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Traductoras
Nicole M Nika Trece evanescita
Victoria. Jadasa Majo Villa
Miry GPE Lorena Mary Warner
Ana Avila Kath1517 NnancyC
florbarbero Beatrix Vane Hearts
Daniela Agrafojo Mae Jeyly Carstairs
Lauu LR Josmary Jani Colton
Ivana yuvi.andrade Vane Farrow
Geraluh Adriana Verito
Correctoras
florbarbero Daliam Vane hearts
Laurita PI Miry GPE Julie
Jadasa Daniela Agrafojo
Beatrix Itxi
Lectura final
Val_17 Jani Colton Julie
Diseño
Ana Avila
Sinopsis Capítulo 22
Capítulo 1 Capítulo 23
Capítulo 2 Capítulo 24
Capítulo 3 Capítulo 25
Capítulo 4 Capítulo 26
Capítulo 5 Capítulo 27
Capítulo 6 Capítulo 28
Capítulo 7 Capítulo 29
Capítulo 8 Capítulo 30
Capítulo 9 Capítulo 31
Capítulo 10 Capítulo 32
Capítulo 11 Capítulo 33
Capítulo 12 Capítulo 34
Capítulo 13 Capítulo 35
Capítulo 14 Capítulo 36
Capítulo 15 Capítulo 37
Capítulo 16 Capítulo 38
Capítulo 17 Capítulo 39
Capítulo 18 Capítulo 40
Capítulo 19 Capítulo 41
Capítulo 20 Mr. Beautiful
Capítulo 21 Sobre el autor
La historia de James y de Bianca llega a su fin en la conclusión
explosiva de la trilogía Up In The Air.
Después de un breve pero sincero noviazgo, Bianca ya no puede
negar sus sentimientos hacia James, y aunque trató duro, no puede dejar
de ver que él también se preocupa profundamente por ella. En un
movimiento totalmente inusual, dejó de lado sus dudas y acordó vivir con
el enigmático multimillonario. ¿Su salto de fe es el comienzo de algo
maravilloso, o todo sucedió demasiado, demasiado rápido?
Mientras James y Bianca sienten una necesidad creciente el uno del
otro que no se puede negar, circunstancias ajenas a su voluntad
intervienen, tratando de separarlos. En medio de la amenaza siempre
creciente de un monstruo que quiere a Bianca muerta, y los peligros
constantes de un pasado indiscreto del que James parece no poder
escapar, ¿podrán estos dos apasionados amantes lograr encontrar su
felices para siempre?
Up in the Air #3
Sr. Cavendish
Traducido por NicoleM
Corregido por florbarbero
***
1Hace referencia a la película Princess Bride, donde Buttercup tiene un mozo de cuadras al que le
gusta molestar; pero éste a todo le responde: Como desees, Buttercup. Y ésta más tarde se da cuenta
que esas palabras significan te amo.
Le lancé una mirada maliciosa. —¿Supones que golpear a un
individuo por insultar a tu novia luce profesional?
Me sonrió, sin el menor arrepentimiento. Fue algo irritante. —Soy
humano —dijo.
Negué con la cabeza. Era imposible.
Escogí un hermoso traje gris pálido. Rápidamente localicé una
camisa color turquesa brillante y una corbata. Lo vi vestir ese color antes,
y estaba más allá que impresionante en él.
Me di la vuelta para mostrarle mi selección y lo vi agacharse para
recoger un par de tacones color turquesa. Sostenía un fino cinturón
turquesa en la mano para colocarlo en el vestido. Estudié sus opciones, y
luego las mías, y empecé a reír.
Me reí tanto que tuve que sentarme en el suelo, haciendo caer mi
toalla.
Me reí más cuando James se abalanzó, nuestra ropa cayó en un
montón alrededor de nosotros mientras me clavaba en el suelo.
Quitó el cabello mojado de mi rostro y me sonrió a los ojos.
—¿Viste lo que escogía, o es que estamos así de locos? —pregunté, la
risa aún en mi voz.
Me acarició la mejilla, y me dio la sonrisa más dulce. No pensé que
hubiera una persona en el planeta que estuviera en el extremo receptor de
esa sonrisa y no enamorarse de él.
—Por supuesto que eché un vistazo —dijo—. Estaba preparado para
cambiar tu atuendo entero hasta que combináramos.
Me reí más fuerte y besó mis labios sonrientes. No se quedó,
echándose hacia atrás rápidamente.
—Estás loco —dije, y me levanté para vestirme.
Me abrazó desde atrás, presionándose con fuerza contra mí, frotando
su pecho suave a lo largo de mi espalda. Me habló al oído—: Loco por ti, mi
amor.
Me puse rígida, cálida por sus palabras, pero incómoda al instante.
¿Qué quiso decir con eso? ¿Era tan serio como parecía, o simplemente su
naturaleza naturalmente cariñosa se mostraba? Me estuvo diciendo cosas
escandalosas desde el principio, así que intenté no tomarlas en serio, pero
se hacía más claro cada día que era muy serio, que siempre lo fue.
¿Esperaba que respondiera algo similar? Porque no estaba preparada para
eso, ni siquiera sabía cómo hacerlo.
El momento incómodo pasó rápidamente. James simplemente me
besó el cuello suavemente, y me dejó ir para vestirme.
Tenía su baño de la oficina equipado con artículos de aseo y
cosméticos para mí. Eso lo encontré tanto completamente loco como
totalmente conveniente. Incluso tenía un secador de cabello para mí.
Estuve lista en menos de veinte minutos, James en menos de diez.
—¿Te importaría ir a cenar con Frankie la próxima vez que estemos
en Las Vegas? —preguntó James mientras terminaba de alistarme—. En
algún momento de la próxima semana.
—Para nada —dije rápidamente, todavía avergonzada por lo celosa
que estuve por lo afectiva que era la mujer con James en nuestro primer
encuentro. Pero al parecer era una de las pocas mujeres hermosas en el
planeta con la que James no se había acostado, y me sentí demasiado
tonta por suponer que tenían algún tipo de pasado juntos. No me
importaría tener la oportunidad de dejar que la mujer me dé una mejor
impresión.
—Y Lana me llamó. Quiere almorzar contigo. Se encuentra en Nueva
York esta semana, y dijo que estaría disponible para ti. Le dije que se
contactara contigo, ya que no estaba seguro de tus planes mientras
trabajo.
—Oh, eso suena bien —dije, y en serio. Me agradó la otra mujer al
instante. Era refrescantemente sincera y fue fácil hablar con ella. No
esperaba hacer amistad rápidamente con muchas de las personas en los
círculos acomodados de James, así que uno de esos amigos era una
comodidad enorme.
—Además, Parker y Sophia quieren cenar con nosotros. Les dije que
tal vez en un par de semanas. La versión de Parker de no asustarte me
alarma, para ser honesto.
Sonreí, silenciosamente de acuerdo. El lenguaje de bebé, para nada
era la manera de no asustarme.
James envolvió con fuerza un brazo posesivo en mi cintura cuando
salíamos de su oficina. Blake nos esperaba en el ascensor. Ella asintió
hacia James, mostrando en su rostro las habituales líneas severas.
—Reasigna a Johnny —le dijo James brevemente.
Lució visiblemente desconcertada. —Señor, ¿qué hizo? —preguntó,
incluso cuando nos subimos al ascensor.
Giré la cabeza para estudiar su rostro. Su mandíbula se tensó, pero
eso no me dijo nada de lo que pensaba. —Quiere a Bianca. Lo vi revisarle
las piernas cuando se suponía que debía acompañarla con seguridad al
ascensor. No es necesario que lo despidas; solo debe ser trasladado. Él no
protegerá el cuerpo de ella.
Johnny no me gustaba particularmente, para nada, de hecho, pero
estaba siendo más que ridículo. —James… —empecé.
—No —interrumpió, su tono suave. Sus palabras, no—. Si presentas
un caso de por qué lo quieres cerca de ti, no lo ayudará, confía en mí.
Me puse rígida. De todas las cosas descabelladas, arbitrarias y
completamente irrazonables que escuché nunca, esto tenía que ser el
colmo. —Creo que tú estás siendo absurdo. Esto no tiene nada que ver con
Johnny…
—No me gusta la forma en que dices su nombre. Es demasiado
familiar, teniendo en cuenta el poco tiempo que se conocen el uno al ot…
—¿Es una broma? —estallé.
—Me encargaré de eso tan pronto como pueda, señor —dijo Blake,
sin cuestionar sus acciones locas. No suponía que él lo tolerara si lo hacía.
Pero yo ciertamente podía cuestionarlas.
—James, no te permitiré ser un tirano. Johnny no hizo nada malo.
No puedes decir que me quiere por cómo interpretaste una mirada.
—No se trata de mis celos, Bianca. O al menos, no solo por eso. Esto
es por tu seguridad, y si está demasiado ocupado comiéndose tus piernas
con los ojos para hacer su trabajo, él no es de ninguna utilidad para mí.
—¿Y esto se basa en una mirada? —pregunté, mi mandíbula tensa.
—Sí. Tengo buenos instintos.
—No me importa. No lo reasignarás después de una mirada. Me
dijiste que tenía opción en decir quién era contratado o despedido, o
cualquier otra cosa, y digo que no será reasignado basado en una mirada.
Su mandíbula se tensó con fuerza, pero vi inmediatamente que gané.
—Bien. Necesitas más pruebas. Lo mantendré el tiempo suficiente para
conseguirlas. Blake, quiero ser informado sobre su comportamiento
cuando no estoy presente.
—Sí, señor —dijo ella sin expresión. Me pregunté qué pensaba de las
locuras de él, pero segura de que no se lo preguntaría.
—¿A dónde vamos? —pregunté, tratando de dejar pasar el tonto
altercado, tratando de no permanecer molesta cuando al menos consideró
mis deseos.
—Se llama Red. Es uno de mis restaurantes. Está justo al lado. Los
chicos nos encontrarán ahí para la cena.
Sonreí cuando los llamó “los chicos”, porque sonaba tan familiar y
tan cómodo, como si Stephan y Javier hubieran sido sus “chicos” desde
siempre.
Al segundo en que salimos del ascensor hacia el enorme vestíbulo
del hotel, fuimos flanqueados por mi seguridad y Clark.
Le dirigí a James una mirada maliciosa. —¿No crees que todo esto es
un poco excesivo? —pregunté.
Me apretó la cadera con su mano, lo suficiente para dejar un
moretón. —Hasta que tu padre sea encontrado y encarcelado, nada es
demasiado excesivo. Me lo puedo permitir, así que compláceme.
—Hmm —dije, sin saber qué hacer con sus medidas demasiado
entusiastas. Si era honesta, a una parte de mí le gustaba la protección, le
gustaba saber que mi padre no podía llegar a mí, incluso si hacía todo lo
posible, pero el resto de mí sabía que cuatro personas que protegían a una
mujer insignificante era completamente absurdo.
Sr. Magnánimo
Traducido por Ana Avila & florbarbero
Corregido por Laurita PI
***
***
Bianca, mi amor,
Estos eran de mi madre. Por favor, acéptalos. Romperás mi corazón si
los rechazas.
James.
***
Stephan
Tomé una larga ducha y me coloqué unos pantalones cortos negros,
sin molestarme con una camiseta. Necesitaba despejar mi mente con un
agradable baño. Podría estar en el Central Park en cuestión de minutos.
Me encantaba correr allí. Estaba oscuro, y sabía que no era lo más seguro,
pero infiernos, daría la bienvenida a algunos problemas. Disfrutaría de
una buena pelea en ese momento, aun sabiendo que me odiaría después
de la violencia. Aun cuando la violencia fuera en defensa propia, me
odiaría por ello.
Me encontraba de pie en la puerta del armario, con las zapatillas de
correr apretadas en la mano, cuando Javier entró en el dormitorio.
Planeaba ir con él, sabía que teníamos que hablar, pero lo aplazaba.
Una conversación que probablemente terminará en una ruptura no era
algo en lo que tuviera algún deseo de precipitarme.
Se quedó mirándome, algo bruto y feroz en sus ojos oscuros. Me di
cuenta de que estuvo llorando, pero no dejaba de verse hermoso.
—Sé que vas a romper conmigo —dijo en voz baja, y temblorosa—.
Te conozco lo suficiente como para ver que mantienes la compostura. Solo
pido una cosa antes de que lo hagas.
Miré a mis pies, mi pelo aún mojado se arrastró a mi cara. —¿Qué
es? —pregunté.
—Solo quiero que te sientes y me escuches. Y me mires. Si te
importo, dame al menos eso antes de botarme.
Me acerqué al sofá de la habitación. Me senté y, por último, lo miré
fijamente. —Adelante —le dije con calma.
Se acercó. Su barbilla tenía una inclinación orgullosa, como
siempre. Bianca pensaba que era un poco frío, pero nunca lo vio de esa
manera. De hecho, me recordaba mucho a ella; sus hábitos integrados,
controlados y ocultos para el observador casual. Pero nada nunca fue
casual entre Javier y yo, así que no lo creí ni por un segundo. Él era
reservado, sí, pero nunca frío.
Se arrodilló a mis pies.
—¿Puedo tocarte? —preguntó. Sus ojos observaron los míos en la
forma más abierta y más cruda de lo que jamás los vi.
Era difícil decirle que no cuando me miraba de esa manera, pero me
negué a ser tan autodestructivo, así que sacudí la cabeza hacia él. —No.
Su labio tembló, y casi rompió mi determinación. Hice un esfuerzo
para no mirar hacia otro lado.
Se hallaba de rodillas y se movió tan cerca de mí como posiblemente
podría sin llegar a tocarme. Llevaba una camisa de color negro, y su
estómago se encontraba solo a un suspiro de distancia de mis rodillas.
Traté de no dejar que me distrajera.
—Sé lo que piensas —dijo Javier—. Crees que me gusta el drama.
Crees que tuve celos de ese camarero y traté de darte celos. Puedo admitir
que he sido ese tipo antes. He estado en ese tipo de relación antes, pero no
me gusta. Eso es lo que tenía con Vance, de hecho.
Mi mandíbula se apretó con fuerza, pero lo dejé continuar sin una
palabra, simplemente mirándolo.
—Buscas cosas dramáticas cuando no estás enamorado, cuando en
realidad no importa a dónde va tu relación, y eso no es lo que tenemos,
Stephan. Somos verdaderos. Y no te haría eso a ti, nunca. Admito que me
encontraba celoso de Melvin, y que me comporté como un niño, pero no
tomé represalias engañándote. No desecharía esto por nada.
Su barbilla bajó a medida que hablaba, pero nunca alejó la mirada
de mí. Me observó con esos preciosos ojos oscuros a través del conjunto de
pestañas más gruesas que vi alguna vez. Quería comprar sus palabras, lo
quería más que nada, pero de nuevo, me negué a ser autodestructivo. Me
esforcé demasiado en valorarme como para parar ahora.
—No puedes cambiar lo que vi, Javier. Vance se encontraba sobre ti,
y no te moviste. Ni siquiera tratabas de alejarte. —Traté de no levantar la
voz, pero era difícil.
Puso una mano en mi rodilla, como si fuera involuntario, como si no
pudiera evitar tocarme. La aparté.
—No lo hagas —le dije, con voz baja y controlada. Traté de no verme
afectado mientras una solitaria lágrima bajaba por su mejilla.
—Para explicar lo que viste, tengo que explicarte un poco lo que
Vance y yo éramos juntos. —Tragó saliva, y vi moverse su garganta. Me
obligué a mirar de regreso a sus ojos.
—Éramos tóxicos —dijo—. Éramos una pareja dramática. Era casi lo
único que teníamos a nuestro favor. Él estaba obsesionado conmigo, y yo
era lo suficiente inmaduro para pensar que era suficiente para hacer que
una relación funcionara. Acarició mi ego, yo lo volvía loco, y a él le gustaba
estar loco. Quería una reacción de mi parte, siempre. Ya sea que esa fuera
buena o mala, en realidad no le importaba. Decía o hacía algo horrible, y
yo reaccionaba; eso le encantaba. Llegó al punto en el que éramos iguales,
en lo que se refiere a la relación. Hicimos cosas hirientes, dijimos cosas
hirientes, y ni siquiera nos amábamos. Es la sensación más vacía; saber
que dañarías a otra persona solo para sentir algo. No estoy orgulloso de
ello, pero he sido esa persona. No lo soy ahora.
Puso la mano en mi rodilla, y no la alejé, incluso pensando que
debería. Se acercó, golpeando sus caderas entre mis rodillas hasta que se
separaron lo suficiente para dejar que se mueva más cerca. Podía ver su
otra mano temblorosa, mientras se acercaba a mi pecho.
Mantuve mis manos para mí mismo, pero dejé que me tocara.
—Vance sigue siendo esa persona. Aún está obsesionado conmigo,
obsesionado con lo que teníamos, a pesar de que terminó hace más de tres
años. Él hace acrobacias, sin desear nada más que una reacción de mi
parte. Aprendí hace mucho tiempo que lo mejor que podía hacer era no
darle una. No darle nada en absoluto. Ni siquiera un gesto...
Se acercó lentamente, y me dio todas las oportunidades para decirle
que no. Se movió hasta que pudo acariciar su cara con mi pecho. Mi
respiración salió entrecortada.
—Me dio un beso para obtener una reacción. Quería que peleara, le
diera una bofetada, lo insultara, cualquier cosa. Así que no le di nada.
Esperé pasivamente a que terminara, que se diera cuenta de que no me
importa lo suficiente para darle esa reacción.
Agarré con la mano ese pelo negro y grueso. Tiré su cara hacia atrás
hasta que me miraba directamente a los ojos de nuevo. —¿Dices que te
atacó? ¿Qué ha hecho antes? ¿Te puso las manos encima, sabiendo que
no querías que te tocara?
