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Universidad Autónoma de Chiriquí

Facultad de Administración de Empresas y Contabilidad


“Escuela de Administración de Empresas”

ECONOMÍA
“El Mercantilismo”

Estudiantes:
Elbert A. Morales 4-805-706
Eivar N. Morales 4-811-19
Sebastian Gómez 4-810-2117
Génesis J. Ramos 4-789-2249
Kevin Castillo 4-804-755
Adma Campos 4-782-2391

Profesora:
Auriestela Palacios

Fecha de entrega:
Lunes 14 de MAYO del
Introducción
El Mercantilismo es una doctrina de pensamiento económico que prevaleció
en Europa durante los siglos XVI, XVII y XVIII y promulgaba que el Estado
debe ejercer un férreo control sobre la industria y el comercio para aumentar
el poder de la nación al lograr que las exportaciones superen el valor de las
importaciones. El mercantilismo no era en realidad una doctrina formal y
consistente, sino un conjunto de firmes creencias, entre las que cabe
destacar la idea de que era preferible exportar a terceros que importar
bienes o comerciar dentro del propio país; la convicción de que la riqueza de
una nación depende sobre todo de la acumulación de oro y plata; y el
supuesto de que la intervención pública de la economía es justificada si está
dirigida a lograr los objetivos anteriores. Los planteamientos mercantilistas
sobre política económica se fueron desarrollando con la aparición de
modernas naciones Estado; se había intentado suprimir las barreras internas
al comercio establecidas en la edad media, que permitían cobrar tributo a los
bienes con la imposición de aranceles o tarifas en cada ciudad o cada río que
atravesaban. Se fomentó el crecimiento de las industrias porque permitían a
los gobiernos obtener ingresos mediante el cobro de impuestos que a su vez
le permitían costear los gastos militares. Asimismo la explotación de las
colonias era un método considerado legítimo para obtener metales preciosos
y materias primas para sus industrias.
Todas las reflexiones económicas están orientadas hacia la acción más que
hacia la construcción de un cuerpo sistemático de ideas o de una teoría
económica coherente. Los autores que estudiaremos no teorizan mucho y
explican más bien poco. Sus temas son circunstanciales y limitados. Estos
autores critican, recomiendan, aconsejan, afirman o desmienten y, por todo
ello, es ilusorio buscar entre todas esas ideas una coherencia que no tienen y
que tampoco reivindican. Si quisiéramos definir los temas centrales del
mercantilismo sólo podríamos hacerlo de un modo indirecto, viendo el
contenido de las principales obras y uniendo razonamientos fragmentarios.
Las ideas mercantilistas responden a las situaciones del momento. Sin
embargo, para ellos la vida económica está siempre en el primer plano y en
sus escritos se expresa la variedad de sus circunstancias, la diversidad de sus
personalidades, los conflictos de intereses, etc. El pensamiento mercantilista
tiene la riqueza, la complejidad, y las contradicciones de la propia vida
económica. Una forma de empezar es preguntarnos ¿cuál es para estos
autores la finalidad de la actividad económica y, en consecuencia, de sus
recomendaciones? La respuesta simple es que el objetivo de la economía es
el aumento de la riqueza de la nación. El gran tema de reflexión es entonces
por qué medios enriquecer la nación. Más allá de su diversidad, los
mercantilistas comparten entonces una cierta idea de la nación, del Estado y
del poder. Pero esto nos lleva a otra pregunta: ¿de qué tipo de riqueza se
trata? ¿qué tipo de cosas forman la deseada riqueza nacional? Estos dos
temas, la concepción del Estado y la definición de lo que realmente
constituye la riqueza, serán el tema del primer apartado de estos apuntes.
El Mercantilismo
El período del mercantilismo abarca más o menos desde 1500 a 1750 (ver
Grampp, pags.75 y ss.) y sirve para denotar una fase de amplias
transformaciones sociales que van desde la descomposición de las formas
medievales de organización social hasta la expansión y la generalización del
comercio internacional y de la economía de mercado. Políticamente, está
relacionada con el absolutismo y con el ejercicio por parte de los estados de
una política de poder frente a sus vecinos y de expansión colonial en ultramar.
Por esa razón el término Mercantilista también es útil, desde Adam Smith, para
denotar todo tipo de interferencia dañina, imprudente, burocrática y, por
supuesto, inútil en la vida económica.
El mismo término ha servido para aglutinar a todo un conjunto de autores
preclásicos que escribieron durante el período y que, aunque desde Adam
Smith les llamamos mercantilistas, no siempre fueron partidarios del
intervencionismo, muchas veces se opusieron a él, y fueron en muchos
sentidos precursores, sino claramente partidarios, del liberalismo económico
que luego el propio Smith convertiría en una auténtica doctrina económica y
política.
Si hemos de ser rigurosos, los autores mercantilistas no forman una escuela de
pensamiento, y tampoco son responsables, como veremos más adelante, de
las políticas aplicadas por los gobiernos de su tiempo. Si algo tuvieron en
común los autores mercantilistas es que fueron personas influyentes de la
sociedad; entre ellos encontramos ministros de su majestad, hombres de
estado, consejeros de príncipes, magistrados y abogados. Todos pertenecen a
las esferas del poder político, espiritual, financiero o jurídico. En España, por
ejemplo, nos encontramos con eclesiásticos y funcionarios de casas de
moneda y de contratación. En Francia se tratará de legistas y funcionarios. En
Inglaterra serán principalmente comerciantes que se ocupan del comercio
internacional. Por ello no es sorprendente que las ideas del mercantilismo
nazca de discusiones sobre problemas económicos particulares para los que se
trataron de encontrar respuestas concretas, precisas, y sobretodo prácticas.
A partir de esas ideas básicas se pueden organizar los temas restantes. Estos
temas, que estudiaremos en su orden, son, en primer lugar, un conjunto de
variaciones alrededor del dinero (dinero y riqueza, dinero y precios, dinero y
tipo de interés, tipo de cambio y balanza de pagos). En segundo lugar, están
un conjunto de temas relativos a la población, el trabajo y la industria. Para
terminar el capítulo, destinaremos un lugar especial a "la aritmética política",
que bajo el impulso de William Petty pretende tratar los problemas
económicos, por vez primera, "en términos de números, pesos y medidas".

CARACTERÍSTICAS.
Que la riqueza de una nación se basa en acumular oro y plata. Cuanto
más oro y plata tenga un país, el país más poderoso será.
La mejor manera de conseguir oro y plata es a través del comercio
exterior (con otros países).
Para que el comercio exterior da ganancias es necesario vender mucho
-exportar- y comprar poco (importar).
Para comprar poco en el exterior es necesario que el país produzca todo
lo que necesita para abastecer a su población.
Para producir lo que la población necesita se debe favorecer a las
industrias y el comercio, actitud asumida con mucha fuerza por los
países como Inglaterra (una de las causas es que su religión, la
protestante, consideraba que al hombre que progrese económicamente
Dios lo miraba con mejores ojos).
De ser posible, se deben hacer más productos de los necesarios dentro
del país para poder vender los que sobren al exterior y así, al venderlos,
ingresa más dinero al país. Los productos industriales tienen más valor
agregado que las materias primas por el trabajo y la tecnología
empleados en producirlos.
Autores por países
MERCANTILISMO INGLÉS
AUTORES
Thomas Mun
Thomas Moro
Eduardo Misselden
Josiah Child

Thomas Mun
OBRAS:

 “DISCOURSE OF TRADE FROM ENGLAND INTO THE EAST INDIES”


