d e r a humanización, su p a s o a Dios, su sacrificio es t a m b i é n s u
Y. de M o n t c h e u i l , en u n a página de espíritu p l e n a m e n t e agustiniano,
v e r d a d e r a felicidad.
h a mostrado así en el sacrificio de Cristo el sacramento del sacrificio
de la h u m a n i d a d entera:

«Si tomamos las cosas desde el punto de vista de la historia humana


en su conjunto, tal como las ve Dios, tendremos que decir que no hay
57. Y. DE MONTCHEUIL, Mclangcs thcologiques, Aubier, París 1951, 51-53.
58. AGUSTÍN/tod.,o. c.,672.
59. Fórmula de P. AGAESE, autor de L'anthropologic dirétienne selon saint Augus-
56. Ibid X, 20: o.c, 672. tin, Centre Sévrci, París 1980; en estas páginas he inspirado mi reflexión.
EL SACRIFICIO DE CRISTO 301
300 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR

«Primera, en cuanto quita el pecado, por el que los hombres son


El sacrificio de Cristo en santo Tomás de Aquino constituidos enemigos de Dios...
Pero se dirá: ¿esta hermosa doctrina del sacrificio se mantuvo en Segunda, en cuanto es la pasión de Cristo un sacrificio aceptísimo a
Dios. El efecto propio del sacrificio es el de aplacar a Dios, a la ma-
los siglos sucesivos? Para saberlo, conviene que preguntemos a santo
nera que el hombre, en atención a un obsequio que se le hace, conde-
Tomás de Aquino, uno de los teólogos más «oficiales» de la Iglesia. na la ofensa a él cometida... Pues fue tan grande el bien de padecer
Al tratar de la pasión de Cristo, santo Tomás distingue cuatro modos Cristo voluntariamente que, en atención a este bien que Dios halló en
de su eficacia: el mérito, la satisfacción, el sacrificio y la redención. la naturaleza humana, se aplacó de todas las ofensas del género hu-
Como se ve, el orden en que sitúa los conceptos es distinto del que mano, por lo que respecta a aquellos que del modo arriba dicho se
hemos adoptado para esta exposición. Santo Tomás trata del sacrifi- unen a Cristo paciente»64.
cio a la luz de la satisfacción —por eso el conjunto de su soteriología
se recogerá a propósito de esta categoría 60 —, mientras que aquí Esto no quiere decir que Dios empezara a amarnos en virtud de la
hemos pensado que había que hacer lo contrario, dentro de un espíri- reconciliación realizada por Cristo. Nos ama desde siempre, pero
tu de fidelidad a la Escritura y a la tradición. siente odio hacia el pecado. Por otra parte, el amor de Cristo que su-
Santo Tomás da la siguiente definición del sacricio: fría fue a los ojos de Dios infinitamente más poderoso que la iniqui-
dad de los que le mataron.
«Propiamente hablando, se llama sacrificio una obra realizada en Consciente como Agustín de que todo sacrificio tiene que tener
honor de Dios y a él debida, para aplacarlo»61. una realidad exterior, Santo Tomás había dado ya en la Suma Teoló-
Esta definición se presenta como una interpretación de la de san gica esta definición ritual del sacrificio:
Agustín, a quien santo Tomás cita a continuación, como un bien «Hay sacrificio propiamente dicho cuando las cosas ofrecidas a Dios
común de la Iglesia. No la traiciona; conserva su aspecto teocéntrico. son sometidas a una acción cualquiera, tal como matar los animales,
Pero su tonalidad es distinta, ya que no recoge el lado antropológico partir el pan, comerlo o bendecirlo. No es otro el sentido de la pala-
y pone en primer plano el aplacamiento de Dios, lo cual constituye bra 'sacrificio', que se deriva de 'hacer' algo 'sagrado'»65.
una referencia implícita al pecado y una alusión, ambigua por ser in-
mediata, a los sacrificios antiguos. Glosando siempre a Agustín, el Esta definición no es falsa, ya que menciona el carácter teologal
doctor escolástico aplica esta definición a Cristo: del sacrificio. Pero es menos afortunada por su referencia exclusiva a
los ritos y podrá incitar a continuación a los teólogos a buscar una de-
«Ahora bien, Cristo, según añade después el mismo santo, "se efreció finición formal del sacrificio en los ritos de la historia de las religio-
a sí mismo en la pasión por nosotros", y el hecho de haber soportado nes, para aplicársela luego al sacrificio de Cristo. Habrá en ello un
la pasión voluntariamente, cosa fue en sumo grado acepta a Dios, error de método, que corre el riesgo de ocultar en qué la novedad del
como proveniente de la mayor caridad. De donde resulta claro que la sacrificio de Cristo hace «saltar» las prácticas antiguas. Pero santo
pasión de Cristo fue un verdadero sacrificio» 2. Tomás no se queda en ello. El sabe que el sacrificio exterior no es
El texto termina con otras dos citas de Agustín, que expresan la sino la expresión de la realidad espiritual del sacrificio:
preocupación de santo Tomás por presentar su pensamiento bajo la «La ofrenda de sacrificio es significativa de algo. Por otra parte, el
forma de una «exposición reverencial» del gran maestro de la teolo- sacrificio exterior significa el sacrificio interior del alma a Dios...
gía latina. El carácter sacrificial de la pasión de Cristo proviene por Los xtos exteriores de religión se ordenan a los interiores»66.
tanto de dos elementos: «la ofrenda real de sí mismo y el amor»63.
Este texto remite al sacrificio existencial. Pero santo Tomás no lo
La pasión de Cristo es causa de la reconciliación de los hombres
explícita como lo había hecho san Agustín. No cae, en todo caso, en
con Dios de dos maneras:

64. SANTO TOMAS, S. 71III, q. 48, a. 3, corp. en Suma Teológica XIII, BAC. Ma-
60. CS.infra, 371-376. drid 1955,480,
61. SANTO TOMAS, S. Th. III, q. 48, a. 3, corp. en Suma teológica XII, BAC, Ma 65. SANTC TOMAS, 5. 71.11-11, q. 85, a. 3, ad 3: en Suma Teológica IX, BAC, Ma-
drid 1955, 480. drid 1955, 108
62. Ibid. 66. Ibid.,\. 85, a. 2, corp.; o.c, 104-105.
63. B.CATAO, Salut et rédempüon chezS. Thomas d'Aquin, Aubier, París 1965, 91.
EL SACRIFICIO DE CRISTO 303
302 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR

para dejar a su esposa amada, la Iglesia, un sacrificio visible, como


la confusión de algunos autores modernos a propósito de los verdu- exige la naturaleza de los hombres, por el que se representara (re-
gos de Cristo; ellos, lejos de ofrecer un sacrificio, cometieron una praesentaretuf) aquel suyo sangriento que había una sola vez de con-
«fechoría», un crimen. Sólo Cristo se ofreció en sacrificio67. El pen- sumarse en la cruz, y su memoria permaneciera hasta el fin de los si-
samiento de santo Tomás sigue siendo esencialmente fiel a la tradi- glos (1 Cor 11, 23ss), y su eficacia saludable se aplicara para la
remisión de los pecados, que diariamente cometemos..., les mandó
ción agustiniana en la que se inscribe. Sin embargo, quedan desplaza-
con estas palabras: Haced esto en memoria mía, etc. (Le 22, 19; 1
dos algunos de sus acentos y la insistencia en la perspectiva ritual
Cor 11, 24) que los ofrecieran. Así lo entendió y enseñó siempre la
pudo abrir el camino a ciertos desvíos ulteriores. Iglesia. Porque, celebrada la antigua pascua, que la muchedumbre de
los hijos de Israel inmolaba en memoria de la salida de Egipto, insti-
La doctrina sacrificial del concilio de Trento tuyó una pascua nueva, que era él mismo, que había de ser inmolado
(immolandum) por la Iglesia por ministerio de los sacerdotes bajo
En la sesión sobre la justificación, analizada anteriormente 68 , el signos visibles, en memoria de su tránsito de este mundo al Padre»
concilio de Trento no recurre a la categoría de sacrificio. Ya hemos (Dz938)70.
visto cómo interpreta la pasión de Cristo con los términos de mérito y
de satisfacción. No ocurre evidentemente lo mismo en la doctrina de Este texto tan rico y matizado invoca en primer lugar la necesidad
la sesión XXII de 1562, consagrada al «santísimo sacrificio de la de una expresión visible del sacrificio, en conformidad con las exi-
misa». En efecto, era imposible decir en qué la eucaristía es sacrificio gencias de la naturaleza humana que toda la economía de la encarna-
sin relacionarla con el único sacrificio de Cristo. La preocupación ción intenta respetar. Como decía ya san Ireneo, la ofrenda eucarísti-
por esta importante articulación doctrinal ha dado origen a un desa- ca ha sido instituida para nuestro bien. Sabemos por otra parte la
rrollo inspirado totalmente en la carta a los Hebreos: afinidad existente entre la idea de sacerdote y la de mediador; podría
«Como quiera que en el primer Testamento, según testimonio del legítimamente trasponerse el comienzo de este texto diciendo:
apóstol Pablo, a causa de la impotencia del sacerdocio levítico no se «Como no había de extinguirse su mediación por la muerte...». La
daba la consumación, fue necesario, por disponerlo así Dios, Padre mediación de Cristo tenía que poder seguir ejerciéndose a través de
de las misericordias, que surgiera otro sacerdote según el orden de signos visibles. La mediación, el sacerdocio y el sacrificio se sitúan
Melquíscdec (Gen 14, 18; Sal 109, 4; Heb 7, 11), nuestro Señor Jesu- aquí en correlación directa. La eficacia del sacrificio se relaciona
cristo, que pudiera consumar y llevar a perfección a todos los que ha- sobre todo con la redención de los pecados.
bían de ser santificados (Heb 10, 14). Así pues, el Dios y Señor nues-
tro, había de ofrecerse una sola vez a sí mismo a Dios Padre en el El término-clave que sirve para expresar la relación entre el sacri-
altar de la cruz, con la interposición de la muerte, a fin de realizar ficio de la cruz con el sacrificio de la misa es el de representación del
para ellos la eterna redención...» (Dz 938)m. primero por el segundo. Esta palabra debe tomarse en sentido fuerte:
lo que se realizó una vez para siempre es re-presentado, es decir,
Volvemos a encontrarnos con los grandes temas de la epístola: la
hecho presente de forma continua. La misa no se suma nunca con la
oposición entre la impotencia de los sacrificios antiguos y el sacrifi-
cruz; no es su repetición (repite la celebración de la Cena, que es algo
cio perfecto de Cristo, la unicidad del mismo, la identidad del sacer-
muy distinto), y mucho menos su «renovación», ya que sólo se re-
dote y de la ofrenda. La doctrina de Trento hace una lectura cultual
nueva lo que es viejo o caduco. El término de re-presentación o los
de la pasión, hablando del «altar de la cruz» en un sentido metafóri-
de actualización o perpetuación deben por tanto oponerse vigorosa-
co. Es entonces cuando interviene la institución de la eucaristía»:
mente a la palabra renovación que, por desgracia, se extendió a nu-
«...como, sin embargo, no había de extinguirse su sacerdocio por la merosos textos teológicos y hasta pastorales de los tiempos moder-
muerte (Heb 7, 24.27), en la última Cena, la noche que era entregado,

67. Cf. S. Th., III, q. 48, a. 3, ad 3: o.c., XIII, 481-482.


68. Cf. supra, 259-267. 70. Ibid.
69. Concilio de Trento, sesión 221, sobre el santo sacrificio de la misa, c. 1: trad. 71. Cf. J. M. R. TILLARD, Vocabulaire sacriñciel et eucharístie: Ircnikon 53
en El magisterio de la Iglesia, Herder, Barcelona 1963, 267. (1980) 163-165.
304 EL SACRIFICIO DE CRISTO 305
JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR

El término de re-presentación remite de hecho al concepto bíblico la misa, así como la afirmación de la identidad numérica del sacerdote
de memorial q u e connotan muchas de las expresiones de este párrafo y de la víctima en cada uno de ellos, también es cierto que el empleo
de Trente, aunque el concilio lo haya formalmente perdido de vista. del verbo inmolar a propósito de la misa es ambiguo. Porque habría
La re-presentación, se dice, está ordenada a que la memoria del único que decir de la inmolación lo que el concilio dijo del mismo sacrifi-
sacrificio de la cruz se perpetúe hasta el final de los siglos. Lo mismo cio: es re-presentada. «¿Puede decirse que es 'rehecho' sacramental-
que la pascua antigua celebraba la memoria de la salida de Egipto, mente el sacrificio de la cruz?», pregunta J. M. R. Tillard; y prosigue:
también la celebración eucarística, bajo los signos sacramentales del «Se tiene la impresión de que hay dos oblaciones, una sangrienta y
pan y del vino (llamados una vez «símbolos») recuerda la pascua de otra no sangrienta, illa et haeq pero sin que se vea muy bien cómo la
Jesús a su Padre. Estas expresiones comentan la fórmula de la institu- segunda no pone en discusión el una vez para siempre de la prime-
ción, citada igualmente por el concilio: «Haced esto en memoria ra»75. ¿Las actas del concilio permiten superar esta ambigüedad? En
mía». La institución de la eucaristía como memorial, que atraviesa un estudio ya antiguo y que se ha hecho clásico, M. Lepin había anali-
toda la tradición viva, constituye sin duda alguna la trama sobre la zado las discusiones de los teólogos y de los padres conciliares sobre
que se construye la doctrina tridentina»72. Pero el concilio de Trento el sacrificio de la misa. Su principal preocupación era la de no reducir
no sabe utilizar la categoría misma de memorial, o quizás desconfía la eucaristía a una pura conmemoración de la cruz, es decir, a un sim-
de ella debido a los que reducían la misa a ser tan sólo una «mera ple recuerdo de ella, en virtud de la presencia real de Cristo en el altar,
conmemoración»73. Esta deficiencia le impidió articular en una uni- víctima de nuestra redención76. La conclusión de Lepin es muy clara:
dad coherente el sacramento y el sacrificio en la eucaristía. La divi- «En ningún momento de las deliberaciones conciliares se sugiere la
sión en dos sesiones diferentes de estos dos aspectos de un único mis- idea de que la misa contenga una realidad cualquiera de inmolación.
terio se perpetúa en los manuales casi hasta nuestros días. Habrá que Ningún teólogo y ningún padre pretendió encontrar allí algo más que
esperar mucho tiempo esta formulación tan sencilla, que hoy se ha una figura o un memorial de la inmolación que se había realizado en
convertido en un bien común doctrinal: la eucaristía es el memorial otro tiempo en la cruz. Ninguna huella de las teorías que habrían de
sacramental del único sacrificio de la cruz. surgir en los años siguientes... La idea del sacrificio de la misa apare-
ce ligada prácticamente a tres elementos fundamentales: la consagra-
Estamos tocando aquí un punto delicado del vocabulario conci- ción, la oblación y la representación conmemorativa de la inmolación
liar. Para expresar la diferencia entre sacrificio de la misa y sacrificio pasada»77. La última fórmula es decisiva: nos permite comprender de
de la cruz, Trento apela a la distinción entre el modo sangriento y el veras el texto conciliar. Por inmolación no sangrienta hay que enten-
modo no sangriento de la inmolación, término que se encuentra en el
der el acto sacramental que hace presente el sacrificio sangriento de la
texto citado: por medio de los sacerdotes la Iglesia inmola a Cristo
cruz. Cristo glorioso, sentado a la derecha del Padre, no tiene que in-
bajo unos signos visibles en memoria de su paso al Padre. Este
molarse varias veces. Pero la Iglesia tiene necesidad de que su única
mismo lenguaje se recoge y se hace más explícito en el capítulo si-
guiente de la doctrina: inmolación reciba una presencia y una visibilidad siempre y en todas
partes, haciéndose así contemporánea de todos los hombres, para que
«Porque en este divino sacrificio, que en la misa se realiza, se contie- éstos, reunidos en Iglesia por la celebración eucarística, puedan ofre-
ne e incruentamente se inmola aquel mismo Cristo que una sola vez cer su existencia en sacrificio santo y agradable a Dios. Porque en la
se ofreció a sí mismo cruentamente en el altar de la cruz (Heb 9, misa, el sacrificio de Cristo suscita sin cesar el de la Iglesia. Así pues,
27)... Una sola y misma es, en efecto, la víctima, y el que ahora se
la Iglesia no «inmola» a Cristo, sino que en cada celebración presenta
ofrece por el ministerio de los sacerdotes, es el mismo que entonces
la única inmolación de Cristo, hecha presente de manera no sangrien-
se ofreció a sí mismo en la cruz siendo sólo distinta la manera de
ta y en la que ella misma se ofrece en sacrificio.
ofrecerse» (Dz 940)74.
Si es perfectamente justa la preocupación de no poner en el
mismo plano el único sacrificio de Cristo en la cruz y el sacrificio de 75. J. M. R.TILLARD , art. tit., 162-163.
76. M. LEPIN, L'idce du sacriñce de la Messe d'aprés les théologiens depuis ¡'origi-
ne jusqu'á nos jmirs, Beauchesne, Paris 1926, 313.
72. Ibid., 162. 77. Ibid., 326. En un libro reeditado varias veces E. MASURE, Le sacriñce du chef,
73. Concilio de Trento, ibid., can. 3: o.c, 271. La Colombe, Paiis 1957, ha recogido todo este dossier y ha reaccionado sanamente en
74. Concilio de Trento, ibid., cap. 2: o.c, 268. favor de una concepción verdaderamente sacramental del sacrificio de la misa.
306 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR EL SACRIFICIO DE CRISTO 307

Llamando inmolación a la representación sacramental de la inmo- mentalidad está en el origen de la ambigüedad material de los textos
lación de Cristo, el concilio forja una metáfora cuyo uso a propósito de Trento sobre la inmolación. Es uno de los casos en que puede apli-
de los sacramentos ya había sido reconocido por san Agustín y santo carse lo que dice la Congregación de la fe sobre la enseñanza dogmá-
Tomás. El primero se explica de este modo, sin ambigüedad alguna, tica: «Las verdades que la Iglesia intenta realmente enseñar por sus
a propósito de la inmolación: fórmulas dogmáticas son sin duda distintas de las concepciones cam-
biantes propias de una época determinada; pero no está excluido que
«¿No fue inmolado Cristo en sí mismo una sola vez? ¿Y no es inmo-
lado sacramentalmente, no sólo en cada solemnidad de pascua, sino sean evenrualmente formuladas, incluso por el magisterio, en térmi-
incluso cada día en presencia del pueblo? No es un error contestar, si nos que llevan la huella de esas concepciones» 80 . Se da aquí un riesgo
se os pregunta, que Cristo es realmente inmolado. Porque si los sa- de desconversión que la historia posterior de la teología tendrá por
cramentos no tuvieran cierta semejanza con las cosas de las que son desgracia que verificar. Por ejemplo, la representación según la cual
sacramentos, no serían ni mucho menos sacramentos. Pues bien, en los sacerdotes inmolan a Cristo puede conducir a un corto-circuito
virtud de esta semejanza, la mayoría de las veces reciben los nom- perjudicial. ¿No se convierten entonces los sacerdotes del Nuevo
bres de las mismas cosas»7*. Testamento en el sustitutivo de los verdugos del Señor? Nadie inmo-
la a Cristo, como se podía en otros tiempos inmolar a un animal. Sólo
Por tanto, la semejanza sacramental es la razón de la trasferencia Cristo se ofreció una vez por todas como víctima, trasformando por
del término de inmolación de la cruz a la eucaristía. Recogiendo otro amor en don de sí mismo el gesto criminal de sus verdugos. Un fun-
texto de san Agustín, santo Tomás enuncia este mismo principio, que cionamiento peligroso de las imágenes corre entonces el peligro de
constituye la razón primordial de llamar «inmolación de Cristo» al hacer resurgir la noción de pacto sacrificial.
sacramento de la eucaristía:
El lenguaje del Vaticano U aparta hoy para nosotros estas ambi-
«Porque dice san Agustín (a Simpliciano) que suelen las imágenes güedades cuando dice: «(Los presbíteros) ejercen su oficio sagrado,
, nombrarse con los nombres de quienes son imágenes; y así, al mirar sobre todo, en el culto o asamblea eucarística, donde, obrando en
una tabla o pintura en la pared, decimos: éste es Cicerón, aquel Salus- nombre de Cristo y proclamando su misterio, unen las oraciones de
tio. La celebración de este sacramento... es imagen representativa de los fieles al sacrificio de su Cabeza y representan y aplican en el sa-
la pasión, que es verdadera inmolación»79. crificio de la misa, hasta la venida del Señor, el único sacrificio del
Por su lucidez sobre el funcionamiento del lenguaje, estos dos te- Nuevo Testamento, a saber: el de Cristo, que se ofrece a sí mismo al
ólogos nos dicen, mucho antes de los documentos tridentinos, cómo Padre, una vez por todas, como hostia inmaculada (cf. Heb 9, 11-
hemos de comprender las fórmulas de Trento sobre la inmolación y 28)»81. La tercera plegaria eucarística se expresa también certeramen-
confirman la interpretación propuesta. te cuando hace decir al celebrante: «Dirige tu mirada sobre la ofrenda
de tu Iglesia y reconoce en ella la Víctima por cuya inmolación qui-
La importancia que da el concilio al vocabulario de la inmolación siste devolvernos tu amistad».
es sin embargo el signo de una evolución inquietante de la mentali-
dad teológica en su comprensión del sacrificio. Aunque los teólogos
y el concilio hayan sido incapaces de ponerse de acuerdo sobre una Amplificación y desvío sacrificiales en los tiempos modernos
definición del sacrificio (que sigue estando ausente en estos textos),
la idea de inmolación, cruenta o incruenta, de la víctima se convertía Después del concilio de Trento, la incapacidad de los siglos si-
en el punto esencial, en detrimento del don existencial de sí mismo guientes para encontrar y formular el verdadero concepto de memo-
que condujo a Cristo hasta la muerte. Existe aquí un peligro de regre- rial llevará a la teología a desarrollar ciertas concepciones del sacrifi-
sión de la idea de sacrificio hacia las figuras antiguas. Este rasgo de cio de la misa que aparecen hoy viciadas en su base. No solamente se

78. AGUSTÍN , Epist. 98 (23) ad Borní, episc: PL 33, 363. 80. CONGREGACIÓN DE LA FE, Declaración «Mysterium Ecclesiae» (24 junio 1973)
79. SANTO TOMAS, 5. T7J.III. q. 83, a. 1, corp., en Suma Teológica XIII, BAC, Ma-
n. 5: Doc. Cath. 1636 (1973) 667.
81. VATICANO II, Lumen Gentium, n. 28. Igualmente, Presbyterorum ordinis, n. 5:
drid 1957, 844. «por la celebración de la misa, ofrecen sacramentalmente el sacrificio de Cristo».
308 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR EL SACRIFICIO DE CRISTO 309

olvidan de la especificidad del ser sacramental, sino que quedan ob- Monsabré compara a los sacerdotes con los sacrificadores de la anti-
nubiladas por la definicipon ritual de los sacrificios antiguos y no gua ley, armados de cuchillo 84 . He aquí lo que escribía A. Tesniére en
pueden comprender que puede haber verdadero sacrificio sin inmola- 1889 en un manual de adoración del Santísimo Sacramento:
ción o destrucción actual. La obra ya citada de M. Lepin, que va dise-
ñando la idea del sacrificio de la misa desde los orígenes hasta nues- «Ved cómo la Víctima queda destruida, consumida, aniquilada. En el
tros días, muestra bien el corte que se da entre la afirmación Calvario, estaba herida; aquí está machacada... Ser molido es perder
tradicional de la eucaristía-sacrificio, que se formaliza hasta finales la forma, la extensión, la organización... ¿Dónde está entonces su
de la gran escolástica en la idea de «figuración sacramental», y la cuerpo, sus miembros, su forma, su vida humana? Todo ha sido moli-
do, triturado, reducido a unas migajas desapercibidas. Cristo está per-
multitud de teorías postridentinas que son un eco de la mentalidad sa-
sonalmente entero, totalmente vivo, en este polvo, en esta nada; ¿no
crificial más o menos degradada e intentan dar cuenta de la realidad es éste el colmo del rebajamiento, de la depresión, un verdadero ano-
sacrificial propia de la misa leyendo de una manera o de otra en sus nadamiento?»85.
ritos la inmolación de una víctima.
En 1907, mons. Waffelaért, obispo de Brujas, escribía: «Cristo,
Lapin clasifica estas diversas teorías en función de la definición
bajo las especies sacramentales, está puesto en una cierta apariencia
del sacrificio sobre la que se basan. Las mejores opinan que el sacri-
de destrucción y de muerte...; se encuentra actualmente en un estado
ficio no exige una «inmutación real» de la víctima y que la misa con-
de víctima..., como un hombre degollado...; este estado se percibe en
tiene por tanto solamente una figura de la inmolación de Cristo.
que su cuerpo puede ser verdaderamente comida y su sangre verdade-
Otros piensan que el sacrificio exige esta «inmutación real» y la
ramente bebida» 86 . La mentalidad sacrificial de la época se expresa
hacen recaer sobre las especies del pan y del vino que quedan destrui-
de forma análoga a propósito de la cruz y a propósito de /a misa, in-
das por el hecho de la conversión eucarística (transubstanciación).
cluso las teorías que no retienen más que la «inmolación mística» si-
Otros finalmente leen en la misa una «inmutación» que afecta al
guen estando dominadas por la idea de que todo sacrificio tiene que
mismo Cristo, bien en la consagración, bien en la comunión. La
contar con una destrucción. Afortunadamente todavía quedaba otra
«inmutación» es un eufemismo por «inmolación». Estas teorías se
corriente teológica que con J. Lebreton sostenía que la «misa es un
responden, se entrecruzan, se corrigen unas a otras en refinamientos
verdadero sacrificio, porque representa realmente el sacrificio de la
cada vez más sutiles, desde finales del siglo XVI hasta comienzos del
cruz y nos aplica sus frutos»87.
XX. Las mejores de ellas, en particular las de la Escuela francesa del
siglo XVII que tema un sentido agudo del sacrificio existencial inma- En el plano teológico, la insistencia dogmáticamente ambigua y
nente a toda la vida de Cristo, hablan un lenguaje cuyo realismo nos teológicamente peligrosa en una «inmolación» de Cristo en la euca-
parece exagerado 82 . «No poseen el instrumental conceptual que les ristía contribuyó al desarrollo de la afirmación, ausente del concilio
permita mantener a la vez el ephapax radical de la oblación misma y de Trento y objetivamente falsa, de la renovación en la misa del sa-
su presencia perpetua bajo una forma sacramental. Para remediar esta crificio de la cruz. Este lenguaje, que se había hecho demasiado clási-
carencia, se inventan teorías pintorescas de inmolación no sangrienta, co, fue intencionadamente corregido en los textos del Vaticano II y
de muerte sacramental, de espada mística que separa sin efusión de en los que dependen de él, así como los documentos litúrgicos princi-
sangre el cuerpo y la sangre, de estado humillado bajo el pan y el pales, a pesar de algunos lamentables lapsus, en provecho de las pa-
vino. Estamos muy lejos de la nobleza de la visión tomista y de la labras de «perpetuar» y «representar»88.
discreción del concilio»83.

En el plano pastoral las teorías más sanguinarias tuvieron rienda 84. Cf. supra, 86.
85. CitadoporM. LEPIN, O. C, 595-596.
suelta. Ya cité en nuestro florilegio sombrío el texto en que el padre 86. Citado Ibid, 598.
87. J. L. LEBRETON, ait. «Eucharistic», en Dict. apol. de la íoi calh., t. 1, Bcau-
chesne, París 1910, col. 1582. En el mismo sentido, la gran obra de M. de la Taillc,
Mysteríum fídei. De augustissimo corporis et sanguinis Christi sacrificio atque sacra-
mento, Beauchesne, París 1931.
82. Por ejemplo Bérulle, cf. M. LEPIN, O. C, 466-467. 88. Cf. J. M. R. TILLARD, art. cit., 168-169. Este artículo presenta un excelente in-
83. J. M. R. TILLARD , art. ciL, 165. forme histórico de esta cuestión.
310 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR EL SACRIFICIO DE CRISTO 311

IV. UN BALANCE: SACRIFICIO E IMAGEN DE DlOS menaje del hombre a Dios que es el sacrificio tomaba sobre todo la
forma de una destrucción, de una inmolación, de una privación y de
En el cristianismo el sacrificio de Cristo, el sacrificio eucarístico, un sufrimiento, como si se tratara sobre todo de contentar a Dios
el sacrificio de la Iglesia y el sacrificio de cada uno de los fieles for- «con sangre».
man una gran unidad que había que tratar juntamente, a fin de mos- La lucha por la conversión de la noción y de la realidad del sacri-
trar la coherencia del designio salvífico de Dios, desde su iniciativa ficio es debida a esta ambivalencia original. La ciencia de las religio-
hasta su realización última. Con el sacrificio estamos en el corazón nes por una parte y la pedagogía veterotestamentaria por otra nos
del misterio de Cristo y de la existencia cristiana Por eso es tan im- muestran ya victorias y derrotas. El drama de la teología de los tiem-
portante una comprensión auténtica del sacrificio y tan nocivo todo pos modernos es el de haber buscado su definición del sacrificio en el
error, incluso teológico. hecho religioso en general, a fin de comprender dentro de su marco
el único sacrificio de Cristo. Había allí una regresión que abría el ca-
mino a no pocas ambigüedades. Es por el contrario a la luz de Cristo,
De la ambivalencia a la conversión considerado como revelación y norma de la verdad de todo sacrificio,
El sacrificio encuentra eco en el hombre en una experiencia suma- como es posible comprender y discernir los valores y los errores de
mente profunda, debido al sentido que descubre a su existencia. La los otros sacrificios. Para ver hasta qué punto esta regresión invadió
verdad cristiana coincide aquí con la verdad del hombre y llega a su las mentalidades a través de la catequesis, veamos por ejemplo la de-
corazón. Pero este hombre es pecador, sus arquetipos interiores están finición del sacrificio que da el canónigo Boulenger en un manual de
marcados a la vez por su deseo de Dios, inscrito en él a través de su enseñanza secundaria muy extendido en la primera mitad de este
creación, y por las consecuencias del pecado que no solamente per- siglo, y que constituye un verdadero compendio de la teología de la
vierten sus relaciones con Dios, sino también la imagen que se hace época:
de él, proyectando en la conciencia divina sus actitudes pecadoras. «Tomado en un sentido estricto y teológico, la palabra sacrillcio
Así pues, fue necesaria una lenta pedagogía para purificar y convertir designa la ofrenda de una cosa sensible que se destruye, si se trata
la noción de sacrificio y conducir a la verdad de Cristo, que se llevó a de un ser inanimado, o que se inmola, si es un ser animado, hecha
cabo superando radicalmente las representaciones y figuras anterio- por un ministro legítimo a Dios solo, para reconocer su dominio so-
res. Pero el acontecimiento de Cristo no abolió en las conciencias el berano y, en caso de pecado, para aplacar su justicia» .
combate entre esta concepción evangélica y las tentaciones proceden- El ritual exterior es aquí prioritario y la esencia del sacrificio se
tes de los antiguos arquetipos. En este combate la teología de los pone en la inmolación. El comentario añade: «La mejor manera para
tiempos modernos conoció peligrosos repliegues. el hombre de expresar su dependencia y la de las demás criaturas es
evidentemente la muerte voluntaria, es decir, el hecho de poner libre-
Mediante el sacrificio el hombre reconoce el derecho soberano de
mente la vida en manos de Aquel que nos la ha dado» 90 . ¿Querrá
Dios y sus situación de dependencia de Aquel que es a la vez su ori-
Dios sacrificios humanos o el homenaje de nuestro suicidio? Nuestra
gen y su fin. Aceptar esta relación como constitutiva de nuestra exis-
relación coa él no se define en términos de vida, sino en términos de
tencia no es tan natural; espontáneamente, y a menudo de formas más
muerte. Evocando la orden dada a Abrahán de inmolar a su hijo
o menos solapadas, el hombre desea ir más allá de su estatuto de li-
Isaac, el autor ve en ella una justificación de sus ideas; continúa en-
bertad creada y hacerse Dios. La relación de dependencia hace enton-
tonces: «Pero..., satisfeche de la obediencia ciega de su servidor,
ces de Dios un enemigo del hombre. Hoy este «enemigo» es negado
(Dios) sustituyó a Isaac por un carnero, desaprobando de ese modo
muchas veces bajo la forma del ateísmo. En las sociedades tradicio-
los sacrificios humanos a los que tenia derechc»9'. Estamos en pleno
nales ese Dios enemigo se convertía en un Dios vengador y suma-
mente terrible. Se comprendía su omnipotencia como la de los poten-
tados políticos, cuya arbitrariedad se complace muchas veces en
humillar a los mortales. Se concebía su justicia a imagen de la de los
grandes que se ejerce en detrimento de los pequeños, implacable, 89. A. BOULENGER, La doctrine catholiqve, t. III, Vitte, Lyon-Paris 1930, 93.
90. Ibid.
vengativa, exigente hasta el último céntimo. Entonces el acto de ho- 91. Ibid. El subrayado es mío.
312 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR EL SACRIFICIO DE CRISTO 313

«corto-circuito». No es extraño que provoque un rechazo el fondo noción cristiana por parte de elementos no convertidos ¿no será una
morboso que yace en el seno de estas representaciones. consecuencia del mantenimiento de una palabra demasiado marcada
por su historia semántica para poder convertirse? ¿No decimos que el
sacrificio de Cristo supera los sacrificios figurativos, los hace inútiles
Sacrificio de Cristo y sacrificio cristiano o trasforma la categoría misma de sacrificio? ¿No exigiría un sano
La noción cristiana de sacrificio se inscribe en un mundo muy realismo que renunciásemos definitivamente a esta palabra?
distinto, aunque mantenga ciertos contactos con ese arraigo humano Pero no se trata de forjar un lenguaje por decreto. Las palabras
y religioso. La imagen de Dios es allí completamente distinta. El sa- están ahí y tienen su peso; nos impregnan y viven de su propia vida.
crificio, homenaje existencia! de obediencia y de amor a Dios, es El término de sacrificio es una de esas palabras. No cabe duda de que
querido para el bien del hombre, para su «felicidad». El movimiento se puede, y hasta se debe, hablar del «don de nosotros mismos a Dios
ascendente que se le pide al hombre, a fin de que se entregue a Dios, y a los demás», de «la ofrenda amorosa de nuestra existencia», de «la
es llevado por otro movimiento, ontológicamente prioritario: el de preferencia absoluta que hay que dar a Dios», de «paso a Dios», o
Dios que desciende hacia el hombre para darse a él. El acto de la cre- también de «existencia eucarística», hecha de acción de gracias y de
ación es ya un gesto de kénosis de Dios, que acepta no ser todo, ya deseo de comunión. Pero todas estas expresiones jamás podrán sus-
que suscita un compañero libre. Dios no abandona a ese hombre, aun tiuir a una palabra que tiene entre nosotros una presencia insoslaya-
cuando en su primer movimiento éste rechace el designio de Dios ble. Por otra parte, como demuestra la experiencia, la eliminación de
sobre él y no le ofrezca su «sacrificio». Dios se constituye entonces este término en el lenguaje litúrgico o catequético no le impide seguir
un pueblo en el que podrá nacer su propio Hijo, su unigénito, que él viviendo en las conciencias y corre el riesgo de caer en las peores
quiere dar al mundo para que el mundo se salve por él (cf. Jn 3,16- perversiones. Ocurre con este término-clave lo mismo que con el
17). El Dios de los cristianos no reivindica una paternidad vindicati- conjunto de palabras del vocabulario religioso. Hay que seguir el
va; se entrega al hombre en su propio Hijo y «aprende» de algún ejemplo de la revelación judeo-cristiana. Utilizó las palabras que su-
modo por el camino del sufrimiento a hacer de nosotros los hermanos bían del corazón del hombre y las fue lentamente convirtiendo y tras-
de su Unigénito y sus propios hijos. Porque este don y este abandono formando para revestirlas de un sentido nuevo. Esa fue la pedagogía
de Dios a los hombres afectan al Padre como al Hijo y se traducen de Dios con el hombre. El obrar de otra manera habría conducido a
en el abandono del Hijo por el Padre en la cruz. abrir un abismo entre la fe cristiana y la experiencia humana. Lo
Dentro de este movimiento de don de Dios al hombre es como el mismo ha hecho la Iglesia en su sabiduría tradicional. Es una tarea
Hijo expresa y realiza el movimiento perfecto de retorno del hombre que nos corresponde hoy a nosotros. Esto es lo que quería recordar
a Dios. Cumpliendo su misión en la obediencia y en el amor, se ofre- también este capítulo.
ce a su Padre «por nosotros»; paga el precio que la perversidad de los
hombres pecadores ha hecho necesario; y pasa a Dios, inaugurando
la pascua de toda la humamidad hacia el Padre. Libera la capacidad
encadenada hasta entonces de la humanidad para darse definitiva-
mente a Dios p o r medio del homenaje existencial de la obediencia y
del amor. El sacrificio de Cristo se convierte por generosidad de Dios
en el sacrificio d e la Iglesia y en el de todo hombre de buena volun-
tad. Éste es el sacrificio que Dios espera del hombre para hacerle
vivir.

El peso de las pa hbras


Pero se dirá: ¿por qué conservar la misma palabra de sacrificio
para unos contenidos tan diferentes? El parasitismo periódico de la
11
La expiación dolorosa y la propiciación

El capítulo dedicado al sacrificio se ha esforzado en subrayar la


dimensión positiva del mismo. Quizás se piense que no se ha dejado
mucho sitio a la realidad humana del pecado. Entre los sacrificios an-
tiguos, eran numerosos los sacrificios ofrecidos en expiación por el
pecado y la dimensión de la expiación afectaba más o menos a todo
sacrificio. El Nuevo Testamento recoge el vocabulario de la expia-
ción o de la propiciación a propósito del sacrificio de Cristo. La ex-
piación va ligada a la necesidad de reconciliación entre el hombre
que intenta reparar su pecado y Dios que tiene que devolverse su
favor.
Así pues, será menester abordar por sí mismo este tema especial-
mente delicado, ya que en él se concentran muchas tentaciones de re-
gresión y de desconversión, que afectan tanto a la comprensión de la
actitud religiosa del hombre como a la imagen correspondiente de
Dios. Estudiaremos este dossier según un movimiento análogo al del
capítulo anterior. Seguimos teniendo ante la vista una categoría bíbli-
ca importante.

