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Hablemos ahora de Jehosafat, hijo de Asá, que tenía muchas cualidades buenas.

Cuando se
apoyó en Dios, hizo mucho bien. Pero también tomó malas decisiones. Por ejemplo, formó una
alianza matrimonial con Acab, el malvado rey del reino del norte. Además, a pesar de la
advertencia del profeta Micaya, se alió con Acab en contra de los sirios. Jehosafat escapó con vida
de la batalla por muy poco y luego volvió a Jerusalén (2 Crón. 18:1-32). Entonces, el profeta Jehú
le preguntó: “¿Es a los inicuos a quienes se ha de dar ayuda, y es para los que odian a Jehová
para quienes debes tener amor?” (lea 2 Crónicas 19:1-3).
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¿Aprendió Jehosafat la lección? Es cierto que siguió poniendo mucho empeño en agradar a
Dios, pero parece que no se benefició de la experiencia que vivió con Acab ni de la advertencia de
Jehú. Volvió a actuar con imprudencia y se alió con un enemigo de Dios, esta vez el malvado rey
Ocozías, hijo de Acab. Juntos construyeron una flota de barcos, pero nunca pudieron utilizarlos,
porque quedaron destrozados (2 Crón. 20:35-37).
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Leer lo que le pasó a Jehosafat debería impulsarnos a examinar nuestra vida. ¿Por qué?
En general, fue un buen rey, que hizo lo correcto y “buscó a Jehová con todo su corazón” (2 Crón.
22:9). Sin embargo, no fue inmune a los efectos de las malas compañías. No olvidemos este
proverbio inspirado: “El que está andando con personas sabias se hará sabio, pero al que está
teniendo tratos con los estúpidos le irá mal” (Prov. 13:20). Puede que estemos tratando de ayudar
a una persona que está interesada en conocer la verdad. Pero recordemos que, igual que a
Jehosafat casi le cuesta la vida relacionarse innecesariamente con Acab, es peligroso que
tengamos trato innecesario con quienes no sirven a Jehová.
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¿Qué nos enseña la experiencia de Jehosafat? Un cristiano podría comenzar a enamorarse
de una persona que no ama a Jehová, pensando que en el pueblo de Dios no encontrará a nadie
apropiado con quien casarse. También podría ocurrir que sus familiares no Testigos lo presionaran
para que se casara “antes de que sea demasiado tarde”. Quizás algunos siervos de Dios sientan
que están hechos “para desear amor y compañía”, como dijo una hermana. ¿Qué hará el cristiano
en estos casos? Podría ayudarlo meditar en lo que le pasó a Jehosafat. Por lo general, buscó la
guía de Dios (2 Crón. 18:4-6). Pero ¿qué pasó cuando se alió con Acab, quien no amaba a
Jehová? Tendría que haber recordado que los ojos de Dios están pendientes de los que le sirven
con corazón completo. También en nuestro tiempo, los ojos de Jehová “están discurriendo por toda
la tierra” y él está listo “para mostrar su fuerza” a favor nuestro (2 Crón. 16:9). Comprende nuestra
situación y nos ama. ¿Tiene usted fe en que Dios satisfará de la mejor manera su necesidad de
amor y compañía? Puede estar seguro de que lo hará en su momento

Seguro que este principio, que se encuentra en 2 Corintios 6:14, te parece razonable, pues nos
advierte del peligro de tener una relación muy estrecha con quienes no comparten nuestras
creencias religiosas. Aun así, tal vez te guste una persona que no cree en lo mismo que tú. ¿Cómo
es eso posible? A veces es cuestión de atracción física. “La veía en la clase de gimnasia —contó
un chico llamado Mark—, y ella siempre buscaba la manera de acercarse para hablar. No tardamos
en hacernos amigos.”
Si sabes lo que te conviene, confías en los principios cristianos y tienes la suficiente madurez
para no dejarte llevar por tus sentimientos, sabrás lo que tienes que hacer. Esa persona —por más
atractiva, encantadora o decente que parezca— no te ayudará a estrechar tu amistad con Dios

SI VIÉRAMOS a alguien resbalarse y caer, ¿verdad que tendríamos cuidado al pasar por ese
mismo lugar? Analizar los errores de otros nos ayuda a no cometerlos. Lo mismo ocurre en nuestro
servicio a Dios. Podemos aprender mucho de las equivocaciones de los demás, como las que
encontramos en la Biblia.