Critica a la corona de la actitud comercial monopólica de “la compañía
de las indias orientales”
 “ENGLAND'S TREASUR BY FOREIGH TRADE”
Excelente comerciante perteneció representante de la compañía delas
indias orientales.
o Critica a la corona de la actitud comercial monopólica de “la
compañía de las indias orientales”
o Enfoca el Comercio Exterior es un medio que va a facilitar el
enriquecimiento de los estados (Balanza Comercial )
o Balanza Comercial => Capital => como Stock de Bienes
o Señala que un empleo eficiente del capital traería como
consecuencia una balanza comercial positiva y esta es favorable
para los países
o Señala una política de precios para el comercio exterior (Si el país
tiene un monopolio o un cuasi monopolio debe elevar los precios
y si el país no tiene monopolio tiene que bajar los precios para
competir).
o El dinero, el estado esta de acuerdo con que todos los estados
tengan un tesoro fuerte pero que no perdiera de vista que en una
circunstancia de excepción en un periodo dado no se supla un
bien necesario (Aparato productivo eficiente para emergencias ).
o Es importante acumular riquezas no debiera ser mayor al
resultado de la balanza comercial que las exportaciones sean
mayor que las importaciones , Equilibrio de la balanza comercial
(positiva)
o Hace diferenciación entre Balanza Comercial Particular y Balanza
Comercial General.
BCP Balanza Comercial Particular = de país a país
BCG Balanza Comercial General = del país con el resto del mundo
Acumulación de oro y plata amonedado
o No esta de acuerdo con atesorar del país y ponían a circular la
moneda de los otros países en las actividades comerciales la
moneda de otros países en las actividades comerciales por las
represalias
o No esta de acuerdo con las Repatriación de utilidades o beneficios
del comercio exterior. tenían que invertirse en el país y obligar a
las compañías extranjeras a invertir en el país con sus beneficios
puede haber regalías.
Thomas Moro
OBRA:
 “UTOPÍA” IDEAL ESPECIAL ESCRITO EN LATIN Y TRADUCIDO AL ESPAÑOL
o Critica al sistema social e injusticia social
o Critica al capitalismo naciente
o Estaba n contra del lujo y del ocio
Josiah Child
 “New Discourse of Trade”
o Nuevo tratado del comercio
o Gran preocupación por la balanza comercial
o No se debe estar tan seguro, se debe tener cuidado en relación a
los resultados que presente una balanza comercial debido a las
manipulaciones de la información o datos (maquillaje) Existen
empresas no gubernamentales que se dedique a esto.
o Recomienda en función de la balanza comercial positiva los países
deberán aplicar las siguientes políticas:
 Incrementar y mejorar el facto trabajo
 Incrementar el capital comercial
o El comercio debe hacerse cómodo y libre
o Atraer el consumo de nuestros productos por parte de otras
naciones.
Obligaciones del Estado
 Debe ser responsable de regular las tasas de interés
 El estado debe favorecer promover la agricultura
 Favorecer a los trabajadores
 Favorecer a los terratenientes
 Se debe favorecer proteger e impulsarlo que tenga
mercado sin importar la calidad.
 Favorecer las colonizaciones ( mercado seguro con
consecuencia).

MERCANTILISMO FRANCÉS
Jean Bodiño ( 1530-1596 )
Barthelemy de Lafemas XVIII
Maximilien de Bethune ( 1560-1641 )
Antoine Moncretien (1576-1621)
Jean Baptiste Colbert (1619-1683)
Jean Bodiño
Obras:
 La Republica 6 libros
o El alza de los precios se debe al incremento de la moneda
o Predominio de los Monopolios
o Las consecuencias de los desastres y devastaciones
o Los gastos de los Príncipes y los Reyes
 Recomendaba:
o Combatir el lujo
o Combatir los monopolios
o Para liberar el comercio basta con liberar las prohibiciones
o Aumentar los aranceles de exportación para aquellas cosas que
eran imprescindibles para otros países
 La teoría cuantitativa del dinero
o Con tasas moderadas facilitar la entrada de materias primas al
país.
o Con aranceles altos obstaculizar la salida de materia prima.
o Incrementar los aranceles de importación de mercancía
(manufacturas).
o La población debía ser grande porque en ello va a depender la
riqueza de un país.

Maximilien de Bethune Duque de Sully


Nombrado por el Rey Enrique IV
Hizo reformas en el sistema fiscal Francés representa el mercantilismo
agrario . decía que “la agricultura y el pastoreo eran los mameyes de
Francia”
Estaba de acuerdo con que el estado aplicara una serie de controles a la
actividad económica.

Antoine de Montchretien
o Diagnostico los problemas de Francia para afrontarlos.
o El mundo económico estaba movido por:
 El interés personal
 División del trabajo
 Intercambio
o Reconoce que un país sin industrias es un país sin riquezas
o Monedas y precios los precios deben ser establecidos por el
estado.
o El estado debe reglamentar la economía tomando en cuenta la
iniciativa privada (concepto de capitalismo).
o El estado debe promover las colonizaciones.
o El estado debe prohibir la salida del país de oro y plata.
o El comercio de un país debe sustentarse en el comercio
internacional.
o Impedir la salida de materias primas y la entrada de
manufacturas.

Jean Baptite Colbert (1619-1683)


Ministro de Luis XIV
o Incrementar el ingreso nacional se conoce como (Colbertismo-
Mercantilismo Francés).
o Creo las industrias reales (del estado) con el fin de que lo que se
genera estrictos controles de calidad bajos costos.
o Fundo compañías comerciales.
o Implanto una política Aduanera para favorecer la exportación de
la mercadería francesa y obstaculizar la importación de
manufacturas.
o Aplico políticas a favor de la industria y con el sacrificio a la
actividad agrícola
 Prohibición de exportación de cereales y trigos.
 Se instalaban una serie de aduana internas para obstaculizar la
circulación de los productos agrícolas dentro del país.
 Se reglamento la actividad agrícola.
El Mercantilismo no fue aplicado en España. Ya que no hubo una política
orientada hacia la producción de bienes. Para abastecerse y abastecer a
América hacía falta una cantidad muy grande de productos que ese país no
podía producir. Debido a esto tuvo que comprar productos manufacturados a
Inglaterra, Francia, Holanda, principados de Italia, etc.
Críticas al Mercantilismo.
LA NACIÓN Y LA RIQUEZA
El espíritu del mercantilismo se opone claramente a las ideas medievales. Esto
se traduce en que desde el siglo XVI la política será una cuestión separada de
la religión, la economía un tema distinto de la justicia, y los negocios de la
moral. Pero si la economía política se deshizo de la tutela de los valores
trascendentes fue sólo para integrarse mejor en el marco político de la nación
y del estado.

