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LA NACION | OPINIÓN | COLUMNISTAS

El populismo del lenguaje


tiene su gramática
militante

Luciano RománPARA LA NACION


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Calificar esa excentricidad como "inclusiva" implica entender el
uso correcto del idioma como "excluyente"; no es así como se
combate la discriminación

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27 de agosto de 2019
" Chiques... para la próxima clase todes deben leer...". Cada vez son
más los profesores que les hablan a sus alumnos con "lenguaje
inclusivo". Suprimen el femenino y el masculino, aniquilan el
género neutro y aplican su propio diccionario reñido con el
español. Más que una excentricidad gramatical, es parte de la
docencia militante, a la que se pliegan también varias
universidades.
En nombre de una supuesta corrección política, avanza la idea de
imponer una gramática y una sintaxis "inclusivas" que proponen
una nueva grieta. Falta poco para que aquellos que no
digamos todes (en lugar de todos) o nos resistamos a duplicar el
lenguaje (todas y todos; estudiantes y estudiantas; miembros
y miembras), seamos acusados de discriminadores, sexistas y
reaccionarios. La propia denominación de "inclusivo" le asigna al
otro el carácter de "excluyente".
Aunque resulte políticamente incorrecto, quizá valga la pena
resistirse a la moda en defensa de nimiedades tales como el valor
del lenguaje, la claridad conceptual y la libertad de expresión. Y en
defensa, también, de reclamos tan justos e indispensables como el
de la igualdad de género, que no merecen ser devaluados con
cierta tilinguería militante.

No hace falta ser lingüista para entender que en el idioma español


el género no está necesariamente referido al sexo. Hay una
nutrida cantidad de nombres que son de género gramatical
femenino, pero incluyen tanto a hombres como a mujeres (una
persona, una criatura, una víctima). Tampoco hace falta caer en
áridas disquisiciones para aceptar que el masculino funciona
muchas veces como género neutro, abarcativo de ambos sexos.
Pelearse con el idioma y decir (como hizo hace poco una diputada
española) "portavoces y portavozas" nos aleja del feminismo para
conducirnos al ridículo. Coquetear en las aulas con el "lenguaje
igualitario" no parece contribuir, tampoco, a que los chicos
aprendan a hablar y escribir correctamente (un objetivo que cada
vez se cumple menos).
Pero el problema (al menos el más grave) no es que haya docentes,
periodistas, políticos o intelectuales que recurran a estas
extravagancias gramaticales para llamar la atención. El problema
es que se intente imponerlo y se pase a una suerte de
"autoritarismo de género" que arrase hasta con las reglas de la
lengua castellana. ¿Se terminará creando una policía del lenguaje?
No estamos demasiado lejos.

En ámbitos oficiales ya hay protocolos y "manuales de estilo" que


obligan a utilizar fórmulas de "lenguaje inclusivo". Y cada vez es
más difícil objetarlas, aunque sea con argumentos técnicos y
fundamentos gramaticales. El "todas y todos" aún no es
obligatorio por ley, pero vamos en ese camino. ¿Tendremos que
allanarnos mansamente? ¿O se nos permitirá argumentar en
contra, sin ser descalificados ni acusados de discriminadores y
trogloditas?

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Para empezar, toda ley que nos obligue a escribir o a pensar de


determinada manera debería ser resistida. El lenguaje y las formas
de expresión no deberían someterse a otras normas que no sean
las de la ortografía, la sintaxis y la gramática. Y no deberían estar
limitadas por otras leyes que no sean las que penalizan la
calumnia, la injuria y la protección de la intimidad.

