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LC HISTORIA

ESPINOZA 2020 IV.4A

CON TODO, EL descubrimiento más notable de las últimas décadas es el


relacionado con las hachuelas-monedas de cobre arsenical. Bien que es
imprescindible aclarar previamente que no hubo moneda-signo, como
las que manipulamos hoy. Los documentos del siglo XVI apenas hablan
de trozos de metal que funcionaban en forma aislada y limitada.
En lo que incumbe a la etnias ubicadas en la serranía del Perú actual
y en la parte surcosteña, se puede asegurar que continuaron muy
apegadas a sus trueques simples, equivalencias y monedas-mercancías.
No les atraían los pedazos de cobre arsenical. Por el contrario, los
habitantes del litoral central y norteño del espacio peruano eran quienes
manipulaban los mencionados fragmentos de cobre que exhibían la
forma de hachitas. Realidad que es comprensible si recordamos que las
etnias de este ámbito actuaban en medio de un progreso artesanal con
especialistas a tiempo completo hasta en 30 oficios, dando lugar a un
gran movimiento de adquisiciones y enajenaciones.
En la faja costanera, desde Chincha a Manta (noroeste de
Guayaquil) y en la serranía ecuatoriana, la economía de tratos y
contratos era bastante ejercitada. Los pueblos, a partir del valle de
Chincha a la etnia Huancavilca, se desenvolvían en forma diferente a
los ayllus de la sierra peruana y altiplánica. No olvidemos que en
aquellas áreas ribereñas al mar y norte de Quito existían artesanos y
mercaderes a tiempo completo, realidad que les obligó a inventar la
moneda tipo hachuelas de cobre. Un objeto pequeño, ágil y funcional

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que les iba a servir de mediadora de las transacciones. Los artesanos
especialistas y los mercaderes ya no podían seguir únicamente con
trueques, equivalencias y monedas mercancías, pues trababan el tráfico
cada vez que este prosperaba.
El material para activar las transacciones fue suministrado por el
cobre arsenical, fácil de manejar y transportar en forma de pedazos,
empleándolo como medio de pago y reserva de valor. Fue, no hay por
qué dudarlo, una revolución fecunda, ya que permitió un auge nunca
antes conocido: un adelanto real.
Seguramente, su introducción no acarreó consecuencias graves;
porque los trueques simples, las equivalencias y las monedas-
mercancías siguieron vigentes para quienes los preferían. Lo que
significa que los del centro y los costeños septentrionales, pese a la
aparición de las hachuelas, no extinguieron las monedas naturales.
Consecuentemente, fueron los artesanos y mercaderes del litoral
peruano los que inventaron la moneda metálica en el antiguo espacio
andino. Le dieron la figura de hachitas diminutas, de cobre casi puro,
por ser el metal más útil para ellos. Han sido desenterradas
arqueológicamente y en impresionante profusión en la isla de La Puná,
Chono, Huancavilca y Lambayeque. Por las fuentes documentales, se
sabe que existieron en Chincha y en el callejón Cañar-Quito.96
En el siglo XX fueron Marshall H. Saville, pero capitalmente R.
Verneau y Paúl Rivet (1912), a base del hallazgo de ejemplares de
hachitas en la isla de La Puná, los primeros que hicieron comparaciones
con sus similares de México, donde, de acuerdo a las crónicas escritas