I. LA EXPIACIÓN EN LA CONCIENCIA CONTEMPORÁNEA

Expiación: ni la palabra ni la idea están hoy de moda. Si todavía


se habla de expiar, se trata sobre todo en el sentido secular de sufrir
un castigo1. Si uno conwte una falta, la conciencia social considera

1. La definición de la expiación se formula asi en el Dictionnairc philosophiquc de


Lalanda, recogido en el Pctit ft>ftcrf.«Sufrimiento impuesto o aceptado después de un
pecado y considerado como un remedio o una purificación, por haberse asimilado el pe-
cado a una enfeimedad o a una mancha del alma».
316 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA EXPIACIÓN DOLOROSA Y LA PROPICIACIÓN 317

normal que reciba un castigo que sirva de compensación. Se hablará atestigua la historia de las religiones. La noción de expiación lleva
entonces de «castigo infligido en expiación de un crimen» o, para su- también consigo la esperanza de poder actuar sobre la divinidad, de
brayar su gravedad especial, de un «crimen inexpiable». Sin embar- cambiar algo en ella y de granjearse su favor. Esta trasposición entre
go, se da un matiz que diferencia el castigo y la expiación: el segun- el hombre y Dios de la ley del talión —el sufrimiento en cambio del
do término puede implicar la actitud moral del culpable que acepta la pecado— ¿no es una violencia contra la trascendencia del totalmente
pena, ya que desea «reparar» su falta, en la medida en que le es posi- Otro? Su elemento de verdad, el deseo de reparación y de purifica-
ble. Si el castigo se limita a ser una pena objetiva, la expiación puede ción, ¿no ha quedado ahogado en una falsa concepción del derecho y
ser la expresión de un arrepentimiento y el medio de una rehabilita- de la justicia? ¿Puede decirse, por otro lado, que esta concepción de
ción. Pero en el terreno social lo uno y lo otro se basan en la idea de la expiación ha sido totalmente barrida de las conciencias cristianas?
una justicia cuyos derechos tienen que ser vengados. En la palabra La idea de expiación es un dato profundamente arraigado en la
expiación siempre subyace una idea de venganza. Sin embargo, memoria humana y por esta razón no es posible marginarla. Se mues-
desde que se piensa en la razón de ser del castigo de un culpable, se tra singularmente ambigua, portadora de cierta verdad, pero también
opina cada vez más que la pena tiene que ser medicinal y se admite de muchos errores y hasta de ciertas perversiones. Si la conciencia
cada vez menos que sea «vindicativa». Pero esta evolución de las moderna se libera de ella, es una vez más de forma ambibalente: se
ideas sigue sin calar en la gente ante la reacción social espontánea
rechaza esa idea, pero se sigue estando bajo el golpe de la realidad y
frente a una injusticia o un crimen: ¡cuántos hablan de vengarse, de
no siempre se está a salvo de sus desbordamientos salvajes. Es ésta,
hacer que pague el culpable, de buscar la justicia por su mano!
sin embargo, la idea que la revelación judeo-cristiana estaba llamada
Dentro de las relaciones humanas la idea de expiación sigue sien- a convertir.
do vacilante de las conciencias, aunque su realidad esté siempre allí,
dispuesta en caso necesario a autorizar desahogos salvajes. ¿Qué ocu-
rre en el plano religioso? Resulta entonces difícilmente justificable,
II. EL TESTIMONIO DE LA ESCRITURA
ya que traduce la concepción de un Dios vengador y colérico que
exige un sufrimiento expiatorio por parte del hombre pecador2 y que
mantiene en él una actitud mágica que le empuja a buscar en un casti- El término de expiación es frecuente en la Biblia y, si es raro en
go oneroso una compensación objetiva al pecado cometido. Semejan- el Nuevo Testamento, las veces que aparece se muestra tan ligado al
te compensación sería en sí misma capaz de restablecerlo en una si- misterio pascual de Cristo que es imposible prescindir de ella: inter-
tuación de amistad con un Dios aplacado, ya que habría quedado viene siempre al final de una purificación y de una conversión tanto
satisfecha su justicia. Este conjunto de ideas y de conductas se pre- de la conducta humana de expiación como de la imagen de Dios que
senta como la escuela de una concepción religiosa primitiva. La ima- le corresponde.
gen que oculta ¿no es la de la mancha que hay que lavar a toda costa?
«El sufrimiento es el precio que hay que pagar por la violación del
orden —dice Paul Ricoeur a propósito de este tipo de conciencia—; El Antiguo Testamento: expiación, intercesión y perdón
el sufrimiento debe dar "satisfacción" a la vindicta de la pureza»3. De
ahí tantos ritos sangrientos, y a veces sacrificios humanos, que nos El pueblo de Israel pecó gravemente en el desierto dejándose lle-
var a la adoración de un becerro de oro. Moisés dijo entonces:
«Habéis cometido un gran pecado. Sin embargo, yo voy a subir al
!. Víctor Hugo saca de esta idea del Dios vengador grandes efectos literarios en su Señor: quizás llegue a expiar vuestro pecado» (Ex 32,3). Su interce-
colación Les Chátimcnls, cuya última pieza, muy célebre, se titula «L'expiation». Allí sión consiste en una plegaria ardiente y repetida que pide el perdón
se eicuentra el vocabulario que acabo de señalar:
«El emperador se volvió hacia Dios; el hombre glorioso (Ex 32,31-32). El Deuteronomio la expresa así: «Señor Yahvéh, no
¡e puso a temblar: Napoleón comprendió que ex¡)iaba ... destruyas a tu pueblo, a tu heredad, que tú has rescatado en tu gran-
— ¿Es el castigo —dijo—, Dios de los ejércitos? (vv. 62-66). deza y que las sacado de Egipto con mano poderosa. Acuérdate de
.La tumba se llenó entonces de una luz extraña,
parecida a la claridad de Dios cuando se venga> (vv. 381-382). tus siervos Abrahán, Isaac y Jacob» (Dt 9, 26-27). En una circunstan-
J. P. RICOEUR , Finitudy cu/pató/Aíad, Taurus, Madrid 1969, 272. cia análoga Aarón hace un rito de expiación para detener la cólera
318 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA EXPIACIÓN DOLOROSA Y LA PROPICIACIÓN 319

del Señor: «Se interpuso entre los muertos y los vivos» (Núm 11,13). que expresa la voluntad trascendente de Dios de reconciliarse con su
Toda su actitud sugiere la plegaria y la súplica, como señalará más pueblo. Su descripción minuciosa es una serie de indicaciones preci-
tarde expresamente el libro de la Sabiduría: «Un hombre irrepocha- sas. El lugar de la expiación es el que Dios ha escogido para hacerse
ble vino como adalid, empuñando las armas de su propio misterio, la presente según su iniciativa personal. Ha de hacerse anualmente por
oración y el incienso expiatorio» (Sab 18,21). A partir de estos ejem- todo el pueblo, como una ley perpetua, ya que el Señor se comprome-
plos, St. Lyonnet ha señalado bien la asociación tan estrecha que es- te a perdonar siempre, con la condición de que su pueblo exprese su
tablece la Biblia entre la expiación y la intercesión4. San Jerónimo arrepentimiento respetando sus prescripciones. Es la voluntad divina
había percibido este vínculo, ya que en la Vulgata había traducido el de salvación la que confiere al rito su eficacia. Esto vale igualmente
término de kipper, expiar, por un verbo que significa la oración (ro- para la sangre de los animales inmolados que sirve para la aspersión:
gare, orare, deprecan). De esta forma intentaba asimilar el rito de «Porque la sangre es la vida de la carne y yo os he dado la sangre
expiación a una plegaria de intercesión5. para que hagáis sobre el altar el rito de expiación por vuestras vidas;
Los sacrificios de expiación ocupan un amplio espacio en el Leví- pues la sangre es la que expía por la vida» (Lev 17,11). De esta
tico, donde se describe con todo detalle «el gran día de las expiacio- forma, el rito de expiación no es ni mucho menos una acción que in-
nes» (caps. 16 y 17). Entre otras ceremonias, el sacerdote encargado tente provocar un cambio en Dios, haciendo que pase bajo su domi-
de cumplir el rito penetraba detrás del velo de la Tienda de la reunión nio algo que fuera primitivamente propiedad del hombre. No, la san-
y rociaba el «propiciatorio» con la sangre de un toro o de un chivo in- gre de las víctimas es también un don de la creación, de la que Dios
molado en sacrificio. Este «propiciatorio»6 era una plancha de oro permite al hombre que se sirva para expiar simbólicamente su peca-
puesta como una cubierta sobre el arca de la alianza, en la que se do. No hay ningún intercambio y la ley del talión queda radicalmente
apoyaban dos querubines que la cubrían con sus alas, encerrando así superada. Es Dios el que da al hombre poder hacer algo para obtener
un espacio vacío que servía de trono a la majestad divina. La impor- su perdón. La aspersión de la sangre le permite al hombre vivir una
tancia del propiciatorio era considerable, ya que representaba el lugar re-consagración de todo su ser a Dios y mantener su fidelidad en la
donde el Señor se había comunicado con Moisés (Ex 25,22: Núm 7, alianza. «El gran día de las expiaciones» es también «el gran día de
89), el lugar que había escogido para estar presente entre su pueblo, los perdones», como sugieren los acordes del verbo kipper.
el lugar desde donde concedía su perdón. En este lugar, santo por en- Si por parte de Dios la expiación se presenta como un don ordena-
cima de todos los demás, tenía que realizarse el «rito de expiación do a un perdón, la actividad ritual del hombre adquiere por su parte el
sobre el santuario por las impurezas de los hijos de Israel, por todas valor de una plegaria vivida y actuada, de una intercesión fervorosa,
sus trasgresiones y pecados» (Lev 16,16). onerosa ciertamente por el tiempo y por los sacrificios rituales que
Una lectura superficial de esta ceremonia podría hacer pensar que exige, pero a la que no se atribuye ninguna eficacia mágica. Es real-
se trataba solamente de un ejemplo típico de liturgia sacrificial con mente un culto rendido a Dios.
inmolación de víctimas, destinada a aplacar la cólera divina con su
La tradición judía entendió también así las cosas: la fiesta de la
pueblo. Sin embargo, se había convertido ya su significación profun-
expiación, la de los kippurim, es ante todo una fiesta de oración. Para
da: á pesar de las apariencias, el esfuerzo y la actividad del hombre
Filón, ese día de ayuno se pasa todo él rezando y suplicando desde la
ocupan allí un lugar secundario. Lejos de ser una invención humana,
mañana a la noche, «dedicándose así los israelitas a hacerse favora-
este rito es por entero un don de Dios. Es objeto de un mandamiento
bles a Dios implorando el perdón de los pecados tanto voluntarios
como involuntarios, y esperando los beneficios divinos no en virtud
de sus méritos personales, sino debido a la naturaleza benévola del
que prefiere el perdón al castigo»7. La misma palabra de
4. ST. LYONNET , Expiation st intercession: Bíblica 40 (1959) 885-901. «propiciatorio» traduce muy bien esta evolución semántica. Llega a
5. Ibid, 886. significar el lugar en que se implora a Yahvéh para quesea propicio
6. En hebreo kapporet, de la misma raíz que kippur. La idea es a la vez la de cubrir
(el propiciatorio üene forma de cubierta) y de borrar o expiar. Así pues, el lugar de la
presencia de Dios se designa como lugar de expiación, al mismo tiempo que se describe
como el lugar del perdón. Hay aquí un juego de significaciones complejas: si el sumo
sacerdote hace la expiación para cubrir los pecados, es Dios el que de hecho los cubre 7. S T . LYONNET , art. cit, 895-896, resumiendo el pensamiento de Filón.
perdonándoles.
320 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA EXPIACIÓN DOLOROSA Y LA PROPICIACIÓN 321

a los hombres. En el judaismo contamporáneo se pone también el ira y lleno de lealtad y fidelidad, que conserva su fidelidad a mil ge-
acento en «el poder expiatorio de la oración», del ayuno y de la cari- neraciones» (Ex 34,6-7). Después del destierro, el profeta pondrá en
dad, como expresión del arrepentimiento y del deseo de reparación labios de Yahvéh estas palabras dirigidas a Jerusalén: «Sólo por un
de los pecados 8 . momento te había abandonado, pero con inmensa piedad te recojo de
nuevo. En un rapto de cólera oculté de ti mi rostro un instante, mas
con eterna bondad de tí me apiado» (Is 54,7-8).
La cólera de Yahvéh Por consiguiente, aplacar la cólera de Dios no es ofrecerle una
compensación que cambie radicalmente su actitud para con nosotros.
No obstante en los textos evocados se menciona la cólera de Yah- Es volver a él, arrepentidos y convertidos; es quitar el obstáculo que
véh, que tiene que «aplacarse» mediante la expiación y la intercesión. impedía a Dios manifestarnos directamente su amor. La expiación,
El Antiguo Testamento no vacila ante las descripciones terroríficas como propiciación e intercesión, abre el camino del perdón y de la
de esta cólera divina (Is 30,27-33; Ex 20,33; Jer 25,15-38). Esta cóle- reconciliación. Se pasa así de la esfera de la venganza a la del amor.
ra, devastadora para las naciones, pero severa igualmente con el pue- La cólera de Dios —escribe Paul Ricoeur— «no es ya la venganza de
blo elegido, lleva a Dios a vengarse (Dt 3,35; Jer 46, 10). ¿Es compa- los tabús, ni la resurrrección del caos primigenio, tan anciano como
tible esta realidad de la cólera divina con el sentido de la expiación los ancianos dioses, sino la cólera de la misma santidad. Indudable-
que acabamos de señalar? mente queda todavía mucho trecho por andar, antes de que se com-
La cólera y la venganza divina tienen que comprenderse según el prenda o se adivine que la cólera de Dios no es más que la tristeza de
movimiento de revelación que convierte esa imagen de Dios hecha su amor, para eso hará falta que se convierta esa misma cólera y se
por el hombre pecador. La verdad de la cólera de Dios está en que el transforme en el dolor del "Siervo de Yahvéh" y el abajamiento del
pecado le afecta y desencadena en él una pasión vehemente, la del "Hijo del hombre"...» 10 . En este texto se resume admirablemente el
amor ofendido y la santidad pisoteada. Por consiguiente, la cólera de itinerario que vamos a seguir.
Yahvéh no es un simple antropomorfismo: expresa todo el calor de
sus sentimientos con el hombre. No es ni una reacción de violencia
incontrolada, ni la necesidad de vengarse. «Es todo el peso de la se- El Siervo doliente de Yahvéh
riedad y de la atención que Dios concede a su creación, y ante todo a
El cuarto poema del Siervo de Yahvéh, en el segundo Isaías (cap.
sus obras más preciosas. Es la dimensión divina del mal que produce
53), hace franquear un nuevo umbral a la idea de expiación; n o sólo
el hombre, ese peso tremendo, esa fuerza de destrucción que lo arras-
se espiritualiza más esta idea, sino que sobre todo se personaliza. El
tra más allá de sus cálculos y de sus decisiones... La cólera divina es
sacrificio de expiación no es ya un sacrificio ritual, sino que s e con-
la otra cara de su atención creadora. Pero su cólera no es su justicia:
vierte en el sacrificio de una vida ofrecida en un amor generoso y
la cólera revela el pecado del hombre, la justicia, el rostro de Dios» 9 .
libre por un amigo de Dios. Esta ofrenda de sí mismo constituye la
Por eso Dios es capaz de «arrepentirse» y de «volverse del ardor de
intercesión suprema. Sea cual fuere la identidad primera de e s e Sier-
su cólera» (Jon 3,9) y de apartarlo de su pueblo (Os 14,5). Porque
vo, colectiva o personal, es manifiesto el alcance mesiánico d e su fi-
esta cólera entra en conflicto con la misericordia y cede siempre ante
gura y el Nuevo Testamento se inspirará mucho en ella, s i n citar
ella, ya que no es más que el otro aspecto del celo de un amor santo.
siempre el texto, para interpretar el sentido de la muerte de Jesús. Así
Es una advertencia ordenada a la conversión de Israel. Por eso se ce-
pues, conviene citar por extenso esta profecía, algunas de c u y a s ex-
lebra a Dios como «un Dios clemente y misericordioso, tardo para la
presiones, que causan dificultades, será preciso comprender debida-
mente:

53, 2 «Sin gracia ni belleza para atraer la mirada,


8. E. GOUREVITCH, La 'kapparah' daos le Judaisme, en Rencontre Chrétiens et
Jui&n. 13(1969)227. sin aspecto digno de complacencia.
9. J. GuiLLET, Justice • Foi - Loi, en Departement des Eludes tsbliques de l'I.C.P.
(ed.), La vie de la Parole. De l'Áncien au Nouveau Testament. Mélanges P. Grelot,
Desclée, París 1987, 350. 10. P. RICOEUR, o. c, 321.
322 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA EXPIACIÓN DOLOROSA Y LA PROPICIACIÓN 323

3 Despreciado, desecho de la humanidad,


hombre de dolores, avezado al sufrimiento, mente contraria que sigue: «Yahvéh quiso destrozarlo con padeci-
como uno ante el cual se oculta el rostro, mientos» (v. 10).
era despreciado y desestimado. El profeta se siente entonces desconcertado ante la paradoja de la
4 Con todo, eran nuestros sufrimientos los que llevaba, situación, que constituye también su misterio: ese Siervo inocente y
nuestros dolores los que le pesaban, justo «ha sido traspasado por nuestros pecados, triturado por nuestras
mientras nosotros lo creíamos azotado, iniquidades» (v. 5). Son por tanto nuestros pecados y nuestras iniqui-
herido por Dios y humillado.
dades las que lo han aplastado. Ciertamente, no son los testigos, muy
5 Ha sido traspasado por nuestros pecados,
triturado por nuestras iniquidades; ocupados en contemplar ese espectáculo extraño, los que han matado
el castigo, precio de nuestra paz, cae sobre él, al Siervo; en un primer tiempo se sienten inocentes de lo que está
y a causa de sus llagas hemos sido curados. ocurriendo. La identidad de los verdugos permanece en la sombra.
6 ... El Señor ha hecho recaer sobre él Pero se afirma con claridad la injusticia de su acción. El profeta seña-
la perversidad de todos nosotros. la la experiencia que realizan los espectadores, integrados a un
7 Era maltratado, y no se resistía ni abría su boca; «nosotros» colectivo muy amplio, que incluye a todo el pueblo. El
como cordero llevado al matadero, castigo que nosotros nos merecemos por nuestras iniquidades ha
como oveja ante sus esquiladores, caído sobre él. Volvemos a encontrarnos con la triangulación de los
no habría la boca. actores: los hombres pecadores, el Siervo justo y Yahvéh, que lleva a
8 Con violencia e injusticia fue apresado; cabo una trasferencia misteriosa: el peso de los pecados cae sobre el
de su causa, ¿quién se cuida? Siervo, su paz y su justicia recaen sobre muchos ( w . 5 y 11).
Fue arrancado de la tierra de los vivos,
herido de muerte por los pecados de su pueblo... ¿Cómo es posible este intercambio? Se basa en la sutil alquimia
10 Yahvéh quiso destrozarlo con padecimientos. espiritual, por la que la injusta condena a muerte de un inocente, de
Si tú haces de su vida un sacrificio de expiación Casham), un mártir, se convierte en el don personal de su vida por un acto de
verá descendencia, prolongará sus días, voluntad y de amor. El sufrimiento del justo resulta singularmente fe-
y la voluntad del Señor se cumplirá gracias a él. cundo, no en virtud de su materialidad, sino en virtud de la actitud y
11 Después de las penas de su alma, verá la luz y quedará colmado. de la manera de sufrir del Siervo, que demuestra una grandeza de
Por su conocimiento mi Siervo justificará a muchos ánimo y una belleza muy por encima de todo cuanto le ocurre. Este
y cargará sobre sí las iniquidades de ellos. don de sí mismo suscita el don de la reconciliación entre Dios y su
12 Por ello le daré en herencia multitudes, pueblo, el don de la justificación de las multitudes. El Siervo se
y gente innumerable recibirá como botín,
muestra así como el mediador de una salvación.
pues se vació de su vida hasta la muerte
y fue contado entre los malhechores, En el seno de esta conversión de las apariencias en una realidad
él, que llevaba los pecados de muchos salvífica es donde surge la interpretación sacrificial y expiatoria: el
e intercedía por los malhechores». crimen, que no tiene nada que ver con un sacrificio, se hace u n a sola
cosa por la doble voluntad del Siervo que lo ofrece y de Dios que lo
Este personaje misterioso, llamado por Yahvéh «mi Siervo», es
acoge. Pero este sacrificio es existencial: el Siervo consiente en su
presentado como inocente y extraño a toda violencia. Pues bien, co-
destino, no abre la boca, se humilla; no solamente recibe en s u cuer-
noce una contradicción absoluta, ya que es conducido a la muerte
po el peso de nuestras iniquidades, sino que las asume y las «lleva»:
«con violencia e injusticia» (v. 8). Sus sufrimientos lo han desfigura-
se carga él mismo con ellas y se dotla bajo su peso, aceptando que se
do hasta hacer repulsivo su aspecto. Ante este acontecimiento dramá-
le cuente entre los malhechores (v. 12). No sólo se humilla c o m o cor-
tico el profeta evoca la interpretación espontánea del hombre peca-
dero llevado al matadero (v. 7), sino que «se vacia de su vida h a s t a la
dor, del hombre de la calle dinamos nosotros: «Debe haber sido
muerte» (v. 12). Gracias a una de esas trasferencias que sólo e l amor
castigado por Dios. Ese destino no puede ser sino la consecuencia de
es capaz de realizar, trasforma un pecado en una penitencia reparado-
un castigo justo». Pero no se trata de eso; no habrá que olvidar por
ra por los demás. Aparece así ante Dios como el portador de l o s peca-
tanto esta reflexión en el momento de interpretar la fórmula aparente-
dos de su pueblo, portador-víctima que se convierte en portador-
324 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA EXPIACIÓN DOLOROSA Y LA PROPICIACIÓN 325

solidario. Es portador hasta tal punto que el término castigo, que nor- de salvación, el texto no vacila en citar a Dios como el sujeto activo
malmente sólo valdría para los pecadores, vale también para él. Este de la trasferencia de los pecados aceptada libremente por su Siervo
castigo, es decir, la imagen remitida a los hombres de la efectividad y (v. 6). Llega incluso a decir: «Yahvéh quiso destrozarlo con padeci-
de las consecuencias del pecado, toma un valor de sufrimiento repa- mientos» (v. 10). R. Girard ve en esta expresión el resabio, que «no
rador. La coincidencia en un solo ser de tanta justicia y de tanta injus- logra aún desprenderse por completo de los conceptos estructurados
ticia es un grito que se lanza a la faz de Dios, una llamada a su propia por la trascendencia violenta», aunque reconoce a este texto una ex-
justicia justificante. traordinaria belleza14. Esta fórmula es má bien una metonimia atrevi-
Este sacrificio es definido como un sacrificio de expiación, cuya da, que dará pretexto a las interpretaciones en «corto-circuito». Lo
vinculación con la intercesión volvemos a encontrar. Cuando el re- que le agrada a Yahvéh es la grandeza de la ofrenda del Siervo aplas-
dactor de este poema ve el cumplimiento exterior del sacrificio en el tado por el sufrimiento, así como su fecundidad. Lo que sigue en el
sufrimiento y en la muerte, habla de expiación; cuando quiere expre- texto confirma este sentido y corrige, si fuera necesario, lo que cons-
sar la actitud interior del Siervo, utiliza el término de intercesión (v. tituye el verdadero objeto de la complacencia de Yahvéh. Porque su
12). Porque el Siervo no se acerca al altar con unos animales o con el «voluntad» se cumplirá gracias al Siervo (v. 10). Esta voluntad es
incienso como Aarón; se vacía de su vida hasta la muerte, expresión que el Siervo vea la posteridad hasta la saciedad y la prolongación de
de su kenosis absoluta. La expiación y la intercesión no son solamen- sus días, discreto presentimiento de una resurrección, ya que el Sier-
te dos realidades concomitantes, sino lo exterior y lo interior de un vo camina hacia la muerte; es la justificación de las muchedumbres y
don de sí único para la reconciliación de los pecadores. La inocencia su botín de gentes innumerables (vv. 11-12). Todo ello es la expre-
del Siervo hace que su sacrificio sea perfectamente puro: la alusión al sión de una voluntad y de una iniciativa que permiten al Siervo llegar
cordero conducido al matadero puede ser una reminiscencia del cor- hasta el fondo de la ofrenda de sí mismo, lo mismo que la elección
dero pascual. ¿No atribuye el Targum al Siervo el papel de sumo sa- del Padre concederá a Jesús llegar hasta el fondo de su pasión salvífi-
cerdote en su función de intercesor?" ca. Tanto en un caso como en otro Dios se ve satisfecho. Este es el
En la trasferencia «mística» del pecado de los hombres sobre las movimiento de sentido, que esboza proféticamente la muerte y la re-
espaldas del Siervo y en la trasferencia del castigo, ¿hay que ver una surrección de Jesús; la acción propia que corresponde a Yahvéh es la
sustitución? Hay toda una tradición interpretativa que va en este sen- de la salvación y la vida. Por consiguiente, no hay nada de vindicati-
tido12. Encierra una parte de verdad, ya que el justo sustituye a los pe- vo en el versículo metonímico, lo mismo que ocurría en la metonimia
cadores para presentar ante Dios su vida en sacrificio de reconcilia- del castigo. «No le pidamos al pensamiento semita que distinga meta-
ción. Pero la intención del texto no es ésta13. El intercambio basado físicamente entre causa primera y causa segunda, entre voluntad ab-
en la solidaridad es el que se pone más de relieve en muchas expre- soluta y voluntad permisiva; el pensamiento esencialmente religioso
siones. Sería un error leer en este texto la doctrina de la sustitución del profeta atribuye directamente a Dios todo lo que él hace que sirva
penal de los tiempos modernos. a su designio de salvación»15.
En efecto, ¿qué es lo que ocurre con el mismo Yahvéh? El profeta Puede leerse un paralelo complementario de este texto en el libro
le lace intervenir seriamente: interpreta de algún modo la escena de la Sabiduría, cuando los impíos desarrollan sus planes de persecu-
desde su punto de vista y le hace incluso hablar. Dios está de acuerdo ción contra el justo:
con la ofrenda de sí que le hace su Siervo, se complace en ella y la ve
«Acechemos al justo, pues nos fastidia... Presume de tener el conoci-
con agrado. La acoge y la escucha. Como el lenguaje bíblico suele miento de Dios y se tiene por hijo del Señor... Probémosle con ultra-
atribuir a Dios mismo lo que es obra de las causas segundas, a partir jes y tormentos, veamos su dulzura y pongamos a prueba su pacien-
del momento en que éstas quedan recogidas en su misterioso designio cia. Condenémoslo a una muerte infame, pues, según dice, habrá
quien vele por él» (Sab 2, 12-20).
11. Cf. ST . LYONNET , art. cit., 891-892.
12. Tanto en la exégesis como en la teología. Por ejemplo, A. MEDEBIELLE, Expía-
tion.en Dict. Bible Suppl. 3, Letouzey et Ané, Paris 1938. 14. R . GIRARD, El misterio de núes tro mondo, Sigúeme, Salamanca 1 982, 260.
13. Cf. L. RICHARD , Le mystére de le Rédemption.o. c , 31. 15. L . RICHARD, O. C, 31.
326 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA EXPIACIÓN DOLOROSA Y LA PROPICIACIÓN 327

«Necios nosotros, que tuvimos su vida por locura y su fin por des-
el acontecimiento pascual a la luz de la ley y los profetas, le aplica-
honra. ¡Cómo fue contado entre los hijos de Dios y participa de la
suerte de los santos!» (Sab 5, 4-5). ron el término de expiación de manera muy precisa, según una doble
referencia a la liturgia del Levítico y a los poemas del Siervo dolien-
Estas palabras de los impíos muestran cómo la actitud del justo te.
puede concentrar sobre sí el odio y la violencia. Nos dice con clari-
Pablo fue el primero en decir que Jesús es expiación o propicia-
dad quiénes son los responsables del sufrimiento y de la muerte. Pos-
ción: «Dios lo exhibió como instrumento de propiciación (hilasté-
teriormente los impíos comprueban que Dios ha puesto realmente su
rion, literalmente «propiciatorio», se podría traducir también
complacencia en aquel justo.
«instrumento de expiación») por su propia sangre mediante la fe»
En cierto sentido, con la profecía del Siervo doliente está dicho (Rom 3, 25)17. El término «propiciatorio» encierra a la vez una refe-
todo sobre la naturaleza y el valor salvífico de la expiación, que po- rencia a la cubierta del arca de la alianza (kapporet en hebreo, hilas-
demos llamar una intercesión existencia!. En efecto, todo está anun- térion en griego), lugar de las aspersiones en el Levítico y (según Je-
ciado, pero no todo está hecho todavía. El Siervo doliente es una fi- remías) a la ofrenda de su vida en expiación (asham) por el Siervo
gura, admirable pero misteriosa, ante la cual todo creyente puede doliente. Los exégetas discuten sobre la naturaleza exacta de la pri-
plantear la pregunta del eunuco de la reina Candaces a Felipe: «Por mera referencia; para algunos, la alusión al objeto cultual del templo
favor, ¿de quién dice esto el profeta? ¿de él o de otro?» (Hech 8, 34). es totalmente directa. Lo mismo que el propiciatorio era rociado con
Esta pregunta era también la de los autores del Nuevo Testamento, la sangre de las víctimas, también el cuerpo de Cristo, nuevo propi-
cuando aplicaron el poema del Siervo a la hazaña de Jesús, víctima ciatorio establecido por Dios y del que era figura el primero, se cu-
inocente y muda de los pecadores, enviada al matadero como un cor- brió de su propia sangre derramada. Habría entonces una sobreimpve-
dero, que fue enterrado en el sepulcro de un rico y luego resucitó de sión metafórica de dos imágenes. Para otros, la referencia al
entre los muertos. propiciatorio cultual es mediata; se utilizaría este término simplemen-
te para indicar que Cristo es en sí mismo el instrumento de la expia-
ción por su propia sangre. Sea lo que fuere de este detalle, el hecho
El Nuevo Testamento: Cristo, nuestra expiación es cierto: Cristo realizó por su muerte sangrienta la expiación-
A la pregunta del eunuco de la reina Candaces Felipe respondió propiciación de todos los pecados, que se significaba en la liturgia de
anunciándole «la buena nueva, de Jesús» (Hech 8, 35). Efectivamen- las expiaciones. Dios se mostró en él propicio a los hombres, es
te, en Jesús, el Cristo, se reveló y se cumplió plenamente el verdade- decir, les perdonó. Esta correspondencia simbólica no borra evidente-
ro sentido de los sacrificios de expiación; el Siervo doliente deja de mente la diferencia radical en la naturaleza del sacrificio en una y
ser una figura para convertirse en una persona concreta. En Cristo la otra parte, dado que la efusión de sangre no es del mismo orden.
ley y la profecía se unen para que se manifieste y se realice a nues- Pablo resalta bien la iniciativa de Dios que «exhibió» a Cristo Jesús
tros ojos la expiación-intercesión definitiva, que tiene unos frutos para realizar nuestra justificación. Se trata de una imagen muy con-
eternos. «El Salvador no se contenta con expiar nuestros pecados, centrada: Cristo es a la \ez la víctima cuya sangre se ofrece, el lugar
con obtener su perdón —escribe P. Bonsirven—, es él mismo su ex- santo de la presencia de Dios entre su pueblo y el lugar exclusivo del
piación: es su oficio esencial y como su definición»16. Esta fórmula perdón divino. Pero esta nueva economía de la sangre pasa por la fe y
abrupta está basada sin embargo en el lenguaje bíblico, que se com- este versículo sigue inmediatamente a aquel otro que ya vimos, en
place en identificar a Cristo con las grandes categorías de la salva- donde se afirmaba la justificación por la gracia y la redención. Estas
ción. Cristo es expiación porque es mediador, intercesor y tres categorías se completan y esbozan el paso del movimiento des-
«reconciliador». Los redactores del Nuevo Testamento, que leyeron cendente al movimiento ascendente de la mediación. En definitiva,
todo viene de Dios.

16. P. BONSIRVEN, Epltres de saint Jean, Beauchesne, París 1936. El subrayado es


mío. 17. Reproduzco la traducción de la Biblia de Jerusalén. La T. O. B. traduce: «Dios
lo destinó para que sirviera de eipiación por su sangre por medio de la fe».
328 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA EXPIACIÓN DOLOROSA Y LA PROPICIACIÓN 329

La primera carta de Juan utiliza en dos ocasiones una expresión La imagen que subyace a la lectura sacrificial, hecha por la epís-
parecida: Cristo fue establecido, no ya como «propiciatorio», sino tola, del acontecimiento pascual de Jesús es evidentemente la del
como «propiciación» o «expiación» (hilasmos), término que se tra- sumo sacerdote que realiza el rito solemne de la fiesta de las expia-
duce generalmente por «víctima de expiación (o de propiciación) por ciones. La comparación entre el culto antiguo y el culto nuevo da
nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino por los del mundo lugar a una larga descripción del Santo de los Santos y del propiciato-
entero» (1 Jn 2, 22). Este texto encierra las mismas referencias que rio (Heb 9, 1-7). En este contexto es donde interviene la evocación de
el de Pablo. La evocación de los pecados del mundo entero recuerda Cristo, sumo sacerdote que entra una vez para siempre en el santuario
el clima universalista de la profecía del Siervo doliente. Cristo es con su propia sangre (cf. Heb 9, 11-12)18. Así, lo mismo que el sumo
considerado aquí en el ejercicio eterno de su propiciación, ya que su sacerdote entraba en el santuario para rociar el propiciatorio con la
sacrificio sangriento lo constituyó para siempre, en su gloria de resu- sangre de las víctimas, a fin de expiar los pecados del pueblo y obte-
citado, nuestro defensor o «nuestro abogado ante el Padre», ya que ner su perdón, Cristo, pasando por la muerte de este mundo al Padre,
es el «justo» por excelencia (1 Jn 2, 1). Al final de la carta se recoge llega hasta el santuario increado de Dios, no ya como portador de la
esta misma idea: «En esto consiste su amor: no en que nosotros ha- sangre de cabritos y de toros, sino cubierto con su propia sangre que
yamos amado a Dios, sino en que él nos ha amado a nosotros y ha nos obtiene una redención eterna. El propiciatorio estaba al otro lado
enviado a su Hijo como víctima de propiciación (o expiación, hilas- de la cortina; ahora está al otro lado de la resurrección.
mos) por nuestros pecados» (1 Jn 4, 10). La iniciativa absoluta del
amor de Dios se subraya más todavía, mientras que la referencia al El autor de la epístola no hace referencia a la profecía del Siervo
sacrificio histórico de Cristo es más precisa. Es el Padre el que nos doliente. Pero no se puede dejar de observar que el a fortiori de su
da en Jesús, según su designio de perdón y de reconciliación, a aquel comparación se basa en cierto número de rasgos que estaban ya pre-
que será la expiación-propiciación definitivamente eficaz. Porque sentes en la profecía. El Siervo era sin pecado: no tenía necesidad de
Dios nos es eternamente «propicio», ha enviado a aquel que interce- expiar por él mismo; hace de su propia vida una expiación vaciándo-
dería por nosotros con todo su ser en sacrificio de propiciación. La se de su vida hasta la muerte (identidad del sacerdote y de la vícti-
designación de Jesús por Juan Bautista: «He ahí el Cordero de Dios, ma); es un justo que expía por los pecadores. En ambos casos el
que quita el pecado del mundo» (Jn 1, 29) evoca igualmente la gesto de expiación es fruto de un compromiso personal. No se intro-
muerte expiatoria de Jesús, por la reminiscencia del cordero pascual duce ninguna distancia entre el acto y la intención. Esta misma iden-
(Ex 12, 1-28) y del Siervo doliente. La imagen del cordero inmolado tidad se expresaba de forma objetiva en las expresiones paulinas y j o -
sigue siendo un símbolo de Cristo hasta en su gloria (Ap 5, 6, e t c . ; ánicas: la ofrenda sacrificial de Jesús lo constituye como
1 Pe 1, 19-20). propiciatorio o propiciación eterna, es decir, como el lugar personal
de la mediación escuchada, el signo y la garantía del perdón de los
La carta a los Hebreos, que apela constantemente al lenguaje sa- pecados y de la reconciliación de los hombres con Dios.
crificial, da a este tema toda su amplitud. Allí se encuentra lo que El vínculo entre expiación e intercesión, ya establecido por los
acabo de esbozar, pero con el matiz de que se pone el acento en Cris- textos del Antiguo Testamento y materializado por la casi sinonimia
to sacerdote que ofrece el sacrificio. La inmolación redentora de de la expiación y de la propiciación que traducen un solo término he-
Jesús ha hecho de él el sumo sacerdote capaz de expiar los pecados breo o griego, se establece también por la epístola como el más estre-
de su pueblo: «Por eso tuvo que asemejarse en todo a sus hermanos, cho posible". Puede incluso decirse que en Jesús las dos nociones se
para ser misericordioso y sumo sacerdote fiel en lo que toca a Dios, a cruzan entre sí: la expiación es la oración espiritual plenamente escu-
fin de expiar (hilaskesthai) los pecados del pueblo» (Heb 2, 17). El chada en virtud de la autenticidad visible que adquiere, mientras que
carácter sacerdotal caracteriza a la misión expiadora de Cristo. La de- la intercesión se hace sacrificio de la vida, ofrecido en una actitud d e
finición del sacerdote que da la epístola pone también un vínculo es- obediencia y de amor:
trecho entre el sacerdocio y la ofrenda de «dones y sacrificios por los
pecados» (Heb 5, 1). Pero, para hacer eficaz esta ofrenda, debe esta-
blecerse una solidaridad de existencia y de destino entre el sacerdote
18. Texto citado supra, 288.
y los pecadores. 19. Cf. ST.LYONNET , art.cií.,897-901.
330 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA EXPIACIÓN DOLOROSA Y LA PROPICIACIÓN 331