Y lo mismo ocurre cuando un cristiano se une en un “yugo” matrimonial con alguien no creyente.
La relación se ve sometida a tensiones constantes, pues las prioridades no coinciden: a uno le
preocupa mucho mantenerse en el amor de Dios, y al otro, poco o nada. Lo más probable es que
los dos estén muy incómodos. Con razón exhortó Pablo a los cristianos a casarse “solo en el
Señor” (1 Corintios 7:39).

Pero algunos se sienten tan solos que creen que les iría mejor bajo un “yugo desigual”. A veces
deciden pasar por alto los consejos bíblicos y llegan a casarse con alguien que no sirve a Jehová.
Pero siempre acaban topándose con la triste realidad. Tarde o temprano comprenden que han
elegido un cónyuge con quien no pueden compartir lo más importante de la vida, y por eso quizás
terminen sintiéndose mucho más solos que antes. Afortunadamente, hay miles de cristianos que
no han caído en este error, pues confían en Jehová y le obedecen con lealtad (Salmo 32:8).
Siguen solteros, sin perder la esperanza de encontrar algún día pareja en el pueblo de Dios.

También debemos vigilar que la soledad no nos empuje a entrar en una relación imprudente.
Sería muy triste, por ejemplo, permitir que el deseo de contraer matrimonio nos impidiera ver los
muchos problemas que surgen al casarse con una persona no creyente, y sobre todo, la sabiduría
del consejo bíblico de evitar tal yugo (2 Corintios 6:14). Una cristiana divorciada dijo: “Hay algo
mucho peor que estar sola. Es estar casada con la persona equivocada”.
Si cierto problema no tiene solución, tal vez tenga que soportarse, al menos por ahora. Con la
ayuda de Dios podemos aguantar la soledad. Sigamos sirviendo a Jehová con la plena confianza
de que llegará el día en que todas nuestras necesidades serán satisfechas de la mejor manera
posible

Desde el versículo 10 en adelante, el capítulo 2 de Malaquías hace hincapié en la traición aún


con mayor claridad. El profeta se centra en dos comportamientos relacionados, con referencia a los
cuales emplea una y otra vez la expresión “traidoramente”. En primer lugar, observemos que
Malaquías introduce su consejo con estas preguntas: “¿No es un solo padre el que todos nosotros
tenemos? ¿No es un solo Dios el que nos ha creado? ¿Por qué tratamos traidoramente unos con
otros, al profanar el pacto de nuestros antepasados?”. Entonces, en el versículo 11 añade que la
traición de Israel equivale a profanar “la santidad de Jehová”. ¿De qué actos graves eran
culpables? El versículo indica uno de tales comportamientos censurables: habían “tomado
posesión de la hija de un dios extranjero como novia”.
14 En otras palabras, ciertos israelitas, que formaban parte de una nación dedicada a Jehová, se
habían casado con personas que no le adoraban a él. El contexto nos aclara por qué era tan grave
el asunto. El versículo 10 dice que tenían un solo padre. No se trataba de Jacob (llamado Israel)
ni de Abrahán, ni siquiera de Adán. Malaquías 1:6 indica que este único “padre” era Jehová.
La nación de Israel estaba en relación con él; componía una de las partes del pacto que se había
celebrado con sus antepasados. Una de las cláusulas de aquel pacto era: “No debes formar
ninguna alianza matrimonial con ellas. No debes dar tu hija al hijo de él, ni debes tomar su hija para
tu hijo” (Deuteronomio 7:3).
15 Hoy, algunos pudieran razonar así: “La persona que me gusta es muy buena. Es probable

que él (o ella) acepte con el tiempo la adoración verdadera”. Esa forma de pensar confirma esta
advertencia inspirada: “El corazón es más traicionero que cualquier otra cosa, y es desesperado”
(Jeremías 17:9). El concepto que Dios tiene de los matrimonios con no creyentes se expresa en
Malaquías 2:12: “Jehová cortará de la existencia a cada uno que lo hace”. Por ello, se insta a los
cristianos a casarse “solo en el Señor” (1 Corintios 7:39). Dentro del sistema cristiano, no se ‘corta’
al creyente por casarse con un incrédulo. Aun así, ¿qué le ocurrirá a este último cuando Dios
traiga, dentro de poco, el fin de este sistema malvado, si no ha empezado a adorar a Jehová?
(Salmo 37:37, 38.)

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