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De la filología a la genética textual: historia de los conceptos y de las

prácticas (Élida Lois)


“(…) no puede haber sino borradores. El concepto de texto definitivo no corresponde sino a la
religión o al cansancio.” (JLB)

Cambio y permanencia

La práctica tecnológica surge de la tensión entre dos extremos: la inabarcabilidad (registrar


una diversidad de enunciados manteniéndolos en su propia dispersión) y la tergiversación
(reducir complejidades con el pretexto de clasificar, jerarquizar, “autorizar”). En 1737, la
definición del término “filología” marcaba una dispersión de objetivos: ciencia compuesta
adornada de la gramática, la retórica, la historia, antigüedades, etc. Pero un siglo después se
irá delineando una clara oposición entre “erudición” (masa de datos fragmentarios e
inconexos) y “ciencia” (ordenamiento sintético de datos que aparecen dispersos). En tanto las
lenguas son objeto de estudios histórico-comparativos que pretenden establecer regularidades
enunciables en “leyes” y abren el camino hacia la lingüística, en el campo textológico se
elabora un método riguroso para reconstruir un texto original perdido, a través del examen
analítico de una complicada maraña de post-textos apógrafos de épocas y lugares diversos. Se
busca llegar a la constitución de una “hipótesis textual”. El mayor exponente es Karl
Lachmann, quien plasmó un sistema de reglas para llegar al “arquetipo” del texto. Su
metodología marcó un esfuerzo de aproximación a monumentos literarios de la Antigüedad y
el Medioevo, pero la literatura moderna cuenta con materiales textuales (y pre-textuales) en
cantidad suficiente como para no recaer en “fijaciones” que despojen a la obra de su vitalidad.
El arquetipo textual lachmanniano resulta una construcción formal y homogénea (semejanza
con estructuralismo lingüístico). Cuando Voloshinov tilda a la filología de disciplina a-histórica
por antonomasia, está denunciando cómo ese apogeo marca, a la vez, el declive de una línea
de investigación arraigada en la Historia, ya que el examen de los procesos escriturales
demuestra que en ese espacio late un perpetuo enfrentamiento entre unidad y diversidad,
equilibrio e inestabilidad.

La genética francesa como ruptura con la tradición filológica

Louis Hay y Jean-Louis Lebrave han coincidido en presentar a la crítica genética como la
resultante de una confluencia de fenómenos culturales: la evolución tecnológica, la
compilación de grandes colecciones de manuscritos modernos y el desarrollo de la ciencia
lingüística y de la crítica literaria. La crítica genética puede verse como un avatar moderno de
la Filología ya que tanto los geneticistas como los filólogos trabajan con manuscritos. Pero
mientras el filólogo que edita textos clásicos o medievales no se enfrenta con texto ni
tampoco con pre-textos, sino con algunos manuscritos apógrafos cuyo conjunto constituye
un “post-texto”, la genética textual, en cambio, parte de los llamados “pre-textos”. El texto
terminado no es el objeto de las indagaciones geneticistas; el proceso lo es. Así, la
investigación se trata de enfocar un nuevo objeto de análisis: la escritura in progress.
La escritura y los textos resultantes se insertan, a su vez, en un contexto de situación, y el
primer nivel de inserción de los textos en un proceso histórico está representado por su
realización material y por los sistemas de circulación vigentes, ya que existe una correlación
entre la evolución de las técnicas de inscripción y la formalización intelectual de los objetos
producidos. A pesar de la invención de la imprenta, según Lebrave, hay que esperar hasta fines
del siglo XVIII para que la circulación textual alcance la forma estable. La difusión del libro
impreso va a ir imponiendo una nueva concepción de “texto”.

En la vida social se observa la cristalización de la concepción moderna de “autor”, de


propiedad intelectual, del derecho de los creadores a recibir remuneración, etc.
Paralelamente, la corriente romántica instala el requerimiento de originalidad como criterio de
evaluación de la creación estética, y así se proyecta sobre los sistemas de valores colectivos el
descrédito de la imitación. Se trata de la noción moderna de “autor” como sujeto productor
de una obra literaria y practicante de una actividad clasificable como profesional, y de la
noción de “literatura” que nace en la modernidad como resultante de la valoración del
escritor. La “obra”, sinónimo de “trabajo”, sin embargo es una noción todavía muy vaga,
porque ese marco histórico focaliza y entroniza al texto como producto original.

