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Lois - de La Filología A La Genética Textual
Lois - de La Filología A La Genética Textual
Cambio y permanencia
Louis Hay y Jean-Louis Lebrave han coincidido en presentar a la crítica genética como la
resultante de una confluencia de fenómenos culturales: la evolución tecnológica, la
compilación de grandes colecciones de manuscritos modernos y el desarrollo de la ciencia
lingüística y de la crítica literaria. La crítica genética puede verse como un avatar moderno de
la Filología ya que tanto los geneticistas como los filólogos trabajan con manuscritos. Pero
mientras el filólogo que edita textos clásicos o medievales no se enfrenta con texto ni
tampoco con pre-textos, sino con algunos manuscritos apógrafos cuyo conjunto constituye
un “post-texto”, la genética textual, en cambio, parte de los llamados “pre-textos”. El texto
terminado no es el objeto de las indagaciones geneticistas; el proceso lo es. Así, la
investigación se trata de enfocar un nuevo objeto de análisis: la escritura in progress.
La escritura y los textos resultantes se insertan, a su vez, en un contexto de situación, y el
primer nivel de inserción de los textos en un proceso histórico está representado por su
realización material y por los sistemas de circulación vigentes, ya que existe una correlación
entre la evolución de las técnicas de inscripción y la formalización intelectual de los objetos
producidos. A pesar de la invención de la imprenta, según Lebrave, hay que esperar hasta fines
del siglo XVIII para que la circulación textual alcance la forma estable. La difusión del libro
impreso va a ir imponiendo una nueva concepción de “texto”.
Junto con una clara distinción entre texto impreso y texto manuscrito, surge el concepto de
“manuscrito moderno”, de naturaleza diferente de la de un manuscrito de circulación textual,
y se crea una pareja de opuestos simétricos: unos pertenecen al ámbito público, los otros al
ámbito privado. Aparece el concepto “materiales de génesis”, o sea, todo lo que el texto dejó
detrás de sí. Los pre-textos aparecen entre los papeles privados y no son vistos de entrada
como medios de comunicación sino como especies de “fetiches” (el autor lo tuvo en sus
manos!!!). El acto de guardar ese tipo de material no permite apreciar de entrada que cuando
la escritura es trabajo de creación van quedando en el escrito rastros del proceso de producción
de sentido. Los enfoques genéticos aparecieron posteriormente, como una consecuencia
lógica de la evolución de las ciencias del lenguaje y de la crítica literaria.
A fines de los sesenta, un equipo del CNRS dirigido por Louis Hay comenzó a analizar los
manuscritos de Heinrich Heine. En 1974, Hay funda el CAM (Centro de Análisis de
Manuscritos). Posteriormente, el CAM se transformó en un laboratorio del CNRS y fue
rebautizado como ITEM (Instituto de Textos y Manuscritos Modernos) en 1982.
Ya Roland Barthes había distinguido entre “escritura” y “texto” y Julia Kristeva entre
genotexto y fenotexto, pero las investigaciones de los miembros del ITEM terminará por
desplazar el estatuto científico de texto para cedérselo a los manuscritos y al proceso genético,
focalizando su trabajo en una “poética de la escritura” por oposición a una “poética del texto”.
La crítica genética se inserta en el campo del estudio de la literatura como una réplica
simétrica de la teoría de la recepción. Con su instalación, quedan definidas tres etapas en el
proceso de la comunicación literaria: producción, texto y lectura, y simultáneamente, tres
abordajes para cada una de esas tres etapas: la crítica genética, las teorías sobre el texto y los
estudios acerca de la recepción. Producción, texto y lectura son interdependientes. Escritura y
lectura son dos caras de un mismo fenómeno, y en el caso de la escritura en proceso, el
ejecutor no sólo escribe y se lee a la vez, también se plantea las posibles derivaciones textuales
y la recepción presumible.
El objeto de análisis de la crítica genética son los documentos escritos –por lo general, y
preferiblemente manuscritos- que, agrupados en conjuntos coherentes, constituyen la huella
visible de un proceso creativo. Pero en la última década la investigación geneticista ha ido
más allá de la literatura para encarar otros lenguajes artísticos, y más allá de la
comunicación artística para analizar la gestación del discurso científico. Así, las perspectivas
del abordaje ya se plantean a partir de una semiótica de la escritura, y en última instancia, a
partir de una semiótica de la cultura. “Escritura” resulta sinónimo de “reescritura”. Los
borradores ponen en primer plano las vacilaciones y los conflictos. La escritura avanza,
retrocede, se dispersa o se reencauza (direccionalidad virtual).
