Está en la página 1de 308

Esta traducción fue hecha sin fines de lucro.

Es una traducción de fans para fans.


Si el libro llega a tu país, apoya al escritor comprando su libro.
También puedes apoyar al escritor con una reseña, siguiéndolos en redes
Sociales y ayudándolo a promocionar su libro.
¡Disfruta la lectura!
Los autores (as) y editoriales también están en Wattpad.
Las editoriales y ciertas autoras tienen demandados a usuarios que suben
sus libros, ya que Wattpad es una página para subir tus propias historias. Al subir
libros de un autor, se toma como plagio.
Ciertas autoras han descubierto que traducimos sus libros porque están
subidos a Wattpad, pidiendo en sus páginas de Facebook y grupos de fans las
direcciones de los blogs de descarga, grupos y foros.
¡No subas nuestras traducciones a Wattpad! Es un gran problema que
enfrentan y luchan todos los foros de traducciones. Más libros saldrán si se deja de
invertir tiempo en este problema.
No continúes con ello, de lo contrario: ¡Te quedarás sin Wattpad, sin foros
de traducción y sin sitios de descargas!
Moderadora
florbarbero

Traductoras
Nicole M Nika Trece evanescita
Victoria. Jadasa Majo Villa
Miry GPE Lorena Mary Warner
Ana Avila Kath1517 NnancyC
florbarbero Beatrix Vane Hearts
Daniela Agrafojo Mae Jeyly Carstairs
Lauu LR Josmary Jani Colton
Ivana yuvi.andrade Vane Farrow
Geraluh Adriana Verito

Correctoras
florbarbero Daliam Vane hearts
Laurita PI Miry GPE Julie
Jadasa Daniela Agrafojo
Beatrix Itxi

Lectura final
Val_17 Jani Colton Julie

Diseño
Ana Avila
Sinopsis Capítulo 22
Capítulo 1 Capítulo 23
Capítulo 2 Capítulo 24
Capítulo 3 Capítulo 25
Capítulo 4 Capítulo 26
Capítulo 5 Capítulo 27
Capítulo 6 Capítulo 28
Capítulo 7 Capítulo 29
Capítulo 8 Capítulo 30
Capítulo 9 Capítulo 31
Capítulo 10 Capítulo 32
Capítulo 11 Capítulo 33
Capítulo 12 Capítulo 34
Capítulo 13 Capítulo 35
Capítulo 14 Capítulo 36
Capítulo 15 Capítulo 37
Capítulo 16 Capítulo 38
Capítulo 17 Capítulo 39
Capítulo 18 Capítulo 40
Capítulo 19 Capítulo 41
Capítulo 20 Mr. Beautiful
Capítulo 21 Sobre el autor
La historia de James y de Bianca llega a su fin en la conclusión
explosiva de la trilogía Up In The Air.
Después de un breve pero sincero noviazgo, Bianca ya no puede
negar sus sentimientos hacia James, y aunque trató duro, no puede dejar
de ver que él también se preocupa profundamente por ella. En un
movimiento totalmente inusual, dejó de lado sus dudas y acordó vivir con
el enigmático multimillonario. ¿Su salto de fe es el comienzo de algo
maravilloso, o todo sucedió demasiado, demasiado rápido?
Mientras James y Bianca sienten una necesidad creciente el uno del
otro que no se puede negar, circunstancias ajenas a su voluntad
intervienen, tratando de separarlos. En medio de la amenaza siempre
creciente de un monstruo que quiere a Bianca muerta, y los peligros
constantes de un pasado indiscreto del que James parece no poder
escapar, ¿podrán estos dos apasionados amantes lograr encontrar su
felices para siempre?
Up in the Air #3
Sr. Cavendish
Traducido por NicoleM
Corregido por florbarbero

Mientras nos dirigíamos a toda velocidad a Manhattan en un auto de


lujo, Stephan y Javier se sentaron juntos, con las manos agarradas y los
ojos fijos en mí con preocupación. James me sostuvo cerca, acariciándome
de manera reconfortante.
Hace un par de días, descubrí que mi padre se volvió a casar luego
de la muerte de mi madre. Además, descubrí que tenía un medio hermano
que era solo un año más joven. Eso significaba que mi padre estuvo con
esta otra mujer durante años antes de que mi madre muriera. Antes de
que la matara.
No me agradaba esta mujer, Sharon, con quien se casó mi padre. De
hecho, sentía un desgarrador escalofrío atravesándome simplemente ante
la idea de ella.
Acababa de descubrir que murió anoche, y de la misma forma que
mi madre. No me gustaba la mujer, pero desde que me enteré de su
existencia, tuve la necesidad de advertirle acerca de mi padre. Estaba
segura de que tenía que saber de primera mano cuán abusivo y violento
era, pero había querido advertirle de lo que era capaz de hacer, aunque
fuese solamente para limpiar mi conciencia.
Intenté, varias veces, contactarla, pero no tuve suerte. Lógico o no,
sentí una culpa aplastante por mi fracaso. James parecía sentir mi
agitación interna, e intentó consolarme con su tacto.
Simplemente me sostuvo varios minutos antes de romper el silencio
que nos rodeaba. —Chicos, ¿les gustaría tomar el desayuno en un
restaurante o en nuestro departamento?
Stephan no lo dudó. —Tu departamento. Hace unas semanas, leí un
artículo de él en una revista de diseños de interior. He estado deseando
conseguir un recorrido.
James asintió. —Bien. —Miró su reloj—. Por desgracia, solamente
tengo cerca de una hora antes de volver a la oficina.
Me tensé, sintiéndome irrazonablemente decepcionada por la noticia,
aunque ni siquiera pensé que se hallaría con nosotros en el aeropuerto.
Había dicho que tenía varias reuniones hoy, y no fui capaz de conseguir
más tiempo juntos antes que tuviera que volver al trabajo.
Pareció sentir el cambió en mí y comenzó a frotarme la espalda de
manera confortable. Me habló en voz baja—: Debería ser capaz de salir
antes del trabajo y regresar al departamento alrededor de las cuatro, pero
todavía me encantaría que vinieras a mi oficina para el almuerzo. ¿Como a
las once? Yo...
—Estaré allí —le dije rápidamente, queriendo cualquier tiempo que
pudiera conseguir a su lado.
Lo necesitaba, como si hubiésemos estado separados por semanas o
meses en lugar de días. Nunca estuve tan desesperada, ni siquiera cuando
lo obligué a permanecer lejos por casi un mes. Pensaba que me encontraba
más desesperada ahora porque me permití comenzar a pensar que ambos
podríamos tener un futuro juntos. El pensamiento me entusiasmó e hizo
que mis entrañas se torcieran con una ansiedad aguda.
Me besó la cabeza, pero no dijo más al respecto. Dejamos a Stephan
y Javier hablar animadamente acerca de los planes que tenían, que
incluían un trote por Central Park y un espectáculo de Broadway, aunque
no podían decidirse de cuál.
—¿Les molestaría si hago reservaciones para la cena? Las haré en
algún sitio bueno, aunque puede ser de mi propia preferencia, dado que
seguramente soy propietario del lugar. —James sonrió con esa media
sonrisa autocrítica suya que siempre quise borrar con mis dedos.
Stephan y Javier accedieron con entusiasmo. Pensé que era dulce
que pensara en ello, pero me sentí un poquito decepcionada. Quería
tiempo a solas con él, e incluso un par de horas más parecía tortuoso.
Clark nos llevó hasta el ascensor subterráneo, dándome una sonrisa
muy amable mientras James me ayudaba a salir del auto. Le sonreí. El
guardaespaldas y chofer de James se encontraba, al parecer, satisfecho de
que llegáramos juntos. Creí que estaba bien que pareciera aprobarme.
Stephan se hallaba inquieto por la excitación mientras el ascensor
subía al ático.
James nos dio un recorrido bastante apresurado por el opulento
espacio, diciendo algo importante al mostrar todos los espacios que ahora
lucían mis pinturas. Me sonrojé cada vez que hacía eso, aún incómoda con
los elogios acerca de mi pasatiempo favorito.
Todo el lugar era moderno y elegante con un toque Cavendish por
todas partes. Lo vi antes, pero aún así, me encontraba impresionada.
Nos dirigió por un largo pasillo con un revestimiento de madera gris
recubriendo los suelos, terminando el recorrido en el comedor avasallador.
Stephan y Javier de inmediato fueron a la ventana que cubría casi
toda la pared de la habitación y mostraba la espectacular vista del Central
Park.
—Guau —dijo Javier en voz baja.
—Increíble —murmuró Stephen.
Me acerqué al lado Stephan, igualmente impresionada por la vista ya
familiar.
James me abrazó por la espalda, inclinándose cerca de mi oído.
—Debo irme. Tu seguridad estará esperando en el ascensor a las
diez para llevarte a mi oficina. Si necesitas ir a cualquier lugar antes de
eso, simplemente llama al número de seguridad que hay en tu teléfono.
Una puerta se abrió en la cocina, y una sonriente Marion se asomó.
Recibió nuestras peticiones para el desayuno y alegremente entró de nuevo
a la cocina.
—¿Me acompañas afuera? —preguntó James en voz baja, su boca
aún en mi oído.
Me estremecí, asintiendo.
Se despidió de Stephan y Javier, sacándome rápidamente de la
habitación.
Tomó un atajo al ascensor. O mejor dicho, pensé que era un atajo,
hasta que me metió en una pequeña sala de estar.
Apenas logré darle una mirada a la habitación vagamente familiar
antes de que cerrara la puerta y me aplastara contra ella, besándome
como si su vida dependiera de ello. El beso no tuvo nada de su sutileza, y
ni una onza de su control. Fue un beso duro y violento, y lo disfruté. Le
habría devuelto el beso, pero no era esa clase de beso. Todo lo que pude
hacer fue entregarme, mi boca suavizándose para él, al igual que todo mi
cuerpo.
Se retiró abruptamente.
Gemí en protesta.
Envolvió una mano alrededor de mi cuello, apretando lo suficiente
fuerte para hacerme jadear, y la otra mano fue a mi boca. Presionó un solo
dedo sobre mis labios. —Tengo que irme. Pero necesito tenerte. Prométeme
que vendrás a mi oficina a las once.
Encontré sus bellos ojos, buscando en ellos. Su rostro y voz se
hallaban en carne viva por la necesidad. Y el miedo.
—Te dije que estaría allí —le dije, sin estar segura qué era lo que
necesitaba de mí, o cómo apartar esa terrible mirada de sus ojos.
—Prométemelo —dijo con suavidad, su voz lo suficiente cerca de una
súplica para hacer que me doliera el pecho.
—Te lo prometo —dije en voz baja.
Solo asintió, su rostro dolorosamente solemne. Me tiró detrás de él, y
lo seguí hasta el ascensor.
Apretó el botón, llevándome a su pecho mientras esperaba el auto.
No fue una coincidencia que presionara mi mejilla sobre su pecho. Justo
sobre el lugar donde se había tatuado mi nombre.
No me besó de nuevo. De hecho, casi ni me miró. Su máscara
profesional estuvo en su lugar cuando el ascensor se cerró.
Regresé al comedor lentamente.
Terminamos el desayuno rápidamente, todos listos para una siesta.
Stephan y Javier se quedarían en el piso debajo del cuarto que
compartíamos con James, alineados con la perfecta visión del Central
Park. Los dirigí a la puerta, dándole a Stephan un beso de buenas noches
antes de dirigirme a la habitación. Pude oír sus exclamaciones de asombro
y emoción, incluso mientras me alejaba, y sonreí con afecto. Ese era el
mayor beneficio de la riqueza, pensé. Hacer a los demás felices.
Fui hasta nuestra solitaria habitación.
Por un largo rato, me quedé congelada en la puerta, sintiéndome tan
extraña al estar ahí sin James. Se sentía tan vacío y extraño.
Hice la cobertura mínima para prepararme para la cama, me acosté
solamente después de poner cuidadosamente la alarma. Solo conseguiría
una siesta corta, pero valdría la pena con tal de ver a James en unas
pocas horas.

***

Me desperté aturdida y desorientada, pero mientras la niebla


desaparecía de mi cerebro y me daba cuenta en qué cama me encontraba,
y a quién estaría viendo en una hora, la niebla se esfumó por completo y
me precipité a la ducha, nerviosa y excitada.
Me llegó un mensaje de texto justo cuando volvía al dormitorio, y fui
a leerlo, todavía envuelta en una toalla.
James: Lleva una falda.
Era una petición bastante inocente, quizá de cualquier otro menos
de James, pero viniendo de él, mi respiración se detuvo con anticipación.
No sabía lo que seriamos capaces de hacer en su oficina, por lo que me
había preparado solo para un inocente almuerzo, aunque por supuesto
esperaba más. Mi estado de ánimo se elevó mientras me alistaba, sintiendo
emoción. Tenía planes para mí; simplemente lo sabía.
Intenté no ser intimidada por mi nuevo armario mientras buscaba
una falda. Sin embargo, las etiquetas eran de cosas que nunca hubiese
podido pagar por mi cuenta, así que me fue difícil no pensar en el hecho de
que dejaba que James gastara una fortuna en mí. Estuve contando mis
centavos por tanto tiempo que no pude dejar de pensar que era una
pérdida de dinero. La mitad de su armario ahora se hallaba lleno de
extravagante ropa de diseñador para mujeres. No había manera de que no
hubiese gastado decenas de miles de dólares en todo.
Sabía que era tonto, pero de alguna manera la ropa me intimidó
incluso más que toda la joyería de diamante que parecía necesitar
comprarme. Sí, era tonto, pero el hecho era que sabía lo suficiente de
ropas para tener una idea de cuán caras eran esas etiquetas, mientras que
mi conocimiento del precio de la joyería se encontraba más allá de lo
insignificante.
La ropa se hallaba en trajes. Hubiese estado más agradecida por esa
conveniencia si no hubiese sabido que fue trabajo de Jackie. No era
exactamente una fanática.
Escogí un vestido azul cómodo de seda. Traté de no mirar la
etiqueta, pero no funcionó, dado que Armani Collezioni prácticamente
saltaba hacia mí.
Me puse el sujetador y las bragas, poniendo la delicada y suave tela
sobre mi cabeza, y enamorándome de inmediato.
Era más que cómodo, y en realidad me veía bien para salir. Se
abrazaba a mis curvas de una forma favorecedora, sin ser en lo más
mínimo ajustado. Y a diferencia de la mayor parte de la ropa que me
probé, fue hecho para mi altura, las proporciones correctas, no demasiado
corto en mi torso y piernas. Parece que había beneficios al gastar una
fortuna en ropa. Por supuesto, casi toda la ropa que tenía antes no
costaba más de veinte dólares, máximo...
Había una sección completa del armario dedicada a los zapatos, y fui
allí. Mi boca se curvó y mi corazón se calentó al ver lo que James había
hecho allí.
Solo había de plataforma y de correr. De todas las cosas que me
compró en esta monstruosidad de armario, pensé que esto era lo más
dulce. Le había hecho la más vaga mención de que los únicos zapatos que
me gustaban eran de plataforma y de correr, y fue evidente que me
escuchó.
Todos los zapatos de mujer se asomaban de las cajas, y todas las
cajas estaban marcadas con etiquetas amarillas con números en grandes
letras rojas. Mi ceño se frunció. Las etiquetas en toda la ropa tenían lo
mismo. Regresé con un suspiro, cuidadosamente tratando de quitar la
etiqueta de mi espalda sin causar daños al precioso vestido.
Fruncí el ceño mientras veía el número quinientos cuarentaitrés en
la etiqueta. Estudié la fila de cajas de zapatos, mis ojos eventualmente
encontrando el mismo número allí. Suspiré, torciendo la boca con ironía
cuando vi el sistema que estableció. Al parecer, Jackie no confiaba que
combinara un par de zapatos y la ropa sin ayuda.
Una parte de mí quería ignorar sus sugerencias sutiles y tan solo
utilizar lo que fuese que sentía ganas de usar, pero era una compradora
profesional, y yo apenas compraba.
Decidí valientemente darle a su recomendación un intento. ¿Por qué
no? Si odiaba los zapatos que eligió, simplemente me pondría algo más.
Abrí la caja para encontrar un par de zapatos Prada amarillo de
plataforma con punta abierta y un pequeño lazo de cuero elegante. Me
parecieron adorables.
Me los puse y descubrí que Jackie sabía hacer su trabajo. Como
beneficio adicional, eran cómodos y fácil para caminar.
Fui un poco exagerada con mi maquillaje de ojos, pero parecía
funcionar. Fui abundante con el rímel negro y con mi habitual brillo de
labios rosa suave. Estaba satisfecha con el resultado final. Me demoré más
tiempo de lo normal en el maquillaje, pero todavía fueron tan solo diez
minutos, lo cual me dejó con diez minutos para el pelo, el que solo
necesitaba un secado rápido. Me di un rápido vistazo, dándome cuenta
que el corte de pelo había sido una idea muy buena. Mechones rubios
rectos ahora enmarcaban mi rostro, acentuando mis ojos hasta parecer de
un sorprendente y pálido color aguamarina.
Estaba terminando justo a tiempo, cuando oí un golpe en la puerta
de la habitación. Abrí la puerta, pensando que tenía que ser Marion. Me
encontraba menos que emocionada al mirar a Jackie. Me sonrió.
Me miró de arriba abajo, sonriendo como si no hubiese expresado
claramente lo mucho que no le gustaba. —Muy bien. El Armani te queda
bien. Haré una nota.
Mi rostro había mostrado una expresión cuidadosamente en blanco
ante su visión. Simplemente no podía hacerme devolverle la sonrisa, pero
me las arreglaría para permanecer civilizada. —Estoy apurada, si me
disculpas...
Levantó un dedo. —Una cosa. Puse tu colección de bolsos en el
probador. James odia el desorden y ocupan mucho espacio, así que
pareció la mejor opción. Ven por aquí.
Se alejó sin esperar que estuviera de acuerdo.
La seguí sin entusiasmo, determinada a ver de qué hablaba e irme
en el momento oportuno.
Me llevó a la habitación de invitados que utilicé hace tan solo unos
días para probarme vestidos. El gran armario ahora tenía más o menos la
mitad de dedicación a los bolsos.
Gruñí.
Jackie me dio una mirada. Era casi hostil. —¿No te gustan los
bolsos? —preguntó con incredulidad.
Hice una mueca. —Me gustan algunos, pero los bolsos de mano no
sucederá. No soporto tener que sostener algo todo el tiempo. Necesito algo
con una correa larga.
Hizo un ruido de disgusto, pero no perdió el tiempo para seleccionar
algo para mí. Empujó el bolso de cuero estilo mochila grande y color crema
hacia mí.
—Por el amor de Dios, al menos engánchalo en tu brazo. Si te veo
usándolo atravesado, es posible que grite.
Tomó el bolso, le di una mirada de pocos amigos y salí de la
habitación. Tuve que regresar a nuestra habitación brevemente a poner
todas las cosas en el bolso antes de bajar las escaleras, ahora tarde.
Sr. Violento
Traducido por Mae
Corregido por florbarbero

Bajé las escaleras, corriendo hacia los ascensores. Un equipo de


seguridad me esperaba en los ascensores. Un equipo…
Parpadeé a los tres hombres de traje y hacia la única mujer, que
lograba ser la más intimidante del grupo.
Blake asintió, hablando por primera vez. —Señora Karlsson, le
presento al resto de su equipo de seguridad. —Señaló al hombre más
cercano a ella. Era enorme, con músculos y se encontraba obviamente
armado bajo la fina chaqueta de su traje. Su pelo oscuro estaba cortado
muy corto y sus rasgos eran serios pero atractivos—. Este es Williams.
—Señora Karlsson —dijo, asintiendo cortésmente.
Asentí en respuesta, tratando de guardar el nombre en mi memoria.
Al parecer, tendría que aprender mucho de ellos, con tanta seguridad.
La cabina del ascensor llegó y Blake me indicó que entrara. Entré,
tratando de no sentirme intimidada antes de que los cuatro me rodearan.
Blake se aclaró la garganta. —Tenemos que darnos prisa. El señor
Cavendish no estará contento si llega tarde. —Presentó rápidamente a los
otros dos hombres.
Uno de ellos era más pequeño que los otros, por lo menos dos
centímetros más bajo que yo, si no llevara tacones de siete centímetros.
Sin embargo todavía era intimidante con los músculos, y su pelo corto
rubio le daba un aspecto, sin duda, de ex-militar. Blake lo presentó como
Henry.
El último era mi altura casi exactamente en mis tacones, con el pelo
medio castaño y sonriente ojos marrones. Él era menos serio que los
demás, y más atractivo, pero aun así, se contenía de esa manera
disciplinada que tenía aplicación de la ley escrita por todas partes. Blake
lo presentó como Johnny.
Pensé que era extraño que algunos utilizaran su nombre de pila, y
algunos sus apellidos, pero no pregunté. Fui condicionada desde una edad
muy temprana y no me entrometí.
Eran finales de junio, y hacía calor en Nueva York. Agradecía mi
ropa ligera, dado que el calor y la humedad al instante se pegaron a mí, al
momento en que salimos. Mi seguridad me rodeó estrechamente a medida
que avanzábamos desde el ascensor a una limusina Swank que se
alineaba directamente a la entrada del vestíbulo.
Traté de actuar como si no me sintiera incómoda en mis ropas
extremadamente opulentas y mi sobreabundancia ridícula de seguridad,
pero me sentí muy rígida mientras me movía desde el ascensor hasta el
auto.
Mi equipo de seguridad se colocó como si hubiera sido coreografiado,
lo que suponía era así. Blake y Johnny se unieron a mí en la cabina del
vehículo, Henry delante, y Williams conduciendo. El corto viaje a la
propiedad Cavendish fue extraño. Blake guardó silencio absoluto y total, y
Johnny parecía casi demasiado amable para encajar con el resto de los
guardias de seguridad que conocí hasta el momento.
—Entonces, Bianca, ¿cómo te va con el traslado a Nueva York?
Parpadeé, desconcertada. Me había acostumbrado tanto a la forma
en que los otros guardaespaldas eran profesionales que no me hallaba
preparada al charlar, incluso en el descanso. Y la pregunta...
—En realidad no me he trasladado aquí. Voy y vengo desde Las
Vegas. Pero me gusta Nueva York. He tenido una ruta aquí durante años,
sin planes para cambiarla.
Johnny me lanzó una mirada desconcertada. —¿Mantienes tu
trabajo? ¿Seguirás siendo azafata?
Lo miré con recelo. No era una fisgona, pero al parecer Johnny sí.
—Bueno, sí. Es mi trabajo. ¿Por qué lo dejaría?
—Um, tal vez porque el señor Cavendish está gastando cuatro veces
más de lo que haces en una semana en la seguridad por todos y cada uno
de tus vuelos…
—Basta —le interrumpió con dureza Blake—. Lo sabes, Johnny. Si
molestas a la señora Karlsson, el señor Cavendish te despedirá. Maldición,
nos despedirá a todos.
El auto se volvió dolorosamente incómodo después de eso, ya que no
tenía idea de cómo responder a un ataque inesperado de un desconocido, y
por supuesto no lo haría, ya que no le debo a nadie ninguna explicación
acerca de mi vida. Qué descaro...
Medité todo el camino a nuestro destino, mirando por la ventana; mi
cara era una máscara en blanco.
Nunca estuve en el interior del hotel Manhattan Cavendish, pero
reconocía el colosal edificio. Las azules y modernas ventanas de cristal
reflectantes que se alineaban en todo el edificio hacían que destacara como
una nueva y brillante joya entre los rascacielos.
Mi equipo de seguridad se movió en su formación coreografiada
mientras salía del auto, escoltándome al vestíbulo como si fuera una
cabeza de estado amenazada. Me sentía ridícula.
No tenía ni idea de dónde ir, pero por suerte no lo necesité. Blake me
llevó infaliblemente a través del lujoso vestíbulo de mármol.
Estábamos casi en los ascensores bien vigilados cuando oí una voz
femenina llamar mi nombre. Sorprendida, me di la vuelta para ver quién
era, y me puse rígida.
Jolene caminaba hacia nosotros, una sonrisa en sus labios
exuberantes. Se encontraba escasamente vestida, solo con unos
pantalones cortos más pequeños que he visto y un sujetador deportivo que
era tan minúsculo que no imaginaba por un segundo que realmente
pudieran hacer su trabajo. No podía adivinar para qué se vestía así. Casi
pensaría que trabajaba, salvo que llevaba sandalias negras y su cabello se
hallaba suelto, colgando en rizos alrededor de sus hombros y espalda.
Johnny silbó con admiración mientras se acercaba. Se encontraba
directamente a mi derecha pero no le di una sola mirada. —La chica más
caliente que he visto —murmuró, no siendo del todo silencioso. Está bien,
no era fanática de Johnny; era oficial.
Jolene trató de acercarse a mí, pero Blake se puso en su camino
antes de que estuviera a un metro mí. Puso mala cara, pero obviamente
era fingido. —¡Bianca! ¿Cómo estás?
Siempre me había considerado una persona controlada. Las cosas
rara vez salían de mi boca, a menos que quisiera decirlas. De inmediato
supe que esta sería una de esas raras ocasiones en que mi cerebro no
hablaría. —¿Qué haces aquí? ¿Y por qué estás vestida así? —pregunté con
frialdad.
Me dio una mirada que me hizo ponerme rígida. Era obvia e
intencionada. Estaba lista para dar problemas. —Acabo de terminar de
hacer ejercicio. Este lugar tiene un gran gimnasio. Y estoy vestida así
porque a James le gusta ver mi piel. Dice que tengo el estómago más sexy
del planeta. —A medida que hablaba, pasó una mano cuidada desde su
garganta a la parte baja de la cintura de sus obscenos pantalones cortos.
Tenía un estómago precioso, bien tonificado y de piel oscura, su cintura
era ridículamente pequeña, sobre todo en comparación con los pechos
grandes que casi se derramaban de su camiseta. Exudaba sexo, y la
odiaba.
Mi respiración se detuvo a su implicación. ¿Decía que se encontraba
aquí para ver a James? ¿Qué él aún la veía? ¿Mentía o era alguna versión
retorcida de la verdad? De cualquier manera, me hallaba harta de ella, y
solo me la encontré dos veces...
—¿Quieres decir que estás aquí para ver a James? ¿Porque te invitó
aquí? Solo habla claramente, porque no tengo absolutamente ninguna
paciencia para estos juegos —le dije en mi voz más fría. Esa voz era un
viejo mecanismo de defensa para mí.
Ella frunció los labios, pasándose la lengua por los dientes. Quería
golpearla. Fui sorprendida por el impulso.
—Nada de tu incumbencia —dijo con petulancia, cruzando los
brazos, lo que empujó sus falsos pechos amplios aún más. El sujetador era
tan inútil que pude distinguir apenas la línea más desnuda de la parte
superior de sus pezones mientras las empujaba.
No podía creer que James hubiera pasado tanto tiempo con esta
mujer, incluso con su atractivo sexual. En mi opinión, él era el epítome de
la clase, con su encanto y modales y su belleza imposible, mientras que
ella parecía disfrutar de su propia basura.
—Sin duda, es de su incumbencia. —Una voz que me hizo querer
derretirme habló desde detrás de mí. Una mano grande y caliente presionó
mi nuca, apartando suavemente mi pelo largo para colocarse allí de forma
posesiva. No miré a James. Me encontraba demasiado enojada, molesta y
simplemente hambrienta de verlo.
—¿Por qué sigues aquí, Jolene? —preguntó con frialdad—. Te dije
que te fueras esta mañana, cuando trataste de entrar, sin ser invitada, en
mi oficina. ¿Es necesario que te acompañen fuera de la propiedad?
Una expresión cruda pasó por sus rasgos tan brevemente que pensé
podría haberlo imaginado. Su hermoso rostro con rapidez se transformó en
una sonrisa satisfecha. Se echó el pelo negro rizado detrás de sus
hombros, empujando sus pechos en exhibición. Como si necesitaran
ayuda. —Estoy aquí con Scott. Se queda en el ático, y yo soy su huésped.
¿Vas a pedirle que se vaya, también?
James se acercó a mi espalda, envolviendo sus brazos alrededor de
mis hombros. Me di cuenta por la mirada en esos brazos que Jolene no
apreciaba la vista. —Tal vez le diré lo que has estado haciendo. ¿Qué tan
tolerante crees que tu marido será si sabe que has sacado tus viejos
trucos?
Ella se puso rígida, viéndose solo un poco alarmada, antes de poner
su rostro en una expresión serena. —No te va a creer. Y aunque lo hiciera,
nunca harías eso. Sabes lo mucho que lo heriría.
—Se está volviendo muy claro para mí que la verdad no podría
lastimar a Scott como ya lo has hecho, Jolene. No me queda una onza de
paciencia de lo que te preocupa. Ten esto en cuenta.
Capté un movimiento con el rabillo del ojo y miré detrás de Jolene,
de donde una figura se tragaba el suelo mientras un hombre grande se
dirigía resueltamente hacia nuestro grupo.
Era alto y delgado, pero se movía con la zancada de un atleta. Su
color era similar al de James, con el pelo castaño claro y piel muy
bronceada, aunque probablemente había venido del sol. A medida que se
acercaba, vi que sus ojos eran de un turbulento color marrón oscuro. A
simple vista podría haberse parecido a James, pero en una inspección más
cercana, su buena apariencia era más resistente, menos refinada.
—Te dije que te mantuvieras alejado de mi esposa —gruñó el hombre
tan pronto como estuvo al alcance del oído. Me di cuenta con una pequeña
sacudida de sorpresa que el hombre parecía muy familiar. No podía saber
dónde, pero sin duda vi su cara en alguna parte—. Sin embargo, de alguna
manera, cada vez que giro mi espalda durante cinco minutos, aquí estás.
Es necesario que la olvide, James.
James se puso rígido, pero su tono era sorprendentemente soso
cuando habló. —Tienes que pensar en lo que dices, amigo mío. No ha sido
honesta contigo, y si fuera por mí, nunca habría puesto los ojos en ella. Tu
esposa ha estado acechando a mi novia y he tenido suficiente. Estoy en
una relación seria, comprometido, y no quiero tener nada que ver con ella.
No toqué a Jolene cuando descubrí que era tu mujer hace tres años, y sin
duda no lo haría ahora. Si pudiera volver atrás en el tiempo y ahorrarte
algo de dolor, Scott, nunca la habría tocado en absoluto, y nunca te la
presentaría. No es quién crees que es. No es digna del pedestal en el que la
has puesto.
Scott no tomó sus palabras de la forma en que James lo previó. Me
di cuenta por la sinceridad en su voz, que solo decía la brutal verdad.
Scott se burló. Hizo que su cara se volviera fea. —Cuida tu boca.
Hablas de mi esposa. —Su mirada cruda se volvió hacia mí—. Así que está
comprometido en una relación seria contigo, ¿eh? Debes saber que no sabe
el significado de esas palabras. Va a echarte al igual que a todas las
demás. Si tienes suerte, te cederá a otro amigo rico cuando termine
contigo.
Giré en el pecho de James, incluso mientras se movía. Enterré mi
cara en su cuello, apretando mis brazos alrededor de sus costillas,
sosteniéndolo con fuerza.
—No —murmuré en su cuello. Detuvo sus movimientos. Scott
trataba de provocarlo, y sabía que funcionó, pero necesitaba que James
controlara su temperamento, que controlara los puños. Envolvió sus
brazos rígidos a mi alrededor, como si no pudiera ignorar mi gesto
cariñoso, incluso con rabia.
—Si alguna vez le hablas de esa manera otra vez, te vas a arrepentir
—dijo James, su voz llena de una rabia terrible.
Scott resopló, e incluso por ese ruido, me di cuenta de que su
temperamento se encontraba tan cerca de la superficie como el de James.
—¿Estás preocupado de lo que voy a decirle? Follaste a mi esposa, James,
solo Dios sabe cuántas veces, ¿y te preocupa que... hiera los sentimientos
de tu última follada?
James me giró suavemente, enviándome a los ascensores detrás. Me
acarició con la mano el pelo, y pude sentir que temblaba. —Mi amor —dijo,
con su voz ronca, pero se las arregló para ser tierno—, necesito que vayas
arriba. Por favor, espérame. Me uniré a ti en un momento. —Presionó el
botón mientras hablaba, sin soltarse de mí.
Quise decir algo, suplicarle que no hiciera nada precipitado, que no
se metiera en problemas, o peor, fuese lastimado, pero no fui capaz de
hacerme hablar.
El ascensor se detuvo, las puertas se abrieron, y entré sin decir una
palabra. Blake y Johnny se colocaron detrás de mí, y me sentí aliviada de
que al menos dos de los guardaespaldas permanecieran con James.
Las puertas del ascensor se cerraron y empezamos a subir. No tenía
idea de a qué planta íbamos, o incluso el número de plantas existentes.
Miré el panel, pero mis ojos simplemente lo pasaron por alto y perdí mi
tren de pensamiento.
El ascensor se detuvo y finalmente seguí a Blake. Mi mente distraída
notó que mi entorno era rico y opulento, mis tacones resonaban en los
pisos de mármol oscuro, pero mi mente todavía se encontraba atrapada en
lo que podría estar sucediendo en la planta baja, a lo que fui demasiado
cobarde para quedarme a ver, o incluso quedarme y prevenir.
Una joven morena nos saludó desde detrás de un enorme escritorio.
—Señora Karlsson, señora Blake, Johnny —murmuró, cuando pasamos a
su lado. Me preguntaba cómo podía haberme reconocido al verme. Sin
duda era obvio por mis escoltas armados...
Todo esto era solo un pensamiento distraído, distante, mientras
Blake me llevaba a una gran oficina que tenían ventanas recubriendo más
paredes que no.
Blake hizo una búsqueda exhaustiva de la oficina, comprobando
cada centímetro de espacio y en el interior de las dos puertas adjuntas.
Johnny se quedó cerca de mí. Me pareció que eran demasiado entusiastas,
pero ¿qué sabía yo?
Blake terminó su búsqueda, y me dio una inclinación de cabeza
seria cuando terminó. —Todo despejado, señora Karlsson. Vamos a estar
fuera si necesita algo.
Oí que la puerta se cerró detrás de mí con un clic. Dejé mi bolso en
algún lugar en el suelo mientras me dirigía a las ventanas. Observé
distraídamente que la decoración de la oficina no tenía el tacto James. El
entorno de la oficina era todo lo antiguo de Nueva York, con un escritorio
antiguo y suelos de madera antigua. La silla de la recepción era de cuero
marrón, así como el sofá. Incluso las alfombras tenían un aire antiguo. Era
tan poco característico de James que me quedé meditando durante mucho
tiempo, dejando que la decoración extraña me distrajera.
Cuando eso se volvió tedioso, me trasladé a la ventana, mirando sin
ver la espectacular vista de Manhattan.
No tenía idea de cuánto tiempo estuve ahí como una estatua hasta
que oí la puerta abrirse y luego cerrarse detrás de mí. El clic de una
cerradura siendo bloqueada fue anormalmente alto en el tranquilo silencio
mortal de la habitación.
—Date la vuelta y mírame —dijo James después de un largo
momento; su voz baja y áspera.
Era una locura, no era razonable, era autodestructivo... y
masoquista, pero me puse húmeda ante el sonido de esa violenta voz
áspera.
Me di la vuelta.
Sr. Sádico
Traducido por Victoria.
Corregido por florbarbero

Lo estudié durante mucho tiempo, mis piernas temblorosas mientras


lo acogía. Me recosté contra la ventana para apoyo.
Su chaqueta había desaparecido, su corbata torcida. Las mangas de
su camisa de vestir blanca arremangadas. Bastante desordenas, también,
al menos para él. Vi una gota solitaria de sangre en su cuello. Estudié su
rostro, luego sus brazos. Sus nudillos parecían un poco hinchados, sus
puños apretados, pero su cara lucía intacta.
—Era un hombre adulto que insultó a la persona más importante en
mi vida. A lo más precioso en mi mundo. Dos veces. Quita esa maldita
mirada asustada de tu cara. Nunca te golpearía, nunca te atacaría sin
restricciones. Pero te castigaré. —Al hablar, comenzó a desabrocharse la
camisa, quitándose los pantalones de color beige. Su erección se esbozó en
gran medida contra ese tejido pálido.
Lamí mis labios entumecidos. —¿Por qué?
—Por esa mirada. Por esa falta de confianza. Por dejarme por días,
cualquiera que sea la maldita razón. Y llegaste tarde.
Se dirigió a mí, sin camisa e imposiblemente hermoso, sus marcados
músculos trabajando a lo largo de su perfecta piel dorada con cada paso.
Vi mi nombre, grabado en carmesí en su pecho, mientras se acercaba a
mí.
Su mano pesada cayó a mi nuca. Me empujó lentamente a la mesa
con solo ese contacto. Me apretó, con firmeza, pero poco a poco, hasta que
el frente de mi torso estaba al ras de la parte superior de su escritorio, mis
huesos de la cadera hundiéndose en el borde. Sus manos se movieron
hasta debajo de mi vestido sin dudar, agarrando mi tanga de encaje y
tirando de ella por mis piernas con un movimiento suave. Tocó un tobillo.
—Levanta —ordenó con brusquedad.
Levanté el pie. Repitió el proceso con la otra pierna.
Sus dedos se movieron contra mi espalda, desabrochando el
sujetador a través de la seda de mi vestido, como solo podría alguien con
experiencia con ese proceso. Me lo quitó rápidamente, dejando intacto el
vestido.
Levantó la falda de seda a lo largo de mis caderas, dejando mi culo y
mi sexo al descubierto para su lectura. Se quedó en silencio a mi espalda
durante mucho tiempo. Yo me retorcía.
—Cierra los ojos —ordenó.
Obedecí.
Le oí alejarse. Una puerta a mi izquierda se abrió, luego se cerró.
Podía escuchar a mi propia respiración jadeante salir de mí.
Le oí acercarse a mí de nuevo unos largos minutos después. No
intentaba ser silencioso.
—Agarra el borde de la mesa —ordenó.
Agarré.
—¿Algo que decir? —me preguntó con frialdad.
No sabía por dónde empezar, no sabía lo que él quería, pero tenía
que intentarlo. —Lo siento, señor Cavendish.
—¿Qué sientes?
—Todo. Dejarte por unos días, cualquiera que sea la razón. Llegar
tarde. Por favor…
Golpeó, unas cerdas duras chocando contra mi trasero. Me moví.
Dolía, pero no precisamente hería. Era como ser azotada con un cabello
muy grueso. Quizá fue por eso que no se contuvo, golpeándome una y otra
vez sin pausa. Me moví contra el escritorio, gimiendo.
Llevó una mano dura a la parte baja de mi espalda, manteniéndome
inmóvil mientras él se ocupaba de mí. Extendió los látigos sobre mi trasero
y mis muslos libremente. Esto se prolongó durante momentos infinitos
mientras me retorcía.
De pronto, se detuvo. Podía oír su respiración áspera.
—¿Te gusta el látigo de crin de caballo? —preguntó.
Hice un pequeño zumbido en mi garganta. —Sí, señor Cavendish.
—Eso era lo que se consideraría un calentamiento, Bianca. ¿Sabes lo
que eso significa?
Sacudí la cabeza. —No, señor Cavendish.
Se instaló sobre mí, presionando su erección pesada y recubierta por
el pantalón contra mi sexo, apoyándose pesadamente contra mi espalda.
Dijo las siguientes palabras entre diente a mi oído—: Abre los ojos.
Lo hice, recibiendo sólo una vista de lado de la mesa en contra de la
que estaba tumbada, ya que James se encontraba en mi espalda. Puso un
objeto pesado negro y azul allí. No podía entender lo que veía en un primer
momento.
Parecía casi como un ramo de flores, aunque no...
Cuero teñido y pesado se moldeaba hermosamente con rosas azules
en los extremos de las colas gruesas de cuero negro.
Me lamí los labios, de repente más nerviosa y asustada. Había una
docena de las flores de aspecto siniestro.
James llevó la manija de cuero rígida del dispositivo de la tortura
hasta mi mejilla, y vi esas flores pesadas arrastrarse encima de la mesa
mientras el látigo se movía. Él trazó mi mejilla.
—El látigo de crin de caballo era un calentamiento —repitió—, y lo
que eso significa es que tengo planes para ti, Bianca, y el dolor aún no ha
comenzado.
Tomé respiraciones inestables, y luego me puse rígida cuando oí el
inconfundible sonido de una cremallera.
—¿Las rosas te asustan? —preguntó en voz baja, su voz casi
burlándose. Estaba apretando mis muslos, separando mis piernas desde
atrás mientras me movía sobre el escritorio.
—Sí —dije sin aliento.
—Te diré qué —comenzó, empujando con fuerza dentro de mí
mientras hablaba. Lloriqueé, sorprendida por la inesperada penetración—.
Si consigues no venirte mientras me tranquilizo, te ahorraré las rosas. Por
hoy. —Mientras hablaba, se retiraba de mí, arrastrando esa perfecta polla
a lo largo de cada maravilloso nervio dentro de mí.
Se salió completamente, antes de entrar de nuevo, un movimiento
lento y pesado que hizo que mis dedos se doblaran.
—Para que sea justo, voy a hacer que sea rápido —dijo, con una
sonrisa fría en su voz. Se retiró y se entró en mí otra vez, y luego comenzó
a moverse fervientemente.
Era dolorosamente duro, su gruesa longitud latiendo dentro mí,
encargándose de mí desde adentro hacia afuera. Incluso hoy su polla era
dominante y sádica.
Una de sus manos se apoderó de mi muslo interior con tanta fuerza
que sabía que tendría un moretón, la otra mano la tenía en mi espalda,
fijándome firmemente a la mesa.
Me folló como rara vez me follaba, para llevarse a sí mismo a una
liberación rápida.
Cuando se vino dentro de mí, un ruido fuerte y crudo se escapó de
su garganta, un sonido amortiguado, como si no pudiera evitarlo. Ese
ruido me llevó al límite. Me vine con un gemido incluso mientras él se
sacudía dentro de mí, borrando lo último de su propia liberación salvaje.
Él no se quedó, saliéndose de mí mientras yo seguía apretando a su
alrededor. Sentí al líquido caliente aún chorreando de su rígida longitud
mientras se apoyaba sobre mi culo.
Me jaló hacia atrás hasta que mis pies tocaban el suelo. Se me había
olvidado que incluso llevaba tacones hasta que volvieron a tocar el suelo
inestablemente.
Jaló más arriba mi vestido, luego me alzó por los hombros. —Brazos
arriba —murmuró cuando yo me hallaba otra vez de pie.
Lo hice.
Me sacó el vestido por la cabeza. Giré la cabeza para verlo mientras
lo ponía con cuidado sobre su silla de oficina.
Me estudió por un momento. —Quítate los zapatos.
Me tambaleé fuera de ellos con toda la firmeza que pude.
James extendió la mano hacia mí, enganchando un dedo en el aro
en mi cuello, su otra mano agarrando un puñado de mi cabello. Me llevó
hacia el otro lado de la habitación.
Me llevó a una de las puertas que conducía a un lugar distinto de la
zona de recepción. No había comprobado para ver a dónde llevaba, pero
James me mostró rápidamente.
Me arrastró a una pequeña habitación con una ventana grande. Di
un grito ahogado cuando vi la cama.
Ocupaba casi todo el espacio, lo suficientemente grande como para
caber en uno de los dormitorios colosales en sus hogares. Tenía una parte
superior de celosía, con una colección de enormes proporciones de
restricciones ya dispuestos.
—¿Tu nidito de amor para el trabajo? —le pregunté, sin ocultar la
acusación en mi voz. Había sido un prostituto, lo entendía, pero me
encontraba harta de ver la evidencia de ello literalmente todos lados.
—Es nuevo. Antes era sólo una cama en la que únicamente dormía
solo. Si quieres más respuestas, las tendrás más tarde. Ponte sobre la
cama.
Me puse sobre la cama, moviéndome hacia el centro. Empecé a
arrodillarme.
—Ponte en pie —ladró.
Obedecí.
Agarró mi muñeca en su mano, levantándola alta pero alejada de mi
cuerpo. Jaló uno de las ataduras negras del frente de celosía de la cama.
Me sorprendió darme cuenta de que estaba hecho de goma. Era como un
tubo suave, cómodo y elástica. Lo envolvió alrededor de mi muñeca varias
veces hasta que se quedó muy apretado. Lo ató, y luego retorció mi mano
alrededor hasta que me encontraba agarrándolo. Repitió el movimiento en
la otra mano, mis brazos extendidos se hallaban ampliamente separados
cuando terminó. Me pareció que era de mal agüero que hubiera elegido
usar algo tan cómodo para sujetarme. Eso me dijo algo acerca de esas
rosas, aunque...
Él posicionó mis pies, haciéndome sentir cómoda. Me encontraba
temblando cuando me movió lejos de la cama.
Me había atado para así enfrentarme directamente a la ventana, con
una hermosa vista de Manhattan, pero todos sus movimientos estaban
detrás de mí, manteniéndome en la oscuridad en cuanto a sus acciones.
Lo sentí moverse en la cama varios minutos después. Se quedó a mi
espalda.
Me hizo esperar durante tanto tiempo que empecé a relajarme un
poco cuando golpeó.
Mi espalda se inclinó con el golpe a mis muslos. Fue de lejos el
castigo más duro que alguna vez me había dado. Lo sabía con un solo
golpe. Se sentía como si estuviera siendo golpeada por una docena de
pequeños puños duros. James hizo una pausa durante largos momentos
después del primer golpe, y yo temblé.
El siguiente golpe golpeó mi culo e hizo que mi cuerpo se balanceara
una y otra vez con mis ataduras de goma.
Lloriqueé, mi cabeza cayendo hacia adelante.
Golpeó de nuevo, y sin ni siquiera hacer una pausa, golpeó una vez
más. Las lágrimas corrían por mi cara, y no pude reprimir un grito cuando
golpeó de nuevo.
Fue la primera vez que él había intentado algo en mí que era tan
profundamente doloroso que yo no estaba segura de poder soportarlo. Fue
lo más cercano que jamás había llegado a la expresión de seguridad
cuando se detuvo.
Me hallaba llorando cuando él agarró la parte delantera de mis
muslos por detrás, tirando de mis piernas hacia arriba y atrás así me
encontraba completamente suspendida.
Me mantuvo así mientras se movía entre mis piernas desde atrás. Se
empujó brutalmente dentro mí, como si esto también fuera un castigo. Se
condujo dentro de mí una y otra vez con empujes enojados, nuestros dos
únicos puntos de contacto eran sus manos sobre mis muslos, y su polla
dentro de mí. Me tenía en el borde en momentos, y me vine a su alrededor
con un pequeño sollozo, mis paredes internas apretándolo una y otra vez,
ordeñándolo hasta que tocó fondo en mí, viniéndose con un pequeño grito
de sorpresa.
No pensé nunca haber tenido un orgasmo más poderoso, y sollocé
con el placer y el dolor cuando finalmente se retiró de mí, y bajó mis pies
de nuevo a la cama. Me desató rápidamente, jalándome hacia abajo sobre
la cama junto a él. Empujó mi cara en su pecho desnudo, murmurando
palabras tranquilizadoras mientras yo clamaba Bianca por todo su pecho.
Acarició sus manos sobre mi espalda, y me besó en el cabello, y nada de
esto me hizo sentir mejor.
Fue más duro que nunca, follándome dos veces sin un segundo de
íntimo contacto visual, sin un segundo de intimidad en general. Y me
había venido con tanta fuerza que no podía dejar de llorar por la pérdida
de control. Por primera vez desde que habíamos estado juntos, empecé a
preocuparme de que las cosas que le hayamos despertado al otro no fuera
algo con lo que pudiera vivir. O mejor dicho, las cosas que despertó en mí.
Siempre supe que yo tenía una vena masoquista, aunque la hubiera
mantenido enterrada profundamente, pero había pensado que estar con
James, haciendo las cosas que hicimos, ayudaría a saciar esos impulsos
en mí. Por primera vez me pregunté, ¿y si solo había empeorado?
James pareció percibir mi retirada. —Tengo que volver a trabajar
pronto, pero primero...
Me volcó sobre mi espalda, separando mis piernas y moviéndose
entre ellas con un movimiento suave. Separó mucho mis piernas, y luego
las alzó contra mí. Me encontraba viendo su magnífica polla mientras se
cernía sobre mi núcleo.
—Mírame —espetó en tono furioso.
Miré a esos queridos ojos y me perdí, como si apenas la vista de ellos
pudiera hacer que mi perturbada mente se quedara en blanco.
Se condujo dentro de mí con un empuje suave. —Sal de tu propia
cabeza, Bianca. No dejaré que me abandones.
Empezó a moverse dentro de mí, empujando constantemente, sus
ojos manteniéndome cautiva. Rotó sus caderas, moviendo esa polla larga y
gruesa a lo largo de las paredes de mi sexo. Gemí, y luego di un grito
ahogado. Tenía tantos trucos para hacer que me viniera, y cuando intentó
de nuevo el movimiento, me apreté a su alrededor con mi liberación.
Sus ojos eran tan tiernos y tan íntimos cuando se encontraba con su
propia liberación largos momentos después, su mano buscando mi mejilla.
Yo sabía que mis ojos tenían la misma cruda vulnerabilidad.
Sr. Excesivo
Traducido por Miry GPE
Corregido por florbarbero

James me llenó de ternura, besando mi frente y diciéndome que


duerma un poco. No discutí. Dudaba que pudiera salir de ahí, y mucho
menos conseguido regresar a su apartamento aún en pie, sin dormir algo.
Me fui a la deriva.
Desperté lenta y lánguidamente, estirando mi adolorido cuerpo
contra las sábanas suaves, abriendo los ojos con algo de esfuerzo. Lo que
vi, me despertó completamente.
El ramo negro y azul de rosas hermosas, se colocó en la almohada,
como si se tratara de una disposición real. James no se encontraba
conmigo en la cama, por supuesto; trabajaba; pero al parecer el ramo era
su reemplazo. Me aparté del brutal recordatorio de nuestras actividades
anteriores, incorporándome.
No supe qué sucedió con mi ropa, aparte de que no estaban en la
habitación conmigo, y ahí afuera era una oficina. Me encontré en la
incómoda posición de tener que envolverme en una sábana para echar un
vistazo cuidadosamente en la oficina. Me sentiría mortificada si James
tenía compañía.
Por suerte se hallaba solo, sentado en silencio en su escritorio, un
teléfono pegado a la oreja. Me notó inmediatamente. Me hizo señas con la
mano. Me acerqué lentamente, agarrando la gran sábana blanca y suave
contra mí con fuerza.
Tapó el auricular del teléfono con cuidado. —Buenos días, mi amor.
Deja la sábana y siéntate aquí —dijo, palmeando el lugar en su escritorio
directamente frente a su silla.
Oh Dios.
Tenía más planes para mí.
Me sentí cohibida mientras la sábana cayó, pero olvidé la sensación
casi al instante cuando vi su mirada caliente en mi cuerpo.
—Entonces, ¿cuál es el problema? —dijo en su teléfono, su voz era
un poco brusca.
Tuve que frotarme contra él para colocarme en el lugar que me
indicó. Sabía que no era un accidente. Le dio un breve beso a mi cadera
cuando me movía para acomodarme.
Me subí al borde de la mesa, frente a él.
Vestía un traje totalmente fresco y limpio. Por supuesto que tendría
costosos trajes impíos adicionales a mano, por si acaso. Éste era un traje
gris oscuro tradicional, perfectamente adaptado al estilo moderno. Su
camisa de vestir era del mismo color pero con un cuello color blanco
brillante, con corbata de un rojo impactante. Lucía devastador, perfecto y
siniestro, todo a la vez.
Se hallaba finamente vestido hasta los dedos de los pies, y yo no
tenía ni una puntada. Me encontraba sumamente empapada y apenas me
tocó. La oficina de estilo antiguo no ayudaba a la situación. Había algo tan
inherentemente erótico con él dominándome detrás del escritorio, donde
reinaba sobre su propio imperio poderoso.
Utilizó su mano libre para empujar mis muslos, separándolos más,
con un toque firme. Tapó el auricular del teléfono otra vez. —Échate hacia
atrás, apóyate en los codos —ordenó.
Obedecí.
—Encárgate de eso —dijo de manera cortante al teléfono.
Frotó mi muslo casi despreocupadamente, el dedo índice de su mano
libre trazando un sendero tranquilo hacia mi sexo.
Me retorcí.
Utilizó un toque suave para explorar mis pliegues. Me volvía loca.
Cambié mi posición en el escritorio hasta que pude alcanzar los lados de
mis senos con las manos. Amasando mi propia carne rudamente.
James me dio una mirada significativa. Esa mirada decía que estaba
siendo muy traviesa, pero no me detuvo.
Introdujo dos dedos en mí, sin previo aviso y grité. Cubrió el
auricular. —Silencio —dijo, regañándome, luego volvió rápidamente a su
llamada telefónica.
Sacó sus dedos, arrastrándose a lo largo de los nervios más
perfectos sin piedad.
Apenas podía procesar lo que decía al teléfono mientras hundía los
dedos expertos de nuevo en mí. Era algo en la línea de “para eso te pago”,
pero nadie podría pagarme para que me importara en ese punto.
Me trabajó con esos dedos gruesos por largo tiempo, aún con el
teléfono pegado a la oreja. Me encontraba al borde de la liberación, cuando
lo sentí moverse un poco, inclinándose hacia mí.
—Envíame el informe. Sí. Eso sería todo —dijo.
Segundos después, enterró su rostro entre mis piernas, su linda
boca yendo directamente a mi clítoris y chupaba mientras sus manos se
mantuvieron muy ocupadas dentro de mí.
No duré diez segundos antes de que me tuviera gritando la
liberación, una mano enterrándose en su cabello sedoso. Apreté con fuerza
alrededor de los dedos hábiles.
Los sacó lentamente, poniéndose de pie. Se chupó los dedos y me
retorcí bajo su mirada. Sus manos se movieron hasta la cinturilla de sus
pantalones. Observé con mirada hambrienta mientras liberaba su dura y
pesada erección de sus confines.
Se inclinó y me besó, un beso con boca abierta, caliente, donde me
probé a mí misma en ella. Chupé su lengua.
Se enderezó bruscamente, agarrando una de mis piernas casi
inertes, llevando mi tobillo hasta su hombro. Colocó mi otra pierna en el
otro hombro. Besó la parte interior del tobillo, y se introdujo en mí.
Sus ojos color turquesa eran intensos sobre los míos mientras se
movía dentro de mí. Esos ojos se hallaban tan empañados. Los hacía
imposiblemente más hermosos para mí.
Ese ángulo, con mis caderas sobre el borde de la mesa, y las piernas
empujadas tan alto, se sentía tan profundo e intenso que me empujaba
sobre el borde, hacia otro orgasmo con unos cuantos empujes duros.
—Vente —ordenó con dientes apretados.
Me desmoroné.
No se detuvo cuando mis músculos internos se contrajeron
alrededor de él, ni siquiera redujo la velocidad. Se inclinó hacia abajo con
fuerza, empujando mis piernas casi tocando mi torso. Su mirada se
hallaba casi amenazante en la mía, nuestras frentes casi tocándose,
cuando dijo con voz áspera—: Haré que te vengas tantas veces que
olvidarás todas las maneras que puedes encontrar para dudar de nosotros.
Y lo hizo. Martilleó en mí, presionando los puntos calientes en mi
cuerpo con una habilidad consumada. No estaba segura de que pudiera
formar un pensamiento coherente cuando finalmente se permitió vaciarse
dentro de mí. Desde luego, no podía pensar lo suficientemente bien como
para contar mis propios orgasmos. Retorció sus caderas brutalmente justo
al final, haciéndome venir de nuevo, a pesar del hecho de que me
encontraba más allá de saciada.
Ni siquiera podía levantar un brazo mientras él salía de mí
lentamente.
—Ve a dormir, amor. Les diré a los chicos que tendremos una cena
tarde. Necesitas descansar un poco. —A medida que hablaba, bajaba mis
piernas, y luego me tomó en sus brazos. Estaba dormida antes de que
pudiera llévame de regreso a la habitación.
Cuando desperté de nuevo, James se encontraba en la misma
posición que estuvo la última vez. Se hallaba en su escritorio, un teléfono
pegado a la oreja. Hizo girar su silla cuando entré tentativamente a su
oficina. Sonrió con malicia mientras me estudiaba. Era su sonrisa
dominante. Hombre voluble.
Tapó el auricular de su teléfono. —Deja la sábana y ven aquí —
ordenó, su tono de voz, oh tan casual.
Obedecí, con una sensación surrealista mientras la escena antes de
mi segunda siesta parecía reproducirse de nuevo.
Cubrió el teléfono de nuevo. —Ponte de rodillas y chúpame —ordenó
casualmente.
Bajé, lamiéndome los labios mientras lo miraba. Era como si me
hubiera leído la mente. Cuando lo vi ahí sentado, tumbado como un rey
insolente en su trono, esto fue exactamente lo que quería hacerle.
Lo liberó de sus pantalones con manos codiciosas. Aferré ambas
manos alrededor de su polla perfecta, acariciándola.
Sumergió su mano libre en mi cabello con fuerza, tirándome hacia
él. Me empujó entre sus piernas, moviendo sus caderas muy al borde de la
silla. Se empujó en mi boca. La abrí para él, chupándole la punta con un
pequeño gemido. Se introdujo en lo profundo, follando mi boca tan
profundo que me dieron arcadas.
La sacó, luego la introdujo de nuevo.
Apenas noté cuando colgó su teléfono audiblemente.
—Relaja los músculos de la garganta —me dijo—. Llévame más
profundo. —Tomé un poco más de él esa vez.
—Usa las manos —ordenó, y envolví las manos en su base, mientras
lo chupaba tan profundo como podía, meneando la cabeza con furia.
Aferró las dos manos en mi cabello, guiándome con duros tirones.
Hizo el sonido más hermoso en su garganta mientras se vertió en mí,
corcoveando sus caderas. Me encantó, haciendo mis pequeños sonidos
propios a medida que continuaba chupando, incluso después de que se
vino. Tuvo que alejarme con bastante firmeza. Me dio la más cálida mirada
por mis esfuerzos.
—Te encanta que te folle la boca, ¿no? —murmuró, acariciando mi
labio.
Tarareé en acuerdo. —Me encanta todo eso —le dije, mi voz baja.
Nos duchamos juntos en el baño bien equipado de la oficina. Me lavó
con manos tiernas y caricias persistentes, como era su costumbre.
—Tu oficina no es lo que esperaba —dije mientras él me secaba a
fondo—. No tiene el toque James.
Besó una cadera mientras secaba mis piernas. —También era la
oficina de mi padre. Nunca me atreví a cambiar nada en ella.
Con una mano le acaricié el cabello mojado. Mi sentimental James.
No debió sorprenderme que la habitación tuviera un armario, o que
ese armario tuviera ropa para mí. James parecía más interesado en
encontrar ropa para mí que en vestirse él mientras examinaba el gran
estante de ropa de mujer que ocupaba exactamente la mitad del armario.
Él estaba casi seco, aunque algunas partes de la piel dorada aún se
hallaban deliciosamente húmedas. Tenía una toalla colgado bajo en sus
caderas. Eso hacía difícil concentrarme en lo que se suponía debía estar
haciendo; incluso recordar que trataba de hacer otra cosa aparte de
mirarlo con ojos hambrientos.
James sacó un vestido de tubo color gris pálido, con un cuello barco
del estante. —Este —dijo.
Rodé los ojos. —¿Y entonces yo escogeré tu ropa?
Señaló su lado del armario, aún rebuscando en mi estante de ropa.
—Como desees, Buttercup1 —dijo, moviéndose a un exhibidor de
cinturones colocado contra una gran cómoda en la parte posterior del
armario.
Mi respiración se detuvo ante la frase, y lo miré. Él ni siquiera me
miraba...
Me moví a su lado del armario, registrándolo.
Revisé la ropa tan cara que se sentía mal incluso tocarla. —¿Es
necesario que lleves traje? —pregunté, porque muy pocas veces lo vi
vestirse en cualquier otra cosa.
—Sería preferible, ya que cenaremos en una de mis propiedades, y
prefiero lucir profesional en mi lugar de trabajo. Pero si algo más te llama
la atención, estoy ciertamente dispuesto.

1Hace referencia a la película Princess Bride, donde Buttercup tiene un mozo de cuadras al que le
gusta molestar; pero éste a todo le responde: Como desees, Buttercup. Y ésta más tarde se da cuenta
que esas palabras significan te amo.
Le lancé una mirada maliciosa. —¿Supones que golpear a un
individuo por insultar a tu novia luce profesional?
Me sonrió, sin el menor arrepentimiento. Fue algo irritante. —Soy
humano —dijo.
Negué con la cabeza. Era imposible.
Escogí un hermoso traje gris pálido. Rápidamente localicé una
camisa color turquesa brillante y una corbata. Lo vi vestir ese color antes,
y estaba más allá que impresionante en él.
Me di la vuelta para mostrarle mi selección y lo vi agacharse para
recoger un par de tacones color turquesa. Sostenía un fino cinturón
turquesa en la mano para colocarlo en el vestido. Estudié sus opciones, y
luego las mías, y empecé a reír.
Me reí tanto que tuve que sentarme en el suelo, haciendo caer mi
toalla.
Me reí más cuando James se abalanzó, nuestra ropa cayó en un
montón alrededor de nosotros mientras me clavaba en el suelo.
Quitó el cabello mojado de mi rostro y me sonrió a los ojos.
—¿Viste lo que escogía, o es que estamos así de locos? —pregunté, la
risa aún en mi voz.
Me acarició la mejilla, y me dio la sonrisa más dulce. No pensé que
hubiera una persona en el planeta que estuviera en el extremo receptor de
esa sonrisa y no enamorarse de él.
—Por supuesto que eché un vistazo —dijo—. Estaba preparado para
cambiar tu atuendo entero hasta que combináramos.
Me reí más fuerte y besó mis labios sonrientes. No se quedó,
echándose hacia atrás rápidamente.
—Estás loco —dije, y me levanté para vestirme.
Me abrazó desde atrás, presionándose con fuerza contra mí, frotando
su pecho suave a lo largo de mi espalda. Me habló al oído—: Loco por ti, mi
amor.
Me puse rígida, cálida por sus palabras, pero incómoda al instante.
¿Qué quiso decir con eso? ¿Era tan serio como parecía, o simplemente su
naturaleza naturalmente cariñosa se mostraba? Me estuvo diciendo cosas
escandalosas desde el principio, así que intenté no tomarlas en serio, pero
se hacía más claro cada día que era muy serio, que siempre lo fue.
¿Esperaba que respondiera algo similar? Porque no estaba preparada para
eso, ni siquiera sabía cómo hacerlo.
El momento incómodo pasó rápidamente. James simplemente me
besó el cuello suavemente, y me dejó ir para vestirme.
Tenía su baño de la oficina equipado con artículos de aseo y
cosméticos para mí. Eso lo encontré tanto completamente loco como
totalmente conveniente. Incluso tenía un secador de cabello para mí.
Estuve lista en menos de veinte minutos, James en menos de diez.
—¿Te importaría ir a cenar con Frankie la próxima vez que estemos
en Las Vegas? —preguntó James mientras terminaba de alistarme—. En
algún momento de la próxima semana.
—Para nada —dije rápidamente, todavía avergonzada por lo celosa
que estuve por lo afectiva que era la mujer con James en nuestro primer
encuentro. Pero al parecer era una de las pocas mujeres hermosas en el
planeta con la que James no se había acostado, y me sentí demasiado
tonta por suponer que tenían algún tipo de pasado juntos. No me
importaría tener la oportunidad de dejar que la mujer me dé una mejor
impresión.
—Y Lana me llamó. Quiere almorzar contigo. Se encuentra en Nueva
York esta semana, y dijo que estaría disponible para ti. Le dije que se
contactara contigo, ya que no estaba seguro de tus planes mientras
trabajo.
—Oh, eso suena bien —dije, y en serio. Me agradó la otra mujer al
instante. Era refrescantemente sincera y fue fácil hablar con ella. No
esperaba hacer amistad rápidamente con muchas de las personas en los
círculos acomodados de James, así que uno de esos amigos era una
comodidad enorme.
—Además, Parker y Sophia quieren cenar con nosotros. Les dije que
tal vez en un par de semanas. La versión de Parker de no asustarte me
alarma, para ser honesto.
Sonreí, silenciosamente de acuerdo. El lenguaje de bebé, para nada
era la manera de no asustarme.
James envolvió con fuerza un brazo posesivo en mi cintura cuando
salíamos de su oficina. Blake nos esperaba en el ascensor. Ella asintió
hacia James, mostrando en su rostro las habituales líneas severas.
—Reasigna a Johnny —le dijo James brevemente.
Lució visiblemente desconcertada. —Señor, ¿qué hizo? —preguntó,
incluso cuando nos subimos al ascensor.
Giré la cabeza para estudiar su rostro. Su mandíbula se tensó, pero
eso no me dijo nada de lo que pensaba. —Quiere a Bianca. Lo vi revisarle
las piernas cuando se suponía que debía acompañarla con seguridad al
ascensor. No es necesario que lo despidas; solo debe ser trasladado. Él no
protegerá el cuerpo de ella.
Johnny no me gustaba particularmente, para nada, de hecho, pero
estaba siendo más que ridículo. —James… —empecé.
—No —interrumpió, su tono suave. Sus palabras, no—. Si presentas
un caso de por qué lo quieres cerca de ti, no lo ayudará, confía en mí.
Me puse rígida. De todas las cosas descabelladas, arbitrarias y
completamente irrazonables que escuché nunca, esto tenía que ser el
colmo. —Creo que tú estás siendo absurdo. Esto no tiene nada que ver con
Johnny…
—No me gusta la forma en que dices su nombre. Es demasiado
familiar, teniendo en cuenta el poco tiempo que se conocen el uno al ot…
—¿Es una broma? —estallé.
—Me encargaré de eso tan pronto como pueda, señor —dijo Blake,
sin cuestionar sus acciones locas. No suponía que él lo tolerara si lo hacía.
Pero yo ciertamente podía cuestionarlas.
—James, no te permitiré ser un tirano. Johnny no hizo nada malo.
No puedes decir que me quiere por cómo interpretaste una mirada.
—No se trata de mis celos, Bianca. O al menos, no solo por eso. Esto
es por tu seguridad, y si está demasiado ocupado comiéndose tus piernas
con los ojos para hacer su trabajo, él no es de ninguna utilidad para mí.
—¿Y esto se basa en una mirada? —pregunté, mi mandíbula tensa.
—Sí. Tengo buenos instintos.
—No me importa. No lo reasignarás después de una mirada. Me
dijiste que tenía opción en decir quién era contratado o despedido, o
cualquier otra cosa, y digo que no será reasignado basado en una mirada.
Su mandíbula se tensó con fuerza, pero vi inmediatamente que gané.
—Bien. Necesitas más pruebas. Lo mantendré el tiempo suficiente para
conseguirlas. Blake, quiero ser informado sobre su comportamiento
cuando no estoy presente.
—Sí, señor —dijo ella sin expresión. Me pregunté qué pensaba de las
locuras de él, pero segura de que no se lo preguntaría.
—¿A dónde vamos? —pregunté, tratando de dejar pasar el tonto
altercado, tratando de no permanecer molesta cuando al menos consideró
mis deseos.
—Se llama Red. Es uno de mis restaurantes. Está justo al lado. Los
chicos nos encontrarán ahí para la cena.
Sonreí cuando los llamó “los chicos”, porque sonaba tan familiar y
tan cómodo, como si Stephan y Javier hubieran sido sus “chicos” desde
siempre.
Al segundo en que salimos del ascensor hacia el enorme vestíbulo
del hotel, fuimos flanqueados por mi seguridad y Clark.
Le dirigí a James una mirada maliciosa. —¿No crees que todo esto es
un poco excesivo? —pregunté.
Me apretó la cadera con su mano, lo suficiente para dejar un
moretón. —Hasta que tu padre sea encontrado y encarcelado, nada es
demasiado excesivo. Me lo puedo permitir, así que compláceme.
—Hmm —dije, sin saber qué hacer con sus medidas demasiado
entusiastas. Si era honesta, a una parte de mí le gustaba la protección, le
gustaba saber que mi padre no podía llegar a mí, incluso si hacía todo lo
posible, pero el resto de mí sabía que cuatro personas que protegían a una
mujer insignificante era completamente absurdo.
Sr. Magnánimo
Traducido por Ana Avila & florbarbero
Corregido por Laurita PI

Red era tan escandalosamente lujoso como me imaginé. James no


parecía dueño de una propiedad que no fuera así. Cada parte del lugar
era, por supuesto, de color rojo. Cada tono representado en la exuberancia
y majestuosidad de las paredes, los pisos de madera de color rojo oscuro, y
el cristal rojo de las lámparas se proyectaba sobre cada área de la mesa y
el salón.
La primera sala del establecimiento era una enorme zona de bar con
techos altos y mármol rojo cubriendo todas las superficies. La fila que
envolvía la casilla para entrar al lugar significaba que obviamente tenía
mucha demanda, pero no lo sabría por el amplio bar. Los clientes estaban
bien vestidos y bien educados. La mezcla de moda con la riqueza en un
ambiente de buen gusto.
Una formal anfitriona de pelo negro, que quizás dejó atrás sus días
de modelaje, nos llevó con premura a través de las barras hacia uno de los
extravagantes comedores. Había tres que alcanzaba a divisar.
Enormes arreglos florales mezclados adornaban cada mesa. Por
supuesto, todas las flores eran de color rojo.
—Es muy rojo —le dije a James.
Se limitó a sonreír.
La anfitriona nos llevó a una mesa en el centro de la gran sala. Sin
habitación privada para nosotros esta vez. Al parecer, James quería ser
visto esta noche.
Stephan y Javier nos esperaban en la mesa. Stephan me recibió con
un largo abrazo, Javier con uno más corto.
Nos sentamos en la mesa increíblemente bien organizada, y notaba,
impresionada, como el equipo de seguridad se posicionaba alrededor de la
mesa sin ninguna palabra.
—Tienen coreografía —dije.
Stephan y Javier bebían vino tinto, y James y yo teníamos agua.
—Tráenos el especial de la noche —dijo James a la camarera, que
parecía encandilada mirándolo—. ¿Eso suena bien para todo el mundo?
Todos asentimos. Éramos auxiliares de vuelo, eso nos dejaba en un
punto medio extraño donde todos éramos inexplicablemente cultos, muy
bien viajados, pero ninguno de nuestros viajes nos llevaron a cualquier
lugar tan intimidantemente caro. Pensé que nos ponía un poco nerviosos.
Charlamos con comodidad mientras esperábamos la comida. Todos
los muchachos se llevaban notablemente bien, lo que fue un alivio para
mí. Aparte de tener algo en común conmigo, Stephan y James siempre
tenían mucho de qué hablar. Deportes, coches, debates políticos amistosos
que solo me dieron un ligero dolor de cabeza; hablaron como si fueran
viejos amigos. Calentó mi corazón.
Nos sirvieron la cena en deliciosas olas de platillos con pequeñas
porciones de ricos alimentos condimentados, y simplemente sabía que así
era porque la camarera presentó cada plato con broche de oro y una
explicación. El plato principal, lenguado asado en cacerola con risotto de
espárragos de primavera, prácticamente se derretía en mi boca.
—Muy bien —le dijo James cuando sirvió otra ronda.
Ella prácticamente brillaba como si flotara, sin duda afectada por su
elogio.
—No debes tirar ese encanto tan a la ligera. Harás que todo mundo
se enamore de ti —le dije, sonriendo levemente.
Me agarró la mano, besando mis dedos. Me estudió. —¿Eso crees,
amor?
Aparté la vista, ruborizándome, sin palabras.
El postre fue aún más delicioso que la cena, con pastel de plátano y
natillas congeladas de ron. Las porciones eran pequeñas, pero quedé
saciada cuando terminé la comida.
Nos quedamos un largo rato, incluso después de cenar, disfrutando
del hermoso entorno y la compañía maravillosa. Los chicos se dirigían a
una obra de teatro en Broadway después de la cena. El pensamiento me
hizo sonreír. Broadway no era cosa de Stephan, por lo que era dulce que
fuera por Javier.
—Ah, se me olvidaba —dijo James con una sonrisa—, una revista de
salud para hombres me pidió hacer una sesión fotográfica de último
minuto y una entrevista corta.
Parpadeé por un momento. —¿Una sesión de fotos? —pregunté. No
debería estar sorprendida. Era un supermodelo entre los hombres. ¿Por
qué la revista no lo querría en su portada?
—Vi tu última aparición. Fue buena —dijo Javier.
James se encogió de hombros. —Las hago de vez en cuando.
Querían que participara en el lanzamiento de otoño, pero insistí en hacer
la siguiente. Tengo una buena relación con la revista.
Se me ocurrió algo. —¿Lo haces para mostrar tus tatuajes? —
pregunté. Esbozó una sonrisa maliciosa y los chicos se echaron a reír. Era
tan loco, e increíblemente romántico, y tan James, queriendo mostrar su
devoción al mundo entero. Me ruboricé.
—¿Quieres venir conmigo a la sesión? Es miércoles por la tarde,
justo después de salir de la oficina.
Le di mi pequeño encogimiento de hombros. —Si quieres que esté
allí, iré.
Prácticamente sus ojos resplandecían en su cara sonriente. —Amor,
quiero que estés dondequiera que vaya. Te pondría en mi bolsillo, si
pudiera.
Todos nos reímos, pero no creo que ninguno de nosotros pensara por
un segundo que no lo decía en serio.
—Además, Stephan y Javier tienen algunas noticias para ti —dijo
James, mirando a los otros hombres.
Los estudié, sorprendida al ver que parecían nerviosos. Le di a
Stephan la mirada que, él sabía, significaba “escúpelo”.
Se mordió el labio mientras pensaba qué decir. —Hoy, mientras
dormías me reuní con James —comenzó. Eso era nuevo para mí. No tenía
ni idea de que hubiera estado en la oficina—. Generosamente accedió a
constituir el capital de arranque para que Javier y yo abramos un bar en
Las Vegas.
No reaccioné, simplemente los estudié a todos, sorprendida por lo
que había sucedido, sin que lo supiera.
James no era capaz de evitarlo, el congraciarse en todos los aspectos
de mi vida, pero ¿cómo podía no enloquecer, cuando hacía tales cosas
maravillosas por mi mejor amigo? La respuesta era simple. No podía.
Miré a James. —Gracias —le dije con sinceridad.
Se encogió de hombros. —Es una inversión. Stephan me presentó
una idea que, creo, será exitosa. Tan simple como eso. No tienes que
agradecerme.
Le di una mirada irónica, pero eso fue todo.
Cuando terminamos, caminamos con los chicos. Abracé a Stephan
en despedida y les deseé una buena noche. James había traído su propio
coche y conduciría esta noche, y ellos estaban en el cielo, amando el trato
VIP.
Nuestro corto trayecto en coche hacia nuestro apartamento se llenó
de un silencio incómodo, ya que Blake y Johnny se nos unieron en la parte
de atrás. James entrelazó sus dedos con los míos, pero eso fue todo.
—¿Vas a explicarme lo que pasó esta mañana? ¿Jolene es casada?
¿Y eras amigo de su marido? —pregunté en voz baja. Trataba ser
razonable, intentando pasar el día sin más drama, pero necesitaba que me
aclarara algunas cosas.
Suspiró. Fue un suspiro de resignación, y su cara lucía preocupada
mientras me miraba.
—Sí, por supuesto que voy a explicarte. Gracias por preguntar, y no
solo reaccionar. Iremos a la cama. Te diré cualquier cosa que quieras saber
allí.
Lo estudié con cierta desconfianza. —No puedes atarme cada vez que
necesitamos tener una charla que piensas que no me gustará.
Me dio una mirada de suficiencia. Era exasperante. —Por si no lo
sabías, puedo. Pero ese no es mi plan en este momento. Simplemente
prefiero hablar en el dormitorio.
Nos encontrábamos en el vestidor, desnudándonos para ir a la
cama, cuando volvió a hablar: —Scott conoció a Jolene cuando era mi
sumisa. Al instante quedó prendado. Cuando terminé nuestro acuerdo,
Scott me preguntó si me importaba si la invitaba a salir. No me importaba,
pero le dije que no podría ser la mejor idea, por su bien. Eso fue todo lo
que dije y todo lo que supe. Sin que lo supiera, se casaron menos de dos
semanas después.
Se las arregló para desnudarse primero, y se acercó a mí para verme
terminar.
—Unos pocos meses después, Jolene me llamó, me preguntó si
quería salir a cenar. No le vi ningún inconveniente; ni siquiera supe si ella
y Scott habían salido, y estaba entre mis sumisas, por lo que simplemente
lo vi como una oportunidad de desahogarme.
A conciencia, logré que mi cara luciera inexpresiva mientras lo
miraba. La tensión en su comentario me hizo sentir... delicada, por
razones que no quería indagar.
—Estuvimos... juntos esa noche, y de nuevo a los pocos días. Ella
expresó su interés en reanudar nuestro acuerdo anterior. Traté de decirle
amablemente que no me interesaba, y que pensaba que debía seguir
adelante. Fue entonces cuando me dijo que se había casado con Scott. Lo
mencionó como prueba de que ya había seguido adelante, pensando que
me alentaría.
»No hace falta decir que no lo hizo. Le dije que no volvería a verla, ni
la tocaría si estaba casada. Nunca quise ser un adúltero; la idea es
repugnante para mí, en especial cuando afectaba a un amigo mío.
Deslicé una prenda delgada por mi cabeza.
—Dejé de verla, dejé de atender sus llamadas, por lo menos durante
un año —continuó—. Estuvo entre mis sumisas de nuevo cuando por fin
se las arregló para sujetarme. Sabía que para ese momento ya se había
divorciado, aunque no sabía el motivo con exactitud. Más tarde descubrí
que lo había hecho porque me negaba a verla mientras siguiera casada.
Nunca debí haberla tocado después de que terminamos nuestro acuerdo
original. Ahora lo veo con claridad. Mi amistad con Scott por desgracia es
irreparable, lo he descubierto demasiado tarde. Está perdidamente
enamorado, hasta el punto de ser incapaz de razonar. Solía burlarme de él
por perder la cabeza tan completamente por una mujer. —Sonrió en
desaprobación para sí mismo—. No me burlaré de eso nunca más. Ahora,
lo único que me desconcierta es su gusto por las mujeres.
Tuve que reprimir el impulso de decirle que parecían compartir el
gusto por las mujeres. Pero me dije que no era momento de decirlo. Existía
mucho sobre su pasado que necesitaría pasar por alto si tendríamos
alguna esperanza de permanecer juntos. Y con tal de que fuera el pasado,
pensé que podría aprender a lidiar, aunque su explicación me perturbó en
muchos niveles.
Me quedé en silencio durante mucho tiempo, mientras examinaba
mis propios pensamientos, y terminaba de prepararme para dormir.
James no apreciaba mi decisión de permanecer callada. —Dime qué
piensas —dijo al fin—. ¿Estás molesta?
Fui al baño, me lavé la cara y me cepillé los dientes. James me
siguió tenazmente todo el tiempo, con molestia en esos brillantes ojos que
nunca se apartaron de mi cara.
Subía a la cama cuando por fin le contesté: —Creo que me siento un
poco sorprendida contigo, que después de todo esto, todavía la veías justo
un día antes de conocerte. No estoy molesta, solo… ¿te resulta tan difícil
mantenerte alejado de ella?
Solamente lo miré cuando terminé de hablar, pero lo vi claramente
estremecerse.
—No es de la manera en que te lo imaginas. No sé si pensarás que es
mejor o peor, pero no la seguí viendo durante ese tiempo porque no podía
permanecer alejado. Al contrario. Teníamos gustos en común, pero ni
siquiera me gustaba. Supe desde el principio que era una mercenaria.
Quizá no supe a qué nivel hasta que se fue con Scott, pero lo noté al
menos lo suficiente como para saber que nunca podría quererla. La vi
porque necesitaba una salida para las cosas que hago, y en mi peor
momento, pensé que nos merecíamos entre sí. Ni siquiera la contactaba
tan a menudo, solo cuando estaba entre sumisas y en particulares estados
oscuros de ánimo. La mayoría de las veces no la dejaba ni siquiera
hablar…
Levanté una mano, después de haber oído más que suficiente. —No
creo que pueda soportar oír ese tipo de detalles. Una última pregunta, y
luego voy a dejar el tema. ¿Por qué todavía Scott la llama su esposa?
Hizo una mueca. —Scott nunca la superó. Nunca la vio como es en
verdad. Ve el paquete, y el hecho de que es insasia…
Levanté la mano de nuevo. —Por favor.
Se sacudió el pelo de la cara. Vi su garganta trabajar mientras
tragaba saliva con fuerza, inclinado sobre mí. —Lo siento. No quiero ser
insensible. Es difícil de explicar estas cosas sin tocar asuntos delicados.
—Mientras no tenga que escuchar más acerca de sus cosas sensibles
—dije con ironía.
Sonrió. —Sabes que solo me interesan tus cosas sensibles.
Arrugué la nariz.
—¿Es demasiado pronto para bromear al respecto? —preguntó.
Asentí.
Suspiró. —De todos modos, se comenta que se volvieron a casar
hace unas semanas. Pobre bastardo. Lo va a exprimir hasta secarlo. No
hay nada que pueda hacer al respecto, aunque traté de advertírselo. Y no
he perdido el control, Bianca, no cómo crees. Él intentó golpearme, se
puso como loco, y yo no. Fueron escoltados fuera de las instalaciones. No
tienen permitido volver. ¿Algo más que necesites saber?
Negué con la cabeza. Una parte de mí le podría haber cuestionado
toda la noche. Todo en él me interesaba, desde su pasado a su presente, y
la masoquista en mí quería conocer todos los detalles. Sin embargo, sabía
lo que tenía que saber y tendría que ser suficiente.
Hizo su pervertida rutina de médico, examinando cada centímetro de
mí, y luego masajeando mi cuerpo con lentitud y con cuidado. Me sentía
saciada de las actividades vigorosas de la tarde, pero todavía lo quería de
nuevo para el momento en que terminó.
Estudió mi espalda un largo rato, pero no dijo nada, simplemente
besó con delicadeza las marcas que dejó con las rosas negras y azules.
Sentía como si hubiera dormido todo el día, pero de alguna manera
me sentía a la deriva con él tendido sobre mí. No trató de detenerme.