Quienes cultivamos, con mayor o menor destreza, el oficio de


escribir tenemos derecho a defender el estilo, la simplicidad y la
economía lingüística como parte de nuestras herramientas.
¿Hablan en serio cuando dicen que la República de los Niños, en
La Plata, debería llamarse República de los Niños y las Niñas? Ya
hay algunos que votan por República de les Niñes. ¿Se imaginan un
diario obligado a mencionar todos los sustantivos que designan a
seres animados en sus versiones masculina y femenina? En
nombre de una "inclusión" mal entendida, ¿deberíamos renunciar
a la fuerza y la simplicidad del lenguaje periodístico? ¿A quién se
le ocurre que el "correo de lectores" excluye o discrimina a las
lectoras? ¿Acaso los colegios de abogados o de médicos deberían
aclarar que no excluyen a las abogadas y las médicas? "Mañana
habrá elecciones en el Colegio de Arquitectos y Arquitectas",
debería ser la convocatoria "inclusiva".
El feminismo vanguardista no perdía el tiempo en pelearse con la
gramática, a la que en todo caso supo tomar como aliada. Un
brillante artículo de Juan Javier Negri publicado por LA NACION
(22/02/2018) cuenta cómo fue precisamente la corrección
gramatical la que permitió que, en 1919, una pionera del
feminismo, Julieta Lanteri, se convirtiera en la primera mujer que
se postuló en la Argentina a una banca en la Cámara de
Diputados. Mucho antes de que se les reconociera a las mujeres el
derecho al voto, Lanteri recurrió ante la Junta Electoral con un
argumento inapelable: al establecer las condiciones para
postularse a un cargo electivo, la Constitución -sostuvo- "emplea
la designación genérica de ciudadano, sin excluir a las personas de
mi sexo". La Junta reconoció que tenía razón. Obtuvo el 1% de los
votos. Pero no fue por el lenguaje supuestamente "excluyente",
sino, en todo caso, por un primitivo machismo cultural del que
todavía quedan resabios.
En ámbitos políticos o sindicales, y por supuesto en las redes
sociales, muchos textos ya se escriben en "lenguaje neutro o
asexuado", que reemplaza por una "x" o una arroba las vocales
determinantes de género. El resultado, desde el punto de vista
sintáctico, es tan chocante como incomprensible. Vale como
metodología militante. El problema es la intención, cada vez más
evidente, de imponerlo y de estigmatizar a aquel que siga
escribiendo como un "machista, discriminador y retrógrado".

Francia, que suele tomar la delantera en cuestiones de


progresismo cultural, ya decidió cortar por lo sano. Por decreto, el
gobierno prohibió utilizar el llamado "lenguaje inclusivo" en los
textos oficiales. Fue después de que la Academia Francesa de la
Lengua alertó sobre el "peligro mortal" que suponía para el idioma
la gramática "inclusiva".

Falta mucho para lograr la plena igualdad de género. Pero lo que


falta no parece ser, precisamente, el esnobismo gramatical.
Decir todes en lugar de "todos" no nos hace más inclusivos, ni más
igualitarios, ni más respetuosos. Si se llegara al disparate de
obligarnos a emplear esta suerte de populismo sintáctico,
retrocederíamos, en nombre de un falso progresismo, a aquellas
épocas en las que había nombres prohibidos y se intentaba
imponer un "lenguaje oficial".
Si alguien quisiera distraernos del flagelo brutal de la violencia
contra la mujer o de la desigualdad laboral y de otras
discriminaciones aberrantes, lo más eficaz sería hablar de
"miembros y miembras". Como tantas otras veces, pondríamos el
acento (o la vocal) en el lugar equivocado.
Periodista y abogado
Por: Luciano Román
LA NACION | OPINIÓN | VIOLENCIA DE GÉNERO

Julieta Lanteri, una


pionera del feminismo

Juan Javier Negri


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22 de febrero de 2018

Julieta Lanteri nació en Italia, en 1873, llegó a la Argentina siendo


una niña y falleció en Buenos Aires el 23 de febrero de 1932.
Mañana se cumplen 86 años de su muerte. Pero no fue una
inmigrante más: a lo largo de su vida protagonizó algunos de los
episodios judiciales más sonantes de su época, que abrieron paso
a los primeros reclamos de las mujeres y a las incipientes
organizaciones feministas en busca de la igualdad cívica.

Su primer caso fue administrativo: logró ser admitida en el


Colegio Nacional de La Plata en 1886 y fue la primera mujer
egresada de esa institución. Eso la habilitaba para ingresar a la
Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, pero esa
posibilidad estaba vedada a las mujeres. Presentó entonces un
recurso ante el decano de la facultad y finalmente se graduó como
farmacéutica en 1898 y al recibirse, en 1906, se convirtió en la
quinta médica argentina.
Su segundo caso tuvo peor suerte: pidió ser admitida en la carrera
docente, pero después de un año el trámite fue rechazado por la
universidad porque era extranjera. Julieta entonces pidió su carta
de ciudadanía, para lo que debió pedir permiso a su marido, y la
obtuvo en 1910.

En 1911, la Municipalidad de Buenos Aires llamó a actualizar el


padrón ante las inminentes elecciones para concejales. El voto
femenino aún no existía; recién fue aprobado en 1947. La
convocatoria se hizo "a los ciudadanos residentes en la ciudad que
tuvieran un comercio o industria o ejercieran una profesión liberal
y pagasen impuestos". Como nada decía sobre hombres o mujeres,
Julieta se basó en ese detalle y pidió a la Justicia Electoral ser
incluida en el padrón para votar. Y ganó. Fue su tercera batalla.