Junto con una clara distinción entre texto impreso y texto manuscrito, surge el concepto de
“manuscrito moderno”, de naturaleza diferente de la de un manuscrito de circulación textual,
y se crea una pareja de opuestos simétricos: unos pertenecen al ámbito público, los otros al
ámbito privado. Aparece el concepto “materiales de génesis”, o sea, todo lo que el texto dejó
detrás de sí. Los pre-textos aparecen entre los papeles privados y no son vistos de entrada
como medios de comunicación sino como especies de “fetiches” (el autor lo tuvo en sus
manos!!!). El acto de guardar ese tipo de material no permite apreciar de entrada que cuando
la escritura es trabajo de creación van quedando en el escrito rastros del proceso de producción
de sentido. Los enfoques genéticos aparecieron posteriormente, como una consecuencia
lógica de la evolución de las ciencias del lenguaje y de la crítica literaria.

La existencia de grandes colecciones de documentos de escritura impulsó a algunos críticos


como Antoine Albalat a describir material de génesis. Considera que el endiosamiento
romántico de la inspiración como fuerza generadora se suma a un concepto de “trabajo” que
ha surgido en medio de profundas transformaciones sociales y culturales. A mediados de los
setenta aparece en escena la “teoría de la recepción”, que contribuiría a revolucionar el
método histórico-filológico de la crítica genética francesa.

A fines de los sesenta, un equipo del CNRS dirigido por Louis Hay comenzó a analizar los
manuscritos de Heinrich Heine. En 1974, Hay funda el CAM (Centro de Análisis de
Manuscritos). Posteriormente, el CAM se transformó en un laboratorio del CNRS y fue
rebautizado como ITEM (Instituto de Textos y Manuscritos Modernos) en 1982.

Si bien el concepto de avant-texte puede datarse en 1972, su creador (Jean Bellemin-Noël)


habría de encauzar sus investigaciones posteriores teorizando acerca de un enfoque
psicoanalítico de la literatura que llamará textanalyse.

Ya Roland Barthes había distinguido entre “escritura” y “texto” y Julia Kristeva entre
genotexto y fenotexto, pero las investigaciones de los miembros del ITEM terminará por
desplazar el estatuto científico de texto para cedérselo a los manuscritos y al proceso genético,
focalizando su trabajo en una “poética de la escritura” por oposición a una “poética del texto”.

La crítica genética se inserta en el campo del estudio de la literatura como una réplica
simétrica de la teoría de la recepción. Con su instalación, quedan definidas tres etapas en el
proceso de la comunicación literaria: producción, texto y lectura, y simultáneamente, tres
abordajes para cada una de esas tres etapas: la crítica genética, las teorías sobre el texto y los
estudios acerca de la recepción. Producción, texto y lectura son interdependientes. Escritura y
lectura son dos caras de un mismo fenómeno, y en el caso de la escritura en proceso, el
ejecutor no sólo escribe y se lee a la vez, también se plantea las posibles derivaciones textuales
y la recepción presumible.

El objeto de análisis de la crítica genética son los documentos escritos –por lo general, y
preferiblemente manuscritos- que, agrupados en conjuntos coherentes, constituyen la huella
visible de un proceso creativo. Pero en la última década la investigación geneticista ha ido
más allá de la literatura para encarar otros lenguajes artísticos, y más allá de la
comunicación artística para analizar la gestación del discurso científico. Así, las perspectivas
del abordaje ya se plantean a partir de una semiótica de la escritura, y en última instancia, a
partir de una semiótica de la cultura. “Escritura” resulta sinónimo de “reescritura”. Los
borradores ponen en primer plano las vacilaciones y los conflictos. La escritura avanza,
retrocede, se dispersa o se reencauza (direccionalidad virtual).

Evaluación y diversificación conceptual dentro de la corriente geneticista

Durante más de una década, la mayor parte de los geneticistas del ITEM prefirió centrar sus
análisis en la materialidad y en la operatoria de la escritura. Sin embargo, aparecen algunos
estudiosos como Michel Espagne (sobre Heinrich Heine), Henri Mitterand (sobre Émile Zola) y
Claude Duchet que aportan un enfoque sociogenético de los procesos de reescritura,
incorporando la variable social como inherente al proceso de escritura (sociocrítica).

