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EL GESTO COMO EXPRESIÓN SUBALTERNA

Por Oscar Ulloa Arévalo

Abstract: El presente artículo, señala las potencialidades disruptivas del “gesto”


como expresión subalterna, observando sus particularidades comunicativas en comparación
con el texto. Además se sugiere el uso imbricado de texto y gesto, en acciones de
Desobediencia Civil, evaluando el impacto de dicha estrategia de imbricación y las
posibilidades de una articulación comunicativa que incluya ambas estrategias en luchas
subalternas.
Palabras Clave: Subversión, gesto, texto, Desobediencia Civil y habla subalterna.

Que el texto, en este caso, sea un andamio desde donde se descubre y devela lo
inabarcable del gesto, un análisis, una mirada desde la mesura y equilibrio de lo textual
tratando de abordar lo imprevisible del gesto. El texto como manual de instrucciones de una
herramienta semántica, que en el acto y la inmediatez lo supera. El gesto es el habla
subalterna, esencialmente. Allí donde los textos funcionan disciplinariamente mejor que un
tanque o que una metralleta, pues su retórica funciona “naturalizando verdades”, el texto es
interrumpido por el gesto subalterno, su corporalidad efímera y coyuntural interroga
subversivamente las verdades hegemónicas. El gesto, si bien es universal, es por naturaleza,
el último recurso de la subalternidad.
Este texto pretende ser una defensa del gesto subalterno como medio de
significación disruptiva y subversiva. ¿Acaso la mujer subalterna de Spivak no protestó
desde su mudez con un gesto? (Spivak, 1998) Arrojar luz sobre ciertas cosas es, a veces,
avasallarlas, por tanto un texto apologético del gesto subalterno deberá respetar ciertos
silencios y ciertos mutismos, como mirar una flor sin botarle el polen o preguntarle a un
niño por Dios sin asustarlo, suponiendo que Dios no existe, claro está.

TEXTO Y GESTO
Desde la deconstrucción, la hermenéutica, la semiótica, los estudios culturales, el
análisis de discurso, la historiografía, etc. toda la realidad ha comenzado a ser vista en
forma de texto. Maurizio Ferraris en su “Manifiesto del Nuevo Realismo” (2012: 56)
explica este defecto de textualización del mundo en manos de los posmodernos: “es
justamente descuidando la diferencia entre ciencia y experiencia, que los posmodernos han
podido sostener que nada existe fuera del texto”.
¿Pero es la lógica del texto la única que se puede encontrar en las dinámicas
sociales? Si así fuese, estaríamos frente a la pesadilla que describe Baudrillard (1997) como
metástasis, vale decir, una proliferación insana de algo en todas partes, como las células
cancerígenas en el cuerpo. Si sólo existiese el texto, y todo pudiese ser reducido a realidad
textual, la hipertextualización del mundo no sería más que un palimsesto confuso de
discursos sin jerarquía.
El gesto no es un texto. El gesto y su humildad certera, es inclasificable en forma
de texto. Se rehúsa el gesto a ser domado como realidad textual. Irrumpe, sorprende y
desestabiliza, como un caballo chúcaro, el gesto se subleva frente a su semantización como
logo-texto.
El gesto funciona donde la lógica del texto no opera. Allí, donde el habla es un
dardo instantáneo que interrumpe y hace tropezar a la ideología, se alza la semántica
inasible del gesto.
Si bien el gesto es universalmente humano, y pertenece a todos los sujetos, es de la
subalternidad su habla por defecto. Arrinconado frente al acantilado de la muerte, la
subalternidad se expresa en un gesto, un gesto que no miente. Los gestos finales del
condenado a muerte, son, no sólo su libertad, sino su mensaje velado y secreto para la
memoria de la historia de los oprimidos. La mueca en el rostro de Joaquín Murieta (Neruda,
1967), después de ser fusilado y decapitado por sus enemigos yanquis era un mensaje
demasiado profundo para ser articulado con la mesura de lo textual. La mueca, el gesto
triunfal sobre la muerte, no era la gorda comodidad de las palabras bien dichas, el instante
de un rostro (Murieta decapitado) enjuiciaba a sus verdugos más allá de la muerte, el gesto
implicaba su no-derrota.
El habla subalterna puede parecernos muda (Spivak, 1998), pero enfrentado a la
urgencia del misterioso grito, el habla cambia su pelaje, se desviste de sus adornos
redundantes y en un proceso de refracción semiótica se convierte en gesto.

