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Las dificultades sexuales en la fase de deseo sexual son cada vez más frecuentes en
nuestra sociedad. Esto es debido sobre todo al estilo de vida que llevamos. Siempre se
ha pensado que afectan más a la mujer; sin embargo, la realidad que vivimos los
terapeutas sexuales en nuestras consultas nos dice que el número de casos
de DSI (deseo sexual inhibido) en hombres se incrementa cada vez más.
También es cierto que los hombres pueden estar superando sus dificultades; dar el paso
de admitir que tienen este problema y pedir ayuda profesional es cada vez más habitual.
Con todo, esta dificultad puede haber afectado siempre de modo similar a ambos sexos.
La influencia de viejos mitos sobre la sexualidad masculina puede haber falseado en
cierto modo esta realidad…
Masculinas: erección del pene, aumento del tamaño y elevación de los testículos
e incremento del grosor del escroto. Cuando la excitación sexual masculina se
ve afectada por la ansiedad, hablamos de problemas de erección.
En cuanto a las sensaciones propias del orgasmo, inmediatamente antes del mismo,
hablamos en el hombre del punto de no retorno o inevitabilidad/urgencia
eyaculatoria; es decir, el momento justo en que se percibe que el orgasmo es inevitable
y por lo tanto, se produce la eyaculación.
Los problemas sexuales que suelen afectar a esta fase de la respuesta sexual son
la anorgasmia, la eyaculación precoz y la eyaculación retardada.
Es decir, en términos más sencillos, ¿cómo percibo yo y cómo vivo a nivel emocional
mis relaciones sexuales? ¿El balance es positivo o negativo? Por tanto, la satisfacción
es la interpretación que hacemos de nuestro bienestar (físico, mental y emocional)
con respecto a las relaciones sexuales.
Esta interpretación puede realizarse con respecto a las prácticas sexuales individuales,
en pareja, actividades sexuales concretas y recientes o bien en un sentido más amplio
(cómo se percibe la propia salud en el ámbito sexual).
A lo largo de los últimos años han aparecido diferentes modelos para definir la respuesta
sexual humana. A principios de la década de 1950, Masters y Johnson1, tras estudiar la
fisiología y psicología sexual humana, desarrollaron el modelo sexual lineal tanto para
hombres como para mujeres, con estadios secuenciales de excitación, meseta,
orgasmo y resolución (figura 1).
La fase de excitación puede durar de varios minutos a varias horas. En ella aumenta el
nivel de tensión muscular, la frecuencia cardíaca y comienza la vasocongestión con
aumento de los órganos genitales, como vemos en la tabla 1. En esta fase se produce
también la lubricación vaginal y las glándulas de Cowper secretan un líquido lubricante
en la uretra masculina.
En la fase de meseta, que se mantiene hasta el orgasmo, estos cambios se intensifican.
La vejiga se cierra para evitar la mezcla de orina con semen y los músculos de la base
del pene presentan contracciones rítmicas que finalmente expulsan el semen.
Durante el orgasmo, hay contracciones musculares involuntarias, como las esfinterianas
o espasmos del músculo carpopedal del pie, aumentan la presión arterial y las
frecuencias cardíaca y respiratoria, y se produce una repentina liberación de la tensión
nerviosa. En los hombres, el orgasmo generalmente se alcanza con la eyaculación del
semen. Inicialmente fluidos seminales se acumulan en el bulbo uretral de la glándula
prostática. A medida que se acumulan, siente que va a eyacular y esa sensación se
experimenta como inevitable e incontrolable. En las mujeres se producen contracciones
rítmicas del útero. La tensión de sus músculos aumenta la presión en el pene y
contribuye al orgasmo. En ambos sexos, suele ser una experiencia intensamente
placentera.
Durante la resolución, el cuerpo vuelve a los niveles normales de frecuencia cardíaca,
presión arterial, respiración y contracción muscular, y se experimenta una sensación
general de bienestar. Muchas mujeres pueden volver de nuevo a la fase orgásmica con
mínimos estímulos y pueden experimentar orgasmos repetidos durante más de una
hora. Los hombres tienen un período refractario en el que no pueden tener orgasmos
aunque sí pueden mantener una erección parcial o completa. Este período tiene una
duración variable, desde pocos minutos a varios días.
Debemos distinguir dentro de estos trastornos al déficit excitatorio (trastorno por excitación
sexual de la mujer) y al que es menos prevalente, el trastorno por exceso de excitabilidad
(trastorno de la excitación sexual persistente).
Concepto
Estas mujeres no experimentan los cambios fisiológicos típicos de la excitación sexual, como es
la lubricación, la tumefacción vaginal, tensión muscular. Tampoco disfrutan de las sensaciones
subjetivas que están asociadas a la excitación sexual.
El trastorno de la excitación sexual es una disfunción que se produce en algún momento del
ciclo de respuesta sexual (deseo, excitación, orgasmo o resolución), y que impide disfrutar de
la experiencia de satisfacción a través de la actividad sexual. Una persona con este trastorno
puede desear mantener relaciones sexuales, pero tiene dificultades para estimularse lo
suficiente como para llevarlas a cabo con éxito.
Los trastornos de la excitación sexual se conocían anteriormente como frigidez en las mujeres
e impotencia en los hombres, aunque estos términos han sido reemplazados por otros menos
peyorativos. La impotencia se conoce ahora como disfunción eréctil y la frigidez se describe
especificando si se trata de un problema de deseo sexual o de excitación inhibida.
Tanto para los hombres como para las mujeres, estas disfunciones pueden ser la respuesta a
una aversión o rechazo al contacto sexual con una pareja. En los hombres, puede aparecer
como una incapacidad total o parcial para lograr o mantener una erección, o como una falta de
excitación sexual y placer durante la actividad sexual. En las mujeres, a menudo se presenta
como una incapacidad para lubricar lo suficiente como para completar el acto sexual.
Como hemos visto, aproximadamente el 50% de todos los hombres en algún momento pueden
ser incapaces de lograr o mantener una erección, pero esto no significa que sean incapaces de
participar plenamente en relaciones sexuales.
Hay varios componentes necesarios para lograr una erección:
Los factores de riesgo más comunes para la impotencia masculina son la edad, la
ansiedad, el estrés y las relaciones conflictivas.
Las causas físicas de la impotencia son los traumatismos y enfermedades tales como:
diabetes, cirugía pélvica, lesión de la médula y los problemas glandulares.
Por otro lado, la impotencia eyaculatoria es algo distinto, se trata de la incapacidad para
eyacular dentro de la vagina de la mujer. Aquí la erección puede mantenerse durante largos
periodos de tiempo, incluso después de que la pareja hay alcanzado el orgasmo, pero no se
logra la eyaculación. La impotencia de la eyaculación por lo general tiene una base emocional
que refleja los problemas de relación.