LA NACIÓN: EL PRÍNCIPE Y EL
ABSOLUTISMO
A comienzos del siglo XVI aparece la obra de Nicolas Maquiavelo (1469-1527)
y con ella surge una nueva teoría del estado considerado como un poder
superior conducido por el príncipe. Según Maquiavelo, los Estados nacen de la
violencia y con frecuencia deben mantenerse gracias a ella. Por esa razón
resulta que las reglas de la eficacia política, por supuestos en nombre de los
intereses superiores del Estado, contradicen las enseñanzas de la moral y de
la iglesia. Con mucha frecuencia, El príncipe se verá "obligado, para mantener
su Estado, a obrar en contra de la caridad, en contra la humanidad, y en contra
de la religión" (El Príncipe, p.125). "Siendo como son", los hombres utilizarán
su libertad para actuar en contra de los intereses del Estado y esto nos
conducirá al caos social y, finalmente, a la disolución de la Nación. El papel de
el Príncipe consiste entonces en obtener, establecer y garantizar la
prosperidad de la ciudad. Para ello, debe conquistar, conservar y aumentar su
poder. Estos últimos son los objetivos de la política .Por encima de las metas y
fines de cada persona se debe anteponer "la razón de estado". Siempre que
sean adecuados a los fines para los que están destinados, "los medios se
considerarán honorables y adecuados. El vulgo no juzga más que lo que ve y lo
que le ocurre; y en este mundo no hay más que lo vulgar; el número pequeño
no cuenta cuando hay en que apoyarse en el gran número" (p.126). Así,
Maquiavelo, el padre de la razón de estado nos aporta la primera pieza del
absolutismo.
Por su parte Jean Bodin (1530-1596), en Los Seis Libros de la República (1576),
tratará de construir su teoría del estado sobre el concepto de soberanía. Para
Bodin (o Bodino), la soberanía es la esencia de La República, el principio mismo
del Estado. Para que exista la soberanía deben existir, a un mismo tiempo, un
marco jurídico (la ley) y una autoridad (el orden). Tal soberanía, indivisible,
absoluta y perpetua es una prerrogativa exclusiva del monarca y se impone al
pueblo por intermedio del gobierno. Sin embargo, Bodin era un absolutista
matizado que no dejó de advertir sobre los peligros de una soberanía sin límite;
estos límites deben estár, según Bodin, en la ley divina y en la ley natural. Sin
embargo estas ideas nos puede hacer caer rápidamente en contradicciones;
así, por ejemplo, si según la ley divina, la voluntad del monarca no refleja la
voluntad de Dios, nadie podrá, por hipótesis, erigirse en juez del soberano. Los
límites a la soberanía propuestos por Bodin son, en muchos casos, más
retóricos que efectivos y el poder del soberano es absoluto. Sin embargo,
como veremos más adelante, la ley natural sí que puede suponer un límite
efectivo a lo que puede y no puede conseguir el monarca en el ejercicio de sus
poderes soberanos.
Más tarde, Thomas Hobbes (1588-1679), en el Leviathan (1651), en el que
estudia con detalle la guerra civil inglesa que llevó a la ejecución de Carlos I,
concluye que las grandes desgracias de la sociedad ocurren cuando las
personas no saben a quién obedecer; cuando la soberanía desaparece. Cuando
esto ocurre, la sociedad puede regresar al "estado de naturaleza"; es decir, a
esa situación en la que cada quien puede hacer todo lo que considere útil para
su supervivencia o su felicidad, en la que es permanente la amenaza para la
vida y para los bienes de cada quien, y donde la vida de los hombres es
"solitaria, miserable, sucia, animal y breve". Afortunadamente, en este como
en muchos otros casos, el mal trae consigo parte del remedio. El "miedo
constante a la muerte" lleva a todos al convencimiento de que, para salir del
"estado de naturaleza", es necesario que cada quien convenga en ceder sus
derechos a una autoridad superior, a la que será confiada la soberanía, que
promulgará las leyes necesarias para conseguir la paz civil y que garantizará su
observancia por medio del uso de la fuerza. La obediencia voluntaria al
soberano asegura entonces la supervivencia y la prosperidad de la ciudad.
Cada uno de los miembros de la sociedad se reconoce en su representante, y
este, una especie de Dios mortal, consigue y representa la unidad de la nación.
En resumen, según el cuerpo doctrinal del absolutismo, el príncipe, garante del
orden civil y de la unidad nacional, es la autoridad absoluta y la condición
necesaria para la prosperidad de la nación. La vida económica se desarrolla
entonces bajo su dirección, su control y su protección. Estas ideas políticas del
siglo XVI y XVII harán parte del ambiente intelectual del mercantilismo. Los
mercantilistas, en consecuencia, escriben para definir, expresar y defender los
intereses de la nación y utilizarán toda su capacidad de persuasión para
dirigirse a aquel que los encarna: el príncipe. La nación y el príncipe son las
referencias esenciales, los pretextos para pensar y escribir, y la justificación
última de sus consejos y recomendaciones.

¿CÓMO ENRIQUECER LA NACIÓN?


Algunas veces se ha dicho que el mercantilismo está basado en una falacia de
composición: si algo es bueno para una persona (por ejemplo un mercader),
también es bueno para la sociedad en su conjunto (es decir, para la nación). La
Nación, como el comerciante, se enriquece cuando hace beneficios; es decir,
cuando vende más y más caro de lo que compra. Además, estas ganancias del
intercambio con otras naciones se suman unas a otras y pueden acumularse
en stock monetarios de metales preciosos. El enriquecimiento se concibe
entonces como una acumulación de la riqueza por excelencia: los metales
preciosos. Los mercantilistas no entienden la riqueza como bienestar o como
mejora en los niveles de vida de los subditos, más bien de lo que se trata es de
construir e incrementar un patrimonio. De ahí que los dos temas principales
del mercantilismo sean precisamente el dinero y balanza comercial. Tampoco
el mercantilismo reconoce ventajas mutuas y compartidas entre las naciones
que participen del comercio internacional. Más que socios comerciales que
buscan acuerdos mutuamente favorables el mundo del comercio se conforma
entre naciones rivales. El comercio entre mercaderes y, por analogía, entre
naciones, se percibe necesariamente como un juego de suma cero, nadie
puede ganar a menos que otro pierda. Los mercantilistas no ignoran que un
país sólo puede conseguir un excedente en el comercio internacional a costa
de los déficit de otros. El objetivo de enriquecer la nación es entonces
conflictivo; para que unos prosperen otros deberán empobrecerse; la riqueza
propia se obtiene en detrimento de la fortuna de los vecinos. Por esos motivos,
no es sorprendente que, junto con la diplomacia y con la guerra, las políticas
económicas de la época se integren dentro de una estrategia general de poder.
Aunque para nosotros resulte chocante, tampoco sorprende la agresividad
nacionalista y a menudo xenófoba de los mercantilistas. A. de Rojas, un
mercantilista español dirá, por ejemplo, que la riqueza: "se debe buscar
adquirirla por todos los medios sin excepción, incluso por la fuerza de las
armas: he aquí una máxima invariable y susceptible de demostración".
También se puede citar la fórmula del más ilustre mercantilista francés,
Antoine de Montchrestien (1576-1621): "Todo lo extranjero corrompe".
Pero no debe perderse de vista que las ideas del mercantilismo sirvieron de
caldo de cultivo al liberalismo que luego alcanzo su auge en la economía
clásica. A la agresividad y el conflicto con el extranjero se opone la solidaridad
y la cooperación al interior del país. Al contrario de lo que ocurre entre las
naciones, para muchos mercantilistas, excluyendo excepciones notables que
veremos más adelante, dentro del mismo país el interés privado y el interés
colectivo no están en conflicto. El enriquecimiento de un individuo no
constituye un obstáculo al enriquecimiento de otros. Todo lo contrario, la
prosperidad individual se puede extender sin limitación dentro de las fronteras
nacionales. Los métodos del éxito se pueden copiar, y a través de la copia se
generalizan. Así, encontramos en los mercantilistas una concepción elemental
de la solidaridad económica. Si la fuente de la riqueza se adquiere a través del
comercio, ¿qué papel juega entonces la producción interna? ¿los bienes
producidos son o no parte de la riqueza?. Sobre este tema, los mercantilistas
tendrán ideas encontradas. Para Montchrestien en casa de los trabajadores
industria y prosperidad son sinónimos. Sin embargo, muchos mercantilistas
sólo tuvieron en cuenta la producción interior como una forma de orientar los
intercambios internacionales. Para éstos últimos, producir es, en primer lugar,
producir para exportar más e importar menos. La producción podrá ser una
fuente de riqueza, pero sólo una fuente indirecta a través de su influencia
sobre la balanza de pagos.
UN ESTADO FUERTE E
INVERSIONISTAS
Para los mercantilistas los estados que prosperan son los estados poderosos.
La fuerza es la mejor garantía de éxito de los intereses individuales, el
comercio exterior sólo prospera cuando la armada del príncipe protege al
mercader, y cuando, eventualmente, la expansión colonial y la guerra abren
nuevos mercados. Del mismo modo, el comercio interno sólo se desarrolla
cuando impera la paz civil y está protegida la propiedad privada.
Tal vez fue Montchrestien el autor que defendió con mayor convicción la
omnipresencia del Estado,y quien llevó más lejos el argumento de su necesaria
autoridad. En el Traitè de Economía Politique (1615) desarrolla este tema
abundantemente. Las áreas de intervención del Estado que menciona
Montchrestien pertenecen al fondo común del mercantilismo: la ley, el orden,
la seguridad, la garantía de la propiedad, la seguridad del comercio, etc. Pero
el autor también aporta argumentos originales: el Estado debe velar por el
pleno empleo, ya que el paro es un desperdicio de recursos y crea un déficit
de riquezas que deberá ser cubierto comprando en el extranjero. Por ello hay
que obligar a las personas a trabajar y se deben crear talleres con ese fin. Sus
argumentos serían luego recuperados por William Petty, para defender que el
estado "debe poner su máxima atención en utilizar la fuerza laboral y
mantener en orden sus aptitudes" Grampp (p.79). En caso de necesidad los
parados deberían emplearse en "... construir una pirámide inútil en la llanura
de Salisbury, trasladar piedras de Stonehedge a Towerhill o hacer cosas
semejantes, ya que, por lo menos, esto mantendría sus mentes disciplinadas y
obedientes y sus cuerpos aptos para realizar trabajos provechosos cuando
fuera necesario" (citado por Grampp). El estado debe jugar también un papel
en la formación de las personas a través del desarrollo de la enseñanza y como
responsable de la educación de los huérfanos. Además, el Estado debe
también intervenir en la industria protegiendo las invenciones, creando
monopolios gracias a los privilegios que conceda, etc. En materia de comercio
exterior, el estado debe proteger los bienes que produzca o pueda producir la
nación, pero debe defender la libertad de comercio en lo que se refiera a los
bienes que la nación no produzca. Finalmente, el estado debe estimular la
colonización, ya que ésta permite reabsorber los excedentes de población,
aumenta la demanda de bienes y da acceso a nuevas fuentes de materias
primas. Las ideas de Montchrestien son representativas de la corriente
mercantilista francesa. Pero también se encuentran en Barthelemy de
Laffemas, el consejero de Enrique IV y, en cierto modo, se anticiparon a la
política económica que luego seguiría Colbert.