Esos misteriosos ojos oscuros se abrieron mucho, sus profundidades
girando con un poco de pánico. Se acercó, deslizando sus manos suaves
sobre mis hombros.
—Sí —respondió finalmente.
Me puse rígido como una tabla, mi mente volviéndose un poco
nebulosa y roja por la ira.
—No hagas nada precipitado, Stephan —declaró—. No vale la pena.
Una imagen de Vance vino a mi cabeza, una imagen muy clara de mí
golpeando su rostro. Lo destruiría en una pelea. Ni siquiera era debatible.
Era un poco más bajo, un poco más delgado que yo, con un rostro
atractivo que no tendría ningún problema en echar a perder.
—¿Por qué todavía sales con él? ¿Por qué nos encontramos con él
esta noche, si es así?
—Soy un buen amigo de todos sus amigos. Soy cercano con todos en
la tripulación, y él juró que no me presionaría. Contigo allí, no creí que ni
siquiera sea capaz de hacerlo. No imaginé que iba a tratar algo al segundo
que te alejaste. Y pensé que si lo hacía, me defenderías. No soy un
luchador.
Mis ojos se abrieron con horror. —¿Dices que él te atacó, lo vi y
luego me alejé? ¿Es eso lo que pasó allí?
Traté de levantarme, pero se aferró a mí con fuerza. —No es un gran
problema —dijo en voz muy baja—. Simplemente no rompas conmigo
debido a un malentendido. Por favor. Te lo ruego, Stephan.
—¿No crees que sea algo grave que alguien te ataque, y que yo me
aleje sin más?
Frotó la mejilla sobre mi pecho, y tragó saliva. —Vance no me
molesta. Esta era su última oportunidad de ser civilizados, y lo jodió. Me
mantendré lejos, muy lejos de él. Lo único que podría hacer para hacerme
daño ahora es alejarme de ti. Te amo. Sé que dije que necesitaba tiempo,
pero era una gran mentira. Me enamoré de ti hace más de un año, y esos
sentimientos nunca se fueron, no para mí. Solo trataba de proteger a mi
corazón cuando te dije que necesitaba más tiempo. He estado allí todo el
tiempo.
Yo no era bueno en sobre-analizar las cosas. Estudié su rostro serio
y me dejé caer de nuevo. Le creí, y lo amaba, y eso fue suficiente para mí.
Pasé las manos por su pelo negro azabache, agarrándolo en puños.
Lo besé con fuerza y se derritió en mi contra. Presionó el pecho contra el
mío, frotando.
Me aparté. —No más drama. No puedo soportar esto. Y si veo a
Vance de nuevo, le patearé el culo. Puedes advertirle si lo deseas, pero eso
es lo que va a pasar.
Asintió, y me dio una sonrisita. Esa sonrisa era un problema. Del
buen tipo. Mantuve mis manos en su pelo cuando comenzó a besar mi
pecho. Mi cabeza cayó hacia atrás mientras movía esa boca malvada hacia
abajo con un propósito. Las cosas que Javier podría hacer con la boca me
nublaban la mente. Tenía un talento raro y exquisito. Me quitó los
pantalones cortos, y lo dejé hacer su magia.
Una buena mamada a menudo implicaba tanto las manos como la
boca, pero no con Javier. Me chupó tan duro y tan profundo que se me
olvidó donde me encontraba, viniéndome tan rápido que me habría sentido
avergonzando si hubiera sido cualquier cosa menos una felación. Él me
tomó profundo en su garganta cuando llegué, acariciando con sus manos
cualquier parte de mí que pudiera alcanzar.
Lo atraje hasta mi boca para un largo beso. Me puse de pie,
llevándolo a la cama con un agarre firme en su cabello. Lo inmovilicé sobre
su estómago, acostado sobre su espalda. Besé su cuello y lo sentí temblar.
No había terminado con él, ni mucho menos, pero lo sostuve durante
un largo tiempo, dejando que la anticipación se construyera y dándole
comodidad. Javier amaba ser sostenido, y me encantaba hacerlo. Acaricié
mi cara en su cuello.
—¿Le dijiste a Bianca lo que sucedió con Vance? —preguntó al final.
Me encontraba un poco sorprendido de que pensara en eso en este
momento, pero le contesté—: Sí. Le digo todo.
Hizo un sonidito de angustia. —Ella me odiará ahora. Incluso si le
cuentas la historia completa, nunca volverá a confiar en mí, y si me odia,
no tenemos una oportunidad. Sé cómo es esto. Ella es la persona más
importante en tu vida, y si trabaja en contra de nosotros, estamos
terminados.
Suspiré. —No entiendes a Bianca en absoluto. Ella nunca haría eso.
Nunca iría en contra de nosotros. Eso sería demasiado parecido a ir en mi
contra, y no lo haría. Está de mi lado sin reservas, y respeta mi juicio. Si le
digo que estoy contigo, será lo mismo. Cuida mi espalda, sin excepciones.
Hemos sido compañeros durante demasiadas cosas malas como para que
funcione de otra manera.
—Espero que tengas razón... —dijo. Mordí su tendón entre el cuello y
el hombro con tanta fuerza que lo hice gemir.
—¿Qué decías? —pregunté con una sonrisa.
—Lo olvidé —suspiró.
Comencé a trabajar en quitarle la ropa desde atrás. Mi sonrisa se
hizo más malvada. —Eso es lo que pensé…
Sr. Perfecto
Traducido por Jadasa
Corregido por Daniela Agrafojo
Bianca
James se levantó, caminando hacia el vestidor. Volvió usando un par
de bóxers. —No te muevas —me dijo—. Necesito traer algo de la entrada
muy rápido.
No dije nada, y me miró. Señaló, la mueca en su boca ahora casi
juguetona. —Lo digo en serio. No te muevas. —Con eso, se fue.
—Bastardo loco —murmuré lo bastante fuerte para que escuchara,
pero no me moví. Le oí reírse mientras caminaba por el pasillo.
Solté mi propia risa cuando regresó a la habitación. Tenía la suave
bufanda color beige, de la sesión de fotos, envuelta alrededor de su cuello.
Llevaba una especie de sonrisa traviesa. Sentí que me mojada más solo
con esa mirada.
Se sacó sus bóxers y regresó a la cama en un destello de dorada piel
desnuda. No podía apartar la mirada.
Se sentó a horcajadas sobre mí, desenvolviendo la larga bufanda,
lenta y sinuosamente, de su cuello. Era tan larga que tardó muchísimo.
Lo observé, cautivada. Sentía como si estuviera recibiendo un strip
tease para adultos de un Dios glorioso. —Eres lo más bello del planeta,
James —le dije.
De reojo, vi su erección sacudirse, y cerró los ojos por un largo
momento. No se podía negar que era susceptible a la adulación, pero no
fue por eso que lo dije. Lo hice porque no podía mirar directamente al sol y
no mencionar que era cegador y brillante.
Una vez que terminó de desenrollar, me cubrió los ojos con la
bufanda, envolviéndola dos veces alrededor de mi cabeza. Levantó mis
brazos por encima de la cabeza, extendiéndolos hasta que se tensaron, su
dura longitud rozando mi torso mientras lo hacía. Su pene empujó con
fuerza contra mi esternón mientras envolvía la bufanda alrededor de mis
brazos. Jadeé.
Envolvió la tela suave desde mis muñecas a mis codos. Era un
agarre firme, pero no apretado. Cuando estuvo asegurada, la envolvió
sobre mi clavícula, pasando incluso por mis axilas. Apenas me empujó
mientras la envolvía dos veces antes de trasladarse hasta mis pechos y
luego a mis costillas. Envolvió una y otra vez con movimientos suaves y
seguros, logrando de alguna manera meterla bajo mi cuerpo, apenas
moviéndome. La enrolló alrededor de mi cintura después, llevándola de
nuevo hacia arriba para envolver mis ojos y brazos, uniéndolos.
Me tenía bien y verdaderamente atrapada cuando se retiró, a
horcadas sobre mis caderas.
Dijo una palabra antes de ponerse a trabajar en mi cuerpo con su
boca—: Lucha.
Probé mis restricciones, al principio de forma dudosa, sin imaginar
que la bufanda planteara un verdadero desafío. Era tan suave, tan
elástica, pero el hombre sabía lo que hacía. Siempre.
Jadeé mientras lamía un camino por mi ombligo hasta mis muslos
internos. Succionó un punto sensible, mientras peleaba contra la bufanda,
sin hacer ningún progreso, solo moviendo deliciosamente la endiablada
cosa contra mi cuerpo mientras él hacía cosas incluso más deliciosas
abajo. Hizo trabajar esa boca inteligente desde mi ingle hasta ese punto
sensible detrás de mi rodilla y de regreso. Luché con fuerza, porque se
sentía bien, porque no podía creer que esa bufanda ridícula pudiera
atraparme de manera segura, y porque quería liberar mis manos para
empujar esa boca burlona donde necesitaba que estuviera.
Solo tuve éxito en atraparme de forma más segura, y James se tomó
su dulce tiempo moviendo esa lengua justo donde ansiaba.
Dejé de luchar cuando hundió el rostro entre mis piernas, metiendo
su lengua en mi interior antes de lamer hasta mi clítoris.
Levantó la cabeza cuando me quedé inmóvil. —Sigue luchando —me
dijo.
No podía ver nada, pero podía oír la sonrisa traviesa en su voz.
Sumergió dos dedos duros en mi interior, una vez, dos veces, y me
vine de golpe. Besó hacia arriba por mi cuerpo, empujando a un lado la
tela que cubría un pezón. Succionó fuertemente a medida que se hundía
dentro de mí. Jadeé y luché con más fuerza contra las suaves ataduras.
Arrastraba su pene fuera de mí, golpeando cada nervio perfecto,
cuando descubrió mis ojos. Lo demás lo dejó atado mientras clavaba los
codos en el colchón, a los lados de mis pechos y se conducía en mi interior
una y otra vez. Sus ojos me mostraron que el amante tierno conducía este
encuentro, aunque la cálida sonrisa en su voz cuando me atormentaba me
había dado una advertencia justa.
—Dilo, Bianca —dijo, su voz más tierna que exigente. Aun así, sabía
que era una orden.
—Soy tuya, James —le dije en voz baja.
Parpadeó brevemente mientras empezaba a venirse dentro de mí.
Llegó hasta el fondo con el pequeño gemido más atractivo, y me vine.
—Jodida cachemira —me dijo con una sonrisa mientras tomábamos
nuestro aliento.
Me reí. —Entonces así se llama. Es bueno saberlo.
Desenvolvió lentamente la larga bufanda, frotando mi cuerpo en
tanto lo hacía. Me froté contra él, siempre anhelando su toque, incluso
mientras mis ojos se cerraban y caía en un sueño profundo.
***
***
***
Este vestido necesita tacones de aguja. Por favor, ruego que cambies
de opinión sobre los zapatos de cuña.
Jackie.
***
Por supuesto, una fiesta en una mansión ostentosa con barra libre
atraería a un montón de personas, y en una hora todo el lugar se hallaba
lleno. Reconocí tal vez a un tercio de la gente que pululaba en las piscinas.
Nuestro grupo de siempre terminó pasándola con nosotros, tomando
una de las piscinas grandes para nosotros mismos.
Marnie y Judith se encontraban allí. Me supuse que lo estarían. Si
estaban en la ciudad, no podías sacarlas de una buena fiesta. Marnie, sin
embargo, no se metió al agua, lo que era inusual en ella. Le pregunté por
qué.
Ondeó su vaso de Martini en el aire. —¿Ves esto?
Asentí, sonriendo. Sabía que vendría un chiste.
—Esto no es un Martini. Esto es un Midoltini2, porque estoy en esos
días, gente, ¡y es un día de flujo pesado!
—Oh —gritó Murphy—. ¡Demasiada información, Marnie, demasiada
información! ¡Imagino las cosas!
—Bueno imagina toda esa piscina poniéndose roja si doy un paso
dentro.
Cada hombre a diez metros gruñó con disgusto. Con excepción del
señor hermoso, que parecía no tener ni un hueso de aprensión en su
cuerpo. Él simplemente se rió.
—¡Las mujeres son asquerosas! —le dijo Murphy—. ¿Y qué dice eso
de mí si estoy un poco excitado ahora?
3 Eskimo Brothers en el original. Dos amigos que se han acostado con la misma mujer.
Se rio. —Puedo imaginármelo.
—Trataron de curarme de la “condición” por meses. De verdad tuve
que decirles que se detuvieran.
Su rostro se ensombreció. —Me alegra que no hayan tenido éxito. La
idea me hace sentir violento.
Rodé mis ojos. —Ni siquiera estuvieron cerca de lograrlo. Intentaron
que me enredara con tipos con los que ellas se habían enredado.
—¡Murphy se está ganando sus alas rojas esta noche! —gritó
Marnie.
Miré hacia James, que me tenía acorralada contra el costado de la
piscina. —¿Qué significa eso? —pregunté, sabiendo que era algo
pervertido, y que él era el experto de lo pervertido.
Sonrió, acercándose más a mí. —Cuando lames a una chica con el
periodo por primera vez, a eso se le llama ganar las alas rojas. Me voy a
ganar mis alas rojas contigo.
Sentí como me sonrojaba de la cabeza a los pies. Tuve que apartar la
mirada. No sabía cómo, pero todavía se las arreglaba para sorprenderme.
Agarró mi mentón y me giró de nuevo hacia él.
—¿Entonces nunca lo has hecho? —pregunté.
Negó con la cabeza.
—¿Y la gente lo hace de verdad?
Se encogió de hombros. —Yo voy a hacerlo.
Arrugué la nariz en su dirección. —Eres tan pervertido de las formas
más extrañas. Asumí que las personas dejan de hacer… cosas… durante
ese tiempo del mes.
Se rio. —Mírate. Ni siquiera puedes decirlo. No voy a pasar una
semana sin sexo porque tienes el periodo, eso puedo asegurártelo. Y no va
a pasar una semana tampoco sin lamerte. Así que sí, estaré ganándome
mis alas rojas pronto.
Me sonrojé furiosamente. La idea era tan embarazosa, pero el hecho
de que nada sobre mí le disgustara, era casi siempre excitante para mí.
Sonrió, agarrando mi mandíbula en una mano, e inclinándose. —Las
palabras ni siquiera pueden expresar lo mucho que me gusta poner esa
mirada escandalizada en tus ojos.
—¿Por qué eso no me sorprende? —susurré, todavía sonrojándome.
—¡Dios, ustedes son buenos en eso de follarse con la mirada! —nos
gritó Marnie, haciéndome sonrojar aún más—. ¡Búsquense un cuarto!
—Podría no estar de humor cuando tenga mi periodo —le dije,
ignorando a Marnie—. Puedo cansarme y ponerme gruñona.
Se rio, imperturbable. —Oh, confía en mí, te pondré de buen humor.
Conociéndolo, difícilmente podría dudarlo.
—Tengo que ir al baño, bastardo pervertido —le dije.
Hizo un espectáculo vergonzoso para sacarme de la piscina,
secándome y cubriéndome sucesivamente. Mis amigos lo animaban, y me
ruboricé. Incluso trató de acompañarme hasta el baño.
Le di una mirada. —James, puedo ir al baño por mi cuenta.
No se veía muy feliz, pero me dio una llave que sacó del bolsillo de
su traje de baño. —Usa el de nuestra habitación. Está cerrada.
Asentí y me alejé, manteniendo la toalla envuelta con firmeza
alrededor de mi pecho.
Después de terminar, volví a bajar a la planta principal, y estuve
particularmente sorprendida de encontrar a una invitada que reconocí,
pero que sin duda no esperaba que viniera.
—Hola, Melissa —le dije.
Melissa bebía un Martini y parecía coquetear con un camarero en
uno de los bares improvisados que se instalaron por la casa.
Me dio una mirada bastante hostil para alguien que se encontraba
en una fiesta en la casa de mi novio.
—Bianca —dijo con una mueca.
No estaba segura de si era su veneno, o si era el nervio de su mala
actitud en este lugar en particular, pero pareció que esa se burla sacó lo
peor de mí
La agarré del brazo, casi arrastrándola a la habitación más cercana.
Era una especie de sala de entretenimiento, con una televisión gigante
montada en la pared, asientos de cine y un largo sofá establecido en la
parte trasera de la sala. Solo vi la habitación una vez antes y por un breve
momento, cuando finalmente hice un recorrido por toda la casa.
Una pareja se revolcaba en el sofá. Los eché como si fuera la dueña
del lugar. Parecían pensar que sí lo era, porque escucharon y obedecieron
sin protestar. Cerré la puerta detrás de ellos y me volví de cara a Melissa.
—Está bien, hablemos —le dije con mi voz más fría—. ¿Cuál es tu
problema? ¿No te agrado o por lo común tu personalidad es horrible? —
Por lo general, ser grosera con alguien, literalmente, me erizaba la piel,
pero no parecía tener ningún problema con ello en ese momento.
Cruzó los brazos sobre su pecho y me miró, con su aspecto más
enfurruñado que conciliador. —Es por ti. Eres justo el tipo de mujer que
desprecio absolutamente.
Levanté las cejas hacia ella. No me sorprendió que no le gustara, eso
era apenas una sorpresa, no es que en realidad lo ocultara, pero nunca me
habían clasificado dentro de un “tipo”. A menos fuera del tipo reservado. Y
ese rara vez inspiró este tipo de animosidad. No tuve que preguntarle a
qué se refería; ella estaba más que feliz de dar más detalles.