***

Me encontraba en esa casa de nuevo. Sentía como si me tirarán de


una cuerda. Mi padre gritaba en algún lugar de la casa, una cadena sueca
indescifrable que mis oídos captaron pero mi cerebro no podía traducir.
Sabiendo que era una mala idea, me levanté de la cama.
Bajé la mirada a mis pies fríos y descalzos, y eran más grandes, más
maduros, pero no como los recordaba. Algo estaba mal, aún más mal de lo
normal. Aun así, caminé con sigilo por el pasillo.
La cocina se hallaba dónde se suponía que estuviera, pero todo lo
demás estaba mal. Un espeso charco rojo empapaba la alfombra azul claro
del pasillo, visible incluso antes de que entrara a la cocina. Bajé la mirada
a mis manos. Ya se encontraban cubiertas de sangre. Mal, mal, mal.
Aun así, me acerqué a esa cocina, incapaz de mantenerme alejada.
El cuerpo de mi madre tendido en el suelo era todo lo que podía ver
por momentos mientras permanecía en la puerta. La cabeza se había ido;
pedazos diseminados por todo el suelo, su cabello y su camisón. La
reconocí por los trozos de largo cabello dorado esparcidos por todo su
cuerpo. Me arrodillé a su lado, agarrando una de sus delicadas manos. Era
la única parte de ella que todavía no estaba envuelta en sangre.
Al momento en que la toqué, más de la habitación entró en foco.
El suyo no era el único cuerpo en el suelo. Otra mujer yacía a
escasos metros, y vi por su pelo rojo chillón que era Sharon. La miré fijo,
confundida y horrorizada, mi mente negándose a ver ese otro terror en la
habitación. Solo los gritos de mi padre me hicieron echar un vistazo, y
porque sus palabras cambiaron, una frase con un fuerte acento en inglés
para llamar mi atención.
—Mira, sotnos, mira.
Miré. Me puse de pie, un grito se construyó en mi garganta. Mi padre
se puso frente a mí, pero no era a él a quien miraba. Una gran figura de
pie frente a él, con la espalda frente a mí. Perfecto cabello castaño dorado
simplemente rozaba el cuello blanco de una camisa de vestir, una espalda
fuerte que mostraba los músculos tensos dolorosamente familiares.
—James —dije con la voz entrecortada, apenas un susurro.
No se volvió, no hizo mucho en mi presencia.
Me acerqué un paso, incapaz de apartar la mirada. —James —dije
de nuevo, afrontando ya el horrible cuadro frente a mí. Mi corazón dejó de
latir en mi pecho, cuando todas las piezas de la foto encajaron en su sitio
con una claridad aterradora.
Mi padre se retrasó, casi apuntaló lo que sería la muerte de James,
un arma de fuego ya empujada dentro de su boca, metiéndola profundo en
su garganta.
Los ojos de James se encontraban abiertos, pero vidriosos, cuando el
gatillo estaba a punto de ser disparado. Tenía los brazos colgando a los
costados. Agarré un brazo, pero la sensación de sus músculos sin fuerza
me hizo retroceder.
—Mira, sotnos, mira —dijo mi padre con frialdad. Empecé a llorar
cuando mi padre apretó el gatillo, incapaz de detenerlo; incapaz de apartar
la mirada.
James se desplomó en el suelo, su nuca desapareciendo en un
charco de sangre en el suelo.

***

Me senté con un grito, los ojos bien abiertos en la oscuridad.


Empecé a moverme, necesitando acción, aunque no podía ver dónde
estaba, ni hacia dónde iba. Lloré cuando fuertes y musculosos brazos me
envolvieron desde atrás, levantándome y girándome con gentileza cerca de
unos latidos dolorosamente familiares. Di un grito ahogado y me aferré a
James aun cuando me sostenía.
Cerré los ojos cuando me llevó al baño, encendió las brillantes luces.
No me dejó ir en tanto se metía al baño, todavía sosteniéndome firmemente
en sus fuertes brazos. Lo agarré con ambos brazos, aferrándome tan duro
como podía. No lo dejaría ir, ni siquiera cuando tuviera que quitarme el
camisón.
—No —protesté, sosteniéndolo.
—De acuerdo, shh, está bien, amor, no voy a dejarte ir.
Se hundió hasta el fondo de la bañera, manteniéndome con fuerza
contra él, frotando con su mano en mi espalda para consolarme,
sosteniéndome cerca, murmurando palabras tranquilizadoras mientras me
calmaba poco a poco. Por fin se desplazó hacia atrás lo suficiente para
levantar el camisón y luego deshacerse poco a poco de sus bóxers. Cuando
terminó me acercó a él, hasta que estuvimos piel con piel.
Me lavó, me frotó con delicadeza pero a fondo, como si supiera de mi
sueño sangriento, y percibiera con exactitud qué necesitaba.
No me preguntó acerca de la pesadilla, nada en absoluto, pero en su
lugar me dio comodidad, anticipándose a mis necesidades mejor de lo que
yo hubiera podido pedírselo, si hubiera sido capaz de hacerlo.
Por fin hablé, derramando cada detalle del sueño en un sosegado y
agonizante susurro. Me acarició la espalda en tanto hablé, permaneciendo
en silencio mientras le relataba mi pesadilla.
Solo habló cuando había terminado y callé. —Fue un sueño, Bianca.
Estoy aquí, y estoy bien. Tu padre no sería capaz de llegar a mí ni si lo
intentara. Y tomaremos todas las precauciones para asegurarnos de que
nunca pueda llegar a ti. Vamos a estar bien, amor. Todo va a estar bien.
Me sentí mejor después de desahogarme y, por supuesto, después de
que James me tranquilizó con tanta convicción en su voz. Nos secamos y
nos quedamos dormidos. Me aferré a él incluso cuando me dormí.
Me desperté cuando sentí a James salir de la cama. Me incorporé
cuando la puerta del baño se cerró, la ducha encendiéndose un momento
después. Casi me había dormido de nuevo cuando volvió a salir. Me
obligué a levantarme.
Lo observé vestirse en la entrada del armario, apenas logrando no
babear incluso en mi estado somnoliento y aturdido.
James me lanzó una mirada cálida. —Vuelve a la cama, amor. Tengo
que ir a trabajar, pero eso no significa que tengas que levantarte a esta
hora intempestiva —dijo, colocándose una camisa de vestir blanca.
Di un pequeño encogimiento de hombros. Ya dormí lo suficiente.
Terminó de vestirse rápidamente, moviéndose hacia mí con un
propósito. Me dio un beso lento y caliente, pero se retiró sin hacer más. Su
cabello dorado se arrastró a su cara mientras se inclinaba hacia mí. Aún
ni siquiera se encontraba seco, pero se veía como un modelo perfecto. Lo
acomodé con los dedos.
James se retiró de mala gana. —Todas las pinturas en las que estás
trabajando fueron traídas a tu estudio aquí. Y creo que Lana va a tratar de
verte en el almuerzo de hoy, aunque si no lo hace, me gustaría obtener el
privilegio.
Mis cejas se fruncieron. Hice un breve recorrido por mi nuevo
estudio, pero no había visto mis proyectos actuales allí.
—¿Todas? —pregunté, pensando en la pintura del desnudo de él que
había empezado, la que guardé en un cofre en la habitación de invitados
de mi pequeña casa.
Sonrió con malicia. —Todas. Tengo que irme. Si no regresas a la
cama, entonces acompáñame a salir. —Mientras hablaba, enganchó un
dedo en el collar en mi cuello.
Me dio un beso en el ascensor. —Cenaremos esta noche, entonces te
voy a llevar al cuarto piso —me dijo cuando la puerta se cerró.
Lo empecé a extrañar al segundo que se fue. Estaba tan loca por él.
No podía volver a esa cama vacía, así que fui a pintar.
Tuve que sonreír cuando vi que fue bastante literal acerca de mover
todas las pinturas en mi estudio. Incluso su desnudo de alguna manera
fue encontrado en mi casa y enviado aquí. El hombre no tenía fronteras de
ningún tipo.
Trabajé en el retrato de un joven James de catorce años, en el que
comencé a trabajar en la semana anterior. Pinté durante horas, llegando a
estar totalmente absorbida por esa imagen de él, la imagen de un niño
exageradamente hermoso con el dolor de la pérdida y el peso del mundo
sobre sus hombros.
Había hecho un buen progreso en la pintura, pero aún llevaba solo
lo más elemental, cuando oí un golpe ligero en la puerta de mi estudio.
Me sobresalté. Estaba concentrada. Empecé tal vez a las cinco de la
mañana, olvidando incluso que había alguien más en la monstruosidad de
apartamento.
Dejé mi pincel y abrí la puerta, manteniendo mi cuerpo oculto.
Me sorprendió hallar a Blake en la puerta, sosteniendo el teléfono, a
pesar de que no debí sorprenderme. Asumí de manera natural que Marion
o Stephan estarían en la puerta, y esperaba que fuera Stephan. Si alguien
tuviera que verme con un camisón transparente, además de James, por
supuesto, me quedaría con Stephan.
—Señora Karlsson. El señor Cavendish quiere hablar. Por favor,
intente mantener su teléfono cerca, por motivos de seguridad —dijo, con el
rostro marcado con dolorosas líneas severas.
Asentí y le cerré la puerta en la cara. No intentaba ser grosera, pero
era difícil no serlo, cuando era una mujer adulta y ella parecía sentir la
necesidad de decirme qué hacer. Ni siquiera tuve la oportunidad de marcar
antes de que James me llamara.
—Hola, señor Cavendish —dije al teléfono.
—Estás pintando —dijo con la voz más cálida.
—Ajá. ¿Cómo te diste cuenta?
—Por el sonido de tu voz. La envuelve una especie de ensueño y es
suave. Me gustaría estar allí. Me encanta verte pintar. Me encanta ver ese
ensueño en tus ojos.
Me estremecí, adorando esas palabras románticas y la baja cadencia
rasposa de su voz. —También, me gustaría que estuvieras aquí, aunque si
lo estuvieras, estaría trabajando en el desnudo.
—Voy a hacerlo esta noche, si lo deseas.
—Me gustaría.
—Sobre todo llamo porque estoy entre una reunión y otra, y quería
oír el sonido de tu voz, pero también Lana está tratando de ponerse en
contacto contigo. Es una mujer implacable y persistente, y quiere que te
pida que la llames. Intenta comunicarse, pero es obvio que olvidaste que
tienes un teléfono. Una vez más.
—Así es —acordé. No podía negarlo.
Le oí suspirar. —Tengo que irme, pero por favor, mantén el teléfono
contigo.
—De acuerdo —le dije. Me di cuenta por su tono de voz que tenía
que correr, así que no lo entretuve—. Nos vemos esta noche —le dije en voz
baja.
—Sí, lo haremos. Adiós, amor.
Sr. Romántico
Traducido por Daniela Agrafojo
Corregido por Jadasa

Buscaba entre mi lista de contactos, esperando que alguien hubiera


agregado el número de Lana, cuando mi teléfono comenzó a sonar en mi
mano. Era un código de área desconocida de Nueva York, por lo que pensé
que debía de ser ella.
Respondí de inmediato. —Hola —dije con una sonrisa. Esperaba con
ansias nuestra cita para almorzar.
Una voz definitivamente masculina e indudablemente desconocida
respondió—: ¿Bianca Karlsson?
No contesté en seguida, confundida y recelosa de que alguien
desconocido tuviera mi número. ¿Era un tabloide? ¿Era parte del ejército de
guardias de seguridad de Cavendish?
—Ella habla —dije finalmente, manteniendo la voz calmada y
educada.
El hombre se aclaró la garganta al otro lado. Se encontraba nervioso.
Casi me hallaba segura de eso. ¿Quién era?
—Lamento molestarte… soy Sven. Sven Karlsson.
Mi corazón se sintió como hielo en mi pecho cuando oí el nombre de
mi padre. Mis orejas como que se llenaron con un ruido sordo, y por
mucho rato me quedé ahí, silenciosamente sorprendida.
—Soy tu, um, medio hermano. Sven hijo, supongo.
Todavía no podía encontrar ninguna palabra para decir. Necesitaba
sentarme, pero no podía obligarme a buscar una silla.
Finalmente, él habló de nuevo—: Lamento molestarte. No debería
haber llamado. —Su voz sonaba tan desamparada que de repente descubrí
que podía hablar de nuevo.
—No, no, no lo lamentes. Acabo de escuchar sobre tu madre. Lo
siento mucho por tu pérdida. Ni siquiera sabía que existían hasta hace
unos días.
—Oh —dijo—. Bueno, sé que es extraño, pero escuché que pasas
mucho tiempo en Manhattan. Yo vivo ahí, y me preguntaba si alguna vez
podríamos reunirnos para tomar café. No tengo más familia, y para ser
honesto, he querido conocerte por bastante tiempo.
Me sorprendió hasta el silencio otra vez. Era lo último que esperaba
cuando escuché que tenía un medio hermano. La idea de alguien que
estuviera relacionado conmigo por la sangre y que quisiera conocerme
simplemente era tan… extraño. No podía decir que me encantara la idea,
pero ¿cómo podía negarme?
—Está bien —concordé finalmente—. Sin embargo, no estoy segura
de cuándo sea capaz de hacerlo.
—No hay problema. Puedes llamarme cuando puedas. Cuando sea y
donde sea que estés cómoda.
Parecía tan… agradable. Cuando pensaba en el hijo de mi padre,
automáticamente pensaba en mi padre, pero este hombre no sonaba así.
—De acuerdo —dije con más seguridad. Quería esto, ver a este
hombre que era una extraña pieza faltante en mi familia rota—. Lo haré.
Quizás en una semana o dos, ¿un viernes a la hora del almuerzo?
—Suena fantástico. Solo déjame saberlo. Puedo tomarme un par de
horas cuando sea que lo necesite, por lo que tampoco tengo inconveniente
con los planes de último minuto.
Nos dijimos despedidas incómodas, y finalmente me tendí en el
diván blanco del estudio, tratando de ordenar en mi mente el extraño giro
de los eventos.
Comenzaba a sentarme, intentando hacer otra cosa aparte de solo
sentarme y pensar, cuando sonó mi teléfono que se encontraba en mi
mano.
Era otro número desconocido de Nueva York, y respondí, esperando
que fuera Lana esta vez.
—¡Ja! Te encontré —dijo sin preámbulos—. Encuéntrate conmigo en
la propiedad Cavendish, en el Light Café. James dijo que te prestaría por el
almuerzo, pero solo si comíamos en su hotel. ¿Has notado que tu novio es
algo mandón?
Me reí. —Lo he notado —dije, mi humor elevándose de inmediato.
Almorzar con una amiga divertida era justo lo que necesitaba.
Decidimos encontrarnos al mediodía, terminando la conversación
rápidamente.
Me duché de prisa y me vestí con una pequeña falda plisada gris
combinada con una blusa de seda sin mangas azul claro de cuello alto.
Sandalias naranja patente de cuña completaban el conjunto. Utilicé la
sugerencia de Jackie para los zapatos, y de nuevo, no lo lamentaba,
aunque nunca los habría combinado por mi cuenta.
Me había dado cuenta de que el tocador ahora lucía una sección
entera solo para mis joyas. Habría sido cautelosa de ni siquiera mirarla,
pero sabiendo que probablemente vería a James, ya que íbamos a estar en
su hotel, y que no mucho podía complacerlo más, miré a lo que eran,
obviamente, nuevas adiciones a mi colección de joyas.
Llevaba puesto mi collar, así que solo vi la sección de pendientes.
Noté una cajita blanca inmediatamente, ya que se veía diferente del resto.
Era antigua, con más embalaje anticuado, y una nota en la parte superior.
Tomé la nota primero, sintiéndome valiente.

Bianca, mi amor,
Estos eran de mi madre. Por favor, acéptalos. Romperás mi corazón si
los rechazas.
James.

Mi mano tembló y mis ojos se llenaron de lágrimas. Con amor y


culpa, porque los habría rechazado, especialmente sabiendo que eran de
su madre, si no fuera por esta nota extremadamente romántica. Abrí la
caja con manos temblorosas.
En su interior, había unos largos pendientes de diamantes de corte
princesa, rodeados de pequeños baguetes de zafiro. O más bien, ahí era
donde suponía que estaban las piedras preciosas.
No me permití pensarlo; no me dejé dudar. Simplemente me puse las
cosas adorables, sabiendo que eran mucho más que pendientes
impíamente costosos.
Cepillé mi cabello que se secaba detrás de mis hombros. Brillaban
incluso a través de él, pero decidí recogerme un lado hacia atrás para
mostrarlos aún más claramente.
Me tomé más tiempo del usual con mi maquillaje, sabiendo que
Lana se vería perfecta como una modelo, y que vería a James.
Golpeé la puerta de Stephan y Javier cuando estuve lista para partir.
Stephan abrió la puerta, vistiendo solo sus bóxers y luciendo
hermoso. Nos sonreímos el uno al otro. Me estiró hacia su pecho en un
abrazo cálido, besando la cima de mi cabeza. Lo abracé apretadamente,
enterrándome en su pecho. Olía a familia… y a Javier, pero lo tomé como
una buena señal.
—Voy a ir a almorzar con Lana, esta dama muy encantadora, y
amiga cercana de James que conocí la semana pasada. ¿Se quedaron
hasta tarde? —Claramente fue así, ya que Javier se encontraba boca abajo
sobre la cama, fuera de combate.
Stephan se rió. —Podrías decir eso. Nos volvimos un poco locos con
el auto y el chófer.
Javier hizo un sonido bastante sexual desde la cama, moviéndose
contra los cobertores de una manera sugestiva.
Me sonrojé.
Stephan se rió. —Está soñando conmigo. Diviértete, Bee. Te amo.
—Yo también te amo —dije, optando por una apresurada retirada.
Los chicos obviamente necesitaban su privacidad.

***

Cuando llegué, Lana ya esperaba dentro del Light Café en el hotel


Cavendish. Se encontraba sentada en una de las mesas en el centro, bien
espaciadas; junto a una enorme, pero extrañamente silenciosa, fuente de
piedra. Era un comedor enorme, con la parte de arriba y tres lados
forrados de ventanas, dejando entrar una cantidad casi cegadora de luz.
Tuve que ponerme de nuevo mis lentes de sol cuando entré al café.
La decoración era toda de piedra gris y detalles rojos, como si piezas
pequeñas de Red, el cual se encontraba en la puerta de al lado, hubieran
fluido hacia el restaurante.
Ella se levantó y me dio un cálido abrazo cuando me acerqué a la
mesa. Llevaba puesta una falda lápiz de color marfil, con una camisa de
vestir blanca. Habría sido un atuendo muy del tipo negocios, si no fuera
por su figura de modelo de trajes de baño y sus tacones sin punta color
carmesí. Su joyería era sencilla y de oro, con aros en sus orejas y una
banda plana en su cuello y muñeca. Todas las mujeres ricas que conocí
últimamente parecían llevar joyería menos extravagante que yo. Era un
pensamiento alarmante.
Por la comisura de mi ojo, vi a mi seguridad posicionándose
alrededor de la sala.
Nos sentamos.
—James es incorregible. ¡Juro que me lanzó a los paparazis encima!
Se hallaban afuera fotografiándome cuando llegué. Normalmente no me
persiguen; a menos, claro, que pase el rato con James. Soy demasiado
aburrida. Pero ahora van a imprimir acerca de cómo la heredera Middleton
prefiere el hotel Cavendish, maldito sea.
Me reí, porque lo maldecía con una genuina sonrisa cariñosa en su
rostro.
Ambas ordenamos té solo y agua. Lana me sonrió. —Podríamos ser
hermanas. Así que dime, ¿cómo va todo con James? Sabes que está
desesperanzadamente enamorado de ti, ¿verdad?
Me sonrojé y tragué. —Él es maravilloso, pero tan abrumador. No
soy del tipo de apresurarme con nada, ni siquiera si es algo pequeño, pero
no lo entiende. Me encanta estar con él, pero ha sido una montaña rusa.
—Es por eso que necesitaban separarse un tiempo. Lo comprendo —
dijo, su voz cargada de comprensión y simpatía—. Estuvo tan triste ese
mes, tan… despojado. Nunca antes lo había visto así. Me alegra que
lograra recuperarte. Te necesita, Bianca. Todo el mundo debería
experimentar un amor como ese. La clase de amor que nos hace mejores
personas.
Sus palabras me hicieron pensar en el hombre al que se refirió la
primera vez que nos vimos. Todavía recordaba el nombre, ya que tuvo
mucho significado para ella como para ser solo una declaración.
La mesera volvió justo entonces con nuestras bebidas y para tomar
nuestras órdenes. Pedí un sándwich de pavo con pan integral y papas
fritas. Pensé que era extraño para un café elegante tenerlo en el menú,
pero sonaba bien para mí.
—Cuéntame sobre Akira Kalua —dije, porque me prometió que lo
haría.
Me dio una mirada burlona. —Sabía que no te olvidarías de eso. —
Suspiró pesadamente—. He estado enamorada de él desde que tenía diez
años. Por desgracia, él tenía veinte cuando yo tenía diez. Eso estaba bien.
Me sentía contenta con esperar. Aguardé mi tiempo, disfrutando de su
compañía, tomando tanto de su tiempo como podía manejar. Me enseñó a
surfear. Su familia como que me adoptó cuando mis padres se fueron de
Maui. Me hacía reír. Dios, sí que me hacía reír. Mis recuerdos más felices
son de hacerle bromas. Lo atormentaba, pero él nunca se molestaba,
nunca perdía la paciencia. Era estupendo conmigo y pensaba que era la
criatura más hermosa en el planeta.
Bajó la mirada a sus manos, y supe que la historia iba a dar un giro
hacia lo peor. —Cuando tenía dieciocho años, lo seduje. Fui despiadada al
respecto. Le dije que si no tomaba mi virginidad, y lo hacía bueno para mí,
me iría con algún chico borracho de fraternidad, y probablemente odiaría
el sexo de por vida después de eso, y que probablemente conseguiría una
enfermedad de transmisión sexual.
Solté una carcajada, porque era algo tan escandaloso.
No se ofendió. —Oh, sí, lo hice sentir culpable. No hay otra manera
de verlo. Después de eso, tuve que irme. Pensé que el sexo lo cambiaría
todo entre nosotros, y lo hizo. Arruinó todo. Después de eso me enamoré
aún más, y él me veía como a una hermanita. Seguía enamorado de su ex
novia. Regresó con ella el día después de que estuvimos juntos. Escuché lo
que le dijo sobre mí. Dijo que era una amiga de la familia con un capricho
inconveniente. No se equivocaba, pero aun así rompió mi corazón. Me fui
ese día. Dios, echo de menos ese apoyo.
La observé. Encontraba difícil creer que él solo hubiera tenido sexo
con ella por lástima. —Debe haberte deseado si aceptó tu oferta. No soy
una experta, pero no creo que los hombres tengan relaciones sexuales con
mujeres que no desean. Y los hombres siempre desean a las mujeres que
lucen como tú.
Se encogió de hombros. —Nada de eso importa ahora. Todo está en
el pasado. Me gusta estar sola. Los enredos románticos no me interesan.
Estoy contenta con mi trabajo. Me mantengo ocupada.
—Sigues enamorada de él —dije, segura de que me encontraba en lo
correcto.
Se encogió de hombros. —No puedo evitarlo, más que intentar
pensar en eso lo menos posible. Lo último que escuché, es que se
comprometió con su novia de la secundaria.
—Debes regresar a Maui. Todavía piensas en ese lugar como tu
hogar. Aunque sea solo para tener un cierre, debes ir de visita. ¿Cuántos
años han pasado desde que te fuiste?
—Ocho. —Se encogió de hombros de nuevo—. Quizás lo haga, en
algún momento. Sí lo extraño. Tu turno. Cuéntame sobre James y tú.
Miré alrededor, asegurándome de que tuviéramos privacidad. Me
incliné hacia ella. —Él está en lo de BDSM. Bueno, ambos lo estamos, en
realidad.
Sonrió irónicamente, sin verse sorprendida en lo absoluto.
—¿Lo sabías?
—No de primera mano, pero Jules trató de contarme sobre eso una
vez, cuando pensaba que él y yo estábamos saliendo. Intentaba asustarme.
¿Te has dado cuenta de que todos los hombres hermosos siempre tienen
algo? Las mujeres son demasiado fáciles para ellos, creo, así que siempre
parecen desarrollar… peculiaridades, ¿sabes?
Me reí, porque me encantaba su forma de asumirlo, y el hecho de
que no la sorprendí ni un poco. —No, no lo sé. Solo conozco a James, y él
y yo compartimos… peculiaridades.
Se encogió de hombros. —Tengo una cosa por enormes hawaianos
que lucen como arrancados de los carteles de lucha, y están cubiertos de
tatuajes.
—¿Hombres? ¿Así que esto es un patrón para ti? —pregunté,
genuinamente curiosa.
Arrugó la nariz, con sus ojos violetas brillando. —Solo Akira.
Miró hacia algo detrás de mi hombro. —Oh, Señor, aquí viene
Jackie. —Atrapó mi expresión—. ¿No te agrada?
Le di mi pequeño encogimiento de hombros. —Hasta ahora, no.
Lana ondeó una mano elegante hacia la mujer. —Es un hecho que
está más que medio loca. ¿Sabías que en realidad piensa que ir de compras
es un trabajo? Pero es muy graciosa cuando llegas a conocerla. Solo es un
poco ruda, eso es todo.
Cualquier día habría aceptado agradable en lugar de graciosa, pero
me mordí la lengua.
Jackie se aproximó a nosotras con su sensata forma de caminar,
llevando unos pantalones cortos elegantemente a la medida, y una camisa
de cuello casi severamente modesta. Todo el conjunto era de color verde
guisante, un color que iba bien con su tez, pero que no creía que
funcionara para muchos. Sus lindas piernas, y sus tacones color piel con
suelas rojas, evitaban que el atuendo fuera demasiado conservador.
Jackie miraba mi regazo como si tuviera algo asqueroso creciendo
allí.
Bajé la mirada hacia el bolso color crema que ella escogió el día
anterior.
—¿Dos veces seguidas con el mismo bolso, Bianca? ¡Tienes un closet
lleno de ellos! ¿Tratas de avergonzarme?
Lana le chasqueó la lengua de forma más bien afectuosa. —Parece
que haces todo eso por tu cuenta, Jackie. Cálmate. Es un bolso. Un bolso
adorable. Vete si no estás aquí para ser agradable.
Jackie pareció sorprendida, pero no ofendida. —¿No van a invitarme
a unirme a ustedes para el almuerzo?
Lana sacudió la cabeza. —Nop. ¿Qué haces aquí?
Se encogió de hombros. —Vengo aquí todo el tiempo. Es un buen
lugar para ser vista. Quería discutir algunas cosas con Bianca.
—Nop. ¿Estás acosándola?
—Nooo. Solo necesito un minuto.
—Entonces haz una cita —dijo Lana con una dulce sonrisa.
—¿Qué es lo que quieres, Jackie? —pregunté, intentando utilizar mi
tono amable en vez de uno hostil.
Ella buscó en su propia monstruosidad de bolso. Era de cuero verde
guisante con una gran raya roja a un lado. Sacó una pequeña pieza de
papel, blandiéndola como un arma. —Tengo una lista de funciones que
necesitas atender. En su mayoría, almuerzos.
Suspiré, gesticulando hacia una de las sillas vacías en nuestra
mesa. —Siéntate y dime de qué hablas, Jackie.
Se sentó y comenzó, como si hubiera ensayado todo el rollo. —Como
la significativa pareja de un poderoso e influyente hombre en esta ciudad,
tienes algunas obligaciones nuevas. Se espera que atiendas almuerzos y
desayunos tardíos, y fiestas de té, casi cada día de la semana.
Sentí mi cara tensarse entre más hablaba.
—Estar con James es un trabajo a tiempo completo. Estoy dispuesta
a mostrarte las cuerdas, ya que posiblemente no puedas entender lo que
conlleva todo esto…
—Tengo un empleo —la interrumpí—. No busco otro. No tengo
deseos de ir a funciones con un puñado de mujeres extrañas todos los
días.
Dejó salir un suspiro muy engañoso. —Temía que dijeras eso. No
puedes posiblemente comprender la clase de responsabilidades que James
y yo tuvimos que llevar desde nuestras infancias…
Me reí en su cara, ya que mi muy raro temperamento alzó su muy
fea cabeza, provocada por las palabras que escogió. —¿Responsabilidad?
¿Tú vas a darme un sermón a mí sobre responsabilidad? He tenido que
cuidarme sola desde que era niña. Probablemente, todavía vives de la
riqueza de tus padres —supuse. Vi por su expresión que tenía razón—. ¡No
te atrevas a decirme una palabra sobre responsabilidad!
De inmediato me arrepentí de mi pérdida de control, pero no podía
retirar nada de lo que había dicho. No era nada menos que la verdad,
aunque una delicada.
—No quise molestarte de nuevo —dijo cuidadosamente—. Sé que no
te agrado. Y sé que piensas que no me gustas, pero eso no es un problema
para mí. Estoy tratando de ayudarte.
Elevé una mano. —No. No trates de ayudarme. No intentes decirme
lo que debo hacer con mi tiempo.
Soltó ese suspiro engañoso de nuevo. —Bien, me iré, pero hazme
saber si lo reconsideras.
Miré a Lana después de que se fue. —¿Qué pasa con ella?
Lana sacudió la cabeza. —Es extraña, así que no lo puedo asegurar,
pero supongo que es mitad autopromoción, ya que podría aclamar que te
vistió para todas esas funciones que está maquinando. La otra mitad sería
que en realidad cree que intenta ayudarte, a su propia equivocada manera.
Mi consejo sería retarla. Su personalidad lo demanda. Dale condiciones
arbitrarias para ser tu asesora de modas. —Chasqueó los dedos, como si
una idea la hubiera atravesado—. Ya sé. Dile que solo quieres usar ropa de
diseñadores prometedores. Insiste en que no usarás nada más. Eso la
volverá loca, pero es lo suficientemente perseverante para disfrutarlo.
Arrugué la nariz hacia ella. —Lo intentaré, a pesar de que no lo
entiendo.
Simplemente se encogió de hombros. —Toma tiempo entender a
Jackie, pero te garantizo que te gustará.
Sr. Inspiración
Traducido por Lauu LR
Corregido por Laurita PI

Hablamos, comimos y hablamos un poco más. Habíamos platicado y


reído por horas cuando Lana miró su teléfono y gimió.
—Debo llegar a una reunión. Gracias por hacer esto —dijo Lana,
comenzando a recoger sus cosas.
—Gracias por invitarme. Es lindo descubrir que James tiene algunas
amigas que no son completamente psicópatas.
Lanzó su cabeza hacia atrás y se rió. Era un espectáculo, con su
cabello rubio de sirena y sus ojos destellantes.
Nos levantábamos de la mesa cuando divisé a James atravesando la
puerta del ahora concurrido café. Las personas se detuvieron en su
camino para verlo, conmigo incluida.
Pero solo tenía ojos para mí mientras se aproximaba.
Envolvió un brazo alrededor de mi cintura, apretándome, antes de
volver su deslumbrante sonrisa a Lana. —Vamos a acompañarte —dijo él.
Salimos con ella, flanqueados por nuestra seguridad, sobre la que
Lana no dijo ni una palabra, y nos despedimos. Me sorprendió cuando
James me llevó al auto, y entonces me siguió al interior de la enorme
camioneta. Solo eran las dos de la tarde, no me imaginé que saldría del
trabajo tan temprano.
—¿Has terminado por hoy? —le pregunté mientras me acercaba al
asiento del medio.
Me aseguró contra su lado como el fanático del control que era,
antes de responder—: Sí. —Sonrió. Era la más encantadora e incorregible
sonrisa, la de un niño saltándose la escuela y saliéndose con la suya
porque nadie podía decirle que no.
Tracé sus labios con un dedo. —Esas son buenas noticias —dije en
voz baja.
—Le transferí algunas de mis reuniones a mi vicepresidente.
Reuniones que se encuentran por encima de su paga, así que podría tener
que darle un aumento. Quiero verte pintar. Necesitaba ver el ensueño en
tus ojos de primera mano.
Tocó uno de mis aretes, sus ojos tan tiernos como nunca los había
visto. —Gracias por esto —susurró, con su voz entrecortada.
Me derretí.
Fuimos directamente al departamento. Hallamos a Stephan y Javier
en una de las grandes áreas de entretenimiento, jugando videojuegos y
comiendo sándwiches. Aún vestían pijamas.
Me reí cuando los vi.
Stephan me devolvió la sonrisa.
Javier ni siquiera alzó la mirada. Se encontraba demasiado ocupado
intentando cazar y matar el personaje de Stephan en el juego. Sin tener
éxito.
Stephan le disparó al personaje de Javier en la cabeza, apenas
mirando la pantalla. Era el peor contrincante para jugar. Nunca perdía.
Javier maldijo. —¡Casi te tenía!
—Disparo a la cabeza —apuntó Stephan.
James apretó mi mano, llevando mi mirada hacia él. Me sonrió, con
un brillo en sus ojos. —Bueno, tenemos que jugar un partido o dos. Me
escabullí del trabajo. Los videojuegos son prácticamente una obligación.
—Estoy en el equipo de Stephan —dije de inmediato. Si iba a jugar,
podría también jugar para ganar.
James me apuntó. —Vas a pagar por eso.
Y lo hice. Terminamos jugando durante horas, y terminé refugiada.
James me mató, una y otra vez, sin remordimientos. Al parecer, lo tomaba
personal cuando escogía el equipo de alguien más. Era bueno saberlo.
Llevábamos tanto tiempo compitiendo que Mario nos trajo comida
mientras jugábamos.
Ganamos algunos encuentros, y perdimos otros, pero era más un
concurso entre James y Stephan. Javier y yo permanecíamos fuera de
juego desesperadamente.
Le propiné un codazo a James mientras le disparaba a mi personaje
en la cabeza de nuevo.
—Este juego es tan sexista —me quejé—. No puedo creer que ni
siquiera haya una opción para que juegue como una chica.
—¿Crees que si jugaras como una rubia tetona eso me distraería? —
preguntó James, divertido.
—No haría daño.
Lanzó su control al piso. Hice una pequeña mueca avergonzada
mientras me lanzaba encima de su hombro. —Hemos terminado, chicos.
Buttercup quiere distraerme. Considérenme distraído.
Los chicos nos dieron las buenas noches mientras James me llevaba
lejos, incluso aunque ni siquiera eran las seis de la tarde. Parecía que
entendían que si íbamos a nuestro dormitorio, no volveríamos a salir.
Me sorprendió cuando James no me llevó a nuestro dormitorio, en
su lugar fue hacia el estudio.
—¿Posarás para el desnudo? —pregunté sin aliento, mientras él me
acomodaba en su hombro.
—Sí. Con una condición.
—¿Qué condición?
—Mientras pintas también te quiero desnuda.
No parecía justo discutir con esa condición, pero aun así quería
hacerlo.
Expulsé de golpe el aire de mis pulmones cuando, de improviso,
James me dejó caer en el esponjoso diván que ocupaba una esquina del
estudio cerca de la ventana. No cayó encima de mí, como casi asumí, y
deseé, que haría. En su lugar, comenzó a desnudarse.
—Quítate la ropa y píntame, amor —dijo con una impresionante
sonrisa.
Primero acomodé mis elementos, poniendo todo en su lugar. El sol
se escondía con lentitud, y lo mejor de la luz del día había pasado, así que
encendí las enormes lámparas para iluminar al hombre más hermoso en el
mundo acostado en el diván, desnudo y a mi servicio.
Comencé a pintar, olvidando que se suponía que también me
desnudara.
James no tuvo reparos en recordármelo. —Quítate la ropa. Toda.
Ahora.
Me desnudé despacio y algo incómoda. No era un striptease. No creo
que tuviera ese talento. No dudaba que tenía algo salvaje en mi interior,
pero no era eso.
No usaba nada más que mi collar y aretes mientras comenzaba a
pintar. Para mi sorpresa, fui capaz de saltar directo al proyecto, sin
sentirme tan distraída con mi desnudez como pensé que estaría. Quizás
era porque me sentía completamente cautivada por el hombre que inspiró
la pintura.
James me observaba pintar, como dijo que necesitaba. Era difícil no
sentirme consiente de mí misma, incluso desnuda, cuando alguien te
miraba como si pensara que eres la más hermosa y fascinante criatura en
el planeta.
Había pintado la mayor parte de su cara y torso antes de distraerme
por el sujeto a mano. Cuando pinté su pecho, deseé tocarlo, besarlo y
enterrar mi cara ahí. Sentí una urgencia similar cuando trabajé en la
curva de su cuello, y su abdomen, infiernos, incluso su cabello. Pero
cuando comencé a trabajar en esa sexy pequeña V formada en los
músculos de su pelvis, me distraje rápidamente.
Me sentí lamiendo un montón mis labios, mientras estudiaba esa
área de su cuerpo. Lo sentí, pero parecía que no podía detenerlo.
Como si me hubiera sacado de golpe del trance soñador en el que
parecía estar cuando me perdía en la pintura, de repente percibía el aire
contra mi piel desnuda, como si la temperatura acabara de caer diez
grados en la habitación. Mi piel se sentía caliente, mis pechos pesados,
mis pezones se enfurecieron hasta estremecerse. Sabía con certeza que no
haría ningún otro progreso en el desnudo esa noche.
Bajé mi paleta, alcanzando otra. Eran un lujo que nunca antes me
permití. Por lo general, mezclaba pinturas en cualquier pieza de plástico
que encontrara de la forma y tamaño correctos. James tenía una docena
para mí aquí, en el escritorio que él mismo diseñó.
Comencé a pasar a través de una selección de pinturas acrílicas que
se encontraban ordenadas por color. Me detuve en una llamada: Turquesa,
pero no era exactamente el color indicado, así que la mezclé con un toque
de esmeralda en la paleta.
—¿Qué haces? ¿Mezclas de esa manera las pinturas? No lo noté en
ninguno de tus trabajos —preguntó James, sonando sorprendido.
Mis mejillas se ruborizaron de placer. Que supiera tanto acerca de
mi pequeño pasatiempo, que estudiara lo que hacía, aún me sorprendía,
cada vez más, pero era una sorpresa agradable. Mi instinto natural para
dudar de todo lo que decía se transformaba en algo más ahora. No mentía.
Acerca de nada. Fue liberador para mí de algún modo darme cuenta de
eso. Si él no mentía, no tenía que cuestionarme cada cosita que decía o
hacía. Era un descubrimiento liberador.
Tomé un pincel más grande, sumergiéndolo ligeramente en la
pintura de mi nueva paleta mientras volvía a mi caballete. Me posicioné
como si fuera a pintar el lienzo, entonces acerqué el pincel lentamente a mi
propio pecho. Delineé la redondez de mi pecho derecho con un ligero
toque.
James tomó una profunda respiración, sentándose para verme. Su
polla se había calmado a semi-dura, por una vez, pero con rapidez se
levantó con atención, inflándose como un maravilloso juguete.
Deslicé el pincel por el medio de mi abdomen, casi alcanzando mi
sexo antes de trazar el lado para pintar mi cadera.
—Ven aquí —dijo James con aspereza.
Había estado tratando de jugar con él un poco, pero ante sus
palabras, mi cuerpo comenzó a moverse; caminé hacia él con lentitud,
arrastrando el pincel hacia el otro lado de mi cadera con un relajado golpe.
Se lamió los labios. —Sigue avanzando —dijo, sin hacer un
movimiento para tocarme incluso después de que me acerqué más.
Pinté hacia arriba en mi torso de nuevo, delineando despacio mis
costillas una por una, primero un lado y entonces el otro. Lo sumergí en
mi paleta, tomando una generosa cantidad de turquesa. Pinté los huesos
de mi clavícula, siendo cuidadosa con no tocar mi dije de candado. Pinté
mi otro pecho, moviendo el pincel en amplios círculos encima de su
redondez hasta que alcancé el pezón duro como roca en el centro.
James hizo un pequeño “mmm” de aprobación en su garganta, así
que me quedé ahí, pintando pequeños círculos mientras él veía mi pincel
moviéndose con atención depredadora. Di al otro pecho el mismo lento
tratamiento.
James se inclinó en sus codos. Palmeó un punto cerca de su cadera.
—Pon tu pie justo aquí. Quiero que pintes tus muslos para mí.
Subí mi pie a su cadera, y expulsó un jadeo. —Joder, desde aquí
puedo ver cuán húmeda estás.
Coloreé hacia abajo en mi cuerpo, por mi cadera y a mis muslos.
Pinté con cuidado la parte superior de los bordes de mis muslos,
deteniéndome antes de mi montículo. Pinté de un lado a otro, desde la
parte de arriba de mi muslo interno a mi rodilla y de regreso, jugando con
él en el movimiento.
—¿Estás adolorida? —preguntó, con voz gruesa.
—¿Adolorida cómo? ¿Por las rosas? —pregunté, pintando un patrón
hacia mi espinilla, entonces por mi pantorrilla.
—Sé que te sientes adolorida por las rosas. Vi las marcas en ti. Me
refiero a tu interior. ¿Te sientes demasiado resentida para follar duro?
—Mmm. Solo existe una manera de descubrirlo —le dije.
Me subí sobre él, montando sus muslos, rozándome contra su
vibrante erección, por fin acomodándome encima de su tenso estómago.
Deslicé el pincel sobre su perfecta mejilla. Inclinó su cabeza para darme
mejor acceso. Pensé que le había hecho justicia al color de sus ojos, pero
mientras lo comparaba con el deslucido color de la pintura, vi que ni
siquiera me había acercado. El suyo tenía pequeñas chispas doradas
alrededor del iris, y sus ojos eran más pálidos, una palidez que perforaba,
como si ser más brillantes de algún modo les diera más sustancia.
—James, tienes los ojos más hermosos del mundo.
Murmuró de placer. Se empapaba de cada pequeño cumplido que le
daba como una esponja, lo que siempre me sorprendía; no podía imaginar
que él no escuchara cosas como esa cada día.
Le pinté una fina línea por su nariz, siguiendo por su perfecta
mandíbula. Arrastré el pincel por su cuello hacia su clavícula. Me detuve,
disfrutando con solo mirarlo. Nunca podría tener suficiente de la visión de
su piel, y sin importar cuánto obtuviera, aún me sentía en desventaja.
Dibujé pequeños círculos encima de su pectoral derecho, amando el
duro y flexible material que formaba el músculo debajo de su piel.
Me incliné para besar el Bianca rojo encima de su corazón antes de
pintar en ese lugar. Mientras me agachaba, sentí su polla entre las mejillas
de mi culo y me arqueé contra la dura longitud, logrando un sólido
contacto. Rodé mis caderas, frotando mi sexo húmedo contra su estómago,
mi trasero contra su erección.
—¿Cuándo vas a tomarme aquí? —le pregunté, moviéndome contra
él—. Dijiste que tomarías cada centímetro de mí.
Sujetó mi cadera, dejándome quieta para hacer su movimiento. La
punta de él se frotó contra mi espalda baja mientras su longitud se movía
contra mi trasero.
—¿Lo quieres? —preguntó—. Te lastimaré más de lo que estoy
dispuesto si te tomo sin preparación. Antes de que lo tratemos, planeo
hacerte venir tantas veces que cada músculo en tu cuerpo se encontrará
relajado.
Me froté contra él. —Mmmm. Eso suena lindo.
Emitió una risa sofocada. —No será lindo. Sera un montón de cosas,
pero no eso.
Moví mi pincel sobre su torso. Era mucho más divertido pintarlo a él
que a mí, con tantos ángulos, líneas definidas, y bordes duros. Amaba el
punto justo debajo de su pecho, donde una profunda línea definía el punto
entre sus músculos y sus costillas. Y sus abdominales. Dios, sus
abdominales.
Mis caderas hicieron círculos involuntarios mientras movía el pincel
más y más abajo, encima de los duros bordes de su abdomen. Tenía que
mover mi propio cuerpo para trabajar más abajo, y gemí mientras pasaba
encima de su polla de nuevo en mi camino hacia abajo. Me elevé para
frotar mi húmedo sexo. Gemí pero seguí moviéndome para montar sus
muslos. Me estremecí con placer cuando vi su húmeda punta.
Pinté sus caderas, y esa perfecta y deliciosa V, pincelando el borde
de su enorme polla. Cuando comencé a delinear lentos círculos en sus
muslos, repasando su escroto, se enderezó.
Manos duras sujetaron mis caderas, bajándome abruptamente
encima de su miembro. Se dejó llevar. —Tómame en tu interior —dijo.
Lo llevé a mi interior lentamente, disfrutando la estrechez mientras
entraba profundo cada perfecto centímetro. Un estremecimiento poderoso
atravesó mi cuerpo cuando, por fin, estuve sentada hasta el fondo.
James me quitó la paleta y el pincel, y después de sumergir el
cepillo, comenzó a pintarme con cuidadosos toques. La pintura en mi piel
comenzaba a secarse, y la húmeda pintura que él extendía se arrastraba
deliciosamente encima de la primera capa.
—Móntame —ordenó.
Mi cuerpo comenzó a moverse a un paso natural de trote. Los
exagerados movimientos iban perfectos con su larga y ancha polla.
—¿Cómo se sienten tus muñecas? —me preguntó, moviendo el
pincel encima de un rígido pezón.
—Bien —dije, con voz baja y densa.
Sujetó una de las muñecas, estudiándola y luego se la llevó los
labios. —Bien.
De repente, se movió contra mí, sobresaltándome lo suficiente para
aferrarme deliciosamente a su alrededor.
Gimió y sujeté mis caderas, desestabilizándome completamente y
extendiéndome sobre mi espalda.
Se cernió sobre mí, inclinándose para enredar un dedo en el anillo
de mi collar. Me jaló hacia arriba lenta y cuidadosamente, hasta que me
senté junto a él. Sujetó mi cabello, inclinando mi cabeza hacia atrás. Nos
observamos el uno al otro por un largo rato. Honestamente, no podía
distinguir quién me hacía el amor esta noche, el dominante o mi tierno
amante; poseía demasiada mezcla de sentimientos en sus ojos.
Rompió el contacto visual para arrastrarme hacia la ventana, una
mano jalando mi cabello, la otra mi collar. Me presionó con intensidad
contra la ventana, aplastando mis pechos contra el frío vidrio. Jadeé y me
estremecí.
Presionó mis palmas en el cristal, extendiéndolas lejos de mi cuerpo.
—No te muevas ni un centímetro —me dijo, alejándose.
Lo vi moverse a un lugar en la pared al lado de la ventana, entonces
escuché el zumbido y los azotes de algunos objetos de metal. Ese sonido
me hizo pensar en la restricción que usó conmigo en el cuarto piso,
cuando me dejó suspendida para azotarme, y después follarme. Amaba ese
sonido.
Me tensé un poco, deseando mirar, para ver qué hizo ese sonido.
Mientras se hacía más fuerte, me di cuenta de que estaba justo encima de
mí. Requerí de cada gramo de autocontrol que poseía para no levantar la
mirada.
Sentí a James moverse detrás de mí de nuevo y entonces levantaba
mis brazos. Sentí un firme relleno contra una muñeca antes de que el clic
sólido de unas esposas la sujetara. Empujó algún tipo de barra en mi
palma. —Sujétala —ordenó. Sujeté la barra con fuerza. Repitió el proceso
en mi otra muñeca, regresó a ese lugar en la pared justo donde se
obstaculizaba mi mirada.
Di un pequeño grito mientras las cadenas comenzaban a subir de
nuevo, estirándome hasta que me encontraba en punta de pies. No tenía
apoyo en esta posición, ni ningún control. Mis ojos se cerraron y sentí otra
vez a James a mis espaldas. Me empujó con fuerza contra el cristal. —Voy
a follarte contra el vidrio, pero no te vendrás hasta que me estés viendo a
los ojos.
Me quejé, porque no quería esperar, porque ya estaba en ese fino
borde, lista para venirme, y porque no lo haría, no sin su permiso.
Sujetó mis caderas, jalándolas hacia atrás así mis pechos se
presionaban más duro contra el vidrio. Mi pómulo dolía donde se
enterraba en la ventana, pero no me importó.
Me penetró, deteniéndose a la mitad, y gemí en protesta. Realizó el
resto del camino de manera extremadamente lenta, tomando mis caderas
con las manos para controlar cada centímetro de mí que penetraba.
Puso la boca en mi oído cuando llegó al final, sujetándome fuerte.
—Recuerda, no te vienes hasta que te haya dado vuelta.
Tuve algunos malvados pensamientos acerca del sádico bastardo
mientras comenzaba a golpear en mi interior, sacudiendo mi trasero con
sus caderas con los pesados movimientos. Pude haberme venido, quería,
con las primeras estocadas, pero no se detuvo, entraba y entonces salía en
rápidas estocadas. Grité contra el vidrio mientras se movía detrás de mí,
contra mí, dentro de mí.
No se detuvo, no se rindió, me incitó sin descanso. Pensé que mi
cuerpo me traicionaría e ignoraría su orden. Mi liberación se construía de
manera tan poderosa que no sabía cómo detenerla.
Salió de mí, dándome la vuelta en la cadena con sorprendente
facilidad. Debe haber sido para lo que estaba diseñada esa cosa.
Sujetó mi cabello en una mano, inclinando mi cabeza hacia atrás
para mirar directamente sus ojos. Su otra mano se movió a mi trasero. Se
empujó en mi interior con el más sedoso movimiento. Golpeó una, dos,
tres veces, y me encontraba al límite.
—Vente —gruñó, pero ya me hallaba perdida. Sabía que mis ojos
mostraban mi necesidad por él. Esa vulnerable y cruda cosa en que se
habían convertido mis sentimientos por él. Sus ojos eran tan tiernos, tan
amorosos mientras absorbían mi mirada. Era un perfecto y aterrador
momento de absoluta claridad. Nunca me recuperaría de eso. Estaría tan
perdida como Lana si esto terminaba, rogando sin esperanza por este
hombre, si todo finalizaba en llamas.
El pensamiento debería haberme hecho querer alejarme de él. Mi
sentido de preservación fue perfectamente saludable antes que conociera a
James, y me preguntaba si me había abandonado por completo, pero
mientras volvía de mi propia pequeña rebanada de cielo, encontré difícil
reunir la energía para preocuparme.
Sr. Dañado
Traducido por Ivana
Corregido por Jadasa

Me desabrochó rápidamente, acunándome contra él. Me acostó en el


sofá, arrastrándose encima de mí. Sonrió a mis ojos, su oscuro cabello
dorado enmarcando su rostro. Parecía un ángel.
—Vamos a necesitar un nuevo diván aquí. Éste está cubierto de
pintura —dijo en voz baja, pero no como si le importara.
Negué con la cabeza, pasando una mano por la mejilla y su cabello.
—No. Esta habitación va a ver muchas más sesiones de pintura. Yo digo
que lo dejemos.
Sonrió, una sonrisa alegre, la expresión más despreocupada que
jamás había visto en su perfecto rostro. —Me encanta oír eso. ¿Te he dicho
hoy lo feliz que me haces? Después de esto, nunca puedo volver atrás,
Bianca. Me rompería dejarte ir. ¿Lo sabes, verdad? —¿Había leído mi
mente?
Sentí que una lágrima se deslizaba por mi mejilla y luego otra. ¿Qué
tenía el amor que me convirtió en un bebé? No lo sabía, pero parecía no
poder detenerlo, lo que fuera, no más de lo que podía detener el estar en
parte enamorada. Luché en cada paso del camino, pero eso no ayudó, ni
siquiera un poco. Estaba loca por él. Muy loca.
—No sabría cómo volver atrás después de esto, James —dije en un
susurro. Quizás, un compromiso a largo plazo fuera lo más parecido a lo
que alguna vez le haya dado, insignificante, tal como lo era. Pero él sabía
lo que le daba, y aceptó con tal promesa de amor en sus ojos que no podría
sentirme arrepentida.
—Si pudieras escoger un lugar en el mundo que quieras visitar,
cualquier ciudad, cualquier país, de cualquier continente, ¿dónde sería?
Lo estudié, frunciendo el ceño mientras trataba de seguir el proceso
de su extraño pensamiento. Sin embargo, ni siquiera tenía que pensar en
mi respuesta. —Japón. Especialmente Tokio.
Se veía un poco desconcertado. —Esa fue una respuesta rápida,
pero inesperada. ¿Por qué Japón?
Le di mi pequeño encogimiento de hombros, aunque no era
exactamente lo mismo con él fijándome a la cama. —Simplemente me
fascina. Siempre lo ha hecho. Y es el hogar del manga y el animé.
Sonrió. —Por supuesto. De acuerdo, Japón, especialmente Tokio.
Entendí.
Golpeé su pecho con un dedo. —¿Por qué? ¿Qué estás planeando?
—Aún nada, pero dentro de unas semanas, tal vez un mes, quiero
que nos alejemos una semana o dos.
Eso sonaba divino, pero... —James, no puedo faltar más tiempo al
trabajo. He usado todos mis días libres con mis... lesiones.
Me dio una mirada suplicante.
Cedí al instante.
—Solo necesitas encontrar a alguien que te reemplace en tus turnos,
¿verdad? —preguntó—. Puedes dejar tanto tiempo como quieras, si hallas
a alguien más que te reemplace. Stephan me lo explicó. Déjamelo a mí. Yo
me encargo de todo. Solo di que irás.
Debería haber dicho que no. Debería haberle dicho que sí, podría
dejar los turnos, pero era muy difícil encontrar personas que acepten en el
horario normal, cuando podrían estar trabajando horas extras por turnos
similares, sin mencionar que si dejaba esos turnos, no haría ningún dinero
esos días. Quería decirle todo eso, pero en cambio lo miré a los ojos y solo
cedí. —Sí. No puedo pensar en nada que amaría más.
Me apretó con tanta fuerza que aullé. —Gracias.
Me levantó de nuevo, acunándome cuando salía del estudio y me
llevó a nuestra habitación. Era en el mismo piso y cerca, gracias a Dios,
porque ambos estábamos completamente desnudos y cubiertos de pintura
azul.
Nos llevó directamente a la profunda bañera, entrando conmigo
mientras se llenaba con agua.
Me lavó despacio, pero meticulosamente, quitando la pintura que
cubría mi piel. La bañera rápidamente se volvió azul. Nos reímos, cuando
acabó de ponerse más y más oscuro.
James tuvo que ocuparse de ambos por un tiempo.
—¿Quieres que te ayude? —pregunté, tan relajada que no me
encontraba segura de que podía generar la energía necesaria para ser de
ayuda.
—No, amor. Quiero que te relajes. Cuando terminemos aquí, voy a
llevarte al cuarto piso y darte un masaje muy minucioso.
—Mmm —dije, cerrando los ojos. Sentí sus dedos moverse entre mis
piernas, y las abrí. Empezó a acariciarme, tarareando contra mi garganta
mientras sus hábiles dedos se pusieron a trabajar. Me daba placer con sus
manos mientras succionaba justo el lugar perfecto en mi cuello. Fue un
orgasmo casi sin prisa, al menos comparado con lo que normalmente me
daba.
Cuando continuó empujando sus dedos en mí, incluso después de
que me corrí, me moví. —Te necesito en mi interior, James.
Mordió mi cuello, con fuerza. —Sabrás cuando esté listo para darte
mi polla porque la tendrás dentro de ti —dijo, metiendo la polla en cuestión
con fuerza contra mi trasero—. Mientras tanto, abre más las piernas.
Trabajó en mí, empujando dos dedos en el interior, arrastrando su
otra mano por mi cuerpo para frotar mi clítoris impecablemente.
—Córrete —dijo en mi cuello, y lo hice de nuevo.
Después de la bañera, terminamos en la ducha. Al parecer me
entusiasmé demasiado con la pintura, ya que la bañera terminó viéndose
como que había sido atacada por una pistola de pintura.
James me secó, pero nos dejó a ambos desnudos, empujándome
hacia el elevador por el cuello.
Pensé, tocando los pendientes de su madre, que todavía se hallaban
en mis orejas, el cabello mojado arrastrándose alrededor de ellos. —Oh,
James. Se me olvidó que llevaba los pendientes de tu madre. No fue mi
intención mojarlos.
Me lanzó una sonrisa muy cariñosa por encima de su hombro. —No
son de mi madre. Ahora son tuyos, y un poco de agua no les hará daño. —
Fue directamente al elevador, pulsando el botón. Me sonrió—. Solo placer
esta noche, amor. Necesitas algo de tiempo para recuperarte de las rosas.
El cuarto piso no es solo acerca del dolor.
—Lo sé —dije en voz baja.
Siempre había sido algo más que dolor, cada pedacito de él.
Me llevó al elevador cuando se abrió y me empujó con fuerza contra
la pared, sujetándome allí. —¿Alguna vez te han follado en un elevador? —
preguntó con una sonrisa.
Me reí. —Sabes que no.
Pensé que era una broma, pero por supuesto no lo era, y deslizó una
pierna entre mis muslos, empujándolas para abrirlas, y levantándome.
Hizo que las envolviera alrededor de sus caderas y se deslizó en mi interior
en un instante. Con sus manos, sujetó mis brazos por encima de mi
cabeza y comenzó a empujar. Le apreté con fuerza con mis muslos,
gimiendo mientras lo sacaba de mí, arrastrando junto a esos perfectos
nervios y empujó de nuevo, conduciéndome inexorablemente hacia otro
orgasmo. Se empujó contra mí, esos ojos hipnotizantes observándome con
desesperación, y un ardor que hacía parecer imposible que él ya me
hubiera follado hace menos de una hora.
—Maldición, córrete —determinó, sus firmes palabras, su tono duro,
pero sus ojos tan increíblemente suaves en los míos.
Obedecí, perdiendo todo el control ante su orden. —James —
lloriqueé.
Me besó, sin defraudarme, sin salir de mí. Liberó mis muñecas para
envolver sus brazos alrededor de mi espalda.
Comenzó a caminar, pero no dejó de besarme, sin retirarse de mi
interior. Caminó por ese inquietante pasillo gris a nuestra sala de juegos.
Se inclinó, y abruptamente, me dejó caer hacia atrás.
Di un grito ahogado. No caí lejos, mi espalda haciendo contacto con
una firme mesa acolchada. Se empujó en mí dos veces bruscamente antes
de dejarse correr con un gemido. —Mía —dijo.
Solo entonces me di cuenta de que me encontraba acostada en una
mesa de masaje mientras sacaba su gruesa longitud de mí interior. Me di
la vuelta sobre mi estómago, y me moví hasta que mi cara se hallaba sobre
la abertura de la mesa.
En cuestión de rápidos segundos, vertía el líquido caliente en el
centro de mi espalda, frotando el aceite firmemente en mi piel. Masajeó mi
cuello, frotando esa zona sensible por largos minutos, masajeando sobre
mis hombros, tomándose su tiempo, frotando hasta que cada uno de mis
músculos se aflojó completamente por sus fuertes manos.
Masajeó un brazo, prestando especial atención por todo el camino
hasta cada uno de mis dedos. Masajeó por encima, prestando igual
atención a mi otra mitad.
—Tus manos son mágicas —dije, con mis ojos cerrados en el placer.
No respondió, masajeando mi espalda, amasando y rozando ese
tejido en relajada sumisión. Pasó un tiempo extra en la espalda baja,
moviéndose con provocadora lentitud en mi culo. Hizo un delicioso ruidito
en su garganta mientras amasaba mi trasero. Sentí un beso ahí un escaso
instante antes de que sintiera un dedo en esa entrada. Jadeé y se puso
tenso mientras empujaba un dedo bien lubricado en mi interior.
—Shhh, Bianca, relájate. Relájate. —Sacó el escurridizo dedo,
dejándome durante demasiado tiempo antes de volver. Empezó el masaje
donde lo dejó, amasando mi trasero y los muslos superiores.
Cubrió cada centímetro de mi espalda manoseando con fuertes
caricias, todo hacia abajo hasta los dedos de mis pies, antes que me diera
vuelta sobre mi espalda. Comenzó el mismo tratamiento en la parte
delantera de mis hombros, tomándose su tiempo, relajando cada parte de
mí mientras bajaba. Cuando llegó a mi sexo, hundió un dedo en mi
interior. Me hallaba húmeda, por supuesto, y masajeó con trazos seguros,
usando su otra mano para separar más las piernas, acercando las rodillas
a mi pecho. Jadeé y se tensó cuando usó la otra mano para atravesar mi
otra entrada de nuevo, usando un solo dedo con lentitud, sin detener las
suaves caricias en mi sexo con su otra mano.
—¿Ves por qué necesitas estar relajada? —preguntó, inclinándose
más cerca mientras esas traviesas manos trabajaban juntas para llevar
tanto placer a mi abrumado cuerpo.
Lo vi; la otra penetración más alarmantemente intensa de lo que
hubiera imaginado. No era ni siquiera acerca del dolor, sino más sobre la
rareza de ello, la extraña plenitud en un lugar donde tal vez no debería
estar, mientras que tenerlo llenando mi sexo simplemente siempre se
sentía correcto. Aun así, no quería que se detuviera, no quería que aflojara.
La extrañeza le dio al acto una cualidad casi prohibida que disfrutaba mi
parte perversa, como lo hacía con todas las cosas tabú de las que James
se sentía atraído.
Ambos dedos se movían, trabajando juntos, y me hizo jadear otro
orgasmo con una consumada destreza. Antes de que hubiera descendido
de ese maravilloso viaje, se encontraba empujando otro dedo en cada
entrada, una hendidura recibiendo duros empujes, la otra un gentil toque
más suave, simplemente moviéndose en el interior y haciendo deliciosos
pequeños círculos.
—Relájate e impúlsate hacia fuera, sí, de esa manera —dijo James,
apretando más fuerte y bruscamente los dedos dentro de mi sexo hasta
que me corrí de nuevo.
Sacó los dedos, usando esa mano para moverme de nuevo sobre mi
estómago y arrastró mis caderas hasta que mis piernas colgaban del borde
de la mesa. Movió sus caderas contra mí desde atrás, llevando una mano a
la parte delantera de mi cuello y aplicando una ligera presión.
—No te muevas —dijo. Le oí alejarse, sabía que salió de la habitación
ya que se oyó una puerta por ese pasillo de enormes proporciones que se
abría y se cerraba, luego, se abrió de nuevo. Breves minutos más tarde se
encontraba en mi espalda, moviéndose detrás de mí, separando las piernas
para acercarse.
Sentí algo caliente, duro y vibrando rozar mi clítoris y sabía que no
era una parte de él. —James —protesté, mientras masajeaba mi clítoris
con esa presión demasiado intensa.
—Shhh —dijo, moviendo el vibrador por mi clítoris, burlonamente
sobre mi hendidura. Se hundió una vez, y luego de nuevo, manteniéndolo
dentro de mí mientras usaba otro objeto más blando y bien lubricado en
mi otra entrada. Sabía que no era él, porque era más pequeño, y aunque
era firme, no era lo suficientemente duro.
—James —dije otra vez, mi voz esta vez sonando más urgente.
Usó lentamente el juguete en mí, el vibrador en mi sexo todavía
incrustado profundamente. —Relájate.
—Es demasiado...
—Sí, quieres mi polla, lo sé. Relájate para esto y te daré lo que
quieres. —Gruñó, y traté de obedecer, de relajarme en torno a esas dos
extrañas presiones.
Sentía como si justo me estuviera acostumbrando cuando lo sacó y
lo reemplazó casi de inmediato con su polla. Era resbaladizo, pero también
mucho más grande que el otro. Pero era James, y me encontré con que mi
cuerpo se entregó mucho más rápido con esa comprensión. Lo introdujo
lentamente.
Pasó el vibrador de una entrada, incluso mientras se empujaba a sí
mismo en la otra. Oí un “clac”, cuando la dejó caer al suelo, llevando su
mano ahora libre a mi parte delantera, rodeando mi clítoris.
Comenzó a empujar cuando se hallaba casi adentro, con pequeños
empujes que se profundizaban un poco más con cada movimiento, pero
nunca lo sacó del todo. Lloriqueé. Los sentimientos eran extraños, pero
todavía no precisamente dolorosos, más de un estiramiento que se sentía
como si fuera demasiado lejos.
—James —grité cuando sus dedos se movían y sus embestidas se
hicieron más grandes y más rápidas.
—Dilo, Bianca —dijo contra mi espalda, luego mordió lo bastante
fuerte para dejar marcas. Pensé que la mordida era para distraerme del
hecho de que ahora latía en mí, y que dolía. Pero el dolor nunca fue un
impedimento para mi propio placer, y me corrí, con una dura liberación
que me dejó floja.
—Soy tuya, James —jadeé—. Tuya.
Se vació en mi interior, deteniéndose el tiempo suficiente para besar
mi espalda y calmarme antes de retirarse lentamente.
Me recogió, acunándome. Me llevó por el pasillo gris. Se metió en
uno de esas oscuras habitaciones misteriosas, y cuando encendió la luz, vi
que la habitación más cercana a la zona de juegos era solo un gran cuarto
de baño con una gran bañera increíblemente blanca.
—Ya que en este momento nuestra otra bañera es azul, supongo que
usaremos esta —dijo, con una sonrisa en su voz.
Me reí, un poco delirante de lo que parecía un centenar de orgasmos.
Me llevó a la bañera, acomodándome hasta que me encontraba a
horcajadas, apoyando la mejilla contra su delicioso pecho, y comenzó a
abrir el grifo del agua.
Acarició mi cabello y suspiré de placer mientras el agua caliente nos
cubría lentamente. Creo que jamás me había sentido tan relajada, tan
delirantemente satisfecha para solo tumbarme y disfrutar del momento.
Desde que podía recordar, me sentía preocupada, siempre teniendo los
instintos de un fugitivo, siempre ansiosa de que el momento siguiente
traería algo malo, y se sentía tan bien simplemente dejar ir esa parte
ansiosa, y saborear algo tan maravilloso.
Me hallaba perdida en mis propios pensamientos, prácticamente
ronroneando contra él, cuando levanté la mirada.
Su cara era una máscara cuidadosamente inexpresiva.
Acaricié su mejilla con una mano. —¿Qué pasa, James? —pregunté.
Cerró los ojos, apoyándose en mi toque. Por un rato no respondió,
pero sabía que no me ignoraba. Sabía mejor que nadie que siempre le
llevaba tiempo para formar palabras con las cosas duras.
—Esa cosa que acabamos de hacer, ese acto, lleva mi mente a un
lugar oscuro —dijo al fin, sus palabras tan bajas que tuve que esforzarme
por oírlo.
De los dos, él era por lejos el mejor exponiendo sus sentimientos,
pero me di cuenta de que le era difícil compartir eso conmigo.
Acaricié con dulzura el lugar donde mi nombre se hallaba grabado
tan bellamente. —¿Me lo contarás?
Tragó saliva. —Nosotros no haremos eso a menudo, o nunca. No
quiero decepcionarte. Tenía que hacerlo una vez, tenía que reclamarte así,
pero no me lleva a un buen lugar. Es como las rosas para ti, creo, que me
lleva demasiado profundo a lo que me hizo así.
Entendí muy bien lo que quería decir. Éramos tan parecidos en muy
importantes maneras. Ahuequé su rostro entre mis manos. —No estaré
decepcionada. Me gustó lo que hiciste, lo disfruté, pero ciertamente no
necesito eso. Satisfaces tantas necesidades que ni siquiera entiendo sobre
mí misma, y esa no era una de ellas. Gracias por mostrarme, por iniciarme
en tantas cosas que encuentro maravilloso. No vuelvas a pensar que
podrías decepcionarme por contarme tus preferencias, por decirme que no.
Permaneció en silencio de nuevo, y no podía saber si mis palabras lo
tranquilizaron, o si incluso las entendió. Sus ojos se encontraban distantes
y un poco vidriosos mientras miraba hacia el techo.
—Spencer me hizo eso —dijo finalmente con voz cruda, pero sus ojos
aún perdidos mirando hacia arriba—. Me hizo sentir tan impotente, tan...
inútil. No sé cómo explicarlo. Sé que no te encontrabas reticente, pero solo
recuerdo cómo me sentí después de que él hiciera eso, y una parte de mí
se siente como que te he hecho algo horrible, algo espantoso, algo igual a
lo que me hizo a mí.
»Sabía que me haría sentir de ese modo, si bien no durante, al
menos después, y sin embargo lo hice, aun así pude disfrutarlo. Siento...
asco, por mi debilidad, por mi necesidad, preguntándome si aunque sea
tuviste una noción de lo que hice. Esto hace preguntarme si todo lo que te
hago es una especie de violación… si me aprovecho de esa hermosa
sumisión que me das.
Empecé a hablar, para tratar de tranquilizarlo, pero me interrumpió.
—Sé que me dirás que no es verdad, y una parte de mí aún lo sabe, pero
todavía lo siento así. Como he dicho, ese acto simplemente me llevó a un
lugar oscuro.
Ahuequé su rostro con suavidad. —Lo entiendo. Las rosas eran así
para mí. Me recordaban más a mi padre que cualquier cosa que has
hecho, y me aterraba. Sentía más dolor y más miedo a la muerte violenta
de aquellas que cualquier otra cosa que hemos hecho, pero el placer era
igual de bueno... incluso más. Me hizo pensar en esas cosas oscuras,
incluso si hizo correrme. No podía controlar mi placer más de lo que podía
controlar mi miedo. Eso me aterra.
Tuve que respirar hondo antes de continuar, aún resultándome
difícil ser generosa con mis emociones y mis palabras, a pesar de que él no
fue nada más que generoso.
—Ya no tenemos que enfrentar esos oscuros pensamientos solos,
James. No puedo decir que he pasado lo mismo que tú, pero comprendo tu
autodesprecio por algo que no puedes controlar. Admites que has sido
promiscuo con tu cuerpo, pero creo que estás más bien adaptado a lo que
soy cuando se trata de sexo. Tienes preferencias, pero puedes funcionar
sin ella. Tengo un fetiche. Ni siquiera me interesaba un hombre hasta que
te encontré, hasta que encontré esto. Eso me aterroriza también, cuán mal
estoy. Pero también sé que tengo suerte, tanta suerte, de haber encontrado
a alguien tan perfecto para mí, tan seguro, que ayuda a darme las cosas
que necesito sin quitarme la dignidad, y sin ponerme en peligro. Eres un
regalo para alguien como yo, James. No olvides nunca eso.
Atrajo mi cara con fuerza a su húmedo pecho, mi mentón rozando el
agua, pero no antes de que viera las lágrimas en sus ojos. —Gracias,
Bianca —dijo con voz temblorosa.
Cerré los ojos, mis lágrimas deslizándose lentamente por las mejillas
y sobre su pecho.
—Gracias, James —dije, con voz ronca.
Sr. Maravilloso
Traducido por Victoria.
Corregido por Beatrix

Me despertaba lentamente, sola en una cama gigante, cuando oí la


puerta de la habitación abrirse. Abrí los ojos a un sonriente Stephan.
Se subió a la cama a mi lado, posando la barbilla en su mano en
tanto me miraba.
Levanté una mano, acariciando su cabello rubio ondulado. —Buenos
días —dije, mi voz todavía áspera por el sueño.
—Buenos días, Buttercup. Javier está fuera de combate, James ha
ido a trabajar, y nosotros tomaremos el desayuno en su nueva y gigante
cama. Marion lo traerá cuando esté listo.
Sonreí. —Eso es dulce. Qué buena manera de despertar.
—¿No quieres saber lo que hay para el desayuno?
Le di mi pequeño encogimiento de hombros. —No me importa. La
compañía es bastante buena, la comida es como algo secundario.
Compartimos una mirada. —Siempre lo fue —dijo—. ¿Recuerdas
cuando la comida solía ser inexistente?
Me reí y asentí, pensando en lo maravilloso que era que algo que una
vez fue un problema tan doloroso podría convertirse en solo un recuerdo;
un recuerdo que me daba nada más que alivio el haberlo dejado atrás.
—¿Recuerdas cuando vivíamos en esa zanja junto a esa tienda de
comestibles durante un mes?
Sonreí, una vez más sorprendida de no sentirme nada más que
reconfortada al saber que ese momento era un pasado distante. —Lo
recuerdo. Recuerdo que entonces pensamos que teníamos suerte, porque
no teníamos hambre allí, y nadie nos molestaba, y que ni siquiera tenías
que luchar, por un tiempo.
—¿Vas a mantener tu casa ahora que vives con James? —preguntó,
su voz apenas curiosa, aunque no podía imaginar que era una pregunta
ociosa.
—Claro que sí. Todavía voy a quedarme allí, también.
—No mantengas la casa por mí, Bianca. No lo hagas por nuestros
viejos planes. No te quedarás de nuevo sin hogar, incluso si las cosas no
salen bien con James. No es necesario que mantengas ese lugar para tener
una sensación de seguridad. La vida no será así de nuevo. No podemos
vivir nuestras vidas siempre pensando que lo será: siempre preparándonos
para ello. Y el compromiso para ti no va a ser lo que fue para tu madre,
porque James no es tu padre. No puedes seguir comparándolos, y no
puedes seguir tratando algo bueno como un desastre potencial. Esa no es
una manera de vivir.
Escuché sin comentar, tomando la lección de la forma en que él
pretendía. Fue una charla motivacional de Stephan, y no me ofendí.
—Trabajo en ello, Steph, de verdad que sí. Estoy enfrentándome y
tratando con ello, y no estoy huyendo.
—¿Así que las cosas van bien entre los dos? ¿Todavía piensas en
vivir con él?
Me reí. —¿Por qué? ¿Crees que ya he cambiado de opinión?
Se encogió de hombros. —No lo sé. Creo que tenía miedo de que
tengas todo envuelto alrededor de él, y que, a la luz del día, entres en
pánico por lo que acordaste y cambies de opinión.
—Bueno, no lo he hecho, al menos no todavía. Eso tiene que ser una
buena señal, ¿verdad?
Asintió, sonriendo.
Marion llegó con el desayuno y comimos galletas de arándanos en la
cama, reímos y nos contamos todos los detalles de la vida del otro. Por lo
general, no había necesidad de ponernos al día, ya que nos encontrábamos
acostumbrados a ser compañeros constantes, pero esto era agradable. Me
dijo lo loco que se hallaba por Javier, y le dije lo loco que James y yo
estábamos en general. Fue una buena conversación, y me di cuenta de que
incluso si no veía a Stephan cada día, él podía seguir siendo mi roca.
Tenía la esperanza de que pudiera sacar siquiera una fracción de la
comodidad que tenía gracias a él.
—Javier y yo nos reuniremos con uno de los equipos esta noche, si
quieren unirse a nosotros. Sé que tienen esa sesión de fotos, pero pensé en
decírtelo.
Asentí. —Gracias. No estoy segura de cuál es el plan, pero le diré a
James. ¿Conozco al equipo?
Hizo una mueca. —Vance y compañía. No estoy seguro de que sea la
mejor idea, pero estoy tratando de jugar bien.
Hice una mueca yo también. Vance era un ex de Javier, y ni él ni el
resto del equipo eran grandes fans de Stephan. Siempre había pensado
personalmente que era porque Vance seguía colgado por Javier. —Eso es
amable de tu parte. Es de esperar que ellos también traten de jugar bien.
—Javier jura que se portarán bien.
Asentí, esperando que resulte así, aunque las situaciones con los ex
no tendían a ser tan simples. Lo que se veía bien en teoría se enredaba
mucho cuando las emociones eran un factor. Había llegado a conocer ese
hecho demasiado bien últimamente.
Le hablé de mi hermano y se encontraba un poco sorprendido de que
iba a reunirme con él. Me encogí de hombros cuando me preguntó por qué.
—Sonaba... agradable. Nada parecido a mi padre. ¿Qué daño podría hacer
el tomar un café en algún momento?
—Creo que es una buena idea, pero deberías ser cautelosa. ¿Puedo
ir contigo?
Ondeé la mano hacia él. —Será un encuentro extraño e incómodo.
Sin embargo, llevaré a la seguridad, por lo que no tienes que preocuparte
por mí.
Asintió, pero aún se veía un poco preocupado.
Los dos reímos fuerte cuando Stephan me contó una historia de
anoche. Habían estado tan emocionados de tener su propio conductor que
fueron de club en club, sin quedarse más de veinte minutos en cualquiera
de ellos antes de ir a otro, disfrutando del coche y del conductor incluso
más que de los clubes. Mi teléfono sonó de la mesilla de noche.
Respondí con una sonrisa aún en los labios.
Era James. —Ah, ese es un sonido que me gusta escuchar. ¿Cómo
estás esta mañana, mi amor?
—Mmm. Bien. ¿Cómo estás tú?
—Mejor ahora. Ha sido una mañana difícil... ¿Qué haces?
Miré alrededor, a mi bastante extraño entorno. —Estoy desayunando
en nuestra ridículamente enorme cama con Stephan —le dije sin rodeos.
No había razón para buscar evasivas.
Hubo una larga pausa al otro extremo de la línea. Stephan se quedó
en silencio, abriendo los ojos como platos hacia mí. Me di cuenta por
primera vez que usaba solo bóxers y una sonrisa, y yo solo usaba una
sábana. Se me ocurrió, aunque algo tarde, que nuestro desayuno en la
cama podría quedar mal para un observador externo.
—Tengo que decir que, si hubieras dicho cualquier otro nombre en
esa oración, me encontraría a punto de asesinarlo.
Me reí. Oí el tono nervioso. Me sentía extrañamente tensa al oír su
reacción.
—Dile a Stephan buenos días de mi parte —dijo, con voz neutra.
Le dije.
Stephan sonrió. —Buenos días, James —dijo suficientemente fuerte
para ser escuchado en el otro extremo.
—Dale el teléfono —dijo James en mi oído.
Le pasé el teléfono a Stephan.
Lo observé cautelosa, pero completamente relajada, cuando Stephan
empezó a reír casi en el instante en que se puso el teléfono en el oído. —Un
placer, James —dijo, sin dejar de reír. Me dio el teléfono.
Lo llevé a mi oído.
—Me tengo que ir, pero tenemos la sesión de fotos a las tres de esta
tarde —dijo—. ¿Te importaría venir a mi oficina antes de ir? Digamos, ¿a
las dos y media?
—Estaré allí —le dije—. ¿Qué le dijiste a Stephan? —pregunté. No
pude evitarlo. El intercambio había sido demasiado rápido y extraño.
—Le dije que la próxima, voy a comprarle una casa al lado de la mía
para hacerte reír así. No hay nada que no haría para escuchar esa alegría
en tu voz, incluso si no soy quién la pone ahí.
Me dolió el pecho un poco. Me costó encontrar las palabras para
responder. Él era tan terriblemente romántico, en una cierta manera
desgarradora. —La pones ahí, James. No soy buena con las palabras, pero
el solo hecho de conocerte me hace sentir privilegiada.
Hizo un pequeño zumbido feliz en mi oído. —Ahí vas tú, haciendo mi
día de nuevo.
Las palabras se atoraron en mi garganta. Ni siquiera sabía cómo
responder. —Te veré a las dos y media. Cuídate, Bianca —dijo en voz baja,
sonando solo apenas triste.
—Estaré allí —le dije.
Colgó.
Stephan me dio una mirada significativa. —Si no sabes que él está
totalmente enamorado de ti, es porque tienes problemas de compromiso, y
estás lisa y llanamente mintiéndote a ti misma.
Sabía que tenía razón. Pretender que él no correspondía mis
sentimientos de alguna manera era mi manera de ganar tiempo. ¿Tiempo
para qué? No sabía. Llegaba rápidamente hasta el punto de que ni siquiera
quería resistirme a él. Quizá solo trataba de ralentizar el tren desenfrenado
de personalidad que era el señor Cavendish. Sin embargo, una cosa sabía
a ciencia cierta; haría mucho para mantenerlo en mi vida. Para mejor o
peor, se convirtió en esencial para mí.
—Te preocupa que el asunto del sadismo te haga una víctima de tu
infancia, pero no es así, Bee —dijo Stephan. Tragué saliva y él cogió mi
mano, jalándome cerca, haciéndome mirar sus ojos, para mostrarme su
seriedad—. Pero si huyes de lo que sientes por James, si prefieres perderlo
que abrirte lo suficiente como para decirle cómo te sientes, puede que sí.
Entiendo que tengas dudas, pero solo quiero que mires esas dudas y me
digas si es que tienen algo que ver con James, con la persona que sabes
que es él, y la forma en que siente por ti.
Si hubiera sido cualquier otra persona en el mundo la que me
abraza, sermonea y me habla de esta manera, habría corrido o arremetido,
pero que Stephan dijera estas cosas en un tono tan serio, sabiendo que
podría hacerme enojar, sabiendo que no me gustaría lo que decía, pero
sintió la necesidad de decirlo de todos modos, tuvo un efecto totalmente
diferente en mí. Con Stephan, simplemente escuché y traté de encontrar la
verdadera respuesta.
—Tienes razón —le dije finalmente. La forma en que me sentía no
iba a desaparecer, y no mirarlo directamente era solo otra manera en que
era una cobarde—. Tienes toda la razón en todo. Necesito decirle. Ha sido
maravilloso conmigo, y le debo la verdad. Es solo que el siguiente paso me
asusta... y también, el poco tiempo que lo conozco. Siento que el amor
verdadero debe tomar tiempo, o al menos, más tiempo que esto. He estado
tratando de hacer que mi cabeza dirija mis acciones, cuando mi corazón
obviamente lo ha asumido, pero me siento como me siento, y sé que eso no
va a desaparecer.
—Deja de pensarlo demasiado. Solo dile cómo te sientes. No tiene
que ser tan complicado.
Asentí. —Tienes razón. He hecho eso desde el principio, y él solo ha
tratado de estar cerca de mí, para mostrar lo que siente por mí. Le debo mi
propia honestidad emocional.
Me acarició el pelo, sonriéndome de esa manera habitual, como si yo
fuera lo más maravilloso del mundo; como si fuera de la familia. Tenía la
esperanza de que mis ojos comunicaran lo mismo, porque mi corazón lo
sentía. —Sí. Eso es todo. Ya he terminado con el sermón. Solo pensé que
necesitabas un empujoncito en la dirección correcta. No quiero verte
desechar algo que te hace tan... incandescente con amor.
Me sonrojé hasta los dedos de los pies, porque tenía razón, y porque
hice un pésimo trabajo ocultándolo. James me hizo eso. Era tan
maravilloso que no podía evitarlo. ¿Y algo tan maravilloso no merecía un
pequeño salto de fe? ¿En serio necesitaba tiempo para reafirmar algo que
sentía en un nivel tan profundo? Mi corazón ya sabía la respuesta.
Agarré la mano de Stephan. —Te amo. No tengo idea de lo que haría
sin ti.
Asintió, sonriendo, con sus ojos tan suaves. —Te amo. No hay nada
que no haría por ti, pero no puedo retenerte. No tenemos por qué ser
vecinos para ser los mejores amigos, tal como no tenemos que vivir juntos.
Esta mudanza no será diferente a eso. Estamos creciendo, Bianca, pero
nunca nos apartaremos. Te conozco demasiado bien, y sé que eso es parte
de lo que frena, así que solo saca ese miedo de tu cabeza. Estás atrapada
conmigo para siempre.
Sr. Supermodelo
Traducido por Geraluh
Corregido por Beatrix