 Resultado del Fracaso Total


 Sobre estimación del dinero
 Concepción simplista de la Balanza Comercial
 Descuido de la agricultura (abandono)
 Preponderancia del Estado manejando la economía particular
LOS TEMAS ESENCIALES DEL
MERCANTILISMO
Como hemos visto el dinero es el concepto central de las reflexiones
mercantilistas. Si hay una recomendación clara de política económica esta es
la de acumular la mayor cantidad de metales preciosos mediante la
consecución de saldos favorables en los intercambios exteriores. A partir de
esa premisa, se pueden deducir fácilmente las relaciones entre el dinero y los
precios, entre el dinero y la tasa de interés, y entre el dinero, el tipo de
cambio y la balanza de pagos. Además de estas relaciones también haremos
mención en este apartado a algunos temas menores sobre la población , el
trabajo y la industria.

EL DINERO Y LA RIQUEZA
El dinero de la época mercantilista es el dinero-mercancía; es decir, está
constituido por metales preciosos marcados, en forma de lingotes o monedas
marcadas con un sello que, en principio, garantiza su peso en oro o en plata.
Para ordenar la discusión sobre la relación entre "la riqueza de una nación" y
el dinero, planteemos para empezar una cuestión básica: ¿es el dinero, para
los mercantilistas, sinónimo de riqueza?. Sin lugar a dudas los primeros
mercantilistas darían a esta pregunta una respuesta afirmativa. Los
mercantilistas llamados bullionistas, principalmente españoles y portugueses
de la primera mitad del siglo XVI, se proponen como ambición exclusiva la
acumulación y conservación de los metales preciosos en el reino. A ellos les
parecía que el valor intrínseco del oro y de la plata, así como su carácter
imperecedero, convertían a los metales preciosos en la esencia misma de la
riqueza. Por eso proponen, entre otras medidas, la prohibición de exportar el
oro y la plata, el cobro de sobre tasas de cambio para las monedas extranjeras,
la obligación de pagar las importaciones de bienes en mercancías y no en
metales preciosos, la obligación de repatriar las ganancias obtenidas en el
extranjero, etc. Todo un conjunto de medidas artificiales, autoritarias,
burocráticas e ineficaces.
Pero ¿por qué razón dinero es sinónimo de riqueza? La respuesta de los
primeros autores mercantilistas, es simple: el dinero es riqueza porque es
poder de compra. Esto es lo que por ejemplo concluye Davanzati: "todos los
hombres desean todo el oro posible para adquirir todas las cosas, para
satisfacer todos sus deseos y necesidades, y en suma para ser felices" (Lezione
della Monete, 1588). De ahí a pensar que son los bienes, y no el dinero, los que
constituye la verdadera riqueza no hay más que un paso, que algunos darían
varios años después.
El dinero, o los metales preciosos, poseen ventajas indudables. Por ejemplo,
mientras la mayoría de los bienes son perecederos y difíciles de almacenar, los
metales preciosos son duraderos, de valor elevado y divisibles, características
todas ellas que los hacen adecuados para efectuar pagos y para la
conservación de la riqueza. En todo ese razonamiento se encuentra el
reconocimiento explícito de las tres funciones clásicas del dinero: unidad de
cuenta, instrumento de cambio y reserva de valor; son precisamente la
segunda y fundamentalmente la tercera de estas funciones las que permiten
aproximar hasta confundir en lo mismo el dinero y la riqueza.
Además, los metales preciosos son absolutamente indispensable para reglar
los saldos del comercio exterior. Por ello, Tomas Mun (1571-1641), insistirá
sobre la necesidad de detentar metales preciosos para las necesidades de los
intercambios internacionales. Por la misma razón, el comercio interior debería
servir para economizar encajes monetarios y, según Mun, dentro del país el
papel del dinero lo puede cumplir adecuadamente los billetes a la orden y las
letras de cambio.
Además de las razones anteriores el Príncipe debe poseer un tesoro, signo de
nobleza, de poder, esplendor y, más prosaicamente, porque el dinero es el
nervio de la guerra. El Príncipe debe conseguir las armas, preparar la flota,
conducir la guerra y todos los gastos deben cubrirse con dinero contante y
sonante.
Finalmente, para muchos mercantilistas, el dinero es la vida y el alma del
comercio. Esta idea, extendida en la literatura sin una justificación teórica
clara, se apoya en consideraciones intuitivas que reflejan las preocupaciones
de los mercaderes. Con frecuencia tal metáfora sirve para identificar dinero y
capital; una falacia comprensible cuando la prosperidad pasa por el comercio.
Así, abundancia monetaria significa también abundancia de capital para
prestar y tomar prestado, para la financiación de las ventas y las compras y
para permitir que los negociantes asuman mayores riesgos. Así, unos medios
de pago abundantes hacen más fácil la expansión del mercado, mejoran las
oportunidades de negocio y las posibilidades de obtener beneficios. ¿Qué otra
cosa puede pedir el comerciante? Así se explica también el miedo a una falta
de liquidez que también constituye una constante del pensamiento
mercantilista.
De todas formas, como no podía ser de otro modo, pasado el período
bullionistas empezaron a aparecer numerosas matizaciones. Algunos autores
distinguieron muy pronto entre el valor comercial y el valor legal del dinero.
Sin duda alguna, El príncipe puede caer en la tentación de multiplicar las
monedas, los soles y los escudos, disminuyendo su contenido metálico. En el
siglo XVII, muchos mercantilistas se opusieron a estas manipulaciones y
sostuvieron que el valor comercial y el valor legal del dinero deberían coincidir
(por ejemplo, en España, el padre Mariana en De Monetae Mutatione
Disputatio, 1609). Las razones para ello son diversas.
En primer lugar, como enunciaba la ley de Gresham (1519-1579) "la mala
moneda desplaza a la buena". Una vez que sea posible distinguir entre la mala
y la buena moneda, se preferirán las primeras para realizar los pagos y las
segundas para el ahorro.
En segundo lugar, la manipulación monetaria sólo es un recurso temporal para
aliviar las finanzas públicas. En un primer momento, el Píncipe aumentará sus
ingresos a corto plazo retirando la "buena moneda" y poniendo en su lugar
moneda depreciada. Pero, más temprano que tarde, los súbditos tendrán la
ocasión de devolverle la "mala moneda" (por ejemplo con el pago de los
impuestos). Por último, si el tipo de cambio no se ajusta al contenido metálico,
los comerciantes extranjeros rechazarán las monedas depreciadas como
medio de pago. Si, como consecuencia de lo anterior, el tipo de cambio se
deprecia, de ello resultará un aumento de los precios de los bienes importados
y, eventualmente, una salida de oro del país.
En resumen, si el dinero constituye la riqueza, sólo se puede tratar del "buen
dinero". Tal vez debido a la fuerza de los argumentos en que se apoya, la "Ley
de Gresham" es uno de los pocos principio económicos que ha logrado inspirar
una metáfora del romancero popular:"gitana que tu serás, como la falsa
moneda, que de mano en mano va y ninguno se la queda".

