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PARA LOS FUTUROS ESTUDIOS SUBALTERNOS

LATINOAMERICANOS

Por Oscar Ulloa A.

RESUMEN: El presente texto discute y problematiza la orientación crítica de los Estudios


Subalternos latinoamericanos e hindúes proponiendo tentativamente algunas orientaciones
para futuros estudios en esta área. Se sugiere aquí un compromiso social que dé cuenta de
las problemáticas subalternas, promoviendo un enfoque solidario y subversivo. Además se
argumenta a favor de considerar como Revolución Científica bajo el concepto formulado
por Thomas Kuhn, los aportes teóricos de Michael Foucault, responsabilizando la
producción de verdades en su relación íntima con los dispositivos de poder. Además se
propone una mirada crítica al texto “¿Puede hablar el sujeto subalterno?” de Gayatri
Spivak, como una construcción literaria. Finalmente se sugiere el concepto “gente común”
como sinónimo de “sujeto subalterno”.

PALABRAS CLAVE: Estudios Subalternos, Ciencias Sociales, saber/poder, subversión y


solidaridad.
¿Qué se necesita para que los Estudios Subalternos dejen de ser una moda
académica y se conviertan en un nuevo paradigma en las Ciencias Sociales?

¿Es posible que la subalternidad reemplace a la difunta aunque estimulante


categoría de “proletariado”?

¿Pueden los Estudios Subalternos despertar y renovar a las ciencias como lo han
hecho los Estudios Culturales?

El temprano naufragio de los Estudios Subalternos Hindúes y Latinoamericanos ha


arrojado este nuevo concepto “subalternidad” a la playa de las Ciencias Sociales, con un
lejano remitente residual, bastante borroso por lo demás, que dice “Gramsci”.

Massimo Modonesi, Historiador y sociólogo de la Universidad Autónoma de


México realiza en su ensayo titulado “Subalternidad”(2012) una breve historia
interpretativa del concepto, sus primeros usos en Los Cuadernos de la Cárcel de Antonio
Gramsci, y su rescate y uso por parte de los autores postcoloniales hindúes, quienes
desempolvaron y aplicaron esta categoría en sus estudios de fenómenos postcoloniales.
Modonesi refiere las contradicciones internas en la “subalternidad” postcolonial hindú,
acusando que “la lectura de la obra del marxista italiano por parte de los integrantes de
la escuela de estudios subalternos (hindúes) parece no considerar la totalidad del
pensamiento de este autor” (10-11).

Al margen de esta lúcida crítica, pocos aportes resultan más inofensivos que los
generados por los Estudios Subalternos Latinoamericanos e Hindúes. Sean Beverly o
Spivak, los aportes teóricos no pasan de ser constataciones inofensivas con el establishment
de las verdades que soportamos cómodamente, alterando sólo nuestra esfera de interés.

El concepto de “proletariado” era una palabra sabrosa, llena de sentido. Decir


“proletariado” era como decir “familia” o “nosotros”. Una palabra que con su sabor
alimentaba y daba cobijo, un habla profética y prometedora. Una palabra que en sí misma
contenía la “utopía socialista”
Pese a todo, hoy es imposible acusar a Gramsci de superficialidad, y no es su
tortuosa estadía en la cárcel como preso político del gobierno facista de Mussolini, sino
más bien su genialidad teórica que ha hecho sobrevivir sus ideas, pese al naufragio del
marxismo histórico.

¿Quién estaría hoy dispuesto a dar su vida por una idea? Y con esto no se quiere
precipitar a nadie al fanatismo, pero la economía sacrificial del ideal de vida es hoy de una
belleza paleontológica. El sacrificio en la Era de la Comodidad, es un tema que se debiese
discutir. Por lo menos preguntarnos qué daño le ha provocado a la humanidad el control
remoto.

Hoy, los medios sociales están, paulatinamente, exagerando el horror de la


vergüenza y de la exclusión ¿quién soportaría estoicamente el asesinato de su imagen en las
redes sociales?

Hoy podemos decir que la vergüenza empieza a ser el dispositivo de la microfísica


del poder (Foucault, 1992) Un microfísica cada vez más ligera (y económica para el
sistema)

Hoy, nadie sueña con estar excluido y desde allí disparar como estratégico
francotirador. La exclusión, en el mundo global es sinónimo de inexistencia total. Y nadie
quiere estar fuera del banquete virtual. Así nos vamos convirtiendo en un rebaño
homogéneo y predecible.