—Actúas como una perra remilgada, que mira por encima del
hombro a las chicas que quieren un hombre rico, ¡pero eres igual que
nosotras! Estás jugando a lo mismo que yo; eres un poco menos honesta al
respecto. ¡Eso es lo que odio! ¡Y pescaste al hombre más rico de todos! No
te lo mereces. ¡No te mereces nada de esto! Nací rica. Nací en esta vida,
merezco esta vida, pero entonces mi padre perdió todo, y ahora tengo que
exigirme para llegar a fin de mes, chupándosela a hombres de sesenta
años solo para obtener los bolsos que antes solía conseguir con solo darle
un beso en la mejilla a mi papá. Y tú, con tu supuesta virtud, pescas al
mejor tipo rico en tu primer intento. Les das a las chicas honestas como yo
un mal nombre.
Me reí. No pude evitarlo. Me reí justo en su cara. —Así que ese es tu
problema —le dije, en tono mordaz. Simplemente no podía creer que fuera
aún más inútil de lo que pensaba—. Eres una mocosa malcriada que
nunca creció. Tu papá te dio todo, y mira en qué te convertiste. ¿Una puta
por bolsos?
De hecho, tuvo las agallas para intentar abofetearme. Lo vi venir y le
agarré la muñeca en el aire.
—No soy como tú —continué como si no acabara de tratar de
golpearme—. El hecho de que James tenga dinero fue en su contra
conmigo, no lo favoreció, y no podrían importarme menos los bolsos.
Necesitas una pequeña dosis del mundo real, niña, y espero que la
consigas.
La puerta se abrió de golpe, y James entró con ojos salvajes, cuatro
guardias de seguridad detrás de él. Ni siquiera miró a Melissa mientras
ordenaba que la escoltaran fuera.
Yo lo hice; la miré fijo mientras se iba enfurecida.
Por último, me encontré con los ojos de James. Sabía lo que hallaría
allí. Suficiente preocupación y furia para ponerme tensa.
—Se acabó. No volverás al baño sin seguridad nunca más.
Rodé los ojos. —Por favor. Era Melissa. Ella es hostil, pero no una
amenaza para mí.
—¡Te lanzó a la cabeza una jodida copa!
Me di cuenta de que en verdad se estaba poniendo rabioso.
Me acerqué a él, enterrando la cara en su pecho. Me envolvió en sus
brazos. Era una respuesta automática, enfurecido o no. Pensé que eso
decía mucho de él.
—Estoy perfectamente bien. En realidad tuvimos una conversación
esclarecedora.
—¿Oh? —preguntó, pasando posesivamente las manos por mi
espalda.
—Sí. Ya sé cuál es su problema.
—Me encantaría escucharlo.
—Es una niña mimada —dije simplemente.
—Ajá.
—Y una puta de bolsos de diseño.
Eso consiguió sacarle una risa verdadera. —En serio deben gustarle
los bolsos de mano —dijo, con una sonrisa en su voz.
—Eso espero, ya que dice que se la chupó a un hombre de sesenta
años solo para conseguir uno. —No sé por qué me pareció divertido
cuando lo dije, porque en realidad era triste y patético, pero no pude hacer
la declaración sin reír.
Debe haber sido contagiosa porque James se echó a reír tan fuerte
como yo.
Stephan nos encontró sin dejar de reír cuando, sin aliento, irrumpió
en la puerta. Señaló a James. —Qué bien. Me preocupas con que
desapareció, y aquí estás, riendo y bromeando, sin molestarte en detener
la búsqueda.
—Mi error —dijo James, sin dejar de reír. Debe haber sido ese tipo
de risa que alivia la tensión, porque tampoco podía parar.
—¿Qué es tan gracioso? —preguntó Stephan, comenzando a reír por
nuestra risa delirante. Siempre fue rápido en distender los ambientes.
—Melissa le dio una mamada a un hombre de sesenta años a
cambio de un bolso —dije sin aliento. Sabía que estaba mal repetir lo que
dijo, pero era Stephan, y simplemente no me importaba ser una perra en
lo que se refería a ella.
Sus cejas se dispararon, ensanchando su sonrisa. —Eso no es
sorprendente, pero podría ponerte a ti diciendo eso como tono de llamada
de mi móvil.
—¿Por qué? —le pregunté.
—Porque no puedo imaginar un momento del día en que te
escuchara decir algo así y no sonreiría. Así que, ¿se desahogaron?
Asentí, todavía tratando de contener la risa. —Pensó que yo era una
caza fortunas igual que ella, pero que era más reservada al respecto. Eso
insultó sus sensibilidades. Le dije que era malcriada y puta de bolsos.
Eso hizo a Stephan reír tanto como a James y a mí. —Oh Dios —
jadeó Stephan—. Me encanta lo que le dijiste. Se lo merecía.
Volvimos a la fiesta, y me sentí más relajada después de la extraña
confrontación. No me imaginé que discutir con Melissa en realidad llegara
a ser un calmante para mi tenso estado de ánimo. Tal vez necesitaba
hacerlo más a menudo.
No le dijimos a nuestros otros amigos sobre la pequeña confesión de
Melissa. Eso habría sido mezquino, un chisme, aunque fuera la verdad. El
personaje de Melissa hablaba por sí sola. No necesitaba ser su mensajera.
Sr. Distante
Traducido por Yuvi.andrade & Adriana
Corregido por Laurita PI
Stephan
Me desperté después de una siesta de solo treinta minutos pero aun
así sabía que no iba a ser capaz de volver a dormir. No podía dejarla aquí
sola, aunque sabía que no debía interferir de nuevo.
Así que me quedé. Comí y jugué videojuegos, le envié mensajes de
texto a Javier, y me preocupé. No me gusta ser un preocupón, pero cuando
se trataba de Bianca, simplemente no podía evitarlo. Si ella estaba bien, yo
también, y si no...
Recordé la primera vez que la vi. Usaba pantalones holgados y una
sudadera con capucha que cubría la mayor parte de su pelo, pero no fue
capaz de ocultar el hecho de que ella era una belleza impresionante, con
características hermosas y un cutis perfecto.
Nos encontrábamos en un refugio para personas sin hogar, pero
ninguno de nosotros se quedaba. A nuestra edad, si te quedabas cerca de
personas que querían darte una mano durante demasiado tiempo, era
inevitable que trataran de ayudarte a encontrar a tus padres. Siempre lo
hacían con buena intención, pero era casi insultante. Como si hubiéramos
estado viviendo en las calles si tuviésemos otra opción aceptable. Aunque
la idea era injusta, lo sabía. Algunos de los niños perdidos no se hallaban
realmente perdidos. A veces estaban enojados, o intentaban preocupar a
sus padres, o incluso trataban de demostrar que no necesitaban a nadie.
Sabía a simple vista que ella no era una de esos. Sí, tenía una
inclinación orgullosa en su barbilla delicada, pero no era una niña
mimada. Era como yo. No tenía a dónde ir. Se encontraba perdida de
verdad.
La seguí, manteniendo mi distancia, por instinto de querer
asegurarme de que se hallaba a salvo. Si era como yo, tal vez podríamos
ayudarnos. Lucía de mi edad. Tal vez podríamos hacernos compañía. La
idea me dio una cantidad patética de esperanza.
Me quedé muy lejos, simplemente observando, pero no pasó mucho
tiempo antes de ver a un viejo acosarla.
Sabía a dónde se dirigía. Había un almacén no muy lejos. Era un
lugar popular para los sin hogar. Nadie más que ellos estaban interesados
en el lugar.
Se oscurecía afuera, por lo que no reconocí al gran hombre que entró
en mi camino. Entrecerré los ojos con cautela, tratando de reconocerlo en
la oscuridad.
—El viejo Sam tiene una pelea para ti —dijo el hombre, y yo
vagamente recordé quién era. Estaba casi seguro de que su nombre era
Mike.
—Ahora no es un buen momento —le dije, siguiendo mi camino a su
alrededor. No me sentía cómodo dejándola sola cerca de ese anciano ni un
minuto, no en la oscuridad, donde a nadie le importaba lo que ocurría.
Empecé a caminar rápidamente hacia el almacén, moviendo mis ojos
frenéticamente, tratando de distinguir todas las formas de las sombras.
—¡Te arrepentirás si te pones en su contra! —gritó Mike a mi
espalda.
Lo ignoré completamente.
Me encontraba casi en la entrada lateral cuando oí un débil ruido
por el callejón. Era un gruñido sordo, uno femenino, y eso fue suficiente
para tenerme entrando al callejón sin vacilación.
Vi al viejo pervertido primero, que se encontraba de espalda. Tenía
los pantalones bajados hasta los tobillos, y con una mano intentaba
desabrochar la parte delantera de los pantalones de Bianca. La otra mano
se encontraba sobre su boca.
Maldijo, alejando la mano en su boca para sostenerle la parte
posterior de la cabeza al mismo tiempo que ella gritó.
Me abalancé con un rugido furioso. Mi visión se puso roja durante
mucho tiempo, y no pude formar un pensamiento coherente de nuevo
hasta que sentí un suave toque en el hombro.
—Puedes parar. No me está molestando ahora —dijo ella, con voz
suave y apacible.
Dejé de golpear su cabeza contra el suelo, dejándola ir para estudiar
mis manos manchadas de sangre.
Tiró de mi camisa, tratando de conseguir que me pusiera de pie.
—Ven. Conozco un lugar donde te puedes limpiar. No deberías tener
su sangre sucia en tus manos.
Me tomó del brazo y comenzó a caminar, con sus formas suaves,
guiándome detrás del edificio. Cada toque era como una pregunta. Estaba
segura de sus acciones, pero no creía que fuera capaz de ser mandona.
La miré, con tanto miedo de lo que vería en sus ojos.
Encontró mi mirada, y la suya lucía llena de gratitud y comprensión,
y nada de miedo. —Muchas gracias. No sabía que en realidad existieran
hombres buenos en el mundo. Me parecía que era un mito, pero me
salvaste.
Con eso fue suficiente. Me hallaba perdido.
—Soy Bianca —dijo con una sonrisa triste, con los ojos un poco
perdidos, mientras me limpiaba.
—Soy Stephan —le dije aturdido. Hacía tanto tiempo que nadie se
preocupaba por mí, o me tocó de alguna manera, que me sentí casi en
estado de shock por sus acciones.
—Eres como yo —dijo en voz baja, trabajando con cuidado para
lavar la sangre de mis manos y muñecas. No levantó la vista.
Tuve que aclararme la garganta para hablar. —¿Qué quieres decir?
Levantó la vista entonces, mirándome de lleno a los ojos. Vi fortaleza
y determinación tranquila. —Nunca podrás volver a casa.
Mi mandíbula se tensó, y asentí lentamente.
Nunca mostró un atisbo de miedo de mí, y cuanto más la conocía,
más me daba cuenta de que, teniendo en cuenta su pasado, tenía todo el
derecho a hacerlo.
Nunca nos preguntamos si nos quedaríamos juntos, nunca nos
separamos.
—No tienes que preocuparte de que yo... intente lo que hizo el viejo.
Soy gay, así que no es un problema —le dije la primera noche que
dormimos acurrucados juntos, compartiendo una manta delgada.
No fue solo para mitigar sus miedos que lo dije. Si mis preferencias
iban a hacerla alejarse de mí con disgusto, quería saberlo más pronto que
tarde.
Solo se movió más cerca. —No me preocupaba, Stephan. Ni siquiera
se me ocurrió que intentarías hacerme daño. Eres un buen chico, un
héroe. Nunca he estado más segura de nada en mi vida. Me siento tan
segura contigo. Más segura de lo que nunca me he sentido.
Sus palabras provocaron una sensación de calor en mi pecho, y mis
ojos se llenaron de lágrimas. Por primera vez en muchos años, sentí una
alegría feroz en mi corazón. Tal vez encontré a una persona que me podía
amar. Tal vez encontré una familia.
***
Bianca
Desperté cuando James se empujó en mi interior. Me hallaba tan
húmeda que hizo una entrada suave y sedosa. Me estremecí y jadeé en
éxtasis antes de que el sueño abandonara mi cuerpo por completo. Esto
era, sin ninguna duda, mi manera de despertar favorita.
—Buenos días, mi amor —dijo en tono áspero James, con su rostro
cernido sobre el mío, pero su pecho se mantenía cuidadosamente alejado
de mis pechos.
Estudié sus ojos, moviendo mi mano libre para agarrar su pelo
suave y sedoso. Quería notar una mirada de mi tierno amante en esos ojos
intensos, y me alivió verlo ahí, en esas cálidas profundidades turquesas.
Antes, me había dejado tan fría… ahora necesitaba garantías y respuestas.
Necesitaba calidez. Pero primero, necesitaba esto…
Se frotó en mi interior con deliciosas caricias. Sus manos apartaron
aún más mis piernas hasta que hubo un estiramiento casi doloroso junto
con sus perfectos empujes. Jadeé cuando se arrastró fuera y luego se
enterró en su totalidad, una y otra vez.
Me apreté a su alrededor, en el más delicioso orgasmo vespertino,
pero simplemente siguió, empujándose en mí sin pausa, llevándome hacia
otra cumbre mientras yo continuaba bajando de la cima. Grité su nombre
mientras me venía.
Ahuequé su rostro y lo observé con ojos codiciosos mientras sufría
su propia liberación largos momentos después.
Nuestros ojos se mantuvieron unidos mientras se cernía sobre mí,
mirándolo profundamente mientras me observaba. Era uno de esos puntos
muertos, y lo rompí primero.
—¿Vas a decirme por qué sientes que te dejaré? ¿Tanto te preocupa
que me mantuviste atada a la cama mientras dormíamos?
Su mandíbula se tensó y sus ojos se estrecharon, pero asintió.
—Un… video mío fue liberado esta mañana. Está por toda la
internet. No hay forma de controlarlo. He sabido de este video desde hace
una semana, y he estado tratando, lo mejor que pude, de evitar su fuga.
Pero fallé. Quien sea el responsable no le interesa hacer dinero.
Tragué cuando una enferma pequeña bola de pavor se formó en mis
entrañas. —Un video sexual —supuse.
Rompió el contacto visual, bajando la mirada a nuestros cuerpos
unidos. —Sí. Lo siento. Justo cuando intento limpiar mi imagen, limpiar
mi vida, esto sucede. Me siento enojado conmigo mismo, si eso te hace
sentir mejor.
No lo hacía. —¿Cuándo se filmó el video? —le pregunté.
Abandonó mi interior y jadeé ante la cruda sensación. Su pelo se
arrastró hacia su hermoso rostro cuando miró de vuelta hacia mí. —Hace
tres años, creo, o posiblemente casi cuatro. Me avergüenza admitir que fue
tomado sin mi consentimiento. Fue planeado. Una de las pocas veces que
no me encontraba en una de mis propiedades. Lo siento. Mi pasado solo
parece que no desaparecerá. Por favor dime que este no es tu punto de
quiebre.
Lo estudié, preguntándome cómo funcionaba su mente. —Por
supuesto que esto no me hace feliz, pero sería difícil que te dejara por eso,
James.
No pude hablar durante un largo tiempo porque se estampó contra
mí, dejándome sin aliento. Jadeé ante la cruda sensación que causó en
mis pezones sensibles.
Se apartó cuando escuchó el jadeo, murmurando una disculpa. Se
movió de nuevo sobre mí, con más cuidado esta vez. —Gracias —murmuró
en mi oído.
—Sé sobre tu pasado —continué, cuando me lo permitió—. Has sido
abierto conmigo acerca de tu promiscuidad. Pero debiste haberme dicho
hace una semana, cuando te enteraste. Has estado temperamental y
extraño, y no me gusta que me oculten cosas. Ya deberías saberlo. Si
vamos a tener una relación, no puedes ocultarme cosas así. Una de las
cosas que me hace confiar en ti es tu honestidad. Necesito esa honestidad,
James. ¿Lo entiendes?
Asintió, y su rostro se enterró en mi cabello. —Tenía tanto miedo de
que huyeras de nuevo.
Tiré fuerte de un mechón de su cabello. —Lo que evitará que escape
es que seas honesto conmigo.
—Sí, bien. Lo entiendo.
Respiré hondo, odiando la siguiente parte, pero no lo suficiente para
no preguntar. —¿Quién es?
Se tensó contra mí. —Jolene.
Asentí. De alguna forma lo sabía, sin embargo, no me hacía feliz.
—Así que ella hizo el video, y lo filtró. Obviamente.
Negó con la cabeza. —No puedo descartarlo completamente. Y sí, ella
obviamente lo hizo. Pero no puedo creer que lo filtrara, no con la cantidad
de dinero que ofrecí por mantenerlo secreto. Y esto va a arruinar lo que sea
que tenga con Scott. Es demasiado mercenaria para ejecutarlo por
despecho, y sin nada que ganar.
Creí en su palabra, ya que obviamente la conocía mejor que yo.
Me retiró el pelo de la cara, y la luz capturó esas cicatrices en su
muñeca. Atrapé su mano, llevándola a mis labios. Le besé el interior de su
muñeca con delicadeza.
—¿Alguna vez me dirás cómo las obtuviste?
Sus ojos cogieron un cierto destello de vulnerabilidad que empezaba
a reconocer. Iba a ser malo, a pesar de que siempre asumí que las
cicatrices en sus muñecas eran heridas profundas.
—Spencer usó esposas afiladas. Me cortaron. Fue una de las
primeras cosas que noté. Estas heridas en mis muñecas empezaron a
aparecer primero. Las escondí, porque es un visible y embarazoso lugar
para tener una herida, especialmente a los catorce, y en primer lugar, me
hacía consiente de cada cosa pequeña.