EL DINERO Y LOS PRECIOS


La historia económica de la Europa del siglo XVI está marcada, al mismo
tiempo, por la entrada de grandes cantidades de oro y plata provenientes de
el Nuevo Mundo, y por el aumento sostenido de los precios. A Jean Bodin le
corresponde el mérito de haber relacionado por primera vez ambos
fenómenos y, más concretamente, de haber identificado el primero como la
causa del segundo. En los albores del siglo XVI, por razones obvias, los
aumentos de precios se produce primero en España y con el tiempo se harán
notar en Francia donde la inflación se acelera hacia 1550 y se dura hasta 1690.
Todo esto coincide con otro hecho importante: en Europa circulan muchas
monedas de dudoso valor. Esto servirá para complicar el diagnóstico sobre la
verdaderas causas de la inflación; problema en el que se centrará una de las
primeras controversias económicas.
En 1563 la Chambre de Comptes de París, movida por el deseo de averiguar las
causas del aumento sostenido de los precios, encarga a uno de sus miembros,
M. de Malestroit, la elaboración de un informe que será publicado con el título
de Les Paradoxes sur le faict des Monnoyes (1563). ¿Cuáles son las paradojas
de Malestroit? En primer lugar, la inflación que a todos parece algo tan
evidente es, para el autor del informe, algo completamente ilusorio. Según
Malestroit, la pérdida de poder adquisitivo del dinero en circulación es
completamente imputable a la disminución del contenido metálico de la
unidad de cuenta. Este autor se empeña en demostrar que, aunque los precios
nominales aumenten, la relación de intercambio entre cada uno de los bienes
y el oro y la plata, ha permanecido estable. De modo que la "carestía" sería
una ilusión: efectivamente quien compra da más escudos, soles o libras a
cambio de los mismos bienes, pero no da más oro o plata. Malestroit concluye
entonces que, para evitar esta inflación de unidades de cuenta, lo único que
hace falta es aplicar la ortodoxia monetaria de la época manteniendo
constante el contenido metálico de las monedas. Malestroit subraya, con su
segunda paradoja, que aferrarse a los valores nominales sin tener en cuenta el
contenido metálico de las monedas es arriesgarse a sufrir pérdidas de capital;
él piensa, con razón, que el rey que percibe sus ingresos en monedas
depreciadas no recibe por lo tanto la misma cantidad de oro y de plata que sus
predecesores.
Jean Bodin contestará a tales ideas en su Response aux Paradoxes de M. de
Malestroit (1568). Su crítica es, en primer lugar, empírica y, a continuación,
teórica. Según las cifras de Bodin, El aumento de los precios de los bienes
esenciales (el trigo, la tierra, las viñas, las frutas, etc) es muy superior a la
depreciación de las monedas. La inflación no es entonces solamente "nominal"
(en unidades de cuenta), sino también real (de los precios en términos de oro
y plata). Una vez demostrado que la inflación no es una ilusión, Bodin pasa a
discutir sus causas. Para él, la causa principal es la abundancia de oro y de
plata. El mayor crecimiento de la oferta de metales preciosos en relación con
la oferta de los demás bienes, disminuye los precios relativos del oro y la plata
con respecto a los demás bienes, o, en otros términos, aumenta los precios de
los bienes en términos de oro y plata. El nivel general de precios (el inverso del
valor del dinero), se relaciona entonces directamente con la cantidad de oro y
plata existente en el mercado.
¿Podemos considerar que esta explicación descansa sobre lo que más tarde se
denominará la teoría cuantitativa del dinero? En un cierto sentido sí, ya que el
nivel de precios se relaciona con la cantidad de dinero y en esta idea hay una
teoría monetaria de la inflación. Sin embargo, también hay que subrayar que
otras ideas esenciales de la teoría cuantitativa están ausentes en el
pensamiento de Bodin. Este es el caso, en primer lugar, de la secuencia oferta
excedente de dinero, demanda excedente de bienes, inflación y, en segundo
lugar, de la proporcionalidad supuesta entre el nivel de precios y la cantidad
de dinero. El razonamiento de Bodin, en definitiva, no es más que un resultado,
avanzado para su época, de la aplicación de un modelo oferta-demanda a una
mercancía particular: el dinero.
A continuación, Bodin analiza las causas del aumento de la cantidad de dinero.
El origen está en la balanza comercial; el comercio exterior de Francia con
España es fuertemente superavitario y ello se traduce en la importación neta
de oro y plata. Además están las transferencias de los numerosos franceses
que encontraron fortuna en España y la entrada de capitales de los numerosos
banqueros extranjeros que se instalaron en la Francia de la época. Aunque lo
esencial del análisis de Bodin se encuentra en el mecanismo monetario, el
autor añade otras causas del aumento de los precios, entre las que se cuentan:
el despilfarro que resulta de la moda que crea demandas artificiales y
cambiantes, el desarrollo de las exportaciones que reduce la oferta interior,
los monopolios y las alianzas que frenan la competencia y, finalmente, los
príncipes cuyos gastos son excesivos.
Las consecuencias prácticas de todo el análisis de Bodin son, sin embargo, un
tanto deprimentes. Para el autor, en primer lugar, resulta muy difícil luchar
contra las causas secundarias de la inflación. En cuanto a la causa principal, el
exceso de dinero, el autor no hace más que dejar constancia en su
razonamiento las contradicciones del pensamiento mercantilista. Acaso el oro
y la plata no son la riqueza del reino; puede ser que la inflación sólo sea el
precio a pagar por la prosperidad de los negocios. De todos modos, el exceso
de dinero es claramente preferible a la escasez monetaria de los años
anteriores. Carece de sentido embarcarse en una política de deflación
imposible, por otra parte, de poner en práctica si se desea seguir comerciando
con el exterior. Bodin, en consecuencia, no va más allá de oponerse a las
manipulaciones monetarias, y expone con convicción pero sin originalidad las
ventajas de una moneda cuyo contenido metálico sea estable.
El gran aporte de Bodin no es práctico sino teórico. Desde entonces, la relación
positiva entre la abundancia monetaria y los precios será parte del acervo
común del mercantilismo. Esta idea se integra en una visión general del dinero
que se resume en la obra de Davanzati. El dinero, para este último autor, es
unidad de cuenta, medio de pago y reserva de valor. Como medio de pago y
reserva de valor es, al mismo tiempo, vehículo de las transacciones y poder de
compra y, en consecuencia, constituye la esencia de la riqueza. Para que la
mala moneda no desplace a la buena, el príncipe debe resistir la tentación de
depreciarla; no obstante, como un subproducto no deseado, la abundancia de
dinero hace aumentar los precios.