96 Anónimo 1577; Salomón 1963.

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del siglo XVI, funcionaron como monedas. Y 45 años más tarde, Olaf
Holm (1953), sin negar el valor de las conchas y sus derivados como
monedas-mercancías, hizo reflexiones más agudas sobre las citadas
hachuelas de cobre, conocidas por las civilizaciones tardías de la cuenca
del Guayas, entre cuyos mercaderes adquirió entonces el valor de
moneda. Aclaró que el mencionado cobre se conseguía de varias minas
serranas ubicadas en los Andes centrales y meridionales (Perú-Bolivia).
Holm pudo identificar las hachitas de cobre que circularon en el área
Chono, llamada cultura Milagro-Quevedo por los arqueólogos, hachas
que se distinguen por no tener filo en el extremo y ser muy delgadas.
En un 99.5% son de cobre puro. Había, como se infiere, una gran
importación de este metal a la costa de Huancavilca (actual Guayaquil).
Especificó, entonces, que era un misterio el origen temporal y espacial
de difusión de las citadas hachuelas.
Pero todo esto quedó dilucidado a plenitud con la publicación de un
extraordinario texto documental de 1577 referente a los renombrados
mercaderes del valle de Chincha, una de cuyas copias se conserva en la
Biblioteca del Palacio Real en Madrid. Ahí se expresa con elocuencia
y convicción:
Era la gente de Chincha muy atrevida y de mucha razón y policía, porque
podemos decir que sólo ellos en estos reinos trataban con moneda, porque
entre ellos compraban y vendían con cobre lo que habían de comer y vestir. Y
tenían puesto lo [que] valía cada marco de cobre. Y demás de esto estimaban
cada peso de oro en más de diez veces el peso de plata. Y tenían sus pesos y
pesas con que pesaban oro y plata y sus toques con sus puntas con que tocaban
el oro desde diez quilates hasta veinte y uno y medio, porque hasta agora no
se ha visto del oro que se ha hablado, labrado, que haya tenido más quilates. 97

97 Anónimo de Chincha 1577: 171.

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El manuscrito chinchano, entre las fuentes escritas, es uno de los
dos textos que, en forma rotunda, habla del empleo de moneda metálica,
en este caso, por los mercaderes de esa etnia y señorío. En cuanto al
otro, hace poco se han ampliado las evidencias sobre el manejo serrano
de las hachitas-monedas. Un proceso judicial inédito de 1563 “muestra
que los cañares sepultaban hachuelas de cobre por centenares y que las
aceptaban en pago de deudas”. Las mencionadas hachitas, en el callejón
interandino de Cañar a Quito, eran acumuladas para entregarlas como
dote a las novias.98 Lo trascendental de uno y otro documento es que
mencionan al cobre como elementos de cambio y pago. Los de Chincha
“compraban y vendían con cobre” dice el autor de 1577, y agrega que
usaban de un “marco de cobre”, o sea, que conocían un patrón o tipo
por el cual debían regular o controlar las pesas y medidas.
También utilizaban dicha moneda para comprar y vender todo lo
que necesitaban, tanto para alimentarse como para vestirse. Para su
empleo habían elaborado una escala de precios, de manera que sabían
lo que costaban las cosas. Por lo demás, cada peso de oro era estimado
en diez veces más que el peso de plata. Desde luego que tenían sus pesas
y balanzas para equiponderarlas.99
En consecuencia, por lo que se desprende del citado documento, las
hachuelas de cobre constituían un auténtico dinero, si bien imposible de
comparar con el sistema monetario actual, ya que en sí no poseían
ningún respaldo en metales preciosos (ni en divisas extranjeras, como
ahora), pero contenían valor para verificar transacciones.

