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Prevención
La única protección consiste en reducir al mínimo la exposición al polvo. Siempre
que sea posible, esto debe conseguirse mediante métodos de supresión de polvo,
como ventilación y pulverización con agua, en vez de con el uso de respiradores o
de controles administrativos, como por ejemplo la rotación del trabajador. En este
sentido, existen en la actualidad pruebas claras de que las acciones reguladoras
de algunos países destinadas a reducir el nivel de polvo, iniciadas en torno al
decenio de 1970, han reducido de forma marcada los niveles de esta enfermedad.
El traslado de los trabajadores con signos precoces de enfermedades a causa de
polvo de carbón deben tener una menor exposición al polvo es una acción
prudente, aunque existen escasas pruebas prácticas que indiquen que tales
programas hayan tenido éxito en la prevención de la progresión de la enfermedad.
Por esta razón, la supresión del polvo debe seguir siendo el método primario de
prevención de la enfermedad.
Los frentes de carbón se deben aislar de los otros trabajos por medio de barreras
de polvo o agua.
Esta inertización, debe hacerse frecuentemente con polvo calcáreo, en tal forma
que el polvo de carbón sedimentado, no contenga más de 20% de partes
combustibles (método de empolvar con polvo calcáreo).
En los planos de ventilación y en los planos de las minas, debe estar indicada la
ubicación de las barreras de polvo y/o agua.
Los filtros deben ser revisados, secados y limpiados diariamente por la persona
designada por el propietario de la mina o por el titular de derechos mineros.
En las minas se deben tomar todas las medidas necesarias para evitar la
presencia de agentes químicos y biológicos, como polvo de roca en la atmósfera,
en concentraciones que puedan representar riesgos para la salud y el bienestar de
los trabajadores.