EL DINERO Y LA TASA DE INTERÉS


Por encima de todo, para los mercantilistas la abundancia de dinero tiene una
ventaja indudable: permite la disminución del tipo de interés. Los argumentos
se encuentran expuestos con claridad en la obra de T. Culpeper (1578-1662) y
particularmente su Traite Contre L'Usure (1621). Cuando el tipo de interés es
alto, los mercaderes más afortunados se retiran, ya que para ellos es más
seguro y más rentable prestar el dinero que dedicarse directamente a los
negocios. Los negociantes jóvenes y endeudados se ven conducidos a la ruina
o desmotivados, ya que lo esencial de sus beneficios sólo sirve para cubrir el
servicio de los préstamos. De la misma manera, y esto es lo más importante
para Culpeper, las inversiones agrícolas disminuyen y el valor de la tierra cae
abrúptamente. Sin duda este razonamiento, y no es el primero que
mencionamos de ese tipo, tiene un cierto sabor keynesiano. El tipo de interés
es el rendimiento mínimo requerido por la inversión; si dicho mínimo es muy
alto, numerosos proyectos se convertirán en no rentables y serán
abandonados; en tanto que, por el mismo motivo, se retirarán los capitales ya
comprometidos. Abandonar los negocios se hace más interesante que
dedicarse a ellos; como la inversión es cada vez menos rentable, se corre el
riesgo de que los créditos terminen financiando en mayor proporción los
gastos de consumo.
Una baja tasa baja de interés es considerada entonces algo favorable al
comercio. Pero esa es sólo una condición necesaria y no suficiente para la
prosperidad de los intercambios. Thomas Mun, se encargará de señalar con
justicia, que un tipo bajo de interés puede no ser más que el reflejo de un
comercio deprimido y en consecuencia de una baja demanda de capitales. Con
esta excepción, los mercantilistas piensan que una baja tasa de interés es el
resultado de la abundancia monetaria. Muchos años más tarde se descubrirá
que todo el argumento para defender esta conclusión está basado en la
incapacidad de distinguir entre el concepto de dinero, el de capital y el de
fondos prestables. A riesgo de simplificar, podemos decir que, para los
mercantilistas, esos tres conceptos distintos se funden en una y la misma cosa:
la riqueza (influencias teológicas aparte). Si la nación posee mucho oro y plata
( es decir, dinero), la inversión será abundante (acumulación de capital), y el
crédito barato (fondos prestables).
Pero, ¿qué debe hacer el gobierno si se encuentra con una situación de escasez
monetaria? Si eso ocurriera la ley debe suplir al mercado. Culpeper, por
ejemplo, pide que se limite severamente el tipo de interés autorizado con el
fin de poder competir con los holandeses que se benefician de tasas más bajas
que los ingleses. La exigencia de un respaldo legal es, con una frecuencia
comprensible, la única respuesta de los comerciantes en el conflicto que les
enfrenta al poder financiero. Ambos intereses, los del banquero y el mercader,
son claramente contrapuestos y los mercantilistas se preocuparán por
distinguir con claridad entre la tasa de interés (legítima) y la usura (abusiva);
una distinción artificial que sólo es un síntoma de las limitaciones del análisis.