Me tomó demasiado tiempo estar lista. Me probé un buen número de


atuendos, haciendo que Stephan me diera su opinión acerca de todo, y
cambiando de veredicto varias veces. Fue un cambio de rol extraño para
nosotros. Evidentemente algo acerca de ir a la sesión de fotos de mi novio
supermodelo hizo que quisiera verme mejor.
Al final me decidí por un pequeño vestido amarillo Betsy Johnson.
Era un poco exigente para mí, con una falda acampanada, corpiño
ajustado y un poco de escote, pero cuando me lo puse, me sentí sexy y
linda, y necesitaba un impulso extra de confianza para la intimidante
sesión. Brillantes tacones rojos completaron el conjunto, y en secreto me
encantaba el estilo de Jackie para emparejar colores extravagantes.
Pasé un tiempo extra con mi cabello, secándolo y luego alisándolo, e
incluso llevé mi rutina habitual de maquillaje a un nivel superior, con un
labial rosado oscuro, una sombra de color violeta en mis parpados, y un
color más oscuro recubriendo mis ojos.
Di un pequeño giro para Stephan cuando estuve lista, y me dio una
sonrisa de aprobación.
—La mujer más hermosa del mundo —dijo, y sabía que lo decía en
serio, porque en sus ojos, realmente lo era.
En realidad iba temprano cuando me acompañó. Nos despedimos en
el elevador.
Blake ya me esperaba allí, luciendo tan intenso como siempre.
—Asegúrese de notificar a seguridad cuando quiera dejar el
apartamento, señora Karlsson —dijo Blake reprendiéndome.
Lo había olvidado. Me di cuenta que debió haber estado esperando
en el elevador, tratando de anticiparse a mis acciones.
—Lo siento —murmuré, sintiéndome como una niña cada vez que
trataba con ella, por lo que no le simpatizaba en absoluto. Pero vi donde
había errado en esta ocasión.
—Llamaré la próxima vez que vaya a salir, así nadie tiene que
esperar por ninguna razón.
Asintió como si no me creyera, y luego cayó un incómodo silencio. Mi
equipo de seguridad no cambió, sino que más bien se había reconfigurado
para que Johnny estuviera lo más alejado de mí en todo momento. Me
pareció ridículo y sentí un poco de alivio, desde que prácticamente me hizo
difícil quererlo en nuestra corta relación.
Tomamos una limusina, Williams y Johnny se sentaron en la parte
delantera, y Blake y Henry tomaron asiento junto a mí en la espaciosa
cabina del coche. Llegamos temprano al hotel, esperando junto a la acera,
sin nadie decir nada. Vi el edificio cuidadosamente buscando a James.
Cuando vi su hermosa figura vestida de traje, saliendo rápidamente
de la entrada principal del hotel, mi corazón dio un pequeño vuelco en mi
pecho.
Las personas se detuvieron a mirar incluso en el corto tiempo que le
tomó pasar rápidamente del edificio al coche. Era tan impresionante, tan
increíblemente imponente. Debía ser una conmoción solo ver algo así en la
calle. Ciertamente tenía mi atención.
Se encontraba en la cabina junto a mí en un instante y su mirada
era suave cuando cayó sobre mí, que sentía como si me estaba derritiendo
mientras lo miraba. Su cara cambió rápidamente con solo verme y sentí
que mi corazón se calentó en mi pecho.
Enrolló una mano en mi cabello, inclinándose hacia mí, obviamente
consciente del hecho de que no estábamos solos. Besó mi mejilla. —Dios,
te extrañé, amor. ¿Los treinta años es muy temprano para retirarme del
trabajo? En su lugar, me encantaría hacerte el amor a tiempo completo —
habló lentamente, y en la última oración, su voz fue solo un susurro en mi
oído.
Le sonreí, agarrando su mano en mi cabello, la puse en mi cara, y
besé su palma suavemente. —¿Tienes treinta? —le pregunté, sorprendida.
Siempre había asumido que era más joven. Habría jurado que escuché que
estaba en sus veinte. Y no me parecía de treinta, aunque no era como si él
actuara como un joven. Llevaba el peso de un sin número de
responsabilidades con una inconsciente facilidad sobre esos elegantes
hombros.
Asintió, sonriéndome con su mirada suave y sin brillo. —Tuve mi
cumpleaños hace unas semanas. ¿Pensaste que era más joven?
Asentí, incapaz de negarlo. Pero de repente me hallaba distraída por
lo que había dicho, y lo que eso significaba. —¿Me perdí tu cumpleaños?
—pregunté, sintiendo una horrible culpa.
Se mordió el labio, y por alguna razón, me dieron ganas de llorar. De
repente se veía más vulnerable. —Sí. Fueron una par de días duros,
aunque me escribiste en mi cumpleaños, y eso ayudó.
Estaba horrorizada mientras una lágrima caía por mi mejilla, pero
no podía ver como eso lo ayudó. —No lo sabía —susurré, acercándome—.
Me siento terrible. ¿Cómo puedo compensarte?
Siguió las lágrimas cayendo por mi cara con una sonrisa en la suya.
—No te pierdas otro. Jamás. Eso sería más que compensarme.
Negué con la cabeza. —No sabría que darte... lo que quieras, pero
tengo que hacer algo para ti.
Sonrió de repente; su linda boca malvada pero sus ojos aún tiernos.
—Hay una foto que quiero que pintes para mí. Ese sería un regalo
maravilloso. Pero eso no va a anular lo otro que te mencioné. No te puedes
perderte ningún otro de mis cumpleaños.
Asentí, de acuerdo con él, aún sabiendo que era una locura.
Sus cejas se levantaron con verdadera sorpresa. —¿Estás de acuerdo
así sin más? ¿Entiendes que te pido un compromiso a largo plazo cuando
digo eso?
Asentí de nuevo, y sus ojos se volvieron salvajes y cayeron al
instante, antes de que se cerraran y enterrara la cara en mi cuello.
Entendí sus acciones perfectamente. Tampoco quisiera que alguien me
viera en un momento tan intenso.
—¿Lo dices de verdad? —susurró.
Me sorprendía un poco su conmoción. Después de todo, ya acepté
vivir con él. Quería decirle en ese momento que lo amaba, para
tranquilizarlo, para expresarme con más libertad, pero las otras cuatro
personas en el coche me hicieron callarme la boca.
—Lo digo en serio, James. Deseo mucho que esto dure para que
permanezcamos juntos. Estoy desesperada por ello. —Mi voz era un
mínimo susurro cuando le hablé al oído.
Me apretó fuerte, su boca en mi oído. —También estoy desesperado
por esto. Estoy dispuesto a luchar por esto, Bianca, dispuesto a luchar por
nosotros, porque será una lucha algunas veces. La vida que llevo puede
ser abrumadora, y la prensa puede ser implacable. ¿Puedes prometer que
no importa lo que nos echen encima, permanecerás a mi lado?
Me tensé con sus palabras, de repente inquieta de que se refería a
una amenaza imprecisa en el futuro, algo peor de todo lo que habíamos
pasado anteriormente. No sabía si era mi imaginación, si acostumbraba a
esperar lo peor, o si podía leer un extraño miedo en su voz, pero de repente
me llené de mi propio miedo.
—Prometo que lo intentaré —le dije finalmente.
—Gracias —murmuró en voz baja.
Se apartó, mirando decisivamente por la ventana, agarrando mi
mano, y me di cuenta por su comportamiento que trataba de recuperar la
compostura. Lo entendí. Miré hacia mi propia ventana mientras intentaba
recuperar mi propia fachada de calma habitual.
Llegamos al destino en seguida, saliendo del carro lentamente, la
seguridad salió primero, y luego nos flaquearon. Todo el proceso todavía se
sentía surrealista para mí, pero mientras James apretaba una cálida mano
en mi nuca, pensé que podría acostumbrarme a todo, con él a mi lado.
Todo el episodio de la sesión de fotos se sintió extraño para mí. Supe
que estaba fuera de lugar al segundo en que entramos. Había vestido al
papel de la novia del millonario, pero simplemente no era yo, y sentí una
pequeña incomodidad en mi propia piel mientras ellos se precipitaron
hacia James para prepararlo para la sesión, y se esperaba que solo me
quedara por aquí y lo esperara.
Todo el mundo era muy educado, preguntándome si necesitaba algo,
encontrándome el mejor lugar para sentarse y ver el rodaje, pero eso solo
me hizo más consciente de mí misma. Rápidamente me escondía detrás de
la más calmada y vacía expresión, y era todo nervios por dentro.
La seguridad no ayudaba, por supuesto, luciendo intimidantes y
severos mientras se posicionaban a mi alrededor y fijaban la mirada en la
habitación. Finalmente recurrí a jugar con mi teléfono. Vi un mensaje
perdido de Stephan y lo abrí de inmediato.
Stephan: Creo que la reunión con esos chicos fue una mala
idea. Están abiertamente hostiles y no sé porqué.
Bianca: Vance está enganchado con Javier. Siempre he tenido
esa sensación. ¿Hay algo en lo que pueda ayudar? ¿Quieres que vaya
para apoyo moral?
Sentí mi cara calentarse en agitación incluso con el pensamiento de
alguien siendo malo con Stephan. Él era un hombre fuerte, una persona
fuerte, pero aun así no podía soportar la idea.
Stephan: Nah, no es tan grave, B. es probable que desaparezca
antes de lo previsto. Me gustaría salir contigo cuando termines ahí,
llámame.
Bianca: Claro. Solo dime el día y el lugar, y allí estaré. Siempre.
Stephan: Tu lujosa casa, tan pronto como termines de ver a tu
supermodelo ser fotografiado.
Bianca: Hecho. Te quiero.
Stephan: Te quiero, B.
Sentí un fuerte deseo de ignorar lo que dijo e irme a buscarlo para
asegurarme de que él se hallaba bien, pero me contuve. Stephan era por lo
general muy bueno en decirme lo que necesitaba de mí, y si decía que esto
no era tan grave, que quería que saliera con él cuando hubiese terminado,
entonces eso era lo que quería, y eso es lo que haría yo.
Seguía preocupada por eso cuando James salió de la zona de
cambio. Mi mandíbula se aflojó un poco y mi mente quedó completamente
en blanco.
Llevaba unos pantalones de color gris y una corbata blanca brillante.
Y eso era todo. Su pecho e incluso sus pies estaban desnudos, su piel
lucía oscura y dorada contra la tela de la corbata. Su pecho se encontraba
aceitado y la vista literalmente me hizo agua la boca. Sus pantalones eran
ridículamente bajos, para ser pantalones de vestir, lo que significaba que
eran del armario y no suyos. No podía imaginarlo vistiendo un traje para el
trabajo que no se le ajustara a la perfección, y esos pantalones parecían en
peligro de caerse, y mostrar sus partes más deliciosas a la habitación.
Tragué saliva mientras venía hacia mí, viendo que la V por encima
de la cintura se movía distrayéndome con sus músculos rígidos.
Se acercó.
—Hola, señor Precioso —dije en voz muy baja. En cierto modo solo
se me escapó.
—No deberías mirarme de esa manera en este momento, Bianca —
dijo con una sonrisa—. No, a menos que quieras una gran cantidad de
suscriptores en la revista por tener una imagen muy clara de mi erección.
Asentí. Tenía un buen punto, pero todavía no podía dejar de mirarlo.
Su pecho tenía el más fino brillo de aceite.
Lo toqué con un dedo.
Agarró mi mano. —Oye, oye —dijo, pero todavía tenía una risa en su
voz. Me obligué a mirarlo a la cara. Por supuesto, esa vista solo era una
distracción.
Alguien había amarrado su cabello atrás desde la cara. Su cabello se
veía más oscuro de esa manera, con todos los reflejos escondidos.
Apreté los puños para no tocarlo. Encontraba tan difícil mantener
las manos quietas últimamente. Era una extraña novedad para mí, cuando
casi siempre encontraba el tocar y ser tocada como una maldición.
Me aclaré la garganta. —Te ves... —Exquisito. Comestible. Delicioso—,
muy bien.
—Gracias. —Se aclaró la garganta—. Ojalá pueda terminar esto
rápidamente.
Se alejó antes de que pudiera responder, moviéndose hacia donde
preparaban el rodaje.
Observé todo el proceso al igual que una intrusa. Una obsesionada,
chiflada e intrusa. Pero por la mirada pérdida de las chicas observando,
me di cuenta que a donde fuera que mirara, no era la única.
Una mujer afortunada tenía la tarea de mostrarle donde pararse y
qué hacer. No me perdí el hecho de que usaba cada excusa para tocarlo.
¿Podría culparla? Sí. Pero descubrí que no tenía ni una pizca de celos.
¿Cómo podría estarlo cuando James trató de alejarse con cada toque? Era
profesional pero bueno con la mujer.
La mujer era casi demasiado delgada, pero aun indiscutiblemente
atractiva, con el cabello, los ojos oscuros, y labios de Hollywood. Podría
haber estado entre los treinta a los cuarenta y cinco. No importaba. La
juventud o la falta de ella no era donde yacía su belleza. Aun así, no sentí
ni una agitación de inseguridad cuando puso sus manos sobre él. En
cambio, casi me compadecí de la incómoda posición en la que se hallaba.
Él me disparaba ocasionales miradas incomodas cuando ella lo agarraba,
como si tuvieras más miedo de molestarme que por hacer el rodaje. Me
sonrojé cada vez que lo hizo a pesar de que esas eran las únicas miradas
que me daba.
Finalmente la mujer se alejó de él, y el rodaje comenzó. Cuando ella
comenzó a gritar ordenes al equipo, me di cuenta que debía ser la
directora. Por la manera en que estuvo actuando, asumí que era una
especie de asistente fascinada por las estrellas. Supuse que sabía mejor
que nadie que el señor Precioso podría convertir incluso a la mujer más
estoica en una tonta enamorada.
Con cada movimiento que dio de repente se volvió extra fascinante, y
siempre había sido jodidamente fascinante para mí. No sonreía, solo movió
su cara en infinitas formas, de esta y aquella manera, capturando todos
los ángulos perfectos en varias tomas.
Sus manos comenzaron en sus caderas pero subieron hasta que
encajaron detrás de la cabeza, marcando los tensos abdominales y
haciendo que sus brazos sobresalieran de una manera más atractiva.
Podría haber sido solo yo, pero su corbata parecía estar apuntando hacia
abajo sugestivamente, y no podía dejar de notar como la pose estiraba el
Bianca en su pecho, mostrándolo como un premio. Me hizo sonreír. Estaba
loco, pero eso solo se convertía en otra cosa que adoraba de él. Cada vez
era más evidente que solo tenía una relación pasajera con mi propia
cordura.
Tomaron foto tras foto mientras se movía en torno a la orden de la
directora. Paró abruptamente por unos diez minutos.
—Annie, ¡tráeme unos tirantes! —gritó ella.
Una pequeña rubia regresó al armario.
Las dos mujeres colocaban los tirantes en sus pantalones caídos, lo
que me parecía totalmente innecesario, y muy poco profesional, ¿pero que
sabía yo? Reanudaron la toma rápidamente.
James había movido un tirante a un lado para mostrar la tinta roja,
pero nadie lo detuvo.
Pude ver porque añadieron los tirantes, aunque había pensado que
era algo extraño. Era sexy. Algo así como sexo loco sobre un caballo. Algo
sobre el conjunto formal contra su pecho broceado era obsceno, al borde
del orgasmo alucinante con solo mirarlo.
Tomaron un sinfín de fotos de cada uno de sus movimientos de
postura y expresión. Al final lo hicieron voltearse, tomando fotos tras foto
de su espalda. Se quitó un tirante descarriado para mostrar el tatuaje en
la espalda.
Me acerqué más para estudiarlo, todavía sintiéndome un poco
conmocionada cada vez que alcanzaba a ver mi cara en su espalda. Sabía
por escuchar a varios amigos hablando que esos tatuajes cicatrizaban
primero, algunas veces arruinando la tinta por semanas, pero no podía ver
ninguna señal de eso en este caso. Se veía perfecto, incluso pareciendo
una pintura en su espalda.
Seguía pensando que el tatuaje era una locura, aunque empezaba a
entender porque se lo había hecho.
Se comprometió conmigo, por cualquier loca razón, y yo me hallaba
tan cerrada que él no fue capaz de solo decirlo, sino que tuvo que hacerme
creerle. Me sentía tan herida, tan escéptica de todo lo bueno en la vida.
Esta fue su manera completamente loca para tratar de probarme. Era
como Stephan en esa manera, tan dispuesto a tirar todo el orgullo a un
lado por el bien de amarme. Sabía en mi alma que no había nada que
Stephan no hiciera por mí, y empezaba a ver que James tuvo las mismas
cualidades para sorprenderme. ¿Qué hice para merecer tales hombres
leales en mi vida? No podía comprenderlo. Todo parecía muy bueno para
ser verdad.
Sr. Magnífico
Traducido por Nika Trece
Corregido por Daliam

Después de una cantidad exhaustiva de poses, James fue llevado a


cambiarse a otro equipo para el rodaje. No podía imaginar por qué. Había
visto el rodaje. Era imposible que no hubieran conseguido una buena serie
de fotos.
La directora se acercó a mí mientras James desapareció en el
vestidor. Me sonrió. Era el tipo de sonrisa elegante y profesional. Me
pregunté si ella había sido modelo antes de que dirigiera sesiones de fotos.
Agitó una mano en su propio pecho. —¿Así que supongo que eres
esta Bianca? —preguntó, y me di cuenta que se refería al tatuaje que había
estado mirando durante una hora.
Asentí, no muy segura de cómo responder.
Tendió una mano. —Soy Beatrice Stoker. La directora.
Sacudí su mano, y ella apretó con fuerza, como si fuera una especie
de prueba. Le di una respuesta a medias; no estaba interesada en todo lo
que ella pensaba que me ponía a prueba con una acción tan extraña.
—Bianca —le dije, a pesar de que era evidente que sabía.
—Eres una mujer afortunada, Bianca —dijo. Algo demasiado familiar
en su tono puso mis pelos de punta solo un poco.
Mantuve el contacto visual. —Estoy muy consciente de ello. Créeme
cuando te digo que ni siquiera puedes imaginar cuán afortunada.
Ella parpadeó, pero no parecía en absoluto desanimada por mi torpe
declaración. No sabía lo que me hizo querer provocarla, pero cada vez más,
parecía estar teniendo dificultades para contener mi lengua.
—Bueno, bien por ti —dijo finalmente—. Sobre eso, con los nuevos
tatuajes del señor Cavendish estando dedicados a ti y todo, tuve una idea
para el rodaje, si no te opones.
—¿Si no me opongo a qué? —pregunté con recelo.
Mostró esa sonrisa brillante. —Si no te importaría pasar por la
molestia de cabello, maquillaje y vestuario, me gustaría que participes en
algunas de las tomas. Más como un accesorio para James que como un
punto focal, sabes a lo que me refiero.
No sabía. —¿Quieres que este en la foto? —pregunté, desconcertada.
Era algo que nunca había esperado.
—Bueno, él muestra tatuajes que son, obviamente, en tu honor, así
que pensé que sería bueno sacarte unas pocas fotos. No muchas. Solo me
gustaría tenerte quizás abrazándolo por detrás, algo muy inocente y de
perfil bajo. Ha estado sin camisa en nuestras cubiertas varias veces, sin
tatuajes. Pensé que sería bueno mostrar al lector lo que inspiró su nueva
pasión por la tinta.
Hice una mueca, incómoda con la idea. —Habría que preguntar a
James. Esto es lo suyo.
Asintió y se alejó con un propósito, y me sentí un poco como que
acababa de arrojarla a los lobos.
Efectivamente, James salió del vestidor escasos momentos después,
hacia mí en zancadas, con el ceño fruncido. Llevaba un nuevo atuendo con
unos pantalones de color beige pálido, un cofre de oro desnudo, y la más
suave de las bufandas de color beige que había visto en mi vida envuelta
alrededor de su cuello hasta que se formó una especie de capucha no apta
para menores.
—¿Qué opinas de esta idea? —me preguntó en voz baja.
Me encogí de hombros, sin saber qué pensar, y teniendo problemas
para concentrarme en algo más que lo que quería que él me hiciera más
tarde con esa bufanda.
—Mi primera reacción fue negarme; no quiero que te expongas así,
pero mi necesidad de resguardarte del mundo es, obviamente, un punto
discutible. Han tenido un vistazo de ti, por lo que creo que deberíamos
dejarlos verte en nuestros términos, si eso tiene sentido. Así que supongo
que lo que digo es que, sí, me gustaría que te involucres en el rodaje, si te
sientes cómoda con eso.
Sonaba casi a la defensiva mientras trazó sus razonamientos para
mí. Era tan inusual verlo a la defensiva que estaba un poco desconcertada.
Se veía tan nervioso, de hecho, que decidí simplemente sacarlo de su
miseria.
—Está bien, lo haré —dije en voz baja. Era un hecho que ya había
demasiadas imágenes horribles de mí por ahí para incluso perder de vista,
por lo tanto, ¿qué daño haría una foto no tan horrible?
Parecía aturdido, y no del todo contento, lo que me pareció bastante
perverso de su parte, pero él se limitó a asentir.
Después de eso, se sintió como un torbellino de actividad, ya que
tenía el pelo, el maquillaje y las uñas.
El vestuario fue un fracaso total. Simplemente no había otra manera
de mirarlo. La gente de allí, acostumbrada a trabajar con profesionales, y
prácticamente no lidiando con novios irracionalmente celosos, intentaron
continuar con lo suyo como de costumbre.
Alguien empezó a levantar mi falda y yo como que solté una especie
de grito, sorprendida. Me di la vuelta para mirar a la chica detrás de mí.
Ella me dio una mirada impaciente, ya que simplemente hacía su trabajo.
Y luego apareció James...
—No la toques —dijo a la pobre chica, su tono rozando lo grosero. No
me había gustado su confianza, pero sentí una fuerte agitación de lástima
al ver su expresión aplastada. Él se dirigió a la habitación en general—.
Todo el mundo fuera. Ella no necesita una audiencia. Solo una vestuarista
femenina puede quedarse.
La afortunada vestuarista femenina parecía como si acabara de
sacarse el palillo más corto mientras revolvía la ropa. Era la pequeña
asistente rubia que había estado ayudando con el rodaje. Ella sacó un par
de pantalones vaqueros y me dio una mirada dudosa. —¿No creo que estés
de acuerdo con ir en topless? Todo estaría cubierto, por supuesto…
—Fuera de la cuestión —dijo James. Y sonó cortante sobre esto.
Ella suspiró, no más feliz que él por toda la situación. —Tal vez
debería permitirte elegir su vestuario. Solo se estará mostrando sus manos
y tal vez la parte superior de la cabeza, por lo que en realidad no importa,
y obviamente, vas a tener una opinión al respecto.
Pensé que había sido sarcástica cuando le dijo que eligiera, pero él le
tomó la palabra, buscando entre los bastidores de ropa con un propósito.
James no perdió el tiempo para elegir, por lo menos. Rodé los ojos,
pero no pude evitar sonreír al ver lo que eligió.
La estilista en realidad parecía contenta con sus elecciones. —Ohh,
es una buena idea. Eso sería una buena manera de hacer que combine
con la sesión.
La estilista le lanzó una mirada poco amigable, pero se fue a toda
prisa.
Estudié a James, medio esperando que él saltara sobre mí. Era una
suposición natural. Estábamos solos ahora, y en esos casos...
No obstante, comenzó a actuar como si me estuviera vistiendo. No
necesitaba ayuda para vestirme, pero sabía que no era el punto. Él quería
hacer esto, tenía que hacer esto. Si tratara de analizarlo, como parecía
hacer con todo, pensaría que lo hizo porque le gustaba sentir que cuidaba
de mí. Siendo el más novato que yo en esto de las relaciones, pensó que
esto era lo que hacían las parejas, algo que las unía más. Estaba bastante
segura de que no muchas parejas hacían eso, pero por extraño que fuera,
me hacía sentir más cerca de él, y más apreciada.
Me vistió con unos pantalones de color beige y una suave camiseta
beige de punto, que era casi una coincidencia con su bufanda. Toqué la
bufanda cuando se puso a mi alcance.
Él me dio una mirada caliente. —Me quedo con la bufanda. Tengo
planes.
—Por supuesto que sí —murmuré.
Sus ojos se estrecharon en mí. —Esa mirada en tus ojos te va a
meter en problemas.
Me quedé mirándolo, dejando que esa “mirara” lo empeore.
Sonrió. —Por suerte para los dos, te gusta meterte en problemas.
Sentí que mi interior se apretaba en una muy buena manera, segura
que eso significaba que iba a hacer algo, ahora, pero acabó de terminar de
vestirme y dio un paso atrás.
—Usa los mismos tacones rojos —dijo. Me los puse, y él me llevó de
vuelta al estudio.
El rodaje fue menos y, a la vez, más torpe de lo previsto. Por mi
parte, posar fue fácil. Todo lo que tenía que hacer era estar detrás de él,
con los brazos envueltos alrededor de su cintura, las manos sobre el pecho
y abdominales. Traté de no dejar que esas manos vagaran o acariciaran,
pero era una lucha. Mi cara no era en realidad ni siquiera visible, solo la
cima de mi cabeza, y cuando no ponía la mejilla contra su preciosa
espalda, mis ojos miraban a escondidas sobre su hombro. Posar fue fácil.
Lo difícil fue lograr no excitarme salvajemente. Logré esa parte mejor que
James, aunque eso fue solo porque era su rasgo más difícil de controlar en
general.
La directora se aclaró la garganta después de unas pocas tomas.
—Um, ¿hay algo que pueda hacer al respecto, señor Cavendish?
Esta no es una publicación pornográfica...
James, como el hijo de puta descarado que era, parecía totalmente
imperturbable. —Solo tendrás que tomarme de la cintura para arriba. Tú
fuiste la que quería a mi novia en la foto, poniendo sus manos sobre mí.
¿Qué te pareció que iba a pasar?
—Si pudiéramos fotografiar simplemente de la cintura para arriba,
podría no ser un problema, pero parece ser un problema... más grande que
eso.
Lo sentí encogerse contra mi mejilla y simplemente perdí el control.
Empecé a reír y no pude parar por unos cinco minutos.
James se dio la vuelta hasta que nuestras frentes se presionaron
entre sí. Él me estaba sonriendo. —No puedo pensar en un sonido que me
guste escuchar más que ese.
Estuvo mejor después de que logré sacar esas risas de mi sistema.
James también pareció tener un mejor manejo de las cosas, y ellos le
fotografiaron su espalda y torso mientras me apoyé en él. Se detuvieron
brevemente para arreglar su cabello, dejándolo caer suelto, luego, se lo
ataron de nuevo. Todo el asunto parecía un poco tonto y frívolo para mí,
pero, ¿que sabía yo de sesiones de fotos? Y no podía decir que no disfruté.
Todo lo contrario; una vez que superé los nervios, pasé un muy buen
momento.
Hicieron un cambio más de vestuario para James, y yo me quedé
fuera de aquél. No me importaba.
Le pusieron nada más que pantalones cortos deportivos de baja
altura y unas zapatillas deportivas. No le dieron calcetines, algo que me
parecía poco práctico, pero él tenía los tobillos sexy, así que entendí por
qué lo habían hecho.
Trenzaron los mechones más largos de su pelo hacia atrás, lo que
me pareció raro, pero le sentó bien. Se veía precioso, como de costumbre.
Repitieron las poses normales que habían estado haciendo, luego se
trasladaron a algunas tomas de acción. A estas las observé con renovada
fascinación. Él tenía que saltar impresionantemente alto, hacer algunas
flexiones, dominadas. Tuve que contener una sonrisita cuando le hicieron
hacer curl de bíceps.
Utilizó más de expresiones para estas fotos, incluso sonriendo a la
cámara para algunas. Él no necesitaba dirección; realizaba todo el proceso
como imaginé que haría un modelo profesional.
Alguien me trajo un sándwich de pavo, y les di las gracias. Me comí
todo, sin apartar los ojos de James por un segundo.
Dieron algunos minutos de descanso para hacer lo que pensaba era
un poco de lubricación muy innecesaria. Él trató de quitarse de encima las
dos mujeres que lo pululaban, lanzándome una mirada muy incómoda.
Pensé que la leí perfectamente. Le preocupaba que yo esté molesta por las
manos tratando de tocarlo, y quería que se detuvieran.
Ellas finalmente cedieron, pero aun así insistieron en poner aceite en
su espalda. Él apretó la mandíbula, y parecía muy agitado al momento en
que terminó. Observé sin ninguna expresión en la cara, aunque solo sentía
la menor punzada de fastidio. Si hubiera estado inclinada a ponerme
molesta por todo el tacto, su reacción me habría curado rápidamente. Él se
encontraba mucho más molesto que yo por eso.
Se me acercó para charlar durante uno de los descansos cortos, y
una de los muchos asistentes se acercó a nosotros, con una mirada tímida
en su rostro. Vi que ella sostenía una revista enrollada.
La desenrolló y se la ofreció a él cuando se acercó, con un marcador
permanente negro en la otra mano. —Siento molestar, pero ¿le importaría
firmar esto? —preguntó.
James tomó la revista sin vacilar, firmando la portada. Me quedé
helada cuando lo vi. Era una foto de él y Jules. Sabía por sus ropas que se
trataba de la noche que huí de su apartamento. Vio mi expresión mientras
le entregaba la revista de nuevo a la chica.
—Muchas gracias —murmuró, moviéndose rápidamente. Ella sabía
que no debía presionar su suerte, pensé.
—Te ves molesta —dijo James en voz baja, estudiándome.
Le di mi pequeño encogimiento de hombros, sin querer hablar, pero
también sin saber si podía mantener la boca cerrada al respecto.
—Esa noche —dije finalmente, cuando siguió mirándome—, sé que
dijiste que no era una cita, pero todavía duele que hayas ido con ella a la
gala, después de todo lo que había sucedido.
Sus ojos se abrieron. —No —dijo en voz baja—. No lo hice. No lo
haría. Fui a la gala una media hora, porque me sentí en la obligación, por
causa de mi madre. Pero me sentía muy mal, y fui solo. Esas imágenes
eran típicas de Jules, aprovechando mis obligatorias fotos de prensa. La
única vez que hablé con ella fue para decirle que me dejara en paz. Lo
juro, Bianca. Una vez vi cómo te sentías, no lo habría hecho.
Me sentía débil por el alivio. Ni siquiera supe que me encontraba
molesta por eso.
Aunque me humillaba a mí misma, sin embargo, tenía que aclarar
todo. —Ese collar que usó esa noche… ¿se lo diste tú?
Sacudió la cabeza. —Nunca le he dado una pieza de joyería.
—Vio mi collar, y dio a entender que su propia gargantilla era algo
similar...
Se sonrojó. Su mano hizo un movimiento de corte a través del aire.
—Está preocupada por mi vida personal, y es una mentirosa. Siento que te
molestara, pero ella te manipuló. No le di eso.
Asentí para demostrarle que le oí. Ya lo estaban llamando de nuevo
para el rodaje.
—¿Estás bien? ¿Tienes alguna otra pregunta?
Negué con la cabeza, encontrando su mirada para mostrarle que me
encontraba bien. De mala gana, regresó para terminar.
Cuando todo estuvo dicho y hecho, toda la sesión fotográfica tomó
casi cuatro horas. Me sorprendió darme cuenta qué hora era cuando revisé
mi teléfono.
James se hallaba atrás cambiándose cuando vi que me perdí varios
mensajes de textos de Stephan.
Stephan: ¿B, podrías llamarme cuando puedas?
Stephan: Me estoy dirigiendo al apartamento. Por favor, hazme
saber cuándo estés libre. No quiero estar solo ahora.
Un pequeño escalofrío de temor recorrió mi espalda, y me sentí
culpable al instante por olvidarme de mi teléfono una vez más. Traté de
llamarlo cinco veces seguidas, mi corazón latiendo a toda marcha mientras
él no respondía.
Me preocupó su texto acerca de no querer estar solo. No debería
tener que estarlo, nunca, no mientras yo aún respire, porque así era como
nosotros funcionábamos, pero era obvio que estaba solo y sufriendo, y yo
necesitaba encontrarlo.
Traté de enviarle mensajes de texto, aunque sabía que era inútil si ni
siquiera respondía a su teléfono.
Bianca: Acabo de ver tus mensajes. Volviendo al apartamento lo
más rápido que pueda. Por favor, dime que estás bien.
James fue a zancadas hacia mí cuando alcé la mirada desde mi
teléfono. Debe haber visto algo en mi cara debido a que pasó de sonriente
a alarmado entre un paso y el siguiente.
—¿Qué pasa? —me preguntó en voz baja cuando se acercó.
—Es Stephan. Tengo que volver al apartamento. Está molesto por
algo y me necesita.
Asintió, lanzando una mirada rápida a un lugar detrás de mí. Me
tomó del codo y comenzó a sacarme del estudio sin más preámbulos.
—Espere, señor Cavendish —decía la directora—. Necesitamos llevar
a cabo la parte de la entrevista. No va a tomar más de media hora.
Ni siquiera redujo la velocidad. —Envíame las preguntas. Tenemos
algunos asuntos urgentes que atender —dijo bruscamente.
Ella no protestó. Dudaba mucho que lo hiciera cuando usó un tono
tan señor Cavendish.
Él no perdió tiempo introduciéndonos en el coche y viajando de
regreso rápidamente al apartamento.
—Gracias —le dije, mi tono de voz muy bajo, siempre consciente de
las otras personas en el coche—. No puedo soportar la idea de que él está
solo y molesto.
Asintió y acarició con su mano mi pelo. —Lo sé. Estaremos en casa
en tan solo unos minutos. ¿Tienes alguna idea de lo que pasó?
Le di mi pequeño encogimiento de hombros. —Él y Javier iban a
salir con otros asistentes de vuelo esta noche. Eran de una tripulación que
son amigos de Javier, pero no de Stephan. Algo debe haber pasado con
ellos. Mencionó anteriormente que estaban siendo abiertamente hostiles.
Debería haber ido con él. Me siento muy mal.
—¿Te pidió entonces que fueras?
—No, pero…
—¿Te pidió que fueras ahora? —preguntó.
—Sí, pero eso fue hace casi una hora…
—Deja de castigarte. Sabes que Stephan no lo haría. Vamos con él
ahora, y todo estará bien.
Sr. Comprensivo
Traducido por NicoleM & Miry GPE
Corregido por Laurita PI

Me precipité dentro del departamento al segundo en que las puertas


del ascensor se abrieron, moviéndome hacia la habitación en la que los
chicos se quedaban. James era una presencia silenciosa, manteniéndose
tranquilo detrás de mí.
Supe que me dirigía en la dirección correcta debido a las voces que
aumentaban a lo largo del pasillo. Eché a correr.
Javier gritaba; su voz áspera y enojada. Era tan poco habitual de él
que me detuve en la puerta abierta de la habitación.
—Hablaremos ahora —dijo Javier en una voz imponente. Se hallaba
de pie frente a Stephan, lo suficiente cerca como para gritarle en la cara.
Su tono y actitud de inmediato desencadenaron mi temperamento poco
conocido, pero él no fue lo que me hizo perderlo.
Stephan se hallaba de pie con los brazos cruzados, mirando al suelo,
con una postura derrotada. Se había retirado de la confrontación, yendo al
lugar oscuro en su mente donde su familia abusaba de él y lo abandonaba
sin mirar atrás. Lo supe a simple vista. Algo horrible sucedió entre ambos
hombres, algo tan malo que Stephan se había marchado, y todo lo que
hacía Javier simplemente le llevaba más en ese lugar oscuro. Eso fue lo
que me hizo perderme.
Me moví hacia Stephan antes de que mi cerebro incluso procesara
por completo lo que ocurría, como si mi cuerpo supiera qué hacer antes
que mi cerebro. Me interpuse entre los dos hombres, hasta enterrar la cara
en el pecho de Stephan, envolviendo los brazos alrededor de sus costillas.
Jadeó, como si hubiese estado conteniendo la respiración, y me
abrazó. Esas fueron las únicas reacciones. Aparte de eso, su rostro y
postura no cambió. Sabía que era una mala señal.
Giré el rostro para mirar a Javier. —Debes darle un poco de espacio.
Ahora.
Javier me señaló, visiblemente poniéndose más furioso. —Este es el
problema con ustedes. ¡¿Cómo demonios se supone que alguien se acerque
o tenga cualquier tipo de relación con ustedes, cuando solamente se
preocupan por el otro, solo confían en el otro?!
Él tenía un carácter memorable. Era un chico dulce y perspicaz el
noventa por ciento del tiempo. Era dulce, gentil y amable, si es que un
tanto frío para mi gusto. Pero el otro por ciento era un tifón emocional.
Sabía desde la ruptura pasada que cuando se ponía así, decía cosas
horribles, daba ultimátum, y tomaba decisiones de las que se arrepentiría.
Lo entendía. Entendí esa disfunción demasiado bien, pero hirió a Stephan,
una vez más, y tenía un verdadero problema con eso.
Lo señalé en respuesta. —Dije que le des espacio.
Su labio superior tembló. Se agarró el pelo con ambas manos, como
si quisiera arrancárselo todo. No podía saber si era ira o dolor lo que lo
motivaba, pero sinceramente, no me importaba. La prioridad número uno
era Stephan, siempre.
—¡No necesita espacio! ¡Necesita hablarme, en lugar de correr a ti
cada vez que está molesto!
Comencé a avanzar hacia Javier, para hacer qué, no estaba segura.
¿Sacarlo a empujones de la habitación? ¿Enfrentarlo? De verdad, no podía
decirlo, pero no importaba. Stephan me detuvo, acercándome.
—Déjala fuera de esto, Javier —dijo Stephan, con su voz monótona y
tranquila. Odiaba ese tono, porque sabía que ocultaba un dolor profundo.
—No, tú déjala fuera de esto... —gritó Javier.
—Vete, Javier. No tengo nada que decirte ahora, y he oído lo que
tenías que decir. Ahora, déjanos solos —dijo Stephan, todavía en ese tono
alarmantemente muerto.
Javier se desinfló de forma visible. Se dio la vuelta y salió.
Distraídamente, me di cuenta de que James lo siguió, cerrando la
puerta con suavidad.
Stephan me llevó hasta un sofá, abrazándome. Lo apreté igual de
fuerte. Si necesitaba consuelo, iba a dárselo. Se encontraba herido, y yo
también. Nunca habíamos sido capaces de mantener cualquier nivel de
separación del sufrimiento del otro, y ahora no lo hacíamos.
Pasé las manos con delicadeza por su pelo ondulado, una y otra vez,
sin hablar, simplemente reconfortándolo y esperando. Si necesitaba
contarme, me lo contaría. No husmearía.
Nos abrazamos así durante mucho tiempo, mi rostro enterrado en su
cuello, el suyo en mi pelo, antes de que me susurrara al oído: —Ayer, le
dije que lo amaba —dijo por fin.
Intenté no tensarme, intenté mantenerme reconfortante, relajante,
esperándolo que continuara, pero no me imaginaba que tuviera una buena
noticia después de eso. Era obvio que el te amo no tuvo una respuesta
positiva.
—Me dijo que necesitaba más tiempo para saber sus sentimientos,
que me movía demasiado rápido. Dijo que aún no estaba seguro de poder
confiar en mí, con nuestra historia y todo. Traté de no sentirme herido, a
pesar de que se sintió como un rechazo.
No habló por un rato. Le acaricié el pelo, froté la espalda.
—Creí que me lo quité de encima bastante bien. Podía darle tiempo.
Tenemos tiempo, ¿lo sabes? Quizás me apresuré. Pero luego salimos esta
noche. Al bar de Melvin. No fue mi idea, pero no me imaginé que hubiese
un problema. Y no lo hubo. Por lo menos no al final de Melvin. Melvin fue
completamente civil, incluso amable. Javier se molestó por lo amistoso. Me
preguntó si salí con Melvin. Dije que sí, por poco tiempo. Se puso celoso.
Fui al baño. Cuando volví, encontré a Javier contra una pared, siendo
besado por Vance. No estaba exactamente resistiéndose. Me fui. Javier me
siguió hasta aquí.
»Él se enojó conmigo. Tuvo el descaro de darle la vuelta; dijo que
exageraba. Odio esto. Simplemente no puedo aceptar este tipo de cosas, los
celos y la infidelidad. Prefiero estar solo que lidiar con todo eso. No puedo
hacer que me ame —dijo, con un temblor en su voz. Mis lágrimas no se
hicieron esperar, cayendo como si un botón hubiese sido presionado—. He
pasado por eso. Antes de conocerte, era todo lo que conocía. Hice todo lo
que podía pensar para hacer que mi familia me ame, pero al final, dijeron
que era tóxico e insalvable, y pensaban que era una escoria. No haré eso
de nuevo, no seré ese chico patético que no puede hacer que alguien lo
ame, ni siquiera por Javier.
—Oh, Stephan —susurré, ahora llorando como un bebé, porque él
lloraba, y porque no había distancia entre su dolor y mi corazón—. Eres la
persona más hermosa que he conocido. No existe nada feo en tu interior,
nada malo. Si no puede amarte, si ya no lo hace, solo puede ser porque no
es digno de tu amor. No necesitas intentar que cualquiera te ame nunca
más. Eres la persona más adorable que conozco.
—No lo soy, Bee. Mi propia familia me tiró a la basura. Tiene que
haber algo mal conmigo. No apartaron a los otros niños. Solo fue a mí, e
intenté lo más que pude... —Lloraba tan fuerte. Estaba justo allí con él.
Nos abrazamos y lloramos como bebés. Las lágrimas parecían fluir más
libremente en estos días. Los chicos de la calle estoicos y de mirada dura
que una vez fuimos se habrían avergonzado.
—Te amo tanto —dije en voz baja a su oído cuando las lágrimas
cesaron—. No habría sobrevivido sin ti. Me has salvado de muchas formas.
Aún lo haces, cada día. No estoy segura de que siquiera sea capaz de amar
a otra persona si no hubieras aparecido cuando lo hiciste. Me encontraba
tan entumecida por dentro, tan resignada a observar mi vida reproducirse
en un horrible episodio tras otro, hasta que uno de esos episodios acabara
finalmente conmigo para siempre.
Gimió, apretándome con tanta fuerza que tuve que hacer una pausa
por un momento.
—Me salvaste de tantas cosas horribles —continué—. Evitaste que
tuviera que tomar muchas de las decisiones difíciles que una chica tendría
que tomar viviendo en las calles. Eras un adolescente, pero me proveíste
mejor, y me amaste mejor, de lo que algunos padres hacen por sus propios
hijos.
—Oh, Bee —susurró.
—Nos conocimos en la cuneta —continué—, pero incluso ahí,
brillabas como una luz en la oscuridad para mí. Fuiste lo único bueno en
mi vida, pero eras tan bueno que sabía que eso se nivelaría. Todo el mal
era equilibrado porque te tenía. Incluso cansada, abusada y muerta por
dentro, vi esa claridad. Si Javier no puede verlo, créeme, no es digno de tu
amor.
Me besó en la frente.
No hablamos de estas cosas a menudo, así que una vez que empecé
fue difícil detenerme. —Nunca conocí a tu familia —continué—, pero puedo
decir que eras el mejor de ellos, no el peor. Ellos te alejaron —dije, y él
gimió muy débil. Me mató escuchar eso, saber que aún le dolía tanto, aún
le afectaba demasiado—. Ellos te alejaron, pero eso no dice nada sobre ti, y
todo sobre ellos. Nunca alejaste a alguien, nunca te alejaste de alguien que
te necesitara.
Dije mi parte, y así cayó el silencio. Me abrazó contra él por un largo
tiempo, enterrando su rostro en mi cabello.
—Te amo, Buttercup. Eres mi roca. Lo mejor que me ha pasado —
susurró.
Cerré los ojos, sintiéndome indigna de esas palabras, pero las
disfruté de todos modos.
No comprendí que me quedé dormida hasta que me despertaron
voces bajas. El pecho de Stephan era mi almohada. Él habló en voz baja
con alguien detrás de mí mientras me acariciaba el cabello.
—Si la mantendrás contigo tienes que entender lo orgullosa que es.
Es un tipo de orgullo resistente. Tenía exactamente un par de pantalones y
tres blusas en nuestro segundo año de la preparatoria, pero nunca nadie
habría sospechado que era porque no tenía un hogar, solo por la forma en
que se proyectaba. Y esa es solo una muestra de eso, solo una pequeña
pieza de la parte superficial. Es mucho más profundo. Es el tipo de orgullo
que evita que una persona diga cómo se siente, por el riesgo de ser
rechazada. ¿Entiendes?
Escuché un profundo “ajá” detrás de mí y supe que era James.
Oh Stephan, pensé.
Actuaba de casamentero, tratando de acercar dos almas obstinadas;
dos personas que él temía que fueran incapaces de hacerlo ellas mismas.
Sentí un peso asentarse en el sofá al lado de nosotros, y una mano
se apoyó en mi cadera con un toque suave.
—Lo entiendo —dijo James en voz baja.
No podía leer su tono.
—¿Estás bien, Stephan? —preguntó.
Sentí a Stephan asentir. —Estoy mejor. Me desahogué, saqué todo, y
eso en realidad ayudó.
—¿Te sientes preparado para hablar con Javier esta noche? Lo llevé
a otra habitación, pero pidió hablar contigo a la brevedad posible. Jura
que terminó de gritar, jura que será civilizado.
Sentí a Stephan asentir de nuevo. —Sí. Estoy listo para hablar. ¿La
despertarás?
—La cargaré hasta nuestra habitación.
Sentí a Stephan besar mi cabeza y luego James me tomó en sus
brazos. Dejé que diera unos pasos antes de frotar la mejilla contra su
pecho. —Puedo caminar —dije, con voz adormilada.
—Y yo te puedo cargar —dijo, agarrándome más fuerte.
Y lo hizo; me cargó hasta el piso de arriba y me colocó sobre nuestra
cama. Dejé que me desvistiera sin una palabra, simplemente observando.
No podía leer su estado de ánimo. ¿Se sentía molesto? La noche no fue
cómo la planeó.
Se quitó su propia ropa, acostándose en la cama junto a mí. Me
hallaba de espalda, y se inclinó a mi lado, con una mano apoyando su
cabeza, la otra se movía sobre mi vientre con un ligero toque.
Era un tipo pacífico de enfrentamiento. Acostados, observando y
esperando a que el otro hablara. Creí que era muy adecuada para la
contienda.
James rompió el silencio primero.
—Los escuché a Stephan y a ti hablar —dijo por fin.
No me sorprendía, así que no reaccioné. —¿Por qué? —fue todo lo
que pregunté.
—Llevé a Javier a la habitación más alejada de la de Stephan, y me
paré afuera del pasillo, te escuché llorar. No pude permanecer lejos. No
podía escucharte llorar así y dejarlo pasar. Para este momento, ya debes
saber eso de mí.
Lo sabía. Solo asentí para que continuara.
—Simplemente me quedé en la puerta y escuché. Traté de darles
espacio, pero eso fue lo mejor que pude hacer. Deja que empiece diciendo
que estoy agradecido con Stephan. Siento que le debo una deuda que
nunca podré pagar, por cuidar de ti, por mantenerte a salvo, en cuerpo y
alma, antes de que nos conociéramos. Él es una parte de ti. Veo eso. Pero
Javier tiene razón, en cierto modo.
Abrí la boca para hablar.
La cubrió con su mano. —Déjame terminar. Tiene razón en que,
cada vez que se molestan por algo, solo se dirigen el uno al otro. Pueden
depender de otras personas. Dejar que alguien más aparte de Stephan
pase tu guardia no disminuirá lo que tienes con él, o lo que son el uno
para el otro. El amor que se tienen es hermoso, pero no debería ser algo
tan egoísta. Transformaron ese amor en un muro que mantiene a todos los
demás fuera, y eso es lamentable, porque tienen mucho más para dar que
eso.
»Mientras nos acercamos más, las relaciones pueden ser rocosas.
Esto que tenemos puede ser difícil. Pero si te alejas de mí, si corres hacia
Stephan cada vez que se pone difícil, ¿dónde nos dejará eso? ¿Dónde
dejará a Javier y a Stephan? Necesitas hacer espacio en tu corazón para
alguien más que Stephan.
No respondí, no sabía qué decir, porque él estaba tan acertado y tan
equivocado. Stephan y yo dependíamos el uno en el otro para excluirnos
del resto del mundo. Nos sirvió tan bien durante tanto tiempo que era
difícil hacerme romper el hábito. Imposible, en realidad. Pero se equivocó
sobre el resto. Dejé muy claramente que alguien aparte de Stephan entrara
en mi corazón.
Bajó la cabeza muy lentamente a mi pecho, colocando un ligero beso
justo sobre mi corazón. Me miró a través de los mechones dorado oscuro
de su cabello, manteniendo la cabeza baja. —Necesitas hacer espacio aquí
para mí —dijo en voz baja, colocando otro suave beso ahí.
Agarré su cabello en mis puños, buscando con desesperación las
palabras para decirle.
Se alejó con suavidad de mi alcance. —Eso es todo lo que quería
decir.
No pude hablar por el nudo en la garganta.
Traducido por florbarbero
Corregido por Miry GPE

Stephan
Tomé una larga ducha y me coloqué unos pantalones cortos negros,
sin molestarme con una camiseta. Necesitaba despejar mi mente con un
agradable baño. Podría estar en el Central Park en cuestión de minutos.
Me encantaba correr allí. Estaba oscuro, y sabía que no era lo más seguro,
pero infiernos, daría la bienvenida a algunos problemas. Disfrutaría de
una buena pelea en ese momento, aun sabiendo que me odiaría después
de la violencia. Aun cuando la violencia fuera en defensa propia, me
odiaría por ello.
Me encontraba de pie en la puerta del armario, con las zapatillas de
correr apretadas en la mano, cuando Javier entró en el dormitorio.
Planeaba ir con él, sabía que teníamos que hablar, pero lo aplazaba.
Una conversación que probablemente terminará en una ruptura no era
algo en lo que tuviera algún deseo de precipitarme.
Se quedó mirándome, algo bruto y feroz en sus ojos oscuros. Me di
cuenta de que estuvo llorando, pero no dejaba de verse hermoso.
—Sé que vas a romper conmigo —dijo en voz baja, y temblorosa—.
Te conozco lo suficiente como para ver que mantienes la compostura. Solo
pido una cosa antes de que lo hagas.
Miré a mis pies, mi pelo aún mojado se arrastró a mi cara. —¿Qué
es? —pregunté.
—Solo quiero que te sientes y me escuches. Y me mires. Si te
importo, dame al menos eso antes de botarme.
Me acerqué al sofá de la habitación. Me senté y, por último, lo miré
fijamente. —Adelante —le dije con calma.
Se acercó. Su barbilla tenía una inclinación orgullosa, como
siempre. Bianca pensaba que era un poco frío, pero nunca lo vio de esa
manera. De hecho, me recordaba mucho a ella; sus hábitos integrados,
controlados y ocultos para el observador casual. Pero nada nunca fue
casual entre Javier y yo, así que no lo creí ni por un segundo. Él era
reservado, sí, pero nunca frío.
Se arrodilló a mis pies.
—¿Puedo tocarte? —preguntó. Sus ojos observaron los míos en la
forma más abierta y más cruda de lo que jamás los vi.
Era difícil decirle que no cuando me miraba de esa manera, pero me
negué a ser tan autodestructivo, así que sacudí la cabeza hacia él. —No.
Su labio tembló, y casi rompió mi determinación. Hice un esfuerzo
para no mirar hacia otro lado.
Se hallaba de rodillas y se movió tan cerca de mí como posiblemente
podría sin llegar a tocarme. Llevaba una camisa de color negro, y su
estómago se encontraba solo a un suspiro de distancia de mis rodillas.
Traté de no dejar que me distrajera.
—Sé lo que piensas —dijo Javier—. Crees que me gusta el drama.
Crees que tuve celos de ese camarero y traté de darte celos. Puedo admitir
que he sido ese tipo antes. He estado en ese tipo de relación antes, pero no
me gusta. Eso es lo que tenía con Vance, de hecho.
Mi mandíbula se apretó con fuerza, pero lo dejé continuar sin una
palabra, simplemente mirándolo.
—Buscas cosas dramáticas cuando no estás enamorado, cuando en
realidad no importa a dónde va tu relación, y eso no es lo que tenemos,
Stephan. Somos verdaderos. Y no te haría eso a ti, nunca. Admito que me
encontraba celoso de Melvin, y que me comporté como un niño, pero no
tomé represalias engañándote. No desecharía esto por nada.
Su barbilla bajó a medida que hablaba, pero nunca alejó la mirada
de mí. Me observó con esos preciosos ojos oscuros a través del conjunto de
pestañas más gruesas que vi alguna vez. Quería comprar sus palabras, lo
quería más que nada, pero de nuevo, me negué a ser autodestructivo. Me
esforcé demasiado en valorarme como para parar ahora.
—No puedes cambiar lo que vi, Javier. Vance se encontraba sobre ti,
y no te moviste. Ni siquiera tratabas de alejarte. —Traté de no levantar la
voz, pero era difícil.
Puso una mano en mi rodilla, como si fuera involuntario, como si no
pudiera evitar tocarme. La aparté.
—No lo hagas —le dije, con voz baja y controlada. Traté de no verme
afectado mientras una solitaria lágrima bajaba por su mejilla.
—Para explicar lo que viste, tengo que explicarte un poco lo que
Vance y yo éramos juntos. —Tragó saliva, y vi moverse su garganta. Me
obligué a mirar de regreso a sus ojos.
—Éramos tóxicos —dijo—. Éramos una pareja dramática. Era casi lo
único que teníamos a nuestro favor. Él estaba obsesionado conmigo, y yo
era lo suficiente inmaduro para pensar que era suficiente para hacer que
una relación funcionara. Acarició mi ego, yo lo volvía loco, y a él le gustaba
estar loco. Quería una reacción de mi parte, siempre. Ya sea que esa fuera
buena o mala, en realidad no le importaba. Decía o hacía algo horrible, y
yo reaccionaba; eso le encantaba. Llegó al punto en el que éramos iguales,
en lo que se refiere a la relación. Hicimos cosas hirientes, dijimos cosas
hirientes, y ni siquiera nos amábamos. Es la sensación más vacía; saber
que dañarías a otra persona solo para sentir algo. No estoy orgulloso de
ello, pero he sido esa persona. No lo soy ahora.
Puso la mano en mi rodilla, y no la alejé, incluso pensando que
debería. Se acercó, golpeando sus caderas entre mis rodillas hasta que se
separaron lo suficiente para dejar que se mueva más cerca. Podía ver su
otra mano temblorosa, mientras se acercaba a mi pecho.
Mantuve mis manos para mí mismo, pero dejé que me tocara.
—Vance sigue siendo esa persona. Aún está obsesionado conmigo,
obsesionado con lo que teníamos, a pesar de que terminó hace más de tres
años. Él hace acrobacias, sin desear nada más que una reacción de mi
parte. Aprendí hace mucho tiempo que lo mejor que podía hacer era no
darle una. No darle nada en absoluto. Ni siquiera un gesto...
Se acercó lentamente, y me dio todas las oportunidades para decirle
que no. Se movió hasta que pudo acariciar su cara con mi pecho. Mi
respiración salió entrecortada.
—Me dio un beso para obtener una reacción. Quería que peleara, le
diera una bofetada, lo insultara, cualquier cosa. Así que no le di nada.
Esperé pasivamente a que terminara, que se diera cuenta de que no me
importa lo suficiente para darle esa reacción.
Agarré con la mano ese pelo negro y grueso. Tiré su cara hacia atrás
hasta que me miraba directamente a los ojos de nuevo. —¿Dices que te
atacó? ¿Qué ha hecho antes? ¿Te puso las manos encima, sabiendo que
no querías que te tocara?
Esos misteriosos ojos oscuros se abrieron mucho, sus profundidades
girando con un poco de pánico. Se acercó, deslizando sus manos suaves
sobre mis hombros.
—Sí —respondió finalmente.
Me puse rígido como una tabla, mi mente volviéndose un poco
nebulosa y roja por la ira.
—No hagas nada precipitado, Stephan —declaró—. No vale la pena.
Una imagen de Vance vino a mi cabeza, una imagen muy clara de mí
golpeando su rostro. Lo destruiría en una pelea. Ni siquiera era debatible.
Era un poco más bajo, un poco más delgado que yo, con un rostro
atractivo que no tendría ningún problema en echar a perder.
—¿Por qué todavía sales con él? ¿Por qué nos encontramos con él
esta noche, si es así?
—Soy un buen amigo de todos sus amigos. Soy cercano con todos en
la tripulación, y él juró que no me presionaría. Contigo allí, no creí que ni
siquiera sea capaz de hacerlo. No imaginé que iba a tratar algo al segundo
que te alejaste. Y pensé que si lo hacía, me defenderías. No soy un
luchador.
Mis ojos se abrieron con horror. —¿Dices que él te atacó, lo vi y
luego me alejé? ¿Es eso lo que pasó allí?
Traté de levantarme, pero se aferró a mí con fuerza. —No es un gran
problema —dijo en voz muy baja—. Simplemente no rompas conmigo
debido a un malentendido. Por favor. Te lo ruego, Stephan.
—¿No crees que sea algo grave que alguien te ataque, y que yo me
aleje sin más?
Frotó la mejilla sobre mi pecho, y tragó saliva. —Vance no me
molesta. Esta era su última oportunidad de ser civilizados, y lo jodió. Me
mantendré lejos, muy lejos de él. Lo único que podría hacer para hacerme
daño ahora es alejarme de ti. Te amo. Sé que dije que necesitaba tiempo,
pero era una gran mentira. Me enamoré de ti hace más de un año, y esos
sentimientos nunca se fueron, no para mí. Solo trataba de proteger a mi
corazón cuando te dije que necesitaba más tiempo. He estado allí todo el
tiempo.
Yo no era bueno en sobre-analizar las cosas. Estudié su rostro serio
y me dejé caer de nuevo. Le creí, y lo amaba, y eso fue suficiente para mí.
Pasé las manos por su pelo negro azabache, agarrándolo en puños.
Lo besé con fuerza y se derritió en mi contra. Presionó el pecho contra el
mío, frotando.
Me aparté. —No más drama. No puedo soportar esto. Y si veo a
Vance de nuevo, le patearé el culo. Puedes advertirle si lo deseas, pero eso
es lo que va a pasar.
Asintió, y me dio una sonrisita. Esa sonrisa era un problema. Del
buen tipo. Mantuve mis manos en su pelo cuando comenzó a besar mi
pecho. Mi cabeza cayó hacia atrás mientras movía esa boca malvada hacia
abajo con un propósito. Las cosas que Javier podría hacer con la boca me
nublaban la mente. Tenía un talento raro y exquisito. Me quitó los
pantalones cortos, y lo dejé hacer su magia.
Una buena mamada a menudo implicaba tanto las manos como la
boca, pero no con Javier. Me chupó tan duro y tan profundo que se me
olvidó donde me encontraba, viniéndome tan rápido que me habría sentido
avergonzando si hubiera sido cualquier cosa menos una felación. Él me
tomó profundo en su garganta cuando llegué, acariciando con sus manos
cualquier parte de mí que pudiera alcanzar.
Lo atraje hasta mi boca para un largo beso. Me puse de pie,
llevándolo a la cama con un agarre firme en su cabello. Lo inmovilicé sobre
su estómago, acostado sobre su espalda. Besé su cuello y lo sentí temblar.
No había terminado con él, ni mucho menos, pero lo sostuve durante
un largo tiempo, dejando que la anticipación se construyera y dándole
comodidad. Javier amaba ser sostenido, y me encantaba hacerlo. Acaricié
mi cara en su cuello.
—¿Le dijiste a Bianca lo que sucedió con Vance? —preguntó al final.
Me encontraba un poco sorprendido de que pensara en eso en este
momento, pero le contesté—: Sí. Le digo todo.
Hizo un sonidito de angustia. —Ella me odiará ahora. Incluso si le
cuentas la historia completa, nunca volverá a confiar en mí, y si me odia,
no tenemos una oportunidad. Sé cómo es esto. Ella es la persona más
importante en tu vida, y si trabaja en contra de nosotros, estamos
terminados.
Suspiré. —No entiendes a Bianca en absoluto. Ella nunca haría eso.
Nunca iría en contra de nosotros. Eso sería demasiado parecido a ir en mi
contra, y no lo haría. Está de mi lado sin reservas, y respeta mi juicio. Si le
digo que estoy contigo, será lo mismo. Cuida mi espalda, sin excepciones.
Hemos sido compañeros durante demasiadas cosas malas como para que
funcione de otra manera.
—Espero que tengas razón... —dijo. Mordí su tendón entre el cuello y
el hombro con tanta fuerza que lo hice gemir.
—¿Qué decías? —pregunté con una sonrisa.
—Lo olvidé —suspiró.
Comencé a trabajar en quitarle la ropa desde atrás. Mi sonrisa se
hizo más malvada. —Eso es lo que pensé…
Sr. Perfecto
Traducido por Jadasa
Corregido por Daniela Agrafojo

Bianca
James se levantó, caminando hacia el vestidor. Volvió usando un par
de bóxers. —No te muevas —me dijo—. Necesito traer algo de la entrada
muy rápido.
No dije nada, y me miró. Señaló, la mueca en su boca ahora casi
juguetona. —Lo digo en serio. No te muevas. —Con eso, se fue.
—Bastardo loco —murmuré lo bastante fuerte para que escuchara,
pero no me moví. Le oí reírse mientras caminaba por el pasillo.
Solté mi propia risa cuando regresó a la habitación. Tenía la suave
bufanda color beige, de la sesión de fotos, envuelta alrededor de su cuello.
Llevaba una especie de sonrisa traviesa. Sentí que me mojada más solo
con esa mirada.
Se sacó sus bóxers y regresó a la cama en un destello de dorada piel
desnuda. No podía apartar la mirada.
Se sentó a horcajadas sobre mí, desenvolviendo la larga bufanda,
lenta y sinuosamente, de su cuello. Era tan larga que tardó muchísimo.
Lo observé, cautivada. Sentía como si estuviera recibiendo un strip
tease para adultos de un Dios glorioso. —Eres lo más bello del planeta,
James —le dije.
De reojo, vi su erección sacudirse, y cerró los ojos por un largo
momento. No se podía negar que era susceptible a la adulación, pero no
fue por eso que lo dije. Lo hice porque no podía mirar directamente al sol y
no mencionar que era cegador y brillante.
Una vez que terminó de desenrollar, me cubrió los ojos con la
bufanda, envolviéndola dos veces alrededor de mi cabeza. Levantó mis
brazos por encima de la cabeza, extendiéndolos hasta que se tensaron, su
dura longitud rozando mi torso mientras lo hacía. Su pene empujó con
fuerza contra mi esternón mientras envolvía la bufanda alrededor de mis
brazos. Jadeé.
Envolvió la tela suave desde mis muñecas a mis codos. Era un
agarre firme, pero no apretado. Cuando estuvo asegurada, la envolvió
sobre mi clavícula, pasando incluso por mis axilas. Apenas me empujó
mientras la envolvía dos veces antes de trasladarse hasta mis pechos y
luego a mis costillas. Envolvió una y otra vez con movimientos suaves y
seguros, logrando de alguna manera meterla bajo mi cuerpo, apenas
moviéndome. La enrolló alrededor de mi cintura después, llevándola de
nuevo hacia arriba para envolver mis ojos y brazos, uniéndolos.
Me tenía bien y verdaderamente atrapada cuando se retiró, a
horcadas sobre mis caderas.
Dijo una palabra antes de ponerse a trabajar en mi cuerpo con su
boca—: Lucha.
Probé mis restricciones, al principio de forma dudosa, sin imaginar
que la bufanda planteara un verdadero desafío. Era tan suave, tan
elástica, pero el hombre sabía lo que hacía. Siempre.
Jadeé mientras lamía un camino por mi ombligo hasta mis muslos
internos. Succionó un punto sensible, mientras peleaba contra la bufanda,
sin hacer ningún progreso, solo moviendo deliciosamente la endiablada
cosa contra mi cuerpo mientras él hacía cosas incluso más deliciosas
abajo. Hizo trabajar esa boca inteligente desde mi ingle hasta ese punto
sensible detrás de mi rodilla y de regreso. Luché con fuerza, porque se
sentía bien, porque no podía creer que esa bufanda ridícula pudiera
atraparme de manera segura, y porque quería liberar mis manos para
empujar esa boca burlona donde necesitaba que estuviera.
Solo tuve éxito en atraparme de forma más segura, y James se tomó
su dulce tiempo moviendo esa lengua justo donde ansiaba.
Dejé de luchar cuando hundió el rostro entre mis piernas, metiendo
su lengua en mi interior antes de lamer hasta mi clítoris.
Levantó la cabeza cuando me quedé inmóvil. —Sigue luchando —me
dijo.
No podía ver nada, pero podía oír la sonrisa traviesa en su voz.
Sumergió dos dedos duros en mi interior, una vez, dos veces, y me
vine de golpe. Besó hacia arriba por mi cuerpo, empujando a un lado la
tela que cubría un pezón. Succionó fuertemente a medida que se hundía
dentro de mí. Jadeé y luché con más fuerza contra las suaves ataduras.
Arrastraba su pene fuera de mí, golpeando cada nervio perfecto,
cuando descubrió mis ojos. Lo demás lo dejó atado mientras clavaba los
codos en el colchón, a los lados de mis pechos y se conducía en mi interior
una y otra vez. Sus ojos me mostraron que el amante tierno conducía este
encuentro, aunque la cálida sonrisa en su voz cuando me atormentaba me
había dado una advertencia justa.
—Dilo, Bianca —dijo, su voz más tierna que exigente. Aun así, sabía
que era una orden.
—Soy tuya, James —le dije en voz baja.
Parpadeó brevemente mientras empezaba a venirse dentro de mí.
Llegó hasta el fondo con el pequeño gemido más atractivo, y me vine.
—Jodida cachemira —me dijo con una sonrisa mientras tomábamos
nuestro aliento.
Me reí. —Entonces así se llama. Es bueno saberlo.
Desenvolvió lentamente la larga bufanda, frotando mi cuerpo en
tanto lo hacía. Me froté contra él, siempre anhelando su toque, incluso
mientras mis ojos se cerraban y caía en un sueño profundo.

***

Tuve el sueño de nuevo y me desperté tambaleándome en la cama en


la oscuridad, desorientada y asustada. Fuertes y familiares brazos me
agarraron casi de inmediato, levantándome desde atrás y llevándome al
baño. Tuve que cerrar los ojos con fuerza cuando la luz inundó la
habitación.
Ya nos hallábamos desnudos por lo que simplemente se metió en la
bañera, sin soltarme a medida que abría el grifo y se apoyaba en el borde.
Me giré hacia él, pasando los brazos alrededor de su cuello, aferrándome
tan fuerte como pude. Reconfortantes brazos acariciaron mi espalda,
lavándome y consolándome, diciéndome con susurros suaves que todo
estaría bien.
—No puedo soportarlo. Sé que es un sueño, pero se siente tan real
—susurré. No me rompí, en esta ocasión no lloré, aunque el sueño me
alteró tanto como antes. Incluso más.
—Shhh, amor. Solo respira. Los recuerdos se desvanecerán. Los
recuerdos de pesadillas siempre se desvanecen.
Lo dijo como si fuera alguien bien informado sobre las pesadillas. No
me sorprendió.
Levanté la cabeza para mirarlo. Acarició mi cabello, mirándome
directamente a los ojos. Podía decirme tanto solo con esos exquisitos y
empañados ojos suyos.
Tragué con fuerza. El miedo que quedaba del sueño todavía me
perseguía. La idea de perderlo me hacía sentir desesperada y vacía; me
llenaba con el miedo más oscuro que alguna vez hubiera conocido, y para
mí eran casi desconocidos los pensamientos oscuros.
Me aparté lo suficiente como para subir por su cuerpo, montando a
horcajadas sus caderas en el agua que se elevaba. Pasé un dedo sobre su
frente lisa, el hoyuelo en su mejilla, esa nariz perfectamente recta, esos
labios bonitos, y luego a través de esa mandíbula fuerte.
Acuné su rostro entre mis manos, mirándolo con firmeza. Presionó
sus propias manos sobre las mías, dándome una mirada de amor que me
derritió.
—Me desespera la sola idea de perderte —dije, acercando nuestros
rostros. Lo miré fijamente a los ojos cuando di el salto—. Te amo, James —
dije, mi voz apenas un susurro—. Demasiado.
Sus ojos se cerraron por un instante, y respiró profundamente.
Cuando los abrió de nuevo, había en ellos un alivio grande y crudo que me
hizo temblar.
—Gracias —dijo con voz ronca—. He esperado y anhelado eso por
mucho tiempo.
Acarició mi cabello, observándome, sus ojos yendo a ese suave lugar
amoroso que yo había comenzado a desear y depender tan rápidamente.
Se quedó en silencio durante tanto tiempo, solo observándome y
tocándome, que perdí nuestro enfrentamiento silencioso.
—¿Tú... me amas? —le pregunté, con mi pecho adolorido.
—Esa es una pregunta tonta —dijo, acariciando mi mejilla—. Una
pregunta innecesaria. Nunca he hecho un secreto de mis sentimientos,
Bianca. Sé que soy escéptico, pero debes haberte dado cuenta de que me
enamoré inmediatamente.
Apoyé la mejilla en su mano. —Entonces, ¿por qué no habías dicho
las palabras?
Mordió su labio.
Observé esa acción de vulnerabilidad con gran atención.
—Quería que lo dijeras primero. No por orgullo, ni por mi ego, sino
por mi corazón. No le he dicho esas palabras a nadie desde que murieron
mis padres, y no quería que la primera vez que lo hiciera, me encontrara
con un rechazo. Tenía miedo de asustarte y que huyeras de nuevo. Preferí
darte tiempo en lugar de romper mi propio corazón. ¿Puedes comprender
eso?
Asentí, sintiéndome aplastada con el peso de mi propio escepticismo.
Odiaba lo que le hacía mi equipaje, lo que podría hacerle en el futuro, todo
el dolor que le causó, porque no había cura para todos mis problemas.
Uno grande levantó su fea cabeza mientras lo pensaba.
—¿Pero por qué? —le pregunté, mi voz sonaba mucho más pequeña
de lo que me gustaba que fuera—. Eso es lo que no entiendo.
Sus cejas se elevaron, y me dio una mirada genuinamente
desconcertada. —¿Por qué?
—¿Por qué me amas?
Sus ojos se suavizaron, cambiando en un instante de confuso a ese
aspecto increíblemente tierno que me tenía cada vez. —¿Quieres que te lo
explique? —preguntó de manera concisa.
Asentí.
Pasó un dedo por mi frente. —Puedo hacerlo. En realidad, lo
disfrutaré. Eres mi tema favorito, amor. Empezaré con tus ojos. Primero
me enamoré de esos. Una mirada fue como un puñetazo en el estómago.
Tienes estos ojos eternos en un rostro tan joven. Supe que habían visto
cosas malas, vivido cosas malas, y desde el principio, supe que podías
comprender el dolor. La soledad y desesperación. Entender el sentimiento
de desesperanza, de sentirse indefenso y solo. Primero me enamoré de tus
ojos, porque vi en sus profundidades y encontré a la otra mitad de mi
alma.
Eso me conmovió, y mis ojos se llenaron de humillantes lágrimas
que, últimamente, no era capaz de contener.
Trazó una lágrima que caía por mi rostro, dándome su más cariñosa
sonrisa. —Francamente, admito que eso fue suficiente para atraparme, y
vas a decir que estoy loco, pero he tenido demasiadas aventuras de una
noche para contar, y tenía la experiencia suficiente para saber, desde esa
vez que nos conocimos, que me enamoraba de ti. No lo comprendí hasta
después de nuestra primera vez, no le puse ese nombre, pero eso no
cambia el hecho de que estuve perdido a partir de entonces. Pero volvamos
a mi tema favorito.
Se inclinó sobre la bañera, cerrando el grifo de agua. Llevó la mano
de regreso a mi cabello para acunar mi nuca.
—Después, caí con esa compostura tuya duramente ganada, ese
autocontrol de acero. Cuando conseguí que me sonrieras o incluso que
reconocieras mi presencia, se sintió como un logro. Nunca he necesitado
perseguir y en verdad nunca quise hacerlo, pero lo disfruté contigo, aun
sabiendo que era un problema para mí, que tú eras problemas.
»Luego, hmm, vamos a ver, eso es más difícil de determinar, ya que
hubo un montón de cosas a la vez. Las agruparé y diré que me enamoré de
tu reacción. Tu sumisión. Nunca antes he sentido nada igual a este tipo de
química. La forma en que temblabas ante mi tacto, esa respuesta inocente
que no podías ocultar y que no podía dar lugar a dudas. Y luego hicimos el
amor. Después de eso, no pude llamar a lo que sentía por ti de otra forma
que no fuera amor, no para mí, aun sabiendo que no sentías lo mismo, al
menos no como yo lo hacía, todavía no.
Había tal adorable tipo de comprensión en sus ojos que sentí algo en
carne viva sanarse en mi interior. Sí, mi escepticismo natural lo lastimó,
pero al menos él parecía comprender por qué era así. Parecía entenderme.
No había terminado.
—Y luego estuvieron tus pinturas. Esos sueños en tus ojos. El
mundo puede no haber sido un lugar hermoso para ti, pero llega a ser tan
hermoso a través de esas pinturas. Pones tu alma en esos cuadros, y nada
en este mundo es más hermoso para mí que tu alma.
Siempre me había sentido incómoda con los elogios, de cualquier
tipo, y su confesión se encontraba en su propia liga, tan lejos como
llegaban los cumplidos. Me sentí tan abrumada que fue difícil seguir
mirándolo directamente a los ojos, a esas empañadas profundidades color
turquesa, pero lo logré a través de pura fuerza de voluntad, mientras todo
mi cuerpo temblaba por el esfuerzo.
Continuó sin descanso. —Y luego está el hecho de que eres
increíblemente hermosa, y eso no podía importarte menos. Tu belleza me
devasta, Bianca, sin embargo, le das tan poca importancia a la belleza en
comparación a cualquier mujer que he conocido. Incluso si notaras lo
impresionante que eres, lo cual sé que no es así, no te importaría, no haría
ninguna diferencia, y eso me parece muy encantador acerca de ti.
»A veces siento como que he hecho un lío de todo esto —continuó—.
Que todo lo que hago es meter la pata, pero te juro que hago mi mejor
esfuerzo. Soy un desastre en esto de las relaciones porque nunca antes lo
he hecho, pero prometo que seguiré esforzándome hasta hacerlo bien. No
soy nada sino determinado.
La idea me derribó. Hablé sin pensar. —Ese es un pensamiento
deprimente, James, porque si eres terrible en esto, no hay siquiera una
palabra para describir lo mucho que yo apesto en ello.
Lanzó la cabeza hacia tras y comenzó a reírse, así que mi boca formó
automáticamente una sonrisa. Acercó sus sonrientes labios a los míos.
—Eso no es cierto, amor. En lo que a mí respecta, lo estás haciendo
perfectamente.
Su boca se hallaba a un susurro de la mía cuando hablé. —No has
convertido esto en un lío, James. No podrías ser un desastre en nada,
incluso si lo intentarás. Creo que eres perfecto.
Me besó, un beso que empezó suave, pero como siempre el hambre
insaciable que sentíamos el uno por el otro rápidamente se volvió más.
Agarró mi cabello y saqueó el interior de mi boca, en calientes y adictivos
momentos. Me froté contra su pecho húmedo.
Hicimos el amor lentamente, sin prisas, con amor. Apoyé la mejilla
contra su pecho mojado cuando terminamos, besando mi nombre carmesí
sobre su corazón que latía acelerado.
Acarició mi cabello durante largos minutos, aún enterrado en mi
interior. No parecía tener prisa en salir.
—Te amo, Bianca —dijo en voz muy baja—. No hay nada sobre ti que
no adore. Ni siquiera las cosas que te han hecho difícil dejarme entrar en
tu vida ocupan un lugar especial en mi corazón. Nunca creí que conocería
a una mujer de la cual no pudiera dudar, una persona a la que pudiera
entregar tan fácilmente mi confianza, pero conozco tu alma, y es tan pura
y limpia para mí que siento que puedo verla claramente.
No sabía cómo podía decir eso. Me sentía tan cínica veces. Pero me
empapé con sus palabras, amando la forma en que me hacía sentir. No
tenía que estar de acuerdo con las palabras para sentirme conmovida por
ellas.
—Te amo —le dije con sencillez.
Permanecimos en silencio por largos minutos, comunicándonos solo
con caricias y besos suaves. Con el tiempo, de mala gana, salió despacio
de mí, jalándome hacia su pecho inmediatamente.
—¿Puedo hablarte de mis padres? —preguntó finalmente.
—Por supuesto —dije en seguida, sorprendida de que pensara que
tenía que preguntarlo—. Me encantaría oírte hablar de ellos. Amo aprender
más de ti.
—Le habrías gustado a mi madre. Era tan apasionada y obstinada,
pero también amable. No provenía del mundo de mi padre, pero no toleró
ninguna de las tonterías que la alta sociedad trató de lanzar en su camino.
Odiaba los almuerzos y tés, diablos, odiaba todas las insoportables
funciones sociales que no estuvieran relacionadas directamente con una
organización benéfica, y la enfurecía el término “miembro de la alta
sociedad”.
Sus palabras me trajeron una asombrosa sensación de alivio. Si él
esperaba que hiciera lo que sugirió Jackie y dedicara mi vida a una cadena
sin sentido de funciones sociales desagradables por el simple hecho de
mantener las apariencias, habría sufrido, porque eso no era para mí.
—Mantuvo algunos amigos cercanos, y dedicó su tiempo a su familia
y a sus obras de caridad. Era tan hermosa.
Hizo una pausa, acariciando mi mejilla.
—Mi padre era un hombre reservado, pero la amaba. Eso sí lo
recuerdo. Trabajaba mucho, pero cuando no lo hacía, nos dedicaba su
tiempo a mi madre y a mí. Adoraba el suelo que ella pisaba. —Acarició mi
cabello cuando lo dijo, con sus ojos llenos de amor—. Tuvieron un buen
matrimonio. Era joven, pero incluso yo podía ver cuán unidos estaban.
Compartían esas miradas... A pesar de que era niño, sabía que contenían
algo especial.
»A medida que fui creciendo, mucho después de que murieran, no
imaginé que pudiera hallar algo similar para mí, que alguna vez pudiera
sentir algo parecido a lo que tenían ellos. Sinceramente, no creía que fuera
capaz de ello... Hasta que te conocí, no sabía que tenía ese tipo de
sentimientos en mí. Ahora veo claramente que con la persona adecuada,
es muy simple. Esos sentimientos no son algo que se pueda forzar, no son
algo que pudiera negar una vez que los sentí. Todavía me asombra que los
tuviera tan rápida y profundamente por ti.
»A mi padre le gustaba afirmar que se enamoró de mi madre a
primera vista. Incluso entonces, pensaba que solo lo decía por ser poético,
pero ahora le creo. Me sucedió exactamente lo mismo.
Levanté la mirada hacia él. —Estás loco —le dije. La idea de amar a
primera vista era tan descabellada, sobre todo dado que hablaba de mí—.
Pero sin lugar a dudas, terriblemente romántico —me permití.
Se limitó a sonreír. —Lo sé. Pero soy honesto, y así es como fue para
mí.
Froté mi mejilla contra su pecho, sintiendo que todo era un sueño.
Era demasiado perfecto para ser real.
Sr. Cuestionador
Traducido por florbarbero
Corregido por Miry GPE

Dormimos hasta tarde la mañana siguiente. Me sorprendió


gratamente que James se tomara la mañana libre para poder pasarla
juntos antes de que tuviera que volar. Solo me iría por el día, regresando a
Nueva York temprano en la mañana del día siguiente, pero todavía se
sentía una delicia conseguir más tiempo con él.
Nos quedamos en la cama, lo que no resultaba sorprendente, ya que
me desperté cuando se introducía en mí. Debió trabajar durante un tiempo
porque me encontraba lo suficientemente mojada para que mi cuerpo lo
aceptara fácilmente. Él separó mis piernas tanto que bordeó lo doloroso, y
me penetró sin piedad, con sus ojos en mí todo el tiempo.
—Dilo, Bianca —dijo con dificultad.
En realidad no estaba segura de qué cosa quería que dijera, después
de nuestras confesiones de la noche anterior, así que fui con mis instintos.
Me follaba como si quisiera poseerme, así que dije lo que se me vino a la
mente.
—Soy tuya, señor Cavendish. Solo tuya. —Comprendí que mis
instintos eran correctos cuando entró en mí, gritando mi nombre.
Me encontraba allí con él, mirándolo con fascinación y amor cuando
mi cuerpo se tensó deliciosamente a su alrededor en un orgasmo perfecto.
Fue tierno después, un poco posesivo. Nos duchamos, y se hizo
cargo por completo, lavando mi cuerpo y cabello, como era su costumbre.
Me hallaba más allá de cuestionarlo. El dejarlo que se preocupara por mí
respondía a una necesidad de los dos, y ahora solo lo apreciaba, como él
me apreciaba.
Me vistió, colocando suaves besos por todo mi cuerpo justo antes de
que cubriera cada lugar con la ropa. Me encontré con las manos
hambrientas por su pelo mojado mientras me atendía. Me vistió con una
camiseta oscura y bóxers, porque tendría que vestirme de nuevo con ropa
de trabajo en tan solo unas horas.
Fuimos abajo para el desayuno. Hubiera sido tentador tomar el
desayuno en la cama esa mañana, pero me moría por ver a Stephan.
Necesitaba asegurarme de que se encontraba bien, así que nos dirigimos al
comedor. James ni siquiera me cuestionó. Parecía comprender cómo
funcionábamos Stephan y yo. No sabía si era solo a partir de observar, o si
Stephan le explicó aún más detalles de los que le di. Sin embargo, la forma
no importaba, porque su entendimiento era lo crucial.
Sentí todo mi cuerpo relajarse con alivio cuando oí la risa viniendo
desde el comedor al acercamos. Reconocí la risa de Javier primero, y la
que se unió fue una risa que era más familiar para mí que la mía propia. Y
más bienvenida.
Sonreí ante el sonido, acelerando mi paso para llegar a ellos. James
era una presencia silenciosa en mi espalda.
Stephan se paró cuando me vio, sonriendo de oreja a oreja.
Se encontraba al otro lado de la habitación y envolviéndome en sus
brazos en un instante. Me acurruqué en ese pecho familiar.
—¿Estás bien? —le pregunté. Me apretó.
—Estoy muy bien.
—Supongo que lo arreglaron —dije irónicamente.
—Lo hicimos. —Sin dudas.
Asentí y después de un momento, me dejó ir para volver a su
desayuno.
No necesito saber nada más que eso. Tomó una decisión, y yo solo
podía esperar que Javier, quien me daba miradas muy prudentes, no lo
lastimara de nuevo.
James sacó una silla para mí, actuando como caballero. —¿Tortilla
de huevo blanco te parece bien? —preguntó, en dirección a la cocina.
Asentí, preguntándome qué cosa de mí atrajo a los que parecían ser
los dos últimos caballeros que quedaban en el planeta.
Me di cuenta de que Stephan y Javier comían crepes cubiertas en
jarabe, crema batida y virutas de chocolate. Me sorprendió que incluso
James mantuviera esos ingredientes en su casa.
James se volvió rápidamente, llevando un servicio de té muy inglés.
Nos sirvió el té, actuando como la personificación de un anfitrión inglés
bien educado. Así que se lo dije.
Sonrió. —Lo aprendí de mi padre. Inglés de pies a cabeza. Cada taza
de té inglés que bebo me hace pensar en él.
Pensaba que era una cosa dulce que me lo contara y le di una
sonrisa amable.
Me guiñó un ojo.
Me sorprendió la respuesta que causó en mí. Fue un gesto muy
inocente, teniendo en cuenta las cosas que me decía y hacía, pero aun así
me excitó en un latido del corazón. El hombre era caliente.
Nos hallábamos a mitad de nuestro desayuno cuando vi a James
revisar su teléfono, y su expresión cuidadosamente en blanco aumentó de
un segundo a otro.
—Disculpen —dijo de manera cortante.
Se levantó de la mesa y salió de la habitación.
No me di cuenta de lo educado que era al tomar llamadas, porque
durante nuestro tiempo juntos, simplemente no lo hacía. Lo que me hizo
sentir aún más curiosa acerca de lo que consiguió su atención, y puso esa
expresión en su rostro. Me encontré en estado de alerta instantánea.
Una rara racha de curiosidad incontrolable me tuvo siguiéndolo en
cuestión de segundos. Quería ver lo que lo molestó tanto con solo unas
pocas palabras.
Lo encontré de espaldas a mí en una de las salas de estar. La puerta
sin cerrar completamente, pero hablaba en voz muy baja en el teléfono.
—Entonces ofréceles más. Es en serio cuando digo que no tengo un
límite en lo que voy a pagar para mantener esto oculto. —Hizo una
pausa—. No me importa un carajo si se trata de una decisión de negocios
inteligente, Roger. No se trata de negocios. Esto es acerca de mantener
intacta mi vida, la forma en que necesito, y no me importa un carajo si se
lleva mi fortuna lograrlo. ¿Entiendes? —Otra larga pausa—. No soy un
chico de catorce años al que manejas, Roger. No necesito tiempo para
pensar. Necesito que hagas lo que te pido. Hazte cargo de esto.
El miedo me congeló en seco, y me quedé en la puerta, escuchando.
Su tono era de pánico, tan desesperado. No quería saber lo que lo llenó de
miedo.
No me moví de la puerta mientras terminaba la llamada y se giraba.
Estuve escuchándolo, y pronto lo sabría. Tal vez me diría lo que sucedió, y
no sería tan malo como el temor en mí me decía que era.
Se estremeció cuando me vio allí de pie, lo que no era bueno para mi
tranquilidad. Sufrimos un muy largo e incómodo silencio mientras se
frotaba las sienes y yo lo observaba.
—¿Todo bien? —Finalmente pregunté.
Hizo una mueca. —Lo estará —dijo. Eso fue todo.
—¿Quién es Roger? —pregunté. Estar con James parecía añadir
entrometida a mi lista de defectos de carácter.
—Un viejo amigo de la familia. Una especie de mentor para mí. Y mi
abogado.
Pensé que sonaba siniestro, pero no dio más detalles, y no los pedí.
Si él no quería compartir, no lo obligaría.
Se acercó a mí finalmente. Pasó una mano por mi pelo, agarrando
firmemente mi nuca. Lo usó como un mango para inclinar mi cara hacia
él. Vi preocupación en sus ojos. —¿Era en serio lo que dijiste anoche?
Lo estudié, confundida. —¿Qué cosa?
Tensó su mandíbula y me observó un largo rato. —Sobre amarme.
Sé que estabas cansada y asustada por la pesad…
No podía escucharlo. Lo interrumpí bruscamente. —¡Por supuesto
que lo dije en serio! No diría algo así por estar cansada.
—Dilo otra vez —ordenó.
—Te amo. Por supuesto que sí. No deberías dudarlo. No lo diría a
menos que lo diga en serio.
—¿Es un amor condicional? ¿Cuánto estás dispuesta a soportar solo
para estar conmigo?
Empezaba a enojarme. —No me gusta la pregunta. El amor en una
relación monógama tiene que tener algunas condiciones, James. Si eres
infiel…
—No hablo de eso. Nunca haría eso. ¿Tiene tu amor otras
condiciones?
Lo miré, pero negué con la cabeza, encontrando la respuesta muy
rápido. —No creo que lo haga, James. Pero, de nuevo, no me gusta la
pregunta. ¿Qué quieres decirme con estas preguntas?
Agarraba mi pelo hasta un punto doloroso ahora. —Lo pregunto
porque cada vez que pienso que estamos de camino a la construcción de
un futuro juntos, se interpone algo del pasado, y necesito saber que no
sucederá otra vez.
Pensé que era deliberadamente vago, pero lo dejé pasar. No estaba
de humor para abrir la caja de Pandora. —El pasado solo nos puede hacer
daño si se lo permitimos, si realmente hablamos de pasado.
Me estudió, entonces me dio un beso suave. Llevó su boca a mi
oreja. —Quiero atarte a mi cama. Ahora. Quiero mantenerte allí.
Mi cerebro hizo cortocircuito por un instante, yendo a ese lugar
sublime dónde solo James me podría llevar. —Tengo que salir para el
aeropuerto pronto.
—Lo sé. Es por eso que quiero hacerlo. Así no puedes irte.
Traté de mirarlo a los ojos para darle una mirada exasperada, pero
me besó, invadiendo mi boca hasta que se me olvidó la razón por lo que lo
que dijo era tan escandaloso.
Se retiró solo cuando me dejó sin aliento y necesitada.
—¿Has pensado en tu carrera como artista? —exigió—. ¿Cuándo te
gustaría comenzar a planificar tu primera exposición?
De hecho, estuve pensando en ello. Era una especie de distracción
persistente en mi cerebro. Especialmente cuando consideré que James
actualmente pagaba mucho más para tenerme vigilada y protegida en los
vuelos de lo que en realidad ganaba en esos vuelos. Parecía tan inútil y sin
sentido.
—Sí —admití.
Apretó la mandíbula cuando no di más detalles. —¿Y cuáles son tus
pensamientos?
Le di mi pequeño encogimiento de hombros. —Estoy reflexionando al
respecto.
Me dio una sonrisa bastante dolida. —Bueno, avísame cuando hayas
terminado de darle vueltas —dijo entre dientes—. Me gustaría saber tu
opinión sobre el asunto.
Era evidente que estaba molesto, pero lo dejó después de eso.
Subimos. Me puse el uniforme mientras se puso su traje. Terminó
primero tomando otra llamada misteriosa. Salió de la habitación, con el
teléfono en su oreja, mientras me maquillaba un poco.
Se encontraba silencioso y un poco distante en el viaje al aeropuerto.
Me mantuvo cerca, con una mano en mi pelo y la otra en mi rodilla. La
distancia se encontraba en sus ojos y su expresión, que cuidadosamente
se hallaba en blanco, desde la segunda llamada telefónica.
Solo la cambió brevemente cuando llegamos al aeropuerto y era el
momento de decir adiós. Dejó a los chicos antes de aplastar su boca contra
la mía, su beso era hambriento y desesperado.
Los dos estábamos sin aliento y agitados cuando se retiró.
—¿Estás bien? —pregunté.
Asintió, pero la preocupación no se fue de sus ojos.
—Adiós —le dije.
Me acarició. —Te amo, Bianca —dijo.
Asentí. —Yo también te amo, James —dije en respuesta. Ni siquiera
sentí pánico o la necesidad de retirar las palabras. Llegaron fácilmente a
mis labios. Lo sentía realmente.

