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¿Pero, si el sexo es algo bueno, por qué no asumir el sexo como algo
divertido, placentero, con naturalidad?
Porque, en ningún orden de la vida, se atropella impunemente la naturaleza
humana.
La sexualidad tiene implicaciones en toda la personalidad, en toda la vida.
Cuando la sexualidad se vive a la ligera ocurren, se quiera o no, una serie de
consecuencias:
Se pierde el sentido del amor.
Las relaciones interpersonales se complican con celos, desconfianza, etc.
Se acaba perdiendo el respeto a las personas.
El futuro no se ve claro.
El concepto de la propia dignidad se desvanece.
Aparece el sentimiento de soledad.
Disminuyen el autodominio y las grandes ilusiones.
Se manipula al otro/a, o se es manipulado/a.
El cuerpo pide placeres cada vez más sofisticados.
La persona se vuelve egocéntrica.
Hay palabras que suelen confundirse. Cuando se habla de género, ¿se está
aludiendo a la sexualidad de una persona?
—Básicamente, se afirma que el género tiene que ver con los aspectos culturales
con los cuales se interpreta la sexualidad. En realidad, el término género comenzó
a ser empleado por la sexología en la observación clínica de casos en que el sexo
físico no se correspondía con lo que iba a ser el destino y el reconocimiento
posterior de un sujeto. El feminismo toma este concepto en los años 70 para
producir una crítica a los estereotipos, en lo que respecta a establecer jerarquías
entre los sexos y a asignar roles sociales en forma fija.
—Creo que las influencias son mutuas y se refuerzan una a otra. El modo
dicotómico de pensar la identidad sexual es cultural. La identidad sexual está
atravesada por las expectativas sociales sobre el comportamiento admitido y
deseable para cada sexo, por el modo en que cada cultura reconoce en el otro o la
otra los signos de lo masculino y lo femenino (por ejemplo la vestimenta, el pelo, la
actitud corporal, cierto tipo de adornos, los objetos amorosos y conductas
permitidas para cada uno/a, etc.). La identidad sexual depende de aspectos
subjetivos, pero también de relacionales y sociales. Y por supuesto, parte del
imperativo cultural es su alineamiento con la anatomía, con la genitalidad. Pero esa
genitalidad, que aparece como la base "natural" sobre la cual se funda la dicotomía,
cuando aparecen casos de ambigüedad o hermafroditismo se disciplina quirúrgica
y hormonalmente. Se la "corrige". Es decir, la ideología dicotómica produce un
mandato sobre la anatomía para que no la desmienta. La identidad sexual también
produce a su vez su influencia sobre la cultura, como señala por ejemplo la
epistemología feminista, cuando emprendimientos que se presentan como
humanos pero en realidad son masculinos (como la ciencia) universalizan el modo
de conocimiento correspondiente a la maduración psicosexual masculina para
todo sujeto cognoscente. Así, formas de acceso al mundo y al conocimiento
correspondientes a otras formas de maduración, vinculadas a los afectos y las
emociones, quedan despojadas de valor para el conocimiento. La ciencia toma
entonces la forma de una relación de dominio sobre la naturaleza. Y nuevamente,
entre las aplicaciones de la ciencia están aquellas en que se procura explicar la
sexualidad humana, con lo que el círculo retorna.
Las ideas sobre la familia y sobre la sexualidad parecen muy proclives a ser
naturalizadas, nunca cuestionadas.
—Yo creo que el sexo no se puede naturalizar y uno lo ve claro cuando aparecen
sexualidades diferentes por la no coincidencia entre el sexo anatómico y el sexo
cromosómico, o por la no coincidencia entre lo que pueda ser el sexo anatómico y
la subjetividad sexual, el modo en que el sujeto se considera a sí mismo y el
reconocimiento de género que un sujeto hace de otro. Cuando, por ejemplo, nace
un bebé con sexo anatómicamente ambiguo, inmediatamente se hace un esfuerzo
por determinar quirúrgicamente el sexo. Esto obedece a una cuestión de
disciplinamiento que no admite la ambigüedad. Entonces se determina
cromosómicamente y se adapta anatómicamente, para que el sujeto pueda ser
etiquetado, rotulado claramente como un varón o como una mujer. Perdura la
necesidad de la dicotomía, de leer claramente los genitales, porque la idea que
domina es que el genital es un signo, una cifra que debe ser leída e interpretada,
que debe conducirnos a una referencia exacta. Es muy fuerte el mito del sexo
biológico. Hay un alineamiento entre el sexo cromosómico, el sexo anatómico, la
identidad sexual y el rol sexual, como si fuera la última compuerta que separa la
civilización de la barbarie.