»No sé si usaba esa clase esposas para mantenerme quieto, o si solo
quería hacerme sangrar. Si intentaba evitar que luchara, no funcionó. Si
pudiera haber cortado mis propias manos para escapar de él, juro que lo
hubiera hecho. Ciertamente traté.
Me dejó trazar las cicatrices, entonces besé cada centímetro de ellas,
con mucho cuidado. Las lágrimas corrían en silencio por mis mejillas. No
podía escuchar lo que decía sin sentirme afectada.
Trazó las lágrimas con un suave dedo. —Fue cerca de ese tiempo
que me volví realmente promiscuo. No pasó un día sin que conectara de
forma indiscriminada. No lo analicé en ese entonces, pero supongo que
trataba de recuperar el control, ya que había perdido gran parte de él. Y no
ayudó que tuviera tantas hormonas en ese tiempo. Todo fue una especie
de escalada, y para cuando ya era un adulto, no mejoró. Prefería las
conexiones casuales, por lo que casi siempre me desvivía para encontrar
mujeres que fueran atractivas, pero que sabía que no iba a sentirme mal al
dejaras, lo que supongo explicaría a Jules y Jolene, aunque no me pegaba
exclusivamente a perras rabiosas.
Tuve que morderme un comentario sobre eso. Él estaba hablando, y
quería que lo sacara todo. Lo último que deseaba hacer era detener un
flujo de información.
—Nunca fue sexo convencional para mí, pero lo verdaderamente
retorcido se desarrolló con el tiempo. Sabía que me gustaban las cosas un
poco más coloridas que lo normal, y siempre iba un escalón más allá.
Cerca de la edad en la que un niño se emociona por conducir su primer
carro, yo manejaba una cadena de hoteles multinacional, de manera
obsesiva aprendía a hacer nudos, y follaba a cada hembra a la vista.
Mejoré cuando empecé a ir a terapia. Me volví más enfocado, más
controlado. Entrar al BDSM cuando tenía dieciocho me ayudó mucho.
Existían reglas, y gente que se encontraba dispuesta a aconsejarme sobre
cómo hacerlo bien, y obtuve el entrenamiento apropiado.
Todo esto me conmocionó, aunque tal vez no debió hacerlo. No tenía
experiencia con su práctica, pero su control era tan perfecto que debería
haber asumido que tenía algún tipo de entrenamiento.
—Ahí fue cuando conocí a Frankie. Es tres años mayor que yo, y
sabía sus cosas. No te aceptan en la escena hasta que tienes dieciocho,
por razones obvias, así que los tres años que me llevaba era tres años más
de experiencia con BDSM. Di con ella al principio y traté de hacerla
sumisa, y ya sabes, directamente se rio en mi rostro. Sin embargo, incluso
después de eso, se esforzó para ser mi mentora, para enseñarme las
reglas. En esa comunidad ni siquiera tienes permitido acercarte a una
mujer hasta que eres investigado apropiadamente. En la actualidad es una
de mis amigas más cercanas.
>>Aun fui indiscriminadamente promiscuo por años, pero el BDSM
era mucho más satisfactorio para mí, y con el tiempo entré de lleno, pero
las sumisas contratadas eran algo estrictamente sexual. Había una
entrada al cuarto piso junto a mi elevador, y la mayoría no tenía permitido
entrar a mi hogar aparte de ese piso. No puedes imaginar lo anormal que
fuiste para mí, Bianca. La intimidad era inaguantable para mí antes de
poner mis ojos en ti. Cambiaste tantas cosas, y nunca soñé que eso podía
ser un sentimiento tan increíble. Siento que volví a la vida, como si ahora
fuera una persona auténtica, en vez de un impostor.
Entendía muy bien qué sentía. Dudaba que muchas personas
pudieran comprender tan perfectamente qué quería decir.
—Sí —susurré, observando esos exquisitamente empañados ojos—.
También, me siento de esa forma. Sé exactamente a qué te refieres.
Me dio una mirada un tanto desesperada. —Lo sé. Te dije desde el
principio que estábamos hechos el uno para el otro, y en verdad lo creía.
Por un tiempo, las cosas serán intensas, debido al video, y en particular,
con la prensa. Te lo ruego, Bianca, por favor, sigue adelante conmigo. No te
retires, no tomes un descanso. Ni siquiera uno pequeño.
Me molestó un poco que no me creyera, pero sabía que era mi culpa.
Mis ojos y mi voz fueron firmes. —No lo haré, James. Me quedaré. Te amo.
Su expresión se relajó un poco, como si las palabras todavía lo
conmocionaran. —Gracias. También te amo. Más que a mi vida, Bianca.
No me gustó la última parte. Sonaba demasiado sacrificado, lo que
me hizo recordar mis pesadillas oscuras de la tarde.
Sr. Estrella Porno
Traducido por NnancyC
Corregido por Laurita PI
***
El final de mi carrera como asistente de vuelo era extrañamente
anti-clímax. Trabajé por última vez el domingo, y el lunes, pasé de ser una
auxiliar de vuelo a tiempo completo para ser una aspirante a pintora a
tiempo completo. Fue abrumador; pero estimulante.
Stephan y Javier también terminaron tomando la licencia, gracias a
la rara oportunidad que recibían para abrir su propio bar en uno de los
casinos más de moda de la avenida principal. Tenían un montón de
trabajo por delante, pero no mucha gente conseguía el financiamiento que
ellos obtuvieron, sin hacer preguntas. Todos le agradecíamos a James por
hacer algo tan transformador para sus vidas.
Fuimos a Los Ángeles la noche antes de la muestra en la galería, nos
quedamos en el Resort Cavendish, que se encontraba convenientemente
ubicado al lado de la Galería Cavendish.
Tuve una vista previa de la galería esa noche, y me quedé
anonadada por las maravillas que Danika logró. Mis pinturas se exhibían
en su mejor forma, los marcos eran exquisitos, la iluminación en cada
habitación era simplemente perfecta, las pinturas se hallaban agrupadas
por color, expuestas para complementarse entre sí de la mejor manera
posible.
Danika nos dio un recorrido en la galería, todas las habitaciones
exhibían mis pinturas. Sentí la necesidad de abrazar a la mujer cuando
terminamos, agradecida e impresionada de lo que logró con mi trabajo.
Sentí una ansiedad nerviosa recorrerme ante el pensamiento del
evento, pero resultó ser una agradable velada. Ya había decidido que no
iba a leer ninguna de las críticas negativas sobre mis obras. Nadie era más
crítico de mi trabajo que yo, y sabía que solo causaría estragos en mi
creatividad el obsesionarse con lo negativo, así que disfruté del evento por
lo que era; una noche para conocer gente nueva, y una oportunidad de ver
algunas caras amigables.
Llevaba un vestido gris oscuro de tirantes al cuello que favorecía a
mi figura, y James llevaba un esmoquin a juego con una corbata celeste.
Se quedó a mi lado durante toda la noche, el perfecto acompañante
atento. Y por supuesto, el más caro “novio trofeo” en la faz de la tierra.
Incluso vendí algunos cuadros, lo que pensé sería muy poco
probable cuando vi cuales eran sus precios. Algunos de los más grandes se
vendieron por más de cincuenta mil dólares. Me sorprendió tanto que me
quedé un poco conmocionada cuando Danika me dio la noticia. Catalogó
cada pintura vendida por mí, diciéndome quién compró qué y por cuánto.
Me abrazó, radiante. Se había convertido en la más grande
partidaria de mi trabajo, y me sentía tan agradecida por ello. Era una
mujer responsable, y evidentemente una muy respetada y con influencia
en el mundo del arte. Tener a alguien así que respaldara mi trabajo con
tanta sinceridad era una inyección de confianza que necesitaba de una
manera muy fundamental en esta etapa de mi carrera. James y Stephan
eran fanáticos de mi trabajo, pero tener un soporte profesional, alguien
que no era mi mejor amigo o mi novio, fue una bendición que no iba a
olvidar pronto.
Algunas de las pinturas mucho más pequeñas se vendieron
alrededor de los diez mil dólares. Danika nos informó de esto con una
advertencia—: Esto es solo porque es tu primera exposición. En la
siguiente tu trabajo ganará etiquetas de precio más altos; lo garantizo. Vas
a ver los números al menos duplicar o triplicar lo que estamos viendo esta
noche. —Esto me dejó perpleja. Pensé que los precios eran exagerados por
esta...
Frankie estaba allí. Tenía a Tristan, y su novia, Estella, tras ella,
como amenazados. Recordé la descripción de Tristan sobre Estella como
una pequeña bola de fuego latina, y a los minutos de conocerla supe que
acertó. Tenía cabello negro, grueso y ondulado que le caía casi hasta la
cintura, un cuerpo de reloj de arena que no pasa desapercibido, y una
actitud descarada que era divertida, coqueta y exagerada. Ella y Frankie
tenían una química visible, compartiendo miradas y comentarios que
podrían haber hecho ruborizarse incluso a James.
Tristan, Frankie y Estella se llevaron bien con Stephan y Javier, y los
cinco pasaron buena parte de la noche platicando y riendo, haciendo todo
el evento más divertido.
Fuimos testigos uno de esos momentos volátiles cuando Danika y
Tristan compartían el mismo aire, solo de pasada, y fue tan intenso como
la primera vez que los vimos. James y yo compartimos una mirada cuando
Danika le dio un sereno y educado adiós. Por mucho que Danika quisiera
que fuera diferente, todavía existían fuertes sentimientos entre aquellos
dos. Pero el equipaje podría ser algo muy poderoso, y los sentimientos no
eran siempre suficientes.
Invité a mi medio hermano, Sven y su novia, Adele, y me sentía
halagada y satisfecha de que hubieran sido capaces de venir.
Adele lucía como una modelo, con la altura y constitución física
correcta, pero no era del tipo exageradamente hermosa. No era Lana. Era
del tipo con buena apariencia anodina que, probablemente, le consiguió
un montón de trabajo, ya que la hacía más versátil. Su cabello castaño
claro colgaba directamente en sus hombros, sus ojos eran de un agradable
color marrón suave.
Tenía una sonrisa dulce, y estaba muy presente, como si fuera feliz
de estar justo donde estaba. Me gustaba. Cuando Sven dijo que salía con
un modelo, me imaginé una del tipo con ojos inexpresivos y narcisista, y
Adele superó mis expectativas, injustas como podrían haber sido.
Blake y compañía no eran sombra de cada uno de mis pasos, ya que
la lista de invitados era muy exclusiva, y se hallaban vigilando las
entradas y salidas tenazmente. Me pareció que era agradable poder ir al
baño sin tener una sombra, aunque James hizo casi la misma cosa, me
acompañó por el pasillo hacia los baños de la galería, y me esperó con
diligencia en la sala de exposición más cercana.
Estaba terminando cuando la puerta del baño se abrió y cerró, y
luego se abrió de nuevo.
—¿Ahora me sigues? —preguntó una agitada voz femenina.
La reconocí al instante como Danika.
—Si esa es la única manera en que me vas a hablar, entonces sí —
respondió un hombre.
También reconocí esa voz profunda y áspera. Era Tristan.
—No tenemos nada de qué habl… —comenzó Danika.
—Todavía pienso en ti cada día —interrumpió Tristan con
severidad—. Vamos a hablar acerca de eso.
Me mantuve perfectamente inmóvil, ahora oficialmente escuchando
a escondidas desde el interior de un cubículo de baño.
—Oh, por favor. Llévate tu culpa y vete a la mierda, Tristan. No
quiero tener nada que ver con eso.
—No era de culpa de lo que hablaba —dijo con voz baja y en carne
viva—. Es en ti en lo que pienso. Siempre en ti.
Ella bufó de manera poco elegante. Era muy impropio de Danika. —
¡Por favor! Dejaste de tratar de llamarme hace años. No he sabido nada de
ti desde justo después de la rehabilitación, cuando te fuiste a tu gira de
arrepentimiento.
—No confiaba en mí mismo, Danika. Necesitaba mi sobriedad. No
soy nada sin eso, y eras un detonante precioso para mí. Esa mirada en tus
ojos después de todo lo que hice... La forma en que me miraste como si
fuera escoria, y saber que merecía toda tu antipatía. Sabía que si me
mirabas así de nuevo, tocaría fondo, y esta vez no tendría vuelta a atrás.
—Estoy con alguien, Tristan —dijo con brusquedad.
—¿Y si no lo estuvieras? ¿Estarías dispuesta a hablar conmigo… a
pasar tiempo conmigo, si no estuvieras con alguien?
—¡No! Cosas malas suceden cuando estamos juntos, Tristan. Tú y yo
no somos nada más que problemas. El tiempo no ha cambiado eso. Por
favor, mantente alejado de mí.
Oí el movimiento y luego el susurro agonizante de Tristan—: Danika,
lo siento mucho. Nunca dejaré de extrañarte. Eras mi mejor amiga.
¿Puedes perdonarme por lo que hice?
La respuesta de Danika fue rápida, segura y definitiva. —Te perdoné
hace mucho tiempo, Tristan, pero nunca olvidaré. Por favor, mantén la
distancia.
La puerta se abrió y cerró. Dos veces. Esperé unos minutos más
antes de salir, sintiéndome culpable por ser tan entrometida. Debería
haber dicho algo al segundo que les escuché hablar, pero en cambio, para
ahorrarnos un momento incómodo, y sí, porque tenía curiosidad, escuché
el intercambio doloroso y personal.
Empeoré mis pecados al contarle a James al instante lo que oí.
Quería conocer su opinión al respecto.
Con el ceño fruncido, sacudió la cabeza. —En verdad no sé qué pasó
entre ellos. Frankie es amiga cercana de los dos, pero incluso ella no
quiere hablar del tema. Asumo que solían ser novios, teniendo en cuenta
que es obvio Tristan está enamorado de ella; pero incluso eso es
especulación de mi parte. Y sé que tuvo algo que ver con la lesión que le
dio esa cojera, pero eso es todo. No sé qué le causó la lesión, o la
responsabilidad de Tristan en el asunto. Solo mencionó una vez que
Danika solía ser una bailarina increíble, y que arruinó eso.
—Eso es horrible —dije.
Asintió. —Sí. Hay una gran cantidad de malos antecedentes allí,
pero lo que te contó en el almuerzo el otro día, en realidad fue lo más que
le he oído hablar de ello en una sola sesión. Ninguno es comunicativo
sobre el asunto. Quizás nunca sabremos todos los detalles desagradables.
Sabía que probablemente tenía razón.
—¿Te importa si me voy y compruebo que Tristan esté bien? —
preguntó James.
—No, en absoluto —le aseguré, pensando que era el hombre más
dulce, más considerado en el mundo.
Danika se acercó a mí, luciendo más seria de lo que pareció durante
la mayor parte de la noche. Cada vez que me buscó antes, estuvo radiante,
exultante de darme la noticia de otra venta.
—Siento que hayas tenido que escuchar ese pequeño intercambio en
el baño —dijo, mirándome a los ojos fijamente.
Creí que debí haberme sonrojado hasta los dedos de los pies. —Lo
siento tanto por eso.
Le restó importancia al hacer un gesto con la mano. —Difícilmente
fue tu culpa. Estabas usando el baño. Pero vi tus zapatos debajo del
cubículo, y quise explicar mis acciones. Probablemente soné como una
perra fría.
La detuve, levantando una mano. —No lo hiciste. Lo entiendo
completamente. A veces, proteger tu corazón es la única manera de
mantener la cordura.
Asintió con la cabeza, con los labios apretados. —Sí, exactamente.
No me meteré con él de nuevo, y me niego a ilusionarlo. Cuando era más
joven, y estúpida, pensé que era la cosa más maravillosa y emocionante en
el mundo. Me enamoré perdida, loca y estúpidamente de él. Era como
estar enamorada de un tornado. Y cuando terminó conmigo, me sentí
como si hubiera estado en un tornado. Me tomó años recoger todas las
piezas en las que me dejó, pero lo hice, y no volveré retrocederé. En estos
días quiero estabilidad en mi vida. La necesito.
Asentí. También podía entender eso. Cuando pasabas por el infierno,
la estabilidad era el paraíso.
Pareció ver que cumplió su objetivo. Me dio una palmada en el
hombro y se alejó.
Blake empezó a rondar cerca de mí cuando James fue a buscar a
Tristan. Como siempre, atenta a todo, también fue capaz de conducirme
hasta él.
Se hallaba afuera, hablando con Frankie y Tristan en un patio
privado. James se encontraba de espaldas a la puerta, con las manos en
los bolsillos.
Me acerqué a los tres de modo dubitativo, sin querer molestar.
Tristan aspiraba un cigarrillo como si su vida dependiera de ello, con
los ojos muy abiertos sobre Frankie mientras ésta arrojaba los brazos en el
aire y le hablaba en voz baja, obviamente dándole a conocer sus
pensamientos. Tristan se había quitado la chaqueta del esmoquin y se
aflojó la corbata. Las mangas blancas almidonadas de su traje se hallaban
rodadas hacia arriba para revelar esos antebrazos tatuados. Interpretó
bien el tener una buena imagen durante unas horas, pero su chico malo
por supuesto, regresó.
Tristan me vio primero. Exhaló. —¡Bianca, ayúdame! Frankie es un
poco arpía. Por favor, dile que un cigarrillo no me va a matar.
James se giró para mirarme, sus ojos se volvieron cálidos a medida
que me recorrían. Enganchó mi brazo cuando llegué a su alcance,
presionando mi espalda a su pecho y besando la cima de mi cabeza.
Uno de los pequeños dedos de Frankie pinchó el pecho enorme de
Tristan. —No se trata de un cigarrillo. Se trata de tener una breve
conversación con ella, y retomar un hábito que dejaste hace cinco años.
¡Es necesario que llames a tu consejero en este preciso segundo!