***

Stephan, Javier y yo tuvimos suerte de conseguir una fila de


asientos juntos para el vuelo, ya que volábamos con espacio disponible.
Todos tratamos de dormir ya que trabajaríamos hasta bien entrada la
mañana siguiente, pero no creo que ninguno de nosotros tuviera más de
una siesta de una hora en el vuelo de cuatro horas y media.
Desperté de la siesta cuando el avión comenzó a descender para
aterrizar, el sentimiento lo suficientemente familiar para actuar como una
alarma en mi cuerpo. Mi cabeza se apoyaba en el hombro de Stephan. Me
froté la mejilla contra sus músculos suaves antes de retroceder a mirarlo.
Tenía los brazos cruzados sobre el pecho, haciendo que sus músculos
aumentaran de forma atractiva. Sonreía despierto. Se veía tan feliz como
nunca lo había visto. Fue una buena vista para mi corazón, especialmente
después de todo el drama de la noche anterior.
Vi que Javier seguía inconsciente; con la cabeza apoyada en el otro
hombro de Stephan.
—Buen día, Buttercup —dijo Stephan en voz baja.
—¿Solo aquí sentado sonriendo mientras dormimos sobre ti? —
pregunté con una sonrisa.
Solo mostró un hoyuelo, asintiendo. —Estar en medio de mis dos
personas favoritas en el mundo. ¿No es para sonreír?
Tuve que reír. —Entonces, ¿qué pasó anoche? —pregunté.
No quería arruinar el estado de ánimo, pero necesitaba saber. Fue
una gran cantidad de drama para ser aplastado tan fácilmente.
—Javier dijo que me ama —dijo con una sonrisa muy suave.
Me sentí aliviada y confundida a la vez. —¿Y antes de eso?
Hizo una mueca y me contó brevemente sobre Vance y la forma en
que intimidó a Javier. Agarré su mano cuando terminó. No estaba segura
de qué pensar sobre todo esto. Javier tenía una reputación de ser amante
de drama, pero por otro lado, conocí a Vance. Sin embargo, sabía algo.
Stephan creía en Javier con certeza, y se sentía horrible por no defender a
su hombre, en lugar de alejarse cuando estaba siendo acosado.
—Si eso fue lo que realmente sucedió, no pudiste haberlo sabido.
Me dio una mirada severa. —¿No crees que eso haya sido lo que
pasó?
Le di mi pequeño encogimiento de hombros. —Sabes que soy más
cínica que tú. No sé qué creer, pero, por supuesto, tengo mis dudas. Sin
embargo, eso no importa. Si están juntos, los apoyo, porque es lo que
quieres.
Me dio una sonrisa triste. —No debes ser tan cínica. No tengo dudas
acerca de Javier, Bianca.
Asentí, mirándolo con cuidado. —Lo sé. Y como he dicho, eso es
suficiente para mí.
—¿Cuándo vas a aprender que no soy la única persona de confianza
en el mundo?
No tenía una respuesta para eso. Al menos, no una que él quisiera
oír. Nada más que el tiempo y la persistencia me haría confiar a Javier el
corazón de Stephan, y el drama de la noche anterior no hizo otra cosa que
retroceder el tiempo más atrás, cualquiera que sea su historia.
—No crees que sea lo suficientemente bueno para mí —dijo, con un
claro reproche en su voz.
Tuve que sonreír. —No creo que nadie sea lo suficientemente bueno
para ti, incluida yo.
Negó con la cabeza.
Habíamos hablado de esto, y ninguno de nosotros se movió.
—Le dije a James que lo amo —le dije en voz baja.
Oí el sonido familiar de las ruedas del avión descendiendo. Me
sorprendió que Javier siguiera durmiendo tranquilamente.
Stephan me sonrió. —Eso es maravilloso. Tu terapeuta estaría
orgulloso.
Me reí, sin ofenderme, ya que solo decía la verdad.
—¿No vas a preguntarme lo que dijo él? —le pregunté.
Negó con la cabeza sin vacilar. —Ha estado pegado a tus talones
desde el principio, Buttercup. No tuve ninguna duda. El hombre besa el
suelo que pisas.
Sr. Insensible
Traducido por Miry GPE
Corregido por Laurita PI

Casi no tuvimos tiempo de inactividad una vez que llegamos a Las


Vegas. Javier y Stephan se despidieron con un rápido y serio adiós,
aunque casi podía ver la energía de calor entre ellos.
Nos dirigimos a la oficina central de nuestra aerolínea, nos
registramos y preparamos para nuestro vuelo, sin embargo todo ese
proceso fue casi sin incidentes.
Todos los demás equipos que nos encontramos eran un hervidero
por el reciente anuncio de que nuestra aerolínea se declaró en bancarrota
en base a la ley de quiebra. Todavía, por el momento, permanecíamos en el
negocio, pero la especulación en cuanto a qué significaba para nosotros
fue proliferando.
Me encontraba mayormente en estado de shock por todo el asunto.
Stephan y yo compartimos una mirada que significaba que hablaríamos de
eso más adelante. El servicio de transporte que nos llevó de regreso al
aeropuerto era muy ruidoso debido a las pláticas de las opiniones y
temores, por lo que no podríamos habernos escuchado el uno al otro por
encima del ruido si lo hubiéramos intentado.
Le envié un mensaje de texto a James.
Bianca: ¿Escuchaste las noticias sobre la aerolínea?
James: Sí. ¿Puedes hablar por teléfono en este momento?
Bianca: Está demasiado ruidoso el autobús. Te llamo desde el
avión.
Tenía unos breves minutos para llamarlo una vez que llegamos al
avión, entre el tiempo de preparación y embarque.
Era bastante el señor Cavendish cuando contestó el teléfono. —Hola,
Bianca.
—Hola, señor Cavendish —dije, porque sabía con quién hablaba—.
¿Qué opinas de todo esto de la quiebra? No sé qué significa nada de eso.
Suena muy mal, pero la gente dice que aún podríamos permanecer en el
negocio.
Escuché su suspiro audible sobre la línea. No era un buen augurio.
—Si quieres mi franca opinión profesional sobre el asunto, lo que significa
es que la aerolínea se mantendrá en el negocio durante alrededor de un
año antes de que deje en tierra a toda su flota de aviones para siempre. Su
director ejecutivo, literalmente, agotó todas las vías de financiamiento a su
disposición, fue a cada conexión, grande y pequeña, que tiene. Se niega a
ceder el control de la aerolínea, y nunca ha dirigido una exitosamente, a
pesar de que lo ha intentado varias veces. Se me acercó para financiación,
el que es en realidad el motivo por el que me encontraba en el vuelo donde
te conocí, pero tuve que declinar basándome únicamente en el hecho de
que hubiera sido una decisión de negocios desastrosa para mí. Él no se
hallaba dispuesto a hacer ninguna concesión de liderazgo, y yo no estaba
dispuesto a tirar un millón en un hombre con un claro historial de fracaso.
»En el futuro cercano —continuó sin descanso—, hablando de los
próximos días y semanas, lo más probable es que te den la opción para
una licencia voluntaria, y si eso no funciona para producir suficientes
candidatos dispuestos, una involuntaria. La aerolínea cortará costos y
personal. Cualquier ruta que no sea rentable será abortada en el próximo
mes. ¿Alguna otra pregunta?
Me sentí desinflada por sus revelaciones, aunque no dudé ni por un
segundo de que él sabía de qué hablaba. —¿Sabías todo este tiempo que
esto pasaría?
—Sí —dijo sin dudar—. Todo fue solo una cuenta regresiva. La
aerolínea ha sufrido una hemorragia de dinero desde el inicio. Esta es la
era de descuento en las tarifas, y tu aerolínea fue desde su puesta en
marcha un transporte de lujo. Todo el mundo en la industria se encuentra
sorprendido de que haya durado tanto. ¿Le has dedicado algún otro
pensamiento a tu carrera de pintura? Solo dilo, y tendré a mi gente
preparando tu exposición.
Me pareció que fue bastante insensible de su parte. De nosotros dos,
creí que yo tenía el monopolio de ser insensible.
—Aún no —le dije, con mi voz inflexible—. No he tenido tiempo para
procesar todo esto.
Hubo una larga pausa al otro extremo. —Bueno, te dejo con eso
entonces. Me tengo que ir. Nos vemos en la mañana.
—Adiós, señor Cavendish —dije con frialdad, preguntándome por su
estado de ánimo. Cuando lo llamé, no esperaba hablar con este hombre
insensible.
—Adiós, Bianca.
Colgué, sintiéndome un poco resentida por sus modos fríos. ¿Mi
duda acerca de exponer mis pinturas le molestaba tanto? ¿O era otra cosa?
¿Lo que sea que pasaba con Roger, quizá?
Sabía que era inútil especular, así que me puse a trabajar. Sin
embargo, me molestaba persistentemente. No saber la causa de su actitud
distante dejó mi mente libre para funcionar salvajemente con las
posibilidades y los temores paranoicos, cada uno más alarmante que el
anterior.
Intenté con todas mis fuerzas distraerme durante la duración del
vuelo. Al menos estaba completo, incluyendo a mis guardaespaldas en
cada cabina, por supuesto. Sin embargo, incluso completo, me quedé sin
nada qué hacer hacia la mitad del vuelo.
Damien y Murphy se hallaban inusualmente tranquilos durante los
procedimientos previos al abordaje y en el vuelo. Sabía que ellos debían
sentirse molestos por las malas noticias. Si empezaban en otra aerolínea,
no tendrían que trabajar juntos durante años. Damien tal vez sería
degradado a la posición de primer oficial, haciéndoles imposible el trabajar
en los mismos vuelos. Incluso después de que se volviera capitán de
nuevo, necesitaría mucho tiempo para que lograran suficiente antigüedad
para obtener rutas regulares, y mucho más rutas juntos. Me sentía triste
por ellos. Hacían un equipo tan divertido.
Los visité en la cabina de vuelo durante un tiempo. Todavía
bromearon sin parar e hicieron grandes esfuerzos para encantarme, pero
sentí una corriente subterránea de tensión en los dos hombres.
Esto fue lo que me molestaba más sobre el colapso de la aerolínea.
No era tanto mi futuro por el que temía. Me gustaba mi trabajo, y me
sentía agradecida por las oportunidades que me dio, pero que era una
sobreviviente. Incluso sin James, hallaría otra manera de salir adelante.
Sin embargo, las personas que pusieron sus esperanzas en la aerolínea
durante cuatro años y medio, los que se verán más afectados por eso, eso
es lo que me afectaba. Empresarios jugando con su dinero de monopolio,
mientras el resto de nosotros rodaba con los golpes. Me hacía enojar. Por
supuesto, no había nada que hacer, así que era un tipo inútil de ira.
Tuve una larga conversación con Stephan en el vuelo sobre las
licencias voluntarias que se esperaban. Tomé una decisión rápida pero
dura. Abordé el tema con temor, pero como de costumbre, Stephan solo
respondió con su apoyo incondicional.
Solo tomó mis hombros con sus grandes manos suaves, y me dio su
mejor sonrisa. —Creo que tiene mucho sentido, Bianca. Temías decírmelo,
¿verdad?
Asentí.
Me besó en la frente. —Deberías conocerme mejor —me regañó con
suavidad.
Él tenía razón. Dios, lo amaba. ¿Cómo llegué a ser tan afortunada?
Estaba cansada y agotada para cuando llegamos a Nueva York, mi
mente corriendo con todos los cambios inminentes en mi vida. Justo
cuando hice un gran cambio, ¿no debería entender que todo tendría que
empezar a cambiar?
No estaba segura de cuál era el plan cuando entramos como
tripulación al centro de recepción. James, o más bien, el frío señor
Cavendish, no lo dijo. Pensé que si enviaba un auto, lo tomaría, si no, iría
al hotel con la tripulación.
Envió un auto. De hecho, se envió él mismo, comprendí cuando me
recibió en la puerta, tomando mi maleta y mi brazo sin decir una palabra.
Su rostro era una máscara hermosa, sus ojos casi sin expresión.
James asintió rígidamente a Stephan. Stephan tuvo que quedarse
con la tripulación para el registro en el hotel, así que me dio un beso en la
frente y se despidió.
No tuve oportunidad de decir adiós a alguna otra persona ya que
James me alejó tan pronto como Stephan me dio la bendición.
Le entregó mi equipaje a Clark, dirigiéndome a entrar al auto con
rapidez. Mi equipo de seguridad llenó el auto apenas un momento después
de que James y yo nos sentáramos. Fueron mi sombra silenciosa durante
el transcurso del viaje y jornada de trabajo.
—Los guardaespaldas son innecesarios cuando trabajo, James —
dije, con mi voz en tono bajo para mantener la conversación privada—.
Estoy bastante segura en el trabajo.
Me miró. Fue la primera mirada directa que me dirigió desde que me
recibió en la puerta. Su rostro era tan ilegible como nunca lo había visto.
—Me parece muy necesario —dijo breve.
Miró por la ventana.
Odiaba su estado de ánimo, odiaba su distancia, pero aún me hacía
querer aferrarme a él. Sabía lo poco saludable que era ese impulso, e hice
todo lo posible para aplastarlo. Aun así, encontré mi mano buscando su
rodilla, frotándolo confortablemente.
No tuvo el efecto deseado. Su mano cubrió la mía al instante,
empujándola con fuerza en su pierna. No podría haberla quitado si lo
hubiera intentado.
—¿Te sientes con ánimo de ser clavada en el asiento y follada con
audiencia, amor? —dijo, su voz suave conteniendo peligro.
Intenté arrebatar la mano, pero la sostuvo rápido. No respondí la
pregunta ridícula, y no dijo una palabra más, mirando por la ventana, con
una tormenta en sus ojos.
—¿Me dirás qué te sucede? —pregunté finalmente en voz baja.
Me apretó la mano, con la mandíbula tensa. —Sé paciente conmigo,
Bianca. Paso por algunos problemas legales difíciles, y dejar que me dejes
cada semana pone a prueba hasta la última gota de mi auto-control.
Permanecí en silencio un largo tiempo, debatiendo si debería decirle
acerca de mi decisión. Parecía más bien como recompensar su mal
comportamiento en ese momento, pero ya tomé la decisión. Simplemente
tenía sentido, a pesar de que no quería que lo tuviera.
Las licencias voluntarias para los auxiliares de vuelo ya habían sido
anunciadas. Recibí el correo electrónico, mientras aterrizábamos en el
aeropuerto JFK. Tenía la antigüedad para seguir trabajando incluso si no
había suficiente gente para inscribirse en las licencias voluntarias, y se
volvieran involuntarias, pero vi eso como algo tan egoísta. No necesitaba el
trabajo, no tanto como tantos otros. Quizá solamente existía esta solución,
y la quiebra solo forzaba la mano con mayor rapidez. Sospeché que podría
ser el caso, pero en verdad ya no importaba.
—Tomaré la licencia voluntaria —dije.
Vi su mano sacudirse con un ligero temblor. No me miró. Entendí
que no apreciaba que no nos encontrábamos solos en ese momento.
—Gracias —dijo en voz muy baja, con voz temblorosa.
—Lo hago porque me siento ridícula que se gaste más dinero en mi
protección en el trabajo que lo que en realidad gano al trabajar. Y porque
hay personas que necesitan el trabajo más que yo —le dije, con tono duro.
Esto no era debido a su rabieta—. Y me gustaría comenzar a planificar la
exposición en la galería.
Asintió, con la cabeza aún hacia el otro lado. —Por supuesto.
Gracias. Concertaré una cita para ti con Danika cuando estemos en Las
Vegas. Ella maneja tanto mi galería en Los Ángeles como la de Las Vegas.
Fue a luchar contra mi equipo de Nueva York para realizar tu exposición
en su galería. Es una admiradora incondicional.
Tuve dificultad en creer eso. La idea de tener admiradores era un
concepto demasiado inverosímil para asimilarlo con facilidad.
Llegamos a nuestra casa por la cochera subterránea, y James me
llevó dentro del apartamento y hasta nuestra habitación.
Me observó desde la puerta del armario mientras me desnudaba
para mi siesta.
—No puedo quedarme. Necesito volver al hotel, ya que iré de regreso
a Las Vegas contigo mañana.
Solo asentí, medio desnuda, de espaldas a él. Lo sentí observándome
durante largos minutos antes de irse.
Me alisté para la cama y me acosté a dormir, pero me eludió por
largo tiempo. La forma en que James actuaba me llenaba de tensión y
ansiedad. Traté de decirme que era solo un hombre malhumorado e
impredecible. Esa fue una de las primeras cosas que aprendí de él. Pero
sabía, en el fondo de mis entrañas, que era algo malo, algo por lo que se
sentía amenazado, o tal vez nos amenazaba. Le dijo a Roger que ofreciera
toda su fortuna para protegerlo de la amenaza misteriosa, y sabía que no
usaría esas palabras a la ligera.

***

Mi teléfono me despertó, e incluso cuando contesté, supe que dormí


de más. Tenía esa atontada sensación que solo me daba cuando tomaba
una siesta demasiado larga.
—Buttercup, ¿saldrás con nosotros esta noche? —preguntó Stephan.
Parpadeé para despertar. —¿Quiénes son nosotros? ¿Y a dónde vas?
—La tripulación irá al Red con otros dos equipos que se hallan aquí
en una parada. Conducirán a la ciudad desde los hoteles del aeropuerto.
Además, unas pocas personas adicionales vienen a la ciudad. Les hablé a
Javier, Jessa, Marnie y Judith para que tomen un vuelo esta noche.
Nuestro vuelo de la mañana tiene como treinta asientos abiertos, por lo
que no tendrán ningún problema para viajar a casa con nosotros. Se ha
convertido en una especie de fiesta por la quiebra. Hablé con James. Dijo
que la gente podría quedarse a pasar la noche en su casa, y en su hotel.
Incluso establecerá una sección VIP en Red para nosotros. Se suponía que
te diría al respecto, pero supongo que dormías.
Tuve que sonreír un poco de que Stephan convirtiera una quiebra en
una fiesta, pero demonios, ¿por qué no?
—Todos tenemos que levantarnos muy temprano mañana —le dije.
No serviría de nada en absoluto el tener un montón de inasistencias en la
mañana.
—Está bien. No es como si lo hiciéramos a menudo. Todo el mundo
necesita desahogarse.
Lo entendía bien. Sentí el mismo impulso. —¿A qué hora tengo que
estar ahí?
Se rió. —Dentro de una hora. ¡Date prisa, Buttercup!
Lo hice, me duché, cepillé y sequé mi cabello, y logré maquillarme en
tiempo récord. Había una bandeja de comida colocada justo dentro de la
puerta del dormitorio cuando salí del cuarto de baño.
Comí rápido la hamburguesa de pavo sobre un pan, impresionada
con la eficiencia de Marion. Estaba bueno, apilado con verduras frescas,
una salsa de guacamole picante dándole sabor. O yo me acostumbraba al
menú fanáticamente sano o Marion era especialmente talentosa en darle
un buen sabor a lo sano.
Limpié el plato en cuestión de minutos, apresurándome para estar
lista.
Me vestí de rojo. Parecía apropiado para el lugar, y me encantaba el
pequeño vestido. Se establecía sobre un hombro, dejando al descubierto el
otro, y la forma en que colgaba halagaba mi figura. Coloqué el cuello
apenas a la derecha, y encontré los brazaletes de diamantes en mi tocador
de joyas, los cuales le quedaban a la perfección. También, llevaba aros de
diamantes en mis orejas, lo que puede haber sido una exageración, pero,
¿por qué no? Tenía todo un equipo de guardaespaldas para evitar que
fuera asaltada.
El sistema de Jackie me señaló en la dirección de algunos tacones
nude con suela roja. Éstos venían con una nota.

Este vestido necesita tacones de aguja. Por favor, ruego que cambies
de opinión sobre los zapatos de cuña.
Jackie.

La nota me hizo reír. Casi empezaba a disfrutar atormentando a esa


extraña mujer. Conocía a algunos amantes de la moda, pero ella lo llevaba
a un nivel completamente nuevo. La idea de que eligió cada atuendo,
zapato y bolsa con tanto cuidado, y luego aparentemente dejó notas en
algunos de ellos, solo me asombró.
Tomé la notita amarilla y la llevé a la bolsa del armario y agarré la
pequeña bolsa natural con el número correspondiente. Al menos tenía una
correa larga.
Envié algunos mensajes de texto antes de bajar. El primero fue a
James.
Bianca: Iré a Red para la fiesta de Stephan. ¿Te veré allí?
Respondió rápidamente, pero breve.
James: Me verás.
Hombre críptico.
El segundo mensaje de texto fue al contacto de seguridad en mi
teléfono. No me encontraba segura de cuál era el protocolo, pero prefería
mantenerlos informados de mis acciones, en lugar de tenerlos
esperándome a todas horas.
Bianca: Voy a salir. Me dirijo a la planta baja ahora.
La respuesta llegó en menos de un minuto.
Seguridad: A eso.
Me pareció que era una respuesta extraña, pero simplemente fui
abajo.
Blake me esperaba, con traje negro y luciendo tan seria como
siempre. La saludé con la cabeza.
Me respondió con el mismo gesto. —Los otros nos esperan en la
planta baja, señorita Karlsson.
Entramos al elevador.
—Sabes que no tienes que llamarme así —le dije. Valía la pena al
menos un intento.
Lució sobresaltada. —Por supuesto, señora Cavendish.
Me di una palmada en la frente. Literalmente. —No me llames así.
Llámame Bianca.
—Eso es contra mis órdenes, señora Cavendish.
Mano a la frente. De nuevo. —Está bien. Llámame señorita Karlsson,
entonces, por favor.
—Por supuesto, señorita Karlsson.
No lo intentaría de nuevo. Sin duda aprendí la lección.
Fui flanqueada por el resto de mi seguridad al momento en que
entramos en el vestíbulo del ostentoso edificio. Tenía la comprensión
surrealista mientras atravesamos ese vestíbulo de que toda la gente rica
me miraba, como si yo fuera una persona a notar. Suponía que tener un
equipo de guardaespaldas haría eso a cualquier persona.
Johnny caminó un poco por delante de mí, a mi izquierda. Me lanzó
una mirada bastante familiar por encima del hombro, muy evidentemente
mirando mis piernas.
Parpadeé lentamente, un poco sorprendida de que James no se
comportara simplemente como un loco posesivo sobre el tema de Johnny.
Esa sin duda fue una mirada, y no me pudo custodiar bien si se
encontraba distraído.
—Luce ardiente, señorita Karlsson —dijo en voz baja, reafirmando
mi opinión.
Y el punto va para el Loco Cavendish, pensé.
Sr. Controlador
Traducido por Lorena
Corregido por Laurita PI

Blake y Williams se ubicaron en la cabina de pasajeros de la


limusina junto a mí, y delante, Johnny y Henry. Fue un viaje muy corto.
Recibí trato VIP desde el coche hasta el club, me escoltaron impidiendo
que cualquier alma hiciera contacto visual conmigo. Incluso tuve un breve
levantamiento de cejas del portero. Ser la novia del propietario tenía unos
pequeños extraños beneficios.
Me llevaron a una sección VIP ya abarrotada de caras conocidas. La
fiesta ya se encontraba en su apogeo. Un fuerte grito salió de la multitud
cuando me vieron.
Tuve que sonreír. —¿Hace cuánto tiempo que se encuentran en la
fiesta? —pregunté mientras Marnie y Judith corrían hacia mí, casi
derramando sus Martini rojos en el proceso. Les di abrazos de costado a
causa de sus bebidas.
Jessa tenía razón sobre sus tacones.
Todas nos reímos al darnos cuenta de que vestíamos diferentes
tonos de rojo.
—Escuché el nombre del sitio, y pareció una buena idea —dijo
Jessa, riendo. Mientras hablaba deslizó una mano por su vestido halter
rojo. Tenía una figura espectacular, con piernas largas, cintura pequeña y
pechos firmes.
Judith llevaba una minifalda roja con un top blanco sin un hombro;
Marnie una falda negra con una blusa con volantes roja. Por supuesto, lo
habían planeado, y llevaban tacones rojos a juego.
—Este sitio es de lujo. ¡No puedo creer que entráramos en la zona
VIP sin tener que chupársela a nadie! —gritó Marnie por encima del ruido.
Lo dijo un poco más alto de lo que creo que fue su intención, porque
recibió varias miradas de la distinta multitud.
Una de las miradas era de Jessa. —¿En serio, Marnie? ¿Siempre
tienes que ir ahí? —preguntó, riendo.
Marnie se encogió de hombros, arrugando su linda nariz. —Nunca
dije que fuese una chica clásica. Lejos de ahí. Judith es la clásica en
nuestro dúo.
Judith levantó las cejas. —¿Cuán malditamente lamentable es eso?
Sentí un duro pecho presionándose contra mi espalda, pero no me
tensé o aparté. Conocía a la perfección la altura y sensación de ese torso.
Dormía contra mi espalda cuando nos acurrucábamos por comodidad,
seguridad y calor.
Stephan envolvió sus brazos a mi alrededor, besando la coronilla de
mi cabeza. —Me alegro de que hayas venido, Bee. No es lo mismo sin ti.
Sonreí, girando la cabeza para mirarle. —Siento lo mismo, Steph.
Como si leyera mi mente, se inclinó para que pudiese besar su
mejilla.
—¿Dónde está Javier? —pregunté mientras se apartaba, buscando al
otro hombre.
—En el baño —dijo, alejándose. Él necesitaba mezclarse, lo sabía.
Era cómo funcionaba.
—Me enteré del drama con Vance anoche —dijo Jessa después de
que él se fuese—. El rumor es que estaba enrollándose con Javier en el
baño…
Hice una mueca. —No me sorprende que ese sea el rumor. La
versión de Javier es diferente. Dice que Vance le empujó contra la pared y
empezó a besarlo. Según Javier, Vance lo presionó de esa manera para
intentar conseguir una reacción, y Javier no le apartó porque sabe que la
mejor manera de tratar con Vance es no reaccionar.
Jessa asintió, frunciendo los labios. —He visto a Vance hacer eso.
Sigue estúpidamente enamorado de Javier. Le ha estado insistiendo así
durante años. Vance debe avanzar. —Dirigió una extraña mirada malévola
en dirección a Damien—. Algo así como cierto piloto cabezota que
conozco…
Lancé una mirada a Damien. Jessa definitivamente tenía razón.
—Le creo a Javier —dijo Judith en voz alta—. He visto como lo trata
Vance. Hace cosas locas con la esperanza de que Javier estalle.
—También lo he visto. No paraba de tocarle en una fiesta el año
pasado, a pesar de que Javier le decía claramente que se apartase. Al final,
Javier le dio una bofetada, y juro por la mirada de Vance cuando ocurrió
que lo hizo feliz.
Sentí una oleada de alivio en su reafirmación. En verdad quería
creer la explicación de Javier. Por desgracia, querer y creer eran dos cosas
diferentes. Aun así, sus palabras me dieron esperanza de que Javier no
jugaba al drama con Stephan, que era mi gran miedo.
—No me importaría ser abofeteada por Javier. Joder, es muy
excitante —dijo Marnie.
Con eso logró que todas riéramos. Por supuesto que fue allí.
Damien se acercó a nuestro grupo, con Murphy detrás. Parecía un
poco cansado mientras miraba nuestro grupo. —¿Por qué mis oídos arden
siempre que las veo riendo así? —preguntó.
Marnie alzó las manos, mostrando una medida de unos buenos
veinticinco centímetros. —No te preocupes, cariño, todo es halagador.
Damien frotó sus sienes, pareciendo dolorido.
Murphy asintió, frotando su barbilla y pareciendo impresionado.
—¡Lo sabía! —dijo.
No pude evitar reírme más fuerte.
—Sí, tiene una gran polla pero, personalmente, que huya después de
tener sexo hace que carezca de importancia —dijo Jessa con ironía.
Me sorprendí. No sabía que Jessa y Damien se hubieran enrollado.
Jessa nunca se enrollaba de forma casual. O eso pensaba.
Marnie levantó las manos, haciendo un gran círculo con los dedos,
claramente ilustrando una circunferencia. —Esto de aquí es lo que
compensa por la parte de huir.
Murphy maldijo en voz alta. —¡Joder! ¡Lo sabía!
Marnie rompió en risas adorables, agarrando su estómago. Judith la
acompañó. Chocaron los cinco.
Sentí un poco de pena por Damien, parecía que se sintiera realmente
dolorido, pero no podía parar de reír.
Stephan se acercó a nosotros, moviendo la cabeza y sonriendo.
—Pobre Damien. ¿Qué ha hecho para merecer esas burlas
implacables?
Por supuesto, Marnie contestó—: Se ha follado a muchas de
nosotras, y fue muy bueno.
—Habla por ti —dijo Jessa—. No hubo nada demasiado bueno en mi
experiencia. El tamaño no lo es todo.
—Aaauuuch —dijo Murphy, alargando el sonido—. Incineradoooo.
Jessa se encogió de hombros. —No es una ninguna broma. Solo
establezco los hechos.
—Brutal —dijo Murphy.
Sentí un ligero golpe en mi hombro y me giré para encontrar a Javier
justo detrás de mí. Parecía un poco nervioso cuando se inclinó a mi oído.
—¿Podemos ir a algún lado y hablar? —preguntó.
Le estudié, preguntándome qué pasaba ahora, pero simplemente
asentí. —Claro. ¿A dónde?
Le seguí a una zona vacía en la barra unida a nuestra sección VIP.
El camarero se nos acercó de inmediato.
—Estoy bien —le dije.
—Tomaré otro de tus especiales de la casa —dijo Javier.
Le miré. Parecía que tenía los ojos un poco vidriosos. No creía haber
visto a Javier borracho antes, pero sospechaba que podría estar viéndolo
ahora.
Me senté en uno de los taburetes acolchados de la barra.
Él no se sentó, pero se acercó a mí, inclinándose para hablar en voz
baja. —Sé que te preocupa que Stephan esté conmigo. Piensas que no soy
suficientemente bueno para él. Crees que voy a dar problemas.
Abrí la boca para protestar, a pesar de que la mayoría de lo que
había dicho, era de alguna manera cierto, pero continuó deprisa—: Lo
entiendo. No intento discutir contigo. Solo quería aclarar algunas cosas.
Le asentí para que continuase.
—No te debe preocupar que lo pueda herir, Bianca. Si alguien va a
salir herido aquí, seré yo. Ni siquiera he salido con otro chico desde que
me dejó. Y eso fue, ¿hace cuánto? ¿Casi un año y medio? Suspiraba por él,
Bianca. Sé que es demasiado bueno para mí. Sé que es demasiado bueno
para cualquiera. Cada chico que conozco tiene un flechazo por él. Maldita
sea, es casi perfecto. Y estoy locamente enamorado de él. Le doy gracias a
Dios todos los días de que esté conmigo. No estropearía esto por nada.
Sentí un alivio en sus palabras que amenazaban con impresionarme.
Pero aun había algunas cosas que necesitaba aclarar…
—¿Qué hay del sinsentido de Vance? Si ha sido tan terrible para ti,
¿por qué demonios seguiste saliendo con él?
Hizo una mueca. —Me escribió una carta muy larga, hablaba de
dejar atrás nuestros problemas y seguir adelante. Por una vez, parecía
muy sincero, y éramos amigos antes de ser pareja. Era un buen amigo, un
novio horrible, y un peor ex. Su carta me dejó pensando que podíamos
volver a ser amigos casuales. Quería eso, porque muchos de los chicos de
su tripulación son amigos míos, y me gustaba la idea de que fuese menos
incómodo cada vez que nos encontramos en la misma habitación. Ha
pasado mucho desde que fuimos pareja. Simplemente no entiendo por qué
no lo ha superado. Pensar que por fin lo había hecho supongo que era algo
que quería creer. No volverá a pasar. He terminado con él.
Asentí. Eso parecía lo mejor. Esperaba que hablase en serio.
Era como si leyera mi mente. —Sé que no vas a confiar en mí
enseguida. Así no es como funcionas. Pero espero que con el tiempo lo
hagas. Pretendo demostrarlo. Esto es definitivo para mí, Bianca. Stephan
es el indicado, y si él me quiere, me quedo.
Se acercó a mí, envolviendo sus brazos a mi alrededor con fuerza.
Debería haber sido incómodo, ya que yo estaba sentada y él de pie, pero de
alguna manera encajamos a la perfección. Le devolví el abrazo.
—Eso espero, Javier. Sabes, la primera vez que salieron, llegó a casa
con una mirada soñadora en su rostro. Estaba muy feliz. Sé que piensas
que no he sido tu fan, pero me hice fan esa noche. No hay nada que quiera
más que Stephan esté con alguien que lo hace tan feliz. Y no deberías
menospreciar sus sentimientos por ti. También te echó de menos, Javier.
Sé que muchos chicos tienen un flechazo con él, pero eres el único al que
ve. Créeme. Y me sentiré eternamente agradecida por ayudarle a ver que
no necesita esconder quién es nunca más, o con quién está.
Me apretó con más fuerza. Otra vez le devolví el abrazo.
Javier rió. —Mira a Stephan —dijo—. Que nos abracemos le ha
alegrado el día.
Me aparté para mirar.
Stephan se encontraba al otro lado del salón, de pie junto a Jessa,
sonriéndonos como si le acabasen de conceder un deseo.
Javier le saludó con el oscuro Martini rojo que el camarero dejó para
él en la barra mientras hablábamos.
—Parece sabroso —le dije, señalando su bebida.
Sus cejas se levantaron. —¿Quieres que te pida uno?
Negué con la cabeza. —El alcohol en realidad no me sienta bien. No
parezco tener un punto entre malditamente sobria y locamente borracha.
Me tendió la copa. —Pruébalo. Es un Martini de mora. Es el cóctel
del Red. Es mi nueva bebida favorita.
Tomé el vaso, olfateándolo. Olía bien. —¿Qué lleva? —pregunté,
dando un sorbo muy pequeño, para saborearlo, luego tomé uno algo más
grande.
—Chambord, vodka de frambuesa y zumo de naranja.
—Está riquísimo. ¿Qué es el Chambord?
—Licor de frambuesa. Para morirse, ¿verdad? La bebida más
deliciosa.
Asentí. —Buenísima.
A mis espaldas, sentí un musculoso cuerpo contra mí, y me tensé.
Le di a Javier su bebida.
—¿Cuántos de esos bebiste? —ronroneó James en mi oído. Metió
una mano en mi pelo, agarrando unos cuantos mechones en un puño. Su
otra mano se deslizó alrededor de mi cintura, sosteniendo mi cadera.
Su tono era sedosamente suave, pero aun escuché la amenaza.
—Ninguno —le dije con calma—. Javier me acaba de dejar probar el
suyo.
—¿Vas a beber esta noche? —demandó.
No lo tenía planeado, pero su tono y su actitud casi me hicieron
cambiar de opinión.
—No lo tenía pensado —dije por fin.
—Eso está bien —dijo, suave como la seda—. Sabes que no me
importa el alcohol. Y no voy a follarte salvajemente cuando has estado
bebiendo.
Mis ojos fueron a Javier. James no se había molestado en bajar la
voz, pero el otro hombre no parecía haberse dado cuenta.
James me giró en sus brazos en un abrazo irrompible. Levantó mi
barbilla hasta que tuve una visión clara de sus ojos empañados. —Dime
algo —comenzó con ese tono sedoso—. ¿Es romántico o psicótico cuando
digo que nunca te voy a permitir dejarme?
Le estudié. No podía decir si tenía incluso un toque de humor en sus
palabras cuando se hallaba así. —Supongo que eso dependería de si estoy
intentando dejarte o no. Si nunca lo intentara, sería romántico, y si alguna
vez lo hiciera, y no me dejases, definitivamente psicótico. ¿Por qué intentas
asustarme, James? —Mi voz era firme y tranquila. Haría frente a esto. No
correría solo porque actuara de forma extraña.
Su sonrisa era una amarga mueca en su bonita boca. No me gustaba
ni un poco. Hablaba de secretos y miedos. —No intento asustarte, amor.
Intento mantenerte. Intento medir cuánto quieres quedarte a mi lado.
—Quiero que me digas qué está pasando. ¿Tiene algo que ver con
esa conversación que tuviste con Roger?
Sus cejas se levantaron. —Me alegro de que preguntes por Roger.
Acabo de tener una reunión con él, y se muere por conocerte, por lo que
estará aquí en breve. Te gustará. Es un buen hombre.
Pasé un dedo por el suave plano de su mejilla. Froté el punto donde
salía el hoyuelo cuando sonreía. —¿Así que te niegas a contármelo? ¿Es
así como va a ser con nosotros? —le pregunté.
La máscara que mantenía se deslizó durante un instante, dándome
un vistazo de salvajes y desesperados ojos.
—No, Bianca. Quiero que compartamos todo. De verdad. ¿Me
concederás algo de tiempo?
—¿Dejarás de actuar como si el mundo estuviese a punto de caerse
alrededor de nosotros?
—Sí, por supuesto. Si sé que me eres fiel, y leal a que estemos
juntos, será de gran ayuda.
—Ya te he dicho lo que siento. Pero no puedes hacer que dependa de
ti tan rápido, tan desesperadamente, y luego cerrarte. No puedo aceptar
eso, James. Levanta todas mis defensas; enciendes todas mis alarmas,
cuando actúas asustado y reservado.
Asintió. —Sí. Lo siento. He estado en el borde con una negociación
crucial. Es un escenario donde solo se pierde. Intentaré no llevarlo a casa
conmigo nunca más. Ah, aquí viene Roger.
Roger era un hombre atractivo, de pelo cano y una cara que parecía
que había sido arrugada y desgastada con sonrisas en lugar de fruncir el
ceño. Era un hombre en forma, quizás de cincuenta años. Su sonrisa era
grande y sincera mientras se acercaba a nosotros.
—Le dejo a James arrastrarme de fiesta con mi edad —dijo a modo
de saludo.
Le sonreí. Tendió una mano, y me alejé lo suficiente de James como
para saludarlo.
—Soy Roger, un viejo amigo de la familia. Y tú eres Bianca. He
escuchado mucho de ti. Empiezo a ver por qué mi joven amigo ha pasado a
una nueva página. —Su tono era rico, cálido y sincero.
Un camarero se acercó a nuestro grupo, pareciendo nervioso y
ansioso. James le lanzó una dura mirada que hizo comprensible la
ansiedad del camarero.
—Señor Cavendish. Jeff, el gerente, necesita un momento de su
tiempo.
James miró al otro hombre, su fría mirada era el epítome de la
intimidación. —¿De verdad? ¿Necesita mi presencia en este momento?
¿Acaso piensa que me encuentro aquí por negocios?
—No, señor. Sabe que usted está aquí, eh, socialmente. Dijo que era
muy importante.
James esbozó una afilada sonrisa que mostraba todos sus blancos
dientes. Era aterradora. —Dile que estaré con él en un momento.
Hizo un gesto a Roger, besando mi mejilla con brusquedad. Con su
mandíbula apretada, parecía agitado. —Si me disculpan, volveré en un
momento. Más vale que esto sea bueno.
Sr. Curioso
Traducido por Kath1517
Corregido por Itxi

Lo vimos alejarse a grandes zancadas.


Roger habló cuando él estuvo a una buena distancia. —Perdona mi
brusquedad, Bianca, ¿pero eres del todo consciente sobre el pasado de
James?
Me giré para mirarlo, encontrando su mirada muy estable. —¿A qué
te refieres exactamente?
Suspiró, luciendo incómodo. —Fue entregado al cuidado de un
primo suyo poco después de que sus padres murieran. Peleé contra esta
decisión, peleé con fuerza, pero todo fue anulado por su familia. No tenía
poder legal para protegerlo. Solo tenía mis sospechas sobre su tutor, y la
verdad es que no me corresponde estar contándote esto, pero con el fin de
entender algo de lo que ha hecho James, creo que debes saber…
—Sé todo sobre Spencer, si es a eso a lo que te referías. ¿Por qué me
cuentas esto?
Me estudió. —¿Él te contó sobre Spencer?
Asentí.
Parecía sorprendido. —Probablemente es una muy buena señal que
haya compartido algo como eso contigo. La razón por la que lo menciono,
sin embargo, es que después que dejó el cuidado de Spencer, sé volvió un
niño diferente por mucho tiempo. Era salvaje e ingobernable. Apenas lo
reconocía en ese entonces. Lo que sea que sucedió con su tutor, lo afectó
de una forma muy negativa. No sé si lo sabes, pero él solía ser bastante…
promiscuo.
Sentí mi mirada endurecerse mientras lo miraba. —Soy bastante
consciente de eso. Créeme cuando digo que me he dado cuenta de eso
muchas veces.
—¿Así que sabes como solía ser? Hasta que te conoció, él era…
—Era un mujeriego. Sí, lo sé. ¿Cuál es tu punto? —Me sentí grosera
incluso al decir las palabras, pero Dios, me hallaba harta de este tema.
—Bueno… tuve la impresión de que James iba a estar disgustado si
algunas cosas sobre su pasado fueran sacadas a la luz. Creía que temía
que tú lo dejaras si te enterabas de sus anteriores indiscreciones, y que
por eso estaba tan molesto sobre ciertas cosas que fueron reveladas.
¿Sabes sobre sus… preferencias poco ortodoxas?
Suspiré, completamente confundida y demasiado cansada de la
conversación. —Sí. Soy muy consciente —dije, intentando no sonrojarme
mientras sostenía su mirada seria. Algo sobre el hombre era tan digno. No
podía creer que estuviera casi que hablando de mi estilo de vida BDSM con
él.
Sus gruesas cejas oscuras se alzaron. —Bueno, es un alivio, aunque
eso no me aclara exactamente nada. De nuevo, disculpa mi brusquedad,
pero tal vez deberías hacerle saber a James que su pasado no te asustará.
—¿Por qué? ¿Cuál es el punto de todo esto? ¿Qué ha estado pasando
con James?
Disparó una mirada detrás de mí y se vio particularmente incómodo.
—No tengo la libertad de decirlo —dijo ausentemente.
—Ahora suenas como un abogado —le dije.
Cuando habló, una firme mano descendió a mi nuca.
—Eso fue rápido —le dijo Roger a James, quien se presionaba a sí
mismo firmemente contra mi espalda.
—No fue nada —declaró James con desdén—. ¿De qué han estado
hablando ustedes dos? ¿Por qué suena como un abogado, amor?
Me giré para mirarlo.
Se movió conmigo, sin renunciar a su mano sobre mi cuello.
—¿Cuál era la emergencia? —pregunté con una ceja arqueada.
Su labio superior se curvó. —Ninguna. Solo un gerente de tiempo
parcial en necesidad de una degradación. Dime, ¿de qué hablaban?
—Esa es una pregunta entrometida. ¿De verdad tenías que bajar de
puesto a alguien por gastar cinco minutos de tu tiempo?
Se movió hasta que estuvo contra mí, presionándose contra mi
costado. Incluso sabiendo que lo hacía para distraerme, me encontraba
lejos de no ser afectada por su cercanía.
—Lo degradé, y lo puse en un periodo de prueba pendiente de
terminación, porque dirige uno de los clubes más rentables en Manhattan,
y no puede manejar una simple escasez de vino. Que malgastara cinco
minutos de mi vida solo iluminó los hechos para mí. Tu turno. ¿De qué
hablaban?
Roger se aclaró la garganta. —Nada importante, James. La verdad es
que debo irme. Te llamaré si me entero de algo nuevo.
Roger estrechó nuestras manos, inclinando su cabeza educadamente
antes de irse.
—Te acompaño, Roger —dijo James a su espalda.
Le hizo una seña con la mano. —No, está bien. Pasa algo de tiempo
con Bianca. Es obvio que no consigues suficiente de eso. Buenas noches.
—¿Vas a contarme de lo que hablaban? —preguntó James cuando
Roger desapareció de la vista.
Negué con mi cabeza. —¿Por qué eres tan curioso?
Se movió hacia mí, presionando su frente con la mía. Se inclinó en lo
que pensé que sería para besarme. —Tengo curiosidad acerca de todo lo
que haces, Bianca. ¿Qué tengo que hacer para lograr que me cuentes que
te dijo?
Negué con mi cabeza hacia él de nuevo.
Dejó salir un gruñido, besándome. Fue la clase de beso sobrecogedor
y posesivo. Nos hallábamos en público, en uno de sus clubes, pero no se
contuvo. Succionó mi boca, moviendo sus manos hacia mi trasero para
llevarme con fuerza contra la prueba de su deseo. Se frotó contra mí como
un gato.
Ronroneé. Mi mano se curvó en las solapas de la chaqueta de su
traje, agarrándolo desesperadamente.
Serpenteó una mano hacia mi cabello, agarrando y tirándolo con la
fuerza suficiente para provocar un pequeño gemido involuntario. Él se
retiró lo suficiente para respirar contra mi boca. —No estás de humor para
ser follada contra una pared esta noche, ¿verdad?
Estuvo besándome de nuevo antes de que pudiera responder,
moviendo la mano sobre mi trasero hacia la parte posterior de mi muslo,
enganchándolo para poder molerse contra mí.
Se detuvo abruptamente, retrocediendo, pero sin alejarse.
Mis caderas giraron contra él antes de que registrara que no nos
encontrábamos solos. Oh sí. Nunca estaríamos solos. Estábamos en un
club.
Él retrocedió, agarró mi mano, y comenzó a llevarme.
—Ya regresamos —dijo hacia Stephan—, solo vamos a tener una
conversación.
No miré a Stephan, ni lo escuché responder. Estaba perdida en una
niebla sensual, colocando un pie delante del otro, siguiéndolo ciegamente.
James dijo algo sobre follarme contra una pared. Sí. Eso sonaba perfecto.
Me guió fuera de la sala VIP, bajando un largo pasillo rojo, y luego a
otro. Me llevó dentro de una gran oficina. Había un hombre detrás del
escritorio, tecleando en una computadora. Pareció sorprendido a nuestra
entrada.
—Danos algo de privacidad —le dijo James, con tono serio.
El hombre emprendió una rápida retirada.
James cerró y bloqueó la puerta detrás de él. Qué práctico, una
cerradura.
Comenzó a aflojarse su corbata. Cuando estuvo desatada, enganchó
un dedo en el aro de mi cuello. Empujó mi espalda contra la pared. O
mejor dicho, la puerta.
Él estiró las manos sobre mi cabeza y alcé la mirada. Había una
percha colgada sobre mí, enganchada sobre la parte alta de la puerta.
James ató su corbata a esta con movimientos rápidos y seguros. Tiró de
mis brazos hacia arriba, envolviendo la corbata alrededor, atando más
nudos rápidos alrededor de mis muñecas. Esto tomó más tiempo, y vi esas
manos habilidosas con gran atención.
—Esto va a ponerse ruidoso, Bianca. Voy a follarte tan duro que vas
a gritar mi nombre. Y vas a gritar tan fuerte que nadie va a dudar porque
estás gritando. ¿Te gustaría decirme de que hablaban Roger y tú antes de
que esté dentro de ti? ¿O esto va a ser una confesión mientras follamos?
Sacudí la cabeza de nuevo.
Mostró una sonrisa molesta. El señor Cavendish se encontraba a
punto de tomar las riendas.
Se encargó de su ropa primero, sacándose la camisa de los
pantalones, luego desabrochándolo y dejándose los pantalones abiertos.
Sacó esa deliciosa polla lenta y tentadoramente. Se acarició a sí mismo
mientras me miraba.
Tiró del lado sin tirantes de mi vestido hacia abajo, vio que usaba un
sujetador sin tiras, y lo bajó también. Se inclinó ligeramente y comenzó a
succionar con fuerza mi pezón mientras deslizaba hacia arriba mi falda
con la otra mano y me quitaba las bragas.
Se enderezó lentamente cuando terminó, inclinándose hacia mí,
llevándome una pierna hacia arriba y empujándose contra mí con fuerza
en el mismo movimiento. Lo observé y vi su sonrisa fría cuando obtuvo un
ligero gemido de mi parte.
Embistió tan duro y tan rápido dentro de mí que me sacó un gritito.
Un grito que se formó en una versión muy larga de la palabra James. Fue
en ese fino borde cuando se retiró, sus ojos intensos y furiosos sobre mí.
—Dime de que hablaron Roger y tú, Bianca —ordenó.
Me tomó un largo momento lograr un semblante coherente. Cuando
lo hice, una chispa de rabia se disparó a través de mí.
—No puedes usar el sexo para controlarme, James. No deberías
jugar con mi corazón de esa forma.
Se rió. Fue siniestro. —Oh amor, no estoy jugando con tu corazón. Y
jugaré con tu cuerpo cuando me plazca.
Se movió de nuevo contra mí y estuvo conduciéndose con fuerza
dentro de mí. —Ni siquiera pienses en venirte —murmuró de una forma
casi casual. Se clavó dentro de mí, tan fuerte y tan rápido, una y otra vez,
por un largo momento antes de alejarse de mí de nuevo. Hice un sonido
que sonó sospechosamente como un grito de angustia cuando se retiró.
Tocó mi labio inferior suavemente con el dedo índice. —Dime,
Bianca. Dime de qué hablabas con Roger.
—Estás siendo un imbécil —le dije después de un rato. Él mostró
esa sonrisa siniestra y acarició mis labios con su dedo—. Un imbécil
sádico.
Se rió. —Sí. Eso soy. Solo dime sobre que hablaban, Bianca. Antes
de que las cosas se salgan de control.
Tuvimos una larga pausa en silencio antes de que cediera. Lo hice
porque me di cuenta de que no era en realidad tan importante, y porque
no quería ver qué tan lejos llegaría por probar algo en ese momento.
—Hablábamos de ti, James. Sobre tu pasado, de tu promiscuidad,
tus… preferencias. Creo que él solo quería saber que conocía yo. Parecía
pensar que me habías mantenido en secreto todo eso. Tuve la sensación de
que le asustaba que algo de tu pasado estuviera a punto de salir a la luz, y
que eso fuera algo que podría alejarme. ¿Por qué pensó eso, James? ¿Qué
pasa?
Maldijo. —Maldito, Roger. No es nada, Bianca. Ya está siendo
resuelto. Alguien amenazó con ser… indiscreto con algunas de mis cosas.
Ya lo estoy manejándolo. He estado nervioso porque intenté alejarme de mi
pasado, de limpiar mi imagen, si lo quieres, por tu bien, por el bien de
nuestro futuro, y esta fuga de información habría tenido el efecto opuesto.
Pero como dije, estoy encargándome. Gracias por responder la pregunta.
Se movió contra mí.
Hablé justo cuando se alineaba contra mi entrada. —No es como si
tuviera opción —murmuré de mal humor.
Empujó dentro de mí, tocando fondo en un movimiento fuerte.
Grité su nombre entrecortadamente.
—¿Qué tal si te lo compenso con un montón de orgasmos?
No respondí. Ya me tenía incoherente mientras cumplía su oferta.
Golpeó dentro de mí implacablemente, tirando de mi cabello con una
mano, y la otra frotando mi clítoris. Me acercó una y otra y otra vez. No
tuvo piedad. Estuve completamente exprimida para el momento en que se
permitió venirse con un gemido, enterrándose profundamente dentro de
mí, moviendo la mano en mi cabello a mi barbilla. La agarró con fuerza
mientras me miraba.
Me dio un rápido beso antes de salir de mí.
Me dejó donde me encontraba, inclinada contra la puerta para
apoyarme, con los brazos aún atados, mientras él iba hacia el escritorio.
Nos limpió a ambos tan bien como pudo con solo pañuelos. Me besó
profundamente, pero con suavidad, un beso del tipo romántico, mientras
desataba mis muñecas. Me jaló hacia él, sosteniéndome mientras yo
recuperaba el equilibrio, masajeando lentamente el sensible dorso de mis
muñecas.
—Te amo, Bianca —dijo cuándo finalmente retrocedió.
—También te amo, James, pero eso no te da un pase libre.
—No, no lo hace. Pero ser tu dominante sí me lo da, amor. Me he
comprometido mucho más contigo de lo que lo he hecho por nadie o nada
en mi vida. Controlarte sexualmente es algo sobre lo que no voy a ceder,
pero estoy bastante seguro que ya sabías eso.
Sr. Susceptible
Traducido por Beatrix
Corregido por Itxi

James se encontraba en un humor notablemente mejor cuando


regresamos a nuestro grupo. Nos quedamos horas riendo y bromeando con
mis amigos. Incluso fue amigable con Damien, aunque el hombre no podía
acercarse a mí sin James agarrándome para demostrar un punto. Sin
embargo, si era justa, rara vez mantenía alejadas las manos de mí cuando
estábamos juntos, con Damien o no.
Damien, por su parte, le daba a James aún menos razones para
estar celoso de lo habitual. Lucía distraído y tranquilo. Pasó la mayor parte
de la noche disparando miradas desconcertadas a Jessa. Encontré eso
extrañamente alentador. Tal vez había algo allí. Podría haber sido que él lo
tomó como algo personal el que ella no disfrutara de su aventura de una
noche, pero esperaba que fuera más que eso. Al llegar la noche a su fin,
cuando Damien logró acaparar a Jessa justo detrás de donde me hallaba
parada y charlando con Murphy, escuché un pequeño fragmento de la
conversación.
—Oye. ¿Estamos bien? —preguntó Damien, con voz preocupada.
—Estamos bien —respondió Jessa con una voz plana, sonando de
todo menos bien.
—Me siento como un idiota. No sabía que te sentías de esa manera.
Francamente, pensé que olvidaste todo el asunto, ya que nunca lo
mencionaste.
—No te preocupes, Damien. Un cliente infeliz de cada mil apenas
debería estropear tu promedio.
Él maldijo, y no pude evitarlo, les eché un vistazo.
Damien se hallaba de espaldas a mí, pero Jessa se encontraba de
frente, y vi su cara claramente cuando rodó los ojos.
—No sabía que era malo para ti. No lo fue para mí. De hecho, fue
bastante sorprendente. Me gustaría… compensártelo, si me lo permites.
Podrías mostrarme lo que no te gustó… ayúdame a trabajar en mi técnica.
Jessa resopló con fuerza.
Al parecer, no era la única que escuchaba descaradamente a
escondidas. Murphy comenzó a balancearse cantando—: El jugador va a
jugar…
—Aquí está la cosa, Damien. Fue mucho más de que tu técnica no
funcionara para mí. La peor desilusión fue suspirar por una chica que
nunca va a mirarte dos veces, y el hecho de que no te molestaras de
ponerme al tanto sobre tu pequeño inconveniente antes de que saltáramos
a la cama. Nunca hago lo del sexo casual, y la forma en que te convertiste
en un extraño al segundo que lo hicimos me recuerda muy claramente por
qué. El sexo no es una función corporal para mí. Necesito algo parecido a
la intimidad con el acto, y tú no conocerías la intimidad ni si te diera un
puñetazo en la cara.
»He oído que has sido célibe durante los últimos meses —continuó
Jessa sin piedad—. A la espera de una chica que nunca va a quererte. No
eres idiota, sabes que no va a dejar a su novio guapísimo, jodidamente
caliente y multimillonario, del que no puede apartar las manos ni siquiera
en público, por ti. Es solo otro loco método tuyo para evitar sentimientos
reales. La única forma en que podrías ser bueno en la cama para mí sería
si te conviertes en una persona completa, no solo la cáscara de un hombre
que no tiene un término medio entre poner a las mujeres en un pedestal y
degradarlas con sexo sin sentido.
Murphy se agarró el pecho, cayendo de rodillas. —¡Sentí aquel
derechazo, amigo! —dijo a Damien, sin molestarse en ocultar el hecho de
que todos habíamos estado escuchando descaradamente el intercambio.
—Qué tal si tenemos esta pequeña charla en privado —dijo Damien,
en tono duro. Todos observamos en silencio mientras agarró a Jessa por el
brazo y la condujo con determinación, alejándose.
Se fue con bastante facilidad, solo murmurando un ruidoso—:
Neanderthal —mientras se alejaban.
Miré a James, que estuvo en silencio durante el intercambio. —Tal
vez aquellos dos resolverán las cosas y empiezan a salir —le dije con
suerte.
James me estudió. —¿Quieres eso?
Le envié una expresión de desconcierto. —Por supuesto que sí.
Damien tiene que seguir adelante, y Jessa sería buena para alguien. Ella
es una de las personas más abiertas y honestas que he conocido. Hablar
con ella es charlar con una muy buena terapeuta.
—No —dijo Murphy, levantándose—. Damien deja bastante claro lo
que le gusta de las mujeres. A él le gusta ser ignorado, no que le griten.
Ella no es su tipo en absoluto.
Le di mi pequeño encogimiento de hombros. —Tal vez lo que necesita
es encontrar un nuevo tipo.
Murphy sonrió. —Eso sería increíble.
Damien y Jessa nunca regresaron al club, al menos no antes de que
James y yo nos fuéramos, y lo tomé como una muy buena señal.
Hicimos nuestras rondas, despidiéndonos de todo el mundo cerca de
las once. James se encontraba bastante tranquilo, pero dulce en el corto
viaje de regreso al apartamento. Acarició su nariz contra mi cuello,
colocando dulces besos allí. No era su estilo habitual, pero sin embargo,
me derritió.
Me hizo el amor de nuevo antes de que me hundiera en un sueño
profundo y tranquilo.

***

Me sorprendí gratamente la mañana siguiente, cuando me di cuenta


de que viajaba a Las Vegas conmigo ese día. Sabía que planeaba pasar
parte de su semana allí conmigo, pero no hablamos de cuando iba a volar.
Nos vestimos juntos, tomados de la mano en silencio mientras
caminábamos hasta el coche que nos esperaba.
—Hablé de ello con Stephan anoche. No tienes que tomar el
transporte al aeropuerto con la tripulación. Tu jefe es discreto, y él nos dio
luz verde, por lo que puedes venir conmigo.
Asentí.
El vuelo fue bien. De hecho, el día entero. Hubo un breve momento
de tensión cuando James descubrió que, a pesar de que tomaba el
permiso, todavía trabajaría en mi horario regular durante al menos dos
semanas más. No le gustaba eso. Lo imaginé, pero no iba a ceder.
—Esta empresa me dio una oportunidad invaluable que cambió mi
vida. Eso significa mucho para mí. Nos han pedido seguir con nuestros
horarios durante dos semanas más, y no voy a irme temprano y arruinar
la plantilla mientras tanto. No voy a ceder en esto, James.
Mi pequeño discurso fue lo suficientemente apasionado como para
que lo dejara pasar bastante rápido. Incluso si no podía entender por qué
tenía un sentimiento de lealtad hacia una empresa que cerraba, esperaba
que al menos lo respetara. Eso me animó. Él no siempre me entendía, pero
no podría tener ninguna duda de que lo intentaría.
Los siguientes días fueron así. Cada posible obstáculo en el camino
nos daba una pequeña resistencia. No se quejó cuando tenía que trabajar
durante la mayor parte del domingo, simplemente me daba un beso
prolongado de despedida murmurando—: Te amo.
Las cosas iban bien. Bien era decir poco. Estábamos magníficamente
juntos. Las cosas se volvieron tan fáciles, pero aquel calor entre nosotros
no se enfrió ni por un momento. Se hizo muy claro para mí como de
perfecto podría ser sí solo lo permitíamos. Se sentía tan perfecto, de hecho,
que comencé a estar un poco paranoica, siempre esperando la mala
noticia.
Me dije que la vida no solo tenía que ser una serie de tragedias. Tal
vez podría simplemente tener esta cosa maravillosa, sin condiciones. Tal
vez la vida sería felizmente tranquila de aquí en adelante. Quería creerlo,
pero una tensión enfermiza nunca dejaba mi intestino, y mis pesadillas
eran más persistentes que nunca.
Nos alojamos en su casa de Las Vegas esa semana, acordando
quedarnos en mi pequeño lugar la próxima vez allí.
El lunes, fuimos a cenar con la tatuadora, Frankie. Me encontraba
nerviosa. Sabía que le di una mala impresión la primera vez que nos vimos
y quería rectificarlo, pero no conocía a la mujer, así que no estaba segura.
Nos reunimos con ella en un restaurante de moda en el Hotel &
Casino Cavendish. Me vestí en plan Las Vegas casual: una bonita blusa
blanca, unos pantalones cortos beige y zapatos de tacón de color naranja
calabaza. Nunca se podía mostrar demasiada piel en Las Vegas, y los
tacones hicieron al conjunto lo suficiente elegante para hacer que encajara
en cualquier sitio.
Frankie era cálida y amable; nos abrazó a ambos y me dio una
sonrisa genuina. Sentí que mi tensión se aliviaba. Iba a hacerlo más fácil
para mí.
Frankie vestía una ajustada camiseta gris que se hallaba rasgada
tan corta que me dio un buen vistazo a la parte inferior de sus tetas. Sus
pantalones cortos vaqueros no eran mucho más decentes. Su piel cubierta
de tinta lucía bien representada en todo su esplendor.
Me pilló mirando y sonrió. —Mi reality show se está filmando. A los
productores les encanta ver la tinta. Juro que me convencen de usar
menos ropa cada temporada. La próxima temporada puede que me envíen
a caminar por ahí desnuda.
Le devolví la sonrisa. Ella tenía una sonrisa muy agradable. Su
maquillaje era oscuro, sus labios casi negros. Su aspecto era rudo, pero se
las arreglaba para no opacar a su cara bonita. Con esa sonrisa entrañable
era en realidad un poco adorable. Con sus tirabuzones negros, parecía una
adulta gótica a lo Shirley Temple.
Nos llevamos bien. Frankie no era en absoluto lo que creía. Empecé
a ver por qué se llevaban tan bien con James. Tenía un encanto exagerado;
añadido a su innegable carisma, y vi fácilmente por qué tenía su propio
reality show. No me gustaba ese tipo de programas. Nunca vi el atractivo
de ver a la gente que no me agrada ni respeto haciendo el ridículo, pero
habría apostado a que me gustaría el espectáculo de Frankie.
—¿Qué tendría que hacer para tenerte sobre mi mesa, Bianca? —
preguntó Frankie con una sonrisa encantadora después de que habíamos
estado charlando durante una hora.
James hizo un ruido de desaprobación, y lo miré. Lanzó una mirada
molesta en dirección de la otra mujer. —No coquetees con mi chica,
Frankie.
Levantó las manos en señal de inocencia, riendo. Era evidente que
no le afectaba sus celos. —No lo haría, James. Lo malinterpretaste. Solo
creo que se vería preciosa con un poco de tinta en esa piel perfecta.
James parecía lejos de estar calmado. —Ya basta, Frankie
Le hizo un gesto con la mano. —Ah, relájate, James. En realidad no
soy así. Tengo novia ahora, y nunca he sido más feliz. Déjame divertirme
un poco.
Vi que sus ojos se movían a un lugar detrás de Frankie. Mi mirada
siguió la suya. Un hombre enorme se dirigía hacia nosotros. Se hallaba
varias mesas más lejos, pero me di cuenta por aquel paso decidido y su
mirada intencionada que venía en nuestra dirección.
Se veía… siniestro. Y atractivo. Tenía el pelo negro como la noche,
que colgaba directamente sobre sus enormes hombros. Era tan grande que
lo habría vinculado a un jugador de fútbol, o un tipo de atleta profesional
si no fuera por su forma de vestir. Llevaba una camiseta blanca con lo que
parecía ser el logotipo de alguna banda en la parte frontal de la misma.
Era tan ajustada que podía ver cada arista en sus abdominales, y cada
trazo de los extensos tatuajes que cubrían su pecho. Sus desgarrados
vaqueros parecían haber estado en una zona de guerra. Sus brazos se
hallaban cubiertos de tatuajes. Ya que se encontraba tan tatuado, pensé
que trabajaba en el salón de tatuajes de Frankie.
A medida que se acercaba, vi que su mandíbula dura tenía una
barba de un par de días que parecía que nunca desaparecía. Tenía rasgos
armoniosos, con cejas espesas sobre pestañas aún más gruesas, una nariz
recta y redondeada, y una boca hecha para el pecado. Era un demonio
guapo.
Mientras se acercaba, él sonrió, mostrando unos hoyuelos gemelos
que eran puros problemas.
James maldijo. —¿Qué diablos hace aquí? —preguntó a Frankie.
Parecía muy incómodo.
Frankie se giró para ver de quién hablaba, pero al verlo, tuvo la
reacción opuesta. Sonrió.
—Tristan va a hacerse un nuevo tatuaje. Por supuesto, mi productor
tuvo que ponerlo en el espectáculo. Les encanta cuando las celebridades
entran en la tienda. Por cierto, su episodio se transmitirá en dos semanas.
Por supuesto que hacía un espectáculo de tatuajes, pensé, mientras
mi mente conectaba los puntos.
Sin embargo, no tuve tiempo para abordar la cuestión, antes de que
Tristan se encontrara cerca de nosotros. Al llegar a nuestra mesa, sus ojos
se fijaron en mí. Eran dorados y centelleantes, muy encantadores. Le
sonreí tentativamente, puesta al tanto de la extraña tensión de James.
Tristan se sentó en la única silla vacía en la mesa, deslizándola
hasta que estuvo demasiado cerca de mí. Sus ojos se sentían cálidos.
—La famosa Bianca. Tengo que decir que he estado impaciente por
conocerte. James y yo somos viejos amigos. Soy Tristan.
Tendió la mano para estrechármela y lo hice de forma automática.
James contuvo un jadeo cuando Tristan levantó la mano hacia su boca, y
tiró del agarre de mi mano del otro hombre antes de que pudiera
reaccionar.
—Ten cuidado, Tristan —dijo James con los dientes apretados.
Tristan se limitó a mostrar esa sonrisa siniestra con esos hoyuelos
problemáticos. —Relájate, Cavendish, sé que es tuya. Solo la saludaba.
—Sí, bueno, si la “saludas” de nuevo, voy a romperte la nariz.
—Me gustaría ver cómo lo intentas, pero lamentaría arruinar tu
manicura…
Me giré hacia James, dándole una mirada severa, e ignorando por
completo al otro hombre. Froté su pecho hasta que me miró. No dije ni una
palabra, simplemente lo observé, deseando que se calme, para evitar que
un pequeño enfrentamiento se convirtiera en algo descontrolado.
Después de un largo momento, se relajó una mínima parte, tirando
de mí hasta que me hallaba pegada a su costado.
Poco tiempo después, miré de nuevo a Tristan. Era un tipo extraño,
pensé, mientras nos estudiaba con atención, y el ceño fruncido. —Alguien
me dijo que te habías enamorado, pero no lo creía. Mi error. Te ha dado
fuerte, amigo mío.
—¿De qué te harás el tatuaje? —pregunté a Tristan, tratando de
hallar un tema neutro para estos hombres hostiles. Lo miré mientras hacía
la pregunta.
—Quiero un pequeño cinco para conmemorar los cinco años limpio y
sobrio —dijo sin vacilar, como si lo hubiera practicado.
Parpadeé. —Felicidades —le dije, sinceramente. La adicción era algo
horrible y poderoso. Había visto a gente arruinados por ella.
—Gracias. Hice cosas malas cuando consumía, cosas que no se
pueden compensar, pero tener cinco años de sobriedad en mi haber aún se
siente bastante bien.
Frankie se dio un golpecito en la frente. Era una forma de llamar la
atención. Todos la miramos. —Puedes decirlo sin añadir un descargo de
responsabilidad acerca de todos tus pecados —le reprendió—. Tienes todo
el derecho a estar orgulloso de ti mismo.
Se encogió de hombros, con el ceño fruncido con dureza. Era un
hombre de aspecto rudo, pero de alguna manera, ese ceño le daba un
aspecto más bien vulnerable. —No lo veo de esa manera. Incluso con toda
la mierda de rehabilitación sensiblera, sé qué yo hacía todas esas cosas,
no el alcohol ni las drogas, y hay algunas cosas por las que una persona
no puede perdonarse, sobre todo cuando a quien más hice daño tampoco
puede perdonarme.
Frankie maldijo, señalándolo. Se notaba por los últimos dos minutos
que estos dos tenían una fuerte relación cercana. —Voy a llamar a tu
terapeuta solo porque dijiste eso. Se supone que debes haberlo superado a
estas alturas, y el hecho de que no lo haces dice que necesitas empezar a
verla más.
Tristan no le hizo caso y volvió a dirigirse a mí. Tenía ese tipo de
observación intensa que era difícil no corresponderle. Me recordaba a
cierto multimillonario que conocía...
Él agitó una mano entre James y yo. Fue un gesto extrañamente
elegante para un hombre tan enorme. —Solía tener lo mismo que ustedes.
Encontré a una sumisa una vez que me satisfacía tan bien...
Me sorprendí un poco por sus palabras, refiriéndose a nuestro estilo
de vida tan a la ligera e incluyéndose a sí mismo con unas pocas palabras.
Recordé que James había descrito como Frankie también era Dominante.
Me preguntaba si tenían su propio club... ¿Se reunían una vez por semana
para un café? Todo el asunto parecía irreal.
—Toda esta otra mierda que hago es simplemente una imitación
barata —continuó—. Ella era exquisita.
—¿Qué pasó? —pregunté.
Se mordió el labio inferior. Pensaba que todo lo que hacía el hombre
pecaminoso. —¿Qué más? —preguntó con amargura—. Lo arruiné todo. Le
exigí tanto que la alejé. Si te digo la verdad, la aparté a propósito. Las
cosas se ponían demasiado íntimas, y no podía aceptar eso. Yo era igual
que cualquier otro adicto. La autodestrucción solía ser una forma de vida
para mí.
Miró a James. —¿Cómo está Danika? ¿Lo ha estado llevando bien?
James suspiró, y lo estudié mientras respondía. —Está bien, por lo
que puedo decir. Es genial en su trabajo. En realidad la pondré a cargo de
todas mis galerías, no solo las de la costa oeste. Beth en Nueva York se
pondrá histérica por estar debajo de ella, pero he decidido que tengo que
trabajar menos y vivir más, por lo que mis mejores gestores ascienden a
toda prisa. Debes llamarla, Tristan. Sé que te preocupas por ella, así que
llámala, comprueba por ti mismo cómo le va.
Tristan suspiró con frustración. —¿Crees que no he tratado de
llamarla? Estoy pendiente de ella. Eso es todo. Necesito saber que está
bien, pero la mujer no quiere tener nada que ver conmigo.
—¿Has intentado llamarla últimamente?
—Conoces a Danika. No va a cambiar de opinión.
—Si le contactaras con algo más que sexo ocasional en tu mente, y
utilizaras esa molesta persistencia tuya, no te sorprenderías si ella te diera
otra oportunidad —dijo James, con su tono ocioso.
Tristan fijó sus ojos en él con ese enfoque de láser que me recordaba
mucho a James. —¿Por qué piensas eso? ¿Ha dicho algo?
James se encogió de hombros e hizo una mueca, haciendo que el
brazo alrededor de mi hombro me empuje con el movimiento. —Ella está...
no sé, le falta algo. Es demasiado reservada, demasiado controlada, y
también condenadamente desinteresada sobre cada parte de su vida, salvo
para el trabajo. Y trabaja demasiado. Sé por experiencia personal que si
ganas un buen dinero y aun así sientes la urgencia de pasar la mayor
parte de tu vida trabajando, es porque falta algo importante allí.
Mientras estudiaba al otro hombre, Tristan se veía muy herido, sus
ojos dorados contenían un familiar tipo de deslumbre que hablaba de
dolor, pero que me pareció hermoso. —¿Sale con alguien? —preguntó por
último; las palabras sonaban como si hubieran sido arrancadas contra su
voluntad.
James suspiró. —No estoy seguro. Hace unos meses, sí. No estoy
seguro de si era serio, o si él todavía sigue por allí. Ella no habla de su vida
personal, y no le voy a preguntar. Solo la vi pasar por la galería cuando
estuve de viaje por negocios.
—Se reunirán con ella mañana. Bianca tiene una exposición en Los
Ángeles —dijo Frankie de repente—. Todavía no han fijado una hora, pero
sé que voy a asistir. Debes venir como mi cita, Tristan.
Le dio una sonrisa irónica. —Tu sumisa latina me arrancaría los ojos
por eso.
—Entonces haremos un trío. No le importa eso. De hecho, podría
gustarle un poco demasiado.
Frankie se dirigió a mí, apuntando a Tristan. —Él es mi detector de
heterosexuales. Si tengo la suerte de convertir a una en homosexual, él la
convertirá en hetero de nuevo. Imbécil.
Esto me provocó una carcajada sorprendida.
Tristan se encogió de hombros y mostró un hoyuelo. —Estoy aquí
para ayudar.
Sr. Juguetón
Traducido por Mae
Corregido por Daliam