DEFINICIÓN TANGENCIAL DEL GESTO


El gesto es un acto intrínsecamente comunicativo, aunque más parecido al envío de
una carta que a una conversación. El gesto prescinde de la necesidad de retroalimentación o
feedback, no es un lenguaje propiamente tal, sino más bien un énfasis connotativo de un
mensaje. El gesto es un signo aislado y autosuficiente, codificado por su contexto y una
plasticidad total de los códigos. El gesto es como una botella lanzada al mar de la
comunicación.
El gesto, es una puntuación subversiva en la diacronía del lenguaje propuesta por
Saussure (1945). El contexto es su tela y el cuerpo humano, su paleta de códigos.
En palabras de Nietzsche: “El lenguaje de los gestos consta de símbolos inteligibles
por todos y es producido por movimientos reflejos. Esos símbolos son visibles: el ojo que
los ve transmite inmediatamente el estado que provocó el gesto y al que éste
simboliza”(2009: 229) Nietzsche resalta en esta observación tres características propias del
gesto: su profundo sentido democrático, su confraternidad con el cuerpo y el inconsciente,
y su inmediatez y autosuficiencia semántica.
El código desde donde se construye el gesto es la suma total de una cultura
compartida, todas sus posibilidades. Por eso, el gesto es profundamente democrático, tiene
que serlo, pues juega a ser inconfundible en su sentido. A la vez es un signo solidario y
cómplice, lúcido y a veces inconsciente e instintivo. Interrumpe la regularidad del habla
condensando una opinión o una discrepancia, sin esperar, en términos generales,
recompensa, ni retroalimentación. El cuerpo y el instante son su materia constitutiva, y el
inconsciente y el instinto, su trasfondo ideológico.
El gesto es cómplice o irreverente, aunque también puede ser perfectamente
cómplice e irreverente, por eso puede considerarse como lengua marginal y natural de la
subalternidad.
Si bien el gesto es profundamente democrático, es, por definición, el recurso
comunicativo de los oprimidos, su refugio ecléctico expresivo.

TEXTO Y GESTO: COMPARACIONES TENTATIVAS

Si bien para el desarrollo de una retórica subversiva subalterna es necesaria la


confabulación tanto del texto como del gesto, es fundamental tener claras sus naturales
diferencias.

En este sentido, lo primero que se debe señalar es que el texto, en términos


generales, crea un orden, por el contrario, aunque también en términos generales, el gesto
desordena. Esto es, por supuesto en lineamientos panorámicos, pues es innegable que
existen textos que desordenan y es parte de la “semántica” de la gestualidad la posibilidad
de ordenar. Esta diferencia apunta a sus posibilidades de generar sentido desde sus
propiedades características.

Otra diferencia que salta a la vista rápidamente es que el texto es redundante,


mientras que el gesto es certero. La redundancia es propia del lenguaje, es uno de sus
requisitos. En el caso del gesto, éste sacrifica la redundancia en un juego apuntado hacia la
certeza, dando por sentado el manejo de los códigos por parte del receptor, por eso se le
puede comparar con una botella lanzada al mar, o con una carta enviada. El gesto debe ser
certero y su precisa ubicación en un determinado contexto es lo que le da claridad
semántica. La certeza del gesto es lo que le otorga su calidad irruptiva.

El texto usa el código de un determinado lenguaje, por su parte, el gesto tiene como
abanico todos los códigos presentes en una cultura en un determinado momento, de
preferencia lo corporal y visual. La publicidad televisiva, por ejemplo, dota de una profusa
batería de signos visuales a la nomenclatura gestual.
El texto expone, el gesto interrumpe. Quizá sea la interrupción, la característica
semiótica más subversiva del gesto. Para el bien o para el mal de los discursos, el gesto
siempre interrumpe.

Si bien, tanto el gesto como el texto son portadores de un mensaje, en el gesto el


mensaje es instantáneo y va en fuga (es sincrónico). En el texto en cambio, el mensaje es
atemporal y diacrónico.

El texto es una herramienta característica del opresor, pertenece a la hegemonía, el


gesto fraternaliza con lo subalterno y con sus cómplices. El texto aspira a la dominación, a
la hipnosis del lector, el gesto quiere despertar al lector, aspira a la irreverencia, se realiza
en la interrupción. El texto es lento, el gesto es inmediato. El texto es dominante, totalitario
y excluyente. El gesto tiende a lo secreto, a lo subversivo y a lo solidario. Es su carácter
solidario lo que lo enraíza como habla de los oprimidos.

El gesto excluye la palabra y se involucra en la acción concreta, esto es lo que hace


que su mensaje se precipite como un vómito instantáneo de sentido. El gesto se incrusta en
el contexto, interrumpe el texto y desvía el habla, es paralingüístico, corporal, pariente de lo
espontáneo e instintivo.

Desde una perspectiva lógica, el texto siempre es rebatible, discutible, el gesto no se


discute, sólo se puede obviar, pasar por alto. Al ser tomado en cuenta, el gesto funciona
como desafío y provocación, provocación que puede ser absorbida u obviada, pero de un
modo u otro obliga al enunciante del texto interrumpido a tomar determinadas decisiones
comunicativas.

El texto guía y explica, el gesto irrumpe y sintetiza. Ambos, como decíamos son
necesarios en una retórica subversiva, su uso e imbricamiento, en todo caso, dará fuerza al
habla subalterna que busque su liberación.