Tristan puso los ojos en blanco, tomando otra larga calada del
cigarrillo. —Sabes, fastidiar puede ser un detonante.
—No es una broma —se quejó, sonando tan preocupada como
enojada—. Estoy preocupada por ti. Tu comportamiento es extraño, y lo
primero que has intentado hacer fue escabullirte. Lo último que necesitas
hacer es estar solo ahora.
—No estoy en vigilancia al suicida, Frankie. Estoy fumando un
maldito cigarrillo y luego volveré a entrar, ¿bien? Si te sientes tan
preocupada por mí, tal vez tú y tu chica deberían dormir conmigo esta
noche. No debería estar solo en mi gran, enorme y solitaria cama.
Echó los brazos al aire. —Como si tuvieras algún problema para
encontrar personas para calentar esa cama.
—Tú misma lo has dicho. Me encuentro en un lugar vulnerable en
este momento, y debería permanecer rodeado de gente que amo. Así que
ven dormir conmigo, Frankie.
Ésta lo golpeó con fuerza en el brazo. —¿Cuándo la parte de “tratar
de dormir con las lesbianas” se va a volver vieja? En serio me encantaría
saber.
Tristan sonrió, mostrando unos profundos hoyuelos. Realizaba un
buen acto de tipo rudo, pero aun así se parecía como si estuviera
sufriendo. —No eres cualquier lesbiana, eres mi lesbiana favorita. Y solo
hablaba de acurrucarnos. Tu mente sucia hizo el resto.
Suspiró, pareciendo derrotada. —Bien. Voy a acurrucarme contigo
esta noche si significa que no estarás solo. Sin embargo, no intentes
seducir a mi novia.
Hacían una pareja divertida. La cima de la cabeza Frankie apenas
llegaba al pecho de Tristan, y era evidente que no se sentía intimidada
aunque tuviera la mitad de su peso.
Tristan terminó su cigarrillo como si fuera el último sobre la tierra,
disfrutando la última calada. Él y Frankie se dirigieron adentro juntos,
pero James continuó abrazándome para evitar que los siguiese.
Me tomó el rostro y me sonrió. —Cómo te tengo a solas, quería
decirte algo; me siento muy orgulloso de ti. Ya sabes que soy tu más
grande admirador, pero quería que sepas que esta noche fue un gran
logro. Sé que te convenciste que hice todo esto por ti; pero no es cierto.
Arreglé la reunión. Eso fue todo. Al segundo que Danika vio tu trabajo
quedó perdidamente enamorada, y habrías tenido esta exposición con o
sin mis conexiones. Esas pinturas se vendieron porque la gente las quería,
y descubrieron su valor. Tienes un talento que me hace arrodillar a tus
pies. Gracias por compartirlo con el mundo.
—Gracias —le dije simplemente, sintiendo como mis ojos se
humedecían. El maldito hombre me puso tan emocional. Tenía una
habilidad con las palabras que me atrapaba siempre—. Te amo con locura,
James.
Sus ojos sonreían a los míos —Sí. Te amo así. El mundo pasó de
blanco y negro a color cuando puse los ojos en ti, mi amor. No habrá
vuelta atrás.
Fue un momento tan perfecto que tuve que hacer retroceder esas
malvadas dudas en mi mente que me decían que algo tan perfecto solo
podía tener un final corto y malo. La vida solo puede ser buena, me dije.
Esta mala sensación no es una premonición. Nada malo nos va a pasar.
Últimamente me repetía esa idea con frecuencia.
Hacia el final de la noche, Tristan compró mi paisaje más grande y
mi pintura de bodegones más pequeña. También Frankie compró una
pintura. Era una acuarela del gato gordo de mi jardín. Dijo que iba a
ponerla en su tienda de tatuajes para que el mundo la viera. Incluso acosó
a James para que le diera el retrato que inspiró el tatuaje en su espalda.
Éste lo tomó bien, diciéndome que la perdonó por el tatuaje en mi espalda.
Sven compró una de mis pequeñas pinturas en acrílico de una flor
del desierto.
Insistí en repetidas ocasiones que no tenía que comprar nada.
—Quiero hacerlo —me dijo con firmeza—. Significaría mucho para
mí tener algo que hiciste colgado en mi casa, y me encanta esta pintura.
—¡Te pintaré algo gratis! No deberías tener que pagar trece de los
grandes solo por un recuerdo. No es demasiado tarde para cambiar de
opinión.
Sacudió la cabeza. —No. Este es perfecto. Sin embargo, si alguna vez
quieres pintarme algo, sin duda ¡no te voy a disuadir!
Me hizo sentir querida y me avergonzó un poco que todos me
apoyaran tanto.
A medida que la noche llegaba a su fin, me sentía mareada al darme
cuenta de que en verdad disfruté. La noche superó con creces mis
expectativas. Mis nervios no permitieron que deseara el lanzamiento de mi
nueva carrera, pero me encantó notar que podía mirar hacia atrás a mi
debut con alivio y placer. Había terminado, y en realidad fue un éxito.
Hubo una pequeña mancha en la noche, mientras dejábamos la
galería.
La galería era un gran edificio de tres pisos, situado en una zona de
moda y al lado del hotel Cavendish en Los Ángeles y compartía el
estacionamiento de atrás con esa propiedad. Salíamos por la parte del
frente, por donde entramos. Una pequeña alfombra roja fue instalada a la
entrada para las fotografías antes del evento. Una multitud bastante
educada de fotógrafos tomó fotos de nosotros entrando. Una multitud más
grande se encontraba reunida en el momento en que salíamos, muy tarde
en la noche. Me sorprendió que hubieran esperado tanto tiempo. Y fue aún
más extraño para mí la multitud de espectadores reunidos detrás de ellos,
simplemente observando nuestra partida.
James se acomodó del lado de la multitud, aunque una valla
protectora los separaba. Pasó un brazo sobre mis hombros, su otra mano
se movió al diamante unido a mi gargantilla.
Habíamos dado tal vez seis pasos cuando hubo un jadeo colectivo de
la multitud, y me giré justo a tiempo para ver a Blake saltar unos cuantos
centímetros y atrapar un vaso grande de plástico con su mano en el aire.
La tapa se disparó y la soda oscura y el hielo salieron volando en todas
direcciones, pero aun así la atrapada fue impresionante. Fue dirigido a
James, a mí, o a los dos, pero ni siquiera una gota nos alcanzó. Blake se
encontraba empapada. Parecía imperturbable aún con su camisa y rostro
mojados. Tiró el vaso al suelo y escaneó la multitud, con un aspecto muy
hostil en su rostro.
Fue como si la bebida lanzada hubiera abierto una compuerta. La
gente empezó a lanzar comentarios lascivos en nuestra dirección. No pude
entenderlos todos, pero los comentarios más fuertes parecían venir de las
mujeres, y eran dirigidos a James.
—¡Eres tan jodidamente caliente! —gritó una mujer.
—¡Con una polla tan grande, me puedes azotar en cualquier
momento! —gritó otra.
Todo era tan absurdo que se me escapó una risa mientras Clark nos
hacía entrar en la limusina. Blake nos siguió.
—Buena atrapada, Blake —dijo James—. Te voy a aumentar el
sueldo por no dejar que ninguna gota alcanzara a Bianca.
Ésta sintió con solemnidad. —Solo hago mi trabajo, señor.
Su respuesta me afectó un poco, porque empecé a pensar en cuál
era su trabajo. Si hubiera sido una bala en lugar de una bebida,
probablemente habría hecho lo mismo. Odiaba eso. No quería salir
lastimada, pero la idea de que alguien más saliera lastimado en mi lugar
me parecía aún peor.
Sr. Casamentero
Traducido por florbarbero
Corregido por Julie
***
4Café o restaurante donde los meseros, mayormente chicas, sirven vestidas de cosplay,
mayoritariamente visten de mucamas.
Sr. Para siempre
Traducido por Yuviandrade
Corregido por Julie
James no quería que lo hiciera, pero solo unos días después que
regresé a Las Vegas, fui a mi antigua casa para reunir algunas cosas. La
mayoría sería empacada y enviada a la casa más grande, pero quise
revisar las cosas por mi cuenta antes de dejar que extraños se ocuparan
del proyecto.
Compartí un auto con Stephan y Javier, quienes le iban a dar a la
casa de mi mejor amigo un tratamiento similar. Tenerlo cerca para la
excursión contribuyó mucho a tranquilizar al Cavendish Fanático del
Control. No era como si pudiera haberme detenido, aunque no tenía que
dejar el trabajo para escoltarme una vez que se dio cuenta que Stephan me
acompañaría. No sabía por qué pensaba que él podría hacer algo que mi
escolta armado no podría, pero así era. Los dos hombres se vincularon en
un nivel fundamental que ni yo entendía completamente. Sólo podía estar
agradecida por ello.
Tenía etiquetas para marcar a dónde quería que mis cosas fueran
mudadas, dado que muchos de los artículos para el hogar irían a
almacenaje, y algunos a caridad. James tenía todas sus propiedades
totalmente abastecidas.
Solo tenía que empacar un par de cajas de inmediato, y se llenaron
lentamente con pequeños recuerdos y fotografías.
Blake rondó por la casa cerca de mí, Paterson patrulló directamente
en el patio, y Henry, por el vecindario. Williams tuvo una emergencia
familiar en Chicago, y también tomaba algo de licencia personal. No fueron
capaces de encontrarle un reemplazo con solo un día de aviso, lo cual era
una de las razones por las que James se puso tan nervioso sobre regresar
a la casa sin él, incluso en mitad del día.
La reacción nerviosa de su jefe a esta mundana salida parecía haber
puesto a Blake tensa. Me puse nerviosa con solo mirarla. Siguió
paseándose por la casa, mirando por las ventanas sin ninguna razón que
pudiera ver.
—¿Todo está bien? —le pregunté finalmente.
Asintió, pero su boca se encontraba fruncida. —Sí, estoy nerviosa
hoy, supongo. No veo a Paterson allí afuera, pero es normal. Ni siquiera es
tiempo para que se reporte. No sé cuál es mi problema.
Esa era la mayor cantidad de palabras que la había escuchado decir,
y pareció ponerme más nerviosa, ya que era una demostración de sus
propios nervios. Cual fuera el extraño ambiente que tenía tan ansiosa a
una mujer tan imperturbable, no era bueno para mi paz mental.
Retorné a empacar algunas fotos viejas, sonriendo cuando vi algunas
antiguas de Stephan y yo. Había varias de la fiesta de mi cumpleaños
veintiuno, cuando corrimos como tontos por The Strip. Alguien tomó una
docena de Stephan dándome un paseo en caballito a través de las fuentes
en Caesar’s Palace. Vestíamos de gala, y lucíamos como locos, con la parte
inferior de sus pantalones mojados y mis tacones arrastrados por el agua.
Sonreí ante la foto. Era un recuerdo entrañable, justo alrededor del tiempo
cuando las cosas en verdad comenzaron a mejorar para nosotros. La
sonrisa en la cara de Stephan calentó mi corazón, ahora y en ese entonces.
Le sonreía a la cámara, y yo a él; el hecho de que era la cosa más preciada
en el mundo para mí era evidente en cada línea de mi rostro.
Metí la pila de fotos en mi bolso, pensando que tenía que darle
algunas, y encontrar un lugar de honor en mi nueva casa para poner al
menos una de las imágenes.
Hurgaba en mi bolso, todavía sonriendo ante los recuerdos, cuando
mi teléfono comenzó a sonar. Revisé la pantalla.
Era James.
—Hola —dije en el teléfono, aún sonriendo—. ¿Cómo va el trabajo?
—Podría estar yendo mejor, pero al menos casi termina. Mis
abogados y el agente de Tristan están haciendo algunas revisiones, pero
eso no debería tomar más de treinta minutos o algo así, y entonces
habremos acabado, gracias a Dios. Él intenta llevar a la quiebra al casino
por dos trucos insignificantes. —James había ido al trabajo para hablar
largo y tendido de algunos de los detalles en el nuevo contrato de Tristan,
y podía notar por su tono que el otro hombre debía estar al lado y que
intentaba molestarlo.
—Saluda a Tristan de mi parte —le dije.
—Bianca te envía saludos —transmitió en el otro extremo.
—Iré para allá cuando termine —me explicó James—. ¿Ya estás
lista?
Eché un vistazo al cuarto. Me encontraba bastante segura que
conseguí todo lo que quería empacar yo misma, pero deseaba darle al
lugar otra repasada, para estar segura. —Sí. Eso debería ser perfecto.
—Tristan va a cenar esta noche. Como si no le estuviera pagando lo
suficiente para hacer desaparecer conejos, ahora tengo que hacerle la
cena.
—Tengo un nuevo truco donde puedo hacer desaparecer directores
ejecutivos bonitos —dijo Tristan fuertemente en el otro lado.
Me reí.
—¿Le avisas a los chicos que también están invitados? —dijo James.
Podía escuchar la sonrisa en su voz.
—Eso suena divertido —dije, hablando en serio. Había algo tan
juguetón y travieso acerca de Tristan. Nunca había un momento aburrido
cuando el hombre se encontraba cerca—. Entiendo que obtuvo un contrato
favorable por los espectáculos del siguiente año —agregué.
—Firmó por otro año, pero tuvimos que doblar la paga del bastardo
—dijo sin resentimiento.
Habló algo más pero un ruido exterior me distrajo en ese momento.
¿Qué era eso? No fue particularmente fuerte, solo algo golpeando contra el
concreto, pero me distrajo lo suficiente para amortiguar a James por
completo mientras seguía hablando al otro lado de la línea por varios
minutos vergonzosos.
—¿Bianca? —preguntó, sacándome de mi distracción momentánea.
—¿Hmm? Oh, lo siento —dije, intentando concentrarme.
Podía haber sido cualquier cosa. Cuando llegamos vi a un vecino
trabajando en construir algo en su patio trasero, y eso había sido mucho
más fuerte que ese simple golpe. ¿Qué me inquietaba tanto de ese ruido?
Mantuve el teléfono al oído y me moví por la casa, buscando a Blake.
Era probable que el ruido no fuera nada, pero imaginé que ambas nos
sentiríamos mejor si ella lo comprobaba.
Lo escuché de nuevo cuando entré en la cocina. Esta vez era más
fuerte, y podría jurar que fue acompañado por un bajo gruñido de dolor.
—Blake —grité, segura ahora que algo andaba mal.
Entró de golpe en la cocina justo cuando James comenzó a sonar un
poco frenético en el otro lado de la línea del teléfono.
—¿Bianca, qué ocurre? —decía él—. ¿Algo está mal? Háblame, amor.
Abrí la boca para responder, con mis ojos encontrando los de Blake,
cuando escuché un ruido que hizo que la sangre se me congelara y el
corazón se detuviera en mi pecho. Era el fuerte eco de un estruendo que
conocía muy bien, y me hizo paralizar del terror. Un jadeo escapó de mi
garganta, y mi mano libre voló a mi pecho.
Blake se movió al instante, empujándome al piso, con su arma ya en
mano. —Quédate abajo, Bianca —dijo—. No te muevas, y hagas lo que
hagas, no dejes esta casa. Ya vuelvo.
Desapareció hacia el frente de la casa, aunque pensé que ese sonido
vino del patio trasero.
Me esforcé tanto por escuchar lo que pasaba en el patio que me
tomó un tiempo recordar que James seguía en el teléfono, lo cual era
sorprendente, ya que mantuvo un continuo diálogo desesperado el tiempo
entero.
—¿Dime qué pasa, Bianca? ¿Qué fue ese ruido? ¿Por qué Blake te
dijo que te quedaras en el suelo? ¿A dónde fue? ¡Necesito saber que está
pasando!
Parpadeé, con mi mente muy conmocionada en reacción a ese ruido
y los recuerdos que sacó a relucir. ¿Cómo no sabía que había sido ese
ruido? ¿Podría sonar tan diferente por la línea?
Ese horrible ruido sonó de nuevo, y mi cuerpo se sacudió como si
hubiera sido golpeada, a pesar que me encontraba a salvo adentro.
—Vamos en camino, amor, y hemos llamado a la policía, pero
necesito que me digas que está pasando. ¿Qué fue ese ruido?
Tragué saliva con fuerza, intentando enfocarme en esa voz amorosa.
Cerré los ojos fuertemente. —Te amo, James —le dije con suavidad.
Le escuché respirar entrecortado. —¿Qué pasa allí? —preguntó, su
tono ronco. Su voz se rompió con las palabras.
Sacudí la cabeza, pero por supuesto no pudo verlo.
Ese ruido sonó de nuevo, y gimoteé.
—Te amo, James —repetí, con mi mejilla pegada al frío linóleo del
piso de mi cocina. Me sentía tan feliz, tan indescriptiblemente aliviada que
él no estuviera cerca para ser herido por lo que sea que sucedía en mi
patio.
—Háblame. Tengo que saber qué pasa. Estamos en el auto ahora.
Estaremos allí en menos de veinte minutos, pero tienes que hablarme.
¿Qué fue todo ese ruido?
No quería decirlo. Era completamente ridículo, pero decirlo lo haría
más real. El ruido sonó de nuevo, y me estremecí inútilmente en el piso.
—¿Son disparos? —preguntó James con la voz más miserable. Podía
notar por su tono que ya tenía certeza de la respuesta, probablemente lo
adivinó con el primero tiro.
—Sí —dije en un aliento—. En mi patio trasero, creo. Estoy
asustada, James. Necesito que me digas que también me amas. Por favor.
Por si acaso.