Nos quedamos en una cena con la extraña pareja. Tristan ordenó


comida a pesar de que todos acababan de comer. Se hizo cargo sin
preguntar, bromeando y hablando con Frankie y conmigo. Me gustaba.
Mucho. Me gustaban ambos. Eran divertidos.
James estuvo callado y un poco tenso a mis espaldas, pero no hizo
ningún movimiento para irse.
Cuando finalmente nos fuimos después de horas de conversación,
Frankie me dio un gran abrazo. Tristan lo intentó, también, pero James
estuvo allí para bloquearlo, sin ni siquiera tratar de ser sutil.
Tristan no se inmutó. Me dio una sonrisa maligna, inclinando la
cabeza. —Fue un placer conocerte, Bianca. Eres una absoluta delicia. Te
veré luego.
James no habló hasta que estuvimos en la parte trasera de su
limusina conduciendo a casa. —Te gustó —dijo, con un tono suave, pero
no creía ese tono ni por un segundo.
—Me gustaron los dos —dije, frotándole el brazo—. Tus amigos son
muy amables. Es agradable ver que tienes algunos buenos. Empiezan a
superar a todas las perras malvadas que sigo encontrándome con las que
sentiste la necesidad de dormir.
Ignoró por completo la última parte de mi exposición, todavía
centrado en Tristan.
—Es un don, como estoy seguro que entiendes. Puramente BD sin el
SM. Te sentiste atraída por él.
Uh oh. —Bien, estoy enamorada de ti. Me agrada, como te dije. Como
amigo. Es un hombre atractivo, no puedo negarlo, pero eso es todo, James.
No puedes pensar que cada Dominante que conozco me atraerá de manera
imposible, solo porque fue así contigo.
Y en realidad fue así de fácil. Unas pocas palabras tranquilizadoras y
se relajó de nuevo, sonriendo. Me pareció un buen presagio para nosotros.
Las pequeñas cosas ya se resolvían con facilidad.
Nos encontramos con Danika en la galería turística del Hotel &
Casino Cavendish a la mañana siguiente. Danika manejaba las galerías de
Los Ángeles y Las Vegas, lo que era especialmente impresionante ya que
parecía estar aún en sus veinte.
Con toda la charla de la noche anterior, mi mente empezó a tratar de
emparejar a Danika y el físicamente imponente Tristan hasta el momento
en que la vi, y fue casi desconcertante imaginarlos juntos. Él era tan
grande y muscular que podría haber sido un luchador de artes marciales
mixtas. Ella, por el contrario, era la personificación de la elegancia.
Tal vez tendría un metro setenta, con el pelo liso, recto, de tono
negro que le llegaba hasta la mitad de la espalda. Era delgada, pero sin
duda tenía curvas en todos los lugares correctos. Tenía una tez pálida,
pero su herencia mestiza era muy obvia. Una parte de la mezcla era de
Asia, pero el resto era algo que no se notaba. Al menos parte de raza
caucásica, por sus claros ojos grises.
Tristan tenía razón. Nadie podía negar que era exquisita.
Iba vestida formalmente en una falda lápiz y una camisa de vestir,
con mangas enrolladas. Llevaba zapatos bajos; me di cuenta cuando salió
de detrás del podio cuando nos acercamos. La habría catalogado como una
chica de tacones de aguja porque ella era tan dolorosamente equilibrada.
Sin embargo vi en un instante por qué no.
Ella tenía la más mínima cojera mientras se acercaba a nosotros con
una sonrisa encantadora. Alguna lesión antigua, supuse. Era la cojera
más elegante que había visto, como si absorbiera la lesión y la convirtiera
en una parte de ella, sin destacarla u ocultarla. Esa marcha al parecer sin
esfuerzo me decía mucho acerca de la mujer. Parecía delicada, pero tenía
dureza.
—Qué bueno conocerte finalmente, Bianca. Tengo el privilegio de ser
tu principal admiradora. Vendrán más, sin embargo, te lo puedo asegurar.
—Calma —dijo James, sacudiendo la mano con una sonrisa—. No
ignores mi adoración por su trabajo. Recuerda quien la descubrió.
Ella inclinó la cabeza. —Touché, James. Por favor síganme. Tenemos
mucho que discutir.
Nos sentamos en una gran sala de conferencias en la parte posterior
de la galería Swank. Danika sacó una enorme carpeta de cuero, y me di
cuenta de que se trataba de una cartera de mi trabajo cuando la abrió.
—Permíteme empezar diciendo que el arte es mi vida, y simplemente
me encanta tu trabajo. Es una mezcla ecléctica de pinturas. Esto puede
ser manejado en un número de maneras. Mi preferencia personal sería
dividir todos los diferentes temas por habitaciones, ya que tenemos tantos
cuadros con los que trabajar, y vamos a utilizar todas las habitaciones en
el espacio de Los Ángeles para la proyección.
Asentí. —Eso suena bien.
Parecía un poco desconcertada, como si hubiera estado esperando
una discusión. —Bueno, eso fue fácil. Si todas las cuestiones son tan
fáciles de resolver, ¡podemos programar una muestra para la próxima
semana!
Toda la reunión fue de manera similar. Danika tenía sugerencias
muy útiles sobre todas las cosas que debía permitir para la presentación, y
estaba más que feliz de deferir a su experiencia algo en lo que era novata.
Ella fue rápida y profesional, cubriendo detalles que ni siquiera
había considerado, hasta quedar satisfecha de tener la presentación tan
minuciosamente planeada.
James se mantuvo razonablemente en silencio en la reunión, lo que
me gustó. Si se hubiera hecho cargo, como lo hacía con tantas cosas, no se
habría sentido mío. Pero al trabajar con Danika, viendo cada paso en el
proceso sin su interferencia, comenzó a sentirse real, como si tuviera una
carrera aquí, en lugar de una afición que era financiada por mi novio rico.
Fuimos a comer con Danika después de haber terminado. Sandra, la
asistente del director de la galería de las Vegas que trabajaba directamente
debajo de Danika, se unió a nosotros.
Era una mujer pequeña, de pelo castaño con ojos marrones y un
comportamiento más bien austero. Si tuviera que adivinar, habría dicho
tenía casi cuarenta años.
Olvidé por completo a Danika hasta que se alejó de la mesa para ir
al baño. Sandra se fue corriendo, murmurando algo sobre la necesidad de
comprobar la galería.
—¿Qué pasó con el pie de Danika? —le pregunté a James.
—Es la rodilla, creo. Y no sé. Nunca habla al respecto, pero tengo la
impresión de que de algún modo fue culpa de Tristan.
Fruncí el ceño. Eso sonaba más que oscuro.
Tuvimos una mañana productiva y linda con Danika, concretando
una fecha la semana siguiente, cuando juró que estaría bien para planear
la gran presentación. Estuve emocionada y eufórica cuando nos fuimos. El
sueño loco que era mi carrera de la pintura parecía estar tomando forma
en algo real y sustancial.
James le dio al personal en su casa la tarde libre, y pasamos horas
nadando en su ridícula piscina. La cosa era desagradable, con montañas
falsas, fuentes y cuatro piscinas diferentes, y sí, una gruta debajo de una
de las cataratas.
—No me di cuenta que estuviésemos alojados en la mansión Playboy
—bromeé.
Hizo una mueca. —Esto es una parte de la casa que no diseñé. Es
una historia larga, pero delega esta parte del diseño a mi equipo de casino,
y ya que sabía que tenía que tener fiestas de promoción aquí, esto es lo
que hicieron. No me puse muy feliz cuando lo vi, pero ha cumplido su
propósito. Si estoy fuera de la ciudad y el casino necesita lanzar una fiesta
en la piscina para algunos peces gordos, lo hacen aquí.
Arrugué la nariz. Conocía la escena Vegas bastante bien, aunque no
era realmente mi escena. —Espero que todo haya sido desinfectado.
Él me dio un golpecito en la nariz. —Sí, por supuesto. Sabes que me
vuelve loco cuando haces eso con tu nariz. Te hace parecer tan linda.
Le di un golpecito en la nariz. —No me digas linda —le dije.
Sus fosas nasales se abrieron, más que sexy, pensé.
Me encontraba tendida en una tumbona acolchada con un bikini
blanco que no entraría en el ámbito de los que llevaba en público, en tanto
él me frotaba protector solar en todo el cuerpo. No fue eficiente durante el
proceso, frotando más en el interior del bikini diminuto que fuera de este,
y sonriendo todo el tiempo.
—¿No tienes que trabajar en todo el día? —le pregunté. Había
trabajado el día anterior, pero no hizo mención de ir ese día.
—Tomé un día de descanso. Quiero follarte a plena luz del día. Te
quiero abierta y desnuda bajo el sol.
Eso me hizo retorcerme en mi asiento. Tuve esperanzas cuando dejó
libre a su personal, pero ahora era cierto. No estábamos aquí solo para
nadar.
—Harás que me queme por el sol en algunos lugares dolorosos —
predije.
Alzó la botella de bloqueador solar que usaba. —Lo tengo cubierto.
Vamos, me conoces bien.
Fue exhaustivo, pero lento como la melaza mientras me cubría con
esa cosa. Incluso pasó tiempo extra en mis pies, frotando y amasando
hasta que gemí de placer. Era bueno con las manos en todas las formas
imaginables.
La segunda capa de bloqueador solar fue totalmente innecesaria, por
supuesto, pero lo hizo de todos modos. Solo James podría convertir la
protección solar en juegos previos. Me retorcía antes de que llegara de
nuevo a mis muslos internos.
Sus dedos recubiertos con protector solar juguetearon alrededor de
mi sexo, tocando las diminutas cadenas del bikini, pero él las retiró con
una sonrisita maliciosa. —Solo para uso externo, amor. Supongo que
tendrás que conformarte con mi lengua.
Soltó las cadenas en mis dos caderas con los dientes. Enterré mis
manos en su pelo cuando enterró su cara entre mis piernas.
No era su técnica habitual oral, evitando mi clítoris en un primer
momento para empujar su lengua tan profundamente dentro de mí como
era posible. Me sentía drogada; se sentía bien, pero cuando finalmente
llegó hasta mi clítoris y succionó, fue que me corrí con fuerza, jadeando su
nombre.
Se movió por mi cuerpo en un instante, soltando el top, y moviendo
mi pierna a través de su torso, posicionándolo en diagonal con mi tobillo
en su hombro, colocándome de lado, y extendiendo mi otra pierna. Se
balanceó contra mi entrada por un breve momento.
—Follándome de lado —le dije sin aliento.
Él sonrió y embistió con fuerza. —En todas direcciones, hasta que
nos hayamos saciado o muerto, amor.
Salió lentamente, arrastrándose a lo largo de cada perfecto nervio,
tocándome como a un instrumento, entonces, golpeó de nuevo. Su tamaño
y posición implacable, hacían cada empuje doloroso. Repitió la tortura,
una y otra vez, y solté un grito desigual.
No se detuvo, solo embistió más rápido. Tocó fondo y entró en mí
con un grito áspero. Me encantaba; disfrutaba absolutamente de los
momentos en los que perdía el control así.
Empujando mis piernas, me colocó de espaldas, y se movió en mí,
besándome con languidez. Se retiró de mí poco a poco, alargándolo, hasta
que lo deseé de nuevo, como si no hubiéramos hecho el amor.
Una vez que separó su cuerpo del mío, se colocó contra mí otra vez.
—Pon tus brazos y piernas a mi alrededor —ordenó contra mi oído.
Lo hice, mi cuerpo obedeció, pero mi mente todavía se encontraba en
ese lugar de ensueño al que solo él podía llevarme. Me levantó, elevándome
lentamente.
Solo cuando estuve por el aire, me di cuenta de su intención. Golpeé
el agua con un gritito de sorpresa. Lo miré fijamente mientras salía a la
superficie.
Se limitó a sonreír, nadando tras de mí.
Jugamos en la piscina durante mucho tiempo. Como niños, pensé,
excepto que nadábamos desnudos en plena luz del día. Amé cada segundo.
Pensé que el juguetón James podría ser mi favorito.
Me atrajo contra él, besándome con vehemencia, y luego me empujó.
—Corre —me dijo con una sonrisa maliciosa.
Llegué justo hasta el borde de la piscina y di un paso antes de que
me atrapara, tirándome de nuevo en el agua y contra él, su frente rozando
mi espalda. Mordió mi cuello y se frotó contra mí. Su erección dura como
una roca se empujó en mi trasero.
—Eres insaciable —le dije, con mi voz sin aliento.
—Sí —resopló en mi oreja—, lo soy. Ahora corre.
Salí de la piscina, atravesé el hormigón, y llegué al césped esa vez.
Fue solo cuando me encontré sobre mi estómago que me di cuenta de que
era exactamente lo que quería, lo que había planeado. Entró en mí desde
atrás en cuestión de segundos.
Él me folló en la hierba, sobre mis manos y rodillas, bombeando
dentro de mí con propósito.
—Dilo, Bianca —me ordenó al oído, su voz tan baja y ronca.
Me desmoroné, pero no lo suficiente como para no decirlo. —Soy
tuya, James. Solo tuya.
Continuó con su ritmo discordante mientras mi cuerpo lo apretaba
convulsivamente, mientras escalofríos de placer sacudían mi cuerpo. Él
siguió hasta que cada pequeña ola impactante se detuvo. Gimió en voz alta
cuando se dejó llevar.
Mis manos y rodillas se encontraban en carne viva y manchadas de
hierba cuando James me llevó de nuevo a la piscina. No podía imaginar
que las suyas estuvieran en mucha mejor forma.
Me echó de nuevo en la piscina. Aún sabiendo que vendría, se me
escapó un gritito antes de chocar con el agua. Cuando resurgí, James
caminaba hacia la casa, con una toalla colgada a través de sus caderas.
—¿A dónde vas? —dije en voz alta.
—A reportarme con el otro hombre en tu vida —gritó.
Me pareció la cosa más dulce del mundo. Y tan James. Nada podría
suavizarme más que el que comprendiera mi vínculo con Stephan, y lo
entendiera. Siempre sabía de qué cadenas tirar. Hombre manipulador,
perceptivo y maravilloso.
Cuando regresó, se trasladó directamente al sofá en el que dejamos
toda nuestra ropa. Se puso los pantalones de natación grises y agarró mi
bikini, acercándose a la piscina con un propósito.
Me arrinconó en la piscina.
Lo besé. —Gracias por ser tan comprensivo con Stephan. Esto
significa todo para mí.
—No tengo nada más que amor por ese hombre. Si tengo que
compartirte con alguien, me alegro de que sea él. Y voy a hacer cualquier
cosa que se necesite para tenerlo de mi lado. Sé que un Stephan feliz es
una Bianca feliz. —Me dio un beso y empezó a ponerme la pequeña serie
de cadenas que llamaba bikini—. Los chicos querían pasar el rato —
continuó—. Así que les dije que vinieran. No estoy seguro de cómo lo hizo,
pero Stephan convirtió todo el asunto en una improvisada fiesta en la
piscina. Ni siquiera sé quién viene. Puede que haya encontrado a mi igual.
Ese hombre es astuto.
Eso me hizo sonreír. Mira quién habla...
—Tengo que ir a ponerme un pareo o algo —le dije—. Si vamos a
tener una fiesta, prefiero no mostrar esta cantidad de piel.
Me miró, pasando la lengua por sus dientes de una forma exquisita.
—Sí, estoy de acuerdo. Prefiero no compartir esta gran cantidad de tu piel
con la compañía. Sobre todo porque no sé ni quién viene. Ni siquiera
puedo decirte los estragos que causarán con la seguridad. Una fiesta de
última hora sin lista de invitados. —Él negó con la cabeza, luego sonrió de
repente—. Creo que es por eso que les pago tan bien. Ahora vamos a
cubrirte.
Stephan y Javier llegaron primero, ni siquiera treinta minutos más
tarde. Los dos vestían ya sus trajes de baño, sin camisa y sonrientes.
Observé a los tres hombres medio desnudos a mi alrededor. —¿Qué
hice yo para tener tanta suerte? —pregunté.
Stephan me mostró un hoyuelo, y ese era siempre travieso. Me
levantó, corriendo por toda la casa con un grito feliz. Nunca había sido
capaz de comportarse en torno al agua.
A diferencia de James, Stephan saltó aún sosteniéndome, en lugar
de tirarme. Tuve una repentina epifanía, pero clara de los dos hombres
más importantes en mi vida, y lo parecidos que eran de muchas maneras
extrañas, ambos tan implacables, con su afecto físico y emocionalmente
abierto hacia mí.
Stephan no me dejó ir, incluso cuando ambos estábamos en el agua,
simplemente acunándome contra él y sonriendo.
—¿A quién invitaste a esto? —pregunté con recelo. Por la mirada en
su cara noté que tenía un ánimo intratable. Su enorme sonrisa ante la
pregunta solo lo confirmó.
—Pregunta equivocada, Buttercup.
Tiré de su pelo ligeramente. —¿Cuál es la pregunta correcta? —
pregunté. Conocía este juego.
—¿A quién no invite?
Oí una risa detrás de mí, y estiré la cabeza para ver a James yendo
de regreso a la casa. —Si va a ser de ese tipo de fiesta, por lo menos tendrá
banquete —murmuró mientras caminaba—. Y no creo que una casa llena
de pilotos y asistentes de vuelo no quiera un bar abierto.
Me tuve que reír. Había evaluado la situación con precisión. Si
Stephan invitó a todos los que conocía, estábamos a pocos minutos de
tener una casa llena de pilotos y auxiliares de vuelo, que beberíamos.
Las primeras personas en llegar fueron desconocidas para mí, y se
sentía incómodo conocer gente nueva llevando un bikini diminuto, y una
telita empapada cubriéndome, pero traté de ignorarlo.
Le lancé una mirada a Stephan. —¿Sabes quiénes son?
Me encogí de hombros. —Creo que son pilotos. ¿Amigos de Murphy?
Se ven vagamente familiares.
James se sumergió en la piscina de forma perfecta. Nadó directo a
mí, permaneciendo bajo el agua hasta que me alcanzó. Me agarró por la
cintura y me arrastró desde donde estaba acurrucada con Stephan. Me
arrinconó contra la pared de la piscina. —Stephan hará esta noche de
anfitrión, ya que fue su idea, y yo pensé en pasar mi día entero tocándote,
así que me parece muy bien que lo haga.
No tenía ningún problema con eso. Le sonreí.
Sr. Escandaloso
Traducido por Kath1517 & Josmary
Corregido por Laurita PI

Por supuesto, una fiesta en una mansión ostentosa con barra libre
atraería a un montón de personas, y en una hora todo el lugar se hallaba
lleno. Reconocí tal vez a un tercio de la gente que pululaba en las piscinas.
Nuestro grupo de siempre terminó pasándola con nosotros, tomando
una de las piscinas grandes para nosotros mismos.
Marnie y Judith se encontraban allí. Me supuse que lo estarían. Si
estaban en la ciudad, no podías sacarlas de una buena fiesta. Marnie, sin
embargo, no se metió al agua, lo que era inusual en ella. Le pregunté por
qué.
Ondeó su vaso de Martini en el aire. —¿Ves esto?
Asentí, sonriendo. Sabía que vendría un chiste.
—Esto no es un Martini. Esto es un Midoltini2, porque estoy en esos
días, gente, ¡y es un día de flujo pesado!
—Oh —gritó Murphy—. ¡Demasiada información, Marnie, demasiada
información! ¡Imagino las cosas!
—Bueno imagina toda esa piscina poniéndose roja si doy un paso
dentro.
Cada hombre a diez metros gruñó con disgusto. Con excepción del
señor hermoso, que parecía no tener ni un hueso de aprensión en su
cuerpo. Él simplemente se rió.
—¡Las mujeres son asquerosas! —le dijo Murphy—. ¿Y qué dice eso
de mí si estoy un poco excitado ahora?

2Midoltini. Es un juego de palabras, entre Midol (pastillas para dolores menstruales) y


Martini (bebida alcohólica).
—¿Quieres una oportunidad con esto? —bromeó Marnie, haciendo
señas con su mano a su pequeño y bonito cuerpo—. Liz me dijo que eras
bueno en la cama, pero te lo advierto desde ahora, si no me haces venir,
voy a regar el chisme.
Murphy se dio un golpe en la frente. —¿Cómo se supone que pueda
desempeñarme con esa clase de presión?
Ella le señaló. —Si no puedes desempeñarte bajo presión, eso rompe
el trato. Si esto te pone nervioso, ¿qué vas a hacer cuando saque mi
cinturón? La presión ni siquiera ha comenzado. Tómalo o déjalo. ¡Capitán!
Los ojos de Murphy se abrieron cómicamente. —¿Vas a llamarme de
esa forma mientras estamos en ello? Eso podría ayudar a mi desempeño.
Ella le dio un pequeño saludo militar. —¡Ay, ay, Capitán!
Gritó las palabras, pero apenas si pudieron ser escuchadas por
sobre los sonidos de todos nosotros riéndonos. La parte más graciosa fue,
que no tenía ni idea si de verdad bromeaban.
Murphy se giró hacia Damien, extendiendo su mano como si fuera a
estrecharla. —¡Por fin seremos hermanos de esquimal 3, amigo! ¡He estado
esperando por este día!
Damien solamente negó con la cabeza, luciendo adolorido. Estuvo
particularmente callado esa noche, hablando con Jessa en una esquina de
la piscina. —Qué horror —murmuró.
Murphy alzó los brazos en el aire. —¿Es demasiado burdo? ¿Qué tal
palos de pescado? ¿Podemos chocar los palos de pescado ahora?
—¿Qué significa eso siquiera? —preguntó James, suponiendo que
era alguna cosa de chicos.
Él sonrió. —De hecho es una forma vulgar de decir que se acostaron
con la misma mujer.
Judith alzó dos dedos hacia Murphy, moviéndolos hacia él en la
piscina. —¡Palos de pescado!
Ellos comenzaron a tener una larga pelea de dedos.
—Tus amigos son una locura —me dijo James—. Pero no me puedo
imaginar que no fuera una sorpresa para una virgen.
Le lancé una mirada. —Era virgen, pero he visto bastante, James.
Estuve en las calles de jovencita. Superé la habilidad de impresionarme
antes de los dieciséis. Creo que Judith y Marnie estuvieron mucho más
sorprendidas de mi virginidad de lo que alguna vez pudieron sorprenderme
a mí.

3 Eskimo Brothers en el original. Dos amigos que se han acostado con la misma mujer.
Se rio. —Puedo imaginármelo.
—Trataron de curarme de la “condición” por meses. De verdad tuve
que decirles que se detuvieran.
Su rostro se ensombreció. —Me alegra que no hayan tenido éxito. La
idea me hace sentir violento.
Rodé mis ojos. —Ni siquiera estuvieron cerca de lograrlo. Intentaron
que me enredara con tipos con los que ellas se habían enredado.
—¡Murphy se está ganando sus alas rojas esta noche! —gritó
Marnie.
Miré hacia James, que me tenía acorralada contra el costado de la
piscina. —¿Qué significa eso? —pregunté, sabiendo que era algo
pervertido, y que él era el experto de lo pervertido.
Sonrió, acercándose más a mí. —Cuando lames a una chica con el
periodo por primera vez, a eso se le llama ganar las alas rojas. Me voy a
ganar mis alas rojas contigo.
Sentí como me sonrojaba de la cabeza a los pies. Tuve que apartar la
mirada. No sabía cómo, pero todavía se las arreglaba para sorprenderme.
Agarró mi mentón y me giró de nuevo hacia él.
—¿Entonces nunca lo has hecho? —pregunté.
Negó con la cabeza.
—¿Y la gente lo hace de verdad?
Se encogió de hombros. —Yo voy a hacerlo.
Arrugué la nariz en su dirección. —Eres tan pervertido de las formas
más extrañas. Asumí que las personas dejan de hacer… cosas… durante
ese tiempo del mes.
Se rio. —Mírate. Ni siquiera puedes decirlo. No voy a pasar una
semana sin sexo porque tienes el periodo, eso puedo asegurártelo. Y no va
a pasar una semana tampoco sin lamerte. Así que sí, estaré ganándome
mis alas rojas pronto.
Me sonrojé furiosamente. La idea era tan embarazosa, pero el hecho
de que nada sobre mí le disgustara, era casi siempre excitante para mí.
Sonrió, agarrando mi mandíbula en una mano, e inclinándose. —Las
palabras ni siquiera pueden expresar lo mucho que me gusta poner esa
mirada escandalizada en tus ojos.
—¿Por qué eso no me sorprende? —susurré, todavía sonrojándome.
—¡Dios, ustedes son buenos en eso de follarse con la mirada! —nos
gritó Marnie, haciéndome sonrojar aún más—. ¡Búsquense un cuarto!
—Podría no estar de humor cuando tenga mi periodo —le dije,
ignorando a Marnie—. Puedo cansarme y ponerme gruñona.
Se rio, imperturbable. —Oh, confía en mí, te pondré de buen humor.
Conociéndolo, difícilmente podría dudarlo.
—Tengo que ir al baño, bastardo pervertido —le dije.
Hizo un espectáculo vergonzoso para sacarme de la piscina,
secándome y cubriéndome sucesivamente. Mis amigos lo animaban, y me
ruboricé. Incluso trató de acompañarme hasta el baño.
Le di una mirada. —James, puedo ir al baño por mi cuenta.
No se veía muy feliz, pero me dio una llave que sacó del bolsillo de
su traje de baño. —Usa el de nuestra habitación. Está cerrada.
Asentí y me alejé, manteniendo la toalla envuelta con firmeza
alrededor de mi pecho.
Después de terminar, volví a bajar a la planta principal, y estuve
particularmente sorprendida de encontrar a una invitada que reconocí,
pero que sin duda no esperaba que viniera.
—Hola, Melissa —le dije.
Melissa bebía un Martini y parecía coquetear con un camarero en
uno de los bares improvisados que se instalaron por la casa.
Me dio una mirada bastante hostil para alguien que se encontraba
en una fiesta en la casa de mi novio.
—Bianca —dijo con una mueca.
No estaba segura de si era su veneno, o si era el nervio de su mala
actitud en este lugar en particular, pero pareció que esa se burla sacó lo
peor de mí
La agarré del brazo, casi arrastrándola a la habitación más cercana.
Era una especie de sala de entretenimiento, con una televisión gigante
montada en la pared, asientos de cine y un largo sofá establecido en la
parte trasera de la sala. Solo vi la habitación una vez antes y por un breve
momento, cuando finalmente hice un recorrido por toda la casa.
Una pareja se revolcaba en el sofá. Los eché como si fuera la dueña
del lugar. Parecían pensar que sí lo era, porque escucharon y obedecieron
sin protestar. Cerré la puerta detrás de ellos y me volví de cara a Melissa.
—Está bien, hablemos —le dije con mi voz más fría—. ¿Cuál es tu
problema? ¿No te agrado o por lo común tu personalidad es horrible? —
Por lo general, ser grosera con alguien, literalmente, me erizaba la piel,
pero no parecía tener ningún problema con ello en ese momento.
Cruzó los brazos sobre su pecho y me miró, con su aspecto más
enfurruñado que conciliador. —Es por ti. Eres justo el tipo de mujer que
desprecio absolutamente.
Levanté las cejas hacia ella. No me sorprendió que no le gustara, eso
era apenas una sorpresa, no es que en realidad lo ocultara, pero nunca me
habían clasificado dentro de un “tipo”. A menos fuera del tipo reservado. Y
ese rara vez inspiró este tipo de animosidad. No tuve que preguntarle a
qué se refería; ella estaba más que feliz de dar más detalles.
—Actúas como una perra remilgada, que mira por encima del
hombro a las chicas que quieren un hombre rico, ¡pero eres igual que
nosotras! Estás jugando a lo mismo que yo; eres un poco menos honesta al
respecto. ¡Eso es lo que odio! ¡Y pescaste al hombre más rico de todos! No
te lo mereces. ¡No te mereces nada de esto! Nací rica. Nací en esta vida,
merezco esta vida, pero entonces mi padre perdió todo, y ahora tengo que
exigirme para llegar a fin de mes, chupándosela a hombres de sesenta
años solo para obtener los bolsos que antes solía conseguir con solo darle
un beso en la mejilla a mi papá. Y tú, con tu supuesta virtud, pescas al
mejor tipo rico en tu primer intento. Les das a las chicas honestas como yo
un mal nombre.
Me reí. No pude evitarlo. Me reí justo en su cara. —Así que ese es tu
problema —le dije, en tono mordaz. Simplemente no podía creer que fuera
aún más inútil de lo que pensaba—. Eres una mocosa malcriada que
nunca creció. Tu papá te dio todo, y mira en qué te convertiste. ¿Una puta
por bolsos?
De hecho, tuvo las agallas para intentar abofetearme. Lo vi venir y le
agarré la muñeca en el aire.
—No soy como tú —continué como si no acabara de tratar de
golpearme—. El hecho de que James tenga dinero fue en su contra
conmigo, no lo favoreció, y no podrían importarme menos los bolsos.
Necesitas una pequeña dosis del mundo real, niña, y espero que la
consigas.
La puerta se abrió de golpe, y James entró con ojos salvajes, cuatro
guardias de seguridad detrás de él. Ni siquiera miró a Melissa mientras
ordenaba que la escoltaran fuera.
Yo lo hice; la miré fijo mientras se iba enfurecida.
Por último, me encontré con los ojos de James. Sabía lo que hallaría
allí. Suficiente preocupación y furia para ponerme tensa.
—Se acabó. No volverás al baño sin seguridad nunca más.
Rodé los ojos. —Por favor. Era Melissa. Ella es hostil, pero no una
amenaza para mí.
—¡Te lanzó a la cabeza una jodida copa!
Me di cuenta de que en verdad se estaba poniendo rabioso.
Me acerqué a él, enterrando la cara en su pecho. Me envolvió en sus
brazos. Era una respuesta automática, enfurecido o no. Pensé que eso
decía mucho de él.
—Estoy perfectamente bien. En realidad tuvimos una conversación
esclarecedora.
—¿Oh? —preguntó, pasando posesivamente las manos por mi
espalda.
—Sí. Ya sé cuál es su problema.
—Me encantaría escucharlo.
—Es una niña mimada —dije simplemente.
—Ajá.
—Y una puta de bolsos de diseño.
Eso consiguió sacarle una risa verdadera. —En serio deben gustarle
los bolsos de mano —dijo, con una sonrisa en su voz.
—Eso espero, ya que dice que se la chupó a un hombre de sesenta
años solo para conseguir uno. —No sé por qué me pareció divertido
cuando lo dije, porque en realidad era triste y patético, pero no pude hacer
la declaración sin reír.
Debe haber sido contagiosa porque James se echó a reír tan fuerte
como yo.
Stephan nos encontró sin dejar de reír cuando, sin aliento, irrumpió
en la puerta. Señaló a James. —Qué bien. Me preocupas con que
desapareció, y aquí estás, riendo y bromeando, sin molestarte en detener
la búsqueda.
—Mi error —dijo James, sin dejar de reír. Debe haber sido ese tipo
de risa que alivia la tensión, porque tampoco podía parar.
—¿Qué es tan gracioso? —preguntó Stephan, comenzando a reír por
nuestra risa delirante. Siempre fue rápido en distender los ambientes.
—Melissa le dio una mamada a un hombre de sesenta años a
cambio de un bolso —dije sin aliento. Sabía que estaba mal repetir lo que
dijo, pero era Stephan, y simplemente no me importaba ser una perra en
lo que se refería a ella.
Sus cejas se dispararon, ensanchando su sonrisa. —Eso no es
sorprendente, pero podría ponerte a ti diciendo eso como tono de llamada
de mi móvil.
—¿Por qué? —le pregunté.
—Porque no puedo imaginar un momento del día en que te
escuchara decir algo así y no sonreiría. Así que, ¿se desahogaron?
Asentí, todavía tratando de contener la risa. —Pensó que yo era una
caza fortunas igual que ella, pero que era más reservada al respecto. Eso
insultó sus sensibilidades. Le dije que era malcriada y puta de bolsos.
Eso hizo a Stephan reír tanto como a James y a mí. —Oh Dios —
jadeó Stephan—. Me encanta lo que le dijiste. Se lo merecía.
Volvimos a la fiesta, y me sentí más relajada después de la extraña
confrontación. No me imaginé que discutir con Melissa en realidad llegara
a ser un calmante para mi tenso estado de ánimo. Tal vez necesitaba
hacerlo más a menudo.
No le dijimos a nuestros otros amigos sobre la pequeña confesión de
Melissa. Eso habría sido mezquino, un chisme, aunque fuera la verdad. El
personaje de Melissa hablaba por sí sola. No necesitaba ser su mensajera.
Sr. Distante
Traducido por Yuvi.andrade & Adriana
Corregido por Laurita PI

El miércoles, James llegó a casa de trabajar, extrañamente tenso y


callado. Fue intenso cuando me hizo el amor esa noche, con sus ojos
llenos de... algo. No pude identificarlo, pero me preocupó. E ir a la cama
sin que él lo aclarara me preocupó aún más.
Mi preocupación no disminuyó a la mañana siguiente cuando me
desperté para encontrarlo alejado de mí. Estaba desnudo; un susurro de
una sábana cayéndose sobre una cadera morena. Aún preocupada, tuve
que admirar esa elegante obra muscular a lo largo de su costado desnudo.
Nunca conseguía ver este lado de él. Acaricié su cadera con una mano. Se
apartó, aún profundamente dormido.
Mi primer insisto fue retroceder, darle su espacio. Podía entender a
la perfección la necesidad de espacio. Pero comenzaba a conocerlo lo
suficientemente bien para saber que espacio no era lo que él quería, o
incluso necesitaba. Presioné mi cuerpo contra su espalda, frotando mi
mano sobre esa sexy cadera dorada. Acaricié su cuello con la nariz.
Se tensó, luego se relajó contra mi toque. —Bianca —gimió. Tuve
que comprobar de nuevo si dormía. Lo hacía—. Bianca —dijo otra vez, en
un susurro áspero—. Quédate, Bianca, quédate. Por favor.
Acaricié su cadera y le besé el cuello. —No voy a ninguna parte,
amor —le dije tranquilizándolo.
Eso pareció ayudar. Se relajó contra mí; lo abracé por la espalda y
me aferré a él. Era una hora antes de que él tuviera que despertarse, así
que me dormí de nuevo, aún abrazándolo.
Cuando me desperté horas más tarde, James hacía tiempo que se
había ido.
Trabajé esa noche, volando al JFK para nuestra escala habitual, con
James ocupando su usual asiento en 2D. Llegó directamente desde su
casino, así que no logramos vernos antes del vuelo.
Parecía estar bien, solo un poco callado y reservado.
Fue un vuelo completo, y se durmió antes de que hubiera terminado
mi servicio. Eso me inquietó; me preocupé por él y sus cambios de humor.
—El equipo va a ir de compras mañana —me decía Stephan—. Canal
Street. —Canal Street era la capital de las imitaciones de diseñador de los
Estados Unidos. Cada equipo con el que alguna vez trabajé hacía al menos
un viaje al mes a allí—. ¿Te apuntas?
Comíamos nuestras raciones de alimento en la cocina. Negué con la
cabeza, masticando y tragando antes de responder—: No, gracias.
Tenía otros planes para mañana, planes que me ponían nerviosa y
me daban otra completa razón para inquietarme.
No me preguntó qué planeaba, y me sentí aliviada. No habría tenido
el corazón para mentirle, incluso sabiendo que no le gustaría lo que decidí
hacer. De hecho, le disgustaría tanto que creía que podría incluso tratar de
interferir. Que no preguntara hacía todo mucho más fácil para mí.
James también lo hizo más fácil, cuando llegamos a Nueva York. Le
pidió al chófer lo dejara en su hotel, en lugar de ir a casa para una siesta.
—Hay muchas cosas de las que necesito ocuparme hoy. Tengo que
trabajar en este momento —explicó.
—¿Quieres que vaya a comer contigo? —le pregunté—. Soy flexible.
Solo di la hora.
Simplemente negó con la cabeza con su rostro ilegible. —Hoy no —
dijo. Eso fue todo.
Fue cuando me dio un breve beso en la frente, sin ni siquiera
mirarme antes de que saliera del auto, que supe con certeza que algo
andaba mal. Esto no era solo un estado de ánimo.
De regreso en nuestra casa, traté de dormir siesta pero no fue
buena. Me sentía molesta, nerviosa y malhumorada. Era mejor solo acabar
con ello. Quizás incluso podría apartar, por un tiempo, mis pensamientos
de James.
Me desplacé por mi teléfono, buscando el contacto Jr. Intenté poner
su primer nombre en mi teléfono cuando guardé el número, pero no fui
capaz de hacerlo.
Incluso sabiendo que no era mi padre, me horrorizaba tener ese
nombre en mi lista de contactos.
Bianca: ¿Hoy sería un buen día para ti para reunirnos?
Su respuesta fue casi inmediata, lo que encontré alentador.
JR: ¡Sí! En cualquier momento. Tengo un almuerzo de dos horas
que puedo tomar cuando quiera. Dime dónde y cuándo.
Comencé a responderle, luego decidí llamarlo. Escuchar su amable
voz de nuevo reforzaría mi confianza.
Respondió al tercer timbre.
—¡Hola! —dijo Sven—. ¿Cómo estás, Bianca? —Su voz era tan cálida
como recordaba.
—Estoy bien. Me preguntaba si querrías que tomáramos un café,
cuanto antes mejor. Como, ahora.
Sin perder un segundo, contestó—: Eso es perfecto. ¿Dónde?
Mencioné un lugar al que podría ir caminando, uno de las grandes
cadenas de cafés, así el lugar sería muy público y probablemente
abarrotado.
Aceptó sin vacilar.
—Trabajo a no más de cinco minutos de allí —me dijo.
Encontré unos pantalones cortos conservadores de dobladillo azul
marino, con una camisa blanca y azul a rayas cuello barco. No quería
arreglarme para reunirme con mi medio hermano, pero tampoco quería
lucir como un vagabundo. Ignoré las sugerencias de zapatos de Jackie,
encontrando un par de sandalias azul marino sin tacón.
Dejé el celular y mi cartera en la habitación. Solamente tenía la
tarjeta de débito conmigo cuando abordé el ascensor. Esa era una tarea
estresante, ya que podía escuchar a Blake y a Marion hablando en otra
habitación mientras esperaba con impaciencia que llegara el ascensor.
No quería escoltas conmigo para lo que ya estaba destinado a ser
una reunión incómoda, y no creía que me encontraba en un verdadero
peligro yendo a un lugar muy público, en plena luz del día, para una breve
reunión. Si pudiera escaparme sin ser vista, podría llegar allí y regresar
antes de que alguien siquiera notara que no me encontraba dormida en la
cama.
Tuve otro breve momento de pánico al pasar por el vestíbulo. Johnny
se encontraba allí, presuntamente para escoltarme. Estaba inclinado sobre
el mostrador del vestíbulo, hablando con una recepcionista, y ni siquiera
se movió cuando atravesé con rapidez la puerta delantera.
El portero me asintió a modo de saludo, y yo le respondí.
—Qué tenga un buen día, señorita Karlsson —dijo mientras pasaba.
Bueno, me reconoció, pero tal vez no importaba. James contrató
seguridad. Quizá los miembros del personal del edificio no le notificarían a
nadie sobre mis actividades. De cualquier forma, planeaba ser demasiado
rápida como para no llamar la atención.
Aun así, di un giro brusco, caminando rápido, por si acaso. Iría
hacia mi destino, perdiendo cualquier cola potencial. Hasta donde sabía,
tuve éxito.
Solo cuando me acercaba a la entrada del café fue que me di cuenta
que no tenía ni idea de a quién buscaba. Parecía algo ridículo de omitir.
¿Por qué pensé que sabría cómo lucía? ¿Porque compartíamos un linaje
contaminado?
Me arrepentí de no traer mi teléfono cuando entré. Resultó que no
necesitaba preocuparme por ello. Reconocí a Sven a simple vista, como él
también lo hizo.
Me paralicé ante su apariencia.
Sería devastadoramente guapo, si no se pareciera tanto a nuestro
padre.
Tenía cabello rubio beige claro, lacio y de corte limpio. Sus ojos eran
de un azul claro, pero no fríos, no como esos mismos ojos eran en esa otra
cara. Sus rasgos eran planos y atractivos, con un estilo nórdico. Tenía una
complexión perfecta y limpia.
No sé cuánto tiempo permanecí allí de pie, solo contemplándolo,
profundamente impresionada por el reconocimiento.
Ya había asegurado una mesa, y se levantó cuando me acerqué.
Era alto. Más alto que Stephan, más alto que James, posiblemente
tanto como nuestro padre, aunque más delgado que los tres.
Era la viva imagen del monstruo que asechaba mis pesadillas, y me
dedicaba una sonrisa abierta y amigable.
—Bianca —dijo a modo de saludo.
Nos sentamos al mismo tiempo, mirándonos mutuamente y
absorbiéndolo todo.
—Sven —dije por fin.
Regresamos a mirarnos fijo.
—Podríamos ser gemelos —dijo.
Eso me hizo parpadear, pero a la vez que procesaba sus palabras,
me di cuenta que no se equivocaba. Era una conclusión que mi mente no
quiso hacer por su propia cuenta.
—Nos parecemos a él —le dije.
Asintió, frunciendo los labios. —Sí.
Y era así. Siempre tuve la esperanza escondida en alguna parte
distante de mi cerebro que de alguna manera me parecía a mi madre.
Compartíamos mi color, por lo menos. Aunque también mi padre…
Todas esas esperanzas se desvanecieron mientras tenía la mirada
clavada en mi medio hermano, que se parecía tanto a mí como a mi padre
que ya no lo podía seguir negando.
Sven pareció leer mis pensamientos, lo que era más allá de
desconcertante. —Puede que nos parezcamos en apariencia, pero al menos
no heredamos sus locas y violentas tendencias homicidas.
Extrañamente, eso me hizo sonreír. —No me conoces muy bien —le
dije.
Sonrió.
Era mi sonrisa, no la de mi padre. Era una clase de sonrisa amable
pero triste, y la suya era menos reservada que la mía. —Bianca, tú y yo lo
sabríamos con un vistazo. Estamos tan familiarizados con monstros como
para no reconocerlos a la vista.
Sus palabras me hicieron dar cuenta de muchas cosas a la vez.
La primera era que reconocería a un monstro a la vista, y tal vez
pasé demasiado tiempo saltando entre las sombras y dudando de personas
que no merecían mi duda.
Lo segundo era que Sven pasó muchas de las cosas que pasé,
viviendo en una casa con mi padre.
—Él se ausentaba la mayor parte del tiempo —dijo Sven—. Y en
raras ocasiones arremetía contra mí. Fue tan difícil verlo hacerle eso a mi
madre, y ser perdonado. Me hacía sentir tan inútil. Todavía me hace sentir
así. No creo que alguna vez sea capaz de dejar esa vergüenza.
Mientras hablaba, registré que el parecido podría ser lo mayor que
teníamos en común. Él era el libro abierto y yo uno cerrado.
—Tuve que dejarla —continuó—. Me fui de allí en el segundo en que
cumplí dieciocho, pero ella no se fue. Sin importar lo que le hiciera, no lo
dejaba; me hacía sentir enfermo y me partía el corazón, pero me salvé a mí
mismo y me fui. No he hablado con ninguno de ellos desde entonces. Y
ahora ella no está. Cualquiera pudo haberlo visto venir a kilómetros, pero
todavía estoy en shock.
Su voz era tan abierta y franca que sentí la necesidad de consolarlo.
Observé mi mano cubrir la suya, sintiéndome irreal.
Pareció apreciar el gesto, sonriéndome, aunque esa sonrisa sufrió
una muerte rápida.
—¿Te golpeó? —preguntó, y me tensé.
—Lo hizo. Con frecuencia. Amenazaba a mi madre y a mí de igual
manera cuando lanzaba los golpes.
Sven hizo una mueca. —Eso es horrible. Pensé que me perdonaba
porque era un niño.
—Creía que las mujeres eran inútiles. Siempre lo dejó muy en claro
cuando enloquecía. Creo que su madre fue la que le quitó el dinero de su
familia cuando se casó con mi madre, así que nos culpaba por su
desgracia.
—Lo siento mucho.
Me encogí de hombros. La idea de alguien sintiendo lástima por mí
en lo que concernía a mi padre me hacía sentir incómoda. Era la menor de
sus víctimas…
—Sven, tengo algo que decirte —dije, esperando sacármelo del
pecho.
Simplemente me asintió para que continuara.
—Nuestro padre mató a mi madre. Por eso huí. No sabía sobre ti, y
no sabía acerca de tu madre, o habría intentado advertirles a ambos. Tu
madre me contactó poco antes de que muriera. Se fue antes de que le
pueda decir, y luego no la pude contactar. Quería advertirle sobre lo que
era capaz de hacer. No tuve éxito, y me siento responsable.
Esta vez su mano cubrió la mía. —No deberías. Incluso si mi madre
hubiera sabido sobre la tuya, se habría quedado. Dudo que algo la hubiera
hecho irse, así que no cargues con eso. Todo esto recae en sus hombros
directamente. Todo lo que podemos esperar es que encuentren al bastardo,
y lo encierren para siempre.
Sr. Incivilizado
Traducido por evanescita & Verito
Corregido por Vane hearts

Me quedé mucho más tiempo del que planeé. No esperaba que


tuviéramos tanto que decirnos el uno al otro. Pensé que sería torpe, breve
y probablemente inútil. No esperaba este sentimiento de parentesco. Al
instante, sentimos algún tipo de conexión que no entendía, pero sabía sin
duda alguna que ambos nos estaríamos viendo más.
Estuve tan privada de todos los lazos de sangre durante tanto
tiempo que fue una revelación para mí que este lazo en realidad pudiera
significar algo. Sven y yo teníamos algunas cosas en común que no tenía y
no podría tener con nadie más. Había algo aquí que valía la pena cultivar.
No lo vi venir.
—Entonces, ¿qué haces aquí en Nueva York? —le pregunté. Nos
encontrábamos trabajando tímidamente en hacer una pequeña charla,
antes de empezar con las cosas pesadas.
Esbozó una sonrisa autocrítica. —Corredor de bolsa. Lo hago bien,
aunque reconozco que mi ocupación significa que tengo al menos algunos
de los genes de familia en los juegos de azar. En mi defensa, sin embargo,
en Nueva York el juego es mucho menos destructivo que los juegos de azar
en Las Vegas. Supongo que todos decimos eso hasta que perdemos en
grande. Y tú eres un asistente de vuelo. Confieso que he leído todo sobre ti
de todo lo que pude tener en mis manos. Soy curioso por naturaleza.
Eso me hizo encogerme visiblemente.
Levantó las manos en señal de paz. —Sé que la mayoría es basura,
pero la cosa del hermano desconocido desde hace mucho tiempo, siempre
me afectó. Al tener una familia pequeña siempre se sintió como que algo
faltaba. Solo quería conocerte, ver fotos de ti y tener una idea de cómo
eras. Aunque tengo que admitir que algunas de esas imágenes me hicieron
sonrojar.
Me sonrojé de solo de pensar en ellas. La primera imagen que se me
vino a la mente es aquella donde estaba en esa sábana transparente en la
portada de una revista. Tenía pocas esperanzas de que él hubiera visto
solo una.
—¿Cómo conseguiste mi número? —pregunté.
—Mi madre me lo envió. Ella dijo que pasó a buscar a uno de tus
compañeros de trabajo y lo convenció para que se lo diera. No tengo idea
de quién y cómo fue.
—Puede ser que necesite pronto un nuevo número. Algunos medios
de comunicación han conseguido obtener este. Te haré saber cuándo lo
cambie.
Inclinó la cabeza. —Te lo agradezco.
—Y no voy a ser auxiliar de vuelo mucho más tiempo. Mi empresa se
declaró en quiebra.
—Me enteré de eso. Lamento escucharlo.
Me encogí de hombros. —Estoy tomando un descanso voluntario.
Voy a tratar de hacer de la pintura una carrera.
—¡Guau! ¡Eso es increíble! Me encantaría ver tu trabajo.
Me sonrojé. —Tendré dentro de poco una exposición en una galería
en Los Ángeles. Me aseguraré de que recibas una invitación, aunque, por
supuesto, entenderé si no puede venir. Siendo al otro lado del país.
Hizo un gesto, restándole importancia. —Estaré allí. Solo dime
cuándo. Eso es todo un logro. He oído que es casi imposible conseguir una
exposición.
Me sonrojé mucho más. —Para ser honesta, mi novio jugó un papel
importante allí, pero aun así voy a darle una oportunidad.
—James Cavendish —dijo.
Asentí.
—Bien, avísame. Estoy deseando ver tu trabajo. —Parecía sincero.
—Lo haré. Aún se está planeando, pero voy a mantenerte informado.
—Tengo novia —dijo voluntariamente—. Es muy agradable. Es serio.
Espero que puedas conocerla en algún momento.
Asentí. —Eso suena bien. Tal vez podamos cenar pronto en algún
momento.
Asintió. —Me gustaría eso. Trabaja a horas inesperadas, bastante,
pero estoy seguro de que podemos resolverlo.
—¿Qué hace? —pregunté.
—Es modelo. Fui a uno de sus lanzamientos. Es una extraña especie
de trabajo, pero ella lo ama.
Sonreí, recordando mi reciente y similar experiencia. —Estuve en
una sesión de fotos que le hicieron a James. Eran tan raros. Juro que
tenían un equipo solo para que le frotaran aceite.
Se rió. —Sí, es un negocio extraño.
Miró el teléfono de repente; era la primera vez que lo hacía desde que
habíamos llegado aquí.
—Qué raro —murmuró.
—¿Qué es? —pregunté.
—Es uno de mis compañeros de trabajo, preguntando donde estoy.
Dice que me busca mi jefe, pero estoy en mi tiempo libre, por lo que está
fuera de lugar. —Comenzó a enviar mensajes de texto.
—¿Le dijiste? —pregunté, consiguiendo una sensación de malestar
en mi estómago.
Asintió. —No es que sea de su incumbencia, sin embargo, no quiero
ver su lado enojado. Es muy extraño que me esté buscando en mi tiempo
libre. Esto no es propio de él.
Dejé mi teléfono en casa, al menos nadie debería saber siquiera que
me fui. Entonces, ¿por qué estaba de repente tensa y preocupada?
Miré alrededor con nervios. —Puedo estar equivocada, pero podría
tener algo que ver con mi novio. Es muy sobreprotector conmigo, desde el
ataque. —Sabía que me engañaba a mí misma con esa afirmación. Era
probable que sea de esa manera no importa qué, con o sin el ataque como
excusa. Era su naturaleza.
—¿Qué ataque? —preguntó Sven, y recordé que él no lo sabía. El
ataque no debe haber salido en los titulares como lo que realmente era.
Deben haber convertido mi traslado en ambulancia y hospitalización de
una semana en una historia de sobredosis, o Dios sabe qué. No había
querido comprobar.
—Fue nuestro padre, hace más de un mes. Él vino a mi casa y me
atacó. Fue entonces cuando fui a la policía y les conté acerca de lo que le
hizo a mi madre. La policía y un equipo de investigadores privados han
estado buscándolo desde entonces.
—¿Incluso después de todo este tiempo, todavía vino tras de ti?
Le expliqué algunos de los acontecimientos que condujeron al
ataque, tanto como lo entendí, de todos modos.
—Me vio en los titulares. Vio que salía con alguien rico y pensó que
eso haría más probable entregarlo. La parte loca es que tenía razón, al
menos sobre algunas cosas. Me preparaba para entregarlo, aunque el
dinero no tenía nada que ver con eso.
Sven miró alrededor, luciendo un poco nervioso. —Me sorprende que
no te hiciera traer a seguridad aquí contigo, por el ataque y eso.
Suspiré. —En realidad no le dije que venía. Por lo que él sabe, sigo
dormida en mi cama.
—¿Viven juntos? —preguntó.
Asentí.
Sus ojos se abrieron de par en par. —Sí, entonces voy a suponer que
él tuvo que ver algo con la actitud extraña de mi jefe. Quizás debería
acompañarte a casa antes de que se desate el infierno.
Agité mi taza de café casi vacía. Habíamos pasado media hora
hablando antes de finalmente tomar una taza. —Suena bien. Déjame
terminar mi café y nos vamos.
Casi terminaba de hacer eso cuando la expresión de Sven se congeló.
Mi espalda daba a la entrada del café, y él estaba de cara, así que supe de
inmediato quien entró por la puerta.
—Al parecer no estabas muy lejos del radar de tu novio —dijo, con
sus ojos pegados a la entrada del café.
Respiré profundamente, poniéndome muy nerviosa de repente. Sabía
que debía ponerme de pie y caminar a la puerta. Eso era lo mejor que
podía hacer, para calmar la situación. Le dije a mi cuerpo que hiciese eso,
pero estaba congelada en mi lugar, esperando a ver qué haría James.
No me giré a mirarlo, pero podría jurar que sentí su presencia tras
mí, sus ojos en mí. Sentí su quietud mientras se quedaba en la puerta y
luego lo sentí moverse, caminando lentamente a través de la habitación
llena. Supe con certeza cuando estuvo directamente atrás de mí.
Sven se veía igual de estupefacto, mirando al otro hombre con los
ojos muy abiertos. Pasó un minuto antes de que tratara de hablar. —Ho...
—fue todo lo que alcanzó a salir.
—Ahora no, Sven Karlsson —dijo James tranquilamente. Su tono era
el más amenazante que he escuchado nunca—. Tú y yo hablaremos más
tarde, pero ahora no es un buen momento.
Una mano descendió para acunar mi nuca, tan gentilmente. Esa
mano me dejó casi al instante, como si James hubiese recapacitado. Eso
no hizo nada bueno por mi salud mental. Mi corazón se sentía como si
estuviese tratando de salirse de mi pecho.
—Ponte de pie, Bianca —dijo tranquilamente el señor Cavendish. Su
voz no era menos amenazante para mí. El Dominante estaba en control
por el momento; no había ningún indicio de su otro lado.
Me puse de pie; mi cuerpo obedeció ese peligroso tono sin dudarlo.
James tomó mi mano muy levemente; ese lugar justo bajo mi codo y
me guió fuera del café sin decir otra palabra.
Vi que nuestra seguridad estaba ahí de guardia cuando los pasamos.
El usual se hallaba ahí, sin Johnny, y Clark estaba en el auto. Asintió
educadamente, con su cara en blanco, mientras nos abría la puerta.
James me ayudó a entrar al auto. Me apresuré a través del asiento
pero no se acercó a mí, permaneciendo tan lejos como era posible en el
gran asiento.
Clark comenzó a conducir al instante en que se cerraron las puertas,
dejando al resto de los guardias en el café.
Me volteé a verlos mientras nos alejábamos. Aparentemente, ellos
regresarían caminando.
Respiré profundo. —James...
Sostuvo una mano en alto. —Ahora. No.
Eso me silenció. Y si no, la mirada que me dio antes de girarse de
nuevo lo hubiese hecho.
Su rostro era una máscara estoica, pero sus ojos... se veían
incivilizados.
Cuando alcanzamos la entrada a la cochera subterránea de nuestro
departamento, me ayudó a bajar del auto, con su toque ligero y breve.
Solo tocó mi brazo de nuevo cuando llegamos al apartamento,
sacándome del elevador y dirigiéndome a las escaleras.
No había subido el primer escalón cuando una conmoción desde la
cocina atrapó mi atención.
Stephan apareció por la esquina, luciendo frenético. —¡Bee! ¡Gracias
a Dios! ¡James estaba a punto de enviar un grupo de búsqueda!
Se movió hacia nosotros y James sostuvo una mano en alto.
—Ahora no —le dijo James, dándole una sola mirada.
Esa mirada debió contener algo que alarmara a Stephan, porque se
acercó a nosotros, luciendo decidido.
—Creo que necesitas calmarte, James. No estás en estado de...
—No te atrevas —dijo James en una voz peligrosa, moviéndose para
encontrar al otro hombre, dejando caer mi brazo en el proceso.
Los dos hombres se encontraban frente a frente, todo el aire de la
habitación volviéndose hostil entre una respiración y la otra.
—No te interpondrás entre nosotros. No es tu lugar estar aquí,
Stephan. Dejé que eso pasara una vez, pero que me condenen si pasa de
nuevo. Nadie se interpone entre Bianca y yo, y eso te incluye a ti.
—Eso no es decisión tuya. Estaré aquí para lo que sea que necesite
Bianca. —Stephan me miró, teniendo que estirar el cuello para hacerlo—.
¿Estás bien, Bee?
Asentí, esperando que eso fuese suficiente para terminar con la
situación. No lo fue.
—Aléjate, Stephan.
Negó con la cabeza. —No. No puedo hacer eso. No me siento cómodo
con esto. Te ves listo para matar a alguien, James. Nunca te he visto así, y
no voy a dejarte solo con mi chica hasta que te hayas calmado.
—¿Tu chica? —gruñó James, tomando la camiseta del otro hombre
en sus puños.
Vi que las cosas pronto se saldrían de control. Posé una mano en la
espalda del señor Cavendish. No fue muy calmante que un temblor lo
recorriera con mi tacto.
—James. Llévame arriba. Por favor.
Dio resultado, gracias a Dios. James dejó ir al otro hombre, dando
un paso atrás.
Miré a Stephan. —Estamos bien, Stephan. Está enojado, pero tiene
un autocontrol impecable. Nunca tienes que preocuparte sobre James y
yo, y tenemos que resolver algunos problemas.
Stephan me estudió cuidadosamente, tratando de descifrarme, pero
aceptó mis palabras y finalmente asintió. —Estoy aquí por si me necesitas.
Siempre.
Asentí. —Lo sé.
James enganchó un dedo en mi collar, agarró mi nuca suavemente y
comenzó a guiarme por las escaleras sin decir una palabra. Estaba fuera
de sí, y cada obstáculo entre nosotros y la privacidad lo antagonizaba.
Cerró y bloqueó la puerta de la habitación tras de nosotros con un
fuerte y muy definitivo clic.
Lo observé aflojar su corbata mientras se dirigía directamente al
ascensor. Presionó un botón y se abrió instantáneamente.
—Entra —dijo bruscamente.
Me saqué los zapatos y entré. Me siguió y descendimos al cuarto
piso.
Sr. Reticente
Traducido por MaJo Villa
Corregido por Vane hearts

Enganchó un dedo en mi cuello cuando el ascensor se abrió,


llevándome por ese largo pasillo. Se detuvo en seco en el campo de juego,
en lugar de abrir una puerta justo antes de llegar a la que se encontraba a
la derecha.
Además de sentirme nerviosa y ansiosa, me encontraba más que
curiosa por ver lo que había allí. Sin embargo, no era un buen augurio que
solo me llevara hasta allí ahora que se encontraba con este estado de
ánimo.
Era una habitación bastante pequeña y anodina, guardando nada
más que una cama individual.
—Sube a la cama —dijo en esa voz inquietante—. Sobre tu
estómago.
Lo hice, volviendo mi cabeza para mirarlo mientras se acercaba a mi
figura tendida.
—No me mires —dijo.
Giré la cabeza rápidamente, sintiéndome dolida.
—Brazos por encima de tu cabeza —ordenó.
Obedecí.
Aseguró mis manos y mis pies, dejándolos juntos y atados a la
pequeña cama. Tiré de forma experimental y vi que me dejó un poco
suelta.
Me tensé cuando sentí que tiraba de mi ropa. Un sonido de rasgado
fuerte me dijo que las estaba cortando para sacármelas. Cuando terminó,
me encontré desnuda.
—James —empecé de nuevo. Tal vez ahora que me encontraba atada
se sentiría más tranquilo.
—No empieces. No me fío de mí mismo en este momento —dijo con
una voz ronca.
Ajustó mi cabeza, metiendo una almohada suave allí. —Duérmete.
Estuviste despierta toda la noche, y tengo que ir a ponerme manos a la
obra. Ya hablaremos más adelante.
Antes de que pueda responder, apagó la luz, cerró la puerta y una
gran cerradura hacía clic cuando la colocaron en su lugar.
No lo podía creer. Después de toda esa rabia, simplemente me dejó.
Él sabía que éste era el castigo que más odiaba, con el suspenso y las
preguntas sin respuesta, y me dejó en la oscuridad. En una celda. El
imbécil.
Tuve algunos pensamientos oscuros sobre él durante bastante
tiempo en esa habitación completamente oscura, antes de que fuera capaz
de relajar mi mente lo suficiente como para dejar que me llevara el sueño.
No me dejó nada más que una luz por debajo de la puerta cerrada. Me
encerró bastante bien.
Desperté cuando la puerta se abrió y una corriente de luz del pasillo
cayó sobre mí. Giré la cara. La luz del techo se encendió. Mis ataduras ya
se encontraban sueltas, pero el señor Cavendish añadió un poco de
holgura a la cuerda, empujándome por los hombros para levantarme hasta
que estuve sentada.
Entrecerré los ojos, aún ajustándose a la luz repentina. Él no tenía
camisa y estaba sudoroso, con el cabello recogido hacia atrás. Sostenía un
plato de comida en su regazo.
Me desató las manos, colocó el plato en mi regazo y se alejó. Observé
su espalda rígida por un momento, sin saber qué decir.
Comí. Porque tenía hambre, y porque tenía la esperanza de que si
comía, James podría comenzar a hablar cuando hubiera terminado.
Tal vez me comí la mitad del pollo sazonado, del arroz integral y de
las espinacas antes de que se lo devolviera.
Lo agarró sin decir ni una palabra, se levantó y se fue.
Apagó la luz, luego cerró la puerta con llave antes de que me diera
cuenta de su intención.
—¡James! —grité.
No respondió.
Me sentía tan frustrada que grité.
Me encontraba tan furiosa y ansiosa que incluso me tomó más
tiempo el relajarme para dormir en ese momento. Con el tiempo mi cuerpo
simplemente se dio por vencido ante la implacable oscuridad.
Cuando desperté de nuevo, todavía se hallaba oscuro, pero había
una línea muy débil de luz atravesando uno de los lados de la puerta. Se
encontraba entreabierta.
Me senté, poniendo a prueba mis muñecas y mis tobillos. Era libre.
Me moví lentamente hacia la puerta, abriéndola de un empujón.
Tuve que entrecerrar los ojos a la luz brillante del pasillo. Parpadeé
para alejar a la oscuridad durante un largo rato mientras entraba en el
corredor.
James se encontraba sentado en una silla que se hallaba contra la
pared, usando nada más que sus calzoncillos. Se desplomó hacia delante,
con su cabeza entre las manos, los codos en sus rodillas. Era una postura
tan derrotada para él.
Me acerqué lenta y tentativamente. No podía percibir si dormía la
siesta.
—James —dije en voz baja.
—Llámame señor Cavendish —dijo en voz baja. No se movió.
Había estado tan enojada con él, furiosa de verdad, pero eso se fue
drenando de mí más rápidamente de lo que habría creído posible mientras
asimilaba su postura.
Era como un animal herido en ese momento, y simplemente quería
hacerlo sentir mejor.
Me arrodillé delante de él. Le toqué la cabeza, y se enderezó en el
asiento, dándome una mirada muy cruel.
Me acerqué más, moviéndome entre sus piernas.
Agarró mi garganta. —¿Por qué? —preguntó en voz baja.
Tragué saliva, humedeciendo mis labios.
Observó la acción con gran atención.
—¿Por qué fui a ver a Sven sin seguridad? —pregunté, para mayor
claridad.
—Sí. Eso.
—Estaba nerviosa por reunirme con él. Tuve problemas incluso para
ir. Sabía que iba a ser perfectamente seguro, ya que estaríamos en un
lugar público lleno de gente a plena luz del día. No vi ninguna amenaza y
quería tener una reunión normal. Mi equipo de seguridad me pone
nerviosa. Ni siquiera puedo imaginar lo que un observador externo podría
pensar de todo el lío. Solamente quería algo parecido a una primera
reunión normal con él. Eso es todo. Lamento haberte preocupado.
—¿Preocupado? ¿Así lo llamas? Tengo a ese equipo protegiéndote,
Bianca, porque es la única manera en la que puedo soportar que salgas de
mi vista. Hay un hombre por ahí, un hombre que ha matado al menos a
dos mujeres, y te quiere matar a ti. Está trastornado y es completamente
impredecible. Lo único que podemos predecir es el rencor que siente hacia
ti. ¿Sabes cómo me hace sentir eso? Para mí eres más valiosa que mi
propia vida. Ni siquiera es una pregunta. Haría cualquier cosa por ti. Todo
lo que pido es que me dejes protegerte de una amenaza conocida. ¿Cómo
puedes ser tan descuidada, Bianca? ¿Tan insensible?
Abrí la boca para responder y la cubrió con la otra mano, curvando
su labio en una mueca.
—Tu padre ha estado desaparecido por semanas. Podemos colocar
su paradero en un solo lugar desde hace casi una semana, y eso es porque
un cuerpo marcó el lugar. Podría encontrarse, literalmente, en cualquier
lugar. Y todo lo que tendría que hacer para saber que estabas en Nueva
York sería buscar en internet. Los paparazzi han trazado la ruta que tomas
todas las semanas con luces de neón. Entiendo que querías conocer a tu
medio hermano. No intenté hacer que no lo hicieras. Todo lo que pedía era
que llevaras a los guardaespaldas contigo. Tu padre y tu hermano podrían
haber estado trabajando juntos. Tu hermano podría haberte atraído hasta
allí. Podrían haberte raptado antes de que alguien pudiera haberlos
detenido.
Traté de protestar incluso a través de su mano, pero sus ojos me
detuvieron.
—No hables. Solo porque no sucedió, no significa que te encontraras
a salvo. No era así. Un hombre con una pistola te quiere muerta. Solo
requeriría de una jodida bala.
Sus ojos se veían horribles llenos de angustia, y supe que el miedo le
estaba cegando. Él hacía todo lo que podía, y yo aun así me encontraba en
peligro. Se sentía como si me estuviera fallando, y eso lo carcomía por
dentro.
Destapó mi boca.
Hablé en voz baja. —Lo siento. Pensé que estaría allí y regresaría
antes de que lo supieras. No era mi intención hacerte eso. Juro que no voy
a abandonar mi seguridad de nuevo. Al menos, no hasta que encuentren a
mi padre.
Cerró los ojos y asintió. —Cuando no pude ponerme en contacto
contigo, y Blake me dijo que encontró tu teléfono en nuestra cama, pensé
que me abandonaste.
Fruncí el ceño. —¿Por qué pensarías que te abandoné? No entiendo.
La mano en mi cuello se movió y agarró mi cabello. —No. No hay
respuestas hasta que hayas sido castigada.
Me lamí los labios con nerviosismo. —¿Esa celda de allí no era un
castigo?
Negó con su cabeza. —Esa era una siesta. Y una oportunidad para
mí para trabajar en algo de agresión en el gimnasio. No más preguntas.
Su otra mano comenzó a bajar sus calzoncillos, y traté de bajar la
mirada para ver lo que hacía, pero la mano en mi cabello me detuvo
rápidamente.
Bajó mi cabeza hacia su erección desnuda. La metió en mi boca y se
la chupé, pensando que esta parte no era un castigo en absoluto.
Guió mi cabeza de arriba hacia abajo no más de cuatro veces antes
de que se metiera al fondo de mi garganta. Casi me atraganté por la
sorpresa. Era inusual que se corriera tan rápido. El control que tenía sobre
su propia liberación me sorprendía constantemente, aunque se suponía
que no debería ser así, ya que era tan bueno controlando la mía.
Me apartó de él a la mitad de su eyaculación, levantándome de un
tirón, al tiempo que podía ver su pene aún retorciéndose con su orgasmo.
Murmuré una protesta.
Golpeó mi culo, con fuerza, y luego metió su dedo en mi cuello.
Empezó a jalarme, pero no hacia la zona de juegos. Se dirigió en la
dirección opuesta, de vuelta a esa celda. Tuve que tragarme una protesta.
No quería estar allí de nuevo, pero sabía que ahora todo se encontraba en
sus manos.
—Arrodíllate en el suelo —me dijo mientras soltaba mi cuello.
Obedecí, observándolo. Se trasladó a la cama pequeña. La metió en
la pared con un solo toque de su dedo. No sabía que era de ese tipo de
camas. Con un solo toque en la pared hizo que algo grande descendiera del
techo. Observé con los ojos abiertos como una gran X bajaba delante de
mí. Era de la misma altura que James, lo que me dio una buena idea de
para qué era.
—Esto es lo que se llama una cruz de San Andrés —me dijo en voz
baja. Eso era todo.
Me levantó con un dedo en mi cuello y un puño en mi cabello.
Presionó mi frente con fuerza en esa nefasta X. Ató mis muñecas y mis
tobillos de forma limpia y rápida, antes de presionar su cuerpo duro contra
mi espalda. Sentí su erección en mi trasero y traté de no arquearme ante
ella. Golpeó mi culo con fuerza antes de alejarse.
Apoyé la cabeza contra mi brazo, inclinada hacia delante mientras
esperaba y escuchaba lo que haría a continuación.
Me estremecí cuando algo duro pero suave acarició mi otra mejilla.
Giré la cabeza para ver una paleta ovalada negra y pesada que tenía un
patrón con agujeros. La alejó antes de que pudiera verla mejor.
Golpeó con ella rápida y repetidamente mi trasero y mis muslos.
Todavía me encontraba adolorida por las rosas, lo que se añadía al dolor,
pero era implacable, sin refrenarse ni un poco. Me pegaba con fuerza.
No tenía nada a qué aferrarme, nada a lo que agarrarme en la cruz,
así que mis manos se cerraron y se abrían mientras los porrazos me
golpeaban.
Mis piernas estaban abiertas, y unos cuantos golpes rudos hacia mis
muslos internos sensibles me tenían jadeando por el dolor. Él había sido el
reticente Dominante desde que me pasó a buscar a la cafetería, pero la
fuerza de sus golpes me decían un montón, me comunicaban todo lo que
él no me dijo. Se encontraba furioso, herido y asustado; toda esa emoción
reprimida y frustrada era por mi culpa.
Mi piel se encontraba en llamas cuando terminó. No hubo ninguna
pausa entre el último golpe y él empujándose en mi interior bruscamente
desde atrás.
—Ese no era tu castigo, Bianca —dijo con una voz áspera en mi
oído—. ¿Quieres saber cuál es tu verdadero castigo?
Asentí, incapaz de hablar mientras se empujaba dentro de mí una y
otra vez. Estaba en ese borde fino cuando se retiró de mí bruscamente.
—No vas a correrte hasta esta noche, amor. No lo vas a hacer por
horas. Te voy a dar una paliza, te voy a follar a fondo y no conseguirás un
orgasmo. Es una orden. Y si por casualidad desobedeces la orden, no te
vas a correr por una semana.
Quería gritar por la frustración, pero en vez de eso me quedé sin
aliento cuando se empujó de nuevo en mi interior, golpeándose dentro de
mí, una y otra vez.
—No —dijo, sabiendo que me encontraba tan cerca.
Golpeó mi trasero, acompañado con ese pequeño gruñido ronco que
amaba. Llorando por la frustración, lo odiaba en ese momento.
—Por favor —supliqué mientras se retiraba de mí.
—No hasta esta noche —dijo con firmeza.
Me dejó allí durante largos minutos antes de volver a desatarme. No
me moví después de que me soltó, en vez de eso solamente me quedé ahí
tendida contra la X y esperé.
Suspiró y me levantó en sus brazos, acunándome.
Me llevó a la sala de juegos, acostándome sobre una superficie
acolchada y dura. Cuando mi espalda tocó por primera vez la mesa,
empecé a mirar alrededor. Había dos mesas de este tipo en esta sala, de
las que supiera a ciencia cierta. Vi desde donde me encontraba justo lo
que tenía en mente, pero no antes de que tuviera mis muñecas y mis
tobillos atados fuertemente a las esquinas de la mesa.
Me observaba con atención al tiempo que se colocaba guantes de
látex ajustados. —¿Alguna objeción? —preguntó, con un toque de burla en
la pregunta, casi como si me estuviera desafiando.
Puse mi mandíbula dura, simplemente observándolo, desafiándolo a
hacer lo peor.
Me dio una sonrisa forzada y se puso a trabajar.
Lavó y secó el área alrededor de mis pezones con una rigurosidad
clínica. Sacó unas pinzas de metal diminutas del cajón abierto integrado
en la mesa.
No dudó, usándolo para agarrar mi pezón izquierdo con firmeza. Al
final del instrumento de metal había un pequeño aro que se ajustaba
alrededor de mi pezón duro perfectamente. Lo mantuvo cautivo mientras
se inclinaba más y lo marcaba con cuidado en cada lado.
Tuve que decirme a mí misma que respirara mientras lo observaba.
Estaba dolorosamente tensa, sin saber qué esperar. Nunca antes me había
perforado nada además de mis oídos.
Estudió cuidadosamente las marcas que hizo, con mi pezón todavía
contenido firmemente con esos pequeños fórceps malvados. Alejó la
pluma, sacando una aguja de aspecto sádico con la misma mano.
Mis ojos estaban pegados a esa aguja gruesa mientras empujaba la
punta afilada y agujereada en mi piel. Tomé una respiración muy profunda
y la contuve.
La metió en mi piel, la atravesó, con un movimiento rápido, casi en
cámara lenta. Fue doloroso, pero rápido, verlo y sentirlo una sorpresa para
mi sistema.
Metió un pequeño aro de plata en la aguja, tirando de él, y luego
sacó la aguja grande.
Vi a mi pecho subiendo y bajando cuando empecé a respirar de
nuevo.
Presionó un paño muy suavemente en la zona recién perforada antes
de alejarse dando grandes zancadas.
Volvió menos de un minuto después con dos pequeños paquetes de
gel frío en las manos. A uno lo dejó en el cajón abierto, el otro contra mi
pezón perforado.
—¿Te sientes preparada para el otro? —preguntó, mirándome con
cuidado. Incluso en este estado de ánimo peligroso, todavía veía
preocupación.
Tomé una respiración profunda y asentí.
Se cambió de guantes antes de que le diera a mi seno derecho el
mismo tratamiento, de forma rápida y con una habilidad consumada.
Atendió a los dos senos, limpiándolos con cuidado y colocándoles hielo. El
cuidado posterior tomó mucho más tiempo que la perforación real.
Cuando terminó, se quitó los guantes y me desató, levantándome y
llevándome directamente hacia la cama.
Me acostó de espaldas, su mano moviéndose entre mis piernas para
meterme un dedo.
Me lo quedé mirando fijamente.
Se rió. Era una risa fría. Mi tierno amante aún se hallaba perdido,
incluso con esos pequeños destellos de preocupación que vi de él mientras
me atendió.
—Bueno, amor. Mirarme de esa forma también hará que te castigue.
No pienses que no puede ser peor que un golpe en el culo, algunos pezones
perforados y un día sin un orgasmo.
Muy deliberadamente, cerré los ojos y volví la cabeza, desafiante por
lo que sabía quería de mí. Estaba enojada.
Se mofó con esa risa despiadada. —Está bien, hazlo a tu manera. Te
iba a dejar en paz, pero esto es sin duda más divertido para mí.
Me empujó de lleno sobre mi espalda, y me ató con las extremidades
separadas a la cama. Mantuve los ojos cerrados con fuerza.
Se arrastró por entre mis piernas y agarró mi barbilla, con mucho
cuidado para evitar que mis senos sensibles se sobaran.
—Mírame. Ahora —gruñó.
Dudé, pero lo miré. Tragué con fuerza y luego gemí ruidosamente
cuando se alineó en mi entrada, penetrándome hasta la empuñadura.
—No te corras, maldita sea —me dijo, introduciéndose en mí una
vez, dos, tres veces. Se corrió con ese delicioso gemido suyo, solo faltando
en hacerme perder la cabeza—. Muy bien, amor —murmuró mientras se
retiraba de mí, con su gruesa longitud todavía temblando.
Desató mis pies, pero solo una de mis muñecas. Ésta la dejó atada,
pero muy suelta. Se acurrucó contra mi espalda desnuda, enterrando su
cara en mi cuello. Me coloqué cuidadosamente, moviéndome para evitar
que mis pechos se tocaran contra mis brazos o la cama.
—¿Tienes miedo de que intente huir? ¿Es por eso que todavía estoy
atada? —le pregunté, ya que nunca hizo esto antes. Algo andaba muy mal.
—Sí —dijo de manera sucinta—. No hay más preguntas por este
momento.
Traté de alejarme, pero me sostuvo rápidamente. Se presionó con
fuerza contra mí. Su pene se hallaba semi-duro contra la parte posterior
de mi muslo. —Relájate. Todo lo que tienes que hacer ahora es dormirte.
Cuando te despiertes de nuevo, tu castigo habrá terminado.
Eso era mucho más fácil decirlo que hacerlo. Me encontraba agitada,
confusa y enojadísima, y el hecho de que James pronto estuvo durmiendo
pesadamente y de forma pacífica contra mi espalda no ayudó en absoluto.
Sr. Manipulador
Traducido por florbarbero
Corregido por Miry GPE

Stephan
Me desperté después de una siesta de solo treinta minutos pero aun
así sabía que no iba a ser capaz de volver a dormir. No podía dejarla aquí
sola, aunque sabía que no debía interferir de nuevo.
Así que me quedé. Comí y jugué videojuegos, le envié mensajes de
texto a Javier, y me preocupé. No me gusta ser un preocupón, pero cuando
se trataba de Bianca, simplemente no podía evitarlo. Si ella estaba bien, yo
también, y si no...
Recordé la primera vez que la vi. Usaba pantalones holgados y una
sudadera con capucha que cubría la mayor parte de su pelo, pero no fue
capaz de ocultar el hecho de que ella era una belleza impresionante, con
características hermosas y un cutis perfecto.
Nos encontrábamos en un refugio para personas sin hogar, pero
ninguno de nosotros se quedaba. A nuestra edad, si te quedabas cerca de
personas que querían darte una mano durante demasiado tiempo, era
inevitable que trataran de ayudarte a encontrar a tus padres. Siempre lo
hacían con buena intención, pero era casi insultante. Como si hubiéramos
estado viviendo en las calles si tuviésemos otra opción aceptable. Aunque
la idea era injusta, lo sabía. Algunos de los niños perdidos no se hallaban
realmente perdidos. A veces estaban enojados, o intentaban preocupar a
sus padres, o incluso trataban de demostrar que no necesitaban a nadie.
Sabía a simple vista que ella no era una de esos. Sí, tenía una
inclinación orgullosa en su barbilla delicada, pero no era una niña
mimada. Era como yo. No tenía a dónde ir. Se encontraba perdida de
verdad.
La seguí, manteniendo mi distancia, por instinto de querer
asegurarme de que se hallaba a salvo. Si era como yo, tal vez podríamos
ayudarnos. Lucía de mi edad. Tal vez podríamos hacernos compañía. La
idea me dio una cantidad patética de esperanza.
Me quedé muy lejos, simplemente observando, pero no pasó mucho
tiempo antes de ver a un viejo acosarla.
Sabía a dónde se dirigía. Había un almacén no muy lejos. Era un
lugar popular para los sin hogar. Nadie más que ellos estaban interesados
en el lugar.
Se oscurecía afuera, por lo que no reconocí al gran hombre que entró
en mi camino. Entrecerré los ojos con cautela, tratando de reconocerlo en
la oscuridad.
—El viejo Sam tiene una pelea para ti —dijo el hombre, y yo
vagamente recordé quién era. Estaba casi seguro de que su nombre era
Mike.
—Ahora no es un buen momento —le dije, siguiendo mi camino a su
alrededor. No me sentía cómodo dejándola sola cerca de ese anciano ni un
minuto, no en la oscuridad, donde a nadie le importaba lo que ocurría.
Empecé a caminar rápidamente hacia el almacén, moviendo mis ojos
frenéticamente, tratando de distinguir todas las formas de las sombras.
—¡Te arrepentirás si te pones en su contra! —gritó Mike a mi
espalda.
Lo ignoré completamente.
Me encontraba casi en la entrada lateral cuando oí un débil ruido
por el callejón. Era un gruñido sordo, uno femenino, y eso fue suficiente
para tenerme entrando al callejón sin vacilación.
Vi al viejo pervertido primero, que se encontraba de espalda. Tenía
los pantalones bajados hasta los tobillos, y con una mano intentaba
desabrochar la parte delantera de los pantalones de Bianca. La otra mano
se encontraba sobre su boca.
Maldijo, alejando la mano en su boca para sostenerle la parte
posterior de la cabeza al mismo tiempo que ella gritó.
Me abalancé con un rugido furioso. Mi visión se puso roja durante
mucho tiempo, y no pude formar un pensamiento coherente de nuevo
hasta que sentí un suave toque en el hombro.
—Puedes parar. No me está molestando ahora —dijo ella, con voz
suave y apacible.
Dejé de golpear su cabeza contra el suelo, dejándola ir para estudiar
mis manos manchadas de sangre.
Tiró de mi camisa, tratando de conseguir que me pusiera de pie.
—Ven. Conozco un lugar donde te puedes limpiar. No deberías tener
su sangre sucia en tus manos.
Me tomó del brazo y comenzó a caminar, con sus formas suaves,
guiándome detrás del edificio. Cada toque era como una pregunta. Estaba
segura de sus acciones, pero no creía que fuera capaz de ser mandona.
La miré, con tanto miedo de lo que vería en sus ojos.
Encontró mi mirada, y la suya lucía llena de gratitud y comprensión,
y nada de miedo. —Muchas gracias. No sabía que en realidad existieran
hombres buenos en el mundo. Me parecía que era un mito, pero me
salvaste.
Con eso fue suficiente. Me hallaba perdido.
—Soy Bianca —dijo con una sonrisa triste, con los ojos un poco
perdidos, mientras me limpiaba.
—Soy Stephan —le dije aturdido. Hacía tanto tiempo que nadie se
preocupaba por mí, o me tocó de alguna manera, que me sentí casi en
estado de shock por sus acciones.
—Eres como yo —dijo en voz baja, trabajando con cuidado para
lavar la sangre de mis manos y muñecas. No levantó la vista.
Tuve que aclararme la garganta para hablar. —¿Qué quieres decir?
Levantó la vista entonces, mirándome de lleno a los ojos. Vi fortaleza
y determinación tranquila. —Nunca podrás volver a casa.
Mi mandíbula se tensó, y asentí lentamente.
Nunca mostró un atisbo de miedo de mí, y cuanto más la conocía,
más me daba cuenta de que, teniendo en cuenta su pasado, tenía todo el
derecho a hacerlo.
Nunca nos preguntamos si nos quedaríamos juntos, nunca nos
separamos.
—No tienes que preocuparte de que yo... intente lo que hizo el viejo.
Soy gay, así que no es un problema —le dije la primera noche que
dormimos acurrucados juntos, compartiendo una manta delgada.
No fue solo para mitigar sus miedos que lo dije. Si mis preferencias
iban a hacerla alejarse de mí con disgusto, quería saberlo más pronto que
tarde.
Solo se movió más cerca. —No me preocupaba, Stephan. Ni siquiera
se me ocurrió que intentarías hacerme daño. Eres un buen chico, un
héroe. Nunca he estado más segura de nada en mi vida. Me siento tan
segura contigo. Más segura de lo que nunca me he sentido.
Sus palabras provocaron una sensación de calor en mi pecho, y mis
ojos se llenaron de lágrimas. Por primera vez en muchos años, sentí una
alegría feroz en mi corazón. Tal vez encontré a una persona que me podía
amar. Tal vez encontré una familia.