En noviembre de 1911, Julieta logró votar, varias décadas antes de


que se permitiera el voto femenino. El presidente de mesa, Adolfo
Saldías, se felicitó por firmar la constancia "del primer sufragio de
una mujer en el país y en América Latina".

En 1912 se promulgó la ley Sáenz Peña de voto universal, secreto y


obligatorio para los inscriptos en el padrón. Para evitar que otras
mujeres siguieran el ejemplo de Julieta, la inscripción "se basaba
en el registro del servicio militar"; por consiguiente, excluía a las
mujeres.

Julieta inició entonces su cuarta batalla: se presentó ante la


autoridad militar para enrolarse. No pudo. Entonces apeló ante el
Ministerio de Guerra, pero su recurso fue rechazado. Ella
encontró otro argumento, ingenioso como el de 1911: la ley le
impedía votar, pero no ser candidata. Y sostuvo ante la Junta
Electoral que "la Constitución emplea la designación genérica de
ciudadano sin excluir a las personas de mi sexo. La ley electoral no
cita a la mujer en ninguna de sus excepciones".

La Junta reconoció que tenía razón: en 1919 se postuló como


candidata a diputada. Así, fue la primera mujer candidata en la
Argentina ¡aunque no podía votar! Obtuvo el 1% de los votos;
todos sus votantes, obviamente, eran hombres. Había ganado su
quinta batalla.

En 1921, se dictó una ley que no solo ponía techo al aumento de


los alquileres, sino que también los rebajaba. Julieta tenía un
inquilino, Agustín Ercolano, que quiso pagar la renta reducida.
Julieta se negó. Ercolano entonces depositó judicialmente lo que
creía adeudar y demandó a Julieta. Ella alegó que la ley de
alquileres afectaba su derecho de propiedad y la cuestionó por
inconstitucional. En pocos meses la cuestión llegó a la Corte
Suprema, que en abril de 1922 resolvió que "ni el derecho de usar
y disponer de la propiedad ni ningún otro derecho reconocido en
la Constitución reviste el carecer de absoluto, habiendo confiado
al Poder Legislativo la misión de reglamentar dentro de ciertos
límites el ejercicio de los derechos que ella reconoce".

En 1926 se dictó una nueva ley de servicio militar. Como el


derecho a votar estaba sujeto al enrolamiento en el ejército o la
marina, Julieta, "fundada en preceptos constitucionales", pidió
alistarse.
En agosto de 1927, el juez de primera instancia dijo que "la ley de
enrolamiento se refiere pura y exclusivamente a los ?ciudadanos
argentinos' y de ninguna de sus disposiciones surge y ni siquiera
se infiere que se incluya también a la mujer ciudadana".

En mayo de 1928, la Cámara Federal de La Plata confirmó la


decisión, porque entre los derechos de la mujer "no figuraba el
goce y ejercicio de los derechos políticos ni su inclusión en los
registros de enrolamiento".

Julieta dijo que la exclusión de la mujer afectaba "garantías


primarias de la Constitución", como la igualdad ante la ley y la
inexistencia de prerrogativas de nacimiento, y llevó la cuestión a
la Corte, que resolvió en mayo de 1929 .

El tribunal reconoció "que ninguna ley prohíbe en términos


expresos la inscripción de la mujer ciudadana en los registros de
enrolamiento". Pero "por obvios fundamentos de todo orden, está
exenta y aun excluida de ese deber".

La Corte dijo que había que "asignar a las normas la


interpretación que dicta el recto sentido de las cosas y la realidad
misma" y que "la igualdad ante la ley no tiene carácter absoluto, y
si por diversidad de situaciones y circunstancias la igualdad es
relativa entre un hombre y otro, debe serlo con igual razón entre
un hombre y una mujer, de fundamental disparidad en el orden de
la naturaleza".
Julieta perdió. La Corte no le dio la razón. Había sido su séptima
batalla.

Varias veces se presentó como candidata en elecciones, con poco


éxito, pero ya era una figura pública controvertida.

Acitvista por los derechos de la mujer, fundó el Partido Feminista


Nacional, la Asociación de Universitarias Argentinas y, años más
tarde, organizó el Primer Congreso Femenino Internacional, el
Primer Congreso del Niño a nivel mundial, la Liga Pro Derechos
de la Mujer y la Liga por los Derechos del Niño, además de
participar en la Liga contra la Trata de Blancas.