Mitterand demostrará que las notas de documentación, las fichas de lectura, los planes de
escritura y los bosquejos de algunos dossiers genéticos constituyen un terreno apto para
intentar atrapar las relaciones generativas que unen con la producción textual una serie de
hechos históricos y una serie de discursos sociales en el interior de una sincronía
inmediatamente anterior al surgimiento de la obra.

Claude Duchet verá en los materiales de génesis escritural un espacio de confluencia entre una
poética de la escritura y una sociología del texto. La génesis escritural no sólo abre el acceso a
lo que se ha retenido en el espacio privado, sino también a ese espacio público del que
procede una escritura que no surge ex nihilo.

También Espagne incursionó en el terreno con una orientación sociogenética, pero considera
que el análisis de las reescrituras es un fin en sí mismo. Sostiene que las especulaciones acerca
de cómo se va produciendo un texto a través de reescrituras manuscritas reintroducen en el
ámbito de la teoría literaria la noción de “historia del texto”. Afirma que el nuevo interés por el
manuscrito que se generó en Francia operó de modo fantasmático, encabalgándose en la
postulación de una “ruptura epistemológica” que sólo podía asentarse en la represión de la
memoria de una tradición investigativa. Pero esto condujo a una seria amnesia: en un primer
momento, se creyó necesario olvidar los aportes de una tradición filológica desacreditada y se
desestimaron las importantes reflexiones sobre variantística de países con una fuerte práctica
textológica como Alemania, Italia y Rusia. También se tendió a dejar a un lado las reflexiones
historiográficas y a evitar las interrogaciones hermenéuticas acerca del rol del sujeto
intérprete. De todas maneras, permitió un verdadero renacimiento de los estudios textuales.

El vocablo “variante” designa alternativas que surgen del cotejo de manuscritos diversos: son
las posibilidades desechadas después de “fijar” lo que se considera “el mejor texto”. Es
necesario registrar, organizar e interpretar las variantes de acuerdo con metodologías que
remitan a una historia de las formas y modalidades de constitución textual que se
correlacionen con parámetros culturales. Los archivos son uno de los espacios de constitución
de la littérarité y su exploración pertenece al dominio específico de la filología, pero su interés
principal es subvertir el discurso historiográfico dominante ensanchándolo o modificándolo. A
esta noción de escritura archivística se remiten tanto las variantes pre-textuales como las post-
textuales. La cuestión de las variantes concierne a la totalidad de las ciencias que se fundan en
textos, por lo que no puede circunscribirse en los límites de la filología. Para Espagne, la
filología es una ciencia en movimiento perpetuo y la materialidad y operatoria de la escritura
están atravesadas de historicidad.

Los aportes de la variantística italiana

En Italia, los archivos de manuscritos de trabajo escritural son mucho más antiguos que en
Francia y el interés por el estudio de las variantes se despertó mucho más tempranamente,
alrededor del siglo XVI (se conservan por ejemplo manuscritos de Petrarca y de Boccaccio).
Naturalmente, las reescrituras de un autor admirado eran vistas como un modelo del camino a
seguir para lograr la perfección lingüística, y son editadas para que se las pueda utilizar con
fines pedagógicos. Pero cuando la práctica se objetivó, no se vio ninguna diferencia entre
analizar variantes de poetas renacentistas o analizar las reescrituras de una novela moderna.

En Francia, por el contrario, el geneticismo ha adquirido el estatuto de disciplina científica hace


sólo una treintena de años, pero se abocó rápidamente a la problemática teórica. La crítica
variantística italiana, por su parte, ya había llegado a la etapa teórica en 1937, pero encaraba
teorizaciones al cabo del ejercicio de una antigua práctica filológica. Se la relacionó con el
formalismo, la estilística y el estructuralismo.

En cambio, cuando se puso en circulación en Francia esa nueva denominación, la


especificación “genética” pretendió señalar la alteridad de su objeto de estudio: los
“manuscritos de trabajo escritural”; es decir, no el “texto” sino “lo otro del texto”.