Durante más de una década, la mayor parte de los geneticistas del ITEM prefirió centrar sus
análisis en la materialidad y en la operatoria de la escritura. Sin embargo, aparecen algunos
estudiosos como Michel Espagne (sobre Heinrich Heine), Henri Mitterand (sobre Émile Zola) y
Claude Duchet que aportan un enfoque sociogenético de los procesos de reescritura,
incorporando la variable social como inherente al proceso de escritura (sociocrítica).
Mitterand demostrará que las notas de documentación, las fichas de lectura, los planes de
escritura y los bosquejos de algunos dossiers genéticos constituyen un terreno apto para
intentar atrapar las relaciones generativas que unen con la producción textual una serie de
hechos históricos y una serie de discursos sociales en el interior de una sincronía
inmediatamente anterior al surgimiento de la obra.
Claude Duchet verá en los materiales de génesis escritural un espacio de confluencia entre una
poética de la escritura y una sociología del texto. La génesis escritural no sólo abre el acceso a
lo que se ha retenido en el espacio privado, sino también a ese espacio público del que
procede una escritura que no surge ex nihilo.
También Espagne incursionó en el terreno con una orientación sociogenética, pero considera
que el análisis de las reescrituras es un fin en sí mismo. Sostiene que las especulaciones acerca
de cómo se va produciendo un texto a través de reescrituras manuscritas reintroducen en el
ámbito de la teoría literaria la noción de “historia del texto”. Afirma que el nuevo interés por el
manuscrito que se generó en Francia operó de modo fantasmático, encabalgándose en la
postulación de una “ruptura epistemológica” que sólo podía asentarse en la represión de la
memoria de una tradición investigativa. Pero esto condujo a una seria amnesia: en un primer
momento, se creyó necesario olvidar los aportes de una tradición filológica desacreditada y se
desestimaron las importantes reflexiones sobre variantística de países con una fuerte práctica
textológica como Alemania, Italia y Rusia. También se tendió a dejar a un lado las reflexiones
historiográficas y a evitar las interrogaciones hermenéuticas acerca del rol del sujeto
intérprete. De todas maneras, permitió un verdadero renacimiento de los estudios textuales.
El vocablo “variante” designa alternativas que surgen del cotejo de manuscritos diversos: son
las posibilidades desechadas después de “fijar” lo que se considera “el mejor texto”. Es
necesario registrar, organizar e interpretar las variantes de acuerdo con metodologías que
remitan a una historia de las formas y modalidades de constitución textual que se
correlacionen con parámetros culturales. Los archivos son uno de los espacios de constitución
de la littérarité y su exploración pertenece al dominio específico de la filología, pero su interés
principal es subvertir el discurso historiográfico dominante ensanchándolo o modificándolo. A
esta noción de escritura archivística se remiten tanto las variantes pre-textuales como las post-
textuales. La cuestión de las variantes concierne a la totalidad de las ciencias que se fundan en
textos, por lo que no puede circunscribirse en los límites de la filología. Para Espagne, la
filología es una ciencia en movimiento perpetuo y la materialidad y operatoria de la escritura
están atravesadas de historicidad.
En Italia, los archivos de manuscritos de trabajo escritural son mucho más antiguos que en
Francia y el interés por el estudio de las variantes se despertó mucho más tempranamente,
alrededor del siglo XVI (se conservan por ejemplo manuscritos de Petrarca y de Boccaccio).
Naturalmente, las reescrituras de un autor admirado eran vistas como un modelo del camino a
seguir para lograr la perfección lingüística, y son editadas para que se las pueda utilizar con
fines pedagógicos. Pero cuando la práctica se objetivó, no se vio ninguna diferencia entre
analizar variantes de poetas renacentistas o analizar las reescrituras de una novela moderna.
Bernard Cerquiglini traza una divisoria tajante entre la crítica de variantes italiana y el
geneticismo francés. Considera que la variantística es una filología estructural y una axiología
(una estética). Caracteriza, en cambio, la crítica genética como una hermenéutica de la
inscripción, porque su objeto central de análisis no es el texto sino la dinámica escritural
misma, y porque intenta dar cuenta de un proceso de producción de sentido desligado de
una noción de valor.
Antoine Albalat tuvo un discípulo argentino a la distancia: Carlos Alberto Leumann, quien
acometió un análisis de los borradores de La vuelta del Martín Fierro. Toda su metodología
puede resumirse en esta regla: registrar meticulosamente todas las enmiendas de José
Hernández para mostrar la existencia de un camino hacia la perfección final. (Loser!)