Hasta que llegó la batalla definitiva. A partir de 1930, comenzó a


recibir amenazas anónimas. El presidente Uriburu había
designado a la Legión Cívica (de extrema derecha, de orientación
fascista y a la que se le adjudicaba la muerte de varios opositores)
"partido único". En febrero de 1932, uno de sus afiliados, David
Klappenbach, manejando su automóvil marcha atrás, subió a la
vereda de Diagonal Norte y Suipacha, en pleno centro de Buenos
Aires, y la arrolló. Julieta murió dos días después.

A pesar de los testimonios, la policía rotuló el caso como


"accidente" y borró de los registros el nombre del conductor y los
datos del vehículo. La casa de la periodista de El Mundo que
denunció las irregularidades fue saqueada por policías de civil?
Las batallas de Julieta fueron episodios de una larga y única
guerra que peleó con uñas y dientes en los tribunales y en las
calles de la ciudad. Perdió cuando se usó contra ella un arma que
nunca había usado: la violencia. Julieta siempre dirimió sus
contiendas ante la Justicia.

Su nombre está unido a la lucha por las garantías constitucionales


y los derechos civiles de la mujer. Su cuestionamiento a cuanto
afectara sus derechos fue un ejemplo de civismo y de confianza en
la Justicia, más allá del resultado.

Por: Juan Javier Negri


https://www.letraslibres.com/espana-mexico/cultura/bondades-peligros-y-redundancias-del-
lenguaje-inclusivo

Si queremos que la sociedad sea más igualitaria, usemos


el lenguaje inclusivo con mesura y aportemos soluciones
imaginativas.
Mamen Horno

25 julio 2018

Como tantas otras veces, este verano nuestro querido país ha vuelto a
sentir la vorágine de las dos Españas. En esta ocasión, la excusa ha sido el
informe que la vicepresidenta del Gobierno ha pedido a la RAE sobre el
lenguaje inclusivo en la Constitución. Y así, de igual modo que Moisés
dividió las aguas, este tema ha creado una brecha infranqueable: a la
derecha, los que entienden en el lenguaje inclusivo una nueva moda
inconsistente y superflua; a la izquierda los que miran con recelo a los que
se niegan a crear una realidad más igualitaria a través del lenguaje. Y aquí
vengo yo, a defraudar a unos y a otros y hablar de las bondades, los
peligros y las redundancias de hablar siempre en femenino.

Empecemos por las bondades. Si mis estudiantes hablan de su profesor de


Lingüística en la sobremesa, no creo que sus familiares tengan una
imagen de una mujer como yo. Hay quien me dirá que no quiere
especificar mi sexo, que solo le interesa marcar mi profesión y que por
eso utiliza el “masculino-genérico”. Pero es que le interese o no, su
interlocutor se va a hacer una imagen de mí. Y como no es posible tener
una imagen asexuada de los referentes humanos, utilizará su prototipo de
profesor, que siempre es masculino. Únicamente utilizando el femenino
se conseguirá una imagen de profesora mujer. Lo mismo podemos decir,
claro está, cuando nos referimos a un grupo de personas concretas que son
todas mujeres. No tiene ningún sentido hablar en masculino en estos
contextos, pues nos interese o no marcar el sexo de los referentes, lo
cierto es que lo tienen y no es bueno invisibilizarlo. Lo que no se nombra,
no se imagina y por tanto, para nosotros, primates semióticos por
excelencia, simplemente no existe. Si queremos que la sociedad sea más
igualitaria, hablemos en femenino cuando nos refiramos a referentes
concretos de mujeres. Sea en la sobremesa o en la constitución: la
vicepresidenta que pidió el informe, las abogadas que llevaron mi caso.

¿Cómo debemos hablar en femenino? ¿Necesitamos hacer que todo


termine en –a? Obviamente no. Lo importante, ya sabemos, es que quede
claro que son mujeres. Cómo se haga dependerá del hablante: es
suficiente, por supuesto, utilizar el artículo: la vicepresidente es tan
femenina como la vicepresidenta. Dejemos libertad a los hablantes para
decidir qué terminación utilizar y que sea, como siempre, el tiempo el que
dicte sentencia.

Otro asunto distinto es el uso de las expresiones que se usan para


generalizar, tanto si están en singular (cada español), como en plural (los
trabajadores). Utilizar el masculino en estos contextos para hablar de
todos (hombres y mujeres) no invisibiliza del mismo modo que el
singular, pues uno puede imaginar un grupo con personas de ambos
sexos. Ahora bien, no nos engañemos, tampoco ayuda a visibilizar.
Cuando está claro que existen referentes femeninos (como en los
españoles), el problema no es grave, pero si estamos hablando de un
ámbito en el que antes no había mujeres (como en los ministros), el
problema es mayor porque no ayuda a normalizar que las mujeres
tengamos puestos de responsabilidad. De ahí que sea en estos contextos
en los que, en ocasiones, y como medida puntual, sea interesante utilizar
el doblete en los nombres o especificar el género en las expresiones
singulares (todo miembro, hombre o mujer).