Gramsci en cambio soportó el dolor de la prisión política, en su cuerpo, luchando


por ideales sociales, es más, usó el tiempo de la cárcel (¿el kairós de Dussel?) para pensar
el mundo rumiando el encierro con la intelectualidad vanguardista.

Sus Cuadernos de la Cárcel son y seguirán siendo lúcidas reflexiones para el mundo
actual. Desde allí, Gramsci, desde este lugar de enunciación, desborda una pasión vital por
el hombre sin renegar de su espíritu sacrificial. Entrevió “la subalternidad” como un
estamento transversal que implicaba al proletariado, a la mujer, al inmigrante ilegal, al
perdedor, al indio, al homosexual, al loco… Un estamento que abarcaba la lucha de todos
los que no son los llamados a disfrutar, de uno u otro modo, del exclusivo y excluyente
excedente monstruoso triturado por las sucesivas abstracciones de la macro-economía.

Gramsci divisó la subalternidad siendo él mismo un subalterno. Y en este punto, no


quisiera ridiculizar a los académicos postcoloniales hindúes y latinoamericanos, pero,
insisto, hasta ahora los Estudios Subalternos son francamente inofensivos.

¿Pueden los Estudios Subalternos no implicar un ligero tono subversivo?

¿Pueden los Estudios Subalternos no ser espontáneamente subversivos?

¿No son acaso, los mismos autores postcoloniales quienes acusan la complicidad
inherente entre el saber científico y los dispositivos de poder?

Los Estudios Subalternos, debieran implicar un sólido compromiso con los grupos
subalternos. Emancipación y Liberación debieran ser propósitos científicos.

Desde la brillante y audaz desconfianza sistemática con la que Foucault (1992)


desmanteló la supuesta inocencia de la producción del saber científico, toda ciencia debiese
hacerse responsable de sus verdades y de sus consecuencias.

Un relato de Ray Bradbury ejemplifica drásticamente (con esa admiración un poco


ingenua que suele tener lo occidental por lo oriental) esta severa implicancia (la de
saber/poder): Un Rey Chino manda a ejecutar al inventor de una máquina voladora (y
también destruir la máquina voladora y sus planos) cuando el inventor es incapaz de
explicar para qué ha inventado la máquina. (2002, p.69)

Si las ciencias desde su origen hubiesen asumido esta responsabilidad, este mundo
sería diferente, mejor, sin duda.

La ciencia social debiese considerar los planteamientos de Foucault como un


cambio paradigmático en la concepción de “Revolución Científica” que le da Thomas Kuhn
(2012) originalmente al concepto de “cambio de paradigma”. La ineludible “verdad” que
dispara Foucault sobre los hilos que unen el saber científico con los dispositivos de poder
es, o debiera ser, considerado un cambio de paradigma en las Ciencias Sociales, una
Revolución Científica. No hay que desconocer que tanto postmodernos como
postcoloniales usan hoy este “nuevo” paradigma, sin reconocer necesariamente su fuente ni
su importancia.

Gracias a Foucault, hoy la producción de verdades y saberes está inhabilitada para


argumentar inocencia. Como afirma Teun Van Dijk (1999) la ciencia social debiera estar
forzada a tomar partido.

Los autores poscoloniales latinoamericanos han demostrado fehacientemente la


simultaneidad entre la producción de saberes y el uso del poder en la Conquista de América
(Dussel, 1995; Castro-Gomez, 2012) Y aún observando la calamidad que produjo el saber
científico que se consideraba a sí mismo inmaculado e impoluto sobre todo un continente
¿Podremos seguir pensando las ciencias como un saber impoluto e inmaculado?

SUBALTERNIDAD, SUBVERSIÓN Y SOLIDARIDAD

¿Estará John Beverly dispuesto a ir a la cárcel por la causa subalterna? ¿Podría


Homi Bhabha sacrificar su reputación en nombre de la subalternidad? Y con estas
preguntas se busca problematizar el tema del compromiso del investigador, su compromiso
humano con las consecuencias de sus investigaciones. De otro modo terminaremos por
convertir la subalternidad en un fenómeno literario.

Gayatri Spivak (1998) debió preguntarse qué nos impedía escuchar al sujeto
subalterno, no afirmar que el sujeto subalterno no tiene habla, eso es una afirmación de
arrogante academicismo.

¿Acaso Gramsci no hablaba? ¿o Gramsci hablaba desde una elite subalterna?

Es más probable que Spivak esté equivocada.