En 1943, Amado Alonso había publicado “El manuscrito del Fausto en la Colección Martiniano
Leguizamón”. Alonso había contado tan sólo con una muestra parcial de la génesis del Fausto:
una copia en limpio sin enmiendas que el autor había sacado del original que enviaría a la
imprenta para hacerla circular entre algunos amigos. Esta copia, junto con dos pre-textos
éditos, precedió a la edición definitiva publicada poco después, en cuyo texto se observan
variantes y adiciones. La mayoría de las enmiendas se orientan en el sentido de acomodarse
no sólo a la gramática rural sino también a la fluidez y a la naturalidad de la poesía popular.
Pero los desplazamientos entre la norma culta y la norma popular van revelando cómo los
autores urbanos que proyectan configuraciones propias de la cultura oral en la escritura van
imponiendo una sutil elaboración artística de la poética popular. Este artículo muestra en
estado larval ideas que harán eclosión en uno de los más brillantes análisis del género
gauchesco escrito 45 años después por Josefina Ludmer: El género gauchesco, donde el
género se presenta como la expresión de la alianza de clases que sustenta la autoconstitución
nacional.
La escritura existe como una orientación en el tiempo e incluye tanto la repetición como la
creatividad, es decir la “novedad”. Y es la “novedad” lo que impide sostener la primacía de
esos procesos deterministas.
La diferencia entre un borrador y un texto no hay que buscarla tan solo en el avance, en la
estructuración o en el acabamiento: es una diferencia de alteridad. La alteridad es la
diferencia fundamental entre escritura y texto.
La crítica genética ha tomado de la teoría lingüística gran parte de las categorías conceptuales
con que ha intentado dar cuenta de ese la escritura en estado naciente, como “similaridad” y
“concatenación”. Pero esas dos dimensiones analíticas resultan insuficientes.
Almuth Grésillon reclama una teoría de la producción escrita, que complete la teoría de los
actos de habla. Esta teoría tiene que poder dar cuenta de la producción real de los
enunciados, en lugar de recurrir, como hacen las teorías de la enunciación, a reconstrucciones
abstractas. Además, el principio del dialogismo debería ser reemplazado por una
interlocución en la que el autor es alternativamente scriptor y lector. Se discute la noción de
lenguaje lineal.
Se proponen dos principios para hacer posible el análisis: en primer lugar, admitir que el
“remonte genético” es un acto de construcción en el que el investigador formula hipótesis
sobre cuya base aspira a interpretar un proceso de escritura; en segundo lugar, recurrir a la
especificidad de lo escrito porque permite traducir trazos materiales en operaciones. Lo
escrito es una extensión de la memoria y los borradores son testimonios de la memoria del
proceso textual. El análisis de manuscritos podría contribuir a una teoría lingüística de los
“actos de escritura”. Pero no se puede dejar de tomar en cuenta que tanto la naturaleza visible
del manuscrito como el proceso cultural en que se inserta el acto de escribir arrastran al
objeto de estudio fuera del campo específico de la lingüística.
Al considerar los productos de la crítica literaria psicoanalítica, se han señalado también las
diferencias entre la escena de la terapia y la de la lectura: proximidad física/distancia, palabra
privada/escrito público, palabra desorganizada/escrito elaborado, presencia/ausencia de
asociaciones libres para fundamentar interpretaciones. Y es en relación con estas cuestiones
que la génesis de la escritura parece crear un espacio propicio para un acercamiento: contacto
corporal con el manuscrito, entrada en la intimidad del escritor a través de la manipulación de
sus papeles privados, movimiento a menudo errático de la escritura en proceso.
El problema de la lectura psicoanalítica reside en que le faltan las asociaciones del paciente, y
sin ellas se corre el riesgo de no desembocar en otra cosa que no sea una “traducción
simbólica”. Es aquí donde los borradores aportan una serie verbal apta para realizar las
ansiadas extrapolaciones.