¿Por qué el doblete solo en los nombres? Porque el sexo del referente se
vincula a la expresión como totalidad. Queridos y queridas amigos y
amigas tiene el mismo poder visibilizador que queridos amigos y amigas,
y es sensiblemente más cansado.

¿Y por qué solo de manera puntual? Porque aunque utilizar el doblete


ayuda a la visibilización de la mujer, es un arma de doble filo. Y aquí
llegamos a los peligros del lenguaje inclusivo. Es evidente que el uso
constante de doblar los sustantivos requiere de una persistencia y una
consciencia que difícilmente perdura en el tiempo. Por tanto, doblar va a
convivir, muy probablemente, con los usos genéricos. Esto es, a veces
diremos las ministras y los ministros y otras veces diremos los
ministros para referirnos a un grupo igualmente mixto. Sin embargo, un
uso continuado del doblete implica que, poco a poco, el uso del masculino
no nos incluya. En mi generación, si un profesor decía “que levante la
mano el niño que quiera salir”, las niñas nos sentíamos aludidas; hoy en
día no, o no siempre. Y es esta una consecuencia nefasta de doblar
constantemente el masculino y el femenino. Máxime en algunos
contextos, como el legal.

Hemos llegado a un aparente callejón sin salida: si doblamos, nos


excluimos; si no lo hacemos, no visibilizamos nuestra presencia. Tal vez
la respuesta esté en utilizar soluciones más imaginativas. En la lengua
cotidiana, doblemos con mesura, usemos el femenino como genérico en
los contextos en los que las mujeres seamos mayoría y hagamos explícito
el uso no genérico del masculino (“Los trabajadores hombres”) para
reivindicar nuestro lugar en el uso genérico. En los textos legales, seamos
cautos con las implicaciones de los usos lingüísticos. Y, sobre todo,
conozcamos las posibilidades reales del sistema. Solo así podremos usarlo
como un arma eficaz.
Mamen Horno
(Madrid, 1973) es profesora de lingüística en la Universidad
de Zaragoza. En 2002 publicó el ensayo 'Lo que la
preposición esconde' (Prensas Universitarias de Zaragoza).
https://www.lavozdegalicia.es/noticia/cultura/2018/01/05/lenguaje-inclusivo-

tonteria/0003_201801G5P34991.htm

LA VOZ DE GALICIA
CULTURA

Concepción Company: «El lenguaje

inclusivo es una tontería»


«Igualdad no es que te llamen arquitecta, es que te
paguen igual y tengas las mismas oportunidades», dice la
académica de la lengua de México

ELISA ÁLVAREZ
SANTIAGO / LA VOZ 05/01/2018 08:09 H

Concepción Company Company (Madrid, 1954) ocupó su silla en


la Academia Mexicana de la Lengua en el año 2005, y en el
2016 ingresó en el Colegio Nacional de México, una institución
que desde su creación tuvo 98 miembros varones y solo cuatro
mujeres. Pero esta gran conversadora lo tiene claro: «No quiero
que me incluyan por ser mujer, pero tampoco que me excluyan,
que no me vean o no me tengan en cuenta por serlo».
-¿Es sexista el lenguaje?
-Creo que la gramática no es sexista ni deja de serlo. No es un
concepto que pueda ser aplicado a la gramática, pero sí al lenguaje
y al discurso.
-¿Entonces sí puede serlo el lenguaje?
-Puede serlo el uso que hagamos de la gramática o cómo
construyamos el discurso. Eso sí puede serlo, y de hecho muchas
veces lo es. La gramática es totalmente aséptica, está ahí porque le
funciona a una comunidad, pero el uso sí puede ser sexista. Por
ejemplo, cuando a un hombre le dan un premio los periódicos
mexicanos suelen decir: Juan Pérez fue reconocido con el premio
Cervantes. En este caso Juan está a la cabeza de la oración, figura
como el tópico, el principal. Pero si es una mujer con frecuencia
aparece: el premio Cervantes le fue otorgado a Juana Pérez. Aquí
quien aparece a la cabeza es el premio y la pobre Juana está a la
cola. Eso sí es discriminatorio. También ocurre que si el premiado
es un hombre se escribe un texto con su currículo y si es una
mujer se ponen como mucho tres líneas.