***

Me sentí más que aliviado cuando James volvió a aparecer alrededor


de dos horas después de que fueron arriba, aunque lo habría estado más
si Bianca hubiera regresado con él. Llevaba un par de negros pantalones
cortos deportivos, y estaba cubierto de sudor. Su cabello se hallaba
recogido y sus ojos llenos de miedo. Llevaba una pequeña computadora
portátil en la mano.
Tragué saliva. Quería ver a Bianca, necesitaba saber que el miedo en
sus ojos no era más de lo que podía soportar, pero sabía que ella confiaba
en mí para no interferir, y yo valoraba esa confianza.
—Tenemos que hablar —me dijo.
Asentí. Tomaría cualquier información que pudiera conseguir.
Se sentó a mi lado y abrió la computadora portátil. La puso en mi
regazo. Un vídeo se reproducía en la pantalla. Lo observé tal vez por un
minuto antes de tener que apartar la vista, ruborizándome profusamente.
Se la devolví con una mueca. —¡Jesús! ¿Por qué me muestras esto,
James?
—¿Así que Bianca no te lo mencionó?
Me encontraba furioso en un latido del corazón, listo para darle un
puñetazo. —¿Se lo mostraste?
—¡No! Por supuesto que no.
Mis ojos se abrieron por la comprensión. —¿Eso está en internet?
Asintió, luciendo triste y furioso a la vez. —No sé cómo. Estoy
investigando. Pero necesito saberlo. Y necesito tu opinión. ¿Ella me dejará
si lo ve?
Me froté las sienes. —Es viejo, supongo. Mucho antes de que la
conocieras.
—Por supuesto. Ni siquiera sabía que existía hasta hace unas
semanas.
—Le molestará. Y ella es tan voluble. No tengo ni idea de lo que va a
hacer, James. Es tan diferente contigo. Cuando te dejó la primera vez, me
encontraba casi seguro de que nunca te daría otra oportunidad. Todas las
reglas cambiaron para ella cuando entraste en escena. No puedo predecir
lo que hará contigo. Pero no le dejes ver ese video. Eso ciertamente no
ayudará. Conocer y ver son dos cosas diferentes.
—¿Cómo puedo hacerlo? La conoces. Querrá verlo por sí misma. Lo
sé. Esto me mata, Stephan. ¿Qué puedo hacer?
Negué con la cabeza. —¿Así que esto es lo que lo que tiene tan
molesto? ¿No es que ella saliera sin seguridad?
Vi sus puños apretarse y me sentí copiar el movimiento.
—Ambos. ¿Sabías lo que jodidamente hizo? Fue sola a encontrarse
con su hermano. Sven Karlsson. Incluso tiene el mismo nombre, y ella fue
sola a verlo.
Sentí un nudo en mi estómago. —¿Qué pasó? ¿Él es como su padre?
Sacudió la cabeza. —No sé. No lo creo. Voy a averiguarlo. No te
preocupes por él, Stephan. Me aseguraré que sea bien examinado antes de
que respire el mismo aire que ella otra vez. Lo juro.
Asentí. Sabía que lo haría. Y vi que me equivoqué al dudar de él.
Incluso en este estado de ánimo peligroso, todavía pensaba solo en Bianca.
Fue así desde el principio, por lo que fue tan fácil para mí compartir con
él. Había algo tan firme. Se arrastró a nuestras vidas con tal tipo benévolo
de autoridad. El maltrecho niño herido que todavía vivía dentro de mí
anhelaba su aprobación, y fue generoso con eso, también. Él pensaba que
yo era increíble, me lo decía a menudo, y me encontró digno de ayudarle a
cuidar de Bianca, a la que sabía adoraba más que a su vida; al igual que
yo. Llenó el papel de amigo y mentor para mí, por lo que se me hacía aún
más difícil luchar contra él. Pero cuando se trataba de Bianca y de mí,
tenía que saber que el lado de ella era mi lado. Nunca podría cuestionar
eso. —Siento haber intentado interferir, James. Es tan duro para mí…
—Está bien —interrumpió con impaciencia—. Tenemos algo más que
discutir.
Asentí para que continuara, aliviado de que no pareciera estar
guardando rencor.
—Sé que tu primera inclinación será decirme que no, pero recuerda
que esto es por Bianca. La quiero fuera de esa casa. Él sabe dónde está,
ella fue atacada ahí, y cada vez que se encuentra ahí sin mí, me vuelve
absolutamente loco. Ella no va a salir de ese lugar hasta que tú lo hagas.
Lo sé. Necesito que vendas tu casa.
Parpadeé, totalmente tomado por sorpresa.
—Hay una propiedad contigua a la mía que creo te conviene, y
seguirían siendo vecinos. Ella necesita eso. Sabes que es así. Te voy a
comprar esa casa. Y necesito que me ayudes a convencerla de vender la
suya. Se resistirá a la idea, pero esto es importante. Tiene que salir de ahí.
Mi propiedad es mucho más segura. —Pareció darse cuenta de mi
inquietud—. Te daré tiempo para pensarlo, pero podrás ver que tengo
razón. Sé que te sientes incómodo de que te compre una casa, pero es
literalmente nada para mí, así que si no puedes hacerlo por ti mismo,
hazlo por Bianca.
Sabía que era un hombre manipulador. Generoso pero manipulador.
Sinceramente, no creía que siquiera lo notara; estaba tan acostumbrado a
hacer las cosas a su manera. Incluso sabiéndolo, sin embargo, consideré
la idea.
Jugar con sus reglas significa que permaneceré cerca de ella para
siempre. Mientras comprendía eso, ni siquiera me lo cuestionaría
Sr. Desesperado
Traducido por Mary Warner
Corregido por Laurita PI

Bianca
Desperté cuando James se empujó en mi interior. Me hallaba tan
húmeda que hizo una entrada suave y sedosa. Me estremecí y jadeé en
éxtasis antes de que el sueño abandonara mi cuerpo por completo. Esto
era, sin ninguna duda, mi manera de despertar favorita.
—Buenos días, mi amor —dijo en tono áspero James, con su rostro
cernido sobre el mío, pero su pecho se mantenía cuidadosamente alejado
de mis pechos.
Estudié sus ojos, moviendo mi mano libre para agarrar su pelo
suave y sedoso. Quería notar una mirada de mi tierno amante en esos ojos
intensos, y me alivió verlo ahí, en esas cálidas profundidades turquesas.
Antes, me había dejado tan fría… ahora necesitaba garantías y respuestas.
Necesitaba calidez. Pero primero, necesitaba esto…
Se frotó en mi interior con deliciosas caricias. Sus manos apartaron
aún más mis piernas hasta que hubo un estiramiento casi doloroso junto
con sus perfectos empujes. Jadeé cuando se arrastró fuera y luego se
enterró en su totalidad, una y otra vez.
Me apreté a su alrededor, en el más delicioso orgasmo vespertino,
pero simplemente siguió, empujándose en mí sin pausa, llevándome hacia
otra cumbre mientras yo continuaba bajando de la cima. Grité su nombre
mientras me venía.
Ahuequé su rostro y lo observé con ojos codiciosos mientras sufría
su propia liberación largos momentos después.
Nuestros ojos se mantuvieron unidos mientras se cernía sobre mí,
mirándolo profundamente mientras me observaba. Era uno de esos puntos
muertos, y lo rompí primero.
—¿Vas a decirme por qué sientes que te dejaré? ¿Tanto te preocupa
que me mantuviste atada a la cama mientras dormíamos?
Su mandíbula se tensó y sus ojos se estrecharon, pero asintió.
—Un… video mío fue liberado esta mañana. Está por toda la
internet. No hay forma de controlarlo. He sabido de este video desde hace
una semana, y he estado tratando, lo mejor que pude, de evitar su fuga.
Pero fallé. Quien sea el responsable no le interesa hacer dinero.
Tragué cuando una enferma pequeña bola de pavor se formó en mis
entrañas. —Un video sexual —supuse.
Rompió el contacto visual, bajando la mirada a nuestros cuerpos
unidos. —Sí. Lo siento. Justo cuando intento limpiar mi imagen, limpiar
mi vida, esto sucede. Me siento enojado conmigo mismo, si eso te hace
sentir mejor.
No lo hacía. —¿Cuándo se filmó el video? —le pregunté.
Abandonó mi interior y jadeé ante la cruda sensación. Su pelo se
arrastró hacia su hermoso rostro cuando miró de vuelta hacia mí. —Hace
tres años, creo, o posiblemente casi cuatro. Me avergüenza admitir que fue
tomado sin mi consentimiento. Fue planeado. Una de las pocas veces que
no me encontraba en una de mis propiedades. Lo siento. Mi pasado solo
parece que no desaparecerá. Por favor dime que este no es tu punto de
quiebre.
Lo estudié, preguntándome cómo funcionaba su mente. —Por
supuesto que esto no me hace feliz, pero sería difícil que te dejara por eso,
James.
No pude hablar durante un largo tiempo porque se estampó contra
mí, dejándome sin aliento. Jadeé ante la cruda sensación que causó en
mis pezones sensibles.
Se apartó cuando escuchó el jadeo, murmurando una disculpa. Se
movió de nuevo sobre mí, con más cuidado esta vez. —Gracias —murmuró
en mi oído.
—Sé sobre tu pasado —continué, cuando me lo permitió—. Has sido
abierto conmigo acerca de tu promiscuidad. Pero debiste haberme dicho
hace una semana, cuando te enteraste. Has estado temperamental y
extraño, y no me gusta que me oculten cosas. Ya deberías saberlo. Si
vamos a tener una relación, no puedes ocultarme cosas así. Una de las
cosas que me hace confiar en ti es tu honestidad. Necesito esa honestidad,
James. ¿Lo entiendes?
Asintió, y su rostro se enterró en mi cabello. —Tenía tanto miedo de
que huyeras de nuevo.
Tiré fuerte de un mechón de su cabello. —Lo que evitará que escape
es que seas honesto conmigo.
—Sí, bien. Lo entiendo.
Respiré hondo, odiando la siguiente parte, pero no lo suficiente para
no preguntar. —¿Quién es?
Se tensó contra mí. —Jolene.
Asentí. De alguna forma lo sabía, sin embargo, no me hacía feliz.
—Así que ella hizo el video, y lo filtró. Obviamente.
Negó con la cabeza. —No puedo descartarlo completamente. Y sí, ella
obviamente lo hizo. Pero no puedo creer que lo filtrara, no con la cantidad
de dinero que ofrecí por mantenerlo secreto. Y esto va a arruinar lo que sea
que tenga con Scott. Es demasiado mercenaria para ejecutarlo por
despecho, y sin nada que ganar.
Creí en su palabra, ya que obviamente la conocía mejor que yo.
Me retiró el pelo de la cara, y la luz capturó esas cicatrices en su
muñeca. Atrapé su mano, llevándola a mis labios. Le besé el interior de su
muñeca con delicadeza.
—¿Alguna vez me dirás cómo las obtuviste?
Sus ojos cogieron un cierto destello de vulnerabilidad que empezaba
a reconocer. Iba a ser malo, a pesar de que siempre asumí que las
cicatrices en sus muñecas eran heridas profundas.
—Spencer usó esposas afiladas. Me cortaron. Fue una de las
primeras cosas que noté. Estas heridas en mis muñecas empezaron a
aparecer primero. Las escondí, porque es un visible y embarazoso lugar
para tener una herida, especialmente a los catorce, y en primer lugar, me
hacía consiente de cada cosa pequeña.
»No sé si usaba esa clase esposas para mantenerme quieto, o si solo
quería hacerme sangrar. Si intentaba evitar que luchara, no funcionó. Si
pudiera haber cortado mis propias manos para escapar de él, juro que lo
hubiera hecho. Ciertamente traté.
Me dejó trazar las cicatrices, entonces besé cada centímetro de ellas,
con mucho cuidado. Las lágrimas corrían en silencio por mis mejillas. No
podía escuchar lo que decía sin sentirme afectada.
Trazó las lágrimas con un suave dedo. —Fue cerca de ese tiempo
que me volví realmente promiscuo. No pasó un día sin que conectara de
forma indiscriminada. No lo analicé en ese entonces, pero supongo que
trataba de recuperar el control, ya que había perdido gran parte de él. Y no
ayudó que tuviera tantas hormonas en ese tiempo. Todo fue una especie
de escalada, y para cuando ya era un adulto, no mejoró. Prefería las
conexiones casuales, por lo que casi siempre me desvivía para encontrar
mujeres que fueran atractivas, pero que sabía que no iba a sentirme mal al
dejaras, lo que supongo explicaría a Jules y Jolene, aunque no me pegaba
exclusivamente a perras rabiosas.
Tuve que morderme un comentario sobre eso. Él estaba hablando, y
quería que lo sacara todo. Lo último que deseaba hacer era detener un
flujo de información.
—Nunca fue sexo convencional para mí, pero lo verdaderamente
retorcido se desarrolló con el tiempo. Sabía que me gustaban las cosas un
poco más coloridas que lo normal, y siempre iba un escalón más allá.
Cerca de la edad en la que un niño se emociona por conducir su primer
carro, yo manejaba una cadena de hoteles multinacional, de manera
obsesiva aprendía a hacer nudos, y follaba a cada hembra a la vista.
Mejoré cuando empecé a ir a terapia. Me volví más enfocado, más
controlado. Entrar al BDSM cuando tenía dieciocho me ayudó mucho.
Existían reglas, y gente que se encontraba dispuesta a aconsejarme sobre
cómo hacerlo bien, y obtuve el entrenamiento apropiado.
Todo esto me conmocionó, aunque tal vez no debió hacerlo. No tenía
experiencia con su práctica, pero su control era tan perfecto que debería
haber asumido que tenía algún tipo de entrenamiento.
—Ahí fue cuando conocí a Frankie. Es tres años mayor que yo, y
sabía sus cosas. No te aceptan en la escena hasta que tienes dieciocho,
por razones obvias, así que los tres años que me llevaba era tres años más
de experiencia con BDSM. Di con ella al principio y traté de hacerla
sumisa, y ya sabes, directamente se rio en mi rostro. Sin embargo, incluso
después de eso, se esforzó para ser mi mentora, para enseñarme las
reglas. En esa comunidad ni siquiera tienes permitido acercarte a una
mujer hasta que eres investigado apropiadamente. En la actualidad es una
de mis amigas más cercanas.
>>Aun fui indiscriminadamente promiscuo por años, pero el BDSM
era mucho más satisfactorio para mí, y con el tiempo entré de lleno, pero
las sumisas contratadas eran algo estrictamente sexual. Había una
entrada al cuarto piso junto a mi elevador, y la mayoría no tenía permitido
entrar a mi hogar aparte de ese piso. No puedes imaginar lo anormal que
fuiste para mí, Bianca. La intimidad era inaguantable para mí antes de
poner mis ojos en ti. Cambiaste tantas cosas, y nunca soñé que eso podía
ser un sentimiento tan increíble. Siento que volví a la vida, como si ahora
fuera una persona auténtica, en vez de un impostor.
Entendía muy bien qué sentía. Dudaba que muchas personas
pudieran comprender tan perfectamente qué quería decir.
—Sí —susurré, observando esos exquisitamente empañados ojos—.
También, me siento de esa forma. Sé exactamente a qué te refieres.
Me dio una mirada un tanto desesperada. —Lo sé. Te dije desde el
principio que estábamos hechos el uno para el otro, y en verdad lo creía.
Por un tiempo, las cosas serán intensas, debido al video, y en particular,
con la prensa. Te lo ruego, Bianca, por favor, sigue adelante conmigo. No te
retires, no tomes un descanso. Ni siquiera uno pequeño.
Me molestó un poco que no me creyera, pero sabía que era mi culpa.
Mis ojos y mi voz fueron firmes. —No lo haré, James. Me quedaré. Te amo.
Su expresión se relajó un poco, como si las palabras todavía lo
conmocionaran. —Gracias. También te amo. Más que a mi vida, Bianca.
No me gustó la última parte. Sonaba demasiado sacrificado, lo que
me hizo recordar mis pesadillas oscuras de la tarde.
Sr. Estrella Porno
Traducido por NnancyC
Corregido por Laurita PI

Decidimos hacer ejercicios, ya que dormimos la mayor parte del día,


y yo tenía que volar temprano la mañana siguiente. La idea era quemar el
exceso de energía que una siesta demasiado larga me dio.
No me importaba hacer ejercicio; pero lo tomaba con calma,
principalmente me quedaba en una bicicleta estática y observaba a James
mientras se ejercitaba en cada aparato de su enorme gimnasio. Verlo sin
camiseta mientras hacía fuerza era una vista digna de contemplar. Mi
mandíbula quedó completamente floja mientras hacía unas tentadoras
flexiones de brazos, sus pantalones cortos colgaban bajo. Pensé que podría
haber encontrado una nueva razón para amar venir al gimnasio.
Me sonrió mientras se movía a las pesas. —Sigue mirándome así si
quieres ser follada en una bicicleta estática, amor.
No tenía problema con eso, así que continué mirando.
Me devolvió la mirada desde el cuarto con paredes de espejo. Recorrí
su cuerpo con la mirada. Incluso sus pantorrillas eran sexys, pensé. Era
tan esbelto y delgado, pero con esos duros músculos bajo la superficie.
Bajó las pesas. —Eso es todo. Ven aquí.
Me acerqué a él sin dudar.
Me dirigió a un lugar frente al espejo. Comenzó a quitarme la ropa
sin otra palabra. Se lo permití, observando nuestros reflejos mientras se
inclinaba sobre mí. Me encantaba la mirada su rostro cuando se ocupaba
de mí. Era tan tierno, casi pacífico, mientras me cuidaba.
Cuando quedé desnuda, me levantó los brazos por encima de la
cabeza. Nos encontrábamos junto a un equipo de gimnasio y había una
barra arriba. Era ajustable, y la movió hasta que pude alcanzarla. —
Agárrala —me dijo.
Extendí los brazos para agarrarla. El movimiento tiró con dureza de
mis senos sensibles; pero no dije una palabra, ya que entonces podría
detenerse…
Se presionó contra mi espalda, observándome en el espejo. Sus
manos pasaron por la parte delantera de mi cuerpo mientras ambos
veíamos nuestros reflejos. Acunó solo la parte inferior de mis senos con
mucho cuidado; pero los liberó con rapidez. Una mano se movió abajo para
cubrir mi cadera, y la otra zigzagueó abajo, a lo largo de mis costillas,
pasando mi ombligo, hasta mi sexo. Me metió los dedos, pero se detuvo
abruptamente. Sostuvo sus dedos húmedos en alto.
—Siempre estás mojada por mí. Siempre. Amo eso, joder —dijo con
rudeza.
Sus pantalones cortos golpearon el piso y se posicionó contra mí
desde atrás. Me separo los muslos con manos duras, haciéndome
retroceder contra él. Observé sus rodillas doblarse y luego enderezarse a
medida que su polla desaparecía en mi interior.
—Oh, Dios. —Jadeé cuando embistió en mí.
Observé mientras salía. Era un proceso largo y prolongado, tenía
una magnífica vista de su inmensa excitación entre mis piernas desde
atrás.
—¿Cómo está tu agarre? —preguntó, volviendo a entrar en mí.
Tuve que tragar saliva para responder, mis ojos todavía se
encontraban pegados a su magnífica polla.
—Bien —logré decir.
—Bien. Mírame, Bianca. Voy a follarte muy duro. Necesito que me
digas si tu agarre se resbala.
Asentí, encontrando sus ojos.
Se mordió el labio y comenzó a penetrarme fuertemente. Gimoteé,
amando la mezcla de placer y dolor mientras me follaba tan duro que
dolía. Pero lo ansiaba mucho más, pensé.
Mi agarre comenzó a fallar al final, y se lo dije sin aliento.
Apenas pausó. —Córrete —me dijo, sus manos se movieron a mis
caderas. Me presionó cerca del espejo, hasta que mis pechos se hallaban
casi tocando el vidrio. Gruñó ante la vista.
—Manos en el espejo —ordenó, y lo hice. Sus caderas golpearon
contra mí con la fuerza de sus embistes.
Mis ojos permanecieron abiertos; pero se pusieron un poquito
nublados cuando me volví añicos, apretándome a su alrededor. —James —
grité al venirme.
Se estremeció, gruñó y se enterró a sí mismo hasta la empuñadura,
su polla se contrajo en mi interior mientras se venía.
—Tan perfecta —me dijo con simpleza, besándome el hombro.
Mis piernas se sentían temblorosas cuando se retiró; pero las suyas
no, y me alzó en brazos.
—Hora de la ducha —me dijo con una sonrisa.
—Mmm, ¿no deberíamos vestirnos? —pregunté.
El gimnasio se encontraba en el segundo piso, y tendríamos que
caminar por el pasillo, subir las escaleras y luego caminar por otro pasillo,
totalmente desnudos, solo para llegar a nuestra habitación.
Encogió un hombro. —Caminaré rápido —dijo.
Me reí.
Efectivamente, Stephan nos vio cuando James me llevaba por las
escaleras.
—Eh, hola —gritó desde el primer piso—. ¿Entiendo que se
ejercitaron?
Los dos nos reímos.
—Todo está perfecto —le dijo James, todavía subiendo las escaleras.
Tenía la certeza que Stephan consiguió una vista espectacular de su culo.
—La ropa se metió en el camino, ¿eh? —gritó de nuevo Stephan,
ahora riendo.
—Síp —dijo James—. Buenas noches.
—Buenas noches —dijo Stephan.
—Buenas noches —dije entre risitas inevitables.
Nos duchamos y teníamos comida afuera de nuestra puerta cuando
salimos. James me alimentó con cada bocado, apartando mis manos
cuando intenté agarrar el tenedor. Era alguna especie de suflé de
vegetales. Era delicioso, y moría de hambre, así que comí una gran porción
antes de rechazarlo con la mano.
Juntó los platos, volviendo a poner la bandeja afuera de la puerta.

Volvió a la cama y me acomodó contra él. —¿Te siente lo


suficientemente cansada como para dormir?
Sacudí la cabeza. —Dormí demasiado hoy.
Sus dedos serpentearon entre mis piernas y me los introdujo. —
¿Quieres follar hasta que ambos nos desmayemos? —preguntó con una
sonrisa.
Me reí. —Eres insaciable, y estoy dolorida.
Sacó los dedos, dándome una mirada arrepentida. Suspiró. —Bien.
Encontraremos algo de ropa e iremos a ver televisión.
Acabamos viendo películas con Stephan por casi toda la noche. Los
chicos insistieron en que viéramos Princess Bride de nuevo. James se me
acercó en un punto y me susurró al oído—: Como desees, Buttercup.
Le lancé una mirada. De pronto recordé que me había dicho eso
antes, un par de veces en realidad, y qué significaba en el contexto de la
película; pero habíamos estado viéndonos solo por un par de días la
primera vez que sucedió…
—Estás loco —le dije en voz baja.
Asintió, sonriendo. —Completamente demente —concordó.
Estuvo en mi vuelo a Las Vegas la mañana siguiente, acechándome.
Incluso fue más atento de lo usual en el vuelo esa mañana, raramente
quitaba sus ojos de mí, como si temiera que desapareciera. Como parecía
ser su costumbre, su humor más distante era seguido por uno más atento.
Aún así, estaba ocupada con el carrito de un lado a otro, con apenas
un momento para prestarle atención, además del servicio esperado.
Teníamos un decente viento a favor, lo que apresuró nuestro tiempo de
vuelo, así que el viaje fue agradable y rápido.
Nos quedamos en mi casa. Fui en el auto con Stephan. Un auto lleno
de seguridad nos siguió de cerca. James nos encontraría en la casa.
Ya esperaba en mi entrada, y parecía estar gritándole a un paparazzi
cuando estacionamos.
—Mierda —maldijo Stephan—. Desearía tener la puerta de la
cochera automatizada como la tuya. Iríamos directamente a la mía, y
podrías solo saltar la valla trasera hacia tu patio. No deberías tener que
lidiar con ese desastre.
Suspiré. —Mi seguridad tendría un ataque si voy a algún sitio antes
de que haya sido comprobado, incluso tu cochera.
—Oh, sí —dijo—. Han estado dándome el tratamiento real. ¿Sabías
que ahora también tengo un guardaespaldas cuando salgo?
No lo sabía. Me le quedé mirando, pasmada. Había estado tan
distraída últimamente. Pero al instante sentí una ola de alivio, y la
sensación más cálida en mi pecho. Amaba a ese hombre loco. Demasiado.
Estacionó en su entrada y le dimos a la seguridad bastante tiempo
para flanquear el auto antes de salir. Stephan y yo compartimos una
mirada antes de salir del auto. La mirada decía: “Esto es una locura”.
Por lo menos James había terminado de gritarle al fotógrafo cuando
nos acercamos a la casa. Me vio y caminó hacia nosotros. Clark bloqueaba
al paparazzi muy hábilmente. Tan bien, de hecho, que ni siquiera podía
ver al hombre.
James me tomó del brazo, su rostro se hallaba tenso con molestia.
Asintió a Paterson para que avanzara dentro de mi casa. Un
guardaespaldas que ni siquiera reconocí ya iba a la casa de Stephan.
Esperamos afuera mientras Paterson buscaba en el primer cuarto.
—¡Bianca! ¿Cómo se siente estar viviendo con una estrella porno?
¿Cuándo planean lanzar su propio video? —gritó el paparazzi fuertemente
a nuestras espaldas.
Me volví hacia James antes que el hombre hubiera siquiera
terminado de gritar. Se puso tenso, y supe lo que quería hacer. Arrojé los
brazos alrededor de su cuello. Me abrazó alrededor de las costillas, pero su
cabeza se volvió en la dirección del repugnante hombre.
—Vamos adentro. ¡Alguien abra la puerta! —dije fuerte.
—¿También te gusta ser azotada, Bianca? ¡Te azotaré en cualquier
momento que quieras! —gritó el tonto hombre.
Mi abrazo se convirtió en un agarre de muerte. James tendría que
llevarme con él si iba tras el hombre. Le envié una mirada feroz a nuestra
seguridad, quienes me parecían inútiles en ese momento.
—¡Si James golpea a ese tipo, los voy a despedir a todos! —les grité—
. ¡Hágannos entrar, o saquen a ese hombre de aquí!
Al fin, por suerte, entramos en la casa. James terminó llevándome
cargada adentro, ya que no lo soltaba.
No me di cuenta que Stephan no venía con nosotros hasta que solté
a James. Eché un vistazo alrededor.
James seguía furioso, pero sonaba más tranquilo de lo que lucía
cuando habló—: Me detuviste, pero solo eres una, y yo no era el único
irritado.
Salí por la puerta antes de que James viera mi intención. Me atrapó
justo afuera, sus brazos se envolvieron al alrededor de mis hombros. Sin
embargo, no hubo necesidad.
Stephan y Clark caminaban hacia nosotros, sonriendo satisfechos.
—¿Qué sucedió? —le pregunté a Stephan. No había señal del
fotógrafo.
Se encogió de hombros. —Fui a darle una mano a Clark con ese
imbécil; pero lo tenía manejado.
Todos miramos a Clark.
Quien encogió de hombros. —Solo le expliqué algunas cosas y se
marchó. Algún otro paparazzi podría venir aquí, pero ese tipo no volverá.
—¿Qué le dijiste? —pregunté, más que curiosa. Aquellos fotógrafos
eran difíciles de sacarse de encima.
Clark se rio. Tenía una bonita risa. —Solo le expliqué que lo que le
haría, si no se marchaba, le afectaría por el resto de su vida, mientras que
yo solo cumpliría condena por cinco o diez años. Y le expliqué que los
millones de dólares que estarían esperándome en el otro lado de esos cinco
a diez años, combinados con el humor en el que me puso, harían que
hacerlo valga mucho más la pena para mí. Y puf, simplemente desapareció
después de eso. —Hizo un gesto con las manos mientras hablaba.
Nos reímos, y la tensión que el horrible hombre creó se desvaneció
así como así. No me di cuenta que Clark era tan gracioso. Por lo general
era tan serio; pero sonreía libremente ahora. Tal vez Stephan y yo
comenzábamos a caerle bien.
La casa fue aprobada, y llegamos a mi habitación sin ningún
incidente más.
—Estoy sorprendida que fueras capaz de venir a Las Vegas tan
rápidamente —le dije a James mientras nos desvestíamos en mi armario—.
¿Las cosas marchan sin contratiempos en Nueva York?
—Las cosas van bien. No obstante, habría venido incluso si no lo
estuvieran.
Lo miré.
Me dio una sonrisa triste. —Ya no puedo dormir sin ti, amor. Y dejar
que te quedes aquí, en esta casa, donde ese hombre te atacó, bueno, no
puedo hacerlo de nuevo.
—Hay un equipo entero de seguridad en la casa.
Se encogió de hombros. —Me dije a mí mismo eso, e incluso pasé un
fin de semana dejándote quedar aquí sin mí, pero conozco mis propios
límites, y simplemente no puedo hacerlo de nuevo, no después que mató a
esa mujer.
—Tal vez deberíamos quedarnos en tu casa, al menos hasta que sea
atrapado. Me pregunto si podríamos convencer a Stephan para que se
quede con nosotros. Me sentiría…
Me empujó contra la pared del armario, enredándonos a ambos en
las ropas. Me besó. —Gracias. Me encargaré de Stephan. Podemos dormir
una siesta aquí, e ir a mi casa esta noche, después que tengas una
reunión con Danika. Necesita tu aprobación para algunas cosas, y se
encuentra en la ciudad por hoy.
Tomamos una siesta de tres horas, despertamos cuando quisimos.
Entre el sexo en la ducha, y James practicándome sexo oral en el armario
mientras trataba de elegir mi ropa, pasó casi una hora después que
despertamos antes de que estuviéramos listos para ir al casino por
negocios.
Usé una falda de tubo de colores azul marino y negro. Lo combiné
con una blusa suelta de seda azul intenso con mangas tres cuartos. No
sabía lo que Jackie pensaría del conjunto, pero ella no había combinado
mi ropa en este armario, y me gustaba.
Después que hice un trabajo rápido con mi cabello y maquillaje, me
puse unos tacones blancos y observé a James terminar de prepararse.
Terminé primera por una vez, y era un espectáculo que valía la pena
mirar.
Se abotonaba los pantalones mientras yo permanecía sentada en el
borde de la cama, mis ojos se encontraban pegados a sus manos. Arqueó
una ceja y se puso una camisa de vestir blanca.
—¿Disfrutando el espectáculo? —preguntó a medida que se
abotonaba la camisa.
Asentí.
Sonrió. —Siento que debería estar bailando para ti. Tienes un brillo
inconfundible en los ojos, Bianca. No soy un pedazo de carne, ya sabes.
Solo sonreí en respuesta, observando cada uno de sus movimientos.
Se metió la camisa en los pantalones y se colocó un chaleco gris
oscuro que combinaba con los pantalones. Enrolló una corbata amarilla
alrededor de su cuello, sus dedos habilidosos haciendo un trabajo rápido,
antes que se abotonara el chaleco hecho a medida.
—Amo tus manos —le dije.
—Vamos a llegar tarde —murmuró.
Dejé que mis ojos le mostraran lo mucho que no me importaba.
Pasó otra media hora antes de que saliéramos por la puerta
principal.
James me acompañó a la galería antes de ir a su oficina a hacer un
poco de papeleo. Saludó a Danika con una sonrisa.
—Solo ven a mi oficina cuando termines —me dijo James—. Blake o
Danika pueden mostrarte dónde es. —Me dio un beso cariñoso en la frente
antes de seguir en marcha.
Danika lo observó irse. Me sonrió. —Es tan diferente contigo. Es algo
adorable de ver.
Le devolví la sonrisa.
Danika vestía un traje femenino muy moderno, con pantalones
cortos gris pizarra plisados, una holgada camisa masculina blanca que
tenía un cinturón al medio. Lucía delicada y encantadora. Pensé que era la
mujer más elegante que conocí en mi vida. Su cabello se encontraba
partido a la mitad y mientras se agachaba para mostrarme algunos de los
detalles de sus planes, cayó en su rostro como una cortina de seda negra.
Me pregunté de nuevo que sucedió entre ella y Tristan, pero desestimé
esas reflexiones sin sentido. Teníamos mucho trabajo que hacer, y
difícilmente podría preguntarle.
Trabajábamos bien juntas. Danika nunca fue insistente; pero al fin
consiguió que fijara una fecha para la exposición. La programamos para el
primer viernes después que la licencia comenzara. James estaría
extasiado. Me sentía nerviosa; tan nerviosa que me dieron náuseas de solo
pensarlo.
—¿Tienes otros grandes planes para después de tomar tu licencia?
Sonreí, recordando nuestros planes. Eso era algo que podría
animarme mucho. —James y yo vamos a ir a Japón.
Levantó sus elegantes cejas con sorpresa. —Bueno, eso es
emocionante. Mi madre era mitad japonesa. No la conocí bien, pero
siempre he tenido fascinación por esa cultura.
Sonreí. —No tengo parientes allí, pero también siempre he estado
interesada en la cultura. Vamos allí porque James dijo que escogiera un
lugar en el mapamundi, y supe donde quería ir.
Me devolvió la sonrisa, inclinando la cabeza. —Bueno, que se
diviertan. Apuesto a que los locales van a encontrarlos interesantes y
divertidos.
Reí a carcajadas. —¿Sí, verdad? Supongo que no pasaremos
desapercibidos.
Frunció los labios. —¿Alguna vez lo hacen? No veo muchas parejas
de supermodelos caminando por ahí juntos.
Arrugué la nariz. —James es el supermodelo.
Su adorable ceja se arrugó en consternación. —Así que es así, ¿eh?
Vas a necesitar trabajar en tu autoestima para estar con un hombre como
ese, chica, de otro modo podría ser el fin de ustedes dos.
Parpadeé en su dirección. Su tono fue suave pero firme, así que no
lo tomé como ofensa. Solo no concordaba. —No tengo baja autoestima.
Solo sé que no pertenezco a esa liga.
Sacudió la cabeza de modo terco, su sedoso cabello negro se
balanceó a lo largo de sus hombros con el movimiento, sus labios bien
definidos se fruncieron. —Eso es ridículo. Contesta una pregunta. ¿Alguna
vez se te ha acercado un representante de modelos?
Me sonrojé. —No alguien serio. Un par de personas han dicho algo;
pero sabía que solo trataban de timarme.
Me dio una sonrisa simpática. —En serio, como alguien quien tiene
un verdadero flechazo hetero por ti, necesitas trabajar en tu autoestima.
Eres bellísima, necesitas reconocer el hecho y superarlo.
La conversación entera me ponía incómoda. —Oh, gracias.
¿Entonces tenemos algún otro detalle que revisar para la exposición?
Suspiró y sacudió la cabeza. —No. Vamos a encontrar a Frankie y
conseguir algo de comer. No puedo volver a la ciudad y no verla. Me
mataría.
Tuvimos un improvisado almuerzo de chicas. No tenía la seguridad
si era un almuerzo tardío o una cena temprana.
Frankie me saludó con un abrazo, un beso en la mejilla y una gran
sonrisa. Usaba su típica camisa corta con pantaloncillos extremadamente
pequeños, mostrando sus innumerables tatuajes.
—Acabo de hablar con James —nos contó—. Necesita trabajar por
un par de horas y me dijo que te mantuviera entretenida. Inocente. —Se
frotó las manos como una caricatura malvada—. Tengo planes.
Danika se rio profusamente. —Oh, chico. Está en problemas, ¿eh?
Frankie asintió. Traté de seguir la extraña conversación.
—Primero comamos —nos dijo.
Fuimos al restaurante mexicano del casino. Ordenamos y
comenzamos a comer papitas y salsa.
—¿Te importa si traigo a Tristan a la exposición de Bianca en la
galería? —le preguntó Frankie a Danika, estudiándola de cerca.
Danika no dudó. —¿Por qué me importaría? Trae a quien sea que
quieras.
—Bueno, sé que no le hablas…
—Eso no es cierto. Él y yo no tenemos absolutamente nada que
hablar, pero no estoy evitándolo.
Frankie asintió. —Bien. Porque tengo una alfombra roja para mi
programa. Es la siguiente semana, en la ciudad y quiero que vengas.
Estaba preocupada porque no vinieras, ya que Tristan estará allí; pero
ahora no puedes usarlo como excusa.
Danika solo se encogió de hombros. —Si me quieres allí, ahí estaré.
Tristan y yo simplemente permaneceremos lejos del otro.
Frankie suspiró. —Solían ser mejores amigos. Desearía que al menos
comenzaran a hablar de nuevo.
Danika le dio una mirada severa. —No te entrometas, Frankie.
Confía en mí cuando digo que no quieres presionar el problema. Puedo ser
cortés, pero nunca seremos íntimos de nuevo. Somos malos para el otro,
incluso como amigos. Cosas malas suceden cuando nos juntamos.
—Te sentirías mejor si lo perdonaras…
—Lo perdoné. Pasamos por todo eso cuando él iba a rehabilitación.
Lo superé, pero perdonar no significa que me sienta dispuesta a cometer
todos los mismos estúpidos errores otra vez.
—Sabes que está enamorado de ti, ¿cierto?
Danika se rio, fue un sonido resentido. —Por favor. No me hagas
reír. Ese hombre es incapaz de eso. Ahora déjalo ya, Frankie, antes que me
vaya.
Frankie levantó las manos en derrota, su boca se torció. —De
acuerdo, de acuerdo, lo siento. Considéralo terminado.
La comida llegó y las dos mujeres pretendieron que toda la
interacción incómoda nunca sucedió.
Seguí el ejemplo, aunque sentía muchísima curiosidad sobre lo que
sucedió entre Danika y Tristan.
Sr. Indignado
Traducido por Vane hearts
Corregido por Laurita PI

Nos atiborramos de enchiladas de queso y chiles rellenos. Me sentía


demasiado llena cuando terminé; pero encontré mi nuevo restaurante
favorito de comida deliciosa.
La comida transcurrió sin problemas después de su pequeño
enfrentamiento, y las mujeres rieron y bromearon como viejas amigas.
Terminábamos nuestra comida cuando Frankie me miró con una sonrisa
maliciosa, frotándose las manos.
—¿Cómo te sientes acerca marcarte a James sobre tu cuerpo? Algo
pequeño. Él lo hizo por ti. ¿No quieres devolver el favor?
Debería haber sabido que era lo que había estado conspirando. Era
una artista del tatuaje, después de todo. Consideré la idea, no
descartándola de plano. Encontraba nuevas maneras de sorprenderme a
mí misma todos los días. —¿Qué tenías en mente? —pregunté con cautela.
Hizo un gesto para que Danika saliera de su asiento. —¿Puedes
prestarme tu espalda por un momento, Danika? —preguntó alegremente.
Ésta simplemente se levantó y se dio la vuelta como si hicieran eso
todos los días.
Frankie hizo un círculo en el omóplato de la otra mujer. —James.
Aquí. Idéntico tamaño, color y estilo que el Bianca en su pecho. ¿Qué
piensas?
Me sorprendí al encontrarme excitada ante la idea. Sabía que James
hizo algo tan extremo para demostrarme algo, lo mismo que parecía
necesitar que yo le probara. Tomé una respiración profunda. —¿Del mismo
tamaño que el de él? —pregunté.
Frankie gritó, sintiendo la victoria. —Sí, pero en tu espalda. Conozco
a James lo suficientemente bien como para saber que no le gustaría un
tatuaje en las tetas. ¡Hagámoslo!
Frankie tuvo que tener una breve pero firme conversación con los
camarógrafos y con el productor que grababan su programa de
telerrealidad. No iban a grabar este tatuaje.
Blake insistió en inspeccionar el establecimiento; pero me sorprendió
cuando no trató de entrometerse cuando vio lo que obviamente hacíamos.
Simplemente se quedó fuera del área con cortinas y me esperó.
En un tiempo sorprendentemente corto, me encontré tumbada boca
abajo en la mesa de Frankie, con mi blusa de seda levantada por encima
del hombro y mi sostén desabrochado. La posición presionó con fuerza mis
pezones recientemente perforados; pero no me quejé. Imaginé que ni
siquiera sentiría ese dolor cuando comenzara con la aguja.
—James me va a matar —murmuró Frankie mientras trazaba el
patrón en mi espalda—. Va a estar enojado conmigo por un tiempo solo
por ver y tocar esta gran parte de tu piel.
Danika reía mientras observaba, una clara cómplice en el crimen.
—¿En serio? —le pregunté a Frankie, sin tener la certeza si lo decía
en serio.
—Oh, sí.
—¿Por qué?
—Te tiene atrapada, Bianca. Eso es una mierda muy seria para él.
Es posesivo como el infierno sobre cada centímetro de ti.
—Pero es para un tatuaje. Sé que se pondrá irritable acerca de eso
en un primer momento; pero ponerse posesivo porque me toques el
omóplato parece tan poco razonable.
Ella rio. —Si piensas que hay algo razonable sobre un Dom, has sido
mal informada, mi amiga. Va a estar indignado por esto, pero lo superará,
y sé que con el tiempo le encantará tener su nombre en ti.
Suspiré, pensando que era probable que tuviera razón.
El tatuaje fue un proceso más corto de lo que pensé que sería,
aunque era un tatuaje pequeño.
Picaba, pero el dolor no era en absoluto tan malo como había oído.
Después de que trabajó en la zona durante unos pocos minutos, todo se
convirtió en una especie de aguijón punzante, y para el final, hasta me
gustó la sensación. Entendí un poco por qué algunos de mis amigos
pensaban que los tatuajes eran adictivos.
Frankie me lo mostró cuando terminó, y me sentí un poco
emocionada cuando vi su nombre en mi piel. Podría acostumbrarme a esto,
pensé. Lo cual era bueno, porque era permanente.
Extendió gel en la zona y lo cubrió con una pequeña lámina de
plástico.
—Quédate sin camisa lo máximo que puedas en casa. Deja que se
aireé. Un premio de consolación para James, supongo. Tienes unos
fabulosos pechos.
Le envié un vistazo. Nunca había visto mis pechos, pero, oh, bueno,
lo tomaría como un cumplido.
Agarró su pequeño bolso, sonriéndonos. —Saldré rápidamente de
aquí. No querrá verme por unos días, así que me esfumaré. Nos vemos en
la alfombra roja para mi programa.
—¡Cobarde! —gritó Danika mientras salía con rapidez.
Danika me acompañó por el casino y las oficinas ejecutivas, Blake y
Henry nos seguían en silencio. Tuve que detenerme y mirar cuando
pasamos por uno de los auditorios del hotel. Tenía un cartel gigante
expuesto sobre lo que el teatro presentaba, que era una larga línea de
coristas, dando patadas altas en el aire, mostrando todos sus atributos, y
justo en el centro de la imagen, con el brazo alrededor de dos de las
coristas, se encontraba un sonriente James.
Danika sacudió la cabeza cuando lo vio. —Si te hace sentir mejor,
fue tomada hace años.
Me encogí de hombros; pero no podía dejar de preguntarme con
cuántas de las mujeres en esa línea de coro durmió.
—Parece que hay un montón de cosas que hizo años atrás que
siguen apareciendo —dije con tono neutro. Sin embargo, no me sentía
neutral.
Hizo una mueca. —La cinta de sexo... oí sobre eso. Y justo cuando
está sentando cabeza. La vida es así de divertida, haciéndonos pagar por
los mismos errores estúpidos, incluso después de que hemos aprendido de
ellos a fondo.
Eso sonaba como una declaración sincera. La estudié, aún muriendo
por saber qué sucedió entre ella y el endemoniadamente atractivo Tristan.
Sin embargo, no fisgonearía. Tal vez conseguiríamos tener más
posibilidades para pasar el rato, y algún día me contaría sobre ello.
Danika me acompañó a la recepción de la oficina antes de
despedirse. Programamos una nueva reunión para la semana siguiente.
Recorrería toda la distancia de vuelta hacia Las Vegas solo para
encontrarse conmigo de nuevo, pero no parecía importarle.
La recepción me llevó de inmediato a la oficina de James, pero vi que
estaba ocupado en el teléfono cuando entré. Blake solo me siguió hasta la
puerta. No parecía tener que inspeccionar la oficina, con James ya allí.
Me senté en la silla directamente frente a su escritorio, cruzando las
piernas y observándolo. Me hallaba indecisa sobre cuando decirle sobre el
tatuaje. ¿Debía dejar que lo descubra por su cuenta? Lo más probable era
que si lo hiciera de esa manera, nos encontraríamos a punto de tener sexo,
y tenía que estar en un mejor estado de ánimo al respecto...
James levantó la mirada, con el teléfono pegado a la oreja. Sus ojos
cambiaron cuando me vio, pasando del tipo empresarial y serio a ardiente
entre un parpadeo y el siguiente. Adoraba poder poner esa mirada en sus
ojos solo por estar allí.
Levantó un dedo para mostrar que solo hablaría un minuto más.
Asentí, observándolo. La vista nunca se hacía vieja.
Colgó el teléfono y me sonrió. —Iremos a mi casa desde aquí.
Stephan está fuera pero dice que nos encontrará allí esta noche. No le
importa quedarse con nosotros hasta que el peligro pase.
Me sentí aliviada, aunque en verdad no pensé que Stephan se
hiciera de rogar.
El tema del tatuaje no surgió, o más bien, no tuve el valor suficiente
para tocar el tema, hasta que lo encontrara por sí mismo esa noche.
Frankie predijo su reacción bien. Estaba completamente indignado.
Se encontraba a mi espalda, sacando mi camisa cuando lo vio.
Sabía lo que venía, y por eso me tensé justo antes de que lo hiciera.
Sus ojos se clavaron en mi espalda durante un largo rato antes de
que comenzara a maldecir, de manera sucinta y con fluidez. Terminó su
perorata con un apasionado—: Voy a matarla.
—Dijo que dirías eso —dije.
Eso solo lo hizo maldecir aún más. —No puedo creer que no lo vi
venir, cuando me llamó diciendo que tenían un día de chicas y que debería
seguir trabajando. Sabía que quería poner sus manos en ti.
Le lancé una mirada exasperada. —¿De verdad crees que hizo todo
esto solo para poder tocarme muy brevemente? Fue completamente
profesional, James.
—Debería haber sabido que trataría esto; pero no puedo creer que
accediste a ello. ¿Que estabas pensando?
—Hiciste lo mismo por mí, para demostrarme algo. Querías que vea
que realmente eras leal a mí, y que querías un compromiso a largo plazo.
Trataba de hacer lo mismo para ti. Quería que veas que estoy igual de
comprometida. No es algo que debería darte celos. Grabé tu nombre en mi
hombro, y lo único que puedes hacer es ponerte celoso porque alguien más
sostenía la aguja. No hice esto porque Frankie quería que lo hiciera. Lo
hice por ti. Nos pertenecemos, James, y ahora ambos tenemos tinta para
probarlo. Pensé que te gustaría ver tu nombre en mí.
En términos de apaciguar su ira, funcionó como un encanto. Se
presionó con fuerza contra mi espalda, murmurando en mi oído—: Me
encanta verlo en ti. ¿Cómo podría estar alguna vez enfadado cuando me
dices cosas tan maravillosas? Así que dime, Bianca, ¿cuán comprometida
estás? ¿Lo suficiente comprometida como para llevar mi nombre y usar mi
anillo? ¿Lo suficientemente comprometida para gustarte el sonido de
Bianca Cavendish?
Mi corazón trató de salirse de mi pecho a golpes. Porque sabía que
en realidad no bromeaba; aunque su tono era ligero. Y debido a que ya no
me hacía querer entrar en pánico el oírle decir una cosa así. Ahora una
imagen comenzaba a formarse en mi mente de algo real y sustentable para
nosotros. Tal vez lo que le pasó a mi madre no arruinó para siempre toda
posibilidad de mi propio final feliz. El pensamiento era alentador y
aterrador a la vez.
James no esperó a que respondiera. Me conocía demasiado bien.
Me besó en el cuello. —Comienza a acostumbrarte a la idea, amor, y
trata de no enredarte cuestionándote. Y trata de recordar que estoy
locamente enamorado de ti, y que nunca siquiera he estado cerca de decir
esas palabras a otra persona.
—También te amo —susurré, amándolo más en ese momento de lo
que pensé siquiera posible. ¿Cómo podría haber imaginado que el Señor
Hermoso podría ser tan increíblemente sensible a mis necesidades? Era
como si me conociera de siempre.
Si me sorprendió lo rápido que dejó el tema del tatuaje conmigo, no
me sorprendió cómo no dejó pasar el tema con Frankie. Incluso una
semana más tarde, en la alfombra roja de su programa en las Vegas Strip,
James la ignoró.
James llevaba un esmoquin negro con una camisa negra y corbata
de lazo blanca. Era hecho a medida, muy a la vanguardia de la moda, muy
supermodelo James.
Yo llevaba un vestido blanco con detalles en plata. Era lo bastante
corto como para ser adecuado para Las Vegas, se ataba al cuello y
pensaba que era favorecedor, aunque la parte de atrás era lo
suficientemente alta como para cubrir mi nuevo tatuaje. A diferencia de
James, no trataba de presumirlo al mundo de buenas a primeras.
Brillantes tacones rojos arrasaron con toda la inocencia del color del
vestido, y James lució un poco estupefacto cuando salí del vestidor con el
sexy atuendo. La expresión de su rostro me dijo que elegí a la perfección.
El estado de ánimo de esta alfombra roja era en realidad un
ambiente de diversión, en contraposición a la tensa a la que asistí antes.
Las personas se vistieron con elegancia; pero era más atractiva Las Vegas
vestida de gala que un aburrido salón de baile. Incluso Frankie decidió
renunciar a su estilo habitual de camiseta corta y pantalones cortos y
llevar un pequeño vestido rojo que lucía pecaminoso.
Era la noche de Frankie, y fue lo suficientemente considerada para
extender una invitación a Stephan y Javier. James les compró sus propios
esmóquines a medida, y los dos hombres tenían una sonrisa de oreja a
oreja mientras todos caminamos juntos por la alfombra roja.
Frankie corrió a abrazar a un rígido James en cuanto nos vio en el
evento.
—¿Al menos hablarás conmigo sobre ello? No puedes rechazarme
para siempre, James —le dijo en la mejilla.
—Oh, vamos a hablar —le dijo ominosamente.
Ella se limitó a sonreír, pareciendo tomar esto como una buena
señal.
Saludó a Stephan y Javier como si fueran viejos amigos, antes de
pasar a mí. De manera intencional no trató de abrazarme, simplemente se
dobló por la cintura para darme una alegre inclinación. —Bianca, la
domadora de leones —dijo, sonriendo a James.
Puse una mano en de éste, deseando que lo dejara pasar. Pero
James era James, y lo haría su propio ritmo.
Frankie parecía conocerlo lo suficiente como para ver eso, y le dio
espacio.
Después nos encontramos con Tristan. Lucía elegante con un
esmoquin negro mientras posaba para una de las sesiones de fotos. Los
fotógrafos parecían estar en un frenesí para tomarle fotos. Le lancé a
James una mirada perpleja.
—¿Es famoso o algo así? —pregunté.
James sonrió y luego rio. —O algo así. Es la estrella principal en el
espectáculo de magia en la propiedad Cavendish, y es el cantante principal
de una banda que tuvo dos canciones exitosas el año pasado. No me pone
ni siquiera un poco triste que no seas una fanática.
Tristan se volvió hacia nosotros en el instante en que terminó con
las fotos. Sonrió con esa sonrisa traviesa de oreja a oreja cuando me vio.
Se movía como si fuera a abrazarme en el segundo en que se puso a
nuestro alcance, pero James se lo esperaba. Se movió en medio de
nosotros, agarrando al otro hombre en un abrazo de oso y diciendo algo
que no pude distinguir.
Tristan simplemente echó la cabeza hacia atrás y rio.
Los dos hombres eran de la misma altura, pero Tristan vencía a
James en corpulencia. Donde James era musculoso pero elegante, Tristán
parecía un jugador de fútbol americano vestido de traje.
James se alejó del otro hombre, y me movió de manera muy obvia a
su cuerpo, protegiéndome. Pensé que era ridículo, pero aun así me hizo
sonreír.
Le di a Tristan un pequeño saludo con la mano.
Éste inclinó hacia adelante en una reverencia atenta, pero sus ojos
malvados nunca dejaron mi rostro y su sonrisa no vaciló. Me mostró uno
de sus peligrosos hoyuelos.
—Por lo tanto, no puedo tocar —dijo con voz profunda y rica—.
¿Puedo al menos ver su tatuaje? He oído todo sobre él. Oí que su espalda
es bonita, al igual que el resto de ella.
Claramente provocaba a James, pero aun así consiguió que una risa
inesperada emergiera de mí. El hombre era escandaloso.
James estuvo de acuerdo conmigo, y no se sintió tan molesto con los
comentarios del otro hombre como pensé que estaría. —Bastardo
intolerable —murmuró, pero con un poco de calidez. Tal vez ser provocado
con tanta deliberación le hizo ver cuán demasiado posesivo era. O tal vez
los dos hombres eran mejores amigos de lo que me di cuenta. ¿Quién sabía
con el señor Hermoso?
Presentamos a Tristan con Stephan y Javier. Por supuesto, Stephan
sabía quién era. De los dos, era quien sabía más de los medios. No sabía
cómo estuve tan desorientada en cuanto a su identidad. Si era la estrella
principal en un espectáculo de Las Vegas, debe haber habido carteleras
suyas en todos lados. Hice una nota para mantenerme vigilante hacia sus
anuncios.
Mi sospecha de que James y Tristan eran en verdad amigos cercanos
se reafirmó ante la forma en que los dos hombres bromearon y, en
términos generales, se molestaron por unos sólidos veinte minutos en
medio del caos de la alfombra roja. Solo buenos amigos podrían darse
tantas pullas sin dar verdaderos golpes bajos. Tristan tenía que saber
acerca del vídeo sexual, todo el mundo parecía saberlo; pero nunca lo
mencionó. La mayoría de sus golpes involucraban hablar de lo bonito que
era James, lo que no molestaba a éste en absoluto.
Y James nunca mencionó a Danika, quien discerní de inmediato era
un propio punto de dolor para Tristan. La mayor parte de los golpes
dirigidos a Tristan eran comentarios acerca de “magos cantantes”, que sólo
parecían hacerlo sonreír.
En un momento, Tristán se pasó la mano por el cabello, después
comprobó deliberadamente su reloj, el que resultaba familiar. —¿Estás
cerca de terminar de acosarme, niño bonito? —preguntó.
James maldijo, y luego le tendió la mano. —Devuélveme mi reloj —
dijo.
Tristan agitó el reloj hacia él. —Es casi mi cumpleaños. ¿No
podemos estar a mano?
James sacudió la cabeza, sonriendo. —No me gustas tanto.
Tristan se lo devolvía cuando su expresión se paralizó, moviendo los
ojos para mirar algo detrás de nosotros. Algo crudo se situó detrás de esas
profundidades doradas que lucían increíblemente tristes para el
carismático hombre.
Miré detrás de nosotros.
Danika se acercaba. Nos miraba a nosotros, no a Tristan, pero lucía
diferente de lo que alguna vez la vi, más tensa, su cojera más pronunciada.
Si no supiera que estos dos tenían una historia, lo habría entendido
rápidamente por la forma en que cambiaron cuando estaban cerca del
otro.
Llevaba un largo vestido plateado que abrazaba su perfecta figura
como un guante. Su lacio cabello negro azulado estaba dividido en el
medio y colgaba por su espalda. El estilo sobrio y simple puso en
manifiesto la elegancia de su rostro, labios rosa, altos pómulos, y esos
impresionantes ojos gris pálido.
Danika se dirigió directamente a mí, dándome un beso en la mejilla.
No sonreía pero era educada de la cabeza a los pies. —Es lindo volver a
verte, Bianca.
Asintió hacia James, quien le presentó a Stephan y Javier.
—Hola, Danika —dijo Tristan con suavidad, después de que todas
las presentaciones se hicieron.
Asintió en su dirección en general, pero no lo miró. —Hola, Tristan.
—Es muy bueno verte —le dijo—. Te ves exquisita, como siempre.
Sonrió forzadamente. —Seguro —dijo.
Un hombre se le acercó por detrás, envolviendo una mano alrededor
de su cintura y sonriendo cálidamente. Era de mi estatura, con el cabello
castaño y una complexión ligera. Era guapo, de manera sosa, pero pensé
que complementaba bien a Danika. Hacían una pareja elegante.
Ella tocó su hombro ligeramente. —Todo el mundo, este es Andrew.
—Su novio —añadió Andrew.
Danika nos dedicó otra sonrisa forzada, luego le presentó al grupo.
Le di un rápido vistazo a Tristan, pero la forma en que miraba a
Danika era tan descarada y cruda que rápidamente desvié la mirada. Estar
cerca de los dos se sentía como oír la peor pelea de una pareja. Se sentía
como si todos deberíamos excusarnos y dejarlos solos para solucionar las
cosas, Andrew incluido.
Danika y Andrew se excusaron rápidamente y siguieron adelante.
De inmediato, Tristan siguió el ejemplo. —Si me disculpan, necesito
ir a golpear algo ahora, así no cedo al impulso de golpear a alguien. —Con
ese comentario dicho, se alejó.
—¿Lo tomo como que hay un problema entre Tristán y Andrew? —Lo
dije como una pregunta.
James se encogió de hombros. —No sé si se conocen desde antes.
Creo que es el problema que Tristan tendría con cualquier hombre con el
que Danika podría salir. Ha estado enamorado de ella desde que lo conocí.
Durante cinco años, al menos. Pobre bastardo.
Sr. Perturbado
Traducido por Mary Warner
Corregido por Laurita PI

James se quedó pegado a mi lado casi constantemente por toda una


semana. Si no me hallaba trabajando en un vuelo, él estaba allí, no podía
decir que molestaba, aunque empezaba a sospechar la razón.
Le aterrorizaba que viera su video con Jolene. No me pidió no verlo;
pero me conocía lo suficientemente bien para sospechar que querría
revisar qué era lo que todo el mundo estaba viendo.
Y así fue cómo no permanecí sola por casi una semana después de
que el video sexual salió a la luz. James trabajó mucho esa semana, pero
solo cuando me hallaba trabajando, o cuando alguien se quedaba
conmigo. Lana me llevó de compras; Stephan se sentó conmigo mientras
pintaba. Marnie y Judith viajaron a Nueva York para pasar la tarde
conmigo. Danika se apareció una tarde para observar mis proyectos
actuales. Tuve un constante bombardeo de amigos para hacerme
compañía si James tenía trabajo y yo no, y ni por un segundo pensaba que
eso fuera una coincidencia.
Me encontraba en el departamento de Nueva York, pintando, cuando
me di cuenta que en realidad me hallaba sola.
Miré la computadora en mi estudio pero continúe pintando. Pero
una vez que el pensamiento se me ocurrió, me fue difícil concentrarme en
algo más. Sabía que en algún momento lo vería, y parecía que lo mejor era
acabar con ello de una vez. Parecía que para este momento todo el mundo
ya había visto el video, y era mi amante devoto, así que ¿por qué yo no
debería verlo?
Me senté en la computadora e hice una búsqueda en línea antes de
que pudiera darle muchas vueltas. Escribí “Video sexual de James
Cavendish” en el buscador. Fue así de fácil.
Mis entrañas se anudaron dolorosamente desde el momento en que
arrastré el ratón sobre el botón de reproducir. Cada instinto que tenía me
decía que lo detuviera. Hay cosas que no puedes borrar, y ver a James
teniendo sexo con otra mujer, una mujer que conocía, una que me
disgustaba abiertamente, no podía ser algo saludable para nuestra
relación. Sin embargo, lo vi.
No fue grabada en ningún lugar que reconociera. Esperaba eso. Era
una pequeña habitación con una cama grande, y la cámara debe haber
estado escondida en algún lugar alto en la habitación, posicionada hacia
abajo en una esquina.
La pequeña habitación permaneció vacía por un largo momento
antes de que Jolene entrara y se arrodillara en el suelo delante de la cama.
Llevaba unas diminutas bragas negras transparentes que colgaban
en sus caderas y no cubrían nada. Reconocí la túnica, o al menos su
estilo. Se sintió como una bofetada en el rostro ver que me hizo usar algo
tan similar a lo que ella usó para él. No fue un buen comienzo, no es que
hubiera alguna forma de que el horrible video pudiera tener un buen
comienzo.
Se arrodilló allí, todos sus gloriosos atributos a la vista, sus pezones
perforados sobresalieron por un largo rato antes de que James se uniera a
la habitación. Alguien, o bien la persona que lanzó el video o la persona en
cuyo sitio lo veía, añadió pequeños comentarios sarcásticos al video.
Directamente debajo de Jolene: “LA JODIDA PERRA MÁS CALIENTE” fue
escrito en rosa chillón.
James se hallaba sin camisa, solo usaba pantalones desabotonados.
Su cuerpo era marcado y espectacular, aunque estaba un poco más
delgado en ese entonces, su cabello era un poco más largo, las hebras
rubias oscuras se encontraban atadas detrás de su rostro.
Su rostro era una máscara de fría indiferencia, solo su personalidad
dominante se hallaba presente. Le dijo algo y Jolene se agachó aún más.
No había audio, aparte de una particular y gráfica canción de rap acerca
de ser un proxeneta de fondo, por cortesía del editor de video.
La levantó del cabello y la guió la corta distancia hasta la cama.
Jolene mantuvo la mirada baja todo el tiempo.
La cama estaba diseñada vagamente como una versión más pequeña
de las camas que James tenía en sus casas, con una estructura fuerte y
un respaldar diseñado para el bondage. Esta cama tenía barras a lo largo
de la parte superior. James amarró sus brazos sobre su cabeza con
movimientos rápidos. No pude entender sus palabras, no hablaba mucho,
pero cuando lo hacía, Jolene se encogía de placer. Me recordaba a un gato
en celo, con la espalda arqueada y su dispuesto cuerpo respondiendo al de
James a cada momento. Odiaba verlo, pero no me detuve. Me sentí
obligada a terminarlo, una parte de mí tenía que ver si le mostró siquiera
un atisbo de la ternura que me mostraba en nuestros momentos de
pasión.
Se paró a su espalda una vez que estuvo asegurada. Se presionó en
su contra, y tuvo que inclinarse hacia adelante para decirle algo en la
oreja. Pensé mezquinamente que era demasiado pequeña para él. La gran
diferencia se veía ridícula. Apenas le llegaba al pecho.
Jolene se encogió y James se apartó. Salió de la habitación sin mirar
atrás, regresando después de un corto momento con un objeto aferrado en
una mano.
Era un látigo de nueve correas anudadas, con colas largas que
terminaban en pequeñas bolas de plata. Parecía brutal, y no era nada de lo
que jamás había usado en mí. Le dijo algo justo antes de comenzar a
golpearla.
Desde el primer golpe, la música en el video cambió a “Smack My
Bitch Up”. Quien sea que editó el video parecía haberse divertido.
La azotó completamente, sin mostrar piedad. Ella mantuvo la cabeza
inclinada hacia adelante, con la mirada baja todo el tiempo. Parecía ser
una persona diferente a la Jolene a la que tuve que enfrentarme.
Su cuerpo se retorcía, sus grandes pechos temblaban con cada golpe
duro. La carne de las nalgas y los muslos se encontraban surcada con
ronchas de color rosa para el momento en que James terminó.
Sentí como si lo viera en cámara lenta mientras dejó caer el fuete y
empezó a desabotonar sus pantalones. Mis manos se empuñaron, mis
uñas se enterraron en mis palmas. Me dolería ver esto. Sin embargo, no
podía apartar la mirada.
Liberó su erección.
“¡SANTA ENORME POLLA!” se desplazó a lo largo de la parte
inferior de la pantalla.
Desprecié con pasión a quien sea que editó la cosa.
Pensé que me enfermaría mientras se acariciaba a sí mismo, justo
detrás de ella.
Sacó un condón de su bolsillo, lo abrió y se lo colocó con suaves y
practicados movimientos.
Se posicionó detrás de Jolene, su enorme polla lucía aún más
grande contra su pequeña contextura. Sabía que era totalmente irracional,
pero Dios, la odiaba.
Me cubrí la boca con la mano mientras se introducía en Jolene.
Supe antes de reproducirlo que sería malo para mi corazón verlo, pero lo
volví a pensar.
La folló tan duro que debió doler, aunque supongo que ese era el
punto. Ella se estremeció cuando se vino, y James se salió de su interior,
aún duro, mientras esas olas de placer todavía sacudían su cuerpo.
La giró, y me di cuenta que tan insoportable como había sido de ver,
estaba a punto de volverse peor.
Empezó a alzar sus ojos hacia él mientras la penetraba, pero éste
dijo algo y los bajó de nuevo. Sentí el puño alrededor de mi corazón
aflojarse un poco. No existía contacto visual mientras bombeaba en su
interior desde ese ángulo. La folló duro hasta que la tuvo encogiéndose de
nuevo, y de nuevo.
Nuevas palabras aparecieron a lo largo de la pantalla: “RICO,
APUESTO, Y FOLLA COMO UNA MÁQUINA. ¿CÓMO NO AMARLO?”
De nuevo, tuve algunos asquerosos pensamientos sobre el editor.
Se salió de su interior brutalmente, y vi su polla dando espasmos
dentro de esa apretada goma con su propia liberación. Por desgracia, el
video era lo suficientemente bueno y pude distinguir cada detalle, incluso
la punta del condón lleno de semen.
Al menos no se vino en su interior. Y al menos usó condón. Sabía
que era ridículo sentirme posesiva de un cuerpo que ni siquiera conocía en
ese entonces, pero saberlo no cambiaba el sentimiento.
La dejó atada en la cama y salió de la habitación. Cuando regresó, se
hallaba completamente vestido con su traje.
No pareció que se dijeran otra palabra el uno al otro, y Jolene nunca
alzó la mirada mientras la desataba y la acostaba en la cama. Ésta acurró
su cuerpo alrededor de una almohada mientras James salía de la
habitación. Nunca miró hacia atrás.
Mi corazón latía con intensidad al tiempo que el video terminaba.
Dolió verlo, pero sentí que había aprendido algo importante. Era un hecho
que James fue un mujeriego antes de conocerme. A pesar de lo mucho que
las imágenes en el video me molestaron, no hubo un instante de su
interacción donde compartiera algo aparte de su cuerpo y su fría
dominación con ella. No hubo nada que pudiera llamar intimidad entre los
dos.
Me dijo una vez que el sexo era solo una función corporal para él
antes conocerme, y acababa de ver la prueba de ello. Sabía que era
perverso, pero me sentí enferma y aliviada al mismo tiempo.
Un movimiento por el rabillo del ojo me llamó la atención y me giré
para ver.
James se encontraba de pie en la puerta.
Su rostro se hallaba afligido, sus ojos desolados, mientras miraba a
la pantalla de la computadora. Me preguntaba cuánto tiempo había estado
allí, pero obviamente fue lo suficiente para ver lo que veía.
Demasiado tarde, cerré la ventana de ese horrible video.
Lo miré, pero no me miraba. Tenía los ojos vidriosos y sin ver,
todavía pegados a la computadora. Dio un paso atrás y cerró la puerta
detrás de sí, y me dejó sola en la habitación.
Me senté ahí por unos minutos, mi mente aún procesaba lo que vi.
Necesitaba un minuto para componerme antes de que pudiéramos hablar
sobre ello, si existía siquiera algo que decir.
Así que tuvo sexo con esa mujer horrible, quizás demasiadas veces
para contarlo. Verlo me dio, al menos, algo de claridad. James en su forma
más enojada, más fría y más furiosa, nunca fue conmigo como con Jolene.
Fueron un amo y una sumisa disfrutando, nada más.
Aunque no me di cuenta en el momento, James siempre fue
diferente conmigo. Mirando hacia atrás ahora, James me demostró una
profunda ternura y un amor que solo me pertenecía, desde nuestra
primera vez juntos. Me di cuenta que tenía que valorarlo más, porque era
el más precioso regalo que me hubiera permitido ver. Era mi amo, y yo era
su sumisa, pero nuestro amor lo volvió algo mucho más de lo que vi en el
video. Sí, James fue un hedonista y un mujeriego antes de que lo
conociera, pero descubrí ahora que fui su primera amante. Cambió sus
reglas por mí. Cedía ante mí constantemente. Debido a que me amaba.
Me senté y medité durante unos diez minutos antes de levantarme y
seguirlo.
Pensé que lo encontraría en nuestro dormitorio pero estaba vacío.
Encontré mi teléfono y lo llamé. No contestó. Revisé todo el gran
departamento en su busca, incluso me aventuré tentativamente al cuarto
piso en mis intentos de encontrarlo.
Al final resolví llamar a Blake.
—Señorita Karlsson —respondió con rapidez.
—Blake, ¿sabes dónde se encuentra James? ¿Dejó el departamento?
—Sí, señora. Se fue justo un par de minutos después que llegó.
—¿Sabes a dónde se fue?
—No.
—¿Puedes encontrarlo? —pregunté, empezando a entrar un poco en
pánico.
Quería verlo. No quería que pensara lo peor sobre mi reacción al ver
el video, cómo sabía que haría.
—Haré algunas llamadas, señorita Karlsson.
—Gracias —dije.
Colgó.
Llamó de nuevo diez minutos más tarde. —No pude localizarlo,
señorita Karlsson. Clark no contesta el teléfono, y es el único que está con
el señor Cavendish. La única respuesta que pude conseguir de los otros es
que se fue.
Sr. Excéntrico
Traducido por florbarbero
Corregido por Julie

Intenté esperarlo después de eso, pero estaba inquieta y preocupada.


No tenía ni idea de dónde podría haber ido. No sabía a donde iba si estaba
molesto. Eran solo las dos de la tarde. ¿Volvió al trabajo? No tenía ni idea.
Intenté esperar pacientemente a que regresara. Traté de pintar, pero
no salió bien. Traté de ver la televisión; pero me encontraba
irremediablemente distraída. Llamé a Stephan, quien se hallaba en Las
Vegas con Javier, pero no había tenido noticias de James. Le conté lo que
sucedió.
—¿Estás bien? —preguntó—. ¿Quieres hablar sobre ello?
Por supuesto, mis sentimientos serían su primera preocupación,
pensé.
—Estoy bien —le dije—. Apesta, pero no es como si James tuviera en
secreto su pasado. En todo caso, me hizo ver que lo que hizo con esas
otras mujeres no es lo mismo que lo que hacemos. Estoy preocupada por
él, no por mí. La mirada en sus ojos, Stephan... siento que le rompí el
corazón de nuevo. Tengo que encontrarlo.
No tenía idea a donde había ido James; pero Stephan hizo lo que
mejor hacía. Hablamos durante horas, sobre todo, pero especialmente de
James, y me sentí mejor cuando nos despedimos.
Esa buena sensación duró solo una hora, ya que todavía no tenía
ninguna señal de James. Eran casi las siete de la noche cuando me sentí
desesperada.
Llevaba un pequeño vestido. Era el tipo de atuendo que utilizaba en
la casa en la época más caliente del verano. Me tomé el tiempo para
ponerme un sujetador y hallar unos zapatos cómodos que coincidieran con
la mangas del vestido de color blanquecino. Llamé a Blake mientras
agarraba mi bolso. Me encontraba en la parte superior de la escalera
cuando respondió.
—Voy a salir —le dije antes de que pudiera decir una palabra.
—La veré en el ascensor.
Y ella estaba allí, como un rayo.
El resto de la seguridad nos esperaba en el vestíbulo. No habían
reemplazado a Johnny, y me parecía bien. Pensaba que, de todos modos,
si tantas personas no podían protegerme, era una causa perdida.
Nadie me preguntó a dónde íbamos hasta que todos estábamos en la
gran SUV negra que fue designada para mi uso.
—Al Hotel Cavendish —dije. Fue solo una conjetura de mi parte,
pero lo podía ver yendo a su oficina si estaba molesto.
Seguridad me acompañó a las suites de oficina, y pensé que debía
estar en lo cierto al ver a su recepcionista todavía en servicio. Ella asintió
cuando entré en su despacho, como si hubiera sido instruida para dejarme
entrar.
Nadie me siguió mientras abría la puerta tentativamente.
James se hallaba allí, sentado en su escritorio, mirando fijamente su
computadora, con la mano inmóvil en el ratón.
Entré y cerré la puerta suavemente detrás de mí. Me le acerqué; pero
no me miró.
Aun así, vi algo herido y vulnerable en sus ojos empañados mientras
me acercaba.
—James —dije en voz baja.
—Lo siento —dijo con voz entrecortada, apenas era un susurro—.
Parece que solo te decepciono. Si te hace sentir mejor, estoy empezando a
odiar al hombre que era antes de conocerte.
Le acaricié el cabello con la mano. —Por supuesto que no me hace
sentir mejor. Por lo que yo puedo decir, siempre has sido maravilloso,
incluso durante tus días de mujeriego.
—Siento que la vida era fácil antes de conocerte, porque no
importaba —dijo con voz áspera, apoyado en mi mano—. Nada importaba
antes de conocerte. Era un impostor, que se enfrentaba como si fuera un
juego. No sentía nada. Nada cambiaba realmente porque simplemente no
me importaba. Y ahora que sí importa, ahora todo importa, es mucho más
difícil, porque las cosas tienen peso, y mi vida tiene esencia. Puedes
lastimar algo con esencia. Me he vuelto vulnerable, cuando nada podría
haberme lastimado antes. Mis errores, incluso los del pasado, tendrán
consecuencias ahora.
Me moví hacia él, tirando de su cabeza a mi pecho. Me acarició con
la nariz allí, haciendo que me balanceé con la fuerza de su afecto. Besé la
cima de su cabeza confortablemente. —Lo entiendo, James. Luché con mis
sentimientos por ti durante tanto tiempo por esa razón. Significaba
dejarme expuesta a un dolor al que pensé era inmune, porque me hallaba
congelada a todo eso. Fue injusto contigo, e incluso con algunos de mis
amigos. Tenías razón cuando me dijiste que tengo espacio en mi corazón
para más que Stephan. Me conoces tan bien sin que tenga que decir las
palabras. Me sorprendes. Tal vez nos encontrábamos hechos el uno para el
otro. Me estás haciendo una creyente, mi amor.
Pasó los brazos alrededor de mí. —Siento que hayas tenido que ver
ese video, Bianca. He intentado tanto evitar que sea expuesto.
Me froté la mejilla contra su sedoso cabello. —No me hiciste verlo.
Asumo la responsabilidad por ello. Y aprendí algo importante. Me lastimó
verte con ella, pero creo que valió la pena, de alguna manera.
Se apartó lo suficiente como para darme una mirada genuinamente
desconcertada. —¡¿Por qué?! ¿Cómo?
Le di una sonrisita y un fuerte contacto de ojos. —Porque he
aprendido que es posible que hayas follado con un montón de mujeres,
James, pero yo soy tu primera amante.
—Sí —dijo con voz áspera, besándome como si me poseyera. Me
encantó ese beso, y sí, la propiedad.
—Eres tan diferente conmigo —le dije mientras se separaba el
tiempo suficiente para tirar de mí sobre su cuerpo. Quedé a horcajadas
sobre él en su silla—. Siempre lo has sido, desde el principio.
—Sí —murmuró, desabrochándose los pantalones para sacar esa
polla deliciosa. Ya estaba muy duro y listo, como siempre—. Te lo he dicho.
Es desafortunado que tengas que verme en mi peor momento para creerlo.
—Me arrancó la ropa interior mientras hablaba, por lo que las palabras
salieron duras y crudas.
Me empaló en su excitación con fuerza, sin revisar si me encontraba
lista; sin dejarme responder. No importaba. Me estremecí con el placer y el
dolor de su posesión.
No se movió una vez que me sentó en su empuñadura, sino que me
retuvo allí, mirándome con amor. Me encantaban tanto esos ojos.
Ahuequé su mejilla. —Eres tan diferente conmigo —repetí—. Nunca
me hiciste bajar la mirada; nunca me dejas mirar hacia otro lado. Nunca
te alejaste de mí.
Sacudió la cabeza. —Nunca.
—Me enamoré de tus ojos primero —dije, repitiendo las palabras que
dijo hace unas semanas, porque eran verdad, y porque éramos dos
mitades de un todo. Nos pertenecimos todo ese tiempo, fue tan inteligente
para saberlo de inmediato. Solía pensar que era una locura, pero ahora
empezaba a pensar que era pura brillantez—. Yo también lo veo, James.
Veo la otra mitad de mi alma en ti.
Se sacudió contra mí de repente, moliéndome contra él. Nunca
rompió el contacto visual a medida que entraba en mí.
Se corrió de inmediato, puso su frente en la mía y me dio una
sonrisa desaprobadora. —Eso fue embarazoso. Me siento como un
adolescente. Tendré que hacerte acabar.
Le sonreí, lejos de estar molesta por eso. Me encantaba afectarlo tan
poderosamente que perdiera el control de esa manera.
—No tengo ninguna duda de que lo harás —dije. Si llevamos la
cuenta de los orgasmos, estaba a la cabeza cuatro a uno, por lo menos. El
hombre siempre sabía qué hacer con mi cuerpo.
Deslizó una mano entre nuestros cuerpos, moviendo su dedo pulgar
en círculos suaves sobre mi clítoris, ondeando sus caderas para mover su
gruesa longitud dentro de mí con un movimiento adictivo.
—Tócame —dijo suavemente. Disfruté la oportunidad. Parecía que
era más a menudo que no solo fuera él quien tocara.
Le pasé las manos sobre el pecho y los hombros. Le tomé el rostro
entre las manos antes de dirigir mis dedos hambrientos a los botones de la
camisa. La desprendí torpemente, rompiendo algunos botones. Gemí
cuando su cuerpo estuvo lo suficiente descubierto para que lo recorriera
con las manos.
Me hizo correr así, ondeando las caderas y tocándome con su pulgar,
con su piel bajo mis manos. Fue una suave oleada de sensaciones.
Me agarró las caderas con firmeza y empujó más duro mientras aún
temblaba a su alrededor. Los fuertes empujes se convirtieron en duras
embestidas. Me apartó de su longitud antes de jalarme de nuevo sobre su
cuerpo. Lo que había comenzado suave, se convirtió en una cabalgata
deliciosamente fuerte mientras todavía me recuperaba del primer orgasmo.
Sus ojos se volvieron oscuros entre un empuje y el siguiente,
tomando un destello posesivo. Ni siquiera tenía que decir las palabras. Yo
sabía lo que quería. —Soy tuya, James. Tuya.
Esos ojos oscuros y empañados brillaron en mi dirección mientras
me hacía ir a ese fino borde otra vez. No se detuvo, siguió golpeando en mí
hasta que supe que estaría deliciosamente adolorida, guiándome desde
abajo, controlando los movimientos de mi cuerpo sin tener que pronunciar
una palabra. Me encantaba eso, poder exponerme a su control, y que por
lo menos aquí, de esta manera, siempre supiera lo que necesitaba.
Me corrí de nuevo y observó mis ojos mientras me deshacía antes de
que él se corriera con ese pequeño gemido áspero que me encantaba.
Salía de mi interior cuando se congeló. Sus ojos se dispararon a los
míos, preocupados. —Estás sangrando —me dijo.
Hice una mueca. —Aish. Estoy empezando mi periodo. Lo siento.
Creo que tal vez lo adelantamos.
Se rio, pareciendo aliviado. —Mientras no lo haya provocado yo. Y no
lo sientas. No me importa.
Empujó mis caderas hacia atrás contra el borde del escritorio,
alzando mi vestido. Traté de alejar sus manos.
Se rio de nuevo. —¿Aquí es donde se traza la línea? Nunca entenderé
por qué algunas cosas son más tabú que otras.
—Y eso es lo que te hace tan excéntrico, el hecho de que no ves la
diferencia.
Se encogió de hombros. Estaba en paz con la parte excéntrica. —
Alza la pierna. Déjame mirarte.
Alejé sus manos de nuevo, encogiéndome cuando vi la sangre en su
traje. —No quiero ni saber el precio del traje que acabamos de arruinar.
Se miró a sí mismo y se encogió de hombros. —No me importa un
carajo el traje. Me importa esa mirada escandalizada de tu rostro. Tienes
que darte cuenta de que es igual la sangre que el agua para mí.
—Literalmente —murmuré, todavía alejando sus manos.
—Sube el culo al escritorio —dijo con una sonrisa—. Quiero darte
sexo oral mientras enrojeces por ello.
Lo miré, dolorosamente avergonzada. La idea me congeló en mi sitio
con mortificación.
—Voy a hacerlo —me dijo con voz severa, aunque la sonrisa que
tocaba su boca lo arruinaba—. En el escritorio o en la ducha. Dejaré que
escojas.
—La ducha —dije rápidamente. Parecía mucho mejor. Al menos no
habría un desastre en la ducha.
Me llevó al cuarto de baño, nos desnudó a ambos y dejó la ropa en
montones desordenados en el suelo.
No perdió tiempo, me empujó contra la pared de azulejos y se colocó
de rodillas bajo el chorro caliente. Enterró el rostro en mi núcleo, tirando
de mi muslo por encima del hombro. Agarré su cabello, dejando que
soportara la mayor parte de mi peso mientras movía su asombrosa lengua.
Y si su lengua era asombrosa, sus dedos eran brillantes. Ambos se
movieron en mí, tocando diferentes nervios, haciéndome gemir, y me llevó
sobre el borde rápidamente. Perdí todo recuerdo de mi propia vergüenza
bajo su toque perfecto.
Se puso de pie, empujando con fuerza dentro de mí mientras se
enderezaba. Lloriqueé; las olas de placer que me atravesaron todavía
oscilaban deliciosamente. Me encontraba un poco adolorida, pero tal como
estaba, solo añadió placer.
Me besó con fuerza, metió la lengua en mi boca mientras conducía
su pene desenfrenado en mi núcleo. Me probé a mí misma, y a él, todo
mezclado con el sabor de sangre. Era diferente, pero no desagradable.
—Ves —dijo, conduciéndose en mí, golpeando contra la pared, mi
muslo colgaba de su brazo mientras empujaba—. Puedes venirte cuando
estás sangrando. No apagas mágicamente el botón del orgasmo.
Traté de darle una mirada exasperada, pero era difícil de manejar
cuando me follaba hasta dejarme sin sentido. —Yo-yo no... mmm... creo...
que es...
—Tu cuerpo me pertenece, Bianca, no importa el jodido momento del
mes —gruñó. Solo James podía encontrar una manera de usar mi periodo
como una forma de mostrar su poder. Fue mi último pensamiento antes de
que me dejara sin ellos, y me viniera de nuevo, jadeando en su boca.
Siguió embistiendo, finalmente arqueándose, empujándome hacia arriba
con el movimiento mientras llegaba a fondo. Gruñó y se estremeció contra
mí, deslizando su mano en mi cabello mientras me dejaba ver lo que le
hacía su placer a través de sus profundos ojos color turquesa. Amé cada
segundo.
Nos secamos y vestimos antes de que me hablara de nuevo, de
espaldas a mí.
—Creo que he ganado mis alas rojas. —Había una sonrisa en su voz.
Me sonrojé hasta los dedos de los pies.
Sr. Domesticado
Traducido por florbarbero, NnancyC & Jeyly Carstairs
Corregido por Laurita PI

El asunto del vídeo sexual todavía permanecía en el tope de los


titulares, pero en lo que se refería a James y a mí, era una noticia vieja.
Habíamos seguido adelante. Lo tomé como una señal alentadora.
Estábamos bien juntos. Hablamos y arreglamos las cosas, en lugar de
sacarlo a colación una y otra vez, como parecían hacer tantas relaciones
tóxicas que había observado.
Ese viernes marcó nuestra última escala en Nueva York. La
tripulación quería salir, por supuesto; pero James quería tener un
almuerzo tardío con sus amigos Parker y Sophia. No veía por qué no
podríamos hacer ambas cosas.
Sophia nos recibió en la puerta de su departamento de lujo,
mientras un niño se retorcía en sus brazos. Me pareció que era un niño,
aunque su cabello era algo largo, y su rostro tan bonito que era difícil
saberlo a primera vista.
James agarró al niño de sus brazos y lo subió sobre sus hombros sin
decir una palabra. —Éste es Elliot —me dijo con su sonrisa más
encantadora—. Elliot, ella es Bianca. Di gusto en conocerte, Bianca.
Sonreí hacia el niño bonito. Tenía el cabello negro como su padre,
pero con los rizos adorables de su madre, y ojos grises que me estudiaron
con atención. —Guto en conocete, Banca —dijo con una inclinación de
cabeza. Abrazó la cima de la cabeza de James, frotando la mejilla contra
ese cabello dorado oscuro—. Te estrañé, Jamesh.
James levantó una mano e hizo cosquillas en la rodilla del niño
pequeño. Elliot se apretó contra James, disolviéndose en risas inevitables.
Parker cocinó para todos, lo que me pareció encantador. Sabía que
era importante en el mundo de los negocios, heredero de un lucrativo
imperio familiar; pero no lo sabrías por la forma en que cocinó y sirvió todo
para nosotros.
Era claro que él y Sofía se amaban con locura. Lo podía decir por la
forma en que se miraban entre sí. Actuaban como recién casados, a pesar
de que se encontraban unidos en matrimonio desde hacía años.
Nos quedamos por horas, hablando y jugando con Elliot. James era
maravilloso con él, rodando por la alfombra como si fuera un niño.
No era que no me gustasen los niños. Me parecía que Elliot era
demasiado lindo. Simplemente no pensaba que fuera adecuado para mí.
Tenía demasiados pensamientos oscuros y temores acerca de la vida, con
los que no creía que la gente normal lidiara, y no quería pasar mi equipaje
retorcido sobre otra generación.
Me gustaban mucho Parker y Sophia. Eran genuinamente
agradables, y en verdad parecían que se preocupaban por James. También
sentí particularmente alentador que la gente decente en su vida ahora
estuviera superando en número a las perras locas.
Sin embargo, estaba preocupada. Ver a James interactuar con Elliot
solo me dejó más claro que éste quería hijos propios.
—James, no estoy segura de que ser madre sea algo para lo que sea
apta…
Me atrajo hacia sí, tapándome la boca con la mano. Suavizó su
expresión al besar la cima de mi cabeza. Justo antes de abrir la puerta del
ascensor me murmuró al oído—: No importa, amor. Tenemos todo el
tiempo del mundo para decidir, y dejaré que la decisión sea solo tuya. No
puedo vivir sin ti. Eso es todo lo que tengo para decir al respecto.
Me hubiera gustado que fuera tan simple; pero obviamente quería
hijos. La idea de ser la única razón que le impedía ser padre me llenaba de
culpa. No sabía si podía ser tan egoísta.
La loca celebración en Red más tarde esa noche era justo lo que
necesitaba para sacarme de ese tipo de pensamiento. Todo el mundo
estaba de buen humor. Nuestra tripulación, excepto Melissa, se
encontraba allí para vernos a Stephan y a mí, ya que éramos los únicos
que tomábamos la licencia de inmediato, todos nos felicitaron y desearon
lo mejor, nos hicieron sentir bien en general, pero tristes por dejar a ese
divertido grupo de gente. Aún así, nada de eso me dio dudas. Sabía que lo
que hacía simplemente tenía más sentido para mí, considerando todas las
cosas.