Bernard Cerquiglini traza una divisoria tajante entre la crítica de variantes italiana y el
geneticismo francés. Considera que la variantística es una filología estructural y una axiología
(una estética). Caracteriza, en cambio, la crítica genética como una hermenéutica de la
inscripción, porque su objeto central de análisis no es el texto sino la dinámica escritural
misma, y porque intenta dar cuenta de un proceso de producción de sentido desligado de
una noción de valor.

Relecturas latinoamericanas de la genética textual. Precursores y seguidores

Antoine Albalat tuvo un discípulo argentino a la distancia: Carlos Alberto Leumann, quien
acometió un análisis de los borradores de La vuelta del Martín Fierro. Toda su metodología
puede resumirse en esta regla: registrar meticulosamente todas las enmiendas de José
Hernández para mostrar la existencia de un camino hacia la perfección final. (Loser!)

En 1943, Amado Alonso había publicado “El manuscrito del Fausto en la Colección Martiniano
Leguizamón”. Alonso había contado tan sólo con una muestra parcial de la génesis del Fausto:
una copia en limpio sin enmiendas que el autor había sacado del original que enviaría a la
imprenta para hacerla circular entre algunos amigos. Esta copia, junto con dos pre-textos
éditos, precedió a la edición definitiva publicada poco después, en cuyo texto se observan
variantes y adiciones. La mayoría de las enmiendas se orientan en el sentido de acomodarse
no sólo a la gramática rural sino también a la fluidez y a la naturalidad de la poesía popular.
Pero los desplazamientos entre la norma culta y la norma popular van revelando cómo los
autores urbanos que proyectan configuraciones propias de la cultura oral en la escritura van
imponiendo una sutil elaboración artística de la poética popular. Este artículo muestra en
estado larval ideas que harán eclosión en uno de los más brillantes análisis del género
gauchesco escrito 45 años después por Josefina Ludmer: El género gauchesco, donde el
género se presenta como la expresión de la alianza de clases que sustenta la autoconstitución
nacional.

Ana María Barrenechea había publicado en 1983 Cuaderno de bitácora de “Rayuela”. El


análisis de ese embrión textual de Rayuela aparece como una de las primeras muestras de
editar génesis y de enseñar a leer génesis. Siguiendo las rutas fluctuantes de la producción
textual se llega inevitablemente a la noción de “texto” como “eventualidad”, a un
cuestionamiento del concepto de texto que hasta entonces se había venido manejando.

Es en Brasil, particularmente, donde la crítica genética cuenta con numerosos cultores. Se ha


constituido allí al APML (Asociación de pesquisidores de manuscritos literarios).

Por último, cabe señalar la instalación del Programa Internacional ARCHIVOS.


Las distintas orientaciones hermenéuticas de la investigación geneticista
Sobre la base de una reconstrucción genética precisa, un proceso de escritura podrá ser
interpretado. Se podría creer que, para superar el mero descriptivismo, se requiere alguna
visión “finalista” del pre-texto. Se podría pensar, entonces, que una regla práctica para
configurar algún tipo de finalismo consistiría en ver en cada uno de los borradores sucesivos la
representación de una etapa hacia ese objetivo final que es el texto. Pero no resulta suficiente
describir la realidad de los conflictos, las vacilaciones y las circunstancias que constituyen el
universo de la génesis.

Uno de los principales aportes de esta orientación crítica es la zambullida en la pura


virtualidad, un terreno donde la escritura aparece a cada momento atravesada por
innumerables tentaciones que sólo después de navegar entre divergencias y contradicciones
arriban a un texto final.

Para preservar todas las virtualidades de esa literatura potencial, se ha insistido en la


necesidad de lograr una lectura liberada de presupuestos causales. Tanto en la génesis de un
poema como en la de una narración, nunca habría un programa preexistente ni un finalismo
predeterminado ni la sistemática ejecución de un modelo.

Cuando se estudia un proceso escritural, la última etapa de su reconstrucción genética reviste


tanto interés como las anteriores porque lo que se focaliza es ese proceso y no su producto
final. El abandono de la ilusión teleológica que propone la crítica genética permite establecer
que la etapa final recopilada es (al igual que las otras) el producto específico de un conjunto de
tendencias, pero jamás un “resultado inevitable”.

La escritura existe como una orientación en el tiempo e incluye tanto la repetición como la
creatividad, es decir la “novedad”. Y es la “novedad” lo que impide sostener la primacía de
esos procesos deterministas.

