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Que el texto, en este caso, sea un andamio desde donde se descubre y devela lo
inabarcable del gesto, un análisis, una mirada desde la mesura y equilibrio de lo textual
tratando de abordar lo imprevisible del gesto. El texto como manual de instrucciones de una
herramienta semántica, que en el acto y la inmediatez lo supera. El gesto es el habla
subalterna, esencialmente. Allí donde los textos funcionan disciplinariamente mejor que un
tanque o que una metralleta, pues su retórica funciona “naturalizando verdades”, el texto es
interrumpido por el gesto subalterno, su corporalidad efímera y coyuntural interroga
subversivamente las verdades hegemónicas. El gesto, si bien es universal, es por naturaleza,
el último recurso de la subalternidad.
Este texto pretende ser una defensa del gesto subalterno como medio de
significación disruptiva y subversiva. ¿Acaso la mujer subalterna de Spivak no protestó
desde su mudez con un gesto? (Spivak, 1998) Arrojar luz sobre ciertas cosas es, a veces,
avasallarlas, por tanto un texto apologético del gesto subalterno deberá respetar ciertos
silencios y ciertos mutismos, como mirar una flor sin botarle el polen o preguntarle a un
niño por Dios sin asustarlo, suponiendo que Dios no existe, claro está.
TEXTO Y GESTO
Desde la deconstrucción, la hermenéutica, la semiótica, los estudios culturales, el
análisis de discurso, la historiografía, etc. toda la realidad ha comenzado a ser vista en
forma de texto. Maurizio Ferraris en su “Manifiesto del Nuevo Realismo” (2012: 56)
explica este defecto de textualización del mundo en manos de los posmodernos: “es
justamente descuidando la diferencia entre ciencia y experiencia, que los posmodernos han
podido sostener que nada existe fuera del texto”.
¿Pero es la lógica del texto la única que se puede encontrar en las dinámicas
sociales? Si así fuese, estaríamos frente a la pesadilla que describe Baudrillard (1997) como
metástasis, vale decir, una proliferación insana de algo en todas partes, como las células
cancerígenas en el cuerpo. Si sólo existiese el texto, y todo pudiese ser reducido a realidad
textual, la hipertextualización del mundo no sería más que un palimsesto confuso de
discursos sin jerarquía.
El gesto no es un texto. El gesto y su humildad certera, es inclasificable en forma
de texto. Se rehúsa el gesto a ser domado como realidad textual. Irrumpe, sorprende y
desestabiliza, como un caballo chúcaro, el gesto se subleva frente a su semantización como
logo-texto.
El gesto funciona donde la lógica del texto no opera. Allí, donde el habla es un
dardo instantáneo que interrumpe y hace tropezar a la ideología, se alza la semántica
inasible del gesto.
Si bien el gesto es universalmente humano, y pertenece a todos los sujetos, es de la
subalternidad su habla por defecto. Arrinconado frente al acantilado de la muerte, la
subalternidad se expresa en un gesto, un gesto que no miente. Los gestos finales del
condenado a muerte, son, no sólo su libertad, sino su mensaje velado y secreto para la
memoria de la historia de los oprimidos. La mueca en el rostro de Joaquín Murieta (Neruda,
1967), después de ser fusilado y decapitado por sus enemigos yanquis era un mensaje
demasiado profundo para ser articulado con la mesura de lo textual. La mueca, el gesto
triunfal sobre la muerte, no era la gorda comodidad de las palabras bien dichas, el instante
de un rostro (Murieta decapitado) enjuiciaba a sus verdugos más allá de la muerte, el gesto
implicaba su no-derrota.
El habla subalterna puede parecernos muda (Spivak, 1998), pero enfrentado a la
urgencia del misterioso grito, el habla cambia su pelaje, se desviste de sus adornos
redundantes y en un proceso de refracción semiótica se convierte en gesto.
El texto usa el código de un determinado lenguaje, por su parte, el gesto tiene como
abanico todos los códigos presentes en una cultura en un determinado momento, de
preferencia lo corporal y visual. La publicidad televisiva, por ejemplo, dota de una profusa
batería de signos visuales a la nomenclatura gestual.
El texto expone, el gesto interrumpe. Quizá sea la interrupción, la característica
semiótica más subversiva del gesto. Para el bien o para el mal de los discursos, el gesto
siempre interrumpe.
El texto guía y explica, el gesto irrumpe y sintetiza. Ambos, como decíamos son
necesarios en una retórica subversiva, su uso e imbricamiento, en todo caso, dará fuerza al
habla subalterna que busque su liberación.
A diferencia de estos dos casos, el hecho narrado y analizado por Spivak en el texto
“¿Puede hablar el sujeto subalterno? (1998)” se refiere sólo a un gesto, un gesto mudo,
(¿es casual que el lenguaje de los sordomudos este hecho sólo de gestos?) La mujer se
suicida eligiendo el período de su menstruación para hacerlo, como un modo mudo de
expresar su verdad, el gesto aquí es un gesto pensado, radiografía de una orfandad que se
niega a desaparecer sin dejar una huella, un registro, una pregunta para quien ame la verdad
y se pregunte. Pero el gesto es una botella lanzada al mar, no sabrá nunca la víctima si su
mensaje fue leído por alguien, esto es lo más conmovedor, la radical nomenclatura del
gesto que se desentiende de la retroalimentación y del feedback, el último intento de la
subalternidad de ser escuchada se levanta frente a la historia sólo con el poder de la
esperanza póstuma, el recuerdo de una injusticia que quedó sin resolver, eso es lo que
denuncia en última instancia este texto. La genialidad de Spivak está en construir una
especie de hermenéutica sincrónica del gesto subalterno.
Si bien existen tradiciones culturales que han absorbido y codificado la gestualidad
como el budismo zen y el teatro japonés kabuki, en general en occidente su estudio ha sido
reducido al mundo de las artes (pintura, cine, teatro, mímica, acción de arte o happenings)
pero nunca el gesto ha sido estudiado como habla subalterna.
La historia muestra el éxito de la imbricación de gesto y texto en luchas
emancipadoras de Desobediencia Civil, pero más allá de su uso en una retórica subversiva
de lo subalterno, más allá incluso de este mismo texto que intenta ser una apología del
gesto como expresión, el gesto seguirá siendo para el oprimido la última expresión que le
queda, el último reducto de la insubordinación del cuerpo, al margen de los textos que lo
defienden o ignoran. Su sencillez y astuto e instintivo uso no depende de academias.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Capriolo, Paola, Rosa Parks: La Lucha Contra el Racismo, Ediciones Vincens Vives,
Barcelona, 2013.
Ferraris, Maurizio, Manifiesto del Nuevo Realismo, Editorial Ariadna, Argentina, 2012.
Foucault, Michel, El Orden Del Discurso, Tusquets Editores, Buenos Aires, 1992.
Neruda Pablo, Fulgor y Muerte de Joaquín Murieta, Editorial Zig-Zag, Santiago, 1967.
Saussure, Ferdinand de. Curso de Lingüística General. Editorial Losada, Buenos Aires,
1945.
Van Dijk, Teun A., Discurso, Poder y Cognición Social: Conferencias de Teun A. Van
Dijk, Cuaderno Nro 2, año 2, Octubre de 1994.