«En los días de su carne, habiendo ofrecido ruegos y súplicas al que no, en el sentido ritual d e la palabra, ofrecido odiosamente a una divi-
podia salvarlo de la muerte, con un grito poderoso y con lágrimas, nidad vengadora, sino de una ofrenda obediente de sí mismo que
habiendo ofrecido y habiendo sido escuchado por su profundo respe- toma cuerpo en la totalidad del ser humano, cuyo destino mortal
to, aunque fuera hijo, aprendió por lo que sufrió la obediencia; y quedó marcado por el pecado. El lenguaje humano del amor no
1. habiendo sido hecho perfecto, puede prescindir de nada de cuanto sea humano. Tomando un cuerpo
2. se hizo para todos los que le obedecen causa de salvación eter- de hombre, Cristo, si quería hacer de su vida un amor que llegara
na,
hasta el fin, tenía que encontrarse inevitablemente con el fracaso de
3. habiendo sido proclamado por Dios sumo sacerdote a seme-
la muerte. A esta necesidad se añadió la ignominia de una muerte
janza de Melquisedec» (Heb 5, 7-10)20.
sangrienta impuesta por mano de los pecadores. De todo este conjun-
En el sacrificio de Jesús la oración, la súplica y la ofrenda dolien- to de datos pertenecientes a la condición humana hizo Cristo la mate-
te de su obediencia no forman más que una sola cosa. En él la ora- ria de su sacrificio. A través del velo desgarrado de su carne (cf. Heb
ción se hace carne. Además, la súplica dolorosa, realizada una vez 10, 20), su victoria sobre la muerte nos ha abierto el camino de acce-
por todas por Jesús en los días de su carne mortal fue escuchada so a la vida misma de Dios: Cristo nos ha justificado, santificado y
hasta tal punto que fundamenta la intercesión eterna del resucitado reconciliado para una alianza definitiva.
«que está siempre vivo para interceder en su favor» (Heb 7, 25).
«Tenemos a uno que abogue ante el Padre»: a Jesucristo, el justo»,
decía también la primera carta de Juan (2, 1).
2 Corintios 5, 21 y Gálatas 3, 13
El sacrificio de Cristo sigue siendo un sacrificio sangriento cuyo
sentido debe comprenderse debidamente. Porque puede parecer ex- Este gran movimiento de la tradición bíblica que convierte la ex-
traño que el sacrificio pleno de la Nueva Alianza se haya realizado piación en «intercesión existencial» nos muestra cómo hay que com-
según una figura que, en la historia de las religiones, está lejos de ser prender los dos versículos tan duros, que han hecho correr tanta tinta
considerado como la más alta La carta a los Hebreos desarrolla sin en los tiempos modernos y alimentado una concepción en corto-
embargo toda una «retórica de la sangre», comparando la sangre de circuito del sacrificio y de la expiación, como si Dios mismo viera en
Jesús con la de Abel que gritaba desde la tierra hasta el Señor (Gen 4, su Hijo a la persona responsable del pecado del mundo y al maldito
10), y recuerda que no hay perdón sin derramamiento de sangre (Heb que había de recibir los golpes rigurosos de su justicia vindicativa.
9, 22). Porque Cristo, «mediador de una alianza nueva», presenta «la Ya he indicado el sentido de estos versículos a propósito del admira-
aspersión purificadora de una sangre que habla mejor que la de ble intercambio a que da lugar la mediación de Cristo21. Sin volver
Abel» (Heb 12, 24). Ya hemos visto el cambio de sentido realizado ahora sobre la metonimia que hace afirmar la causa o la acción por el
en el Levítico sobre la sangre derramada: signo de la vida que perte- efecto 22 , he de repetir firmemente que Cristo no fue hecho ni pecador
nece al dominio soberano de Dios, la sangre es dada por el Señor a su ni maldito a título personal. No existe ninguna semejanza entre «el
pueblo, para que éste pueda expresar visiblemente su culto. Pero esta que no había conocido pecado» y el pecado. En su carne maltratada
significación es trascendida a su vez por la que ya se vislumbraba en Cristo es la imagen viva del resultado del pecado de los hombres que
la profecía del Siervo doliente. La sangre, símbolo de la vida dada desencadenaron su furor contra él. En este sentido primero y muy
por Dios al hombre, puede convertirse en la expresión del don de la real le hemos dado nosotros nuestro pecado. Jesús acepta sí las con-
vida devuelto a Dios por el hombre en el amor. Con tal evidentemen- secuencias extremas d e la solidaridad que su encarnación le hizo asu-
te de que no se trate de u n suicidio, la sangre libremente derramada y mir con nosotros, ya que tomó «una carne semejante a la del pecado»
dada por aquel que «soportó tal contradicción por parte de los peca- (Rom 8,3). Solidario d e un mundo humano infectado por el pecado,
dores» (Heb 12, 3) se convierte realmente en el lenguaje del amor
más fuerte que la muerte. No se trata tampoco de un sacrificio huma-
21. Cf. supu, 102-103.
22. "Ya diagnosticada porE. TOBAC ; Le probléme de la justifícation dans saint
20. Trad. de A. VANHOYE, Sacerdotes antiguos, sacerdote nuevo según el Nuevo Paul, Louvain 1908, 128; textecitado por L. SABOURIN, Rédcmption sacríScielle, o. c ,
Testamento, o. c , 136 y 143. 136.
332 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA EXPIACIÓN DOLOROSA Y LA PROPICIACIÓN 333

sufrió pasivamente su contagio, como un médico que cae víctima de


la epidemia contra la que está luchando con el riesgo y el peligro de en que intercede por los verdugos y les abre el camino de la conver-
perder su vida. Sin tomar parte activa en nuestro pecado, él está en- sión. Los cristianos perseguidos que profesaban su fe con peligro de
fermo de nuestras enfermedades; son ellas las que él ha asumido. En sus vidas ante los funcionarios del imperio romano se referían a esta
el seno de esta solidaridad, convierte este mal y este sufrimiento vi- actitud de Jesús. Recogían por su cuenta la concepción del judaismo
viéndolos como una auténtica y fecunda penitencia, hecha de oración tardío sobre la muerte expiadora del mártir. Ignacio escribe así a a los
y de entrega de sí mismo: ésa es su expiación. Porque «se hizo por Efesios: «Soy vuestra víctima expiatoria y me ofrezco en sacrificio
nosotros penitente», según una frase certera de J. Guillet23. Deva así por vuestra Iglesia»26.
los pecados del mundo, para quitarlos. La Cabeza sufre el mal de
todo el cuerpo e inicia a ese cuerpo en la extirpación del pecado que
es la penitencia. Toda esta acción, atribuida en definitiva a Dios, su-
in. E L TESTIMONIO DE LA TRADICIÓN
pone un intercambio salvífico en su Hijo de nuestro pecado y de su
justicia. Semejante interpretación coincide con toda una línea de pen-
samiento que va desde los padres hasta la edad media24. No es incom- El tema de la expiación resulta más difícil de aislar en la tradición
patible con la exégesis antigua más clásica, pero discutible en el de la Iglesia que en la Escritura, en donde se expresa con un vocabu-
plano exegético, que le da al término de pecado un sentido sacrificial. lario muy concreto. En efecto, coincide ampliamente con el del sacri-
Cristo «hecho pecado» habría sido hecho «sacrificio por el pecado». ficio en los padres. En la Edad Media se confundirá más bien con la
idea de satisfación que san Anselmo pondrá en la órbita soteriológi-
En lo esencial ocurre lo mismo con Gal 3,13, un versículo que
ca. En los tiempos modernos vuelve a aflorar bajo capa de la noción
juega con la palabra maldición. Pablo razona a la manera de los ju-
de reparación, en una perspectiva teológica y espiritual al mismo
díos: Jesús es maldito frente a la ley, ya que ha sido colgado de la
tiempo. El siglo XIX hablará a la vez de «expiación vicaria» y de
cruz. Pero no es maldito frente a Pablo ni frente a Dios. Al ser cruci-
«satisfacción vicaria» tema que pertenece de hecho a la categoría de
ficado, se hizo solidario de la maldición que pesaba sobre nosotros, a
sustitución. Fijémonos aquí solamente en el testimonio patrístico y en
fin de comunicarnos la bendición de Abrahán (3,14). En el siglo II,
la línea de la expiación reparadora.
Justino lo entendía precisamente así:
«La verdad es que lo que se dice en la ley: "maldito todo el que está
colgado de un madero", más bien fortifica nuestra esperanza que La expiación de Cristo en los padres de la Iglesia
pende de Cristo crucificado, pues no es que Dios maldiga a este cru-
cificado, sino que predijo lo que habíais de hacer vosotros y los a Ya sabemos la importancia que tema para los padres la diviniza-
vosotros semejantes, por ignorar que Jesús existe antes de todo y es ción del hombre, considerada según la perspectiva descendente. Pero
el "sacerdote eterno" de Dios, rey y ungido»2 . esta perspectiva principal no difuminaba en su espíritu la importancia
del misterio pascual. Cuando hablaban de la muerte de Cristo, se ins-
La expiación realizada por Jesús es finalmente la del mártir, es piraban en el dossier bíblico que acabo de evocar y recogían espontá-
decir, la del que muere por obra de los otros haciendo de su vida neamente su lenguaje. En conjunto, tanto los griegos como los lati-
dada un testimonio de su propia misión y del designio salvífico del nos, afirman que la muerte de Jesús tiene un valor expiatorio
Padre. «Jesucristo ante Poncio Pilato rindió tan solemne testimonio universa] por los pecados de los hombres. Lo importante es ver con
[martyrésantos]» (1 Tim 6,13). La muerte de Jesús tiene la fecundi- qué espíritu comprenden esta expiación. Como también aquí el dos-
dad del martirio: denuncia el mal y el pecado en el mismo momento sier es inmenso, me contentaré con algunos ejemplos.
Volvamos a Justino, que en su Diálogo con Trifón desarrolla una
rica teología de la cru2: hace en cierto modo «el relato de la cruz»,
23. J. GUILLET, Jesús Christ pénitcnt,en Jésus-Christ dans notre monde, DDB-
Bellarmin, Paris-Montréal, 65-77.
24. Cf. L. SABOURIN, O. C, 135-136.
25. JUSTINO, Diálogo con Trifón 96,1: Padres apologistas griegos, BAC, Madrid 26. IGNACIO D E ANTICXJUIA, Ad Ephes. 8,1: Padres apostólicos, BAC, Madrid
1954, 472. 1985, 563.
LA EXPIACIÓN DOLOROSA Y LA PROPICIACIÓN 335
334 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR

la fe en él fueran justificados los que no podían serlo por sus


que sitúa en la encrucijada de las profecías y entre las dos parusías de
obras»30.
Cristo; ve en ella el discernimiento de los dos mundos, antiguo y
nuevo: su universalidad le hace percibir una misteriosa correspon- Reflexiona a continuación sobre el simbolismo del propiciatorio y
dencia entre la cruz histórica y la cruz cósmica, es decir, entre la sal- lo relaciona con la epístola a los Hebreos. Cuando comenta el versí-
vación y la creación27. En su exposición concede amplio espacio a la culo de Jn 1,29: «He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del
profecía del Siervo doliente, que él pone en relación con Gal 3,13. mundo», Orígenes recoge un gran número de textos bíblicos que evo-
Denuncia las interpretaciones erróneas que ven en Cristo a un maldi- can el sacrificio de Cristo, empezando por la profecía del Siervo do-
to de Dios y confiesa con toda la fuerza de su fe el sentido cristiano liente, y asocia el tema de la intercesión con el de la destrucción del
de la expiación libre, voluntaria y salvífica de Jesús. Se advertirá en pecado por la sangre de Cristo:
su texto una valoración justa del triángulo de los actores de la pasión:
«En efecto, "si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre:
«Ahora bien, si fue voluntad del Padre del universo que su Cristo car- a Jesucristo, el justo. Él es víctima de propiciación por nuestros peca-
gara por amor al género humano con las maldiciones de todos, sa- dos, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero"
biendo que le había de resucitar después de crucificado y muerto, (Jn 2,1-2); puesto que "es el Salvador de todos los hombres, princi-
¿por qué vosotros habláis, como de un maldito, de quien se dignó pa- palmente de los creyentes" (1 Tim 4,10), ya que "borró" con su san-
decer todo eso por el designio del Padre?... Porque si bien es cierto gre "el acta escrita contra nosotros" .haciéndola desaparecer para que
que fue su Padre mismo quien hizo que sufriera todo lo que sufrió no encuentre huella alguna de los pecados borrados y "la clavó en la
por amor del género humano, vosotros no obrasteis por cumplir un cruz". Y, "una vez despojados los principados y las potestades, los
designio de Dios, lo mismo que al matar a los profetas no hicisteis exhibió públicamente, incorporándolos a su cortejo triunfal" (Col
una obra de piedad»28. 2,14-15) en la cruz»31

Si hay una sustitución por parte de Cristo, se trata de un servicio El gran exégeta alejandrino se sitúa en línea recta con las afirma-
de solidaridad salvadora. La maldición no viene de Dios: el Padre y ciones paulinas y joánicas.
el Hijo están de acuerdo en cumplir el mismo designio; se trata de la En su Tratado sobre la encamación del Verbo, Atanasio muestra
maldición que pertenece a la tradición del pecado y a sus consecuen- que no convenía que Dios dejase perecer definitivamente al hombre,
cias. Los pecadores asesinos no son absolutamente el brazo secular creado a su imagen, pero seducido por el diablo. Sólo el Verbo de
de la venganza divina. Por consiguiente, es un error colocar a Justino Dios «era capaz de recrear todas las cosas, de sufrir por todos los
entre los defensores de la «expiación penal»29. hombres y de ser en nombre de todos un digno embajador ante el
He aquí cómo comenta Orígenes el texto de Pablo sobre Cristo Padre»32 El autor describe entonces todo el movimiento de la salva-
hecho propiciatorio (Rom 3,25-26): ción, desde la iniciativa de Dios y la bajada del Verbo entre nosotros,
hasta su acción de restauración y divinización y finalmente su sacrifi-
«El apóstol añade algo más sublime diciendo: "Dios lo ha establecido cio doloroso, según el movimiento ascendente en el que se convierte
propiciatorio por su sangre mediante la fe", es decir, que por la obla- en nuestro «embajador» ante el Padre:
ción de su cuerpo hizo a Dios propicio con los hombres, y así mani-
festó su justicia... «Por eso el Verbo de Dios incorporal, incorruptible e inmaterial
Porque Dios es justo y, en cuanto justo, no podía justificar a unos in- viene a nuestro mundo... Al ver cómo se perdía la especie racional...,
justos; por eso quiso la intervención de un propiciador, para que por sintiendo piedad de nuestra raza, compadeciéndose de nuestra debili-
dad, condescendiendo con nuestra corrupción, no aceptando que la
muerte reinara sobre nosotros..., tomó para sí un cuerpo, un cuerpo

27. Cf. M. FÉDOU, La visión de ¡a Croix dans Voeuvrc de sainl Justin 'philosoplw
et martyi": Recherches Augustiniennes 19 (1984) 94-103, del que saco algunas expre-
siones.
28. JUSTINO, O. C, 95, 2: o. c, 471.
30. ORÍGENES. Comm. in Rom. III, 8: PG 14, 946a-c.
29. Como lo hace J. RIVIERE. Le dogme de la rédemption. Essai d'ótude historiqx, 31. ORÍGENES, Comm. in Johan. VI, 285: SC 157, 1970, 345-347.
Lecoffre, Paris 1905, 115. 32. ATANASIO DE ALEJANDRÍA. De incarn. Verbi7,5: SC 199, 1973, 289.
336 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA EXPIACIÓN DOLOROSA Y LA PROPICIACIÓN 337

que no es diferente del nuestro... Lo entregó a la muerte por todos los convenía que Cristo muriese de debilidad o de enfermedad, sino que
hombres, puesto que todos están sometidos a la corrupción de la «tenía que morir por todos». Tiene incluso esta frase atrevida:
muerte. Lo presentó al Padre en un gesto de pura filantropía. Así, «Puesto que tenía que sobrevenir la muerte, buscó la ocasión de cum-
puesto que todos morían en él, quedaría abrogada la ley que afectaba plir el sacrificio, no por sí mismo, sino por parte de los otros»34. Efec-
a la corrupción de los hombres... Los vivificaría por medio de su
tivamente, vino a enfrentarse en combate singular con la muerte que
muerte; ...por la gracia de la resurrección haría desaparecer a la
muerte lejos de ellos, como desaparece la paja en el fuego. pesa sobre los hombres y que ellos engendran sin cesar. «No abando-
... Como un sacrificio y una víctima pura de toda mancha ofreciendo nó el cuerpo por medio de una muerte que fuera natural —ya que
a la muerte el cuerpo que había tomado para él, alejó inmediatamente como Vida no tema por qué morir—, sino que aceptó la que le reser-
a la muerte de todos los otros cuerpos semejantes... Siendo el Verbo vaban los hombres, para destruirla por completo cuando se enfrentó
de Dios, superior a nosotros, que ofrecía su propio templo y su instru- con ella» 35 . Atanasio distingue perfectamente en el sacrificio doloro-
mento corporal en rescate por todos, pagaba justamente nuestra so de Cristo lo que es obra del pecado, de los hombres y de la muer-
deuda con su muerte. Y unió a todos los hombres por medio de un te, y lo que es obra de Dios.
cuerpo semejante al de ellos; el Hijo incorruptible de Dios los revis-
tió a todos gracias a la incorruptibilidad según la promesa de la resu- Los textos de Atanasio han sido objeto de dos interpretaciones
rrección»3 . opuestas y excesivas tanto por parte de Riviére como de Aulen. Ri-
viére lee en ellos la doctrina anselmiana de la satisfacción36. Aulen
En este hermoso texto Atanasio habla sucesivamente de la muerte no ve allí más que la expresión de la acción ininterrumpida que va de
según la perspectiva descendente y según la perspectiva ascendente. Dios al hombre37. La interpretación que aquí presentamos intenta res-
La muerte de Cristo es la consecuencia querida de la encarnación; es petar la articulación de los diferentes aspectos del texto, sin proyectar
un acto de la •«filantropía» divina, es decir, del amor tan intenso que sobre él concepciones más tardías.
Dios tiene a los hombres. Esa muerte nos libra a todos de la muerte: Cirilo de Alejandría concede un lugar importante al tema de Cris-
nos devuelve la incorruptibilidad y la vida, es decir, la divinización. to sumo sacerdote que ofrece al Padre el sacrificio sin mancha por la
Con este mismo espíritu Atanasio habla de deuda y de rescate, que se salvación de todos. Ya hemos visto que para él todo se basa en la
pagan a la muerte, para liberar al hombre de la muerte, según la pers- identidad única del mediador38. En su controversia con Nestorio se
pectiva tan común en los padres de la Iglesia. La ley de la muerte, muestra preocupado sobre todo de mostrar que el Verbo en persona
consecuencia del pecado, queda definitivamente abolida. En este sen- es el sujeto del misterio de la cruz y realiza su sacrificio en su huma-
tido el Verbo se sacrifica a sí mismo, ya que «ofrece su cuerpo a la nidad, a la vez como sacerdote y como víctima:
muerte». Vive en su carne el carácter doloroso que el pecado ha con-
ferido al don de sí. «No hay que concebir otro Hijo más que a él; es el Señor en persona,
el que nos ha salvado, e¡ que dio su propia sangre en rescate por la
Pero este sacrificio está también imbuido del movimiento ascen- vida de todos. En efecto, "hemos sido rescatados de la conducta
dente según el cual Cristo presenta su cuerpo al Padre «con un gesto necia heredada de nuestros padres, no con algo caduco, oro o plata,
de pura filantropía». Se ofrece al Padre, aceptando entregar su cuerpo sino con una sangre preciosa, como de cordero sin tacha y sin manci-
a la muerte. Se hace así nuestro embajador. No ha de engañarnos la lla" (1 Pe 1, 18-19). Pablo dará fe de este último punto cuando, tan
proximidad del tema de la deuda con el del sacrificio. La ley de la buen conocedor de la ley, escribe: "Sed imitadores de Dios como
muerte y la ofrenda al Padre no deben identificarse entre sí, según la hijos queridos y vivid en el amor, como Cristo os amó y se entregó
tentación del «corto-circuito». Cristo no paga ninguna deuda a Dios, por nosotros como oblación y víctima de suave aroma" (Ef 5, 2).
sino que acepta y hasta quiere que el don de sí mismo a los hombres
y al Padre lo lleve al enfrentamiento liberador y victorioso con la
muerte, pagando así su deuda con ella. Por eso Atanasio opina que no 34. Ibid.,21,6: o. c, 345.
35. ibid.21, 3; o. a, 346.
36. Cf. J. RIVIERE, Rcdcmption.enDict. Th .Cath., t. 13/2, Letouzey et Anc, 1937,
col. 1941; ID., Le dogme de ¡a rédenipüon, o. c , 142-151.
37. G. AULEN, Christus Víctor. La notion chrctienne de rédemption, Aubicr, París
1949, 68-72.
33. Ibid, 8,1: o. c, 289-297. 38. Cí.supra, 104-105.
338 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA EXPIACIÓN DOLOROSA Y LA PROPICIACIÓN 339

Pues bien, desde que Cristo se hizo por nosotros "suave aroma", crituras, que él pone de algún modo en forma lógica para salvar la
mostrando en él la naturaleza humana en posesión de una perfecta verdad de la encarnación y de la salvación. Es demasiado abusivo in-
inocencia, nosotros hemos obtenido por él y en él libre acceso ante cluirlo en la lista de defensores de la sustitución penal.
Dios Padre que está en los cielos» .
Los excesos de ciertas teologías de la expiación en los tiempos
En este texto, como en la argumentación que sigue, Cirilo se man- modernos han quedado ya suficientemente subrayados en el
tiene lo más cerca posible de las afirmaciones bíblicas. Sabe que «sombrío florilegio» del comienzo de este libro, para que sea preciso
hemos sido rescatados con un alto precio, ya que se trata de la sangre volver a ellos.
de Cristo. Pero establece una diferencia entre el sacrificio de suave
aroma que éste ofreció al Padre y que tiene que convertirse en la
norma de nuestra existencia, ya que desde entonces tenemos acceso Expiación y reparación de amor
en él a Dios, y la necesidad de la sangre derramada, del precio paga- La tradición eclesial ha visto desarrollarse continuamente a través
do y hasta del rescate, puesto que califica al Verbo de digno «rescate de los siglos una vena espiritual muy distinta a partir de la idea de ex-
por la vida de todos»40. Su comentario de Gal 3, 13 y de 2 Cor 5, 21 piación. El carácter propio de este movimiento espiritual es entregar-
se inscribe en la dinámica del admirable intercambio: si Cristo fue se a la «reparación de amor» (en latín redamatio). No se trata en pri-
hecho pecado y se convirtió en maldición, es debido a la kénosis vo- mer lugar de la reparación por los pecados cometidos personalmente,
luntaria de su encarnación y para hacernos justos: con que nos volveremos a encontrar a propósito de la satisfacción;
«Así pues, con la idea de la encarnación se da todo lo que hemos pero es verdad que este aspecto no está nunca ausente, ya que ningu-
visto que se le infligió, dado que en virtud de la economía él se some- na dinámica de reparación por los demás puede hacer olvidar a nadie
tió al anonadamiento voluntario, por ejemplo, al hambre y al cansan- que también él es pecador.
cio... Igualmente, no habría sido contado nunca entre los malhecho- La motivación primera de la reparación es la ingratitud y el olvi-
res —y de hecho decimos que se hizo pecado—, ni se habría hecho do de los hombres siempre pecadores ante el amor de Dios que llegó
maldición sufriendo por nosotros en la cruz, si no se hubiera hecho a entregar a su propio Hijo por nosotros en la muerte ignominiosa de
carne, es decir, si no se hubiera encarnado y hecho hombre, sujetán- la cruz44. La escena bíblica que expresa mejor esta falta de respuesta
dose por nosotros a un nacimiento humano como el nuestro, esto es,
de los hombres al amor de Cristo es la de la agonía, cuando Jesús
al que le hizo nacer de la Virgen santa»41.
reza solo a su Padre en medio de una angustia mortal, mientras duer-
Pero hemos de comprender bien que no fue hecho pecado en el men sus discípulos. En la Iglesia la expresión litúrgica del reproche
mismo sentido con que se hizo carne, ya que por una parte quería de Dios a los hombres pecadores se encuentra en los improperios an-
acabar con el pecado y por otra deseaba hacer vivir a la carne42. En tiquísismos del viernes santo45. Ya Agustín había sentido la exigencia
otro lugar Cirilo parafrasea así 2 Cor 5, 21: que impulsa a los cristianos a devolver amor por amor al que nos ha
amado primero y hasta el fin46. La antigua vida monástica, vida peni-
«(El Padre) quiso que el que nunca había pecado sufriera lo que tie-
tencial por excelencia, estaba también impregnada de esta preocupa-
nen que sufrir los más grandes pecadores, para que nos hiciera justos
a los que hemos recibido la fe en él; porque él soportó la cruz, sin fi- ción por la redamatio: «No debemos ocuparnos solamente de nosotros
jarse en la vergüenza; el que valía por todos, murió él solo por mismos —dice por ejemplo Teodoro Studita—, sino afligirnos y rezar
todos»45. por el mundo entero»47. Pero fue la Edad Media la que desarrolló por
primera vez una mística reparadora, dentro del marco de una devo-
Pasa con Cirilo como con Atanasio: el contexto de ideas y de re- ción muy tierna a la humanidad de Jesús. El alma amante cristiana se
presentaciones a partir del cual hay que comprenderlo es el de las Es-

44. Cf. la información tan rica que da T. GLOTIN , en el art. Rcparation en Dlct. de
39. CIRILO DE ALEJANDRÍA , Christus unus, 761a-c; SC 97, 1964, 459. Spirít.,t 13, Beauchesne, París 1987, 369-413; la utilizaremos aquí.
40. lbid.,766s: o. c.,475. 45. Cf. supra, 178.
41. /i>KÍ.,719d-720a: o. c.,321. 46. Cf. AGUSTÍN , Comm. in I Joh. 7, 7; el término de redamatio se encuentra en las
42. Ibid.,720b: o. c.,323. Confesiones IV, 8, 13 y 9, 14.
43. ID., la 2 Cor (5, 21): PG 74, 945a. 47. Citadopor E. GLOTIN , o. c, col. 378.
340 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR
LA EXPIACIÓN DOLOROSA Y LA PROPICIACIÓN 341

sentía movida a asociarse a los sufrimientos de Jesús (las imágenes


de la flagelación, de la coronación de espinas y de Cristo en la cruz predica ya el aplacamiento de la cólera y de la justicia divina dispues-
tenían una gran importancia) y de su madre (con la imagen de la Do- ta a la venganza; pide más bien «consolar» con una reparación amo-
lorosa). El amor al crucificado se traducía por una parte en la oración rosa, orante y sufriente, el corazón del Hombre-Dios, herido por la
y la adoración y por otra en las penitencias y maceraciones. Los do- ingratitud y el olvido de los hombres. El que ama de verdad desea
minicos y los franciscanos predicaron sobre el «Tengo sed» de Jesús estar cerca del que sufre y sufrir con él. Lo que no supieron hacer los
en la cruz, en el sentido de un amor sediento de amor. Las llagas de discípulos en la hora de la agonía, quiere hacerlo ahora el cristiano.
san Francisco de Asís representan un don de la gracia que correspon- K. Rahner llega incluso a decir: «La reparación, lo mismo que la ca-
de al deseo de ser conformado por amor a la pasión de Cristo. Algu- ridad, puede ser considerada (en el mundo del pecado y de la cruz)
nos grandes místicos (Matilde de Magdeburgo y Gertrudis de Helfta como la "forma" de todas las virtudes» 48 . Según esta perspectiva, el
en el siglo XIII) se vieron favorecidos entonces con visiones del Co- amor reparador integra en sí todos los actos de la vida cristiana. Esta-
razón de Jesús. mos aquí en presencia de una expresión auténticamente cristiana y
El tema de la reparación se extendió más a partir del siglo XVI, «convertida» de la expiación, en donde el amor y la intercesión ocu-
dentro del espíritu de la Contrarreforma. Se unió al culto eucarístico pan el primer lugar. Solamente cabe lamentar que a veces se hayan
que propone, para reparar ciertas negaciones, largas adoraciones re- colado ciertas ambigüedades doloristas en la práctica del sufrimiento
paradoras (por ejemplo, las Cuarenta horas, que quieren expiar y re- voluntario y en la interpretación de su sentido, y que el amaneramien-
parar los pecados cometidos durante el Carnaval). La contemplación to de su lenguaje y de sus imágenes hayan contribuido a su deterioro.
de los misterios de la pasión alimentó esta actitud, particularmente en Más adelante veremos cómo la actitud dominante de la conciencia
santa Teresa de Jesús. En el siglo XVII se ve nacer la devoción al sa- contemporánea es bastante diferente: el hombre que hoy sufre tiene
grado Corazón propiamente dicha, que resume toda la espiritualidad necesidad de aplacarse y de consolarse con la contemplación del su-
reparadora en el símbolo del Corazón amoroso y traspasado de Jesús. frimiento de Cristo.
San Juan Eudes representó en ella un papel importante; tomó el rele-
vo santa Margarita María de Alacoque, religiosa de la Visitación de
Paray-le-Monial, cuyo mensaje dio origen a la extensión litúrgica del IV. UN BALANCE: EL SUFRIMIENTO Y LA EXPIACIÓN EN NUESTRO
culto al Sagrado Corazón en la Iglesia. Este mensaje pedía devolver TIEMPO
amor por amor al Corazón de Jesús, a fin de reparar la ingratitud de
los hombres, en particular con la instauración de la fiesta litúrgica del
Sagrado Corazón. Muchas de las escuelas de espiritualidad del siglo La paradoja cristiana del sufrimiento
XVIII apelan a esta misma mística. Los excesos de la Revolución La expiación, aun convertida en intercesión y en reparación amo-
francesa y sus secuelas, los progresos del ateísmo, la pérdida de in- rosa, nos enfrenta una vez más con el carácter oneroso y doloroso de
fluencia de la Iglesia en la sociedad movieron en el siglo XIX a los nuestra salvación. Porque el sufrimiento de Cristo da sentido al sufri-
cristianos a multiplicar las formas de piedad expiatoria y reparadora. miento cristiano y por tanto fundamenta toda una teología y una espi-
La devoción al Sagrado Corazón se difundió ampliamente en la Igle- ritualidad. Un tema muy grave, sobre el que deberíamos dar la pala-
sia universal. Pero adquiere en estos momentos un tinte dolorista y su bra a los que tienen más experiencia de ello; un tema insoslayable,
pesimismo hostil ante la revolución de la sociedad moderna le confie- dado el lugar que ocupa en la vida de todos; un tema especialmente
re una dimensión política que le costará trabajo superar. El siglo XIX delicado, ya que se choca en él con la ambivalencia del sufrimiento.
vio igualmente la fundación de numerosas congregaciones religiosas, En efecto, hay un doble peligro: o no ver en él más que un mal defi-
contemplativas o activas, cuyo nombre hace referencia a la mística nitivamente opaco, o bien sacralizarlo y caer a propósito del mismo
de reparación.
Como se ve, esta espiritualidad es una especie de contrapeso a los
excesos de la teología que se dejaba seducir en la misma época por
los aspectos más ambiguos de una expiación «desconvertida». No 48. K. RAHNER, Quelques théses pour une théologie de la devotion au Sacré-
Coeur, en J. STIERLI, Le Coevi du Sauveur, Salvator , Mulhouse 1956, 180.
342 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA EXPIACIÓN DOLOROSA Y LA PROPICIACIÓN 343

en el corto-circuito tantas veces señalado en esta obra. El sufrimiento tervención pecadora de la libertad original del hombre, por muy irre-
tiene dos caras; el pasar de la una a la otra pide una conversión. La presentable que sea, hay algo que se ha roto entre él y la naturaleza,
actitud cristiana frente a él es paradójica: no lo niega en plan de supe- es decir, que nuestra relación con el mundo no es ya la que Dios
rioridad como el estoicismo pagano, ni se resigna ante él, ni mucho había puesto en el origen dentro del orden de una creación en la que
menos lo desea por una especie de masoquismo morboso; sino que lo todo era bueno. Pero una respuesta semejante, aparte de parecer muy
acoge en lo que tiene de irremediable, aunque combatiéndolo, e in- misteriosa, sería desesperante si no fuera la otra cara de un anuncio
tenta darle un sentido positivo a la luz de la cruz de Cristo. Lo ataca de salvación. Sea de ello lo que fuere, la cuestión vuelve a plantearse:
con la fuerza del amor y lo convierte en «combustible» de la caridad , ¿por qué permite Dios ese peso inconmensurable de sufrimientos que
para darle así un valor salvífico49. Intentemos mantener juntos estos pesa sobre la humanidad? Ante semejante situación siempre se busca
diferentes puntos de vista. a un «culpable»: la tradición intentaba sobre todo salvar la inocencia
de Dios; la actitud contemporánea tiende a disculpar al hombre52.
1. El sufrimiento es un mal. Este primer dato no debe olvidarse Antes de ser misterio, el sufrimiento es un escándalo opaco. Es preci-
jamás. El sufrimiento en cuanto sufrimiento es y sigue siendo un mal; so mantener este primer «momento», antes de apelar a la luz de la
en sí mismo no tiene ningún valor positivo. Es un escándalo, capaz salvación.
de provocar la rebeldía; todo esfuerzo por querer explicarlo no conse-
guirá jamás acabar con los innumerables sufrimientos de los «por Si esto es así, el sufrimiento tiene que ser combatido con todos
qué». El hombre se ve enfrentado con los innumerables sufrimientos los medios al alcance del hombre. Esta es la enseñanza más común
que le vienen de su relación con la naturaleza: el sufrimiento físico y del evangelio con su regla de oro: el mandamiento del amor al próji-
moral, las pruebas y desdichas, la angustia de la muerte, «una de las mo, la parábola del buen samaritano (Le 10, 29-37), la escena del jui-
fuerzas más poderosas de sufrimiento en el hombre>>, dice Max Sche- cio (Mt 25,31-46) que exalta la solicitud ante todo sufrimiento, físico
ler50; el sufrimiento que viene de los hombres, de uno mismo o de los o moral, de los más pequeños. Esta es la actitud de Jesús, cuando cu-
demás, las depresiones, las violencias sufridas, las guerras, las perse- raba a los enfermos y devolvía a sus padres a sus hijos muertos. En
cuciones, las torturas, los campos de concentración o de exterminio... este mismo espíritu, la Iglesia ha luchado siempre contra el sufri-
¿Por qué es preciso que «la civilización cree cada vez más sufrimien- miento de los enfermos. Hoy aprueba el progreso de la medicina que
tos y penas cada vez más profundas, a pesar de que nunca disminuye puede subrayar tanto los sufrimientos ligados al nacimiento como los
su lucha cada vez más extensa y cada vez más victoriosa contra las de la muerte53. Lo mismo ocurre con los sufrimientos ligados a una
causas del sufrimiento»?31. ¿Y por qué también esa suma incompren- penuria extrema, con el subdesarrollo cultural, con las injusticias y la
sible de sufrimientos en los que no tiene parte alguna la responsabili- violencia.
dad humana? ¿Por qué afecta ciegamente el sufrimiento a inocentes y Y no solamente el sufrimiento es un mal, sino que puede tener
culpables? Era la antigua pregunta de Job, que rechazaba las explica- también efectos perversos. Cuando se presenta a la experiencia de un
ciones demasiado fáciles del sufrimiento como castigo de los peca- ser humano, es esencialmente ambibalente. Nadie puede predecir que
dos personales. Algunos se empeñarían en no ver en el sufrimiento vaya a ser asumido por una libertad capaz de convertirlo. Corre más
más que la otra cara de un mundo en crecimiento o el rostro inevita-
blemente sombrío de nuestra finitud. ¿Pero qué idea de Dios encierra
52. Así, las nueve tesis sobre el sufrimiento de F. VARONE, Ce Dieu censé aimer ¡a
esta perspectiva y por qué ese vínculo indestructible entre la desgra- soufrance, Cerf, París 1984, 212-224, se explican como una reacción unilateral contra la
cia y la felicidad, entre el sufrimiento y el amor? Parece ser que es tendencia dolorista, una relación exagerada que se establece entre el sufrimiento y el pe-
imposible escaparse de la afirmación bíblica, según la cual, por la in- cado y las diversas sacralizaciones del sufrimiento. Pero ellas a su vez eliminan dema-
siado pronto el problema de la relación del sufrimiento con el pecado y lo consideran
simplemente como algo «que forma parte del universo material en devenir que Dios
quiso y quiere sin cesar» (p. 214). Se puede sin embargo aceptar, como punto de parti-
da, la primera parte de la tesis 9: «El sufrimiento no es portador de valor en sí..., por si
49. Cf. JUAN PABLO II. El sentido cristiano del sufrimiento humano: Ecclesia2162 solo, sino que es más bien puramente humillante y degradante» (p. 215).- J. POHIER
(1984) 200-215.-ST BRETÓN , Vers une théologie de la Croix, Clamart 1979, 11-35. Quandje dis Dieu, Scuil, París 1977, 183, reacciona vigorosamente contra la sacraliza-
ción del sufrimiento y de la muerte en el cristianismo.
50. M. SCHELER, Le sens de la soufrance, Aubier, París, s.d., 25.
51. Ibid, 27. 53. Cf. Pío XII , Problemas religiosos y morales de la analgesia: Doc. Cath 1247
(1957) col. 325-340.
344 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA EXPIACIÓN DOLOROSA Y LA PROPICIACIÓN 345

bien el peligro de destilar un veneno morboso, de engendrar la rebel- cluyendo violentamente toda intrusión, y esa bondad que se abre a la
día y de deprimir la libertad. Por tanto, no puede considerarse a priori tristeza fecunda y a los gérmenes que aportan las grandes aguas de la
como un medio de humanización, ni mucho menos como un medio prueba»57. De nosotros depende cambiar en misterio el escándalo del
de salvación o de progreso espiritual. Por consiguiente, no se puede sufrimiento, dándole un valor educativo y hasta salvífico58. Porque es
provocarlo deliberadamente en los demás. Con un sentido lleno de verdad que el que ha sabido atravesar el sufrimiento no es ya el
humanidad, Pío XII hablaba así del sufrimiento de los moribundos: mismo. Pero ¿quién dará a nuestra libertad la fuerza de esta conver-
«El crecimiento del amor de Dios y del abandono a su voluntad no sión?
procede de los mismos sufrimientos que uno acepta, sino de la inten-
ción voluntaria sostenida por la gracia; esta intención, en muchos 3. Por su pasión y su cruz Jesús convirtió el sufrimiento. En efec-
moribundos, puede afianzarse y hacerse más viva si se atenúan sus to, la cruz de Cristo es la única respuesta definitiva al sufrimiento. La
sufrimientos, ya que éstos agravan el estado de debilidad y de agota- cruz no es un discurso ni una teoría, ni mucho menos una justifica-
miento físico, ponen trabas al impulso del alma y minan las fuerzas ción o una apología. Es un acontecimiento: el encuentro de Dios
morales en vez de sostenerlas. Al contrario, la supresión del dolor mismo, del Verbo hecho carne, con el sufrimiento. Es un acto de li-
procura un relajamiento orgánico y psíquico, facilita la oración y bertad divina que mantiene juntas las dos caras del sufrimiento, su
hace posible un don de sí más generoso»54. Muy atinadamente tam- horror y su belleza. Su horror, porque se trata del sufrimiento del
bién el cardenal de Lubac nos recuerda que «cuando uno sufre de justo y del inocente, el más escandaloso de todos, del sufrimiento que
veras, siempre sufre mal»55. brota del odio y de la violencia, que desfigura y humilla y que suscita
la queja eterna de los hombres: ¿por qué? ¿por qué? Pero también su
2. El sufrimiento es una pregunta planteada a nuestra libertad. belleza, ya que la manera de sufrir de Jesús es ya una trasfiguración y
Ante el sufrimiento nuestra libertad se ve obligada a tomar posicio- una victoria. Jesús ama sufriendo y sufre amando. Vive así el sufri-
nes, y lo hará para bien o para mal. A nosotros es a quienes corres- miento según los dos movimientos de su mediación. Su amor filial al
ponde en definitiva dar o no sentido al sufrimiento que se nos impo- Padre y fraternal a los hombres lo condujo a la kénosis de la encarna-
ne. Lo que acabamos de decir muestra que no hay en ello nada ción y de la cruz, le hizo asumir libremente nuestra condición dolien-
automático. Por otra parte, son innumerables las maneras de sufrir, te. Se empeñó en hacerse solidario de todo sufrimiento humano, ino-
que forman parte integrante del mismo sufrimiento: «Podemos cente o consecuencia del pecado, y quiso compartir la experiencia de
"abandonarnos" a un sufrimiento o resistirle; podemos "soportarlo", la desgracia y de la obscuridad, del sin-sentido y del escándalo del
"tolerarlo", o simplemente sufrirlo; podemos incluso gozarnos en él, sufrimiento: «Habiendo sido probado en sufrimiento, puede ayudar a
en la algofilia. Estos términos significan que se trata siempre de unos los que se ven probados» (Heb 2, 18). Ésta es su respuesta, en un
modos cambiantes del sentir o de un querer injertado en ese sentir»56. acto de don de sí mismo que es una «palabra existencial». Del arco
Hay además en nosotros toda una jerarquía de reacciones, desde la tendido entre el amor y la kénosis surge la revelación de su gloria, es
sensibilidad física elemental hasta la actitud humana y espiritual, con decir, del orden de belleza que es propio de Dios. En Jesús el sufri-
infinitos matices. Como decía juiciosamente M. Blondel, el sufri- miento ha pasado a ser una cuestión de Dios59.
miento no puede producir en nosotros efectos felices sin nuestro con- Si el amor condujo a Jesús al corazón del sufrimiento humano, su
curso activo: «Es una prueba, ya que obliga a que se manifiesten las manera de sufrir convirtió a su vez el sufrimiento en amor y en ali-
disposiciones secretas de la voluntad. Deteriora, agria, endurece a los mento del amor. A través del sufrimiento su amor llega hasta el
que no ablanda ni mejora. Rompiendo el equilibrio de la vida indife- fondo de sí mismo. Pero no es su sufrimiento en cuanto tal el que nos
rente, nos pone en la disyuntiva de tener que optar entre ese senti- salva: es el amor con que lo aceptó, vivió y superó. El combate de
miento personal que nos lleva a replegarnos en nosotros mismos ex-
57. M. BLONDEL, L'Acticm (1893), P.U.F., París 1950, 381.
58. Cf. JUAN PABLO II, o. c,n. 27: p. 212; el titulo latino de la carta apostólica es
«Salvifici dolcris».
54. /WJ.,338. 59. Cf. la obra de H. Uis von Balthasar en donde este tema es particularmente
55. H. DE LUBAC, Paradoxes suivi de Nouvcaux Paradoxes, Seuil, París 1959, 138. denso; J. MOLIMANN, El Dios crucificado, Sigúeme, Salamanca 1975; F. VARILLÜN. La
56. M. SCHELER, o. c.,3-4. souBrance de Dieu, Centurión, París 1975.
LA EXPIACIÓN DOLOROSA Y LA PROPICIACIÓN 347
346 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR

Jesús con la muerte es también un combate con el sufrimiento: Cristo Max Scheler ha diagnosticado muy bien esta relación del amor a
fue educado por él, ya que, «aun siendo Hijo, con lo que padeció ex- Cristo con el sufrimiento: «La exhortación a sufrir en la comunidad
perimentó la obediencia» (Heb 5, 8). Si lo tomó sobre sí, fue para su- de la cruz, con Cristo y en Cristo, procede de la exhortación, más
primirlo y a través de él pasar al mundo de la resurrección. La alqui- central, a amar con Cristo y en Cristo. Por tanto no es en la comuni-
mia misteriosa que trueca el mal en bien, tantas veces evocada a dad de la cruz donde se arraiga la comunidad del amor, sino que es la
propósito de la pasión de Jesús, vale también para el sufrimiento. El comunidad del amor de donde surge la comunidad de la cruz»62.
sufrimiento de Jesús ni justifica ni sacraliza el sufrimiento, ni hace de Como es lógico, esta entrada en el amor de Cristo y la participación
él un bien; anula su perversidad para sacar de él un bien. En Jesucris- amorosa en sus sufrimientos son dones de la gracia que nos permiten
to el sufrimiento no es ni deseo malsano ni proeza triunfante; es una cambiar el sentido de todo lo que es obra de nuestra condición huma-
acogida humilde y obediente, sin quejas ni recriminaciones; es ora- na.
ción desde lo más profundo del abandono; es perdón para los verdu- Sin embargo, hay algo que nos separa del sufrimiento de Cristo.
gos, intercesión y propiciación. Él era inocente y nosotros somos pecadores. El sufrimiento le venía
del pecado de los otros; a nosotros nos afecta también por causa de
Por eso, después de la cruz, el término mismo de sufrimiento ha
nuestro propio pecado. El sufrimiento no tema nada que purificar en
cambiado de sentido en el lenguaje cristiano. Por una metonimia de
él, pero en nosotros realiza la «purificación de nuestro amor»63. La
la que hemos de tener conciencia, designa en adelante el amor que
lucha contra el pecado pasa también por el sufrimiento. Es aquí
sufre, el amor manifestado por el Cristo doliente y el amor que quiere
estar con el Cristo doliente. Ese es el pathos de la cruz inaugurado donde ocupa un lugar la ascesis y ciertas mortificaciones y hasta ma-
por Pablo, que deseaba comulgar en los sufrimientos de Cristo y ha- ceraciones que nos atestigua la tradición espiritual. El asceta mortifi-
cerse semejante a él en la muerte (Flp 2, 10). Esta metonimia pertene- ca sus miembros antaño pecadores y procura mantener el equilibrio
ce al mensaje cristiano y ha atravesado la tradición. Los textos es- siempre amenazado de su ser total, para guardar la primacía de la li-
pléndidos a que ha dado lugar pueden resultar insostenibles, si se les bertad espiritual sobre los impulsos inferiores. Pero hay que repetir
lee en corto-circuito60. además que el grado o la cantidad de sufrimientos o de privaciones
no tiene importancia. Por eso en esta materia se impone la mayor dis-
creción. Los ascetas del pasado conocían la tentación del orgullo es-
4. El cristiano es invitado a sufrir con Cristo. Los evangelios
piritual, que afectaba a una penitencia vivida como un record deporti-
ponen en labios de Jesús una invitación a seguirle hasta en el sufri-
vo; los ascetas de los tiempos modernos sufren más bien la tentación
miento: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niegúese a sí mismo,
del masoquismo. Lo único que cuenta en definitiva es el amor, ese
tome su cruz y sígame» (Me 8, 34). Esta llamada no se dirige hacia el
sufrimiento, sino hacia el «seguimiento de Jesús». Pero en este amor que hace discernir las cosas sin engaños, ese amor que tiene
mundo nadie puede seguir de verdad a Jesús sin participar de sus su- como signo la paz y hasta el gozo.
frimientos. Pablo, como acabamos de decir, hace del deseo de estar
con Cristo el de participar en sus sufrimientos: «Ahora me alegro por El sufrimiento de Dios, único consuelo para el suírimiento del hombre
los padecimientos que sufro por vosotros, y completo en mi carne lo
que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es En el sufrimiento de Jesús nuestra época no atiende tanto a su as-
la Iglesia» (Col 1, 24). En efecto, Pablo revive lo que vivió Cristo; el pecto reparador y expiatorio que va del hombre a Dios, cuanto a la
cumplimiento de su ministerio y la justicia de su existencia provocan «compasión» con que Dios viene hacia el hombre para asumir en sí
la contradicción y lo conducen, a través de una vida de sufrimientos todo el peso de su sufrimiento. Ante el «acumularse incomparable de
y de debilidades, a una muerte semejante a la de Cristo. La tradición
espiritual le hará eco. San Ignacio propone, por ejemplo, a sus ejerci-
tantes, seguir a Cristo en la pena para seguirle también en la gloria61.

60. Cf.Y.DE MONTCHEUIL, Legons sur le Clirisl, Epi, Paris 1949, 135-147. 62. M. SCHELER, o. c , 66.
61. IGNACIO DE LOYOLA, Ejercicios espirítvales, n. 95. 63. Y. DE VIONTCHEUIL, o.c, 141.
LA EXPIACIÓN DOLOROSA Y LA PROPICIACIÓN 349
348 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR

«Si para el siglo XX el sufrimiento fue "la roca del ateísmo", resulta
sufrimientos» 64 que caracteriza a nuestro tiempo, ya hemos podido que en nuestro siglo no hay nada que llame tanto nuestra atención
apreciar la sensibilidad del hombre que sufre bajo la pluma de W. sobre Dios como sus derrotas en el mundo. El que Dios haya sido
Kasper 65 Esta percepción del sufrimiento, que afecta a la cuestión ofendido en el mundo, ajusticiado, expulsado y muerto por el gas, ésa
misma de Dios, es una llamada a la solidaridad divina con la miseria es la roca de la fe cristiana... Lo que tienen en común los cristianos es
humana: la "participación en el sufrimiento de Dios en Jesucristo"»71.
«La cuestión de Dios es para el doliente la cuestión de la compasión En esta percepción de las cosas hay un acento auténticamente
de Dios —en el sentido literal de la palabra—, de la identificación de cristiano y un dato que pertenece al misterio de nuestra salvación,
Dios con el sufrimiento y la muerte del hombre... con tal de que no hagamos de ello una exclusiva. Nos remite a la es-
La cuestión de Dios, cuando se plantea concretamente ante el mal y cena del juicio final (Mt 25,31-46), en donde Jesús se identifica con
el sufrimiento, sólo tiene respuesta a nivel cristológico y estaurológi-
66 los que pasan hambre y sed, con los que son extranjeros, con los des-
CO» .
nudos, los enfermos y encarcelados.
También hemos encontrado esta sensibilidad en J. Moltmann a
propósito de la justicia y de la justificación 67 . En él el sufrimiento hu- La expiación: una necesidad del hombre
mano aparece ante todo como inocente, o sin proporción alguna con
el pecado. Por eso la pregunta que plantea a Dios no puede obtener «Dios no tiene necesidad de nuestra expiación, pero nosotros te-
respuesta más que en la cruz. Y la cruz misma es revelación de la nemos necesidad de reparar si tenemos por él un amor auténtico... En
Trinidad, alcanzada por la división del sufrimiento: la salvación llega todo el proceso de expiación, no se trata de las relaciones de Dios
«sólo estando en Dios mismo toda perdición, el abandono por su con nosotros (o sea, de su amor siempre inmutable), sino de nuestras
parte, la muerte absoluta, la maldición infinita, la condena y el hun- relaciones con Dios» 72 . Al final de este largo recorrido por la expia-
dirse en la nada; sólo entonces representa este Dios la salvación eter- ción, hemos de repetir sobre ella lo que Jreneo decía del sacrificio:
na, la alegría infinita, la elección indestructible y la vida divina» 68 . Dios no lo necesita; no exige ninguna compensación del peso del pe-
Este contraste llamativo expresa la conversión de todo el peso del su- cado por un peso de sufrimiento; la expiación no está al servicio de
frimiento humano en la dicha sin fin. Con su lucidez de testigo, N. una justicia conmutativa o vindicativa. Sin embargo, la expiación, en
Leites ha analizado bien esta percepción. El hombre se ve consolado su sentido «convertido», es necesaria: no para Dios, sino para el
en su sufrimiento, porque Dios ha sufrido como él. Leites recoge esta hombre. Va en provecho del hombre y para honor del hombre. No es
anécdota: ni mucho menos un paso previo para el perdón de Dios; al contrario,
está basada en su voluntad de perdón. Intenta responderle y corres-
«Un antiguo detenido de Auschwitz contaba: "En una ocasión colga- ponderle, a fin de que el perdón sea efectivamente posible para mí
ron a dos hombres y a un muchacho. Detrás de mí oí a un detenido
aquí y ahora. Por tanto, está orientada hacia Dios y ordenada a la re-
preguntando en voz baja: ¿Dónde está Dios? Unos instantes después
todavía seguía preguntando: ¿dónde está Dios? ¿dónde está Dios? conciliación. Es la actuación concreta y existencial de la conversión.
Entonces se me ocurrió esta idea: Está ahí; colgado de esa horca"»69. Es intercesión y desarraigo doloroso de toda la parte de pecado que
hay en mí. No es un castigo querido arbitrariamente por Dios; es la
Y el autor comenta: «lo que más me ayuda en el sufrimiento es el consecuencia del mal que me han hecho mis propios pecados. Es vo-
pensar que hay u n Dios que sufre como yo... El hecho de que un luntad de reparación. Pero, sobre este fondo que ningún pecador
Dios sufra como yo da dignidad a mi propio sufrimiento» 70 . puede olvidar, la expiación puede finalmente y sobre todo convertirse

64. JUAN PABLO II, o. c, n. 8: p. 207,


65. Cf. supra, 26.
66. W. KASPER, El Dios de Jesucristo, Sigúeme, Salamanca 1965, 192 71. D. BOMHOEFFER, Resistencia y sumisión, Sigúeme, Salamancsa 1983, citado por
67. Cf. supra, 271-272. N. LEITES. O. C, 152-153.
68. J. MOLTMANN, O. C, 348-349. 72. P. EDER, citado por P. NEUENZEIT, Encyclopédie de la foi, t. II, Ceif, Paris
69. Citado por N. LEITES, Le mcurtre de Jesús moyen de salud, o. c. 151-152 1965, 139, art. tExpiation».
70. Ibld
350 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR

en participación de la expiación amorosa de Cristo para la salvación


del mundo. 12
La expiación personal de Jesús es paradójica, ya que es obra del
Inocente, que convierte en intercesión, propiciación y expiación peni-
La satisfacción
tencial el pecado de los otros abatido sobre él. En Jesús el hombre se
vuelve hacia el Padre: Jesús da a todo ser humano la posibilidad de
realizar ese cambio, es decir, esa conversión. Cada uno recibe la posi-
bilidad de interceder y de orar, pero también de poner todo su sufri-
miento al servicio del amor y de conferirle una fecundidad reparado-
ra. La expiación nos dice que la reconciliación pide de nosotros un
esfuerzo, un trabajo doloroso ejercido con nosotros mismos gracias a Con la categoría de satisfacción tocamos ya un vocabulario que
Cristo. Nos hace también capaces de asociarnos, a través de todo lo no pertenece a la Escritura. Este término proviene de la tradición
que vivimos, a la «intercesión existencia!» de Cristo por nuestra sal- eclesial y conoció una gran fortuna en el occidente latino a partir de
vación. la Edad Media. En torno a él se organizó una teología de la redención
y de la salvación que poma el acento en la mediación ascendente de
Dicho esto, que es esencial, siempre tendremos que enfrentarnos Cristo. Guarda relación con las ideas de sacrificio y de expiación; el
a propósito de la expiación con un problema de vocabulario. En nues- contenido que encierra comunica con ellas, a pesar de que conserva
tro mundo cultural está aún lejos de haberse roto el engranaje de su un carácter específico que le viene de su origen jurídico. Su valor
desconversión. Pero esta palabra está en la Escritura. En ella se cris- propio radica en que expresa que no puede haber reconciliación entre
taliza todo un mensaje de la revelación. Por consiguiente, resulta in- Dios y el hombre sin que este último intente reparar, en la medida
soslayable para todo cristiano que desee leer la palabra de Dios y que le sea posible, el mal que ha cometido. La satisfacción es una
vivir de ella. La exégesis, la teología, la catequesis y la predicación exigencia de verdad para la conversión del hombre. Cede sin duda al-
tienen todavía mucho que decir para devolverle su sentido cristiano. guna en honor de Dios, pero también contribuye al honor y al bien
Este capítulo ha intentado ofrecer una contribución a esta tarea. del hombre. Pero lo mismo que la categoría de expiación pudo verse
afectada por la idea de una justicia vindicativa, también la de satis-
facción puede contagiarse con la idea de una justicia conmutativa.
Por esta razón ha dado lugar a las des-conversiones ya mencionadas.
Fue san Anselmo de Cantorbery el que colocó la satisfación en el
centro de la doctrina de la salvación. Su influencia fue decisiva en la
Edad Media y en los tiempos modernos, aunque se retuvo de él una
argumentación simplificada en la que volvía a introducirse sutilmente
la idea de compensación. Así pues, le dedicaremos especialmente a él
este capítulo, para poder distinguir su doctrina propia de las interpre-
taciones posteriores. La enseñanza de este recorrido histórico y doc-
trinal nos permitirá trazar una especie de balance.

I. EL TESTIMONIO DE LA TRADICIÓN

La entrada fe la satisfacción en la teología


El término de satisfación viene del derecho romano. Lo primero
que hay que señalar es que no expresa el pago total de una deuda o la
352 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA SATISFACCIÓN 353

compensación rigurosa del mal cometido. Satís-facere quiere decir


hacer bastante. En el derecho romano la satisfación tenía lugar con el En las liturgias antiguas se utiliza el término de satisfacción a
pago de una deuda: el acreedor quedaba en paz con el deudor que propósito de la intercesión de los santos e incluso, alguna que otra
había hecho lo que había podido, que había hecho bastante. vez, a propósito del mismo sacrificio eucarístico. Así, por ejemplo,
esta oración de la liturgia mozárabe:
Tertuliano, abogado y jurista de formación, que representó un
papel muy impórtate en la creación de una lengua teológica cristiana «Te ofrecemos, Padre soberano, esta (hostia inmaculada) por tu santa
en occidente, fue el primero que aplicó el término de satisfacción a la Iglesia, para la satisfacción del mundo pecador, para la purificación
conducta penitencial del pecador, tanto antes del bautismo, como de las almas, para la curación de todos los enfermos, para el reposo o
después de él. la indulgencia en favor de los fieles difuntos*5.
«Afligiendo la carne y el espíritu, satisfacernos por el pecado y al Este paso del contexto penitencial al contexto eucarístico en estos
mismo tiempo nos fortalecemos de antemano contra las tentacio- documentos antiguos es muy interesante, pero sigue siendo raro y se
nes» 1 . pierde a continuación, volviendo el término de satisfacción a su uso
«Lo has ofendido, pero todavía puedes reconciliarte con él. Te las penitencial.
tienes que ver con alguien que acepta una satisfacción y hasta la
desea» 2 .
San Anselmo: el horizonte del «Cur Deus homo?»
Tertuliano utiliza esta palabra de pasada y sin insistir en ella. A
continuación, la idea de satisfacción se aplicará corrientemente a la Si ningún libro ha ejercido tanta influencia en la doctrina de la re-
disciplina durante la cual la Iglesia le pide al pecador arrepentido que dención en occidente como el cur Deus homo? ¿Por qué un Dios
manifieste a lo largo del tiempo su conversión mediante una conduc- hombre? de san Anselmo, tampoco hay ningún teólogo de la tradi-
ta penitencial rigurosa. Cuando esta donducta haya sido considerada ción que sea hoy un signo tan grande de contradicción. Se puede ha-
«suficiente» para expresar un desarraigo real del pecado, una supera- blar de un proceso intentado contra san Anselmo, después de las críti-
ción del mismo, un cambio afectivo de vida y el deseo de reparar en cas de V. Aulen, en el que acusadores y defensores se cruzan sus
lo posible el mal cometido, la Iglesia reconciliará al pecador, que argumentos 6 . No es mi intención pronunciar el juicio de absolución o
habrá «hecho ya bastante». de condena contra san Anselmo, sin exponer lo mejor posible lo que
Hay que esperar a san Ambrosio para que se utilice el término de él dijo y quiso decir, distinguiendo bien entre lo que le toca en pro-
satisfacción a propósito de Cristo en la cruz. Relacionando dos versí- piedad y su interpretación más o menos degradada en la escolástica,
culos de los salmos: «Muchos son los que sin causa me odian» (Sal que introdujo en la soteriología ciertas ambigüedades, por no decir
38, 20) y «Sin causa me odian» (Sal 69,5), Ambrosio indica: elementos nocivos.
«Algunos piensan que estos dos salmos se dijeron de la persona de Importa ante todo situar la argumentación de Anselmo en el con-
Cristo que satisfacía al Padre por nuestros pecados» 3 . Cristo sufre por junto de las preocupaciones del autor, inserto a su vez en la cultura
unos pecados que no son los suyos, porque «satisface», como peni- de su tiempo. En su diálogo con Bosón, el interlocutor que presenta a
tente, por los pecados de los otros. Ambrosio, que es uno de los testi- Anselmo las objeciones hechas contra el dato cristiano de la encarna-
gos de la doctrina del rescate del demonio4, lee igualmente la satis- ción redentora —objeciones que vienen por una parte de algunos
facción dentro del carácter oneroso de la salvación. cristianos que creen sin comprender, y de otra de infieles que no
creen ni comprenden—, Anselmo intenta enfrentarse con una cues-
tión nueva que surge de la racionalidad humana, en la que coincide la

1. TERTULIANO, De bapt. XX 1: SC 35, 1952,95.


2. b . , De Poenit. VII, 14: Se 316, 1984, 17?. 5. Líber mozarabicus sacra mentor um, 13, cd. Férotin, París 1912, col. 55, citado
3. AMBROSIO , hi Ps. XXXVII enarraüo, 53: PL 14, 1036 s. por por J.RIVIERE, Sur les premieres applications du terme «saásfactio» a l'oeuvre du
4. ID., EpisL 72,8: PL 16,1245c-1246a: «El precio de nuestra liberación era la san- Christ, IV, Biilleün de Litt. ecclés., 1924, 364.
gre del Señor Jesús, que necesariamente tenía que pagar a aquel a quien estábamos ven- 6. Cf: H. CORBIN, en ANSELME DE C ANTORBERY, Lettre sur l'Incarnation du
didos por nuestros pecados». Verbe. Pourquoi un Dieu-homnie, trad. intr. et notes par M. Corbin et A. Galonnicr,
Cerf, París 1988, Introd. 17-23, que opone particularmente L. Bouyera H. U. von Bal-
354 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA SATISFACCIÓN 355

p r o b l e m á t i c a de los u n o s y de los otros. ¿En n o m b r e de qué razones L a objeción se repite bajo diversas formas. Lo que v a en contra
se p u e d e justificar o afirmar c o m o necesaria la e c o n o m í a de la salva- de la r a z ó n es q u e «el Altísimo baje a tantas humillaciones, que el
c i ó n q u e condujo al Hijo de D i o s al suplicio de l a cruz? E n efecto, q u e es t o d o p o d e r o s o h a g a u n a c o s a con tanto trabajo» (I, 8) 8 . La o b -
¿no parece esta e c o n o m í a o d i o s a e indigna de D i o s , tanto del Padre jeción se h a c e a ú n m á s incisiva cuando pregunta por qué el P a d r e in-
c o m o del Hijo? Las objeciones hacen resurgir lo que Pablo llamaba fligió u n trato semejante al q u e designa como su Hijo a m a d o :
«el escándalo p a r a los j u d í o s y la locura para los p a g a n o s » (1 Cor 1,
23) d e la p r e d i c a c i ó n del M e s í a s crucificado. P e r o P a b l o v e í a allí la «¿Qué justicia puede ser la que consiste en entregar a la muerte por
revelación paradójica del poder y de la sabiduría d e Dios. En tiempos los pecadores al hombre más justo de todos? ¿Qué hombre habría
que no fuese juzgado digno de condenación si, por librar a un malhe-
de A n s e l m o , la r a z ó n , incluso la de los creyentes, insiste e intenta
chor, condenase a un inocente?... Porque si (Dios) no pudo salvar a
c o m p r e n d e r más. Es que la repetición de las afirmaciones de la tradi-
los pecadores más que condenando a un justo, ¿dónde está su omni-
ción anterior sobre este t e m a se p r e s e n t a c o m o u n a respuesta insufi- potencia? Y si pudo, pero no quiso, ¿cómo defenderemos su sabidu-
ciente. Sin e m b a r g o , es de allí de d o n d e parte san A n s e l m o . Es inte- ría y su justicia?» (I, 8) 9 .
resante observar c ó m o el c o m i e n z o de su libro recoge la exposición «Parece muy extraño que Dios se deleite o necesite de la sangre de
clásica d e r i v a d a de los padres y centrada en la redención, en el c o m - un inocente, de suerte que no quiera o pueda perdonar al culpable
bate victorioso de Cristo sobre el d e m o n i o , combate que le permite al más que con esta muerte» (I, 10) .
h o m b r e vencer a su vez al que lo había vencido (cap. I, 3). Este capí-
tulo tiene incluso cierto sabor a Ireneo. R e c o g e el famoso «es preci- Resulta interesante recoger en la pluma de A n s e l m o unas objecio-
so» de la Escritura, a partir del cual el doctor del siglo II expresaba la nes tan « m o d e r n a s » , especialmente la última. Su respuesta no t i e n e
c o h e r e n c i a interna d e l a e c o n o m í a de la salvación. Este tipo d e res- n a d a de a m b i g ü e d a d y respeta perfectamente la triangulación de los
puesta sitúa c o m o punto de partida la liberalidad del a m o r de D i o s actores del misterio de la cruz. «(Dios) no le forzó a la muerte contra
para con el h o m b r e y «la altura de su misericordia», totalmente orde- su voluntad ni p e r m i t i ó que fuese muerto, sino que él m i s m o buscó la
n a d a a la restauración del m i s m o . Así pues, la mediación descendente m u e r t e p a r a salvar a los h o m b r e s » (I, 8 ) " . Si los j u d í o s lo persiguie-
de Cristo, e s u n presupuesto q u e subyace a t o d a la reflexión de An- ron h a s t a la m u e r t e , fue « s e n c i l l a m e n t e p o r q u e o b s e r v a b a de u n
selmo. m o d o rectísimo l a verdad y la justicia en su vida y en sus palabras»
(I, 9) 1 2 . Jesús sufrió la muerte, «no por la obediencia de tener q u e
Pero este discurso tradicional p r o v o c a inmediatamente la pregun- a b a n d o n a r la v i d a , sino por la obediencia de guardar la justicia, en la
ta y la objeción. Si esto es verdad, ¿por qué escogió Dios un medio q u e perseveró c o n tanta constancia, que por ella incurrió en la m u e r -
tan difícil, siendo así que estaba a su alcance u n medio más fácil? La te» (I, 9) 1 3 . Por c o n s i g u i e n t e , el Hijo no fue ni m u c h o m e n o s c o n d e -
voluntad o m n i p o t e n t e de Dios bastaba para la salvación del h o m b r e y n a d o p o r u n P a d r e q u e deseara la venganza. Los dos buscan la restau-
el perdón de sus p e c a d o s : r a c i ó n d e la n a t u r a l e z a h u m a n a . P o r t a n t o , el P a d r e q u i e r e e s t a
muerte en cuanto q u e es salvífica, pero a pesar de su carácter d o l o r o -
«La ira de Dios no es otra cosa más que la voluntad de castigar. Si, so:
pues, no quiere castigar los pecados de los hombres, libre es el hom-
bre de pecados, de la ira de Dios, del infierno y del poder del demo- «Como al Padre le agradó la voluntad del Hijo y no le prohibió el
nio. Por lo cual, si no quiso salvar al género humano más que de la querer o cumplir lo que quería, con razón se afirma que quiso que el
manera que decís, habiendo podido hacerlo con su sola voluntad..., es Hijo sufriese la muerte tan piadosa y tan útilmente, aunqve no desca-
evidente que negáis su sabiduría. Porque no se ha de juzgar hombre se su tormento» (I, 10)14.
discreto aquel que sin motivo hiciese con gran trabajo lo que podía
hacer fácilmente... Porque, si no podía de otro modo, quizás entonces
hubiera sido necesario que demostrase su amor de ese modo; pero 8. Ibid.,161.
como no es asi, ¿qué motivo hay para que haga y sufra cuanto decís 9. Ibid, 761-763.
para mostrar su amor?» (1, 6) 7 . 10. Ibid.,713.
11. Ibid. Jñ.
12. Ibid.
13. Ibid.,7í5.
7. ANSELMO, Obras completasl, trad. J. Alameda, BAC, Madrid 1952, 755-757. 14. ibid.,711.
356 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA SATISFACCIÓN 357

Paradójicamente, esta respuesta satisfacía más a los modernos jurídica de robo; pecar es cometer de alguna manera un robo supe-
que a los contemporáneos de san Anselmo. Pero Anselmo insertó rior, el robo del honor de Dios. Así pues, la reparación exige no sola-
igualmente en su problemática una reflexión capital para su argumen- mente una restitución completa, sino también un plus de compensa-
tación futura. Si Dios no liberó a su Hijo, especialmente en la hora de ción del perjuicio causado:
la agom'a, es porque «el Padre no quería restaurar al género humano a
«El que no da a Dios este honor debido, quita a Dios lo que es suyo y
no ser haciendo el hombre una cosa tan grande como era esa misma
le deshonra: y esto es precisamente el pecado. Y mientras no devuel-
muerte» (I, 9) 15 . El perdón de Dios no puede bastar para la salvación ve lo que ha quitado, permanece en la culpa; ni basta el que pague
de los hombres, si por parte de los hombres no venía algo a corres- sólo lo que ha quitado, sino que, a causa de la injuria inferida, debe
ponder a ese perdón. Los padres de la Iglesia tenían ciertamente el devolver más de lo que quitó» (I, 11)17.
sentimiento de que en la salvación hay que respetar el honor y el bien
del hombre. Habían señalado la dinámica ascendente del sacrificio y Anselmo se sirve incluso de la imagen del «pretium doloris»,
de la expiación. Pero no habían formalizado la necesidad de la exi- pero la trasforma hablando a propósito de ese plus de algo que agrade
gencia reparadora que plantea el perdón respecto al hombre, si quiere a Dios. Así pues, una satisfacción completa requiere estos dos ele-
ser digno de este nombre. Así pues, Anselmo concentra su atención mentos.
especulativa en este aspecto de necesidad, que no habían tomado su- El análisis se basa en una trasferencia analógica entre el orden de
ficientemente en cuenta sus predecesores. Semejante necesidad se de- la justicia en el mundo y el orden de la justicia divina, que exige la
riva a la vez de arriba y de abajo: de arriba, porque es expresión de la supresión del desorden causado por el pecado. La vuelta al orden
misericordia de Dios, mayor que su justicia, y que por esa razón le exige por tanto que Dios reciba satisfacción del pecador, o bien, si
concede al hombre el honor de querer que él cumpla una reparación éste se niega, que sea castigado. Dios recobrará así su honor de grado
en justicia; pero por vía de consecuencia esta necesidad viene tam- o por fuerza. Porque ni él puede perderlo ni el hombre puede escapar-
bién de abajo, es decir, de la situación del hombre pecador. Así pues, se de Dios: o bien se someterá a Dios en la obediencia, o bien será
si la iniciativa de amor de Dios en su Hijo pasó por esta extraña y es- puesto bajo su voluntad que castiga. Al final de estas reflexiones in-
candalosa muerte de Cristo en la cruz, es que había algo que la hacía terviene la fórmula tan conocida: «Es necesario que a todo pecado le
necesaria tanto por parte de Dios como por parte del hombre. siga la satisfacción o la pena» (I, 15)18.
Ante un argumento tan riguroso, Bosón presenta una objeción muy
comprensible. ¿No es contradictorio que Dios nos exija a nosotros perdo-
San Anselmo: la argumentación de base nar sin contrapartida, mientras que él se niega a hacerlo? La respuesta de
Anselmo no vacila ante el término de venganza (vindicta) que se con-
Así pues, Anselmo intenta mostrar la necesidad de la economía
sidera aquí necesaria: «A nadie toca hacer venganza sino a él, que es
de la encarnación redentora a partir de la necesidad de una reparación
que viniera del hombre por la ofensa hecha a Dios. Y lo hace, como el Señor de todas las cosas» (I, 12)' 9 . Las autoridades políticas ejer-
se complace en repetir, «con sola la razón» 16 , como si no hubieran cen esta venganza en su nombre, cuando son justas.
existido nunca Cristo y la fe cristiana. Por otra parte, este postulado Toda esta argumentación, que hace un uso repetido del dilema,
se plantea dentro de la fe, con ese distanciamiento que la fe toma está dirigida por u n a cierta idea de la grandeza d e Dios. Esta grande-
frente a sí misma, a fin de mostrar mejor que no puede haber salva- za aleja de Dios t o d o tipo de inconveniencia 20 . Anselmo está en las
ción para el hombre sin Jesucristo. antípodas de todo voluntarismo divino: hay cierta forma de miseri-
cordia que no le conviene a Dios, puesto que acarrearía una injusti-
1. Primer tiempo: todo debe ir seguido de una satisfacción o de cia. Sería inútil pretender que una cosa es justa porque Dios la quie-
una pena. El pecado es analizado por Anselmo según la categoría del
honor ofendido, violado y robado, lo cual lo relaciona con la noción
17. Ibid.,115.
18. ¡bid.,H5.
15. Ibid.,769. 19. Ibid., 179.
16. Ibid, 809; cf. Prólogo, 743. 20. /bid.,)l,20, 807.
358 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA SATISFACCIÓN 359

re; al contrario, la quiere porque es justa. Por otra parte, el orden de una condición necesaria para la salvación del hombre, que ha sido
justicia que Dios persigue es un orden de belleza: no es posible que creado con vistas a la bienaventuranza, sino que es igualmente nece-
Dios soporte una deformidad en el seno de sus designios 21 . Es como saria desde el punto de vista de Dios, que no puede aceptar haber cre-
un hombre rico que no puede guardar en su tesoro una perla que un ado al hombre «en vano» y renunciar a cumplir el designio emprendi-
ladrón hubiera mancillado. De esta manera la compensación es com- do con su criatura. Por tanto, es preciso que se realice el designio de
parada con una limpieza22. Dios y que —se trata de un aspecto muy importante para Anselmo—
la ciudad de Dios, disminuida por el pecado de los ángeles, pueda
2. Segundo tiempo: el hombre pecador es radicalmente incapaz
completarse en la aportación de los hombres. Esta necesidad no es ni
de satisfacer. Como buen cristiano, Bosón enumera todo lo que el
mucho menos una constricción que pese sobre Dios; se trata de una
hombre puede hacer para purgar su pecado: «Con la penitencia, con
necesidad interior que se identifica con la gratuidad27. Porque el que
el corazón contrito y humillado, con las abstinencias y diversos traba-
se somete libremente a la necesidad de hacer el bien, lo hace gratuita-
jos corporales, con la misericordia de dar y perdonar y con la obe-
mente. Así, al crear al hombre con su bondad, Dios «se obligó en
diencia» (I, 20)". Pero Anselmo le replica enseguida: todo esto se lo
cierto modo espontáneamente a terminar la obra comenzada» (II,
debes ya a Dios, aunque no hayas pecado. Todo lo que tú le das a
5fs. Ya Ireneo había dicho que la obra de Dios no puede verse abo-
Dios viene de él y se lo debes ya todo. No te queda nada que puedas
cada a un fracaso; va en ello el arte y la armonía del designio divino.
devolverle por el pecado. No puedes hacer nada.
Este tercer tiempo de la argumentación nos muestra que toda la inten-
Por otra parte, suponiendo que todas esas obras de obediencia y ción de Anselmo se inscribe en definitiva en una gratuidad divina
de caridad no se debieran ya a Dios por el título de la creación, el que no es otra cosa sino la gracia. La necesidad de la satisfacción,
hombre seguiría estando sin nada con que satisfacer, ya que el peca- con su exigencia cuantitativa, se ve envuelta en este movimiento des-
do más pequeño tiene un valor infinito respecto a la majestad ofendi- cendente de la iniciativa gratuita de Dios.
da de Dios. Pues bien, «Dios exige la satisfacción según la gravedad
del pecado» (I, 21) 24 . La lógica de una reparación cuantitativa choca 4. Cuarto tiempo: sólo un Dios-hombre puede cumplir la satisfac-
con la desproporción radical que existe entre el hombre y Dios, que ción que salva al hombre. Ya tenemos reunidos todos los términos
es superior a todo. Este argumento se refuerza con la consideración del problema Por una parte, ningún hombre puede satisfacer, ya que
de la imposibilidad para el hombre de vencer al diablo y liberarse de ninguno puede ofrecer a Dios por el pecado «algo mayor que todo lo
su esclavitud, «siendo concebido y naciendo en pecado, como conse- que existe fuera d e Dios» (II, 6), y sin embargo es al hombre a quien
cuencia del primer pecado» (I, 22)". Esta reflexión constituye un re- le corresponde satisfacer. Por otra parte, sólo Dios sería capaz de rea-
torno a la perspectiva patrística: el hombre es parecido a uno que a lizar una satisfacción digna de Dios, pero de nada serviría que Dios
pesar de las advertencias, hubiera caído en una profunda fosa y no satisfaciera en lugar del hombre. Por tanto, la solución que se impone
pudiera salir solo de ella 26 . La segunda razón está de hecho ordenada es la siguiente:
a la primera. Anselmo vuelve a orientar según la perspectiva de la sa-
«Si pues, como se ha demostrado, es necesario que la ciudad celestial
tisfacción el antiguo dato doctrinal: el hombre caído en el pecado no
se complete con los hombres, y esto no puede hacerse más que con la
puede encontrar la salvación por sus propias fuerzas. dicha satisfacción, que no puede dar más que Dios, ni debe darla mas
3. Tercer tiempo: ¡a satisfacción es necesaria para completar el que el hombre, sigúese que ha de darla necesariamente un hombre
Dios» (II, 6 f .
designio de Dios sobre el hombre. No solamente la satisfacción es
A partir de esta conclusión, Anselmo «deduce» la encarnación, es
decir, recobra la coherencia de los datos nuevos de la cristología tra-
21. Ibid., 783-784. Cf. el estudio dedicado a san Anselmo por H.U. VON BALTHA dicional. Lo m i s m o que los padres habían construido esta cristología
SAR, Gloria. Una estética 2. Estilos eclesiásticos, Encuentro, Madrid 1986, 207-252.
22. Cf. I, 19, en Obras completas,o. c , 805.
23. Ibld.,807.
24. ft/d.,813. 27. Ibid.,m.
25. Ibid, SIS. 28. Ibid.
26. Ibid.,817. 29. lbid..B5.
360 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA SATISFACCIÓN 361