La crítica genética tiene como objeto de investigación un “campo de desequilibrio” y, más


que señalar factores determinantes de procesos, busca descubrir potencialidades. El texto
no es más que una de las alternativas que ha tomado el devenir escritural.

La diferencia entre un borrador y un texto no hay que buscarla tan solo en el avance, en la
estructuración o en el acabamiento: es una diferencia de alteridad. La alteridad es la
diferencia fundamental entre escritura y texto.

La marcha de la escritura dibuja un recorrido “hacia alguna parte”: la textualización está


dotada de una suerte de direccionalidad. Pero en el camino puede detenerse, vacilar,
cambiar de rumbo, diversificarse y hasta explotar: se trata de una direccionalidad “virtual”.

Es posible hablar de un conjunto indeterminado de “estrategias” variables para cada


situación. Las estrategias tienen una “orientación”, pero no pueden interpretarse en
términos ortodoxamente teleológicos porque pueden no estar conscientemente dirigidas
hacia un fin. La interpretación de un proceso de escritura tiene que dar cuenta de esta
paradoja.
Génesis y poética de la escritura

La importancia de las investigaciones de genética textual en los archivos de grandes escritores


(Stendhal, Balzac, Flaubert, Zola, Proust, Valéry, Joyce) y la publicación de importantes
documentos de génesis han contribuido ampliamente a proporcionar a narratólogos y
poetólogos un ámbito de reflexión concretos sobre sus métodos y sus objetivos. Raymond
Debray-Genette utiliza el ejemplo flaubertiano para edificar una conceptualización orientada a
la creación de una “poética de la escritura” por oposición a una “poética del texto”. Su
propuesta parte del deslinde de dos dimensiones analíticas en el objeto de la crítica genética,
una exogénesis (selección y apropiación de las fuentes) y una endogénesis (producción y
transformación de los estadios redaccionales).

El deslinde de dos niveles de análisis se encuentra de diferentes maneras en la mayor parte


de los teóricos de la crítica genética sea cual sea su orientación. Entre los sociocríticos,
Mitterand distingue entre una genética “guionística” o prerredaccional, y una genética “de la
inscripción” o redaccional. Mitterand denuncia la tendencia a recaer en un microanálisis
fragmentarista que corre el riesgo de recaer en una contemplación autista; pero una “poética
de la escritura” como la postulada por Debray-Genette, respetando la identidad problemática
del borrador y sin dejar de focalizarla, intentaría dar cuenta de las relaciones espacio-
temporales últimas que se establecen entre el borrador y un texto “final”.

Génesis y teoría lingüística

La crítica genética ha tomado de la teoría lingüística gran parte de las categorías conceptuales
con que ha intentado dar cuenta de ese la escritura en estado naciente, como “similaridad” y
“concatenación”. Pero esas dos dimensiones analíticas resultan insuficientes.

Almuth Grésillon reclama una teoría de la producción escrita, que complete la teoría de los
actos de habla. Esta teoría tiene que poder dar cuenta de la producción real de los
enunciados, en lugar de recurrir, como hacen las teorías de la enunciación, a reconstrucciones
abstractas. Además, el principio del dialogismo debería ser reemplazado por una
interlocución en la que el autor es alternativamente scriptor y lector. Se discute la noción de
lenguaje lineal.

El sentido es siempre una construcción progresiva, y el geneticista debe reconstruir el


sentido de un objeto “visible” y “legible” a la vez. Ante una página de borrador, se impone
primero aislar las unidades de reescritura, ordenarlas entre sí, y delimitar la extensión que
define la relación paradigmática. Se trata de reconocer las unidades constituyentes de ese
proceso de escritura.

Grésillon enfatiza la utilidad de la noción de “sustitución”, tomada de la lingüística estructural.


La sustitución de la escritura está provista de una dimensión cronológica y, al igual que la
escritura, está “orientada”: “A” se trasforma en “B” pero no viceversa.
Otra noción operativa es el concepto de paráfrasis elaborado por la Teoría de la Enunciación.

Otro aporte de la Teoría de la Enunciación es el “tópoi discursivo”. Retomando a Benveniste,


se puede afirmar que existen textos marcados de manera más o menos fuerte por la presencia
de su enunciador. Esa marca afecta a todas las categorías del lenguaje: pronombres
personales, tiempos verbales, determinantes, adverbios, modalidades.