—No —susurró—. Ya estaré allí. ¿Todas tus puertas están cerradas
con llave? Solo permanece oculta, y quédate en el suelo. Vas a estar bien, y
estaré ahí pronto para…
Cerré los ojos, queriendo escuchar su voz hasta que el peligro
hubiera terminado. Como si mágicamente pasaría después de tantos
disparos…
Lo hice tan bien, solo planeando quedarme justo donde me
encontraba, cuando escuché otro sonido que lo cambió todo.
Un grito ronco sonó en el fondo. Fue el ruido más corto, y debería
haber sido indistinguible de todos los otros sonidos, pero de algún modo
supe con absoluta certeza quién lo hizo. Luché por respirar, debido a que
de repente sentí que me ahogaba. Ese grito cambió todo. En un instante
fui de un asustado ratoncito acobardado a estar tan desesperadamente
aterrorizada por alguien aparte de mí que comencé a levantarme en mis
extremidades temblorosas.
Otro disparo sonó, y luego otro. Un grito ronco que me rasgó el
corazón en pedacitos fue detenido en seco en algún sitio entre aquellas dos
explosiones fuertes.
Comencé a moverme resueltamente a través de la casa. No olvidé
que todavía sostenía el teléfono. Había pasado de estar en shock a una
desesperada clase de claridad.
—Te amo, James —le dije de nuevo—. Muchísimo. Lo siento tanto.
—Colgué el teléfono, sintiendo que caía de mi mano antes de alcanzar mi
puerta trasera. Tomé una respiración profunda antes de desbloquear la
puerta y abrirla. Decididamente, di un paso afuera.
Sr. Trágico
Traducido por evanescita
Corregido por Julie
Stephan
Minutos antes…
En poco tiempo conseguí hacer una gran cantidad de cosas a la hora
de empacar en mi casa, hasta que me topé con una caja de fotos. Javier y
yo observamos las primeras imágenes y nos echamos a reír. Era una gran
pila de instantáneas de una fiesta de la empresa en Navidad, tal vez de
hace tres años. Habían sido tomadas con una cámara muy barata, por lo
que se veían granuladas y con un montón de ojos rojos, pero nos trajo
buenos recuerdos; nos sentamos en la cama y las miramos una por una
cuidadosamente.
Riéndose, Javier volteó una imagen hacia mí. Me reí tanto que tuve
que recostarme. Murphy se encontraba sin camiseta en la foto, y trataba
de hacer piruetas sin ningún éxito. Era tan divertida, pero lo más
destacado en la foto era, por mucho, la expresión en el rostro de Damien
en el fondo. Era una mezcla de admiración/terror/confusión. Debí estar
tomando la foto, porque Bianca se encontraba a un lado, doblada de la
risa y yo no estaba a su lado.
Javier me mostró otra foto, todavía sonriendo ampliamente.
Ésta era un primer plano de Bianca, que seguía riendo. Sus ojos
brillaban mientras miraba directamente a la cámara. Era una gran foto de
ella, aunque no se diera cuenta ni le importara lo hermosa que se veía en
su vestido color verde brillante esa noche, con su cabello rubio liso
colgando alrededor de sus hombros. Hice una nota mental para conseguir
una copia para James, a quien le encantaría una foto de ella riendo tanto
como a mí. A veces pienso que nuestra rápida amistad había sido algo así
como unirse a un club, uno hecho para hombres que piensan que Bianca
Karlsson es la mujer más perfecta del planeta.
Javier volteó otra foto, riendo más fuerte que nunca. Me uní a él al
darle un vistazo a la imagen.
Ésta era de Murphy tendido de espaldas en el suelo. Manteniendo
sus brazos rectos delante de él. La chaqueta de su traje y corbata se
hallaban agrupadas en el suelo a su alrededor. Recordé que fueron a parar
de esa manera durante su improvisado striptease.
Marnie se hallaba parado junto a él en la foto, capturada en medio
del movimiento de una reverencia.
Javier me mostró otra foto.
Murphy hacía el valiente esfuerzo del ejercicio de levantamiento de
pesas con una mujer pequeña.
Me mostró otra.
La misma mujer pequeña se encontraba derrumbada sobre él y
ambos se reían de su fracaso. Nos reímos aún más por el recuerdo.
—Extrañaré este trabajo —le dije con tristeza.
—Bueno, no tenemos que extrañar a la gente que lo ha hecho
increíble. ¿Qué quieres apostar a que Damien y Murphy serán clientes
habituales en el bar?
Le sonreí. —Tienes tanta razón. Es probable que tengamos que
sacarlos a la hora de cerrar todas las noches. —La idea me llenó de
calidez. Nuestras vidas cambiaban, sí, pero solo para bien.
Javier jugó más de lo que ayudó a empacar, y no podría haberme
importado menos. No me importaba hacerlo por mi cuenta, y prefería su
compañía a que me ayudara o no.
Extendí la mano para bajar una caja desde la parte superior de mi
armario y sentí sus brazos envolverse alrededor de mí desde atrás. Me
acarició en medio de la espalda, haciéndome cosquillas a propósito con su
nariz, y me giré hacia él riendo, lo empujé hasta que la parte posterior de
sus rodillas chocaron con la cama. Cayó hacia atrás con una carcajada, y
lo seguí.
Intentó levantarse, pero él lo comenzó, y yo tenía la intención de
terminarlo. Le hice cosquillas sin piedad, luché en su contra en la cama,
con fotos y ropa cayendo por nuestra exuberancia.
—Detente —gritó, todavía riendo—. ¡Para!
Me detuve y lo besé. Prácticamente se derritió debajo de mí. Eso me
encantó. Pude sentir cómo lo afecté, y atesoré eso. Me aparté, acariciando
su mejilla mientras lo miraba a los ojos.
Abrió la boca para decir algo, pero una fuerte explosión hizo que
contuviera el aliento.
Me tensé por un largo momento, sin apartar los ojos de él, antes de
que saltara a la acción.
Me puse de pie, apuntándolo. —Quédate aquí, y escóndete, ¿de
acuerdo?
Tragó. —¿Eso fue un disparo? —preguntó en un muy bajo susurro.
—No estoy seguro de lo que fue —mentí—. Pero tengo que ir a ver a
Bianca.
Ya iba en camino hacia la puerta de la habitación antes de que
volviera a hablar.
—No vayas, Stephan. Por favor. Te amo. No te pongas en peligro.
Lo miré, con amor en mis ojos. —También te amo. Quédate abajo.
Tengo que asegurarme de que ella está a salvo, Javier. No podría soportar
que estuviera herida.
Traté de aparentar estar calmado mientras cerraba la puerta del
dormitorio detrás de mí, pero me quebré cuando atravesé la casa como un
loco al segundo en que cerré. Un segundo y tercer disparo sonaron al
momento en que llegué a mi puerta trasera. Mi corazón trataba de salirse
de mi pecho por el miedo. No podía perderla. Era un sobreviviente por
naturaleza, pero sabía que no iba a sobrevivir a eso.
Desbloqueé, abrí la puerta y la atravesé en un instante, impulsado
por el terror ciego. Si ese monstruo le había hecho daño, si la golpeó, juré
que lo desgarraría con mis propias manos.
Un cuarto disparo sonó justo antes de que saltara por encima del
alto muro desesperadamente, raspando mis manos en el esfuerzo. Aterricé
del otro lado, observando la escena sangrienta delante de mí con sorpresa
y horror.
El padre de Bianca se enderezó sobre el cuerpo caído de Blake. Su
pecho sangraba, los orificios en su pecho filtraban la sangre, pero todavía
se mantenía de pie. Llevaba una pequeña pistola en su mano carnosa. Era
tan pequeña contra esas manos enormes que casi parecía un juguete.
Otro cuerpo yacía en el patio. Paterson, pensé, sin embargo, no pude
mirarlo, me enfoqué en Sven apuntando con el arma a Blake, con el
objetivo de descargar otro disparo.
—No —grité, apresurándome hacia él.
Se giró imposiblemente rápido para un hombre tan grande. Me
sonrió con dientes ensangrentados mientras apuntaba a mi pecho y
disparaba.
Mi último pensamiento era de alivio. Bianca no se encontraba en
medio de las víctimas.
Bianca
Salí para entrar en una pesadilla sangrienta, y mis ojos fueron
inevitablemente a la figura ensangrentada de Stephan. No hice ningún
sonido, sin embargo, mi cara se hallaba toda mojada por las lágrimas.
Él tiene que estar bien, me dije. Podía sobrevivir a un montón de
cosas, pero sabía que perder a Stephan no era una de ellas.
Estaba tan concentrada en ese pensamiento que ni siquiera me fijé
en el monstruo en medio de la carnicería durante un largo rato. Me había
acercado más a Stephan antes de alzar los ojos hacia aquellos de color
azul pálido que se parecían tanto a los míos.
Era como mirar a los ojos de un animal rabioso, con su malevolencia
escrita en cada línea tensa de su rostro. Al verlo ahora era difícil imaginar
que alguna vez fue una persona sana. Sin embargo, ¿alguna vez estuvo
cuerdo? No podría saberlo. Tal vez su cordura nunca había sido
cuestionada. Ni siquiera era un ser humano para mí, sino un demonio
monstruoso que destruía y aterraba. Y el único que siempre fue capaz de
actuar como un protector entre él y yo, ahora yacía moribundo a mis pies,
y tenía orificios rojos en su pecho. Él finalmente lo hizo. El monstruo me
había roto.
Mi instinto fue congelarme, y por eso observaba sin moverme
mientras se acercaba, con una horrible expresión que tenía la forma de
una sonrisa.
Yo no tenía esa cosa violenta dentro de mí como la tenía mi padre.
No disfrutaba de hacerle daño a nadie, por ningún motivo. Ni siquiera era
un impulso que entendiera. O por lo menos no hasta que Stephan yacía
malherido a mis pies.
Mis ojos se trasladaron de esa cara horrible, a la pequeña pistola al
lado de mi padre. La vi como una línea de vida, dejándolo ver que la
observaba… en lo que me había fijado.
Se reía, una risa seca, y la locura en su risa se hizo notar de una
manera distraída, como si estuviera intoxicado. Algún tipo de droga lo
alimentaba, haciéndolo más loco, más fuerte, anestesiando tanto el dolor
como el miedo. El hombre ya era una bestia sin ningún tipo de droga
corriendo por su sistema, por lo que no era un conocimiento
tranquilizador.
—Te lo advertí, sotnos. Te advertí que si ibas con la policía, nadie
podría mantenerte a salvo de mí, pero no me creíste. Y ahora tu amigo está
muerto. ¿Valió la pena?
Lloriqueé, un sonido completamente involuntario. Él no puede estar
muerto, me dije. Tenía que creerlo, o acabaría destrozada, hecha pedazos
en el suelo, y nunca volvería a levantarme.
Mis ojos seguían pegados a la pequeña pistola en su mano.
Se rió de nuevo, agitándola hacia mí. —No puedes quitarle la vista a
esto. ¿Crees que esto te ayudará? Tú no tienes las agallas, al igual que tu
madre. No podrías ni matar a una mosca. Mujeres débiles y sin valor.
La sostuvo justo en frente de mi cara, sonriendo siniestramente, con
sus ojos locos inyectados en sangre, pegados a la míos, y su brillo maníaco
penetrándome. —Tómala, si te atreves. Y verás lo que sucede, sotnos.
Nunca aparté la mirada de sus ojos. No podía recordar un momento
en que no lo odiara, pero ahora lo sentía como una herida en carne viva.
Podría matarlo sin remordimiento alguno, comprendí. Él me hizo eso, al
final había roto esa parte de mí. No lo lamentaría si estuviera muerto,
incluso si fuera yo quien lo matara. Estaría acabando con una bestia
salvaje en su enfurecida matanza. Lo único que lamentaría sería no
haberlo hecho antes para detenerlo.
No era como mi madre, a pesar de que desearía haberme parecido a
ella. Por mucho que quería evitar dicho conocimiento, ya tuve suficiente de
mi padre, por lo menos para hacer esto. Ni siquiera lo cuestionaría, incluso
no tendría un segundo de indecisión, no con Stephan inmóvil a mis pies.
Me equivoqué tanto, ahora lo veía claramente, al guardar su secreto, al
vivir aterrada. Hubiese sido mucho mejor que me asesinara en ese
entonces por delatarlo, que permitirle causar toda esta destrucción. Ese
era mi pesar, y lo sentí profundamente mientras lo miraba, rodeado de sus
víctimas.
Si tan solo hubiera visto más allá de mi propio miedo, de lo que hizo,
y pensar en todo lo que todavía era capaz de hacer.
Sí, mantener mi silencio durante todos esos años era mi pesar, pero
era lo único que lamentaba. Esto que estaba a punto de hacer no lo
lamentaría, ni por un segundo.
No tenía nada que decirle. Nada haría justicia a mi odio, y además
no iba a querer escucharme. Nunca me valoró, y nunca escuché de alguien
a quien valorara. Mis palabras no podían afectarlo. Así que no me molesté
en decirle lo que sentía. Se lo mostré.
Me entregó el arma sin duda ni temor alguno, y la tomé, girándola
hacia él con el mismo movimiento. Empujé duro contra su pecho, con el
objetivo de su corazón. Apreté el gatillo, apenas sintiendo el retroceso de la
pistola en mi mano al dispararle.
Estúpidamente, pensé que sería el final de todo esto.
El monstruo se rió, quitando el arma de mi mano. Le disparé en el
pecho, un pecho ya ensangrentado con su propia sangre, y se limitó a reír.
De repente, tuve la loca idea de que en realidad no era humano. ¿Cómo es
posible que siga de pie?
Abrió la boca, y roció mi cara con sangre mientras hablaba. —Mi
turno, sotnos.
Me agarró del pelo, tirando de mi cabeza hacia atrás, manteniéndola
inmóvil. Empecé a luchar, pero no fue suficiente.
Puso la pistola en el interior de mi boca sin ningún esfuerzo en
absoluto, colocando mi mano sobre el mango, con esa sonrisa maníaca
aún fija en su rostro.
Giré la cara de lado a lado, atrapada entre la mano en mi pelo y la
pistola en mi boca. Todavía sacudía la cabeza con desesperación cuando
sonaron dos disparos simultáneos. El mundo se volvió negro.
Stephan
Mi pecho se encontraba en llamas. Cada respiración era una agonía,
pero me las arreglé para abrir los ojos solo un poco cuando oí su voz. Por
supuesto que vendría por mí.
No, no, no, pensé con desesperación, al ver a su padre acercándose.
Me tomó un tiempo terriblemente largo girar mi cabeza hacia un
lado. Blake yacía inmóvil, a menos de un metro de distancia.
Sentí una enorme ola de alivio cuando me di cuenta que había un
arma a su lado. Sabía que no podía hacer ningún ruido cuando me
arrastrara. Era una carrera, y no podía dejar que tanto dolor me
entorpeciera.
Otro disparo fue efectuado antes de que llegara a mitad de camino, y
tuve que evitar gritar en señal de socorro, o de mirar para ver lo que había
sucedido. No tenía tiempo para mirar. Necesitaba conseguir esa arma.
Agarré la pistola con una mano temblorosa tan pronto como la
alcancé. Rodé sobre mi espalda, y la agonía por el movimiento hizo que mi
visión se pusiera borrosa en momentos preciosos.
Apunté a la cabeza de su padre y disparé.
No, pensé en agonía cuando vi que estuve a una fracción de segundo
demasiado tarde. Verla caer al mismo tiempo que su padre era una visión
que nunca iba a olvidar. No. Por favor, no.
Me desmayé.
James
Traducido por Jeyly Carstairs
Corregido por Julie
James
Minutos antes…
Normalmente disfrutaba de una buena negociación. Aun conociendo
los probables resultados, he sido conocido por prolongarlas. Sin embargo,
hoy no. Sentí una extraña tensión que me carcomía. Disfruté de molestar a
Tristan, como siempre lo hacía, pero fue un poco mediocre hoy.
—Estos habrían sido mejor que algunos trucos de cartas adicionales
—le dije mientras los abogados le hacían otra revisión al contrato. Fue
pura terquedad malhumorada lo que me llevó a decírselo. El hombre era
un genio en su trabajo. En solo unos pocos años, se hizo un nombre en el
mundo de los grandes espectáculos de magia en Las Vegas. Trajo un
nuevo e impresionante resplandor a una industria que necesitaba un
cambio de imagen, y lo logró solo con su juego de manos. La mejor parte
era que sabía que ni siquiera comenzaba a mostrarnos todos sus trucos.
Constantemente salía con algo nuevo que mostrarnos. Y como era de
esperar, el hombre sabía lo mucho que valía, y tendríamos que pagarle de
acuerdo a ello.
Tristan sonrió, mostrándome sus dientes blancos. Miró su reloj con
una ceja levantada, obviamente exhibiendo mi propio Rolex. Miré mi
muñeca desnuda y maldije. Se encontraba a una mesa de distancia.
—¿Cómo hiciste eso desde allí? —le pregunté.
Señaló a los abogados que actualmente negociaban con su agente. —
Creo que en el contrato se estipula que no está permitido hablar sobre ese
tipo de cosas. Secretos comerciales y esas cosas. Tus abogados tendrían
que hacer una corrección si te lo dijera. ¿En serio tienes esa cantidad de
tiempo? —Tocó mi reloj para dar énfasis.
Reí. Era difícil no hacerlo. Era un odioso hijo de puta, pero una
interminable fuente de entretenimiento. —Vamos a tener que revisarlo de
todos modos, si planeas recibir un reloj de cincuenta mil dólares como
bono.
Extendió su mano sobre la mesa, con el reloj apareciendo en la
palma de su mano en un borrón. Me estiré para tomarlo, y lo dejó en mi
muñeca con la misma velocidad. Sacudí la cabeza hacia él. Hijo de puta
astuto.