98 Salomón 1984: 398.


99 Anónimo de Chincha 1577: 171.

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En la costa sur y en la sierra de los Andes centrales y meridionales,
en cambio, jamás crearon una moneda de metal generalizada para
aliviar los obstáculos del trueque simple, de las equivalencias y de las
operaciones con monedas-mercancías. Pero sí en el litoral central y
norteño, de Chincha a Huancavilca, y en el Callejón de los cañares a
Quito. Claro que aun por allí tardó en expandirse, pero dieron con ella
en el período Intermedio Tardío, en los siglos próximos a la expansión
incaica. Una vez que se dieron cuenta de que el cobre arsenical puro
podía desempeñar la referida función, comenzaron a elaborar tal tipo de
monedas. Desde luego que aparecieron tarde, en forma paulatina, tras
un largo proceso evolutivo. Su invención y circulación corresponden,
en calidad de signo o símbolo, manipulable por lo diminuto, a tiempos
tardíos.
Son hachuelas pequeñitas y marcadas con estrías. Y si bien se las
encuentra en las excavaciones desde Huancavilca a Chincha, lo
inequívoco es que abundaban más en el litoral norteño. Son hachuelas
en exceso endebles, miles de ellas minúsculas. En la situación de la
etnia Lambayeque, el cobre arsenical lo podían conseguir en su propio
territorio; pero las otras “naciones” costeñas lo obtenían de las vetas
serranas.
Ahora preguntémonos: ¿a quiénes corresponde el invento de las
hachitas-monedas andinas?, ¿a los lambayecanos, a los chinchanos, a
los chimús, o a los huancavilcas? Es un punto aún no dilucidado en
forma concluyente. Con todo, los hallazgos arqueológicos en
Lambayeque evidencian ser los más antiguos: del año 800 al 1100
después de Cristo a juzgar por los resultados del Carbono 14, lo que

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otorgaría a dicha etnia la prioridad.100 De allí pudo difundirse al sur y al
norte; acaso los últimos en aceptarla serían las etnias serranas de Cañar
a Quito.
En pleno siglo XV, ya estaban en amplia difusión desde Chincha a
Huancavilca. La mayoría ha sido exhumada en los espacios
pertenecientes a los chonos y huancavilcas (Guayaquil), algo menos en
Lambayeque y Tumbes y todavía menos en Chincha. Pero, su escasez
arqueológica en este último lugar no es prueba de que hubiesen sido
raras, ya que como todo metal servible pudieron ser buscadas, recogidas
y fundidas para convertirlas en otros objetos durante y después de la
conquista española, en particular, en el lapso de las guerras civiles entre
pizarristas y almagristas, cuando los españoles urgían de cobre para
fabricar armamento. Precisamente, el espacio de la costa central del
Perú, donde está Chincha, fue escenario de varias contiendas bélicas en
las primeras décadas de la implementación del Estado colonial.
Por lo demás, no cabe incertidumbre de que todas las etnias
marítimas de la costa central y norte tuvieron mucho que ver en la forja
de la citada “moneda”. En lo que atañe a Chincha, la fuente ya
mencionada la circunscribe al Intermedio Tardío (1200-1460) e
igualmente a la era del Tahuantinsuyo.
La arqueología patentiza que los chonos –al este de Guayaquil–
pasaron por dos fases en su desarrollo: primero, el período Quevedo; y
el segundo, el período Milagro. El último justamente se identifica, entre
otras cosas, por sus hachuelas-monedas de cobre fundido. El progreso
de la metalistería fue tan conspicuo que llegó a ser una de las zonas de

100 Elera Arévalo 1984: 1.

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más preponderancia en el conocimiento y manipulación de metales.
Entre los chonos, las aludidas monedas comenzaron a circular en la fase
Milagro, por lo que estaba en pleno funcionamiento durante el apogeo
del Estado chimú, del Horizonte Imperial de los incas, y en los años de
la invasión hispana, a semejanza de lo que sucedía en el valle de
Chincha.101
(. . .)

FICHA BIBLIOGRÁFICA

LUMBRERAS, L. G., KAULICKE, P., SANTILLANA, J. I., ESPINOZA, W.


(2020). Economía prehispánica. Compendio de Historia Económica del
Perú. «Economía política y doméstica del Tahuantinsuyo: IV. Las cuentas
y medidas de valor; 4. Las hachuelas de cobre», ESPINOZA, W., pp. 417-
423. Lima: BCR, IEP, Serie Historia Económica, Tomo 1, Carlos
Contreras, editor, 432 págs.

101 Holm 1967; Espinoza Soriano 1987, II: 140-141.

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