Se proponen dos principios para hacer posible el análisis: en primer lugar, admitir que el
“remonte genético” es un acto de construcción en el que el investigador formula hipótesis
sobre cuya base aspira a interpretar un proceso de escritura; en segundo lugar, recurrir a la
especificidad de lo escrito porque permite traducir trazos materiales en operaciones. Lo
escrito es una extensión de la memoria y los borradores son testimonios de la memoria del
proceso textual. El análisis de manuscritos podría contribuir a una teoría lingüística de los
“actos de escritura”. Pero no se puede dejar de tomar en cuenta que tanto la naturaleza visible
del manuscrito como el proceso cultural en que se inserta el acto de escribir arrastran al
objeto de estudio fuera del campo específico de la lingüística.

Génesis y teoría psicoanalítica

La persecución del inconsciente a través del análisis de otras producciones psíquicas


(asociaciones libres, sueños) es comparable con la búsqueda de “contenidos ocultos” a partir
de la superficie de un texto por parte del analista literario. Y la relación escritor-lector tiene
puntos de semejanza.

Al considerar los productos de la crítica literaria psicoanalítica, se han señalado también las
diferencias entre la escena de la terapia y la de la lectura: proximidad física/distancia, palabra
privada/escrito público, palabra desorganizada/escrito elaborado, presencia/ausencia de
asociaciones libres para fundamentar interpretaciones. Y es en relación con estas cuestiones
que la génesis de la escritura parece crear un espacio propicio para un acercamiento: contacto
corporal con el manuscrito, entrada en la intimidad del escritor a través de la manipulación de
sus papeles privados, movimiento a menudo errático de la escritura en proceso.

Al genetista también le pueden interesas algunos conceptos freudianos como el de la dinámica


deseo-rechazo o el de “la otra lógica” (el sueño). Freud propone una teoría dinámica del
inconsciente. Toda producción psíquica es una transacción entre la fuerza del deseo y la
potencia rechazante del consciente. De allí que la noción de conflicto psíquico sea esencial y
ese conflicto sea asediado valiéndose del trabajo de asociaciones.

La noción de conflicto psíquico es comparable con la de conflicto discursivo. La crítica


genética analiza a través de las opciones escriturales los conflictos discursivos. Psicoanalista y
genetista son “intérpretes”, se enfrentan a un discurso enigmático que deben desentrañar.
Este modo de conocimiento “individualiza” sus objetos, los considera en su singularidad, por lo
que constituye un conocimiento indirecto y conjetural. Ambos analizan discursos
aparentemente desordenados y procuran mantener una atención alerta a todos los estímulos
actuales, procurando erradicar preconceptos y juicios de valor acerca de las opciones que va
haciendo el sujeto de la enunciación.
El textoanálisis (Bellemin-Noël) se define como una estrategia de lectura esclarecida próxima a
la “psicolectura”. Trabaja con la noción de “el inconsciente de la acción de escribir”, que
descentra al sujeto en relación con su texto. Este uso del estructuralismo lacaniano hace del
inconsciente una simple lengua (general) y no un habla (individual).

El problema de la lectura psicoanalítica reside en que le faltan las asociaciones del paciente, y
sin ellas se corre el riesgo de no desembocar en otra cosa que no sea una “traducción
simbólica”. Es aquí donde los borradores aportan una serie verbal apta para realizar las
ansiadas extrapolaciones.

El espacio dinámico de la escritura es el campo de estudio de los genetistas textuales, en tanto


que para los textoanalistas su análisis es sólo un medio para alcanzar otros objetivos.

Phillipe Willemart propone el concepto de “inconsciente genético”, un inconsciente


“germinador de imprevistos”. Si hay un inconsciente del texto, este proviene más del
lenguaje y de la cultura que del inconsciente freudiano.