—Felicitaciones por el compromiso. La noticia está en todas partes.
¿Cómo conseguiste que aceptara? Habría jurado que Bianca tenía más
sentido.
Lo miré, pero sin demasiado entusiasmo en el mejor de los casos. La
sola mención de mis próximas nupcias simplemente me hacía sonreír
como un tonto. —Le supliqué tan patéticamente que finalmente se apiadó
de mí —le dije.
—Eso fue bueno de su parte. Ella podría haberlo hecho mejor. Sin
ofender.
Reí, porque dijo sin ofender mientras trataba tan descaradamente de
hacerlo. —No te preocupes. Eventualmente, descubrió que prefiere ser
capaz de mantener vigilado al hombre que la acechaba tan
implacablemente. Le prometí que podría colocarme una campana.
Tristan sacudió la cabeza. —Pobre chica. Nunca tuvo una
oportunidad. Probablemente la cortejaste con tu enfoque de adquisición
hostil.
Rodé los ojos. —Ni siquiera hago adquisiciones hostiles. Me apego a
trucos de magia, Tristan. Tu conocimiento del mundo de los negocios es
vergonzoso. —Había descubierto que dominaba asombrosamente el final
del negocio de su trabajo, pero eso era lo que hacíamos. Era agradable
poder tomar unos tragos con alguien que no fuera tan sensible cuando
comenzaba a insultarlo.
Él sonrió. —Claro que sí, jefe. ¿Me vas a invitar a cenar? Si voy a
firmar este contrato para ti, espero que al menos me hagas la cena. Y
quiero ver a tu prometida de nuevo.
—¿Por qué diablos no? Claro, ven a cenar, si puedes obligarte a no
robar los cubiertos. —Saqué mi teléfono—. Voy a llamar a Bianca. Vamos a
invitar a los chicos.
Bianca respondió de inmediato. —Hola —dijo, con una sonrisa en su
voz—. ¿Cómo va el trabajo? —Esa sonrisa en su voz me hizo sonreír, esa
voz me hizo ponerme duro entre una respiración y la siguiente. Solo una
palabra de ella, pronunciada en esa voz constante, me afectaba más que
cualquier otra mujer que tuve en mi vida. Imágenes de todas las formas en
que la he tenido, todas las formas en que planeé follarla sin sentido,
pasaban por mi mente, distrayéndome como nada más podía. Dios, la
deseaba. Solo la idea de ella era más erótica para mí de lo que el sexo real
había sido siempre con otras mujeres. Lo sentí desde el primer momento, y
solo se hacía más profundo con el tiempo.
—Podría estar yendo mejor, pero al menos casi termina —le dije,
teniendo que concentrarme para hacerlo. Me obligué a dejar de pensar en
estar en su interior por una conversación telefónica inocente, pero fue una
lucha. Mi polla se movió inquieta, y me encontraba agradecido de que
estuviera oculta debajo de la mesa de conferencias en ese momento—. Mis
abogados y el agente de Tristan están haciendo algunas revisiones, pero
eso no debería tomar más de treinta minutos o algo así, y entonces
habremos acabado, gracias a Dios. Él intenta llevar a la quiebra al casino
por dos trucos insignificantes. —Lo miré, sonriendo mientras lo decía.
Me enseñó el dedo medio.
—Saluda a Tristan de mi parte —dijo.
—Bianca te envía saludos —le dije a Tristan, sin gustarme el nombre
de ella en sus labios, pero ocultando mis celos excesivos. Esos celos se
convertirían en un problema si no los controlaba. Lo entendía. Mi
necesidad de que funcionara lo nuestro me ayudó a mantenerme
controlado cuando sabía que no era razonable.
—Iré para allá cuando termine —le dije—. ¿Ya estás lista? —En
realidad no me importaba si era así. Me hallaba impaciente por verla, e iría
a esperarla si era necesario. Esperaba que no se estuviera cansando de mi
compañía, porque solo habíamos estado separados por unas horas y ya me
encontraba hambriento por un vistazo de ella.
Imaginaba como la tomaría en esa pequeña casa cuando respondió.
—Sí. Eso debería ser perfecto.
Pensé que sería perfecto follarla por última vez en su casa, incluso si
estaba empacando. Me enterraría dentro de ella donde sea que la
encontrara. Tal vez podría doblarla sobre la encimera de la cocina, o
tomarla en la mesa del comedor. Me sacudí. Colocó un hechizo en mí, y no
me liberaría en ningún momento cercano. O nunca, pensé con una
sonrisa. La señora Cavendish tenía un anillo encantador.
—Tristan va a cenar esta noche. Como si no le estuviera pagando lo
suficiente para hacer desaparecer conejos, ahora tengo que hacerle la
cena.
—Tengo un nuevo truco donde puedo hacer desaparecer directores
ejecutivos bonitos —dijo él.
Bianca se rió en mi oído. Me encantaba esa risa.
—¿Le avisas a los chicos que también están invitados? —pregunté,
sonriendo.
—Eso suena divertido —dijo—. Entiendo que obtuvo un contrato
favorable por los espectáculos del siguiente año.
—Firmó por otro año —dije, mirando a Tristan con una ceja arriba—,
pero tuvimos que doblar la paga del bastardo. Es curioso lo pronto que se
olvidó de quién descubrió su lamentable culo.
Bianca se quedó en silencio en el otro extremo. Todo mi cuerpo se
tensó, como si estuviera preparándose para un golpe y no supiera de
donde vendría. Me rasqué de forma ausente las cicatrices en las muñecas,
mi indicador más nervioso. Pensé que había superado ese hábito. ¿Qué
pasaba conmigo hoy?
—¿Bianca? —pregunté. Estaría bien si solo escuchaba su voz de
nuevo.
—¿Hmm? Oh, lo siento —dijo, la nueva distancia en su voz solo me
hizo sentir más agitado.
—Amor, ¿pasa algo? —pregunté.
Me puse de pie y empecé a pasearme, incapaz de quedarme quieto.
—Suenas molesta.
No respondió por un interminable momento. Me hallaba desesperado
cuando su voz sonó de nuevo.
—¡Blake! —dijo, con un claro hilo de pánico en su voz.
No, pensé, con mi corazón tratando de salirse de mi pecho.
Me di la vuelta, buscando con mi mirada a Clark. Era tan bueno
leyéndome que ya sacaba su teléfono.
—¿La policía? —preguntó.
Asentí. Podría no ser nada, pero me importaba un carajo. Si era algo,
cuanto antes estuvieran en camino, mejor.
—¿Bianca, qué ocurre? —insté—. ¿Algo está mal? Háblame, amor.
El eco de una explosión en el otro extremo de la línea hizo que mi
sangre se helara. Bianca se quedó sin aliento en mi oído.
No, pensé, y comencé a moverme.
—Quédate abajo, Bianca —oí decir a Blake en el otro extremo—. No
te muevas, y hagas lo que hagas, no dejes esta casa. Ya vuelvo.
No. Un cruel puño agarró mi corazón.
Podía escuchar su respiración, pero mientras hablaba, la persuadía
y le suplicaba que me dijera lo que pasaba, se abstuvo de hablar durante
un largo tiempo en el otro extremo. Recordé aquella terrible tarde, hace tan
solo unos meses, cuando observé a la ambulancia llevársela, y mi corazón
en pedazos mientras esperaba en agonía para ver si se encontraba bien.
Clark caminó detrás de mí sin decir una palabra mientras
atravesaba las oficinas hacia el ascensor. Vi que subía y tomé las
escaleras, poco dispuesto a esperar, sosteniendo el teléfono contra mi oído.
Bajé las escaleras a toda velocidad.
—¿Dime qué pasa, Bianca? —Traté de nuevo, corriendo a través del
casino—. ¿Qué fue ese ruido? ¿Por qué Blake te dijo que te quedaras en el
suelo? ¿A dónde fue? ¡Necesito saber que está pasando!
Otro disparo sonó en su extremo de la línea, y morí un poco por
dentro al escucharlo.
Hice todo lo posible para sonar calmado, pero fue una maldita lucha.
—Vamos en camino, amor, y hemos llamado a la policía, pero necesito que
me digas que está pasando. ¿Qué fue ese ruido? —Me aferraba a un clavo
ardiendo, lo sabía, con la esperanza que de alguna manera hubiera oído
un tubo de escape de un motor a la distancia. Dos veces…
—Te amo, James —susurró.
Me rompí, llenándome con un sentimiento de impotencia y temor.
—¿Qué pasa allí? —pregunté bruscamente. Apenas me di cuenta de
que mi voz se quebró con las palabras.
Otro disparo sonó en su extremo, y gimió. Destrozándome. Quería
golpear mi pecho y aullar con miedo, pero en su lugar corrí, decidido a
llegar a ella.
—Te amo, James —repitió. La resignación en su voz no fue
tranquilizadora en lo más mínimo.
Clark me siguió el ritmo, y se dirigió al frente mientras llegábamos a
las puertas, hablando frenéticamente con el valet, consiguiéndonos un
auto con una velocidad excepcional. Se puso al volante mientras tomaba el
asiento del pasajero. Aceleró antes de que pudiera terminar de
acomodarme dentro.
—Háblame —le dije con desesperación—. Tengo que saber qué pasa.
Estamos en el auto ahora. Estaremos allí en menos de veinte minutos,
pero tienes que hablarme. ¿Qué fue todo ese ruido?
Otro disparo sonó y cerré los ojos con miedo. —¿Son disparos? —
pregunté miserablemente. Nunca me había sentido tan impotente e inútil
en mi vida.
—Sí —dijo sin aliento—. En mi patio trasero, creo. Estoy asustada,
James. Necesito que me digas que también me amas. Por favor. Por si
acaso.
El terror más crudo que había conocido se apoderó de mi pecho. No
era un hombre supersticioso, pero de pronto sentí que si le decía eso
ahora, sería la última vez y simplemente no podía hacerlo. Era ilógico, pero
no pude forzarme a decir las palabras hasta que la tuviera entre mis
brazos.
—No —dije en voz baja, ese rechazo brutal haciendo que me doliera
el pecho—. Ya estaré allí. ¿Todas las puertas están cerradas con llave?
Solo permanece oculta, y quédate en el suelo. Vas a estar bien, y estaré ahí
pronto para decirte esas palabras.
Jadeó de repente, su respiración cambiando, como si estuviera en
movimiento. El pánico me tomó firmemente en sus garras y tuve que
escuchar inútilmente mientras dos disparos más sonaban en el fondo. Dos
sollozos irregulares escaparon de su garganta como si hubieran sido
arrancados de ella.
No, no, no, pensé.
—Te amo, James —me dijo, con voz firme ahora. De alguna manera,
eso me aterró más que cualquier otra cosa—. Muchísimo. Lo siento tanto.
Le empecé a gritar cuando me colgó.
Sr. Desolado
Traducido por Vane Farrow
Corregido por Julie
James
Podría haber deseado que los veinte minutos de viaje fueran solo un
borrón, pero por supuesto no lo fue. Fue el viaje más largo de mi vida.
Morí un millón de veces en ese viaje, mi mente yendo a los lugares más
oscuros.
Incluso me encontré maldiciendo a Dios, cuando siempre había sido
el alma más agnóstica. ¿Por qué él me odiaba tanto?, me pregunté con
rabia. Primero se llevó a mis padres, a quienes adoraba, y ahora encontré
un hogar y una familia de nuevo, una que he deseado y adorado con un
propósito único. No podía soportar la idea de que la perdería justo cuando
la había encontrado. Rechazaba la idea. Esto no podía estar pasando. Si
su padre la quisiera atacar, sin duda la seguridad lo habría sometido antes
de que pudiera tocarla. No existía otra alternativa aceptable.
Vi el reloj del tablero durante todo el viaje. Clark se pasó las luces
rojas, se movió a través del tráfico, y manejó como si su vida dependiera de
ello. Hizo buen tiempo, y llegamos al vecindario menos de quince minutos
después de que subimos al auto.
Me bajé antes de que se hubiera detenido, corriendo a la puerta
principal. Se hallaba cerrada con llave, y maldije mientras sacaba mis
llaves. Con aire ausente, noté que Clark tomaba otra ruta, saltando la
valla en el patio trasero, mientras que yo entraba en la casa. Era donde
ella se encontraba mientras hablábamos, así que vería el interior primero.
Las primeras habitaciones se hallaban vacías, y oí las sirenas
acercándose mientras escaneaba la cocina.
Clark estaba de pie delante de la puerta trasera que daba al patio de
la habitación cuando entré. Mi instinto se tensó, casi doblándome. La
puerta trasera había sido abierta…
Corrí, pero Clark se movió para detenerme. Me atrapó antes de llegar
a la puerta.
Luché contra él con fervor. No tenía segundos que perder.
—Por favor, James —dijo en una voz suave que apenas reconocí
mientras lo sacudía—. No quieres ver lo que hay allí. Nadie debería tener
que ver eso. Los paramédicos ya van a llegar. Dejemos que hagan su
trabajo.
Oí un gemido horrible como si se encontrara a la distancia, apenas
notando que había escapado de mi propia garganta.
Solo diría una cosa así si no hubiera nada más que hacer, y
claramente Bianca no se encontraba en la casa.
—¿Está ahí? —le pregunté, con mi voz rompiéndose en las palabras.
Se sentía como si cada parte de mí estuviera rompiéndose.
Asintió, y una lágrima corrió por su mejilla. —No puedes hacer nada
por ella, James, pero puedes ahorrarte el dolor de verla así.
Por supuesto, no podía permanecer lejos. Me negaba a aceptar lo
que sus palabras implicaban, incluso mientras sentía mi propio rostro
bañado en lágrimas. —Déjame —le dije, con un temblor en mi voz—. Tengo
que estar con ella.
Ladeó la cabeza y me dejó pasar, viendo mi resolución.
La vista que me recibió me puso literalmente de rodillas.
No hubo ni un segundo desde que la conocí que sentí como si la
hubiera tomado por sentado. La amé, atesoré, codicié, y adoré cada
centímetro de ella, pero todavía no sentía como si hubiese sido suficiente.
Di un paso en falso, lo jodí un montón, pero funcionábamos a pesar de
todo. La vida podría haber sido perfecta. Todo lo que necesitábamos era
más tiempo…
Me arrastré hacia ella, notando vagamente que el suyo no era el
único cuerpo que yacía en el pequeño patio trasero.
Se encontraba de espaldas, su cabeza vuelta bruscamente hacia un
lado, oscureciendo un lado de su cara. Lo que se mostraba de su rostro se
hallaba extrañamente intacto, casi pacífico. Su cabello se extendía a su
alrededor, las hebras rubias claras ahora húmedas y teñidas de rojo con la
sangre. Traté de decirme que podría estar bien, que podía sobrevivir a esto,
pero no veía con claridad desde donde se acumulaba la sangre que debía
ser una herida en la cabeza.
Sonidos crudos de angustia salieron de mí con cada movimiento
mientras caminaba hacia ella.
Suavemente, con cuidado, como si fuera de cristal, tomé su mano y
lloré. No sobreviviría a esto. No quería sobrevivir a esto. No existía nada en
el mundo para lo que quisiera vivir después de soportar esto.
Por primera vez en mi vida, empecé a orar. Por su vida o mi muerte,
no lo sabía. Tomaría cualquiera de los dos en ese momento.
Ni siquiera levanté la vista cuando llegaron los paramédicos. Solo
noté que el cuerpo que se hallaba tendido al lado de ella era movido. Al
parecer, los paramédicos no tratarían de ayudar a ese, ya que le faltaba la
cabeza. Su torso masivo se hallaba lleno de agujeros, y vi que había sido
su padre. Su muerte no me dio ninguna satisfacción. No era suficiente, y,
desde luego, no había muerto a tiempo para salvarla.
¿Cómo había llegado a esto?, me pregunté miserablemente.
Mi visión era borrosa y no podía centrarme en otra cosa que no fuera
esa mano. Se sentía floja en la mía, pero ilesa, y si levantaba la vista, sabía
que existía una buena probabilidad de que encontraría respuestas que no
estaba dispuesto a aceptar. De alguna manera, la incertidumbre era algo a
qué aferrarse cuando el peor de los casos era mucho más probable que la
alternativa.
Un paramédico se encontraba agachado al otro lado de ella, pero no
podía mirarlo directamente, no podía dejarme ver lo que encontró cuando
comprobó rápidamente sus signos vitales.
El paramédico habló en voz alta. No entendí lo que dijo. Mi mente no
procesaba las palabras en ese momento. Aún se encontraba concentrada
con un propósito único en esa mano preciosa. No tenía forma de saber
cuánto tiempo me quedé de cuclillas allí, paralizado por el miedo,
intentando prolongar los momentos, diciéndome que estaría bien, pero
lleno de una cruda desolación que hacía difícil incluso respirar.
El paramédico dijo algo más, y no me di cuenta de que me hablaba
hasta que alguien me dio un codazo con cierta impaciencia desde atrás.
Parpadeé hacia el hombre, sin verlo realmente mientras intentaba
escuchar lo que decía.
—Por favor, muévase, señor. Tenemos que ponerla en una camilla.
Se encuentra en el camino.
Me moví de forma automática, tan poco acostumbrado a que me
dijeran qué hacer que obedecí por instinto, sabiendo que nadie se atrevería
a darme una orden si no fuera importante.
Me moví la cantidad más pequeña, pero una camilla fue empujada
persistentemente contra mí hasta que me alejé lo suficiente para darles
espacio para trabajar.
Empujé con desesperación cuando me di cuenta de que iban a
ponerla en la camilla.
No dejaré que la alejen de mí, pensé. Moriré antes de dejar que la
pongan en una bolsa.