Justicia para Anselmo

con la ayuda del argumento soteriológico, también Anselmo muestra, El lector contemporáneo, aunque no guarde prevenciones contra
a partir de esta nueva forma de exigencia soteriológica que es la satis- la argumentación de san Anselmo, corre el riesgo de sentirse herido
facción, la necesidad de las dos naturalezas en Cristo y de la unidad por algunos acentos de su pensamiento, que afloran en el resumen
de su persona, dentro de una perspectiva muy calcedoniana 30 . Con que acabamos de hacer. En el discernimiento crítico que propongo,
este mismo espíritu «deduce» la alta conveniencia de la concepción voy a intentar señalar los pros y los contras, fuera de todo espíritu
original y analiza el valor ante Dios de la muerte de Jesús. Cristo es partidista. El prejuicio favorable que se debe a todo autor me impone
sin pecado y, por tanto, no está sometido a la ley de la muerte que no comenzar por subrayar todo el aspecto positivo de su reflexión y por
afecta al hombre más que en virtud de su pecado. Pero si Cristo no hacerle justicia ante ciertas acusaciones infundadas.
está sometido a la muerte, puede morir, si lo quiere, voluntariamente.
De esta situación es de donde nace su capacidad para satisfacer: por 1. La argumentación de Anselmo se comprende realmente dentro
una parte, puede ofrecer a Dios «algo mayor que todo lo que no sea de un proceso en el que la fe intenta comprender los datos de su pro-
Dios» y, por otra, puede hacerlo sin que sea «una cosa exigida y de- pio misterio. Pero este acto de inteligencia de la fe recae sobre una
bida» 31 . Anselmo ve también una conveniencia en la correspondencia lógica divina, que siempre se escapa del orden de las razones huma-
antitética entre lo absoluto del pecado de Adán y lo absoluto de la sa- nas. Por eso todo razonamiento sobre la encarnación redentora se ve
tisfacción realizada por Cristo: atravesado también por el movimiento tradicional que condiciona el
conocimiento de Dios. Su primer tiempo es la afirmación en Dios de
«Si el hombre pecó por el placer, ¿no es conveniente que satisfaga un atributo que le conviene, aunque se trasponga analógicamente a él
por el sacrificio? Y si tan fácilmente fue vencido por el demonio con a partir de nuestro conocimiento de las cosas finitas, y que supone
la mayor facilidad y deshonró así a Dios pecando, ¿no es justo que en por ello una inadecuación inevitable con la realidad aludida. El se-
la satisfacción ofrecida a Dios por el pecado encuentre la mayor pena
gundo tiempo es el de la negación, por el que se aparta entonces de
posible en vencer al demonio y dar gloria a Dios? ¿No es razonable
que el que por el pecado se separó de Dios lo más que pudo, por la esta afirmación todo lo que no conviene a Dios: ante la reflexión,
satisfacción se entregue a él lo más que sea posible?» (II, 11)32. esta negación se presenta como la negación de una negación, es
decir, como la negativa a poner algún límite en Dios. Se descubre en-
Finalmente se subraya el valor ejemplar de la muerte de Cristo. tonces que Dios se sitúa más allá de las oposiciones simples de nues-
San Anselmo muestra entonces cómo esta muerte prevalece contra tra lógica y que en él pueden coexistir dialécticamente ciertos contra-
todos los pecados del mundo, porque se trata del don de una vida que rios. Se llega así al tercer tiempo, el de la vía de eminencia o de
«vale más que todos los pecados de los hombres», con lo que «esa trascendencia, que se enfrenta con esta coincidencia de contrarios.
vida dada en expiación de los pecados prevalece sobre todos ellos» N o se ignora que las razones que se desarrollan de la mejor manera
(II, 14)33. Esta muerte destruye incluso los pecados de los que hicie- posible no son más que la cara visible del iceberg de las razones
ron morir a Cristo, teniendo en cuenta que aquel crimen se cometió ocultas en Dios, siempre mayores y siempre más profundéis que las
por ignorancia. Al final de su exposición, Anselmo escribe estas q u e nosotros podemos analizar. Anselmo es perfectamente conscien-
palabras de «satisfacción» por el resultado obtenido: «Es evidente te d e todo esto. El lector moderno puede sentirse a disgusto ante el
por tanto que Cristo, al que creemos Dios y hombre, ha muerto por j u e g o repetido de los dilemas y el carácter aparentemente intempe-
nosotros» (II, 15)34. r a n t e de una lógica que anda buscando siempre una «razón necesa-
r i a » . Puede también inquietarse por la llamada a la equivalencia o a
la proporción exacta entre el pecado y la satisfacción. D e hecho, en
nuestro autor, la lógica de la igualdadse integra siempre con una ló-
30. Ibid., 837. g i c a del plus; la proporción exacta se pierde en la desproporción ab-
31. Ibid, 849. soluta, ya que es Dios el que está en discusión. Hay p o r su parte un
32. Ibid, »5l. plus en el orden de las razones, que jamás podemos alcanzar, un plus
33. /Wd.,851.
34. Ibid, 859. en la iniciativa de nuestra salvación, un plus finalmente en la gratui-
362 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA SATISFACCIÓN 363

cabe duda de que Anselmo escudriña con diligencia la necesidad y la


dad de un amor que derriba toda noción de equivalencia. De este
exigencia de una satisfacción que venga del hombre, ya que sin ella
modo las «razones necesarias» se reducen a «razones de alta conve-
no podría hablarse seriamente de una salvación que recree al hom-
niencia». Anselmo busca lo que es más conveniente a Dios, dejando
bre. Pero Dios le da al hombre los medios y la facultad de cumplir
bien asentado que se hace de Dios una idea que está más allá de todo
con esta «prestación»: es en Jesucristo un don de la gracia de Dios.
ídolo. Pero semejante presupuesto requiere por parte del hombre un
Es muy de lamentar que no se haya atendido suficientemente a este
proceso de conversión constante.
horizonte tradicional del pensamiento anselmiano, a pesar de sus afir-
Este es el espíritu que permite aquel famoso «partiendo de la hi- maciones expresas y de sus repetidas indicaciones de la victoria de
pótesis de que no exista Jesucristo» 33 . Anselmo traspone simplemente Cristo sobre el demonio.
la problemática que mantenía en la prueba de la existencia de Dios 36 . 3. Por tanto, se puede fácilmente liberar a Anselmo de toda sos-
Semejante ejercicio es el paso al límite de un discurso creyente. No pecha de «pacto sacrificial» y de apelación a la justicia vindicativa.
se trata de una deducción absolutamente racional, sino de un discer- El término de expiación está ausente de su obra 39 , así como el de sa-
nimiento de la inteligibilidad interna de la economía de la encarna- crificio, a pesar de la comunicación semántica entre estos términos y
ción. Al obrar así, Anselmo continúa por otra parte la investigación el de satisfacción. Tampoco se habla nunca de «rescate». Por otra
patrística, aunque su esfuerzo racional se dirige a la solución de nue- parte, su preocupación está constantemente puesta en la «reparación»
vas cuestiones. Dejando aparte el anacronismo, se puede comparar su del hombre o en su «restauración» 40 . Anselmo ha aceptado las obje-
esfuerzo con el de K. Rahner, que al Final de su «cristología trascen- ciones de Bosón sobre el placer que pudiera experimentar Dios ante
dental» deduce de alguna manera el concepto de Cristo 37 . Evidente- la muerte de un inocente. Mantiene sin duda que el derecho a castigar
mente, un razonamiento por el estilo sólo era posible porque ya cono- a los malvados es propio de Dios, pero esta reflexión interviene para
cía él a Cristo. rechazar el derecho a la venganza al hombre ofendido. Corbin opina
2. Anselmo inscribe su reflexión en la perspectiva de lo que Dios que los capítulos 8-10 del libro I «descartan radicalmente, en su exé-
tiene ante sí mismo la obligación de hacer, al mismo tiempo para que gesis, toda idea de que una sangre inocente, derramada por un sacrifi-
sea respetado su honor y para que se logre su designio sobre el hom- cio, pueda agradar a Dios»41.
bre. Estos dos objetivos no hacen más que uno solo. El honor de Dios 4. La coincidencia trascendente de los contrarios en Dios se veri-
no tiene que comprenderse como el de un reyezuelo celoso de su re- fica particularmente en el caso de la misericordia y la justicia. Una
putación y dispuesto a sacrificarlo todo a su capricho. El honor de lectura inmediata parece oponerlas en el texto de Anselmo. Si uno se
Dios es su propia gloria en el sentido bíblico de la palabra 38 , es el queda allí, corre el riesgo de verse llevado a la afirmación de tantos
peso del amor divino, es su propio ser en su permanencia y en su fi- teólogos de los tiempos modernos, que opinan que la satisfacción de
delidad. Por eso precisamente coinciden el honor de Dios y el bien la justicia de Dios es un paso previo para el ejercicio de su misericor-
del hombre que ha de salvarse; esta coincidencia desemboca en la dia. Pues bien, según san Anselmo, la misma misericordia, para ser
economía «inaudita» de la encarnación redentora. digna de Dios, incluye la justicia, a la que supera sin duda, pero por
la que tiene que pasar. M. Corbin hace observar atinadamente que
Estamos tocando aquí la paradoja de la obra anselmiana respecto
toda la obra se inscribe dentro de una inclusión que va de la miseri-
a las interpretaciones corrientes: en principio todo se inscribe en la
cordia a la misericordia. Al principio, Anselmo responde así a las ob-
dinámica descendente de la misericordia divina con el hombre. Dios
jeciones de los infieles que ridiculizan la encarnación:
no es el potentado que aguarda plácidamente la satisfacción del hom-
bre pecador. Es el que concibe y realiza la economía de la salvación, «No hacemos a Dios ninguna injuria ni deshonor, sino que, al contra-
dando a los hombres en Jesucristo los medios para satisfacer. No rio, dándole gracias de todo corazón, alabamos y ensalzarnos su ine-
fable y profunda misericordia, porque nos libró prodigiosamente de
tantos y tan merecidos males en que vivíamos, para elevarnos a tan-
35. Ibid.,743.
36. Cf. M. CORBIN, o. cintrod., 52-57. 39. Cf./¿mí., 97.
37. K. RAHNER. Curso fundamental sobre la fe, Hcrder, Barcelona 1979, 247-253. 40. Cf. ibid., índice de palabras latinas.
38. Cf. M. CORBIN, O. c, 15. 41. Ibid., 42.
364 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA SATISFACCIÓN 365

tos y tan gratuitos bienes que habíamos perdido, demostrándonos así raíz»46. Por aquí se ve que el respeto a la justicia divina cede en res-
un mayor amor y compasión» (I, 3)42.
peto al bien del hombre.
Al fin de su obra concluye diciendo de la misericordia: 5. Para comprender bien la noción anselmiana de satisfacción,
observemos en primer lugar que en su diálogo Bosón se manifiesta
«En cuanto a la misericordia de Dios, que a ü te parecía que iba a pe-
recer cuando considerábamos la justicia de Dios y el pecado del hom- muchas veces «satisfecho» de las razones dadas por su maestro, es
bre, la encontramos tan grande y tan conforme con la justicia, que no decir «contento» de ellas, y las encuentra convincentes. Esta idea de
se puede pensar ni mayor ni más justa» (II, 20)43. complacencia se encuentra en un sentido más profundo en una pará-
bola de la redención, en donde Anselmo habla de un inocente capaz
Una misericordia que no tuviera en cuenta la justicia sería indigna de reconciliar con el rey a todos los que crean en sus consejos «a
de Dios. Todo el razonamiento anselmiano pasa a través de esta exi- cambio de un servicio que han de prestar al rey en el día y según el
gencia interna a la misericordia, dispuesto a aventurarse por unas re- modo establecido» 47 . Esta «complacencia» rompe con toda idea cuan-
flexiones en las que el enfrentamiento con el aspecto negativo de la titativa: lo esencial de la satisfacción está en el plus que el hombre
misericordia da la impresión de aboliría. Pero el trabajo del pensa- tiene que ofrecer a Dios para satisfacerle. La noción de compensa-
miento se dirige hacia «la unión supereminente de los dos contrarios, ción por medio del «pretium doloris», que menciona san Anselmo 48 ,
que son la justicia y la misericordia»'". La misericordia de Dios quie- está por tanto convertida en la idea de un don gratuito, capaz de agra-
re salvar a los pecadores a toda costa, incluso a costa de Cristo; pero dar a Dios, un don que vaya más allá de todo lo que implica la deuda
no puede satisfacerse con un decreto extrínseco de amnistía; intenta original de la criatura con Dios. La satisfacción es formalmente dis-
que el hombre sea «reparado» de verdad. Si no, Dios pondría en su tinta del castigo, con el que Anselmo lo pone en alternativa con su
tesoro una perla manchada de barro. Por tanto, es la misericordia la célebre dilema. El castigo es sufrido por constricción y no tiene nin-
que cumple su designio, aun cuando parezca que ignora la justicia. gún valor satisfactorio, mientras que la satisfacción se ofrece con
Revela entonces que en Dios «la justicia o la no-misericordia es más todo agrado, como un homenaje reparador. Así pues, el dilema ansel-
misericordia que cualquier misericordia de hombrea5. Esta paradoja miano excluye toda consideración de la muerte de Cristo como un
no debe entenderse en el sentido del proverbio «quien bien te quiere, castigo impuesto por Dios. Este aspecto de las cosas se ha olvidado
te hará llorar», sino en el sentido propio de la trascendencia absoluta muchas veces. Por otra parte, la satisfacción, al afectar a las relacio-
de Dios. La satisfacción del hombre es el resultado de esta tensión nes de lo finito con lo infinito, participa de la dialéctica de la trascen-
dialéctica, o de la circuminsesión mutua entre la justicia y la miseri- dencia; una satisfacción infinita se sale del orden de la corresponden-
cordia: por una parte, tiene que someterse a la justicia de Dios, pero cia cuantitativa entre el pecado y la reparación. Entra en el de la
por otra es el don de una misericordia previa ordenada a una miseri- gratuidad, en el de la sobreabundancia y la supererogación que son
cordia definitiva. propias del amor.
E n otras palabras, Anselmo rechaza la «gracia barata» que denun- La lógica anselmiana sitúa la «necesidad» de la muerte de J e s ú s
ciaba D. Bonhoeffer. La misericordia y el perdón no pueden ni olvi- en el corazón de este orden de gratuidad. Jesús es el único h o m b r e
dar la justicia de Dios ni desinteresarse del estado del hombre peca- que n o tiene por qué morir en virtud de la deuda del pecado, ya q u e
dor hasta el punto de olvidarse de ponerlo otra vez en pie tal como lo la muerte no pertenece como tal a la naturaleza humana 49 . «El D i o s -
había creado. «Si finalmente el hombre —escribe M. Corbin—, bajo hombre muere ciertamente, pero no en virtud de un castigo, de u n a
la llamada de la Palabra, no tuviera que atravesar, como a contrapelo, deuda o de u n a expiación necesaria, y toda la eficacia de su muerte...
las distorsiones y perversiones que lo alejaron de su origen, no sería reside en el poder libre que tiene de "dar su vida" en la libre e n t r e g a
posible ninguna salvación, que repusiera la creación desde su

42. ANSELMO, O. C.,751.


46. Ibid.,Ti.
4 3 . /Wd.,887. 47. ANSELMO, o. c,863.
44. M. CORBIN, O. C,46.
48. Ibid.,175.
4 5 . ¡hid, 47. 49. lbid.M'J (II, 11).
366 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA SATISFACCIÓN 367

que hace de sí mismo» 50 . Todos los demás actos de obediencia y de en el primer tiempo una mala atención, una perversa comprensión de
amor de Cristo eran insuficientes, ya que los debía a Dios en cuanto la Biblia, que es siempre una comprensión unilateral, reductiva. La
criatura. Pero su muerte, libremente ofrecida por amor a los hombres buena atención no puede darse realmente más que después de la aten-
y en la obediencia fiel al Padre, representa ese peso de amor más ción perversa o, mejor dicho, en la denuncia de una atención que no
grande que todo cuanto pudiera pensarse, capaz de contentar al Padre sabe que es perversa fuera de esa Luz que la trasforma en una buena
atención. Es lo que nos sugiere el juego mismo del diálogo, como lo
por encima de todo. «Nadie tiene mayor amor que el que da su vida
único que permite plantear una mala escucha, ya que sólo la Luz
por sus amigos» (Jn 15, 13). puede manifestar a las tinieblas como tinieblas. Estando así presente
al principio al mismo tiempo que la mala atención, la buena resulta
consiguientemente como una ambigüedad, en la ambigüedad misma
Las ambigüedades de una conversión en proceso de ciertas proposiciones. Y entonces comienza a apreciarse el error
La obra de Anselmo, colocada en su raigambre patrística y com- de los acusadores de Anselmo: toman el Cur Deus homo como un
tratado especulativo del que está ausente, por así decirlo, el sujeto
prendida según el movimiento de pensamiento que se orienta, como
que habla, en vez de ver en él un diálogo durante el cual se va gestan-
la manecilla de una brújula, hacia el norte de la trascendencia divina, do, con dificultades, una conversión de la atención y de las nociones
justifica esta lectura positiva ¿Por qué entonces el Cur Deus homo previas» .
ha dado lugar a ciertas interpretaciones corrientes que van a afectar
gravemente a la imagen de Dios y dar origen a las reacciones y pro- Es verdad que Anselmo ha sido leído de forma perversa. Por
cesos que hemos visto? ¿No hay en esa obra ciertas ambigüedades tanto, es justo devolver a su teología toda la verdad de la conversión
que han dado pie a esa tradición interpretativa, que se fue haciendo realizada. Pero no es seguro que él mismo haya acabado perfecta-
cada vez más pesada a lo largo de los siglos dando origen a una doc- mente la conversión de sus propias razones, puesto que él vio en el
trina que se basa en unos contrasentidos objetivos? diálogo una búsqueda constante. Por otra parte, derogaríamos sus
M. Corbin, cuyo presupuesto de simpatía por el pensamiento de mismos principios si no le aplicásemos el criterio de que no hay que
Anselmo me ha servido de guía en lo que precede, reconoce también descartar una razón «por muy pequeña que sea, mientras no se apoye
que el texto del arzobispo de Cantorbery está impregnado de una am- en contrario otra mayor»53. La calidad de su empresa teológica y la
bigüedad que permite tanto una lectura recta como una lectura per- intención de fe mística que la impregna nos impide por tanto l a críti-
vertida. El proceso de su reflexión está imbuido de un movimiento de ca de algunas de sus razones.
«conversión continua» 51 , que ha de ser compartido por el lector que
1. Anselmo interpreta el pecado del hombre según la categoría
quiera comprender rectamente su pensamiento. Todas las nociones
del honor divino ofendido y robado. Dios es un señor que ejerce su
utilizadas, particularmente las referencias jurídicas, tienen necesidad
posesión y su dominio sobre todas las criaturas; el acto pecador le
de conversión para poder aplicarse a este tema. El hombre corre
roba por consiguiente algo suyo. Hay aquí un antropomorfismo cultu-
siempre el peligro de hacer un ídolo de la idea misma de la perfec-
ral, inspirado en las relaciones feudales y en el derecho de la época.
ción que atribuye a Dios. Lo subraya muy bien u n texto iluminador
La importancia teológica que se da a la satisfacción está ligada a la
de M. Corbin:
aparición en la escena del honor medieval. En una época en que la in-
«Cada uno de los dos (Anselmo y Bosón) se apoya en uno de los re- culturación está a la orden del día, no se le puede acusar a Anselmo
gistros de la Biblia —justicia o misericordia— sabiendo que estas de- de que se refiera a ciertas representaciones elocuentes de su época.
nominaciones no pueden menos de ser entendidas en un primer tiem- La cuestión es simplemente saber si las purificó suficientemente
po más que a partir de la idea de perfección, en la contradicción. Si, según la vía negativa y la vía de eminencia, aunque sólo fuera a nivel
en un segundo tiempo, tienen que reconocer su unión supereminente, de su discurso inmediato, Estas consideraciones jurídicas p o n e n de
denunciando al ídolo, es preciso que se haya planteado inversamente, relieve un concepto de la justicia de Dios que no es el de la Biblia,

50. M.CORBIN, O. a,105. 52. Ibid, 71.


51. lbJd.,36. 53. ANSELMO, O. C.,773 (1,10).
368 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA SATISFACCIÓN 369

aun cuando éste siga estando presente en los presupuestos, ya que es una burla. Pero la ambigüedad está en que se plantea esta exigen-
Dios tiene la iniciativa de justificar y de salvar. Dan un lugar impor- cia de reparación como l a de una compensación exactamente propor-
tante al tema del intercambio, entendido en un orden de justicia con- cionada y en situar allí, ante todo y sobre todo, la razón de la incapa-
mutativa A partir de ellas es como se deduce principalmente la inca- cidad del hombre pecador para encontrar la salvación con sus propias
pacidad del hombre de satisfacer. Esta insistencia, en unos momentos fuerzas. La interpretación se ha olvidado del horizonte general de la
clave de la argumentación, justifica, al menos parcialemnte, el juicio reflexión y de sus presupuestos bíblicos y patrísticos, para centrarse
tan severo de M. Roques, aun cuando se quede fuera de la dinámica exclusivamente en la idea de satisfacción, en detrimento de los otros
profunda de la obra: aspectos de la soteriología Quizás estemos aquí en el punto de parti-
da todavía secreto de la gran deriva secular de la «des-conversión».
«Es de lamentar... que las analogías emparejadas de dueño y esclavo,
de robo y de restitución, de deuda y de pago, hayan pesado duramen- Olvidar el movimiento de conversión que atraviesa el Cur Deus
te sobre el conjunto de las reflexiones del Cur Deus homo. homo es condenarse a una lectura «pervertida» de dicha obra.
... Las leyes de la justicia conmutativa, que presiden al comercio de 2. La verificación racional de la encarnación, por consiguiente,
las cosas, invaden la economía de la salvación y amenazan a veces se lleva a cabo sobre una base demasiado estrecha Es perfectamente
con reducirla a una especie de teología de biblioteca. Es verdad que justo decir que el hombre pecador es incapaz de reparar ante Dios su
un tratado no lo dice todo... Y se comprende, aunque uno no esté
propio pecado. Pero esta razón no es más que un aspecto de la econo-
conforme con ello, que las acusaciones de "antropomorfismo'' y
hasta de "mitología" se hayan podido formular contra el sistema an- mía salvífica que dirige la encarnación del Verbo. Es verdad que An-
selmiano»54. selmo menciona también la incapacidad del hombre, encadenado por
el pecado y sometido al poder del demonio, para liberarse a sí mismo
En todo caso, es el aspecto de las cosas el que se ha retenido en su combate contra las fuerzas del mal. Pero la gran perspectiva de
sobre todo en la obra. En el plano literario ocupan un amplio espacio la divinización del hombre está literariamente ausente de su obra.
las consideraciones cuantitativas: «Dios exige la satisfacción según la Este silencio contribuye a centrar la atención solamente en la media-
gravedad del pecado» 55 . La definición primera de la satisfacción56 in- ción ascendente de la satisfacción y a soslayar la prioridad de la me-
troduce la idea de una compensación total y va más lejos de lo que diación descendente, que sin embargo afirma Anselmo. Estamos to-
pedían el derecho romano y la práctica penitencial de la antigua Igle- cando también aquí la razón de la inversión de la problemática de la
sia. Es verdad que en la dinámica del pensamiento anselmiano estos soteriología latina que diagnosticaba Aulen.
datos funcionan muy analógicamente y que la relación de lo finito
con lo infinito les hace finalmente caer en el orden de lo cualitativo y 3. En loque se refiere a la necesidad de la muerte de Cristo, An-
de lo gratuito. ¿Pero no era fatal que la comprensión corriente de la selmo está mucho más allá de las caricaturas corrientes; reconoce con
obra lo redujera todo a la idea de compensación, tan hondamente claridad la triangulación de los actores que son el Padre, el Hijo y los
evocada para mostrar la incapacidad de satisfacer que tiene el hom- hombres pecadores. Dios no condena a la muerte a su Hijo ni quiere
bre? Muchos lectores han percibido en estos razonamientos más bien esta muerte en cuanto tal; la acción de los hombres es el mayor peca-
la idea de necesidad que la de gratuidad. Estamos aquí en una línea do que s e pueda imaginar; el Hijo fue a la muerte libremente en el
divisoria en la que es difícil respetar la coincidencia de los contrarios. cumplimiento voluntario de su misión y ofreció su vida con un amor
El mérito de la teología de Anselmo está en poner de manifiesto que total y perfecto. Por tanto, la muerte de Cristo no está sometida a nin-
no puede haber verdadero perdón ni verdadera misericordia, sin que guna necesidad que se impusiera a la voluntad divina57, sino que es el
se respete cierto orden de justicia, que comprende la restauración del resultado d e una decisión de la Trinidad divina en su deseo de salvar
hombre. Perdonar a un pecador que no se convierte ni intenta reparar al hombre.
Sin embargo, esta muerte no-necesaria de Cristo se hace necesaria
por parte de la salvación de los hombres que hay que procurar, y a
54. M. ROQUES , Introduction á Anselme de Canlorbcry, Pourquoi Dieu s'est fait que es l a única cosa supererogatoria que Cristo puede ofrecer al
homme.SC 91,Cerf, París 1963, 185-186.
55. ANSELMO, O. C.,813 (I, 21).
56. lbid.,115 (I, 11). 57. /£>«/., 817 (II, 17).
370 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA SATISFACCIÓN 371

Padre sin debérsela. En efecto, Anselmo ha asentado el principio de Dios es el Padre celestial dichoso de engendrar a su vida a unos hijos
que «el Padre no quería que se restaurara el género humano a no ser que, libremente, se vuelven hacia él. O dicho de otro modo, o bien se
haciendo el hombre una cosa tan grande como era esa misma muer- pone el acento en la muerte, en lo que le agrada a un dios que se
te» 58 . Sin duda hay aquí una reminiscencia de la fórmula joánica eleva sobre las ruinas del hombre, o bien se atiende a la donación de
antes citada. Pero Anselmo insiste curiosamente en el hecho de que vida. En el punto central a donde Anselmo ha conducido ahora a su
la vida de Cristo no bastaba para nuestra salvación, si no llegaba lector no tiene por qué extrañarnos una ambigüedad semejante»61.
hasta la muerte. ¿No se da entonces el riesgo de sacralizar la muerte
en cuanto muerte, dándole más valor que a la vida? En el orden de
las razones anselmianas podríamos decir que la necesidad de la muer- El lugar de la satisfacción en la soteriología de santo Tomás
te de Cristo interviene prematuramente. Es un orden de justicia que La influencia de san Anselmo se ejerció primero lentamente en la
exige la muerte. Esta visión se olvida de mencionar que la necesidad
Edad Media, pero de forma más decidida a partir del siglo XII en la
de la muerte en cuanto muerte procede de la violencia y del pecado
enseñanza de los teólogos escolásticos. Éstos parecen haber tropeza-
de los hombres. Por parte del Padre como del Hijo, esta muerte se
do en el aspecto de «necesidad» que invocaba Anselmo, juzgándolo
arrostra y se sufre como algo inevitable en la manifestación del amor
demasiado absoluto, y por eso prefieren hablar de alta conveniencia
y en la realización de la salvación. Anselmo nos da la posibilidad de
(Alberto Magno). Otros, por desgracia, hacen intervenir un decreto
quedarnos en una lectura recta; pero confesemos que la lectura
divino, dando así comienzo a una derivación jurídica de la teología
«perversa», o en corto-circuito, resulta terriblemente tentadora. Esta
de la salvación (Guillermo de Auxerre) 62 .
tremenda ambigüedad, que corre el riesgo de dar pie a la interpreta-
ción del pecado sacrificial, puede alimentarse en algunos textos, Entretanto Abelardo (muerto en 1142) se había planteado cuestio-
raros sin duda en el tratado, pero preocupantes por el mundo de re- nes muy similares a las de Anselmo, pero para darles una respuesta
presentaciones que suscitan. Ya cité anteriormente el que evoca una muy distinta. Abelardo rechaza que Dios pueda exigir la satisfacción
proporción antitética entre el placer del pecado y el sufrimiento de la ofrecida por un inocente, a costa de un crimen más grave que la deso-
satisfacción 59 . Este argumento, que se aplica a Cristo, el justo y el bediencia de Adán. Semejante exigencia sería a la vez inútil, injusta
inocente por excelencia, viene a justificar de alguna manera su paso y cruel. Abelardo no retiene de la pasión de Cristo más que la revela-
por la muerte. La idea de satisfacción se roza entonces peligrosamen- ción del amor de Dios, cuyo ejemplo provoca por compensación el
te con la de castigo. Igualmente, la consideración de la muerte de nuestro. Estas ideas acertadas se hacen en él exclusivas de cualquier
Cristo guarda un silencio extraño sobre la resurrección, que no perte- otro aspecto y lo hacen considerar como un precursor de la teología
nece a los datos soteriológicos recogidos por Anselmo 60 . Es verdad liberal de los tiempos modernos. San Bernardo combate vigorosa-
que la entrega de la vida es en él preponderante. Pero la interpreta- mente a Abelardo. No se sabe si leyó la obra de san Anselmo 63 , pero
ción atenderá sobre todo a las razones que plantean una exigencia de lo cierto es que pone de relieve la doctrina de la satisfacción.
muerte para Cristo. La ambigüedad está ahí, y a menudo dará paso a Santo Tomás no escoge entre la escuela de Abelardo y la de An-
una mala interpretación. Lo reconoce M. Corbin: selmo; conserva sin duda el valor de ejemplo de la pasión de Cristo,
pero se servirá de la noción de satisfacción para dar cuenta de su
«O bien Dios es el perfectísirao, el Justiciero guardián del orden que, valor salvífico, aunque sil recoger la argumentación anselmiana de la
exigiendo una satisfacción penosa y costosa, una expiación, se com- necesidad. Según sus comentaristas más recientes, santo Tomás «no
place en el sufrimiento del hombre, como se gozaría de su abajamien- tiene ninguna "teoría" de la redención»6'1. B. Catáo llega a decir que
to perdonándole arbitrariamente con sólo su misericordia; o bien

61. Cf. M. CORBIN, O. C , 103.


58. Ibid., 769 (I, 9) 62. Cf. J. RITIERE , Le dogie de la redemption au debut du Moyen-Age, Vrin, Paris
59. Cf. infra, 348 y 352-353. 1934, que descrito la penctracim del pensamiento de Anselmo en los autores medieva-
60. Como ha señalado C. GUILLON, La tíicologic catholique de la redemption au les (pp. 153-169,214-221, 402426).
X(e sicele. Etapes d'unc cvolution, I. C. P., Paris 1985, 50. Anselmo comenta sin em- 63. Cf. J. RITIERE, O. C.,211.
bargo la relación entre el sufrimiento y la gloria expresada en Flp 2, 8-12: o. a, 767. 64. B. CATÍO , Salut el rtdeinlion chez S. Tilomas d'Aquin. L'actc sauveur du
Christ, Aubier, Paris 1965, 79.
LA SATISFACCIÓN 373
372 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR

«para él la satisfacción no es la noción maestra... Es simplemente una camino de la satisfacción. Liberó al hombre satisfaciendo por nosotros:
buena analogía que, entre otras, ayuda a comprender por qué el acto «Un hombre simplemente hombre no podía satisfacer por la totalidad
humano del Salvador fue humillación, sufrimiento y muerte en la del género humano; Dios no tenía nada que satisfacer; por tanto, era
cruz» 65 . Es verdad que su pensamiento integra el conjunto de catego- preciso que Jesucristo fuera Dios y hombre» 71 . Se ha reconocido aquí
rías trasmitidas por la tradición. La noción de satisfacción no conoce el argumento de Anselmo, integrado dentro de una perspectiva
en él el lugar destacado que le concederá la teología posterior66. Por mucho más amplia y afirmado como una razón de conveniencia. Pero
tanto, su soteriología tiene la ventaja de tener en cuenta la riqueza de en la exposición de la eficacia de la pasión de Cristo72 la satisfacción
los elementos en juego, aun cuando no está perfectamente unificada adquiere un gran relieve, interviniendo en segundo lugar tras el méri-
y aunque la idea de satisfacción esté ya cargada en él de ciertas ambi- to y arrastrando tras ella el sacrificio y hasta la redención.
güedades. La satisfacción en santo Tomás se mueve en una doble tensión,
El lenguaje de santo Tomás le concede amplio espacio al movi- entre la justicia y el amor en el que tiene que satisfacer, y entre la jus-
miento descendente de la redención. Le gustan las expresiones de ticia y la misericordia en el que recibe la satisfacción.
«reparación del género humano» o «de la naturaleza humana». Repa- En efecto, la satisfacción es un acto de virtud, un acto de la virtud
rar quiere decir en él restaurar, levantar de nuevo, volver a poner al de la justicia, y más concretamente todavía un acto de esa forma es-
hombre en un estado de plena humanidad. Se trata de la reparación pecial de la justicia que es la penitencia. Encierra por tanto un aspec-
del hombre mismo, y no ante todo de la reparación de la ofensa to penal. Pero la penitencia no es solamente la reparación de un
hecha a Dios. Esta reparación lleva consigo una destrucción del peca- orden de justicia lesionado, sino también una reconciliación en la
do 67 . Cuando enumera las razones de la conveniencia de la encarna- amistad con Dios. Puesto que está ordenada al restablecimiento de la
ción para la reparación del género humano, las cinco razones positi- justicia, supone una recompensado por la ofensa hecha (término que
vas que aduce pertenecen a la mediación descendente: el suele traducirse por compensación...): «La compensación de la ofen-
sostenimiento de nuestra fe, de nuestra esperanza y de nuestra cari- sa implica cierta adecuación entre el que cometió la ofensa y el ofen-
dad, el valor ejemplar y la divinización; lo mismo ocurre con las dido» 73 . Cuando explícita su pensamiento, santo Tomás no parece
cinco razones negativas que atañen a la liberación del hombre respec- concebir la compensación ante todo como el pago de una deuda a
to a la esclavitud del diablo, del mal, del orgullo y del pecado 68 . Dios. Más lien, «la justicia de Cristo hace eficazmente de contrape-
Igualmente, el vocabulario de la liberación del género humano vuel- so, y por tanto pone un término a la no-justicia del hombre» 74 . La
ve a aparecer en la cuestión consagrada a la pasión de Cristo69. Santo compensación es más ontológica que jurídica. No encierra la idea de
Tomás atribuye finalmente a la resurrección una doble causalidad, que la reparación sea un requisito previo para la misericordia de
eficiente y ejemplar70. Sin embargo, esta reparación y esta liberación Dios.
del hombre no pueden realizarse sin que éste reciba los medios de Pero sobre todo la satisfacción sólo tiene algún valor en la medida
convertirse a Dios, a fin de encontrar de nuevo la comunión con él, en que está imperada por el amor75. «La ofensa sólo se borra por el
Su desarraigo del pecado no puede menos de ser penitente y la satis- amor» 7 6 . Per eso la pasión de Cristo no pudo ser satisfactoria por
facción es la expresión concreta de esta penitencia Al asumir nuestra parte de los que mataron a Cristo. Es la caridad la que cubre todos los
condición humana, Cristo tomó sobre sí la de penitente: emprendió el pecados; por consiguiente, la satisfacción no puede tener ningún

65. ¡bid, 79-80. 71. Ibid., q 1, a. 2, corp.