En cuanto a Kristeva, interesa su empeño por articular semiología y psicoanálisis. Se marca una
oposición entre lo semiótico y lo simbólico: la semiótica (del lado del géno-texte, el
engendramiento del texto) está ligada a lo pulsional, al lenguaje de la primera infancia o de la
esquizofrenia, mientras que lo simbólico se vincula con la “ley” del lenguaje (organización de
los signos, sintaxis, semántica lineal, discurso constructor del phéno-texte). Kristeva intenta
leer los textos poéticos como la confrontación dialéctica de esos dos órdenes heterogéneos y
restituye a la poesía su fuerza pulsional (musicalidad, estallidos de sentido, trabajo sobre la
significancia). Desarrolla una concepción del sujeto “en proceso”: el sujeto está aprisionado
entre la simbólica y la semiótica. Sus modelos son los poetas de la modernidad (Mallarmé,
Artaud, Bataille, Joyce, Céline). Ella reclama del psicoanálisis que esté atento a esas crisis del
sentido. Partiendo de una concepción de la literatura como práctica testimonial de
experiencia que moviliza el inconsciente, ha privilegiado el estudio de los borradores como
un espacio en el que puede develarse esa experiencia subyacente en el texto. Considera que
el borrador está inscripto en la temporalidad de la producción que da consistencia a la
experiencia.

La sociogenética

Existe una dimensión sustancialmente histórica en los estudios geneticistas: la que ha sido
encarada por el abordaje sociocrítico de los manuscritos. Sus representantes más conspicuos
son Mitterand y Duchet (fundadores de la “sociocrítica”). La textualización surge ex nihilo: en
todo proceso de escritura se reproducen discursos sociales o se los transforma, pero la
complejidad de la interrelación exige tomar recaudos.

La crítica sociogenética intenta trabajar sobre la tensión entre la pulsión documental y la


pulsión escritural, entre lo real de la historia y lo ficcional de la escritura. Grésillon pone el
término “pre-escrito” para identificar los documentos dejados por los trazos inscriptos en el
dossier genético de una obra. El pre-escrito es esa parte visible del iceberg de los discursos de
referencia histórico-cultural.
Hacia una epistemología de los estudios genéticos

Las operaciones semióticas desarrolladas por la crítica genética permiten catalogarla dentro
del mismo modelo epistemológico que Carlo Ginzburg ha denominado “paradigma de
inferencias indiciales” (interpretación de indicios).

El tipo de operación semiológica que conlleva la adscripción al paradigma indicial está


caracterizado por un desplazamiento de la atención hacia la periferia del objeto examinado,
una valoración de “lo residual”, y vale para cualquier proceso histórico. En el caso del
proceso escritural interesa lo dejado de lado por el escritor (desechos y transformaciones).
La escritura se va rehaciendo en términos de construcción –no de perfección- y cada
alteración “indica” algo que atañe al proceso constructivo mismo.

Frente a la multiplicidad de indicios, disciplinas diferentes desarrollan una actitud cognoscitiva


similar. Se trata de disciplinas “cualitativas”: se consagran al análisis de “casos individuales”.
Este modo de conocimiento recorta sus objetos. Por consiguiente, los saberes indiciales
constituyen conocimientos indirectos y conjeturales, y sus resultados tienen siempre “un
margen insuprimible de aleatoriedad”. (Este es el dilema de las ciencias humanas: o asumen
un estatus científico débil, para llegar a resultados relevantes, o asumen un estatus científico
fuerte, para llegar a resultados de escasa relevancia).

La crítica genética tiene ya más de veinte años de historia. Las nociones que ha forjado y las
que continúa proponiendo son complejas y nuevas. Pero no quiere limitarse al rol de método
auxiliar. Los estudios genéticos parecen poner en evidencia que una transformación
importante en el interior de un borrador nunca es interpretable como el efecto exclusivo de
un deseo inconsciente (textoanálisis), o de una inscripción sociocultural o sociohistórica
(sociocrítica) o de una constricción genética (poética de la escritura).

La crítica genética, en su fase heurística, reconstruye la historia o las historias de esas


transformaciones en tanto que, en su fase hermenéutica, intenta desentrañar la lógica o las
lógicas que presiden esa convergencia productiva que ningún discurso crítico puede
aisladamente interpretar.

