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1. ¿Qué son los mitos sexuales?

La sexualidad es una manera de vivir la forma de ser de cada uno de


nosotros, algo innato a nuestra personalidad, una experiencia íntima
como seres sexuados que nos acompaña desde que nacemos hasta
que morimos. Es amar, emocionarse, sentir placer; es comunicarse con
uno mismo y con las personas, sea desde el cuerpo, con gestos,
ademanes, posturas o palabras". Lozano Reueda P., 2004.

Según la Real Academia de la lengua Española (RAE), la palabra mito


puede tener distintas acepciones:
1. Narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y
protagonizada por
personajes de carácter divino o heroico
2. Historia ficticia o personaje literario o artístico que condensa alguna
realidad
humana de significación universal
3. Persona o cosa rodeada de extraordinaria estima
4. Persona o cosa a las que se atribuyen cualidades o excelencias que
no tienen, o
bien una realidad de la que carecen.

Según Agripino Matesanz, “en nuestros días se aplica el término de mito


como sinónimo de creencia, la mayor parte de las veces idea infundada
(falsa creencia), pero fuertemente anclada en la mente de muchas
personas” En este sentido es en el que se habla aquí del mito del
tamaño del pene, la importancia del coito y limitación de la sexualidad al
área genital o el papel secundario de la mujer en la
relación sexual, etc., mitos o falsas creencias muy arraigadas en la
sociedad actual.

Siguiendo al mismo autor:


Los mitos, por tanto, “son una opinión infundada sobre algo, expresada
con la convicción que suele acompañar a la ignorancia, porque parece
que tienen sentido o, simplemente, porque deseamos que sean verdad;
se convierten con facilidad en una creencia de toda una comunidad o
una generación, mostrando la escasa, y muchas veces falsa,
información de nuestra sociedad”

2. Causas de los mitos sexuales.


2.1 Falta de información.

El tema de la sexualidad ha sido un campo muy tabuizado y negado, del


que no se podía hablar con naturalidad con mayores o familia. Cuando
estamos en la adolescencia es cuando se comienza a hablar de esta
con los amigos y normalmente a las dudas que tenemos tratamos de
darle respuesta a través de los compañeros que tienen la misma
información o más distorsionada aún. Esta información la consiguen a
través de medios o fuentes nada fiables: revistas de adolescentes,
películas, educación sexual-moralista, pornografía e incluso literatura.

Para María Antonia Güell, 2006, aunque hoy en día la ciencia intenta
acabar con la desinformación existente en torno a la sexualidad, el tema
sigue despertando pudor y se cae a menudo en el error de exponer los
resultados de investigaciones de forma excesivamente científica,
aportando datos fisiológicos puros. De igual forma, Navarro y Vargas
(2003), hacen hincapié en que los conocimientos que los adolescentes
estamos recibiendo se basan solo en lo biológico y no desde la
perspectiva integral. Mientras para la sexóloga María Adelaida Vásquez,
la mayor parte de las charlas sobre sexualidad adolescentes impartidas
en los centros de estudio vienen impregnadas de un moralismo
mimetizado que se argumenta de diversas formas.

Y así, por una parte se nos enseña la naturaleza biológica y


reproductiva de la sexualidad, en la que el placer está en un plano
secundario. Y por otra parte, se exponen argumentos sanitarios y
sociales, puesto que quien se atreva a traspasar los límites impuestos
se arriesga a pagar un precio muy alto que compromete su futuro (VIH –
SIDA, embarazos no planeados); o que compromete su bienestar (ITS);
o que compromete su reputación (estigmas de promiscuidad).

Conforme con lo anterior, la sexualidad es un campo de relaciones


supremamente peligroso. Se apela entonces al terrorismo, advirtiendo a
los adolescentes que se atrevan a entrar en él, de los innumerables
riesgos a los que se exponen. Y así llegamos a la adolescencia
educados en un discurso que gira en torno a la capacidad para
reproducirse “hija, a partir de ahora, ten cuidado con los chicos porque
te puedes quedar embarazada”, “hijo, en este cajón siempre habrá
preservativos, úsalos”, la sexualidad queda, de esta manera, reducida al
coito, y la información sobre el conocimiento y control de nuestros
cuerpos, inexistente.

2.2. Estereotipos implantados.

Las cuestiones sexuales tienen un trasfondo cultural muy grande,


siendo diferente el enfoque referente al hombre que el que se refiere a
la mujer. Es decir, a ellos se les orientó hacia el placer y a ellas hacia el
afecto; siendo un rol común transmitirlo a otras generaciones, a menudo
sin darnos cuenta.

El mensaje que la mujer recibe acerca de lo que se espera de ella


consiste en una expresividad sexual casi nula, sutil e indirecta,
únicamente para complacer. Se sigue creyendo que en ella el amor y el
afecto son necesarios, mientras que el deseo no. Por el contrario, al
hombre se transmite una idea del sexo más prosaica. El aprendizaje y la
experiencia se valoran de manera positiva; se le atribuye la
responsabilidad de la iniciativa del buen funcionamiento sexual y
además, la obligación a estar permanentemente dispuesto a practicar
sexo.