66. llxd 72. ¡bid., q. 48, a. 2. Tonare este artículo como punto de referencia de mi exposi-
67. Cf. S. Th. III, q. 1, a. 2 y 4. C. GUILLON, O. C, 51-52 muestra acertadamente que ción, interpretando a su luz los otros textos.
la traducción de Ch-V. Héris, en la colección «Revue des jeunes», reintroduce algunas 73. Commin Scnt. IV, ti. 15, q. 1, a. 4, q.le; citado por B. C ATAO, O. C, 82.
ideas ausentes en el texto; por ejemplo, «ad humanac naturae rcparationcm» se traduce 74. C. GUILLON, O. C . , 5 3 .
por «reparar el pecado» (p. 20); «delere» se traduce por «expiar» (pp. 33-34-35). 75. «Todasatisfacción posterior tendrá su eficacia del amor que informa a s u in-
68. Cf. S. Th. III, q. 1.a. 2, corp. tención»: Coms in Scnt. I V , i 15, q. 1, a. 3, q. 2-3.-Véanse los numerosos textos cita-
69. Ibid.,q. 46, a. 1,2 y 3. dos por B. C V M > , o. c , 86, n. 1.
70. lbJd.,q. 56, q. 2. 76. Contra Gentes III, 151, adhuc, citado por B. C ATAO, O. C, 86.
374 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA SATISFACCIÓN 375

valor sin la caridad. La caridad es la que inspira en el pecador el deseo


«La liberación del hombre por la pasión de Cristo convenía tanto a la
de c u m p l i r una p e n a p o r el p e c a d o c o m e t i d o . Esta exigencia del a m o r misericordia de Dios como a su justicia. A la justicia, porque median-
sigue e n pie, incluso d e s p u é s de haber obtenido el p e r d ó n de Dios. te la pasión satisfizo por el pecado del género humano, y así fue el
P e r o Santo T o m á s i n d i c a con m u c h o acierto que el p o d e r del amor hombre liberado por la justicia de Cristo. Convenía también a la mi-
que a n i m a al pecador arrepentido p u e d e bastar por sí solo y hacer inú- sericordia, porque no pudiendo el hombre satisfacer por sí mismo el
til cualquier otro a c t o de satisfacción: pecado de toda la naturaleza, le dio Dios a su Hijo que satisfaciese...
Y ésta fue mayor misericordia que si hubiese perdonado los pecados
«Hay que considerar que en el momento en que el espíritu se aparta sin satisfacción alguna» .
del pecado, el horror del pecado y la intensidad con que el espíritu se
une a Dios pueden ser tan grandes que no quede ya ninguna obliga- E s t a m a y o r misericordia n o impide q u e , si Dios «quisiera sin sa-
ción a la pena... La vehemencia del amor de Dios y del odio al pecado tisfacción a l g u n a librar al h o m b r e del pecado, n o hubiera obrado con-
cometido eliminan la necesidad de una pena satisfactoria o purificado- tra j u s t i c i a » 8 ' , y a que n o habría ofendido a nadie. Por tanto, la justicia
ra» 77 .
no es u n a ley férrea q u e se i m p o n g a a D i o s . Entra en u n a intención
Lo cierto e s q u e lo que cuenta en la satisfacción es la calidad del de a m o r y d e misericordia.
s e n t i m i e n t o a m o r o s o m á s q u e la cantidad de lo q u e se hace 7 8 . En el A p e s a r de un real equilibrio de su p e n s a m i e n t o , santo T o m á s es
caso de Cristo la fuerza de la caridad del que soportó voluntariamente sin e m b a r g o el testigo de la inversión de la categoría descendente de
la muerte llevó a cabo una obra satisfactoria supereminente: r e d e n c i ó n en una categoría ascendente: y a lo vimos anteriormente 8 2 .
Introduce incluso la idea de un cierto precio, que hay que pagar no al
«Propiamente hablando, satisface por la ofensa el que devuelve al diablo, sino a Dios. N o solamente la satisfacción reduce a ella m i s m a
ofendido algo que él ama tanto o más cuanto el aborrece la ofensa.
las d e m á s categorías soteriológicas, sino que además abre el c a m i n o ,
Ahora bien, Cristo padeciendo por amor y obediencia prestó a Dios un
con las debidas matizaciones, a la idea del rescate pagado a Dios 8 3 .
servicio mayor que el exigido para la recompensación de todas las
ofensas del genero humano: primero, por la grandeza de la caridad con En todo caso, es lo q u e la posteridad recogerá.
la que padecía el sufrimiento; segundo, por la dignidad de la vida, que H e intentado e x p o n e r de la m a n e r a m á s positivamente posible el
en satisfacción entregaba, que era la vida del Dios-hombre; tercero, p e n s a m i e n t o de s a n t o Tomás. Sería injusto leerlo con una lente ana-
por la generalidad de la pasión y la grandeza del dolor que sufrió. De c r ó n i c a y encontrar allí la teología de la satisfacción de los t i e m p o s
manera que la pasión de Cristo no sólo fue suficiente, mas abundante m o d e r n o s . Su sentido de la tradición y su preocupación p o r la síntesis
satisfacción por los pecados del género humano» 79 . le permitieron r e t e n e r los dos aspectos de la mediación. Respeta el
t r i á n g u l o de l o s actores de la pasión; la satisfacción no f u n c i o n a
Así p u e s , el o r d e n del amor hace explotar de algún m o d o la noción
n u n c a en él c o m o u n paso previo p a r a el perdón; se integra dentro d e
de c o m p e n s a c i ó n . La tensión entre la justicia y el a m o r se resuelve en
u n a v i s i ó n en la q u e predomina el amor; se le concede todo el lugar
provecho del amor. ¿Qué ocurre con la tensión entre la justicia y la mi-
d e b i d o a la resurrección de Cristo.
sericordia? Para santo T o m á s no hay ninguna necesidad a priori, ni por
parte de Dios ni p o r parte del h o m b r e , de que la redención pase p o r la S i n e m b a r g o , e s t a teología está sordamente afectada por ciertos
pasión de Cristo. L a necesidad viene ex supposiüone del designio de e s q u e m a s peligrosos, en particular el de la c o m p e n s a c i ó n o a d e c u a -
D i o s . El m o d o d e l a encarnación redentora fue el m á s « c o n v e n i e n t e » ción de l a reparación a la falta, y p o r la inversión de la idea d e que
p o r múltiples razones, la primera de las cuales es que el hombre c o n o - h a y q u e pagar u n precio a alguien. E s e alguien es en adelante D i o s ,
ce así mejor el a m o r con que Dios lo a m a . Por tanto, el secreto de la con lo q u e la r e d e n c i ó n se convierte pura y simplemente en satisfac-
disposición divina e s el amor. Así es c o m o en un hermoso texto santo ción. E s t a temible inversión tendrá consecuencias tristes en el futuro.
T o m á s asocia la misericordia a la justicia personal de Cristo: Lo m i s m o que e n s a n Anselmo, los teólogos de los t i e m p o s m o d e r -

80. Ibid.,q. 46, a. 1, ad 3: o. c.,412.


77. Ibid. III, 158, considerandum: citado por B. CATAO , o. c, 88. 81. lbid.,% 46, a. 2, ad 3: o. c.,414.
78. «En la satisfacción se mira más al afecto del que ofrece que al valor de la obla- 82. Cf. supra, 173, el texto citado de S. Th. III, q. 48, a. 4, corp.
ción»: 5. Th. III, q. 79, a. 5, corp: en Suma Teológica XIII, o. c, 702. 83. En S. Th. III, q. 48, a. 4, corp P. Synave traduce en la «Revue des Jcunes» pre-
79. Ibid.q. 48, a. 2, corp.: o. c.,478. tiumpoT «rescate». L. RICHARD, Le mysterc de la rédcniption, o. c, 146, ha visto bien el
peligro inmanente a este texto.
376 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA SATISFACCIÓN 377

nos no sabrán captar la profundidad de una visión completa y se que- «en lugar nuestro». Esta frase tan sobria no puede por tanto invocarse
darán tan sólo con unos esquemas simplifícadores. La autoridad del en apoyo de las teorías de los tiempos modernos en los que la satis-
doctor angélico dará mayor peso a sus ideas. B. Catáo ha mostrado facción confiscaba todos los demás aspectos de la soteriología, den-
cómo el progreso del análisis de las categorías va cayendo así, a me- tro de una perspectiva cada vez más «desconvertida». En Trento, por
dida que avanza, en cierto formalismo84. Esta claridad aparente de las el contrario, la satisfacción está integrada en una doctrina amplia de
nociones contribuirá a fomentar la interpretación «sátisfaccionista» la justificación, de la redención y de la divinización.
de la salvación. El concilio emplea también la categoría de mérito. En las relacio-
nes humanas el mérito evoca una proporción justa entre el valor de
una acción personal y su retribución. El mérito va más allá del orden
El concilio de Trento: de la justifícación a la satisfacción puramente jurídico: es cuestión de recompensa, de estima y de honor;
El término de satisfacción hace su entrada en el lenguaje dogmáti- pero puede también reducirse a una especie de derecho, cuando el
co en el concilio de Trento, en lo que se refiere a la soteriología. crédito moral se convierte en justicia en una exigencia de retribución.
Hemos de volver unos instantes a la sesión sobre la justificación, ya Los padres latinos emplearon la palabra mérito a partir del himno
estudiada y comentada 85 , a fin de ver en qué contexto y según qué paulino de Flp 2, 6-11, en donde la glorificación de Cristo, que viene
movimiento introdujo el concilio la noción de satisfacción en el tras el relato de su abajamiento hasta la muerte en la cruz, va introdu-
enunciado de la causa meritoria de la justificación: cida por la partícula: «por lo cual». «La humildad es el mérito de la
gloria; la gloria es la recompensa de la humildad», dice Agustín 87 . La
«La (causa) meritoria, su Unigénito muy amado, nuestro Señor Jesu- escolástica medieval desarrolla una doctrina del mérito de Cristo en
cristo, el cual, cuando éramos enemigos (Rom 5, 10), por la excesiva su pasión, a partir de Pedro Lombardo. Santo Tomás, como se ha
caridad con que nos amó, nos mereció la justificación por su pasión visto, conserva esta categoría entre los modos de eficacia de la pa-
santísima en el leño de la cruz y satisfizo por nosotros a Dios Padre»86. sión: siendo Cabeza de la Iglesia, Cristo mereció por su pasión la sal-
El concilio no da ninguna definición del término de satisfacción; vación para todos los miembros de su cuerpo 88 . Esta es la idea que se
el uso que hace del mismo le confiere a esta palabra una autoridad recoge en la afirmación conciliar. Esta noción de mérito no debe de-
dogmática para expresar un aspecto de la redención y de la salvación. ducirse de las consideraciones jurídicas que reintroducen inevitable-
Para comprender su sentido, hay que interpretar el movimiento de la mente el esquema de la retribución, aunque funcione en sentido con-
frase. En ella se asocia el amor descendente del Hijo por nosotros, trario al de la compensación satisfactoria. El mérito de Cristo se
que éramos todavía enemigos, con la ofrenda ascendente que ese inscribe en una correspondencia amorosa entre el Padre y el Hijo: al
mismo Hijo hace de sí mismo en su pasión; por una parte, él «merece sacrificio existencial del Hijo responde el don de la resurrección y el
nuestra justificación» y por otra «satisface por nosotros al Padre». restablecimiento de la alianza plena entre Dios y los hombres. La vía
Por tanto, esta satisfacción no viene a aplacar la justicia de un Padre de la eminencia purifica la noción de mérito de todo resabio de equi-
irritado con nosotros; es más bien cuestión del amor de Dios que re- valencia jurídica. Por lo que se refiere a nosotros, no podemos mere-
concilia al hombre hecho «enemigo» por el pecado. El paralelismo cer ante Dios más que por el don de su gracia misericordiosa: «su
entre la justificación y la satisfacción es igualmente interesante: el bondad para con todos es tan grande —dice también el concilio de
primer término evoca lo que va de Dios al hombre y el segundo lo Trento— que quiere que sean merecimientos de ellos los que son
que va del hombre a Dios; pero el segundo movimiento se presenta dones de Él»89.
como un retorno del primero, del que Dios tiene la iniciativa; e ins-
cribe la causa meritoria en la serie de causas que tienen siempre a
Dios por sujeto. El contexto sugiere igualmente que hay que dar al
«por nosotros» el sentido de «en favor nuestro» más bien que el de

84. B. CATAO.O. C, 32-33.


85. C(. supra, 264-267. 87. AGUSTÍN , Hom. in ev. Joh. 104, 3: PL 35, 1903.
86. CONCILIO DE TRENTO, Decreto sobre la justifícación, cap. 7 (Dz 799), trad. en 88. CÍ.S. Ih. III, q. 48, a. l.corp.
El magisterio de la Iglesia, Herder, Barcelona 1963, 230. 89. CONCILIO DE TRENTO , ibid., c. 16: o. c, 237.
378 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA SATISFACCIÓN 379

n. U N DISCERNIMIENTO NECESARIO bre; es infinito en la medida en que destruye un valor infinito en el


hombre, la vida de la gracia. «Pero en el fondo el pecado no causa
efectivamente ningún perjuicio a Dios» 93 . Dios quiere perdonar al
Es inútil detallar ahora los excesos de la teología satisfactoria en
hombre; está demasiado arriba para exigir previamente la reparación
los tiempos modernos. Ya los hemos señalado suficientemente en el
de un daño que pudiera afectarle. Pero lo que Dios no puede menos
capítulo dedicado a la situación doctrinal. La satisfacción, compren-
de exigirle al hombre es que destruya en sí mismo el pecado. No lo
dida como un acto de justicia conmutativa, se unió a la expiación, in-
exige tanto en nombre de una justicia como «en nombre de su santi-
terpretada como una respuesta a la exigencia de una justicia vindica-
dad y de su amor». Dios no puede acoger al hombre en su presencia
tiva. Las dos fueron consideradas como pasos previos para el
sin ponerse a purificarlo él mismo. Esta purificación tendrá que ser
aplacamiento de la justicia divina ofendida, y no como exigencias in-
necesariamente penosa, ya que tiene que arrancar al hombre del peca-
ternas de la misericordia y de la iniciativa amorosa del perdón de
do: «Llega a exigir el paso por la muerte; es preciso que el cuerpo se
Dios. Esta «perversión» restaura la idea de «pacto sacrificial», en
pierda para ser hallado de nuevo purificado y trasfigurado»94.
contra de la intención y de la doctrina de san Anselmo y de santo
Tomás. Pero ya hemos visto lo que en la exposición de ambos podía «Podemos comprender ahora el sentido de la pasión y de la muerte
dar lugar a esta lectura «perversa». Algunos gérmenes parásitos de de Cristo. Cristo, Verbo encarnado, actúa como cabeza de la humani-
pensamiento, neutralizados en ellos por sus ideas teológicas pujantes, dad. Hace él el primero, el inocente, lo que tiene que hacer el hombre
notablemente distintas por otra parte en uno y en otro, se mostraron culpable para volver a Dios. Primicia de la humanidad nueva, él nos
cancerígenos. Además, se entenderá cada vez más la satisfacción traza el camino por el que tendremos que pasar, y nos obtiene de ese
como una sustitución: éste será el tema de la «satisfacción vicaria» modo la fuerza de pasar por él en su seguimiento. Más aún, nos hace
que trataremos en el capítulo siguiente. realizar en él nuestro retorno y no tenemos que hacer ya en nuestra
existencia otra cosa sino unirnos a él o, mejor dicho, dejarnos unir a
él, para vernos arrastrados con él en su paso y encontrarnos con él,
purificados ante Dios»9 .
Jies de Montcheuil: una revalorización de ¡a satisfacción
La reacción de Y. de Montcheuil era profundamente sana. Es ver-
Anteriormente recordé la crítica que Yves de Montcheuil hacía a dad que la afirmación repetida de que el pecado no alcanza a Dios
la teoría de la satisfacción penal90. No sin cierta valentía, y a costa de merece una matización importante. El teólogo reaccionaba contra
resultar doctrinalmente sospechoso 91 , rechaza las simplificaciones pe- ciertas teorías que, en virtud de un antropomorfismo inconsciente,
ligrosas de la teología de la época y presenta la redención como un veían en Dios a un compañero del mismo tipo que el hombre, y re-
misterio de amor. Porque si la Iglesia habla sin duda de satisfacción cordaba justamente la trascendencia absoluta y la «invulnerabilidad»
en algunos de sus textos oficiales, nunca afirma que esta satisfacción de Dios. Dios está radicalmente por encima del orden inmediato de
haya sido exigida por la justicia de Dios. Por otra parte, la teoría de la las relaciones de justicia entre los hombres. Pero hay un punto ciego
satisfacción vicaria no muestra el vínculo de ésta con la que nosotros en esta reacción justa. Porque también es propio de Dios, sin negar
tenemos que ofrecer. Si Cristo pagó nuestras deudas, ¿cómo se expli- nada de lo que él es, hacerse por amor, voluntaria y misteriosamente,
ca que nos quede todavía algo por hacer? Esta concepción implica vulnerable al pecado del hombre. Los antropomorfismos bíblicos nos
igualmente una idea falsa de las relaciones del pecado con Dios, su- remiten a una realidad: Dios tiene entrañas que se conmueven ante el
poniendo que el pecado hace un daño real a Dios o que le afecta en pecado del hombre; pasa de la cólera al arrepentimiento; es celoso.
su propio ser92. En realidad, el pecado no perjudica más que al hom- Este lenguaje adaptado a nosotros traduce la kénosis amorosa de
Dios con nosotros. La vía de la eminencia nos orienta hacia la solu-
ción que asume las dos afirmaciones aparentemente contradictorias:

90. Cf. supra, %.


91. Se pudo pensar que aludia a él una fórmula de la Humani gencris de Pío XII en
1950, que hablaba del pecado como ofensa de Dios y de la satisfacción. 93. itsd
92. Y. DEMONTCHEUIL , Lefons sur le Christ, Epi, París 1949, 129. Cf. texto citado 94. Ibid.,131.
supra, 96. 95. Itíd
380 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA SATISFACCIÓN 381

Dios es invulnerable, pero se ha hecho vulnerable. Esta actitud de


Él llevó el peso de nuestros pecados, no en un sentido jurídico, en el
Dios no encierra evidentemente la exigencia de una justicia conmuta-
que sería considerado como responsable de los pecados de los hom-
tiva o vindicativa; se manifiesta por la iniciativa costosa de una justi-
bres y condenado a sufrir el castigo correspondiente, sino en un senti-
cia justificante.
do perfectamente real, en que el Cuerpo hace subir a su Cabeza toda
Una vez añadida esta corrección, podemos seguir a Y. de Mont- la violencia de su pecado. Solidario del cuerpo que él quería reunir
cheuil en su conclusión, a pesar de una frase ambigua: en sí mismo, vivió el desgarramiento interior del desarraigo doloroso
«La satisfacción es ciertamente, en un sentido, la reparación del peca- del pecado, así como el de la reparación dolososa del pecado. Según
do; pero no es algo que preceda al perdón y lo condicione: es algo la perspectiva de Agustín, que reza los salmos como si los dijera el
que lo sigue. No se trata de una exigencia del aitior de Dios, sino más mismo Cristo, éste vive su pasión en cuanto que se ve personalmente
bien de una necesidad de amor entre nosotros... La satisfacción o la afectado por el pecado de los suyos. Al obrar así, llevó a cabo una pe-
reparación es una necesidad que nace espontáneamente del amor pe- nitencia reparadora en dos sentidos: reparadora del hombre herido
nitente. Puesto que es una expresión del amor, Dios no puede menos por el pecado, restauradora de su integridad, victoriosa en su combate
de desear que la experimentemos, ya que perdonarnos no es otra cosa contra el mal, ejemplar para convertir la voluntad pecadora en volun-
más que querer ponernos en el camino del amor»96.
tad arrepentida (perspectiva descendente); pero también reparadora
El contexto elimina la ambigüedad de la afirmación: «No se trata respecto a Dios, borrando la ofensa inferida contra el amor de Dios a
de una exigencia del amor de Dios». Por ser un bien y una necesidad nosotros, emprendiendo la iniciativa del proceso que reconcilia al
en nosotros, la satisfacción es también querida para nosotros por el hombre con Dios, aceptando vivir su paso a Dios bajo la forma de un
amor de Dios. No es una exigencia previa; sigue normalmente a la retorno a Dios (perspectiva ascendente). Todo esto no pertenece al
voluntad del perdón de Dios que nos trasforma. ¿No es en este senti- orden abstracto de una compensación en justicia, sino que expresa la
do también una exigencia del amor en Dios? Pero lo mismo que no preocupación de una justicia por cumplir. Y como semejante justicia
necesita de nuestro sacrificio, tampoco Dios «necesita» de nuestra sa- es inaccesible al hombre pecador, dicha obra no puede ser más que
tisfacción. resultado de la justicia justificante de Dios, manifestada en Jesucris-
to. Esta justicia es la del amor. Si el amor puede bastar para consumir
toda satisfacción, mucho más el amor de Cristo. Cristo «contentó» al
La reparación, verdad de la satisfacción Padre en el sentido más real de la palabra. No es que el Padre se com-
placiera en la muerte de su Hijo; ésta fue más bien para él un miste-
En definitiva, la satisfacción tiene que comprenderse a la luz del
rioso sufrimiento. Pero del don de amor que Jesús había hecho de sí
sacrificio. Subraya su carácter oneroso, dado el apego del hombre al
mismo hasta la muerte agrada y contenta al Padre más allá de todo
pecado. Ya se había puesto de relieve la categoría de redención,
sufrimiento. Estamos fuera de todo registro de equivalencia. El peni-
desde un punto de vista descendente, el aspecto oneroso del desarrai-
tente queda reconciliado cuando ha hecho bastante; Cristo ha satisfe-
go liberador del pecado. La de satisfacción muestra, desde un punto
cho por nosotros al Padre, haciendo infinitamente «demasiado». Esta
de vista ascendente, el aspecto oneroso de nuestro retorno a Dios con
es la lógica del amor.
vistas a nuestra reconciliación y a nuestra comunión con él. La satis-
facción marcó el sacrificio de Cristo, es decir, el don existencia] que ¿Hemos de seguir empleando hoy el término de satisfacción? En
hizo de sí mismo al Padre, ya que asumió libremente nuestra condi- el plano dogmático y teológico se trata de un término que no es posi-
ción de hombres sometidos a las consecuencias del pecado. Por eso ble eliminar; un libro como éste debía por consiguiente atenerse a él.
mismo tomó sobre sí la dimensión penitente de todo retomo del hom- Pero es de los que se han hecho «menos aptos» para expresar la ver-
bre a Dios en el amor. Esta penitencia es totalmente original, ya que dad doctrinal de la que eran portadores 97 . En todo caso, dada su histo-
no es la consecuencia de su propio pecado, sino la consecuencia de la
adhesión al pecado de aquellos a los que quería hacer Cuerpo suyo.

96. /b/'d, 133-134. 97. Declaración Mysterhm Ecclesiae n. 5 (24 junio 1973: Doc. Cath. 1636 [1973]
667).
382 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR

ria tan cargada y la mentalidad de la que es responsable98, exige un


duro esfuerzo de conversión. En el plano pastoral hay otras palabras
13
que pueden expresar lo que intentaba decir, especialmente el término De la sustitución a la solidaridad
de reparación.

En los tiempos modernos la teología de la satisfacción se vio


atraída cada vez más por la idea de la sustitución: en el misterio de la
cruz Cristo puede satisfacer porque sustituye a los hombres pecado-
res. La lógica del esquema compensatorio, que afectaba cada vez más
abiertamente a las ideas de satisfacción y de expiación, tenía que jus-
tificar del mejor modo posible el hecho de que el justo cargue con la
pena que normalmente se debe a los injustos. Esta articulación era el
talón de Aquiles a la teología de la satisfacción, tal como se entendía
de la forma más corriente. Se fueron sucediendo numerosas teorías
sobre el fundamento ontológico o jurídico de la satisfacción, así
como sobre la forma propia que tomaba. Hicieron incluso surgir cier-
tas fórmulas que casaban la satisfacción, la expiación y la sustitu-
ción: «sustitución expiatoria», «expiación vicaria», «satisfacción vi-
caria». Incluso se vio en ello durante algún tiempo el nervio de toda
la soteriología cristiana. Sin negar el elemento de verdad que existe
en la idea de sutitución y que hunde sus raíces en el tema del inter-
cambio, es preciso reconocer que esta polarización caía cada vez más
en el corto-circuito anteriormente denunciado. Se aislaba y se erigía
en clave de bóveda de todo el edificio una categoría secundaria. Se
olvidaba la triangulación de los actores de la pasión, hasta el punto
de que los hombres no parecían tener ya parte alguna, ni negativa ni
positiva, en ese extraño pacto sacrificial que estaba presente entre el
Padre y el Hijo. La libertad de los hombres no tenía nada que ver con
la muerte de Jesús, y, por otra parte, la libertad de Jesús parecía susti-
tuir a la de ellos en el retorno a Dios, como si les ahorrase la obliga-
ción de convertirse. A veces, tan sólo un decreto divino permitía
98. Un ejemplo de esta mentalidad que se alberga todavía en muchas mentes es el comprender cómo podía afectarnos el acontecimiento del calvario.
de los traductores de textos oficiales: la Comisión teológica internacional resumia así la
doctrina anselmiana en su primer documento cristológico: Cristo «opus singulare... pa- Realmente, el concepto mismo de sustitución no puede sostenerse
travit, quod in Patris conspectu reatum culparum supera!»; la traducción francesa dice sin la idea de solidaridad entre el sustituto y la persona a la que susti-
sin ambages: Cristo «ejerce una acción única que, a los ojos de Dios, compensa la
deuda de las culpas» (IV, D, 6: Doc. Cath. 1803 [1981J 229); en donde se insinúa que tuye. Así lo indicaba por otra parte el concepto de representación,
no hay medida en común entre el acto de Cristo y el peso de los pecados cometidos, el constituyendo una idea intermedia, a veces ambigua, entre sustitu-
traductor lee una compensación.
384 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR DE LA SUSTITUCIÓN A LA SOLIDARIDAD 385

ción y solidaridad. En efecto, el representante sustituye al que es re- Un elemento de verdad en la sustitución
presentado; pero no puede hacerlo válidamente más que en nombre
de la solidaridad que le permite hacerlo verdaderamente presente. Por La categoría de sustitución no es bíblica. Sin embargo, numerosos
eso la teología contemporánea insiste ahora en la solidaridad que comentaristas han encontrado su realidad en diversos textos de la Es-
Cristo estableció entre él y nosotros y relativiza la sustitución dentro critura. En este dossier encontramos algunos de los pasajes ya estu-
de ese amplio movimiento que anima a la economía de la encarna- diados: la profecía del Siervo doliente (Is 53), los famosos versículos
ción. A partir de esta solidaridad es como intenta comprender la uni- de Gal 3, 13 y 2 Cor 5, 21, y más en general la fórmula frecuente del
versalidad, humana y visiblemente significada y realizada, del sacrifi- «por nosotros» interpretada en el sentido de «en lugar nuestro»'. En
cio de Cristo. Al obrar así, corrige la mirada que se dirigía a muchos su interpretación de estos textos y algunos otros, los autores, exégetas
textos de la Escritura y sigue las pisadas de los antiguos padres que, y teólogos católicos y protestantes, han proyectado inconscientemen-
en sus argumentaciones soteriológicas, habían invocado el doble te a menudo la mentalidad sacrificial y «sustitutiva» que les impreg-
principio de la solidaridad divina y de la solidaridad humana de Cris- na, a fin de justificar o rechezar las afirmaciones que atribuyen a la
to. Nos gustaría esbozar en este capítulo este movimiento de deriva Escritura. La revaloración contemporánea del dossier muestra que
de la teología de la sustitución y su corrección por la idea de solidari- está en baja notablemente la idea de sustitución, ya que los mismos
dad. textos sirven también para evocar la solidaridad. Por su parte, los re-
latos de la pasión no conceden ningún lugar a la sustitución. Dicho
esto, hay que reconocer que la idea de sustitución encuentra cierto
arraigo en la Escritura, ya que Cristo realizó a través de una muerte
que no merecía una redención de la que nosotros éramos incapaces.
I. LA SUSTITUCIÓN
En este sentido vino en nuestro lugar y ocupó nuestro sitio. Pero se
comprende enseguida que semejante aspecto no debe aislarse ni ab-
La sustitución consiste en reemplazar un elemento por otro en un solutizarse, en beneficio de una lógica de la compensación que hace
todo, o en reemplazar una persona por otra en una función o una rela- de Cristo un valor sustitutorio del hombre, eso que los teólogos ale-
ción. Puede ser fraudulenta (sustituir a un niño por otro); puede ex- manes designan, con una palabra que nos trae tristes recuerdos, un
presar el deseo de suplantar a alguien; puede tratarse también de una «Christ-Ersatz». El momento de la sustitución se inscribe en un mo-
suplencia para hacer un servicio; puede finalmente permitir una ven- vimiento que tiene como finalidad el restablecimiento de una rela-
taja recibida en lugar del beneficiario normal (por ejemplo, en el caso ción de comunión entre Dios y nosotros, a través del intercambio y
de una herencia). En la base de toda sustitución hay un elemento de de la solidaridad. Así pues, Cristo viene a colocarse en el lugar en
identificación posible entre dos objetos o dos personas, y por tanto que estamos nosotros, a fin de realizar, en nombre de la solidaridad
una comunicación en la misma naturaleza o en las mismas cualida- que ha establecido con nosotros, lo que nuestra situación de pecado-
des. Se reemplaza en un motor una pieza por otra pieza standar idén- res nos impedía hacer. El «en lugar nuestro» está dirigido por el «en
tica. La sustitución de una persona por otra supone un conjunto ho- favor nuestro» y no tiene que hacernos olvidar nunca el «por causa
mólogo de cualidades y una situación de solidaridad natural o de nosotros». Cristo no nos suplanta, no nos excluye; nos representa,
funcional. Al final, el objeto sustituido puede encontrarse simplemen- aunque nosotros no hayamos sido capaces de hacerlo nuestro manda-
te excluido de la máquina mencionada, y la persona puede quedar eli- tario; nos devuelve a nosotros mismos, nos restablece en nuestra si-
minada en el orden de las relaciones en que ha sido reemplazada, a tuación de compañeros de Dios; su libertad no sustituye a la nuestra,
no ser que el sustituyente actúe en su nombre como representante sino que nos la da de nuevo. En una palabra, la sustitución no inter-
mandatario e intervenga en su favor, a fin de restablecerlo en su fun- viene más que como un corto momento de su mediación, decisivo sin
ción y en sus derechos. Así pues, conviene tener en cuenta con pru- duda, pero transitorio y parcial respecto al conjunto de ésta, mientras
dencia estos acordes complejos y a veces contradictorios en la aplica-
ción de la idea de sustitución a la soteriología. En todo caso, sería
erróneo resumir el papel de Cristo respecto a nosotros en la salvación
diciendo simplemente que nos sustituye ante Dios. 1. Ct.supn, 128-130.
386 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR DE LA SUSTITUCIÓN A LA SOLIDARIDAD 387

que muchos teólogos de los tiempos modernos habían reducido la modo pra curarnos de nuestro mal. La sustitución del pecador por el
mediación a una sustitución muy cosificada. inocente hecho culpable no se pone entonces formalmente al servicio
El elemento de verdad de la sustitución ha sido traducido muy de una justicia penal, sino al servicio de la justificación por la fe. Es
bien por B. Lauret con la fórmula de «sustitución iniciática». Jesús ante todo «para nosotros». Pero la justicia de Dios, según la lectura
ha venido para realizar por nuestra salvación lo que no podíamos que Lutero hace de la Escritura, no puede menos de tener en cuenta
hacer por nosotros mismos: abrirnos el camino hacia el Reino y pedir el mal cometido, y por eso precisamente es justo. Hay por tanto una
que le sigamos. «Yo puedo seguir a Jesús —dice un catequista africa- violencia de Dios y hasta una venganza que ejercer sobre el pecado,
no—, marchar por el mismo camino que él, en el abajamiento, por- pero esta violencia es la del amor4.
que él se puso antes en mi lugar para abrime el camino» 2 .
Estas ideas se recogerán también en el lado católico, pero desco-
nectadas del tema de la justificación por la fe y orientadas en la pers-
Del siglo XVI al siglo XX en torno a la sustitución penal pectiva de la satisfacción, que resulta extraña al pensamiento de Lu-
tero. Salmerón, teólogo jesuíta del concilio de Trento, no tiene reparo
Este tema ya se señaló en las citas del sombrío florilegio, que en decir que Cristo asumió la persona de todos los pecadores y la cul-
había hecho de él uno de sus motivos privilegiados 3 . Nos bastará in- pabilidad de todos nuestros delitos, hasta poder ser llamado justa-
dicar ahora el panorama de teorías que convergen todas ellas en la mente el maldito de Dios 5 . En el siglo XIX, R. Cornely va en este
idea de que Cristo sufrió en lugar nuestro el castigo de nuestros peca- mismo sentido sin preocuparse por los superlativos 6 . En el siglo XX,
dos. Porque hay numerosos matices y acentuaciones. Por otra parte, el teólogo ruso Sergio Bulgakov lleva también hasta el extremo la
es difícil distinguir siempre entre la afirmación misma y ciertas metá- afirmación de que Cristo asume el pecado universal. No se trata, sin
foras o exageraciones oratorias, que a menudo quedan corregidas me- duda, de una realidad empírica, sino del aspecto metaempírico de su
diante el rodeo prudente de un «como si». En los reformadores, re- identificación con el género humano: «Cristo toma sobre sí el pecado
presentados ampliamente en este dossier, el católico corre fácilmente del mundo y lo hace pasar a su propia vida... En la profundidad de la
el peligro de dejarse engañar por una lectura material de los textos, inhumanación, que es la identificación del Hijo con todo el género
sin tener en cuenta el movimiento dialéctico que siempre supone la humano por medio de la recepción de la esencia humana, tiene lugar
inversión de los puntos de vista, donde lo negativo se cambia en posi- la asimilación del pecado y de los pecados, por su aceptación de ellos
tivo. como si fueran suyos propios» 7 . La verdad es que estas afirmaciones
Lutero, en la perspectiva del intercambio entre el pecado y la jus- excesivas se inscriben también en un movimiento de solidaridad, que
ticia que tiene lugar entre Cristo y nosotros, es el testigo de la sustitu- llega hasta la identificación con el viejo Adán. Pero Cristo se carga al
ción en la culpabilidad. La persona misma de Cristo se hace culpable propio tiempo él mismo con toda la cólera divina contra el pecado
de todos los pecados del mundo y muere como culpable. Lo que aquí que llevaba consigo:
domina es el punto de vista personal; aunque no tenga nada que ver
con el pecado, Cristo se reviste de la «persona» de los pecadores y «Bajado del cielo, enviado al mundo por el Padre, bajo el peso del
asume su papel. De este modo, el pecado queda destruido en su pecado del mundo, el Hijo de Dios se aleja del Padre, que le exige in-
muerte. La blasfemia que constituye el pecado, en donde el hombre exorablemente beber el cáliz de su cólera contra el pecado y final-
mente lo abandona bajo ese peso aplastante... A través de su humani-
se hace falso-Dios a sus propios ojos, queda aniquilado en la cruz, ya
dad, esta carne de pecado se hace la suya propia. El justo, tomando el
que el verdadero Dios se carga de ese falso-Dios y muere de ese pecado del mundo, se pone ante los ojos de Dios, en el nivel de los
pecadores. Se aleja de la santidad para entrar en el pecado..., se su-
2. B. LAURET, Cristologia dogmática, en Iniciación a la práctica de la teología, t.
II, Dogmática I, Cristiandad, Madrid 1984, 254, citando L'Evangile de Jósus-Christ, 4. Agradezco a D. Olivier las juiciosas indicaciones que me dio sobre el sentido
Cié, Yaoündé 1972, 84.- Al contrario, en la Éncyclopédie de la fo/.Cerf, Paris 1967, que tiene la idea de sustitución en Lutero.
art. «Subsütution», 276-277, J. Ratzinger formaliza demasiado exclusivamente en torno 5. Cf. L.SABOURIN, Rcdemption sacriñcielle. Une enquéte exégetique, D. D. B.,
a la idea de sustitución el conjunto doctrinal, que tiene como centro el admirable inter- Paris 1961, 115-117.
cambio y como dos focos las ideas de sustitución y de solidaridad (cf. ¡nrra).
6. Cf. L. SABOURIN, O. C, 141.
3. Cf. supra, 78-86. 7. S. BOLLGAKOV , Du Verbc ¡ncarné (Agnus Dei), Aubier, Paris 1943, 282.
388 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR
DE LA SUSTITUCIÓN A LA SOLIDARIDAD 389

merge en esa noche del pecado, noche de Getscmaní, angustia mor-


tal...»8. Así pues, Cristo se expone a sí mismo «a la acusación y al vere-
dicto que nosotros merecemos». Él puede «hacerse responsable de
Bulgakov ve en este misterio el carácter asombroso del nuestros pecados», porque «el pecado que cometemos nosotros... se
«sacrificio del amor salvador», el punto extremo de la kénosis de la ha hecho su pecado, y la acusación, el juicio y la maldición que de
encarnación por la que Cristo acepta «la prueba de la cólera de Dios allí se derivan para nosotros cayeron sobre él»14. Pero esta fuerte in-
y de la lejanía de Dios, en la que le está reservada una muerte inexo- sistencia en la sustitución se integra en Barth en el tema del intercam-
rable y violenta, como la pena capital por los pecados del mundo» 9 . bio entre el veredicto de condenación que golpeó a Jesús y el juicio
¿No conduce el sentido místico de la paradoja en este caso a una idea de absolución reconciliadora que nos declara justos.
de Dios muy discutible? La tesis más corriente es la de la sustitución penal propiamente
Calvino está cerca de Lutero y opina igualmente que Cristo fue dicha, esto es, de la sustitución en el castigo. Jesús recibe el castigo
hecho pecador; pero la dominante de su pensamiento considera que de nuestros pecados. Volvemos a encontrarnos aquí con Calvino.
Cristo nos sustituye en la condenación: él es ante el Padre el gran Más adelante nos encontramos ya con Grotius 15 , Bossuet y Bourda-
acusado en nuestro nombre 10 . Para él es capital el hecho de que la loue en el siglo XVII 16 , con los efectos oratorios del siglo XIX17 y
muerte de Jesús sea el resultado de un proceso condenatorio y de un con la teología escolástica de comienzos del siglo XX18. La influen-
juicio capital para él: «Nuestro proceso criminal ante Dios se ha tras- cia indirecta de la reflexión protestante desempeñó su papel en esta
ferido a Jesucristo, hasta el punto de que él ha reparado nuestros pe- evolución. Pero el pensamiento se simplifica y se endurece peligrosa-
cados» 11 . En nuestros días, K. Barth ha desarrollado con energía el mente. Porque los teólogos ya no tienen ante la vista la justicia justi-
tema del «juez juzgado en lugar nuestro» 12 . En la interpretación de su ficante de Dios, ni el intercambio entre el pecado y la justicia que se
pensamiento hay que tener en cuenta la dialéctica que se desarrolla a produce entre los hombres y Cristo. Las sombrías teorías protestantes
partir de la identidad del que juzga y del que es juzgado: se prestaban sin duda al corto-circuito. En los católicos éste es ya un
hecho plenamente cumplido, ya que ahora todo pasa entre Jesús y su
«Ha llegado el momento de enunciar la proposición decisiva: sucedió Padre, entre el que sufre el castigo para «expiar», compensar y
que el Hijo de Dios ejecutó el justo juicio de Dios sobre nosotros, los «satisfacer», y el que lo exige, lo impone y lo hace lo más absoluto
hombres, haciéndose él mismo ese juicio por nosotros... Sí, punto por posible.
punto, hemos sufrido lo que tenía que sucedemos, pero puesto que
fue así la voluntad de Dios, su juicio sobre nosotros tuvo lugar en la Más recientemente, el teólogo luterano W. Pannenberg ha intenta-
persona de su Hijo —de forma que él fue c! acusado, el condenado y do recuperar el tema de la dogmática protestante, pero renovándolo
el ajusticiado—. El Hijo de Dios ejerció el juicio —iy es él el juez mediante una doble llamada a los datos de la historia por una parte y
que fue juzgado, que se dejó juzgar!—... Y realizó nuestra reconcilia- a la realidad de la resurrección por otra, que generalmente están au-
ción con Dios en lo que hizo por nosotros, al asumir nuestra condena- sentes de las teorías de la sustitución. Enuncia de este modo su pro-
ción y nuestro castigo —para cumplir toda justicia— y al tomar nues- pia tesis: «La muerte de Jesús en cruz se ha manifestado a partir de
tro sitio sufriendo en lugar nuestro»13. su resurrección como el castigo sufrido en nuestro lugar para la
existencia de la humanidad que ha ofendido a D¡os>¿9. Esta muerte
es una «expiación representativa» en la que se desarrolla la inversión
dialéctica entre el justo y los blasfemos. Porque Jesús fue condenado
8. lbid., 286-287. por haber blasfemado contra la ley. Pero la confirmación divina de
9. Ibid sus pretensiones, ofrecida por la resurrección, dice quiénes son los
10. Cf. J. CALVIN, In Cor. V.ed. G. Baum-E. Cunitz-E.Reuss, t. 50, Brunswigac
1893, 74, citado por J. GALOT, Le Rcdcmption mystére d'Alliancc, D. D. B., Paris-
Brugcs 1965, 252, n. 5; ID ., Uisütution de ia religión c/irctienne, 1. II, Labor ct Fidcs,
Gcncve 1955, 262-263. 14. Ibid.,249.
11. J. CALVIN, Institution de ¡a religión chrétierme, o. c, 263. 15. Cí.supra, 82.
12. K. BARTH, Dogmatique, vol. IV, La doctrine de ¡a rccoticiliaíion, t. I, 1, Labor 16. Cí.supra, 83-85.
ct Fidcs, Genéve 1966, t. 17, p. 222. 17. Cf. supra, 85-88.
13. ¡bid.,235. 18. Cí.supra, 90-94.
19. W. PANNENBERG , Fundamentos de cristología, Sigúeme, Salamanca 1974, 303.
390 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR DE LA SUSTITUCIÓN A LA SOLIDARIDAD 391