La linealidad del lenguaje se desarticula en la escritura. La génesis del discurso requiere una
analítica particularmente compleja, una nueva serie de variables perceptivas y un nuevo
vocabulario de descripción y conceptualización. La crítica genética recorre los resortes de la
escritura y trata de establecer su interrelación con otras dinámicas productivas. Y es en tanto
las tensiones de ese campo específico admitan una vinculación lógica e histórica con las
observadas en otros campos, que el geneticismo abre un camino para replantear la
problemática de la existencia de “algún tipo” de homología entre los distintos sistemas
simbólicos.
Las técnicas filológicas y las innovaciones técnicas de la genética textual
La crítica genética desarrolla una metodología encaminada a enfocar tanto la materialidad
como los procesos de simbolización. Su finalidad es dar cuenta de una dinámica, la de la
textualización en movimiento, y para ello, desarrolla dos tipos principales de actividades: la
edición genética de textos modernos y el emprendimiento de diversas orientaciones
hermenéuticas. Editar e interpretar procesos de escritura son dos actividades
complementarias.

Constitución del “dossier” genético

Un dossier es el conjunto material de documentos de ese proceso que ha sido posible reunir y
clasificar. También interesan documentos que aportan informaciones exteriores a la génesis
pero valiosas para el analista (biblioteca de personal del escritor, correspondencia u otros
escritos en los que se hable del proceso creativo: dibujos, fotos, entrevistas, videos, films, etc.).
Esta tarea representa la etapa heurística.

Las etapas escriturales

La primera distinción es la de una genética prerredaccional (etapa anterior al comienzo de un


proceso de textualización) y una genética redaccional (etapa en que la escritura se encamina
directamente a textualizar). Los materiales de génesis escritural se dividen en tres grandes
categorías:

 Materiales prerredaccionales: etapa en la que se producen pre-textos preparatorios,


es decir, anteriores al comienzo de la textualización. Las operaciones de búsqueda de
materiales, exploración y preparación pasan aquí a primer plano; pero esto no significa
postular que constituyan rasgos privativos de la etapa, ya que pueden reaparecer en
todas las instancias posteriores. Esta etapa puede estar precedida por investigaciones
preliminares y proyectarse en anotaciones y reflexiones críticas. Los pre-textos más
característicos son de índole instrumental: planes, croquis, bosquejos, esquemas
argumentales, guiones, listas de palabras clave, cronologías, genealogías, notas
dispersas, esbozos de redacción, etc.
 Material redaccional: etapa que es el ámbito de los “pre-textos” propiamente dichos,
es decir, la escritura ya directamente encaminada a textualizar (embriones textuales,
originales destinados a la impresión, pruebas de imprenta con correcciones, etc.).
Constituyen el ámbito preferido de la crítica genética.
 Versiones éditas sucesivas con reescrituras: etapa en la que el autor somete su obra a
transformaciones y permite seguir su génesis a través de versiones éditas sucesivas.
Además de los movimientos textuales, suele haber modificaciones ligadas con el
soporte (ilustraciones, tapas, cubiertas, solapas, calidad de la impresión, etc.).
La reescritura y su operatoria

La “reescritura” se define como una operación escritural que vuelve sobre lo ya escrito para
sustituirlo o suprimirlo (operaciones básicas). Cada operación es un indicio susceptible de ser
interpretado.

Regida en sus desplazamientos por dos parámetros (el espacial y el temporal), la escritura
tropieza con la insuficiencia del alfabeto y los signos de puntuación y entonación (surgen
tachaduras diversas, signos de intercalación para reescrituras interlineales, diagramas de
desplazamientos, flechas reordenadoras, etc.).

En este tipo de análisis van surgiendo nuevas categorías conceptuales. En primer lugar, la
distinción entre espacios variantes y espacios invariantes, ya que apuntando a la
interpretación global de un proceso de escritura hay que tomar en cuenta tanto lo que se
modifica como lo que se conserva.

En los espacios variantes es importante distinguir entre variantes de escritura (las que surgen
al correr de la pluma y se reconocen porque se escriben en la línea escritural después de una
tachadura) y variantes de lectura (las que surgen en una lectura posterior y se observan en
interlineado, o se extienden por los márgenes o dorsos, o exigen soportes suplementarios). La
ubicación y la distribución de las variantes de lectura informan sobre la temporalidad y las
características del proceso de reformulación.

La interpretación del proceso escritural

Ya sobre la base de la reconstrucción de un proceso escritural, el conjunto y sus partes podrán


ser interpretados. Pero ese tipo de reconstrucción sólo se manifiesta por medio de una edición
genética o una edición crítico-genética.

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