***
El final de mi carrera como asistente de vuelo era extrañamente
anti-clímax. Trabajé por última vez el domingo, y el lunes, pasé de ser una
auxiliar de vuelo a tiempo completo para ser una aspirante a pintora a
tiempo completo. Fue abrumador; pero estimulante.
Stephan y Javier también terminaron tomando la licencia, gracias a
la rara oportunidad que recibían para abrir su propio bar en uno de los
casinos más de moda de la avenida principal. Tenían un montón de
trabajo por delante, pero no mucha gente conseguía el financiamiento que
ellos obtuvieron, sin hacer preguntas. Todos le agradecíamos a James por
hacer algo tan transformador para sus vidas.
Fuimos a Los Ángeles la noche antes de la muestra en la galería, nos
quedamos en el Resort Cavendish, que se encontraba convenientemente
ubicado al lado de la Galería Cavendish.
Tuve una vista previa de la galería esa noche, y me quedé
anonadada por las maravillas que Danika logró. Mis pinturas se exhibían
en su mejor forma, los marcos eran exquisitos, la iluminación en cada
habitación era simplemente perfecta, las pinturas se hallaban agrupadas
por color, expuestas para complementarse entre sí de la mejor manera
posible.
Danika nos dio un recorrido en la galería, todas las habitaciones
exhibían mis pinturas. Sentí la necesidad de abrazar a la mujer cuando
terminamos, agradecida e impresionada de lo que logró con mi trabajo.
Sentí una ansiedad nerviosa recorrerme ante el pensamiento del
evento, pero resultó ser una agradable velada. Ya había decidido que no
iba a leer ninguna de las críticas negativas sobre mis obras. Nadie era más
crítico de mi trabajo que yo, y sabía que solo causaría estragos en mi
creatividad el obsesionarse con lo negativo, así que disfruté del evento por
lo que era; una noche para conocer gente nueva, y una oportunidad de ver
algunas caras amigables.
Llevaba un vestido gris oscuro de tirantes al cuello que favorecía a
mi figura, y James llevaba un esmoquin a juego con una corbata celeste.
Se quedó a mi lado durante toda la noche, el perfecto acompañante
atento. Y por supuesto, el más caro “novio trofeo” en la faz de la tierra.
Incluso vendí algunos cuadros, lo que pensé sería muy poco
probable cuando vi cuales eran sus precios. Algunos de los más grandes se
vendieron por más de cincuenta mil dólares. Me sorprendió tanto que me
quedé un poco conmocionada cuando Danika me dio la noticia. Catalogó
cada pintura vendida por mí, diciéndome quién compró qué y por cuánto.
Me abrazó, radiante. Se había convertido en la más grande
partidaria de mi trabajo, y me sentía tan agradecida por ello. Era una
mujer responsable, y evidentemente una muy respetada y con influencia
en el mundo del arte. Tener a alguien así que respaldara mi trabajo con
tanta sinceridad era una inyección de confianza que necesitaba de una
manera muy fundamental en esta etapa de mi carrera. James y Stephan
eran fanáticos de mi trabajo, pero tener un soporte profesional, alguien
que no era mi mejor amigo o mi novio, fue una bendición que no iba a
olvidar pronto.
Algunas de las pinturas mucho más pequeñas se vendieron
alrededor de los diez mil dólares. Danika nos informó de esto con una
advertencia—: Esto es solo porque es tu primera exposición. En la
siguiente tu trabajo ganará etiquetas de precio más altos; lo garantizo. Vas
a ver los números al menos duplicar o triplicar lo que estamos viendo esta
noche. —Esto me dejó perpleja. Pensé que los precios eran exagerados por
esta...
Frankie estaba allí. Tenía a Tristan, y su novia, Estella, tras ella,
como amenazados. Recordé la descripción de Tristan sobre Estella como
una pequeña bola de fuego latina, y a los minutos de conocerla supe que
acertó. Tenía cabello negro, grueso y ondulado que le caía casi hasta la
cintura, un cuerpo de reloj de arena que no pasa desapercibido, y una
actitud descarada que era divertida, coqueta y exagerada. Ella y Frankie
tenían una química visible, compartiendo miradas y comentarios que
podrían haber hecho ruborizarse incluso a James.
Tristan, Frankie y Estella se llevaron bien con Stephan y Javier, y los
cinco pasaron buena parte de la noche platicando y riendo, haciendo todo
el evento más divertido.
Fuimos testigos uno de esos momentos volátiles cuando Danika y
Tristan compartían el mismo aire, solo de pasada, y fue tan intenso como
la primera vez que los vimos. James y yo compartimos una mirada cuando
Danika le dio un sereno y educado adiós. Por mucho que Danika quisiera
que fuera diferente, todavía existían fuertes sentimientos entre aquellos
dos. Pero el equipaje podría ser algo muy poderoso, y los sentimientos no
eran siempre suficientes.
Invité a mi medio hermano, Sven y su novia, Adele, y me sentía
halagada y satisfecha de que hubieran sido capaces de venir.
Adele lucía como una modelo, con la altura y constitución física
correcta, pero no era del tipo exageradamente hermosa. No era Lana. Era
del tipo con buena apariencia anodina que, probablemente, le consiguió
un montón de trabajo, ya que la hacía más versátil. Su cabello castaño
claro colgaba directamente en sus hombros, sus ojos eran de un agradable
color marrón suave.
Tenía una sonrisa dulce, y estaba muy presente, como si fuera feliz
de estar justo donde estaba. Me gustaba. Cuando Sven dijo que salía con
un modelo, me imaginé una del tipo con ojos inexpresivos y narcisista, y
Adele superó mis expectativas, injustas como podrían haber sido.
Blake y compañía no eran sombra de cada uno de mis pasos, ya que
la lista de invitados era muy exclusiva, y se hallaban vigilando las
entradas y salidas tenazmente. Me pareció que era agradable poder ir al
baño sin tener una sombra, aunque James hizo casi la misma cosa, me
acompañó por el pasillo hacia los baños de la galería, y me esperó con
diligencia en la sala de exposición más cercana.
Estaba terminando cuando la puerta del baño se abrió y cerró, y
luego se abrió de nuevo.
—¿Ahora me sigues? —preguntó una agitada voz femenina.
La reconocí al instante como Danika.
—Si esa es la única manera en que me vas a hablar, entonces sí —
respondió un hombre.
También reconocí esa voz profunda y áspera. Era Tristan.
—No tenemos nada de qué habl… —comenzó Danika.
—Todavía pienso en ti cada día —interrumpió Tristan con
severidad—. Vamos a hablar acerca de eso.
Me mantuve perfectamente inmóvil, ahora oficialmente escuchando
a escondidas desde el interior de un cubículo de baño.
—Oh, por favor. Llévate tu culpa y vete a la mierda, Tristan. No
quiero tener nada que ver con eso.
—No era de culpa de lo que hablaba —dijo con voz baja y en carne
viva—. Es en ti en lo que pienso. Siempre en ti.
Ella bufó de manera poco elegante. Era muy impropio de Danika. —
¡Por favor! Dejaste de tratar de llamarme hace años. No he sabido nada de
ti desde justo después de la rehabilitación, cuando te fuiste a tu gira de
arrepentimiento.
—No confiaba en mí mismo, Danika. Necesitaba mi sobriedad. No
soy nada sin eso, y eras un detonante precioso para mí. Esa mirada en tus
ojos después de todo lo que hice... La forma en que me miraste como si
fuera escoria, y saber que merecía toda tu antipatía. Sabía que si me
mirabas así de nuevo, tocaría fondo, y esta vez no tendría vuelta a atrás.
—Estoy con alguien, Tristan —dijo con brusquedad.
—¿Y si no lo estuvieras? ¿Estarías dispuesta a hablar conmigo… a
pasar tiempo conmigo, si no estuvieras con alguien?
—¡No! Cosas malas suceden cuando estamos juntos, Tristan. Tú y yo
no somos nada más que problemas. El tiempo no ha cambiado eso. Por
favor, mantente alejado de mí.
Oí el movimiento y luego el susurro agonizante de Tristan—: Danika,
lo siento mucho. Nunca dejaré de extrañarte. Eras mi mejor amiga.
¿Puedes perdonarme por lo que hice?
La respuesta de Danika fue rápida, segura y definitiva. —Te perdoné
hace mucho tiempo, Tristan, pero nunca olvidaré. Por favor, mantén la
distancia.
La puerta se abrió y cerró. Dos veces. Esperé unos minutos más
antes de salir, sintiéndome culpable por ser tan entrometida. Debería
haber dicho algo al segundo que les escuché hablar, pero en cambio, para
ahorrarnos un momento incómodo, y sí, porque tenía curiosidad, escuché
el intercambio doloroso y personal.
Empeoré mis pecados al contarle a James al instante lo que oí.
Quería conocer su opinión al respecto.
Con el ceño fruncido, sacudió la cabeza. —En verdad no sé qué pasó
entre ellos. Frankie es amiga cercana de los dos, pero incluso ella no
quiere hablar del tema. Asumo que solían ser novios, teniendo en cuenta
que es obvio Tristan está enamorado de ella; pero incluso eso es
especulación de mi parte. Y sé que tuvo algo que ver con la lesión que le
dio esa cojera, pero eso es todo. No sé qué le causó la lesión, o la
responsabilidad de Tristan en el asunto. Solo mencionó una vez que
Danika solía ser una bailarina increíble, y que arruinó eso.
—Eso es horrible —dije.
Asintió. —Sí. Hay una gran cantidad de malos antecedentes allí,
pero lo que te contó en el almuerzo el otro día, en realidad fue lo más que
le he oído hablar de ello en una sola sesión. Ninguno es comunicativo
sobre el asunto. Quizás nunca sabremos todos los detalles desagradables.
Sabía que probablemente tenía razón.
—¿Te importa si me voy y compruebo que Tristan esté bien? —
preguntó James.
—No, en absoluto —le aseguré, pensando que era el hombre más
dulce, más considerado en el mundo.
Danika se acercó a mí, luciendo más seria de lo que pareció durante
la mayor parte de la noche. Cada vez que me buscó antes, estuvo radiante,
exultante de darme la noticia de otra venta.
—Siento que hayas tenido que escuchar ese pequeño intercambio en
el baño —dijo, mirándome a los ojos fijamente.
Creí que debí haberme sonrojado hasta los dedos de los pies. —Lo
siento tanto por eso.
Le restó importancia al hacer un gesto con la mano. —Difícilmente
fue tu culpa. Estabas usando el baño. Pero vi tus zapatos debajo del
cubículo, y quise explicar mis acciones. Probablemente soné como una
perra fría.
La detuve, levantando una mano. —No lo hiciste. Lo entiendo
completamente. A veces, proteger tu corazón es la única manera de
mantener la cordura.
Asintió con la cabeza, con los labios apretados. —Sí, exactamente.
No me meteré con él de nuevo, y me niego a ilusionarlo. Cuando era más
joven, y estúpida, pensé que era la cosa más maravillosa y emocionante en
el mundo. Me enamoré perdida, loca y estúpidamente de él. Era como
estar enamorada de un tornado. Y cuando terminó conmigo, me sentí
como si hubiera estado en un tornado. Me tomó años recoger todas las
piezas en las que me dejó, pero lo hice, y no volveré retrocederé. En estos
días quiero estabilidad en mi vida. La necesito.
Asentí. También podía entender eso. Cuando pasabas por el infierno,
la estabilidad era el paraíso.
Pareció ver que cumplió su objetivo. Me dio una palmada en el
hombro y se alejó.
Blake empezó a rondar cerca de mí cuando James fue a buscar a
Tristan. Como siempre, atenta a todo, también fue capaz de conducirme
hasta él.
Se hallaba afuera, hablando con Frankie y Tristan en un patio
privado. James se encontraba de espaldas a la puerta, con las manos en
los bolsillos.
Me acerqué a los tres de modo dubitativo, sin querer molestar.
Tristan aspiraba un cigarrillo como si su vida dependiera de ello, con
los ojos muy abiertos sobre Frankie mientras ésta arrojaba los brazos en el
aire y le hablaba en voz baja, obviamente dándole a conocer sus
pensamientos. Tristan se había quitado la chaqueta del esmoquin y se
aflojó la corbata. Las mangas blancas almidonadas de su traje se hallaban
rodadas hacia arriba para revelar esos antebrazos tatuados. Interpretó
bien el tener una buena imagen durante unas horas, pero su chico malo
por supuesto, regresó.
Tristan me vio primero. Exhaló. —¡Bianca, ayúdame! Frankie es un
poco arpía. Por favor, dile que un cigarrillo no me va a matar.
James se giró para mirarme, sus ojos se volvieron cálidos a medida
que me recorrían. Enganchó mi brazo cuando llegué a su alcance,
presionando mi espalda a su pecho y besando la cima de mi cabeza.
Uno de los pequeños dedos de Frankie pinchó el pecho enorme de
Tristan. —No se trata de un cigarrillo. Se trata de tener una breve
conversación con ella, y retomar un hábito que dejaste hace cinco años.
¡Es necesario que llames a tu consejero en este preciso segundo!
Tristan puso los ojos en blanco, tomando otra larga calada del
cigarrillo. —Sabes, fastidiar puede ser un detonante.
—No es una broma —se quejó, sonando tan preocupada como
enojada—. Estoy preocupada por ti. Tu comportamiento es extraño, y lo
primero que has intentado hacer fue escabullirte. Lo último que necesitas
hacer es estar solo ahora.
—No estoy en vigilancia al suicida, Frankie. Estoy fumando un
maldito cigarrillo y luego volveré a entrar, ¿bien? Si te sientes tan
preocupada por mí, tal vez tú y tu chica deberían dormir conmigo esta
noche. No debería estar solo en mi gran, enorme y solitaria cama.
Echó los brazos al aire. —Como si tuvieras algún problema para
encontrar personas para calentar esa cama.
—Tú misma lo has dicho. Me encuentro en un lugar vulnerable en
este momento, y debería permanecer rodeado de gente que amo. Así que
ven dormir conmigo, Frankie.
Ésta lo golpeó con fuerza en el brazo. —¿Cuándo la parte de “tratar
de dormir con las lesbianas” se va a volver vieja? En serio me encantaría
saber.
Tristan sonrió, mostrando unos profundos hoyuelos. Realizaba un
buen acto de tipo rudo, pero aun así se parecía como si estuviera
sufriendo. —No eres cualquier lesbiana, eres mi lesbiana favorita. Y solo
hablaba de acurrucarnos. Tu mente sucia hizo el resto.
Suspiró, pareciendo derrotada. —Bien. Voy a acurrucarme contigo
esta noche si significa que no estarás solo. Sin embargo, no intentes
seducir a mi novia.
Hacían una pareja divertida. La cima de la cabeza Frankie apenas
llegaba al pecho de Tristan, y era evidente que no se sentía intimidada
aunque tuviera la mitad de su peso.
Tristan terminó su cigarrillo como si fuera el último sobre la tierra,
disfrutando la última calada. Él y Frankie se dirigieron adentro juntos,
pero James continuó abrazándome para evitar que los siguiese.
Me tomó el rostro y me sonrió. —Cómo te tengo a solas, quería
decirte algo; me siento muy orgulloso de ti. Ya sabes que soy tu más
grande admirador, pero quería que sepas que esta noche fue un gran
logro. Sé que te convenciste que hice todo esto por ti; pero no es cierto.
Arreglé la reunión. Eso fue todo. Al segundo que Danika vio tu trabajo
quedó perdidamente enamorada, y habrías tenido esta exposición con o
sin mis conexiones. Esas pinturas se vendieron porque la gente las quería,
y descubrieron su valor. Tienes un talento que me hace arrodillar a tus
pies. Gracias por compartirlo con el mundo.
—Gracias —le dije simplemente, sintiendo como mis ojos se
humedecían. El maldito hombre me puso tan emocional. Tenía una
habilidad con las palabras que me atrapaba siempre—. Te amo con locura,
James.
Sus ojos sonreían a los míos —Sí. Te amo así. El mundo pasó de
blanco y negro a color cuando puse los ojos en ti, mi amor. No habrá
vuelta atrás.
Fue un momento tan perfecto que tuve que hacer retroceder esas
malvadas dudas en mi mente que me decían que algo tan perfecto solo
podía tener un final corto y malo. La vida solo puede ser buena, me dije.
Esta mala sensación no es una premonición. Nada malo nos va a pasar.
Últimamente me repetía esa idea con frecuencia.
Hacia el final de la noche, Tristan compró mi paisaje más grande y
mi pintura de bodegones más pequeña. También Frankie compró una
pintura. Era una acuarela del gato gordo de mi jardín. Dijo que iba a
ponerla en su tienda de tatuajes para que el mundo la viera. Incluso acosó
a James para que le diera el retrato que inspiró el tatuaje en su espalda.
Éste lo tomó bien, diciéndome que la perdonó por el tatuaje en mi espalda.
Sven compró una de mis pequeñas pinturas en acrílico de una flor
del desierto.
Insistí en repetidas ocasiones que no tenía que comprar nada.
—Quiero hacerlo —me dijo con firmeza—. Significaría mucho para
mí tener algo que hiciste colgado en mi casa, y me encanta esta pintura.
—¡Te pintaré algo gratis! No deberías tener que pagar trece de los
grandes solo por un recuerdo. No es demasiado tarde para cambiar de
opinión.
Sacudió la cabeza. —No. Este es perfecto. Sin embargo, si alguna vez
quieres pintarme algo, sin duda ¡no te voy a disuadir!
Me hizo sentir querida y me avergonzó un poco que todos me
apoyaran tanto.
A medida que la noche llegaba a su fin, me sentía mareada al darme
cuenta de que en verdad disfruté. La noche superó con creces mis
expectativas. Mis nervios no permitieron que deseara el lanzamiento de mi
nueva carrera, pero me encantó notar que podía mirar hacia atrás a mi
debut con alivio y placer. Había terminado, y en realidad fue un éxito.
Hubo una pequeña mancha en la noche, mientras dejábamos la
galería.
La galería era un gran edificio de tres pisos, situado en una zona de
moda y al lado del hotel Cavendish en Los Ángeles y compartía el
estacionamiento de atrás con esa propiedad. Salíamos por la parte del
frente, por donde entramos. Una pequeña alfombra roja fue instalada a la
entrada para las fotografías antes del evento. Una multitud bastante
educada de fotógrafos tomó fotos de nosotros entrando. Una multitud más
grande se encontraba reunida en el momento en que salíamos, muy tarde
en la noche. Me sorprendió que hubieran esperado tanto tiempo. Y fue aún
más extraño para mí la multitud de espectadores reunidos detrás de ellos,
simplemente observando nuestra partida.
James se acomodó del lado de la multitud, aunque una valla
protectora los separaba. Pasó un brazo sobre mis hombros, su otra mano
se movió al diamante unido a mi gargantilla.
Habíamos dado tal vez seis pasos cuando hubo un jadeo colectivo de
la multitud, y me giré justo a tiempo para ver a Blake saltar unos cuantos
centímetros y atrapar un vaso grande de plástico con su mano en el aire.
La tapa se disparó y la soda oscura y el hielo salieron volando en todas
direcciones, pero aun así la atrapada fue impresionante. Fue dirigido a
James, a mí, o a los dos, pero ni siquiera una gota nos alcanzó. Blake se
encontraba empapada. Parecía imperturbable aún con su camisa y rostro
mojados. Tiró el vaso al suelo y escaneó la multitud, con un aspecto muy
hostil en su rostro.
Fue como si la bebida lanzada hubiera abierto una compuerta. La
gente empezó a lanzar comentarios lascivos en nuestra dirección. No pude
entenderlos todos, pero los comentarios más fuertes parecían venir de las
mujeres, y eran dirigidos a James.
—¡Eres tan jodidamente caliente! —gritó una mujer.
—¡Con una polla tan grande, me puedes azotar en cualquier
momento! —gritó otra.
Todo era tan absurdo que se me escapó una risa mientras Clark nos
hacía entrar en la limusina. Blake nos siguió.
—Buena atrapada, Blake —dijo James—. Te voy a aumentar el
sueldo por no dejar que ninguna gota alcanzara a Bianca.
Ésta sintió con solemnidad. —Solo hago mi trabajo, señor.
Su respuesta me afectó un poco, porque empecé a pensar en cuál
era su trabajo. Si hubiera sido una bala en lugar de una bebida,
probablemente habría hecho lo mismo. Odiaba eso. No quería salir
lastimada, pero la idea de que alguien más saliera lastimado en mi lugar
me parecía aún peor.
Sr. Casamentero
Traducido por florbarbero
Corregido por Julie

Apenas respiré después de mi último vuelo antes de que fuera el


momento de nuestro viaje a Japón. Me encontraba más excitada de lo que
había estado por cualquier viaje. Viajé mucho por trabajo, pero siempre
viajes cortos con paradas cortas, más trabajo que diversión, y algo tan
frívolo como dos semanas como turista era una delicia. James me dijo que
tendría que trabajar un poco, ya que visitaríamos su propiedad en Tokio,
pero incluso él estaría fuera del trabajo durante la mayor parte del viaje.
Sabía que era un vuelo muy largo, que podríamos estar en el avión
por un máximo de catorce horas, y que esas horas se sentirían como días;
pero mi mente ya estaba en Tokio cuando abordamos el avión.
James ejercía su loco control habitual al abrocharme el cinturón,
cuando me informó de un desvío menor. —Vamos a ir a almorzar a Maui
primero —dijo con tono inexpresivo.
Fruncí el ceño. Me parecía un poco fuera del camino... —¿Maui? —
pregunté.
Se encogió de hombros y me dio su sonrisa más encantadora. —
Quiero que adivines por qué.
Solo había una cosa que me hacía pensar en Maui. —¿Tiene algo
que ver con Lana? —Supuse.
Se encogió de hombros otra vez. —No puedo evitarlo. Es la primera
vez que se ha abierto al respecto. He organizado un almuerzo con este tipo,
Akira. Sé que estoy entrometiéndome; pero alguien tiene que hacerlo.
Lo estudié, y sentí que me enamoraba un poco más. Tenía un alma
romántica. Solo conocerlo me volvió más romántica. Era un estado de
ánimo contagioso. —¿Qué vas a decirle?
Me besó en la punta de la nariz cuando el avión comenzó a moverse.
—No mucho. Primero solo quiero analizarlo, ver si es digno de alguien tan
fuerte como Lana. Y si lo es, solo voy a decirle que necesita ser un hombre.
Un hombre enamorado tiene que hacer el primer movimiento. Es lo menos
que puede hacer.
Le sonreí. Podía sentir lo suave que era esa sonrisa. —¿Así que eres
un casamentero? —Me recordó tanto a Stephan—. ¿Vas a emparejar a
todos nuestros amigos?
Me devolvió la sonrisa suave. —El amor es así. Es como un incendio
forestal en mi sangre, y ahora que sé lo que se siente, me ha vuelto
generoso. Siento que el mundo debe recibir el privilegio. Y si puedo ayudar
a alguien que me importa a hallarlo, entonces, ciertamente, lo intentaré.
—Eso es tan dulce —le dije con sinceridad.
Sonrió, y su sonrisa no era dulce. —No vas a pensar que soy dulce
en unos diez minutos, cuando te ate a la cama y te folle sin sentido.
Sentí que mis partes bajas se contraían. —Estás en un estado de
ánimo romántico. ¿No vas a llamarlo hacer el amor hoy?
—¿Qué tal si lo llamamos hacer el amor hasta dejarte sin sentido?
Me reí. Eso sonaba más apto, pensé.
James me folló durante horas antes de permitirme tomar una
pequeña siesta. El hombre redefinía la palabra insaciable. Sentía como si
apenas hubiese dormido un momento cuando me despertó de nuevo.
Paramos en el Resort Middleton para refrescarnos antes de nuestro
almuerzo con Akira. James se vistió con su estilo casual de vacaciones,
que consistía en una ligera camiseta blanca de cuello en V que realzaba
sus músculos y su piel dorada a la perfección. Llevaba pantalones cortos
de color gris pálido y mocasines sin calcetines. Estudié sus tobillos con
singular fascinación.
—Si alguien me hubiera dicho que los tobillos podrían ser sexy antes
de conocerte, habría dicho que se encontraba loco.
Sonrió. —Siempre he pensado que los tuyos eran atractivos. El
primer hito en mi camino desde el suelo hasta el paraíso, amor.
Me reí. Por supuesto que lo llevaría por ese lado.
Me puse una blusa de seda de color rosa y pantalones cortos de
color gris oscuro que eran excesivamente pequeños. Llevaba unas cómodas
sandalias blancas.
James analizó mis piernas. Trazó mi cuello con aire ausente. —
Incluso sin los tobillos, tienes las mejores piernas del planeta.
Me había azotado fuerte, pero un sentía esa adictiva sensación de
querer lo que solo él me podía inspirar por mi sistema.
Nos encontramos con Akira en el restaurant del Resort Middleton.
En el instante que lo vi, vi cual era su encanto. Era un hombre enorme.
Nunca había visto a James al lado de alguien más alto que él antes de
Akira, y noté, cuando estrecharon sus manos, que era un buen par de
centímetros más alto que James. Era un hombre intimidante, pero Dios,
era un espectáculo.
Tenía los rasgos clásicos de los hawaianos, gruesas cejas oscuras
sobre hermosos ojos marrones, y una boca generosa con una amarga
torcedura. Tenía el cabello negro y ondulado, todo en él era grande, pero
era todo músculo. El hombre se cuidaba, según los músculos voluminosos
que se movían sin descanso bajo su traje.
Me trató con marcada deferencia desde el principio. A James, no
tanto. No tuvo reparos en atacar al otro hombre desde el principio.
—Saliste con Lana. Te vi con ella en una revista una vez. —El tono
de Akira no podría confundirse con amigable o indiferente.
James sonrió. Contra toda lógica, pensé que vio la hostilidad de
Akira como una buena señal. Y perversamente, pensé que podría tener
razón. —Hemos sido amigos durante años. Nos hemos acompañado a
algunos eventos sociales.
—¿Qué significa eso exactamente? Leí que eran pareja.
James estudió al otro hombre. —¿Por qué lo preguntas? ¿Es simple
curiosidad, o estás celoso?
Akira no respondió; se limitó a observar a James como si quisiera
estrangularlo.
James se hallaba lejos de ser intimidado. —Quiero saberlo debido a
Lana. Me gustaría saber cómo te sientes por ella.
Akira se quedó en silencio. Era fácil ver que era un hombre
inestable; pero también me daba cuenta de que era uno que había pasado
tiempo trabajando en controlar su temperamento.
James suspiró. —Eres difícil. Típico de Lana. Ella es tierna, así que
por supuesto que se enamoraría de un barril de pólvora. La vida es
curiosa.
Hubiera jurado que la piel oscura de Akira se puso roja.
—Te aclararé las cosas, Akira. Lana nunca fue mi pareja. Ha estado
enamorada de ti durante demasiado tiempo, tanto que nunca salió con
nadie más. Ha estado suspirando por ti desde hace años. Te he
investigado. Estás soltero, eres heterosexual, así que ¿cuál es tu jodido
problema? ¿No te importa?
Akira enrojeció. Con mucho cuidado, cerró los puños por debajo de
la mesa. —¿Qué demonios te importa? —gruñó.
James se inclinó hacia delante, sin inmutarse. —Porque me importa
Lana, y porque sé que nunca vendrá a ti por sí misma. Es hora ser
hombre, Akira. Si la amas, es tu trabajo demostrárselo.
Akira golpeó un puño gigante en la mesa. La mesa rebotó un poco.
—¿Cómo propones que lo haga? Dudo que conteste mis llamadas, y no ha
regresado a la isla ni una sola vez desde que se fue.
—Llama a su padre. Ella es adicta al trabajo. Haz que la envíe aquí
por negocios. Si no puedes conseguir que se quede, es tu culpa.
Tomó esto mejor de lo que habría esperado, solo convirtiendo su
boca en una línea dura y asintiendo reflexivamente. —¿Juras que nunca la
has tocado?
James levantó las manos. —Ni siquiera lo he intentado. ¡Lo juro! Es
probablemente la razón por la que hemos sido tan buenos amigos.
Almorzamos y nos despedimos de Akira. Era un tipo ilegible, pensé
que había aflojado un poco con James al momento en que nos íbamos. Fue
serio pero educado cuando nos separamos. En mi caso, fue amable,
aunque por supuesto yo nunca fui conectada románticamente con Lana
por los medios de comunicación, como James.
La próxima etapa del vuelo fue más larga, aunque compartir un
amplio avión privado con James durante ocho horas más no fue problema.
El jet privado no fue diseñado con una cocina normal, o algo normal
en realidad. La asistente de vuelo y nuestra seguridad tenían su propio
espacio alejado entre nosotros y la cabina de vuelo, donde todos pudieran
tener privacidad, y darnos un poco a nosotros. James aprovechó esto al
máximo.
El avión apenas había llegado a los tres mil metros cuando se puso
de rodillas delante de mi asiento, inclinándose para besarme los muslos,
acariciándome en medio con la nariz, procurando abrirme más para
enterrar su rostro contra mi sexo. Todavía llevaba mis pantalones cortos
cuando acarició mi clítoris con la nariz.
Se había quitado el cinturón de seguridad y se hallaba
inocentemente sentado junto a mí, haciéndome jadear por él en cuestión
de segundos. Me quitó los pantalones cortos y las bragas, y agarré su
cabello en puños mientras se ocupaba de mí.
—Eres insaciable. —Jadeé mientras me lamía como si nunca se
fuese a detener.
—Sí —murmuró contra mi piel—. Nunca tendré suficiente de ti, y
nunca dejaré que lo olvides, aunque tú eres igual, amor.
Sr. Indulgente
Traducido por Jani Colton
Corregido por Julie

La propiedad Cavendish estaba ubicada en distrito Ginza en Tokio.


Conseguí cada folleto turístico que pude poner en mis manos sobre la
ciudad, pero James tenía una buena cantidad de información, también, ya
que al parecer pasaba bastante tiempo en Tokyo. De acuerdo con el folleto
turístico, y James, Ginza era uno de los muchos distritos comerciales de la
ciudad.
Recibimos tratamiento real desde que atravesamos la puerta. Me
estaba acostumbrando a eso, aunque los japoneses llevaron el tratamiento
real a un nivel completamente nuevo. Aún me acostumbraba a la forma en
que los japoneses se inclinaban por respeto al otro. Me encantaron sus
modales, y traté de emularlos rápidamente, queriendo integrarme a la
cultura tanto como fuera posible, aunque, por supuesto, sería imposible
mezclarme allí. Aun así, quería evitar destacar como una extranjera mal
educada.
Los modales de James fueron perfectos, como si viajara a menudo.
Por todo lo que sabía, lo hacía. Incluso hablaba una buena cantidad del
idioma. Yo lo estudié, pero fui irremediablemente superada. Una frase en
japoneses salió de su boca y me encontraba perdida, mirándolo con
asombro y sin entender ni una palabra. Sin embargo, los lugareños no
parecían tener ningún problema.
Habíamos discutido por semanas que clase de viaje imaginaba
cuando pensé en visitar Tokio. James parecía encontrar encantador que
solo pensara en un recorrido turístico de la ciudad. Quería usar el
subterráneo, visitar cada templo, santuario, parque y todos los atractivos
populares. Básicamente, quería ver tanto de la peculiar ciudad como fuera
humanamente posible. El plan era pasar nueve días en la ciudad, luego
otros cuatro en áreas circundantes al Monte Fuji, y luego un día en la
cima de la montaña. Incluso hablé con James de acampar en la cima de la
montaña una noche. Fue fácil de convencer, considerando que en realidad
nunca antes había acampado. Yo tampoco era una experta en acampar,
pero era experta en dificultades, y una noche en una carpa en la cima de
una montaña famosa sonaba divertido para mí. Tenía la idea en la cabeza,
y James ni siquiera trató de disuadirme.
—Por supuesto, me encargaré de las provisiones —fue todo lo que
dijo y me dio una sonrisa indulgente.
Empezamos nuestro primer día de turismo en Tokio al romper el
alba. Usábamos pantalones cortos, camisetas y zapatos cómodos como los
turistas que éramos, y partimos a pie a nuestro primer destino. Kyokyo, el
Palacio Imperial, se hallaba a solo veinte minutos de nuestro hotel, así que
fuimos allí primero. Nuestra seguridad nos seguía a una distancia discreta
y casi olvidé que se hallaban allí la mayor parte del día. Solo los jardines
del palacio ocuparon la mayor parte de nuestra mañana.
Encontramos la paisajista pista para correr que rodeaba los jardines
primero. Estuve leyendo en voz alta sobre la pista en la guía turística la
noche anterior. Por lo que James sonrió y me la señaló. —¿Quieres correr?
—me preguntó.
Asentí y sonreí. No era una gran corredora. Incluso cuando me
ejercitaba, usualmente hacía cardio en menos impacto que una carrera de
verdad, pero en ese momento sonaba perfecto.
Corrimos por, quizá, diez minutos; James seguía el ritmo a mi lado,
antes de que desacelerara hasta caminar a paso ligero.
Le hice una mueca. —Sé que no será impactante, pero te encuentras
en mejor forma que yo.
Me dio un vistazo lascivo. —Discrepo. Me gusta mucho tu forma,
amor.
Me reí. El hombre podía convertir cualquier cosa en sugestiva.
Pasamos horas caminando por el sendero alrededor de los jardines y
cubriendo cada centímetro de los jardines paisajísticos del interior. Era un
ambiente romántico y James, siendo un alma romántica, utilizaba cada
pedacito de eso a su favor, estrechándome la mano y sonriéndome con los
ojos. Si no me encontrara perdidamente enamorada de él, una mañana
como esta y juro que hubiera cambiado eso.
Nos tomamos nuestro tiempo explorando el palacio, y cuando
acabamos, hallamos otro parque encantador solo a unas cuadras. Unos
niños jugaban una versión de fútbol en un campo de tierra a la sombra. La
gente que encontramos fue el epítome de la cortesía hasta el momento, ni
siquiera nos miraban, a pesar de que debíamos haber parecido fuera de
lugar para todo el mundo. La única diferencia fueron niños menores de
quince años. Nos miraron sin reparos, deteniendo su juego mientras
paseamos. A medida que más nos acercábamos, todos los adolescentes
levantaron la mano en el aire, como si lo hubieran planeado, y empezaron
a animar. Me reí ante la extraña reacción y miré a James. —¿Qué fue eso?
—le pregunté.
Éste sonrió. —Creo que acabamos de encontrar nuevos y jóvenes
miembros para tu club de fanáticos.
Rodé los ojos, aún riendo. Los chicos eran raros.
Paseamos por el gran parque circular, haciendo una pausa cuando
avistamos un concierto improvisado en el parque. Una multitud se había
reunido para ver tocar a una pequeña orquesta.
James me jaló a sus brazos, llevándome con maestría y elegancia,
sin duda una rara combinación. Se movió con un suave vals, sonriéndome.
—Qué ciudad tan encantadora —le dije, devolviéndole la sonrisa,
disfrutando de la novedad de una mañana bailando en el parque.
Asintió. —Estoy encontrando un nuevo amor por esta ciudad. Por
todo. Has hecho del mundo un lugar nuevo y emocionante para mí.
Me sonrojé de placer, creyendo cada embriagante palabra que me
decía.
Caminamos sin prisa por el distrito del Palacio Imperial y de regreso
al distrito Ginza, compramos un poco, pero mayormente solo exploramos
la fascinante ciudad. Caminamos por el centro comercial, usamos una
guía turística para tratar de encontrar uno de los grandes jardines de la
ciudad en Tokio Bay que había marcado.
Tratábamos de descifrar el mapa durante unos cinco minutos,
riéndonos de nuestra confusión, cuando Clark se acercó. Rondaba con
Blake, siguiéndonos a una distancia discreta durante todo el día.
—Los Jardines Hamarikyu, ¿verdad? —preguntó, echando un vistazo
a nuestro mapa.
Asentí.
Señaló calle abajo. —Por ese camino —dijo. Aparentemente estuvo
aquí antes—. Pasaremos por el mercado de pescados, el cual se encuentra
cerrado durante el día, pero queda a solo unas cuadras.
Le agradecimos y comenzamos a ir por ese camino. James tenía un
brazo alrededor de mi cintura, manteniéndome cerca, sin preocuparse del
calor y la humedad.
—Tendremos que ir al mercado de pescado en la mañana —dijo—.
Vale la pena. Tienen el mejor sushi del mundo.
No me hallaba segura si era por la hora del día, o por el día de la
semana, pero los preciosos jardines se encontraban casi desiertos, solo un
pintor ocasional capturando uno de los monumentos del parque era
visible. La belleza de los jardines bien cuidados marcaban contraste con
los rascacielos del adyacente distrito Shiodome. Rodeamos el gran parque
sin prisas, deteniéndonos a menudo para disfrutar del paisaje del jardín, y
las aguas de la bahía a su lado.
—Hazme saber si ves algo que tengas que pintar —me dijo James,
mientras pasábamos a otro artista—. Puedo traer los implementos de
inmediato, si te sientes dispuesta. Este lugar parece inspirar a los artistas.
Le sonreí, encantándome que intentara tanto entenderme. Justo
pensaba que me gustaría pasar la mañana pintando aquí.
—Eres tan dulce —le dije.
Sonrió, y fue tan antidulce como podía ser. —Justo planeaba donde
te follaría aquí. Tienes ideas extrañas respecto a ser dulce.
Me reí. Tenía la sensación de que ver el mundo con James me daría
ideas extrañas respecto a muchas cosas. —¿Cómo propones que lo
hagamos?
Sus ojos ardieron en dirección a mí. —Deja que yo me preocupe por
eso. Hay un salón de té situado en una pequeña isla en el centro de los
jardines. ¿Te gustaría asistir a una tradicional ceremonia japonesa de té?
Me encantó la idea. —Me gustaría más que nada. Excepto, tal vez,
tus otros planes.
Me guiñó un ojo y me dio una sonrisa maliciosa. —No hay ninguna
razón por la que no podamos hacer ambas cosas.
El salón de té era singular pero me pareció muy bonito, las ventanas
abiertas con vistas a los jardines era un cuadro para la foto perfecta. Nos
sentamos de piernas cruzadas en una alfombrilla de bambú oscuro
mientras una mujer japonesa que lucía eternamente joven hacía un ritual
minucioso y elegante. Observé con mucha atención, fascinada con cada
detalle, porque cada uno era tan perfectamente orquestado. El movimiento
más simple se volvía arte mientras la experimentada mujer atravesaba
fluidamente el ritual, las mangas de su kimono rosa claro apenas se
ondeaban mientras sus brazos se movían.
James se inclinó hacia ella cuando le entregó su té, charlando en un
fluido japonés que yo no podía seguir, pero obviamente la halagaba.
Sentí una ola de celos completamente irrazonable. La sepulté,
sabiendo que era una locura. Pero su elogio dirigido a alguien más aparte
de mí me hizo codiciarlos.
La mujer se ruborizó ante el elogio, haciendo que su belleza pálida se
pronuncie incluso más.
Me incliné ante ella mientras me entregaba mi té, tartamudeando un
gracias en japonés. La mujer era el epítome de la gracia, lo cual me hizo
sentir un poco torpe tan solo con mirarla.
Nos dejó solos después de que terminó el interminable ritual,
dejándonos el salón de té para nosotros. Sabía que esa privacidad
diferencial era el efecto de James Cavendish.
Le di una mirada de lado, aún tomando el té. Se hallaba mirándome,
y la mirada en su rostro me hizo retorcer. Tenía una sonrisa ligera, pero
sus ojos se volvieron completamente de Dom.
—Te puso celosa, solo por verla hacer la ceremonia del té, ¿no? Eres
así de posesiva con mi afecto ahora.
Arrugué la nariz, deseando que no pudiera leerme tan bien. Era
embarazoso que supiera cuan celosa sin razón podía ser. Asentí. No había
ninguna razón para ocultarlo, ya que lo vio claramente.
—Es hermosa, y te hallabas fascinado por ella —dije, como si no
pudiera contener las palabras—. ¿La deseas? —pregunté, sabiendo que era
un pregunta estúpida. No quería saber si la deseaba, y no quería que
mintiera, así que era masoquista preguntarlo.
Sus ojos se suavizaron un poco. —No, amor. La idea ni siquiera
cruzó por mi mente. Sin embargo, se me ocurrió que tú podrías aprender a
hacer eso. La idea que me sirvas con tanto control es excitante.
—Nunca podría hacerlo como ella. Es perfecta.
James se pasó la lengua sobre los dientes. —No quiero que lo hagas
como ella. Querría que lo hagas como tú misma. ¿Qué dices? ¿Quieres un
kimono y unas lecciones de ceremonia de té?
Asentí sin vacilación. —Me encantaría.
Sonrió, estirando una mano para ahuecarme la nuca. Se movió
hacia mí. —Dediquémosle una mañana a eso, entonces.
Me besó, y luego me empujó al suelo, moviéndose bruscamente
sobre mí. Apretó su dura erección contra mí, aún con la ropa puesta,
mientras capturaba mi boca. No mostró ni un ápice de delicadeza mientras
me agarraba las caderas y se movía contra mí, mordiéndome con fuerza el
labio inferior. Era como si quisiera ser tan salvaje como fuera posible, un
contraste perfecto con nuestro entorno refinado.
Se alejó, sentándose para mirarme. Su linda boca se volvió un poco
mala mientras me sonreía, pasándose una mano por el cabello.
—Levántate y quítate la ropa. Todas las prendas —me dijo el señor
Cavendish.
Yo miré alrededor, un poco impactada por la idea, cuando debería
estar mucho más allá del punto de impactarme. Quizás eran los modales
perfectos de todos con los que nos encontramos, pero parecía un poco
inapropiado hacer algo tan grosero en el tranquilo salón de té. Además,
había ventanas abiertas en todas partes, y una buena probabilidad de que
nos vieran o escucharan.
—¿Podemos? —pregunté sin aliento.
Eso lo hizo reír, y su mirada dominante se dirigió a mi rostro, supe
que le encantaba la mirada escandalizada que tenía. —Haré lo que sea que
me plazca —me dijo—. Eso es una de las primeras cosas que deberías
aprender sobre mí. Ahora quítate la ropa, o haré algo que te avergüence.
Obedecí, apurándome, ya que me sentía incomoda.
Inclinó la cabeza, recostándose en sus manos. —Despacio.
Prolóngalo. Y tócate el cuerpo para mí mientras me lo enseñas.
Me saqué la blusa sobre la cabeza lentamente, desabrochando la
parte delantera del brasier para dejar mis pechos libres.
—Tócalos tú mismo. Muéstrame cuan duro te gusta que los agarre.
Me palpé los grandes globos con firmeza, juntándoles, evitando mis
pezones aún sensibles, pero masajeando la piel alrededor de ellos. Me
gustaba agarrarlos fuertemente, pero sus manos se adaptaban mucho
mejor que las mías.
—Quítate los pantalones cortos y las bragas ahora, pero no te
toques.
Me quité los zapatos con los pies, deslizando los pantalones cortos y
bragas en un solo movimiento suave.
—Ven aquí. Quiero que pongas el pie en mi hombro. Necesito ver
cuán húmeda te encuentras antes de incluso tocarte.
Obedecí cuidadosamente, inclinándome hacia adelante un poco para
mantener el equilibrio. El salón de té se encontraba iluminado solo con luz
natural, pero aun así no creí que nunca me hubiese sentido más desnuda
mientras miraba por las ventanas abiertas, escaneando para asegurarme
que nadie nos veía.
Canturreó en aprobación. —Así que ya estás mojada. Déjame ver
cómo te tocas. Frótate el clítoris para mí.
Obedecí, pero un pequeño de sonido de decepción se me escapó de la
garganta. Quería que él me tocara.
—No te quejes. Dice: sí, señor Cavendish, o haré que te corras tú
sola.
—Sí, señor Cavendish —murmuré, tratando de no sonar resentida.
Me había estropeado, después de todo. Su toque era como una droga de la
que nunca quería alejarme.
Le di vuelta a mi clítoris con un toque ligero, rodando las caderas
mientras lo hacía. Me observó de cerca, sus párpados se pusieron pesados.
Se inclinó más cerca, sosteniendo mi pie sobre su hombro para mantener
mi equilibrio. Me estremecí cuando sentí su aliento en mí.
—Ponte a cuatro patas —me dijo cuando ya me había tocado al
punto de volverme loca.
Obedecí, y solo me observó por un tiempo. Oí el roce de su ropa, el
movimiento de la cremallera, y luego el sonido de él desplazándose
ligeramente por la alfombrilla de bambú.
—Arquea la espalda —me dijo—. Abre las piernas un poco más. Voy
a montarte tan duro que te van a doler las rodillas y vas a tener el coño
sensible cuando termine.
Gemí y me arqueé. Me agarró el cabello bruscamente, tirando de mi
cabeza hacia atrás mientras me embestía con fuerza. Estableció un ritmo
brutal y fuerte, un completo contraste con nuestro entorno refinado, y me
encantó tanto como él sabía que lo haría.
Poseía todos los movimientos suaves del mundo, pero no usó
ninguno, me folló con un duro y decido propósito. Pensé que me había
tomado de todas las maneras que había, pero la forma en que me tomó era
tan salvajemente violenta, alimentando tanto mi necesidad de placer y
dolor, que me vine a su alrededor con un sollozo entrecortado, sintiéndome
castigada y complacida a partes iguales.
Mis rodillas se encontraban doloridas al momento que James halló
su propia liberación, me tiró el cabello mientras llegaba al fondo de mí con
un duro moler de caderas. —Oh, Bianca —gruñó; hubo un mundo de
alabanza en su voz, como si solo yo pudiera deshacerlo de esa manera,
cerré los ojos con puro placer ante la idea.
Se dobló contra mi espalda, dejándome su marca en la espalda, y
luego en el cuello, con un beso duro. —Tan jodidamente perfecta —me
dijo, todavía temblando dentro de mí—. Cada centímetro de ti fue enviado
para mí desde el cielo.
Sonreí ante la idea. A veces aún me tomaba por sorpresa cuán
extravagante y romántico podía ser, sobre todo después de lo que
acabábamos de hacer. —Solo tú podías hacer de follar en el suelo como
animales algo romántico —le dije con una sonrisa.
Salió mí con el ruido más delicioso. —¿Y por qué no debería serlo?
¿Qué no es romántico en buscar de unos momentos perfectos de felicidad
con la mujer que amo?
No pude decir nada.
Caminamos por el resto de los jardines sin prisa, sosteniéndonos las
manos, compartiendo largos toques y tiernas miradas. Su mirada era
particularmente caliente cuando miró mis rodillas rosas. Le encantaba
dejar su marca en mí.

***

Visitamos el mercado de pescado Tsukiji en la mañana y probamos


uno de los mejores sushis del mundo como almuerzo temprano. Pasamos
toda la tarde en el famoso parque y zoológico Ueno, disfrutando de mirar a
la gente y hacer turismo.
En los próximos días, visitamos cada santuario, templo, museo,
atracción que valía la pena en la ciudad. Clark o Blake nos tomaban fotos
en frente de todos los lugares de interés turístico. Creía que debíamos
haber tomado por lo menos mil fotos en los primeros cinco días del viaje.
Hicimos compras durante horas en el gran centro comercial de
rebajas establecido alrededor del Templo Senso-ji, y comimos diversos
tipos de comida de la calle. Lo probé todo valientemente, pero a veces
atrapaba a James apretando los puños cuando me veía probar algo.
—¿Qué? —pregunté con una risa. Se hallaba con el ceño fruncido
mientras que yo probaba un bocado de una bola pulpo frito.
—Si te enfermas por comer eso, voy a retorcer el cuello de ese
vendedor ambulante.
No me sorprendía. El hombre nunca era capaz frenar por completo
su vena protectora.
James me sedujo en los jardines Koishikawa Korakuen una mañana,
en un pequeño santuario en una pequeña floresta privada. Me hallaba
segura que Clark o Blake debían haber estado de pie para protegernos de
los intrusos, porque se tomó su tiempo conmigo allí, los rayos del sol nos
bañaban a través de los árboles frondosos que protegían nuestro pequeño
pedazo de paraíso.
Dedicábamos todo un domingo a la calle Harajuku y al santuario
Meiji, ya que eran enormes, pero a poca distancia el uno del otro.
Traté de no ser grosera, pero no pude evitar ver como una procesión
de una intricada boda se movía a través del santuario Meiji.
James se envolvió alrededor de mi espalda. Observé durante mucho
tiempo, fascinada por el espectáculo encantador. Lo miré cuando
avanzamos. Estuve esperando que haga una broma sobre las bodas, pero
estuvo inusualmente silencios.
—Eso fue hermoso —le dije.
Asintió, frunciendo los labios y bajando la mirada a nuestras manos
unidas.
La calle Hrajuku era todo lo que imaginé y más. Me detuve y vi cada
vez que una de las chicas Harajuku pasaba, a veces en grupos, vestidas
como chicas de anime y chicas góticas, y algunas totalmente vestidas de
cosplay. Siempre me emocionaba cuando reconocía el anime al que
imitaban. A James le parecía adorable, me lo decía con la más indulgente
de las sonrisas.
Nos encontré camisetas a juego en una tienda temática de amine.
Eran parodias de unos uniformes escolares de un anime que me gustaba.
Una era negra y la otra blanca. Las agarré y me sorprendí cuando James
se quitó la camiseta. Prácticamente me comí con los ojos su suave pecho
dorado mientras se ponía la camiseta de anime blanca. Le quedaba como
un guante.
Yo usé el vestidor para cambiarme a la versión negra de la misma
camiseta. La dependienta miraba a James con los ojos abiertos mientras
pagaba, y no podía culparla. Le había dado un gran espectáculo. Que
James mostrara gran cantidad de piel era una exhibición apetitosa, sin
importar el motivo.
Pensé que era tan dulce que estuviera dispuesto a complacerme
llevando la camisa por el resto del día. El material era suave y delgado, y al
parecer no podía quitar las manos de su pecho mientras caminamos la
concurrida calle. No le importaba.
Pasamos una tarde en Akihabara, la ciudad electrónica, incluso
fuimos a uno de los famosos cafés de maids 4. Había lindas muchachas
japonesas que parecían demasiado jóvenes para estar trabajando
sirviéndonos comida, y gatitos vagando por el café, uno incluso saltó a
nuestra mesa para ser acariciado. Era lindo, pero habría sido más si no
fuera por los hombres mayores que parecían estar allí para comerse con
los ojos a las muchachitas.
James fue un gran éxito con las chicas, por supuesto. La maid que
nos sirvió ni siquiera podía mirarlo sin ruborizarse, y varias le pidieron
tomarse fotos con él antes de irnos, aunque había un letrero en inglés que
indicaba claramente que costaba de cuarenta a setecientos yenes tomarse
fotos con ellas.
Para el momento en que partimos de la ciudad para la parte del
monte Fuji del viaje, sentí que había visto y visitado todas las atracciones
turísticas imaginables a las que podíamos ir.

4Café o restaurante donde los meseros, mayormente chicas, sirven vestidas de cosplay,
mayoritariamente visten de mucamas.
Sr. Para siempre
Traducido por Yuviandrade
Corregido por Julie

Tomamos un tren a Hakone para disfrutar un día y una noche de


aguas termales antes de que escaláramos el majestuoso Monte Fuji. James
rentó toda una propiedad para que pasáramos el día. Era tan enorme que
honestamente no podría saber si se suponía que fuera rentado como un
hotel o una casa.
La propiedad contaba con estructuras japonesas tradicionales, la
mitad trasera de la propiedad se alineaba con el lago e incontables fuentes
termales naturales. Fue el día más relajante que tuvimos desde que
llegamos a Japón. Nos quedamos dentro e hicimos el amor por lo que se
sintió como todo el día.
No estuvimos en la casa ni por treinta minutos y James ya me había
arrastrado a la fuente termal, desnudándonos a ambos mientras
caminábamos.
El agua caliente se sentía deliciosa, el clima cerca de la montaña
marcaba grados más bajos que en Tokio. Me siguió cuando entré al agua,
deslizándome hasta el borde exacto de la piscina para dar un vistazo a la
espectacular vista.
Me hizo el amor allí, presionándome duro contra el costado de la
piscina, mientras yo veía la perfecta vista de la montaña al tiempo que él
me follaba hasta dejarme sin sentido.
Tuvimos un comienzo tardío en la subida al Monte Fuji el día
siguiente. James aseguró que no necesitábamos comenzar temprano si
íbamos a acampar, y que las vistas eran aún más hermosas en el sol de la
tarde de verano. Así que tuvimos otro encantador baño en las fuentes y
luego una comida sin prisas antes de finalmente salir.
—El verano es mejor para el Monte Fuji —me dijo James cuando
comenzamos nuestra subida—. Pero tenemos que regresar a Japón en
primavera para las flores de cerezo.
Caminamos lado a lado por el pronunciado camino de piedra. Sólo
llevaba la más pequeña mochila con elementos de hidratación. James no
me dejaría llevar nada más, pero él y Clark se cargaron a sí mismos
pesadamente con suministros de campamento.
—¿Hay algo en el mundo que no hayas visto? —le pregunté—. Me
encantaría ir a algún lugar que fuese nuevo para ti.
Se detuvo para darme una de sus miradas más intensas e
impactantes. —Todo se siente nuevo, ahora que te tengo. El mundo ha
recobrado su color, y quiero volver a verlo todo contigo.
Pasamos un buen rato subiendo la montaña, ya que todos nos
hallábamos en buena forma, y aquellos que se cargaron con pesadas
mochilas se encontraban aún mejor. Nos detuvimos a menudo para
disfrutar de las vistas, pero por otra parte, lo compensamos subiendo a un
ritmo rápido.
James me dio una bebida energética de puré de lichi en una bolsa
plateada. Era una extraña comida que elegíamos algunas veces. Apenas
encajaba con sus habituales estándares dietéticos, siendo mayormente
azúcar y simples carbohidratos, pero él era bastante tolerante sobre eso en
las vacaciones.
Bebí la bebida extraña, la cual era básicamente un paquete de
calorías, y disfruté de la vista.
Sentí tal sensación de maravilla sobre el lugar mientras observaba la
gran sombra de la montaña moverse a través de la tierra. El mundo se
sentía tan grande aquí, y yo tan pequeña; era algo bueno. A menudo, el
mundo parecía demasiado pequeño, como si, sin importar a dónde fuera,
todos mis problemas podrían seguirme y devorarme. Aquí sentía lo
contrario; mis problemas se hicieron demasiado pequeños para siquiera
preocuparme.
Atrapé a James mirándome, con una mirada desconcertada en su
rostro.
Le sonreí. —Amo este lugar —le dije.
Una esquina de su bonita boca se curvó irónicamente. —Eso espero.
Parece que vamos a pasar la noche. Debo decir que me sorprendió que
fueras del tipo de acampar.
Me encogí de hombros. —En realidad, no lo soy. Solo lo he hecho
algunas veces con amigos, pero fue bastante fácil, y la idea de hacerlo aquí
fue demasiado tentadora.
—¿Cuándo fue la última vez que fuiste a acampar?
Tuve que pensarlo. —El verano pasado, al Monte Charleston, con
nuestro equipo.
Levantó una ceja. —¿Alguien que conozca?
Suspiré. —Murphy y Damien, y algunas personas que no conoces.
Su mandíbula se apretó.
Le di una mirada exasperada. —En serio, James. Tienes que superar
tus celos por él.
—¿Asumo que no compartieron un saco de dormir?
Puse mis ojos en blanco, los comienzos de la ira agitándose. —No.
Compartí una pequeña tienda con Stephan.
Asintió. —Ya no estoy celoso de él. O al menos, me estoy encargando
de eso.
Lo estudié, confundida. —¿Qué demonios significa eso?
Sonrió, la tensión en su expresión desapareciendo. —He decidido
asentarlo. Si está felizmente enamorado, quizá no pensará tanto en ti.
Eso me provocó una risa. —¿En serio vas a hacer de casamentero
otra vez? Llevas la palabra controlar a un nuevo nivel. Tus anormales
tendencias de control y ese encanto Cavendish son una peligrosa
combinación para las vidas amorosas de nuestros amigos.
Se encogió de hombros. —Sé que es tu amigo, e incluso me cae bien
el chico, pero saber los pensamientos que debe estar teniendo de ti,
considerar la forma en que se siente, me volvía loco. Para sobrellevarlo,
tuve que idear una estrategia para lidiar con eso. Verlo con Jessa fue como
una luz encendiéndose. A él le gusta, más de lo que creo que se da cuenta,
pero estuvo tan enganchado de ti por tanto tiempo que no podía verlo. No
me malinterpretes, simpatizo con eso. Estar irracionalmente obsesionado
contigo se ha vuelto uno de mis pasatiempos favoritos, pero que me
condenen si alguien más tiene ese honor.
Pensé en Damien y Jessa. —Es un emparejamiento que tiene sentido
para mí.
—Un viejo amigo mío necesita un nuevo equipo de vuelo para su jet
privado. He recomendado a Murphy y Damien como sus pilotos, y a Jessa
como su asistente de vuelo. Eso los pondrá en proximidad a menudo. Todo
lo que podemos hacer es esperar que sea suficiente.
—Eso es dulce de tu parte. Me preocupaba que Damien y Murphy ya
no pudieran conseguir trabajo juntos, y lo triste que sería eso.
Me guiñó un ojo. Causó pequeños giros en mi estómago. —Lo sé. He
estado atento a trabajos para tus amigos, ya que muchos estarán
desempleados durante el año.
Dios, lo amo, pensé por millonésima vez. —Gracias por eso —le dije.
Acarició mi mejilla. —Adoro tu blando corazón. Haré mi misión de
vida acogerlo.
Continuamos subiendo el camino rápidamente. Incluso con las
paradas frecuentes para disfrutar las increíbles vistas, hicimos la subida
en poco más de cuatro horas.
Tuvimos una espectacular vista de la puesta de sol cuando llegamos
al cráter en la cima de la montaña.
—No podríamos haberlo cronometrado con más perfección —le dije,
asombrada por la vista. Era sin duda la puesta de sol más hermosa que
había visto.
—Sí, lo sé —dijo, concisamente.
Le lancé una mirada. —¿Lo cronometraste?
—Sí. Quería que hoy fuera especial. Quería que fuera perfecto.
Seguía estudiando la vista mientras él hablaba, pero lo sentí
mirándome. Le lancé otro vistazo rápido. —¿Qué es tan especial sobre
hoy? —pregunté, una nota seria en su tono me alertó de su estado de
ánimo.
Mi corazón se detuvo y luego hizo un giro lento en mi pecho cuando
se puso sobre una rodilla delante de mí.
—Quería que tuvieras una vista perfecta del mundo que quiero
poner a tus pies, mi amor —comenzó. Sus ojos lucían claros y muy
hermosos con lo que solo podía ser una súplica.
Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras veía lo que hacía, y el
meticuloso esfuerzo que hizo para que fuera perfecto.
Sacó una cajita de su bolsillo y sollocé. La abrió, mostrándome un
anillo con un gran diamante corte princesa, rodeado de zafiros. Noté de
inmediato que debía ser el anillo de compromiso de su madre. Hacía juego
con los pendientes que ya me había dado.
—Te amaré hasta que muera, Bianca. Cásate conmigo. —No había
tono de pregunta en su voz. Todo se hallaba en sus ojos, una
vulnerabilidad que me era tan difícil resistir como su firme dominación.
Temía y anticipaba este momento. Él me dio una advertencia clara,
porque me entendía muy bien. El matrimonio representaba tantas cosas
alarmantes para mí, siempre lo hizo, y era duro cambiar la forma en que
pensaba sobre ello. Era duro, pero no imposible, no desde que James
había entrado en mi vida, poniendo todo de cabeza, y cambiando mi
opinión sobre tantas cosas.
Me sorprendió lo rápido que le tendí mi temblorosa mano izquierda.
—Sí —susurré. Hablé de nuevo, haciendo mi voz más firme, más segura—.
Sí, James, me casaré contigo.
Tracé una lágrima bajando por su mejilla con mi otra mano mientras
deslizaba el anillo en mi dedo izquierdo. Encajaba perfecto.
Se levantó y me tiró a su pecho en un movimiento fluido, besándome
con ternura. Le devolví el beso con un hambre que nunca sería saciada. No
había duda en mi mente de que lo amaría hasta mi propia muerte. ¿Cómo
no lo haría?
Hicimos el amor en la tierra, junto al cráter de la gran montaña, y
con la gloriosa puesta de sol todavía bañándonos con su luz.
No pensé en ser vista mientras me arrancaba la ropa. La
temperatura se enfrió mientras más subíamos, y nos cubrimos con varias
capas. Él me sacó esas capaz incluso más rápido. Arrancó mis pantalones,
y simplemente abrió mi camisa. Hizo aún menos por él, solo sacando su
dura longitud de los pantalones y empalándome con una sola embestida
brusca. Se movió dentro de mí; un mundo de cruda necesidad en sus ojos,
necesidad y gratitud. Debió sentirse inseguro de mi respuesta, y aun así,
preguntó.
Se movió dentro de mí con severa precisión, tocando cada lugar
sensible de forma perfecta y repetida, con fuerza despiadada. Me tuvo en el
borde antes de que hablara. —Dilo, Bianca.
—Soy tuya, James.
—Para siempre —añadió.
—Para siempre. Oh, sí, soy tuya para siempre, James.
Se vino dentro de mí, arqueándose alto. Sus movimientos pequeños
mientras acababa, y con un ingenioso pulgar en mi clítoris, me hizo
seguirlo pronto.
Nos vestimos, sonriéndonos como tontos.
Encontramos a Clark y Blake montando nuestras tiendas un poco
retiradas del camino, instalándolas junto a una de las estructuras
pequeñas que bordeaban la superficie de la cima de la montaña.
Clark sonrió muy amplio cuando nos vio. —Felicidades —nos dijo
con un asentimiento.
—Gracias.
—Gracias.
—Oh —dije de repente, solo lo bastante alto para que James oyera—.
Debo contarle inmediatamente a Stephan. Estaría destrozado si no es el
primero en saber.
—Se lo diremos tan pronto como sea posible —respondió igual de
bajo, tirando de mi mano para llevarme a capturar los últimos gloriosos
minutos de la puesta de sol.
—Estará tan feliz —le susurré a James, sintiendo un poco de
tristeza. No quería ver menos a Stephan, pero nuestras vidas cambiaban
tan rápidamente y en tan extrañas formas que no podía evitar temer que
las cosas no siguieran siendo lo mismo para nosotros. Él había sido lo más
importante de mi vida por tanto tiempo…
—Bianca, mi amor, déjame hacerte una promesa —dijo James en voz
bajo, estudiando mi rostro con cuidado—. Sin importar dónde vivamos, sin
importar qué hagamos, lo mantendremos cerca de nosotros.
—¿No crees que él y yo somos irremediablemente co-dependientes?
—le pregunté. Conocía la respuesta. Lo éramos, pero ninguna parte de mí
se hallaba preparada para cambiar eso.
Sonrió con cariño. —Sé que lo eres, pero creo que, a veces, como en
un matrimonio, o con la gente correcta, eso puede estar bien. No son
tóxicos juntos. No es ese tipo de co-dependencia. Sobreviven juntos;
progresan juntos. No soñaría con hacerte cambiar eso. Estoy tratando de
unirme a tu familia, no separarla, amor.
No creía que alguna vez me hubiera dicho algo que me hiciera darme
cuenta más profundamente de lo mucho que lo amaba. Temer por lo que le
sucedió a mi madre no era lo único que me asustaba sobre el compromiso.
Perder a Stephan en pequeñas cantidad había sido un miedo presente. Me
sentía tan agradecida y aliviada de poder apartar ese miedo para siempre.
Sr. Embobado
Traducido por NnancyC
Corregido por Julie

Fuimos a una gala de caridad la noche que las noticias anunciaron


nuestro compromiso, lo que quizás fue un error. La alfombra roja era puro
caos.
Por mera coincidencia, la revista de salud masculina publicó y
difundió la portada de James ese mismo día. Todo resultó de maravilla,
pero utilizaron varias fotos de nosotros dos. En realidad, la imagen de
portada que usaron era una de las tomas donde James se encontraba de
espaldas a la cámara y yo reía con claridad en su hombro. Mis ojos
risueños eran visibles por encima, su rostro inclinado para acurrucarse a
mi oído, captando la comisura de su sonrisa embobada.
Ni qué decir, la publicación de las imágenes románticas, combinada
con la primera aparición de sus tatuajes locos y el anuncio de nuestro
compromiso, atrajo la atención de los medios de comunicación, y nos
bombardearon al segundo en que salimos del auto. No podíamos ni
siquiera escuchar lo que nos preguntaban los paparazzi; gritaban tan
fuerte uno sobre el otro. Dos fotógrafos demasiado exagerados incluso
intercambiaron golpes.
Tan pronto como los puños empezaron a volar, nuestra seguridad
nos hizo pasar directamente a la fiesta.
Jackie había elegido un vestido largo para mí que tuve que levantar
para moverme con rapidez mientras nos apresuraban al interior. Tenía el
corpiño ajustado de seda color champán, que colgaba hábilmente de mis
hombros pero justo debajo de mis pechos, y que se volvía una falda
carmesí larga y fluida. Lo emparejó con brillantes zapatos de charol rojos y
pensé que podría ser mi vestido favorito hasta la fecha. Me sentía femenina
y sexy, y bastante bonita para tener al hombre más hermoso del mundo en
mi brazo.
James llevaba un esmoquin negro clásico, con una camisa color
champán y un moño negro. Tenía un pañuelo carmesí doblado en el
bolsillo del pecho. No estaba segura si Jackie o James nos organizaron
para que combináramos durante la noche. Era la incógnita de todos en
este momento.
Adentro había una pequeña muchedumbre, tanto que de inmediato
esperé que no nos quedáramos mucho tiempo. Sobre todo porque la
primera persona que vimos fue un Scott furioso. Lo observamos venir
desde el otro lado de la antesala en la gala, y noté una vez más que se veía
extrañamente familiar.
—¿Por qué luce tan familiar para mí? —le pregunté a James, que
estudiaba al otro hombre con una intensidad aguda.
James se rió. —Es un jugador de tenis muy famoso. Asumí que
sabías quién era. Es muy reconocido. Nunca dejaré de amar el hecho de
que las celebridades no te impresionan en absoluto.
Me encogí de hombros, pensando que no era tanto acerca de no
estar impresionada, sino de no mantenerme al día con los asuntos de
actualidad.
—Espero que estés feliz, James. Jolene y yo nos separamos debido a
tu porno —comenzó Scott en voz alta al segundo que se encontraba al
alcance del oído. Fue un mal comienzo para la conversación, y no podía
dejar pasar el hecho de que toda la sala se quedó en silencio mientras
trataban de escuchar a los dos hombres famosos teniendo una discusión.
James se puso delante de mí en un gesto instintivo de protección.
Sin embargo, no imaginé que me hallaba en peligro de nada aparte de las
palabras, con nuestra seguridad operando para el evento.
—Eso no me hace feliz, Scott, aunque creo que podrías encontrar a
una mujer que no solo esté interesada en tu dinero y que probablemente
sea capaz de serte fiel. No hay ninguna razón por la que el video debió
terminar con tu relación. Fue grabado hace al menos tres años, incluso
antes de que ustedes comenzaran a salir.
Scott se mordió el labio, analizando a James con atención. —¿Sabías
sobre esa cosa desde hace tres años y nunca te molestaste en contármelo?
—No. No lo sabía hasta hace unas semanas. Fue grabado sin mi
conocimiento. Nunca habría dado mi consentimiento para ello. Nadie en
mi posición lo haría jamás.
—Bueno, no importa. Ya no podía seguir casado con una mujer que
todos han visto teniendo sexo contigo. Una mujer que publicó un video
sexual de ella con otro hombre mientras se encontraba casada conmigo.
—Si sirve de algo, no creo que ella tuviera que ver con la publicación
del video. No tenía nada que ganar, y todo que perder. Todo lo que ese
video hizo fue dejarla sin nada. Jolene es demasiado pragmática para
hacer algo tan emocional, y sin nada que ganar.
Scott lo miró con recelo. —¿Quién más podría haber sido?
—Aún no lo sé, pero estoy decidido a averiguarlo. ¿Quieres que te
avise cuándo tenga respuestas? ¿Eso ayudaría?
Scott asintió. —Esto me está desgarrando, y sé que no lo entiendes,
pero me resulta imposible dejarla ir. Saber que no sigue tan obsesionada
contigo que haría algo así por despecho ayudaría. Creo que la idea de que
lo publicara, sin preocuparse de arruinar nuestra relación, es lo que más
me molesta.
—Sobre gustos no hay nada escrito, pero también puedo entender la
obsesión por una mujer y no ser capaz de dejarlo ir, Scott. Te deseo lo
mejor. Tal vez ella ha cambiado.
—Sé que no es un ángel, pero me gusta su forma de ser. Si tan solo
pudiera conseguir que se preocupara por mí, como yo por ella, creo que
podríamos tener un buen matrimonio.
No pude ver su rostro, pero claramente vi a James encogerse de
hombros desde atrás.
—No estoy seguro de que funcione de esa manera, pero sí sé que la
gente es capaz de cambiar, y espero por tu bien que ella lo haga por ti. Te
deseo todo lo mejor, Scott. Siempre lo he hecho.
Él dudó por otro momento, pareciendo inseguro, antes de finalmente
asentir. —Creo que lo sé. Supongo que lo he sabido todo el tiempo. Fue
más fácil culparte a ti, ¿sabes? Dime si te enteras de algo. —Se alejó
incluso antes de haber terminado de hablar; sus palabras se arrastraron a
nosotros mientras se alejaba.
Me pareció que Scott podría haberse disculpado, ya que admitió que
se equivocó acerca de James, pero no dije nada. Las amistades podían ser
cosas complicadas, y no soñaría con intervenir cuando no entendía la
suya.
Creía que Scott y Jolene se merecían el uno al otro, pero también
mantuve ese pensamiento para mí misma.
Me alegré cuando las próximas caras conocidas que vimos fueron
amistosas. Sophia y Parker me abrazaron cálidamente, entusiasmados con
el compromiso. Me sonrojé de placer, y si era honesta, un toque de
inquietud. Una parte de mí gritaba que todo esto era demasiado y muy
rápido cada vez que recordaba lo que había acordado.
—¿Ya has contratado a un planificador de bodas? ¿Sabes en qué
lugar lo harán? —preguntó Sophia, sonriéndome.
Pensé que era adorable, con sus rizos rubios y su entusiasmo, pero
su pregunta me intimidó como el infierno.
—No —dije al fin—. Ni siquiera he pensado en ello.
Sophia pareció sentir mi incomodidad. Me tocó el hombro con
suavidad. —No hay prisa. Y puedes tener una boda de cualquier tamaño
que desees. Solo asegúrate de invitarnos.
Asentí, con mi mente un poco en blanco ante el pensamiento de la
planificación de una boda. —Por supuesto. Pequeña o grande, sin duda
estarán en la lista de invitados. No puedo decir lo mismo de tu cuñada.
Se rió. —Espero que no. Ella trataría de incendiar el lugar, esa perra
loca.
Eso me hizo reír. “Perra loca” parecía una forma perfecta de describir
a Jules, y estaba segura de que Sophia debía estar aún más harta de ella
que yo, dado que era parte de su familia.
Socializamos durante un rato, pero me separé de James cuando vi
un baño. Blake me siguió adentro, incluso rondando fuera del cubículo,
pero me acostumbraba a ella. Su estoicismo implacable incluso empezaba
a caerme bien.
No pasé mucho tiempo en el baño, pero oí una especie de conmoción
afuera de mi cubículo justo antes de reemerger.
Blake se encontraba de pie tan cerca de otra mujer que ni siquiera la
reconocí al principio. Me di cuenta que la encargada del baño se hallaba
ausente antes de que captara lo suficiente de un vistazo fugaz de la mujer
para distinguir de quién se trataba.
—Jules —dije fríamente cuando la vi—. Blake, puedes soltarla. Estoy
preparada esta vez, y no trajo a su socia en el crimen.
Jules se veía engalanada en un vestido tubo de color negro, con un
solo hombro. Lucía arreglada y hermosa, pero las apariencias no
significaban nada si tus entrañas se encontraban putrefactas.
Ella sonreía, una malicia intensa en sus ojos, cuando la vi por
completo. Conociéndola, significaba problemas. —Solo quería un segundo,
Bianca. Es un poco patético que estés tan asustada de mí que necesitas
un guardaespaldas.
Blake había dado un paso fuera del camino, pero se encontraba
preparada para saltar sobre la otra mujer.
Sonreí a Jules. Era una sonrisa desagradable. Se sentía así. Pero
había terminado con soportar sus pequeñas escenas locas.
—Felicitaciones por el compromiso. Debes darte cuenta que nunca
va a durar con James. Se cansará de ti antes de que la tinta se seque, pero
buena suerte con eso.
—¿Eso es lo que querías decir? Qué desperdicio de nuestros
tiempos.
—No. En realidad, esa fue una nota al margen —respondió Jules,
viéndose notablemente más agitada por mi respuesta—. Lo que vine a
decirte es que yo publiqué ese video sexual. Se lo robé a Jolene hace años,
temía que hiciera algo loco. Me contó sobre el video una noche cuando se
encontraba drogada, y así lo supe. En ese momento, quería salvar la
reputación de James, ya que no podía dejar que mi futuro marido fuera
visto de ese modo. Solo quería que supieras que fui yo la que lo dio a
conocer. Si él era visto rebajándose contigo, entonces su reputación ya se
fue a la mierda, así que quise empeorarla más.
Me hallaba tan asqueada que sentí mi boca curvarse en una mueca
desdeñosa. Ni siquiera sabía que era capaz. —Eres patética, ¿lo sabes? Él
nunca fue tu novio, mucho menos tu futuro marido. —Levanté mi mano
izquierda, mostrándole mi anillo de compromiso—. James no es sutil. Lo
habría dejado en claro de cualquier manera, si hubiera tenido alguna
intención de casarse contigo. ¿Qué tienes que ganar con todo esto?
Se encogió de hombros. —Desperdicié un montón de mis mejores
años…
—En un delirio —la interrumpí, incapaz de contenerme.
Parecía a punto de escupir. —Venganza. Lo hice por venganza. Fue
así de sencillo. Y se sintió bien.
Fue tan petulante cuando lo dijo, como si hubiera logrado algo
grande. Espeté—: Bueno, no funcionó. Él todavía sigue en pie. Ahora
consíguete una maldita vida. —Me acerqué mientras hablaba. Ella y
Jolene me atraparon por sorpresa cuando me acorralaron, y me
encontraron fuera de guardia con el altercado físico, pero atravesé el
infierno y de regreso, y no tenía ninguna duda en mi mente que podía
encargarme de la perra engreída.
La agarré por el pelo antes de que viera mi intención, e incluso
apenas luchó cuando la arrastré por el cuarto y la metí en un cubículo.
Sumergí su cabeza en el inodoro mientras ella tiraba de mi muñeca,
teniendo mucho cuidado de no mojar mi propia mano. La sostuve allí por
uno, dos, tres, cuatro, cinco segundos antes de levantarla y empujarla de
golpe del cubículo. La aparté de mí, todavía tocando su cabello.
Se volteó hacia mí, luciendo sorprendida, asustada y furiosa. —¿Qué
demonios te pasa?
Le sonreí, mostrando una gran cantidad de dientes. —Venganza. Lo
hice por venganza. Fue así de sencillo, y se sintió bien —dije, citando sus
propias palabras ridículas.
—¡Voy a hacer que te arresten! ¡Te voy-voy a demandar! —farfulló.
Me reí. La perra era una novata. —Te libraste de tu única testigo
para poder resolver las cosas conmigo. No hay ni una marca en ti, ¿y de
verdad crees que mi guardaespaldas va a ser testigo presencial en mi
contra? Te sugeriría que te marches tan rápido y silenciosamente como sea
posible, de ese modo no voy a tentarme a hacerlo de nuevo. Este fue un
desperdicio de tu tiempo y el mío. Así que vete, y consíguete una maldita
vida.
Me dio la mirada más llena de odio antes de salir corriendo de allí
como si el lugar estuviera en llamas.
Miré a Blake. Sonreía satisfecha. Me hizo reír otra vez. —¿Crees que
me dejará en paz ahora? —le pregunté, queriendo su opinión profesional.
Asintió. —Caminar a través del salón viéndose así, probablemente es
lo más humillante que la princesa ha tenido que pasar, así que voy a decir
que sí, lo más probable es que te dejará en paz ahora.
Asentí. —Es una buena oferta. Ese fue el punto. Disfrutarlo fue solo
un extra.
Blake reprimió una risa.
Todavía me lavaba las manos, queriendo quitar todo de Jules,
cuando Lana y un frenético James entraron por la puerta. Solo elevé una
ceja ante ellos.
—¿Estás bien? ¿Qué ocurrió? —preguntó James, obviamente
preocupado.
—Vimos a Jules correr por el pasillo, con el pelo mojado y el
maquillaje hecho un desastre —agregó Lana, quien me estudiaba con
cuidado.
Me encogí de hombros. —Ella robó ese video de Jolene, y lo subió a
Internet. Vino aquí para contármelo. No lo tomé muy bien.
James le lanzó una mirada interrogativa a Blake, acercándose a mí.
—¿Qué pasó?
—Le metí la cara en el inodoro. Ella se fue. No creo que me moleste
de nuevo.
Me alcanzó, pasándome una mano por el cabello con un toque
suave. Su ceño se frunció por un momento mientras lo procesaba.
Parpadeó un par de veces, entonces echó la cabeza hacia atrás y rió.
Sr. Miserable
Traducido por NnancyC
Corregido por Julie