EL DINERO Y LA BALANZA COMERCIAL


En el siglo XVI, el pillaje de los tesoros y la explotación de las minas del llamado
Nuevo Mundo, constituye para Europa la fuente esencial de metales preciosos.
España y Portugal, como puertos destacados de entrada, fueron también la
cuna de los primeros autores bullionistas quienes se empeñaron en defender
que el oro y la plata deberían permanecer dentro de las fronteras del reino.
Por eso fueron también los países más intervencionistas. Para los países que
no contaron con la suerte de tener un acceso directo a las fuentes de metales
preciosos, la única forma de conseguirlos estaba en los excedentes de la
balanza comercial. Como afirma Montchrestien: "necesitamos del oro y la
plata y no teniéndola de nuestro cuño, debemos conseguirla de los
extranjeros"(Traité...). En suma, como el oro entraba en España y Portugal, era
necesario que los déficit comerciales lo hicieran salir.
En un primer momento, el saldo favorable de los intercambios comerciales se
consiguió mediante una política de prohibiciones, restricciones y controles.
Prohibiciones de exportar metales preciosos, obligación de cada mercader de
exportar primero para importar después, tentativas de establecer controles
burocráticos y restricciones administrativas adicionales (gracias, por ejemplo,
a la Office of Royal Exchange en Inglaterra), etc.
Sin embargo, en el siglo XVI, la explosión de los intercambios internacionales
debilitará progresivamente la eficacia de tales disposiciones. La emergencia de
un mundo financiero especializado, la generalización de las letras de cambio,
los privilegios acordados a las grandes compañías (entre ellos el de exportar
oro) y, de un modo general, la imposibilidad material de controlar unos flujos
comerciales siempre crecientes, son todos procesos que terminarán por
arruinar el poder de la administración. Así se impone la idea de que, si el
comercio es deficitario, el oro saldrá inevitablemente del reino .
En consecuencia, ¿cómo evitar la salida de oro?; ¿qué hacer si el desarrollo del
comercio agrava y convierte el problema en algo crucial?. Alrededor de estas
cuestiones generales se enfrentarán G. Malynes, Edward Misselden (1603-54)
y Thomas. Mun en una de las controversias más fructíferas de la historia del
mercantilismo.
Con la crisis comercial de los años 1620, aparece en Inglaterra una generación
de autores bullionistas de la que Gerald Malynes es el representante más
importante. Malynes buscó la razón del déficit comercial en los mecanismos
de cambio (de acuerdo con la tradición bullionista). Su razonamiento es, a
grandes rasgos, el siguiente. En un sistema de dinero mercancía, la paridad
viene dada por el contenido metálico respectivo de las distintas monedas y el
tipo de cambio debe ajustarse a allo (es, por supuesto, una cuestión de
equidad, lo otro sería un fraude). La paridad de las monedas asegura el
equilibrio en los flujos de dinero, ya que una vez alcanzado el tipo de cambio
adecuado, según nuestro autor, no se producirá ningún movimiento de dinero,
ya que no existirá la posibilidad de obtener ganancia alguna del intercambio
de monedas o mediante la exportación o importación de especies.
Ahora bien, las monedas inglesas se encuentran subvaloradas: su precio se
sitúa por debajo de la paridad y, precisamente por eso, se pueden obtener
ganancias exportándolas; eso precisamente explicaría la salida de oro. La
salida de oro, por su parte, hace bajar los precios en Inglaterra y los aumenta
en el extranjero, con lo que se degradan aun más los términos de intercambio
británicos. La gran hipótesis implícita de Malynes es que las funciones de
demanda, tanto doméstica como extranjera, son inelásticas a los precios. Por
eso puede decir que el resultado será un déficit en el valor de los intercambios
de las mercancías que, además, constituye la contrapartida contable de la
salida de dinero. Por todo eso, Malynes concluye, "el abuso del tipo de
cambio", es decir la sobrevaloración de la moneda inglesa, es la causa del
déficit comercial.
Por supuesto, Malynes no es tan ingenuo como para desconocer que si hay
déficit en los intercambios será inevitable la salida de dinero. Su explicación es
la siguiente: "el déficit comercial crea una demanda excedente de créditos
sobre el exterior para reglarlo, esto hace aumentar el precio de las letras de
cambio sobre el exterior y en consecuencia bajar el tipo de cambio. Puede
ocurrir que éste baje hasta el punto en que resulte menos costoso reglar el
déficit directamente en oro, con lo que se alcanza el punto de salida del oro".
En este mecanismo los intermediarios financieros, que venden créditos sobre
el exterior, tienen interés en venderlos caros. Acelerando entonces la
depreciación y la salida de metales preciosos. Pero, aunque el segundo
mecanismo refuerza al primero, no es la causa del déficit. Esta se encuentra,
como hemos dicho, en el "abuso del cambio" y Malynes lo resaltará con
vehemencia: "así, vemos claramente que el desequilibrio de los bienes se debe
al abuso del cambio que gobierna las monedas, que son a su vez las que
gobiernan los bienes" (El Centro del Círculo del Comercio, 1623, cap.3).
Las conclusiones políticas de Malynes se deducen directamente: hay que
retornar a un estricto control de cambios, la Office of Royal Exchange debería
supervisar todos los intercambios y prohibir las transacciones que no respeten
la paridad. Los intereses de los mercaderes y comerciantes deben supeditarse
al interés general.
Contra este análisis reaccionarán E. Misselden y T. Mun. Básicamente, estos
dos últimos autores invierten el razonamiento de Malynes para rebatirlo; es
decir sostienen que son los movimientos comerciales los que causan las
variaciones del tipo de cambio y de los flujos monetarios.
Misselden, en Free Trade or, The Meanes To Make Trade Florish. Wherein, The
Causes of the Decay of Trade in this Kingdome, are discovered (1622) y el
Círculo del Comercio (1623) es el primer autor en emplear sistemáticamente
la expresión "balanza comercial", aunque para él esta se limite a los
intercambios con solamente un país. En su esquema sólo hay balanzas
particulares y no hay lugar para una balanza global. Por otra parte, en
Misselden, el criterio voluntarista y "ético" de Malynes (hay que búscar y el
mantener un tipo de cambio justo), cede su lugar a un punto de vista
"mecánico": el de la balanza. En este marco de análisis, la secuencia de
mecanismos es precisamente la contraria de Malynes. Cuando, por ejemplo,
los intercambios con otra nación son excedentes, los créditos sobre el exterior
son superiores a las deudas de los extranjeros y el tipo de cambio se aprecia,
hasta el punto en que se hace rentable para el otro país reglar sus deudas en
oro. En consecuencia, el tipo de cambio fluctuará alrededor de la paridad,
entre los puntos de entrada y de salida de oro, según que los intercambios
sean excedentarios o deficitarios. El problema político no es entonces el de
mantener artificialmente la paridad con el fin de impedir las salidas de oro,
sino el de situarse en las condiciones que permitan conseguir un excedente
comercial. Por su parte, Thomas Mun, en su obra póstuma, England's Treasure
by Forraign Trade, retoma, generaliza y precisa los argumentos anteriores.
Mun distingue cuidadosamente entre el balance global y los balances
particulares. Los balances particulares con tal o cual país eran en la época
objeto de una atención política particular, ya que el equilibrio o el excedente
se buscaba y definía para cada socio. Mun, al contrario, insistirá en que lo que
realmente importa es el balance global y que no es reprochable que el
comercio con tal o cual país sea deficitario, siempre que conduzca a
excedentes globales; por ejemplo, esto ocurrire cuando se importan materias
primas que después de transformadas se reexportan como productos
terminados o, incluso, cuando se importa barato para exportar los mismos
bienes a mayor precio. Las conclusiones de Mun se expresan en la forma de
una auténtica ley económica: existe una relación causal entre la balanza global
y los flujos de metales preciosos: "no entrará ni saldrá un tesoro mayor que el
del saldo de la balanza comercial". Mun concluye lógicamente que la parte del
stock mundial de metales preciosos en manos de cada país depende de la
situación de su balanza comercial y no tanto de que el país tenga minas o
colonias. Es difícil no mencionar el ejemplo de España, deficitaria e incapaz de
conservar su oro, y Mun no dejará de analizar el caso. Pero, si el excedente
comercial aumenta la cantidad de dinero y, como sabemos desde J. Bodin, esto
conduce a la inflación, ¿no puede ocurrir entonces que esto termine por
invertir el signo de la balanza comercial?. Consciente del peligro, Mun propone
políticas muy matizadas de acompañamiento (diríamos hoy) para controlar los
precios. Allí donde Inglaterra se encuentre en posición de monopolio, se deben
seguir una política de precios relativamente elevados; por el contrario, en los
otros sectores los precios deben ser el resultado de la competencia. En todo
caso, los precios no deben, en ningún caso, desincentivar la compra y deben
ser suficientemente bajos para evitar que aparezcan competidores. Pero, ¿qué
hacer entonces para evitar las consecuencias nefastas de la cantidad de dinero
sobre los precios? Según Mun, la solución es sencilla: invertirlo en la industria;
el superavit comercial permitirá obtener un excedente que, si se utiliza con
juicio, llevará al reino a un círculo virtuoso de enriquecimiento general. Las
ideas de Misselden y Mun son características de la versión "comercialista" del
mercantilismo inglés. Misselden trabajaba para la compañía Merchant
Adventure y Mun era miembro de la East Asian Company. No sorprende,
entonces, que los dos autores esperen el excedente comercial de la libertad
de comercio de las grandes compañías. Esto es, de la libertad para exportar el
oro siempre que permita desarrollar los negocios; para importar si eso permite
exportar más; para comprar caro en el extranjero si eso permite vender aun
más caro a otro país. Esta visión del comercio, dinámica y no sólamente
contable, es la que corresponde a la actitud de los comerciantes poderosos
con mentalidad de conquistadores.
LA POLÍTICA DE LA BALANZA
COMERCIAL
A menudo se asocia mercantilismo con proteccionismo. Sin embargo, en esta
afirmación puede ser objeto de muchos matices. Como observa Keynes, (en su
apéndice Sobre el Mercantilismo de la Teoría General, y después de haber
subrayado las ventajas de un excedente comercial): "No se puede decir que se
obtiene el máximo excedente de la balanza comercial mediante el máximo de
restricciones a las importaciones. Los primeros mercantilistas insistieron
vivamente sobre este punto y a menudo combatieron las restricciones
comerciales ya que a la larga tales restricciones se habrían convertido en un
obstáculo para una balanza comercial favorable". Los grandes comercialistas
ingleses, como acabamos de ver, eran mucho más favorables a la libertad de
comercio, eso sí, acompañada de una política aduanera moderada.
En la época, nada de lo anterior impide la existencia de una verdadera política
comercial. En primer lugar, el Estado debe, a través de una potente flota,
garantizar la seguridad de los barcos mercantes. En segundo término, hay un
largo catálogo de medidas que ayudarán a maximizar el excedente comercial.
Por ejemplo, evitar exportar las materias primas (hay que transformarlas y
exportar productos finales); o bienes de subsistencia (no hay que depender del
extranjero para alimentarse); desestimular las importaciones de bienes de lujo
(se parecen demasiado a los metales preciosos, pero carecen de utilidad);
reservar el transporte internacional a los nacionales (es un elemento
"invisible" de la balanza comercial y no hay que dar facilidades a la
competencia); incitar a los comerciantes extranjeros instalados en el territorio
a consagrar sus ganancias a la compra de productos nacionales (por razones
obvias); al contrario, incitar a los comerciantes nacionales en el extranjero a
repatriar sus ganancias; exportar los bienes con mayor contenido de mano de
obra (para favorecer el empleo) y, eventualmente, obligar a trabajar a los
pobres e indigentes, preferiblemente para la exportación.
El que esto sea o no proteccionismo es algo relativo. En los países dominados
comercialmente, estos consejos toman la forma de un auténtico
proteccionismo, con restricciones cuantitativas a los intercambios, derechos
de aduana prohibitivos, subvenciones a las exportaciones. El poder de la
nación está en juego en la conformación de un tesoro. Además, se hace valer
la necesidad de proteger a las industrias nacientes, o a los sectores claves.
También se debe proteger el empleo. En definitiva, el liberalismo comercial,
como casi todo, una prerrogativa de quienes pueden permitírselo.