verdaderos blasfemos y quién es el justo. Así pues, Jesús vivió por expreso todas mis reservas personales ante la polarización de los teó-
sustitución la muerte merecida por los blasfemos. La exclusión de logos de los tiempos modernos sobre la sustitución penal y la drama-
que fue objeto Jesús da origen a la «representación inclusiva», según tización a la que se abrió el camino. Es verdad que intentaba dar
la cual la muerte de Jesús contiene la nuestra y triunfa sobre ella20. La cuenta de la paradoja absoluta del misterio de la cruz en donde la jus-
teoría de W. Pannenberg ha sido criticada por Ch. Duquoc21. ticia justificante de Dios se enfrenta con la opacidad abismal del pe-
La idea de sustitución en el castigo llegó hasta el fondo de ella cado. Pero lo hacía a costa de una confusión inconsciente entre el
misma con la doble perspectiva de la sustitución en la condenación y furor del propio pecado y la cólera amorosa de Dios ante el pecado.
en el tormento del infierno. Lutero ve en el desamparo de Cristo en la La paradoja existe ciertamente, lo mismo que el intercambio entre la
cruz y en sus palabras de abandono la expresión del tormento infer- justicia y el pecado que se evoca en los famosos versículos paulinos.
nal: ¿acaso el abandono de Dios no es el tormento por excelencia del Pero Jesús no muere en cuanto castigado por Dios en el lugar nues-
condenado, la pena de daño? Así pues, Jesús sufrió «lo que ya sufren tro; el juicio injusto del que ha sido objeto no puede remitir, ni si-
los condenados»; experimentó «el espanto y el horror de una con- quiera simbólicamente, al juicio de Dios; es más bien el signo de la
ciencia desconcertada y saboreó la cólera eterna» 22 . Pero Lutero es kénosis del que fue entregado en manos de los pecadores; sus sufri-
también consciente de que éstas son afirmaciones paradójicas, ya que mientos y su desamparo, la distancia misteriosa que se inscribió entre
Cristo no se vio afectado en nada por el pecado y su grito no es blas- Jesús y su Padre, son efecto y consecuencia de los pecadores y del
femia, sino clamor inocente. «Grita que está abandonado de Dios, pecado, y solamente de ellos. Por eso es sano que, después de tantas
pero invoca a su Dios y confiesa de este modo que no está abandona- imprecisiones, la Comisión Teológica Internacional haya pronuncia-
do» 23 . Calvino, por su parte, interpreta la bajada a los infiernos como do recientemente un juicio claro en este sentido, del que sólo cabe la-
un descendimiento al infierno. Jesús padeció la pena de la muerte in- mentar que haga una alusión demasiado fácil y ligera a la teología
fernal, de la que lo libró la resurrección 24 . En este terreno, Bulgakov protestante. «No hay que pensar que Dios haya castigado o condena-
marca un retroceso: se niega a afirmar que «Cristo hubiera sufrido
do a Cristo en lugar nuestro. Se trata de una teoría que presentan
los tormentos auténticos del infierno en lugar del hombre»; pero
erróneamente varios autores, concretamente en la teología reforma-
opina que sufrió como castigo «lo equivalente de lo que debería
da» 27 . Esta toma de posición no ha encontrado todavía la publicidad
haber sufrido la humanidad, es decir, los tormentos del ¡nfierno>rs.
que se merecía.
Por parte católica, H. Lesétre opinaba a comienzos de este siglo que,
mereciendo el pecado el infierno, «Jesucristo fue hecho por nosotros
maldición. Su Padre le hizo sentir todo el rigor del anatema» 26 .
Del siglo XXal siglo XX la satisfacción vicaria
Teniendo en cuenta las correcciones que la diversidad de interpre-
taciones aquí señaladas merece aportar, y sin espíritu de amalgama, Desde el siglo XLX otra corriente teológica desarrolló diversas te-
orías bajo el título común de «satisfacción vicaria». Se encuentra un
presentimiento antiguo de esta expresión en un texto de la liturgia
20. /Mí., 326. mozárabe que atribuye la redención al «oficio vicario» (vicario mu-
21. Cf. Cu. DUQUOC, Cristologia. Ensayo dogmático, t. 2. El Mesías, Sigíleme, Sa- ñere) del Hijo, que es el sustituto (vicarius) de la humanidad culpa-
lamanca 1972, 240-252.
22. Expresiones sacadas del Comm. ¡nps. 21, 1-2:WA 5, Weimar 1892, 598-608. ble 28 . La fórmula técnica aparece por primera vez, que se sepa, en la
23. Ibid pluma del lenedictino alemán M. Dobmayer (+1805).
24. J. CAI.VIN, histítiition déla religión chrétieiwe, o. c , 268-269.
25. S. BOULGAKOV , o. c.,296. Esta teoría toma sus debidas distancias respecto a la de la sustitu-
26. H. LESETRE, Notre-Seignmr Jésus-Christ dans son saini Évangile, París 1902, ción penal entendida en sentido estricto. La palabra satisfacción ex-
529, citado por L. SABOURIN, O.C, 434.-Más recientemente, pero en el marco de una
sistemática muy distinta que no recoge el tema de la sustitución puramente penal, H. U.
V O N B ALTHASAR, Clona. Una estética teológica, 7. Nuevo Testamento, Encuentro, Ma-
27. COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL, Algunas cuestiones relativas a la cristo-
drid 1989, 187-192, afirma que Jesús pasó por la experiencia de la «segunda muerte»,
logia IV, D , 7;Doc. Cath. 1803 (1981) 229. Este mismo documento expresa el males-
la del infierno propiamente dicho. Recogiendo las ideas de Nicolás de Cusa, piensa que
tar de la Comisión ante los conceptos de «sustitución expiatoria» y de «expiación vica-
la kénosis de Cristo llegó hasta d abandono escatológico por parte de Dios. Expresé ya
mis reticencias ante esa tesis extrema en RechScRel 59 (1971) 88-89. ria»: lbid., IV, C, 3, 3.
28. Citade por J. RIVIERE Sur les premieres applications du lerme «satisfactio» a
iocuvre du Cbist. IV: Bulletinde Littérature ecclésiastiquc, 1924, 364.
392 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR DE LA SUSTITUCIÓN A LA SOLIDARIDAD 393

presa en ella, no ya el castigo, sino la reparación de la ofensa hecha a hermanos culpables, por el homenaje del Hombre-Dios»32. Esta defi-
Dios. El término de «vicario» expresa un aspecto concreto de la susti- nición recoge el desafortunado término de compensación. Si Riviere
tución: Jesús toma sobre sí una tarea que nosotros no podíamos cum- desconfía del esquema de la justicia vindicativa y penal, no es así en
plir. Se resalta fuertemente el amor de Cristo en su ministerio pas- lo que concierne al de la justicia conmutativa, que arroja una sombra
cual. La satisfacción vicaria es un acto de reparación moral, que se sobre el concepto positivo de reparación. Por otra parte, afirma que
inscribe en el horizonte sombrío de la pena y del castigo. La dificul- Dios, en su deseo amoroso de perdonar los pecados de los hombres,
tad que se plantea a propósito de esta teoría procede de la idea de «decretó como condición previa la vida y la muerte de su Hijo» . Ya
compensación que no se reprueba expresamente en ella. Esta tesis hemos visto cómo esta posición, que no pertenece ni a Anselmo ni a
corre igualmente el peligro de hacer pensar que Cristo lo hizo todo en Tomás de Aquino, resultaba perniciosa. Sigue siendo la de Riviere, a
lugar nuestro, en vez de abrirnos tan sólo el camino de nuestra propia pesar de su formulación un tanto suavizada. Finalmente, Riviere
satisfacción. Finalmente, no se puede olvidar que en muchos autores sigue estando impregnado de la mentalidad teológica, que identifica
sigue estando en comunicación con la sustitución penal, como de- redención y satisfacción y reduce la mediación descendente a la as-
muestran las expresiones mixtas de «sustitución expiatoria» o de cendente: esta convicción fundamental pesa sobre las exégesis de los
«expiación vicaria». textos patrísticos que recoge sin embargo con una adecuada exigen-
Bajo su mejor forma, la doctrina de la satisfacción vicaria fue la cia científica, y falsea el equilibrio de la doctrina. El lugar de la resu-
del gran historiador del dogma de la redención, J. Riviere. Para Ri- rrección en el acontecimiento salvífico tampoco constituye en él una
viere, «el concepto de satisfactio vicaria, sin tener la autoridad canó- magnitud teológica.
nica que se atribuye a un término definido, pertenece realmente a la
fórmula católica del dogma redentor»29. Quizás el autor estaba en este
juicio influido por el esquema del Vaticano I sobre la redención, que
II. LA REPRESENTACIÓN Y LA SOLIDARIDAD
se quedó en cartera y que insistía mucho en la satisfacción realizada
por Cristo, Mediador de Dios y de los hombres, y comprendía un
canon afirmando que la satisfacción vicaria no repugna a la justicia La experiencia de la solidaridad
divina30. En su artículo «Rédemption» del Dictionnaire de Théologie
En nuestro mundo cultural, el término de solidaridad es portador
Catholique, Riviere matiza su formulación: «la idea fundamental im-
de una gran carga afectiva y remite a unas experiencias fuertes. Supe-
plicada en estos términos pertenece a la fórmula de la fe católica»31.
ra con mucho el orden de las obligaciones derivadas del derecho o
No cabe duda de que el término de satisfacción pertenece al lenguaje
del hecho. En un mundo en que las relaciones colectivas tienen cada
y al misterio de nuestra salvación en Cristo; ya hemos visto en qué
vez más peso, nuestras solidaridades nos definen de alguna manera,
sentido. Pero es muy exagerado canonizar dogmáticamente la teoría
positiva o negativamente. En efecto, la solidaridad indica muchas
teológica de la satisfacción vicaria, y francamente erróneo reducir a
veces el acto de una opción voluntaria, por el que asumimos un vín-
esta sistematización el misterio de la mediación salvífica de Cristo.
culo con los que están originalmente alejados de nosotros, en espe-
L. Malevez al presentar hace poco la última obra de J. Riviere re- cial los desfavorecidos de este mundo, los pobres, los débiles y los
sumía así su teología de la redención: «La redención es la compensa- excluidos. La solidaridad es una traducción moderna de la actitud del
ción, la satisfacción ofrecida a la santidad de Dios, en nombre de los buen samaritano que se portó como prójimo del hombre maltratado
por los bandidos (Le 10, 36). Hacerse solidario de un pueblo, de un
ambiente de vida o de un grupo, es aceptar los riesgos de una comu-
nidad de destino con él, compartir sus sufrimientos, soportar con él
29. J. RIVIERE, Le dogme de la rédemption. Etude théologiqve, Lecoffrc París las injusticias de que es objeto, pero también vivir con él, defenderlo
1931,23.
30. L. RICHARD, Le Mystére de la Rédemption, Desclée, Tournai 1959, 187-189, y ayudarle a salir de la miseria o de la opresión. En la solidaridad vo-
ofrece amplios extractos de este esquema.
31. D.T.C.t. 13/2, Letouzey et Ané, París 1937,col. 1921. Cf. C. GUILLON, La Üié-
ologie catholique de la rédemption au XX siécle. Etapes d'une éwlution, I.C.P. Paris 32. L. MALEVEZ: NouvRevTheol 82 (1950) 217.
1985,21. 33. J. RIVIÍRE, D.T.C., ibid, col. 1982; cf. C. GUILLON, O.C, 24.
394 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR DE LA SUSTITUCIÓN A LA SOLIDARIDAD 395

luntaria, hay un intercambio entre unos patrimonios de valor (digni- mismo en su movimiento de retorno al Padre, de reparación y de re-
dad, generosidad...), pero también entre una situación de sufrimiento conciliación.
y de injusticia y una actividad de promoción y de liberación. Desde La categoría histórica más reciente de la mediación ascendente, la
sus orígenes, la evangelización ha supuesto un compromiso de soli- de la sustitución, nos remite una vez más a la solidaridad, primero
daridad del apóstol con los hombres a los que ha sido enviado, como por una reacción legítima contra una teología que absolutizaba inde-
decía san Pablo que se hizo todo para todos, judío con los judíos, sin- bidamente un concepto aislado y confiscaba de manera errónea en su
ley con los sin-ley, débil con los débiles (1 Cor 9, 20-22). Muchos propio beneficio todos los aspectos de nuestra salvación, y luego por
misioneros han vivido esta misma actitud a lo largo de los siglos en la lógica interna que une sustitución con solidaridad. En efecto, la
los países donde querían implantar el evangelio. Semejante solidari- una y la otra son como los dos focos de una misma eclipse. En el
dad puede conducir a la muerte; es lo que ocurrió durante la última orden que aquí nos ocupa, no se da una sustitución pura y simple. De
guerra mundial con una persona ya citada por su obra teológica, el lo contrario, la persona sustituida se vería reducida a la nada. La ver-
padre Yves de Montcheuil: hecho prisionero en la cueva de la Luiré dad de la sustitución supone la solidaridad. Por eso, el razonamiento
en julio de 1944, cuando el ataque del maquis de Vervors al que se subyacente al redescubrimiento de la solidaridad puede partir de la
había incorporado por razones espirituales y apostólicas, respondió al sustitución: Cristo no puede sustituir a los hombres pecadores para
oficial alemán que le interrogaba: «He venido de París expresamente promover su retorno a Dios más que con la condición de ser legítima-
para estar a su lado» 34 . Fue fusilado unos días más tarde. Desde en- mente su representante ante Dios; pero no puede ser ese representan-
tonces, muchos hombres han pagado con su vida su voluntad de soli- te, si no ha asumido una solidaridad auténtica, de naturaleza y de
daridad. Es verdad que la solidaridad puede detenerse en la defensa condición, con los hombres. La representación se presenta como el
de unos intereses de grupo, pero puede ser también el lazo, no sólo término medio entre la sustitución y la solidaridad.
de una camaradería cordial, sino también de la amistad y simplemen-
La solidaridad de Cristo con nosotros no es la de un hecho origi-
te del amor.
nal. Es el fruto de una libre decisión por parte del Hijo, que asume
voluntariamente una solidaridad completa con la humanidad, incluso
en las consecuencias del pecado que lo une a ella para su desdicha. El
Solidaridad y salvación valor de esta solidaridad no es solamente ejemplar; por venir de otra
parte, es capaz de cambiar el sentido de la solidaridad humana del
En todos los tiempos la idea de solidaridad ha estado asociada mal en bien, de darle un nuevo fundamento y de liberarla. La relación
con la de salvación. Una buena prueba de ello es la frecuente apari- entre la sustitución y la solidaridad se basa siempre en el admirable
ción de esta palabra a lo largo de estas páginas. Por la encarnación, el intercambio. Jesús no ha venido solamente a compartir nuestro desti-
Verbo de Dios se hizo solidario de toda la humanidad y la hizo soli- no como un hombre entre los hombres. Por muy conmovedora que
daria de su divinidad. Los argumentos soteriológicos de nuestra divi- sea, esta solidaridad podría no cambiar en nada nuestra sustitución.
nización se basan en esta doble solidaridad, que es la del único me- En definitiva, se la podría acusar de no conseguir otra cosa si no
diador, con los dos compañeros que hay que unir entre sí. También hacer un desgraciado más. Pero Cristo toma sobre sí la solidaridad de
hemos encontrado ya el orden solidario de las libertades. Todo esto nuestros sufrimientos y de nuestro destino marcado por el pecado, a
pertenece a la mediación descendente. Pero el sacrificio, la expiación fin de trasformarla en solidaridad de justicia y de felicidad y de co-
dolorosa y la satisfacción suponen igualmente, según el movimiento municarnos el beneficio de la solidaridad divina que es por origen la
de la mediación ascendente, la solidaridad de condición y de destino suya.
asumida por Cristo con nosotros. Este título de la solidaridad es nece-
sario para que él pueda ser de verdad nuestro representante ante Dios,
la Cabeza de ese gran cuerpo de la humanidad que él recapitula en sí La solidaridad en la Escritura
Algunos textos bíblicos funcionan como si se tratara de un test de
34. Cf. Y. DE MONTCHEUIL, Mélangcs tliéologiqucs, Aubier, París 1951, prólogo de
Rorschach: según las épocas y las lentes con que se leen, dicen unas
H. de Lubac, pp. 8-9. veces sustitución y otras solidaridad. Lo más significativo en este as-
DE LA SUSTITUCIÓN A LA SOLIDARIDAD 397
396 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR

pecto, como hemos visto, es el poema del Siervo doliente. A. Méde- entrada de Jesús en la solidaridad múltiple con la comunidad huma-
bielle en 1938 subrayaba en él, con otros muchos, la expiación penal na:
y la sustitución 35 . En 1959, L. Richard dice por el contrario: «No se «El propio Verbo encarnado quiso participar de la vida social huma-
trata de una sustitución del pueblo culpable por el siervo fiel, sino de na. Asistió a las bodas de Cana, bajó a la casa de Zaqueo, comió con
una solidaridad aceptada con vistas a la expiación y al perdón divi- publícanos y pecadores. Reveló el amor del Padre y la excelsa voca-
no» 36 . Esta exégesis es cada vez más corriente en nuestros días. Ya a ción del hombre evocando las relaciones más comunes de la vida so-
comienzos del siglo, F. Prat, gran exégeta de san Pablo, había orien- cial y sirviéndose del lenguaje y de las imágenes de la vida diaria co-
tado la interpretación de la Escritura en el sentido de la solidaridad. rriente. Sometiéndose voluntariamente a las leyes de su patria,
santificó los vínculos humanos, sobre todo los de la familia, fuente
Sin que aparezca la palabra, la realidad de la solidaridad es in- de la vida social. Eligió la vida propia de un trabajador de su tiempo
manente a numerosos textos paulinos. De rico como era, Cristo se y de su tierra»37.
hace pobre por nosotros (2 Cor 8, 9); de condición divina, toma la
condición de esclavo (Flp 2, 6-7). Esta solidaridad se pone al servi- La reciprocidad de esta solidaridad se señala en la escena del jui-
cio del intercambio que tiene lugar entre él y nosotros: se identifica cio final: «En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos her-
con nosotros para cambiar nuestra situación, para trasformar nuestra manos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Me 25, 40).
pobreza en riqueza, para tomar sobre sí la maldición y el pecado, Éste es, en su riqueza pero también en su complejidad, el gran
para comunicarnos su justicia (Gal 3, 13; 2 Cor 5, 21). Este intercam- movimiento de solidaridad que une a Cristo en nosotros y a nosotros
bio afecta a la misma cruz: nosotros le comunicamos nuestra propia con Cristo, en su doble dimensión humana y divina. Esta solidaridad
muerte, pero él nos comunica el beneficio salvífico de su propia tiene su último fundamento en el designio eterno de Dios que nos ha
muerte, hasta el punto de que morimos con él: «El amor de Cristo elegido en Cristo antes de la fundación del mundo (cf. Ef 1, 4). En
nos apremia al pensar que, si uno murió por todos, todos por tanto ella el orden de la salvación respeta el de la creación. La solidaridad
murieron» (2 Cor 5, 14). La teología del bautismo es presentada por tiene su fuente en el movimiento descendente de la mediación de
Pablo como una participación y una asimilación a su muerte y a su Cristo, pero se realiza y se acaba según el movimiento ascendente
resurrección (Rom 6, 3-11). La dialéctica de uno para todos y todos que nos lleva al Padre como una sola familia y un solo cuerpo.
para uno vale en un sentido opuesto de nuestra solidaridad en Adán y
Los padres de la Iglesia son en este punto los herederos espontá-
de nuestra solidaridad en Cristo (Rom 5, 12-21; 1 Cor 15, 21-22).
neos de la Escritura. Glosando Ef 1, 10, Ireneo desarrolla su propia
Esta solidaridad está al servicio de nuestra unión mística con Cristo,
teología de la recapitulación, que se basa en los distintos aspectos
que nos conduce a no formar más que un solo cuerpo con él (Col 1,
simbólicos de la solidaridad de Cristo con nosotros. San Cipriano nos
18; 2, 19; 3, 15; Ef 1, 23; 5, 23-30). Del mismo modo, la carta a los
dice, hablando de la eucaristía, que «Cristo nos llevaba a todos... En
Hebreos desarrolla largamente la idea de la solidaridad del sumo sa-
Cristo, sepámoslo bien, no hay más que un solo cuerpo al que está
cerdote que se ha hecho hermano de los hombres: «Por eso tuvo que
unida nuestra pluralidad, con la que él se unificó»38. Para Cirilo de
asemejarse en todo a sus hermanos, para ser misericordioso y sumo
Alejandría, «todos nosotros estábamos en el que murió y resucitó por
sacerdote fiel en lo que toca a Dios, en orden a expiar los pecados del
causa de nosotros y para nosotros» 39 . Esta misma solidaridad le per-
pueblo. Pues, habiendo sido probado en el sufrimiento, puede ayudar
mite a Cristo, s e g ú n san Agustín, rezar los salmos en nombre de
a los que se ven probados» (Heb 2, 17-18; cf. 4, 15; 5, 2).
todos los que forman su cuerpo. Se ha visto igualmente cómo el tema
La lectura teológica que hace Pablo del acontecimiento de Cristo de la solidaridad estaba subyaciendo en las argumentaciones soterio-
nos remite a las actitudes de Jesús, tal como nos las refieren los evan- lógicas de los padres.
gelios. La constitución Gaudiumet Spes del Vaticano 11 resume así la

37. Gaudim et Spes, n. 32, 2.


35. A. MEDEBIELLE, «Expiation», en DicL Bibl., Suppl., t. 3, Letouzey ct Anc, 38. SANQPHANO, Epjst.63, 13, citado por L. RICHARD , o. c, 119.
Paris 1938, 98. 39. QRILO SE ALEJANDRÍA , Comm. in evang. Joh., II, sobre Jn 1, 29: PG 73, 192d,
36. L. RICHARD, O. C, 31. citado por L. RICAHARD, o. c, 119.
398 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR DE LA SUSTITUCIÓN A LA SOLIDARIDAD 399

Solidaridad y universalidad de la salvación d a r i d a d e n virtud m i s m a d e la p r o x i m i d a d c o n D i o s q u e inaugura


p a r a c a d a u n o de ellos:
Uno de los aspectos de la contestación contemporánea se refiere,
como hemos visto, a la pretensión de universalidad de la acción salví- «De hecho, al entrar (Jesucristo) como Hijo de Dios corporalmentc
fica de Jesús. El tema de la solidaridad se presenta singularmente fe- en el mundo, se cambia la situación de todos. Con el se cualificó de
cundo a la hora de darle a esto una respuesta. Por una parte, el movi- nuevo el espacio existencial de cada hombre y él mismo se hizo
nuevo. Cada hombre se define ahora por el hecho de que Jesucristo
miento original de la solidaridad asumida por el mediador nos pone
es su hermano, vecino, compañero, conciudadano, cohombre. Ahora
en situación de «solidaridad divina». El misterio pascual de la muerte
Jesucristo pertenece al destino ontológico del hombre. Pero puesto
y de la resurrección es un acto divino; tiene por ello un valor absoluto que con Jesucristo viene Dios mismo, el hombre se encuentra con él
y por tanto universal. Es «una vez por todas» (ephapax: Heb 7, 27) y corporalmente en vecindad con Dios. Con la venida de Cristo se
tiene un alcance transhistórico. Es capaz de alcanzarnos a todos en abrió a todo el mundo y a todos los hombres un nuevo kairós, una
virtud de la omnipotencia divina que, por su parte, estableció ya en Je- nueva posibilidad de salvación. Con él se ha hecho nueva la situación
sucristo un lazo de comunión con nosotros. Pero este primer aspecto de todos, porque en la humanidad única el ser de cada uno es deter-
de la mediación es inseparable del segundo, el de la «solidaridad hu- minado por el de todos. Precisamente en el cuerpo de Cristo se nos
mana» que Cristo estableció entre él y nosotros y que nos permite da y se nos ofrece corporalmente la salvación» 43 .
tener parte en la solidaridad divina. Por eso en la actualidad tenemos
mayor curiosidad y somos más exigentes a propósito de los signos L a reciprocidad entre solidaridad divina y solidaridad h u m a n a en
puestos en la existencia humana de Jesús de esta solidaridad propia de C r i s t o f u n d a m e n t a p o r c o n s i g u i e n t e u n n u e v o tipo de s o l i d a r i d a d
su humanidad. Nos parece insuficiente una respuesta que apele única- p a r a t o d a la h u m a n i d a d , injertada en la solidaridad original d e crea-
mente a la solidaridad divina y realmente resulta insuficiente cuando c i ó n y d e destino histórico. En esta solidaridad creadora de u n n u e v o
se piensa en la economía de la encarnación. Por tanto, hay que dar c u e r p o , Cristo e s nuestra Cabeza; el famoso «por nosotros» d e la E s -
cuenta, por otra parte, de la naturaleza y del funcionamiento de la soli- critura toma t a m b i é n el sentido de « e n c a b e z a d o s p o r él» 44 . Y llega-
daridad humana de Jesús y de lo que justifica la atribución a su huma- m o s así a la a f i r m a c i ó n clásica de santo T o m á s : « L a Cabeza y los
nidad particular de un carácter universal. «En él no se trata tan sólo de m i e m b r o s son c o m o u n a sola persona física» 4 5 .
su destino; se trata del destino de toda la humanidad» 40 . El título de R e c i e n t e m e n t e , H. U. v o n Balthasar, criticando ciertas t e o l o g í a s
Hijo del hombre nos orienta en este sentido. El hecho de que la huma- c o n t e m p o r á n e a s d e la salvación, opinaba que «hay q u e superar c i e r t a -
nidad de Cristo no solamente asuma la solidaridad humana, sino que m e n t e el simple c o n c e p t o de solidaridad» 4 6 , debido al misterioso in-
funde entre los hombres una solidaridad nueva y los convoque a for- t e r c a m b i o que s e establece en la cruz. Pero parece ser que sus a c u s a -
mar un solo «cuerpo» es un dato iluminador. Lo que está pidiendo una ciones se refieren tan sólo a las reducciones del concepto de
mayor reflexión en nuestros días es la antropología del cuerpo místico solidaridad a s u s aspectos más elementales y corrientes. Sin preten-
de Cristo. Como dice atinadamente Ch. Duquoc, es preciso «descubrir der que este concepto sea suficiente por sí solo para dar cuenta de la
un punto de vista que sirva de fundamento al mismo tiempo a las dos totalidad de la salvación, hemos de reconocer que está necesariamen-
relaciones: la inclusión de los hombres en Cristo y la necesidad del te implicado en los demás. En particular, es imposible dar cuenta del
compromiso libre de cada hombre con Cristo»41. admirable intercambio —tan del gusto de Balthasar—, sin apelar a él.
La manera con que acabo de definir la solidaridad, «eminente» y
W. Kasper, en el que ya heñios encontrado la llamada al orden so-
lidario de las libertades 42 , muestra muy bien cómo la encarnación del
Hijo de Dios fundamenta entre los hombres un nuevo orden de soli-

43. W. KASPER, Jesús el Cristo, Sigúeme, Salamanca 1979 , 252-253.


44. Cf. M.J. NICOLÁS, POUT une théologic intégrale de la rédeupúon: (Revuc
40. CH. DUQUOC, Cristología, t. 1. El hombre Jesús, Sigúeme, Salamanca 1972", Thomiste81/l (1981) 42.
308. 45. S. Vi. III, q. 48, a. 2, ad 1.
41. Ibid. 46. H. U. \ON BALTHASAR , Le Christ daos sa mission de RédemjMr: Associaüon
42. a . supra, 208. sacerdotale «Limen Genitum», n. 42 (1978), 1.
400 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR DE LA SUSTITUCIÓN A LA SOLIDARIDAD 401

única en su género, de Cristo con nosotros nos indica muy bien que La intervención de Dios en nuestra historia por la encarnación uti-
interviene en todos los tiempos de la mediación. liza esta estructura de las relaciones sociales en la historia humana,
de la que constituye un paso al límite, dado el carácter trascendente
que le confiere. El funcionamiento de la relación uno/todos permite
La salvación de todos por uno solo
comprender algo de cómo funciona humanamente la universalidad de
La perspectiva paulina de la salvación de todos realizada por uno Jesús. El «todos» aquí considerado no es ya un pueblo entre los pue-
solo se apoya en el esquema antropológico dé la relación uno/todos blos; es obra de la «multitud» (hoi polloi) de los hombres, es decir,
que pertenece a la historia de los grupos humanos. A través de esta de la humanidad universa], judíos y paganos, considerada tanto en el
relación es como un grupo humano encuentra su unidad, su cohesión, tiempo como en el espacio.
y se hace efectivamente solidario. La relación de la multiplicidad de Los textos bíblicos ilustran la dialéctica de la identidad y de la
los miembros con la unidad del grupo queda mediatizada por la rela- oposición a propósito de esta relación establecida entre Jesús y la hu-
ción de los miembros con una persona única que simboliza y hace manidad. Por una parte, Cristo asumió la naturaleza humana y el des-
efectiva dicha unidad. Esta relación está hecha de una dialéctica de tino ligado a su condición. Se identificó con ella y se hizo solidario
identidad y de oposición, siendo esta oposición el lugar de un inter- de ella. Pero no se hizo solamente un hombre entre los hombres.
cambio entre el que es único y todos los demás. La identidad se ex- Siendo el Hijo encarnado, ofrece en su nacimiento virginal el signo
presa, por ejemplo, en el orden político, a través del simbolismo del de que viene a reasumir a toda la humanidad para una creación
soberano, jefe «carismático», rey, emperador, presidente de la repú- nueva. Por este título es el nuevo Adán, fundador para todos de una
blica. Sean cuales sean sus poderes concretos, el soberano simboliza unidad, de una solidaridad y de un destino nuevos. Por su vida, su
en última instancia la unidad de su pueblo: lo representa y compro- muerte y su resurrección, actúa como Cabeza y Jefe de esta humani-
mete su destino. «El Estado soy yo», decía Luís XIV; en un sentido dad (Col 1, 18; Ef 1, 22) y da realidad visible a su intención de hacer
«carismático», Ch. de Gaulle pudo decir en 1940: «Francia soy yo» y de la humanidad un solo cuerpo, su propio cuerpo que es la Iglesia,
dar progresivamente una efectividad a esta toma de conciencia. En el poniendo el acto decisivo de la recapitulación de todas las cosas bajo
terreno del ideal tenemos al santo o al sabio, aquel en quien todo un una sola Cabeza (Ef 1, 10). Su título de Resucitado lo celebra como
pueblo se reconoce y sigue su ejemplo, como Gandhi. el Señor, aquel que recibió toda soberanía y todo poder. La humani-
dad era ya una en el designio creador de Dios. Pero esta unidad había
Esta identidad remite sin embargo a una oposición: el único está
jugado para lo peor, puesto que por el pecado de Adán todos habían
frente a todos; entre él y el pueblo se produce un fenómeno de refle-
recibido la condenación. La solidaridad de la relación uno/todos
jo con la concentración de la vida de todos en uno solo. Esta oposi-
había dado origen a la proliferación del pecado. La nueva solidaridad
ción puede funcionar en sentido positivo o negativo en el intercam-
basada en Cristo viene a restaurar la imagen de Dios que es la huma-
bio que sigue. El único puede convertirse en tirano de todos,
nidad y a traerle la salvación. Según la perspectiva bíblica de la per-
oprimir a su pueblo, arrastrarlo a la guerra. El pueblo puede rebelar-
sonalidad corporativa, toda la humanidad se convierte en un solo ser
se contra él, matarlo físicamente (Carlos I de Inglaterra, Luis
en Cristo. El obrar de Cristo la compromete por entero en un destino
XVI...) o políticamente, hacer que dimita en unas elecciones. Pero
nuevo. La lumanidad queda «incluida» en Cristo.
también el único puede convertirse en el defensor de su pueblo, en
su reagrupador, en su libertador. Es el héroe nacional, objeto de res- Pero esta identidad del Único y de todos supone también el mo-
peto y de orgullo durante su vida, de honores especiales después de mento de 1¿ oposición, el del justo y los pecadores, el del salvador y
su muerte, y hasta de una apoteosis, ya que sigue viviendo en la me- los salvados. En esta oposición representan su papel las libertades,
moria del pueblo después de haber asegurado su destino. En esta bien en el rechazo, bien en la acogida. Esta oposición se vive primero
dialéctica de identidad y de oposición, la ejemplaridad y la causali- de modo negativo: si Jesús vive el «por nosotros» de una solidaridad
dad representan a la vez su papel a través de un movimiento de reci- absoluta, st q u e d a solo frente a todos y choca con el proyecto de
procidad. Lo que hace uno concierne a todos, lo que él decide les muerte quees o b r a de todos, judíos y paganos. El Único muere por
afecta a todos; pero también la libertad de todos le afecta a él en la obra de todos. P e r o el conflicto se convierte en Jesús en un intercam-
aceptación o en el rechazo. bio: uno solo da su vida por todos y su muerte da la vida y la justicia
402 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR DE LA SUSTITUCIÓN A LA SOLIDARIDAD 403

a todos. Más aún, «si uno murió por todos, todos por tanto murieron»
Universalidad de Jesús y misterio de la Iglesia
(2 Cor 5, 14). Pero el término de muerte ha cambiado de sentido: la
muerte de uno solo es el resultado del pecado de todos; la muerte de La lógica de la encarnación que nos trae la salvación por medio
todos es una liberación de la muerte del pecado y un retorno a la de la humanidad de Jesús se extiende al misterio de la Iglesia. En
vida. El conflicto inexpiable se ha convertido en reconciliación abso- efecto, es imposible dar cuenta del cómo humano de la universalidad
luta. La libertad santa del Único ha convertido las libertades pecado- de Jesús abstrayendo de la Iglesia. Porque el género humano es un
ras, como atestiguan la palabra del centurión al pie de la cruz, la fe de cuerpo diacrónico y la humanidad propia de Jesús no podía ser con-
los testigos del resucitado y el arrepentimiento de los destinatarios creta sin estar situada en un tiempo y en un lugar. Por eso mismo la
del discurso de Pentecostés (Hech 2, 37). Se establece un nuevo relación uno/todos se convierte en el «una vez por todas». Pero para
orden solidario de libertades, basado en la libertad santa y contagiosa que las libertades humanas puedan convertirse y adherirse a la salva-
de Cristo. Por eso la solidaridad de la salvación de todos realizada ción traída por la libertad de Cristo, es preciso que el mensaje de esa
por uno solo no puede prescindir nunca de la libertad de cada uno. salvación se les trasmita según las leyes humanas de la comunica-
Las libertades de todos se ven urgidas a lo largo de la historia a dar ción, y que esa misma salvación se les haga presente y se les dé visi-
su respuesta al acto cumplido por uno solo: lo harán, bien sea fijando blemente. La relación uno/todos tiene que poder expresarse simbóli-
su oposición en un rechazo, o bien acogiendo la solidaridad del inter- camente (en el sentido fuerte de la palabra) y vivirse hasta el Final de
cambio total con Cristo.
los tiempos. Así es como la universalidad de la mediación de Cristo
Para recapitular esta dialéctica de la relación uno/todos entre Cris- realiza su efectividad. Tal es el misterio de la Iglesia, que congrega
to y nosotros, se puede introducir el concepto de origen hegeliano, por el don del Espíritu en el Cuerpo de Cristo a todos los que respon-
utilizado por H. U. von Balthasar, de «universal concreto». Jesús den al anuncio de la salvación por medio de su fe. En ella la relación
puede llamarse en sentido propio y único nuestro «universal- uno/todos es simbolizada ministerial mente por la relación algunos/
concreto» o nuestro «concreto-universal». En contra de la ley lógica todos: algunos se ponen al servicio de todos para obrar en nombre de
que quiere que lo universal sea abstracto y que lo concreto sea sólo Cristo-Cabeza en el triple ministerio de la palabra, de los sacramen-
particular, los dos términos pueden atribuirse simultáneamente a tos y de la reunión del pueblo de Dios 48 .
Cristo. Porque Cristo no es ni una ley general o una idea abstracta, ni Hay que comprender debidamente el sentido de este ministerio en
tampoco un individuo simplemente particular. Como Verbo hecho la Iglesia; evidentemente, la Iglesia no es fuente de la salvación; la
carne en la historia, lleva en sí la universalidad de Dios y la universa- recibe; su obra no le añade nada; coopera con ella solamente sobre el
lidad de los hombres; es su concreción. La vida de Jesús, en su parti- fundamento d e su fe y de su respuesta al don absoluto de Dios; ella
cularidad concreta que comprende la muerte y la resurrección, es la n o es mediadora por sí misma; está puesta al servicio de la única me-
expresión de la totalidad de Dios para el mundo y de la totalidad del diación de Cristo, en cuanto que la hace instrumentalmente presente
hombre ante Dios. Estas afirmaciones están exigiendo una justifica- e n virtud del mandato que ha recibido. Este servicio de la mediación
ción, tanto por parte de Dios como por parte del hombre. Dios no es alcanza su cima en la celebración de la eucaristía, memorial q u e re-
un individuo entre los demás; es lo que ocurre con Cristo. En cuanto presenta aquí y ahora el único acontecimiento de la salvación y con
hombre-Dios, él es igualmente único, no es un elemento humano que el que las «multitudes» están invitadas a comulgar.
pueda generalizarse. La humanidad de Jesús asume en su originali- «Este intercambio original entre Cristo, el Único, y nosotros, la
dad concreta «lo umversalmente humano» 47 . multitud» se prolonga aún más, según una reflexión sugestiva d e J.
Ratzingei", « e n la correlación entre la Iglesia y lo que no es Iglesia,

48. Sobe la dialéctica ministerial algunosAodos, cf. A. JAUBERT, Les é¡xtrcs de


Paul: le [ailmmniunautairc y B. SESBOUE, Minisíéres etstructvre de l'Eglise, en Le
minislére et les minisíéres sehn le Nouvvau Tcstamnt. Dossicr excgctiquc et ré/lcxion
47. C[. el análisis del concepto de «universal-concreto» en H. U. von Balthasar en thcologique,h}o l a dirección de J. Delormc, Seuil, Paiis 1974, 16-33 y 347-417.
G. MARCHESI, La cristologia di Hans Urs von Baltliasar. La fíguca di Gcsü Cristo, es- 49. J. RwziNGER, Le nouveau pcuple de Dita, Aubier, París 1971, 142. Pero el
pressione visibile di Dio, Univ. Gregoriana, Roma 1977, 33-48. autor hace inicrvenir en la exposición de esta dialéctica «una multitud de sustituciones»
que no se imponen, ya que se trata de «una existencia de uno para el olio».
404 JESUCRISTO, EL ÚNJCO MEDIADOR

entre los creyentes y los paganos». A su vez la Iglesia se convierte en


el mundo en el grupo de «unos» en relación con la multitud:
«A ese pequeño grupo que es la Iglesia se le ha impuesto, en la pro-
longación de la misión de Cristo, la tarea de representar a la multitud,
y la salvación de los dos grupos no se lleva a cabo más que en su co-
rrelación y en su subordinación común a la gran función vicaria de
Jesucristo, que los comprende a los dos. Pero si la humanidad, en
esta representación por Cristo y en su prolongación, se salva por la
dialéctica del 'pequeño número' y de la 'multitud', esto significa
también que cada uno de los hombres, y los creyentes ante todo, tie-
nen su función irrenunciable en la economía de la salvación de la hu-
manidad. Si unos hombres, incluso la gran mayoría de los hombres,
se salvan sin una plena pertenencia a la comunidad de los creyentes,
es tan sólo porque la Iglesia existe como realidad misionera y diná-
mica, y porque los que son llamados a la Iglesia cumplen con su
tarea, que es la del pequeño número»50.

