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Más tarde, en Pucará combinaron el oro con el cobre, herencia que recogen los
Tiahuanaco que la expanden a Huaylas, Paracas, Nazca y Chavín donde
alcanzan su apogeo.
El cinabrio era utilizado como cosmético por las mujeres, para embalsamar
cadáveres.
La plata era obtenida de yacimientos con plata nativa y por tanto fáciles de
trabajar. El fundido y separación de la plata se hacia por medio de las
“Huayrana” que eran pequeños bracero. “En estos ponían carbón y el metal
encima y puestos por los cerros o laderas donde el viento tenía mas fuerzas,
sacaban de la plata, la cual apuraban y afinaban después con sus fuelles
pequeños o cañones con que soplan” Estos cañones o cafrutos hasta hoy se
denominan “Phukhunas”en quechua, y son utilizados para avivar el fuego en
sus cocinas.
José Salcedo, por el año de 1665 llegó por la región del Kollao, hasta
Laykakota, y se alojó en la choza de la descendiente de Kusikoyllor y Ollontay
su hija imasumaj, quien se había establecido en las faldas de Laykakota y
había tenido dos hijas Carmen y Teresa y un mancebo llamado Tomás.
A los lados del cerro de Laykakota están los de cancharani y San José, también
ricas, sobre todo el primero. Otro cerro al Norte, el de “Azogue”, explotado
desde el tiempo del Virrey AIva, era considerado superior al asiento de
Huancavelica. Sin embargo, todo palidecía ante la leyenda de Laykakota.
Es posible que los Salcedo fuesen los hombres más ricos de todo América. La
fortuna quedaba en familia porque Gaspar se había casado con su sobrina,
doña Agustina. Apenas había convento de religiosos, o religiosas que no
hubieran participado en el reparto que hacían de limosnas, que llegó a sumar
más de un millón de pesos, según dijo un memorialista de la época, Fray
Otro de los asientos mineros que era trabajado en 1700, era el de Pompearía.
Al respecto entre los datos que hemos encontrado podemos anotar lo
siguiente:
En Junio de 1706, don Francisco Pérez de los Ríos y doña Elena Pérez de los
Ríos (madre he hija) venden, al Capitán Juan de Oreytia, 90 varas de mina en
la yeta de Sta. Rosa.
En este mismo año de 1724, que al parecer fue muy activo en transacciones
mineras, Juan Satudio Durán y Tomás Durán vende al Capitán de Infantería
Española don José González de San Román (quien acaba de ser nominado
Alcalde Provincial de la Santa Hermandad de la Ciudad de la Paz, por renuncia
que hizo a su favor el Marque de Villa Rica de Salcedo y José de Valverde, 18
varas de minas en la estaca de su Majestad en la yeta de Nuestra Señora de la
Soledad.
Así en 1736, Tomás Durán, María Durán y Luis de Esquive venden en 100
pesos a Antonio de Saravia 24 varas de mina en el ingenio y Minas de San
Juan Bautista de Uncalliri, en la yeta de Santa Rosa, y que les fueron donadas
por don José González de San Román, En Febrero de 1737, a su vez, don
Felipe Durán dona a don Miguel de San Román y Zevallos, 40 varas de mina
en la yeta de Nuestra Señora de la Soledad.
En 1835, todavía, era trabajado este mineral por un señor Elías Bravo.
Cancharani.
Este cerro debió haber sido explotado desde fines del siglo XVII, pues, en
Mayo de 1700 hallamos a Pedro Martín de Vargas como dueño de la mina de
Santa Cruz de Cancharani, quien forma compañía con el Capitán José Durán
para explotar esta mina.
Esta mina de los Apóstoles que hemos mencionado, dicen que fue espléndida
en minerales de plata, tanto que ha dado lugar a una especie de leyenda que
atribuye que sus poseedores eran 12 y a quienes se les denominaba los
Apóstoles. Sin embargo, la verdad es que esta mina perteneció a doña María
Teresa Tenaquero, suegra de don Miguel Jacinto San Román quien las hizo
trabajar, allá por 1735, y, es muy probable la hizo suya posteriormente al
haberla heredado su esposa Manuela Josefa.