-Por no contar cuando se dice que está casada y tiene


hijos.
-¡No me diga, eso me levanta la presión [exclama], la tensión,
como dicen en España! Es como María Moliner, una gran
lexicógrafa de quien todo el mundo dice que tenía cinco hijos y le
zurcía los calcetines al marido. Eso sí es discriminatorio, por eso le
digo que el discurso sí puede serlo, pero la gramática únicamente
recoge repositorios históricos de siglos y milenios, y una
comunidad funciona con ella.
-Por otro lado, tenemos un discurso de lo políticamente
correcto, aunque Francia acaba de prohibir el lenguaje
inclusivo en textos institucionales. En España los
discursos insisten en el compañeras y compañeros.

-Le hablo como gramática e historiadora de la lengua: es una


tontería; así, tranquilamente. En primer lugar, no es equidad de
género, sino de sexo, el género es de la gramática, y aunque pueda
escandalizar, es una obviedad gramatical que el género masculino
no significa masculino hombre, sino que es indiferente al sexo. El
género gramatical que en la lengua española puede discriminar es
el femenino. Si yo digo: todos tenemos sentimientos, no es
androcéntrico, no es machismo. Me parece además que el lenguaje
incluyente es antieconómico, no me imagino a un creador
diciendo ‘‘queridos compañeros y queridas compañeras’’. En aras
de esa equidad estamos perdiendo equilibrio, elegancia en la
lengua y podemos cometer errores gramaticales. En México hay
una pelea en la Cámara de senadores para intentar modificar la
Constitución... En fin, lo que tenemos que modificar es la
sociedad.

-El cambio debe darse entonces en la sociedad.


-Sí, hace dos años en la UNAM hubo una campaña de equidad de
sexo, mal llamada equidad de género, que decía: equidad es que te
llamen arquitecta. A mí me pueden llamar ‘‘oye, tú’’, o no
llamarme de ningún modo; igualdad es que me paguen igual, me
contraten igual y que tenga las misma oportunidades sociales. En
el Colegio Nacional al que pertenezco corren ríos de tinta por el
escaso número de mujeres que hay, pero yo no quiero que me
incluyan por ser mujer, como no quiero que me excluyan por ello.
Y esta batalla no se da en la gramática, se da en la sociedad.
Cuando las sociedades sean igualitarias estoy segurísima de que
los hábitos gramaticales se van a modificar. Y no es banal
preguntarse por qué hay tan pocas mujeres en instituciones como
las academias, hay que preguntárselo y no es trivial.

-¿Deberían tenerse más en cuenta las variantes de los


países de Latinoamérica para elaborar diccionarios y
gramáticas?
-Ese es el ideal, y creo que estamos en el camino de mostrar la
riqueza del español americano, que además aporta
aproximadamente el 92 % de los hablantes nativos de lengua
española. La lengua es el patrimonio inmaterial de cualquier ser
humano y nos va la vida en defenderla. De hecho, un peruano y un
español pueden tener discusiones acaloradísimas de por qué la
palabra patata aparece como primera definición y no papa.
En patata se define el tubérculo y el 92 % de los hispanohablantes
se sienten en segundo lugar. La gramática dice: en Perú se dice
así, en Ecuador así, y en el español general de tal modo... Pero,
¿cuál es ese español general si hay 350 millones de
hispanohablantes que lo dicen de otra forma?

-Es decir, que no haya acepciones de primera o de


segunda.
-Exactamente, cuando no haya jerarquías identitarias no habrá
problema. Otra característica de las gramáticas es que
ponen americanismo, como si fuera una sola lengua, un error
garrafal por el que hemos batallado mucho.

«Hay escritores descuidados y eso no es un hecho de


creatividad»
Afirma que no puede confundirse descuido con creatividad. Para
Company los escritores deberían ser precisos con el uso que hacen
de la gramática.
-¿Debe un escritor ser exquisito con el lenguaje o en la
libertad de un texto literario caben fórmulas no
correctas?

-Una cosa es ser creativo y otra cometer errores o ser descuidado.


Hay escritores descuidados, donde se ve que hay inconcordancias,
y eso me molesta porque no es un hecho de creatividad. Estoy
segura de que un escritor afina, depura... Pensemos en las
ediciones en donde se ven los muchos manuscritos elaborados.
Por ejemplo, uno cree que Madame Bovary salió a la primera y no
es así. Me molestan estos descuidos en los que veo un adjetivo mal
concordado, que no tiene nada que ver con la
creatividad. Rayuela tiene muchas historias de rompecabezas y
sin embargo Cortázar era un exquisito y tiene una altísima
creatividad.