Así pues, todo cristiano entra en los dos lados de esta dialéctica
de la universalidad: en el lado de todos respecto a Cristo, el Único; y
dentro de la Iglesia, en el lado de todos respecto a algunos (que perte-
necen a su vez al cuerpo de todos), pero también en el lado del pe-
queño número, puesto al servicio de la multitud de los hombres.
Todo se sostiene en teología: tratar de la salvación hasta el fin
exigiría dedicar un capítulo al Espíritu y a la Iglesia. Lo que acaba-
mos de decir bastará seguramente para comprender la discontinuidad
y la continuidad que van de Cristo a la Iglesia con vistas a la univer- Síntesis
salidad de la salvación.
LA RECONCILIACIÓN

50. Ibid.
14
La reconciliación y el perdón

En el recorrido que hemos hecho se ha pasado revista a las cate-


gorías de la mediación descendente y luego a las de la ascendente.
¿Dónde colocar la de la reconciliación, tan cercana al perdón? En
efecto, la reconciliación pertenece a los dos lados de la mediación, ya
que es a la vez unilateral y bilateral. En la Biblia, la reconciliación es
ante todo un acto de Dios con el hombre: en ella Dios es sujeto y el
hombre objeto. La iniciativa unilateral y gratuita de la reconciliación
pertenece por este título a la mediación descendente. Por tanto, po-
dríamos haber tratado de ella en la sección primera. Pero hay también
otro aspecto: no existe reconciliación efectiva sin la respuesta de
aquel que es objeto del perdón. La reconciliación pone en relación a
dos compañeros, entre los que se da una cierta reciprocidad, aunque
no simétrica. Ocurre con la reconciliación como con la alianza de
Dios con la humanidad: todo viene de Dios en la alianza y, sin em-
bargo, la alianza no se puede sostener sin el compromiso fiel de los
hombres que son sus compañeros. Por esta razón la reconciliación su-
pone un movimiento ascendente del hombre hacia Dios, que Cristo
ha asumido en su propia persona. De este modo la reconciliación es
una categoría sintética que constituye una conjunción de todas las
demás. Por tanto, era conveniente terminar con ella, en cuanto que re-
capitula a todas las otras y les da su iluminación definitiva.
Había además otra razón para ello: la experiencia de la reconcilia-
ción es en la actualidad objeto de un redescubrimiento en la sociedad
y en la Iglesia. Este esquema interpersonal dice algo a nuestro mundo
cultural. Esto se debe seguramente a que este mundo vive bajo el
signo del conflicto, en escala mundial, social, política y planetaria.
Nuestra historia reciente ha conocido igualmente gestos simbólicos
de reconciliación, como el de Francia y Alemania después de más de
un siglo de hostilidad, o como el geste adoptado por Anouar e l Sadat
frente al estado de Israel. En la Iglesia, el sacramento de la penitencia
se llama ahora preferencialmente sacramento de la reconciliación. Se
408 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA RECONCILIACIÓN Y EL PERDÓN 409

lee y se comprende toda la economía de la salvación como una gran


I. EL TESTIMONIO DE LA ESCRITURA
epopeya de reconciliación entre Dios y el hombre. Este tema, que no
ha constituido en la tradición eclesial una categoría notable de la so-
teriología, aparece hoy como el presupuesto de todos los demás y La reconciliación realizada por ¡a cruz
hace inclusión con la mediación realizada por Cristo.
La enseñanza de san Pablo es aquí muy clara: la reconciliación es
La reconciliación es una realidad antropológica llena de sentido: una iniciativa gratuita de Dios: «Todo proviene de Dios, que nos re-
constituye un proceso humano con el que todos tenemos que enfren- concilió consigo por Cristo» (2 Cor 5, 18). En esta frase, Dios es el
tarnos un día u otro. Entre dos compañeros, personas o grupos, se sujeto y nosotros, los hombres, somos el objeto y los beneficiarios de
crea una situación de conflicto. En ese conflicto hay estructuralmen- la reconciliación. Más aún, esta iniciativa de gracia y de benevolen-
te un ofensor y un ofendido, aunque en nuestras divisiones humanas cia divina se realiza a pesar de que nosotros somos pecadores y ene-
los errores están generalmente repartidos por ambas partes. El ofen- migos: «Si cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios
sor y el ofendido tienen cada uno tarea específica que realizar, un por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, estando ya reconci-
parto bastante difícil. Si los errores están repartidos, el proceso se liados, seremos por él salvos de la cólera! Si cuando éramos enemi-
dobla, ya que cada una de las partes tiene que vivir a la vez la tarea gos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con
del ofensor y la del ofendido. El trabajo del ofensor consiste en arre- cuánta más razón, estando ya reconciliados, seremos salvos por su
pentirse del mal que ha hecho, confesarlo, es decir, reconocerlo vida!» (Rom 5, 10-11). Este es el contexto en que tenemos que com-
como suyo y desaprobarlo; además tiene que traducir esta conver- prender tanto la justificación como el sacrificio, y lo que la tradición
sión del corazón en un obrar nuevo que la haga pasar del interior al llamará la satisfacción. Igualmente, la reconciliación se lleva a cabo
exterior. El ofendido, por su parte, no puede desinteresarse de su por medio de la muerte del Hijo en la cruz; bajo el signo de la recon-
ofensor, ya que si se cierra en su rencor, se vuelve a su vez ofensor. ciliación, Pablo desarrolla toda una teología de la cruz.
Le corresponde incluso dar el primer paso, esto es, mostrar que por
su parte el perdón está siempre a punto. Debe también verificar la au- Pero no puede haber reconciliación con Dios sin reconciliación
tenticidad del arrepentimiento, no ya en nombre de una exigencia fraterna; por eso, la reconciliación de los hombres con Dios, adquiri-
vindicativa, sino en virtud de la naturaleza misma del proceso que da por la sangre de Cristo, compromete formalmente a la reconcilia-
está en juego. La interacción entre el arrepentimiento y el ofrecimien- ción entre los judíos y los paganos, tras la destrucción del muro que
to del perdón se convierte entonces en una emulación en el amor que los separaba:
permite el encuentro del ofensor con el ofendido y, por contagio «Porque él es nuestra paz: el que de los dos pueblos hizo uno, derri-
mutuo, puede acabar en esa sima del abrazo de paz que se dan, una bando el muro que los separaba, la enemistad...
vez cumplidos el perdón y la reconciliación. Éste es el plano del pro- Para crear en sí mismo, de los dos, un solo Hombre Nuevo, haciendo
ceso total, que puede conocer múltiples condicionamientos y perma- la paz, y reconciliar con Dios a ambos en un solo Cuerpo, por medio
necer a veces bloqueado por alguna de las dos partes. Sean cuales de la cruz, dando en sí mismo muerte a la enemistad/Vino a anunciar
fueren las formas que tome, la reconciliación es una necesidad cons- la paz: paz a vosotros que estabais lejos [los paganos] y paz a los que
tante de nuestra existencia de hombres. Siempre tenemos que reconci- estaban cerca [los judíos]» (Ef 2, 14-17).
liarnos con los demás y con Dios. Incluso muchas veces tenemos nece-
sidad de reconciliarnos con nosotros mismos. Pero en el plano La cruz era el lugar en el que se desencadenó la enemistad y el
humano, toda reconciliación es ya una salvación. Por consiguiente, es odio; ahora se convierte en el lugar de su muerte y del establecimien-
fácil comprender que, en lo que se refiere a su salvación definitiva, el to de la paz, fruto de la doble reconciliación de los judíos y de los p a -
hombre tiene necesidad de la iniciativa gratuita de la reconciliación re- ganos entre ellos y con Dios. En la carta a los Romanos la temática
alizada por Jesucristo. No solamente él dio el primer paso y todos los era distinta: partiendo de la constatación de que la salvación había
demás pasos necesarios para reconciliarnos, sino que además tomó pasado del pueblo elegido a los paganos, Pablo afirma sin embargo
sobre sí los dos lados del proceso, poniéndose al frente de todos los que Dios no ha rechazado a Israel: «Si su reprobación [la de los j u -
ofensores para conducirlos al Padre, a costa de un esfuerzo doloroso. díos] ha sido la reconciliación del mundo, ¿qué será su readmisión
sino una resurrección de entre los muertos?» (Rom 11, 15).
410 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR
LA RECONCILIACIÓN Y EL PERDÓN 411

Progresivamente, la idea de un mundo reconciliado pasa en Pablo


desde la perspectiva del mundo humano (2 Cor 5, 19) a la del mundo hombre que vuelve hacia Dios. En Jesús, los dos aspectos de la re-
cósmico, asociado al mundo humano en el misterio de la cruz de conciliación llegan a realizarse plenamente: el don de Dios y la res-
Cristo, que nos alcanza a pesar de la hostilidad de nuestro pecado: puesta libre del hombre.
«Pues Dios tuvo a bien hacer residir en él toda la Plenitud y reconci- Esta reciprocidad está simbolizada en la forma misma de la cruz,
liar en él y para él todas las cosas, purificando, mediante la sangre de en donde Cristo sufre una doble ruptura que lo hace doblemente re-
su cruz, lo que hay en latierray en los ciclos. Y a vosotros, que en conciliador. El mediador aceptó ser el supremo despedazado, a fin de
otro tiempo fuisteis extraños y enemigos, por vuestros pensamientos hacerse el supremo reconciliador. Con sus brazos extendidos vive el
y malas obras, os ha reconciliado ahora, por medio de la muerte en su despedazamiento del odio entre los judíos y los paganos, y de todo el
cuerpo de carne» (Col 1, 19-22). odio entre los hombres. Pero sus brazos despedazados se convierten
en el don de un abrazo fraternal: los brazos de la cruz son un rasgo de
Igualmente, el designio de reconciliación de Dios en su Hijo, en unión horizontal que todos los hombres están invitados a captar. Su
quien tenemos «el perdón de los delitos» (Ef 1, 7), tiene por finalidad cuerpo colgado en la vertical entre el cielo y la tierra vive el despeda-
«hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y zamiento entre la santidad de Dios y el pecado de los hombres. Jesús
lo que está en la tierra» (Ef 1, 10). sufre en su carne lo que le cuesta ser entre los hombres aquel que
El lenguaje de la reconciliación responde al de la alianza, presen- vive en la alianza con Dios hasta el fin. Su propia carne se ve despe-
te en los evangelios: «Bebed de él todos, porque ésta es mi sangre de dazada entre el don absoluto de Dios al hombre y el rechazo del hom-
la alianza, que va a ser derramada por muchos para remisión de los bre pecador a Dios. Pero este palo vertical del suplicio se convierte
pecados» (Mt 26, 28; cf. Me 14, 24; Le 22, 20), en la primera carta a en el rasgo de unión entre el cielo y la tierra. Jesús vive el trabajo do-
los Corintios, siempre a propósito de la institución de la eucaristía loroso de la reconciliación y, «levantado de la tierra», atrae a todos
(11, 25), y en la carta a Jos Hebreos (7, 22; 8, 6.8). Lo mismo que la los hombres hacia sí (cf. Jn 12, 32). En la cruz se encuentran los dos
reconciliación se llevó a cabo por la muerte de Cristo en la cruz, tam- movimientos de la reconciliación, el horizontal y el vertical; en la
bién la alianza se concluyó por la sangre derramada del Mediador. cruz se juntan los dos movimientos, descendente y ascendente, de la
La etimología griega de la palabra «reconciliar» (katallassó, syna- reconciliación de Dios con el hombre y del hombre con Dios, realiza-
llassó) remite a la idea de cambio: una situación o una persona «se da por el único mediador.
vuelve otra». Pues bien, el testimonio del corpus paulino muestra que
la reconciliación no constituye un cambio de actitud en Dios. En él es
absoluto el ofrecimiento de la reconciliación y por su parte la realiza- El mensaje de la reconciliación
ción de la reconciliación se ha cumplido ya en Cristo. Lo que cambia La reconciliación cumplida en la cruz es una llamada viva a la re-
es la situación del hombre respecto a Dios. «Para san Pablo, lo que conciliación. Ya en los evangelios, Jesús invitaba a sus oyentes a re-
Dios cambia no son sus propias disposiciones; tampoco son las dis- conciliarse: «Si al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas enton-
posiciones del hombre para con él; es la situación en que el hombre ces de que un hermano tuyo tiene algo que reprocharte, deja tu
se encuentra respecto a él... Dios ha restablecido unas relaciones pa- ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu
cíficas entre el mundo y él»1. Estas fórmulas de dom Dupont son hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda» (Mt 5, 23-24). Este
muy adecuadas para subrayar el aspecto unilateral de la iniciativa de mandato establece ante todo una solidaridad entre la reconciliación
Dios en la reconciliación. Pero deben ser completadas. Porque la re- fraterna y h reconciliación con Dios, que se repite bajo otra forma en
conciliación no es un acto de Dios solo; se realiza en el aconteci- la enseñanza del Padrenuestro: «Perdónanos nuestras deudas, así
miento del Hijo encarnado, en donde Jesús actúa a la vez como Hijo como nosotros perdonamos a nuestros deudores» (Mt 6, 12).
que viene a reconciliar a los hombres enemigos de Dios, y como el
Pablo convierte en un conjuro solemne el mensaje cristiano de la
reconciliación: «En nombre de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos
1. J. DUPONT, La réconciliation dans la ihéologic de saint Paul, D. D. B., Bruges- con Dios!» (2 Cor 5, 20). Esta llamada pertenece al propio mensaje:
Paris 1953, 18. sí, ya estamos reconciliados con Dios por Jesucristo (cf. 2 Cor 5, 18-
19); pero, ¿de que nos serviría este don gratuito, si no lo acogemos, si
412 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA RECONCILIACIÓN Y EL PERDÓN 413

no dejamos paso en nosotros a la iniciativa de Dios? El poder de con-


mentó o aspecto del cómo de esa reconciliación, aunque también es
versión de los corazones y de las libertades, que es el de la cruz, está
verdad que en los tiempos modernos, la idea derivada de la expiación
puesto al servicio de la reconciliación. Vuelto a nosotros a través del
y de la satisfacción pudo hacer olvidar que la salvación proviene por
rostro de su Hijo crucificado, Dios nos pide que nos volvamos a él
entero de la iniciativa gratuita y amorosa de Dios, que es lo que pone
para recobrar los vínculos de la comunión y de la paz. La llamada a
especialmente de relieve el tema de la reconciliación. La segunda
la reconciliación nos remite al carácter inevitablemente bilateral de
razón de mi injusticia parcial es que el tema de la reconciliación ha
ésta. Ese es el contexto que arroja su verdadera luz sobre el famoso
seguido estando muy presente en la teología y en la práctica de la pe-
versículo de 2 Cor 5, 21, que ha hecho correr tanta tinta. La llamada
nitencia, particularmente en la disciplina antigua, que concluía con la
a la reconciliación precede inmediatamente a la afirmación del inter-
liturgia solemne de la reconciliación de los penitentes. La larga histo-
cambio, entre nosotros y Cristo, del pecado y de la justicia.
ria del sacramento de la penitencia en la Iglesia ilustra de una forma
Entre el don de la reconciliación y la llamada a dejamos reconci- variada los actos que pertenecen al aspecto bilateral de la reconcilia-
liar con Dios, está el ministerio de la reconciliación: «Dios... nos con- ción, vivida bajo el ministerio de la Iglesia. La reconciliación del pe-
fió el ministerio de la reconciliación..., poniendo en nuestros labios la cador con Dios pasa por el intercambio entre la palabra de la confe-
palabra de la reconciliación. Somos, pues, embajadores de Cristo, sión y la palabra del perdón, que interviene entre el penitente y el
como si Dios os exhortara por medio de nosotros» (2 Cor 5, 18-20). ministro de la Iglesia.
Estos versículos contienen toda la teología del ministerio en la Igle-
Dicho esto, es legítimo este salto, ya que el término de reconcilia-
sia. Indican a la vez su fundamento y su contenido. El fundamento es
ción no es una referencia importante de la dogmática y de la teología
el ministerio confiado por Cristo, que le da al apóstol la pretensión de
de la salvación hasta unas fechas bastante recientes. El índice temáti-
hablar «en nombre de Cristo» y de ser la voz de Dios. El apóstol es
co del DenzingeP y la ausencia de la palabra «reconciliación» en los
un embajador: no es más que un representante acreditado, un minis-
grandes diccionarios teológicos clásicos son una ilustración patente
tro y un servidor, un portavoz. Pero ha recibido la misión y la autori-
de este hecho.
dad para anunciar la palabra eficaz del «evangelio de la reconcilia-
ción»2. En cuanto al contenido del ministerio eclesial, se resume aquí
bajo el signo de la reconciliación. Si la salvación es reconciliación, el La salvación, misterio de reconciliación
ministerio de la salvación se recapitula en el ministerio de la reconci-
liación. K. Barth ha sido sin duda el primero que ha tematizado la soterio-
logía de su célebre Dogmática bajo el título de «La doctrina de la re-
conciliación». Este es el objeto del volumen IV, interrumpido por la
muerte del autor, que debía ir seguido de un volumen V dedicado a la
n. LA RECONCILIACIÓN, NUEVO NOMBRE DE LA SALVACIÓN escatología y titulado «La doctrina de la redención». La doctrina de
la reconciliación trata de la obra de Dios, el reconciliador:
Al exponer a continuación la recuperación contemporánea del «Jesucristo es Dios, Dios en cuanto hombre; por eso es "Dios con
terna evangélico de la reconciliación, daré un salto sobre el conjunto nosotros", los hombres, Dios en la obra de la reconciliación es el
de la tradición. Un salto en parte injusto, por dos razones: primero, cumplimiento de la alianza entre Dios y el hombre»4. Porque la alian-
porque la reconciliación ha constituido el horizonte englobante de za es el presupuesto de la reconciliación, lo mismo que la reconcilia-
todas las categorías estudiadas; un horizonte tan familiar que de ordi- ción es el cumplimiento de la alianza rota:
nario no deja de estar implícito, excepto cuando se apela a los pasajes
paulinos; la preocupación se centraba entonces en algún que otro mo-

3. DENZIIGER-SCHONMETZER, Enchiridion symbohrum, deñniúonum et declaraüo-


2. Un papiro antiguo utiliza en 2 Cor 5, 19 el término de evangelio en vez de pala- num de rebus Sdei et moru/n,ed. 32, Herdcr, Frciburg i. Br. 1963, 807-879.
bra (cf. Vocabulario de Teología bíblica, bajo la dirección de X. LEON-DUFOUR , art. Re- 4. K. BAÍTH, Dogmatiqtie, vol. IV. La doctrine de la réconciliation, t. 1, 1, Labor
conciliación, Hcrder, Barcelona. et Fides. Genere 1966, t. 17, 22.
414 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA RECONCILIACIÓN Y EL PERDÓN 415

«El término "reconciliación" designa la confirmación o el restableci-


d o Señor, en el q u e la c o n v e r s i ó n d e todos los h o m b r e s a D i o s se
miento de una comunión amenazada de destrucción, de disolución.
convierte en a c o n t e c i m i e n t o . El tercer aspecto de la reconciliación,
Significa la desaparición de una disensión o una discordia. Cierta-
mente, la reconciliación posee un fundamento eterno e inquebranta- origen de los otros d o s , s e refiere a la unidad del m i s m o Cristo: «Se
ble en la alianza que Dios quiso y estableció entre él y el hombre ya trata de c o m p r e n d e r q u e J e s u c r i s t o m i s m o es el Dios que, abajándo-
desde antes de la creación del mundo. Sin embargo, el cumplimiento se, reconcilia al h o m b r e c o n s i g o m i s m o , y el h o m b r e q u e , elevado
de la alianza se produce a costa de una victoria sobre un obstáculo p o r D i o s , se reconcilia c o n él. En otras palabras, se trata de ver que
que no solamente la pondría en discusión, sino que la haría imposi- Jesucristo, verdadero D i o s y verdadero h o m b r e , es uno» 9 . E s a la vez
ble, sin la existencia de este fundamento inquebrantable»5. «el D i o s reconciliador y el h o m b r e reconciliado» 1 0 .

En la visión de conjunto que K. Barth propone del contenido de la Se h a b r á o b s e r v a d o c ó m o en su análisis del Cristo mediador y re-
doctrina de la reconciliación volvemos a encontrarnos con la apari- conciliador, K. Barth coincide c o n la motivación de los grandes argu-
ción de muchas de las categorías estudiadas anteriormente, organiza- m e n t o s soteriológicos invocados por los padres a propósito de la divi-
das en torno a la mediación: n i z a c i ó n . Su originalidad e s t á en que p o n e las afirmaciones de Éfeso
y de Calcedonia e n el corazón de la doctrina de la reconciliación, en-
«El contenido de la doctrina de la reconciliación es el conocimiento tendida e n su s e n t i d o más c o m p r e n s i v o de p l e n a c o m u n i ó n de vida
de Jesucristo, el verdadero Dios que se abaja a sí mismo para recon- restablecida entre D i o s y el h o m b r e .
ciliarnos con él, pero también el verdadero hombre elevado por Dios
y reconciliado de este modo con él. En la unidad de estas dos natura- En t o d a esta doctrina se concede también amplio espacio al Espí-
lezas es como Jesucristo es la garantía y el testigo de nuestra reconci- ritu, y a que «la realización sujetiva de la reconciliación realizada o b -
liación. j e t i v a m e n t e en J e s u c r i s t o tiene l u g a r a n t e todo en ella (la i g l e s i a ) ,
Este triple conocimiento de Jesucristo implica el conocimiento del c o m o o b r a del Espíritu Santo, en el m i s m o terreno del h o m b r e y del
pecado del hombre...; el conocimiento de los tres momentos que mar- m u n d o p e c a d o r » " . No es posible entrar aquí en los detalles d e u n a
can el cumplimiento de la reconciliación: la justificación, la santifica- doctrina rica y a v e c e s demasiado frondosa, que se desarrolla en v a -
ción y la vocación, el conocimiento de la obra del Espíritu Santo en rios t o m o s de la Dogmática. Intentaba simplemente recoger u n b u e n
la agrupación, la edificación y la misión de la comunidad, y consi- e j e m p l o de u n a soteriología e s t r u c t u r a d a en torno a la c a t e g o r í a -
guientemente el conocimiento del ser del cristiano en Jesucristo en la m a d r e d e la reconciliación.
fe, en el amor y en la esperanza» .
La atención a l a reconciliación se v a h a c i e n d o p r o g r e s i v a m e n t e
El desarrollo de este programa se dedica ampliamente al análisis un bien c o m ú n de la teología. El interés de esta doctrina está en q u e
de la constitución del mediador, «ya que en él la reconciliación del inscribe e l acontecimiento de Cristo en la historia total de la s a l v a -
hombre y su estar reconciliado con Dios se han convertido en un ción. S u presupuesto primero y eterno es la voluntad de Dios de e s t a -
mismo y único acontecimiento» 7 . En efecto, Barth rechaza toda diso- blecer u n a alianza c o n nosotros. El segundo presupuesto, histórico e n
ciación entre la persona de Jesucristo y su obra. La existencia de esta o c a s i c n , es el del pecado del h o m b r e . Estos dos p r e s u p u e s t o s ,
Cristo coincide con el acontecimiento de la mediación, que engloba e v o c a d o s j a p o r el Concilio de Trento con la a y u d a de la categoría d e
«tanto lo que pasa "por arriba", del lado de Dios, como lo que pasa la justificación, vuelven a encontrarse e n la e c o n o m í a de la e n c a r n a -
"por abajo", del lado del hombre» 8 . La mediación es a la vez obra del c i ó n r e c o n c i l i a d o r a y en el a c o n t e c i m i e n t o histórico q u e se llevó a
verdadero Dios (movimiento descendente), realizada en cuanto que c a b o e n la cruz, u n a cruz en la que los padres veían el i n s t r u m e n t o
es el Señor que se hizo Siervo, y obra del verdadero hombre (movi- capaz d e mantener e n pie el universo en la unidad y la paz, y c a p a z
miento ascendente), realizada por el Siervo, reconocido y proclama- de c r e a r u r m u n d o nu«vo.

5. lbid.,69.
6. Ibid.,C9. 9. Ibid.^42.
7. lbid., 129; cf. supra, 113-114. 10. /tód,143.
8. Ibid 11. lbid. ,159.
416 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR LA RECONCnJACIÓN Y EL PERDÓN 417

El ministerio de la Iglesia, ministerio de la reconciliación na; el sacramento de la penitencia por su parte pone en obra el carác-
ter bilateral de la conducta de la reconciliación; finalmente y sobre
El Sínodo de los obispos de 1983 tenía como tema «la reconcilia- todo, en la eucaristía se hace pésente y operante el misterio reconci-
ción y la penitencia». Su objetivo inmediato era la renovación de la liador de Cristo muerto y resucitado en medio de la comunidad reuni-
disciplina y de la práctica del sacramento de la penitencia, llamado da. «Reconciliados en la eucaristía, los miembros del cuerpo de Cris-
preferentemente después de una decisión de Pablo VI «sacramento to se hacen servidores de la reconciliación entre los hombres y
de la reconciliación». Pero muy pronto pareció evidente a todos los testigos de la alegría de la resurrección»16. Este vínculo entre la re-
que preparaban el sínodo que el tema de la reconciliación no podía li-
conciliación obtenida por Cristo y la misión cristiana de la reconcilia-
mitarse a un solo sacramento. Puesto que el misterio de la salvación
ción en todos los rincones del mundo ha quedado felizmente expresa-
traída por Cristo a los hombres es un misterio de reconciliación, todo
do en las recientes plegarias eucarísticas por la reconciliación.
el ministerio de la Iglesia es un ministerio de reconciliación, realiza-
do bajo el poder del Espíritu. Así pues, los debates asociaron este
gran panorama de la reconciliación al panorama estrecho del sacra-
mento. Esta tensión dinámica se pone de manifiesto en la exhortación
post-sinodal en la que Juan Pablo II sitúa su exposición de la reden-
ción «bajo la luz de Cristo reconciliador». La reconciliación se pre-
senta allí como «el misterio central de la economía de la salvación»12.
La Iglesia misma es a su vez reconciliadora, pero en cuanto que ha
sido previamente reconciliada13. Incluso sigue estando siempre en un
camino de reconciliación, en la medida en que está constituida por
unos hombres pecadores. Pero se hace reconciliadora, sobre el funda-
mento del don que le viene de Dios, en cuanto que Cristo le ha con-
fiado el ministerio de la reconciliación que ella celebra en sus miste-
rios. La Iglesia es el gran sacramento de la reconciliación; es decir, es
«signo e instrumento de reconciliación»14. Su tarea, «central para
ella», es «la reconciliación de los hombres con Dios, consigo misma,
con los hermanos, con toda la creación»15. Tiene que ejercer en todas
las direcciones y en todos los niveles este ministerio: en favor de las
personas y de los grupos humanos, en las familias, en el seno de los
conflictos sociales, entre los pueblos divididos por guerras exteriores
o civiles, en el orden económico mundial, pero también y sobre todo
en la misma Iglesia, entre católicos demasiadas veces divididos y
entre los cristianos separados.
La Iglesia se pone al servicio de la reconciliación proclamando su
mensaje por la palabra y celebrando su don en los sacramentos. Por
este título el bautismo confiere la gracia de la primera reconciliación
con Dios y pone de relieve la prioridad unilateral de la iniciativa divi-

12. Juan Pablo II. Exlwrtación apostólica «Reconciliación y Penitencia (2 dic.


1984), n. 7, BAC, Madrid 1984, 13.
13. lbid,nn. 8-9 : o.c, 17-21. 16 Groupe des Dombes, Ven une méme íoi eucharístique?. Presses de Taizc
14. Ibid.,n. 11; hace referencia a LG 1: o.c, 19. 1972, n. 27.
15. lbid.,n.8: oc., 15.
TRANSICIÓN

Al final de este largo recorrido no podemos poner la palabra


«fin». Por eso el lector se quedará un tanto insatisfecho, tanto por el
carácter explosivo de esta sucesión de discursos sobre la salvación
como ante la mezcla inevitable de algunas categorías que atienden
desde puntos de vista muy diferentes a la misma realidad. La opción
que tomé, de dar cuenta con la mayor honradez posible de la historia
doctrinal de la soteriología cristiana, obligaba a seguir el movimiento
de los términos principales a través de los cuales se expresó. Me he
esforzado en mostrar su complementariedad y su solidaridad, así
como su organicidad, refiriéndolos todos a la única mediación de
Cristo analizada según sus dos direcciones. Esta secuencia, que casi
podría traducirse en la figura geométrica de una parábola, tiene la
ventaja de manifestar por la multiplicidad misma del discurso la ri-
queza inagotable del misterio cristiano de la salvación. Estas catego-
rías se iluminan mutuamente, corrigiéndose unas a otras y orientando
a la fe hacia la captación de sus mutuos presupuestos. Pero nos
hemos encontrado también con el peligro inherente a todo exclusivis-
mo y a todo unilateralismo que destaque indebidamente uno de los
dos movimientos de la mediación de Cristo. Así pues, he intentado
exorcizar las recaídas negativas para la fe en el desvío de las
«desconversiones», y a veces de las «perversiones», que han marca-
do esta historia doctrinal. Teniendo en cuenta los debates contempo-
ráneos y el malestar de muchos cristianos lúcidos ante ciertas presen-
taciones ya clásicas de la redención, me había asignado esta tarea
como uno de los objetivos principales de este libro. Pero como no
quería sustituir una simplificación errónea por otra, he tenido que re-
currir a análisis a veces complejos.
Lo cierto es que esta opción hecha en favor de la historia doctri-
nal no podía menos de reflejar algo de la insuficiencia de ciertas pro-
blemáticas que han surgido. Se dirá con razón que en esta soteriolo-
JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR

puntos ciegos: la resurrección está ausente de va-


•píritn Santo no ocupa el lugar que le corresponde,
^ ^ ^ • • a r i a en sus intuiciones, la insistencia en la reden-
lucientemente la dimensión cósmica de una salva-
>da la creación, la escatología sigue estando fuera
rmino de una salvación perfectamente acabada y
•nsará también que no he atendido suficientemen-
is de una soteriología para hoy: el aspecto trascen-
^ ^ ^ = del deseo de salvación, el tremendo problema de
' historia colectiva de los hombres coincidiendo
"y-A"A y otros muchos...
del teólogo no puede terminar con el relato de la
idome con esta misma exigencia en Jésus-Christ
- l'Eglise, añadí al análisis del desarrollo conciliar
a proposición cristológica. Ésta consistía en una
cimiento Cristo desde el punto de vista de la ex-
lad. Esta relectura suponía una intención sistemá-
^ ^ ^ n n a parte en la lectura de la Escritura la enseñanza
irptarinnps tradicionales y autorizadas (Calcedo-
^ ^ ^ ^ p r e s e n t a n d o el esbozo de una estructuración lógi-
^ ^ ^ ^ m t o . Como el dossier soteriológico resulta más
5 posible presentar en el marco de este volumen
^^MHeriológica». Pero el problema es el mismo que el
'ar la tradición en un acto teológico repetido con
» es lo que intentaré hacer en un segundo tomo de
do una teología de la historia de la salvación or-
acontecimiento trinitario de la muerte y la resu-
1 misterio pascual será el centro de un recorrido
origina en la creación y se acabará con la recon-
"lpl final de los tiempos. El entramado de la
' ofrecerá la relectura del testimonio bíblico, An-
imento, sobre el que situaremos una vez más la
las categorías tradicionales. La Escritura no será
rs temáticos, como en este volumen, sino según
• ^ ^ • e l relato que tendrá la ambición, como la otra
• M ^ H intuición y el concepto y de derivar la organici-
-as fases del acontecimiento. Por tanto, estará allí
a a la única mediación de Cristo, pero libre de
1 clásico.
o de una soteriología narrativa con ambición sis-
—— ~ me permito dar una cita al lector, con la inge-
con la esperanza que esto se merece.
Paris-Blomet, 14 diciembre 1987
420 JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR

gía quedan muchos puntos ciegos: la resurrección está ausente de va-


rios capítulos, el Espíritu Santo no ocupa el lugar que le corresponde,
no es bastante trinitaria en sus intuiciones, la insistencia en la reden-
ción no reconoce suficientemente la dimensión cósmica de una salva-
ción que afecta a toda la creación, la escatología sigue estando fuera
a pesar de ser el término de una salvación perfectamente acabada y
manifestada... Se pensará también que no he atendido suficientemen-
te a las tareas nuevas de una soteriología para hoy: el aspecto trascen-
dental en el hombre del deseo de salvación, el tremendo problema de
su inscripción en la historia colectiva de los hombres coincidiendo
con el de su universalidad, y otros muchos...
Por eso la tarea del teólogo no puede terminar con el relato de la
tradición. Encontrándome con esta misma exigencia en Jésus-Christ
dans la tradition de l'Eglise, añadí al análisis del desarrollo conciliar
de la cristología una proposición cristológica. Esta consistía en una
relectura del acontecimiento Cristo desde el punto de vista de la ex-
presión de su identidad. Esta relectura suponía una intención sistemá-
tica, buscando por una parte en la lectura de la Escritura la enseñanza
sacada de las interpretaciones tradicionales y autorizadas (Calcedo-
nia), por otra parte presentando el esbozo de una estructuración lógi-
ca del acontecimiento. Como el dossier soteriológico resulta más
abundante, no me es posible presentar en el marco de este volumen
una «proposición soteriológica». Pero el problema es el mismo que el
de entonces: prolongar la tradición en un acto teológico repetido con
nuevas energías. Eso es lo que intentaré hacer en un segundo tomo de
esta obra, proponiendo una teología de la historia de la salvación or-
ganizada en torno al acontecimiento trinitario de la muerte y la resu-
rrección de Jesús. El misterio pascual será el centro de un recorrido
soteriológico que se origina en la creación y se acabará con la recon-
ciliación cósmica del final de los tiempos. El entramado de la
«proposición» nos lo ofrecerá la relectura del testimonio bíblico, An-
tiguo y Nuevo Testamento, sobre el que situaremos una vez más la
enseñanza sacada de las categorías tradicionales. La Escritura no será
ya tratada por dossiers temáticos, como en este volumen, sino según
una estructuración del relato que tendrá la ambición, como la otra
vez, de reconciliar la intuición y el concepto y de derivar la organici-
dad del misterio de las fases del acontecimiento. Por tanto, estará allí
presente la referencia a la única mediación de Cristo, pero libre de
todo dossier doctrinal clásico.
Este es el proyecto de una soteriología narrativa con ambición sis-
temática para la cual me permito dar una cita al lector, con la inge-
nuidad, pero también con la esperanza que esto se merece.
Paris-Blomet, 14 diciembre 1987

También podría gustarte