Según Xabier Odriozola, 2007 "estos roles definen una actitud y


conducta, y no dejan apenas espacio para que la persona pueda
desarrollarse plenamente", de esta forma se generan ideas erróneas y
mitos sobre los "puestos" esperados de cada parte, y se obliga a las
personas a ser de una manera concreta y determinada continuamente;
siendo que cuando se quiere romper el patrón se produzcan ideas
culpabilizadoras, que impidan reconciliarse con la sexualidad propia.

2.3 Influencia de los medios de comunicación.

● El cine:
Hoy en día el cine pierde realismo cada vez más, y se convierte en una
copia con mejor línea argumental de la pornografía. Llena de tópicos,
escenas sexuales exageradas y cuerpos perfectos, que aparecen sin
ningún motivo aparente aparte del hecho que vende. La sexóloga
Francisca Molero, 2017, señala que "se retratan muy poco las
situaciones cotidianas de la gente que afectan al sexo”. Casi siempre
primando el sexo rápido, intenso, pasional y sin preámbulos, aún
cuando no es lo más frecuente o habitual.

Y, aunque existan otros proyectos que tratan de mostrar escenas


cotidianas en la vida sexual, no siempre se consigue y se recae
nuevamente en el círculo vicioso de los estereotipos o situaciones
irreales, donde se pueden crear falsas expectativas y frustraciones en el
espectador.

● Literatura.
Cada vez es más frecuente hallarse con historias "románticas" donde
los valores y sentimientos se ven reemplazados por escenas explícitas
de sexo desde el primer capítulo. Esto podría ser un gran avance en el
campo de una sexualidad saludable y real, pero incluso los libros fallan
en su representación y hacen más mal que bien. Uno de los principales
problemas es la cosificación de las mujeres a un mero recipiente de
hijos, a una criatura sexual para disfrute del hombre, donde los autores
se enfocan más en el cuerpo erótico de la mujer —trasero, piernas,
vientre, pecho, labios— que en su persona.

El otro gran problema es que se crean personajes contemporáneos


completamente estereotipados. Las mujeres representadas como
puritanas e ignorantes en lo referente al acto sexual. No voy a decir que
no haya mujeres que no sepan del sexo, pero en realidad es casi
imposible teniendo en cuenta el constante bombardeo de información
referente al tema (como es el caso del cine…) que se nos somete a
todos desde pequeños. Así que, pensemos, ¿una madre dejaría que su
hija comience un noviazgo o directamente creciera y llegara a la
pubertad sin haberle dado al menos una charla sobre sexo; sobre todo
en nuestra época donde las relaciones sexuales comienzan desde los
16-18 años, y el índice de embarazos es tan alto? Es completamente
ridículo y falso. Y así también se dan estereotipos con los hombres,
donde se les representa como maquinas de sexo, la experiencia sexual
personificada y la virginidad como un chiste más.

2.4 Actitudes negativas hacia la sexualidad.

Cuando se estudia la sexualidad se suelen encontrar dos grandes lados


contradictorios. De primero, el tan mentado lado pudoroso de las
escuelas y padres, donde todo se reduce a reproducción. Como
segundo tenemos a la sociedad hipersexualizada donde se coloca al
sexo como la culminación de una relación amorosa, y se ejerce presión
social sobre los que no lo han practicado. Los dos son dañinos a su
manera.

En el 2015 se realizó un estudio que consistía en preguntarles a


estudiantes universitarios qué proporción de sus compañeros creían que
habían tenido sexo, la respuesta promedio fue de un 80%. Sin embargo,
contrastándolo con cifras de sexo real, se veía que el porcentaje era
entre el 5 y el 10%.

Ahora el tener sexo es considerado para los adolescentes como una


expresión de identidad, de control sobre nuestras vidas; una forma de
confirmar que ya no estamos bajo las enseñanzas moralistas de
nuestros padres. Y así, al vivir en una sociedad que históricamente ha
reprimido la sexualidad, ahora la libertad sexual significa entonces tener
la mayor cantidad de sexo posible. "Nace la creencia de que el sexo es
más especial, más significativo, una fuente de entusiasmo y de placer
perfecto mas grande que cualquier otra actividad en la que se involucran
los humanos”, Rachel Hills, 2015.
De esta manera, alguien que no está teniendo sexo se siente
inadecuado o poco atractivo no tanto por la falta de sexo en sí, sino
porque vive en una cultura que le dice que el sexo es una de las
cualidades más definitorias que hacen a una persona. Y así, entramos a
una redundancia sin fin, pues tenemos esa ansiedad por tener sexo y
demostrar que somos geniales, y posteriormente el rechazo familiar y de
amistades porque dejamos de ser "señoritas y señoritos".
2.5 Mala relación interpersonal con los padres.

Como hemos visto la sociedad ofrece a los adolescentes mensajes


contradictorios sobre la sexualidad: Por un lado, incita al consumo y a la
búsqueda de emociones positivas, invita a la actividad sexual, pero
niega la educación sexual en la familia y en la escuela. La televisión, la
publicidad, validan las relaciones sexuales, hay permisividad de horarios
y actividades, pero los padres no asumen que sus hijos y sobre todo
hijas adolescentes tengan actividad sexual. La asistencia sanitaria
existente es insuficiente. Es como si la sociedad regalara un coche a
cada joven sin antes enseñarle a conducir.

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