-El diccionario de la RAE ha incorporado palabras como


táper o cracker. ¿Es bueno recoger palabras de otros
idiomas o debemos proteger nuestro vocabulario?
-En este caso mi corazón y mi cabeza no están sintonizados. Como
gramática creo profundamente en que no pasa nada porque el
contacto llegue a las lenguas y estas se enriquezcan. Nadie se
asusta de que la lengua española tenga 5.000 arabismos y vamos
al supermercado a comprar aceite, no óleo. Mi cabeza me dice que
las lenguas se enriquecen con el contacto, entran préstamos y no
pasa nada. Ahora, cuando llegamos al corazón, evito hasta donde
me es posible usar anglicismos si tengo equivalente en castellano,
y tengo que hacer ese esfuerzo. En México hay una franja de edad
en que se cree que diciendo cool y naíf se habla más bonito, y a mí
me parece un espanto.
9/9/2019 ¿Qué opinan los lingüistas sobre el lenguaje inclusivo? – Anuario de Glotopolítica

Anuario de Glotopolítica


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¿Qué opinan los lingüistas sobre el


lenguaje inclusivo?

POR GLOTOPOLITICA
AGOSTO 23, 2018
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Plumas Atómicas (h ps://plumasatomicas.com/explicandolanoticia/que-opinan-los-linguistas-sobre-


el-lenguaje-inclusivo/)

Para algunos, que el lenguaje inclusivo se esté discutiendo desde México hasta Argentina y desde
la UNAM hasta la Real Academia Española (RAE) es un éxito de una serie de movimientos que
han hecho todo para hacer ver que hay algo extraño en la forma como desde el lenguaje se construye
nuestra interpretación de la sociedad y los roles de género que de ella emanan.

Ya te hemos presentado casos que van desde el ridículo hasta opiniones editoriales, sin
embargo, ¿qué piensan los lingüistas? Como ninguna comunidad, aún las de expertos, están fuera
de la sociedad que los gesta, así que las opiniones están bastante divididas.

El debate, en buena medida, gira sobre prescripción y descripción:¿puede un científico o un experto


‘posicionarse’ sobre el objeto que analiza? Para un científico social o un científico natural esta
dictomía no existe: un zoólogo, aunque sea vegano, no podría juzgar ni condenar a los tigres por
comer carne, ni un sociólogo (debería) condenar los procesos sociopolíticos que conformaron, por
ejemplo, una institución como la Iglesia Católica.
https://glotopolitica.com/2018/08/23/que-opinan-los-linguistas-sobre-el-lenguaje-inclusivo/ 1/5
9/9/2019 ¿Qué opinan los lingüistas sobre el lenguaje inclusivo? – Anuario de Glotopolítica

Enrique Bermudez
@enriquebermudez

Años hablando con lenguaje incluyente, siempre marcando


tendenciee
16,5 mil 23:04 - 30 jul. 2018

3.915 personas están hablando de esto

Sin embargo, los hispanoparlantes le exigen a los lingüistas posicionarse frente a su objeto de
estudio por una cuestión histórica: la RAE se fundó como una institución que reglamentaba el
‘correcto uso del Castellano (no, no se llama español… para los españoles, claro). Por más de
doscientos años, la RAE marcó reglas que tenían que cumplirse; el problema es que, hoy, la institución
ya no prescribe, sólo describe.

José Manuel!! @Castelao_JM · 22 ago. 2018


En respuesta a @RUTH_GARCIA_ @RAEinforma
No coincido... A ver porque no se les dice estudiantas? Por la misma
razón que no se puede escribir o decir presidenta... No es cuestión de
género es gramátical.

RAE
@RAEinforma

#RAEconsultas Los sustantivos en «-nte» son, por norma,


comunes en cuanto al género: «el/la estudiante», «el/la
cantante»... Solo algunos han generado un femenino específico en
«-a», validado por el uso culto, como «asistenta», «presidenta» o
«sirvienta».
1 9:56 - 22 ago. 2018

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Hay unos que han tratado de dejar claro, a través de reportes y análisis, cómo el tema los
rebasa: frente a un tema político y pragmático, los gramáticos, lexicógrafos, semánticos y demás
especialistas de la lengua no pueden tener posturas expertas, sólo opiniones personales.