En cuanto a Kristeva, interesa su empeño por articular semiología y psicoanálisis. Se marca una
oposición entre lo semiótico y lo simbólico: la semiótica (del lado del géno-texte, el
engendramiento del texto) está ligada a lo pulsional, al lenguaje de la primera infancia o de la
esquizofrenia, mientras que lo simbólico se vincula con la “ley” del lenguaje (organización de
los signos, sintaxis, semántica lineal, discurso constructor del phéno-texte). Kristeva intenta
leer los textos poéticos como la confrontación dialéctica de esos dos órdenes heterogéneos y
restituye a la poesía su fuerza pulsional (musicalidad, estallidos de sentido, trabajo sobre la
significancia). Desarrolla una concepción del sujeto “en proceso”: el sujeto está aprisionado
entre la simbólica y la semiótica. Sus modelos son los poetas de la modernidad (Mallarmé,
Artaud, Bataille, Joyce, Céline). Ella reclama del psicoanálisis que esté atento a esas crisis del
sentido. Partiendo de una concepción de la literatura como práctica testimonial de
experiencia que moviliza el inconsciente, ha privilegiado el estudio de los borradores como
un espacio en el que puede develarse esa experiencia subyacente en el texto. Considera que
el borrador está inscripto en la temporalidad de la producción que da consistencia a la
experiencia.
La sociogenética
Existe una dimensión sustancialmente histórica en los estudios geneticistas: la que ha sido
encarada por el abordaje sociocrítico de los manuscritos. Sus representantes más conspicuos
son Mitterand y Duchet (fundadores de la “sociocrítica”). La textualización surge ex nihilo: en
todo proceso de escritura se reproducen discursos sociales o se los transforma, pero la
complejidad de la interrelación exige tomar recaudos.
Las operaciones semióticas desarrolladas por la crítica genética permiten catalogarla dentro
del mismo modelo epistemológico que Carlo Ginzburg ha denominado “paradigma de
inferencias indiciales” (interpretación de indicios).
La crítica genética tiene ya más de veinte años de historia. Las nociones que ha forjado y las
que continúa proponiendo son complejas y nuevas. Pero no quiere limitarse al rol de método
auxiliar. Los estudios genéticos parecen poner en evidencia que una transformación
importante en el interior de un borrador nunca es interpretable como el efecto exclusivo de
un deseo inconsciente (textoanálisis), o de una inscripción sociocultural o sociohistórica
(sociocrítica) o de una constricción genética (poética de la escritura).
La linealidad del lenguaje se desarticula en la escritura. La génesis del discurso requiere una
analítica particularmente compleja, una nueva serie de variables perceptivas y un nuevo
vocabulario de descripción y conceptualización. La crítica genética recorre los resortes de la
escritura y trata de establecer su interrelación con otras dinámicas productivas. Y es en tanto
las tensiones de ese campo específico admitan una vinculación lógica e histórica con las
observadas en otros campos, que el geneticismo abre un camino para replantear la
problemática de la existencia de “algún tipo” de homología entre los distintos sistemas
simbólicos.
Las técnicas filológicas y las innovaciones técnicas de la genética textual
La crítica genética desarrolla una metodología encaminada a enfocar tanto la materialidad
como los procesos de simbolización. Su finalidad es dar cuenta de una dinámica, la de la
textualización en movimiento, y para ello, desarrolla dos tipos principales de actividades: la
edición genética de textos modernos y el emprendimiento de diversas orientaciones
hermenéuticas. Editar e interpretar procesos de escritura son dos actividades
complementarias.
Un dossier es el conjunto material de documentos de ese proceso que ha sido posible reunir y
clasificar. También interesan documentos que aportan informaciones exteriores a la génesis
pero valiosas para el analista (biblioteca de personal del escritor, correspondencia u otros
escritos en los que se hable del proceso creativo: dibujos, fotos, entrevistas, videos, films, etc.).
Esta tarea representa la etapa heurística.
La “reescritura” se define como una operación escritural que vuelve sobre lo ya escrito para
sustituirlo o suprimirlo (operaciones básicas). Cada operación es un indicio susceptible de ser
interpretado.
Regida en sus desplazamientos por dos parámetros (el espacial y el temporal), la escritura
tropieza con la insuficiencia del alfabeto y los signos de puntuación y entonación (surgen
tachaduras diversas, signos de intercalación para reescrituras interlineales, diagramas de
desplazamientos, flechas reordenadoras, etc.).
En este tipo de análisis van surgiendo nuevas categorías conceptuales. En primer lugar, la
distinción entre espacios variantes y espacios invariantes, ya que apuntando a la
interpretación global de un proceso de escritura hay que tomar en cuenta tanto lo que se
modifica como lo que se conserva.
En los espacios variantes es importante distinguir entre variantes de escritura (las que surgen
al correr de la pluma y se reconocen porque se escriben en la línea escritural después de una
tachadura) y variantes de lectura (las que surgen en una lectura posterior y se observan en
interlineado, o se extienden por los márgenes o dorsos, o exigen soportes suplementarios). La
ubicación y la distribución de las variantes de lectura informan sobre la temporalidad y las
características del proceso de reformulación.