POBLACIÓN, TRABAJO E INDUSTRIA


Si para los mercantilistas el dinero es la riqueza, la abundancia de brazos es
una forma muy cercana al dinero. Un tesoro y una población importante se
presentan a menudo como los dos pilares del poderío nacional. Para
Montchrestien, los hombres son incluso el elemento esencial: "de estas
grandes riquezas, dice, la más grande es la incomparable abundancia de
hombres". Pero los mercantilistas también ofrecen matizaciones y precisiones
al respecto. En primer lugar, la población no debe sobrepasar la oferta de
bienes de subsistencia, como menciona por ejemplo Botero (en Las causas de
la grandeza y la magnificencia de la ciudad, 1588). Una población numerosa
crea, sin duda, condiciones económicas favorables en el mercado de trabajo
debido a su influencia sobre los salarios. Pero también es necesario que tal
población encuentre un empleo; en caso contrario se convierte en una carga y
en un peligro. Son numerosos los mercantilistas que consideran el paro, no
sólo como una pérdida de producción potencial, sino como la fuente de
hábitos de ociosidad de relajamiento y finalmente de la decadencia de la
nación. Para muchos hay que obligar a las personas a trabajar.
El intervencionismo aparece ahora en el mercado de trabajo. Es necesario
emplear a la población, pero hay que hacerlo racionalmente. En ese campo, el
estado debe "disponer con juicio que cada uno vaya al oficio adecuado"
(Montchrestien). De ahí la idea de desarrollar la enseñanza, controlar el
aprendizaje, reglamentar la organización de los talleres. Para muchos
mercantilistas existe sin duda un óptimo de población. Si la población es
insuficiente, hay que atraer obreros del extranjero; en caso contrario, hay que
estimular la emigración hacia las colonias, lo que además tiene la ventaja de
eliminar "mentes calientes" y de crear demanda en el exterior.
En general los mercantilistas no se interesaron demasiado por desarrollar la
producción interior. En este caso fue también Montchrestien quien subrayó la
importancia de la iniciativa individual, de la búsqueda de beneficios y de la
división del trabajo como motores de la economía. También fue él el primero
en insistir sobre el papel esencial del progreso técnico. El progreso técnico
alivia la carga del trabajo, disminuye los costes hace bajar los precios y, en
definitiva, aumenta la productividad. La agricultura es para él, sin duda alguna,
la base de la prosperidad, pero el sector privilegiado del progreso técnico es el
industrial. En la industria y el comercio los beneficios son mayores que en la
agricultura. Finalmente, el progreso técnico influye sobre la organización del
mercado; el empresario que innova goza de un monopolio lo que aumenta sus
ganancias. Esta situación será modificada por los nuevos productores atraídos
por las ganancias excepcionales o por nuevas invenciones. Por primera vez se
establece una relación entre innovaciones, beneficios y progreso.
Al final del período mercantilista, se relacionan los tres conceptos, población,
empleo e industria con el concepto de balanza de la industria. Nicolás Barbon
(1640-1698) en su Discurso Sobre el Comercio (1690), subraya que la compra
de bienes extranjeros significa la compra de mano de obra extranjera (y a la
inversa). Una buena política comercial debe entonces ser tal que el total de
salarios ingleses pagados por los extranjeros (a través de las exportaciones),
sea superior que el de los salarios extranjeros pagados por los ingleses (a
través de las importaciones). Como se puede ver, la idea consiste en hacer
financiar al extranjero el empleo y las subsistencias nacionales. El propio
Barbon propone evaluar las exportaciones por la cantidad de trabajo
incorporado en su producción y juzgar la política de importaciones de materias
primas en función del empleo que ellas permiten.

EL NEO-MERCANTILISMO
El sistema de librecambio, que prevaleció durante el siglo XIX, empezó a perder
fuerza a principio del siglo XX, al replantearse los elementos filosóficos del
mercantilismo que originaron el Neo-Mercantilismo. Se volvieron a imponer
fuertes aranceles a la importación, por razones políticas y estratégicas y se
fomentó la autarquía económica como sistema contrapuesto a la
interdependencia comercial de los países. Esta tendencia volvió a cambiar de
signo más tarde, pero fue asociada con el nacionalismo y la competencia
estratégica que provocaron, entre otras causas, la I Guerra Mundial,
demostrando de esta forma que el mercantilismo tenía una fuerte base
política.

CONCLUSIONES
El mercantilismo tuvo gran éxito al estimular el crecimiento de la industria,
pero también provocó fuertes reacciones en contra de sus postulados. La
utilización de las colonias como proveedoras de recursos y su exclusión de los
circuitos comerciales dieron lugar, entre otras razones, a acontecimientos
como la guerra de la independencia estadounidense, porque los colonos
pretendían obtener con libertad su propio bienestar económico. Al mismo
tiempo, las industrias europeas que se habían desarrollado con el sistema
mercantilista crecieron lo suficiente como para poder funcionar sin la
protección del Estado. Poco a poco se fue desarrollando la doctrina del
librecambio. Los economistas afirmaban que la reglamentación
gubernamental sólo se podía justificar si estaba encaminada a asegurar el libre
mercado, ya que la riqueza nacional era la suma de todas las riquezas
individuales y el bienestar de todos se podía alcanzar con más facilidad si los
individuos podían buscar su propio beneficio sin limitaciones. Este nuevo
planteamiento se reflejaba sobre todo en el libro "La riqueza de las naciones"
(1776) del economista escocés Adam Smith. El primer requerimiento para un
acuerdo de libre comercio es la eliminación de todas las tarifas, cuotas, y
convenciones comerciales bilaterales o multilaterales que inhiban la libre
operación de los mercados internacionales. Cada nación debe tener la libertad
de vender sus bienes en la otra, y cada nación debe estar abierta a los
productos de la otra. Desgraciadamente, el afán de proteccionismo está muy
arraigado entre las naciones. Esta reminiscencia de un mercantilismo
anacrónico reaparece cuando una nación obtiene una ganancia o ventaja en
los precios en un producto o línea de productos particular.

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