El sujeto subalterno de Spivak es una construcción literaria. No es, en ningún caso,


la gente común, sino una especie de “australopitecus narrativus” posible sólo de estudiar en
sus rasgos fósiles.
¿Puede ser “la gente común” el sujeto subalterno? (Esta debiera ser más que una
buena pregunta, pues encamina a los Estudios Subalternos en su totalidad.)

Ni poder, ni fama, ni riqueza. La gente común se vuelve la protagonista de la


historia (o posthistoria). Pero para ello es necesario su habla, su voz, sus olores y humores,
su vida.

Si Gayatri Spivak pregunta en su ensayo “¿Puede hablar el sujeto subalterno?”,


debiéramos poder preguntar también “¿Puede cantar el sujeto subalterno?”, “¿Puede rezar o
gritar el sujeto subalterno?”, pues el habla es para el ser humano un rasgo de la vida, como
lo es cantar o rezar.

Por otra parte, el título de Spivak deja entrever sin duda que ella se considera en
absoluto “un sujeto subalterno”, pues ella sí habla (noble virtud, definitivamente)

Los estudios subalternos hindúes y latinoamericanos son inofensivos como los


saberes del botánico que estudia las plantas, ignorando que el mismo es un cardo o un
arbusto, a veces.

¿Hay alguien que no haya experimentado en algún momento la subalternidad?

En definitiva la subalternidad es un fenómeno menos simple que como lo pensaron


los postcoloniales hindúes. Está oculta en la naturaleza humana. Y se comporta irregular y
huidizamente.

Pero no debiese, la subalternidad, estudiarse como si fuese “materia oscura”, sino


con el compromiso de reconocer que su investigación debiese mejorar las condiciones
subalternas concretas.

Los estudios Subalternos debieran ser solidarios y subversivos.

Subversivos para subvertir y transformar creando.

Solidarios entendiendo la solidaridad como la define Paulo Freire (1971, p 46)


“como una actitud radical”, vale decir, cada vez más profunda.
No es posible que la subalternidad sea sólo una moda académica. Más bien, debiese
la “subalternidad” ser considerada por las “Ciencias Sociales” como el bosón de higgs para
la física subatómica, una realidad innegable y necesaria, aunque difícil de divisar o de asir.

COMPROMISO Y NORTE INVESTIGATIVO

En un hermoso diálogo Michael Foucault le dice a Gilles Deleuze, (en la Rev.


“L’arc”, Nro. 49 de 1972): “El papel del intelectual no es el de situarse un poco en
avance o un poco al margen para decir la muda verdad de todos; es ante todo luchar
contra las formas de poder allí donde éste es el objeto y el instrumento: en el orden del
saber, de la verdad, de la conciencia, del discurso” (Foucault, 1992,p.80) En otras
palabras, el compromiso del investigador social, debe ser total. Y por “total” en este caso,
se entiende todo lo opuesto a “conveniente”. Para explicarlo con una metáfora, los
investigadores de los Estudios Subalternos debieran ser considerados sujetos de alta
peligrosidad por los dispositivos de Inteligencia Internacional.

Entonces volvemos a la pregunta original: ¿Qué se necesita para que los Estudios
Subalternos dejen de ser una moda académica y se conviertan en un nuevo paradigma en
las Ciencias Sociales?

En dos conceptos: Solidaridad subversiva y compromiso.

Y por compromiso entiendo las condiciones epistémicas capaces de proponerse


mejorar las condiciones sociales subalternas, no las descripciones ascépticas de un botánico
social.

Corrigiendo a Spivak (1998) No es que la subalternidad no tenga voz, sino que la


pregunta debe ser otra: ¿qué dispositivos de poder debemos destruir para lograr escuchar
al sujeto subalterno? Y la pregunta debiese abarcar una crítica epistemológica a nuestras
bases del saber académico. Sobre todo una crítica capaz de corregir la propia sordera, esa
que nos impide oír la dignidad del otro, como el antropólogo Pierre Clastres (2013) cuando
trabajó con los aborígenes del amazona…
Para finalizar, y sin ánimo de aumentar la entropía centrífuga de estas ideas… Quizá
“la subalternidad” tenga que ser volátil e inasible, e infinitamente más liviana que el
concepto de “proletariado”. Los Estudios Subalternos siguen desarrollándose pese a la
extraña naturaleza de su objeto. Quizá la fantasmagórica presencia de “lo subalterno” no
sea, en ningún caso una debilidad teórica, sino más bien su verdadera fortaleza epistémica
subversiva.
BIBLIOGRAFÍA

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Castro-Gomez, Santiago, La Hybris Del Punto Cero, Editorial Pontificia Universidad


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