Por ejemplo, el académico Ignacio Bosque dirigió un informe para la RAE en el que, en buena
medida, dice que esta discusión no le toca a la Academia, sino a la sociedad y que, como institución
que describe el uso social del lenguaje, ya tendrá oportunidad de alcanzarla:

“los responsables o los impulsores de [las guías del lenguaje no sexista] entienden que no corresponde a los
lingüistas determinar si los usos verbales de los hispanohablantes son o no sexistas. Aunque se analizan en
ellas no pocos aspectos del léxico, la morfología o la sintaxis, sus autores parecen entender que las
decisiones sobre todas estas cuestiones deben tomarse sin la intervención de los profesionales del
lenguaje, de forma que el criterio para decidir si existe o no sexismo lingüístico será la conciencia
social de las mujeres o, simplemente, de los ciudadanos contrarios a la discriminación.” (Vía: RAE
(h p://www.rae.es/sites/default/files/Sexismo_linguistico_y_visibilidad_de_la_mujer_0.pdf))

https://glotopolitica.com/2018/08/23/que-opinan-los-linguistas-sobre-el-lenguaje-inclusivo/ 2/5
9/9/2019 ¿Qué opinan los lingüistas sobre el lenguaje inclusivo? – Anuario de Glotopolítica

Otros académicos, como la doctora Concepción Company, miembro de número de la Academia


Mexicana de la Lengua, desestiman por completola utilización del lenguaje inclusivo como “una
tontería”, pues utilizarlo no garantiza automáticamente la equidad de derechos para hombres y
mujeres:

“es una tontería; así, tranquilamente. En primer lugar, no es equidad de género, sino de sexo, el género es
de la gramática, y aunque pueda escandalizar, es una obviedad gramatical que el género masculino no
significa masculino hombre, sino que es indiferente al sexo. El género gramatical que en la lengua española
puede discriminar es el femenino.” (Vía: La Voz de Galicia
(h ps://www.lavozdegalicia.es/noticia/cultura/2018/01/05/lenguaje-inclusivo-
tonteria/0003_201801G5P34991.htm))

¿Es sexista la lengua española?

https://glotopolitica.com/2018/08/23/que-opinan-los-linguistas-sobre-el-lenguaje-inclusivo/ 3/5
9/9/2019 ¿Qué opinan los lingüistas sobre el lenguaje inclusivo? – Anuario de Glotopolítica

Definitivamente, el lenguaje no es responsable de la forma cómo se han organizado históricamente


la sociedades. Sin embargo, como mencionan Karina Galperín, doctora en Letras y profesora de la
Universidad Torcuato Di Tella, y Santiago Kalinowski, miembro de la Academia Argentina de
Letras, buena parte de la sociedad reconoce que las condiciones sociales que determinaron, a su
parecer, un uso sexista del lenguaje, han cambiado. (Vía: La Nación
(h ps://www.lanacion.com.ar/2145251-que-es-el-lenguaje-inclusivo-y-por-que-algunos-linguistas-
estan-a-favor))

"Les diputades indecises": polémica por el uso …

María del Carmen Horno Céliz, profesora de Lingüística de la Universidad de Zaragoza, acepta que
el problema es, cuando menos, uno que requerirá discusiones largas y soluciones creativas que, a
su parecer, todavía no encontramos:

“un uso continuado del doblete implica que, poco a poco, el uso del masculino no nos incluya. En mi generación,
si un profesor decía ‘que levante la mano el niño que quiera salir’, las niñas nos sentíamos aludidas; hoy en día
no, o no siempre. Y es esta una consecuencia nefasta de doblar constantemente el masculino y el
femenino. Máxime en algunos contextos, como el legal.” (Vía: Letras Libres
(h ps://www.letraslibres.com/espana-mexico/cultura/bondades-peligros-y-redundancias-del-
lenguaje-inclusivo))

Como cualquier científico, social o natural, los lingüistas hoy sólo describen los procesos que
analizan. Todos coinciden, por un lado, que la lengua (cualquiera) no es en sí misma machista sino
que nació y refleja una sociedad machista frente a la que hay muchas formas de operar, tanto como
individuos como colectivo, sin embargo eso ya no les toca a elles. Nos toca a nosotres.

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lenguaje inclusivo?”
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9/9/2019 ¿Qué opinan los lingüistas sobre el lenguaje inclusivo? – Anuario de Glotopolítica

https://glotopolitica.com/2018/08/23/que-opinan-los-linguistas-sobre-el-lenguaje-inclusivo/ 5/5
(1990), «El idioma español y lo femenino», en Puro cuento, año V, n.º 25,
noviembre-diciembre. Buenos Aires: Puro Cuento S.R.L., pág. 27.

Pseudónimo de Teresa de Jesún Pérez Vergara

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