James no quería que lo hiciera, pero solo unos días después que
regresé a Las Vegas, fui a mi antigua casa para reunir algunas cosas. La
mayoría sería empacada y enviada a la casa más grande, pero quise
revisar las cosas por mi cuenta antes de dejar que extraños se ocuparan
del proyecto.
Compartí un auto con Stephan y Javier, quienes le iban a dar a la
casa de mi mejor amigo un tratamiento similar. Tenerlo cerca para la
excursión contribuyó mucho a tranquilizar al Cavendish Fanático del
Control. No era como si pudiera haberme detenido, aunque no tenía que
dejar el trabajo para escoltarme una vez que se dio cuenta que Stephan me
acompañaría. No sabía por qué pensaba que él podría hacer algo que mi
escolta armado no podría, pero así era. Los dos hombres se vincularon en
un nivel fundamental que ni yo entendía completamente. Sólo podía estar
agradecida por ello.
Tenía etiquetas para marcar a dónde quería que mis cosas fueran
mudadas, dado que muchos de los artículos para el hogar irían a
almacenaje, y algunos a caridad. James tenía todas sus propiedades
totalmente abastecidas.
Solo tenía que empacar un par de cajas de inmediato, y se llenaron
lentamente con pequeños recuerdos y fotografías.
Blake rondó por la casa cerca de mí, Paterson patrulló directamente
en el patio, y Henry, por el vecindario. Williams tuvo una emergencia
familiar en Chicago, y también tomaba algo de licencia personal. No fueron
capaces de encontrarle un reemplazo con solo un día de aviso, lo cual era
una de las razones por las que James se puso tan nervioso sobre regresar
a la casa sin él, incluso en mitad del día.
La reacción nerviosa de su jefe a esta mundana salida parecía haber
puesto a Blake tensa. Me puse nerviosa con solo mirarla. Siguió
paseándose por la casa, mirando por las ventanas sin ninguna razón que
pudiera ver.
—¿Todo está bien? —le pregunté finalmente.
Asintió, pero su boca se encontraba fruncida. —Sí, estoy nerviosa
hoy, supongo. No veo a Paterson allí afuera, pero es normal. Ni siquiera es
tiempo para que se reporte. No sé cuál es mi problema.
Esa era la mayor cantidad de palabras que la había escuchado decir,
y pareció ponerme más nerviosa, ya que era una demostración de sus
propios nervios. Cual fuera el extraño ambiente que tenía tan ansiosa a
una mujer tan imperturbable, no era bueno para mi paz mental.
Retorné a empacar algunas fotos viejas, sonriendo cuando vi algunas
antiguas de Stephan y yo. Había varias de la fiesta de mi cumpleaños
veintiuno, cuando corrimos como tontos por The Strip. Alguien tomó una
docena de Stephan dándome un paseo en caballito a través de las fuentes
en Caesar’s Palace. Vestíamos de gala, y lucíamos como locos, con la parte
inferior de sus pantalones mojados y mis tacones arrastrados por el agua.
Sonreí ante la foto. Era un recuerdo entrañable, justo alrededor del tiempo
cuando las cosas en verdad comenzaron a mejorar para nosotros. La
sonrisa en la cara de Stephan calentó mi corazón, ahora y en ese entonces.
Le sonreía a la cámara, y yo a él; el hecho de que era la cosa más preciada
en el mundo para mí era evidente en cada línea de mi rostro.
Metí la pila de fotos en mi bolso, pensando que tenía que darle
algunas, y encontrar un lugar de honor en mi nueva casa para poner al
menos una de las imágenes.
Hurgaba en mi bolso, todavía sonriendo ante los recuerdos, cuando
mi teléfono comenzó a sonar. Revisé la pantalla.
Era James.
—Hola —dije en el teléfono, aún sonriendo—. ¿Cómo va el trabajo?
—Podría estar yendo mejor, pero al menos casi termina. Mis
abogados y el agente de Tristan están haciendo algunas revisiones, pero
eso no debería tomar más de treinta minutos o algo así, y entonces
habremos acabado, gracias a Dios. Él intenta llevar a la quiebra al casino
por dos trucos insignificantes. —James había ido al trabajo para hablar
largo y tendido de algunos de los detalles en el nuevo contrato de Tristan,
y podía notar por su tono que el otro hombre debía estar al lado y que
intentaba molestarlo.
—Saluda a Tristan de mi parte —le dije.
—Bianca te envía saludos —transmitió en el otro extremo.
—Iré para allá cuando termine —me explicó James—. ¿Ya estás
lista?
Eché un vistazo al cuarto. Me encontraba bastante segura que
conseguí todo lo que quería empacar yo misma, pero deseaba darle al
lugar otra repasada, para estar segura. —Sí. Eso debería ser perfecto.
—Tristan va a cenar esta noche. Como si no le estuviera pagando lo
suficiente para hacer desaparecer conejos, ahora tengo que hacerle la
cena.
—Tengo un nuevo truco donde puedo hacer desaparecer directores
ejecutivos bonitos —dijo Tristan fuertemente en el otro lado.
Me reí.
—¿Le avisas a los chicos que también están invitados? —dijo James.
Podía escuchar la sonrisa en su voz.
—Eso suena divertido —dije, hablando en serio. Había algo tan
juguetón y travieso acerca de Tristan. Nunca había un momento aburrido
cuando el hombre se encontraba cerca—. Entiendo que obtuvo un contrato
favorable por los espectáculos del siguiente año —agregué.
—Firmó por otro año, pero tuvimos que doblar la paga del bastardo
—dijo sin resentimiento.
Habló algo más pero un ruido exterior me distrajo en ese momento.
¿Qué era eso? No fue particularmente fuerte, solo algo golpeando contra el
concreto, pero me distrajo lo suficiente para amortiguar a James por
completo mientras seguía hablando al otro lado de la línea por varios
minutos vergonzosos.
—¿Bianca? —preguntó, sacándome de mi distracción momentánea.
—¿Hmm? Oh, lo siento —dije, intentando concentrarme.
Podía haber sido cualquier cosa. Cuando llegamos vi a un vecino
trabajando en construir algo en su patio trasero, y eso había sido mucho
más fuerte que ese simple golpe. ¿Qué me inquietaba tanto de ese ruido?
Mantuve el teléfono al oído y me moví por la casa, buscando a Blake.
Era probable que el ruido no fuera nada, pero imaginé que ambas nos
sentiríamos mejor si ella lo comprobaba.
Lo escuché de nuevo cuando entré en la cocina. Esta vez era más
fuerte, y podría jurar que fue acompañado por un bajo gruñido de dolor.
—Blake —grité, segura ahora que algo andaba mal.
Entró de golpe en la cocina justo cuando James comenzó a sonar un
poco frenético en el otro lado de la línea del teléfono.
—¿Bianca, qué ocurre? —decía él—. ¿Algo está mal? Háblame, amor.
Abrí la boca para responder, con mis ojos encontrando los de Blake,
cuando escuché un ruido que hizo que la sangre se me congelara y el
corazón se detuviera en mi pecho. Era el fuerte eco de un estruendo que
conocía muy bien, y me hizo paralizar del terror. Un jadeo escapó de mi
garganta, y mi mano libre voló a mi pecho.
Blake se movió al instante, empujándome al piso, con su arma ya en
mano. —Quédate abajo, Bianca —dijo—. No te muevas, y hagas lo que
hagas, no dejes esta casa. Ya vuelvo.
Desapareció hacia el frente de la casa, aunque pensé que ese sonido
vino del patio trasero.
Me esforcé tanto por escuchar lo que pasaba en el patio que me
tomó un tiempo recordar que James seguía en el teléfono, lo cual era
sorprendente, ya que mantuvo un continuo diálogo desesperado el tiempo
entero.
—¿Dime qué pasa, Bianca? ¿Qué fue ese ruido? ¿Por qué Blake te
dijo que te quedaras en el suelo? ¿A dónde fue? ¡Necesito saber que está
pasando!
Parpadeé, con mi mente muy conmocionada en reacción a ese ruido
y los recuerdos que sacó a relucir. ¿Cómo no sabía que había sido ese
ruido? ¿Podría sonar tan diferente por la línea?
Ese horrible ruido sonó de nuevo, y mi cuerpo se sacudió como si
hubiera sido golpeada, a pesar que me encontraba a salvo adentro.
—Vamos en camino, amor, y hemos llamado a la policía, pero
necesito que me digas que está pasando. ¿Qué fue ese ruido?
Tragué saliva con fuerza, intentando enfocarme en esa voz amorosa.
Cerré los ojos fuertemente. —Te amo, James —le dije con suavidad.
Le escuché respirar entrecortado. —¿Qué pasa allí? —preguntó, su
tono ronco. Su voz se rompió con las palabras.
Sacudí la cabeza, pero por supuesto no pudo verlo.
Ese ruido sonó de nuevo, y gimoteé.
—Te amo, James —repetí, con mi mejilla pegada al frío linóleo del
piso de mi cocina. Me sentía tan feliz, tan indescriptiblemente aliviada que
él no estuviera cerca para ser herido por lo que sea que sucedía en mi
patio.
—Háblame. Tengo que saber qué pasa. Estamos en el auto ahora.
Estaremos allí en menos de veinte minutos, pero tienes que hablarme.
¿Qué fue todo ese ruido?
No quería decirlo. Era completamente ridículo, pero decirlo lo haría
más real. El ruido sonó de nuevo, y me estremecí inútilmente en el piso.
—¿Son disparos? —preguntó James con la voz más miserable. Podía
notar por su tono que ya tenía certeza de la respuesta, probablemente lo
adivinó con el primero tiro.
—Sí —dije en un aliento—. En mi patio trasero, creo. Estoy
asustada, James. Necesito que me digas que también me amas. Por favor.
Por si acaso.
—No —susurró—. Ya estaré allí. ¿Todas tus puertas están cerradas
con llave? Solo permanece oculta, y quédate en el suelo. Vas a estar bien, y
estaré ahí pronto para…
Cerré los ojos, queriendo escuchar su voz hasta que el peligro
hubiera terminado. Como si mágicamente pasaría después de tantos
disparos…
Lo hice tan bien, solo planeando quedarme justo donde me
encontraba, cuando escuché otro sonido que lo cambió todo.
Un grito ronco sonó en el fondo. Fue el ruido más corto, y debería
haber sido indistinguible de todos los otros sonidos, pero de algún modo
supe con absoluta certeza quién lo hizo. Luché por respirar, debido a que
de repente sentí que me ahogaba. Ese grito cambió todo. En un instante
fui de un asustado ratoncito acobardado a estar tan desesperadamente
aterrorizada por alguien aparte de mí que comencé a levantarme en mis
extremidades temblorosas.
Otro disparo sonó, y luego otro. Un grito ronco que me rasgó el
corazón en pedacitos fue detenido en seco en algún sitio entre aquellas dos
explosiones fuertes.
Comencé a moverme resueltamente a través de la casa. No olvidé
que todavía sostenía el teléfono. Había pasado de estar en shock a una
desesperada clase de claridad.
—Te amo, James —le dije de nuevo—. Muchísimo. Lo siento tanto.
—Colgué el teléfono, sintiendo que caía de mi mano antes de alcanzar mi
puerta trasera. Tomé una respiración profunda antes de desbloquear la
puerta y abrirla. Decididamente, di un paso afuera.
Sr. Trágico
Traducido por evanescita
Corregido por Julie

Stephan
Minutos antes…
En poco tiempo conseguí hacer una gran cantidad de cosas a la hora
de empacar en mi casa, hasta que me topé con una caja de fotos. Javier y
yo observamos las primeras imágenes y nos echamos a reír. Era una gran
pila de instantáneas de una fiesta de la empresa en Navidad, tal vez de
hace tres años. Habían sido tomadas con una cámara muy barata, por lo
que se veían granuladas y con un montón de ojos rojos, pero nos trajo
buenos recuerdos; nos sentamos en la cama y las miramos una por una
cuidadosamente.
Riéndose, Javier volteó una imagen hacia mí. Me reí tanto que tuve
que recostarme. Murphy se encontraba sin camiseta en la foto, y trataba
de hacer piruetas sin ningún éxito. Era tan divertida, pero lo más
destacado en la foto era, por mucho, la expresión en el rostro de Damien
en el fondo. Era una mezcla de admiración/terror/confusión. Debí estar
tomando la foto, porque Bianca se encontraba a un lado, doblada de la
risa y yo no estaba a su lado.
Javier me mostró otra foto, todavía sonriendo ampliamente.
Ésta era un primer plano de Bianca, que seguía riendo. Sus ojos
brillaban mientras miraba directamente a la cámara. Era una gran foto de
ella, aunque no se diera cuenta ni le importara lo hermosa que se veía en
su vestido color verde brillante esa noche, con su cabello rubio liso
colgando alrededor de sus hombros. Hice una nota mental para conseguir
una copia para James, a quien le encantaría una foto de ella riendo tanto
como a mí. A veces pienso que nuestra rápida amistad había sido algo así
como unirse a un club, uno hecho para hombres que piensan que Bianca
Karlsson es la mujer más perfecta del planeta.
Javier volteó otra foto, riendo más fuerte que nunca. Me uní a él al
darle un vistazo a la imagen.
Ésta era de Murphy tendido de espaldas en el suelo. Manteniendo
sus brazos rectos delante de él. La chaqueta de su traje y corbata se
hallaban agrupadas en el suelo a su alrededor. Recordé que fueron a parar
de esa manera durante su improvisado striptease.
Marnie se hallaba parado junto a él en la foto, capturada en medio
del movimiento de una reverencia.
Javier me mostró otra foto.
Murphy hacía el valiente esfuerzo del ejercicio de levantamiento de
pesas con una mujer pequeña.
Me mostró otra.
La misma mujer pequeña se encontraba derrumbada sobre él y
ambos se reían de su fracaso. Nos reímos aún más por el recuerdo.
—Extrañaré este trabajo —le dije con tristeza.
—Bueno, no tenemos que extrañar a la gente que lo ha hecho
increíble. ¿Qué quieres apostar a que Damien y Murphy serán clientes
habituales en el bar?
Le sonreí. —Tienes tanta razón. Es probable que tengamos que
sacarlos a la hora de cerrar todas las noches. —La idea me llenó de
calidez. Nuestras vidas cambiaban, sí, pero solo para bien.
Javier jugó más de lo que ayudó a empacar, y no podría haberme
importado menos. No me importaba hacerlo por mi cuenta, y prefería su
compañía a que me ayudara o no.
Extendí la mano para bajar una caja desde la parte superior de mi
armario y sentí sus brazos envolverse alrededor de mí desde atrás. Me
acarició en medio de la espalda, haciéndome cosquillas a propósito con su
nariz, y me giré hacia él riendo, lo empujé hasta que la parte posterior de
sus rodillas chocaron con la cama. Cayó hacia atrás con una carcajada, y
lo seguí.
Intentó levantarse, pero él lo comenzó, y yo tenía la intención de
terminarlo. Le hice cosquillas sin piedad, luché en su contra en la cama,
con fotos y ropa cayendo por nuestra exuberancia.
—Detente —gritó, todavía riendo—. ¡Para!
Me detuve y lo besé. Prácticamente se derritió debajo de mí. Eso me
encantó. Pude sentir cómo lo afecté, y atesoré eso. Me aparté, acariciando
su mejilla mientras lo miraba a los ojos.
Abrió la boca para decir algo, pero una fuerte explosión hizo que
contuviera el aliento.
Me tensé por un largo momento, sin apartar los ojos de él, antes de
que saltara a la acción.
Me puse de pie, apuntándolo. —Quédate aquí, y escóndete, ¿de
acuerdo?
Tragó. —¿Eso fue un disparo? —preguntó en un muy bajo susurro.
—No estoy seguro de lo que fue —mentí—. Pero tengo que ir a ver a
Bianca.
Ya iba en camino hacia la puerta de la habitación antes de que
volviera a hablar.
—No vayas, Stephan. Por favor. Te amo. No te pongas en peligro.
Lo miré, con amor en mis ojos. —También te amo. Quédate abajo.
Tengo que asegurarme de que ella está a salvo, Javier. No podría soportar
que estuviera herida.
Traté de aparentar estar calmado mientras cerraba la puerta del
dormitorio detrás de mí, pero me quebré cuando atravesé la casa como un
loco al segundo en que cerré. Un segundo y tercer disparo sonaron al
momento en que llegué a mi puerta trasera. Mi corazón trataba de salirse
de mi pecho por el miedo. No podía perderla. Era un sobreviviente por
naturaleza, pero sabía que no iba a sobrevivir a eso.
Desbloqueé, abrí la puerta y la atravesé en un instante, impulsado
por el terror ciego. Si ese monstruo le había hecho daño, si la golpeó, juré
que lo desgarraría con mis propias manos.
Un cuarto disparo sonó justo antes de que saltara por encima del
alto muro desesperadamente, raspando mis manos en el esfuerzo. Aterricé
del otro lado, observando la escena sangrienta delante de mí con sorpresa
y horror.
El padre de Bianca se enderezó sobre el cuerpo caído de Blake. Su
pecho sangraba, los orificios en su pecho filtraban la sangre, pero todavía
se mantenía de pie. Llevaba una pequeña pistola en su mano carnosa. Era
tan pequeña contra esas manos enormes que casi parecía un juguete.
Otro cuerpo yacía en el patio. Paterson, pensé, sin embargo, no pude
mirarlo, me enfoqué en Sven apuntando con el arma a Blake, con el
objetivo de descargar otro disparo.
—No —grité, apresurándome hacia él.
Se giró imposiblemente rápido para un hombre tan grande. Me
sonrió con dientes ensangrentados mientras apuntaba a mi pecho y
disparaba.
Mi último pensamiento era de alivio. Bianca no se encontraba en
medio de las víctimas.
Bianca
Salí para entrar en una pesadilla sangrienta, y mis ojos fueron
inevitablemente a la figura ensangrentada de Stephan. No hice ningún
sonido, sin embargo, mi cara se hallaba toda mojada por las lágrimas.
Él tiene que estar bien, me dije. Podía sobrevivir a un montón de
cosas, pero sabía que perder a Stephan no era una de ellas.
Estaba tan concentrada en ese pensamiento que ni siquiera me fijé
en el monstruo en medio de la carnicería durante un largo rato. Me había
acercado más a Stephan antes de alzar los ojos hacia aquellos de color
azul pálido que se parecían tanto a los míos.
Era como mirar a los ojos de un animal rabioso, con su malevolencia
escrita en cada línea tensa de su rostro. Al verlo ahora era difícil imaginar
que alguna vez fue una persona sana. Sin embargo, ¿alguna vez estuvo
cuerdo? No podría saberlo. Tal vez su cordura nunca había sido
cuestionada. Ni siquiera era un ser humano para mí, sino un demonio
monstruoso que destruía y aterraba. Y el único que siempre fue capaz de
actuar como un protector entre él y yo, ahora yacía moribundo a mis pies,
y tenía orificios rojos en su pecho. Él finalmente lo hizo. El monstruo me
había roto.
Mi instinto fue congelarme, y por eso observaba sin moverme
mientras se acercaba, con una horrible expresión que tenía la forma de
una sonrisa.
Yo no tenía esa cosa violenta dentro de mí como la tenía mi padre.
No disfrutaba de hacerle daño a nadie, por ningún motivo. Ni siquiera era
un impulso que entendiera. O por lo menos no hasta que Stephan yacía
malherido a mis pies.
Mis ojos se trasladaron de esa cara horrible, a la pequeña pistola al
lado de mi padre. La vi como una línea de vida, dejándolo ver que la
observaba… en lo que me había fijado.
Se reía, una risa seca, y la locura en su risa se hizo notar de una
manera distraída, como si estuviera intoxicado. Algún tipo de droga lo
alimentaba, haciéndolo más loco, más fuerte, anestesiando tanto el dolor
como el miedo. El hombre ya era una bestia sin ningún tipo de droga
corriendo por su sistema, por lo que no era un conocimiento
tranquilizador.
—Te lo advertí, sotnos. Te advertí que si ibas con la policía, nadie
podría mantenerte a salvo de mí, pero no me creíste. Y ahora tu amigo está
muerto. ¿Valió la pena?
Lloriqueé, un sonido completamente involuntario. Él no puede estar
muerto, me dije. Tenía que creerlo, o acabaría destrozada, hecha pedazos
en el suelo, y nunca volvería a levantarme.
Mis ojos seguían pegados a la pequeña pistola en su mano.
Se rió de nuevo, agitándola hacia mí. —No puedes quitarle la vista a
esto. ¿Crees que esto te ayudará? Tú no tienes las agallas, al igual que tu
madre. No podrías ni matar a una mosca. Mujeres débiles y sin valor.
La sostuvo justo en frente de mi cara, sonriendo siniestramente, con
sus ojos locos inyectados en sangre, pegados a la míos, y su brillo maníaco
penetrándome. —Tómala, si te atreves. Y verás lo que sucede, sotnos.
Nunca aparté la mirada de sus ojos. No podía recordar un momento
en que no lo odiara, pero ahora lo sentía como una herida en carne viva.
Podría matarlo sin remordimiento alguno, comprendí. Él me hizo eso, al
final había roto esa parte de mí. No lo lamentaría si estuviera muerto,
incluso si fuera yo quien lo matara. Estaría acabando con una bestia
salvaje en su enfurecida matanza. Lo único que lamentaría sería no
haberlo hecho antes para detenerlo.
No era como mi madre, a pesar de que desearía haberme parecido a
ella. Por mucho que quería evitar dicho conocimiento, ya tuve suficiente de
mi padre, por lo menos para hacer esto. Ni siquiera lo cuestionaría, incluso
no tendría un segundo de indecisión, no con Stephan inmóvil a mis pies.
Me equivoqué tanto, ahora lo veía claramente, al guardar su secreto, al
vivir aterrada. Hubiese sido mucho mejor que me asesinara en ese
entonces por delatarlo, que permitirle causar toda esta destrucción. Ese
era mi pesar, y lo sentí profundamente mientras lo miraba, rodeado de sus
víctimas.
Si tan solo hubiera visto más allá de mi propio miedo, de lo que hizo,
y pensar en todo lo que todavía era capaz de hacer.
Sí, mantener mi silencio durante todos esos años era mi pesar, pero
era lo único que lamentaba. Esto que estaba a punto de hacer no lo
lamentaría, ni por un segundo.
No tenía nada que decirle. Nada haría justicia a mi odio, y además
no iba a querer escucharme. Nunca me valoró, y nunca escuché de alguien
a quien valorara. Mis palabras no podían afectarlo. Así que no me molesté
en decirle lo que sentía. Se lo mostré.
Me entregó el arma sin duda ni temor alguno, y la tomé, girándola
hacia él con el mismo movimiento. Empujé duro contra su pecho, con el
objetivo de su corazón. Apreté el gatillo, apenas sintiendo el retroceso de la
pistola en mi mano al dispararle.
Estúpidamente, pensé que sería el final de todo esto.
El monstruo se rió, quitando el arma de mi mano. Le disparé en el
pecho, un pecho ya ensangrentado con su propia sangre, y se limitó a reír.
De repente, tuve la loca idea de que en realidad no era humano. ¿Cómo es
posible que siga de pie?
Abrió la boca, y roció mi cara con sangre mientras hablaba. —Mi
turno, sotnos.
Me agarró del pelo, tirando de mi cabeza hacia atrás, manteniéndola
inmóvil. Empecé a luchar, pero no fue suficiente.
Puso la pistola en el interior de mi boca sin ningún esfuerzo en
absoluto, colocando mi mano sobre el mango, con esa sonrisa maníaca
aún fija en su rostro.
Giré la cara de lado a lado, atrapada entre la mano en mi pelo y la
pistola en mi boca. Todavía sacudía la cabeza con desesperación cuando
sonaron dos disparos simultáneos. El mundo se volvió negro.
Stephan
Mi pecho se encontraba en llamas. Cada respiración era una agonía,
pero me las arreglé para abrir los ojos solo un poco cuando oí su voz. Por
supuesto que vendría por mí.
No, no, no, pensé con desesperación, al ver a su padre acercándose.
Me tomó un tiempo terriblemente largo girar mi cabeza hacia un
lado. Blake yacía inmóvil, a menos de un metro de distancia.
Sentí una enorme ola de alivio cuando me di cuenta que había un
arma a su lado. Sabía que no podía hacer ningún ruido cuando me
arrastrara. Era una carrera, y no podía dejar que tanto dolor me
entorpeciera.
Otro disparo fue efectuado antes de que llegara a mitad de camino, y
tuve que evitar gritar en señal de socorro, o de mirar para ver lo que había
sucedido. No tenía tiempo para mirar. Necesitaba conseguir esa arma.
Agarré la pistola con una mano temblorosa tan pronto como la
alcancé. Rodé sobre mi espalda, y la agonía por el movimiento hizo que mi
visión se pusiera borrosa en momentos preciosos.
Apunté a la cabeza de su padre y disparé.
No, pensé en agonía cuando vi que estuve a una fracción de segundo
demasiado tarde. Verla caer al mismo tiempo que su padre era una visión
que nunca iba a olvidar. No. Por favor, no.
Me desmayé.
James
Traducido por Jeyly Carstairs
Corregido por Julie

James
Minutos antes…
Normalmente disfrutaba de una buena negociación. Aun conociendo
los probables resultados, he sido conocido por prolongarlas. Sin embargo,
hoy no. Sentí una extraña tensión que me carcomía. Disfruté de molestar a
Tristan, como siempre lo hacía, pero fue un poco mediocre hoy.
—Estos habrían sido mejor que algunos trucos de cartas adicionales
—le dije mientras los abogados le hacían otra revisión al contrato. Fue
pura terquedad malhumorada lo que me llevó a decírselo. El hombre era
un genio en su trabajo. En solo unos pocos años, se hizo un nombre en el
mundo de los grandes espectáculos de magia en Las Vegas. Trajo un
nuevo e impresionante resplandor a una industria que necesitaba un
cambio de imagen, y lo logró solo con su juego de manos. La mejor parte
era que sabía que ni siquiera comenzaba a mostrarnos todos sus trucos.
Constantemente salía con algo nuevo que mostrarnos. Y como era de
esperar, el hombre sabía lo mucho que valía, y tendríamos que pagarle de
acuerdo a ello.
Tristan sonrió, mostrándome sus dientes blancos. Miró su reloj con
una ceja levantada, obviamente exhibiendo mi propio Rolex. Miré mi
muñeca desnuda y maldije. Se encontraba a una mesa de distancia.
—¿Cómo hiciste eso desde allí? —le pregunté.
Señaló a los abogados que actualmente negociaban con su agente. —
Creo que en el contrato se estipula que no está permitido hablar sobre ese
tipo de cosas. Secretos comerciales y esas cosas. Tus abogados tendrían
que hacer una corrección si te lo dijera. ¿En serio tienes esa cantidad de
tiempo? —Tocó mi reloj para dar énfasis.
Reí. Era difícil no hacerlo. Era un odioso hijo de puta, pero una
interminable fuente de entretenimiento. —Vamos a tener que revisarlo de
todos modos, si planeas recibir un reloj de cincuenta mil dólares como
bono.
Extendió su mano sobre la mesa, con el reloj apareciendo en la
palma de su mano en un borrón. Me estiré para tomarlo, y lo dejó en mi
muñeca con la misma velocidad. Sacudí la cabeza hacia él. Hijo de puta
astuto.
—Felicitaciones por el compromiso. La noticia está en todas partes.
¿Cómo conseguiste que aceptara? Habría jurado que Bianca tenía más
sentido.
Lo miré, pero sin demasiado entusiasmo en el mejor de los casos. La
sola mención de mis próximas nupcias simplemente me hacía sonreír
como un tonto. —Le supliqué tan patéticamente que finalmente se apiadó
de mí —le dije.
—Eso fue bueno de su parte. Ella podría haberlo hecho mejor. Sin
ofender.
Reí, porque dijo sin ofender mientras trataba tan descaradamente de
hacerlo. —No te preocupes. Eventualmente, descubrió que prefiere ser
capaz de mantener vigilado al hombre que la acechaba tan
implacablemente. Le prometí que podría colocarme una campana.
Tristan sacudió la cabeza. —Pobre chica. Nunca tuvo una
oportunidad. Probablemente la cortejaste con tu enfoque de adquisición
hostil.
Rodé los ojos. —Ni siquiera hago adquisiciones hostiles. Me apego a
trucos de magia, Tristan. Tu conocimiento del mundo de los negocios es
vergonzoso. —Había descubierto que dominaba asombrosamente el final
del negocio de su trabajo, pero eso era lo que hacíamos. Era agradable
poder tomar unos tragos con alguien que no fuera tan sensible cuando
comenzaba a insultarlo.
Él sonrió. —Claro que sí, jefe. ¿Me vas a invitar a cenar? Si voy a
firmar este contrato para ti, espero que al menos me hagas la cena. Y
quiero ver a tu prometida de nuevo.
—¿Por qué diablos no? Claro, ven a cenar, si puedes obligarte a no
robar los cubiertos. —Saqué mi teléfono—. Voy a llamar a Bianca. Vamos a
invitar a los chicos.
Bianca respondió de inmediato. —Hola —dijo, con una sonrisa en su
voz—. ¿Cómo va el trabajo? —Esa sonrisa en su voz me hizo sonreír, esa
voz me hizo ponerme duro entre una respiración y la siguiente. Solo una
palabra de ella, pronunciada en esa voz constante, me afectaba más que
cualquier otra mujer que tuve en mi vida. Imágenes de todas las formas en
que la he tenido, todas las formas en que planeé follarla sin sentido,
pasaban por mi mente, distrayéndome como nada más podía. Dios, la
deseaba. Solo la idea de ella era más erótica para mí de lo que el sexo real
había sido siempre con otras mujeres. Lo sentí desde el primer momento, y
solo se hacía más profundo con el tiempo.
—Podría estar yendo mejor, pero al menos casi termina —le dije,
teniendo que concentrarme para hacerlo. Me obligué a dejar de pensar en
estar en su interior por una conversación telefónica inocente, pero fue una
lucha. Mi polla se movió inquieta, y me encontraba agradecido de que
estuviera oculta debajo de la mesa de conferencias en ese momento—. Mis
abogados y el agente de Tristan están haciendo algunas revisiones, pero
eso no debería tomar más de treinta minutos o algo así, y entonces
habremos acabado, gracias a Dios. Él intenta llevar a la quiebra al casino
por dos trucos insignificantes. —Lo miré, sonriendo mientras lo decía.
Me enseñó el dedo medio.
—Saluda a Tristan de mi parte —dijo.
—Bianca te envía saludos —le dije a Tristan, sin gustarme el nombre
de ella en sus labios, pero ocultando mis celos excesivos. Esos celos se
convertirían en un problema si no los controlaba. Lo entendía. Mi
necesidad de que funcionara lo nuestro me ayudó a mantenerme
controlado cuando sabía que no era razonable.
—Iré para allá cuando termine —le dije—. ¿Ya estás lista? —En
realidad no me importaba si era así. Me hallaba impaciente por verla, e iría
a esperarla si era necesario. Esperaba que no se estuviera cansando de mi
compañía, porque solo habíamos estado separados por unas horas y ya me
encontraba hambriento por un vistazo de ella.
Imaginaba como la tomaría en esa pequeña casa cuando respondió.
—Sí. Eso debería ser perfecto.
Pensé que sería perfecto follarla por última vez en su casa, incluso si
estaba empacando. Me enterraría dentro de ella donde sea que la
encontrara. Tal vez podría doblarla sobre la encimera de la cocina, o
tomarla en la mesa del comedor. Me sacudí. Colocó un hechizo en mí, y no
me liberaría en ningún momento cercano. O nunca, pensé con una
sonrisa. La señora Cavendish tenía un anillo encantador.
—Tristan va a cenar esta noche. Como si no le estuviera pagando lo
suficiente para hacer desaparecer conejos, ahora tengo que hacerle la
cena.
—Tengo un nuevo truco donde puedo hacer desaparecer directores
ejecutivos bonitos —dijo él.
Bianca se rió en mi oído. Me encantaba esa risa.
—¿Le avisas a los chicos que también están invitados? —pregunté,
sonriendo.
—Eso suena divertido —dijo—. Entiendo que obtuvo un contrato
favorable por los espectáculos del siguiente año.
—Firmó por otro año —dije, mirando a Tristan con una ceja arriba—,
pero tuvimos que doblar la paga del bastardo. Es curioso lo pronto que se
olvidó de quién descubrió su lamentable culo.
Bianca se quedó en silencio en el otro extremo. Todo mi cuerpo se
tensó, como si estuviera preparándose para un golpe y no supiera de
donde vendría. Me rasqué de forma ausente las cicatrices en las muñecas,
mi indicador más nervioso. Pensé que había superado ese hábito. ¿Qué
pasaba conmigo hoy?
—¿Bianca? —pregunté. Estaría bien si solo escuchaba su voz de
nuevo.
—¿Hmm? Oh, lo siento —dijo, la nueva distancia en su voz solo me
hizo sentir más agitado.
—Amor, ¿pasa algo? —pregunté.
Me puse de pie y empecé a pasearme, incapaz de quedarme quieto.
—Suenas molesta.
No respondió por un interminable momento. Me hallaba desesperado
cuando su voz sonó de nuevo.
—¡Blake! —dijo, con un claro hilo de pánico en su voz.
No, pensé, con mi corazón tratando de salirse de mi pecho.
Me di la vuelta, buscando con mi mirada a Clark. Era tan bueno
leyéndome que ya sacaba su teléfono.
—¿La policía? —preguntó.
Asentí. Podría no ser nada, pero me importaba un carajo. Si era algo,
cuanto antes estuvieran en camino, mejor.
—¿Bianca, qué ocurre? —insté—. ¿Algo está mal? Háblame, amor.
El eco de una explosión en el otro extremo de la línea hizo que mi
sangre se helara. Bianca se quedó sin aliento en mi oído.
No, pensé, y comencé a moverme.
—Quédate abajo, Bianca —oí decir a Blake en el otro extremo—. No
te muevas, y hagas lo que hagas, no dejes esta casa. Ya vuelvo.
No. Un cruel puño agarró mi corazón.
Podía escuchar su respiración, pero mientras hablaba, la persuadía
y le suplicaba que me dijera lo que pasaba, se abstuvo de hablar durante
un largo tiempo en el otro extremo. Recordé aquella terrible tarde, hace tan
solo unos meses, cuando observé a la ambulancia llevársela, y mi corazón
en pedazos mientras esperaba en agonía para ver si se encontraba bien.
Clark caminó detrás de mí sin decir una palabra mientras
atravesaba las oficinas hacia el ascensor. Vi que subía y tomé las
escaleras, poco dispuesto a esperar, sosteniendo el teléfono contra mi oído.
Bajé las escaleras a toda velocidad.
—¿Dime qué pasa, Bianca? —Traté de nuevo, corriendo a través del
casino—. ¿Qué fue ese ruido? ¿Por qué Blake te dijo que te quedaras en el
suelo? ¿A dónde fue? ¡Necesito saber que está pasando!
Otro disparo sonó en su extremo de la línea, y morí un poco por
dentro al escucharlo.
Hice todo lo posible para sonar calmado, pero fue una maldita lucha.
—Vamos en camino, amor, y hemos llamado a la policía, pero necesito que
me digas que está pasando. ¿Qué fue ese ruido? —Me aferraba a un clavo
ardiendo, lo sabía, con la esperanza que de alguna manera hubiera oído
un tubo de escape de un motor a la distancia. Dos veces…
—Te amo, James —susurró.
Me rompí, llenándome con un sentimiento de impotencia y temor.
—¿Qué pasa allí? —pregunté bruscamente. Apenas me di cuenta de
que mi voz se quebró con las palabras.
Otro disparo sonó en su extremo, y gimió. Destrozándome. Quería
golpear mi pecho y aullar con miedo, pero en su lugar corrí, decidido a
llegar a ella.
—Te amo, James —repitió. La resignación en su voz no fue
tranquilizadora en lo más mínimo.
Clark me siguió el ritmo, y se dirigió al frente mientras llegábamos a
las puertas, hablando frenéticamente con el valet, consiguiéndonos un
auto con una velocidad excepcional. Se puso al volante mientras tomaba el
asiento del pasajero. Aceleró antes de que pudiera terminar de
acomodarme dentro.
—Háblame —le dije con desesperación—. Tengo que saber qué pasa.
Estamos en el auto ahora. Estaremos allí en menos de veinte minutos,
pero tienes que hablarme. ¿Qué fue todo ese ruido?
Otro disparo sonó y cerré los ojos con miedo. —¿Son disparos? —
pregunté miserablemente. Nunca me había sentido tan impotente e inútil
en mi vida.
—Sí —dijo sin aliento—. En mi patio trasero, creo. Estoy asustada,
James. Necesito que me digas que también me amas. Por favor. Por si
acaso.
El terror más crudo que había conocido se apoderó de mi pecho. No
era un hombre supersticioso, pero de pronto sentí que si le decía eso
ahora, sería la última vez y simplemente no podía hacerlo. Era ilógico, pero
no pude forzarme a decir las palabras hasta que la tuviera entre mis
brazos.
—No —dije en voz baja, ese rechazo brutal haciendo que me doliera
el pecho—. Ya estaré allí. ¿Todas las puertas están cerradas con llave?
Solo permanece oculta, y quédate en el suelo. Vas a estar bien, y estaré ahí
pronto para decirte esas palabras.
Jadeó de repente, su respiración cambiando, como si estuviera en
movimiento. El pánico me tomó firmemente en sus garras y tuve que
escuchar inútilmente mientras dos disparos más sonaban en el fondo. Dos
sollozos irregulares escaparon de su garganta como si hubieran sido
arrancados de ella.
No, no, no, pensé.
—Te amo, James —me dijo, con voz firme ahora. De alguna manera,
eso me aterró más que cualquier otra cosa—. Muchísimo. Lo siento tanto.
Le empecé a gritar cuando me colgó.
Sr. Desolado
Traducido por Vane Farrow
Corregido por Julie

James
Podría haber deseado que los veinte minutos de viaje fueran solo un
borrón, pero por supuesto no lo fue. Fue el viaje más largo de mi vida.
Morí un millón de veces en ese viaje, mi mente yendo a los lugares más
oscuros.
Incluso me encontré maldiciendo a Dios, cuando siempre había sido
el alma más agnóstica. ¿Por qué él me odiaba tanto?, me pregunté con
rabia. Primero se llevó a mis padres, a quienes adoraba, y ahora encontré
un hogar y una familia de nuevo, una que he deseado y adorado con un
propósito único. No podía soportar la idea de que la perdería justo cuando
la había encontrado. Rechazaba la idea. Esto no podía estar pasando. Si
su padre la quisiera atacar, sin duda la seguridad lo habría sometido antes
de que pudiera tocarla. No existía otra alternativa aceptable.
Vi el reloj del tablero durante todo el viaje. Clark se pasó las luces
rojas, se movió a través del tráfico, y manejó como si su vida dependiera de
ello. Hizo buen tiempo, y llegamos al vecindario menos de quince minutos
después de que subimos al auto.
Me bajé antes de que se hubiera detenido, corriendo a la puerta
principal. Se hallaba cerrada con llave, y maldije mientras sacaba mis
llaves. Con aire ausente, noté que Clark tomaba otra ruta, saltando la
valla en el patio trasero, mientras que yo entraba en la casa. Era donde
ella se encontraba mientras hablábamos, así que vería el interior primero.
Las primeras habitaciones se hallaban vacías, y oí las sirenas
acercándose mientras escaneaba la cocina.
Clark estaba de pie delante de la puerta trasera que daba al patio de
la habitación cuando entré. Mi instinto se tensó, casi doblándome. La
puerta trasera había sido abierta…
Corrí, pero Clark se movió para detenerme. Me atrapó antes de llegar
a la puerta.
Luché contra él con fervor. No tenía segundos que perder.
—Por favor, James —dijo en una voz suave que apenas reconocí
mientras lo sacudía—. No quieres ver lo que hay allí. Nadie debería tener
que ver eso. Los paramédicos ya van a llegar. Dejemos que hagan su
trabajo.
Oí un gemido horrible como si se encontrara a la distancia, apenas
notando que había escapado de mi propia garganta.
Solo diría una cosa así si no hubiera nada más que hacer, y
claramente Bianca no se encontraba en la casa.
—¿Está ahí? —le pregunté, con mi voz rompiéndose en las palabras.
Se sentía como si cada parte de mí estuviera rompiéndose.
Asintió, y una lágrima corrió por su mejilla. —No puedes hacer nada
por ella, James, pero puedes ahorrarte el dolor de verla así.
Por supuesto, no podía permanecer lejos. Me negaba a aceptar lo
que sus palabras implicaban, incluso mientras sentía mi propio rostro
bañado en lágrimas. —Déjame —le dije, con un temblor en mi voz—. Tengo
que estar con ella.
Ladeó la cabeza y me dejó pasar, viendo mi resolución.
La vista que me recibió me puso literalmente de rodillas.
No hubo ni un segundo desde que la conocí que sentí como si la
hubiera tomado por sentado. La amé, atesoré, codicié, y adoré cada
centímetro de ella, pero todavía no sentía como si hubiese sido suficiente.
Di un paso en falso, lo jodí un montón, pero funcionábamos a pesar de
todo. La vida podría haber sido perfecta. Todo lo que necesitábamos era
más tiempo…
Me arrastré hacia ella, notando vagamente que el suyo no era el
único cuerpo que yacía en el pequeño patio trasero.
Se encontraba de espaldas, su cabeza vuelta bruscamente hacia un
lado, oscureciendo un lado de su cara. Lo que se mostraba de su rostro se
hallaba extrañamente intacto, casi pacífico. Su cabello se extendía a su
alrededor, las hebras rubias claras ahora húmedas y teñidas de rojo con la
sangre. Traté de decirme que podría estar bien, que podía sobrevivir a esto,
pero no veía con claridad desde donde se acumulaba la sangre que debía
ser una herida en la cabeza.
Sonidos crudos de angustia salieron de mí con cada movimiento
mientras caminaba hacia ella.
Suavemente, con cuidado, como si fuera de cristal, tomé su mano y
lloré. No sobreviviría a esto. No quería sobrevivir a esto. No existía nada en
el mundo para lo que quisiera vivir después de soportar esto.
Por primera vez en mi vida, empecé a orar. Por su vida o mi muerte,
no lo sabía. Tomaría cualquiera de los dos en ese momento.
Ni siquiera levanté la vista cuando llegaron los paramédicos. Solo
noté que el cuerpo que se hallaba tendido al lado de ella era movido. Al
parecer, los paramédicos no tratarían de ayudar a ese, ya que le faltaba la
cabeza. Su torso masivo se hallaba lleno de agujeros, y vi que había sido
su padre. Su muerte no me dio ninguna satisfacción. No era suficiente, y,
desde luego, no había muerto a tiempo para salvarla.
¿Cómo había llegado a esto?, me pregunté miserablemente.
Mi visión era borrosa y no podía centrarme en otra cosa que no fuera
esa mano. Se sentía floja en la mía, pero ilesa, y si levantaba la vista, sabía
que existía una buena probabilidad de que encontraría respuestas que no
estaba dispuesto a aceptar. De alguna manera, la incertidumbre era algo a
qué aferrarse cuando el peor de los casos era mucho más probable que la
alternativa.
Un paramédico se encontraba agachado al otro lado de ella, pero no
podía mirarlo directamente, no podía dejarme ver lo que encontró cuando
comprobó rápidamente sus signos vitales.
El paramédico habló en voz alta. No entendí lo que dijo. Mi mente no
procesaba las palabras en ese momento. Aún se encontraba concentrada
con un propósito único en esa mano preciosa. No tenía forma de saber
cuánto tiempo me quedé de cuclillas allí, paralizado por el miedo,
intentando prolongar los momentos, diciéndome que estaría bien, pero
lleno de una cruda desolación que hacía difícil incluso respirar.
El paramédico dijo algo más, y no me di cuenta de que me hablaba
hasta que alguien me dio un codazo con cierta impaciencia desde atrás.
Parpadeé hacia el hombre, sin verlo realmente mientras intentaba
escuchar lo que decía.
—Por favor, muévase, señor. Tenemos que ponerla en una camilla.
Se encuentra en el camino.
Me moví de forma automática, tan poco acostumbrado a que me
dijeran qué hacer que obedecí por instinto, sabiendo que nadie se atrevería
a darme una orden si no fuera importante.
Me moví la cantidad más pequeña, pero una camilla fue empujada
persistentemente contra mí hasta que me alejé lo suficiente para darles
espacio para trabajar.
Empujé con desesperación cuando me di cuenta de que iban a
ponerla en la camilla.
No dejaré que la alejen de mí, pensé. Moriré antes de dejar que la
pongan en una bolsa.
Grandes brazos me rodearon por detrás, tirándome. —Déjalos
trabajar, James —dijo Tristan suavemente en mi oído. Ni siquiera me
había dado cuenta de que nos siguió hasta aquí.
—Señor, cada segundo que nos retrasa podría ser crucial para su
supervivencia —dijo el otro paramédico, con clara impaciencia en su tono.
Dejé que Tristan me tirara hacia atrás mientras intentaba procesar
esas palabras.
Supervivencia, dijo él, como si tuviera la oportunidad. No la pusieron
en una bolsa; detenían el flujo de sangre del lado de su cabeza y la
movían.
Dijo supervivencia, pensé de nuevo. No la alejaban porque estuviera
muerta. Pensaban que podían ayudarla.
Cerniéndome cerca, mis pensamientos se volvieron poco a poco más
coherentes cuando empecé a darme cuenta de que no estaba muerta, y si
Dios quiere, podría sobrevivir. Con desesperación, empecé a permitirme la
esperanza, mientras cada centímetro de mí temblaba.
Les di espacio para trabajar, pero me acerqué lo más que pude,
desesperado por ver lo que harían, temiendo que si tan solo apartaba la
vista podría perderla.
Me movía a su alrededor, intentando acercarme sin meterme en su
camino, por lo que vi cuando el primer paramédico movió la cabeza lo
suficiente para aplicar presión a la herida. Gimoteé cuando vi el agujero
con sangre en el lado de su rostro. Se hallaba cerca del punto donde la
mandíbula encontraba su oído, o al menos eso pensaba. Era difícil decirlo
con toda esa sangre.
Nunca aparté mis ojos de ella, y lo que hacían para ayudarla, pero
empecé a escuchar los otros sonidos en el patio mientras llegaban aún
más paramédicos. También oí a otro hombre sollozando. Había estado
sucediendo durante un tiempo, pero en realidad no lo noté; hacía el mismo
sonido que yo.
Javier, pensé, el horror creciente haciéndome buscarlo. Se cernía
sobre el cuerpo caído de Stephan. Un paramédico se hallaba ocupado
conteniendo el flujo de sangre de su pecho, preparándolo para subirlo a
una camilla, y otro hombre ayudándole. No, pensé, por favor, no. Ambos
tenían que vivir.
Seguí de cerca la camilla mientras la movían, y nadie se atrevía a
decirme que no lo hiciera. Observé su pecho mientras respiraba
débilmente en el largo camino al hospital. Es un milagro, pensé. Puso la
pistola en su boca y apretó el gatillo, y si ella sobrevive, he sido testigo de
un milagro. Hice promesas locas a Dios en ese largo viaje, prometí darle mi
alma a cambio de ese milagro.
No era yo mismo mientras seguía su cuerpo inconsciente dentro del
hospital. Me sentía desconectado de la realidad mientras trabajaban en
ella. Empecé a luchar cuando no me dejaron seguirla a cirugía. Clark y
Tristan tuvieron que apartarme. No fue hasta que el mundo volvió a
centrarse que me di cuenta de que me hallaba en estado de shock.
—James, tienes que estar presente para esto —me decía Tristan, con
voz firme, y sus ojos fijos—. Tu influencia puede ayudarlos. Lo garantizo.
No puedes seguirla a cirugía, pero puedes cobrar algunos favores.
—Puedes comprar el maldito hospital si quieres darle a Bianca,
Stephan, y Blake sus mejores oportunidades —agregó Clark.
La enfermera puso una manta sobre mis hombros, diciendo cosas
tranquilizadoras, disparando a Tristan y Clark miradas perplejas. Sin
embargo, Tristan me entendía bien, y su táctica no podría haber sido más
brillante. No tenía tiempo para revolcarme en esto, y ciertamente ninguno
para agonizar al respecto. Lo que necesitaba era acción. Mientras más,
mejor. Había cosas que podía hacer para ayudar.
—Pon al consejo de administración y al director del hospital en el
teléfono —le dije a Clark—. Si preguntan de qué trata, diles que alguien
está dispuesto a donar una cantidad obscena de dinero por un tratamiento
especial.
Asintió, y se alejó; una pequeña sonrisa de satisfacción adornó su
boca. Recordé que también dijo Blake. Me sentí aliviado de que al menos
tuviera una oportunidad. También supe que los nombres que no mencionó
seguramente se hallaban muertos. Paterson y Henry cayeron en su deber
de proteger a Bianca. Hice una nota para pagar a las familias de ambos
hombres. Era el más mínimo consuelo, pero al menos ninguno de ellos
dejó hijos o esposas.
Mi primera llamada fue a mi oficina en Las Vegas, y luego a Nueva
York, a mi segundo al mando. Enlisté toda la ayuda a mi disposición para
conseguir que la bola rodara más rápido.
Sr. Desamparado
Traducido por florbarbero
Corregido por Laurita PI

Bianca
Me desperté con una sacudida violenta, mi pensamiento viajando
inmediatamente a Stephan. Era como si verlo allí tendido, sin vida, con
agujeros sangrantes en su pecho, diera vueltas en mi cabeza mientras me
encontraba inconsciente. Recordé todo como si hubiera sucedido solo
instantes antes, aunque sabía muy bien que me encontraba en un hospital
por los sonidos y los olores familiares.
Volví la cabeza con brusquedad, buscando a James. El movimiento
me hizo doler de cabeza y el costado de mi cara ardió.
Sentí mi mano en la suya y supe que se había quedado a mi lado. Vi
en su rostro cansado, desconsolado, cuánto le costó lo que le había hecho
pasar.
—¿Stephan? —Fue la primera palabra que salió de mi boca. Era una
agonía tratar de hablar. Tenía que hablar a través de los dientes, ya que
apenas podía abrir la boca. Ignoré el dolor, enfocándome en James,
desesperada por una respuesta.
Levantó sus ojos inyectados en sangre. Esas profundidades de color
turquesa nunca parecieron tan aliviados. Se quedó sin aliento en un
suspiro, como si necesitara aire. Parpadeó varias veces antes de encontrar
su voz. —Se está recuperando de una cirugía.
Solo oí su voz en un oído, y me pregunté vagamente si perdí la
audición en el otro. Pero eso no importaba. Nada me importaba, excepto
averiguar acerca de Stephan justo en ese momento.
—¿Qué tan herido está? ¿Va a recuperarse? Tengo que verlo ahora
—dije, tratando de levantarme.
Se detuvo por un largo tiempo para elegir sus palabras, lo que me
asustó más que nada. —Se encuentra en la UCI. Fue gravemente herido.
Nadie puede verlo…
Tiré de la vía intravenosa de mi brazo, para incorporarme. El dolor
en mi cabeza y la oreja oscureció temporalmente mi visión y un rugido
sordo se puso en marcha en el oído que no funcionaba. —Tengo que verlo
ahora.
No noté la conmoción que había causado hasta que me acostaron de
nuevo en la cama, y vi la cantidad de personas que se reunieron para
contenerme.
Mis ojos buscaron a James mientras una enfermera me colocaba
agujas en el brazo. Me sentí muy mal cuando vi las lágrimas corriendo por
sus mejillas y la mirada impotente en su rostro. —Por favor, James. Tengo
que verlo.
Finalmente asintió. —Por favor, no vuelvas a hacer eso. Voy a
arreglar todo para que puedas verlo, pero debes permanecer en la cama.
Asentí, cerrando los ojos con alivio. Él haría lo que dijo. Siempre lo
hacía.
No me dormí, pero no abrí los ojos hasta que sentí que mi cama
comenzó a moverse. Un equipo de enfermeras me rodeaba, James a mi
derecha, agarrando mi mano mientras me acompañaba junto a la cama
con ruedas. —¿Quién más lo logró? —pregunté a James, preparándome
para la respuesta.
—Blake fue herida de gravedad, pero ahora dicen que se recuperará.
—Eso significa que... —Tragué saliva, resultaba difícil terminar la
frase.
—Paterson y Henry murieron antes de que llegaran los paramédicos.
Tu padre… también.
Procesé todo, parpadeando para alejar las lágrimas. —No creerías
cuántos agujeros tenía en el pecho, y todavía seguía respirando…
—Lo terminó una bala en el cerebro —dijo James—. Stephan tuvo el
tiempo suficiente para lograrlo. Le debo otra cosa que nunca podré pagar.
Mi pecho quemaba y cerré los ojos, dejando que las lágrimas
corrieran por mis mejillas. Por supuesto, Stephan había sobrevivido el
tiempo suficiente para salvarme. Mi héroe. No podía perderlo. Abrí los ojos
de golpe cuando se me ocurrió una idea. —¿Vio a mi padre dispararme?
—Tuvo que hacerlo. Dedujeron que tu padre debió disparar justo
antes de que Stephan lo hiciera. Dicen que tuviste suerte. Disparó a tu
mejilla. Hubo daños, pero falló su objetivo.
Traté de tocar el lado de mi cara vendada. —¿Cómo demonios?
—Perdiste la audición de una manera significativa en ese oído, y
tuvieron que hacerte una cirugía en la mandíbula. Habrá cicatrices a lo
largo de la mandíbula y la mejilla, pero serán minimizadas tanto como sea
posible. Tendrás los mejores cirujanos plásticos del mundo a tu
disposición.
Continuó hablando, pero casi ni lo oí, mi mente todavía en Stephan.
No me podría importar menos la cicatrización, la mandíbula, o incluso la
pérdida de la audición. Estaba viva. El resto eran detalles.
Pero Stephan… él tenía que vivir. —¿Cuánto tiempo estuve
inconsciente?
—Cuatro días.
—Háblame de las heridas de Stephan.
—Ninguna bala alcanzó a tocar su corazón, pero una perforó un
pulmón, y tuvo una hemorragia interna persistente. El médico que realizó
la cirugía cree que fue un éxito, pero dice que Stephan no estará fuera de
peligro hasta que sus signos vitales se estabilicen. Ha sido muy cauteloso.
Me dicen que ha mejorado, está recibiendo la mejor atención disponible, es
un hombre joven y sano, por lo que podemos tener esperanza, a pesar de
que todavía no se ha estabilizado.
—Si lo veo, si hablo con él, ayudará —dije, más esperanzada que
segura—. Si él sabe que lo logré, va a salir adelante. Debió sentirse
devastado al ver a mi padre dispararme. Esto ayudará.
Mi visión era completamente borrosa por las lágrimas, cuando
colocaron mi cama junto a Stephan. Me giraron lo más cerca posible, mis
pies apuntando en la dirección de su cabeza. Fueron lo bastante
considerados como para que nuestras manos estuvieran cerca. Javier se
encontraba al otro lado, con la cabeza inclinada sobre su otra mano con la
intravenosa.
Agarré sus dedos con los míos, apretando. —Lo hice, Stephan. Estoy
bien. Me salvaste de nuevo, pero tienes que despertar ahora. Te lastimó,
pero no es nada a lo que no puedas sobrevivir. Por favor, despierta. —Mi
voz se volvió más fuerte a medida que hablaba, ronca por la emoción.
No se movió. Eché un vistazo a su monitor de frecuencia cardíaca,
pero no lo entendía. Miré a la enfermera más cercana. —¿Sus signos
vitales mejoraron? —le pregunté.
Ella frunció los labios. —No han cambiado.
Me dejaron permanecer durante unos minutos más, y le hablé con
dulzura a Stephan. Nunca respondió, no se movió. En verdad, no había
pensado que lo haría, pero sentí una decepción aplastante, ya que me
alejaron de él. La parte arrogante de mí tenía la esperanza de que el sonido
de mi voz, y el conocimiento de que sobreviví, fuera suficiente para
despertarlo. Fue mi último pensamiento cuando me desmayé, y mi primer
pensamiento al despertar. Conociéndolo, asumí que verme lastimada fue
terrible para él. Tal vez esto realmente se encontraba fuera de su control.
Ese pensamiento me derrotó más que nada.
Al regresar a mi habitación me quedé dormida, y supe por la
sensación flotante que se trataba de un sueño inducido por drogas.
Cuando desperté de nuevo, James me observaba. Me habló en el
instante en que mis ojos se abrieron aturdidamente.
—Ha mejorado. Menos de dos horas después de que hablaste con él,
abrió los ojos por primera vez, y me dicen que sus signos vitales por fin
han comenzado a mejorar. El médico incluso llegó a decir que existe una
buena probabilidad de que salga adelante.
—¿Cuánto tiempo estuve dormida?
—Solo cuatro horas. La primera palabra de Stephan fue tu nombre.
Él se encontraba tan frenético como tú, a pesar de que no estaba en
condiciones de quitarse su propia intravenosa.
Hubo una amonestación en su voz, y casi no pude culparlo. Lo
estudié, tratando de ver lo mucho que lo dañó todo, porque sabía con
certeza que lo hizo.
—Tenías razón —le dije—, no debí haber vuelto a la casa. —Pensé
que él exageraba, pero de alguna manera sus instintos eran correctos.
Nunca soñé que mi padre podría llegar a mí con tanta gente
protegiéndome, pero logró superar todos los pronósticos razonables—.
¿Estás furioso conmigo?
Su cara se tornó sombría, como si la pregunta lo atrapara con la
guardia baja. —Nunca lo pensé. No hay espacio para la furia. Después de
pensar que estabas muerta, y luego darme cuenta de que vivirías, solo
sentí alivio. Podríamos tener que empezar a ir a la iglesia ahora.
—¿A la iglesia? —pregunté, perpleja.
—Sí. Recé por un milagro, y sobreviviste.
Suponía que todo era bastante milagroso, y estaba más agradecida
por mi vida de lo que jamás estuve, pero tenía más preguntas. —¿Mi padre
consumió algo? Soportó tanto, y todavía seguía caminando. —Hablé
despacio y con cuidado. Mi voz sería áspera por un tiempo, y sabía que
mis palabras eran difíciles de entender.
James asintió. —Sí. Varias cosas. Alguna mezcla de metanfetamina
y sales de baño. Tu padre emboscó a Henry, y luego lo mató a golpes con
una piedra grande a pocas cuadras de tu casa. Tomó su arma, y se dirigió
a tu casa. Saltó la valla trasera y aterrizó en Paterson, quien le disparó. Él
le disparó de regreso, un disparo a quemarropa en el pecho. Dijeron que
mató a Paterson casi instantáneamente, en parte por el tipo de balas en la
pistola, y el alcance del tiro.
»Blake se enfrentó a él, y le disparó de nuevo en el pecho. Dedujeron
que esto le hizo soltar el arma. A continuación, tomó el arma de Paterson.
Esta era un arma más pequeña, más ligera con la munición, y le disparó a
los tres con ella, lo que más probablemente sea la causa por la que
sobrevivieron. El arma de Henry es la que Stephan encontró y utilizó para
dispararle a tu padre en la cabeza. Vamos a decir que el arma tuvo más
efecto en el hombre drogado, sobre todo porque Stephan tuvo una puntería
infalible. Los guardaespaldas fueron entrenados para apuntar al corazón,
pero Stephan dio un tiro en la cabeza.
Asentí, agradecida de que me diera una explicación completa, pero
devastada por la totalidad de la pérdida sin sentido. —Esos pobres
hombres.
James asintió con gravedad. —Sí, lo sé. Todo salió mal. Es difícil
imaginar que un hombre causó tantas desgracias cuando era superado en
número de esa forma, pero dicen que la combinación de drogas le dio una
ráfaga sobrehumana de fuerza. Ninguno de nosotros consideró esa
posibilidad, muy a mi pesar.
Apreté su mano, y envolvió con gusto la mía. Busqué en sus
hermosos ojos, sabiendo que sentía una culpa aplastante. —Lo siento,
James. Si hubiera tenido alguna idea…
—No —me interrumpió. Suavizó su voz y sus ojos—. Por favor, no lo
hagas. No podemos cambiar nada, como no podríamos haber visto el
futuro. Todo lo que podemos hacer es sentirnos agradecidos de que no fue
peor. Cuando volví a poner los pies en ese patio trasero, me convencí de
que mi peor pesadilla se había realizado. Nunca dejaré de estar agradecido
de que hayas sobrevivido. Tenemos suerte de que no hubo más vidas
perdidas. Los tres se encontraban en estado crítico hace apenas unos días,
y ahora están en camino a la recuperación.
Pasaron varios días antes de Stephan fuera trasladado de la UCI, y
ambos estuviéramos despiertos para vernos entre sí. Tuvimos una reunión
con los ojos llorosos, agarrándonos las manos y llorando como bebés.
—Tenía tanto miedo de que no te recuperaras —jadeé.
Soltó una risa media estrangulada, medio sollozante. —¿Tú tenías
miedo? Yo lo vi dispararte. No creo que vuelva a recuperarme por completo
de eso.
Hice una mueca. —Pero me salvaste.
—Siempre, Buttercup —dijo, apretando mi mano con fuerza—.
Siempre.
Continuó, cambiando rápidamente a un tema más ligero. —¿Sería de
mal gusto comprometerme poco más de una semana después que tú?
Busqué a Javier, sorprendida por la pregunta. Nos quedamos
completamente solos, incluso James nos dio un momento de privacidad.
—¿Estás comprometido? —pregunté.
Negó con la cabeza, con su sonrisa más juvenil. —No, pero quiero
proponerme. Quería obtener tu bendición en primer lugar.
Le di una mirada exasperada, luego se rió. —Sí. Si quieres ser tonto
y pedir mi bendición, entonces la tienes. Siempre. Nada me haría más feliz.
—Va a ser viento en popa de aquí en adelante, Bee. Nos lo hemos
ganado.
Le devolví la sonrisa despreocupada, con la esperanza de que tuviera
razón.
Epílogo
Traducido por florbarbero & Vane Farrow
Corregido por Laurita PI

Cerca de un año después…


Tomé respiraciones profundas. Conté. Hice que todo mi cuerpo se
relajara. Me sentía nerviosa, muy nerviosa e inquieta, pero mucho menos
de lo que pensaba que estaría el día de hoy.
—Respira profundo, Buttercup —dijo Stephan suavemente. No podía
mirarlo. Él, más que nadie, me hacía sentir emocional. Había tanta alegría
en sus ojos, tanta emoción apenas contenida. Me daban ganas de llorar
como un bebé y acababa de terminar un proceso de maquillaje
cuidadosamente elaborado. Por no hablar de que mi meta para este día era
no desmoronarme en frente de los cuatrocientos invitados a la boda.
—Si la haces estropear su maquillaje en este momento, voy a
patearte —le dijo Lana, pero su tono era puro afecto. Stephan y Lana se
unieron de un modo similar a Stephan y yo. Ella amenazaba con
robármelo casi cada vez que los tres nos encontrábamos juntos.
Lana se veía espectacular, por supuesto, con un vestido lavanda que
hacía que esos ojos púrpura sorprendentes destacaran aún más. Se había
recogido el cabello. Como era su costumbre, formó una parte fundamental
de la organización del casamiento. No me había resistido. Por el contrario,
fue bienvenida. Este tipo de evento se encontraba fuera de mi área de
especialización. Nunca fui una chica que soñara con esto, y ni siquiera
pensé en planificar una de estas cosas. Tomé con gratitud toda la ayuda
que pudiera conseguir.
—Bianca, deberías saber que tu decidido novio me puso de guardia.
Dijo que si tratabas de huir, tendría que hacerte frente.
Eso me hizo reír, y alivió un poco la tensión.
—No sé si alguien te ha dicho esto —continuó—, pero tengo una
reputación como una luchadora patea-culos en Maui, así que no me
pondría a prueba si fuera tú.
Todo el mundo me contó esa historia, no sólo una persona. Lana, y
su tía, e incluso a Akira le encantaba contar la historia con gran detalle, y
con frecuencia. Era una chica luchadora y todos le decían campeona de
peso ligero…
Lana no había terminado, pero se alejó de Stephan y de mí. Con un
dedo elegante señaló a los dos duendecillos traviesos que llevaban vestidos
que hacían juego con el suyo. —Y ustedes. El dúo corrompido. Será mejor
que se mantengan alejadas de mi hermano en la recepción. Vi la forma en
que lo observaban. Ni siquiera piensen en ello. Tengo planes para él que
involucran establecerse, ¡y ustedes dos no sabrían diferenciar establecerse
de invitarlo a un trío!
Simplemente se rieron, completamente imperturbables.
—Ya nos hemos metido en uno con él —jadeó Marnie.
—¡Dos, con el que se produjo después de la cena de ensayo! —dijo
Judith.
—Fue increíble —agregó Marnie.
Lana se frotó las sienes. —¡Oh, Dios! No sé quién es más
irremediable. ¿Él o ustedes dos?
—Ellas —añadió Jessa desde donde acomodaba su pelo—. Las
conozco desde hace años. Definitivamente ellas.
—Me contaron una historia acerca de seducir a un sacerdote —dijo
Danika, dándole una mirada comprensiva a Lana—. Tu hermano es fácil,
pero estas dos son ninfómanas. Así que no tengas esperanzas.
—Juro que las vi mirando al ministro que oficia la boda —añadió
Sophia con amabilidad, ajustando la manga de su propio vestido lavanda.
—Estoy casi segura de que trataban de conquistar a mi padre la
noche anterior, antes de desaparecer con el hermano de Lana —dijo Jackie
desde donde trabajaba en mi dobladillo. Bajé la vista mientras ella
continuaba—: Mi pobre padre ha sido un viudo desde hace cinco años, y
se acerca a los sesenta años. Podría haberle dado un ataque al corazón.
Marnie y Judith simplemente se rieron, disfrutando de las bromas.
Todo ayudaba. Necesitaba la distracción. No era que tuviera dudas
acerca de James. Estaba segura de él, segura de que lo necesitaba, y que
era bueno para mí. Era solo la parte del matrimonio real lo que me tenía
asustada. Y la enorme cantidad de invitados, que empezó siendo tan
pequeña, no ayudaba. Había algo construyéndose que no podía controlar
más, aunque no tenía la certeza de alguna vez haberlo hecho. Deberíamos
habernos fugado…
Nunca pensé que sería esa persona con más damas de honor de lo
que podía mantener en vista, pero allí estaba. Abrí mi corazón a alguien
más que Stephan, y se desbordó. Existía tanta gente que valoraba ahora
en mi vida. Mi corazón ya no era un bloque de hielo con una parte
descongelada solo por Stephan. Sentía calor en mi pecho. Estaba más viva
de lo que nunca habría estado si no hubiera conocido a James. Tenía
razón desde el principio. Fuimos hechos el uno para el otro, y me hizo una
mejor mujer, una más completa, cuando lo dejé entrar en mi corazón.
Me había calmado considerablemente para el momento en que Javier
asomó la cabeza en la habitación.
Habíamos decidido tener una boda al aire libre al final de la
primavera, porque nos encantaba la idea de una boda en medio de las
flores. James eligió Wyoming, insistiendo en que no existía ningún otro
lugar dónde podríamos tener nuestros votos, ya que este era el lugar
donde me enamoré de él. Afirmó que me enamoré de sus alucinantes
habilidades ecuestres primero… y no fui capaz de hacerlo cambiar de
opinión; incluso le admití lo rápido que en verdad me enamoré de él, pero
no me escuchó. En realidad, no me importaba. No podía pensar en un
lugar que prefiriera para un día tan hermoso.
El rancho fue arreglado para el gran evento, se realizó una gran
limpieza en la parte delantera de la casa cuidadosamente perfeccionada
para la ceremonia. Tenía una visión hermosa de la hierba alta y las flores
silvestres bien cuidadas, desde donde se encontraban sentados los
invitados, con las flores en todo el perímetro.
Grandes tiendas fueron establecidas al lado de la propiedad para la
recepción que vendría a continuación.
Una de las salas de estar cerca de la parte delantera de la casa fue
convertida en mi estación de preparación para la ceremonia nupcial. Los
padrinos esperaban afuera, en el vestíbulo lleno de luz, por las damas de
honor.
—Hora del espectáculo —nos dijo Javier, sonriendo.
Stephan y Javier fueron más impulsivos, y se casaron en Navidad.
Tuvieron una ceremonia de compromiso magnífica en Bali, con una
recepción que después se convirtió en una fiesta de cuatro días de
duración con todos sus amigos más cercanos. Todo el viaje fue mágico, y
nunca vi a dos recién casados más felices. Incluso varios meses después,
ambos seguían brillando.
Stephan era más feliz de lo que jamás lo vi. Hacía dos meses, incluso
se puso en contacto con una de sus hermanas. Acababa de cumplir los
dieciocho años, y se alejó por la universidad. Ella lo encontró en Facebook,
enviándole un mensaje sobre su deseo de reunirse con él. Ella se disculpó
por la forma en que fue tratado por su familia, aunque por supuesto era
demasiado joven en el momento para tener algo que ver con la forma en
que sucedieron las cosas. Stephan me dijo que comenzaron conociéndose
poco a poco, pero que ahora charlaban casi todos los días.
Javier nos envió un beso antes de permitir que la puerta se cerrara
de nuevo. Terminó como parte de la corte del novio. La división de
nuestros amigos se convirtió en un debate. Tuvimos una disputa sobre
quien se quedaría con Stephan. La idea misma me hizo sentir furiosa.
Al final, decidimos por una boda flexible en cuanto al género, con
Frankie como dama de honor de James, y Stephan como mi padrino. Así
tenía sentido. James argumentó que él debía conseguir a Lana, y respondí
que en ese caso conseguiría a Javier, pero al final los dejamos elegir, por lo
que Javier era su padrino, y Lana era mía. Sabía que era un signo de lo
bendecidos que éramos, que nuestros amigos estuvieran tan entrelazados.
Una de las personas más conmocionadas con la fiesta de boda se
hallaba arrodillada a mis pies, preocupándose por algún detalle de menor
importancia en el dobladillo de mi vestido. Me tomó algún tiempo
acostumbrarme a Jackie, pero había mejorado. Nuestra amistad creció a
partir de un sinnúmero de pequeñas notas reflexivas que ella había dejado
en mi armario. Lana hacía todo lo que ella decía, por lo que tenía que ser
desafiada. Algo en su naturaleza lo necesitaba, y no me importaba ser la
que lo hacía. En primer lugar, insistí en llevar un único cambio de ropa y
de un diseñador desconocido, lo que la hizo querer tirar de su pelo, pero vi
que llegó a amar la idea, descubriendo nuevos diseñadores como un
desafío.
Aprendió a respetarme, y con ese respecto brotó nuestra amistad. Y
cuando empezamos a buscar mi vestido de novia, se convirtió en un
vínculo. Me di cuenta que tenía lugar en mi corazón para otra hermana.
Jackie y yo no nos caímos bien de inmediato, pero no lo sabrías
ahora. Como se obsesionó por encontrar el vestido perfecto, empecé a
decirle los pequeños detalles que podían agradarme en un vestido, y ella
añadió sus propias sugerencias persistentes. Cuando empezó a hacer
bocetos elaborados del vestido, quedé impresionada con su visión, e hice la
sugerencia de que se dedicara a diseñar. Tomó esa sugerencia, y diseñó el
vestido perfecto para mí. Sabía que por su talento, y la forma en que
parecía cumplir con la tarea, no sería lo último que diseñara.
Las mujeres comenzaron a salir de la sala, dándome miradas de
ánimo antes de irse. Las miradas me hicieron sentir un poco como una
loca, ya que me dijeron claramente que todo el mundo todavía tenía un
poco de miedo de que me convirtiese en una novia fugitiva.
Con Stephan asomamos la cabeza por la esquina para echar un
vistazo al altar.
James se encontraba allí, luciendo demasiado perfecto para ser real
con un traje de corte impecable. Llevaba la chaqueta negra clásica y
pantalones, con una camisa de seda de color blanquecino, chaleco y
corbata. Su cabello acomodado ingeniosamente fuera de su rostro. Frankie
se encontraba junto a él, luciendo su propia versión atractiva de un
esmoquin.
Nos vio y sonrió. Sabía que estaría nerviosa, como yo sabía que él
no. Compartimos una de esas miradas complejas en las que nos decíamos
que entendíamos. Su mirada tomó la forma de una sonrisa indulgente, y la
mía parecía un poco una mueca de dolor. Entré de nuevo en la habitación.
Además de ser mi padrino, Stephan caminaba por el pasillo
conmigo. Ni siquiera fue una pregunta. Llevaba un traje que era casi
idéntico al de James, pero con una corbata de seda color lavanda. Estaba
atento a nuestra señal para salir, hablando de la fiesta, mientras
caminaba, y me mantenía al tanto de todos los detalles, fiel a su estilo.
—Primero se encuentra Elliot. Tiene el anillo en la parte superior de
la cabeza, y está saltando.
Me reí.
—Ahora Parker y Sophia. Justo detrás de él, en caso de que se le
escape. Vaya, empezó a correr… no, está bien ahora. Creo que solo fingía
empezar a correr.
Compartimos una sonrisa. Elliot era demasiado adorable.
—Los siguientes son Lana y Akira. Él se ve como siempre, y ella es la
imagen de la elegancia. Ver uno al lado del otro tiene sentido, pero tienes
que verlo para creerlo, ya que son tan diferentes.
Tenía que estar de acuerdo con esa observación.
—Ahora siguen Murphy y Judith. En verdad se ven como si
intentaran comportarse. Esperaba un poco de baile por ese pasillo, al
estilo de YouTube.
—Murphy me preguntó si podía bailar, y dije que no me importaba,
siempre y cuando nadie esperara que yo lo hiciera —le dije.
—Oh, bueno, ahí va. Están haciendo una danza aleatoria.
Definitivamente parece que la practicaron. —Compartimos una risa.
—Y ahora Javier y Marnie —continuó Stephan—. Ella se ve muy
sexy, y él acaba de guiñarme un ojo al pasar junto a la puerta. Ahora
Jessa y Damien. Tienen enormes sonrisas en sus caras.
Se detuvo, su sonrisa desvaneciéndose solo un toque. —Los
siguientes son Tristan y Danika. Me duele el corazón al ver a esos dos.
Sabía con exactitud qué quería decir. Todavía flotaba una sensación
de problemas no resueltos, cuando los dos se reunían. Danika no se
encontraba encantada con la pareja, pero no dijo nada al respecto.
Siempre trató con cortesía y frialdad a Tristan.
—Sven Jr. y Adele están arriba. Se ven muy modelables.
—¿Esa es una palabra real? —pregunté en broma.
—Por supuesto. Los últimos son Jackie y Camden —continuó—, él le
dio una sonrisa pícara, y ella lo tomó del brazo. Ellos son una pareja
extraña.
Tenía que estar de acuerdo. El hermano de Lana, Camden, era lo
contrario de Jackie en casi todos los sentidos en los que podía pensar. Era
alto y musculoso, con el pelo ondulado dorado al igual que su hermana, y
esos mismos sorprendentes ojos color violeta. Él empequeñecía la
diminuta figura de Jackie, y era tan bromista como ella seria.
Stephan se apartó de la puerta abierta cuando la última pareja se
alejó, moviéndose rápidamente para ajustar mi falda, suavizando mi
encaje.
El vestido había resultado exquisito. Era de color crema pálido, con
un intrincado encaje dorado. No tenía mangas, con un escote de cuello alto
de encaje, por lo que mi gargantilla claramente era visible debajo. Jackie
tuvo la idea de dejar una abertura para el medallón en el cuello, y había
funcionado a la perfección. Mi gargantilla parecía parte de la vestimenta.
Debajo llevaba un forro de color blanco que llegaba justo por encima de las
rodillas. Superpuesto se encontraba el vestido de encaje que era más largo,
el dobladillo tocando el suelo, con una pequeña cola detrás de mí.
Discutimos sobre la cola, y finalmente nos comprometimos en una que
nadie tendría que llevar por mí.
Él me entregó mi gran ramo. Era una mezcla encantadora de lirios
violetas, rosas púrpuras, y pequeñas calas blancas. Las mismas flores se
entretejían en una corona de flores en mi cabeza, dejando el pelo suelto,
cuidadosamente enroscado en rizos que colgaban por mi espalda.
Me tocó la mejilla con delicadeza, un mundo de alegría en sus ojos
azules centelleantes, antes de que me ofreciera su brazo. Comenzamos a
caminar por el pasillo bordeado de flores con un ritmo lento, el sol a
nuestras espaldas, nuestros movimientos sincronizados de años de
perfecto acuerdo.
James era un hombre celoso, el hombre más posesivo que jamás
conocí. Dudaba de que hubiese una cosa sobre mí que no considerara
suyo. Pero nunca me hizo elegir, nunca cuestionó o puso en peligro algo
sobre mi relación con Stephan. Simplemente la aceptó, tanto como la
aceptación debía ir en contra de todas sus inclinaciones naturales. Me
parecía que era quizás la señal más segura de su amor, poniendo tan
obviamente mis necesidades antes de las suyas. Su amor era algo tan
hermoso, siempre tan perfectamente adecuado para mis propias
necesidades, y desinteresado.
Me hizo ser una creyente. Habíamos estado juntos durante casi un
año, y me sentía verdaderamente convencida de que nos hicieron el uno
para el otro. La vida no era perfecta, pero se encontraba bastante cerca.
Pensé que mirar Stephan me haría romperme hoy pero a medida que
me acercaba, me di cuenta de que la mirada en los ojos del Sr. Hermoso
sería mi verdadera ruina. No se molestó en ocultar a nuestros invitados
que esos tiernos ojos solo me veían a mí. Nadie podría dudar de que se
encontraba loco por mí. No sabía cómo alguna vez lo dudé. A pesar de que
veía el mundo con otros ojos en aquel entonces. ¿Cómo podría haber
sabido que iba a ser arrastrada a mi propio cuento de hadas? Nunca creí en
esas cosas.
Stephan me entregó a James cuando llegamos. Él me dio su sonrisa
más suave, limpiando la lágrima solitaria que había logrado hacer su
camino en silencio por mi mejilla.
De repente, se acercó y me besó. Duró el tiempo suficiente, y
mantuvo la suficiente pasión, para provocar aplausos y carcajadas de la
multitud, hasta que el ministro en voz alta se aclaró la garganta. Estaba
sin aliento mientras se retiraba con una sonrisa maliciosa.
—Era eso o arrastrarte a la habitación más cercana. No podía verte
luciendo tan besable durante toda la ceremonia sin hacer algo —murmuró,
descarado como siempre.
Todavía me recuperaba cuando el ministro comenzó a hablar.
—Nos hemos reunido hoy aquí para participar en la celebración de la
más larga tradición de la familia humana, uniendo a este hombre y esta
mujer en matrimonio —comenzó el ministro.
Escuché cada palabra de la ceremonia con cuidado, tratando de
asimilarlo todo, pero mis ojos no se alejaron de los suyos.
Recitamos nuestros votos, y mi voz era tan estable como podría.
Optamos por los votos cortos, tradicionales, porque tenía una fuerte
aversión a hablar en público.
Las lágrimas corrían por mis mejillas en silencio. Hasta el final,
cuando el ministro recitó una pequeña parte que James quiso añadir.
El ministro la leyó, citando la Bendición de Los Apaches.
—Ahora no sentirán la lluvia,
Porque cada uno será el refugio del otro.
Ahora no sentirán frío,
Porque cada uno será el calor del otro.
Ahora ya no hay soledad para ustedes.
Su mirada no se apartó de la mía, incluso mientras se llenaba de
lágrimas, las lágrimas desbordándose con rapidez, corriendo por sus
mejillas antes de que el ministro hubiera terminado la línea.
Extendí la mano y con suavidad las sequé con mis manos. Era lo
justo. Él había estado secando mis lágrimas durante toda la ceremonia.
—Cada uno será el compañero del otro.
Ahora son dos cuerpos,
Pero hay solo una vida ante ustedes.
Hubo unas pocas líneas más en esa preciosa adición a los votos,
pero apenas las escuché mientras observaba los labios temblorosos de mi
novio formando las palabras—: Te amo.
Vagamente, oí la famosa frase sobre besar a la novia, pero ni
siquiera registré las palabras antes de que James me empujara contra él
en un beso suave y dulce. Fue un beso lleno de delicadeza, y mantenía
una promesa de para siempre. Mis propios labios respondieron a esa
promesa con impaciencia.
Jadeé y dejé escapar un pequeño chillido de vergüenza cuando de
repente me levantó en el aire. Se echó a reír, haciéndome girar.
Mis manos agarraron sus hombros mientras sus ojos se reían en los
míos.
—Lo hicimos, amor —me dijo en voz baja, su voz llena de un
calmado asombro—. Eres mía, para siempre, señora Cavendish.
Negué con la cabeza mientras me bajaba lentamente hasta el suelo.
Su alegría era contagiosa, y rápidamente me reí con él. —Estás loco. He
sido tuya desde hace mucho, señor Cavendish.
Cinco años más tarde…
Me desperté con la sensación más extraña en mis regiones
inferiores, que se había vuelto casi entumecida durante las últimas
semanas.
Le di una palmadita a la mano que se envolvía alrededor de mi
cintura. —James —jadeé.
Lo sentí tensarse contra mí, despertando al instante. —¿Es el
momento, Bianca?
Me mordí el labio, mortificada. —No lo sé. O se rompió la fuente o
me hice pipí.
El bastardo se rió, y lo codeé con fuerza. Se encontraba de pie y en
mi lado de la cama, sonriendo como un loco, entre un segundo y el
siguiente. Estudió mis piernas mojadas y cerré los ojos con intensidad, tan
avergonzada como nunca me sentí en mi vida.
—¿Se rompió mi fuente? —le pregunté.
Continuó estudiándome, con el ceño fruncido. —No sé cómo saberlo.
¿Tú sabes cómo?
Me encogí de hombros, desgraciado. —Siento todo entumecido por el
momento. —Tragué, odiando preguntar—: ¿Lo olerías?
No se ofendió. Nunca lo hacía. Era el más cuidadoso de los esposos
para un lío de mujer embarazada por primera vez.
No podía mirarlo mientras comprobaba tentativamente.
—No hay olor. Creo que vamos a tener a nuestro bebé, amor.
Ambos sabíamos qué hacer, y James entró en acción, pero yo no fui
capaz de moverme al principio, abrumada ante la idea de que la próxima
vez que regresara aquí, traería un bebé a casa con nosotros.
Escuché a James hablar por su teléfono en el armario. —Stephan.
Es la hora. Tienes cinco minutos para reunirte con nosotros en el auto, o
de lo contrario, tendrás que reunirte con nosotros en el hospital. —Hizo
una pausa—. Muy seguro. Se rompió su fuente. Todos llegaremos a
conocer a nuestro bebé hoy.
Se hallaba de regreso a mi lado unos momentos después, ya vestido.
No era de mucha ayuda mientras me quitaba el camisón y deslizaba un
vestido cómodo sobre mi cabeza.
—¿Puedes ponerte de pie? —preguntó con suavidad.
Asentí y me levanté despacio, sintiéndome torpe. James me ayudó,
sus fuertes brazos estabilizándome hasta que pude ponerme de pie por mi
cuenta.
Se arrodilló a mis pies, con un paño húmedo para limpiarme, y
cambiar mi ropa interior sin una palabra. Pasó un brazo alrededor de mi
cintura, el otro sostenía firmemente mi brazo, mientras me guiaba por las
escaleras, y a la cochera.
Clark y Blake nos esperaban junto a una gran camioneta negra.
Habíamos empacado para el hospital hace meses, cortesía del Fanático del
Control Cavendish, así que me sentía aliviada de no tener que
preocuparme de eso justo en ese momento.
James se aseguró de que estuviera confortablemente acomodada y
abrochada con el cinturón de seguridad antes de entrar al auto. Mi vientre
enorme hacía todo difícil últimamente, y nunca aprecié su atención eterna
más de lo que lo hice durante las pruebas del embarazo.
Clark retrocedió el auto, sacándolo de la cochera colosal antes de
parar, una enorme sonrisa en su rostro cuando nos miró de nuevo. —Los
chicos lo lograron —nos dijo.
Miré detrás del auto, viendo a nuestros dos vecinos favoritos cruzar
a través de la propiedad, Stephan dejando a Javier atrás mientras corría a
nuestro auto.
James y yo compartimos una sonrisa de felicidad.
Segundos después Stephan se metió en el auto, sin aliento y
lanzándome miradas de preocupación. Subió en la fila de asientos detrás
de nosotros, moviéndose para poder besar la cima de mi cabeza antes de
sentarse. —¿Cómo estás? ¿Cómo está nuestro bebé? —me preguntó,
mirando a James.
James no podía dejar de sonreír. —Nuestro bebé está listo para
encontrarse con nosotros hoy.
Me froté el vientre, intentando no estresarme acerca de la terrible
experiencia por venir. James vio mi acción, y se inclinó para besar mi
vientre, como lo había hecho innumerables veces en los últimos ocho
meses y medio. Pasé la mano por su cabello sedoso.
Javier subió en el auto cuando James todavía daba homenaje a mi
gran barriga. Sonrió ante la vista. —No veremos eso muy a menudo a
partir de hoy —dijo.
Palmeé a James en la cabeza. —Voy a extrañarlo —dije en voz baja.
Se movió para poder mirarme a los ojos, sus mejillas todavía
presionadas suavemente a mi vientre. —Podemos hacer esto tantas veces
como desee, señora Cavendish.
Nos hallábamos a diez minutos del hospital, y fue un viaje locuaz en
auto, por lo que fue en un instante, mientras hice mi admisión en el
hospital, acelerada por mi marido escandalosamente rico. Me tenían en
una cama en lo que me di cuenta que tenía que ser un tiempo récord.
La doctora Lisa nos encontró allí luciendo como si no hubiera sido
sacada de la cama, aunque sabía que sí. Me sonrió de modo
tranquilizador. —Vas a ser madre hoy —me dijo, después de un breve
examen.
Era un pensamiento desalentador.
Varias horas horrorosas más tarde, más aún para James que para
mí, pensé, y un pequeño paquete de alegría fue puesto en mis brazos.
Había estado tan segura de que un niño podría abrir viejas heridas,
desgarrar las cosas dentro de mí que nunca se curaron. Incluso después
de asegurarme de que quería tener hijos, e incluso durante el embarazo,
cuando sentí esas primeras emociones intensas del perfecto amor de una
madre, sentí esa duda. No existía manera de que pudiera saber que ver la
cara perfecta de nuestro hijo tendría el efecto contrario. No me destrozó.
No agravó esas heridas. Al igual que mi amor por James, sólo me sanó.
Como James siempre dijo que ocurrió conmigo, me enamoré de Duncan
Stephan Cavendish a primera vista.
He sido rehecho cuatro veces en mi vida.
Es una sensación distinta. Imposible
equivocarse. La sensación muy marcada de
desentrañarse y rehacerse en una cosa nueva,
una nueva persona. Puede ser bueno o malo,
útil o perjudicial, pero sobre todo, es imparable.
Fui rehecho cuando mis padres murieron, y
pase de una infancia feliz, a navegar por un
mundo muy oscuro, con responsabilidades
interminables, rodeado de enemigos y
desesperadamente solo.
Sucedió otra vez a manos de un depredador
cobarde. Me volví más iracundo, más cínico, y
sin duda me convirtió en el jodido hijo de puta
que era hoy.
La tercera ocurrió con rapidez. Un día levanté la mirada hacia un par de
ojos azul pálido y vi la otra mitad de mi alma. Mate. Pasé de una existencia
completamente controlada, una vida en la que tomaba todas las decisiones
con frío cálculo, a un hombre con sentimientos y emociones que eran
extrañas, pero de alguna manera maravillosas.
Y muy pronto después de ese cambio cataclísmico fue esta cuarta vez,
donde rogué a un Dios en el que nunca creí para que salvara la vida de
una mujer sin la que no podía vivir.
R. K. Lilley es una autora estadounidense de novela
rómantica y erótica.
Ha escrito desde que tiene memoria, pero ha
trabajado en distintos empleos para pagar las
cuentas.
Ella ha tenido una gran variedad de puestos de
trabajo, alguno de ellos muy interesantes, desde ser
azafata de vuelo de primera clase, a ser un mozo de
cuadras, pero jura que nunca supo lo que era el
trabajo duro hasta que tuvo hijos.
La trilogía Up In the Air es su debut en el mundo del romance
contemporáneo y el erotismo.
R.K. también escribe fantasía urbana bajo el seudónimo de Rebecca K.
Lilley.
Sitio web oficial: http://rklilley.com/

También podría gustarte