El Manto
El Manto era otra de las zonas mineralizadas de los alrededores de Puno, fue
explotado desde mediados del siglo XVII, hasta muy avanzado el siglo XIX,
prueba de ello es que en Abril de 1700, los capitanes don Juan Freyre de
Andrade y Juan de Oreytia convienen en trabajar las labores y estacas que
poseen en la yeta San Pedro y San Pablo de la ladera del manto. Por esta
época otro poseedor de mina y socavón en esta ladera era el Capitán Juan del
camino y Cabeza, a quien don Marcos García de Arriaga le donó 15 varas de
mina en el tajo del lnga en la veta de San Francisco de Andrés de Rosas (y que
eses año de 1701, eran de Francisco Vera), y con ellas de Antonio de Andrade.
El asiento de San Luis de AIva, es sin duda alguna, tan famosos, el asiento de
Laykakota o como de Cancharani, con el agregado de que aquí se levantó todo
un pueblo que, a la llegada del Conde de Lemos a esta rica minería fue
destruido y su población trasladada al pueblo de Puno en 1668.
A fines del siglo XVIII estas minas estaban un tanto abandonadas tanto que
hicieron escribir a don Cosme Bueno: “este mineral dio inmensas riquezas y
aún pudiera dar muchas si hubiera gente y ánimos para empeñarse en sus
labores”
Otras Minas
A fines del siglo XVII hacia el lado de la selva, los centros mineros más
importantes eran Patambuco y Chaquiminas dependientes de Sandia; San
Juan del Oro, dependiente de Quiaca; Ituata, Ollachea y Corani, dependientes
de Ayapata; y Alpacato, Limbani y Checani, dependientes de Phara.
“Los dramáticos sucesos que culminan en la lucha del virrey Conde de Lemos
contra los hermanos Salcedo, tienen, desde el punto de vista social dos
características de trascendencia. En primer lugar, es la lucha de la autoridad
política encarnada por el Grande de España contra el poder económico que,
por ser fuerte, tiende a desmandarse; lucha implacable; con menosprecio de
conveniencias o ventajas, que en tiempos posteriores no parece concebible.
En este caso, es la lucha entre el armiño, símbolo de la aristocracia, contra la
plata, símbolo de la riqueza; o, mejor dicho, entre el blasón y la mina, entre la
sangre azul y la sangre roja”.
José Salcedo, hermano de aquél, trabajaba con poco éxito las minas del cerro
de San José, y en 1657, según unos por revelaciones de un indio, según otros
por consejo de una india, atacó el crestón del vecino cerro de la Laykakota,
descubriendo una yeta valiosa, y lo mismo hizo en la laguna cercana, que
mandó barrenar, “encontrando una rica mina de plata blanca”, que pudo ser
extraída a poco costo, abriéndose dos bocas principales, la de “Las Animas” a
la de “Laykakota la baja”. Se asegura que de esta última, en una sola noche
José Salcedo sacó 93 bolsas de mineral, por el valor de más de cien mil pesos.
En la misma mina obtuvo un bloque de plata maciza y sin mezcla, que pudo ser
marcado como si fuera barra una vez fundido para separar el quinto del rey. La
riqueza del asiento se extendía en los alrededores: los cerros de Cancharani, el
del “Azogue” y otros.
Se asegura que entre los dos hermanos Salcedo, en unos siete u ocho años,
obtuvieron de las minas de Laykakota más de 24 millones de pesos, y, estando
a otras informaciones, el quinto real llegó a exceder de un millón al año o sea
una producción de más de cinco millones anuales. Bargallo (Capitulo “Las
Minas del Perú”, de su obra “La Minería y la Metalurgia en la América Española
durante la época colonial”) hace esta apreciación: “Es probable que los Salcedo
fueran los hombres más ricos de época, en América; y su fama de generosos
con los humildes y hasta con los oidores, perduró largos años”.
La posición alcanzada ensoberbeció a los Salcedo, que llegaron a sentirse
intocables, especie de señores feudales de la región; pero, al mismo tiempo, su
rápido y extraordinario enriquecimiento los hizo objeto de envidias por parte de
competidores y vecinos, y aún de algunas autoridades, dando origen a los
choques, fricciones y conflictos que culminaron finalmente en los trágicos
acontecimientos que hicieron tan notoria a Laykakota.
Otras minas que se mencionan son las: Minas de Paratía y otros en Lampa.
Las Minas de Carabaya (Oro), AsilIo, Sandia (Plata), Azángaro (Oro)
LECTURAS ADICIONALES