IMBRICACIÓN ENTRE TEXTO Y GESTO

Ejemplos exitosos de la apropiada imbricación de texto y gesto son dos hechos


históricos de lucha subalterna mundialmente conocidos, que se enmarcan a su vez, dentro
de las prácticas de la Desobediencia Civil (Vincent, 2013): La marcha de la sal, con la que
Gandhi terminó venciendo al Imperio Británico en su lucha por liberar a su país del
colonialismo británico, y la subversión doméstica de Rosa Parks, que se negó a seguir la
costumbre de dar el asiento en el bus público a personas blancas, (ligera rebelión individual
que gatillará los movimientos de emancipación racial en los Estados Unidos de los años
60’)
En el ejemplo de la marcha de la sal, este hecho histórico se enmarca en la lucha no-
violenta de Gandhi (Lopez Martinez) en la India del 1930. El Imperio Británico obligaba a
los hindúes a comprar sal como una forma de dominación, Gandhi organizó una
multitudinaria marcha hacia el mar para recoger gratuitamente la sal de las playas. Más de
100.000 hindúes caminaron alrededor de 300 kilómetros en cinco días, desafiando al
Imperio Británico en una protesta no violenta. 60.000 personas fueron detenidas acusadas
de “robar sal”, pero la marcha fue un éxito y la lucha no violenta de Gandhi terminó por
liberar a la India del Imperio Británico. En este caso el gesto fue la caminata de 300
kilometros y el acto de recoger agua de mar, y el texto, el discurso de emancipación de la
India a través de la no-violencia. La razonable y aguda imbricación de gesto y texto por
parte de Gandhi creó esta acción subversiva monumental, y que terminaría por ser el hito
más importante en la emancipación de la India y uno de los ejemplos más exitosos de
Desobediencia Civil. Una caminata multitudinaria de trescientos kilómetros es un gesto
social tremendamente impactante, y si ese gesto obedece a un sólido discurso emancipador
no-violento, su correspondiente texto, su fuerza e impacto serán necesariamente
desestabilizadores de cualquier orden establecido.

En el caso de Rosa Parks y su rebelión antiracial, el gesto consistió sencillamente en


permanecer sentada en el asiento del bus, pese a las amenazas y gritos del chofer que le
exigía respetase la regla de que los negros le cediesen el asiento a los blancos. El texto de
Parks se reduce a un simple “NO” pero este “NO” implicaba todo el discurso antiracial de
su contexto histórico. Parks imbrica en una sutil desobediencia civil, el gesto valiente del
cuerpo de una mujer enfrentada a la represión y el racismo estructural de una nación, y el
texto sencillo y rebelde de la palabra “NO” (como afirma Albert Camus (1978) la palabra
“No” implica el fundamento de toda rebelión.) Esta unión de gesto y texto en un sencillo
acto corporal y discursivo de rebelión, será el origen de los movimientos organizados por la
lucha contra el racismo en los Estados Unidos. Al igual que en la marcha de la sal, en
ambos ejemplos se produce una armónica construcción entre gesto y texto, apoyadas en
claras ideologías de reivindicación social.

EL GESTO COMO HABLA SUBALTERNA

A diferencia de estos dos casos, el hecho narrado y analizado por Spivak en el texto
“¿Puede hablar el sujeto subalterno? (1998)” se refiere sólo a un gesto, un gesto mudo,
(¿es casual que el lenguaje de los sordomudos este hecho sólo de gestos?) La mujer se
suicida eligiendo el período de su menstruación para hacerlo, como un modo mudo de
expresar su verdad, el gesto aquí es un gesto pensado, radiografía de una orfandad que se
niega a desaparecer sin dejar una huella, un registro, una pregunta para quien ame la verdad
y se pregunte. Pero el gesto es una botella lanzada al mar, no sabrá nunca la víctima si su
mensaje fue leído por alguien, esto es lo más conmovedor, la radical nomenclatura del
gesto que se desentiende de la retroalimentación y del feedback, el último intento de la
subalternidad de ser escuchada se levanta frente a la historia sólo con el poder de la
esperanza póstuma, el recuerdo de una injusticia que quedó sin resolver, eso es lo que
denuncia en última instancia este texto. La genialidad de Spivak está en construir una
especie de hermenéutica sincrónica del gesto subalterno.
Si bien existen tradiciones culturales que han absorbido y codificado la gestualidad
como el budismo zen y el teatro japonés kabuki, en general en occidente su estudio ha sido
reducido al mundo de las artes (pintura, cine, teatro, mímica, acción de arte o happenings)
pero nunca el gesto ha sido estudiado como habla subalterna.
La historia muestra el éxito de la imbricación de gesto y texto en luchas
emancipadoras de Desobediencia Civil, pero más allá de su uso en una retórica subversiva
de lo subalterno, más allá incluso de este mismo texto que intenta ser una apología del
gesto como expresión, el gesto seguirá siendo para el oprimido la última expresión que le
queda, el último reducto de la insubordinación del cuerpo, al margen de los textos que lo
defienden o ignoran. Su sencillez y astuto e instintivo uso no depende de academias.
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www.fuhem.es , Madrid 2013.

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