Grandes brazos me rodearon por detrás, tirándome. —Déjalos
trabajar, James —dijo Tristan suavemente en mi oído. Ni siquiera me
había dado cuenta de que nos siguió hasta aquí.
—Señor, cada segundo que nos retrasa podría ser crucial para su
supervivencia —dijo el otro paramédico, con clara impaciencia en su tono.
Dejé que Tristan me tirara hacia atrás mientras intentaba procesar
esas palabras.
Supervivencia, dijo él, como si tuviera la oportunidad. No la pusieron
en una bolsa; detenían el flujo de sangre del lado de su cabeza y la
movían.
Dijo supervivencia, pensé de nuevo. No la alejaban porque estuviera
muerta. Pensaban que podían ayudarla.
Cerniéndome cerca, mis pensamientos se volvieron poco a poco más
coherentes cuando empecé a darme cuenta de que no estaba muerta, y si
Dios quiere, podría sobrevivir. Con desesperación, empecé a permitirme la
esperanza, mientras cada centímetro de mí temblaba.
Les di espacio para trabajar, pero me acerqué lo más que pude,
desesperado por ver lo que harían, temiendo que si tan solo apartaba la
vista podría perderla.
Me movía a su alrededor, intentando acercarme sin meterme en su
camino, por lo que vi cuando el primer paramédico movió la cabeza lo
suficiente para aplicar presión a la herida. Gimoteé cuando vi el agujero
con sangre en el lado de su rostro. Se hallaba cerca del punto donde la
mandíbula encontraba su oído, o al menos eso pensaba. Era difícil decirlo
con toda esa sangre.
Nunca aparté mis ojos de ella, y lo que hacían para ayudarla, pero
empecé a escuchar los otros sonidos en el patio mientras llegaban aún
más paramédicos. También oí a otro hombre sollozando. Había estado
sucediendo durante un tiempo, pero en realidad no lo noté; hacía el mismo
sonido que yo.
Javier, pensé, el horror creciente haciéndome buscarlo. Se cernía
sobre el cuerpo caído de Stephan. Un paramédico se hallaba ocupado
conteniendo el flujo de sangre de su pecho, preparándolo para subirlo a
una camilla, y otro hombre ayudándole. No, pensé, por favor, no. Ambos
tenían que vivir.
Seguí de cerca la camilla mientras la movían, y nadie se atrevía a
decirme que no lo hiciera. Observé su pecho mientras respiraba
débilmente en el largo camino al hospital. Es un milagro, pensé. Puso la
pistola en su boca y apretó el gatillo, y si ella sobrevive, he sido testigo de
un milagro. Hice promesas locas a Dios en ese largo viaje, prometí darle mi
alma a cambio de ese milagro.
No era yo mismo mientras seguía su cuerpo inconsciente dentro del
hospital. Me sentía desconectado de la realidad mientras trabajaban en
ella. Empecé a luchar cuando no me dejaron seguirla a cirugía. Clark y
Tristan tuvieron que apartarme. No fue hasta que el mundo volvió a
centrarse que me di cuenta de que me hallaba en estado de shock.
—James, tienes que estar presente para esto —me decía Tristan, con
voz firme, y sus ojos fijos—. Tu influencia puede ayudarlos. Lo garantizo.
No puedes seguirla a cirugía, pero puedes cobrar algunos favores.
—Puedes comprar el maldito hospital si quieres darle a Bianca,
Stephan, y Blake sus mejores oportunidades —agregó Clark.
La enfermera puso una manta sobre mis hombros, diciendo cosas
tranquilizadoras, disparando a Tristan y Clark miradas perplejas. Sin
embargo, Tristan me entendía bien, y su táctica no podría haber sido más
brillante. No tenía tiempo para revolcarme en esto, y ciertamente ninguno
para agonizar al respecto. Lo que necesitaba era acción. Mientras más,
mejor. Había cosas que podía hacer para ayudar.
—Pon al consejo de administración y al director del hospital en el
teléfono —le dije a Clark—. Si preguntan de qué trata, diles que alguien
está dispuesto a donar una cantidad obscena de dinero por un tratamiento
especial.
Asintió, y se alejó; una pequeña sonrisa de satisfacción adornó su
boca. Recordé que también dijo Blake. Me sentí aliviado de que al menos
tuviera una oportunidad. También supe que los nombres que no mencionó
seguramente se hallaban muertos. Paterson y Henry cayeron en su deber
de proteger a Bianca. Hice una nota para pagar a las familias de ambos
hombres. Era el más mínimo consuelo, pero al menos ninguno de ellos
dejó hijos o esposas.
Mi primera llamada fue a mi oficina en Las Vegas, y luego a Nueva
York, a mi segundo al mando. Enlisté toda la ayuda a mi disposición para
conseguir que la bola rodara más rápido.
Sr. Desamparado
Traducido por florbarbero
Corregido por Laurita PI
Bianca
Me desperté con una sacudida violenta, mi pensamiento viajando
inmediatamente a Stephan. Era como si verlo allí tendido, sin vida, con
agujeros sangrantes en su pecho, diera vueltas en mi cabeza mientras me
encontraba inconsciente. Recordé todo como si hubiera sucedido solo
instantes antes, aunque sabía muy bien que me encontraba en un hospital
por los sonidos y los olores familiares.
Volví la cabeza con brusquedad, buscando a James. El movimiento
me hizo doler de cabeza y el costado de mi cara ardió.
Sentí mi mano en la suya y supe que se había quedado a mi lado. Vi
en su rostro cansado, desconsolado, cuánto le costó lo que le había hecho
pasar.
—¿Stephan? —Fue la primera palabra que salió de mi boca. Era una
agonía tratar de hablar. Tenía que hablar a través de los dientes, ya que
apenas podía abrir la boca. Ignoré el dolor, enfocándome en James,
desesperada por una respuesta.
Levantó sus ojos inyectados en sangre. Esas profundidades de color
turquesa nunca parecieron tan aliviados. Se quedó sin aliento en un
suspiro, como si necesitara aire. Parpadeó varias veces antes de encontrar
su voz. —Se está recuperando de una cirugía.
Solo oí su voz en un oído, y me pregunté vagamente si perdí la
audición en el otro. Pero eso no importaba. Nada me importaba, excepto
averiguar acerca de Stephan justo en ese momento.
—¿Qué tan herido está? ¿Va a recuperarse? Tengo que verlo ahora
—dije, tratando de levantarme.
Se detuvo por un largo tiempo para elegir sus palabras, lo que me
asustó más que nada. —Se encuentra en la UCI. Fue gravemente herido.
Nadie puede verlo…
Tiré de la vía intravenosa de mi brazo, para incorporarme. El dolor
en mi cabeza y la oreja oscureció temporalmente mi visión y un rugido
sordo se puso en marcha en el oído que no funcionaba. —Tengo que verlo
ahora.
No noté la conmoción que había causado hasta que me acostaron de
nuevo en la cama, y vi la cantidad de personas que se reunieron para
contenerme.
Mis ojos buscaron a James mientras una enfermera me colocaba
agujas en el brazo. Me sentí muy mal cuando vi las lágrimas corriendo por
sus mejillas y la mirada impotente en su rostro. —Por favor, James. Tengo
que verlo.
Finalmente asintió. —Por favor, no vuelvas a hacer eso. Voy a
arreglar todo para que puedas verlo, pero debes permanecer en la cama.
Asentí, cerrando los ojos con alivio. Él haría lo que dijo. Siempre lo
hacía.
No me dormí, pero no abrí los ojos hasta que sentí que mi cama
comenzó a moverse. Un equipo de enfermeras me rodeaba, James a mi
derecha, agarrando mi mano mientras me acompañaba junto a la cama
con ruedas. —¿Quién más lo logró? —pregunté a James, preparándome
para la respuesta.
—Blake fue herida de gravedad, pero ahora dicen que se recuperará.
—Eso significa que... —Tragué saliva, resultaba difícil terminar la
frase.
—Paterson y Henry murieron antes de que llegaran los paramédicos.
Tu padre… también.
Procesé todo, parpadeando para alejar las lágrimas. —No creerías
cuántos agujeros tenía en el pecho, y todavía seguía respirando…
—Lo terminó una bala en el cerebro —dijo James—. Stephan tuvo el
tiempo suficiente para lograrlo. Le debo otra cosa que nunca podré pagar.
Mi pecho quemaba y cerré los ojos, dejando que las lágrimas
corrieran por mis mejillas. Por supuesto, Stephan había sobrevivido el
tiempo suficiente para salvarme. Mi héroe. No podía perderlo. Abrí los ojos
de golpe cuando se me ocurrió una idea. —¿Vio a mi padre dispararme?
—Tuvo que hacerlo. Dedujeron que tu padre debió disparar justo
antes de que Stephan lo hiciera. Dicen que tuviste suerte. Disparó a tu
mejilla. Hubo daños, pero falló su objetivo.
Traté de tocar el lado de mi cara vendada. —¿Cómo demonios?
—Perdiste la audición de una manera significativa en ese oído, y
tuvieron que hacerte una cirugía en la mandíbula. Habrá cicatrices a lo
largo de la mandíbula y la mejilla, pero serán minimizadas tanto como sea
posible. Tendrás los mejores cirujanos plásticos del mundo a tu
disposición.
Continuó hablando, pero casi ni lo oí, mi mente todavía en Stephan.
No me podría importar menos la cicatrización, la mandíbula, o incluso la
pérdida de la audición. Estaba viva. El resto eran detalles.
Pero Stephan… él tenía que vivir. —¿Cuánto tiempo estuve
inconsciente?
—Cuatro días.
—Háblame de las heridas de Stephan.
—Ninguna bala alcanzó a tocar su corazón, pero una perforó un
pulmón, y tuvo una hemorragia interna persistente. El médico que realizó
la cirugía cree que fue un éxito, pero dice que Stephan no estará fuera de
peligro hasta que sus signos vitales se estabilicen. Ha sido muy cauteloso.
Me dicen que ha mejorado, está recibiendo la mejor atención disponible, es
un hombre joven y sano, por lo que podemos tener esperanza, a pesar de
que todavía no se ha estabilizado.
—Si lo veo, si hablo con él, ayudará —dije, más esperanzada que
segura—. Si él sabe que lo logré, va a salir adelante. Debió sentirse
devastado al ver a mi padre dispararme. Esto ayudará.
Mi visión era completamente borrosa por las lágrimas, cuando
colocaron mi cama junto a Stephan. Me giraron lo más cerca posible, mis
pies apuntando en la dirección de su cabeza. Fueron lo bastante
considerados como para que nuestras manos estuvieran cerca. Javier se
encontraba al otro lado, con la cabeza inclinada sobre su otra mano con la
intravenosa.
Agarré sus dedos con los míos, apretando. —Lo hice, Stephan. Estoy
bien. Me salvaste de nuevo, pero tienes que despertar ahora. Te lastimó,
pero no es nada a lo que no puedas sobrevivir. Por favor, despierta. —Mi
voz se volvió más fuerte a medida que hablaba, ronca por la emoción.
No se movió. Eché un vistazo a su monitor de frecuencia cardíaca,
pero no lo entendía. Miré a la enfermera más cercana. —¿Sus signos
vitales mejoraron? —le pregunté.
Ella frunció los labios. —No han cambiado.
Me dejaron permanecer durante unos minutos más, y le hablé con
dulzura a Stephan. Nunca respondió, no se movió. En verdad, no había
pensado que lo haría, pero sentí una decepción aplastante, ya que me
alejaron de él. La parte arrogante de mí tenía la esperanza de que el sonido
de mi voz, y el conocimiento de que sobreviví, fuera suficiente para
despertarlo. Fue mi último pensamiento cuando me desmayé, y mi primer
pensamiento al despertar. Conociéndolo, asumí que verme lastimada fue
terrible para él. Tal vez esto realmente se encontraba fuera de su control.
Ese pensamiento me derrotó más que nada.
Al regresar a mi habitación me quedé dormida, y supe por la
sensación flotante que se trataba de un sueño inducido por drogas.
Cuando desperté de nuevo, James me observaba. Me habló en el
instante en que mis ojos se abrieron aturdidamente.
—Ha mejorado. Menos de dos horas después de que hablaste con él,
abrió los ojos por primera vez, y me dicen que sus signos vitales por fin
han comenzado a mejorar. El médico incluso llegó a decir que existe una
buena probabilidad de que salga adelante.
—¿Cuánto tiempo estuve dormida?
—Solo cuatro horas. La primera palabra de Stephan fue tu nombre.
Él se encontraba tan frenético como tú, a pesar de que no estaba en
condiciones de quitarse su propia intravenosa.
Hubo una amonestación en su voz, y casi no pude culparlo. Lo
estudié, tratando de ver lo mucho que lo dañó todo, porque sabía con
certeza que lo hizo.
—Tenías razón —le dije—, no debí haber vuelto a la casa. —Pensé
que él exageraba, pero de alguna manera sus instintos eran correctos.
Nunca soñé que mi padre podría llegar a mí con tanta gente
protegiéndome, pero logró superar todos los pronósticos razonables—.
¿Estás furioso conmigo?
Su cara se tornó sombría, como si la pregunta lo atrapara con la
guardia baja. —Nunca lo pensé. No hay espacio para la furia. Después de
pensar que estabas muerta, y luego darme cuenta de que vivirías, solo
sentí alivio. Podríamos tener que empezar a ir a la iglesia ahora.
—¿A la iglesia? —pregunté, perpleja.
—Sí. Recé por un milagro, y sobreviviste.
Suponía que todo era bastante milagroso, y estaba más agradecida
por mi vida de lo que jamás estuve, pero tenía más preguntas. —¿Mi padre
consumió algo? Soportó tanto, y todavía seguía caminando. —Hablé
despacio y con cuidado. Mi voz sería áspera por un tiempo, y sabía que
mis palabras eran difíciles de entender.
James asintió. —Sí. Varias cosas. Alguna mezcla de metanfetamina
y sales de baño. Tu padre emboscó a Henry, y luego lo mató a golpes con
una piedra grande a pocas cuadras de tu casa. Tomó su arma, y se dirigió
a tu casa. Saltó la valla trasera y aterrizó en Paterson, quien le disparó. Él
le disparó de regreso, un disparo a quemarropa en el pecho. Dijeron que
mató a Paterson casi instantáneamente, en parte por el tipo de balas en la
pistola, y el alcance del tiro.
»Blake se enfrentó a él, y le disparó de nuevo en el pecho. Dedujeron
que esto le hizo soltar el arma. A continuación, tomó el arma de Paterson.
Esta era un arma más pequeña, más ligera con la munición, y le disparó a
los tres con ella, lo que más probablemente sea la causa por la que
sobrevivieron. El arma de Henry es la que Stephan encontró y utilizó para
dispararle a tu padre en la cabeza. Vamos a decir que el arma tuvo más
efecto en el hombre drogado, sobre todo porque Stephan tuvo una puntería
infalible. Los guardaespaldas fueron entrenados para apuntar al corazón,
pero Stephan dio un tiro en la cabeza.
Asentí, agradecida de que me diera una explicación completa, pero
devastada por la totalidad de la pérdida sin sentido. —Esos pobres
hombres.
James asintió con gravedad. —Sí, lo sé. Todo salió mal. Es difícil
imaginar que un hombre causó tantas desgracias cuando era superado en
número de esa forma, pero dicen que la combinación de drogas le dio una
ráfaga sobrehumana de fuerza. Ninguno de nosotros consideró esa
posibilidad, muy a mi pesar.
Apreté su mano, y envolvió con gusto la mía. Busqué en sus
hermosos ojos, sabiendo que sentía una culpa aplastante. —Lo siento,
James. Si hubiera tenido alguna idea…
—No —me interrumpió. Suavizó su voz y sus ojos—. Por favor, no lo
hagas. No podemos cambiar nada, como no podríamos haber visto el
futuro. Todo lo que podemos hacer es sentirnos agradecidos de que no fue
peor. Cuando volví a poner los pies en ese patio trasero, me convencí de
que mi peor pesadilla se había realizado. Nunca dejaré de estar agradecido
de que hayas sobrevivido. Tenemos suerte de que no hubo más vidas
perdidas. Los tres se encontraban en estado crítico hace apenas unos días,
y ahora están en camino a la recuperación.
Pasaron varios días antes de Stephan fuera trasladado de la UCI, y
ambos estuviéramos despiertos para vernos entre sí. Tuvimos una reunión
con los ojos llorosos, agarrándonos las manos y llorando como bebés.
—Tenía tanto miedo de que no te recuperaras —jadeé.
Soltó una risa media estrangulada, medio sollozante. —¿Tú tenías
miedo? Yo lo vi dispararte. No creo que vuelva a recuperarme por completo
de eso.
Hice una mueca. —Pero me salvaste.
—Siempre, Buttercup —dijo, apretando mi mano con fuerza—.
Siempre.
Continuó, cambiando rápidamente a un tema más ligero. —¿Sería de
mal gusto comprometerme poco más de una semana después que tú?
Busqué a Javier, sorprendida por la pregunta. Nos quedamos
completamente solos, incluso James nos dio un momento de privacidad.
—¿Estás comprometido? —pregunté.
Negó con la cabeza, con su sonrisa más juvenil. —No, pero quiero
proponerme. Quería obtener tu bendición en primer lugar.
Le di una mirada exasperada, luego se rió. —Sí. Si quieres ser tonto
y pedir mi bendición, entonces la tienes. Siempre. Nada me haría más feliz.
—Va a ser viento en popa de aquí en adelante, Bee. Nos lo hemos
ganado.
Le devolví la sonrisa despreocupada, con la esperanza de que tuviera
razón.
Epílogo
Traducido por florbarbero & Vane Farrow
Corregido por Laurita PI